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Archivo Hospitalario 2012 (10): 381-411

ISSN: 1697-5413 381

REESTRUCTURAR RECREANDO

EL CARISMA DE LA HOSPITALIDAD Benito Menni y la experiencia de la Restauración y fundación

Mª Concepción Ochotorena Elorz H.S.C. Fecha de recepción: 14.06.2012 Fecha de aceptación: 10.07.2012 Resumen El artículo presenta un proceso reflexivo de la restauración de la Orden de San Juan de Dios en la segunda mitad del siglo XIX y de la fundación de la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, como reestructuración y revitalización del carisma de la hospitalidad más que como pura Restauración. El agente principal es el Espíritu Santo que regala y renueva los carismas en el transcurso de la historia. La reestructuración como revitalización ha existido siempre a lo largo de la historia de las Órdenes y Congregaciones y no es exclusiva de nuestro momento histórico. En la experiencia que analizamos hay muchas personas implicadas, pero destacamos dos personajes que por su presencia e influencia en el desarrollo de la misma son sustanciales: el P. Giovanni María Alfieri, general de la Orden de San Juan de Dios y el P. Benito Menni, Restaurador de la Orden y fundador de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias. El momento histórico con sus vicisitudes sociales y económicas, su cultura y la situación eclesial ofrecen el contexto sin el que es imposible abordar con un mínimo de seriedad y comprensión esta reestructuración y las actuaciones y dificultades de sus principales protagonistas. Las personas están colocadas en el tiempo y este factor es decisivo en las posibilidades de actuación y realización. Tratamos de evidenciar los aspectos esenciales de novedad que surgen en la realidad reestructurada y revitalizada, una novedad en ningún caso rupturista sino en continuidad creativa y contextualizada. Palabras clave: Carisma; Hospitalidad; Modernidad; Restauración; Revitalización; Reestructuración.

Licenciada en Estudios Eclesiásticos (Facultad de Teología de Granada). Especializada en Teología Espiritual (Teresianum-Roma) [email protected]

Mª Concepción Ochotorena Elorz H.S.C


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Abstract The article presents a reflexive process of the restoration of the Order of St. John of God in the second half of the nineteenth century and the founding of the Congregation of Hospitaller Sisters of the Sacred Heart of Jesus, viewing it as a restructuring and revitalization of the charisma of hospitality more than just a pure restoration. The main agent is the Holy Spirit who gives and renews charisma during the course of history. The idea of restructuring as revitalization has always existed throughout the history of the orders and congregations and is not unique to our historical moment. Many people are involved in the experience we analyzed, but we emphasize two individuals who are fundamental because of their presence and influence in the development of it: P. Giovanni Maria Alfieri, the general of the Order of St. John of God and Father Benito Menni, the Restorer of the Order and founder of the Congregation of the Hospitaller Sisters. In order to establish a context, it is crucial to understand the historical moment, with its social and economic mishaps, its culture and the ecclesiastical situation. Without such a context, it is impossible to approach the topic of the restructuring and the actions and difficulties of their main protagonists with a minimum of seriousness and comprehension. The people are situated in that time period and this factor is crucial with regard to their possibilities of action and achievement. We try to demonstrate the essential aspects of innovation that arise in the restructured and revitalized reality, an innovation that in no way intended to break with society but rather focused on creative continuity and contextualized. Keywords: Charisma; Hospitality; Modernity; Restoration; Revitali-zation; Restructuring. 1. Introducción La Exhortación Post-sinodal “Vita consecrata” invita a los Institutos religiosos a reproducir con valor y audacia, la creatividad y santidad de sus fundadores y fundadoras como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy1. El proceso de reestructuración-revitalización de gran número de Institutos religiosos en la actualidad conlleva una invitación a la contemplación y aprendizaje a partir de la experiencia de los propios fundadores. Benito Menni desde su condición

1 Juan Pablo II, Exhortación postsinodad Vita consecrata, Publicaciones claretianas, Madrid 1996, n.37.

Reestructurar recreando el carisma de la hospitalidad


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de restaurador de la Orden de San Juan de Dios en España, Portugal y México y como fundador de la Congregación nos ofrece en su persona y en su experiencia luces e indicadores para discernir e impulsar los procesos de reestructuración. Restaurar, revitalizar, renovar y reestructurar son términos con los que podemos leer tanto la obra de restauración como la misma fundación. Una y otra son dimensiones y expresiones del empuje dinámico del carisma hospitalario en la historia, de la vitalidad y rejuvenecimiento de la Iglesia en su misión de anunciar la Buena Noticia de Dios. Sería una visión limitada situar los procesos de reestructuración como propios únicamente de nuestro momento actual. Vamos a ver cómo en el carisma hospitalario esto se dio de una manera clara y radical, afectando a la renovación espiritual, a la comprensión de la vida consagrada, al modo de encarnar la hospitalidad en masculino y femenino y también a la configuración jurídica de la Orden, lo mismo que a la creación de nuevos centros y a su organización. Veremos que en el proceso de reestructuración-revitalización se da un momento de crisis, una necesidad de cambio, una preparación remota y otra más inmediata en la que entran muchas personas y experiencias, luego vienen los ensayos, los intentos, unos que parecen ahora acertados y otros que no siguieron adelante, pero todos colocados en el proceso fueron necesarios, finalmente está el punto fuerte de la renovación y la recreación, que sólo se entiende desde la continuidad con los pasos anteriores. Finalmente aparece la expansión y extensión de la renovación, e incluso con nuevas facetas sorprendentes e imprevistas, en nuestro caso la fundación y gran crecimiento de la Congregación, de la hospitalidad en femenino. Para que la vuelta a las fuentes nos sea fructífera e iluminadora en el hoy, vemos necesario meternos en la historia, en el momento socio-eclesial y cultural del tiempo, en la situación, en las personas que interactúan y en lo que representan sus actitudes. El pensamiento y el análisis descontextualizado llevan indefectible-mente a la superficialidad y a la equivocación. El momento socio-eclesial del proceso de reestructuración que deseamos tener como foco es altamente complejo, tanto desde el punto de vista del pensamiento y la cultura, como del socio-político y eclesial. La historia de la Iglesia católica en el paso de los siglos XIX al XX se puede sintetizar en torno al argumento fundamental del reto secularizador. Los principales desafíos del mundo secular se anticipan



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ya en el tiempo de la Ilustración, punto de partida y fuente de los desencuentros entre una Iglesia de cristiandad, máxima autoridad en todos los ámbitos y una realidad moderna, que descubre una visión antropocéntrica en la que “el hombre es el nuevo Dios para el hombre”, que a su vez considera progresivamente que términos como Dios, trascendencia, providencia, alma inmortal no tienen ya sentido porque no son verificables empíricamente. Para el positivismo la fe es ilusión, para el materialismo creciente es una alienación y para el neopositivismo es un sinsentido. Progresivamente el hombre va descubriendo que puede someter la naturaleza al servicio de la historia humana, que es autor y actor principal. Este giro antropocéntrico que lleva a conformar la realidad con los propios deseos y ambiciones humanas, se basa en la autonomía de la razón y se entiende como progreso puramente humano. Descartes y Darwin promovieron una fe ilustrada en la razón humana, la ciencia y el progreso. Rousseau y Stuart Miller mostraron una ilustración comprometida con la libertad, Kant es el esfuerzo por construir una moralidad de la ilustración, mediante el uso de la razón y no de la religión ni con la histórica mediación de la Iglesia, Spencer hizo un intento por sintetizar la ciencia y la política de la Ilustración. Por tanto la Iglesia se ve abocada al fenómeno de la emancipación de la sociedad con respecto a su tutela en todos los ámbitos, unas veces de forma desequilibrada y radical, desechando la fe, la trascendencia y la religión y otras de manera legítima, acentuando la soberanía del hombre, de la sociedad y de los Estados e Instituciones políticas y sociales. La correspondiente exigencia de separación de poderes y eliminación de injerencias con las recurrentes luchas entre clericalismo y anticlericalismo, librepensa-miento por un lado y movimiento restauracionista por el otro. Emancipación completa tendiente a debilitar la autoridad eclesiástica en todos los ámbitos, emancipación de la ciencia, que debe permear todos los campos de la investigación, sin temor de conflicto con la Iglesia, emancipación de la conciencia privada cuyas inspiraciones no deben ser atropelladas por definiciones ni anatemas papales, emancipación de la conciencia universal, con la cual la Iglesia debe estar siempre de acuerdo. Estas son las líneas de pensamiento que empujan esta época de finales del siglo XIX. La lucha con el sistema liberal es la manifestación de la resistencia a este nuevo tiempo. Por otra parte las persecuciones religiosas son la manifestación de la intolerancia por parte del movimiento liberal hacia la Iglesia, como un poder arcaico. En los momentos álgidos no será posible más que la mutua condena y descalificación. A medida que avanza el siglo XIX avanzan las revoluciones proletarias, el sentido de igualdad y la lucha de clases y la reflexión sobre la revolución y la



