O BISPO D E m O L A , Iior PIO...

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FA.Ioll EXTRACTO DE LA HOMILIA DEL CIUDADANO CJRDEJSrJL CffiJRJMONm, OBISPO DE mOLA, Iior PIO SÉPTIMO, SOBERANO PONTÍFICE, •A LOS PUEBLOS D£ DIÓCESIS £N LA REPÚBLICA CISALPINA^ AiS» 1797 . yALENCIA : IMPRENTA. DE DOMINGO Y MOMPljá, 18^0.

Transcript of O BISPO D E m O L A , Iior PIO...

FA.Ioll

E X T R A C T OD E L A H O M I L I A

DEL CIUDADANO

CJRDEJSrJL C f f iJ R J M O N m ,

O B IS P O D E m O L A ,

Iior PIO SÉPTIMO,S O B E R A N O P O N T Í F I C E ,

•A L O S P U E B L O S D £ S Ü D I Ó C E S I S

£ N L A REPÚBLICA CISALPINA^

AiS» 1 7 9 7 .

y A L E N C I A :

IMPRENTA. DE DOMINGO Y MOMPljá, 1 8 ^ 0 .

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ADVERTENCIA.

E n el periódico titulado Miner^ va N acional, por D. Josef Joa~ quin de M ora , cuaderno 3? , to­mo I , se lee el extracto de la homilía que nuestro muy Santo Padre Pió V II formó y diri­gió á los pueblos de su diócesis de Imola , en la república Cisalpi-- n a , año 1797 , en el que mani­

fiesta su espíritu é ideas liberales^ excitando á sus diocesanos á la unión y conformidad con el Go- hierno democrático de la repúbli-

ca Cisalpina á que pertenecía m diócesis 5 idéntica por filiación á la francesa^ cuyas instituciones es bien notorio que no admitían frai'- les ni monjas, al mismo tiempo que hicieron notables reformas en la disciplina exterior de la Igle~ s ia , aboliendo diezmos y primi~ cias^ desaforando radicalmente dlos eclesiásticos , y dejándolos en clase de puros pensionarios del Estado. Todo contra las opinio­nes vertidas por el Excelentísimo é Ilustrísimo Señor D, Fr. Fere- mundo Arias de Teijeiro , actual arzobispo de esta diócesis de V a ­lencia , en su representación á las Córtes,

E l contraste que ofrece dicha

representación con la citada ho­milía 5 obliga a que esta se pro­pague por medio de la reimpre- sion^ a fin de que los incautos ó los preocupados tengan por des* engaño la autoridad del Prima^

do de la Iglesia*

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N O T A D E L REDACTOR DB L A

NER VA*

]N uestro ¡lustre a m ig o , el virtuoso

obispo G re g o ire , ha publicado últim a­

mente en Paris esta obra , tan ed ifi­

cante como cu rio sa , con el objeto de

hacer v e r al clero católico cuán coqipati-

bles son las ideas liberales con l i reli*

gion que profesamos’, y cuán penetrado

«stá de estas ideas el venerable pastor

que hoy ocupa la silla de san Pedro.

hom ilía es demasiado larga para poder­

la insertar en toda su integridad ; por

lo que nos contentaremos con citar sue

mas curiosos fragm entos.

H O M I L I A ,

rcLa verdadera significación de la p a­

labra lib ertad , y a en el idioma de la

filosofía , y a en el de la reli^ioo cató<

lica 9 excluye toda idea de dísoIucíon

y de aquel desenfreno licen cioso , que

confunde el bien con el m a l, y lo ho­

nesto con lo vicioso. L e jjs de nosotros

una interpretación grosera que destruye

todo el órden divino y hum ano, y des­

figura nuestra esen cia, la razón y to ­

dos los dones que debemos á la mano

dei Criador. L a lib ertad , este beneficio

divino tan precioso á los hom bres, es

una fa:u ltad de obrar ó de no obrar,

con subordinación á las leyes d iv i­

nas y humanas. L a libertad cesa de

ser rscional cuando , sublevada con*

tra la le y , se opone á la voluntad de

D ios y á la soberanía temporal. Cuan­

do cediendo á perversas inclinaciones,

y despreciando las nociones de sabiduría

y de v ir tu d , en lugar de usar de los fa ­

vores de ia Providencia , abusa de ellos,

entonces es una monstruosidad tan odio­

sa á los ojos de Dios como á los de los

hombres. ¡D ichosos vosotros, hermanos

m ío s, si conociendo el uso de la lib er­

tad la fm plesis en gloria de D io s , ar­

reglo de vuestra conducta y utilidad de

los hombres!

