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PENSAMIENTOSOCIALYLAÉTICADESDEIGNACIOELLACURÍA.HACIA UNA ANTROPOLOGÍA POLÍTICA LIBERADORA1

ETHICS AND SOCIAL TOUGHT FROM THE STARTPOINT OF ELLACURÍA: TOWARDS A LIBERATING POLITICAL ANTHROPOLOGY

Agustín Ortega Cabrera2

Resumen: En este trabajo vamos a tratar de presentar y mostrar la actu-alidad de las aportaciones que nos ha legado el pensamiento (la filosofía y teología) de Ellacuría, uno de los conocidos como mártires de la UCA, al pensamiento social y ético o moral. Lo cual puede conformar toda una vi-sión del ser humano o antropología, un humanismo y personalismo, con su carácter político y liberador.

Palabras clave: Ellacuría, pensamiento social, ética, antropología, polí-tica.

Abstract: In this paper we will try to present and show the relevance of the contributions to social and moral thought left to us by the philoso-phy and theology of Ellacuría, known as one of the martyrs of the UCA. Which can form a full vision of human beings or anthropology, human-ism and personalism, with its political and liberating character.

Keywords: Ellacuría, social thinking, ethics, anthropology, politics.

1. Introducción. Una antropología en clave humanista y personalista liberadora

Como ha sido estudiado, Ellacuría se puede enmarcar en la corriente de filosofía y de pensamiento conocida como personalismo3, en este caso de inspiración cristiana. Con

1 Artículo recibido: 30 de junio de 2016; aprobado: 14 de septiembre de 2016.2 Docente e Investigador de la Pontificia Universidad del Ecuador Sede Ibarra (PUCE-SI). Correo-e: [email protected] 3 En este sentido, son autores y obras de referencia: De la Torre Rangel, J.A., Iusnaturalismo, per-sonalismo y filosofía de la liberación. Una visión integradora, Sevilla, 2005; Moreno Villa, M., Filosofía de la liberación y personalismo, Murcia 1993; Díaz, C., ¿Qué es el personalismo comunitario?, Madrid, 2002; Treinta nombres propios (Las figuras del personalismo), Madrid, 2002. Cf. también Domingo Moratalla

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autores como J. Maritain, E. Mounier, G. Rovirosa o su maestro X. �ubiri, del que Ellacuría fue el más estrecho colaborador de este relevante filósofo, también de origen vasco4. Al igual que desde este personalismo, un humanismo contemporáneo5- con su principal referencia en �ubiri-, Ellacuría actualiza y profundiza todo ello desde Améri-ca Latina. De ahí que sea uno de los principales representantes de la filosofía y teología latinoamericana de carácter liberadora en su opción por la justicia con los pobres (em-pobrecido, oprimidos y excluidos)6. Todo este personalismo y pensamiento liberador ha aportado mucho y bueno al pensamiento social cristiano, o a la que se conoce como Doctrina Social de la Iglesia7.

Desde estas coordenadas, en sintonía con lo más valioso de la filosofía y las cien-cias sociales actuales8, Ellacuría plantea una filosofía primera (metafísica). En donde la persona es un ser religado a lo real, a la realidad humana, social e histórica, y co(n)-