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violencia legítima. La postura de la Iglesia tendrá sus variantes a lo largo de los tres pontificados que abarca el tiempo de nuestro análisis, pero siempre alrededor de estas claves y con una mayor o menor intransigencia o con mayor o menor diálogo de los elementos positivos de la sociedad en concreto y de la Iglesia. El Concilio Vaticano I, en el año 1870, representa la encarnación en ciertos aspectos de la lucha contra la modernidad. La declaración de la infalibilidad del papa y las posteriores condenas magisteriales a la modernidad y al modernismo católico son clara manifestación de esta tensión. En la encíclica “Pascendi dominici gregis”, el papa Pío X en el año 1907 habla del modernismo como “peste”, como “delirio” y un “sacrilegio audaz”, una “monstruosidad”. El análisis y los juicios no pueden ser taxativos, sino aproximativos e intentando comprender el influjo, también sobre los fieles y los religiosos y la dificultad de tener toda la claridad sobre este momento de la Iglesia. Dentro del modernismo hay también un intento de buscar una renovación y una mayor armonía de la fe en una época distinta. El modernismo teológico, aunque tuvo sus excesos y desviaciones abrió caminos que en tiempos posteriores han dado muchos frutos positivos: el valor de la racionalidad, el método histórico crítico en el estudio de la Sagrada Escritura, el grandioso desarrollo del conocimiento de la naturaleza y la cosmología, un enriquecimiento de nuevas formas organizativas y políticas más abiertas, participativas y democráticas. La Restauración-revitalización se coloca dentro de este dinamismo Iglesia y sociedad concreta, y servirá para impulsar a la Iglesia desde una visión de radical enfrentamiento entre el tiempo histórico, con la historia de los hombres, con sus pensamientos a hacer presente que en esa historia y esos hombres se realiza el tiempo de salvación. Por momentos la iglesia institucional parecía tener la opinión de que el tiempo de salvación sólo podía estar fuera de la historia, todo el florecimiento de Congregaciones religiosas apostólicas, manifiesta en su mismo seno que la salvación se inicia en lo concreto de la historia, en el amor de Dios que se hace salvación para los hombres y la sociedad. Es muy importante captar la tensión inherente a toda la dinámica de la restauración-fundación. Actitud defensiva frente a la sociedad e inmersión en ella; militancia católica y evangelización por la hospitalidad para todos, mentalidad centralista y expansión e internacionalidad, rechazo de algunos aspectos de la modernidad e incorporación de la racionalidad, la ciencia y la especialización al apostolado hospitalario:



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El P. Benito Menni es personaje central de esta reestructuración del carisma hospitalario, pero él nos será incomprensible si no nos fijamos en la crisis social, política y cultural, en la crisis de la Vida religiosa, en el proceso de renovación espiritual impulsado por Pio IX en la inquietud y responsabilidad humilde del General de la orden española, P. José Bueno, en el amor al carisma, la prudencia, el sentido universal y la paciencia histórica del P. Alfieri, sin la seguridad oscura e insistente de María Josefa y María Angustias. Los procesos de renovación implican a muchas personas, grupos y se desarrollan en espacios largos de tiempo. El sentido de comunión universal en el carisma, la paciencia histórica y la lectura creyente de los signos de tiempos son aspectos esenciales de dicho proceso. 2. Las raíces La Orden Hospitalaria fue fundada por San Juan de Dios en Granada el año 1539. En 1552 Antón Martín, su primer compañero e inmediato sucesor en la dirección del hospital, como Hermano Mayor, había abierto un nuevo hospital en la villa de Madrid. El 1 de enero de 1572 los Hermanos Hospitalarios quedaron canónicamente constituidos en Congregación religiosa con el nombre de su fundador por la Bula Liceo ex debito, de San Pio V. En 1586, su santidad Sixto V por el Breve Etsi pro debito la elevó a Orden religiosa con facultad de celebrar capítulos y nombrar superiores. En 1587 se celebró el primer capítulo general. Tenían entonces diecisiete hospitales en España, cinco en Italia y tres en América. En el capítulo se erigieron dos provincias: la española y la italiana. Superadas las graves dificultades que ocasionó a la incipiente Orden el Breve Ex ómnibus de Clemente VIII (13.2.1592), una de cuyas consecuencias próximas fue la autonomía y separación absolutas entre los hospitales de España y los de Italia, y la erección de dos Congregaciones independientes: la italiana, por el Breve de Clemente VIII Romani Pontificis Providencia (9 de octubre 1596), y la española por el de Paulo V Piorum virorum (12 de abril de 1608), ambas Congregaciones se desarrollaron con rapidez extraordinaria2. De modo que desde finales del siglo XVI la organización dio lugar a dos estructuras totalmente separadas y así perdurarán hasta el tiempo de la restauración. Las causas determinantes de tal difusión en ambas pueden reducirse a tres: al espíritu de caridad heredado del Santo Fundador y primeros Hermanos que movía a muchos a enrolarse en las filas hospitalarias para seguir los ejemplos de aquellos caritativos varones. En segundo lugar al interés que los pueblos ponían por

2 Cf. Gómez, J.C, El resurgir de una obra, historia de la Restauración de la Orden Hospitalaria de San Juan de

Dios en España, Granada 1969, pp.3-4.



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entregar sus hospitales a estos hermanos, en vista de su celo y eficiencia, y de los beneficios que recibían los enfermos con su asistencia en los hospitales. En tercer lugar a la decidida protección que la Orden encontraba en los reyes de la casa de Austria, sobre todo en Felipe III, que facilitó la expansión de la Orden en América y Filipinas. Con tal desarrollo, en 1619 se erigieron en España dos provincias canónicas, en 1634 tres comisarías generales de América y en 1671 la de Portugal. La Orden hospitalaria llegó a su cenit en España en el generalato del P. Alonso de Jesús Ortega, bajo cuyo mandato se construyó la Basílica de San Juan de Dios en Granada. Sus disposiciones sobre una vida religiosa regular, práctica de la hospitalidad, formación cultural y técnica, administración de los bienes de los hospitales y las obras que hizo en ellos para ampliarlos o perfeccionar sus instalaciones, todo esto ayudó al auge espiritual y apostólico y al aprecio y estima social. Cuando murió, la Orden tenía sesenta hospitales en España, once en Portugal, sesenta en América, cinco en Filipinas y otros cinco en las colonias portuguesas. Total ciento cuarenta y uno. A la muerte del P. Ortega se inicia un periodo de decadencia que termina en el primer tercio del siglo XIX con la desaparición prácticamente total de la Orden Hospitalaria española y la grave crisis también en Italia, donde desaparecieron tres Provincias. La Orden fue suprimida desapareciendo también de muchos hospitales El emblemático centro de San Juan Calibita pasaba a formar parte del patrimonio nacional italiano y se entregaba al ayuntamiento de Roma, el año 1875. Encontramos en este proceso causas externas y causas internas. Entre las externas, que afectaron a la Congregación española está la oposición sistemática de algunos reyes Borbones a que la Orden se encargase de los hospitales, la legislación que en América limitó el número de religiosos por hospital, finalmente la misma legislación de la Orden señalaba el número de profesos y novicios que podía haber en cada hospital. Esto impedía el relevo fluido de los hermanos. Entre los síntomas internos aparece la tibieza en el espíritu religioso hospitalario, a pesar del constante esfuerzo de los Superiores, Generales y Provinciales y de un buen grupo que cumplía con fidelidad sus deberes y compromisos. Si el espíritu de caridad, pobreza, servicio, abnegación y la entrega generosa en hospitalidad hacia los enfermos dio a la Orden aquella vitalidad y fuerza expansiva, no sólo en número de instituciones, sino en irradiación evangélica, la debilitación de tales fundamentos en la colectividad fue el germen de descomposición que unido a los factores de secularización, dispersión y a las persecuciones



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provocó su total desaparición3. Individualmente no faltaban religiosos fervorosos, pero colectivamente ese espíritu no estaba a la altura que debía. La primera gran prueba vino por la supresión de las Órdenes religiosas decretada por Napoleón Bonaparte en 1809, algunos religiosos también salieron para combatir en el ejército o como médicos y practicantes. El segundo golpe vino con el levantamiento de Riego en 1820, que suprimía todos los conventos. En medio de este periodo difícil no faltaron heroicos servicios de hospitalidad en la campaña de Rosellón (1793) y en la Guerra de la Independencia y en las pestes de fiebre amarilla, hubo grandes y santos hermanos con gran virtud a lo largo de toda la historia de la Orden. Finalmente, por Real Decreto, el 25 de julio de 1835 se suprimen todos los conventos que no llegasen a 12 religiosos. Los Hermanos fueron sacados así de cincuenta y dos hospitales, quedando sólo en siete. El P. José Bueno era superior general de la Orden de San Juan de Dios en España en estas fechas y a pesar de que recurrió contra este Decreto y de hecho la Orden fue exceptuada en la supresión4, no pudo evitar la casi total desaparición de la misma en su propia cuna, ya que no se le permitía recibir novicios, obligaba a despedir a los existentes y se reservaba la facultad de designar la residencia de los religiosos. En 1836 sólo quedaban los hospitales de Madrid y Sevilla. El P. Bueno murió en 1850. Los pocos religiosos que quedaban eran ancianos, estaban abatidos y faltos de fuerzas para reanimar la Orden española. El P. Bueno mantuvo siempre una correspondencia fluida con el P. General de la Congregación italiana con miras a la consecución de sus fines por medio de algún religioso de la misma. Las relaciones existentes entre las Congregaciones española e italiana de la Orden de San Juan de Dios eran sumamente cordiales desde los primeros años del siglo XIX. La carta que puede resultar más interesante es la que escribe el P. Bueno con fecha de 12 de enero de 1841 al P. Verno, General de la Orden italiana, que puede considerarse como el testamento del último superior general de la Orden española. En ella le ruega encarecidamente que tan pronto como pueda, procure restaurar la Orden en España. Además del P. Bueno encontramos al P. Ramilo, Hermano sacerdote, residente en el Hospital de Antón Martín de Madrid, el cual también escribió en 1854 una carta al P. Deidda, en la que le suplica asuma la tarea de restaurar la Orden. Hay falta de personal, los Hermanos con más entusiasmo e iniciativa han muerto,

