Operación Mérida

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OPERACIÓN MÉRIDA Página 1 { 1 } Abraham's Path (Masar Ibrahim al Khalil) “Dixit autem Dominus ad Abram egredere de terra tua et de cognatione tua et de domo patris tui in terram quam monstrabo tibi.” (B’reshit 12:1). - Mā ismak? - What's your name? Alguien tradujo. - Stavans. Ilan Stavans. - Min ayn anta? - Where are you from? Una vez más mi intérprete árabe intermedia la pregunta, de lo que sería un largo interrogatorio. Lo que para muchos podría ser una interrogación simple, en el contexto de una nueva crisis en Cisjordania, declarar para un grupo de militares de guerrilla palestina (fidā'īyīn) que era americano, y principalmente de origen judío, no era nada sensato. Por otro lado, mentir sobre mi ciudadanía, después que mis interrogadores confiscaron mi pasaporte, probablemente complicaría aún más la situación a la cual estábamos sometidos. -México. Respondí. Todos rieron. Y no era para menos. Con un apellido que hace referencia a los inmigrantes del este europeo, un acento inglés muy fuerte, además de mis características físicas; la respuesta era la menos esperada y probable. Si yo fuese otro, tampoco creería. Después que nuestro autobús había sido interceptado en la ciudad de Al Ayoun, en la ruta entre Jordania y Palestina, el temor de que mis actividades estudiantiles de la juventud en el movimiento sionista (en Israel) fuesen descubiertas solo aumentaba. Después de algunas horas,

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Abraham's Path (Masar Ibrahim al Khalil)

“Dixit autem Dominus ad Abram egredere de terra tua et de cognatione tua et de domo patris tui in terram quam monstrabo tibi.” (B’reshit 12:1).

- Mā ismak?

- What's your name? Alguien tradujo.

- Stavans. Ilan Stavans.

- Min ayn anta?

- Where are you from? Una vez más mi intérprete árabe intermedia la pregunta, de lo que sería

un largo interrogatorio.

Lo que para muchos podría ser una interrogación simple, en el contexto de una nueva

crisis en Cisjordania, declarar para un grupo de militares de guerrilla palestina (fidā'īyīn) que era

americano, y principalmente de origen judío, no era nada sensato. Por otro lado, mentir sobre mi

ciudadanía, después que mis interrogadores confiscaron mi pasaporte, probablemente

complicaría aún más la situación a la cual estábamos sometidos.

-México. Respondí.

Todos rieron. Y no era para menos. Con un apellido que hace referencia a los inmigrantes

del este europeo, un acento inglés muy fuerte, además de mis características físicas; la respuesta

era la menos esperada y probable. Si yo fuese otro, tampoco creería.

Después que nuestro autobús había sido interceptado en la ciudad de Al Ayoun, en la ruta

entre Jordania y Palestina, el temor de que mis actividades estudiantiles de la juventud en el

movimiento sionista (en Israel) fuesen descubiertas solo aumentaba. Después de algunas horas,

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el miedo de no ser encontrados, sumado al hambre que nos apretaba, ya presentaban síntomas en

mi línea de razonamiento. Algo que era peligroso, pues ser incoherente en mi discurso podría

traer consecuencias no solo para mi, mas también para los demás que participaban del proyecto

Abraham's Path, promovido por la Universidad de Harvard.

Ya cansado, después de responder a tantas preguntas acerca de mí, fui “invitado” para

otro cuarto oscuro, donde me hicieron las mismas preguntas, en busca de contradicciones, ya que

una historia nunca es narrada de la misma manera, con las mismas palabras, al menos de que sea

inventada.

De este modo, como si fuera mi biógrafo, mi nuevo antagonista, con una curiosidad

mayor no se fatigaba:

- Kam howa umruk? (How old are you?).

- Cincuenta años.

- Ayna taskun? (Where do you live?)

- New England, USA.

- Ma mehnatuk? (What do you do for a living?).

- Soy profesor de literatura, en Amherst College.

A fin de que no me preguntara algo que no debería responder, tomé la iniciativa de hablar

más de lo solicitado. Así, durante los momentos que siguieron, informé que estaba casado con

Alison y que tenía dos hijos. Después, conté que había emigrado a los Estados Unidos (algo

común entre mexicanos) hace 26 años, naturalmente omitiendo los años que viví en Israel y que

vpasado no apareciesen.

