Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

13
Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 1 Women and power in classical Antiquity: History and Feminist theory M.ª Dolores Mirón Pérez SALDVIE n.º 10 2010 pp. 113-125 Resumen Las aportaciones de la teoría feminista no sólo nos proporcionar instrumentos para entender las sociedades anti- guas, sino que el estudio de las mismas desde la perspectiva de género nos permite indagar acerca de los aspec- tos más enraizados en el sistema patriarcal. El análisis feminista de la relación entre mujeres y poder en la Antigüedad clásica ofrece una perspectiva privilegiada para entender su problemática en toda su riqueza y com- plejidad. En este sentido, este artículo hace una reflexión acerca de los aspectos multidimensionales del poder o no poder de las mujeres en el mundo clásico, su significado y naturaleza, así como acerca de la interacción entre público y privado. Palabras clave: mujeres, género, patriarcado, poder, Antigüedad clásica, teoría feminista. Abstract Feminist theory not only provides instruments for the understanding of ancient societies, but also the study of them form gender perspective allow to inquire into the most rooted aspects of patriarchal system. The feminist analysis of the relationship between women and power in classical antiquity offers a privileged perspective to understand its issues throughout its richness and complexity. In this respect this article reflects on the multidimensional issues of women`s power and non-power in the classical world, its meaning and nature, as well on the interaction between public and private. Keywords: women, gender, patriarchy, power, classical Antiquity, feminist theory.

Transcript of Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Page 1: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica:Historia y Teoría Feminista1

Women and power in classical Antiquity:History and Feminist theory

M.ª Dolores Mirón Pérez

SALDVIE n.º 10 2010pp. 113-125

ResumenLas aportaciones de la teoría feminista no sólo nos proporcionar instrumentos para entender las sociedades anti-guas, sino que el estudio de las mismas desde la perspectiva de género nos permite indagar acerca de los aspec-tos más enraizados en el sistema patriarcal. El análisis feminista de la relación entre mujeres y poder en laAntigüedad clásica ofrece una perspectiva privilegiada para entender su problemática en toda su riqueza y com-plejidad. En este sentido, este artículo hace una reflexión acerca de los aspectos multidimensionales del poder ono poder de las mujeres en el mundo clásico, su significado y naturaleza, así como acerca de la interacción entrepúblico y privado.

Palabras clave: mujeres, género, patriarcado, poder, Antigüedad clásica, teoría feminista.

AbstractFeminist theory not only provides instruments for the understanding of ancient societies, but also the study of themform gender perspective allow to inquire into the most rooted aspects of patriarchal system. The feminist analysisof the relationship between women and power in classical antiquity offers a privileged perspective to understandits issues throughout its richness and complexity. In this respect this article reflects on the multidimensional issuesof women`s power and non-power in the classical world, its meaning and nature, as well on the interaction betweenpublic and private.

Keywords: women, gender, patriarchy, power, classical Antiquity, feminist theory.

Page 2: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

M.ª DOLORES MIRÓN PÉREZ114

Desde sus inicios uno de los ámbitos fundamenta-les de preocupación teórica y práctica del movimientofeminista ha sido el poder y, en estrecha relación conél, la participación de las mujeres en los espaciospúblicos, en particular los de la política. Es una inquie-tud lógica y central en el feminismo, si tenemos encuenta que éste ha girado a menudo en torno a la rei-vindicación de la ocupación femenina del espaciopúblico, tradicionalmente exclusivo de los hombres,frente a la igualmente tradicional relegación de lasmujeres al espacio privado, entendiéndose éste en unprincipio como ámbito de la dependencia, la invisibili-dad, la inmutabilidad y el no poder.

De hecho, el punto de partida del feminismomoderno es la reivindicación del acceso al poder y, enconcreto, al poder político, mediante la reclamación dela ciudadanía plena y el derecho al voto para las muje-res. Y éste fue el motivo central de preocupación, puesse entendía que del acceso a la igualdad política sederivaría la igualdad social, económica y cultural. Unavez adquirido el derecho al voto en la mayoría de lospaíses occidentales a mediados del siglo XX, se cons-tata, no obstante, que el acceso igualitario al ámbitopúblico está muy lejos de haberse alcanzado, que exis-te un “techo de cristal” que impide a las mujeres comocolectivo la consecución de la igualdad real. A partir deahí, la teoría feminista va a desarrollarse en buenamedida en torno a la indagación de cuales son losmecanismos mediante los cuales funciona este techode cristal y por qué se producen, cómo actúan y sereproducen, por qué es tan difícil superarlos.

La primera interpretación comprensiva, compleja einterdisciplinar la realiza en 1949 Simone de Beauvoiren El segundo sexo, cuyos postulados serían enorme-mente influyentes en la teoría feminista hasta nuestrosdías. Pero es sobre todo gracias a los primeros análi-sis del feminismo radical, a finales de los años sesen-ta del siglo XX, cuando surgen los planteamientosconceptuales que han marcado desde entonces lasreflexiones y debates de la teoría feminista en susdiversas corrientes. Y de nuevo estas reflexiones giranen torno al poder, pero desde unos presupuestos muydistintos a los del sufragismo del siglo XIX y primeramitad del XX2.

El lema del feminismo radical, “lo personal es políti-co”, resume el giro teórico y práctico, aunque las líneas

de pensamiento y acción de los distintos grupos y teó-ricas sean muy diversas. Un cambio fundamental es suredefinición de la política, que deja de circunscribirse alámbito de lucha entre partidos y gestión de las institu-ciones, y es entendida como un conjunto de estrate-gias destinadas a mantener un sistema dedominación3. En este sentido, la dominación masculinaes una política, en la que la sexualidad actúa como ele-mento fundamental, y por tanto es necesario llegar a laesfera privada de las relaciones entre los sexos parapoder redefinirla y modificar la esencia de la sociedad.La pieza clave del análisis es el concepto de patriarca-do, que, según la definición de Kate Millet, es una polí-tica sexual ejercida fundamentalmente por el colectivode varones sobre el colectivo de mujeres. Se trata deuna política de dominación presente en los actos másaparentemente privados y personales, pero que no serestringe al ámbito de las relaciones interpersonales,sino que es un sistema con implicaciones familiares,sociales económicas, políticas y culturales. De estemodo, se rompe la dicotomía entre lo público y lo pri-vado, tan propia del pensamiento liberal, y se vincula laidea de política a la relación entre los sexos. A su vez,el patriarcado se señala como el sistema de domina-ción básico, sobre el que se levantan el resto de domi-naciones4.

