Manual de Tecnicas de Terapia y Modificacion de Conducta Parte 1

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MANUAL yr, 1 rA_AN Y MODIFICACIÓN DE CONDUCTA por VICENTE E. CABALLO (comp.) Los siguientes capítulos del presente volumen (así como el «Formulario de Autoayuda de la TRE» del capítulo 20) han sido traducidos y adaptados del inglés por V. E. Caballo. Capítulos núm.: 1, 2, 7, 10, 11, 12, 14, 15, 19, 21, 22, 23, 26, 27, 28, 29, 30 y 32. Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico Facultad de Psicología Universidad de Granada 7040 6A1/ ¿Fse 108.000 24 A60, 2011 0032624 /50 0.20 2 . P. 1 7 SIGLO )3KI

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  • MANUAL yr, 1 rA_AN Y MODIFICACIN DE CONDUCTA

    por

    VICENTE E. CABALLO (comp.)

    Los siguientes captulos del presente volumen (as como el Formulario de Autoayuda de la TRE del captulo 20) han sido traducidos y adaptados del ingls por V. E. Caballo. Captulos nm.: 1, 2, 7, 10, 11, 12, 14, 15, 19, 21, 22, 23, 26, 27, 28, 29, 30 y 32.

    Departamento de Personalidad, Evaluacin y Tratamiento Psicolgico Facultad de Psicologa

    Universidad de Granada

    7040 6A1/ Fse 108.000

    24 A60, 2011 0032624

    /50 0.202.

    P.17

    SIGLO )3KI

  • Alsq Espaa Mxico Argentina

    PRLOGO, Rubn Ardila XXI

    PREFACIO, Vicente E. Caballo XXV

    RELACIN DE AUTORES XXIX

    PRIMERA PARTE

    HISTORIA DE LA TERAPIA DE CONDUCTA

    I. ORGENES, HISTORIA RECIENTE, CUESTIONES ACTUALES Y ESTA- TUS FUTURO DE LA TERAPIA DE CONDUCTA: UNA REVISIN CON- CEPTUAL, Cyril M. Franks 3

    I. INTRODUCCIN 3 11. CARACTERSTICAS DE LA TERAPIA DE CONDUCTA CONTEMPORNEA 8 III. LA DEFINICIN DE TERAPIA DE CONDUCTA 12 IV. ALGUNAS CUESTIONES ACTUALES EN TERAPIA DE CONDUCTA

    iv.t. La naturaleza y el papel del condicionamiento y de la teora de apren- 14

    dizaje E-R en la terapia de conducta 14 IV.2. La naturaleza del conductismo y su relacin con la terapia de conducta 15 IV.3. La teora de aprendizaje social y el determinismo recproco 16 IV.4. La importancia de la teora, el distanciamiento progresivo de la teora y

    la prctica y el problema del eclecticismo tcnico 18 IV.5. La terapia de conducta, el psicoanlisis y la integracin 19 IV.6. La terapia de conducta y la preponderancia del profesionalismo 20 IV.7. Cuestiones ticas, legales y de licencia de la terapia de conducta 21 1V.8. La imagen de la terapia de conducta 22

    V. ESTATUS PRESENTE Y FUTURO PRXIMO DE LA TERAPIA DE CONDUCTA '22 VI. LECTURAS PARA PROFUNDIZAR 25

    2. SOBRE LOS ASPECTOS CONCEPTUALES Y EMPRICOS DE LA TERA- PIA DE CONDUCTA, Alan E. Kazdin 27

    1. INTRODUCCIN 27 II. LOS FUNDAMENTOS DE LA MODIFICACIN DE CONDUCTA 28

    11.1. El condicionamiento como un desarrollo crtico 29 11.2. El surgimiento del conductismo 32 11.3. La psicologa del aprendizaje 33

    Todos los derechos reservados. Prohibida la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya sea grfico, electrnico, ptico, qumico, mecnico, fotocopia, etc.) y el almacenamiento o transmisin de sus contenidos en soportes magnticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tipo sin permiso expreso del editor. Si necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra, dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos), www.cedro.org.

    Primera edicin, abril de 1991 Segunda edicin corregida, junio de 1993 Sexta impresin, mayo de 2009

    SIGLO XXI DE ESPAA EDITORES, S. A. Menndez Pidal, 3 bis. 28036 Madrid www.sigloxxieditores.com

    Vicente E. Caballo DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

    Impreso y hecho en Espaa Printed and made in Spain Diseo de la cubierta: Pedro Arjona ISBN: 978-84-323-0717-1 Depsito legal: M. 18.406-2009 Fotocomposicin: EFCA, S. A. Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono Igarsa Paracuellos de Jarama (Madrid)

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    de la cultura, el control psicolgico tiene ms corrientes. La tradicin cultural debiera considerarse junto a las dos disciplinas de la psicologa citlytfica. En la lnea de este trabajo se defendera la tesis relativa al carcter tcnico de la psicologa frente a la pretensin de su figuracin como ciencia. Para la mo-dificacin de conducta en particular se reivindicara su origen y naturaleza en relacin con las tcnicas mundanas dadas. El anlisis y la modificacin de la conducta humana estn ocurriendo continuamente en la vida cotidiana.

    IX. LECTURAS PARA PROFUNDIZAR

    Dieckhofer, K., El desarrollo de la psiquiatra en Espaa. Elementos histricos y culturales, Madrid, Gredos, 1984.

    Iriarte, M. de, El doctor Huarte de San Juan y su Examen de ingenios. Contribuciones a la historia de la psicologa diferencial, Madrid, CSIC, 1948. (Orig.: 1938).

    Lujn, N., La vida cotidiana en el siglo de oro espaol, Barcelona, Planeta, 1988. Maravall, J. A., La literatura picaresca desde la historia social, Barcelona, Taurus, 1986. Zilboorg, G. y Henry, G. W., A history of medical psychology, Nueva York, W. W. Norton,

    1941.

    SEGUNDA PARTE

    ASPECTOS METODOLGICOS DE LA TERAPIA DE CONDUCTA

  • 4. EL SUJETO EN LA MODIFICACIN DE CONDUCTA: UN ANLISIS CONDUCTISTA

    MARINO PREZ LVAREZ

    El presente captulo es un ensayo, es decir, un intento de formular la nocin de sujeto psicolgico que corresponde al anlisis aplicado de conducta y, en general, al conductismo radical.

    I. EL SUJETO Y LAS CONTINGENCIAS

    Es una simplicidad dar por hecho que la nocin de sujeto asumida por el conductismo radical tiene un carcter pasivo. Quizs sea cmplice, en alguna medida, de esta apreciacin el que nicamente se tenga como aportacin del anlisis de conducta los programas de reforzamiento y, aun ello, entendido como unas cuantas legalidades empricas de la (mera) conducta, cuyo inters aplicado (aunque importante) sera muy limitado. Lo que se ofrece en esta seccin es una actualizacin emprica y conceptual.

    I. I. Sujeto operante

    Como una cuestin histricamente establecida, se puede decir que el mbito de la psicologa se organiza en torno al comportamiento. La separacin de las distintas doctrinas est cifrada, principalmente, por las condiciones de las que se haga depender el comportamiento y, en consecuencia, tambin res-pecto a ciertas consideraciones definicionales del mismo.

    El anlisis de conducta y el conductismo radical, que es su teora, ponen el nfasis en la determinacin ambiental. En principio, valdra decir que la conducta de los sujetos ocurre (se desarrolla y modifica) en funcin de ciertas condiciones ambientales especificables. Es decir, aunque la conducta es de los sujetos, est en funcin de las situaciones circundantes. Es ms, precisamente el sujeto de la conducta est sujeto a (y es funcin de) un ambiente. De un ambiente fsico, cultural y social preexistente (obviamente, histrico) que posibilita y determina al sujeto psicolgico. De modo que el anlisis de con-

    Universidad de Oviedo (Espaa)

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    ducta se resuelve en su anlisis funcional, esto es, en la especificacin de las condiciones ambientales de las cuales depende. Dicho en frmula orteguiana, lo cierto y evidente es la coexistencia de mi yo y mis circunstancias, de modo que para salvarme a m necesito salvar el mundo en el que estoy. Como ha sealado Yela (1987, p. 261), el planteamiento de Ortega y Gasset prefigura el anlisis de Skinner. En trminos skinnerianos, la pregunta relevante es acerca del control, de cmo se puede crear, mantener, modificar o extinguir la conducta a travs de cambios ambientales (no qu es la psique o cmo se cambia la mente).