A., Un humanismo del siglo XX: el personalismo, Madrid, 1985; Burgos J. M., Introducción al perso-nalismo, Madrid, 2012; Antropología: una guía para la existencia, Madrid, 2013. Sobre F. Rosenzweig, Levinas y otros pensadores judíos, que enmarcamos en este horizonte personalista, es ineludible la extensa obra de Reyes Mate en donde, además de los estudios ya citados, destacamos su Memoria de Occidente, Barcelona, 1997; La filosofía después del holocausto, Barcelona, 2002. Como asimismo la obra del profesor M. García-Baró, por ejemplo, La compasión y la catástrofe. Ensayos de pensamiento judío, Salamanca, 2007.4 Para la actualidad, virtualidades y aplicaciones de esta obra de �ubiri y Ellacuría, Cf. Nicolás J. A.; Samour H. (eds.), Historia, ética y ciencia. El impulso crítico de la filosofía de Zubiri, Granada, 2007.5 Cf. Amigo, M. L. (ed.), Humanismo para el siglo XXI: propuestas para el Congreso Internacional “Humanismo para el siglo XXI”, Bilbao, 2003; Herrero F. J. F., La renovación de la cultura y de las humanidades, Las Palmas, 2015 (Ponencia tenida en el Centro Loyola); García J., Sobre el viejo Humanismo, Madrid, 2010; Galindo, A., “El humanismo trinitario frente a la doctirna social de la Iglesia”, en Naturaleza y gracia, núm. 2, 2006, pp. 351-398; Alburquerque. E., Humanismo cristiano, en Boletín Salesiano 11, 2014, pp. 17-20. 6 Cf. Sánchez Rubio D., Filosofía, derecho y liberación en América Latina, Bilbao 2000; VV. AA., El legado filosófico español e hispanoamericano del siglo XX, Madrid, 2007; Cf. Sols Lucia J., La teología histórica de Ignacio Ellacuría; González Faus J. I., El factor cristiano, Navarra, 1994; Suzin L. C. (ed.), El mar se abrió, Santander, 2005; VV. AA, Fe y política, Madrid 2008; Teologías del Tercer Mundo, Madrid 2008; Carmona F. J. (coord.), Historia del cristianismo IV. El mundo contemporáneo, Madrid, 2011.7 Cf. Scannone J. C., Teología de la liberación y Doctrina Social de la Iglesia, Madrid, 1987.8 Desde la perspectiva latinoamericana, destacamos la significativa obra del jesuita, uno de los conocidos como mártires de la UCA, Martín-Baró i., Acción e ideología: psicología social desde Centroamérica, San Salvador, 1983; Psicología de la Liberación, Madrid, 2002; Poder, ideología y violencia, Madrid, 2003; De La Corte L., Memoria de un compromiso. La psicología social de Ignacio Martín Baró, Bilbao, 2001; Soto Martínez R., Una reflexión sobre el metasentido de la praxis científica: la propuesta de Ignacio Martín-Baró desde la psicología social, Madrid, 2002.

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vertida a los otros y al Otro9. Frente al individualismo del neoliberalismo/capitalismo, Ellacuría pone las bases para una antropología integral y solidaria. Es una visión del ser humano que contempla todas sus dimensiones interrelacionadas: la personal y socio-comunitaria, la espiritual y política, la trascendente e histórica…

De esta forma, la persona es un ser en relación social y solidaria con los otros, con la realidad social-histórica. Un ser ético-político que busca el bien común y la justi-cia con los pobres. El ser humano es, pues, libre y liberador, sujeto y protagonista de la vida, de su realidad inter-personal y social, política y espiritual, abierto a la trascenden-cia; frente al comunismo colectivista o colectivismo (leninista-estalinista). La persona está constituida y llamada, así, a transformar y dinamizar toda esta realidad personal y socio-histórica, todas las capacidades y posibilidades. Por las que se trasciende hacia los otros y el Otro, Dios para la fe, hacia la vida plena, eterna….

2.Elpensamientosocialyético

Como vemos, en la línea de lo más significativo de la filosofía, del personalismo y de las ciencias sociales, tal como ya indicamos, Ellacuría contempla a la persona y la sociedad-mundo (realidad socio-histórica) de forma co-relacionadas. En una inter-acción mutua. Sin que la persona, de forma individualista e insolidaria, se olvide y desentienda de los demás, de la realidad comunitaria, social e histórica. Y contribuya o coopere entonces al bien común y la justicia con los pobres, contra el neoliberalismo y el capitalismo. Más sin que la realidad social e histórica niegue o vaya en contra de la persona, de su liber-tad, participación y protagonismo en la trasformación o co-gestión de la vida; frente al colectivismo.

Vemos, pues, que todo este pensamiento antropológico y social nos abre a una ética, donde nada ni nadie puede ir en contra de la vida, dignidad y protagonismo de las personas, de sus derechos, del bien común. Es el “principio-vida”10. Ya que todo aque-llo, cualquier relación o realidad, que no defienda o promocione la vida, en todas sus dimensiones o estadios, no es ética y hay que transformarlo en vida, justicia y liberación integral. Tal como nos muestra toda esta cualificada filosofía y ética latinoamericana.

