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    Alejandro G. VigoPLATN, EN TORNO A LAS CONDICIONES Y LA FUNCIN DEL DILOGO COOPERATTpicos, nm. 9, 2001, pp. 5-41,Universidad Catlica de Santa F

    Argentina

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    TPICOS. Rev. de Filosofa de Santa Fe (Argentina) N 8/9, 2001

    PLATN, EN TORNO A LAS CONDICIONES YLA FUNCIN DEL DILOGO COOPERATIVO*

    Alejandro G. VigoUniversidad de los Andes, Santiago de Chile

    I.

    Uno de los temas que han ocupado con fuerza creciente elcentro de la atencin en los estudios platnicos de los ltimos trein-ta aos se refiere al empleo de la forma del dilogo por parte dePlatn como medio de realizacin y vehculo del pensar filosfico.La discusin en torno a las razones de la decisin de Platn por esa peculiar forma de ejecucin y expresin del pensamiento, as comoen torno a la funcin y el alcance de la forma dialgica y su co-nexin con el contenido mismo de la filosofa platnica, alcanz enlos ltimos tiempos una intensidad y un grado de diferenciacinhasta entonces desconocidos1.

    A ello han contribuido, en mi opinin, dos tipos de razonesdiferentes, pero conectados entre s. En primer lugar, hay razones

    que se vinculan de modo directo con el desarrollo inmanente de la propia investigacin platnica. Aqu hay que mencionar, ante todo,la redefinicin del marco general de discusin de la obra platnica producida por la aparicin y la extensin de la corriente interpreta- * El presente trabajo fue ledo como conferencia para la Seccin de Lgica y Filosofa de la Cienciadel Centro de Estudios Filosficos Eugenio Pucciarelli, Academia Nacional de Ciencias de BuenosAires, Buenos Aires, Argentina, 5 de diciembre de 2000. Por sus observaciones y comentarios agra-dezco a los asistentes a la conferencia, en particular, a los Profs. Jorge A. Roetti (Universidad Nacio-nal del Sur, Baha Blanca), Alejandro Cassini y Javier Legris (ambos de la Universidad de BuenosAires). Por haberme recordado la importancia de la referencia a la caracterizacin aristotlica de laerstica en Ref. Sof. 2 y Tp. I 1 (vase infra nota 8) agradezco a las Profs. Graciela Chichi y GabrielaRossi (ambas de la Universidad de La Plata). Por sus observaciones y comentarios agradezco tambina la Prof. Patricia Moya Caas (Universidad de los Andes).1 Los escritos de Schleiermacher sobre Platn estn ahora reunidos enSchleiermacher (1804-1828),

    donde se incluyen no slo las introducciones a las traducciones de los diferentes dilogos, sino

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    tiva impulsada, desde fines de los aos 50 y comienzos de los 60, por los primeros representantes de la llamada Escuela de Tubinga(H. J. Krmer, K. Gaiser) y, luego, por sus continuadores y difuso-res (actualmente, sobre todo, Th. Szlezk y G. Reale). Como sesabe, esta corriente de interpretacin centrada en el intento derecuperacin del Platn oculto tras los dilogos, a partir de los tes-timonios de la tradicin indirecta referidos a sus as llamadas doc-trinas no escritas (grapha dgmata) se presenta a s misma co-mo una reaccin frente al modelo interpretativo ms difundido des-de Schleiermacher, que no slo busca en los dilogos mismos el pensamiento de Platn, sino que, en sus variantes ms ejemplares,tiende a ver en el dilogo la forma de despliegue, si no nica, almenos ms apropiada para un pensamiento caractersticamenteabierto y no-dogmtico2. Se tratara aqu de un pensamiento que

    2 Los escritos de Schleiermacher sobre Platn estn ahora reunidos enSchleiermacher (1804-1828),donde se incluyen no slo las introducciones a las traducciones de los diferentes dilogos, sinotambin las lecciones sobre Scrates y Platn. Desde el punto de vista de los representantes de lalnea interpretativa inaugurada por la Escuela de Tubinga, Schleiermacher aparece como el fundadorde un nuevo paradigma en la interpretacin platnica, que al concentrar la atencin exclusivamenteen los dilogos, como consecuencia de la asuncin de la existencia de una conexin esencial entre pensamiento y modo de expresin en la filosofa platnica, habra relegado por primera vez al tras-fondo al Platn de las doctrinas no-escritas, el cual se haba mantenido presente, de diversos modos,en la recepcin a lo largo de toda la historia, a causa de la vigencia incuestionada del paradigmainterpretativo neoplatnico. La interpretacin de Schleiermacher habra sido as, de hecho, causadirecta del casi completo olvido del Platn no-escrito en la posterior investigacin platnica. Pordetrs de este desarrollo tpicamente moderno se encontraran, en un comienzo, motivaciones anti-esotricas, que luego terminaron asocindose a otras de carcter directamente anti-metafsico. Paraesta estilizacin de la figura de Schleiermacher y la caracterizacin del nuevo paradigma interpre-tativo instaurado por l vase Reale (1997) esp. p. 54-59. En el mismo sentido vase tambin Krmer(1958) pp. 18 y (1986) pp. 40-45; Szlezk (1985) pp. 331-336, 364-369 y (1993) pp. 42-48. En rigor,la situacin es bastante ms compleja. A pesar de enfatizar la importancia de la forma del dilogo ysu conexin esencial con el pensamiento platnico, el propio Schleiermacher jams adopt unainterpretacin no ya escptica, sino ni siquiera estrictamente no-doctrinal de Platn. Por el contrario,en el marco de su concepcin caracterstica de la hermenutica romntica, Schleiermacher suscribauna interpretacin sistemtica de Platn, en la cual la totalidad de la obra del filsofo deba serexplicativamente expuesta a partir de la comprensin del ncleo especulativo esencial del que emanacomo un todo orgnico el pensamiento platnico. Los principios que guiaban la interpretacin deSchleiermacher venan sugeridos, en definitiva, por su propia concepcin hermenutica, particular-mente, por su concepcin de las oposiciones dialcticas todo-individual y todo-parte como clave de lainterpretacin textual y, asociada a ella, por su peculiar concepcin del crculo hermenutico. Paraeste punto en la hermenutica de Schleiermacher vase la buena discusin en Flamarique (1999) p.268-281. Que, de hecho, haya sido la reivindicacin del dilogo el aspecto de la interpretacin de

    Schleiermacher que ms influy sobre la posterior investigacin platnica es, desde luego, una

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    vera su ms pura realizacin como pensamiento en el proceso vivodel filosofar mismo, ms que en las formulaciones proposicionalesa las que dicho proceso pueda eventualmente conducir, las cuales,desvinculadas de l, quedan cristalizadas en meras tesis, por asdecir, en estado de flotacin libre, y resultan de este modo inme-diatamente vaciadas de buena parte de su significado originario.ste slo es completamente capturable por referencia al trasfondo provisto por el contexto de experiencia al que quedan referidas ta-les formulaciones, que las posibilita y motiva, y que no puede sernunca reproducido exhaustivamente por ellas3. Es justamente en elmarco de la oposicin as bosquejada entre un Platn consideradocomo pensador caractersticamente no-dogmtico y no-constructivo, situado firmemente en la tradicin socrtica y repre-sentante, como tal, de una concepcin fundamentalmente dialgicadel pensar filosfico, por un lado, y un Platn fuertemente sistem-tico y constructivo, impulsado por una aspiracin especulativa decarcter totalizador y, como tal, incluso predecesor directo de lossistemas derivacionistas caractersticos del pensamiento neoplat-nico, por el otro, donde la cuestin vinculada con la decisin por la

    cuestin diferente. Para una buena discusin crtica de la presentacin del papel de Schleiermachercomo intrprete de Platn por parte de la Escuela de Tubinga y sus seguidores vase ahora Steiner(1996).3 En un brillante y polmico libro, W. Wieland ha desarrollado una interpretacin de conjunto del pensamiento platnico que pone en el centro del inters de dicho pensamiento la temtica referida alos lmites de la comunicabilidad por va proposicional y, asociada a ella, la de la estructura y laimportancia de las formas no proposicionales del saber, esto, del saber prctico-disposicional, talcomo ste queda reflejado en la figura de Scrates, que es la figura destinada en la obra platnica precisamente a encarnar dicho tipo de saber. Vase Wieland (1982); para la funcin y la importanciade la forma del dilogo vase esp. 50-83. Un resumen de algunas de las tesis centrales de este libro puede leerse en Wieland (1991). Retomando algunos de los motivos bsicos de la interpretacin deWieland, F. Gonzlez ha desarrollado ahora una instructiva interpretacin de conjunto de la dialctica platnica y su prespuestos dialgicos. Vase Gonzlez (1998). La importancia de la decisin platni-ca por la forma del dilogo ha sido enfatizada y justificada desde distintos puntos de vista tambin por intrpretes situados en otras tradiciones interpretativas. Ya A. Koyre, en un excelente libro deintroduccin a Platn, haba enfatizado la irreductibilidad del dilogo platnico, advirtiendo sobre laimposibilidad de comprender adecuadamente los escritos de Platn, si se los lee al modo de tratadosy se reduce la forma dialgica a la funcin de un mero revestimiento exterior. Vase Koyr (1962) p.13-21. Desde una perspectiva ms cercana a la filosofa analtica, tambin M. Frede ha defendido laimportancia y la irreductibilidad de la forma dialgica en el pensamiento de Platn, enfatizando quela decisin por la forma del dilogo vendra motivada por la concepcin de Platn en torno al estatuto

    de las tesis y las argumentaciones filosficas. Vase Frede (1992).

