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Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 2 133 Los movimientos sociales. De la crítica de la modernidad a la denuncia de la globalización The social movements. Of the critic of modernity to the denunciation of the globalizacion Jaime PASTOR VERDÚ* RESUMEN Los movimientos sociales tienen una muy larga historia pero su tratamiento específico como actores políticos, sociales y culturales es relativamente reciente. Su especificidad como tales respecto de los partidos, grupos de interés u Organizaciones No Gubernamen- tales ha sido objeto de controversia. No obstante, existe amplio consenso sobre la relevan- cia que tienen en aquéllos los rasgos de desafío, acción colectiva, conflicto, voluntad de cambio, organización duradera y repertorio de acciones principalmente no convencionales. Todas esas características facilitan la construcción de una identidad colectiva, siempre en proceso de renegociación, basada en la denuncia de alguna injusticia y tratando para ello de cambiar la agenda política y el “sentido común” dominante en, al menos, una esfera de la vida determinada. Este trabajo presenta un análisis de la evolución de los “nuevos” movimientos sociales y su crítica de la Modernidad, de los límites de la política institucional y del estado del bienestar y, después de los cambios durante la década de los 90 del pasado siglo, una interpretación del desarrollo de “novísimos” movimientos sociales globales en un contexto muy diferente de “globalización” neoliberal y crisis del estado de bienestar. PALABRAS CLAVE Acción colectiva, Política, Cambio de valores, Globalización, Democracia participativa. Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 2 Págs. 133-147. ISSN: 1132-0559 DOSSIER * Profesor titular de Ciencia Política. Departamento de Ciencia Política y de la Administración. Facultad de Cien- cias Políticas y Sociología. UNED. [email protected] Fecha de Recepción: 26-05-2006 Fecha de Aceptación: 22-09-2006

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  • Intervención Psicosocial, 2006, vol. 15 n.º 2 133

    Los movimientos sociales. De la crítica de lamodernidad a la denuncia de la globalización

    The social movements. Of the critic of modernity tothe denunciation of the globalizacion

    Jaime PASTOR VERDÚ*

    RESUMENLos movimientos sociales tienen una muy larga historia pero su tratamiento específico

    como actores políticos, sociales y culturales es relativamente reciente. Su especificidadcomo tales respecto de los partidos, grupos de interés u Organizaciones No Gubernamen-tales ha sido objeto de controversia. No obstante, existe amplio consenso sobre la relevan-cia que tienen en aquéllos los rasgos de desafío, acción colectiva, conflicto, voluntad decambio, organización duradera y repertorio de acciones principalmente no convencionales.Todas esas características facilitan la construcción de una identidad colectiva, siempre enproceso de renegociación, basada en la denuncia de alguna injusticia y tratando para ellode cambiar la agenda política y el “sentido común” dominante en, al menos, una esfera dela vida determinada.

    Este trabajo presenta un análisis de la evolución de los “nuevos” movimientos socialesy su crítica de la Modernidad, de los límites de la política institucional y del estado delbienestar y, después de los cambios durante la década de los 90 del pasado siglo, unainterpretación del desarrollo de “novísimos” movimientos sociales globales en un contextomuy diferente de “globalización” neoliberal y crisis del estado de bienestar.

    PALABRAS CLAVEAcción colectiva, Política, Cambio de valores, Globalización, Democracia participativa.

    Intervención Psicosocial, 2006, Vol. 15 N.° 2 Págs. 133-147. ISSN: 1132-0559

    DOSSIER

    * Profesor titular de Ciencia Política. Departamento de Ciencia Política y de la Administración. Facultad de Cien-cias Políticas y Sociología. UNED. [email protected]

    Fecha de Recepción: 26-05-2006 Fecha de Aceptación: 22-09-2006

  • ABSTRACTThe social movements have a very long history but their analysis as cultural, social and

    political actors is relatively new. Their specificity as different of parties, interest groups orNon Governmental Organisations has been very controverted. Nevertheless, there is alarge consensus on the relevance, among these movements, of the features of challenge,collective action, conflict, will of change, lasting organisation and repertory of actionsmainly unconventional. All these traits help to build a collective identity, always in processof renegotiation, based in the denunciation of some injustice and trying to change the polit-ical agenda and the dominant “common sense”, at least, in some sphere of the life.

    This paper offers an analysis of the evolution of the “new” social movements and theircritique of Modernity, the institutional politics and the welfare state and, after the changesin the nineties of the past century, an interpretation of the development of “very new” glo-bal social movements in a very different context of neoliberal “globalisation” and crisis ofthe welfare state.

    KEY WORDSColective action, Politics, Changing values, Globalisation, Participative democracy.

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  • La historia de los movimientos socia-les es muy larga y no es objeto de estetrabajo hacer un recordatorio de sus orí-genes y enorme diversidad. No obstante,sí es necesario recordar que el interésmostrado por las ciencias sociales hacialos mismos como actores colectivos rele-vantes, y no simplemente como expre-sión de “comportamientos anómicos”, esrelativamente tardío. En realidad, hasido desde finales de la década de los 60del pasado siglo, coincidiendo con laemergencia de lo que se ha dado en lla-mar “nuevos movimientos sociales”,cuando se ha ido configurando unaamplia comunidad de investigadores deeste área. En la actualidad se puede ase-gurar ya que los resultados de sus traba-jos ofrecen una enorme riqueza de teorí-as, enfoques y estudios de casos quesería imposible resumir aquí.

