Octavio Paz, El ogro filantrópico

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Letras, letrillas, El ogro filantrópico por Octavio Paz Adspice sim quentus! Non est hoc corpore major Jupiter in coelo Ovidio (Met XIII) L os liberales creían que, gracias al desarrollo de la libre empresa, florecería la sociedad civil y, simultá- neamente, la función del Estado se re- duciría a la de simple supervisor de la evolución espontánea de la humanidad. Los marxistas, con mayor optimismo, pensaban que el siglo de la aparición del socialismo sería también el de la de- saparición del Estado. Esperanzas y profecías evaporadas: el Estado del si- glo XX se ha revelado como una fuerza más poderosa que la de los antiguos imperios y como un amo más terrible que los viejos tiranos y déspotas. Un amo sin rostro, desalmado y que obra no como un demonio sino como una máquina. Los teólogos y los moralistas habían concebido al mal como una ex- cepción y una transgresión, una man- cha en la universalidad y transparencia del ser. Para la tradición filosófica de Occidente, salvo para las corrientes maniqueas, el mal carecía de substan- cia y no podía definirse sino como falta. es decir, como carencia de ser. En sen- tido estricto no había mal sino malos: excepciones, casos particulares. El Es- tado del siglo XX invierte la proposi- ción: el mal conquista al fin la universa- lidad y se presenta con la máscara del ser. Sólo que a medida que crece el mal, se empequeñecen los malvados. Ya no son seres de excepción sino es- pejos de la normalidad. Un Hitler o un Stalin, un Himmler o un Yéjov, nos asom- bran no sólo por sus crímenes sino por su mediocridad. Su insignificancia intelec- tual confirma el veredicto de Hannah Arendt sobre la “banalidad del mal”. El Estado moderno es una máquina pero es una máquina que se reproduce sin cesar. En los países de Occidente, lejos de ser la dimensión política del sistema capitalista, una superestructu- ra, es el modelo de las organizaciones económicas; las grandes empresas y negocios, a imitación suya, tienden a convertirse en Estados e imperios más poderosos que muchas naciones. En los últimos cincuenta años hemos asistido no a la esperada socialización del capi- talismo sino a su paulatina pero irresis- tible burocratización. Las grandes com- pañías transnacionales prefiguran ya un capitalismo burocrático. Frente a ellas. las burocracias totalitarias del Este eu- ropeo. Allá el proceso ha sido más rápi- do y feroz. La sociedad civil ha desapa- recido casi enteramente: fuera del Es- tado no hay nada ni nadie. Sorprenden- te inversión de valores que habría estre- mecido al mismo Nietzsche: el Estado es el ser y la excepción, la irregularidad y aún la simple individualidad son for- mas del mal, es decir, de la nada. El campo de concentración. que reduce al prisionero a un no-ser, es la expresión política de la ontología implícita en las ideocracias totalitarias. A pesar de la omnipresencia y omni- potencia del Estado del siglo XX -a pe- sar también del antecedente de la tradi- ción anarquista, tan rica en adivinacio- nes y descripciones proféticas- sólo hasta hace poco ha renacido la crítica del poder y del Estado. Pienso sobre to- do en Francia, Alemania y Estados Uni- dos. En América Latina el interés por el Estado es mucho menor. Nuestros es- tudiosos siguen obsesionados con el tema de la dependencia y el subdesa- rrollo. Cierto, nuestra situación es dis- tinta. Las sociedades latinoamericanas son la imagen misma de la extrañeza: en ellas se yuxtaponen la Contrarrefor- ma y el liberalismo, la hacienda y la in- dustria, el analfabeto y el literato cos- mopolita, el cacique y el banquero. Pero la extrañeza de nuestras sociedades no debe ser un obstáculo para estudiar al Estado latinoamericano que es, preci- samente, una de nuestras peculiarida- des mayores. Por una parte, es el here- dero del régimen patrimonial español; por la otra, es la palanca de la moderni- zación. Su realidad es ambigua. contra- dictoria y, en cierto modo, fascinante. Las páginas que siguen, escritas sobre el caso que mejor conozco: el de Méxi- co, son el resultado de esa fascinación. Apenas si debo advertir a los suspica- ces que mis opiniones no son una teoría sino un puñado de reflexiones. La primera evidencia: el Estado creado por la Revolución Mexicana es más fuerte que el del siglo XIX. En esto. como en tantas otras cosas, los revolu- cionarios no sólo han mostrado una de- cidida inclinación tradicionalista sino que han sido infieles a aquellos que re- conocen como sus antecesores: los li- berales de 1857. Salvo durante los in-

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Letras, letrillas,

El ogro filantrópicopor Octavio Paz

Adspice sim quentus! Non est hoccorpore major Jupiter in coelo

Ovidio (Met XIII)

L os liberales creían que, gracias aldesarrollo de la libre empresa,

florecería la sociedad civil y, simultá-neamente, la función del Estado se re-duciría a la de simple supervisor de laevolución espontánea de la humanidad.Los marxistas, con mayor optimismo,pensaban que el siglo de la aparicióndel socialismo sería también el de la de-saparición del Estado. Esperanzas yprofecías evaporadas: el Estado del si-glo XX se ha revelado como una fuerzamás poderosa que la de los antiguosimperios y como un amo más terribleque los viejos tiranos y déspotas. Unamo sin rostro, desalmado y que obrano como un demonio sino como unamáquina. Los teólogos y los moralistashabían concebido al mal como una ex-cepción y una transgresión, una man-cha en la universalidad y transparenciadel ser. Para la tradición filosófica deOccidente, salvo para las corrientesmaniqueas, el mal carecía de substan-cia y no podía definirse sino como falta.es decir, como carencia de ser. En sen-tido estricto no había mal sino malos:excepciones, casos particulares. El Es-tado del siglo XX invierte la proposi-ción: el mal conquista al fin la universa-lidad y se presenta con la máscara delser. Sólo que a medida que crece elmal, se empequeñecen los malvados.Ya no son seres de excepción sino es-pejos de la normalidad. Un Hitler o un

Stalin, un Himmler o un Yéjov, nos asom-bran no sólo por sus crímenes sino por sumediocridad. Su insignificancia intelec-tual confirma el veredicto de HannahArendt sobre la “banalidad del mal”.

