Mar y Guerra en El Mediterraneo Antiguo

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S. Remedios, F. Prados y J. Bermejo (eds.) Aníbal de Cartago Historia y Mito Madrid 2012

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La guerra en el Mediterraneo durante la II Guerra púnica

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S. Remedios, F. Prados y J. Bermejo (eds.)

Aníbal de Cartago

Historia y Mito

Madrid 2012

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© De los textos, sus autores

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ÍNDICE

PRÓLOGO, Dirce Marzoli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Aníbal desde el siglo XXI,

Sergio Remedios, Fernando Prados, Jesús Bermejo . . . . . . . . . 19

I. EL MUNDO DE ANÍBAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

La herencia de Amílcar Barca (290-229 a.C.) y de Asdrúbal (245-221 a.C.) a Aníbal (247/246-183 a.C.): La Segunda Guerra Púnica,

José Mª Blázquez Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

Mar y Guerra en el Mediterráneo Antiguo: Las Marinas Romana y Cartaginesa en el siglo III a.C.,

Arturo Rey da Silva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

La ciudad en época de Aníbal. Urbanismo y arquitectura en la Cartago helenística,

Verónica García Coca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

La religión fenicia en la Península Ibérica durante la Segunda Guerra Púnica,

Raquel Rodríguez Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

La muerte y los ritos funerarios en tiempos de Aníbal Fernando Prados Martínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

II. ANÍBAL, STRATEGOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

Aníbal y la helenización de la guerra en Occidente,Pedro Barceló . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

Los otros Barca: los familiares de Aníbal,Adolfo J. Domínguez Monedero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177

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La campaña contra los vacceos,Sergio Remedios Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

Mercenarios de la Península Ibérica en las tropas de Aníbal,Pascual Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227

El Sufetato de Aníbal,Carlos González Wagner . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251

Las cuentas de Aníbal Juan José Ferrer Maestro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277

III. ANÍBAL A TRAVÉS DE LA ARQUEOLOGÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295

La recuperación arqueológica de la acción de los Barca: Logros y expectativas,

Manuel Bendala Galán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

Baria en la segunda guerra romano-cartaginesa:Su papel histórico a través de la documentación literaria y arqueológica,

José Luis López Castro y Víctor Martínez Hahnmüller . . . . . . 329

Un escenario bélico de la Segunda Guerra Púnica: Baecula,J. P. Bellón Ruiz, F. Gómez Cabeza, A. Ruiz Rodríguez, I. Cárdenas Anguita, M. Molinos Molinos y C. Rueda Galán . . 345

Cartago a las puertas: Turdetania en los albores de la Segunda Guerra Púnica

Francisco José García Fernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379

IV. ANÍBAL, LA LEYENDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429

Los retratos de la dinastía bárquida en las monedas de Iberia,María Paz García-Bellido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431

Aníbal vándalo y la “cuarta guerra púnica”:El uso del recuerdo púnico en el contexto del conflicto vándalorromano,

David Álvarez Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 457

Aníbal en la cultura europea. De Dante a Flaubert (ss. XIV-XIX),

Helena Jiménez Vialás . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 493

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Índice

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Quelques témoignages sur la survivance de la mémoire d’Hannibalau pays de Carthage,

Sami Ben Tahar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 517

AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533

Índice

Hannibal triumphant de Sébastien Slodtz, 1722

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MAR Y GUERRA EN EL MEDITERRÁNEO ANTIGUO: LAS MARINAS ROMANA Y CARTAGINESA

DURANTE EL SIGLO III A.C.

Arturo Rey da Silva

INTRODUCCIÓN

Se ha subrayado en muchas ocasiones la importancia que tuvo el mar comoescenario de comunicación, transporte e intercambio económico y cultural entrelas poblaciones ribereñas de la Antigüedad. Por esa razón, el control políticoy económico de las aguas y de las principales rutas comerciales, así como laposesión de una importante flota de guerra que hiciera efectivo dicho control,fueron algunos de los principales objetivos a conseguir por parte de las mayorespotencias políticas del Mediterráneo.

Esta búsqueda de afianzamiento y control de las principales vías marítimasde comunicación es lo que llevó a la flota militar cartaginesa a luchar por susintereses desde bien temprano. Una de las primeras noticias de la existencia deuna flota en Cartago, aunque suponemos la existencia de alguna desde su fun-dación (MEDAS 2000: 123), fue entorno al año 535 a.C. cuando, junto a losetruscos, se enfrentaron a las naves de guerra focenses, quienes comenzaban averse como un importante rival en el Mediterráneo occidental tras fundar laciudad de Massalia (HERODOTO I, 166). Posteriormente, en el 480 a.C., Cartagotambién se enfrentaría a las flotas de Terón de Agrigento y Gelón de Siracusa,en las aguas de Himera, en Sicilia, sufriendo una significativa derrota que rele-garía por un tiempo la política exterior cartaginesa al norte de África.

Años más tarde, sin embargo, Cartago volvería a encontrarse esta rivalidadmarítima en un nuevo poder emergente que, tras haber conquistado toda la

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Península Itálica, ahora comenzaba a mirar más allá de sus costas: Roma. Trasintervenir junto a Cartago en la ciudad de Messina por la sublevación de losmercenarios mamertitos 1, Roma se enfrentaría con el poder norteafricano enuna serie de guerras que, a lo largo del siglo III a.C. y gran parte del II a.C.,acabarían para siempre con la supremacía púnica en el Mediterráneo.

En la primera de las guerras que enfrentaron a Roma y Cartago, entre losaños 264 y 241 a.C., las batallas navales fueron más habituales que las más im-portantes acciones terrestres demostrando finalmente ser decisivas para conse-guir el control de Sicilia. Los resultados de estos encuentros navales, así comolas condiciones impuestas a Cartago tras la guerra, influenciaron claramente enla posterior estrategia bárquida sobre Roma. En los primeros años de hostili-dades serían los romanos los que, casi de una manera continua, obtendrían unaserie de victorias navales sobre un enemigo que, habitualmente, estaba mejorpreparado para desenvolverse en el mar y que, además, tenía una larguísimatradición en construcción naval. Así, no nos es de extrañar que Polibio nos narresu asombro por la creciente complejidad de los combates navales entre cartagi-neses y romanos, siendo estos últimos, según nos narra, poco habituados al me-dio marino y aún menos expertos en carpintería de ribera:

Pues carentes no ya de recursos apropiados, sino de todo tipo de recursos y sinhaber tenido jamás trato alguno con el mar, cuando por primera vez concibieronla idea –y fue entonces– se entregaron a la obra con tal audacia que directamente,antes de ponerla a prueba, emprendieron la lucha por mar contra los cartagineses,para quienes la hegemonía naval incontestada era algo heredado de sus antepasados.

