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    EL PAISAJE CULTURAL DEL VALLE DE ONAVAS, SONORA 

    EL  PAISAJE CULTURAL  DEL   VALLE DE ONAVAS,SONORA , MÉXICO, EN TIEMPOS PREHISPÁNICOS

    Emiliano Gallaga Murrieta*

    Desde la conferencia «Sonora: Arqueología del Desierto» de 1974 en Her-mosillo, Sonora, el estado ha experimentado un importante desarrollo en lainvestigación arqueológica. Sin embargo, después de 30 años de investigación,esos avances no han sido equitativos y ciertas áreas permanecen en el mismoestado de conocimiento que hace 30 años, como lo es el caso del valle me-dio del río Yaqui. Este artículo presenta el análisis del paisaje realizado por elProyecto Arqueológico valle de Onavas (PAVO) en un área que ha sido pocoestudiada. El PAVO se concentra en la comunidad de Onavas en el río Yaqui,entre las presas Álvaro Obregón y el Novillo (figura 1). Mediante un recorridototal de superficie y el análisis de material de las comunidades prehispánicas del

     valle se examinan las posibles interacciones con áreas vecinas. En este proceso,

    el PAVO concluyó que el área es más afín con la tradición Huatabampo que conla generalmente asignada tradición del Río Sonora (Gallaga 2006).

    EL   VALLE DE ONAVAS

    Este valle se localiza al centro-sur del estado, en la sub-provincia geográfica deriscos y valles que caracteriza a este estado costero del Pacífico. Ésta es un áreade contención entre la Sierra Madre Occidental y el desierto de Sonora. Fisio-gráficamente la región está conformada por un sistema paralelo de montañas yestrechos valles inter-montañosos con una elevación de entre 140 msnm paralos valles y 600 msnm para los sistemas montañosos. El clima es normalmentesemi-seco con fuertes lluvias en verano y una pequeña temporada de lluviasen invierno, localmente denominadas equipatas . El promedio de precipitaciónanual es de 608.5 mm y la temperatura varía entre 47 o C (120o F) y -10o C

    * Centro INAH, Chiapas

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    (15o F) (Escárcega 1996; Pérez Bedolla 1996). Varios afluentes formados en lasmontañas alimentan el río Yaqui, el cual desemboca en el Golfo de California.La flora local está conformada por arbustos riparios del desierto (a lo largo delrío y sus afluentes) y por árboles subtropicales (en montes y montañas). Ladiversidad ecológica en la región provee a los habitantes del valle de Onavasde una gran variedad de recursos naturales. Adicionalmente, el río Yaqui pro-porciona una fuente importante de recursos de agua dulce.

    Las características geográficas y físicas de la región, junto con la lluvia,

     viento y erosión han producido ricos y fértiles valles para actividades agrícolas.Esta característica ha hecho a estos valles deseables para el asentamiento decomunidades a lo largo del tiempo debido a su capacidad de sostener una granpoblación. Previas investigaciones arqueológicas en Sonora, en áreas similares aesta región, establecen que los sitios se localizan por lo general en áreas ligera-mente elevadas cerca de las fuentes de agua y de las tierras cultivables (Doolittle

    Figura 1. Localización geográfica del valle de Onavas, Sonora, México, y de lastradiciones arqueológicas Río Sonora y Huatabampo (dibujo de Emiliano Gallaga).

    Tradición Huatabampo Tradición Río Sonora

    Sitio prehispánicoOnavas

    DUR 

    SIN

    CHI

    NM AZ

    SON

    TX 

    Guasave

    PaquiméCerro deTrincheras

    Huatabampo

    100 200 km0

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    1988; Douglas y Quijada 2004; Fish y Fish 2004; Pailes 1972), un contextosimilar fue identificado en el valle de Onavas.

    Proyecto Arqueológico valle de Onavas ( PAVO )

    El objetivo de investigación del PAVO fue establecer el paisaje cultural del vallede Onavas durante el periodo Prehispánico tardío y definir la tradición arqueo-lógica local de los indios Nébomes. Con este objetivo en mente, el trabajo decampo del PAVO consistió en un recorrido de superficie total en el valle que seextendió 9 km al norte y 5 km al sur. Los limites este y oeste estuvieron delimi-tados desde el río Yaqui hasta la cota de nivel de 200 msnm, en promedio de 2a 5 km por lado. Estos límites arbitrarios fueron establecidos con la intenciónde cubrir todo el valle, incluidos los montes cercanos, para empezar a dilucidarel paisaje cultural prehispánico Nébome.

     Al final del trabajo de campo, más de 67 km² fueron cubiertos por losmiembros del PAVO. Dentro de estos límites, 126 sitios arqueológicos fueronlocalizados (122 por el PAVO y cuatro por proyectos previos del Intituto Nacionalde Antropología e Historia (INAH 1998). El subsecuente análisis temporal desitios identificó que de los 126 sitios, uno es Paleontológico, cuatro Arcaicos,117 del Prehispánico tardío, y seis Históricos. Adicionalmente, se colectaron

     y analizaron 10 740 tiestos cerámicos (113.550 kg), 2 363 piezas líticas (+ 40kg), y 1 191 piezas de concha marina (1.113 kg). Junto con el área de sitio,presencia/ausencia de unidades habitacionales y estructuras publicas, y análisisde material, se clasificó a los sitios localizados. Esta clasificación, junto con lascaracterísticas naturales del entorno, presenta una base para comenzar a discernirel paisaje cultural del valle de Onavas.

    P AISAJE CULTURAL 

    La primera definición de paisaje en arqueología fue realizada por Carl Sauer,basada en su trabajo geográfico, y dice:

    El paisaje cultural está compuesto desde el paisaje natural por un grupo humano. La culturaes el agente, el área natural el medio, el paisaje cultural el resultado. Bajo la influencia deuna cultura determinada, la cual cambia con el tiempo, el paisaje se desarrolla, pasando porfases, y probablemente alcanzando el fin de su ciclo de desarrollo. Con la introducción deuna cultura diferente, el paisaje cultural se rejuvenece o un nuevo paisaje es super-impuesto

    en los restos del antiguo (Sauer 1925: 46).1

    Esta definición se enfoca en la importancia de entender al sitio arqueológicoen relación con su entorno y no en forma aislada. Además, enfatiza que el pai-

    1 Todas las citas textuales que aparecen en esta colaboración han sido traducidas por el autor.

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    saje es un producto cultural de un grupo humano en conjunción con el medioambiente. Desde el trabajo de Sauer, el análisis del paisaje se ha desarrollado

    en una fuerte metodología, adoptada y adaptada por la disciplina arqueológicapara entender la percepción cultural de un medio natural en un tiempo deter-minado (Anschuetz et al. 2001; Ashmore y Knapp 1999; Potter 2004). Cuatropremisas interrelacionadas proveen los fundamentos para el análisis del paisaje:

    1: El paisaje no es sinónimo del medio ambiente.  2: El paisaje es mundo, producto de procesos culturales.  3: El paisaje es la arena de todas las actividades de una comunidad.  4: El paisaje es una construcción dinámica (Anschuetz et al. 2001: 160-161).

