Lo Que Yo Vi - Angel Pestana

8/17/2019 Lo Que Yo Vi - Angel Pestana

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Título original: Lo que yo vi

ngel Pestaña, 1924magen de cubierta: Daniel Trindade Scheer

Diseño de cubierta: Titivillus

Editor digital: TitivillusPub base r1.2



A SACHA K ROPOTKINE

En prueba de amistad y compañerismo,

le dedica este libro

Ángel Pestaña, 1924



I

Camino de Rusia y

primeras impresiones

Mientras la represión iniciada por e

gobernador civil, conde de Salvatierra, hacíestragos en la organización obrera barcelonesalenando la cárcel de sindicalistas, el Comité de l

Confederación Nacional del Trabajo, y má

directamente el de la Confederación Regional dCataluña, trataban de cumplimentar el acuerdo deCongreso Nacional, celebrado en Madrid, denviar la adhesión del organismo confedera

obrero a la Internacional Comunista de Moscú.Como al acuerdo de adhesión iba anejo edeber de enviar, si era posible, uno o variodelegados a Rusia, a fin de que, a su regres

nformaran de cuanto allí hubieran observado, l



area del Comité resultaba bastante más difícil. Ladhesión por escrito, era desde luego más fácil dhacerla llegar, a pesar del bloqueo, que un

delegación cualquiera. Y el interés de lorganización estaba en que llegara la delegaciónpues más que a una adhesión platónica, que estepresentaba el acuerdo del Congreso, se aspirab

a tener el conocimiento más exacto de lverdadera situación de Rusia.

La tarea, como se comprenderá, no era escasaEl bloqueo estrechaba a Rusia en un cinturón dhierro, y el interés de los gobierno

comprometidos en este bloqueo era el de impedque penetrara en Rusia nadie que pudiera llevano ya socorros materiales, sino una voz de alient de simpatía al pueblo que había hecho s

evolución.Las dificultades con que tropezaba el Comité

queriendo organizar el itinerario desde Barcelonaparecían siempre insuperables, y hemos de dec

que, desde España, realmente lo eran.



Cuando se tuvo el convencimiento de que eéxito de la empresa no dependía del número dprevisiones, se confió el viaje al azar, a la

posibilidades de lo imprevisto; se arriesgaronpues, unos cientos de pesetas y se envió a tremiembros de la organización obrera hacia ecentro de Europa.

Siendo yo uno de los tres delegados, y pocierto el más afortunado en el viaje, después dnumerosas peripecias y de haber logrado sorteagrandes inconvenientes (alguno de ellos bastantpintoresco), el día 25 de junio de 1920, pisab

ierra rusa, entraba en el país del encantevolucionario. Habían transcurrido casi tre

meses desde el día que abandonara Barcelona.¿Cuál fue la primera sensación recibida? D

entusiasmo, de admiración, de alegría intensa¿Por qué? Sería demasiado complejo eexplicarlo.



frente, que suben al coche a informarse de quiéviaja y por qué viaja da efectividad de nuestrentrada en Rusia y de nuestro feliz arribo.

Tras breve inspección e interrogatorio decomandante, reanuda el tren su marcha y ya no sdetiene hasta Yamburgo, primera estación rusmportante después de la frontera.

Para esperar la composición de un tren dmercancías que había de adicionarse al vagón qunos conducía, pasamos unas seis horas en lestación. Esta espera nos da ocasión dmezclarnos con los verdaderos y auténtico

campesinos, con los sufridos mujiks y dobservarlos en su tráfago cotidiano.

Sobre el dintel de la puerta principal de lestación se ven los retratos de Marx, Lenin

Trotsky. Numerosas banderas rojas flamean aviento, con la hoz y el martillo en el centroemblema de la República de los Soviets.

Como viaja con nosotros Abramovich,

Abbrecht, o «El Ojo de Moscú» —que con esto



res nombres se le conoce a este importantfuncionario ruso, uno de los que gozan de mayoconfianza del Partido Comunista por ser de lo

más prestigiosos representantes secretos deGobierno—, se nos recibe con agasajos deferencia en todas partes.

El jefe de la estación nos invita a que pasemoa su despacho, si no queremos esperar en la salde viajeros. Declinamos la invitación aguardamos con una treintena de viajeros a que sforme el tren de mercancías.

Un gramófono repetía uno de los discursos qu

Trotsky acababa de pronunciar en el frente dbatalla. El desconocer el idioma ruso nos privópor nuestra parte, de entender su indudablementnotable discurso. Los campesinos no prestaba

atención a las voces del gramófono. Tal vez danto repetirlo no les producía impresión

Cualquier mediano observador habría notado eaquellos rostros la expresión inconfundible de

aburrimiento.



Cansados de la espera y del gramófonodecidimos salir a los alrededores y acercarnohacia el pueblo, que está algo distanciado de l

estación.Llegamos hasta las primeras isbas (casas) dYamburgo y antes de internarnos por sus calles —nombre caprichoso para designar vías tan pocurbanas como aquellas— vimos fijados sobre dopostes un gran tablero con dos ejemplares de«Izvestia» y otros dos de la «Pravda», órganonformativos del Gobierno de Moscú.

Preguntamos a un miembro del Soviet loca

comunista probado, por conducto de Abramovichque nos servía de intérprete, por qué fijaban loperiódicos así y si se vendían o se repartían gratis

Nos dijo que no se vendían ni se repartía

porque la escasez de papel limitaba el número dos que se podían tirar. Y que para que todo e

mundo pudiese leerlos, se fijaban en aquelloableros. Esto se hacía en toda Rusia mientras l

escasez de papel no permitiera hacer mayor tiraje



—¿Se lee mucho? —preguntamos. —Bastante —nos contestó—. No tanto, si

embargo, como quisiéramos; pues el campesin

uso, dominado por ideas pequeñoburguesas, smuestra bastante refractario al comunismo. —En Europa —continuamos— se nos ha dich

que este último invierno han muerto muchapersonas de frío. Ahora comprendemos que srata de una patraña. Habiendo tantos bosque

aquí, no es posible que la gente muera de frío. —Aquí no ha muerto nadie de frío, pero e

Moscú y Petrogrado[1], sí. Hemos pasad

muchísimo frío. Miren ustedes cómo tengo yo aúos dedos. ¿Ven estas señales? —Y nos mostr

unas marcas como las que se hacen en casos dquemaduras de lesiones—. Son llagas que se m

hicieron a consecuencia del frío. —No me lo explico —objeté—— disponiend

de sobrados medios de calefacción. —Es que no se puede tolerar que cada cua

haga lo que le convenga y tome la leña que quiera



Para eso está el servicio de reparto, que distribuya cada cual la que necesita. Claro es que no hpodido hacerse este año; pero en lo sucesivo

cuando todo esté bien organizado y el servicio departo funcione normalmente, todo el mundendrá la leña que necesite. Entre tanto es precisufrir.

Como nos alejábamos de la estación, optamopor volver sobre nuestros pasos.

Cuando llegamos a la estación, el tren estaba casi formado; solo faltaba acoplarle una o do

unidades.

Como no viera ningún vagón de viajeros, dija Abramovich:

—Iremos ahora oprimidos en el vagón. —¿Por qué?

—Si no calculo mal, somos unos cincuenta. —En el coche que nosotros viajamos n

viajará nadie más, —me respondió. —Entonces ¿en dónde viajarán los demás si n

hay más coches de viajeros que el que nos h



raído a nosotros? —Todas esas gentes viajan en un vagón d

mercancías.

—¿Y por qué no en éste? —le respondefiriéndome al coche-cama. —Porque lo estropearían y lo ensuciarían.En aquel momento vi que todo el grupo, com

un rebaño de ovejas que se precipita en el redil, sdirigía hacía uno de los vagones cubiertos dmercancías, forcejeando por subir todos al mismiempo.

Mujeres, niños, ancianos, todos subieron y s

acomodaron como pudieron. Sentados en el suelo en los bultos que llevaban, hacinados, emontón, parecían satisfechos. Algunos, según menteré, esperaban desde la noche anterior.

El jefe de la estación, que se acercó a nosotromientras contemplábamos aquel cuadro, nos indicmuy cortésmente que el tren iba a partir, qupodíamos subir ya al vagón.

Así lo hicimos, y cuando me hube sentado en e



cómodo y blando asiento, la imaginación mdevolvió al espectáculo que acababa dpresenciar.

Casi un día tardamos en llegar a Petrogrado.La distancia, en tiempo normal, la recorría eren en unas horas; pero entonces no era posiblanta velocidad.

Ello nos valió, en cambio, que pudiéramocontemplar los daños que la guerra civil habícausado.

De Narva es desde donde salió Yudenich cou ejército blanco para conquistar Petrogrado

derribar a los comunistas.En su marcha todo había sido destruido. Desd

a ventanilla del vagón podíamos contemplar lohoyos que hicieron las granadas al caer. Árbole

completamente destrozados, cabañas derrumbadacaminos intransitables destruidos por las granadaAl llegar a las proximidades de Petrogradpudimos ver las trincheras que los revolucionario

construyeron para defender la ciudad, ya que e



Ejército rojo hubiera sido incapaz por sí solo ddefenderla puesto que fue débil para contener eavance de Yudenich. Verdad es que el Ejércit

estaba entonces en organización. La ansiedad y edeseo de llegar a Petrogrado contrastabfuertemente con la lentitud del tren. Ya en tiempnormal, antes de la guerra, raros eran los trenes eRusia que marchaban a más de 40 kilómetros pohora. Si se exceptúan los grandes expresos BerlínVarsovia-Moscú-Petrogrado, ninguno superaba esvelocidad, habiendo muchos que no la alcanzabanCon el estado de las líneas después de tres años d

guerra y casi cuatro de revolución, las pésimacondiciones del material y en un tren dmercancías, se comprenderá que marcháramos muentamente.

Las paradas en las estaciones se hacíanterminables. Y el espectáculo que presenciamo

en Yamburgo se renovaba constantemente. Cuandno fue bastante un vagón de ganado para albergar

os viajeros, se les permitió ocupar otro, lo que n



e hacía sin dificultad, pues era preciso consultar a Comisión extraordinaria que viajaba en el tren.

Como el número de viajeros aumentaba y l

discusión para colocarlos aumentaba aún más quos viajeros, todo contribuía a prolongar nuestrestancia en cada estación.

Verdad es que los tres retratos, los de LeninMarx y Trotsky, que viéramos colocados sobre edintel de la estación de Yamburgo, los veíamonvariablemente, en todas las demás estacione

Los tres retratos y las banderas rojas.Ante la imposibilidad de hacer nada po

nuestra parte para acelerar la marcha del tren qunos conducía, nos resignamos pacientemente a lespera y nos entregamos en brazos de lo fatal.

Todo el resto del día, la noche y parte de l

mañana siguiente, hasta llegar a Petrogrado, lpasamos haciendo conjeturas y cálculos acerca do que veíamos.

Desde las nueve de la mañana, hora en qu

legamos a la estación de Petrogrado, hasta la



doce, que vino a buscarnos un automóvil de lTercera Internacional, hubimos de permanecer eel coche. El espectáculo que presenciamos durant

aquellas tres horas, nos dio la sensación de lo qual pueblo ruso hacía padecer el bloqueo, deacrificio que se había impuesto por la revolució del estoicismo con que lo soportaba todo.

Más de media docena de trenes llegaron eaquel intervalo; trenes en los que apenas se veía uolo vagón para viajeros. Todos eran vagones dos que se destinan comúnmente para el ganado.

De estos vagones, apenas paraba el tren, s

desbordaba una multitud inmensa de personas dodas las edades, reflejando en sus rostros enmenso martirio que soportaban. Casi todo

venían cargados con bultos de más o meno

volumen, en los que llevaban las provisiones.Eran habitantes de Petrogrado que s

desparramaban por la campiña en busca delementos de vida. Llegaban a las más apartada

casas de campo comprando lo indispensable par



a subsistencia, y que obtenían a cambio de ropacalzado o muebles. El dinero lo rechazaban.

Muchas de estas personas, que así recorrían l

provincia de Petrogrado en busca de alimentouego, en la capital, especulaban con ellos. Lovendían o cambiaban; y esto les permitía viviendo. La especulación en este aspectalcanzaba proporciones enormes. Y cuantamedidas represivas se tomaron contra ella de nadvalieron, a no ser para empeorar la situaciónCuantos más peligros corría el especulador, máe hacía pagar los artículos que conseguí

ntroducir en la ciudad.Llamaban la atención poderosamente lo

abigarrados y estrafalarios modos de vestir. Ercomo un bazar inmenso en el que se hubiesen id

amontonando prendas de vestir de todas clases colores, usadas, medio usadas y nuevas.

No era raro ver a una joven tocada con ungorrita de lana nueva, o casi nueva, una blusa d

eda bastante usada y una saya de tela grosera má



ordinaria, y hasta con remiendos de otro tejiddiferente.

Veíanse otras con zapatos altos, casi nuevos

con calcetines en vez de medias. No era raroampoco, ver a una mujer vestida con chaqueta dhombre y zapatos sin medias ni calcetines.

La mayoría llevaba el pelo cortado a lomana. Inquirimos más tarde, durante nuestr

estancia en Moscú, la razón de esta moda y nodijeron que la necesidad había obligado adoptarla.

Faltaban peines, horquillas, espejos, jabone

odo lo indispensable al tocado más elemental da mujer. Por eso hubieron de sacrificar muchaus trenzas de pelo.

En aquel primer contacto que tuvimos con l

ealidad revolucionaria, sin prismas que ldecolorasen, ni velos que la cubriesencomenzamos a vislumbrar la tragedia rusa.

Lo que más nos impresionó fue la seriedad, l

risteza que se reflejaba en todos los rostros.



Ni una sonrisa, ni un relámpago de alegría, na más imperceptible manifestación de contentoada. Un rictus de tristeza, de profunda tristeza, l

único que podíamos contemplar. Y un silencimpenetrable. Parecía que aquellas bocas nhubieran hablado ni reído nunca.

Veíamos el dolor y queríamos saber la razóque lo determinara; pero nos hallábamos ante ldesconocido, y lo desconocido nunca deja penetraus misterios hasta que la razón ha penetrado eus santuarios.