Después de haber meditado sus re­

laciones con el Dios que lo crió y con­

sigo mismo , el hombre debe examinar

las que lo unen con sus semejantes. Co­

mo no existe en un estado puramente

n a tu ra l, miembro de la sociedad de cu­

y as ventajas participa , la razón quie­

re que comunique i los otros las que

dependen de é l , y que por este cam bio

recíproco de se rv icio s , concurra á la fe­

licidad pública. Estas palabras p a z y

ventura esfan grabadas en el corazon

del hombre de tal modo , que no pue­

de desconocer su valor ni renunciar á su

adquisición; pero la paz es hija de! buen

órd en , y el orden no puede existir si no*

existen autoridades constituidas que se

bagan obedecer. Esta o b ed ie n cia , ins­

pirada por el deiecjio n a tu ra l, esiá r^-

IOcomendada por el Espíritu Santo •, el

cual nos dice : resistir á las potencias

temporales es resistir á D ios.

L a forma del gobierno dem ocrático,

adoptado enrre nosotros, mis caros her­

manos , no se opone a' las md;(ímas que

os acabo de manifestar. Tam poco repug­

na al ev an gelio , antes bien exige aque*

lias virtU'Jes sublimes que no se adquie­

ren sino en Ja escuela de Jesucristo. Si

las practicáis religiosam ente, ellas os

asegurara'n vuestra fe lic id ad , vuestra glo­

r ia , y el esplendor de nuestra república.

R e c h a z a d , os ]o suplico , el espíritu de partido , las pasiones, el Ínteres privado,

la ambición y Ies deseos inm undos, que

siendo igualm ente indignos del hombre y

del cristiano, lejos de contribuir á vuestra

d ic h a , os conducirán á vuestra pérdida

por las ilusiones de una gloria fantástica.

Y o no os hablaré ni de Esparta ni de

Atenas , ni de las famosas legislaciones

de L icu rg o y Solon , ni de C ariago, ri-

val de Rom a. Nuestras reflexiones ten­

drán par objeto la aiitigna república

romana. Considerad, hermanas, los ilu s­

tres ciudadanos que la honraron , y los

medios con los cuales cautivaron la ad*

miración del mundo. | Os traeré á la

memoria el valor de M ucio Scevola, de

C u rc io , de los dos S cip io n es, de T o r-

cuato, de Cam ilo y de tantos como flo­

recieron en aquellas épocas memorables?

Sus e lo g io s , escritos por una m ultitud

de autores, sirven todavía de h ccio n

á la posteridad. Catón de ü tic a , de quiea

se dijo que la gloria lo perseguía coa

tanto mas empeño cuanto mas tenia él

en evitarla , Catón os dirá cómo exten­

dió Rom a su fama y su im perio. 99N0

creáis decía, que nuestros abuelos la han

engrandecido con las arm as; s ia s i fu e­

se , hoy nuestros dominios serian mas

vasto s, puesto que tenemos m ayor po»

blacion y egércitos mas numerosos. T u ­

vieron ellos ua modo de m irar las co»