    Siguiendo estas premisas, los investigadores del paisaje enfatizan en la culturahumana y su intervención (agency), y reconocen cómo éstas inciden en la cons-

    trucción del mundo y cómo es percibido por el individuo (Dobres y Robb 2000).El termino «un mundo» no sólo es usado para el medio natural o material, tam-bién comprende los contextos metafísicos, mitológicos, sociales y culturales. Poresta razón, el análisis del paisaje se centra en tres conceptos analíticos diferentespero complementarios: 1) asentamiento ecológico o patrón de asentamiento,2) paisaje ritual y 3) paisaje étnico (Anschuetz et al. 2001; Ashmore y Knapp1999). El análisis del paisaje del valle de Onavas se centra en los dos primerosconceptos por considerar que se adecuan mejor a la evidencia material. Las ideasaquí expuestas están basadas en el análisis del material e información colectadapor el PAVO y en información etnohistórica y etnográfica del área.

    Para el periodo de tiempo de este análisis –Prehispánico tardío–, el medioambiente parece no haber sido muy diferente al que impera actualmente (Pérez

    Bedolla 1996). El único cambio significativo en los últimos siglos es el del ni- vel del río Yaqui, el cual es bastante relevante para el análisis del paisaje de esteperiodo. Previo a la construcción de las presas Álvaro Obregón y El Novillo, elrío Yaqui contaba con crecidas anuales que irrigaban y fertilizaban una granporción del área de cultivo del valle. Usadas por las comunidades Nébomestanto en tiempos prehispánicos como coloniales, este evento temporal –lascrecidas anuales– no ocurre más, o por lo menos no con la intensidad de antes(Pennington 1980; Pérez de Ribas 1999). Registros de erosión en las márgenesdel río ilustran que su nivel era entre 15-20 metros superior al actual y es intere-sante notar que la ubicación de las comunidades prehispánicas están directamen-te relacionadas con el antiguo nivel.

     Asentamiento ecológico / Patrón de asentamiento 

    El asentamiento ecológico considera al paisaje como el producto de una inte-racción dinámica entre las características del medio ambiente y las necesidadestécnicas, sociales y económicas del ser humano, con un énfasis en «los patrones

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    arqueológicos observados de uso de suelo, ocupación, transformación en eltiempo[…], recursos esenciales de subsistencia, y otras materias primas necesarias

    para el confort físico y de salud, y los elementos para intercambio o trueque»(Anschuetz et al. 2001: 177).Desde la perspectiva del medio ambiente, el valle de Onavas es estrecho,

    está envuelto entre la Sierra Madre al Este y al Oeste y tiene estrechos pasosmontañosos entre el Norte y el Sur. Como resultado, la planicie de inundaciónde bosque enano es el área óptima para los asentamientos prehispánicos de-bido a la abundancia de recursos naturales (agua –río Yaqui–, tierra cultivable

     y combustible –madera–). En esta zona, 122 sitios fueron localizados. Arribadel bosque enano se localiza la zona de bosque de matorral espinoso, la cuales menos conveniente para asentamientos debido a lo agreste del terreno y ala falta de fuentes de agua, con excepción de algunos arroyos. En esta zonasólo se localizaron tres campamentos pequeños. La siguiente zona, el bosque

    de pino, se localiza en la parte alta de la sierra. Informantes locales indican lapresencia de sitios, sin embargo esto no fue confirmado por el PAVO. A principiosdel siglo XVII, el padre Pedro Méndez realizó descripciones similares del pa-trón de asentamiento de la región en su viaje a las comunidades Sisibotaris(Opatas) (Pérez de Ribas 1999: 413).

    De los 126 sitios registrados en el área de investigación, sólo 117 (Prehis-pánico tardío) y ocho puntas aisladas fueron consideradas para este análisis delpaisaje. Los sitios fueron divididos entre asentamientos residenciales y áreasde trabajo no residenciales (campamentos). Posteriormente, los asentamientosresidenciales fueron subdivididos en cuatro categorías: (1) rancherías, (2) aldeas,(3) villas y (4) centro regional. Los campamentos se clasificaron en: (1) áreas derecolección de comida (tuna, cholla, semillas de mesquite y agave), (2) camposagrícolas, (3) áreas de recolección de madera, arcilla y piedra, (4) áreas de caza,caminos, campamentos de paso, y (5) áreas rituales (altares y arte rupestre).Como resultado de esta clasificación, fueron identificadas 36 rancherías, cuatroaldeas, dos villas y 83 campamentos (figura 2).

    Ningún sitio fue identificado como centro regional. Sin embargo, ciertaevidencia nos permite inferir que la actual comunidad de Onavas está asentadasobre el centro regional Nébome prehispánico. Primero, el toponímico Onavases Nébome y significa «lugar donde se colecta sal» (Pennington 1980: 7, 352).Segundo, dentro y alrededor de Onavas considerable material arqueológico fueobservado en las construcciones antiguas de adobe. Adicionalmente, historiaoral Yaqui registrada menciona al pueblo de Onavas como una de las principales

    comunidades Nébomes (Giddings 1993: 91) y Pérez de Ribas (1999: 399)sugiere que los Nébomes redujeron sus rancherías en la comunidad principaldel valle, Onavas. Como resultado, al centro del valle contamos con un centroregional (Onavas) que probablemente fungió como catalizador de las interac-ciones internas del valle. Además, el centro regional se localiza sobre la mejorárea de cultivo, con acceso permanente a agua y recursos naturales cercanos,

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    Proyecto arqueólogico valle de Onavas

     Área de investigación

    Campamento

    Ranchería

     Aldea

     Villa

    Centro regional

    Onavas

    Río Yaqui

                                    2                                0                                0

     

                                    2                                0                                0

     

       2   0   0 

     2  0  0 

    2 0 0  

     2 

     0  0 

    3 0 0 

    4 0 0  

       3   0   0 

    300 

    1 2 km0

    Figura 2 . Clasificación y distribución de los distintos sitios prehispánicos(dibujo de Emiliano Gallaga).

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     y posiblemente contuvo estructuras cívico-ceremoniales. Aunque no existenevidencias concretas de estas estructuras, hoy se pueden observar piedra laja en

    la base de la misión y de las casas antiguas de la comunidad, muy semejantesa las usadas en sitios prehispánicos del valle. Siguientes en la jerarquía comu-nitaria, están las dos villas identificadas, una a 4 km al norte de Onavas y lasegunda a 2.5 km al sur de ésta, ambas en la margen del río. Estas dos villas sedistinguen por la presencia de estructuras cívico-ceremoniales que requirierontrabajo comunitario para su realización. Es interesante notar que las villas estánlocalizadas exactamente en los extremos de la mejor área de cultivo del valle.