El pensamiento social de Ellacuría nos muestra como la persona en sus relacio-nes humanas va generando unas leyes e instituciones, unas condiciones y estructuras 9 Cf. Sobrino J.; Alvarado R. (eds.), Ignacio Ellacuría, Aquella libertad esclarecida, Santander, 1999; Gimbernat J. A.; Gómez C. (eds.), La Pasión por la libertad, Homenaje a I. Ellacuría, Navarra, 1994; Samour H., Voluntad de Liberación, La filosofía de Ignacio Ellacuría, Granada, 2003; Mora Galiana J., Ignacio Ellacuría, filósofo de la liberación, Madrid, 2008.10 Tal como ha sido estudiado en filosofía por Dussel E., Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión, Madrid, 1998, y más en teología por Gutiérrez G., El Dios de la vida, Salamanca, 2002.

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sociales, políticas y económicas. Las cuales en la realidad histórica, en la verdad de lo real, lejos de cohesionar o unir y buscar el bien común, lo que han generado son domi-nación, injusticia y desigualdad social-mundial. De ahí que el pensamiento social y ético de Ellacuría con su método de historización, de contemplar y analizar las cosas y prin-cipios o valores en la realidad histórica, viera que en nuestro mundo no existe el bien común. Sino el mal común, la injusticia y un abismo desigualdad social-internacional entre grupos, estratos sociales y países. La violación de la vida digna, en vez del respeto y promoción de los derechos humanos11. Una democracia insuficiente y mermada, no real, ya que las personas y los pueblos no son los sujetos y actores de la vida civil, pú-blica y política, de su capacitación posibilitantes. El derecho de propiedad conculcado, porque la propiedad es negada a la mayoría de las personas y pueblos, por la acumula-ción y acaparamiento de los bienes y recursos en unas pocas manos, de los más pode-rosos y enriquecidos.

Adelantándose como en tantas cosas a tu tiempo, Ellacuría observó y estudió muy bien como nuestro mundo, cada vez más, se iba unificando e interconectando. Lo que hoy se conoce como la era de la globalización, que es en la época en la que vivimos. El capitalismo con su injusticia se iba a haciendo global, la civilización del capital como él lo llamaba, en donde el lucro o beneficio (el capital) es el motor de la historia. A lo que contrapuso la “civilización del trabajo”. Esto es, la vida y dignidad del trabajador, de las personas, la satisfacción de sus necesidades en un desarrollo humano e integral, que sería lo que dinamizaría un verdadero progreso.

Y discernió muy bien como el capitalismo, que por todo ello no es ético- el capi-talismo es intrínsecamente inmoral nos enseñaba Ellacuría-, está enraizado en la civili-zación de la riqueza. Es decir, en la deshumanización de ser ricos, con su afán de tener y consumir. Frente a lo anterior, proponía Ellacuría “la civilización de la pobreza”, de ser pobres en austeridad solidaria y liberadora con los pobres de la tierra. Ya que según él, esta solidaridad y compromiso por la justicia liberadora con los pobres: es lo que nos va dando sentido en la vida, nos va dando vida, es lo que nos va haciendo feliz.

Como se observa en todo lo expuesto, para Ellacuría los pobres, los crucifica-dos de la tierra por la injusticia y el mal, es el signo permanente de los tiempos. Los pobres de la tierra es la clave “hermenéutica”, el lugar que da verdad. La verdad real de nues-tro mundo, que desvela la injusticia del mundo y la mentira del poder que la encubre. Un principio ético básico es que todo lo que no sea históricamente universalizable, que no incluya a todos los seres humamos y la vida del planeta, a los pobres y víctimas de la historia: no es justo ni humano. Por todo ello el capitalismo no es moral. Ya que no promueve la vida, justicia e inclusión de todos, como muestran la no vida (indigna) a la 11 Cf. Senent de Frutos J. A., Ellacuría y los derechos humanos, Bilbao, 1998; Rosillo A., Los derechos humanos desde el pensamiento de Ignacio Ellacuría, Madrid, 2009.

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que se someten a los pobres, ni la salvaguarda del ambiente y ecosistema. Los niveles de productivismo, crecimiento y consumismo del capitalismo no son sostenibles, no se pueden mantener, no son universales porque destruyen el planeta.