    Puede asumirse la condicin de libertad radical en el sentido de que el sujeto en una situacin cualquiera tiene que hacer algo, est necesariamente libre (la operante libre). Sin embargo, lo que puede hacer lo tiene que hacer con arreglo al ambiente. En realidad, su libertad est organizada en el mundo en el que (co)existe. De modo que las necesarias operaciones en el entorno son seleccionadas, moldeadas, mantenidas y modificadas segn sus conse-cuencias, tcnicamente denominadas refuerzos (esto es, fortalecedores de la probabilidad de ciertos comportamientos). En otras palabras, se concibe un sujeto activo, cuya actividad, obviamente, est en funcin de los objetos a los que se dirige.

    En la nocin de conducta operante est implcito este carcter activo, precisamente, en su sentido prctico manipulativo, de intervencin en las condiciones dadas. Es el ambiente el que responde, con respecto a lo cual el sujeto se modula sucesivamente al seguir operando de nuevo. Es importante reconocer aqu que ciertas condiciones de las que depende la conducta pue-den estar creadas por el propio sujeto. En efecto, una vez que se da la conducta, sta o sus logros ya son condiciones objetivas del ambiente inte-ractivo, sobre las que se puede operar de nuevo diferenciadamente, (ver apar-tado II, seccin 11.3). En definitiva, si el sujeto es activo, lo ser de un modo fctico. Quizs mejor que decir que el sujeto (re)construye el mundo (men-talmente) es asumir que aprende cada vez formas ms diferenciadas, discri-minativas y sutiles.

    Es importante advertir, tambin, que esta actividad psicolgica, cuya pre-sentacin misma se declara interactiva, no consiste en pautas comportamen-tales prefijadas mecnicamente, en aprendizajes estereotipados, como han su-puesto algunos crticos (Breger y McGaugh, 1965). Por el contrario, se trata de clases de conductas de acuerdo, a su vez, con una definicin genrica del estmulo, segn habra sealado tempranamente Skinner (1975) y reparado Wiest (1975), en respuesta a las crticas de Breger-McGaugh y, tambin, de Chomsky. Lo relevante en la concepcin conductista es la funcin, no pre-cisamente la topografa, por lo dems de acuerdo con una potente tradicin en la que es interesante recordar a W. S. Hunter, J. R. Kantor y E. Brunswik. Valdra hablar aqu, en este mismo sentido, de relaciones medios-fines (Fuen-

    tes Ortega, 1989a; Lee, 1988). Consiguientemente, si se representara este anlisis de la conducta en trminos de estmulo y respuesta, el esquema sera en todo caso respuesta-estmulo, segn un esencial carcter interdependiente. Se podra decir que la causa de la conducta es su consecuencia, esto es, una causa final, en vez de una de naturaleza mecnica antecedente (ver apartado IV, seccin IV.2).

    1.2. Contingencias, relaciones de equivalencia y significado El anlisis debe incluir, adems, ciertas condiciones en cuya presencia la con-ducta logra sus efectos. Son los estmulos discriminativos, relativos a la oca-sin y a la seleccin de las acciones apropiadas. Es decir, junto a los estmulos consecuentes reforzantes, el anlisis de conducta requiere de la especificacin de ciertos estmulos antecedentes discriminativos. Sea este ejemplo: Si est presente un cuadrado, apretar el botn de debajo logra una ficha (cualquier otra accin no trae este efecto). Si hay un crculo, ni apretar el botn ni cualquier otra conducta consigue el resultado. Esta es la contingencia de tres trminos, tradicionalmente ofrecida como unidad bsica del anlisis de con-ducta y que en terapia se representa usualmente con el esquema A-B-C. Esta referencia tan elemental est al servicio de introducir el concepto de discri-minacin condicionada (o contingencia de cuatro trminos), de especial in-ters para dar cuenta del significado y, consiguientemente, de la aparicin de conductas nuevas.

    Los estmulos discriminativos pueden estar condicionados a otros estmu-los contextuales que llegan a funcionar como selectores de la contingencia de tres trminos. Se disponen unas condiciones en las que ahora el cuadrado es discriminativo si est presente el color verde (que se llamar selector): Si verde, presionar el botn bajo el cuadrado produce el efecto, pero sin este color o con cualquier otro presente, aunque est el cuadrado, la conducta no funciona. Ampliando esta condicin, todava podra ser que si est el rojo (otro selector), funciona el botn bajo el crculo (pero no el del cuadrado), con lo cual se tiene el verde y el rojo seleccionando el tipo de contingencia activa. Lo relevante es que verde y cuadrado, por una parte, y rojo y crculo, por otra, resultan miembros equivalentes de una clase de estmulos. Es con-veniente reparar en la emergencia de la equivalencia a partir de la condicio-nalidad, cara a apreciar el alcance del anlisis de conducta en el entendimiento del significado.

    El surgimiento de la equivalencia a partir de la contingencia de cuatro trminos se demuestra comprobando las propiedades de reflexividad, simetra y transitividad, relativas a los estmulos en cuestin, (Gatch y Osborne, 1989; Sidman, 1986).

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    La reflexividad (o identidad) se demuestra al poner como selector el mis-mo estmulo discriminativo (o como estmulo discriminativo el/mismo selec-tor); por ejemplo: Si est presente el cuadrado (ahora como selector), apretar el botn bajo el cuadrado (que sigue como estmulo discriminativo) produce los efectos. Los sujetos que han aprendido la discriminacin condicionada, actan con xito ante esta contingencia a la que nunca fueron expuestos. La simetra consiste en invertir selector y estmulo discriminativo. Igualmente, ante esta nueva configuracin se mantiene la ejecucin eficaz. Para probar la transitividad es necesario introducir un nuevo estmulo discriminativo y apren-der tambin la discriminacin condicionada ante un selector de los practica-dos (anterior selector o estmulo discriminativo, dada la simetra). Pues bien, cuando se expone al sujeto el nuevo estmulo introducido (sea como discri-minativo o selector) junto con otro de los anteriores que nunca ha estado emparejado con l, el sujeto mantiene las respuestas correctas.

    Se puede decir que el sujeto responde al significado. Estmulos, en prin-cipio bln distintos, adquieren un significado equivalente, se constituyen en una clase, en virtud de su significado operatorio, y no por simple generali-zacin topogrfica. De otro modo, la conducta operante manipulativa sobre discriminaciones condicionadas comporta el significado en el que consisten estas relaciones de identidad y de equivalencia. El caso es que el significado ha brotado de las operaciones del sujeto con los objetos, pero est contenido en las relaciones construidas entre ellos. Ortega y Gasset expone muy bien esta nocin. Merced a las operaciones de identificar y discriminar los objetos adquieren nuevas cualidades. De mltiples relaciones con el amarillo de un armario y el amarillo de otro

    resulta que no slo son amarillos ambos sino que adems son iguales [...]. Amarillos pueden ser estos colores cada uno separadamente; iguales, en cambio, slo pueden serlo en relacin uno con otro. La igualdad es una cualidad relativa. Pero esta rela-cin en la que han entrado y merced a la cual ha nacido, ha brotado en ellos esa nueva cualidad, es obra ma subjetiva. Yo soy quien los ha puesto en relacin. No s si se dan ustedes bien cuenta de la paradoja que resulta. Los objetos no son iguales sino en tanto en cuanto yo los pongo en relacin; parece, pues, que su ser iguales depende de m y que sin mi intervencin no lo seran jams. Y sin embargo, el efecto de mi intervencin, a saber, la igualdad, es igualdad de ellos y entre ellos, es un carcter objetivo, tan objetivo como su amarillez que no conserva el menor rastro de mi subjetiva actuacin. La igualdad entre estos dos colores que primero pareca depender de m es, por otro lado, ajena e independiente de m; no soy yo el igual, sino ellos [Ortega y Gasset, 1981, pp. 74-75].

