NELLIE CAMPOBELLO Y LA AUSTERIDAD VISUAL . REV CRIT LATINOAMERICANA 2007
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Retrato hablado: la austera visualidad de los relatos de Nellie CampobelloAuthor(s): Catalina DonosoReviewed work(s):Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 33, No. 66 (2007), pp. 173-186Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACPStable URL: http://www.jstor.org/stable/25485835 .
Accessed: 12/01/2013 02:40
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REVISTA DE CRlTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Ano XXXIII, No. 66. Lima-Hanover, 2? Semestre de 2007, pp. 173-186_
RETRATO HABLADO: LA AUSTERA VISUALIDAD DE LOS RELATOS DE NELLIE CAMPOBELLO
Catalina Donoso
Boston University
En 1931 se publico la primera edicion de Cartucho, relatos de la
lucha en el norte de Mexico. Aunque la propia autora, Nellie Campo bello, singularizo el texto como conjunto de "relatos", ya desde en
tonces resulto dificil de categorizar dada su complejidad tematica
que abarca rasgos de la autobiografia, la cronica familiar, la relacion
historica y el cuento. Este trabajo pretende analizar la serie de rela
tos de Campobello en cuanto a su aporte como testimonio de los
hechos de la Revolucion Mexicana y al mismo tiempo como pro
puesta literaria. En este conjunto de relatos, Campobello nos ofrece la posibilidad de observar una parte de la historia de la revolucion
con mirada doblemente marginal: la de la mujer y la de la infancia,
punto de vista que desafia los estereotipos que circunscriben la na
rration belica como un escenario epico, masculino y adulto. Por otra
parte, el libro, fuera del relato grandilocuente y monumentalizante,
que si caracterizo lo que se establecio como "la literatura de la Re volution Mexicana"1, se situa como testigo de la pequena historia, la
de los heroes anonimos, olvidados; y en un estilo narrativo que es
coherente con la fragmentation de dichas historias individuates. En este sentido, lo que me interesa tiene que ver con una historia
que se narra desde la austeridad, una opcion estetica que aborda la
crudeza de los hechos de violencia con una mirada minima, esboza
da, escasamente narrativa. La propuesta de este trabajo es la de en
tender Cartucho como una serie de relatos que devienen retratos, retratos transmitidos a traves de palabras. Una version sui generis de la imagen-texto que W.J.T. Mitchell definio para referirse a una
imagen narrada a partir de una fotografia- y que Marianne Hirsh utili za para situar la description que Roland Barthes hace de la foto de su madre cuando nina en Camera Lucida2. Esta fotografia no apare ce en el libro, solo accedemos a ella a traves de lo verbalmente ex
puesto por Barthes. El concepto de Mitchell al que Hirsh alude inten
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ta conciliar ambos campos (el visual y el verbal), mostrando su inter
dependencia y elaboration mutua. El recuerdo se elabora a partir de la fotografia (que solo Barthes puede ver) y de la narration que el
mismo hace a partir de esta para los lectores.
Si bien en Cartucho no hay una fotografia original que deba ser
narrada, si hay una imagen mental como punto de partida a ese re
cuerdo que detona la exploration del mismo en el relato. La option estetica de Campobello, que he caracterizado como austera, se de
sarrolla en un relato que no se autopresenta como narrative sino
que sugiere una aparente suspension de su narratividad, a traves de un "retrato" oral -una imagen-texto- de ese recuerdo, y que recupera su sustrato narrativo en el contexto emotivo, personal, que la autora
recrea a partir de esas imagenes mnemicas3. Me interesa, en este
sentido, ahondar en la perspectiva que Marianne Hirsh adopta para analizar la fotografia, a la que situa en el contexto intimo-familiar, como una serie de albumes de familia narrados y revisados desde ese escenario.
En general, cada relato del texto de Campobello esta estructura
do a partir de la figura de un personaje, la anecdota que se narra es
minima y la voz infantil neutraliza la carga moral de los hechos na
rrados. Todas estas caracteristicas conspiran hacia un acto verbal
que se vincula a la visualidad. Mas que narration hay exposition. Mas que acciones hay presentation de hechos. Asi, la narration, fundamentalmente eliptica en su estructura, llena de vacios y de si
lencios, obliga al lector a dejar la comodidad de su sillon de lectura
para incorporarse a la tarea de co-autor, tal como una imagen nos
invita a interpretar y a completar su escenario de produccion. Si bien
en el caso de un relato verbal no existe el recorrido visual que si po demos hacer en una imagen, el viaje de las imagenes mentales del
lector se produce, en los relatos de Campobello, a partir de la rique za evocativa de la imagen initial y que el relato despues desarrolla.
