Los situacionistas_historia crítica da ultima vanguarda del siglo XX

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MARIO PERNIOLA LOS SITUACIONISTAS HISTORIA CRiTICA DE LA ULTIMA VANGUARDIA DEL SIGLO XX Traducci6n: Alvaro Garcia- Ormaechea ACUARELA UBRO S Li b ra s / , A. MACHADO UBROS I I

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MARIO PERNIOLA

LOS SITUACIONISTAS

HISTORIA CRiTICA DE LA ULTIMA V ANGUARDIA DEL SIGLO XX

Traducci6n: Alvaro Garcia-Ormaechea

ACUARELA UBROS

A~Ma~hado ~---· Libras

/ , A. MACHADO UBROS

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~::\creative 1::::\sv· ~ t:::\ 'e./commons ~ ~ \::::J Licencia ReconocinUento-NoComerclal-SinObra.Derivada 2.5 Espana Se pemute cop1ar, distribuir y comuniOU' publicamcnte I:~ obr:J, sicmpre que se rcconozcan los creditos de b misma de b maner:J espcci6cada por eJ autor o liceociador. No se puede ucilizu es~ obr:J con fmcs comerd:J!es. No se puede alterar, trJn sform:u: 0 gener:Jr una obr:J dcri\':lda a partir de esta. En cu:Uquicr uso o distribuci6n de Ia obn ~ dcber:in est:~blccer clar:Jmcnte los tc!rminos de esta licencia. Se podr.i prescindir de cu:Uquicr:J de c:stas condiciones sic:mpre que se obtcng:~ eJ penruso expreso del tiniliu de los dercchos de autor.

0 de Ia presente edici6n: 2007 Ed.Jciones Acuueb y A. Machado Libros

Ptimcn edid6n: Enero de 2008 Tlrulo original: I si.~tW:i (197Z) Traducxi6n: f..Jvuo G2.ccb-Orm:lCchea Dustradones: Fotogr:afias ccdichs poe Fr:Jn~is de Beaulieu y M.a.da Izquierdo de Beaulieu Imagen de portada: Dct:illc del cMcns:a.je de Ia lntem2cioo31 Situadonista a b :w.mblea genea1 de Ia Nocnci6n lntnmdotul de aiticos de a.no, I'C\Uli(b el 14 de abcil de 1958 durante b fuposici6o Uoivcnal de Brusc:bs

Edid6n: Ediciooc:s Acu2:c:b Apul2do de com:os 18.136,28080 Madnd [email protected]:ehlibros.eom www.:;.cuueblibros.com

A. Machado Libros, S. A. C/ Labradores, 5 - P. L Prado del Espino 28660 Boa.dilb del Monte (Madrid) machadolibr<[email protected] w-a.'W.machadoh"bros.com

lmprcsi6n: Top Pnntcr Plus M6sto.les. M2dDd

ISBN: 97&-84-m4-t94-7 Dcp6alto legal: M-5 1.479-2007

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iNDICE

Nota editorial

La superaci6n del arte Los origcnes de la lotemacional Situaciorusta La ruprura coo el utab/isbmmt anfstico Atenci6n prestada al cambio lust6rico La innovaci6n tecnol6gica y Ia revoluci6o soctal La superaci6n del arte Las tCcnicas de coodiciorwniento La pinrun industrial La psicogeografb. y la deriva urbana El urbanismo unitario New Babylon Homo !Jidms El concepto de •<Siruaci6ro> El durno Hacia un cine siruacionist.a Las dos almas del hiperfururismo siruacioaista La ruprun con la vanguardi2 modemist.a Los siruacionistas y el surrealismo El sujeto y la creaci6o artfstio El secwismo de la lnteouciooal Situacioaist.a

La teod2 crltica de Ia sociedad Hacia nuevas formas de expresi6o Critica del neoapiulismo Critio del funcionalismo urb:mfstico La revoluci6n de la vida cotidiana Vida y supervivcncia Popularidad virtual de los siruaciorustas Crltica de la sociedad del especticulo Teorla y pci<:tica de Ia subversion Crioca de las cspeci2lin ciooes :Wenantes Crldca de l:r. ideologia de la comunicaci6n Critica de la ideologia bolchevique

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Critic:1 de b ideologl:l ccon6mica 88 CritiC':l de b ideologfa ocntf6ca 90 Critic:1 de la 1deologh tecnocr:itica 93 Tcorla y org:uuzaci6n rcvoluoonana 95

La re:iliz~ci6n de b teoda 103 La subjeovidad nd.!Cll 1 03 La espom:m cidad 106 Critica de b cosi6caci6n 107 E1 grupo revolucionano 108 El escind:alo 113 El movimiento esrucliantil de Estrasbwgo 114 Transpa.rencia y coherencia 118 El retorno deb revoluci6n social 122 Critia dd m.ilit:llltismo 124 Nuevas esttategias 127 La revuda de b juventud 129 La revuda negra de Wa.tts 130 Critic deb ideologfa tercermundista 131 Critia dd uaofsmo 132 Las luch.as de hberaci6n rucional 133 La revoluci6n en los paf.ses subdesa.rrollados 134 La teo~ de los Consejos obreros 138 Mayo dd 68 140 El juicio sabre ~yo dd 68 143 Gande:za y Umites de la Intemaciorul Situaciorusta 151

Epilogo: refle:x:iones y re~erdos a b deriva sobre los situacionis-tas, Mario Pmrio/4 (2007) 161

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NOTA EDITORIAL

Mayo del 68 .J lo! IitHacionistas

La memoria es un espacio de lucha: el recuerdo no cs algo que ei poder pueda dejar sin gobemar, sobre todo d recuerdo de ~ memento que cambio el curse de las vidas y Ia reali­dad misma. En mayo de 2008 se cumplirin 40 aiios del cele­bre movimiento de Mayo del68. La «memoria reactiva» (pelf­rica, mediatica, cultural) reduce el acontecimiento a una algarada estudiantil, a un conflicto generacional, a una cues­cion de hormonas, a una aceleraci6n brusca de la modemidad (explosion del individualismo hedonista, liberacion de las cos­tumbres), etc. Busca neutralizar lo politico: las rupturas y los disfuncionamientos, la manifestacion de nuevas subjetividades, irrepresentables politica o sociologicamente, el surgimiento de otras formas de concebir el lazo social, la comunidad, el . porventr.

Acuarela Libros & A. Machado prepara una seric de libros sobre Mayo del 68 que rescatan otra historia -subtcrrinea, anonima y colectiva- del acontecimiento, una memoria con implicaciones y desafios para un preseate de experimentaci6n politica y luchas. El primer libro de la colecd6n pretendiamos

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que fuera este ensayo de Mario Perniola sobre los siruacionis­t:as. Frente al relata de Ia «memoria reactiva», seg-Un el cual diriase que el acontecimiento cay6 del d elo, habrfa que afir­mar por el contrario que arraigaba en malestares y procesos de nueva politizaci6n difundidos por lo social durante los aiios 60. E s precisameme en ese sentido que pensabamos que publicar un libro sobre los situacionistas en est:a colecci6n esta­ba plenamente justificado.

La vieja politica, mayoritaria y pesadamente !hegem6nica durante los aiios 60, vinculaba el cambia social al recrude­cimiento de las crisis politicas y econ6micas, al agravamiento de Ia e.-q>lotaci6n y Ia pobreza. Pero algunos colectivos revo­lucionarios levantaron entooces ese chantaje miserabilista y comenzaroo a pooer el eofasis de sus aruilisis y esperanzas precisameote en los aspectos subjetivos de Ia lucha politica: la resisteocia cotidiana en los lugares de vida y trabajo, el recha­zo a Ia alienaci6o de Ia vida cotidiana, los signos de creativi­

;dad colectiva, las nuevas formas del conflicto, Ia politizaci6n del malestar existencial, los nuevas procedimientos de pro­ducci6o de teoria (Ia encuesta obrera), etc. De alguna maoe­ra, esos colectivos, a pesar de su pequefio tamaiio, anficiparon Mayo del 68, elaborando en los mirgenes de Ia sociedad algu­nas ideas y exigencias que de pronto se sodalizaron entre millones de personas como cuestiones de primera oecesidad, aunque finalmente Ia sacudida les cogiese completamente por sorpresa y les pusiera en crisis.

Sin embargo, finalmente hemos decidido publicar en esa colecci6n solamente los libros cuyo tema central y explicito fuera Mayo del 68, su memoria o su actualidad politica como inspiraci6n. Y si bien es cierto que los situadonistas elabora­ron conceph,almente como nadie las seiiales que anunciaban

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el 68 y e1 mismo d.iscurrir de los acontccmuentos, el semido de su emprcsa, su trayectoria e implicaciones desbordan esc marco y hemos temido (~equivocadamente?) reductr de algu­na manera las posibles resonancias de la aventura situacionis­ta inscribiendola en el.

Los siluacionislas seg1in Mario Pemiola

Tras Ia moda situacionista de finales de los aiios 90, las mUltiples ttaducciones y toda la atencion que capcaron, {par que nos ha parecido tan importante traducir y publicar ellibro de Pemiola, ya en un contexto mas relajado, menos saturado?

Como bien seiiala Yves Le Manach, pareciera que la his­toria de la IS fuera la obra de una sola persona, Guy Debord. Pero la hlstoria de la IS se presenta en primer Iugar bajo Ia forma de una revista con 12 nu.meros. Y son esos 12 nWrie­ros los que constituyen la obra concreta de la IS.

Ellibro de Mario Pemiola restaura la dimension procesual y colectiva de la e.xperiencia situacionista, atendiendo sobre todo a los 12 nfuneros de la revista como su obra concreta principal Frente a las historias teleologicas de la IS (que se escriben como si la IS del 68 estuviera ya contenida en el 57), Peroiola narra una trayectoria menos lineal, llena de proble­mas y contradicciones, donde bubo caminos abiertos que no se ttansicaron, d.istintas acepciones de los conceptos, lucbas

1 de poder intemas que determinaron el devenir del grupo, etc. 1 cC6mo puede una teorfa crftica morder la realidad? Eo

primer Iugar, hay que hundir el pensamiento y Ia creaci6n en la propia experiencia, en la propia epoca, en la propia came.

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La busqueda de radicalidad pasa necesariamente por Ia radica­/idad de Ia btlsqueda. Aferrar la realidad desde la propia «Vida daiiada>> no es algo dado. No basta con abrir los ojos para ver el presente sin modelo, sin categorias previas, sin el peso de Ia repeticion, sin ideologfa. La teoria critica es una consfnlccio!l, que en el caso de la IS no paso solo por lecturas, sino tam­bien por conflictos, encuentros, mczcla de diferentes mine­rales, vivencias, participacion colectiva y aportaciones exte­riores, acontecimientos, e.xperimentos, etc. Solemos tener un acercamiento limitado a los resultados de la cdtica, que desco­noce (o banaliza) elproceso de elaboracion colectiva de esa cri­tica. El mayor merito del libro de Pemiola es precisamente abri.r el codigo-fuente del proceso de elaboracion cdtica de Ia IS, mostrando lor mismos materiales de consfnlcdon.

AI mismo tiempo, es una historia critka. Todo el mundo sabe que los situacionistas eran sectarios. Pero, (por que? El hecho se denuncia o se l.amenta, pero nunca se explica. Pemiola ensaya aqui una intetpretacion, segful Ia cualla raiz del sect.arismo situacionista no es «holchevique>> (un residuo de la idea de vanguardia), sino <<artistica». Otros problemas son abordados: la cuestion de la organizacion, de Ia relacion teoda­pcict:ica, del hiperfuturismo situacionista, etc. De hecho, no es dificil ver en este ensayo de Mario Perniola (escrito en 1972) una fuente de otras reflexiones cdticas sobre la IS que han ido llegando aiios mas tarde.

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LOS SITUACIONISTAS (1972)

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LA SUPERACI6N DEL ARTE

Los origenes de Ia Intemacional Situacionista

La problematica en tomo a 1a critica radical del arte y su superaci6n revolucionaria1

, tal y como fue planteada por Dada, las vanguardias artisticas sovieticas y el primer surrea­lismo, se desvanece en el periodo comprendido entte 1925 y 1960, en esttecha conexi6n con el eclipse de la perspeetiva de Ia revoluci6n proletaria y 1a afirmaci6n del fascismo, de la socialdemocracia y del estali.n.ismo. La tesis de 1a independen­cia del arte, que hace pasar por libertad el aislam.iento y la impotencia del artista, y 1a tesis del compromiso politico, que a su vez hace pasar por revoluci6n 1a subordinad6n a la burocracia, son sustancialmente solidarias a Ia hora de neu­ttal.izar Ia dimension autt~nticamente subversiva que se hall'l implicita en la actividad artistica, impidiendole desbordarse en la vida cotidiana y, por otto lado, recuperindola para ope­raciones de propaganda. La conciencia del cacicter esencial-

1. AI cstudi.o de estc problema desdc el punto de vista hist6rioo y te6dco escl dedi.cada mi obl'll L 'alitt14~or.e arfiJhta, Milin, Mursi.a, 1971.

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mente revolucionario del arte, de la poesia y de su profunda tendencia a la auto-superacion sobrevive de manera desme­drada y confusa en el surrealismo, en elletrismo, en cl grupo COBRA (1948-1951) o en el .Movimiento por una Bauhaus Imaginista. Todas estas experiencias se hallan en el origen de Ia lnterru1cional Situacionista, que nace precisamente en julio de 1957 en Cosio d'Arr,oscia (Cuneo) de la fusion del Movi­miento por una Bauhaus lmaginista, del Comite Psicogeo­grafico de Londres y de Ia lnternacional Lctrista (que, naci­da en 1952 de la ruptura del ala radical del Lettismo con el fundador de este, Isidore Isou, se e:x-presaba a traves de la revista Potlatch).

Confluyen asi de esta manera en la Intemacional Situacionista la busqueda experimental de Constant, de Pinot­Gallizio y de Jom -que tiende bacia formas de realizaci6n cada vez mas distantes y ajenas a la actividad artfstica tradi­ci<?nal-, la indagaci6n psicogeografica de A. Khatib, antici­pada por las observaciones de Gilles !vain (seud6nimo de Ivan Cbtcheglov), que opone a1 funcionalismo arquitect6ni­co y urbanistico las perspectivas emergentes de la experien­cia vivida del espacio urbana, asf como la consideraci6n critico-te6rica de la vanguardia dadaista, surrealista y letrista de Guy Debord y Michele Bernstein, que rechaza el proce­der eclectico y oportunista imperante entonces en los ambientes del arte modemo en nombre del frente revolucio­nario cultural Toda esta serie de matrices diferentes buscan su punto de encuentro en la construcci6n de un movitnimlo cohermfe, en la concimcia t!t los mttvos tienpos y en la superado11 del arle.

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La ruptura con el edablishmenl artistico

L'l primera preocupaci6n de la lnternacional Sttuacionist:t fue la de romper definitivamente con c1 cclecticismo culcuml, que es 1a cortina idcol6gica tras la cual cl mercado de bs obr:ts de arte, articulado en varios racktt2, oculta intcreses exdustva­mente comerciales: los marchantes de artc, los criticos compla­cientes, los directorcs de galerias, etc., represcntan las mUltiples patas que sosticnen el orden social dorninantc en el ambito de 1a producci6n y circulaci6n de un tipo de mercancia de lujo. L1 IS (que es como los situacionistaS solian referirse a su organiza­ci6n, por sus iniciales) no naci6 como un par de nuevas stglas, uno de tantos <<ismOS)> bajo los cualcs, desdc principios dd siglo veinte, artistas y cdticos bautizados con nombres solernncs y altisonantes venfan especulando con modestas novedades cstilis­ticas. Asi como no h..'l existido e1 <<dadafsmo», sino simplcmentc Dada, tampoco e1 «situacionismo» ha existido jamis, sino tan

solo 1a IS: «Es evidente que la noci6n de situacionismo ha sido concebida por los anti-situacionistas»,, y se conecta con un intcn­to de recuperaci6n para el mercado artistico de las produccio­nes de los miembros del movimiento. No en vano una de las prirneras iniciativas de 1a IS fue 1a contestaci6n en Bruselas de la asamblea general de los criticos de arte intemacionales (en aque­lla ocasi6n los situacionistas d.ifundieron una octavilla que con-

2. Rat-hi: impuesro mafioso de protecci6n par:t comcrciantes; extorsion. [N. ddT.) 3.lS, I, p. 13. Los escritos fntegros de Ia rc:vista lnltmalionak Situalitw:ult han sido publicados por 12 edicori21 Uter:trur:t gns (M2drid) en ttcs tomos. En Madrid, pueden consc:guirse en ui.Jbrcrla Traficantes de Sueiios, calk Embajadores 35. [N. dd E.]

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denaba sin paliativos Ia critica de arte, mostrando Ia solidaridad sustmcial de Ia misma con Ia burguesia, en su condici6n de perspectiva parcelaria al servicio del capital).

Esta ex.igencia de realizar la IS segU.n los imperativos de un f!Jovimimto roherenfe comporta ya desde el principio la pr:ic­tica de las depuraciones y de las exclusiones. As~ en el primer numero de Ia revista Intemationale Silllalionniste, que se presenta como «boletin central editado por las secciones de la lnter­nacional Situacionista>> puede leerse el articulo <<Nada de indulgencias inutileS>>, en e1 que Michele Bernstein precisa que <<no hay retorno posible (al movimiento) para aquellos a quie­nes una vez estuvimos obligados a despreciar». La participa­ci6n en la IS no puede ser una mera adhesion verbal: <<Nadie debe poder considerar su pertenencia a la IS como un simple acuerdo de principia; esto implica que lo esencial de la activi­dad de todos los participantes debe corresponderse con las perspectivas elaboradas en comun y con las necesidades de una acdon disciplinada, ya sea en la pcictica o en tomas de posicion publicas>>4

• Hay aqui in nure una distincion neta entre situacionistas y simpatizantes: estos wtimos no tienen ningu­na funci6n directa y activa en e1 movimiento. Por otto lado, una actitud de espera y de reluctancia a entrar en la IS podia ya considerarse como un signo de hostilidad.

Atenci6n prestada al cambio hlst6rico

E1 segundo punto en el que confluyen las corrientes que d.ieron vida a la IS es Ia rondenaa de vivir en 1111 periodo his/Oriro de

4. 1S, 11, p. 31.

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rapidisin~ay radicaltransformacion que abre un ambito amplisimo de posibilidades nuevas. Esa conciencia suscita un cstado emotivo marcado por cl entusiasmo y Ia exaltaci6n:

<<Nosottos somos los partidarios del olvido. Olvidarcmos el pasado y el presentc, que son nuestros. No reconocemos como contemporancos a todos aqueUos <JUC se conteman con demasiado poco».s

<<Nosotros rcprescntamos cl primer csfuerw sistematico por descubrir, partiendo de las condiciones de vida moder­nas, posibilidades, necesidades, juegos superiorcs. Somos los prirneros en conocer algo nuevo y apasionantc, ligado a Ia

1 actualidad y al futuro proximo de Ia civilizaci6n urbana».'

Habfa llegado el momento de desterrar de una Ve'/. por todas los terminos al uso, aceptados y asumidos por los surrealistas, para distinguir entre vida real (Iugar del aburrimiento y de la insignifica.ncia) y vida imagjnaria (Iugar de Ia maravilla y del sentido), ya que es la realidad misma la que pmde ser maravi­llosa. AI atribuir a lo maravilloso un estatus .mmal, el surrealismo indic6 mecanismos de liberaci6n que continuan siendo imaginarios: los sueiios, el arte, la magia ... <<El surrea­lismo no puede ser superado bajo las condiciones de vida con las cuales se top6 y que se han prolongado escandalosamen­te hasta nosotros»7

; es mas, desde e1 momento en que se abre Ia posibilidad concreta de cambiar dichas condiciones, aquel esci destinado a ocupar una posicion reaccionaria. En la medi-

5. lbfd., p. 4. 6. Ibfd., p. 11.

7. IS, I, p. 3.

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da en que sigue alimemando Ia oposici6n entre una realidad concebida como el :imbito en d que se ejercita Ia eficacia racional, por un lado, y una irrealidad entendida como el rcino en el que se expresa Ia fantasia irracional, por el otro, el surrealismo esti de hecho sustentando el stat11 q11o. «Hasta ahora la epoca ha vivido muy por debajo de sus medios»', y los surrealistas, que se niegan a considerar la posibilidad de un trastomo profundo y radical de las condiciones de existencia, no pueden colmar ese desfase. Solo un pu.iiado de ex intelec­tuales y ex artistas lanzados a la acci6n colectiva, a la experi­mentaci6n e invenci6n de modos de vida superiores, cualitativarnente distintos a los del pasado, podrian estar a la altura del proceso hist6rico en ciemes.

La innovaci6n tecnol6gica y la revoluc?on social

_ Sin embargo, esta conciencia de la novedad tiene dos orien­taciones distintas que se esfuerzan por confluir: una, de inspi­raci6n tecnico-cientffica, tiene como portavoces a Constant y a Pinot-Gallizio rnientras que la otra, de inspiraci6n social-revo­lucionaria, tiene como portavoz a Guy Debord. La primera de estas orientaciones sirua el motor de los nuevos tiempos en d progreso recnico, la automatizaci6n y e1 pleno desarrollo de la societlad de la abundancia, la cual, se dice, aumentaci de mane­ra sorprendente la cantidad de tiempo libre a disposici6n de los trabajadores, tended. a eliminar el precio de las mercancfas y a !Jberar las energfas creativas de todos: «Con la automatiza-

8. IS, ill, p. 16.

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cion», cscribe Gallizio, «dejara de exiscir el trabajo y el repo­so tal y como los entendemos hoy, y se clara paso a un tiem­po libre a disposici6n de energlas Ubres y antiecon6micas .. . Es necesario dominar Ia maquina, orientarla al gesto unico, inutil, anti-econ6mico. EUo contribuid a Ia formaci6n de Ia nueva sociedad, post-econ6mica pero supra-poecica . . . »9

• L'l segunda de estas orientaciones, en cambio, si bien no pone en d':lda el papel positivo que habra de desempeiiar Ia indus­tria y la irnportancia del desarrollo material de Ia cpoca, ticn­de a ~gar la posibilidad de una nueva era a un renacimiento de Ia revoluci6n social proletaria: «Yo considero al capitalis­mo», dice Debord, «incapaz de dominar y emplear plena­mente a sus fuerzas productivas, incapaz de abolir la realidad fundamental de la explotaci6n y por lo tanto inca­paz de dejar padficamente el sitio a las formas superiores de vida que su propio desarrollo material convoca>>1

D. As~ en el prim~r caso, Ia nueva era ha de surgir mecinicamente del desarrollo de Ia producci6n, mienttas que en d segundo sur­gici dialecticamente de las conttadicciones, tensiones y resis­tencias sociales que dicha producci6n genera. En el primer caso se ttatarfa de una aplicaci6n en Ia cxistencia cotidiana de un nivel artfstico permitido gracias al progreso tecnico, mienttas que en el segundo caso estariamos ante un cambio cualitativo de vida que serla inseparable del renacer de Ia revudta proletaria.

Sin embargo, SegUn Debord, esta nueva perspectiva de revoluci6n social tiene poco que ver con las organizaciones

9. Ibfd., pp. 33-34. 10. Ibfd., p. 23.

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proletarias activas a fines de los aiios cincuenta. L'\ ausencia de una respuesta revolucionaria por parte de la izquierda par­lamentaria y de los sindicatos obreros a la crisis politica fran­cesa de mayo de 1958 que llev6 al poder a De ~ulle mostr6 muy bien el grado de putrefacci6n alcanzado por toda nna generaci6n de milirantes y te6ricos: en 1958, el proletariado frances qued6 privado de un programa, de una teoria y de una direcci6n capaces de lanzarlo a una huelga insuneccional. Los dilemas de entonces demostraban basta que pnnto la revolu­ci6n social <<no puede extrae.r su poesia del pasado sino solo del futuro)>: el proletariado tiene Wl pasado de derrotas y debe por tanto .reinventa.rlo todo.

La falta de una posibilidad subversiva a corto plazo, asi como la dificultad de identifica.r concretamente las manifesta­ciooes aut6nomas de la conciencia proletaria, permitieron a las dos tendeocias que se manifestaron en la IS proceder juntas,

. auoque fuera de forma provisional y a trancas y barrancas . .PI manifiesto de 1960 trata de conciliar ambas tendencias, dejando sitio tanto al «irresistible desarrollo tecnico» como <<a la insatisfacci6o de sus empleos posibles en nuestra vida social privada de sentido»11

, tanto a la automatizaci6o como a la revoluci6n. La concieocia de los nuevos tiempos es rema­chada categ6ricameote al final· <<Los situacionistas, de los cuales vosotros quizas os creais los jueces, os juzgaran un dia u otto. Nosotros os esperamos a Ia vuelta de Ia e~quina,, tras la inevita­ble liquidaci6n del mundo de la privaci6n bajo todas sus for­mas. Estos son ouestros objetivos y estos secin los objetivos futures de la humanidach>.

11. IS, IV, p. 36.

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L'l superaci6n del arte

El tercer elemcnto defutitorio del proyecto situaciorusta originario cs Ia superaaon del arte. De acuerdo con e1 concepto hegeliano de <<Superaci6m>, esta riene un doble aspecto: criti­ca y realizaci6n, negaci6n y alcance de un nivel superior. Tanto Debord como Constant facilitan en los primeros nfuneros de Ia revista algunos elementos para h critka del arte. Para Debord, Ia tarea propia del artc es Ia de sustraer al riempo, haciendolas cternas, las experiencias vividas. Se con­trapone por ella a Ia vida, precisamente porque inmoviliza, cosifica, reduce a objeto Ia existencia subjetiva de lo singular. Constituye ademas una forma de pseudo-comunicaci6n que obstaculiza la que se produce directamente entre los indivi­duos. Constant deplora muy especialmente cl aspecto ind.i­vidualista, narcisista e ineficaz de Ia creaci6n artfstica, que deja a los <<Sepultureros oficiales Ia triste tarea de enterrar los cada­veres de las expresiones pict6ricas y literarias>>12• El rechazo del arte, por lo demis, se encuentra ya formulado categ6rica­mente en el primer n1imero de la Intemadonal Sit11adonisla, cuando se afirma que no puede cxistir un arte situacionista, sino eventualmente un empleo situacionista del arte.

Ella hace que la atenci6n de los siruacionistas se detenga sobre todo en el segundo momento del concepto de <<Supera­ci6n» es decir en la realizaci6n, en la elabo.raci6n de insttumen-, , tos y perspectivas que se sitl.lan ya claramente ntas alki del arte. Las orientaciones de blisqueda que se proponen son diversas: el control de las nuevas tecnkas de condicionamiento, Ia pintu.ra

12. IS, II, p. 26.

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industrial, Ia psicogeografia, el urbanismo unitario, el juego, Ia construcci6n de situaciones, el dCJVio y el cine.

Las tecnicas de condicionamiento

La ciencia y la tecnica ofrecen instrumentos de condicio­namiento nuevos y e.xtrnordinariamentc eficaces: la publicidad subliminal y la pcictica policiaca del «lavado de cerebro» vie­nen a marcar el fin del concepto humanista de Ia personalidad inviolable e inalterable. Precisamente por ello es necesario que estas tecrucas de influencia sobre los demas dejen de ser monopolio del poder y que pasen a ser empleadas en una direcci6n revolucionaria Asi, una de las tareas de los nuevos artistas seria Ia de apoderarse de los conocimientos te6ricos y de los instrumentos materiales mas eficaces para clifundir con-

- -~enidos liberadores y proyecto~s de vida apasionantes.u Los 'nuevos artistas se convertirian de esta manera en una especie de <<persuasores ocultos de Ia libertad>>. En este contexto se inscnbe el proyecto, no realizado, de dar un golpe de mano para apoderarse del edificio parisino donde tiene su sede Ia UNESCO, asi como Ia idea de Jorgen Nash de infiltrar ele­mentos situacionistas clandestinos en los puntos vitalcs del sistema capitalista14

, y aquella aruiloga, sostenida por Alexander Trocchi en 1963, de dar un «golpe de mundo culturab>u. Esta perspectiva, que termina por hacer de Ia realizaci6n del arte

13. IS, I. pp. 6-8. 14. IS, V, pp. 24-25. 15. IS, VIII, pp. 48-56.

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una actividad clandestina en compctcnc~a con el «podcr ofi­dab> -al estilo de los «Tupamaros»-, parece estar en franco contraste con la profesi6n abierta c intranstgente de las pro­pias ideas, que ha sido una constante del compowtmienco situacionista. Por lo demas, lo cicrto es que Jom y Debord atc­nt1an sensiblementc cl alcance de todas estas tesis. Para el pri­mcro se tratarfa tan solo de una de las tecnicas posibles, que debe subordinarse a Ia labor de conjunto de Ia IS16

• Debord, por su parte, sostiene que <dos conccptos de Ia ambigliedad» perder:in mucha importancia en beneficia de sus opuestos, a saber, Ia elecci6n consciente o la apuesta11

, y al rcfcrirse expre­samente a los proyectos de Trocchi no les atribuye mas que una importancia marginal11

• Sin embargo, el contraste entre Ia transparencia de las relaciones humai'L'ls, que se antoja un dato elemental del comportam.iento rcvolucionario, y Ia adopci6n de cicticas y estrateg1as, que parecc scr mas bien una condi­ci6n de eficacia pr:ictica, volveci a presentarse en la IS (como mostrare mas adelante) en otras ocasiones.

La pintura industrial

La idea de que Ia pinlllra ind11Jiriaf pudiera constiru.ir una superaci6n del arte esci en cambio estrechamentc ligada a Ia actividad de Ia secci6n italiana (Pinot-Gallizjo, G . Melanotte) y solo encuentra un ceo en la IS en el breve periodo de per-

16. 1S, V, p. 42. 17. 1S, VI, p. 27. 18. IS, VID, p. 22.

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manencia de aquella en cl movimiento (1957-1960). La idea en cuesti6n no tiene nada que vcr con cl disci1o industrial en la medida en que, lejos de un modclo a reproducir, lo que pro­pone es la realizaci6n de rollos de varias decenas de metros de largo, con Ia ambici6n de crear una inflaci6n de los valo­res artfsticos tradicionales hasta el pumo de comprometer su supervivencia. Tal cosa sucedera - nos dice Gallizio- cuando se ofrezcan en calles y mercados kil6metros de pintura a pre­cio de costo. De esta manera la pintura industrial se relaciona con e1 proyecto de la nueva vida entendida como revoluci6n ludica permanente, creaci6n y destrucci6n continuas, perenne transformaci6n; habra de ser asi un instrumento momenci­neo de placer efimero, asi como e1 primer intento de poner las maquinas al servicio del juego19

_ La psicogeografia y Ia deriva urbana ~~ -

Igualmente destinada a un cipido abandono estuvo la <<psicogeografia>>, es decir, «el estudio de los efectos precisos que e1 ambiente geogcifico, conscientemente ordenado o no, ejerce directamente sobre el comportamiento afectivo de los individuos»20

• Anticipada por las observaciones de Gilles I vain, e1 cua1 ya habfa avanzado en e1 seno de la Intemacional Letrista, a1.li por e1 aiio 1956, Ia hip6tesis de una nueva apro­ximaci6n a los fen6meoos urbanos basada en la experieocia vivida del espacio, la psicogeograffa va a ser desarrollada a

19.IS, II, pp. 27-28; ill, pp. 31-35. 20. IS, I, p. 13.

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partir de las indagaciones de Abdelhafid Khattb, autor de un ensayo de dcscripci6n psicogcografica del centrtco barno parisino de Les Halles en cl cual se propone, ::tote cl tmslado irremediable del hist6rico gran mercado central a Ia periferia, transformar sus pabcllones abandonados en pequenos com­plejos destinados a Ia educaci6n ludica de los trabajadorcs21 ,

El instrurnento principal del que se sirve Ia investigaa6n psl­cogeografica es Ia «deriva», que Ia IS define como <da forma de comportamiento experimental ligada ::1 las condiciones de Ia sodedad urbana», <da tecnica del transito veloz a tr::~ves de clistintos ambientes». La «deriva» se difcrenda cualicarivamen­te tanto del viaje como del pasco, porquc mira al reconoci­miento de los efectos psiquicos del contexto urbano. La deriva presenta un doble aspecto, pasivo y activo: por un !ado, comporta la renuncia a cualesquiera objcrivos y met.'ls fijadas de antemano asi como d abandono a las solidtacioncs del terreno y a los encuentros ocasionales y, por otto lado, implica el dominio y d conocimiento de las variadones psico-16gicas. Ademas, es importante seiialar que Ia deciva tampoco se parece al deambular de los surrealistas, una expericncia meramente arbitraria, sino que refleja una situaci6n urbana objetiva de interes o de aburrimiento. La estrucrura ambien­tal mas estimulante en este sentido parece ser cl <dabecinto»~ de ah.{ el interes que despiertan en los situacionistas ciudades labetinticas como Venecia o Amsterdam, y su proyecto no

21. IS, Il, pp. 13-18. 22. A este rcspecto pueden consulwse mis (u\ppunti per un2 ston3 dell'urbanistica l.abirinci<:2», Rivi.t/4 di Elttlira, 1968, mim.. 2. Ex.iste tnduc­ci6n ft:lncesa: «Notes pour wu histoire de I 'urbanisme bbyrinuquo1, en

Espam tiiO(ittlr, 1977, o.0 20-1.

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realizado de construcci6n de un laberinto artificial en cl Stedelijk Museum de Amsterdam. El fundamento de todas estas busquedas no es otro que el intento de superar la geo­metria euclidea, que da pie a una vision exdusivamente cuan­titativa del espacioZJ.

El urbanismo unitario

La psicogeografia constituye ademas Ia premisa cognosci­tiva de un proyecto de renovaci6n urbana mucho mas vasto, el <<urbanismo unitario», que la IS define como <tla teorla de la implicaci6n del conjunto de las artes y de las tecnicas en pos de la construcci6n de un ambiente ligado clinamicarnente a las experiencias de comportamiento». El urbanismo unitario se determina antes que nada en la polerruca contra el funcionalis­mo, el cua1, al preocuparse tan solo de k. idoncidad de los medios con respecto a fines que sitlla fuera del ambito de la propi.a competenci.a, desempeiia un papel de conservador y sostenedor de la sociedad burguesa y de su miserable idea de felicidad articulada sobre dos temas dominantes: la circulaci6n de los autom6viles y el confort de la casa. De tal manera que los arquitectos funcionalistas tenninan construyendo «cemen­terios de hormig6n armado donde grandes masas de pobla­ci6n son condenadas a aburrirse basta la muertc», o bien enormes unidades de vivienda aisladas, separadas por exten­siones verdes que impiden las relaciones directas y el libre desarrollo de Ia sociabilidad. El urbanismo unitario no qwere

23. IS, V, p. 43.

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ser una doctrina urbanistica mas, stno una critica del urbanis­mo en tanto que disciplina separada y especializada; una crfti­ca que nace a partir de una vision de conjunto de Ia sociedad y qu~ tiende a una «creaci6n global de la existencia». Por dlo no es una nueva poetica arquitect6nica sino que se prcsenta (al mcnos asf lo presenta Constant, que trata de hacer de Cl el eje fundamental de los intereses de Ia IS) como una superaci6n efectiva del arte: la actividad artfstica ttadicional, que no puede siquiera considerarse como una creaci6n propia y verdadera, debe abandonarse sin dilaciones por el urbanismo unitario. A ttaves de a el artista deja de ser el artifice de formas inutiles e ineficaces para convertirse en constructor de ambientes y de modos de vida integrales. De hecho, la ttansfomuci6n pro­yectada afecta no s6lo a la esttuctura urbana sino tambien al comportamiento de los habitantes: es por lo tanto inseparable de la busqueda de formas de existencia revolucionarias, como

-b son el juego, el nomadismo, la aventura ... - - -- ---

New Babylon

E1 desarrollo del urbanismo unitario toma no obstante dos direcciones distintas: la de Constant y la de Debord. Para el primero, que es miembro de la IS hasta 1960, el urbanismo unitario desemboca en el ptr?Jedo de una dudad (1/bierta, que ei bautiza como New Babylon: se ttataria de un espaoo colecti­vo de habitaoon suspendido, extendido a toda la amplitud de la poblaci6n y separado de la circulaci6n, la cual pasa por encima y por debajo de ella; rica en ambiences para la vida social y en estimulos de todo tipo, la ciudad debcrfa renovar­sc y transformarse peri6d.icamente de la mano de «escuadro-

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nes de creadores especializados, que por lo tanto secin situa­cionistaS profesionales»2

\ Constant ilustra esta nueva ciudad con una scrie de dibujos y rna uetas ue lue o son ex uestos en tenn e e enecia de 1966. Por el contrario, para Qehord y para la mayoria en Ia IS el urb~nismo unitario no

... puede man.ifesrarse en Ia situaci6n actual mas que como una __. crilica radical de/11rballimJo,. so pena de sucumbi.r a la recupera­

ci6n efectuada por el modemismo tecnoccitico neocapitalista.