Ellacuría, tal como se ve, promueve todo un método (camino) para la inteligen-cia (histórica, social, liberadora…), el conocimiento y una educación-formación inte-gral. El cual consta del hacerse cargo de la realidad, dimensión más intelectiva o cognos-citiva, analizar y ser consciente de la realidad. Utilizando para ello las mediaciones de la razón, como son la filosofía y las ciencias sociales o humanas. Cargar con la realidad, dimensión más ética, por la que asumo la realidad, el dolor y sufrimiento de los otros en una ética de la compasión (con el otro) ante su miseria e injusticia que llevo a mi co-razón, el “principio misericordia”12. Encargarme de la realidad, dimensión más práctica, por la que me implico, me comprometo en la praxis transformadora de la realidad, por la paz y la justicia liberadora con los pobres. Y dejarme cargar por la realidad, dimensión más de gratuidad, acoger el don de la realidad, de los otros, de su fraternidad, solidari-dad, justicia, etc. En esta línea, Ellacuría, nos animaba a estar presente y comprome-tido con los movimientos sociales o ciudadanos, emancipadores y liberadores con los pobres de la tierra.

Todo lo anterior, igualmente, recoge y actualiza el corazón de la espiritualidad y misión ignaciana13. El ser compañeros de Jesús buscando a Dios en todas las cosas. Ser personas para (por y con) los demás, al servicio de la fe y la justicia fraterna-liberadora con los pobres, en dialogo con las culturas, pueblos y las religiones. Es ser contempla-tivos en la acción y realidad, en la reconciliación, justicia y liberación integral con los pobres; frente a todo mal e injusticia, a toda estructura social e internacional perversa que oprima. En definitiva, es la escuela del corazón, del amor que se entrega y que da vida, vida en abundancia. Como nos mostraron Ellacuría y sus compañeros mártires de la UCA.

3. Antropología y Filosofía Política

Estamos conmemorando el aniversario del asesinato de I. Ellacuría y el resto de sus compañeros jesuitas mártires de la UCA, en el Salvador. En este marco, la Catedra La-12 Cf. Sobrino J., El principio- misericordia, Santander, 1992. Un magnífico estudio sobre la obra de J. Sobrino- en donde se estudia asimismo la influencia de Ellacuría-, fruto de una tesis docto-ral defendida con éxito en la Universidad P. de Salamanca, es el de Gómez García E., Pascua de Jesús, pueblos crucificados, Antropología mesiánica de J. Sobrino, Salamanca, 2013. Cf. asimismo las obras de referencia de Kasper W., La misericordia, Santander, 2013.13 Para la perspectiva ignaciana de Ellacuría, que asimismo inspira nuestro trabajo, Cf. el es-tudio de J. Hernández Pico SJ en Sobrino J.; Alvarado R. (eds.), Ignacio Ellacuría, Aquella libertad esclarecida, Santander, 1999, pp. 245-274.

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tinoamericana I. Ellacuría, junto al Departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad Loyola de Andalucía, organizó su XVI Congreso Internacional. Llevará por título “Iglesia, Política y Sociedad”, donde intervinieron diversos especialistas en la figura y el pensamiento de I. Ellacuría.

Un interesante e importante evento que, creemos, mostrará que su filosofía y pensamiento es más necesario e imprescindible que nunca. Más en una realidad con tanta desigualdad, injusticia y violencia como la que estamos viviendo. Por solo dar un dato estremecedor que marca a nuestro mundo global, injusto y violento, según los es-tudios sociales e informes actuales, el 1% de la población en el mundo tiene hoy más que el 99% restante14. Lo que genera que buena parte de la humanidad siga sufriendo y muriendo por el hambre, la miseria y el empobrecimiento, caldo de cultivo de la deses-peración y violencia en este mundo deshumanizado e insolidario. Frente a ello, el pen-samiento filosófico, ético-político y social de Ellacuría nos mostró toda una antropolo-gía y cultura de la solidaridad, de la justicia liberadora con los pobres de la tierra.

Como se ha estudiado, el pensamiento más maduro y último de Ellacuría se cen-tró en esta propuesta y alternativa solidaria, en la promoción de la vida y la justicia con los pobres. Lo que él denominó “la civilización de trabajo y de la pobreza, frente a la del capital y de la riqueza”. En el plano social y económico-político, planteaba que el auténtico desarrollo humano e integral no puede estar basado en el capital como ído-lo15. Todo auténtico progreso y desarrollo se mide por la satisfacción de las necesida-des básicas de las personas, por la dignidad del trabajo y de los pobres, en potenciar las posibilidades y capacidades de los seres humanos. Y unido inseparablemente a lo ante-rior, Ellacuría promovió una antropología de la pobreza, solidaria y liberadora con los pobres de la tierra, en la felicidad del compartir la vida, los bienes y las luchas sociales por la justicia con los pobres; contra el dios falso de la riqueza, del ser rico.