También en estos años se formula el concepto degénero, que se convierte en categoría analítica básicaen la teoría feminista, y que se podría definir, siguien-do a Joan Scott, como “elemento constitutivo de lasrelaciones sociales basadas en las diferencias que dis-tinguen a los sexos” y “forma primaria de relacionessignificantes de poder”5. Se da nombre así a una ideaque había estado presente en los mismos inicios delmovimiento y que era clave para sustentar sus reivin-dicaciones: que lo masculino y lo femenino no sonhechos naturales sino construcciones culturales quelas sociedades han elaborado a partir de las diferen-cias anatómicas entre los sexos, convirtiendo esa dife-rencia en desigualdad social, política y cultural6. Elgénero conlleva toda una serie de funciones, atributos,símbolos, valores, cualidades, expectativas, espacios,etc. asignados a uno y otro sexo, aunque en él cabendistintas construcciones e interpretaciones en el espa-cio y en el tiempo. Estas diferencias no se sitúan en unplano de igualdad, sino que están jerarquizadas, de

Page 3: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 115

modo que las relaciones de género, es decir, entremujeres y hombres y entre lo femenino y lo masculino,son relaciones de poder, que suponen la subordinaciónde las mujeres a los hombres.

En esta indagación por conocer y comprendercómo y por qué se produce la diferencia jerarquizadaentre los sexos, el análisis de sus orígenes y desarro-llo se convierte en fundamental. Desde sus inicios, elmovimiento feminista tuvo gran interés en profundizaren el pasado histórico de las mujeres, teniendo encuenta que éstas han carecido de historia –es decir,desde la apreciación de la ciencia tradicional– hastahace poco y quien desconoce las claves de su expe-riencia colectiva no puede entender su presente ni pla-nificar su futuro. La corriente historiográfica de laHistoria de las Mujeres nace, pues, desde la necesidaddel feminismo de dotarse de instrumentos teóricos, deconocer el pasado para construir el futuro. Y el puntode partida fue la afirmación de que la Historia de laHumanidad es el resultado de la actuación del conjun-to de la población, mujeres y hombres. Las mujerestambién tienen y han hecho Historia, aunque se leshubiese impedido conocerla e interpretar tanto la suyacomo la de los hombres. A partir de aquí, se ha desa-rrollado un corriente de pensamiento crítico y de presu-puestos teóricos innovadores, con dos objetivosfundamentales: visibilizar la aportación de las mujeresa la construcción de las sociedades, y conocer las cau-sas y argumentos de la marginación histórica de lasmujeres7.

Las aportaciones de la historiografía feminista hansupuesto para la historia en general una innovaciónteórica y metodológica, la incorporación de nuevastemáticas, la crítica a los sistemas interpretativos tradi-cionales, y una lectura de las fuentes desde otros pun-tos de vista. No sólo ha sacado a las mujeres delsilencio y del olvido, sino que ha puesto en cuestiona-miento los esquemas interpretativos de la Historia.Entre ellos la historia política, que ha recibido especialatención. En su etapa más primaria la historia de lasmujeres se fijó sobre todo en el estudio de personajesfemeninos más destacados, lo que incluía a las queejercieron una actividad política, aunque todavía desdelos presupuestos de la historia tradicional. La corrientede Historia de las Mujeres, desarrollada a partir de losaños setenta del siglo XX, ha significado cambios fun-damentales para romper los viejos esquemas de la his-toria política, en varias líneas. En primer lugar, hacontinuado, ampliado y profundizado en la vieja vía derecuperación de figuras políticas femeninas, indagan-do para hallar mujeres ejerciendo el poder en institu-

ciones de dominio masculino, para descubrir que habíamuchas más de las que se suponía en un principio. Ensegundo lugar, la perspectiva de género ha ensancha-do el campo de la política más allá del aparato delestado, ocupándose de grupos u organizaciones queparticipan activamente en la vida social, y en los quelas mujeres han intervenido. Finalmente, como hemosvisto, ha establecido la asunción de que todo aquelloque en la sociedad tiene que ver con las relaciones depoder es político, puesto que el poder es relacional eimplica una capacidad de acción y de influencia, aun-que no esté legitimado y formalizado. Esto ha conduci-do a la indagación sobre los espacios de poderfemeninos, visibilizando la autoridad e influencia públi-cas de las mujeres más allá del poder político directo yformal, y señalando cómo la dicotomía entre espaciopúblico y espacio privado es más normativa que prác-tica8.

Si entendemos la función de la Historia comomedio para comprender el presente a partir del conoci-miento del pasado, el estudio del mundo antiguo esfundamental, pues en él se encuentran buena parte delas bases de la sociedad actual. En la antigüedad sesitúa el nacimiento, o al menos el asentamiento, delsistema patriarcal, y el estudio de sus orígenes, de losmismos cimientos que lo sustentan, es fundamentalpara entender su funcionamiento en la actualidad ypoder poner así las bases para una verdadera transfor-mación en las relaciones de género. En la antigüedadse generaron discursos y prácticas acerca de la dife-rencia y desigualdad entre mujeres y hombres que, enmayor o menor medida, han ido permaneciendo en eltiempo, adaptándose con facilidad a las nuevas situa-ciones históricas y transformándose con ellas, y que enmuchos casos siguen vigentes hoy en día, de formamás o menos sutil o evidente.