3 Gómez, J.C. El resurgir de una obra, Granada 1968,pp.3-8. 4 Ibidem, p.10



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carecen de recursos, influencias y relaciones y, lo que parece peor, les falta entusiasmo y voluntad. La situación de la Orden en Italia como consecuencia de las guerras no permitirá una reacción inmediata ya que como afirma el mismo P. Deidda: “después del fatal 1848 las vocaciones han disminuido extraordinariamente y todas las Provincias se lamentan de la escasez de sujetos. Nosotros aunque hemos sido respetados, menos en el Piamonte, y abrimos algunas casas nuevas, estas se hallan tan faltas de religiosos que no bastan para el servicio”. El P. Alfieri será quien lleve a cabo en concreto el proceso de preparación remota de la reestructuración de la Orden y en ella de la restauración en España, Portugal y México. Antes de seguir adelante con el proceso de restauración de la Orden, vamos a referirnos, aunque brevemente al papa que está al frente de la Iglesia en este tiempo de preparación remota y en el inicio de la restauración en España y que tanto influjo tendrá sobre ella. Pio IX fue papa desde el 16 de junio de 1846 al 7 de Febrero de 1878. De su Pontificado destaca sobre todo su condición de pastor universal. Fomentó una piedad cálida y cercana, fundada en la contemplación de los misterios y de la persona de Cristo en contra de una piedad abstracta y rigorista. Todo su objetivo fue renovar espiritualmente a la Iglesia y por ello emprendió una auténtica reforma, contribuyó a la unidad eclesial, a salvar valores fundamentales amenazados por el indiferentismo y el laicismo. Las antiguas Órdenes religiosas, minadas por los abusos introducidos por la dispersión napoleónica, las guerras, las desamortizaciones, las leyes que impedían nuevos ingresos, y la pérdida de estructuras de vida comunitaria y piedad son renovadas progresivamente, se fomenta la formación del clero, la vida regular y perfectamente común, como antídoto a las formas que habían llevado a la decadencia. Estas fueron las primeras preocupaciones de este papa. En principio Pío IX, de apellido Mastai, se distinguía personalmente por su piedad y celo pastoral, por su actitud de diálogo y espíritu abierto, por su actitud de diálogo y comprensivo. Unos lo consideraban progresista, ya que al inicio miró con simpatía el proceso de unificación italiana. El gran reto de Pio IX, hacia fuera, hacia el mundo fue que en su tiempo se abre el momento álgido de un posicionamiento nuevo del mundo moderno frente a la Iglesia, que se convierte en un signo para ella y le pide un cambio, un modo distinto de relación socio-política y espiritual frente a todo lo mundano, secular y plural. Una cosa era la independencia de los italianos con respecto a Austria, con el que el papa estaba totalmente de acuerdo y otra la unificación centralista de Italia que el anticlerical Piamonte imponía por la fuerza



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y que desembocará en la desaparición de los Estados Pontificios en 1870. Pio IX no tenía apego personal al poder pero el conflicto entre la Italia liberal y el poder temporal del papa se transformó a sus ojos, ya ancianos en una guerra de religión. En su conciencia se fueron uniendo las reivindicaciones de la libertad temporal de la Santa Sede con una crítica radical de los principios liberales, no discerniendo que las aspiraciones profundas de su tiempo tenían un valor positivo en muchos aspectos y que la autonomía de las cosas temporales era algo dado por Dios en la creación misma. Se inicia un nuevo modo de relación Iglesia-mundo que sólo se aclarará en el Concilio Vaticano II. Frutos del pontificado de Pío IX son la elevación intelectual del clero, la mejora en la espiritualidad de los sacerdotes, la devoción popular y en general el nivel medio de la vida cristiana y también una sustancial distancia y confrontación con la sociedad de su tiempo. La postura de Pio IX fue de absoluta confrontación con el mundo liberal, que quedó marcada a nivel doctrinal por la encíclica Quanta cura y el Syllabus e internamente por las consecuencias de la pérdida por parte de la Santa Sede de los Estados Pontificios y del poder temporal de los papas. Esto que años más tarde Pablo VI vería como una gran providencia de Dios para con su Iglesia, el papa Pío IX lo vivió con una reacción sumamente defensiva y condenatoria. En su pontificado se celebró el Concilio Vaticano I. La centralidad de Roma se afianzó con el prestigio del papa y el influjo de la definición de la infalibilidad papal en el Concilio vaticano I (1869-1870). También crece el marcado sentido de una Iglesia jerárquica e institucional que irá derivando en un creciente legalismo y un modelo organizativo de tipo centralista. El papa Pio IX tuvo, como hemos dicho una fuerza muy decisiva a la hora de impulsar la Restauración. A la petición de ayuda de la provincia española y al interés fraterno de los superiores generales de la Orden hay que sumar la intervención personal del papa Pio IX. El interés por la obra de reestructuración por parte del Papa empezó en el año 18535, tres años después de morir el P. Bueno. Su primera gestión fue pedir informes sobre la situación que se ha ido originando en la Iglesia española y en los Institutos religiosos desde el año 1833, muy influenciada por los gobiernos. La Santa Sede conoció la crisis que se extendía también por Filipinas y que estaba basada en la carencia de superior general, por la disminución del número y la imposibilidad de

5 Id, p.18.



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atender a los enfermos. Años más tarde el P. Alfieri agradece el interés del papa por la Orden y colabora con el propio conocimiento del proceso de la Orden española. A su vez considera importante colaborar con las peticiones que hace el gobierno español para atender las necesidades de los enfermos ya que en ello se ve una vía de rehabilitación de la Orden española desde dentro de sí misma. Escuchamos las palabras del P. Alfieri:

Sería muy conveniente no oponerse a los deseos del Gobierno, antes bien, procurar con toda condescendencia, como medio eficaz, inducirle a conceder a nuestro instituto la admisión de jóvenes al noviciado, al menos en los conventos de Sevilla, Granada y posiblemente Jerez. Por ahora el infrascrito, no podría dar más informaciones ni encontrar mejor partido a tomar, ofreciéndose con el Definitorio a esa sagrada Congregación para cuanto se necesitase después de iniciadas las tentativas para hacer revivir aquella Congregación de la cual nosotros tuvimos vida, y pluguiese a Dios que pudiese resurgir uniéndose totalmente a nosotros6.

El P. Alfieri el 21 de agosto de 1861, elevó una instancia al papa Pio IX en la cual relata la situación y hace una propuesta: “Agregar a la Congregación de Italia y someter al general y definitorio cuantos religiosos y hospitales aún existen en la cesada congregación española, Provincias y colonias anejas. Delegar en el recurrente, con el titulo más conveniente, las especiales facultades apostólicas, para asumir la dirección, el cuidado, la salvaguarda y restauración, como mejor se pueda, de la Orden de San Juan de Dios en España y Provincias anejas”. El aún P. Procurador de la Orden plantea una reestructuración que requiere la unificación de toda la Orden, cambiando lo que permanecía desde 1592. A ello le motiva la nueva situación, la responsabilidad y la fuerza del carisma de la hospitalidad que necesita odres nuevos en situaciones nuevas. 3. La preparación remota La preparación remota se debe totalmente al liderazgo del P. Giovanni María Alfieri. Este nació en Milán el año 1807. En el año 1862 fue nombrado Prior General de la Orden por la Congregación de Obispos y Regulares, no siendo posible que se celebrara Capitulo General. Estuvo en este cargo hasta su muerte el 3 de agosto de 1888, por deseo expreso de Pio IX. Su programa de actuación se basa en promover entre todos los religiosos la vida perfectamente común; sólida formación religiosa y científica, tanto de los novicios como de los profesos, el