El Estado moderno es una máquinapero es una máquina que se reproducesin cesar. En los países de Occidente,lejos de ser la dimensión política delsistema capitalista, una superestructu-ra, es el modelo de las organizacioneseconómicas; las grandes empresas ynegocios, a imitación suya, tienden aconvertirse en Estados e imperios máspoderosos que muchas naciones. En losúltimos cincuenta años hemos asistidono a la esperada socialización del capi-talismo sino a su paulatina pero irresis-tible burocratización. Las grandes com-pañías transnacionales prefiguran ya uncapitalismo burocrático. Frente a ellas.las burocracias totalitarias del Este eu-ropeo. Allá el proceso ha sido más rápi-do y feroz. La sociedad civil ha desapa-

recido casi enteramente: fuera del Es-tado no hay nada ni nadie. Sorprenden-te inversión de valores que habría estre-mecido al mismo Nietzsche: el Estadoes el ser y la excepción, la irregularidady aún la simple individualidad son for-mas del mal, es decir, de la nada. Elcampo de concentración. que reduce alprisionero a un no-ser, es la expresiónpolítica de la ontología implícita en lasideocracias totalitarias.

A pesar de la omnipresencia y omni-potencia del Estado del siglo XX -a pe-sar también del antecedente de la tradi-ción anarquista, tan rica en adivinacio-

nes y descripciones proféticas- sólohasta hace poco ha renacido la críticadel poder y del Estado. Pienso sobre to-do en Francia, Alemania y Estados Uni-dos. En América Latina el interés por elEstado es mucho menor. Nuestros es-tudiosos siguen obsesionados con eltema de la dependencia y el subdesa-rrollo. Cierto, nuestra situación es dis-tinta. Las sociedades latinoamericanasson la imagen misma de la extrañeza:en ellas se yuxtaponen la Contrarrefor-ma y el liberalismo, la hacienda y la in-dustria, el analfabeto y el literato cos-mopolita, el cacique y el banquero. Perola extrañeza de nuestras sociedades nodebe ser un obstáculo para estudiar alEstado latinoamericano que es, preci-samente, una de nuestras peculiarida-des mayores. Por una parte, es el here-dero del régimen patrimonial español;por la otra, es la palanca de la moderni-zación. Su realidad es ambigua. contra-dictoria y, en cierto modo, fascinante.Las páginas que siguen, escritas sobreel caso que mejor conozco: el de Méxi-co, son el resultado de esa fascinación.Apenas si debo advertir a los suspica-ces que mis opiniones no son una teoríasino un puñado de reflexiones.

La primera evidencia: el Estadocreado por la Revolución Mexicana esmás fuerte que el del siglo XIX. En esto.como en tantas otras cosas, los revolu-cionarios no sólo han mostrado una de-cidida inclinación tradicionalista sinoque han sido infieles a aquellos que re-conocen como sus antecesores: los li-berales de 1857. Salvo durante los in-

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terrenos de anarquía y guerra civil, losmexicanos hemos vivido a la sombra degobiernos alternativamente despóticoso paternales pero siempre fuertes: elrey-sacerdote azteca, el virrey, el dicta-dor, el señor presidente. La excepciónes el corto período que Cosío Villegas Ila-ma la República Restaurada y duranteel cual los liberales trataron de limar lasgarras del Estado heredado de NuevaEspaña. Esas garras se llamaban (se Ila-man): burocracia y ejército. Los libera-les querían una sociedad fuerte y un Es-tado débil. Tentativa ejemplar quepronto fracasó: Porfirio Díaz invirtió lostérminos e hizo de México una socie-dad débil dominada por un Estado fuer-te. Los liberales pensaban que la mo-dernización sería la obra -como enotras partes del mundo: Inglaterra,Francia, Estados Unidos- de la bur-guesía y la clase media. No fue así ycon Díaz el Estado comienza a conver-tirse en el agente de la modernización.Cierto, la acción económica del régi-men se apoyó en las empresas privadasy en el capitalismo extranjero. Pero lafundación de empresas industriales y laconstrucción de fábricas y ferrocarrilesno fue tanto la expresión del dinamis-mo de una clase burguesa como el re-sultado de una deliberada política gu-bernamental de estímulos e incentivos.Además, lo decisivo no fue la accióneconómica sino el fortalecimiento delEstado. Para que un organismo sea ca-paz de llevar a cabo tareas históricascomo la modernización de un país, elprimer requisito es que sea fuerte. ConPorfirio Díaz el Estado mexicano reco-bró el poder que había perdido durantelos conflictos y guerras que sucedierona la Independencia.

El historiador conservador CarlosPereyra señala que las convulsionespolíticas y el estado caótico del paíshasta la dictadura de Díaz fueron. esen-cialmente. una consecuencia de la de-bilidad de los gobiernos desde la Inde-pendencia. El Estado novohispanohabía sido una construcción de extraor-dinaria solidez y que fue capaz de hacerfrente lo mismo a los revoltosos enco-menderos que a los obispos despóticos.Al derrumbarse, dejó una clase ricamuy poderosa y dividida en faccionesirreconciliables. La ausencia de un po-der central moderador tanto como lainexistencia de tradiciones democráti-cas explican que las facciones no tarda-

sen en acudir a la fuerza para dirimir susdiferencias. Así nació la plaga del mili-tarismo: la espada fue la respuesta a ladebilidad del Estado y al poderío de lasfacciones. ¿Por qué era débil el Estadomexicano? La debilidad, dice Pereyra,era una consecuencia de la pobreza.Aclaro: no pobreza del país sino del po-der político. El Estado era pobre frente auna Iglesia dueña de la mitad del país yuna clase de propietarios y hacendadosinmensamente ricos. ¿Cómo someter alos obispos y cómo lograr que prevale-ciera la ley en una sociedad donde cadajefe de familia se sentía un monarca?Bajo la dictadura del general Díaz el Es-tado mexicano empezó a salir de la po-breza. Los gobiernos que sucedieron aDíaz, pasada la etapa violenta de la Re-volución, impulsaron el proceso de enri-quecimiento y muy pronto, con Calles.otro general, el gobierno mexicano ini-ció su carrera de gran empresario. Hoyes el capitalista más poderoso del paísaunque, como todos sabemos, no es niel más eficiente ni el más honrado.

