Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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Novela colombiana sobre la búsqueda del paraíso en EE.UU.

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Jorge Franco

forge Franco Ranrcls t-trrcio cn Nlcdcllirr.

Su novela Rosario T-ijerns llevit tturn..ros.ts

ediciones en Colomt'ria i' en [Jisprrr]oanrri-

rica y mereci<i destacados elogitis r- cl l)r'c

mio de Novela Dashiell llan-rnrett

Internacional en Clij6n, Espilna. Aclenrris

ha sido traducida a varios iclionras. Srr li-bro de cuentos Moldito tTntor v su novel.r

Mala noch e crlnsi gtr icrotr i ttt Pr rv 1;1 11 1 c: 1r

1,'.

mios en su pais.

Frailco estucli6 literatura en varios lirllc,res y universidades, entre otros ctln cl no-

velista Manuel Mejia Vallejo (Pren-ricr

Nadal, 1963), y cine en 'I'he Lonclon Inrcr-

national Filn-r School.

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Paraiso Tiavel

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Seix Barral Biblioteca Breve

|orge FrancoParaiso Tiavel

/ tr€tl

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A

A Jaime Echeterri, mi mae.stroEnriEte Santos Calder|n, nti santo

(9

l)isefio coleccion:

)t>sep l32g.l Associ.rts

Primera odicitin: noviembre tie zoor

zoor, )orl:c Frrrncozoor, I.,dittiriaI }llancla Colontbiana S. A.Calle zr No. 69,51, Bogora

Colorv sra: wurv.editoriaJplaneIi.con1.coVr,xtZur,r.r: ww.cditorialpltnett.com.vcE(rLrAr)oR: www.edrtorialplaneta.cont.ec

ISBN:95S 4t ozz6 X

Impreso por Quebecor World Bogotii S. A.Impreso en Colombia

Ninguna parte dc csta putrlicacirin, incluidoei discio dc la cubirrtu, pucdc scr rcproducida,alllaccnada () lranslnilida cn nranera llgunlni por ningtn medjo, ya sea clcctrico, qurmrco,meciil)!co,6plico, dc grabacirin o cic lirlocopi.r,sirr pcrntiso prcvio ciel cditor.

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Pude haber muerto ese amanecer en que perdl mls Pasos,

no s61o porque la nrisma mllerte nle toc6 el hotnbro sino

porque lo dese6 con rabia. Record6 y entendi las tantas veces

que Reina decia: mejor matdmoltos, y quc de tirnto clecirlo

ya nadie le abria los ojos como ai conjenzo.

-Mejor mat6monos

-decia iracunda ante cualquier

contrariedad.Yo temia no s6lo por la vida de Reina sino por la de

todos, por la mia, que yo cuidaba sin explicaciot-t, o tal vez

por ese amor pesimista que siemp.rrs le he tenido a la vida'

Amor que me dur6 hasta esa noche en que fui el m6s deses-

perado de todos los vivos, cuando por primera vez Pense:

meior muerto, Peor vivo y sin Reina. Aunque fue precisa-

mente el recuerdo de sus ideas extraflas el que me 1lev6 a

considerar que podia dar ut.tos pirsos m6s.

Supe que al corrcr comenzaba a perderla, que tambidn

me perdia yo en lo que dura un parpadeo. Mientras huia de

los policias pens6 en ella, en su boca iracunda despu6s dei

grito: ino salgas, Marlon!Pero mi rabia tambi6tr contaba y sali sin sospechar que

esa noche me iba a perder en el m6s grande y enredado de

los laberintos, resignado a tener como fltimo recuerdo

de Reina su gesto bravo, iiam6ndome como de nirlo nre ad-

vertia mam6: 1t.ro salgas a ia calle, Marlon Cruzl

Le grit€ a Reina y sali. Nos gritamos el cansrncio 1' el

silencio que habiamos guardado desde que le dijinos si al

disparate de venir a buscar futuro a Nueva York.

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-:Nueva York? -le habia preguntado.

-Si, Nueva York.

-2Y por que tan lejos?

-Por que alld queda

-ine dijo Reir-ra.

l.a idea fue suya. En general, toclas ias ideas eran cle

ella. Yo tarnbidn las tenia a veces pero s61o las de Reina se echii-batr a andar. Y esta ya la tenia andando. Cuando lne 1o dijoya era una decisi6n. No rne pregunt6 si yo estatra cle

acuerclo.

-Nos vamos los dos

-dijo.Tarnbi6n habl6 de las oportunidacles, cle los d6lares, de

ganar bien, de vivir mejor, dc salir de este pobre mierclcro.

-Aqui no hemos hecho, ni estarnos haciendo, ni va-

nros a hacer nacla.

De tener por fin un sitio para los dos, de prospcrar, yhasta de tener hijt>s, habl6. Lo dijo con los ojos muy'brillan-tes, y tan sinceros que le crei. 'lhn decididos qlte mc asus-

tarolt.

-ps1o eso estd lejos y no con(lcemos -le dijc.

Reina me apret6 las manos y se peg6 trien a mi boca.No vi sus ojos sitto dos manchas vidriosas tle colores dile-rerltes que se movian riipido, conro buscando el pavor de-

trds c-le los mios. Tanrbi6n le cambiaba ei aliento a Reinacuando hablaba con otro humor'.

-Nos vamos los dos -repiti6-. ;O te vas a quedar

aqui, igual a tu m;rmd, a tu pap6, o al mio, jodido corlo todoel mundo?

l.o dijo bajito, con los labios pegados a mi cara, apre-

tando el cuerpo, exhalando aire caliente por la nariz, sin rabia pero resuelta, clavdndome los pechos en cada respiracion,para que yo sintiera lo que me iba a perder si me quedaba.

-Nos vamos los dos.

No me dio un beso como pens6, sino qne despeg6 la

cara y meti6la mano entre mi peio. Ahi la dej6 y sigui6 mi-rdndome, como esperando a que yo Ie dijera algo diferenteal si que ella ya habia asumido, tal vez una idea fresca que

reforzara su plau, algo que 1e mantuvicra el bnllo a su mira-

da bicolor.

-Pero yo no hablo ir"rgles, Reina -fue

lo ituico que le

diie, y ella sac6 Ia mano de mi Pelo.La idea fue suya. Se lo reclamd cuando llegamos. Ya no

nos quedaba dinero, no existia la direcci6n a donde tenia-

mos que llegar y las cosas llo habian salido como esperilramos.

Habiarnos aguantado y callado durante todo el trayecto. Casi

no dormimos porque el sobresalto no nos dejaba, y en c'l

dia tampoco pr-rdimos descansar, y mtlchas veces dtid6 si al-

guna vez llegariamos adonde Reina queria llegar. Sc lo sa-

qud en cara:

-La idea fue tuya -le

dije con rabia.

-Ya lo sd --me dijo ella-. Vos I'to tetres ideas.

Le reciam6 que ese cuartucho nada tenia que ver con el

sitio que ella me hizo sonar, el que me describi6 cuando

imagin6bilmos la vida que llevariamos. Ella era la que nte

contaba como si ya conociera todo, como si ya hubiera veni-

do antes a preparar la llegada: es un aPartanlel'lto blanco

con vista al rio y a la Estatua de Ia Libertad, en un piso alto

con una terracita que tiette un jardin cl-riquito y dos sillas

paril sentarse a mirar el atardecer en Nueva York. Me habl6

de un perro que tendrianros y que sacariamos a pasear des-

pu€s del trabajo y qr-re cuidaria el apartirmento nlientras estu-

vidramos fuera. Me cont6 de una cocina nruy linlpia, ller-ra

de electrodom6sticos, y de un baflo blanco con barlera blanca

y grande donde nos meteriamos todas las noches a I'racer cl

amor. Vamos a hacer el anror todas ias noches, r-ue decia, y yo

sentia mariposas en ei sexo y per-rsaba: nos vanlos los dos.

Pero el verdadero cuarto era como ur-r calabozo que nos

dejaron por los billetes que nos quedaron, y que tonalrlosporque no habia otra opci6n. No encotltramos a Gloria' su

prima, la que le mand6 las fotos, la que Ie dailo la cabeza, la

que le dijo: vellte, vente prima para acii, que aqui hay plata vtrabajo para todos; y le nland6 la foto de su apartalrlento,

y si, era muciro mejor, y otra foto al lado de utl carro, que

lo

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ahora tludo que fuera suyo, y otra foto con un perro y en la

nieve junto a un ntufleco tambi6n de nieve con dos ramas

por brazos, una zanahoria por nariz y dos cosas negras porojos, y todos en la foto riendo, pero extraflos, ajetros, cotno

unos micos en el polo norte.

-Vamos a conocer la nieve, Marlon

-decia Reina abra-

z6ndose a si misma, anticipindose al frio.Yo pensaba: sf, vos pod6s pasar por gringa porque aun-

que telr6s los ojos raros, sor-r claros, y tu peio tambi6n; con

un poco de tinte quedarias rubia del todo. Pero yo soy muy

c1e acii, pensaba pero no se lo decia. Thn de ac6 que no me

quiero ir.

-Mirri ias fotos qlle me mand6 Gloria, mi prima.

-l2c lnqglraba como quien ensefla la fortuna en un tarot.

Me las mostr6 todos los dias porque las guardaba en su

billetera, las sacaba en el bus, en la calle, para gozar con el

apartamento, con el carro, el perro, con el muReco de nieve

de Gloria, su prima. Me las mostr6 en el aeropuerto, en cada

sitio en que tuve miedo, en todo el trayecto desde que sali-

mos hasta acii; las guard6 conro si fueran sus documentos,la visa que no nos dieron, el dinero que nos gastamos, el

pasaporte que nos hicieron botar.

-Pero Gloria, tu prima

-ie dije ya en el cuartucho-,

nos dio otra direcci6n.

---f al vez la lnemorizamos mal -la

defendi6 Reina.

-Y el tel6fono, ;tambi6n lo memorizamos mai?

Ahi nos gastalnos las irltimas monedas. Contestaron en

ingids y Reina s6lo dijo: Gloria, Gloria please, pero al otrolado le soltaron una retahila que la llen6 de miedo.

-Cog6 vos a ver si entend6s -me dijo.

A mi me dio hasta risa su ocurrencia. Ella dijo: Thl vez

nos equivocamos> marquemos otra vez,y yo le adverti: Rei-

na, esta es Ia irltima moneda, pero Reina me mir6 feo y des-

pu€s marc6, y otra vez lo mismo: Gloria please, y el mismo

rollo en ingl6s. Reina se atrevi6 a admitir: creo que es una

erabaci6n.

-Mejor subanros -me dijo- y tnairana volvemos a

llamar.Yo le pregunt6: con qu6, y ella rr-re clijo: algurl vecincl nos

prestarii el tei6fono, pero yo dudaba que en ese tugurio hu-

biera otro tel6fono qlle no fuera 6se del pasillo. Y cuandcr

volvimos a entrar me senti desesperado entre tanta dificul-tad.

-La idca fue tuya.

-iQu6 creias? -me

dijo-, 2que ibarnos a liegar a ur.r

Hilton?

-No, pero si adonde tu prima.

Tal vez era por el tamano del cr"rarto pero todo lo que

habl6bamos sonalra a gritos. Reina me dijo: n-ranana llamo a

Gloria, mejor durmdmonos que hace dias t'ro dormimos.Entonces yo le pregunt6: ;qu6 vamos a hacer, Reina?, pero

ella no me contest6, le pregunt6 de nuevo y mis fucrte: i;qu6vailros a hacer?!, entonce s ella con su mirada me mand6 para

la n'rierda, y como nre quedaba un cigarriilo decidi que me

1o fumaria afuera, ventilaria mi ira, pensaria, caminaria para

pensar. Tir6 la puerta y ella despr"r6s la volvi6 a abrir.

-iNo salgas, Marlon! *grit6.

Ilaj6 las escaleras oscuras saltando los escaiones de dos

en dos y todavia escuchaba a Reina vociferando: no cono-cemos, Marlon, no tenemos papeles; 1legu6 al pasillo, mirdcon rabia el teldfono que nos robd el medio d6lar y sali a ltt

calle. No saqud la chaqueta y el viento frio me pe96 en el

cuerpo, pero cuando encendi el cigarrillo senti un poco de

calor. Mir6 hacia arriba buscando a Reina en alguna venta-

na, pero ni siquiera estaba seglrro si ia nuestra daba a la

calle, o si acaso teniamos una. Mird al frente y vi una valla

iluminada donde alcancd a distinguir Ia rinica palabra que

entendi: Queen. La conocia porque significa Reina.

Comer.rcd a caminar y a pesar del frio el aire fresco me

cay6 bien. Pens€ que Reina podia tener raz6n: despu6s de

dormir veriar-rros las cosas mis clarirs. Tal vez- al otro dia en-

contrariamos a Gloria y todo se arreglaria. Ya le habia dado

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media vuelta a la manzana, el cigarrilio ya iba por ia mitad ymi arrebato tambi6n. Decidi dar la vuelta completa y con-tarle lo tonto que habia sido. Tir6 la colilla y dobld la esclui-na para volver, pero una mano en ei hombro me hel6 el

coraz6n,la mano enojada de un policia.El habl6 y yo no Ie entendi. Seiial6 la patrulla que yo no

habia visto, o tal vez seflal6 a su companero que hablaba porradio. Creo que balbuced y tambidn creo que dl dijo algoque tampoco entendi pero que hizo que mis pies decidieranpor mi. Y mientras 6l lnir6 al otro para hablarle, yo ech6 a

correr a grandes zancadas ernpujado por el p6nico, atrope-llando a la gente pero sin caer; mird hacia atriis y los policiastambi6n corrian, no muy lejos, abri6ndose paso con sus sil-batos y con sus armas desenfundadas pero todavia sin apun-tar. Mis pries volaban y a mis pies frenaban los carros en cadacalle que cruzaba. Veia sus luces como si corriera dentro deun carrusel. Los poiicias siguieron persigui6ndome pero elmiedo me hizo m6s veloz.

<1No salgas, Marlon!>.Corria y recordaba el grito que debi atender. Corri con

los otros dos detrds y con los carros entre mis piernas, y lasluces encandildndome, pero segui corriendo, ino salgas, Mar-lonl, y dobl6 m6s esquinas y corri sin saber si iba a poder,prero ios bocinazos me acosaban, \'eia a los policias cada veznrds cerca y pensaba en Reina y en Dios. De pronto, senti ungolpe seco al cruzar otra calle, me atropellaron, pens€, perono fue a mi, fue a uno de ellos, uno de los policias vol6 cerca,casi a mi lado, entonces ei otro se detuvo, mir6 a su compa-nero en el piso y me mir6 a mi, pero yo segui corriendo, ycorri mds entre muros inmensos con avisos luminosos y edi-ficios que se perdian en lo alto, entre un mar de gente a laque poco le importaba la carrera de un perseguido sin per-seguidor.

Corri muchas calles hasta llegar a un sitio oscuro, o has-ta donde me llev6 el desaliento y obedecieron mis pies. Nosabia cudnto habia corrido. Fueron muchas calles y un puente

largo; sien-rpre lleno dc pdnico pero no con tallto como en

cse instante despues, cuando con los ojos aguados mir6 al-

rededor y no distingui r.rada familiar; estaba en medio de

unas bodegas y aunque habia letreros yo llo los podia en-

tender. Tbdavia ahogado record6 lo que siempre 1e hatria di-

cho a Reina: yo no conozco, yo no habio irlgi6s.

Y despues su gr.ito: ino salgas, Mailon!, que con el tienl-

po se ha ido desvaneciendo entre los otros tantos que voci-

fera Nucva York; 1.ror ei que luch6 para que no Perdiera su

eco por(lue fue lo itrtico que me sostLlvo para seguir buscan-

do a Reina.

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-Mi r-rombre es f ohn Roberts y voy a n-ranejar este bus du-

rante las pr6ximas ocl-ro horas -dice

el conductor, en in-

g16s, a trav6s del altavoz-.'fienen los reglamer-rtos frente a

ustedes pero voy a recordi{rselos...

John Roberts comienza Ia lista de prohibiciones pero

nadie le potre atenci6n; est6n acostur-nbrados a que en este

pais todo lo que se prohibe se hace. NO smoking, NO drin'king, NO fucking, NO killing.

---No quiero oir mrisica, Ilo me gusta -dice ]ohn Ro-

berts. No quiere oir charlas ruidosas, no quiere desorden y

aunque sobre decirlo lo va a decir-: no quicro saber de al-

cohol ni de cigarrilios en estc bus.

Suspende las advertettcias para echarse un caramelo en

la bo"a.

-- Ti'ngo an.tigos c:n la Policia que se pondrian muy con-

tentos de ayudarme a sacar a quien viole el reglan"rento -dice

rnasticando el caramelo.

Un pasajero levanta el dedo que le gustaria n-reterle a

John Roberts por el culo. Yo rniro la reacci6u de ni cornpa-

flera de banca, pero ella estd concentrada en acomodar sus

bolsas. Es una negra enorme, entrada ell carnes y en aiios,

que tanlbi€n intenta acomodar su gordura en el asiento.

--Por riltimo -dice

el conductor-, nuestra pr6ximaparada es Baltimore. Si no hay problemas con el trifico, lle-

garemos en tres horils.

-Pues yo ya tengo harrbre

-dice la mujer que viaja a

mi lado. Y me pregunta-: 2Usted no?

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Con esto de ver otra vez a Reina me he olvidado de co_mer. Ni siquiera comi cuando estuve er.r la estaci6r.r. No rnen.rovi cle la puerta que tne asignaron; ltr) pJserd otra vez, l-lome volverd a perder ahora que ya sd d6nde estd. y conrer6cuando llcgue; tal vez ella tambi6n querrd corler algo, sr lasorprcsa la deja y si la emoci6n uo ltos cierrar cl apetito, cotnoahortr me lo r.ierra a ni. Comer-d cor.r Rcir-ra i.in aflo y tresnreses clespuds. Un ano, tres neses y cinco dias despr_r6s.

A Ia mujer que va a n-ri lado le digo:

-No, todavia no tengo hambre

-y 1e aclaro-: vcly a

esperar hasta que llegue a Mianti.Suelta una carcajada clue hace que los otros rnircn. John

Roberts tarnbidn mira por el espejo retrovisor. i)e ella measombra el tamano de sus dier.rtes: son grandcs para cual-quier boca, pero los tiene biancos y iirnpios. Se sigue riendomientras [lenea la cabeza de un lado a otro, seguramenresunrando las treinta horas de este viaje.

-Av, ay

-se queja en medio de la risa. Se pone la mano

en el pecho y se obliga a parar de reir.Me asornbra el tamarlo de sus fosas nasales dilatadas en

su afdn por respirar. Me dice: av, artrigo. Luego r.ro clicc n.rds.

Cierra los ojos y cornienza a ronronear. yo recuesto la cirbe-::a y tniro hacir fucra, y rne vco a nri mist-ncl reflejado en el.,'idrio, r'icndo c6mo se aleja Nueva york. Se a.le ja lcnto comosi supiera quc voy a encontrarme con ella, o tirl vez para (luerecuerde lo clue dejo atrds, lo clue logr6 por rrti cuentir y sirrRcina, por la que ciejd Colornbia y me vir.re a cste pais.

Reina, la del barrio, asi me hablaron de ella, o cic la que se

fue y volvi6, al cabo de mucho ticn-rpo. Se fue con su ntacire yregresci sin ella. Volvi6 ccin su padre, los dos coir la cara iarga.

-iQu6 les pas6? ;Se n-ruri6 la senora?

Nadie habia ntuerto. La senora, 1a nradre, se habia ido.Mam6 sr-rbi6 los pdrpados y torci6 la boca, no dijo nada perotodos supimos io que hubiera querido decir. pero al nrenosesa vez no dijo nada, no delante de nosotros. A i,ni rrre insis-

tieron: Reina, la cle 1os ojos de distinto color, prsrc) yo lto rclacionaba a ninguna con la que habia llegado.

-No Ia reconozco

-dije.-lReir"ra!

iLa que tietre un ojo de un color y el otro de otrcil

-Mc rindo. No s6 cu61 es.

C6mo iba a ic"lentificarla si se fue nirra y volvi6 rnujer.Si se fue fea y vo1vi6 prcciosa. No parecia la r-r.risma. Si r.rohubiera siclo porrlue a su prapd si 1o recordaba, hubiera pensado que me cstaban ntolestando.

-icla mislna que...?l Pero si lto parece.Si volv16 toda fcrrntada y toda hecha; asi la vciantos sr-r-

bir, bajarse del bus, caminar a Ia tienda cle la esquina, entrara rTusa.

-Y uno durmiencio solo con un radio -decia ]uan-

cho Tirado, salivando.Era ella, entonces. La qr.re cle muy nifla jugaba con otras

niiras del barrio, jugaban a la golosa, a la cucrda, a las escon-didas. A ellas les robiibalnos los duices, las monedasr y nLrn-ca les pen.nitin-ros jugar Jon nosotros, entrar a nuestro clan;no se aceptar-r ninas, s(rlo mujeres, aclaraba L,duarcio Mon-toya; nosotras sonros ninas, decian las ninas cn coro.

-E,ntonces bijensc los calzones

-decian-ros, y ellas sa-

lian corriendo y gritar-rdo. T)espu6s volvian, a lcls pocos clias,busciindonos otra vez:

-\9q61 px5 sontos rrrujcres.

-Entonces vengan y orinen con nosotros

-y de nue-vo corrian despavoridas, dando gritos como si fu6ramos unospslcopatas.

Y entre las qtre gritaban y huian cstaba Reina. De vestiditocorto, rodillas sucias, pelo revuclto, con los dientes despropor-cionados, fastidiosa y cruel como todas las niflas, odiosa cont<ttodos los niRos, maloliente, bulliciosa, nina al fir-r de cuentas.Muy distir-rta a la Ilcina que volvi<i diez al-ros despru6s.

-lbda una reina

-decia Carlitos apretiindose e1 bulto.

-;Y por qu6 volvi6? -preuunt€

ntientras la virnos cargal los patluetes cle la tiencla, ntientras utc ir.n,cnte ulta res-

r9r8

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puesta porque iuancho Tirado, Carlitos y Eduardo Monto-

ya salieror.r como tres rayos a ayudarle con las bolsas, y ella

se dej6 ayudar, un poco confundida al comienzo y mds soll-

riente despu6s. Ycr n-re qued6 recostado en el muro viendo

c6mo ia atosigaban los tres perros, pensando que ya perdia

puntos al quedarn're quieto, que fir-ralmente uno de ellos la

conquistaria, per-rsatrclo' mientras los veia alejarsc en ull co-

rrillo de risas y z-aiamerias, aunque luego rne qued6 tieso, de

una pieza, porque antes de doblar la esquina, cuando ya s6lo

veia sus espaldas y' pensaba que todo estaba perdido, Reina

se dio vuelta y me mir6, no como se mira a cualquier cosa,

no, sino como se mira a algo que uno quiere mirar.

-;Quiere uno?

-nre pregunta mi conrpanera de viajc

y pone una bolsa de papel, abierta, debajo de rnis narices.

-No, gracias

-rechazo sin siquiera preguntar que es.

-Son mulfins

-me explica-. Muffins de blueberry.

lr4iro rdpidamente dentro de la bolsa pero puede mds el

aroma que ia visi6n, gana el olor porque me obliga a cerrar

los ojos. Luego el recuerdo le gana al aroma y aparecen de

prorrto el olor dc mi casa, el olor a patio o a la cocina cle mami,

entonces el instinto le gana a la evocaci6n, y siento, como

tantas veces, unas gallas inparables de l'egrcsar.

- -Yo r:ri:i.,::, lcs hice -nte

trae de luelta la voz gruesa de

la negra, y antes de que yo pueda decidir, ella insiste-: valllos,

hombre, no ha comido uada desde que sali6. Coja uno.

Tomo uno y al tacto Io siento parecido al olor. Me lo

llevo a la boca y ella espera mi aprobaci6rl. Asiento corl la

cabeza y mastico mientras ella dice:

-Yo soy Charlotte.

Creo que rne he perdido en el sabor. Dudo si lo que en-

tendi fue su nornbre, su lugar de origen o su destino; ade-

mis, inmediatamente, le agrega a mi confusi6n m6s nombres

de mujer:

-Soy Charlotte, soy de Virginia, y voy hasta Augusta,

en Georgia.

Despu6s de un aflo mi ingl6s no es tan malo, aunque loaprendi a ias patadas, para sobrevivir, por eso es que slent-pre relaciono este idionta con la neccsiclad.

-;Y usted? -me

prcgunta.Me doy tiempo para responder mientras mastico. Para

decidirnre por su nontbre y para postergar lo tlue da tantotrabajo encarar, algo tan sencillo pero tan escabroso contodecir: r-ni nombre es Marlon Cruz y soy de Medellin, Co-lombia. Porque lucgo viene siernpre el gesto del otro: de in-terrogaci6n, de asombro o de terror.

-Oh, qud interesante

-dice Charlotte para disimular,

como todos, su pasmo, su horror o su ignclrancia, porquehasta el momento no he entendido qu6 puede tener de inte-resaute ser de Medellin, Colombia. Y luego agrega corno casi

todos-: tengo una sobrina aild, en Bolivia -dice,

y yo solt-ricl pensando que tarnbi6n podria ser en Asur.rcion, Mara-caibo o Panamd. Para ellos es lcl misno. Sin embargo, n'ri

nacionalidad no espantcl a Charlotte, porqLle me ofrece otromuffin, y pregunta:

-;'l'ienen blueberries er-r.. .?

Me dan ganas de decirle: digalo tranquila, que ese nombre no explota. Pero me limito a sacarla de su apuro y lerespondo: Medellin. Y me pregunto: 2Blueberries en Ir{ede-llin-i, y hasta me rio porque ni siquiera sd c6mo se dice eso

en espanol, y para que no vaya a pensar nada raro de mi risa,le cxplico:

-Si, si tenemos. Tcrdo es posible en Medellin.

Pienso: todo menos el olviclo. Yo que perdi n-ri ruta nohe podido olvidar, por mucho que lo he intentado, lo qtiesoy y de d6nde l.re venido, no por renegar o por vergrienza,sino para poder empezar de cero, sin remordirnientos ycon los pies bien puestos sobre este lado de la tierra.

Pero olvid6 precisarnente lo que no debia: mis pasoshuyendo, mis pasos despavoridos, fren6ticos, atravesandodemente una ciudad descor-rocida.

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Crei que esa misma noche encontraria a Reina, que era

cosa, simplerrente, de deshacer los pasos corridos y l>uscat'

el rastro que dej6 mi fuga, echar reversa, devolver el tiempo,

o si tirn s6lo hubiera sido posible, perder el niedo y reco-

brar la calma. Me dije: no es tan dificil volver, es cuestion de

tranqr.rilizarse y recordar. Mc repeti: no es tan compiicado,

no es irnposible. Y cuando comenc6 a caminar, mu1' despa-

cio, mirando hacia arriba Para reconocer algo, recorcl6 1o

que me habian advertido:

-Alle todo es igual.

Me lo habia dicho Carlitos' que se mosquelba tnucho

siempre que se tocaba este tema. El nunca estuvo de acuerdo

con nuestro viaje. Me insisti6 hirsta el cansancio: te vas a co-

mer toda la nrierda que no te has cor-nido llunca'

-Pero nrierda gringa

-me dijo Reir.ra, despu6s'

-Thl vez Carlitos tenga raz6n.

-[ntsncs5 quedate con Carlitos -nle

sugirio Reina'

[,c bregud mucho a la memoria para tratar de volver al

lugar donde empecd a correr. IVlt: exigi que tenia que recor-

dar algo, una puerta, un letrero, tal vez la mancha de sangre

que derramo el policia antes o en el instatrte de morir'

-AI menos un olor -me

obligu6.

.Un color, un souido, una idea de aigirn sitio, tantas co-

sas que tiene una ciuCed para i'ccr:rdar. Tantas cosas, y yo llo

pude encontrar ninguna. Presenti, ademds, que cal.nirlaba

en circulos, como quienes canlinan perdidos en una selva'

Despues rne qued€ quieto Para vcr si ella me encotrtraba,

asi como esa vez, sin buscarla, yo nle encontrd con su nlira-

da, esa printera tarde cuando mis amigos corrieron tras elltr

y fue Reina la que haciendo caso omiso de ellos, se inquiet6

por quien se habia quedado recostirdo en el muro, Pregun-

tiindose por qud habia vuelto Reina a nuestro barrio'

-Parece que la mam6 los dejo

-me colltaron ltrego'

-;Y por eso volvieron?

-Pregunte.--A lo mejor quieren olvidar'

-Nadie vuelve para olvidar

-conteste.

Ni siqr.riera yo, que ntcses mis tarde cluise encolttrar el

sitio exacto tlonde nre vi perdido, el puro coraz6t.t del labe-

rinto. Volver aili con-io se vuelve a una tunttta para decirle a

cluien 1'ace: tu estis lttue rt() y \'() esto)'vivti, 1.n1n tlecirlc: de-

jarne vivir, rlue no tengo otra opci6n. Volver par.t tttat.tr al

muerto, parir descartar el et-icuetttro intptlsible y desecltar el

rlilagro. Busqu6 mucho ese lugar, ya no para recordar el ca-

r.r.rino perdido hacia Reina, siuo para olvidarlo. Pero se tne

borraron para sienrpre esas calles donde, atcrrorizado, vo-

mit6 y por donde vagud congelado y aturdido, arrinado a

las canccas y a las hogueras de otros callejeros.

No s6 cr-iintos dias estuve en ese trance, POrque cuartclo

uuo se pierde tau'rbidn se pierden, etrtre ntuchas cosas, el

tiempo y el espacio. Lo poco que recuerdo sott momelltostan perclidos conro yo, tatr borrosos como la getlte que me

n.riraba con lirstidio; alguuos que me pasaron con-rida y has-

ta morrcdas qLle nultca les pedi. Despu6s vi a Reina escor.rdi-

da en las esquinas, r,i luces de sirena y policias, vi gatos flacos

entre ias cariecas escarbando lo que yo tambien buscabir, oi

voces en otro idion-ra y el grito cle Reina, ino salgas, Marlon!,la voz de mar.r-ti,v el rostro implorante de papi. Ol ruidos 1'

vi sombras en descirden, y a la r-nuerte de gar-rcho dici6ndo-llc como me clecia lleina: mejor ntatL<lttott()s, y otra voz, tal

vez la mia, que me auimaba: sigue carninando qtre ya la vas

a enc:ontrar. Entonces, por momentos lo crei, a ratos tam-

bi6n fui consciente de mi desvario, por eso no supe qu6 fue

1'qud no fue, y por eso dudd tanto cuando vi el letrero y lei

1o que cle acuerdo con la l6gica no tenia por qud ieer, pero

que lre hizo creer que yo no estaba ahl, que ni siquiera ha-

bia salido, qlle muy cerca ent()nces tendrian que estar los

n.rios y mi casa y los amigos y hasta Reina. Por eso pens6:

estoy loco, cuando despuis de varios clias de estar buscando,

lei las letras rojas sobre fondo amarillo, que en un cartel muygrairde clecian : Tier re Colomb iana.

L2

Page 14: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Eras el esperpento m6s horrible que habia en Nueva York

-coment6 Pastor G6mez, enfundado en su rualta, que s61o

abandonaba bien entrado el verano-. Olias a demonioamanecido, a bostezo de gorila, a calzon de loca, a mierdafdtida, a pop6 de gato.

Asi me describi6 Pastor G6mez el estado deplorablecomo llegud a srl restaurante, y no lo l-rizo para justificar las

patadas con las que me sacaron.

-No exagere, don Pastor.

-Si lo que me falta es tiempo y palabras para contarte,

y eso que solarnente estoy hablando del olor. Ni qud decir de

la facha y la forma como entraste.

l)ecia Pastor G6mez que a su negocio elttr6 un loco, unloco enloquecido, decia textualmente,y que su mujer pens6que quien habia entrado era el rnismo diablo, porque hasta

me vio botar espuma por 1a boca y dar unos saltos que nin-grin humano ha dado ni serd capaz de dar.

-Exageraciones, don Pastor --decia yo, y preguntaba-:

;con qud fuerzas?

-Con las fuerzas del desespero, muchacho

-decia Pas-

tor G6mez-. Si te agarraron tres para sacarte y a los tres teles soltaste.

Contaba don Pastor que sus clientes salieron despavori-dos, que unos se encerraron en los baflos, otros fueron a dara la cocina, y que Patricia cay6 de rodillas al piso, con losbrazos en cruz, y empez6 a implorar.

Page 15: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-En los anos que llevo aqui nunca habia visto algo asi,tnuchacho

-decia Pastor G6nrez-. Ni siquiera recuerdo

nada parecido alld en Colombia.El que no recordaba nada era yo. Me parecia que don

Pastor y su mujer se referian a alguien mds. Cnando conta-ban esas historias yo hasta reia porque nte parecia quc ha-blaban de otro, y todavia lo sigo creyendo y hasta puedoasegurarlo: aqudl no era yo.

Tambi6n me contaron que los emplcados se armaroucon escobas y que desenfundaron sus rnachetes falsos paratratar de sacarme, pero que yo me aguant6 los palazos, laspatadas, los planazos cerca de nri cara, que nte afcrrd a l<r

que encontrd para que no tne sacaralt, y quc s6lo me antalt-s6 cuando uno de ellos grit6: lllamen a la policial

-Esas fuerorr las palabras mdgicas para que te apaci-

gLraras y contenzaras a hablar en cristiano -nre dijo don

Pastor.

Que entonces unci de cllos dijo: habla espaflol, y que elotro insisti6: llameu a la poiicia, y que elltonces el que se

arrodill6 esta vez fui yo para suplicar con las manos juntasy en casteilano claro: por favor, no, por favor, no. Casi ncr

se dan cuenta de que tambi6n estaba llorando, porque apc-nas salian las liigrin'ras se las chupaba la rnugre.

Asi sea, pues, que todavia asegure que 6se no era yo,lr{arlor-r Cruz, el mismo que ahora viaja en bus para ir a en-contrar a Reina, asi sea que no fui el mismo aunque me lodigan y mc lo juren, asi sea otro, siento tristeza y dolor porese otro que crey6 encontrarse a si mismo cuando entr6 er.t

acluel lugar donde creia que estaban su patria y su hogar,porque casi puedo sentir 1o que sinti6 cuando vio el letreroy oli6 el ir-rconfundible olor de las ernpanadas y escuch6 lasvoces familiares con el tono y el dejo de los rnismos que porun momento pens6 que tambidn estaban alli, tal vez su pa-dre, su madre, tal vez la misma Reina o Carlitos o ]uanchoTirado. Por eso siento su desespero cuando quisicron sacar-lo a la fuerza, como pididndole a quien despierta de una pe-

sadilla que regrese a ella despu6s de sentir el incomparablealivio de estar despierto, por eso rne golpea el alma cada vezque pienso en ese otro que podria ser yo mismo. Aunclueciigan Pastor G6nrez y su mujer que si lo era> yo lo niego: I,tofui yo quren estuvo cn ese cuerpo.

Ya me habia sucedido la primera vez, cuando estuvc en-cima de Reina, mordi6ndole la boca, acostados en ur.r sofi, yyo no podia creer que era a nti a quien le claban esos besoslargos, rrientras Gonzalo, el pap6 de Reina, descansaba arribaen su cuarto con el televisor a todo dar. Estaba perdiendo eloido, por eso aprovechamos, o me aprovech€ yo cuando metila mano por entre la blusa de Reina para ver qu6 pescaba.

-Vamos despacio

-me dijo ella.

-Ven gdmor-ros despacio

-le propuse.

-Mejor andate para tu casa.

-Pero si apenas estamos ernpezando.

-Por eso mismo.

Esa troche tuve que matar las ganas conto nos ensen6Juancho Tirado hace nruchos anos en los orinales del cole-gio, cuando peltsalnos que estaba orinando como nosotros,y rnentlras, nos mostrci c6nto se quitaba las ganas uno solo.Al otro dia Ie r:ontentd a Reina:

-Perdonar-r.re si ayer me excedi, pero asi no soy yo. Cla

ro que pensd en voz- tclda la noclte.

-- 2)i qui tnis iriciste?

Me puse rojo, sobre todo porque ella se ri<i a carcajadas;luego me dijt-i:

-Te van a crecer pelos en la palnla de la mar.ro.

-2Qui6n te ensen6 todo eso?

Claro, todo ei mundo tiene su ]uancho Tirado. y rn6sReina, que desde nifla supo 1o que salren los grandes. Esome contaron, y eso decia nram6:

-Como no tuvo madre.-.

Pero madre si tuvo, lo que pas6 fue clue se fue. Con otro,decian. Tarnbien decia mamd:

-Con otros.

27

Page 16: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Pero Reina no tenia por qu6 ser asi. Ademds estudi6 elt

un buen colegio. Hasta con monjas estudi6 alguna vez. Pero

mam6 insistia:

-El hribito no hace al monje.

Nunca le hice caso a mamd. Reina era Reina y pare de

contar. No tenia por qud cargar con la historia de su macirc.

Aunque si pens6 en ella cuando pasamos por San Antonio,no mucho despu6s de haber cruzado la frontera. Bstriba

de noche y se habia quedado medio dormida; ,yo, en cam-

bio, no podia ni recostar ia cabeza, asi la sintiera de plomo.En el carro ibamos la calefla, el chino Ping, Reina y yo; la

calefla y el chino iban profundos y Reina en un inquieto duer-

mevela; ya desde hacia dias las cosas nos habian comenzaclo

a salir nlal. Y como presintiendo que iban a empeorar, Reiua

brinc6 de su sueflo con un grito seco: imamdl Yo le dije:

tranquila, Reina, ya vamos a llegar. ;Ad6nde?, me pregunt6angustiada y medio domrida, pero qu€ le iba a contestar si

no Io sabia eila ni yo, ni la calefla, ni Ping, ni el gringo, niDios, ninadie.

-;C6mo ibarnos a saber, don Pastor, si ninguno de kls

dos 6ramos nosotros? -le dije.

-;C6nro asi? ;C)tra vez?

-pregunt6 el viejo, sacudien-

do las manos fuera de su ruarra.

-;Otra vez qu6?

-El mismo cuento, nluchacho, que vos no eras vos, qLle

siempre que esti{s rnetido hasta el cuelio en un problema no

sos vos, y ahora que la muchacha, Reina, tampoco era larnuchacha.

-,\5{ 5ep las cosas. don Pastor.

-;Asi de fdciles?

-Ni tan fiiciles, don Pastor.

Mucho menos para los que quisimos buscarle el ladofdcil a la vida por fuera de nuestro pais. 'Ibdo lo contrario:ha sido mucho m6s dificil.'fal vez menos ingratcl, pero n-rds

dificil.

-Usted puede constatar, don Pilstor, que el que lleg6 a

su restaurante no es el rnismo que soy ahora, ;ci si?

-Pues no, pero... si.

-2Si ve, don Pastor, qr-re es posible ser y no ser?

-To be or not to be -dijo solernnernente.

-That is the questior.r, don Pastor.

C6rno iba a ser yo misnro el que le bes6 los pies a pastor

G6rnez prara suprlicarle que tro llantara a la policia, que cle

rodillas me abrac6 a las suyas para ir-r.rplorarle ayuda, si hasta6l mismo no fue dl cuando iracur-rdo les pidi6 a sus emplea-dos que ffre sacaran 1. en ntanada se lanzaron sobre mi paraempujarnte a las patadas hasta que les dije: no hay necesi-dad, yo n.re salgo solo; eso nte cont6 Pastor G6mez que lesdije con una voz que tantpoco cra la mia, y que cono unperro, o peor que eso, porque aqui los perros viven mejorque cualcluier colontbiano pobre, conro uua alintarla nrearrastrd l-rasta la puerta y alli, en la acera, n-re qued6 acurrlicado, ginriendo y cmitiendo ruidos de animal.

-Que se vaya de al-ri, que lle espilnta la clientela

-halriaordenado entonces don Pastor.

Y n.re volvieron a amellazar, y otra vez me advirtieron: ose va o llamanros a Ia policia, y yo, conto n'rovido por uncorrientazo, salte, cruc6 la calle, y cai sobre la acera de er-r-

frente, desde donde veia el restaurante de Pastor G6t-nez y sumujer, y desde dor-rde tan-rbi6n senti cl olor a friti'r de las ern-par-radas.

-Del olor si ne acuerclo, don Pastor.

Me contaron los rnuchachos del restaurante que ese restode dia me qued6 ahi turnbado en el and6n de enfrente, in-m6vil, con la mirada fija en la puerta del local.'lambidn rnedijeron los uruchaci-ros que don Pastor se quecl6 intranquiloy a cada instante rniraba a travds de su vidriera para I'erifi-car si yo seguia ahi. Y alii segul hasta que anocheci6, y segr.ir-r

me cuentan los mucl-rachos, Patricia, la mujer de don Pastor,antes de cerrar fue a Ia cocina y cogi6 algunas entpanadasfrias que no se vendieron. Cuentan que las envolvi6 en una

2829

Page 17: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

servilleta y que mientras su marido aseguraba la puerta ybajaba la reja, ella cruz6 la calle, se me acerc6 y dej6 junto a

mis pies el envuelto que me habria de salvar del hambre.Dicen clue regres6 con ellos y les dijo: ese pobre mucha-

cho se va a congelar, y que todos me miraron pero que nadieclijo nada, que solamente don Pastor, acomod6ndose el som-brero y componi6ndose la mana, dijo:

-Mejor le hubiera ido quedrindose en su pais.

O tal vez nos perdin-ros desde ese instante en que Reina se

clio vuelta para mirarne y dej6 a mis amigos hablando so-los, entre ellos, estupefactos ante el giro inesperado de quier-tya creian suya, los n-ruy confiados.

-Es una desagradecida -me dijo despr,r6s Eduardo

Montoya--. I.iosotrcis le cargamos los paquetes, la itrvita-lros a tonlarse al[o, la iricintos sentir corno utra rcina...

-Asi sou toclas

-ayud6 Carlitos.

-Uno las trata como princesas y despuds se van con ei

prinrer gtievcin que encuentran --dif o Juancho Tirirdo, aun-clue despu6s trclirr6-: No me refiero a vos, Marlon.

-Sino a otro gtiev6n

-agreg6 F,cluardo.

Yo tantbidn me rei, pero si hubiera previstcl lo clue naclicpuede ver: el molneltto eit que nos salimos del camino, o elir;stantc clt que comcnz-amos a trazarlo, para bien o pararnal, seguranlente no me habria reido corrro, triunfante, nrerei esa vez cuando mis amigos me reprocharon Ia atenci6r-rque me puso Reina, pero con risa o sin ella habria hecho loque hice y tuve que seguir haciendo una vez confirlnd quelos ojos de Reir-ra se quedaron para mirarme collo nre ntira-ron siempre hasta esa noche en que, iracundos, me pidieronque no salicra.

En el cortejo que le hice a Reina no me pude zafar demis anrigos. E,n los rodeos a su casa y a su colegio siempreestuvimos ]os cuatro de siempre. Al con.rienzo no se los re-proch6; andar en grupo me daba valor o al menos una excu-

Page 18: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

sa para estar en la calle, atentos, pero fingiendo cada vez queella aparecia.

-Ahi viene -informaba

el primero que la divisaba.

-iNo miren todos al tiempo!

-les advertia, pero nin-

guno hacia caso, excepto yo mismo que nre quedaba hablan-do soio, mirando al lado opuesto de donde venia Reina,mientras los tres chulos rcsopiaban, se deshaciatr en sonri-sas y piropos, y ella, muy consciente del sincope callejero a

su alrededor, se erguia, carnbiaba su ritnto y su paso, se deja-ba baltar de flores.

-;Para d6nde va la reir.ra del mundo?

-Adi6s, muchachos

-contestaba Reina

Yo me quedaba de medio lado, con susto de dar la cara,fingiendo estar colt la mertte en otro sitio pero con el pechohelado.

-;Te acompafl amos, Reina?

Hasta que por fin me atrevia y hacia como si hubieracaido de donde estaba, 1'ya frente a ella simulaba una sonri-sa de sorpresa pero que no era de otra cosa sino de emocicin,alegria y gratitud por tanta belleza.

-No gracias, muchachos, voy hasta alli no mds

-de-cia Reina sin detenerse, ya con sus oios bicolores clavados enni, sosteniendo su coqueteo hasta que se lo permitian el

cuello y la prudencia.

--Corro querds -decia

cualquiera de los tres, ntien-tras yo trataba de levantar la mano con naturalidad paradespedirr-r-re. La veiamos alejarse como si se evaporara enmedia calle, sugiriendo que su paso a nuestro lado bien pudohaber sido una ilusi6n semejante al viento.

Despu6s cada uno de ellos sacaba la mano para golpear-me con una rabia que no les cuadraba a rnis amigos.

-Valiente marica

-ne decian los tres. Pero a mi nonre importaba; qu6 rne iLra a importar. Me reia.

-Se estd riendo

-me dice, de pronto, Charlotte. Le prc-

cunto sobresaltado:

-;Qu6 dice?

-Se estaba riendo

-y agrega-: eso estd bien. Ahora siuno se rie solo le dicen que est6 chiflado, pero nadie sabeque con quien uno rie es con Dios, y El tambien nc, creante-lo, se rie cuando uno rie con El.

Trato de inraginarme ccinto serd una carcajada de Dios,y ntl s6 si uno tendria clue alegrarse o ponerse a temblar.

-;Ya Ie cont6 clue voy a verme con El?

-pregunta Char-

lotte.Lo dice con la naturalidad de alguien que se va a encon,

trar con fulano o con zutano, con mis frescura y sencillezque si yo le dijera: voy a verme con Reina. Con tanta familia-ridad, que uno pen.saria que Dios es cualquiera.

-2Y usted va hasta. . . Miami?

-pregunta otra vez.

I{asta Reina, pienso, hasta la meta, hasta donde acaba labrisqueda o donde la pelicula dice t'in, hasta donde termi-rran la latig,a y el cansarrcio.

-Hasta Miami --lc confirnto y sonrio.

Charlotte asiente con otra sonrisa, nrds grande y miisblanca que la mia porque su boca bien podria ser dos bocasde cualquiera. Despu6s cierra los ojos y noto que a pesar detenerlos enormes les sobra pdrpado. Susurra una canci6n,tal vez para aislarse con Dios. Yo en cambio siento algo muysernejante a lo que tantas veccs he :,entido en estos anos,cuando pienso que quiziis Charlotte va a encontrarse con lamuerte, porque conro tambi6n sucede muchas veces, ntoriry Dios son la misma suerte.

-2I-e pasa aigo?

-le pregunto inesperadamente.

-;Qu6? -pregunta ella regresando de su canto.

-Nada -me disculpo-. Hablaba solo.

-Entonces hablabas con El

-me dice y sti sonrisa nole cabe en la cara. De pronto su voz ronca se vuelve infantilpara decirrue-: El fnico que estd aqui cs El, porque es ubi-cuo y hermoso. Anda, ve, sigue hablando

-y apoya de nue-vo su cabcz.r, y todavia s()nriclltc, canturrea.

33

Page 19: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Recuesto la rnia y miro hacia fuera. Atardece. Entoncespienso en las veces que si le habld a Dios y en la intensidadque le puse a cada palabra que le dije, pienso en la respues-ta que esper6, y en esa espera que nre llev6 a creer que nohabia en el mundo un silencio como el de Dios, a pesar de

que siempre record6 a mam6 cuando decia: Dios tambidnIrace bulla, y a lia Mari6n confirrnando naliciosa: iy qu6bulla!, todo porque encontr6 un hombre cuando ya, cincuen-tona, se habia l-recho a la idea de la virginidad y la solteria.

[,a situaci6n de Charlotte es envidiable: a quien busca

siempre estd ahi. Para encontrarlo no habrii tenido que des,gastarse entre pistas falsas y dilemas, entre prisas y llantos a

medianoche, no habrd salido siempre a la calle con los ojosdesbocados, buscando a Dios en cada cara, cono lo he hechoyo durante t:ste aflo buscando a Reina en cada rostro, en el

dngulo lirnitado de mi mirada, e inclusc'1, a veccs, volteandoatrds sribitamente, con la coraz-onada de quc me estaba si-guiendo, o como talttas otras, corriendo iracia alguna que, de

lejos, hubiera jurado que era ella, pero ya de cerca desacelera-

ba mi afiin y descartaba el encuentro. Aigunas ocasiones me

quedaba contcirpldndolas, rescatando los pedazos cle Reina,a veces el pelo, a veces la figura o el moviniento del cuerpo,tal vez la soprisa o un gesto de la boca, tantas cosas que nosrecuerdan a alguien pero que no pasan de set un sintple aire.'fantas tan parecidas pero ninguna fue Reina.

-2Cuiintas veces no se habrdn cruzado en la calle?

-me decia Pastor G6mez.

-hnposible, don Pastor

-le replicaba-. Sien-ipre Ie

vco la cara a todo el que sc cruza conrltigo.

-Los ojos enganan, muchacho.

-Pero el coraz6n, no, don Pastor.

No, Reina nunca pas6 por nri lado. Nunca estuvo dondeyo estuve en ese nrismo instante. Tal vez un Dtinuto antes ouno despuds, pero nunca a la mismrr hora o en el misrnolugar.

-Ibl vez vos lto la viste pero el otro si _-insisti6 pastorG6nrez, con tono burl6n.

-2Cuii otro, don pastor?

-pregunt6.-Vos

mismo cuando sos otro.El que sali6 corriendo y se perdi6, el que vag6 en las

calles, el r'iserable del ancl6n, o 6se al que tautas veces lepesaba la tristeza y caminaba mirando al piso, sitr inrportar_Ie la vida ni nada, ni que la misma Reina se lo cruzara, camr,nando perdido en una ciudad que es imposible terminar deconocer.

-O tal \rez si, don pastor _admiti, pensantlo que talvez- la vida en algr.in rnomento habria aprovechado rri rnira-da al piso, mis constantes derrotas y Ia desilusi6n, en unntomellto de esos cuando las palabras suicidas de Reina,rireior nrat6monos, relrotaban co. insistencia en mi cabeza.En nna de 6sas la vida me la habria puesto en mi camir.ropara qltc nte cruzara con ella mientras nris ojos estaban conla ntierda del suelo. Muchas veces la vicla es asi.

-Pero tarnbi6n estaba ella, don pastor.

-;C6nro asi, nuchacho?

-Los ojos de ella

-le dije-, que si los ntios estuvie,rc"rn distraidos, tal vez los de ella si rne habrian visto.

-;Y si ella tanrbi6n carrinara ernbobada? No es pordesilusiorraltc, pero.

Recucldo que Pastor G6rnez rentat6 la frase con un qes-to, pero cono yo necesitaba algo n-riis que muecas, le inslstr:

-2Pero que, don pastor?

--Pero nada, muchacho -dijo, y agreg6_: solamente,

que muchas veces la vida es asi.No sabe la vida, clttonces, de las tantas veces clue dese6

que al levartar la nrirada de la sucia caile, me encontraracon la rnirada sorprendida de ella. Muchas veces levant6 losojos briscando esa feliz coincidencia, pero lo tinico que en_contrd fue, para ponerlo en paiabras <ie don pastor, la lnira,da burlona de la vida.

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-Aunque no siempre fue asi, muciiacho.

-Ya sd por qud lo dice, don Pastor.