Desde este punto de vista, las aportaciones de lateoría feminista no sólo nos ofrecen instrumentos paraentender las sociedades antiguas, sino que el estudiode las mismas desde la perspectiva de género nos per-mite indagar acerca de los aspectos más enraizadosen el patriarcado que son clave para comprender cuá-les son los mecanismos profundos que todavía hacenfuncionar el sistema patriarcal en nuestros días y, porende, el “techo de cristal”. El análisis feminista de larelación entre mujeres y poder en la Antigüedad clási-ca ofrece una perspectiva privilegiada para entenderestas interacciones, en toda su riqueza y complejidad.Sin ánimo de ser exhaustiva, me propongo señalar losámbitos principales de preocupación y algunos ejem-plos concretos –centrándome en la relación multidi-

Page 4: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

M.ª DOLORES MIRÓN PÉREZ116

mensional entre mujeres y poder– de las muchas posi-bilidades que ofrece el estudio de la antigüedad clási-ca desde la perspectiva feminista, y viceversa, cómo elprimero enriquece la teoría feminista.

El punto de partida es la mencionada consideracióndesde el feminismo de que todo lo que tiene que vercon el poder, en todas sus dimensiones, es político.Por tanto, el patriarcado, en tanto es un sistema depoder –de los hombres sobre las mujeres– es una polí-tica. Sin embargo, cabe hacer aquí una distinción entrelos términos política y poder, que, aunque estén rela-cionados y tiendan a confundirse a menudo, no sonsiempre intercambiables. Así, mientras poder pareceremitir “a los modos de organizarse y jerarquizarse lasrelaciones personales y sociales” y “se asocia fácil-mente a relaciones de control y dominación, de impo-sición e incluso coacción” política, “aunque puedellegar a constituir uno de los espacios de materializa-ción del poder, se significa también desde el lado de laacción constitutiva y organizativa de las sociedadeshumanas, las cuales pueden derivar” (o no) “en siste-mas institucionales claramente organizados”9. Al igualque ha hecho con el concepto de política, la teoríafeminista ha ensanchado el de poder, y es asimismouno de los que más reflexión y debates ha generadoen cuanto a su definición y naturaleza. Por ejemplo,Amelia Varcárcel distingue entre poder explícito ypoder inexplícito. Para ella “el poder explícito y a la vezlegítimo por excelencia es el poder político”, pero “haymuchos poderes en presencia en el ámbito social queson explícitos pero pueden no ser legítimos”; mientrasque los poderes inexplícitos corresponden a lo que sesuele llamar “influencia”, y en ellos las mujeres –odeterminadas mujeres– tienen cierto grado de expe-riencia, no así en los poderes explícitos10. Por otro lado,Anna Jónasdóttir incluye en el término de poder los deautoridad e influencia: la autoridad significa “reconoci-miento manifiesto, esto es, poder legítimo, mientrasque influencia significa efecto, o poder que puede exis-tir, pero que no siempre es manifiestamente reconoci-do como legítimo o ‘de derecho’”; de nuevo las mujerestendrían influencia en bastantes ámbitos, y no siempreencuentran resistencia si pretenden aumentarla, perosurge la oposición fundamentalmente cuando deman-dan autoridad “como seres humanos femeninos”11.

Desde este punto de vista, que amplía los concep-tos de política y poder, el estudio de las sociedades

antiguas de Grecia y Roma ofrece una perspectiva pri-vilegiada para conocer y comprender la relación entrepoder político, económico, socia, cultural y familiar, enun sistema integrador que coloca a los hombres en lasesferas de poder legítimo, y donde lo público y lo pri-vado, aun siendo ámbitos más o menos definidos, noestán separados, sino interrelacionados, y donde lasrelaciones de género como relaciones de poder nosólo atraviesan todos los aspectos del poder, sino queestán en la base misma y forman parte fundamental dela organización y estructura de la sociedad, a la vezque interactúan con otras relaciones de poder.

Esta idea integradora de la política está presenteen el pensamiento clásico, aunque desde luego conunos objetivos y presupuestos muy distintos a los dela teoría feminista, y a pesar de que es precisamenteal primero al que se debe la formulación de las dicoto-mías de género que, como público y privado, han atra-vesado el pensamiento occidental hasta el mundocontemporáneo. Quizá el ejemplo más elocuente seala Política de Aristóteles, que dedica significativamen-te su primer libro a la relación entre la ciudad (polis) yla casa (oikos), definiéndolas al mismo tiempo comodistintas –la polis, objeto de la política; el oikos, obje-to de la oikonomia– pero interdependientes, y enten-diendo la primera como superior puesto que englobaa todas las demás comunidades, incluida la familia. Lapolis es, pues, un conjunto de oikoi, y la familia lasociedad humana primaria. A partir de ahí, desarrollatoda una argumentación sobre las relaciones de poderde forma integral: del hombre sobre la mujer, del amosobre el esclavo, del heleno sobre el bárbaro, demanera que la política viene configurada por las rela-ciones de género, clase y raza. En este sentido, hayuna convergencia entre el poder político de los varo-nes libres griegos y el poder de éstos en el seno de lafamilia. La misma superioridad de la civilización griegase define en tanto sistema de dominación de género,clase y raza. Puede que Aristóteles sea un referenteen el pensamiento occidental para la definición yseparación entre ámbito público y privado, y que eneste esquema las mujeres queden circunscritas alámbito del oikos, pero es indudable que para él tantola administración del oikos como la condición de lasmujeres son esenciales para la organización de lapolis12, que, en definitiva, “lo privado es público” y portanto, “lo personal es político”.