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    forma del dilogo y otros problemas conexos, tales como los que plantea la crtica platnica a la escritura (cf. Fedro 274b-278e y, deotro modo,Carta VII 341a-342a), han podido adquirir nueva rele-vancia y convertirse en tpicos centrales para cualquier interpreta-cin del pensamiento platnico generada dentro del marco interpre-tativo abierto por dicha oposicin. Por cierto, en los ltimos tiem- pos, se ha intentado mediar de diferentes modos entre los extremosantes indicados, ya sea tratando de mostrar la compatibilidad entreel sistema derivacionista del Platn no-escrito, por un lado, y laimportancia concedida a la dimensin dialgica y a las formas no proposicionales del saber en el Platn de los dilogos, por el otro4;ya sea, inversamente, reinterpretando los dilogos en trminoscompatibles con la visin de Platn como un filsofo sistemtico,sobre la base de hiptesis de corte unitarista y tendencialmente sis-tematicista, tales como, por ejemplo, la que postula la existencia deuna intencin didctica, presente desde el comienzo mismo de la produccin literaria de Platn, en la secuencia expositiva de losdilogos, la cual apuntara a revelar gradualmente una concepcinfilosfica que hasta el final del perodo de madurez, cuando menos,no se habra visto sujeta a variaciones decisivas5. Sin embargo, elsurgimiento de este tipo de intentos compatibilistas, en cualquierade las direcciones posibles, no desmiente, sino que, por el contra-

    rio, ms bien confirma de modo indirecto la centralidad de la tem-tica vinculada con el dilogo en la actual investigacin platnica.

    4 Vase, por ejemplo, Figal (1994).5 Una interpretacin en esta lnea, segn la cual la secuencia expositiva de los dilogos respondera anecesidades fundamentalmente didcticas en la presentacin de una doctrina concebida, en lo esen-cial, de antemano se encuentra ampliamente desarrollada en Kahn (1996). Bien entendido, la doctrinaa la que apuntara la intencin didctica de Platn no es, en la reconstruccin de Kahn, la concepcinde los principios correspondiente a las doctrinas no escritas, sino la Teora de las Ideas, tal comosta es presentada en los dilogos del perodo medio, a partir del Simposio y el Fedn. A partir delreconocimiento de tal intencin didctica por parte de Platn, la correcta interpretacin de los dilo-gos del perodo temprano vendra posibilitada por lo que Kahn denomina su lectura prolptica, esdecir, aquella que ve en ellos un intento de introduccin, progresivamente graduado, de la Teora delas Ideas (cf. Kahn p. 41 s., 59-65, 148 ss., 163 ss. et passim). De este modo, aunque sin referenciadirecta a las doctrinas no escritas, que ni siquiera menciona, el Platn de Kahn adquiere, de todosmodos, un perfil ms marcadamente sistemtico que en las interpretaciones evolutivas ms habitua-

    les.

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    El segundo tipo de razones que explican el protagonismoadquirido por el problema relativo a la decisin platnica por laforma del dilogo tiene que ver, por su parte, con el desarrollomismo de la filosofa en las ltimas dcadas y, en particular, conlas tendencias dominantes en el pensamiento centroeuropeo post-heideggeriano. En efecto, buena parte de las corrientes de pensa-miento ms influyentes en la filosofa centroeuropea y, en particu-lar alemana, se caracterizan, precisamente, por el rasgo compartidode buscar una nueva orientacin, en el intento por replantear y re-elaborar algunos de los problemas fundamentales de la filosofa, a partir de una recuperacin de la dimensin dialgica en el pensarfilosfico. Corrientes en otros aspectos tan diversas entre s comola hermenutica, la tica del discurso y el constructivismo opera-cionalista comparten dicha orientacin bsica, en la medida en quetodas ellas buscan en la dimensin dialgica el punto de partida para respectivos intentos de reconstruccin de la racionalidad ensus estructuras fundamentales. En efecto, tanto la concepcin her-menutica del proceso dialgico-interpretativo de la comprensincomo el intento de fundamentacin discursiva de la tica a partir dela idea del dilogo libre de dominio y el programa operacionalistade reconstruccin de la lgica por medio del formalismo de los juegos dialgicos proveen claros ejemplos de dicha (re)orientacin

    metdica bsica en el intento por reconstruir filosficamente lascondiciones y la estructura de la racionalidad como tal. Ahora bien,no resulta en absoluto casual que en un contexto filosfico de dis-cusin marcado por la aparicin y el auge de estas tendencias lainvestigacin especializada del pensamiento de Platn haya tendi-do, por su parte, a centrar su atencin precisamente en los proble-mas interpretativos vinculados con el significado y el alcance de ladecisin platnica por la forma del dilogo. Viceversa, tampoco puede resultar sorprendente el hecho de que en el origen mismo deuna de las mencionadas corrientes contemporneas de pensamiento,como lo es la hermenutica filosfica impulsada por Hans-GeorgGadamer, la recepcin de Platn haya jugado un papel desencade-

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    nante y motivador poco menos que central. En efecto, el propioGadamer ha sealado en ms de una oportunidad que la concepcin platnica de la dialctica y la correspondiente concepcin del pen-samiento (dinoia) como un dilogo (dilogos) del alma consigomisma ( prs hautn) (cf. Sofista 263e3-5; 264a9-b1) proveen unode los puntos de partida inmediatos de la hermenutica filosficacomo teora de las condiciones de posibilidad de la comprensin6.

    II.Ahora bien, adems de valerse de hecho de la forma del di-

    logo como medio de realizacin y expresin del pensamiento filo-sfico, Platn convierte al dilogo como tal en objeto de reflexintemtica en no pocos lugares de su obra, particularmente, en losdilogos habitualmente llamados socrticos, correspondientes al perodo temprano dentro su produccin literaria. Por cierto, estatematizacin no tiene lugar en la forma de un abordaje directo del problema de la estructura, la finalidad y los presupuestos del dilo-go en sus diversas formas posibles, que hiciera de dicho problemael objeto central de una discusin en el marco de un dilogo filos-fico: de hecho, Platn no ha escrito un dilogo temticamente dedi-cado al problema del dilogo. Sin embargo, dispersos a lo largo delos escritos platnicos, en especial los del perodo temprano, hay

    6 Vase el tratamiento gadameriano en torno al carcter ejemplar de la dialctica platnica y la lgi-ca de la pregunta y la respuesta, con el correspondiente intento de elucidacin del fenmeno herme-nutico a partir del modelo de la relacin dialgica entre dos interlocutores en Gadamer (1960) pp.368-384. Vase tambin el intento de extensin del modelo de la relacin dialgica al caso de laexperiencia esttica en Gadamer (1985) pp. 6 ss. Tambin en el tratamiento del motivo fundamentaldel crculo del comprender (Zirkel des Verstehens) Gadamer enfatiza la conexin con la estructuradialgica. Vase Gadamer (1959) p. 58 ss., (1968) pp. 112 ss. y, de otro modo, tambin (1983)pp.332 ss. Las interpretaciones de Gadamer en torno a la obra de Platn estn reunidas ahora en Gada-mer (1991). Para la recepcin del motivo platnico del pensamiento como dilogo del alma consigomisma vase pp. 107, 111, 161, 263, 269, 283. Sobre la importancia de este motivo platnico vase elveredicto en Gadamer (1970) pp. 200: Und sich etwas denken heit, sich etwas sagen. Insofern hat Plato das Wesen des Denkens, wie ich meine, vllig richtig erkannt, wenn er es den inneren Dialogder Seele mit sich selbst nennt, einen Dialog, der ein bestndiges Sich-berholen, auf sich selbst undauf seine eigene Meinungen und Ansichten zweifelnd und einwendend Zurckkommen ist.Para el papel de la concepcin dialgica del pensar en la hermenutica de Gadamer vese la buena discusinen Grondin (1991) pp. 152-159. Para la recepcin gadameriana de Platn, en general, vase Renaud

    (1999).

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    unos cuantos pasajes en los cuales, en el curso del dilogo mismose reflexiona desde diferentes puntos de vista y con diferente gradode detenimiento y detalle, sobre la finalidad, la estructura y lascondiciones de posibilidad del dilogo en algunas de sus posiblesformas.

    Como queda dicho, no todos esos pasajes son del mismo ti- po ni poseen el mismo alcance y la misma finalidad especfica de-ntro del contexto pragmtico de discusin en que estn insertos.Pero es significativo que, ms all de su diferente alcance y funcinen el contexto, dichos momentos de reflexin expresa sobre la es-tructura del dilogo suelan venir motivados por el hecho de que, dediferentes modos, los interlocutores han hecho inmediatamente laexperiencia de haber fracasado, total o parcialmente, en aquello quese proponan como objetivo primario del dilogo concreto quehaban emprendido. Que esto sea as no resulta sorprendente, yaque los dilogos platnicos, a diferencia de los dilogos formaliza-dos empleados, por ejemplo, en las reconstrucciones operacionalis-tas, pretenden reflejar en toda su complejidad las condiciones efec-tivas del contexto real-pragmtico en el cual se desarrollan los di-logos no formalizados, tal como stos tienen lugar en el mbito propio del uso habitual del lenguaje. En ese mbito, a diferencia delo que ocurre en contextos formalizados o cuasi-formalizados y enlos diferentes tipos de contextos reglados estipulativamente, la re-flexin sobre las condiciones que satisface o debe satisfacer la co-municacin dialgica no son tematizadas de antemano. Ms bien seda inicio aqu al dilogo sin haber realizado antes acuerdos expre-sos acerca del modo de proceder en el dilogo mismo, y se asumetcitamente que el dilogo correr por carriles ms o menos previ-sibles, de acuerdo con los estndares de una conversacin normal,en la que rigen de alguna manera las normas bsicas de comporta-miento de la cultura o el ncleo social al que pertenecen los interlo-cutores. En estos casos, ni siquiera es necesario que los interlocuto-res se hayan puesto previamente de acuerdo en la finalidad o el

    tema del dilogo en el que van a embarcarse, aunque ello pueda

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    ocurrir efectivamente con alguna frecuencia. Pero, en todo caso, lareflexin de naturaleza metdica acerca de las condiciones, la re-glas y los objetivos ltimos del juego dialgico no suele jugar aquningn papel relevante al inicio del dilogo mismo, y slo puedetener lugar de modo circunstancial, una vez que el dilogo mismoya ha comenzado y, sobre todo, una vez que se ha constatado algndesacuerdo o desajuste concreto y relevante con referencia al temaen discusin o al modo de proceder en ella, lo cual lleva a los inter-locutores a plantearse y abordar preguntas situadas en un nivel dereflexin superior, en el que se hace objeto de tematizacin aquelloque antes se asuma slo de modo implcito y tcito.