Manteniendose en la economia descriptiva que enlaza con el discur
so visual, la mirada de la autora viaja desde el personaje retratado a
las redes de su memoria. Estas redes parecen cazar nuevas image nes fijas, que a su vez llevan a otras redes, para seguir asi, sucesi
vamente, en un entramado de imagenes. Lo interesante de la propuesta estilistica de Campobello es que
esos recuerdos intimos y personates estan situados en un momento
gravitante para la historia mexicana. La cuestion de la memoria co
lectiva versus la individual cobra aqui fuerza dramatica. No es solo la
historia de su ninez (lugar imposible de asir desde la adultez, pero atisbado a traves de este estilo austero y amoral), la de su familia
(con su madre como figura principal), sino tambien la de una nation.
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Susan Sontag senate que la memoria existe solo como archivo indi
vidual, que no se reproduce y que desaparece con la muerte de ca
da uno, de manera que la memoria colectiva es "una declaracion"
que por ende obedece al orden o al ordenamiento de un discurso
oficial: "Las ideologias crean archivos de imagenes, imagenes repre sentativas, las cuales compendian ideas comunes de signification y desencadenan reflexiones y sentimientos predecibles" (100).
Tal vez justamente porque Cartucho se atrevio a enfrentar con
flictivamente la memoria emblematica con las memorias individuates,
particularmente la memoria suelta4 de una nina, desjerarquizada, caotica (en este sentido, yo agregaria, rebelde), es que su lugar de
ntro del canon no fue el merecido. Es un libro que habla sobre la
memoria en su sentido mas problematico: memoria individual, suel
ta, rebelde, sublevada, que se vuelve amenazante cuando se quiere
resguardar una lectura univoca de la historia. En el campo literario, la
memoria nacional mexicana fue labrada a partir de un canon que si
bien incluyo a Cartucho, lo hizo de manera marginal. Segun Aguilar Mora "es cierto que Cartucho no ha tenido el reconocimiento que merecen su singularidad y maestria narrativas" (13), asi tambien
concuerda Fernando Tola de Habich: "Si el silencio es sinonimo de
fracaso literario, Nellie Campobello y Cartucho fracasaron estrepito samente" (XXII). En un mismo sentido, Maricruz Castro Ricalde inclu
ye a Campobello dentro del grupo de escritoras que si bien "forman
parte del canon de las letras mexicanas [...] podemos afirmar que se
localizan en el margen del canon porque sus textos son muy dificiles de conseguir, no suelen ser reeditados, su difusion y distribution es
insuficiente" (13). El presente trabajo pretende, entonces, situar el punto de vista de
Cartucho en el ambito de la representacion de la violencia, pero desde la perspectiva de los recuerdos de una entonces nina: un esti lo que vuelve retrato al relato y que desde esa opcion estetica desa
fia los parametros de la memoria colectiva institucionalizada. Para
eso, el texto estara dividido en dos apartados. En el primero se ana
lizaran algunos retratos de violencia explicita fisica y psicologica ex
puestos en el libro; el segundo abordara la problematica de un dis curso narrativo que, analizado desde la teoria de la imagen, particu larmente de la fotografia, rompe el encuadre excluyente que define al
mecanismo fotografico para ampliarlo a traves de la evocation.
Retrato del cuerpo maltratado
Una de las cuestiones mas llamativas de Cartucho es como se
presentan los hechos de violencia. Si ya es interesante que el estilo del libro se desarrolle desde una austeridad narrativa cuando el refe
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rente alude a situaciones extremas de muerte y violencia, el contras
te lo vuelve aun mas perturbador. Desmembramientos, hombres cal
cinados, ahorcamientos, violencia explicita que ademas penetra el
mundo infantil y desde ahi llega a los lectores. El procedimiento des
pojado de Campobello elimina los alcances efectistas y artificiosos en los que podria caer una prosa mas florida, y a la vez potencia la
crudeza y brutalidad de los hechos referidos. Una description deta
llada y emocionalmente comprometida del dolor, una narration que de alguna manera se detuviera gozosa en la presentation del mismo,
podria en un primer momento ser muy impactante, pero el exceso de
palabras amortiguaria o desplazaria el foco de atencion desde el
hecho narrado hasta su "puesta en escena" literaria. En cambio, la
sobriedad del tono de Campobello desconcierta y conmueve de una
manera mucho mas directa:
Gudelio Uribe, enemigo personal de Catarino, lo hizo su prisionero, lo
monto en una mula y lo paseo en las calles del Parral. Traia las orejas cor
tadas y, prendidas de un pedacito, le colgaban; Gudelio era especialista en cortar orejas a las gentes. Por muchas heridas en las costillas le chor
rreaba la sangre. En medio de cuatro militares, a caballo, lo llevaban.