--

Page 5: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 117

La ampliación del concepto de poder también hapermitido reconocer los poderes ejercidos por lasmujeres, frente la posición victimista que las sitúacomo sector social sin poder. Las relaciones de géne-ro se interseccionan con otras relaciones de poder, for-mando un variado mosaico de diferencias entre laspropias mujeres así como entre los hombres, y dejerarquías, en las que determinadas mujeres puedentener poder sobre otras mujeres o sobre hombres,siempre en el marco del sistema patriarcal que defineuna relación de poder de lo masculino sobre lo femeni-no. Sin embargo, a la hora de hablar del poder de lasmujeres o de la relación de éstas con el poder, se hacepreciso definir de qué clase de poder estamos hablan-do, cuáles son sus características, y cuáles sus meca-nismos de ejercicio o de exclusión. En este sentido, lasimplicaciones de la ampliación del concepto de poderaún están por explorar por completo. Y los apuntes queofrezco en este artículo sobre mujeres y poder en elmundo clásico antiguo están lejos de abarcar todossus aspectos.

La corriente de historia de las mujeres se ha desa-rrollado con fuerza en los estudios sobre la antigüedad,y en la actualidad el volumen de producción es enor-me. De hecho, es quizá actualmente una de las líneasde estudio más activas y productivas de la historiogra-fía sobre la antigüedad, en particular sobre el mundoclásico, sobre todo en Estados Unidos13. Pero cabehallar sus precedentes en los estudios historiográficosque se pueden relacionar con el movimiento sufragis-ta, aun cuando quienes los realizan no se definanexplícitamente como feministas.

A finales del siglo XIX y principios del XX, se apre-cia un cierto auge de estudios históricos centrados enlas mujeres de la Antigüedad. Existen por un lado, ymayoritariamente, estudios sobre ciertas “curiosi-dades” femeninas, de manera bien descriptiva bien–preferentemente– moralizadora, de la cual sueleextraerse como conclusión lo conveniente que es quelas mujeres permanezcan en sus roles domésticos yno se involucren en política14. Pero encontramos otros,centrados en mujeres relacionadas con el poder políti-

co, donde el tono es sensiblemente diferente y sepuede apreciar una reivindicación de las mujeres en elpoder. Aunque suelen pecar de demasiado optimismorespecto a su poder real y la situación de las mujeresen la antigüedad, al mismo tiempo que a menudoreproducen las interpretaciones patriarcales de lasfuentes antiguas, también introducen agudas críticas ala visión exagerada y misógina que los historiadorescontemporáneos ofrecen sobre las mujeres poderosasasí como a las mismas fuentes. Quiero destacar a dosautoras: Mary Gilmore Williams, que aborda a lasemperatrices sirias desde una perspectiva crítica delas fuentes –no sólo literarias– que casi parece propiade la historiografía feminista actual: y a Grace H.Macurdy, especialista en reinas helenísticas15. De estaúltima cabe destacar el tono escéptico con que a vecesrecoge y reproduce las informaciones de las fuentesantiguas y la crítica hacia los historiadores que han tra-tado el tema y su tendencia a magnificar y demonizaral tiempo el poder de estas mujeres:

He hablado también de la cuestión del carácter deestas reinas, que generalmente tienen fama de habersido perversas. Esta reputación se apoya, como lohace la afirmación de que tenían poder igual al de loshombres, en los actos de unas pocas de las muchasque fueron reinas en los siglos helenísticos. De estaspocas se puede decir que si fueron en naturaleza y encarácter homólogas de los hombres, deberían ser juz-gadas con el mismo patrón. Si las mujeres van a sercomparadas con tigresas (un símil preferido paraellas), debemos admitir que la sangre macedonia pro-dujo hombres tigre16.

Lo que a Macurdy le interesa destacar es que hubomujeres capaces de gobernar y que no fueron peoresque los hombres: “Muchas de ellas fueron como loshombres en un desmesurado amor al poder; las mejo-res de ellas mostraron un espíritu de lealtad y autosa-crificio desconocido en los reyes; las peores noigualaron a los peores de los reyes en depravación ycrueldad”17. Hay implícita, pues, una reivindicación dela capacidad política de las mujeres y una petición deque sean juzgadas con la misma medida que los hom-bres.

-

-

Page 6: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

M.ª DOLORES MIRÓN PÉREZ118

He querido detenerme un poco en estas dos auto-ras para mostrar hasta qué punto una perspectivafeminista –aun no declarándose como tales– cambia lavisión de la historia, aunque sea empleando los instru-mentos conceptuales y metodológicos tradicionales.

En ese primer momento fue importante sacar a laluz los precedentes antiguos de la actividad políticafemenina; poniendo en primera línea a muchos perso-najes no abordados por la historiografía tradicional, osólo de paso o desde una perspectiva moralizadoraque no se aplicaba –o no en la misma medida– a loshombres en el poder. Algunas de estas mujeres habíanrecibido un tratamiento extenso en las fuentes (porejemplo, Olimpia, Arsínoe, Cleopatra, Livia, las dosAgripinas, las emperatrices sirias, Gala Placidia, etc.);la historiografía moderna no les concedió similarimportancia, pero sí recogieron fielmente –incluso exa-geraron– los prejuicios de los discursos antiguos. Nodejaban, sin embargo, de ser figuras “excepcionales”,aunque el número de las “rescatadas” haya ido aumen-tando.

El desarrollo de la corriente de Historia de lasMujeres y la perspectiva de género han permitido estu-diar a estas figuras destacadas desde otros ángulos,más completos, complejos y críticos18. Ya no se habla,salvo para algunos ejemplos puntuales, de poder polí-tico directo y legítimo, sino de influencia pública,influencia sobre el poder o “poderes en la sombra”, oparticipación en asuntos políticos pero no como “pode-res legítimos”. De este modo, los estudios están permi-tiendo conocer los mecanismos que limitaban –omejor, impedían– el poder político de las mujeres, yafuese legítimo –excepcional y con importantes condi-cionantes de género–, “usurpado”, extraoficial oinfluencia sobre las instancias masculinas de poder; lafunción de las mujeres de las dinastías gobernantes enla propaganda política y la transmisión del poder; lasactividades y funciones públicas de las mujeres de lasfamilias en el poder; el uso de las mujeres como ele-mentos de alianza y cohesión políticas; etc.