No lo decia por la rir-rica vez que vi a Reina despu6s deqllc nos perdimos, porque esa l-ristoria naclie me la crey6, niyo niismo cuando la tuve frente a frente porque pens6 queera otra vez la vida con sus juegos, v no nte coirvenci, hastaunos segundos despu6s, cuando ya no habia nada para har-

cer> (lue Reina y yo acabdbamos de encontrarnos en NuevaYork. Don Pastor lo ciice por acluella ntaiiana en que sentado en la acera frente a sll restarirante, al parccer decidido a

no nroverme de ahi, levantd los ojos y vi a Patricia Gcimezofreci6ndome una rnanta, y de napa, una gencrosa sortrisa.Lo de la ntanta mc 1o contaron los otros muchachos, pero Iode la sonrisa mc lo inventi despu6s.

Tanrbi6n nre contaron los muchachos qr.1e lcl hizo con,tra la voluntad dc su marido, qlle aun clesde la puerta 6l leinsistio:

-lEse tipo se nos va a cebarl

Pero que Patricia scilo estaba atenta al calnbio del semd-foro para crLtzar,y que don Pastor no se daba por vencido:

-lDcspuds uo nos lo cluitanos ni con gasolinal

Pero que Patricia hizo como si las exclantaciones de sur-narido fueran un grito mis de la ciudad. Y dicen que lleg6hasta mi erguida y segura, clue nte crtendi6 la utanta paraqlle yo la tomara, pero (lue me qued6 inn-r6vil, solantcnterniriindola, c1r.re tal vez por rniedo o por torpcza tard6 enrecibirsela, pero que una vez la tuve en rxis manos la abripresuroso para arroparme, y que a pesar de la mugre en lacara, dicen los muchachos qLle se me not6 el alivio, y tllvoque ser asi, por qu6 de d6rrde nrds pude habernre inventadc'rla sonrisa de Patricia.

Poco a poco le fui perciiendo el ntiedci a los asedios de Reina.Me fui acostuntbrar-rdo a la descarga cle sus ojos raros, a encontrarme con su rniracla cuando yo la miraba. A todo esoclue al corlienzo es tan extrano, rne fui acostumbrando.No tenia cntonces por qrr,e seguir fingiendo que ella no rleinteresaba, si ure interesaba y muchcl. para qu6 seguir pre_tendiendo entrc nris amigos que nacla sucedia cuando litsojos elocuentes de Reina ya habian hecho su eleccidn.

Una tarde, entonces, ya no cstuvieron ntis amigcis en laesquina para verla pasar. Estuve yo solo, er.rgominado y prer_

funrado, dando tres pasos en circulo y con una propuestatantbidn dando vueltas: ;te acontpar.ro, Reina? pero al verlaaparecer a lo lejos, con el sol de la tarde a n.ris cspaldas, ilu_miniindola, olvid6 Ia propuesta y todo lo que pens6 ntien_tras di vueltas sobre n-ri eje.

-;Y por qu6 est6s solo?

-pregunt6 sir-r anestesia.

-Ah, de esas cosas --le dije.*Vs

-s16lnmci Reina-, qu6 tan raro.

Yo asenti, como si de verdad la situaci6rr fuera rara. cor.rlas rlanos todavia en los bolsillos.

-jQu6 te pas6 en la cara?

-Me cort6 afeitiindome.

-;Y te vas a quedar ahi? -pregunt6.

-No... pues no

-respondi agtievado.

-Pues entonces aconrparlame

-dijo Reina y caminciadelante. Yo la segui ult paso atr6s cor-t.ro su principe. Recor_

Jo

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,

d6 la propuesta clue terria para haccrle y mc maldije por ha-berla recordado tarc'le.

Pero r.ro sicnrpr-e fui asi de irnb6cil, por(lue la seguridadayr-rcla 1, todo en Rcina rue clecia qr.re eila no tenia duclars, que

elttonces poclia eslterarla tranquilcl a la salida de su colegio.Recuerdo tarnbien que desdc esa 6poca, I{eiua ctrmerrza-

ba ir ejercitar sus alas para que resistieran a la hora de volar.

Ya tenia en la cirbeza una icica y tanbien r-rn pais, y recuerdotambi6n n'ri deser-rgaho porque pens€ que no tendria l{einapara rato; ella estatra er.r su irltirro ano de colegio y sus planes

eran estuditrr una cArrera <lejos de esta nlierda>.

-En los Estaclos Unidos -me

dijo segltra.

Yo ilevirba arlo y medio tratanclo de entrar a la universi-dad, a la pitblica Porque frara las otras no habia plata li cuponi rosca. Pero las pdlrlicas cuando no estaban en huelga es-

taban en bancarrclta o tenia uno que ser el recomendado de

un prolitico, o el superdotado o el aforturrado entre rnilesprrra ingresar. Yo t.ro cun.rplia ninguncl de esos requisitos itni iinica suerte hasta entonces, grande adenrds, habia sicio

que lleina se fijara en lui.--;Si ves?

-nre clecia ella-. Ar-1ui no se puede hacer

nada asi uno quiera. Ahi te var-r a dejar haciendo fila irasta

clue 1es d6 la gar-ra de recibirtc.\il no tenia rrada para rrlegar. Colon-rbia lo va dejando a

runo sin argunlc'ntos. Por eso nre quedi callado y porque tanpo-co podia cot'rsiderar alguna opci6n por fuera dei pais. Si nLr

me alcanz-abar-r ios pesos, nrenos iba tener para d6lares.'lbniaclue darle la raz6n a Reina y seguir haciendo fila hasta qr-re

les diera la garra de recibirnre, seguir haci€ndole las vueltas tr

mi paprd para ganarnre al nrenos el derecho a habitaci6n y

comida, sesuir colno al,udattte en el almac€u de cobijas para

ganarrne unos pesos con qud invitar a Reina a cine, para lrrrrs-portar-la er.r taxi, asi nre gustara verla caminar.

Ahora cierro los ojos para escnch'ar ios pasos de Reinir

sobre el piso, esa lnusica clue telrelnos todos al andar, rinicay propia colno una huella digital, pero qlre tiene que vcL nrds

con nuestra historia que las mismas rnarcas del pulgar. por-que va canbiando con el paso de la vida, con la llegada deIos malvados aflos v con los problemas, los entuertos y laspenas. Entonces los pasos que una vez sonaron templadosterminan escucbiindose como palmadas sobre un cuero viejo.Pero hastit esos pasos arrastrados son diferentes en cadaquien, y tal vez Reina, al igual qLle yo, habri altcrado su rit-mo; segurameltte ya no canrinamos como un aflo atrds, ncrpor viejos sino por cansados. Por eso teitdren.ros clue mlrar_nos a los ojos para reconocernos, y no conformarnos consentirnos llegar. Es posible que me tiernble el pie cuarrdo lavea y ella tendrii que apretarme la mano y decimte: clej6quieto elpie.

-Deji quieto el pie -me orden6 esa vez cuando apa_

reci6 aquella seflora, Fabiola, y colt uua sonrisa gratuita quea mi nunca me gust6, nos dijo:

-Listo, muchachos, esta misrla tarde salen los papeles

para las oficirras. Esperemos que todo salga bien.

-;Y qud puede pasar? -pregunt6

Reina.

-Eso no es tan fdcil como se cree, muchachos: ahora le

estin negando Ia visa a todo el mundo. La cclsa est6 ntuycomplicada.

--;C6mo asi? -pregunt6.

-Los abogados nos diriin si tenemos probabilidades.

Y luego, con la sonrisa permanente, nrarcacia ya en surostro como si fuera un drgano m6s, agreg6:

-Y si no resulta, entonces despuds hablantos.

-;De qu6? -pregunr6

Rejna.

-De lo que se podria hacer

-explic6 en voz nruy baja,

aunque por nuestras caras se dio cuenta de que no habia-mos entendido nada-. Siempre hay algo mis para hacer.Pero r.to nos adelar-rtemos, muchachos. yo los llanto el lunespara ver c6mo va todo.

Y sin que lo pidieranros, se no.s acerc6 y nos estamp6 unpar de besos perfumados y sorrricntes.

3u

Page 22: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-A nri no nle gusta esa seiora -le dije a Reina, 1,a

afuera.Reina sali6 nolesta. Can-rinaba rdpido con una nrueca

oPuesta a la de Fabiola.

-Siempre estd sonriendo

-insisti.-;Quien? -pregutlt()

Reirra, nretida ctt stt irr.

-Fatriola.-;Y

eso qu6 tiene que ver-i

-Que a mi no me gustan los que siernpre estdn son-

riendo -dije-.

LIno r-ro sabe qu6 va a pasar apenas sc bajen

de esa sonrisa.

-Mirii, N{arlon

-se detuvo en scco para hablartne-,

no te virlvds ave de mal agtiero. Esa serlora esti haciendotocio lo posible, y con la plata que le dimos seguro clue nos

consig.ue esas visas.

-Eso es Io que no me gusta

-la interrr-inrpi-: a ttirclie

le colrran tanto p(rr ttrta visii.

-Pues precisan-rente, Lron rnayor raz6r.r las consigue.

Seguimos caminando sin hal'lar. Hacia ur.r sol tan bra-vo que nre hizo sudar la frente y a Reina tanrbi6n le vi perlitas sobre el labio. Yo no sabia adcinde ilramos pero no me

atrevi a l.rreguntar. Me limit6 a seguir a Reir.ra. Como a los

diez n-rinutos de estar andando seirti sus dedos rozar los t-t.tios,

y,sin cletenerse y sin r.nirarrne me torn6la nrano; luego pre-gunto:

--2'len€s plata?

-;Como para qu6?

.*Como para una coca-cola.

Le dije que nre alcanzaba como para coca-cola y pastel.

Entonces entramos a una cal'eteria, nos sentarnos, tros Itrit'a-

mos, pedimos dos pasteles, dos gaseosas bien frias, y mientrasnos servian, Reina rne apret6 la mano y pregunt6:

-jQr,r6 es lo que te asusta?

La nrir'€ y no clije nada. Cerr6 los dientes con fuerza pirra

que nri boca no fuera a balbucear algunir tonteria, para nodecirle: a mi la vida rrre da tres vueltas.

-Yrt no tengo ntieckr, ILeina

-logre al fin clecir.

-No telr6s que acompanarrnc -dijrt ella.

-Ni riesgos.

-Yci puedo lleear prirrrelo, nre organizo, r-uiro todo, tan,

tco ydespu6s...

-;Despu6s que, Rr:ina? Despues ni te acordis.

Mc acarici6 las piernas, los nrr-rslos, dcjo rodar su 1l)auohasta el bulto pero pas6 rdpido, ccrn.ro si todavia sintiera ver-giienza o conto si esa ntano alli l'rubiera sido un accidente, opareclera una erluivocaci<in. i)c nada serrrian sus caricias p.rraque no nre lcnrbl.rra el pie.

Hoy, irntes cle sulrirnte al bus, lo senti con ganas dc sa-cudirse pero Io pude controlar, aunque a veces me clescuicloy tientbla, sobrr: todo cuando va queclando algur.ra ciudaclatrf.s. Sin embargo, las ciudades no se ven, s6lo se vcn susnornbres, tocrr irraginarlas a meclida qLle pasa cada letrero.Ilichmond, llaltrrncrre, Pete rsltr,trg. lgual sucediti con Reina,riue s6lo nrc clejti su nombre.

-Petersburg -digo otra vez, por esa costuntbre cle r.e,

petir palabras a la que nte vi forzado para aprender ingles.Porqr-re al contienzo, conto todo cn la Creaci6n, fue jerigon_za v caos. Era corno si nada e.xistiera aunqlle todo ahj estr.r-viera, pero sin nontirre para rni. Y si no hubiera siclo porclr,reel azar, ir6nicamentc, me llev6 al mismo eueens, clonde haynriles que hablan en cristiano, otra seria nti histor.ia, porquegracias a esa coincidencia fue que pucle decirle a patricjaG6mez, segirn rre cueulan que le dije: nte llar-r.ro Marlon Cruzy estoy perdido.

Que asi lo diie al cabo de ult tientpo, segural.nente cualt_do me irabitu6 a sus visitas puntr_rales ccir.r algo de beber ysiernpre alguna cosa para conter. O cuando su sonrisa y sucondesccndencia pctretraron cu mi oscuriclad y senti er.r

eila esa presencia maternal que siempre cae bien, que siern-pre se extraira y (lue I'rasta los viejos aioran.

Si, dicen que asi rne ntiraba patricia, y con rnis tristezaairn en las noches, cuandcl su rtrarjdo bajaba la reja y tod<ls

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Page 23: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

se acomodaban en sus abrigos alistdr-rdose para partir, y

ella, desde su otra acera, ponia cara de madre, con susLriros

incluidos, y, por supuesto, la consabida bendicion.Hasta esa tarde en que volvi6 excitada, conmovida, atra-

gantada con mis propias palabras.

-iMe dijo que se llanra Marlon, Marlon Cruz, y que

est:i perdidolY que todos miraron a travds de ia vitrina con.ro si el

nonbre me hubiera cambiado algo. Todos nrenos Pastor

Gomez:

-_2Y eso en qu6 cambia las cosas? -refut6

el viejo-.Ahi sigue iguai de zarrapastroso, igual de hediondo. -Y

que

despu6s llam6 al orden-: ;A trabajar todos, a trabaiar!Pero que a su seflora no le dijo nada, aunqr,re la mir6

con enojo asi elia no se diera por el)terada, porque con las

llanos sobre su boca seguia observdndome en mi orilla, yque despuds, todavia perpleja, eila dijo:

--Habla igualito a nosotros.

Entonces ahi si como que Pastor (l6mez dej6 de hacer

lo que estaba haciendo, se dirigi6 a ella y mirzindola cou cle-

cisi6n a los ojos,le dijo:

-Veni, vamos para la oficina.

Lo que don Pastor llarnaba oficino era lrn clrarto peque-

no donde tenia un teldfono y un escritorio tan ajustado a las

paredes que la puerta ni siquiera cerraba.

Nadie supo nada nds durante los minutos siguientes,cuando al cabo sali6 Patricia con la nrislna cara que dor-r

Pastor habia entrado. O corno dijo Giovanny Fonseca, unode los muchachos: Patricia sali6 con cara de hombre. Y el

resto del dia no se habl6 m:is del tema, es decir, no hablaronn-rdrs de mi.

-Pero lo que no se dijo ahi con palabras, se dijo con los

ojos __me explic6 Giovanny, que tenia ojos de ahorcado.Porque entre mirada y mirada se preguntaron qu6 ha-

bia pasado en la oficina de don Pastor, y con nriradas supu-sieron lo que se habl6, y por los ojos de Patricia y don Pastor

entendieron que no l'rubo acuerdo. Por eso dedujeron quetal vez en nruchos dias no le volverian a oir la voz a patriciani a verle el pelo suelto. Antes que me pregunt6s, dijo Gio-vann,v, a don Pastor no le gustan Ias ntujeres con el peio re-cogido; solamente las que estdn cn la cocina.

-:Y?-Que

los ojos no mienten, nti brother, y durante tresdias, adern:is de nresero me volvi mensajero, porque pas6 loque siempre pasa cuando las mujeres se emberracan: quedeciden no hablar y ies da por mandar razones. er_re le digaal senor que esto

-continu6 Git'rvann.v, imitando la voz de

Patricia-, que le diga que aquello, digale que voy a salir,digale que hoy rne voy ntds temprano. --Y despnis con suyoz-: Y don Pastor ahi, oyendo todo, pero ella hacia contosi 6l no estuviera, y yo repetia comct si dl no hubiera oido.Y todo por culpa trry.a.

-;;Mia?l -brinqu6-. Si yo ni .siquiera era yo en eselnolnento.

-Y ciale.

-Dale vos y segui contiindotle.

Como a Giovanny le gustaba contar, rdpiciamente oivi-d6 el tono clesclerloso con el qlle me culpaba, v con la vozetttociottada. Irr.osigtr io:

-Pues al tercer dia llego Patricia con otra cara: con la

cara del triunfo, hccha toda risas, con la fiente levantada y elpeio suelto.

-Segui.-Pues

Patricia tenia cara cle haber pasado por encimade don Pastor colt una aplanadora, porque despues apare-ci6 6l con la cara aplanchada, y uno de los muchachos, degtiev6n,1e pregunt6: neh, don Pastor,;que es esa cara?u, ydon Pastor, con cara de perro bravo, le contesro: (no pre-gunte grievonadas, que es la dnica que tengo>, y sigui6 parala oficina. Estoy seguro que de buena gana hubiera tiradola puerta si no fuera porque una punta del escritorio se laatrancaba.

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Lliovanny hiz-cr ula pausa para reirse, para cambiirr dc

sentado y rascarse los ojos, pero yo lo apur6: segui, segui.

Me interesirba mi historia como si fuera la de otro, aunqueir-rsisto qLre asi fue. \'a lo he dicho muchas veces: ese loco n<r

era t.'o.

-Bueno, nri bro

-prosiguio Giovanny-, esa maitana

tanpoco conientanlos nacia, pero nos revent.ibantos po!:

saber, y a punta de gestos nos corrunicantos lils galtas. Pero

poco a poco lodo se fue aclarando, porqr-ie fue Ia misrna Pa-

tricia quien nos dio a entenclcr que ese ntisnto dia a vos teiba a cambiar la vida.

-;Por qui?

-pregunt6 entusia5lnnde-. 2Qud dijo?

--Nada, no dijo nada, pero apenas llegci s;e rleti6 en lacocina, pidi6 ollas y pollo y verduras y qud s6 yo; cl caso es

que ella misnra se pLlso a cocinar. Despu6s dej6 la.s ollas er.t

el fogrir-r ,v llarno a Oscar ivdn,le clijo: <veni C)scar lviin, y tne

ayudiis allin. (llaro, no dijo qu6 nr d<inde, pero salierolt pal'a

el cuartrrcho del soiaro don.lc se guarda cl reblujo, v antes

de <pe las ollas pitaran, ya el cuartico estaba limpio, todaslas basuras en la calle y el restaurantc oloroso a caldcl.

-En ese punfo dci rclato, cra )/o qLlicn ne ccsitaba una i)au-sa. [.e dije a Giovanny: espcrate Lu) n]on1euto, pcr-o 61 y3 ]1s-

bia cogido impulso:

-*Aunrlr.rc el asrrrrto dei ctrarto no lo r-'ntenclinros. Yo le

l.rice senas nrudas a Oscar lvdn para que lne soltara algrin clato,

pero el honrbre mr- ciijo con ias mauos que ni iciea, as( que lairnica alternativa era trabajar )'lnirar de reojo a Patricia.

Qrre la seiiora sac6 una bandeja y platos, que la organi-z6 cou esmerc y que en su rostro se yeia ia placidez rnientrasvaciaba el calilo en la taza, tnicntras verificaba qr-re los panes

esttivieran calientes v cl jugo fresco, 1' (lue con mucho cuida-do lo cubr i6 todo v deLecha l,oronda sali6 a la calle pasatndo

por alto los ojos de todos y la rnirada flerzr de Pastor G6mez.

-La verdacl, rni brother, es que por n-rirarlo a 6l nc su-

pimos en qud nlomento cruz6 la calie, lleg6 hasta rros ,v cn

cuclillas dispuso tocltr lrara rlLr('c()nriclas a riertda srleita.

-;Y si coml?

-'tlrdo no. l)ejastc la loz-a.

lambien me contrl Giovanny que mientras yo comia, laseirora Patricia me hablaba, pero que yo solatrrente contes-taba cc.rn Li cabeza, llue a vece.s la nrovia para decir r.rr-r, y

otras para clecir si, per.l rluc en ningun lrolt)cr)to nte vie rot-r

all.ir la boca para otra cosa que no fuera ntasticar. lirdo lovieror.r desde cl r,entaltal, aprovechancio que no haltiir co-rncnsales y la distracci6tr cle don ftastor, que pegado al vi-drio gruriia, resoplirba y decin:

-[-as nrujcrcs son la cagada.

lal vez lo clijo porqLle fr-re el irnico que conoci6 los pla-nes cle su esposa, e intuy6 lc-r <iue nosotros no pudirnos: queaquel plato de sopa seria el abreboca de un dia qne traeriarl6s soiprcsas, o de tr na decisi6n qlle coffIenz-aria a iragnre r-r-

tar: nri historia er.r los talltos (antes de, o uds5pLles de, queha habido en n.ri vida.

A partir cle entonces, nri historia collellzo a tencr otrorrontbre, y (iiovanny y los otros muchitchos, y el ntisr.nr-r Pas-

tor Gcirnez. halrrian de recordar aquel ntontcnto cotlo el

dia ert clue sc rr.rc alrarecio la Virgen.

4t

Page 25: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Apareci6 entonces la mujer ista, Fabiola, colt su eternil son-risa, rnaquillada ella hasta en la nuca. Apareci6 y nos clij6:

-Lo siento, rnuchirchos, pero todo indica qr,re nos vana lleg;ir la visa.

-;A ustecl tirrnbien? -le

pregunttl Reina, no se si coningenuidad o cinismo.

-Quiero decir...

-diio Fabiola sonriente, prero rrl finno dijo nada.

Reina agach6 la cabeza ,v el pelo lc cubrio la cara. \b mirda Fabiola con odio y con ral>ia, con mnchas ganas de ciecirlc:

;y usted de qud se rie?, pero me aguantd por Reina.

-;Y entonces? -pregunt6

Reina, refr,rgiada er.r su pelo.

-No todo est6 perdido -dijo la sonrisa, y agreg6 can-

tando cada silaba-: todavia hay esperatrzas.

-Vriutonos de aqui

-le dije a Reina tiranclo de su

ntano.

-No -me detr-rvo, y encarando a Fabiola, le pregunt6-:2Que se puede hacer?

Entotrccs, por prinrera vez, Fabiola se baj6 de su sonrisa, y despu6s de cerrar la puerta, cle cerciorarse de que esta-ba sola, asunli6 su rrtl de misterio, aprendido segurantcl)teen ia n-risma escue la donde le ensenaron a sonreir. Entonces,en un susurro enigmdtico, con los ojos muy abiertos, con las

manos crispadas, actuando cono io exigia la lecci6n, dijo:

-Aqui no puedo hablar.Estir6 lentamente sll brazo hasta un papel, y sin dejar

de miramos coll sus ojos aterrados, tomo un boliet-afo, sin

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mirar lo que escribia anot6 un nf r-nero y dijo con voz- casr

inaudible:

-L16rrlenme esta noche a este tel€for-ro.

-lQr-re qu6? -.-pregulrtd Reina.

-Que me llamen

-repitiri un poco nris fuerte- a estc

rrfnrcrc, esla rtoche -y desliz6 el papelito sobre la nresa,

cubri€ndolo con su nano. Reir.ra lo tom6. Despucs supinrosque ya habia termintrdo el acto dc terror porque en $r cara

apareci6 otril vez la sonrisa, corncl encendida por un bot(rn.Salirnos sin hablar, sin siqr,riera mirirrnos, sin sirber si

carg;ibamos rabia o decepcion. Reina caminaba rdpicio mi-rando al piso, un rretro mis adelante que yo, conrcr cr'rnri-

nan las rcinas, siernpre delante de su consorte. Finalmenteno lTle agLlanre:

-Ah, ah

-rregud desde el fbndo de mi garganta. Ella

no se innrut6, o no entendici lo que quise dccil cort mis rni-dos. Entonces lo intent6 de nuevo: ah, ah, y esta vez si fun-ciono. Reina se detuvo, se apoy6 cansada eri ur-r prosts y v11s

mir6. Ella cstaba llorrrndo.

-Nadie va a desbaratar r.ni sueflo -dijo-.

Por eso fi-jate muy bien en lo que nrc vas a clecir.

-Reina -titubc6-, ese rrrujer, esa nrujcr nos pueclc

e lrtdar 1ar r ii1e.

-Voy hasta eJ final, Marlorr. Vos veris.

Me le acerque Lrara clue llorirra iranquila y ptra que lrose sintiera sola en su intento, pero enfatic€ mis tenrrrcs:

-Esa mujer, Reirra.

-Esa o la que qea

-me interrumpio-. Nadie, ;n-reentendds?, nadic.

No hablamos mds hasta que llegamos a su casa. En el

camino habia dejado de llorar y pens6 que l-rasta de p.1g11o

se habia olvidado de sus embclecos. Sin embargo:

-Voy a ir a la embajada yo misnra y vo): a pcdir Ia visa.

-Pero ya oiste, lLeina -le dije-, llo teuenros proba-

biliciades de que nos ias den.

-Quedate a conlcr '-nre dijo--. Necesito qlle eutre-

teng.is a mi papd nrientras llanro a Firbiola.

E,sa nocire sienrpre la voy a recordar, porcjue ahora estov

segllro cle que eszi misma uoche fr-re cuando errpez.anro.s a

perdernos. Desde ei lnomento en que le dije: si Rciira, contdconnrigo, no rrruy convellciclo l)ero se lo dije, ;, ella, tcidaviacorr el coraz(rn acelerado r, la oreia caliente r-ror la llamadaquc acabirba dc iracer, ella ansiosa pero sorrriente, rne dijo:

-lbdo va a salir Lrien, hay algo cie riesgo conro err todo,

pelo nos va a ir lnuy bien.--C6rrro asi, Reina, no te entiendo -le dije, ircro elii,

comenzci a reconlpensar n.ri apoyo con besos rnojaclos y aia.-

nados por la boca y por el cnello, respirando dtiro, metien-do sus manos entre mi camisa y tociindome, ya sin recato, el

bulto que se agrandaira por slrs caricias bruscas. ci ur-ro cr-rci-

r.na del otro, rrestidt>s y apurados, siienciosos ,t la fuerza poraqtrello de Gonz-alo en el cuarto r-lel lacio, con cl televisorcncelclido.

Yo queria quitark la ropa pero ella se resistiti, aqui no,rne clijo alcanz-aciri, aqui no, y rnientras fbrccjribanos yo n-re

restreguL< conlo rr-ll perrito dc salcln contrt l:r LrrLtslo liastaquc rre vir-re. Luego nos soltamos, ), atrtes de gue asomara lirmancha en nri pantal(rn, Reina nte dijo cntrc espaslltos:

.-En Nueva Yorl< nos crnpelol.anros.Mierrtras tanto scria sexo a rnecli;rs, pelr) scKo eoti ia

ir.rujer clue uno ama, al fln de cuelttirs.Digo que desdc esa noche nos perdimos, no:; quedanros

sin pistar el ur-ro del otro porrluc nos engananlr)s cual)do ofl-c-

cimos las pronlesas equivocadas. Yo le di a Reiri;r un -si qut.rrilis biert crJ ulr lc 1r,',,, quc clla lc crrtcrrJiu cojllr) (lrrisLl ri

couro le cotrviiio, y piira que no quedaran du;.r5 ilqicgo, todnvia sofocadir dr:spu6:, de nuestro sexo l-rustrado: esto es

s6lo r"rr'i anticipo, 1, yo le sonrei mientras conternplirba sus

lrezoues ir,flador; cletr'hs de la carriseta; ur.r anticipo, dijo, cie

lo que rrartos :"i hacer tr.rdas las ncrches ett Nuerra Yr>rit, Y y,o,

ciue iro peusaba silrc t'-n clla 1' que n,e vanirqlorial'ia dr teuer'-

rlrt

Page 27: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

la luego de que todos la quisieron, yo le dije: si, Reina, ntevoy con vos. l-o afirn6 radiante, sin saber <lue ciesdc esa lto_che, todavia en Medellrn, ya tcnfa trazaclo el laberinto.

-Contante qud se sjente cuando uno estd loco _lne

pidi6 con curiosidad Giovanny Fonscca.

-No rre acuerulo -.le dije.

-Hace nrcrnoria.

Tiat6 de hacerla, y no porque dl nre lo pidiera sino que lointente desde nrucho antes, pero nunca rescatd nada; la sen_saci6'era la de haberme dormido e'algrin rnor-nento, ttrl vezen la caile, eso si lo recuerdo. y tanrbien el frio, el vontito, elhan.rbre y la sensaci<in de estar perdiilo, pero cuando eso to-davia estaba cuerdo, hasta cuando nte parece qr-re me queclcdormido y todo fi-re como una noche ir.racababie, dclirante,sin memoria y sin respuesta para Giovanny Fonseca.

-Me hubieras pregur.rtado cu:rndo r-ne viste llegar _leclije-. Tuviste la oportunidad.

-Qu6 Va, rni brotl-rer, si don pastor lto ltos dejaba ni

nrirar.

-I)on Pastor es muy raro _cavild_. Irijate ccirno caur_lrio tonmigo tic trrr rnorncnto a otro.

-No -dijo Giovanny-, 6l sienrpre ha sido un buentipo, 1o que pasa es que es ntuy cuidadoso con sus pesrros.Y vos, de verdad, parecias una amet.laza.

-2Entonces quidn lo convenciti para que me dejara

quedar en Tierra Colombiana?

-Patricia -me explicti Giovanny_. Lo trabaj6 hastaque no pudo decir qlle no.

-Asi son todas. Qu6 berracas.

-Patricia fue berraca y media, porqlle en tu estaclo yo

tampoco te hubiera dejado elttrar.

--Muchas gracias.

-En serio, mi brother, eras una cosa horrible. eui6nsabe qu6 estarias pensando en esos ntoltlelltos.

-Ni idea -le dije-, pero la lista era grande: tal vez er_r

rnis padrcs, en el pap6 de Reina, en la nrisnra l{eina o en Glo_ria, su prima. Quien sabe a qui6n tenia en ese montento enla cabeza.

Lo clue tienen los locos en su ntente; una idea fija, unrnigcls, un clolor que no se borra, un recuerc-lci qlle no se va,una otrsesi6n, un cle.seo, un ntal amor, Lln sueflo; qu6 sd yo loque guarclan los locos en su casetera, si ni yo mismo supe lo quetenia en la rnia.

5o

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Entonces, cuando Lllto no es ul-lo elt esos m()lnentos en cluelas cosas ncl salen, es entonces, si se tiene suerte, cuando Dre_cisamertc aparece alguien para ay.uclar a que uno ,.;.;;sll cuerpo y a qlle la nrente se integre al engrirnaje, para quccuerpo y arente dt'je' de'agar buscdrdosc, como nos he_mos buscado Reina y yo. o co'ro rrs al'ras cre los nrucrtos(lue regresan, arrepcnticias de nrorirsc, o asustaclas por elrespianclor al final del tiir.rel, o por la gracia clc sentir la tris-tcza de quie'es estir-r creja'ci,,t ,, .J-o clecia tia [4trrl6n:porque no ies tocaba.

Afrarece alguien, entonces, a quien los rlis creyentespodrfan llamar un dugel, y te dice iomo dicen que me dijoPatricia: piirate y ven connrigo, y el cluc lto era yo le preglln_tti cor.t miedo: ;v ad6nde-i, y eila, segitn cLlcntan, n-rc rcpiti6:vamosl Marlon, velt conrli'qo, y cJ qtre no era vo cornenz6 aregresar a su cuerpo, como los que al morir se ven a si nris_n'r.os tenclidos y reci6n ntuertos, y velt e Ios otros llorar sobreellos, cor.r la nano fria dei que se estii yendo entre sus rrta-nos, y a otros los ven cerrarle los ojos o cruzarle los brazossobre el pecho, y todo lo contcmpian clesc.le iejos, como si notuvieran nada que ver con quien ha ntuerto, elttonces, si setiene Ia suerte, aparece esc alguierr, tal vez ur.r dngel, y te dice:ven conmigo, para regresar al cacl:iver y otorgarles a los otrosla esperirnza del rnilagro.

-Ven conmigo, Marlol.

_ Pero que apenas la rnir6 con lcls ojos llenos cle espanto,balbuccando y tiritando por el frio y l,r ntiseria. Fllla se aca-

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ch6 hasta ini altura de prordiosero sentado, n-rc cogi6 la ntanoslrcia y helada, Lrero yo trte sacrtcii con mi'rs nticdo; dizque lepregunt6: ;la policia?, y que ella dijo:

-No te va a pasar nacla. No va a haber nincitn policia.

Vas a estar en nrr sitio caliente, sin lluvia ), sin viento, ). tevamos a dar cornida.

Dice ella ciue 1a mire agraclecido, y que nle ilumin6. ()r-re

luego nre tom(r el brazo con.rplelo para ayuclar a pararlle yclue sintio corno si'l6t'antara puro aire. 1-.irros trapos qr-re lu-chaban por malltener el equilibrio. Que n're ntared y volvi a

caer, pero ella dc un tir6r.r nte levirnt6 de nuevo, pas(i su bra-zo por rr.ri cintura y con el otro nte sostuvo cle los honrbros

irara qLle rro se desparrantara mi estlueleto.Paso a paso, como quierr ller.a a su sombra enferlna, car-

minanos hasta la esrluina para crLlzar la cerlle. 'lbdos nosvieron descle la vitrina, todos pasr"nados y lelos ct'lr.r sus fratas

pcgadas al vidrio, sin intportar que hubiera clier-rtes o quelas empanadas se estuvieran rechinando; todos, hasta donPastor, que nraldecia entre rezongos con n-lLleces irravas queeurpairaban el cristal.

Ellos y los transefrrrtes vieron a Patricia crllzar la callccclttntigo cuando el nrunequito del scrr.riif6ro se ptrso verde.Y los qr,re estaban en prinrera flla dentro de sus carros, y losquc venian de la otra esquina, y los qr"re iban a nuestro ladose clieron vuelta para vcr carninar a uu ntllerto. En una ciu-dad donde se ve de todo, clclnde la curiosidad rro existe, na-die mira n-rds que por clonde van sus pasos, pero todos losque estuvieron allf nos observaron, porque tal tez muy Lro-cos habian visto al que tuvo el privilegio cle ascender de losinfie rnos.

-Olias a demonio arrecho) a mierda y a azufi'e, a volte-

reta de rnonja, a sudor de nina...--No exagere, don Pastor.

-Si no me creds, pregrtntales ar los r.nuchachos.

lbdos asir-rtieron, como si el olor nnevirntente los hn-biera puesto de acuerdo.

-Nunca se uos va a olvidar tu aroma

-recalc6 don

Pastor.

Que ella, entoltces, siguitl canrinando despacio conrtri-go hasta el restaurante. Alli nos detuvinos y Patricia taco-ne6 un par de veces sobre una puerta de hierro a ras de laacera. La puerta se abri6 al instar-rte y yo s6lo vi una escaleradc nretal rirre bajaba a ntr s<itano. Eso l"rabia sido parte c-le su

trato con don Pastor: que l1o lo vean los clientes, (lue no se

arrime por acd, que no salqa del cuartico, que erltre por el

dep6sito, que se vaya lo rniis rdpido posible.

-Baf a -me

dilo Patricia.Me ayucl6 para que r.ro perdiera el equilibrio, casi em-

pujirrdome pero mermando mi miedo con palabras ama-bles: que tranquilo rnijo, que ahi iba a estar ntejor, tiuesiguiera tranquilo. Yo bai6 muy despacio, viendo c6mo laacera llegaba a mi cuello, pensando lo que habrian dichomis an-ligos si me hubieran visto: miren a Marlon c6mo se

1o estd trilf,ando la tierra.Cr.rando cerrirron las puertas no pude ver nada pero lne

oli6 a comida. Lentaurelte volvia en mi. Me tom6 tiempoacostumbrarrne a la luz interior, pero como Patricia nre guia-ba, yo nre deje llevar hasta un cuarto pequeno. Sobre el pisohabia uua colchoneta )' clt una de las paredel un almanaqui:deter"rido cn el t7 de f-ehrero de 1985.

-Bueno -nte dijo ella-, aqui te vas a quedar ho1-.

Ir{e dice que nti16 perplejo el cuarto y tambi6n a mi al-rededor. Pero que estdbamos solos porque a los muchacirclsse les prohibi6 acercarse y que el mismo Pastor G6mez ha-bia clicho que 6l rinicamente iria a echar candado.

-;Me encerraron'i

-pregunt6 cuando me contaron la

historia.Si, porque eso tambidn hacia parte del trato: a ese hom-

brc nirdie lo conoce, ;c6mo pretendds, Patricia, que lo deje-rnos aqui solo toda una noche?, y ella le habia contestado:esto no es una circei, Pastor; y 61 le respotrdi6; pero estotampoco es un ltotel, y que asi siguieron alegando un rato

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Page 30: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

nrds hasta que por fin llegaron a r.rn acuerdo: se queda, perobajo llave.

Pirtricia trat6 de hacdrntelo entender en otros terntirr os,

pero esper6 a qrie yo rne tranquilizara un poco mds. Me con

venci6 parrl que fuera al baflo y rtre duchara.

- Prinrcro tienes que ascarte, rniio.Me iiev6 hasta un baflo tan pequeflo que me hizo recor-

clar al del aviirn. Pero a pesar del tamarlo, alli habia una du-cha, un jab6n y un champri. Patricia rne dijo: en esa bolsahay ropa lin-rpia, luego ptredes guardar ahi la sucia. Muyarnablenrente me empuj6 hacia adentro y cer16 la puerta.

De haberme visto antes no hubiera entrado, o si tan s6lohubiera sabicio lo que r-r.re iba a encolttrar en el espejo, que

era pequeno como todo lo dei bafio, pero suficientelnentegrande para ver lo que horrorizaba a los otros, y lo que ent:se instanle laurbidn rne estremeci6. Freute a mi estalta la

mejor prLleba para alegar lo que siempre he rlicho. Ahi cstirba

el que alguntr vez- no fui, pero que comenzaba a serlo a partirde csa tarde, asi fr.rdranros distintos, porqrie nultca antes nidespu6s ..'i a alguien tan distinto a mi clr el tnis,nto reflejo.

Qrre si ncr fuera porque lcls dos movirnos ]a cabeza sint roni-zadamente y nos tocarros la cara para rcconocernos, o por-que a los,.los se nos not6 el pdnico, hubiera creiclo que aleuiendetris del vidrio jugaba coul.nigo. Lo hubic;a iurado si nofuera porque tarnbidn lo vi y lo escuch€ nonlbrarla. Reina,dijimos al tiempo.

Cuando empec6 a quitarme la ropa n.re di cuenta de queme habia cagado en los pantalones. F,staba untirdo de ntier-da de la cintura para abajo. Pero la verdadera rnierda ven-dria despues, cuando comenc6 a clespertar bajo la ducha.Poco a poco volvi a ver toda la pelicula. L,l rcpaso horrrtrosode todc-r lo que me ilev<i hasta alli, o por lo menos, hasta ei

punto que recordaba. Clon mls niedo que cuando sucedie-ron las cosas vivi cada momento, segundo a segundo, cornoclicen que les sucede a los que se van a nrorir. Al igual qtle esa

noche, rne vi saliendo de las calles oscuras y llegando a otras

mds alunrbradas con carros que andaban veloccs,ltrcr \/i urirando de lado a lado ntuerto cle espanto, otra vez vi el r.r-ro-

lurelrto en qrlc decidia si cantinaba hacia la derccha cl haciala iz.quierda, y rr-re fui para doncle habia ntiis iuces y cdificios,vi a la ger.rte qlle me obscrvo, .scqlll'alncnte preguntiiltdosc:

;por qu6 llorarii cse ntur:hacho?, vi a uno qLle se lcercir y rne

hablci pero no lc entendi v adcmiis cluc< podia decirlc, ;ha-bla espaflol?, ;spanish?, no, nte contesto, i don't spcak spa-nish, vi utra luz cle sireuii a punto c1e asortrarse por ultaesquir-ra y vi el p6nico qLle me llcv6 a cscclnclenre, rre esclt

chd recordtindonte clue halria nrataclo a ur.r policia,lucgo di-ci6ndonre que llo, r.ro Miirlon, vos no fuiste,lo rratti un carro<t sc rnatci solo l)or Polterse a pcrscgttit'tc, pcro no era la p6-licia la que vcnia sino 1a luz dc sirena cle uir camion qr-re

lavaba la calle con chc'rrros de agua, y vi r:6rr-ro clcspu€s volvia ettsticiarla Lrorquc vomite varias vecf s,;habla c'spai-ro1?, .o,contest6 otro, mi no habla esparioi, prclo asi haLrjalan, clutr

podria clecirles, qLlc elt nri carrerrr crucd un pueltte,,v nte I'ibuscando pLler')tes y una valla qtie dcci;r Queen, y despucsmir6 al cielo y por entre ios edificios vi una luz y senti alqocle esperanza porque pensd quc alguien r-ne ilutuinrrlta, pcrono cra la esperanz?r ni cla nacla, sin-rpleurcute amanecia, y vila luz clel clia siguiente pcro t()dr\,ra nirclr conocidrt, soli.,

nrcltte mds gcnte quc nte miraba cxtraitacla, scguralrlentcpreeur.rt.lndose: jpor qui gritard cse tluchar:ho?, r,i otra vez

al l-rombre qlre r.ne dio lirnosna con la que conrpr6 r-rna do-rlut 1, tl11 cafd, r.ro nre aicanzti para ntiis, ;cicl 1,s., speiik spa-nish?, si, hablo espaflol, dijo el vendedor, 1e precli una donuty uit caf6 y le dije estoy perdido, 2d6ncle estabas'i, no si, ;clrqu6 parte de ia ciuciatl?, r.ro s6, 2collo puedc ai uclartel. nosc, no s6, r-ro sd, lo sierrto anrigo, l-lext please , r'r'lc vi otrii \.cz-

en la calle, carninanclo sirt respiro irasta que tr-rc de noche y

nre vi e ntrc las carrecas y otros vagos, escucird otra \/ez ..1 t.iioagurio que se me;netiri entrc r-rr.cja y c.rcja, y de lucvr'r i'i cipr.iente y senti lr alegr.ia cic i:r'r:er cluc cstaba a salvo )' ]a clr:.

cepci6ll de uo cncorrlrar ;-roi1:i .lir,r no iucrii lc r,risnt(i, st rrlt:

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Page 31: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

qLle me nriraba e-xtranada, como pregul-rtlndose: jpor que

hablard soio ese muchacho?, hatrlaba con Dios y le suplica-ba que me oyera pero 1o rinico que escuch€ l'ue el ruido elrlos oidos y a mi mismo diciendo: conto se nota que Dios notuvo madre. De ahi en adelante nre perderia tanrbi6n en lamemoria, pero lucgo en la ducha, como si todo acabara desuceder, comence a gritar, a pisotear los excrertrentos y dar-me contra ltrs paredes, tal r,ez buscando err un golpe, ahorasi, la ilusi6n de despertar.

Thies fueron mis alaridos que no senti cuando abrieronla puerta del baflo. Vi uuos ojos enormes, salidos de sus cue-vas y una expresitin que s6lo podia ir acornpanada de otrcr

grito. Pero ese chillido no fue ntio.

-Esos eran Dtis oios

-dijo Giovannv Fonseca-. Pa-

tricia me mand6 a ver qu6 pirsaba._-Y grit6 cuando te vio

-dijo Patricia..--Yo no grite

-aleg6 Giovanny-. ltrdos los gritos fue-

ron tuyos, Marlon.La ducha seguia abierta y yo estaba acurrucado en Llna

esquina. Giovanny cerr6 la llave y n.re ech6 una toalla enci-ma. l,uego se pllso en cuciillas, a la altura de rnis trjos, y rni-rindome, dijo:

-Tianquilo, brothcr, tranquilo.

Le falt6 decir: estabas sonando y ya todo paso. Me apr-. cl6 a parar y a ponerme los pantalones, despuds le dijo a

Patricia que ya podia entrar. Ella rne llarn<i desde la puerta, y

por un rato no dijo mds, pero al menos dijo mi nombre 1,paraun perdido eso ya es una iuz. Deduje que ella me conocia, y

que si rne conocia a mi por qud no iba a conocer a Reina.Por eso le pregunte:

-;Usted couoce a Reirra?

-No -dijo-, creo que no.

-Ella vino conmiqo.

-Aqui llegaste soio.

-;Y Reina?

--No s6.

-;Y como llegaste aqui?

-Tarn;roco s6.

Se acerc6 v rne a1'ud6 a enderezar; cuando saliamos del

bano nre diio:

-Mi noml>re es Patricia y te voy a avudar. lv{ientras tan-to, voy a traerte algo caliente para que tontes.

Yo le obedeci y asenti con la c;rbeza. Y dicen que cuandoella volvi6 me encontr6 dorn-rido y a n-reciio vestir, pero rne-nos mal que fue asi, por<1ue ntientras ella estatra en la cocinase a.som6 don Pastor, vencido por la curiosidad, y que ape-nas nre vio, exclam6 indignado:

-Patricia estd loca.

Y lleg6 hasta dorrde ella y le dijo:

-Vos estis loca.

Y despues sali6 bran-rando de la cocina, diciendo lo qut:tocios decimos cuando nos topamos con la obstinacicin delrs mrrjcrcs, r'ociferdndoles a los nruchachos: rni nrujer estei

loca, a 6sa quien la entiende, esti buscando que la canoni-cen, asi es qlle emiriezan todos los santos: priinero se vuel-ven locos. Y cosas asi. que naclie entendia, era lo que gritabaPastor G6nrez.

A nli iri sus gritos n're despeltaron, r.ri la mauo de Patri-cia sacrrdiendo rni horr-rbro L)ara que txe tomara la bebidacaliente, ni su <despierte, nrijo>, r'ri su <despierta, Marlon>,ni el gt-'lpe dc- la puertir al cerrarse, ni el cl-rirrido dei pasadory su cauclado.

Cucnta Patricia que me qued6 profundo y que apeltasnre movi cuando elia me echo una ntan[a encir.na, y cuandome dijo:

--\/antos a ver c1u6 r'nds puedcl hacer por ti.

Lo denris fue la contir.ruaci6n del alboroto que teniaanrado don Pastor v los contentarios de los otros ntucha-chos y de las cocineras:

-Es coloirbiano y anda jodido.

-lbdos los colontbianos cstiir.r jodidos.

-2Cuinto llevari asi?

58 59

Page 32: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-2Por clue no llarnan a la policia?

-Ni ricsgos. \'o le prcimeti qr-re la pclicia no iba a venir.

-Esas son cosAs de santa Patricia, que estii loca.

-A tod<.rs nos fue ural cuanclo llegarnos.

Y el barulio diz<;r-re Ileg6 irasta arriba, donde los clien-1es, rlue preguntaron:;qud es lo qr-re estd pasando?,;qr-rd es

toclir esa pelotera? llue entoltces cuando Pastor G6mez los

reurri(r a todos en la c<lcina y sacando las rnanos de su pot.r-

cho para nr;lnotear, or<lcno: ni una palabra miis sobre el asun-

to, que si esto sale de aqui nos cae lnmisraci6n y ahi si ttosjodemos todos.

-Adernii; -agrcq6-, e se lnuchaciro se va cle aqui apc-

nas pueda hablar.

-Adenrds -intervino P211i6is-, aproveci-ro que estdn

todos junt<ls para recomenclarles la ropita que les sobrc.

- Marlon es colno de Ia ecJad y la talla i1e ustedes.

-*-Ya les dije -intern.rnrpio

lion i;n51e1-, olvidense de

quc aqr,ri hay un urico cncerrado. Dctliguc'ltsr e slt trabajo.

-Y frunciendo la boca y torciendo los ojos l.racia su esp()sa,

anadi6-: Y no lc paren bolas a ios que est6n buscando ciue

los non'rbren papa.

-_No le digis asi al n"u.rchacl-ro que tamLridn tnerece res-

pt'to -ittcr-epo

P.it rrcia.

--;Cdn-ro? -;rre{nntci Oscar lvan. ticspistarlo y de nre-

tido-. 2Mico o papa?

--1Sufi ciente! -dijo Patricia.

-Pero si huele a n)ico -dijo su esposo.

-Y a papa -dijo Oscar iviin.Lo c1,re sigui6 parece clue fue el allrclroto n-ris grande

que ha habido en el restaurante en sus quince anos de exis-

tencia, donde no valielon las adve rtencias de Pastor G6mezpara restablecer el ordcn y bajar los dnimos. L,l personal se

ciividi6 en dos bandos: los que apoyabnn a su pirtr(rn y iosque estilban con su esposa, y lresero que bajaba a la cocina,mesero clue daba sr-r opini6n, y enrpanacla que se fritaba,

ernpanada qr"re salia acompanada de algrin cor.nentario, y asi

hiista que lleg6 1a hora clcl cierrc.L)on Pastclr, como siempre, fuc el irltinto en saiir. El rris-

rlo verificaba (luc t()das las luces, estufas ,v hornos estlrvic-

ran apagados. Des;ruds bajaba la rej:r y se cercioraba de su

seguridad. Y aunque sieurprc tomaba a su seiora del brazopara caminar juntos, esa noche car.r':ind solo, ur-r 1.roco urisatris de cllir, pero suficicnterncntc ccrca para decirle:

-Ojald mirnana encolrtrcmos algo.

Pero ella como si nada. Hasta les rccordo a Ios que sa-

liar.r:

-Lcs recomienc.lo lo de la ropita.

Mientras tiinto, ader)tro clueclaba el que uo era yo, el clue

estuvo ajeno a la conrroci6n tal vez. porque con la suya teniabastante. El que en un suerio profundo reposaba los rigores

de Nueva York y descansaba su carrer6n 1;or los labcrintos.Adentro el reposo tertlinaba de acercarnos a nri 1,al que r.rcl

fui yo, y se gestaba el milagro de santa Patricia de juntar al

c1r.re clornria con el que sali6 corriendo y se encontrti pcrdi-do, prara hacerlo despertar al otro dia en una sola persona

verdadcra.

6o

Page 33: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Creo haber dicho que cuando despcrt6 rni pcsadilla se par,ti6 en dos. Despertar llo llte produjo erl alivio que tienen lossoiantes cuando clescubren, en io que se tarcla sentirsedespierto, que lo que creian verdad era s6ro ,n mar sueno.Yo no tuve la dicha de escuchar lo que se les dice a nrecliano-che a los ninos llenos cle miedo: ya pas6, tranquiio, estabassoflando pero ya estds despierio.

De pronto nte consol6 la idea de tlue ya nada prodia er.n_peorar, y un falso alivio cuando aparecio patricra con el desa_yllr"lo y le cont6, nruy por enciura, lo que estaba pasando.

_ -Entonccs cstiis percliclo _dijo ella. yo asenti preocu-

pado, no s6lo porque lo admitia, sil,ro tartrbi6n por la nrira_da hosca y por los cornentarios clesentonados de ese senor.

-L,se serior cs mi n-rariclo -__n-re dijo patricia_,;.se lia-

r-t-tll Pastor.

-Don Pastor, asi estenros en Estados Unidos _recalc66l clesde su esquina.

Patricia puso cara de no pararle bolas, con ese gesto quel-racen las ntujeres cuancjo los iroilbres no sornos ntds quemueLrles. Pero pastor G6mcz ya estaba en esA etapa <Je lavida en la que r-ringitn gesto ir.r-rportaba, y sin tener en cuentalas intenciones de patricia, r. ,,ino .lirecio a nri, y en su reco_rrido yo no pude erterder que iracia er.r Nueva york un holx-bre vestido de arriero, de poncho y carriel, y con modales clepolicia.

Page 34: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-lvlirc jovcn

-nre dijo coti lir trocr y con el dedo-,

r.istecl ya csti listo para irse, ya se bano y ytr conrid.

-iPastorl -exclam6 Patrici a.