    As pues, lo decisivo es considerar que el significado brota de las propias operaciones con los objetos y est contenido inherentemente en la conducta

    operante. La conducta ya es esencialmente significativa de acuerdo con las contingencias. Como ha sealado Sidman:

    La emergencia de la equivalencia a partir de la condicionalidad permite al anlisis de conducta dar cuenta del establecimiento por lo menos de correspondencias semn-ticas simples, sin tener que postular una historia de reforzamiento directo para cada ejemplo. En vez de apelar a cogniciones, representaciones y correspondencias alma-cenadas para explicar la ocurrencia inicial de conducta nueva apropiada, se puede encontrar una explicacin completa en las unidades de cuatro trminos que son los prerrequisitos para la conducta emergente [Sidman, 1986, p. 236].

    Dentro del anlisis experimental de la conducta se ha demostrado, tam-bin, que el significado as construido puede estar bajo control contextual. Un control contextual de segundo orden que matiza o cambia el sentido. Por ejemplo, ahora el verde y el cuadrado y el rojo y el crculo mantienen tal relacin en un contexto (por ejemplo, en presencia del tono 1), pero en otro verde y crculo podran componer una clase y rojo y cuadrado otra (ante el tono 2), llevando la contingencia a cinco trminos, y an ms (Bush, Sidman y De Rose, 1989; Sidman, 1986).

    De esta apurada exposicin de las relaciones de equivalencia (una de las vanguardias en la investigacin conductista), an se podran sugerir algunas aplicaciones de relevancia para la modificacin de conducta, por, ejemplo, en el mbito educativo especial relativo a la formacin de conceptos y al len-guaje. Sin embargo, su presentacin aqu tiene un inters conceptual, que es el inters de mostrar que el significado, que define la estructura de la con-ducta (Yela, 1974), tiene una coherente formulacin en la teora conductista. Por otro lado, ello constituye un buen fundamento para el anlisis del len-guaje, puesto que las clases operantes emergentes son relevantes a la conducta verbal (Waughan, 1989).

    1.3. Conductas adjuntivas y reforzamiento promedio Sin embargo, antes de entrar en la conducta verbal es oportuno hacerse cargo aqu, aunque sea ms a modo recordatorio que de tematizacin, de ciertas extensiones del condicionamiento operante, quiz poco invocadas, siendo por el contrario que los problemas que cubren se citan a menudo como sus lmites.

    En primer lugar, se ha de recordar que estn bien establecidos en la investigacin operante ciertos efectos (en principio) adventicios o adjuntivos de los programas de reforzamiento. Es decir, ciertas conductas inicialmente no especificadas por las contingencias pero que resultan colateralmente de ciertos programas de reforzamiento, de ah tambin su nombre de conducta inducida por el programa (Staddon, 1983). El caso es que algunas de estas

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    conductas son relevantes al mbito clnico, tales como polidipsia, fumar, pa-trones obsesivocompulsivos, hbitos nerviosos de morderse las. uas, el pi-car comida entre horas, rituales de autoestimulacin, episodios manacos, agresin, hiperactividad en la anorexia, etc., (Cantor y Wilson, 1985; Epling y Pierce, 1988). Aunque ciertas cuestiones metodolgicas requieren mayor atencin (Roper, 1981), es de destacar, al menos, el modelo del alcoholismo basado en la polidpsia adjuntiva (Colotla, 1980; Riley y Wetherington, 1989). As mismo, la conducta ritual tambin puede ser entendida en el contexto de la conducta adjuntiva (Falk, 1986).

    En definitiva, el inters por el condicionamiento operante no se centra slo en sus efectos lineales en la conducta objetivo, sino que, incluso pro-gramas de reforzamiento que pueden darse en la organizacin convencional de la vida (en casa, en el trabajo, en la escuela, en las rutinas de la hospita-lizaciri), conllevan importantes pautas colaterales. La aparente simplicidad de un programa de reforzamiento remite a complejos efectos comportamen-tales, por no hablar de complicados programas concurrentes.

    En segundo lugar, se ha de tener presente que la conducta puede estar controlada por las contingenciaS, aun sin darse una relacin directa conduc-ta-consecuencia. Una conducta puede mantenerse sin sus reforzadores pun-tuales y, an ms, ocurrir a pesar de sus consecuencias aversivas. Similarmen-te, la tasa cero de conducta extinguida puede mantenerse ante posibles refor-zamientos contingentes.

    Para entender estos hechos experimentales, sin duda de alta relevancia aplicada, hay que tener en cuenta la ley del efecto basada en la correlacin, segn la cual las operantes son adquiridas y mantenidas sobre los promedios de la conducta y del reforzamiento considerados en perodos largos. Este es el caso de la mayora de las operantes humanas que, aunque se estudien en el laboratorio, pueden tener similitud funcional y cierta continuidad con la programacin asistemtica del ambiente natural, de modo que el experimento (aunque prolongado) no deja de ser un episodio insertado en la historia personal de reforzamiento. Un anlisis del experimento en el que se encon-traran tasas de conducta sin reforzamiento contingente no indicara que la conducta es ajena al reforzamiento. (Remitirse, en este caso, a la historia del reforzamiento no implica un argumento infalsable, puesto que el criterio para comprobar el reforzamiento, y falsar su innecesariedad, es construir experi-mentalmente la conducta, lo que supone su explicacin). Una situacin si-milar se presenta a menudo cuando el clnico analiza las condiciones que mantienen ciertos problemas actuales y trata de identificar los eventos pre-sentes que pudieran cambiar tales conductas. Puede encontrar las paradojas aludidas, pero ello quizs es una consecuencia de analizar un episodio aislado. Un ejemplo extremo es la indefensin aprendida, en la que se ha construi-do una correlacin de cero entre la tasa de conducta y la tasa de castigo, de

    modo que al introducir una correlacin positiva entre hacer algo y eliminar la estimulacin aversiva, el sujeto sin embargo soporta estoicamente su suerte. La posible correlacin actual esta codeterminada por la correlacin pasada, de cero. Al remover, de alguna manera, al sujeto para operar sobre el ambiente y as alterar la contingencia, se ve que la depresin no era en-dgena. El anlisis del ambiente contiene todas las claves explicativas. Si no se consideran estas cuestiones, difcilmente se puede entender que se sigan echando paladas de carbn al fuego siendo que de inmediato lo apagan.

    El anlisis operante humano se hace bien complejo si a lo anterior se incorpora la eleccin conductual, es decir, el estar a la vez bajo dos o ms programas de reforzamiento relativos a conductas distintas. Se ha demostrado que una conducta determinada depende ms del reforzamiento relativo que de su cantidad absoluta, respecto a la otra conducta alternativa, lo que su-giere, en todo caso, que cualquier conducta debe ser analizada en relacin a todas las fuentes de reforzamiento disponibles simultneamente (Rachlin, 1977). Aunque los sujetos no hagan las ecuaciones hiperblicas, sus conduc-tas de eleccin se pueden describir segn ciertos anlisis matemticos (Brads-haw y Szabadi, 1988). Diferencia sta (entre las contingencias concurrentes y las ecuaciones que las describen) de importancia para no incurrir en el postulado metafsico de invocar una suerte de gramtica universal de la elec-cin. El hecho de que se descubra una regularidad legal, no quiere decir que los sujetos hagan los clculos. Su conducta, aunque compleja, se explica ana-lizando las contingencias. Las implicaciones para la modificacin de conducta han sido expuestas por McDowell (1982).

    Finalmente, estara la consideracin del lenguaje, en cuanto que puede afectar a los programas de reforzamiento y como conducta de inters por s misma, pero esto lleva a la prometida seccin siguiente.