ià s , y u na especie de v a lo r , que por des­

gracia es desconocido de s l s descendien­

tes. Lidustria en la tierra natal y en

las e x tra ñ a s , gobierno Justo y p róvi­

d o , jamas envilecido por el vicio ni las

pasionás : tales fueron los instrumentos

de su poder.” E ste discurso de un gran

filósofo , lección digna de grabarse en

letras de o r o , manifiesta el grado á que

llegaron en Rom a antigua aquellas v ir ­

tudes morales, fundamento de una gran­

deza que fue despues el espanto y la

admiración del mundo. M ientras que los

griegos y otros pueblos, mas civilizados

én apariencia , disertaban en las escue­

las sobre la filosofía , los romanos prac­

ticaban la virtud , sin disputar sobre

su naturaleza, sin la intervención de las

escuelas, y sin disfrazarla orgullosam en-

te con el manto filosófico. L a sencille*

de sus costumbres se op jn ia á la estudia­

da elocuencia, á la d ialéctica, que sutiliza

ios principius en lugar de pracdcarlos*

V ed allí una breve exposición de las

v ir tu ie s romanas en las épocas mas cé­

lebres de la rep ú b lica, virtudes preco­

nizadas por los mismos padres de la igle-

sia , especialmente por ei sublime filó ­

sofo san Agustín , que hace de ellas un

cuadro digno de sus talentos. L a gran­

deza y la fama de estos republicanos

fueron, según nos enseña este santo doc­

tor , la recompensa que un D ios justo

quiso concederles por sus trabajrs y por

sus virtudes. L a inspiración de la ra­

zón humana , aunque degradada por la

sed insaciable de la g lo r ia , les esti­

muló enérgicamente á la práctica de la

moral. Si en esto excedieron á las na­

ciones que los precedieron en el órden

de los siglos y en los progresos de la

c iv iliz a c ió n ; s i , como dice C a tó n , y

lo enseñan los padres de la ig le s ia , sus

¿ualidades loables realzaron el brillo de

U libertad romana , y merecieron á es­

te pueblo el goce de favores témpora-

Is s , I con cuánta mas razón debemos

reconocer la ns.’ csidad de la virtud en

nuestro estado democrático nosotros , que

no profanamos nuestros homenages al pie

d i falsas divinidades; nosotros, á quie­

nes la bondad celeste se ha m anifesta­

do con tantas profecías y prodigio?; no­

sotros, en f in , q u í podemos enseñar á

las naciones infieles los lugares santifi­

cados por el nacimiento del V e rb o , por

sus predicacion es, por su muerte y por

el raüagrD de su resurrección ! Las v ir­

tudes m o ra b s , que consisten en el amor

del órden, nos harán buenos demócratas.

N uestra democracia será aquella que tra*

b a ji sin descanso en la felicidad común,

y q u e , abjurando los odios, la perfidia,

la am b ición , se aplica tanto á respetar

los dvirechos ágenos , como á cum plir

sus propias obligaciones. A si conserva­

remos la igualdad encendida en su recta

significacion ; ella nos manifiesta la ley

domiaando á todos los miembros del

cuerpo so c ia l, para d irig ir , proteger y

ca stig a r; sometida d las disposiciones de

las leyes divinas y Iiumanós , ella con­

serva á cada uno las facultades nece­

sarias para el cuniplimiento de su de­

ber 5 y asegurando la felicidad indivi­

dual y la de todos, indica á cada m ieni'

bro del estado democrático la exacta me­

dida de lo que debe á D io s , a' sí mismo

y á sus semejantes. L a igualdad c iv il,

derivada del derecho natural , y hermo­

seada per la moral fílosóíica , está en

armonía con el cuerpo político cuando

cada uno coopera a l bien de todos, se­

gún la extensión de sus facultades fís i­

cas y m orales, y cuando, á su v e z , re­

coge de la protección social los bienes

que ella espera. L a entera igualdad de

fu e rz a s , de r iq u e za s, de propiedades,

de virtudes no existió ni podrá jamas

existir. Abrid los tratados de los filóso­

fos mas profun dos; preguntad el sen­

tido interior 9 dejad que la naturaleza

hable en su sencillez: todo confirma es­

ta verdad. Esa extraña ig ualda d , que

y o llamaré aritm ética, echaría por tier­

ra el órden físico y moral.

Pero las virtudes morales no bastan

para el entero cumplimiento de tantas

obligaciones : la igualdad que arregla el

orden en la sociedad , reclama otros

apoyos para mantenerse y perfeccionarse.