    I. ¿QUÉ ES UN MOVIMIENTO SOCIAL?

    Una primera tarea importante en estecampo ha sido el esfuerzo por ofreceruna definición de “movimientos sociales”que ayudara a resaltar su singularidady, al mismo tiempo, los distinguiera deotros actores colectivos, ya sean partidospolíticos, grupos de interés u Organiza-ciones No Gubernamentales. Así, pode-mos remitirnos a una ya vieja fórmularecogida por Charles Tilly (1984), segúnla cual son “una prolongada serie deinteracciones entre quienes ostentan elpoder y personas que reclaman con éxitohablar en nombre de sectores que care-cen de representación formal, en el cursode la cual esas personas hacen pública-mente visibles demandas de cambios enla distribución o ejercicio del poder, yjustifican esas demandas con manifesta-ciones públicas de apoyo”; o también auna reciente de Pedro Ibarra, RicardGomà y Salvador Martí (2002), paraquienes se trata de “un actor políticocolectivo de carácter movilizador que

    persigue objetivos de cambio a través deacciones -generalmente no convenciona-les- y que por ello actúa con cierta conti-nuidad a través de un alto nivel de inte-gración simbólica y un bajo nivel deespecificación de roles, a la vez que senutre de formas de organización varia-bles”); o, en fin, a la de Sidney Tarrow(1998), el cual los describe como aque-llos “desafíos colectivos planteados porpersonas que comparten objetivos comu-nes y solidaridad en una interacciónmantenida con las elites, los oponentes ylas autoridades”). En estas y otras defini-ciones coincidirían los rasgos de desafío,acción colectiva, conflicto, cambio,organización duradera y formas deacción principalmente no convencio-nales para determinar la especificidadde unos actores cuya identidad colecti-va no sería el punto de partida sino, másbien, el de llegada –y siempre en recons-trucción- a medida que se genera un“consenso de trabajo en común”, noincompatible con su diversidad. A todoesto se suma la necesidad de que esosmovimientos tengan como propósitocompartido la denuncia de uno u otromarco de injusticia que pueda versemanifestada en los espacios públicos (deahí que hayan tendido históricamente enmuchos casos a ampliar esa esferapública introduciendo nuevos temasconsiderados hasta entonces como “pri-vados”). Es así como los movimientossociales se han ido construyendo social,política y culturalmente como agentes deexpansión de lo posible y, por tanto, convoluntad de modificar las agendaspolíticas y las creencias colectivas oel “sentido común” dominantes.

    Partiendo de esa especificidad comple-ja se puede distinguir más fácilmente unmovimiento social de otros actores políti-cos y sociales, como los partidos, losgrupos de interés y de presión o lasONG, aunque no siempre las fronterassean claras en la práctica. Así, los parti-

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  • dos se caracterizan generalmente porofrecer programas globales orientadosprincipalmente al acceso y al ejercicio delpoder político, privilegiando por tanto elámbito electoral e institucional; los gru-pos de presión se formalizan con el pro-pósito de influir en el sistema políticopara la defensa de los intereses de secto-res sociales determinados y recurrengeneralmente a formas de participaciónconvencionales; y las ONG, si bien enmuchos casos colaboran o participan enacciones colectivas de protesta o de pre-sión, buscan preferentemente poner enpráctica propuestas y proyectos relacio-nados con los fines altruistas que suelenpostular.

    Una vez establecidas estas distincio-nes, la clasificación de los movimientossociales puede ser también muy variada.Se suele considerar “viejos movimientossociales” a aquéllos que, como el movi-miento obrero, el campesino o los deliberación nacional, han tenido que vercon líneas de fractura que surgieronsimultáneamente al desarrollo del capi-talismo y a la formación de un sistemade Estados. Estas tenían que ver con lacontradicción entre capital y trabajo, conel proceso de industrialización y la des-estructuración del campo o con las rela-ciones jerárquicas o de dependenciaentre Estados y naciones. “Nuevos”movimientos sociales, como se ha indica-do antes, son principalmente los quesurgen en el marco de la crisis de laModernidad y del paso a primer plano denuevas contradicciones, como es el casodel movimiento feminista –denunciandolas relaciones desiguales ligadas a unsistema de dominación patriarcal-, elecologista –alertando frente a las conse-cuencias del industrialismo y del “pro-duccionismo” en el conjunto de la biosfe-ra- o el pacifista –rechazando la dinámi-ca de militarización del planeta en la eranuclear. Finalmente, se ha dado endenominar “novísimos” movimientos

    sociales a aquéllos asociados a la críticade la “globalización” a partir de mediadosde la década de los 90, adoptando eneste caso un carácter multidimensional ypor ello definidos también como un“movimiento de movimientos”. Obvia-mente, también cabe hablar de “contra-movimientos sociales”, entendiendo portales aquéllos que desarrollan accionescolectivas destinadas a impedir y opo-nerse a los cambios y a las demandasprocedentes de diferentes movimientossociales.

    Existen también otros movimientoscuya ubicación en la clasificación ante-rior es aleatoria en función de cuálessean las demandas o las protestas quegeneren su acción colectiva: Los movi-mientos vecinales pueden responder aproblemas relacionados con las condicio-nes de vida de la clase trabajadora(vivienda, transporte...), a determinadosproyectos que afectan directamente a suespacio local (en estos casos se les definecomo movimientos “nimby” (“not in mybackyard”, no en mi patio trasero)) o, encambio, con “contramovimientos” de tiporacista o ligados a la exigencia de mayo-res controles y restricciones de liberta-des para determinados grupos socialesen los espacios urbanos públicos desdeuna concepción reduccionista de la“seguridad”. Los movimientos estudianti-les, de carácter más espasmódico debidoa la renovación periódica que se produceen su medio, tienen que ver generalmen-te más con los “nuevos” movimientossociales pero otras veces pueden adoptarlas formas de un sindicato tradicional.Los movimientos “okupas” y de solidari-dad internacional tienden, por el contra-rio, a compartir rasgos tanto de los “nue-vos” como de los “novísimos” movimien-tos sociales. Los movimientos de inmi-grantes, en fin, comparten rasgos delviejo movimiento obrero (lucha por unajornada laboral y un salario dignos...)con otros de carácter político o cultural o

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  • de denuncia de la fractura Norte-Sur quetienden a insertarles dentro de los “noví-simos” movimientos sociales.