El Estado revolucionario hizo algomás que crecer y enriquecerse. Como elJapón durante el periodo Meiji, a travésde una legislación adecuada y de unapolítica de privilegios, estímulos y cré-ditos, impulsó y protegió el desarrollode la clase capitalista. El capitalismomexicano nació mucho antes que laRevolución pero maduró y se extendióhasta llegar a ser lo que es gracias a laacción y a la protección de los gobier-nos revolucionarios. Al mismo tiempo.el Estado estimuló y favoreció a las or-ganizaciones obreras y campesinas. ES-tos grupos vivieron y viven a su sombra.ya que son parte del PRI*. No obstante.sería inexacto y simplista reducir su re-lación con el poder público a la del súb-dito y el señor. La relación es bastantemás compleja: por una parte, en un ré-gimen de partido único como es el deMéxico, las organizaciones sindicales ypopulares son la fuente casi exclusivade legitimación del poder estatal; por laotra, las uniones populares, sobre todolas obreras, poseen cierta libertad demaniobra. El gobierno necesita a IoS

sindicatos tanto como los sindicatos algobierno. En realidad, las dos únicasfuerzas capaces de negociar con el go-bierno son los capitalistas y los dirigen-

* Partido Revolucionario Institucional. en elpoder. con distintos nombres, desde 1929.

tes obreros. Por último, no contentocon impulsar y, en cierto sentido, mo-delar a su imagen al sector capitalista yal obrero, el Estado postrrevolucionariocompletó su evolución con la creaciónde dos burocracias paralelas. La prime-ra está compuesta por administradoresy tecnócratas; constituye el personalgubernamental y es la heredera históri-ca de la burocracia novohispana y de laporfirista. Es la mente y el brazo de lamodernización. La segunda está forma-da por profesionales de la política y esla que dirige. en sus diversos niveles yescalones, al PRI. Las dos burocraciasviven en continua ósmosis y pasan in-cesantemente del Partido al Gobierno yviceversa.

La descripción que acabo de haceres apresurada y esquemática pero noes inexacta. Por ella no es difícil com-probar que el poder central. en México,no reside ni en el capitalismo privado nien las uniones sindicales ni en los parti-dos políticos sino en el Estado. Trinidadsecular. el Estado es el Capital. el Tra-bajo y el Partido. Sin embargo, no es unEstado totalitario ni una dictadura. En laUnión Soviética el Estado es el propie-tario de las cosas y de los hombres,quiero decir: es el dueño de los mediosde producción, de los productos y delos productores. A su vez, el Estado esla propiedad del Partido Comunista y elPartido es la propiedad del Comité Cen-tral. En México el Estado pertenece a ladoble burocracia: la tecnocracia admi-nistrativa y la casta política. Ahora bien,estas burocracias no son autónomas yviven en contínua relación -rivalidad,-complicidad, alianzas y rupturas- conlos otros dos grupos que comparten ladominación del país: el capitalismo pri-vado y las burocracias obreras. Estosgrupos, por lo demás, tampoco son ho-mogéneos y están divididos por quere-llas de intereses, ideas y personas. Ade-más, hay otro sector, cada vez más in-fluyente e independiente: la clase me-dia y sus voceros, los estudiantes y losintelectuales. La función de los frailes ylos clérigos en Nueva España la desem-peñan ahora los universitarios y los es-critores. El lugar que antes ocupaban lateología y la religión, lo ocupa hoy laideología. Por fortuna México es unasociedad más y más plural y el ejerciciode la crítica -único antídoto contra lasortodoxias ideológicas- crece a medi-da que el país se diversifica.

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La acción de todas estas clases, gru-pos e individuos se despliega dentro deun marco: el contexto internacional. Al-gunos países, a través de distintos gru-pos. influyen indirectamente en la opi-nión, sobre todo entre los estudiantes,los periodistas y otros sectores profe-sionales. A veces, como en el caso deCuba, esa influencia no está en relaciónni con su poderío real -su fuerza mili-tar es impresionante pero no es propiasino dependiente de la Unión Soviéti-ca- ni con sus avances en materia eco-nómica, social o cultural. En nuestro si-glo la ideología no sólo es un vidrio deaumento: también es un cristal defor-mante que produce toda clase de abe-rraciones, no cromáticas sino morales.En el caso de los Estados Unidos, por elcontrarío, no es necesario acudir a laideología para explicarse las imágenesque provoca en la conciencia de los me-xicanos: su poder es múltiple y ha sidoconstante en nuestra historia desde ha-ce siglo y medio. Un poder que es eco-nómico, científico, técnico, militar y cul-tural. El poderío norteamericano asumela forma de la fascinación, es decir, sus-cita una reacción contradictoria hechade atracción y revulsión. Su influenciaes particularmente profunda -y confrecuencia nefasta- en la vida econó-mica: asimismo, penetra en los domi-nios de la técnica, la ciencia, la cultura.la sensibilidad popular y, claro, la polítí-ca. La presencia de los Estados Unidosen la vida mexicana es una evidenciahistórica que no necesita demostra-ción: posee una realidad física. mate-rial. La observación que he hecho a pro-pósito de la relación ambigua que pre-valece entre los sindicatos y el Estadomexicano. puede aplicarse. hasta ciertopunto, a la que nos une con Washíng-ton; quiero decir: es una relación de do-minación que no puede reducirse pura vsimplemente al concepto de dependen-cia y que permite cierta libertad de ne-gociación y de movimientos. Hay unmargen de acción. Por más estrechoque nos parezca ese margen, es de todosmodos mucho más amplio que el de Po-lonia, Hungría, Checoslovaquia o Cubafrente a la Unión Soviética. Porsupuesto.en momentosde crisis política la influen-cia del Embajador de Estados Unidos enMéxico puede ser - y de hecho ha sido-tan importante y decisiva como la del Sátrapa del Gran Rey durante la guerra dePeloponeso.

