Ospina, William - El País de La Canela (Cap. 5)

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  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    1/7

    William

    Ospita

    El

    Pas

    de

    la

    Canela

    www.librerianorma.com

    Bogot

    Barcelona

    Buenos

    Aires

    Caracas

    Guatemala

    Lima

    Mxico

    Panam

    Quito

    San

    Jos

    San

    Juan

    San

    Salvador

    Santiago

    de

    Chile Santo

    Domingo

  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    2/7

    ... .

    5.

    Si he

    aceptado

    contar

    otravez

    cmo

    fue nuestro

    viaje

  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    3/7

    Si

    he aceptado

    contar otavezcmo fue

    nuestro

    viaje

    es

    slo para

    convencerte

    de que

    no

    vayas a esa expedicin

    que ests

    soando. Lo que

    viviste

    en

    tierras de panches

    y

    de

    muzos,

    de

    tayronas

    y

    muiscas, es poca

    cosa

    al

    lado

    de

    las

    penalidades

    que

    encontrars

    por

    estas

    selvas.

    Dices

    que

    es

    muy posible

    que por el reino

    de

    las

    amazonas

    pueda

    entrarse

    tambin

    al pas del Hombre

    Dorado,

    pero

    yo

    que estoyharto de verlas

    te digo que esas

    tierras

    estn hechas

    para

    enloquecer

    a

    los

    hombres

    y

    devorar

    sus

    expediciones.

    S:

    nosotros

    sobrevivimos, pero

    fue sin

    duda

    una ex-

    cepcin.

    Siempre

    vuelvo

    a

    preguntarme

    cmo

    es

    posible

    que

    tantos hombres

    sobreviviramos

    a

    un peligro

    ran

    extremo,

    y alo mejor tienen

    razn los indios

    cuando

    dicen

    que

    la selva

    piensa,

    que

    la selva

    sabe,

    que

    la sel-

    va

    salva

    a

    los

    que quiere y

    destruye

    a los

    que

    rcchaza.

    No

    importa

    que

    todo esto te parezca locura:

    esa locura

    debera

    demostrarte

    que nadie sale

    indemne

    del

    ro

    y

    de

    la

    selva

    que

    lo

    ampara.

    6t

  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    4/7

    l'cro

    yo pucdo

    cxplicar

    de otro

    modo

    csa

    conviccin

    dc

    lo.s

    indios:

    nosotros

    en

    la

    selva necesitamos

    armadu-

    rls,

    ca.scos, viseras

    y miles

    de cuidados,

    para

    protegernos

    dc

    los

    insectos,

    de las

    plagas,

    del agua

    y

    del aire.

    Vemos

    amenazas

    en

    todo:

    serpientes,

    peces,

    pas

    del

    tronco

    de

    los

    rboles,

    ponzoa

    de las

    orugas

    vellosas,

    y hasta

    en

    el

    color

    diminuto

    de

    los

    sapos

    de los

    esranques;

    pero

    a la

    vez

    comprobamos

    que los

    indios

    se mueven

    desnudos

    por

    esa

    misma

    selva,

    se lanzan

    a sus

    ros

    devoradores

    y

    salen

    intactos

    de ellos,

    parecen

    tener

    el secreto

    para

    que la

    selva

    los

    respere

    y

    los

    salve.

    No es

    que la

    selva

    los

    ame, no

    es

    que

    la

    selva

    sepa

    que existen,

    ms

    bien

    es

    lo

    contrario:

    que

    todos

    procu-

    ran

    no

    ser

    senridos

    por

    ella.

    Se

    desplazan

    de

    un sitio

    a

    otro,

    no

    derriban

    los

    rboles,

    no

    consrruyen

    ciudades,

    no

    luchan

    conrra

    la

    poderosa

    voluntad

    de la

    selva

    sino

    que

    se acomodan,

    respiran

    a su ritmo,

    son

    ramas

    entre

    las

    ramas

    y peces

    entre los

    peces,

    son

    plumas

    en

    el aire

    y pericos

    ligeros

    en

    la maraa,

    son lagartos

    voladores,

    jaguares

    que hablan

    y

    dantas

    que

    ren.

    La

    selva

    los

    acepta

    porque

    ellos

    son

    la

    selva,

    pero

    nosotros

    no

    podremos

    ser la

    selva

    jams.

    Mrate

    a ti mis-

    mo:

    tan gallardo, tan

    elegante,

    tan refinado, un

    prlncipe

    que no

    se

    siente

    hecho

    para

    alimentarse

    de

    gusanos

    y

    para

    beber

    infusorios

    en los

    charcos

    podridos.