(POLIBIO 1.20)

Sin embargo, a diferencia de la Primera Guerra Púnica, desarrollada am-pliamente como un conflicto naval, la segunda (218-201 a.C.) tuvo lugar prin-cipalmente en tierra, para conseguir el control de las Penínsulas Ibérica e Itálica.Las actividades bélicas en el mar se centraron básicamente, a lo largo de este se-gundo conflicto, en asegurar el aislamiento de Aníbal en Italia, y bloquear la lle-gada de posibles refuerzos provenientes tanto de Iberia como del norte de África.

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1 Procedentes de Campania y contratados como guardia mercenaria de Agatocles deSiracusa.

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El propósito de esta contribución al Primer Coloquio Internacional Hera-kleion –dedicado a la figura de Aníbal de Cartago y a su mundo– es analizar elestado de la poderosa marina cartaginesa a lo largo de sus enfrentamientos conRoma, así como detallar las claves que llevaron a la “inexperta” flota romana atener la supremacía de las aguas del Mediterráneo en época de Aníbal. Supre-macía que, como veremos, fue una de las razones principales por las que losbárquidas se embarcarían en una ofensiva terrestre contra Roma (CORNELL,RANKOV & SABIN 1996: 49-55).

LA MARINA CARTAGINESA

El primordial elemento con que Cartago podía controlar las rutas comer-ciales y la política de su imperio, era la marina de guerra (MEDAS 1993: 37).Los testimonios con los que contamos para conocer la composición de la marinacartaginesa están constituidos en su totalidad por textos históricos griegos o la-tinos de época posterior. Por esta razón, todas las definiciones y terminologíasusadas para detallar el tipo de naves, los cuadros de comandos o las funcionesdel personal de abordo en las fuentes clásicas son de origen greco-latino y mues-tran por tanto una realidad homogénea en todas las marinas mediterráneas. Trassus primeras actuaciones contra los focenses en el siglo VI a.C. Cartago se cons-tituye como la potencia marítima más importante en el Mediterráneo Occidentalcontando, desde estos momentos, con bases estratégicas en lugares como Cer-deña, Sicilia, las Islas Baleares o el norte de África.

Las naves de guerra de la marina cartaginesa se correspondían mayormente conlos modelos utilizados por los griegos. Así, el navío por excelencia entre los siglosVII y IV a.C. fue la trirreme o triera, cuya invención ha sido atribuida por lasfuentes antiguas tanto a los fenicios de Sidón, como a los griegos de Corinto 2.Algunos autores, como Papalas (1997) argumentan que la trirreme apareció en-torno al 700 a.C. pero que no fue usada ofensivamente hasta finales del siglo VIa.C., cuando lo griegos desarrollaron algunas tácticas de combate que, como la

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2 Hipponax, Herodoto I, Tucídides I o Clemente Alejandrino en Stromatum, I.

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diekplous 3 o el periplous 4, usaban el espolón de proa como elemento de embiste yperforación de la carena de la nave enemiga para hundirla (MEDAS 1993: 38;MCGRAIL 2001: 141). De aquí que su construcción posibilitara una gran manio-brabilidad, alcanzando altas velocidades para la época que, en el momento del em-biste con el espolón, aprovechaban la máxima fuerza de empuje 5. El nombre detrirreme hacía referencia al número de remeros que se agrupaban por cada líneade remos. De esta manera, cada remero se sentaba en un nivel diferente con unremo de unos 4 metros de longitud. Los remeros sentados en el nivel superior,denominados thranitas –los de los bancos inferiores eran denominados zygitas ythalamitas, respectivamente– proyectaban su remo desde una votante que sobresalíadel casco principal de la embarcación mientras carecía de una cubierta superiorcerrada o catafracta.

El control de la nave lo constituían dos timones laterales o gobernalles, mien-tras en el centro del casco si situaba un mástil abatible usado para soportar unagran vela cuadra cuando el navío no era usado en combate. La trirreme ateniensemedía unos 36,5 metros de eslora y tenía una manga de 6 metros en su partemás ancha 6. Debía tener unos 200 tripulantes de los cuales unos treinta erantripulación de cubierta –oficiales y marineros– y el resto eran todos remeros. Un

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3 Táctica de ataque naval en el que las naves atravesaban a máxima velocidad la líneaenemiga tratando de destrozar los remos con una pasada de espolón para, una vez pasadala línea, virar y asestar un golpe con el espolón contra las popas y costados de sus naves.

4 Maniobra de cerco por la que se rodeaban los laterales de la escuadra enemiga,asestando ataques contra flancos o popas. El Kyklos, sería una maniobra de carácter defensivoque consistía en situar las naves en círculo con el espolón hacia fuera del círculo formado.

5 Las evidencias que tenemos de este tipo de navío son bastante abundantes,procediendo en su mayor parte de la literatura y epigrafía ateniense, así como de lasexcavaciones llevadas a cabo en el puerto del Pireo.

6 El sistema de construcción era a casco, es decir, poniendo las tracas del barco antesde introducir las cuadernas. La unión de dichas tracas era el conocido como phoenicia punicanapor pensar los griegos que era una técnica de origen fenicio. Consistía en introducir unospasadores de madera en unas mortajas realizadas en cada uno de los cantos de las tracas.Una vez introducidos, juntando dos tracas por sus cantos, se bloqueaban usando en susextremos unas clavijas a modo de clavos.