HomoLidms

A la mayoria de los situacionistas les parece que las tesis de Constant sobrevaloran la cuesti6n de la t6cnica arquitect6nica en detrimento de las expresiones vitales. Entre estas, el juego es objeto de una atenci6n especiaL El concepto situacionista de juego se plantea como cualitativamente distinto de aqu61 que se ba afirmado en los Ultimos dos siglos en concomit:ancia con ·1a c:xaltaci6n capitalista del trabajo productivo: las caracteristi­cas fundament:ales del nuevo concepto son la desaparici6n de todo elemento de rivalidad directamente derivado de la apro­piaci6n econ6mica, la creaci6n de ambientes ltldicos y la aboli­ci6n de toda separaci6n entre juego y vida coniente, entre broma y compromiso. De esta forma, el juego superior seci no-competitivo, social y total. No tendci ya nada que ver con las formas regresivas del juego, «que representan su regresi6n a estadios infantiles siempre ligados a politicas reaccionarias»u.

24. IS, ill, p. 40. 25. IS, I, p. 13.

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El conccpto de «situaci6n»

Pero el proyecto de superaci6n del arte encuentra su deter­minacion mis importante en el concepto de «situaci6n», que da nombre a todo el movimiento. La «situaci6n construida>> se define como un «momento de Ia vida, concreta y deliberada­mente consttuido por mcdio de Ia elaboraci6n colectiva de un ambiente unitario y de un jucgo de acontecim.icntos». No obs­tante lo cual hay que distinguir por lo menos tres interpreta­ciones primarias d.iferentes de Ia idea de situacion: una psico,logica, otra tecnico-urbanistica y una tercera existencial, que se transforma cipidamente en social-revoluciooaria. El punto de partida de la interpretacion psicologica son los dese­os individuales, mis o menos claramente reconocidos: al igml que para Freud, la experiencia artistica serla para la IS una espeQe de fantasma incapaz de realizar verdaderamente el deseo. Sin embargo, a diferencia del psicoanatisis, la perspe(:­tiva situacionista no mira al conocimiento de la estructu.ra individual del yo, ni a la explicacion de su formacion, ni a la elaboracion de actividades compensatorias, sino a Ia efectiva satisfacci6n del deseo. Pues s6lo de una orientacioo concreta­mente realizadora puede derivarse el esclarecimieoto de la naturaleza de los deseos primitivos y su evoluci6n hacia for­mas ulteriores. En vez de sublimarse en d arte, d deseo debe tender bacia la formulacion de un proyccto que haga posible su realizacion26

• La interpretacion tecnico-urbanistica esci vio­culada con la actividad de Constant para ei, Ia construed on de una situacion es inseparable de los mecodos y perspectivas del

26. Ibfd, p. 11.

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urbanismo unitario 'l en el fonda represcnta tan s6lo Ia consc­cuencia de un condicionamiento ambientaF1

• Pam la interpre­tacion e.xistencial, el concepto de situacion no implica Ia mcra satisfaccion de un deseo privado y no se resuelve por media de convertimos en cl apendice «comportamental» de un detcr­minado ambiente arquitecton.ico, sino que implica la adquisi­cion de una conciencia de las condiciones de existencia en las sociedades industrializadas y de las altemativas radicales. Plantea asi el problema del sentido de Ia vida y sostiene que las soluciones satisfactorias deben buscarse exclusivamente en el ambito bien delimitado de las conductas revolucionarias. Esta interpretacion ha encontrado en la IS varias ilustraciones. As~

para Andre Frankin, la situ.acion es una especie de planiftcacion individllal de Ia expnimtia que, <ui se diera e/ caso, pcrmitiria bos­quejar una filosofia de la presencia espacio-temporal en la coal las sensaciones y los sentimientos no dependerfan ya de la memoria, sino de la dil.atacion de todas las virtualidades del ser mediante la multiplicaci6n y la renovaci6n de experiencias, ya no aisladamente colectivas ru aisladamente personales>>21

• Para Asger Jorn, la situacion es d dominio individual y la valoriza­ci6n social del espacio-tiempo, es decir, la variabilidad del comportamiento publico del individuo con respecto a los demas. La situ.aci6n, por lo tanto, no puede perseguirse de manera privada en una sociedad capitalista o buroccitica, sino que implica una transformacion total de las condiciones de existencia unida al fin de la economfa29

• La situ.aci6n seria una

27. IS, II. p. 32. 28. IS, IV, p. 17. 29. lbld., pp. 19-22.

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superacion del arte porque en ella se manifestacia plenamente aquella abundancia de energfas vitales que esci constreruda y cosificada por la existencia misma de un producto artistico, de una obra de arte: <da situacion es inseparable de su consumo irune~ato como un valor de uso esencialmente extrano a una conse+Vacion en forma de mercancia>>30• La situacion sc distin­gue tanto del instante irrepetible como del momenta repetible: es casi imposible determinarla cxactamente aislando en ella un comienzo y un final. Parece as{ identificarse con el <<proyecto» ex.istcncial, con Ia dimension de lo <<autentico». Sin embargo, antes que una quimera, la situaci6n es expresion de un suceso que s~ manifiesta en el plano de la vida cotidiana. El concep­to de situacion parece unas veces designar un instrumento operativo intennediario entre la vida alienada y la sociedad sin clases,. otras veces parece rcferirse al comportamiento revolu­cionario en toda su extension, y otras a la sociedad comunista efectivamente realizada. En el desarrollo succsivo de la IS son estas dos Ultimas acepciones las que prevalececin.

El Jmllo

El concepto de desvfo ha tenido siempre un valor de caracter provisional e instrumental, inicialmente defl!lldo como «la integracion de las producciones actuales o pasadas de las anes en una construccion superior del ambiente». SegU.n los situacionistas, el desvio presenta dos aspectos fun­damentales: por un lado, la perdida de importancia del senti-

30. Ibid., p. 10.

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do original de cada elemento singular y aut6nomo y, por cl otto, la organizaci6n de un conjwno de significadones dife­rente, que viene a confecir a cada elemento un alcance nuevo. En el fondo se trata de una prictica ya: frecuente en la activi­dad de la vanguardia artistica: el coUage y e1 rea4J-Illade rcpre­sentan la atribuci6o de un nuevo valor a elementos preexis­tentes. Sin embargo, L1 diferencia entre los desvios artisticos y los situacionistas consiste en el hecho de que mientras el punto de llegada de los primeros es una obra que tiene un valor aut6nomo todavia artistico, el de los segundos es un producto que, si bien puede valerse de medics artisticos e incluso de obras de arte, se revela inmediatamente como negaci6n del arte, sobre todo por el cacicter de comunica­ci6n inmediata que lo impregna. En este sentido, los bocadi­llos aii.adidos por los situacionistas a las obras de arte del pasado representan una forma elemental de desvio, de supera­ci6n del arte. La importancia de este procedimiento consiste en el hecho de que a traves de el objetos e im:igenes que guardan una estrecha relaci6n con la sociedad burguesa (obras de arte, pero tambien anuncios publicitarios, mani­fiestos de propaganda, fotograffas pomograficas, etc.) se sus­traen a su destino y finalidad para ser colocadas en un contexto cualitativamente distinto, en una perspectiva revo­lucionaria. Asi, tanto las cosas mas excelsas como las mas banales pueden ser objeto de una apropiaci6n mucho m:is pro­funda de la que implica su mero disfrute pasivo o su pose­si6n econ6mica. La generalizaci6n del desvfo puede llevar a un verdadero descondicionamiento cultural -en sentido pro­pio- y constituir una de las posibles respuestas del proleta­riado a la reaperadon que la burguesia pretende hacer de sus maoifestaciones creativas.

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Hacia un cine situacionista

Por Ultimo, tambicn en cl Clite vieron los situacion.istas un posible camino bacia Ia superaci6n del arte. Sin embargo es necesario clistinguir claramente lo que es el empleo actual del cine -<:omo expresi6n de la sociedad del espectaculo- de su posiblc orientaci6n situacionista. En su dimension actual, el cine no haec mas que reforzar Ia pasividad a Ia que e1 poder pretende relcgar al proletariado; por su parte, el punto de vista situacionista se orienta hacia e1 empleo del cine antes que nada como forma de propaganda y seguidamente como dem.ento constitutive de una situaci6n realizada. Un comen­tario dogioso a prop6sito del film de Resnais Hiroshima "'011 amour sirve a los situacionistas para determinar las exigencias cinematogcificas mas urgentes, a saber: el primado de Ia pala­bra sobre la imagen y Ia aparici6n de ese movimiento de auto­destrucci6n que caracteriza todo e1 arte modemo. En Ia meclida en que tambien e1 cine reconozca su propia impoten­cia aprici el camino para la superaci6n del arte31

Las dos almas del hiperfuturismo situacionista

Todas estas perspectivas de superaci6n del arte tendran en Ia' IS desarrollos cliferemes. De hecho, a partir de 1960 la convivencia entre las dos orientaciones en que se manifesta­ba la conciencia de los nuevos tiempos Qa tecnico-dentifica y Ia social-revolucionaria) se haec cada vez mas clificil: la nueva

31. IS, III, pp. 8-10.

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intranquilidad dd mundo obrero, cl cstallido de las primeras huclgas salvajes independientcs y hasta hostiles a los sindica­tos, las tentativas de rcorganizaci6n del movirniento revolu­ciooario sobre bases extremistas y Ia influencia te6rica de Socialismo o Barbaric, todo ello lleva ·a la consolidacion de la tendencia que pretende ligar cl dcstino de la IS a Ia rcvoluci6n social. A ello sigue la expulsion de Ia secci6n italiana (Pinot­Gallizio y G. Melanotte), la ruprurn con Constant y el con­traste con Ia secci6n alemana, que duda de las capacidades revolucionarias del proletariado. Por otto lado, es un hccho includable que las dos almas del hiperfuturismo situacionista eran objetivamente inconciliables. Es evidente ademas que la linea tCcnico-cientffica representaba la orientaci6n modemis­ta del capit:alismo y, por ese motivo, el peligro mas insidioso para una ini~tiva que, como Ia IS, se habia propuesto desa­rrollar en su plenirud los aspectos autenticamente liberadores y revolucionarios que se hallan impUcitos en Ia actividad artfs­tica. Sin embargo, lo cieno es que en Ia manera en que se pro­dujeron estas rupruras y en las mofivacio11es que las acompa­iiaron hay ya un error que se habci de manifestar plenamen­te en el posterior desarrollo de Ia IS y que de hecho constitu­ye uno de sus Umites fundamentales, a saber: Ia ronfusiOn entre el ruhazo del ededicismo y el sedarismo. Y a en el articulo de Michele Bernstein anteriormente citado, que apareci6 en el primer nUmero de Ia revista, esci implicito que «quien no esci entre nosotros esci contra nosotros». La relaci6n entre sirua­cionistas debe ser, desde su punto de vista, algo distinto de la mera amistad; no hade ser «objeto de las mismas debilidades» ni «de los mismos modos de iner~ o de relajamientO>>. L'l expulsion del ala modernista supuso una buena ocasi6n para volver otra vez a retomar esta linea argumental en el quinto

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numero de Ia revista. El punto de partida fuc de nuevo Ia polemica contra el eclecticismo artistico: La extrema ambigiie­dad de Ia condicion de los artistas, a los que continuameme se empuja para que se integren en Ia pequeiia esfera de poder reseiVada para ellos, parece que haec necesari~ la instauraci6n de una disciplina. Aunque se afirma que la exclusion de Ia IS no puede parangonarse al tipo de exclusion que practican los movirnientos politicos, y que en ningt1n caso implica una san­cion moral, sin embargo acto seguido se sostiene que, en Ia mejo.r de las hip6tesis, los excluidos no tienen ya nada que ver con la vanguardia y, en definitiva, con la historia. As~ por una parte se defiende la aventura, la invenci6n y Ia creatividad, y por otra se pretende que los situacionistas se identifiquen con todo~ los actos ya realizados por Ia propia IS -con o sin ellos- y con todos los que llevara a cabo en un futuro prcvi­sible. Si en un sentido es cierto que el sentimentalismo es algo inherente al mundo burgues, que tiende a hacer prevalecer el pasado sobre el futuro y a condenar los comportamientos a Ia repetici6n extenuante, por otro lado no es menos cierto que la solidaridad situacionista abstrae de la dimension concret:a y cualitativa de los individuos la figura del <<Situacionista>>, dando Iugar a una nueva mitologia tan enajenante como la religiosa. De esta manera, el rechazo del eclecticismo se tranS­

forma insensiblemente en la convicci6n de constituir una totalidad, el rechazo del pasado induce a creerse monopoliza­dores del futuro, la coherencia degenera en disciplina. el rigor en rigidez y la unidad del movimiento se entiende en el senti­do de que sus miembros son intercambiables. Asf, e1 rechazo a continuar cualquier actividad con aquellos con los que se ha dejado de compartir una orientaci6n comlin (que cfcctiva­mente es <da Unica arma de todo grupo que se base en la com-

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pleta libertad de los individuos») se convierte en un arma terrorista con la que exigir una identificaci6n total con un modelo abstracto en el que todos los miembros del movi­miento quedan anulados. Esta tendencia al sectarismo se manifiesta tambien a nivel organizativo, con el abandono en 1960 de Ia estructum federativa orit,inaria -basada en Ia autonomia nacional- y .fa i.nstauraci6n de un Consejo Central de la IS cuyas decisiones, si bien adoptadas por mayorla sim­ple, vinculan a todos los situacionistas. Ni siquicra el contras­te con Ia secci6n alemana llev6 a una profundizaci6n te6rica del problema del sentido y el papel que descmpeiia la ciencia en Ia sociedad capitalista. A prop6sito de esta cuesti6n Jom a£irma.rla: «Nosotros estamos en contra de la especializaci6n y Ia racionalizaci6n, pero no estamos contra elias en tanto que instrumentos»lZ.

La ruptura con Ia vanguardia modemista

La exclusion de Ia IS de Ia mayor parte de los miembros alemanes y escandinavos en 1962 es sfntoma tanto del reno­vado rechazo de Ia actividad ardstica tradicional como del ulterior desarrollo del aspecto sectario-institucional del movi­miento. En diversas ocasiones, en los primeros nfuneros de la revista, la IS no duda en criticar radicalmente las manifesta­ciones de la literatura y d arte modemos, poniendo a la luz Ia desintegraci6n del lenguajc dentro del vasto proceso de degradaci6n, disoluci6n y autodestrucci6n que caractcriza a1

32. IS, V, p. 20.

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arte moderno en general Asimismo Ia IS pone de manifiesto la estrecha relaci6n que e . .-tiste entre e1 capitalismo y las tenu­tivas pergeiiadas por marchantcs, criticos y gale.ristas con el fm de recuperar para el arte todas aquellas experiencias y bus­quedas que, precisamente, sc han propuesto superarlo. Sin embargo, lo cierto es que en el interior de Ia IS son bastantes los que no vcn con buenos ojos este abandono total de Ia acti­vidad artfstica: se perfilan por tanto dos tendencias sobrc esta cuesti6n en el seno de la IS. El contraste entre ambas explo­taci en la confercncia de Gotemburgo de agosto de 1961, en Ia que Kot:inyi, apoyado por Debord y Vancigem, propone definir como antisituacionistas las evenruales producciones artfsticas de los situacionistas mismos. En el otto extremo, d aleman Prem y el escandinavo Nash defiendcn Ia importancia de la actividades e intervenciones que se sigan ejercitando en e1 ambito de la vanguardia modemista, reprochando a sus oponentes que abandonen un terreno de acci6n concreto en aras de la elaboraci6n de una teoria critica abstracta, impoten­te y e~teril. Los alemanes son expulsados en febrero de 1962. Poco despues Nash y Ansgar-Elde se pronuncian contra la IS y deciden crear una enesima Bauhaus.

Estos episodios seiialan una fecha importante en la historia de la IS, pues constituyen la ruptura definitiva con 1a vanguar­dia modemista. Ademas, estos sucesos dan pie a una medita­ci6o entre los situacionistas rnismos sobre el arte y en tomo a Ia estructura organizativa del movimiento. Es includable que Ia teodencia encamada por Jorgen Nash -definida por los sirua­cionistas precisamente como <<nashismo»- se resuelve en una recafda en aquella perspectiva artfstica cuya supernci6n fue la exigencia originaria y fundamental de la IS. Ya con Dada pare­ce claro que 1a rebeli6n artistica ha dejado de ser recuperable

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mis alli del plano meramente estetico, por mucho que 1a cul­tura dom.inante haya pod.ido inventarsc una especie de arte dadafsta. En 1a actualidad, SegUn los situacionistas, «e.xisten en diferentes pafses del capitalismo modemo nucleos de una bohemia no artistica, unida en tomo a la nocion del fin o de la ausencia del arte, que ya no mira explicitamente a una produc­cion artistica cualqu.iera»u. Las fucrzas mas autenticas y pro­fundas de la creacion artistic.'\ van ahora d.irigidas «hacia la organizacion te6rica de la comestaciorm. Por lo tanto, mientras la IS tiende a ir mas alli de la cultura y del arte, d nashismo, en d mejor de los casos, nutre la ambicion de «renovar enseguida y exclusivamente el arto>.

Sin embargo, si bien los situacionistas tienen toda 1a razon en lo que se refiere al contraste que los opone al nashismo, hay en este capitulo -y en los comentarios que hacen ellos mismos al respecto- Ia sombra de un malentendido, de un malesta.r, de un equfvoco que anida no ya en la relacion entre las dos partes en conflicto -cuyas respectivas posiciones escin ademis clarisi.mas-, sino en el corazon mismo de la radicalidad situacionista. Por un lado, los situacionistas afir­man que Ia parte mas importante de Ia problematica expues­ta en Ia revista esti todavia por descubrir (por ellos mismos o por otros) y que el proyecto situacionista no es en absoluto un resultado hist6rico definitive, sino que debe ser considerado en el ambito incomparablemente mas amplio del movimien­to revolucionario; pero por otto lado, a/ mismo lienpo insintian ser los Unicos depositaries de la conciencia de este movimien­to y sostienen que <da tarea de ser mas extremism que la IS

33. IS, VIII, p. 11.

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perce11ece a Ia IS y es la primera ley para su permanencia».~<. Por una parte, no admiten cliscipulos y no quieren «tropas», porque piensan correctamente que el disdpulo transforma una problematica te6rica en una ideologia, una soluci6n pro­vision~ en un dogma que aporte promoci6n personal y scgu­ridad intclectual; y por otra parte consideran a Ia IS como una entidad superior a los inclividuos que Ia componcn, dotada de un destino hist6rico trascendente, que esta represemada en su inlegridad y tolalidad por sus interpretes verdaderos, incluso cuan­do las tesis de estos ultimos se encuentran en minoria en el seno de la organizaci6n. En un scntido censuran Ia celebra­ci6n de cualquier miembro de la IS mas activo calificindolo de «Veqetto>, al tiempo que tienden a transformar coda Ia IS eo un mito. El rechazo de las relaciones inofensivas va de Ia mano de Ia propia absolutizaci6n y el reconocimiento de Ia pro­porci6n de los propios errores se produce a Ia vez que Ia exi­gencia hecha a los posibles aliados de una elecci6n total y defulltiva: <<Se.ci necesario que se nos acepte o se nos recha­ce en bloque. No vamos a entrar en deta1Jes»3s. Todas estas exigedcias contraclictorias desembocan en noviembre de 1962 en una nueva organizaci6n intema que supone Ia aboli­ci6n de las secciones nacionales y Ia consideracion de Ia IS como un centro Unico que ya no esci constituido por delega­dos de grupo locales, y que «representa globalmence los inte­reses de Ia nueva teoda de Ia contestaci6n»36

: a partir de este momenta las rclaciones entre los inclividuos que conforman

34. Ibfd., p. 29. 35. IS, VII, p. 19. 36.IS, Vlll, p. 67.

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la IS -<<converrida en su totalidad en este centro>>- terminan por presentarse mas bajo la aparicnda de una un.idad mistica que bajo la de Ia busqueda en comun.

Los situacionistas y cl surrealismo

c:Cuiles son las omsas de este imperceptible pero progre­sivo deslizamiento desde el rechazo del cclecticismo al secta­rismo, desde Ia voluntad de afirmar una rierdad his/Orica al dogmatismo? Desde luego no es el modelo bolchevique lo que influye en el cacicter de Ia IS, como tampoco la teorla bordi­guista del centtalismo orgioico: los situacionistas fueron siemprc coherentes con su declarado rechazo de Ia polltica entendida como «actividad especializada de jefes de grupos o de partidos que e.xtraen de Ia pasividad organizada de sus militantes la fuerza opresiva de su poder futuro»". Su repulsa ante la pers­pectiva de transformarse en un grupo politico se mantuvo constante e inflexible. A lomas podrla tal vez encontrarse en Ia idea, alimentada p6r Breton, del grupo surrealista como secta o unidad m.fstica un precedente cargado de sugesti6n y capaz de ejercer un influjo profundo. Esta referencia, sin embargo, no hace sino desplazar Ia cuesti6n sin resolverla real­mente: en definitiva, {por que tanto el surrealismo como Ia IS ticnden al sectarismo? La respuesta es la misma en ambos casos: per Ia falla de una mlica radi(IJ/ del arte, y por permanecer -a pesar de todo- en d ambito de Ia autoconciencia artistica, Ia cual, al monopolizar en un plano ideal el sentido, sigue pre-

31.15, IX. p. 24.

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scntandose como una totalidad tambien en el ambito del pro­ceso hist6rico. Es cierto que entre e1 surrealismo y Ia IS hay un sallo cualitativo, que consiste en el rechazo de las obrns, en Ia ruptura con los arnbientes artisticos y, sobrc todo, en Ia aper­tura de un horizonte problematico incomparablemente mas amplio que e1 surrealista, en el que la relaci6n entre realldad e imaginaci6n resulta radicalmente transformada. Y a pesar de todo, si la examinamos atentamente, Ia critica siruacionista de la autoconciencia artistica se revela particularmentc pobre y continUa sustancialmente enccrrada en las contradkciones intemas de esta: de los dos momentos en que se compone Ia superacl6n, critica y realizaci6n, es sobre todo en el segundo donde se detiene la atenci6n de los situacionistas.

E l su jeto y la creaci6n ardstica

La critica del arte, en Jom tanto como en Debord o en Vaneigem, se resuelve en el fondo en el rechazo de las obje­tivaciones de la subjetividad creadora. Se trata sustancialmen­te de un tipo de crltica que permanece dentro del ambito de la alienaci6n a.rtfstica, pues entre los dos terminos fundamen­tales en que se articula Ia experiencia artistica, la operaci6n (el acto de crear) y la obra, se propone abolir el segundo sin someter a examen el primero. Dicha critica, por lo tanto, es victima de un cotiflklo inhermle a/ arle entre sujeto y objeto)$.

38. De cste problenu tntl L'alitnll:(!"ont artidi41, cit.., pp. 18-34 y 211-12. «Elimlnando Ia obra, Ia oper:~ci6n se 2finn:t en su autonomf2 como d Unico ~pecto de Ia autoconcienda artfstic:c lo que cuent2, desde esc memento,

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..

Los situacionistas llevan a sus maximas consecuencias el aspecto subjetivo de b experiencia artfstica, y confunden Ia rot!Jicadon implicita en Ia naturaleza de Ia mercanda con Ia ol!Je­tivadon, Ia cual puede ser tan autenticameme cualitativa como Ia subjetividad. <<El arte>>, escribe ]om, <ces Ia invitaci6n a un derroche de energia [ . .. ]. Es Ia prod.igalidad . . . Se imaginaba que el valor del arte estaba en su duraci6n, en su cualidad. Y se creia que el oro y las piedras preciosas eran valores artisti­cos, que el valor artistico era una cualidad inherente al objcto en sf. Pero Ia obra de arte no es ot:ra cosa que la confirmaci6n del hombre como fuente esencial del valor»39

• En realidad, sin embargo, aquello que hace que e1 arte sea arte no es su subje­tividad, como piensan los situacionistas, ni tampoco su obje­tividad, como piensa Heidegger, sino un determinado estatus hist6rico-social de idealidad que afecta tanto al sujeto como al objeto artistico. La polemica en tomo a las obras ent:ra den­tro del proyecto de una crltica radi(a/ del arte solo en la medi­da en que vaya acompaiiada de una crltica de 1a subjetividad artfstica. La IS, por ot:ra parte, se define a sf misma como «el Unico movimiento capaz de responder al proyecto del artista autencico, englobando 1a supervivencia del arte en el arte de vivin>40

• Un artista autentico que sin embargo no consigue todavia superar verdaderamente el arte.

, no es d producro, sino cl ado de obru en su aspecto provisional y su irune­diatcz. De :ahl se deduce que toda obra se percibe como wu reificaci6n y b. opcnci6n arrlstica se identifica sin medaci6n con b identidad absoluta. Complewnente sep2I2d2 de su rel:aci6n con Ia obr:a, Ia operaci6n adquiere un cacicter abstr:actO: b. autorreferencia se vuelve autofund:aci6n». 39. IS, IV, pp. 19-20. 40. IS, IX, p. 25. ,

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Tampoco el libro de Guy Debord La sociedad dd upf.cltim­lo (1967), ni el Tralado del saber vivi'r para 11so de las ; 6venu gmera­ciones (1967) de Raoul Vaneigem, van mas alia de estos limites. D ebord, despues de haberse detenido a csrudiar el paso del mito religioso al arte modemo, reprocha a este ultimo e1 haber marcado la perdida del lenguaje autenricameme comu­nicarivo y plantea su superaci6n de Ia siguiente manera: (<Se trata de poseer efectivamente Ia comunidad del dialogo y cl juego con el riempo que han sido repmenlados por la ohm poe­tico-artistica>>41. El dcfecto fundamental de esta impost.aci6n reside en que segU.n ella ellimite del arte consiste Jinicamenle en la realizaci6n ausente, casi como si esta fuera el designio o la prefiguraci6n ideal de la revoluci6n. A continuaci6n, Debord confirma la existencia de una oposici6n entre subjetividad artistica y obra de arte: <<Cuando el arte independizado reprc­senta su mundo con colores esplendidos, un momento de la vida ha envejecido y no se deja rejuvenecer con colores esplendidos. Se deja solamente evocar en el recuerdo. La grandeza del arte no comienza a aparecer hasta el crepusculo de la vida». De forma todavfa rruis clara Vaneigem hace un parang6n entre el producto artistico y el sacrificio: <<La exprc­si6n "hacer una obra de arte" es en si misma ambivalente. Comprende la e>..-periencia vivida del artista y el abandono de esta experiencia vivida en aras de una abstracci6n de la sus­tancia creadora: la forma estetica. De esta manera el artista

41. G. Debord, La sodlll d11 rputack, Paris, Duchet/Chastcl, 1967, par. 187. Hay varias versiones de La sonidad dd uper/J(JI/o en castdbno, b Ultima publicada por Pre-Textos, Valenoa, 1999. Se puede consuJw otra traducci6n en castellano en cl Archivo Situacionista Hlspano: http:/ / www.sindominio.net/ ash/. [N. del T.]

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sacri£ca la intensidad vivida, el momento de la creaci6n, a la duraci6n de aquello que crea, al recuerdo impcrecedero de su nombre, a su entrada en la gloria fi.inebre de los museos. Sin embargo, cno es la voluntad de hacer una obra duradera lo que le impide crear el momento imperecedero de la vida?»•2

El hecho es que Ia experieocia vivida del artista y la obra coostituyeo los polos de un min11o proceso, co cuyo itrlerior se determ.inan Ia una a Ia otra sobre la base de una oposici6n reciproca. Dicha oposici6n rcciproca se revela precisamente a la mirada de la crlcica radical como una consecuencia de la contradicci6n en la que cae el arte cuando quiere superar sus propios limites y realizarse sin criticar ku tkJs aspectos funda­mentales en los que se articula. La critica radical del arte lo es tal., precisamente, en la medida en que no es una espccie de condena terrorist.a, sino que reconoce en ei la Unica manifes­taci6n positiva de creatividad en el seno de la sociedad burgue-

. _ sa. Mas no por ello debe semejante reconocimiento separarse .. de la determinacion de sus limites -su espiritualismo, su idea­

lism<r, que lo califican precisamente como una alitnadon. Los situacionistas malentienden este segundo aspecto de

la experiencia artistica: la alienaci6n artistica no consiste en la presencia objetiva de la obra -tal y como ellos soscienen-, sino en un estatus social que comprende tanto el objeto como el sujeto, tanto la obra como el autor. Si es cierto que la poesfa es <denguaje liberado», tambien lo es que esta libe­raci6n no deja de producirse desde Ia separaci6n y en la

42 R. Vaneigem, Traili dJJ sa110ir·vivrt a Image du je11nes glniralionJ, Paris, G?IHmard, 1967, p. 115. Anagrama publlc6 1a versi6n castellana del Tra/adq tkl saber Pi1lir para 1110 tk las jovenes gmmlfiones, traducida por Javier Urdanibia, en 1977. Hay reedlci6n de 1998. [N. del T.]

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impotencia, y ello no por el hccho de producir un poema, sino ,porque se manifiesta en un hablar y en una pal a bra dis­tintos del hablar y la palabra comuoes: la poesia monopoliza el sentido en una sociedad en la cualla economfa monopolt­za la realidad. Los situacionistas detcrminan cl limite de Ia poesia tlnicamenle en su aspecto objetivo de producci6n de o~ras, mientras que identifican completamente Ia subjeci­vidad artistica con la subjetividad revolucionaria: no caen en Ia cuenta de que Ia subjetividad artistica no es menos impo­tente ni esti menos alienada que su objetividad. La poesia no es «comunicaci6n inmediata en lo real y modificaci6n real de lo real»43

, sino que es la idea misma de la comunicaci6n expresada en el contexto de una estructura social en la cual el unico lenguaje real es 1a mentira. Incluso si admitimos que en los periodos de reflujo del movimiento revolucionario, <dos circulos de la aventura poetica perrnanecen como los Unicos lugares donde subsiste la totalidad de Ia revoluci6n como virtualidad desapercibida pero proxima, como la sam­bra de un personaje ausente)), no es legitimo inferir de ahi que la revoluci6n deba ponerse al servicio de .la poesfa; de hecho, el sentido cultivado en el aislamiento y en Ia aliena­ci6n se pervierte fatalmente y no puede hacer las veces de consigna revolucionaria que s6lo espera ser seguida. Los poetas y los artistas que tienden a la supcraci6n de la pocsfa y del arte critican tanto sus obras como a sf mismos; en cam­bia, el prop6sito de Ia IS de hacer <<Una poesfa neceJariammle sin poemas» no llega a ser una verdadera critica radical del arte. Lo cual, por otra pane, se deduce asimismo de sus auto-

43. IS, VITI, p. 31.

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definiciones: <<Nosotros somos artistas unicamcnte en la medida en que ya no somos artistas: nosotros realizamos el arte»~. Al parecer, para los situacionistas al arte solo le falta­ria la realidad para ser revoluci6n .

E1 sectarisrno de La Intemacional Situacionista

La consecuencia mas importante de la falta de una criti­ca de La subjetividad artistica es el sectarismo. Y es que pre­cisamente es una caracteristica de la autoconciencia artistica el creerse una totalidad realizada, en la medida en que es ella quien tiene el monopolio del sentido (por mucho que se trate de un monopolio ideal, pues eso La autoconciencia artistica no lo sabe)43

• Asi, la subjetividad tiende en la IS a presentar-

~ 44. IS, IX. p. 25. 45. Ver L'afima:done ~ pp. 19-20. «La autoconciencia artfstica estima h2ber destruido Ia realidad y se plantea a sf misma como totalidad realiza­da. S"m embargo, s61o collSigue ser collScieote de sf mism2 en el momen­to eo que existe en tanto que categorla aut6noma. Aquf reside su paradoja fundamental; Ia de wu. pane que se vuelve aut6nom2 en el momento en que se plantea como todo. Esa pretension de tot.alidad que es Ia suya no es sin embargo una ilusi6n o un engano: no s61o, desde su pun to de vista, es efectiv2mente W. sino que contiene potencialmente el sentido de todo lo que le es exterior. La poes£2. puede hablar de todo, de cu:alquier modo; el teatro puede imitar C\Wquier acci6n, en cu:alquier Iugar; las artes figura­tivas puedeo representar cu:alquier cosa, en el material que sea. No s6lo el arte puede tratar o representar cu:alquier objeto, sino que se apodera basta tal punto del seotido de objeto tratado o representado que vuelve inutil su supervivencia. ( ... ) [La categoria artfstica] se manifiesta como concienCJa de b tota.lidad aut6nom2 en Ia medida en Ia que se coloca como categorla

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se co~o un absoluto. Se ttata sin embargo de una subjetividad despojada -al igual que en Las experiencias mas elevadas del arte J110dcrno- de todos los aspectos privados y particulares: es un p11ro acto de creadon. Esta subjeuvidad radical, definida por Vaneigem como «la conciencia de que todos los hom­bres obedcccn a una misma voluntad de realizaci6n autenti­ca y que su subjetividad cs reforzada por esta volunt:1d subjc~va percibida en los ottos»4(,, no puede manifestarse, a! menos en las actuales circunstancias, mas que de una 1/Jamra: a un ti~mpo como universal y tltJica. <<.Los hombres reconocer:in en breve que su creatividad individual no se diferencia de Ia creatividad universab>. La IS es el lugar de estc encuentro, por s~r precisamente <<Una micro-sociedad cuyos miembros se reconocedan en base a un gesto o pcnsamicoto radicales, y a los que una filtraci6n te6rica cerrada mantendria en un estado de eficacia practica permanente>>.47 AI constituir la quintaesencia de la subjetividad revolucionaria, la IS liberara la creatividad de todos los hombres. De esta·manera, el justo rechazo de la multiplicidad eclectica se transforma en dog-

separada. La l'llZ6n de esto reside en Ia natunleza ideal, espiritu:i.l de tal totalidad que sin embargo de perabe a sf misma como aut6noma y auto­detenninada. Esa ideal.idad del arte es complement:uia de La mater:i:ilidad de la economfa: espiritu y materia, ai.ma y cuerpo, sentido y real.idad ( ... ) La autoconciencia :utistica estima poder asimilar La re:ilidad exterior de toda operaci6n y de todo producto, monopol.iz:uldo en sf mism2 su scn­tido; en conse.cucncU, considcra t:i.l rcalidad cxtc.rior como pura aparien­cia. Su idealismo no lc aparece jamis como t:i.l, pcro cs un descubrimicnto de Ia crltio radic:ab>. 46. V:meisem, op. dJ., pp. 202-203. 47. Ibfd. p. 206.

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matismo de la unidad. Para cada problema no e:dste mas que una sola respuesta revolucionaria, que cs aquella de Ia IS: sumergiendose en Ia autenticidad de Ia propia experiencia vivida, cada situacionista habra de encontrar esa respuesta esponcineamente, incluso a1 margen de todo acuerdo o bus­queda con sus compaiieros. La verificacion en estos de su propia voluntad no sera s.ino la confirmacion sucesiva, y en el fondo no esencial, de su absolutismo. La IS se convierte de esta manera en <<l.llla Conspiracion de los Iguales»: los situacionistas son intercambiables entre si precisamente poe­que prescinden de todos los aspectos cualitativos e inaliena­bles, aspectos que tienden a sustituir por una figura, un col abstracto que ellos justifican apelando a una pretendida fun­cion hist6rica trascendente.