Entre las veintitrés personas reunidas inicialmente en el Aeropuerto de Frankfurt, con

destino a Sanliurfa (en Turquía) donde comenzaría nuestro trayecto rumbo a Hebrón (tumba del

patriarca Avram), por motivo desconocido fui el escogido por los militares jordanos para

representar a nuestro grupo de diferentes países y religiones. De estos, dos eran brasileños: el

rabino Nilton Bonder (no menos receloso que yo por cuenta de sus orígenes) y también Paulo

Farah, director del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de São Paulo.

Varias horas pasaron hasta que el profesor Farah consiguiera la oportunidad de hablar con

uno de los líderes del fidā'īyīn y consecuentemente interceder en nuestro favor. Pero, cómo

justificar a militares tan radicales que el objetivo de nuestro proyecto era de promover un camino

de peregrinación, un destino turístico que reconstituye los pasos del profeta Avram, patriarca de

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las tres mayores religiones monoteístas. Después de un comienzo con tonos ásperos, poco a poco

el portador del documento brasileño invirtió la situación desfavorable. Luego de algunos

instantes, de lejos, ya escuchábamos las carcajadas, a pesar de que no comprendiéramos el

sentido de las mismas; hasta que el profesor regresara y nos repitiera la historia contada para los

jordanos sobre su propia versión de los orígenes de los conflictos en el Medio Oriente entre los

árabes y los judíos:

“Un árabe va a la tienda de un judío para comprar sostenes negros.

El judío, presintiendo buenos negocios, dice que son raros y pocos, y que los vende por

40 euros cada uno.

El árabe compra 6 y regresa algunos días después queriendo dos docenas más.

El judío dice que las piezas son cada vez más raras y las vende por 50 euros la unidad.

Un mes después, el árabe compra lo que resta por 75 euros cada uno.

El judío, confundido, le pregunta que hace con tantos sostenes negros. El árabe dice:

- Corto el sostén en dos, hago sombreritos y los vendo para los judíos por 100 euros cada uno.

Fue así que la guerra comenzó…”.

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Coexistence

“Nunc autem multa quidem membra, unum autem corpus” (1Cor. 12:20).

El vuelo que partió de París con destino a São Paulo todavía traía en la vista de cada

pasajero la tensión por el accidente aéreo del Vuelo 447 de Air France, que resultó en la muerte

de 228 personas a bordo. El desaparecimiento del avión en medio del Atlántico (cerca del

archipiélago de S. Pedro), después de partir de Rio de Janeiro, causó una gran conmoción entre

la población de dos países, además de homenajes en mi siguiente aeropuerto de embarque (Paris-

Charles de Gaulle).

Si yo pudiese, habría prorrogado mi primera visita a Brasil. Sin embargo, mis

compromisos académicos y la continuación del evento que seguía la etapa de Hebrón no me

permitían.

Por lo tanto, además del dolor insoportable en mis oídos, por causa de la presión

atmosférica, otra cosa también siempre me aborrecía al tener que viajar nuevamente: el pasajero

a mi lado. Fingir estar dormido durante un transcurso de 11 horas era impracticable. Siendo así,

la estrategia generalmente utilizada (lo que incluía mucha indiferencia) era la compañía de un

buen libro.

Así, mientras hojeaba las páginas de A visit from the Goon Squad, de Jennifer Egan,

valientemente con el pretexto de iniciar una conversación, el joven sentado a mi lado me

preguntó: “¿usted sabía que ella ganó un Premio Pulitzer?” En una fracción de segundos se me

ocurrió responder que no hablaba español. Sin embargo, probablemente él ya se habría enterado

(no se como) de mi conocimiento de este idioma.

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- ¡Sí! Respondí.

No satisfecho con mi respuesta fría, él se atrevió a iniciar un diálogo.

- ¿Quien te indicó ese libro? ¿Por qué esta obra específicamente?

Con el objetivo de terminar de una vez por todas aquella osada interrupción,

pedantemente le declaré que era escritor y que no necesitaba que alguien me indicase lo que

debería leer. Finalmente, le informé que estaba intentando encontrar algunos elementos que

pudiesen inspirarme para la elaboración de mi próxima novela.

Dicho esto, no le escondí mi alegría de estar próximos a aterrizar, de forma que el único

instante que le restó le sirvió para entregarme una carta, juntamente con una tarjeta de

presentación que tenia su nombre, Nicolas Entel. Cerca de la puerta escuché su voz, con la que

sin la menor vergüenza gritó: “en caso de que la carta le interese, usted ya sabe donde

encontrarme…” En este sentido, continuó sentado rumbo a su destino en Buenos Aires.