Así que la filosofía política de Ellacuría en la promoción del desarrollo humano, social e integral, de la justicia y de los derechos humanos se inter-relaciona y arraiga en esta antropología solidaria, comunitaria y social. Religada a la realidad histórica, co-vertida a los otros y al Otro, a la humanidad, a los pobres y a Dios. Es una bio-política enraizada en una antropología y ética de la vida16 frente a los ídolos de muerte, de des-

14 Cf. a este respecto los últimos y recientes informes de OXFAM INTERMON.15 Cf. los últimos estudios e investigaciones en VV. AA, Ignacio Ellacuría: intelectual, filósofo y teólogo, Valencia, 2012; Alvarenga L. (Dir.), Ignacio Ellacuría. Utopía y crítica, Valencia, 2014; Ashley, M. (ed.), La Civilización de la pobreza. El legado de Ignacio Ellacuría para el mundo de hoy, Lima, 2014; Samour, H., Crítica y liberación, Ellacuría y la realidad histórica contemporánea, Valencia, 2012; Pittl, S., La realidad histórica del pueblo crucificado como lugar de la teología, Valencia, 2013.16 Esta importancia de la vida y de la ética, de la responsabilidad ante el otro, ante el pobre y excluido para la filosofía ha sido subrayada de forma especial por E. Levinas. Tal como ha estudiado y profundizado en clave política y liberadora por E. Dussel, en un dialogo importante

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trucción e injusticia con los pobres y con el planeta. Y es que todo lo que no sea univer-salizable, todo lo que no impulse la vida y la dignidad, la solidaridad universal, la justicia social-global con los pobres de la tierra y la ambiental con el planeta: no es humano ni humanizador, no es moral ni espiritual.

De ahí que la actual civilización dominante del capital y de la riqueza, como nos mostraba Ellacuría, el capitalismo es intrínsecamente perverso ya que no es universa-lizable ni a nivel social ni ecológico. El capitalismo no incluye a toda la humanidad de forma solidaria y justa. Y promueve una cultura del tener y del poseer sobre el ser soli-dario y ecológico, que con sus ídolos del beneficio, del productivismo y del consumis-mo es insostenible para la vida del planeta. La civilización del capital y de la riqueza no respeta los derechos humanos ni defiende el bien común sino que, en la realidad his-tórica, lo que causa es la violencia estructural, la negación de la dignidad y de la vida, la muerte de los pobres, el mal común.

Si el comunismo colectivista o colectivismo es totalitario por su antropología sesgada que no tiene en cuenta a la persona concreta y su libertad, el capitalismo con su antropología liberal-individualista, posesiva e insolidaria niega la justicia y la libera-ción integral con los pobres de la tierra. Tal como analizó muy bien Ellacuría, frente a estas dos ideologizaciones anti-humanistas del capitalismo y del colectivismo, hay que articular adecuadamente la libertad y la justicia, el protagonismo de los pueblos y de los pobres. Para que la libertad no se pervierta en un individualismo egolátrico, que niega la solidaridad y el bien común tal como impone el capitalismo, hay que co-relacionarla inseparablemente con la justicia que a su vez, para que no se degenere, tiene que respe-tar la libertad personal y la participación (co-gestión) democrática.

Así, Ellacuría nos mostró una antropología e inteligencia real, socio-histórica e integral que abarca la realidad global: lo cognitivo, el hacerse cargo de la realidad en sus mediaciones sociales e históricas; lo ético-afectivo, el cargar con la realidad, la compa-sión y el principio miseri-cordia (la razón cordial e inteligencia del amor) ante el sufri-miento e injusticia que padecen los otros, los pobres de la tierra; y lo práctico, el encar-garse de la realidad, la praxis de la justicia con los pueblos crucificados por la opresión e injusticia. Es una antropología que, como nos muestra la espiritualidad ignaciana, se abre y re-liga con lo trascendente e integra la contemplación en la acción por la justicia y liberación integral con los pobres.

y profundo entre el pensamiento europeo y latinoamericano. Cf. Dussel, E., Política de la liberación I-II, Madrid, 2007; y, asimismo desde su propio enfoque, Scannone J.C., Discernimiento filosófico de la acción y pasión históricas, Barcelona, 2009. Toda esta perspectiva la ha recogido y profundizado muy bien, en clave hermenéutica, en la filosofía española el profesor Conill, J., Ética hermenéutica, Madrid, 2004.