    En este trabajo nos vamos a centrarprincipalmente en el desarrollo de los“nuevos” y “novísimos” movimientossociales en el marco de la evolución delos Estados de bienestar y de la posteriorcrisis que les ha ido afectando, especial-mente en el contexto europeo.

    II. CRÍTICA DE LA MODERNIDAD Y DE LA POLÍTICA INSTITUCIONAL Y CAMBIO DE VALORES

    Es sin duda en el año 1968 dondepodemos situar el punto de inflexiónfundamental en el cambio que se produ-ce en nuestras sociedades respecto alperíodo que se había abierto tras el finalde la Segunda Guerra Mundial hasta elpunto que Immanuel Wallerstein (1993)definió lo ocurrido durante ese año comouna “revolución en el sistema-mundo”.En todo caso, fue evidente que en esemitificado año se produjo una revueltajuvenil mundial que tuvo su punto másalto de conflictividad en Francia y que seconvirtió en experiencia fundadora deuna nueva generación política y culturaldurante las décadas siguientes.

    Los movimientos que se van configu-rando a partir de entonces han sidointerpretados desde diferentes enfoques,no necesariamente contradictorios, peroaquí nos centraremos en dos: el que losanaliza como una crítica de la Moderni-dad y de los límites de la política institu-cional, y el que los considera expresiónde un cambio de valores.

    Según el primero, caracterizado comoestructuralista, estos movimientos apa-recen como respuesta a “tres aspectosinterrelacionados de las sociedadesindustriales avanzadas capitalistas”

    (Offe, 1988): en primer lugar, la agrava-ción de los efectos colaterales negativosde las formas que adopta la racionalidadeconómica y política y que no afectansólo a una clase específica; en segundolugar, la profundización de los métodos ylos efectos de la dominación y el controlsocial (o “colonización del mundo devida”, como la llama Habermas); y entercer lugar, la pérdida de capacidadautocorrectiva por parte de las institu-ciones políticas y económicas. En esesentido, los “nuevos” movimientos,siguiendo de nuevo a Offe, expresaríanuna crítica de los efectos perversos de lamodernización que afectan al conjuntode la ciudadanía y no sólo a una clasedeterminada. Por eso mismo esos movi-mientos, a diferencia del movimientoobrero, como sostiene Melucci (1986),“luchan no sólo por la reapropiación dela estructura material de la producciónsino también por el control colectivo deltiempo, del espacio y de las relaciones dela vida cotidiana”.

    Con ese enfoque coincidieron en lofundamental los análisis realizados porAnthony Giddens (1993), quien subraya-ba cuatro rasgos fundamentales de laModernidad: el capitalismo (entendidocomo acumulación de capital en el con-texto de mercados competitivos de traba-jo y de productos), el industrialismo (queconduce a la transformación de la natu-raleza y a modificaciones en el medioambiente), la “surveillance” o control dela información y la supervisión social (através de instituciones estatales yparaestatales) y el poder militar (basadoen el control de los medios para ejercerla violencia en el marco de la industriali-zación de la guerra). Frente a estas cua-tro dimensiones responderían diferentestipos de movimientos sociales: el movi-miento obrero, el nuevo movimiento eco-logista, los movimientos a favor de dere-chos democráticos (incluidos los de lasminorías nacionales), el nuevo movi-

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  • miento por la paz y, por último, de formatransversal a todas esas dimensiones, elmovimiento feminista. Todos ellos sehabrían convertido en movimientos decarácter estructural y no meramentecoyunturales, ya que independientemen-te de sus fases de latencia o de visibili-dad se han constituido como actorescolectivos duraderos capaces de desafiaruno u otro pilar de la Modernidad.

    Dejando aparte a los sindicatos, esosmovimientos han tendido a cuestionarlos límites de la política institucional,tratando de crear nuevos espacios en losque las viejas esferas políticas y no-polí-ticas de la vida social puedan fusionarse.De ahí que haya factores más específicosque explican su desarrollo en determina-das sociedades industrialmente avanza-das: más concretamente, la crisis delEstado de bienestar, del neocorporatismoy del sistema de partidos. En el momentode mayor auge de estos movimientos, amediados de los años 80, se llegó a sos-tener que se había agotado el “viejo para-digma político” de la postguerra, basadoen el crecimiento económico, la distribu-ción y la seguridad, como conjunto devalores compartidos por las sociedadesindustrialmente avanzadas y asumidospor partidos y grupos de presión. Frentea ellos emergería un nuevo paradigma, eldel “modo de vida”, el cual opondría la“supervivencia” al “progreso” y facilitaríala aparición de nuevos contenidos, nue-vos temas y nuevos actores en la vidapolítica. Corolario de esa nueva línea defractura sería la aparición de los partidosverdes, con el Partido Verde alemáncomo principal referente, y también latendencia del resto de partidos a incluiren su agenda y programa respuestas aesta problemática.