    Ellos

    podrn

    mirar

    con

    amor

    estas

    selvas,

    pero

    para nosotros

    son

    una maraa

    de la

    que brotan

    fechas

    envenenadas,

    aunque

    quizs

    no haya

    sido

    asl

    siempre,

    quizs

    es slo

    nuestra

    presencia

    lo

    que

    hace

    brotar

    tantas

    flechas.

    No-

    sotros

    tenemos

    que protegernos

    de la

    selva,

    tenemos

    que

    odiarla

    y

    destruirl

    a,

    y ellalo

    advierte

    enseguida

    y t*.1,0.

    en

    contra

    nuestra

    sus

    aguijones,

    cientos

    de tentculos

    6z

    irritantes, miles de

    fauces

    hambrientas,

    y

    miasmas y

    nubes de

    mosquitos y

    pesadillas.

    Es porque

    la

    conozco que

    te digo

    que

    no pienso

    volver.

    Despus de

    atravesar

    sus dominios

    tardamos

    mucho

    en volver

    a ser

    nosotros

    mismos,

    nos

    persiguen

    sus

    aullidos,

    sus

    zumbidos, su

    niebla, una

    humedad

    que

    repta por

    los sueos, que

    invade

    las

    casas donde

    dormimos

    aunque ya

    nos encontremos

    en ciudades

    remotas.

    Estars a

    salvo en el da,

    pero

    en la

    noche, alre-

    dedor

    de

    tu sueo, crecern

    follajes opresivos,

    sonarn

    cascadas

    y

    arroyos,

    rugirn

    cosas

    ciegas

    en los

    tejados

    de

    las torres,

    el aire de

    las alcobas

    se llenar de

    vuelos

    fosforescentes

    y

    de

    cosas

    negras

    con

    hambre, cosas que

    afilan

    sus dientes

    en

    la

    tiniebla.

    Y

    lo

    peor es que

    los

    hombres

    mismos se vuelven

    feroces

    en

    contacto

    con esas

    ferocidades.

    La

    selva des-

    pierta

    en tus colmillos

    al

    caimn y en

    tus uas

    al tigre,

    hace

    ondular

    la

    serpiente

    por tu espinazo,

    pone

    ama-

    rillos

    vidos en

    tus pupilas

    y

    dilata

    por tu

    piel

    recelos

    como escamas

    y espinas.

    Los amigos

    se

    vuelven

    riva-

    les,

    los hermanos

    se

    hieren como

    erizos que quisieran

    acompaarse,

    los

    amantes

    se devoran

    como

    la mantis

    religiosa en

    la

    cpula.

    Y

    esto

    lo

    digo

    de nosotros, no

    de

    los

    indios,

    que

    saben

    vivir

    esa

    condicin

    con

    otros

    sueos y

    otros

    rezos, porque

    pertenecen

    a ese

    mundo y

    estn

    comunicados

    con

    1.

    Nosotros,llenos

    de

    ambicin

    y

    enfermos

    de

    espritu,

    no

    podemos

    convivir

    con

    la

    selva, porque

    slo toleramos

    el

    mundo cuando

    le hemos

    dado

    nuestro

    rostro y

    le hemos

    impuesto

    nuestra

    ley.

    Pero

    ya

    veo que

    no quieres

    que

    me

    aparte

    ms

    del

    relato

    que

    esperas.

    Deberas

    aprender

    que

    en todo

    lo

    que

    llega a

    los odos

    hay lecciones que

    pueden

    ser

    63

  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    5/7

    dcfinitivas. Yo

    he aprendido aquf

    a no

    desdcar

    ni

    un

    rclato,

    ni

    una

    historia casual.

    Quin

    sabe

    en

    qu trino

    dc pjaro o

    en qu

    frase

    balbuciente

    de

    esclavo

    est el

    secreto

    de nuestra

    salvacin. Y hay

    ejemplos, lecciones

    y

    experiencias

    que

    no

    debe

    descuidar nadie

    que

    aspire

    a emprender

    aventuras

    en estas tierras

    que

    respiran

    enigmas.

    Td,

    v ez p

    odras

    cumplir hazaas

    memo rables,

    si

    to-

    dava

    quedaran reinos

    como

    los ya

    descubiertos,

    pero

    otavez

    te

    juro

    que

    te

    engaas

    si piensas

    que

    las

    selvas

    a

    las

    que

    yo

    baj

    pueden

    ser

    conquisradas.

    Decir

    que

    uno

    es su

    dueo o

    decir que

    uno no es

    su

    dueo

    es

    exactarnente igual, no

    significa

    nada. Dios

    dudarfa en

    decir

    que

    es

    dueo

    de

    la

    selva, y pienso

    que ms bien

    preferira

    confundirse

    con ella.