Alguien nos llama. Es el camarada encargad

de la valija diplomática estoniana que nos avisa llegada del auto que nos conducirá al «Hotenternacional», lujosa y atrayente morada de louristas antes de 1914, superada ya por e

«Astoria», edificado a pocos pasos de distancia que después de la revolución se ha convertido eel domicilio de todos los extranjeros que entran eRusia, aunque con preferencia para los qu

levamos a cumplir una misión oficial.



de un lado a otro sin apenas pronunciar unpalabra, con aire de profundo abatimiento.

Al salir para tomar el auto, como el públic

abe que es un auto al servicio de la Tercernternacional, la multitud desocupada y hambrientque deambula por los alrededores de la estación a plaza, se acerca y forma corro. Pero ni un

palabra, ni un gesto. Parecen estatuas o seres quhubiesen perdido el uso de la palabra. Era para lohabitantes de Petrogrado un espectáculo del quhacía mucho tiempo se veían privados: presenciaa llegada de extranjeros.

Ya acomodados, el auto enfiló velozmente poa Avenida Newsky, pero antes de llegar al finaorció hacia la izquierda y después de cruza

varias calles nos dejó ante la puerta del hotel.

En el zaguán montaban la guardia dos mujerefusil al hombro, a las que fue preciso presentar unorden que traía un secretario de la Tercernternacional, que nos acompañaba.

Conducidos al primer piso, se presentó l



misma orden al comandante del hotel y, avisado eencargado del servicio, después de dilatadespera, se nos señaló las habitaciones qu

debíamos ocupar.Lavados y desempolvados los trajeesperábamos la llegada de un alto funcionario da Tercera Internacional que había de revisa

nuestras credenciales, cuando se presentó una das mujeres del hotel preguntando por el camarad

Pestaña.Se comprenderá mi turbación y asombro, a

escuchar de la servidora del hotel, que un

persona de Petrogrado deseaba entrevistarsconmigo.

—Dígale que dentro de unos minutos me tendra su disposición.

Era tanta mi impaciencia por averiguar quiépudiera ser la persona que deseaba verme, que mancé por pasillos y escaleras al piso superior.

Llamé en el cuarto que se me había indicado y

abierta la puerta, me encontré frente a frente co



Víctor Serge (Kibalchiche), que desde sdesaparición de Barcelona no había vuelto a sabenada de él. No tenía ni la más remota sospecha d

que estuviera en Rusia. Nos saludamos con un fuerte y fraternaapretón de manos y, en español, que con dificultahablaba, me pidió noticias de todos los camaradaanarquistas de Barcelona, de la organización, deperiódico «Tierra y Libertad», donde tan hermosoartículos había publicado y de una serie de cosade las que se hallaba privado de saber a causa debloqueo.

Le expliqué rápidamente lo que había y, a mvez, le pregunté qué era de su vida y cuál sopinión sobre la revolución.

—Ven a la noche —me dijo— al hote

«Astoria». Preguntas por el número de mhabitación, que ahora te apuntaré, y charlaremomás largamente de todo. De paso podrás ver Berkman y a Emma Goldman, que ocupan un

habitación contigua, y a quienes tendrás ocasión d



conocer personalmente. La conversación no dejarde ser interesante para ti y para nosotros.

—¿Y cómo has sabido mi llegada? —l

pregunté. —Ocupo un alto cargo en la Tercernternacional. Por mi cargo me enternmediatamente de quienes llegan de Europa y, a

ver tu nombre, he corrido a saludarte.Cuando acompañando a Kibalchich

descendimos al primer piso, ya nos esperaba ecamarada Tom Rech, delegado de los comunistanorteamericanos en la Tercera Internacional desd

el primer Congreso celebrado el año anterior, quien entregamos nuestros mandamientos y nos dinstrucciones.

—Mañana —nos dijo— partiréis para Mosc

a las dos de la tarde. Empezarán las sesiones deComité Ejecutivo de la Tercera Internacional pardar la contestación a Cachin y a Frossard sobre sdebe o no admitirse el Partido Socialista francé

en la Tercera Internacional. Podréis tomar parte e



as deliberaciones. Ahora podéis comer, pues ye ha dado la orden y luego podéis visitar algunnstitución soviética.

Debo advertir que el viaje desde Berlín Petrogrado y luego hasta Moscú, lo hicimos ecompañía de Rosmer, delegado del Comité de lTercera Internacional de París, de su compañera de Abramovich, ya citado, aunque éste ePetrogrado se separó de nosotros, uniéndose, ecambio, Murphi y algún otro. Comimos en unstante, pues ardíamos en deseos de recorrer l

capital fundada por Pedro el Grande y pode

apreciar de cerca los estragos de la guerra, de levolución y, sobre todo, de mezclarnos con e

pueblo, ya que hablar resultaba imposible por naber ruso ninguno de nosotros.

Lo primero que visitamos fue la Catedral dSan Isaac, que está emplazada justamente delantdel Hotel Internacional. Sus grandes puertaestaban abiertas de par en par.

En el interior había todo un andamiaje



montado para realizar obras, pero se adivinabque estaban paralizadas desde largo tiempo. Ldeclaración de guerra había interrumpido, com

antos otros, aquellos trabajos.En el interior de la basílica, y alrededor de upope y de un altar lleno de iconos, se hallabacongregadas hasta unas trescientas personas, en smayoría mujeres. También notamos la presencia dalgunos soldados del ejército rojo.

El pope les hablaba en tono profético astimoso; su plática, en ruso, era desaforada

expresada a voz en grito. Parecía recriminar a su

compungidos oyentes.Salimos, no sin admirar antes la magnificenci

del edificio. Nos dirigimos hacia el Neva, río quecomo se sabe, divide a Petrogrado y lo une con l

base naval de Crostand.Llegamos hasta el puente Trotsky, qu

desemboca entre el Palacio de Invierno, residencihabitual del Zar en Petrogrado y el Almirantazgo.

El panorama resultaba atrayente. A la derech



el Palacio de Invierno que los bolcheviquequerían convertir en Museo y entonces clausuradoa la izquierda el Almirantazgo. El puente Trotsk

delante, y, al frente, pero al otro lado del Neva, lBolsa, también clausurada. Un poco más lejoamenazadora y sombría por las tragedias quevocaba, la famosa fortaleza de Pedro y Pablo.

Nos reclinamos sobre el puente, asomándonoal río sin intención de pasarlo. Íbamos a visitar ePalacio del Trabajo, pomposo título que se habídado al local donde se domiciliaban lorabajadores.

Visitamos las varias dependencias del Palacidel Trabajo, cuya organización no estaba auotalmente terminada.

Las dificultades que diariamente se le

nterponían para el acopio de materiales y lentitud en el trámite de expedientes a causa de l

burocracia, era causa de que la organización totano se hubiera terminado.

Excusamos repetir que, en todas la



dependencias oficiales y edificios del Estado, queran numerosísimos, los bustos de Carlos Marx sprodigaban con una copiosidad fetichista. No s

entraba en dependencia u oficina, ni se pasaba podelante de un edificio del Estado, sin que el bustdel fundador del materialismo histórico no hicieros silenciosos honores del recibimiento.

No obstante, puede decirse que no eran nados bustos tan profusamente distribuidos si lo

comparamos con la cantidad de retratos del mismMarx, Lenin, Trotsky y Zinowief, que se veían poodos los sitios.

La colocación era en grupo de tres, advirtiendque dos de ellos, el de Marx y el de Lenin, casnunca faltaban y, en todo caso, si faltaba uno de lodos, era el de Marx. Para el de Lenin no hallamo

ni una sola excepción. Los que variaban cofrecuencia eran los de Trotsky y Zinovief. Según lnfluencia que gozara cada uno de ellos en l

organización o dependencia aludida, figuraba e

etrato del predilecto.



De banderas rojas no hablemos. Las había millares. En el interior y en el exterior, en todoos rincones, no se veía otra cosa que bandera

ojas. Mientras las paredes estaban revestidas dela roja los rusos paseaban por las calleemidesnudos. Visitado en gran parte el Palaci

del Trabajo, nos dirigimos hacia la Plaza dOurizstky, entonces, antes de Invierno, a la que da puerta principal del Palacio de este nombre. E

una plaza circular de regulares dimensiones, a lentrada de la cual, por el lado del Almirantazgouvieron lugar los famosos sucesos del año 19

Allí fue donde Gaponi, el agente provocador ueldo de la policía, condujo a las masarabajadoras. Desde el Almirantazgo y desde e

Palacio de Invierno, se ametralló impunemente a l

multitud indefensa que solo pedía pan al padrecitde todos los rusos.

Dimos un paseo sin rumbo fijo por variacalles a fin de darnos una idea de la población

de los desperfectos y perjuicio consiguiente que l



guerra y la revolución habían producido.El espectáculo no podía ser más lamentable.Allí donde hubo elegantes y grandioso

comercios, cafés o restaurantes, no quedaba nadaTodo estaba cerrado y sellado por los Soviets da villa. Los interiores se veían desde la calle, ravés de brechas, ventanas desguarnecidas

puertas arrancadas, sucias y polvorientas. Laanaquelerías y estantes de algunas tiendaamenazaban próximo derrumbamiento; lomostradores y enseres, cubiertos de una espescapa de suciedad, estaban inutilizados para el uso

¡Y aquellos tristes despojos que a nuestrconsideración se ofrecían, era todo lo que quedabdel esplendor y el lujo, casi asiático, acumuladpor la nobleza brutal y cruel de la Rusia zarista!

Las calles presentaban el mismo aspectamentable. Por algunas se hacía imposible l

circulación.En los tranvías era difícil viajar. La falta d

material obligó a reducir el servicio. Por otr



parte, el transporte era gratuito, o casi gratuito, iempre circulaban abarrotados hasta los tope

Debido a esta aglomeración de pasajeros, lo

ances jocosos y divertidos se sucedían, comecuerdo haber presenciado en Madrid en lobuenos tiempos de Romanones.

El aspecto general de las gentes ya hemodicho cuál era. No obstante, cabe hacer unexcepción. La de los marinos.

Los marinos eran la aristocracia del dinero de los honores. A ellos deben los bolcheviques sexaltación al Poder, pues los de Cróstand fuero

os que iniciaron y casi realizaron el golpe dEstado que expulsó a Kerensky y detuvo lofensiva de Brousiloff, cuando desde el frente sdirigió a Petrogrado a combatir a lo

bolcheviques. Los marinos de Cróstand y los dPetrogrado fueron la fuerza sobre la que sapoyaron los bolcheviques, y en justcompensación gozaban de todos los privilegio

que la República Sovietista podía conceder a su



beneméritos defensores.Ya tarde, pasadas las nueve de la noche

endidos y fatigados de tanto caminar, regresamo

al hotel. Si no hubiera sido por el cansancio, nnos hubiéramos dado cuenta de lo tarde que erapues, a pesar de la hora avanzada, era de díclaro, una noche blanca, y no había el menondicio de que fuera a obscurecer. Este fenómeno

que ya conocíamos, pues desde nuestra entrada eel golfo de Finlandia, lo veníamos observandopero al que no estábamos acostumbrados, nohabía hecho perder la noción del tiempo.

Después de cenar, y siendo aún de día, norasladamos al hotel «Astoria», donde no

esperaba Kibalchiche y demás amigos. Entramoen el despacho de la Guardia y solicitamos se no

dejara pasar, pues deseábamos hablar coKibalchiche. Acreditada nuestra personalidad snos autoriza el paso.

Kibalchiche, como Berkman y Emma Goldman

ocupaban unas habitaciones de los piso



uperiores —cuarto o quinto piso— y como loascensores estaban inutilizados, hubimos de subpor la escalera.

Tuvimos alguna dificultad para hallar lhabitación, pues en el laberinto enorme de pasillo de escaleras no sabíamos orientarnos co

facilidad.A la llegada nos comunicó Kibalchiche qu

Berkman y Emma no estaban, que habían salido, nabía si el mismo día o el anterior, con una misió

oficial fuera de Petrogrado y no podíamos, poanto, conversar con ellos. Lamentamos est

ausencia y abordamos el motivo de la visita.Queríamos datos; pero datos fidedignos, dato

que no tuvieran ese carácter equívoco y siemprengañoso de los datos oficiales. ¿Para qué deciro

que a Kibalchiche debo los mejores informes críticas más duras contra el centralismo y contra ldictadura del proletariado?

¡Cuando me acuerdo de las palabras

consejos de Kibalchiche para no dejarme engaña



por las aparatosas y teatrales informaciones qupudieran ofrecernos los órganos oficiales, y lonformes que personas ajenas al bolchevismo m

proporcionaran por conducto o indicación suyame hace reír esa batalla gigantesca que hoy estosteniendo para sumar a los anarquistas indicalistas al carro y acompañamiento de

vencedor! No guía mi pluma el odio ni el sectarismo

pero cuando veo el papel que hoy desempeña endividuo que primeramente me impusiera en laretas y engaños de los bolcheviques para hace

creer, que lo hecho, no han podido hacerlo de otrmanera, y que es preciso imitarlos, si no se quierr al fracaso revolucionario, la verdad, pienso,

que Kibalchiche no es sincero ahora, o que h

perdido el espíritu crítico y razonador que lcaracterizaba.

Figúrate —me decía— a qué extremos puedconducirnos, contando a donde nos ha conducid

a, el centralismo. Yo soy uno de los alto



empleados del Gobierno. Ya lo ves; vivo en lugapreferente. Tengo ración de intelectual y gano unde los salarios más altos. Además, mi situación d

preferencia, por ser el mío un trabajndispensable a la revolución y al partido, hacque seamos considerados y tengamos una serie dprivilegios que no tienen empleados soviéticos da misma categoría, pero que prestan servicio e

otras dependencias. Pues bien; fíjate en lo que tvoy a decir.

Cuando llegué aquí, procedente de Franciaraía un par de botas en buen estado. Con un poc

de cuidado y algunas reparaciones fueron tirandhasta el invierno pasado. Pero llegó un día que yno era posible ponerlas en los pieMaterialmente, era imposible. Hacía tres meses,

principio de invierno que solicité de Zinovief unabotas; me prometió que me serían entregadas; y mhizo el vale para que el almacén las despacharaCorrí durante tres meses sin poder obtener la

botas. Cansado y hastiado de tanto engorro, pensé



«Ya no doy un paso más. El día que no tengcalzado me quedo en casa o voy descalzo a loficina».

Dejé pasar unos días. Pero el frío y la lluviapretaban y yo sufría enormemente por la falta dcalzado.