     Aldeas, la siguiente categoría, son sitios compuestos solamente por uni-dades habitacionales que representan más de una familia nuclear de menosde 100 miembros. Sólo cuatro aldeas fueron localizadas, todas al norte del

     valle en la margen este del río. Ninguna aldea fue localizada al sur del valle,posiblemente por la falta de buenas áreas de cultivo. Como se esperaba, las

    rancherías se localizaron a lo largo del río llenando los espacios entre el centroregional, villas y aldeas. Treinta y seis rancherías fueron identificadas, dos áreasconcentraron un mayor numero de éstas: 1) una zona entre las dos villas con-tó con 18 rancherías (tres en la margen oeste del río y 15 en la margen este) enla mejor área de cultivo, y 2) en la porción sur del valle con ocho sitios todosen la margen este del río. La evidencia material y las condiciones geográficasdel área ilustran que las rancherías sureñas pudieron dedicarse a actividades desubsistencia como caza, horticultura y/o producción de agave.

     Al igual que las rancherías, los campamentos se localizaron a lo largo del ríoen las dos márgenes del mismo. De los 83 campamentos, ocho (9.5%) fuerondel tipo 1; 53 (65.5%) del tipo 2; dos (2.5%) del tipo 3; 16 (19%) del tipo 4;

     y tres (3.5%) del tipo 5. Más del 85% de los campamentos se localizaron cercadel río, 59 en la margen este y sólo 24 en la margen oeste. La mayoría de lossitios asociados con actividades agrícolas se concentraron al centro del valle.Campamentos asociados con actividades de caza se localizaron dispersos yalejados de las comunidades. Los sitios registrados como «evento de olla rota»fueron esenciales para la identificación de posibles caminos. En lo que respectaa campamentos asociados con actividades rituales, sólo tres fueron identificados.Éstos no se encuentran asociados con áreas residenciales y probablemente re-presenten áreas aisladas del resto de la comunidad. El patrón de asentamientode las comunidades prehispánicas del valle de Onavas es el siguiente: «una lar-ga, algunas cuantas de tamaño intermedio y varios asentamientos de pequeñotamaño, todas uniformemente espaciadas» (Doolittle 1988: 35).

    Éste se ha identificado como un patrón formal, agregado y estructuradocon una alta interacción inter-sitio (Doolittle 1988). La distribución de lossitios prehispánicos sugiere que el posible centro regional pudo y debió haberinfluenciado o conectado socialmente al resto de las comunidades del valle,ayudado posiblemente por las dos villas localizadas una al norte y la otra al sur.Del centro regional, todos los sitios localizados están a una distancia de menos

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    de medio día de camino. La competencia entre áreas de cultivo y residencial, y la falta de grandes extensiones planas de tierra, probablemente incentivaron

    un patrón nucleado en el valle.

    Densidad de población

    Para la llegada de los españoles (1500), Daniel Reff (1991) estimó una pobla-ción límite para los Nébomes altos de 20 000, distribuidos en 90 rancheríasen los valles de Onavas, Movas y Nuri. Reff se basó en documentos coloniales,como las annuas y los reportes jesuitas, y en una extrapolación (consideró ladisminución de la población indígena por el contacto europeo, enfermedades,guerra y demandas laborales). Realizando una simple división, el valle de Ona-

     vas podría haber contado con 6 600 Nébomes. Pennington, usando similares

    documentos coloniales llegó a una estimación menor de 3 000 Nébomes parael área, pero para 1645 (Pennington 1980: 34).

     Aunque los restos arqueológicos registrados no proveen un número exactode la población, sobre todo tomando en cuenta la destrucción de los sitios (tantonatural como humana), éstos pueden ser contrastados con las cifras coloniales.Especialmente cuando se considera que estas cifras coloniales fueron muchas

     veces alteradas para impresionar a sus lectores. Algunos estudios demográfi-cos basan sus análisis en el número de hectáreas necesarias para sostener unafamilia en ciertas condiciones geográficas (Doolittle 1988; Fish y Fish 1994).Retomando esta metodología, Fish y Fish (1994) establecieron que una familiaPima de cinco miembros, viviendo en la condiciones del desierto de Sonora,requieren de un mínimo de 0.86 y un máximo de 2.15 hectáreas cultivadas pa -ra vivir. Tomando en cuenta que hoy en día el valle de Onavas cuenta con cercade 1 500 hectáreas cultivables (Instituto Nacional de Estadística, Geografía eInformática INEGI 1993), el valle pudo sostener a una población prehispánicade 3 488-8 720 Nébomes. Esta ecuación no incluye los recursos que proveen elrío Yaqui y la sierra, con lo cual el valle de Onavas pudo sostener una poblacióncercana a las cifras proporcionadas por Reff, basadas solamente en documentoscoloniales.

    Otros investigadores basan sus densidades poblacionales en el área resi-dencial total de un área particular, de la cual estiman 10 personas por hectárea(Craig 2000: 159). El área residencial prehispánica estimada para el valle deOnavas es de 415 696 m², un poco mas de 41.5 hectáreas (6 204 m² por km²).

    Usando el estimado de Craig, el valle de Onavas cuenta solamente con unapoblación de 415 habitantes. Usando otra metodología, el PAVO registró 83unidades habitacionales, de las cuales 73 fueron identificadas como prehispá-nicas. Asumiendo que todas estas unidades son contemporáneas y habitadasal mismo tiempo por una familia de entre 3 y 6 individuos, el valle contó con228-456 habitantes. Esta cifra es menor pero similar a la estimada por el cálculo

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    de Craig. Es importante mencionar que el número de casas pudo ser mayor sitomamos en cuenta la destrucción de los sitios.

    De esta manera, contamos con dos cifras poblacionales: 1) una mayor queestima entre 3 488 y 8 720 miembros y 2) una menor que estima entre 228 y 456 miembros. El análisis de la evidencia material y del área habitacionalproporcionó la menor cifra, mientras que la obtenida mediante los documentoscoloniales y metodologías etno-arqueológicas fue mayor. Tomando una posiciónintermedia, una cifra de 3 000 Nébomes para el valle de Onavas durante elperiodo Prehispánico tardío parece ser la más aceptada. En términos de númerode habitantes por km², tenemos una cifra de 45 Nébomes si usamos la media de3 000 habitantes; si, por el contrario, usamos la cifra de 500 habitantes obtene-mos una cifra de 7.5 Nébomes por km². La última revela una densidad baja parael valle, mientras que la primera indica una densidad media que parece adecuarsemás al número de sitios registrados y a los recursos estimados para el valle.

