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P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

SANTA ROSA DE LIMA

LA ALEGRIA DE DIOS

LIMA – PERÚ

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SANTA ROSA DE LIMA, LA ALEGRIA DE DIOS

Nihil Obstat

P. Ignacio Reinares

Vicario Provincial del Perú

Agustino Recoleto

Imprimatur

Mons. José Carmelo Martínez

Obispo de Cajamarca (Perú)

ÁNGEL PEÑA O.A.R.

LIMA – PERÚ

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ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN Ambiente social. Sus padres.

Su infancia. Estancia en Quives.

El demonio. Penitencia.

Castidad. Caridad.

Oración. Desposorio.

Llamada de atención.

Jesús Eucaristía.

El niño Jesús. La Virgen María.

Su ángel custodio.

Santo Domingo. Santa Catalina.

La celda. Providencia de Dios.

La alegría de vivir.

Dones extraordinarios

a) Sabiduría.

b) Profecía.

c) Milagros en vida.

Milagro del santo Rostro.

Última enfermedad y muerte.

Más milagros.

Beatificación y canonización.

Convento de santa Catalina.

Convento de santa Rosa.

Santuario de santa Rosa.

Reflexiones.

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

Santa Rosa de Lima fue una santa mística de primer orden, que llevó una vida de

grandes penitencias por amor a Dios y a los demás. El amor de Dios inflamaba su

espíritu de tal manera que todo su ser respiraba caridad y deseo de ayudar al prójimo

por medio de sus oraciones, sufrimientos y colaboración personal. Se esforzó en ayudar

económicamente a sus padres, mientras tuvo buena salud, y ayudaba en las iglesias en

la decoración de las imágenes.

Su amor a Jesús Eucaristía fue inmenso, al igual que su amor a la Virgen María.

Sus santos predilectos fueron santo Domingo y, especialmente, santa Catalina de Siena,

a quien trató de imitar y a quien llamaba madre.

Fue primero terciaria franciscana y después terciaria dominica y, a pesar de buscar

siempre la soledad para estar a solas con Dios y no perder tiempo en cosas o

conversaciones inútiles, era muy alegre. Por eso podemos llamarla la alegría de Dios.

Amaba a los animalitos. Le gustaban mucho las flores y, sobre todo, le gustaba cantar y

manifestar su amor a Jesús por medio de sus canciones. Su alegría la expresaba

cantando. Su oración muchas veces era cantar o repetir jaculatorias de amor.

Ojaláque su vida nos estimule en el camino de la santidad para poder ser como

ella: caritativos con todos, fuertes y generosos ante el dolor y alegres en todo tiempo.

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1.- La mayor parte de las citas son tomadas del libro Primer proceso ordinario para la canonización de

santa Rosa de Lima (1617-1618), publicado por el padre Hernán Jiménez, con los testimonios de los

testigos que conocieron a nuestra santa, editado en Lima el año 2002. Lo citaremos simplemente como

Proceso.

2.- Cuando citemos el Proceso apostólico (1630-1632), del archivo secreto del Vaticano, manuscrito Nº

1573, lo citaremos como Proceso apostólico.

3.- Al copiar el texto original nos hemos permitido cambiar algunas palabras para hacer más

comprensible la lectura, sin cambiar el sentido del texto.

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AMBIENTE SOCIAL

Nació nuestra santa en Lima, la ciudad de los Reyes, fundada el 18 de enero de

1535 por Francisco Pizarro. En ese tiempo, reinaba en España el rey Felipe II y

ocupaba la cátedra de san Pedro el Papa Sixto V. Lima era gobernada en aquellos años

por la Audiencia, debido a la muerte del sexto virrey, don Martín Enríquez. Santo

Toribio de Mogrovejo era el arzobispo de Lima, segundo desde su fundación.

En cuanto a iglesias, además de la iglesia catedral con la parroquia del Sagrario

(1535), estaba la parroquia de san Sebastián (1554), santa Ana (1570), Santiago del

Cercado (1571), san Lázaro (¿1573?), san Marcelo (1584) y nuestra Señora de Atocha

(1614), que después se llamó de los Huérfanos.

Había cinco conventos de frailes y una casa de jesuitas: Nuestra Señora de la

Merced (mercedarios), fundado hacia 1536; Nuestra Señora del Rosario (dominicos),

fundado hacia 1537; Santísimo Nombre de Jesús (franciscanos), fundado en 1546; el de

san Agustín (agustinos), fundado en 1552 y nuestra Señora de Monserrate, de

benedictinos, fundado en 1600 y que no prosperó. Los jesuitas llegaron a Lima en 1568

y se instalaron junto a la iglesia de san Pablo, ahora de san Pedro, que se llamó de la

Compañía de Jesús. En 1596, los franciscanos fundaron el de Sta. María de los

Ángeles. En 1606, los mercedarios fundaron el convento de Nuestra Señora de Belén, y

los dominicos el de Santa María Magdalena en 1611.

En aquella época, la Iglesia predominaba en todos los ámbitos de la sociedad.

Había fundado la universidad de san Marcos en 1551; y los colegios mayores de san

Felipe y san Marcos en 1575; de san Martín en 1582 y el Colegio Seminario en 1594. A

estos hay que añadir el Colegio Máximo de san Pablo de los jesuitas fundado en 1570;

el colegio Mayor de san Ildefonso de los agustinos fundado en 1612 y el de Nuestra

Señora de Guadalupe en 1614, por los franciscanos. Más tarde, los mercedarios

fundarían el Colegio Mayor de san Pedro Nolasco en 1626; y el Colegio Mayor de

santo Tomás sería fundado por los dominicos en 1645.

También se debe a la iniciativa de la Iglesia la fundación de los primeros

hospitales. El de san Andrés para los españoles en 1550; el de santa Ana para indios en

1550; el de san Cosme y san Damián para españolas y criollas en 1559; el del Espíritu

Santo para navegantes en 1573; el de san Lázaro para llagados y leprosos en 1563; el

de san Diego para clérigos en 1594 y el de Nuestra Sra. de Atocha para niños expósitos

hacia el año 1600.

En cuanto a conventos de religiosas, el primero del Perú fue el de la Encarnación,

de agustinas. Tuvo su origen en el beaterio de san Agustín fundado por doña Leonor de

Portocarrero y su hija doña Mencía de Sosa, el año 1557, en el barrio de san Sebastián.

En 1561 fue reconocido como convento de monjas canónigas de san Agustín. Eran 300

religiosas y, con criadas incluidas, unas 700 personas. De este monasterio salieron

religiosas para fundar los conventos de la Concepción, Santísima Trinidad y santa

Clara. El monasterio de la Concepción fue fundado por doña Inés de Muñoz y de

Rivera y María de Chávez. Se fundó en 1573. Eran concepcionistas franciscanas y

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llegaron a ser unas 250 religiosas sin contar las sirvientas. El convento de la Santísima

Trinidad se fundó en 1579 junto a la iglesia de san Marcelo, donde estuvo hasta 1605

en que se cambió al lugar actual. Lo fundaron Juan de Rivas y su esposa Lucrecia de

Sonsoles, que fue la primera abadesa. En 1635 se sabe que tenía unas 140 religiosas.

El cuarto convento fue el de santa Clara, fundado en 1604 por santo Toribio de

Mogrovejo con el aporte económico del portugués Francisco de Saldaña, quien donó

para ello toda su hacienda. Eran religiosas franciscanas. Hacia 1615 se fundó el

monasterio de las Descalzas de san José, cuya fundadora fue doña Inés de Sosa. En

1635 tenía 80 religiosas.

Santa Rosa quiso entrar en una oportunidad en el convento de santa Clara y no

aceptó la invitación a entrar en el de las Descalzas de san José. Ella deseó entrar en un

convento dominico y hubiera querido fundarlo, pero no se consiguieron los permisos

necesarios. Sin embargo, profetizó varias veces que ese convento dedicado a santa

Catalina de Siena se fundaría en la ciudad, y trabajó por conseguirlo, aunque no llegó a

realizar su fundación, que se hizo realidad en el año 1624. En 1709 se fundó el

convento de santa Rosa.

En cuanto a la ciudad de Lima, diremos que en 1613, según el censo realizado por

el virrey marqués de Montesclaros, tenía 24.454 habitantes. De ellos 9.616 eran

españoles y criollos; 1978 indios, 10.836 negros; 744 mulatos y 192 mestizos; además

otras razas.

Los limeños estaban felices de su ciudad, que en aquellos tiempos era una gran

ciudad donde brillaba la fe católica. Dice a este respecto el cronista español padre

Bernabé Cobo: La piedad es mucha. Indicio no pequeño de esta piedad es la reverencia

y respeto con que se tratan las cosas sagradas; la riqueza, ornato y majestad con que

se sirve el culto divino; la reverencia a los sacerdotes, el gusto y aprecio con que se

oye la divina palabra y la afición a todo género de virtud en que siempre se hallan las

personas muy aprovechadas, no sólo del estado eclesiástico, sino también muchos

seglares, hombres y mujeres, tan dados a la oración, mortificación y a todo ejercicio

propio de gente devota, que pueden ser maestros de vida espiritual y perfecta1.

También es hermoso anotar que en tiempos de santa Rosa, aunque había muchas

cosa negativas como la esclavitud y muchos pecadores, también había muchos buenos

cristianos. El Perú floreció en frutos de santidad: Santo Toribio de Mogrovejo (1538-

1606), san Francisco Solano (1549-1610), san Martín de Porres (1579-1639), san Juan

Macías (1585-1645). En Arequipa floreció la beata sor Ana de los Ángeles

Monteagudo (1602-1686). Y podemos citar a los siervos de Dios: Diego Martínez

(1542-1626), jesuita; Luis López de Solís (1535-1606), agustino; Gonzalo Díaz de

Amarante (1540-1618), mercedario; Juan Sebastián de la Parra (1546-1622), jesuita;

Pedro Urraca (1583-1657), mercedario; Juan de Alloza (1597-1666), jesuita; y

Francisco del Castillo (1615-1673), jesuita.

1 Cobo Bernabé, La fundación de Lima. En Obras del padre Bernabé Cobo, Madrid, 1956, tomo 1, libro

II, cap. VI, p. 177.

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Como vemos, Rosa vivió entre santos. No es casualidad, dado el ambiente

espiritual de aquel tiempo, que surgieran junto a ella otros cuatro santos, una beata y

siete siervos de Dios. Y esto sin contar a santa Mariana de Jesús Paredes (1618-1645),

la azucena de Quito, que también pertenecía al virreinato del Perú y el venerable

Francisco Camacho (1629-1698), religioso de san Juan de Dios.

Entre todos ellos, Rosa brilla con una luz especial y se ha ganado el cariño del

mundo entero. Y un dato curioso al respecto es lo que cuenta el cronista jesuita

Bernabé Cobo. Dice que en 1525, alguien llevó semillas de rosas a Lima. Se mandó

celebrar una misa con la semilla puesta sobre el altar para que la bendijese el sacerdote.

Y el éxito fue rotundo, porque ha sido una de las plantas que más se ha extendido en las

Indias. Y, precisamente, las primeras rosas que florecieron en el Perú, lo hicieron en e1

lugar donde se levantó la casa de santa Rosa y el hospital del Espíritu Santo, que

colindaba con ella. ¿Habrá sido una simple casualidad? Para Dios no existen

casualidades. Él preveía ya por adelantado que una Rosa brillante surgiría allí mismo e

iluminaría al mundo entero.

SUS PADRES

La madre de santa Rosa se llamaba María de Oliva y Herrera. Era criolla, es decir,

descendiente de españoles, nacida en Lima. Su padre se llamaba Francisco de Oliva y

su madre, viuda ya al nacer Rosa, se llama Isabel Herrera.

La madre de santa Rosa era una mujer muy religiosa. Se autodefine en el Proceso

de canonización como cristiana temerosa de Dios y de su conciencia2. Según vemos

por los testimonios de los testigos del Proceso, era una mujer de recia personalidad, de

buenos sentimientos, pero de carácter fuerte, que quiso imponer sus opiniones a su hija,

haciéndole sufrir mucho, por no comprenderla.

Sobre su padre, suele afirmarse que era natural de Puerto Rico, como así lo dice él

mismo en el Proceso. Sin embargo, la palabra natural también puede referirse al lugar

de su residencia, pues allí vivió varios años. Según investigaciones bien fundadas,

parece que nació en la villa de Baños de Montemayor (provincia de Cáceres) en

España, en 1525.

Hay un manuscrito, propiedad de doña Vicenta Sánchez Fabrés, viuda de don José

Flores Miña, pariente de santa Rosa de Lima. Este manuscrito lo escribió el padre

Bartolomé Martín Flores en 1678. En él afirma ser primo segundo de santa Rosa de

Lima. Dice que su madre Catalina era hija de otra Catalina, hermana de santa Rosa.

Hay un testamento del abuelo de santa Rosa, llamado Luis Flores, padre del padre

de Rosa, Gaspar Flores. El abuelo Luis Flores hace testamento en l584 en favor de sus

2 Proceso, p. 377.

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nueve hijos, entre los que está Gaspar Flores que, según dice el documento, pasó a las

Indias. Se habla de que Gaspar Flores marchó a Puerto Rico y se casó en Lima y esto

está autenticado por notario público.

También hay en el convento dominico de san Esteban, de Salamanca, un

documento sobre la profesión religiosa de un sobrino de Gaspar Flores, llamado fray

Juan Flores, que se llamó de religioso fray Juan de santa María. Profesó en Salamanca

en 1595 y los Superiores lo enviaron al Perú.

En el manuscrito de Bartolomé Martín Flores se dice que una señora del pueblo

de Baños, llamada María Sánchez, servía en la casa de María Flores, hermana de

Gaspar Flores y madre de este dominico, primo hermano de santa Rosa. La citada

María Sánchez recuerda haber oído a fray Juan Flores que quería ir al Perú para ver a

su tío Gaspar Flores que, según le habían escrito otros religiosos desde aquellas tierras,

estaba casado en Lima.

En ese manuscrito se dice también que los hermanos Gaspar Flores le reservaron

su parte de herencia, porque nuestro hermano Gaspar Flores está en Lima hace años, y

no sabemos si está muerto o vivo; y será bien que su legítima (herencia) se le secuestre

y administre por si acaso vuelve a este lugar.

También se cita el testimonio de un anciano del pueblo de Baños que afirma que

esta santa (Rosa) es originaria de los Flores de Baños, que fueron muchos años a las

Indias por soldados de la Armada. Preguntado cómo lo sabía, respondió que su padre,

que los había conocido, se lo había dicho.

Sobre la abuela de santa Rosa, Isabel de Herrera, se dice en el margen derecho

del manuscrito que era natural de Zafra en España; algunos dicen que lo fue de

Navacarros, aldea a una legua de distancia de Béjar3.

Dejando de lado la cuestión del nacimiento del padre de Rosa, lo cierto es que

Gaspar Flores vivió varios años en Puerto Rico, a donde llegó con dieciocho o veinte

años (1543-1545). En 1548 se embarca para el Perú como soldado y el 9 de abril de ese

año estuvo en la batalla de Jaquijahuana en la pampa de Anta, donde se terminó la

rebelión de Gonzalo Pizarro. El 9 de marzo de 1557, con sus 32 años, ya tenía una

plaza de arcabucero en la guardia virreinal en Lima.

El cronista fray Diego de Ocaña, que llego a Lima el 23 de octubre de 1599

menciona que había en Lima dos compañías de gentiles hombres muy honrados, la una

de arcabuces con 50 hombres y la otra de lanzas con 100 hombres. Y escribe: Las

3 El texto original del manuscrito del padre Bartolomé Martín Flores lo publicó en la revista Archivo

dominicano, el padre Ramón Hernández Martín del convento de san Esteban de Salamanca, año 1989, Nº

X, pp. 5-51. Otro libro sobre este tema ha sido escrito por Juan Muñoz García, cronista de Béjar en su

libro Gaspar Flores, padre de santa Rosa de Lima, que nació en el término de la antigua villa de Béjar,

Madrid, 1962; otro libro interesante es el publicado por José Bonilla Hernández, titulado Manuscrito

sobre la patria del padre de santa Rosa de Lima. Estudios históricos en honor de don Florencio Marcos.

Editado por la Caja de Ahorros de Salamanca y Soria, Salamanca, 1992.

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compañías son muy lucidas y de gente muy honrada y mal pagada. Ilustran mucho la

ciudad, porque tienen buenos morriones y grabados y muchos penachos. Y salen de

continuo muy galanes y bien aderezados con sus trompetas y estandartes que lucen

mucho, particularmente en una entrada de un virrey como yo vi, cuando entró el conde

de Monterrey, que lo que más lució fueron estas dos compañías de arcabuces y lanzas4.

Gaspar Flores se casó en 1577 a la edad de 52 años, siendo suboficial de

arcabuceros con un sueldo de 500 pesos, con María de Oliva de 18 años en la parroquia

del Sagrario de Lima.

La casa de Gaspar Flores, desde su llegada a Lima, estaba a la espalda del

hospital del Espíritu Santo, en la calle de santo Domingo, cuyo convento cercano había

visto crecer con su monumental iglesia, donde se venera una imagen de la Virgen del

Rosario, llevada de España por los primeros religiosos dominicos y que era un regalo

de Carlos V a la ciudad de Lima.

La casa tenía un huerto de amplias proporciones. Era casa grande, pero se hizo

pequeña para tanta prole, pues tuvieron 13 hijos.

- Gaspar Flores de Oliva, el primogénito bautizado en la parroquia de san

Sebastián el 1 de junio de 1579. Fue soldado, sirviendo en las guerras de

Chile, donde alcanzó el grado de capitán.

- Bernardina Flores de Oliva, bautizada el 13 de junio de 1581. Murió en

Quives a los 14 ó 15 años.

- Hernando Flores de Herrera, bautizado el 24 de mayo de 1584. Se dedicó a

la agricultura y murió en 1627.

- Isabel Flores de Oliva, nuestra santa.

- Francisco Flores de Oliva, bautizado el 56 de junio de 1590. Murió

jovencito.

- Juana Flores de Oliva, bautizada el 11 de setiembre de 1592. Salió en la

procesión en honor de santa Rosa en agosto de 1669.

- Antonio Flores de Herrera, bautizado el 8 de julio de 1594. En 1688 vivía en

la sierra sur del Cuzco. El virrey conde de Lemos, en carta de ese año, lo

recomendó a la reina gobernadora de España.

- Andrés Flores de Herrera, bautizado el 21 de setiembre de 1596. Vivía en

1620.

- Francisco Matías de Oliva, vivía en 1620.

- Jacinta Flores de Oliva, bautizada el 25 de abril de 1603 de emergencia, a

los dos meses de edad.

A ellos hay que añadir tres niños o niñas, que debieron morir pequeñitos, pues

parece que ninguno de ellos llegó a bautizarse.

Era una familia numerosa, muy cristiana, pero de recursos económicos muy

limitados. El padre Antonio de Vega Loaysa, jesuita, que los conoció, dice que eran

4 Velasco Salvador, Rosa de santa María, Ed. OPE, Guadalajara (España), 1981, pp. 26-27.

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personas de conocida piedad y cristiandad, aunque pobres y necesitados5. También

dice que Rosa era de naturaleza corpulenta y fuerte como de sus padres y hermanos,

que todos son fornudos y de complexión corpulenta y recia6.

SU INFANCIA

Nació Rosa el 30 de abril de 1586, aunque algunos dicen que fue el 20 de abril.

Fue bautizada el 25 de mayo de ese año en la iglesia de san Sebastián, en la pila

bautismal que todavía se conserva. Era el domingo de Pentecostés y le pusieron por

nombre Isabel. Dice el acta de bautismo: El domingo, día de Pascua del Espíritu Santo,

25 de mayo de 1586, bauticé a Isabel, hija de Gaspar Flores y de María de Oliva.

Fueron padrinos Hernando Valdés y María Orozco. Firmado Antonio Polanco

(párroco).

Le pusieron el nombre de Isabel por su abuela Isabel de Herrera. Pero, a los tres

meses, tuvo lugar un suceso que le cambio el nombre. Su madre lo cuenta así: Le

pusieron de nombre Isabel por Isabel de Herrera, madre de esta testigo y abuela de la

bendita niña, y con este nombre de Isabel la fueron criando hasta que la bendita niña

tuvo edad de tres meses poco más o menos; que estándola meciendo, una india criada

de esta casa, en una cuna, teniendo cubierto el rostro la bendita niña, la dicha india se

lo descubrió, por ver si había tomado sueño; y la vio tan hermosa que llamó a unas

niñas que estaban labrando (cosiendo) para que la viesen. Y haciendo todas

admiración, esta testigo, desde el aposento donde estaba las vio, y sin decirles cosa

alguna se fue derecho donde estaba la niña, y como la vio tan linda y hermosa, y que le

pareció que todo su rostro estaba hecho una rosa muy linda, y en medio de ella veía

las facciones de sus ojos, labios, nariz y orejas; quedó admirada de ver aquel

prodigioso suceso, y la tomó en las manos y empezó a hacer con ella mil alegrías, y

mostrar su rostro y contento, y con esta demostración dijo: yo te prometo, hija y alma

mía, que mientras viviere, de mi boca no has de oír otro nombre sino el de Rosa. Y así

lo cumplió esta testigo, porque de allí en adelante siempre la llamó Rosa, y no Isabel7.

Por este motivo, hubo algunas discrepancias entre la abuela y la madre de Rosa.

La abuela la llamaba Isabelica y la madre Rosica8.

Su hermano Hernando, teniendo él diez u once años (tenía dos más que Rosa),

observó con cuidado, en que a la dicha bendita hermana la llamaban Rosa y no Isabel,

que era el que tenía del bautismo, y cómo no le sabían dar los de casa otro nombre

sino Rosa, y advirtiendo que era nombre poco usado y que nadie lo tenía sino ella, este

testigo le dijo un día, estando enojado con ella, como sucede entre muchachos por

niñerías: “Hasta el nombre que tienes te lo pusieron por hacerte burla; porque no hay

quien se llame Rosa sino tú”. Respondióle: “No me llaman Rosa por hacerme burla,

5 Proceso, p. 225. 6 Proceso, p. 232. 7 Proceso, p. 378. 8 Proceso, p. 402.

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sino porque Dios lo quiso, y algún día alguno tendrá envidia a la Rosa”. Apurándola

este testigo, algo sentido de que le dijese de que le había de tener envidia, dijo que se

lo preguntase a su señora madre, por qué la llamaban Rosa9.

Su madre dice que Rosa, desde que tenía uso de razón, mostraba disgusto interior

por llamarle así y un día se fue a confesar a santo Domingo. Y habiendo dado cuenta

al confesor con quien se confesó y acusándose del disgusto que siempre tenía de oír

que la llamasen Rosa, el confesor le dijo que no tenía razón de disgustarse de eso y que

considerase que su alma era una rosa de Jesucristo. Y con aquello que el padre le dijo

fue suficiente para ella; de manera que, cuando salió de comulgar, tomó su alma y la

puso en el rezago de la Madre de Dios del Rosario y le suplicó que la recibiese y se la

volviese intitulada de su nombre.