Hablé por segunda vez a Zinowief, y lexpongo el estado lastimoso en que me hallaba.

Me hizo un nuevo vale, y además una ordeerminante para que me fueran entregadas la

botas.Tuve que pasar por siete despachos diferente

En cada uno hubo que hacer una operación egistrar las botas que se me iban a dar. Tardé tre

días en conseguir se me franqueara el almacédonde estaba el calzado. Y ¡figúrate mi asombro

amigo Ángel, cuando veo que no había más quveinticinco pares de botas en depósito! Y no solcausa asombro que no hubiera más que veinticincpares de botas en depósito, sino que par

distribuirlas había tenido necesidad de pasar po



iete oficinas diferentes servidas por más dcincuenta empleados. La burocracia que ecentralismo ha obligado a crear paraliza y destruy

oda acción de mejora y de renovación.Generalizamos la charla sobre otras muchacuestiones; algunas no las referiré ahora porquienen lugar adecuado en otra parte; pero

expondré las que procedan. Nos enfrascamos en una conversació

nteresante, analizando la acción de los anarquistaen la revolución y me enteré de hechos quprocuraré resumir lo más concretamente posible.

—La labor de los anarquistas en la revolució—comienza diciendo Kibalchiche— enteresantísima y merece que los anarquistas d

Europa y del mundo entero le presten la mayo

atención. Mira si lo merece, que pudiendo ser ufactor decisivo en la marcha de la revolución, haquedado (fíjate que digo han quedado, y no hemo

quedado, ya que pertenezco al Partido,

oficialmente soy comunista, por lo que no quier



considerarme ante ti como anarquista limpio dconciencia), han quedado reducidos a girar eorno al Poder bolchevique, y aceptar la dictadur

del proletariado o ser carne de presidio. Ya veque la diferencia es notable.Sabes bien que, en Rusia, antes de l

evolución, la mayoría de los grupos anarquistas, causa de la miseria del país, que no permitídestinar recursos para la propaganda, se habígeneralizado la lucha en asaltos a mano armada bancos o a personas portadoras de grandes sumaparte de las cuales se destinaban luego a l

propaganda.Este sistema, que tiene la ventaja de no obliga

a realizar esfuerzos económicos muconsiderables en favor de las ideas, es d

esultados totalmente negativos y perjudicialepara la moral de los individuos. Sí es cierto que lfunción crea el órgano, y en este caso se confirmplenamente, la función de asaltar y atraca

determinó en los individuos todos que l



ealizaban, hábitos de expropiador impenitente. Yi el riesgo que corre a cada momento el individu

dedicado a tales menesteres, desarrolla en él e

valor hasta elevarlo a la última potencia, tambiées cierto que destruye en él todo sentimiento dorganización y de cohesión para cualquier obrque no sea aquella que, poco a poco, ha idmodelando su temperamento.

Y así se vio en Rusia, en los primeromomentos de la Revolución, que los grupoanarquistas fueron los primeros en batirse y dar lcara al enemigo; que más tarde, en el golpe d

Estado que derribó a Kerensky y dio el Poder Lenin, de ellos partió la mayoría de las iniciativabatiéndose siempre en los lugares de más peligroEn la defensa misma de Petrogrado, cuand

Yudenich llegó con sus ejércitos a los arrabales da ciudad, cuyas trincheras has visto tú mism

desde el coche, ellos estuvieron en primera fila ocuparon los puestos de más peligro y de má

compromiso. Arrastraron al pueblo a las trinchera



en ellas estuvieron hasta el último instantemientras Lenin, Trotsky, Zinowief y compañíaomaban prudentemente el camino de Moscú. Per

después de esto, después de la heroica defensa das trincheras y de batirse valerosamente, ya no ses vio por parte alguna. Se encerraban en su

casas o en sus clubs, y vengan y vayan discursoin irrumpir enérgicamente en el prosaísmo de unealidad que era, en aquellos momentos, muuperior a toda concepción abstracta de las ideas.

Hubo algunas voces de compañeros, que auhoy siguen repitiéndolas, que intentaron hacerle

ver el peligro que corría la revolución; pero lomás continuaron su camino y no quisieron, o nupieron escucharlas.

Y aun el hacer discursos y lanzar continua

ofismas, llenas de frases galanas y conceptuosano les hubiera hecho el daño que les hizactuaciones, que fundamentalmente, los anarquistadeben rechazar si se emplean como sistema.

Te he dicho antes que las expropiacione



ndividuales, o de grupo, se practicabaconstantemente entre los anarquistas rusoaconsejadas y propagadas como una necesidad

Pues bien; esa práctica produjo efectos nefastos ea moral y en las costumbres.Mientras en la primera revolución, sobre tod

por la poca resistencia que la misma burguesíopuso al derrumbamiento del régimen zarista, laexpropiaciones colectivas y tumultuarias nuvieron gran alcance, fueron numerosísimas en eegundo período.

Apenas lanzado el grito de ¡todo el Poder a lo

Soviets!, mejor dicho, apenas puesto en prácticaa que lanzar se había lanzado el primer día de levolución de marzo, las expropiacione

colectivas y tumultuarias fueron muchísimas,

entonces se vio a todos esos anarquistas quhabían practicado la expropiación como sistemde propaganda, entrar en los bancos, dedicarse aaqueo, apoderarse de millones de rublos, o d

alhajas y valores, dirigirse a las casas que le



parecían más lujosas y confortables, expulsar a suhabitantes a la calle y acomodarse ellos, sin querepreocuparse de nada más.

El malhechor, en el sentido que los regímenecapitalistas y la literatura dan a esta palabra, sdespertaba en aquellos individuos, eclipsando destruyendo al idealista, al hombre de concienci de ética anarquista.

Cuantas intimaciones les fueron hechas parque no prosiguieran su nefasta labor fuerodesoídas; cuantas advertencias, recomendaciones lamadas les hicieron sus propios compañeros e

deas, para que no destruyeran con sus ejemplos eentido transformador de la propiedad individua

en colectiva, que la revolución iba imprimiendo odo, se estrellaron contra el hábito adquirid

después de algunos ensayos, la expropiacióealizada en perjuicio de los capitalistas de

zarismo.Y aun esto no hubiera concitado contra ellos l

animosidad colectiva si, por una paradoj



ncomprensible, no se hubieran negado, incluso, convertirse en trabajadores y ocupar su puesto ea fábrica y en el taller. En nombre de la libertad

nterpretada en el sentido de que cada cual hicieso que quisiera, no hubo medio de hacerlos entraen razón.

La práctica de la expropiación en beneficio da propaganda, durante el pasado, había elaborad

en ellos un concepto antianarquista (hay qudecirlo así) de sus propias ideas.

Por eso, cuando los bolcheviques les intimaroa que se sometieran a sus mandatos, el pueblo, qu

os había visto despreciar el peligro batiéndosvalerosamente, pero que los vio despuédesentenderse de los problemas colectivos parencerrarse en una posición más cerca de l

ealidad destruida que de la gestación dealidades nuevas, no acudió en su ayuda, y lo

bolcheviques salieron victoriosos.Si los grupos anarquistas, salvo alguna

excepciones, no hubieran estado impregnados d



ese sentimiento bastardo que nada de común tiencon la filosofía anarquista, pero que por unparadoja incomprensible, tan tolerado ha sid

entre los anarquistas de casi todos los países, no dudes querido amigo, los bolcheviques no lohubieran vencido en Moscú; es más, ni siquiera shubieran atrevido a hacerles frente. El pueblo, quos conocía bien por haberlos visto batirs

heroicamente contra el zarismo, se hubiera puesta su lado y los hubiera defendido.

Nunca como ahora, con el estudio comparativde la práctica con la idea, me doy cuenta de l

azón que tenéis los anarquistas españoleechazando sistemáticamente la expropiacióndividual en vuestros grupos.

Perseverad en vuestra conducta y no dejéis qu

esa teoría de la expropiación individual, a pretextde allegar recursos para la propaganda, se filtren vuestros grupos… Si un día se infiltra los dañoque recibáis de ello serán incalculables.

En aquel momento tenía razón Kibalchiche



¿Podría decirse algo parecido ahora?Por lo que a este aspecto se refiere, lo

bolcheviques rusos tienen sobrada razón, frente

as lamentaciones de los anarquistas.Y como prueba de la influencia que loanarquistas hubieran ejercido en edesenvolvimiento posterior de la revolución, si nhubiera sido por lo que te acabo de exponepuedes juzgar, considerando que muchísimos dos que lo éramos y de los que hoy aún sigueiéndolo, pero que entonces y después s

pronunciaron contra sus propios compañero

ocupan y ocupamos lugares y empleos dpreferencia en el régimen soviético. Que muchaveces cuestiones importantísimas, está a nuestrarbitrio resolverlas en un sentido o en otro. D

esto podrás convencerte a medida que paseiempo entre nosotros.

La crueldad que a los bolcheviques sachacaba en Europa también fue motivo de nuestr

conversación.



—Es cierto —me dijo—. No dudo que emuchísimos casos fuera innecesaria; pero no lo fuiempre. La Comisión extraordinaria, ese tribuna

que preside Djerzinsky, el Robespierre debolchevismo, es una cosa espantosa. Se detieneencarcela, juzga y fusila sin dar al reo tiempo parque se defienda; ni puede enterarse siquiera de laverdaderas razones que motivan su muerte. Hacasos verdaderamente monstruosos. Te relataralgunos.

Detenido un ingeniero y acusado de habevendido trece libras de azúcar por valor de 36.00

ublos que, en realidad no tienen, como sabes, sinun valor relativo, fue presentado a la Comisióextraordinaria. La Comisión extraordinaria lcondenó a muerte. La razón de esta condena s

fundó en que, antes de la revolución habípertenecido al partido menchevique. Avisadoalgunos amigos del ingeniero por su señoravinieron a verme, e iniciamos gestiones en s

favor. Se nos prometió que se le indultaría, cuand



a los tres días leemos en la «Izvestia» que habíido fusilado aquella mañana. Casos así podrí

citarte a centenares.

—Y de la especulación, ¿qué me dices?De eso no es posible ni siquiera dar un pálideflejo de lo que ocurre. La especulación y el rob

están a la orden del día. Con centinelas a la viste desvalijan y saquean los almacenes del Estado

Como caso típico escucha el siguiente:Faltaba mantequilla en Petrogrado. El Sovie

ocal no hallaba medio de poderse proporcionar nun kilo. La penuria era tan grande que incluso lo

hospitales carecían ya de ese alimento. Loespeculadores, temerosos de que les fuermpuesto un castigo grave, no se atrevían a hace

circular las existencias que tenían escondidas, n

que llegaran a Petrogrado las acaparadas eprovincias. Pero era un buen momento parealizar pingües beneficios. ¿Qué hacer?

A una de las reuniones del Soviet, donde debí

ratarse esta cuestión, se presenta un ciudadano



dice que él podía proporcionar un vagón dmantequilla en 100.000 rublos (que luego se suphabía comprado en 8.000), pero que era precis

darle autorización para el transporte, pues evagón de mantequilla estaba en una provincia.Acepta el Soviet la oferta y autoriza e

ransporte. A los dos días el vagón de mantequilllegaba a la capital. Se persona un delegado de

Soviet para reconocer la mercancía, hacerse cargde ella y efectuar el pago.

Cumplidos todos los requisitos, se precintó evagón y se pusieron cuatro centinelas de vista, qu

e relevaban cada dos horas. Al día siguientelegan dos camiones militares a cargar l

mantequilla. Quitan los precintos, abren lapuertas, y… ¡en el vagón no había nada! ¡Estab

completamente vacío! No se pudo averiguacuándo ni cómo se llevaron la mantequilla.

Se procesó a los soldados; pero cada grupo dcuatro echaba la culpa al que lo había relevado

precedido. Lo cierto es que la mantequilla no s



encontró.Habrás visto en la estación, esta mañana —

continuó diciéndome— numerosas mujeres

hombres con bultos de todas clases; con botellade diez o quince litros de cabida, llenas de lechepues casi todos esos comestibles son para lespeculación. Y no creas que quienes compraean solo los burgueses desposeídos u obrero

compramos todos, incluso nosotros, si no nomoriríamos de hambre. Las raciones que nos daolo representan un tanto por ciento muy reducid

de lo que para vivir se necesita; el resto hay qu

buscarlo y comprarlo entre los especuladores.En Moscú verás cosas curiosas respecto

esto. Date un paseo por la Sujareja y verás. —Y eso, ¿qué es? —le dije.

—Es un mercado que el Soviet no ha queridprohibir porque era el mercado de las cosaviejas. Algo así como vuestros Encantes dBarcelona, o el Rastro de Madrid.

Era ya tarde. Acababan de sonar las dos de l



madrugada. El interés de lo que se decía nohubiera hecho estar allí hasta la hora de marchapara Moscú; pero el no querer abusar demasiad

de la benevolencia del amigo, hizo que diéramoa conversación por terminada. Nos despedimos, prometiendo vernos e

Moscú y hablar de otras muchas cosas. Nos dirigimos a nuestro hotel encantados de l

hermosura de la noche; pero algo intranquilos poo que acabábamos de escuchar.

La guardia del hotel, que como por la mañana nuestra llegada, la montaban dos hermosa

amazonas de rubias y brillantes guedejas, noprodujeron cierta admiración al verlas con scorrespondiente cigarro en la boca.

El uniforme algo masculino, el fusil al hombr

el cigarro en la boca, nos hizo recordar ese otrfeminismo que circula por España.

Revisaron minuciosamente el papelito que lemostramos, y con una seña nos indicaron qu

podíamos pasar.



Subimos. El vigilante de noche nos entrega lalaves de nuestras habitaciones y nos retiramos

descansar. La fatiga del día y las emocione

ufridas, reclamaban un poco de descanso, así eque nos dormimos rápidamente, apenas acostados



II

En camino.- Dos días en

Moscú

Nos despertamos algo tarde. Nuestro

propósitos de levantarnos a las siete de la mañancon el objeto de dar un paseo antes de partir parMoscú, resultaron fallidos.

