Maumiau 4
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creativecommons4
CC 2013Virtual Bread Editorial Libre
Mau Miau
Historia y arte de Laughtman
Ilustración de portada: Diseño de portada:
Corrección de estilo: Editor:
Diseño editorial:
LaughtmanFulanito de talTournerJonathan YannTournerFulanito de talVirtual Bread
Agradecimientos especiales:Anémona
Fulanito de talY a nuestros queridos lectores de prueba
Hecho en México.
Licencia:
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons
Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional
Virtual BreadPresenta:
Historia y arte:
Laughtman
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Índice
Ilustración 1
Capítulo 4
Ilustración 2
Ilustración 3
Ilustración 4
Ilustración 5
Ilustración 6
Ilustración 7
Omake
Promo
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Capítulo 4
Está sonando el despertador. No quie-
ro levantarme. Creo que lo haré de
todos modos. Bien, a la cuenta de tres abriré los
ojos y el gato no estará con su boca abierta y listo
para tragarme.
1, 2, ¡3!
¿Mmm? No hay gato. Abrí los ojos y no hay gato.
Debe ser un sueño.
Me levanté de la cama con la sensación de que
estaba dormida y de hecho creí que estaba dor-
mida; no había gato, ni gente, todo era un des-
orden pero de inmediato comencé a limpiar el
departamento. Era onírico todo, no había ruido
alrededor, ni vómito de gato, ni pugs, excepto los
de la granja. Por cierto hice una pequeña granja
de Pugs para poder alimentar al gato. Hasta el
momento hay 7 perros y dos son adultos, no vale
la pena encariñarse, son pugs.
Mientras limpiaba el desastre de los pugs en la
habitación que les asigné, los pelos que salían
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volando al aire mientras los pequeños saltaban a
mi alrededor no me molestaban, de hecho estaba
disfrutando la limpieza del departamento. A mo-
mentos me preguntaba ¿Dónde está el gato? Pero
me contestaba “todo esto es un sueño, disfrútalo”.
Incluso veía a los perros dando saltitos en cámara
lenta, hasta que por fin terminé de limpiar todo y
vi que mi vida estaba en orden, todo olía a limpio
y no a gato sucio y todo iba bien hasta que…
¿Y mi computadora? Mi gran computadora siempre
está en mis sueños ¿Dónde está esta vez?
De pronto me di cuenta de que todo era real,
pude limpiar y el gato no estaba, pero tampoco
Ai. ¿Qué le pasó a mi hermana? ¿Se la comió y
huyó a otro lado? No puede ser, Atzin, te dije que
te cuidaras del gato, te dije que no dejaras que
te lamiera pero eres tan simplona cuando ves un
gato de más de dos metros.
Rápidamente tomé el celular que guardo bajo lla-
ve para evitar que se lo coma el gato y marqué a
Atzin; debía saber si aún seguía viva.
Sonaba el tono de marcado
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—¿Bueno?
—¿Atzin? ¿Dónde estás? ¿Te comió el gato?
¡¿Qué diablos haces tan tranquila?!
—Oh, lo siento pero estoy ocupada, estoy dentro
del gato.
—¡¿TE COMIÓ?!
—Sí. Espero la digestión. Pero no te preocupes,
estaré bien. Hay mucha gente por aquí, escucha:
¡Amigos, todos griten: Hola, Tzin Tzin!
—¡HOLA, TZIN TZIN! —Se escuchó una multitud.
—NOOO. ¿Qué diablos hizo? Creí que al gato le
cabrían cuando mucho dos personas pero veo
que lo he dejado crecer demasiado – mi tono de
madre angustiada apareció de repente.
Salí corriendo del departamento, no recogí mi
cabello y mi facha era terrible pero sentí que aún
podía salvar a Ai.
—¿Tienes idea de dónde estás?
—Sí, ven al parque que está cerca del departa-
mento.
—Demonios, eso debe ser una masacre —pensé
mientras corría a toda velocidad, aunque tropecé
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y caí; se rompió mi pantalón pero me levanté y
seguí corriendo. Nada me detendría; pero un niño
me empujó hacia un arbusto con espinas y mi
blusa, junto con mis brazos, estaban rasgados.