Y, estando en casa, le dijo a esta testigo, su bendita hija: “No hay sino llamarme

Rosa de santa María aprisa, porque, mientras más me oyere nombrar con ese nombre,

será siempre traerme a la memoria que mi alma es una rosa de la Madre de Dios. Y

con esto tendré yo cuidado de tenérsela siempre fresca y limpia para cuando me pida

cuenta de ella”. Esto lo decía con muy grande afecto y mostraba grandísimo gusto,

cuando la llamaban con todo el nombre de Rosa de santa María y, por consiguiente,

mostraba sentimiento cuando la llamaban Rosa tan solamente. Y decía que por qué le

quitaban su nombre. Y en este nombre de Rosa de santa María se conservó hasta que

murió10

.

Por otra parte, su madre, aunque áspera de carácter, como dice el padre Pedro de

Loaysa, la quería mucho y se preocupaba de ella, especialmente en cuestiones de salud.

Pero también se preocupó de que aprendiera a leer y escribir. Cuenta su misma madre

que, deseando que su hija aprendiese a leer y escribir, le dio una materia. Y, al otro

día, halló la materia como que no la necesitara. Y esta testigo se enojó mucho con ella

y la llevó a su confesor para que en presencia de esta testigo, la riñese; el cual la riñó

y le mandó que hiciese lo que su madre le mandaba. Y, al día siguiente, vio esta testigo

que la bendita Rosa, su hija, leía muy bien. Y le enseñó un papel que ella había escrito

de una buena letra11

. ¿Quién le enseñó a leer tan rápido milagrosamente?

El contador Gonzalo de la Maza, en cuya casa vivió prácticamente los últimos tres

años de su vida, cuenta una anécdota, cuando Rosa tenía cinco años. Díjole a este

testigo la dicha Rosa que, siendo como de edad de cinco años, en ocasión que

estándose entreteniendo en ejercicios de aquella edad con un hermano suyo, llamado

Hernando, que era dos años mayor que ella, y teniendo… un cabello rubio y gracioso,

su hermano se lo había maltratado y ensuciado, y visto por ella, había comenzado a

llorar y el dicho su hermano le había dicho que por qué lloraba, que si supiera que por

los cabellos estaban muchas almas en el infierno, que no llorara por los cabellos, y que

estas razones se le habían estampado en el corazón, de manera que considerándolas,

9 Proceso, p. 516. 10 Proceso, p. 378. 11 Proceso, p. 433.

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había tomado en su alma un gran temor, de modo que desde aquel tiempo no cometiera

cosa que entendiera ser pecado y ofensa de Dios Nuestro Señor por ningún caso12

.

Refiere su madre que, a la edad de cinco o seis años le vino la tiña. Se la curaba

esta testigo, echándola a la cabeza cosas muy fuertes. Y se le vinieron a hacer muchos

tolondrones (escoriaciones) y una llaga muy grande. Y respecto de verla tan lastimada

que estaba la cabeza hecha una carne, y llena de unos botones, le fue forzoso a esta

testigo llamar a un cirujano. El cual la curó en 42 días, lavándole la cabeza con vino y

piedra lipis y le polvoreaba con alumbre quemado. Y en ésta y en todas las demás

enfermedades estuvo con una paciencia increíble sin demostración que era ella la que

padecía ni tenía dolores, antes en medio de ellos, pedía cantando al Señor que le diese

más y más dolores y paciencia con ellos13

.

Por otra parte, uno de sus confesores, el padre Pedro de Loaysa, declara que

siendo la bendita Rosa de santa María de cinco años empezó a tener oración vocal y

era de esta manera: “Jesús sea bendito y sea con mi alma. Amén”. De modo que,

desde entonces, le quedaron fijas en el corazón y durmiendo y velando, a solas y

acompañada, interiormente las decía. Y en esta edad hizo voto de virginidad14

.

También desde los seis o siete años, empezó a ayunar y ayunó miércoles, viernes

y sábado a pan y agua; en particular desde que tuvo diez años. Ayunó con gran cautela

por su madre, que se lo estorbaba por verla niña15

.

ESTANCIA EN QUIVES

En 1596, cuando Rosa tenía unos 10 años, su padre decidió ir a vivir a Quives, en

el camino a Canta, a unos 60 kilómetros de Lima, donde estuvo de administrador de

unas minas de oro y plata. Allí vivieron solamente cuatro años, pues parece que no le

fue bien y tuvo que regresarse a Lima y retomar la plaza de arcabucero del virrey.

En Quives murió su hermana Bernardina que para ella era como su maestra en las

cosas espirituales. Bernardina tenía 14 ó 15 años. Otro dato importante es que, estando

en Quives, pasó por allí el arzobispo de Lima santo Toribio Alfonso de Mogrovejo en

1597 y la confirmó. Su padrino fue el sacerdote mercedario Francisco Gonzales. Sólo

se confirmaron tres. La mayoría de la gente era pagana todavía.

Estando en Quives, tuvo algunas graves dolencias. Sabemos que, en dos o tres

oportunidades, hubo necesidad de llamar al cirujano para curarle o un dedo o una

herida infecciosa que le brotó en la oreja. Y en todo momento solía repetir la oración

que era su consuelo desde niña: Jesús sea bendito y sea con mi alma. Amén.

12 Proceso, p. 46. 13 Proceso, p. 386. 14 Pedro de Loaysa, Vida de santa Rosa de Lima, 1937, p. 11. 15 Ib. p. 15.

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Según declara el señor Gonzalo de la Maza, siendo de edad como de doce años,

se había cortado la cabellera muy rubia con que se había criado; y, visto por su

madre, la reprendió con castigo y aspereza y, viendo que sus ayunos y mortificaciones

no bastaban para que los colores de su rostro se marchitasen, había tomado por

remedio no beber jamás de agua en ayunas y echarse agua fría por los pechos y por

las espaldas, aun estando vestida, de lo cual o de la divina ordenación y providencia,

había resultado darle una enfermedad, siendo como de edad de trece años, de que

estuvo tullida y en una cama mucho tiempo de pie y manos con dolores tan grandes de

todo el cuerpo que no se podían explicar… y nunca le había faltado la paciencia y

conformidad con la divina voluntad16

.

Su madre dice: En esta enfermedad del tullimiento de pies y manos, esta testigo le

ató en ellos y en ellas unos pellejos de buitres que son calentísimos; y esta testigo le

preguntaba de cuando en cuando que cómo estaba y si le dolía mucho; a lo cual la

santa respondía que sí dolía y esta testigo le decía que los dejase estar que ellos le

quitarían el mal. Y, al cabo de cinco o seis días, preguntándole cómo iba, la dicha

Rosa respondiéndole que le dolía mucho, se los quitó y vio que todo aquello que cubrió

los pellejos estaba hecho una ampolla muy colorada, como quemada y llena de

vejigas; a lo que esta testigo se asombró y le dijo, quedando admirada: “Jesús, hija,

¿cómo pudiste sufrir esto?”. Y ella respondió: “Si vuestra merced me mandó que no

me lo quitara, ¿qué había de decir o hacer?17

.

Actualmente, en el lugar donde se supone que estuvo la casa donde Rosa vivió en

Quives, hay una capilla bonita, que es visitada por muchos devotos, especialmente el

día de su fiesta, que en el Perú es el 30 de agosto.

EL DEMONIO

El demonio no podía permanecer indiferente ante tanta santidad de Rosa, y que

tantas almas llevaba al cielo. Envidioso y padre de la mentira, se le presentaba de

distintas formas para hacerla sufrir. Pero ella, valiente como siempre, todo lo ofrecía

con amor a su esposo Jesús.

Ella le dijo en confianza a don Gonzalo de la Maza que cuando el enemigo común

de las almas, a quien llamaba el “patón” y el “tiñoso”, le venía con alguna tentación o

pensamiento de los suyos, en dándose tres golpecitos en la corona (de púas que llevaba

en la cabeza), quedaba libre18

.

Catalina de santa María, terciaria dominica, declara: La bendita Rosa dijo a esta

testigo que en uno de los días, el patón tiñoso le había escondido una cosa de la que

ella tenía mucha necesidad. Esta testigo presumió que era la disciplina; y para

vengarse del demonio por la burla que le había hecho, vio esta testigo que hizo que un

16 Proceso, p. 51. 17 Proceso, p. 386. 18 Proceso, p. 53.

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hermano suyo llamado Andrés, le pintase en un papel la figura del demonio y, porque

se lo había pintado con la figura hermosa, riñó con su hermano, diciéndole: ¡Qué mal

hermano me dio Dios que fue a pintar al tiñoso hermoso! Y le rogó a otro hermano

suyo, llamado Antonio, que se lo pintase feo y así se lo pintó muy feo y, después de

haberlo pintado, lo echaba al suelo y lo azotaba y pisaba y escupía en él y hacía que

esta testigo y otra hermana de esta testigo hiciesen lo mismo19

.

A veces, la tentaba con muchas torpes imaginaciones que le representaba, de

manera que algunos tiempos que el Señor permitió que fuese en esto molestada,

andaba acongojadísima de ver ensuciar su alma según le parecía con tales torpezas. Y

acudía a este testigo, como a su confesor, a pedirle remedio y consejo, pero siempre

estaba firmísima en el amor del Señor y de la castidad. De manera que se afirma este

testigo en lo que tiene dicho que, a su parecer, nunca pecó la dicha santa venialmente

contra esta virtud.

También el enemigo la afligía exteriormente, mostrándosele en horrenda figura y,

cargándose sobre sus hombros, la abrumaba y molía su cuerpo como ella misma contó

a este testigo que le había sucedido una vez, que había quedado como quebrantada y

hecha pedazos de aquella batalla, pero tenía tan gran confianza en el Señor que decía

al demonio: “Haz maldito cuanto pudieres, que no me has de vencer, pues tengo en mi

ayuda tan buen Señor”20

.

Una noche, el demonio se le apareció en figura de mastín, echando fuego por los

ojos, y, embistiendo con ella la mordió y trajo arrastrando desde el lugar donde estaba

orando, y llamando ella a su esposo Cristo en su ayuda, se desapareció; y ella quedó

ilesa y sin ninguna herida... Otra vez, saliendo de la oración, le dio un golpe con una

piedra grande, que dio con ella en tierra, y esta pedrada no le había hecho ningún

daño21

.

El padre Alonso Velásquez, prior del convento de santo Domingo y confesor

suyo, declara que, levantándose ella una noche cerca de las doce de la noche para

hacer oración y yendo a un jardincito que tenía en su casa, donde muchas veces la

hacía, vio salir de entre unos árboles de plátanos una figura de hombre bien dispuesto

y vestido de blanco y, llegándose a ella a quererla forzar, la bendita santa con un

ánimo del cielo, llamando a Dios, comenzó a reprenderle y a afear el hecho con tan

grande eficacia de palabras que el hombre o demonio, que a ella llegaba, tuvo por bien

volver de espaldas y dejarla.

Y, saliendo la santa del jardín y volviéndole a cerrar con la llave, allí, en un patio

que está antes de entrar en la puerta del jardín, se dio una disciplina (latigazos)con

una cadena de hierro hasta que derramó mucha sangre de su cuerpo y con lágrimas en

los ojos comenzó a quejarse a Dios y a decirle que cómo la había dejado en los

19 Proceso, p. 348. 20 P. Juan de Lorenzana, Proceso, p. 332. 21 Fray Antonio Rodríguez, Proceso apostólico, folios 134-134v.

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cuernos del toro; a lo cual le respondió Cristo Nuestro Señor: “Si yo no estuviera

contigo, ¿vencerías?”. Con lo cual la santa quedó muy consolada22

.

Doña María de Uzátegui refiere que la bendita Rosa, una noche, andando a

buscar dónde encerrarse, estando en casa de esta testigo, se subió a un aposento alto y

en él la inquietaron mucho los ratones; de modo que le fue forzoso bajarse de él y

meterse en otro bajo, que servía de despensa. Y al entrar en él, sintió pavor y tornó a

salir fuera y pidió una vela y dijo a la que se la dio que no dijese a las niñas dónde

estaba para que no fuesen a inquietarla y que no le cerrase la puerta por fuera, que la

dejase sin poner el cerrojo. Entrada dentro, atrancó la puerta por dentro y arrimó la

vela allí a un lado. En mitad del aposento estaba una batea grande y dentro de ella una

canasta. Y se metió dentro y allí empezó a recogerse, pareciéndole que había hecho

mal en entrar con vela y que era de poco ánimo; que el patón y tiñoso, que así llamaba

al demonio, se reiría; apagó la vela y se quedó a solas y luego, al momento, sintió por

las espaldas que se le llegaba una cosa que a ella le parecía, allá interiormente, que

era como que tenía pellejo o era salvaje y éste se le largó encima de las espaldas y la

empezó a abrumar y atormentar y, estando en esto, salió esta testigo mucho después...

y halló que estaba el aposento cerrado por fuera con el cerrojo y, preguntando quién

tal hubiese hecho, nadie lo sabía.

Y muy quedito esta testigo quitó el cerrojo sin hacer ruido y… mandó que nadie

llegase a la puerta y que la dejasen hasta cuando nuestro Señor fuese servido que ella

saliese. Y preguntándole por la mañana esta testigo que cómo le había ido, le contó lo

que tiene dicho que le había pasado dentro y que cuando apagó la vela, oyó echar el

cerrojo, conociendo lo que era… Y en otra ocasión le dijo a esta testigo que una noche,

estando en el oratorio, la había inquietado también el tiñoso mucho y, en particular, le

había dado un golpe, a manera de bofetón, que la había arrojado al suelo23

.

Por su parte, el padre Bartolomé Martínez informa que un día Rosa le pidió a este

testigo remedios para no dormirse en la oración, porque el tiñoso la apretaba mucho

con el sueño. Y este testigo le respondió que hiciese lo que solía hacerse con un

(adormilado), que era usar de vinagre y algunos pellizcos. Y la bendita Rosa se sonrió

mucho del remedio que le había dado y le respondió: “Padre mío, no basta colgarme

de los cabellos de un escarpio (clavo) para despertarme, ¿y bastará eso?”. De cuya

respuesta quedó este testigo absorto y admirado24

.

PENITENCIA

Veamos algunas de sus penitencias que asustan a nuestra mentalidad occidental

hedonista. Para algunos puede parecer masoquismo, pero todo era por amor: amor a su

esposo Jesús y amor a las almas.

22 Proceso, p. 220. 23 Proceso, pp. 127-128. 24 Proceso, p. 358.

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Doña María de Uzátegui, en cuya casa vivió los últimos tres años de su vida y que

fue su confidente, declara que desde los quince o dieciséis años hizo voto condicional

(dependiendo de la obediencia a sus padres y confesores) de no comer carne y ayunar a

pan y agua toda su vida. Y este voto lo guardó estrictamente hasta que falleció... Y,

cuando la obligaban su madre o los médicos espirituales y corporales que comiese

alguna cosa, fuera de lo ordinario, mayormente si era carne, luego le hacía mal y

decía que todas o las más de las enfermedades que había padecido y padecía era por

hacerla comer carne y otras cosas, porque se le acrecentaban los males y le daban

calenturas. Una vez que le fue forzoso comerla, le quedó una muy grande falta de

resuello y respiración. Y luego que lo dejó de comer, volvió a su acostumbrada

abstinencia y tuvo mejoría25

.

Una vez le dio un dolor de ijadas (dolor entre las costillas falsas y las caderas) y

con una sopa mojada en agua se le quitó y éste era el remedio para sus dolores

grandísimos que padecía. También en los desmayos que padecía usaba de agua

bendita, con la cual pronto sanaba y cobraba fuerzas26

.

Como vemos, sus dolores eran más espirituales que corporales. Y Dios la

alimentaba milagrosamente, pues se pasaba días y días sin comer nada o sólo a pan y

agua y se le veía fresca como una rosa.

Algunos días de Cuaresma sólo comía casi por obligación unas pepitas de naranja

con hierbas amargas, especialmente hojas de granadilla. Se pasaba dos o tres días sin

beber y decía que el mucho beber le causaba sueño y, cuando bebía, bebía agua

caliente, porque era menos agradable que el agua fresca27

.

Dice su madre que cierta persona (doña María de Uzátegui) le enviaba cada

domingo ocho acemitas (pan integral), pues había tomado a su cargo su sustento. Y la

santa decía que no quería otro sustento para ella sino las acemitas. Y el domingo,

cuando le traían las que había de comer la semana siguiente, sacaban de la celdita de

lo que había sobrado la semana pasada de su sustento, unas veces seis, otras siete,

otras semanas una y media. Una semana halló que había comido dos. Y cada acemita

le parece a esta testigo que pesaba seis onzas (como 170 gramos)28

. Muchas semanas

sólo comía una o dos acemitas.

La señora Uzátegui nos dice: Sucedió llevarla cinco o seis días de arreo (fiesta) y

en todos ellos la vio comulgar y en estos días que comulgaba no comía en todo el día

de ninguna manera hasta la noche, que salía de su aposento o del oratorio a hacer una

comida y la hacía muy ligera; y algunas noches se quedaba sin hacerla. Y al otro día

se levantaba y se iba a la iglesia y esta testigo iba con ella y llevaba un rostro tan

encendido como una rosa; que a esta testigo le causaba grande admiración, porque

25 Proceso, p. 99. 26 Pedro de Loaysa, o.c., p .18. 27 Proceso, p .100. 28 Proceso, p. 379.

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sabía que no había comido cosa alguna y que bien parecía que la sustentaba y tenía

llena la comida que le daba Dios Nuestro Señor con su Cuerpo Santísimo29

.

Esta es una de las maravillas de Dios: vivir sin comer. Jesús la alimentaba

milagrosamente. En una oportunidad se hallaba en casa de sus padres debilitadísima y

con mucha necesidad de tomar alguna cosa de sustento y, como era tarde, no pudo

enviar aviso a casa del contador. Así se puso en oración y en ella llevó su boca al

santo costado de (la imagen) de Nuestro Señor y dijo: “Sustento y manjar de mi

corazón y de mi vida, sustentad Vos a esta pobre sierva”. Y con esto cobró vigor y

fuerza por la sangre de Cristo, Señor Nuestro, y así pudo ir por la mañana a comulgar,

que era domingo30

.

Ella apenas tomaba la mayoría de los días más que pan y agua. Estaba muy

delgada. Así lo asegura doña Luisa Hurtado de Bustamante: Cuando algunas veces la

abrazaba, no parecía sino un costal de huesos, bien que de su rostro nada de esto se

transparentase31

. Igualmente, fray Antonio Rodríguez afirma que no tenía más que

armazón y pellejo32

.

Le había pedido a Nuestro Señor que los ayunos no se echasen de ver en el rostro,

como hasta entonces, y así se lo concedió Nuestro Señor; pues siempre tenía el rostro

abultado y hermoso como una rosa33

.

Su hermano Hernando recuerda que la bendita Rosa tenía el rostro lo más del

tiempo tan entero, tan lleno y tan liso, tan blanco y muchas veces tan colorado que se

podía decir que tenía cara de vender salud, porque con muy pequeñas… cosas que a

sus hermanos oyese decir, se le ponían las mejillas tan encendidas en un color rosado

que causaba admiración ver semejantes colores en quien tan mal se trataba después de

años pasados de abstinencias34

.

Otras penitencias que acostumbraba por amor a Dios y a los demás era darse todos

los días disciplinas (latigazos). A veces, no se medía y tuvo que ponerle límite el padre

Juan de Lorenzana. Dice este padre: Fue necesario poner en esto alguna moderación,

pero fue de manera que la dicha santa virgen con grandes ruegos y humildad sacó

licencia para poder tomar cada noche una disciplina. Y, algunas veces, cuando se

ofrecían algunas especiales necesidades públicas o particulares, pedía la dicha bendita

Rosa a este testigo licencia para doblar el número de azotes35

.

La disciplina que usaba antes de que le fuesen a la mano (se lo prohibiesen) eran

dos ramales de cadena de hierro36

. Esta cadena, después que se la vedaron para efecto

de disciplinarse, se la ciñó al cuerpo y la ciñó con candado y echó la llave donde

29 Proceso, p. 99. 30 Pedro de Loaysa, o.c., p. 78. 31 Proceso apostólico, folio 639. 32 Proceso apostólico, folio 128. 33 Pedro de Loaysa, o.c., p. 17. 34 Proceso, p. 520. 35 Proceso, p .327. 36 Pedro de Loaysa, o.c., p. 20.

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nunca pudiera aparecer37

. Hay una leyenda que dice que la llave la tiró al pozo que

había en su casa y, por eso, el día de su fiesta es costumbre que sus devotos echen en el

pozo, que existe donde estuvo su casa, cartas con sus deseos y peticiones.

Pero no se dice en ninguna parte que la tiró al pozo. Más bien, la señora María de

Uzátegui afirma que la dio a un padre de santo Domingo, su padre espiritual… Y una

vez, dándole un gran dolor de ijada… como no tenía la llave para abrir el candado,

hubo de abrir la cadena con un hierro que buscó y, al tiempo que se lo quitó, le dijo y

certificó a esta testigo que pensaba que se le hacía pedazos el cuerpo. Y, al quitar la

cadena del cuerpo, como estaba pegada a las carnes, sacó con ella pegada a la piel, el

cuero y parte de la carne; y esta cadena hará dos años más o menos que se la tomó

esta testigo, porque no se atormentase su cuerpo con ella… Y le dijo a esta testigo que

con la cadena de hierro había tomado rigurosas disciplinas particularmente en una

ocasión que se dijo en esta ciudad que se había de hundir todo y ella fue muy rigurosa

con esta disciplina en todo su cuerpo38

.

Aquí se refiere a algo que fue muy sonado. Estuvo predicando en Lima san

Francisco Solano, que ya entonces era tenido por santo. Y, aunque él no afirmó con

seguridad que Lima se iba a hundir y desaparecer, sino que podía suceder, si no se

enmendaban; sin embargo, toda la gente lo entendió así. La ciudad entera se conmovió

y se pasó la noche en vela y en oración. Las iglesias abiertas con el Santísimo expuesto

y Rosa orando y dándose disciplinas con la cadena de hierro para salvar a la ciudad del

supuesto castigo divino.

