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    hareat

    1893)

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    Nota

    introductoria

    Charcot

    Ediciones en alemn

    1893 Wien.

    medo

    Wschr.

    43,

    n .

    37, pgs. 1513-20.

    1906 SKSN 1, pgs. 1-13. (1911,

    ~

    ed.; 1920, 3 ~ ed.;

    1922, 4 ~ ed.)

    1925 es 1, pgs. 243-57.

    1952 CW, 1, pgs. 21-35.

    Traducciones en castellano 1

    1925 Charcot.

    BN

    (17 vols.), 10, pgs. 279-94. Tra

    duccin de Luis Lpez-Ballesteros.

    1943 Igual ttulo. EA 10, pgs. 253-67. El mismo tra

    ductor.

    1948 Igual ttulo. BN (2 vols.), 1, pgs. 17-23. El mismo

    traductor.

    1953 Igual ttulo. SR 10, pgs. 195-205. El mismo tra

    ductor.

    1967 Igual ttulo.

    BN

    3 vals.), 1, pgs. 17-23. El

    mis-

    mo

    traductor.

    1972 Igual ttulo.

    BN 9

    vols.), 1, pgs. 30-7. El mismo

    traductor.

    Esta nota necrolgica fue mencionada por Freud bajo l

    nmero XXII en el sumario de sus primeros escritos cien-

    tficos (1897

    b , in/ra

    pg. 236.

    Desde octubre de 1885 hasta febrero de 1886, Freud tra

    baj en

    la

    Salpetriere de Pars como alumno de Jean-Martn

    Chareot (1825-1893). Este perodo fue un punto de viraje

    en su carrera, pues en l su inters pas de la neuropato-

    {ef la Advertencia sobre la edicin en castellano,

    supra pg.

    xiii y n. 6.}

    9

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    loga a la psicopatologa d e la ciencia fsica a la psicolo

    ga-. Cualesquiera que hayan sido los restantes factores

    ms profundos que participaron en dicho cambio, el elemen

    to determinante inmediato fue sin duda la personalidad de

    Charcot. Luego de su arribo a Pars, Freud escribi a su

    futura esposa lo siguiente 24 de noviembre de 1885):

    Tengo la impresin de que estoy cambiando mucho. Te

    contar en detalle 1 que me est sucediendo. Charcot, que

    es

    uno de los ms grandes mdicos y un hombre de una

    sensatez genial, est sencillamente desbaratando todos mis

    objetivos y opiniones. A veces salgo de sus clases como de

    Notre-Dame, con una idea totalmente nueva de la perfec

    cin. Pero me deja exhausto; despus de estar con l

    ya

    no tengo deseo alguno de trabajar en mis tonteras. Hace

    tres das que no hago nada y no tengo por ello ningn re

    mordimiento. Mi cerebro se queda tan saciado como luego

    de una velada en el teatro. No

    s

    si esta semilla dar fruto,

    pero

    s

    puedo afirmar que ningn otro ser humano haba

    causado jams tan gran efecto sobre m . . . Freud,

    1960a .

    a nota necrolgica que a continuacin se leer, escrita

    apenas unos das despus de la muerte de Charcot, eviden

    cia una vez ms

    la

    gran admiracin que senna Freud por

    l, admiracin que no dej de tenerle por

    l resto de su

    vida. Constantemente surJ\an en sus escritos frases y dichos

    de Charcot, y en todas las reseas de su propia evolucin

    nunca olvid el papel que este desempe.

    Si

    bien el presente es el estudio ms largo que Freud

    le dedic, puede complementrselo recurriendo a otras dos

    o tres fuentes: el informe elevado por Freud a las autori

    dades de la Universidad de Viena sobre sus estudios en Pa

    rs

    y

    Berln

    1956a

    [1886]

    de l

    cual fue tomado algn

    material para esta nota necrolgca-; su Contribucin a

    la historia del movimiento psicoanaltico

    1914d), AE, 14,

    pgs. 12-3; su Presentacin autobiogrfica 1925d),

    AE,

    20, pgs. 12-J; y tambin

    l

    primer volumen de la bio

    grafa de Ernest Jones 1953, pgs.

    202-5).1

    James Strachey

    1 Freud tradujo al alemn, a solicitud de Chatcot, dos de sus

    libros: el tercer tomo de las Ler ons sur les maladies du systeme ner

    veux {Lecciones sobre las enfermedades del sistema nervioso} 1887),

    cuya versin alemana Freud, 1886f) fue publicada antes que la

    segUl.da mitad del original francs, y las

    Ler ons

    du mardi 1887-88)

    {Lecciones

    de

    los martes} 1888) Freud, 1892-94), volumen al que

    Freud agreg, sin consentimiento de Chareot, algunas notas a pie de

    pgina -hecho que dio lugar, al parecer, a una desavenencia entre

    10

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    ambos d. Pscopatologa de l vida cotidiana 1901b),

    AE,

    6 pg.