Los autores radicales que, a princi-pios de siglo, se ocuparon de la historiasocial de la Rusia pre-revolucionaria-Plejanov, Trotsky, Lenin- coíncídianen señalar la debilidad de la burguesíafrente al Estado autoritario. Una de lascaracterísticas del capitalismo ruso fuesu dependencia del Estado zarista. Laburguesía jamás logró liberarse del to-do de la tutela de la autocracia. Esta fla-queza le impidió finalmente llevar a ca-bo la tarea que, según los marxistas.constituía su misión histórica: la mo-dernización de Rusia. Toda la polémicaentre los bolcheviques y los mencheví-ques arranca de las distintas posicionesque unos y otros adoptaron frente a es-ta situación. Aparte de la debilidad de laburguesía, hay que mencionar otro fac-tor que se omite con frecuencia: el Es-tado zarista no podía ser un agente efi-caz de modernización porque en su es-tructura, en sus cuadros dirigentes y enel espíritu que lo animaba era todavía.en gran parte, un Estado patrimonialis-ta, en el sentido en que Max Weber em-plea esta expresión. En suma, es indu-dable que la debilidad de la burguesíarusa frente al Estado patrimonialísta fuela causa determinante de la suerte ulte-rior de la Revolución. La burocracia so-viética, sucesora de la autocracia. seenfrentó a la tarea que históricamente-según los marxistas- correspondía ala burguesía (la modernización) pero elresultado fue diametralmente opuestotanto a las previsiones de los menchevi-ques como a las de los bolcheviques. Laconjunción del poder político y del po-der económico -ambos absolutos- noprodujo ni la revolución democráticaburguesa ni el socialismo sino la im-plantación de una ideocracía totalitaria.

He recordado el caso de Rusia por-que, por más alejado que parezca. ilu-mina indirectamente las peculiaridadesde la situación mexicana. Como en laRusia de principios de siglo, el proyectohistórico de los intelectuales mexicanosy asimismo, el de los grupos dirigentesy el de la burguesía ilustrada. puedecondensarse en la palabra moderniza-ción (industria, democracia, técnica,laicismo. etc.). Como en Rusia. ante larelativa debilidad de la burguesía nati-va. el agente central de la moderniza-ción ha sido el Estado. Por último. co-mo en Rusia, nuestro Estado es el here-dero de un régimen patrimonial: el vi-rreinato novohispano. No obstante, hay

diferencias capitales. La primera: entreel Estado novohispano y el moderno seinterpone el breve pero imborrable pe-riodo democrático de la República Res-taurada (1867- 1876). La segunda:mientras el Estado totalitario liquidó ala burguesía rusa, sometió a los campe-sinos ya los obreros, exterminó a sus ri-vales políticos, asesinó a sus críticos ycreó una nueva clase dominante, el Es-tado mexicano ha compartido el poderno sólo con la burguesía nacional sinocon los cuadros dirigentes de los gran-des sindicatos. Ya he apuntado que larelación entre los gobiernos mexicanos,los dirigentes obreros y campesinos y laburguesía es ambigua, una suerte dealianza inestable no exenta de quere-llas. sobre todo entre el sector privado yel público. Todo esto puede condensar-se en una diferencia que las engloba atodas y que es capital: mientras en Ru-sia el Partido es el verdadero Estado, enMéxico el Estado es el elemento subs-tancial y el Partido es su brazo y su íns-trumento. Así, aunque México no esrealmente una democracia tampoco esuna ideocracía totalitaria.

Me falta mencionar otra característi-ca notable del Estado mexicano: a pe-sar de que ha sido el agente cardinal dela modernización, él mismo no ha logra-do modernizarse enteramente. En mu-chos de sus aspectos, especialmenteen su trato con el público y en su mane-ra de conducir los asuntos, sigue siendopatrimonialista. En un régimen de esetipo el jefe de Gobierno -el Príncipe oel Presidente- consideran al Estadocomo su patrimonio personal. Por talrazón. el cuerpo de los funcionarios yempleados gubernamentales, de losministros a los ujieres y de los magís-trados y senadores a los porteros. lejosde constituir una burocracia imperso-nal, forman una gran familia política lí-gada por vínculos de parentesco, amis-tad, compadrazgo, paisanaje y otrosfactores de orden personal. El patrímo-nialísmo es la vida privada incrustadaen la vida pública. Los ministros son losfamiliares y los criados del rey. Por eso.aunque todos los cortesanos comul-guen en el mismo altar, los regímenespatrímonialistas no se petrifican en or-todoxias ni se transforman en burocra-cias. Son lo contrario de una iglesia y deahí que, a la inversa de lo que ocurre encuerpos como la Iglesia Católica y elPartido Comunista, los vínculos entre

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los cortesanos no sean ideológicos sinopersonales. En las burocracias políticasy eclesiásticas el orden jerárquico essagrado y está regido por reglas objeti-vas y por principios inmutables, talescomo la iniciación. el noviciado oaprendizaje, la antigüedad en el servi-cio, la competencia, la diligencia, laobediencia a los superiores, etc. En elrégimen patrimonial lo que cuenta enúltimo término es la voluntad del Prínci-pe y de sus allegados.

En el interior del Estado mexicanohay una contradicción enorme y quenadie ha podido o intentado siquiera re-solver: el cuerpo de tecnócratas y ad-ministradores, la burocracia profesio-nal, comparte los privilegios y los ries-gos de la administración pública con losamigos, los familiares y los favoritos delPresidente en turno y con los amigos,los familiares y favoritos de sus Minis-tros. La burocracia mexicana es moder-na, se propone modernizar al país y susvalores son valores modernos. Frente aella. a veces como rival y otras comoasociada, se levanta una masa de ami-gos, parientes y favoritos unidos por la-zos de orden personal. Esta sociedadcortesana se renueva parcialmente ca-da seis años, es decir, cada vez que as-ciende al poder un nuevo Presidente.Tanto por su situación como por suideología implícita y su modo de reclu-tamiento, estos cuerpos cortesanos noson modernos: son una supervivenciadel patrimonialismo. La contradicciónentre la sociedad cortesana y la buro-cracia tecnócrata no inmoviliza al Esta-do pero sí vuelve difícil y sinuosa sumarcha. No hay dos políticas dentro delEstado: hay dos maneras de entender lapolítica. dos tipos de sensibilidad y demoral.