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ejemplo de la distribución en una trirreme lo encontramos en el conocido relieveLenormant, conservado en el Museo de la Acrópolis de Atenas (BASCH 1987: 282,fig. 604) y fue puesta en práctica con la construcción, en el puerto del Pireo, deuna reproducción entre los años 1985 y 1987 denominada Olympias (MCGRAIL

2001: 141).A pesar de la importancia que tuvieron estos modelos durante los siglos IV y

V a.C., en los combates navales de la Primera Guerra Púnica las trirremes ya noaparecen como las embarcaciones más importantes de las flotas de guerra. A partirdel siglo IV a.C., y especialmente a lo largo del siglo III a.C., los poderes navalesmediterráneos comienzan a buscar fórmulas que doten a sus naves con una mayorpotencia de ataque a la par que tuvieran cascos más robustos que soportaran lasdestructivas cargas con espolón de las embarcaciones enemigas. Esto concluyó enque, en los nuevos modelos resultantes, el número de remeros fuera cada vez mayorde manera que obtuvieran mayor potencia de ataque. El incremento de tripulantesobligó a un aumento considerable en el tamaño del casco del barco que si bien eramás fuerte y resistente, también era más pesado, lento y de maniobrabilidad másreducida (CASSON 1995; MCGRAIL 2001; MEDAS 2000, 1993).

Los primeros a los que las fuentes atribuyen la introducción de dos nuevosmodelos de naves de guerra fueron a los cartagineses, con la construcción de un“cuatro” o tetrera –también cuatrirreme–, y a los siracusanos de Dionisio I, conel primer “cinco” o pentera –también quinquerreme–. En estas embarcacioneslos remeros podían estar situados en una línea única, con cuatro o cinco hombresa cada remo, o superpuestos en diversas alturas sin sobrepasar los tres órdenesde remos como veremos en la iconografía de la época 7. Estos navíos fueron losprincipales protagonistas de las Guerras Púnicas en el mar, siendo usados enprincipio por la flota cartaginesa y copiados por los romanos hasta en dos oca-siones (260-242 a.C.) para poder ofrecer competencia a nivel técnico y náutico.Podían llegar a alcanzar velocidades de cinco o seis nudos sin que su capacidadde maniobra se viera significativamente afectada.

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7 Así, si una quinquerreme tenía un equipo básico de cinco remeros, podríamosencontrarlas, según esta descripción, agrupados en un nivel, en dos o hasta en tres poniendodos remeros en los niveles superiores y uno sólo en el inferior.

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Esta carrera por construir naves de guerra cada vez más grandes y potentesllevó a los reinos helenísticos a invertir grandes recursos para hacerse con flotasgigantescas que, en la práctica, mostraban ser inoperantes. De esta forma, el reinoptolemaico de Egipto llegó a construir “treintas” y hasta “cuarentas” que no teníanutilidad alguna en combate naval pero que eran usadas como símbolos de su fuerzay como propaganda de su poder frente a la demás marinas mediterráneas 8.

En cuanto a la tripulación de una pentera o quinquerreme, ésta estaba for-mada por unos trescientos hombres de los cuales unos 280 eran remeros y elresto tripulación de cubierta. Su mayoría eran ciudadanos cartagineses mientrasel ejército de tierra estaba compuesto por mercenarios (MEDAS 1993: 38).

El cuadro de comando estaba formado por personajes notables de la sociedadcartaginesa: el comandante supremo de la fuerza armada era el strategos, mientrasque para la flota de mar sería el nauarchos., que a veces también se interpretacomo el comandante de una escuadra. Se podría decir que dentro de la flota car-taginesa habría una “nave del strategos” y “varias de los navarchi”. El comandantede una nave o flotilla sería el trierarchos, lo que literalmente significa “coman-dante de una triera”. En Cartago ser trierarco podría ser considerado muy im-portante para poder tener éxito en la carrera política, como vemos cuandoAsdrúbal se hace con este cargo al morir Amílcar en el año 229 a.C. El resto dela tripulación de cubierta estaba formada por entre diez a treinta marineros; al-gunos infantes de marina o epìbetai; un médico y un carpintero para posiblesreparaciones del barco durante la travesía, y los remeros, variando en númerosegún la embarcación o el tipo de acción que se fuera a llevar a cabo (CASSON

1995: 300-314). Según Tito Livio (XXVI, 20, 9) la tripulación cartaginesa en la Segunda

Guerra Púnica estaba formada por gentes de todas las razas, llegando a usar es-clavos –alrededor de 5.000– por primera vez en 205-204 a.C. cuando Asdrúbal

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8 La más grande que conocemos, un “cuarenta”, fue construida por Arquías de Corintoen el 240 a.C. sobre un diseño de Arquímedes, por orden de Hieron II de Siracusa. Se tratabade una nave de 55 metros de longitud y casi 15 de anchura, denominada Siracusia.Posteriormente fue regalada a Ptolomeo III Evergetes cambiándose el nombre a Alexandriao Alexandris. Sin embargo, las mayores embarcaciones de las que tenemos registro en combatenaval fueron los “dieces” en el 201 a.C. en la batalla de Chios, y en Actium, 31 a.C.

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esperaba una invasión romana en África (APPIANO: Lybica, 9). También solíanllevar arqueros y lanceros a bordo de las naves de guerra como nos cuenta SilioItálico (Púnica XIV, 394-407) y Diodoro (XX, 6,3).

LAS NAVES DE GUERRA PÚNICAS

Aunque carecemos de evidencia directa que nos detalle información sobrelas embarcaciones de guerra que tomaron parte en el conflicto romano-cartagi-nés, podemos hacernos una idea más o menos pormenorizada de cómo pudieronser gracias a los datos aportados por las fuentes clásicas, así como por la icono-grafía y la arqueología.

De las representaciones iconográficas con las que contamos quizás las quenos aportan una mayor información sobre las naves de guerra en época Bárquidason las que aparecen tanto en las pilastras funerarias del tofet de Cartago (MEDAS

2000: 157, figs. 51 y 52) –datadas en el siglo III a.C.–, como los ejemplos ha-llados en la Península Ibérica y que por su contexto nos ponen directamente enrelación con el ámbito de la Segunda Guerra Púnica.

Es aquí donde nos encontramos con las evidencias iconográficas más anti-guas sobre las galeras de guerra púnicas del siglo III a.C. Así, entre los años229 y 221 a.C., el General Asdrúbal el Bello, fundador de Qart Hadasht en el227 a.C., acuñó una serie monetal que responde a una política militar de rearmenaval después del gran desgaste sufrido por Cartago en la Primera Guerra Pú-nica (CASANOVAS I ROMEU 2008; MEDAS 1993: 38; 2000). En ellas se representala proa de una embarcación de guerra, presumiblemente quinquerremes (Fig. 1),con características que difieren de las acuñaciones griegas y romanas con elmismo motivo, las cuales parecen simbolizar, más bien, un triunfo o la conme-moración de una victoria naval.

