Powers, Tim - Esencia Oscura

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    Tim Powers

    Esencia Oscura

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    La defensa del ltimo baluarte en el que se libra una batalla desesperada.

    Brian Duffy, un soldado irlands entrado en aos, es contratado en Venecia por un viejoalgo extrao llamado Aureliano, que le pide que vaya a Viena para hacer de guardin enuna taberna. Y ya desde el inicio de su viaje, durante el cual recibe la proteccin decriaturas mticas, Duffy se ve sumido en toda una cadena de sucesos extraordinarios quelo sitan en el vrtice de una confrontacin sobrenatural de alcance insospechado.Aunque l no acaba de crerselo, todo indica que es el defensor de Occidente y laencarnacin viviente del mismsimo rey Arturo. Su presencia en Viena en ese momentocritico no es en cualquier caso fruto de la casualidad...

    Publicada originalmente en 1979, cuando Tim Powers slo tena veinticinco aos,Esencia oscura marca el verdadero punto de despegue de su carrera como escritor.Muchos de los temas recurrentes de su obra posterior aparecen ya claramente definidosen esta novela, incluyendo su peculiar tratamiento de la magia, ligada a la sangre y elcontacto con la tierra, la reelaboracin del mito del Rey Pescador, o el uso de escenarioshistricos para la fantasa. Todo ello arropado por sus evidentes facultades narrativas,

    una suave irona y el equilibrio que mantiene siempre entre el tono de la narracin cultay la aventura ms desquiciada.

    Una trepidante fantasa histrica de la mano de su artfice ms destacado.

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    Tim PowersEsencia Oscura

    Ttulo original: The Drawing of the DarkPrimera edicin: abril del 2000 1979, Tim Powers

    published in agreement with the author, c/oBAROR INTERNATIONAL, INC., Armonk, New York, USATraduccin del ingls: 2000, Rafael MarnIlustracin de cubierta: 2000, Yannick SnchezDerechos en lengua castellana reservados para Espaa: 2000, Alejo Cuervo editorEdiciones Gigamesh Rda. San Pedro, 53 08010 BarcelonaFotomecnica: Pacmer, S.A. C/. Alcolea, 106 08014 BarcelonaImpresin: Tesys, S.A. C/. Floridablanca, 77 08015 BarcelonaISBN: 84-930663-4-6 Depsito legal: B-6513-2000

    Printed in Spain Impreso en EspaaProhibida la reproduccin de ninguna parte de esta publicacin, as como su almacenaje o transmisin por

    ningn medio, sin permiso previo del editor.Scan/Revisin: Elfowar/Cymoril. ULD 2.003

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    PRESENTACIN

    Nos encontramos en 1529.

    Por la fuerza de las armas. Soleimn II ha extendido la influencia del Imperio Otomano portodo el Mediterrneo oriental, al tiempo que su infantera, una de las mejor preparadas y

    valerosas del mundo, cae sobre Europa a sangre y fuego. Para las gentes de la poca aquellosacontecimientos eran semejantes al fin de los tiempos predicado desde los plpitos. La banderade la media luna ondeaba sobre Hungra, Serbia y Bosnia; pareca que si Viena claudicabatambin, las puertas de Occidente quedaran abiertas a un ejrcito intuido como imparable...

    Un interesante escenario para una novela de aventuras, no cabe duda. Y para una narracinsobrenatural?

    Esencia oscura demuestra que s lo es.

    Tim Powers, gran maestro contemporneo de lo que se ha convenido en llamar fantasahistrica, es plenamente consciente de que no es preciso trasladarse hacia el futuro o a un

    planeta lejano para brindar al lector mundos exticos, costumbres diferentes y personajes

    extraos: el pasado, nuestro propio pasado, es una cantera inagotable. Y bien mirado, elplanteamiento de sus mejores novelas no es tan diferente al utilizado por autores como,pongamos por caso, Philip Jos Farmer, Michael Moorcock o Edgar Rice Burroughs: elprotagonista es desgajado de su existencia cotidiana para acabar perdido en un mundo que leresulta extrao y hostil, descubriendo potenciales ocultos durante el transcurso de su peripecia,o bien desentraando un misterio en su personalidad. Pero, como hemos dicho, Powers nonecesita enviar al hroe hasta Marte o Venus; una Viena sitiada cuyo cielo sobrevuelandemonios alados, o un Londres del siglo XIX donde se encuentran la ms meticulosadocumentacin y una inventiva desaforadarecuerden el payaso zancudo, rey de losmendigos, el licntropo y los magos egipcios de Las puertas de Anubis,puede convertirse enmayor fuente de asombro que todos los canales de Barsoom.

    He aqu el cctel Powers. Si tomamos un escenario al que el paso del tiempo ha conferido unbarniz romntico, le aadimos una trama enrevesada, accin desbordante y unas gotas demagia y prodigios, es posible obtener un combinado de alta graduacin en su capacidad paraestimular diversin y maravillas.

    Esencia oscura, la tercera novela que public el escritor norteamericano y la primera queatrajo la atencin de la crtica, puede ser una obra primeriza. pero no carece de las virtudes deun autor con ideas muy claras sobre sus ambiciones, y en ella aparecen ya las constantes de susmejores ttulos: un trasfondo de poca, un hroe solitario y apaleado a su pesar por amenazas

    sobrenaturales, y la pervivencia de los mitos paganos, figuras estelares en novelas posteriorescomo La fuerza de su mirada o La ltima partida.

    Deudor de escritores como Dumas, Sabatini y del gran caudal del folletn decimonnico,

    Powers nos brinda con la novela que tienen en sus manos un relato de gran agilidad.emparentado con esa otra novela de fantasa sobre piratas y magia negra que es En costasextraas en su condicin de historia de espada y brujera, por compartir la poca en la que

    se desarrolla y por su tono menor. Powers no abusa en ningn momento de sus conocimientosde historia: los utiliza para dar breves pinceladas que nos sitan en el contexto de la narracin

    sin abrumar con datos superfluos; de hecho, puede incluso antojrsenos parco en descripcionesen comparacin con otras de sus obras, ms minuciosas.

    Parafraseando a Fernando Savater definira Esencia oscura como una literatura extrovertida,en la que suceden cosas. Y suceden sin parar. Una obra de puro entretenimiento? Quiz,

    pero este calificativo, que tan a menudo se utiliza con intencin peyorativa, en el caso de TimPowers adquiere su significado ms honroso. Porque nuestro escritor es ante todo, por encima

    de su pasin por el pasado y los viejos mitos, un narrador nato, un maestro en el arte dearrastrar al lector pgina tras pgina, captulo tras capitulo, el aliento contenido y el pulsoacelerado, aguantando a duras penas para no apresurar indebidamente la lectura en su afn

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    por conocer qu suceder a continuacin. pico y humorstico a la vez, extravagante ydisciplinado: una pura delicia.

    S leen estas lneas es que siguen ah, ante lo cual no puedo sino asombrarme. A qu esperan?No necesitan hacer caso a los desvaros de este prologuista: la mejor conclusin es la suya.Pasen y disfruten de la novela. Lo que viene a continuacin es pura aventura...

    ARMANDO BOIX

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    a Dorothea Kenny

    por su inconmensurable ayuda y consejo,

    y una vez ms a mis padres,

    Noel y Richard Powers.

    Si los cristianos tenemos nuestra cerveza

    no tenenos nada que temer

    SIR WILLIAM ASHBLESS

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    PRLOGO

    Vspera de Todos los Santos, 1529

    Con cuidado casi ridculo, el anciano le llev la jarra de cerveza al otro hombre, todava msviejo, que estaba reclinado en la cama junto a la ventana. Una mancha de barro seco estaba

    pegada a los pies.

    Aqu tenis, sire dijo, sirviendo el oscuro lquido en una copa de cermica que el viejo reyhaba tomado de la mesa que estaba situada al lado de la cama.

    El rey se llev la copa a los labios y la olisque.

    Ah suspir. Una remesa potente esta vez. Incluso los vapores son reconfortantes.

    El otro hombre haba depositado ya la jarra sobre la mesa, tras hacer a un lado una oxidadapunta de lanza que haba junto a la copa.

    Faltan unas pocas onzas confes. Se col aqu en la tarde de Pascua y rob un vaso.El rey la prob, y cerr los ojos embelesado.

    Ah, s que es una buena cerveza. Abri los ojos y mir al otro hombre. Bueno, no creoque podamos negarle una copa, Aureliano. Ciertamente, si tenemos en cuenta cmo estn lascosas, no creo que se la podamos negar.

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    LIBRO PRIMERO

    Ninguna forma familiar quedaba, ninguna imagen agradable de rboles, de mar o de cielo, niel color de los verdes campos; pero formas grandes y poderosas, que no estn vivas como los

    mortales, se movan despacio por la mente durante el da, y agitaban mis sueos.

    WILLIAM WORDSWORTH

    1Durante toda la noche el clido viento haba barrido el Adritico, y desde los abarrotadosembarcaderos junto al arsenal hasta la Isola di San Chiara en la desembocadura occidental delGran Canal, la vieja ciudad cruja sobre sus pilares como un barco enorme y agotado; nubesentrecortadas como velas hechas jirones se interponan ante el rostro de la luna llena,confundindose con las siluetas de un centenar de agujas y cpulas fantsticas.

    Sin embargo, en el estrecho ro de San Lorenzo, la humeante lmpara de aceite que colgaba dela proa de la gndola proyectaba sobre el agua ms reflejos que la luna, y Brian Duffy extendila mano por encima de la borda para agitar con el dedo la negra superficie y multiplicar los

    puntos de luz amarilla. Se agit nervioso en el asiento, sintindose incmodo, pues viajaba aexpensas de otra persona.

    Ir caminando hasta mi bote desde aqu. Detnte en lafondamentagru finalmente.

    El gondolero hinc obediente la larga prtiga en el fondo del canal, y el pequeo navo seestremeci, se detuvo y a continuacin se abalanz hacia el embarcadero, hasta que la proa rozun peldao sumergido.

    Gracias.

    Duffy se agach para pasar bajo la abertura de lafelze y dio una larga zancada para llegar a unescaln seco mientras el barquero mantena la gndola firme.

    Una vez en la acera, el irlands se volvi.

    Marozzo te pag para que me llevaras hasta Riva degli Schiavoni. Devulvele el cambio.

    El gondolero se encogi de hombros.

    Tal vez.

    Se apart de la escalinata, haciendo que la barca virara graciosamente, y empez a internarse enel ro brillante, mientras llamaba en voz baja Stal!para atraer a algn posible cliente. Duffyse lo qued mirando durante un instante, luego gir sobre sus talones y se encamin por la calledel embarcadero hacia el Ponte dei Greci.

    Vacilaba un poco debido a las ingentes cantidades de valpolicella que haba consumido aquellanoche, y una forma adormilada, encogida bajo el puente, se levant cuando oy los pasosirregulares del irlands. El ladrn mir con ojo crtico a la figura que se acercaba, advirtiendo lacapa larga y gastada, prueba de que su propietario haba dormido muchas veces a la intemperie;las botas de caa, recogidas en los talones y veinte aos pasadas de moda; y la espada ligera y ladaga que parecan ser las nicas posesiones del hombre. Regres silenciosamente a las sombrasy dej que Duffy continuara su camino sin molestarlo.