Cuando querian que corriera la mula, nada mas le picaban a Catarino las
costillas con el marrazo. ?l no decia nada, su cara borrada de gestos, era
lejana; Mama lo bendijo y lloro de pena al verlo pasar. [...] Entonces dijo Uribe que no queria gastar ni una bala para hacerio morir. Le quitaron los
zapatos y lo metieron por en medio de la via, con orden de que corrieran
los soldados juntos a el y que lo dejaran hasta que cayera muerto. (62)
La objetividad inocente que transmiten las visiones de violencia,
apoyada aqui en la optica infantil, tensiona los hechos atroces ya
que no esperamos que sean presentados con tanta naturalidad.
Apenas hay dolor en el escenario descrito, no hay interpretacion de
este mismo. Probablemente la unica frase que sugiere algun grado de internalization de la experiencia como proceso emotivo sea la si
guiente: "su cara borrada de gestos, era lejana". Ese rostro lejano, distanciado en su humiliation, muestra un trabajo de traduction de
la experiencia por parte de la nina. Pero el discurso permanece
siempre anclado en los recursos de un hablante-nino, que es en
quien la autora deposita el acto narrativo, aunque topicos como el
de la representacion de la violencia y mas especificamente el de la
Revolucion no se asocien comunmente al universo infantil. Uno de
los aspectos mas llamativos de este hablante-nino es el cruce de la
carga etica de los sucesos violentos, con la inmadurez que implica el
aprendizaje de normas morales para los ninos: "Con autentica natu
raleza infantil, Campobello transmitia esa vision descarnada donde el
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nino no ha interiorizado aun ninguna moral, donde no ha caido en la
seduction de creerse un yo identico a si mismo" (Aguilar Mora 19). Asumiendo que es esa moral aun no normativizada, moral en
ciernes, la que le permite a la narradora obtener y explotar una mira
da inocente y primaria de las imagenes que presenta, Campobello opta por recoger esa voz ida de su propia infancia para intentar
acortar la distancia insalvable entre la autora adulta y la nina que vio
y recuerda. Asi evita proponer un relato que objetive al sujeto del pa sado. Esa election se rebela contra las pautas de la tradition testi
monial, y mas aun en el terreno belico: "Uno de los silencios mas
expresivos de las autobiografias hispanoamericanas del siglo XIX se
refiere a la infancia. [...] El hecho de que se pasen por alto los prime ros anos de la vida del autor dice mucho acerca del modo en que el
autobiografo decide validar su relato" (Molloy 17). El yo heroico que se narra en la autobiografia de ribetes historicos consideraria inco
modo incluir en su documento una petite histoire que pudiera restar
grandiosidad a su empeno. No sorprende el lugar marginal que el texto de Campobello ocu
po al momento de su publicacion dentro de la narrativa de la revolu
tion, si reconocemos que a la voz infantil no se le atribuia la autori dad necesaria para ser recibida como testimonio valido, a causa del
"autoritarismo de los adultos ante los jovenes" (15), como lo puntua liza Aguilar Mora. Hoy podemos mirar atras y descubrir justamente
en esa voz y en sus contradicciones una posicion privilegiada para revitalizar y cuestionar las aproximaciones anquilosadas de la histo ria. La perspectiva infantil esta presentada no desde el discurso es
crito, sino desde el oral, con un narrador que utiliza el registro del relato en presencia; el cual ha sido definido por Blanca Rodriguez como "el lenguaje de la conversation familiar y, estrictamente, el de la mujer" (61). La narrativa de Cartucho se insertaria en el contexto
de las conversaciones que se habrian producido y reproducido de ntro de los hogares de Durango durante el periodo revolucionario: "El impacto de la contienda demandaba la comunicacion colectiva, fuese dentro del nucleo familiar o mediante la participation de los vecinos o los propios contendientes, con primacia de los villistas
[...]. En la anecdota, las conversaciones deben haber sido repetiti vas" (63). La narrativa de Campobello estaria entonces, segun Rodri
guez, impregnada por las propias vivencias reales y aquellas creadas a partir de la conversation. La nina narradora se apropia, junto con las imagenes fijadas por su propia mirada, de las imagenes construi
das a partir de las conversaciones escuchadas en su casa. Aqui se
combinan la experiencia individual y la del colectivo; pero no la del colectivo totalizador de la nacion, sino el de la pequena comunidad,
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a pequena escala, que todavia mantiene rasgos de lo familiar.. Como lo plantea tambien Teresa Hurley, el registro autobiogr?fico de Cam
pobello no se limita a la sola experiencia de la protagonista-testigo, sino que alberga tambien las experiencias de los demas a traves de
las historias y las conversaciones que ella oye. El marco individual se
expande hacia el de la representacion de un colectivo, ya que su
perspectiva no es la suya sola como testigo, sino la de todos los tes timonies a los que tuvo acceso. De manera que su perspectiva de la revolucion deviene un panorama multivocal que supera sus impre siones infantiles acerca de lo que ocurria en ese momento.