    Clasificación y distribución de tipos de áreas en el valle de Onavas 

     Áreas de cultivo 

    Las condiciones ecológicas del valle sitúan hoy en día a la planicie de inun-dación y las zonas de los arroyos como las áreas más optimas para cultivo. Esmuy posible que las mismas áreas fueran utilizadas en tiempos prehispánicos.Basados en información del INEGI (1993), el ejido de Onavas cuenta con unpoco mas de 1 500 hectáreas en el valle para actividades agrícolas, mientras queel resto son usadas para actividades ganaderas. Más del 80% del área cultivablese localiza en el centro del valle, 5 km al norte de Onavas por 2 km al sur deéste, siguiendo el curso del río. Pequeñas zonas aisladas de tierra cultivable selocalizan en la margen oeste al suroeste y sur del valle. Es interesante de ob-servar que más del 90% de los sitios prehispánicos se localizaron en lo que hoyen día son áreas cultivables. Esto nos indica que los Nébomes pudieron haberusado las mismas áreas.

    El patrón anterior facilita la identificación de posibles áreas de cultivo parael periodo prehispánico. Éstas fueron divididas entre primarias y secundarias(nm), basados en información del INEGI, condiciones del terreno y suelos, ac-ceso a agua y en evidencia arqueológica. Las áreas de cultivo primarias cubrenuna zona central del valle desde el norte al sureste en ambas márgenes del río.Las áreas secundarias se localizaron en el extremo norte en ambas márgenes,

    la porción extrema al sur, en su margen este, y al suroeste del valle en ambasmárgenes del río.Los documentos coloniales enfatizan que las comunidades prehispánicas a

    lo largo del río Yaqui producían dos cosechas al año: una principal después dela crecida del río en verano, y una de menor importancia durante la temporadade lluvias (Pérez de Ribas 1999: 328). De igual forma, los registros coloniales

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    mencionan que los productos principales fueron maíz, frijol, calabaza, agave y algodón (Dunnigan 1983; Pennington 1980; Pérez de Ribas 1999: 328,

    413). Excavación y análisis de restos biológicos son necesarios para contrastaresta información. Adicionalmente, los registros coloniales indican el uso de canales y terra-

    zas agrícolas (Nuñez Cabeza de Vaca 1993; Pérez de Ribas 1999; Hopkins1988). Desafortunadamente, el área de investigación ha sido perturbada porla agricultura mecanizada que ha destruido los posibles restos de sistemas deirrigación en el área. Solamente una pequeña sección de una posible terrazaagrícola fue identificada cerca de la villa ubicada al norte del valle. Ésta, ilustrael uso y presencia de técnicas de control de agua en el área. En la década de1960, Pennington menciona que «un número de canales son visibles en losarroyos que fluyen hacia el río Yaqui al norte de Onavas» (1980: 154). Sinembargo, ninguno fue localizado por el PAVO en 2004.

    Dentro de esta propuesta de áreas de labranza también se contempla el culti vode agave y la recolección de recursos como tuna, cholla y semillas de mesquite,tanto en estado silvestre como en jardines. La recolección y uso de jardines hasido descrita en los documentos coloniales y etnográficos como un medio dediversificar y complementar los recursos alimenticios (Dunnigan 1983; Hopkins1988; Pennington 1980; Pérez de Ribas 1990: 391). Parece que en algunossitios se practicaron más este tipo de actividades que la labranza, como es elcaso del cultivo y procesamiento de agave. Esta situación es posible debido alos pobres suelos en ciertas áreas del valle. En la década de 1960, Pennington(1980: 165) describe los jardines Pimas Bajo en Onavas. Su detallada descripciónde la diversidad de plantas ahí cultivadas ilustra que no sólo sembraban plantascomestibles, sino también medicinales y de ornato. Descripciones etnográficassimilares aparecen en comunidades Pimas Bajo vecinas (Dunnigan 1983), conlo cual es posible que los Nébomes hayan contado con jardines similares.

    Caza y recolección 

     Aparte de las actividades de labranza, la recolección y cacería pudieron repre-sentar un buen porcentaje de los recursos alimenticios de las comunidadesprehispánicas de Onavas. Pérez de Ribas menciona que los Nébomes «tambiéncazaban los animales que abundan en sus montes, especialmente venado. Ellosson muy diestros en cazarlos, así como a los pájaros, los cuales son muy abun-dantes» (1980: 391). Al igual que las áreas de cultivo, se dividió en áreas de

    caza y recolección primarias y secundarias. Esta división está basada en fuentesde agua, altitud, diferentes ecosistemas y en la evidencia arqueológica (comoes el caso de las puntas de proyectil aisladas que se asocian a actividades decaza) (Figura 3).

    En estas áreas, todavía es posible cazar venado, jabalí, conejo, liebre, ratade campo y pavo. A mayor altitud, antílope y berrendo pueden ser localizados,

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    al igual que puma, jaguar, gato montés y oso negro, los cuales posiblementefueron cazados por sus pieles (Pennington 1980; Pérez de Ribas 1999). Los

    documentos coloniales mencionan que algunas de estas pieles fueron usadascomo insignias para jefes guerreros o miembros de alta jerarquía (Pérez deRibas 1999: 329) y particularmente hacen énfasis en que los Nébomes eranfamosos por su trabajo en piel de venado (Hopkins 1988: 22; Pérez de Ribas1999: 391-392).

    Otros recursos obtenidos en el valle fueron madera de los bosques cercanos,arcilla de los montes y arroyos, y piedra. Depósitos de arcilla fueron observadosen varios lugares en el área de investigación, especialmente en arroyos erosio-nados y en los montes cercanos. Pennington describe que la arcilla usada poralgunos ceramistas Pima Bajo de Onavas provenía de «algunas venas localizadasal este de Onavas» (1980: 312). En lo que respecta a la piedra, una canterafue identificada a un kilómetro al suroeste de Onavas, de donde posiblemente

    se sacó la piedra usada en la fachada de la misión. Es posible que también estacantera fuera usada en tiempos prehispánicos.

    Se considera que el río Yaqui debe ser incluido en esta sección, ya que nosólo provee de agua sino de pescado de agua dulce, conchas, piedra de río yplantas acuáticas. Documentos coloniales mencionan que, para complementarsu dieta, los indios en general practicaban la pesca, no sólo en mar abierto sinotambién en ríos. Pérez de Ribas, por ejemplo, menciona que los indígenas«pescan con redes y algunos pescados con arco y flecha» (1999: 85). Evidenciamaterial recolectada de posibles pesas para redes y la presencia de huesos depescado en los sitios ilustran la práctica de esta actividad en el río Yaqui por losNébomes prehispánicos. Información similar fue recolectada por Pennington.