No conocíamos a nadie, no sabíamos hablar e

dioma del país, pero nos interesaba ponernos econtacto con el pueblo. ¿Cómo? Se comprenderque no era fácil faltándonos como nos faltaban lomedios más indispensables para ello. Pero el afá

que nos impulsaba era más poderoso, o al menopretendía vencer todos los obstáculos.Faltos del principal vehículo de inteligencia

el idioma, queríamos suplirlo lo má

ventajosamente posible, y ningún medio mejo



para conseguirlo que circular en todas direccione mezclarnos con el pueblo. Ver, sentir, recibensaciones.

Cuando nos despertamos y vimos que el cuartestaba inundado de luz, nos dimos cuenta quhabíamos dormido más de lo que deseábamos. Yasí era, en efecto. Las nueve marcaban ya loelojes.

Nos levantamos decididos a aprovechar lo qupudiéramos, a fin de que el contratiempocasionado por el retardo en despertarnos, pudierer compensado con una mayor actividad

Arreglados, bajamos a tomar el desayuno, cuando nos disponíamos a salir a la calle, llega uaviso del Comité de la Tercera Internacional parque esperemos una orden.

Un poco contrariados, nos resignamos esperar. ¡Qué remedio! Podía tratarse de algnteresante, y lo primero es lo primero

«Aprovecharemos el tiempo que podamos», no

dijimos.



Aguardando, perdimos toda la mañana. Hastas doce no vinieron a darnos la orden, que al fin

al cabo, no tenía ninguna importancia. Era par

decirnos que al día siguiente se celebraría reuniódel Comité Ejecutivo y que debíamos acudir a éo que por otra parte ya sabíamos.

Charlamos un rato con Tom Rech, que era eportador del recado, esperando la comida y lmarcha, pues a las dos de la tarde partíamos parMoscú. Habíamos perdido la mañana tontamente.

La comida que se nos dio en el Hotenternacional, como la que más tarde nos fu

uministrada en el «Dielavoy Dvor», de Moscúera ración excepcionalísima. Los delegados, eeste aspecto, como en todos, éramos la verdaderaristocracia del país. La miseria y el hambre d

as gentes contrastaba con el trato que a nosotroe nos daba. ¡Y cómo abusaron algunos delegado

de esta ventaja!A la una vinieron a decirnos que el auto no

esperaba para cuando quisiéramos marchar. A fi



de no entretenerlo demasiado, optamos podirigirnos a la estación, esperando allí la hora dalida del tren.

En la estación volvimos a presenciar eespectáculo de la mañana anterior, a raíz dnuestra llegada a Petrogrado. Todos los treneanto a la llegada como a la salida, iban pletórico

de gentes andrajosas y miserables, que con sacopañuelos grandes, trozos de tela, cestas, botellas otros utensilios, venían hacia Petrogrado o salíade él, en busca de los alimentos que en la villa npodían encontrar. La única diferencia era que, lo

que salían, no iban cargados con bultos tan grandecomo los que entraban. Las ropas y calzados quutilizaban en sus transacciones con locampesinos, no tenían el volumen de los producto

por los que cambiaban, y por eso los bultos eramás pequeños. Nos indicaron el tren que norasladaría a Moscú, y pudimos observar quodos sus coches eran de viajeros, en estad

amentable, es cierto, pero eran de viajeros.



El coche-cama que nos había llevado desdReval ya estaba enganchado y dispuesto.

Nos paseamos un momento por los andene

pero el calor, que ya empezaba a apretar a aquellhora, nos hizo recogernos en el coche. Téngaspresente, que habiendo adelantado tres horas loelojes, por razón de economía en la luz, no era

más que las once de la mañana, hora de Europapor eso decimos que empezaba a apretar el calor.

El paisaje ruso era una cosa monótona y tristeBosques y más bosques; llanuras y más llanuraiempre lo mismo. De trecho en trecho algún lago

algún riachuelo y nada más. El abeto es el árboque abunda por excelencia. A veces se recorrekilómetros y kilómetros de ferrocarril sin ver a uado ni a otro nada más que las copas de lo

árboles. Nos dijeron que en verano los incendioon muy frecuentes en esos bosques que cruza eren. Alimentadas las locomotoras con leña

aunque en lo alto de la chimenea lleven u

emparrillado de fuertes barras de hierro, suele



alir numerosas chispas y trozos de leñencendidos que las pulsaciones arrancaviolentamente del fogón de la máquina. El calor

os trozos de leña y hojas secas hacen lo demás.Miles y miles de árboles se queman en estocasos, sin que nada pueda hacerse por evitarlopues precisa casi siempre cortar el fuego bastantdistante del lugar donde se ha iniciado.

También vemos desde las ventanillas del treristes y miserables isbas de los campesinos rusos

Las poblaciones grandes de Rusia son mupocas, si se considera que cuenta con unos cient

reinta millones de habitantes.De población superior a un millón, acaso n

haya en Rusia más de dos capitales: Moscú Petrogrado. De menos de un millón y más de cie

mil habitantes, no pasarán de cuarenta. Y de veintmil habitantes hasta cien mil, no serán muchas máTodo el resto, hasta los 130 millones de habitantee divide en pequeñas ciudades y aldeas. Desde e

ren se contemplan continuamente agrupaciones d



sbas formando poblados o aldeas.En cada estación bandadas de niños s

acercaban al tren solicitando una limosna, o bie

ofreciéndonos mercancías; leche, manzanas y otrafrutas, por las que no querían admitir dinero. Si ses daba rublos os decían que no los querían; ses había de dar, a cambio de lo que ofrecieran, u

pañuelo, azúcar o sal. Sobre todo sal. La alegríde aquellos vendedores improvisados, cuandecibían sal a cambio de su mercancía, no teníímites. Vimos también numerosas mujererabajando en la reparación del ferrocarril. L

eran la mayoría. Sobre los vagones y descargandel balastro, veíanse muchas, desgreñadas y sucias

En algunas estaciones pudimos observar lcausa de las dificultades en las comunicacione

ferroviarias en Rusia. En las vías muertas dciertas estaciones, veíanse centenares de vagone docenas de locomotoras fuera de servicio, qu

por no poder ser reparadas, había necesidad d

arrinconar. Es aquí donde se veía la obra crimina



e inhumana del bloqueo…Casi todo el material de reparación de lo

ferrocarriles rusos, venía del extranjero, antes d

a revolución. Decretado el bloqueo, no fuposible improvisar ese material, y hubo qudisminuir el servicio de comunicacioneferroviarias por no disponer del material móvnecesario. Asimismo pudimos observar lnfluencia de las ideas religiosas sobre el puebluso.

En muchas estaciones había altares o capillitacon iconos, y la mayoría de las gentes, s

persignaban las tres veces de ritual al pasadelante del icono. Esto tuvimos ocasión dpresenciarlo con muchísima frecuencia, después eMoscú y en el interior de Rusia; pero como e

Petrogrado apenas si lo habíamos visto, nos llammucho la atención.

Otra singularidad de las costumbres rusas, ea de que en cada estación por pequeña que sea

haya un caldero de agua caliente, casi hirviendo



que un empleado cuida con gran celo. De estacalderas toman los viajeros el agua para hacer sé.

El no ser montañosas las provincias centralede Rusia, hace que las aguas no sean muy potableen verano, y en invierno, el frío las congelcompletamente; por eso el gran consumo de té que hace. Y para que el viajero pueda cómodament

preparárselo, halla en cada estación el agucaliente, que toma a discreción.

A media tarde, nos avisó el camaradencargado del correo diplomático, que era e

mismo con quien veníamos desde Reval, quZinovief quería hablar con nosotros. Quedamoorprendidos. Ignorábamos que Zinovief viajara e

el mismo tren. Sí que habíamos observado que a l

cola del tren se había adicionado un vagóespecial, al que nadie subía ni bajaba, salvo cuatroldados que, bayoneta calada, se apostaban a u

paso de distancia de las cuatro salidas del coch

al parar el tren en cada estación y que no permitía



acercarse a nadie. Pero, supusimos que sería eervicio de escolta del tren. Luego vimos que er

el coche especial de Zinovief.

Deseosos de conocerle y de estrechar su manono nos hicimos rogar. Inmediatamente norasladamos a su coche, y quedamos maravillado

al entrar. Más que un vagón de ferrocarril parecíaquello un saloncito lujoso de una personacaudalada. Formaba tres departamentos: uno, quervía de recibidor y comedor, montado a todujo, con muebles sobrios, pero buenísimos; otro

que hacía las veces de despacho, con su mes

escritorio, su armario biblioteca y su cómodcama; y un tercero que era la cocina.

—Es una de las confiscaciones hechas por eGobierno soviético —nos dijo Zinovief viend

que nos fijábamos atentamente en estos detalles—En Rusia, en tiempos del zarismo, era corrientque los grandes duques, príncipes y grandepropietarios, viajaran en vagones de su propiedad

De iguales comodidades disfrutaban cuando hacía



ravesías por los ríos navegables. En el Volga, qume gustaría visitaran, se contaban a docenas lovaporcitos de lujo.

Este coche, ha sido puesto a mi disposiciópor el Gobierno, como presidente actual de lTercera Internacional y miembro del Comitpolítico del Partido Comunista. Perteneció a uGran Duque, que lo ha reclamado varias vecenútilmente. Ni éste, ni ninguno otro, será devuelto

Son de propiedad del Estado y el Estado loutiliza para su servicio.

Y prosiguió, cambiando de tema:

—Les he llamado para conversar un rato para invitarles a cenar conmigo. Ya se ha dadorden al cocinero de que prepare la cena parodos. Por el momento nos servirán el té.

Puesto que del cambio de ideas que tuvimocon Zinovief, hemos de tratar ampliamente en otrugar, nos limitaremos aquí a dar un ligero resume

nada más.

Zinovief nos pidió informes del movimient



ocial y político de los respectivos países alepresentados por las delegaciones. Expusimos l

que creíamos justo y pertinente, y él nos habló d

Rusia, de su personal entusiasmo por lRevolución, de lo que el Partido había hecho poella y de la obra que pretendía realizar. Yfinalmente, nos cantó las excelencias de l«dictadura del proletariado», sin la cual, levolución sería imposible en cualquier país.

El comunismo, sobre todo el bolchevizanteegún Zinovief, era el mágico talismán, el sésamoa panacea que ha de dar al hombre la felicidad.

Me atreví a objetarle que no comprendía quclase de comunismo era el implantado en Rusia, yque, según mi creencia, el comunismo era solposible en la fórmula de «a cada uno según su

necesidades, y de cada uno según sus fuerzas», que, además, creía que en un régimen comunista, ealario, y menos el salario con categorías, no s

avenía con lo que yo entendía comunismo.

—Que haya treinta y cuatro tarifas de salario



que los funcionarios del Estado trabajen seihoras, mientras la jornada legal de las fábricas ede ocho, no me parecen prácticas de comunism

—añadí. —Ya sé que sois anarquista —dijo sonrient—, y que por ello, estáis un poco impregnado ddeas pequeño-burguesas; pero veréis, apenas o

pongáis en contacto con nuestros medios, cómo ocompenetráis con la práctica del verdadercomunismo.

Además, la práctica del comunismo —prosiguió— no puede hacerse en gran escala

ada más que a favor del Estado, no a favor dendividuo. El Estado lo confisca todo, se apoder

de todo y dispone de todo en favor de lcomunidad, que en este caso es el país entero. E

país, o mejor dicho, cada individuo, debcolaborar ciega y disciplinadamente en favor deEstado y, en la forma y modo que el Estado lmande. Como todos los beneficios de est

colaboración revierten en favor del Estado, ést



os reparte luego según el servicio o lmportancia del servicio que cada uno le hay

prestado. Este es el verdadero comunismo, y no e

que propagáis los anarquistas. —No lo comprendo —repliqué—. A mparecer, eso no tiene nada de comunismo. A lmás, es el colectivismo que el socialista belgVanderbelde defiende en una de sus obras. Aquhay un patrono: el Estado; y un proletariado: epueblo. Y si el obrero ha de trabajar mediante uestipendio cualquiera, y el suplex de lo quproduzca no puede distribuirlo como a él l

plazca, ni disponer de él según acuerdos quibremente pueda contraer, y solo ha de aceptarlo

en la forma que el Estado quiere entregárselos, nhay comunismo; no hay más que un colectivism

más o menos radical. Esto es todo. Mientras hayclases, diferencias sociales o categorías, ecomunismo no es posible. Y aquí hay, si no clasepor lo menos categorías, desde el momento que lo

alarios no son iguales y que cada obrero ocupa l



categoría que el Comité de Fábrica le concede. —Ya os convenceréis —me respondió— d

que estáis equivocado. —Y la conversación tom

otro giro.La tarde era muy avanzada y se nos sirvió lcena. Terminada ésta, conversamos aún algo máaunque de cosas triviales, retirándonos luego descansar a nuestro vagón.

Nos acostamos y dormimos hasta hallarnocerca de Moscú. En la estación nos esperabacuatro automóviles, en los que fuimos trasladadoal hotel «Diclavoy Dvor», que acababa de se

estaurado para recibir a los delegados al segundCongreso de la Tercera Internacional.

De allí, poco después, partimos hacia el locade la antigua Embajada alemana en Moscú

domicilio oficial de la Internacional Comunistadonde la reunión del Ejecutivo debía celebrarse.

No me ocuparé de las incidencias ni curso deCongreso, por haberlo expuesto ya en el folleto

que de mi gestión como delegado en el Congres



está publicado, ampliado más tarde en el titulad«Consideraciones y juicios acerca de la Tercernternacional».

Pero antes, quiero dar el resumen de unentrevista que tuve con Drizzo, o Suzowsky, come quiera que por los dos nombres es conocido.

Al día siguiente de nuestra llegada a Moscú, ea el día 30 de Junio, por convenido así el dí

anterior, después de terminada la reunión deEjecutivo de la Internacional Comunista, tuvimouna entrevista con Suzowsky y celebramos con éuna especie de interview, que nos fue utilísima e

oda nuestra gestión posterior.Es un hecho, ya reconocido por la Historia

que la organización de Sindicatos en Rusia, surgdespués del movimiento de 1905. Ahogado e

angre aquel movimiento, que estuvo a punto dacabar con el régimen zarista, la misma nobleza a burguesía vieron la necesidad de conceder u

margen de libertad a las aspiraciones del pueblo,

al margen de esta libertad concedida, nacieron la



primeras organizaciones sindicales.Cuando decimos que se les concedió u

margen de libertad, no queremos decir qu

pudieran desenvolverse, no ya con entera libertadino ni con mediana libertad siquiera; lo qupretendemos es sintetizar el comienzo de unconcesión que la sangre vertida arrancara azarismo, ya herido de muerte, y las ventajas quacó el pueblo de la tregua represiva.