    J

    8

    - . Al final de su prlogo a esta segunda traduccin se halla su

    elogio tal

    vez ms

    entusiasta de Charcot AE, 1 pgs. 169-70). El

    se-

    gundo tomo de las

    e ~ o n s du mardi,

    correspondiente al ao acadmi

    co

    1888-89, fue traducido

    al

    alemn por Max Kahane 1895),

    uno

    de

    1 3

    primeros discpulos de Freud.

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    J.-M. Charcot fue sorprendido el 16 de agosto de este

    ao por una muerte sbita sin previo achaque ni enferme

    dad, tras una vida feliz y coronada por la fama. Con ello,

    la joven ciencia de la neurologa ha perdido prematura

    mente a su mximo promotor; los neurlogos de todos los

    pases, a su maestro, Francia, a uno de sus primeros hom

    bres. Tena slo 68 aos, y su vigor fsico y la lozana de

    su espritu, coincidentemente con sus no disimulados deseos,

    parecan destinarlo a aquella longevidad que ha cabido en

    suerte a no pocos trabajadores intelectuales de este siglo.

    Losesplnc;lidos nueve volmenes de sus

    Oeuvres completes

    en que sus discpulos han recopilado sus contribuciones a

    la medicina y la neuropatologa, ms las Leqons du mardi

    {Lecciones de los martes}, informes anuales de su labor

    clnica en la Salpetriere, otras obras todava; todas estas

    publicaciones sumadas, digo, que sern siempre dilectas

    pa-

    ra la ciencia y para los discpulos de Charcot, no pueden

    sustituirnos

    al

    hombre, quien tena mucho ms que dar

    ensear an, este hombre estas obras a quien nadie

    se

    acerc sin cosechar fruto.

    Sus grandes xitos le causaban honesto y humano rego

    cijo, le gustaba contar sus comienzos y el camino transi

    tado. El rico material de los hechos neuropatolgicos, por

    completo ignorado en esa. poca, despert su temprana

    cu-

    riosidad cientfica; ocurri ya, segn l contaba, siendo un

    joven

    interne.

    Por ese tiempo, toda vez que visitaba con

    su mdico jefe uno de los departamentos de la Salpetriere

    (instituto asistencial de mujeres) y recorra esa selva de

    parlisis, espasmos y convulsiones que hace cuarenta aos

    no haban sido bautizados ni eran entendidos, sola decirse:

    Faudrat

    y

    retourner et

    y

    r e s t e n > ; ~

    y cumpli su palabra.

    Designado

    mdecin des hpitaux

    procur enseguida ingre

    sar en uno de aquellos departamentos de la Salpetriere, que

    albergaban a las enfermas nerviosas; y una vez que lo hubo

    conseguido, permaneci all, sin usar del derecho que en

    {< Ser preciso que vuelva aqu aqu me quede.}

    13

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    Francia permite al mdecn des hpitaux cambiar, en tur-

    nos regulares, de hospital y de departamento, y por tanto

    de especialidad.

    As, aquella primera impresin que recibi, y el designio

    que ella le hizo concebir, fueron determinantes para su ulte-

    rior desarrollo. Y disponer de un gran material de enfermos

    nerviosos crnicos le permiti emplear su singular talento.

    No era un cavilador, no era un pensador, sino una natura-

    leza artsticamente dotada; era, como l mismo

    se

    nombraba,

    un

    visuel,

    un vidente. Acerca de su manera de trabajar

    nos refera esto: sola mirar una y otra vez las cosas que no

    conoca, reforzaba da tras da la impresin que ellas le

    causaban, hasta que de pronto se le abria el entendimiento.

    y

    era que entonces, ante

    el

    ojo de su espritu,

    se

    ordenaba

    l aparente caos que el retorno de unos sntomas siempre

    iguales semejaba; as surgan los nuevos cuadros clnicos,

    singularizados por el enlace constante de ciertos grupos de

    sntomas; los casos completos y extremos, los tipos, se

    podan recortar con el auxilio de una suerte de esquemati-

    zacin, y desde los tipos el ojo persegua las largas series

    de los casos menos acusados, las formes frustes,2 que

    terminaban por perderse en lo indistinto desde este o esto-

    tro rasgo caracterstico. A este trabajo intelectual, en que

    no reconoca iguales, lo llamaba cultivar la nosografa;

    y era su orgullo. Se le oa decir que la mxima satisfaccin

    que un hombre puede tener es ver algo nuevo, o sea, dis-

    cernirlo como nuevo, y volva siempre, en puntualizaciones

    una y otra

    vez

    repetidas, sobre 10 difcil y meritorio de ese

    ver. Se preguntaba por qu en la medicina los hombres

    slo vean aquello que ya haban aprendido a ver;

    se

    deca

    que era asombroso que uno pudiera ver de pronto cosas

    nuevas -nuevos estados patolgicos- que, empero, eran

    tan viejas como el gnero humano; y l mismo deba confe-

    sar que ahora vea muchas que durante treinta aos tuvo

    ante

    s

    en las salas de internados, sin que atinase a verlas.