    De esta forma, el mismo desarrolloalcanzado por el Estado de bienestar,mediante los éxitos logrados en la satis-facción de una serie de necesidades

    materiales, habría favorecido la críticadel modelo de crecimiento económico enque se ha basado, permitiendo que unaparte significativa de la ciudadaníapusiera decididamente el acento en la“calidad de vida”, en el derecho a laigualdad en todos los planos o en ladefensa del medio ambiente, víctima enmuchos casos de aquel modelo.

    Una explicación similar se puede apli-car a los efectos del neocorporatismo.Este habría permitido una dinámica deconcertación entre los grandes grupos depresión (principalmente, patronal y sin-dicatos) respecto a la distribución de losresultados de ese crecimiento económi-co, limitándose a discutir el “cuánto” yno el “por qué”, el “cómo” y el “paraquién” de esa distribución, marginandoasí a amplios sectores de la poblaciónque no se sienten representados en esosgrupos y no teniendo en cuenta, portanto, los efectos colaterales negativos deesos acuerdos.

    En cuanto a los partidos, éstos habrí-an conocido un profundo proceso de“des-radicalización” ideológica, desacti-vación de la militancia de base y erosiónde la identidad colectiva, perdiendo asíen parte su posición mediadora, fuera delos períodos electorales, entre el capita-lismo y los grandes problemas políticosque preocupan a la ciudadanía. De estaforma, la tendencia generalizada haciaunos partidos “atrápalo-todo” se volveríaen contra de su capacidad para impedirque sus propios electores recurran oapoyen otros medios de acción políticano institucional cuando no están deacuerdo con determinadas decisionespolíticas que puedan afectarles directa oindirectamente. Se reflejaría así esa ten-sión creciente entre los resultados elec-torales y los conflictos que surgen entorno a decisiones políticas concretas,relacionada en realidad con la diferenciaentre legitimidad de origen y legitimidad

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  • de ejercicio de los gobiernos, acabandoésta última por ser cuestionada muchasveces debido a la distancia entre las pro-mesas electorales de los partidos y laspolíticas concretas que desarrollan desdeel poder. Es todo ese proceso el quehabría estado perjudicando particular-mente a los partidos socialdemócratas yeurocomunistas, si bien de manera des-igual según los países y las particulari-dades respectivas, pero también a lospartidos de derechas o de tipo populista.

    Dentro de este enfoque estructural separte además de que la base social deesos movimientos es plural, si bien secomprueba que sus núcleos principal-mente activos se encuentran más en la“nueva clase media” o en los también lla-mados “grupos de frontera”, precisamen-te porque por los recursos económicos,culturales y de tiempo libre con quecuentan son las capas potencialmentemás sensibles y más disponibles paraactuar políticamente. Conviene aclararque por “nueva clase media” habría queentender, desde este punto de vista, nosólo los profesionales sino también unamplio sector de empleados establesrelacionados con los servicios sociales.Pero también entre los sectores “periféri-cos” (mujeres, jóvenes, estudiantes) esfácil observar una notable presencia enesos movimientos, siendo en cambiomucho menor la de la clase trabajadoraocupada en el sector privado.

    Desde el enfoque psicológico o cultu-ral se ha puesto el acento en la influen-cia del cambio de valores en determina-das capas sociales de las sociedadesoccidentales, sin proponer por ello undeterminismo cultural que fuera alterna-tivo al peso de factores de orden econó-mico o político. Así, Ronald Inglehart(1977 y 1991) reconoce que las fuentesde ese cambio se sitúan en la prosperi-dad económica alcanzada por las socie-dades occidentales desde la Segunda

    Guerra Mundial y en la ausencia de gue-rra total. Han sido precisamente esoslogros los que han permitido que deter-minados sectores de la población hayanpodido pasar a poner el énfasis en otrotipo de necesidades (calidad de vida),más allá de las básicas. En ello haninfluido también la expansión de la edu-cación secundaria y superior, la innova-ción tecnológica y los cambios en laestructura ocupacional o el papel de losmedios de comunicación, favoreciendotodo ello el reemplazo intergeneracionalque se ha ido produciendo y que explicaque las potenciales “contraélites” esténmás distribuidas que antes en el conjun-to social.

    Todo lo anterior habría facilitado,según Inglehart, que desde finales de losaños 60 se desarrollaran tanto la ten-dencia a la polarización de la poblaciónen torno a las dimensiones “materialista”y “postmaterialista” como el lento y des-igual, pero muy real, incremento de estaúltima dimensión en nuestras socieda-des, debido a que la nueva generaciónnacida en la postguerra asumió en sujuventud un cambio de valores al que noha renunciado, al menos mayoritaria-mente, cuando se ha hecho adulta. Esto,a su vez, favorece que las siguientescohortes de edad puedan ser socializa-das en ese cambio.

    Este proceso tiene consecuencias evi-dentes en el ámbito político, ya queayuda a explicar los cambios que seestán produciendo en las bases socialesde la política, en el grado de apoyo dadoa las instituciones y en el cambio de esti-lo en la participación política: aumentanlas actividades “desafiadoras de las eli-tes” frente a las “dirigidas por elites” y,por lo tanto, puede ocurrir lo mismo conla política no institucional frente a la ins-titucional.

    Tendríamos así un contraste notable

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  • entre, por un lado, el aumento de la“competencia política subjetiva” de unaparte creciente de la ciudadanía, y porotro, el descenso de la capacidad de lasinstituciones políticas para canalizar esacompetencia. De ahí deriva el desarrollode formas de participación política noconvencional, a través particularmentede los movimientos y grupos ad hoc, yaque en ellos es más fácil expresar laspreferencias individuales con mayor pre-cisión y exigiendo cambios en políticasespecíficas. Por eso mismo el hecho deque disminuya la participación electoralen distintos países no desmiente eseanálisis sino que lo confirma, ya que elvoto aparece como una forma de partici-pación “dirigida por elites”.