Otro instrumento divino de penitencia era su corona de espinas. La criada

indígena Mariana de Oliva, que tenía su misma edad y que se había criado en su casa

desde los dos años, afirma que debajo de la toca de su hábito llevaba una corona de

espinas. La corona era como de una pulgada de ancho, toda ella por la parte de dentro

llena de puntas. Para ponérsela hacía que esta testigo le rapase la cabeza y lo hacía

muy a menudo y hallaba la cabeza muy lastimada. Al cabo de dos años, poco más o

menos, que usaba de ella, sucedió que su padre le llegó con la mano a la cabeza

donde tenía la corona y le salieron unos hilos de sangre… Y esta fue ocasión para que

su madre investigara. Y vino a saber que la causa había sido la corona que traía,que

antes no lo había sabido. Y esta testigo muy de ordinario se la ponía a la bendita santa

y le ataba una cinta blanca alrededor de la corona con que la encubría39

.

Su cama era también para ella un instrumento de penitencia. Usaba para dormir

maderos y ponía entre ellos pedazos de tejas que le incomodaban y no la dejaban

descansar bien.

También declara su madre que las almohadas que la bendita Rosa usaba y que esta

testigo quitó de su cama fueron: primero, un adobe; en lugar de éste, puso una piedra

37 Ib. p. 21. 38 Proceso, p. 101. 39 Proceso, p. 405.

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y, quitándole ésta, en su lugar puso un trozo de madera con un hueco, donde ponía la

cabeza40

.

Y todo esto sin contar sus continuas enfermedades. Parece que tenía tuberculosis,

pues escupía sangre. Su padre, Gaspar Flores, dice que cada mes padecía la bendita su

hija dolor de ijada y dolor en los pulmones y escupía sangre y grandes calenturas y

otras enfermedades, que este testigo no se acuerda de los nombres de ellas. Y en todas

ellas estaba con una grandísima paciencia y sufrimiento, sin mostrar en ninguna de

ellas ni en otros trabajos, actos de impaciencia alguna. Y en todas las ocasiones decía

que se hiciese la voluntad de Dios41

.

Todo por amor, todo por las almas, todo por Dios. Y Dios la llenaba de alegría

con constantes éxtasis y maravillas que la hacían inmensamente feliz.

OBEDIENCIA

Como ya hemos podido observar a lo largo de estas páginas, Rosa era muy

obediente a sus padres y a sus confesores. Don Gonzalo de la Maza manifiesta: Todo el

tiempo que este testigo comunicó (se relacionó) con la dicha Rosa de santa María y sus

padres, la vio serles obedientísima en extrema manera. Y todo el tiempo que tuvo

salud, que fue hasta cosa de dos años y medio a esta parte de modo que no podía

trabajar, la vio este testigo con muy gran cuidado y amor de servir a los dichos sus

padres en salud y enfermedad; porque, se iba a curarlos y regalar (darles gusto en

todo), mientras tuvo salud. Y jamás dejaba la labor de las manos hasta media noche y

más… Y oyó decir este testigo diversas veces y, en particular a su madre María de

Oliva, que desde muy tiernos años los había ayudado con la continua labor de sus

manos, que fueron muy primas (buenas) en cuanto hacía; de manera que parecía que

en su cuidado y trabajo había librado Nuestro Señor el remedio de su casa… y este

testigo vio algunas labores de sus manos, tan primas, curiosas y limpias que no

parecía que se había llegado a ellas con manos de criaturas humanas42

.

Todos los confesores testifican que fue obedientísima a sus padres y que siempre

se acusaba que no les obedecía y servía como era razón en los oficios más bajos de la

casa. Su madre dijo que no tiene palabras para significar su obediencia y dice más:

que solía probarla en lo de las flores, diciéndole al contrario, y la santa las hacía así.

Y diciéndole después de cansada que las deshiciese, porque no estaban buenas, solía

decir: “Bien veía yo, madre mía, que no estaban buenas, pero lo hacía, porque usted lo

mandaba”43

.

Su madre la hizo sufrir mucho, porque era de carácter fuerte y quería a toda costa

verla hermosa para que pudiera tener así un buen partido, considerando que no había

40 Proceso, p. 381. 41 Proceso, p. 400. 42 Proceso, p. 48. 43 Pedro de Loayza, o.c., p. 13.

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otra opción para Rosa que el matrimonio. La quería obligar a arreglarse como hacen las

mujeres jóvenes y eso le repugnaba a Rosa, que se había consagrado a Dios.

Su hermano Hernando afirma que, desde muy tierna niña, renunció a todo género

de atavío y ornato de su persona, porque su traje en el vestido y tocado más parecía de

vieja que de niña y en este traje perseveró siempre, aunque su madre, a los principios,

la perseguía y reñía persuadiéndole a que se compusiese y adornase, llamándola

muchas veces desaliñada; no porque la bendita Rosa lo fuese, que antes era por

extremo limpia y curiosa, sino porque no se cuidaba de aderezarse de manera que a

los ojos del mundo pareciese bien, como es de ordinario en otras doncellas44

.

Su madre asegura que durante ocho o nueve años, poco más o menos, porque la

bendita santa su hija no quería enrubiarse ni ataviarse, la castigó muchísimas veces y

esto con mucha crueldad, aporreándola y tirándole de los cabellos, pellizcándola con

toda su fuerza y dándole con una barra de membrillo sobre sus espaldas, procurando

esta testigo con este género de castigo que le doliera todo lo que era posible para que

por esta vía pudiese atraerla a su gusto45

.

La criada Mariana relata que un día vio una mujer las manos blancas (de Rosa) y

se las alabó y le preguntó si se las curaba (cuidaba)... Y ella se fue luego a buscar cal

viva…, y de tal manera se untó de cal que se levantaron unas ampollas que no se podía

vestir en más de 30 días, si no era que esta testigo la vistiera, y padeció de ello muchos

dolores y se le hincharon las manos y le salieron grietas por sólo haberle dicho la

dicha mujer que las tenía blancas46

.

Una tarde, dice su madre: Esta testigo le dio unos guantes para que se los pusiese

y con ellos le dio también cierta cosa para que se las untase. La dicha bendita su hija

los tomó y se los puso de noche y por la mañana los volvió a esta testigo, diciéndole

que se aprovechase de ellos que ella no quería guantes que tan caro le habían costado.

Esta testigo le dijo: “¿Qué te pueden haber costado en una noche?”. Y la bendita

santa le dijo que habiendo apagado la luz, vio que se ardía todo el aposento de

llamaradas de fuego y a ella la traían entre el fuego de una parte para otra; y esto

duró muy grande rato hasta que la dicha bendita Rosa advirtió que el daño le venía de

las manos y se quitó los guantes y se limpió las manos. Y con esto sosegó el fuego y

paró; y ella quedó con una paz y serenidad muy grande. Y así dijo que no quería más

guantes que tanto le costaban47

.

Estando un día en cierta visita con su madre y otras señoras, la importunaron

mucho que se pusiese en la cabeza una rosa y, viendo que no se movía a hacerlo, su

madre se lo mandó y, por no dejar de obedecer y para juntamente mortificarse, cogió

un alfiler y con la rosa se lo clavó en la cabeza de modo que fue necesario que otra

persona y con fuerza lo sacase. De esta manera, obedecía48

.

44 Proceso, p. 518. 45 Proceso, p. 389. 46 Proceso apostólico, folio 526. 47 Proceso, p. 390. 48 Pedro de Loaysa, o.c., p. 14.

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El contador Gonzalo de la Maza declara que desde el principio de su vida había

aborrecido en extremo el parecer bien a las gentes y, viendo que no aprovechaba con

su madre, siendo de edad como de doce años, se había cortado una cabellera muy

rubia49

.

Desde entonces, tomó la decisión de vestirse con toca y hábito de san Francisco,

quizás por insinuación de su abuela que tenía mucha devoción a san Francisco. Según

la misma Rosa le contó a la señora Uzátegui, su madre no le permitía ponerse hábito y

aprovechó para pedirle permiso a su padre, una vez que estaba enfermo, para orar por

su salud. Su padre le respondió que no tenía plata (para el hábito) y ella, deseosa de

hacer el dicho hábito y ponérselo para excusar las dichas galas, pidió a un vecino

plata y secretamente se hizo el hábito sin que lo supiese su madre y, cuando lo supo y

lo vio, le dijo que le habían dado (también) licencia sus padres (espirituales) para que

se lo pusiese y ella se lo puso y estuvo muy contenta; el cual hábito le dijo a esta

testigo que lo trajo hasta hará once años que lo dejó y tomó el de santa Catalina de

Siena50

.

Y ella se sentía feliz con su hábito con el permiso de sus confesores y procuraba

vivir en todo momento de acuerdo a su consagración a Dios.

CASTIDAD

El doctor Castillo, que fue su médico y confidente espiritual, afirma saber de boca

de dicha Rosa de santa María que desde edad de cinco años comenzó a tener muy

grande oración y ofrecerse toda a Dios, profesando virginidad y abominando todo lo

que era vanidad del mundo y ornato de su persona51

.

Ella misma le aseguró al señor Gonzalo de la Maza que, siendo de edad de cinco

años… había consagrado a Dios Nuestro Señor el don de su virginidad con voto, que

de ello había hecho… Y este testigo… tiene para sí que cumplió dicho voto, no sólo de

obras, sino también de pensamientos, como uno de sus padres espirituales se lo dijo a

este testigo52

.

Su hermano Hernando anota que nunca en toda su vida jamás le vio parte

ninguna de su cuerpo descubierto, sino el rostro y las manos53

. Su madre recuerda que

era tan grande su modestia y honestidad que, cuando tenía alguna enfermedad y le

debían hacer alguna untura, era forzoso que la hiciese esta testigo como su madre. Y,

aunque era su madre, había de ser de manera que no le viese su cuerpo y, cuando le

habían de hacer alguna sangría, pedía que el barbero ni fuese conocido ni supiese a

49 Proceso, p .51. 50 Proceso, pp. 96-97. 51 Proceso, p. 29. 52 Proceso, p. 46. 53 Proceso, p. 517.

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quién había de hacer la sangría; y se hacía cubrir todo el brazo de manera que no

quedase descubierta más que la sangradera54

.

Era tan modesta y recatada en el sentido del oído que no podía de ninguna

manera sufrir que en su presencia se hablase en deshonor de nadie ni cosa que no

fuese lícita y permitida… Y, si algunos niños cantaban delante de ella algunos cantares

o palabras que no sonasen bien, luego lo estorbaba y les enseñaba otro cantar a lo

divino, por excusar que no cantasen cosas profanas. En su mirar, era tan recatada y

cuidadosa que admiraba a esta testigo… y, cuando hablaba con alguna persona de

cualquier calidad que fuese, nunca la vio esta testigo alzar sus ojos para mirarles el

rostro, particularmente si eran hombres55

.

Don Gonzalo insiste en este punto, diciendo que en los oídos, fue admirable y era

tan casta y pura en ellos, que por ningún caso podía asistir a pláticas que no fuesen

espirituales y en orden al bien de las almas y servicio y alabanza de Nuestro Señor; y

si sucedía que alguna persona comenzaba a tratar pláticas seculares, con muy grande

modestia las procuraba hacer cambiar o se ausentaba de la conversación, como este

testigo lo vio en su casa diversas veces56

.

Relata su hermano Hernando que, teniendo él unos seis o siete años (Rosa tendría

cuatro o cinco) nunca la vio tratar, hacer ni decir cosa mundana; y, si alguno delante

de ella decía alguna palabra o cantarcillo, que tuviese alguna apariencia de

deshonestidad o fealdad, se avergonzaba de oírla y los acusaba a sus padres. Y este

testigo notó, en muchas ocasiones que se ofrecían, que su hermana se juntaba con

otras niñas y ellas jugaban a las muñecas; pero nunca la bendita Rosa las apeteció.

Y un día vio este testigo que habían las niñas traído sus muñecas para jugar con

ellas,la dicha su hermana se apartó de las demás niñas y persuadiéndola que llegase a

jugar, les respondió que no quería llegar sus manos a tan mala cosa como las

muñecas; porque decía que en una muñeca había hablado el demonio; y así se estuvo

lo más de la tarde sola, apartada en un rincón, por no llegar a las muñecas. Y llegando

este testigo a ella, le dijo: “¿Es posible Rosa que quieras más estarte en este rincón,

lleno de estiércol y pulgas, que con aquellas niñas?”. Le respondió: “Déjame, que

aquí, aunque está tan sucio y haya muchas pulgas, está Dios; y entre aquellas muñecas

quizás no está Dios”57

.

Quizás este hecho de las muñecas se refiera a algo que ella había podido oír en su

casa de que un ídolo de madera del dios indio Pachacamac hablaba y respondía a

quienes acudían a él con preguntas. ¿Acaso no era un ídolo de piedra el diablo que

decían que hablaba en el valle del Rímac? Es probable que, para su mentalidad de niña,

pudiera confundir esos ídolos con las muñecas y de ahí sus miedos infantiles. De todos

modos, lo importante es que quería ser tan fiel a Dios y amarlo tanto que no podía

54 Proceso, p. 378. 55 Doña María de Uzátegui, Proceso, pp. 97- 98. 56 Proceso, p. 47. 57 Proceso, p. 517.

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permitirse ni en el más pequeño pecado y quería ser fiel hasta en los más mínimos

detalles.

CARIDAD

Su caridad era sin límites y todos sus sufrimientos y penitencias eran por la

salvación y santificación de los demás. Su amor a Jesús, su divino esposo, le hacía

identificarse con Él en este deseo incontenible de conseguir la salvación de todos los

hombres. Por eso, era celosa de su tiempo y no quería perderlo en visitas infructuosas o

en conversaciones inútiles. Con frecuencia, debía recurrir a estratagemas para librarse

de las visitas que le quitaban la paz y la sacaban de su soledad.

Su misma madre declara: Era tan amiga de la soledad y de no salir a visitas que

las excusaba cuanto le era posible y, por no salir a ellas, procuraba untarse los

párpados de los ojos con ajíes fuertes que la hacían encender los ojos de tal suerte que

se le paraban muy encendidos y colorados y destilaba de ellos mucha agua. Y esto

duró más de dos años sin reparar esta testigo en lo que podía proceder hasta que

advirtió que todas o las más veces que tenía aquel accidente era al tiempo que había

de salir a visitar o ir fuera con visita. Un día, una señora principal la quiso llevar a

Nuestra Señora de Monserrate.

Estando en la puerta esperándola y habiendo estado la dicha bendita Rosa

primero sin el dicho accidente, ocupada en su labor, en un instante la vio esta testigo

con el accidente y salió a decir a la dicha señora que la Rosa estaba con el accidente

de los ojos que solía, que la tuviese por excusada, y se fueron sin ella. Y, después de

idas, esta testigo, con la licencia de madre, llevó su lengua y labios a los ojos de la

dicha su hija y echó de ver que era ají y muy fuerte, que en España llaman pimiento de

las Indias. Y le dijo esta testigo: “Embustera, con los ojos te burlas”. A lo cual,

respondió: “No quiera Dios que yo haga embustes… Muchas veces sería mejor que los

ojos se quebrasen que no ver cosas que a Dios ofenden”58

.

La criada Mariana de Oliva nos cuenta que, en una ocasión, queriéndola su madre

llevar fuera, se hizo caer una piedra encima de un dedo pulgar del pie, que se lo

lastimó, y luego dijo a su madre que no podía ir, porque tenía lastimado el dedo. Y su

madre la hizo quedar y la bendita Rosa dijo a esta testigo: “Eso quiero yo, quedarme,

porque de ir a visitar no se gana nada”59

.

El padre Luis de Bilbao declara que tenía grandísima caridad para con los

prójimos, compadecíase mucho de sus necesidades corporales y espirituales y, muchas

veces, este testigo le pidió encomendase a Dios algunas necesidades y con tanta

liberalidad repartía de sus buenas obras, ayunos, disciplinas, oración y otras obras,

como si en esto no diese nada; de manera que siempre ofrecía más de lo que se le

58 Proceso, p. 385. 59 Proceso, p. 406.

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pedía. Hacía oración especial por el estado de la Iglesia católica, por las almas del

purgatorio, por la conversión de los infieles y pecadores y, muy en especial, por esta

ciudad de Lima, a quien tenía grande amor por ser su patria. Tenía tan grande deseo

de la conversión de las almas que muchas veces le decía a este testigo… Procure

convertir almas y ganarlas para Dios, no predique curiosidades60

.

A fray Antonio Rodríguez, le decía: Padre, pues le ha hecho Dios predicador, no

gaste el tiempo en conceptos y flores, sino en persuadir virtudes y disuadir vicios,

porque por estos caminos se ganan muchas almas para Dios... Si yo fuera predicador,

iría descalza con un cilicio y un Cristo de noche y de día, dando voces por las calles

para que mi Dios no fuese ofendido61

.

Les decía a sus confesores: ¡Oh, quién fuese hombre sólo para ocuparme en la

conversión de las almas! Y así exhortaba a todos los predicadores para que

convirtiesen muchas almas y que fuesen a reducir a Dios a los indios idólatras de esta

tierra y que pusiesen en esto el blanco de sus estudios. Y concertó con uno de sus

confesores que le diese él la mitad de las almas que por sus sermones convirtiese y que

ella le ofrecía la mitad de todas las obras buenas que hiciese. Y esto lo hizo la santa

para aficionarle a que sólo se ocupase en este ejercicio62

.

Por otra parte, a sus padres los atendía siempre en todas sus necesidades. Relata el

padre Antonio de Vega, jesuita, que aunque estuviese enferma y achacosa como de

ordinario lo estaba, en viendo o sabiendo o entendiendo que su padre o su madre o

cualquiera de sus hermanos y de las demás personas de su casa y servicio estaban

indispuestas o enfermas, al punto, aunque estuviese en cama… cobraba ánimo y

esfuerzo y aliento e iba volando a socorrer la dicha necesidad y a curar y servir… lo

cual vio este testigo, porque la bendita Rosa se lo decía…

Además, procuraba por todas las vías posibles socorrer la pobreza y necesidad

de sus padres, para lo cual muchas veces, laboraba (cosía) y trabajaba y acababa

tareas de dos o tres mujeres, así en costura y labores como en rosas y flores y otras

cosas de manos en que era velocísima y curiosísima… Y otras veces, buscaba trazas y

medios santos y discretos para que sus hermanos tuviesen ocupación y trabajasen y

ganasen de comer para sí y para los dichos sus padres… Y todos los regalos y

limosnas que personas principales, pías y caritativas, hacían a la sierva de Dios, luego

al punto lo repartía todo y daba a los dichos sus padres y hermanos sin reservar para

sí ninguna63

.

En cuanto a su prójimo, su padre Gaspar Flores, tan parco en palabras, pues tenía

ya 92 años, declara en el Proceso que su bendita hija era mujer de grande caridad con

su prójimo y conoció en ella y de su caridad que, si pudiera atraer a su casa el

hospital, lo hiciera para ejercitarla con los pobres64

.

60 Proceso, p. 373. 61 Proceso apostólico, folios 133-133v. 62 Padre de Loaysa, o.c., p. 101. 63 Proceso, p .229. 64 Proceso, p. 400.

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Su madre, por su parte, afirma: Por ejercitar la caridad con su prójimo traía a

casa de esta testigo algunos enfermos negros, indios pobres y necesitados, aun de

enfermedades asquerosas, y los curaba con gran caridad sin extrañar ningún mal olor

ni hacerle asco. Y sabe esta testigo que, por su rara caridad, fue causa de que una

negra que curaba en su casa recibiese el bautismo; porque hacía muchos años que ella

daba entender que era cristiana y que se había bautizado en Panamá, lo cual averiguó

la bendita Rosa no ser bautizada y llamó al cura, el cual la bautizó. Y murió y dio

gracias a Dios, puesta de rodillas, que hubiese sido ella parte para que aquella

recibiese el santo bautismo65

.

La criada Mariana refiere que curaba a todos los que podía y, para este efecto, los

traía a su casa, doliéndose de sus enfermedades sin reparar que fuesen negros o indios

ni de enfermedades asquerosas66

. Y esto es tanto más importante, porque en aquel

tiempo los negros no tenían hospital propio. Los españoles tenían el hospital de san

Andrés y el de la Caridad. Los indios tenían el hospital de santa Ana. El hospital de san

Bartolomé para esclavos negros se fundó en 1648. Por eso, podemos decir que ella era

la enfermera de los desamparados.

La señora Uzátegui recuerda que, aunque estuviese ocupada en oración y

recogimiento, habiendo algún moreno enfermo en casa de esta testigo, acudía a todas

horas a curar y regalarle67

.

Catalina de santa María declara que acudía con grandísimo amor así a sus padres

como a otras personas extrañas; y cuanto más humildes eran y pobres, con mayor

afecto y entrañas de amor les acudía. Era comprensiva grandemente y lo echó de ver

esta testigo en muchas ocasiones y señaladamente con esta testigo en los trabajos que

tenía de una enfermedad grave de dolor de corazón que la vio compadecerse y

condolerse mucho, consolando a esta testigo y diciéndole que deseaba poderla

socorrer y ayudar en aquella ocasión68

.

El padre Francisco Nieto asegura haberle oído decir a la santa que el oficio que

habría de tener en el monasterio que habría de fundar de santa Catalina de Siena,

habría de ser de enfermera, ocupándose en servir a las enfermas… Y la bendita Rosa

cuidaba mucho de encomendar a Dios a sus padres espirituales y a todos los religiosos

de esta Orden y todas las necesidades que le encomendaban, compadeciéndose de ellas

como si fueran propias69

.

65 Proceso, p. 387. 66 Proceso, p. 407. 67 Proceso, p .131. 68 Proceso, p. 352. 69 Proceso, p. 316.

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ORACIÓN

Siendo Rosa de unos cinco años, empezó a tener oración vocal, repitiendo

constantemente: Jesús sea bendito y sea con mi alma. Amén. Esta oración, repetida

noche y día, la hacía vida de su vida.

El padre Diego Martínez, jesuita y uno de sus confesores, declara que entre otros

ejercicios que tenía era el de agradecimiento y reconocimiento a Dios Nuestro Señor y

cada día decía tres mil veces estas palabras: “Gracias a Dios”. Mil a la madrugada,

mil a mediodía y mil por la noche. Y cada diez veces decía un “Gloria al Padre”, que

eran 300 “Gloria al Padre” y esto acordándose del ser infinito de Dios y de sus

infinitas perfecciones y de los infinitos beneficios que de su mano había recibido…Y

(también) usaba de estas palabras: “Glorificado sea Jesucristo y Él sea con mi alma”.

Y otras veces decía: “Glorificado sea Dios y Él sea con mi alma”. Y esto con tanta

continuación interior que obra ninguna exterior ni hablar le impedía que dejase de

repetir las dichas palabras. Y, por este medio, alcanzó grande perfección y singulares

favores de Dios Nuestro Señor70

.

A su confesor Juan de Lorenzana le dijo: a cada puntada que doy con la aguja,

hago alguna especial alabanza a Nuestro Señor71

.