    No es en absoluto casual que, entre los pasajes dedicados ala reflexin expresa sobre la estructura y la funcin del dilogo, losejemplos ms representativos se encuentren precisamente en dilo-gos en los cuales Scrates tiene como interlocutores principales aconocidos personajes que, en su calidad de sofstas o bien de orado-res, se presentaban como profesionales calificados en el uso pbli-co de la palabra. As, por ejemplo, en el Eutidemo, junto a una v-vida pintura de la prctica de la discusin erstica, tal como staqueda encarnada en la figura de Eutidemo y Dionisodoro, Platnintroduce, distribuidos a lo largo del desarrollo del dilogo, variosmomentos de reflexin expresa por parte de Scrates acerca de lamodalidad, estructura y finalidad del dilogo erstico como tal. As,dicha especie de dilogo queda caracterizada expresamente comoun tipo de lucha o confrontacin agonal en la que, como en el Pan-cracio, se busca derribar al adversario (271c-272a), y como un jue-go que no puede ser tomado en serio, pues aunque logre su objetivode humillar pblicamente al rival, no permite avanzar en nada en elconocimiento de la verdad (278b). En rigor, los pasajes del Eutide-mo en los que se reflexiona sobre el dilogo apuntan, ante todo, aenfatizar el contraste entre la actitud sofstica, tal como sta quedaretratada a travs del juego del dilogo erstico, por un lado, y laactitud propiamente filosfica, que a travs del ejercicio dialctico

    tiene por objetivo ltimo no la victoria sobre el interlocutor y rival,

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    sino el logro compartido con l de la aproximacin a la verdad so- bre el asunto tratado en cada caso7. Con todo, ms all de estasreferencias a la cuestin ms general de la naturaleza y la finalidaddel dilogo, no falta tampoco en el Eutidemo algn pasaje de cortems marcadamente metdico-procedimental, en el cual, sobre la base de la experiencia hecha en los intercambios precedentes, S-crates plantea expresamente la cuestin acerca del procedimiento ylas reglas a emplear en la discusin subsiguiente. As, en 295b-d setematiza la necesidad de establecer la regla segn la cual el interro-gado tiene derecho a precisar el alcance de preguntas que estnformuladas de modo ambiguo, y la posterior discusin, en 295e-296d, ilustra en concreto la aplicacin y la importancia prctica dedicha regla, pues Scrates apela reiteradamente a la tcnica de pre-cisar por medio de agregados los trminos que estn tomados demodo ambiguo o indeterminado en las preguntas de los sofistas,con lo cual logran desbaratar de antemano muchas de sus estrate-gias argumentativas preferidas, basadas en el recurso consciente adeterminadas especies de falacias8.

    7 Para el contraste entre la actitud sofstica y la actitud filosfica vase especialmente el dilogo finalentre Scrates y Critn en 304b-307c. En rigor, el tema de la oposicin entre dialctica (filosofa) yerstica (sofstica) domina todo el dilogo. Vase la buena discusin en Gonzlez (1998) pp. 94-128.Como acertadamente enfatiza Gonzlez, la diferencia entre dialctica y erstica no concierne esen-cialmente ni a la validez formal de los argumentos empleados ni tampoco a los resultados eventual-mente obtenidos en cada caso; la diferencia concierne ms bien a lo que en cada caso se pone demanifiesto a travs del mtodo argumentativo como tal: en un caso, la plenitud de contenido de ladialctica y, en el otro, la vacuidad de la erstica (cf. pp. 116). Esto tiene que ver inmediatamente conel hecho, enfatizado por Scrates en el texto, de que la prctica erstica no presupone de parte del quela ejecuta ningn tipo de identificacin con los contenidos proposicionales puestos en juego en cadacaso en la argumentacin. Es precisamente en atencin a dicha falta de identificacin como Scrates puede caracterizar a la discusin erstica como un juego falto de seriedad, pues carece como tal detodo carcter vinculante. Por este lado se ve ya claramente que lo que est en juego en la oposicinentre sofstica y dialctica es, en definitiva, una diferencia relativa a la finalidad misma con la que seemprende en cada caso el juego dialgico, diferencia que remite, en definitiva, a una diferencia en lasconcepciones del bien que subyacen a la actitud filosfica y la actitud sofstica, respectivamente. Parala caracterizacin de la erstica como fundada en una cierta concepcin del bien en Platn y su co-nexin con la caracterizacin de Aristteles vase las buenas observaciones en Narcy (1984) pp.77-81.8 Si bien la diferencia de fondo entre el dilogo genuino y la discusin erstica remite, en principio, auna diferencia en la actitud inicial y la concepcin del bien con la que se ingresa al dilogo, y no auna diferencia de carcter formal relativa a la estructura interna del juego dialgico mismo, no deja

    de ser cierto que de tal diferencia de actitud se derivan tambin consecuencias importantes de alcance

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    Un ejemplo an ms representativo de la presencia de mo-mentos de reflexin expresa sobre la estructura, los presupuestos yla finalidad del dilogo se encuentra en el Protgoras, concreta-mente, en el pasaje 334c-335c. Tambin en este caso la reflexinde carcter metdico viene inmediatamente motivada por lo que losinterlocutores experimentan como un fracaso, cuando menos par-cial, de los intentos realizados a lo largo de la discusin desarrolla-da hasta all. Concretamente, dicho fracaso tiene que ver aqu demodo inmediato con la actitud calculadora de parte de Protgoras,consistente en abandonar por razones de conveniencia circunstan-cial el juego dialgico, que haba iniciado de comn acuerdo conScrates, basado en el intercambio de preguntas y respuestas talesque por su brevedad y por su simplicidad temtica, con arreglo al principio procedimental mnimo de discutir un punto por vez, pu-dieran servir a los fines de un intercambio genuino y controlable deargumentos y contra argumentos relativos a una determinada tesis.En efecto, al verse en dificultades, Protgoras recurre al expedientede extender sus respuestas al modo de discursos monolgicos enlos cuales combina, al mismo tiempo, una cantidad de elementosdiferentes, cada uno de los cuales merecera, a su vez, una discu-sin por separado (cf. 333e-334c). Sin embargo, ya al comienzo dela conversacin con Scrates, y ante los elogios que ste le dirige

    por sus habilidades de orador consumado, Protgoras haba queda-do comprometido, de algn modo, a mostrar que era realmente ca-

    formal-procedimental. Una de las ms notorias concierne al recurso a argumentos falaces: un dilogogenuino de tipo no erstico excluye, por principio, el recurso consciente a la falacia con fines dedefensa de las propias tesis o de refutacin de las tesis asumidas por el interlocutor, al menos, para elcaso de contextos no declaradamente irnicos y privados de intencin pedaggica. Por el contrario,una de las caractersticas habituales ms salientes del dilogo erstico reside en el recurso conscientey sistemtico a argumentos falaces, empleados con fines refutatorios o para confundir al interlocutor.En tal sentido, Aristteles identifica expresamente el recurso consciente a la falacia, sea material oformal, como una de las caractersticas esenciales de los procedimientos de tipo erstico (cf. Ref. Sof.2 con el comentario de Dorion [1995] p. 215 nota 20 ad 165b8; vase tambin Tp. I 1, citado ycomentado por Dorion). Como veremos ms abajo, la mencionada diferencia de actitud inicial serefleja tambin, desde el punto de vista estructural, en la diferente funcin que se asigna a la refuta-cin en el dilogo genuino y el (pseudo)dilogo erstico, diferencia que revela, a su vez, una diver-gencia ms profunda en el modo de interpretar las nociones de xito y fracaso as como de victoria y

    derrota en cada uno de esos tipos de dilogo.

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    paz no slo de pronunciar largos discursos, sino tambin de llevaradelante un dilogo basado en preguntas y respuestas breves (cf.329a-b)9. Por lo mismo, ante el nuevo intento de escape de parte deProtgoras a travs del recurso a respuestas extensas de carctercuasi-monolgico, Scrates deja momentneamente de lado el temaque era objeto de la discusin (vgr. el problema de la identidad de sopha y sophrosne) para plantear expresamente preguntas de cor-te metdico-procedimental, referidas al modo de continuar la dis-cusin iniciada. En concreto, Scrates apela a la misma estrategiadel comienzo: a la vez que se declara desmemoriado e incapaz deseguir discursos largos y complejos, apela a la capacidad retricade Protgoras, que, segn se dice, le permitira hablar tan extensa otan sintticamente como quisiera, sobre cualquier tema (cf.334c-

    9 Scrates elogia aqu la capacidad excepcional de Protgoras como orador, por cuanto aventajara alos dems oradores justamente por el hecho de ser capaz no slo de realizar largos y bellos discursosmonolgicos, sino de sostener hbilmente interrogatorios basados en el intercambio de preguntas yrespuestas breves. Scrates aprovecha aqu uno de los ms tpicos recursos publicitarios de los orado-res, quienes, haciendo gala de su competencia, se presentaban como igualmente capaces para hablardel modo ms extenso o ms breve posible sobre cualquier asunto. Formulado en los trminos delvocabulario de la retrica antigua, se presentaban como expertos tanto en la makrologa como en la brachyloga. La tendencia a refugiarse en el mbito de los largos discursos monolgicos es un tpicorecurrente en la crtica del Scrates platnico a los oradores (vase Gorgias 449b; Hipias Menor373a; Fedro 267b). En el caso concreto de Protgoras, el elogio de Scrates tiene, como salta a lavista, un carcter doblemente irnico: por un lado, el elogio es, en la forma en que Scrates lo formu-la, bastante poco justificado en ese momento del dilogo, pues hasta all, lejos de poner de manifiestosu capacidad para la brachyloga, Protgoras no ha hecho ms que extenderse en largos discursos eincluso ha narrado un mito referido al origen de la civilizacin y las artes; por otra parte, resultaevidente que el elogio de Scrates constituye una argucia para forzar a Protgoras a adoptar la moda-lidad de dilogo cultivada por el propio Scrates, pues Protgoras que se ha presentado a s mismocomo un genuino sofista, es decir, como maestro de oratoria y tambin de virtud (cf. 316e-319a) no puede aparecer ahora ante el pblico como incapaz de seguir adecuadamente un juego dialgico de preguntas y respuestas; en cambio, Scrates que se declara ignorante, tanto en general como particu-larmente en materias de oratoria queda, por lo mismo, liberado de antemano de la necesidad demostrar competencia en el dominio de la makrologa. Por lo mismo, puesto que la posibilidad deldilogo queda sujeta a la buena voluntad de Protgoras para mantenerse en el plano en que Scrates puede moverse con alguna comodidad, Scrates queda desde el comienzo, paradjicamente, en lasituacin ventajosa de poder llevar la discusin en el modo en que le es acostumbrado. Que Platnelabora la situacin dramtica apuntando conscientemente a poner en juego todo este conjunto deelementos y conexiones lo confirma claramente el hecho de que tambin en el Gorgias Scrates apelaal elogio de la capacidad oratoria de su interlocutor y a la oposicin entre makrologa y brachyloga,y ello con el fin de alcanzar exactamente el mismo resultado, es decir, para forzar al interlocutor arenunciar a las exposiciones monolgicas extensas y a mantenerse en el mbito del juego dialgico

    de preguntas y respuestas (cf. 449b-c, 461d-462a).

