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    CC . M , o conducir por una ruta habitual, nos permiten realizar ciertas tareas de forma automtica. Evitamos as la sobre-carga del cerebro que se producira si nos concentrramos en cada pasada del cepillo o en los incontables pequeosmovimientos del volante para ajustar el rumbo. Otras costumbres, como salir a correr, contribuyen a mantenernossanos. En cambio, comer con regularidad golosinas seguramente no nos ayudar. Y los hbitos que entran en elterritorio de la compulsin o la adiccin, como la sobreingesta o fumar, pueden poner en riesgo nuestra existencia. A pesar de que los hbitos constituyen una parte importante

    de nuestra vida, averiguar cmo el cerebro convierte una nuevaconducta en rutina ha entraado una enorme di cultad. Sin esteconocimiento, los especialistas lo han tenido complicado a lahora de ayudar a las personas a abandonar sus malos hbitos,

    ya sea mediante tratamiento farmacolgico o de otro tipo.Las nuevas tcnicas estn permitiendo descifrar por n los

    mecanismos neurales que se hallan en la base de nuestros ritua-les. Se han identi cado as los llamados circuitos de hbitos, estoes, las regiones cerebrales y las conexiones responsables de crear

    y mantener las rutinas. El conocimiento aportado por esta lneade investigacin est ayudando a comprender cmo construye elcerebro buenos hbitos y por qu nos cuesta abandonar no sololos de menor importancia, sino tambin los que el mdico o laspersonas queridas nos piden que interrumpamos. Los estudiossugieren que si condicionamos de forma deliberada nuestro cere-

    bro, podramos llegar a controlar los hbitos, tanto los positivoscomo los negativos. Podemos albergar esta esperanza gracias aun hallazgo sorprendente: incluso cuando parece que actuamosde forma automtica, una parte del cerebro est supervisandonuestra conducta.

    QU ES UN HBITO?Los hbitos parecen un tipo peculiar de accin, pero desde unpunto de vista neurolgico pertenecen al amplio espectro de laconducta humana.

    En una parte del espectro hallamos comportamientos quepueden realizarse con el su ciente automatismo como para de -

    jarnos espacio cerebral para otros propsitos. Otros, en cambio,exigen dedicarles tiempo y energa. Los hbitos se forman demodo espontneo a medida que exploramos el medio fsico ysocial y nuestro mundo interno. Ponemos a prueba las con-ductas en situaciones concretas, descubrimos cules parecen

    bene ciosas y no muy costosas, las seleccionamos y pasamos aintegrarlas en nuestra rutina.

    Este proceso, que comienza en la infancia, viene con unacontrapartida. Cuanto ms rutinaria se vuelve una conducta,menos conscientes de ella nos volvemos. Apagu la estufa an-tes de salir de casa? Cerr la puerta? Esta falta de supervisinno solo puede interferir con nuestro funcionamiento diario,tambin puede favorecer la aparicin de malos hbitos. Muchaspersonas que han engordado uno o dos kilos en poco tiempo

    se dan cuenta de repente de que han estado comiendo ms

    chucheras de lo habitual sin ser conscientes de ello.Esta prdida gradual en la vigilancia de nuestras accionestambin implica que los hbitos pueden compartir rasgos comu-nes con las adicciones. Pinsese en los juegos de ordenador, lasapuestas en la Red o los mensajes electrnicos o tuits constantes,adems, por supuesto, del consumo excesivo de alcohol u otrasdrogas. Un patrn de conducta repetitivo, de impulso adictivo,puede surgir de una antigua accin deliberada. Los neurocien-t cos estn an lidiando con la idea de si las adicciones soncomo hbitos normales, solo que ms acentuados, aunque sinduda pueden considerarse ejemplos extremos del espectro de laconducta. As sucede en ciertas alteraciones neuropsiquitricas,como el trastorno obsesivo compulsivo, en el que los pensamien-tos y las acciones se vuelven acaparadores, o ciertas formas dedepresin, en las que los pensamientos negativos funcionanen un bucle continuo. Algunas formas extremas de los hbitostambin pueden aparecer en el autismo o la esquizofrenia, en-fermedades en las que uno de los problemas son las conductasrepetitivas, excesivamente focalizadas.

    DE LA CONDUCTA DELIBERADA A LA RUTINA Aunque los hbitos se sitan en diferentes partes del espectrode la conducta, comparten ciertos rasgos principales. Una vez seforman tienden a perdurar. Si uno se dice deja de hacer eso,la mayora de las veces no lo lograr, en parte debido a que la cr-tica suele aparecer demasiado tarde, cuando ya se ha producidola conducta y sus consecuencias se han manifestado.