Lo mismo en Inglaterra que en Fran-cia, los regímenes modernos se esfor-zaron desde el principio por dotar alnuevo Estado burgués de una burocra-cia ad-hoc, radicalmente distinta a la delas monarquías de los siglos XVII yXVIII. Mejor dicho. como ha mostradoadmirablemente Norbert Elías, las bu-rocracias del siglo XIX y del XX, en Oc-cidente, se formaron dentro del TercerEstado y la “nobleza de toga”, en luchapermanente contra la sociedad cortesa-na de los regímenes absolutistas. Porsu origen, sus métodos de trabajo, susjerarquías y su moral, la nueva burocra-cia fue la negación del patrimonialismo.

Su evolución fue la misma de la bur-guesía, que pasó del derecho a la eco-nomía y de la lógica jurídica a la lógicade la empresa privada. Así, impuso laracionalidad económica, esencialmentecuantitativa. en el despacho de los ne-gocios del Estado. Exigencia imposible:el Estado no es una empresa. Las ga-nancias y las pérdidas de una nación secalculan de una manera distinta a laque nos enseñan las reglas de contabili-dad. Esta es una contradicción que elEstado burgués liberal no ha podido re-solver. Desde la perspectiva de la admi-nistración de las cosas, las burocraciasde las sociedades democráticas bur-guesas han sido incomparablementesuperiores no sólo a las de las antiguasmonarquías sino a las de los Estadostotalitarios de nuestros días. Agregoque, además de ser más eficaces, hansido más humanas y más tolerantes.Pero esta superioridad de orden profe-sional y moral se convierte en inferiori-dad si se pasa de la administración a lapolítica. La inferioridad se vuelve mani-fiesta en el dominio de las relaciones in-ternacionales.

Abundan los ejemplos de la inepti-tud política de las democracias burgue-sas. Su actitud ante Hitler fue una mez-cla extraordinaria de inconsistencia yde ceguera. Al principio, su intransigen-cia y su egoísmo frente a Alemania fa-vorecieron el surgimiento del nazismo;después, a veces por cálculo y otras porcobardía, fueron cómplices del dicta-dor. Su política con Stalin no fue másclarividente. La misma mezcla de rea-lismo pérfido y a corto plazo inspira suactitud ante las satrapías y tiranías delNuevo y el Viejo,Mundo. El oportunis-mo no explica enteramente estas fla-

quezas e incoherencias. La falla es con-génita y ya apunté la razón más arriba:el Estado no es una fábrica ni un nego-cio. La lógica de la historia no es cuanti-tativa. La racionalidad económica de-pende de la relación entre el gasto y elproducto, la inversión y la ganancia, eltrabajo y el ahorro. La racionalidad delEstado no es la utilidad ni el lucro sinoel poder: su conquista, su conservacióny su extensión. El arquetipo del poderno está en la economía sino en la gue-rra, no en la relación polémica capital/trabajo sino en la relación jerárquica je-fes/soldados. De ahí que el modelo delas burocracias políticas y religiosas seala milicia: la Compañía de Jesús, el Par-tido Comunista.

La naturaleza peculiar del Estadomexicano se revela por la presencia ensu interior de tres órdenes o formacio-nes distintas (pero en continua comuni-cación y ósmosis): la burocracia guber-namental propiamente dicha. más omenos estable, compuesta por técnicosy administradores, hecha a imagen ysemejanza de las burocracias de las so-ciedades democráticas de Occidente;el conglomerado heterogéneo de ami-gos, favoritos, familiares, privados yprotegidos, herencia de la sociedad cor-tesana de los siglos XVII y XVIII: la bu-rocracia política del PRI, formada porprofesionales de la política, asociaciónno tanto ideológica como de interesesfaccionales e individuales, gran canalde la movilidad social y gran fraternidadabierta a los jóvenes ambiciosos. gene-ralmente sin fortuna, recién salidos delas universidades y los colegios de edu-cación superior. La burocracia del PRIestá a medio camino entre el partidopolítico tradicional y las burocraciasque militan bajo una ortodoxia y queoperan como milicias de Dios o de laHistoria. El PRI no es terrorista, noquiere cambiar a los hombres ni salvaral mundo: quiere salvarse a sí mismo.Pero eso quiere reformarse. Pero sabeque su reforma es inseparable de la delpaís. La cuestión que la historia haplanteado a México desde 1968 noconsiste únicamente en saber si el Es-tado podrá gobernar sin el PRI sino silos mexicanos nos dejaremos gobernarsin un PRI.

El tema de la Reforma Política, comose llama a las recientes tentativas delGobierno mexicano por introducir elpluralismo, merece una pequeña digre-

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bbbob.bbbbbbbbbbbbbb.*b*.bbbbbbbbbbbbbbbbbobbbb...bb*bbobebbbeob*bbebbbbbbbbbbbbbbbbbbbb.bbbb*bb*bbbbbb*.e*bb

sión. El PRI nació de una necesidad:asegurar la continuidad de régimenpostrrevolucionario, amenazado por lasquerellas entre los jefes militares sobre-vivientes de las guerras y trastornosque sucedieron al derrocamiento dePorfirio Díaz. Su esencia fue un com-promiso entre la auténtica democraciade partidos y la dictadura de un caudillocomo en los otros paises de AméricaLatina. El régimen nacido de la Revolu-ción Mexicana vivió durante muchosaños sin que nadie pusiese en duda sulegitimidad. Los sucesos de 1968, queculminaron en la matanza de varioscientos de estudiantes, quebrantarongravemente esa legitimidad, gastadaademás por medio siglo de dominaciónininterrumpida. Desde 1968 los Go-biernos mexicanos buscan, no sin con-tradicciones, una nueva legitimidad. Lafuente de la antigua era por una parte.de orden histórico o más bien. genea-lógico, pues el régimen se ha conside-rado siempre no sólo el sucesor sino elheredero, por derecho de primogenito-ra, de los caudillos revolucionarios; porla otra, de orden constitucional. ya queera el resultado de elecciones formal-mente legales. La nueva legalidad quebusca el régimen se funda en el recono-cimiento de que existen otros partidos yproyectos políticos, es decir, en el plu-ralismo. Es un paso hacia la democra-cia.