En ese sentido, esta memoria colectiva no es una "declaration" como la que caracteriza Sontag, sino que es una suerte de conglo merado de memorias sueltas, caoticas, que se conciertan temporal mente para elaborar un relato que no habla solo desde la certeza.
Explicitamente, la narradora nos expone a su propia vulnerabilidad frente a un relato multisignificante y multivocal que se sigue escri
biendo: "Cartucho no dijo su nombre" (47), "no me acuerdo si le dije que si o no" (52), "palabras dificiles que yo no me acuerdo" (95), "Nadie oyo nada, ni supieron lo que estaban tratando" (105). La idea de unas historias narradas desde el ojo protagonista de la nina, pero tambien desde lo contado por otros, abre la puerta a una version po rosa de la historia, donde la verdad historica se derrumba en un es
truendo. La apuesta de Campobello va por permitir que la duda sea
tambien un recuerdo legitimo, que el error pueda habitar la Historia
que reconstruimos, pues lo que pretende no es zanjar el pasado sino
justamente permitirle seguir vivo. La "declaration", el supuesto acuerdo que fundamenta la memoria emblematica, implica la pre sencia de una autoridad que arbitra esas declaraciones, esos acuer
dos. Campobello da voz a los murmullos permanentes de un colecti
vo menor que no se clausura en tales concertaciones.
Es por eso significativo que al manejar un discurso tocante a lo
personal desde un colectivo insumiso que alberga las contradiccio
nes, los vacios y la irrepresentabilidad de la experiencia individual, la
nina narradora exponga hechos de violencia con tanta crudeza. Ese
registro se compromete con una experiencia vital, ultima, dramatica,
que desde el principio sera intraducible: la de la muerte, la del dolor.
Tal como el viaje hacia su propia infancia sera imposible, tambien
sera imposible para los lectores de Campobello participar del sufri
miento de los personajes; ni siquiera la nina pequena, testigo pre sencial de los hechos, pudo leer la experiencia original desde el otro
sufriente. Pero Nellie Campobello echara mano del estilo narrativo
que hemos descrito para acortar esa distancia. A traves de su natu
ralidad y su "aspereza" (Rodriguez 63), el testimonio de la nina
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testigo se adentrara en zonas del dolor y la crueldad por caminos
alejados del estereotipo y del lugar comun:
No me saito el corazon, ni me asuste, ni me dio curiosidad; por eso corri.
Los encontre uno al lado del otro. Zequiel boca abajo y su hermano mi
rando al cielo. Tenian los ojos abiertos, muy azules, empanados, parecia como si hubieran llorado. No les pude preguntar nada, les conte los bala
zos, voltee la cabeza de Zequiel, le limpie la tierra del lado derecho de su
cara, me conmovi un poquito y me dije dentro de mi corazon tres y mu
chas veces: 'Pobrecitos, pobrecitos'. La sangre se habia helado, la junte y se la meti en la bolsa de su saco azul de borlon. Eran como cristalitos ro
jos que ya no se volverian hilos calientes de sangre. (64)
El territorio de lo cruel se enlaza con el de la inocencia, la nina
hurgara en los cuerpos muertos, rastreara su carnalidad herida con
la mirada, con las palabras, con actos concretos. La nina no tendra
pudor de entrar en ellos y escrutarlos. Con la naturalidad obscena con la que los ninos despedazan insectos o torturan animates, la ni na se asomara a la corporalidad de esos hombres guerreros y muer
tos a la vez. El desmembramiento del cuerpo, su separation en pie zas no supone la perdida de continuidad de esa humanidad conteni
da aun en el puro residue
Esta objetivacion no es nunca degradation del otro, porque la lo
gica infantil replantea, desafiando, las aprensiones del mundo adulto. Pero tambien podemos insertarlo en el contexto de esa pequena comunidad, de ese colectivo familiar que habla a traves de las pala bras de la nina, y aplicar alii el concepto de mirada familiar que pro pone Marianne Hirsh al analizar las aproximaciones de Roland Bart hes a la fotografia "ausente" de su madre. Hirsch senate que en la
mirada familiar no se trata nunca de un sujeto mirando a un objeto, sino que es una mirada reciproca, en la que el sujeto mira a un obje to que a su vez es un sujeto que le devuelve la mirada. Dentro del contexto familiar, el que mira es siempre a su vez mirado, escrutado o monitoreado. La subjetividad que se construye en este entorno es