    El irlands ni siquiera se haba dado cuenta del escrutinio del ladrn; miraba melanclicamentela alta mole de la iglesia de San Zaccaria, cuyo diseo gtico no quedaba oculto por los adornosrenacentistas que se le haban aadido recientemente, y se preguntaba cunto echara de menos

    esta ciudad cuando se marchara.Slo es cuestin de tiempo le haba dicho Marozzo durante la cena. Ahora mismo ms

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    de media Venecia es posesin turca, por culpa de ese tratado ruin que se firm hace ocho aos.Atiende lo que te digo, Brian: antes de que nuestros cabellos se vuelvan del todo blancos, t yyo estaremos enseando a usar la cimitarra en vez de la honrada espada recta, y nuestrosestudiantes llevarn turbante.

    Duffy haba replicado que se rapara la cabeza y correra desnudo con los pigmeos de la jungla

    antes de ensear a un turco a sonarse la nariz siquiera, y la conversacin pas a otros temas.Pero Marozzo tena razn. Los das del poder de Venecia haban desaparecido haca cincuentaaos.

    Duffy le dio una patada a un guijarro y lo oy hundirse en el canal despus de rebotar dos vecesen el oscuro pavimento.

    Es hora de marcharse de aqu se dijo morosamente. Venecia ya ha hecho conmigo sutrabajo de recuperacin, y ahora tengo que buscar con detenimiento para poder encontrar lascicatrices que me gan en Mohcs hace dos aos y medio. Y Dios sabe que ya he matado mi

    buena racin de turcos. Que esta ciudad se incline ante la Media Luna si quiere, pero yo me voya otra parte. Puede que incluso coja un barco para regresar a Irlanda.

    Me pregunto si alguien en Dingle recordar a Brian Duffy, aquel joven prometedor que fueenviado a Dubln a estudiar para entrar en la Santa orden pens. Todos esperaban queacabara ocupando el arzobispado de Connaught, como tantos antepasados mos. Duffy se ritristemente. En eso los decepcion.

    Mientras pasaba ante el convento de San Zaccaria oy risas ahogadas y susurros procedentes deun portal.

    Alguna monja hermosa imagin, entreteniendo a uno de esos jvenes moneghini quesiempre andan por aqu. Eso es lo que pasa cuando obligas a tus hijas a meterse a monjas paraahorrarte los gastos de una dote: acaban siendo mucho ms dscolas que si las dejassimplemente haraganear por casa.

    Me pregunto pens con una mueca, qu tipo de sacerdote habra sido. Imagnate todo

    plido y con la voz suave, Duffy, muchacho, caminando de ac para all con una sotana quehuele a incienso. Ja, ja. Ni siquiera tuve la oportunidad. Vaya reflexion, a la semana de millegada al seminario empec a ser asaltado por extraos arrebatos que motivaron mi expulsin al

    poco tiempo. Se descubrieron notas blasfemas escritas a pie de pgina, con una letra que desdeluego yo no reconoc, en cada hoja de mi breviario; oh, s, y una vez, durante un paseo nocturnocon un sacerdote mayor, siete jvenes robles, uno tras otro, se retorcieron hasta el suelomientras yo pasaba. Y, por supuesto, lo peor de todo, aquella vez que me dio un ataque en laiglesia durante la misa de medianoche en Pascua, gritando, segn me contaron ms tarde, queencendieran las hogueras de aviso en las colinas y que trajeran al viejo rey para matarlo. Duffy sacudi la cabeza, recordando que incluso haban hablado de buscar a un exorcista. Leescribi una rpida y vaga carta a su familia y huy a Inglaterra. Y has huido de un montnde sitios desde entonces. Tal vez sea hora de que vuelvas al lugar donde empezaste. Pareceadecuadamente simtrico, de todas formas.

    La estrecha calle lleg a su fin en la Riva degli Schiavoni, la calle que corra paralela al anchocanal de San Marco, y Duffy se encontr ahora en el gastado borde de ladrillo, a varios palmos

    por encima del agua, y mir inseguro arriba y abajo las aguas tranquilas.

    En el nombre del diablo pens irritado, rascndose la barba gris sin afeitar de varios das.Me han robado, o me he perdido?

    Tras un instante tres jvenes bien vestidos salieron de un portal a su derecha. l se dio mediavuelta al or sus pasos, y luego se relaj al ver que no eran una banda de asesinos de los canales.Eran claramente muchachos cultivados, reflexion, con el pelo aceitado y espadas deempuadura labrada, y uno de ellos arrug la nariz por el olor salino y punzante del cercano

    canal Greci.Buenas noches, caballeros dijo Duffy con su brbaro italiano cargado de acento. Habis

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    visto, por un casual, a un bote que creo haber dejado aqu atracado antes?

    El ms alto de los jvenes avanz e hizo una leve reverencia.

    En efecto, caballero, hemos visto ese bote. Nos hemos tomado la libertad, si no os importa, dehundirlo.

    Duffy alz sus pobladas cejas, y entonces se acerc al borde del canal y ech un vistazo a lasoscuras aguas donde, por supuesto, la luz de la luna brillaba tenuemente sobre la quilla de unbote lleno de rocas y con un agujero en el fondo.

    Querris saber por qu hemos hecho esto.

    S reconoci Duffy, posando ahora la mano enguantada en el pomo de la espada.

    Somos los hijos de Ludovico Gritti.

    Duffy sacudi la cabeza.

    Y? Quin es, el barquero local?

    El joven arrug los labios, impaciente.

    Ludovico Gritti replic. El hijo del Dux. El mercader ms rico de Constantinopla. Aquien os referisteis esta noche como el chulo bastardo de Soleimn.

    Ah! dijo Duffy, asintiendo con un poco de tristeza. Ya veo por dnde sopla el viento.Bueno, mirad, muchachos, estaba bebiendo y maldeca ms o menos a todo aquel que se me

    pasaba por la cabeza. No tengo nada contra vuestro padre. Habis hundido mi barca, as quedemos por zanjado el asunto. No hay ninguna...

    El ms alto de los Gritti desenvain la espada, seguido un instante despus por sus hermanos.

    Es una cuestin de honor explic.

    Duffy mascull una maldicin impaciente mientras empuaba la espada con la mano izquierday la daga nacarada con la derecha, y se pona en guardia cruzando las armas al frente.

    Probablemente me arrestarn por esto pens; enzarzarme en un duello alla mazza con losnietos del Dux. Menuda tontera.

    El ms alto de los Gritti acometi al fornido irlands, la enjoyada espada alzada para cortary la daga a la altura de la cadera en posicin de parada. Duffy esquiv fcilmente laacometida de la hoja y, bloqueando el avance de la daga con el filo de la espada, se hizo aun lado y propin al joven una potente patada en el trasero, que lo levant del suelo y lohizo caer con una sonora salpicadura al canal.

    Tras girarse para enfrentarse a sus otros dos atacantes, Duffy esquiv la punta de una espadaque corra hacia su cara, mientras que la otra lo golpeaba en el vientre y se doblaba contra la

    camisa de la cota de mallas.Duffy golpe a uno de los jvenes en la cara con el pomo de la espada y luego salt hacia elotro, haciendo un rpido tajo con la daga que cort la mejilla del joven desde la nariz hastala oreja.

    El Gritti del canal chapoteaba, maldiciendo con furia y tratando de encontrar una escalerillade cuerda o unos escalones. De los que estaban en la acera, uno yaca inconsciente sobre losadoquines, sangrando por la nariz rota; el otro, de pie, apretaba una mano ensangrentadacontra su cara cortada.

    Brbaro del norte dijo ste, casi con pena. Deberais llorar de vergenza por llevaruna cota de mallas oculta.

    Por el amor de Dios replic Duffy, exasperado, en un lugar donde la nobleza atacatres a uno, creo que soy un idiota por no salir con una armadura completa.

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    El joven sacudi la cabeza con tristeza y se acerc al borde del canal.

    Giacomo dijo, deja de maldecir y dame la mano.

    En un instante, sac a su hermano del agua.

    Mi espada y mi daga estn en el fondo del canal rezong Giacomo, mientras el agua

    resbalaba por sus ropas estropeadas y formaba charcos alrededor de sus pies, y haba msjoyas engarzadas en la empuadura de lo que me atrevo a pensar.

    Duffy asinti, compasivo.

    Creo que esos pantalones tambin se han echado a perder.

    Giacomo no contest, pero ayud a su hermano menor a levantar al tercero, que continuabainconsciente.

    Nos marcharemos ahora le dijo a Duffy.

    El irlands vio cmo ambos se retiraban torpemente, cargando con su hermano como sifuera un mueble roto. Cuando desaparecieron en las sombras de la calle, Duffy envain sus

    armas, se apart del borde del agua y se apoy cansado contra la pared ms cercana.Es bueno no volver a verlos pens, pero cmo voy a regresar a mi habitacin? Es ciertoque, de vez en cuando, he nadado este cuarto de legua de helada salmuera, una vez paraimpresionar a una muchacha, e incluso manteniendo una antorcha encendida fuera del agua todoel camino..., pero esta noche estoy cansado. Tampoco me siento demasiado bien. Toda la fatigade una noche entera bebiendo y comiendo siempre me acaba sentando mal. Qu forma de pasarla velada... "Junto a las aguas del canal de San Marco me sent y vomit.

    Cerr los ojos e inspir profundamente.

    Perdonadme dijo una voz de hombre, en alemn. Hablis por casualidad la lengua delos Habsburgo?

    Duffy alz la cabeza, sobresaltado, y vio a un anciano delgado y de pelo blanco que se asomabaa una ventana dos pisos por encima de l; unas difanas cortinas, tenuemente iluminadas desdeatrs, aleteaban alrededor de sus hombros como un fuego plido.

    S, anciano replic Duffy. Mejor, de hecho, que este complicado italiano.

    Gracias a Dios. Entonces de momento puedo dejarme de charadas. Tomad. Una manoblanca alete, y un momento despus reson una llave de latn en el pavimento. Subid.

    Duffy se inclin y recogi la llave. La hizo girar en el aire, la pill al vuelo, y sonri.

    Muy bien dijo.

    La escalera estaba oscura y fra, y ola a coles pasadas, pero la puerta de arriba, abierta de par en

    par, revelaba una escena de opulencia iluminada por las velas. Los lomos estampados en oro delibros de cuero y pergamino cubran la estantera situada en una pared, y mesas ornadas, cajaslacadas, tnicas resplandecientes y cuadros oscuros y perturbadores llenaban el resto de lahabitacin. El anciano que haba llamado a Duffy se encontraba junto a la ventana, sonriendonervioso. Iba vestido con una gruesa tnica negra con bordados dorados y rojos en el cuello, yllevaba un fino estilete al cinto, pero ninguna espada.

    Tomad asiento, por favor dijo, sealando una silla.

    No me importa estar de pie le respondi Duffy.

    Como prefiris abri una caja y sac de ella un estrecho cilindro negro. Mi nombre esAureliano.

    Duffy mir con atencin al cilindro, y se sorprendi al ver que tena forma de gusano, estirado yseco, con un lado abierto como si fuera la boca y el extremo de la cola recortado.

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    Y el vuestro? aadi.

    Qu? pregunt Duffy, parpadeando.

    Acabo de deciros mi nombre, Aureliano, y os he preguntado cul es el vuestro.

    Oh! Soy Brian Duffy.

    Aureliano asinti y se llev la cola del gusano a la boca, y luego se inclin hacia delante a fin deque la cabeza cayera dentro de la larga llama de una de las velas. El gusano empez a chasqueary desprender humo, y Aureliano aspir por el extremo de la cola.

    En nombre de Dios, qu hacis? pregunt Duffy, boquiabierto, empezando a desenvainarla daga.