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    335a). De este modo, Scrates traslada a Protgoras la responsabi-lidad de la decisin acerca de la posibilidad de continuar el dilogo, pues, siendo competente tanto en lamakrologa como en labrachyloga, es Protgoras quien debe adaptarse a un interlocutorinferior como Scrates, que slo puede seguir adecuadamenterespuestas breves y restringidas en cada caso al punto en discusin. No deja de ser significativo el hecho de que Protgoras se muestreremiso a aceptar esta argumentacin. De hecho, replica apelando asu derecho a atenerse a las reglas que ms le convienen y no a lasque favorecen al interlocutor (cf. 335a). Puesto que Scrates, por su parte, reitera su imposibilidad de continuar, salvo en lascondiciones antes mencionadas, la continuidad de la conversacinqueda seriamente amenazada, y slo la intervencin mediadora delos otros participantes en la discusin termina forzando aProtgoras, ms por vergenza a quedar mal parado frente al pblico que por voluntad propia, a continuar la discusin en lostrminos planteados por Scrates (cf. 335c-338b).

    Ahora bien, ms all de los aspectos de detalle vinculadoscon la magistral composicin de la escena lograda por Platn en eltexto, el pasaje del Protgoras es muy instructivo tambin desde el punto de vista sistemtico, a la hora de caracterizar la posicin dePlatn en torno a la funcin y las condiciones del dilogo. En estesentido, es muy significativo el hecho de que Protgoras, al intentarfundar su actitud de rechazo a las reglas propuestas por Scrates,deje ver claramente su concepcin acerca de la naturaleza y objeti-vo del dilogo como tal: Protgoras caracteriza al dilogo expresa-mente en trminos de una lucha o un combate de argumentos(eis agna lgn), donde el interlocutor es un contradictor uoponente (ho antilgn), con el cual no hay posible comunidad deintereses dentro del espacio del dilogo mismo, pues la finalidad dela confrontacin dialgica consiste, en definitiva, en mostrar supe-rioridad respecto del oponente (cf. 335a). Bajo tales supuestos, eldilogo tiene un carcter esencialmente no-cooperativo, pues est

    concebido, en definitiva, como un juego de suma cero. En este sen-

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    tido, es significativo el hecho de que, al plantearse la discrepanciaentre Scrates y Protgoras en torno a las reglas a adoptar para lacontinuacin del dilogo emprendido, el conflicto slo pueda sersolucionado a travs de la intervencin de terceros, que adoptan enese momento concreto, al margen de sus simpatas o lealtades conuno u otro de los interlocutores, la posicin de una instancia neutralde mediacin10.

    No es aventurado decir que, a travs de este recurso dram-tico, Platn apunta a poner de relieve no slo la necesidad de laexistencia de acuerdos o consensos mnimos de tipo procedimental para la posibilidad del dilogo, sino, al mismo tiempo, tambin lafragilidad intrnseca de dicho consenso mnimo, en tanto sustentode tal posibilidad. Con ello, Platn avista aqu un problema estruc-tural que afecta de modo directo tambin a algunos de los intentoscontemporneos de fundamentacin dialgica, por ejemplo, en elmbito de la tica: por una parte, no hay dilogo posible sin laaceptacin de ciertas reglas en el marco de un consenso formal- procedimental mnimo; pero, por otra parte, esas mismas reglas pueden convertirse, a su vez, en objeto de discusin temtica, yasea en el transcurso del dilogo mismo, ya sea como paso previo ala iniciacin del juego dialgico. Pero la discusin sobre las reglasdel dilogo constituye, a su vez, tambin un dilogo, el cual requie- 10 Cada uno de los dems participantes expresa el deseo de que la conversacin entre Scrates yProtgoras contine, aunque fundamentan la conveniencia de esa propuesta de modos en parte diver-sos. As, Calias adopta la posicin de Protgoras, pero sostiene que la conversacin debe continuar(336b), mientras que Alcibades hace suya la argumentacin de Scrates acerca de su incapacidad para seguir discursos extensos y desafa a Protgoras a que contine o bien reconozca su inferioridada la hora de dialogar por medio preguntas y respuestas breves (336b-d). Por su parte, Critias y Prdi-co adoptan una actitud de relativa imparcialidad, pero insisten en el deseo de los presentes de que laconversacin no quede trunca (336e-337c). Por ltimo, Hipias tambin adopta una posicin de relati-va imparcialidad, pero para fundarla apela a una versin de la doctrina del derecho natural que re-cuerda en parte a la de Calicles en el Gorgias: tanto Protgoras como Scrates tienen sus propiostalentos naturales, cada uno es igualmente hbil en su propio mbito de actividad, y son, en esesentido, parejos en fuerzas, de modo que cada uno debera ceder en parte, para que ambos puedanencontrarse en un punto medio entre sus respectivas exigencias, en el cual ambos puedan desplegarrazonablemente sus capacidades (337c-338b). Como se seala en el texto, esta propuesta caus lainmediata aprobacin del pblico presente (338b), es decir, se impuso en definitiva una posicin

    compatibilista.

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    re la previa existencia de un consenso mnimo acerca del modo enque dicho dilogo ha de llevarse a cabo. Como se advierte fcil-mente, se perfila aqu el peligro de un regreso al infinito que afectainevitablemente a todo intento radical de fundamentacin dialgicade las reglas y condiciones del dilogo, por la sencilla razn de quetoda fundamentacin dialgica presupone siempre ya como dada la previa opcin por el dilogo, en el cual tal tipo de fundamentacin puede recin tener lugar. Esta constatacin, que apunta a la toma deconciencia de los lmites estructurales que le estn trazados de an-temano a todo intento de fundamentacin dialgica, no implica,desde luego, que dicho tipo de fundamentacin carezca, sin ms, detodo valor. Por el contrario, la fundamentacin dialgica de lascondiciones del dilogo y, en general, de la argumentacin racionalconserva toda su importancia y todo su inters sistemtico, en tanto provee medios para reconstruir fragmentos importantes de la es-tructura de la racionalidad como tal. Lo que dicha toma de concien-cia pone, sin embargo, de manifiesto es nada menos que el hechode que la posibilidad misma de emprender una fundamentacindialgica y de llevar a cabo sobre esa base una reconstruccin mso menos ambiciosa de la estructura de la racionalidad depende ellamisma de una opcin ya tomada por el dilogo y la racionalidadcomo tales. Esta opcin puede ser, por cierto, preparada y facilitada

    a travs de la argumentacin racional, pero nunca puede ser forza-da, sin ms, por esos medios. Desde este punto de vista, no parececasual que algunos de los intentos actuales ms connotados de fun-damentacin dialgica de la racionalidad en el mbito del discursotico-poltico, en la medida en que se orientan a partir de idealiza-ciones regulativas que encubren tendencialmente el aspecto de fac-ticidad sealizado por tales lmites estructurales, hayan sido criti-cados por su carcter utpico, tal como ste se manifiesta en el re-chazo de toda imposicin de reglas de origen no-dialgico y detoda forma de autoridad11.

    11 Este tipo de crtica ha sido dirigida con frecuencia contra el modelo de fundamentacin dialgica

    desarrollado por Jrgen Habermas, con su orientacin metdica bsica a partir del ideal regulativo

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    A partir de lo dicho, puede advertirse que, con diferentesgrados de detenimiento y profundidad en el tratamiento, tanto en el Eutidemo como en el Protgoras Platn opera con la oposicinentre dos formas o especies diferentes de dilogo, a saber: por unlado, el (pseudo)dilogo de tipo no-cooperativo propio de la discu-sin erstica y, por otro, el tipo de dilogo al que apunta el Scrates platnico, el cual pretende ser diferente del anterior no slo en elmodo de procedimiento, sino tambin y fundamentalmente en suobjetivo o finalidad, pues el dilogo socrtico, como veremos acontinuacin, pretende ser de carcter esencialmente cooperativo.Ahora bien, el contraste entre estos dos tipos de dilogo es elabora-do con mucho ms detalle en elGorgias, que es el texto platnicoque presenta, sin lugar a dudas, los mejores ejemplos de la presen-cia de momentos de reflexin temtica sobre la estructura, las con-diciones y la finalidad del dilogo. Veamos a continuacin qumaterial pone a disposicin Platn en dicho texto.