    Todo esto no significa sostener que los“postmaterialistas” sean mayoría ennuestras sociedades, ya que siguen sien-do una minoría. Pero, a pesar de ello,dada su posición estratégica en la socie-dad (al encontrarse entre los de alto niveleducativo, ser políticamente más activosy tener capacidad de incidencia en laopinión pública y en algunos medios decomunicación), su influencia en la agen-da política puede ser muy superior a sureducido peso numérico.

    Tiene interés también mencionar laclasificación que establecía Inglehart delas diversas formas de “movilización cog-nitiva” ante la política. Así, cabría distin-guir los “apolíticos”, los “militantes diri-gidos por elites”, los “militantes cogniti-vamente movilizados” y los “no militantescognitivamente movilizados”. La tenden-cia previsible sería, según las encuestasde opinión, la de un declive en las filasde los “militantes dirigidos por elites”(con lo cual se erosionará la base deapoyo a los partidos establecidos), mien-tras que aumentaría el modelo de “mili-tantes cognitivamente movilizados” (esdecir, de aquéllos que mantendrían unalealtad sólo condicional a los partidos

    establecidos y que serían base potencialpara la consolidación de nuevos parti-dos). De éstos últimos y de los “no mili-tantes cognitivamente movilizados”extraerían su apoyo los nuevos movi-mientos sociales, los cuales serían porta-dores de una nueva cultura política: enellos se da menos importancia al creci-miento económico y más a la calidad devida, no identificada sólo con lo económi-co; se pide más participación política yse buscan relaciones menos jerarquiza-das y más informales que hagan compa-tibles la autonomía personal y la solida-ridad.

    Ha habido muchas críticas a la teoríaelaborada por Inglehart que merece lapena mencionar. Empezando por el títulode su primera obra, La revolución silen-ciosa, ya que parecía crear cierta ilusiónen un proceso gradual de cambio quetiende, por un lado, a sobreestimar elpeso de los sectores portadores de valo-res postmaterialistas y, por otro, asubestimar las respuestas que desde el“materialismo” y desde una “nueva dere-cha” están surgiendo y que han llegado agenerar “contramovimientos sociales”(racismo, antiaborto, “mayoría moral”,nacionalismos agresivos...) o, simple-mente, la reprivatización de algunascuestiones que habían pasado al ámbitopúblico, como reflejo de la contraofensivaneoconservadora. En resumen, faltaríaresaltar más la contradicción entre laintensidad preferencial de determinadasminorías sociales, con tendencia a pola-rizarse entre ellas, por un lado, y la apa-tía de una mayoría, por otro.

    Otros colegas proponen sustituir ladefinición como “postmaterialistas” deesos valores por la de “postconsumistas”(Riechmann, 1991) o por “necesidadespostadquisitivas” (Alonso, 1994)), ya queprecisan más claramente lo que preten-den cuestionar y evitan una confusapolarización entre la preocupación por la

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  • satisfacción de las necesidades básicas(materialismo) y la aspiración a que sulogro esté ligado no sólo a lo cuantitativosino también a la búsqueda de otra “cali-dad de vida” o “modo de vida”, no subor-dinado al mercado. Estas observacionesson importantes, ya que ayudan a enten-der por qué el apoyo a esos valores se damás entre quienes se identifican con laizquierda que entre los que lo hacen conla derecha.

    Esa posibilidad de articular la luchapor la “calidad de vida” con el énfasisque desde la izquierda se pone en la jus-ticia social ha sido también interpretadadesde el marxismo como una expresiónde las nuevas necesidades y demandasde los trabajadores como seres humanosy, por tanto, de su lucha contra su aline-ación como tales, además de la queemprenden contra la explotación. Así, enpalabras de Michael Lebowitz (2005), “enlugar de una oposición inherente entrelos ‘nuevos movimientos sociales’ y lalucha de los trabajadores como unaclase contra el capital, debe considerarsea los nuevos movimientos como la expre-sión de otras necesidades de los trabaja-dores y como el desarrollo de nuevoscentros de organización de la clase obre-ra, funcionando ‘en el amplio interés desu emancipación’. Y en la medida en queestas luchas estén dirigidas contra laposición del capital como dueño de losproductos del trabajo social, tales luchasofrecen la posibilidad de agrupar (enlugar de mantener separados) a todosaquéllos que no tienen nada que vendermás que su fuerza de trabajo”.

    Pero, aun introduciendo estas y otrasmatizaciones, lo que importa resaltar esque ese cambio de valores es una ten-dencia que actúa en nuestras socieda-des, contribuyendo así a modificar laactitud de la opinión pública antemuchas cuestiones centrales de la vidapolítica y obligando a tener en cuenta

    esta nueva dimensión a la hora de anali-zar el comportamiento electoral. En elcaso español también hemos podidocomprobar que se puede aplicar estanueva dimensión, si bien el porcentajede “postmaterialistas” es menor que enla mayoría de países occidentales.

    Conviene precisar que si bien nosestamos refiriendo fundamentalmente adeterminada área geo-económica y cul-tural, estos “nuevos” movimientos hanido conociendo una extensión creciente aotras partes del planeta debido precisa-mente a que también en ellas se mani-fiestan las distintas dimensiones institu-cionales de una Modernidad cuyas con-secuencias negativas se extienden aescala planetaria. En esos otros casos,junto con las reducidas capas con capi-tal cultural crítico los sectores que seimplican en movimientos como el ecolo-gista se encontrarían entre la poblaciónprincipalmente campesina.