Las quinquerremes representadas muestran un espolón en sus proas que ter-mina en tres puntas y que es conocido como embolon. Este tipo de espolón es di-ferente de los primeros tipos atestiguados desde el siglo VII a.C., cuya forma erapuntiaguda y no estaban estructuralmente unidos al barco. Afortunadamentecontamos con un buen ejemplo de este tipo de espolón en el Museo Marítimo de

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Haifa. Fue hallado en Athlit (Fig. 2), en las costas de Israel, y está datado en elsiglo III a.C. Perteneció posiblemente a una quinquerreme ptolemaica (CASSON

y STEFFY 1991). El objetivo principal del ataque con espolón era embestir lasnaves enemigas por la popa intentando golpearlas por uno de sus costados conun cierto ángulo, para dañar más el casco. Se cuenta asimismo con otro ejemplarde embolon –conservado en el Filtzwilliam Museum de Cambridge–, esta vez delsiglo I a.C., que reproduce la forma típica de los espolones helenísticos pero queposiblemente formaba parte de una embarcación destinada al comercio más que auna nave de guerra (BASCH 1987: 407 y 408, figs. 866, 867).

En las monedas vemos que por encima de este espolón trífido se halla otro, demenor tamaño, denominado proembolon, que servía para frenar el movimientode la nave enemiga atacada evitando que dañara el casco de la embarcación ata-cante. Una vez acoplados al casco, los espolones distribuían alrededor del mismola fuerza producida por el choque del ataque mediante unas cintas gruesas o ribetesque discurrían alrededor de la parte baja de la nave (MEDAS 2000: 146). Igual-mente era importante que el casco tuviera suficiente solidez para aguantar las em-bestidas enemigas, de ahí que parte de su estructura se reforzara con lo que seconoce como hypozoma, un cabo de mena gruesa, tensado de proa a popa a la alturade la roda por medio de un molinete situado en el centro de la nave. Otra teoríaes que el hypozoma se encontrara fuera de la nave, rodeando el casco. Al parecercada nave de guerra llevaba varios de repuesto (CASSON 1995: 91).

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FIG. 1Nave de guerra representada

en las monedas acuñadas por Asdrúbal entre el 229 y el 221 a.C.

en la Península Ibérica (Villaronga 1973: lámina I, IV)

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El remate de la roda o akrostolion, denominado stolos, terminaba en un orna-mento replegado hacia delante tras el cual se hallaba el castillo de proa. Era tra-dición también, en estas embarcaciones de guerra, dibujar dos ojos apotropaicos,oculi, en cada lado del casco que servían para guiar la embarcación en su ruta yprotegerla en la batalla tal y como apreciamos en las representaciones de la pe-nínsula. En estos ojos se solían encontrar los orificios o escobenes, epotis, por dondepasaría la maroma del ancla. Aunque en la representación no aparezcan datossobre la gobernabilidad del navío debemos suponer que, como en las trirremes,las tetreras y las penteras estaban gobernadas por dos timones laterales. La popay el codaste, aphlaston, estaría también rematado por una ornamentación reple-gada hacia el interior del barco.

Siguiendo esta misma línea iconográfica debemos destacar el hallazgo de unaplique óseo (Fig. 3), trabajado en bajorrelieve, en la Neápolis de Ampurias.Fue encontrado en 1914 por Emili Gandía, quien lo data en el siglo III a.C. ylo interpreta erróneamente como una figura humana acompañada de algunoselementos simbólicos u ornamentales. Sin embargo una reciente y acertada in-terpretación analiza el aplique como una representación de la proa de una navede guerra vista por su banda de estribor, similar a las imágenes proyectadas en

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FIG. 2. Espolón trífido o embolon hallado en Athlit, Israel. Museo Marítimo de Haifa, Israel (Foto: Arturo Rey da Silva)

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las monedas de Asdrúbal. En ella se puede apreciar el embolon y el proembolon ca-racterísticos de las naves de guerra de esta época, al igual que la presencia deuna caja de remos con dos órdenes de remeros que sobresale de la estructura delcasco –característica que comienza a extenderse en época helenística frente alvotante en la que se encontraban los remeros de las hileras superiores en épocaclásica–. Sobre la cubierta superior se pueden apreciar dos bitas donde hacerfirmes los cabos al mismo tiempo que se ve un águila con las alas extendidas,elemento que también se encuentra en algunas acuñaciones de Asdrúbal (CA-SANOVAS I ROMEU 2008; ROVIRA I PORT 2008: 64, 65).

Otro testimonio importante que nos remite a las embarcaciones de guerrade esta época sería la jarrita bitroncocónica hallada en el yacimiento ibérico deTuró de’n Boscà (Badalona) y datada a finales del siglo III a.C. En ella aparecenrepresentadas dos naves de guerra impulsadas por trece remos –no se puede dis-tinguir si dispuestos en uno o dos niveles– y por una gran vela cuadra (Fig. 4).

Pero sin duda, la evidencia más importante hallada en la Península Ibéricason los tres modelos de galeras realizados en terracota (Fig. 5) encontrados enel yacimiento ibérico de Tossal de les Basses, en Alicante. El modelo 1, el mejorconservado, reproduce, quizá con motivos cultuales como tantos otros modelosnáuticos hallados en el Mediterráneo, un navío de guerra con dos órdenes deremos, birreme, y 25 perforaciones o gateras a cada lado. Aunque tiene la proaalgo dañada, pueden apreciarse los elementos decorativos del oculus y de unosdientes apotropaicos. Los remeros estarían cubiertos por una caja de remos quesobresaldría del casco de la nave, la cual sería catafracta, es decir, tendría cubierta

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FIG. 3Aplique óseo hallado en

la Neápolis de Ampurias con representación de nave de guerra

del siglo III a.C. (Casanovas I Romeu;

Rovira i Port 2008: 63, figura 8)

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a diferencia de las trirremes de época clásica. Estas características encajarían conlas descritas por Morrison para las naves púnicas de esta época (1995) y queperdurarían siglos después en la marina romana de época imperial. Los autoresdefinen los modelos de Tossal de les Basses como birremes púnicas datadas entrelos siglos IV y III a.C. (ESQUEMBRE y ORTEGA 2008: 38-51).