Lo que éstas investigaciones señalan es la distintarelación de hombres y mujeres con el poder político ycómo éste tiene una naturaleza masculina. Inclusocuando una mujer puede llegar a ejercer un poderexplícito y legítimo, lo hace desde una posición distin-ta a la de los hombres, como estando en un lugar queno le corresponde por su sexo. Un paradigma sería lareina Cleopatra, quien, dejando aparte las considera-ciones interesadas de las fuentes antiguas y su mismapersonalidad como gobernante, necesitó en todo

momento apoyarse, explícita o implícitamente, en laasociación con un hombre para legitimar o reforzar supoder. Es un ejemplo de lo que en el pensamientofeminista contemporáneo se ha llamado poder “sin lacompleta investidura”, es decir, “sin la precisión casiritual que hace que la detentación de poder sea verda-dera y creíble”19. El poder denota masculinidad; elfemenino no tiene la misma connotación ni es de lamisma naturaleza, ni es genéricamente significativo:

Dado el deber de sumisión, distinto al deber deobediencia, dada la no completa investidura, dadas lacondiciones especiales de detentación del poder, estepoder es necesariamente inestable: lo detentaalguien, pero ese poder no se hace extensivo comodetentación al colectivo completo al que ese alguienpertenece significativamente. Del hecho de que una,dos, tres mujeres detenten un poder, para el colectivocompleto de las mujeres no se sigue que el colectivodetente poder. Y para esas mujeres que lo detentanno se sigue que eso las saque de los esquemas nor-mativos a los que su colectivo está sujeto. Es por lotanto vivido y percibido externamente como inestable,casual, accidental, moda incluso20.

Las investigaciones desarrolladas desde la pers-pectiva de género han preferido centrarse, frente a lapreocupación en los inicios por el ejercicio del poderpolítico por parte de mujeres, en el estudio de la exclu-sión de las mujeres del poder político y de la ciudada-nía, así como sus connotaciones y limitaciones degénero. El interés se centra en los mecanismosmediante los cuales los sistemas políticos han excluidoa las mujeres de los centros de decisión y por ende dela capacidad de poder, no sólo político. Se ha señaladocómo estos mecanismos de exclusión política estánunidos a los de exclusión social, económica y cultural,así como la relación del concepto de ciudadanía con losdiscursos sobre la diferencia e inferioridad de las muje-res en los ámbitos públicos y privados, y cómo inclusoen sociedades con aparente igualdad ante la ley estaslimitaciones se han manifestado –y se manifiestan– enel mencionado “techo de cristal”, no sólo en cuanto a lopolítico. De este modo, ha cuestionado el mismo con-cepto de democracia, tanto en el mundo antiguo comoen el contemporáneo, en el sentido de si realmente sepuede hablar de tal cuando la mitad de la poblaciónestá excluida de la ciudadanía o sufre limitaciones parala participación política en igualdad.

El estudio de la ciudadanía en el mundo clásicoantiguo tiene gran relevancia para la compresión de losmodos de organizarse política y genéricamente en las

--

Page 7: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 119

sociedades occidentales. El modelo de ciudadaníanacido en occidente durante la Ilustración y laRevolución Francesa se presentaba a sí mismo encierto modo como heredero de la ciudadanía delmundo clásico, lo que significaba en buena medidareproducir su sistema de exclusiones, en particular lade género. Ciertamente la ciudadanía moderna selevanta sobre presupuestos diferentes a la clásica–como el principio fundamental de ciudadanía univer-sal– y en un contexto social diferente, pero no deja deser la segunda un referente para la primera, y los dis-cursos del pensamiento clásico –fundamentalmentelas dicotomías de género: privado / público, naturaleza/ cultura, cuerpo / espíritu– revisitados por los pensa-dores modernos en los argumentaciones esgrimidaspara excluir a las mujeres21.

El estudio de la ciudadanía –o de la no ciudadanía–clásica permite conocer, por tanto, algunos de losmecanismos y discursos fundamentales de exclusiónde las mujeres de la ciudadanía moderna y de sus limi-taciones a la hora de acceder al poder, algunas deellas presentes todavía hoy. A la luz de esta perspecti-va, la democracia ateniense, punto de referencia de lasdemocracias modernas, adquiere matices menos lumi-nosos como sistema de exclusiones, no sólo de géne-ro. También para aquellos ámbitos donde las mujeresgozaban de un grado mayor de presencia y reconoci-miento públicos (por ejemplo Esparta y Roma), lasconsideraciones de género asentaron su exclusión delos centros de poder político de tal manera que nuncafue cuestionada22.

Sin embargo, si bien la introducción de la perspec-tiva de género ha refrenado el entusiasmo inicial –porcrítico que fuese– por el poder que ejercieron ciertasmujeres en el plano político, la misma teoría feministaha contribuido a ensanchar los ámbitos de poder feme-nino. A ello no es ajena la ampliación del concepto depoder. Así, la historia de las mujeres está abordandolas instancias de influencia pública de las mujeres enámbitos distintos al estatal. Esta vía abre nuevas pers-pectivas y temáticas, poniendo en cuestión el mismoconcepto de poder, que no se puede asimilar única-mente al poder político, y que abarca tanto el ámbitode las relaciones interpersonales como el de los espa-cios de decisión y reconocimiento públicos. El estudiode la relación con los centros de poder de las mujeresde las élites de las ciudades helenísticas y romanas,

más flexibles en algunos puntos que las instancias depoder central, está abriendo un rico abanico de influen-cias reales y oficiales, y de participación activa y legíti-ma femenina en la vida pública de las ciudades, queamplía y transforma el conocimiento sobre la vida enellas y el mantenimiento de las jerarquías sociales ypolíticas23. La influencia de algunas de estas mujeressobre el poder político de sus ciudades es manifiesta,pero el poder político oficial estaba en manos exclusi-vamente masculinas; y nuevamente el poder de algu-nas mujeres no abarcaba a éstas como colectivo. Denuevo son excepciones, por numerosas que sean.