por lo tanto siempre relational. (9). La partition de los cuerpos continua siendo, en la rudeza o aspe
reza del lenguaje (Rodriguez, 63), un lugar digno. Tal como el texto en su totalidad reivindica y asienta a la tropa sin nombre que res
plandece como pequena historia, los cuerpos despedazados, bana les en su perdida de unidad, tambien permanecen como segmentos legitimos de una historia no contada. En "Las tripas del General So
brazo":
"Ellos se sonrieron bajo la banda y nos mostraron aquello. 'Son tripas', di
jo el mas joven a ver si nos clavando sus ojos sobre nosotras a ver si nos
asustabamos; al oir, son tripas, nos pusimos junto de ellos y las vimos; es
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taban enrolladitas como si no tuvieran punta. 'jTripitas, que bonitas!, f,y de
quien son?, dijimos con la curiosidad en el filo de los ojos. 'De mi General
Sobrazo -dijo el mismo soldado-, las llevamos a enterrar al camposanto'. Se alejaron con el mismo pie todos, sin decir nada mas. Le contamos a
Mama que habiamos visto las tripas de Sobrazo. Ella tambien las vio por el
puente de fierro". (85)
Husmear en las tripas de un ser humano, relatarlas, narrarlas, man
tenerlas en el recuerdo como actantes del relato, atreverse incluso a
titular el cuento con ellas, en el mismo estatus de "El general Rueda" o "Los hombres de Urbina", es un gesto que ennoblece esos restos
humanos. El tratamiento literario de esos residuos, a la vez que los
normaliza, pues la muerte y la violencia se hacen cotidianas, los de
vuelve como objeto de una primera mirada en el asombro: al mismo
tiempo que comunes, son unicos, nuevos. Es la estupefaccion del
infante que resignifica cada experiencia como novedosa. Para la Ne
llie nina esos muertos son sus juguetes, sus companeros de juego -
antes y despues de ser masacrados- y por ello son su rutina y su
apertura al descubrimiento del mundo. Tomar la sangre ya fria y se
ca, y guardarla, es una action que conjuga lo perverso con lo cando roso manteniendo suspendida una categorization tajante de lo vivi
do.
Este intento de aproximacion al texto de Campobello instate su
austera narrativa como una imagen-texto cuyo punto de partida no
es una fotografia del album familiar, sino una imagen archivada en la
memoria. El modo de abrir esa imagen en el relato obedece a los pa trones de contexto intimo que reconoce Hirsh en los ejercicios aso
ciados al album familiar: conversaciones domesticas (que sin em
bargo amplian el concepto de familia mas alia al del grupo nuclear y lo expanden hacia la pequena comunidad) que reconoce Blanca Ro
driguez en el estilo de Campobello (61). En el caso de Cartucho el
entorno se esboza desde lo mas intimo (la madre, las hermanas, el
hermano, la casa) hacia una comunidad mas grande pero que conti
nua rigiendose por los preceptos de ese contexto privado. Alii el tes
timonio cobra mayor fuerza en su visualidad, en la relevancia de
mantener la experiencia privada para insertarla en el discurso publi co que enmarca a la Revolucion. Dichos factores propician un estilo
austero y certero que vuelve mas compleja la presentation de los
hechos de violencia alii narrados.
Quebrar el marco
Hasta aqui he analizado el texto de Campobello desde su dialogo con la imagen, particularmente la fotografia, en un contexto que he
singularizado como album familiar (siguiendo a Marianne Hirsh) y
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que involucra los modos de relacion -y de narracion- que son utili
zados en dicho medio. Poner como punto de partida la visualidad de
estos retratos independientes organizados en el album Cartucho
como instantaneas familiares a la vez que colectivas, no es una
aproximacion del todo novedosa. Ya Aguilar Mora describio el for
mato del libro en un sentido que puede vincularse con el que desa
rrollo en este trabajo:
Esos textos eran relatos de esa frontera intangible, inasible, invisible entre
la vida y la muerte, eran estampas de fugacidad terrenal, eran memorias
desparramadas en imagenes, eran descripciones de momentos intransfe
ribles (sobre todo el de la muerte), eran retratos de personajes que llenos
de nombre andaban por el mundo en busca del apodo y de anonimato,
eran semblanzas de personajes que se presentaban ya anonimos, eterna
mente anonimos, perdurando en su propio tiempo, en esa singularidad de
los momentos que supieron, con una sabiduria irrecuperable, hacer suyos.