    III.CRÍTICA DE LA “GLOBALIZACIÓN”Y DEFENSA DE “LO COMÚN”

    La relativa desmovilización que sigueal ciclo intenso de protestas del movi-miento eco-pacifista contra la instalaciónde cohetes nucleares en territorio euro-peo (y que en nuestro caso llega hasta1986 con el referéndum de la OTAN y laderrota del No) y, sobre todo, la posteriorcaída del muro de Berlín en 1991 daránpaso a una nueva fase histórica, definidaconvencionalmente como “globalización”,la cual se produce bajo la hegemonía deun paradigma neoliberal que ha idoteniendo efectos cada vez más visibles enla crisis del “modelo” que criticaban losnuevos movimientos sociales, pero conuna salida muy distinta a aquélla por laque éstos luchaban.

    Así, en lugar de ir “más allá del Esta-do de bienestar” y de avanzar hacia un

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  • “mejor vivir”, se ha ido produciendo unretroceso hacia “Estados del malestar” yun “vivir peor” que pretenden cuestionarlas conquistas sociales y culturales de lapostguerra. Este nuevo contexto, unido ala crisis de credibilidad de las alternati-vas al capitalismo, provoca una crisis deestos movimientos y una fragmentaciónde los sectores sociales en los que sehabían apoyado, ya que la preocupaciónpor la seguridad social y material vuelvea pasar a primer plano y la discrepanciaentre los valores “postmateriales” abs-tractamente compartidos y su aplicaciónen la vida cotidiana se hace cada vezmás visible.

    Es precisamente en esa transicióndesde finales de los 80 hasta mediados delos 90 cuando se percibe un verdaderoauge de las ONG en tanto que doble res-puesta tanto a la crisis del Estado debienestar y a la agravación de la fracturaNorte-Sur como a la crisis de perspectivasde las principales redes animadoras delos movimientos sociales alternativos yantisistémicos: de la protesta se tiende apasar no sólo a la propuesta de alternati-vas sino también a la gestión de proyec-tos asistenciales o de desarrollo que, sinembargo, necesitan contar con la ayudade los gobiernos o el mecenazgo deempresas privadas hipotecando así suautonomía y, con ello, la vocación deerradicar las causas de las injusticias quemuchas de esas ONG denuncian. Esascontradicciones se han acentuado enmuchas ONG durante los años 90 en elmarco de lo que se ha definido como“intervencionismo humanitario” por partede la OTAN, de grandes potencias o de lapropia ONU a partir de crisis como las deRuanda o la ex-Yugoslavia. Tensionessimilares se desarrollan en el denominado“Tercer Sector”, el cual aspira a moverseentre unos Estados menguantes en losocial, por un lado, y el creciente procesode remercantilización de bienes públicos,por otro (Gómez Gil, 2004).

    Pero la fase triunfalista de los discur-sos del “fin de la historia” y de la “globa-lización feliz” se verá pronto sucedidapor otra en la que los efectos negativosde la misma irán generando nuevasresistencias y, con ellas, las primerasredes madrugadoras de lo que se hadado en llamar movimientos “antiglobali-zación” pero que sería más adecuadodefinirlos como “movimientos por la jus-ticia global” ya que aspirarán a ir articu-lando las luchas contra los diversos mar-cos de injusticia que se manifiestan aescala planetaria dentro de un discursocomún.

    En efecto, se trata ahora de un nuevoactivismo transnacional y alternativofrente al peso creciente que está tenien-do la concentración de poder económicoen las grandes empresas transnacionalesasí como al nuevo protagonismo de lasInstituciones Financieras Internaciona-les (FMI, BM) y, más tarde, la Organiza-ción Mundial del Comercio (OMC). Lasprimeras acciones de protesta, con oca-sión de la celebración de las Cumbres deesas instituciones o del G-8, serán califi-cadas como una “nube de mosquitos” oun “enjambre” de un nomadismo mili-tante que confluye con el primer desafíosimbólico relevante, el levantamientozapatista del 1 de enero de 1994, coinci-diendo con la entrada en vigor del Trata-do de Libre Comercio de América delNorte entre EEUU, México y Canadá. Esa partir de entonces cuando vemosextenderse, discreta pero gradualmente yprincipalmente entre la juventud, redestransnacionales de activistas, contandoesta vez con la ayuda inestimable de lasnuevas tecnologías de la información yde la comunicación.

    Más tarde, es la paralización del pro-yecto de Acuerdo Multilateral de Inver-siones (AMI), desvelado y denunciado porla publicación mensual Le Monde Diplo-matique en 1998, la que se convierte en

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  • una primera victoria parcial que contri-buirá a la creación de una red interna-cional (Asociación para una Tasaciónsobre las Transacciones Financieras,ATTAC) especialmente dedicada a ladenuncia de la “globalización financiera”.

    Es sin embargo la movilización ante laCumbre de la OMC en Seattle a finalesde noviembre de 1999 la que marca elinicio de un ciclo ascendente de luchasque tendrá finalmente el 15 de febrero de2003 su cenit o momento culminante. Esen esa ciudad estadounidense donde laprotesta refleja la confluencia de muydiversos sectores sociales y organizacio-nes en torno al eslogan “El mundo no esuna mercancía” y al bloqueo de una reu-nión de jefes de estado y de gobierno queconcluye finalmente en un fracaso. Deahí que la lección que extraen muchosactivistas a partir de entonces es que “Sí,se puede”...resistir al neoliberalismo,convirtiéndose por tanto ese aconteci-miento en un estímulo para la rápidaextensión de redes e iniciativas de acciónen muy distintas partes del mundo,como he tratado de explicar en otros tra-bajos (2002).