La legftima repulsa del mundo cultural, que a traves de una densa red de solidaridad conecta distintos tipos de resig­

,. naci6n, autoriza, a su parecer, la practica de la ruptura «en · ·· ·c. cadena>>, en virtud de la cualla IS rechaza toda relaci6n con

sus enemigos y <<COn cualquiera que se comprometa con ellos». Dich.a pcictica, que seci cada vez mas a menudo ptacticada por la IS, parte directamente del presupuesto de una identi­dad absoluta de los situacionistas entre ellos. Ala etiqueta de <<Situacionista» se Ie confiere el merito de cavar un foso entre revolucionarios e intelectuales; sin embargo, parnd6jicamen­te, la dimension absoluta y dogmatica que los situacionistas atribuyen a la propia subjetividad tomara relativo y arbitrario a1 maximo e1 uso de los instrumentos de la expulsion y de la ruptuta en cadena, que precisamente estaban llamados a ser las Ultimas garant:ias de la pureza de la IS. Su loable prop6si­to de rechazar discipulos y no sembrar en el mundo mas que personas aut6nomas choca con la afirmaci6n segU.n Ia cualla

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IS «detenta el monopolio provisional del empleo de Ia dialec­tica>>411 y que una de las condiciones de admisi6n en Ia IS sea la de «poseer geni0»41

: una vez mas e) desconocJmiento del origen y del caracter artistico de Ia subjeovidad SJtuacionista lcs lleva a transformar lentamente las exigencias fundamentales de una experiencia revolucionaria en un dogmatismo sectario que se contempla a si mismo. El narcisismo indiv1dualista del artista se transforma en un narcisismo de grupo sin abando­nar por ello lo esencial de su naturaleza. Ya noes el inclividuo el que se antoja una totalidad, sino la organizaci6n. En el fondo esta ocupa ellugar de la obra de arte: la revista misma tiende a convertirse en una meta-revista cuyo Unico argu­mento verdadero es la propia IS. El punto culminante de esta tendenqa es el numero nueve (agosto de 1964), que esti generosamente dedicado a si mismos: los situacionistas se definen, examinan su pasado, delinean el proyecto de su desa­rrollo futuro, responden a dos cuestionarios sobre la IS, sc auto-citan prolijamente o reproducen una carta del «ciberne­tico» Moles acompaiiada de una respuesta suya ejemplar. Con todo esto no se pretende negar 1a importancia de Ia cdtica que los situacionistas vierten sobre sl mismos, sobre sus activida­des pasadas o sobre Ia propia posicion en el movimiemo his­t6rico; al contrario, semejante autocdtica es el fundamento mismo de la lucidez. Lo que ocurre es que todo este esfuerzo de clarificaci6n debe partir siempre del presupuesto de que, incluso en el momento de mayor reflujo del movimiento revolucionario, una organizaci6n aislada 110 es nunca la total!-

48. IS, IX, p. 4. 49. Ibfd., p. 43.

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dad y no detcnta jamas el monopolio de Ia conciencia y del sentido. Scmejante pretension es precisamcnte lo que con­viertc al arte en cl reverso de Ia realidad sin conciencia, en el reverso de la econornia misma. Dejar de creerse a sf misrno una totalidad es por lo tanto el primer paso hacia la supera­ci6n efectiva del arte: un paso que los situacion.istas nuoca fueron capaces de dar.

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LA TEO RiA CRiTICA DE LA SOCIEDAD

Hacia nuevas formas de expresi6n

! '

La ruptura con d ala artistica, rcprcsentada por Pi.not-Gallizio, Constant, Jorn, los alemanes y los escandinavos, va a permitir ala IS desarrollar, a partir de 1962, su prop6sito de elaboraci6n de una teoria critica de la sociedad neocapitalista. El porque de este viraje decisivo, interpretado en los ambien­tes artisticos como un abandono en toda regia por parte de Ia IS de la tarea creativa que se habia impuesto (asf como de las posibilidades que se le ofredan en el plano de las realizacio­nes pcicticas), hay que buscarlo en el intento de superar el ambito de la creaci6n artistica en aras de una creatiividad social-revolucionaria. en el rechazo a una facil asimilacion en el modernismo y en la necesidad de soldar, de la manera mas clara p6sible, la aventura de las vanguardias al proceso de auto-emancipaci6n del proletariado. Ciertamentc ello compor­taba la c:lecci6n de una forma de acruar basada sobre tooo en la palabra hablada y escrita, pero sin exduir tampoco la posi­bilidad de expresarse por otros medios (unagenes y obje­tos). Buena muestra de ello son los anci-cuadros de Michele

Bernstein, que retoman c1 genero de la pintura de batalJas

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solo para trastocar la imenci6n conmemorativa, en el sentido de transformar las derrotas hist6ricas de la revoluci6n en vic­torias (por ejemplo, Vidoria de Ia Conuma de PariJ1 Vicloria de los Comifos Obreros en B11dapest ... ), los comics situacionistas, que atribuyen nuevos contenidos revolucionarios a vmetas tradicionales, las construcciones de J .V. Martin, que represen­tan pequeiias naves con.destino a (<Un territorio para Ia recre­aci6n de Ia vida», o los Nothing Boxes de Rene Viene~. Son todas elias tentativas, modestas quizas, de comunicar el disen­so y la revudta usando medios no verbales, y permaneciendo resudtamente fuera de la obra de arte. Se trata de experien­cias que entran dentro del ambito del desvlo y que, por lo tanto, pertenecen a una esfera esencialmente ajena a1 arte, del cual aspiran a ser una superaci6n.

Crltica del neocapitalismo

Entre los aiios 1962 y 1966 el interes fundamental y la ocupaci6n principal de la IS esci dirigida a la formulaci6n de la uoria &r/fi(a tk Ia soaedad ne()-C(Jj>ita/ista; «Nuestra fuerza», deda Kocinyi en plena polemica con el ala artistica, <(CSta en la ela­boraci6n de a1gunas verdades que, desde el momenta en que haya personas dispuestas a luchar por ellas, tienen los pode­res destructivos del explosivo»s1• Lo que falta, segUn los situa­cionistas, no es tanto la realidad de la subversion como su conciencia, su teorfa: la revuelta de la juventud (los Teddy

50. Ver el follero Ny·imalismt, Copenhague, 1967. 51. IS, VII, p. 27.

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Boys), los actos salvajes de contestaci6n y vandalismo (como fue la sublevaci6n de los obreros napolitanos cl 9 de febrcro de 1961 contra los medios de t:ransporte y los simbolos del bienestar) escenifican, bajo un aspecto espont:ineo e incons­ciente, la protesta contra la sociedad de consumo. A medida que la vieja teoria revolucionaria va siendo incapn de entender y cxplicar las nuevas formas de agitaci6n, la actividad te6rica que la ,IS se propone desempenar va ganando en importancia y en urgencia: <<A diferencia del viejo utopismo, en el que algunas teorias afectadas de arbitrariedad avanzan mas alla de toda pcictica posible (aunque no sin dar sus frutos), existe ahora, en el conjunto de la problermitica de la modemidad, una abundanda de nutvas prtidicas que bus(an su leoriau. La rela­ci6n entre realidad e imaginaci6n, entre movimiento hist6 rico y esperanzas individuales, ha sido trastocada. La conciencia de vivir en una epoca absolutamente nueva -d hiperfuturis­mo situacionista- se expresa mediante la evidencia que apor­ta una simple lecnu:a de los hechos: <<La nueva teoria que nosotros edificamos, no obstante la apariencia ins6lita y demencial que reviste a los ojos del conformismo contempo­r:ineo, no es otra cosa que Ia teorfa para un nuevo momcnto hist6rico que es ya la realidad presence; la cual no es transfor­mable mas que con el progreso de una critica exacta>>. Tras citar la frase de Marx: «No basta con que d pensamiento bus­que la realizaci6n, tambien es preciso que Ia realidad busque el pensamiento», los situacionist:as concluyen asi: «Basra emprender d desciframiento de las informacioncs tal y como aparecen en cada momento en la prensa mas accesible para

52. IS, VIII, pp. 9-10.

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ohtcner una radiografia cotidiana de Ia realidad siruaciorusta. Los medias de este desciframiento consisten cscncialmentc en Ja rehdon que debe establecerse entre los hcchos y la cohe­rcncia de algunos tcmas que la ilwninan totalmente>>u.

Crftica del funcionalismo urbanfstico

El primer tema a tener en cuenta en la teorla siruacionista cs el <rurbarusmo». La ruprura con Constant representa el rcchazo definitivo a separar la renovaci6n urbana de la revolu­cion total de la vida: segU.n la IS, las oportunidades de realizaci6n pnictica que se ofrecen a los arquitectos revolucionarios son de cacicter fat:almeote refonnista. Creer que es posible cambiar las condiciones de existencia simplemente mediante Ia construe­cion de nuevas esttucturas urbanas significa seguir siendo vic­tima de un punta de vista, el del especialista, que se balla sustancialmente al servicio del orden social existente. La activi­dad de Constant se mueve por tal motivo en un contexto de rcformismo modemista desrinado a <<perfeccionar preci­samente e1 condicionamiento que se trata de abolin>. La pole­mica contra el funcioruilismo tiene una orientaci6n aurentica­mente revolucionaria s6lo en la medida en que vaya ligada a la contestaci6n total de Ia sociedad pues, de otra manera, no haci sino reforzar los controles existentes, revelandose el obsciculo mas insidioso para el advenimiento de una critica radicaL Por Jo tanto, toda realizaci6n pr:ictica deber:i ser diferida a1 momenta en que la dictadura anti-estatal del proletariado

53. IS, IX. p. 6.

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reconstruya fntegra.mente el territorio de acuerdo con sus nece­sidades. La tarea de la IS no es tanto la pre6guraci6n ut6pic.'\ de tal momenta como el rechazo y Ia condena del urbanismo en c1 poder.

La sociedad buroccitica neocapitalista tiende a apoderarse del espacio de forma totalitaria. Y el urbanismo cs precisamentc el medio de esta apropiaci6n, la escenograffa de una organiza­ci6n de la vida modelada a partir del campo de concentraci6n. Su vocaci6n esencial es aislar a los individuos en ila celula fami­liar, reducir sus posibilidades de acci6n a una elecci6n entre un pequeiio ntimero de comport:a.mientos preestablecidos e integrarlos en pseudo-colectividades que, como la f:ibrica, cl bloque o el pueblo de vacaciones, permiten su control y mani­pulaci6n54. El Programa elemental de Ia oficina de urbanismo uni­tario, transferido de ~sterdam a Bruselas y dirigido por Kot:inyi y Vaoeigem, afirma: <<Cada planificaci6n urbana se comprende Unicamente como espacio de 1a publicidad-propa­ganda de una sociedad, es decir, como 1a organizaci6n de 1a participaci6n en algo en lo que es imposible participan>55

• Par mucho que d poder se esfuerce en justificar las innovaciones tecnicas con el chaotaje de 1a utilidad, no consigue ocultar que aquetlas no van destinadas al proletariado, sino que escin dise­iiadas sin el y contra eJ... Par ejemplo, la prioridad concedida a la circulaci6n automovilistica en las planificaciones urbaoas con el argumento de favorecer 1a movilidad y los transpones perfecciona el aislam.iento y favorece la identi£icaci6n total del individuo con su rol social.

54. Debord, op. til., p. 140. 55. IS, VI, p. 16.

ss

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\ -,.

La poh!mica contra el urbanismo desatada por los situa­cionistas no implica una nostalgia por formas de habita.r ya definitivamente pasadas, como pucden ser la pcqueiia villa familiar o Ia comunidad primaria. Las condiciones de vida de una sociedad que ya se ha convertido en totalitaria no podran ser reernplazadas con el retorno a ideologfas mas o menos arcaicas, sino mediante «la liberad6n de un instinto de cons­trucci6n acrualmente reprimido en todos nosotros». Lo cual no quiere decir que debamos todos convertimos en aprendi­ces de obra: la construcd6n de la que habla la IS no es tanto la de la pro pia casa como la de la propia vida, la cual no puede realizarse sin la autogesti6n total de todos los aspectos de Ia e:ristencia. Si «hahitar significa estar en cualquier parte como en la propia casa», en las condiciones actuales nadie habita realmente, sino que mas bien «es habitado por el podem. El primer paso bacia la emancipaci6n consiste en dejar de identificamos a nosotros mismos con el ambiente y con las conductas-modelo: en un contexte en el que la producci6n capitalista precede a una homogeneizaci6n y unificaci6n tota­litaria del espacio que hace equivalentes los lugares y suprime el sentido del viaje, los individuos y las comunidades que prc­tendan apropiarse de su historia total debecin considerar su propia vida «como un viaje cargado en sf mismo de sentido». Solo asi podcin contrarrestar felizmente Ia tendencia impUci­ta en el urbanismo de transformar la ciudad (centro por exce­lencia del devenir hist6rico que concentra a la vez el poder social y la conciencia del pasado) en un lugar de ausencia his­t6rica cuyo lema bien podrla ser: <<Aqu{ no sucedera nunca nada, y nunra suudio nadttJ>S6.

56. Debord, op. dl., p. 144.

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Sin embargo, e1 interes de los situaciorust:ts por el urb:t­nismo, entenclido trunbien en terminos de tcorfa crfuca que rechaza toda aplicaci6n pcictica, fue rapidamente disminu­yendo . .pespues del numero seis de la revista (1961 ), que csci en gran medida declicado a estos temas, la refercnc1a al urba­nismo seci puramcnte ocasional; y cllibro de Debord La Jade­dad del eJj>edat11w los retoma unicamente con el fin de exponer de manera mas exhaustiva las argumentaciones al rcspccto. En efecto, se dirfa que en este punto los situacionistas sc encontraron frente a una falsa altemativa entre la adoraci6n de los instrumentos operativos existentes (que garantizan el progreso de la busqueda al precio de su integraci6n en el reformismo capita.lista) o el reenvio de todo ulterior desarro­llo de la cuesti6n a las decisiones de los Consejos Obreros despues de la revoluci6n. El primer camino fue precisamentc el que eligi6 Constant, rnientras que la IS opt6 por la segun­da via. Aunque lo cierto es que existia en la IS una problema­rica urbanista mas amplia que aquella que luego seria efectivamente desarrollada, y susceptible de evolucionar en a1 menos cuatro direcciones distintas, si bien sustancialmente convergentes. En primer Iugar, las consideraciones fragmen­tarias de Asger Jom sobre la geometda, que ponen en evidencia los presupuestos cuantitativos y abstractos de Ia concepcion occidental del espacios1

, pueden ser objeto de un estudio cri­tico general que profundice mas en este tema, y que subraye tambien la urgencia de inventar meclios altemativos capaces de suministrar una rtpmmlation a~alitaliva del eJj>acio. En segun­do Jugar, la propuesta de aear a1gunas bases situacionistas

57. IS, IV, pp. 26-30; V, pp. 42-44.

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• .. .. 4 ..

para una vida experimental -formulada inicialmente por Kocinyi y retomada mas tarde por Trocchi- abre Ia vas/a pro­blen:alica de las cotmmas: (de que manera y en que condiciones es posible sustraer una zona espacio-temporal, por restringi­da que sea, al condicionamiento del poder? {C6mo podria el cacicter nece~ariamente privado y limitado de tales empre­sas contener en sf m.ismo.la propia negacion y Ia propia supe­racion en Ia dimension publica y social implicita en Ia iniciativa revolucionaria? En tercer Iugar, el rechazo a identi­ficarse con la propia casa abre la via a una consideracion del sentido revolucionario del no111adismo hippy. En definitiva, el reconocimiento del caracter inseparable de la critica del urba­nismo y la insurreccion proletacia, respectivamente, deberia llevar a la adopci6n de un programa similar al propuesto por Lalla Continua bajo el eslogan «Tomemos la Ciudad>>; o por la acci6n de la Union de Inquilinos, que rechaza pagar el alquiler' .

La revoluci6n de la vida cotidiana

Otro de los temas clave para la critica situacionista es el de la «vida cotidiana». El concepto de vida cotidiana nace del contexto sociol6gico como contrapuesto a la actividad espe­cializada, como aquello que queda cuando se prescinde de esta Ultima. Sin embargo ello no implica que la vida cotidiana deba tener un caracter marginal y secundario. Nada mas lejos

58. Ver Lclta Continua, 11 de diciembre de 1970 y 11 de junio de 1971; II Re NIIM, did embre de 1970.

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de Ia realidad. En su articulo «Perspectivas de modificac16n consciente de la vida cotidiana>> D ebo rd nos dice que esta cs «la medida de todo: de Ia plenitud o mas bien de la no plem­tud de las relaciones humanas; del empleo de tiempo vivido; de las busquedas del arte; de la politica revolucionaria>>~?. Asf concebida, Ia vida coticliana indica el aspecto vivido de Ia exis­tencia, el sentido general del vivir en su concreci6 n, el equili­bria de sacrificios y gratificacioncs que permite <<ir tirando)) y en el que se basa por ello tambien Ia posibilidad de desarro­llar actividades especializadas. El desinteres por b vida con­cliana no deriva en absoluto de su irrelevancia objetiva sino que, al contrario, es una reacci6n de defensa ante la concien­cia de su miseria real, de su pobreza escandalosa, insosteniblc. La vida cotidiana es objeto de una degradaci6n continua pa r­que es ellugar de todas las verdaderas posibilidades que han fracasado y de todos los deseos autenticos que han sido repri­midos por 1a organizaci6n capitalista del trabajo. La sociedad neo-capitalista y buroccitica tiende a anular la vida cotidiana -reduciendola a Ia categoria especial del tiempo librc- preci­samente porque esta, al plantear todas las cuestiones de manera unitaria, esci en condiciones de emitir una conderu total contra aquella. Por este motivo, el esfuerzo mas profun­da del reformismo se dirige precisamente a la colonizaci6n de la vida cotidiarul por media del especciculo, las compensacio­nes y la introducci6n de tecnicas que condicionan de manera subrepti~ el comportamiento y reducen la novedad a su m!nima expresi6n. Pero esta colonizaci6n crea, segl1n Debord, nuevas contradicciones: si en un sentido el neo-capitalisrno,

59. IS, VI, p. 21.

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en b medida en que se asienta en Ia explotaci6n, esta constre­rudo a repecir e1 elogio tradicional del trabajo, de la acumula­ci6n y del ahorro, por otto lado, :tl depender tambien para su supervivencia del aumento del consumo, ha de adrrutir con franqueza que e1 ciempo de trabajo es un ciempo perdido y presentamos 1a felicidad bajo el aspecto de una confortable pasividacl E1 proyecto revolucionario debe estar a la altura de estas transforroaciones, pero sin embargo su gesti6n politica es del todo inadecuada y, es mas, encarna de hecho una de las tantas especializaciones a1 servicio de la sociedad burguesa. Los asi llamados paises socialistas en realidad no pasan de ser burocracias reaccionarias: la prueba es que nada han hecho por cambiar la vida cotidiana del proletariado. Ya en el segun­do oWnero de la revista se decia: <<El pensamiento revolucio­nario debe hacer Ia critica de Ia vida coticliana de la sociedad burguesa; clifunclir una idea clistinta de la felicidad. La izquier­da y la derecha coincidian en una imagen de Ia miseria que es Ia de la privaci6n alimenticia. lzquierda y derecha estaban tambien de acuerdo en la imagen de la buena vida. He aquf la raiz de Ia mistificaci6n que ha deshecho el movimiento obre­ro en los paises industrializados. La propaganda revoluciona­ria debe presentar a cada uno la posibilidad de un cambio personal profundo, inmecliato>l.o.

Todas estaS determinaciones revelan no obstante una cierta ambigiiedad: el concepto situacionista de vida cotidia­na, por un lado, designa las condiciones objetivas de despo­sci.miento y alienaci6n a las que Ia sociedad capitalista y burocratica constriiie la cotidianidad, mientras que por otto

60. IS, 11. p. 10.

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lado se r~ficre a las potencialidades, a Ia riqueza y a la energia inherentes a esa misma cotidianidad; es decir, por un !ado la vida cotidiana es objeto de una critica que pane de la lucha revolucioparia, mientras que por otto !ado es sujeto de una critica q~e se ejercita sobre todo aquello que le es externo. Asf, unas veces parece que Ia vida coticliana actual es ellugar de una absoluta negatividad, mientras que en otras ocasiones se sostiene que el desarrollo del movimiento revolucionario solo depende de su expansion. Esta ambigiiedad no es una polaridad dialectica, pues en definitiva el sujeto del proceso revolucionario es distinto en ambos casos: en el primer caso el sujeto ~o constituye la lucha de la clase proletaria, de algu­na mane~ extema -o al menos distinta- de Ia vida cotidiana;

' pero en e1 segundo caso es Ia vida cotidiana misma Ia que, como eJ>..'Periencia vivida, es e1 punto de partida de toda libe­racion. El. primer concepto de vida cotidiana, en el fondo, no se diferencia de aquel otto que proponia Ia sociol9gfa burgue­sa, e indica el dominio totalitario de Ia econom1i sobre Ia vida presente: entre Ia cotidianidad actual y Ia vida en Ia sociedad revolucionaria no existe vinculo alguno. En cambia, Ia segun­da nocion de vida cotidiana es de origen existencial: le atribu­ye a Ia misma una tal plenitud subversiva que ya no es posible discemir los limites historicos; Ia mera conciencia subjctiva radical basta para hacer Ia revolucion, es mas, ella misma es Ia revolucion. La primera noci6n atribuye a Ia vida cotidiana demasiado poro; la segunda, tkmasiado.

Estas dificultades latentes en el texto de Debord sobre Ia vida cotidiana tampoco se planteanin abiertamente en las sucesivas ilusttaciones de otros situacionistas sobre el mismo tema. La polem.ica -virulenta- en torno a aquellas solo se producici a lo largo de 1970 y lo haci fuera de Ia IS, en e1 seno

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del grupo Informations Correspondanccs Ouvrieres (IC0)6\

entre los que sinian lo esencial del proceso revolucionario en la lucha dirigida por e1 proletariado en los lugares de produc­ci6n y aquellos que atribuyen un sencido y un valor vcrdade­ramente revolucionario exclusivamente a las acciones capaces de producir, al nivel de la vida cotidiana, un «desbloqueo psi­col6gico» tal como para penn.itir a la subjetividad individual mao.ifestarSc en toda su e>..-uberante riqueza62

• Lo que esti claro es que, mienttas los primeros infravaloran la importan­cia de la e.."Xperiencia vivida del deseo y la imaginaci6n, los segundos la sobrevaloran, con lo que Ia tendencia al determi­nismo de los primeros se corresponde con la tendencia al voluntarismo de los segundos. En el fondo, los primeros no llegan a cxplicar 1a reiterada derrota hist6rica del movimiento proletario, mientras que los segundos no son capaces de jus­tificar las razones del fracaso actual de la revoluci6n. Si por un !ado 1a lucha de clases del proletariado en los lugares de trabajo ha existido siempre y no ofrece por ello en si misma ninguna garnntfa de una proxima victoria definitiva, por el otto el deseo y 1a imaginaci6n coridianos, que debedan por su propia plenitud ser los detonadores fundamentales del estallido insurreccional, al revelarse inadecuados a su objeri­vo, llevan a un delirio monomaniaco.

La jomada del trabajador ttanscurre ciertamente en 1a fabri­ca o en 1a oficina, y esta condicionada al maximo por la una y 1a otra. Este condicionamiento, sin embargo, no se sufre de

61. Boletin menswl de informacion sobre las luchas obreras. 62 Ver !CO, nWns. 97-98 e ICO-UaiJon, nWn. 1. Potoeopiu de ICO puc­den ser pedid2s a la rcvista &hanger, BP 241, 75866 Paris Cedex 18, Ptancia. [N. del T.}

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manera pasiva, sino que encuentra una oposiCJ6n permanente en la lucha de clascs yen la subjetividad: la «vida cotidiarum esci por eso constituida por estos dos factores. Ambos son poten­cialmente subversivos, aunque considerados aisladamente son insuficieqtes para determi.nar Ia insurreccion revolucionaria. Esta Ultima solo podra resultar de su conjunci6n consciente6J.

Vida y supervivencia

Los modos en que los situacionistas desarrollaron la pro­blerruitica en tomo a la vida coticliana les condujeron a Ia djs­tincion e~tre vida y sll}tn~ivmda. A comienzos de los aiios sesenta Ia condicion bwnana pareda estar determinada por e1 «equilibria del terrom entre las grandes potencias, mediante d cual estas procedian a Ia estabilizacion interoa de su domi­nio en la esperanza de su ilimitada pervivend a. ~ pretension fundamental dd poder, sea este neocapitalista o burocr.itico,

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es la organizacion detallada y capilar de un estado de narco-sis, de pasividad y de docilidad que se parece a un suicidio cliferido e implica la renuncia total de los sometidos a cual­quier actividad creativa o iniciativa autonoma: el refugio antiatomico, que reproduce en el subsuelo las condiciones habituales de existencia domestica, ilumina la misecia de esta Ultima y revda su cacicter de supervivencia. La casa moderna y el refugio parecen asi asimilarse y confundirse en Ia idea de una «tumba familiar para ser habitada con cacicter preventi-

63. Ver «Pe.r una chiarificazione del concetto di viu quotidiaru», Agarogar, num. 2

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vo»64• SegU.n Raoul Vancigem, la mtroducci6n de medios tecni­cos susceptibles de combatir la muerte, el sufrim.icnto, el males­tar y la fatiga de vivir va de la mano con el proceso a traves del cual <<la muerte se instala como UIL.'l enfermedad incurable en la vida de cada uno»6S. La sociedad neocapitalista crea innu­merables necesidades ficticias sin dar satisfacci6n a las funda­mentales: sus productos conservan en sf mismos una carencia esencial de sentido y de calidad no suplida por su mera abun­dancia cuantitativa. <<Sobrevivin>, concluye Vaneigem, «nos ha venido impidiendo vivir. De ahi que haya que esperar mucho de 1a imposibilidad de supervivencia, la cual se anuncia ya con una evidencia que crece a medida que las comodidades y la sobreabundancia en d marco de )a supervivencia empujan al suicidio o a la revoluci6n».

AI desarrollo e ilustraci6n de estos argumentos esti dedi­cada toda la primera parte del Tratado ... de Vaneigem, que lleva por titulo, precisamente, «La perspectiva del podem. Se trata de una crltica de la sociedad burguesa desde d pun to de vista de la subjetividad radical: <<'fodo parte de la subjetivi­dad», escnbe Vaneigem, <<y nada se detiene en ella ... La lucha de lo subjetivo contra aquello que lo corrompe extiende ya los limites de la vieja lucha de clases, renovandola y agudizan­dola. La toma de partido por la vida es una toma de partido politica. No queremos saber nada de un mundo en el que Ia garantia de que no moriremos de hambre se paga con el ries­go de morir de aburrimiento»"'.

64. IS, vn, p. 1. 65. Ibid., p. 33. 66. Vaneigem, op. ril., p. 8.

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M:is tarde me detendre en cl concepto de «subjccividad radical» y sus limites. Lo oportuno ahara es en cambia ilus­trar las caracteriscicas atribuidas par Vaneigem a Ia Jtptroivm­cia, articuladas en ttes forrnas generales de frustraci6n y de impotencia: Ia partidpaci6n imposible, la comunicad 6n imposible y Ia realizaci6n imposible. La primera se manifies­ta a traves de varios mecanismos de usura y dcstrucci6n: Ia humillaci6n -la sensaci6n de ser un objeto-, que es fuentc de la cnvidia y de los celos; cl aislamiento, que se manciene y se consolida mediante la ilusi6n de «estar juntos» y las relacio­nes neuttas; el sufrimiento, que constituye l.a base mas s6lida del poder jecirquico y crea a los asesinos funcionales al arden establecido; el trabajo, que en las condiciones dispuestas por el capitalismo y la economfa sovietica se identifica con la esclavitud; y por Ultimo, la descompresi6n, es decir, toda Ia serie de alternativas ficticias, el control perrnaneme ejerci­do por la clase dominante sabre los antagonismos. La comu­nicaci6n queda imposibilitada por la acci6n de Ia dictadura del consumo -la falsa felicidad que d poder concede y cuya medida es la posesi6n cuantitativa de casas miserables-, por el intetcambio que anula la dimension cualitativa de los objetos, por el uso alienado de la ticnica, par d imperative econ6mico que pretende imponer al conjunto de los comportamientos humanos el baremo de la mercanda y por las mecfuciones abstract.as que escapan al control de los subordinados. Par Ultimo, el poder acrua tam bien a traves de un con junto de fal­sos attactivos, de seducciones que imposibilitan toda realiza­ci6n: el sacrificio de inspiraci6n cristiana, humanista o socialista mutila en todo caso al individuo y lo constt:iiie al masoquismo; la separaci6n, que es la base de la organization social, queda ocult.a por una serie de ideologias seudo-comu-

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n.itarbs que van desde el nacionalismo al espiriru corporative; Ia organ.izaci6n de la apariencia impone La adoraci6n de com­pensaciones espectacu.lares; los roles que permiten a los indi­\riduos identificarse con un estereotipo ofreccn un consuelo neur6cico, reduciendo al individuo a una caricatura y anulan­do la posibilidad de la expericncia \rivida; por Ultimo, el riem­po cronol6gico y extcriQr impone el rol de la edad, en c1 cual se invita a la subjerividad a reconocerse. El problema funda­mental al que se enfrenta la sodcdad de hoy es el de la supe­raci6n: <<todo lo que no esci supcrado», concluye V aneigem, «se pudre, todo lo que se descompone incita a la superaci6n ... La supervivencia es Ia no-superaci6n devenida inviviblo>67

Popularidad virtual de los situacionistas

Como bemos visto, en conjunto e1 concepto de superviven­da es sin lugar a dudas mis claro, menos ambiguo que el de vida mtidiana. La de supervivencia es una noci6n que bace referenda a Ia pura negatividad, a Ia total reducci6n al impe­rative econ6mico y a Ia completa subordinaci6n psicol6gica a Ia sociedad del especciculo. El problema se plantea a la bora de preguntamos basta que punto esa cosificaci6n social gene­ralizada es Ia condici6n psfquica real de Ia sociedad, o si se ttata mas bien de Ia utopia irrealiz.able del poder. En el prime­rode estos supuestos el examen de Vaneigem deberia enten­derse como un anilisis de Ia realidad vivida, mientras que en el segundo vendrfa a ser el mero pun to de vista del pod cr. En

67. Ibid. p. 161.

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el primer caso estariamos ante un estado de cosificaci6n p si­col6gica total y sin salida concebible, rnientras que en cl segundo nos hallariamos a contrapelo de w1 proceso hist6r:ico cuyo motor es siempre Ia vida, es decir, Ia iruciaciva proletacia. De estas dos interpretaciones es la segunda la autenticamen­te situacionista. Tal y como se dice en Ia revista, <<nosotros somos totalrnente populates, no tomarnos en consideraci6n mas que los problemas que penden ya sabre toda Ia pobla­ci6n. La teoria situacionista es como el pez en el agua. Freme a todos aquellos que piensan que Ia IS constituye una fortale­za especulativa, nosotros afirmamos lo contrario; estamos a punto de,disolvernos en Ia poblaci6n que vive a cada instan­te nuestrc;> proyccto, al vivirlo primero -clara esci- en forma de carencia derivada de Ia represi6n»68

• En otro Iugar la IS hace un parang6n entre Ia situaci6n dellenguaje y la del pro­letariado, ·para reafirmar el radical extrailamiento de am bas con respecto al uso que de elias hace el podef~. Sin embargo en ellibro de Vaneigem, como se veci mas adclante, Ia inicia­civa proletaria se concibe siempre en el marco de una subjeci­vidad radical que en el fondo tiene un or:igen y una naturaleza artistica, lo cual constituye ellfmite fundamental de la oposi­ci6n entre vida y .rupervivenda. Pues ambos conceptos, en efec­to, se.gUn los ilustra Vaneigem, en el fonda designan, respectivamente,la subjetividad artiscica y todo aquello que se le opone. Si esta impostaci6n tiene el merito de poner en evi­dencia el cacicter profunda y esencialmente revolucionario de la experiencia artiscica, su limite consiste, en sentido propio,

68. IS, VIJ, p. 17. 69.IS, VIII, 29.

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en su pretension de hacer pasar a esta Ultima por una totali­dad, aunque sea potencial. Tambien lo negativo, es decir, Ia perspectiva del poder (el ambito de Ja IlljJeTVivencia), CS por Ia misma razon algo mas amplio de lo que piensa Vaneigem. Lo cual, desde luego, no excluye (mas bien convalida) la conde­na inapelable pronunciada por el propio Vaneigem contra todo aquello que el considera comprendido en Ia nocion de . . supervtvencta.

Cdtica de Ia sociedad del espectaculo

La critica de Ia sociedad modema esti comprendida de forma mas objetiva en d hbro LA sociedad del espedtialkl, de Guy Debord. En ei d cacicter fundamental de la alienaci6n con­tempocinea se concreta en el estado de pasividad contempla­tiva producido por d neo-capitalismo. Esta dimension espectacular «no es un conjunto de imagenes, sino una rela­cion social entre personas mediatizada por imagenes>> (tesis 4) que hunde sus rafces en Ia economfa. De hecho, d especcicu­lo es al mismo tiempo el resultado y el proyecto del modo de produccioo existeote; es el producto por excelencia de Ia sociedad actual, que se identifica con Ia ecooomia que se desarrolla para si misma: coo «el momeoto en el que la mer­caocia ha logrado Ia oapacion lola/ de la vida social» (tesis 42). Debord precisa: <<El especciculo es la otta cara del dinero: el equivaleote general abstracto de todas las mercancias. Pero si el dinero ha dominado Ia sociedad como representaci6n de Ia equivalencia central, es decir, del caracter intercambiable de bienes mUltiples cuyo uso seguia siendo incomparable, el especciculo es su complemento moderno desarrollado donde

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la totalidad del mundo mercantil aparece en bloguc, como una cquivalencia general a lo que el conjunto de Ia sociedad puede ser o hacer. El especciculo es cl dinero que solammle se conlenpkz, porque en el ya sc ha intcrcarnbiado Ia totalidad del uso con Ia totalidad de Ia representaci6n abstracta. El espec­taculo no es s6lo c1 servidor del se11do-uso, el es ya en sf rnismo el scudo-uso de la vida» (tesis 49). Su cscala mundial sc prc­senta de dos maneras: como espectacular conccntrado, que es Ia forma que adopta sobre todo en los regimenes de capitalis­mo burocci.tico, en los que 1a clase dirigente, propictaria del trabajo social total, no deja a las masas explotadas margen de elecci6n alguno y se impone mediante una violencia penna­nente; o bien como espectliculo difuso, como acompafia­miento del desarrollo no perturbado del capitalismo modemo en el que· las mercancias concretas se enfrentan en una lucha de Ia cual todas quieren salir victoriosas. En ambos casos, «el especciculo es la aftrmacion de la apariencia y la afirmaci6n de toda vid~ human.a, es decir social, como simple apariencia» (tesis 10). Por lo tanto, para 1a teoda crftica se revela como <da negaci6n visible de 1a vida», es decir, «como una ncgaci6n de la vida que ha llegado a ser visible)).

Al subrayar e1 aspecto econ6mico del espectliculo y su funci6n objetiva en 1a sociedad burguesa, Debord elude las dificultades implicitas en la descripci6n psico16gica que bacia Vaneigem. Y sin embargo no por ello su libro deja de susci­tar otras perplejidades, incluso mayo res. Si bien es verdad que en un cierto sentido Debord es beredero de Ia concepcion tradicional del marxismo que atribuye un sentido hist6rica­mente progresista y revolucionario a1 desarrollo de Ia burgue­sfa, del capitalismo industrial y de la ciencia, por otto lado no deja de afumar que «el slljeto de la historia no puede ser sino

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lo viviente produciendose a sf mismo» (tesis 74), que «el pro­letariado solo puede ser el mismo el poder si se trans forma en Ia dase de Ia co!1ciet:n"at> (tesis 88) o que el proyecto de Ia revo­luci6n «no puede ser el mismo cientifi((m (tesis 82). Debord intenta conciliar estas dos tendencias opuestas distinguiendo b. originalidad del papel hist6rico desempeiiado por Ia bur­guesia de la originalidad del proyecto proletario (tesis 88), repitiendo que «de todos los insttumentos de producci6n, el mayor poder productive es la clase revolucionaria misma» (tesis 80) y sosteniendo que <<Ia victoria de la economfa debe ser al mismo tiempo su detrota», ya que <<las fuerzas que ha desencadenado suprimen la nemidad econo1nica que ha sido la base material de las sociedades antiguas» (tesis 51). A pesar de todo, el salto de Ia prehistoria a Ia historia, del reino de Ia nece­sidad al reino de la libertad que Debord plantea y en el que identifica d momento revolucionario, se resuelve en el fondo en una mera toma de ~onciencia, en el paso del «elkJ econ6mico» al «yo» (tesis 52): el hecho de que esta subjetividad venga deter­miruzda por d desarrollo de las fuerzas econ6micas (que encuentnm en ella su propia superaci6n) no es tanto Ia con­secuencia de un proceso dialectico de rechazo redproco e.ntte sujeto y objeto como Ia culminaci6n de un proceso de absolu­tizadon del yo. Si el anarquismo consideraba al sujeto en ter­minos anti-hist6ricos, a menudo dejando la realizaci6n del hombre total al capricho individual, Debord sostiene que «el sujeto emerge solo de la sociedad, es decir de Ia lucha que hay en ella>>, pero este condicionamieoto se entiende rruis como una cima de absoluto que como una admisi6n de relatividad. De ahi que, si bien Ia IS sabe muy bien que esta lejos de repre­sentar a la clase revolucionaria, esti convencida de que tarde o temprano esta adoptaci su conciencia: de hecho la IS se

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present.'l a si misma como «cl mas alto grado de Ia concienc.ia revoluci~naria internacional»70

• <<La revoluci6n proletaria>>, escribc Debord, «se halla enteramentc supeditada a esta ne­cesidad: por primera vez, es la teoria como inteligencia de Ia pcictica ,humana la que debe ser reconocida y vivida por las masas. Exige que los obreros lleguen a ser dialeccicos e inscriban su pcnsamiento en Ia pr:ictica; de esta forma pide :1

los hombres sin malidad mucho mas que lo exigido par Ia revo­luci6n burguesa a los hombres cualificados en quienes dele­gaba su puesta en pr:ictica>> (tesis 123). Por lo tanto, solo en apariencia la perspectiva de Debord es m:is objetiva que la de Vaneigem: elllamamiento ala historia noes mas que el medio para absolutizar una subjetividad cuya verdadcra naturaleza es todavia artistica.