    Un

    bosque

    debe tener ciertas

    dimensiones

    para

    ser

    la

    propiedad

    de

    un

    hombre,

    un

    pas

    ciertos

    lmites

    para

    ser

    el

    r

    (lorrllfilo

    (e

    un prlnctpe,

    un

    rlo

    clerto

    cauoar para

    ser

    aprovechado ygobernado.

    Por

    encima

    de

    esos

    lmi-

    dominio

    de un

    prncipe,

    ro

    cierto

    caudal

    tes

    toda

    regin

    del

    mundo slo

    obedece a sus

    dioses.

    Los faraones

    no

    intentaron

    avasallar

    el

    desierto, los

    mongoles

    no

    se

    atrevieron

    con el

    Himalaya;

    Europa

    puede

    retacearse

    en reinos

    humanos porque

    es

    peque-

    a,

    un mundo

    en miniatura,

    porqu

    alli no

    hay'tn.r-

    daderos

    desiertos

    ni verdaderas

    selvas, y

    por

    ello

    se ha

    acostumbrado

    a llamar

    bosques

    a sus

    jardines

    y selvas

    a

    sus

    bosques. Lo

    nico

    verdaderamente

    salvaje

    que

    produce

    la

    tierra

    europea son

    sus hombres,

    capaces

    de

    torcer

    ros

    y decapitar cordilleras,

    de

    hacer

    retroceder

    las

    mareas

    y

    de

    reducir

    a ceniza

    sin

    dolor

    las

    ciudades,

    y

    slo por

    eso

    hasta

    quisiera

    verte

    midiendo

    la

    voluntad

    de

    tu

    sangre

    con

    la

    fuerzadel

    ro,

    el poder

    de

    ru brazo

    con

    los

    tentculos

    de

    las

    arboledas

    inmensas.

    64

    Ahora

    puedo

    seguir

    con

    mi relato.

    Los otros

    veteranos

    de

    la

    conquista eran ya a

    mi

    llegada al Per

    poderosos encomenderos ms

    diflciles

    de

    encontrar

    que

    el

    tesoro. No

    queran saber

    de

    solici-

    tantes;

    mencionar a mi padre

    antes

    que abrir

    las

    puertas

    parecacerrrmelas,

    como si esa

    sombra de un

    difunto

    viniera a perturbar el

    disfrute de

    sus

    bienes.

    Los her-

    manos

    de

    Pizarro

    estaban

    empeados

    en apoderarse

    de

    todo lo

    restante.

    Hernando

    acababa de

    llevar

    a Espaa

    un

    nuevo

    tesoro para el emperado

    pero

    dll,

    despus de

    recibir

    el

    tributo,

    las

    potestades

    le

    cobraron con

    cepos

    dentados y

    prisin

    duradera el

    asesinato de

    Almagro.

    Quedaba

    en

    las

    Indias Gonzalo, con

    ojos

    fijos

    de cen-

    tinela

    y

    odos alertas para

    descubrir

    reinos

    silenciosos

    y

    riquezas secretas.

    Cuando

    supe

    por

    fin

    que

    mi

    padre

    haba

    alcanzado

    a

    militar

    en

    las

    filas

    de

    Pizarco

    contraAlmagro, me atrevl

    a

    merodear

    por las

    casas grandes de

    Lima. Logr acer-

    carme a Nicols

    de Ribera, seor de

    la

    gran

    encomienda

    de

    Jauja

    y tesorero

    de

    Pizarro

    desde

    el

    primer

    da.

    Por

    aos

    su cargo habla sido

    una ilusin, pues no habfa

    tenido nada

    que

    administrar: pero

    llegada

    la hora

    vio

    correr

    por

    sus

    manos

    un increble

    ro

    de

    oro. Recordaba

    a mi

    padre,

    me

    jur

    que

    habla

    sido

    su

    amigo, y tena

    clara

    conciencia

    de

    que

    una

    parte

    del

    tesoro

    de

    Quzco

    nos correspondla.

    Por

    desgracia

    tu padre

    muri

    antes

    del

    reparto ,

    me

    dijo.

    Yo

    alcanc

    a calcular

    la

    porcin

    del

    tesoro

    que

    sera

    suya,

    pero lo

    atrap

    el

    derrumbe de

    la mina

    sin

    que

    hubiera

    declarado

    a

    quien

    transferir

    sus

    bienes,

    y

    el

    oro

    pas a la

    gobernacin,

    a las

    manos

    del

    marqus

    don

    Francisco.