    del dilogo libre de domino (herrschaftsfreier Dialog). Vase, por ejemplo, las crticas de R. Spae-mann y el debate epistolar con Habermas en Spaemann (1980) pp. 206-222 y 223-247, respectiva-mente. En su crtica a Habermas, Spaemann remite expresamente a varias de las paradojas a las queconduce el intento de fundamentacin dialgica, all donde se plantea la necesidad de discutir, a suvez, sobre las reglas del dilogo y sobre su continuidad o conclusin (vase esp.pp. 238 ss.). Para undiagnstico en esta lnea acerca de los lmites fcticos de todo intento de fundamentacin y recons-truccin dialgica de la racionalidad vase Wieland (1996) pp. 53-81. Wieland, que discute funda-mentalmente el alcance y los lmites de la concepcin del operacionalismo constructivista de laEscuela de Erlangen (Lorenzen, P. y discpulos), se refiere expresamente tambin a los lmitesestructurales del modelo de fundamentacin orientado a partir del ideal regulativo del dilogo librede dominio (cf. pp. 79-81). En un sentido comparable a las crticas de Spaemann, constata Wieland: El dilogo libre de dominio es una idea que no puede corresponder a ninguna realidad. El ordena-miento de la convivencia humana puede, tal vez, evaluarse a partir de esa idea, pero no fundamen-tarse ni menos an garantizarse. Toda situacin dialgica encuentra las condiciones de su estabili-dad slo fuera de s misma. La disposicin a acceder a un dilogo y aceptar sus reglas precede aldilogo mismo, no slo desde el punto de vista del tiempo, sino tambin desde el punto de vista delcontenido (...) En ningn dilogo libre de dominio se puede estar seguro en algn momento frente ala posibilidad de que el interlocutor de pronto declare terminada su cooperacin, se coloque as fuera del crculo delimitado por el dilogo, comience a actuar desde all y, en ltima instancia,eventualmente destruya incluso dicho crculo. No hay dentro del dilogo ninguna estrategia que pudiera impedirlo (pp. 80). Al igual que Spaemann, Wieland remite expresamente a la imposibili-dad de eliminar la referencia a una autoridad situada por encima de las esfera en que se desarrolla eldilogo, como garante de las condiciones que hacen posible el dilogo mismo (cf. pp. 80 s.). Como

    veremos, la posicin de Platn coincide bsicamente con este tipo de diagnstico.

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    III.

    El Gorgias presenta sucesivamente tres conversaciones deScrates con diferentes interlocutores, a saber, con Gorgias (447a-461b), con Polo (461b-481b) y con Calicles (481b-527e). Desde el punto de vista dramtico, la secuencia presenta una suerte decres-cendo, a lo largo del cual queda puesta de manifiesto la diferenciaen la actitud de cada uno de los interlocutores12. Gorgias, maestrode retrica famoso y experimentado, aparece retratado como uninterlocutor que, aunque encarna una concepcin de la retrica cri-ticada duramente por Scrates, mantiene a todo lo largo de la dis-cusin una actitud digna y se comporta como un buen perdedorcuando es refutado. En cambio, sus dos discpulos jvenes, Polo yCalicles, encarnan ya un tipo de actitud muy diferente13. Polo apa-rece como un individuo impaciente y de modales claramenteinferiores a los de su maestro: a diferencia de Gorgias, que aceptade buen grado el haber sido refutado por Scrates, Polo quedamanifiestamente resentido ante lo que interpreta como una derrotade su maestro. No se comporta como un buen perdedor. Y cuandol mismo se siente acorralado argumentativamente, busca refugioen apelaciones a la opinin del hombre corriente (cf. 471c-d) o enargucias retricas como la introduccin de largos discursos, llenosde adornos, con el fin de evitar atenerse a los puntos en discusin yresponder de modo especfico a lo que se pregunta (cf. 473b-d). Porsu parte, Calicles personaje que, segn todo parece indicar, es unainvencin literaria de Platn, lo que lo convierte en un caso excep-cional dentro de los dilogos del perodo temprano y medio repre-senta de modo paradigmtico la actitud de un interlocutor que no

    12 Para una buena caracterizacin de los personajes del dilogo vase Dodds (1959) pp. 6-17.13 En atencin a esto, resulta significativo el hecho de que Gorgias aparezca defendiendo en el dilo-go la tesis de la neutralidad moral tanto de la retrica como tcnica como de la actividad de ensean-za de la retrica, y afirmando que no se puede culpar al maestro bien intencionado del arte por eleventual mal uso que de l puedan llegar a hacer sus discpulos (cf. 456c-457c). De este modo, al presentar a Gorgias en una actitud de eventual distanciamiento frente a las prcticas de sus discpu-los, Platn introduce un elemento que permite caracterizar no slo la actitud de stos, sino tambin la

    del propio Gorgias, que muestra de este modo un cierto rasgo de fariseismo en su comportamiento.

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    teme ser rudo y que carece de todo tipo de tapujos a la hora de de-cir lo que piensa: defiende abiertamente una concepcin naturalistade la justicia en trminos del derecho del ms fuerte, comparable,aunque no idntica en su presentacin, a la que esboza Trasmacoen el libro I de la Repblica (cf. Gorgias 483c), y lo hace sin nin-gn temor a lo que su interlocutor o el auditorio pudiera pensar del. Su actitud de no dar lugar a sentimientos de vergenza al expo-ner y defender sus puntos de vista es conscientemente asumida, pues el propio Calices atribuye el hecho de que tanto Gorgias comoPolo hayan corrido la misma suerte de ser refutados por Scrates aun mismo error cometido por ambos, a saber, el de hacer concesio-nes en sus respuestas, por sentir vergenza de tener que admitirabiertamente cosas que uno y otro efectivamente daban por ciertas, pero que el pblico probablemente hubiera reprobado, en caso dehaberlas enunciado (cf. 482c-e).

    Esta actitud de frontalidad y falta de vergenza, que oscila por momentos en direccin a la desvergenza lisa y llana, conviertea Calices, en principio, en un interlocutor ms adecuado para unadilogo genuinamente cooperativo. De hecho, Scrates alaba laveracidad de Calicles, que lo transforma en una especie de piedrade toque de la verdad, ya que, dada su renuencia a conceder lo queno cree cierto, los acuerdos que eventualmente Scrates pueda al-canzar con l estarn necesariamente ms slidamente fundadosque los que pudiera obtener con interlocutores menos veraces (cf.486d-487b)14. Sin embargo, como muestra el curso posterior de la

    14 Como ha sido enfatizado en la literatura, el motivo de la vergenza es importante para comprenderel desarrollo del dilogo, en el que aparece, de hecho, como una suerte de Leitmotiv. Sobre esteaspecto, ahora ampliamente reconocido, han llamado la atencin, de diferentes modos, Dodds (1959) pp. 11, 227, 238 et passim, Kobusch (1978) y Race (1978-79). Vase ahora tambin Kobusch (1996) pp. 50-53. En este sentido, se ha sostenido que en el tratamiento del Gorgias va implcita una crticade Platn a la moral de la vergenza en su forma tradicional ateniense y a la consecuente actitudgeneralizada de hipocresa. Vase Dodds (1959) p. 11 y 227. Dodds apela aqu a la categora antropo-lgica de cultura de la vergenza (shame-culture) para caracterizar la moral popular de la poca enAtenas. Sin embargo, como veremos enseguida, en la pintura platnica de Calicles va involucradatambin una crtica a lo que, jugando con las palabras, podra llamarse la cultura de la desvergen-za, correspondiente a la actitud carente de todo tipo de prejuicio encarnada por Calicles. Para la

    temtica vinculada con la cultura de la vergenza y la posterior transicin a una cultura de la

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    conversacin, esto es slo una primera apariencia, pues, de hecho, a partir de determinado momento Calicles retira, sin ms, su coope-racin con Scrates y deja de responder, refugindose en una acti-tud de pasivo desinters y fingida superioridad, al modo de quienotorga a su interlocutor la razn de los locos (cf. 499b). De estasuerte, Scrates se ve obligado de hecho a desarrollar su pensa-miento a partir de ah de un modo cuasi-monolgico. A travs deeste recuso dramtico, Platn intenta mostrar, muy probablemente,que la mera actitud inicial de falta de vergenza no es todava unacondicin suficiente, sino, en el mejor de los casos, tan slo unacondicin necesaria para la existencia de un dilogo genuinamentecooperativo. Pues para que el dilogo sea genuinamente cooperati-vo se requiere, adems, que ambos interlocutores adopten una acti-tud que ve en el hallazgo de la verdad sobre el asunto en cuestin, yno en la victoria a cualquier precio sobre el interlocutor, el objetivoltimo del juego dialgico. La veracidad como actitud inicial dedecir sin tapujos lo que realmente se piensa encuentra un claro l-mite interno a sus posibilidades efectivas de realizacin, all dondeno va acompaada tambin por la disposicin que permite distan-ciarse de las propias convicciones, cuando stas aparecen comoinsuficientemente fundadas e incapaces de resistir el examen crti-co. Pues, a falta de tal capacidad de autodistanciamiento, la actitud

    inicial de veracidad deber ser resignada, tarde o temprano, en fa-vor de la necesidad de persistir obstinadamente en las posiciones yaasumidas expresamente en la discusin, sin poder apartarse deellas. Calicles haba fundado su decisin inicial por una actitud deveracidad en el dilogo en una reflexin de alcance meramenteestratgico, referida a la necesidad de evitar quedar refutado sobrela base de concesiones hechas por vergenza15. Pero en el marco de

    culpabilidad (guilt-culture) en Grecia clsica vase Dodds (1959a) cap. II.15 En este sentido, la actitud de rechazo a la vergenza de Calicles se conecta de modo directo con sucrtica al nmos y su defensa del derecho natural del ms fuerte: los sentimientos de vergenza, queson ellos mismos ya signos de debilidad, muestran la sujecin a los patrones evaluativos propios delnmos impuesto por la mayora, pues la vergenza surge all donde el sujeto constata en s mismo yfrente a los otros una divergencia respecto de lo que es tenido en general por aceptable. Vase

    Kobusch (1996) pp. 51 s.

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    un dilogo concebido por referencia al objetivo ltimo de refutar yno ser refutado la propia actitud de veracidad posee, como tal, muy pocas posibilidades de ser sostenida con consecuencia. Una actitudconsecuente de veracidad slo puede fundarse, en definitiva, en laorientacin hacia la verdad misma16.