Morrison y Coates (1986), basándose en un estudio iconográfico, ven dife-rencias entre las quinquerremes griegas y las cartaginesas que podrían venir delorigen de sus diferentes tradiciones náuticas. Según ellos, las hileras de remosen las naves cartaginesas partirían todas de un mismo panel, dentro de una cajade remos, lo que conllevaría a la construcción de cascos más anchos pero a suvez más fuertes y consistentes ante las embestidas de los espolones enemigos.

En cuanto a evidencias arqueológicas, únicamente contamos con los restosde dos naves militares cartaginesas, relacionadas con la Primera Guerra Púnica,que fueron halladas a finales de los años 60 del siglo XX en las cercanías delpuerto de Marsala, en Sicilia. La razón por la que no se han encontrado más res-tos de embarcaciones de guerra en comparación a la gran cantidad de navíosmercantes contemporáneos hallados estriba en el cargamento que estos últimostransportaban. Este cargamento, al naufragar la embarcación, protege a la ma-dera del casco, a la que cubre en el hundimiento, de un rápido deterioro.

La reconstrucción realizada a partir de los restos de estos dos pecios hace pen-sar más bien en navíos de enlace o auxiliares más que en barcos de combate(FROST 1989). Una de las cosas interesantes del descubrimiento es que sobre lasmaderas del casco se hallaron una serie de letras del alfabeto púnico para poder

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FIG. 4. Vasija bitroncocónica con representación de nave de guerra hallada en el poblado Ibérico de Turó de’n Boscà, Badalona, Barcelona (Maluquer de Motes 1965)

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identificar las piezas, lo que denota una posible construcción mediante patronesy piezas preestablecidas, resultando en un proceso de producción náutica másrápido. Este sistema debió facilitar a los romanos la rápida construcción de suflota de 100 quinquerremes y 20 trirremes tras la primera captura de un navíopúnico en el año 260 a.C. según nos cuenta Polibio (1:20).

Por otro lado, el espolón documentado en las naves de Marsala recuerda mása los modelos de las naves de guerra de comienzos de milenio que a los modeloshelenísticos. Está compuesto de madera encajada en una pieza de metal, retorcidapor cada lado y formando una punta curvada hacia arriba y terminando en formapuntiaguda, quizá para hacer más daño en la línea de flotación del enemigo. Po-siblemente tuviera una función más náutica que de combate, tipo tajamar. Deusarse como espolón, iría encajado en la quilla de las embarcaciones de guerrasin formar parte de ella, de manera que si quedaba encajado en el barco enemigo,seguramente se rompería con más facilidad posibilitando que el navío atacantese pudiera retirar sin grandes problemas.

No nos ha de extrañar que naves de menor tamaño e importancia que lasquinquerremes y trirremes, como las de Marsala, tomaran parte en las flotas ro-mana y cartaginesa del momento. Existían naves con funciones específicas de

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FIG. 5. Modelo 1, en terracota, de birreme púnica del silgo III a. C. hallado en Tossal de les Basses (Esquembre y Ortega Pérez 2008: 40, figura 3)

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apoyo o transporte de avituallas, control de la costa, naves rápidas de inspeccióny correo, o de reconocimiento (GUERRERO 1993: 137). Son las embarcacionesque en griego se denominaron kataskopos (naus) o en latín speculatoria navis y que,sin ser un tipo específico de nave, fueron usadas por las marinas el Mediterráneohasta el fin de la Antigüedad. Un ejemplo de estas embarcaciones sería la de-nominada Skáphe, literalmente “embarcación de pequeñas dimensiones”, quefue utilizada tanto por los romanos como por los cartagineses. Otros tipos sonel hyperetikós, “de servicio”; la akatia, “barca”, y Apiano nos menciona otras dos:la kérkouros y la myopáron (CASSON 1995: 135).

LA MARINA ROMANA

Las primeras actividades marítimas llevadas a cabo por la joven potencia ro-mana comenzaron a finales del siglo IV a.C. aunque es posible que hiciera usode embarcaciones de guerra desde mucho antes, y se sirviera de la experienciay conocimiento de la marina Etrusca (CASSON 1995). Aunque durante los añosde conquista de la Península Itálica los romanos se habían centrado mayormenteen campañas terrestres contra sus enemigos, ya en el año 311 a.C. crearon unconsejo formado por dos oficiales denominados duonviri navales classis ornandaereficiendaeque causa, con la responsabilidad de construir y mantener barcos deguerra, principalmente trirremes la cuales fueron usadas por los romanos hastafechas altoimperiales. Parece ser que cada duumvir comandaba una escuadra dediez barcos. Esta iniciativa se disolvió tras la derrota sufrida en Tarento en el282 a.C. prefiriendo usar, por el momento, aquellos barcos armados y tripuladospor aquellas ciudades aliadas, socii navales, con tradición marinera. Estos sociosmarítimos fueron especialmente las ciudades Tarento, Nápoles y Locri 9, en laMagna Grecia (GOLDSWORTHY 2008: 114).

En el año 267 a.C. se duplicó el número de cuestores pasando a ser denominadosquaestores classici o cuestores de la flota. Entre sus responsabilidades se encontraba

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9 En ningún momento estas armadas aliadas superaban en número a la marinacartaginesa de la época.

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la regulación de las relaciones con los aliados navales, teniendo cada uno unadeterminada región de Italia bajo su responsabilidad. Pero esta continua de-pendencia de otras marinas pronto llevaría al Senado romano a tomar la decisiónde construir su propia flota. Algunas de las razones principales que llevaron ala toma de esta decisión serían la necesidad de una fuerte capacidad naval parael sometimiento total de Sicilia –el control de las rutas entre Sicilia e Italia eranecesario para el continuo aprovisionamiento de sus tropas– o la posibilidad debloqueo de las ciudades que conservasen sus propios puertos para impedir quelos enemigos abastecieran a sus tropas por mar. La principal fuerza de los car-tagineses era, desde siempre, su flota. Siendo ésta derrotada supondría un durogolpe que facilitaría la rendición de Cartago, y el control de las principales rutascomerciales del Mediterráneo Occidental.

Esta primera gran flota romana, que llevó a Cayo Duilio a erigir una columnarostrata en honor a sus victorias navales en Roma 10, se construyó copiando unnavío púnico encallado en Mesina en el año 260 a.C., probablemente una penterade un solo orden de remos. Posteriormente los romanos también copiaron otronavío, apresado a Aníbal el Rodio, esta vez de dos órdenes de remos.