    Os pido perdn. Qu desconsiderado por mi parte. Pero ha sido un da de... duro trabajo, ynecesito relajarme.

    Se sent y dio una larga calada a aquella cosa ardiente, dejando que el humo aromtico sisearaentre sus dientes un momento despus.

    No os alarmis. Es slo una especie de gusano acutico que, curado con las, ah, hierbas yespecias adecuadas, produce un humo... de carcter beneficioso.

    Oh! El irlands sacudi la cabeza y volvi a envainar la daga. Tenis algn refrescoms mundano que ofrecer a un invitado?

    Qu descuidado soy. Disculpad. Circunstancias extraordinarias... Pero s, hay una buenaseleccin de vinos en el mueblecito que tenis a vuestra diestra. Las copas estn detrs. Duffyabri el mueble y eligi una botella desauternes, y con gran habilidad le quit el tapn.Entendis de vinos dijo apreciativamente Aureliano, mientras Duffy se serva en una copa ellquido dorado.

    El irlands se encogi de hombros.

    Por casualidad no tendris un bote, verdad? Tengo que llegar a San Giorgio, y tres payasoshundieron el que tena.

    S, eso he odo. Qu hay en San Giorgio?

    Mi habitacin. Mis cosas. Vivo all.

    Ah. No, no tengo un bote. Pero s una propuesta que haceros.

    Duffy mir a Aureliano con escepticisrno.

    S? De qu?

    Empleo dijo con una sonrisa. No estis pasando, supongo, por uno de los momentos msboyantes de vuestra vida.

    Bueno, no admiti Duffy, pero esas cosas siempre van a rachas. He sido rico y pobre, ysin duda volver a ser ambas cosas. Pero qu es lo que tenis en mente?

    Aureliano aspir a travs del gusano chisporroteante y contuvo el humo en los pulmonesdurante unos breves momentos antes de dejarlo escapar.

    Bueno suspir, por vuestro acento dira que habis pasado bastante tiempo en Austria.

    El irlands pareci molesto, luego se encogi de hombros y tom otro sorbo de vino.

    Es cierto. Estuve viviendo en Viena hasta hace tres aos.

    Por qu os marchasteis?

    Por qu lo preguntis?

    Os pido perdn; no era mi intencin ser indiscreto. No s por qu me cuesta tanto ir al grano.Se pas los delgados dedos de la mano por el pelo, y Duffy advirti que estaba temblando.

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    Dejad que me explique. En estos momentos soy el propietario de la taberna Zimmermann.

    Duffy alz las cejas amablemente.

    Dnde est eso?

    Aureliano pareci sorprenderse.

    En Viena dijo. No...? Oh, claro. Llevis fuera tres aos. Antes de que la adquiriera sellamaba Monasterio de San Jos.

    Ah, s. De donde procede la cerveza Herzwesten. Espero que la cervecera no haya cerrado,no?

    Aureliano se ri en voz baja.

    Oh, no.

    Bueno, gracias a Dios. Duffy apur la copa. Cmo demonios conseguisteis que el cleroos vendiera el lugar?

    La verdad es que lo hered. Un antiguo litigio sobre la tierra que haba pendiente. Es bastante

    complicado. Pero dejadme continuar... Ahora he convertido el lugar en posada, y no resulta malnegocio. Viena es un buen sitio, y la cervecera Herzwesten tiene tan buena reputacin como laWeihenstepan en Baviera. Pero mi problema, veris, es que no tengo...

    Llamaron vacilantemente a la puerta y Aureliano dio un respingo.

    Quin es? pregunt con voz agitada.

    La respuesta se produjo en un dialecto griego.

    Soy Bella. Djame entrar, pichoncito.

    Aureliano cerr los puos.

    Vuelve ms tarde, Bella. Tengo un invitado.

    No me importan los invitados. Me gustan.

    Se oy repicar la aldaba y el anciano se llev una mano a la frente enrojecida.

    Mrchate, Bella susurr, con una voz tan baja que Duffy apenas pudo orla.

    Yuu-ju, invitado! dijo la voz estentrea, cargada de licor, desde el otro lado de la puerta.Decidle al viejo prestidigitador que me deje entrar.

    Santo Dios pens Duffy, trifulcas domsticas. Ser mejor no darse por aludido.

    Se acerc a la estantera y empez a mirar los ttulos en latn.

    Tengo noticias canturre Bella, burlona. Valen un ducado o dos, creo que estars de

    acuerdo.Noticias sobre qu? susurr Aureliano.

    El Kanuni, como dicen mis amigos de piel oscura.

    Eres una ramera indigna, Bella susurr con aire triste el anciano, pero pasa.

    Abri la puerta.

    Precedida por un insoportable olor a perfume rancio ygrappa, una mujer de mediana edad queluca una falda algo deshilachada entr en la habitacin.

    Dame un poco de vino, por el amor de la Virgen! exclam, no vayan a matarme losvapores.

    Por el amor de quin? pregunt Aureliano ferozmente. Olvdate del vino. Los vaporesseran una bendicin, considerando todo lo que tienes.

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    All se te pudra el hgado de envidia, pequeo monje. La mujer hizo una mueca. Duffy,mostrando un mnimo de modales, haca ver que estaba absorto mirando los libros y que no sedaba cuenta de nada.

    Aureliano se volvi hacia l para pedirle disculpas.

    Seris tan amable de excusarnos un momento? Sus manos se retorcan de vergenza.

    Por supuesto asegur Duffy con un gesto de indiferencia. Me entretendr con esaexcelente biblioteca.

    Bien.

    El hombre agarr bruscamente a la mujer por el brazo y la arrastr hasta el otro extremo de lahabitacin, donde continuaron conversando en acalorados susurros.

    Duffy enterr la nariz en un libro, pero, siendo un hombre cauto, se esforz por escuchar tantocomo fuera posible.

    Se comenta que han empezado a reclutar a los akinji en Constantinopla... oy decir a Bella.

    Aureliano hizo una pregunta sobre suministros y los jenzaros, pero Duffy no pudo or larespuesta de la mujer.

    Noticias de los turcos pens el irlands. Es lo nico que se oye hoy en da. Me preguntpor qu le interesarn tanto al viejo pjaro.

    Muy bien, muy bien dijo Aureliano por fin, agitando las manos ante la mujer. Tusespeculaciones personales no me interesan. Ten, aqu tienes un poco de dinero. Ahora vete. Pero

    primero deja la daga.

    Bella suspir tristemente y sac una daga enjoyada del prodigioso regazo de su vestido.

    Slo pensaba que una mujer necesita protegerse.

    Ja! el anciano se ri sin ningn humor. Son los turcos los que necesitan proteccin,

    vieja vampira. Fuera!Ella se march, dando un portazo, y Aureliano encendi inmediatamente varias barras deincienso con la llama de la vela y las coloc en unas bandejas de latn por toda la habitacin.

    Preferira abrir una ventana dijo, pero en las ciudades muy viejas nunca se sabe qupuede pasar volando en la oscuridad.

    Duffy asinti, inseguro, y luego alz el libro que tena en la mano.

    Veo que sois estudiante de esgrima.

    Qu tenis aqu? Oh, s, el libro de Pietro Moncio. Lo habis ledo?

    S. De hecho, he estado cenando esta noche con Moncio y Achille Marozzo.

    Oh. El anciano parpade. Bueno, en realidad no he utilizado una espada desde hace unmontn de aos, pero aun as procuro mantenerme al da sobre los avances del arte. Esa copiade Della Torre de all, el de pergamino oscuro, es muy raro.

    Lo es? observ el irlands, mientras regresaba a la mesa y volva a llenarse la copa.Entonces debera vender el mo. Podra ganar algn dinero. El texto no me impresiondemasiado.

    Largas telaraas de humo aromtico flotaban por la habitacin, y Duffy agit el aire con unpequeo portafolio de lminas.

    Empieza a oler mal aqu dentro se quej.

    Tenis razn respondi el anciano. Soy un psimo anftrin. Tal vez si la abro unarendija...

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    Se acerc a la ventana, se asom un instante y a continuacin volvi junto a Duffy con unasonrisa de disculpa.

    No, no la abrir. Dejadme explicaros claramente por qu os he hecho entrar, y luego podrisponeros en camino antes de que los humos empiecen a molestaros seriamente. He mencionadola taberna Zimmermann, de la cual soy propietario; es un establecimiento popular, pero yo viajo

    constantemente y, para ser sincero, a menudo hay problemas con los clientes que no puedocontrolar aunque est presente. Ya sabis..., un fraile mendicante se enzarza en una discusincon algn seguidor de Lutero, un bundschnch superviviente de la Guerra de los Campesinosacuchilla al luterano y en un dos por tres la sala est patas arriba y las sirvientas llorando. Esetipo de cosas reducen muchsimo los beneficios. Daos, clientes asustados, es ms difcilcontratar mozos... Necesito un hombre que pueda estar all todo el tiempo, que sepa hablar a lamayora de los clientes en su propia lengua y que pueda interrumpir una pelea mortal sin matara nadie... Como acabis de hacer ahora mismo con los muchachos Gritti junto al canal.

    Duffy sonri.

    Queris que sea vuestro guardin contra los alborotadores.

    Exactamente reconoci Aureliano, frotndose las manos.

    Hum. Duffy hizo tamborilear sus dedos sobre la superficie de la mesa. Veris, si me lohubierais pedido hace un par de das, os habra dicho que lo olvidarais. Pero... es que Veneciaest un poco aburrida de un tiempo a esta parte. Admito que aoro la vieja Viena. Anochemismo tuve un sueo...

    S? pregunt Aureliano, alzando las cejas con gesto inocente.

    S, sobre una muchacha que conoc all. La verdad es que no me importara verla..., ver quest haciendo ahora. Y si me quedo por aqu, esos tres Gritti acabarn por desafiarme a uncombate real en el champ clos oficial, y ya soy demasiado viejo para ese tipo de cosas.

    Probablemente lo haran reconoci Aureliano. Son jvenes apasionados.

    Los conocis?No, pero he odo hablar de ellos. Aureliano recogi el medio consumido gusano y lo volvia encender. S cosas sobre un buen nmero de gente aadi, casi para s sin conocerlasen persona. Lo prefiero as. Aceptis el trabajo, pues?

    Oh, qu demonios pens Duffy. De todos modos nunca podra adaptarme otra vez aDingle, seamos realistas.

    Se encogi de hombros.

    S. Por qu no?

    Ah. Esperaba que lo hicierais. Sois ms adecuado para el trabajo que nadie que haya

    conocido.Se cruz las manos a la espalda y se puso a dar vueltas por la abarrotada habitacin.

    Tengo negocios en el sur, pero si pudierais encaminaros a Viena tout de suite, os quedaramuy agradecido. Os dar dinero para el viaje y una carta de presentacin para el maestrocervecero de la Zimmermann, un viejo amigo llamado Gambrino. Asimismo, le dar rdenes deque os entregue otra suma similar a vuestra llegada. Cundo creis que podra ser sta?

    Duffy se rasc la cabeza canosa.

    Oh, no s. A qu estamos hoy?

    A veinticuatro de febrero. Mircoles de Ceniza.

    Es verdad. Monico llevaba una cruz gris en la frente. Veamos..., tomara un barco hastaTrieste, comprara un caballo y cruzara los Alpes al este de aqu. Luego tal vez viaje al norte

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    con algn mercader de maderas hngaro; normalmente no faltan en esos lugares. Cruzar el Savay el Drava, y luego seguir el viejo Danubio hasta Viena. Digamos que un mes, ms o menos.