    Es en la orientacin compartida hacia la verdad donde seabre, por primera vez, la posibilidad de un dilogo genuinamentecooperativo, es decir, de un dilogo en el cual el momento de laoposicin y confrontacin crtica de posiciones a travs de los pro-cedimientos propios de la discusin racionalmente controlada que-de enmarcado en un espacio ms amplio de convergencia de intere-ses entre las partes involucradas en el dilogo, en la medida en quetodas y cada una de ellas apuntan, ms all de la defensa de posi-ciones asumidas de antemano, al objetivo final de aproximarse a laverdad sobre el asunto que es objeto de discusin. El verdaderodilogo presupone, pues, en su misma posibilidad la opcin por lacooperacin. Pero sta slo puede ser genuina, all donde se fundaen una reconocida comunidad de intereses.

    IV.

    La tesis as esbozada acerca del carcter bsico de la orien-tacin compartida hacia la verdad para la posibilidad de un dilogogenuinamente cooperativo resulta esencial para comprender el al-cance del contraste entre el dilogo socrtico y el (pseudo)dilogoerstico, tal como ste aparece delineado en el texto delGorgias. Elcontraste entre la actitud genuinamente dialgica y la actitud pseu-do-dialgica propia de la retrica es introducido desde el comienzomismo del dilogo, cuando Scrates, al observar el modo en que

    16 Dicho de otro modo: si la decisin por una actitud inicial de veracidad, entendida como la disposi-cin a decir lo que realmente se piensa sin falsearlo, est fundada exclusivamente en razones de tipoestratgico con vistas al objetivo final de no ser refutado en el dilogo, entonces no se ve por qurazn dicha actitud inicial de veracidad habra de ser mantenida, all donde en determinado momentoel curso de la discusin mostrara que el modo ms eficaz para evitar ser refutado consiste justamente

    en dejar ser veraz, sea con respecto a algn punto particular o bien en general.

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    Polo evita responder de modo concreto a Querefonte la preguntaacerca del nombre de latchne practicada por Gorgias, seala quePolo est evidentemente mejor preparado para la retrica que parael dilogo como tal (cf. 448d:rhetorik dialgesthai). En rigor,con este contraste inicial queda ya preanunciado el camino dificul-toso por el que necesariamente deber transitar un dilogo en elcual, por una parte, el tema central es precisamente la retrica y, por otra, los interlocutores con quienes se dialoga son personas quese caracterizan justamente por su identificacin con dicho arte, enla medida en que se presentan como profesionales dedicados a sucultivo. Si el contraste con la actitud genuinamente dialgica esesencial a la actitud retrica misma, entonces no resulta sino natu-ral que un dilogo sobre la retricacon quienes se autoidentificancomo sus cultores tenga que ser necesariamente un dilogo acci-dentado, en el cual la discusin en torno al objeto temtico del di-logo plantee, al mismo tiempo, la necesidad de reflexionar expre-samente acerca del procedimiento a seguir en el dalogo mismo y,de modo ms general, acerca de los objetivos, la estructura y lascondiciones del juego dialgico como tal. En tal sentido, no resultacasual y s muy significativo el hecho de que en el curso de la dis-cusin con cada uno de sus diferentes interlocutores a lo largo deldilogo, Scrates cree necesario introducir momentos de reflexin

    expresa sobre las condiciones, la estructura y la finalidad del dilo-go como tal, y ello precisamente all donde, por diversos motivos,la discusin amenaza con fracasar y no poder seguir adelante.

    El primero de esos momentos de reflexin expresa tiene lu-gar en la conversacin con Gorgias, ms concretamente, en el pasa- je 457c-458c. Aqu, antes de introducir un argumento destinado arefutar la posicin expuesta previamente por su interlocutor, Scra-tes intenta lograr un acuerdo con ste acerca de la finalidad del di-logo mismo y del papel que en l juega o debe jugar la refutacincomo tal. Scrates contrasta all la actitud de aquellos que ingresanal dilogo movidos exclusivamente por el deseo de victoria ( philo-

    nikontas) con la de aquellos que permanecen orientados hacia el

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    asunto o materia puesta en discusin ( zetontas t prokemenon enti lgi) (457d). Con esta diferencia en la actitud inicial frente alobjetivo ltimo del dilogo se conecta de modo inmediato tambinuna diferencia crucial de actitud respecto del papel de la verdad yde la refutacin en el dilogo como tal. La orientacin hacia el ob- jeto del dilogo es, en definitiva, una consecuencia de una orienta-cin bsica hacia la verdad, y en el marco de dicha orientacinhacia la verdad la refutacin adquiere inmediatamente una virtuali-dad positiva, de modo que no queda restringida a una funcin pu-ramente crtico-destructiva: desde la perspectiva de aquel que reco-noce en la verdad el bien ltimo que est en juego en el dilogo, elerror se presenta necesariamente como el peor mal (kako megs-tou), dentro del espacio de juego del dilogo, un mal del cual, encaso de padecerlo, aspira a ser liberado en y a travs del dilogomismo. Supuesta la posibilidad de encontrarse en el error, la refuta-cin aparece as como el remedio que permite liberar al alma deaquel mal que, a juicio de Scrates, es el peor de sus males y fuenteltima incluso de todo vicio o mal moral, a saber, el error y la igno-rancia (cf. 458a-b)17.

    De esta reinterpretacin de la funcin de la refutacin, ba-sada en la asuncin de la orientacin hacia la verdad como objetivoltimo del dilogo y en el reconocimiento de la posibilidad delerror 18, se siguen importantes consecuencias para la estructura in- 17 La identificacin de la virtud con el conocimiento y del vicio con la ignorancia provee, como essabido, uno de los puntos de partida bsicos de la tica socrtica. Para una lcida y accesible recons-truccin del pensamiento tico de Scrates vase Gmez Lobo (1998), quien dedica un amplio trata-miento al Gorgias (cf. pp. 131 ss.; 165 ss.).18 La referencia a la suposicin de la posibilidad del error no debe verse como secundaria o accesoriaen este contexto. Por el contrario, una de las lecciones fundamentales que Platn extrajo del crasocontraste entre la actitud socrtica, cristalizada en el motivo de la conciencia de la propia ignoranciacomo forma especfica de la sabidura humana, por un lado, y el abuso por parte de ciertos sofistas dela tesis eletica acerca de la imposibilidad de decir lo que no es, reinterpretada en trminos de laimposibilidad de decir lo falso y as de errar, por el otro, consisti precisamente en el reconocimientode la necesidad de hacer lugar a la posibilidad de fenmenos como el error, el (auto)engao y laapariencia. Como es sabido, tal reconocimiento adquiere una importancia central en el Platn madu-ro, como lo muestra su papel protagnico tanto en la recepcin crtica del eleatismo (cf. Sofista)como en el desarrollo de una concepcin ontolgica y epistemologica basada en las oposiciones

    apariencia-realidad y doxa-episteme (cf. Repblica) e incluso, de otro modo, en la crtica a

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    terna del dilogo cooperativo como tal. El juego de oposicin entretesis y anttesis, que provee la matriz interna del dilogo crtico, presenta, en un primer nivel de anlisis, necesariamente la estructu-ra de un juego de suma cero, en la medida en que si las posicionesconfrontadas estn formuladas de un modo suficientemente precisoy adecuado, no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo, y enla medida en que, por ello mismo, alguno de los interlocutores de- ber distanciarse de la posicin asumida originalmente, all dondesta quede en evidencia como falsa o infundada. Sin embargo, yaqu se ve el punto central de la leccin de Scrates, este hecho nodebe llevar al engao de suponer que el dilogo mismo, en el cualtiene lugar dicho juego de oposicin y el proceso de discusin crti-ca de las posiciones confrontadas, deba tener l mismo necesaria-mente la ndole de un juego de suma cero. Que el dilogo resulteser efectivamente un juego de suma cero o bien un juego de suma positiva no depende de la estructura interna de oposicin antittica propia del examen crtico como tal, sino ms bien, como enfatizaScrates, de la actitud que se adopte en cada caso con respecto alobjetivo ltimo del dilogo y de la concepcin del bien en la que encada caso se apoya la opcin por el dilogo. La implicacin de la posicin esbozada por Scrates es que slo una concepcin del bienen la cual la orientacin hacia la verdad juega un papel central pue-

    de proveer el marco requerido para un dilogo genuino, que no setransforme en el curso del proceso de discusin crtica en un pseu-do-dilogo confrontacional, al modo de las disputas ersticas.

    Este punto resulta esencial para el contraste entre el dilogosocrtico y el (pseudo)dilogo erstico, y Scrates lo retoma expre-

    posiciones del tipo del naturalismo extremo y el convencionalismo extremo en el mbito de la fi loso-fa del lenguaje (cf. Crtilo). Pero el diagnstico bsico que lleva a l aparece ya claramente esboza-do en el perodo temprano, en el marco de la confrontacin con la sofstica. Vase a este respecto eldesarrollo de una sofisticada versin del argumento que mostrara la imposibilidad de decir lo falso a partir de la imposibilidad de decir lo que no es en Eutidemo 283e-284c. De este modo, Platn daclaras muestras de haber comprendido muy tempranamente que las nociones de verdad y saber oconocimiento slo pueden retener su potencial crtico, all donde aparecen contrastadas con las

    nociones opuestas de falsedad y error o ignorancia, respectivamente.