Pasados algunos instantes, al salir del aeropuerto de Guarulhos en dirección a la ciudad

de Campinas, donde el día siguiente acontecería el evento para el cual fui invitado, O Caminho

de Abraão, rápidamente fui tomado por las imágenes de la película Rio que recientemente había

visto con mis hijos. Pues, estar en el país del futbol, del carnaval y de varios estigmas sociales

despertaba, y mucho, mi curiosidad. Además de que, yo tendría la oportunidad de llenar un vacío

intelectual al respecto de la literatura contemporánea de aquel país.

Al anochecer, aburrido por el silencio del hotel, salí con el fin de saciar mi interés

cultural. Después de algunas tentativas, por fin llegué a un destino satisfactorio. Fue entonces

que percibí que ya pasaba de las 10 p.m. cuando la obra comenzó. Atraído por el título A alma

imoral, mi fascinación por la actuación de la actriz aumentaba junto con mi excitación. Ahí, yo

ya no tenía mas dudas de que varios días de abstinencia sexual, lejos de mi esposa, me

potenciaban para la transgresión de un mandamiento. Pero, sobre todo la memoria de un error en

el pasado no muy distante, intensificaban un conflicto que no me gustaría exteriorizar.

Superada la crisis provocada por el envolvimiento de una exalumna, me prometí que esto

nunca más volvería a acontecer. Siendo así, yo jamás tendría relaciones, nuevamente, con

alguien que no fuese mi esposa. Pues, si mis aventuras no salieran al público, a pesar de los

chantajes emocionales que recibí, no podría correr el riesgo de lastimar a quien aún amaba, o

incluso ser “derrotado”, así como fueron los héroes bíblicos de mi infancia, Sansón y David, en

algún momento por la misma debilidad: una mujer.

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El día siguiente en la Livraria Cultura, en cuanto intentaba seleccionar un único libro

como se fuera a viajar para una isla desierta, con miedo de exceso de equipaje, simultáneamente

las imágenes de desnudez de la actriz que me habían consumido durante toda la noche (con un

ímpetu de adolescente) aún ahí me contaminaban la mente. Además de eso, se mezclaban en mis

pensamientos las preguntas que surgían después de la lectura de aquella carta.

Cuando el primero de los tres exponentes comenzó su presentación, inevitablemente fui

trasladado a mi infancia. Porque, aunque Assad Bechara nos relatase sobre las hipótesis de los

orígenes de Abraham según la perspectiva islámica, no quedé menos encantado. Imaginar la

escena del patriarca quebrando los ídolos de su padre idólatra, para mí era mucho más que una

simple recalque lacaniano, era poder asociar el nombre de mi padre a muchos símbolos, entre

ellos a Dios.

A continuación, el doctor en teología (no asociado con la Iglesia Católica) Reinaldo

Siqueira con base en los escritos paulinos nos recordó como las tres mayores religiones

monoteístas, a pesar de énfasis diferentes, eran miembros de un mismo cuerpo, mas

específicamente de un mismo padre. De este modo, nos invitó a reflexionar no en una ideología

ecuménica, sino de coexistencia y respeto mutuo entre religiones. Pues, en su opinión, sólo así, la

actual utopía de paz entre la luna, la estrella y la cruz un día podría ser posible.

Finalmente, el discurso mas esperado por mi comenzó. Hacía ya varios años que esperaba

tener la oportunidad de conocer al rabino Henry Sobel. Él se había tornado un portavoz de la

comunidad judía en Brasil. Su actuación lo levó a ser considerado uno de los mayores líderes

religiosos del país, principalmente por establecer un puente entre las religiones cristianas y

judías.

A pesar de vivir en Brasil desde hace más de tres décadas, Sobel preservaba un acento

extranjero característico, típicamente norteamericano. Aun así, el público presente lo escuchaba

con atención debatir sobre el lugar más sagrado del judaísmo, el Muro de los Lamentos. Dejado

por Tito en la antigüedad, este muro representaba el amargo recuerdo de que Roma había

conquistado a Judea (de ahí el origen del nombre). Así, por varios siglos había una tradición de

introducir un pequeño papel con peticiones entre las grietas del muro. Entre las peticiones de los

judíos estaban fervientes súplicas a Dios para que regresase a la tierra de Israel, el retorno de

todos los exiliados judíos, la reconstrucción del templo (el tercero), y la llegada de la era

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mesiánica como la llegada del Mesías judío. Finalmente, Sobel nos contó una reciente entrevista

de una reportera de televisión a un viejo judío en este lugar:

- “¡Buenos dias, señor! Soy de la cadena de televisión Al Jazeera, y quería entrevistarlo. Usted es

la persona más antigua que viene diariamente a rezar aquí en el muro. ¿Hace cuanto tiempo que

usted viene aquí para rezar?