I Teoria y practica de Ia subversi6n

Pero La soaedad tkl epeda(ll/o deja sin resolver otto pro­blema fundamental: el de la relaci6n entre la teoria y Ia pcic­tica. En este tema Debord no va mas aUa que Hisloria y conaenria tk clast, limiclndose a repetir la doble conexi6n esta­blecida por Lukacs en aquella obra entre capitalismo, pasivi­dad y teorfa especulativa por un !ado, y entre proletariado, actividad y teoria tk Ia praxis por el otto. En otto sentido, sin embargo, Debord intcnta fonnular Ia posibilidad de una teo­ria practica que sea capaz de superar, tanto en la organizaci6n revolucionaria como en el ejercicio del poder por parte de

70. IS, IX. p. 24.

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los Consejos Obreros, las dificultadcs implidtas en la separa­cion tradicional. Y es que efeccivamente, no es en absoluto cierto que la ftlosofia y la ciencia burgucsas hayan sido, como quiere Lukacs, esencialmente comemplativas, pues ya a par­tir del Renacimiento el paso del capitalismo comercial al capitalismo productor de mercancias ha ido acompaiiado por el surgimiento de una teoria que exigia ser puesta en pcictica71

• La observacion de Debord, deducida directamen­te de Lulcics, seglin la cual «el espccciculo cs el heredero de toda la tkbilidad del proyecto filosofico occidental, que fue una comprension de la actividad dominada por las categorias del m-(tesis 19), no prueba nada en contra, pues se aplica tan

solo al idealismo aleman que, por otra parte (como recono­ce tambien Debord), es la Un.ica filosoffa burguesa de cacic­ter revolucionario, aunque sea de manera distorsionada y caotica. Por otra parte, Debord anticipa una nocion de cohe­rencia y unidad que se identifica con la autonomfa, con e1 domioio de la propia vida, oocion esta que va mas alla de la distincion burguesa entre teoria y pcictica: no por nada reprochara asperamente a Lulcics el haber atribuido al parti­do bolchevique una autentica funcion de mediacioo entre Ia teorla marxista y la pcictica de la luchas de clases. Sin embar­go, como veremos, esta segunda tendencia habria necesitado de algo que esci ausente en el libro de Debord, a saber: una refundacion enteramente nueva de la teoria respecto de la realidad social.

71. Vee mi texto 4lfeoria e pratia nel Ri.nascimento: L.B. Alberti>~, Agaragar, oWn. 3.

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Critica de las especializaciones alienantcs

La tendencia totalitaria del capitalismo moderno, que subsume no solo el trabajo sino todos los aspectos de la vida al valor de cambio, al incremento del capital, ·al especciculo, mediante un proceso de cuantificadon y de abstraccion que se desenvuelve ya a escala planetaria, se man.ifiesta paradoji­camente en Ia separadon progresiva, la fragmentacion y el aislamiento de las actividades singulares, las cuales quedan reducidas a espedalizaciones. Estas son a un tiempo medio y fin: medio, porque penniten precisamente el dominio capilar sobre los ambitos singulares de Ia vida social; y fin, porque a1 quedar roto todo vinculo con Ia vision global de la vida, pcr­miten Ia manipulaci6n sin limite de los deseos y aspiraciones de Ia gente. La poll!nica contra las actividades especializadas ha sido por ello una preocupaci6n constante de Ia teoria critica siruacionista. La IS hereda de Lulcics Ia tesis se_gUn Ia cual el punto de vista de Ia burguesia va dirigido a (ragmentar los conocimientos y a dividir el trabajo, mientras que Ia perspec­tiva del proletariado, en cuamo que dase revolucionaria que rechaza el conjunto de las condiciones existentes, consiste precisamente en Ia vision total de Ia siruadon social. Por ello, a partir del tercer numero de Ia revista, Debord sostendri que la superacion de bs condiciones e:xistentes depende antes que nada de la aparicion de perspectivas que se refie­ran a la totalidad y afirmara la unidad profunda de todos los logros revolucionarios. Incluso la seccion holandesa de Ia IS, que pronto seria expulsada, reconoce que «ya no ticne senti­do buscar el desarrollo de esta o aquella actividad cultural si no se parte de un todo que se extendera hasta abarcar la

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sociedad entera>>72• En lo sucesivo la polemica contra Ia espe­

cializaci6n cobraci una importancia de tal calibre que defini­ci por contraste al conjunto de Ia IS: «Contra los cuerpos jerarquiz~dos de especialistas que componen, cada vez mas, Ia burocracia, los ejercitos y los particles politicos del mundo modemo, la IS, como se vera algtin dia, se presenta como la forma mas pura que puede adoptar un cucrpo anti-jcrarqui­co de antiespecialistas»7

). Asf, la acusaci6n no se Ianza solo contra las artes inclividuales, las clisciplinas tecnicas, el urba­nismo . .. sino tam bien, y sobre todo, contra la poUtica."Lo cual, por otra parte, no e..xcluye -mas bien implica- un cono­cimiento mis profundo de cada clisciplina, cuya verdad rritica, a fin de cuentas, no tiende sino a su superaci6n revoluciona­ria. De esta forma los especialistas mismos se encuenttan hoy dia ante d dilema de seguir siendo prisioneros de un rol estrecho, ridiculo e infamante al servicio del poder (que como maximo les garantiza una seudo-identificaci6n en la escala jer.irquica), o bien asumir, en relaci6n con la propia especializaci6n, cierta actitud critica que aspira a la «reaHza­ci6n de sf mismos» y del sentido alienado de toda clisciplina. Sea como fuere, lo cierto es que no les correspondeci nunca a estos especialistas determinar el modo de empleo de sus disciplinas, sino al poder en d primer caso y al movimiento revolucionario en el segundo.

Los situacionistas entienden el concepto de totalidad no s6lo en sentido negativo (como rechazo total), sino tambien en sen­tido positivo (como rea1izaci6n total). En efecto, el rechazo al

72. IS, m, p. 29. 73. IS, V, p. 7.

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capitalis~o debe scr total, porquc las oposiciones sobre cuescio­nes particulares actUa.n como dientes en ruedas dent.'ldas: «Se unen entre ellas y hacen girar la maquina del espect.kulo»74

• El poder crea falsos antagonismos y contraclicciones para insccibir cl rechazo en un esquema reformista susceptible de ser contro­lado. En este contexto seudo-antagonista es donde se plantean las discusiones a favor y en contra del clivorcio, sobre la droga, los cspaguetis, la nacionalizaci6n, el auto-stop, el amor en grupo ... ; «se pregunta a todos su opinion sobre los detalles para mejor impedirles tener una sobre la totalidadn'~.

En sentido positivo, Vaneigem define la totalidad como «la realidad objetiva en cuyo movim.iento Ia subjecividad no puede insertarse mas que bajo la forma de realizaci6n ... S6lo hay realizaci6n autentica en Ia realidad objetiva, en la totali­dad»76. Esta realizaci6n subjetiva en Ia objetividad se opone a la realizaci6n objetiva en la subjetividad, que es Ia que ofre­ce el poder y que consiste en Ia ttansformaci6n del inclividuo en un objeto manipulable. SegU.n Vaneigem, la unica vfa para llegar a la totalidad es la que pasa por la praxis. Esta Ultima no se concibe en su sentido bwgues de puesta en pcictica de una teoria preconstituida, sino en el sentido marxiano de «relaci6n entre los hombres y Ia naturaleza: Ia praxis, incluso alienada,, es lo que permite mantener el contacto con Ia tota­lidad. AI revelar su cacl.cter fragmentario, la praxis revela al mismo dempo Ia totalidad real (la realidad), pues la totalidad se realiza mediante su contrario, es decir el fragmento»77

74. IS, IX. p. 24. 15.IS, VITI, p. 39. 76. Ibid., p. 44. 77. Ibfd., p. 45.

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Enseguida veremos como Ia accptaci6n de esta teoria mar­x.iana de Ia pra.xis sc concilia mal con la tesis situacionista de la abolici6n del trabajo: en efecto, Vancigcm no haec sino rcproducir Ia concepcion humanistica, retomada precisa­mente por el joven Marx, segU.n la cual en la condici6n natu­ral del trabajo humano la subjetividad se refleja (se objctiva) en el producto creado por ella, mientras que en la condici6n alienada la objetividad del poder se refleja en una subjetivi­dad creada por este. En realidad, como ya he demosttado en otro lugar'' , si la segunda condici6n describe efectivamente

78. Va L~one artirtiuz, cit. pp. 21-24. «El punto de ll~da de 12. teo­ria critica es detamin2r 12. aunaa de ser de 12. revoluci6n, entendida como tot:ili<hd real, supenci6n y abolici6n simulcino del arte y de 12. economfa. Eo el arte 12. GllJiiMd de b.s openciones y de b.s obras es prese.rvada ideal­mente: 12. obn de arte es tal porque reenvia a 12. openci6n (acto de crea­cion} que 12. ba re:a!izado y de Ia que e:xti:l.C su cwlidad de producto Unico y c:oocreto, no interamhi2ble. fuertemente caractt:rizado y significativo. lgualmc:nte, 12. ope:ncion :utfstica reenvia a Ia obn que hace y e:xtrae de elb. su c:u:didad de opeaci6n coocreta y significativ2.. Sin embatgo, en los dos casos esa cwlidad no es iomcdiata ni real: en efecto, el t&mino que cons­tituyc cl punto de llcgada dd reenvio nunca esti presentc y de aunera simultioca alreenvfo mismo. La ope:nci6n a 12. que Ia obn reenvh, y de 12. que e:xti2.C su cualidad, es alga paudo, ya recorrido, porque Ia obra esci, por definicion, acabada, realizada; Ia obn a Ia cualla openci6n recnvfa, y de Ia que e:xtrae su cualidad, es a! go futuro, esti por venir, porque precisa­mente Ia ope:nci6n apunta a elb.. Ll idealidad del arte consiste e:xactamen­te eo esta auscncia de 12. cnalidad eo Ia realidad; en cl hecho de que cl rttnvio a algo no presentc es una condici6n indispensable a su distinci6n con respecto al trabajo y 12. mercanda.. Despues de todo, 12. cwlidad y 12. concreci6n de cualquia cosa no es mas que su experitnria villida, al mismo tie:mpo que su disjntll y su tono<imimto entc:ndidos en su unidad: estl expe­rie:ocia vivida es propotcionada por el arte de manera ideal El arte nos da

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cuat es Ia condici6n dcltrabajo en Ia sociedad burguesa, Ia pn­me.ra describe no ya Ia situacion de la actividad en Ia sod e­dad natural (y menos allr1 de Ia actividad revolucionaria), sino Ia de Ia actividad artfstica en particular, la cual consiste precisa­mente en Ia producci6n de un objeto en el que Ia subjetivi­dad se refleja. Solo considecindolo desde su propio punta de vista podemos decir que dicha actividad es una realizaci6n: porque ya la mera cx.istencia de un recnvio redproco entre subjetividad y objetividad -entre el acto de crear y Ia obra misma-, que es Ia co.ndici6.n indispensable para que ambas adquieran u.n sentido y entre.n en relaci6n con Ia totalidad, es seiial de que la totalidad de semejante experiencia es tan solo ideal. Vaneigem, al atribuir de esta forma al trabajo, es decir a Ia praxis, las caracteristicas de Ia actividad artistica, hace un

Ia idea de esa experiencia. no su presenca real: Ia pocsia, cl teatto o cl anc: figurative no son nunea palabru, comportunientos u objetos dcl mundo real. La realid:ld esti entet:amente ocupada por las openciooes y obras c:con6micas, de las que no nos es <hd.a ninguna expc:rienw vivida, sino sol.amente una percepci6n t11a11JiJali~ cl mundo de Ia c:conom!a es asimis­mo cllugar de Ia abJJrr:«ih, cl SI1ITfliti4 y Ia ignof'llntia. La revoluci6n es Ia rea­lizaci6n dcl sentido, alienado en cl arte, precisamente porque eo clla 1.a cua.lidad de las operaciones y las obras se presenta como rtJJJy no tiene ncxc:­sidad de ningUn reenvio: operaciones y obas, en su presenw inmcdnta, se conviertcn en objeto de e:xperienw vivida (gozo y conocimiento); es deor, son a1 mismo tiempo signific:uivas, conac:ms y reales. Sm embaJgO, esto no quiere decir que a1 arte le fulte solammk Ia realidad p:= ser revolud6n. EJ arte es semido sin realidacl. pero r.4 cl proyc:cto de Ia rcvoluci6n ni su prefi­guraci6n ideal. El sentido, en su sc:p:=ci6n esttuctural deb realic:Ud, se pcr­viertc: fatalment.e y debe sc:r reestrucrurado en sus aniculaciones fuod,mentales para ser real. La revoluci6n es, por tanto, Ia realizaci6n dcl sentldo, pc:ro no Ia realizaci6n dcl arte, dcl sentido alie~dOl>.]

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uso de Ia totalidad que es todavia sustancialmente artistico, precisamente en la medida en que pretende hacerse con el monopolio del empleo de Ia inteligencia y reemplazar a Dios a la hora de constituir el punto de referenda fundamental de la nueva sociedad79

• El error de la IS no esci en la legitima c:dgencia de darse a si misma y a Ia propia actividad del grupo una forma coherentemente llftilaria (es mas, la supera­ci6n y resoluci6n de los contrastes y las separaciones es la condici6n elemental de cualquier actividad), sino en la ten­dencia a confundir esta unidad con una totalidad, aunque sea potencial.

Por supuesto,los limites que puedan discemirse en la ela­boraci6n situacionista del concepto de totalidad no excluyen la importancia de este concepto, que sigue siendo cl centro de la teoria critica revolucionaria. Esos limites no restan validez a la condena inapelable pronunciada por la IS contra las seudo-oposiciones, ni pueden tampoco servir de pretexto

• - para atribuir a la IS el cacicter de to/ali/aria. Totalitario -dice justamente Vaneigem- es el fragmento que se ha erigido en totalidad: totalitaria por excelencia es Ia sociedad cibemetica, que es el secuestro de Ia totalidad por parte de un futuro poder unitario tecnocciticamente omnipotente. Por el contra­rio, la IS -como el arte- tiene una experiencia autentica de la totalidad y del sentido, aunque se trate solo de una experien­cia itkal. Si esta experiencia conticne la verdad critica de toda Ia sociedad modema -al igual que el arte posee el monopolio del sentido de todo aquello que le es extemo-, esto es toda­via una consecuencia de la separaci6n estructural sobre la que

79. IS, VIII, p. 47.

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se asienta la sociedad burguesa entre un sentido sin realidad y una r~dad sin sentido, y no la prueba de una pretension totalitaria de la IS o del arte. Dicho de la manera mas sencilla posible: aun suponiendo que la IS detentara el mas alto grado de conciencia del movimiento revolucionario, eso no la con­vertida en el movimiento revolucionario tort/ four/.

Critica de la ideologfa de la comunicaci6n

La polemica situacionista contra la especializaci6n csca dirigida muy particularmente contra los te6ricos de los mau media, a1 ser ellos los especialistas mas modemos y por ende mas peligrosos. La comunicaci6n a la que aluden estos espe­cialistas es de sentido Unico: se resuelve en el hercUleo esfuer­zo del poder por organizar y controlar e1 aislamiento pasivo de los individuos mediante las incitaciones clifusas y sin ttegua de los kaders. Esta «expropiaci6n sistematica de 1a comunica­ci6n in~ubjetiva», esta <<eolonizaci6n de 1a vida cotidiana a traves de una mediaci6n autoritaria» no es, para los situacio­nistas, una consecuencia necesaria del desarrollo tecnico, tal y como lo demuestran las prohibiciones -vigentes desde muchos aiios attas- de urilizar las emisoras de raclio privadas. <<l.a ley actual», escriben, «es que todos consuman 1a mayor cantidad posible de nada; incluida la ntula respetable de la vieja cultura, separada por completo de su sentido origina1>)10

A los «modelos» de los te6ricos tecn6cratas, 1a IS opone el «modelo» de la conlllnkadolllotal, que implica necesariamen-

80. IS, vm, p. 20.

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te Ia a&d6!t en cotmln: no hay comunicaci6n posible sin la pers­pecciva de una iniciaciva, de una responsabilidad, de un ries­go compartido. Fuera de dicha perspectiva esci Ia recafda fatal en un eclecticismo complacicme que convicrte las discintas opiniones en equivalentes en el fondo y en intercambiables entre si, pues el escepcicismo es precisamente la instauraci6n de una equivalencia de todas las teorias y su uso oportunista. El didkgo, por tanto, solo sera posible sobre Ia base de una voluntad comoo de compromiso reciproco: algo que es difi­cil de conceb.ir con el poder establecido -ya que, de hecho, <<todo dialogo [con el podcrJ es violencia sufrida o provocada»81

Por lo tanto, los situacionistas sostienen que es indispensable rechazar incluso la apariencia de cfuilogo con aquellos con los que dicho diilogo ciene todos los visos de ser .irreaHzable. La comunicaci6n total implica acdoll lola}, esta, por lo tanto, sc conecta con el advenimiento revolucionario de los consejos, que asumicin todos los poderes: «Uno de los problemas revo­lucionarios consiste en federar esta especie de soviets, los coJz­sdos de Ia com11nmmon, con el fin de inaugurar en cualquier lugar una comunicaci6n d.irecta, que no deba ya recurrir a la red de referencia de la comunicaci6n del adversario (que es como decir el lenguaje del poder)»82

• En sentido inverso, el establecimiento de un cllilogo verdadero tiene inmediata­mente un alcance revolucionario: <<Alli donde hay comunica­ci6n no hay Estado». No por nada los circulos de Ia aventura poetica, que en sf mismos contenfan el conjunto de las con­ductas &asi imposibkJ de la epoca, fueron en cl pasado los Uni-

81.IS, X, p. 50. s2. IS, vm. p. 31.

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cos lugares en que se transmiti6, siquiera de manera po tencial, la totalidad de la revoluci6n.

La tarea fundamental freme a Ia que se halla la IS es pre­cisamc9-te la de realizar la poesia, es decir, realizar las consignas poeticas que las edadcs precedentes se han limitado a cscribir. ~!De que manera? Para empezar, es evidcnte la incompatibili­dad del programa de la IS con los mcdios de expresi6n y recepci6n disponibles. Sin embargo, eso no debe llevar, seg;Un los situacionistas, a un abandono precipitado c irunediato de tales instrumentos, sino que su uso ha de qucdar comprendi­do y ju~tificado por la perspectiva misma de su superaci6n: «No hay que respetar tanto al artc o a la escritura como para querer abandonarlos totalmente. Y no hay que despreciar Ia historia de la filosoffa o del arte modemo basta el punto de querer continuarlos como si tal cosa. Nuestro juicio es descn­gaiiado porque es historko. Todo empleo, para nosotros, de los modes de comunicaci6n permitidos debe, por lo tanto, a un tiempo ser y no ser el rechazo de esta comunicaci6n: una comunicaci6n que contenga su rechazo y un rechazo que con­tenga la comunicaci6n, es decir, la superaci6n de este rechazo en proyecto positive. Todo lo cual debeci llevar alguna parte. La comunicaci6n contend.ci de ahora en adelante su propia autocdtica>>ll. Tambien d lenguaje es un escenario en eJ que se desarrolla la lucha entre el poder y las fuerzas revolucionarias. Sin embargo, en contra de lo que creen los te6ricos de los masJ-n~edia, ellenguaje, en tanto que funci6n creativa que atri­buye un sentido a las palabras, es esencialmente extraiio al poder («El poder vive de la ocultaci6n. No crea nada, recupe-

83.IS, Vll, p. 24.

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I .-

ra»). La dimension csencialmeme revolucionaria del lenguaje se fundamenta en que este constituye Ia posibilidad misma de Ia teorla critica de Ia sociedad, la cual debe «inventar sus pro­pias palabras, destruir el sentido dominante de las otras pala­bras y traer nuevas posiciones al «mundo de los scntidos» que se correspondan con una nueva realidad en gestacion. Nace asi d proyecto elaborado por Mustapha Khayati de un dkdo-11ario situationista, que se propone afirmar en el ambito dellen­guaje, siquiera de forma provisional, posiciones negadoras del sentido imperante.

El principal instrumento de esta subversion general de los sentidos sigue siendo el desvlo, cuyo ambito queda asf notablemente ampliado con respecto a su formulacion ori­ginaria, la cual derivaba de la modernidad artfstica. La cclti­ca de la sociedad capitalista formulada por Marx y la implicita en Ia experiencia de la vanguardia dadaista deben ser constantememe precisadas, corregidas y reformuladas <<a la luz de cien aiios de crecimiento de Ia alienacion y de las posibilidades de su negacion»; el de.wfo es el medio por el que la teocla revolucionaria se hace inmediata y actual; es lo con­trario de la cita -en Ia cual una verdad teorica formulada en el pasado pretende juzgar el presente-, pues en el dewlo es el presente el que se erige en unico juez de afirmaciones pasa­das. Asi, e1 desvfo destruye inmediatamente toda ilusi6n sobre la pretendida independencia de la teocla crltica: <<Aquello que, en la formulaci6n te6rica», escribe Debord, «se presen­ta abiertamente como ditoume [desviado], al desmentir toda autonomia duradcra de Ia esfe.ra de lo te6rico expresado, y haciendo intervenir por esla violenda Ia accion que t.rastorna y elimina todo orden existente, recuerda que esta existencia de lo te6rico no es nada en si misma y no puede conocerse

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mas que con la accion historica y Ia correm on lmt6rica que cs su verdadera fidelidad»a...

Analizada en su conjunto, sin embargo, Ia concepcion situacionista de la comunicaci6n no esci e.xenta de las arnbi­giiedades a las que ya he hecho referenda ameriormcnte. En efecto, se diria que confluyeran en cUa dos perspectivas cJjscin­tas c inconciliables: una, de origen artistico, en la que la justa pol6nica contra el ecleccicismo moderno y cultural se trans­forma insensiblemente en un sectarismo narcisista; la otra, de naturaleza mas propiamente teorica, que es conscientc de Ia dimension provisional y constantemente autocrftica de la bus­queda. En lo que concieme al primer aspecto de Ia cuescion, los siruacionistas parecen ignornr que, si el diilogo es imposi­ble sin e1 concurso de 1a voluntad general de una accioo comlin, no lo es menos cuando lo que se persigue cs tan s6lo e1 reflejo de uno mismo. La comunicaci6n de 1a que hablan y las relaciones que establecen cienden no pocas veces a confi­gurarse seglin 1a perspectiva de un conocimiento por idmtidad, tipica, precisamente, de 1a subjetividad artfscica. De donde sc deriva una actitud sectaria que, de entrada, es incapaz de com­prender 1a afinidad de posiciones convergentes, con lo que a la 1aiga se acaba prohibiendo a sf misma toda posibilidad de desarrollo y superaci6n: e1 modelo de los drculos poecicos ,deJ trobar d11s tenia el riesgo de encerrar a 1a propia IS en los estre­chos lfmites de una hermandad oculta auto-refcrencial ~<ella se lo guisa y ella se lo come)). Esta concepcion a priori de Ia comunicaci6n seglin la cual todo viene ya dado desde el prin­cipio, una comunicaci6n cuyos contenidos estin ya perfecta-

84. Debord, op. tit., tesis 209.

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mente claros antes incluso de que llegue a establecerse de m:l.flera concreta, es una concepcion que esci en claro con­traste con las exigencias de la teoria critica, que se presenta como bUJq:mla y contiene en si misma su propia critica y por lo tanto el germen de su propia superaci6n. Por otto lado, esci claro que dicha b\lsqueda, en la meclida en que parte de prmp11estos bien precisos, no tiene nada que ver con el eclec­ticismo problematizante de Arg,JinJellfJ (revista del modernis­mo cultural publicada entre 1956 y 1962, contra la que la IS lanz6 un boicot) sino que, en el peor de los casos, queda expresada por las palabras de Khayati: «Ellenguaje sigue sien­do todavia la mediacion necesaria para la toma de conciencia del mundo de la alienacion, el instrumento de la teoria radical que termin.aci por calar en las masas, pues es la suya propia; y seci solo entonces cuando hallaci su verdad»15

La teoria critica se determina en su oposici6n estructural a la Uko/Qgia, que es ellenguaje al servicio del poder, mera jus­tificacion del rlalll qllo. En el ambito de la ideologia hay que situar no solo la Dustracion, que ha acompaiiado el ascenso al poder de la burguesla, sino tambien sus formas mas recientes e insidiosas, como son la «tesis de la muerte de las ideologias» (que en realidad noes otra cosa que Ia ideologfa del consumo espectacu1ar en el capitalismo desarrollado) y, a fin de cuen­tas, el propio marxismo, que ha quedado el tambien reducido a una ideologfa, esto es, a una mentira sistematica y especta­cular, tanto por las burocracias de los paises asi llamados socialistas como por los partidos y sinclicatos que imitan su modelo. Ahora bien, la «ideologfa marxista>> no tiene nada que

85. IS, X. p. 54.

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ver con el genuino pensamiemo de Marx, que continua sien­do d punta de referenda fundamental de toda teoria cricica.

Critica de la ideologfa bolchevique

Segilil la IS, la premisa fundamental de un pensamiento revolucionacio modemo es el mhazo Iota/ del111odelo bokheviq;te de org.inizacion (en sus mUltiples variantes: lcninista, trotslcis­ta, estalinista, maofsta, tercermundista ... ) y de sus presupues­tos te6ricos. Dicho modelo se corresponde con un periodo historico en d que la lucha de clases no ha llegado a rnanifes­tarse de forma madura y completa, permitiendo la gestion buroccitica. <<En este desarrollo complejo y terrible)), escribe Debord en su libra, «que ha arrastrado bacia nuevas condicio­nes la epoca de las luchas de clases, d prolet:ariado de los paf­ses industriales ha perdido completamente la afirmacion de su perspectiva autonoma y, en Ultimo aruilisis, 1111 il11nrmes, pero no su ser. No ha sido suprimido. Sigue existiendo irre­ductiblemente en la alienacion intensificada dd capitalismo modemo: es la inmensa mayoria de los trabajadores que han perdido todo poder sabre d empleo de sus vidas y que, dmk el memento en que /o raben, se redefinen como proletariado, el negativo que opera en esta sociedad» (tesis 114). Como puede apreciarse, los situacionistas dan a la palabra <<proletariado» una acepcion notablemenre mas amplia de lo habitual: prole­tario es para ellos cualquiera que baya sido desposefdo del c:mpleo de la propia vida y que lo sepa. Las clases medias tienden a ser proletarizadas de manera endemica mediante la difusion general.izada de un cierto modelo esttandarizado de bienestar: empleados e intelectuales ven que sus condiciones de vida y

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de ttabajo cada vez se asimilan mas daramente a las condicio­nes obrerns. Ademas, el sub-proletariado, a1 que la izquierda ilisica siempre vio con sospecha, adquiere una dimension revolucionaria a partir del momenta en que su rechazo del tra­bajo se convierte en un punta programatico fundamental de la nueva revolucioo. Y finalmente los esrudiantes, los cuales, una vez van tomaodo tonciencia de Ia miseria de su estado presente y del futuro que los espera, no pueden verse a si mis­mos mas que como proletarios.

Las perspectivas abiertas par Ia nueva era, anunciadas ya por las luchas sociales del momenta, implicaban tambien una n11eva ltdllra del pa1ado. Era ante todo necesario, seg\ln la IS, rcexaminar todas las oposiciooes hist6ricas entre los revolucionarios, para asf poder comprenderlas bajo una luz nueva y retomar las posibilidades abandooadas en el camino «sin dejarse impresionar ya por el hecho de que algunas hayan prevalecido sabre otras y hayan dominado el movi­miento, ya que .. .. eo realidad solo han ganado una partida de un ajedrez global»". Semejaote indagacion hist6rica no debe dirigirse coo pretensiones de eclecticismo universitario o de erudici6o, oi tampoco debe orientarse a l.a formulaci6n de l.a verdad abstracta del pasado (como ocurre entre algu­nas minorias rebeldes supervivieotes a la derrota del movi­miento obrero clisico), sino que su tarea fundamental debe consistir mas bien en contribuir a la expresion del nuevo movimiento revolucionario, entre cuyos sigoos anticipate-

86.IS, VII. p. 12. Ver asimismo el foUeto Dt Ia miJjrr tn milimlludiant, tcr­cet:l pane. La version astellina puede leerse aquf: http://www.sindo­minio.net/ash/misetia.htm. [N. del T.]

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rios hay que contar a Ia propia IS. La amplitud de esta nueva lectura lllst6rica es proporcional a las ambiciones y a Ia pro­fundidad del proceso revolucionario que esta por nacer: el advenimiento de Ia sociedad comunista no es un mero cam­bia de ~obierno sino un 1alto cualitativo imvmible, el paso de Ia prelllstoria -en Ia que ha vivido Ia humanidad basta ahora- a Ia verdadera lllstoria, en Ia que cada uno llegacl a ser dueiio y responsable de Ia propia existcncia. L'l critica radical, :por lo tanto, sometera a examcn los origenes mas remotes de la alienaci6n social, sin echarse atnis ante la pesada tarea de impugnar algunos milenios de esclavitud y servilismo. El texto de Vaneigem «Banalidades de Base)) (1962-1963) representa en este sentido un primer intento de discemi;r ya en el mito religiose de los orlgenes la estructu­ra fundamental del desposeimiento y de Ia supervivencia, secularizada por el advenimiento del capitalismo industrial. Ni siquiera el humanismo, definido por Vaneigem como <da negaci6n irrisoria de lo humano», queda a salvo de esta crlrica. Sin embargo, la relecrura del pasado bosquejada por los situacionistas no se queda en una condena terrorista o nihilista pues, por ejemplo, no deja de pooer de relieve el sentido revolucionario de todos aquellos que, eo Ia antigiie­dad y en Ia edad media, trataron de acceder a Ia totalidad · sin Ia mediaci6n del poder insrituido (tal fue el caso de los misrico~. los alquimistas o los gn6sricos). De forma similar, Debord considera en su libra que el milenarismo es una <ducha de clases revolucionaria que habla por Ultima ve.z el lenguaje de Ia religion», una «tendencia revolucionaria moderna a Ia que todavia falta Ia conriencia Je 110 u r mtiJ que hi!­lorica» (tesis 138).

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Critica de Ia ideologfa ccon6mica

Esm reivindicaci6n de Ia funci6n motriz de los aspectos subjetivos de la actividad revolucionaria conttasta no obstan­te con una concepci6n del proceso hist6rico que, a fin de cuentas, sigue siendo econom.icista. En sus <<Banalidades de Baso>, V aneigem localiza el origen de b. economfa, antes que en el intercambio, en Ia apropiaci6n privada indispensa­ble para la supervivencia. Por otta parte atribuye al mito reli­giose un fundamento econ6m.ico, en Iugar de ver en el un sistema de alienaci6n originario anterior al econ6mico. Hemos ya. demostta.do que ese tipo de tesis se concilia mal con la reivindicaci6n de lo cualitativo contra lo cuantitativo y con d programa de abolici6n de la economia que el propio Vaneigem defiende: de heche, la economia solo puede ser supera.da a condici6n de que la transformaci6n de los objetos en mercanclas sea la consecuencia del hecho hir/Orico del inter­cambia y no de la rdaci6n originaria del hombre con la na/11-rakza. Si, como quiere Vaneigem, la existencia humana se presenta ya desde su primera aparici6n como supervivencia econ6mica, entonces los objetos han sido siempre memzndeu y la operaci6n sobre ellos ha sido siempre trabajo. La conse­cuencia de todo ello es que ]a lucba contra este «esta.do de cosas fundamental y originariamente natural, en el que el capitalismo juega. un papel meramente epis6dico» (tesis 4), esci destinada al fracaso, 0 bien a permanecer en un ambito meramente ideal y artistico. Los situ~cionistas no compren­den que la tesis de la abolici6n de la economfa puede dejar de ser una utopia sin sentido y convertirse en un proyecto cohe­rente solo con una condici6n: que la economfa misma sea definida y tomada en su radical hinoriddad. No es en absolute

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derto que «CO la lucha contra la alienad6n natural, Ia auena­ci6n se ha hecho social» (tesis 3): lo c1ue transfonna e1 ampa­ro y la comida en mcrcancias no es la apetcncia subjetiva de los mismos y el eventual conflicto con la apetencia analoga de un tercero, sino el advenimiento de una estructura social que priva al amparo y a los alimentos de su dimension cualitativa, para instaurar entre los objetos una rclaci6n de equivalencia cuantitativa que haga posible el intercambio. El concepto de naturaleza, y por lo tanto la naturaleza entendida como dimen­sion antropol6gica, no viene determinado como aquello que es anterior a la economfa, sino como aquello que la economia deja fuera de si misma calificindolo negativamente como falto de valor y de precio. Vaneigem sostiene que el fundamento de la economfa es la apropiaci6n privada, mediante la cual el hombre primitivo garantiza naturalmentc su propia supervi­vencia, cuando en realidad ocurre lo contrario: es la instaura­ci6n del intercambio lo que consiente, por un lado, la propiedad y, por el otto, la idea de naturaleza.. La alienaci6n mitico-ritual, por mucho que presente aspectos analogos a los de 1a alienaci6n econ6mica (en particular, la negaci6n de sf impiicita en el sacrificio y una esttuctura fundamentalmente dualista), no puede ser reconducida, como haec Vaneigem, a una modalidad particular de la alienaci6n econ6mica, sino que presenta una fisonomia aut6noma y originaria, anterior al advenimiento de la mercanda y del trabajo.

La reexposici6n de estos argumentos contenida en el Tra­latio ••• 11 vuelve a plan tear las mismas dificultades: de hecho, por un !ado Vancigem aflrllla que «no hay liberad6n posible

87. Vaneigem. op. til., pp. 75-81.

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mas aci de lo econ6mico», mientras que por el otro haec suya una concepcion del proceso hist6rico como victoria de la burguesia sobre las fuerzas naturales que es de inspiraci6n ilustrad~-positivista. En el fondo no hace sino repctir las opi­niones de Marx, cl cual oscila entre la tesis de la abolici6n de la economia en la sociedad comunista y Ia afirmaci6n del tra­

bajo como condici6n etema de la existencia humana. Sin embargo, a diferencia de Marx, Vancigem unicamente reco­noce en el proceso hist6rico la acci6n de la subjetividad ere­adorn: raz6n por la cual resulta tanto mas diffcil, desde su punto de vista, explicar el contraste entre la orientaci6n tec­nico-uti.litarista que dicha subjetividad ha venido tenicndo desde sus origenes hasta hoy dia y Ia orientaci6n social-revo­lucionaria que debe asumir a partir de ahara.

Crltica de 1a ideologia cientifica

La aprobaci6n del papel hist6rico de la burguesia, del t:ra­bajo y de la ciencia pone a la IS ante una dificultad insupera­ble. Asi, en un mismo articulo, los situacionistas no dudan en definir la nueva era como <da sociedad t&nica con la imagina­ci6n de aquello que se puede haceo>, al tiempo que sostiencn que <da pr6xima forma de sociedad ya uo se basaci en la pro­ducci6n industrial»". Esta atribuci6n de un cacicter instru­mental y no estructural a la ciencia y la tecnica, casi como si fueran un mero medio completamente subordinado a los deseos de la subjetividad (que hasta ahora se ha servido de la

88. IS, VII, p. 17.

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una y de Ia otra solo para dom.i.ruu: Ia narurnlcza, pero en adc­lante habria de emplearlas en Ia satisfacci6n de los deseos mdJ­viduales yen el desarrollo de I.a. socializacion), sc basa de hecho en una profunda mistificaci6n ya que, si bien cs cierto que a en­cia y tecnica reducen todo a medio, elias mismas no son tanto un mcdio neutro como una cstructura, solidaria a Ia sociedad burguesa, de dominic de Ia realidad mediante Ia abstracci6n y Ia cuantificaci6n69

• La pretension de destinar Ia ciencia a Ia con­secuci6n de objetivos que son por cxcelencia concretes y cua­litativos es aJgo tan necio como pretender superar Ia economla

' por medio de Ia abundancia de las mercandas. La falsa contradicci6n que Ia IS pone de manifiesto en el

seno de Ia sociedad capitalista entre la acumulaci6n de pro­ductos y capacidades tecnicas por un !ado, y su empleo por cl otto, eq.tre <da positividad de la transformaci6n de la narura­leza» y «su recuperaci6n mezquina por parte del poder jerar­quizado», desempeiia Ia funci6n de ocultar Ia verdadera contradicci6n que existe en el interior de Ia IS, a saber, el con­traste entre uo hiperfutw:ismo tecnico-cientifico todavfa ope­mote (aunque ioterpretado mas dialecticamente) y Ia critica radical del trabajo, de Ia ciencia, de Ia tecnica, de la sociedad burguesa en su totalidad. La IS reprocha prccisamente al grupo Socialismo o Barbaric el programa de humanizaci6n del trabajo y se hace portavoz de un proyecto revolucionario que no se propene oada menos que Ia supresi6n del trabajo y de todas sus justificaciones90

• Sin embargo, la IS entiende dicha abolici6n del trabajo como Ia consecuencia 16gica del

89. Ver M De Paoli, «Sciencia cd cconomia», Ag.=gar, nUm. 2, cd «Econo· mia comerc:We e linguaggio ruionalc: dauro e tog®l, .A,gar~ ntim. 3. 90. IS, VITI, pp. 3-4.