    Tal persistencia ha contribuido a desentraar el circuitoneural responsable de la formacin y el mantenimiento de loshbitos. Estos se vuelven tan arraigados que los llevamos a caboincluso cuando no queremos, fenmeno al que contribuye lo quese denomina recompensa contingente. De este modo, cuandohacemos A, recibimos alguna recompensa; pero si hacemos B,no la recibimos o somos castigados. Las consecuencias asociadasa nuestras acciones determinan nuestra conducta futura en unau otra direccin.

    Las seales descubiertas en el cerebro parecen correspon-derse con ese aprendizaje dependiente del refuerzo, como mos-traron en un principio Wolfram Schultz y Ranulfo Romo, ambospor entonces en la Universidad de Friburgo, en Suiza. Talesobservaciones han sido corroboradas hoy mediante modelos

    Ann M. Graybieles profesora del Instituto de Tecnologade Massachusetts e investigadora del Instituto McGovernpara el Estudio del Cerebro de esa universidad.

    Kyle S. Smithes profesor de psicologa y neurociencia en la Universidadde Dartmouth.

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    C o r T e S a d e a n n M

    . G r a y b i e l ( m a p a s

    d e c a

    l o r ) ; a

    x S b i o M e d i C a l a n i M

    a T i o n S T u d i o ( i l u s t r a c i

    n

    )

    informticos. De especial importancia sonlas seales de error en la prediccin delrefuerzo, que indican a posteriori la eva-luacin de la mente sobre si se cumpliuna prediccin acerca de una recompensafutura. De alguna manera, el cerebro ana-liza estas evaluaciones, lo que da formaa nuestras expectativas y aade o sustrae

    valor a ciertos modos de actuar. Mediantela supervisin interna de nuestras accio-nes y la asignacin de un valor positivo onegativo, el cerebro refuerza determina-das conductas y convierte as las accionesdeliberadas en habituales.

    Muchos nos preguntbamos qu su -ceda en los circuitos neurales para quese produjera este cambio y si podramossuprimirlo. En el laboratorio de Graybiel,en el Instituto de Tecnologa de Massa -chusetts (MIT), comenzamos una seriede experimentos para descifrar qu vas

    cerebrales estaban involucradas y cmo variaba su actividad segn se iban for -mando los hbitos.

    Primero, necesitbamos un test paradeterminar si cierta conducta corres-ponde a un hbito. El psiclogo britnico

    Anthony Dickinson desarroll uno en losaos ochenta del siglo que todava seutiliza ampliamente. l y sus colabora-dores ensearon a ratas de laboratorioa presionar una palanca en una caja ex-perimental para recibir una recompensa en forma de comida.

    Cuando los animales haban aprendido la tarea y se hallabande nuevo en sus jaulas, los experimentadores devaluaron larecompensa, bien dejando a las ratas que la comieran hasta lasaciedad o administrndoles un frmaco que les produca unanausea moderada despus de consumirla. Ms tarde, llevaronde nuevo a los mridos a la caja y les dieron la opcin de es -coger entre presionar o no la palanca. Si lo hacan a pesar deque la recompensa les provocaba ahora malestar, Dickinsonconsideraba la conducta un hbito. Pero si el animal se mos-traba consciente si es que podemos atribuir esa capacidad auna rata y no apretaba la palanca, como si se diera cuenta deque la recompensa se haba vuelto desagradable, entonces seconclua que no se haba formado un hbito.

    FIJAR UN HBITO EN EL CEREBROMediante variaciones de este test bsico algunos investigadores,como Bernard Balleine, de la Universidad de Sdney, y Simon Kill-cross, de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, handemostrado que a medida que una accin deliberada se convierteen un hbito se modi can diferentes circuitos cerebrales. Expe -rimentos con ratas, as como con monos o humanos, apuntanahora a la existencia de mltiples circuitos que conectan entres la neocorteza (considerada la parte ms avanzada de nuestrocerebro mamfero) y el estriado, en el centro de los ganglios ba -sales (de origen ms primitivo y situados en el ncleo de nuestrocerebro). Estos circuitos intervienen en mayor o menor gradosegn si actuamos de una forma premeditada o automtica.