    A un mdico no hace falta sealarle la riqueza de formas que

    la neuropatologa gan gracias a l, ni la agudeza y seguridad

    de diagnstico que Sus observaciones posibilitaron. En cuan-

    to al discpulo que en su compaa recorra durante horas

    1

    [Freud destac esto en su informe sobre sus estudios en Pars

    (1956a

    [1886] ,

    y

    volvi a mencionarlo, con palabras algo diferentes,

    en su Contribucin a la historia

    del

    movimiento psicoanaltico

    (1914d),

    AE

    14, pg. 21, y en

    su

    Carta

    a

    Le Disque Ver (1924a),

    AE 19, pg. 294.]

    2

    [Vase una nota ma a pie

    de

    pgina en Obsesiones y

    fobias

    (l895c),

    infra

    pg 82,

    n

    11.

    14

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    las salas de la Salpetriere, ese museo de hechos clnicos

    cuyo nombre y definicin provenan en buena parte de l

    mismo, no poda menos que acordarse de Cuvier, cuya esta

    tua frente l Jardin des Plantes 3 muestra l gran conocedor

    describidor del mundo animal rodeado por multitud de

    figuras zoolgicas, o bien del mito de Adn, quien vivi

    acaso en medida suprema ese goce intelectual exaltado por

    Charcot) cuando Dios le present el mundo vivo del paraso

    para que lo separara lo nombrara.

    Charcot nunca ces de abogar por los derechos del

    trabajo puramente clnico, que consiste en ver ordenar,

    contra los desbordes de l medicina terica. Cierta vez est

    bamos reunidos un pequeo grupo de extranjeros, formados

    en

    l

    fisiologa acadmica alemana,

    1

    fastidibamos obje

    tando sus novedades clnicas: Eso no puede ser l e opu

    so uno de

    nosotros-,

    pues contradice la teora de Young

    Helmholtz. No replic Tanto peor para la teora; los

    hechos de la clnica tienen precedencia, o cosa parecida,

    pero nos dijo algo que nos caus gran impresin: a

    thorie, c est bon, melis

    r a

    n empeche pas d exister.1:4

    Durante muchos aos dict Charcot la ctedra de n -

    toma patolgica en Pars; sin tener puesto alguno, como

    un quehacer colateral, desarrollaba sus trabajos sus con

    ferencias de neuropatologa, que pronto le dieron fama

    tambin en el exterior. Y bien, para l neuropatologa fue

    una suerte que el mismo hombre pudiera tomar la con

    duccin en ambas instancias, creando por un lado, mediante

    la observacin clnica, los cuadros nosolgicos, por el

    otro poniendo de manifiesto, tanto en el tipo como en l

    forme fruste,

    idntica alteracin anatmica como base de la

    afeccin. Sen de todos conocidos los xitos que este mtodo

    anatomoclnico de Charcot obtuvo en el campo de las

    p -

    Jologas nerviosas orgnicas, l tabes, la esclerosis mltiple,

    la esclerosis lateral amiotrfica, etc. A menudo hizo falta

    una paciente espera de aos hasta comprobar l alteracin

    orgnica en el caso de estas afecciones crnicas que no lle

    van directamente a la muerte, slo un asilo para invlidos,

    3 [El jardn zoolgico

    de

    Pars.]

    {La teora es buena, pero eso no impide que las cosas sean

    como son.}

    4 [Era esta una cita predilecta de Freud, quien la reprodujo en

    varias ocasiones a lo largo de su vida. (Vase, verbigracia, el historial

    clnico de Dora

    l905e),

    AE

    7,

    pg.

    100; Conferencias de intro-

    duccin al psicoanlisis

    (1916-17), AE 15, pg. 133,

    Presentacin

    autobiogrfica (1925d),

    AE

    20, pg. 13. La primera vez que relat

    el episodio e n una nota l pie de su traduccin de Ler;ons

    du

    mardi

    (Freud, 1892-94),

    AE

    1, pg.

    173-,

    revel que l objecin que dio

    origen a esta rplica fue hecha por l mismo.]

    15

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    como la Salpettiere, poda permitirse seguir y retener a los

    enfermos por lapsos tan prolongados.

    5

    Es cierto que Char

    cot hizo la primera ~ o m p r o b c i n de esta ndole antes que

    pudiera disponer de un departamento hospitalario. Mientras

    era estudiante,

    e 1

    azar

    1

    puso frente a una domstica que

    padeca de unos curiosos temblores y por su torpeza no

    con-

    segua empleo. Charcot discerni su estado como el de una

    paralysie choriforme ya descrita por Duchenne, pero cuyo

    fundamento se ignoraba. Tom a su servicio a

    la

    interesante

    mujer, a costa de

    una pequea fortuna que al paso de los

    aos tuvo que desembolsar en fuentes y platos; y cuando

    finalmente muri, pudo demostrar en ella que

    la

    paralysie

    choriforme era la expresin clnica de la esclerosis cerebro

    espinal mltiple.