(16)
En el mismo sentido, Antonio de Castro Leal llamo a los relatos que
componen Cartucho "cuadros de sencilla crueldad", y Sara Rivera
Lopez interpreto esta necesidad de Campobello por relatar dichos
"cuadros", ya que el ejercicio del relato ayudaria a comprender o re
solver los episodios que conforman su experiencia:
El beneficio real de cualquier individuo al contar su pasado o confeccionar
una interpretation de el resulta ser el entendimiento de su propia vida,
ademas, en la construction del discurso que crea para si y para los otros, se libera de lo transitado, sepultando culpas, y edifica un relato que le
permite 'entender' o explicarse su propio hacer en el mundo y su circuns
tancia. (56)
En mi lectura de Cartucho, propongo instalar ese relato en el con
texto intimo del album familiar. Tal como esas fotografias y su narra
cion otorgan al grupo que retratan una suerte de genealogia, los re
latos de Cartucho construyen esa historia alternativa a partir de ima
genes de la memoria que se sustentan en el recuerdo no solo de lo
vivido, sino tambien de lo escuchado y narrado por otros, en la re
semantizacion de esa imagen como punto de partida para una na
rration. Son estampas, retratos, cuadros, memorias desparramadas en imagenes.
He escogido situar estos posibles territorios visuales en la foto
grafia por su carga emotiva y cultural ya delineada por Roland Bart hes en Camera Lucida, por Sontag en On Photography y sobre todo
por la lectura que de estos autores hace Marianne Hirsh al senalar
que son las fotografias el unico rastro material de un pasado imposi ble de recobrar, y es ahi donde reside su poder y su valioso peso
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cultural. En Ante el dolor de los demas, Sontag vuelve sobre ese pe so cultural que recae en el discurso fotografico. Desde su punto de
vista, la fotografia aparece como un soporte privilegiado para plas mar hechos pasados:
El conjunto de imagenes incesantes (la television, el video continuo, las
peliculas) es nuestro entomo, pero a la hora de recordar, la fotografia cala mas hondo. La memoria congela los cuadros; su unidad fundamental es la
imagen individual. En una era de sobrecarga informativa, la fotografia ofre
ce un modo expedito de comprender algo y un medio compacto de me
morizarlo. (...) Cada cual almacena mentalmente cientos de fotografias,
sujetas a la recuperation instantanea. (31)
Aunque no podamos entender la fuerza evocativa de los relatos retratos construidos por Nellie Campobello en el contexto de una
sociedad hipermediatizada como la actual, si podemos detenernos en otro aspecto que resalta Sontag: la correspondencia entre el ins tante congelado por la fotografia y el proceso de recuerdo a traves de cumulos o archivos de imagenes. Otro de los atributos que ha
acompanado a la fotografia desde su aparicion tiene que ver con la
aparente veracidad de la misma. Tal como lo entendio Barthes, ese
pacto previo con la realidad que la fotografia convoca, tiene, junto a su correlato documental o testimonial, uno magico, mitico: mas que una copia de la realidad, la fotografia aparece como una emanation de la misma, mas anclada en su modo de detener el tiempo que de
plasmar un objeto. Barthes afirma que desde un punto de vista fe
nomenologico, el poder de autenticidad de la fotografia supera al de la representacion (89).
No pocas veces, la lectura de este planteamiento es reducida
superficialmente a la ilusion de realidad que la imagen fotografica
sugiere. La sentencia de que "algo estuvo ahi"5, suele vincularse a
una prueba fehaciente de veracidad que ya muchas veces ha sido
criticada, porque el acto de fotografiar incluye la mirada del fotogra fo, es decir, el punto de vista. Cada imagen atrapada por la camara
ha sido escogida por un individuo, es una realidad que esta mediada
por ese ojo humano que la canaliza. Pero tambien, esta mediada por un maquina, un aparato tecnologico cuyo patron de funcionamiento es el del encuadre. Para obtener una fotografia es preciso establecer un marco dentro del cual la fotografia existe. Como lo senala Sontag, "la imagen fotografica [...] no puede ser la mera transparencia de lo
sucedido. Siempre es la imagen que eligio alguien; fotografiar es en
cuadrar y encuadrar es excluir" (57). La fotografia seria entonces un lenguaje que esta basado en dejar
fuera. Es ese marco, el encuadre, una frontera que sitia la realidad
segun las leyes -la ideologia- de un territorio tecnologico a la vez
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que subjetivo. Pero, Gque sucede en los retratos de Cartucho? Me
parece relevante escudrinar su proceso de apertura de ese marco. Si
el punto de partida de esta imagen-texto es un recuerdo, imagen ini
tial que reemplazaria a la foto que no existe mas que en la memoria
de Campobello, cada titulo es el rotulo que individualiza ese punto de partida visual: "Zafiro y Zequiel", "Epifanio", "El muerto", El coro
nel Bustillos", "Los dos Pablos". Cada etiqueta corporeiza instanta
neamente el recuerdo. De alii que el ejercicio narrativo sea el de am
pliar ese referente hacia un escenario minimo en el que cobra senti
do. El relato, mas que minimo en su anecdota, es un viaje que va
rompiendo ese marco, que va dinamitando en pequenas cargas el
encuadre. Cada imagen llevara a su vez a otra imagen y esta a otra.