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desarrollo mismo de las fuerLaS productivas, antes que como e1 resultado de un salto cualitativo cfectuado por la lucha de cbses. En la valoracion de la sodedad burguesa y de sus fun­damentos economicos y cientificos, la IS no llega a realizar esa «inversion de perspectiva» que pennite oponer, a las ide­ologias de la clase dominante, e1 punto de vista de la autono­mia proletaria. En particular, Ia IS no dejo de ser vfctima de la pretension de identificar sin reservas la historia de la era burguesa con sus manifestaciones economicas y cientfficas -pasando por alto d hecho de que el motor del devenir his­torico de las sociedades occidentales ha sido siempre la lucha del proletariado-, al atribuir a la econoMia y a la ciencia un clinamismo autonomo que estas jamas tuvieron. Por consi­guiente, para evitu caer en la utopia la IS se vio obligada a localizar d elemento propulsor de la nueva sociedad, precisa­mente, en hipoteticas conttadicciones intemas del desarrollo economico y cientffico. El nuevo esquema situacionista de la conttadiccion entre <<el desarrollo ala vez mezquino y peligro­so de la producci6n actual» y «d grandioso tksarroi/Q posible que se apoyaria en la actual infraestructura economica» esti. desti­nado a ser desmentido, al igual que d viejo esquema marxis­ta de la conttadiccion entre las fuerzas productivas y las relaciones de producci6n: no secin.las dificultades internas de crecim.iento del capitalismo las que den lugar a la nueva socie­dad, sino d creci.miento cualitativo de la lucha de clases del proletariado, que siempre ha sido el enemigo exterior del capi­talismo. La IS pretende reencontrar en la naturaleza un <<adversario vatido», pero Jo cierto es que, como tal, la natura­leza fue siempre un pretexto: el verdadero adversario de la economfa y de la ciencia es d proletariado. La diruimica de estaS, en los momentos verdaderamente decisivos, depende

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L

de una r:tacdon a Ia lucha de clases, del intento siemprc frustra­do de contenerla y suprimirla. Contrariamente a cuanto ha defenctido la ideologia ilustrada-positivista, Ia economia y Ia ciencia son instancias esencialmentc ultiticas. Los situacionis­tas se defienden de la acusaci6n de utopismo afirmando que todas sus propuestas son tecnicamente realizables y que sus ambiciones son iguales a la nqueza de las posibilidades tecni­cas del momento91

• Sin embargo, sin saberlo est.-in aceptando una mistificaci6n impuesta por el capit:ilismo, el cual siempre ha tratado de vender como totalidad hist6rica su propia reali­dad ecori6mico-cientifica. Si damos Ia vuelta a Ia perspectiva veremos que, si hay utopia, esta no es otra que Ia pretension en Ia que se basan Ia economia y 1a ciencia de prescindir de los aspectos concretos y cualitativos de Ia existencia.

Critica de la ideologia tecnocratica ' I

Esta valoraci6n del papel hist6rico revolucionario desem-peiiado por la burguesfa, de Ia ciencia y de Ia victoria sobre Ia naturaleza es, en e1 caso de Ia IS, una herencia no superada de los aspectos mas ilustrados del marxismo y esci en franco contraste con su rechazo ractical del reformismo modemo del trabajo y de Ia cibemetica. L'l ectitorial «Y ahora, Ia IS» del nlimero nueve de Ia revista (1964) contiene, en efecto, una autocritica que constituye el esfuerzo mas notable que jamis hicieron los situacionistas por distinguir el proyecto de Ia IS de las tendencias modemas de integraci6n en Ia sociedad

91. IS, IX, p. 25.

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acrual: «Todos los casos de busqueda 4ue scan modernos, y no revolucionarios, han de ser vistas y tcatados como nuestro enemigo numero uno. Tienden a reforzar todos los ordenes existentes.>>92 De forma aruiloga, Vaneigem escribe en su libra que «no se puede esperar ya nada de las fuer.tas productivas en evolucion permanente»93

, al tiempo que acusa a Ia ciber­netica de ser el instrumento mis perfeccionado de un control policial cuya ambicion fundamental es la transformaci6n del mundo emero en un campo de concenttaci6n. Sin embargo la contradiccion no queda resuelta: «La organizacion tecno­ccitica>>, escribe Vaneigem, «eleva Ia mediacion tecnica a su mis alto grado de coherencia. Se sabe desde hace tiempo que el patron se apropia del mundo objetivo con la ayuda del esclavo; que el instrumento no aliena al trabajador mis que desde el momenta en que es el patr6n quien lo detenta. Del mismo modo, en el conswno, los bienes no tienen en si mismos nada de alienante, pero Ia elecci6n condicionada y Ia ideologfa que Ia envuelve determinan Ia alienacion de sus compradores>>94

• Por consiguiente, seglin Vaneigem, Ia ciencia y la tecnica producen mercancias que no son porn mismas alie­nantes, sino que lo son Unicamente en esta sicuacion social. De est:a forma a Vaneigem se le escapa la conexion indisocia­ble que existe entre la otgani.zaci6n capit:alista del trabajo y los presupuestos de la ciencia. As~ el subjetivismo sicuacionista se revela tambien en esta incapacidad de comprender Ia natu­raleza esencialmente alienante de la mercancia industrial: para

92. Ibfd, p. 4. 93. V:Ulcigem, op. at., p. 84. 94. Ibfd p. 85.

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Vaneigem cualquier objeto est.-\ privado en cl fondo de una dimension cualitativa autonoma, ya que no es mas <tue e1 espcjo de Ia intencion subjetiva de quien lo emplea. Ni stquiera el texto de Eduardo Rothe, «La conquista del espacio en el tiempo del podem, a pesar de ser mucho mas rcciente (1969), supone una superacion definitiva de tales dificultndes; si, por un lado, esboza una crltica general de Ia ciencia, por el otro acaba limitando dicha crltica a lo que es Ia subordinaci6n de Ia misma a1 poder estat."ll: <<La autogesti6n generalizada de Ia transformaci6n permanente dd mundo por obra de las masas haci. de Ia ciencia una banalidad de base y ya no una verdad de Es~o»95• Pero en definitiva, tampoco cabrla esperar un diSCUFSO mas profundo pues, para Ia IS, el fundamento de la revolucion social no fue nunca mas que la culminaci6n de la «reyoluci6n» burguesa, cs decir, el hiperfuturismo vincu­lado a1 d~arrollo de la economia, Ia tecnica y la ciencia.

Teoria y· organizaci6n revolucionaria

La otra dificultad fundamental de Ia teorla crlcica situa­cionista consiste en la formulacion de Jas relaciones entre leoria y pradica. Asi, es cierto que, por un !ado, la IS aspira a la superacion de Ia concepcion burguesa de Ia teorla como dominio completo y exhaustive de la realidad que encuentra en 1a practica su propia ejecuci6n, mientras que, por otro lado, no llega a dar con una formulaci6n cohe.rcnte de lo que ser.ia la noci6n altemativa, que 1a IS define como leoria pra(·

95.1S, XII, p. 81.

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fica o bien como verdad practica. Precisamente Ia primera de estas concepciones, que tambien Lenin hizo suya, juscifica el rol dirigente desempeiiado por anciguos intelectuales con­vertidos en revolucionarios profesionales; la IS rechaza semejante rol con la mi.xima energia: «cada vez que un poder se ha presentado como dirigentc de una voluntad revolucio­oaria ha minado a priori e) poder de la rcvoluci6n»96

• La revo­luci6n, por lo tanto, ha de enfreotarse a un dilema: o bien niega a Ia teorfa cualquier legitimidad, o bien reconoce en la teorla misma una dimension practica. Tras optar por la pri­mera soluci6n, grupos como Informations Correspondance Ouvrieres (ICO) y el Movimiento 22 Marzo opondran a la teorla, respectivamente, la pcictica de Ia lucha de clases y Ia pcictica de Ia acci6n ejemplar. La IS, por su parte, elige la segunda soluci6n, esforzandose en sacar a la luz e1 cacicter prtimm de Ia teorla radical. Asf, en el editorial del nu.mero nueve se afirma, entre otras cosas, que «cuando la teorla revolucionaria reaparece en nuestra epoca, no pudien­do contar mas que consigo misma para difundirse en una prtldi&a nutva, se dirla que en ello hay ya un importante pri.n­cipio de pcictica>>. Una y otra vez se confirma el concepto de que Ia pcictica revolucionaria, implicita en tantos actos vandalicos de revuelta y de rechazo, necesita de Ia teorla por lo menos en Ia misma medida en que esta exige una pd.ctica coherente: <d..a nueva teorla revolucionaria debe caminar al paso de la realidad, es decir, estar a la altura de Ia praxis revolucionaria, Ia cual se prepara aqui y alia, pero se antoja todavia parcial, mutilada y s1n proyccto global cohe-

96.15, VITI, t>· 47.

96

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rcnte»77• Aquello que la politica trad1cional de Ia izquierd:t

defme como practi(a no es para Ia IS otra cosa que el in ten­to de imponcr una direcd6n a las luchas de los proletanos: <<A diferencia de los viejos micro-partidos, que no ccsan de ir en busca de los obreros -<:onforme a una vision que par suerte se ha hecho ilusoria-, nosotros csperamos que scan los obreros los que se acerquen, a traves de sus propias luchas reales, a nosotros. Eo ese momento nos pondremos a su disposici6ro>.93

Sin embargo, hay que dccir que el concepto situacionista de teoria practica presenta alguna que otra ambigiiedad. Si bien es cierto que, en uo sentido, tal concepto designa de hecho una amdidtftl elcistencial fundamentalmente umiaria, una relaci6n incesantemente limpida entre la conciencia imelec­tual y la experiencia vivida (que hoy es el modo de ser de los revol~cionarios y manana seci el de los Consejos Obreros), en otto sentido indica uo complejo de ideas que secin aplica­das por una fuerza pcictica que, de alguna manera, ha de ser extema. Por eso sostieoe Debord en LA sodedad tkl espectamlo que «la constituci6o misma y Ia comuoicaci6n [de la teoda pcictica] no puede ya efectuarse sin una practi(a rigurot(l)> (tesis 203), o que <<Ia existencia de lo te6rico no es nada en sf misma y no debe ser conocida mas que a traves de Ia acci6n hist6ri­ca» (tesis 209). Sin embargo, a continuaci6n identifica esta acci6n hist6rica con el tksv/o, coo la reformulaci6n actual del pensamiento de Marx o con las decisiones y vicisitudes de la lntemacional Situaciooista (tal y como sucedc en el texto de

97. IS, X, p. 46. 98. IS, XI, p. 64.

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Vaneigem «Tener por objetivo Ia rcalidad pcictica», que apa­rece en el nfunero once de Ia revista, o bien en la rubrica <d..a pcictica de la teoria», de los numeros once y doce).

La afirmaci6n de la naturaleza prictica de Ia teoria situa­cionista se halla en franco contraste con Ia afirmaci6n de la naturaleza te6rica de algunas iniciativas pcicticas fundamen­tales, como son la Primera Iotemacional y el soviet, considera­das «una exigeocia de la teoria que no hab{a sido formulada te6ricameote» (tesis 90). En cl ambito de dicba e:xigencia habria probablemente que situar, segU.n los situacionistas, a la propia IS, ya que en el fondo ellos no pieosan <<haber inven­tado ideas extraordinarias en la cultura modema, sino mas bien haber comenzado a hacer ver lo exttaordinario de su nada.>> de manera organizada y coherente99

• De esta forma, el drculo se cierra: si empiezan par afi.rn:ur la naturaleza pcicti­ca de la actividad te6rica, terminan sosteniendo la naturaleza te6rica de la actividad pcictica. Sin embargo, en el fondo, par «actividad pcicrica» no entieoden otta cosa que el aspecto colectivo y otganizado de su actividad te6rica, en la cual pre­tenden resolver la historia. El equivoco de fonda implicito en la oposici6n teoria-pcictica no ha sido en absoluto aclarado; el area limitada del clrculo de la ~herenria situacionista, que en sus intenciones deberia contener -aunque fuera solo poten­cialmente- todo el proceso revolucionario actUal, esci en rea­lidad privada de dimension. El circul0 se presenta entonces como un pun to y este pun to es la IS: detentadora y monopo­lizadora de una <mfica teorka nntfitada que se di.rige en solitario al encuentro de la pranka sorialnnificada>>100

• Esta Ultima no

99. IS, V, p. 7. 100. Debord. op. til., pu. 211.

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puedc realizarsc mas que por el proletariado en d momcmo en que estc disuclva todas las d ases, «devolviendo todo el poder a la forma desalienante de la democraaa realizada, el Consejo, en el cualla teoria practica sc conttola a si misma r ve su propia acci6ro>101

• Sin embargo, semejante soluci6n sc concilia mal con las anteriores consideraciones sobre el cadc­ter pcictico de Ia actividad te6rica: oertamente, cl heche de que los situacionistas se sicien a si mismos en cl seno del pro­letariado aleja el peligro de que su actividad de te6ricos dege­nere en una funci6n dirigente de tipo leninista, si bten lo parad6jico de su posicion queda patente cuando se observa que, por un lado, tienden a identificar la coherencia pr.ictica con d memento de la revoluci6n de los consejos, mienttas que por el otto se atnouyen dicha coherencia por definicion de manera completa y total eo tanto que miembros de la IS.

La clave para resolver todas estas dificultades hay que bus­carla eo la naturaleza esencialmente burguesa de la oposici6o entre teorla y pcictica, motivo por el cual dicha oposk:i6n s6lo puede usarse coherentemente en d ambito de una distinci6n y separaci6n entre clirigentes y ejecutantes, tal y como sucede, precisamente, en d leninismo. Desde el memento en que se abre camino la exigencia de una condici6o humana u.nitaria, ambos conceptos, teoria y pcictica, calificados y definidos en termioos de su oposici6n redproca, se hacen ioservibles y generan infinitas dificultades y regresiones: optar por la teoria frente a la pcictica quiere decir coost:ru.i.r teorns que nunca secin aplicadas, es decir, utopfas; degir la practica contra la teorla significa caer en uo espontanefsmo inutil; y defender

101. Ibid., pu. 221.

99

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...

conjuntamente Ia teoria y Ia pcictica implica, en cl mejor de los casos (esto es, alli donde se de Ia poco probable eventua­lidad de que el mismo individuo sea dirigente y ejecutante), instalar una sep:1racion interna entre el idear y el ejecutar. Por su parte, sostener, como haec Ia IS, el caracter pcictico de aquello que es teorico y el cacicter tc6rico de aquello que es pcictico no deja de ser., simple y llanamente, mas que una manera de cootentarSe con soluciones verbales.

La exigencia de una condicion humana unitaria se abre camino en un mundo que esci estructuralmente dividido: 1i11

embargo, tal divi.rion ufnldural 110 eJ enm teoria y prtidica, Jino enm 1enlido y rralidad, es decir, entre un sentido sin realidad y una realidad sin sentido. En ellibro La alienadon arfisli&a he defini­do lo primero como <<arte>> y lo segundo como «economfa>>uc. Semejante exigencia, por lo tanto, no nace del empfreo con el vano proposito de bacerse carne, sino de la situacion hi!lorka concreta de separacion: si surge del ambito separado del sen­tido adoptaci Ia forma de teorfa mli&a, mient:ras que si surge del ambito separado de Ia economia adoptaci Ia forma de !JI&ha de tla!e.t. As£, parece errado considerar la teorla crltica como Ia teorla de la lucha de clases o viceversa, la lucha de clases como Ia pcictica de la teorla crltica. De hecho, si se admite semejante correspondencia los teoricos pasacin a desempeii.ar un papel directive en la socied:ad. La division entre teorla y pcictica no es en absoluto una division estruc­tural, sino el medio a traves del cualla burguesfa, a partir del Renacimiento, ba logrado int.roducir el capitalismo indus-

102. Verb. primen pmede Lz alimation artislicay 4<Agu:tgu y 12 teoW.crl­ticaJt, Agaragar, oWn. 2.

100

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tcial103• Y no es un m.isterio que el leninismo, que haec suya

semejante division, lleve a un capitalismo de Estado. En Ia distincion teoria-practica la teorfa es por definicion clirigentc y Ia pcictica es por definici6n subordinada. Los equilibrios de la IS respecto de este argumento eluden la solucion funda­mental, a saber: que el ambito de validez de los conceptos de teoria y practica esci limitado al mundo burgucs.

Quedan as{ patentes Ia importancia y los J..fmjtes de la teo­ria critica situacionista. Si bien es cierto que los siruacionisL'ls inruyen Ia posibilidad de soluciones nuevas y anticipatorias en casi todos los temas, tambien lo es que, precisamente en las cuestiones de fondo, demasiado a menudo recaen en una tra­

ducci6n te6rica de un subjetivismo artistico que nunca llegan a superar definitivamente, o bien en una repeticion de las difi­cultades ya implicitas en el pensam.iento de Marx.

I

103. Ver cTeori:l e patica nd llinascimento .. .», Agar11gar, nWn. 3.

101

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I ,

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LA REALIZACI6N DE LA TEOR.iA

Inseparable de la negaci6n del arte y de la teoria cdtica de la sociedad, la realizaci6n de la teo ria es un con junto de dimen­siones vividas, de intereses, de comporounientos, de pensa­mieotos, de acciones, de decisiones y de elecciones, que tienden a crear ambientes libres del condicionamiento del poder en los que la creatividad individual y colectiva pueda manifcstarsc ple­namente. Estos esfuerzos orientados a la TUJlizadotJ tkl smtidtJ taman cola IS, al igual que en Dada104

, cuatro direcciones fun­damentales: la subjetividad radical, el grupo, el cscindalo y la revoluci6n social.

La subjetividad radical

La exigencia de una n11tva wbjttividad aparece ya en los pri­meros n11meros de la revista. Asf, en 1959 Ia sccci6n holande­sa de la IS defendia Ia invend6n ininterrumpida como modo

104. Ver mi c<Crftica y realizaci6n del arte en D:~d:t>,, Agarpgar, oWn. 1, o bien La alimadon arlistka, pigs. 191 y ss.

103

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de vida'os. El manificsto de 1960 comraponia, al arte parcela­rio y espectacubr, Ia participaci6n total y Ia organizaci6n del momento vivido'~. Kocinyi, a su vez, define el dueo como <<aquello que es raclicalmentc anci-alienante en Ia vida de todos»'07• Andre Frankin intenta ilusttarlo elaborando el con­cepto de No F11111ro, que el entiende como Ia realizacion de todos los futuros posibles, algo que tiene que vcr con el adve­nimiento d e una «historia sin cicmpos muertos» que implica­r:fa una transformaci6n radical de la emotividad108• De manera harto similar, Asger Jom defiende la liberaci6n de los valores bumanos, es decir, <<la ttansformacion de las cualidades humanas en valores reales»109

Todas estas propuestas se relacionan directa o indirecta­mente con la experiencia de la subjetividad artistica y, en d fondo, no representan mas que la extension de la misma a todos los aspectos y momentos de la existencia. Algo pare­cido ocw:re con el concepto de subjetividad radical, que Raoul

- i, Vaneigem se enaugaci de daborar mucho mas ampliamente. En efecto. la S<:gUOda parte del Trata.do ... -que lleva por tftu­lo, precisamente, «La inversion de perspectiva>>- se propone «acercarse a lo social con las armas de la subjetividad, recons­truir todo a partir de si mismoS>>110

• Sin embargo esta subjeti­vidad no es a1go meramente privado que se manifieste de forma clistinta en cada individuo, sino que, precisamcnte, es

105.1S, ill, p. 31. 106. IS, VI. p. 37. 101. 1S, VII. p. 47. 108.1S, IV, pp. 16-18. 109. Ib£d. p. 19. 110. V aneigem, qp. dl. p. 191.

104

• ,

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,

radical en el sentido de que «todos los mclividuos obcdecen a una misma voluntad de realizaci6n autentica y su subjecivtdad se refuerza a1 percibir en los dem:is Ia misma voluntad subje­tiva»111. E so no significa que exista 1111 sole r110dc kgf11i11o tk u r re110l11aonarior, Vaneigem evita llegar a semejame conclusion al aftrmar que todas las subjetividades, a pesar de que compar­ten una misma voluntad de realizaci6n integral, clifieren entre ellas.m La soluci6n a codas estas dificultades hay que buscar­la en e1 hecho de que Ia subjecividad radical se identifica con Ia «creatividad universal», que no es otra cosa que Ia experien­cia artistica en su forma subjetiva. Lo que revcla su pretension de totalidad es el caracter ideal de su horizonte: en el fondo el merito de Vaneigem es haberla expresado de manera extre­ma, mientras que su error fundamental consiste eo habcrb hecho pasar, pura y simplemente, porIa dimension psicol6gi­ca revolucionaria. Asi, segW1 Vaneigem, esta habrla de mani­festarse en un triple proyecto que implicarla su realizaci6n, comunicaci6n y participaci6n en ella. Estas tres pasioncs guardan a su vez una estrecha relaci6n reciproca yen un con­texto de aislamiento degeneran respectivamente en voluntad de poder, en mentira, en masificaci6n. La realizaaon nace del deseo de crear, de objetivar un proyecto preexistence; la comll­nicadon se relaciona con el amor, que es el modelo mas puro y mas difundido de comunicaci6n autentica; y finalmente, Ia parlidpadon se expresa en d juego, siempre y cuando se esta­blezca una relaci6n dialectica entre los participantes del grupo que ayude a cada uno a radicalizar su propia subjetividad.

111. Ibid., pp. 202-203. 112 lbfd. p. 200.

lOS

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La espontaneidad

Especial interes presenta, en el tratamiento de Vaneigem, e1 concepto de esponlaneidad. Lejos de aludir a una emergencia automatica de un Jato inconsriente ya consrituido, Ia noci6n de espontaneidad es e1 punto de destino de un largo proceso cons­den/e. Para los situacionistas no se trata de dar rienda suelta a fueczas psicol6gicas super-individuales reprimidas o inhibidas (que contendrfan en si mismas todo e1 sentido), sino de con­ducir con obstinaci6n y lucidez una lenta batalla en pos de Ia afirmaci6n de la propia conciencia: «si b creatividad es la cosa mejor repartida del muodo», escribe Vaneigem, <da esponta­neidad, por el contrario, parece depender de uo privilegio. Los Unicos que la detentan son aquellos a quienes una larga resis­tencia al poder ha conferido la conciencia de su valor indivi­dual: es decir, la mayor parte de los hombres en los momentos revolucionarios y mas de los que se cree en uo tiempo en el que la revoluci6n se construye dfa a dia>>m. Los situacionist.as solo ven el aspecto subjetivo y conscience de la psique, y se proponen nada menos que eliminar el componente objetivo e inconsciente que se manifiesta en los sue.fios: <<Solo es espon­ci.oeo», continUa Vaneigem, «aquello que, sin emanar de una constri.cci6n interiorizada basta el subconsciente, escapa a la expropiaci6n practicada por la absttacci6n alienante, a la recu­peraci6n espectacular .. . La reestructuraci6n del individuo pasa por una reestruccuraci6n del inconsciente (cfr.la construcci6n de los sueiios)». La justa exigencia de localizar y eliminar de la propia subjetividad todo cuanto ha sido impuesto por la edu-

113. Ibfd. p. 200.

106

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cadon ,autoritaria parte de una concepcion de Ia psique que privilcgia de manera cxclusiva el aspecto activo y conscieme. De ahi se deriva una dimension existencial en Ia que cada pausa es percibida como una cosificacion, cada reposo como una dimision. La consecuencia mas grave de esta forma de tra­tar el problema es que, por un !ado, Ia subjeovidad continua viendose a traves de Ia lente defonnante de Ia expcnencia artistica, mientras que, por el otro, el inconsciente, y en gene­ral toda forma de objetividad, quedan abandonadas a las inter­pretaciones conservadoras.

Crldca de Ia cosificaci6n

Lo cierto es que Vaneigem se defiende muy mal de estas objeciones: <<nO es que las casas», escribe, <<no expresen nada. Cuando alguien otorga a un objeto su propia subjetividad, el objeto se hace humano. Pero en un mundo regido por Ia apropiaci6n privada, la Un.ica funcion del objeto es Ia de jus­tificar al propietario».114 De esta forma, Vaneigem entiende una ve2 mas que la posicion del objelo esta subordinada a1 suje­to, confundiendo as£ el estatuto economico de las mercancias, derivado del intercambio, con )a objetividad. Vancigem esta dispuesto a atribuir sentido y valor a1 objeto solo en la medi­da en que este sea la prolongaci6n y el apendice de Ia subjeti­vidad, aunque ello conlleve, precisamente, desconocer por completo dicho objeto. Tampoco se puede decir que su intento de fundaci6n historica de la subjetividad radical haya

114. lbfd. p. 259.

107

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sido un e..Uto: <<Nosotros no hemos elegido la subversi6n de las perspectivas en virtud de un volunt..·trismo cualquiera, sino que es ella la que nos ha elegido a nosotros. Comprometidos como estamos en la fase hist6rica de la NADA, el paso siguiente no puede ser otto que un c:unbio del TODO. La conciencia de la revolucion total, de su necesidad, es nuestra Ultima forma de ser hist6rica, la Ultima posibilidad que nos queda de deshacer la historia en ciertas condiciones>>115

• Tal y como ya ocurrla en Debord, esta referencia a la historia es mas un modo de absolutizar el sujeto, al sustraeclo de toda relativi­dad, que una manera de comprender la historicidad esencial de la autoconciencia artistica. En conjunto, por lo tanto, el inten­to de los situacionistas de hacer de la subjetividad radical una reaHzacion efectiva del sentido parece del todo inadecuado a la amplitud y profundidad de las transformaciones ex.igidas: la falta de una critica radical del arte, la aceptaci6n plena del idealismo de la autoconciencia artistica -que se cree todo por-

~ que posee el sentido de todo-, la confusion entre objetivacion y cosificaci6n y la ignorancia de la dimension inconsciente de la psique son limitaciones que les impiden dar con las coorde­nadas de una dimension verdaderamente altemativa de la vida psfquica.

E1 grupo revolucionario

Una de las cuestiones mas importantes para la IS, ya desde el momento de su fundacion, fue el proyecto de gmpo,

115. Ibid. p. 195.

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entendido cste como anticipador que prefigura nuevas rela­ciones humanas revolucionarias. En la primera pane de este estudio hemos seguido el desarrollo de dicho proyccto desdc sus inicios hasta la ruptura total con el arte modemo y sus consecuencias; hemos vista como e) legitimo rechazo del edecticismo y la justa exigencia de conscituirsc en movimien­to coherente contenian en si mismos aspectos no superados de la autoconciencia artistica que favoredan la aflrmacion del sectarismo y del dogmatismo. En el periodo sucesivo, com­prendido entre los aiios 1964 y 1966, los situacionistas con-

' finnan su concepcion de la IS, aunque tratan, eso si, de introducir nuevas e importantes determi.oaciones tendentes a cottegir los aspectos mas exclusivistas y sectarios del movi­mient<?. Dejando sentado que la IS es «un pequeiio grupo experimental, casi alqufmico, en el que se prepara la realiza­cion del hombre tota1>116

, el problema que sus miembros tea­tan de resolver antes que ningUn otto es el de como conciliar y armonizar la experiencia de la subjecividad radical con e1 proyecto de un grupo solidario y coherente. Vaneigem pro­pone, en este sentido, «Wl conjunto de perspectivas indivi­du.ales armonizadas, que no entren jamis en conflicto entre elias y que constituyan el mundo con forme a los principios de coherencia y colectividad», y considera posible que <da touli­dad de estos angulos, todos diferentes, se abran no obstante en la misnu direccion, ya que la voluntad individual se con­funde desde ahora con la voluntad colectiva»111

• El fundamento de semejante armonia se halla alin anclado en la universalidad

116. 1S, Vlll, p. 47. 117. Vaneigcm, op. tit., p. 194.

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de la subjetividad radical, Ia cual se manifiesta de Ia misma forma en todos los hombres: «Nadie puerle refor.lar su subje­tividad sin Ia aruda de los demas, sin la ayuda de un grupo convertido e1 mismo en un centro de subjctividad, un reflejo fiel de la subjetividad de sus miembros. La lnternacional Situacionista es hasta hoy el unico grupo que se ha decidido a defender la subjetividad. radicaL>m Esta soluci6n, sin embar­go, se asienta sobre un equivoco, ya que la universalidad de la subjetividad radical ataiie a lodos y 110 solo a los JtltlafionislaJ. Lo que Vandgem pretende de forma subrepticia es justificar, con referencias a condiciones universales, actitudes o comporta­mientos que 8 presenta como exclusives de los situacionistas y limitados por definicion a su grupo. Asf, cuando escribe que <(el proyecto de participaci6n implica... una coherencia tal que las decisiones de cada uno son las decisiones de todos»119

,

o que «cada uno de nosotros sabe que acttia por los demas al actuar por si mismo»1a~, no hace sino confirmar que entre los situacionistas existe una relaci6n de inlmambiabilidad. Ahora bien, Ia justificacion de semejante relaci6n partkular habrla de ser., ella wnbien, parliallar. Lejos de ello, Vaneigem ofrece de esta relaci6n espedfica justificaciones universales: <<Nada me autoriza a lublar en nombre de los demas, yo no soy dele­gado mas que de mf mismo y, no obstante, constantememe me domina este pensamiento de que mi historia individual no es solamente una historia personal, sino que sirvo a los inte­reses de hombres innumerables viviendo como vivo y esfor-

118. Ib!d. p. '127. 119. Ibid. p. 270. 120. Ibid. p. 258.

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.. ,

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zindome por vivir mas intensamente, mas librcmento>. 0 una cosa o Ia otta: o Ia relacion de identidad ataiie so lo a los situacionistas y es cl fundamento de Ia originalidad de su gtuP? -y entonces debeci justificarse con argumentos particu­lares-, o bien se trata de un dato implicito en la subjetividad radical, en cuyo caso afecta potencialmente a todos los hom­bres (y actualmente a todos los revolucionarios). Los situacio­nistas confunden arbitraciamente estos dos niveles y, al pretender dar a una situacion especifica una medida universal, crean un modelo abstracto de perfeccion, absolutizan ei grupo hasta anular en el sus cualidades individualcs. La con­secuencia de todo ello es un sectarismo delirante que haec que quien no forme parte del grupo -<> deje de formar parte de el- quede por as£ decirlo excluido del movimiento revolu­cionario. Como dice Vaneigem: «Hay cien maneras de esta.r de parte del poder. Solo hay una forma de ser radical».121

Implicito queda, naturalmente, que esa Unica forma consiste en formar parte de la IS. El primer presupuesto de este sec­tarisn'lo sigue siendo de naturaleza fundamcntalmente artisti­ca y no es otro que el de <<Seguir la propia voluntad subjctiva de serlo todo»122

, estableciendo las relaciones con los demas sobre la base del <<reflcjo de identidad»'D: ni mas ni mcnos que l.a quintaesencia de Ia autoconciencia artistica.

La propia IS trata sin embargo de atenuar cl alcance de estos errores, ya sea planteando las expulsiones como necesi­dad defensiva, o bien presencindose a sf n:Usma como organi-

121. Ibfd. p. 62. 122. Ibid. p. 194. 123. lbfd. p. 257.

Ill

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zaci6n provisional destinada a fundirse en el movim.iemo revolucionario. En lo que se refiere al primer argumento, es particularmente relevame e1 texto «La ideologia del di:ilogo», aparecido en e1 nlimero 10 de la revista: <~quellos que no quieren ni juzgar ni dar 6rdenes», reza el texto, «deben recha­zara toda persona cuya conducta pretenda comprometerlos. Cada vez que la IS excluye a alguien, en realidad no le esta­mos pidiendo cuentaS a un individuo sobre su vida, sino .robre Ia nuestra, sobre el proyecto com\ln que cl querria falsificar (ya sea porque albergue intenciones enem.igas o bien por simple falta de discernim.iento) ... Nosotros no somos un potkr en la sociedad, y asf nuestras "exclusiones" no signifi­can otta cosa que nuestra propia voluntad de distinguirnos del confusionismo del ambiente que nos rodea y del que reina incluso entre nosottos (un confusionismo que esti mucho mas cerca del verdadero poder social existente, que es el que tiene todas las ventajas)». En lo que respecta al segundo argumento, afirman que la IS «desaparececi en cuanto cada uno de nosotros sea completamente situacionis­t:a, y no ya proletario que lucba por el fin del proletariado»12

\

EstaS observaciones, siendo legitimas, no se hacen cargo de la esencia del problema. En efecto, se hace evidente la des­proporci6n entre las pretensiones de absoluto, que pennane­cen inmutables, y las argumentaciones de naturaleza tictica con las que se trata de justificar las expulsiones. Si es cieno que el grupo es verdaderamente una prefiguraci6n de las nuevas relaciones revolucionarias, una realizaci6n efectiva del sentido, parecen del todo inadm.isibles tanto Ia facilidad y

124. IS, IX. p. 25.

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la rapidez de las exdusiones como su motivacion meramcn­te defensiva. Lo cierto cs que el proyecto de supemci6n eventual de Ia IS en cl movimiento revolucionario no basta para desmentir el caracter artistico y sectado de un movi­miento en el que los participantes no han de ser solo prolc­tarios conscientes, sino que de ben adem as «tener genio». l l$

El escandalo

La tercera direcci6n fundamental de las realizaciones de Ia IS es el esttindah. Ya en 1961 los situacionistas se proponian «lanzar contra este mundo escindalos mas violentos y mas completes, a partir de Ia libertad dandestina que se afirma un poco por todas partes bajo el pomposo edificio social del tiempo muerto».126 Consecuencia directa de esta pretension fue el proyecto (nunca realizado) de ocupar los locales pari­sines de Ia UNESCO. Pero Ia fonnulaci6n mas precisa del escindalo situacionista es obra de Vancigem; este, tras reconocer que en Ia IS existen virtualmente las condiciones para un poder concentrado antagonista al burgues, asi como para una representaci6n de Ia voluntad de las masas, escribe: <<Re.chazamos tanto Ia concentraci6n de un poder como el derccho de representar, con Ia conciencia de que nosotros adoptamos a partir de este instante Ia Unica attiflld pliblica (ya que no podemos evitar el damos a conocer, hasta cierto punto, de forma espectacular) que pueda dar a aquellos que

125. Ibfcl, p. 43.

126. IS, VI, p. 15.

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se descubran en nuestras posiciones teoricas y pr:icticas el poder revolucionario, el poder sin medtaciones, el poder que contiene la acci6n dirccta de todos. La imagen-piloto seria la columna Durruti, que atravesaba ciudades y pueblos liquidan­do los elementos burgueses y dejando a los trabajadores Ia tarea de organizarse>>.m Emergen aqui daramente las caracte­rlsticas fundamentales del esdndalo situacionista: este consis­te en tomar el poder para destruirlo, propagando entre tanto la critica radical de todos los aspectos del viejo mundo. Los dos aspectos parecen indisolublemcnte unidos. En primer lugar, la accion no ha de ser un simple pretexto para hacer publicidad de la teoria revolucionaria, sino que tiene una dimension ejemplar propia consistente en la auto-abolici6n del poder; en segundo Iugar, el reconocimiento y la apropia­cion de la teorfa critica en su totalidad por parte de todos los organizadores del escindalo es una condicion indispensable de su validez.