A la larga, si no se malogra, la Refor-ma Política realizará el sueño de mu-chos mexicanos, sin cesar diferido des-de la Independencia: transformar alpaís en una verdadera democracia mo-derna. A corto plazo, sin embargo, es Ií-cito dudar que baste con unas cuantasmedidas de orden legal para cambiarlas estructuras políticas de una socie-dad. En efecto, ante todo hay que pre-guntarse: ¿cuáles son los partidos polí-ticos que podrían disputarle al PRI sudominación? Si descartamos a los par-tidos peleles que durante años han de-sempeñado el papel de títeres en la far-za electoral, el único rival serio del PRIha sido el PAN. Es un partido naciona-lista, católico y conservador que, comosu nombre lo indica (Partido Acción Na-cional), estuvo emparentado en su ori-gen con tendencias más o menos influi-das por el pensamiento de Maurras y desu Action Française (el monarquismo vel antisemitismo excluidos). El PAN hasido el eterno derrotado en las eleccio-

nes. aunque no siempre legalmente. Nohay que olvidar que el PRI no es un par-tido que ha conquistado el poder: es elbrazo político del poder. Hasta ahorasólo a unos cuantos les ha importadoque el PRI gane invariablemente laselecciones. Esta indiferencia explica porqué ni el PAN ni ninguno de los otrosgrupos de oposición, de la derecha o laizquierda. han sido capaces de organi-zar un movimiento de resistencia nacio-nal. El descontento del pueblo mexica-no no se ha expresado en formas políti-cas activas sino como abstención y es-cepticismo. Hoy el régimen busca unanueva legalidad en el pluralismo y enesto reside la novedad de la situación.’Pero la crisis del sistema político mexi-cano no ha beneficiado al PAN, que noha podido capitalizar en su favor el des-contento contra el partido oficial. Alcontrario: hoy el PAN es más débil quehace quince años. Para colmo, desga-rrado por luchas intestinas, padece unasuerte de crisis de identidad. Aunquetrata de olvidar sus inclinaciones autori-tarias y “maurrasianas”, no ha logradoconvertirse en un partido demócrata-cristiano. ¿Y los otros partidos?

El Partido Comunista Mexicano. apesar de que fue fundado hace más decincuenta años, antes que el PRI, esuna agrupación pequeña, con nula o es-casa influencia entre los trabajadores.Sin embargo. gracias a su control de aI-gunos grupos de estudiantes y, sobretodo, a su dominación en varios sindica-tos de empleados y profesores. se hahecho fuerte en las Universidades. ElPartido Comunista de México es unpartido universitario y esta paradoja.que habría escandalizado a Marx. signi-fica una conquista estratégica aprecia-ble. Las Universidades son uno de lospuntos sensibles del país. Desde hacepoco, inspirado y alentado sin duda porel ejemplo de los europeos (Italia. Espa-ña y Francia), el Partido Comunista deMéxico se ha declarado partidario delpluralismo democrático, aunque sin re-nunciar al “centralismo democrático”leninista. Este cambio implica en ciertomodo una autocrítica de su pasado es-talinista. Por desgracia, no ha sido unacrítica explícita; además, ha sido dema-siado tímida y está llena de lagunas vreticencias. Es revelador que el PartidoComunista mexicano, en varias decla-raciones y manifestaciones recientes.se haya mostrado afín a las posiciones

del Partido Comunista francés, el másconservador y centralista de los tresgrandes partidos europeos. (Althusserlo ha descrito hace unos meses, en LeMonde, como una organización cerradade tipo militar. una “fortaleza”.) Otracaracterística de la situación mexicana:la nula influencia de los intelectuales deizquierda en esta evolución del PartidoComunista de México. El cambio de losPartidos Comunistas europeos, comoes sabido, se debe en buena parte a lacrítica de sus intelectuales disidentes;en México -salvo raras excepciones co-mo las de José Revueltas, Eduardo Lizal-de y otros pocos más- los intelectualesmarxistas han sido los fieles aunque po-co imaginativos apologistas del “socia-lismo histórico”, a través de todas suscontradictorias metamorfosis, de Stalina Brejnev.

El Partido Demócrata Mexicano tie-ne orígenes semejantes a los del PAN.aunque su clientela no es la clase me-dia sino los campesinos pobres de la re-gión central. Un partido auténticamen-te plebeyo. Es el descendiente directode la Unión Nacional Sinarquista. unaorganización animada por un populis-mo nacionalista y religioso en el que noera difícil reconocer, al lado de retazosde ideologías fascistas, las aspiracionestradicionales de los movimientos revo-lucionarios campesinos. Entre los sinar-quistas todavía estaba viva la tradiciónde los levantamientos agrarios. notaconstante de la historia de México des-de el siglo XVII. Extraño amasijo: la her-mandad religiosa, la falange fascista yla jacquerie revolucionaria. El PartidoDemócrata Mexicano atraviesa por unacrisis de identidad semejante a la delPAN, y no acaba de definir su nuevoperfil democrático. Sin embargo, a pe-sar de ser un partido pobre lo mismo enrecursos materiales que en ideas. tienetodavía influencia entre los campesinosy la clase media baja del centro delpaís. Un rasgo común de estos parti-dos: los tres quisieran olvidar su pasadoautoritario. Pero no acaban de exorcisarlas sombras de Maurras, Mussolini yStalin... Una agrupación política queno arrastra ningún pasado terrible y quesurgió de un genuino anhelo de cambiosocial y democrático: el Partido Mexi-cano de los Trabajadores. Nacido de lacrisis de 1968, su aparición fue vistacon gran simpatía por muchos gruposde estudiantes e intelectuales; asimis-

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Letras, letrillas, letrones

mo, por los veteranos de los descala-bros del movimento obrero en el pasa-do. Por desgracia, este partido todavíano ha sido capaz de formular un progra-ma claro ni, lo que no es menos grave,claramente democrático. Un programaque le otorgue fisonomía política y quelo distinga de los otros grupos de iz-quierda. Podría mencionara otros parti-dos independientes pero son minúscu-Ios y sin fuerza apreciable.