    La anatoma patolgica tiene a su cargo dos rdenes de

    contribuciones a la neuropatologa: adems de probar la alte

    racin patolgica, debe establecer su localizacin; y todos

    sabemos que en los ltimos dos decenios la segunda parte

    de esa tarea ha despertado el mayor inters y experimentado

    grandsimo avance. Tambin en esta tarea Charcot prest

    una colaboracin sobresaliente, aunque no fueran suyos los

    descubrimientos inaugurales. Primero sigui las huellas de

    nuestro compatriota Ti.irck, quien, segn

    es

    fama, vivi y

    estudi bastante solitario en nuestro medio; y despus,

    advenidas las dos grandes innovaciones que abrieron una

    poca nueva para nuestro saber acerca de la localizacin

    de las enfermedades nerviosas

    los

    experimentos de esti

    mulacin de Hitzig-Fritsch y los descubrimientos de Flech

    sig sobre la mdula

    espinal-,

    Charcot hizo, en sus Lec-

    ciones sobre la localizacin, lo

    ms

    y lo mejor a fin de

    con-

    jugar las nuevas doctrinas con la clnica y volverlas fruct

    feras para esta. Por lo que atae, en especial, al vnculo de

    la musculatura corporal con la zona motriz del encfalo hu

    mano, recuerdo cunto tiempo permaneci indefinida la mo-

    dalidad exacta y la tpica de ese vnculo subrogacin

    comn de ambas extremidades en los mismos lugares, o sub

    rogacin de la extremidad superior en la circunvolucin cen-

    tral anterior y de la inferior en la circunvolucin central

    posterior, vale decir, una articulacin vertical?), hasta que

    5

    [Jones 1953, pg. 231) refiere que Charcot confi a Freud, en

    la Salpetriere, la autopsia de una mujer que haba estado internada

    en ese

    hospital desde 1853 por los efectos de una embolia. Sobre este

    caso

    informa Freud en su Estudio clnico sobre la hemipleja ce-

    rebral en los nios 1891a); vase l resumen que l hizo de ese

    trabajo en

    l

    sumario de

    sus

    primeros escritos cientficos 1897

    b),

    in/ra pg

    235.]

    6

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    al fin la continua observacin clnica y unos experimentos

    de estimulacin extirpacin en seres humanos vivos en

    oportunidad de realizar intervenciones quirrgicas dieron

    la razn al punto de vista de Charcot de Pitres segn el

    cual el tercio medio de las circunvoluciones centrales sirve

    de manera preeminente a la subrogacin del brazo el tercio

    superior la porcin medial a la subrogacin de la pierna

    de suerte que en la regin motriz se cumple una articula-

    cin horizontal.

    Irrealizable tarea sera demostrar la significacin de Char-

    cot para la neuropatologa enumerando todos sus logros

    pues son pocos los temas de alguna importancia durante

    los dos ltimos decenios en cuya formulacin y examen la

    escuela de la Salptriere no haya tenido participacin sobre-

    saliente. La escuela de la Salptriere era desde luego

    Charcot mismo a quien con facilidad se lo reconoca por la

    riqueza de su experiencia el claro y trasparente lenguaje

    y la plasticidad de sus descripciones en cada trabajo de la

    escuela. En el crculo de hombres jvenes que as atraa

    hacindolos coparticipes de sus investigaciones algunos

    co-

    braron luego conciencia de su propia individualidad se

    labraron un nombre brillante; tambin ocurra en ocasiones

    que alguien sustentara cierta tesis que a juicio del maestro

    era ms ingeniosa que correcta y en plticas y conferencias

    la combata con bastante sarcasmo sin que por ello sufriera

    menoscabo la relacin con el amado discpulo. Y en verdad

    Charcot deja un grupo de discpulos cuya calidad intelectual

    los logros que

    ya

    han obtenido garantizan que el cultivo

    de la neuropatologa en Pars no descender tan pronto de

    la altura hasta la cual Charcot la haba elevado.

    n

    Viena hemos podido hacer repetidas veces la experien-

    cia de que la vala intelectual de un acadmico no necesa-

    riamente se ana con aquel influjo personal directo sobre los

    jvenes que se exterioriza en la fundacin de una escuela

    numerosa sustantiva. i Charcot fue mucho ms afortu-

    nado en este punto sera preciso atribuirlo a las cualidades

    personales del hombre al ensalmo que flua de su presencia

    de su voz a la amable franqueza que singularizaba a su

    comportamiento apenas se superaba la distancia inicial en

    el

    trato recproco a

    la

    prontitud con que lo pona todo a

    disposicin de sus discpulos y a la fidelidad que les guar-

    daba toda la vida. Las horas que pasaba en las salas de sus

    enfermos eran de compaa y de intercambio de ideas con

    todo su personal mdico; jams se recluy all: hasta

    el

    ms joven de los externos tena oportunidad de verlo tra-

    bajar y le estaba permitido importunarlo libertad de que

    7

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    tambin gozaban los extranjeros que en los ltimos aos

    nunca faltaban en sus horas de visita. Por fin, cuando en

    las veladas Madame Charcot, ayudada por una hija talen

    tosa que iba floreciendo con los rasgos del padre, abra las

    puertas de su hospitalario hogar a una sociedad escogida, los

    discpulos y asistentes mdicos del dueo de casa, que nunca

    faltaban a esas reuniones, aparecan ante los huspedes como

    parte de la familia.