-Vos ya hiciste lo tuyo

-le dijo-, yir tc ganasic el cic-

lo, ya le diste lo que Ie tenias qiie dar. Ahora dejalo qtie se

va)/a, que seguranrente dl tamtri6n tit'ne urr"rclras cosas qLlc

h acer.

-lPastorl Bste n-ruchachc esti pcr<iido --tlijo ella fren-

te a 61, con las nrauos en jarra ].' clltpinada para que su pe-quena estatllra no ]a hiciera vcr inferior. Luceo, con voz misbaja pcro en cl nrisrno torlo fuertc, le clijo-: veni, vanros

para la oficinil.EIla sali6 adelante, rccogiendose el p''elo, y el detrds con-r-

poniendose el sorrbrero. Yo me quedd en la cocina achanta-

do t'confundido, esquivando la mirada de los otros aLlnqrle

siempre me encotttraba con unos ojos e n,,rrncs, imposibles

de evitar. Los oios brotados y ctinrplices de Giovanny Fon-

seca l.lo pararon de nrirarnre (r)D illsistdlrLia csc clia, y pclr

eso nrismo rle ir.tconrodaron. No sospech€ elr ese morrentocllle un tic'nrpo despr.r6s yo tanrbi6n veria ir travds cle ellos; que

senrejantes ir dos faros, lne a),Ll(,;arian a pisar tierra.Deduje que Giovanny era colonrtriano por su r.tourl-rre,

aLlnque el despu6s rne cxplico que en ltalia hay rnis Giovan-

nys que en Llolornbia.

-Pero en Colonrbia hin.nrils )ol'ures que en todo F,sta-

dos Ur-ridos '-me dijo.Poco a poco me fue cnseflando los pasos pala canrinar

en terreno falso, y ne hizo ver que no habia una posibilidad,sino muchas, cle encontrar ir l{eina.

Irl 6nimo se me habia caido despues dc que l:'atricia ydon Pastor salierou de la oficina. El habra subidri al corne-

dor y ella se habia sentado y me habia dicho:

-Bueno, rnijo, tenemos quc hablar.

Se le notabtr la irrcertidunrtrre tanto como .r rri, y en sLl

tono pausado y nraternal, cclruenz6 a decir:

-Entonces salistc v no rrucliste 1,611,s1'.

-Si, sctiora.

-;(lonoces a alguien aqui?

-No, scnora.

-No te oigo bien. Habla r-nis fuertc.

-No conozco a r.radie.

-;Y no te acnerclirs de algo? 2Del edrficio?, lde Ia calle?

-- No, seircr;r.

Patricia respi16 con fuerza, se recostt'r colttra el espirlcialy iugii nerr,iosantente con su delantal. Los clerlas desircele-raroll su trabajo,;'de ntedio lado y de reojo se intercsirroncn nuestra conversaci6u.

-2Quieres un caf-ecito? --llle pregunto ilatricia.

l.e dije que no. Cada cosa que tomaba de ellos poclriaconrrertirse ell ulta excusa para que n.rc sacaralt mfs ripidode alli. lrlla, en canti'io, si se c'lecicli<i por el cafe ,

-Flabia una valia

-le dije.

-2Qui'? -se volted sorprendicia.

-l/p nyis6 grandr. sobre el edificio del frente.

Los denis ttrnrbidu quedaron pasruaclos, no se escuchrjnrers el ruido de la loza ni del aceite hirvierrdo, e incluso unacocitrera tuvo la osarlia de accrc;rrse y preguntar: ;y que de-cia en Ia valla?

-Queen -dije.--Quecn o Queens

-pregr-rnto Patricia.

-Quet'n. Ilso rs reina en esp:rnol, ;no cs cierto?

Nadie nte cor.rtes16, pero todos se mirarcln buscando quealgurro saliera con una explicaci6n. Un nresero con dos pla-tos cle con'rida en las naltos, preguntci:

-;Y que mas teltia el aviso?, ;de qud era?

-'fenia miis pllabras, pero Queen era la rnds grandr..

-;Y las otras qud deciatr?

-No s6. Yo no hablo ingl6s.

Hubo rechiflas, quejas y hasta risas. patricia los llant6 a

todos al orden. Luego me pregunt6:

-;Tienes visa?

-No, senora.

6t6S

Page 35: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-jPor d6nde entraste?

-Por M6xico.

-;Tienes algo de clilrero?

-_No, seRora, talrpoco.l,e trajcron su cafc< pero ella no dio tiempo para que se

kr pusieran en la mesa y se enfriara un poco. l.o recibi6 t-n

sur nranos i'io ton-r6 humeante.

-iQud se te ocurre que podamos hacer?

-rlte pre-

gunt6.Por prinrera r.ez la mir6 directo a los ojos. Necesitaba

mirarla para qLre viera cn ellos mi aturdinriento y nri nece-srdad

-Me gustaria llamar a mi casa

-le dije.

-;A Colombia?Asenti y elia dejo el p-r66ill6 a n.redio camino entre el pla-

to y la boca. Se hizo ojos con Giovanny, que tenia los suyos a

plintu de saltar. L<-rs derni's tambien se miraron entre si. Ella,finalmente, puso el cafd sobre la rle.sa y se qued6 un n)o-mento mirandcl hacia arriba.

-A ver, Marlon

-comenzo-. Lo de la llamada es algo

que tengo que consultar: tit sabes que esas llamadas son ntuvcostosas. Ademds a Pastor no le va a gustar.

Llev6 las nlanos hasta la taza pero no la levanto, solo le

dio vuelta.s.

-]rJ6 sc que €l sea ntalo

-prosigui6-, es hasta lo miis

de generoso, percl le gusta cuidar de lo suyo, tri sabes, y todolo que ves aqui es el producto de su cuidaclo y de su trabajo.Es Io iinico que tenemos.

La escuch6 en silencio. No tenia mucho para decir. Estaba

claro que la llarnada quedaba aplazada hasta que Io clecidie-ran los humores de don Pastor.

__Se me ocufre _continu6 patricia_ que por esta

noche te puedes quedar en el misrno cr-rartico. Voy a hablarcon Pastor y despu€s vemos qu€ pasa.

Asenti nuevamente en silencio y Patricia tonr6 caf6. Losdemiis continuaron su rurtina, y otra vez se escuch6 el tintj

neo de la loza y el alboroto del aceite caliente. y los gritoscon los pedidos, y el jaleo de entrar v salir. Rdpidamente pas6el entusiasr.r-ro v la intriga por la inforrracion del perdiclo.

Poco a poco comenz"aba a suceder lo quc en ese ins_tante era irnpensable para nti: que la vida tnviera que se-

gu ir.

66o/

Page 36: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Reina abri6 los ojos como dos platos y col1 su boca nre serla-16 a su papd. Luego habl6 duro para que dl la oyera, aunquefue a rni a quien le hab16:

-Acontpaname afuera, Marlon, que tengo un calor

horrible.Pero contcl Gonzaio teuia ei telcvisor a todo volumen,

cuando nos vlo salir, pregunt6: 2para d6trde van?

-Afuera, papd. Ya volventos, no se preocupe.

-No se alejen mucho

-dijo Gor-rzalo-, que este ba-rrio se 1ienc, de marihuaneros.

Ncl tuve oportunidad de decir si o r.ro, ni de preguntar.Reina tir6 de r-ni y s6lo n-re solt6 cuando cerr6 la puerta cleIa calle'.

-;Cunl es el afdn?

-le pregunrd.

-\ieiri, vantos para la escluina que no quiero que n-ri

paprii nos oiga.A Reinil no le gustci mi carcajada) por eso se la tuve que

crplicar:

-No nre estoy burlando de tr_r papd, Reina.

Sigui6 carninando furibunda.

-Vos si sos un caso, Reina, ntird que tu papi no nos

oye r-ri cuando estanos con 6l en el comedor.

-Pero es que 6ste es ult rlsunto muy delicado, y vos sil-

b6s que cuando los asur.rtos son delicados hasta las paredesse ponen a chismosear.

Ya habiamos llegado a la esquina; entonces Reina mesac6 de la duda, o rnejor, confirr-n6 u.ris sospechas.

Page 37: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

--Habl6 otra vez con Fabiola.

-A ver

-le dije-, contalrte qu6 te dijo, qu6 cuento te

eci-r6, cdmo te va a entbaucar.

-iQu6 embaucar ni qud ernbaucar ni qud cuentos! lMe

vas a dejar hablar?,;si o no?

Le dije que si, que hablara. Entollces se recost6 en cl

muro y se irnpr,rls6 para sentarse ett el borde. Tanlbi6n se

acornod6 su faldita de colegio entre las piernas que le colga-

ban. Yo quede abajo con los brazos crtlzados sobre sus rodi-

llas. Le sonrei. No le dije que fttriosa se veia divina. Juancho'firado me habia advertido que eso no se le podia decir a

ninguna mujer porque se ponian miis bravas. Pero Carlitos

decia que valia la pena arriesgarse, que entre mds bravas rnds

buenas.

-Fabiola dice que nos puede erltrar

-dijo Reina.

-;Ad6nde?-Ay,

Marlon, dejd la giievonada, ipues a los Estados

LIniCos!

-;Y r-ro dizque ibas a ir a la Embajada?

-Fabiola rne dijo que sulxara lo del viaje a Bogoti,los

gastos y la estadia. Que sin documentos era scr:uro que me

iban a negar la visa. Que iba a perder el tielnpo y la plata.

-;Y vos si te quer6s ir? -le pr:egunt6.

-iAY, Marlon!, creo que eso ya lo habiai'nos hablado.

Con'ro seguia brava le acarici6 el nluslo, desde la rodilla

hasta el borde de la falda.

-;Y er-rtonces qu6 hay que hacer? -le pregunt6.

-Pues muchas vueitas -dijo

Reina, r,rejorando el

tono-. Pero primero hay que confirmarle si aceptanlos.

-2Y c6mo asi que unos pttede entrar>?

-preguntd sirl

clejar de sobarle el lruslo-. ;C6mo nos va a entrar?

-Ella nos va explicando. Lo importante es confirmarle

y darle un anticipo.

-2Anticipo? -Par6 de acariciarla.

-Pues gratis no ltos valt a llevar, ni ella ni nadie

-enfir-tiz6 Reina.

-2Y como cudnto nos cuesta el favor?

-Como cinco mil d6lares.

-i:Qud?!-grit6.-Cada

uno -anadi6

Reina.

-;;Que?! -volvi .r g,rilar.

-;Cuinto es eso en pesos?

-pugs no s6 -le diie v rnectinicanrente volvi a acari-

ciar su muslo.

-;A cuiinto estri el d6lar?

-me pregunt6.

Encogi los hornbros y repeti: 2diez mil? Pens6 que era

tanto dinero que no io ibamos a conseguir jan.r6s, que hastan'rejor que fuera caro porque asi nunca nos podriamos ir.

De caricia en caricia mi mano se meti6 debajo de su

falda, s6lo un poco, lo necesario para que Reina me dierauna paimada en la mano.

-No seds manilargo

-me dijo.

Entonces yo le pedi:

-Dame un besito, Reina.

Pero ella como si nada:

-Manana llamo a Fabiola.

-Deciie que eso est6 nu,v caro

-le sugeri.

-Sl -dijo, pero r-n6s para si misma Que pnli nri-, le

voy a decir que cuente con rlosotros.--Pero, 2y la plata?

-Habrii que conseguiria

-dijo muy decidida, y luego

me propuso-'Veni, subite aqui.

Me qued6 mirindola preocupado y pensativo porqueen ese momento a ella le dio por sonreir. Y corno nte viopasmado, insistiri:

-Sentate aqui al lado, hombre.

-Palp6 donde yo de-

beria sentarme y en tono marrullero, pregunt6-: ;No diz-que querias un besito?

El besito se convirti6 en un beso de los que no se olvi-dan, porque fue largo y mojado, y con permiso otorgadopara meter, ahora si, mi mano debajo de su ur"rifbrme y ex-

plorar a mi antojo lo que eila al oido nte decia que era mio:

7ra.

i:i.A,i

Page 38: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

eso es tuyo, todo es tuyo, aunque lucgo venia la condicitin: y ella, toclavia 1-ruy bajito y pegada a r-ni oreja:prero v6monos de aqui.

-por mi 10 te dan una visa.

-;Para tu cuarto? yo iba a decir algo, a reclarnarle ta1 vez, pero puso su

-Para los L,stados Unidos, para Nueva Yrrk. dedo en mi boca para prohibirme hablar. No queria argu_

El beso sisui6 con la lengua y con los dedos.'larrrbi6n 1nentos que la bajaran de su sueno. Me toc6 conformarmepas6 un celador etr bicicleta y con sll silbato parti6 el rno, co1 rnorderle el decio.rnento en dos. El beso termin6 colt un gemido tinrido de

-Mi pap6 nos estd nrirando.

-senalo con el dedo ado_

Reina. Luego me chupd mis dedos untados mientras pensa- loriclo u1a de las ventanas de su casa. Ahi estaba la siiueta cicba que mi erecci6n no iba aguantar hasta Nueva York. Gonzalo, apartaldo la cortina, divisapclo hacia fuera. Reina' (lamino a su casa ibamos agarrados de la mano y con- alz6 su brazo para indicarle que ya iba.tentos. Por eso aprovechd para decirle a Reina:

-Yo creo que mi papai se la estd oliendo

-diio, ult poco

-Ve, Ileina, pclr c1u6 no insistimos con lo de la visa. lhl n-rds separada de mi.

vez tengamos suertc y nos la den. -zNo

ie vas a contar? -pregunt6.

-{ vs1' Marlon

-se detuvo para hablar-. Vantos lC6mo sc te ocurrel -Y aunque casi nunca hablaba

ver, te Yoy a hacer ultas pregllntas, las mismas que n-re hizo cle su nradre, esta vez dijo-: cr-rn lo c1e ni ntamii tuvo.Fabiola' En utr tono que qurso sonar convincente, le dije:

-Dale -dije. Lo vas a ntatar co1 la noticia.

-;1brt6s tarjeta c1e crddito?

-No va a habcr nilgula loticia

-dijo ella m6s segura

-No. que nti tono.

-;Ter-r6s cuenta bancaria?

-l)e todas ntaneras lo vas a matar.

-No' -Da 1o misnro

-dijo nrirando a su padrc todavia en la

-;1bn6s trabajo fijo? ventana, y agrcg6-: Lrorque si nos quedantos, la que me

Negud con la cabeza. nlato so), ),o.

-2Y propiedades? 2Una casa?, 2un apartantentico?, 2un

carro?

-Ojalii, Reina. Qud mds quisiera yo.

-llueno, sigamos: 2ten6s un tio concejal, o senador o

ministro de cualquier mierda?

-No, Reina, qu6 tal.

Ifntonces ella se n-re acerc6, se peg6 a nti )r en voz lxuybaja, como para que nadie oyera, y en ult tono dulz6t-r, como

,

para que yo no me ofendiera, dijo:

-No tends nacla, Marlon.

Y yo, en un tono mis alto y fuerte, coltto Para que ella ytodo el mundo lo supieran, le dije:

I

-Te tengo a vos, Reina.

73

Page 39: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Me contaron que llevas tres dias sin saiir, y que no te hasbaiado

-dijo Patricia, pirrada junto a la puerta. yo que ibaa sa.ber de los dias y de mi olor. \h me habia acostumbrado a

la oscuridad y a la hecliondez, y ademais qu6 lne podia in-r_

portar la hora que ptrdiera ser.

-Mira, aqui tienes m6s ropa lirnpia. Anda blnatc, que

esta tarde vamos a llamar a N{edellin.Patricia me lo tuvo que repretir:

-Oiste bien: vamos a llar-r.rar a tu casa.

Crei, entonces, clue todos rnis problemas ya estaban re_sueltos. Era fricil presumirlo: scguralnente ellos ya saben loque me sucede, Reina ya se los habr6 contado, o el propioGonzalo, y ya tendrin el teldfono de Gloria, su prima. 56lopense en eso ntientras nre duchaba 1'nte pasaba con fuerzael jab6rr, como si en lugar de hablar con ellos pensara quelos iba a visitar y que deberia estar inntaculado. Pero tam-bi€r-r estaba la otra opci6n: tal vez a ella si la veria. Segura-mente podria ver a Reina esa noche.

Una vez banado, con ropa limpia l,oliendo mcjor, mepresent€ donde Patricia.

-Que diferencia, rl ijo.Le sonrei. Lo recuerdo Lrorque era la printera vez que

sonreia. Tenia suficielttes razones, falsas, por supuesto, peroque mis da si en la vida hay que invetrtarse sientpre las razo-nes para sonreir.

-Bueno, mijo, vauros a llamar, pero antes tengo que

hacerte unas recomer-rdaciones.

t j'-'I ;; l:;*! ,;:&'iir!*;.

Page 40: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Fln cambio, no hay que itlveutarse las razones que bo-

rrerr la alegria. Muchas veces van clespu6s de un pero.

-T.a llamada tiene que ser corta, muy corta. Y tienes

que compronteterte a pagarla cuando consigas trabajo' o

cuando encuentres a alguien, ;entendido? Y despu6s arre-

glas con Giovanny. El va a pagar la llarnada.

El ya nre estaba mirando cuando yo 1o nrire. Ahi esta-

ban sus ojos grandes. Pens6, y atin lo pienso, que llunca ten-

drd c6mo pagarle, no la llan-rada que cost6 unos pocos

d6lares, sino su gesto. Nunca podr6 pagarle porque cosas asi

no tienen precio.' -Vamos Pues.Segui a Patricia y a Giovanny hasta la oficina. El tarnbidri

queria estar ahi para hacer valer su papel de fiador. l)on Pas-

tor, en cambio, no se veia por ninguna parte. Patricia coloc6

el tel6fono en la mitad del escritorio y n-re ofreci6 la silia.

-Aunque la llamada va a ser corta, es nlejor hablar sen-

tado.

Yo le obedeci, pero cuando vi el aparatcl se nle engarrota-

ron los dedos. Qued6 aferrado a los brazos del asiento, y a dttras

penas pude balbucear Io que queria que hicieran por rni.

-Marque usted, por favor -le Pedi'

-;Y cudl cs ei ndmero?

Se lo dije uno por uno. Cada tldmero despues de un

respiro.

-Esti repicando -dijo.

Ella me extendi6 el tel€fono y pude soltar una mano

para cogerlcl. Estaba repicando. Los tres nos nliramos. Patri-

cia me sonreia y Giovanny miraba con sus ojos desencaja-

dos. Despu6s, y a pesar de mi respiraci6n y mis latidos,

escuchd al otro lado la voz de mam6.

-Mam6 -dije, y nre entraron ganas de llorar' Y IIo16,

sin in.rportarme que pasara el tiempo y que al frente tuviera

a Giovanny cronometrando en su reloj'Entre ellos rein6 la confusi6n. Mamd pregunt6: ;Mar-

lon?, y despu6s grit6: iEs Marlon! Y en seguida senti que papd

levant6 la otra extensi6n, ;Marlon? ;D6nde estds, I'rijo?,

2c6no estds, Marlon? Preguntaban el ur-to y el otro sin dar-

me tiempo para responder, apenas ur.ros segundos para res-

puestas cortadas.

Y luego s6lo reclamos: :por qu6 no nos avisaste?, ;porqr"r6 te demoraste tanto en llam:rr?, estibirmos fruncidos,

;por qu6 te fuiste asi? l,os dos arrebatdndose ]as preguntas,

hasta que note en la voz de rnamd que ella tamtri6n lloraba.

Y frente a mi Giovar-rny Fonseca mostrdndome tres dedos.'lies minutos. Entonces como ellos no rrre clecian lo que yo

queria escuchar, rne decidi a preguntarles:

-Papd, ;Reina se ha conrunicado cotr ustecles?

Y ahi fue: ;c6nro asi, hijo?, ;cpr6 es 1o que estii pasanclo?,

:acaso esa ladrona no estf con vos?

-No le digds asi, mam6.

Y mamd: si eso es lo que es. Y papi: 2qui es 1o que estd

pasando? Y man.r6: que esa ladrona abandon6 a Marlor-r,

;o no, mijo?

-No n-lamd, Reina y yo nos perdimos.

Y papd: ;c<imo asi?, entonces ;c.on gui6n estds?, pd6nde

te est6s quedando? Y mamd: yo te lo adverti, Ir4arlon, yo va

lo sabia, ya lo sabia.

-Papd, no puedo hablar tnucho. Necesito un favor mu1'

grande, c1r-re averigiien en la casa de Reir-ra d6nde csti clla,

quc me consigan el tel6fono de Gloria, su prinra.Pap6 decia que no enter-rdia nada y nramd decia que me

devolviera, que ellos me estaban esperando.

-No puedo, mamd, necesito encontrar a Reina. Ape-

nas sepan algo lldmenme a este niulcro.Mientras les dictaba el nirmero que Patricia me anot6

en una servilleta, papii pregr.rnt6 que desde cudndo nos ha-

biirmos perdido, y mand reclamaba que si hacia ya tanto crrmlry raro que lro se supiera de ella. I)espu6s dijo: Esa es.1e

las que no aparecen porqlle estin perdidas desde que nacie-

i-or.r. Papai nre dijo: dc todas nlaneras voy a ver qu6 irverigucl.

/o

Page 41: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Apenas colgu6, Giovanny solt6 el reloj y baj6 el btazo,

pero no me dijo nnda. Patricia, que habia jugado con sL1 de-

lantal durante toda ia conversaci(ln, entrecruz6 las rnanos y

Puso cara de cuestionrrio.

-No saben nada pero van a averiguar

-musit€.Pero era yo el que tenia mds preguntas, nlil dudas quc

no calcul6 antes de llamar. Y mil respuestas posibles me bom-

bardearon al tiempo junto con las suposiciones tle Giovan-

ny y Patricia: ;serd que ella anda en las mismas que tir?, pero

ella tenia donde llegar,;o no?, es muy raro que en tu casa no

sepan nada, mientras no la haya cogido la migra.

Antes que siguieran me Puse de pie' ies predi permiso'

les di las gracias, rne fui para el cuartico y me encerre con la

luz apagada. No entendia por qu6 Reitra no habia llarnado a

contar lo que nos pas6; y mientras buscaba con dificultad

aire en cada respiro, un aleteo se me n.reti6 en el oido' como

si tuviera dentro un insecto que luchara por salir. Despu6s

el aleteo se meti6 en la otra oreja. Con los dos oidos zum-

bando, el presente era un borr6n'Luego habria de cambiar un ruido Por otro cuando co-

n-renz6 a sonar el artna que ntds tnata a los que estamos con-

denados a esperar: el teldfono. Esperaba que alguien tocara

y me dijera: Marlotr, te liaman, es tu pap6. Pero nadie me

busc6 para que atendiera la llantada y 1o f nico que lograron

los timbrazos fue alborotar de ttuevo al bicho de los oidos

para que hiciera concierto con el tel6fono.

En aigrin momento todos se fueron, sin despedirse niponer candado. Ni siqgiera Patricia se asomo. Pero qu€ rne

iban a importar en ese instat-rte los protocolos y la libertad.

Me import6 mds tarde el estruendo del tel€fono, ya muy de

noche, y efectivamente, esta vez fue la voz pap6:

-Colr malas noticias, hijo.

-2C6mo asi?

-Nadie sabe nada de ella.

-Eso es imposible.

-Todavia piensan que est6 con vos.

-Ella tiene que estar con su prima. ;Me averiguaste el

nirmero?

-Gonzalo dice que esa tal Gloria no es su prinra, que

debe ser una amiga o quidn sabe qu6. Todas las primas de

Reina viven aqui.

-;Est6s seguro, pap6?

-Al menos eso fue lo que rne dijercln.

-;Y cntonccs?

-[n1e1-1ss5 devu6lvase para ac6 y no carajee m6s.

Tendria que haberle dicho: aqui nadie estii carajeat-rdo,

papii, esto es muy serio, tan serio que no me puedo devolversin Reina.

-Vamos a ver, papd.

-Esto me va a salir muy caro micntras usted decide,

hijo. Despu6s lo volvernos a llamar.No fue como yo pens6, que con esa llamada todo iba a

terminar. Por el contraricl: todo apenas contenzaba. Para lie-

gar a esa conclusi6n antes tuve que rnaldecir mucho y darle

todas ias noches patadas a la pared; patadas inirtiles pol que

ya mi suerte estaba cantada, y para que no se me oividara,Giovanny me tarare6 la letra:

-Yo no sd si la perdida es ella o el perdido sos vos. Pero

mientras sigis aqui encerrado menos se van a encontrar.Si te vas a quedar en este pais, lo mejor es que comencds porsalir, por buscar{c un tral>ajo y un sitio donde vivir. Yo te

puedo colaborar pero te ten6s que dejar ay'udar. Asi que si

estds decidido, empecemos por lo primero.Me 1o cant6 toclo al quinto dia de encierro, cuando ya

no queria habiar siquiera con mis papiis. Apenas ellos me

informaban que todavia no se sabia nada de Reina, yo les

decia que tenia que coigar y volvia a mi celda.

-2Y qu6 es lo primero?

-le pregunt6 a Giovanny.

-Salgamos, acompariame a catrtinar.

-No puedo, Giovanny.

-Aqui el que diga eso se 1o lleva el putas. -Y

dijo de

lruevo-: aeompaliame a catttirtar.

1.,,,! .,,t;:.',s: .1

i;.{i.'91,{$

76

Page 42: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Salimos a la calle, dl adelante y yo ut-l praso atrds, irsi cotllo

1o haciir cor.r ella. Pero no ela sdlo catninaL, conlo dijo Gio

vanny, era nadar en una corriettte humana, cotr fuerza para

no ahoganne en el gentio.

-Hay mucha gente -le dije.

-Esto no es nada -diio

Giovanny Fonscca.

Y bajamos a toda prisa unas escaleras para Ireternos en

un tirnel con mis gente y r.t-rds aiboroto.

-Estas son las tripas del animal -nle

dijo. Y antes cie

que yo pudiera entender o preguntar, lleg6 el ruido y dcs-

pu6s el tren. Giovanny me empuj6 adentro del vagon, pcro

como estaba atestac'lo qttedatntls separaclo's. Ni por tln se-

gundo quit6 mi vista de Giovanny Fonseca. El vagtin se sa-

cudia y 6l me hizo senas para que me .Igarrara del tubo.

N{e arriesgud a mirar a la gente a mi alrededor; los vi ntuy

parecidos a mi, tanto que me preguntd: ;d6rlde estoy que

aqui no hay gringos?(iiovanny me agarr6 y me sac6 a la calle, me Puso a ca-

minar ripido t.nientras nombraba siti<ts y serialaba h-tgares'

pero era como si me hablara en ir-rgl6s. Nos detuvin'ros al 1-ig

de un edificio viejo, frente a una escztlera de hierro clue subia

por fuera enztgzag.

--l.hora si, rni brother, a trepar -diio.

-;C6mo asi?

-Seguime tto tuis.

Yo lo mird subir, y vi c6no trepaba con pies y nranos'

entre barrote y varilla. Vamos, me dijo, y yo pens6: llo pue-

do, pero ya estaba claro que no se podia no poder. Entonces

lo intent6, y a medida que subia pensaba: si puedo hacer

esto puedo hacer cualcluier cosa. Y entre esas cosas estaba

encontrar a Reina. Por eso aguant6 los escalones hasta llegar

clesfalleciente adonde nre esperaba Giovartny. Estdbamos

encumbrados en la azotea, debajo de ttnas letras enorlrles

que comenzaban a iluninar. Abajo toclo se veia pequeflo.

Atardecia y el viento nos enrpujaba.

-lv{iri -nre dij,r Giovanuy, y rne nrostr6 una banclada

de p6jaros que vol6 a nuestra izquierda. Luego se dio vuc'lta

y seflal6 al frente. Ycr no la habia visto ni la habia escucl'rado

nrgir, prero ahl estaba.

-Mirala bien

-nre dijo-. Es.r es la bestia que ten6s

que dotnar.Frente a mi estaba Nueva York, apotedrsica y desafiante,

despr<-rporcionada y sobrecogedora. Sen"rejante a un inmen-so 1' ctrnge.stionado ajedr ez.

1,.r:::,

3ri 8r

Page 43: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

El viaje en Lrus es largo. Miami est6 abajo, en el otro extre-

rno. No esperaba encontrar nada en el camino. No me sor-

prende el pirisaje plagado de emes gigantescas de McDonald's,

o de conchas pi6sticas de Shell, igualmente grandes. Si me

desconciertan los ciervos suicidas que cruzan la autopista y

las cruces con flores al borde de la via. Pensaba que esas cru-ces estabarl srilo en nuestras carreteras, junto a los precipi-cios de mi pais, donde en cada curva ha habido al menos un

muerto, porque nuestras carreteras parecen trazadas con ei

firme prop6sito de matarnos, y Linicamente nos quedan esas

cruces al bordc del camino colro testigos de los que salieron

volar-rdo y rodarot't, y uno que otro zapato -5jsmp1s

hay un

z-apato suelto donde hubo ur.r muerto triigico- para con-

tamos si el que rod6 fue hombre, mujer o niflo. Y como no

tenemos ciervos ni autopistas, los reemplazantos por Perrosaplastados en la mitacl del camino y de vez en cuando un

burro tendido, o lo que han dejado de 6l los gailinazos.

Entonces veo cruces con flores mieirtras todos duermeny un paisaje que pasa sin novedad. Ocasionalmente un in-cendio y todo el esc6ndalo de quienes intentan apagarlo.

Y avisos y r.nds avisos de ciudades que se acercan pero que

vafi)os dejando atris sin que podanros verlas. Eu una de esas

ciudades se qued6 Charlotte y dej6 su asiento cubierto con

nigas de n-ruffins de blueberry. Todos duermen y yo no en-

tiendo c6mo pueden hacerlo con el dolor cn las rodillas que

cia este viaie.

Page 44: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Sigo pensando en ella. "fierle que llover para arriba el

dia que deje de pensar en Reina. ;O en qu6 otra cosa puede

pensar un perdido que no sea en el iinico lugar que recuer-

lu? R.inu tambidr-r es ese lugar a donde la dej6 sola y esa

valla que es lo urrico que rccuerdo.

Ella tenia sus icieas fijas, o quiz6s s6lo una cltle a1-ru1113f 1

sien-rpre hacia un norte, hacia dorlde se quedaba inn-r6vil

miranclo los aviones, altos en el cielo' acornpafl6ndolos con

ur.r suspiro o con una pregunta en voz tan baja que apenas

ella podia oirla: 2para d6nde irdn esos aviones? Solo cuando

se los tragaban las nubes dejaba de mirarlos; entonces Reina

aterrizaba de barriga y con mal genio' Era mejor no I'rablarle

cuando resbalaba en algrln sueflo. E'sto nadie lo sabia' ilni-

calnente yo, que me gan6 varios repelos Por Prettlntarle: 2que

te pasa, Reina?, y ella me respor-rdia: ;por qr're?,:acaso nle

tiene que Pasar aigo, o qud?

Mis amigos rne decian: eso te pasa Por gtev6n, porque

a las mujeres no se les puede preguntar qu6 les pasa cuando

les pasa algo. ;Por qu6?, les pregunt€' y ellos me explicarot.t:

porque casi siempre lo que les pasa tiene que ver con uno' y

casi siempre no es nada bueno.

Pero yo si queria saber qud le pasaba y en que pertsaba'

sobre todo ai comienzo' porque despu6s aprenderia a leer

sus ojos de dos colores y sus gestos' Fue f6cil entencler su

nirada frja en los aviones y la exhalaci6n cuanclo clejaba de

verlos. Era f6cil entender que quisiera irse: todos queremos

irnos, es mejor estar lejos que muerto o secuestrado o em-

pobrecido. Pero menos f6cil era entender su <mejor nat6-

rlonos), o su (matate y me dejds tranquila>; era dificil

comprenderlo porque tenia que ver m6s con ella misma que

con nuestro pais asesino. Al iguai que sus ojos fijos en los

aviones, su <meior mat6monos> tambi6n obedecia a un pro-

fundo deseo. Y una vez cumpli6 su paiabra'

-Reina no me abre ia puerta

-me llamo Gonzalo' muy

temprano.

Ya l'rabia golpeaclo un rato y ella no respondia. ;Y la ila-ve?,le pregunt6. La ilave la tiene el1a, rne dijo, ya sab6s c6rnoes de voluntariosa.

-Ya voy para alld.

A mi tan-rpoco me abri6; ni siquiera contest6. Gonzaloestaba ternblando. Ya sabds c6nto es ella, me dijo, ias ideastan raras que tlene.

-Reina, abrime, Reina, abrirne.

Gonzalo se referia a sus propu.rstas suicidas o a sus razo-nes para estar viva. Dos dias antes se nos irabia acercado unpordiosero, un despojo que pedia plata, y Reina perdi6 el con-trol, comcnz6 a insultarlo y a decirle que se matara, que desa-pareciera, que no existiera. Luego llor6 un rato, pero cuandoestuvo m6s cahnacla, me preguut6: ;de qr"rd se trata, Marlor"r?

2De vivir o de estar vivos?

-lReina!, iabrinte, por favorlGonzalo y yo nos fuimos de bulto contra la puerta y al

tercer envi6n cainos al suelo con puerta y todo. Desde aba-jo la vimos tendida en la cama, con una pierna por fuera delas cobijas. La sacudinos, la sentamos y le hablamos, le su-plicarnos que nos respondiera.

-Saque el carro, Gonzalo, que nos tenemos que llevar

a Reina para urgencias.Yo manej6 y dl la carg6 en sus brazos conto a un Cristo

reci6n descolgado. Ella respiraba pero hatria perdido ei colory el calor. Gonzalo tambidn estaba pilido, y yo, helado.

Mientras la lavaban por dentro y nos la devolvian, iecont6 a Gonzalo el episodio, dos dias antes, con el indigente,aunque yo sabia que eso no fue 1o que movi6 a Reina a hacerefectivas sus antenazas. Fuerot-r Nueva York y la frustraci6nde no haber conseguido todavia el dinero para irnos los quela llevaron a tomarse las pastiilas. Afortunadamente fueronpocas, dijo el nr6dico, pero que de todas maneras habia quecuidarla y no dejarla sola.

8584

Page 45: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Por eso, porque ella andaria sola etl NuevaYork, fue que

decidi quedarme y domar Ia bestia.

-No te tom6s muy en serio lo de domar la bestia -me

dijo Giovanny cuando le cont€ mis intellciones-. Quierodecir -afladi6-

que no es con fnerza sino con tnatla' y

no te ias des de vivo que €stos son mis vivos que nosotros:

cuando l-losotros valnos, ellos ya estdn volviendo.

Escuch6 atento las instrucciones de Giovanny Fonseca,

de 28 aflos, que vive en los Estados Unidos desde hace cinco,

indocumentado, jodido, y a pesar de eso, casado y con tres

irijos. 56lo le falta tener un perro' como en Colombia, don-

de adem6s de tener que alimentar varias bocas harnbrientas

hay que dejarle sobras al animal.*Aqui la n-ralicia indigena no furrciona

-prosigui6'-Y

all6 tampoco.

-Pero acd menos. Aqui 1o que fui-tciona es la observa-

ci6n: tends que mirar y seguir, mirar y luego in-ritar' y obede-

cer, asi creas que no te est.ln vigilando, Porque sietrll-rre estdn

rnirando.

-Qemo en el colegio -lo

interrunrpi'Giovanny respir6 duro y abri6 tanto los ojos que pens6

que se le podrian desprender. Luego me dijo en tono de re-

proche:

-Mird todo lo que te pas6 por tirar una coliila al piso'

-No fue s6lo por la colilia

-nie atrevi a alegar-, sino

tambi6n por miedo.

-ps1s si no la hubieras botado en Ia calle... -infl6

los

ojos Giovanny Fonseca.

-Si, pero si yo no hubiera corrido... A nadie Io meten

preso por tirar una puta colilia al sueio.

-Una puta colilla

-repiti6 Giovanny.

Nos miramos como dici6ndonos: a ver quien tiene la

raz6n. Pero como con la mirada siempre ganaba Giovanny'

ciav€ la cabeza.

-Aqui por 1o que toca luchar

-dijo- es por hacer po-sible siquiera una minima parte del sueno que nos trajo.

-A rni me trajo Rerna.

-Olviclate de Reina

-me dijo, y yo pens€: cuanclo llue-

va para arriba o cuando salga el sol por el otro lado. Por eso

1e pregunte:

-iQue es lo que tengo que hacer, Giovanny?

-Para empezar, brother, vas a necesitar un trabajo.

-iQu6 es lo que tengo que hacer para olvidarme de

ella? -insisti.Giovanny se ech6 para atrds, cruz6 las manos detrds de

la cabeza y dijo sin adornos:

-This is a problem.

Nada funcion6. Ni la costumbre, ni la rutina, ni el paso

del tiempo, ni siquiera la necedad de buscarle reemplazo a

Reina con otro amor. -lampoco pudo Nueva York con su

velocidad y su seducci6n, ni su tiempo propio con horas m6scortas para clue todo parezca irreal y para que cada vez quese mire el reloj siempre sea derrasiado tarde y se tenga quecorrer; aqui todos corren, lo digo yo, que comenc6 en esta

ciudad corriendo.Fue muy dificil salir de ni encierro. Muy lentamente

abri rni espacio tres pasos a la redonda: del cuartucho al bano,y luego a la cocina, de la puerta a la acera, y de alli s6io hastala esquina. Despu€s, poco a poco, hasta la siguiente cuadra yluego hasta la que sigue, hasta llegar al edificio viejo y a su

terraza, a donde me habia llevado Giovanny para ensenar-me la bestia que emergia del agua, Manhattan y su mons-truosidad y la silueta de sus tentdculos al atardecer. Uno nose acostumbra a su imponencia. Cuando la virnos por pri-Irera vez me sobrecogi, y Reina vib16 emocionada. Apareci6de reperrte frente al bus que nos traia de San Antonio. Yo veniacabeceando y senti que ella me agarr6 la rnano. Mir6, medijo entrecortada, y por un momento no entendi c6rnopodia haber mds luces en la tierra que en el firnamento,

86 8Z

Page 46: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

pcro lLlego Rcina conflrnro: es Nueva York, v repitici rnds

hrajito: nri Nuo'a York, nrientras yo miraba boqr"riabierto el-paisaje promisorio dc destellos y rascacielos.

-Esta citidad tiene sus propias regias -me

deciantodos.

-;Y cuiies -son las instmcciones?

-les prreguntaba.

-ln5 pisnlas con las que te mandaron a esta vida.

Filosofia barata, cavilaba sentado en la terraza viendo

Mar.rhattan. Pensar que alguna vez quise estudiar filosofiirde la fina. Y c6n-ro habia gozado Reina cuando se 1o cont6:

-'loclavia no nre decido --le habia dicho yo.

-;Eutre clue y qu6?

-hirbia preguntado ella.

-Entre estudiar irrgenieria o filosofia y letrrrs.

-!e5 si estis peor que ia indecisa.

^-2Cuil indecisa? -preguntd.

-La que ncr sat.re si conterse un buiruelo o irse para

Nueva )brl<.

Reinir solt6 ur-ra risotada y despu€s me clijo:

-Yo si estoy segura: me voy para Nueva \ork

-y des-

pues afladi6-: tengo hambre, Marlon.La irl,it6 a comernos unos buiruelos. Iln el canrino elia

me pregur"rt6:

-;Y tus papiis qr.r6 dicen?

-N4i papii dice que la clecisi6r'r es nruy fticil, que si quie-

lo conrel'bien que estr.rdie ingenieria, o que si lo que quiero

es correr mierda, que estudie io otro. Imaginate, ni siquiera

le dice por su nombre sino que siempre se reflere a Io otro.

Ileina dejci cle mirarnre y se concentr6 en los bufluelos.

Antes de pegarles el primer mordisco, me pregunt6:

-;Y vos qu€ pensds?

Cuando ie iba a responder ya estaba mds con el bufiueloclue connrigo; sin embargo, le dije:

-l-a decisi6n no es tan ficil cono la pinta mi papd.

l)e todas nraneras me presentd a las dos carreras y no

pas6 a ninguna. La vida habia decidido otra vez por tni, percr

Reina no estuvo de acuerdo:

B8 89

=*iQu€ vida ni qui vida ni qud cuentos! -dijo furio-

sa-. lNo le ech6s la culpa a la vidal La culpa la tiene estepais y los gtievones que lo manejan; o a ver

-prosigr.ri6 iu-

riosa-, contame, decime en qu6 pais que se respete lo cle-jan a uno sin estuclio.

-Calnrate, Reina.

*lSolamente en un pais de brutos!Subia, se encendia y al minuto se sosegaba. Se cruzaba

de brazos y resoplaba, despu€s, con palabras reposadas, co-menzaria a decir: mejor vdmonos, v6monos, N{arlon, de aqui.Asf de sencillo, como si el pa{s fuera una fiesta aburrida, ocolllo se iba uno, a media f-unci6n, de un circo sin gracia.

I)e esto y mds pensaba en la azotea fr-ente a lVlanhattan,iluminado por la memoria y por la luz de Ia imponente letraen la que tne recostaba. Hasta esa tarde en qLle saturado derecuerdos me pregunt€ si iba a seguir viviendo de la cari-dad, de las sobras de Tierra Colombiana, dc empanadas friasy de reminiscencias. De seguir asi mejor seria devolvernre:nada ganaba con ventilar problemas en ulta terraz_a.

2Devolverrue?, nre pregunte y luego me dije: me quedodonde este Reina, sd que aqui estii ella, por abi anda, asi lola vea. Reina no es de las que traicionan stis suerlos.

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Page 47: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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-;Ccimo vamos a conseguir esa plata, Reina?

-Pues s(rlo hay tres formas

-rne dijo-: trabajando,

alrostando o robando.

-Dc esas s6lo nos queda una.

-Si -diio-. Robando.

Solt6 una carcajada y de buena gana le habria clicho:qud buen ciriste, Reina, pero con-to no estaba seguro de qudtan ligeras eran sus palabras, no dije nada, y prolongu6 mirisa hasta darme tiempo para asirnilar la posibilidad de queReina hablaba en serio.

-;Y si piclidrarnos un prdstamo?

-sugeri.-;A qr-ri6n?

I{epas6 un breve lista cn nti cabeza. Una pobre, ingenuay breve lista que por respuesta s6lo rne clio una mueca arr-bigua que no cornplaci6 a Reina.

-2Y si buscamos una beca?

-intent6 de nuevo.

Reina suspi16 cansada. No parecia tcner mucho interdsen buscar altemativas. Su decisi6n ya habia echado raices ys6lo abria la boca para confirmarlo: yo voy a ir a trabajar, a

ganar dolares, a salir adelante, a tener un hijo. Y no s6 si unabeca me sirva para todo eso.

-;Un hijo?

-preguntd asustado.

-Si -dijo-. Una nifla.

-Pero, Reina...

Me sonri6. Me mir6 fijo a la boca, como pensando si

vaidria la pena un beso. Entonces yo tantbidn apunt6 a sus

Page 48: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

labios, pensando si valdria la ;rer.ra seguirlos, y me dije: si,

vale la pena.

-;Y la plata? -pregunt6

de nuevo.

-l{abr6 que conseguirla

-respondi6 conro sienrpre.

-En serio, Reina, ;qu6 vas a hacer?, 2atracar un banco?

-C6mo -dilo-. Si ni siqr-riera tengo pistola.

E,sa rroche les soltd el cuentri a r.nis arrigos en plena ca-

llc, cn Ia esquina cle r-rri casa, sentado en la acera. Les dije:

-Mirricas, parece que me voy.

-Hasta mrlflrna, N'{irrlon -dijo Carlitos.

-No -les aclar6-. Me voy para Nueva \brk.

Ltls trcs coine idierorr cn rrrt grittr:

-2C6mo?;Cu6ndo?-Esto

es un secreto -les adverti-. Rrina rne cap.t

doncle sepa (lue ustedes ya saben.

-i2Con Reina?l

-Pues con qui6n mds

-repuse.-Con

tu papd y tu mami -dijo

Montoya.

-Cuidatlo -adverti ds nusvo-. Ellos tanrpoco saben.

-Entonces no es que te vas a ir -dijo ]uancho-, sino

que te Vas a esctlPar.

--Pues...I.os tres se miraron, y rnientras se nriral>an, notd en stts

caras pre()cupacicin, y tanrbiin hay que decirlo, tristeza.

Nunca ]rabiamos cousi<,lerado que alguno de nosotros se

fuera a ir. No tan pronto.

-;Y la visa?

-pregunt6 Carlitos.

-Bueno, hay una seflora que nos va a ayudar.

-_;A clue se las den? -insisti6

Carlitos, nrds capcioso

que interesado.

-No -les dije-, lro lros la van a dar.

Carlitos rompi6 el circulo, se puso de pie y se apart(r unpoco de nosotros. Montoya y Tirado se miraron otra vez.

-lbdo va a salir bien

-trat6 de congraciar.

Carlitos scguia distanciado, mirar-rdo lejos con las nra-

nos en los bolsillos. Los que estdbar.r'ros sentados le dimos

92 q1

una ronda a un cigarrillo, fuu.rando siu hablar hasta queCarlitos, de espaldas, nos dijo:

-Nos vemos manalta.

Lo vimos caminar, todavia con las ntanos n_retitla.s. vperderse al doblar la esquina. Entonces Iuancho Tirado cliio:

-Debe ser por lo de su hernrano.

-Acordate -n-re dijo Eduardo.

--l.o nrataron cruzando la fror.rtera _afladio /uar.rcho.

-Y la mujer nunca apareci6 _dijo Eduardo.Hablaron mir.{ndonre a los ojos, cambiaron sn cara de

preocupaci6n por un gesto de advertencia. Adern.1s, uo rnevolvieron a pasar el cigarrillo.

-lJueno, tambi€n hay ntucha gente QUe cruzl -*les dije.

-_Y otra que devuelven -_dijo Juancho.

-Y otra que no vuelve _dijo Eduarclo.Mor.rtoya le ofreci6 lo que quedaba de cigarriilo a |uar_r_

cl.ro, pero 6l no quiso. Montoya tanrpoco fuml, u.,nque que-claba como para un par de chupaclas. Con los <jedos lo lanz6por encima de nri hombro. Les diie:

-Todo depende de c6mo se hagan las cosas.

-Y vos las I'as a haccr bien _dijo Iuancho f.iraclo.

-Pues claro.

, --Aji

-dijo Montoya, y mir6 a l-iraclo, que arrug6 laDOCa.

Eduardcl se pllso de pie, con ras manos se sacudici er porvoque tenia en las nalgas y dijo: bueno, nraflana nos vetnos, )/ sefue sin urds comentarios. luarrcho y,vo seguirnos sentados.

_-Dejri ei pie quieto -mc dijo Juancho. yo no me ha_

bia dado cuenta de que tenrblaba. F,i aire estaba grueso yl'racia mucho calor.

-;Cuiinto les cobran? _presuut6 Juancho.

-Todavia no sabentos. En eso estamos.

l.a mentira rne ht'z.o sudar la frente y el pie cor"r_renz6 asacudirse de nuevo.

-_;Y la plata?, 2de d6nde la van a sacar?

-Habr;i que coltseguirla '.*le clije, corno decia Reina.

Page 49: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

tii

luancho Tirado dijo otra vez: ajA, y ntientras yo cam-

biaba el pie de posici6n, 6i se par6, se sacudi6 su pantal6n,

se acerc6 y me dio una palmadita en el hombro.

-Manana nos vernos, hermano. -Dio

nredia vuelta yse fue.

Cuando pude, yo tambi6n me par6 y me fui, mirandopara abajo, como Carlitos, pero con la diferencia de que 6l

tenia a su hermano en la cabeza y yo a Reina, y que tal vez

6l pensaba en su hermano con cariflo, tnientras que yo senti,

por primera vez, algo diferente por ella. Algo que ella intuy6

esa noche, porque cuando la llam6, como todas ias noches

antes de irnos a dornir, me reclamo:

-Hoy no me has dicho que me queres.

Si la estaba queriendo, pero con otro sabor, o la queria

con miedo, y asi es mds dificil querer. De todas t.natreras le

di.ve:

-Para qud decirtelo si ya lo sab€s.

-E,ntencs5, haceme el favor de recorddrmelo.

Me lo pidi6 en un tono que no daban ganas de decirle te

cluiero,sin embargo le dije:

-Te quiero. Reina.

-;Hasta d6nde?

-pregunt6 malhumorada.

_-Hasta el cielo -respondi

de mala gana, casi con bur-la. Lo que sigui6 fue un silencio y en el teldfono f nicamente la

respiracion de los dos. Hasta que ella dijo:

-Me contento con que me querds hasta Nueva York

-y me tir6 el telefbno.

Me quedd tendido en la canra, mirando para arriba, cott

el aparato repicando sobre nri pecho. Con una idea fija dan-

do vueltas: la posibilidad de decirle a Reina: no me voy.

Esa noche tuve dos suenos: en el prirnero Reina me de-

cia, seca de la risa: me voy a n-latar; en el segundo sofl6 que

yo cagaba peces. Lo prirrero ya lo habia soflado anterior-mente, y siempre me sobresaitaba, pero io segundo, nunca;

por eso aprovech6 y lo tom6 como excusa para liamar a Rei-

na en la manana y cont6,rselo.

94 95

-2Conro no ibas a soflar esas cosas con lo raro qLle es_

tabas anoche? '-dijo desabridamente.'_Cansado, solamente.._2Can.sado?

-pregunt6-. ;y de qu6?Mi sueflo no habia servido como pretexto y Reina se_

suia en la misrna t6nica. ya no seria cuesti6n de decidir sirr-re iba o no, sino que Reina no me iba a llevar. Sin enbargo,pregunt6:

-;Y que peces eran?

-Anaraujados -dije-. Como bailarinas.

-2Y qud haclan?

-Nadaban er.r el inodoro.

-2Y vaciaste?

-_No -_ie drje-, en esas me despertd.

-Qu6 sueflo tan raro.

-;Signifi carii algo?

-pregunt6.Reina se qucd6 en silencio, tal vc,z cavilando. l.uego clijo;

-2Serd que no todo lo que ulto tiene adentro es mier<la?

Reina tenia, ademds de los ojos de distinto color, ur, trrris_n'ra ins6lito que ponia ante ellos para ver la vida. y con eltielrrl'1r et)tel)di que err por-e.sc prisnr:r, / llo p9r srrs ,rjosbicolores, que y0 la segui.

1,.".

!,.,:ii.,:_l

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Page 50: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-El ultimo que llegue lava los baios.No era una al)uesta de niflos sino una de las leyes de

inntigraci6n. Y como toda ley que se respete, no es para todoel mr-rr-rdo sino para el que tenga la nrala suerte de caerle.Yo fui uno de esos. No tuvc siquiera el derecho de conside-rarla como parte de mi adversidad, sino, por el contrario,me toc6 aceptarla como un privilegio. Hasta rle felicitaroitpror haber conseguido trabajo.

-Eso merece una celebracifll _x163n76 a decir Gio_vanny Fonseca.