    Justo

    por esos

    dfas yo

    recibl mi encomien-

    da

    y

    abandon

    el

    cargo

    de

    tesorero.

    Ya slo

    la

    familia

    65

  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    6/7

    Piz,arro

    puede

    responder

    Por

    tu

    herencia,

    y

    Pucsto.que

    H.rn^ndo

    est

    en

    Espaa,

    y

    ardar''mucho

    en

    volver'

    lror.

    es

    Gonzalo

    quien

    administra

    el

    tesoro

    y

    define

    las

    .-fr.r t.

    Desde

    l

    -tr.'tt

    de

    tu

    padre'

    muchacho'

    han

    p oao

    los

    aos,

    y

    aqu

    nadie.sabla

    de

    tu

    existencia '

    r

    -

    No

    me

    q.r.d L

    ms

    remedio

    que-hablar

    con

    el

    mar-

    qus,

    p.ro

    i

    sabes,

    t

    has

    aprendido

    en

    carne

    propia

    qu

    diffcil

    es

    para

    un

    muchacho

    sin

    rumbo

    entrevistarse

    .t.r

    l ,

    pot.ri d.,

    de

    un

    reino

    donde

    incontables

    con-

    fictos

    r.spiran

    cada

    dlafuego

    viyot

    J

    fue el

    Demonio

    de

    los

    Ani.s

    quien primero

    me

    habl

    del

    viaje que

    se

    preparaba.

    Hombrei

    de

    la guardia

    de

    Gonza\oPizarco

    '.ra b n

    bebiendo

    esa

    tarde

    tn

    una

    madriguera

    a

    la que

    llamaban

    PomPosamente

    La

    Fonda

    de

    la

    Luna'

    una

    .rrr - d 'rob*

    los

    arenales

    calurosos

    en

    las

    afueras

    de

    la Ciudad

    de

    los

    Reyes

    de

    Lima'

    Muchos

    capitanes

    h br r,

    negado

    simplemente

    laherencia'

    pero

    mi

    padre

    tuvo

    buen,

    -igot

    en

    la

    tropa

    y

    ese

    escamoteo

    podla

    producir

    algn

    malestar.

    Aquell*

    t td.

    yo

    buscaba

    a

    Gonzalo

    Pizarro

    y

    no

    pude

    .rr orrtr rlo'

    pero-

    consegul

    hablar

    con

    Francisco

    .

    C t ; I,

    el

    nLo

    de

    los bebedores

    que

    no

    estaba

    borracho.

    Tena

    por

    lo

    menos

    setenta

    aos

    pero

    era

    cor-

    p,rt.t,o

    y

    temibie,

    y

    a

    Pesar

    d:

    tl

    edad

    beba

    con

    los

    ,old dot,

    harto

    menores

    que

    l'

    Pareca

    resumir

    en

    su

    rostro

    y

    su

    cuerPo

    la

    memoria

    de

    muchos

    sitios:

    tena

    mil

    historias

    que

    contar'

    pero

    sus

    crueldades

    eran

    in-

    contables.

    Me

    asust','.,1o,

    Porque

    tenla

    fama

    de

    ser

    el

    mismo

    diablo,

    pero

    esa

    tarde

    no

    p arccarespirar

    *:f::

    iolo

    por

    r.l to,

    pude

    saber

    despus

    qu

    clas.e

    de

    diablo

    subalierno

    ,r^,yqu

    papel

    jugaba

    frente

    a

    diablos

    ms

    poderosos

    y

    -,

    t.or.

    Thmbin

    habla

    conocido

    a

    mi

    p dr.

    y

    p^irchapreciarlo'

    Cuando

    por

    fin

    me

    atrevl

    a

    66

    67

    mencionar

    los

    ducados

    de

    mi

    herencia,

    me

    dijo

    con

    una

    risotada

    que

    todo

    el

    oro de

    Quzco

    se

    estaba

    invirtiendo

    en

    una

    expedicin

    hacia

    el

    norte.

    Por

    lasplazas

    ya

    empezabana

    orse

    rumores

    de

    aque-

    lla

    expedicin,

    pero

    slo

    all

    lo supe

    con

    certeza'

    Sentl

    rr,.

    .l

    viejo

    lo

    que

    sentir

    el ratn

    conversando

    en

    la

    noche

    con el gato.

    Me

    Pregunt

    mi edad,

    y

    cuando

    le

    dije

    que

    tenla

    diecisiete

    aos

    opin

    que

    ya

    estaba

    Pasa-

    do

    de

    alistarme

    en

    la tropa.