    En 1882 o 1883, las condiciones de vida y de trabajo

    de Charcot cobraron su plasmacin definitiva. e haba lle

    gado a entender que la obra de este hombre formaba parte

    de la gloire nacional, con tanto celo custodiada tras la

    infortunada guerra de 1870-71. El gobierno, a cuyo frente

    estaba Gambetta, viejo amigo de Charcot, cre para l una

    ctedra de neuropatologa en la facultad, a cambio de la

    cual pudo renunciar a la de anatoma patolgica, y una cl-

    nica, junto con institutos cientficos, anexos, en la Salp

    triere. Le service de Monsieur harcot comprenda aho

    ra, adems de las antiguas dependencias asignadas a enfer

    mas crnicas, varias salas clnicas donde tambin eran aten

    didos varones, un gigantesco consultorio ambulatorio (la

    consultation exteme , un laboratorio histolgico, un mu

    seo, una seccin de electroterapia, otra de ojos y odos, y un

    taller fotogrfico propio; ocasiones, todas estas que he men

    cionado, para que los ex asistentes y discpulos quedaran

    ligados a la clnica de manera permanente con cargos fijos.

    Los edificios de dos plantas, de cochambroso aspecto, junto

    con los patios que los rodeaban, presentaban para el extran

    jero un notable parecido con nuestro Allgemeines Kranken

    haus,6 pero la semejanza no pasaba mucho de all. Quizs

    esto no sea lindo

    -deca

    Charcot, cuando mostraba al visi

    tante sus

    posesiones-

    pero uno halla sitio para todo cuanto

    quiera hacer.

    Charcot estaba en el apogeo de la vida cuando pusieron

    a su disposicin esa abundancia de medios para la docencia

    y la investigacin. Era un trabajador infatigable;

    yo

    creo

    que siempre fue el ms laborioso de toda la escuela. Un

    consultorio privado donde

    se

    daban cita enfermos de a-

    marcanda y de las Antillas 7 no consigui distraerlo de su

    actividad docente ni de sus investigaciones. La gente que a

    l aHuaen nmero tan grande no acuda ciertamente slo al

    6 [El Hospital General de Viena. En lo que sigue, probablemente

    Freud compare las insuficientes instalaciones de los laboratorios de

    la Salpetriere con aquellas a

    las

    que estaba acostumbrado en Viena.

    Vase

    el

    informe sobre sus estudios en Pars 1956a).]

    7 [No ha podido encontrarse la fuente de esta cita.]

    18

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    investigador famoso, sino en mayor medida al gran mdico

    y filntropo que saba siempre hallar una respuesta, o bien

    la colega si el estado presente de la ciencia no le consenta

    saberla. Muchas veces se le ha reprochado su terapia, que

    por su abundancia de prescripciones no poda menos

    qUE

    ofender a una mentalidad racionalista. Pero l se limitaba

    a continuar con los mtodos usuales en su poca lugar,

    sin abrigar grandes lusiones acerca de su eficacia. or lo

    dems, no era pesimista en la expectativa teraputica, y

    tanto antes como despus promovi en su clnica el ensayo

    de nuevos mtodos de tratamiento, mtodos cuyo xito, ef

    mero, hallaba su esclarecimiento desde otro costado.

    Como maestro, Charcot era directamente cautivante; cada

    una de sus conferencias era una pequea obra de arte por

    su edificio y su articulacin, de tan acabada forma y tan

    persuasiva que durante todo el da no consegua uno qui

    tarse del odo la palabra por l dicha, ni de la mente lo que

    haba demostrado. Rara vez presentaba un solo enfermo;

    casi siempre era una serie de ellos, o unos correlativos que

    comparaba entre s. La sala donde dictaba sus conferencias

    estaba adornada con un cuadro que figuraba al ciudadano

    Pinel liberando de sus cadenas a los pobres orates de la

    Salpetriere;8

    y,

    en efecto, la Salpetriere, que durante la Re-

    volucin h8ba visto tantos horrores, fue tambin el esce

    nario de esta, la ms humana de todas las rebeliones. El

    propio maestro Charcot haca una singular impresin en

    cada conferencia

    sUy1;

    l, de ordinario rebosante de vita

    lidad y alegra en cuyos labios no mora el chiste, se vea

    serio y solemne bajo su casquete de terciopelo, en verdad

    avejentado, su voz nos sonaba como asardinada y tal vez

    podamos comprender que unos extranjeros malintenciona

    dos pudieran tachar de teatral a toda la conferencia. Quienes

    as hablaban acaso estuvieran habituados a la soltura de la

    conferencia clnica alemana u olvidaran que Charcot pronun

    ciaba por semana

    slo una conferencia

    que poda entonces

    preparar con esmero.