El mismo padre relata: Algunas veces, en medio de la labor de manos, acontecía

aparecérsele Nuestro Señor en forma de niño sobre la almohadilla de costura,

causando con esto en su alma inefables gozos. Otras veces, en medio de la dicha

costura, cantaba con gran regalo de espíritu alabanzas divinas diciendo algunas

letrillas muy devotas que ella misma componía con que levantaba su espíritu al Señor.

Y díjole a este testigo la bendita Rosa una vez, tratando de este punto del cantar:

“Padre, quitarme a mí el cantar es quitarme el comer”.

Las noches, fuera de tres o cuatro horas, según la orden que el confesor le ponía,

mandándole que aquéllas tomase para reposo del cuerpo, todo lo demás lo gastaba en

oración y contemplación en la que recibía de Nuestro Señor singularísimos favores72

.

Según el padre Pedro de Loaysa, entre día y noche, tenía unas doce horas de

oración. Y nuestro Señor le hacía grandes mercedes dándole arrobos y suspensiones y

éxtasis73

.

Rosa era una persona muy alegre, aun en medio de sus sufrimientos y

enfermedades. Jesús se le aparecía constantemente como niño y, a veces como adulto,

haciéndole gozar por anticipado de las delicias del cielo. ¿Valía la pena ofrecerle la

vida entera con todos sus dolores por la salvación del mundo? Sí, sin duda alguna, y

ella se sentía la persona más feliz del mundo, teniendo a Dios en su corazón.

70 Proceso, pp. 185-186. 71 Proceso, p. 326. 72 Proceso, p. 332. 73 Proceso, p. 286.

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Algo muy interesante en la vida de santa Rosa es que acostumbraba hacer vestidos

espirituales a Jesús y a la Virgen María, bordados con oraciones, ayunos y disciplinas

como un homenaje de amor. A veces, les ofrecía los meritos de estos vestidos

espirituales a sus confesores o a las personas que más quería, como agradecimiento por

lo que le ayudaban.

Veamos el vestido espiritual que le ofreció al padre Diego Martínez y que ella le

escribió de su puño y letra en un papel: Memoria de un vestido que yo, Rosa de Santa

María, indigna esclava de la Reina de los ángeles, Virgen y Madre de Dios, comenzó

hacer con el favor y ayuda de Nuestro Señor. La túnica interior ha de ser de seiscientas

avemarías y seiscientas salves y quince días de ayuno, en reverencia del gozo

santísimo que recibió, cuando el ángel le trajo la embajada, que había de encarnar el

Verbo eterno en sus divinas entrañas.

- La tela de que ha de ser este vestido, ha de ser de seiscientas avemarías y

seiscientas salves, y quince rosarios, y quince días de ayuno; en reverencia del

gozo santísimo que recibió, cuando fue a visitar a su prima santa Isabel.

- La guarnición y bordado de este vestido, ha de ser de seiscientas avemarías, y

seiscientas salves y quince días de ayuno; en reverencia del gozo santísimo que

recibió, cuando parió a su hijo santísimo, mi Señor Jesucristo.

- Los broches con que se ha de salpicar este vestido, serán de seiscientas

avemarías, y seiscientas salves, y quince días de ayuno; en reverencia del gozo

santísimo que sintió, cuando presentó a su benditísimo Hijo al templo.

- El collar que ha de llevar será de seiscientas avemarías, seiscientas salves, y

quince días de ayuno; en reverencia del gozo santísimo que sintió, cuando halló

a su benditísimo Hijo, disputando con los doctores en el templo.

- Un ramillete que ha de tener en sus santísimas manos, ha de ser de treinta y

tres padrenuestros y otras tantas avemarías, con sus gloria al Padre y otras

tantas salves, y otros tantos rosarios de gracias a Dios. Y otros tantos rosarios

de alabanzas a la Virgen en reverencia de la santísima edad de mi Señor

Jesucristo.

- Y este vestido está acabado. Dios sea bendito y su santísima Madre supla por

su gran piedad mis faltas y perdone mi atrevimiento74

.

Al padre Luis de Bilbao, también confesor suyo por 14 años, le ofreció un rosario

material y espiritual. Le dijo así: Salga vuestra paternidad a la iglesia que le traigo un

regalo. Salió este testigo y le dio la santa un rosario de raíz de rosa, menudo, de ciento

cincuenta (cuentas), diciéndole: “Por lo mucho que lo quiero, le quiero dar este

rosario que traerá consigo hasta que muera. Estímelo vuestra paternidad siquiera

porque es de rosas y se lo da esta su hija, Rosa de santa María. Le he rezado a vuestra

paternidad, en cada cuenta de estas ciento cincuenta, un rosario, ayunándole un día,

he tenido una hora de oración mental y me he dado una disciplina. Este rosario, con

todos estos actos, si son de algún merecimiento ante los ojos de mi Dios, se lo doy a

vuestra paternidad. Mire que lo guarde mucho y no lo dé a nadie”. Y, desde aquel día,

74 Proceso, pp. 186-187.

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este testigo se lo puso al cuello y lo ha traído siempre consigo, estimándolo como

preciosísima reliquia así en vida de la santa como después de su muerte75

.

El mismo padre Luis de Bilbao escribió, en su declaración del Proceso, la oración

que ella acostumbraba rezar y que ella misma había compuesto: Señor mío Jesucristo,

Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío, a mí me pesa de haberos ofendido

por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas. Dios mío y verdadero

esposo de mi alma, alegría de mi corazón, yo os quiero amar benignísimo Jesús, con

aquel perfectísimo amor, eficacísimo amor, verdaderísimo amor, inefabilísimo amor,

intensísimo amor, incomparable amor, incomprensible amor, incontrastable amor,

invencible amor, que todos los cortesanos del cielo os aman. Y más os quisiera amar,

Dios de mi corazón y de mi vida, quisiera os amar, regalo mío, tanto como la santísima

Madre vuestra y Señora mía, Virgen Purísima, os amó, y más os quisiera amar, salud

y alegría mía y de mi alma. Quisiera os amar tanto como Vos. Abráseme yo,

deshágame yo, consúmame yo en el fuego de vuestro divino amor, benignísimo Jesús76

.

Pero no todo era felicidad. Ella misma nos dice que durante 14 ó 15 años pasó por

las angustias que los grandes místicos llaman noche del sentido y noche del espíritu,

antes de llegar al desposorio y al matrimonio espiritual77

.

No era una noche cerrada continua. De vez en cuando, se abría el cielo y podía

disfrutar de las alegrías celestiales. Ella misma le decía al doctor Castillo que, cada vez

que salía de esas tinieblas, sobreviniéndole la oración de unión, quedaba su alma, si es

que se podía decir, como impecable. De tal manera que le parecía que por ningún

modo ni manera su alma no podía pecar y que esto nunca se atrevía a decirlo78

.

Meditando en dicha unión y mirando al niño Jesús, le dijo el niño: “Rosa, amiga

mía, despósate conmigo”. Y que de este dicho día le vino grande aumento de

suavísimo gozo y deleite… Y después de este desposorio, las ventajas y gozos eran

tantos que no le podía acabar de decir79

.

DESPOSORIO

La señora María de Uzátegui nos declara al respecto: Un día, estando solas,

(Rosa) me dijo: “Esta noche me hallé casada. Madre, (la trataba de madre), esta

noche me casaron con un cantero. No sé cómo fue, pero me hallé casada… Soñé que

estaba en casa de mi madre, donde me habían casado con el cantero. El cual me

mostró unas piedras y me dijo que tuviese cuidado de labrarlas que él tendría

(cuidado) de mis padres”. Se fue el cantero y ella quedó. Iba a labrar las piedras y,

75 Proceso, p. 373. 76 Proceso, p. 272. 77 Proceso, pp. 32-33 78 Proceso, p .34. 79 Proceso, p. 35.

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como estaban duras, labraba poco. Y acudía a las cosas que sus padres necesitaban y,

de allí a mucho tiempo, vino el cantero y le preguntó qué era lo que había hecho y ella

le mostró lo poco que había hecho y él la tomó de la mano y le dijo: “¿Pensáis que sois

vos sola? Andad acá”. Y la llevó a una sala enfrente de donde estaba y, en abriendo la

puerta, vio un gran número de doncellas muy lindas y muy ricamente aderezadas con

guirnaldas en las cabezas y todas estaban labrando piedras y había muchas piedras a

los lados, labradas de lindísimos colores; y todo el aposento estaba lleno de

grandísima luz.

Las doncellas estaban destilando de los ojos lágrimas que caían en las piedras y

las ablandaban para poderlas labrar. Ella se miró a sí misma y se vio con su hábito

blanco y el cantero se volvió a ella y le dijo: “¿Qué os parece? No sois vos sola”. Y en

esto se vio vestida como estaban las otras doncellas y, viéndose tan galana, quiso

volver a su madre a decírselo y en esto despertó… Y esta testigo vio, en los hechos, que

el cantero tuvo particular cuidado de enviarle a la dicha bendita Rosa con qué

favoreciese a sus padres, pues estando algunas veces en necesidad… venían personas

religiosas y devotas con algunas limosnas y esta testigo se las daba a la dicha bendita

Rosa y le decía: “Mira, hija, qué buen cuidado tiene el esposo cantero”. Y ella las

recibía con grande gozo, dando gracias a su esposo soberano por las misericordias

que usaba con ella.

En otra ocasión, que fue la cuaresma pasada…, les dijo a esta testigo y al dicho

contador su marido, que se desposaba la mañana de Pascua de resurrección. Y

preguntándole esta testigo qué desposorio era aquel, les dijo lo que había pasado y

había ordenado hacer, y era que el domingo de Ramos por la mañana, estando en

Santo Domingo, después de la bendición de ramos y saliendo a la procesión, no le

habían dado palma ni ramo, como solían otros años, y ella lo sintió naturalmente

mucho y, pareciéndole que había hecho mal, se volvió a Nuestra Señora y le dijo con

grande ternura:“No, Señora mía, no quiero palma de los hombres”…

Y con el afecto que le estaba mirando, vio que la Reina de los ángeles volvió su

santísimo rostro a su hijo precioso, muy encendida y muy alegre y que luego el niño

Jesús la volvió a mirar a ella, también con el rostro muy alegre y le dijo: “Rosa de mi

corazón, sé mi esposa”; y ella con esta gran merced se había humillado delante del

Señor y dijo: “Sí quiero, Señor”. Y con aquel cuidado y gozo que sintió su alma,

poniendo aquella determinación en ejecución mandó hacer una sortija y, queriendo

que en ella se pusiese un corazón con Jesús, llamó a un hermano suyo y le dijo:“¿Qué

letras pondremos aquí en la sortija que me diga mi esposo a mí?”.

Y haciendo un cerquito del tamaño que había de ser para modelo de la sortija,

tomó la pluma el hermano y puso en él las mismas palabras que el santísimo niño dijo

a la bendita Rosa, sin habérselas dicho ni comunicado ella, de lo que quedó muy

admirada y espantada; al ver que había acertado su hermano con aquella voluntad

suya y de su dulcísimo niño.

Y así quedó concertado, que madrugasen el día de Pascua. Y esta testigo y la

bendita Rosa llegaron a comulgar en la misa que dijo el padre maestro fray Alonso

Velázquez, que tenía la sortija puesta debajo de los corporales. Acabada de decir la

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misa, volvió el dicho padre fray Alonso y le puso la sortija en el dedo, y esto fue con

tanto recato y disimulación y secreto, que si esta testigo no estuviera sobre aviso, con

estar a su lado, no lo viera de ninguna manera, como no lo vio su madre propia, ni

otras personas. Y esta sortija la trajo en el dedo desde aquel día, en el dedo del

corazón, hasta pocos días antes que muriese, que mandó la diesen, estando enferma de

la enfermedad que murió, a doña Micaela de la Maza, hija de esta testigo80

.

El desposorio tuvo lugar en el domingo de Pascua de 1617

LLAMADA DE ATENCIÓN

En una oportunidad, Jesús como esposo celoso le llamó la atención. A Rosa le

gustaban mucho las flores y las cuidaba con mucho cariño para adornar con ellas al

Santísimo o las imágenes benditas.

Pues bien, habiendo la dicha soror Rosa plantado una mata de albahaca, de

donde sacaba ramos para hacer ramilletes que llevaba los jueves al encierro del

Santísimo Sacramento y a la Virgen del Rosario, un día la halló pisada y arrancada; y,

estando afligida, se le apareció el Señor y le dijo: “¿Quién piensas que te arrancó la

mata de albahaca? Yo he sido, porque quien me tiene a Mí, que soy la flor del campo,

no ha de gastar flores de acá en la tierra, sino ocuparse en amarme”81

.

Lo que Jesús quiso enseñarle era que no debía afligirse por cosa alguna y que no

debía estar tan apegada a las cosas de la tierra, que se olvidara de Él y no supiera

aceptar su voluntad, aun en las cosas desagradables.

Sobre este suceso, el gran poeta catalán Jacinto Verdaguer (1845-1902) escribió

una poesía, en la que habla de un lirio en vez de albahaca. Y dice así:

No hay como Rosa de Lima,

si es para amar al buen Dios:

al rezar, un incensario

parece su corazón,

y el alma, una llamarada

que al cielo sube, de amor.

Para holgar, cándido lirio

en un tiesto ella plantó,

como una amorosa imagen

de Cristo Nuestro Señor.

Con sus delicados dedos

cava alrededor,

con agua la sed le apaga

que de sus manos en flor 80 Proceso, pp. 118-120. 81 Fray Antonio Rodríguez, Proceso apostólico, folios 128v-129

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derrama, cual mansa lluvia

que de los cielos bajó.

Yendo a regarlo así un día,

roto su lirio encontró

y la maceta en pedazos

por los suelos... Da una voz:

“¡Mi Jesús! -muy sorprendida-

¡Mi Jesús! ¿Qué veo yo?

¿Quién de este modo ha pisado

mi queridísima flor?”.

Jesús responde: “Yo soy

quien tu lirio ha destrozado,

pues, Rosa mía, otro amor

fuera del mío no quiero

que anide en tu corazón”82

.

JESÚS EUCARISTÍA

Fue devotísima del Santísimo Sacramento. Nunca estaba satisfecha de las

pláticas que de esto trataban. Todas las veces que salía su Majestad fuera (en

procesión) u oía la señal que para esto se hacía, era singular la devoción, la alegría y

el gusto que mostraba. Cuando lo nombraban u oía nombrar, humillaba la cabeza y

cuerpo con humillación profunda. Le ofendía cualquier desacato que en su presencia

divina se hiciese. Su consuelo estaba en asistir en su presencia, principalmente cuando

estaba descubierto (expuesto). Decía que, cuando a su Majestad así lo veía, eran

inenarrables los júbilos de su alma. Todos los años que podía, asistía desde el Jueves,

que se encerraba el Señor hasta el Viernes (Santo) sin comer ni beber. Y los viernes, de

rodillas, sin moverse ni acudir a otra acción cualquier del cuerpo; lo cual notaban sus

confesores y, admirados, decían cómo era posible que un cuerpo pudiese estar así

como incorruptible.

Hacía flores y adornaba andas para el día del Corpus Christi y Jueves Santo…

Comulgaba muy a menudo. Domingo y jueves (al principio), después le dieron licencia

para que comulgase más veces. Los días de comunión no comía, porque era tal la

presencia del Señor que no le daba lugar a comer hasta la noche y, entonces, se

desayunaba con un poco de acemita. Para comulgar, se confesaba primero con

muchísimas lagrimas… Esos días, sentía una hartura divina y una suavidad de dulzura

tal que no había acá cosa a qué compararlo. Y, cuando venía al templo y podía, oía

82 Obres Postumes, Barcelona, 1908.

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con particular gusto todas las misas que salían y con esto decía que recibía su alma

singular gusto83

.

El padre Juan de Lorenzana, por su parte, nos dice: No había para la santa virgen

mayor gozo que encomendarle cosas para servicio del Santísimo Sacramento como era

aderezar andas para la fiesta del Corpus, hacer flores y ramilletes y otras curiosidades

para ornato del Monumento en la Semana Santa, pues tenía para esto gran gracia y

manos muy primas. Y era tan incansable en trabajar en estas cosas que, cuando el

sacristán mayor de este convento (Santo Domingo) se veía apretado en estas

ocasiones, ya sabía que el remedio era Rosa de santa María, y decía a este testigo el

padre sacristán que muchas mujeres juntas no trabajaban tanto como ella trabajaba

sola84

.

Asímismo declara el padre Pedro de Loaysa que siempre la santa se ocupó en

servir al Santísimo Sacramento en labrar (coser), cuando podía, corporales y palias y

en particular en hacer ramilletes de seda para enviar a las iglesias para que los Jueves

Santos asistiesen, como ella decía, en presencia de su celestial esposo… A este testigo

le dijo la santa que todas las veces que recibía a Nuestro Señor parecía que el sol de

este cielo que vemos se le pasaba al pecho; porque así como este sol con la luz que

tiene alumbra al mundo y con la virtud produce varios efectos admirables, así este

Señor en su alma no parecía sino un sol que la alumbraba toda e infundía en su

alma afectos de amor, de caridad, de paciencia y mansedumbre y de todo lo bueno

que se puede desear. Y esto duraba en su alma muchas horas y así le mandaban los

confesores que no comiese hasta que las sagradas especies se consumiesen y la santa

lo hacía de muy buena gana. Y entendió este testigo de la dicha bendita Rosa que estas

especies sacramentales le duraban sin consumirse más de siete u ocho horas, y así no

comía, porque, durando esta divina influencia y hartura soberana y satisfacción

celestial, le era dificultísimo comer85

.

En una época tuvo fuertes tentaciones y se le quitaron un día del glorioso san

Sebastián, día festivo en este convento, donde está el Santísimo Sacramento cuarenta

horas descubierto (expuesto). Saliendo de su casa con este desamparo y tristeza, se

entró en la capilla de Nuestra Señora con intención sólo de oír misa. Y, cuando era la

hora de comulgar, súbitamente sintió un impulso interior, se levantó y sin saber a

dónde ni a qué iba, se fue llegando a la reja del altar. Y la gente, que había muchísima

en la capilla, con gran facilidad le hizo camino y le dio lugar para que se llegase, y el

sacerdote le dio la sagrada comunión. Con ello, se le restauró todo lo que había

perdido aquel año de consolaciones y gustos celestiales. Y salió del purgatorio en que

hasta entonces había estado por la ausencia de su divino esposo. Todo lo cual refirió

la bendita Rosa a este testigo86

.

Después de haber recibido al Señor estaba todo el día arrebatada y en todo el día

no estaba para comer ni beber ni entender en otra cosa hasta la noche, que se

83 Pedro de Loaysa, o.c., pp. 75-76. 84 Proceso, p. 335. 85 Proceso, p. 294. 86 Padre Pedro de Loaysa, Proceso, p. 295.

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desayunaba con su ordinario regalo que era acemita o se quedaba sin comer nada

hasta el otro día; excepto los domingos que, por orden de este testigo (padre

Lorenzana), comía alguna cosa…

Sucedió a este testigo, años antes que la tratase ni confesase a la bendita Rosa,

decir misa en la capilla de Nuestra Señora del Rosario en una fiesta en que comulgaba

mucha gente y, al dar este testigo la sagrada comunión, acabada su misa, entre la

demás personas que allí se pusieron a comulgar fue la beata Rosa, a quien este testigo

no conoció entonces más que por el hábito. Y, cuando llegó a darle la forma

consagrada y ella para recibirla, descubrió su rostro, le pareció a este testigo ver una

cosa celestial y que no era hermosura de acá del suelo lo que representaba y que

estaba toda arrebatada en Dios87

.

El padre Luis de Bilbao recuerda que, comulgándola muchas veces en la capilla

de Nuestra Señora del Rosario y queriéndole mirar el rostro con atención, se lo abatía

al suelo, porque le parecía que lo lo tenía bañado de resplandores divinos, tan

venerable, grave y hermoso que le parecía el rostro de un ángel88

.

Y siempre traía en la boca estas palabras: “Alabado sea Dios, glorificado sea el

Santísimo Sacramento del altar”, humillando la cabeza, las cuales oraciones

jaculatorias, aspiraciones o afectos repetía tan continuamente que no se sabe cómo,

sino que era ayudada con auxilio especial del cielo89

.

Su hermano Hernando declara que era tan continua en las alabanzas a Nuestro

Señor que muchas horas del día y muy a menudo todos los días, cuando tenía

oportunidad, las daba en voz alta cantando y en cualquier parte de casa que

encontrase a alguien, fuese chico o fuese grande y quien quiera que fuese, lo saludaba

diciendo: “Alabado sea el Santísimo Sacramento. Loado sea Jesucristo”. Y fue en esto

tan continua y perseverante que, aunque viese a una persona muchas veces y muy a

menudo en una hora, todas las veces hacía esta dicha salutación y los persuadió a

todos sus hermanos y a toda la casa que hiciesen lo mismo. Y tenían ya hecho hábito

en ello90

.

EL NIÑO JESÚS

Rosa amaba mucho al niño Jesús, que frecuentemente se le aparecía y le alegraba

con su presencia. La señora María de Uzátegui manifiesta que Rosa tenía un gran amor

a un niño Jesús que esta testigo tenía en su oratorio y, algunas veces, entrando el

contador Gonzalo de la Maza, su marido, al oratorio a decir requiebros al dicho niño

Jesús, le decía esta testigo a la dicha bendita Rosa: “Mira, hija, qué enamorado está

el contador de su lindo niño”. Y decía ella: “Muy bien puede, porque el niño se alegra

87 Padre Lorenzana, Proceso, p. 336. 88 Proceso, p. 370. 89 Pedro de Loaysa, o.c., p. 37. 90 Proceso, p. 528.

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en viéndolo entrar y parece que se quiere saltar de la peana donde está y venírsele a

los brazos”. Y así tiene para sí que la dicha bendita recibía particulares favores y

mercedes de aquel bendito niño según el afecto con que le miraba. Y decía a todos los

que entraban en el oratorio que lo amasen mucho91

.

El padre Luis de Bilbao informa en el Proceso que, cuando Rosa fue a visitarlo,

estando él gravemente enfermo, le dijo que no moriría y que predicaría en la fiesta de

Virgen del Rosario, como así sucedió. Y dice: Cuando le dijo a este testigo que no

moriría, le dijo también: “Yo enviaré a vuestra paternidad acá mi médico. Póngale

vuestra paternidad allí, en frente de la cama, y mire mucho por Él”. Y le envió luego

que llegó a su casa un niño Jesús muy lindo, enviándole a decir que aquel era el

médico que le había prometido y el que le había de dar salud. Y todos los días, por las

mañanas, le enviaba a preguntar que cómo estaba y qué decía su médico. Y, cuando le

pareció que ya estaba fuera de todo riesgo, le envió a decir que le enviase allá a su

médico que se hallaba muy sola92

.