    El paso siguiente será principalmentela puesta en pie del Foro Social Mundialde Porto Alegre (referente emblemáticode una experiencia de presupuestos par-ticipativos que se ha ido extendiendo amuchos municipios en muy diversos paí-ses) a partir de enero de 2001, alrededordel eslogan “Otro mundo es posible”,como alternativa frente al Foro Económi-co de Davos. Luego, veremos un momen-to especialmente crítico en el devenir deestos movimientos, tras los atentados del11-S de 2001 y la apertura de un nuevoescenario de “guerra global permanente”,que obliga a éstos a introducir el rechazoa la guerra de Iraq y culmina en la jorna-da mundial de protesta del 15-F de2003. Es a partir de entonces cuando seentra en una nueva fase de “sedimenta-

    ción” en la que la prioridad pasa a ser laconsolidación de los espacios de diálogoy coordinación de las diferentes redesque se reconocen en los Foros y losdiversos Encuentros que se desarrollan adistintas escalas: local, nacional, estatal,continental y mundial (Calle, 2006). Elreconocimiento de la necesidad de llegara los distintos continentes ha conducido,finalmente, a una nueva etapa en la quese ha optado por la celebración de unForo Mundial policéntrico en el año 2006en Caracas, Bamako y Karachi.

    Si nos referimos al marco europeo, laevolución de estos movimientos se hareflejado en el desarrollo de Foros Socia-les periódicos y en la ampliación crecien-te en ellos de una temática que tiende eneste caso a poner mayor énfasis en lacuestión social, en el rechazo de determi-nadas directivas de la UE (en particular,la conocida como “directiva Bolkestein”de liberalización de servicios) y en la crí-tica del proyecto de Tratado Constitucio-nal Europeo por considerar que éste con-tribuye a constitucionalizar el neolibera-lismo. Es en Francia, sin duda, donde laconfluencia entre las principales redesde estos movimientos y las organizacio-nes sindicales y sociales ha sido mayor,llegando así a hegemonizar el No que seprodujo en el referéndum sobre aquelproyecto de Tratado el 29 de mayo de2005.

    La principal novedad, aun siendo rela-tiva –ya que siempre ha habido prece-dentes de lo que éstos expresan- de estosmovimientos se encuentra en su rasgocomún de tratar de ver con “gafas globa-les” los problemas que tienen que afron-tar en el ámbito estatal o local. Su per-cepción de que muchas de las decisionesque se toman sobrepasan el marco delEstado-nación y se adoptan en institu-ciones o centros de poder transnaciona-les o interestatales les lleva a querer sertambién actores colectivos a esos niveles

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  • dentro de la nueva esfera pública globalque se está configurando.

    Esta tendencia se da con mayor razóndebido a que la “desafección” hacia lasdemocracias realmente existentes se haacentuado, incluso allí donde parecíanmás consolidadas. Así, en un estudiodedicado a los países del “Centro” a fina-les del siglo XX se aseguraba que “losciudadanos en la mayoría de las demo-cracias trilaterales están menos satisfe-chos con la actuación de sus institucio-nes públicas representativas que haceun cuarto de siglo”; la tendencia a lavolatilidad y al escepticismo del electora-do ha aumentado, el alineamiento parti-dario sigue en descenso y en 11 de los14 países estudiados la confianza en elparlamento también ha bajado (Putnam,Pharr y Dalton, 2000).

    De esta forma, la crisis de la democra-cia representativa a escala nacional-estatal, la del parlamento como sede deun poder efectivamente legislativo y ladel sistema de partidos en el que seapoya (con la tendencia al duopolio del“centro” político y a la aparición recu-rrente de escándalos de corrupción)generan un escepticismo ciudadano res-pecto a la eficiencia de esas institucio-nes, reforzado por la percepción de suimpotencia o complicidad, según loscasos, ante el proceso paralelo de pro-fundización a escala global de la crisisdel Estado social y del modelo de inte-gración antes dominante a través delempleo estable.

    Lo que ya es incuestionable es queestos movimientos están estableciendouna nueva relación entre lo social, lopolítico y lo cultural y, lo que es másimportante, han obligado a modificar la“agenda” política y mediática de losestrategas de los grandes poderes trans-nacionales, cuya retórica ha tenido queir cambiando a medida que esos movi-

    mientos se han hecho más visibles y hanlogrado una autolegitimación ética ypolítica ante amplios sectores de la opi-nión pública. Su acento en la defensa de“lo común”, de “los bienes comunes”frente a los procesos de privatización derecursos básicos para satisfacer lasnecesidades de la mayoría de la pobla-ción, se ha convertido en una de lasprincipales señas de identidad de estemovimiento, especialmente si nos referi-mos a países periféricos y semiperiféri-cos, como en América Latina y Asia.

    En ese sentido se puede sostener quemuchas redes de estos movimientos,desde su propia diversidad, estaríanreconstruyendo un “meta-relato” global,en unos casos antineoliberal y en otrosanticapitalista y abiertamente favorablea la reinvención de utopías emancipato-rias. De ahí que lleguen a ser percibidoscomo partes de un nuevo “sujeto en pro-ceso” que podría tomar el relevo, en cier-to modo, de un viejo movimiento obrerocuya crisis de centralidad como sujetoantagonista no ha hecho más que acen-tuarse durante la segunda mitad delsiglo XX.

