Nombres y Animales

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Are we not men? H. G. Wells, The Island of Doctor Moreau www.elboomeran.com

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  • 2Are we not men?

    H. G. Wells, The Island of Doctor Moreau

    www.elboomeran.com

  • 3Rita Indiana

    EDITOR IAL PER I FR ICA

    NOMBRES Y ANIMALES

  • 4 Rita Indiana Hernndez, 2013 de esta edicin, Editorial Perifrica, 2013Apartado de Correos 293. Cceres 10.001

    [email protected]

    I S B N : 978-84-92865-80-2D E P S I T O L E G A L: CC-210-2013

    I M P R E S O EN ESPAA P R I N T E D IN SPAIN

    El editor autoriza la reproduccin de este libro, total oparcialmente, por cualquier medio, actual o futuro, siemprey cuando sea para uso personal y no con fines comerciales.

    P R I M E R A E D I C I N: octubre de 2013

    Esta obra ha recibido una ayuda a la edicindel Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte.

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    What was that thing that came after me?

    Los gatos no tienen nombres, eso lo sabe todo elmundo. A los perros, sin embargo, cualquier cosales queda bien, uno tira una o dos slabas y se lesquedan pegadas con velcro: Wally, Furia, Pelusa,etc. El problema es que sin un nombre los gatos noresponden, y para qu quiere uno un animal queno viene cuando lo llaman? Mucha gente se con-forma, dicen Anbal, Abril, Pelusa, etc. y los nom-bres rebotan como el agua sobre los pelos de gato.Dicen Merln, Alba, Jess y los gatos, como si nofuera con ellos, van a lamerse el culo en la direccinopuesta. Cualquiera se tira de un puente.

    Abro la puerta y en el aire siento el golpe de clorocon el que repasan los pisos y paredes de este lu-gar, como todas la maanas recorro las salas abrien-

  • 6do las ventanas y en mi mente comienzo a darlevueltas en una tmbola a todos los nombres que heescrito en mi libretita durante la noche anterior.

    AtilaCianuroPicassoArepaMeterPeterAlcanforMecaRmuloLiliputGoliatKayucoKawasakiMeneoBambiBurbujaAbuAmadeusDannyNcleo

  • 7Apuesto a que esa c con a de meca y esa c con l dencleo van a quedarse enganchadas del pellejo delanimal como anzuelos. Las persianas del stanoestn oxidadas y la manivela tarda un poco en ce-der, cuando finalmente entra un rayo que iluminadesde la pileta de baar a los perros hasta la jaulams grande, donde cabra un san bernardo, unabolita surge de la tmbola hacia mi boca con elnombre ganador.

    Y all est el gato, acostado en uno de los peldaosde la escalera del stano; es junio y lo nico frescoen toda la Repblica son los pisos de granito. An-tes de que me mire digo el nombre que he elegido,pero se queda all con esa respiracin regular e im-perceptible tan comn en las figuras de cermicabarata. Tirarle el nombre ahora ha sido un desper-dicio, sabiendo como s que la cermica es an msresistente a los nombres que los gatos. Subo espan-tando al gato con mis zancadas hacia la recepcin,tanteando mis opciones para el almuerzo: albndi-gas o chuletas, halo la silla para sentarme y all, so-bre el escritorio, encuentro un conejo muerto.

    Qu es esta vaina?, pregunt con el volumen demi voz desajustado, mirando el blanqusimo cone-

  • 8jo que alguien, que recin captaba con el rabillodel ojo, haba colocado frente a mi silla. El pegoteen la esquina de la sala de espera se converta enpersona y se acercaba, supe que tendra que levan-tar la vista del conejo e hice un rpido inventario:dos canicas de sangre donde van los ojos y unapatita tiesa como en esas fotos en las que un juga-dor de ftbol intenta alcanzar la bola estirando lapierna entre los tobillos de otro sin xito. Es mo,dice un hombre joven con la piel de la cara llena demarcas, la camisa polo azul clarito y el pelo comobaba. Se me ocurre saludar, pero me tardo dema-siado y l comienza a decirme: se me estn mu-riendo como cosa loca, yo creo que quieren hacer-me dao, t sabes, los vecinos envidiosos. Me in-troduce en el mundo de sus vecinos envenenadoresy hallo tiempo para concentrarme en su piel llenade crteres donde pueden, como en las nubes, en-contrarse formas divertidas, chuchutrenes y tribi-lines que el acn fue dibujando con la ayuda de dosmanos nerviosas que extirpaban antes de tiempocualquier cosa que creciera sobre la superficie delplaneta. Sacude al animal y me dice: necesito queme le hagan una autopsia. Toma aire y se sienta enuna de las butacas de la sala de espera, el conejo enuna mano sobre la pierna y en la otra mano un en-