    II. CONDUCTA VERBAL Y TERAPIA

    Lo que ms ha (pre)ocupado a Skinner es el estudio del lenguaje, siendo seguramente su obra principal la titulada Verbal behavior (1957). En ella se hace un anlisis funcional del lenguaje y se ofrece una taxonoma de las funciones psicolingsticas. As, se distinguen tipos de conducta verbal de acuerdo con condiciones antecedentes especficas y con las consecuencias producidas. Las clases de conducta verbal definidas tienen gran importancia en el anlisis de la psicoterapia (Hamilton, 1988). A continuacin se enuncian estas clases de conducta verbal y se sugieren sus intereses en la modificacin de conducta. Establecido esto, se estar en condiciones de ver el alcance del anlisis skinneriano en otros procesos psicolgicos complejos.

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    mi. Clases de conducta verbal y control instruccional

    El primer tipo de conducta verbal al que Skinner hace referencia se define por ciertas consecuencias instrumentales mandatarias, relevantes a una con-dicin de privacin o de estimulacin aversiva. El caso tipo es mandar hacer algo a alguien dado un estado de necesidad. Sea decir fuego en presencia de alguien que lo pueda proporcionar cuando uno necesita encender algo. Como es conocido, recibe el nombre de mando (mand) en la terminologa skinneriana y cubre numerosas variantes comnmente denominadas solicitud, orden, splica, ruego, pregunta, llamada, etc. (Skinner, 1957).

    Es interesante situar esta funcin en la continuidad evolutiva de las ac-ciones rnanipulativas directas sobre las cosas y las personas. A la accin manipulativa del nio (por ejemplo, para coger algo que necesita y que est al alcance de la mano) la comunidad acopla alguna expresin verbal y quizs responde, tambin, proporcionando el objeto intentado. De esta manera, la accin instrumental (del nio) se convierte en un gesto que ms adelante puede ser sustituido por la palabra (adjuntada). De ah, el carcter mandatario del lenguaje, en el mismo sentido que Vygotski entiende los signos como herramientas y Wallon habla de la transicin del acto al pensamiento.

    Un caso particular del mando es el automando, es decir, la instruccin dirigida a una accin no verbal del mismo sujeto que habla (aunque sea silenciosamente), lo que es posible precisamente porque la comunidad antes lo ha hecho con uno, y uno ha controlado as a otros.

    Uno de los determinantes de que las curvas de ejecucin operante en humanos sea distinta a la encontrada en animales, bajo el mismo programa de reforzamiento, est, probablemente, en lo que se dicen a s mismos los sujetos (Lowe, 1979). Esto es, en alguna suerte de automandos o autorreglas, como se dir despus, aunque no sean una descripcin adecuada de las con-tingencias, pueden influir en la conducta ejecutiva no-verbal (Lowe, 1983). Particularmente, el entrenamiento autoinstruccional puede ser analizado des-de esta perspectiva (Hayes, Zettle y Rosenfarb, 1989; Lowe y Hinson, 1981; Zettle y Hayes, 1982), de cuyo anlisis se generara como mnimo claridad conceptual.

    Un segundo tipo de funcin psicolingstica cubre las relaciones del len-guaje y aquello a que se refiere o de lo que se habla. Se trata, en definitiva, del significado referencial, es decir, de la conducta verbal que hace contacto con el mundo fsico, conducta denominada tacto (tact) (cap. 5). El aspecto decisivo ahora est en algn evento, objeto o propiedad ambiental que evoca o en cuya presencia se fortalece determinada operante verbal, que la comu-nidad ensea y refuerza. Sea decir fuego al observar un incendio en un cine: la condicin de control es un evento y el efecto en los dems es carac-

    terstico (por ejemplo, distinto del de pedir fuego). Esta funcin cubre, ade-ms de la referencia, la metfora, la abstraccin y la formacin de conceptos. Un caso particular de esta funcin es el conocimiento de s mismo. Existen varios medios en virtud de los cuales la comunidad, que no tiene acceso a estmulos privados, puede ensear conducta verbal como respuesta a los mis-mos (Skinner, 1957).

    De inters directo para la modificacin de conducta est la posible ina-decuacin o distorsin verbal que un individuo puede tener de la realidad y de s mismo, con repercusiones personales negativas (por ejemplo, depre-sin). Se tratara de un desajuste entre los tactos segn los que se definen las contingencias y las contingencias que efectivamente se dan. Es el supuesto del contacto distorsionado con la realidad (Skinner, 1957), que tradicional-mete se asume como distorsin cognitiva. Algo importante aqu es que, de acuerdo con estos criterios, se pueden analizar, de un modo ms cabal, las dimensiones cognitivas de la depresin, tanto en su aspecto atribucional (Ha-milton, 1988), como en el lgico (Zettle y Hayes, 1982), y reconstruir la terapia cognitiva de Beck y la TRE de Ellis en trminos ms coherentes con los procederes en los que, de hecho, consisten (Zettle y Hayes, 1982). Asi-mismo, la oscura teora de la autoeficacia tambin ganara claridad conceptual en estos trminos (Poppen, 1989). Por su parte, la reestructuracin cognitiva se reconocera como una forma de modificacin de la conducta verbal (Ha-milton, 1988; Hayes, Kohlenberg y Melancon, 1989).

    La conducta verbal presenta otras funciones psicolingsticas que se de-finen de acuerdo con un criterio comn, a saber, el de estar bajo el control de estmulos verbales antecedentes (por dems, sin dejar de atenerse a la relacin contingencial entre respuesta verbal y, por lo comn, un reforzador general condicionado). El anlisis skinneriano describe tres funciones de este tipo: la ecoica, la intraverbal y la textual (cap. 4).

    La ecoica (ecoic) es una operante verbal cuya pauta es similar al est-mulo verbal de la que depende (a modo de eco), considerando relevantes en la definicin la correspondencia modelo-respuesta y la unidad del evento en un episodio contiguo con conexin funcional. Sea por ejemplo, que el hablante dice fuego ante el estmulo verbal del oyente consistente en di "fuego". Aunque tiene el formato del mando, lo decisivo es la condicin de control, pues hay otras situaciones en las que el oyente no pide y en cambio el hablante es reforzado por la repeticin, y otras, todava, en las que se da una repeticin como relleno o manera de tomarse tiempo al responder. Tiene un marcado inters educativo infantil, pero est presente, tambin, en nume-rosas otras contingencias de la vida adulta. Se contempla, asimismo, la con-ducta autoecoica, donde incluso el estmulo verbal inicial puede ser encubier-to, presentndose formas patolgicas como la palilalia y la perseveracin psi-ctica.

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    La intraverbal describe una conducta verbal que depende tambin de estmulos verbales, pero la relacin no est en la correspondencia/ formal, sino en la secuencia establecida, en el sentido de que los anteriores arrastran probablemente respuestas (en buena medida) pautadas. Sea la secuencia apunten, disparen, fuego!. Cubre formas estndar de secuenciacin (salu-dos, pautas convencionales, frases hechas) y los ejercicios formales de la aso-ciacin de palabras. Puede ser tan pequea como una letra del abecedario o un nmero correlativo y tan larga como un estribillo o una frase prestada. Puede estar tan instaurada como una obsesin.

    La conducta textual se refiere a la lectura, es decir, a la conducta verbal bajo el control de estmulos verbales escritos (por ejemplo, leer fuego). La distincin yiene marcada por el tipo y modalidad del estmulo control, ob-viamente, dentro de una historia de reforzamiento, por dems, de alto inters educativo. La conducta autotextual, la modalidad silenciosa y la transcripcin forman parte del mismo continuo. La importancia terica y prctica de la lectura da lugar a numerosos y diversos planteamientos, generalmente, dentro de las premisas cognitivas, con sofisticados niveles de interaccin mental, dicindose, incluso, que es una temtica que desborda el alcance conductista. Sin embargo, es bien posible desarrollar un modelo conductista, de la lectura, de amplio alcance y, as, se ha propuesto uno que se hace cargo, a su vez, de los modelos cognitivos, permitiendo la viabilidad de stos, ciertamente, no sin antes ser reconstruidos en trminos de contingencias de reforzamiento (Prez Alvarez, 1985a). En particular, problemas especiales en el aprendizaje de la lectura tienen un frtil abordaje en este perspectiva.