La verdad, no fue fdcil que me dieran el puesto. patriciase dentor6 rnds de una sernana en ablandai a don pastor.Que cada vcz que ella lo miraba, el le decia: no, no y no.Antcs de que elia pudiera abrir la boca para dc.cir algo, 6l vaestaba gritando sLr no, tto y no Ella clizque se pas6 a clornrir aotro cuarto, se cogi6 el pelo, Jo trat6 de ustecl, no volvi6 aacomparlarlo a las clases de tango, le quit6 el saludo, y portiltimo, opt6 por .sar ur arma def itiva: ia cantaleta. Si'importarle si su ntarido, le pusiera o no atencion, ella afila_bir la lengua y calentaba la garganta para vaciarle la perora_ta. Pero don Pastor seguia en lo suyo: daba 6rdenes, recibiapedidos, irablaba con otros conro si patricia fuera un radioque alguien habia dejado prendido. Ella, furibunda, deciaque se iba a regresar para Colontbia, que Estados Unidosvolvia a la gente fria e insensible

-lo decia fuerte y clelantede su marido-) y que aciemds todos se volvian amn€sicos volvidaban su origen y sus principios.

:3.ti::.,!.:

Page 51: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Pasaclo manana me devuelvo para Colonbia -dijo

un dia por la rnaflanx-. Nz[s voy donde haya getlte que to-

davia oiga y todavia sienta.

Entonces Pastor Gomez le habl6 por primera vez' pero

con una risa ir6nica que la molest6 nr6s:

-L,stiis atrasada cle noticias -le

dijo--, porque alli es-

tan peor qtre a aca. Nleior buscatc otro p.iis.

Patricia, entouces, levant6 el tel6fono, marc6' y hasttt yo

la escuchd cuando dijo: gracias, sefrorita, para reconfirnrar

-e hizo 6ntasis en reconfirmar- una reservaci6n para Me-

dellin, para manana. Y despues diio mas alto: en primera

clase. Don Pastor peg6 un grito que se oy6 arriba en las mesas

y a todos nos hizo correr para distintos lados. Yo me encerr6

en mi cuartucho y no tuve que taparme los oidos, porque el

aturdimiento ya se habia encargado.

Habria preferido estar en otro lado cuando estas cosas

sucedieron. Siempre he tenido la impresi6n de no estar nunca

en e1 lugar adecuado en el momento preciso. Es una sensa-

ci6n de inoportunidad que me ha acompaflado desde antes

que pudiera decidir por mi cuenta d6nde he querido estar'

Al otro dia lleg6 Patricia con una rnaleta v una expre-

si6n feliz. Nos pusimos tristes porque imaginamos que ha-

ria efectiva la amenaza y ese dia nos dejaria, y yo me vi otra

vez perdido sin la fnica Persona que habia velado por rni'

Lleg6 sola y en taxi, sin vestigios de don Pastor' Aigunos le

dijeron: pi6nselo bien, Patricia, no se vaya, Patricia, mire que

este restaurarltc sin trsted.. .

-\6, no

-explic6 ella-, si esta maleta no es mia'

Todos nos rniramos, entonces, pensando que el equipaje

era de don Pastor, que era 6l quien se marchaba; asi sr-rele su-

ceder en los matrimonios: te vas vos o nle voy yo' pero esa vez

tampoco fue asi. Esa maieta era Para mi. Yo era el que me iba,

pero lo que menos podia entender era ia dicl-ra de Patricia'

Hasta alcancd a ver en ella la cara oculta de la traici6r-r'

-Me toc6 negociar, mijo -me

dijo Patricia-' Unas

Dor otras.

oS

Me invit6 a sentarme para conversar. Me explic6 el arre-glo al cual habia llegado con su marido.

-A todos nos toca ceder, mijo. Asi son los arreglos.

Me dijo: te vas pero te quedas, y como esto es imposiblede entender, airadi6: te quedas a trabajar agui pero te vas avivir a otro lado. Yo escuchd unos aplausos> eran de Giovan-ny Fonseca que alrdaba por ahi. De toda.s rrraneras, segui sinentender, ;c6mo asi?,.;a vivir d6nde?, ;trabajar?, 2pero d6r'r-de voy a vivir?

-Vamos por partes, rnijo.

Me repiti6 lo que le habia dicho don Pastor: se quedapero se va. Me daban la gran oportunidad de trabajar: vas aempezar por donde empiezan todos; luego, m6s timidarnen-te: vas a empezar por los bauos.

-Esto hay que celebrarlo

-propuso Giovanny, que se-

guia por ahi.

Pero no era s6lo eso: no te podemos pagar lo que se les

paga a todos, tal vez un poco menos, pero con eso te vas adefender. No s€ qu6 cara puse, pero ahora me Ia ptiedo ima-ginar. Debi6 ser de inmediato la cara de quien limpia baflos,una mirada hecha de mierda y orines, incierta y resignada,tal vez por aquello de evadir o resignadamente limpiar lospelos que quedan serpeando en el borde del orinal y los gar-gajos que alg(tn asqucroso deia en el lavamanos.

Yo, clue a duras penas y con escrripulo me limpiaba mipropia mierda, que tenia arcaclas cuando veia mierda ajenaporque alsuien habia olvidado vaciar el inocioro; yo, que nocagaba sino en mi casa, o si habia mucha urgencia, en la deReina, y que inundaba de perfume el bairo despuds de haberhecho, que aprrendi a orinar con punteria para no salpicar,ios lados, y si acaso algunas gotas pringaban el borde las lim-piaba de inntediato con papel higidnico; yo, que incluso al-gunas veces limpi6 lataza que otro habia chapoteado paraque quien usara el baflo despuds de mi no fuera a pensar queel descarado habia sido yoi yo, por Dios, dizque a limpiarbaios.

Page 52: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Lo primero que consider6 fue si valia la pella quedarme

en este pais no s6lo a comer nrierda, sir,o tambidn a limpiar-

la. Y ajena, para cohno de rnales. Pense si valdria la pena

hacerlo por Reina. Y como siempre que lo pensaba, la res-

puesta era ia misma: vale Ia pena limpiar la mierda, com6r-

sela y santificarla. Porque tambidn en ese instante, al igual

que en los dias anteriores, me imagin6 de vuclta, otra vez en

mi pais, en Medellin y en mi casa, en mi cuarto colt nlis

cosas, mis atnigos y ia comodidad de vivir con papi y mam6.

tr{e imagind alli sentado, rodeado de todo y sin ella. Entotr-

ces me vi incompleto, sirt ult brazo, cot'r pierna y media y

rnedio ciego, como si hubiera pisado utla miua de las que se

cosechan en nuestros canlpos; me vi de mal genio y hasta

calvo, y triste, tar.r triste como hoy, recordando lo que senti

cuando pref'eri la rnierda al regreso.

-[n1o116gs, 2cuiindo puedo empezar? -lg

plegtlllts n

Patricia, y ella con una sourisa generosa, como 'si el trabajo

de verdad hubiera sido un regalo, rne dijo:

-Hoy misttto, mijo, que estds esperando'

-Y, ;d6nde voy a vivir? -y hasta ahi ie dur6 la sonrisa

a Patricia. Carraspe6 y dijo: ddjame yo busco hoy algrin sitio

donde te puedas quedar. Sonri6 de nuevo, y yo que Ia apre-

ciaba no pucle dejar de ver en su sonrisa la misma iutenci6n

qr,re vi en la sonrisa de Fabiola.

-Son cinco mil d6lares, cada uno --dijo Fabiola, son-

riente como siempre y conro si en lugar de cobrarnos nos

estuviera obsequiando la misrna cantidad.

-2Y hasta cuiindo tenemos plaz'ol

-pregunt6 Reina'

apremiada.

-Yo no soy la que tengo afdn -dijo

muy cinica-' Sim-

plemente, cuando quieran viajar me entre€lan la plata. Ade-

miis -aiadi6 Fabiola-*-, no les aconsejo que se demoren;

usted€s ya saben que el d6lar esti subiendo. Y esta gente tam-

bi6n sube sus tarifas.

No estdbarnos en Ia oflcina de Fabiola sino en una cafe-teria. Por eso es que nos hablaba con tanto desparpajo, y poreso sonreia a sus anchas sin intportarie que tuviera restos dequeso el) sus encias. Sor-rreia la malvada mientras pensaba,segurantente, en los d6lares que tros arrancaria, en tantoReina birjaba la cabeza y yc-r silenciosanteute le suplicaba: porqu6 no desistes, Reina, v nos quedamos haciendo aqui todolo clue quieres hacer alli.

-No se preocupe

-le diyo Reina, con la cara todaviaesquiva-, que nosotros vitmos a conseguir esa plata.

-Bueno, eltlonces me avisan

-dijo, triunfante, Fabio-

lu-, y ya saben: no se les ocurra llar.narme a la oficina.Ni siquiera pago el caf6 y ei sdndlrche que se comi6.

Se levant6, nos estal.rp6 ult par de besos baratamente per-fumados y se march6 risuena mientras chasqueaba la len-gua contra itts dientcs.

Yo jugue con el salero esperando a que Reina dijera algo.I'ero no coment6 nada, s(rlo me dijo que pidiera la cuenta.Saqu€ la billetera con ganas de preguntarle si esa seiora uosiba a descontar despu€s todo lo que se comi6. A lo mejor leibamos pagando el viaje a punta de meriendas. Como sabiaque mis contentarios no le gustaban a Reina, rne call6 y pa-gud sin emoci6tr.

En el paradero dcl bus Ileina nte dijo: tencmos que le-vantarnos ese billete, y yo rre hice el que miraba lejos, el quedistraido trataba de leer la ruta del bus que venia.

-Ahi vierrc -le tJijc.

-Te estds haciendo el gtiev6r-r

-me dijo Reir-ra.

--Ib escuche perfectirmente.

-;Y er.rtonces?

-Que son diez mil d6lares, Reina.

.V?

-[.sa plata no la reunimos nultca. Va tocar quedarnos.

-Ya te lo dije, Marlon: printero muerta. Y no te lo l.uelvo

a repetir.

Page 53: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Ese clinero ni siquiera lo he tenido todo junto en todo el

tiempo que llevo aqui, y dudo mucho que algrln dia Io ten-

ga. Tbdo lo que he ganado, todo Io poco, me Io he gastado

en buscarla. Plata perdida porque la bot6 casi entera en pis-

tas falsas; la rinica que fue cierta me sali6 gratis' Aunque no

dei toclo: este viaje tiene un precio, y volver a empezar de

nuevo con clla me costard otro tanto.

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-Aqui ligngs

-111s dijo Patricia, y me entreg6 los utensi,

lios de trabajo: un balde, unos guantes,jabones, un trapero,una escoba, una estopa y unas botas de caucho. Yo pens6: el

balde debe de ser para que vomite, el jab6n para lavarme, laestopa para limpiarme las liigrimas y la escoba para volar.

-Todo tiene que estar siempre muy limpio

-dijo Pa-

tricia-, impecable.

Yo pens6: si, claro, si la mierda fuera transparente y si ade-mds las mujeres no dejaran tambi6n su regla y los l-rombressus escupitajos, si todos orinaran, conro yo, en el centro.

-Tienes que revisar y iirnpiar, siempre, despuds de que

alguien entre.

Me toca mirarles las caras y enterarme de qui6n es el

dueno de Io que limpio; escucharles los ruidos, conocer al due-flo del chorro, de los pedos y la flema; ciecirle al que sigue: yapuede pasar, ya limpi6 lo que dej6 el otro, ya puede usteclensuciar.

-Tambidn te vamos a necesitar en la cocina

-Drosi-gui6 Patricia-. Alld se junta mucha mugre.N{ugre hay en todas partes. Si eso es lo que somos: unos

rxugrosos que a toda hora mantenemos mierda adentro ques6lo espera la orden del intestino para salir. Y la orden atacasin avisar y en los lugares menos pensados, como en un res-taurante, por ejempio. Pero no hay de qu6 preocuparse: siern-pre habri alguien al tanto de la n-rierda an6nima.

Page 54: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Hay que rasparles la comida a los platos y a los cu-

biertos, hay que echarla en bolsas y sacar la bastlra'

Participo en todo el ptrqcgtt, me encargo de lo clue se

desecl'ra antes de la boca y despu6s'

-Es un trabajo muy fdcil -me

dijo Patricia-'y te darii

para vivir.

-Si, senora.

-;Est6s contetlto?

-Claro qtte si.

Recorcl6 a Reina y n-rire hacia los baios decidido a en-

frentarlos. Me dije: al fin y al cabo no es mils que nrierda'

Mir6 a Patricia Y le dije:

-Gracias Por la oPortunidad'

En ia primera l'rora hubo poco nlovimiento' F'l asullto llo

parecia ser tan complicado; dos o tres seiroras qlre entraron a

o.inur, otro empleado 1'un clicnte que hicieron lo tlrismo'

hasta ese momellto s6lo aguas Dlenores' El unico nlalestar

hasta entonces me lo caus6 el encierro' Habia pirsaclo la no-

che y toda la maflana en cse s6tano y ya sentia la t-recesidad de

ru1 poco de aire fresco. Tuve ganas hasta de fumar; desde aque-

lla vez no habia prendido ull cigarrillo' No nle tlucdt\ lritlgir-t-

no. Por el riltirno fue que ech6 a correr

Giovanr-ry baj6 v entr6 al bano Para Ponerse su ulllror-

me de arriero con el que buscaban darlc el totlue exotico ill

restaurante. Antes de entrar me salud6: c6n.to vas' bro'

-Pues ahi.

-Ganando dolares, ;no?

Todavia no habia visto ningrin billete' A duras penas re-

cordaba los que tuvimos cuando llegan.ros y que vinros dese-

parecer rdpiciamente. En cada d6lar se fue un pedacito de

nosotros, de lo poco que habiamos traido, l'rasta cuando t-tos

quedamos sin nada, y ya sin dinero no fuinros nadie'

-Giovanny ._lo llam6 antes de que entrara al bano'

-;Qu6?--.Nada.

Esperd a que saliera para llenarme de coraje y pedirle

algo que allii con mis arnigos formaba parte del saludo. C) a

veces ni se pedia, si uno tenia simplemente ofrecia, o basta-

ba una senal con los dedos, sosteniendo un cigarrillo invisi-ble. A Giclvauny no lo habia visto fumando, pero al mencls

podria conseguirme uno con alguien n.rds.

-Ciiovanny -le dije cuando sali6 disfrazado delbarro-, ;tends un cigarrillo?

Abri6 el maletin donde tenia su ropa y sac6 una cajeti-lla. Yo senti una pequena emoci6n.

-Cog6 dos

-me dijo.

-2Y ten6s candela?

Me arrebat6 el cigarrillo de la boca. Abri6 los ojazos hasta

un tamaflo sobrenatural.

-Nj se te ocurra.

-:Qud? -pregunt€ h<-rrrorizado.

-Fumar adentro

-me explic6-: aqui se furna siem-

pre afuera, llueva, truene, caiga nieve o relampaguee.Me invit6 a salir a la calle, me di.fo qr"re el dia estaba boni-

to y yo le coment6 que no habia salido desde el dra anterior.Me dijo que aprol'echiramos para filmar antes de que empe-zara el trajin, porque despu6s no nos quedaria un minuto hasta

la rroche.

-;Y don Pirstor? -le preguntd-. 2Seri que si me deja?

-Estd contando plata

-dijo Giovanny-. Puede ex-

plotar el nrurrdo y el ni se el)tcra.

Lo con-rprob6 cuando pasamos fiente a 6i y ni siquieranos mir6. Contaba para si mismo, mudo y feliz, untanclosaliva en su dedo para que no se le quedara un solo billetesin sumar. Afuera hacia un bonito sol, y desde que llegu6 era

el dia mds tibio. Giovanny er-rcendi6 mi cigarrillo y luego el

suyo. Lo aspir€ con decisi6n y sobrecogimiento. No fumabadesde aquella noche y pensd que merecia no volver a fumarpor el resto de mi vida, pero tambidn considerd que ya era

hora de otorgarme un primer y breve placer. Aquel cigarri-llo me cay6 bien. Giovanny lo not6 hasta en mis huesos.

105

Page 55: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

I

I1l

li

-$nf 165s, 2no, brother?

Asenti mientras le daba mds chupadas y miraba a tni

airededor.

-;C6nro se llama esto? -le

pregunt6.

-;Qu6?-La

calle.

-Roosevelt Avenue.

Me resultaba incon.rprensible que llevara un tlombrc en

ingl6s una calle donde todo lo que veia tenia letreros ell es-

paflo1. Vailenatos, merengues y ratrcheras salian a todo vo-

lumen de los carros, de las peluquerias y de las tiendas de

discos. No habia que hacer nrucho esf-uetzo para sentlrse en

una calle del centro de Bogot6 o de Medellirl.

-Esto no parece Estados Unidos

-16 6o1n6nt6 a Gio-

vanny.

-Esto es tnis Estados Unidos clue cualquier otra partc

-dijo 61.

Daba trabajo creerlo pero despu6s lo entendi. No es que

Nneva York fuera fnicamente nl.{s h.stados Unidos sino

que tambien era el mundo. Y ahi estaba yo en ese pedazo de

rnundo que me corresprorrtlia, asediado por tni nlusica, por

rni idioma en todas partes, Por gente parecida a mi; pero sin

un lugar donde quedarme.

-Gicvanny, 2d(rnde vov a vivir?

El, que se habia fumado su cigarrillo silt ttlirartrte, tlre

n-ri16 con sus ojos brotados y me dijo algo que no alcatlc6 a

oir ps1qt. justo entonces pas6 el tren sobre nosotros' 56lo

le vi rnover la boca y nrirarme constertrado nrientras la calle

ternblaba y el estruendo sacudia la estructura metdlica que

sostenia el subway. Qr-rise decirle: repetime, Giovanny, quc tlo

te oi nada, pero antes de que el tren se alejara vi como el

arrojaba la colilla al piso y a mi se tne enfrio el alma y senti

de nuevo ganas de correr.

-Mejor entrdrnonos ya

-me dijo.

Esper€ aterrado la llegada inntediata de un policia' Pero

no apareci6 ninguno y adem6s a nadie le import6 que Gio-

vanny hubiera botado una colilla en la acera. De todas ma-neras entrd rdpido y me refugid en el s6tano corno una ratase esconde en su cueva.

En la cocina me encontrd a Patricia y le pregunte:

-;Donde voy a vivir, Patricia?

NIe ech6 una mirada rdpida de arriba abajo y me dijo:

-Carallrba, mijo, c6mo te luce el trabajo.

Y sigui6 en lo suyo que era parte del afdn del almuerzo.Revoloteaban, y cuando hablaban lo hacian sin mirarse.El rinico que nre mir6 fue Pastor Gtimez que baj6 a che-quear el nrovimiento de la cocina. Yo me apart6 al sentir susojos que sin decirlo me ordenaron: vete a tu mierda, MarlonCruz. Me puse los guantes y alist6 los trapos para que cuan-do don Pastor saliera de la cocina me viera listo para el tra-bajo. Pero sali6 y no me vio; iba concentracio en su poncho,en su carriel y en su machete, que seguranlente nsaria si yono hacia lo mio bien. Me quedd pensando qu6 opinarian losgringos cle don Pastor y d6nde carajos iba yo a vivir.

Todo formaba parte del prinrer dia de trabajo, al que noie di mucha importancia porque pensaba que en cualquiermontento apareceria Reina y yo nte iria con ella; asi se lo hicesaber a mis padres muy temprano cuando me llamaron:

-Hoy cornienzo a trabajar.

-Siquiera, hijo, ;y eso en qu6?

Ya habia planeado una respuesta que no les doliera.

-Pues de mesero, con.ro todo el mundo.

Como todos los que nos habiamos ido y habiantos lle-gado a limpiar baflos, pero mentiamos y habl;ibamos de laprosperidad, de nuestros triunfos y de la realizaci6n del sue-no gringo, y si bien teniamos trabajo y la oportunicjad dcacariciar algur-ros d6lares antes que los gastos se los llevaran,estdbarnos rn6s jodidos que cuando salimos porque ademdsnos sentiamos solos, est6bantos solos, n6ufragos en plenoNueva York.

-;Y por qud m6s bien no lo piensas y te devuelve.s?

-;A qu6, mamii? Aqui voy a estar bien.

lo6 107

Page 56: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

--";Y te van a pagar?

--Ciaro, pap6.

Papii lo preguntaba porque durante su vida habia rega-

lado la mitad de su trabajo. Lil otra mitad se la pagaron mal'

Y no es para extraiiarse: en un pais donde la vjda vale poco,

el trabajo vale menos.

-Papi -le dije-, 2han sabido algo de ella?

-:De qui6n?

-interrutnpi6 mami-, ;de la ladrona?

--Por favor... -quise

reclamarle a mamii por hablar asi

de ella, pero c6mo reprochiirseio si en el for.rdo tenia raz6n.

-No, hijo

-habl6 pap6-,nadie sabe nada. Gonzirlo

estd muy afligido.No tanto como yo aunque 6l fuera su padre. El no habia

dejado todo por ella ni llabia arriesgado el pellejo para se-

guirla.

-;Y d6nde vas a vivir?

No contaba con esa pregunta, por eso la respuesta fue

irnprecisa, pero la respondi tan seguro que nle sorltrendi y

lr;rsta yo ntisrtto tne la crci.

-Con unos amigos del trabajo. Al nrenos hasta que ella

aparezca.

-Espera seutado, Marlon. Esa rto va a aparecer -dijo

mamii.

-Esto nos va a salir n-ruy caro, hijo -dijo PaPA-.. Des-

pues te volvemos a llantar.

Colgar era morir un poco. Algo de mi se queda siempre

en las despedidas. No sd si a todos, colllo a mi, los matan

lentamente los adioses. Todavia estaba con la mano puesta

sobre el auricular, como si con ello pudiera retel)er rtn ins-

tante m6s su voz, cuando otra voz, Ia de Patricia' trtds cerca-

na y m6s fria, me diio:

-Quitate esa sonrbra de la cara.

Yo pensd que se referia al desdnimo y uo a la barba de

varios dias. No estaba muy al tanto de mi apariencia y creia

oue con estar baflado bastaba.

rou 109

-Elttre las cc.rsitas (lue te traje

-dijtt patricia__ hay

miquinas de afeitar. Si te vas a eltcargar del aseo, la Iimpiezadebe empezar por ti.

E,ntre las nct'rsitas> que me trajo tambi6n encontrd uncortatnas, copitos de algocldn y hasta un aqua c.le colonia.Cou.ro si un buen olor pudiera quitar un nral olor, pensdnrientras nre ponia con el dedo Lut irar de gotas en el cuello.

Sali muy perfunrado a enfrentarrne con los prirncrosexcrelnentos del dia.

Page 57: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-:Du )'u espic espanish? -me

pregunta el hombre que se

ha sentado donde antes estuvo Charlotte.

Le digo que si. Sonrie satisf-echo y con la mano se limpia

el sudor de la frente. Luego pasamos a las nacionalidades:

dl es salvadoreno y l-race s6lo un mes lleg6 a los Estados

Unido:.

-;Usted pclr d6nde ent16?

-me pregullta-. iPor arri-

ba o por abajo?

Despu€s de tanto tiempo )' parece que sigo con cara de

indocumentado. Por abajo, le respondo,y 6l comenta: ahora

hay mucha gente entrando por arriba.

-;Por d6nde vatnos?

-pregunta y mira a trav6s de Ia

ventanilla, a pesar de que esti oscuro.

-No s6 si ya pasamos Fayetteville o apenas la vamos a

Pasar.

-2Es verdad que meten perros en los buses?

-Eso dicen -le

digo.

Otra vez se limpia la cara sudorienta con la mano.

-2Viaja rnucho en bus?

-me pregunta.

-En viaje largo s61o dos veces.

-2Y le han tocado ios perros?

-No -le digo-. Hasta el Inomento, no.

lvli vecino resopla y se echa hacia atr6s el pelo indio que

le cae sobre la frente. La nariz le brilla en la oscuridad.

-Me llamo Gerardo.

Page 58: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

iirii

-Ajd -le digo y me pongo a mirar hacia fuera. En el

vidrio tambi6r-r e.stii reflejado Gerardo, mirindome.

-;Y ustecl?

-me pregunta.

-;Yb?Asiente con la cabeza.

-Mar... Mario -le digo.

Gerardo me ofrece su ff)ano para sellar nuestra presen-

taci6n. l.a fiene sudada, igual que todil su piel. Apenas nre

suelta me limpio la mano en el cojin.Todos buscan el suefio en este bus. Cornicnzan a .1co-

nrodar los cuerpos en Ia incomodidad de los asierrtos; a to-mar somniferos, a preparar las mantas, los antifaces y Ios

tapones para los oidos. Ar.rnque comience el ritual de los can-

sados, yo voy a seguir despierto, atento a los letreros clue

anuncian ciudacles, a la distancia que recorrenros y a la que

me firlta para llcgar-.

-;Por d6nde es que vamos?

-pregunta, otra vez, el

salvaclorelro. Parece que l-rubiera estado debajo de un agua-

cero: el sudor le ha enrpapado hasta la chaqueta. Me mues-

tra un mapa remendado cle los Estados Unidos. Trato de

descifrar el pedazo por donde vamos y le senalo: por ac1ui.

-;Apenas? -pregunta Gerarclo, con decepci6n.

\b pienso: ni tanto, apenas unas horas, quince o vt-inte,mucho nrenos qu3 un dia v quc un aflo.

-;Usted va a dorrrrir?

-me pregunta mientras lucha

con un bot6n para que su espaldar recline mds de los tres

centfnretros que reclinan todos.

-No -le digo-, no creo que pueda dornir.

--Yo tampoco -me dice, segurantente pensanclo en

los perros.

Hay otros que si duermen, arrullados por el r.notor oporque tienen el don del buen sueno, o porque no tienenuna Reina que encontrar. Yo tambi6n estoy cansado, no de

hoy sino de hace tiempo. Thl vez duerma de nuevo cuandonre encuentre con ella, como dormia cuando vivia con los rnios,

cuando Reitra era tan s6lo mi novia de barrio v los proble-

lras eran mis amables. y lo itnico clue nte despertaba era elcansancio por haber dormido rnucho, o la voz de rnamiofreciendo caf'6, o la tos de papii, que era su forma de clecir<aqui estoy>r. Thl vez yrrelva a dormir cuando dlrerma juntira Reina.

-Dizquc la policia hacc retenes y hacctr bajar a ttrdos

del bus -nre dice Gerar.lo en voz ba1'a.

-Eso cliccn.

--Y que revisan el equipaje.

-Aja, eso dicen.

Gerardo rnete los dedos entre su pelo fangoso; ie quetiabrillante, conto si se hubiera puesto fijador. Nucyamentcprrende la luz y abre el mapa.

-_;Por aqui? -Ha

puesto el dedo sobre Fayetteville.

-Mis o lltenos -le digo.

Gerardo apaga Ia luz, se recuesta y resopla; va con losojos cerraclos, brilla'te y pesado colllo ult ma'ati. Los otrosduermcn o pretenden dorlnir. Siento envidia por los quetienen buen sueno y por los que al desprertar no sientcr), comoyo, todo el peso de la vida en el pie derecho. El pie 6tln

"1 0.,"

lne levanto, con el que dov el primer paso para que el diasirlga conro espero, el prirnero con el que piso el tiabajo, clprirnero que poltgo en el avion para que tenga buen vuelcl,el p1in1s''o que puse al subir a este bus, pie clerecho en el cuepongo todas n.ris esperanzas y en el que sosten€io mi

"quil;_brio, asi tenga la certeza de que s6lo se trata de un agijeroimprobable.

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113

Page 59: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

ti

Un domingo mu,v teml)rano me llamo Reina para decinne

que el grupo estaba listo. ;Cudl grupo?, le preguntd, y ella

me explic6 que los compaiieros de viaje. Comprafleros de

viaje, pens6, iconto si fu6rarnos amigosl

-;-Ib llamaron?

-pregunt6.-Fabiola -dijo

Reina-. Me acaba de llamar.

-Pcro l.roy es clomingo -le

dije, como si el dia pudiera

inrportar.I-a presi6n que ejercia Fabioia estaba funciorrando: Rei-

na estaba muy angustiada. Se van a ir, me dijo, y todavia no

tenemos la piata.

-Eso son cosas de esa vieja para presionarte

-le dije.

-La otra senrana comienzan las reuniones.

lhl vez el dia si importaba, porque era domingo y me

parecia que yo no entettdia nada.

-No te entiendo, Ileina.

-No te r1a la gana de entender.

Sac6 paciencia para explicarme que hacian unas reunio-

nes preliminares antes del viaje.

-1b explican todo lo que hay que hacer y lo que no se

puede l-racer.

Para mi todavia era domingo, pero no rne atrevi a decir-

le que scguia sin entender.

-Huy cosas que te permiten llevar y otras que no.

-;Como qu6? -le

pregunt6.

-Yo qu6 s6 --diyo ofuscada-, para eso son las reu-

niones.

Page 60: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

llll$ i

ll'i$I'i

En ese elltonces solo teniamos la mitad de lo necesario:

el corirje y las girnas de lleina. Yo no aportd ni plata ni arrojo,

ni siquiera galtas. (luc cs lo mininro que se rcquierc para

arrancar.

--;\' la plrrta, Marlon? -nle pregunt6 Re ir-ra.

-llucrta l)rcgultte.

-Es eu serio -dijo

ella.

-Yo sd -le

dije-, pero, ;de dcinde?

Pude conrproLrar, dias despuis, lo que se dice por ahi

sobre el cuidado que hay que teller cotr lo quc se quierc,

porque se piuede conseguir. Lo que no dice ei proverbio es

hirsta d6nde se puede llegar para conseguirlo. Mejor dicho,

a Reina le lleg6 el dinero; no le cayo del cielo pero si se lc'r

encontrti en uu cai6t.t.

I'ia Marldn irabia conseguido novio por corresponden-

cia a travds de una agencia del corazon.Ya se excusaba como

todas las solteronas que dicen que es rnejor vestir santos que

desvestir borrachos, cuando se le apareci6 su alem6n, Hai-

ver. Sesetrtoti y cotrtrario a lo que seria un tipico alemiin,

Halver era pe<lueiro 1'cle p'elo negro, Pero a la tia Mari6n lo

dnico que le inrportaba cra que fuera honrbre y caminara.

A los ciucuenta v tantos se iba a casar. Halverhabia venido

clesde Alcnrattia a cottocer a stt ttovia y a cilsarse dos sema-

nas despu6s. Habian tenido un ttoviazgo de cartas Por va-

rios rneses donde todos tuvimos nrucho qtle ver' porque

Llalver no hablaba espaflr:l y la tia no hablaba alem6n. Opta-

roir, entonces, por escribirse en ingl6s' pero conlo t.ringuno

cle los dcrs lo hablaba, las cartas pareciau escritas porTarz|n,y nos tocaba a todos aprdarle a la tia a descifrarlas a Puntacie diccionario. Cada carta que llegaba causaba un alboroto,

pero la tia lv{arl6n no podia estar mds feliz' tlasta que lleg6

ese dia esperado 1'ror ella, cuando vino Halver para llevtirsela

a su pais. Corno buen novio, lleg6 cargado de regalos, y como

buen turista iugelruo, forrado etr d6lares.

-Necesito mostrarte algo

-me clijo Reina, cclntrolan-

do su ernoci6n.

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La fiesta para despedir a los r.rovios habia sido en nues-tra casa. Halver se habia quedado con nosotros hasta el diade la boda, frues la tia Marldn no clueria poner su repuraclonen boca cle otros: no se veia bien que Halver viviera con ellirantes de casarse. La iiltinta despedicla la ccletrranros en casa.Ya tenfanros ;rlgunos rones dentro clrando Reina me llcv6de la mano hasta el cuarto donde se hospedaba Halver.\ir pense que Reina qucria intinrar.

-Cerri la puerta con seguro

-rne clijo.

-lv{ejor viimonos para mi cuarto

-le proptise cuandola apretd contra mi. Ella se despeg(r y me dijo: miri lo cluehay aqui. Abrid el segundo caj6n de la uresa de noche. Dentroy sirr tapujos habia un sobre que vomitaba diriares. f)el sus-to ute echd para atrds, casi hasta la puerta.

-Estuviste esculcando, Reina

-le reproche.

-No -*dijo-, fue por ca.sualidad.

-Nadie abre un cajon por casualidad .-le diie.

-Veni, mircmos

-insisti<t Reina.

Ir{uy oronda se scnt6 en la carntr y.saco el sobre del ca jcin.Me pidio que vigilara antes de enrpezar a contar. yo quisegritarle que no lo hiciera, que dejara eso; irabritr podid<rhacerlo porque afuera la nrtisica sonaba duro y habia car-cajadas cle todos trirtando de er-rtender a Halver y Hali,er atocicis.

-Dej6. esci, Reina, que alguien puede entrar -_le grite

cn voz baia.

-No me hablds que estoy contando

-dijo ella, y si-gui6 en lo suyo.

Yo nre vacie err la boca el ron clue hallia entrado frcn_sando que el nristerio de Reina iba por otro lado. Me peguea la pruert;r Para oir si alguien Venia.

._iQue estds haciendo, Reina? --insisti orra vez, peroella con la rnano me dijo que no molestara y siguiti contalt-do en silencio hasta el riltimo biilete.

-A4arlon -dijo finalmente-, aqui hay ntds de lo quenecesitamos.

Page 61: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Intent6 escurrir el vaso de ron pero s6lo quedaba irielo.Reina me miro sin pestanear, como esperando que suceclie-ra algo. Yo tambidn mir€ a Reina como si ella ya hubierahecho 1o que pensaba hacer.

-i.io, Reina -le dije.

Ella no dijo nada. Se puso de pie, se levanto el vesticlo yentonces baje la mirada hasta el resplandor de sus calzones,y cli un paso adelante irtraido por una falsa ilusi<in. Hlla se

los baj6 un poco para dejarme ver su pcqueiia sombra, clefi -

nida y bien cuidada, que me haria c6mplice de su botin.Si alguien hubiera visto lo que yo vi, nte habria dado la

razon y habria callado, aturdidamente, como yo; sobre todocuando la vi acariciarse los peios justo antes de poner alli elfajo de billetes y, nrientras nte rniraba suplicante, la vi subirselos calzones, acomodarse el vestido, y finaLnente, sonreir cuandose apret6 el bulto que llevaba cntre las piernas. La sonrisa se

la borr6 un golpe seco en la puerta. Reina puso r6pidamenteel sobre vacio dentro del cajon y lo cerro. Como yo habiaquedado paralizado, ella tuver que abrir la puer ta. Era la tiaMarl6n.

-Se cerr6 soia -dijo Reina con desparpajo.

-Voy a buscar la can.rarita de Halver

-dUo,resplande-ciente, la tia--. Quiere sacar lotos de todos.Tia Marlen carnin6 presurosa y decidida hasta la rtresa

de noche. Desde que comenc6 a seguir a Iteina etr su idea,esa fue la primera vez qlle senti que moria, sobre todo cuan-do busqu6 la mirada salvadora de Reina y ella ya no estabaahi. Tia Marl6n encendi6 la lamparita y abri6 el caj6n.

-Aqui estii

-dijo feliz.De salida, me peliizcri un cachete con ternura y me diio

al oido:

-Quedaste sudatrdo, picar6n.

Camine ayudado por la pared. Llegue hasta donde esta-ban todos y vi que Reina estaba bailando con luancho'fira-do. Me guino un ojo cuando me vio. Tia Marl€n trataba

rrB119

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inritilrnente de agruparnos para una foto. papd me recibi6preocupado:

-aQui pasa, irijo?

-Nada.-;Estiis

pasadito de ron?

-Si, nris o nleno\.

-Huy que darle con cuiciaclo, hijo.

\h hubiera querido yo que el pr6[1.u.,o fuera cle tragos,corno pe's6 papd. -rhmbi€.

hubierir quericlo tener cabezapara haber pensado en las conse.u"rl.i"r, pero esa nochcqued6 en rrano.s del estupor por la desfachatez con la queReina bailaba, fiesca y alegremente, con mjles dc d6lares ensu chinrba.

-jNo les qued6 algo de dinero? _nretrici a.

pregurrtcl Pa-

Si Reina hubiera sabido adtinde irian a parar esos bille-tes, habrfa preferido que se le pudrieran .,", l.,s culz.rnes.

-*No -le dijc.

--;Y a ella tamprtco?

-2A Reina?, ;por qu6?, ;qrre tiene que ver cn todo esto?Los dos anddlranros perdidos en Ia conversacron. patri-

cia pcrrsaba en mi y en el sitio que yo necesitaba para vivir;yo recordaba a Reina nruy oroncla con la plata en Ia entre-prerna.

-Si ella quiere buscarte necesitard algo de dinero-dijo Patricia-. Lo mi.snro que tri.

-Los dos nos quedamos sjn nacia _le repeti._-Ya vuelvo --diio patricia v se march6.Yo estaba caltsado. Sientpre lo estuve desde que llegu€,

pero ese dia habia pasado la prueba clel printer dia cle traba-jo y ya queria salir de alli. Era tarcle, todavia no sabia d6ndeiba a vivir ni las horas que podrian ser.

--lQu6 hora es? -le preguntd a uno que sali6 de la co-

ciua.

Page 62: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Tirne to go honte.

-Gracias -le clije, pero quedd en las mismas. Supuse que

deberia ser muy tirrde p6l las caras de cansancirl de tcldos'

Patricia regreso colt sll roPa de calle' Me habia queclado

pcnsando er.r lo qtte ella nre habia dicho / le prrsgunl6,

-Patricia,;c(rmo se hace para encontrar a un perdido?

-Totlo depende, nrijo.

-;I)e qu6?

-De nruchas cosas -dijo-, pero sobre todo, del di-

nero que se tenga.

Entonces estibanios jodidos. Si la cuesti6n era de plata,

nunca nos iban-ros a enctrlltrar.

--Es conto todo ert la vrda -nre

dijo Patricia-. Pero

de todas llraneras hay que empezar por buscar.

-2\' por dtinde entpiezo?

-Por buscar donde vivir -dijo

y luego sonri6-. Ya te

terlgo algo, provisional y no muy bueno, PCro te valr a reci-

bir un par tle troches.

-:Y despues?

-Despuds veremos. Vatrlos Para afuera porque te van a

recoger.

Mientras saliamos Patricia me explico de qud se trata-

ba. Habia llamado, me dijo, a uu hombre nluy bueno, miis

bueno que el pan, dijo exactanrerltc. El me recogeria y me

llevaria a un lugar donde podria dormir, banarme y desayu-

nar. ; lrajiste tus cositas?, llle Pregunt6 Patricia, las vas a ne-

cesitar alli, ;y qu6 sitio es ese?, se rne ocurri6 preguntar.

-Es s6lo por pocas noches -dijo evasir'a-, despuds

lray que b''uscitr algo nrejor.

Ese algo mejorntequed6 retumbando en la cabeza como

queda una duda sin resolver. Crei que era inlPortante insis-

tir. Patricia ne nrir6 pero, cuando comenz6 a hablar, el tren

paso sobre nosotros y nos dej6 sumidos en un escalrdaioso

ruido, sacudiendo de paso la calle y la estructura de metal.

Cuando vr-rlvi6 el silencio me dio vergiienza insistir sobre io

mismo. Era miis prudente cambiar, mds bien preguntarle porel hombre que me iba a recoger. ;Y qui6n es ese hornbre,Patricia?

-[s un santo, es como el papa de Queens.

__;C6mo se llanta? -corno

si el nombre mostrirra loque es cacla uno. l) tal vez si.

-Orlando, se llama Orlando

-clijo ella n'rirando al cielo

como si Orlando ya hubiera liegado a doncle supuesramenrenrerecia llegar.

-;Y de d6nde es? -pregunt6,

porque la nacionalidadsi parece decir mucho de lo qr.re somos.

-Ay, mijo

-dijo Patricia, todavia con la nrirada bian-queada-, ese hombre no es de aqui de Ia Tierriu tiene queser de mds alld, de otro planeta o de donde son los ingeles.

Ya estdLbamos afuera, esperando, cuando vintos llegar al6ngel en un Mercedes Benz negro, un modelo bastarrte vie-jo, pero Mercedes al fin de cuentas. El ironrbre Ie sacudi6 Ia

rrano a Patricia y ella me dijo extasiada:

-Es 61, mijo. Vaya, apf rele.

Ir{e iba a subir con un desconocido hacia ur.r sitio cuyarinica referencia era que habia otros mejores. BLreno, pens6,sienrpre hay algun lugar mejor, y adenrds, segui pensando,que podia perder cuando el perdido era )/o. De todas ntane-ras, balbuce6:

-Patricia. . .

-Yay4 mijo, no lo demore miis. Lo espero manana a

las diez.

l.e hice una corta venia y fui hasta el carro; los que esta-ban detenidos detr;is comenzarolt a acosar. Orlando me pi-dio que nre irpurirra.

-Esta gente no conoce la paciencia

-dijo ofuscado

mientras yo nre acomodaba-, se ve que nunca les ha toca-do esperar. Ah, qu6 vergiienza contigo: soy Orlando -yestiro la mano para saludar.

Orlando, ei dngel, podia pesar 120 kilos. Mucho mdsenorme y pesado de lo que cualquier angel necesitaba para

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Page 63: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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volat su gordura no dejaba ningirn espacio entre la panza y el

tim6n. Orlando era inmenso y, adenliis' como casi todos los

colombianos, tenia bigote.._Me cont6 Patricia que tu novia anda perdida -.dijo

Orlando. Yo no lo habia visto asi: siempre pensaba clue el

perdido era yo.

-Nos perdimos los dos

-dije' y le acla16_-: nos perdi-

mos el uno del otro.

-Espdrate -me dijt>-, que yo tanlPoco s€ dclnde estoy'

Detuvo el Mercedes y miro hacia las esquinas, es que

hace rato t)o venS() por aqui -me explico.

--Buelto, sigue contindome -dijo cuando se sinti6

tibicado, y arranc(r. No me apetecia recontar n.ri historia, pero

como 6l iba a ayudarme, tocaba repetir. No descartd que en

ese relatar y relatar apareciera de pronto Ia luz que rne indi-

cara ei regreso.

-;Y no te acuerdas de nada?

-pregunt6 Orlando, al

fir-rirl.

-Habia ttna valla fr-ente al edificio -le

clije-, con le-

tras grandes que decian nQueeno.

-zQueen o Queens?

No sabia que ulla soia letra podia significar tilnto, que

de una sola depcrrdiera mi rcgres(!.

-Queen. Asi se llama mi nor ia.

-_aQueen? -Pregunto

Orlando'

-Reina -dije abatido, asi como se dicen los nonlbres

dc los quc ya no est{tl.Los dos nos quedarnos varios minutos en silencio' Orlan-

do rnanejaba el Mercecies como si fuera un caballo viejo que

ya conocc su cantittt'r, y yo miraba sin entusiasn'ro el paisaje

aiumbradt-r de casas, postes, bombas de gasolina y sitios de

comida, de tanta comida que uno ya entiende por qu6 Or-

iando est6 como esti.

-2Para d6nde vatnos? -le

pregunt6 rompiendo el si-

lencio.

-:No te lo dilo Patricia?

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L

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tzz 123

-Si -le respondi-, pero en esas pas6 el tren.

-Adonde vamos tambien pasa ntuy cerca

-mc diio-.Marlana lo coges y te deja en la puerta de tu trirbajo.

-;Y si me pierdo?

Orlando quiso reirsc, pude ver el esfuerzo que hizo paracontenerse; no es para ntenos, a naciie se le ocurre ilue hoyen dia uno pueda perderse y no volver.

-"lianquilo -rne dijo-, te rnando con un borrachito

para que te acontpane hasta la estaci6n.Me rei porque pensd que era un chiste clue tro habia en-

tendido, y que por cortesia tocabir reirse, pero Orlancio si-guio serio en lo suyo, y aunque innrediatamente vi que ltoera un broma, segui sin entender.

-lncluso te podrian acontpai'iar hasta el trirbajo

-,pro-sigui6-. Hav aigunos que ya estln trabajando, estdn muyrecuperados. \'a los distinguiris en la reuni6n.

;Qu6? Le ech6la culpra al cansancio, hasta pens6 que losdias en que no ftti yo me habian car.rsaclo un claflo cerebral, <;

que deftnitir.amentc'era imposible entenderse en Nuc'va York.

-;Para d6nde vantos, Orlando?

-Para donde los borrachitos

-dijo-, para d6nde nd,s.

Ya casi lleganros.

Quise dec:rle que yo no era ningun Fiorracho, que paradonde mc llevaba, aue me dejara por ahi. Pcro, ;voiver a

quedar en la nritad de la nada? Una autopista y nacia sor.r lanisma cosa, y urr laberinto y esta ciuclad, y un iingel gordo yun denronio tamtri6n se puederr confundir. Adcmis, los :in-geles no tienen bigote y el cielo tampoco queda en NuevaYork.

-;Para d6nde, Orlando?

Para donde me lleven y que h:rgan connrigo lo que quie-ran hacer, pero que no nte regresen y no me saquen de Nue-va York. Ella debe seguir por ac1ui, ya contienzo a sentir suspasos, huele a Reina y a borracl'ro. ;Para d6nde, Orlando?

-Para donde lcls tlorrachitos. Ya vamcls a llegar.

.ii

:.6

Page 64: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-iQue hable, que hable, que habie

-gritarolt en coro y

dando palnas-, que hable, que hablel

l\'le senti igual que en los paseos del colegio, cuando los

que iban sentados atris gritaban: que canten, que canten,

los burros de adelante. Pero asi estuviera 1ejos, Nueva York

r1o era un paseo y aqui los que grital'ran eran unos borra-chos. Me habian despgllndt a las siete de la maflarta, y casi

no habia ciormido por Ia irnpresi6n.

-2Usted es el nuevo?

-asi me despertaron, tirdndome

de un pie. Yo del susto no pude responder. -Me

dijeror-i que

llamara al nuevo -insisti6

el borracho que me desperto.

l.e preguntd por Orlando, pero recordd que se habia ido

cuantlo nre dej6, yo vuelvo manana pero aqui vas a cluedar

en buenas manos, y luego le dijo a una tnujer: Margarita, te

rccomiendo a este muchacho, ati6ndetr.relo bien, y Margari-

ta se me acerc6, me nrir6 como miraudo un bistec, y clijo:

estii hueno el muchacho. Orlando me separ6 de ella y nre

dijo: era un putica de la calle, pero aqui se esti regenerando,

luego anadio: no les pares bolas si los ves peleando: nunca

pasan a mayores. La casa era horrible, grar-rde Lrero arrttina-da, oiia a sopa y a ambientador, y aunque era tarde, habia

hombres y rnujeres deambulando por ahi como fantasmas

ebrios._.A las siete y media empieza la reuni6n

-dijo ei que

me despertti-. Vaya b6nese, nuevo.

Page 65: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Los hornbres dorn-rian en un piso y las n'rujeres en otro,

y habia cuatro o cit.tco camas Por habitacicitl' Un bano arriba

y otro abaio, una cocina y un sal6n de juegos y reuniones' y

carteles por todas partes qlle clecian que vive y deja vivir;

que primero lo primero; piense, piense, priense; Dios, conc6-

deme la serenidad para acePtar lo que no puedo ctrtnbiar, y

cosas por ei estilci.

-Yo no tengo que ir a esa reuni6n -_le reclarne' pero 6l

volvi6 a agarrarme el pie, seguramente crevendo qtle yo es-

taba bebido, e insisti6:

-llbdo el que est6 aqui tiene que ir, es Parte del regla-

mento. -Y conenzti a recitarme todas las normas, pero solo

me convenci6 cuando dijo-: al que no vaya no se lc sirve

desayut-to.

Sin embargo, en la reuni<iu repartieron caf€. Ahi, supues-

tanrente, estaban todos, y entre esa fhuna estaba yo, entre bo-

rrachos, putas, drogadictos, todos pobres como las ratas'

-iQue hable, que hable!

Me miraban mientras en coro pecliau tlue pasara al freute

y contara mi historia: el nuevo llos va a cotltar su lucha ccln*

tra el alcohol y las drogas, d6mosle la bienvenida a nuestro

compalrero que ha decidido darse uua llucva oPortunidad,

lo Cecian con acellto colonlbiano, puertorriqueiio, centro-

americano, con voz de borrachos asi aseguraran clue c-sta-

ban hicidos.

-Aqui hay un error

-les dije-' yo estoy aqui Por otra

razL)ll.

--iQue hable, que hablel

Margarita me cogiir de la mauo y ja16 hasta que me

hizo parar, me llevo hasta ei cslrado, nle ubic6 detr6s del

atril, y dijo euf6rica:

-iUn aplauso Para Iluestro nuevo cornpaflero!

Ncl tuve de otra que sonreir, y comence a presentarme

como lo hizo un borracho del -Ecuador que luego no pudo

terminar su discurso porque se le olvido de qu6 estaba ha-

blando.

tz6

-Buenos dlas

-iba a decir comparleros pero nre Ioirnpidl6 la dignidad-, buenos dias, mi nombre es MarlonCruz -iba a continllar, pero los borrachos contenzaron a

aplauclir. Les dije que era colombiano y aplaudieron, les dijerni edacl 1'volvieron a aplaudir, les dije que estaba perclido,pero no en la droga ni en el alcohol, sino perdido de verdad.y palnrotearort r.r.ris tuerte, les dije que estaba buscando a minovia, aprlaudieron, que se llama Reina y tiene r.rn ojo de uncoior y el otro de otro, mejor dicho: un ojo mis claro que elotro, que si algr.rien sabia de ella por favor me inforrrrara, ytodos estallaron en aplausos, y yo me dije: carajo, esto es

hasta bueno; nunca me habian aplaudido tanto en la vida.L)espu6s, conto a las ocho, por fin nte dieron el desayu-

lto, nte acompanaron a tontar el tren y a las diez lleeu6 a

trabajar.

-Ese lugar es horril'rle.

-Yo se, brotheq lo conozco

-dijo eievsnny,-, prs16

es mientras resulta algo.

-pg1o Giovernny, cso es para borrachos, para putas, para

maricas, para locos -y le enf'atic6-: yo me puedo enlo-

quecer ahi.Y hasta ahf lleg6 la corrversaci6n porque en esas ilego

(lot) Pastor, c()n c.ri loco arnistosa.

-Buenos diirs, don Pastor

-saludamos los clos.

-Buenos tlias, Giovanny.

Don Pastor se nteti6 en la cocina y Giovanny lo sigui6.Yo ne fui para los baflos y encontre que ya los habian orina-do. 'fuve ganas de que me tragaran los inodoros. Me pre-gunte qu€ hacia yo en este pais de meoltes.

Despues, tambi6n ileg6 Patricia a orinar.

-Buenos dias, miio, c6mo te fue .

-Mal, Patricia.

-;Y eso? ;No dorrr-riste bien?

-No, si rro es eso. Lo Que p353, Patricia, es (luc ese sitio

no es para nri.

Page 66: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Si, nrijo, pero duclo que gratis se puecla conseguir algtr

mejor.Patricia vio el probleura en tnis ojos y dijo:

-Vamos il vcr que puedo conseettir'

P('ro no t'ue Patrici.r la que ttre saco de esa casa sino

N4argarita. La rroche siguiente 1'o habia ilegado tan tarde y

tan cansado que no pude pensar mucho sobre ese lugar y nle

clomri. Al rato, no sd al cueuto tiempo, escuche una voz iull-

to al oido que me decia: haceme el favor y tne conles' Pense

qrle era tln stlentl' cuakltriera lo hubiera creido' pertt ltteqcr

senti una boca sin dientes que me mordia la oreja y g'rite'

.--Comenle, comenle por favor -suplicaba

lr'[argarita'

recostada a mi lado, con las tetas al aire, sob:indose su cho-

cha grande Y ntaloliente.