  • 9cendedor. Imagino que quiere fumar y le doy per-miso ofrecindole un cenicero en forma de mediabola de basketball que To Fin trajo porque, se-gn l, combinara de maravilla con la fibra de vi-drio naranja de las butacas.

    Suena el telfono y es una mujer. Quiere saber so-bre las tarifas de estada. Se va a Miami a hacerseuna ciruga y necesita dejar a su perro en el hospi-tal varias noches. Mientras me da detalles sobre elcosto de su operacin, razn ms que suficiente,segn ella, para que le rebajsemos el precio, mefijo en los filos del pantaln del muchacho. En unsegundo calcul el miedo o el amor que haba de-trs de aquella plancha, pero sobre todo el tiempoque alguien dedicaba a aquellos y a muchos otrospantalones convirtiendo el kaki en acero.

    Tan pronto se me termin la conversacin con laseora de la ciruga saqu la gua telefnica detrsde un nmero que puede estar entre las letras P, J oW. Este truco para matar el tiempo no me lo ha en-seado nadie y es muy efectivo, sobre todo cuan-do uno no quiere bregar con dueos de enfermosterminales y ms an cuando el nico paciente po-sible est muerto. Espero a que quien levante el

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    telfono cuelgue y es entonces cuando empiezo amover la boca. Buenas, le hablamos del hospitalveterinario Doctor Fin Brea para informarle de queya puede venir a recoger a Canquia. Durante uncuarto de hora comparto con el inexistente dueode Canquia ancdotas sobre el buen comporta-miento de la perra, la dieta de bolitas orgnicas quele habamos suministrado, los comentarios del doc-tor sobre la inteligencia y el carcter de Canquia,la vaguada que azot la costa este de la isla la se-mana pasada y el precio de los artculos de primeranecesidad. Cuando el tema comenz a oscilar entreCanquia y la momia hermafrodita en el ltimonmero de la revista National Geographic, la ca-mioneta de To Fin se detuvo frente a la clnica.

    Colgu y avis al loco: lleg el doctor.

    Los pantalones de To Fin tambin tienen filos, peroson tan viejos que el filo est grabado en ellos yArmenia, la mujer que trabaja en casa de To Fin,ni tiene que plancharlos. Estos filos permanecen sinmucho trabajo, con slo colgarlos en el clset res-petando el filo o lo que queda de l se mantienen,gracias a que otra Armenia de nombre Blgica, Tel-ma o Calvina los planch a dos centavos la libra

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    durante los aos que To Fin dur para graduarse.Si fuera por Ta Celia, los pantalones estaran en labasura hace tiempo, y cuando lo ve salir con ellospuestos le grita por el pasillo: coo Fin, cundoes que t vas a soltar esos malditos pantalones decuando ttaba etudiando?!. Pero To Fin sigue ca-minando como un camello tierno, arrastrando losmismos zapatos de gamuza y los lentes de sol Ray-Ban con los vidrios verde oliva con que aparece enla foto de mi primer cumpleaos.

    To Fin lleva al conejo y a su dueo al consultorio,coloca al primero sobre la camilla de acero inoxi-dable y junta la puerta. Es entonces cuando vuelvoa pensar en el gato y digo en mi mente el nombreque tena bajo la manga, ncleo. Como un resor-te da un brinco y se trepa al escritorio, oliendo elfro residuo del roedor envenenado. Se acerca msa mi cara, estrujando su cabezota en mi barbilla.Por un momento creo ver el milagro ejecutado, elgato ha respondido a mi llamado teleptico, lo lle-vo de nuevo hasta la escalera y colocndome de-trs del escritorio, repito en mi mente la palabramgica, pero esta vez ni me mira, comienza a subirla escalera lentamente y desaparece.