    Finalmente, correspondera alinear aqu un sexto tipo de control verbal, llamado audiencia (audience) (cap. 7). El nfasis se pone ahora en el ca-rcter discriminativo y selector, debido al oyente (que puede ser una persona, un grupo o un auditorio), de determinadas formas verbales y temas del ha-blante, en el sentido de que diferentes audiencias controlan diferentes subdi-visiones del repertorio del hablante. Sea, por ejemplo, la probabilidad de hablar del fuego ante bomberos. La audiencia en cuya presencia se refuerza la conducta verbal, puede tener, a su vez, un valor reforzante, que la con-vierte en un poderoso estmulo de control. Las dimensiones fsicas de la audiencia, as como otras caractersticas de predisposicin respecto al hablan-te, junto con el lugar en su sentido fsico, son especificaciones importantes de sus funciones de control. Asimismo, se contempla el hablante como su propia audiencia, lo que remite a la consideracin del pensamiento.

    Sin dejar de reconocer un desarrollo an insuficiente en trminos emp-ricos tanto por lo que respecta a la evolucin de la conducta verbal (Catania, 1985; Skinner, 19866), como por el afianzamiento y la eventual mejora defi-nicional de las funciones referidas (Chase, Johnson y Sulzer-Azaroff, 1985; Lamarre y Hollan, 1985; Michael, 1988a; 19886; Zettle y Yung, 1987), lo

    relevante es sealar que el lenguaje y, consiguientemente, los procesos cog-nitivos forman parte del mismo mbito que se organiza en torno a la con-ducta, y tienen un coherente planteamiento conductista.

    11.2. Conducta gobernada por reglas y cognicin

    Un modo apropiado de abordar el pensamiento conforme a los criterios que se siguen es situar el asunto como un caso en el que el hablante se comporta consigo mismo como un oyente. Hablante y oyente son la misma persona, algo que puede darse pblicamente y, de hecho, se da con frecuencia en la infancia, y, por lo dems, se recordara que la lectura, una actividad del mbito ntimo hoy da, hasta la Edad Media era una actividad abierta (se lea en voz alta y, supona, incluso, un fuerte castigo obligar a leer en silen-cio). Al decir esto, se reconoce el pensar silencioso en un continuo que forma parte de la conducta abierta, a su vez, en distintos grados. Por lo dems, las formas silentes pueden hacerse pblicas en ciertas circunstancias. Se considera que la decadencia de las formas abiertas y su mantenimiento inaudible, tienen que ver, respectivamente, con el debilitamiento de las variables de control (que en otras ocasiones las haran fuertes) y con la mayor ventaja y facilidad para hablarse a s mismo en silencio (de hecho, cuando es conve-niente, uno se habla en voz alta). No sera correcto hacer corresponder el pensamiento con el lenguaje atenuado, ya que tambin se puede pensar ha-ciendo algo y, en todo caso, el lenguaje encubierto es un caso particular del lenguaje, y es que, tambin, se puede pensar en voz alta. El caso es que el lenguaje no se define, precisamente, por el silencio. Del mismo modo, la solucin de problemas y las operaciones mentales son, ante todo, operaciones.

    La parte encubierta de la solucin de problemas (el pensar en silencio y las operaciones mentales), que puede ser bien compleja y larga, se concibe como un curso de operaciones verbales, como un momento que supone y pide continuamente el comportamiento positivo. El comportamiento silen-cioso no es la negacin de la conducta, sino su grado cero entendido dentro del propio desenvolvimiento de las relaciones distales relativas a objetos (Fuen-tes Ortega, 1989a; Kantor, 1924; Ortega y Gasset, 1981; Prez Alvarez, 1989). Esta conducta implcita puede devenir, y de hecho as es, en un procesa-miento automtico, que en realidad es un efecto de la prctica, de acuerdo a precisos arreglos estimulares (Prez Alvarez, 1986). Los estmulos resultan, en virtud de la prctica reforzada, en reorganizaciones cada vez ms comple-jas en las que la conducta se hace dependiente de nuevas unidades constitui-das por la reestructuracin de estmulos que previamente formaban otras configuraciones separadas ms simples (Cheng, 1985). Por ejemplo, primero se cuenta por los dedos o con palotes como unidades, y despus, con la

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    prctica, se cuenta por las manos o por medio de grupos de palotes como nuevas unidades.

    Una persona resolviendo un problema se diferencia por el hecho de que cambia otra parte de su conducta y es reforzado y fortalecido al hacerlo. Un proceder caracterstico consiste en la construccin de estmulos discrimina-tivos, a los que se responde diferencialmente en adelante y, as, se va selec-cionando la conducta apropiada a la solucin. Un tipo de estmulos que se puede generar en las operaciones quiz consiste en conducta verbal en la funcin de mando (ahora debo hacer esto) o de tacto en la que se especifica alguna contingencia (si se hace esto, entonces resulta aquello). De esta manera, la conducta es moldeada por las consecuencias, es decir, por los efectos propios de las operaciones, y gobernada por reglas que controlan las ejecuciones y que describen contingencias, es decir, que regulan y discrimi-nan las conductas apropiadas (Skinner, 1988; 1981b). Las reglas, por supues-to, pueden estar dadas como un producto cultural, de modo que ya se dis-pone ante muchas situaciones problemticas de pistas verbales acerca del pro-ceder conveniente.

    Esta distincin entre contingencias y reglas tiene una importancia decisiva en la teora psicolgica y en la modificacin de conducta, como ha puesto de relieve Blackman (1985). Particularmente, la nocin de conducta gober-nada por reglas da cuenta de la actividad psquica superior (Vaughan, 1987). La calidad funcional de la regla viene conferida por formar parte de un con-junto de contingencias de reforzamiento, de las cuales brota con una entidad objetiva, (Glenn, 1987; Skinner, 1988). A este respecto, es conveniente re-cordar el significado construido e incorporado en las operaciones en que consistan las relaciones de equivalencia. Las contingencias tienen ya un sig-nificado, esto es, dicen algo de por s, de modo que la palabra se incardina con los dems ingredientes de una circunstancia que no es palabra. Vaughan (1989) ha puesto en correspondencia la conducta gobernada por reglas con la investigacin sobre la equivalencia de estmulos. En este sentido, se han tipificado varias clases de reglas segn su relacin con las contingencias. Una clase se diferencia porque las consecuencias de su seguimiento (de la corres-pondencia entre la regla y la conducta relevante) estn mediadas por las personas; otra, por depender ms bien de la disposicin del ambiente; y otra, por el efecto aumentativo que la regla puede tener sobre el carcter reforzante o punitivo de los estmulos (Hayes, Zettle y Rosenfarb, 1989). Estas especi-ficaciones han resultado, precisamente, del anlisis de las terapias cognitivas (Zettle y Hayes, 1982). Dicho esto, es importante destacar que el sujeto puede tener como objeto su propia conducta verbal.