El movimiento estudiantil de Estrasburgo

La importancia que para la IS tienen estos dos elementos apeoas mencionados se pone de manifiesto en el eJ(andalo de Estra.sburgo del otoiio de 1966, organizado por la propia IS con la colaboraci6n de estudiantes de la universidad local y que constiruye la pri.mera manifestaci6n europea de Ia revuelta estudiantil El origen del escindalo esci en la elec­cion para la asociacion esrudiantil local (AFGES) de un

127. IS, Vill, p. 47.

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grupo de estudiantes de oriencaci6n «extrenusta», los cuales, a traves de amigos que estaban a! tanto de los postulados situacionistas, tomaron contacto con la IS en el verano de 1966 llevados por ei deseo de encontrar una expresi6n cohe­rente para sus intenciones negadoras. La IS les aconsej6 Ia redacci6n y Ia publicaci6n de un texto de crftica general del movimiento estudiantil y de Ia sociedad, consejo que ellos aceptaron. Asf, tras una breve reflexi6n terminaron por encargar a1 situacionista Mustapha K.hayati la redacci6n del texto, que llevaria por titulo De Ia miseria m el medio esludiantil considerada en sus aspectos uonomico, politico, psicoltfgico, sexual y espedalmente inteleclua4 y de algunos medios para remediarla. Una vez discutido y aprobado por todos, e1 texto se publico a cargo de Ia AFGES y fue distribuido a! comienzo del nuevo aiio academico. Se puede decir que De Ia miseria.. . es un compendia particularmente eficaz de la teoria critica situa­cionista. Articulado en tres partes dedicadas, respectivamente, a Ia condicion estudiantil, a Ia revuelta de Ia juventud y a Ia revoluci6n proletaria, el texto vuelve a exponer los argumentos de Ia IS con una perentoriedad y un rigor ejemplares. En e1 momenta de su publicaci6n, Ia oficina directiva de la AFGES anunciaba que su Un.ico programa consistia en Ia propia auto­disolud6n irunediata, al tiempo que convocaba una asamblea general para votarla.

Sin embargo, lo cierto es que de los dos aspectos genera­les del esdndalo situacionista, Ia autodisoluci6n del poder y Ia apropiaci6n de Ia teoda cdtica, el segundo estaba ausente ya desde d principia. La escasa homogeneidad y las insufi­ciencias del grupo estudiantil de Estrasburgo conferian a los situacionistas, por un lado, un papel dirigmte, al tiempo que los impelfan a dislinguirse nelamenle de los estudiantes.

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Semejante situacion no podia sino gcnerar malentendidos y hostilidades secretas: los estudiantes soponaban malla condt­ci6n de ser <<Simpatizantes de Ia IS» antes que «Situacionistas» de pleno derecho y esa discriminaci6n era una fuente de malestar entre los mismos situacionistas presentes en Estrasburgo. Ese fue el motivo por cl que, en enero de 1967, incluso antes de que concluyera el esdndalo universitario, se llegara ala ruptura entre la IS y tres de los cuatro de los sirua­cionistas presentes en Estrasburgo: Theo Frey, Jean Garnault y Herbert HolL Estos, con el apoyo de una parte de los esru­diantes, comenzaron entooces una violeota polemica contra la IS, a la que acusaban de querer establecer, mediante una pcictica secretameote bolchevique, una jerarquia oculta entre sus propios miembros. La oficina de la AFGES rechazaba ahora cualquier relaci6o ulterior con la IS, ya que «cuando los portadores de la teoria, buscando su realizaci6n, fundamen­tan en el dtipredo la comunicaci6n de dicha teor:fa a las fuerzas que escio animadas por esa bllsqueda en Ia pnidka, los porta­dares de la teorla no pueden realizar mas que sus propias deficiencias, atrayendose el desprecio de aquellos que han sabido reconocerloS>>t2a. En efecto, el comportamiento de la IS de cara a los estudiantes no fue ajeno a un lamdsmo orien­tado a instrumentalizar sus acciones en provecho de la orga­nizaci6n situacionista. Se abrla de esta manera el problema de las relaciones entre la IS y aquellos individuos o grupos que, aun hacienda suya la tesis de la revoluci6n coosejista, careclan de un grado de preparacioo que se adecuara al nivel e:cigido por los situacionistas.

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Uno tras otro, Garnault, HoU, Edith y Theo Frey expresa­ron su clamorosa. disidencia en el texto <<El Unico y su propie­dad» que, dirigido contra Debord y Ia IS, se deciene en dos cuesciones especlficas: la critica de 1a vanguardia y Ia relacion entre teorfa y pcictica. Sin embargo, lo cierto es que cl text a en cuesti6n tampoco aporta ninguna contribuci6n relevamc en rclaci6n con ninguno de los dos problemas arriba mencio­nados, Por un !ado, su rechazo de L'l vanguardia es meramente superficial y no va a la rafz del fen6meno artistico ni del poli­tico y, por otro !ado, en lo que respecta a 1a discusi6n sobre teoria y pcictica, si bien cl texto acierta al poner de relieve que cl concepto situacionista de coherencia no es dialectico (sino que deriva de Ia 16gica fomul porque se basa en el «augurio desencamado de una adecuaci6n inmediata entre la teoria y Ia pcicti~>), no deduce de esta observaci6n otra consecuencia. que la referenda general a <<Una organizaci6n rcvolucionaria capaz de actuar en cl mundo a gran escala>>. De esta forma Je dejaron a 1a IS el contraataque servido en bandeja, ya que les bast6 simplemente con seiialar 1a inoportunidad de su preten­sion de identificarse con semejante organizaci6n129

• En realidad, cl texto de Gamault y compaiifa constituye cl espejo de los limi­tes de 1a IS: en cl fondo unos y otros se lanzan las mismas acu­saciones y con cl mismo lenguaje. Es probable que Ia petplejidad que toda esta polemica suscit6 en algunos simpati­zantes no derivase tanto -como sostuvo la IS- del cacicter «tri­vial, directo y brutal» de los hechos (sobre los cuales se podia haber estado mal infonnado), sino mas bien de Ia manifesta­ci6n repentina de resentimientos y de antipatias reclprocas, asi

129. 1S, XI, p. 68.

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como de Ia violencia gratuita, mezquina y chismosa a 4 que recurcieron las dos partes1

JO. La consecuencia mas profunda de csta escisi6n fue que las ilusiones que el &rupo situacionista se hacia respecto de si mismo comenzaron a dcsvanecerse: el pro­fundo makstar que regia las relaciones entre situacionistas (y que, como ya deciamos en otto Iugar, provenia de un sectaris­mo de origen a.rtistico) aparecia ahora a Ia luz del dia, sin que por otra parte se hubiera logrado identificar una perspectiva para su superacion. Es mas, los mismos que reprochaban a la IS e1 ser «tan solo un grupo de teoricoS>> tendfan a despachar su propia subjetividad present:indol.a pura y simplemente como un dalo mooludonario a priori absoluto e indiscutible.

Transparencia y coherencia

Se diria que fueron Vaneigem y Debord quienes tomaron una mayor conciencia de este males tar. Ambos trataron repeti­damente de extraer un leccion teorica de la amarga experiencia de la ruptura; el primero, planteando la instauraci6n de una especie de traJIJj>armda absolma de relaciones, mientras que en el caso de Debord e1 aprendizaje pas6 mas bien por la propuesta de una relation hiiMrita directamente conectada con el proyecto revolucion.ario. Vaneigem, en su articulo de 1967 titulado «Tener por objetivo la verdad pcictica», despues de subrayar el caricter estrategico de la expulsion y de la ruptura (las cualcs

130. Los estraSbwgueses produjcron decerus de circub.res llenas de inju­ms y de revc:b.ciones escancWosasi h IS, pot su parte, cl texto ~don! T ru prollfXIJiiaru.

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<<no nacen del gusto por Ia pureza, sino de un simple reflejo de autodefensa») y tras identificar «el Unico lirrute de Ia participa­ci6n dcmoccitica>> en Ia organizaci6n revolucionaria «en cl reconocim.iento yen Ia auto-apropiaci6n por parte de todos sus miembros de Ia coherenda de su cdtica>>m, se deticne en una serie de razonamientos que constituyen una cspccic de autocrf­tica limitada. Asf, afirma que cs necesario <<no dar nunca nues­tra coherenda por adquirida>>; realizar una unidad orginica y no cictica con los simpatizantes; negar a la IS un valor absoluto, no reconociendo en su «preeminenda momencinea.. . nada mas que una feliz desgracia»; y, sobre todo, «no equivocamos acerca de nosotros mismoS>>. Para Vaneigem la mejor manera de obt~er tales resultados consiste en «no disimular nada a proposi,to de nuestras experiencias; establecer, por medio de Ia difusion de nuestros metodos, de nuestras tesis crfticas y de nuestros procedimientos de agitacion, Ia mayor transparen-

' cia posible en cuanto a Ia realidad del proyecto colectivo de liberadon de Ia vida cotidiana>>. Por lo tanto, en su opinion no hay que ocultar las propias insuficiencias dentro de uno mismo -como hacen Gamault y sus amigos-, sino superarlas a traves de Ia concienda que se tiene de elias y de su comunicaci6n.. Solo de esta manera podcin las insuficiendas de cada uno adquirir Ia dimension ludica que poseen, por ejemplo, en el falansterio de Fourier, en vez de degenerar en el tfpico resenti­m.iento 'de Ia minorla oprimida que reclama, «en nombre mismo de Ia superioridad que concede a los demas dada su propia insuficiencia, una democrada de Ia impotencia en Ia que afirmarfa claramente su propio dominio».

131./S, XI, p. 37.

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El texto de Debord titulado <<La cuesti6n de la organiza­ci6n para la IS» (abril de 1968) sc plantca estos mismos pro­blemas y revela de forma aniloga un moderado redimensio­namiento de las ambiciones de la IS. 1\sf, tras afirmar que no es en absolute Ia intenci6n de Ia IS e1 apropiarse del movi­miento revolucionario y que. es mas, su descino no es otro que la clisoluci6n en Ia sociedlad revolucionaria, Debord afir­ma que Ia IS no ha sido jamas considerada por parte de sus miembros como un fin, sino «como un momenta de una acti­vidad hist6rica>>131

• Asimismo, afirma que Ia coherencia situa­cionista no es otta cosa que <Ua relaci6n, tendente a la coherencia, de todas nuestras tesis formuladas, la relaci6n entre elias y nuestra acci6n y tambien nuestra solidaridad por las cuestiones (muchas, pero no todas) en las que alguno de nosotros debe comprometer la responsabilidad de los demas» y, en fin, que <Ua buena conducta revolucionaria» no es una consecuencia necesaria de la adquisici6n de las bases te6ricas. Ante la acusaci6n laozada por los de E strasburgo a prop6si­to de la existencia de relaciones cripto-jecirquicas en el seno de la IS, la opinion de Debord es articulada. Asi, por un !ado postula la necesidad de una «participaci6n igualitaria en el conjunto de una pcictica comU.O que al tiempo que revela los defectos ofrezca los remedioS>>, mientras que por otto lado sostiene que tal cosa no implica en absolute <<la existencia (ni mucho menos el reconocimiento) de una pareja excelencia de todos frente todas las cuestiones u operacioneS>>; es mas, una de las condiciones fundamentales para. ingresar en la IS -<:on­dici6n que a Debord le parece que ha venido descuidindose-

132. IS, XII, p. 112.

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es la demostraci6n de caparidades realcs. Finalmcnte, sobrc el problema de fonda del cacicter de bs rebciones que deben darse entre los situacionistas, escribc Debord: <<A difercncia de los habitos de los excluidos que, en 1966, pretendlan alcanzar en Ia IS -<le forma no activa- una .re:ilizaci6n com­pleta de Ia transparencia y la arrUstad (a qwen pusiera reparos a su compaiiia lo veruan a considerar poco menos que un obst<kulo), al tiempo que alimentaban en secreta los cclos mas idiotas, mentiras dignas de un colegio de pirvulos y unos complots tanto mas ignominiosos cuanto que irradonales, nosotros no podcmos admitir en nuestro grupo mas que reb­clones hist6ricas (una confianza cririca, el conocirrUento de las posibilidades ode los limites de cada uno), pero sobre la base de la lealtad fundamental que exige el proyecto revolu­cionario que lleva definiendose desde haec mas de un siglo».

Las soluciones de Vaneigern y Debord, eson divcrgentes o convergentes? Si bien es cierto que a pcimera vista podr!a parecer que esa transparencia total que V aneigem quiere extender a todos los aspectos de Ia vida va en direcci6n opuesta al cacicter hist6rico de las relaciones defendido por Debord, a Ia larga ambas perspectivas podri.an complemen­tarse mutuamente en la medida en que Ia vid:a coridiana, una vez liberada del limbo de Ia privaci6n, pasara a ser considcra­da en tanto que huho his/Qriro y, como tal, objeto de una con­sideraci6n revolucionaria concreta. Sin embargo, lo cierto es que para que esta relaci6n de complementaricdad se diera efectivamente, se precisaba Ia adquisici6n de una a11/onomla y de un equilibria psiquico a cuya consecuci6n los situacionistas no contribuyeron en nada. La subjerividad artfstica, que la IS reivindicaba en tanto que fuerza cumplidamente revoluciona­ria, es, precisamente por su pretension de tomar posesi6n

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immdiata de la totalidad, la menos apta para el reconocimien­to de los propios Umites y carencias. Por tal motivo, su pre­tension de transparencia absoluta Ia condena a oscilar entre nuserables soledades que se prctenden csplendidas y trifulcas de jarclin de infancia que tienen el dcscaro de hacerse pasar por luchas revolucionariasm. Por otta parte, la referenda clirecta y continua a l.a perspectiva his to rica del proyecto revo­lucionario solo protege de los delirios del egocentrismo en Ia medida en que !ogre librarse de una vez por todas de los ropa­jes de una «misi6n historica>> ttascendcnte que prescinde de los aspectos concretos y cualitativos del individuo, y sea capaz de relacionarse con una totalidad social dialectica que es incomparablemente mas amplia que e1 grupo y sus miembros.

El retorno de la revoluci6n social

La subjetividad radical, el grupo y e1 escindalo no son, sin embargo, rea1izaciones completamente autosuficientes sino que, por el oontrario, debeo oonsiderarse en todo momento vino1ladas con el proyecto de la revolllaon soaal. Ya desde sus inicios la IS deja claro que sus Un.icas esperanzas pasan por la abolicion del orden social dominante.1

,.. A pesar de ello, la pro­blematica en tomo a la revolucion no comienza a formularse clirectamente por los situacionistas hasta el sexto nUmero de la

133. Sobre b degeneraci6n de una JY.lrtc del gtut(hirme en nihillsmo suicida, ver b editori:U de «Quelques reflexions sur .•. Ia misere en milieu revolu­tion.n.airo,ICO, nWTis. 110-111, ocrubrc-novicmbrc de 1971. 134. IS, I, p. 3.

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revista (1961 ). En los aiios sucesivos esta cuesri6n crece en importancia hasta llegar a convertirse, entre los anos 1967 y 1969, en el interes principal de Ia IS. El pumo de parrida es b constatacion del fracaso del proyecto revolucionario inaugura­do en Ia primera mitad del siglo XIX por el proletariado occi­dental: Ia degeneraci6n de Ia revolucion rusa en un capttalismo buroccitico de Estado, Ia aniquilaci6n del movimiento esparra­quista y Ia derrota de Ia revoluci6n proletaria espaiioL1 habfan marcado el final de muchas ilusiones. El bolchcvismo, Ia social­democracia y el anarquismo acabaron demostrando su natura­leza meramente ideoMgka, sustancialmeote soi.Jdaria al mundo burgues de Ia separaci6n y de Ia explotaci6n. Asf las cosas, Ia Un.ica herencia vilida del viejo movimiento revoluciooario hay que busca.cla en el proyecto de los UltJdOI Obreror, un proyecto que, sin embargo, no debe leerse eo clave de «verdad abstracta del pasado», sino que ha de ser repeosado a Ia luz de Ia nueva realidad hist6rica: «La revoluci6o hade ser reinventad:v>m, pues no es del pasado de doode extraeci su poesia, sino solo del futuro. Si 1a revoluci6n tiene alguoa posibilidad, esta pasa por su relaci6o con Ia vida cotidiana. La cricica de Ia policica debe dejar paso a una revoluci6n pe.nnanente generalizada a todos los aspectos de Ia ex.istenc:ia: las viejas nociones de pobreza y riqueza, fundamentadas e.~clusivamente en el proceso econ6-mico, deber:in suscituirse por un concepto nuevo que haga referenda a Ia plcnitud y a Ia satisfacci6n del deseo. Las energf­as de Ia nueva revoluci6n provienen del rcchazo del aburri­miento y de Ia insignificancia en que Ia inmensa mayoda de Ia gente se ve obligada a vivir.

135. IS, VI, p. 3.

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Ya desdc una fecha tan temprana como 1961 los siruacio­nistas disciemen las primeros signos que anuncian esc vasto movimiento de comestaci6n total que algunos anos despues iba a sobrecoger a las sociedades industriales mas desarrolladas, sig­nos que ellos intetpretan conforme a las exigencias mas rndica­les. Teas decadas de humanismo e ilustraci6n pseudo-revolucio­narios, los siruacionistas se.rian los primeros en situar la causa de Ia revoluci6n social Un.ica y exclusivamente en Ia experiencia vivida, en Ia dimension concretl de Ia vida proletaria. Sin embargo, lo cierto es que su clarividencia hist6rica y su intuici6n revolucionaria no les libra de caer en un error de fonda cuyas coosecuencias no tardarian en aparecer: Ia sobreestimaci6n que hacen de Ia subjetividad consciente -en Ia que me he detenido ya bast:ante-los lleva a ignorar, no ya los procesos de Ia necesi­dad econ6mica (a los que, al conttario, en algunos casas, para­d6jicamente, conceden demasiada importancia), sino los de Ia necesidad psiquica. La pregunta de por que Ia mayor parte de los asalariados, en media del malestar y del aburrimiento de esa vida cotidiana que escin obligados a vivir, no adquieren una plena conciencia revolucionaria -e incluso en ocasiones se adhieren a organizaciones, iniciativas y estilos de vida conttarios a sus intereses- queda siempre pendiente.

Critica del mllitantismo

El interes de los situacionistas se detiene sabre todo en analizar las relaciones intemas entre los miembros de Ia nueva organizaci6n revolucionaria y las relaciones entre esta y Ia sociedad burguesa. A diferencia de los viejos grupos politicos, que pedian a sus militantes espccializaci6n, abnegaci6n y

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sacrificio a carnbio de autoridad y podcr, una asociaci6n revo­lucionaria de nuevo curio habra de scr anti-jcrarquica, pcdira a sus miembros una participaci6n autentica y creativa, con­fcrira a su actividad una <limensi6n ludica y sc regid por la plena ttansparencia de los vinculos personales. Por lo tanto, en eUa el interes individual se idcntificara con el interes de grupo. En consecuencia., la actitud de una asociaci6n semejante de cara a la sociedad bwguesa sed por fuerza mucho mas inttansigente y radical, aunque no masoquista ni mucho menos suicida. Asf, ya desde los primeros nllmeros de la revista, la IS propone el 11/tra-duvio, es decir, Ia extension de esta pcictica de defensa y de ataque, nacida en primera ins­tancia en tanto que expresi6n de la superaci6n del arte, a todos los aspectos de la vida social1l4. Una primera ilusttaci6n de este concepto es la que aporta Trocchi cuando escribe: <<Nosottos hemos desechado ya toda idea de ataque al descu­bierto. El espiritu no puede afrontar la fuerza bruta en la bata­lla abierta. La cuesti6n consiste mas bien en comprender claramente y sin prejuicios cu:iles son las fuerzas que se ejer­citan en el mundo, de cuya interacci6n nacer:i el futuro: y entonces, con calma, sin indignaci6n, por medio de una espe­cie de jlfiitJII espiritual que nos pertenece en virtud de nuestta inteligencia, modificar, corregir, comprometer, desviar, corromper, erosionar, derribar, ser, en definitiva, los inspira­dores de aquello que podemos llamar la insurrecci6n invisi­blo>m. El 11llra-duvlo es esencialmente un arma con Ia que superar el dilema en que se encuentta el in<lividuo o Ia orga-

136./S, ill, p. 11. 137. IS, Vlll, p. 49.

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nizaci6n revolucionaria cuando se ven obligados a escoger entre ilica y polilica, entre una acci6n <lirecta y autcntica desti­nad:l irreme<liablemente a Ia derrota y una acci6n indirccta c inautentica en Ia que el objeto del deseo s6lu se obtiene al precio del compromise . Este dilema ha sido como tal predispuesto por Ia sociedad burguesa misma, Ia cual pretende de csta manera controla.r ambas alternativas: si el rechazo frontal lleva al aislamiento psfquico, a Ia reclusion en el ambito de la moralidad o incluso al aislamiento ffsko (pobreza, persecu­ci6n, prisi6n), Ia aceptaci6n implica inmediatamente el ingreso en el muodo del engaiio, de la explotaci6n y de la ideologia. E1 u/ira-eksvfo, que precisamente se propene como uo meca­nismo de superaci6n conjunta tanto de 1a ilica como de la poll­fica, presupone por ello y ante todo la ruptura de la cadena de asociaciones e..'Cistente y su sustituci6n por otra de nuevo cu.iio, ante la cual el poder queda completamente desorienta­do. No estamos hablando aqu£ de un medic neutro, suscepti­ble de ser recuperado a su vez por el poder; elulira-desvfo, en tanto que cambio radical del estado de cosas, solo esci al alcance de aquellos que rechazan los pseudos-valores bwgueses y se proponen colmar los verdaderos valores vitales. En otras palabras, no hay que identificarse nunca con un papel ya pre­fijado, pues en tal caso todas las hip6tesis escin previstas de antemano, incluida la del rechazo moral de dicho papel; antes al contrario, se trata de crear una situaci6n nueva cuyos temunos escapen al poder: «El desprecio y el desconocimiento del con­texto establecido por el poder jerarquico», escribe Vaneigem, «no conduce mas que a reforzar dicho coote..'<to»1ll, en 1a

138. Ibid. p. 40.

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medida en que puedc scr f:icilmente reprimido. Lcjos de ello, la revuelfa debe conoccr todos los obstaculos y «dar con una cictica que tcnga en cuenta Ia fucrza dd adversano y de sus medios de recuperaci6ro>. Vane1gem dedicarn incluso las Ulti­mas piginas de su Tratado ... a este rnzonamiento: <<La mejor cictica», nos dice, «coincide plenamente con el dlculo hedo­nista ... El mero hecho de ir aprendiendo en Ia vida cotidiana cua.Ies son las cosas que nos matan y cuiles las que nos fort.a­lecen como individuos libres nos haci merecedorcs en poco tlempo del titulo de cicticos».1

)? La «tactica» de la que eJ habla no es, por lo tanto, la raz6n aslula, sino que precisamente con­siste en la, abolici6n de la disti.nci6n entre medios y fines; cs Ia acci6n que tiene su propio sentido y que halla su propia satis­facci6n en si misma, pero que sin embargo no es ciega en cuanto a sus efectos y sus consecuencias. Vaneigem describe la IS como una federaci6n de cicticos de Ia vida cotidiana. <£1 plano inclinado de la revoluci6n se guarda tanto de Ia con­quista parcial como del ataque triunfal»: el duvio es precisa­mente la invenci6n de un <ooo superior mediante el cual Ia subjetividad manipulaci a favor suyo» aquello que ha sido predispuesto para aniquilarla.

Nuevas estratcgias

E1 desarrollo del concepto de dewfo para dar Iugar a nurvas jom1as de atdon (Onlra Ia polltita y el arle lo llevaci a cabo Rene Vienet, que propone completar la expresi6n de la contesta-

139. Vandgem, op. rit., p. 274.

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cion situacionista valiendose de med.los mas modernos que la prensa, como son las fotonovelas, los comics, Ia radio y el cine. Las consideraciones que haec sabre este Ultimo sc anto­jan particularmente importantes. Vienct rcchaza el clemento artfstico en el cine: en su cmpleo revolucionario, el cine pucde prestarse particul:umente bien <<al estudio del presente como problema historico»; de hecho, el complicado proceso de mediacion que e1 cine reqwere pucde considerarse como el descubcimiento y la demostracion visual de la naturaleza mecfuitica de Ia realidad social rnisma•~.

Esta habilidad para volver a favor de uno las situaciones dificiles y crear nuevas fonnas de accion ha sido reprochada a Ia IS como mero tri;mfalistno, es dccir, como una tendencia a minusvalorar los obsciculos y las dificultades efectivas que ba de enfrentar Ia revolucion. En realidad, sin embargo, dicha tendencia desempeiia una funcion primordial, alliberar ener­gias preciosas a partir Ia impotencia y la desesperacion. El peligro es mas bien otto y tiene que ver con la dificultad de manten.er una transparencia exclusivamente circunscrita al grupo e impedir al mismo tiempo que este degenere en secta. Elultra-de.wio, cuando se emplea para defender una propiedad, cno degenera a su vez en astucia poUtica que extiende su ambi­to de accion tambien -y sobre todo- al interior del grupo en las relaciones entre sus miembros? En fin, las relaciones que se establecen entre los integrantes de una organizaci6n revo­lucionaria, cdeben acaso por definicion ser cualitativamente distintas de las que se establecen entre ellos mismos y el exte­rior? cNo se corre entonces el riesgo de supetponer a las rela-

140. IS, XI, p. 35.

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ciones concretaS un fundamento te6rico y abstrncto que se vuelvc cipidamente ideol6gico?

La revuclta de la juvcntud

En los aiios comprendidos entre 1965 y 1968 estes pro­blemas se antojaban aoo prematuros. Por entonces Ia preo­cupaci6n de la IS era demostrar que la nueva revolmi61J soda/ no es un mero ideal que esci por realizar sino, por decirlo con palabras de Marx y Engels, «el movimiento real que disuclve con el presente estado de cosas». De este intento se derivan numerosos ana/isis his/Orkos que pueden ordenarsc en tres grupos ~stintos seg6n su objeto de estudio caiga en una de las siguientes categorlas: las anticipacioncs tnconscicntcs, las falsas vias de las ilusiones revolucionarias rcspecto de los pafses subdesarrollados y las autenticas manifestaciones de Ia revoluci6n. En el primer grupo, se incluyc Ia mue/Ja de Ia juvenllld, anticipo de una subversion mas vasta que es no obstante incapaz de alcanzar por si sola la coherencia y la organizaci6n de la teorla crltica, raz6n por la cual degencra en rechazo nihilista. De manera similar Ia delincuencia de los blousons noirr, que desprecia el trabajo pero acepta las mercan­cias, tiende a recaer en e.l peor de los conformismos, precisa­mente por cl cacicter abstracto de su rechazo. Por Ultimo, los Provos, que representan Ia primera expresi6n politict de Ia contestaci6n juvenil, terminan defendiendo un reformismo de Ia vida cotidiana que, a1 optar por lo fragmentario, acepta la totalidad del sistema capitalista.

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La revuelta negra de Watts

En b c~tegorh de las anticipacioncs los siruacionistas ubt­can asimismo Ia revuelta negra de Watts, que tuvo Iugar entre cl 13 y cl 16 de agosto de 1965. Ante ella, afirman, Ia tarea no consiste tanto en dar Ia ra26n a los insurgentes como en «con­tribuir a darles a ellos ms propias razoms, explicar te6ricamente esa verdad cuya busqucda se expresa en esta ocasi6n por medio de Ia acci6n practica>>.141 La revuelta de Watts es a ojos de Ia IS una revuelta contra la mercancia, el especciculo y Ia sociedad estadounidense de Ia abundancia que impone, mediante espejismos de riqueza inalcanzables, el trabajo pro­letario, Ia frustraci6n social y Ia segregaci6n de por vida en los guetos. Los saqueos e incendios que caracterizaron la revuel­ta no deben entenderse, segU!l los situacionistas, como sim­ples apropiaciones y venga.nzas contra objetos deseados, sino ante todo como rechazo de los mismos y como un esfuerzo por avanzar en aras de una redefinici6n de todas las necesida­des humanas en el sentido mas generaL «Una revuelta contra d especciculo», escriben, «se sitU.a al nivel de Ia kJtalidad ya que -aunque no se produjese mas que en el estricto distrito de Watts- se trata de una protesta del hombre contra la vida inhumana, porque parte del individllo real aislado y porque la comunidad, de la que el individuo rebelde es separado, es la vmladera Mlurakza soda/ del hombre, Ia naturaleza humana, es decir, la superaci6n definitiva del especticulo141

• Por esa raz6n d nacionalismo negro, separatista o pro-africano, que

141. IS, X, p. 3. 142. Ibid. p. 11.

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constituye Ia refcrencia te6rica de Ia revuclta de WattS, rcsul­ta del todo inadecuado para expresarla. Lejos de ser un resi­duo arcaico de Ia sociedad cstadounidense, cl racismo es inseparable del capitalismo industrial, que a su vez esti obli­gado, por Ia propia exigencia fundamental de comprar fuer-:a de trabajo, a mantener a amplios grupos sociales en una posi­cion jepirquicamente inferior, aunque esto es algo que tam po­co puede declarar abiertamente.

Critica de la ideologfa tercermundista

La pri.mera ocasi6n que aprovech6la IS para denunciar las iliniones revolllcionarias ~entadas por d tercer mundo provi­no del golpe de estado.,militar que llev6 al poder a Boumedien en 1965. En un manifiesto titulado <<Declaraciones a los revo­lucionarios de Argelia y de todos los pafses», la IS, tras poner de relieve que <<Ia historia del mundo modemo continua su proceso revolucionario, si bien inconscientemente o con una falsa conciencia», identificaba el sentido del p111sch en Ia nc:ce­sidad en que se encontraba cl estado de liquidar definitiva­mente la falsa autogesti6n que constituia el aspecto dernag6gico del poder de Ben Bella••'. En el texto <<Las luchas de clases en Argclia» (que continua el anilisis anterior), los situacionistas ven en el nuevo poder de Boumedien la impo­sici6n de determinados ambientes burocciticos (de militares y tecn6cratas) sobre otros (de politicos y sindicalistas) que eran hasta Ia fecha los mas influyentes, lo que no deja de confir-

143. JS, X. p. 43.

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mar la inutilidad de los esfuerzos de todos aqucllos que se oponen al nuevo curso de los acontecimientos en nombre de <<modclos ex.istentes de poder sodalista», ruso o chino. La Unica fuerza revolucion:u:ia presente en Argel.ia es cl proletaria­do de las empresas parcialmente autogestionadas o privadas: su tarea hist6rica consiste en transformar la autogesti6n garanti­zada por el Est.<tdo (que al igual que ocurre en Yugoslavia se trata tan solo de un medio mas sutil de control) en una auto­gesti6n generali2ada que implica la destrucci6n del Estado y el fin de la explotacion'" .

Crltica del maofsmo

En el articulo titulado <<El pun to de explosion de Ia ideolo­gia en China» las ilusiones maofstas de los intclectuales europeos son censuradas con dureza: Ia as£ llamada revoluci6n cultural china es para Ia IS un. episodio de Ia lucha entre dos facciones de Ia buroaacia que han entrado en cooflicto por problemas que gi.ran en tomo al control de Ia economia. En este sentido, el movim.iento de Ia guardia roja fue suscitado por Mao con el £in de volver a las bases contra sus enem.igos; sus prop6sitos, sin embargo, darian resultado solo a medias, ya que muy pron­to las in.iciativas de estas bases dejaron de ser controlables, con lo que llcvaron al partido y a Ia clase dirigente cas.i hasta Ia disoluci6n145

• Este an.ilisis, si b ien es correcto en cuanto al jui­cio de fondo negativo sobre d maofsmo, no es satisfactorio.

144. 1bfd., pp. 12-21. 145. 1S, Xl, pp. 3-12.

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Resulta extraila Ia consideracion que en el se haec de b lucha de clases (como el efecto de un contraste entre burocratas, antes que como la causa fundamental de dicho contraste). En sus magistrales articulos sobre la sociedad china de los anos 1949 a 1958144

, Pierre Brune (seudonimo de Pierre SouyrD habia demostrado como Ia luclu de d'lSC de los campesinos y obreros contra ei partido era el motor del deverur de Ia sode­dad china y como cada iniciativa buroccitica podia entenderse en Ultima instancia. como una reaccitfn del regimen ante una oposicion proletaria que, al ser subterranea y carecer de mani­festaciones publicas, era tambien infatigable.

Las luchas de liberaci6n nacional

El texto <<Dos guerras locales>> examina conjunwnente Ia guerra de Vietnam y Ia arabe-israclf de 1967. La conclusion es que ninguna de las dos presenta aspectos verdaderamente rcvo­lucionarios. Es mas, al garantizar Ia adhesi6n, nunca antes obte­nida, de Ia masa campesina a Ia burocracia vietcong en d primer caso, y de los palestinos al nacionalismo arabe en d segundo, su efecto no es otto que d de congelar d proceso de Ia revolucion social: «La critica revolucionaria», afirma Ia IS, «hunde sus raices en Ia historia y su terreno es Ia totalidad del mundo existente. Por cso no puede, en ningU.n caso, aplaudir a un Estado belige­rante ni apoyar Ia burocracia de un Estado explotador en for-

146. P. Brune, «l.:llutte de cbsse en Chine bure2ucratiquc:», Stxi4iirmt 011

Barham, olim. 24 y «La Chine :l l'heure de Ia perfectioo totiliuirc:», Srxialisme 011 Barbarit, nWn. 29.

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maci6n. Antes que ninguna otra cosa, 1'l critica revolucionaria lu de descubrir h vmiad de los conflictos actuales, reconduciendo­los a su propia historia, y deserunascuar los fines no confesados de las fuen:as o.ficialmenle en lucha»1

". La causa fundamental de la concinuaci6n de Ia guerra indochina esti en las exigencias del capitalismo estadounideose que, incapaz de producir un volu­men de bcneficios sufi.ciente en casa propia, se ve obligado a buscarlos en e1 e.."'terior, empenandose en una politica impcria­lista. Por otra parte, e1 FNL <<no se destaca del marco clasico de las luchas de liberaci6o nacional y su programa sigue basando­se en e1 compromiso de una vasta coalici6n de elases>>; 1a opo­sici6n de los estudiantes y radicales americanos a 1a guerra, a pesar de ser potencialmente revolucionaria, a fin de cuentas tiende a identificarse mecin.icamente «con los enemigos aparen­tes de sus enemigos reales>>. La guerra arabe-israeli, por su parte, revelo las conttadicciones especifi.cas del sionismo y de 1a naci6n :irabe: si e1 primero ha demosttado inequivocamente su natuta­leza bwguesa, militarista y rabfnica (desmintiendo las ilusiones que 1a izquierda hebrea se habfa venido hacienda respecto del movimiento de los lobbutz), la segunda se disolvi6literalmente, revelando e1 caci.cter ideol6gico del panarabismo nasseriano y su inconsistencia demag6gica.

La revoluci6n en los pafses subdesarrollados

En su conjunto, estos analisis hist6.ricos de los pafses sub­desarrollad!os no pasan de ser (Onmllarios eronofiJko-poll/i(o!.

147. IS, XI, p. 14.

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Aunque correctos, lo cierto es que no satisfacen en absoluto la ncccsidad de conocer Ia vida vivida de las sociedadcs de las que hablan, ni aportan ninguna referenda en cuanto a Ia dimm.sion concreta de la expcricncia de los proletarios argelinos, de los campcsinos chinos o de los pr6fugos palestinos. Curiosa­mente, los an:ilisis parecen del todo extranos a Ia problcmaci­ca de Ia vida cotidiana, que constituye uno de los temas fun­damentales de la teoria critica situacionista. La raz6n de csta parad6jica disonancia radica precisamente en Ia contradicci6n inhereote a la IS -y a la que he hecho ya referenda en repeci­das ocasiones- entre uo progresismo ccon6mico-cientffico que atribuye una dinimica aut6noma a las fucrzas producti­vas y uo subjetivismo de tipo artistico que sc haec pasar por conciencia revolucionaria total. De ahi que donde se da cl uno no se de el otto, y viceversa. Para Ia IS en el tercer mundo no existe mas que d movimicnto de la economia (a excepci6n quizas del Congo). No por nada las «Contribuciones que sir­ven para rectificar la opinion del publico sobrc la revoluci6n en los paises subdesarrollados» (1967), de Mustapha Khayati, que retoman las tesis situacionistas sobre el tercer mundo, comienzan con esta palabras: <<El papel eminentemcnte revo­lucionario de la burguesla radica en haber introducido, de manera decisiva e irreversible, la economia en Ia historia. Patrona fiel de esta economia, la burguesla se presenta como la dueiia efectiva (aunque a menudo inconsciente) de Ia "his­toria universal"»1.a. El mismo surgimiento de Ia conciencia revoluciooaria es considerado como «producto directo e involuntario de la dominaci6n capitalista bwgucsa». Los palscs

148. Ibfd. p. 40.

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subdesarrolhdos, en este sentido, acceden con rettaso al tien1po historico de h economia y, en consecuencia, a Ia revolucion. A causa de este rettaSo economico general, los campcsinos pobres asumen Ia funcion histo rica que la teoda revolucionaria clasica asignaba al proletariado obrero, pcro al heredar la derrota de este Ultimo, se ven abocados a caer en regimenes buroc.citico-nacio­nalistas. En realidad, su «socialismo» no es mis que un neo-mer­cantilismo que pretende acometer las enormes tareas de una ine..'Cistente burguesia.