    Debido al nuevo contexto de la “globa-lización” y a los efectos que ha tenido enla desestructuración de muchas socieda-des, la composición de estos movimien-tos se ha hecho mucho más diversa quela de los “nuevos movimientos sociales”.Si extendemos el análisis más allá delámbito europeo, una forma quizás sim-plista pero muy gráfica para describir asus principales soportes sería la que nosofrecen Pedro Ibarra y Salvador Martí(2003) cuando los ubican entre los “indí-genas, indigentes e indigestos”: o sea, lospueblos indígenas, partes del “precaria-do” en el Norte y sectores de capasmedias o trabajadores sociales con capi-tal crítico. No obstante, faltaría mencio-nar también al campesinado, cuyo prota-gonismo a través de las organizaciones

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  • que se coordinan en Vía Campesina esrelevante en países como Brasil, Méxicoo el Sudeste asiático. Son esa heteroge-neidad social y, al mismo tiempo, suconvergencia en una identidad colectivade proyecto común las que pueden expli-car la receptividad que han tenido pro-puestas de autodefinición como “multi-tud”, recuperando así un viejo conceptospinozista que, a su vez, sirvió para des-cribir aquellos motines de subsistenciaque se dieron en Gran Bretaña duranteel siglo XVIII y que se constituyeron enprecedente del movimiento obrero emer-gente en aquel entonces. Esta propuestaes sin duda discutible pero sí describeun momento histórico de transición en elque esa multitud global se mueve máspor convicciones, razones y valores quepor intereses de clase o de grupo socialdeterminado.

    En cuanto al repertorio de acciones deestos movimientos, éste se ha caracteri-zado por una combinación de viejas for-mas (manifestaciones...) con otras relati-vamente nuevas (bloqueos al acceso acentros oficiales, acampadas, pasacalles,creación de centros de convergenciaalternativos en torno a las “Cumbres”oficiales) y otras completamente nuevas(“piratería” electrónica, boicot electrónicoa determinadas instituciones y empresastransnacionales, SMS...), todo ello con laintención de “colarse en el espectáculoque esas mismas “Cumbres” queríanofrecer ante los televidentes de todo elmundo y respetando al mismo tiempo lapropia diversidad del movimiento en susformas de expresión pública y lúdica através de “bloques de afinidad”. Laopción ampliamente mayoritaria a favorde la resistencia civil activa y no violentatambién ha sido una demostración de lavoluntad de difundir un nuevo tipo decultura que busca denunciar las distin-tas formas de violencia realmente domi-nantes –estructural, simbólica, política,social, urbana...-, con el fin de oponer a

    las mismas la necesidad de alcanzar unapaz basada en la justicia en todas lasesferas de la vida.

    Se puede sostener, por tanto, que losdiscursos, recursos organizativos, refe-rentes simbólicos y agendas de trabajoque suelen caracterizar a todo movimien-to social se dan también en este “movi-miento de movimientos” y garantizan sucontinuidad, con mayor razón cuando elmarco de injusticia global que denuncianprosigue y no ha sufrido cambios sus-tanciales, salvo parcialmente en determi-nados ámbitos nacional-estatales, comoocurre en América Latina, o locales.

    A este respecto tiene interés mencio-nar el pronóstico que hace SidneyTarrow (2005), un veterano estudioso delos movimientos sociales, al referirse alnuevo activismo transnacional. Desde supunto de vista, éste será episódico y con-tradictorio pero tendrá un impacto másvisible que en el pasado en las políticasen el ámbito estatal (quizás en este casoel ejemplo más reciente y visible sea elde Francia y la deslegitimación que hanido sufriendo determinadas políticas ypropuestas calificadas por estos movi-mientos como neoliberales). Pero, simul-táneamente, los activistas transnaciona-les encontrarán en las decisiones quetomen las instituciones y tratados inter-nacionales un “arrecife de coral” en elque puedan seguir presionando y protes-tando y llegar a formar coaliciones nacio-nales-globales capaces de obtener éxitossignificativos en los próximos años. Deahí que su conclusión final sea que “elactivismo transnacional no se parece auna marejada de la historia sino, másbien, a una serie de olas que alcanzan laplaya internacional, retirándose repeti-damente a los mares internos perodejando cambios crecientes en la costa”.

    Todo lo anterior no significa negar quela mayoría de las redes de estos movi-

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  • mientos se encuentra ante la necesidadde alcanzar un mayor anclaje social enlos sectores sociales más directamenteafectados por las políticas neoliberales.Es aquí donde tropiezan con las dificulta-des que crea la creciente fragilización delas relaciones sociales entre esos mismossectores a los que aspiran a dirigirse,debido a la segmentación y fragmenta-ción crecientes en que se encuentran y alas limitaciones que tienen esas mismasredes para asentarse en unos espaciosterritoriales y urbanos en los que enmuchos casos se reproduce una segrega-ción social y étnica. Sólo el apoyo en losmedios alternativos de información ycomunicación a través de internet consti-tuye un recurso capaz de compensar

    esas debilidades manteniendo, al menos,una comunidad virtual de discurso y deprotesta de carácter transversal, capaz decrear sinergias y reducir los costes de lamovilización. Obviamente, todo esto nosustituye la imprescindible interaccióncara a cara entre las minorías de activis-tas articulados en red de redes antes,durante y después de las fases de mayorvisibilidad de estos movimientos. Esto esmás necesario si cabe dada la concepciónde democracia participativa, directa yhorizontal que es compartida por lamayoría de estas redes y que les exige,por tanto, su práctica coherente a la horade deliberar y buscar el mayor consensoposible para seguir trabajando encomún.

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