6 Alfieri, Fr. María, Alfieri e corrispondenza Provincia spagnola antica e del 1862-1888, fascicolo 1853-1855.



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incremento de la Orden con el establecimiento de nuevos hospitales y Provincias, ejercitar y estimular a todos los hijos a practicar con los enfermos aquella caridad pura y ardiente que nuestro P. San Juan de Dios prescribió a sus hijos y seguidores, más con sus ejemplos que con sus palabras y escritos. Así lo escribe en su circular de 25 de mayo de 1862. Tras esta decisión, elegido Superior General en 1862, inicia la preparación remota de la Restauración con el primero de sus viajes en 1862, en el mes de junio. En este viaje sus objetivos se centran en Barcelona, en los Hermanos terciarios del Hospital de Santa Cruz y en contacto con algunas personas a quienes da la Carta de Hermandad. El segundo en el mes de octubre de este mismo año, en el que se encuentra con la reina de España en Granada y a quien pide licencia para establecer la Orden en España. Ateniéndose a las circunstancias políticas de prohibición de corporaciones de religiosos, es interesante anotar la perspectiva de la Restauración: “No pretende ni administración, ni honores, ni privilegios, ni facultades especiales, sino solo aquel favor y aquella protección que será necesaria para ejercer la caridad hospitalaria de una manera digna de la Orden, digna de España y digna del progreso en general”7. El P. Alfieri mantiene a partir de aquí correspondencia con el Nuncio de la Santa Sede en España, de manera que se inicia una red de relaciones que van preparando el terreno. Desde el Vaticano le es de gran ayuda el Secretario de Estado y el Nuncio, que secundan los deseos de reimplantación de la Orden, por el Sumo Pontífice. El mismo papa Pio IX da las bases de la restauración: Vida religiosa perfectamente común, muy pobre, muy casta y muy obediente. Esa es la recomendación que recibe el P. Menni cuando es enviado a España y que se comprende dentro del impulso de renovación espiritual impulsado por el papa en toda la Iglesia, devolviendo en ella a las órdenes religiosas a la belleza de sus raíces. El P. Alfieri inicia la consecución de la idea de la restauración, siente veneración por la Congregación española, en la que tuvo su origen la Orden y de la que salieron grandes hombres santos hospitalarios, cuyas vidas le habían enfervorizado hasta llevarlo al propósito de ser fiel imitador del Santo Fundador, y de trabajar cuanto pueda para extender el carisma con nuevas fundaciones a fin de que el mayor número de enfermos participen del fruto de sus actividades. El proceso que sigue es conocer, buscar apoyos y recomendaciones tanto religiosas como civiles, tomar contacto con los pocos Hermanos que quedaban en el Hospital de Madrid y el de Sevilla, sustentarse en

7 Gómez, J.C, o.c. p.43.



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religiosos terciarios que practicaban la hospitalidad, en concreto en el Hospital de Santa Cruz, a quienes dio el hábito de San Juan de Dios, para conseguir sus propósitos, ensayar diversas posibilidades con personas y experiencias. Restaurarla pero sin dualismos ni separaciones peligrosas, sino formando la Orden un solo cuerpo orgánico8. El modo de empezar el proceso es con constancia, discretamente y con pausa. La carta del P. Ramilo, ya ahora tan lejana, tiene respuesta del P. Alfieri en 1861. El religioso ya muy descorazonado sin embargo acierta a darle algunas indicaciones para establecer relaciones con los más altos estamentos. El P. Alfieri tiene su máximo interés también en reunir a los pocos Hermanos dispersos y da algunos consejos junto con su paternal implicación en el inicio de la restauración “¡Por amor de Dios! Dejemos todo fin secundario y todo sentimiento de nacionalismo, de independencia o de cualquier otra causa, si queremos restablecer la Orden, mejor aún que lo que estaba antes, ha llegado el momento, pero es preciso no tener otra mira más que Dios y la caridad y poner a los pies toda otra idea”9. Busca quienes asuman responsabilidades tanto en la Península como en Filipinas. Estos religiosos no los encontró y con ello fracasó el intento de restauración desde dentro. En el primer Definitorio como General celebrado el 30 de mayo de 1862 hace un llamamiento a toda la Orden para que por todas las Provincias con preces fervorosas y también con el personal, en caso de necesidad, se coopere con el P. General en la restauración de la Orden en España. Solicita una implicación y una disponibilidad de todos junto con las oraciones. Entre tanto y tras preparar el terreno con el Obispo de Barcelona el P. Alfieri intenta emprender la implantación de la Orden con los terciarios Hospitalarios y poco más tarde con el Hermano Juan de Dios Bramón, natural de Gerona. Este intento fracasará y la pretendida fundación en Tarragona no seguirá adelante. En septiembre-octubre de 1866 el P. Alfieri realiza su tercer viaje a España, pasando por Barcelona y Madrid. Se entrevistó con la reina, finalmente visita Granada. Este viaje fue muy significativo, ya que dura desde el 10 de septiembre hasta el 22 de noviembre. Tiene como pretensión el poder establecer los Hermanos en los Hospitales militares y en el antiguo Hospital de San Juan de Dios de Granada. Tras pasar por Lyon y Marsella y preparar previamente sus contactos con el Ministro de

8 Ib, p.32. 9 Ib, p.35.



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Gracia y Justicia y con la misma reina Isabel II, por medio de la intervención del P. Antonio María Claret, toma contacto con sus amigos bienhechores seglares en Barcelona: D. Nonito Plandolit, canónigo Morgades y el P. Blanquet. Luego pasa por Madrid, Granada, Sevilla, Jerez de la Frontera, el hospital Antón Martín de Madrid. Cuando vuelve a Roma el 16 de noviembre, tiene una audiencia con Pio IX el 22 de noviembre con quien comparte todo lo vivido en el viaje y sus impresiones. 4. La preparación inmediata El proceso seguido hasta ahora se convirtió en orientación para los pasos siguientes. Los aparentes fracasos o dificultades no dejaron de aportar indicadores sobre lo que al final sería más oportuno para la restauración: preparar y enviar a un Hermano que dirigiese la restauración de la Orden a todos los niveles. De alguna manera era ir por lo más arriesgado y novedoso en una empresa de tal magnitud. Había intentado con otros ensayos y habían sido descartados. Sería muy interesante precisar el momento exacto en que el P. Alfieri recibió esta luz. En 1865 decide que el entonces Hermano Benito Menni pase a Roma para completar su formación teológica en Dogmática y Moral. Dice “Vendrá para proseguir sus estudios, pero estará bajo mi dirección y dependencia”. El Hermano Benito Menni es un joven hermano con una intensa vida espiritual, sostenida por la oración y la piedad, es inteligente y prudente, hábil en todas las cosas que emprende, muy amante de la hospitalidad, con una voluntad firme para el trabajo, con hermosos ideales, con iniciativa y creatividad, obediente y recto. El P. Alfieri transmite al ánimo del P. Menni lo que considera esencial en la restauración: el fin de los hermanos hospitalarios no ha de ser otro que el de servir a los enfermos con verdadera caridad y disciplina. Su ley suprema es la Hospitalidad con verdadera caridad, sin pretender otras ambiciones ni glorias fuera de esto. Quiere que sean instruidos en la vida perfectamente común, según los sagrados cánones y las reglas del Instituto. El 15 de enero de 1867, el P. Menni salía para España pasando por Francia. En ella permanecerá ininterrumpidamente 42 años. Todo había sido minuciosa y cuidadamente preparado y previsto por el General de la Orden quien conocía qué quería, las dificultades y posibilidades y todo lo preparó con minuciosidad. La inestabilidad política creciente será una gravísima dificultad ya que excedió con mucho la existente anteriormente con los gobiernos conservadores. Toda reestructuración



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puede enlentecerse por factores imprevistos que hay que superar con constancia y dando tiempo al tiempo. 5. La reestructuración Siempre hemos contemplado la instauración de la Orden de San Juan de Dios en España a partir de 1867 como Restauración, como volver a poner en su sitio lo mismo que había desaparecido por diversas causas. Sin embargo no existe ningún obstáculo para contemplarla como reestructuración-revitalización, incluso es más acorde, ya que incorpora novedad en lo ya existente hasta entonces. Aun quedaban algunos Hermanos de la antigua Congregación en Madrid y Sevilla y el proceso incorporó muchos elementos nuevos, tanto a nivel espiritual, como carismático, organizativo y funcional, pero no como ruptura sino como profundización y desarrollo, como reinterpretación carismática. Destacamos algunos aspectos, por ejemplo el modo de comprender de la hospitalidad como atención corporal y espiritual, la participación de varias provincias en la restauración con Hermanos de nacionalidad diversa, la configuración de una única Orden, uniendo las dos Congregaciones en que estaba subdividida, y que existe desde entonces, la opción a la luz de las urgencias por dos sectores de necesidad muy específicos y especializados: los niños raquíticos y escrofulosos y los enfermos mentales, integrando la experiencia fundante de San Juan de Dios en el Hospital Real de Granada10 y las urgencias del momento histórico en España, la incorporación de un sistema organizativo y asistencial que se constituye en modelo y la asunción de un modelo terapéutico psiquiátrico, el tratamiento moral, que configuró los antiguos hospitales del siglo XV y XVI en la línea de la modernidad. Otro aspecto muy importante es el inicio de la colaboración con instancias político-asistenciales en el desarrollo de la responsabilidad social frente a las personas enfermas y necesitadas. Esto se plasmó esencialmente con los conciertos con las Diputaciones provinciales, responsables, en aquel momento de la atención (1864) y del sostenimiento económico (1870), (1887), de los pacientes psiquiátricos internados. Esta función de apoyo y suplencia a las funciones del Estado es altamente significativa, en un momento socio-eclesial más bien distante de los poderes políticos y sociales. Algunas características de todo el proceso en estos años iniciales son la itinerancia y la movilidad del P. Menni y de los primeros Hermanos, la confianza en Dios y el desapego a la hora de aceptar los proyectos y los

10 Castro, Francisco. Biografía de San Juan de Dios. Historia de la vida y santas obras, cap IX, Cómo el padre

Avila envió a visitar y consolar a Joan de Dios al Hospital, MDLXXXV, p.52.