Como todas estas premisas, que parecen hacer de la indus­trializacion del tercer mundo una condicion sint q~~a non de la rcvolucioo, puedan conciliarse con la afirmacion de que <<110 es subdesarrollado aquel que reconoce el valor positivo de la potencia de sus amos», es a1go que Khayati no dice; la subjeti-

, vidad artistica disfrazada de conciencia revolucionaria, una vez que ha echado a andar excluye automaticamente, no solo la admision de sus limites y carencias, sino incluso el conocimien­to de sus propias condiciones. El paso del reino de la Nea:sidad al reino de Ia Ltbertad, de la <<prehistoria» a la <<his­toria>>, viene dttmninado por la primera y concebido como un ado Unico y no como un proceso rontin11o. A partir del momen­to en que el mundo de la economia ha producido dialectica­mente una organizacion revolucionaria coherente, segUn los siruacionistas, <<Se ha creado por fin 1a situacion que hace impo­Slble cualquier regreso al pasado». De esta manera, la forma­cion del grupo representa de por si el sal to historico y se pasa por alto que en realidad este salto no lo ha dado mas que una minorfa infima de proletarios. La mera existencia de la IS en tanto que actividad colectiva pennite condenar lo derruis como atra~o, ya que Ia IS, al recoger la berencia no superada del sub­jetivismo artfstico, se presenta efectivamente como la totalidad.

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Esta concepcion mecinica del (Y<lSO de la «prehistomt» a Ia «histor:i:u>, por W1 .!ado, impide a los situaoonist<lS ver en los paises subdesarrollados o en los momentos de reflujo esa clim~nsi6n vivida que rcivindican por sf misma y por Ia rcvolu­ci6n y, por otto lado, como veremos, los incapacita para expli­car concrctamente los limites c insufioencias de aqucllos fermentos revolucioruu:ios en los que ellos se reconocen. Po r lo que se refiere al primer aspecto de la cuesri6n, su error se antoja singular: de hecho Socialismo o Barbaric (de dondc la IS extrajo muchos temas y argumentaciones basicas, como son el proyecto de los Consejos o el descubrimiento de la impotencia y de la no funcionalidad de cada organ.ismo burgues y burocci­tico) habfa ya expuesto te6ricamente, y demostrado a traves de una serie de anilisis hist6ricos precisos, que el motor propulsor del devenir de las sociedades burguesas y burocciticas no es el desarrollo aut6nomo de la economia capitalista, sino la lucha de clases y la oposici6n cotidiana y permanente de los ejecutan­tes a todo tipo de dirigentes: s6lo aquellos, y no -<omo quiere Khayati-la burguesfa, son <dos amos efectivos, aWlque a veces inconscientes, de la historia universal». La IS, a1 ignorar csta aportaci6n te6rica fundamental, se cierra a si misma la posibi­lidad de basar el movimiento hist6rico en W1 factor subjetivo, concreto y cotidiano, existente y activo ya en el rcino de la Necesldad. En efecto, la lucha de clases constituye el vinculo entre el pasado y el futuro, nos pone a salvo de la utopia e impi­de que la alienaci6n proletaria pueda llegar a convertirse en cosificaci6n total. Evideotemente el hiperfuturisrno siruacio­nista, que basa la revoluci6n proletaria en cl cumplimiento de la «revoluci6n burguesa», en el desarrollo de la econom.fa y de la ciencia, jug6 en csa ocasi6n una mala pasada a 1a IS: a1 empujarla a e:xasperar la originalidad absoluta de la sociedad

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futura, b hizo recaer, en sencido contrario, en una concepcion economicista y polfcica de las sociedades subdesarroUadas.

La teorla de los Consejos obreros

AI tiempo que elaboraban anilisis historicos sobre los paises subdesarroUados, los situacionistas articularon Ia /eoria del poder abso/uto de los Cons9os Obreros como Un.ico proyecto revoluciona­rio positivo universalmente vatido. Dicho proyecto pasa por Ia destruccion del Estado, del capitalismo y de Ia burocracia y, por lo tanto, parte del recluzo mas absoluto del empleo instrumen­tal que los bolcheviques hacen del Soviet en favor del partido. Abierto a Ia participacion de todos los trabajadores, el Consejo constituye Ia forma organizativa de Ia autogesti6n radical, don­de toda jerarquia es rechazada, dentro y fuera del mismo. El Consejo elige delegados revocables en cada momenta, disuelve toda forma de poder extema asi como toda actividad especiali­zada que se aleje de sus e.'Cigencias, y no tolera limitaciones de indole geogrifica ni de cualquier otra. Su poder «debe imponer sin demora la transformaci6n fundamental de la produccion y de las relaciones en el seno de Ia rnisma, debe abolir la mercan­cia y modi.ficar las necesidades, debe cambiar el ordenarniento del espacio y de Ia educacion, el ejercicio de Ia justicia y Ia defi­nicion misma de los crlmenes; debe liquidar Ia jerarquia, su moral y la rcligion»149

• Predsamente por la amplitud y Ia radica­lidad de las tareas propuestas, e1 Consejo se encuentra il)mer­so desde su nacimiento en una lucha a muerte con el viejo

149. 1S, X, pp. 30-31.

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mundo, en Ia cual uno de los dos habr:i de sucumbir. «A b larga, e1 Consejo no podci sobm;ivir mas que apostando por b transformacion completa de todas las condiciones de ex.isten­cia y ganando esa apucsta por la vida inmediatamentc libcrada}). Su funcion historica, por lo tanto, consiste no en la gest:i6n del mundo existcnte, sino en su transformaci6n cualitativa ininte­munpida. De esta manera el concepto de consqo que proponen los situacionistas supone una superacion cfect:iva de Ia tcorfa consejista elaborada por e1 grupo Socialismo o Bar bane, que en e1 fondo no proponfa mas que una humanizacion y una racio­nalizacion de Ia economia, pero esci mucho mcnos concctada con el analisis historico de las situaciones concretas: mientras que ·d proyecto revolucionario de Socialismo o Barbaric enconttaba en Ia experiencia de Ia revuelta antiburoccitica de Alemania del Este (1953), Polonia y Hungria (1956) un ele­mento fundamental de validacion, Ia IS no identifica en las situaciones attasadas, ni en los paises subdesarrollados ni en las burocracias comunistas, movimientos socialcs conscien­temente encaminados a Ia constitucion de consejos obreros y su reflex.ion asurne el car:icter de un llamamiento voluntarista a la realizacion de un ideal La Carta abima al Partido Obrrro polaro de Kuron y Modzelewski (1965) expresa en un plano teorico una concepcion consejista y de pura gesti6n mas cer­cana en sus postulados a Socialismo o Barbaric que a la IS. L.-t invasion rusa de Checoslovaquia en 1968 -tal y como recono­cen los situacionistas- provoc:a Ia aparicion de «metodos de lucha netamente revolucionarios al servicio de una burocracia reform.ista1ld». El proyecto del Consejo Obrero, que se habfa

150. IS, XII, p. 40.

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constituido en la forma organizaciva revolucionaria de las revueltas del Este europeo en los aiios cincuenta, en Checoslovaquia no va mas alia de los vanos prop6sitos refor­mistaS de un sector de 1.a burocracia estata.I.ISI.

Mayo del68

Segli.n 1.a IS, 1.a situaci6n hist6rica que marca claramente el regreso de 1.a revoluci6n social, el comienzo de una epoca y 1.a reaparici6n del proletariado como sujeto es el ~o francis. Preanunciado por Ia revuelt:a estudiantil, que en sus manifest:a­ciones mas conscieotes (Berkeley en 1964, Ia organi.zaci6n Zeogakureo eojap6n o los sucesos de 1967 en Turin) «Se ha afirmado como revuelt:a contra todo el sistema social basado en la jerarquia yen Ia dict:adura de Ia econom.f.a y del Est:ado1sz, el movimieoto de las ocupaciones que se desarrolla en Francia en

. mayo de 1968 trasciende netamente el ambito universitario y se transforma con rapidez eo una crisis social de grandes propor­ciones. Precisameote por eso el Mayo frances ha sido el Unico episodio hist6rico import:ante en cuyo nacimiento y desarrollo ha contnbuido eo alguna medida la teorla crltica de la IS, cuyos miembros participaron direct:amente en los acontecimientos: basta el punto de que el 68 represent:a el momento ilgido por antonomasia de la experiencia situacionista y constituye el mejor testimonio de su importancia y de sus limites.

151. T:ambien Ia .tc:vuelta obrera autenticamente subversiva de Danzig y Stettin de diciembre de 1970 puece ajena :1 cw.lquier referencia oonsejis­ta (ver el folleto 1970, Danw Stttlifl as/ tomo Dttroit, Genova, 1972). 152. Dtla mirma m e/muiio utsuJianfi~ 1967 (ver nota 86).

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' El movirniento que cogi6 por sorpresa, no solo a los bur-gucses, sino tambien a casi todos los revolucioru.rios, habla sido presentido por Debord, que ya en abo!, en el texto sobre Ia cuesti6n de Ia organizaci6n'5l, se expresaba en estos termi­nos: «Las nuevas tendencias revolucionarias de la sociedad actual, aunque sean todavia dcbiles y confusas, ya no escin relegadas a un margen clandestine: este aiio se dan cita en b calle». Si bien es cierto que ya desde el mes de enero en la uni­versidad de Nanterre un grupo de Enragis (<U'abiosos») simpa­tizantes de la IS habfa lanzado una acci6n de contestaci6n radical de las estructuras universitarias (acci6n que seria reto­mada luego con mayor eclecticismo por el Movimiento 22 de Marzo), era casi imposible deducir de ello d contagia inminen­te de la agitacion a1 con junto de la sociedad francesa. Como es sabido, la crisis adopt6 proporciones generales desdc la ooche de la batalla de la calle Gay-Lussac (dellO alll de mayo), en la que un barrio entero de Paris cay6 en manos de los rebel­des durante mas de siete horas. la reapertura de la Sorbona y su sucesiva ocupacion d 13 de mayo indujo a la IS a entrar directamente en la lucha. Y as~ al dia siguiente se constitufa el Comiti Enragis-l11lmtalionak Silllalionnirlt. Con la ttiste experien­cia de Esttasburgo au.n fresca en la memoria, esta vez los situa­cionistas esperaron, antes de actuar en cornUa, a que los E11ragls probanm de alguna manera su autonomia.

la primera iniciativa de este comite fue una apdaci6n a la ocupaci6n de las fabricas y a la constituci6n de Consejos Obrcros, as£ como la difusi6n de las principales tesis situacio­nistas. Uno de los enragit, Rene Riese~ tras ser convocado por

153. IS, XII, p. t 12.

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Ia asamblea general de Ia Sorbona para que diera parte de las actividadcs de su comitc de ocupad 6n, expuso un programa de democracia directa que implicaba la abolid6n de las clases, del trabajo asalariado, del espectaculo y de Ia supervivencia, a Ia vez que pedia el poder absoluto para los Consejos. Obst:aculizado y boicoteado en codas las formas posibles por los sinclica tos estucliantiles y por los grupos leninistas, estali­nistas y maoistas, el comite de ocupaci6n, incapaz ya de fun­cionar, fue obligado a retirarse a los pocos dias. Mienttas casi todos los ttabajadores en huelga ocupaban las fabricas, ofici­nas y eclificios publicos, situacionistas, mragi.t y simpatizantes formaban el <<Consejo para al mantenimiento de las ocupacio­nes» (el17 de mayo), compuesto porno m:is de cuarenta per­sonas en total. Este consejo, como escribi6 el situacionista Vienet en ellibro que dedic6 por entonces al Mayo1

S4, «culmi­n6 una experiencia de democracia clirecta, garantizada por una participaci6n igual de todos en los debates, en las decisio­nes y en la ejecuci6n. Se ttataba esencialmente de una asam-blea genenli inintemunpida que deliberaba dia y noche. No habia fracci6n ni reunion alguna que tuviera una existencia separada del debate comun». M:is cerca de lo que serla una organizaci6n consejista que de un consejo propiamente

' . clicho, el CMDO clistingufa en su seno tres comisiones, que se encargaban, respectivamente, de la compilad6n e impre­si6n de documentos, de los vinculos con las fabricas ocupa-

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154. Rene Vienet, Enragisy silllanoniJtar en tlmovimimto tk Jar Oftpationes, Paris, Gallim:ud, 1968, pigs. 167-68. Hay una versi6n astell.ana publica­da por Castdlote (Madrid) en 1978. Se trat2 de una edici6n muy defectuo­sa (nula tra.ducci6n. amputaciones). (N. del E.]

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das y de los sumirtistros necesarios a Ia accividad . El Cl\IDO publico el «In forme sobre la ocupaci6n de la Sorbona>> (19 de mayo); en el cual exponia las historias que habfan provocado el fracaso de aquclla experiencia, la declaraci6n <<Por el poder de los Consejos Obreros» (22 de mayo), donde se manifestaba la oportunidad eventual <<de volver a poner en funCton:tmicn­to ciertos sectores de la economfa bajo (Ontrol obrem> y final­mente el <<Llamamiento a todos los trabajadores» (30 de mayo), que sostenfa que al movimicnto (por emonces ya pcicti­camente en reflujo) «solo le faltaba Ia condmda de aquello que ya habfa hecho para tomar posesi6n real de esta revoluci6ru>. En junio de 1968, con la restauraci6n del Estado, el C~IDO optaba por rech:u:ar Ia hip6tesis de una cxistencia permanen­te y se disolvia.

El juicio sobre Mayo del 68

El juicio de la IS sobre .Mayo, ya esbozado en textos y car­tas contempocineas, fue perfeccionado en el hbro de Rene Vienet Enragi.r y siluacioni.rfa.f en d n;ovimimto de las ocspadonu, asf como en su arrlculo «:El comienzo de una epoca», c1ue apare­ce en el nUmero doce de la revista. Para los situacionistas el movimiento de Mayo fue esencialmeme proktario y no cstu­diantil. Aunque en primera instanc:U el movimiemo fuera pro­vocado por una revuelta estudiantil, lo cieno es que el desarrollo de la protesta super6 con creces cl contexto univer­sitario. Mientras los estudiantes leninist.-ts o esralinistas se dis­frazaban de obreros, d sector mas avanzado de entre los trabajadores se disfraz6 de esrudiante: «El movimiento de Mayo no consisri6 en una tcoria politica cualquiera que salie-

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se en busca de obreros que b ejccutaran: fue el prolctariado el que, acruando, buscaba su propia conciencia te6rica»1ss. En plena polemica con Jean-Marc Coudrny (quien, desde dentro del i~uimlismo, expresa ciertas dudas respecto de la voluntad revolucionaria de los obreros1S6), los situacionistas afuman que, si bien es cierto que los obreros habian tolerado el sin­dicato y que en la mayor parte de los casos no lograron crear las condiciones adecuadas para expresar lo que querian, sin embargo con la huelga general salvaje, la ocupaci6n de los lugares de trabajo y el rechazo de los pactos de Grenelles entre patronal y sindicatos s1 dejaron claro que no iban a contentar­se con simples mejoras salariales y que entendian que los hechos de Mayo eran irreversibles.

En lo que respecta a las causas de los acontecimientos, los situaciooistas excluyen la crisis econ6mica como explicaci6n b:isica: <do que se atac6 frontalmente en Mayo fue una econo­mia capitalista desacrollada que funtionaba bim»1s1• La crisis eco­n6mica no fue pues la causa; m:is bien fue una consecuencia de la erupci6n revolucionaria, la cual no solo suspendi6 la producci6n durante varias semanas sino que, sobre todo, min6 las rakes de la confianza de la burguesfa francesa en la estabilidad social del pafs. A diferencia de aquellos grupos izquierdistas que, como Revolution lntemationale, se esfor­zaban en identificar las causas del Mayo en la crisis econ6mi­ca provocada por el agotamiento de los recursos abiertos al

155. 1S, XII, p. 7. 156. J. M. Coudny (seud6rumo de Cornelius ustoriuiis), «La revoluci6n antici~, en Mm 1968: Ia bridN (avec Chude Lefort et Eclg:u Morin), Editions Fayud, 1968. 157. Vienet, op. &iJ., pp. 209-210.

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capitalismo de la segunda posguerra (reconstrucci6n, explo­taci6n de los paiscs subdcsarrollados, producci6n crcctentc de annamentos)'~, los siruacionistas ignoran estos factores para hacer referenda, de fonna cxtremadamente genccica, a! mundo de la mercanda, que «en Ia mcdida en que extiendc su poder a todos los aspectos de Ia vida, produce por doqwer Ia extension y Ia profundizaci6n de las fuerzas que lo nie­gan»m. De esta manera, los situacionistas asumen en lo que respecta a Francia una posicion diametralmente opuesta a b que acababan de sostener a prop6sito de los paiscs subdcsa­rrollados: si en estos ulti.mos vdan en el desarrollo aut6no­mo de las fuerzas productivas la causa fundamental de b lucha de clases (a la cual negaban asf toda ociginalidad), aquf evitan referirse a factores hist6ricos detetministas, funda­menta~do el movimiento en su conjunto en Ia pura subjeti­vidad subversiva que se halla latente en todas las sociedades burguesas modernas. La coexistencia de metodos y orienta­clones tan opuestos en los aruilisis hist6ricos situacionistas no es una mera rareza o incoberencia, ni indica tampoco una superaci6o de posiciooes precedeotes. Una vez mas, se trata de un feo6meno derivado de su subjetivismo artfstico nunca superado: como eo los pafses attasados no existe IS, los situaciooistas lo unico que son capaces de ver alli cs cl domi­nio totalitario de la economia. En Francia (y en los demas pafses neo-capitalistaS), la presencia misma de la IS -aunque, como ya he dicho, tenga por causa el desarrollo de la erono-

158. Rii.'Obi/Jon lnkntalionak, num. 2, pp. 43-53 y num. 3, pp. 53-58. Respuest:l situaciorust:l en IS, Xll, pp. 51-54.

159. Vienet, op. til., p. 129

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mfa- es testimonio del bullir subtercineo de una creatividad subjetiva inmediatamente expresiva y de natmaleza esponci­neamente consejista, creatividad que constituye el nuevo sujeto historico. Ello explica esa extraiia mezcla situadonista de determinismo y voluntarismo, de economicismo y de subjeti­vismo, Ia cua1 no es -digan ellos lo que digan- fruto del metodo dialectico, sino simplemente la consecuencia mecinica de Ia actitud decreer ser el Todo.

Cuando esta actitud suya se topa con el movimiento sub­jetivo de liberacion respecto del valor de cambio, de ahi se deriva una coincidenci'a que, aunque no garantiza a los situacio­nistas una superacion efectiva de la alienacion artistica, si los convierte en interpretes excepcionalmente agudos de la situa­ci6n creada. La idenrificaci6n sin reservas con este movimien­to petmite a los situacionistas enarbolar y expresar con el mi.xi.mo vigor Ia dimension conscience del Mayo. Las paginas que Rene Vienet dedica a Ia descripcion de Ia amplitud y pro­fundidad de Ia crisis social de entonces se cuentan entre las mas vivaces y concretas de cuantas se hayan escrito sobre el terna: «Lo insolito se hacfa cotidiano», escribe Vienet, «a rnedida que lo cotidiano se abria a las sorprendentes posibili­dades de carnbio ... En cuestion de una semana millones de personas habfan roto con el peso de las condiciones alienan­tes, con Ia rutina de la supervivencia, con el mundo invertido del especciculo. Por prirnera vez desde la Comuna de 1871 y con unas perspectivas mas alentadoras, el hombre de carne y hueso absorbfa al ciudadano abstracto; el hombre indivi­dual en su vida empirica, en su ttabajo individual yen sus rela­ciones individuales se convertfa en un ser generico que reco­noda sus propias fuerzas como fuer.Gas sor.iales. La fiesta otorgaba por fin vacaciones verdaderas a aquellos que solo

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conocian jornadas laborables }' festivas. La picimide jerar­quica sc habia derretido como un cucurucho de helado a] sol de mayo. Hablar y comprender eran una y la rrusma cosa .. . La vida cotidiana, redescubierta de pronto, se converda en el centro de todas las conquistas posibles. Personas que habian trabajado siempre en las oficinas ahora ocupadas dcclaraban que ya no podrfan volver a vivir como antes -ni siquicra un

poco mejor que antes ... Se paseaba, se sofiaba, sc aprendia a vivir. Los deseos empezaban a hacerse poco a poco realidad. Por primera vez hubo realmente juventud, no la categoria social inventada por soci61ogos y econorrustas conforme a las necesidades de la causa mercantil, sino Ia unka juventud real, la que vi:ve sin tiempos muertos, la que rechaza, en pos de la intensidad, la referencia policlaca a la edad .. . La desaparici6n del trabajo forzoso no podia mas que coincidir con el librc curso de la creatividad en todos los ambitos: pintadas, lengua­je, comportarniento, cictica, tecnicas de combate, agitaci6n, canciones, carteles, comics . . . En cuanto a Ia critica del pro­yecto artfstico, no era en las sucursales del happmi11g ni entre los excrementos de )a vanguardia donde habfa que buscarla, sino en la calle, en los muros y en el movimiento general de emancipaci6n que portaba dentro de sf Ia realizaci6n misma del arte.>>160

Llegados a este punto, hay que plantearse Ia cuesti6n siguiente: clograron los situacionistas realizar el proyecto his­t6rico de las vanguardias artfsticas, de los .9ada1stas, de los futuristas rusos, de los surrealistas? A diferencia de todos aqucllos movimientos, que en su dia se vieron obstaculizados

160. Ibfd., pp. 133 y ss.

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por elleninismo y el estalinismo, <lograron los situacionistas superar el arte en la revoluci6n? Si bien es cierto que llegaron por esa via mas lejos que cualquier otto grupo, en la base misma de su identificaci6n con e1 proyccto rcvolucionario hay un eq:~fvoco fundamental: su exigencia de absoluto se pare­ce a la resoluci6n del Consejo Obrero de presentarse como Unico poder, con la importante diferencia de que, mientras el de este Ultimo alude a la democrncia direct.'l, abierta a todos en tanto que totalidad social autogestionada, la totalidad situacionista atribuida a la subjetividad individual no pasa de ser una pretension ideal, artfstica.

No es que los situacionistas no hicieran propaganda de si mismos o de su organizaci6n durante Mayo del68, tal y como hacian los demas grupusculos. Sin embargo, su fonna de hablar en nombre de un proletariado que, si bien habia ocu­pado las fabricas, no habia planteado proyecto positivo algu­no pone en evidencia una ces~~ra entre la realidad dd Mayo y·su propia perspectiva -<:esura que una y otra vez ellos tratan de aclarar sin llegar nunca a conseguirlo realmt:nte-. Una y otra vez los situacionistas se dan de bruces contra una dificultad: si por un !ado sostienen que Mayo es el inicio de una epoca revolucionaria de la que ellos representan la conciencia antici­padora, por d otto escin obligados a reconocer que, en Mayo, el proletariado ni constituy6 Consejos, ni se pronunci6 a favor de este tipo de organizaci6n. Para salir del atolladero los situa­cionistas aluden a <<Una actitud manifiestamente consejista>> que siempre antecede ala constituci6n de los Consejos161

, a un estado todavia «incipiente de todos los medios concretos,

161. lbfd., p. 148.

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entre los que hay que con tar Ia conciencia te6rica }' organiza­tiva», que hacen posible Ia sublevaci6n colecciva1~, al ciempo que afirman que «el movimiento de las ocupaciones estuvo objetivamente lo que se dice a un pas(!)> de Ia formad6n de un Consejo16

) . Por otto !ado, los situadonist.as tampoco dudan en «criticar el movimiento de Mayo mismo»1

(A poniendo en cvidencia sus limites. No deja de ser cierto que ellos nunca se hicieron demasiadas ilusiones durante Ia rcvuelta (mis bien al conttario: sus juicios y previsiones sabre el futuro de Ia misma, que no dejan de expresar incluso en los momcntos de mayor entusiasmo, son excepcionalmente lucidos). El 15 de mayo los situacionistas ven tres desarrollos posibles en arden decreciente en cuanto a su probabilidad, a saber: el agotamiento del movimiento, la represi6n y Ia revoluci6n social16s. Y el22 de mayo delinean de manera muy aguda esta perspectiva: <<El gaullismo puede pact.ar -esencialmentc con el P.C. y con Ia C.G.T. (esto es, indirectamente)-la desmo­vilizaci6n de los obreros a cambia de vent.ajas econ6micas, redirigiendo Ia represi6n a las corrientes radicales. El poder puede pasar a Ia "izquierda", la cual hara Ia misma politica, si bien desde una posicion mas debil. Tambicn puede que se intente Ia represi6n con la fuerza. Al final los obreros seran capaces de tamar Ia iniciativa, hablando par sf mismos y tomando conciencia de reivindicaciones que esten al mismo

162. IS, XII, p. 4. 163. Ibfd, p. 12. 164. Ibid., p. 7. 165. Oc~villll Dens Paris aJO: membm til Ia IS. AJiX famaradts '1~ It son/ Jk laris tn a«orJ avu nos lhisu, del 15.5.68.

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• I ,

nivel de radicalismo que las formas de lucha que ya han pucs­to en practica>>166

Donde falhn los shuacionistas no cs en Ia constataci6n de los lirnites de Mayo, sino en la explicaci6 n de los rnismos. Vienet distingue ante todo lfmites objetivos y limites subjeti­vos. Entre los primeros identifica Ia acci6n del sindicato (que representa uno de los princip::tles mecanismos de integraci6n del proletar:iado en el sistema de e>.:plotaci6n), la acci6n del P.C.F. (que hizo cuanto pudo por poner fm a la huelga) y la de los grupos trotskistas y maoistas (que se obstinaron en reproducir los crrores del pasado). Entre los limites subjeti­vos, Vienet identifica el retraSo de la conciencia hist6rico-te6-rica (condici6n sine q~~a non de la revoluci6n social), que segful 8 imposibilit6 la constituci6n de una organizaci6n aut6noma positiva167

• Lo que no se explica, sin embargo, es ron~o u posi­bk que esa subjetividad proletaria que tan radicalmente se expres6 a traves de la huelga y las barricadas tolere luego a los bur6cratas y no sepa e.-q>resarse coherentemente de manera organizada Para dar una respuesta adecuada a estos interro­gantes no basta con identificar la causa de los lirnites -como hacen los situacionistas- en los obsciculos que la pasividad econ6mica y espectacular opone ala acci6n de la subjetividad revolucionaria, sino que es preciso suponer la existencia de fuerzas psfqukas regmivas que actUan contra cada tentativa de liberaci6n11

:'. Precisamente la reluctancia de los situacionis-

166. «Pour le pouv01r des Conseils Ouvriers>>, en a pen dice a Vienet, op. dt. 167. Vienet, op. dt., pp. soy ss. 168. Sobre este punto reenvfo a Ia obra de Wilhelm Reich, La pskowt,fa de mtUtU Jd fa~rilmo.

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tas a tamar en consideraci6n los ekmmloJ p1fquiro1 que ascgu­ran cl predominio del pasado sabre cl presente revcla, una vez m as, la naturaleza artfstica de su subjetividad; a! ser esta incapaz de admitir la existcncta de limites internos a Ia propta libcrtad,'se pone concretamentc de. manificsto Ia diftrencia que Ia separa de la psique proletaria del Mayo: mientras que Ia pri­mera se identifica con la conciencia y la actividad para dcs­pues proceder libremente a Ia representaci6n ideal de su autonoiJ]ia absoluta, la segunda es el Iugar de un conflicto intemo real en e1 que las dos partes en lucha son altemativa­mente conscientes e inconscientes.

Grandeza y lfmites de la Intcmacional Situacionista

La clave para entender la relaci6n de Ia IS con Mayo del 68 es la triple identificaci6n arbitraria entre Ia subjctividad sirua­cionista, d proyecto revolucionario que aspira ala instauraci6n de los Consejos y la psique proletaria; en realidad se trata de tres casas distintas cuyo tn(llen/ro no ha sido dialectico -<:omo cree err6neamente la IS- sino simplernente oca:Jional. En eJfa roilmaencia radira tanto Ia granfkta ron;o Ia mimia de Ia [nlmracional Sil1tacionista. Del simple hecho de esta confluencia deriva el comportamiento admirable de los situacionistas a lo brgo de Ia crisis, la lucidez de sus previsiones sabre b evoluci6n de Ia misma y Ia extraordinaria felicidad de sus descripcioncs. E l car:icter fortuito y no or:g:inico de esa coincidencia explica el relativo ai.sbmiento en e1 que la IS desarrollo su actividad, Ia escasa resonancia de sus textos, las extenuantes explicaciones de lo que par~e ser una paradoja his tori ca. Si -como dicen los propios situacionistas- la IS ha desempeiiado una funci6n

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importante, directa e indirectamente, en el estallido de la agi­tacion169, interpretando mejor que nadie los fermentos revolu­cionarios que bullian en las condiciones sociales modemas y mostrando en lo concreto alguna posibilidad de intervenci6n, reconociendo y designando los nuevos puntos de aplicacion de L1. revuelta1

1\), en una rebcion de sintonia tan profunda con el movimlento que este, al margen del proccdimiento politico tradicional de adhesion, del proselitismo o de cualquier fun­cion directi>'a, en cierto memento comenzo a «parecerse a la IS», a adoptar por su cuenta las tesis situacionistas171

, no deja de ser extraiio que precisamente en lo que respecta al punto principal del programa revolucionario izquierdista -la forma­cion de los Consejos... el movimiento de las ocupaciones haya estado tm rettasado y la IS tan adelantada. La <<inadecua­cion entre la conciencia y la praxis>> que, segUn los situacionis­tas, «lleva la improata fundamental de las revoluciones proletarias no reaHzadas>>171

, el heche de que la teoria revolu­cionaria coherente sea patrimonio de poquisimos individuos y, en fin, las condiciones extremadamente desfavorables en que dicha teoria es comunicada a las masasm, todo ello pareceria justificar una vuclta a aquellos metodos poUiicos de proselitismo

169. IS, XII, p. 18. 170. Ibfd. p. 4. 171.lb£d. p. 19. 112. Vienet, op. cit., p. 153. 173. Ibfd., p. 211 . 174. Precisamente de una elecci6n de este tipo nace en Italia a finales de 1969 el grupo Lotta Continua d cu.al, mis que ningwu otta organizaci6n de l:l izquierda exttap:ulamentaria, puecc rccupcrar parte de h tem:itica si tu.acionista.

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y de m.ilitantismo174 que la IS sin embargo desdeiia por ser con­traries al principia de la autonomia proletaria. SegW1 Richard Gombin, autor de un libro sobre Mayo que da un am plio relie­ve a la IS, si cl pcoyecto revolucionario s1gue latente, mcons­cientc en cl seno del movimiento prolctario, parece ineVItable la cecafda «en Ia teoria de los trotskisL'tS, conforme a Ia cual es necesario aduenarse de las organizacioncs de clase para difun­dir entre la clase obrera las proclamas de tipo revolucionario y la voluntad de lucha>>m. Los situacionistas tampoco tonuron

I

nunca en consideraci6n esta hip6tesis, que siempre lcs parcci6 coccectamente una rem.iniscencia tarclfa del leninismo. En

• cambio, su error radica en pensar <da teoda desconocida)) de la revoluci6n en relaci6n dialectica con el movimiento reaP76

, alli donde el encuentro de su subjetividad artfsrica con la primera y con el segundo fue equivoco y ocasional.

Si el fracaso de Mayo marca el final de la coincidencia de la IS con la psique proletaria, la falsa identificaci6n de Ia sub­jetividad artistica con el pcoyecto de los consejos solo se har:i evidente en los episodios sucesivos: desde junio del 68 en adelante el esfuerzo te6rico de Ia IS se dirigici, precisamente, a profundizar en el problema de la O!p,olliiftd6n revol11donaria. Esta b'llsqueda parece orientarse conforme a dos lfneas direc­trices fundamentales: la explicacion de las caracteristicas esen­ciales de los Consejos y la tendencia a la creaci6n de una organizaci6n consejista mas vasta que Ia IS. Tanto la primera orientacion como la segunda terminar:in en el mas rotunda

175. R Gombin, u projtl ri~ooiNhonnairr. Ekmmll dimt Jodo/ogrt dtJ MntmmiJ de maij11in 1968, Parls-La Haya. Mouton, 1969, pp. 37-38. 176. IS, Xll, p. 34.

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de los fracasos: la teoria de los Consejos, porque se desarro­ll:l de manera cada vez mas separada de cualqwer examen his­torico del movimiento reru; y, en lo que respecta a la forma­cion de una organizaci6n consejista que pudiera preparar el advenimiento de los Consejos sobre las bases teoricas de Ia IS, ul proyecto se revelo muy pronto imposible.

L:l IS siempre considero los Consejos obreros, no como organismos elegidos por asambleas de base -como sostienen algunos grupos consejistas-, sino como las asambleas genera­les mismas, que habdan de constituirse con soberanfa plena en las empresas y en los barrios, con delegados revocables en todo momento y dependientes tan solo de si mismosm. Vaneigem escribe en este sentido que «fuera de la autogestion generalizada los consejos obreros pierden todo su sentido. Hay que tratar como a un futuro burocrata, y por lo tanto inmediatamente como a un enemigo, a todo aquel que hable de los consejos en temunos de consejos economicos o socia­les., a todo aquel que no los sirue en el centro de la revolucion de la vida cotidiana y no asuma las consecuencias pcicticas que de ahi se derivan))1-:t. Esta interpretacion que Vaneigem denuncia, que tiende a limitar el poder del Consejo por muy favorable que sea a su creacion, la IS la define como ideologla consdina y sus representantes son aquellos grupos que apoyan Consejos en cuyo funcionamiento pretenden intervenir como organizaciones autonomas a partir del momento mismo de su constitucion. En cambio los Consejos, segU.n Vaneigem, deben considerase como lo que son, es decir, el pun to de par-

177. Ibid., p. 32. 178. Ibid., p. 7 5.

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tida de la revoluci6n, no su destine. Ofreceran <Jas condicio­nes para una realizaci6n permanente de la subjetividac:b>, realt­zacin hist6ricamente lo imaginano, produciran «un aumento inmediato del placer de vi vim, secin <Ja entrada, \rivida y cons­ciente, en la totalidacl». Por si fuera poco, Vaneigem se com­place en dcdudr su cstructura, aun seiialando que sean las organ.izacioncs consejistas rcvolucionarias existemes las encar­gadas de predsarla rigurosamente a partir de aqucl mismo memento. Asi, Vancigem, de una manera que recuerda a Fourier, distingue en el :irnbito del Consejo cuatto secciones (de equipamiento, de informacion, de coordinaci6n y de auto­defensa), indica las primeras medidas revolucionarias, identifi­ca en la producci6n sectores prioritarios, de reconversion y parasitarios, para terminar proclamando el fin del ttabajo «en el placer de la 1-listoria para sf»179

~Cual es el sentido de esta hs1ida hacia de/ante, de este hiper­futurismo revolucionario, tan preocupado por superar aquc­llo que todavia no existe, que parece poner mas imeres en la prefiguraci6n de los problemas fucuros (como por cjcmplo, el conttaste entre las organizaciones consejistas y los Conse­jos) que en la soluci6n de los accuales (como por cjemplo, Ia ausencia de Consejos Obreros en 1-fayo)? Para poder respon­der a esta pregunta es preciso referimos al que fue su otto objeto de estudio, a saber: la organizaci6n consejista encar­gada de preparar el advenimiento de la sociedad de los Consejos. Las caracteristicas de dicha sociedad se indican ya en un texto de 1966 titulado <<Definicion minima de las orga­nizaciones revolucionarias» y son, entre otras, c1 deber de per-

179. lbfd., pp. 77-78.