    En nuestro laboratorio enseamos a ratas y ratones a rea-lizar una serie de tareas simples. En una de ellas aprendan a

    recorrer un laberinto en forma de T cuando oan un clic.Dependiendo de una instruccin sonora que reciban cuandolo iban recorriendo, al nal de la T deban girar a la derecha o

    la izquierda y llegar hasta el extremo del brazo para obtener untipo u otro de recompensa. Nuestro objetivo era entender cmoel cerebro juzga los pros y contras de comportarse de una deter-minada manera y luego graba una secuencia de conductas comoun hbito. Comprobamos as que nuestras ratas desarrollabanhbitos. Incluso cuando una recompensa se volva aversiva, alor la instruccin se acercaban a ella.

    Para averiguar el modo en que el cerebro decide qu con-ducta se convertir en hbito, el laboratorio del MIT comenz aregistrar la actividad elctrica de pequeos grupos de neuronasdel estriado. Los hallazgos resultaron sorprendentes. Mientraslas ratas aprendan a recorrer el laberinto por primera vez, lasneuronas de la zona del control motor del estriado se mantu-

    vieron activas todo el tiempo. Pero a medida que su conducta se volva rutinaria, la actividad neural comenz a concentrarse alprincipio y al nal de cada recorrido, y a disminuir durante lamayor parte del tiempo intermedio. Era como si la conducta ensu conjunto hubiera sido empaquetada y las clulas del estria-do se limitaran a identi car el inicio y el nal de cada recorrido.Se trataba de un patrn inusual; pareca que las neuronas delestriado fueran maleables y ayudaran a empaquetar series demovimientos, al tiempo que unas pocas clulas expertas con-trolaban los detalles de la conducta.

    Ese patrn nos haca pensar en el modo en que el cerebroestablece los recuerdos. Todos sabemos lo til que resulta apren -derse secuencias de nmeros en forma de unidades ms grandes,en vez de cifras individuales, como cuando memorizamos un

    E L E X P E R I M E N T O

    Actuar sin pensarVarios experimentos con ratas han revelado que el cerebro trata los hbitos comounidades simples de conducta. Los animales aprenden a recorrer un laberinto en T

    y, en funcin de la instruccin sonora recibida, giran a la izquierda o la derecha paraconseguir una recompensa. En los primeros intentos ( primera T en color ) la actividad

    en el estriado cerebral es alta ( amarilla y roja) durante la mayor parte del tiempo. Alformarse el hbito ( segunda T ) la actividad mengua ( verde y azul), excepto cuando larata se dispone a girar o beber. Una vez se ha fjado el hbito ( tercera T ) la actividades alta solo al principio y al fnal, con lo que se delimita una unidad de conducta.

    Leche con chocolate

    Instruccin sonora

    Seal de inicio

    Agua azucarada

    Exploracin

    Hbito f i jado

    Formacin del hbito

    A pr endiza je

    Actividad de las neuronasen el estriado

    Baja Alta

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    telfono como 555-1212 y no 5-5-5-1-2-1-2. El psiclogo Geor-ge A. Miller introdujo el concepto de recodi cacin ( chunking )para referirse a este agrupamiento de elementos en una unidadde memoria. La actividad neural que observbamos al inicio y

    nal de un ensayo pareca similar. Segn esta idea, el estriadoestablecera unas marcas delimitadoras en grupos de conducta(hbitos) que el proceso interno de evaluacin ha decidido al -macenar. De ser cierto, signi cara que el estriado nos ayuda acombinar una secuencia de acciones en una nica unidad. Mi -ramos la bolsa de golosinas y, automticamente, la alcanzamos,tomamos una de ellas y nos la comemos sin pensar.

    Asimismo, se ha identi cado un circuito de deliberacin enel que interviene otra parte del estriado. Se activa cuando laaccin no se lleva a cabo de forma automtica, sino que exigetomar una decisin.

    Para comprender la interaccin entre los circuitos de delibe-racin y de hbitos, Catherine Thorn, de nuestro equipo, registrla actividad en ambos circuitos de modo simultneo. Cuandolos animales aprendan una tarea, se estimulaba la parte delibe-rativa del estriado hacia la mitad del recorrido, especialmentecuando deban decidir hacia qu lado de la T dirigirse, segnla instruccin sonora recibida. El patrn era casi opuesto a larecodi cacin observada en la regin del estriado para los hbi -

    tos. Sin embargo, la actividad se desvaneca cuando la conductase volva habitual. Los datos indican que mientras aprendemosun hbito al menos, cuando lo hacen las ratas los circuitosrelacionados con las rutinas se fortalecen, pero tambin se pro-ducen cambios en otros circuitos.