    Pero si con esta conferencia solemne, en que todo estaba

    preparado y deba cumplirse como se haba fijado, obedeca

    probablemente Charcot a una tradicin arraigada, senta

    tambin la necesidad de trasmitir a sus oyentes una imagen

    menos artificiosa de su quehacer. Le serva para ello

    el

    consultorio ambulatorio de la clnica, que atenda en per-

    8

    Philippe Pine (1745-1826) fue nombrado mdico jefe en la

    Sa ptriere en 1794, en la poca

    de la Revo]llcin Frnnces:l, inlcj:l1:d"

    all un tratamiento

    m s

    humanitario de los , emul Cs .

    19

  • 5/21/2018 Obras de Freud 03.PDF Charcot

    12/16

    sona durante las llamadas ler;ons

    u

    mardi Abordaba all

    casos que desconoca por completo se expona a todas las

    vicisitudes de un examen a todos los extravos de una pri-

    mera indagacin; se despojaba de su autoridad para confesar

    en ocasiones que este caso no admita diagnstico que en

    aquel lo haban engaado las apariencias y nunca pareca

    ms grande a sus oyentes que tras haberse as empeado

    con la ms exhaustiva exposicin de sus lneas de pensa-

    miento con la mxima franqueza para admitir sus dudas y

    reparos en reducir el abismo entre maestro y discpulos. La

    publicacin de estas conferencias improvisadas de 1887 y

    1888 primero en francs y en la actualidad tambin en len-

    gua alemana ampli hasta lo inconmensurable el nmero de

    sus admiradores; y ninguna otra obra de neuropatologa ha

    alcanzado entre el pblico mdico

    un

    xito comparable.

    Ms o menos por la poca en que se eriga su clnica y

    Charcot renunciaba a la ctedra de anatoma patolgica se

    consumaba en sus inclinaciones cientficas un cambio al que

    debemos lo mejor de sus trabajos y fue que declar bastante

    completa por el momento la doctrina de las enfermedades

    nerviosas orgnicas empez a consagrar su inters casi

    exclusivamente a la histeria que as pas a ocupar de golpe

    el centro de la atencin general. Esta la ms enigmtica de

    las enfermedades nerviosas para cuya apreciacin los m

    dicos no haban hallado todava el punto de vista adecuado

    haba cado por aquella poca en un total descrdito que se

    extenda tanto a las enfermas como a los mdicos que se ocu-

    paban de esa neurosis. n la histeria

    se

    deca todo es po-

    sible y ya no se quera creer nada a las histricas. El trabajo

    de Charcot comenz devolviendo su dignidad al tema; la

    gente poco a poco se acostumbr a deponer la sonrisa ir-

    nica que las enfermas de entonces estaban seguras de en-

    contrar; ya no seran necesariamente unas simuladoras pues

    Charcot con todo el peso de su autoridad sostena el

    ca-

    rcter autntico y objetivo de los fenmenos histricos. As

    l repeta en pequeo la hazaa liberadora en virtud de la

    cual el retrato de

    Pineladornaba

    la sala de conferencias de

    la Salpetriere. Una vez que se disip el ciego temor de que las

    pobres enfermas lo volvieran a uno loco temor que hasta

    entonces haba obstaculizado todo estudio serio de la neu-

    rosis fue posible ponerse a buscar el modo de elaboracin

    que llevara a solucionar el problema por el camino ms corto.

    A un observador enteramente imparcial se habra ofrecido

    el siguiente anudamiento:

    i

    yo me encuentro con un ser

    humano que muestra todos los signos de un afecto doloroso

    puesto que llora grita rabia mi razonamiento no puede

    2

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    13/16

    menos que llevarme a conjeturar en l

    un

    proceso anlmlco

    cuya exteriorizacin justificada seran aquellos fenmenos

    corporales. Mientras que la persona sana podra comunicar

    la impresin que la aflige, la histrica respondera que no la

    conoce, y de tal suerte quedara planteado el problema: a

    qu se debe que el histrico caiga presa de un afecto sobre

    cuyo ocasionamiento afirma no saber nada? Si uno mantiene

    la inferencia de que es forzoso que exista un proceso ps-

    quico correspondiente, pero adems da crdito a la aseve-

    racin del enfermo, que desmiente ese proceso; y si uno

    rene los mltiples indicios de los que surge que el enfermo

    se comporta como si empero supiese el porqu, si explora su

    biografa y descubre en esta una ocasin u n trauma-

    apropiada para producir justamente tales exteriorizaciones

    afectivas, todo ello impone una solucin: el enfermo se en-

    cuentra en un particular estado anmico en que

    ya

    no todas

    sus impresiones ni sus recuerdos

    se

    mantienen cohesionados

    en una entramadura nica, y en que cierto recuerdo puede

    exteriorizar su afecto mediante fenmenos corporales sin que

    el grupo de los otros procesos anmicos, el yo, sepa la razn

    de ello ni pueda intervenir para impedirlo. La evocacin de

    la

    diversidad psicolgica, por todos conocida, entre el dormir

    y la vigilia habra podido reducir, por lo dems, la extraeza

    de la hiptesis enunciada. Y no se objete que la teora de

    una escisin de la conciencia, como solucin del enigma de la

    histeria, estara demasiado lejos de

    1

    que pudiera imponerse

    como evidente a nuestro observador imparcial desprevenido.

    En efecto, la Edad Media haba escogido esta solucin

    de-

    clarando que la posesin por un demonio era la causa de los

    fenmenos histricos; slo habra sido preciso sustituir por

    la terminologa cientfica del presente las Expresiones que la

    religin dictaba en aquella edad osc;ura y supersticiosa. )

    Charcot no tom este camino hacia el esclarecimiento de

    la histeria, y ello a pesar de que espig abundantemente

    en

    los informes conservados sobre procesos de brujera y de

    posesin a fin de probar que los fenmenos de la neurosis

    haban sido en aquel tiempo los mismos que hoy. Trat a

    la

    histeria como a cualquier otro tema de la neuropatologa,

    proporcion la descripcin completa de sus fenmenos, de-

    mostr en estos una ley y una regla, ense a reconocer los

    sntomas que posibilitaban diagnosticat la histeria. l y sus

    discpulos emptendieron las ms cuidadosas indagaciones

    so

    9 [Puntualizacones semejantes se hallan en un trabajo escrito

    treinta aos despus, Una neurosis den.onaca en el siglo XVII

    1923d), AE, 19

    pg. 73, donde tambin se encontrar una referen-

    cia a Charcot.]

    2

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    14/16

    bre las perturbaciones que la histeria produce en

    la

    sensibi

    lidad de la piel los tejidos profundos la conducta de los

    rganos sensoriales las peculiaridades de las contracturas y

    parlisis histricas las perturbaciones trficas y las altera

    ciones del metabolismo.

    Se

    describieron las mltiples formas

    del ataque histrico fotmulando un esquema que mostraba

    la articulacin tpica del gran ataque histrico [grande

    hystrie] en cuatro estadios y se recondujeron a ese tipo

    los ataques pequeos comnmente observados

    [petite

    hystrie

    J De igual modo se estudiaron la situacin y fre

    cuencia de las llamadas zonas histergenas su vnculo

    con los ataques etc. Y sobre la base de todas estas noticias

    acerca de la manifestacin de la histeria se hizo una serie

    de sorprendentes descubrimientos;

    se

    hall histeria en el sexo

    masculino en particular entre los varones de la clase obrera

    con una frecuencia que no

    se

    habra sospechado y fue po

    sible convencerse de que pertenecan a la histeria ciertos

    casos fortuitos que se atribuan al alcoholo al saturnismo;

    tambin se pudo subsumir bajo aquella todo un nmero

    de afecciones que permanecan aisladas e incomprendidas

    as como separar lo propio de la histeria cuando esta neu

    rosis se haba conjugado en cuadros complejos con otras

    afecciones. Y del mayor alcance fueron sin duda las inves

    tigaciones sobre las afecciones nerviosas sobrevenidas tras

    graves traumas las neurosis traumticas cuya concepcin

    hoy todava se discute y respecto de las cuales Charcot sus

    tent con xito su relacin con la histeria.

    Despus que las ltimas extensiones del concepto de la

    histeria hubieron llevado tan a menudo a desestimar diver

    sos diagnsticos etiolgicos naci la necesidad de profun

    dizar en la etiologa de la histeria. Charcot propuso para

    ella una frmula simple: la herencia cuenta como nica

    causa; de acuerdo con ello la histeria es una forma de la

    degeneracin un miembro de la

    famille nvrop,1thique;

    todos los otros factores etiolgicos desempean el papel de

    causas de oportunidad de agents provocateurs.10

    Desde luego que este gran edificio no se pudo erigir sin

    desatar una contradiccin violenta pero eran las objeciones

    infecundas de una vieja generacin que no quera saber nada

    de alterar sus opiniones; los ms jvenes entre los neuro

    patlogos incluso en Alemania aceptaron en mayor o menor

    medida las doctrinas de Charcot. Este ltimo estaba total-

    10 [ reud

    someti esta concepcin a una minuciosa crtica

    en

    La

    herencia y la etiologa de las neurosis

    1896a) in/ya,

    pgs. 143

    y sigs.]