La marina romana estaba constituida por marinos pertenecientes a los sociinavales –probablemente capitanes y marinos experimentados–, los samnitas,que intentaron amotinarse en el año 259 a.C.; y por los ciudadanos de clase pro-letarii, es decir, los más pobres que no podían servir en las legiones junto a loslibertos de las ciudades (GOLDSWORTHY, 2008: 124). En la flota romana, losprincipales comandos eran el praefectus classis, o comandante de la flota, y elpraefectus navis, que equivaldría al trierarco. Igualmente, en la terminología la-tina encontramos los siguientes grupos operativos: los Remeros (rémiges), losmarineros (nautae), los oficiales y la infantería (milites), que variarían en cantidadsegún la táctica de combate de cada momento.

La batalla de Actium supuso un punto final para las tácticas de combate na-val y las naves empleadas desde época helenística. Al ganar Octavio con sus“seises” a los “dieces” de Marco Antonio se probó la efectividad en batalla delas unidades más ligeras. La flota imperial creada por Augusto sólo comprendía

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10 LIVIO: Per. 17.

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un “seis” –la nave capitana de la flota establecida en Miseno–, algunas quin-querremes y varias cuatrirremes. Pero las embarcaciones por excelencia fueronde nuevo las trirremes –catafractas o afractas– y los rápidos destructores, de dosórdenes de remos, conocidos como liburnias, en las flotas provinciales como lade Alejandría (CASSON 1995: 141). Representaciones de este tipo de embarca-ción pueden ser vistas en la Columna Trajana. Entorno al siglo I y II d.C. lasgaleras de guerra romanas habían recuperado los espolones de forma puntia-guda, mientras la voluta del stolos desaparecía para dar paso a representacionesde divinidades o monstruos marinos (CASANOVAS I ROMEU 2008: 60). Igual-mente en época imperial se aprecia la aparición de castillos de proa, cabinasbajo la curvatura del aphlaston y la incorporación de torres de ataque.

NAVES DE GUERRA ROMANAS

Las primeras evidencias iconográficas de la marina de guerra romana las en-contramos también en las series monetales de aes graves, acuñadas posiblementepoco después del año 260 a.C. (Fig. 6) .En ellas se representan una proa denave, contemporánea a las figuradas en los anversos de las acuñaciones del reymacedonio Antígonos Gonatas de 258 a.C. al conmemorar la victoria contraPtolomeo en la batalla de Cos (BASCH 1987: 419). En estas representacionesvemos como las proas de estos navíos –posiblemente tetreras o penteras de unoo dos órdenes de remos– son similares a las cartaginesas, con embolon y proembo-lon, caja de remos, oculi, y stolos terminado en voluta. La proa aparece en estasmonedas protegida por una maza, símbolo de Hércules (CASANOVAS I ROMEU

2008: 59).Las siguientes series monetales corresponden a tiempos finales de la República.

Así, acuñaciones como las de C. Fonteius –que muestra una galera afracta al com-pleto– o las de Pompeyo u Octavio, si bien muestran proas que en su estructurano han variado estructuralmente a las del siglo III a.C., si añaden innovacionescomo un castillo de proa y un proembolon con forma de cabeza de animal, normal-mente un jabalí, que perdurará en época imperial (Fig. 7) (BASCH 1987: 419,figs. 900 y 901).

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Entre los modelos de barcos hallados, aunque de filiación etrusca, merece lapena destacar el realizado en terracota y hallado en Ardée, que ahora forma partede la colección Campana del Museo del Louvre (Fig. 8). La galera representadapor este modelo se enmarca dentro de la tradición naval helenística como mues-tra su espolón trífido unido al casco de la nave mediante tres cintas gruesas oribetes colocados de manera horizontal sobre la línea de flotación. El stolos, sinembargo, no acaba en voluta sino en una especie de cuerno proyectado hacia laproa, lo cual nos sitúa el modelo en el primer tercio del siglo III a.C. siguiendoparalelos griegos. Bajo este remate se halla representado un escudo, elementopropio de las naves etruscas como se aprecia en las embarcaciones representadasen las urnas funerarias de Volterra (BASCH 1987: 4125). El modelo está gober-nado por dos grandes timones laterales, mientras estaría propulsado por un soloorden de remos situados dentro del casco, en una caja de remos. Las bordas deambas bandas están rematadas también por hileras de escudos.

La rapidez de la construcción de esta primera flota –según Plinio la flota na-vegaba ya a los sesenta días de haberse cortado la madera para su construcción 11–

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FIG. 6Monedas romanas datadas entre 258 y 240 a.C.

(Basch 1987: 419, figuras 889A y B)

11 PLINIO: Nat. 16,192.

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y la menor experiencia en tácticas de combate naval es lo que hizo que los ro-manos buscarán nuevas estrategias para decantar los enfrentamientos a su favor(STEINBY 2000: 196). Las principales tácticas de combate usadas en la antigüe-dad eran la embestida con el espolón de proa, normalmente recubierto debronce, y el abordaje. Ambas fueron usadas ampliamente durante la PrimeraGuerra Púnica, apoyadas a veces con el lanzamiento de proyectiles de fuego yartillería que sólo causaban daños estructurales en las embarcaciones enemigas(CASSON 1995: 121). Durante esta Primera Guerra Púnica vemos como la ma-rina cartaginesa, aún no siendo ahora el espolón el arma de ataque por excelen-cia, era mucho más ágil y rápida en el uso de las tácticas de ataque tradicionales–Diekplous, Periplous y el Kyklos–, mientras que los barcos romanos se centraronmás en acciones de abordaje gracias a nuevas estrategias como el uso del revo-lucionario corvus o “cuervo”, denominado corax por Polibio (1:21). Esto no ex-cluía el hecho de que para llevar a cabo tales tácticas era también necesariotener gran experiencia en navegación y maniobrabilidad naval (STEINBY 2000:210).