El espectador más distraído descu-bre inmediatamente en este panoramados grandes ausencias. Una, la de unpartido conservador como el Republi-cano de los Estados Unidos o los parti-dos conservadores de la Gran Bretaña,Francia, Alemania y España; otra, la deun auténtico partido socialista, con in-fluencia entre los trabajadores, los inte-lectuales y la clase media. Esto últimoes lo verdaderamente lamentable y re-vela cruelmente una de las carenciasmás graves de México y de América La-tina: la inexistencia de una tradición so-cialista democrática. ¿El pluralismomexicano que prepara la Reforma Polí-tica estará compuesto por partidos mi-noritarios y que difícilmente merecen elcalificativo de democráticos? Lo másprobable es que ese remedo del plura-lismo, lejos de aliviarla, agrave la crisisde legitimidad del régimen. Si así fuese.el desgaste del PRI se acentuaría y elEstado, para no disolverse, tendría queapoyarse en otras fuerzas sociales:’ noen una burocracia política como el PRIsino, según ha sugerido recientementeJean Meyer. en la burocracia militar.’Hay, sin embargo, otro remedio. Peroes un remedio visto con horror por laclase política mexicana: dividir al PRI.Tal vez su ala izquierda, unida a otrasfuerzas, podría ser el núcleo de un ver-dadero partido socialista.

La Reforma política ha sido concebi-da por uno de los hombres más inteli-gentes de México, un verdadero inte-lectual que es asimismo un político sa-gaz. Sin embargo, como se ha visto, es-te proyecto se enfrenta al mismo muroque ha cerrado el paso a otras iniciati-vas de nuestros intelectuales y hom-bres de Estado, de Juárez y los liberalesde 1857 a nuestros días. No es un mu-ro de piedras ni ideas ni intereses: es unmuro de vacío. Entre “la idea y la reali-

Technocrates en uniforme: L’Etat Symbio-tique, Critique, Aout-Septembre 1977.

dad, entre el impulso y el acto, cae lasombra”. Como en el poema de Eliot,¿México es “la tierra muerta, la tierrade cactos”, cubierta de ídolos rotos y deimágenes apolilladas de santos y san-tas? ¿No hacemos sino “dar vueltas yvueltas al nopal”? Pero ese nopal no es,en nuestra mitología, la planta del reinode los muertos; al contrario: es la plantaherádica de la fundación de MéxicoTenochtitlán y sus frutos sangrientossimbolizan la unión del principio solar yel agua primordial. Tal vez hemos equi-vocado el camino; tal vez la salida estáen volver al origen.

Aclaro: no condeno prematura y pre-cipitadamente a la Reforma Política. ES

benéfica incluso dentro de sus limita-ciones. Creo que hay que profundizarlay, por decirlo así, democratizarla: des-cender del nivel de los partidos; que esel nivel de la ideología, al de los intere-ses y sentimientos concretos y particu-lares de los pueblos, los barrios y losgrupos. En el caso de la Reforma Políti-ca la expresión “volver al origen” quieredecir: tratar de insertarla en las prácti-cas democráticas tradicionales denuestro pueblo. Esas prácticas y esastradiciones -ahogadas por muchosaños de opresión y recubiertas por unasestructuras legales formalmente demo-cráticas pero que son en realidad abs-tracciones deformantes- están vivastodavía. Vivas en muchas formas deconvivencia social y, sobre todo, vivasen la memoria colectiva. Pienso. porejemplo, en la democracia espontáneade los pequeños pueblos y comunida-des, en el autogobierno de los gruposindígenas, en el municipio novo-

hispano y en otras formas políticas tra-dicionales. Ahí está, creo, la raíz de unaposible democracia mexicana. Sólo quepara que la Reforma Política llegase alpueblo real, el Estado tendría que co-menzar por su autorreforma. Si demo-cracia es pluralismo, lo primero que hayque hacer es descentralizar. (Es posi-ble? Por una parte, la otra tradición his-tórica mexicana es el centralismo. EnMéxico la realidad de realidades se Ila-ma, desde Izcóatl, poder central. Contraesa realidad se estrellaron los liberalesy federalistas del siglo pasado. Ade-más, burocracia es sinónimo de centra-lismo y el Estado mexicano, como to-dos los del siglo XX, inexorablementetiende a convertirse en un Estado buro-crático.

La situación de los partidos políticoses uno de los signos de la ambigua mo-dernidad de México. Otro signo es lacorrupción. Desde la perspectiva de lapersistencia del patrimonialismo esmás fácil entender este fenómeno. Entodas las cortes europeas, durante lossiglos XVII y XVIII. se vendían los em-pleos públicos y había tráfico de in-fluencias y favores. Durante la regenciade Mariana de Austria, el privado de lareina, Don Fernando Valenzuela (elDuende de Palacio), en un momento deapuro del erario público, decidió con-sultar con los teólogos si era lícito ven-der al mejor postor los altos cargos, en-tre ellos los virreinatos de Aragón, Nue-va España, Perú y Nápoles. Los teólo-gos no encontraron nada en las leyesdivinas ni en las humanas que fuesecontrario a este recurso. La corrupciónde la administración pública mexicana.escándalo de propios y extraños, no esen el fondo sino otra manifestación dela persistencia de esas maneras de pen-sar y de sentir que ejemplifica el dicta-men de los teólogos españoles. Perso-nas de irreprochable conducta privada.espejos de moralidad en su casa yen subarrio, no tienen escrúpulos en dispo-ner de los bienes públicos como si fue-sen propios. Se trata no tanto de unainmoralidad como de la vigencia in-consciente de otra moral: en el régimenpatriomonial son más bien vagas y fluc-tuantes las fronteras entre la esfera pú-blica y la privada, la familia y el Estado.Si cada uno es el rey de su casa, el reinoes como una casa y la nación como unafamilia. Si el Estado es el patrimonio delRey, ¿cómo no va a serlo también de

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sus parientes, sus amigos, sus servido-res y sus favoritos? En España el PrimerMinistro se llamaba, significativamen-te, Privado.