    11.3. Metaconducta

    La propia conducta verbal dada o dndose constituye ya un elemento del ambiente con el que puede interactuar el sujeto. De este modo, parte de la conducta de un sujeto se convierte en variable que controla otra parte. Ante todo, es en la comunidad donde estn dispuestas las contingencias que hacen relevante el reparar en la propia conducta (qu dijiste?, es cierto...?, has dicho...?, etc.), lo que modula la respuesta y el control del hablante de su propio discurso. Incluso, se podra decir que el sujeto tactea y manda la propia conducta verbal. Esta funcin tcnicamente recibe, en el anlisis de Skinner, el nombre de autocltica. Del amplio tratamiento que se da en Con-ducta verbal a los autoclticos, se destacan varias clases. Los autoclticos descriptivos son formas verbales que matizan el tipo, la fuerza del compor-tamiento verbal, las circunstancias del hablante, la forma de operar de una respuesta, la especificacin de un mando, etc., tales como recuerdo que..., lo que voy a decir se ha de entender..., se dice que..., es necesario.... Otros autoclticos tienen una funcin calificadora, en la que se altera decisi-vamente la intensidad o la direccin del efecto en el oyente, como en la negacin y la afirmacin y en los cuantificadores. La nocin de autocltico cubre tambin el tratamiento que el anlisis funcional da a la gramtica y a la sintaxis, y la composicin y arreglos de la conducta verbal que hacen el hablante y el escritor, cara al logro de ciertos efectos. Se considera aqu tanto la composicin de palabras y frases, como los arreglos de segmentos ms grandes, dados por ejemplo como textos o discursos. As pues, este tipo de conducta verbal se ocupa de las cuestiones que en los ltimos tiempos se ofrecen como procesos metacognitivos. La dificultad de la concepcin men-talista de la metacognicin es que se sale del mbito en el que efectivamente ocurren los procesos de control de una conducta por otra del mismo sujeto, hasta invocar metafsicas ejecuciones centrales supuestas en el reino del esp-ritu puro. Ejecutores centrales de los que, por lo dems, no se tiene otra noticia que la ejecucin comportamental, incurriendo en tautologa, ya que finalmente los procesos metacognitivos invocados para explicar el control de una conducta tienen que ser explicados por la ocurrencia de sta (Prez Al-varez, 1986).

    III. IMPLICACIONES CLNICAS

    Aunque anteriormente se han sugerido algunas implicaciones clnicas (adicio- nales a las dadas tradicionalmente), ahora se van a seleccionar dos tpicos.

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    Uno relativo a la reconstruccin de la (insatisfactoria) trimodalidad de res-puesta y el otro concerniente al (injustificado) empeo por la operativizacin de la conducta.

    111.1. Una nueva clasificacin comportamental En terapia de conducta se utiliza comnmente la taxonoma que distingue tres modalidades de conducta: cognitiva, fisiolgica y motora. Como es co-nocido, la modalidad cognitiva se refiere al pensamiento, la imaginacin y, en general, la actividades encubiertas. La fisiolgica remite a las emociones, los sentimientos y, en general, a la activacin nerviosa. La motora alude a la accin observable que implica movimiento corporal, generalmente, con cam-bios espaciales o logros ejecutivos. A pesar de ser una clasificacin bien razonable y del, asimismo, razonable entusiasmo a que ha dado lugar relativo a la aplicacin de tcnicas especficas segn la modalidad ms comprometida en un trastorno determinado, lo cierto es que actualmente resulta insatisfac-toria, sobre todo porque la correspondencia entre modalidad de respuesta (ms) alterada y tcnica especfica no parece muy relevante (Dance y Neufeld, 1988). Los efectos de las tcnicas resultan entrecruzados, desincrnicos y, generalmente, inespecficos respecto a las modalidades tratadas. Ello puede deberse, en parte al menos, a la propia taxonoma conductual, en cuanto a su incidencia en la definicin del problema y en la configuracin de las tc-nicas.

    Las dificultades de esta taxonoma se aprecian en lo siguiente. La llamada conducta cognitiva implica tambin (y aun se dira esencialmente) acciones observables verbales y no verbales (recurdese lo dicho para el pensamiento). Por su parte, la llamada conducta motora puede tener una manifestacin encubierta, como son las respuestas preparatorias (por ejemplo, de relajacin o de tensin muscular). Por lo dems, la conducta emocional psicofisiolgica comporta, a menudo, formas observables motoras y verbales. En definitiva, parece ser que la distincin cognitivocomportamental asentada en el criterio encubierto-observable no es adecuada para el anlisis psicolgico. Lo abierto y encubierto est presente en las conductas que pretendidamente se trataba de diferenciar. Por su parte, lo emocional tambin parece participar de todas estas dimensiones.

    As pues, segn parece, la tradicional triparticin debera recomponerse. Suinn (1984) ha ofrecido una interesante reconstruccin. Aun manteniendo las mismas categoras (si bien ya redenominadas), dentro de cada una consi-dera tres manifestaciones. As, el canal de respuesta afectivosomtico, adems de la activacin autnoma aumentada, incluye los sentimientos subjetivos de malestar y posibles alteraciones psicofisiolgicas. El somaticoconductual, jun-

    to a las alteraciones en la ejecucin, contempla la tensin muscular (aunque no sea pblicamente observable) y la vigilancia (cognitiva) aumentada. El canal de respuesta cognitiva, adems de los pensamientos de preocupacin y las verbalizaciones, asume las interferencias en la ejecucin.

    Sin embargo, quiz sea conveniente (por lo dicho en la seccin anterior) establecer declaradamente una categora como conducta verbal (a su vez ya con varias funciones), que vendra a suplir la dada como cognitiva. Ello no slo por las connotaciones mentalistas, sino tambin por lo confuso que resulta el vocabulario relativo a la cognicin, puesto que, de hecho, tiene que acoplarse a (o serle acoplado) lo comportamental, y aunque slo sea porque siempre se expone y defiende lo cognitivo (curiosamente) mediante la con-ducta verbal.

    De acuerdo con los criterios funcionales, parece necesario reconocer una categora a las conductas de bsqueda y seleccin de estmulos discriminati-vos. Tales conductas ponen al sujeto en contacto con estmulos discrimina-tivos correlacionados con el estado de las contingencias de reforzamiento, lo que permite disponerse ante la tarea o el ambiente. La topografa de estas conductas puede consistir en la orientacin que facilita una mejor exposicin a los estmulos relevantes, la atencin selectiva, el examen previo, la cata-cin, el ver sin la cosa presente, el repaso imaginario y el ensayo encu-bierto de lo que se intenta hacer o decir. En la tradicin conductista, estas funciones se denominan conducta de observacin (Millenson, 1977), y as se propone en esta nueva taxonoma conductual.

    Consiguientemente, la clasificacin conductual propuesta consiste en cua-tro modalidades principales, cada una conteniendo formas pblicas y priva-das, a saber: conducta motora, conducta verbal, conducta visceral y conducta observacional (Poppen, 1989).

    111.2. Objetivos globales en vez de conductas operativizadas

    Es casi un dogma en la modificacin de conducta definir operacionalmente las conductas objetivo de una intervencin. La verdad, sin embargo, es que la especificacin de conductas concretas a cambiar y lograr no es exactamente un asunto exigido por el anlisis funcional de la conducta. Excepto en tareas en las que la propia naturaleza de la conducta suponga un control estimular preciso, como, por ejemplo, en la lectura, el inters est ms en la funcin que en la topografa. Ciertamente, hay determinadas formas comportamen-tales que realizan ms econmicamente la funcin, y, por dems, la con-ducta alguna objetividad ha de tener, obviamente. En lo que se quiere insistir es en la definicin de la conducta en funcin del contexto, de modo que el

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    objetivo habra de estar ms comprometido con el fin (a lograr) que con el medio (para conseguirlo).

    Efectivamente, los problemas se presentan y las ayudas se ofrecen en su contexto social natural, que se habr de reconocer complejo en cuanto a la multitud de matices que concurren continuamente. Quiere ello decir, enton-ces, que la operativizacin de la conducta puede resultar en un catlogo de formas escasas y poco flexibles respecto a los infinitos matices del contexto. La cuestin coherente con los criterios conductistas est en atenerse a clases de conductas, definidas precisamente por fines genricos (no en el sentido de vagos, sino de clases generales).