Vrlvi a gritar y alguien encendi6 la Iuz' Tres borrachitos

se habian despertado y uno seguia duntriendo' Margarita

suplicaba llorando l urro de cllos la irrsultti:.-i Puta, gorcla, l6rgate nlotherlucker!

l,os otros dos estabatl mds entttsiasmados y animabar.r a

Margarita en su solicitud:

-iC6rnctelo' conretelo, N4argarita!

L)e un brinco qued6 afuera' Fui al baflo y tne encerrd;

ios barlos habian cotnenzado a voll'erse parte de rni irrtimi-

dac1, nri espacio, mi burbuia f6tida' Mc sent€ en el piso' mal-

dije y chill€. f urd qLre esa mistna noche dejaria esa casa' que

preferia <Jornrir otra vez en la calle a regresar alli'

Cuando no oi m6s gritos sali a recoger rnis cosas' sali

cauteloso para que nadie me viera' Me sentia tan extratlo

como alguien que va a robar lo que le Pertenece' Me acerque

a la habitacion y ttot6 que Margarita seguia dentro' la escu-

chd que seguia llorando, Pero muy bajito' casi para ella rnisma'

La luz estaba apagada pero la puerta seguia abierta' Me acer-

que ulr poco para ver d6nde lloraba Margarita' Si seguia en

mi c"mu tenclria que esPerar para recuPerar lo lnio' La luz

de la cirlle me mostr6 que rni cama estaba vacia' me mostro

cue todos los borrachitos estaban despiertos y que Margari-

ta no lloraba .sino que gemia. Estaba tirada en el piso, cles-

nuda del todo y los borrachitos haciar-r fila. Uno por uno se

cst.rb.r n eorrriend<' a l\l.rrgarita.4116 nunca volvi. Despuds me enterd por Orlando de

que la ceisa habia sido demolida; el ntonstruo, en su afinde crecer, extendia sus tentdculos mds alli de Manhattan ytumbatra 1o viejo para reempiazarlo por construcciones dig-nirs de su imperio.

E,se dia, cuando Orlando abricl por la ntafrana, tropezocon mis piernas: yo me habia quedado clormido en el suelo,abrazado a la bolsa con las cositas que me dio Patricia.

-;Y esto que es? -pregunt6

Orlando.

-Soy yo

-le dije medio despierto y adolorido. Le con-

te la historia y le rogud que no me volviera a traer, que nleayudara a buscar otro sitio, pero que alli, a esa casa, yo uopodia volver.

-No soy capaz, Orlando

-le dije, y il con cara de preo-cupacion se dirigi6 hacia adentro, n.rascullanclo:

._Ese es el problenta con las pr.rtas.

Despu6s,6l nrisn-ro me llev6 al restaurante.Cuarrdo comenc6 a buscar seriamente a Reina, visite a

Orlando varias vcces en su oficina. Alld llegaba todo el quetuviera ur.r problenra: los desplatados, los necesitados, losenfermos, los desempleados, los enredaclos y hasta los abr.r,rridos. Mcjor dicho, llegaban todos.

Fui para ver si sabia algo de la que yo buscaba, o si sabiade alguien que me buscara a mi. Pero ni lo uno ni lo otro.

-,D6jarne la informaci6n a ver qu6 pasa.

No pas<i nada, no por esos lados, a pesar de que Orlan-clo averigu6 por ella a toclo el que se asomaba por su oficina.

-Tiene un ojo de un color y el otro de otro, es muy

ficil distinguirla.Pero era corno si Reina no se dejara mirar a la cara, como

si llevara siempre gafhs oscuras o conlo si fuera de huno.Nadie siquiera nos habl6 de alguna parecida.

rz8 r29

Page 67: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Los ojos se me cierran y la boca se me abre' Me toca

pelear contra el tiempo y el cansancio, colltra el arrullo de un

motor fatigaclo y de un Paisaje mondrtono que me dicerl:

du6rnrete' Marlon' que Por estar desprierto no vamos a lle-

gar m6s rdpido. \by a llanlarla cuando amanez-ca' Estamos

tu,.r ."..u que valclria la pena decirle que en la noche voy a

verla, es melor que sepanlos a qu6 atenernos' Tengo muchcr

para hacer eu la primera parada de la mafiana: desayunar'

can'rt'riarme de ropa, afeitarme, llamar a Reina' Y todo en los

quince mit-tutos que siempre nos otorga cste imb6cil'

-Fn unos minutos llegaren'ros a lr4anning -dice

el

chofer por el altavoz, y agrega coll sorna-: pero todo de-

pencle, por aqui hay f-ederales buscando pilios que se esconden

en la Greyhound, pero la Greyhound no es un escondedero

de bandidos.Naciie se atreve a decir nada. Sabemos que un tipo asi es

ca1-,az cle ordenar ttnil requisa. Es el tipico cazador yanqui' ei

poti.io que todos los moralistas llevan dentro' Gerardo me

inira boquiabierto y me dice tartamudeando que va para el

bano. Por gajes de nli oficio, le advierto:

-Lse baiio estA muy suciol por que no esPera y entra

en la estacicin, cuando Paremos.Ya Gerarclo va ell carrera hacia la parte trasera del bus'

A mi lo (liic nle imirorta cs que sigarnos bajando' tragando

pavimento hasta que el irltimo cirofer diga: bienvel.ridos a

Mianri, bienvenido Marlon a su reino, hasta aqui llegaron

sus pies correlones y cobardes, hasta aqui el cansancio' ya

puede abrir los ojos, despierte que ya llegamos'

-Despierten todos, ya llegamos a Manning'

130

-Bienvenido, forastero.

Detriis de mi seguia Ciiovanny, a qr.rien ya comcnzaba aconsiderar mi irnico amigo. Los dos hicirnos un reconoci_miento de la habitacitin. O tal vez clui,sirnos con-rprrobar loque se decia del edificio, justificar la cara que rooos pusle_ron cuaudo se sulro que yo viviria en Northern Boulevarcl,en el edificio cle la esqr,rina de Nortl-rern Boulevard.

-Holly shit -dijo un ntuchacho clel restaurante, y otras

cosas mis dijeron los otros.

-;Te gusta el rac<luetball?

-pregunt<i alguno y ios tle_

rlds se echai:orr a reir.

-2Que es lo tlue pasa, Giovannv?

-pregunt6.--No ies hagds caso -rne cliio.-, por lo que tc van a

cobrar est6 bien, ya te acostumbrards.Patricia me habia dicho: ya te conscgui otro sitio para

vivir. l.o clijo contenta y yo asumi que no habla nada quetemer. Te cobran, pero barato, y queda cerca de aqui. Ciio_vauny rre acompaii6 cuando salintos del trabajo, me itrdic6la estaci6n dorrde me debia subir y etr Ia que me tenia qllebajar, nte habl6 durante el trayecto, consejos para sobreviviren Nueva \brk y otras palabras de aliento. Antes cle llegarme serlal6 el edificio, y vo nte emocion6 porque lo vi nuevo,grande y moderno.

-;Ese? -pregun16.

Page 68: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

t

tl

ii;l

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-\s -ms aclirr6-, el de al lado.

El viejo, sucio y pequeno. El uno estaba pegadtl al otro.

-El nuevo es un club deportivo para gente rica --dije-'

v el otro es una pensi6n Para Pobres.Me pareci6 raro que estuvieran tatl iuntos' tro parecirr

muy nornral; algo sucedia y Giovartny me lo explic6

-Los ricos quieren comprar pero los Pot'rres no qr-rie-

ren vender. Los ricos oft'ccetl Poco y los ptobres piden mu-

cho.'fodavia no hay acuerdo elltle rictrs Y'pobrcs.El conflicto no era stilo en Northern Boulevarcl, sino ell

toclo Nueva York.

Entonces entrantos al edificio de los pobres. Ya nos ha-

bian informado adonde teniamos que ir, y cotno el ascellsor

estirba danaclo subimos 1-rtlr las escaleras hasta el octavcl 1.rist'r'

Nlir€ con ciesconfianza a nti alrecledor. Me datra trabajo su-

brr, las piernas, seguranlente, no nre iban a resl'rtltltler'

-Arriba, brother, ya casi corotlanlos -llle

aninro Gio-

vanny, igual que la primera vez.

--F,ste edificio nre recuercla al otro -le dije.

--2Cu/rl otro?, 2al que te llev€?

-Al prin'rero -le

clije-, al que llegu6 con Reina.

Giovanny se clctuvo,Y en la oscuridad vi su mirada blartca

y fluorescente; tartrbidn escuch€ su respiraci6n agitada, el

agotamiento de los dos.

--rNo serd el misnto? -pregurlt6

Liiovantty.

-No -le dije firme-. No es.

-;Estis seguro-i

-pregunto otra vez-. Acordate que

vos no eras vos.

-Cuando sali corriendo .si lo era -y arladi-: 6ste no

es el edrf-icio.

-EI'ttonces sigamos. -Y otra vez senti sus Pas()s su-

bienclo.En catla piso souaba una mflsica distitltir, varias a la vcz,

y oin-ros ruidos diferentes al subir. Pero etr ios ititirnos pisos,

a nredida que ascet-rdianros, habia un ruitlo en conluin'

r32 r33

-zQu6 es ese ruido?

-le preguntd a Gjovanny._pelotas _coltest6.-L,n el octavtl tomamos aire, encendimrts la luz_ del pasi_

llo y nos topamos con un viejo que deantbulaba en la oscri-ridad, con las nranos en los bolsillos de su bata; tenia losojos cerraclos, perdiclos entre sus ojeras. Giovar-rny lo saludopero el viejo no responcii6. Buscan.rt.ls, entor)ces, ia puertadel 802. El tirnbre talnpoco funcior.raba, pero antes cle gol_pear la puerta se abritl.

-Bienvenido, forastero.

Prc.rbablen.rente Patricia le avis6 que vo venia, pero dudoqlre me hubiera descrito. fhl r.ez le dijo que )'o estaba pc-rtli_do y 6l reconoci6 rni cara dc. desubicado. El hombre que nosabri6 la puerta se llamaba Roger pena, por 6l tenian.,.,* qu.pregur)tar. En su cuarto sobraba una canta cle las tres que te-nia, v por una cle 6.sas yo iba a paear.

-1L voy a r.nostrar el suelo de itaca para que re con_venzas

-rne dijo, y Giovanny y yo nos rnirarnos perplejos---.

L.l bano queda afuera, donde qneclan todos los banos: al fon_do a la derecha. Y la cocina a la izquiercla.

Giovanny seguia detrds de nti, consternado como yo.l)e seguro sus ojos grandes veian mls que los mios. por esole p-'rggut,6,

-2Ccinto lo ves-t

-;Y es clue hay para escoger? -contest6

Giovanny.El cr-rarto era pequeno, colt una sola yentana, las pare-

des estatran peladas y lo (nico que ias adornaba e.an do,bombillos desnudos, uno al fiente del otro, tan cl6biles aueno agllantarian un cantbio cle voltaje; el piso era un taps1.gastado, sin color 1' con agujeros de cigarrillo; l.rabia un arntario con un espejo opaco y otro rrluebie bajo atiborradode libros. El cuarto olia a cor-nida y habia una canta mds qran_de qur' las otras dos.

-La grande es Ia n-ria

-dijo Roger pena. Senal6 una delas pequenas y anadi6-: esa es la tuya.

Page 69: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

ri;

i1

r

.)

Era ntuy parecido al cuarto a donde llegarl-ros Reina y yo:

una sola ventana, poca iuz, con olor a guardado y a pobrez-a,

un aire pesado y triste. Ella seguramente ya no sigue ahi, debe

de estar clonde Gloria, su prima, o qtlicntluiera Lluc sca h que

la convenci6, Gloria, la que nos cartrbi6 la vida'

-Ya es muy tarde -dijo

Giovanny-' Me tengo que ir'

Ser-rti que Giovanny se iba del todo. Quise abrazarlo

como alrr.acc a mis an-rigos cuando ltre despedi' Nos habia-

nros queclado sin palabrirs y solo teniamos los abrazos prara

clecirnos adi6s. l:l qtre lrr-rbiera halrlado habria llorado, y ya

todos teniamos lnuy enquistado aquello de que los hom-

bres no lloran, qtle ult hombre no puede ilorar por otro, qLle

no le l,uecle clecir a otro (lue io qr-riere y lo va a extrallar' I{oy

como nunca me arrepietrto de tro haberles estatlrltado ulr

beso a n'ris amigos en nli despedida.

-}.Js5 vemos nlanatra, (liovanny --le dije con la voz-

i.tuccir.

-Nos velnos matiatra, brother -y

rlre guif.rci urr ojo que

L)or su tantano tto alcrrllz.6 a cerrar.

Alli rne qued6 solo )'coll ull exttailo, coll qallas tle lul-zanne boca abajo sobre la cama e invocar a mis amigos para

que vinieratr a rcscatarme. Estaba tatl solo cotltcl cttandtt es-

tuve er) la c.rlle v fui un perro ttl,is.

-Puec1es guardar tus cosils debajo de la carlra

-me dijo

Roger Pena-. L,l arr.r.rario tambi6n es nlio.

-;Y Ia otra canla?

-Pregunt6-A

€se llunca lo vas a ver. "liabaja cuaudo nosotros es-

tamos durmier.rdo. Por si acaso' se ilama iavier'

Me sentd ett la cama para probar el colch6n' Ctlmtl no

lo senti levat.rt6 Ia colcha mareada Para ver si habia alguno'

Colch6n si habia, pero estaba a punto de desaparecer'

--'Iolna, r'rirlo - nte clijo Roger Pena y lnt'cxtetldio un'rs

llaves-. Son lils tuyas. No las vayas a botar Porqlle te tengo

ciue cobrar el duplicado- Uua es para el edifl cio y la otra para

el cuarto. Si no cierras [.rien' te [rtledo asegl]rar que I1o vas afti

I

ti!

'

134 735

encontrar ni el suelo, y te toca pagarme todo como si fueranuevo.

A pesar de los bombillos, no iograba ver bien c6mo eraeste hombre. Hablaba despacio y seguro, se movia por elcuarto como si estuviera en un gran sal6n. Vestia una batacomo las que se ponen los millonarios en las peliculas v lle_vaba pantuflas v unos calcetines que no eran para su edad.Iampoco supe cuiintos anos podia tener.

-Siernpre se paga la semana por adelantado _prosi_

gui6-. Aunque Patricia nre pi6li5 que la primera te la co_brara despu6s. El lavor se lo estoy haciendo a patricia.

A veces me sucedia, a cada rato me vuelve a suceder quesiento encirna todo el peso de Nueva york. Slrs ntillones dehabitantes, las moles de cernento, hierro y cristal, sus totre,ladas de basura, su tiempo y su afiln, el caudal de mierda delas alcantarillas, la demencia y la sangre pasan sobre mi contouna aplanadora manejada por l)ios.

-Ltr luz se apaga a las doce

-dijo Roger pena con pa-labras pesadas-. Si cuando llegas esti oscuro, no se re ocu_rra prenderla. ;Cu.lnto tiernpo te piensas quedar?

-_No mucho -le dije-. Estoy buscanclo a mi novia.

Cuando aparezca rne voy con ella.

-2Y d6nde estri?

-No sd. La estoy buscando..-2En Nueva York?

-si.Esa fue Ia prinrera vez qlle le escucl-r6 la carcajada a Ro_

ger Pena, una risa oxidada que nada ter.ria que ver con laalegria y el humor. Se la oiria ntuy pocas veces despues, m6spara expresar ironia que para celebrar.

Tal vez era por la hora y por el cuarto, pero me sentirnal. Hubiera querido abrir la ventana pero ya renia enten_dido que, asi pagara, a lo [nico clue tenia dcrecho en acuelcuartucho era a echarme a dormir. Me senti tan rn,rl qu.todo empezci a moverse.

Page 70: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

::

-Esa nraleta se estii nlovier.rdo -le

dije' r'nareado' a

Roger Pena. El fr,re a la esquina y aiz6 con cuidado la peque-

fla rnaleta que se sacudia sola. Abri6 un poco la cremallera v

un perro diminutcl asonl6 la cabeza. Roger Pena lo acarici6

y le habl6 como a un beb6, El perro no era horrible pero yo

sentl nallseas.

-iQu€ es eso?

-prcgunt6 seialando al animal'

-;A qu6 se te parece?

-pregunt6 Roger Pena' euse-

fldndonrelo.

--;C6rno se llama?

-Dinton.-2Dirnon? ;Y eso qu€ quierc decir?

-Dentonio.-2Y

por qu6lo Pusiste asi?

-Porque es un hijuePuta.

Tern-rin6 cle abrir la cremallera,lo sac(r y lo torn6 cariilo-

sameltte etr sus brazos' Lo arrullaba y r-uiraba con ternllra'

-2lrltrerde? -lregunle asttstado.

*-Claro clue tnuerde -dijo Roger-' Cuando nos jo-

den, rnuerde.

-2Y de qu6 raza esl

-15 u11 chandoso conlo vos y yo

-clijo, luego me miro

v Jgrcgo- : es ull perro col.rntlri.rtro'

Lo puso de nttevo dentro del nraletin,lo tranquiliz6 corl

rnimos y le prometi6 galletas para la nraflana' Luego miro

su reloi y me diio:

-Ya son ias cloce.

Deshizo ia catna de ttn tir6n y antes de que vo pudiera

peclirie tiernpo para organizar tnis cosas, apag6 la luz'

Apetras me acoscnnrbr€ a la oscuridad, not6, con la a1'u-

da de la luz que entraba de afuera, que Roger Peua ya se

habia acostado. Me quitd la ropa y dej6 para el otlo dia lo

que no alcanc6 a hacer. Me nleti trajo las s6banas descor.roci-

iu, qr.t. oliart a alguien nl6s, y en el silencio <le esa oscuridad

escuch6 nuevanente el ruido.

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136 137

-lQue ruido es ese? -le preguntd, asumienclo que se_

gr,rra despierto.

-LIna pelota --respondio desde su esquina.

Cerrd los ojos para inraginarrnt- qLre tijo de pelota po_clfa ser, y qr"re hacia a esas horas

'na pelota rebotanclo co'tra

runa paretl. Tarnbidn tne pregunt6 clud sentido tenia la r,.idaen ese cuarto, junto al hon.rbre mds raro que habia conoci_do, con un perro clue clorntr.r en urr rnaletrn, c:on la antcltazade un ausente que r.n cualquier rnomento poclia aparecer, vcon un;i pelotii darrdo botes contra el rrruro clorrde recosta_ba rni alnrohada.

-;Hasta qu6 horas suena?

-le pregurrt6.

Roger Pena no nte contest6. ya estaria dormido con rui_clo y todo, o no le dio la gana de responder.

E,sa noche tautprecs pude dormir. Me pareci6 qr"rc el ^ri-clo paro unas horirs mis tarde, pero la pelota sigui6 rebotan_

do en mi cabeza hasta poco antes del arrlanecer, cuanc]ocornenz6 a pegar de nuevo contra el muro.

En mi desvelo 1.rens6 que rnientras no encontrara a llei_na viviria lo clue Nueva \brk tiene cle inflcrncl. eue mds va_Iia tener 1raciencia porque lnuy seguranteute uo tendria unsolo dia t.le sosieso.

Page 71: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

tii!:,

I

Todos en casa supieron que a Halver le habian robado su

clinero, y aunque no encontraron pruebas ni culpables, ntamicomenz6 a hacer comentarios suspicaces sobre Reina y lopasadita que estaba de tragos, de su tbrma de bailar y de su

cDtradera a ltls cuartos.

-Donde no tenia que entrar, porque no se le habia per-

dido nadir -remato

nramii.Luego vino un interrogatorio con preguntas capciosas

que me pusieron a sudar: que si era cierto que Reina esta-

ba planeando un viaje, que si era cierto que a Reina le en-crrntaba el ditrero, que a su papr{ p6 le estaba yendo bien en

el trabajo, quc' si cra cierto esto y aquelkr, tlue si yo sabia

aigo del robo que hablara tranquilo, que todos n.re iban a

perdonar.

-Yo no sd nada, mamd.

--Tri no eras asi, Marlon.

-Pero mamd...

-f'd no eras asi.

Nunca me habia enamorado. No me habiar-r visto eleva-

do, mirando irl techo, pensando en una rnujer, o encerradooyendo canciones, inraginando n-ri vida con ella en NuevaYork, ddndomelo al fin y cornpletando lo que nos qued6 porhacer.

-Nfarlen y Halver no van a poder ir a su crucero por el

Caribe -dijo man.rd en voz alta, frunciendo la boca hacian-ri y mirdndome como al peor de los bandidos. Yo no dije

Page 72: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

i'Ll11

r-rada rnais. Ya no habia nada que haccr. 56lo mc apetl6 cuan-

clo vi it tia Marldn llorando c()lllo una chiquita, tratando de

explicarle a Halver con tres palabras en ingl6s clue nosotros

no 6ramos asi. Halver le conl.estaba en alemdu.

-1l"le estii ladranclol

-decia la tia a pr-rnto de desfa-

llecer.

-\s, tia --la consolaban-, lo que pasa es que los ale-

lllanes hablarr asi.

l'ia Marl6n y Halver se tuvieron que ir de luna de nriel a

una f-inca que les Prestaroll a dos horas de Meclellin'__No se p'rueden quejar, al lnenos van Para tierra calieu-

te -nre

cliio Reina, y luego aflacli6 molesta-: adenl6s, cu6l

es el alboroto, iacaso no es lo mismo echarse un polvo aqui

o en Cafarnaum?

-Pero vos decis que en Ntteva York son di'stintos. Que

por eso los estamos guardatldo para echdrnoslos all6'

--Es distinto -dijo-, nosotros nos vamos del todo,

er.r cambio a tu tia itnicamente la van a desvirgar'

Nos reimos atrevidamente conlo si ya estLlvieramos en

el NuevaYork que nos itrventamos, el que invent6 Reina parir

nri, para que la accinpaflara a donde creia que estaba la feli-

cidad. Reina se ri6 hasta el cansancio y luego me pregttnt<i:

-;Vcrs sab6s d6nde queda Cafarnartm?

La mir6 sin risa, la repas6 sin afin cou los ojos y le dije:

aqui queda; seital€ entre mis piernas' donde la dureza del

buito se narcaba en c1 pantal6n. Reina estiro la 113111r y lt)

agarrci,la cremallera cedi6 levernente y yo cerrd los ojos; con

ellos cerrados le dije:

-Me vas a ntatar si no tne lo das.

._Te io doy en Nueva York -subray6;

tambien me dijo

que nos fu6ramos para la rettni6n. Me recorcl6 que nos ibamos

a reunir con Fabiola y con los que ya estuvieran listos para via-

jar. Reina me dijo resuelta: nosotros ya estamos listos.

Fabiola nos recibi6 sonriente y perfumada, duena de su

porvenir y del nuestro. Hasta tuvo el descaro de saludartlos

en ingl6s en pleno centro de Medellin.

r4<) t41

-Cliielcon'r, grielcom.

-Estoy seguro de que no sabia

decir nriis.

En una oficina vieja y oscura colgaban unas liiminasdescoloridas de la Estatua de la Libertad, San Francisco,Chicago, Mianri; habia un tablero doncle habi.rn escrito conletras grandes'. Paraiso'l'revel: Sozros genlc serin', y en Llnas

sillas pldsticas estaban sentados en circulo dicz adefesios eusilencio. Falriola nos piditi quc l1o.s sent:iramos, que nos in -

tegrdranros al grupo, y vo, que odiaba todo Io que tuvieraque ver con integraci6n y sociabilidad filrzosa, obedeci sin

L)rotestar. Fabiola dijo arrebatada:

-Ya estanros todos cornpletos.

Con los dedos indices erguiclos, ccrrlo si se preparirra a

dirigir un coro, comenzcl a echarrros su cliscurso, Son1is1116 1,

ntusical: somos gente seria, dijo, trosotros tenemos los con-tactos lrecesarios que nos pernriten garantizarles a todosustedes que llegardn ir los Estados Unidos a los ;r6c11s dias cle

haber salido. ;Cuintos?, eso no lo .sabe nadie. Todo dependecle 1as posibilidades; 6sta es la primera reunion de tres quetendremos, y en esas tres reuniones screlt-tos una sola fami-lia, porque apenas lleguctnos a Guaterr.rala tiene que parccerque somos un grupo de amigos qne se ha ido de 1.,65g1'y etexcursicin, ;entendido? Si senora, cotitestaron los adefesiosirl unisonc'1, y entre las veces que oi estaba la de Reina, queatendia, embelesadir, las instrucciones.

Uno a uno mird a los miembros de nti nur.v:t familia.Linas pobres figuras que ni irl infierno dejarian entrar. Cargaban en su expresirin la desesperanza y el cansancio de ha-ber agotado todas sus posibilidades en este pais. Este pais,asi lo llanramos todos, con una pronur.rciacictn despectivaque acompaflamos sienrpre de una mueca desagradable.Como sr este ytais fuera un trapo sucio, ajeno, y no lo quetodos hicimos de 61.

-;Estds poniendo atenci6n? -me susurro Reina.

Fabiola seguia con su lista de instrucciones: que a partirde la pr6xima reuni6n ella deberia recibir el dinero de los

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:

que ibamos a viajar, que no habLiramos del viaje con nadie,que nos deshici6ramos de cualquier papel donde estuvierananotadas ias senas de Paraiso Tiavel, otra vez que bienveni-dos, y nos felicit6 por haberlos escogido y confiado en ellosprara realizar el miis grande de los sueiros.

-Gtielcom, giielcom

-repiti6 risuefla, v Reiua se ir-

gui6 feliz-. 2Alguien tiene preguntas para hacer?

Todos se miraron entre si, inc6modos por no tener pre-guntas para saciar a Fabiola.'Ibdos carraspearon, menos ultaque se qued6 nririindome, una rnu jer joven pero mayor quenosotros dos, que llevaba una falda tan pequerla Llue cuan-do descruzo las piernas nte mostr6 que no llevaba nada de-bajo. Me pic6 el ojo y puso cara de con.rpasi6n cuando viotlue Reina n-re clio un codazo.

-Quihubo -rne dijo Reina, y despu€s mi16 a lrabiolay le dijo-: yo tengo una pregunta.

-.;Si, linda?

-;Cudr-rdo nos vamos?

Fabiola celebr6 la pregunta con su risa anrplia.

-Cuando reciba toda la platica

-dijo._ podemos ha-

blar de fechas, pero recuerden: tienen plazo hasta la pr6xi-ma semana. En Ia otra reuni6n hablaremos de lo que tier.rcnque hacer y de lo que pueden llevar, y ya sabremos quienesse quedan y quidnes se van.

Reina sali6 plena. Ya tenia lo que antes le faltaba: teniad6lares y hasta le sobraban, y tenia qui6n la acontpanirra ensu embeleco. Sin ernbargo, feliz y todo, me difo:

-A ver con qui6n te vas a ir, si con esa puta o cttnnrigo.--;Curil puta? -_le pregunt€.

-Seguite haciendo el griev6n y te qucdiis.

Dicen que el que pone la plata pone las condiciones, yen este proyecto ella estaba al mando de todo. Ter-ria el dine-ro, las ideas, las ganas, no necesitaba de nadie, podia hacerlotodo por si sola. Por eso rnuchas veces me preguntd que ne-cesidad tenia Reina de llevarme. Aunque sospechaba la res-puesta, n.re parecia inconcebible tanta dicha.

r42

Ianrbi€n llegaria' los dias contunes y corrie'tes, cuando separecen tanto los uuos a los otros que uno se olvida de quddia es. Sucede siempre cuando uno ya no espera nacia deltiempo f se pisrclg la necesidacl de contar los dias. A mi tan.r,bi6n se me pas<i el sobresalto que da la esperanza, y al verque Reina no apareci6 despue5 de trna semana, ni de dos, niclespu('s de un mes, ni de dos, conrence a entender qrie enlugar de tener cl tientpo a favor lo tenia en coltrra.

Lo poco que habia gauado lo gast€ en agotar las proba_bilidades mais inmecliatas para encontrarla. Casi todo en lla_madas a lvledeilin para preguntar si alguien sabia de ella, supapi tenia que saber algo, ella no podia haber desaparecido.A nadie se lo traga la tierra, no si estii vivo.

-Sab€s vos mds que Gonzalo --me dijo Juancho Tira-

do, una vez. que le gastc. una llalnatla.En otra llanrac.la que le hice a Eduardo Montoya, me dijo:

-Gonzalo casi ni habla, pero no sabe nada.

Y Carlitos:

-Gonzalo se envejecid descle que Reina se fue.

Reina ingrata, pensd, que ni siquiera ha tenido cornpa-si6n de su papii. ;O qud le habr6 pasado que no ha podidollamar?

-A lo mejor la agarraron _rne dijo Giovanny Fon_seca) y senti esa cosa extrana de tristeza y alegria a la vez.Daba dcllor in-raginar a Reina en unil cdrcel, pero siempre me da-ba ilusi6n cualcluier posibilidad de encontrarla.

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Itl1

I

:

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:

--:Y rlno c6rno hace para averiguar? -prsgunle.

--Con Orlando -dijo Giovanny, y ese dia, en lugar de

almorzar-, nre fui a briscarlo.

Orlando estaba cot.niendo. Me dijo que si no me itnpor-taba, le ha['rlara mientras 6l ternrinaba, porque stts comidas

cl-rraban un buen rato. Le conretrt6 uris inquietudes, y con la

boca llena n.re respondi6:

-1b voy a decirtrlgo grave, nruchacho: ni tLi ni Reina

existen en este pais. Ustecles entraron por Lll Hueco y las com-

putadoras no saben nada de ustedes. Eso es bueno si no quie-

res que te encuentreri, pero nraio si tienes qite buscar.

Lleno otra vez su boca, pero se rtteti6 tanta comida ciue

tuvo que esperar para habiar.

-p6re si ia agarraron presa es mlts tacil ile cc'rnsultar

-prosiguio Orlando-. De'jame sus seias y dante un par

de dias.

Dos dias son demasiado cuando bay un afhn cle porrnc-dio. Y cuando la vicia consiste en un esftterzo para levan-

tarse, otro rrris gra nde para ir ir lirnpiar banos, y cuando h av

qtic hircer fuerza hasta para descansar. Era tan dificil dorntiren ese sitio que cuando cornenzo a entrar el verano y ias

noches se pusieron calientes, prefcri pasarlas etr aquclla azo-

tea que n-iiraba a Manhattan, donde me llev6 (iitlvanl'ry para

conectarnre con la realidad. Alld llegaba la brisa del rio, ha-

bia n-ris silencio que en el ctiarto asi se escuchara sietnprc el

fragor de la ciudad. Me quedaba mirando las luces dei rnons-

truo hasta que lo alumbraba el sol. Algunas veces lograba

dormir un poco, al menos n.ris que Nueva York, que no clor-

n;ia nunca. Cuando me quedaba dormido sonaba con ella:

I{eina abrazada como un goriia al Empire State, levantando

una antorcha como la Estatua de la Libertad, como una toP

nroclel en un aviso luminoso de Times Square, coltto una

sirena encallada en la orilla del l{udson o taconeando por la

Cuarenta y Dos. Asi la vi por tnucho tiempo, dnicatnente et.t

sueiios v nesadiilas.

r44

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,qii,.h,:;'vi-::

wl,p.ili'$*wffi,

-No estd presa -me ciijo Orlando, dos dias despu6s,

y arladio sin nrala intenci6n-: habril que buscarla en lamorgue.

No nte dio aneustia porque no consideraba esa opci6n.

-No, don Orlando, que ver6ir.ienza con usted, pero no

l'itrsque a Reir.ra entre los nluertos que ella estii viva.Resopl<i y ech6 para atris sr.r gordura, no para objetar

rni insolencia sino conto preguntdndome por tlud estaba tan.segurQ.

-Ella estd viva

-repeti-. Eso es lo dnico que s6.Yo atn no sabia que una desaparici6u es peor que una

nluerte. O es otra muerte. La misma muerte 1;ero sin muerto.

-Tenerlos que seguir busciindola, don Orlando. Ayr_i_

dcme, por favor.

-Ay, nruchacho

-rne dijo-. No te hagas muchas ilu_

siones. E,sta ciu'jad se 1o va tragando a uno.Se van merntando las esperanzas, se va uno acostum-

brando a la prisa, uno comienza a ser desleal con sus sueRos,se deja de llorar pero tambidn de reir v finalntente terminauno padeciendo la maldici6n del enrigrante: uno no st_. quierequedar pero tampoco quicre volver.

-;A qu6 volver? -lne

clijo una noche Roger pena, miisentrados en conllanza-. 2Para que nos ntaten?

[,o decia sin rabia, nrientrirs acariciaba a Dimon, quecerraba los ojitos cada vez que le pasaban ia nrano.

Yo tenia ntis razones para no regresar que las que deciaRoger Pena. Cualquiera diria que no hay una raz6n miis fuer_te que la de evitar morirse, pero estoy seguro de que aquitodos tienen una mlls poderosa y se quedan.

-Tal vez uno ternrina olvidd.ndose de volver _le dije.

Roger Pena se puso de pie y camin6 con f)imon entresus brazos, y en tono sarciistico pregunt6:

-2Con-ro los lot6fagos? No, nino ._me dijo_, eso era

atrtes. Lo.s hombres de hoy nos volvimos copr6fagos.

Page 75: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

!,

;

:i

Itrrnin6 de acariciar a Dinlon v Io nretiir en el maletiti'

-;Por qu6 Io encierra? -le Pregunte.

-Para educarlo

-contest6 y lcl agarr6 a bcsos. [)es-

pu6s cer16 la creuraliera. Mir6 el reloj y dijo: va son las doce.

No habl6 rn6s y apago la luz sin despeclirse, jatuis clect.r fta-'-

ta manana.

-;Nuuca Para ese ruic-lo? -le preguut6, aun sabiendo

que ya no lrle iba a contestar.

Me acostumbr6 al rebote t1e la pelota, a la indigencia clel

cuarto, a la no presencia de Javier, a las frases rarls, a los

gases y a los ronquidos de Roger Pena. No podria decir que

me fui habituando a vivir ert Nueva \brk; n-re resign€, que es

muy distinto, y conlo un pardsito aprendl a habitar en sus

entraflas y a coltter de ellas, siempre atentc) para no provo-

car a la bestia.

La gente ttrnrbidn se acostumbra a uno' o se resigtla.

conro toca hacer cotr ciertt)s p.rrientes' que hay que aguan-

tarlos por aquello de la farnilia, la tolerancia, la arnronia y

todas esas uraricadas, Per{) que si dependier-er c1e ttno ya los

habria mataclo o jamiis los hubiera conocido erl la vida. Pas-

tor Gonrez tambidr-r se acostumlrr6 a nri y dejo dc nlirarnle

como el desarrapado quc llego cle la calle para ir.rvaclir su

espacio. Ademiis no tuvo cluejas' ya no dortrlfa ell su scitatlcl,

siempre llc'gaba puntual en la nlanatra y en la noche nttnca

apuraba para irn're. Si los banos no brillaban el'r Pur viejos,

pero nunca encontrrj en ellos una gotica de orines, un pelo

enroscado o una pirtta de mierda para acusarirre. A veces

olia mal, pero es que la gente no caga rosas'

--p3s16v esta muy contento con tu trabajo --mc dijo

Patricia.Crei que su satisfacci6n implicaria ul1 aulllellto de suel-

do o un ascenso, Pero no pas6 del elogio. A don Pasttlr tam-

bien le agradaba pagarme por debajo de 1o debitlo' LIna vez

me maud6 llamar y pense que s<llo poclia necesitarnlc par'1

tlcls cosas: para echarnre o Para subirnlc el sueldo' Pero ni lo

nno i-ri lo otro:

i

146 r47

-iYa ap31sc-io la nruchacha esir?

-ure preguntd.

Le respondi Lln poco molestcl por referirse as( a ella: no,scrior, ntr hlt aP11sqiJ,,.

-;Y la farnilia no sabe nada?

--Solo tiene a su papd v ci tantpoco sabe. Esti muy de-prin'rido y ntuy enfernro.

-;Pero qui clase de rnujer es dsa?

-preguntri, enfada-

do, don Pastor.

-Quien sabe en qu€ andarii, don Pastor.

-Vos estuviste en peores

-alegti-_, y al ntenos va te

conrunicaste con tu casa.

-.Si, senor

-clije baiito.

Si alguna vez tLlve concicncia <ie los dias fue por las lla-rnadas clue espertl. Pap;i nte decia: te lltrnto la otra semanrr, elviernes, y comenzaba a contar las horas y los dias que clue-daban. O r.ne clecia Jua.ncho l'irado: llanrame el lunes a ver sisi de ella, y nunca un lunes y Reina estuvieron tan lejt'rs.

Despues rne di cuenta de que no cstabr llanrando a dondecra. Si con alguien tenia qr.re hablar era con el otro afectado:

_-Bueuas noches, Gonzalo, soy vo: Marlon.Hubo -silencio al otro lado. Al fondo .se escuchaba la bulla

del televisor.

-Gonzalo --repeti-. Por firr,or, stjlo puedo hablar cin-co minutos.

-Marlor.r -dijo.Fue cono escuchar parte de Reina. Queda tanto en llo-sotros de nuestros viejos, tautos gestos y el acento, las ma-nias, la fornra de llanrar las cosas, tambien algo en la miraday cn lir voz.

-No har/ uac-la nuevo, Marlon

-clijo, arrastranclo cada

palabra.

-Pero es ntuy ratro.

-Ni tanto

-dijo Gonzalo-. La nina sali6 a llacluel.A Gonzalo se Ie notaban las marcas que dejan 1tr nega-

ci6n y la rabia. Por sus silcncios r,rr.ro potlia asnmir (ple )/a se

habitr dado por vcncido.

Page 76: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Voy a seguir busciindola -ie

dije.

-Ajd -respondi6.Y conro mi bolsillo no estaba para gastarlo en ajds, me

despedi:

-Cualquier cosa le aviso, Gonzirlo.

-1Marlonl -dijo antes de qlle yo colgara-. A lo me-

jor es mits f6cil si encuelltras primero a Raquel.

Si era dificil encontrar a uua,2que tal encontrar a dos?

Una era suficiente tarea para rni y para ios dernis. Pero una

cosa quedaba clara: por el momento, Medellin no era el sitio

para buscar a Reina-

-;Por d6nde sigo? -le

preguntd a Giovanny.

-Descartemos posibilidades, brother.

La lista empez6 por Ias cdrceies.

-C)rlando dijo que ali6 no estaba -le

cont6.

Luego propuso los hospitales y picli6 disculpas para pro-

poner la morgue.

-Alle tampoco est6

-insisti.-Adem6s -di1o

Giovanny-, sin el social no la reci-

ben en ningirn lacio.

-;Y en el consulado?

-pregunt6.Me dijo que me acordara de como habian-ros entrado.

Si estd indocumentada, por esos lados no aParece, aseguro-

-Sin embargo, Orlando te puecle ayudar. A 6l lo cono-

cen mucho Por alla.

Orlando me dijo cuando lo visit6: dame un par de dias-

-lambi6n podria Preguntar por Gloria -le

dije-

-;Cu6l Gloria?

-Gloria, su prima.

-Gloria qu6

-pregunt6 Orlando.

Reina se habia inventado una prima, pero Gloria si exis-

tia, los dos la llamamos y oimos su voz en el contestador.'fambi6n la vi en las fbtos que a manera de anzuelo le envi6

a Reina. Pero como me crei el cuento del parentesco, nunca

le preguntd el aPellido.

148 149

.:..1

t'

-Ni idea, don Orlando. No s6 su nontbre completo.

-Eso si estd bueno

-dijo y solt6 una carcajada sir.r gra,cia-. ;'f d sabes cu6ntas Glorias puede haber en Nueva york?

-p11s5 1)regrlnte s6lo pror las colombianas, don Orlancio.

Ahora si comenz6 a reirse con ganas. Su inmensa barri-ga subia v trajaba, a punto de reventar los botones.

-Ar', Marlon

-dijo ahogado-, si tenernos Gjoriashasta en el Himno Nacional.

Pero Reinas hay muy pocas, asi cacla dia tengamos unareina diferente, para cada fruta y cada fiesta. y si alguna hapasado por el consulado para decir que cstii perdida, segu-ramente esa Reina ernbolatada es la que yo busco.

-Pregunta etr las fiestas por ella

-me sugiri6 patricia.

-2Fiestas?-Si, rnijo

-nte explic6-. Aqui celebramos las nris-rnas fiestas que alli. Y I'iasta m:is.

Que fuera a los parclues, a los parades, a ios particlos defiitbol donde colombianos jugaban contra colombianos.Sicmpre nosotros contra uosotros misntos. Ahi fui a verlosun clontingo y no me encontr6 con un partido sino ccrn unaparranda donde tambien se jugaba fritbol. Habja fritanca,mfsica a todo volunrelt, mujeres con el ontbligo afuera ynrocosos hablando ya en ingl6s pero nrds parecidos a los quecuidan carros en Colombia que a los nirlos gringos. Fui apreguntar por Reina, a todos ne les arrim6 por si la habianvisto. Tiene un ojo de un color y el otro de otro. Ese solo do-rningo conoci a ochenta Glorias, y ninguna conocia a Reina.

;Y no ten6s una foto?, me preguntaron varias veces. Nadie dioraz6n de nada, tal vez porque no la habian visto o porquemuchos estaban borrachos y no entendieron. Me fui cuandonre cli cuenta de que alli no habia mucho que hacer.

-Cuando la gente sale de su pais se convierte en la ca-

ricatura de los que se quedan -me dijo Roger pena cuando

me vio llegar frustrado y aburrido.

-No fui por mi

-le dije-, sino por ella.

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-Cantos de sirena, nilro. No te metas con ellos, sufi-

clente es con encontrarselos en la calle y en el metro' para iruno a buscarlos.

-pgpe, Roger, usted tarnbi6n es colombiano.

-Algfn dia voy a dejar de serlo

-dijo seguro.

Roger Pena parecia miis bien de otro mundo' Tuve que

esperar a que con el paso de las noches mis ojos se acos-

tunrbraran a la penunrbra del cuarto para verlo tal como era.

En las maiianas, cuando yo sirlia, solamente veia una masa

bajo las cobijas, pero cuando regresaba en la noche lo en-

contraba siempre igual, vestido con una de sus batas de seda,

en pantuflas, exageradamente perfumado, casi siempre frente

al espejo de su armario verificando que el peinado estuviera

en su lugar. Roger Pena se habia dejado el pelo largo a un

lado de la cabeza, lo habia teflido, no de rubio sir-ro de ama-

rilio, y lo envolvia alrecledor del cr6neo para tapar su calva.

Yo 1o miraba cerciorarse de que la gomina le hubiera dejado

el pelo a prueba de ventarrones, y sentia solidaridad con 6l y

con todos los calvos

-;Por qu6 Ie aburre ser colon-rbiano? -le

preg,unt6.

-Porque somos unos infames -dijo

cott rabia, y pen-

si que detrds de su ira tenia que haber otra historia. Nunca

la supe, solamente una vez me dijo:

-Yo aqui llegu€ sin nada.

Segui rnirindolo para que me contara mis, pero 6l ob-

servaba a sll perro donnido en el regazo. Ya casi eran las

doce, y cuando mirara su reloj se levantaria como un resor-

te y apagaria la luz. Sin embargo, prosigui6:

-Lo irnico que traje fue mi nombre, pero hasta eso

perdi.

-;Usted no se llama asi? -le

pregunt6.

-Primero perdi la ene. Aqui esa letra no existe.

Hubiera querido preguntarle c6mo se podia hablar sin

una letra en el abecedario y c6mo se decia cono en ingl6s,

pero 6l estaba decidido a contarme s6lo cinco segundos de

su bistoria.

15()

-No me son6 llamarme Rogelio pena, y ya perdido elPefla no veia por qu6 no perder tanrbi6n el Rogelio.

-Roger Pena

-dije maraviilado.

-Suena rn:ls eiegante, 3o no?

-dijo sonriente.

-Y menos coiombiano -agregu6.Roger solt6 una carcajada desbaratada, y al verlo asi pen_

s€ que podia preguntarle mis, pedirle que me contara dequd vivia, porque yo estaba seguro que con rni arriendo y eldel ausente no vivia nadie. Tarnbi6n hubiera querido clecirleque la infamia no era una exclusividad de los colombianos,que todos los seres humanos, sin excepci6n, somos infamesy que por eso es que estamos irremediablemente perdidos.Pero a la cenicienta le ileg6 su hora, y antes de que pudieradarnte cuenta, ya lo rinico que escuchaba en la oscuridaderan unas pelotas matando un mLlro.

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--Si al menos pudi6ranros saber c6rro es la muchacha -dijoOrlando. Tambidn me cont6 que por el consulado no habiapasado ninguna Reina, y hay como cincuenta mil Glorias,afladi6.

Yo creia que cuando hablaba de Reina la dibujaba, pero

r-ro bastaba c'l entusiasmo para transnritir r.rna imagen tele-pitrca.

-Tiene el pelo claro y es colno asi de alta.

-Yo ponia

la mano hasta doncle recordaba que llegaba su cal'reza.

-Ay, muchacho

-decia Orlando, sacudi6ndose de la

risa.

-Es bclnita -dije,

asi rlam6 asegurara lo contrario.Tiene las piernas huesudas, clecia rnamii, y para acabar de

ajustar, decia burlona, tierre un ojo destenido. Yo ie alegaba:

lo que pasa, marnd, es que usted la rnira con otros ojos.

A pap6 le dije, Ia siguiente vez qrle iiamo:

-Pap6, necesito una fcrto de Reina. Las tettgo en nri

caj6n.

-Lo dudo, hijo, su nrarnd las quem6 hace poco.

-12Qu6?! -Aden-rds no entendia qu6 hacia rnarnd es-

culcando es nris cajones. -;2Todas?! -pregunt6.

-Aqui estti diciendo su mamd que si le quedara alguna

foto de ella se la daba a la policia.Lo que tral.ara de hacer con elios era un caso perdido.

Solo me quedaban los amigos. A ellos ies encoruend6 Ia n-ri-

si6n de enviarnre una foto de Reina.

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t'.ii :liiiiliii:{;li.

-En la sala de su casa hay varias -le

ciije a luanchof irado-. Conseguite una bien actual.

-2Y si Gonzalo no n-re la da?

-No se la pidds

-le dije-. I{obitela.

'-Pero al ntct'tos tengo que cntrar en su casa.

-Andd con el pretexto de visitario y esperd a que se

quec'le dormido viendo televisi6n.

A las dos senranas lleg6 Ia foto: I{eina en su grado de

bachiller, sonri6r-rdole coquetamente a la ciimara, con la mi-rada inquieta, delatando que ya tenia a Nueva York en la

cabeza.

-Mirenla -se las mostr6 a Giovanr.ry, a Patricia, a don

Pastor, a todo el que me hablara. -Ella

es Reina-.. Sonaba

como si ella estuviera ahi para presentdrselas' Pero la verdad

era un papel, la nrisma verdad a la que tenemos que resig-

narnos cuando ya solamente nos quedan fotos de los que

querelnos.

--Es rnuy linda -dijo Patricia. Don Pastor la mir6 y

sonri6.

-Tiene unos ojcls muy ratos -dijo

Giovanny, abrien-

do los suyos hasta el tope.

-Se me parece a alguien -dijo

una de las de la cocina'

-A una sobrina ntia -dijo otra.

-No -aleg6 un mesero-, se parece a una que sale elt

televisi6n.Se pasaron la foto de uno a otro y yo hice fuerza por

esas rranos untadas de aceite y salsa, por la indolencia cot't

que uno toma las cosas ajenas, por Reina cle nrano en mano.

Yo queria que todos la conocieran, pero tarnbidn queria que

me ia trataran bier-r.

Esa noche le n.rostrd la foto a Roger Pena. La puso bajo

el bombillo,la mir6 unos segundos y dijo:

-No parece colombiana.

-l-uego afladi6-: No creo

que est6 entre ellos.

Se referia a nosotros, los parias del mundo, los que te-

nemos el pelo y los ojos del misrno tono oscuro, los que no

t54 155

somos nds altos que Llna nevera, los descendientes directosdel simio, con narices anchas y bembas coloradas. Lo deciaRoger Perra como si el mundo se divicliera en seres hurra-nos y colombianos.

Pero entre ellos era donde tenia que buscarla, d6nde mzis.

A la foto le saqu6 varias copias y las reparti entre los procos

conociclos. Giovanny se comprometi6 a mostrarla entre los

comensales de Tierra Colombiana; Patricia y los demds entresus familiares y amigos, Oriando entre los miles que llega-ban con problen.ras, y vo, cuar.rdo escuchaba un acento corno

el mio me acercaba, pcdia disculpas y preguntaba: jpor ca-

sualidad r.ro ha visto usted a esta mujer? La miraban descon-fiados, como si yo ftlera de la rrm, o como si Reina fuera unamuerta que los pudiera involucrar, pero respiraban tranqui-los cuando no la distinguian, y sonrientes negaban: no, no lahenros visto.

No s6 cudntas veces mostr6 csa foto, que ya estaba ajaday descolorida de tantas manos y tantos viajr-s en rni bolsilio.Con el deterioro de la foto tambi6n llegaron el cansancio yel desdnimo. Escuchd tantos noes que fui perdiendo el im-pulso. Noes por todas partes, tambi6n en su casa, donde lla-maba de cuando en cuando para ver si habia noticias.

-;Nada, Gonzalo?

--Nacla.

-Pero tanto tiempo. . .

-Si Reina no aparece pronto no rne va a encontrar.

Terminaba, entonces, ddndole 6nimo, precisamente yo,que lo habia llamado para que levantara el mio con unabuena noticia. Lavoz de Gonzalo sonaba peor que la mia,aunque a veces yo la impostaba para que los clos nos crey6-ramos las falsas ilusiones.

-A veces dudo de que estd viva

-decia 61.

-Lo est6

-le aseguraba.

Lo afirm6 mucho at-rtes de aquella noche cuando me

subi al subway en Grand Central, y como el vag6n estaba

repleto qued6 de espaldas a la gente mirando el trinel, para-

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do junto a la puerta, cuando me distrajo otro tren que nrar-chaba al lado a la misma velocidad y en el mismo sentido,

tan pegado ai nuestro que pens6 qlle era fdcil clue chocaran,y cle pronto, en una puerta de ese tren frente a la mia, estaba

Reina mirdndome. Puedo jurarlo. Nos miramos durantevarios segundos, quidn iba a contarlos, los dos tocamos el

vidrio con las manos, cada cual el suyo, palidecin-ros, yo ara-

n6 mi ventana y ella abri6 lcvemente la boca para decir algo,

tal vez algo bonito, ligeramente cursi corno vendrt a buscor-

te cn primavera o algo asi, pe16 no dijo nacla, seguranenteporque presinti<i que no tendria tiempo, que antes de pro-nunciar aunque fuera mi nombre, los trenes se separarian,como lo hicieron, cada uno por sus rieles y a slr destino, re-tumbando apresurados.

Me bajd en la estaci6n siguiente, aunque no fuera la mia,corri de un lado a otro sin saber ad<inde ir. Me jal6 el pelo yIas orejas, me enterrd las unas en los labios y agarr6 las pare-

cles a puiros. Tal vez fue por eso, porque la vi y porque se lnefue, que me dejd resbalar hasta el piso, y gritd como no Iohabia hecl-ro desde el dia en que ilegu6, con la esperanza de

que mi grito la persiguiera entre los trineies.