La reacción que siguió a los sangrientoucesos de 1905 fue cruelísima; pero s

quebrantados quedaron los partidos políticos qu

en el movimiento habían intervenido, por lepresión que los diezmó, tanto o más quebrantad

quedaba el régimen que la ejercía.Convencida la burguesía y la nobleza, de qu

era muchísimo más práctico abrir una válvula descape al creciente malestar y protesta de la clasrabajadora, que oponerse por la violenciistemática al descontento que, indiscutiblemente

existía en el pueblo, toleró que los trabajadore



pudieran asociarse para reivindicacioneeconómicas de clase.

El incremento de los Sindicatos fue tan rápid

seguro, que el Gobierno, no atreviéndose ya etirar lo concedido, sembró la organización dconfidentes y agentes provocadores, que lpermitían, al amparo de falsos movimientos y ddelaciones siempre anónimas, realizar detencioneen masa, con lo que alcanzaba dos finalidadedeshacerse de los obreros más enérgicos capacitados, enviándolos a Siberia o al patíbulo desarticular la organización temporalmente, l

preciso para que la burguesía respirara y sepusiera.

Los partidos políticos rusos quisieron sumarsentonces y aprovecharse de la organizació

indical para sus propagandas, en la creencia dque el Gobierno les facilitaría esta tarea; pero sconvencieron en seguida que no era posibleVieron que, no solo no podían aprovecharse de

margen de tolerancia sin grave riesgo para ello



ino que los mejores de sus militantes, quedabaexpuestos a las iras de aquel poder tan bárbarcomo disoluto. Desde este momento, los partido

políticos continuaron su propio camino y loSindicatos se vieron libres de ellos. Entre unos otros siguieron manteniéndose relaciones; ahorbien, actuando en una esfera completamentdistinta.

No obstante, esta separación que lacircunstancias imprimían con fuerza irresistibleos Sindicatos no desaparecieron, y aunque mu

paulatinamente, extendieron su influencia y s

adio de acción.La declaración de la guerra europea puso a lo

Sindicatos rusos, al igual que a los de otros paíseque intervinieron en la contienda, en situació

apuradísima; pero más tarde, al revés de lo quocurrió en las demás naciones beligerantes, loSindicatos rusos consiguieron reaccionar y creauna fuerza poderosa. La descomposición política

económica del país, que determinó la debilida



movimiento agresivo contra el gobierno y lburguesía, reclamando la terminación de la guerr mejor acondicionamiento de los medios de vida

En este movimiento, que se inicióeguidamente a la primera revolución y duró hastprincipios de mayo, se produjo, a partir de estfecha, un descenso, una reacción en sentidopuesto, y la burguesía, que deseaba tomar edesquite, inició una serie interminable de locauts arbitrarias disposiciones que producen por solas hacer reaccionar más violentamente qu

antes a la clase trabajadora.

Se presenciaron casos pintorescos en aquellucha gigantesca. Los obreros, adelantándose a lo

acontecimientos que pocos meses después habíade generalizarse, empezaron a tomar posesión d

as fábricas, poniendo en práctica uprocedimiento que había costado muchos años dpresidio y muchos destierros a Siberia en tiempodel zarismo.

Cuando los obreros de una fábrica no estaba



contentos del encargado, director o patrono de lmisma, y querían deshacerse de él, procedían de lmanera siguiente que, lo repito, era ya una viej

costumbre en Rusia:Cada obrero ocupaba su puesto de trabajocomo si nada hubiera de suceder, y solo unquedaba de vigilancia en la puerta. Apenas sdivisaba la persona que se quería expulsar, dábasa voz de alerta, y todos se ponían en guardia, perin abandonar su trabajo ni moverse de su puesto.

Cuando la víctima había traspasado el umbrade la fábrica, a una señal convenida todos lo

obreros se dirigían hacia ella y la rodeabanformando un círculo del que no podía saliEntonces un obrero le manifestaba los propósitode los trabajadores, y si voluntariamente accedía

ellos, nada ocurría; pero si hacía resistencia, si ncumplía la intimación, uno de los presentes iba buscar una carretilla de mano, en la que ponían a persona, la sacaban fuera de la fábrica,

cuando estaban en medio de la calle volcaban l



carretilla, y allá iba nuestro hombre rodando poel suelo, acompañado de las risas, chacotas burlas de los circunstantes. Sucio, corrido

avergonzado, tenía que marcharse, porque pretendía volver a la fábrica era peor. Podíocurrirle algo más grave.

Escenas de estas se presenciaban a diario eas calles de Petrogrado y a las puertas de la

fábricas.La efervescencia crecía; las medidas d

Kerensky contra el pueblo y las órdenes de prisiócontra los obreros que expulsaban de las fábrica

a los patronos, excitaron los ánimos y loSindicatos de Petrogrado y Moscú, puede decirsque fueron los que más directamente alentaron emovimiento de la segunda revolución.

—Según esto, la participación de loSindicatos en la segunda revolución fue muvisible —le objeté.

—Sin duda alguna. Y puedo afirmarle que lo

Sindicatos fueron el nervio de la revolución.



—Y después, ¿cómo se portaron? —Generalmente bien, si hacemos la

excepciones de rigor.

Los Sindicatos se pusieron a la obra parorganizar el trabajo y la producción, aunque pronte vio que no lo lograrían. El espírit

corporativista pesaba más en sus decisiones quos intereses de la colectividad.

Así, por ejemplo, se dio el caso de que loobreros de la manufactura Provownik tuviesenafta (carburo de hidrógeno) en abundancia. Yfaltando nafta para hacer marchar los motore

generadores de la fuerza para los tranvías, solicitde los de la manufactura Provownik que cedierauna parte, y se negaron rotundamente.

—¿Y qué hizo el resto de los trabajadores ant

esta negativa? —pregunté. —Llamaron a todos los obreros de l

manufactura a una reunión en la Bolsa del Trabajo allí les dijeron que si no cedían una parte d

nafta para que los tranvías circulasen, se le



declararía el «boycot» y no se les dejaría viajar eos tranvías.

—¿Y cedieron?

—Qué remedio ¿Quién resiste a una coaccióde esa índole, a la amenaza de todo un pueblo? —Así es que la coacción moral de los otro

rabajadores les hizo ceder la nafta. —No había otro procedimiento par

obligarlos. Hoy no hubiera sucedido así. —Lo interesante —repuse— es l

confirmación que me hacéis de que la intervencióde los Sindicatos en el movimiento revolucionari

fue relevante. —De eso podéis estar seguro. Como de qu

ahora, después de la revolución, la armonía ante lConfederación General del Trabajo y el Partid

Comunista es absoluta. Trabajamos de comúacuerdo y siguiendo la plataforma del partido para implantación del comunismo y el afianzamient

de la dictadura del proletariado. Marchamos e

acuerdo absoluto en estos aspectos. La disciplin



del Partido lo impone así, y a ella hay quometerse.

La conversación debía terminar, pues la

nnumerables ocupaciones de Lusowskeclamaban de él el tiempo que nosotros lquitábamos.

—A propósito —me dijo—. ¿Queréis formaparte en una excursión que se organiza para lodelegados por el río Volga? ¡Será muy interesanteComo el Congreso no empieza hasta el día 15 demes que viene, tendremos tiempo de internarnos eel corazón de Rusia, donde podéis poneros más e

contacto con la revolución. Son ya más de veintas personas inscritas. Todos delegados.

Además, os invitamos también a tomar parte eun mitin que se celebrará mañana en uno de lo

campamentos de soldados de las afueras dMoscú. Esperamos que no faltéis.

—Contad conmigo.Tomé parte en el mitin del campamento d

oldados al día siguiente. No es que m



entusiasmara a mí, antimilitarista impenitentecontribuir a una propaganda militarista, pero se mofrecía ocasión de ver de cerca la organización d

un campamento militar, y acepté. —Fuimos recibidos con todos los honores.Formaron las distintas divisiones que había e

el campamento, y por entre filas de soldadofuimos al pabellón que ocupaba el camaradcomandante.

Se nos sirvió el té y conversamos. LComisión extraordinaria del campamentocompuesta por hombres afectos al Partido, y qu

enía la misión de hacer propaganda comunistentre los soldados, se puso a nuestra disposiciópara cuantos informes quisiéramos adquirir.

Fuimos preguntando.

—¿…? —La disciplina es muy rigurosa. Si no hubier

existido no hubiéramos podido organizar eEjército. Ha sido preciso restablecer la pena d

muerte y las más severas penas, para evitar la



deserciones en masa. Y no solo se castiga aoldado que deserta del ejército, sino que la alde

o pueblo donde se refugia y no lo denuncia, ha d

pagar una fuerte contribución por ocultamiento. —¿…? —Se lee mucho en el Ejército. Hay libro qu

casi repugna, de manoseado que está, y, siembargo, lo conserva el que lo tiene como si fueruna joya preciosa, un objeto de incalculable valor

—¿…? —Se prefiere la literatura. También l

iteratura comunista del Partido circula bastante

pero la literatura es la preferida. —¿…? —Entre las ciencias, la astronomía tiene

egún nuestros cálculos, un cuarenta y cinco po

ciento de los lectores, cifra que no alcanza ningunotra rama de la ciencia.

—¿…? —Entre el estudio de lenguas extranjeras n

podríamos establecer comparación. El Esperant



iene un sesenta por ciento de alumnos. Podemodecir que, hasta ahora, ésta es la preferida.

—¿…?

—El número de analfabetos disminuyconsiderablemente, y aquí hacemos cuanto está nuestro alcance para reducir a cero la cifra. Por lpronto, cuando llega un soldado que no sabe leeni escribir, lo primero que hacemos es enviarle a escuela del campamento. Si muestra aplicació deseos de aprender, se le pone en seguida egualdad de condiciones; si no, se le dedica a lorabajos más penosos para despertar en él el ansi

de instruirse. No como castigo, sino comcorrectivo. Y este procedimiento da buenoesultados. Digamos también que no so

numerosos los casos en que deban aplicarse.

—¿…? —Continuamente damos conferencias. Por l

menos dos o tres por semana. Ahora, cuando nodirijamos al lugar donde habéis de hablar veréis l

ribuna desde la que comúnmente suel



hablárseles. Hoy prescindimos de ella para quhabléis vosotros.

El que parecía ser el «responsable», pues tod

Comisión tiene un individuo responsable, nonvitó a que manifestásemos donde quiera que nocupiese dirigir la palabra, que el Ejército rojo sorganizaba y preparaba para llevar la revolución odos los países. Que su deseo era poder abraza

un día en una población del centro de Europa a udelegado de cada uno de los Ejércitos rojoformados en cada país, ya que no fuera posible daeste abrazo a cada soldado.

Un oficial avisó al comandante y a la Comisióque las tropas estaban formadas esperando.

Nos dirigimos hacia el lugar donde debícelebrarse el mitin.

En el camino pasamos por delante de la tribunordinaria, desde la que los oradores hablaban os soldados.

Era una plataforma de unos dos metro

cuadrados, montada sobre cuatro postes, de uno



res metros de altura, con una escalera en ucostado para el acceso. Los cuatro postes estabana su vez, montados en un armazón de madera co

cuatro ruedas, lo que permitía el traslado.El lugar del mitin era una explanada espaciosen la que, formando extensa circunferencia, shallaban formadas todas las fuerzas decampamento. Nosotros ocupamos el centro. Ydesde allí, les dirigimos la palabra, en francéque luego traducía al ruso el camarada Lusowsky.



III

Una excursión por el

Volga

El día primero del mes de julio salimos en tre

especial para Nijni-Novgorod.En la expedición iban veintisiete delegado

extranjeros, más los rusos que el Comité de lTercera Internacional agregó para que no

acompañaran y sirvieran de intérpretes ntermediarios. El jefe «responsable» er

Luzowsky.Entre los excursionistas figuraba toda l

delegación italiana, con su venerable D’Aragonael funambulista Serrati y el simpático y lánguidBombacci, más preocupado en hacer destacar shermosura que en estudiar lo que en Rusia pasaba

También estaban Cachín, Frossard, Rosnier y s



compañera, de Francia. Llegamos a Nijnovgorod al siguiente día, a las once de l

mañana, siendo recibidos en los andenes por e

Comité Soviético local y todos los representanteoficiales del Gobierno.Las tropas de la localidad, formadas en e

nterior y el exterior de la estación, nos rindierohonores militares. Al entrar el tren en agujas unbanda de música atacó los primeros compases d«La Internacional», himno oficial del Gobierno.

Al detenerse el tren, cesó la música de tocaPero apenas pusimos pie en tierra y saludado a lo

epresentantes oficiales, la banda volvió a entonael himno; y todos los presentes, excepto lodelegados, se mantuvieron en rígida actitud milita con la mano a la altura de la gorra.

La seriedad militar de aquellos hombres nodejó estupefactos. Yo me había hecho la ilusión dque saldría a recibirnos el Soviet, pero siaparatosidades de ninguna clase; lo que veía ni l

hubiera soñado siquiera; nunca me lo hubies



creído.Entre tanto, el pueblo, la multitud, permanecí

alejada y distanciada de nosotros, pues el cordó

de tropas formado impedía que pudiera acercarseCreo que aunque hubiera podido tampoco shubiera acercado; pero abstengámonos dcomentar; relatemos solamente.

Terminados los saludos, cambio ligerísimo dmpresiones y lo que es de rigor, tomamos lo

autos que nos esperaban y partimos hacia el ríVolga, al que un escritor llamó la «espina dorsade Rusia».

El vapor estaba engalanado y empavesado cobanderas rojas y letreros alusivos a la Tercernternacional. Tampoco faltaba el conocid

«Proletarios de todos los países, uníos».

Llegados al vaporcito, un ruido ensordecedoe elevó simultáneo de todas partes. Era que, po

orden del Soviet, todas las sirenas de los barcos as fábricas nos saludaban. Cinco minutos duró l

erenata. Luego, la banda de música, que acabab



de llegar, nos obsequió nuevamente con «Lnternacional». Ahora alcanzaba majestuosidad

pues con los acordes de la música se elevaban la

voces de la multitud cantando el himnoTrasladados al salón comedor, nos sirvieron uespléndido banquete.