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    Estas conexiones aparecen claramente tematizadas en el pa-saje de reflexin sobre el dilogo incluido en la conversacin conPolo. Este pasaje, que he reservado para el final, es especialmenteimportante, pues a partir del contraste antes sealado Scrates ex-trae aqu algunas consecuencias especficas respecto de la estructu-ra del dilogo cooperativo como tal, por oposicin a la del dilogono-cooperativo en algunas de sus variantes ms ntidas (cf. 471e-472d). En tal sentido, Scrates muestra que un (pseudo)dilogomotivado por el simple deseo de vencer al interlocutor no es undilogo genuino, pues no es realmente un dilogocon el interlocu-tor sinocontra l, es decir, es en el fondo un dilogo dirigido, demodo implcito o explcito, a alguien diferente del interlocutormismo. Esto se revela en el hecho de que, bajo tales presupuestos,el dilogo adquiere en su estructura refutatoria una configuracinanloga a la que caracteriza a la situacin forense, en la cual haydos partes enfrentadas que buscan aparecer como dueas de la ra-zn y, con ello, como vencedoras frente a unatercera instancia,diferente de las propias partes. Caracterstico de este tipo de situa-cin es el hecho de que en la imposibilidad de contar, sin ms, conla cooperacin voluntaria de la otra parte en la consecucin de ob- jetivos compartidos, puesto que el objetivo ltimo de la confronta-cin es justamente el de derrotar a la otra parte desactivando sus

    argumentos, cada una de las partes enfrentadas deban buscar apoyoen otras instancias, que den testimonio en favor de la posicin de-fendida por cada una de ellas. Tal es la funcin bsica de los testi-gos de parte, en el marco de la situacin forense (cf. 471e-472b).Algo anlogo vale para el caso del (pseudo)dilogo no-cooperativodesarrollado en contextos de tipo no-forense en sentido estricto, enla medida en que tambin en ellos se apela a todo tipo de testigosque avalen la propia posicin en contra de la del interlocutor, vistocomo un adversario. Frente a la multitud de testigos (mrtyras pollos) a los que acude Polo19, Scrates presenta, en cambio, su

    19

    Tratndose de un uso metafrico, la nocin de testigo est tomada aqu de un modo lo suficien-

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    propia concepcin del dilogo en trminos que, desde el punto devista de los presupuestos propios de la prctica forense habitual, lahacen aparecer como altamente paradjica: Scrates renuncia vo-luntariamente a la posibilidad de apelar a testigos como no fuera auno solo, que no es otro que el interlocutor mismo con quien dialo-ga, en este caso concreto, el propio Polo20. La finalidad del dilogogenuinamente cooperativo reside en alcanzar algn tipo de acuerdo(cf. 472b: homolog, homologonta) con el interlocutor. Dichoacuerdo no tiene, desde luego, por qu ser necesariamente unacuerdo definitivo de contenido con referencia al asunto en discu-sin, sino que muy bien puede ser un acuerdo situado en un nivelde reflexin diferente, en el cual, por ejemplo, ambos interlocutoreslogran precisar el verdadero alcance de sus diferencias respecto delasunto en cuestin, si es el caso que no se ha logrado dar con ar-gumentos decisivamente convincentes en favor o en contra de al-gunas de las posiciones defendidas. Pero independientemente deello, siendo el acuerdo con el interlocutor el objetivo propio deldilogo cooperativo, la apelacin a otras instancias que pudierancumplir la funcin de dirimir la disputa apoyando a alguna de las partes carece aqu realmente de sentido, pues no garantiza en modoalguno el logro de dicho acuerdo y, con ello, no garantiza tampoco por s sola ningn avance en la consecucin del objetivo ltimo del

    dilogo, que no es otro que el conocimiento de la verdad sobre eltemente amplio que permite aplicarla a todo elemento de prueba o evidencia aducido, en la medida enque ste no haya sido sometido a un previo examen crtico de sus pretensiones probatorias por va deargumentacin y discusin. Los testigos a los que apela Polo son tanto ejemplos particulares, quegeneralmente suponen lo que pretenden demostrar, como opiniones de terceros, sea de la mayora dela gente o de individuos particulares.20 Que, desde el punto de vista de las prcticas forenses habituales, la actitud general adoptada porScrates a lo largo de la discusin parece completamente estrafalaria y muy poco recomendable lo pone de manifiesto claramente la posterior reaccin de Calicles: alarmado por lo que considera unaingenuidad incomprensible en un hombre mayor, fruto de una indebida y demasiado prolongadadedicacin a la filosofa (cf. 484c-486a), Calicles le advierte a Scrates que si contina obrando deese modo quedar indefenso ante cualquier ataque, al punto de que si alguien se propusiera llevarlo a juicio con cualquier excusa, podra lograr fcilmente que lo condenen a muerte (cf. 486a-b). As,apelando a un recurso de notable expresividad dramtica, Platn acenta el contraste de la actitud deScrates respecto de la actitud ms corriente, al poner en boca de Calicles, al modo de un vaticinio ex post factum, un presagio de aquello que el lector del Gorgias sabe que fue la suerte que finalmente

    debi correr Scrates.

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    asunto en discusin (cf. 472b-c)21. En la perspectiva abierta por laorientacin bsica hacia la verdad, la dimensin dialgica aparece,en este preciso sentido, como ineludible, pues la funcin eminen-temente crtica del juego dialgico no puede ser delegada en ningu-na otra instancia ajena al dilogo mismo.

    V.

    Para terminar quiero puntualizar muy brevemente algunasconexiones de la concepcin del dilogo as esbozada con determi-nados motivos centrales del pensamiento de Scrates y tambin delPlatn temprano. Esto me permitir, al mismo tiempo, extraer tam- bin algunas consecuencias de inters desde el punto de vista sis-temtico.

    1) Vimos que en la concepcin socrtico-platnica la orienta-cin bsica hacia la verdad como objetivo ltimo a alcanzar en y atravs del dilogo, adquiere un papel fundante respecto de la posi- bilidad misma de un dilogo genuinamente cooperativo, que es, endefinitiva, el nico dilogo genuino: tal tipo de dilogo es siempre,como tal, un dilogo con el interlocutor y no contra l. Vimos tam- bin que, supuesta dicha orientacin bsica hacia la verdad comofin ltimo de la cooperacin dialgica y, para decirlo en los trmi-nos de Scrates, como bien del alma a alcanzar a travs del dilogo,el momento crtico-refutatorio, que forma parte esencial de la es-tructura de todo dilogo crtico, aparece dotado de una virtualidad positiva con vistas a la obtencin de dicho fin o bien: en la medidaen que ayudan a reconocer como tales el error y la ignorancia y,

    21 Para que la apelacin a terceras instancias sirviera al objetivo del dilogo dichas instancias externasal dilogo mismo deberan ser incorporadas a ste en calidad de interlocutores, cuyas posicionesfueran sometidas al mismo tipo de examen crtico que las del resto de las partes. Dicho de otro modo,el tipo de acuerdo que resulta relevante para un dilogo cooperativo orientado hacia al objetivo delhallazgo de la verdad es aquel que resulta obtenido por va dialgica, ya que es sta la nica va que provee el marco y los medios adecuados para el test crtico de las posiciones en discusin, en uncontexto en el cual operan pretensiones de validez intersubjetiva. Recurdese, en este sentido, laalabanza de Scrates a la veracidad de Calicles como garanta de la solidez de los acuerdos que

    pudieran ser alcanzados con l.

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    con ello, a superarlos, el examen crtico de las posiciones y, even-tualmente, su refutacin, constituyen un paso previo imprescindibleen el camino hacia la obtencin de genuino conocimiento, all don-de ste pueda realmente alcanzarse en alguna medida.

    Por este lado se advierte claramente la conexin existenteentre la concepcin socrtico-platnica del dilogo, por un lado, ylos motivos centrales del pensamiento de Scrates y del mtodosocrtico, por el otro. El punto clave que explica esta conexin re-side, a mi juicio, en la concepcin socrtica en torno al error y suvinculacin con el fenmeno del autoengao. Entre las muchascontribuciones importantes del pensamiento socrtico a la tradicinfilosfica posterior, una de las ms productivas, sin la cual no secomprende parte importante de los puntos de partida de la filosofade Platn y mediatamente tampoco de la de Aristteles, viene dada por el reconocimiento por parte de Scrates del hecho de que elerror comporta siempre, en cuanto error, un componente de auto-engao, y ello en el sentido preciso de que a aquel que est en elerror, y en la medida precisa en que lo est, el error no se le revelacomo error, sino que ms bien se le aparece como lo contrario de loque realmente es, esto es, como saber. Es precisamente por eso porlo que puede decirse que el sujeto se encuentra en el error. Si, porejemplo, alguien cree errneamente que la capital de Francia esBarcelona, en la medida en que lo cree, da por verdadera la propo-sicin la capital de Francia es Barcelona, que es, sin embargo,falsa. Y dicho sujeto se encuentra en el error precisamente porque,mientras cree que la proposicin en cuestin es verdadera, no esten condiciones de reconocer la divergencia entre el valor de verdadque l mismo asigna a esa proposicin en la correspondiente actitud proposicional (creer que...), por un lado, y el valor de verdad quela proposicin tiene como tal, por el otro. Segn una caracteriza-cin tradicional, se est en el error cuando se tiene por verdadero lofalso o bien por falso lo verdadero. Pero esto slo es posible alldonde no se est en condiciones de reconocer dicha divergencia. En

    este sentido, el error involucra esencialmente un componente de

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    autoengao de parte del sujeto que est en el error, pues mientrasest en el error, y justamente en la medida en que lo est, el sujetono est en condiciones de reconocer el error como error, sino quese ha identificado ya siempre con el correspondiente contenido proposicional, al darlo por verdadero, de modo tal que ste le apa-rece ms bien como vehculo de saber 22. Tanto el error como elsaber comportan esencialmente un componente de autoidentifica-cin, en virtud del cual el sujeto del caso se ha identificado siempreya con los correspondientes contenidos proposicionales. Y es jus-tamente en virtud de ese rasgo compartido, es decir, en virtud de la presencia en ambos de dicho componente de autoidentificacin porlo que , desde la perspectiva de la primera persona, la diferenciaentre error y saber tiene un carcter auto-ocultante: el error slo puede operar efectivamente como error sustrayndose en su carc-ter de error.