-De tanto buscarla ya ia est6s viendo

-me dijeron.

-Son cosas de trr irnaginacit',n.

-Estabas cansado y la confundiste.

-Alucinaste, Marlon.

Nadie me crey6, pero era elia. Cuando nos veamos, Rei-

na podr6 confirmarlo. Y despu6s nos reiremos de nuestrosusto. Le voy a contar que las noches siguientes tom6 ese

mismo metro a esa misma hora, dos semanAS seguidas, cam-biando de vagones, bajdndome en cacla estaci6n, ccln los ojosl'nuy atentos los primeros dias, con los ojos enrojecidos des-

pu6s, conmovidos y decepcionados, conro los de alguien que

ha visto resucitar a un n-tuerto y luego 1o ve volverse a morir.

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A Reina se le ilumin<i ur-r ojo n-ris quc el otro, y no era pararnenos: acababa dc cortiprlr ur) sueno.

-Todo tiene un precio

-dijo Fabiola ntientras recibi6

el dinero-. Senquiu very n-rach -dijo

despu6s de contarlo.Pero su precio no era solamente ci de los billetes que

acabdbamos de entregar. Ilabia mis.

-Porrgan rnucha atenci6n

-dijo Fabiola, sonriente.

Reina tan'rbi6n sonri6 y se ech6 un poco para adelante.A nri me sonri<i la otra, la calcfla, y descruz6 las piernas contola vez anteric'rr para mostrarme que ese dia tanrpoco llevabanada debajo de sr"r falda. l)escansd porque Reina no se diocuenta: ton-raba nota de las instnrcciones cle Fabiola.

-No vamos a viajar todos juntos

-dijo-. Lo hare-rrios en pequeiros grupos.

-;Vos llos vas a acornpaiar?

-pregunt(r uno.

-Por supuesto que r1o -dijo Fabiola-, yo tengo que

supervisar todo desde aqui, pero alld los recibird alguien de

nuestra organizaci6n. La semana entrante les vamos a darlos tiquetes de avi6n Medellin-Bogotd-Pananri-Cuidad de

Guatemaia-Parrarnd -Ilogot6 Medellin. En los tiquetes encolt -

trariin la fecha que le corresponcle a cada uno.Hubo munnullos, ruido de silias y varias ntanos que se

levantaron para preguntar.

-2Por qu6 nos cobran el trayecto de regreso?

-;Y por qu6 nos van a separar?

-lQu6 varnos a hacer apenas lleguentos?

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-A ver, a ver -dijo

Fabiola, apaciguadora y risuefla-,trarrquilos, ya les voy a explicar: si no presentan el tiquete cle

regreso les van a poner problenras en Inmigraci6n; es muyposible que no los dejen entrar. Pero tenemos una soluci6npara que recuperen su dinero: cuando lleguen a Estados

Unidos pueden ponerle ese ti(luete por corrco a algrin fami-liar, y nosotrcls ies reembolsaremos ei treinta por ciento del

valor.Otra vez hubo ruidos y cornentarios, qr.re c6mo asi, que

por qu6 no devolvian todo el valor, y Fabiola, antes de que

surgiera un levantamiento, se puso de pie, alz6 la voz y dijoseria: agradezcan que les devolvemos algo, porque en otrasagencias no devuelven nada. C) ei que se quiera arriesgar ;r

irse con un solo trayecto, pues 6se no es problema mio, pero

1o mds seguro es que no los dejen entrar.Todos se cailaron. Nos miramos entre nosotros. La ca-

lena volvi6 a descruzar las piernas, ahora mds despacio para

que yo pudiera ver todo claramente: la mds deiiciosa tenta-ci6n de pelos y de carne juntos, pero no dej6 de hacer fuerza

pensando que Reina nos iba a descubrir. Fabiola sonri6 de

nuevo cuando nos vio en silencio.

-Me gusta que estemos todos de acuerdo --dijo-, y

ahora no se preocupen, qlle no varros a separar a los que quie-

ran l'iajar juntos -la calena rne nriro-. Lo que nos propo-

nenos es no rnandar un grupo rnuy grande que puecla

despertar sospechas. Porque ademds de ustedes va a viajargente de otras ciudades; acu6rdense, solrros una organizaci6ngrande y seria, por eso nos buscan de otros lugares.

Despuds nos advirti6 que iba a decir algo muy impor-tante, y nos habl6 de lo que podiamos y de lo que no podia-n-ros llevar: no se les ocurra llevar nfmeros telef6nicos,direcciones o nombres de personas en Estados Unidos. Ojo:todo lo tienen que memorizar. Nombres, teldfonos y direc-ciones de memoria. Tienen que llevar una maleta mediar-ra

y adentro un maletin pequeflo y, ojo, solamente una mudade ropa limpia y otra de ropa negra; repito: una sola muda de

158 159

ropa lin"rpia y otra de ropa negra; y r-rada de comida, nadade encargos, r-ti una foto r-ri una carta. Mejor dicho, que dejii-ramos hasta los recuerdos.

-2Alguier-r tiene algo para preguntar?

-clijo Fabiola,

pero todos estdban'ros frios, hasta la calefla cerr6 las piernas.Lo de la ropa negra rne son6 a muerte y a velorio. Vi queReina levant6 la mano lentamente para preguntar:

-;Y para qu6 la ropa negra?

-I)eben pon6rsela la noche en que crucen la frontera.

-;Y ctimo vantos a pasar?

-'lbdavia no s6. Pero es mejor que est6n de oscuro.

F,l asunto me seguia sonando mal. Rccordd lo que medijo Cariitos: por all6 han rnatado a nrucha gente, los atra-can, violan a las mujeres, se roban a los niflos, rnuchos se

al-rogan al pasar el rio. Yo ya se lo habia dicho a Reina, peroella me desafi6: iy es que aqui no matan?, ;aqui no violan?,2aqni no secuestran ninos? Prefiero morirnte interrtiindolo,dijo, a que me maten aqui cruzada de brazos y sin r-ringunarazort. Yo sientpre me quedaba sin argumentos para alegar-Ie. Qu6 podia decir de un pais donde en cualquier esquir.raesta acechando la tragedia, lista para enlutarte.

-;Y para qu6 una maleta grande si vamos a echar dos

trapos? -pregunt6

ia calena.

-Para despistar

-explic6 Fabiola-, no pueden llegar

cle turistas y sin eqr-ripaje, pero apenas lleguen le entreganlas rnaletas a nLrestro companero y ustedes se quedan con elmaletin.

Todo parecia muy fdcil, pero esa reuni6n nte dej6 unmal sabor a delito, que sumado al robo de los d6lares n-re

hizo sentir con-to un criminal. Fabioia nos cit6 para otroencuentro, pero antes de marcharnos conversamos un pocotodos los que estdban'ros ahi. Reina me agarr<i de la manopara rnantenerme fuera de los lirnites de la calefla, que nemiraba socarronamente. Supe muy poco de mis contparle-ros de viaje, solamente sus destinos, aunque tambi6n com-partimos el miedo y la ansiedad.

Page 82: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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-Yo es la tercera vez que entro

-dijo uuo que se 1la-

maba Estalin-, y no es que rne hayan devuelto.

-;Entonces a qu6 venis tanto?

-Me gusta venir a pasear. Ademis, con este nomllre

llunca me vatr a dar una visa.

Nos cont6 c6mo habia entrado las dos veces anteriores

con una agel'rcia diferente; la primera entr6 metido en untanque de gas, como unas salchichas en lata, dijo, irirviendoporque ese desierto es el infierno y cagado del susto porque

era la primera vez. La segunda pas6 por el rio, sentado en

una llanta, con el culo mojado, dijo, con m.ls sLlsto que en ei

tanque porque no sabia nadar. Ahora que ter-ria miis dinero

habia cambiado de agencia, 6sta es mucho nl6s elegante,

coment6, dicen que con estos es mucho mds ficil el paso.

-2Y cuil es la parte m6s miedosa?

-pregunt6 una se-

flora.

-ln pnlts nliis miedosa es donde estd la policia, que

estd por todas partes -dijo

Estalin-. Hay que cuidarse de

la mexicana y de la gringa.

-;Y qr,i6 pasa si lo agarran a uno?

-pregunt6 otra vez

la senora, a quien ie temblaba la voz.

-De todo

-enfatiz6 Estalin-. Pr-rede pasar de todo.

Yo queria escuchar n.ris pero Reina dijo, vdmonos, no s6

si porque temia que las historias de Estalin me hicieran pra-

trasear, o porque la calefla se habia acercado para escuchar-

lo y se habia parado junto a mi.

-;A cu6l ojo la mir6s? -me

pregunt6 Roger Pena' y

al ver mi extrafleza, dijo-: No se pueden mirar los dos al

tiempo.

-Pues a veces a uno y a veces a otro

-le dije.

-;Y cudl te gusta m6s?

-Pues.. . t.to s6.

-Reina tiene un ojo colombiano y otro gringo -Pull-

tualiz6 Roger Pena, y se dob16 en una de strs carcajadas desen-

tonadas.

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-aDe qlle sc rie, Roger?

-De nosotros los colonrbianos

-dijo cntrecortada-mente-. lTan cursis! lmaginate, seguimos tan orondos can-tando el feliz cumpleafros en inglds.

Sigui6 ridndose; yo me qued6 sin saber cl6nde estaba el

chiste ni por qu6 habia traiclo el ujapi verdi, a colaci6n, ei caso

es que todavia se reia cuando dierorr las cloce y apag6 la luz.Sin embargo, en el oscuro me preeuntti:;c6mo estiis de ropa,Marlor-r?

-Perd6n, Roger, pero hace rafo que no le entiendo.

-Ay, nirlo

-dijo fastidiado desde su canra-, que si

cstiis rrecesitarrdo ropa.

-Pues clarcl, Roger, eso es algo que siempre se necesita.

-Entonces maflana te vas a trairajar conntigo.

No le preguntd r-nis porque se escuchaba cansado. Toca-ba espcrar hasta el otro dia y dormirme arrullado por losbotes de la pelota contra la prared.

El ruido de otra pelota me despert6 temprano. Roger ya

se habia levantado y no estaba en el cuarto, pero me lo en-contr6 cuando iba a banarme. Llevaba al perrito en sus l>ra-zos. Dimon le ladraba furioso ai pobre viejo que a todas horasdearnbulaba por el edifrcio, pero Roger no hizo nada paraque el animal se callara.

-l)irnon estaba haciendo pipi

-nte dijo en medio de

sus latidos-. Alrstate que ya casi nos vam()s.

-Roger -le dije-, ahora no puedo gastarme 1a plata

en ropa, usted sabe.

-No vas a gastar nada. Yo te ia regalo.

Hubiera querido preguntarle qu6 tenia que ver la ropacon su trabajo, por qud iba regaldrmela asi como asi, si labondad no era su virtud. Llegud a dudar tanto de Roger quecuando regres6 al cuarto para vestirme, decidi hacerlo en elbaflo y no frente a 61.

Antes de salir, Roger Pena se mir6 en el espejo y verifi-c6 que las vueltas del cadejo ie encubrieran la calvicie. Conun brazo agarr6 el perro y con el otro su ntaletin. Abajo,

Page 83: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Dimon la enrprendi6 de nuevo contra el viejo que cami-

naba dorn'rido.

-Qu€ seflor tan raro -le dije a lloger nliet-itras cami-

nibamos a la estaci6n.

-Es un aqueo. Le clecimos Papd Dionisic,.

-2Un qu€?

-Un griego, niiro ignorante. Es el inquilino que lleva

mds tiempo en el ec1ificio, pero desde que constrtlyeron el

ch"rb de al lado no ha vuelto a dormir'

-;Por cl peloteo?

-Yo creo que es mis por rabia que POr el ruido'

-Pero se ve muy tranquilo -le

dije-' si hasta Parece

dormido.

-Serii nn volcin dorr-rrido -dijo

Roger-. Pero se va a

morir si no explota.

Antes de entrar erl la estaci6n, Roqer meti6 a Diurotl en

el r.naletin y le dio un beso antes c.le cerrar la cremallera. Nos

bajantos en Lexington y caminamos hasta Bloomingdale's'

Yo no habia estado en Mirnhattan r-n6s de tres veces, llo era

mi territorio y prreferia verla desde lejos, en aquella azotea.

Menos digno rne sentia de entrar a sus tiendas: los precios

v la gelrte nte alejaban, me parecia iniitil siquiera nltrlr'De Bloomingdale's lo mis cerca que estuve fue de sus bol-

sas, que de nano en ntano van llegando hasta las []anos

probres. Pero Roger Pena entro en l3loomingdale's como si

ya lo conocieran o como si acosturnbrara hacer sus colllpras

alli. Lo segui como una sirvienta que llevan a conocer, des-

lun-rbrado y prevenido, asonlbrado por la lnanera como

Roger habra cambiado su c()mPortamienlo, su lbrma de ca'

nrinar, de acercarse a la ropa, cle rnirar a los otros ciier-rtes'

Lo hacia con eleganciat, casi cott atnaneramiento. Miraba los

precios y sonreia mientras yo sentia que ahi no tenia nada

clue hacer.

-B,ueno -me dijo-, ;qud te gusta?

-No, Roger -le

dije-, mire esos precios.

t6z 163

-Escoge ya y no seas guev6n

-dijo entre dientes.

Entonces yo, mds por saiir del apuro que por gusto, se-

flal6 una camisa.

-Elige otra

-dijo Roger.

Sena16 otra y despuds un pantal6n. Roger iba tomandolo que yo escogia y 1o colgaba de su brazo con la confianza

de alguien que estd dispuesto a pagar.

-Ahora vigila que no se acerque ningr.in vendedor.

-i;Qu6?! -exclam6 horrorizado.

-No grites -dijo

Roger, caln-rado y sonriente-. Sint-

plemer-rte vigila.Definitivamente qriise correr, pero no senti ias piernas.

No pude informar de la llegada de alguien porque estaba

hipr-rotizado por el movimiento lento y seguro de Roger,

abriendo la cremallera del maletin y metiendo habilidosa-mente ia ropa debajo de Dimon, que tranquiio y atento se

dejaba mover como una paloma educada para un acto de

magia, mientras las manos resueltas de Roger Pena haciar-r el

truco para desaparecer al animal y la ropa, engaflindome

hasta el punto de no saber si me encontraba frente a un mago

o a Lln ladr6n.Aquella ropa me qued6 bien. De no haberla conseguido

asi, jamds la hr"rbiera tenido. Ademiis, era la prir.uera vez qlle

tenia algo nuevo en Estados Unidos; todo lo que poseia era

viejo, sucio o eran herencias de otros. Estrenar ropa nre hizosentir nuevo, y yo no fui el rinico que lo not6.

-Mird c6mo te est6n mirando -rne dijo Giovanny

Fonseca.

Estdbamos en Fiushing un 20 de julio, celebrando el diade nuestra independencia nacional. Se respiraba un patrio-tismo exagerado con banderas, banderines, sombreros tri-colores, pafloletas, iguanas, boas, camisetas que lucian cor-r

orgullo al amarillo, el azui y el rojo, l)ios, Patria y Madre,

I love Colombia v cuanta mierda nacionalista se les ocurri6

Page 84: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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ii llevar. Habia orqllesta y comida, motocicletas, trajes tipicos,borrachos y reinas de belleza; toda una f-iesta de pueblo er-r

Nueva York.

Me la pas6 atento a cada rostro y a los ojos de cada mu-

.1er por si de repente nre encontraba que alguna tenia unonrds oscuro que otro. Conversaba sin rnirar a quien me ha-blara para que no se me fuera a pasar en una distracci6n la

clue habia ido a buscar. Por eso pensd que Giovanny le her-

blaba a su esposa y no a mi cuando insisti6:

-Mird, miril como te mira.

Despu6s senti el golpe en el hontbro y entendi que se

referia a mi y no a Gladys. Entonces mird a quien strpuesta-mente me miraba y la verdad no vi a nadie en prarticular,pero Giovanny sigui6 seflalando al frente con su boca,lueeola abrirj junto con sus ojos para exclamtrr:

-Viene para ac6, brother.

Hacia nosotros vino sonriente una de ellas, de ias que se

habian disfraz-ado de bandera nacional. Tiaia pintadas sus

mejillas con los tres colores, contone;indose colno si ella fuerala patria y la liesta fuera en su honor. No hacia falta ver el

disfraz para saber que era de los nuestros: a Lresar de su co-queteo traia cara de culpa.

-Hola Milagros

-salud6 Gladys, y mientras se daban

los besos Giovanny y yo nos miramos corrro dos idiotas.Despu€s vinieron las presentaciones de rigor: este es Gio-vanny, mi esposo, y este es Nl[arlon, un amigo de los dos.

A Giovanny le regal6 un gr-rino y a rni un saludo de miradalarga; hola, Marlon, dijo, y sigui<i mirdndome incluso cuan-

do praro de saludar.

Se qued6 con nosotros, o corno dijo despu6s Giovanny:_.Se qued6 con vos

-y luego anadio-: ya tenes me-

dio adentro.Esa tarde s6lo pude mirarla como a una mujer deliciosa

y alegre que me hizo reir y hasta bailar. Pero esa noche me

acostd pensando todavia en Reina, sin sospechar que ven-f i..

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drian otras noches en las qr.te me acostaria pensando tant-biejn en alguien n.rfs; que al igual que una orqllesta cle tim-bales, conro un vuelo de loros, corno una fiesta de aflo nuevo,semejante a un carnaval, llegaria a mi vida, para celebrar:Milagros Vald6s.

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No habia per-rsado que el dia del encuentro fuera a caer en

domingo. El nombre del dia no tiene por qu6 importar, lotrascendental es lo que pueda pasar en 61. Pero los domingosson tan crueles que pueden hasta cambiar los hechos, a fa-vor o en contra: se salv6 porque era domingo, no habia trd-fico y lleg6 a tiempo al hospital; o: como era domingo s6lohabia un rnddico y estaba atendiendo a otros heridos, perono alcanz6 a atenderlos a todos, y muri6. Sea lo que sea, el

domingo no es un buen dia. Prefiero ignorarlo y pensar queel dia en que verd a Reina no tendrii nombre.

.lal vez por ser dontingo fue que encontrd los banos ile,

nos cuando corri para llegar primero. Tenia quince minutospara cambiarme la ropa, afeitarme, desayunar y llamarla.La advertencia habia sido clara: en quince minutos se va este

bus. Le preguntd al chofer la hora que tenia en su reloj parasincronizarla con la nria. Hasta pens6 que era capaz de r.u.r

juego sucio: adelantar la hora para dejarnos. En tres minu-tos me cambi6 la ropa, me af-eit6 en cinco, despu6s compr6el desa;.uno: hamburguesa, papas fritas y coca-cola. No s6 si6ste ser6 el desayuno americano que ofrecen en los hoteles.

Reina no contest6. Marqu6 inseguro y me habl6 otravez Ia m6quina: hi, please leave your name and message, andI'll call you back. Podria dejarle un mensaje, decirle: espdra-me que ya voy; pero no quiero que quien interceda en este

reencuentro sea una miiquina, quiero que lo oiga de mi pro-pia voz, asi suene tan hueca e imprecisa comcl la de una gra-baci6n.

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Con ropa limpia pero mai afeitado y con el desayurto en

una bolsa llegu6 al bus tres minutos antes del plazo. Subi de

primero, como tenia que ser; el chofer ya tenia el motor en

narcha y me pregurtt6: ;qu6 le pas6 en la cara?, nte cc'rrt6

afeitdndome, le clije, me tuve que afeitar en citrco nrintttos;

se burl6: uo nre manches con sangre el bus, v empez(t a dar

bocinazos acosadores; afuera corrian lcls qtre no cluerialt ser

abandonados en un puebio aburridor.

-;Est6s con alguien?

-me pregunt6 N{ilagros cuando

ltos corl()cuTlos.

-Si -le respondi.

Se sonrclj6 como si hubieran sido un atrevittriento sus

miraclas coquetas y proloneadas, y haber pasado todo el dia

conmigo.

-Pero no est,i aqui -le

dije, y como no entendi6 le

tuve que contar n-ri historia, que de tanto repetirla ya me

comenzaba a aburrir. Y como era larga le propuse catnittar.

-'frj me guias

-le dijc.

Caminamos sin prisa. Ella s6lo ue interrumpi6 para

decir: cruccnros, espera quc estd en rojo, por aqui a la clere-

cha. Me dej6 llevar sin rr-riedo por las calles de Queens.

-siernpre que carnino

-le dije- tengo Ia setrsaci(rt-t

de habcr estado antes en c:rc-la calle.

-En todas menos en una -dijo

Milagros, al tanto de

nri situaci6n.La calle donde dej6 a Reina y donde seguramente ya no

estii. En ese cuartucho ahora debe de hatrer otro que tam-

bi6n vino a ver qu€ le podia raspar a Nueva York.

-De nada me serviria encontrar ahora ese edificio.

-A que nunca has mirado las aceras de noche -dijo

Milagros.Yo caminaba siempre buscando en los rostros de los

demds, por eso no las habia detallado. Las aceras brillaban.

-;Pot qud brillar-r?

-le preguntd maravillado.

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-Tienen diamar.rtes molidos

-dijo Milagros, y solt6

una carcajada cuando vio mi asombro.

-;De verdacl?

-Claro que si, lindo

-dijo y me agarro por el brazopara que sigui6ramos, pero yo me qued6 pensando en el lin-do que me habia dicho y en la cara que pondria Reina si meencontrara ahora ntismo caminando de gancho con Mila-gros Valdis, que queria estudiar mirsica y cantar salsa, gra-['rar discos y ser famosa.

-Conto Celia Cruz

-nte dijo, v empez6 a calttar y a

sacudir sus nalgas.

Por eso estaba aqui y no en Los Angeles coll sus papas, oen la inisma Colombia, en su tierra caliente donde la gentebaila cn lugar de trabajar.

-Aunque tti no lo creas

-nte dijo-, la salsa est.i aqui.

-Luego me pregunt6-: ;Y tfr qu6 piensas hacer?

Se referia a mi vida, a lo que iba a hacer de ella: estudiar,trabajirr, o sinrplernente nada. Pero la decisi6n la habia pos-tergado hasta encclntrar a Reina. Ya decidiriamos los dos loque ibamos a hacer con nllestras vidas, supor-rgo que lo qr.re

hace casi todo el que puede: primero estudia, despuds tra-baja y despu6s se sienta a mirarsc- envejecer; pero yo, cuandolr4ilagros me io pregunt6, me limitaba a trabajar paracomer, para pagar llamadas y buscar infructuosantentea Reir.ra.

-Ay, lindo

-dijo otra vez-, todo este tiempo limpian-do baircls y recogiendo basura, si con tu carita podrias sermersero o al menos busboy.

Me tom6 de nuevo del brazo, pero habia cambiado sucara alegre por una de desaprobaci6n. Caminamos otro ratoen silencio hasta que escuchd rugir el subway.

-;Te sirve esta estaci6n? -me

pregunt6 Mrlagros-,aqui agarras el siete.

No me queria despedir asi, queria decirle que me habiaencantado conocerla, que disfrut6 mucho caminando sin

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miedo por Nueva York y que me fascinaban sus cattciones'

Entonces me decidi y comenc6 a decirselo, pero justo cuan-

do habl6 pas6 el tren por encina de nosotros, estremeclen-

do la tierra y tapando mi voz.

-Corre, corre -me

orden6 Milagros-, 6se va en tu

direcci6n. -Me dio una palmada en el culo, n.re arroj6 un

beso mientras a saltos trep6 las escaleras y Ie grit6:

-1Llimame al restaurante!, lvolvi{monos a verl

Al dia siguiente me dijo Giovanny: no conozco a Reina'

prero 6sta estd como le gusta hacerlas a mi Dios'

Giovanny se sabore6 con sus ojazos y se frot6 las pal-

mas. Yo me obstinaba en pensar que Reina no tenia reem-

plazo, que era una necedad poner a otra en el lugar de la que

tarde o temprano tendria que aparecer.

-Ademis -prosigui6 Giovanny-, 6sta estd aqui y la

otra ni idea. Y no me mir6s asi.

-Mejor callate, GiovannY.

Se call6 pero s6lo Por Llnos segundos"Ienia rnuchas pre-

guntas y no se las iba a aguantar.

-Bueno' contame,;qu6 hace Milagros ademds de mi-

iagros?

Yo mird hacia abajo Y me rei.

-;Por qu6 te pusiste colorado?

-pregunt6 Giovanny-'

contame qud te Pas6.

-Pues una bisoflada -le

dije, y Ie cont6 que le habia

preguntado a Milagros qu6 hacia.

-Trabajo en una tienda de groserias'

Y yo de atolondrado le Pregunt6:

-:En un sex shoP?

Milagros casi se ahoga de la risa. Casi no puede expli-

carme que trabajaba en una tienda de cosas para comer: gro-

series.

-Eso no te pasa por bisoflo -me

dijo Giovar.rny-,

sino por gtiev6n. Si en lugar de botar la plata en llamadas te

metieras a un curso de inglds, hasta te podrias conseguir utl

trabaio meior.

17C)177

-Ella me dijo que nre iba a ensenar -le

coirt6.

Despu6s le respor"rdi sus otras inquietudes y le dije que

Milagros queria ser cantante, queria estudiar rntisica y ser

famosa. Le dije que si las serpientes tuvieran nalgas se mo-verian como Milagros Valdds.

-iQu6 ntujer!

-exclam6 Giovanny.

-Pero voy a seguir buscdndola.

-;A qui6n?

-A qui6n va a ser. A Reina.

Unos dias despuds, precisamente, fui con Patricia adon-de una seflora que encontraba cosas perdidas.

*Pero Reina no es una cosa -le

habia dicho.

-Si es capaz de encontrar una billetera perdida

-es-pecific6 Patricia-, c6mo no va a ser capaz de encontrar a

una muchacha.Nos fuimos entonces para donde una tal Madame'fay-

lor, una bruja que leia cartas y otras cosas, que le ayrdaba a

encontrar a Patricia todo lo que se le perdia.

-N[ndams no habla espanol

-me aclar6-, y tampo-

co habla n-ruy bien ingl6s. Ella es de por all6 no sd d6nde.

-;Y entonces c6mo voy a hacer?

-No te preocupes, mijo, que yo le entiendo.

Me cont6 Patricia que Madarne le habia preguntado qu6

se le habia perdido ahora, y que ella le habia dicho qr"re a elia

nada sino a mi, y que Madame habia dicho que no parecia

que se me hubiera perdido algo, sino que ella veia que el

perdido era yo.

-Se le perdi6 su novia, Madame.

Patricia me explic6 la mala cara de la mujer.

-Dice que es m6s fdcil encontrar cosas porque las co-

sas nt'i se mueven y la gente si.

Despues le prregunt6 si yo tenia una prenda de la percli-

da y Patricia le explic6 que a duras penas yo habia llegado

con mi propia ropa. Entoltces Madame se indispuso y le dijoa Patricia que asi era imposible.

-Digale que tengo una foto de ella -le dije a Patricia.

Page 88: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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Madame sigui6 diciendo algo que parecia pura cantale-

ta, y cuando cogi<i la foto conenz6 a negar con ia cabeza, sit't

dejar de parlotear.

-Dice que ella no est6 perdida, que ella ve m6s all6 de

lo que miden sus pasos, que tiene en los ojos de distintocolor las virtudes del camale6n.

-Pregrintele que ddnde estd -le

supliclu6-, que me

diga si puede encontrarla.Madame Taylor se meti6 la mano dentro del turbante

de pitonisa de feria y se rasc6 Ia cabeza sin dejar de mirar lafoto, Iuego extendi6 unos naipes sobre la mesa, me pidi6que escogiera diez cartas a\ azar, hizo ruidos con su boca

mientras las destapaba y despu6s habl6 en su ingl6s teflidode acento balcdnico.

-Que ella no estd sola, que esti bien

-traducia Patri-

cia-, que ahora tiene dinero, que no puede decinne d6nde

esti porque ha cambiado mucho de lugar.

-Pero, ;est6 aqui en Nueva York? -la

interrurr-rpi.

-Que puede que si pero puede qlle no, qtle esa joven-

cita es corno el viento, que segurameute nacici en febrero'

que ella tambidn estd buscando a alguien.

-i2A mi?!

-interrulnpri otra vez.

-Que puede que si pero puede que lto. Que de todas

maneras la nifla no estd perdida, que en lugar de buscarla

m6s bien deberias encontrarte tf .

tas miri perplejo, con el coraz6n a revetrtar, la boca seca

y atragantado.

-iQu6 mis hay?

-les dije.

Madame mir6 otra vez las cartas y neg6 nuevanlente con

la cabeza, se acomod6 el turbante, se metici veloznrente

en dedo ala nariz,lo sac6 y s61o dijo dos palabras.

-2Qud dice? -le

pregunt€ a Patricia.

-Que son treinta d6lares.

Palideci. Le reclamd a Patricia que c6mo me iba a co-

brar tanto por decirme tan Poco, y Parece que Patricia le

transmiti6 mi reclamo porque Madame se puso como una

172 173

vibora, recogi6 las cartas de un rnanotazo y conielrzci a ha-

blarme fuerte a mi, aun sabiendo que yo no entenclia nada.

-Yo creo que es mejor que le pagues

-me dijo Patri-

cia-. Yo te puedo prestar algo.

Le dimos la plata y ella se la n'reti6 entre las tetas; con lalnano rrle espant(l como a un mosco, aulrque le sonri6 a Pa-

tricia cuanclo se despidi6.E,r'r la calle, Patricia trat6 cle corrsolarme dici6ndon-re

que no l-rabia estado del todo mal, que al menos va sabia queestaba viva, que estaba bien y que muy probablemente meestaba buscando. Nadzr de eso me convenci6. Hubiera que-rido escuchar el nombre de una caile o el de urra ciudad,una prista mds precisa, algo que rne hubiera devuelto la con-fianzay las ganas dc volvcr a buscar.

Me irritaba, ademais, que yo hubiera iclo a buscar a Rei-na en unos naipes, precisamente yo clue no tengo esa fe clue

rnantiene a las nronjas en pie. Lo ilnico qlle rne qued<i de la

visita a Madanre Taylor fueron treinta d6lares tan perdidosconro Reina.

Page 89: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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Donde antes estuvo Charlotte, y clespuds Gerardo, el saiva_cloreflo que fue al bano del bus y nunca regres6, ahora haysentado un nino que no ha dejado de mirarme. No lo miropara que llo nte hable, sin embargo:

-2C6mo te llamas?

-Marlon.-;Para

d6ndc vas?

-Para Miami.

-2A qu6?

-A encontrarme con alguien.

-;Con qui6n?

Lo miro serio y le digo destempladamente: con alguien.

-;Por eso tienes la cara asi? -*me pregunta.

;En qu6 momento se sent6 este culicagado junto a rni?-N,[e r-niro en el reflejo de] vidrio para ver qu6 es lo que tengoen mi cara.

-Tienes cara de tonto

-me dice el niio.Busco a mi alrededor tratando de encontrar a su mama.

Una mujer me sonrie dos filas atrds; no se parecen, pero cle_bi6 ser ella la que me lo sent6 al lado.

-2Quieres jugar conmigo?

-pregunta el niio.

-No.-2Por

qu6?

-Porque no.

-Es muy fdcil -dice-, yo pienso en algo que estoy

mirando y te digo la primera letra para que adivines qu6 es.

Page 90: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

--No -insisto.

-I -comienza el iuego.

-Infanticida.-No -me

dice-. Perdiste.

Los dias anteriores a una fuga son muy ientos y se viver.r

en un desespero que no estd permitido mostrar. Fue hasta

que nos lleg6 la hora del viaje, el dia que Reina tanto esper6

y el que yo ternia que llegara, asi supiera que los dos estaria-nros siempre juntos en Nueva York. Gonzalo me coment6en alg(rn momento que Reina andaba muy distraida rilti-mamente. Qui6n sabe en qu6 estar;i pensando, me dijo, y yole repeti: qui6n sabe, Gonzalo, y luego murmurci: es tan pa-

recida a su mamd.Con Gonzalo nunca habl6 de la trascendencia que ter.ria

Nueva York para Reina r-ri de sus planes. Ella tendria que

buscar la oportunidad para decirselo. Pcro Reina fue cobar-de y evit6 siempre ese momento. Le insisti que no se prodia

ir asi, sin siquiera dejar una nota, conro lo l'rice yc'1, cobarde

tambidn pero menos qr,re ella qlle no cor-rt6 nada y la nocheanterior ai viaje se despidici de su papii como todas las no-ches, con un hasta rnaiiana mecanizado y un beso que de

tanto repetirse irabia perdido su sentido. La costumbre ayu-

d6 para que a Reina no le temblara la voz, colno, en cambic'r,

me tembl6 el pulso para escribir mi despedida. Fueron dos

o tres lineas para deciries que los queria, que los iba a extra-

flar y que por si acaso no regresaba me recordaran siemprecon cariiio. Lo escribi varias veces, palpitando v cor-r las 16-

grimas a punto, buscando las palabras que dolieran menos,las que no delataran mi inseguridad y mi ingratitud. Canri-nd sigiloso por toda la casa y como un ratero inexperto tlue

no sabe qu6 robar, vacil6 buscando el sitio donde dejaria la

nota traicionera. Probd en el comedor, en el suelo junto a

la puerta de mis padres, pegada en el espejo del baflo, hasta

que finalmente, y no sd por qu6, la dejd sobre la estufa. Tal

176 177

vez guardaba ia esperanza de que alguien medio dorrnido iaencendiera y el fuego quemara mis palabras mentirosas.

Esa noche no dormi, no tanto por insomnio, sino por_que lo considerd un descaro. No poseo la desvergrienza delos asesinos que duen.nen tranqnilos la noche anterior alcrimen. Tengo el sueno de los condenados a muerte, o el delos que pelean toda una noche con una mosca porque losperturba su vuelo. Con los ojos ntuy abiertos nte pill6 eidespertador a las cir-rco de la maflana, y a pesar de estar des-pierto saltd cuando se dispar6 su timbre. Necesitd de variosmututos para recuperarme del sobresalto. Les habia dicho a

todos que esa mairana madrugaria a hacer deporte con ]uan-cho 'firado y los otros, y todos me miraron extranados por-que yo no hacia deporte y mucho menos madrugaba. peroigual no se preocuparon. No podian sospechar que ni si-quiera yo tenia idea de uri regreso.

Tbdavia estaba oscuro cuando pas6 por Reina. Me esta_ba esperando al pie de la ventana y cuando me vio a lo lejosbaj6 corriendo y lleg6 ella primero a Ia calle que yo a supuerta. Me abraz-6 fuerte, como si en lugar de partir juntosyo lleeara de muy lejos. Recogi cautelosamente la maleta,meti en ella mi r-naletin con la ropa oscura, mir6 por dltintavez la casa de Reina con la ntisnra pcsadumbre que habianrirado la mia, y esper6 a que me diera la orden que vo noqueria obedecer.

-Vamos -dijo flnahnente.

Ahora estoy seguro de todo lo que uno tiene que vercolt su ;rropia suerte. Si de algo he de lamentarme no es demi mala estrclla sino de mi estupidez: seguir a alguien porenantorado tiene mds de torpeza que de honestidad o deceguera.

-Devolvete -le dije a Reina, antes de subir al avi6n.

-2Que pas6?

-Devolvete y entrd primero con el pie derecho.

Page 91: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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Me dio gusto y ademiis me sonri6. Sabia de mi apren-si6n y cle mis nervios, no s61o por el avi6n sino por lo queseguiria apenas liegdramos, pero ese paso para entrar ai avicin

era el primero de los muy complicados que tendriamos quedar m;is adelante. Por eso era significativo, aunque ignorii-ramos lo que despu6s harian mis pasos.

-Falta ver si el piloto no entr6 con el izquierdo -meciijo luego, cuando estuvimos sentados. Lo dijo riendo.

Su intenci6n era ablandarnle con una broma, pero como nolo logr6 quiso recurrir a un beso.

-1No! -la apartd ofuscado-, acordate de lo que nosdijeron.

Que r-ro hici6ramos escdndalos, nada que pudiera lla-mar Ia atenci6n o que hiciera que la gente nos mirara.

-Eso es para cuando lleguemos

-dijo Reina.

-Es mejor cuidarnos desde ahora

-le dije-. Aclemis,

vos sabds que no me gusta que me toquen cuando estoynervioso.

Ni siquiera era miedo sino que me sentia hecho aiicos.Lo dejaba todo y huia corno un delincuente, y como tal en-

traria el pais qr-re habia elegido Reina. La situaci6n no cras6lo para cagarse del susto sino para considerar tambidn la

posibilidad de que nunca hubiera un regreso. La circuns-tancia era para sentir dolor y rabia con una patria que noofrece nada que 1ro sea sangre y nuertos y un futuro de po-breza.

Reina me apret6 la mano y me dijo:

-Si de algo te sirve, yo tambidn tengo ntiedo, aunqLlc

serviria mds que alguno de los dos fuera valiente.Tuve ganas de decirle: baj6monos, Reina, que todavia

estarros a tiempo, pero cuando quise decirlo la azafata ce-

116 la puerta, se encendieron los motores y el avi6n conen-z6 a echar reversa. Entonces ella, con un nudo en la voz y

con una sonrisa tiesa, me dijo:

-J3 165 fuinros.

178 179

lVientras el avi6n carreteaba opt6 por rnirar hacia fuerapor la ventanilla para ver por f ltirna vez la tierra que dejabay para que Reina no nle vicra lagrineando. Seguimos cogi_dos cle la mano hasta que sentimos que los ntotores soltarol"rtoda su fuerza para intpulsarse. E,ntonces yo desanucld mimano para echarme una ber-rdici6n y r,i clue ellil hizo lo rnisrnro. Inrnediatamente, cuando comenzantos a volar, se la volvia tomar porque me di cuenta de que Reinir tan-rbien iba llo-rando.

Page 92: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Clu€ntame rniis, rrre dijo. Queria saber toda mi vida, todo de

n'ri. Estibanros en el Central Park, rcldeaclos de ;irbolcs en

otorlo, de chiflados y de los ricos de Manhattan. ;Quidn que-ria entonces hablar de Panam6?

-;Qtre pas6 despruds?

-pregunt6 Milagros.

No se daba por vencida. Entonces segui: aterrizam()s e,1

Panamai llenos de rniedo. Sabiamos que era s6lo una escala,

un calrbio de avicln, que lo con.rplicado empezaria en Gua-temala, donde tendriamos que presentarnos a los controlesde lnmigraci6n. Eramos mds de veinte, creo, porque fnica-mcnte reconoci a los de lr,ledellin. Ahi tambidr-r estaba la ca-

leiia, la que te contd que no dc'jaba de ntirarme.Yo estaba muv nervioso: cada vez que pasaba un policia

celca se me ponia a ternblar el pie. Fabicila nos habia adver-tido en la tiltima reuni6n, cuando ya tenia el dinero con ella

y podia h.rblar de los ricsgos:

--Hay que cuidarse de la poiicia: con ellos estii el pro-blenra

-lo dijo seria a pesar de su sonrisa esot6rica.

Reina me dijo: tranquilo, hombre, que no estamos ha-ciendo nada, dejd esa cara de criminal. Pero no pude evitarel pdnico cada vez que los vi pasearse junto a nosotros en el

aeropuerto. Descansd cuando llamaron para abordar.

-;Y por que Guatemala-i

-pregunt6 Milagros--. ;Por

c1u6 no volaron directamente a M6xico?

Para entrar a Mexico tambi6n necesitiibamos visa, y conlo pelados que est6bamos tampoco nos las iban a dar. Las

Page 93: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

visas para Guatentala las consiguieron ellos, no me pregun-

tes c6no. A Mdxtco ibamos a entrar por abajo, Pero no sa-

biamos c6rno nos iban a pasar. Cuando liegantos a

Guatemala tuvimos el primer susto: el tipo de Inmigraci6nnos uri16 con tnucha sospecha, hizo muchas pregulttas Perome qued6 callaclo y Reina fue la que contest6. Fresca y risue-

na le explic6 al hombre que estiibamos cle paseo y que iba-

mos a visitar las piriimides de Tikal. Le n-rostr6 el tiquete de

regreso y le dijo, tranquilo, seflor, que a nuestro pais no locambiamos por nada en el rnundo.

lr{e qued€ un momento en silencio, pero Milagros n-re

Irizo seirirs para que continttara.Pues nada, que alli eu el aeropuerto nos recibi6 un ena-

no corl un cartelito que decia Pareiso Travel.

-;Un enano?

-pregunt6 Milagros.

Bueno, casi: ie sobraban dos centimctros para serlo, aun-

que hablaba conro si midiera Llno con noventa. Parecia un

militar. Nos dividi6 en dos grupos para enviarnos a hoteles

c'lifercntes. Tambidn nos pidi6 dinero, d6lares, porque iba-

mos a necesitar algo de moneda local, que le di6ramos la

plata que 61 nos la carnbiaba por quetzales. Al rato regres6 y

nos entreg6 unos billetes desconocitlos y nos despach6 para

el hotel. Cuando nos registramos mird en un tablero el cam-

bio de moneda y le dije a Reina: ese enano nos tumb6. Pero

a ella r.ro pareci6 importarle; simplemente dijo: lo que Ie fal-

ta de estatura 1o tiene de ladrdn.Milagros se llev6 las manos a la boca Para taPar una

mueca.

Eso no es nada, le contd, cuando liegamos al cuarto en-

contramos a dos personas mis, dos hombres que tambi6r-l

viajaban con Paraiso Travel y que ya se habian apoderado de

las dos unicas camas que habia.

-iQud est6n haciendo aqui?

-les preguntci Reina con

los brazos en jarra.

-Eso mismo les pregunto yo

-dijo uno de ellos, sen-

tindose r6pidamente en la cama.

rBz r8l

Bajamos a recepcidn y nos dijeron que las cosas eranasf, que la agencia habia pagado el hotel con cuatro hu6spe-des por habitaci6n, que tuvidrarnos paciencia que ya nossubirian dos catres miis. Reina se puso furiosa: yo no voy a

dormir en un catre, dijo, ni me voy a agualttar los ronquidosy los pedos de 6stos.

-Pues si le chocamos tanto, reinita, pague usted otro

cuarto.

-O si quiere dormir en canta, pues duerrna con noso-

tros.Se armci una griteria. El de la recepci6n nos dijo: si yo

fuera ustedes no haria escdndalos. Me toc6 calmar a Reinaasi hubiera querido hacerla respetar. Aunque me morla porestar a solas cor-r ella, sabia lo que nos podria costar el capri_cho de un cuarto para los dos. Le dije que s6jo era por unanoche y que estdbamos tan cansados que inmediatamentenos ibamos a dormir. Juntamos los catres y ya estii, le dije yla convenci, pero hasta que se durmi6 se la pas6 peleandocon los dos tipos, porque habian dejado sucio el bafio, por-que habian prendido el televisor, porque se paseaban por elcuarto en calzoncillos.

-Como nos dijeron que no podiamos traer nada...

-iustific6 uno de ellos.

Al otro dia el tel6fono son6 temprano. A los otros tres ya mi nos despert6 el timbrazo, prero Reina ya estaba banaday lista; ella fue Ia que contest6:

-Alistate -rne dijo, sin tener en cuenta 3 165 s11s5-,

que ya nos van a recoger.

Habia, adem.ls, una orden precisa: que dejdramos lamaleta grar-rde er.r la alcoba y ernpaciiramos lo rninimo enla pequena. Cuando estuvimos listos en recepci6n, llam6 otravez el chiquito y mand6 decir que no podia pasar por noso-tros, que tomiramos un taxi y fu6ramos a la terminal.

Milagros se distrajo mirando a dos que patinaban comosi tuvieran alas en los pies. Ya estaba comenzando a caer latarde y el aire a ponerse frio.

Page 94: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Por qud no nos varros yendo, Milagros

-le propuse.

-;Y tu historia? -reclam6

decepcionada..-Tengo

mucho ticmpo para contartela.Milagros rod6 sobre si nrisma y qued6 boca arriba, mi-

rando el cielo anarar.rjado y azul.

-El dia menos pensado la encuentras y nadie te vuelve

a ver -dijo.

No le conti, para no llenarla de esperanzas, que ese diamenos pensado conrenzaba a diluirse entre el cansancio y la

desmotivaci6n. Cada dia buscaba menos a Reina porque,

ademds, cada vez tenia menos d6nde busczrrla.

-Varnos y te voy contando por el camir.ro -le

dije.

Mientras camintibamos hacia el subway, y despu6s col-gados de un tubo dentro del vag6n, le cont6 c6mo dejamos

Guatemala en un bus destartalado y sin el enano, ya no ca-

mino a las pirdmides de Tikal sino rumbo al norte, i-racia la

frontera con Mdxico, atravesando pobreza y mon[aiias que

me decian que todavia estdbamos lejos de L,stados Unidos,porque lo que veiamos era la misrna miseria lruestra, el mis-nio paisaje latinoamericano, la misma pelicula que pasa des-

de M6xico hasta el polo sur.

Sacudidos por el vaivdn del tren y apretujados entre los

otros que tambi6n habian salido ese domingo a recrear sus

ojos con el esplendor cle Manhattan, ibarnos Milagros y yo,

ella escuchando c6mo al anochecer el bus lleg6 a un puebloen medio de la nada y c6rno el hombre que nos recibi6 nos

hizo adentrar en la selva profunda para caminar durante una

hora hasta llegar a un rancho donde entramos y esperamos

a otros que llegarian y que al oir nuestra contrasena r.ros lle-varian hasta la pura frontera.

A la medianoche aparecieron tres hombres y nos dije-ron que el paso estaba muy vigilado y que tocaria esperar

hasta la madrugada. Tambidn nos pidieron dirrero para mi-tigar a la guardia; sacamos con dolor un f-ajo de d6lares y se

lo entregamos a ios coyotes. Regresaron y nos sacaron del

rancho para que nos devoraran los n-rosquitos mientras ca-

184 rE5

minamos hasta uu rio, casi al amaneccr. Alli nos juntaron ynos ordenaron que echdrantos los pasaportes al agua, y tododocumento que nos identificara como pinches colontbia-nos. Hulro protestas, amenazas de desobediencia y propucs-tas para devolvernos, pero la alternativa era lrlly higubre yobedecimos, y coriio si arrojiramos flores sobre la fosa deun truerto clolido, asi echamos los documet.rtos al rio, si-gui6ndolos con los ojos hasta que los vimos hundirsc.

Milagros se apretcl mds contra mi y nte dijo: poblsMarlon. Pobres todos, le dije, que tuvimos que subir a unascanoas rotas en las que no podiamos ir miis de cuatro porqllese hundirian con mds, y pegados a la orilla navegamos haciano sd d6nde. Conto a la media hora nos hicieron baiar y ca-minar, ya de dia, hasta ur.r pueblo que se llanra San Gregorio.

-Ese si lo recuerdo

-le dije a Milagros-, porque lacalerla, con pinta de puta y todo, alli se puso a rezar.

No supe si le daba gracias al santo o le pedia por lo queiba a empezar, porque aunque ya estibarnos en M6xico, to-davia nos faltaba la mitad del disprarate.

-Despu6s te sigo contando.

El tren fren6 y a Milagros le toc6 bajarse en su estaci6n.Mtry a reganadientes me dijo: li{stinra que aqui no nos clue-denos los dos. Yo no sabia si agradecerle o reprocharle quenre hiciera contarlc mi historia. Me sentia cansado y livianoa la vez, como si acabara de hacer el amor.

-2Hace cudnto que no tiras, nirlo?

-me pregunt6 Ro-

ger Pena.

Mi respuesta fue una risa boba, pero Roger insisti6:

-La abstinencia es nrala para el alma. Una noche dc

6stas nos vamos de putas.

-Yo no tengo con qu6 pagar una, Roger.

-Bah -dijo-, lo del dinero es una excusa de mujeres,

ya se los dijo Ovidio: <Mayor sin duda es vuestro placer queel que les corresponde a los hombres>.

Page 95: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Me propuso que Por lo p-tr6n1s fu€ranlos a conseguir

rnds ropa. La presentaci6n si ies irnporta, af-irmo Roger Petla,

l,quedamos en ir a Macy's la maiana sigr"rier-rte.

La rutina ftre la de sienrpre: sacar a Dinton a orinar' pri-varlo de conridas, provocarlo con Papd Dionisio a la salida

del edificicr y metcrlo en el n'raletir-r justo atttes de entrar al

subway. Casi no hablantos en el trayecto. -fuve la impresion

de cluc Roger se habia levantado con el pie izquierdo. Al en-

trar a Macy's me repiti6 las itrstrucci<tnes pero enfatiz-6 que

no eligiera prendas muy gruesas.

-Ese es el problema con la ropa de invierno

-dijo.Pero 6sa era la que precis;-rtnente yo trecesitaba: ya me

estaba incomoclando el frio. Roger rne dijo que alttes cle ele-

gir pensara si cabia en el n-raletin. I)espues de utirar Lln rato

escogi dos camisas.

-2Carnisas otra vez?

-dijo Roger-. ;No necesitas

.underwear? Si te vas a acostar con esa mttchacha es rllejorque estes bien ajuarado

-remat6, burlcin, Roger Pena.

Fuir.nos a clonde estaba la ropa interior. Roger se dirigiirl-iacia la que ter.ria en txente para mi. A las n"rujeres las etllo-(lLlecen los Calvilr Klein, dijo rnielrtras extendia uuos cal-

zor"rcillos, ;c1u6 talla eres tri?, pregunt6 tt.rirfndonle el culo.

-Yo no voy a iiusionar a Milagros, Roger.

-Pues ella ya est6 ilusic-inada.

Meti6 r;ipidantente los calzoncillos en el nlaletin y se

ftre a otro l:rdo a buscar bufandas. Escogi6 dos y aclar<i: una

es para ni. Abracadabra, dijo, y en un tir6n las desapareci6'

Sdlo le falt6 hacer la venia, pero Por su actitud entendi que

ya habianos termirrado. Ya ibarlos de salida cuando escll-

chamos una voz detrds:

-EXCL1S6 n-1e, slr.

Roger hizo como si no fucra para 61. Sigue caminando,

rne dijo, pero el de atrds insisti6: hey, you two. Erttonces nos

dctuvinros y Rogcr se dio vuelta para enfrentar al vozarr6n.

-Q<l113n165, Roger -le

susu116.

rB6 tB7

-Caillate, d6jame esto a nti

-dijo, ntientras se acerca-

ba a nosotros un negro enorme.Pensd que no iria a la c:ircel sino que moriria a1li, de

susto y en el acto. No escuch6 ni entendi, ni recuerclo ia al-garabia cuando el vigilante le pidi6 a Roger que abriera el

bolso y 6l se neg6, pero el otro insisti6 en ver lo que llevaba.Roger rnc cueltta que chillci y chi116 hasta que le arrebataronel nraletin,l'cuando el negro comenz<i a abrir la cremallera,t)in.ron asom6 ia cabeza convertido elt una fiera irrecotroci-ble. lln n-redio de los ladridos y la ftrria de Ia bestia, Rogerlloriqueaba histdrico: no lo puedo dejar solo, tengo que te-nerlo sienpre conmigo, ustedes son n-tuy intolerantes, poreso es que sienrpre lo tengo que ocultar.