Este niño Jesús presidía la sala de su casa donde atendía a los enfermos que

llevaba a curar. Con él, como medico divino, obtenía curaciones milagrosas, cuando no

había remedio humano. Actualmente, esta imagen del niño Jesús, llamado el doctorcito,

se encuentra en su santuario de Lima, en la misma sala que ella usaba de enfermería.

LA VIRGEN MARÍA

La Virgen María fue, después de Jesús Eucaristía, el gran amor de Rosa. El

contador don Gonzalo relata: La bendita Rosa de santa María tenía singularísima

devoción con la serenísima Virgen Nuestra Señora, como este testigo lo experimentó en

muchas ocasiones en que la vio con particulares fervores de aclamaciones y alabanzas,

con muy especial dulcedumbre de palabras y demostraciones de agradecimiento de las

mercedes y favores que recibía de la soberana Reina, así en su capilla del Rosario del

convento de santo Domingo, donde sabe este testigo que se estaba días enteros en

oración, como en la iglesia de la Compañía de Jesús con una santa imagen de la

soberana Reina que está en el altar mayor, de donde este testigo le vio venir algunas

veces con manifiestos fervores y gozos demostradores de las dichas misericordias93

.

La bendita Rosa tenía particular devoción y lo mostraba a una imagen de Nuestra

Señora con el niño dormido que esta testigo (María de Uzátegui) tiene en su oratorio.

Y preguntándole esta testigo qué era lo que le pasaba con la dicha imagen le dijo que

muchas cosas, porque le hacía particulares regalos y mercedes y señaladamente un

día, estando en el oratorio esta testigo y otras dos amigas con la dicha bendita Rosa y

refiriendo esta testigo algunos milagros de Nuestra Señora de Atocha, la dicha bendita

Rosa le dijo:“Diga, madre mía, muchos de esos milagros”.

91 Proceso, p. 113. 92 Proceso, p. 376. 93 Proceso, p. 69.

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Cuando después se hallaron las dos a solas, esta testigo le preguntó que le dijese

por qué había dicho aquello y ella le dijo que, cuando estaba esta testigo contando

aquellos milagros, aquella santa imagen estaba muy alegre y le parecía que era

corpórea según el afecto que mostraba y parecía que se salía del marco con ser

pintura en lienzo y que tenía los ojos tan alegres que le parecía los meneaba y que,

como ella veía aquellas cosas tan grandiosas en aquella santa imagen, dijo a esta

testigo que contase más milagros. Le refirió que recibió grandes regalos (de la imagen

de Nuestra Señora del Rosario que está en Santo Domingo) mostrándose, cuando le

estaba pidiendo algo, con gran gozo y alegría en su rostro como que le placía aquello

que le pedía. Y el niño Jesús que tiene en sus brazos hacía lo mismo. De manera que,

cuando esta testigo le decía que pidiese alguna cosa para alguna necesidad y le

aseguraba diciéndole: “Sí, madre, bien se hará, bien sucederá”, esta testigo le decía

que cómo lo sabía, y le respondía que era en ver el rostro alegre a la Reina del cielo y

al niño Jesús, que era por donde ella entendía que le concedían lo que ella pedía94

.

El padre Pedro de Loaysa asegura: Fueron infinitas las mercedes que recibió de

la imagen santa de Nuestra Señora del Rosario que está en el convento de nuestro

padre santo Domingo y tantas que no se pueden bien decir. Una vez, viendo las

disensiones que traían los padres de su Orden, a instancia de su padre confesor, se

puso delante de la santa imagen y halló los rostros de Madre e Hijo muy enojados,

como manifestando que las culpas eran graves y estaban justamente indignados. Y,

continuando algunos días en su oración, al fin un día halló a Nuestro Señor aplacado y

a su Madre santísima. Y llamando a su confesor, por cuya instancia había hecho

oración, le dijo: “Padre de mi alma, ¡qué enojado han tenido a Dios esas personas,

muy enojado ha estado, pero ya su divina Majestad ha sido servido de aplacarse por

intercesión de la Madre santísima!...

Y siguió diciendo el padre Loaysa, su confesor: Un día, vine a esta capilla del

Rosario de Nuestra Señora, me puse en oración y pedí con grandísima instancia a

Nuestra Señora que alcanzase remedio de su Hijo en esta necesidad y aplacase a su

Hijo si estaba enojado. Alcé los ojos a ver aquella santísima imagen y la vi afligidísima

y llorando de manera que tenía los párpados de llorar tan grandes y gruesos como un

canto de un real de a ocho. El niño, que en los brazos tenía, estaba con un rostro

airado y enojado. Rogábale la Madre que se aplacase y el niño no quería. Volví a casa

desconsoladísima y, volviendo otro día a la capilla e instando en la misma oración,

alcé los ojos a la santa imagen y hallé el rostro alegre y risueño y apacible. Volví al

niño y lo vi desenojado como antes solía estar”95

.

Cuando los pechelingues (corsarios holandeses) entraron al Callao el año pasado

de 1615 por el mes de julio, estando ella en oración en la capilla de Nuestra Señora

del Rosario, vio que la santa imagen de la Madre de Dios estaba como ahilada

(desfallecida) y afligida, con lo que ella entendió que la ira de Dios venía sobre esta

ciudad. Después…, el mismo día u otro, se le mostró la santa imagen muy serena y

94 Proceso, pp. 115-116. 95 Pedro de Loaysa, o.c., pp. 65-66.

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como alegre, con que entendió que el Señor alzaba el cuchillo de su ira para no

castigar esta ciudad96

.

Este suceso se refiere a lo ocurrido en 1615. El pirata Jorge Spilbergen había

partido de Holanda con cinco naves artilladas y, después de un pequeño encontronazo

con dos naves artilladas y un barco pequeño del virrey, siguió hacia el Callao, seguro

de su superioridad. Lima entera, al saberlo, se puso en pie de guerra, y hasta los

religiosos tomaron las armas. Toda la ciudad estaba alborotada y llena de temor. El

corsario entró en el Callao el 21 de julio a la tres de la tarde y encontró 3.000 hombres

apostados en la playa dispuestos a impedirle el desembarco. Al ver que no iba a ser

fácil la toma de Lima, emprendió viaje hacia el norte. Llegó a Acapulco, donde se

abasteció, y siguió rumbo a Indonesia y Filipinas, donde pereció en un encuentro.

Rosa, en ese momento, se mostró valerosa, capaz de dar vida por Cristo,

animando a todos a hacer lo mismo. Dice don Gonzalo de la Maza: La bendita Rosa

refirió que había tenido grandes consuelos, pareciéndole que se ofrecía ocasión en que

podía dar la vida por su esposo y así había sacado unas tijeras del estuche y

cortándose los hábitos para con mayor ligereza poder subir al altar, en caso de que

fuese necesario defender el Santísimo Sacramento de los enemigos de la fe y morir por

ella; y por haberse cortado los hábitos aguardó hasta la noche para poderse ir a su

casa con su madre. Y este testigo vio cortado el dicho hábito y escapulario97

.

Su madre recuerda que Rosa le dijo: “Si vienen, madre mía, me tengo que subir al

altar mayor, donde está el Señor descubierto (expuesto) y con este rosario los tengo

que rendir a todos”. Y esto lo decía con gran fervor. Y riéndose esta testigo, le

respondió: “No se ría, madre mía, vuestra merced verá cómo con este rosario de la

Madre de Dios, los tengo que rendir a todos”98

.

La Virgen María era para ella como una madre cercana y cariñosa que hasta la

despertaba por la mañana. Los confesores le habían obligado a acostarse desde las doce

de la noche hasta las cuatro de la mañana, porque no podía dormir.

Y un poco antes de que sonase la campana de las cuatro, le venía a recordar la

Santísima Reina y le decía estas palabras: “Hija, ya es hora, levántate a orar”. Y, una

vez, estaba tan dormida, porque hacía poco que le había venido el sueño, que se volvió

a dormir y la volvió a llamar diciéndole: “Hija, mira que ya es hora”. Todas las demás

veces había visto a la soberana Reina en visión imaginaria rostro a rostro y, en la que

la había llamado segunda vez, había sido por las espaldas como que se iba99

.

Su hermano Hernando le veía frecuentemente rezar el rosario. Y manifiesta: Traía

continuamente un rosario pequeñito de cuentas menudas en la mano, atravesado desde

la muñeca a los dedos por debajo de la palma de la mano, y lo que se descubría del

rosario, que era lo que daba sobre la muñeca y cuello de la mano, lo cubría con la

manga. Y con este rosario andaba rezando todas las tantas veces que salía de su celda

96 Proceso, p. 334. 97 Proceso, p. 63. 98 Proceso, p. 384. 99 Don Gonzalo de la Maza, Proceso, p. 64.

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tan disimuladamente que, aunque estuviesen delante algunas personas, no lo echaban

de ver y, aunque estuviese ocupada en cosas de ejercicios o en alguna compañía de

amigas o devotas suyas, todas las horas y momentos rezaba en aquel rosario con gran

disimulación100

.

El rosario era para ella una de sus oraciones favoritas. En aquellos tiempos en

muchas familias católicas de Lima se rezaba el rosario en familia y se leían vidas de

santos.

EL ÁNGEL CUSTODIO

Uno de los grandes amores de Rosa fue su amigo el ángel custodio. De él se habla

varias veces en su vida.

Dice el padre Pedro de Loaysa que, una noche, viendo que se había pasado la

hora y que no venían a abrirle, se asomó a la ventana de su celdita con cuidado y vio

una cosa blanca que subía hacia la puerta de la huerta. Salió la santa de su celda,

cerró la puerta y siguió a aquella sombra blanca y, cuando llegó a la puerta de la

huerta, se abrió luego sin que la santa lo supiese ni viese. Debió ser el ángel que no

quiso que faltase a la obediencia. Testifican esto los mismos confesores101

.

Su madre manifiesta en el Proceso: Estando esta testigo enferma, salió la bendita

su hija de su celdita más temprano que de ordinario para venir a verme y se sentó en

una silletita. Viéndola esta testigo a su parecer descaecida (decaída), sacó dos reales y

llamó a una negra suya y le dijo que fuese a comprar un real de panecillos y chocolate

con medio real de azúcar para poder hacer un poco de chocolate para su hija. La cual,

viendo que daba dos reales para el efecto, le dijo: “No, madre mía, no los dé, que

serán mal gastados, que mi madre doña María de Uzátegui me lo enviará”.

Y de allí a poco, llamaron a la puerta de la calle, siendo ya muy tarde, y fueron a

abrir y entró un negro de la dicha doña María de Uzátegui con una jícara (taza) de

chocolate. Y lo dio de parte de la dicha señora… Y ella lo tomó, agradeciéndole mucho

y rindiéndole las gracias por la necesidad que tenía, por haber venido en aquella

ocasión. Despidió al negro que lo trajo y tomó de ello un poquito con una migaja de

pan y lo demás lo envió a su padre; de cuyo suceso quedó admirada esta testigo. Y

preguntó con cuidado a la dicha su hija le dijese cómo sabía que le habían de enviar

aquel chocolate y le respondió: “Mire, madre mía, no hay cosa mejor cuando hay una

necesidad tan precisa como decírselo al ángel de la guarda y así lo dije yo a mi ángel

de la guarda que se lo dijese a mi madre, doña María, que me enviase el chocolate, y

así se lo dijo, como lo ha hecho en otras ocasiones; de lo cual esta testigo quedó

admirada y espantada de ver aquel suceso102

.

100 Proceso, p. 526. 101 Pedro de Loaysa, o.c., p. 84 102 Proceso, p. 434.

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Y era tanto su amor al ángel que, según cuenta don Gonzalo de la Maza, repetía

muchas veces, sobre todo cuando Jesús se ausentaba de ella por unos días: “Ángel de

mi guarda, vuela y dile a mi Dios que por qué se tarda”103

.Otras veces decía:

Joven celestial,

vuela al Criador,

dile que sin vida

yo, viviendo estoy.

Dile de mis ansias

el grande rigor,

pues vive el que espera

y me muero yo.

Ruégale que venga

hacia mí veloz,

muéstrame su rostro,

que muero de amor.

Y esto solía repetirlo cantando y cantando, con alegría, porque sentía muy cerca la

presencia de su ángel y porque, con él, era más fácil sobrellevar la ausencia de su

amado Jesús.

Declara el padre Francisco Nieto que la señora María de Uzátegui le contó que un

día Rosa le pidió licencia para salir al patio (de su casa). Y, habiéndole dado licencia

salió con una niña mulata de hasta edad de siete años, la cual dejó a la santa y se

entró a ver a su madre a un aposento que estaba allí cerca y prosiguiendo la bendita

santa su oración acostumbrada, pareciéndole a la mulatilla o a la niña que ya la

bendita Rosa, en cuya compañía fue, habría vuelto a recogerse, se volvió al aposento

de su señora y, levantando los ojos hacia donde había dejado a la santa Rosa, la vio

estar en compañía de un niño muy hermoso de colorado y azul, que de sí despedía

claridad y resplandor. Y lo que se presume es: o ser el ángel de su guarda o el niño

Jesús. Y hasta que la bendita santa murió, nunca la mulatilla lo dijo104

.

Su ángel era su amigo y lo enviaba a hacerle recados y dar mensajes a otras

personas, como hemos visto en el caso del chocolate.

SANTO DOMINGO

Santa Rosa fue muy devota de santo Domingo de Guzmán, fundador de los padres

dominicos, a quien consideraba como un padre. Según declara el padre Juan de

Lorenzana: A nuestro padre santo Domingo tenía la dicha virgen tanta devoción y

103 Proceso, p. 77. 104 Proceso, p. 313.

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reverencia que refirió a este testigo que cada día se confesaba dos veces con el

glorioso santo: una por la mañana y otra por la noche. Y diciéndole este testigo que

eso sería en general como cuando decimos la confesión, respondió: “No padre, sino

tan en particular como cuando me confieso con vuestra paternidad, de la misma

manera me arrodillo delante de mi padre santo Domingo y, confesándole mis pecados,

le pido me alcance el perdón de ellos105

.

Cuando llegaba la fiesta de santo Domingo, adornaba con mucho cariño y belleza

su anda para la procesión y, siempre que podía, iba a la iglesia de santo Domingo a oír

misa y comulgar. Allí conoció a san Martín de Porres, según afirma fray Francisco de

santa Fe: Algunas veces, el santo solía estar en conversación del espíritu con santa

Rosa de santa María, a quien llamaba “La Rosita” y en estos santos coloquios y

celestiales pláticas los vio fray Blas Martínez que ya es difunto, religioso sacristán de

aquel tiempo, a quien este testigo se lo oyó decir en muchas ocasiones106

.

Recibió el hábito dominico el 10 de agosto de 1606, a los veinte años de edad. Se

lo dio en la iglesia de santo Domingo el padre Alonso Velázquez, prior del convento, y

desde entonces lo llevó hasta su muerte. El hábito franciscano que llevaba, lo usó desde

entonces como túnica interior sin mangas.

En una oportunidad tuvo una fuerte tentación de dejar el hábito dominico.

Catalina de María, terciaria dominica, dice: El año pasado de 1617, el día de san

Sebastián, la santa Rosa tuvo una grande tentación de dejar el hábito que traía de

santo Domingo y, estando en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, haciendo

oración a la santísima imagen, metida dentro del confesionario que está en dicha

capilla, esta testigo la vio estar como arrobada y que estaba elevada. Para certificarse

mejor, se sentó junto a ella y le vio que no sentía, que estaba su cuerpo como inmóvil y

se le mudaban los colores del rostro, porque, primero se puso pálido y mortal, y

después, de allí a un grande rato, se le volvió a un color encendido; y, después, se le

puso el rostro muy resplandeciente como rayos del sol. Y esta testigo se admiró y dio

gracias a Nuestro Señor por verla de aquella manera. Y vuelta en sí del éxtasis, la

bendita santa, al ver a esta testigo junto a ella, le dijo, mirándola: “Bendito sea

Nuestro Señor que nos juntó, hermana de mi corazón”. Y después, supo esta testigo de

algunos padres de santo Domingo que en aquel día se le quitó esta tentación107

.

105 Proceso, p. 331 106 V cuaderno, tercero del original del Proceso apostólico de san Martin de Porres, folio 671, Archivo

arzobispal de Lima. 107 Proceso, p. 350.

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SANTA CATALINA

Rosa era muy devota de santa Catalina de Siena y de ordinario guardó su santa

imagen en su casa para aderezarla en las fiestas… y la trajo a la de esta testigo al

tiempo que en ella entró108

.

Su hermano Hernando asegura que era devotísima de la gloriosa santa Catalina

de Siena, a la cual llamaba madre y procuraba servirle e imitarla cuanto le era

posible. Para cuyo efecto leyó muchas veces su santa vida y se hizo traer las reglas de

su religión (Orden), las cuales guardó y cumplió con mucha puntualidad y la servía en

todas las ocasiones que le fue posible, aderezando su santa imagen para sus fiestas y

procesiones. Y de ella recibió muchas mercedes y favores, siendo intercesora con

Nuestro Señor para que las hiciese a la dicha bendita Rosa. Era devotísima de cantar

“Deus in adiutorium meum intende. Domine ad adiuvandum me festina”. (Oh Dios,

ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme)…, porque también su madre santa

Catalina de Siena lo repetía muy a menudo. Y así cantaba muy de ordinario

muchísimas veces al día este dicho verso en voz alta, estando en su labor, suscitando

devoción a todos los que la oían109

.

Don Gonzalo de la Maza refiere que teniéndola por madre (a santa Catalina de

Siena) y, deseando ser religiosa de su Orden, así había traído su hábito hasta que

murió, y con él pidió a este testigo que la enterraran y que fuese en el convento de

santo Domingo de esta ciudad, pidiendo a los padres de él que le hiciesen la caridad

de darle sepultura en la parte que fuese su voluntad110

.

Y sigue diciendo el mismo don Gonzalo: Deseó ser monja de la Orden de santa

Catalina de Siena y que en esta ciudad hubiese monasterio de ella; en orden a lo cual

este testigo hizo a su instancia algunas diligencias en España para que se le diese

licencia para fundar… y en el entretanto le diesen la profesión de tercera de la dicha

Orden, lo cual no pudo conseguir, por decirle los dichos padres que no se la podían

dar conforme a sus Constituciones… Este testigo le vio servir a la gloriosa santa

Catalina de Siena en cuanto se ofrecía a su altar y santa imagen que de ordinario tenía

en el oratorio este testigo y en su celda con muy grande cuidado.

Y habiendo aderezado la dicha santa imagen con muchas joyas para la festividad

del día de santo Domingo del año pasado de 1616, sucedió en el oratorio de este

testigo el día de san Lorenzo, el 10 de agosto de dicho año, un caso singular y fue que,

habiéndole dado a la dicha Rosa de santa María un dolor de gota a la mano derecha

con muchos dolores, se le fue hinchando. Dos días no había manera de poder menear

la dicha mano ni dedos de ella, por ser muy grande la hinchazón y dolor. Y habiéndola

visto el médico como a las cinco de la tarde en este estado, ordenó se le pusiesen

algunos emplastos y que por la mañana la sangrasen.

108 Doña María de Uzátegui, Proceso, p. 105. 109 Proceso, p. 525. 110 Proceso, p. 54.

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Y, estando a la dicha hora de las cinco en el dicho oratorio con este testigo y su

mujer, se ausentó este testigo y, volviendo de allí a una hora, entrando en el oratorio,

las halló a las dos con particular alegría y preguntó cómo estaba la mano, y se la

mostró sana y buena y ágil al igual que la izquierda y sin diferencia. Y dijo que quien

le había dado la mano para vestir y poner las joyas a su madre santa Catalina, se la

había sanado para que se las quitase (las joyas) como se las había quitado…

Le refirió su mujer que, saliéndose este testigo del oratorio, la Rosa se había

puesto de rodillas junto a la imagen de la santa y, de allí a un poco, le había pedido

unas tijeras y, preguntándole para qué, le respondió que para quitar las joyas a su

santa madre… Y vio que tenía las tijeras en los dedos donde poco antes, según estaban

tan hinchadas, era imposible poderle entrar. Y le dijo la dicha Rosa que se la había ido

deshinchando como una bota (recipiente de cuero para vino) que tiene viento y la

desatan. Y así, como de improviso, había quedado sin la dicha hinchazón y sin el dicho

dolor. Lo cual este testigo lo tuvo por manifiesto milagro111

.

En una oportunidad, deseó entrar en el convento de santa Clara para alejarse del

mundo. El padre Loaysa cuenta que, movida de tener más perfección, sin

consentimiento de sus padres y con el de su abuela, habiendo tratado con las monjas

de santa Clara que le diesen el hábito, se salió de su casa con un hermano suyo

(Hernando) para ir al dicho monasterio. Y, pasando por el convento de santo Domingo

donde está la imagen de Nuestra Señora del Rosario, entró en la capilla para pedir a

su Señora la bendición. Y, puesta en oración, queriéndose levantar muchas veces para

ir a su camino al monasterio a tomar el hábito, no pudo, hallando todo su cuerpo

yerto, que parecía que estaba clavada al suelo. Llegó su hermano y le dio prisa; trató

de levantarse y, viendo que no podía, echó de ver que no era la voluntad de Dios que

tomase el hábito. Dijo a la imagen: “Yo prometo, Señora mía, de volverme a mi casa y

de servir a mi madre”. Y diciendo esto, se halló suelta y se volvió a su casa112

.

Hasta que un día entendió que Dios quería que tomara el hábito de santo

Domingo. Ella mismo se lo refirió al padre Pedro de Loaysa: Cierto día, estando en su

casa vestida con el hábito pardo de san Francisco, estaba labrando (cosiendo) con

otras niñas, y vieron venir una palomita o mariposa más blanca que la nieve, retocada

con otros colores blancos que la hermoseaban mucho. Las niñas se alborotaron, pero

la santa les rogó que estuviesen quedas y que aguardasen a ver dónde iba a parar,

porque tenía para sí que traía una buena nueva. Sentáronse todas y la palomita poco a

poco se fue a la santa Rosa y se le subió a los pechos hacia el lado izquierdo y se

estuvo allí mucho tiempo hasta que, con curiosidad, llegaron a ver lo que hacía y

hallaron que se había sentado sobre el corazón; y en él había dibujado otro corazón

muy perfecto, blanco como de alfajor, lo cual visto por la santa, le dijo a este testigo

que había entendido que quería Dios que fuese beata y tomase el hábito de santo

Domingo113

.

111 Proceso, pp. 55-56. 112 Pedro de Loaysa, o.c., pp. 31-32. 113 Proceso, p. 283.

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En cuanto al deseo que tenía de fundar el convento de santa Catalina de Siena,

fue tan grande que, además de pedírselo a Nuestro Señor con grandísima instancia,

ponía todos los medios humanos posibles con grandísima confianza de que Nuestro

Señor le había de cumplir este deseo de que se fundase el convento de santa Catalina

de Siena. Y que por esta razón, no quiso ser religiosa de otra Orden. Un día,

diciéndole la madre de esta santa a este testigo (padre Luis de Bilbao) que persuadiese

a esta virgen para que tomase el hábito en cierto convento de esta ciudad, porque un

hombre principal de ella le daba dote y todo lo necesario de ella, este declarante la

llamó al confesionario y la persuadió con grandísima eficacia hiciese lo que su madre

le decía y fuese monja de dicho convento; ella resistió valientemente a sus

persuasiones y dijo que no le convenía ni era voluntad de Dios.