Hubo algunas mujeres que ejercieron además unpoder explícito y legítimo en sus comunidades: lassacerdotisas. La religión es uno de los aspectos privi-legiados para analizar los mecanismos y las formas delpoder femenino. La sola existencia de diosas, sacerdo-tisas y rituales ciudadanos de mujeres, nos señalan laimportancia del elemento femenino. Nos hablan delmodo en que las sociedades clásicas antiguas enten-dían su mundo, de cómo interactuaban lo femenino ylo masculino en un todo dual pero inseparable, decómo las sociedades patriarcales clásicas articulabansus sistemas de pensamiento y de creencias en tornoal género, de cómo el orden de género era elementosustancial y vital para el orden social y político en elque se integraban los sistemas religiosos, de cómo lofemenino era indispensable para el mantenimiento eincluso la supervivencia de las comunidades.

La religión era –y es– un factor fundamental degeneración y reproducción de las diferencias y desi-gualdades de género, de las relaciones jerárquicas depoder entre los sexos, que, como he venido repitiendo,son consideradas en el pensamiento antiguo elementobásico de sus civilizaciones. Mediante la religión, lofemenino es integrado en la cultura, se pone al serviciode la civilización, y al mismo tiempo se somete a lomasculino y es controlado por él. Las devociones,rituales y sacerdocios femeninos tienen característicasy funciones diferentes a los masculinos, dentro de laorganización de género de las sociedades, aun cuan-do se puedan integrar en una expresión religiosacolectiva (por ejemplo, los festivales de lasPanateneas), siempre manteniendo las jerarquíaspatriarcales, de modo que, a pesar de la importanciade lo femenino, éste se somete a lo masculino. Estoselementos aparecen en todos los planos de la activi-

- -

--

Page 8: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

M.ª DOLORES MIRÓN PÉREZ120

dad religiosa. Se manifiestan incluso en el nivel supe-rior, el de la divinidad, donde los panteones, a pesardel gran poder de ciertas diosas, son patriarcales, ydonde los poderes y funciones de las diosas –inclusola “masculina” Atenea– están vinculados al modo deentender lo masculino y lo femenino.

Las devociones y rituales de las mujeres contribu-yen a reforzar, asumir y reproducir los papeles degénero, haciendo al mismo tiempo que ellas se inte-gren, en su diferencia y desigualdad, en la vida cívicade sus comunidades. Así que, aunque las formas reli-giosas femeninas están al servicio del discurso que lesotorga papeles diferentes y promueve su restricción ala esfera doméstica, también les permiten participar enla vida pública; en algunas sociedades, es incluso laúnica ocasión plenamente honorable y legítima en quepueden salir a la calle.

Hay que recordar, en este sentido, que la religiónes una esfera de poder, y que el poder religioso y polí-tico en las sociedades clásicas antiguas no estánseparados. De este modo, las diosas y sacerdotisas noes que estén cercanas al poder público, sino que for-man parte de él. Las sacerdotisas ejercen un verdade-ro y legítimo poder –autoridad–, aunque estésubordinado al masculino. La religión fue la única esfe-ra de poder oficial accesible a las mujeres. Y ello lespermitió hacer sentir su autoridad e influencia en suscomunidades, como es bien patente en el caso de lassacerdotisas del culto imperial romano24. El estudio delas mujeres desde esta perspectiva no sólo permitemostrar su participación en el poder más allá de la acti-vidad política directa, percibiendo sus limitaciones,sino también conocer el modo en que funcionaba elpoder en el mundo clásico antiguo, y debatir y ampliarel concepto de poder.

El género también forma parte esencial de la confi-guración del cristianismo, de sus discursos, sus siste-mas de creencias y sus prácticas, articulados con lassociedades patriarcales en las que se desarrollaron.En los estudios de las mujeres existe un viejo debatesobre si el cristianismo significó un asentamiento yreforzamiento de las diferencias y jerarquías de géne-ro, que excluyó además a las mujeres de su únicaesfera de poder público formal –la divinidad y el sacer-docio–, o bien supuso nuevas vías de emancipaciónfemenina de sus tradicionales papeles de género y deintervención e influencia en lo público. Los estudios se

han dirigido en ambas direcciones, lo que no significaque sean excluyentes25. Una línea muy interesante esla búsqueda de la participación activa y protagonistade las mujeres en los inicios del cristianismo, más alláde la tradicional historia de la Iglesia, con la recupera-ción o nueva percepción de figuras femeninas destaca-das, el estudio de corrientes cristianas más igualitariasy abiertas al protagonismo femenino, y la indagaciónsobre el acceso de las mujeres a las jerarquías religio-sas, incluido el sacerdocio. Estos aspectos, entreotros, contribuyen a que el conocimiento sobre el cris-tianismo se realice en toda su amplitud y que se com-prendan los mecanismos, de los que los de géneroforman parte sustancial, mediante los cuales acabóimponiéndose.

Es probable que el cristianismo no se hubieseextendido sin la participación de las mujeres, y en con-creto sin el poder de que las mismas gozaban en elseno de sus familias. La familia y el parentesco consti-tuyen uno de los pocos aspectos en que la ciencia tra-dicional ha abordado las cuestiones de mujeres–particularmente en los campos del derecho y la antro-pología histórica–, y, aunque en varias ocasiones haservido para poner en relación interdependiente lopúblico y lo privado, también ha contribuido a situar alas mujeres exclusivamente en este último. Por lo que,mientras que los hombres tienen vida –y mucha– másallá de la familia, las mujeres sólo se ubican en ella yen relación con los hombres. El feminismo ha señala-do la relevancia política de lo doméstico26. Los estudiosde género sobre el mundo antiguo han desvelado quelos hombres no se pueden desligar de la familia, comotampoco la organización familiar de la política; que lasrelaciones entre mujeres y hombres superan los ámbi-tos de la familia y el parentesco; y que las mujeres,teniendo en cuenta que nadie tampoco en el mundoantiguo está al margen del sistema familiar, no se redu-cían a los espacios estrictamente privados27.