    Dado que el estriado trabaja en coordinacin con una partede la neocorteza relacionada con los hbitos en la regin fron-tal del cerebro conocida como corteza infralmbica, decidimosexaminar la actividad en esta regin. El resultado tambin fueesclarecedor. Aunque al comenzar el aprendizaje observamosuna estimulacin inicial y nal en la zona para los hbitos delestriado, en la corteza infralmbica apenas notamos cambios.La actividad infralmbica solo se modi c despus de que losanimales se entrenaran durante un largo perodo y el hbitoquedara jado. En ese momento, tambin se form en esa re -gin un patrn de actividad de recodi cacin. Pareca como siesa parte de la corteza estuviera esperando a que el sistema deevaluacin del estriado hubiera decidido si la conducta debaser conservada antes de involucrar al resto del cerebro.

    DETENER LA ACCINMediante una nueva tcnica denominada optogentica, decidi -mos comprobar si la corteza infralmbica controlaba de forma

    Cmo se forman los hbitosPara aprender y fjar un hbito seguimos tres pasos: exploramos unanueva conducta, la aprendemos y, por ltimo, la grabamos en el cere-bro (nmeros coloreados ). Aunque todava no se han desentraadotodos los detalles, el estriado ( centro) coordina cada

    uno de los pasos. Aunque parezca que realicemosnuestros hbitos sin pensar, la cortezainfralmbica (abajo a la derecha ) siguesupervisando lo que hacemos.

    Exploracin de una nuevaconducta:La cortezaprefrontal se comunica con elestriado y este, a su vez, conel mesencfalo, donde ladopamina facilita el aprendizaje y asigna valor a las acciones.Estos circuitos (lneas continua y discontinua) forman buclesde retroalimentacin positiva,lo que nos ayuda a darnos

    cuenta de qu es lo quefunciona y lo que no

    en la conducta.

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    Formacin del hbito: Alrepetir una conducta, se for-talece un bucle de retroa-limentacin entre la cor-teza sensitivomotora yel estriado, lo que nosayuda a sellar nuestrasrutinas en una unidad de

    actividad cerebral. Estareside en parte en elestriado y dependede una seal dopa-minrgica proce-dente del mesen-cfalo.

    2

    Hbito jado y permitido: Una vez que el hbito se ha alma-cenado como una unidad de conducta, la corteza infralm-

    bica parece ayudar al estriado a jarlo an ms en forma de actividadcerebral semipermanente. Mediante la dopamina, esta zona de la corteza

    parece controlar tambin cundo permitir la activacin de un hbito; inhi-biendo esta regin se pueden suprimir rutinas profundamente arraigadas.

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    A C T I V I D A D C E R E B R A L

    Corteza prefrontal

    Corteza infralmbica

    Corteza sensitivomotora

    Mesencfalo(fuente de dopamina)

    Estriado

    TlamoGlobo plido

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    a x S b i o M e d i C a l a n i M a T i o n S T u d i o

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    directa la expresin de un hbito. El mtodo consiste en introdu-cir molculas fotosensibles en una regin minscula del cerebro

    y, ms tarde, hacer incidir un haz de luz sobre esta regin paraactivar o desactivar sus neuronas. Realizamos el experimentocon ratas que haban adquirido el hbito en el laberinto y habanformado el patrn de recodi cacin. Al desactivar su neocorte -za durante solo unos segundos, mientras los animales corran,conseguimos suprimir por completo el hbito.

    El hbito poda eliminarse con rapidez, en ocasiones de in-mediato, y el efecto se mantena incluso despus de retirar laluz. Sin embargo, las ratas no dejaron de correr por el laberinto.Tan solo dejaron de hacerlo hacia la recompensa devaluada.Pero seguan corriendo hacia la recompensa buena, en el otrolado. De hecho, al repetir el test, los mridos desarrollaron unnuevo hbito: se dirigan hacia el lado del laberinto en el quese encontraba la recompensa positiva, sin importar qu sealauditiva se les proporcionara.

    Cuando ms tarde inhibimos la misma parte de la cortezainfralmbica, el nuevo hbito desapareci y el antiguo resurgide forma instantnea. Este retorno de la antigua rutina ocurrien cuestin de segundos y dur el resto del test, sin necesidad

    de volver a desactivar la corteza infralmbica.Muchas personas que se han esforzado para desterrar unhbito lo han visto recuperar despus, en todo su esplendor,tras un perodo de estrs o una recada. Cuando Ivan Pavlovestudi este fenmeno en perros hace aos, concluy que losanimales nunca olvidan conductas profundamente condicio-nadas como los hbitos. Lo mximo que pueden hacer es su-primirlas. En nuestras ratas hemos observado una persistenciasimilar. Pero, notoriamente, hemos podido activar y desactivarlas rutinas manipulando una regin diminuta de la neocortezamientras se produce la conducta. Desconocemos el alcance detal control. Si enseamos a las ratas tres hbitos consecutivos

    y suprimimos el tercero de ellos, reaparecer el segundo? Y siluego inhibimos el segundo, resurgir el primero?