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cambios11, de iniciar y acabar cuando era preciso sin paralizarse ni hundirse12, los diversos ensayos que iniciaron con mayor o menor logro desde 1867 a 1876 hasta dar con lo que era un proyecto firme. La cooperación con Hermanos de la Provincia italiana y de la francesa, de modo especial con los de Marsella. La internacionalidad a todos los niveles de personas y recursos es un aspecto muy novedoso. El P. Materno Seregni, el P. Menni y el Hermano Juan de Dios Bramón fueron los que formaron la primera comunidad. Más tarde, el Hermano Juan Joaquin Estruch hizo su profesión en Lyon, el P. Modesto llega de Florencia y el P. Desiderio que es francés y que según el P. Menni, entiende bastante bien el español se incorpora también a la comunidad. También el P. Boccasavia, que es de la Provincia Lombarda, el Hermano José Oriol, el Hermano Valentin Massay que es residente en Marsella. La casa de Barcelona temporalmente es una delegación de la Provincia francesa para poder proveerla de superiores. En conclusión que la relación es sumamente fluida entre la Provincia francesa e italiana y la primera casa de la restauración. En 1868 los visita el P. Alfieri y el P. Claudio María Gaudet, consejero provincial de Francia. Esta Provincia ofrece apoyo económico para el proyecto y recaba 5.200 francos para la compra de una nueva finca en Barcelona. La Provincia francesa, que había restaurado el P. Magallon a partir de 1823 era un núcleo de vida hospitalaria renovada13 y dicha Provincia había fundamentado su expansión apostólica con el establecimiento de centros psiquiátricos en la línea de la nueva psiquiatría francesa del “tratamiento moral”14. Esta Provincia apoya al P. Menni acogiendo y formando a los novicios, siendo espacio de cobijo en los momentos de peligro y con sus aportaciones económicas, de modo especial al iniciarse el Asilo de Niños raquíticos y escrofulosos en Barcelona en 1867. Los establecimientos iniciales de la restauración serán sostenidos económica y socialmente por un círculo de seglares, amigos y colaboradores íntimos en la Hospitalidad, que mantenían la relación

11 La Providencia le fue señalando las opciones que debía ir tomando. 12 En 1867 funda el centro para niños en Barcelona, en 1873 se implican con la Cruz Roja para la asistencia a

los heridos de la tercera guerra carlista, en 1875 funda en Escoriaza (Guipúzcoa), se cierra en 1876. Este mismo año funda Ciempozuelos. 13 Ib, p.114. 14 La psiquiatría nació como una especialidad de la patología en el siglo XVIII en el contexto de la medicina ilustrada. El factor esencial para el cambio fue la concepción de la enfermedad mental como patología, esto

llevó a una diversa organización de los establecimientos. Este movimiento se inició en Inglaterra, aunque es en

Francia donde se da la conceptualización teórica de la disciplina, sobre todo por Pinel. A esta enfermedad se le va dando una orientación clínica terapéutica, Su origen se atribuye a un trastorno funcional en el que la razón

no controla las pasiones y el proceso terapéutico tendrá como fin restablecer esta capacidad, teniendo presente

que en casi todos los pacientes hay elementos sanos y sobre ellos hay que trabajar, tiene una orientación metodológica a la luz del empirismo ingles que busca el descubrimiento de la historia natural de la enfermedad

mediante la observación de los pacientes y la agrupación según características comunes. Por primera vez se

combate la incurabilidad de la enfermedad mental.



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con los Hermanos a partir del conocimiento y relación con el P. Alfieri. En principio fueron estos benefactores seglares el primer soporte económico del centro de Barcelona. Las autoridades eclesiásticas, civiles y militares fueron dispuestas para acoger la renaciente obra en un trabajo de largo recorrido, preparado ya por el P. Alfieri. Esto nos muestra que la restauración es un proceso de largo alcance, en el que intervienen muchas personas, cada una con una función y un nivel de intervención, intervienen muchas instituciones y en ella se implica toda la Orden. El proceso se sitúa en el tiempo con sus límites y posibilidades de todo tipo: políticas, sociales, económicas, religiosas y legislativas. Todas ellas van variando y se influyen mutuamente. No existen procesos “puros” ni descontextualizados por eso nunca podemos abarcar toda su complejidad. En los momentos iniciales de la Restauración el P. Menni es enviado muy específicamente dentro del grupo inicial para la animación y el cuidado espiritual de Hermanos y niños, extendiendo su atención a algunos establecimientos vecinos. Aquí manifiesta el P. Alfieri la primordial importancia de esta dimensión dentro del proceso. Hay urgencias por implantar un centro pero hay más importancia de que éste sea con el espíritu renovado propuesto por Pio IX, vida perfectamente común, muy pobre, casta y obediente. Si bien la indicación, a nosotros nos suena más bien ascética, si nos fijamos en la propuesta ya explicitada está llena de vida y hospitalidad, combinando preciosamente mística, apertura como ascesis y empeño apostólico. Como un compendio de cómo entendía la renovación espiritual el P. Menni transcribimos una carta suya a los Hermanos de San Juan de Dios:

En primer lugar mis amados Hermanos e Hijos en Jesucristo, sentimos el vivísimo deseo de recomendaros, una vez más la santa observancia regular, guardando con toda fidelidad, no sólo los santos votos, sino también la regla y las Constituciones profesadas, no limitándose a la letra, sino procurando vivir según el espíritu de las mismas: la letra es como una vestidura, que bien observada nos conduce a su interior y el corazón piadoso halla en su meditación una médula santa y sabrosa que, cual savia vivificadora, le fortalece, guía y alienta en el camino seguro de su santa vocación, y le hace percibir los óptimos frutos prometidos a los que, abrazando con Cristo Jesús la Cruz y la abnegación propia, sólo anhelan vivir en Jesús, muertos al mundo, a las concupiscencias y a las aspiraciones del amor propio. Por eso, creédmelo hermanos míos, si no hay espíritu de oración, no hay nada, y nunca llegaremos a ser verdaderos hijos del glorioso San Juan de Dios, de aquel santo varón que hizo tanto y tanto, y tanto adelantó en la perfección, porque su vida era



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vida de oración: su corazón, aun en medio de sus constantes y abrumadoras ocupaciones, se dirigía continua y suavemente al Señor, le invocaba y dirigía aquella mirada interior hacia su Divino Maestro Jesús, de cuyo Divino Corazón recibía aquel espíritu de abnegación y heroica caridad que le hacía sobrellevar en paz, tranquilidad y firme sosiego cuanto se ofrecía padecer, sufrir y trabajar por amor de Dios y en bien del prójimo. El Religioso debe ser hombre de Dios, debe ser hombre unido a Jesucristo, pues de Él necesitamos recibir la gracia, la vida. Sin Mi no podéis hacer nada, dice el Divino Salvador, pues vosotros sois unas ramas que, si no estáis entroncadas y unidas a la raíz, que soy Yo, nada podéis hacer digno de la vida eterna y seréis como unos sarmientos secos, que desunidos de la vida, no sirve sino para echarlos al fuego”. Así habla Jesús; pues bien Hermanos míos, ¿ cómo podemos estar unidos a Jesucristo, si no tenemos espíritu de unión con Él por medio de elevaciones continuas de nuestro corazón hacia nuestro Bien? Ni debe creerse que para hacer esto haya que ser misántropos, tristes o pusilánimes; pues el religioso de vida interior, como lo era nuestro Santo Patriarca Fundador, como lo fueron el Beato Juan Grande y tantos otros esclarecidos y venerables Hermanos nuestros, hijos de nuestro mismo instituto, están siempre poseídos de una santa alegría, lleno de caridad, muy intrépido y animoso para llevar a cabo todo lo que sea del agrado de Dios, desconfiando de sí mismos, no entrometiéndose en lo que no se debe, reflexionando sobre los propios actos y sentidos para no faltar en nada a nadie, estar siempre resuelto en todo, lo que según la santa prudencia, debe hacer para gloria de Dios, fiándose del socorro de la Divina Providencia y en aquellas divinas e infalibles palabras: Buscar solo el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura, estad atentos a servir a Dios con la mayor perfección posible, y todo lo demás lo recibiréis y se os dará como añadidura15.

En el momento de la Restauración adquiere gran importancia también una profundización o una vuelta a las fuentes y un enriquecimiento del don específico de la Hospitalidad que la Orden acoge con un cuarto voto. El P. Menni ofrece una reflexión sobre ello, que aquí transcribimos:

El voto de hospitalidad que profesamos en nuestra Orden, puesto que poco se ha escrito al respecto, obliga a todos los individuos y de qué modo. Es una cuestión que supera a todas en importancia, porque ninguna como esta afecta directamente a la esencia misma de nuestra misión hospitalaria; de aquí que conviene resolverla pronto y de un modo decisivo. El argumento principal y casi único, que aducen los pocos que sostienen que el voto de hospitalidad que profesamos no se extiende a los servicios espirituales, sino solamente a los corporales, está tomado de la fórmula misma de profesión. Dicen los tales que la frase servir a los enfermos debe entenderse única y exclusivamente de

15 Menni, B. en Perfil Juandediano del Beato Benito Menni, por F. Lizaso, Granada 1985, C.27, pp.88-90.



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los servicios corporales, que es, dicen ellos, el sentido obvio de la palabra servir. Sin embargo, la expresión servir a los enfermos no excluye los servicios espirituales, antes, tomada en su sentido obvio, los incluye evidentemente. En efecto, se trata de servir, no a cuerpos enfermos, sino a hombres enfermos, compuestos por tanto de alma y cuerpo, con necesidades y enfermedades corporales y espirituales y se trata de servirlos con cristiana caridad16.