La reproducción biológica y social, cuya responsa-bilidad se otorga esencialmente a la familia, es funda-mental para el sostenimiento de lo público. Si elciudadano griego o romano servía a su comunidad através de la participación política –y militar–, la ciuda-dana o la mujer del ciudadano cumplía en ella su fun-ción pública esencial posibilitando su reproducción, esdecir, en su papel de madre. La historia de las mujeresha ampliado la interpretación de la maternidad, mos-

-

-

Page 9: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 121

trando sus múltiples dimensiones28: como reproducciónsocial de la comunidad y su ideología; como funciónpolítica de las mujeres; como factor de honor femeni-no, que otorga a las madres determinados “privi-legios” respecto a otras mujeres; el papel de lasmadres como cohesionadoras familiares y sociales; elpapel de las madres en la transmisión patrimonial, deestatus social y de poder; la influencia social y políticade las madres; las connotaciones económicas de lostrabajos de reproducción; o la autoridad familiar de lasmadres.

Sobre esta última, cabe aludir al largo e intensodebate sostenido en la historia del feminismo acercade si la maternidad era el factor esencial para el some-timiento patriarcal de las mujeres, o más bien una fuen-te de poder femenino; de hecho, está en el centro delas agrias disputas entre los denominados “feminismode la igualdad” y el “feminismo de la diferencia”29. Eneste sentido, si analizamos el mundo antiguo, es indu-dable que la mayor posición de una mujer en el senode la familia –y en la sociedad– era la de madre, y queesta posición le otorgaba reconocimiento y poder, realo simbólico. Las relaciones de poder de género, heseñalado, interactúan con otras relaciones de poder; ysi hay un poder legítimo y explícito de las mujeres espor antonomasia el que ejercen sobre los hijos –merefiero a mujeres libres– durante la infancia, pero quese puede extender, de manera más inexplícita a laedad adulta, por medio de lo que podríamos denomi-nar “autoridad moral”, que puede incluso abarcar aotros elementos de la familia o a toda ella. Algunasmadres pudieron ser incluso las gobernantes “de facto”de la familia, pero independientemente de su grado depoder, cabe recordar que la máxima autoridad familiarera legalmente un varón, y era éste quien tenía, en últi-ma instancia, la capacidad de delegar, desposeer, limi-tar o ampliar el poder de otros miembros30. El poderfamiliar es, después de todo, por antonomasia, y comoocurre con el político –y el resto de los ámbitos depoder–, masculino. El sistema patriarcal, la dominaciónmasculina, se vertebra en lo público y en lo privado,aunque su origen se sitúa en la familia.

Cabe hacer referencia, por último, a un tipo depoder que en los discursos del mundo clásico era reco-nocido y asumido como femenino fundamentalmente.Me refiero al poder de seducción, cuyo principal instru-mento –aunque no el único– era la belleza, real o arti-

ficiosa31. La belleza femenina, en los discursos clási-cos, era ambivalente y potencialmente peligrosa. Porun lado, el deseo sexual provocado por la belleza, sibien, al menos en el ideal, era recomendable en elmatrimonio, podía suscitarse también fuera de él, y serasí una amenaza para la legitimidad de la descenden-cia dentro del orden patrilineal. Pero, sobre todo, esta-ba ligada al poder seductor de las mujeres, a lacapacidad de engañar, influir, ofuscar e incluso destruira los hombres, imponiéndose sobre ellos desde suinferioridad natural. De ahí que la mujer bella, que pro-vocaba deseo y amor, fuese a la vez buscada y temi-da, exaltada y vituperada.

Sin embargo, el poder seductor de las mujeres,pese a su potencial desestabilizador y destructor, nosuponía en realidad una seria amenaza para el mante-nimiento de los papeles de género asignados a ellas,sino que formaba parte esencial del discurso que losmantenía y reproducía. Por mucho que las fuentesalerten sobre la peligrosidad de las mujeres a travésdel deseo, este mensaje reiterativo acerca del poderseductor de las mujeres significa también reiterar queno hay otro poder posible para ellas. Después de todo,en el pensamiento patriarcal clásico, era mucho menospeligrosa una mujer seductora, denostada pero esen-cialmente femenina, que una mujer guerrera o con acti-vidad política directa e independiente, es decir, unamujer desarrollando papeles masculinos y, por tanto, loque se consideraba el verdadero poder. Quizá de ahíla insistencia en basar el poder de una mujer comoCleopatra, detentadora de un poder político explícito ylegítimo, al margen de su inteligencia o sus dotes parael gobierno, en su poder seductor sobre los hombres32.

Cabe hallar ecos de estos discursos en el mundocontemporáneo. En concreto, la atracción de la bellezacomo virtud femenina a la par que un peligro para loshombres forma parte esencial del discurso romántico,y está relacionado con las argumentaciones en contradel acceso a la ciudadanía por parte de las mujeres, enuna época en que éstas están reivindicando su partici-pación igualitaria33. Tampoco se alejan mucho de elloslas visiones actuales, tan populares, sobre la bellezade ciertas primeras damas –a menudo señalada comodecisiva y nefasta– y su influencia sobre los gobernan-tes, o las críticas al aspecto externo de las mujeres enel poder, escrutinio al que son sometidos en muchamenor medida sus colegas varones.

Page 10: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

M.ª DOLORES MIRÓN PÉREZ122

Todos estos aspectos de los poderes –o no pode-res– femeninos forman un complejo entramado de rela-ciones interdependientes. Un ejemplo significativo deello es el uso de las mujeres de las familias gobernan-tes como elementos de propaganda del poder político.En concreto voy a referirme, aunque sea de forma sin-tética, a la asimilación de reinas helenísticas a Afroditay el culto a las emperatrices romanas.