    Antes de Pascua, sin duda? pregunt Aureliano, ansioso.

    Oh, desde luego.

    Bien. Es cuando abren los barriles de cerveza fuerte, y no quiero tumultos.S, para entonces llevar all mis buenas dos semanas.

    Me alegra saberlo. Aureliano se sirvi una copa desauternes y volvi a llenar la deDuffy. Parecis estar familiarizado con Hungra occidental observ con cautela.

    El irlands frunci el ceo durante un instante, pero luego se relaj y asinti.

    As es dijo en voz baja. Luch con el rey Luis y el arzobispo Tomori en Mohcs enagosto del veintisis. No tendra que haber estado all; como austraco entonces, Hungra no eranada para m. Supongo que pens que Viena era la siguiente en la lista de los turcos.

    No tiene sentido hablarle de Epiphany, pens Duffy.

    El vino estaba desatando sus recuerdos. El cielo estaba cubierto, record, y ambos bandos sehaban apostado en lados opuestos de la llanura de Mohcs hasta pasado el medioda. Entoncesla caballera hngara carg; el centro turco cedi, y la infantera de alemanes de Duffy sigui alos hngaros a la trampa.

    Espero no volver a pasar por semejante infierno en lo que me queda de vida pensentonces, mientras sorba el vino, cuando aquellos malditos turcos interrumpieroninesperadamente su retirada y se volvieron sobre las tropas que los perseguan.

    Su boca se deform con una mueca al recordar el seco retumbar de los caones turcos y elsisear de la metralla barriendo la llanura hasta alcanzar las filas cristianas, el remolino de lascimitarras de jenzaros aullantes bloqueando cualquier intento de avance y los gritos dedesesperacin que emitan los defensores de Occidente cuando qued claro que haban sidoflanqueados por los turcos.

    Obviamente, tenis suerte dijo Aureliano, tras una pausa. No muchos hombresescaparon de all.

    Cierto respondi Duffy. Estuve escondido en los caaverales del ro hasta el dasiguiente, cuando lleg Jan Zapolya con sus tropas. Tuve que explicarle que el idiota deTomori haba atacado sin esperarle a l, a Frangipani y los dems refuerzos. Que casi todoslos del bando hngaro, Luis, Tomori y miles de hombres ms, haban muerto y queSoleimn y los turcos haban vencido. Zapolya se retir entonces y huy hacia el oeste. Yohu hacia el sur.

    El viejo deposit el gusano humeante en un cuenco para incienso y exhal reacio los restosde humo.

    Os habris enterado, supongo, de que Zapolya se ha pasado ahora al bando de los turcos.

    Duffy frunci el ceo.

    S. Me imagino que se conforma con ser el gobernador de Hungra y que est dispuesto abesar la mano de quien parezca poseerla. Pero an me cuesta trabajo creerlo. Lo conozcodesde mil quinientos quince, y ya entonces haca incursiones contra los turcos, De todas lascosas que habra jurado que eran imposibles...

    Aureliano asinti, comprensivo.

    Si pudiramos tener la certeza de que hay cosas imposibles, todos estaramos mejor. Cruz la habitacin y se sent ante una mesa abarrotada. Pero os ruego que medisculpis; no pretenda reavivar vuestro pasado. Tomad dijo, sacando de un cajn

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    abierto una bolsa de tela, son quinientos ducados.

    Duffy los agarr al vuelo y se guard la bolsa en un bolsillo.

    Y aqu continu Aureliano, haciendo aparecer una hoja de papel, escribir una cartade presentacin.

    Moj una pluma en un tintero y empez a escribir.Duffy haba descubierto haca tiempo las ventajas de leer del revs, y las aprovech en aquelmomento para mirar casualmente lo que Aureliano escriba con letra precisa.

    Mi querido Gambrino ley, el portador de esta misiva, Brian Duffy aqu Aureliano sedetuvo para dibujar un diestro y rpido esbozo del irlands, es el hombre que hemos estado

    buscando..., el guardin de la casa de Herzwesten. Encrgate de pagarle quinientos ducadoscuando llegue, y a partir de entonces el salario mensual que acordis entre ambos. Me reunircon vosotros pronto; a mediados de abril, probablemente, y con toda seguridad para Pascua.Confo en que la cerveza est madurando adecuadamente, y que no haya acidez esta temporada.Con mis mejores recuerdos, AURELIANO.

    El anciano vestido de negro dobl la carta, verti una gota de densa cera roja tras calentarla conuna vela, y la sell. Dej el sello a un lado y agit la carta en el aire para enfriar la cera.

    Aqu tenis dijo. Entregadle esto al maestro cervecero cuando lleguis.

    Duffy agarr la carta. Advirti que el sello era una representacin de dos dragones enzarzadosen combate.

    Cules sern mis deberes? pregunt. Decdmelo de nuevo.

    Aureliano sonri.

    Lo que vos mismo habis dicho: guardin contra los alborotadores. Impedir las peleas.Mantener la paz.

    El grandulln irlands asinti, dubitativo.Parece extrao que hayis tenido que venir a Venecia para encontrar a alguien a quien dartrabajo en una taberna de Viena.

    Bueno, no he venido aqu para eso. Estoy aqu por otros motivos completamente distintos.Completamente. Pero cuando vi la forma en que tratabais con esos muchachos ah delante, supeque erais el hombre adecuado para el trabajo.

    Ah. Bueno, est bien. Es vuestro dinero.

    EI viento debe de estar arreciando pens Duffy. Mira cmo se sacude la ventana!

    Aureliano se levant.

    Muchas gracias por vuestra ayuda en este asunto dijo con rapidez, estrechando la mano deDuffy y empujndolo prcticamente hacia la puerta. Os ver dentro de un mes o as.

    Bien accedi Duffy, y se encontr un momento despus en el oscuro rellano mientras lapuerta se cerraba a sus espaldas.

    Menudo tipo ms raro pens mientras bajaba a tientas por las escaleras. Tengo ganas dever si de verdad hay quinientos ducados en esta bolsa.

    Al pie de las escaleras advirti el aroma del licor rancio, y Bella se despeg de las sombrascuando lleg abajo.

    El pequeo eunuco os ha dado dinero, verdad?

    Perdonad, seora dijo Duffy. Nada de eso.

    Por qu no os vens conmigo y nos vamos a beber vino a alguna parte? sugiri ella. Hay

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    montones de cosas que os podra contar sobre l.

    No estoy interesado en l. Disculpad.

    Duffy la esquiv y sali a la calle.

    Tal vez os interese un poco de compaa femenina.

    Por qu iba a preocuparos eso? pregunt l por encima del hombro mientras se marchaba.Ella le grit algo con voz desagradable, aunque no lleg a entender las palabras.

    Pobre vieja reflexion. Se ha vuelto loca por beber tanto licor italiano barato. Gritandocosas desagradables a los extranjeros y acosando a viejos raros.

    Mir el cielo... Pasaba una hora o as de la medianoche. Pens que ahora no tena sentido volvera San Giorgio.

    Lo nico que me espera all es un casero, con toda la razn para estar enfadado conmigoporque no le he pagado el alquiler. Sera mejor que encontrara algn tipo de casa de huspedespara pasar la noche, y as poder partir maana temprano. Unas cuantas horas de sueo en unacama moderadamente limpia es todo lo que necesito. Ha sido una noche agotadora.

    Aun lado, abuelo, estamos intentando descargar un barco.

    Duffy mir ferozmente al joven estibador, pero obedeci y se apart. La luz de la maanabrillaba sobre el agua como un puado de monedas de oro recin acuadas, y Duffy entornabalos ojos y se los frotaba con los nudillos. Le haban dicho que buscara una galera chipriotallamada la Morphou, que tena que recalar en Trieste en el viaje de vuelta.

    Buscad una vela triangular con tres ojos tristes pintados le haba dicho un servicialegipcio. sa ser la Morphou.

    Bueno pens irritado, no veo ningunos malditos ojos tristes. De todas formas, la mitad de

    los barcos tienen las velas recogidas.Se sent sobre una bala de algodn y contempl molesto la actividad de toda aquella genteruidosa y completamente despierta que lo rodeaba. Nios de piel oscura, corriendo,gritndose entre s en una mescolanza de lenguas mediterrneas y arrojando trozos de col aun mercader barbudo e indignado; marineros bronceados que se paseaban por los muelles,

    pretendiendo impresionar a las muchachas venecianas con sus monedas extranjeras y susbellos jubones de seda; una anciana, de rostro de granito, vigilando con atencin suspescados ahumados, dispuesta tanto a sonrerle a un cliente como a darle un puetazo en laoreja a cualquier posible ladronzuelo.

    Duffy se haba despertado al amanecer en un hostal de mala muerte, sintindoseenvenenado por el licor que haba bebido la noche anterior, pero se anim al recordar la

    bolsa de tela y cmo, al abrirla bajo la luz de una farola, vio que en efecto contenaquinientos ducados.

    Y hay quinientos ms esperndome en Viena pens, si soy capaz de encontrar esaapestosa Morphou chipriota.

    El canoso irlands se puso en pie con esfuerzo... y un hombre situado en un balcn a unoscien pies detrs de l se agazap y le apunt con un arcabuz. Apret el gatillo, el serpentndel arma gir y arroj chispas a la cazoleta y un momento despus el arma golpe contra elhombro del individuo mientras disparaba la carga.

    Un jarrn de cermica estall junto a la oreja de Duffy, rocindole la cara de vino barato ytrozos de loza. Duffy dio un salto hacia atrs, aturdido, y se agazap tras la bala de algodn,maldiciendo con todas sus fuerzas y forcejeando para desenredar la espada.

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    El tirador se asom a la barandilla del balcn y se encogi de hombros. En la acera, doshombres fruncieron el ceo con impaciencia, desenvainaron las dagas y empezaron a abrirse

    paso entre la multitud.

    Duffy, ya en pie, empu la espada desnuda y mir ferozmente a su alrededor.

    Probablemente sea uno de esos indignados Gritti pens. O los tres. Despus de lapaciencia que demostr con ellos anoche! Bueno, pues esta maana no pienso hacerlo.

    Un hombre alto, con un sombrero de plumas, cuyo bigote pareca untado de aceite, seacerc al irlands y sonri.

    El que os dispar se escapa en esa barca dijo, sealando.

    Duffy se dio la vuelta, y el hombre salt sobre l, golpeando con saa el pecho del irlandscon la daga. La cota de mallas que llevaba bajo el gastado jubn salv a Duffy de la primera

    pualada. Sujet la mueca del asesino con la mano derecha antes de que pudiera descargarotro golpe, y entonces, dando un paso atrs para ganar distancia, atraves el muslo delhombre con la espada. El hombre del sombrero de plumas cay de rodillas, plido de dolor.

    Me marcho de Venecia justo a tiempo, reflexion Duffy, aturdido. Advirti con malestarque le temblaban las manos.

    Los asustados mercaderes y estibadores haban echado a correr, as que advirti deinmediato dos figuras corriendo hacia l. Uno de ellos era un desconocido, el otro era el

    joven Giacomo Gritti y ambos llevaban un cuchillo en la mano.

    Llamad a la guardia, por el amor de Dios! grit Duffy hacia la multitud, pero sabaque era tarde para eso. Enfermo de tensin, desenvain la daga y se agazap tras sus dosarmas cruzadas.

    El desconocido salt por delante de Gritti, con el brazo dispuesto a descargar una slidapualada... y entonces sus ojos se abrieron llenos de dolorido asombro y cay de cara, la

    empuadura de la daga de Gritti asomndole entre los omplatos.Separados unos diez pies, Gritti y Duffy se miraron mutuamente durante un momento.