    Sin uso 

    Esta categoría se centra en las zonas que aparentemente no contaron conactividad o uso aparente, no contaron con evidencia material o las actividadesrealizadas no dejaron ninguna evidencia. Para el valle de Onavas, las áreas «sinuso» correspondieron principalmente a aquellas que se situaron a más de 300msnm (figura 3). Aunque esta división fue un poco arbitraria, la decisión se basóen el conocimiento local sobre la falta de vestigios arqueológicos en esta zona,la dificultad de acceso, falta de agua y lo agreste del terreno. Es importantemencionar que esta clasificación no implica necesariamente que los Nébomesno frecuentaron el área, sino que su uso no fue tan frecuente o sus actividades no

    son fácilmente perceptibles en superficie o en el material arqueológico.Senderos 

    El recorrido sistemático del área de investigación nos permitió identificar yproponer posibles senderos prehispánicos. La configuración geográfica del valle

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    3

    3

    3

    3El Águila

    La Distancia

    Las Tortugas

    El Cajón

    La Distancia

    C. La Cueva

    Cañada el Cochi

    2     0      0      

     Yaqui

     Yaqui

    C  a ñ a d  a  L a  I   g l  e s i  a 

    C  a ñ a d  a  W  i  l  e b a l  d  a C a ñ a d  a  E l   Z a c a t e 

    Los Barriditos

      2  0  0 

    El Capulín

            2        0        0

    C. San Pedro

    Peñasco Pinto

    300

    Mesa El Yaqui

    El Simón

    Soledad

    Onabas

    C. Él Sahuaro

    33

    3

    3

    3

    3

    3

    3

    3

    34

    4

    4

    4

    45

    4 0 0 

            3        0        0

           2       0       0

    5

    4

    4

    2

    2

    2

    2 2

    1

    1

    1

    1

    1

    1

    1

    1

    Proyecto arqueológico valle de Onavas

     Área de cultivo +

     Área de cultivo -

    Caza/Recolección +

    Caza/Recolección -

    Sin uso

    12

    3

    4

    5

    1 2 km0

    Figura 3 . Clasificación y distribución de los distintos usos de suelo en el vallede Onavas en tiempos prehispánicos (dibujo de Emiliano Gallaga).

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    EL PAISAJE CULTURAL DEL VALLE DE ONAVAS, SONORA 

    permite sólo algunos senderos específicos, tanto dentro del valle mismo comopara entrar o salir de él (figura 4). De esta manera contamos que, en la porción

    central del valle, la planicie fluvial fue utilizada para conectar a las diferentescomunidades y áreas de actividad. Sin ningún elemento geográfico que limiteel libre tránsito, algunos senderos debieron existir entre el centro regional ylas comunidades del norte y sur del valle en ambas márgenes del río. En laporción sur del margen este del río, dos senderos fueron identificados. Uno,localizado entre el río y los montes cercanos, que comunica las comunidadessureñas con el centro regional. El segundo sendero comienza en el centroregional, transita en los montes cercanos, se conecta con el curso del río alextremo sur y sale del valle hacia el sur del estado. Siguiendo el curso del río

     Yaqui, se sale al río Nuri que eventualmente comunica al río Mayo y finalmenteal golfo. Continuando en la porción sur, pero de la margen oeste, dos senderosmás fueron identificados. El primero conecta al río Yaqui con las montañas a

    través del arroyo El Obispo. En este arroyo es donde se localiza el único sitiode pintura rupestre del valle registrado hasta ahora. Según informantes loca-les, siguiendo este sendero se llega a unos sitios tipo «casas-acantilado», en loalto de las montañas. Sin embargo, esta información no pudo ser corroboradapor el PAVO, pero es posible que se trate de un sendero que fuera usado paracomunicar el valle con la costa. Se sabe que grupos Seris visitaban el valle deOnavas para el intercambio, éste pudo ser uno de esos accesos entre estos dosgrupos. El segundo sendero sigue río abajo y eventualmente pudo llegar a lascomunidades Yaquis y finalmente a la costa.

    En la porción norteña del valle, en la margen este del río, otros dos sen-deros fueron localizados. El primero comunica al río Yaqui con la Sierra Ma-dre, usando el arroyo Las Tortugas como un paso natural entre el valle y lasmontañas aledañas. Siguiendo esta dirección, se puede llegar a la zona de losSisibotari (Opatas) y posteriormente a la Sierra Madre. El segundo senderosigue río arriba, comunicando el valle de Onavas con el valle de Tonichi (todavíaparte de la región Nébome) y posteriormente con los Opatas. Finalmente, enla margen oeste, al norte del valle, sólo un sendero pudo ser identificado. Ésteatraviesa los montes cercanos y sigue curso arriba afuera del valle. No lejos deaquí, al noroeste, existe un paso natural en las montañas que comunica estos

     valles con la costa.2 Éste pudo haber sido otro acceso Seri hacia estos valles.La identificación de probables senderos prehispánicos indica que al interior

    del valle de Onavas todas las comunidades estaban comunicadas y que otrossenderos fungieron para comunicar el valle con las áreas vecinas, como el área

    Seri, Huatabampo, los Opatas y la Sierra Madre. Como los restos arqueológicoslo indican, la comunidad de Onavas recibió considerables cantidades de materialforáneo como concha marina, turquesa y cerámica policroma de Chihuahua.

    2 Este pasaje es hoy en día la carretera federal número 16, que comunica la ciudad de Hermosillo conla sierra.

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    EMILIANO GALLAGA MURRIETA 

    El Águila

    La Distancia

    Las Tortugas

    El Cajón

    La Distancia

    C. La Cueva

    Cañada el Cochi

    2     0      0      

     Yaqui

     Yaqui

    C  a ñ a d  a  L a  I   g l  e s i  a 

    C  a ñ a d  a  W  i  l  e b a l  d  a C a ñ a d  a  E l   Z a c a t e 

    Los Barriditos

      2  0  0 

    El Capulín

            2        0        0

    C. San Pedro

    Peñasco Pinto

    300

    Mesa El Yaqui

    El Simón

    Soledad

    Onabas

    C. Él Sahuaro

    4 0 0 

            3        0        0

           2       0       0

    Proyecto arqueológico valle de Onavas

     Área de investigación

    Senderos

    Emiliano Gallaga

    1 2 km0

    Figura 4. Caminos en tiempos prehispánicos identificados en el valle de Onavas(dibujo de Emiliano Gallaga).

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    Tomando en cuenta estas observaciones, el valle de Onavas no estuvo aislado y contó con algunas interacciones tanto regionales como extra-regionales.