El continuo uso de la elipsis colabora con un relato cuya precaria continuidad esta edificada sobre los cortes de la misma. Como en
un juego de ensamblaje o montaje visual, las historias se van cons
truyendo no a partir de sucesos puestos en accion, sino de image nes todas ellas concatenadas por el recuerdo:
Y pasaba todos los dias, flaco, mai vestido, era un soldado. Se hizo mi
amigo porque un dia nuestras sonrisas fueron iguales. Le ensene mis mu
hecas, el sonreia, habia hambre en su risa, yo pense que si le regalaba unas gorditas de harina haria muy bien. Al otro dia, cuando el pasaba al
cerro, le ofreci las gordas; su cuerpo flaco sonrio y sus labios palidos se
elasticaron con un 'yo me llamo Rafael, soy trompeta del cerro de la Igua na'. (61)
La imagen se abre hacia una escasa narrativa. Se abre en el rela to familiar del album que intenta reconstruir lo perdido. Se abre de ntro de cada relato y tambien hacia los demas, en ciertas coinciden
ces, ciertos encuentros de personajes y de situaciones, pero que tampoco componen en su totalidad una narracion. A la manera de lo
que Sontag propone sobre la serie de grabados de Goya Los desas
tres de la guerra, "Y la serie de grabados de Goya no es una narra
tion: cada imagen, cuyo pie es una breve frase que lamenta la ini
quidad de los invasores y la monstruosidad del sufrimiento infligido, es independiente de las otras. El efecto acumulativo es devastador"
(56), en los relatos que componen Cartucho, esa renuncia a la aspi ration de una narrativa conjunta o concluyente es lo que le otorga su
mayor fuerza significante, porque puede seguir abriendose dentro de si misma y hacia fuera como un cuento que no deja de narrarse.
En "Nacha Ceniceros", por ejemplo, el punto de partida es el nombre de la protagonista, su rotulacion como recuerdo individuali zado. El comienzo del relato es parco, austero, contenido: "Junto a
Chihuahua, en X estacion, un gran campamento villista. Todo esta
quieto y Nacha Hora. Estaba enamorada de un muchacho coronel de
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apellido Gallardo, de Durango" (66). La narration en presente cola bora con esa description, pero luego el cambio temporal vuelve viva la imagen: "estaba enamorada". Funciona como un dispositivo que
entiende la maquina de los recuerdos y moviliza la quietud de ese
escenario que se vuelve escenografia y en el cual comienza a darse curso a la evocation. El dialogo posterior entre Villa y uno de los soldados acrecienta esa puesta en marcha del recuerdo movil. El falso desenlace que supone a Nacha fusilada es parte tambien del
movimiento narrativo que se abre desde su nombre como rotulacion del recuerdo, hacia las cascadas de otros recuerdos (propios o aje nos) que van dinamizando una imagen que parecia detenida. Y en
tonces surge otra vez la contention: "Hacia una bella figura, imbo rrable para todos los que vieron el fusilamiento. Hoy existe un hormi
guero donde dicen que esta enterrada" (66). El movimiento se detie ne ahora en su cuerpo asesinado. La camara ha viajado desde la fo
tografia de un campamento militar en calma, a la de una mujer recien fusilada. El hormiguero es una imagen desdibujada porque no esta, si no que dicen que esta. Es una fotografia borrosa, alterada por el
tiempo, abierta a las interpretaciones, como los suenos. Este relato es uno de los mas interesantes porque posee dos fi
nales. Tenemos este primer falso desenlace con Nacha muerta y un
hormiguero como lapida natural y ademas un segundo final: "Esta fue la version que durante mucho tiempo prevalecio en aquellas re
giones del Norte. La verdad se vino a saber anos despues. Nacha Ceniceros vivia. Habia vuelto a su casa de Catarinas, seguramente
desenganada de la actitud de los pocos que pretendieron repartirse los triunfos de la mayoria" (66). El recurso del falso final hace aun
mas complejo el juego del quiebre del encuadre. La imagen initial:
Nacha, el campamento en calma, siguen ahi, estaticas, permanecen. Es la narration, la imagen-texto la que se vuelve incierta. Puede ser
que Nacha haya muerto fusilada esa tarde o puede que haya vuelto
a Catarinas, desenganada de un proyecto revolucionario corrupto.