£ 1 E van gelio que Jesucristo nos ha

dado es el único capaz de perfeccionas

los hombres aun en el órden so c ia l, y

de regularizar el egercicio de aquella

ig u a ld a d , que asegurándonos la felici­

dad de la v id a , nos promete otra en

la eternidad. P or dignas de estimación

que sean las virtudes de los pagano.^,

por muchos elogios qne se tributeii á

Jos preceptos de los filósofos, confese-

mos que sus discurrios y »us acciones lle­

van el sello de la im perfección. V ed

cuánto co n 'rib u ytn á la felic dad de la

república ios eg^emplos de Jesucristo y

de los humildes adoradores de la C ruz;

ved <íl ascendiente que tienen los pre­

ceptos del E van gelio , las tradiciones de

los apóstoles y de los filósofos cristianos,

que llamamos padres y doctores , para

conservar la p a z , para llenar de gran­

deza y esplendor el gobierno dem ocrá­

tico , para transformar tantos hombres

em inen tes, en héroes de humildad , de

caridad , de amor á Jesucristo. S i en

el estado democrático el hombre con­

curre á mantener la igualdad^ cuando

con todas sus fuerzas trabaja en bien de

la sociedad que lo recompen?a colocán­

dolo al abrigo tutelar de la ley , ¡ cuán*

to mas brilla el amor de la igualdad

en el q u e , consagrado enteramente á

las le y e s , á la so cied a d , á sus herma­

n o s , sin esperar ni temer nada de ellos,

aspira tan solamente á la recompensa

que D ios ha preparado á los que lo

aman l La igualdad mal entendida por

la ñlosofía es la que Jesucristo revela i

a o

homenage que tributa á la verdad este

escritor elocuente , lleno de adm iración

al contemplar la divinidad del E v a n -

gelio .

N o c r e á is , hermanos m io s, que la

religión católica se opone á las formas

del gobierno dem ocrático. V iv ie n d o uni­

dos con nuestro D ivino S a lv a d o r , po»

d rjis concebir una justa esperanza de la

salvación e te rn a ; podréis labrar vuestra

dicha terren a , j cooperar á la gloria

de la república y á la de las autorida­

des que la rigen. L a obediencia que de- beis prestarles, el cumplimiento de vues­

tras obligacion es, e l zelo por el bien

general serán , con la gracia d iv in a , un

nuevo manantial de méritos y virtudes. Sí,

mis herm anos; sed buenos cristian os, y

sereis excelentes dem ócratas. Imitad la

obediencia y la humildad del Salvador, sometiéndoos á las leyes y á la auto­

ridad soberana. S i algunos de vuestros

hermanas se desvian del senderó la

t i

virtud y del E v a n g e lio , no os canséis

de rogar por e llo s, á fia de que su con­

versión los reintegre en la posesion dd

D ios.Y vosotros, mis amados cooperadore*,

á cuya dirección te han confiado porcio*

nes especiales de esta fam ilia cristiana«

unios á vuestro obispo para mantener

en el rebafío la integridad de la reli*»

gion católica y emplead vuestras fuer­

zas en hacer que los discípulos de Je«

sucristo sean fíeles á las autoridades y

ú la república encargados por el cielo

en conservar los intereses espirituales

del pueblo : dirijám csios, no solo hacia

la gloria de D io s , sino á las ventajas

del órden público. A si se cum plirán

vuestros deseos de v e r arraigarse y fo r­

tificarse las virtudes cristianas y m ora­

les en las almas confiadas á vuestra v i­

gilancia , para hacer la gloría de nues­

tra república y de los ciudadano« d*

que se compone.’ ’

Sigue el Redactor,

T a l es e l lenguage de un verdadero

pastor evangélico , de un sacerdote con­

ciliador , humilde é ilustrado. Y si tan­

ta era su adhesión á un gobierno pu*

lam ente republican o, solo perqué reco-

nocia en él la autoridad consiituida y

sancionada por el voto u c iv e rs a l, jcuál

deberá ser la conducía del clero español,

cuando el régimen que nos rige conser­

va á la dignidad real todo su esplendor,

íu importancia y sus mas nobles prero-

gativas ? ¿Cuánto no deberá ser su an­

helo por cim entar la unión entre el pue­

blo y el monarca , por destruir todos

los gérmenes de la difcordia, por predicar

continuamente la p a z , la fraternidad, la obediencia á las leyes y el respeto á las

legítim as autoridades ? Su influjo será

sin duda m uy eficaz y poderoso si es­

tas sanas doctrinas van de acuerdo coa

las costumbres p u ras, humildes y sua«

ves que el E van gelio exige de sus mi­

nistros : entónces el clero merecerá el

reconocimiento de los hombres de bien,

y el ascendiente que adquirirá por es­

te medio seiá mas sólido y duradero qu«

el que proporcionan el lujo^ las riquezas,

los privilegios y las exclesiones.

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