    Paisaje ritual 

     Anschuetz et al. (2001: 178) definen al paisaje ritual como el resultado «de lasacciones estereotipadas, incluidos actos específicos y secuenciales, que repre-sentan las órdenes prescritas socialmente mediante las cuales las comunidadesdefinen, legitiman y sustentan la ocupación de sus territorios tradicionales».Más que el asentamiento cultural o patrón de asentamiento, la intervención(agency ) humana y su conocimiento cultural son los factores principales enla construcción del paisaje ritual, tanto en lo material como en lo imaginario(Dobres y Robb 2000; Basso 1996). La repetición de actividades rituales, cere-moniales y/o festividades producen una memoria social que permite la filiación

    comunitaria entre sus miembros y entre las distintas comunidades que puedeno no tener una estructura política que las integre (Potter 2004; Rappaport1979), éste es el caso de las comunidades Yaquis (Spicer 1994). Aún más, Basso(1996) argumenta que la sabiduría tradicional está comúnmente relacionadacon lugares, inscribiendo en el paisaje historias, leyendas, conocimiento y poderque ayudan a estructurar actividades y a organizar relaciones sociales.

    Desde una perspectiva arqueológica, la importancia de estas actividadesrituales y el continuo incremento del conocimiento cultural pueden derivar enla construcción de arquitectura pública (paisaje construido). Adicionalmente, larepetición y el uso de un área especifica para desarrollar estas actividades pue-den dar por resultado restos arqueológicos significativos que pueden asociarsecon estas actividades rituales (Anschuetz et al. 2001; Ashmore y Knapp 1999).Estos restos pueden tomar la forma de «edificios públicos, monumentos, pla-zas, petroglifos o pictograbados y varios marcadores vernáculos» (Anschuetzet al. 2001: 178. De igual forma, marcadores naturales o paisaje conceptualsin la presencia de restos culturales significativos tienen que ser contemplados(ríos, montañas, cuevas, bosques, acuíferos o picos) (Ashmore y Knapp 1999;Basso 1996). El PAVO registró algunas evidencias de posible arquitectura cívico-ceremonial, la cual describiremos a continuación.

    En el sitio identificado como la villa del sur, dos elementos fueron registradosque pudieron tener un uso ritual. El primer elemento es una estructura de piedralaja identificada tentativamente como un altar en la cima de un monte cercano.Usando la pendiente del monte como base, cuenta con dos plataformas de pie-

    dra, una de 8 x 6 x 0.50 m y otra de 4 x 4 x 0.50 m súper-impuesta a la primera.Piedra local fue usada sin cementantes. Pérez de Ribas (1999: 189, 246, 236,494, 495) menciona el uso de altares e ídolos de piedra entre las comunidadesindígenas de la sierra Madre. La orientación del altar parece estar alineado conel pico más alto de la sierra al este del valle. Aunque esta última aseveraciónno ha sido confirmada por el PAVO, los picos de la sierra pudieron haber sido

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    EMILIANO GALLAGA MURRIETA 

    usados como marcadores astronómicos. El segundo elemento identificado es unespacio abierto rodeado de estructuras que se identificó tentativamente como

    una plaza. De ésta, se puede observar el altar y sus alrededores. Documentoscoloniales mencionan el uso de plazas y de discursos/arengas de los caciques o jefes desde los techos hacia los miembros congregados en plazas (Pérez de Ribas1999: 276). Actividades semejantes pudieron haber sido realizadas en este sitio.

    Otro posible altar de piedra, pero de menor tamaño fue localizado en unsitio aldea cerca del río Yaqui. Este elemento, localizado en la porción suroestedel sitio, consistió en dos plataformas rectangulares de piedra de río. La primerade 3 x 1 x 0.15 m y una segunda de 1 x 0.50 x 0.25 m. Tomando en cuenta eltamaño, se identifico como un altar familiar. Aunque los documentos colonialeshablan frecuentemente de idolatría, hechicería, ceremonias y rituales entre losindios de esta región, proveen muy pocos detalles o descripción de éstos. Sinembargo, los padres mencionan el uso de este tipo de altares de piedra, loca-

    lizados muchas veces en los montes cercanos. En este sentido, el padre Pérezde Ribas (1999: 495) menciona que «algunos de estos ídolos los construyenen forma de altares, que consisten en pilas de piedra y lodo».

    Otro elemento identificado es un posible montículo funerario. Este sitiose localizó muy cerca de la comunidad de Onavas y consiste de un montículode 100 x 65 m y casi 2 m de alto. Al momento de su registro, menos de unatercera parte del mismo permanece intacto debido principalmente a las activi-dades agrícolas. Una cantidad de material arqueológico puede ser observadoen superficie como resultado de esa destrucción. Informantes locales mencio-naron que cuando se construyó un canal de concreto en 1999 varios entierrose inhumaciones fueron observados y saqueados. Es importante mencionar queun número significativo de material doméstico fue recolectado de este sitio.Entre los objetos que se destacan hay metates y una gran densidad de materialcerámico y lítico. Dicha evidencia podría indicar que el montículo pudo habersido habitado. También se podría tratar de restos materiales de actividades ritua-les in situ  relacionadas con los muertos. Si se trata de un montículo funerario,éste sería el primero en su tipo registrado en Sonora y el tercero en el noroestede México (Ekholm 1942; Talavera 1995). Es necesaria más investigación eneste sitio para contrastar estas aseveraciones.

    Otras representaciones del paisaje ritual identificadas en el valle son lospictograbados y geoglifos. Sólo un sitio de arte rupestre ha sido registradoen el área hasta ahora. Este elemento se localiza en un panel de piedra a lolargo del arroyo El Obispo a unos 4 km del río Yaqui hacia las montañas en la

    margen oeste. En total, el panel consiste de 15 pinturas, la mayoría son dise-ños geométricos (zigzag, líneas, círculos, espirales y rombos) en colores rojo,azul, púrpura y café. No se localizaron otros elementos, estructuras o materialarqueológico asociado al sitio (INAH 1998). La ubicación y el tipo de pinturassugieren que el sitio pudo estar relacionado con el arroyo o el agua. De igualforma, siguiendo el curso del arroyo hacia las montañas se llega a sitios «casas-

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    acantilado» (según informes locales), con lo que es posible que las pinturastambién estén asociadas a marcadores territoriales.

    Sólo un geoglifo en forma de estrella fue localizado. Este elemento seubica en una mesa en el valle cercano al río Yaqui. Este geoglifo representa untriángulo de apenas 4 m² realizado en piedra bola de río. De cada una de lasesquinas se extiende una alineación de piedra de uno o dos metros por lado.En superficie, muy poco material arqueológico fue recolectado en asociacióndirecta con este elemento. No se localiza ningún sitio residencial cercano. Losgeoglifos son comunes en el contexto arqueológico del desierto de Sonora

     y por lo menos se tiene registro de dos sitios más con geoglifos en forma deestrella, uno en río Boquillas cerca de el sitio La Playa y el otro en la Isla Ti-burón (Montane 1996: 178). De esta manera, el geoglifo de Onavas no es unelemento aislado dentro del registro arqueológico sonorense. Aunque el uso ysignificado de los otros dos permanece sin conocerse, se les asocia a actividades

    rituales o ceremoniales, una interpretación similar es asignada a este elementoen forma de estrella en el valle de Onavas.