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seguir de forma coherent<: la realizacion intemacional del poder absolute de los Conscjos Obreros, el deber de fonnu­lar um critica unitaria del mundo, de reconocer el principio y cl fin de su programa en Ia descolonizacion total de la vida cotidiana, de rechazar en si m.isma Ia reproduccion de las con­diciones jecirqu.icas del mundo dom.inante y, en fin, Ia virtud de ver e..xplicitamente en su victoria su propio final en tanto que organizacion separada180

• Hasta aqui, la organizacion revolucionaria parece identificarse con la propia IS, o mejor, con lo que la IS querria ser: pues a pesar de haber mantenido alguna relacion con grupos semi-raclicales espaiioles que pronto terminaron161

, y a pesar de ciertas expresiones de elo­gio a los lejanos Zen~-uren, lo cierto es que para los situa­cionistas iba de suyo que la IS era la Unica organizacion revolucionaria que habfa en el mundo. Era evidente, sin embargo, que esta pretension no guardaba mucha relaci6n con el tamafio minU.Sculo de la organizaci6n, ni tampoco. con sus e:xigencias cualitativas. Este hecho hizo que Debord con­siderase necesario, en el texto que declica r la organizaci6n en abril de 1968, afinnar la exigencia de una renovaci6n en el seno de la IS que la pusiera en clisposici6n de probar su efi­cacia en un estaclio ulterior de la actividad revolucionaria, mediante la participaci6n en la IS de un mayor n\imero de individuos escogidos de entre todos aquellos que demostra­sen capacidad y preclisposici6n112

• Podrla pensarse que esus inclicaciones tenfan la vista puesta en la creaci6n de una nueva

180. IS, XI, pp. 54-55. 181. IS, X. pp. 27-32. 182. IS, XII, pp. 112-113.

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organizaci6n rcvolucionaria constituida a partir del crcci­miento de la IS. Sin embargo, en agosto de 1969 Debord mismo se encargaba, mediante una nota adjunta, de excluir indirectamente esta interpretacion, al limitar cl alcance y el sentido de Ia ampliaci6n de Ia IS a que simplcmente sc lucie­ra un mejor uso del criterio de elecci6n en Ia admisi6n de nue­vas miembros. Y por si fuera poco, Rene Riesel anadia nucv,as detenninaciones al conccpto de organizaci6n rcvolu­cionaria consejista que excluian definitivamente toda posible identificaci6n con Ia IS (para ser tal, Ia organizaci6n conscjis­ta d~bia estar compuesta en sus dos terceras partes -<:omo minimo- por obreros <<eonvertidos en dialecticos» y, aunque tampoco se excluian o separaban ottas categorias de asalaria­dos, si se debfa limitar al maximo el numero de intelectua­les1~,. Por lo demas, Riesel tambien atribuyc a Ia organizaci6n consejista caracterfsticas propias de Ia IS: Ia elecci6n de sus miembros (al contrario que los Consejos, abicrtos a todos los que deseen entrar) y Ia igualdad real de todos en las decisiones yen las ejecuciones (que, a diferencia de Ia igualdadfom;a/ de los Consejos, se presta a Ia justificaci6n de jerarquias oculus) . La dificultad que encontraron los situacionistas a Ia hora de dar con una soluci6n estable a este problema deriva, claro esci, de Ia imposibi!idad de (Ondliar Ia s11ijetividad artislica -impli­cita en Ia IS en tanto que secta que encama Ia totalidad- con el Pf'OJ'tdo de Ia otganizadon (01/.Jdista, cu ya pcictica (como el pro­pia Vaneigem1 .. reconoce) debe contener desde el primer momenta Ia experiencia de la democracia directa.

183. lbfd., p. 73. 184. Ibid, p. 77.

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La org:mizacion consejista tampoco pucde nacer, seglln la IS, de una fusion o colaborac16n con otros grupos gar((biJies ya existentes que defienden asimismo Ia creaci6n de los conse­jos. El Movimiento 22 de marzo fuc una reagrupaci6n eclec­tico-cspectacuhr de individuos que confiaban en «Ia accion comtir1» con la ilusoria convicci6n de superar la imposibilidad de ponerse de acuerdo•as en un solo punto teorico; los dife­rentes p:utidarios del esponta11ef.rmo Sllb·a11arqr1ista, que confun­dian organizaci6n con bolchevismo, tampoco tuvieron nada que ver con la IS; Revolution Intem.ationale y algUn que otro grupo similar no serian mas que versiones criptoburocraticas de la teoria de los consejos; por Ultimo, Informations Correspondance Ouvrieres, al afinnar que «los consejos son la ttansformacion de comites de lucha bajo la influencia de la situaci6n misma y en respuesta a las necesidades propias de la lucha» hada suya una posicion med.nico-contemplativa que prescinde completamente del desarrollo tanto de 1a con­ciencia como de la teoria. Por lo tanto, para la IS despues de :Mayo del 68 no existe organizaci6n consejista alguna que sea coherente y digna de ser tomada en consideraci6n.

La huida hacia delante, e1 hiperfuturismo teorico, desem­pciia la funci6n de ocultar esta parad6jica conclusion, a saber: que 1a IS sit\la el problema de 1a organ.i.zaci6n m tl vado, al tiempo que considera que ya se dan las condiciones hist6ricas suficientes para plantearlo. La IS se ve obligada a replegarse sabre si misma, a reafinnar su propia valia tratando de poncr en funcionamiento effmeras secciones nacionalcs -que repro­ducen como caricaturas todos sus defectos-, al tiempo que

185. Vienet, op. til., pp. 37-38.

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decla.ra Ia necesidad hist6rica de su prop1a superaci6n. Los siruacionistas se encucntran asi enccrrados en un drculo vicioso: Ia incapacidad de promover de manera concreta b formaci6n de una organizaci6n conscjista los rcconducc al punto de partida, del que en realidad nunca se movieron, cs decir, a Ia pura mbjetividad artfslica 110 mperada) a Ia posm6n sec/aria y exc/11siva de Ia lolalidad ideal. Y en sentido contra rio, todas estas caracterfsticas los vuclven incapaces de colaborar en Ia formaci6n de una organizaci6n consej1sta. La imposibi­lidad de reconocer este circulo real, unida a las mas ardientes superaciones imaginarias, acabaran provocando obviamente Ia explosion y el consiguiente final de Ia Internacional Situacionista. Y sin embargo, esc final tan poco glorioso no debe haceroos olvidar que los situacionistas siguen siendo un punto de referenda obligado para Ia pcrspectiva revolucio­naria contempor:inea.

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Los satuaaorust:tS durante Ia Vlll ()· uluma) Confcrenw 1 de l:a IS cdcbnda entre cl 25 de scpucmbrc y cJ I de octubrc de I ')69

en Casa FroUo (tsb de Gaudccc:a, Vencaa)

IX wl.\. a dclu.: Rob<rt Clmse (pcrftl), Tony Va.Wn,J.V. Mutin, IUoul Va.nci&= (~). Fon~oo de DeaWicu, RtnC V~et~et, Guy Debord y Paolo Salvadon. EJ a.nd que IC \'C aJ foodo ra:a: "Premia JS" (cJeruro a WU c:inun de one).

Se tntt de Wl a.nur.cio de hcbdos (IS= hlclo) robado pot J. V .Mutin en Ditu.T.arco de a.mioo a b conferc:nci>.

IX i:d.L a~ f~ de Beaulieu., RaX VI(O<(, j.V MJ.r.ia (de «p&ldu}, O..udK> Pt>=. Paolo Sal-....dori.

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De i:da. 1 ddu.. Eduudo RoW, Musuplu Klupti. A1un O!<'o-..lict y Rene Rl=l (ag>dudo).

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M~UUplu Kluyui (u.d..) 1 Gw.fnnco Smguwui (dclu.)

De izd1. • dclu.: Tony Vcrlun. Ouistiln S<hutiani (pcrfii), IUool v.,..cp, F~ dt llaulicu.

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De iu!1. a dch: Tooy Vcr'.un,Jcxutlw! Hotdick, Bruce E.k-dl, Ahin Qco.-..lict, Jcppcsco VJCtO: Mutb, Must>phl Klnyri, ~lo s.Mdori, Ra>e Vie6et, Edu.udo

Rothe, Purick c:::u-'21, IUooJ Vanc:igcm. Guy Debord, Chri.niln Sc'butiani, Gianf=co Smguwm, F~ de ~ulicu, Rolxrt Oussc, O.udio

Pann y R.enC Riesel. En tl b11c6n deC= Frollo.

De iz.dL a deN..: Ahin ~. clc:sc.oooc:ida Musophs !Ouyui, J. v. MuUn, P>Olo 52lndori, Robert Ou.uc, R.aX VICIICI, Edw.rclo Rothe,

Patrick <l>cnl, IUouJ VL'Iagcm. F~oh de Baulicu, ~ Riesel, MW de Bn~ (wclwh), de=nocicb, Quisti&n Slbastianl.

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EPiLOGO

REFLEXIONES Y RECUERDOS A LA DERIVA SOBRE LOS SITUACIONISTAS

1 APJarga victoria dd sllmaliJ!IJO

El primer numero de h revista ltrtrmacional Situarronista, publicado en 1957, comienza con un articulo citulado <(1\m:ug.t

victoria del surrealismo». Yo conod a los situncionistas muchos aiios despues, en 1966, y el camino que me condujo a ellos paso por cl surrealismo. Este es un hccho que ahora me parcce In clave para comprender la memalidad y el modo de acruar sobrc todo de Debord. Es como si Debord hubiesc mantcnido con respccto a Breton una relacion de rivalidad mimeoca. A menu­do me pregunto por que los situacionistas no lograron descmpc­fia.r en la cultura de las UJ.cimas decadas del ssglo vcinte un papel comparable al que desempeiiaron los surrcalistas en los aiios que precedieron a la Segunda Guerra Mundial. Es cieno que Debord paso Ia mayor pane de su vida en estado de intoxicacion y no pudo da.r lo mejor de sf mismo, como sf hizo Breton; y que la calidad y el n\lmero de personas que Breton supo compromcter directa o indirecumente en su empresa no son ni de lejos com­parables con el entomo situacionista y pro-siruacionista.

Y sin embargo en 1966, cuando conod directamcnte a1 movimiento surrealista -en Cerisy-La-Salle, con ocas1on de uno

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de los evemos que orgamzaba cada diez aiios aquel famoso Centro Cultural Intcmacional-, cstab::~ claro que Ia antorcha de Ia revoluci6n habb pasado a manos de los situacionistas. En Cerisy se celcbraba un cvemo muy importante en Ia historia del moVlmiento surrt..--alista, algo asf como su solemnizaci6n acadc­mica y su entrada en el canon de Ia cultura plenamente lcgitima­da. En el participaron activamente muchos rniembros dd grupo surrealism (aunque no Breton), asi como erninentes estudiosos y fil6sofos (ttles como Jean Wahl y Maurice De Gandillac), de manera que las ponencias de aquellos que hablaban en nombrc del surre~lismo se alternaban, por un espacio de ocho dias, con las de aquellos que hablaban del surrealismo, por asi decirlo, desde fuera. La cultura militante y la cultura universitaria se daban cita bajo Ia direcci6n de Ferdinand Alquie (profcsor en la Sorbona y autor de una Filosofta dtl sumalisnro), a quien Raymond Q ueneau debfa acompaiiar en la tarea a modo de contrapeso anti-institucional. Pcro Queneau rechaz6 participar en cl congreso y le toc6 a Alquic la tarea de encontrar un terre­no comU.O de entendimiento invocando «reglas de objetividad, claridad y orden» y «criterios de una verdad que es comU.O a tedos y que buscamos todos, universitarios o no».

Lo que los organizadores no habfan previsto es que a Cerisy vinieran estudiantes cxtranjeros que no se reconocian en el surre­alismo ni en la academia, y que estaban muy decididos a haccr oir una voz que era a un riempo post-surrealista y post-acadernica. En efecto, nos encontcibamos en la antesala del 68 y aquel vera­no habfan empczado a Uegar a Europa los vientos comcstatarios procedentes de las universidades amcricanas. Asf que cuatro de nosottos, cl frances Rene Lourau, e1 mgles Robert Stuart Short, e1 aleman Jochen Noth y yo, que en aquel momento no nos conociamos de nada, decidimos escribir y difundir un documen-

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to titulado «El surrealismo ante Ia culrura», donde concluiamos dicicndo que si cl surrealismo querfa salir del ma.rco de la revucl­ta individual y buscar pacicntemente una perspecuva lliStonc.'l, deberia morder sobre el SIStema de las insutuciones - sobrc todo las culrurales, con sus modalidades de comurucaci6n univcrsit:t­~as y comerciales, sus prctensiones de ncutralidad y objecividad- , contcstando las reglas del juego alii donde fuera posiblc, por ~jemplo elaborando rclaooncs mas precisas entre tcorb esteuca y tcoria polftica, absolutamcnte separadas cntonces.

Yo tuve Ia impresi6n de que nos encontrabamos ante un verdadero «caso objetivol>, que constituye una de b s experien­cias y conccptos clave del surrealismo; en realidad, cualquiera que estuviera un poco informado sobre cl tcma y fucra sensible a las pequeii.as senates de Ia epoca, agorcras de grandes aconte­~entos, se habria dado cuenta de que aquel grupo de surrea­listas y profesores era completamcnte inadecuado con respccw a las exigencias del momenta. El hecho de que nos hubieramos reunido en Cerisy no era casual, ya que los cuatro escibamos interesados, si bien por motives diferentes, en el surrealismo; por eso, si cenemos en cuenta todo lo anterior, habria que habb.r rruis bien de necesidad que de casualidad. Sin embargo, aqueUo se qued6 en un encuentto puntual, ya que no volvi a vcr a Rene Lourau, que luego se aproxim6 al anarquismo; con Short solo coincidl para tomar una cerveza en un pub inglcs en 1968 y haec un par de ai'ios en Roma, mienttas que de Noth no he vuelto a cener noticias directas. A pesar de lo cual, lo cierro es que aqucl encuentro, de forma indirccta, jug6 un papel decisive en mi vida.

Volviendo a Paris en ttcn Rene me habl6 de Ia exisrencia de otto grupo que estaba llevando adelante el proyccto re\'Olucio­nario: era Ia primcra vcz que ofa h:tbL'U' de los situacionistas, con

los que no tardaria en entrar en contacto. Hace poco tuve noti-

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cia de su muerte, que tuvo Iugar en un tren a principios del 2000: por esa raz6n, Rene csci p~ mi ddinitivamente asociado al tren y a Ia idea de Ia revoluci6n como locomotora de Ia historia. Tiendo por ello a ver ahora cl tren bajo una luz revolucionaria, en Ia cualla chillona policromia de los trmu de agitarion pintados por artistas tras Ia Revoluci6n de Octubre se une a las risas y canciones de los obreros de vacacioncs en los trai11s rouges del 36, esto es, los trenes mediante los cuales el Frente Popular ponfa en Francia al alcancc de todos Ia panoramizaci6n del mundo.

El 28 de septiembre de ese mismo aiio morfa Andre Breton y su final era acompaiiado uninimemente de odas y homenajes, hasta el punto de llevar a Pierre Bougeade a citar una frase de la Ultima p:igina del Natfia: <<II y a tpulque lhose qui tit va frui>. cQue es lo que no marcluba?

En aquella epoca mi interes principal era de cacicter litera­rio. Acababa de publicar mi tesis de licenciatura, La 1/Jefallovela, y me ballaba en perfecta sintonfa con el rechazo surrealista de Ia novela. Las obras literarias de Breton, como Natfia o El amor /oro, no son novelas, sino procesos verbales poeticos de cosas que se dan como realmente acaecidas. El efecto-verdad de tipo documental viene ulteriormente reforzado por las fotograffas, dibujos y docwnentos que acompaiian y certifican Ia autentici­dad de lo que se relata en el texto escrito. Este es un aspecto esencial de la vanguardia: hacer de punto de encuentro entre la cultura y Ia experiencia vivida. No por nada se Ia ha considera­do como una continuaci6n del naturalismo. Tambien hay que tener en cuenta que mi trabajo nace en un contexto cultural, el de Ia escuela filos66ca de Turin de los aiios sesenta, en el que reinaba el mas radical desencanto en lo que se refiere a las posi­bilidades de narrar Ia realidad segUn los canones de Ia gran novela de los siglos XIX y XX -un desencanto del que Umberto

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Eco y Gianni Vatcimo conscituian las puntas emergemes. Stn .embargo, a1 tratarse de una escuela de filosofia y no de histocia .de la literatura, scguia vigente en ella un fuerte enfasis en Ia ver­dad, tambi6n, y sobre todo, porque cl maestro de todos noso­ltrOs era Luigi Pareyson, a quien se adaptan muy bien algum s de las frases iniciales de Ia noveb de Breton E/ a!llor /~ar. en efccto, Pareyson era «un bqy [en el music-haU, baiL'lrin que forma p:m e de un conjunto] de lo severo», un «ser te6rico» portador de cla­·Vcs; el cstaba en poder de Ia «clave de las situacioncs».

Me pregunto hoy, a tantos anos de distancia del Congreso de Cerisy, que es lo que ha cambiado en las relacioncs entre los pensadorcs legitimados de Ia universidad y los oliiJidm. Dado que yo siempre me he sentido pane de los primeros tanto como de los segundos -raz6n por Ia cual he levantado temores en ambos sectores-, esta cuesti6n tiene para mi una relevancia muy especial. En un cierto sencido me parccc que la distancJa entre ellos ha crecido: por un lado es un hecho que b universi­dad se ha burocratizado hasta el punta de que es ya casi impo­sible encontrar un reconocirniento que no sea organico respecto de su 16gica; por otro !ado, 1a organizaci6n de Ia cultu­ra y la irregimentaci6n del sencir publico han llegado a ser tan fuertes y arraigados que convierten en irrelevante el disenso. Y sin embargo nunca como ahora se han encontrado unos }' otros ante un enernigo comun como el que representa Ia hegemonJa del mercado; tanto los pensadores institucionales como los out· .tiders son productores de bienes que entran dentro de una eco­nomia diferente de ]a ordinaria y va en inten~s de ambos el salvar la autonomia de dicho ambito. Pero esci claro que este encuentro -que es bien discinto de h disttibuci6n de papcles establecida en Cerisy- e.xige que los universitarios aspiren a algo mas que a una carrera bien ordcnada y que los OJIIJidm se pro-

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pongan algo mas que Ia formaci6n de una secta. Generalmente, lo que les falta a los prime.ros cs la energfa emocional; y a los segundos, una percepci6n realista de las djnamicas culturales.

La IS: d esctindalo de Ia cotnunic-acrion

Los situacionistns no fueron nunca un grupo clandestino. Eran los autores de una revista que se encontraba en algunas librerlas y quioscos de peri6dicos, exclusivamente en Francia, y formaban un grupo cerrado en el que se entraba por cooptnci6n. No se reconocian en absoluto en e1 termino «e},.-perimental» y por eso no tenfan nada que ver con las neovanguardias literarias y artfsticas de los sesenta, ante las que ellos se posiciooaban radi­calmente en contra. Tampoco desarrollaban actividades de agi­taci6n o de proselitismo. De hecho la cuesti6n central para ellos era el retraSo de la teorfa con respecto a la realidad, la falta de uruL toma de conciencia revolucionaria por parte de personas y de grupos que se comportaban ) ·a de man era insurreccional.

Entre los movimic:ntos politicos extremistas y los situacio­nistas existfa tambien uruL gran diferencia. Los primeros se sitU­an en la perspectiva de la acdon politica, en el gran mito que se remonta al Reoacimiento y que ha constituido el aspecto esen­cial de la modemidad. Ya Hannah Arendt, en ellibro La condi­don h11mana (1958), habia previsto la desaparici6n de la posibilidad de la acci6n. A lo largo de los siglos XIX y XX, la sociedad ente.ra se transform6 en sociedad de trabajo: Ia noci6n de uso fue sustituida por la de consumo. Hannah Arendt, que escribe en los 'aiios 50, preve los desarrollos suce­sivos de este proceso. Poco a poco las personas son expropia­das tambien de su propio trabajo, que desde los primeros siglos

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' de Ia modernidad habfa constituido su unica posesron y activi­• dad: Ia sociedad emera se transforma en una sociedad de con­: sumidores, esto es, en una sociedad de trabajadores sin trabajo. ' Su comcntario aJ respecto es: «jCiertamente no podrla haber : nada peor!». Aquf Arendt es categ6rica: Ia sociedad de consumo

es «el parafso del chiflado». El Iugar de Ia acrion es ocupado por b coi!JtlfliC·accion. Los

I situacionistas fueron excelentes comunicadores. Pcro cl mito de Ia acci6n sigue obsesionando Ia mente de los rcvolucionanos de los anos sesenta y setenta, y no solo de los asf llarnados «mili­tantes de base», sino tam bien de los maitm·d pemer de Ia epoca.

· En Francia hay una figura que encarna por excclencia d mito del pensador de acci6n, Andre Malraux, aJ que mayo del '68 sor­prende ejerciendo de ministro de cultura. Hay que leer su dis­curso del 20 de junio de 1968: Malraux, el hombre de acci6n

' por excelencia, resulta mucho mas Iucido que sus opositores•u.. Aquellos que en el post-68 siguieron el mito de Ia acci6n

' terminaron necesariamente en la lucha armada y en el tcrroris­mo. 1Pero la ironia de Ia historia hizo que tuvieran un gran esti­lo como comunicadoresl

En los ailos setenta se aprecia en lnglaterra una influcncia importante y no prevista de los situacionistas con el nacimiento del pu11k ingles. Esto es algo que esci bien docurnentado en cl libro de Greil Marcus, Rastnu de can11fn: una hiJtoria semla del siglo

186. Es curioso que u figura de Malraux haya segwdo esundo preseme en .Ia imagiiuci6n de AJthusser (que decfa de c( CO$:lS delirantcS en SU

autobiografu, cuyo titulo, EJ ponoer.ir es lafl,o, es prccis:unente una frasc de Malraux) y de mi amigo je:1n-Frans:ois Lyot:Lrd, cuyos dos U.ltimos libros tienen por argwnento precisamente Ia figura de Malnux (Signl Malraux, Paris, 1996 y Chambre sordt, Paris, 1998).

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XX, que me parece muy importance para entcnder el modo en que el movimiento situacionista es recibido con in teres por parte de la cultura altern.'ltiva de los aiios noventa. Si bien es cierto que dicha recepcion defom1a en gran medida Ia realidad hist6rica de Ia figura de Debord y de Ia Intemacional Siruacionista, permite comprender el vinculo entre la insurreccion siruacionista de los aiios sesenta y los movimientos radicales de los noventa.

Hablando ahora mas pcrsonalmente, despucs del en­cuentro de Cerisy escribf a Debord, que me mand6 gratui­trunente todos los ntimeros de la Intemado11al Sitrtadonista publi­cados hasta emonces. As£ que me pase el fm del verano y todo e1 otoiio de 1966 estudiando la revista. Trate de dar a conocer sus tesis en It:alia, encontrando una fuerte hostilidad, ya fuera por parte de la propia. revista en la que por entonces colabora­ba («Tempo Pmenl~>, que dej6 de publicarse poco tiempo des­pues), ya fuera en el seno de Nuovi argomcnti (no por parte de Alberto MoravU, que me habfa invitado a colaborar, sino por parte del otto director de la revista, Pier Paolo Pasolini., que i.nmediat<lmente escribi6 una poesfa contra m1 y poco despues seria asesinado -jno a manos mias en un dueloQ. AI mismo tiempo me dedique al estudio de la tradici6n revolucionari.a de la cualla IS se declaraba heredera, que era la de la Comuna de Paris, el movimiento de los Consejos Obreros, Pannekoek, Gorter .. . hasta llegar a Socialismo o Barbaric, de cuya revista conseguf hacerme con la colecd6n completa.

A fines de noviembre de 1966 tuvo Iugar el escindalo de Estrasburgo. Junto con otros dos compaiieros italianos cogi el coche y nos plantamos alli a toda prisa, con Ia idea de tratar de enteramos de lo que pasaba. El primer siruacionista que conod fue por eso el unico que es·taba presence en aquel momenta en , Estrasburgo, Mustapha Khayati, a quien volverla a ver en otras

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ocasiones. De el he apredado siempre Ia honesrjdad, b finura y el garbo de su manera de ser, porno hablar de Ia agudeza de sus an:ilisis hist6ricos. Solo recientemente he vuelto a tener nocicias suyas, de forma imprevtsible e inclirecca. Espero que no haya sufrido demasiado en su vida.

Nosottos, los tres italianos, escibamos ya muy desconcerta­dos par lo que estaba pasando, pero lo estuvimos todavfa mas cuando nos topamos con los documentos que nos facilit:aron en

los dias sucesivos, tanto los estudiantcs de Estrasburgo como Ia p,ropia IS. M.is dos amigos italianos tomaron ottos derroteros, pero yo fui profundizando mis relaciones con los situadonisras, con los que me encontraria primero en Paris y luego en Bruselas, en el verano de 1968. Se habfan refugiado en Ia capital belga para guarecerse de eventualcs persecuciones y para esccibir el Ltbro sobre el movimiento de Mayo, que firmar[a Vicnet.

Como he cscrito en ellibro, las relaciones con los siruado­nistaS no podian ser mas que <<hist6ricas)), es decir, no habla espacio para las virtudes amables y para los sencimiemos perso­nales. El hecho de que el grupo estuviera basado en una ciert:a intercambiabilid.ad de sus miembros tend.fa a poner entre paren­tesis y a suspender (en el sentido que la fenomenologia de Hussed da al termino epoche) toda caracteristica subjetiva. En rcalidad, tal y como he mostrado tambien en ellibro, las casas no eran realmeme asf y esa fue una de las conttadicciones principales que llevaron a Ia disolucion del movimiemo,

Debord y el <tgralld style;>

De hecho, el distancL'UTliento respecto de Ia subjetividad era

una cualidad exclusiva de Debord y conscitufa el aspecto funda-

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mental tanto de Ia fascinac16n como de Ia hostilidad que suscita­ha. Durante l.a scgunda mitad del siglo veinte, Debord ha sido l.a pcrsonific:aci6n del gran estrlo. «Doctor en nada» pero maestro de lc >S ambiciosos, runigo de los rebeldes y de los pobres, pcro secre­!amente admirado por los poderosos, un hombre que suscit6 grandes emociones, pero Sin embargo era frio y distanciado de si mismo y del mundo. Tal es, de hecho, Ia primera condici6n del cstilo; el dlstanciamiento, Ia lejania, Ia suspension de los afectos dt.:sordenados, de l.a emotividad inmediata, de las pasiones sin rrcno. Debord ha sido una figura claska, en absoluto romantica.

El distanciamiento en el caso de Debord se manifiesta antes \)UC nada en forma de una completa y total extraiieza frente al 1nundo de Ia universidad, de Ia edici6n, del periodismo, de Ia poHuca y de los media; &ente a todo el eslablishmml cultural, Debord autre el m:is profunda disgusto y el mas radical despre­cio. No menos absoluta es su.repugnancia por todo lo munda­no, por la frivolidad snob que coquetea con el extremismo n:volucionario -el asi Hamada «radical chio>-. A fin de cuentas tanto desden no reposa ni tan siquiera sabre el confon de un patrimonio heredado: en este sentido D ebord afirma haber ,,nacido virtualmente arruinado». En una epoca en que los ambiciosos est:in dispuestos a todo por el poder politico y el "lincro, Ia estrategia de Debord hace palanca sobre un solo fac­tor: Ia admiraci6n que su modo de ser suscita en aquellos que l.'onsideran el poder politico y el dinero como beneficios secun­,larios con respecto a Ia excelencia y su reconocimieoto. El tipo ,k superioridad a la que aspira esta estrategia no es muy diferen­t\." de aquella que anhelaban algunos fi16sofos antiguos, como l)ii>gcnes, para los cuales Ia coherencia entre los principios y Ia ,tmducta constitufa lo esencial. Sin embargo, Ia fuente de donde txbe no es tanto de tipo etico como estetico: es en 1a revuelta

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poecica y artfstica donde hay que buscar h tradici6n en cuyo seno se sit"W Debord. Dicha tradic16n, que encontr6 en las van­guardias del siglo veinte un desarrollo extraordinario, se remon­ta nada menos que al Meclioevo: ei gran poeta frances del s1glo XV, Fran~ois Villon, reprcsent6 el modelo de un encuentro entre cultura y conductas alternativas (y en su caso incluso cri­mlnales) que se ha transmitido a traves de los siglos.

1 A todo esto se aiiade tambien Ia lejanfa de todas las orgaru­

za~ones y tcndencias poUtico-rcvolucionarias prcdominames en Ia epoca. El camino que eligi6 Debord lo condujo a un total rechazo de cualqu.ier posicion lcninista, trotskista, maofsta y ter­cermundista. AI m.ismo t.iempo, sin embargo, Debord tambien tom6 distancias con respecto al anarquismo, que abandona al se~ humano al capricho individual: para el no cabe duda de que el pun to mas alto de la teoria revolucionaria lo alcanz6 Marx, no Bakunin. Si por <<politico» se entiende la dist.inci6n entre «amigo» y «enemigo», un.ida al esfuerzo de ampl.iar el numc:ro de los primeros, hay eo Debord un radical «apoliticismo)) que con­duce al aislam.iento. Esta, por otra parte, fue una de las razones que llevaron a la ruprura de mi relaci6n con el en la primavera de 1969.

Lo cierto es que Ia aprobaci6n y Ia afectividad obteoidas a traves de Ia simpatfa, del acuerdo y de Ia buena disposici6n para con los demas no erao cosas que entraran en absoluto demro del' estilo de Debord, que en este punto segufa Ia opinion de Nietzsche seg\lo Ia cual «el gran estilo excluye al agradab!o>. En una epoca que ha hecho de lo adaptable y de Ia dcsenvoltura las cual.idades mas apreciadas, Debord se pone frente a sus con­tempocineos con aspereza, con rudeza y hoy por hoy es e1 (mico estilo que siguc siendo capaz de suscitar interes y de exci­

tar Ia pasi6o. Escribe: «Yo no he ido jan1as en busca de nad.ie a

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ninguna parte. M1 clrculo se com pone de aquellos que han veni­do motu proprio y han sabido hacerse aceptam. De hecho aquello no impidi6 que en torno a Debord, al mcnos en Ia segunda mit:td de los anos sesenta, se formase una socialidad que se reconocia en un proyecto te6rico y en un estilo de vida. Tal y como he escrito, en la IS regia una especie de rcsponsabilidad colectiva por la cual las afirmaciones te6ricas y 1a conducta de cada uno co-implicaban automaticamente a todos los demas. Semejame caracteristica, que parece reproduor uno de los aspectos especlficos de las sectas religiosas, en el caso cspedfi­co de 1a IS tiene un sigruficado estetico que nos retrotrae al tema de la importancia del elemento constrictivo y vinculante del estilo: como escribe Nietzsche, el estilo implica una anula­ci6n de las particularidades individuates, un profundo sentido de la disciplina, cierta repugnancia ante cualquier naturaleza desordenada y ca6tica. Sin embargo, estas exigencias, que se correspondian a 1a perfecci6n con 1a manera de ser de Debord, no se llevaban tan bien con el temperamento de otros miem­bros de 1a IS que, o bien eran mucho mas expansivos y extro­vertidos, o bien estaban privados de genialidad y espfritu creativo; pero sobre todo se llevaban muy mal con los rasgos dominantes del movimiento comestatario, en el que confluian, por un !ado, el vitalismo subjecivo y el espontanclsmo mas impulsivo y, por el otto, 1a mas tetrica y antiestetica servidwn­bre politica de marca estalinista. Todo lo cual explica el hecho de que fueran tan pocos los que captaran de verdad el mensaje de 1a IS: ja fines del 68 en Roma no eran mas de tres personas las que recibfan 1a revista y no mas de una veintena en toda Italial Bastaba ser un simple lector de la IS para pcrcibir algo de las altas cualidades esteticas de toda la empresa. Bastaba leer la revista para tener Ia sensaci6n de formar parte de Ia elite de la

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revoluci6n mundiaJ: en efecto, los situacionistas formaban una red, internac1onal en cuyo seno uno se movia con un ra.l:tnre, mas que de conspirador, de arist6crata.

'La mezda entre modclos estettcos y modelos politicos es una marca constiruuva del estilo Barroco, que no por casuaJJdad cs un constante punto de referenda para Debord: en parucular, le merece atenci6n y rcspeto Ia figura de Balt:asar Grac1an, que

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es quien, en su Ordm/o man11al, supo delincar mcjor que nacl ie todos los aspectos del <<gTan estilo», sustraycndolo a todo clasJ­cismo abstracto y sumergiendolo en las querellas y contingen­cia~ hist6ricas. Sin embargo, incluso en mayor medlda que Gracian, seci d enemigo de Richelieu y de Mazarino, el carde­nal de Retz, quien ocupaci Ia imaginad6n de Debord. En una carta del24 de diciembre de 1968 me escribe: <<Me gusta mucho Ia cita de las Mtmorias de Retz'17

, no solo porque toque los temas de la «imaginaci6n al podeo> y de «tomad vuestros deseos por realidades>>, sino tambien porque hay en verdad un parentesco divertido entre Ia Fronda de 1648 y el mayo (de 1968): son los dos unicos grandes movimientos que han estallado en Paris como respuesta inmediata a arre~los: y tanto e1 uno como el otro con barricadas».

187. Se reficre 2 h cit:t dd C2rden21 de Retz que encabez:a el capitulo sobre <cl..2 lucha en Ia callo• dellibro Er.ragls .J riiJianor.irla.J en rl n:owmmto rk las 001panonu:«Se que no les tleoe en cuenu. porque Ia corte cscl arma­da; pero le suplico que me permita deo rle que se les d ebe rencr muy en cuent:t, toda vez que ellos se tienen en cuenta a sf rrusmos p:tra todo. Han !Jegado a este extremo: comienzan 2 no tencr en cuenta a vucstros cjcr· citos y h d esgr.tci:l es que su fuerz:1 consiste en su unaginaci6n; y en vcr­d2d se puede decir que, a! contrario de todas bs dcmis formas de poder, cuando h:tn llegado h:asu cierto pun to, pueden todo lo que crcen podc:O>. [N. del E.]

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L'l tradicion subversiva dentro de Ia cual sc mscribe Debord tiene por eso mas que ver con Ia barroca-antigua del ciraniciclio que con la mas moderna de las revoluoones polfcico-sociales: el 68 le recuerda a Ia Frond:t, no a Ia Revolud6n francesa -y menos a\ln a Ia Revoluci6n rusa-. Por hacer un parang6n con el carde­nal que animo Ia Fronda, hay en Debord una pciccica de la ver­dad que penenece a1 Ret:z escntor, pero no a1 Retz hombre de acci6n. Obviamente es facil preservar Ia propia intcgridad en la soledad o dentro de un estrictfsimo drculo de amigos: jOtra cosa muy distinu es tener t:rato con todo tipo de gente y luchar por el poder en plena guerra civil donde todos saben que esci en juego Ia misma vida! El <<gran estilo» de las Mm;orias de Retz con­siste sobre todo en Ia clistancia que el autor guarda con respecto a si mismo, asf como en la desprejuiciada sinceridad con que C.'q>One las mas SecretaS motivaciones de SUS acciones, tambien cuando dicha sinceridad daiia su reputacion; desde luego, de donde no precede su «gran esrilo» es de las rustorias que cuenca. Se t:rata por asi deci.rlo de un «gran esrilo» post ftslulll, alejado ya de la flagrancia de Ia acci6o; en los urdires, intrigas, conjuras, traiciones y complots de todo tipo, Ret:z no es clistinto de sus enemigos y, si sus planes no resultan, el fracaso sucede desde luego contra lo que era su intenci6n y su deseo. Muy distinto es el caso de Debord, en el cualla estetica de Ia lucha se configura, al menos desde fines de los aiios sesenta, como una estetica de Ia derrota, casi como si cada ex.i to contuviera un elemento de irremediable vulgaridad La guerra era para el el dominio no solo del peligro, sino tambien de Ia desilusion. Yo siempre barrunte vagamente esa «oscura melancolfa» que, por su expreso reconocimiento, acompaii6 su vida; y he visto a que tragicas e inevitables consecuencias Ueva el rodcar el fracaso de una aureola de triste esplendor. Por eso, por muy grande que sea la admira-

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cion que siempre he tenido por el, ptenso que su modo de ser debe ser emulado solo por aquel que, dorado de un gran genao, quiera un reconocimiemo exclusivamente p6srumo. A fin de cuentas, creo que es mas sabio seguir a Plutarco que a Da6genes.

Por lo demas, crco que Ia JnteligencJa hist6nca de Debord, que es agudfsima hasta el 68, se aplan6 en los anos sucesivos. En los meses que preccdieron al Mayo, Debord demostt6 una scnsibilidad hist6rica verdaderameme profetica. Algunos meses ames de que cstallasen los motines de mayo Qos cuales cogie­ron por sorpresa, no solo a Ia burguesfa, sino a casi todos los revolucionarios), Debord me escribia anunci:indome que una profunda crisis social se cern.fa sobre Francia. Manruvo cst:t extraordinaria capacidad prcmonitoria durante todo el 68: en julio del mismo aiio, por ejernplo, afirmaba en otra carta (con­tra Ia opinion ingenuamcnte optimista de casi toda Ia izquierda) que habia muchas probabilidades de que se diera una interven­cion armada de Ia Union Sovietica en Checoslovaquia Qa cual tend!# Iugar al mes siguiente). En los aiios posteriores, sm embargo, me parece que la comprension del movimiemo de las cosas se le escapa, hasta llegar a su retorno a Ia escena cultural en 1988 con el PatJtgfrico1a, en el que define los aiios setenta como ... l«repugnaatCS)>I En cierto senrido sucedio lo que ya nos habfa dicho el a mi mujer Graziella Gaggioli y a mi en Brusclas, cuando lo visitamos en julio del 68: que mayo fue cl comienzo de una epoca. Pero no en el sencido en que clio entendia.

Z..fano Pcrniola, verano 2007

t 88. Acw.rc.u Libros & A M:lchado prep=~ una rccdid6 n del pnmcr tomo de Pantginro, al que se wclir:i d segundo, consistentc en una scric de testimonios grificos.

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