El vapor reunía todas las comodidades dconfort que pueden exigirse. Como los vagoneparticulares que recorrían las líneas férreas rusaen tiempos del zarismo, aquel era uno de lovaporcitos particulares que sus dueños utilizabapara excursiones y orgías escandalosas por e

Volga. El que utilizábamos había pertenecido a uenombrado personaje de la nobleza.

Terminado el banquete, el auto nos llevó aeatro principal de la ciudad, donde había d

celebrarse un mitin.El teatro estaba atestado de gente. Ya no cabí

nadie. Aparte la curiosidad que pudiera haber pooír a los delegados, el Soviet local decretó que e

día de nuestra llegada sería día de fiesta, para qu



el pueblo saliera a recibirnos.Terminado el mitin, volvimos al barco, y s

convino que al día siguiente remontaríamos l

corriente para visitar los grandes talleremetalúrgicos de Soromovo; que después de lvisita a Soromovo retornaríamos hacia Nijn

ovgorod para, definitivamente, seguir haciKazán, a la margen del río, descendiendo hastAstrakan, adonde propuso Serrati que llegáramoi teníamos tiempo para ir.

La visita a los talleres metalúrgicos dSoromovo que con los de Putilof, en Petrogrado

creo que son los más importantes de Rusia, nopuso en contacto, a través de los intérpreteoficiales y de los delegados que nos acompañabancon trabajadores rusos.

Como es de suponer nuestra visita era siemprprecedida de un aviso del Comité de la Tercernternacional y del Soviet de la población qu

abandonábamos, así es que en cada población qu

visitamos no faltó recepción.



Como Soromovo no es una poblaciónpropiamente dicho, sino unos grandes tallerealgo distantes de las verdaderas ciudades, todo

os que habitan allí viven únicamente para lfábrica. Cuando no se trabaja hay que abandonar eugar y las únicas autoridades suelen ser lo

directores.Fuimos recibidos por el director de lo

alleres, un entusiasta comunista que habíesidido muchos años en París como emigrado,

que al estallar la revolución se reintegró a su paísVisitamos todos los departamentos, la mayorí

en estado lamentable, pues la falta de materiaprimas impedía trabajar intensamente y reparar lodesperfectos que el tiempo y el desgastocasionaban.

Estos talleres, fueron creados para hacecompetencia a los de Putilof, en la construcción dmaterial de guerra, en la época zarista. Npudiendo lograr su objetivo, se dedicaron má

arde, y con preferencia, a la construcció



ocomotoras y de maquinaria agrícola.Durante la guerra europea construían sol

material de guerra, igual que en el momento d

nuestra visita.Los departamentos eran imponentes. Los qumejor se conservaban eran los de fundición aminación y los de torneado y acabado d

cañones ligeros y ametralladoras. Por aqueentonces estaban construyendo el primer tanque dguerra. Para modelo les servía uno que longleses abandonaron cuando el Ejército Roj

entró en Bakú. Lo tenían a medio desmontar y a

ado estaba el que construían.Terminada la visita de los talleres, se celebr

un mitin, que las sirenas de las fábricas anunciaropara que el trabajo cesara.

Como las casas y viviendas de los obreroestán dentro del recinto que ocupan los tallereacudió toda la gente a oír a los oradores.

El aspecto de la mayoría de los concurrente

era de completa indiferencia. Hubiérase creído



viéndolos, que solo deseaban que se terminarcuanto antes para irse a comer, pues ya sacercaba la hora.

En la mayoría de los rostros de las mujereque acudieron al mitin, se dibujaba una sonrisburlona y de incredulidad por lo que se decía.

Pude observar que los fumadores no teníapapel de fumar; pero el ingenio lo suplía.

De un trozo de papel de periódico o dcualquiera otro —el de seda de las máquinas describir era muy buscado— hacían un cucuruchmuy fino y elegante; luego, por la parte más anch

del cono doblaban, en forma de escuadra, un trozcomo de uno o dos centímetros. De esta formquedaba improvisada una pipa que llenaban dabaco, o de algo que se le parecía. La part

puntiaguda del cucurucho, la cortaban un poco y yenían hecho el cigarro. Una cerilla, y a fumar. Poo ingenioso del procedimiento, y porque revelab

cómo la necesidad aguza el ingenio, he querid

descubrirlo.



De regreso a bordo, hicimos camino atráhasta Nijni-Novgorod, donde hizo alto el barco e nos sirvió la comida. Terminada ésta, tom

umbo abajo, hacia Kazán, adonde debíamos llegaal día siguiente.Cuando el vapor se disponía a parti

ecomenzó la serenata de silbidos y sirenas del díanterior, que duró hasta que perdimos de vista lpoblación.

La navegación en el Volga, es algo de lo máugestivo que he presenciado en mi vida, y supiera hacerlo, si mi pluma tuviera la facilida

descriptiva de llevar al papel la belleza de unexcursión por aquel grandioso río, la describirípara deleite del lector. No reuniendo esafacultades, permitidme que no profane el encanto

imitándome solo a la tarea que me he impuesto.El recibimiento que se nos hizo en Kazán n

fue tan importante ni tan aparatoso como el dijni-Novgorod, acaso por tratarse de una ciuda

más secundaria.



En el desembarcadero del río se hallaba eSoviet de la villa y todos los representantecomunistas. Vuelta a la banda de música, a l

«Internacional» y a las actitudes militares.Se nos paseó por la población en autooficiales, y por la tarde se celebró mitin. El tomaparte en estos actos públicos resultaba antipático no poder más.

Apenas hacía irrupción en la tribuna el Soviede la villa, precedido de los oradores que habíaido designados para tomar parte y de todos lo

delegados, pues todos concurríamos, la banda d

música atacaba «La Internacional».Cuando el presidente del Soviet local, que er

quien presidía el mitin, daba por empezado eacto, y cuando después de la presentación obligad

concedía el uso de la palabra al primer oradomás música y más «Internacional».

Mientras hablaban los oradores extranjeros, nhabía aplausos, porque no nos entendían; pero a

raducir los discursos al ruso, lo mismo que a



hablar un orador del país, cada párrafo erubrayado por el aplauso del público; la band

acometía «La Internacional», que todo el mund

había de escuchar de pie y los más acérrimocomunistas saludaban militarmente.Era una verdadera obsesión. Terminó po

causarnos tal disgusto que, el que más y el qumenos, se escabullía en cuanto se percataba quhabía mitin o recepción oficial.

Aquella misma tarde, ya de noche, partimopara Simbirsk.

El recibimiento que se nos hizo en Simbirs

gualó al de Nijni-Novgorod.Del lugar donde se halla el embarcadero de

ío a la población, mediará la distancia de ukilómetro, cuya carretera estaba intransitable.

Los autos apenas podían circular, pero eSoviet no tenía medios de ordenar su arreglo.

Se nos llevó, primero, al domicilio social deSoviet, donde se nos obsequió con un almuerzo

Terminado éste nos dirigimos a una gran plaza



ituada en el centro de la población, en la que shallaban formadas todas las tropas de lguarnición para asistir a otro mitin con música.

En el centro del cuadro que formaban laropas se había erigido una tribuna en forma dcatafalco, a unos cuatro metros de altura, pardesde allí dirigir la palabra.

Después de presenciar el desfile de las tropaunos nos dirigimos al teatro y otros a la Academide oficiales del Ejército rojo, donde también scelebraba otro mitin.

Presenciamos el paso de un entierro que llam

nuestra atención por algo típico y propio del paíLa caja, era llevada en hombros y descubierta. Lapa la llevaban cuatro individuos que iban detrá

Es costumbre que no se cierre la caja del muert

hasta el momento de bajarlo a la fosa. No squiere privar al difunto, al parecer, de que sature de luz solar hasta el último momento.

Se comprenderá que, hallándonos en Simbirs

en misión obligada y oficial, no faltara



alusiones a lo más importante. Y ¿qué otra cosmás importante para Simbirsk y para locomunistas que recordar nos hallábamos en e

ugar del nacimiento de Lenin?Vladimiro Ilich Ulianof-Lenin, del que dicZinovief que su padre «era de origen campesino» que «trabajaba en la región del Volga en calidade director de las escuelas populares», era hijo da capital donde nos hallábamos en aque

momento.Todos los discursos que se pronunciaron aque

día en Simbirsk, fueron otros tantos panegíricos

a persona del jefe comunista, al «revolucionariin precedentes, al hombre que supo conducir a

proletariado a la más grande epopeya que lhumanidad conoce».

Yo, como no estaba designado para tomar parten ningún mitin de los dos que iban a celebrarsepor haber hablado en el de la Plaza, opté por ir presenciar el del teatro y ponerme en contacto co

el elemento civil.



La concurrencia era numerosa y se hacía difícacercarse al teatro. Cuando ya estaba sentado euna de las sillas del escenario, vino a llamarm

Lusowsky, para decirme si quería ir a tomar parten el mitin de la Academia militar, pues a Serratque con otro había sido designado, no se lencontraba por ninguna parte.

Acepté, trasladándome allá enseguida. Se noirvió un té y un sánwich al estilo ruso, y lueg

hablamos Sadul y yo.Ya tarde regresamos a bordo, a fin de part

aquella misma noche para Samara.

En unos tinglados del embarcadero, entre lomontones de mercancías y de restos de todas cosaallí abandonadas, se hallaban un centenar dfamilias tiradas por el suelo y en el más complet

abandono. La promiscuidad, la suciedad y lmiseria, delataban un hondo sufrimiento. Preguntpor qué estaban allí, y me contestaron que erafamilias que habían emigrado al interior de Rusi

el año anterior, a causa de la invasión del genera



blanco Denikine, y que ahora volvían a su país.Hacía días que esperaban un barco, y mientra

legaba habían de acampar a la intemperie y e

medio de la suciedad, sin que nadie se preocuparde su tristísima situación.La misma noche, partimos para Samara, dond

e repitieron las recepciones oficiales, los mítine «La Internacional».

Pasamos el día en Samara. De allí fuimos Saratof habiéndonos detenido antes en Marx-Stadciudad de Marx), que era una antigua coloni

formada por alemanes, originarios de aquellos qu

a reina Catalina atrajo hacia su paíconcediéndoles privilegios respetados hasta emomento de estallar la revolución.

En Saratof abandonamos el río para regresa

en tren hacia Moscú, pasando antes por Tula y povanovo-Vosnosiensky. Mas antes de dar poerminada la excursión por el Volga y retornar

Moscú, debemos decir algunas cosas, qu

eguramente, interesarán a quien nos lea.



Antes de llegar a Samara, visitamos unaminas que comenzaban entonces a ser explotadas.

Se trata de unas riquísimas minas de Gips, un

piedra betuminosa que no tiene desperdicialguno.Puede ser usada como combustible en horno

donde se precise mucho calor; fundiciones dhierro y de metales, por ejemplo.

Si se la quiere someter a reacciones químicapuede obtenerse del Gips sustitutivos de lbencina y del petróleo. Los residuos de lpreparación química, pueden ser utilizado

ambién como combustible en los hornos de fundminerales. Las cenizas de este combustible soutilizables totalmente como sustitutivo decemento, pues tienen las mismas propiedades qu

éste.De los sondeos practicados hasta entonces, s

enía seguridad de que las minas poseían unos 2millones de «pounds» de mineral. Si se tiene e

cuenta que el «pound» ruso equivale a unos 1



kilos de los nuestros, se comprenderá la inmensiqueza de la mina.

En unos pueblos musulmanes, formados hac

iglos por emigrados de Turquía, y que aúconservan su religión y costumbres, quisimoconocer el juicio que les merecía la Revolución.

Para aquellas gentes nada significaba lRevolución. Al contrario, estaban muy quejosodel Gobierno, porque no toleraba que los jóveneaprendieran el Korán en la escuela. Querían quus hijos aprendieran a leer; pero solamente e

Korán, lo demás no les interesaba.

Les preguntamos si les había satisfecho eeparto de las tierras hecho por el Gobierno.

—Aquí —nos dijeron— la tierra está lmismo que antes. Todo el mundo tiene lo qu

necesita y no ambiciona más.La miseria de aquella gente, viviendo en e

erreno más fértil de toda la Rusia central, pueestán enclavados sus pueblos en los límite

conocidos por «tierras negras», que son la



productoras de la mayor parte del trigo que sconsume en Rusia, era algo que laceraba el alma.

Miseria material y miseria espiritual.

El aspecto de sus casas, como el de lapersonas, era paupérrimo, primitivo, rudimentarioo tenían más deseo que saber leer el Korán

vegetar en la miseria.También visitamos unas escuelas jardines qu

había cerca de Samara, donde se nos recibió coa misma fastuosidad que se nos venía recibiend

en todas partes.Se nos obsequió con un banquete y las niñas

niños dijeron discursos alusivos al acto.Pregunté qué normas seguían para la admisió

de los niños. En aquellas escuelas-jardines parodos, era lógico pensar que no se había hech

elección. Me dijeron que todos aquellos niñoeran hijos de comunistas, pues siendo locomunistas quienes habían hecho la revolucióneran sus hijos los llamados a beneficiarse e

primer lugar. Y que tanto en aquella como en la



demás instituciones del Gobierno, no se ingresabi no se era comunista activo, miembro de

partido, mientras las plazas a cubrir eran justa

Cuando sobraban se aceptaban a quienes no fueracomunistas.Visitamos también la República Chuvasky, un

de las muchas Repúblicas comprendidas en lRepública Socialista Federativa de los SovietRusos.

Después de explicarnos las características depaís, nos interesó saber en qué consistía lautonomía que gozaban dentro del régime

centralista ruso. Nos lo explicaron ampliamente. Ellos era

autónomos, pero venían obligados a acatar todaas órdenes, leyes y decretos que los Soviet

establecieran, sin poder modificarlos en lo mámínimo.

Ajustar a la característica de las leyes decretos de Moscú las condiciones económica

ociales y políticas del país; pagar los impuesto



gual y en las mismas condiciones que las demáprovincias; dar al Ejército Rojo los hombres quéste pidiera y acatar la disciplina del Partid

Comunista y la dictadura del proletariado.Como a través de todas estas manifestacioneno viésemos la autonomía concedida y que ellomismos decían gozar, insistimos en nuestrademandas y aclaraciones, llegando a la conclusióde que toda aquélla autonomía quedaba reducida nombrar de entre los naturales del país sus propiofuncionarios y autoridades, aun cuando el númerde los mismos y sus atribuciones, era en Moscú e

donde se determinaba. En resumen, que no habíal autonomía.