- Ahh… Unos 80 años.

- ¡Wow! ¡80 años! ¿Y usted rezo pidiendo qué cosa, en todos estos años?

- Rezo por la paz entre judíos, musulmanes y cristianos, rezo para que se ponga fin a ese odio,

para que pare la guerra, y que nuestros hijos crezcan juntos en paz y amistad.

- ¿Y como se siente usted después de 80 años de oraciones diarias?

- Me siento como si le estuviera hablando a una pared.”

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Los pecados de mi padre

“Dominus patiens et multae misericordiae auferens iniquitatem et scelera nullumque innoxium derelinquens qui visitas peccata patrum in

filios in tertiam et quartam generationem” (Num. 14:18).

Respetados Claudio, Juan Manuel,

Carlos y Rodrigo,

¿Cómo le describes a una familia a

la que tu padre te causó tanto daño?

¿Qué le dices a unos jóvenes de tu misma

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edad y profundamente dolidos al

respecto? ¿Cómo empezarías una

conversación con alguien que lleva

adentro un dolor tan legítimo? ¿Cómo

puedes aún pedir perdón a una nación

entera sin ofenderla, además de pedirles

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perdón en nombre de tu padre y aun

sabiéndote en la ignominia? ¿Es ese un

caso realmente suficiente?

Soy consciente del daño que mi padre

con sus actos le ocasionó al país y a la

humanidad. Por una supuestamente

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lógica razón yo debería ser el vengador

de la muerte de mi padre. Y esa razón

ha servido como alimento del odio contra

mi persona y familia. Diariamente

despierto en busca de la paz porque lo

que aprendí justamente de esta historia es

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que no creo que la violencia sea el

camino o la escusa para nadie.

Sencillamente no concibo la idea de que

venimos a este planeta a hacernos daño.

Creo que hay razones más nobles para

vivir y disfrutar de la vida. Comprendo

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que nací en un ambiente fértil para la

violencia, pero el legado de nascer en un

ambiente tan hostil no podría ser otro

distinto al de la búsqueda de la paz.

No quiero repetir la historia.

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Mi padre, con su violencia, obligó a

muchas familias a exiliarse,

principalmente a las suyas, ignorando

que con ellos estaba también gestando

subrepticiamente el exilio de sus seres mas

queridos.

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Los invito a liberarnos de toda

atadura que nos frene a la hora de

exteriorizar lo que reside en nuestros

corazones, de poder hablar y poder

escuchar, de comprender que le seguimos

embarcados en este tobogán de odios

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ahora porvenir para nosotros ni para el

país.

Respetuosamente,

Sebastián Marroquín

Una llamada durante la madrugada aplazó mis planes para los próximos dos días que me

restaban en Brasil. Apenas acababa de llegar y ya tenía que regresar para los Estados Unidos lo

más rápido posible. Difícilmente mis hijos me llamarían durante un viaje, excepto si algo grave

hubiera sucedido. Al oír la voz de mi hijo Isaiah entre las lágrimas, fui poseído por una gran

angustia y lamenté profundamente mi periódica ausencia de casa, por mas justificada que fuera.

Con la suerte que me es costumbre, conseguí embarcar pocas horas después, en una

tensión que aquí no conseguiría describir. Esta vez, pude aprovechar el asiento vacío a mi lado

para intentar restablecer el equilibrio que necesitaría tener al desembarcar.

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De este modo, acostado, además de las preocupaciones familiares, el contenido de aquella

carta volvió a intrigarme. Al final, ¿Quién era Sebastián Marroquín? ¿Quienes eran los jóvenes a

los cuales la carta fue dirigida? ¿Qué males su padre habría causado al país y a la humanidad? ¿A

qué nación se refería? ¿De qué tipo de violencia hablaba? ¿Cuál historia no le gustaría repetir?

Durante las nueve horas del vuelo estas y otras preguntas me inquietaban. Sin embargo,

en cuanto hojeaba el único libro que había comprado (además de un DVD), mojé una galleta

integral en una taza de café descafeinado. Consecuentemente fui remitido a mi juventud, para un

episodio que relaté en mi autobiografía On Borrowed Words.