El P. Menni reafirma en la nueva hospitalidad restaurada esta manera histórica de concebir el ejercicio de la hospitalidad, como un sólido principio. Para esta profundización en un aspecto tan nuclear se apoya en la gran tradición de la Orden en España desde San Juan de Dios, también en la interpretación que se ha hecho históricamente en la Congregación italiana y también en Francia, así como en informes de la Santa Sede. La hospitalidad la basa sólidamente en Cristo, que la ejerció mientras estuvo en este mundo, en el ejemplo de San Juan de Dios, padre de los pobres y en los eméritos santos como Juan Grande. Uno de los aspectos nucleares de la restauración y reestructuración de la Orden fue el cuidado del proceso vocacional de los nuevos miembros que la irán constituyendo en el futuro. Transcribimos una descripción de algunos aspectos constitutivos de los nuevos hermanos:

[...] lo que les caracterizaba a la mayor parte de esos candidatos era un carácter serio y varonil, costumbres sanas, temple de espíritu acorde con su robustez y fuerzas físicas que les daba ánimos para enfrentarse desde el principio de su ingreso en la Orden, con los trabajos que llevaban consigo los diferentes empleos […] en la asistencia a los enfermos. El espíritu de sacrificio, la abnegación, el amor a la vocación y al trabajo que en ésta se les exigía fueron la base sólida del surgir de la Orden Hospitalaria en España, a pesar de las dificultades que se oponían a ello17.

En la época en que le tocó vivir al P. Menni, la ciencia se incorpora al ejercicio de la hospitalidad como un aspecto absolutamente necesario en una correcta comprensión de la “cristiana caridad” para la mejora de los enfermos “y no como aspecto únicamente proveniente de la mentalidad ilustrada”, como algunos quieren sostener. Asimismo la “corriente moral” permite una distribución y una organización de los diversos grupos de enfermos por su sintomatología y capacidades, tomando los centros cauces terapéuticos que antes no eran posibles. Se incorpora personal médico, en principio generalistas, pero en la segunda fase son alienistas de primera línea.

16 Ibidem, C.42,pp.142-143. 17 Gómez, J.C. El Resurgir de una obra, p.297.



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La penuria económica de España en toda esta época, que culminará con la pérdida de todas las colonias ultramar y su impacto a nivel económico y social sobre toda la población, así como el analfabetismo de gran parte de la población, la inestabilidad política, las guerras carlistas y el continuo cambio de gobiernos liberales y progresistas, dificultarán el sostenimiento económico de los centros y las relaciones fluidas con los organismos públicos que se mueven bajo el temor de la posible intervención sobre los bienes de las órdenes y congregaciones, tal como había ocurrido en los años 1835-1836. Esto mantuvo en constante alerta todo el proceso. Por tal motivo y como estrategia de protección de los bienes, el P. Menni crea las sociedades del Iris y de la Rosa. La adecuación de la hospitalidad a los nuevos tiempos y la constitución de la red psiquiátrica fundamental de la Península Ibérica hasta el primer cuarto de siglo del XX es otro aspecto fundamental de la reestructuración de la Orden en España y Portugal, un logro que se hizo progresivamente y con penuria de medios. La hospitalidad se orienta muy claramente hacia el sector de la enfermedad mental y de la discapacidad física y mental de los niños, sacando el fundamento del propio Juan de Dios el cual estando en el Hospital Real de Granada tratado como loco hizo este propósito: “Iesu-Cristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo”18; este propósito es recreado por el P. Menni, colocándole en el nuevo tiempo histórico. A este respecto el P. Alfieri era más partidario de basar la misión restauradora a nivel apostólico en Asilos para niños raquíticos y escrofulosos, con soporte económico en la beneficencia, sin embargo al llegar el año 1878, ya teniendo el asilo de Barcelona, el P. Menni tomó esta nueva orientación, más arriesgada y exigente a nivel asistencial y que en principio sorprendió al P. General, P. Alfieri que le escribe diciendo: “Godo dell´acquisto e di quanto fate per ol bene del´Ordine: mi ha pero sorpreso, o caro Menni, il veder, senza dirmi nulla prima, destinato ai matti il locale, e cosi aver stampato un programma senza farmi prima conoceré il tenore”19, a su vez esto conlleva la asunción de una nueva fórmula de sostenimiento económico, el sistema mixto, con pacientes dependientes de las Diputaciones, otros de régimen particular y por otro lado los de beneficencia, sostenidos por la póstula y el margen de beneficio de los

18 Castro, F. Historia de la vida y santas obras de San Juan de Dios, cap.IX, sobre como el Padre Avila envió a visitar y consolar a Ioan de Dios al Hospital, p.52. 19 Alfieri, G.M. cit. Roussotto G, Il P. Giovanni Maria Alfieri e il venerabile Benedetto menni nella

restaurazione dei fatebenefratelli in Spagna, Sprazzi di Luce, 3 de Octubre 1982, p.8.



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otros dos sistemas de sostenimiento. El P. Menni había conocido los grandes centros psiquiátricos de la Provincia francesa, el de Lyon y Marsella y su sistema de funcionamiento y organización. En la Restauración se da claramente una especialización en ambos campos como no se había dado hasta entonces. Socialmente las administraciones públicas se van haciendo cargo del sostenimiento de los centros, aunque de manera deficitaria, que es compensada con la postulación y las donaciones. Esto también supone la incorporación de ciertas novedades con respecto a la época anterior de la restauración. La Ley de Beneficencia de 1849, y que pretendía la asunción por parte del Estado de los enfermos psíquicos, construyendo en cada provincia al menos un centro y fomentando las asociaciones piadosas, se realizó en gran parte, por esta obra titánica del P. Menni, los Hermanos y las Hermanas. 6. La Fundación un fruto del Espíritu dentro de la reestructuración Granada fue el lugar donde también se inició la aventura de la hospitalidad en femenino en el verano de 1878, en la Basílica de San Juan de Dios. Allí se encontraron por primera vez el P. Benito Menni, María Josefa Recio Martin y María Angustias Giménez. La Providencia tenía en sus designios un proyecto novedoso para este pequeño grupo que tendría su punto clave el 31 de mayo de 1881, cuando se inició la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, en Ciempozuelos, Madrid. Este mismo año se inicia en la Iglesia el pontificado de León XIII con una mirada más cordial sobre la realidad y unos planteamientos más abiertos a la sociedad y a la problemática de la modernidad, el liberalismo político y la pluralidad en el pensamiento. El papado de León XIII tiene unas características de mayor apertura, una actitud flexible y valorativa de las aportaciones socio políticas del pensamiento liberal, una mayor aceptación de los límites de la pluralidad, como el mal menor y la mirada posibilista y no intransigente. El papa Pecci afirmaba “¿Deberán por tanto ser despreciadas, descuidadas las conquistas de la cultura, del saber, de la civilización y de una libertad templada y razonable? Ciertamente que no, deberán por el contrario, ser defendidas, promovidas y muy apreciadas como un valiosos patrimonio, pues son otros tantos remedios buenos por su naturaleza,



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queridos y ordenados por Dios mismo para el provecho de la familia humana”20. Aunque el catolicismo español permaneció blindado a los influjos de la modernidad y sus problemas, es importante tener presente estos distintos aires que se respirarán hasta 1903. Como dice el P. Menni en la Carta 587 dirigida a las Hermanas Hospitalarias, y hablando de la experiencia de la fundación, la fuerza del carisma hospitalario le llevó mucho más lejos de lo que él pensaba. Es desde esta fuerza del carisma impulsado por el Espíritu Santo desde el que es posible hacer nacer frutos inesperados dentro de la Hospitalidad. El P. Menni y el mandato recibido de restaurar la Orden en su propia cuna, fue redimensionado muy por encima de lo previsto, con la fundación de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, el 31 de mayo de 1881. La fundación de la Congregación supuso para el P. Menni una verdadera reestructuración de sus previsiones y de hecho resistió a tan “loca resolución” hasta que vio claramente que era voluntad de la Reina del Cielo el que tomase sobre sí tan pesada, aunque necesaria carga. Así se descubre en la “Relación sobre los orígenes de la Congregación”, escrita por María Angustias Giménez y también en la carta del P. Menni al P. Chevalier, fundador de los Misioneros de los Sagrados Corazones. Dos fueron los acontecimientos que le desvelaron esta nueva dimensión del carisma de la hospitalidad: la demanda de las Diputaciones de hacerse cargo también de las enfermas mentales y el encuentro con dos jóvenes granadinas que le “importunaban” con la solicitud de realizar conjuntamente una obra nueva para la Iglesia. El P. Menni dice: ”temí, lo confieso, que aquello fuese un signo de Dios que mandaba tomase sobre mí un nuevo y no pequeño cuidado, cual era el de formar una Congregación de Hermanas especialmente dedicadas a las enfermas mentales”21. El primer signo al que alude al elaborar las primeras Constituciones es “el creciente número de enfermos mentales hace sentir al corazón, animado de la caridad de Cristo, la necesidad de responder”. Y un segundo signo que también aparece en el prólogo del las Constituciones primeras de la Congregación “si bien hay Congregaciones religiosas de Señoras que asisten en casos dados a estas enfermas, ninguna tiene por

20 León XIII, Annum Ingressi, con motivo del 25 años del pontificado de León XIII, n.19, en la publicación Doctrina Pontificia, Documentos Políticos Ed. BAC, p.359 21 Menni, B. Carta al P. Chevalier, 30 de Diciembre de 1882, en Cárcel Ortiz V. Historia de la Congregación,

Ciudad del Vaticano 1988, pp.47-48.