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FIG. 7Proa de galera imperial romana con embolon y proembolonen forma de cabeza de jabalí. Museo Arqueológico de Córdoba (Foto: Arturo Rey da Silva)

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Se ignora quién pudo inventar tal herramienta aunque se ha conjeturadoque bien pudo ser un griego siciliano o el mismo Arquímedes (GOLDSWORTHY

2008: 125). Se trataba de una pasarela móvil de unos once metros de longitudy poco más de uno de anchura, unida a un palo (de casi siete metros y medio dealtura) fijado verticalmente a la proa, pudiendo ser izada o arriada por mediode un aparejo. En su extremo final había un pesado arpón de hierro, muy afilado,que quedaba clavado sobre la cubierta de las naves enemigas facilitando el abordajesin que se separaran las embarcaciones 12. Los romanos trasladaron así las ventajascon las que contaban en las luchas cuerpo a cuerpo en tierra al escenario de lasbatallas navales, consiguiendo grandes victorias durante el periodo que estuvo enuso. Polibio sólo lo menciona para las batallas de Milae y Ecnomo, pero segúnThiel (1954: 128) posiblemente fuera usado en los cinco primeros encuentros na-vales de la Guerra –Milae, Sulci, Tyndaris, Ecnomo y Hermaeum–. Es probableque no abandonaran su uso hasta que la construcción de sus naves fuera tan buenaal menos como la de los cartagineses. Autores como Thiel (1954) o Wallinga(1956) pensaban que los romanos no podrían haber ganado la guerra sin el usode esta herramienta, y quizá no ante la falta de experiencia en combate naval. Sinembargo, para poder operar el “corvus” era necesario tener pleno control de laembarcación y conocimiento de las tradicionales tácticas de ataque y defensa quesin duda los romanos habrían adquirido de los etruscos y otros socios navales.

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12 POLIBIO 1:22

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FIG. 8Modelo en terracota de Ardée.

Museo del Louvre (Basch 1987: 413, figura 892)

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EL DESARROLLO DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN EL MAR

La Segunda Guerra Púnica supone un cambio total en el escenario náuticoen comparación a la primera. Cartago era consciente de que ahora era imposiblehacer frente a Roma y de que el mantenimiento de una fuerte flota militar noera posible sin una proyección de la misma desde tierra.

Todas las flotas de guerra tenían que tener bases y puertos desde donde operary desde donde poder obtener reparaciones y suministros, ya que por la gran can-tidad de remeros y tripulantes que llevaban era imposible tener espacio suficienteabordo para llevar las provisiones necesarias en largas travesías. El control de latierra, de la línea de costa y de sus puntos de desembarco era por tanto esencialpara poder mantener una flota en perfectas condiciones y, desde el término de laPrimera Guerra Púnica, este control lo tenían los romanos (CORNELL, RANKOV ySABIN 1996: 49).

Estas limitaciones fueron decisivas en la estrategia de Aníbal contra Roma.La elección de Aníbal de invadir Italia por tierra, lo que era pensado como im-posible, se debe en gran parte a la falta de este control terrestre por parte de lafamilia bárquida, la cual comienza una importante política de rearme navalcomo vemos en las acuñaciones de Asdrúbal en la Península Ibérica. La estra-tegia naval de la Segunda Guerra Púnica estuvo determinada por el control deun número importante de bases y líneas de costa.

En 218 a.C., cuando se declara la guerra, Roma contaba con una flota superiorde 220 quinquerremes. Una de las primeras acciones del Senado fue mandar alcónsul P. Cornelio Escipión a Hispania con 60 de ellas. Lo cual fue suficientepara hacer frente a la flota cartaginesa local compuesta por unas 50 quinquerre-mes, 2 tetreras, y 5 trirremes 13. Aníbal tampoco podría haber reunido una flotapara atacar Italia desde Hispania, ya que el viaje habría llevado más de cuatrojornadas de navegación y la mayor parte del territorio por donde pasaría la flotaestaba bajo dominio romano, haciendo imposible cualquier intento de descanso,reparación o suministro. La única forma de invadir tanto Italia o Cartago eraconquistando y controlando las Islas de Cerdeña y Sicilia, precisamente las dos

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13 POLIBIO 3.33.14; TITO LIVIO 21.22.4

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islas que habían caído en manos romanas como consecuencia de la Primera GuerraPúnica.

Cartago intentaría en dos ocasiones conquistar Cerdeña sin éxito propiciandoque desde el 208 a.C., una flota romana de 50 naves fuera destinada a la isladesde Hispania, donde ya no había casi actividad naval 14.

Más importante sin embargo era Sicilia, ya que a través de ella Aníbal podríarecibir suministros 15. El puerto más importante era el de Lilibeo, zona a un díade navegación de la costa africana, donde el colega de Escipión, Longus, fue en-viado con 160 quinquerremes para preparar la invasión de África, volviendo aItalia cuando se conoció las intenciones de Aníbal de cruzar los Alpes. Quedaron,no obstante, 50 naves bajo el mando de M. Emilio, y otras 25 para proteger lacosta italiana, ya que hubo dos intentos por parte de Cartago de atacar el sur dela península.

De esta manera, los cartagineses se concentraron en abrir la ruta que comu-nicaba África con el sur de Italia para poder pasar refuerzos a Aníbal ya queaquí se hizo fuerte tras la victoria de Cannas. En el 215 a.C. se revela Siracusacontra Roma a la muerte de Hieron II, declarándose a favor de Cartago granparte de la isla. De hecho, Bomílcar consiguió en ese año hacer llegar un convoya Aníbal a Locri mientras Otacilio en Lilibeo estaba distraído con los eventosacaecidos en Cerdeña. Así, Roma construye una nueva flota de 100 naves al añosiguiente que fueron por primera vez impulsadas por esclavos. Treinta de ellasse juntaron al centenar que por el momento bloqueaban Siracusa.

Marcelo, junto al propretor Apio Claudio Pulcher, contaba con cuatro galerasespecialmente preparadas, a las que se les había quitado los remos de estribor deuna y los de babor de otra, antes de asegurarlas entre sí formando una especie

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14 Después de la derrota de Trebia se mandaron refuerzos a Cerdeña, Sicilia y Tarento yse construyeron 25 naves nuevas para proteger las orillas alrededor de Roma (ad suburbanalitora tutanda) (POLIBIO 3.75.4) ya que Asdrúbal Calvus intentaría después cruzar desdeCartago a Cerdeña, siendo desviado a las Baleares y finalmente capturado por un ejercito almando de T. Manlio Torquato. Cartago intentaría otra vez llegar a Cerdeña cuando envío unaflota de 40 naves en el año 210 a.C. para rapiñar la costa, llegando a atacar Olbia, en el nortede la isla, hasta que llegó un ejército romano.

15 Malta era romana desde T. Sempronio Longo en 218 a.C.

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de catamarán. En sus proas se montaron sólidas escalas de asalto que se podíanapoyar contra las murallas de la ciudad mediante poleas atadas al mástil, lo quefue denominado sambuca, por su parecido al instrumento musical (CORNELL,RANKOV y SABIN 1996, GOLDSWORTHY 2008).