Aun así seguí corriendo hasta que un tipo en
bicicleta me arroyó y la pierna de mi pantalón
quedó atorada en la llanta de la bicicleta, por lo
que se desgarró, pero sólo la idea de pensar que
nunca más volvería a ver a Ai me daba razones
para no asesinar al imprudente ciclista.
Mientras corría la cabeza me daba vueltas. Pen-
saba en la forma horrenda en la que había sido
devorada toda esa gente. Me imaginé a un gato
cada vez más grande devorando a los inocentes
en el parque. Me sentí muy culpable ya que yo era
quien debía hacerse cargo del dios Crium, pero
me descuidé sólo por la buena relación que tienen
Atzin y el gato.
Recordé aquellos momentos en que Atzin cono-
ció al gato, ese día en que llegó por sorpresa y
subió las escaleras sin saber a qué piso iba o cuál
departamento, por lo que se perdió hasta llegar a
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la azotea y tocó todas las puertas hasta dar con
el departamento correcto en donde el bastardo
y yo nos encontrábamos casi acorralados por el
gato. Justo cuando ella llegó el gato se le lanzó
encima y, a diferencia de lo que pensé que haría,
no la lastimó, ni siquiera hizo su clásico gruñido
de “Miuuuuuuuu”, ni medio “Miuuu”, ni un cuar-
to de “Miu”. Lo que hizo fue algo sorprendente:
la comenzó a lamer y a jugar con ella, como si
fuera totalmente dócil, Crium se arrodilló ante mi
hermana, la friki de los gatos. Por alguna razón
logró dominar al gato que casi me quita la vida en
varias ocasiones.
Después de ver eso decidí que se quedara por un
tiempo. Hablé con mis padres y ellos estuvieron
en desacuerdo y pensaron que estaba metiendo
a mi hermana en mi mundo de las drogas. Poco
me importó su opinión pues por fin el gato había
sido controlado. Los días siguientes fueron cal-
mados, seguidos de constantes temblores por
los movimientos juguetones del gato. A pesar de
todo mi vida no cambió mucho: tenía que seguir
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secuestrando Pugs para alimentar al gato, que si
bien era manso, no perdió el gusto por los perros
chatos con cara de panda, por lo que decidí hacer
una granja de Pugs. El gato siguió bajo control; sin
embargo, mi hermana cada vez comenzó a perder
más y más la razón por su obsesión con su tercer
ojo de gato. Ahora yo parecía su esclava: limpiaba
su desastre mientras ella jugaba con el gato o veía
la televisión. En algunos momentos quise que se
la comiera (risas) pero es mi hermana y ahora que
pasa esto, veo que en verdad me duele el hecho
de perderla.
Mientras más me acerqué al parque comencé a
escuchar una voz por un megáfono. Era una voz
de chica que decía:
—Acérquense y pidan sus deseos a Santa Crium;
él sí cumple.
Rápidamente reconocí la voz. Era Atzin. Aceleré
el paso hasta que mis piernas se entumieron y
llegué prácticamente arrastrándome sólo por el
hecho de ver que de nuevo esa apestosa niña me
había timado.
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—Hola, Mina, creí que nunca te levantarías –dijo
Bastardo, quien parecía estar confabulado en
todo esto.
—¿Q-q-qué hacen… con… esos… estúpidos…
disfraces? —tanto Bastardo como Ai estaban
vestidos de Santa Claus en cuatricromía CMYK
(Cian, Magenta, Amarillo y Negro, por sus siglas
en inglés), mientras que yo difícilmente respiraba
por el cansancio.
—¿No te gustan? Me los dieron en mi antiguo
empleo en una agencia de edecanes, pero a
Crium no le quedó nada, así que le pusimos sólo
un gorro y una bufanda.
—Ya veo… —golpeé fuertemente el estómago
del Bastardo—. Te lo mereces por ser cómplice
de esa niña.
—¿D-De qué hablas? Ai dijo que tú ya sabías.
—Claro, tengo un gato come humanos y lo dejo
en manos de la más desatendida e imprudente
niña de preparatoria… Y le creíste.
Ai interrumpió la discusión con su megáfono
—¡Pasen todos, sólo son 200 verdes por persona!
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¡El gato cumplirá todos sus deseos!
—Señorita, ¿el gato mágico cura la calvicie?
—un señor entre la multitud frente al escenario
montado preguntó.