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objeto levantar manicomios para las mismas y HACER DE SU ASISTENCIA EL FIN ESPECIAL DE LA CONGREGACIÓN. De aquí la necesidad de la Institución benéfica de la asociación religiosa exclusivamente dedicada a su asistencia como para los hombres dejamos indicado hacen los Hermanos Hospitalarios religiosos de san Juan de Dios”22. La Orden históricamente había atendido también a las mujeres por medio de señoras piadosas que se entregaban a este servicio, pero no los Hermanos directamente. Estas señoras, después de bastantes años de este ministerio, si daban verdaderas pruebas de su espíritu hospitalario, podían recibir el hábito de la Orden como terciarias23. Podían haber retomado esta antigua fórmula, pero el Padre Menni quiere personas consagradas, religiosas que profesen los consejos evangélicos en hospitalidad, como los Hermanos, así lo sigue diciendo en el prólogo de las Constituciones: “Que pudiera esto verificarse en cuanto a los alienados no hay que demostrarlo, pues la experiencia y la historia de tres siglos a nuestros días, bien nos dicen cuanto han hecho y hacen los Hermanos Hospitalarios Hijos del Héroe de Granada san Juan de Dios, pues los grandes manicomios que han levantado en muchas naciones, son el alivio de estos enfermos y el consuelo de las familias a quienes aflige tanta desgracia. Lo difícil era hacer lo mismo para las mujeres alienadas”. “Estas han sido las causas de la instalación de la nueva casa de la Villa de Ciempozuelos, destinada a la curación de dichas enfermas con la institución de la Asociación piadosa de las Hermanas Hospitalarias, consagradas con estos religiosos a la asistencia caritativa y continua de esta clase de enfermas”. Esta opción preferente por la atención hospitalaria a las enfermas mentales no es exclusiva ni cerrada “aunque el fin especial de la Institución, es la asistencia de las alienadas, sin embargo podrán dedicarse también a la asistencia de otras enfermas cuando el Consejo General de la asociación lo juzgue oportuno con el asentimiento del Rvdo. Prelado de Toledo”24, esta ha sido la praxis histórica de la Congregación a lo largo de sus 131 años de historia. De estos elementos sustanciales aquí anotados, se descubre que es justamente la fuerza del carisma de la hospitalidad, descrito como caridad de Cristo operante en el corazón y nacido del Corazón de Jesús, el que impulsa a dar una nueva respuesta a los signos de los tiempos. Es la misma hospitalidad que se redimensiona y toma rostro

22 Menni, B. Constituciones de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, Madrid 1882, prólogo. 23 Gómez, J.C. El Resurgir de una obra, p. 176. 24 Menni, B. Constituciones de 1882, n.6.



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femenino y “así completase esta obra de misericordia; pues no era justo dejar al sexo débil sin la caritativa asistencia religiosa en sus enfermedades mentales”. Por otra parte, el P. Menni da mucho valor a cómo se realiza el ejercicio de la hospitalidad y desde dónde. “Si hay enfermos que más necesitan de estar asistidos por personas que reconociendo en ellos la viva imagen de Jesucristo, les asistan por vocación religiosa y siempre con cariño, acordándose que tanto de día como de noche, Jesús está viendo cuanto se hace al enfermo y todo lo considera como hecho a sí mismo, estos son de un modo especial los que no disfrutan cabalmente del inapreciable uso de la razón” 25. La hospitalidad se entiende de la misma manera que en la Orden, es decir asistencia corporal y espiritual conjuntamente, ”para contribuir aunque humildemente y en cuanto esté de su parte a la gran Obra del Divino salvador y que prosigue siempre la Santa iglesia, a saber, la Gloria de Dios, la salvación de las almas y el bien de la humanidad”26. De modo que la nueva fundación, además de prestar directamente la atención hospitalaria a las mujeres, lleva la presencia de Cristo, Buen samaritano, y la de la Iglesia a un sector que hasta ahora no tenía “personas consagradas” especialmente a ello. En las primeras Constituciones encontramos otro elemento muy interesante y propio del tiempo en que nace este nuevo brote de la hospitalidad que es la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. A partir de 1700 es cuando la psiquiatría se va afianzando como una disciplina dentro de la medicina, cuando empiezan a aparecer los primeros tratados sobre las enfermedades mentales y se va abriendo una concepción de tratamiento más humanitario. Desde el inglés Battie (1751) hasta Pinel (1793) se da inicio a una nueva etapa de la psiquiatría. Aparece una nueva nosología psiquiátrica que identifica y pule las clasificación de las enfermedades mentales y abre perspectivas de abordaje de las enfermedades trabajando sobre la parte sana del enfermo con el tratamiento humanitario, la terapia del trabajo, la organización y distribución de pacientes según su sintomatología, el uso de las aguas termales y un cuidado mucho mayor de la alimentación y la higiene. Por primera vez surge una mentalidad terapéutica y no meramente asistencial, esto lo recoge el P. Menni en las primeras Constituciones “no omitirán medios no sólo para la curación de las enfermas pensionistas, sino también de

25 Cárcel Ortiz, V. Historia de la Congregación, p. 47. 26 Menni, B. Constituciones 1882, n.5.



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las pobres, según la posibilidad del establecimiento; pues este es el objeto esencial del cuidado de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús para trabajar consumo con los adelantos verdaderos a favor de la curación de las enfermedades mentales”27. El P. Menni entiende que la respuesta de la hospitalidad como caridad de Cristo “tiene que reunir al mismo tiempo las condiciones facultativas y sociales, con todos los adelantos científicos y brillando la religión que ha sido siempre la primera en llevar el consuelo a la humanidad doliente”28. Todos estos elementos tienen presencia en las primeras Constituciones y ofrecen bases fundamentales en el estilo de la recreación del carisma de la hospitalidad. La situación de precariedad económica y sobre todo de desorganización social y política no ofrecía muchas facilidades para incorporar todos estos elementos de forma rápida y de manera total, pero se fueron logrando a lo largo de los años y los vemos maduros en la situación presente. Dentro de un aprendizaje para nuestro momento actual, la experiencia del P. Menni, María Josefa y María Angustias y la experiencia de la misma Orden, nos invitan a la búsqueda de caminos nuevos, atentos a la luz del Espíritu que se revela por la historia, las necesidades de los hombres, el desarrollo técnico y científico y las oportunidades de colaboración. Este proceso supuso ciertas tensiones por parte de todos, también de la Orden, que sin duda pensaba que ya era de gran envergadura lo que se traía el P. Menni entre manos para meterse en otras responsabilidades y cuidados que mermaban su capacidad de dedicación a la misión que la Orden le había encomendado. Si bien el P. Alfieri nunca estuvo de acuerdo con que el P. Menni dedicase sus fuerzas a otra cosa que a su “misión principal” que era la restauración, una vez que éste siguió sus indicaciones de separar administrativamente los centros de Ciempozuelos y dejarse ayudar por un capellán ordinario para las Hermanas, la presión cedió y el camino se hizo más fácil para el P. Menni. Esta experiencia supuso la parte más imprevista de la reestructuración del carisma de la Hospitalidad dentro de la Restauración de la Orden.

27 Ibidem, n.81. 28 Ibidem, prólogo.



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7. El contexto socio-eclesial Quizá el aspecto más difícil del proceso de reestructuración llevado a cabo por el P. Menni en relación a la Orden y, no tanto a la Congregación, es el contexto en el que tuvo lugar el proceso, y no nos referimos tanto al espacio geográfico sino a la relación Iglesia-sociedad y cultura que caracterizaron esta época. El P. Menni se vio en la difícil tarea de restaurar una antigua Orden religiosa, reencontrando de nuevo sus fundamentos, recuperando la dinámica comunitaria, la observancia regular, el cuidado sistemático de los valores evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, el cultivo de la lectura espiritual, la dirección, las devociones y modos de piedad propios y que eran valorados como positivos en el resto de la Orden, además todo ello suponía estructurar y hacer funcionar el sistema jerárquico y la dependencia obediente, jurídica y administrativa. Todo ello en un clima socio-cultural que no ayudaba a ello. La mentalidad vigente en la sociedad estaba empapada de modernismo y liberalismo, con sus aspectos, que ahora podemos diferenciar, unos positivos y otros negativos. Esto tiene su desarrollo esencialmente a partir de la caída de Napoleón y del movimiento político de Restauración, es aquí donde se desarrollaron paralelamente dos visiones de la realidad: el liberalismo y el conservadurismo. El liberalismo se basa en la doctrina del contrato de Rousseau y del derecho natural propugnada por la ilustración. Históricamente se afirmó en la Revolución Francesa. Confiando en el progreso de la razón, tiende a realizar el ideal de libertad a través de los siguientes medios: la libertad individual en todos los campos, el estado constitucional con división de poderes, el individuo se coloca por encima de la omnipotencia del gobierno. Defiende también la idea de participación, principalmente política pero también en otros ámbitos y finalmente la libertad económica. En Europa adquiere su cenit a finales del siglo XIX. El pensamiento filosófico es muy importante ya que su influjo se deja sentir en todos los ámbitos. Así Benthan afirma que el fin de las leyes es asegurar la máxima felicidad al mayor número de personas y así se inicia la corriente utilitarista. Mill, que es el principal representante de este utilitarismo defiende el libre albedrío del ciudadano y el principio de libre concurrencia. Spencer desarrolla una concepción sociológica basada en el evolucionismo. La violencia política y la usurpación de los Estados Pontificios llevaron a la convicción que la postura que había que tomar era defenderse y que había una relación directa entre los principios propuestos por el liberalismo y la destrucción de los valores cristianos tradicionales en el orden moral, social y político. Y la Iglesia se enfrentaba a la forma de pensar modernista con fuerza y rechazo