    Si

    eres

    bueno

    para

    matar

    indios,

    tal

    vez

    Gonzalo

    te

    lleve

    a

    buscar

    el

    Pas

    de

    la

    Canela .

    Abandon

    su

    aire

    amenazante'

    y

    me

    arroj

    una

    moneda

    de

    contorno

    irregular

    pero

    reluciente

    de

    plata,

    un

    real

    de

    a

    ocho

    que

    tena

    por

    una

    cara

    el escudo

    de

    armas

    de

    Aragn

    y

    por

    la

    otra

    una

    cruz

    con dos

    torres

    y

    dos

    leones

    en

    los

    cuarteles.

    Acostumbrado

    aP^gar

    con

    piezas

    endebles

    de

    me-

    tal

    que

    se

    doblaban

    al

    menor

    esfuerzo,

    mucho

    antes

    d.

    .orro..r

    los

    tleros

    de

    Austria

    y

    los gldiners

    del

    duque

    Segismundo,

    aquella

    fue

    la primera

    moneda

    de

    v.rad

    qn.

    tn

    r. en

    mi

    vida,

    y

    el

    hecho es

    tanto

    ms

    notable

    l,.r rr,o que

    slo

    conozco

    historias

    de

    Carvajal

    arrebatando

    monedas,

    y

    el

    mo

    es

    el

    nico

    caso

    en que

    haya

    regalado

    una. La

    moneda reson

    sobre

    la

    mesa

    hmeda

    de

    vino,

    y yo

    record

    unidos

    desde

    entonces

    el

    destello

    de

    Ia

    pieza

    de

    plata y

    el

    nombre

    de

    ese

    pas

    que

    el

    Demonio

    de

    los

    Andes

    casi

    me haba

    prometi-

    io.

    Y sabla

    a

    qu

    atenerme:

    o

    iniciaba

    un

    litigio

    por

    aos

    ante

    los

    tiibunales

    de

    ultramar

    para

    obtener

    lo

    que

    me

    deban,

    o

    aceptaba

    ir a

    hacer

    valer

    mis

    dere-

    .ho,

    .tt

    la

    expedicin

    y

    reclamar

    mi

    parte

    en

    lo que

    se

    descubriera.

    Finalmente

    logr

    ser

    recibido

    Por

    el

    propio

    marqus

    Francisco

    Pizarro,

    que

    no olvidaba

    a

    mi

    padre

    entre

    los

  • 7/26/2019 Ospina, William - El Pas de La Canela (Cap. 5)

    7/7

    doce

    rostros

    que

    se

    quedaron

    Para

    siempre

    a

    su

    lado'

    Mc

    tritur

    en

    su

    abiazo

    y

    habl

    con

    agitacin

    de

    los

    antiguos

    padecimientos.

    Para

    m

    ese

    hombre

    era

    aIa

    ,rri^. .ri

    ltima

    de

    mis

    desgracias

    y

    la

    puerta

    final de

    mis

    esperanzas.

    No

    saba

    qu

    pensar

    de l: en su

    rostro

    duro

    e

    tirano

    habla

    como

    un

    ascetismo

    de

    mrtir;

    en

    su

    cuerPo

    vestido

    de

    lujo,

    el

    desamparo

    de un

    tronco

    a

    la

    intemperie;

    en

    su

    voz

    de

    humano

    se

    sentlan

    el

    grui-

    do

    del

    cerdo

    y

    un

    rumor

    de

    aguas

    tormentosas'

    Pareca

    conmovido por

    el encuentro,

    jur

    que

    yo

    era

    un

    hijo

    paru

    1,

    y

    al

    cabo

    de

    tanto

    aspaviento

    slo

    obtuve

    un

    p p.l

    firmado

    con

    una

    cruz

    de

    brbaro

    pero

    refrenda-

    pot

    lacre

    ceremonial,

    que

    conserv

    mucho

    tiempo,

    dottd.

    se

    reconoca

    la

    parte

    de

    mi

    padre,

    Marcos

    de

    Medina,

    conquistador

    de

    Quzco,

    prefecto

    de

    Lima

    y

    jefe

    de

    encomiendas

    de

    Ollantaytambo,

    y

    sus

    derechos

    ,obre

    los

    bienes

    que

    se

    obtuvieran

    en

    la expedicin

    que

    saldrla

    hacia

    Quito

    a buscar

    la canela,

    lo mismo

    que

    mi

    condicin

    de

    heredero

    de

    esos

    derechos.

    Todava

    pas

    un

    ao

    antes

    de

    que

    pudiera

    ingresar

    en

    Ia

    tropa.

    bu ndo

    por

    fin

    entr,

    ya

    comenzaban

    los

    PreParativos.

    68