Las reinas helenísticas fueron frecuentemente asi-miladas a Afrodita. Fila, la esposa de DemetrioPoliorcetes, llegó a tener un templo a Fila Afrodita enAtenas y, sin embargo, jamás fue alabada por su belle-za, sino por su lealtad al esposo y su inteligencia, quealgunos llegan a considerar insólita en una mujer34.Después de ella, muchas otras reinas, de reinos distin-tos, fueron asimiladas a Afrodita, a pesar de que losretratos que conservamos de ellas, aun idealizados, noparecen mostrar que esta belleza fuera real35. En cam-bio, otras diosas muy populares entre las mujerescasadas, como Deméter o Hera, fueron escogidas enmucha menor medida. Una explicación podría ser queestas mujeres eran famosas y tenían influencia graciasa que mantenían una relación –sexual– con hombrespoderosos; al mismo tiempo, era un reconocimiento deese poder de los hombres a los que se asociaban36,demostrado por la belleza, real o no, de sus esposas.En la mitología y las leyendas reales griegas, es fre-cuente emparejar a grandes reyes con bellas mujeres–la mujer más bella para el hombre más poderoso–, demodo que la belleza de la esposa se convertía en unelemento más de la justificación del poder del rey.

Aparte de ello, cabe añadir que las reinas eranmujeres cercanas al poder político, muchas de ellastuvieron una notable influencia pública, e incluso algu-nas llegaron a ejercer un poder político, la mayoría delas veces informal, pero en algún caso formal y legal.He mencionado a Cleopatra, experta en el arte de laseducción, aunque ésta no se basara en su belleza, yasimilada a Afrodita37. Parece como si, al menor indiciode poder femenino, éste pudiese ser más fácilmenteidentificable con el propio de Afrodita, diosa del amor yla belleza, es decir de los papeles y virtudes de géne-ro más directamente relacionados con lo femenino. Oquizá porque el amor y la belleza fuesen los únicosatributos femeninos que los varones considerabanpodían ejercer poder sobre ellos, y ningún otro. Esdecir, por un lado, se reconocía su poder, pero, porotro, simbólicamente se neutralizaba el mismo recon-

duciéndolo a una forma de poder más aceptable enuna mujer.

Las Augustas romanas también fueron frecuente-mente asimiladas a Venus, que en el mundo romanollegó a adquirir sobre todo un carácter de divinidadmatrimonial, así como a otras divinidades femeninas yespecialmente a virtudes divinizadas como Pietas,Pudicitia, Fecunditas o Concordia, es decir, virtudesdirectamente relacionadas con lo doméstico, la familiay las funciones femeninas. Estas asimilaciones seinsertan dentro de un ámbito general de exaltación dela emperatriz como modelo de virtudes matronales,particularmente en el contexto del culto imperial, vehí-culo de cohesión simbólica de la variedad social y cul-tural del Imperio en torno a la figura del emperador y,por tanto, legitimador de su poder, y que incluía tanto ahombres como mujeres, como objetos de culto y comodestinatarios y propagadores de los cultos38.

El culto imperial era esencialmente un culto a lafamilia imperial –domus augusta o domus divina–,cuyo centro era el emperador, máxima autoridad en sufamilia y en todo el Imperio, que se convertía así enuna especie de gran familia. De nuevo poder patriarcaly poder político van unidos. Por este motivo, la propa-ganda imperial, en su exaltación de los valores familia-res, de los que la familia imperial era modelo, y de lostradicionales cultos de las matronas romanas, solíaponer a las emperatrices como paradigma de las virtu-des femeninas, ensalzando su posición de esposas ymadres, un modelo, real o ficticio, para las demásmujeres del Imperio.

Mediante la divinización de las emperatrices setrata de justificar religiosamente el poder político de losvarones, confiriendo carácter sagrado a la transmisióndel poder en las monarquías hereditarias. La posiciónde estas emperatrices, a menudo determinante a lahora de heredar el poder, en virtud de su carácter detransmisoras a veces exclusivas de éste, les permitiráinfluir notablemente en la esfera política. Algunas inclu-so aprovecharon la situación, gobernando a través deesposos, hijos o nietos. Sin embargo, ejercían supoder de manera informal e indirecta, pues el poderformal se halló siempre en manos de varones. No obs-tante, su imagen poderosa pudo inspirar a otras muje-res deseosas de hacer notar su influencia en planosmás modestos, al tiempo que el culto imperial sirvió devehículo para que las mujeres poderosas de las provin-cias manifestasen su influencia y obtuviesen un reco-

Page 11: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 123

nocimiento público y formal, especialmente a travésdel ejercicio del sacerdocio. He ahí la paradoja: de unlado, exaltación de los valores tradicionales romanos,que relegaban a las mujeres a su papel de esposas ymadres; de otro, una imagen clara de influencia públi-ca de las mujeres, que era algo que se considerabavulneraba la tradicional moral romana.

Es improbable que esta contradicción fuese vista osentida como tal en el mundo romano. Lo público y loprivado no eran esferas separadas y cerradas, y lapublicidad de las virtudes “privadas” era esencial parasu mantenimiento y expansión. Sin olvidar que la reli-gión funciona a menudo como “válvula de escape” deinquietudes personales. De este modo, las aparentes

transgresiones de la esfera religiosa evitan ante todoque éstas se produzcan en otros planos, donde podrí-an ser más amenazadoras. Después de todo, en elpanteón romano –y en el griego– había diosas muypoderosas, y de su existencia no se entendía que estepoder fuese extensible al resto de las mujeres, apartede que las mismas diosas se insertaban en una familiapatriarcal, bajo la autoridad última del padre de los dio-ses. En este sentido, el culto a las emperatrices estanto un medio de reconducir un poder real de la muje-res hacia esferas más admisibles, neutralizándolo,como para asentar las jerarquías patriarcales. Una vezmás, “lo personal es político”.

Page 12: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

M.ª DOLORES MIRÓN PÉREZ124

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

-

Page 13: Lola Miron-MujeresYPoderEnLaAntiguedadClasica.pdf

Mujeres y poder en la Antigüedad clásica: Historia y Teoría Feminista 125

-

-