    22

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    15/16

    mente seguro del triunfo de sus doctrinas acerca de la his-

    teria; si se pretenda objetarle que los cuatro estadios del

    ataque la histeria en varones etc. no se observaban fuera

    de Francia aduca permanentemente que l mismo haba

    pasado por alto esas cosas y repeta que la histeria era

    idntica en todas partes y en todos los tiempos. Frente al

    reproche de que los franceses eran una nacin mucho ms

    nerviosa que otras y de que la histeria constitua por as

    decir una mala costumbre nacional

    se

    mostraba muy sus-

    ceptible y pudo alegrarse mucho cuando cierta publicacin

    sobre un caso de epilepsia refleja en un granadero pru-

    siano le posibilit diagnosticar a la distancia una histeria.

    n un punto de su trabajo super Charcot aun el nivel

    de su restante tratamiento de la histeria y dio

    un

    paso que

    le asegura para siempre la fama de ser el primero que

    ex-

    plic la enfermedad. Empeado en el estudio de las parlisis

    histricas que

    se

    generan despus de traumas

    se

    le ocurri

    reproducirlas artificialmente luego de haberlas diferenciado

    con esmero de las parlisis orgnicas. Para ello se vali de

    pacientes histricos a quienes pona en estado de sonambu-

    lismo mediante hipnosis. Consigui demostrar con un razo-

    namiento sin lagunas que esas parlisis eran consecuencia

    de representaciones que en momentos de particular predis-

    posicin haban gobernado

    el

    cerebro del enfermo. As que-

    daba esclarecido por primera vez el mecanismo de un fen-

    meno histrico. Y esta magnfica pieza de investigacin

    cl-

    nica fue retomada despus por su propio discpulo Pi erre

    Janet as como por Breuer y otros para esbozar una teora

    de la neurosis que coincide con la concepcin medieval tras

    sustituir por una frmula psicolgica el ~ d e m o n i o de la

    fantasa eclesistica.

    Que Charcot se ocupara de los fenmenos hipnticos en

    histricos redund en l mximo beneficio para este mbito

    significativo de hechos hasta entonces descuidados y des-

    preciados pues con

    l

    peso de su nombre aventaba de una

    vez para siempre toda duda en la realidad de los fenmenos

    hipnticos. No obstante este tema psicolgico puro no era

    conciliable con el tratamiento exclusivamente nosogrfico

    que recibi en la escuela de la Salptriere. La limitacin del

    estudio de la hipnosis a los histricos el distingo entre hip-

    notismo grande y pequeo l formulacin de os tres esta-

    dios de la gran hipnosis y

    su

    singularizacin mediante

    fenmenos somticos todo ello perdi en la estima de los

    contemporneos cuando Bernheim discpulo de Libeault

    comenz a edificar la doctrina del hipnotismo sobre una base

    psicolgica ms amplia y a hacer de la sugestin el ncleo

    3

  • 5/21/2018 Obras de Freud 03.PDF Charcot

    16/16

    de la hipnosis. Slo aquellos opositores al hipnotismo que se

    conformaban con encubrir su falta

    de

    experiencia propia

    invocando una autoridad siguieron sosteniendo las formula

    ciones de Charcot

    y

    prefirieron

    tomar por

    base una manifes

    tacin que este haba hecho en sus ltimos aos, diciendo

    que la hipnosis careca de toda significatividad como medio

    teraputico. 11

    Tambin seran

    pronto

    impugnadas y rectificadas las teo

    ras etiolgicas que Charcot sustent con su doctrina de la

    famille nvropatbique , y que l haba convertido en fun

    damento

    de toda

    su concepcin sobre las enfermedades ner

    viosas.

    Tanto

    sobrestimaba Charcot el papel causal de la he

    rencia que no dej espacio alguno para la adquisicin de

    neuropatas; asign a la sfilis slo

    un

    modesto lugar

    entre

    los

    agents provocateurs

    y no separ las afecciones ner

    viosas orgnicas

    de

    las neurosis con la suficiente nitidez en

    l

    campo de la etiologa ni en ningn otro. Es inevitable

    que el progreso de nuestra ciencia, con la multiplicacin de

    nuestros conocimientos, desvalorice mucho de lo que Char

    cot nos ha enseado; pero ningn cambio

    de

    los tiempos o

    de las opiniones podr menoscabar la fama del hombre

    por

    quien hoy e n Francia y en otros

    pases

    hacemos duelo

    Viena, agosto de 1893

    11 [Cabe sealar que en su prlogo a su traduccin del libro de

    Bernheim, De la suggestion . . Fteud se mostt decididamente con

    trario a los puntos de vista de ese autor.

    CE.

    Freud, 1888-89, AB 1

    pgs. 89-91. Insisti con ms vigor an en estas crticas treinta aos

    ms

    tarde, en

    Psicologa

    de las mClSas

    y al lisis del yo

    (1921c), AE

    18,

    pgs

    85

    y 121n.J

    24