    Hay hombres esperando para mataros en la Morphoujade Gritti, pero el viejomercante griego atracado al sur tambin se dirige a Trieste. Deprisa dijo, sealando,estn recogiendo cabos ahora mismo.

    Duffy se detuvo tan slo para volver a envainar sus armas y dar las gracias con un gestocortante y sorprendido, antes de echar a correr enrgicamente hacia el tercer muelle.

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    2Despus de hacer ver que se lo pensaba frunciendo el ceo y rascndose la barbilla, el obesocapitn del mercante accedi a que Duffy subiera a bordo..., aunque exigiendo una tarifasuperior a la habitual, por no haber hecho antes la reserva. El irlands haba aprendido haca

    tiempo cundo tena que callarse y pagar el precio, y eso hizo en esa ocasin.El barco, observ mientras pasaba a la parte alta de popa, estaba enormemente mal conservado.

    Dios, remos duales y una vela cuadrada advirti, sacudiendo la cabeza. Es tan viejo queCleopatra podra haber hecho un comentario insultante al respecto. Bueno, probablemente hahecho la ruta entre Venecia y Trieste ms veces de lo que yo me he calzado botas, as quesupongo que no es probable que nos vayamos a pique en este viaje.

    Se sent en la bodega abierta entre dos enormes nforas de vino y colg una de las hamacas,formada por un armazn de esteras trenzadas, de sus huecos en la borda.

    Ya est pens, tendindose en ella, al fin dejo de estar a la vista, por Dios.

    Los marineros hicieron maniobrar el barco entre los galeones atracados, y luego desplegaron lavela con su docena de candalizas, que se hinch con el fro viento de la maana. El viejo navovir mientras el fornido timonel se colocaba entre los remos, y se pusieron en camino.

    El capitn recorri el barco criticando los trabajos de sus hombres hasta que el Lido qued atrspor la banda de estribor; entonces se relaj y se dirigi a la popa, donde Duffy estaba ahoraencaramado en lo alto de una caja, tallando la cabeza de una muchacha en un bloque de madera.El capitn se recost en la amura y se sec la frente con un pauelo.

    Seal la espada de Duffy.

    Sois soldado?

    El irlands sonri.

    No.

    Por qu tanta ansiedad para llegar a Trieste?

    Voy a ingresar en un monasterio dijo Duffy, trazando con la daga la lnea de la mejilla dela muchacha.

    El capitn se ech a rer.

    Oh, sin duda. Qu pensis encontrar en un monasterio?

    Votos de silencio.

    El capitn solt una carcajada, luego frunci el ceo y se levant. Se qued pensativo unmomento.

    No tenis ni idea de tallar dijo, y se march de la zona estrecha de popa.

    Duffy extendi el brazo y contempl la talla.

    Tiene razn, sabes?, se dijo.

    El navo, cargado a rebosar, era lento, pese a la cubierta nueva que, segn anunci el capitn,haba colocado su abuelo, as que los muelles de Trieste estaban ya iluminados de naranja ydorado por la puesta de sol cuando atracaron. EI capitn ladr rdenes impacientes a la cansadatripulacin mientras retiraban las cuas del mstil y lo bajaban, y Duffy baj por la tabla y cruzel embarcadero en direccin a las torres y calles de la ciudad. Muchas de las ventanas brillabanya con la luz de las lmparas, y empez a pensar seriamente en la cena. Aviv el paso y trat de

    calcular qu parte de la ciudad podra servir buena comida barata.

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    Las paredes encaladas de la estrecha Va Dolores resonaban bajo las botas de Duffy mientras elpunzante olor de los muelles quedaba atrs. Una puerta abierta arrojaba un rayo de luz sobre lacalzada, y dentro podan orse risas y el tintineo de las copas de vino.

    Duffy entr en el lugar y fue saludado por el clido olor de la cocina, cargado de ajo y especias.Se haba quitado el sombrero y empezaba a desatar su larga capa de piel cuando un hombre con

    un delantal se le acerc corriendo y empez a parlotear en italiano.Qu? interrumpi el irlands. Habla ms despacio.

    Nosotros dijo el hombre con esforzada claridad, no... tenemos... sitio. Ya hay demasiadagente esperando.

    Oh. Muy bien.

    Duffy se dio la vuelta para marcharse. Entonces record el sombrero y se volvi; un sacerdoteen una mesa cercana asenta aprobadoramente al hombre del delantal, a quien Duffy habasorprendido en el acto de santiguarse. Tras un momento, sin decir nada, Duffy agarr elsombrero y se march.

    Provincianos idiotas pens enfadado mientras se meta las manos en los bolsillos y seencaminaba calle arriba. Seguro que no han visto un rostro no mediterrneo en su vida. Sehabrn pensado que era una especie de duende.

    An brillaban parches de zafiro y rosa en el cielo de finales de invierno, pero la noche ya habacado sobre las calles. Duffy tuvo que guiarse por la luz de las ventanas para ver el camino, yempez a preocuparse de que pudiera haber salteadores en las callejuelas. Entonces, con unsonido como ramas arrastrndose sobre las piedras, not que caan gotas que amenazaban unchaparrn.

    Por Dios pens desesperado mientras las fras gotas tamborileaban en el ala de susombrero, tengo que salir de aqu. Es posible que pille una calentura, y mi cota de mallas estya desgraciadamente oxidada.

    Vio una puerta abierta delante, y salt hacia ella, resbalando en el arroyo ya inundado.Oigo de verdad un molino se pregunt, o es algn eco de la tormenta? No habaningn cartel visible que indicara de la existencia de una taberna, pero s un puado de hojas de

    parra colgadas sobre el dintel, y sonri de alivio al entrar y ver las mesas escasamentepobladas. Aqu no me dirn que est demasiado lleno pens, sacudiendo el agua de susombrero contra el muslo. Se acerc a una mesa vaca, colg su capa en la percha y se sent allado. Es un sitio extrao reflexion, mirando alrededor. Ese borrachn de la barba grisque est junto a la puerta de la cocina parece ser el posadero. Me salud con la cabeza cuandoentr, por lo menos.

    Un joven sali de la cocina y cruz la sala hasta la mesa de Duffy.

    Qu podemos hacer por vos? pregunt.Ponme un plato de lo que sea que haya en la olla, y una copa de vuestro mejor vino tinto.

    El muchacho hizo una reverencia y se retir. Duffy mir curioso a los otros comensalesesparcidos por la habitacin, de techo bajo e iluminacin tenue. Al parecer, la lluvia los habahecho callar. Todos parecan deprimidos no, preocupados, y sus sonrisas eran tristes yhuidizas. Duffy sac el bloque de madera de su bolsillo y, tras desenvainar la daga, continu lalabor de tallado.

    Cuando la comida lleg, result ser un poco ms picante de lo que le gustaba, y todo parecaenvuelto en hojas, pero el vino, del que le trajeron una jarra llena, era el mejor que haba

    probado jams. Seco pero con cuerpo y aromtico; sus vapores le llenaron la cabeza como sifuera brandy.

    Increble suspir, y se sirvi otra copa.

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    Despus de un largo rato Duffy decidi con pesar que el bajorrelieve que haba estado tallandoen la superficie de la mesa no era bueno. Sacudi la cabeza y retir la daga.

    Alguien debe de haber llenado la jarra cuando no estaba mirando pens. Tal vez variasveces. No puedo recordar cuntas copas he tomado, pero ha sido una cantidad respetable. Mir confuso a su alrededor y advirti que la sala estaba ahora abarrotada, y ms iluminada.

    Debo de estar ms borracho de lo que crea se dijo, para no haber advertido que llegabatoda esta gente. Vaya, incluso hay un par de tipos sentados junto a m en esta mesa.

    Duffy salud con un gesto amable a los dos tipos barbudos. Saba que tena que librarse delsopor del vino.

    Soy idiota pens, emborrachndome en una taberna desconocida en una ciudadextranjera.

    El joven que le haba servido estaba de pie encima de una mesa, tocando una flauta, y lamayora de la gente del lugar giraba en una loca danza, cantando un estribillo en un idioma queDuffy no poda situar. El viejo posadero barbudo, demasiado borracho ya para podermantenerse en pie sin ayuda, era llevado en volandas por un grupo de muchachos que rean.

    El pobre borracho pens Duffy, aturdido, pasto de las burlas de los nios. Probablementeson los que le ataron esas hojas de parra ridculas en el pelo.

    Duffy pudo or de nuevo el rumor de la rueda de molino, ms grave y resonante que antes, comoel latido de la tierra. Las agudas y salvajes notas de la msica de flauta, percibi ahora, seentretejan alrededor de aquel ritmo lento y profundo.

    De repente tuvo miedo. Un pensamiento tenue pero incalculablemente poderoso, o una idea o unrecuerdo se alzaba en las profundidades de su mente, y por encima de todo quiso evitarenfrentarse a l. Se puso en pie, derramando al suelo la copa de vino.

    Y-yo... tartamude. Soy...

    Pero en aquel momento no pudo recordarlo. Se le ocurrieron un centenar de nombres.

    El hombre barbudo que tena al lado recogi la copa, la volvi a llenar de brillante vino, y se laofreci al irlands. Al mirarlo ahora, Duffy advirti por primera vez que iba desnudo, y que sus

    piernas estaban cubiertas de un vello corto e hirsuto, y eran extraamente retorcidas, yterminaban en pequeos cascos hendidos.

    Con un grito, Duffy corri hacia la puerta, pero sus propias piernas no funcionaban bien, e hizopocos progresos. Entonces debi de caerse, porque perdi el sentido y se hundi en cientos desueos perturbadores... Era un nio llorando de miedo en una habitacin de piedra oscura; unrey viejo y deshonrado, desangrndose bajo la lluvia, acompaado por un leal servidor; sehallaba junto a dos mujeres junto a una hoguera en un pramo a medianoche, contemplando elnegro cielo lleno de vanas esperanzas; en un esquife surcaba un lago enorme y tranquilo; estabasentado en una mesa frente a un hombre sorprendentemente viejo.

    Mucho se ha perdido, y an queda mucho por perder le dijo el viejo, mirndolo con pena.

    Los sueos se volvieron oscuros e incomprensibles despus de eso, como un desfile que sepierde en la distancia, dejndolo por fin solo en una tierra tan fra y sombra que nunca podahaber conocido el sol.

    Varias patadas en las costillas lo despertaron. Se dio la vuelta en el barro helado y se apart elpelo gris mojado de la cara.

    Maldita sea mi alma cro. Dnde demonios estoy?

    Quiero que abandone esta ciudad dijo la voz de un hombre.Duffy se sent. Se hallaba en un solar vaco y lleno de charcos, entre dos casas. La lluvia haba

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    cesado, y el cielo azul brillaba detrs de nubes de tormenta. Alz la mirada y vio el rostrofurioso y preocupado de un sacerdote.

    Sois... murmur Duffy, vos sois el sacerdote que estaba en el primer sitio al que fuianoche. Donde me rechazaron.

    Eso es. Veo que encontrasteis... otra hostera. Cundo os marcharis de Trieste?

    Muy pronto, de eso estoy seguro. Hundiendo ambas manos en el barro, pugn por ponerseen pie. Ohh. Se frot torpemente la cadera. No he dormido bajo la lluvia desde que tenadieciocho aos. Los hombres maduros haramos bien en evitarlo le dijo al sacerdote.

    No he sido yo quien ha dormido bajo la lluvia contest con impaciencia el sacerdote.