Nos interesó saber qué efectos habíproducido la Revolución, y más que la Revolució

en su aspecto político, por ser una regióeminentemente agrícola, nos interesaba sabecómo se había recibido el reparto de tierras.

Como hablábamos con hijos del país, no

contestaron que las decisiones del Gobierno d



Moscú, respecto a la tierra, habían producidpésimo efecto y peores condiciones de vida quas que gozaban en tiempos del zarismo.

Aquí —nos dijeron— en este país, desde qunuestros antepasados lo ocuparon, existía lcostumbre de un reparto periódico de todas laierras cultivables. Cada tres años se realizaba

previa discusión en juntas y reuniones de vecinoel reparto de las tierras, y para evitar que a quiee tocara una tierra mala o lejos del pueblo s

hallase siempre en inferioridad con el que locara una tierra buena o cerca de la población, s

procedía de manera que no correspondieran nadie las tierras que había cultivado en el repartanterior. Con el procedimiento que aquí se seguíacada labrador, alternativamente, trabajaba tierra

buenas o malas, cercanas o lejanas de la ciudadegún las que le correspondieran en el reparto.

Ahora, todo esto, ha desaparecido. Al que locó o se apoderó de una tierra buena o cerca de

pueblo en el reparto, vive mejor, trabaja menos



obtiene más beneficio que aquel a quien le cupuna tierra mala o lejos de la población.

Se está dando el caso, de que tierras ante

cultivadas, quedan hoy incultas, pues por estaejos de la población o ser de escaso rendimiento no teniendo esperanza quien la cultiva d

mejorar su condición por un reparto ulterior, labandona y se marcha. Esto sin contar los muchoagricultores disgustados por el sistemestablecido.

—¿Por qué no reclamáis a Moscú? —ledijimos—. Amparaos en el derecho de autonomía

Tal vez consigáis que se os respete. —Ya hemos reclamado —nos dijeron—; per

no hemos adelantado nada. Y luego, ¡cuesta tantiempo antes de que se obtiene la más brev

contestación, que resulta preferible dejar las cosacomo están! Además, la disciplina del partido y eevitar que la contrarrevolución alce la cabezaobliga a transigir y callar en muchas cosas.

En Saratof visitamos un dominio comunista, l



que era igual que cuantas industrias habíamovisitado hasta entonces. Me contestó que aquellera un ensayo de comunismo. Me quedé perplej

ante la respuesta y ante el ensayo de organizaciócomunista.Y téngase en cuenta que para visitar e

«Dominio Comunista» y conocer su organizaciónhabíamos hecho un viaje de unos veinte kilómetroen un camión y por una carretera intransitable.

En Saratof, como centro industrial bastantmportante, y por la razón de ser ciuda

convergente de todos los productos de una regió

iquísima en cereales, lo que la clasifica dpoblación de primer orden, las recepciones nenían fin.

Visitas a centros oficiales; paradas y desfile

militares; visitas a fábricas e industrias, discursomítines y la consabida banda de música que nuncnos abandonaba en llegando a cualquier ciudacon su Internacional a troche y moche.

Los dos días que pasamos en Saratof fuero



animados y provechosos. Solo una cosa les faltabpara llenar nuestra ambición. Que el pueblo, everdadero pueblo, no aquél que nos servía d

comparsa y de coro en nuestras visitaecepciones y mítines, hubiera también interveniden los festejos y participado de las demostracionede contento y algazara que parecíanos presidir conuestra presencia.

En Saratof, como ya hemos dicho, dejamos eVolga, con harta tristeza por mi parte y tomamos eren, el mismo que nos condujera de Moscú ijni-Novgorod, que había sido dirigido haci

Saratof con esta intención.Partimos al segundo día de estancia, ya d

noche, hacia Tula. Aún faltaban muchos días parque el Congreso diera comienzo a sus tareas. Po

anto no nos apremiaba llegar a Moscú y optamopor visitar Tula.

Tula es también un centro industrial de bastantmportancia. Las industrias son de guerra y allí s

fabrican los samovars. Visitamos las fábricas d



cartuchos, cuyos obreros eran antibolcheviqueacérrimos y convencidos. Tres meses antes dnuestra visita, habían sostenido una huelga qu

perdieron, por lo que los bolcheviques lempusieron condiciones leoninas al volver arabajo, a más de haber sido condenados a pena

que variaban, entre uno y ocho años de presidio, reinta y cinco huelguistas, considerados com

promotores del conflicto.Bueno será advertir —siempre en honor a l

mparcialidad más absoluta, y para que no extravíel juicio de nuestros lectores— que no se tome e

u crudeza, ni como arma para combatir a lobolcheviques, el caso de las condenas por lhuelga de las fábricas de municiones de Tula.

Digamos, sin eufemismos, que nos pareci

dura y desproporcionada la condena que el Soviempuso; pero digamos, también, que la huelga nenía justificación, además de ser de efecto

contrarrevolucionarios en aquel momento.

Los obreros de las fábricas de municiones d



Tula, ya en tiempos del zarismo, gozaban dprivilegios y ventajas que no disfrutaban loobreros de otras fábricas. Estas ventajas fuero

ambién respetadas por el Gobierno sovietista, ea proporción adecuada y posible de los salarios condiciones que para el resto de los trabajadoree mantenían.

Y gozando de estas ventajas, hallándose econdiciones de superioridad con relación al restde los obreros de toda Rusia, ¿qué razóustificaba la declaración de esta huelga?

Pero hay otra condición que agrava aún más l

errible circunstancia que rodeó a aquella huelga.Hemos dicho que las fábricas de municione

de Tula son las más importantes de toda Rusia, quequivale a tanto como a decir que son las única

que existían en Rusia para la fabricación dcartuchos, bayonetas y armas cortas del Ejércitopor lo que eran las solas proveedoras de estomateriales de guerra. En estas fábricas se acuerd

declarar la huelga y plantear el conflicto cuando l



provocación de guerra de Polonia a Rusia era algque todo el mundo preveía. ¿No era esto dejar aEjército Rojo sin medios de defensa ante e

enemigo?Digamos siempre que aquella huelga no erposible ampararla en aquellos momentos.

No la justificaba la conquista de mejoras, puea situación de aquellos obreros era mejor que l

de todos los obreros de la Rusia Soviética. Y ecambio, con su declaración, podía darse lugar a lnvasión de Rusia por los ejércitos reaccionarios.

Siempre podrá tacharse de excesiva l

condena que se impuso a los treinta y cincobreros considerados como promotores de lhuelga; pero la conducta de éstos, como la dodos sus compañeros, no fue ni oportuna ni justa.

Como comandante en jefe del sector de lafuerzas del Ejército Rojo que vigilaban prestaban servicio en las fábricas de municionefiguraba un anarquista, integrante de uno de lo

grupos anarquistas que existían en la actualidad.



Quisimos conversar con él; pero el que nupiera hablar francés, ni nosotros ruso o inglé

que eran los idiomas que hablaba, impidió poderl

hacer preguntas acerca de la verdad de lucedido.Sin embargo, no por él sino por una joven d

a localidad, que hablaba el francés correctamentepudimos cambiar impresiones acerca de lituación del país.

La forma de expresarse de esta joven, nolevó en seguida a darnos cuenta de que no

hallábamos ante una persona nada favorable a

bolchevismo y a la revolución misma, por lo quus manifestaciones resentíanse de la mism

parcialidad que las oficiales y oficiosas, aunquen sentido totalmente opuesto.

Me confirmó la opinión que yo venía formandacerca de lo que el pueblo ruso, el de lapoblaciones que visitábamos, tenía de nosotroDecían que éramos unos cuantos individuos qu

os bolcheviques habían contratado en Europa



—La economía —nos dijeron— es malísimaDe los centenares de fábricas textiles que hay en lciudad y en la provincia, apenas si trabajan do

decenas, y aún no muy intensamente. La mayoríde los obreros y obreras textiles, han tenido quemigrar, dedicarse a otros trabajos, si se encuentrcolocación, o bien padecer mucha hambre miseria por falta de recursos. Políticamente, eSoviet se envanecía de ser Ivanovo Vosnosienskuno de los puntales más firmes del bolchevismo.

—Aquí, en nuestra población —nos afirmaro— se constituyó el primer Soviet ruso el año 1905

cuando aquel grandioso movimientevolucionario. Aun no se había decidido ningú

partido político a constituirlo, cuando nosotroanzamos la iniciativa.

Ahora mismo, del Soviet de aquí, han siddesignados varios camaradas para presidir los dalgunas regiones importantes de Rusia, la dSaratof entre ellas. Es una prueba de confianza qu

el partido nos da; y nosotros, acatando su



órdenes, correspondemos con la misma lealtad.A una pregunta nuestra, de si ya en 1905 e

elemento bolchevique predominaba en Ivanovo

nos contestaron que no; entonces eran lomencheviques y los socialistas revolucionarios loque predominaban. «Aun ahora —afirmaron—, ea revolución de marzo y de noviembre de 1917

eran aquí la mayoría; pero el partido comunista sha librado de ellos. Algunos se han hechcomunistas; otros se han marchado. Somos mueveros para estos contrarrevolucionarios».

Partimos aquella misma noche de Ivanov

Vosnosiensky, y al día siguiente, 14 de julio, a laonce de la mañana, llegamos a Moscú.

En los 14 días que duró la excursiónecorrimos bastantes centenares de kilómetro

visitamos ciudades, pueblos y aldeas rusaomamos parte en más de treinta mítines y vimo

algunos de los errores fundamentales decomunismo ruso y los tremendos defectos de l

centralización comunista. Pero lo que más m



mpresionó fue la visita a las escuelas-jardín dSimbirsk.

Cuando allí se me aseguró que solo los hijo

de los comunistas tenían derecho a concurrir a laescuelas jardín, por haber sido sus padres los quhicieron la revolución, la silueta de una burguesíaanto o más avara y cruel que la destruida, iempre más interesada por ser nueva y necesita

afianzar su predominio, surgió en mi mente con lapidez de esas visiones que no se borran jamáCuánto quisiera haberme equivocado! ¡Cuánt

hubiera deseado que aquello hubiera sido nad

más que obra de la fantasía impresionada a causde los prejuicios que la convivencia forzada en uégimen capitalista pudiera determinar en mí!

También haré mención de un mercado público

en donde se hacían toda clase de transaccionecomerciales, en dinero y en especie, próximo adesembarcadero de Simbirsk.

La mayoría de los comerciantes eran de orige

musulmán, habitantes en la región. En el mercad



había de todo. No en gran abundancia, pero habíde todo.

Yo mismo me compré unas sandalias del paí

por las que pagué ocho mil rublos, y eran de lamás baratas.Pan, harina, carne, legumbres seca

quincallería, mercería, de todo podía encontrarsen aquel mercado semanal, aunque lo máabundante era la ropa y, sobre todo, el calzado.

Repitamos de una vez para todas, que luciedad y abandono observados en las calles d

Petrogrado, y apenas entrevisto en Moscú, era l

nota saliente en todas las poblaciones quvisitábamos.

En Saratof era indescriptible. Los montones dbasura y desechos de todas clases, eran continuo

Había calles por las cuales el tránsito, a causa dos hedores, se hacía poco menos que imposible.

Algunos grupos de delegados, apenas entrabaen una calle, daban media vuelta y retrocedía

apresurados. Tales eran el hedor y la fetidez que s



espiraba.Si las calles no hubieran sido muy anchas y la

casas bajas (de uno o dos pisos las de mayo

altura) la habitabilidad en aquellas viviendahubiera sido imposible.Muchas casas se hundían o amenazaban ruina

por no poderlas reparar a falta de materiales, esta imposibilidad y el que muchas otras hubieraido confiscadas por los Soviets locales, sin qu

pudieran ser habitadas a causa de la confiscaciónhacía que numerosas familias vivieraamontonadas y en reducido espacio, pues de n

conseguir el permiso del Soviet local para habitauna casa, no había medio de tenerla; y estpermiso costaba lo indecible lograrlo.

Nos interesó grandemente inquirir si las gente

e preocupaban por aprender a leer y a escribiafirmáronos que sí; aunque los resultadoobtenidos no fueran tan brillantes como en Mosc Petrogrado. La mayoría, atormentada por l

escasez de alimentación e impelidas a procurars



el sustento cotidiano, relegaban la cultura egundo término.

El deseo, muy humano, de conservar la propi

existencia, restaba méritos a la obra cultural.Una observación interesante en extremo: nvimos por las calles ningún borracho. Y sabido eque el alcoholismo ha producido en Rusia grandeestragos; el bolchevismo podía ufanarse de estvictoria.



IV

Nuevamente en Moscú

El poder abandonar la estación para dirigirnoal hotel, de vuelta en Moscú, resultó harto difíci

Recados y avisos; autos que se anuncian pero quno llegan; imposibilidad de abandonar la estacióin que la orden sea dada. En fin, nos resignamos

esperar. Por último, a las cuatro horas de esperae presentaron varios autos y tres camiones. Com

no hubiera bastantes vehículos cómodos parodos, se desarrolló una escena grosera epugnante. El asalto a los autos fue tan brutal, quncluso se quedaron en tierra tres de las sei

mujeres que figuraban en la comitiva.Alguien les hizo ver a los asaltantes s

ncorrección y grosería y algunos descendieronprotestando de aquella irrupción, impropia d

hombres que se estimen en algo.



Los demás nos acomodamos como mejopudimos en los camiones.

La vida en el hotel no había cambiado. Sol

hallamos más camaradas delegados; ingleses franceses. Se anunciaba la llegada de otros, entros que se contaban los malogrados Vergea

Lepetit y Lefevre, y algunos alemanes; incluso shablaba de un delegado del Partido Comunistespañol.

Nuestra manutención fue espléndida. Éramos laristocracia en este sentido.

Hacíamos cuatro comidas. El desayuno, qu

consistía en un trozo de queso, pan y té. Lcomida, a las doce, compuesta de una sopa degumbres, un plato de cacha (harina de mijo), otr

plato de carne, pato generalmente, pan y té.