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radical. Esto fue muy relevante como hemos hecho constar durante el pontificado de Pio IX (1846-1878). Como vemos coincide exactamente con la primera fase de preparación de la restauración y con el desarrollo de lo que hemos llamado la fase de ensayos (fundación de Barcelona, Guerras Carlistas y fundación de Escoriaza). En 1878 se inicia el pontificado de León XIII (1878-1903), el cual abarca el tiempo más fuerte de la Restauración y fundación de la Congregación. Esta elección abrió unas perspectivas nuevas a la Iglesia, sobre todo en su diálogo con el mundo y la cultura liberal e industrial y con la problemática derivada de las mismas: la miseria de la clase obrera. León XIII estaba convencido de que en las propuestas de libertad, igualdad y fraternidad había muchos elementos aprovechables para las formas políticas y sociales. Su intención era integrar esto en la concepción tradicional de la sociedad y del Estado. León XIII no se limitó a discusiones condenatorias e incitó a la participación política, no sólo reivindicó derechos de la Iglesia sino que completó este aspecto de la doctrina definiendo los derechos del poder civil, su perfección en su orden y la legítima independencia respecto a las autoridades eclesiásticas. Sin embargo en el rescoldo de las conciencias seguía la pregunta y la inquietud sobre su comportamiento respecto a la “sociedad moderna” y en definitiva al valor de los principios que proponía y a su incidencia en las relaciones, en el estilo, en los modos de hacer y concebir las cosas, las instituciones y la autoridad. León XIII fomentó la devoción al Corazón de Jesús y a la Virgen. Prosiguió una línea de buena formación dentro de la Iglesia, restauró la Escolástica y eliminó el hegelianismo y el kantismo por su racionalismo exagerado. Luchó contra el liberalismo laicizante. Tuvo un tono liberal y no beligerante con la “sana civilización” y con el “verdadero progreso” y una concepción más moderna del influjo de la Iglesia en la sociedad. Manifestó una visión pragmática de las estructuras liberales. Toda institución es factible de ser usada para el bien. Superó prejuicios frente a las otras Iglesias. Una de las grandezas de León XIII es que simpatizaba con el progreso de la ciencia. Sabía de la importancia de que la Iglesia se mostrara abierta en este campo. Esto posibilitó la presencia de católicos en el mundo de la ciencia. Finalmente con Pío X (1903-1914) se acompaña la fase final del la misión y vida de San Benito Menni. En esta época tienen lugar el máximo control de las ideas modernistas presentes dentro de la vida religiosa, por indicación de la Santa Sede. Hasta que se presenta en 1910 la condena en forma de carta dirigida al episcopado francés, pero con influjo en toda la Iglesia. Este documento destacaba tres series de



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errores: infiltraciones modernistas; una exigencia inadmisible de autonomía frente a la jerarquía eclesiástica por parte de los sacerdotes en temas relativos a la moral, agravada por el eclecticismo de las relaciones entabladas con los no católicos; y posturas incompatibles con la doctrina católica tradicional sobre la sociedad. Este ambiente de desconfianza y control llevó a la Santa Sede a muchas intervenciones directas en las órdenes y congregaciones. En este ambiente Benito Menni es nombrado visitador apostólico de la Orden el 9 de octubre de 1909, dependiendo directamente de la Santa Sede, aunque aún vivía el P. Casiano María Gasser. El 24 de octubre de 1910 se hizo la convocación del capítulo general. El 5 de abril de 1911 el P. Menni presentó a la Sagrada Congregación de religiosos y pedía que le eximiesen ya de su responsabilidad. El Capítulo General debía celebrarse en mayo de 1911. Según la percepción del Cardenal Vives y Tutó la Orden pasaba por un una fuerte crisis y había que recuperar la observancia regular. El 21 de abril de 1911 Pío X publicó un decreto que suspendía el proceso del Capitulo y nombraba general al P. Menni y a su definitorio. Aquí se pueden entender sus cartas sobre el modernismo29 y se puede comprender las grandes tensiones y sufrimientos que tuvo que vivir para integrar el amor a la Orden, la obediencia al Papa y el cuidado de sus Hermanos. El P. Menni además ya tenía bastantes achaques de salud, después de una vida vivida al límite de la entrega hospitalaria. Sólo la historia y un conocimiento pormenorizado de todos los acontecimientos y situaciones serán capaces de iluminar lo que sin lugar a dudas estuvo surcado por la presencia del Misterio Pascual, que atraviesa los condicionantes históricos, el amanecer de las novedades y la debilidad humana. Lo que sí queda claro es que la cultura y las ideas que empapan cada momento histórico y cada cultura tienen gran influjo en todo proceso de reestructuración, están como telón de fondo de todo ello, con un poder a veces tan grande como las decisiones conscientemente tomadas y previstas. La tensión por llevar a cabo toda renovación se desenvuelve en la difícil coyuntura de hacer germinar lo esencial y constitutivo desde siempre pero en odres nuevos, con modos significativos, con expresiones y celebraciones que dicen algo de Dios para nuestras vidas de personas del siglo XXI, para nuestra vida consagrada y para quienes comparten con nosotros el camino. Es un punto nuclear en un momento histórico con mucha relación con el vivido por el P. Menni. Vivimos un cambio de época, caracterizado por la necesidad de una nueva

29 Menni, B. Perfil Juandediano, C.44, pp.149-156.



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integración entre el Evangelio de Jesús y los valores culturales, muchos de ellos globalizados, pero otros específicos de las diversas culturas en las que la Orden y la Congregación están presentes. 8. Conclusión El camino recorrido en el presente trabajo nos ha llevado a evidenciar la fuerza dinámica del carisma de la Hospitalidad que aparece con nuevos rasgos en la Orden Hospitalaria restaurada en España, Portugal y México y en la fundación de la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Si bien la intención era restaurar la Orden en su propia cuna ya que no quedaban más que un pequeño resto de los Hermanos de la Congregación española, devolviéndole la antigua pujanza espiritual y apostólica, el nuevo momento histórico, la restauración de la espiritualidad de la vida religiosa promovida por Pío IX con unas determinadas características, la crisis eclesial frente al tiempo moderno, el avance de las ciencias médicas y psiquiátricas y el inicio de la responsabilidad por parte de los poderes públicos sobre la atención a los enfermos y necesitados fue estructurando un modo renovado de enfocar la hospitalidad y la vida Hospitalaria de la Orden de San Juan de Dios en España. Es muy interesante comprobar cómo la colaboración de las diversas provincias de la Orden, de modo especial la italiana y la francesa, por medio de Hermanos de esas nacionalidades trajo aires distintos, acentuaciones diferentes en el ámbito de la atención y asistencia a los enfermos. Las tradiciones espirituales en la forma de vivir la espiri-tualidad, de entender la hospitalidad e incluso en la especialización en el área psiquiátrica y de la infancia con problemas de raquitismo y escrofulosos, no estaban tanto en la tradición inmediata de la Orden española, pero sí en la italiana, sobre todo en su implantación en Francia. De modo que el papa estableció unas líneas generales de renovación y la situación concreta de personas y posibilidades legales, adminis-trativas y organizativas fueron marcando un camino para seguir avanzando en una línea de profundización en la misma experiencia de San Juan de Dios. Los aspectos fundantes ya estaban en San Juan de Dios, sólo hacía falta situarlos en la nueva realidad social y eclesial. En el momento de la eclosión de la restauración brotó también la Congregación de las Hermanas. Parece que después de la paciente



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espera desde el año 1867 a 1877 dio todo el fruto de manera sorprendente, como una fuerza que desbordaba a los mismos protagonistas. En el rostro femenino de la Hospitalidad, la misericordia de Dios aparece en la experiencia del amor misericordioso y sanador del Corazón de Jesús, las obras de misericordia se enriquecen con la ternura y la cordialidad maternas, la opción preferente por la atención a las mujeres con enfermedades psíquicas y niñas desamparadas en su invalidez dan a la Iglesia un rostro más materno y convierten este mundo hasta entonces marginado de forma especial en “lugar teológico”, donde se habla de Dios, Dios nos habla, hablamos al mundo de ese Dios que pequeño y frágil se esconde en las personas necesitadas. La Orden de San Juan de Dios y la Congregación de Hermanas Hospitalarias son dos frutos de un mismo carisma renovado que sigue haciendo camino y tratando de hacer el mundo más compasivo, justo y solidario con los más necesitados. Su fuerza sigue siendo de Dios y por lo tanto “no tiene límites”30.

30 Menni, B. Cartas a las Hermanas Hospitalarias, C.587.



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