    Oh. Es verdad. Fui yo. Saba que uno de los dos lo hizo.

    Esto... el sacerdote frunci an ms el ceo. Necesitis dinero?

    En realidad, no... Esperad un momento.

    Su mano corri hacia el jubn, y se sorprendi un poco al encontrar que el duro bulto de la bolsade dinero estaba todava all.

    Ja! No, estoy bien de momento, gracias.

    Muy bien. Marchaos de la ciudad hoy, entonces... o le dir a ocho de los hombres msgrandes de mi parroquia que busquen palos, os cuarteen las espaldas y os arrojen al ocano.

    Duffy parpade.

    Qu? Yo... Escuchad, no he hecho ningn... Perro cobarde, le sacar los hgados a sus ochogranjeros.

    Dio un paso hacia el sacerdote, pero perdi el equilibro y tuvo que enderezarse con dos saltoslaterales. Esto lo desequilibr tanto que cay a cuatro patas sobre el suelo. Cuando volvi aerguirse, plido y dbil, el cura se haba marchado.

    Me pregunto quin se cree que soy pens Duffy. Odio este tipo de malentendidos.

    Y qu pas anoche? se pregunt tambin cautelosamente.

    Muy sencillo dijo rpidamente la parte racional de su mente: fuiste lo suficientementeestpido para caerte en redondo borracho en un bar desconocido. Te dieron una paliza y tearrojaron a este solar, y tienes suerte de parecer tan pobre que a ninguno se le ocurri aliviarte la

    bolsa. Esos sueos y alucinaciones no significaron nada. Nada en absoluto.

    Sus dientes castaeteaban y se estremeca como un gato empapado.

    Tengo que ponerme en marcha pens; tengo que encontrar una posada hospitalaria dondepueda recuperarme y lavarme un poco. Comprar algunos suministros. Y luego salir de Trieste.

    Tras inspirar profundamente, baj dando tumbos por la Va Dolores.

    Dos horas despus sala de una humeante baera y se secaba vigorosamente la cabeza con unatoalla.

    Cmo va mi desayuno? llam. Como no hubo respuesta, se acerc a la puerta y la abri. Cmo va mi desayuno? le grit al pasillo.

    Est esperndoos en la mesa, seor.

    Bien. Estar all enseguida.

    Duffy agarr sus pantalones recin secados de una silla junto a la chimenea y se los puso. Loshaba comprado en Inglaterra haca muchos aos; y aunque ahora consistan ms en parches queen lana britnica, y los italianos se rean del atuendo y decan que pareca un orangutn, se haba

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    acostumbrado a llevarlos.

    Y para cruzar los Alpes a finales de invierno me alegrar de tenerlos, se asegur a smismo.

    Se puso el jubn de cuero con sus dos agujeros, se calz las botas y corri a desayunar.

    El posadero haba preparado un cuenco de alguna especie de gachas con huevos batidos,pan negro con queso y una jarra de cerveza caliente.

    Tiene un aspecto magnfico dijo Duffy. Busc una silla y se puso manos a la obra.

    Otros cuatro huspedes mordisqueaban sus tostadas en el otro extremo de la mesa, ymiraron con curiosidad al fornido irlands de pelo gris. Uno de ellos, un hombre delgadocon un sombrero de terciopelo y calzas de seda, se aclar la garganta.

    Hemos odo que vais a cruzar los Alpes Julianos, seor dijo.

    Duffy frunci el ceo, como sola hacer cuando los desconocidos expresaban inters en susplanes.

    As es gru.Es demasiado pronto observ el hombre.

    Duffy se encogi de hombros.

    Demasiado pronto para algunos, tal vez.

    El posadero se asom por la puerta de la cocina y le hizo un gesto a Duffy.

    El chico dice que le ha quitado todo el xido a la cota de mallas.

    Dile que la sacuda en la arena un centenar de veces ms slo para que me d suerte.

    No le tenis miedo a los turcos? dijo una mujer, al parecer la esposa del hombre del

    sombrero de fieltro.No, seora. Los turcos no pueden encontrarse tan al norte en esta poca del ao.

    Y ojal pudiera decir lo mismo de los bandidos pens. Duffy se dedic a su comida, ylos otros huspedes, aunque susurraban entre s, no le hicieron ms preguntas. Tienenrazn en una cosa admiti para s. Es pronto. Pero demonios, estar preparado, eltiempo es bueno y el Paso de Predil seguro que est despejado. Ser fcil. No como laltima vez, cuando vine al sur en septiembre y octubre del veintisis, medio muerto dehambre y con la cabeza vendada como un turbante. Le sonri a la cerveza al recordarlo. Probablemente por eso consegu cruzar con vida los pramos infestados de turcos deHungra. Los muchachos de Soleimn, si me vieron, debieron de ver ese turbante y

    supusieron que era uno de los suyos.El posadero volvi a asomarse.

    El chico dice que si le da cien golpes ms se har pedazos.

    Duffy asinti, cansado.

    Probablemente tenga razn. De acuerdo, que le quite la arena con cuidado y la engrase.

    Se levant, salud cortsmente a los otros huspedes, y se dirigi a su habitacin.

    Su espada yaca sobre la cama y la recogi y pas la mano por la empuadura. El refuerzo decuero haba adquirido la forma de sus dedos, y sacar la hoja de la vaina era como sacar el brazode la manga de un abrigo. Haba afilado la vieja espada y la haba engrasado, y la hoja brill

    negra y resplandeciente mientras la miraba y luego la flexionaba para deshacerse de una molestacurva recurrente. Dio un par de mandobles al aire.

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    Toma eso, turco infiel.

    Llamaron a la puerta.

    Vuestra cota de mallas, seor.

    Ah. Gracias.

    Duffy agarr la ajada prenda y la mir con expresin crtica.

    Bueno pens, no tiene tan mal aspecto.

    Algunos eslabones de hierro se haban roto aqu y all y haban sido sustituidos por alambresretorcidos, y las mangas eran desiguales y estaban deshilachadas por las muecas, pero enconjunto segua siendo una buena pieza de armadura.

    Sobre una silla haba una pequea caja de madera, y Duffy la abri y mir el conjunto de hilos,polvo, yesca, plumas y virutas de madera. Meti el dedo dentro. Bueno y seco, advirti conaprobacin. Debajo de todo ello haba una pequea pieza de cristal redondo. Se asegur de queno estuviera rota. Cerr la caja y la guard en el bolsillo interior de su jubn.

    Hora de marcharse, se dijo.

    Se quit el jubn, se puso dos camisas de algodn manchadas de xido y coloc encima la cotade mallas, sin hacer demasiado caso del tintineo de un par de eslabones que cayeron al suelo. Se

    puso el jubn, se colg al cinto la espada y la daga, y, tras recoger la capa de piel y el sombrero,sali de la habitacin.

    Posadero! Toma. Dej caer varias monedas en la mano del ventero. Por cierto, dndepuedo comprar un caballo?

    Un caballo?

    Eso es lo que he dicho. Un caballo.Ecuus. Ya sabes.

    Supongo que podra venderos uno.

    Una bestia fuerte? Capaz de cruzar los Alpes?

    Por supuesto, si lo tratis bien.

    Ser mejor que lo consiga. O volver aqu y har algo horrible.

    Duffy concluy la inspeccin del caballo mirndolo largamente a los ojos.

    Cunto?

    Oh... El posadero arrug los labios. Sesenta ducados?

    Que sean cuarenta. Duffy le dio al hombre algunas monedas ms. No bromeo cuando

    digo que volver, enfadado, si se cae muerto.Es un buen caballo protest el posadero. Lo he cuidado desde que naci. Asist en elparto.

    Santo cielo. No quiero ni or hablar del tema. Escucha, necesitar algo de comida, tambin.Veamos..., cuatro, no cinco hogazas grandes de pan, cinco piezas grandes de embutido, unasemana del grano que coma el caballo, sea cual sea, dos galones de vino tinto seco, una botellade brandy realmente potente... y un saco de cebollas, un puado de cabezas de ajo y dos librasde queso blanco. Mtelo todo en cuatro sacos y dime a cunto asciende mi cuenta.

    S, seor. El posadero se dio la vuelta y regres al edificio.

    Y cuando pido un brandy potente, es que quiero que sea potente dijo Duffy. Atrvete adarme licor aguado y volver aunque el maldito caballo sea capaz de volar.

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    3El sol an no haba despuntado en el cielo cuando Duffy abandon Trieste, cabalgando hacia eleste, sorteando las montaas hacia los blancos dientes de los Alpes Julianos. Se haba detenidouna vez ms antes de salir de la ciudad, para comprar un par de polainas de cuero y una

    mochila, y ahora llevaba puestas ambas cosas. El brillante sol chispeaba desde los nuevosarroyos que corran entre las colinas, pero an poda ver el vapor de su aliento, y se alegr dehaber comprado un par de buenos guantes durante su estancia en Venecia.

    Acurrucado en la silla, salud el parche azul de horizonte que era el golfo de Venecia.

    Hasta la vista, Mediterrneo pens. Ha sido un interludio agradable estar aqu, con tu sol,tu vino de Madeira y tus muchachas de ojos oscuros..., pero supongo que por naturaleza mesiento ms como en casa en las fras tierras del norte. Dios sabe por qu. El irlands se echatrs el sombrero y sacudi la cabeza, asombrado. Qu extrao pens cmo se complictodo al final. Los Gritti tratan de matarme tres contra uno el mircoles por la noche, y luego unode ellos me salva la vida y me dirige a un barco seguro a la maana siguiente. Y cmo saba detodas formas que yo necesitaba un barco con destino a Trieste? Los venecianos parecen saber

    ms sobre mis asuntos que yo mismo.

    Y cules son mis asuntos, por cierto? Sigo sin saber por qu ese pequeo duende vestido denegro..., Dios, ni siquiera puedo recordar su nombre!, me dio todo este dinero. De verdad soyel nico hombre que ha conocido capaz de mantener el orden en su taberna austraca? Y desdecundo los guardianes de taberna ganan tamaa cantidad de dinero? Me parece que estarancontentos con conseguir comida y cama. Oh, no lo cuestiones, viejo amigo se aconsej. Eldinero es real, y eso es lo que cuenta. El camino serpenteaba ahora entre altos abetos, y el airehelado estaba cargado del olor a pino. Duffy llen sus pulmones y sonri nostlgicamente.Ah, se es el olor de casa pens. Austria, cmo te he echado de menos.

    Yadmiti incmodo, cmo te he echado de menos tambin a ti, Epiphany. Santo Dios Duffy se sinti viejo de repente, es muy probable que ya tenga un hijo. Tal vez dos. O sonri puede que esa grgola de Hallstadt se cayera un da del caballo mientras cazaba,dejando a la muchacha rica y soltera. Ja. Por supuesto, tal vez no quiera ni hablarme. "Criados,vaciad las escupideras sobre ese despojo que est en la puerta.

    Tuvo una visin fugaz de s mismo, frustrado y furioso, abrindose paso a patadas a travs laventana del saln, como un espectro irrumpiendo en una fiesta.

    El sonido de cascos poco presurosos interrumpi sus pensamientos. Se dio la vuelta y vio,cabalgando tranquilamente a veinte pasos por detrs, a un tipo fornido que llevaba una tnica decuero repujado y el arco largo de los cazadores de gamos. Duffy lo salud amablemente, y comono quera conversacin no redujo el ritmo.