    Este asunto tiene ante todo una transcendencia emprica respecto al tema de la generalizacin. Es interesante reparar que las instrucciones en las que se operativizan las conductas, por ejemplo, en el entrenamiento en asertivi-dad, podran hacer, sin embargo, el logro as conseguido poco flexible en su adaptacin real. Es decir, la dependencia de las instrucciones puede dificultar la generalizacin. Frente a ello, un entrenamiento mediante la exposicin directa a las condiciones, recibiendo feedback, pero sin definir operacional-mente las conductas se ha mostrado efectivo. El entrenamiento social a menudo recurre a especificar reglas o instrucciones, a pesar de que la con-ducta social normal no parece desarrollarse de esta manera. Mientras que los efectos de las instrucciones son en general rpidos, la conducta bajo su con-trol puede ser menos sensible a cambios en el ambiente que aquellos bajo el control de la experiencia directa (Azrin y Hayes, 1984, p. 182). El feedback proporcionado se atena a la habilidad social considerada de manera global. En efecto, la apreciacin de habilidades sociales son frecuentemente fiables debido a su cargado carcter social. En definitiva, las habilidades sociales fueron evaluadas y mejoradas sin haber definido previamente cules era ne-cesario cambiar (Hayes, Kohlenberg y Melancon, 1989, pp. 365-366).

    Lo que se insina es que, a veces, tal vez el clnico confa excesivamente en la definicin operativa de las conductas a cambiar, lo que podra, en ciertos casos, ser una dificultad porque, por un lado, los objetivos concreta-dos quizs fueran demasiado limitados respecto a los fines y, por otro, los logros sean muy dependientes de las instrucciones.

    En este sentido, lo que se sugiere es el uso del reforzamiento de la ex-posicin directa (del cliente) a las situaciones, de un modo social convencio-nal, esto es, sin exagerar, incluso, el carcter reforzante, cara a evitar la dependencia con respecto al terapeuta, que actuara conforme a la naturalidad social.

    Segn los autores proponentes (Hayes, Kohlenberg y Melancon, 1989), estas formas implican ciertos repertorios del terapeuta, relativos a la discri-minacin de conductas clnicamente relevantes (por ejemplo, aquellas dadas en la terapia que sean similares a las del mbito extraclnico) y a la construc-

    cin del contexto teraputico (por ejemplo, disponiendo elementos idnticos a la vida real en la que son pertinentes las mejoras).

    Se supone y enfatiza que el terapeuta al funcionar como tal, incorpora (o debe incorporar) representatividad del mundo social al que pertenece el clien-te. De este modo, se considera que sus reacciones privadas forman parte inherente de la ayuda profesional (y no slo el protocolo); de ah, entonces, su importancia, lo que no deja de insinuar que el clnico disponga de las habilidades en cuya direccin debe mejorar el cliente. Esto tambin remite al inters por la creatividad del paciente, cara a una adaptacin ms flexible a las circunstancias, y cuyos comportamientos concretos no se pueden espe-cificar de antemano.

    Es decir, la posibilidad del control por parte de las reglas permite reco-nocer algunas situaciones en las que, sin embargo, sera mejor quizs evitar su incidencia, en favor de la estrategia del moldeamiento por exposicin di-recta.

    IV. UNA NUEVA IMAGEN DEL SUJETO

    Se ofrece una imagen dialctica del sujeto, segn una argumentacin escalo-nada. El primer apartado se ocupa de estos puntos: el carcter operante de los procesos psicolgicos, la simultaneidad del pasado y el presente, la sub-jetividad como depositada en la objetualidad y la regulacin ambiental. El segundo apartado desarrolla la nocin de causalidad y se establece el sentido que se da a la imagen dialctica.

    Consideraciones sobre la subjetividad La caracterizacin que ms conviene a la nocin de sujeto psicolgico de acuerdo con el planteamiento anterior, es la de sujeto operante, con las si-guientes consideraciones.

    Se significa con ello que los procesos psicolgicos son ante todo opera-ciones, es decir, interacciones del sujeto en relacin con objetos. Relaciones que pueden ser de varias clases, segn las funciones, y de muchas formas en cuanto a su topografa. Recurdese la taxonoma propuesta de cuatro clases de conductas, dentro de la cual, por ejemplo, respecto a la conducta verbal se diferenciaban, a su vez, seis tipos y, an, la reconsideracin de algunos de esos tipos en trminos de reglas remita a varias subclases de stas. Todo ello dndose simultneamente en multitud de formas en continuo cambio fun-cional.

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    El aspecto que se subraya es que las operaciones comportamentales cam-bian el ambiente y ste, recprocamente, modifica al sujeto en sus interaccio-nes futuras. El cambio del ambiente se refiere al efecto ejecutivo de alguna operacin manual o autocltica, cuya nueva disposicin puede repercutir en las acciones sucesivas, pero tambin a la modificacin de su funcin, aunque fsicamente no haya sido alterado, hacindolo, de este modo, psicolgicamen-te distinto. Por ejemplo, despus de escuchar numerosas veces una pieza musical, sta resulta distinta en sus efectos, no se percibe igual a la primera vez, y en cambio es la misma en su dimensin fisicalista (o, ms exactamente, en la realidad psicolgica, no es la misma de antes). As pues, lo que se tiene correlativamente es un sujeto cambiado, o sea como resultado del efecto de sus operaciones en el ambiente, sea como modificacin de su sensibilidad, es decir, de la manera de experimentar y operar en adelante. Naturalmente, esta cuestin remite al aprendizaje anterior, a la historia de reforzamiento. Lo nico que se quiere decir aqu es que el pasado se concibe como un positivo estar ausente (Prez Alvarez, 1989). Es decir, la historia de aprendizaje es el sujeto cambiado en cuanto a su manera de experimentar y probabilidad de operar de acuerdo a las contingencias presentes. El pasado est presente como probabilidad comportamental, cuyas formas e intensidad estn seleccionadas por el ambiente que, naturalmente, es complejo en cuanto a sus matices discriminativos. En trminos de K. Lewin, se dira que el pasado y el presente se dan simultneamente, de acuerdo con el principio de la contemporanei-dad (Lewin, 1936). El sujeto dispone o tiene ciertas conductas en el mismo sentido que un actor de teatro puede hacer sus papeles de acuerdo con un repertorio y dadas las circunstancias apropiadas.

    La oposicin entre procesos y productos, segn la cual los primeros se-ran el funcionamiento cognitivo que daran lugar y explicaran los segundos, los cuales an siendo importantes como tales resultados, no tendran, sin embargo, tanto inters psicolgico como aqullos, se reconstruira as. Es-quemticamente, lo que se dira aqu es que los procesos son otros productos que han quedado segregados en el curso de las operaciones. Su contribucin est incorporada al logro, formando parte de los moldeamientos y autoco-rrecciones acaecidos, pero que necesariamente resultan eliminados. Cuando se invocan procesos mentales (encubiertos, automticos o no) para explicar la ejecucin comportamental o producto logrado, resulta que aqullos tienen que ser explicados por las contingencias de reforzamiento.

    La consideracin de la individualidad psicolgica, segn esto, se ofrece como una tarea (bien complicada) de definir los repertorios comportamenta-les de acuerdo con las circunstancias. Las clases de conducta funcional alu-didas, y sus subclases, podran ser un criterio para establecer el perfil de personalidad, contando con el escenario pertinente, es decir, con algn cri-terio de la tarea. En cuanto a la introspeccin, ms rigurosamente, se enten-

    El sujeto en la modificacin de conducta: un anlisis conductista 87

    dera como retrospeccin relativa a las experiencias pretritas o de una ins-peccin o descripcin fenomenolgica de las experiencias presentes, que siem-pre son de algo. Luego, no se puede aislar una subjetividad pura puesto que, en efecto, la subjetividad est depositada en la objetividad, es decir, lo que se inspecciona es el aspecto subjetivo de los objetos (Fuentes Ortega, 1989a). Curiosamente, el nfasis conductista en el caso nico no ha dado, sin em-bargo, un inters por la tematizacin de la personalidad, si bien se dispone de una rigurosa metodologa experimental para el estudio de las diferencias entre los individuos y la consistencia, y variabilidad, intrasujeto (Sidman, 1973). Se considera que la tematizacin de la personalidad es un asunto pen-diente del anlisis de conducta, que concierne directamente a los intereses aplicados relativos a la generalizacin y grado de consolidacin del cambio.