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Una antropología espiritual que contempla la realidad en su globalidad y diver-sidad, con sus alegrías y males, con su solidaridad y sufrimientos, con sus injusticias y esperanzas. En donde esta inteligencia vital e histórica discierne los permanentes sig-nos de los tiempos, esto es, los pueblos crucificados por la injusticia y el mal común, por lo ídolos de la riqueza y del poder. Y trata de bajar a esos pueblos de la cruz de esta opresión e injusticia.

La antropología y espiritualidad ellacuriana, pues, nos remite al Dios de la vida, de los pobres y de la esperanza que, en la encarnación de Jesús de Nazaret Crucificado-Resucitado y su Espíritu, nos anima y mueve a revertir la historia con los pobres de la tierra. Y lanzarla en la dirección de la civilización del amor, de la paz y de la justicia que, frente a la del capital y de la violencia, nos dinamiza hacia la trascendencia de la realidad histórica, de la vida plena y eterna. En donde culmina el Reino de Dios, la fe-licidad consumada.

4.Conclusionesyperspectivasactuales.LaFedeMons.Romero, el Papa Francisco y la Teología de la Liberación.

El Papa Francisco ha proclamado beato al arzobispo salvadoreño Óscar Romero17, ase-sinado en 1980, cuyo proceso de beatificación abrió Juan Pablo II18. El Papa Juan Pa-blo II, que visitó la Catedral Metropolitana de San Salvador y se postró ante la Tumba de Mons. Romero, decía de él: “Celoso pastor a quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida de manera violenta”. Y el Papa Benedicto XVI manifestó que el pueblo salvadoreño se caracteriza por tener una fe viva y un profundo sentimiento religioso, gracias a los primeros misioneros y al fervor de “pastores llenos de amor de Dios, como Monseñor Öscar Romero”. Ahora, El Papa Francisco reconoce que Mons. Romero es mártir, ya que fue asesinado in odium fidei (en odio por su fe) mientras oficiaba una misa en San Salvador.

Según ha informado el Vaticano en una nota de prensa, Francisco ha autorizado a la Congregación de la Causa de los Santos del Vaticano, tras una reunión con el Pre-fecto Cardenal Angelo Amato, la promulgación del decreto de martirio de Romero. Ya la comisión de teólogos de dicha Congregación acababa de aprobar, por unanimidad, la declaración de mártir. Efectivamente, la Teología Latinoamericana de la Liberación 17 Una obra, actual y muy completa, sobre Mons. Romero es la que ha realizado un experto del pensamiento y teología de Ellacuría, como es Maier, M., Oscar Romero: Mística y lucha por la justicia, Barcelona, 2010.18 En este apartado seguimos el estudio de Scanonne, J.C., El Papa Francisco y la teología del pueblo, en Razón y Fe, T. 271, núm. 1395, 2014, pp. 31-50. En este significativo trabajo, el jesuita que fuera profesor del Papa, analiza las influencias y claves teológicas de Francisco, en el pensa-miento y teología latinoamericana en donde se sitúa Ellacuría.

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(TL)19 ha reflexionado sobre este martirio de Mons. Romero por motivo de su fe en la entrega, servicio y compromiso por la justicia liberadora con los pobres. Al igual que lo ha hecho con otros. Como los conocidos como mártires de la UCA, I. Ellacuría, I. Martín-Baró y 4 compañeros jesuitas que colaboraron muy estrechamente con Mons. Romero y que, como él, fueron asesinados junto a una trabajadora y su hija. Y es que, como nos enseña la misma iglesia, la fe se falsifica si no se realiza desde el amor en la lucha por la paz, la liberación integral y la justicia con los pobres.