    No ser se pregunt reluctante, fijando su atencin finalmente en la idea que ms lo

    preocupaba que me estoy convirtiendo en un verdadero borracho? Llevo bebiendo desde losonce aos y nunca antes haba sufrido alucinaciones ni prdidas de conocimiento. Bueno, tehaces ms viejo cada da que pasa, ya sabes. No se puede esperar que no te afecte como cuandotenas veinte aos. Despus de este viaje me ceir a la cerveza por una temporada se

    prometi, y no mucha. Desde luego, no quiero volver a ver a gente con pies de cabra.

    El camino era ahora ms empinado. Una pendiente fangosa, cubierta de pinaza, se alzaba a suizquierda, otra similar se extenda a su derecha y los pinos altos se alzaban como espectadoresverdes sentados en las filas de un gradero. Los aullidos de los pjaros resonaban por todo el

    bosque, y las ardillas de las ramas ms altas observaban con gran inters al caballo y al jinete.Duffy agit las manos y les aull, y escaparon asombradas.

    Se acercaba a otro jinete, un grueso fraile montado en una mula. El hombre pareca estardormido, y se balanceaba en la silla dejando que la montura lo guiase.

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    Es un camino muy transitado para tratarse de esta poca del ao, reflexion Duffy.

    De pronto, todo qued ms silencioso.

    Qu sonido es el que acaba de cesar? se pregunt. Oh, por supuesto..., el ruido de cascosdel caballo del cazador de gamos.

    Duffy se gir de nuevo... y se tir de la silla cuando una flecha con punta de hierro surc el airea un palmo del pomo. Gir con torpeza por el camino, el envs de las botas aleteando, logr daruna voltereta y cay por la pendiente de la derecha. Traz surcos en el barro y la pinaza duranteun trecho; luego su mano se agarr a una raz y pudo ponerse rpidamente en pie. Estaba tras unancho tocn, y rez por no estar a la vista de quien pudiera encontrarse arriba, en el camino.

    Se limpi el fro barro de la cara con una mano temblorosa y trat de apaciguar su respiracin.

    Un bandido, por Dios pens Duffy. Espero que deje al pobre fraile en paz. Con esto yavan tres atentados contra mi vida en tres das. Menuda coincidencia. Y se dijo con firmezaes pura coincidencia.

    Ves su cuerpo? pregunt alguien desde arriba.

    Te he dicho que fallaste, idiota fue la respuesta. Tu flecha se perdi entre los rboles.Est escondido all abajo.

    Pues estupendo aadi la primera voz tras una larga pausa, ahora en tono ms bajo.

    Quin es el otro hombre? se pregunt Duffy. Y dnde est el fraile? O es el fraile?Ojal pudiera ver desde aqu.

    Eh grit uno de ellos. S que me puedes or. Sube ahora mismo y no te haremos dao.

    Di que s pens Duffy con una sonrisa sin humor. Di que s.

    Sabes que tengo un arco. Puedo esperar. Tendrs que salir tarde o temprano, y te meter unaflecha en el ojo cuando lo hagas.

    Bueno, llegados al caso razon el irlands, puedo esperar hasta que oscurezca y luegoarrastrarme sin ser visto montaa arriba y cortar tu vociferante garganta, amigo mo. Dndeestarn mi caballo y los suministros? Extraa ralea de bandidos estis hechos, si no habis idotras ellos en vez de a por m.

    El silencio se prolong unos minutos antes de ser bruscamente interrumpido por el rumor de losdos hombres deslizndose.

    Cuidado! Lo ves? chill uno de ellos.

    No grit el otro. Adnde vas? Tenemos que estar juntos.

    Cuando juzg que uno de ellos estaba a punto de pasar ante su rbol, Duffy desenvain laespada y salt ante el hombre. Era el grueso fraile, empuando una larga espada, y solt un

    alarido de terror y bloque la estocada de Duffy con ms suerte que habilidad. Chocpesadamente contra el irlands y los dos resbalaron por la empinada pendiente, las espadasdesesperadamente cruzadas, incapaces de detener la cada. Duffy, que bloqueaba la espada delfraile con la suya, trat de retorcerse y ver qu haba en su trayectoria.

    Una rama en la espalda pens sombramente, bien podra ser el final de todo esto.

    La tnica del fraile se trab en una roca que sobresala y lo fren de golpe, mientras las espadasse soltaban y Duffy segua resbalando. Libre por fin del embarazoso corps--corps, el irlandsclav rpidamente al suelo los talones de sus botas, la mano derecha y el pomo de la espada, y

    pronto logr detenerse, enviando una avalancha de arenisca pendiente abajo. Entonces pugnpor hallar un buen asidero.

    El otro bandido saltaba lleno de pnico colina abajo, pero estaba todava muy por encima deDuffy y el fraile.

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    Entonces el tejido se rasg, y el fraile volvi a caer. Intent bloquear la espada de Duffy comohaba hecho antes, pero esta vez el irlands hizo girar la punta extendida de su arma en unrpidofeint disengag, y el fraile cay directamente sobre ella, recibiendo la espada en elvientre. La empuadura detuvo la cada del hombre, y la cara le qued a menos de un palmo dela del irlands. El fraile agit la espada convulsivamente, pero Duffy le agarr la mueca con lamano libre y la apart. Los dos hombres se miraron el uno al otro durante un instante.

    No eres un verdadero fraile jade Duffy.

    Ve... vete al infierno resopl el hombre, y luego se hundi en la muerte.

    Tras empujar el cadver con la mano derecha, Duffy liber su espada y dej que el cuerpocayera colina abajo. Mir hacia arriba. El cazador de gamos se sujetaba a una roca y al tronco deun rbol a unos cinco pasos por encima, incapaz de descender ms sin quedar a merced de laespada de Duffy. El hombre tambin llevaba espada, pero no pareca confiar en ella. El arco sehaba quedado arriba, en el camino.

    Vamos, comadreja dijo Duffy con los dientes apretados. Muestra ahora un poco delvalor que tenas hace un rato, cuando trataste de matarme por la espalda.

    El hombre se lami el sudor del labio superior y mir nervioso por encima del hombro,pendiente arriba. Sin duda se preguntaba si podra volver al camino antes de que el irlands loalcanzara y lo atravesara de parte a parte.

    No creas que vacilar dijo Duffy, adivinando los pensamientos del hombre.

    El cazador de gamos extendi el brazo y rasc el suelo con la hoja de la espada, enviandoguijarros y puados de hojas contra el irlands.

    Duffy solt una carcajada cuyo eco reson entre los rboles.

    Demasiado tarde ya, amigo mo, para empezar a excavar en el suelo! No s dnde tenaisocultas las espadas cuando ibais a caballo, pero tendrais que haberlas dejado all. Una rocadel tamao de un puo rebot en su cabeza. Ay! Muy bien, hijo de la grandsima...

    Duffy empez a subir la pendiente, encolerizado.

    El hombre solt la espada, se dio la vuelta y corri hacia arriba como una ardilla asustada.Duffy, que era ms pesado y no quera soltar su espada, se qued atrs a pesar de sus ferocesesfuerzos por alcanzarlo.

    Puede ser un problema si llega al camino y tiene tiempo de sacar el arco advirti Duffy. Sedetuvo para recuperar el aliento, y eligi una piedra del suelo. La lanz al aire y la agarr alvuelo para estimar su peso. No est mal.

    Ech atrs el brazo izquierdo y lo apoy contra una rama, se relaj y se qued a la esperaintentando ver al bandido, cuya huida entrecortada y jadeante deba orse a una legua dedistancia.

    Finalmente pudo verlo, junto al camino, recortado contra el cielo. El brazo de Duffy lanz lapiedra hacia arriba con toda la fuerza que pudo acumular. Un instante despus el bandido seretorci violentamente y cay hacia atrs, fuera de la vista.

    Te pill, hijo de puta pens Duffy mientras continuaba la escalada. Tard varios minutos enconseguirlo, pero cuando por fin se plant en el camino sigui sin or nada del bandidoalcanzado por la piedra. Supongo que le di en la cabeza pens el irlands, sombro y lohe matado.

    Sin embargo, se sinti animado al ver su caballo, con los suministros intactos todava,escarbando el suelo con el hocico unos pocos pasos ms all.

    Hola, caballo llam, acercndose al animal. El caballo alz la cabeza y mir a su dueo sinentusiasmo. Y dnde estabas, bestia, cuando yo tena problemas montaa abajo? Eh? Elcaballo apart la mirada, claramente aburrido. Duffy sacudi la cabeza pesaroso y mont. En

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    marcha, criatura sin corazn.

    A primeras horas de la tarde la carretera se haba convertido en un amplio repecho que seextenda por la serpenteante cara de una pared de roca. El suelo estaba cubierto de piedrasgastadas que hacan las veces de pavimento, y el lado del precipicio estaba bordeado por unafrgil cerca de palos ajados. Cuando el sol se hallaba slo a unos pocos palmos por encima de

    los picos occidentales, Duffy lleg al Albergue de San Jacobo, un edificio con techo de pizarra yestrechas ventanas alojado entre dos enormes alas de granito alpino.

    No podra haberlo calculado mejor pens el irlands mientras diriga su caballo por elsendero hacia el albergue. Si esos asesinos no me hubieran retrasado esta maana, habrallegado demasiado temprano, y me habra visto tentado a continuar hasta llegar a otro refugio

    para pasar la noche, probablemente ni la mitad de agradable.

    La pesada puerta delantera se abri cuando Duffy desmontaba, y dos monjes salieron al pationevado.

    Buenas noches, extranjero dijo el ms alto. Fray Eustaquio llevar tu caballo al establo.Ven conmigo. Duffy sigui al monje al interior y se quit el sombrero y la capa en cuanto secerr la puerta. El estrecho vestbulo estaba iluminado por una antorcha que colgaba de una

    panoplia de hierro, y haba media docena de espadas apiladas en un rincn. Insistimos en quetodos nuestros huspedes dejen aqu sus armas dijo el monje.

    Duffy sonri mientras desenvainaba y le tenda la espada al religioso.

    Parece una buena idea, si consegus que todos la cumplan.

    No es difcil dijo el monje, colocando la espada ligera de Duffy con las dems armas. Elque no acepta pasa la noche fuera.

    Despus de la cena, la media docena de huspedes se sent alrededor de la gran chimenea abeber brandy. Varios lo hicieron en sillas de madera, pero Duffy se tumb en el suelo, la cabeza

    apoyada en el flanco de un gran perro dormido. El irlands se haba permitido una copa debrandy, considerndolo una precaucin contra el fro.

    Como haban accedido tcitamente a no discutir los motivos de su viaje, los huspedes pasaronel rato contando historias. Un italiano cont un mrbido relato sobre una chica de buena familiaque guardaba la cabeza de su palafrenero en una maceta, y que regaba la planta que creci enella con lgrimas. El monje que haba dejado entrar a Duffy relat una historia escandalosa yobscena de confusiones erticas en un convento, y Duffy narr la vieja historia irlandesa deSaeve, la esposa del hroe Finn Mac Cool, y de cmo se metamorfose en fauno.

    Un rechoncho caballero haba empezado a recitar un largo poema sobre el emperadorMaximiliano perdido en los Alpes cuando la puerta del albergue se abri de golpe. Un momentodespus un tipo fornido, ataviado con las pesadas botas y el abrigo de los guas entr en la sala,limpindose con impaciencia la nieve del bigote.

    Una noche fra, Olaus? pregunt el monje, que se puso en pie para servir una copa alrecin llegado.

    No respondi Olaus, tomando agradecido el licor. El invierno hace las maletas y regresaal norte. Dio un largo sorbo. Pero hay monstruos ah fuera esta noche.