Y, viendo lo mucho que este declarante le apretaba en el caso, le dijo que quería

poner este negocio en consulta de cuatro padres, los más doctos de este convento de

santo Domingo. Consultólo, pensáronlo muy bien los religiosos y ninguno convino con

el otro en un parecer; por donde acabó de determinarse la santa en no ser monja… y

este testigo le mandó le dijese qué motivos tenía para entender que en esa ciudad se

había de fundar el convento de santa Catalina y dijo: “Que una noche en sueño vio

muchas rosas esparcidas por el suelo sin orden alguno y que apareciéndosele Cristo,

su querido esposo, le decía: “Rosa de santa María, esposa mía, levántate y en esta

cestica recoge estas rosas y de ellas hazme una guirnalda”. Levantóse la santa, cogió

las rosas, tejió la guirnalda, la puso en la cabeza de Cristo, y desapareció…

Y esto le dijo la santa: “Hay en esta ciudad muchas vírgenes que, aunque a los

ojos de Dios son rosas hermosísimas, pero como están repartidas por casa de sus

padres, están como esparcidas y sin orden. Quiere mi esposo que yo le haga este

servicio de que por mi Orden se recojan estas rosas y sean reducidas a un modo de

vivir debajo de la regla de santa Catalina… Cómo y cuándo Dios lo sabe”..

Doña María de Uzátegui confirma que le decía con mucha seguridad: “Madre, él

se ha de fundar y ha de ser muy cierto, pero el cuándo y el cómo no lo sé”. Esta testigo

se admiraba de ver con el afecto que lo decía y con la certeza que lo aseguraba, como

si ya estuviera fundado. Y decía a esta testigo que no tuviese duda ninguna, que había

de haber monasterio santa Catalina de Siena en esta ciudad y muy grandes siervas de

Dios en él114

.

También declara la misma testigo que, estando Rosa en casa de sus padres,

teniendo unas rosas deshojadas en su falda, estaba mirando al cielo y arrojaba las

hojas hacia allí y así como las arrojaba, las veía subir derechas y que algunas en el

aire las veía hacerse cruces. Y estando en esto llegó su hermano (Hernando) y tomó

unas pocas y las echó y se tornaron a bajar al suelo luego. Y las que ella echó en

presencia de su hermano, se subieron e hicieron las cruces… Y respondió a esta testigo

que le parecían eran señales y premisas de que por su causa habían de ir muchas

114 Proceso, p. 118.

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almas al cielo, porque ella deseaba con grande afecto fundar, como está dicho, el

convento de santa Catalina de Siena y que de él irían al cielo muchas almas115

.

De hecho, en sus últimos tiempos preparó un grupo de ocho doncellas para el

futuro convento y para ellas pidió el hábito de terciarias dominicas. Se recibieron en la

iglesia de santo Domingo, una víspera de Navidad.

LA CELDA

Desde jovencita, había querido vivir en soledad y, por eso, se apartaba muchas

veces de la gente para estar a solas con Dios, haciendo oración. A los 10 años ya había

hecho debajo de unos plátanos en un rincón del huerto, una chocita. Su hermano

Fernando lo confirma: Mucho antes (1596) que hiciera la celda para su clausura y

soledad, hizo en un rincón del huerto, debajo de algunas matas de plátanos, un

altarcito a manera de alacena, porque este testigo se la ayudó a hacer, haciendo un

socavón en la misma pared como una vara del suelo; y habiéndolo enlucido y cerrado

con una puerta y llave, lo adornó de imágenes devotas y allí gastaba muchas horas del

día conforme se le ofrecía lugar en hacer oración y en anocheciendo, todas las noches

se estaba en este oratorio muy gran rato hasta que se hacía hora de dar de cenar a su

padres y, muchas veces, en acabando de cenar, se volvía a la misma oración116

.

Al año de tener esta chocita tuvo que ir con sus padres a vivir a Quives y, al

volver con sus 15 años, ya estaba todo desmoronado, porque la había hecho de cañas y

hojas de plátano. Y levantó otra parecida, pero ella quería una celda firme, de adobe,

donde pudiera encerrarse sin ser vista. Y esto le pedía insistentemente a la Virgen.

Afirma la criada Mariana de Oliva que siempre que iba a la iglesia de santo

Domingo se estaba en la capilla de Nuestra Señora del Rosario y, una vez, le dijo la

bendita santa que había colgado a Nuestra Señora un rosario al cuello, pidiéndole

intercediese ante su bendito Hijo por ciertas cosas y, estando en la capilla y esta

testigo allí, dijo la bendita Rosa:“¿Cómo han quitado el rosario del cuello de Nuestra

Señora que yo le había hecho poner?”. Y un sacerdote de los que allí estaban le dijo

que no podía ser y, mirando la santa imagen, vieron que el bendito niño Jesús lo tenía

de la mano. Entonces, la bendita Rosa dijo que ya había alcanzado lo que había pedido

a Dios117

. Este pedido era, según dice el padre Pedro de Loaysa, el fabricar una

ermitica en el huerto de su casa, que su madre no lo permitía118

.

El día de la purificación, dos de febrero de 1614, el contador (don Gonzalo de la

Maza) y su mujer con el padre maestro fray Juan de Lorenzana, pidieron a su madre le

115 Proceso, p. 117. 116 Proceso, p. 526. 117 Proceso, p. 405. 118 Pedro de Loaysa, o.c., p. 67.

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concediese el hacer la celdita en la huerta para encerrarse donde nadie le hablase, si

no era con licencia de su confesor; y así luego, al punto, la madre lo concedió119

.

Ella misma hizo la celda de adobes120

que, según declaración de la mulata Luisa

Mejía, su ama Isabel se los envió para las paredes121

. El padre Pedro de Loaysa asegura

que era experta en adobes. Dice: Para que sus padres no gastasen plata en alquilar

algunos peones para las obras que hacían en su casa, ella acudía a este oficio,

haciendo barro y cargando adobes, y con sus propias manos había solado

(pavimentado) un horno que su madre hacía para cocer el pan; y ella cultivaba la

huerta y hacía otros tantos oficios que, si no fuera tan humilde de corazón, no se

aplicaría a ellos122

.

La celda la hizo en el extremo sur oriental de la huerta, casi lindando con el muro

posterior del hospital del Espíritu Santo. Y allí, afirma el padre Antonio de Vega, por

permisión divina y soberano don del cielo, “oía” la santa solitaria las misas que se

decían en el hospital del Espíritu Santo y las del convento del señor San Agustín, lo

cual ha entendido y entiende este testigo haber pasado a su parecer en visión

imaginaria (intelectual), y en premio y paga de su soledad y retiramiento y por su gran

devoción al Santísimo Sacramento del altar123

.

El padre Pedro de Loaysa relata que vivía muy contenta en aquella celdita, porque

estaba fundada en una pared del hospital del Espíritu Santo; porque desde allí “veía”

el altar y “oía” misa. También lo sabe este testigo, porque se lo oyó a la dicha santa

Rosa124

. ¿Oía y veía la misa en bilocación? ¿En visión interior?

En esa celda sólo tenía una sillita y una esterilla. El testigo Juan Costilla recuerda

que, después de su muerte había muchísima gente que iba a casa de sus padres a visitar

su celdita y llevarse reliquias. Y afirma: Vio este testigo que todo lo que estaba en ella

se lo llevaron, hasta una esterilla que tenía clavada en la pared, haciéndola pedazos, y

lo mismo hacían de una sillita que estaba dentro de la dicha celdilla en que se sentaba

la dicha bendita Rosa125

.

El padre Loaysa informa que el principal intento (de hacerse la celda) era irse a

la soledad y casi con este fin la labró tan estrecha que de largo debía tener cinco pies y

tres o cuatro de ancho, para que no hubiese ocasión de recibir allí visitas. Y diciéndole

este testigo que por qué quería hacer celda tan estrecha, le respondió:“Padre, bien

grande es, pues cabemos en ella mi esposo y yo”.

También sabe este testigo que en esta celda empezó a hacer una vida rigurosa,

con mucho arrepentimiento del tiempo que a su parecer había perdido… En esta

celdita le hizo Dios muchas mercedes; en particular, quitando a unos mosquitos para

119 Francisco Nieto, Proceso, p. 313. 120 Proceso, pregunta 15, p. 24. 121 Proceso apostólico, folio 901. 122 Proceso, p. 297. 123 Proceso, p. 260. 124 Proceso, p. 297. 125 Proceso, p. 426.

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que no la ofendiesen, porque estaba la celda en la huerta y en estas partes en las

huertas se crían gran suma de mosquitos que punzan y ofenden. La celda estaba llena

de ellos, a los cuales dijo la santa: “Hermanos mosquitos, hagamos un concierto. Yo

no os haré mal ninguno con tal que vosotros no me hagáis daño, sino que alabemos

todos al Señor”; lo cual hicieron y cumplieron los mosquitos fielmente, pues nunca la

mordieron y tocaron126

.

La misma Rosa le contó al contador Gonzalo de la Maza, a quien consideraba

como un padre: Padre mío, yo tengo hecha amistad con los mosquitos desde que vine a

esta celdita y así, no sólo no me pican, pero antes me son motivo muy grande para

alabar a Nuestro Señor; porque por las noches se recogen aquí dentro y se pegan por

estas paredes grande multitud de ellos. Y, cuando por las mañanas vengo y abro la

puerta, se levantan y les digo que alabemos a Nuestro Señor.

Y, verdaderamente, padre mío, según mi afecto, me parece que los mosquitos lo

hacen con concierto en su zumbidito y susurro, no sólo a aquella hora sino todo el día.

Y más, padre mío, que cuando por las mañanas abro la puerta del huerto para que

alabe a Nuestro Señor, digo a los árboles y a las plantas y flores que lo alaben y den

gracias. Y cierto, padre mío que, según mi afecto, me parece que lo hacen así y que

humillan las ramas y hojas y se menean y hacen un ruido concertado y muy suave.

Mire, padre mío, si es razón que todos amemos y alabemos a este gran Dios y Señor

que tantas misericordias nos hace127

.

Catalina de santa María dice que todas las veces que la bendita Rosa entraba en

el huerto, decía: “Loado sea Nuestro Señor Jesucristo”. Y una vez vio esta testigo, que

reparó en ello, que después de dicho esto la santa Rosa, los árboles se humillaron las

ramas hasta el suelo, de que esta testigo se admiró128

.

También los pájaros se unían a ella en alabar al Señor. Dice la misma Catalina de

santa María que, estando en la huerta la bendita Rosa con esta testigo y otra hermana

suya, llamada Lucía, venía un pajarito y se ponía encima de un árbol que en esta tierra

llaman guayabo, y la bendita Rosa le decía: “Pajarito ruiseñor, alabemos al Señor;

alaba tú a tu Creador y yo alabaré a mi Salvador”.

Y con esto empezaba el pajarito a cantar y, en acabando, cantaba la santa Rosa

en alabanzas al Señor y aguardaba el pájaro que la santa acabase y empezaba él; y

cantando ella una vez y el pájaro otra, se entretenían ella y el pájaro en este ejercicio

una hora entera hasta las seis. Y la bendita Rosa venía a concluir cantando: “Cómo te

amare, mi Dios, cómo te amaré, Señor, siendo yo criatura y tu Creador”. Y se iba el

pájaro a vista de esta testigo y de su hermana. Y la bendita Rosa decía: “Bendito sea

Dios, que se fue mi pajarito”129

.

El padre Pedro de Loaysa relata que, yendo una mañana a aderezar un guisado,

sólo con el canto de un pájaro que oyó, quedó tan avergonzada de que en el tiempo en

126 Proceso, pp. 296-297. 127 Proceso, p. 68. 128 Proceso, p. 356. 129 Proceso, p. 356.

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que los pájaros alababan al Señor ella se ocupase en cosas de comida, que se puso a

alabar al Señor y quedó como en éxtasis hasta la tarde y, vuelta en sí, trayendo en la

mano un tizón de fuego para encender candela, con la dilación de la suspensión del

canto del pájaro, se le apagó; y pareciéndole que había estado poco, se volvió a soplar

la candela y la halló que estaba apagada; de lo que se admiró por no saber el tiempo

que había gastado. Y esto se lo refirió la bendita Rosa a este testigo130

.

En la huerta criaban gallinas. Y su madre nos cuenta que, en cierta época, tuvo un

pollito pequeño muy lindo, de tal manera que obligó a esta testigo a guardarlo para

padre, el cual fue creciendo. Y, siendo grande, muy de ordinario se echaba en el suelo

entre la gente de casa en la sala, y lo tenían muy regalado por ser tan lindo. El cual

no había cantado en su vida, porque nunca se le oyó. Y, aunque estaba sano y bueno,

siempre estaba entre la gente echado.

Y que un día en casa, estando de sobremesa, hablando esta testigo con Gaspar

Flores su marido, le dijo: “Este pollo he ido reservando con deseo de que sea padre, y

lo veo tan frío que nunca se levanta del suelo si no es para comer, ni canta.

Y preguntó a la gente de casa si había oído cantar al dicho pollo, y todos los de la

dicha casa dijeron que nunca le habían oído cantar. Y entre ellos vino la dicha Rosa y,

estando todos presentes, dijo esta testigo: “Pues que no canta, él morirá”. Y la dicha

Rosa dijo: “¡Entonces canta, gallito, canta, y no morirás!”. Y luego, al instante, se

levantó el dicho gallito y se paseó y cantó. Y todos con regocijo, holgándose de ello,

dijeron:“Canta el pollito: ¡no quiere morir!”.

Y, volviéndose a pasear por la sala (el gallito), volvió a decir la dicha Rosa:

“¡Canta, gallito, y no morirás!”.

Y esta testigo, contenta de ello, se fue a reposar la siesta y desde allá oía cantar

de cuando en cuando al dicho gallito, de suerte que, admirada, cuando salió de

reposar, dijo: “¿Habéis visto que el gallito ha cantado tantas veces?”.

Y los muchachos y Mariana india, que vivía en casa, le dijeron: “¡Quince veces

cantadas ha cantado!”. Lo cual podía declarar la dicha Mariana india que vive hoy en

esta ciudad, mujer de mucha virtud.

Y que con esto dejó el dicho pollo para padre, y tuvieron muy lindos pollos en

casa de allí adelante.

Y que juzga este caso por milagro, porque con solo decir la dicha Rosa que

cantase, el dicho pollo, no lo habiendo hecho en su vida, cantó tantas veces como ha

referido, aquel día y los demás131

.

PROVIDENCIA DE DIOS

130 Proceso, p .281. 131 Proceso apostólico, folios 181v-182.

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Muchas veces Dios acudía a socorrer las necesidades de Rosa o de su familia de

modo milagroso o extraordinario. Dice su hermano Hernando que en una enfermedad

que tuvo con tanta necesidad y pobreza, que ya no había con qué enviar por lo

necesario, entró su hermana al aposento donde su padre estaba en cama y le dijo:

“Gracias a Dios, que nos ha socorrido en esta necesidad, porque yo fui a la Compañía

de Jesús a pedir a Nuestro Señor remediase nuestra necesidad y pobreza y, cuando iba

a salir por el cuerpo de la iglesia para venirme a casa, me llamó un padre de la

Compañía, muchacho, porque era muy mozo, que no conozco quién es, y me dio 50

patacones que traigo aquí. Y declara este testigo que de estos lances y cosas

semejantes a esto, le sucedieron muchísimas132

.

En una oportunidad, estaba adornando una imagen de santa Catalina y le decía:

“Bien sabéis Vos, madre mía, que si tuviera quince o dieciséis patacones, os vistiera

muy a mi gusto”. Y, sin haberse meneado de allí, dentro de dos horas llegó una negra

de doña Jerónima de Agama con un papel en que decía: “Hermana mía, como sé que

está aderezando a nuestra madre le envío esos dieciséis patacones que acerté a tener

aquí por si tuviera necesidad para el adorno de nuestra madre. Y respondió…

“¡Bendito seáis, dulce Jesús de mi alma, que fiel amigo sois!”. Y con esto envió por un

poco de raso blanco y acabó de aderezar la imagen de lo necesario133

.

Un milagro hermoso lo cuenta Catalina de santa María. Rosa debía adornar el

anda de santa Catalina de Siena. Y, estando la bendita Rosa y esta testigo en la huerta

de casa de su padre mirando todas las matas de los claveles, no vieron en ninguno de

ellos ni botón ni vara, porque no era tiempo de ellos ni los podía haber. Y la bendita

Rosa dijo: “Si Dios Nuestro Señor nos diese a honra de la Santísima Trinidad tres

clavelinas para la santa imagen, del todo sería galana”. Y, al día siguiente, que debían

celebrar la fiesta de la santa, por la mañana, dijo la bendita Rosa a esta testigo que

fuese a la huerta. Esta testigo le dijo: “Hermana, si ayer paseamos la huerta y vimos

las matas y ninguna de ellas tenía clavelina alguna, ¿cómo me envía por ellas? Y la

bendita Rosa le respondió: “Válgame Dios, hermana de mi corazón, vaya por ellas que

Dios nos las ha dado”. Y esta testigo fue y halló tres clavelinas en una vara y muy

hermosísimas. Y esta testigo quedó admirada134

.

En una ocasión, Dios hizo un milagro para dar pan a toda su familia. Fray Antonio

Rodríguez declara que, habiendo faltado de un arca el pan donde se echaba, se lo

dijeron a ella que respondió que cómo podía ser, ya que el día anterior había echado

pan suficiente para dos días, aunque se gastase con abundancia. Y certificándose que

no había pan ninguno, fue al arca y la halló llena de pan muy regalado y diferente del

que se vende por acá135

.

Otra vez, Dios hizo el milagro de la miel. Así lo certifica doña María de

Bustamante que lo oyó a la madre de Rosa: Los padres de Rosa tenían una botija con

miel en casa y la madre de Rosa le preguntó a ella: “¿No sabes cómo se ha acabado la

132 Proceso, p. 519. 133 Proceso apostólico, folios 168-168v. 134 Proceso, p. 349. 135 Proceso apostólico, folio 133v-134.

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miel de la botija?”. Ella respondió que no y le dijo: “Yo voy a traer miel en nombre de

Dios”. Y fue y halló en la dicha botija tanta miel que duró ocho meses136

.

Dios bendecía a su familia, y aunque pasaba dificultades económicas, Dios nunca

los abandonó y, por intercesión de Rosa, les daba cuanto necesitaban, tanto en vida de

Rosa como después de su muerte. Su madre manifiesta: Después que se fue a gozar de

Dios, algunas personas, particularmente religiosos, que no conocían ni trataban a esta

testigo, la han socorrido y socorren en sus necesidades, diciéndole: “Esto hago,

señora, en reconocimiento de que después que me encomiendo a vuestra hija, me hallo

otro del que era. Y os pido me tengáis por vuestro hijo”137

.

Se cumple así la Palabra de la Escritura: Dios proveerá a todas vuestras

necesidades según sus riquezas en Cristo Jesús (Fil 4, 19). Dios no se deja ganar en

generosidad y da el ciento por uno en bienes materiales y espirituales.

LA ALEGRÍA DE VIVIR

Rosa era una mujer feliz, a pesar de tantas enfermedades y penitencias que

soportaba. Se sentía tan dichosa de poder así demostrarle el amor a su esposo Jesús y

ayudarle en la gran tarea de la salvación del mundo que se sentía inmensamente feliz.

Por eso, no es de extrañar que se pasara muchos momentos de su oración cantando. Le

gustaba cantar.

A veces, en medio de la costura, cantaba con gran regalo de espíritu alabanzas

divinas, diciendo algunas letrillas muy devotas que ella misma componía con que

levantaba su espíritu al Señor. Y le dijo a este testigo (Padre Lorenzana), tratando de

este punto de cantar: “Padre, quitarme a mí el cantar es quitarme el comer”138

.

Tenía bonita voz y tocaba la guitarra, aunque parece que no sabía tocarla bien,

pues la señora Uzátegui dice en el Proceso apostólico: Tenía devoción de noche de

cantar alabanzas a Nuestro Señor, tocando cuerdas de una guitarra sin saber tocar,

con la mano derecha sin menear la izquierda y así se estaba dos o tres horas en pie139

.

Y lo mismo dicen sus dos hijas Micaela y Andrea en el Proceso apostólico140

.

Ella misma asegura que un sábado por la noche, estando buena y sana la bendita

Rosa, teniendo una guitarra en la mano, le oyó cantar: “Padre mío, santo Domingo,

antes que yo muera, te encomiendo a mi Oliva que sola queda”141

.

El padre Antonio de Vega afirma que, a veces, pasaba la noche de claro en claro

en perpetua oración y, algunas veces, cantando cosas espirituales y devotas; y algunas

136 Proceso apostólico, folios 313-314. 137 Proceso, p. 389. 138 Proceso, p. 332. 139 Proceso apostólico, folios 62-62v. 140 Folios 607 y 611v. 141 Proceso, p. 391.

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chansonetas y villancicos tiernos y amorosos a la Virgen y a su bendito Hijo y al ángel

de la guarda con suave y dulce armonía142

.

Los días que no comulgaba, calmaba su sed a Dios cantando: De hambre me estoy

cayendo y de sed me estoy secando143

.

La señora Uzátegui, hablando por experiencia, dice que, estando en su casa,

muchas veces, prorrumpía en cánticos, unas en alabanzas y otras en deprecaciones y

otras en lamentaciones, llamando a su esposo Jesús y al ángel de su guarda. Era tanto

lo que se metía en esto y se dejaba que, algunas veces, se estaba dos y tres horas con

una guitarra en la mano; y una vez, le dijo a esta testigo la dicha bendita Rosa

quedarse en pie y estar tres horas y más cantando y cantaba lo siguiente: “Ay, Jesús de

mi alma, cuán bien pareces entre flores y rosas y olivas verdes”. Y esto repetía

algunas veces y otras decía: “Las doce son dadas, mi Jesús no viene, ¿quién será la

dichosa que lo entretiene?”. Y otras decía: “Ángel de mi guarda, vuela y dile a mi

Dios, que por qué se tarda”. Otras, rogaba con la música por todas las personas que

conocía, nombrándolas, pidiendo a su esposo que las hiciese una misma cosa consigo.

Y otras muchas cosas de grande amor y regalo con tan linda voz y consonancia… Y

sucedió a esta testigo y a su marido que dejaban de cenar para oír cantar a la dicha

bendita Rosa, alabando a Nuestro Señor con los cantares que tiene dicho arriba144

.