Ninguna de las dos versiones anula a la otra. Son todas voces que
interpretan ese recuerdo initial y que se retroalimentan, se recons
truyen y recomponen, en el dialogo abierto de sus protagonistas, y que Campobello ha guardado en su memoria para seguirse reprodu ciendo. La ultima declaration, "seguramente desenganada de la ac
titud de los pocos que pretendieron repartirse los triunfos de la ma
yoria", uno de los escasos momentos en que hay juicios de valor en
el libro, puede ser una sentencia retenida por la Nellie nina de las
tantas conversaciones que poblaron esa epoca algida. Tambien
puede ser la reflexion tardia de una Nellie adulta, que a la vez que
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AUSTERA VISUALIDAD DE LOS RELATOS DE N. CAMPOBELLO 185
revisa su album de recuerdos, va y viene en el libro como un fantas ma del futuro.
Desde esta perspectiva, la apuesta de Campobello se rebela en
tres niveles. Se rebela en lo literario al optar por relatos que dialogan con lo visual y asi, en el ambito de lo narrative se repliegan. Se re
bela tambien al permitir que ese retroceso o economia narrativa ex
plosione los limites del encuadre y emprenda un movimiento en el
sentido inverso: el de la apertura. Asi, el texto se abre en dos senti
dos: hacia adentro, como cascada de imagenes que dialogan, y hacia fuera, como retratos que se vinculan sin trazar mapas definiti vos. Y en tercer lugar, se rebela al sustentar la primacia de las me
morias sueltas por sobre la emblematica, acordada, consensual, es
tatica. Cartucho es un compendio vivo de memorias sueltas, caoti
cas, rebeldes, que alzan la voz como murmullos.
NOTAS:
1. De la narrativa de la revolucion desarrollada en pleno conflicto, Los de abajo,
de Mariano Azuela es el ejemplo de la literatura que se erigio como represen
tativa de ese periodo historico. Los intentos por homogeneizar el estilo que
mejor definia el conflicto, instauraron a "la novela" como el genero adecuado
y catalogaron obras como El aguila y la serpiente y Memorias de Pancho Villa
de Martin Luis Guzman, en esa misma categoria. La "pureza estetica o pereza tedrica" (14)-en palabras de Aguilar Mora- de la critica, que intentaba hallar
continuidad en un fenomeno dificil de asir, no pudieron enmascarar la com
plejidad de los productos literarios generados a la sombra del conflicto beli
co.
2. En Iconology: Image, Text and Ideology, Mitchell rastrea la definition de la
imagen y sus relaciones con la palabra. Desde su perspectiva, las imagenes
pertenecen a una familia, una de cuyas ramas mas importantes es la verbal.
Tanto las imagenes mentales como las "imagenes "propiamente tales", que sirven de base para nuestras imagenes mentales, requieren de palabras que
sirvan de puente para viajar de una a otra. Una imagen-texto corresponde a
esa imagen que existe no como una entidad aislada, sino a su contraparte verbal que la sostiene y la complementa.
3. Tomando como punto initial el concepto de imagen-texto de Mitchell, la tesis
de Hirsh es que en el caso de la fotografia familiar, las imagenes-texto, ad
quieren este rango de medio heterogeneo, donde las fotografias se vuelven
narrativas alimentadas por ese contexto intimo. La recreation de los hechos a
partir del album familiar seria analoga al ejercicio de recuerdo y reconstruc
tion que realiza Campobello en su libro.
4. Steve Stern distingue la memoria emblematica y la memoria suelta, como
versiones de lo que conocemos como memoria colectiva y memoria indivi
dual, respectivamente. Ver "De la memoria suelta a la memoria emblematica:
hacia el recordar y el olvidar como proceso historico (Chile, 1973-1998)".
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5. En Camera Lucida, Barthes expone los alcances problematicos de esta ase
veraci6n. Por ejemplo en el caso del retrato del condenado a muerte: "?l ha
muerto. 6 va a morir", nos dice, poniendo en tension ese abismo temporal
que se da lugar en la fotografia.
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