    Una cuestin clave era si lograramos impedir que se forma-se un hbito. Adiestramos a las ratas lo justo para que eligieranel lado correcto de la T, pero no lo su ciente como para quela conducta se convirtiera en un hbito. Luego continuamosel entrenamiento, pero durante cada ensayo utilizamos la op-togentica para inhibir la corteza infralmbica. Continuaroncorriendo bien por el laberinto, pero nunca llegaron a adquirirel hbito, a pesar de los numerosos das de entrenamiento. Ungrupo de ratas de control que siguieron el mismo adiestra-miento sin la interrupcin optogentica adquirieron el hbitode forma normal.

    DESTERRAR LAS MALAS COSTUMBRESNuestros experimentos nos han proporcionado varias leccionesinteresantes. Primero, no es de extraar que los hbitos resul-ten tan difciles de e liminar; acaban integrados y jados comogrupos ( chunks ) estandarizados de actividad neural, un procesoen el que intervienen mltiples circuitos cerebrales.

    No obstante, sorprende que, aunque los hbitos parezcancasi automticos, estn en realidad bajo el continuo control deal menos una parte de la neocorteza, una zona que debe per-manecer activa para que la rutina se lleve a cabo. Los hbitosestaran ah, preparados para manifestarse cuando la neocortezadetermine que las circunstancias son las adecuadas. Aunque noseamos conscientes de estar supervisndolos, poseemos unoscircuitos que realizan un seguimiento activo y constante deellos. Puede que metamos la mano en la bolsa de golosinas sin

    pensarlo, pero un sistema de vigilancia est trabajando en elcerebro, como el piloto automtico en una aeronave.

    Hasta qu punto podemos ayudar clnicamente a las perso-nas con problemas? Quiz pasar mucho tiempo antes de quedispongamos de un interruptor que nos permita terminar connuestros hbitos molestos. Los mtodos experimentales quenuestro grupo y otros estamos utilizando no pueden ser trasla-dados an a las personas. Pero la neurociencia est avanzando

    a la velocidad de la luz, y los que trabajamos en este terrenoestamos acercndonos a un resultado importante: las reglasque rigen el funcionamiento de los hbitos. Si pudiramos en-tender en profundidad cmo estos se adquieren y abandonan,comprenderamos mejor nuestras conductas idiosincrsicas ycmo entrenarlas.

    Tal vez nuestro conocimiento creciente pudiera ayudar in-cluso a las personas que se sitan en la franja ms extrema delespectro de los hbitos, lo que nos ofrecera pistas sobre cmotratar el trastorno obsesivo compulsivo, el sndrome de Tourette,el miedo o el trastorno de estrs postraumtico.

    El tratamiento farmacolgico y otras terapias emergentesquiz contribuyan a luchar contra los hbitos dainos. Pero

    tambin nos ha sorprendido que esta investigacin sobre elcerebro respalde las estrategias empleadas en la terapia de con-ducta, que suele indicarse para establecer hbitos saludables

    y librarnos de los perjudiciales. Si uno quiere condicionarse as mismo para correr por las maanas, entonces tal vez debasacar las zapatillas deportivas la noche anterior, de modo queno pueda pasarlas por alto cuando se levante por la maana.Esta seal visual remeda la seal auditiva que nosotros utiliza-mos para entrenar a las ratas, y puede resultar especialmenteefectiva si uno se recompensa a s mismo despus del ejercicio.Si lo practicamos un nmero su ciente de maanas, nuestrocerebro puede desarrollar el patrn de recodi cacin que de -seamos. Por otra parte, si queremos olvidarnos de la bolsa dechucheras, mejor eliminarla de la sala o la o cina, con lo que

    suprimiremos la seal.Cambiar un hbito quiz nunca resulte fcil. Como dijo Mark

    Twain Nadie se desembaraza de un hbito o de un vicio tirn-dolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera,peldao a peldao. Nuestros experimentos, sin embargo, nospermiten albergar optimismo. Al conocer mejor cmo nuestrocerebro establece y mantiene las rutinas, esperamos llegar acomprender el modo en que podemos librarnos de hbitos in-deseables y adquirir los que nos convienen.

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    PARA SABER MS

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