—¡Así es, señor! —Atzin, desde arriba del gato,
contestó enérgicamente.
—¿Y la ceguera parcial?
—¡Por supuesto!
—¿Y me podrá dar 200 para poder pedir un de-
seo?
—¡No, señor! ¡Santa Crium no da regalos a po-
bres!
—¡ATZIIIIIIN! —grité fuertemente con las últimas
energías que tenía.
—¡Tzin tzin! Tardaste mucho. ¿Qué te detuvo?
—¡Dijiste que te había comido el gato!
—Yo no dije que me había comido el gato, dije
que estaba dentro de él. Mira mi disfraz —con
una vuelta lució su corto y atrevido traje de santa
gato color Magenta.
—Wuuuuuuuuu. ¡Qué buena estás, Atzin! —un
tipo entre la multitud gritó— Otra vuelta—agregó.
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—¡Deja de exhibirte como carne! –Grité mientras
me derrumbaba en el piso.
—Mira quién lo dice, “pordiosera sexy” —Bas-
tardo hizo otra de esas observaciones molestas.
Rápido miré mis ropas que estaban totalmente
rasgadas y dejaban pocas cosas a la imaginación.
—Tengo un disfraz extra en el coche. ¿Lo quieres?
—Habló con una sonrisa guarra. Algo tramaba,
de eso estaba segura.
La multitud comenzó a aplaudir y gritó:
—¡Tzin Tzin, que se lo ponga, que se lo ponga!
—¿Aaah? —Dije.
—Maaaaaaaaau —dijo el gato
—Sé parte del club, Tzin Tzin —dijo Ai.
—¿Prefieres tu ropa rota o el disfraz de santa¿
—dijo el Bastardo mientras su sonrisa seguía
creciendo hasta abarcar de lado a lado su cara.
Entre los gritos de “que se lo ponga”, “que se lo
quite”, “Sé parte de…”, “Maaaaaaaau” y “pordio-
sera sexy” mi cabeza se volvió un torbellino, y
cuando recuperé la conciencia estaba en el auto
del Bastardo con el disfraz de santa.
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—¡¿Cómo pasó esto?! —Grité de nuevo.
Desde afuera se escuchaba de nuevo la voz de
Atzin con el megáfono.
—¡Pasen todos a pedir un deseo a Santa Crium,
y se llevarán una foto con Tzin Tzin, la rubia ex-
hibicionista con traje de santa!
La multitud se acumuló cada vez más.
—¡¿Qué diablos estás haciendo, Atzin?! ¡Jamás
saldré del auto con este disfraz y menos me
tomaría fotos con gente extraña! ¡Devuelvan mi
ropa!
Giré frenéticamente mi cabeza buscando al Bas-
tardo, quien hablaba con un policía que pronto se
sumó a la multitud.
—¡Bastardo, devuélveme mi ropa!
—Eso es un problema, ¿sabes? —Dijo de forma
despreocupada, como guardando una sonrisa
para sus siguientes palabras – ¿Viste a ese policía?
—Sí.
—¿Sabes por qué me detuvo?
—No.
—Porque me sorprendió mientras quemaba tu
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ropa vieja.
—¡¿Qué diablos hiciste, malnacido?!
—Uuuuuy, esas palabras duelen, Tzin tzin,. Pero
bueno, la cosa es que le prometí al policía una
foto contigo, y además no vale la pena llorar por
la leche derramada –su sonrisa se volvió bastante
molesta–. Así que ¿por qué no sales y haces feliz
a tu hermana pequeña?
—Jamás saldré de tu auto —dije de forma cor-
tante. Su sonrisa se borró de repente.
—Me obligarás a hacerlo por la mala.
—Haz lo que quieras, Bastardo; nadie me obli-
gará a salir de…
Recuerdo una serie de gritos en mi cabeza y de
pronto me encontraba sobre el escenario, junto
a Atzin.
—¡¿Cómo mierda llegué aquí?!
—Sucumbes fácilmente ante la presión social,
Tzin tzin. Ahora sonríe —Atzin levantó mi mano
al aire mientras Bastardo tomaba fotos.