    Por involucrar tal componente de autoidentificacin y por poseer un carcter esencialmente auto-ocultante, el error slo puedeser desactivado al ser reconocido como tal en el modo del autodis-tanciamiento. Para retomar el ejemplo anterior, si alguien creeerrneamente que la capital de Francia es Barcelona, slo puedesalir del error reconociendo como falsa la proposicin la capital deFrancia es Barcelona, que antes daba por verdadera a travs de lacorrespondiente actitud proposicional. Al hacer esto, el sujeto sedistancia del contenido que antes tomaba como vehculo de saber yque ahora, al declararlo falso, toma retrospectivamente, en cambio,como vehculo de error. Es en dicho autodistanciamiento donde elerror puede mostrarse por primera vez como error. Y es slo una

    22 Formulada en estos trminos, la descripcin proporcionada se aplica ms naturalmente al caso deldar por verdadero lo falso que al caso contrario de dar por falso lo verdadero. Pero, ms all deeso, no hay aqu un verdadero problema, ya que 1) es posible dar una descripcin anloga para esteltimo caso que recalque la presencia de un componente de autoengao tambin en l, y , adems, 2)en otro nivel de anlisis el segundo tipo de caso puede ser redescripto, sin mayores dificultades, entrminos del primero: si alguien da por falsa la proposicin verdadera p, desde el punto de vistalgico, su caso puede describirse tambin diciendo que da por verdadera la proposicin falsa que

    afirma que p es falsa.

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    vez que el sujeto ha reconocido la falsedad de su anterior creenciacuando queda en condiciones de obtener genuino saber, pues slouna vez que ha descubierto que, contra lo que crea saber, Barcelo-na no es la capital de Francia, puede el sujeto reconocer que enrealidad no sabe cul es la capital de Francia y buscar entonces elcamino para cerrar esa laguna en su conocimiento, reconocida aho-ra como tal. Quien ha descubierto que, contra lo que inicialmentecrea, la capital de Francia no es Barcelona, al enterarse, por ejem- plo, de que Barcelona est en Catalunia, que es parte de Espaa yno de Francia, se no necesariamente sabe todava cul es la capitalde Francia, pero est en mejores condiciones para llegar a saberloque aquel que est monolticamente instalado en la creencia err-nea de que la capital de Francia es Barcelona. Y est en mejorescondiciones para ello, porque ahora sabe que no sabe cul es lacapital de Francia, mientras que antes crea saberlo. Con este sim- ple ejemplo puede advertirse el alcance de la tesis socrtica segnla cual el primer paso en la obtencin de genuino saber reside habi-tualmente en el reconocimiento del error y la ignorancia como ta-les.

    Si el error puede ser reconocido como tal slo por el caminodel autodistanciamiento en el sentido explicado, entonces resultacomprensible que el juego dialgico, en la medida en que abre unespacio de reflexin crtica en el cual se ponen a prueba las propiasasunciones y creencias a travs de la confrontacin con las del in-terlocutor, provea un mbito de experiencia privilegiado, all dondese trata de hacer posible la superacin del autoengao. La reflexincrtica en la que, a travs de la mediacin del otro presente comointerlocutor en el dilogo, el sujeto vuelve de modo consciente ydistanciado sobre sus propias creencias, abre una posibilidad privi-legiada de hacer tal experiencia de autodistanciamiento, imprescin-dible como paso preparatorio en el camino a la eventual obtencinde genuino conocimiento. El test intersubjetivo de creencias en elespacio del dilogo aparece as como un medio privilegiado para la

    formacin de la conciencia crtica, sin la cual no es posible el ge-

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    nuino saber. Esta funcin insustituible del autodistanciamiento re-flexivo posibilitado por la mediacin de la segunda persona en eldilogo, tal como la releva la concepcin socrtica del dilogo cr-tico, parece ser tambin uno de los aspectos bsicos que pretendecapturar la determinacin platnica del pensar como un dilogo delalma consigo misma.

    2) Proyectada sobre el trasfondo de la concepcin socrtica delerror y el autoengao, se comprende mejor tambin la conexin dela temtica referida al dilogo cooperativo como tal con la concep-cin socrtico-platnica en torno a la distincin entre el bien real yel bien aparente, que es uno de los temas centrales delGorgias. Enuno de los pasajes filosficamente ms relevantes del dilogo (cf.466a-481b), en el marco de la discusin con Polo, Scrates intro-duce la distincin entre el bien real y el bien aparente del agente de praxis, distincin que conecta con una distincin paralela entre el poder real, referido estructuralmente al bien real del agente, y el poder aparente, que no es otro que la capacidad del agente de llevara cabo eficazmente sus propsitos, all donde el agente se encuentraen situacin de autoengao respecto de su propio bien: bajo talescondiciones de autoengao, cuando ms capacidad tenga el agentede llevar a cabo lo que en cada caso le parezca bien, tanto msimpotente ser en realidad, pues queriendo beneficiarse no har, dehecho, ms que perjudicarse. El ejemplo extremo de esta situacines el del tirano que se encuentra autoengaado respecto de su pro- pio bien, pues, pudiendo hacer de hecho todo lo que le viene engana, est por eso mismo en las peores condiciones para poder salirdel autoengao, ya que no puede ser reprendido ni castigado pornadie. Frente a esto, Scrates opone su propia concepcin del bienreal del agente: siendo la justicia el bien real del alma, Scratessostiene que hacer injusticia es peor que padecerla y que, si se hacometido injusticia, escapar del castigo es peor que ser castigado, pues quien, siendo injusto, permanece impune no tiene realmente buenas oportunidades de escapar al autoengao que le hace tomar

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    por su propio bien aquello que justamente ms lo daa, como es la propia injusticia (cf. 466a-474b)23.

    Aunque Platn no lo establece de modo directo en el texto,esta concepcin del bien real del agente y, en particular, la justifi-cacin pedaggica del castigo vinculada con ella guardan una es-trecha conexin con la concepcin del dilogo crtico antes esboza-da y, en particular, con el papel positivo reconocido dentro de ellaal momento de la refutacin: tambin en el caso del dilogo crtico,supuesto que el sujeto se encuentre en el error, el peor escenario posible para el propio sujeto no consiste en ser refutado, sino preci-samente en escapar a la refutacin, pues en ese caso el sujeto quedacondenado a persistir en el error y el autoengao. El sofista, el ret-rico y, en general, todo aquel que sea realmente un experto en elmanejo de tcnicas destinadas a refutar al interlocutor y evitar serrefutado por l, con independencia de la verdad o falsedad de los puntos de vista confrontados en el dilogo, se encuentra, en estesentido, en una situacin anloga a la del tirano, pues cuanto mshbil sea para escapar de cualquier modo a la posibilidad de serrefutado, tanto ms expuesto quedar, por eso mismo, al peligro de persistir en el error y el autoengao y, con ello, en la ignorancia,que es el verdadero mal del alma.

    Por este lado se advierte tambin la presencia de una para-doja estructural que caracteriza a los fenmenos de autoengao, almenos, en el mbito propio de la dimensin dialgica. Por su pro- pia estructura y su carcter auto-ocultante, el autoengao es de na-turaleza tal que, encubrindose a s mismo, tiende as por s mismoa perpetuarse. Slo la mediacin de algn tipo de experiencia deoposicin y conflicto, sea en el contexto del juego dialgico o biencon independencia de l, abre aqu la posibilidad del autodistan-ciamiento que permite salir del autoengao como tal. Sin embargo,

    23 Para un anlisis ms detallado de los argumentos desarrollados en el texto vase el comentario en

    Irwin (1979) p. 137 ss.

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    adoptando una actitud meramente aparente de cooperacin. Elhecho de que las conversaciones sostenidas por Scrates con repre-sentantes de la sofstica y la retrica, tal como las retrata magis-tralmente Platn, concluyan la mayor parte de las veces con el fra-caso del intento por establecer un mbito de genuina cooperacindialgica adquiere, desde la perspectiva abierta por la referencia ala mencionada paradoja, una peculiar fuerza significativa.

    3) En conexin con lo observado, hay que llamar la atencin so- bre una consecuencia que, si bien puede ir ms all de lo que Platnmismo ha avistado expresamente como implicaciones de su con-cepcin, viene directamente sugerida por los rasgos bsicos de ella.La referencia a la paradoja vinculada con la posibilidad de la supe-racin dialgica del autoengao pone de manifiesto la necesaria presencia de un componente irreductiblemente hermenutico entoda concepcin dialgica del pensar, en el sentido preciso de quetodo modelo de fundamentacin dialgica, si aspira a ser conscien-te de sus propios lmites, debera partir siempre ya de la asuncinexpresa del hecho de que no hay algo as como un punto cero desdeel cual pudiera instaurarse, de modo originario y sin presupuestosno dialgicos, el espacio de juego del dilogo mismo. El dilogo, siha de ser un dilogo genuino y no una mera apariencia de dilogoque encubre la oposicin irreductible de posiciones sustradas deantemano al examen crtico, presupone siempre ya, en su misma posibilidad, la opcin por un ciertoethos, un ethos en el cual laorientacin hacia la verdad y el compromiso con la racionalidaddeben ocupar necesariamente una posicin central. Dicha opcin por el ethos fundante de la posibilidad del dilogo puede ser, sinduda, esclarecida, ratificada e incluso promovida a travs del pro- pio juego dialgico. Pero no puede ser nunca producida, sin ms,como a partir de la nada, por medio del mismo tipo de juego queella posibilita. En su misma posibilidad, en su inicio y, sobre todo,en su continuidad y perdurabilidad el dilogo genuino presuponecomo tal la existencia de un espacio de convergencia de intereses

    entre los interlocutores que participan en l, un espacio de conver-

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    gencia que stos reconocen, de modo ms o menos expreso, comotal y que se esfuerzan por mantener a resguardo de los avatares propios de la dinmica interna del juego dialgico mismo. Aunque pueda tratarse aqu, en principio, de una convergencia mnima, re-ferida a un conjunto de intereses y objetivos muy bsicos, dichaconvergencia no podr estar fundada, sin ms, en el autoengao delos interlocutores respecto de sus genuinos intereses y su propio bien real. Al menos no podr estarlo, si el espacio del dilogo ha de poder configurarse de un modo relativamente estable y duradero.sta es tambin, a mi juicio, una parte importante de la leccin quederiva del lcido examen platnico en elGorgias.

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