Que el vigilante, aterrorizado, ti16 al piso el n'raletin conel perro. Que l)in-ron quiso comerse hasta a su prepio nrn.,que unos vendedores se acercaron y le dijeron a Roger queno se admitian animales adentro, y que finalmente pudo le-vantar el rnalctin aunque Dinron seguiria con su show hastaque Roger se lo ordenara, pero Quc 1-rri111s.a tuvo que arras-trarme afuera y sacudinne y gritarme que ya todo habiapasado.

No pude hablar el resto del dia. Thmpoco pr-rde regresarde mi nriedo, porque cargaba con 61 como Roger Pena consll perro. El mio es un ntiedo viejo que me forra el coraz6n yrne 1o maltrata desde el dia en que sali y que seguramenteseguirii apretando hasta el dia en que la encuentre o que re-grese a mi pais, o hasta el dia en que ese mismo miedo memate. Lo que sucedi6 esa maflana en Macy's no fue susto,fue un espejo, el reflejo de que llevo siempre adentro, el miedousurpando el cuerpo de Marlon Cruz.

Page 96: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Las nubes han tapado el sol y la Florida no irlurnbra corroen las agencias de turisrno. Es conto si estuviera anocheciendoen pleno mediodia. La oscuridad no deberia importarmemientras lleve el sol por dentro.

-1h pie se estd sacricliendo

-me dice el triRo que va I

mi laclo.

-:Qu6?-Que

tu pie se estd sacucliendo, asi. -El nirlo imita el

ter-nblor de mi pierna y se rie malvadamer-ite.No es solamerrte nti pie: yo tambidn estoy temblanclo, y

no me extranaria que se pusiera a temblar lir tierra, igr,ral a

como vibr6 cuando la calefla nre clijo que la l-rabia encontra,do. O tal vez el verdadero milaqro fue haber encontrado a lacalena.

-Vaimonos de putas que...

-me habia propuesto Ro-ger Pena.

-Hombre, Roger, usted ya sabe r1ue...

-\s ms interrumpas. Vamos a conseguirlas, que yo itr-vito.

l-o acompafl€ por gratitud. Van.ros a ver colombianas enpelota, me dijo en el camino, y por ]unction Bor,rlevard meentr6 a un estriptiseadero inmundo llamado Buga. Muynuestro el nombre pero muy gringas las mujeres azuladasde los carteles que, tapdndose s6lo lo que alcanzan a cubrirdos manos, invitaban a entrar. Muy diferentes a las que inla-ginaba Roger Pena para sus intenciones.

189

Page 97: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-lY a usted dizque no le gustan las colombianas? -le

pregunt6.

-Nfq tng gustan -reiter6-,

pero colno sou las nrds

pobres y las mis nruertas de hambre, stln las mds baratas'

El sitio adentro era mds s6rdido que afuera, utl infiertlo

pequeno con un tnuestrario de lo peor qtte tenettltrs' V las

rruieres rluy distintas a las de los afiches de la puerta.

-Aqui vas a ver de todo

-rne dijo Roger-. Matlosos,

guerrilleros, secuest radores, pu trls, curas. . .

EI asombrct me hizo soltar un Pregunta tollta: ;y que

hacen aqui?

-;C6mo que qu€ hacen aqui? -nle

reProch6 Roger

Perra-, pues lo misnro qtte hacen allii: traficar' secuestrar,

extorsionar, putear,

-;Aqui, etr Pleno Nueva Ycrrk?

-En Nueva York y donde nos pongan -dijo

Roger'

Nos sentamos a ia barra, freute a la tarirrra donde baila-

ban desnudas las mujeres. Una flaca en bola le dijo adi6s

al uriserable publico y Roger piciiti cerveza para los dos'

Me advirti6:

-No dejes que naclie te Ponga conversaciotl. Nunca se

sabe en qud te pueden involucrar.

Mir6 hacia los lados para ver crimo ardia Buga. Corrro

siernpre, r.olvi a preguntarme qud estaba hacienclo yo alli,

jugdndorne la vida entre los condenados.

-Mira -rne habl6 Roger Pena-, 6sa si se estd toman-

do toda la sopa.

Ahi, encinra de nosotros, serpenteatldo vulgarnlentc, en

un bikini de lentejuelas, estaba la caler-ta.

-Yo a €sa la cotrozco -le dije, at6nito, a Roger.

-2Qui6n ss?

-11s pregunt6 con su risa reseca-,2una

hcrmarta tu)'a 0 que?

Le resumi c6t.tlo esa mujer, sin hacer nada, le habia l-re-

cho imposible la vida a Reitla, desde ias primcras reutliones

en Medeilin.

190 191

-Yo no sabia que venia para Nuel'a York. Cuando al,

guien le 1-rreguntaba para c16nde iba, ella contestaba: ahi va-mos vicndo.

-p11gs ahi esti -la sel-ral6 Roger-, y lrieu buena.

-\b pens6 que se habia quedaclo en San Antonio, con

el Coyote.l-a calena se quit6 la parte cle arriba y colxo dos resortes

asornaron sus tetas, que hicieron aplaudir a todos. Yo no supesi quedarme o salirrne. La calena bail6 hacia otro lado, don-de habia Llnos traquetos llam6ndoia con d6lares. La caleii:rles sacudi6 las Ientejueias de su calzon.

-\'6 61siy que es mejor que ella no fire vea, Roger.

-2Y por qu€? La que cst:i en pelota es ella y no t6.

Ante el asedio de los billetes la calena comenz6 a bajar-se, lentanreute, lo dnico que la cubria. \b vi desde atris comcrasomaba, primorosamente, la alcancia cle sus nalgas. Cuan-do vi que se dio vuelta, cerr€ los ojos. l)espues escuchd silbi-dos y aplausos, y senti dentro de rni oreja la boca de RogerPer.ra tliciendonre:

-Ya puedes abrir los ojos, nirlo.

Los abri y vi las picrnas de la calcna arquedndose frente a

mi cara, los alcd y vi su chirrrba desbastada que parecia sonrcirde medio lado, asi como r ien los bandidos, igual a como son-reia su dueira rnientras me decia: qu6 €{ustazo, mi anror.

Yo pense: qu6 diria Reina si rne viera ahora con la narizcasi ntetida en este coflo, si me 'u'iera en este infierno cntrehampones y abortos, ano se preguntaria, como yo, si valio lapena hacer todo lo que hicimos con tal de dejar lo que de-testaba, y despu6s de comer mucha nierda venir a eltcon-trarse uno con lo rnismo'i

-Ahora vuelvo

-nte dijo Roger Pena, y se fue detrisde un culo.

El escenario estaba vacio pero seguia alumbrado por lasbonrbillas rojas. Pense en ir a buscar a la calena, pero nrien-

Page 98: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

tras bebia de mi cerveza unas ntanos cremosas nle taparon

los ojos.

-;Calefla? -pregunt€.Me di vuelta y ella me salud6 con utt par c1e besos. Sir.l

soltarrne las nanos se alej6 un poco para mirarme y yo nclt6

que llevaba un vestido ajeno. Sin predt-rtbulos Ine LrregLlnt6:

-;Y d6nde estf ltr fiera?

Solt6 una carcajada cuando le coutd que Reina se habia

perdido, o ciue el perdido era )'o.*C6mo aSi, contame, c1.lraz6n.

Esa vez fui trreve, pues la calena habia participado en

buena parte di la historia; pero contral-io a los den-ris, la

caleira en lugar de asornbrarse se orinaba de 1a risa a medida

que yo le contaba.

-Ay, ay, bizcocho, perdoname

-me dijo limpi:indose

las ligrimas que Ie sac6 la risa. Cuanclo pudo controlarsc'

me pregunt6:

-;Y qud estis haciendo ahora con ese viejo maric(rrr?

Busqu6 a Roger Pena a mi alrededor, Pero estatra rc-

fundido entre la caterva. 1'engo una cama alquilada en su

cuarto, ie expliqu6 a la calefla, y ella nte respondi6: c1u6 des-

perdicio. Despu6s rne dijo: yo de vos dormiria cot-t tltl ojo

abierto.

-Y vos -le preguntd-, ;d6nde vivis?, 2vivis sola?

-;Sola? -g1cl3m[-. Ni que f'uera fea, tui anor'

-2Seguis con el Coyote?

-;Ese? Ese me llcv6 hasta donde le alcallzo la gasolina.

Despu6s se acerc6 mais, casi pegada a mi, y con la nlira-

da dulzona y melosa tambidn la voz, me dijo: lo que viste

hace un rato te lo tengo reservado desde hace tiernpo. Me aga-

rrci ei bulto que estaba arrugado y rne meti6 la lengua hasta

tocarme 1a garganta; no me supo a miel, como habia pensa-

do, sino a ron. Me mir6 callada, r-ros quedamos callados los

dos. Creo que la caleira confirm6 en mis ojos que yo era el

extraviado, no porque no supiera d6nde estaba, que ahora

podia voiver l-rasta mi cama sin perdernle, sino porque vio en

mi a uno de est'ls perdidos que le han hipotecado la cxisten_cia a la vc'rluntad de otro. La calena lo sabia desde aquellasreuniones, lo supo a trav6s de las miradas escondidas: yo nonecesitariir de Nueva York, ni de la noche ni de un laberintopara extraviarme; bastaba con mirarme a los ojos para saberque algirn dia rle perderia hasta en mi propia casa. por escrfue que clijo:

-Hay qlle encontrar a la fiera.

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Page 99: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

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En r.ni colecci6n de malos recuer-dos esti cl trayecto de lafiontera con Ciuatemala hasta Ciudad de Mexico. Fue el f nicomotnento eu que le dije a Reina: yo me devueivo. Devolvetesi quer€s, me dijo ella, se cruz6 de brazos y afiadio: yo sigcr

sola. Reina sola y cruzada de brazos, rjucia, agotada, inernreen aquel escenario feroz. Entendeme, Reina, Ie dije y ella ntepregunt6 irritada: ;qud es lo que hay que entender?

Ya no lleviibanos la cuenta de las horas en ese bus, ha-blirndo justo lo necesario para que naclie se enterara pornuestro acento de que drantos colonrbiarnos. No se puedeser colombiano por fuera de Colombia, y hasta en el propiopais es complicado serlo, como si a torla hora uno se sintieraenfernro. Pero no fue necesario hablar para admitir (-plc yaestiibantcls derrotados, que nada tenia que ver lo que nossucedia ccln lo que nos pronietieron.

-Yo sigo sola -rcpitio

Reina. Estaba sentada y yo ibade pie porclue s6lo logramos un asiento y nos lo turnamosentre los dos. Pero me acuclille y recoste mi cabeza en suspiernas. No puedo mis, le susurr6, y ella, pegada a mi oiclo,me dijo: cuando terminemos se nos va a olvidar toclo esto.Le bes6 los rnusios a pesar de que sabia que a nti me enterra-rian con ese nral recueldo.

En esas senti que de arriba habia caido aigo. Fue la mri-leta ciue habiantos puesto eti el prtrtaetluipajes, un poco ur6satriis de nuestro asiento, porque elrcintir ya estaba lleno. perci

no habia caido sola sino que alguien la habia tirado, y eu sulugar pusieron otra.

Page 100: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-2Qu6 es lo que pasa?

-se volte6 Reina, desafiante.

-Ese equipaje estaba en mi lugar

-vocifer6 una india

vieja con cara de hombre.La que se arnt6. Reina aleg6 que ni los asientos ni el

portaequipajes estaban numerados, y la otra dijo que, porl6gica, a cada uno le correspondia el que estaba encima. Reinatir6 la bolsa de la otra al piso y subi6 la nuestra, y la otra Iaquit6 de nuevo para poner Ia suya y asi hasta que todos to-mamos parte en la disputa. Los que iban con nosotros se

nos unieron, y cuando Reina y la india se iban a dar puflos,el chofer fren6 en seco y lieg6 gritando por encima de todoshasta el epicentro, no para calmarnos sino para jodernos.

-Ah -exclam6-, ;extranjeros?, c1lr6 bneno, seguritoandan pasear-rdo.

Nos pidi6 que salidramos del bus un llomento. Los tu-ristas solamente, dijo riendo, y afuera nos cont6 que los f-e-

derales andaban muy molestos por lo que se ciecia de ellos, yque entonces estaban haciendo cumplir la ley al pie de 1a

letra con los indocumentados, que estaban muy estrictos.Aunque me imagino que ustedes tienen todos los papeles,dijo, porque si me equivoco me va costar ntucho trabajo con-vencer a los judas de que yo no llevo pollos en mi cami6n.

Para que no le diera tanto trabajo nos toco darle dinero.Pcro no fue fticil llegar a un acuerdo. Ademds, los del buspresionaron con irrsultos y propuestas para que nuestras mLl-jeres arreglaran el problema. Cuando regresamos al bus ya

no teniamos los asientos ni sitio para descargar nuestro in-fimo equipaje.

Ahora viajo con pocas cosas m6s que antes. pero hayque tener en cuenta que a Nueva York llegu6 con lo que te-

nia puesto, y io poc<t que llevo es lo que recogi en este anointerminable. Tambi6n traigo las cartas que me enviaron losamigcls, otras de mis papds, fotos con Giovanny, con Patri-cia y don Pastor, con los muchachos del restaurante. lhm-bi6n hay mias clonde poso junto a una prueba contundente

rg6 197

de que alguna vez esttlve en Nueva York. No traigo nis fotoscon Milagros para no tener qlle dar explicaciones y para quenadie piensc que en algtn momento se me ocurri6 reent-plazar a Reina. Ianbren traigo la ropa que rob6 con RogerPena. Otras baratijas se perdieron cuando tuvimos que salircorriendo del cuarto, esa nradrugada en que Papd Dionisioenloqueci6.

-aQu6 fue eso?

-se despert6, sobresaitado, Roger pena.

-;Qu6 fire qu6?

Las pelotas habian dejado de rebotar, y al igual que ungrito nos ensordeci6 el silencio. Los dos nos sentamos en lascamas para escucharlo.

-}{o ss oye nada

-dijo Roger, y sentenci6-: algo pas6.

-Esperemos -le propuse-. A lo mejor se fueron.

-No. Cuando descansan no es asi.

Al nromento regreso otro ruido, pero no a trav6s de lasparedes sino desde abajo, cn nuestro edificio. Lleg6 muy ri-pido hasta nuestra puerta, como si hubiera subido por elascet-lsor.

-iJQu6 pasa?!

-pregunt6 Roger, desde su cama, a los

de afuera.

-Prenda la luz-, Roger -le sugeri.

-lStrhhh!Senti que corri6 hacia la puerta, la abri6 y la luz del pasi-

llo me pegri en la cara. Apret6 los ojos y alcancd a escuchar:

-Papd Dionisio nrat6 a dos.

Dos hombres, bastante de malas, habian madrugado ajugar racquetbali al club y despuds dei priner set se encon-traron con Pape Dionisio detriis del vidrio, et bata y arma-do, y antes de que puclieran pensar qu€ hacia alii ese espectro,ya el griego los estaba llenando de balas.

-Rripido -me orden6 Roger-. Nos teuenros que irtle aqui.

Revoloteaba por todo el cuarto pero yo no lo podia I'er.Dimon colnenz6 a ladrar.

-Prenda la luz, Roeer.

Page 101: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Eu cinco nrinutos este edificio va a estar lleno de oo-

licias -dijo.

-lPrenda esa puta luz, Iloger!

Cuando la encendi6 vi que estaba empacando la ropade ]avier, apurado, con una maleta ya iista y con el perro en

el maletin.

-Si no sales ya te toca atender a la visita

-nte ctijo.

-;Y para d6nde nos vamos?

-le pregunt6 mientras

trataba de recoger lo mio.

-I shall rush out as I am, and walk the street with nty

hair down, so.

-;Qu6 est6 diciendo, Roger?

-Yo> nada. Elque lo dijo fue Eliot.

Afuera sonaron las primeras sirenas, todavia a lo lejos.

Roger se conn.rocion6, levanttl a su perro y con los pies em-puj<i la rnaleta hacia la puerta.

-Esta semana no me la has pagado

-dijo.Me di vuelta para decirle que le pagaria el viernes, peroRoger ya no estaba alli. Escuchd ias sirenas mncho mds cer-

ca, entonces agarr6 lo que cupo en nis brazos y sali. Dentrodel edificio habia una estampida de gente a medio vestir yde otros hasta desnudos. Todos corrian escaleras abajo car-

gando lo primero que agarraron. Asumi que Roger estaria

en la calle, esperiindome para decidir ad6nde iriamos, pero

cuando sali ya las luces de ias patrullas hablan llegado a la

esquina, y al igual que aquella vez y colno siempre, ech6 a

correr, pero ahora seguia a Ia manada, tratando de pescar

a Roger Pena en medio de Ia confusi6n.Cinco cuadras despuds no habia nadie conmigo, todos

se dispcrsaron como chorros de una represa rota. Alli qued6

otravez,solo en rnedio de la calle como si el asfalto fuera midestir.ro, y aunque en cualquier momento mi pies se enreda-rian azuzados por el p6nico, supe que esa carrera era distin-ta porqLle sabia hacia d6nde correrian mis pasos. Me fuiderecho a buscar a Milagros Vald6s.

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Me recibi6 con la alegria de las buenas noticias, a pesar

del gesto desobligante de sus parientes. No estoy metiendoaqui a un amante, sino a alguien que no tiene ad6nde ir,escuchd que les dijo. Despu6s me pidi6 que entrara y yo se-

gui sus nalgas saltarinas hasta su habitaci6n, donde me dijo:Este es tu cuarto, y yo le alegu6: no, Milagros, me puedo que -

dar en la sala mientras busco algo, pero clla insisti6: paraqu6 vas a buscar si ya lo encontraste, lindo, y a pesar de tenerel pelo revolcado por su almohada y los ojos abultados por el

sueflo, pens6: esta n.rujer es un encanto, y sin embargo, Ie

dije: me voy a quedar un rato, despu6s me voy para dondeGiovanr-ry.

-A reina nuerta, reina puesta

-me dijo Giovanny

cuando llegud esa manana a su casa.

-No estoy destronando a Reina

-le dije.

-Al-r,;no?-Reina

estd viva.

A todo el que dud6 se lo recalqu6 en un tono furioso:Reina estd por ahi. Asi se lo dije tambi6n a Milagros, pero en

un touo mds suave, ella no se merecia palabras duras. Mila-gros, le dije, ya sabes lo que te voy a decir.

-;Apareci6? -pregunt6 empalidecida.

-No, pero aigrin dia lo har6.

En la radio una canci6n contaba de alguien perdido en-tre suenos. Pensd que Milagros lo apagaria de un porrazo,pero tarareci bajito: te busco volando en el cielo, y despuds

dijo:

-Me arriesgo.

Fui yo quien dud6 en jugiirmela con ella. Le sacaba el

cuerpo a sus caricias, cambiaba de tema cuando hablaba deIos dos, de nosotros dos como si ya fu6ramos uno, y aunquenos veiamos con mucha frecuencia, yo no pasaba de su puertay despuds me iba siempre para donde Giovanny.

-2Cudndo vas a entrar?

-me preguntaba Milagros.

-A tu familia no le gusta

-me excusaba.

Page 102: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Eso no es problema de ellos.

-Mejor caminemos y te sigo contando

-le proponia,

y ella, ciisgustada, me seguia.

Comenc6 contiindole que antes de llegar a Ciuclad de

Mdxico tuvimos que carnbiar de bus en Oaxaca, porque lostiquetes que nos comprr6 el enano s6lo iban hasta alli, y a

Oaxaca llegarnos muy averiados. Uno de nosotros, un viejode bigote que podia pasar por mexicano, fue a la taquilla ycon acento compr6 ios tiquetes para el resto del trayecto.Los demiis optamos por no hablar ni para pedir auxilio. Toc6

esperar algdn rato pero valid la pena porque en ese bus huboasientos para todos. Antes de subir una compatriota nos dijoque estuvi€ramos atentos cr,rando entrdramos a M6xico, quetodo era bellcl e inmenso, y la calefla se nte acercci, aprove-chando un descuido de Reina, y me susurr6 al oiclo: apuestoa que vos ten6s cosas rnds bellas y mds inmensas.

-A5 qu6 descarada

-opirr6 Milagros.

Pero ni Reina ni yo vimos nada. Creo que ninguno de

nosotros pudo observar la llegada a M6xico porque nos que-

damos profunclos apenas arranc6 el bus, y a pesar de las cur-vas, de los frenazos y los arrancones, nadie sinti6 ni vio hasta

que nos despert6 la lucha de los otros por bajar del bus.

Bueno, pens6, por fin estamos en una ciudad grande, perolo que no sabia era que mientras mds grandes las ciudades,m6s grandes los problemas, y no fue sino llegar al hotel que

nos asignaron, un hotel ladeado como la torre de Pisa, paradarnos cuenta de que nuevamente nos habian mentido.

-Si -dijo la recepcionista-, aqui hay una reservaci6n

para ustedes. -Todos

aprobamos en coro antes de que ella

preguntara-: 2C6mo van a pagar?, 2tarjeta o cash?

En cse instante cualquiera de nosotros habria matadoal enano, a Fabiola o al que se hubiera identificado comoparte de la norganizacr6n>. Hubo llanto, hubo gritos y ma-drazos, propuestas para reunir algrin dinero y llamar a Pa-

raiso Travel all6 eu Medeliin y reclamarles por esta cadena

de abusos y mentiras, pero quidn iba a gastar lo poco que le

200

quedaba er.r peleas y reclanlos, cuando tendriamos que pa-gar por esa noche y seguramente por otras m6s. Nadie se

apunt6. Todos decidieron postergar el insulto a Fabiola paracuando llegziran-ros arriba, donde supuestamente toclo teniaotro color.

Esa noche tambi6n dormimos de a cuatro por habita-ci6n, pero esa vez Reina no complictl las cosas y se acost6junto a mi, juiciosa y callada, aunque presenti que m6s bienla reina cstaba veltcida,

-Ya casi

-fue lo rinico que dijo, tan enredada que per"rs6

que hablaba dormida.Nos despertaron a la madrugada, a todos por igual para

decirnos que fudranos inmediatamente al aeropuerto y com-pr6ramos pasajes para Monterrey, que alli nos esperaban paralievarnos a la frontera esa misma noche.

Nos reunimos casi todos en la recepci6n, aunque algu-nos ni bajaron. S6lo nos presentamos los que estdbamos dis-puestos a tomar para algrin lado. Pero en ci grupo ya reinabael caos: que nos devolvi6ramos, que fu€rarnos a la embaja-da, que ya no l-ray plata, no hay fuerzas ni ganas, todos opi-nando al tiempo, cada cual interesado s6lo en 1o suyo. ya nisiquiera hay grupo, pens6 yo.

-Es mds barato un pasaje a Monterrey que uno a Co-

lombia -dijo Reina por encima de todos.

-A nosotros no nos queda plata -dijeron unos-.

Nos toca quedarnos hasta que consigamos m6s.Reina me llev6 aparte y me dijo: a nosotros todavia nos

alcanza, y luego les anunci6 a los que se quedaban:

-Nosotros nos vamos.

-Yo tambi6n

-dijo la caleiia. Reina estuvo a punto dedecirle algo, pero se aguant6 cuando vio que se nos unieroncuatro lnas.

Entonces, Milagros, esa maflana llegamos a Monterrey,descansados y baflados y con miis esperanza que niedo, aun-que miedo siempre hubo. Alli nos recibi6 Lln conracro, ycuando le pusimos las quejas nos dijo que €l era un freeian-

Page 103: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

ce' que los reclamos teniamos que hacerlos en nuestro pais.Nadie voivi6 a discutir porque ademiis todo lo que habiapor hacer tclcaba hacerlo riipido: tornar uu bus que en doshoras y nredia nos llevaria a Reynosa, buscar el hotel dondeesa noche esperariamos 6rclenes para pasar, finalntente, a

los Estados Unidos.Reina, Monterrey, Reynosa, todo tan mon/rrquico. Casi

no nos quedaba dinero y yoya no aguantaba quc se repitie-ra siempre lo mismo: otra vez un hotel y una habitaci6nllena de gente, acalorados y pestilentes colno unos prcsos,porque Reyr.rosa era un horncl al rojo vivo y ademds se nosprohibi6 salir, por nada del mundo nos podian ver en la ca-

lle; mds bien pendientes del teldfono, que no son6 esa nocheni al dia siguiente. Reina tambi6n explot6 cuando sali6 delbario, furiosa porque el inodoro estaba taqueado de nrierday de papel, pero m6s iracunda todavia porque rne vio so-plirrdole el cuello a la calena.

-; Ie la vas a comer aqui delante de todos, o qu6?

-Tenia calor, Reina, y ella me pidr6 el favor.

-Y soplar no preiia, reinita -le dijo la calena.

l{eina sac6 un pie al frente como si estuviera decidida a

irscle encirna) pero en cambio arranc6 hacia fuera y yo lasegui: no salgas, Reina, acordate de lo que nos dijeron, peroella baj6 furibunda y le dijo al que estaba encargado:

-D6me un cuarto para dos.

-Reina, no hay necesidad.

Pag6 esa noche por adelantado, subi6, se dio una du-cha, no me habl6, pas6 por encima cle mi, se nreti6 en lacan-ta, se durn-ri6 o fingi6 dormirse; el caso es que esa nochese acosto sirr hablarme...

-Aj6 -exclam6 Milagros.

-;Qu6 pasa?

-Que te quedaste mudo.

-Despu6s te cuento el resto, Miiagros. Estoy un poqui-

to cansado.

No quise contarle n-ris porque la mortificaria, Milaerosno supo de la maflana siguiente, cuando ntuy reiltprano tlledespcrt6 una rnano sobre el pecho, era la de Reina que meacariciaba, qr-re subi6 hasta los Itombros y que tambidn pas6por nri pelo. Despruds fueron dos manos, y despu6s Reinacr.rcima, restregiindose contra mi, tocdndorne urgida, calientepor(lue Reynosa ardia y ella tan-rbi6n. Tar-r caljente que Lrocoa poco se qued6 sin ropa v n-re quit6 la mia. Sonri6 cuandovio asomar rnijuguete duro y mojado, 1o tom6 en las manosy lo chup6 sin prisa, conto si fuera un hclado c1r:e la refres_cara. l.uego subi<i dejindome besos por todo el cuerpo ylleg6 hasta nti boca, nte pas6 el sabor cle mi sexo todavia er-r

sus babas, me lo agarr6 duro y rnuy lentamente se lo fueponiendo adentro, cerr6 1os ojos, entreabri6 ia boca y girtri6de acuercio a los movimientos. Yo la acompan6 con un rugi-do. Hacia mucho calor en Reynosa.

Como ese dia no nos llanraron, tampoco salimos. Nosquedamos en el cuarto cobrindonos la cleuda que teniar-nosdesde Medellin, todo el dia en pelota, sudorosos, hedion-dos, pero tan felices como si ya nos estuvidrarnos revolcan_do en Nueva York.

-En Nueva York vamos a seguir -le ciiie a Reina.

-Nueva York

-suspirci, y abri6 las pierrras para que

yo nte nrcticra otl a vez.

No nos detuvo el cansancio sino una llamada a la ne_dianocire. Eran los polleros que venian a recogernos. Nosquerian de ropa oscura y listos en cualquier rnomento. Mien-tras nos vestiamos, Il.eina y yo ltos miramos. Sin hablar su_pimos que estiibantos pr6xinros a dar el fltimo salto, y queal igual que los gatos, tendriantos clue caer parados.

203

Page 104: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

A Roger Pena y a su chandoso se los trag6 la tierra. A Papd

Dionisio se 1o lievaron preso: los mat6 porque no me deja-ban dormir, declar6 en los peri6dicos.

-Pero si parecia siempre dormido -le coment6 a Mi-

lagros.

-Pues el ruido era su pesadilla

-dijo ella.

*-Ojald pueda dormir en la ciircel.

Tambidn supe que, al igual que Roger Irena, tampocose llamaba como lo conociamos; su nombre es Kostas Pa-

padionissiou, tiene 62 anos y hace treinta vive en NuevaYork.

-Imaginate, por ejemplo

-rne dijo Milagros-, que si

yo me casara coutigo me llat.naria Milagros Cruz,y todo el

mundo pensaria que soy pariente de la gran Celia.

Milagros se achant6 porque no opind ni hice gesto al-guno. Luego dijo:

-56lo es un ejemplo.

No le dije que el problema no era el ejemplo sino yo.

Que en otras circunstancias ya habria entrado en su casa

para hacerle como correspondia.

-Para n-ri que vos sos marica y no te has dado cuenta

-me dijo Giovanny.

-Marlon es fiel

-me defendi6 Patricia.

-;Fiel a qu6?

-pregunt6 don Pastor, y supe perfecta-

mente la intenci6n dc su pregunta.

Page 105: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Esa noche, despu6s cle cerrar, le pedi a Giovanny que

me acorrpranara a Buga, a dortde la calena' No voy a buscar

lo que estds pensando, le dije, necesito hablar con ella, y 6l

i-ne contest6: m6s berraco vos, brother, que pod6s hablar con

.;pna rrrujer sin ropa.

Efectivamente, la encontramos desnuda, retorci6ndose

sobre la tarirna. Preferi que la esperlramos en los cameri-

nos, pcro cuando le preguntd por ellos a una gorda en bikininegro, me escupi6 una carcajada eu la cara y me dijo: :carle-rincls?, ay, belleza, ni que estuvi6ramos en Broadway.

It4ientras la calena ternrinaba de barrer el escenario con

sr-rs nalgas, le cclntd a Giovanny mi nueva inquietud:

-;Sabes cudnto llevo limpiando banos?

-Desde que te perdiste, o desde que apareciste. Mejor

clicho, desde que apareciste perdido.

-Y todo indica que dotl Pastor no me va a nlover de ahi.

Tres aplausos despidieron a la calefla, que pas6 junto a

nosotros contando tres d6lares. Me salud6 coll un beso en

la boca y a mi amigo, de mano, cono si fuera toda una pri-

niera dama. Ahora salgo, bizcocho, me voy a Poner un trapo

encima.

-iQud puedo hacer, GiovannY?

-Aqui se puede hacer de todo -me

dijo-, para la

muestra un bot6n. -Y con la boca nle sefla16 a la barrigona

que sacaba sus tetas bajo un reflector. l,uego apareci6 la ca-

lerra, dirccto al grano:

-Si venis a preguntar por tu reina, no l-ray noticias, pero

si venis por tni, estoY lista.

Me agarr6 de la n-rano y me llev6 hasta las mesas. Mi Addn

estl de viaje, dijo, no te imaginis 1o arrecha que he estado en

estos dias; despu6s pidi6 cerveza para los tres.

-Yo me tengo que ir

-dijo Giovanny-. Gladys estii

armada despuds de las doce.

De todos modos, la calena pidi6 tres cervezas, yo me las

tomo, dijo, a ver si me bajo estos calores. Le pregunt6: 2ni

una pista? Ni una, coraz6n.

-Estoy buscando trabajo, calefla.

l,e dije que necesitaba salir de los bafios v ganar nds, opor 1o menos encontrar un trabajo m6s estimulante.

-;Estirnulante? -pregunt6 la calefla, risuena.

Es en serio, le dije, algo de lo que no se avergiience Rei-nar cuando aparezca, o un oficio que Milagros no ie tengaque ocultar a su familia. Algo, caleia, que me d6 iinirno paraquedarme en Nueva York.

-Si no has conseguido plata es porque no has quericlo

-me dijo-. Aqui un colombiano puede conseguir mucha

plata si le saca provecho a la rnala reputaci6n.Bastaba mirar a la gente dc Buga para entender lo qr-re la

calelra queria decir. Alli no era necesario hablar bajo paratocar estos temas.

-Yo te puedo ay.udar.

Me dijo que era posible acostarse pobre y levantarse rico:la oportunidad esti en cada esquina de Nueva York.

-A mi rne lo garantiz6 mi mufleco.

Que 6l le habia dicho: una troche nos vanlos a acostaren Queens y al otro dia nos vamos a despertar en Manhattan.

Asi me lo pint6 la calefla, tan natural como irse a dor-mir y luego despertar. En ese nlomento me pareci6 ver a

papii detri.s del mostrador, no cuestiondndome lo que meinvitaban a hacer ni seflalindome el camino como un dngeldel bien. Me pareci6 verlo en la penurr-rbra trabajando, nadamds, rasc6ndose la nuca en seflal de cansancio, o pensando

en qui6n sabe qu6. -fal vez en mi.

-Mejor seguime ay.r-rdando a encoutrarla

-le dije.La calefla suspir6 por suspirar. Chocamos las botellas

para brindar sin motivo. Brindar por brindar, para justificarque bebiamos.

-Veni -dijo-, dame la mano.Me la tom6 y la llev6 sin dilaci6n hasta sr.rs piernas, sin

soltarla la desliz6 hasta su chimba, que quemaba corlo unaestufa.

207

Page 106: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-;Si ves? -me

dijo-' Me voy a deshidratar' r11 amor'

Como slempre, no lievaba calzotres' Senti que le palpi

taba como un drgano vtvo'

-Pero si estis emPaPada, caiefla'

- Por tr,t culPa, ors'

Por un segundo pensd en quedarme con la calena para

gozarme su humedacl. Pero al segundo siguiente retire nit

irrur-to .1,"r. olia corno el mar de noche y rne la limpi€ con el

mantel.

-;Y entonces, mi amor?

-pregunt6 sofocada'

tLecord€ que Milagros me esperaba tendida en la cama'

mirando hacia el techo, alumbrada por la luz de la calle' Tai

vez tan caliente cono la caleia Pero mes callada' tendida en

sile ncio, clejdndose arrullar por mi historia en voz baja' aho-

ra que ya me habia decidido a entrar ell sl'l casa''-Ayer

me qued6 dormida en Mdxico -me dijo Mi-

lagros.

-SiernPre te quedas dormida'

-Cuental)le nlaS.

-2E,n c16nde quedamos?

-Eso no importa -me

dijo--' Cu6ntame lo que

quieras.Algo que no te asuste, Milagros, para que duermas tran-

cuila. iobre todo, porque tendria que hablarte de muertos'

i. hrl..o, y de atatrdes, que todo no fue como era Reynosa'

m6s viva de noche que de dia, llena de bares' col-nederos' de

ilullu y de mrisica, de gringos y de putas' La historia de la

frontera tambi6n tiene gritos y balas; es una historia de in-

famia.

-Si me da susto te quedas a dormir -dijo

Milagros'

Como a la diez de la noche bajarnos y nos sacaron por

una puerta trasera del hotel, todos de llegro como unos ga-

llinazos.Afuerasubinrosauncami6nviejoconcarpa.Noseveia nada, solamente escuchamos la parranda en Reynosa'

Despuds setltimos que el cami6n ya no andaba sobre pavi-

zo8

mento sino que rodaba lentamente sobre destapado. El ca-

mino nos sacudia pero seguimos callados hasta que nos de-tuvimos y nos hicieron bajar. Afuera, en medio de la nochey en el calrpo, habia un rancho sin luz. Los que iban adelan-te cn el cami6n nos ordenaron que entrdramos. Adentro en-contramos a otros sentados en el oscuro.

-Me est6 dando susto -dijo Milagros-. Ya tf sabes.

Esperamos mucho rato. Reina se otusc6 porque no supedecirle cudnto llevdbarnos ahi. Dame tu reloj, me dijo mo-lesta, y se lo puso para que yo entendiera que a partir de ese

momento ella seria la duena del tiernpo. Nadie habl6; a du-ras penas hubo murmullos para distraer el miedo.

Miiagros se agazap6 contra mi cuerpo.

Despuds escuchamos un motor que se acercaba. Se de-tuvo frente ai rancho. El motor se apag6 y qued6 un ruidode radio n'ral sintonizado. Oimos voces y risas, pero nadaparecia venir del mismo lado. Nos rniramos en silencio...bueno, nadie pudo ver los ojos de nadie pero ser-rti que to-dos nos miramos. Reina se peg6 a rni asi como estiis tf aho-ra. Luego, cle ur-r golpe seco, se abri6 la puerta con una patada.

Er.r nredio clel alboroto supirnos que teniamos que salir.

Que la clica, que los rucos, que los morros y los cholos,y los batos y una tecate, que tons qu6, que los chilangos, chin-gas y chingadas, la jaina, la ranfla, por puta y por piruja, que

la placa, que todo les vale madre.

-;Entendiste algo, Reina? -le

pregunt6.

-Solamente patos, puta y madre

-me contest6.

Eran tres y estabar.r borrachos. Uno tenia los dientes deoro y ios otros tenian el oro colgando del cuello. Dos eranmexicanos y uno era gringo. No pararon de hablar y de reir-se entre ellos, ni de atosigar a las mujeres que estaban connosotros. Por estar pendier-rtes de que no se sobrepasaran,no habiamos detallado ei cami6n en que llegaron. Un ca-

mi6n largo que transportaba enormes postes de madera. Ahinos pasarian, pero nosotros no entendimos, no porque ha-

Page 107: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

blaran diferente o porclue uno de ellos fuera gringo' sino

porque parecia imposible meternos entre los maderos.

E,ntonces hablaron despacio para que entendi6ramos.

-I)espacio, como a los burros -dijo

uno, y ios otros

dos celebraron.

-Fucking burritos and tacos -dijo

el gringo, explo-

tando de la risa y la borrachera'

A ver, Milagros, si me entiendes c6mo fue que nos me-

tieron. ;lbdavia estis despierta? Muy despierta y con los ojos

bien abiertos. A ver' te explico: la n.radera iba extendida en el

cami6n, pero desde atrils podias ver unos huecos.

-[spg1n -me pidi6 Milagros-. Dale desPacio, como

con los burros.

Que por detrds del cami6n Ia madera parecia un queso,

con agujeros profundos dondc supuestamente teniamos que

rneternos. Haz de cuenta que tenlas que entrar en ios nichos

cle un cementerio. Una fbsa por persona donde quedaria-

mos tendintos y apretados, como si nos i'rubieran enterrado

boca abajo.

Milagros meti6 su piertla entre las mias y peg6 la frente

a mi hombro.Obviamente hubo protestas, le cont6, que como todas

las anteriores, no sirvicron para nada. Iln total 6ramos ocho

y ia n-ritad ya cstabo llorando. Despu6s casi lloramos todos

porque el Coyote dijo que autes de subir teniamos que darle

dinero. Para la border, dijo, algo terlia que darles si nos pi-

liaban.

-;Cudnto? -les Preguntamos.

-f{nstx que se llene el sonrtrrero -dijo

el de los dientes

de oro, poniendo frente a nosotros un sombrero cabez6n.

-iVamosl -dijo el norteamericano escupiendo espa-

flol-. Llenando el sombrero de mi amigo, itodosl, lyalAhi nos quedamos un buen rato porque el sombrero

apenas iba por la mitad. Insistieron que hasta que no estu-

viera lleno no arrancaball, que mientras rn6s tarde iba a ser

peor, porque nris tarde, dijo, les da por reforzar la guarclia.

Reina se rleti6 la mano en ei scxo y jal6 tres billetes mhs.

-No les creds, Rcir.ra

-le dije-. Son metttiras prra

sacarnes rnds plata.

-\'o paso con'lo sca

-dijo, y h-rego les glit6 a ios otros-:

2Se piensan queclar aqui o qu6? Vdmor-ros ya -lcs

suplico

llor<tsa-, estantos a s6lcl ur-r paso. Apenas lleguen.ros tto nos

van a robar mis.

-Ilh, eh, eh -dijo

ur-r pollero-. Watch your nroutl't

quc aclui nadie esti robanclo.

Muy lentirmente el sombrero se fire llenando. Igual clue

cuando los curas rccogen plata ett la r.rtisa, asi se pasearon

los coyotes, ridnclose como hienas. Luego, cuando lcs dicl la

gar-ra, dijerorl: .i ver qui6n sube primero.Reina clio el prir-ner paso. I-a vi trepar y entrilr en su agu-

jero como una lagartija que se escontle. El Coyote la alur.rt-

bro con 1a lintelr-ia y lo ultimo que vi de ella fueron las suelas

cle sus zapatos. Dcspuds los otros levantaron ullos troncos

nrais cortos y taparon el hueco conto si pusieran una liipida.Alli s6lo faltaron flores y ut.r plriente que ttos llorara.

Quise quedarle cerca; les dije que subiria y escogi urt

hueco clcbajo del de clla. lvte deslicd en el t(tnel oscuro pero

decidi devcilverme para prcgulltirrles si ese arrurte tto se iba

a desplomar. Antes dc cchar para atris ytr me habiar-r tapado

con otro tronco y, asi como estaba, yo era un ttradero mis.Luego subieron los otros. Le habl6 a Reina, le preguntd

que c6mo estai-ta, y a travds de ios postes me lleg6 la voz y su

respuesta: que estaba bien, que ccin.ro estaba yo y que lne

queria. Entonces senti que de algdn lado eutr6 aire, que ya

no estaba tan oscuro y tan estrecl-rcl, Reina rne queria, qu6

nras nre iba a importar. Ademds, en media hora todo habria

ircaIr.rdo, segul) nos dijcrorr.

-Cailler-rse todos

-nos orclenaron.

-[-et's go -diio

el gringo.

Page 108: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Nadie podia hablar durante el travecto. F.llos nos infor-marian cuando llegdramos. Era imposible caicular mediahora asi embutidos como ibanos, pero alli, empaquetadocomo ulr cigarrillo, fue donde senti todo el peso de nuestraligereza.

Casi se me para el coraz6n cuando senti que arranc6 elntotor.

Es irnposible seguir sitr adormecerse. Ya sabia ),o que md,s

temprano que tarde rne ganaria el cansancio. Ni siquiera me

di cuenta cuando se baj<i el r-riio; al-rora nadie rne aconrpanily el asiento va vacio como si estuviera reservado para ella.

La tarde est6 gris y el chofer nos informa que pronto llegare-rnos a West Palnr ilcach.

Definitivamente no podr6 verla sin antes decirle que ya

voy para alli. Despr-rds de todo creo que Patricia tenia razcir-r,

era mejor avisar, llegar con la certeza de una invitaci6n. Pe ronadie contesta, s6lo la niiquina con su voz: hi, piease leave

yorlr riame and message.. .

-Voy a hacer algo por vos, uruchacho.

-Digame, dop Pastor.

--Se me va un nle.sero y he pensado que lo podrias reem-pIaz.ar.

Eso si fue hacer algo por mi. Sacarme de las cloacas, su-

binr-re a donde hubiera luz, carnbiar el olor de la mierda porel de la comida, asi comida y mierda terminen siendo la mis-ma cosa y vayan a parar al mismo lugar.

---zDe verdad, dor-r Pastor?

--A ver si esto te sirve -dijo Patricia y me entreg6 unaboisa con el uniforme nlontafrero, pclncho, carriel, alparga-tas, pantalor.res blancos de iier-rcillo y un sombrero qlre me

puse inmediatamente para celebrar.

--;C6mo me vco2

Page 109: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-l\4uy inal

-dijo Pastor G6ntez-.Te verias mejor tra-

bajanclo.

-;De una?

-les pregunt6.

Los dos asintieron crrn una sonrisa y yo les di las gra-

cias. \'a no tendria que rttetttirle a mi familia, los llarnaria esa

noche ), Ics diria que mi carrera iba etr ascenso) que Nueva

York se estaLra volviertdo buetta connrigo.

-Yo no sabia que habia que hacer carrera Lrara ser nle-

scro -me

dijo papri, csa noche.

-Lo qr-re quicro decir es que voy pr,rgresarrdo.

-No sd, hijo, pero a mi me Parece quc vas Lrara atr:is.

Milagros tampoco volveria a mentirles a sus tios, a sus

cuatro prin.ros y a otros tres paricntes que vivian con ella y

que me miraban feo cuando saliamos. Se puso feliz y me dio

dos besos. Tanrbi6n voy a ganar un poco mds, le dije cuando

hice la cuenta clel nuevo sueldo miis las proprinas.

-L,sa fui yo que te trajo suerte rdijo, qr.reriendo decir

otra cosa.

Y Reir-ra. . . tal vez se burlaria si me viera con e I disfraz- de

lo que tanto odi6. Pero al menos llo me encontraria derro-

tado, rer-rdido ante un ir-rodoro.

Milagros me Propuso celelrrar, y como habia nrotivo,

esa vez acept6. I-a troche estaba helada, pero cuar-rdo llega-

mos al sitio nuyorriqtieno donde le gustaba ir a bailar, el frio

qued6 derretido por la alharaca tropical. Decetlas de latinos

brincaban movidos Por trompetas y tanbores. 56lo se veiarl

piernas cn pieno frenesi, mujeres de rojo brillante trepadas

en tacones de veinte centimetros, mucho perfume' mucho

sudor, honrbres de blanco o de amarillo o de cualquier coior

que contrastara cort las gafas de sol a pesar de la oscuridad.

En nredio de todos y como una de ellos, Milagros Vald6s,

cin-rbreando las nalgas, sacudiendo los hornbros, arrebatada

de pii'5 Y hraz-os' Y 1,o.'.

--Dejame adivinar -me iuterrun"rpi6 Giovauny Folt-

seca-. Vos per.rsando eu la que te abandon6.

I

l

,ii.i

il

li

No le admiti que esa noche, de cuando en cuando, re-

cor<ld a Reina, cou nostalgia pero tambidn con enocion' Todo

dependia de lo que tocara la orquesta o del ron que me sir-

vi6 Miiagros Para que yo soltara las piernas, pero lo f rlico

que se n-re afloj6 fue ia menloria para hacerme ver, por

momentos, a Reina en medio del tropel.

Ni siquiera me librd de ella cuando Milagros y yo sali-

mos abrazados por ei frio y por los rones. Iba a acon-rpanarla

hasta ia puerta de su casa, pero cuando llegamos nre agarro

del brazo y me arrastr6 adentro. Me dijo que no me iba a

soltar, y como estiibamtts contentos, me dej6llevar hasta caer

tenciidos en la cama, me dej6 arrebatar la ropa pesada de

invierno, la dej€ que me diera los besos que tanto se soiio,

intercambiamos lenguas y saliva y el mal aliento que delata

a los que mantenemos ei est6mago vacio.

Pero cuando se quit6 los calzones satinados y pego coll-

tra mi sus nalgas de piedra, se meti6 Reina entre nosotros,

tarnbi6n desnuda, igual a esa vez cuando les rob6 ios d6lares

a Halver y atia Marl6n. Ebria y dichosa' con el fajo en su

cuca, me habia llevado a su cuarto aprovechando qlle era

tarde y Gonzalo dorn-ria con el televisor er-rcendido, pero

sobre todo, aprovechando que estaba feliz. Me dijo: sentate

all6, frente a la cama, y ella, como una nifla comenz6 a saltar

sobre el colch6n. A medida que saltaba se quitaba la ropa

hasta que qued6 luciendo unicamente su calz6n repleto de

d6lares. Yo no sabia si mirarla a los ojos o a las tetas, pero me

pudo la mirada redonda de sus pezot-tes' Reina me dijo: veni,

acercate, y yo me pard emocionado, y ella desde arriba, c<lt-t

voz de nifla puta, n-re insisti6: veni, Marlon, veni tocame'

Yo me acerqu€, Ie abrac6 las piernas, ie bes€ el ombligo, meti

las manos entre sus calzones pero no senti piel sino bilietes'

Entonces ella misma se los bai6 y los d6lares cayeron a la

canla, y como si jugara con agua se los ech6 encima y grit6

de la felicidad, desnuda, baflada en plata. Me desvesti de un

tir6n y Reina abri6 los ojos y la boca cuando vio el tamaflo

215

Page 110: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

de mi erecci6n; nunca .rntes me habia visto asi. Yo qucria

tenerla apretada a mi y hacerle lo que rne t-uoria pclr hacer,

pero .rpenas sinti6 rni descontrol, me dijo: par6, Marlon, ncl

sigiis. Pero Reina, le reclar.ne, y ella nre clijo: nada de peros,

dejenros esto para cuando llcguemos.

E,n Nueva Ycrrk apareci6 como un espanto para mortifi-carme mientras le l'rice a otra mujer 1o que esa vez ella no se

dej6. Pero Milagros decidi6 pclear con el fantasr.na, de mu-jer a mujer. Encinra de n-ri se entreg6 con fervor. La excita-

ci6n de Milagros me ltizo perder el mando y me dej6 llevar

por las rnaravillas que l"rizo connrigo en la cama: que por aqui

y que por all.1, al derecho y al rev6s, por encima y por debajo,

cosas qlle ni imaginaba que se podian hacer.

Cuando terminamos exhaustos busc6 mi pecho como

almohada y con la respiraci6n detenida, me dijo: I love you,

Marlon. Y yo, todavia encalambradcl, le respondi:

-\b tanrbidn te quiero.

-Pero inn-rediatanrente repu-

se-: me tengo que ir.

Elia no dijo nada cuando de un salto qued6 parado.

Busqud la nrpa por el piso, pensando: uno no siempre es uno,

Llno no sienrpre estd de acuerdo con lo que dice. De pronto,

mir6 por la ventana y senti una conlnoci6n. L)esnudo nte

acerqu6 al vidrio y vi que del cieio estaba cayenclo un peda-

z-o dcl sueflo de Reina: el espectdculo orte anhelamcls los que

nacinros entre mangos y cocos. Me senti ntaravillado y n.ri-

serable cuando vi que afuera conenzaba a nevar.

i

ti

!i.

li'

iii

]II

iti

lii

El prinrer clia del ailo maldije a Reina. Sali a carninar muy

temprano porque qucria sentir bajo mis pies la nieve clue a

ella tanto Ia excitaba. Pero sobre todo, queria vcntilar el ma-

Iestrrr con el que me levantd; sentia rabia con la vida pero el

viento helado de enero me golpe6 para advcrtirne que lla-

mara a las cosas por su notnbre. Ser-rti rabia con Reina, en-

tonces.

Pense que ella ap-tarcceria cn Navidaci. Que acorralada

por el frio y la nostalgia llamaria a su casa para saludar a

Clonzalo. Pero a pesar de la 6poca, li.eina guard6 silencio y l-li

siquiera apareci6 para el allo nuevo.

-No s6 si pueda perdor-rarle tatrta ingratitud

-me dijo

Gonzalo.

-A 1o Incjor tiene un problema que le in-rpide llanlar

-la defendi.

-;Y c6rno cu6l problenta podria ser? Vos tanlbi6n te-

n6s problemas y no has dejado de llamar.

Mi Navidad, entonces, fue n-ruy diferente a las que solia

tener el-rtre n-ri familia, cot-r p6lvora y mrisica para alegrar-

nos a la bravir. Patricia trataba de suplir los afectos coll co-

r.nidas navicleflas, como si uno pucliera Ponerse un bui.ruelcr

en el lugar dei coraz6tt.

Como Milagros habia rtacido para alegrar, me hizo scl-t-

tir nrejor en esa €poca dificil. No s6lo me distrajo coll sus

canciones sino que con frecuencia la visit6 eu su cuarto, clon-

Page 111: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

i:

de yo rre clejaba acariciar, mc clejabii quitar la roPa y me

dejatra querer. Me dejaba, pero...