    En definitiva, la imagen que se tiene del sujeto psicolgico es la de un sujeto operante situado en un contexto envolvente preexistente. Se acomoda al ambiente, entre tanto ste ya est adaptado selectivamente por los indivi-duos anteriores, y lo acomoda al adaptarse. Este estar en el mundo supone que el sujeto necesariamente tiene que comportarse de alguna manera. Este tener que hacer algo ya est prefigurado en el entorno, pero es cierto que la realidad de este mundo circundante es el punto de vista del sujeto, segn su perspectiva. La perspectiva es un componente de la realidad. Ahora bien, esta perspectiva personal tampoco se ha de concebir como una subjetividad in-coordinable con la de otros. Precisamente, el sujeto se construye socialmente y la objetividad surge de la multiplicidad de actos subjetivos (Fuentes Ortega, 1989a). Dentro de esta consideracin, el anlisis psicolgico siempre hace referencia a alguna condicin antecedente con funciones discriminativas, que puede consistir en los propios efectos comportamentales, y alguna condicin consecuente a la cual tiende. Se concibe un sujeto cuya libertad comporta-mental est organizada por la estructuracin ceremonial del ambiente. Quiere ello decir que las operaciones se dan de acuerdo con unas estructuras y respecto a unos resultados, consecuencias o fines. Las estructuras y esquemas mentales se veran mejor como formas de organizacin del ambiente (Neisser, 1985; Prez lvarez, 19856), es decir, como estmulos institucionales (Kan-tor, 1982) o, en los trminos ms usados aqu, como contingencias.

    El sujeto se regula por la textura causal del ambiente y mediante mltiples operaciones recompone su organizacin. As pues, ni se concibe un sujeto naturalista como si fuera un organismo yuxtapuesto a las cosas, con la insig-nificancia de una hierba en el universo, ni un sujeto mentalista que haya absorbido el mundo, como una hierba pensante donde el mundo fuera re-presentacin. Consiguientemente, se establecen compromisos con una causa-lidad final (frente a una mecanicista, sea de ndole mentalista o E-R) y con una consideracin dialctica del sujeto (de carcter adualista).

  • El sujet en la modificacin de conducta: un anlisis conductista 89 88 Marino Prez lvarez

    IV.2. Causalidad final y conjugacin sujeto-objeto El anlisis de las contingencias que, como se ha visto, requiere de n-trminos, ms all de los tres tradicionalmente establecidos, remite a la nocin de cau-salidad. Las contingencias definen las condiciones que toma el ambiente res-pecto a la conducta de los sujetos. En esquema resumido, establecen la rela-cin si... (estn dadas ciertas condiciones), entonces... (la conducta probable-mente tenga tales logros). En este sentido, se puede identificar con la textura causal del ambiente de la que hablaran E. C. Tolman y E. Brunswik (Lee, 1988). Ni que decir tiene que el ambiente psicolgico es bien complejo en cuanto a la multiplicidad de condiciones estimulares, formas comportamen-tales posibles y efectos probables, continuamente cambiantes. Quiere ello decir que en principio el sujeto est situado ante una variedad de perspectivas y es libre de actuar de diversas maneras operatorias. Pero el caso es, como se ha visto, que ante la perspectiva del ambiente, algunas circunstancias se-leccionan y modulan el comportamiento y reorganizan las restantes condi-ciones estimulares. Estas circunstancias con el poder de poner al sujeto en cierta direccin son, dicho tcnicamente, los refuerzos.

    El sujeto queda sujeto a ciertas circunstancias que van a mediar el conjunto de perspectivas disponibles. Se podra decir que psicolgicamente el sujeto est circunstanciado por las condiciones de reforzamiento. La pro-babilidad del reforzamiento en cuanto que condicin del ambiente se cons-tituye en determinante de las operaciones del sujeto. Es el logro por conse-guir lo que determina la accin y ello lo hace de un modo probable (no seguro), esto es, contingencialmente (contingencias de reforzamiento). Lo que mueve la conducta son ciertos objetos (del deseo o motivos), presentes en una cierta perspectiva, pero que se logran como consecuencia de alguna accin operante. Una vez logrado, deja de funcionar como reforzador, siendo otros objetos los que estarn ah de nuevo moviendo el comportamiento. Lo que mueve al gato para estar al acecho es la perspectiva de un posible ratn, no el ratn ya ingerido. Permtase este crudo ejemplo para indicar el carcter adaptativo que tiene precisamente la causalidad final. Se podra decir que el gato conoce esas contingencias, pero no se comporta como lo hace porque tenga el conocimiento. Con toda seguridad, el taxista tiene un buen conoci-miento de la ciudad, pero no es por eso por lo que transita por ella (Skinner, 1977). (Una coordinacin de las nociones de perspectiva y circunstancia en sentido orteguiano con las skinnerianas relativas a los estmulos discrimina-tivos y reforzantes est en Prez lvarez, 1989; la nocin de causalidad final en psicologa est desarrollada en Fuentes Ortega, 1989b).

    En la exposicin precedente se ha enfatizado la consideracin conjunta de la conducta y de las condiciones ambientales. Ahora bien, se habr de

    insistir todava en que el ambiente relevante al sujeto es uno que tiene un significado subjetivo. El sujeto interacta con el mundo, pero no en funcin de su definicin fsica, sino de su sentido psicolgico. Se trata de un ambiente psicolgico, del que sin embargo es imprescindible su consistencia fsica, en el sentido de la distincin establecida por Koffka (1935) entre ambiente geo-grfico y ambiente conductual. Recurdese la construccin operante de las relaciones de equivalencia entre estmulos fsicamente distintos, pero re-sultando psicolgicamente iguales. Se podra decir que el estmulo psicolgico surge de las operaciones del sujeto. El estmulo se objetiva precisamente a travs del sujeto operante. Pero al mismo tiempo, cualquier operacin del sujeto requiere de objetos. Percibir, pensar y manipular suponen necesaria-mente algo que se percibe, sobre lo que piensa o que se manipula.

    En consecuencia, el estmulo llega a ser tal y se define por la conducta del sujeto en relacin con l, y la conducta hace relacin al estmulo en cuestin. La estructura de la conducta es la interdependencia entre el estmulo y la accin del sujeto (Yela, 1974). Esta redefinicin mutua ha de entenderse como la oposicin dialctica sujeto-objeto, ninguno de cuyos miembros es pensable sin el otro, pero que no se reduce o absorbe el uno en el otro, ni resultan meramente yuxtapuestos. Tcnicamente dicho, son conceptos con-jugados, al igual que la cara y la cruz de una moneda, el punto y la recta, o el movimiento y el reposo, no una definicin circular viciosa ni tautolgica (del tipo el opio duerme porque tiene propiedades dormitivas).

    Este planteamiento es solidario de una consideracin fenomnica del he-cho psquico (Fuentes Ortega, 1989a; Ortega y Gasset, 1981; Prez Alvarez, 1989). Las consecuencias decisivas de este planteamiento estn en su carcter adualista, en el que se reconstruye el par interno-externo (correspondientes a lo psquico y a lo fsico), por la distincin entre las relaciones distales en el sentido definido de medios-fines (que caracteriza el mbito psicolgico) y relaciones por contigidad o mecnicas (que caracterizan los mbitos fisico-qumicos).

    V. LECTURAS PARA PROFUNDIZAR

    Catania, A. C., Rule-governed behaviour and origins of language, en C. F. Lowe, M. Richelle, D. E. Blackman y C. M. Bradshow (comps.), Behaviour analysis and contem-porary psychology, Londres, Lawrence Erlbaum, 1985.

    Hayes, S. C. (comp.), Rule-governed behavior. Cognition, contingencies, and instructional control, Nueva York, Plenum Press, 1989.

    Prez lvarez, M., Propuesta conductista de aplicacin social de un modelo cognitivo de la lectura, Anlisis y Modificacin de Conducta, 11, 1985, pp. 5-41.

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