Me mudé para New York con apenas una maleta y doce libros, con el objetivo de

tornarme escritor. A los veinticuatro años había hecho un pacto secreto conmigo mismo: si el día

siguiente después de mi cumpleaños número 33, la edad que Jesucristo fue crucificado, yo no

había publicado mi obra maestra, iba comprar una pistola y me suicidaría en mi sinagoga. Boom,

boom, kaboom!!! “La literatura es una pasión que no debe ser despreciada, yo repetía en mi

corazón.”

Al tener que seleccionar algunos títulos, yo me sentí como un vendedor de libros en

ruinas, en la cual era forzado a rescatar solamente algunos ítems antes de un naufragio. Estos

eran los libros con los cuales no podría vivir, principalmente en las frecuentes madrugadas de

insomnio. Eran mis talismanes, un manual de supervivencia. En el cual, vale la pena resaltar que

entre estos estaban dos colecciones de Borges El Aleph y Otras Inquisiciones. En el pasado, yo

memoricé un gran número de páginas de estas colecciones, y de vez en cuando las recitaba.

Así como yo, estos dos volúmenes eran sobrevivientes. Al comenzar a escribir, Borges

fue una influencia decisiva. Su precisión estilística casi matemática, sus tramas inteligentes, su

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aversión a verborrea (común en la literatura española hasta ahora), me enseñó una gran lección:

la literatura debe ser conducida por ideas.

Cuando descubrí a Borges, adquirí todas las ediciones posibles, no solo en español, sino

también en francés, inglés, italiano, alemán, y traducciones hebraicas. Así, rápidamente la

influencia que el escritor me ejercía se tornó obvia. Como consolación, yo parafraseaba para mí

la famosa frase del Decálogo del perfecto cuentista, de Horacio Quiroga: “para nacer, un joven

escritor debe imitar sus maestros amados tanto como sea posible.” Sin embargo, mi única

esperanza como literato no era ser como Borges, sino ser Borges. Por mas absurdo que parezca!

La influencia se torno angustia (como diría Harold Bloom), y la ansiedad en desaliento.

¿Algún día tendría mi propia voz? En una tarde desesperada, incapaz de escribir una única línea

que pudiese llamar de mía, traje todos los libros de Borges que poseía, hice una torre en el

garaje, puse gasolina sobre ellos, y les encendí fuego. Poco a poco, vi los volúmenes, entre

cincuenta y setenta en total, tornarse ceniza. Pero, mi historia necesitaba comenzar otra vez. En

seguida, yo pensé en todos los libros de oración, Talmudes, y otras literaturas rabínicas

quemadas por la Santa Inquisición en España y el Nuevo Mundo, en lugares no muy distantes de

mi hogar. Hoy, yo tengo vergüenza de mi actitud. De hecho, comencé a escribir más libremente

después de eso, pero ¿necesitaba realmente destruir los volúmenes físicamente?

Cuando el piloto anunció que aterrizaríamos, mi mente rebosaba con ideas. La primera,

yo ya había encontrado una premisa para mi próxima novela: “Si quiero vivir, tengo que hacer

exactamente lo opuesto de lo que mi padre hizo.” Después, a partir de la memoria del título de la

obra de Quiroga, idealicé la cantidad de capítulos para el libro. Ya que, aunque no tuviera

afinidades con la numerología de Cábala, sin duda los mandamientos representaban mucho mas

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que un símbolo para la cultura judía. Como prueba d eso, me acuerdo como si fuera hoy, de la

disertación de este tema en la primera clase de mi maestría en el Seminario Judío de Teología.

“Dicen algunos historiadores de poco crédito que un día D-us le preguntó a los egipcios:

- ¿Ustedes quieren un mandamiento?

Y ellos:

- ¿Cuál sería el mandamiento?

- ¡No cometerás adulterio!

- ¡De ninguna manera! ¡Eso arruinaría nuestros fines de semana!

Entonces D-us le preguntó a los Asirios:

- ¿Ustedes quieren un mandamiento?

- ¿Cuál sería el mandamiento?

- ¡No robarás!

- ¡No, gracias! ¡Eso arruinaría nuestra economía!

Entonces D-us le preguntó a los Judíos:

- ¿Ustedes quieren un mandamiento?

- ¿Cuándo va costar?

- ¡Es gratis!

- ¡Entonces mándanos unos diez!”