Su hermano Hernando declara que los ratos que se ocupaba en la labor de manos,

tenía la lengua ocupada continuamente en cantarcillos de alabanzas a Dios y de

regalos y requiebros al niño Jesús, de quien fue muy devota… Y ponía en todos

admiración, viendo que cada día salía con nuevas invenciones de cantares divinos. Y

así le dijo este testigo un día: “¿Quién le enseña tantos cantarcicos, hermana?”. Y

respondió: “Hermano, como hay tanto que decir a nuestro buen Padre, ofrécense con

facilidad sus alabanzas”145

.

DONES EXTRAORDINARIOS

Ya hemos visto que muchas veces el Señor le concedía gracias extraordinarias y

muchos momentos de su oración los pasaba en éxtasis o arrobamientos, disfrutando de

alegrías celestiales. Con frecuencia, veía al niño Jesús. Acontecía, algunas veces, en

medio de la labor de sus manos, aparecérsele Nuestro Señor en forma de niño sobre la

almohadilla de su costura, causando con esto en su alma inefables goces146

.

142 Proceso, p. 236. 143 Catalina de santa María, Proceso, p. 351. 144 Proceso, p. 130. 145 Proceso, p. 526. 146 Padre Lorenzana, Proceso, p. 332.

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También hemos anotado anteriormente que veía cambiar el rostro de la imagen de

la Virgen del Rosario o del niño Jesús y así sabía cuándo estaban contentos y le

concedían lo que pedía o cuándo estaban tristes y no querían conceder sus peticiones a

causa de los pecados de los interesados.

Según declara el padre Lorenzana, tenía el don muy grande que el apóstol san

Pablo llama “discretio spirituum” (discernimiento de espíritus), que es saber

distinguir y conocer cuándo las hablas interiores o visiones son del espíritu bueno o

del espíritu malo147

.

a) Sabiduría

Un don extraordinario que manifestó a lo largo de su vida fue el don de sabiduría.

Dice el mismo padre Lorenzana: Este testigo, oyendo hablar a la bendita Rosa del

misterio de la Santísima Trinidad, de la Encarnación del Verbo divino y de otros de

nuestra fe católica, se admiraba de que una mujer sin letra alguna hablase con tanta

propiedad e inteligencia… y decían que era sapientísima en el conocimiento de las

cosas divinas148

.

El padre Luis de Bilbao afirma que parecía un volcán encendido de amor de Dios

y así echaba a veces llamaradas por la boca, pues sus razones y sus palabras, todas

eran de amor a Dios. Entraba en el confesionario, diciendo: “Dios sea en el alma de

vuestra paternidad, padre de mi alma; amemos mucho a Dios. ¡Oh, quién le amase! No

le aman, porque no saben lo mucho que merece ser amado”149

.

El mismo padre Luis de Bilbao sigue diciendo: Nunca dudó de sus revelaciones

en todas las materias de la vida espiritual con tan gran profundidad que dice este

testigo que, muchas veces, le sucedió en el confesionario enmudecer y reconocer que

un superior Espíritu en ella hablaba y que sus palabras no eran humanas150

.

b) profecía

También tuvo el don de la profecía. La señora María Eufemia de Pareja fue un día

con doña María de Uzátegui a la casa de sus padres. Y esta testigo (María Eufemia)

entró sola con la dicha bendita Rosa en su celdita y, ambas sentadas, junto a la puerta

de la celdita, le dijo que encomendase a Dios a Rodrigo, su hijo…, pues deseaba fuese

religioso, porque andaba muy distraído. Su padre y ella deseaban que fuese de la

Compañía y le rogó esta testigo que hiciese particular oración para este buen intento;

y ella le dijo a esta testigo: “Yo tengo prometido un vestido a Nuestra Señora para que

su divina Majestad nos conceda lo que pedimos”.

147 Proceso, p. 333. 148 Proceso, p. 334. 149 Proceso, p. 372. 150 Proceso, p. 370.

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Agradeció esta testigo lo que le prometía, diciéndole que esta testigo pondría nueve

misas para ayudar a hacer este vestido. La bendita Rosa estaba mirando al cielo y se

volvió luego a esta testigo y le dijo: “Don Rodrigo será religioso sin duda ninguna y,

más le digo, que no ha de ser de la Compañía”. Y, afligiéndose esta testigo… le

respondió que le avisaba con tiempo para que hiciese el corazón ancho y consolase a

don Juan (su esposo) y no importunasen a Nuestro Señor, que dejasen hacer lo que era

su divina voluntad… Y su hijo negoció entrar por religioso en san Francisco, donde

hará ocho meses que tomó el hábito151

.

El padre Luis de Bilbao estaba enfermo y creía que iba a morir. Envió a decirle a

la santa que le fuese a ver. Por el amor que le tenía y por ser su padre espiritual, le fue

a ver y, estando una tarde a solas, tratando con este testigo de cosas espirituales y

consolándole, este testigo le dijo: “Hija, le pido que me diga qué siente de mi

enfermedad y, si le parece que me moriré de ella, para que yo me disponga como mejor

pudiere”. Y respondió la santa: “El disponerse vuestra paternidad no le puede dañar,

hágalo así, pero no morirá de esta enfermedad, antes predicará la fiesta de Nuestra

Señora”… Y sucedió como la santa lo dijo, porque tuvo salud y el primer sermón que

predicó, luego de su convalecencia, fue el día de Nuestra Señora del Rosario152

.

Doña María de Bustamante afirma que estando un día esta testigo y doña Juana

de Bustamante, su hermana con la dicha Rosa de santa María en el jardín de su casa,

les dijo cómo habían de ser monjas ambas a dos y también Luisa de la Cruz, su abuela,

en el monasterio de la Santísima Trinidad; y que ella lo había de ver. Y sucedió

puntualmente como ella lo dijo, que dentro de dos años entraron por monjas en este

dicho monasterio y profesaron en él153

.

A la señora María de Uzátegui le profetizó que ella (Rosa) moriría en su casa

como así sucedió154

. Su madre declara que un sábado en la noche, estando buena y

sana la bendita Rosa y, teniendo una guitarra en la mano, le oyó cantar esta testigo:

“Padre mío, santo Domingo, antes que yo muera, te encomiendo a mi Oliva, que sola

queda”, reconociendo que iba a morir pronto y antes que su madre, lo que así

sucedió155

.

También le profetizó a su madre que sería monja. Un día estaba Rosa tratando de

animar a una joven para que vistiera el hábito dominico y su madre le dijo: ¿Todas han

de traer su hábito?... Yo no soy amiga de beatonas. Y Rosa respondió: ¡Vea, hermana,

el asco que mi madre hace del hábito! Pues, vuestra merced, la verá con él… Y ha sido

Dios servido de que se haya fundado el dicho convento (santa Catalina) como lo

predijo; y esta testigo, sin saber cómo ha sido, es religiosa profesa en él156

.

151 Proceso, pp. 147-148. 152 Proceso, p. 375 153 Proceso apostólico, folios 321-321v. 154 Proceso, p. 429. 155 Proceso, p. 392. 156 María de Oliva, Proceso apostólico, folios 179-179v.

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c) Milagros en vida

El Señor le concedió la gracia de conseguir muchos milagros por su intercesión.

Doña María Eufemia Pareja declara que, teniendo en su casa una negra, su esclava,

que criaba un niño de esta testigo (la negra) estaba muy mal, desahuciada de los

médicos. Y, con la confianza que esta testigo tenía en la bendita Rosa de las grandes

mercedes y misericordias que Nuestro Señor usaba con ella, tomó su manto y fue a

casa del contador Gonzalo de la Maza, donde estaba la bendita Rosa, y la halló en el

oratorio y le dijo la enfermedad de la dicha negra y la necesidad que tenía de su salud.

Y le pidió suplicase a Nuestro Señor muy de veras se la diese y pusiese por intercesora

a su santísima madre la gloriosa santa Catalina de Siena. La bendita Rosa respondió

que no tuviese pena, que la bienaventurada santa se lo pediría a Nuestro Señor que le

diese la salud. Estando diciendo esto, se volvió a la gloriosa santa y dijo: “Madre, ¿no

veis esto Vos?... Pedidle a su Majestad que le dé la salud”… Y dentro de tres o cuatro

días, tuvo a su negra buena y sana, y dio de mamar a su niño como antes que cayera

enferma… sin secársele la leche157

.

Catalina de santa María dice que, estando ayudándole a la santa Rosa en su casa

a hacer ramilletes con un grave dolor de oídos, que estaba esta testigo como

desatinada, que no le dejaba hacer nada, la dicha santa Rosa se compadeció de esta

testigo y le hizo en el oído que le dolía, estando hincada de rodillas, la señal de la cruz,

le echó la bendición y le dijo ciertas palabras, de las que alcanzó a oír: “Jesús y

María”. Y, en acabando de decirlas, se halló buena y sana y nunca más le ha vuelto

aquel dolor.

Declara también que un indiecito de doce años tenía una herida en la nariz,

porque le había mordido un perro y le había pasado de parte a parte la nariz y, aunque

lo habían curado los médicos y cirujanos, no le habían podido sanar, porque el mal se

iba subiendo a los sesos con mucha materia y mal olor. Y el que lo curaba decía que no

sanaría y lo desahució. Y, compadeciéndose la santa Rosa, dijo que le enviasen al

indiecillo a su casa, que ella lo sanaría y así lo llevaron y dentro de tres días le dio

bueno y sano158

.

MILAGRO DEL SANTO ROSTRO

Ocurrió el 15 de abril de 1617 a las siete de la noche, estando Rosa en casa del

contador Gonzalo de la Maza, que tenía en su oratorio un rostro de Cristo o Ecce homo,

obra del pintor Angelico Medoro, italiano radicado en Lima. En ese momento, estaba

orando el matrimonio con sus dos hijas, Micaela y Andrea, y con Rosa de santa María.

Rosa hablaba en voz alta con fervorosas oraciones. Salió el matrimonio y quedaron las

dos niñas con Rosa. En un momento, se acercó Micaela, para despabilar las velas, y

157 Proceso, p. 145. 158 Proceso, p. 355.

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vio que el rostro, cabello y barba de la dicha santa imagen estaba mojado, como

llovido de rocío159

. El rostro del Señor estaba sudando milagrosamente.

Éste fue un caso que se hizo público en Lima, como de un milagro del Señor. Se

realizó una investigación al respecto y fue citada la misma Rosa que declaró lo

siguiente: Quedaron en el oratorio esta testigo y doña Micaela y doña Andrea. Y esta

testigo, mirando el santo Rostro, le pareció que estaba más encendido y con mayores

resplandores y hermosura que otras veces y empezó a decir en alta voz: “Dios de mi

alma y de mi corazón, os amen todas las criaturas como nos amas, Señor mío”. Y,

estando diciendo estas palabras y mirando el santo Rostro, le parecía más bello y

hermoso, de modo que deslumbraba y la dicha Micaela se levantó para despabilar las

velas y vio el cabello del santo Rostro de la cabeza y barba mojado y rociado; y dijo a

esta testigo: “Hermana, ¿ha rociado la imagen que está muy mojada?”. Y esta testigo

le respondió que no dijese eso… Y doña María, su madre, vio lo mismo que doña

Micaela y dijo a esta testigo que el santo Rostro estaba mojado, diciendo: “Hija, lleno

está de perlas preciosísimas, que relucen como diamantes”.

Y esta testigo miraba con atención el santo Rostro, y como echaba de sí tanto

resplandor que la deslumbraba, no pudo echar de ver si estaba mojado hasta que se

levantó y se acercó al altar y, entonces, vio que del nacimiento del cabello de la cabeza

y de la barba del santo Rostro, le salía muchas gotas de agua, como que sudaba, y

quedó con grande admiración, porque le pareció que era milagro que Nuestro Señor

quiso obrar, para honra y gloria suya, y consuelo de las almas.

Y luego la dicha doña María envió a llamar al contador, su marido, y a los

criados que estaban en un aposento dentro de casa al patio, y vinieron; y el contador

vino luego en compañía del secretario Tineo; a los cuales, habiendo llegado al

oratorio, la dicha doña María les dijo cómo el santo Rostro estaba todo mojado, y

cubierto el cabello y rostro como de un sudor, los cuales se levantaron y llegaron al

altar, y miraron muy bien el agua que salía del cabello de la cabeza y barba; y

habiéndolo visto y considerado, lo tuvieron por singular milagro y cosa sobrenatural;

y para satisfacerse de ello, envió a llamar a Angelino Medoro, pintor que había

pintado la imagen, el cual vino en compañía de su mujer; e hicieron oración a la santa

imagen.

Y el dicho Angelino Medoro se levantó y se fue hacia el altar, y miró con mucho

cuidado el santo Rostro y aquella agua, y con un dedo de su mano, tomó una gota y la

olió y dijo que era agua líquida y clara, y que no procedía de la pintura, porque no

tenía olor ninguno; y que era cosa milagrosa y sobrenatural y él lo tenía por tal. Y a

esta sazón ya había venido el doctor Soto y doña Luisa, su mujer, y doña Barba

Fajardo y don Diego Campoverde, su hijo. Y también envió a llamar el dicho contador

a dos padres de la Compañía, y vinieron el padre Peñaloza y el hermano Francisco

López, los cuales, después de haber hecho oración, fueron hacia el altar y miraron muy

bien y con grande devoción y reverencia el santo Rostro y el agua que salía del cabello

de la cabeza y barba, y quedaron admirados de ver una maravilla tan grande.

159 Gonzalo de la Maza, Proceso, p. 61.

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Y dando gracias al Señor, le fueron dando al padre Peñaloza muchos rosarios,

con los cuales tocó en el santo Rostro, y luego pidió algodones y le dieron unos pocos

con que enjugó el agua que brotaba del santo Rostro, en la cabeza y barba; y aquellos

algodones los repartió entre la gente que estaba presente, que los fueron pidiendo… Y

dentro de poco rato, volvió a salir del nacimiento del cabello de la cabeza y rostro,

mucha copia (cantidad) de agua, como antes, y volvió a pedir más algodones, y volvió

a enjugar el santo Rostro con papel; el cual papel salió mojado.

Y de allí a poco volvió a sudar tercera vez. Y el dicho padre Peñaloza lo volvió a

enjugar, estando toda la gente con grande atención y devoción, maravillados de un

prodigio tan grande. Y estas tres veces que sudó el santo Rostro, fue en el espacio de

dos horas y tres cuartos que fue desde las siete y un cuarto que empezó a sudar hasta

las diez. Y la última vez que el padre lo enjugo quedó el santo Rostro más bello y

hermoso, al parecer de esta testigo, de lo que antes estaba.

Y todos quedaron con grande admiración, y lo tuvieron por milagro que Nuestro

Señor había obrado. Y el padre Peñaloza cubrió la santa imagen con las cortinas, y

encargó al contador que no se descubriese si no fuese por manos de sacerdote. Y todos

se fueron a sus casas y se cerró el oratorio. Y esto es lo que pasó y la verdad, para el

juramento que tiene hecho, y lo firmó y dijo ser de edad de treinta años. “Rosa de

Santa María”.

Don Gonzalo de la Maza manifiesta que la bendita Rosa le dijo a él y a su mujer

que recibía muy grandes consuelos y mercedes de Nuestro Señor en aquel santísimo

Rostro y, en particular, cuando le descubrían y corrían las cortinas y velo, de tal

manera que, algunas veces, le causaba su vista, en su ánima y cuerpo, tan grande

consolación y llenura así como cuando comulgaba160

.

Y con los algodones empapados del sudor del santo Rostro, Rosa se curó. Declara

doña María de Uzátegui: Estando la bendita Rosa mala de un brazo que tenía molidos

los nervios de una caída que tuvo el segundo día de Pascua florida pasada de este año,

y habiéndole hecho muchos remedios para ello, ninguno le aprovechó, y los cirujanos

decían que tenía mal para largo, porque su cura era más dificultosa que si fuera

quebrado. Y sucediendo…, lo que se ha dicho del santo Rostro, y habiendo limpiado

aquel sudor con algodones, le dijo la dicha bendita Rosa a esta testigo que le parecía

que, si se pusiese unos pañitos de aquellos algodones, se sanaría luego; y, diciéndole

esta testigo que se los pusiese, dijo que no, que ella quería padecer aquellos dolores

por amor de su esposo.

Y eran estos dolores de tal manera que no le dejaban gobernar el brazo ni ella

podía levantar ni mover y, haciendo escrúpulo de esto que había dicho, se fue a santo

Domingo y lo comunicó con su padre espiritual, quien le mandó que se los pusiesen; y

así, vuelta a casa, pidió luego a esta testigo le pusiese en el brazo unos pañitos de los

dichos algodones, y esta testigo se los puso a las doce del día y la dejó encerrada en el

160 Proceso, p. 62.

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oratorio, de donde salió a las dos dadas, diciendo: “Madre, ya estoy buena, dé gracias

a Dios”. Tiraba del brazo y lo sacudía como si no hubiese tenido tal161

.

ÚLTIMA ENFERMEDAD Y MUERTE

Afirma el padre Juan de Lorenzana: En su última enfermedad, lo primero le dio

perlesía (parálisis) en todo un lado, de manera que no podía mover brazo, ni pierna si

no se lo movía otra persona, con que era fuerza padecer mucho. Lo segundo, gravísimo

dolor de ijada que le duró el más tiempo de su enfermedad y es tan cruel como saben

los que lo han padecido aunque sea por una hora. Lo tercero, grandísimo dolor de

costado en ambos lados, que parecía cosa nunca vista tener juntas enfermedades tan

contrarias y en tan intenso grado; de donde venía que los remedios que le hacían para

una enfermedad le dañaban para la otra. La calentura era tan encendida que le

parecía estaba su cuerpo en un horno de fuego y tenía sobre su cabeza un yelmo

encendido.

La visitó este testigo muchas veces en aquella última enfermedad que le duró más

de veinte días y siempre la halló con maravillosa paciencia. Consolábase mucho con

que este testigo le pusiese la mano sobre la cabeza, diciendo que tenía gran fe en las

manos de los sacerdotes. La halló una vez este testigo, visitándola de mañana, muy

acongojada, porque toda la noche la había pasado con intensísimos dolores, porque la

había pasado sin reposar un punto.

Y decía a Nuestro Señor estas palabras y otras semejantes: “¿Dónde estás bien

de mi alma? ¿Dónde estás, Señor mío, bien mío, regalo mío, cómo no te veo?”. Y otras

cosas tiernas, con que edificaba a los presentes. Y luego volvía a decir con mucha

mansedumbre y reposo: “Cúmplase, Señor, en mí tu santísima voluntad”. Este testigo

fue llamado para confesar a la dicha santa Rosa, cuando había de recibir el viático, y

así la confesó, conociendo la devoción con que hacía aquella su última confesión y

luego le trajeron el Santísimo Sacramento de la Eucaristía… Cuando estaba cercana

su muerte, hizo muy expresa y distinta protestación de cómo creía los artículos de

nuestra santa fe católica… Y la noche de su dichosa muerte… recibió el santo

sacramento de la extrema unción162

.

Refiere la señora Uzátegui: Las señoras que estaban allí, pidieron a esta testigo le

pidiese les echase la bendición a ellas también… Ella se detuvo un rato y luego volvió

y la echó diciendo: “La bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo con todos

sus dones y gracias caiga sobres estas señoras y sobre todas las demás amigas y

conocidas que están presentes y ausentes y las hinche de sus bienes para que la gocen

eternamente”. Y todas la recibieron con grandísimo gozo, y luego pidió que llamasen a

todas las morenas y morenos de casa hasta los que estaban enfermos y a todos juntos

les pidió con grande humildad la perdonasen, si en palabra o en obra los había

ofendido; luego les echó la bendición…

161 Proceso, p. 115. 162 Proceso, pp. 341-342.

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Y diciendo: “Jesús sea conmigo”, expiró el jueves del glorioso apóstol san

Bartolomé (24 de agosto) a las doce y media de la media noche del miércoles,

entrando en el jueves; y quedó con tanta serenidad y compostura en su rostro y los ojos

abiertos, y la boca parecía que se estaba riendo, que no entendían que era muerte y así

hicieron la prueba con un espejo163

.

Su hermano Hernando recuerda que media hora, poco más o menos, antes que

expirase, se despidió de todos los presentes con amorosísimas palabras que

provocaban gran ternura. Y principalmente de sus padres espirituales y temporales y

de todos sus hermanos, los que en esta ciudad estaban. Y, diciendo muchas razones de

grande ejemplo y ponderación, pidió que cada uno en particular le echase su

bendición. La misma Rosa de santa María también echó su bendición a cada uno en

particular, haciendo la forma de la bendición con la mano derecha y con la boca con

tanto esfuerzo y aliento que, en aquel acto, no se le echaba de ver que estaba

debilitada y enferma. Y declara también que, (cosa) de un avemaría antes de su última

boqueada, le dijo a este testigo… “Ya todo está acabado”. Y, al mismo tiempo, le

echaron agua bendita y la misma Rosa bendita con su mano, haciendo la cruz con el

dedo pulgar, se signó en la frente y en la boca y en los pechos, con que dio su dichosa

y bienaventurada alma a su Creador164

.

Después de fallecida, la señora Uzátegui con dos amigas amortajaron su cuerpo. Y

dice: Cuando amaneció el jueves, día de san Bartolomé, se divulgó (la noticia) en toda

la ciudad y fueron viniendo a esta casa mucha gente de todos los estados, así hombres

como mujeres… El concurso de gente que hubo todo el día fue de suerte que fue

necesario poner guardas al cuerpo santo, porque lo querían hacer pedazos, y lo mismo

fue menester poner a las puertas… Todos venían a venerar el bendito cuerpo,

hincándose de rodillas para besar sus manos y tocar con sus rosarios y esto con

singular devoción y con demostraciones de ello y le cortaron parte de los hábitos… A

las dos de la tarde, día de san Bartolomé, le mudó esta testigo las tocas con que la

había tocado la noche anterior y halló tan tratable su pescuezo y cuerpo como si

estuviera viva y sin olor de cuerpo muerto ni señal alguna otra, que suelen tener los

cuerpos difuntos…

Y muchas personas han venido a la casa de esta testigo a venerar y respetar los

aposentos donde la dicha bendita Rosa habitó y las demás cosas que quedaron de sus

vestidos. Y ha oído decir públicamente esta testigo el grande concurso de gente que ha

visitado la casa y celdita donde la bendita Rosa habitaba en casa de sus padres165

.