El tierr-rpo se me fue truscirndo rnonedas y hacicrrclo fila

para llamar. Contestaron pero nadie habl6. El pic nle tet't't-

bl6 porque esta vez- no contest6 la nt6quina. Hay alguien en

c:rsa. Reina, dije, Il.eina, Reina, pero colgaron. La operadora

me pidi6 m:is monedas y las echd con tal de que ntc colltes-

tara alguien. ;Reina?, dije varias veces pero alguien levanta-

ba la bocina y luego colgaba. lhl vez era Reina que estaba

dormida, habria llegado del trabajo y querria descansar, yo

la conozco, s6 que es capaz de l-racer esas cosas. No podia

perder el bus por cluedirrme ntarcando, pero lo il.rtentd otra

vez por si dc pronto habia marcado mal, y otra vez: I{eina,

;Reina?, pero nada, volvieron a colgar.

En dos saltos regresd al bus. Ya me iba, nre regana una

vieja sentada en el puesto clel chofer, lista para arrancar; tam-

bidn nre dice: tienes la cara cortada, luego agarra el micr6fo-no del altavoz.

-llueno -dice la chofer-, la pr6xima es nuestra pa-

racla final. Ifn unas pocas horas llegaremos a Mianri.Yo pienso: si mi pie no se calma no t.ne podrd bajar.

"fu pie se mueve cuando estds dorn-rido, me dijo Mila-gros, ;te despert6 rni pie?, 1e pregtrnt6, no, he estado des-

pierta y te veia dormir; no deberias hacerlo, le dije, ver dornrires casi tan atrevido colno ver cagar.

-Me tengo que ir

-le dije.

-Todavia estd ten-iprano

-reclam6 Milaglos-' Sigue

contdndome.

-Hace como Lll'l lttes que 11o te cuento. Ya tlo sd ni d6n-

de clued€.

-2F,stabas aqui o seguias alld?

Uno no se da cuenta cuando cruza, Milagros, es como

cuando cumples aitos, ese dia uno se mira el espejo y 1lo ve

nada, pero el tiempo te ha castigado coit ul-l aflo tlris' Erl cuel-

|'

i,rrl!

f.i

i!Iiiiii

1'r-

ti:t.illf,.

ij'

l;

li!tll

t!1.rri:

'lir'!l:li

,fijl

tiri,

jj

illtil;::

quier n-romento pudimos haber cruzado y nadie de noso-

tros se enter6. No habia ntanera de ver iracia fuera ahi meti-

dos entre la madera; ademds, no s6 por qu6, pertnaneci todo

el camino con los ojos cerrados, pensando en todo lo que

nos podia pasar, en las historias de habiamos oido de poli-

cias y de gringos que practicanla caza con inmigrantes.

-;Conro si fueran zorros?

-pregunt6 Milagros.

Creo que los zorros tienen miis privilegios en la fronter

ra. No te imaginas las condiciones en que llegamos. El ca-

mi6n se detuvo dos veces m6s, y esas dos veces nos sentimos

perdidos. Oirnos a los de afuera hablando, pero no se les

entendia. Cuar-rdo arrancaron pensamos que ya habiamos

cruzado, pero al rato se volvieron a detener y otra vez se

oyeron voces. En algfn n-romento el carni6n se meti6 por un

camino lleno de huecos y a toda velocidad. Los troncos co-

menzaron a moverse y nosotros, como unos troncos mas,

nos golpeamos todo el cuerpo contra la madera sir-r pulir-

De nada sirvi6 la ropa para que no se nos enterraran astillas

en la piel. Algunos empezaron a gritar sin irnportar que nos

pudieran descubrir, y cuando suPe que un grito mds no al-

teraria nllestro riesgo, gritd para 1-rreguntarle a Reina que

c6mo estaba, si se sentia en carne viva como yo, si todo ledolia como a nti, y si creia, tan-rbi6n, que todo habia terrni-

nado y que moririamos en cse c.anli6n.

Reina estaba bien, o ai menos estaba mejor que yo.

Tranquilizate, Marlon, que nada nos va a pasar. Pero el ca-

mi6n parecia l-raber perdido el controi, y el dolor y los gri-tos me asustaron n6s. Yo que I1o rezo, esa vez rece, y hasta

pedi perd6n por haber deseado que un virus extertninara

a todos ios curas de la tierra, incluyendo a Su Santidad;

pedi cor-r fuerzas clue terminara la pesadilla, bien o tnal,

Pero que termlnara.

-Ya liegamos -dijo

alguien atuera.

Escuch6 el mismo ruido que hizo la madera cuando nos

taparon y despu6s oi una voz detrds de mis pies. Al suelo,

rne diio, y trat6 de ulovernre pero llo me dej6 el ardor.

219

Page 112: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

No me puedo rlover, le dije al clue rre ha[r16, entonces 6l r-ne

propu5e; pues te puedes quedar ahi, si quicres, y yo le supli-qud: no, ayfdeme a salir. Me agarr6 los pies y tir6 hacia fue-

ra como si yo estuviera naciendo de culo.Afuera estaban unos quejdndose en el piso, a la calefla la

vi vomitando junto a un matorral. Despu6s baj6 Reina, con

un zapato puesto y con el otro en la mano, con los brazos

raspados, la carnisa rota y contusiones en la frente y en la

nariz. Se colg6 de mi y rne dijo exaltada: ya llegamos, Mar-lon, ya e,$tamos en Estados Uuidos, y yo que a duras penas

poclia tenerme en pie y sostenerla a ella, le dije: pero miric6mo r.ros volvieron, y ella agreg6: no inrporta, Marlon, ya

estamos aqui. Saqud fucrzas para abraz-arla y compartir con

ella una alegria que yo no sentia pero que por ser alegria de

Reina amcri taba participar.Despu6s un esc6ndalo t-ros desvi6 la atenci6t-t: la calena

ies pegaba con una rama a los coyotes y los insultaba: peda-

zo de hijueputas, malparidos polleros, asi no se trata a una

mujer; les reclamaba por sus heridas, por el mal trato y el

atropello, pero ellos pareciat-r recrearse en lugar de sentir

culpa, y con carcajadas ybrincos festejaron el correteo de la

calena, hasta que uno de ellos se puso serio y orden6 hacer

una fila y empezar a caminar. Hubo protestas pero ya tenia-

mos las voces nruy d6biles, y comparadas con los alaridos y

los insultos de eilos, apenas nos podiamos oir. Luego nos

repitieron su oraci6n: que pinchi, que felolres y gandallas,

que por grifo, que qud onda mi carnal, que por culeros, que

qu6 pedo, que de pilor-rcs.

-Entendi pedo-me dijo Reina.

-Yo pens6 que era ingl6s

-le dije, y echamos a andar.

Carninamos como vacas que presienten el potrero, arrea-

dos por el miedo de encontrarnos a la Border Patrol y em-

pujados por la idea del riltimo esfuerzo.;Cuiinto falta?,;faltamucho?, les preguntamos a cada minuto, pero respondie-

ron siempre con ofensas y con tirdenes de callar.I'!l

,il,

,tl

,ii,r!: ,llr

A 1o lejos vimos las luces de unas casas. Itejr-ra nre dijo:son las luces de los Estados Urridos, y aceler6 sLl paso paraponerse de primera. El honbre que iba a su lado nos anun-ci6 qr"re entraliarnos a una de esas casas, pero ter.riamos quchacerlo en el mayor silencio. Los vecinos no saben nada, nosdijo, no se les ocurra despertarlos.

Entranros sin hablar, muy penclientes de evitar algirnruido. Seguimos a una nrujer gringa, con .rpnlisnilia de abuelad6cil, hasta la parte de atr:is, donde nos metieron en Llna

irodega pequerla. E,speren 6rdenes y no hablerr, uos sllsrlrra-ron los coyotes. Luego se despidieron entre risas: welcometo the United States.

Vinros ananecer en silencio, dormitando a veces, peronruy atentos a cualquier movimiento. La abucla apareciti nruytenrprano a echar una mirada, mds por costuntbre que porcuriosidad; no dijo nada, no hizo ningf n gesto, y al rato re-gres6 con yodo y algodcin para que nos limpiiramos los ras-pones. No hubo manera de evitarlo: gritamos cuando nosuntamos el yodo en las heridas. La mujer apareci6 otra vez-,

con cara de enfado. Alguno le dijo: tenemos hambre, seno-ra, y ella respondi6 chambonamente: no hablo espanol.Hambre, vocalizamos despacio y por silabas, ham-bre, perono supimos qu6 entendi6, porque se fue muerta de la risa.

Pasamos el dia entero tirados en el suelo, balbuciendouna que otra queja, suponiendo en voz muy baja, escuchan-do c6mo nos estrangulaban las tripas. Como a las cinco vol-vio la vieja y nos dej6 una bolsa grande con hamburguesas.El olor a cornida nos despert6 el dnin"ro y el instinto; comoanirnales nos lanzamos sobre el paquete. Por suerte hubopara todos; hasta sobr6 una carne porqlle un clrino scilo se

comi<i el pan.

-;De d6nde sali6 ese chino?

-me pregunt6 Reina.

-Yo creo que venia en el cami6n -le dije.

-?ri vcz si, pero no sabia que era chino.

-Dizque no come came.

Page 113: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Tan cansones los vegetarianos

-dijo Reina.

Nos dieron comida porque el viaje ncl habia terminado.Al caer la tarde apareci6 un gringo que hablaba muy bien

espanol, o tal vez era un mexicano al que ya se le estaba olvi-

dando su idiorna, el caso es que pregur-rt6: ;quienes van para

I.os Angeles?, y se fue con dos. Despu€s vino por los clue

iban para Miami, y finalmente, ya de noche, entr6 y pregun-

to: 2qui6nes Yan para Nueva York?

Nos acomodaron en un carro al chino, a Reina y a tni,pero apareci6 la calefla y dijo que tambidn iba.

-;Para d6nde vas? -le

pregunt6 Reina, retindola'

-A vos qud te importa.

-2Para d6nde va?

-le pregunto a la calefla el que iba a

manejar.

-Ahi vanlos viendo -le

respondi6 coqueta.

Se subi6 adelante con 6l y atr:is quedamos Reina, el chi-

no y yo. C6n"ro te llamas, le pregunt6 la calefla al del carro.

Bill, dijo dl, entonces el chino, que no habia hablado' se emo-

cion6 y dijo que 61 antes se llamaba Ping pero que a partirde ese dia tambidn se llamaria Bill; el chino Bill, dijo la cale-

fla, y se ech6 a reir. El gringo tambien se ri6 y aceler6 a fon-

do para ilegar r6pido a San Antonio, donde ton-rariamos el

bus que, dos dias despuds, nos trajo hasta aqui.

Milagros se qued6 tan callada como yo. Seguianlos des-

nudos debajo de las cobijas. Ella tenia la piel caliente y yo

pensd en lo sabroso que seria quedarme ahi y r-ro salir ai frio'

-Me tengo que ir -le

dije.

Milagros se peg6 rnd,s a mi y en tono de rriiia reci6n des-

pierta rne pidi6 que me quedara. Puse mi nariz. sobre su pelo

y senti el olor dulce del champir. Qu6date hasta maflana, me

insisti6 tiernamente, casi dormida. Pens6 en el fri6 que

n-re daria al salir, y lc dije:

-Est6 bien, hoy me quedo.

l',

ll

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ii,,il i:i,

ii',

ij.,,

j,i.,;'rlli,ili;:il' ,' ;

'iii' j

Decian que lo rnejor de1 ittvierno era esPerar la primavcra.

Para rni lo nrcjot.fuerou las rtochcs ccltt MilagrosValclds. E,sas

horas que pasd pegaclo a su tilrieza, desentendido del frioque acuchillaba a los cle afuera.

Cada noche , al ternrinar el trabajo, aguar.rtaba el vier"rto

helado pensar-rdo etr la recompensa dc ult rato jur-rto a ella,

asi tuviera que salir despu€s, a Ia madrugada, para quedar-

me adonde Giovauny, en utt rinccin jurtto a sus niuos.

-\o 1s estoy botattclo, brother

-nte decia dl-, percr

por qud no tc <;uedds alld de ulta \rez.

Le cont6, aden'tis, que Milagros sc cambiaba fretlte a mi,que dormia ligera de ropas y que usaba unas tangas qr-re le

prartian el culo ert dos. Ur-ra tirita de nada sepraraba sus nal-

girs y un triiingulo de tela le cubria el tritinguio de pelos que

no se dcbia mostrar. Asi la dejaba todas las ttoches, ntedio

dornrida, con la camiseta enrollada elt su trollco, camiseta

alcahueta que rrle dejaba ver todos sus primores.

-Ademiis calrla elr Ia ducha

-le conte a Giovanny.

-;Para qu6 rne contds todo esto? -ps

lsglnp$-,;para rrortificarme o para que vea lo giiev6n que sos?

Para mi era suficiente estar un Par cie horas, cacla no-

che, con ella. No uccesit6 de n-ris para co[tenz-ar a reconci-

lian-ne con Nueva Ycrrk; se uecesita de mucho afecto para

entender esta ciudad. A mf me bast6 con el que me dio Mi-lagros, a pesar del riesgo de una sfbita aparici6n de Reina.

-Ya debe estar llevar.rdo otra vida -dijo Giovanny.

223

Page 114: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

ryai:t:

-tr-cl la quercs, :lto cicfto?

-A la rlnica tlue quiertt sirl vel e.s a la Virgen.,Aclent.ls,csta I{cina no se quierc ni ella rtrisnta.

-La qriiero yo.

-Fl.so c.s lo que vo.s crcis -dijo.

1.os dorr.ringos tan.rlri6n pcrdian su viscosidad jr.rrrto a

Miiagros. Nos ibanros a cattrinar por la ciurlad, ctrnro si p;s-tencliera enscnirrncla palnro a palrtro, l)ara (luc lto urc r.xtra

v iat'ir en uir-tguna esquina, o ir-rtcntando qLie yo me el)illtla)rnra

prirncro de la ciuclad y despr-ris dc ella.

-;Nulrca has visto Manltattan desde lris nube5J

-1r.rt.,prcrunt6.

-;Dcsdc un avi6r'r?

-Casi -nte ciijo, )/ l)lc iltvitd;.r sr-rbir al i,icj,r Entpil'cState.

-;Y nunca has escr-icltado ntirsica cntre los drboles?

-;lin utr bosrlue?

No prrspixl-t-,ante, 1.rcv6 r'ne llcv6 ir escLrchar uu colrciertoen cl Central Park.

-\by a au([icionir]' pirra una orQUcSt.r -nte

contri nnat arcl c.

-2Para cantar?

-Si-dijo <,rgr-rllosa-. E.stdn bu.scando una voz contola nria.

Su sueiro era montar su propia banda, Milagros Valcles

ancl the Simpiiticos, nrc dijo rlue asi la iba a bautiz.rr, peroque s61o la lendria ttl colnieuzo, que dcspues iba a car-rtar

sola y seria f nicarrrente Milagros Vald€s, y que cualtdo fireraftur.rosir se llanraria l\'lilirgrrts, a secas,:rsi con.ro todo el rlui.r-clo ya sabe qui6n es Celia, nte dijo.

-Yo tambi6n quisierir estudiar, Milagros.

-Ajd -cxcliuro en costearo-. ;Y que estds espcr.rnrlo-i

A qr.re aparezca Reina, pense, ;por qud?, nte prr-qunti,no sd, pero liasta que no la encue ntre no puedo arrancar.'Ialvcz por eso es qlle contienzo a detr-starnre.

--\'.r huele a Prinrirvera -dif o N4ilaeros.

-Esa llega sola sin que la busquen

-clije.-2Qui

te pasa?

-Nada.Algo trae la prinravera aciemiis de flores, adenrds de N{i-

lagros y de las horas que prolor-rgu€ en su carna, de dondesalia corriendo al amanecer. En la primavera tambien haytormelrtas, y colno un rayo en seco cay6 ia caiefla en T'ierraColonrbiana.

-Sentate, bizcocho.

-;Calefla! ;Qu6 estis haciendo aqui?

-Sentate porque no vas a aguantar parado.

Me quit6 el sonrbrero y me sent€ frente a ella, que rne

miraba con inquietud. 2Que pas6, calcfla? apenas le pude

preguntar. Ella esculc6 en su cartera, encont16 un papelito y

nre lo tendi6.

-;La encontraste?

La calefia asinti6 en siiencio. Yo eche la cal>eza hacia atr6s

y comence a ver ne[iro. Me tap6 la t'roca, que se me habiapuesto fria.

-;Estiis segura?

l-a caiefla volviti a asentir; conro que me ilamo Luz-, dijo,y mc alarg6 de nuevo el papelito. aQue te pasa?, nre pregLln-

to, ::r1o estds contento?

Un srlrncio imprevisto se apoder6 de1 restaurante. Me pa-

reci6 que todos estaban quietos, esperando a que le respon-

dierir a la caleira. Entre ellos sobresalia la mirada enorme de

Giovanny Fonseca. Mird a mi mesa y la vi vacia; todavia nohabiamos puesto las servilletas ni los saleros ni las salsas de

tomate; tenia el espacio libre y dej6 caer la cabeza sobre los

brazos como si fuera un borracho que se quedara dormido.La calena me acarici6 el pelo y yo ensuci6 la mesa con nlo-cos y babas. Asi estuve un rato hasta que ei sile ncio se rom-pi6 por la explosi6n de las empanadas cavendo en ei aceite,

y por el reclanro de Pastor G6mez, que pregunt6:;qu6 estd

pasando aqui?

),)4

Page 115: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-lonrii -me dijo la caleiia-, va lne estd estorLrattdo

este papcl.

En esas lctras gtrrabateadas estaba lleina.

-No le digds que yo la encontr6, ;ois? -dijo, y tant-

biin rnc entreg6 la foto que yo le habia dado-. Acorclate

que ella no nre cluiere.

-Pero, ;estds segura, ctrlcna?

-Ay, rni anlor, vos si sos cansdn. Si no es ella te devol-

ves y me ahorcds.'Ibdos volvieron a sus rsLllltos, pero sitr dejar de cscu-

'drinar. El rinico que perrnarleci6 quieto, atragantado cott la

noticia, fue Giovatrny; los dos rros nrirat.uos con la t.uisma

cclr-rr-rtoci(rn.

-8uctro, mc telrgo que ir.

-;Querds Llna cerveza, calena?

Cerr6 su bolso Chanel falsificaclo y se par(r. Mier.rtras

desarrugaba su faldita nre clijo que tenia que ir a no s6 qu6

cosa cle una coreografia.

-No la vas a cagar, mi amor. No le digis que fui yo.

lr4e estamp6 un beso donde termina o comienza la boca

y n.re sec6 la mcjilla con stl pulgar. Sali6 n-reneaindose l-racia

la puerta y no se ciio vuelta cuando le grit6 descle la ntesa:

gracias, calena.

Si la calena fue cl rayo, lo que sigui6 fue la tetnpestacl,

el torrente que en menos de un dia me arrastr6 a este bus,

que ahora cntre el trdfico pesado se acerca a Mian'ri. Aquiilevo conmigo el recuerdo vivo del desorden que arm6 en

las fltimas horas. Mi partida caus6 el misnro revuelo que

rni llegada. Pero nada rnodificd la decisitin que torn6 ape-

nas desapareci6 la calena de ni vista: matlana misuro ttrevoy a buscarla.

Todos opinaron: que la llarnara primero, que nrejor la

sorpresa, unos que si y otros que no, que nte asegurara de si

era ella y l1o una parecida. En ese avispero s6lo dos se qtle -

claron callados, miriindome, atentos a ni detern-rir.raci6n.

zz6

I)ero eran precisarnentc lirs palabras de ellos, de Giovanny yPatricia, las que rnds necesitaba.

-jQu6 hago?

-lcs prcguntd.

-Llt'rrnala primcro a ver si es ella -dijo Patricia.

-l 3 vs1 si te quiere oir -opin6

Giovanu)..

Ilecogi unas monedas y me fui a llantar ir la esquit-ra.

Pude ver.rcer el tetnblor dc la pierna y de los dcclos en e[ no-mento de marcar, pero cuando el teldfono repico conrcnci a

sacudin.ne. Me recostd donde pude porque de lo contrariome iba a caer. Me sostuve en ulta sola pierna. I-a otra con-

vulsion6 como Llna serpiente herida; hasta le dije ofuscado:

ciuedate quieta pierr-ra hijueputa, pero ntientras mis repica-

ba nds ternblaba, hasta que ia apoy6 con fuerz-ir er.r el suelo y

con ei otro pie la pis6 y auarr6 cotro si ftieta ut.t anir-nirl que

se quisiera escapar. Repicaba y tome aire porque se me ha-

bia olvidado respirar. llasta que por fin escuchd la voz de

Reina.

-;Ai6 ? -d ij e ir-r rr-red iatanren te, asfi xi ad o.

Era su voz pero no era ella. L,ra i{eina clr una grabaci6tr

donde pedia que dejara nri nonrbre y un mensaje. No clcjd

nada. Colgud antes de clue sonara la seiral ;rara hablar. Era

sL1 voz en un claro e ilnpecable ingl6s. La habia encontraclo.

No sd por qud conienc6 a reirme duro y sin gtrnas, pero fucrisir lo que nre dio. Menos mal casi todos se rien y hablansolos en Nueva York, porqtie asi yo era un trastorrtaclo tn:is.

Me rei y brinqu6 alrededor del tel€fono cor.t.to si rr-rc hubicraganado una loteria. Me la habia ganado. Encontrar un per-

diclo er-r Estados Unidos es acertar utt ntmero entre cietttos

de nillones.Volvi a marcar, de trtievo escr-rch6 sll voz ronca e ir-ifat-r-

til, con un acento paisa que perntallece asi se hable ert ruso o

en ingles. Marqu6 mis veces, quince veces tttas, hasta clue se

rne acabaror-t ias rnonedas. F,ntottces regres6 al restauraute y

en la pruerta nre encontrd a don Pastor.

-2Qu6 pas6, rr.rr,rchacho?

-Es ella.

Page 116: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

I

l

rfr

!:I.:

ii

-;Hablaror-r?-No,

pero era su voz e n la grabaci6r-r.

-;L,steis seguro?

-Contpletalnente) clon Pastor.

Pas6 su brazo por enciura de mi irornbro y nre pidi6 queentriramos. Adentro ]rabia una falsa nornralidacl, todosfingian estar en lo suyo pero no dejaLran de mirumos. DonPastor nre jnvito a su oficina y le dijo a Patricia que nos Acont-panara.

-iQue pensds hacer? .-rne pregunto dl.

-Pus5 voy a ir.

-Por qu6 no habler.s antes con ella

-sugirici Patricia.

-Estas cosas no soll para habiarlas por telefcruo

-ledije.

-Marlon tieue razon

-diio don Pastor-. El santo haceel milagro.

-Yo no s6 -dijo Patricia-, pero creo qr.re es nrejor

que lc anurrcies que vas a ir.

-La voy a llamar, pero tambi6n voy ir ir.

-lQud ie vas a decir cuando la veas?

-nre pregunt6

don Pastor.

-No s6

-le dije-. Tal vez no le cliga nada.

-Se van a abrazar -dijo Patricia, entocionada.

-Supongo -dije. Luego los tres ltos quedanros en si,

lencio.

-;Cuindo te vas?

-preguut6 al rato don Pastor.

--Marlana -les

dijc.

-;Y Milagros?

Cotno todas las noches, Milagros rne esperaba a que lle-gara del trabajo para dedicarse a nri. Esa vez llegu6 miis tar-de, camin6 mds despacio buscando las palabras que la dejaranmenos herida, pero llegud a su puerta sin haberlas encon-trado, simplernente porque no existen. Ella me recibio comosiempre. Todavia me emocionaba y se me aceleraba Ia san-gre cuando la iba a ver. Pero esa noche no fue asi.

zz9

No irubo excusas pilra Milagros, ni una sola fi-ase selts.r-ta, ni una explicacion. Hubiera querid<l decirle algo cornct<si no la encuentro, Milauros, vr.ly a seguir pcrdido, sier.nprer,

J.rero elt ruedio cle todo tanttriitr lue pirrcciii inrjrtil. El silen-cio habl<i pclr rtri, se encargo tle ccharla sotrrc la carna, clchunclirle la cabcza dcbajo cle la alrnohacla y de hacerla gru-l-rir n.rordier.rdo la slibana: ya llo n.xis, coitt-r, no vuelvo a can,tar. No l'nrbo un abrazo o una clespedida, ni siqr.riera el adi6sqLle se mcrece una ntujcr dnica conro ell.i, ni siquiera lirsgracias por habern-re regalaclo el rrrejcir recuerdo que llevcrde Nueva York.

Aflera, cn la calle, pensi que nre habria iclo nrejor pcr-dido, pensd quc er)colttraba a una pero nle queclaba siu laotra, y cuando estaba por polterllte a pensar en el equilibrio,en la injusticia y en esas pendejadas que no siLven sluo parapensar, me vi marcando otra vez. el tel6fono cle la quc habiaaparecido, pero de nllevo ne resproncli6 el cclntestador.No dije naclir y volvi a llanrar, rnarqu€ en cada tel€fbno queme encontre dcsde la casa de Milagros hasta la nria, conto si

borrara con cada llar.nada cl caurino que habia recorrido tar.r-

tas noches.

Page 117: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

fi

Las luces de Miami rebotan contra una nube negra. En cual-

quier momento puede largarse a llover' El taxista sigue mi-

rando el papel, musita nombres' me mira como calcuiando

cu6nto podr6 pagar. Esto queda como a nledia hora de aqui,

me dice; yo encojo los hombros.;[e sirve?, me pregunta. Lo que

marque el taximetro, lc digo.

La alternativa era tomar otro bus y hacer ut.r par de

intercantbios, a esta hora de la noche y en ulla ciudad que

no conozco. No, nte dije, cualquier dia menos hoy' Tocard

sacar io que ayer me dio Patricia: tome tnijo' y sin que su

marido la viera me puso en la nrano un rollito de billetes,

no ntuchos, pero seguramente me alcanzardn paln px*ot

este taxi. Giovanny, por su cuenta, quiso hacer lo t.nismo,

pero no acept6; no, Giovantry, ni se te ocurra, mis tlo pu-

diste hacer por mi.

-lq5 v35 a necesitar

-insisti6.-Puede

que si -le dije-, Pero no te los voy a recibir.

-Dejame que te d6 algo, brother.

-Dame ttn abrazo, GiovannY.

Nos apretamos duro, como si uno quisiera quedarse con

un pedazo del otro. Despu6s vi sus ojos conto dos ellormes

lagunas y le dije: yo s6 que nos valros a ver muy pronto'

Giovanny. Yo s6 que si, bro, ratific,S dl' Despuds le toc6 el

turno a don Pastor, que sin mucha ceremonia me dio un par

de palmadas en la espalda, me souri6 y dijo: te voy a guardar

el trabajo por un tiempo, por si acaso. Yo pensd: por si acaso

Page 118: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Ileina deciclc volvcr corrlrrigo, pero ya tenia ciaro c1r-re a ellano le cntnsiasmai-ran n.rucho los regresos.

-Nos llarnas apenas llecues --nie dijo Patriciir.

Me llev6 clc su ntano lrasta la Lruerta, se ernpino y nteclio un bcso de rtraclre. Usted cs una santa, seflora, le dije, nolre cligis senora, rcplic(r, y ve te )'a que te v.l a dejar el bus.

Es raro, pcro ahora no siento nada, cor-no si el rniedo y

la desaz6n se hubicran cluedado cn ese bus.'f:il vez igr.ral queun soldado que sabc en nredio cle las balas que su suerte yaesti echacla. O tal vcz porque elt este cncllelttro con Reina lasuerte no tiene nada que hacer. La fortuna fite cncontrarla,pero lo que siga de ahi es cosa de ella.

-;Cincuenta y uno o cir]cnenta y dos?

-nre prcgullta

el trr-ri.sta.

-Cincuenta y uno.

--Entonces es al-ri.

Una casa conro cualquiera, pequena colno la de todoslos que viver-r airededor. Una casa que pasa inadver.tida, conantejirrclit.r y con una luz sobre la puerta. Repas<t .la direcci6nen l.r cabeza y la corrobor-o cou el nirnrero frente a rri. Toda-via no siento nada. Seguranrente hc dcjado de ser yo y es

otro el que va a timbrar. lComing!, chilla descle adeutro unavoz de mujer. Oigo un mido como si alguien hubiera trope -zado. Corning, dice cle nuevo y abre la puerta.

No es Reirra. I'orlria scr conlo csla rlujcr err urros arios,pcro todirvia rro lo es.

-;Raquel? -_lc pregunto.

-;Qrridn diablos eres tr.r?

Si Mariiyn Monroe no hubiera ntr-lerto seria como Ra-quel, tendria el pelo del ntismo rubio, de un decolorado re-seco, las misntas arrugas y las urarcas de ia vida por todaspaftes. Seguranrente al igual que Raquel teudria un tatuaje,Llna trenza de espinirs le claria la vuelta a su brazo, y tantbidnestaria borraclra, sudando alcohol.

-Soy Mtrrlon _.-le digo.

fii

l{aquel suelta una carcirjada chillona, tanrbalea y luegoacl-rica los ojos para enfocar; me examina de arriba abajo; yotantbi6n la miro. l,leva una irata ligera y sandalias de tac6n.'l-enr-rina de estudiarnle, manotea al aire y chasquea la len-gua en desaprobaci6n.

-E,res un Iritlo

-dice.-;Pueclo

ver a Reilra?

-lleirra est6 miis vieja que tri.

No puede sostenerse elr sus tacones, abre las picnras para

buscar equilibrio y se sostier.re en el marco de la puerta.

-; Puetlo vcrlrr? -itlsitto.

-F,r.rtra.Es una sala conto cualquiera, ireqLlena cot'uo la casa. 'lal

vez tienc denrasiados adonros, nruchas porcelanas que no

lograr-r disin-rular ciert,r extravagancia, conro si hutriet'ilnmontado una casa de nrurlecas en un burclel. Deia eso porahi, dice de rni rnorral.

.*;Quieres un trago? -_pregllnta.No, le ciigo; yo si, ciice y torra su vilso vacio pcvs 111)

encuentra la botclla. 2Tir Ia ves?, nie pregunta. Zigzaguea has-

ta la cocirra. Oigrr un estntcnclo de ollas y ur-ra carcajada.

-No est6

-dice.No hay scirales de lleina, ni de nirclie nrds. Al fondo se

oye un televisclr encenclido pero r-radie aparece. I{aquel cru-za y se mete en otro laclo. La oigo oriuar. Caurir"to despircicr

pror la sala, mirando cada cosa, buscando a lleina aunque

sea en ulla [oto.

-Aqui esti.

-Aparece Raquel, levanta la botella y

dice-: La encontrd en el bairo.

-Raquel -*le digo-, necesito ver a Reina.

-Reina no estd.

Raquel se ha echado en cl sofd, se saca los zapatos con

lc-rs pies, se recuesta con la botella e n una mano y con el vaso

en la otra. Apenas se sierrte cirmoda vuel\re a incolporarse,suelta la botella, coge un cigarrillo y lo er-rciende.

lt2

Page 119: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-Apuesto a qtte tampoco furnas, pretty b<ly.

Si supiera que estoy aqui por culpa dc urt cigirrrillo...Racluel suelta una tlocanada y se Polte a reir, t.to sd dc c1u6,

pero estii a punto de explotar. Me sier-rto 1'le pregunto:

-2D6ncle estii?, ;cl6r-rde la puedo etrcontrar?

Va dejando la risa poco il poco, se acomtlda, bcbe y dice:

-iDe verdad la quieres ver?

-2Ella no le ha hablado de mi?

-Claro que me ha hablado de ti. -ll-ata

de levantarsc

del sofi p€ro no puede con ella ntisma y se clueda sentada

otra \rez-. Mc l-ra dicho que eres un nirlo lnuy bucno.

-2I-e cont6 qtle ltos per<lillos?

-Not exactly.

Raquel deja el cigarrillo en la esqr.rina de la nlesa y se

ayuda a levantar. En el intento se salpica corl el trago. Sltit,

ciice y sacude la bata con la ntano.--2Qu6 le cont6 Reina? -le

pregunto.

-2Qu6 te gustaria olr? ;1b gusta Roy Orbisor-r?

-lLaqrici. . .

-l love i'rirn.

Se pone de rodillas frente al equipo de sclrlido y trata cle

t:ucontrar algiu bot6n. Primero suetttr el raclio, desptrds r-lr.t

r.uido, despues lloy C)rbisor-r. Se agarra de dor-rde puede para

ponerse otra vez- de pie. ILegresa cantando al sofii: orily the

lortely, durn, durn, dwnby, doo, walt...

-;A qu6 horas llega Reit-ra?

-Pregunto.-'l'e

estds volviendo pesado, pretty boy.

Raquel bebe y canta u6s alto, only tlre lonely know wlry Icr1,,;de verdad quieres t'erla?, pregunta otra vez.

-Llevo miis de un aflo buscindola, Raquel.

-Pobre nen6

-dice y de nuevo se sttelta a reir.

Siento el in'rpulso c.le entrar a los cuartos y buscarla, de

saber qui6n estd tiendo televisi6r-r y acabar coll este juego

de lLaquel.

-Esti bierr -me

dice-. Vamos a buscarla.

234

Despuds de dos irrtentos logra pararse y se va al fondo,olr, olr, oh, oh, v,alt, ortly the l<mely, voy a cambiarnre, clice ycntra cantando a ur-r cLrarto. Camino por la sala mientras es-

pero. Otra vez tlusco er.r las fotos qr:e estin colcadas por ahi.

-lBranclonl, iBrandonl -grita Raquel descle el cuarlo.

Por fin veo a Reina, casi igual a conro la dejd, pero nohay nada de Nueva York en la foto. Hay tres fotos de Reina,

tod:rs en el n.risnro lugar. Si csta borracha pudiera l-rablar ya

habria salido de tnuchas dudas.

-lBrandon! -vocifera otra vez.

Er.rtre ia fotos hay uua de un bcbd, hay dos fotos, clos

bebes. Ya comienzo a sentir, noto qrte cl pie ticne ganas dc

sacudirse.

-aNo nre escuchaste?

-Raquel llega en vestido corto,

con la cremallera abierta atriis.

-Raquel -le digo-, estos ninos...Ella se recuesta en la pared para <1ue 1a risa no la ttu'nbe,

trata de decir algo pero la risa uo la deja. ;Ninos?,logra balbu-cir. Cuando puede calmarse se acercil a la fcrto y le ponc la mano

abierta encima. Es mi beb6, dice, nri bebd, rcpite a nrcdia ]en-

gu.r, conro le hablan tontanrente los adultos a ltts ninos.

-;lrs suyo?

-prellunto perplejo.

-'fhere qoes tny brrl;1

-sieue con el disco-, tlterc gocs

rny heart...Se mueve torpemente. No sd si quiere bailar o nivelar su

borrachera. Se da vuelta y queda de espalcias a rni.

-Por favor, please --dice y se queda quieta para que le suba

el cierre. El vestido es viejcl y apretado, la crernallera se atranca

er-r el punto donde e1 brasier negro contrasta con su piel.

-Thank you, prctty boy.

Regresa al cuarto y n-riro de truevo el retrato del beb6;

busco algf n parecido. Raquel se asotrla, rn6s alta, trepacla er.r

ullos t.icol)es enonnes.

-E,sp6ranre afuera

-dice, y colrro no me vc reaccio-

rrar, rcpitr'-: esPeralile aftrera.

Page 120: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

-;Puedo deiar eso ahi? -le

senalo t.tli nlorral.

Racluel no contesta, sin.rplen.rer-rte nlanotea al aire otrir

vez. Salgo y espero a que algo suceda.

La nube sigue ahi y el viento es miis bieu frio, como si la

primavera no se decidiera todavia. De pronto oigo ur-r ruido

de latas y resortes. La puerta del garaje cornietlz.a a abrirse'

Lentamente veo alrarecer las piernas f.liiciclas de Raquel, cs-

tilizadas a pultt.l de tac6rl.

-Ay[dame, Brandon

-dice cle.s<]e ildentro.

Tertnino de abrir y veo ull carro viejo Parqlleado' Ileno

cle abolladuras y rayones'

-;Va a manejirr? -ie

pregunto descotlcerlado.

-2Qu6? -n1e desafia-) ;crces que no sd?

Sr-rbe al carro y lo etrciende, tarnbidrl'irrencle un cigarri-

llo. Stibete, me ordena. Le digo: I{aqucl, rtsted no Lruede

n.ranejar asi.

-Estri bien -dice-. Qu€date.

Echa reversa y el carro sale dando saltos. Yo aproveclro

qLle se le apaga y tle sr-tbo rdpidanrente. Arratlca de nttevo,

entra en la via sin fijarse .si viene otrrl carrt), fretra cn seco,

prende el radio, n)ue\ie la pralilllca de cambios y acclera a

toda velociclacl, cagacla de la risa.

Raquel uo respeta las senales ni lcls setrtiftrros. kln cada

cruce cierro los ojos y nle agarro duro. Le reclatno Por sus

inipruderrcias PerQ lllc rcsponde sientprc c()ll una carcaia-

cla. Fritna, se rie y canta tlrientras volalllos por ias calles de

Miami. 2Para d6r-rcle vatnos?, le pregunto.

-iNos vamos a matar! --contesta Raquel col.l ttlla ri-

sotada.

Nos ureternos en utla avcnida y la congesti6n la obliga

a dejar de correr. Bajo ia ventarrilla y nle doy un respiro'

Raqucl nraneja despacio pero distraida, miraudo perdida a

la gente que can-rina etl la ircera- Sc orilla en utl espacio libre,

2c1u6 pasa?, le Pregullto, ella abre su bolso y saca Ia botella

envuelta en una bolsa de papel, .ya llegamos?, pregunto cie

nuevo, I{aquel se limpia la boca coll stl brazo y nrira al laclcl

L36 237

ollllcsto de la calle, enciende otro cicarrillo, yo lto veo nada,no veo a Reina, ;es aqui, Raquel?, ella sigue chupanclo, y depronto, con el mismo desconcierto qLre se echaba a reir, conel mismo artificio se ha puesto a llorar, ;qu6 esti pasando,I{aquel?

Miro hacia los lados buscanclo en algo o en alguien el

nrotivo rle su lloriqueo. No veo nada, pero ella estira su bra-zo frente a r.ni y serrala la otra acera.

-Alld est6

-dice.D6nde,I)ios nrio. No la veo, los carros que pasau lto lredejan ver, elltrc tanta gente se nle pierde Reina.

-;;D6ndc?!-Alld

estii.

Del tun.rulto enlerge Reina conro en uu suefro de los quctuve. Igual a las tirntzrs veces qlle la imagind aparecer. Veo aIlcina distraida nriranclo a lado y lado cle la calle. Reina sa-

lieudo ciel suetro y hacidndose realidad. Ya c<lnrienz-'r a -sen-

tir. Abro lrr puerta prero Raquel vuelve a gimotear, golpea el

tinron y llora duro. Decido bajarme pero me agarra del brir-zo con fuelza 1.nre entierra las uiras, lsu6ltenre, Raquell, tra-to de zafanne, ella pasa del llanto a lrna risa disfrazada, conrocuando rie un payaso, isu6lterne. maldita sea!, tiro fuerte yme zafo, abro la puerta y salgo, de pie frente a Reina qucr

sigue enajenada.

-lReina!-le grito.

El ruido de la calle no la deja oir. Trato de cruzar percr

pasan carros. Desde afucra oigo los lantentos de Raquel, otravez llorando. lReinal, grito, pero Raqncl se ha ido de brr"rces

contra la bocir-ra, se queda pcgada al 1,ito 1. la gentc corn jcn-

za a nrirar. Reina tanrbi6n nrira buscando ei escdndalo, mirahacia aqui y yo levanto el brazo con micdo. lleina, digo en

voz baja. Veo que puedo cruzar, camir.ro despacio hacra ella,todavia cor.r el brazo en aito para que no nte pie rda c-le vista.Rcina levanta la nano y detiene un taxi, lc habla al ta-xista

por la ventanilla y ya no nle mira ntais. Ella sube al taxi, yo

acelero y colrtienzo a gritar: lReina esperamel El taxi arrar.r-

Page 121: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

ca con ella y corro cletr[s. Reina nisiquiera se da vuelta' Sigo

corriendo pero me torr-ran ventaja. Corro volando' como s6lo

yo se correr. El taxi se aleja y yo sigo detrds'

Casi sirr aire le grito: lpard l{eina!, 1par6 puta!, lnraldita

ladrona!

.-oL10

-Tu pie estii tembiando.Regrese a la casa de Reina y me puse a fisgonear por la

ventaua tratando de ver si habia alguien, tal vez quien esta-

ba mirando ia televisi6n, o quien cuidaba al beb6, o el com-panero de Raqucl, por el <1ue canbi6 a Gonzalo y dejtl todo,hasta su hija. Alguien a quien decirle que la scirora estd bo-r:racha, parqueada, encaratlada en la acera, dormida dentrodel carro con el radio prcndido, las luces encendidas, orinada

cr-r el asiento, eructando alcohol contra el volante. Espiandopegado al vidrio, buscando a Reina como no he dejado de

hacerlo un solo rninuto hasta cncontraria, aunque es ella la

que me encLrentra, la que me sorprende por la espalda para

decirlne, como si el tiempo no irubiera pasaclo:

-Tu pie estd temblando.

--A veces le da por terrblar -le

digo.

-Me acuerdo

-dice Reina.

Nos separan un par de netros, pero ella da n-rcdio pirso

aclelante y queda ah-rmbrada por la luz de la puerta.

-jQud te pas6 eu lir cara?

-nle pregulrtil.

-eQud te pas6 cn los ojos?

-le pregunto.

-Asi es couro tenian que haber sido sier.npre.

Ahora los ticne del mismo color. Y el pelo rubio, no tantc)

cor.no el de Raquel, pero tar.l rubio conro si hubiera nacidoaqui. Hay algo er-r ella que no rrrc cuadra, y no es el paso del

tiempo.

-Me ayudas a entrarla.

-Habla de Raquel.

Page 122: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

::)l:l

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r{ii

-1C6mo la encontraste? -*le pregunto.

-Buscdndola.-;Por quc no nte brrsclrslc a mi?

Reina canrina hacia el carro, la sigo dos pasos atriis. Ilei-na me djce: ahi clor-rde la ves pesa conlo Lrn hombre. \b le

pregunto: ;por c1u6 r-ro la clespertais?, porclue no despierta,responcle, 2y a.si maneja?, le digo, uo tlenes prclr qu6 opir-rar

de mi nramii, dice Rcina.La tonra entre sus brazos pero me toca ayudar. Estd des-

nradejada, aunque habla desvariando.

-eQud est:i diciendo?

-Nada -dice Reina.

Ag:rrro a la senora por la cintura y me la echo al horr.r-

bro couro un buho. Ahora Reina camina detr:is. 2Dtincle la

pongo, Reir-ra?, dejala en el sofd, ;y por clud no en su cua rto?,

frorque no, me responcle. Raquel dice a media lengua: nohay carne para nlai]ana.

La suelto, la dejo caer colno si no nre inrportara. El ves-

tido se le ha subido y veo que Raquel no lleva calzones, mues-

tra una chimba oscura que nacla tiene que ver con su pelorubio. Reina le baja el vestido y sale.

-;Para cl6nde vas?

Reir.ra no responcle. Otra vez va para el carro. Entra, sc

sienta y apaga las luces. Yo espero a que salga pelo se qureda

alli sentada, mirando al frente como si manejara en unil rec-

ta. Me recuesto en la otra ventanilla, neto la cabeza y le digo:Reina.

-iQud queres? -me

pregunta.

Abro la pLrerta y entro, nriro al irerrte corno si fudranros

por una autopista larga. El radio sigue sonanclo y Reina estti

en silencio, ha metido las manos debajo de sus muslos.

-Reirra.. . esc l>elle.

-l,a nifla no es asunto tuyo, Marlon.

Lo dice mirando al fiente, como si el carro estuvieraandando y ur-ra distrirccitln pudiera haccrla chocar. Miraure,Reina, pero no me ruira, aprieta las mandibulas y echa la

cabeza hacia atriis. Mir-ame, Reina. Con la cabeza recostada.me mira.

-2Para qu6 me hicistc acontl)al)arte si ure ibas a <1ejar?

-le preguitto.

-Yo no te dej6

-me dice-. Saliste y nunca regresasre.

-_No pude... nte perdi.I{eina suelta una carcajada aburridora como las de su

madre, ob, nty God, dice y agarra el tirn<in con las dosmanos.

-Vos no n're buscaste, Reina.

-;Y d6nde te iba a buscar?

-En las mismas partes donde vo tc busqu6 _le cligo_.Por ahi.

Enciende las luces del carro y las vuelve a apagar, l,asenciende y las apaga.

--Si me l-rubieras buscado me habrias gncsn11.1do _lsdigo-, asi como encontraste a tu manli.

C)tra 'r,ez- mira hacia el frente y estira cl brazo hasta elradio, pasa por encinra de varias enrisoras. Una de ellas to.caba salsa; Reina nrueve el bot6n hasta encontrar la que lcgusta.

-2Por qu6 nunca llan-raste a tu casa? 'lir papd estd lnuy

enfermo..*'fcrclavia puedo llarnar

-dice.Sube el volumen del raclio. Mete de nuevo la mano bajosu muslo. El locutor clice rlue sotr lirs doce y treinta, clue afueraeste a sesenta v nueve grados, que la noche est6 cerrada vhay nubes negras en el cielo, ha1' un tloventa por ciento dehr-rnredad y noverta y nueve por ciento de probabilidadesde lluvia. Reina nre mira con esos ojos quc nre hicieron se-guirla, ahora iguales, del mismo color, y n.rc tlice:

.-No has can-rbiado, Marion.Quisiera alegarle pero sc nre hacc un rrudo, alrora nris_

n1o soy todo un nudo para cont:rrle por las que he p:rsaclo,para decirle que un ano es mucho ticnrpo y m6s si se havivido con rniedo y que todas hs uochci mc despierta ul1

241

Page 123: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

brinco, que estoy cansatlo como si no liubiera paraclo cle

correr desdc aquclla noche en clue nlc at.h'irtiri clue tto salie-

ra; que buscar y no encolttrar cansa, que la vicl:r cansa y quc

todo cansa.

-|1u5621{s cansa, I{eina -le

cligo por fin.

--;Y por qr-r6 no te rnataste? -nrc

dicc coll una rabia cle

antes-. i2Por qud lrejor r-ro tc matas, lr4arlon?l

LInos goterones caen sobre el vidrit-r cotrto si Dios ttt'rs

escupiera por halrer desafiado su voluntacl. I{eirra nte estii

mirando con los.ojcls lagrinrosos espcrattdo ulta respLlestil o

esperando rni muertc.'fengo los ojos irturrdados como los

de ella.

LIoy no cluicro ntor irnte, Reirta, porqlle el tier.npo a vc-

ces es generoso y ahora estd, jugarrdo iirrtpio. Ya tenrine de

buscartc, ya sali de eso, ),a entie ndo qu6 estoy ltaciendo aqui

con vos y qror qurt sali corriendo, ya s6 nrds. Fiiate que l.rasta

entienclo el dolor y la inccrticlutnbrc de ser colonrtriarlo;y qlle criarldo quisiste carnbiar de patria., Reina, ntl etlte n-

diste que la partria es cualquier lngar cloncle est6 el af-ecto.

Ahora s6 para d6nde van ntis Paso.s; n() tr-tlgt) caiios irnica-

mente en los pies. E,sc es eI rcgaltl del tienrpt'r, aultquc a \/os

solanrcnte lc canrl.iti los ojc,s.

Fijate quc cl pie ya no n1e tietnirla, )/ aunque trre tiemLrla

la r,oz., voy a soltarla para decirte sitr ralria:

-Matate I'os, Re ina, si qr_rer6s.

Salgo a recoger mis cosas. l,a lluvia nte aporrea la cara

Reina qucda en cl carro con la frcnte pegada irl volante.

Page 124: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Ornls oBRAS puBLTcADASEru Esrn corscqrdnr

El hidalgo de Braguetay otras f6bulas de Iriarte

Alfredo Iriarte

La caida de los puntos cardinalesLuis Fayad

t l rnunclo que resplroMario Benedetti

La horrible nocheAntologia de Peter Schultze-Kraft

Relato de un asesinoMario Mendoza

El mar del olvidoAndrds Rivera

Chang y Eng' Darin Strauss

Vel6dromo de InviernoPremio Biblioteca Breve 2001

Juana Salabert

La multitud erranteLaura Restrepo

El jinete de BucentauroAlfredo Iriarte

Page 125: Paraíso Ttravel- Jorge Franco

Jorge FrancoPaiai so liave t

LIna sccluclora rtrttchachrt llirrttatla I{cina, cltrc ticltc ttll o jo tlc dis-

tinto color irl dcl otlo, sc cttcapricha c<ltr ir a [rttscar firrtuna clr

Nucva I'ork. Irrr rnucha.lto llarnatlo Nlarlort sc ctlalllorir pct'(li-

clirrnente tlc csta traviesa irtlolcsccttte. Arrastracltls p()r stls Pro-

pios clclilius, arrrltos coltvergcrl ert el [rltr tal eirtlclo dc'los

innrigrarrlcs lirtitlttiuncritilll()s qtlc crtl/illl cl ri<l (lranclc. I:sla

avcntrlra cs rclatatla por l\{itrlon cn str viaic tle vtlclla, cttatttlo vir

a Nlianri a brrscar a Rcirra. I)csptrtis de la rtocltc clt lit tltlc til acci-

tlcntrrlnrcnlc sc l.ticrdc clt l\lartltattittt, no ha vtteltrl a tctler ttoti-

clas dc cl_la d"*1,: rltisrlc trrr rntl.

Iista historia cle anror v'n'itlas va v vttclve ctr los rccuerdos tle

Nlarlon, mientras rc dcsfllar paisaics 1' pcrsonajes tnaltratirtlos

por los racist:ls cotrdttclores dc tln brts clc la (ircvhotlrrd [-iltcs.

Sucnos l cspcrirllzas se han tiespedaz"ado cttatrtl<l al cnrzar la

l-nrntcra los tkrs itlvertcs lcrtttittatr clrgartchados ctr los envilc-

cedorcs oficirls tlttc tlcslitra cl 1'r11nit.t anlericatro a ltls enrigratrtes

i tttl,t.tttttcnlarltts.

(irlrciirs rt ulr.r \'('t'tig,irroslt sttccsiott .1.'lrllttt,rt v rlirilo{os - tltlc

rceucrtla llr tecrtitir tlc /iir-rrtl'irr Jift'r'r.l.s, la rtr.ltttil'rt.ititt tlc l;ritrtco

por litrlli, t los t'st tltl io: .lc .i rtc t1Lr,' lt izo ctt l.otttl t'cs-', este lil'r-o'

ulr;l Vc1 sc c()r)ilclt7il, trtt st'rlciit ccrrltt' lt.tstlt llcu,ilr .r stt lt'elttt'titlrt

llrral. (.onro escrilrie l'ir tlltil ctts.tt istrt, .rl llrtalizltl tlc lccr lt l t.ttterr

.1rrc,.1it rtil sltlr,rt tltte lcaLlc)-(lil llts 1..rlltbl'lts tlt'I)orloicrslil:"N,lhitr nltlrt ntrts l.tttt,tstiro tlttc llt rcirliclrrcl tltisrttlt".

Seix Barral llibliotecrr Llrcr e

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