    El último elemento identificado dentro del paisaje ritual no es una estructuraceremonial sino pública. En la villa norteña, un posible montículo de tierra fueidentificado. Este elemento mide 16 x 7 x 2.5 m de alto, consiste de tierra apisada

     y fue posiblemente cubierta con piedra de río. Algunas de estas piedras puedenser apreciadas en su cara oeste. Desafortunadamente, las actividades humanas yanimales han ido destruyendo el sitio sistemáticamente y sólo una fracción dela cubierta de piedras permanece. El uso del montículo es desconocido, peroes posible que su fabricación fuera para extender la mesa aledaña, para contenerposibles estructuras o como un elemento público. Aunque el montículo no esimpresionante en tamaño y construcción, su elaboración requirió de un esfuerzocomunitario y por esta razón se lo identifica como arquitectura pública.

     Adicionalmente a los elementos descritos como parte del paisaje construidoen el valle, marcadores naturales o del paisaje conceptual debieron haber exis-tido en el mundo mágico y mítico elaborado socialmente por las comunidadesprehispánicas Nébomes. Como Basso dice:

    Para los hombres y mujeres indígenas, el pasado se encuentra impregnado en los elementosde la tierra –en cañones y lagos, montañas y arroyos, rocas y espacios vacíos– que juntosdotan a sus tierras con múltiples formas de significado que penetra en sus vidas y permeala forma en que ellos piensan (Basso 1996: 34).

    Puede inferirse que varios marcadores naturales, como ríos, montañas,cuevas, bosques, fuentes de agua o picos de montaña, tuvieron un papel similaraun en la ausencia de cualquier elemento material. En este sentido, el padrePérez de Ribas (1999: 368) hace un comentario similar cuando una mujer india

     Yaqui le replica «padre, mire atrás del río; ¿ve todas esas montañas, montes,

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    EMILIANO GALLAGA MURRIETA 

    picos y sierras? Bueno, nosotros adoramos a todas ellas y ahí nosotros practi-camos y celebramos nuestras supersticiones». Historia oral, leyendas o mitos

    registrados de los grupos indígenas acerca del uso o conocimiento de estosmarcadores naturales pueden proveer información que facilite su identificaciónen el registro arqueológico.

    Para el valle de Onavas, el río Yaqui debió de utilizarse como uno de estosmarcadores conceptuales. La importancia del río consistió no solamente comouna fuente de agua y de recursos en el valle, pero también como una fuerzanatural cíclica que da y quita vida. De esta manera, el río Yaqui sin duda debióhaber sido un elemento fundamental en el mundo mítico Nébome. Al igualque otras comunidades indígenas, los Nébomes debieron de tener rituales oceremonias asociadas al río, a sus crecidas y a sus recursos (figura 5). Pérez deRibas (1999: 291) registró algunas de estas actividades, describiendo cómo losindios tenían objetos mágicos y ceremonias particulares para pedir por agua

    para la siembra. En otros documentos, el padre jesuita menciona:

    Cuando la esposa, hijo o pariente cercano muere y la persona es enterrada, el viudo, viuda,o el sobreviviente más cercano es llevado al río, y ahí mirando al oeste, es sumergido en elagua tres veces (Pérez de Rivas 1999: 179).

    Esta descripción evidencia que el río jugo un papel importante en el mundomágico-espiritual de las comunidades prehispánicas. Más recientemente, Pen-

    Figura 5 . Indios Mayo celebrando el día de San Juan en el río Mayo(fotografía cortesía de University of Arizona, Arizona State Museum,

    Photographic Collections, Edward H. and Rosamond B. Spicer Collection).

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    EL PAISAJE CULTURAL DEL VALLE DE ONAVAS, SONORA 

    nington registró una ceremonia de fertilidad llamada dutki’adat, dukit č  (cuandoel agua llega), donde el río Yaqui juega un rol importante en la ceremonia:

     Varias mujeres participan. Las mujeres escogidas van al monte (ša’igam ) por siete días. Eneste tiempo no ven a nadie más que a ellas. Luego regresan a la villa y bailan por uno o dosdías sobre una tabla encima de una gran olla (haha ) que se encuentra enterrada conteniendomaíz, calabaza y frijol. Cuando esas semillas son plantadas están seguros de su germinación.Cuando el baile termina, un grupo de hombres se forma en fila desde el lugar del bailehasta el río Yaqui. Las mujeres corren hacia el río, despojándose de sus ropas y saltando alrío (Pennington 1980: 149).

     Aquí, aunque algunos cien años mas tarde, el río Yaqui continua jugandoun papel importante en las ceremonias. Sin embargo, a pesar de tan elocuentedescripción no se localizó ningún resto material asociado a este tipo de activi-dades en el valle.

     Aparte del río Yaqui, los Nébomes debieron adorar otros marcadores natu-rales como cuevas o picos de montañas, y haberlos incluido dentro de su mundomágico al igual que como le mencionó la mujer india Yaqui al padre Pérez deRibas (1999: 368) a principios del XVII. Varias comunidades prehispánicas ex-hiben una percepción mágico-ritual hacia montañas y cuevas. Por ejemplo, enMesoamérica las cuevas han sido consideradas portales al inframundo, sirviendode conexiones metafóricas entre el mundo mortal y supranatural, como casas dedioses o lugar de origen (Broda 1991; Taube 2003). Investigaciones etnográfi-cas indican que abrigos rocosos fueron usados entre los Pimas Bajo, pero no semencionan para el valle de Onavas (Dunnigan 1983). Como ya se dijo, se tieneconocimiento de sitios arqueológicos en lo alto de la sierra, desafortunadamenteel PAVO no contrastó dicha información que pudo haber proporcionado mayoresdatos ßacerca del pasado Nébome y el uso de las cuevas.