    Duffy alz la cabeza, interesado.

    Monstruos?

    El gua asinti mientras se sentaba junto al fuego.

    S. Grifos, hombres serpiente, demonios de todo tipo.

    Los viste, Olaus? pregunt el monje, haciendo un guio de complicidad a los otros

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    huspedes.

    Olaus sacudi la cabeza gravemente.

    No. Muy pocos hombres los ven y viven. Pero hoy en Montasch los o cantar por la montaa,y al venir aqu me encontr en la nieve con varias huellas de pies que no son naturales. Me

    pregunt qu los tiene tan agitados.

    Oh, no s dijo el monje, como quien no quiere la cosa. Es posible que sea da festivopara los monstruos. Apuesto a que han abierto los barriles de cerveza de la primavera.

    Olaus, consciente de que se estaban burlando de l, se hundi en un hosco silencio.

    Eso me recuerda pens Duffy... Me pregunto cmo ser la cerveza Herzwesten Bock.Confo en que ese tal Gambrino conozca su trabajo y no haya dejado que se estropee.

    Duffy bostez. El brandy, junto con el agotamiento del da, le haca sentir sueo. Se levant concuidado, para no despertar al perro.

    Creo que me voy a retirar, hermano dijo. Dnde puedo encontrar un camastro?

    El monje se volvi hacia el irlands con una sonrisa que Duffy haba visto antes en las caras delas monjas viejas que atendan a los soldados heridos: la sonrisa tranquila de quien se hadeclarado neutral y puede permitirse ser corts con todos los bandos y facciones.

    Por esa puerta dijo, indicando con un gesto. El desayuno ser al amanecer.

    Algo aturdido, Duffy asinti y se encamin a la puerta sealada. Por un instante, y sin ningnmotivo concreto, se pregunt si la incredulidad del monje hacia las declaraciones de Olaus

    poda ser fingida. Era un pensamiento sin sentido, y lo descart.

    Haba veinte camastros en la habitacin de al lado, montados en las paredes como si fueranestanteras. Duffy dej sus botas en el suelo y se encaram a uno alto. Una manta se extendasobre las tablas, y se tendi encima, acurrucndose en la capa y usando la mochila comoalmohada. En la otra habitacin poda or el bajo murmullo de los otros huspedes diciendo una

    oracin.Me march justo a tiempo, pens con una sonrisa.

    Se dio la vuelta y se puso a dormir, y so con una muchacha vienesa llamada Epiphany.

    Nev durante la noche, ycuando Duffy se dirigi al establo a la maana siguiente para ensillarel caballo, el aire estaba tan fro que los dientes le dolan al inhalar. El caballo agit la cabeza y

    buf indignado, incapaz de creer que pretendiera hacerlo trabajar a esa hora.

    Despierta, vamos dijo Duffy al subirse a la silla. Ha salido el sol y esta maldita niebla sedispersar antes de las diez. A medioda habremos olvidado la maana que haca.

    Sin embargo, la niebla persisti con tenacidad, como si sus dedos brumosos se aferraran conresolucin a cada macizo. Duffy estaba ya en el paso de Peredil, y a la derecha del sendero el

    precipicio caa como si hubiera sido cortado con la precisin de un cuchillo, dando a la niebla lailusin de una pared brillante que complementaba la oscura pared de piedra de la izquierda. Unavez, para sondear la profundidad del abismo invisible, arranc una piedra de la cara de lamontaa y la lanz ms all del borde del sendero. No la oy golpear en ninguna parte.

    A media maana segn sus clculos, el sendero se ensanch al tiempo que se enroscaba en elamplio recodo del Martignac. Altares de viajeros, mojones y hombres de piedra marcabancon claridad el camino, incluso en la niebla, y Duffy se sinti ms cmodo y empez a cantar.

    Habis odo hablar del Pjaro Fulgente,

    [ms all de la isla de Man, al oeste?All ha zarpado el hombre en doradas galeras

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    [desde que el mundo naci, como hueste.

    Con canciones marineras, las velas pintadas

    llegamos entre sonoros gongs y trompetas

    tras aquello que Su Majestad antoja, el notable Pjaro Fulgente.

    Tenuemente, a travs de la niebla, Duffy haba conseguido ver en ocasiones un risco paralelo alsuyo, y ahora, al mirar hacia l, vio la silueta, enorme, de un caballo y su jinete.

    Dios nos ampare pens Duffy, echando mano por instinto a la empuadura de la espada.Ese hombre tiene como poco veinte pies de altura. Olaus tena razn.

    El oscuro gigante haba echado tambin mano a su espada, as que Duffy desenvain la suya yla blandi... y el gigante hizo exactamente lo mismo. El irlands se relaj un poco, escptico.Entonces volvi a guardar la espada y el gigante hizo lo mismo. A continuacin, Duffy extendilos brazos y los agit lentamente, como un pjaro voluminoso, y el jinete de las sombras ejecutla misma accin a la vez.

    Duffy se ri aliviado.

    No hay de qu asustarse, caballo dijo. Es tan slo nuestra sombra en la niebla.

    El caballo piaf, disgustado.

    El brillo lechoso del aire le deslumbraba y desorientaba demasiado como para mirarlodirectamente, y el irlands no apartaba la vista de sus manos, el sendero y los mojones que ibadejando atrs. Cuando mir de nuevo al jinete de las sombras, se sorprendi al ver todo undesfile de siluetas que lo segua. Escrut inquieto las formas grises, y luego se estremeci deautntico miedo.

    Una era un animal con cabeza de pjaro y el cuerpo de un gato gigantesco, y sus alas plegadasse agitaban sobre su amplia espalda al caminar. Tras l trotaba una cosa que pareca un lagarto,con la cabeza grotesca e irregular de un gallo.

    Si eso no es un basilisco, yo soy un padre confesor, pens Duffy mientras el sudor le corrapor dentro del cuello de la capa.

    Haba otras figuras en la sombra y silenciosa procesin: enanos, cangrejos monstruosos, ycosas que no parecan ser ms que nudos de tentculos agitndose. Todas las sombras saltaban,andaban a trompicones o avanzaban firmemente, como si hubieran caminado durante horas yan les faltaran muchas leguas para llegar a su destino. Y en medio cabalgaba la figura a caballoque era la propia sombra de Duffy.

    Como un nio que teme haber visto una cara blanca y sin ojos gimiendo en la ventana, Duffyapenas se atreva a respirar. Se apart lentamente del risco fantasmal y mir al frente, donde

    para su horror pudo ver un contorno difuso en la niebla.

    Supongo que habr algo a mi espalda pens, pero no pienso darme la vuelta ni loco.

    Qu quieren? chillaba asustada una parte de su mente, a la que intentaba no hacer caso contodas sus fuerzas. Una y otra vez repeta: Qu quieren?

    Su parte racional le aconsejaba que evitara movimientos sbitos y esperase a que las fantsticasbestias se marcharan.

    No lo hicieron. Cuando el brillo del cielo empez a remitir al llegar la tarde, Duffy an eraconsciente de que sus silenciosos compaeros de viaje lo seguan. El fro del miedo que le habaacompaado durante el largo da, haba dado paso a una especie de extrao asombro fatalista.Sin embargo, el caballo no pareca consciente de la presencia de las criaturas.

    Con la aturdida tranquilidad del hombre que est experimentando una conmocin, Duffy detuvoel caballo los animales de fbula tambin se detuvieron, y se dispuso a acampar bajo unsaliente de roca.

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    Obviamente estoy loco o condenado pens, pero al menos, puedo intentar calentarme.

    Se puso a buscar lea, e incluso se acerco a uno de los monstruos para recoger un paloparticularmente bueno; la criatura, una especie de pjaro con cara de perro, agach la cabeza yse retir de un salto.

    El irlands se arrastr para pasar bajo el recodo de roca y amonton la lea. Sac la caja deyescas y coloc unos cuantos pellizcos de la masa cuidadosamente guardada en la base de la

    pila de troncos y ramas. La niebla haca que la lupa fuera intil, as que empap una parte delcombustible con unas cuantas gotas de brandy y luego arranc chispas a la empuadura de laespada con el pomo del cuchillo. El clink... clink... clink... era el nico sonido en el fro silencio.Finalmente, una dbil llamarada danz sobre la madera, y poco despus el fuego habaaumentado lo suficiente para iluminar el exiguo refugio donde estaba Duffy. Plenamenteconsciente de ser el nico ser humano que haba en una docena de heladas leguas a la redonda,

    bendijo el aleteo del fuego, pues enmascaraba la ominosa quietud de la negrura que quedabams all.

    Bebi un montn de brandy, y luego se acurruc en la capa de piel. Ahora pudo suponer que losmonstruos haban sido una ilusin, un efecto del difuminado sol, la niebla y la nieve.

    Se habrn ido por la maana, se dijo.

    No se haban ido. Cuando abri los ojos al amanecer, el corazn se le encogi en el pecho al verun semicrculo de altas figuras parecidas a grgolas a una docena de pasos de distancia; la nieblaacumulada en sus alas y sus cuernos indicaba que haban pasado all toda la noche, y si nohubiera sido por el brillo de alerta en sus ojos, Duffy probablemente habra tratado de creer queeran estatuas.

    Despus de que Duffy se levantara y diera de comer al despreocupado caballo, mordisqueara unpoco de embutido y ayudara a bajarlo con fro vino, dos de las cosas retrocedieron, abriendo elsemicrculo. Duffy, obediente, mont en la silla y continu cabalgando, y las dos criaturas quele haban dejado pasar se adelantaron para guiar el camino mientras el resto se pona enmovimiento detrs del irlands.

    El cielo de aquella maana de domingo era de un claro azul cobalto, y los picos de las montaasque se recortaban contra l habran parecido papeles blancos arrugados y cortados con unanavaja si la sensacin de enorme distancia y espacio no hubiera sido tan abrumadora. El alientode Duffy permaneca flotando tras l en medio del aire helado y rarificado de aquellas enormesalturas, y el irlands sinti que caminaba por el mismo borde del mundo, ms cerca de los reinosdel cielo que del clido corazn de la tierra.

    En cierto momento lleg a una bifurcacin que marcaba dos rutas posibles en torno a un macizode granito: una ruta nueva que bajaba serpenteando a la izquierda, con altares y mojones bienconservados que indicaban un trfico firme, y otra ruta que segua ascendiendo y cuyos viejosmarcadores, aunque asomaban entre la nieve, no haban sido utilizados desde haca al menosvarias estaciones; el extrao desfile continu sin pausa por el antiguo sendero. Duffy frunci elceo, pues haba esperado vagamente toparse con algn grupo de viajeros que espantaran aaquellos fantsticos animales. Se dio la vuelta y mir a la docena de seres que lo seguan.

    Supongo que no importa reflexion desanimado. De todos modos habra tenido que ser ungrupo jodidamente grande, y bastante temerario.

    Giraron de nuevo cuando el sol se encontraba unos pocos grados ms all del meridiano. Nohaba marcadores para definir este nuevo camino entre acantilados, pero cierta regularidad en limplicaba que, en algn momento, haba soportado trfico.

    Duffy estaba casi a punto de dejarse llevar por el pnico.

    Adnde me llevan estas cosas? estuvo a punto de chillar en voz alta. Seguimosavanzando hacia el este, gracias al cielo, pero ahora nos hallamos varias leguas al norte de

  • 8/4/2019 Powers, Tim - Esencia Oscura

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    donde tendra que estar. Podr espantar a estas bestias? Y si lo consigo, ser capaz de rehac