Su madre, María de Oliva, nos dice que la dicha bendita Rosa pidió dos cosas

antes de su muerte, y fueron: una, que le diesen quietud, cuando hubiese de salir de

esta vida; y la otra la dijo a Luisa de santa María, y era que la tristeza que tenía esta

testigo se la convirtiese Nuestro Señor en alegría. Y fue así que, en el punto que expiró,

le trocó Nuestro Señor toda su tristeza en una grande alegría sin que jamás haya

tenido hasta este punto pena ninguna por la muerte de la bendita Rosa. Y todas las

163 Proceso, p .134. 164 Proceso, p. 529. 165 Proceso, pp. 137-141.

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personas que se hallaron presentes a su muerte mostraron tener muy grande contento y

alegría. Y declara esta testigo que antes, cuando se veía sin su hija, se hallaba con

grande tristeza y ahora, que su hija está gozando de Dios, le parece que está

acompañada de todo el mundo166

.

El día de san Bartolomé no se pudo enterrar el cuerpo de santa Rosa en el

convento de santo Domingo, como se tenía previsto, por el gran concurso de gente que

acudía a visitarla y pedirle favores a la iglesia de santo Domingo, donde estaba

expuesto su cuerpo. Por la noche, después de cerrar la puerta de la iglesia, llevaron el

cuerpo de la santa al oratorio del noviciado, acompañándolo el señor arzobispo y

otras personas principales de fuera de la Orden que se hallaron presentes. Y puesto en

la peana del altar, llegó primero el señor arzobispo de rodillas a besarle las manos y

venerar el bendito cuerpo de la santa Rosa, y lo mismo hicieron los demás que se

hallaron presentes.

Y los que podían obtener parte del escapulario que trajo puesto lo tenían por

gran reliquia; y, para que aquella noche no le cortasen alguna parte de su cuerpo,

mandó el prelado que toda la noche lo velasen y guardasen algunos religiosos de

cuidado y confianza. Al amanecer, fue sacado el bendito cuerpo a la iglesia y puesto en

un túmulo alto… Se dijo la misa de cuerpo presente y vio (Pedro Lorenzana) al señor

obispo de Guatemala hacer el oficio de sepultura, aunque por el gran tumulto y

concurso de gente no se pudo hacer por entonces el entierro. Y vio este testigo que el

rostro de la santa estaba hermoso y alegre, que parecía estaba riendo, las manos tan

flexibles y tratables…

Todo lo cual tenían todos en general por testimonio de la santidad de la bendita

Rosa y de la gloria que gozaba en el cielo su santa alma. Y luego, después del

mediodía que la gente de fuera se había ido a sus casas, pareció a los padres fuese

aquel bendito cuerpo engterrado; porque, si se guardaba para la tarde, había de haber

la misma dificultad que las veces pasadas, y por ventura mayor. Y así lo enterraron en

la sepultura, en el Capítulo, que para este efecto tenían abierto, aunque en el cuerpo

no había señal de corrupción y mal olor después de 36 horas que era muerta.

Doña María de Uzátegui manifiesta que, el día del novenario (de su muerte), se

halló en el convento de santo Domingo el señor arzobispo y el señor virrey y la Real

Audiencia y demás ministros reales y el Cabildo de la ciudad plenamente, y el Cabildo

de la santa iglesia catedral. Se dijo la misa e hizo el Oficio, y el señor arzobispo dijo el

responso; y le parece a esta testigo que no faltó caballero ni señora de la ciudad,

porque fue el mayor concurso de gente que ha visto en ella desde que vino a este reino

con haber habido honras de reyes y de virreyes167

.

El 27 de febrero de 1619, el cuerpo de Rosa, que estaba dentro del convento de

santo Domingo, enterrado en la sala del Capítulo, fue trasladado a la iglesia para que

los fieles pudieran tenerlo cerca para pedirle favores.

166 Proceso, p. 389. 167 Proceso, p. 141.

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MÁS MILAGROS

Después de la muerte de Rosa, también Dios hizo milagros por su intercesión.

El padre Francisco Nieto cuenta que un alférez tenía una pierna hinchada como una

bota y, oyendo decir los milagros de la santa, se encomendó a ella y, tomando un

poco de la tierra de su sepultura y refregándose la pierna con ella, milagrosa y

repentinamente quedó sana; y esto fue público a todos fuera de que el dicho alférez,

confesándose con este testigo, se lo dijo. Una mujer que estaba tullida de un brazo,

llamada doña Isabel Durán, viuda de Jácome Carlos, aquella mañana que estaba el

cuerpo de la bendita santa en la capilla mayor, teniendo el brazo tullido, se llegó a

la santa con viva fe, encomendándose a ella que alcanzase de Nuestro Señor la

sanase de aquel brazo tullido y tocó a la santa y quedó buena y sana repentinamente.

También una india cacique de Chincha, llamada doña Magdalena, estando en

esta ciudad tullida de los pies en una cama, y estando en este convento un religioso

conocido suyo, oyendo los milagros que la santa obraba, le envió un poco de tierra de

su sepulcro; y, refregándose los pies con ella, milagrosamente y repentinamente, quedó

sana. Y esto lo sabe este testigo por habérselo dicho la dicha cacica y haberla traído a

este convento a dar gracias a la capilla del rosario… Y (este testigo) ha oído decir a

muchas personas que vivían en grandes ofensas de Nuestro Señor que han mudado sus

vidas después de la muerte de esta bendita virgen; y entiende este testigo que por

haberse encomendado a ella ha sido168

.

Fray Blas Martínez nos refiere: Un negro mayordomo de la cofradía de Nuestra

Señora del Rosario…, al cual vio este testigo manco de la mano derecha desde muchos

años, y la traía sin poderla menear; el día octavo del entierro de la dicha Rosa, metió

el brazo en la tierra de su sepultura, invocando a la sierva de Dios. Y sucedió lo que

era de esperar; a poder de ruegos, logró la gracia, pues salió sano de la manquera y le

llevaron con “Te Deum laudamus” a la capilla de Nuestra Señora del Rosario; y

después le conoció muchos años sano y bueno de la dicha manquía169

.

María de Oliva, la madre Rosa declara que un día vio, después de la muerte de la

bendita Rosa, que habiendo venido el procurador general de santo Domingo con un

fraile, llamado fray Juan García, le dijo que entrase a la celdita de la bendita Rosa y

sacase la sillita que la bendita Rosa tenía; y el dicho padre entró y, en lugar de

sacarla, empezó a cortar de la madera de ella y, por cortarla, se cortó la mano, una

buena herida hacia la muñeca, que se cortó cuero y carne y le salió mucha sangre, que

se le corría por la palma de la mano; lo cual vio esta testigo… Y el padre respondió:

“Aquí tengo yo con qué curarme”. Y sacó del seno, un pedacito de hábito de la santa

Rosa y se lo puso en la herida y le parece que también se puso un poco de tierra de la

celdita. Y de allí a poco, habiéndose entretenido hablando, que le parece a esta testigo

que no había pasado una hora, miró la herida y la halló sana y lo mostró a todos; y

esta testigo vio la llaga y herida después, antes que pasase una hora, y la vio sana170

.

168 Proceso, p. 321. 169 Proceso apostólico, folio 570. 170 Proceso, p. 391.

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El padre Pedro de Loaysa relata: Con la tierra de su sepulcro sabe que ha obrado

Nuestro Señor muchos milagros y entre estas personas una es Catalina de santa María

que, teniendo de ordinario dolor de corazón, que le daba cada día dos y tres veces, y

actualmente padecía de una calentura grande, tomó de la tierra del sepulcro de la

bendita Rosa con agua del cáliz y lo bebió. Y desde entonces, nunca más le ha dado

mal del corazón y corren seis meses poco más o menos171

.

BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN

El mismo año de su muerte, comenzó el Proceso ordinario para recoger los

testimonios de quienes la conocieron y así tener pruebas sobre su santidad. Este

Proceso tuvo lugar en Lima entre el 1 de septiembre de 1617 y el 7 de abril de 1618. Y

declararon 183 testigos.

El año 1624, se remitió a Roma este Proceso ordinario con las declaraciones de

los testigos. En 1625, el Papa Urbano VIII ordenó la incoación del Proceso apostólico,

que tuvo lugar en Lima desde el 17 de mayo de 1630 a mayo de 1632. En 1634 se

envió a Roma el Proceso apostólico. Aprobados ambos, el Papa Clemente IX, gran

devoto de la santa, firmó el Breve de beatificación el 12 de marzo de 1668 en la iglesia

de los dominicos de santa Sabina de Roma, donde el Papa mandó erigir una estatua en

el vestíbulo de la iglesia con estas palabras al pie de su imagen: A ti Rosa, nuevo

ornamento del paraíso, ofrecido por el Nuevo Mundo.

El mismo Papa, al morir, dejó en testamento 5.000 ducados para que en la

catedral de Pistoia se erigiese una capilla en honor de santa Rosa y mandó a Lima una

estatua de Rosa yacente, obra del escultor maltés Melchor Caffa, que se halla en la

iglesia de santo Domingo de Lima.

El papa Clemente X el 11 de agosto de 1670, nombró a Rosa patrona de

América, Indias y Filipinas. Este mismo Papa la canonizo en el Vaticano el 12 de abril

de 1671, junto con Francisco de Borja, Luis Beltrán, Cayetano de Thiene y Felipe

Benicio. Las fiestas de la canonización se celebraron en Roma y en Madrid. En Lima,

se celebraron muy solemnes en el mes de agosto con la presencia del virrey, conde de

Lemos, y hubo desfiles militares, cabalgatas, luminarias nocturnas, corridas de toros,

además de procesiones y otros actos de culto.

CONVENTO DE SANTA CATALINA

El convento de santa Catalina de Lima se fundó a los siete años de la muerte de

santa Rosa, el 10 de febrero de 1624. Sus fundadores fueron don Juan de Robles,

clérigo mayordomo de la catedral y doña Lucía Guerra de la Daga con su hermana doña

171 Proceso, p. 307.

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Clara. Doña Lucía y doña Clara aportaron para la fundación un total de 170.000 pesos,

y don Juan de Robles edificó a su costa el convento y la iglesia, gastando unos 230.000

pesos.

Para comenzar la fundación, vinieron cinco religiosas del convento de la

Concepción y dos del convento de santa Catalina de Arequipa. Entraron 33 novicias, en

total. Cuando profesaron las fundadoras, doña Lucía que se llamaba sor Lucía de la

Trinidad, fue nombrada abadesa. El día de la inauguración asistió el virrey marqués de

Guadalcázar con toda la ciudad, según afirma el cronista Córdova Salinas. Así se

cumplía el sueño de santa Rosa.

La madre de santa Rosa entró en el convento de santa Catalina en 1629, siendo ya

viuda y llevó al convento entre otros recuerdos un retrato de Rosa que parece era

bastante bueno.

El cuadro que llevó su madre se conserva todavía en el convento de santa

Catalina. Su madre se curó, poniéndose el cuadro sobre el pecho. El hecho fue así:

Pocos días después de tomar el hábito (la madre de santa Rosa) se enfermó de pertinaz

erisipela y dolencia de estómago y calenturas. Hubo de acostarse. Así pasó ocho días.

La Priora, visitándola una noche junto con otras religiosas, después de conversar un

rato, le preguntó si quería que le trajesen el retrato de su hija. Respondió que sí y lo

recibió con mucho gusto. Se despidieron las religiosas. Y, al volver al cabo de hora y

media, vieron que dormía suavemente y sudaba en abundancia. Al día siguiente, se

levantó de la cama y fue a oír misa a la reja del coro. La encontró la Priora que,

admirada, le preguntó, por qué se había levantado y adónde iba. Y respondió:

“Después de haber dado muchos besos a la imagen de mi hija, a media noche, me

hallé bañada en sudor, me tomé el pulso y no sentí calentura. Eché la mano al rostro y

conocí que había cesado la hinchazón sin quedar señal del tumor, lo que me aseguraba

hallarme de todo sana. Y de ello es testigo las ganas que tengo de comer172

.

Actualmente, el convento de santa Catalina de Siena de Lima, es un convento

pujante con abundantes vocaciones y donde se palpa con claridad la presencia espiritual

de santa Rosa.

CONVENTO DE SANTA ROSA

Un grupo de beatas, devotas de santa Rosa, llamadas “beatas Rosas” consiguieron

que por cédula real del 26 de enero de 1704, que se les concediera autorización para

construir este convento en lo que fue la casa del contador Gonzalo de la Maza. La

fundación tuvo lugar en 1708 propiamente. Para fundarlo, la señora Elena Rodríguez,

viuda del general Benito Galdames, dio 130.00 pesos. Todavía se conserva la celda

donde expiró santa Rosa, pues lo demás de la primitiva casa fue destruido para

construir el convento. En esa celda, sobre los mismos ladrillos que la santa pisó, hay

una letrilla con la inscripción:

172 Velasco Salvador, Rosa de santa María, Ed. OPE, Guadalajara (España), 1981, 72.

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Desde este lugar, dichosa,

partió con vuelo ligero,

triunfante, pura y hermosa

a unirse con el Cordero

la que fue limeña Rosa

24 de agosto de 1617.

Esa celda, actualmente, es una capillita. El 28 de octubre de 1746 ocurrió

un terremoto en Lima. El monasterio sufrió destrozos, pero se conservó intacta

la pared derecha de la celda, donde se encontraba una cruz de madera que usó

santa Rosa. La cruz se halla dentro de una urna de cristal, con otras reliquias. Y

hay una inscripción de la época que dice:

Tembló la tierra horrorosa

en octubre, y se mantuvo

firme esta pared dichosa,

pues quien a Rosa sostuvo

justo es que la sostenga rosa

También se conservan en el convento de santa Rosa unos manuscritos y gráficos,

escritos por Rosa misma, sobre sus experiencias místicas. Estos fueron encontrados en

1923 por el padre fray Luis Getino, dominico, en la capilla de este convento de santa

Rosa en dos papeles muy antiguos. Uno de ellos se refiere a las mercedes o pruebas

purificadoras de Dios. El otro relata los quince peldaños para la ascensión del alma a

Dios. En ellos se nota la seguridad con que habla por propia experiencia.

Entre otras cosas escribió: Primera merced de heridas que recibí de Dios. Con

lanza de acero me hirió y se escondió. La segunda merced la representa mediante un

corazón con la figura del niño Jesús dentro, y este escrito alrededor: Aquí descansó

Jesús, abrasándome el corazón. Tercera merced, representada por un corazón con alas

y el escrito: Vuela para Dios: el campo del corazón lo llenó Dios de su amor, haciendo

morada en él.

En los quince peldaños o grados de amor a Dios habla Rosa del “corazón

traspasado con rayo de amor” y “corazón herido con flecha de amor”, aludiendo a lo

que los místicos llaman transverberación o traspaso del alma con un dardo de fuego de

amor de Dios.

El último grado es el desposorio - matrimonio espiritual. De él dice Rosa: Arrobo.

Embriaguez en la bodega. Secretos de amor divino. ¡Oh, dichosa unión, abrazo

estrecho con Dios!

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Con todo esto podemos decir, sin lugar a dudas, que Rosa fue una gran santa y

una gran mística173

.

Entre las monjas ilustres del convento de santa Rosa de Lima se cuenta a la

sobrina de santa Rosa, Laura Flores de Oliva, que ingresó en 1709. Otras religiosas con

fama de santidad fueron sor María Manuela de santa Ana (1695-1793), sor Ventura de

la misericordia y sor Mariana de santa Rosa.

También este convento de santa Rosa de Lima tiene abundantes vocaciones y es

un centro de irradiación espiritual para todos los que se acercan a él; al igual que el

convento de santa Rosa de Arequipa, fundado en esa ciudad en 1747.

SANTUARIO DE SANTA ROSA

El santuario de santa Rosa de Lima se fundó en la que fue casa de sus padres. En

este santuario se encuentra la imagen del niño Jesús que ella llamaba el doctorcito, que

está en la enfermería, y también el Cristo de los favores, que le dio de beber de la llaga

de su costado. También, en un relicario de plata, se guarda el anillo de sus desposorios,

dos tibias de su cuerpo, la mitad de la corona de espinas y dos crucecitas de madera.

Una, la llevaba sobre el escapulario, y la otra, con 33 púas, sobre el pecho para

mortificarse. También se guarda un mechón ensangrentado de su cabello rubio. Debajo

de la mesa del altar hay dos ataúdes que guardaron algún tiempo su cuerpo. También

existe allí el pozo, llamado de los deseos, porque los devotos, especialmente el día de

su fiesta, echan cartas, expresando sus deseos y pidiendo por sus necesidades.

Algo importante es la ermita que Rosa usó para estar a solas con Dios. En ella

tenía un altarcito con una cruz, unas flores y una silla para sentarse. Actualmente, la

ermita está protegida por una gran urna de vidrio y mármol. Tiene una puertecita y

ventanillos minúsculos y ostenta en la parte posterior derecha una lápida que atestigua

ser la ermita de la santa. Está situada en lo que fue el extremo del huerto, que en su

tiempo colindaba con el hospital del Espíritu Santo.

También se conserva en el santuario la imagen del rostro de santa Rosa pintado

por el pintor romano Angelino Medoro ante la vista de su cadáver, y que se supone es

el rostro más auténtico de la santa.

El día 30 de agosto de cada año, fiesta de santa Rosa en el Perú, son miles y miles

los devotos que vienen de distintos lugares del Perú y del mundo a pedir favores a Dios

por intercesión de santa Rosa, patrona del Perú, de América Latina y de Filipinas.

REFLEXIONES

173 Getino Luis, La patrona de América ante los nuevos documentos, publicaciones de la revista de las

Españas Nº 1, sin fecha, pp. 24-49.

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Algo que debemos entender de la vida de santa Rosa es que, a pesar de sus

grandes penitencias voluntarias, ofrecidas con amor, era una mujer feliz. Ella podría

haber dicho como santa Teresa de Jesús: O sufrir o morir. ¿Por qué? Porque el sufrir

con amor o amar sufriendo, es la mejor manera de amar, es el amor elevado a la

máxima potencia. Ella quería sufrir y amar para poder así demostrar su amor en

plenitud a su esposo Jesús y, de esta manera, obtener inmensas bendiciones para todos.

Ya hemos observado cómo, incluso en vida, obtenía gracias extraordinarias de

Dios, como la salud para muchos enfermos, la solución de problemas o la liberación del

peligro de los piratas que pensaron asaltar Lima.

Algo importante en su vida fueron las imágenes sagradas. Quería mucho a la

Virgen y la honraba en sus imágenes, especialmente en la imagen de Nuestra Señora

del Rosario de la iglesia de Santo Domingo. Ella nos habla de cómo veía cambiar su

rostro, cuando la Virgen estaba alegre o triste. Igualmente, amaba tanto al niño Jesús

que tenía en su casa una imagen hermosa a quien llamaba el doctorcito y que era su

médico celestial para ella y para los demás. La imagen del santo Rostro de Jesús sudó

milagrosamente en su presencia. Y le gustaba adornar estas imágenes con ramilletes de

flores naturales o artificiales, que ella misma hacía, o con joyas prestadas para que

salieran hermosas en las procesiones.

Pero no olvidemos que el centro de su vida era Jesús sacramentado. El día que

comulgaba era de gran fiesta para ella, y sentía tal suavidad y alegría que no podía

comer hasta la noche y, a veces, ni eso. ¡Cuántas veces veía al niño Jesús que se le

aparecía en medio de sus labores y en medio de sus éxtasis para alegrarle el corazón!

También recordemos que amaba mucho a su ángel custodio, a quien veía algunas

veces y a quien le cantaba hermosas canciones para demostrarle su cariño. Todas estas

experiencias de Rosa alientan y confirman nuestra fe. No son cuentos para niños, pues

ella misma las atestigua y podemos creerle, porque la Iglesia la ha canonizado y todos

los que la conocieron sabían que nunca mentía. Y, porque los numerosos milagros, que

Dios ha realizado por su intercesión, demuestran que su vida fue una vida de amor y

santidad.

Rosa es nuestra hermana del cielo y quiere ayudarnos en nuestro caminar por la

vida. Pidámosle ayuda. En 1881, durante la guerra del Perú con Chile, Lima se salvó

del saqueo por intercesión de santa Rosa. El 15 de enero de ese año entraron en Lima

las tropas chilenas pacíficamente y en ella permanecieron hasta 1884. Dios se sirvió del

contralmirante francés Abel Bergasse Du Petit Thouars, jefe de la escuadra neutral

concentrada en el Callao, para poder negociar la rendición pacífica con el general

chileno Baquedano.

Así como Rosa salvó a Lima de los piratas y del saqueo, puede seguir

salvándonos a nosotros en la medida en que la invoquemos con fe. Ella es peruana y

americana. Ella es hermana de todos; y a todos, sin distinción de razas o lugares, quiere

ayudar en su camino hacia Dios.

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CONCLUSIÓN

Después de haber hecho un repaso general a la vida de santa Rosa, podemos

sentirnos orgullosos de ella. Es nuestra hermana del cielo. Ella supo darse a Dios por

entero, sin reservarse nada. Su sufrimiento, ofrecido con amor, y su amor, empapado de

sufrimientos, fueron una constante en su vida; pero, paradójicamente, y, aunque el

mundo no pueda entenderlo, fue una persona inmensamente feliz. Su sufrimiento era

para ella una fuente de inmensa felicidad personal, porque obtenía innumerables

bendiciones para los demás. Podemos decir que santa Rosa fue, y es, una gran

bienhechora de la humanidad, pues sus bendiciones no sólo se concretaban a Lima. Su

influencia beneficiosa abarcaba y abarca al mundo entero.

Su felicidad la manifestaba cantando, mientras trabajaba y hacía oración. Hasta la

naturaleza se unía a su canto y a su alegría. Los mosquitos zumbaban alegres y no le

picaban; los árboles inclinaban sus ramas alabando al Señor, las clavelinas aparecían

milagrosamente por gracia de Dios en su jardín, y los pájaros se unían a su canto.

Aprendamos como ella a alabar al Señor, amemos mucho a Jesús Eucaristía, a

María y al ángel custodio. Hagamos de nuestra vida un canto de gloria y de amor a

nuestro Dios para que seamos un regalo de Dios para los demás.

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Que su vida nos estimule a seguir sus pasos y a entregar nuestra vida al servicio de

Dios y de los demás.

¡Que Dios te bendiga y saludos de mi ángel!

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Pueden leer más libros del mismo autor en www.libroscatolicos.org

Tu amigo del Perú

Ángel Peña O.A.R.

Parroquia La Caridad

Pueblo Libre

BIBLIOGRAFÍA

Archivo arzobispal de Lima, Sección eclesiástica, Proceso apostólico con

testificaciones rendidas a favor de santa Rosa del año 1630 a 1632.

Archivo Secreto Vaticano, manuscritos 1570 y 1573, Roma, con testimonios de

los Procesos Ordinario y Apostólico respectivamente.

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Ferrer de Valdecebro Andrés, Historia de la vida de la Rosa de santa María, 2

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por fray Jacinto Parra, Lima, 1895. Loaysa Pedro de, Vida de santa Rosa de Lima, Lima, 1937.

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***************