    En suma, el PAVO registró varios ejemplos de posibles paisajes construidos y estableció posibles marcadores naturales, señalando un primer paisaje ritualpara el valle de Onavas. Un posible montículo de tierra, dos altares de piedra,un geoglifo, pinturas rupestres, una posible plaza y un posible montículofunerario componen la evidencia material de dichos marcadores y sirven deevidencia material del paisaje ritual de las comunidades Nébomes. ¿Cómofueron usadas? y ¿qué tipo de actividades o rituales fueron practicados ahí? sonalgunas de las interrogantes que surgen, pero que posiblemente no podremosresponder. Sin embargo, en el futuro, con mayor análisis tanto del materialcomo de los documentos podremos esbozar algunas ideas. Mediante el análisis

    de material, se observa una ocupación humana larga y constante en el valle. Lapresencia de estructuras públicas sugieren que las comunidades prehispánicasalcanzaron un desarrollo político-social que les permitió instigar a los miembrosde la comunidad a construir estructuras para el bien común y no sólo familiar.La distribución de la arquitectura pública en el valle revela que la mayoría deestos elementos se localizaron en las villas (el montículo de tierra, los altares

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    EMILIANO GALLAGA MURRIETA 

    de piedra y la plaza) o en completo aislamiento (las pinturas rupestres y elgeoglifo La Estrella). Este contexto puede indicar una diferenciación entre

    actividades abiertas-públicas y aisladas. Un ejemplo de esto puede ser percibidoen la ceremonia de fertilidad dutki’adat, dukit č  (cuando el agua llega) descritapor Pennington (1980: 149), donde un grupo selecto de mujeres realizanactividades aisladas del resto de la comunidad, seguidas de una ceremoniapública que culmina en un baño comunal en el río Yaqui. Similares actividadespudieron haberse llevado a cabo entre marcadores construidos y naturales entiempos prehispánicos.

    La presencia de pictograbados y geoglifos representa un escenario familiar encuanto a prácticas rituales y mágicas dentro del registro arqueológico sonoren-se, pero la identificación de altares de piedra y un posible montículo funerariosugiere una estructura ceremonial y ritual más compleja de lo que se esperaba.En el caso particular del montículo funerario, Álvarez (2003) menciona que

    los sitios asociados con la tradición arqueológica Huatabampo se distinguenpor contar con un espacio funerario común (cementerio). Es posible que elconcepto de «cementerio» utilizado en el valle de Onavas sea una influenciadel área de Huatabampo. Hasta el momento, el valle de Onavas parece tenermás afiliación con la región de Huatabampo que con la tradición Río Sonora.Futuras investigaciones y excavaciones en el posible montículo funerario ex-pandirán nuestro conocimiento sobre las prácticas mortuorias Nébomes, sobresu cultura material y su paisaje ritual.

    CONCLUSIONES

    Este artículo resume e interpreta la información arqueológica recolectada por elPAVO. Aunque los resultados del análisis son muy sugerentes, el análisis proveede una serie de hipótesis a contrastar en futuras investigaciones. Por un ladodecimos que es necesaria mucha más investigación, pero por el otro lado, enesta fase de la investigación e interpretación, demostramos haber integrado yconsiderado la etnohistoria, etnografía y antropología. Desafortunadamente,para cuando el PAVO se desarrolló, no se localizó ningún individuo indígena enel valle. Información etnográfica colectada por Pennington (1980) revela quelos indios Pima Bajo todavía vivían en Onavas. Investigaciones etnohistóricasilustran que el término Pima Bajo fue usado para nombrar a la población in-dígena en finales del XVII. Antes de esto, Nébomes era su nombre. El primer

    registro de los Nébomes se localiza en los documentos Jesuitas en 1591,cuando estos misioneros visitaron a un grupo de Nébomes asentados en elpueblo Español de Bamoa en el río Sinaloa que provenían de la comunidad deNuri3 (Dunnigan 1983; Pennington 1980; Pérez de Ribas 1999). El grupo

    3 Esta comunidad se localiza a 50 km al suroeste de Onavas en el río Chico.

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    de Nébomes que fundó Bamoa era parte de la comitiva India que acompañó a Alvar Núñez Cabeza de Vaca en 1536 (1993). Diego de Guzmán es el primero

    en dar cuenta de la nación Nébome en los documentos coloniales, cuando suexpedición llega a Cumuripa en 1533, la comunidad Nébome mas sureña delrío Yaqui (Carrera Stampa 1955: 172; Sauer 1932: 12). Antes del PAVO, conla excepción del proyecto Procede a finales de la década de 1990, ningunainvestigación arqueológica o información existía sobre esta región o sobre losNébomes prehispánicos.

    Junto con la información etnohistórica y etnográfica, el paisaje prehispánicodel valle fue expuesto. El asentamiento ecológico o patrón de asentamientoreveló un patrón formal, agregado y estructurado con una alta interacción inter-sitio. Este patrón parece ser moldeado por las características geográficas del valle.La diversidad de material y tipo de sitios refleja la variedad de recursos naturalesque los Nébomes tenían a su disposición y la clasificación de usos de tierra es

    el resultado de ello. El análisis de la tierra cultivable fue muy ilustrativo y fueuna de las bases para poder llegar a un estimado de 3 000 Nébomes duranteel periodo prehispánico. La presencia de material arqueológico foráneo revelóque el valle no se localizaba aislado y probablemente jugó un papel activo enla transmisión de ideas y objetos entre la costa y la sierra. La probable presen-cia de senderos afirma que el valle gozó de buena comunicación con las áreas

     vecinas, especialmente con la costa.En lo que respecta al paisaje ritual, fue descrita y analizada la evidencia ma-

    terial. Estos datos fueron comparados con la información existente etnográfica y etnohistórica para contar con una estructura interpretativa de los posiblescontextos rituales. En general, el análisis del paisaje presenta ciertas complica-ciones interpretativas, pero sin duda es una buena metodología para comenzara estructurar hipótesis sobre la evidencia material tanto prehispánica comohistórica y su relación con los grupos indígenas contemporáneos, históricos yprehispánicos. A pesar de sus limitaciones, la arqueología del paisaje proveyóde una perspectiva arqueológica profunda de un área prácticamente descono-cida que había sido generalmente identificada como parte de la tradición RíoSonora. Con el PAVO, una mejor interpretación del área indica la posibilidadde que se trata de un área afiliada a la tradición Huatabampo (Gallaga 2006).

     Agradecimientos 

     Agradezco a la National Science Foundation (BCS-0424743), a la Universidadde Arizona, a la Arizona Archaeological and Historical Society y al ConsejoNacional de Ciencia y Tecnología por el apoyo económico prestado. Tambiénagradezco el apoyo del Dr. Paul Fish y Dra. Suzanne Fish; al Dr. Richard Pailesde la Universidad de Oklahoma y al Dr. Charles Spencer. Agradezco a la Dra.Christina M. Elson del Museo Americano de Historia Natural por facilitarme

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    EMILIANO GALLAGA MURRIETA 

    el acceso a sus colecciones. A la Lic. Elisa Villalpando y al INAH Sonora por suapoyo. A Mayela Pastrana†, Cory Harris, César Villalobos, Marycruz Magaña,

    Coral Montero e Inge Armando por su valiosa participación en campo. A lacomunidad de Onavas y sus autoridades municipales que nos brindaron todosu apoyo. Finalmente, agradezco a la Maestra Gillian Newell por su apoyo ycomentarios.

    BIBLIOGRAFÍA 

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