No hay fe sin amor desde los pobres que es inseparable del compromiso por la justicia que nos salva y libera integralmente de todo pecado y mal, de toda opresión e injusticia. Aquí está el corazón del Evangelio, que es lo que nos muestra la misma en-traña del pensamiento liberador latinoamericano y de la TL que ha actualizado y pro-fundizado este sentido verdadero de la fe cristiana. Así lo ha estudiado y expuesto el Cardenal G. L. Müller, actual Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, que ha publicado recientemente dos libros muy cualificados e importantes. El prime-ro, “Del lado de los pobres, Teología de la liberación”, que ha sido galardonado con el Premio Capri San Michele, uno de los premios de ensayo más importantes de Italia. Y el segundo, “Iglesia pobre para los pobres, La misión liberadora de la Iglesia”, con prólogo-presentación del mismo Papa Francisco. Ambas publicaciones están escritas en colaboración con Fr. G. Gutiérrez, OP20, presbítero y religioso dominico, galardo-nado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003). G. Gutiérrez es considerado el padre de la TL y uno de los teólogos más significativos de la época contemporánea.

Todo lo valioso y bueno de esta TL, con sus comunidades eclesiales de base que es desde donde surge, ya lo había reconocido el magisterio de la Iglesia y de los Papas. Pablo VI en la EN, Juan Pablo II en su enseñanza social (LE, SRS y CA)21 junto al entonces Cardenal Ratzinger y la CDF (LC) o los Obispos Españoles (IP) que recono-cen todo lo verdadero e importante de la TL a la vez que, como hace la iglesia con toda reflexión teológica, señala sus límites y matices.

Como dijo en 1986 el Papa Juan Pablo II, “estamos convencidos nosotros y ustedes de que la Teología de la Liberación es no sólo oportuna sino útil y necesaria” (Carta a la Conferen-cia Episcopal de Brasil). Tal como se ha estudiado y se observa, el Papa Francisco está mostrando, testimoniando y ahondando con su enseñanza y ministerio toda esta Teolo-

19 Cf. VV. AA., 25 años de teología: balance y perspectivas, Madrid, 2005; Bosch, J. (ed.), Panorama de la teología latinoamericana, Navarra, 1998; Panorama de la teología española, Navarra, 1999.20 Un estudio muy completo sobre la persona y obra de G. Gutiérrez es el de García Maestro, J .P, Pensar a Dios desde el reverso de la historia, Madrid, 2005. 21 Cf. Tosso, M., Juan Pablo II y la nueva epistemología de la Doctrina Social de la Iglesia, en Sociedad y Utopía, núm. 27, 2006, pp. 1-14.

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gía y Espiritualidad Latinoamericana de la Liberación. El Papa Francisco, en especial, se inserta en una de estas corrientes de la TL, la conocida como escuela argentina o teolo-gía del pueblo, que tiene al jesuita, filósofo y teólogo J.C. Scannone SJ como uno de sus referentes. Scannone, que es uno de los pensadores más significativos de nuestra época, y dicha corriente se inserta en la Filosofía y TL, asume lo más cualificado y autentico de dicha TL. Acentuando asimismo una serie de aspectos que se testimoniaron en la vida y fe de Mons. Romero, y que el Papa Francisco está manifestando en la actualidad. Como es entender que la reflexión creyente y teológica, vital para una vida cristiana formada y madura, expresa la inteligencia de la fe que busca amar y se compromete por la justicia liberadora con los pobres en el mundo e historia.

Este es el corazón del método teológico latinoamericano, la espiritualidad cris-tiana encarnada en la realidad y en la vida, en la cultura y acción-praxis de los pueblos, de los pobres y oprimidos, que es desde donde se realiza el Evangelio del Reino de Jesús. En este marco y método, actualizando la Doctrina Social de la Iglesia, el Papa Francisco. Por ejemplo en su Evangelii Gaudium (EG), ha propuesto una serie de claves antropológicas y principios éticos, que son muy relevantes e importantes para el pen-samiento social:

a) La primacía no la tiene la idea, sino el don la realidad y de los otros (cf. EG 226-230), de la fraternidad y amor liberador con los pobres, que es donde hay que encar-narse, como hizo Jesús el Verbo de Dios. Es la inculturación del Evangelio que se hace cultura y fe de los pueblos humildes y pobres, de su sabiduría y religiosidad popular que refleja la fe en la entrega, solidaridad y lucha pacífica por la justicia. La fe no se puede separar de la cultura, se fecunda con la diversidad inter-cultural de los pueblos y de los pobres. Y, en esta línea, la fe busca las mediaciones sociales, políticas y económicas para ir anticipando y realizando el Reino de Dios y su justicia liberadora que da vida; lo cual culmina en la vida plena, eterna. Se trata de la inteligencia de la fe y del amor que en dialogo cultural e interdisciplinar con la razón y sus expresiones, como pueden ser las ciencias sociales o humanas y la filosofía, busca transforma y renovar la realidad, la sociedad-mundo con sus relaciones, estructuras sociales y sistemas políticos-económi-cos. Para ir consiguiendo así la vida espiritual, ética y liberadora en unas instituciones justas, humanizadoras y que se vayan ajustando al bien común e internacional.

b) La unidad es superior al conflicto (cf. EG 226-230). Es asumir el constitutivo ca-rácter púbico, social y ético-político la fe que se encarna y asume el conflicto (humano-social y teologal). Esto es, la lucha entre la gracia y el pecado, el bien y el mal, las es-tructuras sociales de pecado que causan la injusticia y desigualdad de la pobreza. Pero teniendo claro siempre que la lucha por la justicia con los pobres, desde el Evangelio, se hace de forma activa y no violenta; sin odio ni venganzas hacia los ricos y poderosos que oprimen a los pobres. Hay que buscar el perdón, la fraternidad y la reconciliación

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entre los ricos y pobres. Lo que significa que haya justicia e igualdad, que los ricos dejen de ser ricos y que se liberen del pecado del egoísmo de la riqueza y el poder, que es lo que causa la pobreza y oprime a los pobres. La dialéctica entre el don de la realidad y de los otros, del amor liberador y la justicia con los pobres con lo conflictivo-negativo de la injusticia y opresión, con el mal y pecado: se resuelve en la ana (dia-)léctica o eminen-cia de la alteridad y fraternidad solidaria; del amor y justicia que libera del pecado del egoísmo y sus ídolos del poder y la riqueza (ser rico), de la dominación.

c) La totalidad siempre es más que la parte (cf. EG 234-237). En la actualidad, hay que promover la globalización de esta solidaridad fraterna y de la justicia con los po-bres, de la paz y dignidad del trabajo, de las personas y la ecología integral; frente a la globalización neoliberal de la indiferencia, del capital y del ídolo del mercado-beneficio, de la violencia y de las guerras22. Sin dejar de considerar lo local, más en esta era de la globalización en la que vivimos, hay que abrirse a lo global de la realidad, a la reali-dad mundial e internacional. Ya que es lo propio del amor cristiano y la justicia teolo-gal: que es universal, cosmopolita; que no conoce ni barrera ni fronteras en la defensa de la vida y dignidad de todo ser humano, de los pobres de la tierra y de las víctimas de la historia.

d) El tiempo es superior al espacio (cf. EG 222-225), y de lo que se trata es de que los pueblos con sus culturas y tradiciones espirituales, éticas etc. sean protagonistas de la vida y realidad en su proceso o devenir socio-histórico. Los pueblos y los po-bres son los sujetos activos, principales de la historia, de la fe y de la misión-salvación y protagonizan sus proyectos de promoción y liberación integral; frente a la tiranía del cortoplacismo y del elitismo, de los espacios cerrados y excluyentes que solo buscan el ansia de poder y riqueza. Es el tiempo histórico, trascedente y mesiánico o profético-evangélico de la fe en la esperanza desde el don de la fraternidad, la gran olvidada, que cimenta la libertad y la igualdad. Es la ética, cultura y espiritualidad de la vida, del amor y justicia con los pobres, que culmina en la comunión con el Dios de la vida en Jesús, en la plenitud y eternidad de la existencia. Vemos pues toda la actualidad y fecundidad, trascendencia, de la TL, tal como nos enseña la tradición y enseñanza de la iglesia ma-nifestada ahora en testimonios como Mons. Romero o el Papa Francisco.

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22 Cf. Bersatd, J., Globalización, tercer mundo y solidaridad, Madrid, 2000; Camacho, I., ¿Mundiali-zamos la solidaridad?, La globalización. Hacia una valoración ética cristiana, Madrid, 2005.

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