La presencia de la moral patrimonia-lista cortesana en el interior del Estadomexicano es otro ejemplo de nuestraincompleta modernidad. Lo mismo enlos estratos más bajos -la sociedadcampesina y sus creencias religiosas ymorales- que en la clase medía y en laalta burocracia tropezamos con la mez-cla desconcertante de rasgos modernosy arcaicos. La modernización de Méxi-co, iniciada a fines del siglo XVIII porlos virreyes de Carlos III, sigue siendoun proyecto realizado sólo a medias yque afecta sólo a la superficie de lasconciencias. La mayoría de nuestrasactitudes profundas ante el amor. lamuerte, la amistad, la cocina, la fiesta,no son modernas. Tampoco lo sonnuestra moralidad pública. nuestra vida

familiar, el culto a la Virgen, nuestraimagen del Presidente... ¿Por qué? Enotros escritos he tratado de responder aesta pregunta. Aquí sólo repetiré quedesde la gran ruptura hispánica -la cri-sís del final del siglo XVIII y su conse-cuencia: la Independencia- los mexi-canos hemos adoptado varios proyec-tos de modernización. Todos ellos nosólo se han revelado inservibles sinoque nos han desfigurado. Máscaras deRobespierre y Bonaparte. Jefferson yLincoln, Comte y Marx, Lenin y Mao: sila historia es teatro, la de nuestro paísha sido una mascarada interrumpidauna y otra vez por el estallido del motíny la revuelta. No predico el regreso a unpasado, imaginario como todos los pa-sados, ni pretendo volver al encierro deuna tradición que nos ahogaba. Creoque, como los otros países de AméricaLatina, México debe encontrar su pro-pía modernidad. En cierto sentido debe

inventarla. Pero inventarla a partir delas formas de vivir y morir, producir ygastar, trabajar y gozar que ha creadonuestro pueblo. Es una tarea que exige,aparte de circunstancias históricas ysociales favorables, un extraordinariorealismo y una imaginación no menosextraordinaria. No necesito recordarque el renacimiento de la imaginación.lo mismo en el dominio del arte que enel de la política, siempre ha sido prepa-rado y precedido por el análisis y la crí-tica. Creo que a nuestra generación y ala que sigue les ha tocado este queha-cer. Pero antes de emprender la críticade nuestras sociedades, de su historia yde su presente, los escritores híspanoa-mericanos debemos empezar por la crí-tica de nosotros mismos. Lo primero escurarnos de la intoxicación de las ideo-logías simplistas y simplificadoras.

México, D. F., a 28 de Marzo de 1978.

¿Tiene sexo la escritura?por Julieta Campos

H ay una eclosión. en los más diver-sos niveles, de una curiosidad cre-

ciente por la mujer, que se manifiesta enexploraciones del más alto rigor científi-co, en balbuceos y en estridencias de unfeminismo ingenuo y/o agresivo que ge-nera más ruido que información.

En septiembre de 1976 se celebróen Royaumont un coloquio sobre El he-cho femenino. preparado y proyectadolarga y cuidadosamente por JacquesMonod y Evelyne Sullerot. La muerterepentina del gran humanista, PremioNobel de Medicina, impidió que él mis-mo presidiera aquel encuentro decientíficos, psicólogos, antropólogos.historiadores, sociólogos cuyos resulta-dos, reunidos ya en un volumen, consti-tuyen un punto de referencia indispen-sable para cualquier discusión acercade la naturaleza o la condición femeni-na. Esos estudios logran establecerciertos datos biológicos que sin dudaarrojarán luz, una vez aplicados a fenó-

menos concretos, sobre la mujer y su desprendería de éste y que situaría laconducta: los hemisferios cerebrales problemática en el riquísimo y contro-derecho e izquierdo, por ejemplo, no vertido terreno ideológico. erótico.realizan las mismas funciones en el afectivo, artístico. El interés fundamen-hombre y en la mujer y los mecanismos tal de Le fait féminin merece una rese-cognoscitivos no operan de la misma ña, que los lectores de Vuelta podránmanera. Partiendo del cuerpo, de la ge- encontrar en algún número próximo denésis de la sexualidad en el individuo. nuestra revista. Lo menciono ahora só-de lo innato y lo adquirido, de las contri- lo a modo de testimonio de esa temáti-buciones de la endocrinología a la evo- ca que recurre en publicaciones de to-lución de la condición femenina, las ín- dos los calibres. El grupo Tel quel novestigaciones que reúne Le fait féminin podía faltar y el número de Inviernopasan a la psicología diferencial de los 1977 está dedicado íntegramente asexos. a sus implicaciones psicológicas. “investigaciones femeninas” en torno asociales, educativas y clínicas en la “lo femenino plural”, “las mujeres y elneurología del conocimiento, al papel lenguaje”, “las mujeres y el orden de lade las hormonas en el comportamiento crisis”, “las mujeres en el saber”, la li-y a la distribución diferencial de los bertina en Sade y una “herética deltrastornos psiquiátricos según el sexo. amor” que Julia Kristeva aporta comoPor último, se enfocan los aspectos so- plato fuerte, después de una breve in-cíales, estudiando la evolución del he- troducción acerca de la disidencia quecho femenino, en la civilización euro- constituye el hecho mismo de pensar ypea, desde el siglo XII hasta nuestros el papel que juega el discurso femeninodías. Se anticipa ya otro libro, que se dentro de esa disidencia.