El resultado fue un fracaso total, ya que las murallas de Siracusa habían sidoreforzadas a lo largo de los años. Asimismo, contaba con unas máquinas de asediomuy avanzadas, invento de Arquímedes, además de proyectiles bombardeadoscon catapultas de distintos tamaños, máquinas de las que descendían ganchospara levantar los barcos romanos y luego dejarlos caer destrozándolos, y, segúnfuentes posteriores, un tipo de aparato de espejos que concentraba los rayos delsol y los enfocaba sobre el buque enemigo, incendiándolo (CASSON 1995).

Finalmente, la caída de Siracusa en manos romanas acabó con las últimasposibilidades de Aníbal de recibir refuerzos desde África. Igualmente la esperanzade recibir refuerzos desde Hispania se vino abajo cuando en el año 207 a.C.Asdrúbal Barca fue derrotado en Metauro. Desde ahora Sicilia se convierte en labase de operaciones para el lanzamiento del ataque romano sobre el norte deÁfrica, donde estaba confinada la flota cartaginesa.

Otro foco de preocupación naval de Roma ocurrió en la zona del sur de lacosta Adriática con motivo de que Filipo V de Macedonia mandara 100 navesde guerra –lemboi 16– en aguas ilirias, tras un acuerdo con Aníbal en el 215 a.C.El senado envió a M. Valerio Leavino a guardar la costa entre Brindisi y Tarentocon 25 naves capturando al enviado de Filipo V a Aníbal junto a un documentoque probaba el tratado entre ambos.

RECAPITULACIÓN FINAL

El progreso de la marina cartaginesa coincidió con el desarrollo de las grandesgaleras helenísticas. Las marinas más poderosas buscaban cascos más robustos al

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16 Embarcación de remos y mástil abatible, de pequeño tamaño con espolón tanto enla proa como en la popa. Podría ser muy similar a la futura Liburnia de las flotas romanasimperiales.

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mismo tiempo que una mayor potencia de ataque al ampliar el número de re-meros hasta llegar a verdaderos “monstruos” marinos que más que instrumentosde guerra en el mar eran símbolos de poder frente al resto de flotas mediterráneas.Sin embargo, las embarcaciones más usadas en las flotas del siglo III a.C. fueronlas tetreras y las penteras, junto al apoyo de unidades de menor tamaño.

Por otro lado, la marina romana, si bien con menos experiencia en encuen-tros navales pero con una tradición marítima basada en la experiencia transmi-tida por la marina etrusca y las de sus aliados navales, pronto comenzaría areproducir el método de construcción de las cuatrirremes y quinquerremes car-taginesas –las cuales contaban con un sistema de construcción preestablecidocomo apreciamos en las naves de Marsala–, adoptando y manteniendo sus ca-racterísticas distintivas hasta finales de la República.

Así, las galeras que tomaron parte en las Guerras Púnicas solían tener unoo dos órdenes de remeros, los cuales estaban instalados principalmente dentrodel casco de la nave, en una caja de remos. En la iconografía de la época nuncaaparece representado un tercer orden. La votante en la que iban situados los re-meros superiores en época clásica ha desaparecido al igual que el espolón enpunta que ha sido sustituido por uno más robusto, trífido, y acoplado al cascode la nave, donde descargaba toda la fuerza del impacto. En estas naves, tambiénse aprecia un espolón simple más pequeño, proembolon, que ayudaría en la ma-niobra de embestida y que en época imperial, los romanos, cambiarían por lafigura de cabeza de un animal, principalmente un jabalí. La marina romanatambién adoptaría el stolos en forma de voluta replegada de las naves cartaginesasy griegas aunque durante el Imperio se cambiaría por figuras divinas y de mi-tología marina cuando no desaparecería junto todo el akrostolion dentro de uncastillo de proa.

La precipitación con que los romanos construyeron sus primeras flotas diocomo resultado naves menos versátiles en combate por lo que tuvieron que en-focar su estrategia, en un principio, hacia el abordaje antes que en tácticas tra-dicionales de embiste. Para ello desarrollaron artilugios como el corvus quefacilitaba el acople a la nave enemiga y su posterior abordaje, otorgando importantesventajas a las naves romanas en la Primera Guerra Púnica. En estas tácticas lavictoria dependía especialmente del número de marineros que participaran en él.

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Por eso, las embarcaciones de mayor capacidad tenían cierta ventaja al podertransportar más hombres que, junto a la tripulación de cubierta y remeros, pu-dieran participar en la acción. Es posible que a lo largo de la Primera GuerraPúnica los cartagineses ampliaran en un nivel de remeros sus galeras, subiendode altura la borda de la nave para dificultar el ataque por corvus por parte de losromanos. De hecho, la diferencia de órdenes de remos entre las dos embarca-ciones capturadas por Roma a Cartago, en dieciocho años, parece confirmar estaadaptación.

Por otro lado, debido a la naturaleza de las naves de remos, el control de lasbases navales por tierra era incluso más importante que la misma acción de po-seer una flota. Las embarcaciones de transporte con suministros para los ejércitostenían que ser escoltadas por navíos de guerra, los cuales necesitaban acercarsea la costa o entrar a puerto en periodos relativamente cortos de tiempo. Sólo elcontrol de los lugares de la costa donde podían desembarcar a lo largo de unaruta permitiría el mantenimiento de una flota de guerra.

Después de la Primera Guerra Púnica, Roma controlaba todas las playas ybahías entre las Penínsulas Ibérica e Itálica, y entre África e Italia, especialmentetras la conquista de las aguas de Liguria y la Galia en los años 220 a.C. Cual-quier ataque contra Italia tendría que hacerse por tierra, intentando obtenerayuda desde Hispania o Cartago por mar.

Roma, que a estas alturas carecía de inexperiencia en la mar, usó su podernaval durante este segundo conflicto esencialmente para bloquear la invasióndesde la Península Ibérica y África, a través de Cerdeña y Sicilia, y, finalmen-te, desde Grecia. Únicamente, al final de la guerra, Roma comenzó a atacar dis-tintas posiciones en África y Grecia buscando debilitar las defensas de Cartagopara forzar su capitulación.

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Mar y Guerra en el Mediterráneo Antiguo

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