Oficialmente era el peor de mis días en esta tie-
rra, claro, después del día en que el gato llegó
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a mi vida. Por suerte la noche vino pronto. Por
alguna razón la gente se retiró muy feliz a pesar
de que era ridículamente fácil saber que eso era
una estafa. Los niños se divirtieron subiendo y
bajando del gato, los hombres nos desnudaban
con la mirada, las mujeres platicaban mientras
todo mundo estaba entretenido, y el Bastardo…
él tomó las suficientes fotos como para tirarlo en
una fosa clandestina sin derecho a descendencia.
Al final del día la más feliz era Atzin, quien contaba
un buen fajo de billetes.
—Así que ganamos bastante, ¿eh, Ai?
—Habla con la mano –-contestó Atzin mientras
seguía contando y ponía la palma de su mano
frente a mi cara.
—¡Cómo te atreves, tú, puberta! Primero me
engañas, luego me utilizas y al final me insultas.
—¡Por fin! —Exclamó en señal de victoria.
—¿Por fin qué? —A coro hablamos el bastardo
y yo.
Atzin señaló hacia el cielo y comenzó a hablar en
tono discursivo.
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—Nuestros sueños se harán realidad por fin,
amados esclavos, todas nuestras ambiciones
se verán resueltas con esta gran cifra de dinero.
Estamos a un paso de reclamar esta tierra como
la tierra de los gatos.
—Para tu tren, friki —de un golpe le arrebaté el
dinero de las manos—. Este dinero es mío. Yo
soy guardián del gato, soy la que consigue los
perros, soy la que limpia y soy a la que vendiste
como un trozo de carne todo este día, así que
por derecho este dinero es mío.
—Pe-pe-pero, Tzin tzin, entiende que necesito
ese dinero para pagar la renta del escenario y el
sonido, y el equipo fotográfico.
—¿Ah, si? Pues si hablamos de deudas, tú me
debes la renta, la luz, el gas, el agua, comida y
paciencia. Así que arréglate tú sola.
—Tzin tziiiiiiiiiiiiiiiiin, no hagas esto —Atzin hacía
pucheros mientras sus ojos se llenaron de lágri-
mas.
—Vámonos, gato —el gato se puso de pie y co-
menzó a caminar a mi lado, claro que antes de
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hablarle tuve que cargar un pug conmigo para
que me siguiera.
Atzin y el bastardo comenzaron a hablar en secreto
mientras yo caminaba.
—No te preocupes, Ai, las fotos que saqué pode-
mos subirlas a internet y hacer un catálogo para
venderlas y podemos sacar al gato diariamente
hasta que pase la navidad. Tenemos este fin de
año resuelto.
Los ojos de Atzin brillaron.
—Buen esclavo, buen esclavo.
—No abuses, mocosa.
Volteé ligeramente y los miré de forma malévola.
—Eso jamás sucederá, depravados.
Extendí mi mano derecha; en ella sostenía la
cámara que bastardo utilizó para sacar todas
las fotos del día.
—¡¿Cuándo me la quitaste?!
—Sucumbes fácilmente ante las mujeres, bas-
tardín ¡Hey, gato, abre grande!
—¡Esclavo estúpido! —Dijo Atzin.
El gato abrió la boca de inmediato mientras ambos
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corrían hacia mí para evitar que Crium se comiera
la cámara, pero finalmente la engulló de un bocado.
—Bien, pues aquí termina su navidad, par de
depravados. Y olvídense de volver a sacar al
gato; es demasiado peligroso para la gente y los
perros de la zona.
—Wa, wa —dijo el pug que llevaba en el brazo
izquierdo.
—Así es, chinche (así se llama el pug), no sabe-
mos cuándo volverá a su estado salvaje así que
tenemos que mantenerlo encerrado —mantuve
un rostro frío mientras que Atzin y el bastardo no
dejaban de aguantarse la risa.
—Mua, ja, ja, ja, ja, ja, ja. ¿Cómo quieres dar una
advertencia seria mientras estas vestida de santa
cachonda, cargando a un pug y hablándole a un
gato gigante? Ja, ja, ja, ja, ja.
Ambos soltaron una fuerte risa. Curiosamente
aquella noche “accidentalmente” olvidé prepa-
rarles la cena.
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AtzinRaza: Humana
Se me perdió en la calle.Si la encuentra se la regalo.
¡Alerta AmberPaguau!
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CC 2014Virtual Bread Editorial Libre
Mau Miau
Hecho en México.
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ERICK
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