A media tarde, otra ración de queso, pan y téTanto en la ración del desayuno, como en el de larde, el queso era con frecuencia reemplazado po

el caviar, alimento hecho con huevas prensadas d

esturión, muy apreciado en Rusia y en todos lo



países del Norte.Por la noche, a las diez, cenábamos. La cen

olía componerse de los mismos platos que l

comida.Diariamente se nos repartía un paquete dcigarrillos y una caja de cerillas, sin haceomisión de los no fumadores. Disponíamoambién de cuarto de baño, de barbero y de vario

autos para cuando necesitásemos trasladarnos aKremlin o a otra parte. Bien es verdad que eabuso que se hacía de los autos por parte dalgunos delegados, privaba a otros de poderlo

utilizar cuando les era preciso. Nosotros hemos ddecir que preferimos siempre ir a pie. Era mácómodo y no se entretenían los autos en servicioecreativos a veces. Así pensábamos alguno qu

otro delegado nada más.La convivencia en el hotel nos hizo penetrar e

a psicología de muchos de los que querían ser lofuturos dictadores del proletariado de Europa.

Había quienes, diariamente, se hacían serv



por el peluquero y si éste no les complacía coarreglo a sus gustos, lo trataban sin consideraciónexponiéndole a ser expulsado del trabajo. Algun

hubo que fue a quejarse al Comandante, valiéndolal servidor severas repulsas del superioerárquico.

No faltaba, tampoco, quien cada noche sacarus botas al pasillo, como es uso en los hoteles d

Europa, para que los «camaradas» de servicio laustrara y abrillantara, con el subsiguient

agradecimiento en reprimendas del «camaradcomunista» delegado, cuando descubría en s

calzado el más leve descuido.Todavía quedaban otros más repugnante

Explotando el hambre que sufrían las mujereencargadas de la limpieza del hotel, las pedía

favores especiales a cambio de una parte de lación que a ellos les correspondía. ¡Cuánta

miserias morales! ¡Y aquéllos eran, y sigueiéndolo algunos, los continuadores de Lenin en e

apostolado de regeneración social!



Como hiciera mucho calor y casi todoleváramos ropas de invierno, el Comité de l

Tercera Internacional tuvo la atención d

epartirnos unas «rubaskas» o blusas típicas depaís; y algunos delegados que, por las dificultadeque tuvieron para llegar a Rusia lo hicierodesprovistos de ropa de repuesto, se les entregó lnecesaria. A todo el que lo deseó se le entregambién unas sandalias. Este reparto, que quitaba posibilidad de recibir algunas prendas —lo

que las necesitaban más que nosotros las gentedel país, pues nosotros, al regresar a Europa

podíamos proveernos de todo—, desató lavaricia de alguno, al extremo de pedir ropa parus hijos, que estaban en Europa.

Otro hubo que, por habérsele caído el reloj a

uelo y habérsele parado, asedió a Zinoviedurante ocho días para que se le concediera otro.

—He roto el mío —decía—, justo es que mden otro.

Y para terminar con estas miserias morales



nunca olvidaré que un delegado del PartidSocialista Independiente Alemán se quejara Lenin de la comida que se nos daba, diciendo qu

aquello «era una porquería», cuando, debepetirlo, nuestra alimentación representaba uesfuerzo enorme, dados los recursos con qucontaba el país y el gobierno.

Quienes así obraban allí, molestandcontinuamente con quejas y reclamaciones aComité de la Internacional, y quienes obraban comentalidad de burgués cuando aún no eran nada¿qué harían y cómo obrarían mañana si un

evolución les daba el Poder en el país quepresentaban? Y, además, es que todos ellos soos que decían entonces en Moscú, y aun repiten e

Europa, que nosotros tenemos la mentalidad d

pequeños burgueses. ¡Qué cinismo!

***



El aspecto de Moscú es el de una capital econtinuo y agitado movimiento.

La estancia del Gobierno con los miles d

burócratas que le rodean, hace que la vida sntensifique enormemente, lo que evita que Moscdé igual sensación de miseria que daba lobservación de las demás ciudades de Rusia. EMoscú esta sensación solo era más débil.

Las calles sucias y abandonadas, llenas dbaches, intransitables, dificultaba la circulación dos vehículos oficiales. Muchos edificio

presagiaban ruina. El Gobierno los confiscó, lo

cerró; algunos con mercancías y géneros, y apermanecían aún. Los géneros que no han sidobados, se pudren y deterioran en el interior.

Era una nota saliente ver algunos escaparate

de comercios de importancia antes de levolución, conservando aún, aunque cubiertos d

una espesa capa de polvo, los objetos que alpusiera el comerciante para llamar la atención de

comprador.



En algunos escaparates se ven objetos dutilidad indispensable, y que no se encuentran eos depósitos sovietistas; pero aquellos que están

a vista, como los que hay almacenados dentro, ne pueden tocar porque la estadística no esthecha, a pesar de que hacía cuatro años que lcomenzaron. Hemos dicho «los que están dentro»cuando debiéramos decir mejor «los que debíaestar», pues es frecuente que, cuando con arreglo as estadísticas se vaya a disponer de los género

que hay almacenados en el local, se halla el sitique ocupaban, mas no los géneros.

Y en medio de tanto edificio cerrado y siutilidad alguna, veíanse de noche racimos dpersonas durmiendo en el suelo y en los quicios das puertas por no tener albergue.

Otro espectáculo deprimente y que representuna pérdida de tiempo considerable y enorme, erel que se daba con los repartos de vívereextraordinarios, ropas o billetes de ferrocarri

Sobre todo esto último era algo que llamaba l



atención de quien no quisiera cerrar los ojos a lealidad.

En las estaciones, como en los despacho

centrales de billetes y de permisos de viaje, lacolas eran permanentes. No era raro encontrarlas de quinientas y má

personas.Había quien tenía que pasar dos y tres día

antes de poder obtener un billete. Y como no erposible abandonar la tanda sin perder el puesto, bien habían de comer y dormir por el suelo, o bieelevarse por alguna otra persona. Esto era lo má

frecuente.Esta parsimonia burocrática en el reparto d

víveres, ropas, demás efectos y billetes, diocasión a una industria bastante lucrativa: la de lo

eternos permanentes en las colas.La persona que tenía algún vale con derecho

opción a ropas, víveres o billetes, y no pudiera no quisiera formar cola, se convenía con u

profesional y, mediante una prima, permanecía e



el turno por el interesado. Como habían de estaallí por uno, les era indiferente estarlo por cuatro cinco y entre estos cuatro o cinco se asegurab

un jornal. No se crea que esta lucrativa tarea —puehabía quien ganaba mucho más en ella que hubierganado trabajando— no fuera penosa. Snecesitaba ser de un temperamento especial parejercerla. Aparte lo que significa pasarse horas horas en espera, la suciedad de los locales y lpromiscuidad entre gente plagada de parásitos, lhacía más penosa y repugnante.

Por curiosidad, entramos un día en uno de lodespachos de billetes, instalado en la Plaza de lOpera de Moscú, cerca del antiguo hoteMetropolitano, y aunque era un momento en que l

fila no la formarían más de un centenar dpersonas, la atmósfera era poco menos qurrespirable.

El suelo, como las paredes, casi producí

náuseas, y allí, y en actitud de espera, habían d



pasar los profesionales de las colas, horas y horapara lograr un billete.

Estas correrías e investigaciones las hacíamo

prescindiendo de todo informe oficial o de loguías e intérpretes que en el hotel se nos ofrecían.

***

Los preparativos para la apertura del Congreseguían con inusitada actividad.

La llegada de delegados extranjeros, así com

del interior de Rusia, daba animación y vida a lcapital.

En el hotel Dislavoy Divor se oía hablar eodos los idiomas, y se veían rostros que marcaba

diferencias raciales.Las reuniones previas que el Comité Ejecutivde la Tercera Internacional celebraba, eran caddía más interesantes y apasionadas. S

vislumbraba en ellas lo que más tarde dividiría



os obreros socialistas del mundo.El criterio cerrado y dogmático de lo

comunistas autoritarios rusos, no cedía en nada

Amparados en la aureola de la revoluciónmponían, no aconsejaban, su política.La diatriba, el sarcasmo y, lo más antipático, l

uficiencia que se atribuían de ser ellos solos loque habían hecho la revolución, iba poco a pocpreparando el terreno para la escisión que en ecampo socialista producirían las famosas veintiuncondiciones de Moscú.

Nosotros, mientras tanto, más atentos al dese

de conocer la realidad que a intervenir equerellas de partidos, no cesábamos de correr poas calles, visitar centros oficiales u oficioso

preguntar, inquirir, desentrañar el misterio en qu

el desconocimiento del idioma nos encerraba, paracercarnos lo más posible a la realidad.

Por fin, el día diecisiete de julio, nos anunciaque dos días después partiríamos todos lo

delegados para Petrogrado, pues siend



Petrogrado la cuna de la revolución, queríaendirle un máximo homenaje de simpatía

admiración, celebrando en aquella capital l

apertura del Congreso con una serie de festejos de manifestaciones artísticas que a tal fin habíaido preparadas. En Petrogrado solo se celebraría sesión de apertura, continuando luego e

Congreso en Moscú, para donde regresaríamos edía veintiuno.

Los preparativos para el viaje de lodelegados se realizaron con rapidez, no sin que aniciarse surgiera una cuestión de competencia.

Zinovief sostenía que, siendo delegados aercer Congreso de la Internacional, era a ésta

quien competía organizar el viaje, mientras quTrotsky, alegando la inseguridad del país y l

posibilidad de un atentado contra nuestrapersonas, por parte de los contrarrevolucionarioostenía que era al Comisariado de la Guerra

quien competía la organización del viaje y d

nuestra seguridad personal.



Triunfó Trotsky y fue el Comisariado de lGuerra el organizador del viaje.

Se nos comunicó que la salida de Moscú s

efectuaría el día diez y nueve de julio, a las dos da tarde, en tren especial, a fin de llegar Petrogrado a las diez de la mañana del día veintefecha de apertura del Congreso.

A las doce del mediodía del designado para lmarcha comenzaron a llegar automóviles al hoteDielawoy-Divot para recoger a los delegados.

En el trayecto, y a distancias prudencialepatrullas de soldados ejercían una estrech

vigilancia.En los alrededores de la estación las patrulla

eran más numerosas e impedían al públicacercarse a la puerta principal. Las órdenes era

erminantes.En los andenes interiores no había nadie qu

no fuera delegado componente de la comitiva. Estera numerosísima.

Los delegados extranjeros éramos uno



esenta. Y para la expedición había dos treneespeciales que se llenaron y aun hubo quien viajncómodamente.

En el andén conocimos a Kamenef, RikoRakoskyy otros caracterizados comunistas.Todo el trayecto estaba guardado militarmente

De trecho en trecho dos centinelas, uno a cadado de la vía y arma al brazo, vigilaba

constantemente. En los puentes había docentinelas a cada extremo.

En todas las estaciones algo importantes sdetenía el tren y éramos recibidos a los acordes d

«La Internacional», que sonaba matemáticamentapenas entraba el tren en agujas. En algunaestaciones se aprovecharon las paradas de lorenes para improvisar mítines.

Cuando llegó la noche, respiramos. Creíamoque todas aquellas manifestaciones espontáneas

preparadas por el Comisariado de la Guerra, nnos molestarían más. ¡Craso error! Ya d

madrugada, y cuando los delegados dormíamo



ranquilamente, las bandas de música y los Sovietocales irrumpían en las estaciones entonando «Lnternacional» y dando estentóreos ¡hurras! a l

Tercera Internacional.Eran algo ridículas y grotescas aquellantempestivas apoteosis. Pero la orden era tajante

El Estado sovietista lo disponía así para que eComisariado de Guerra pudiera acreditarse dperfecto organizador.



V

Recibimiento,

apertura del Congreso, mítines y otros

festejos

Ya estamos en Petrogrado.Los andenes de la estación se hallaba

abarrotados de gente. Todos los comunistas dPetrogrado, con el Soviet al frente, se hallabaallí.

Además, las precauciones y la manía de darl

a todo aquello un matiz militar y de perfectorganización, hacía difícil la circulación.

Todas las colectividades oficiales y oficiosahabían enviado una delegación, lo que daba e

conjunto unos cuantos centenares de persona



encerradas en el estrecho límite de la estación.Poco a poco fue organizándose la comitiva.El Comité de la Tercera Internacional, e

pleno, se puso a la cabeza. Luego, las distintapersonalidades comunistas; a continuación, lodelegados y, detrás, todos los estandartes de laorganizaciones de la ciudad.

¡Ah! También teníamos allí la banda de músicque, apenas organizada la comitiva, atacó «Lnternacional».

Pero todo esto había de hacerse en los andenedescubiertos, mientras la sutil lluvia nos ib

calando la ropa. La verdad es que resultaba poccómodo e interesante tanto cúmulo de tonteríaapoteósicas y ordenancistas.

Puesta en marcha la comitiva y llegada a l

plaza que hay delante de la estación, eespectáculo que se ofrecía a nuestros ojos fue podemás ridículo y grotesco.

En ambos lados de la estación, encuadrados e

íneas formadas por «hombres y soldados» s



hallaban todas las niñas y niños de las escuelas dPetrogrado, con ramitos de flores y hierbas en lamanos, mojados hasta los huesos, pues hacía má

de dos horas que habían sido llevados allí.De tiempo en tiempo aquellas criaturas, cuando sus profesores se lo indicaban, gritaban uhurra! a la Tercera Internacional.

Tras de los niños se alineaban miles dobreros de las fábricas, paralizadas por órdeneuperiores. A los obreros se les había conducid

allí bajo la custodia de sus encargados y Comitéde fábricas.

La fila que formaban aquellos párvulos aquellos adultos, confundidos en un comúdenominador de inocencia y que durante dos horaestaban soportando la lluvia a pie firme por orde

uperior, llegaba desde la estación al palaciSmolny, domicilio oficial del Comité de la Tercernternacional de Petrogrado.

Compasión daba ver a los niños con la

opitas pegadas a sus esqueléticos cuerpo



escurriéndoseles el agua por las pálidas y enjutamejillas y con los ramos pascuales en la mano gritando los hurras reglamentarios y ordenados.

Los tranvías, como la mayoría de los edificioprivados y públicos del trayecto, se hallabaengalanados y empavesados con banderas y trapoojos, con inscripciones alusivas a la Tercernternacional y a la unión de todos los proletario

del mundo. Por entre las filas aquellas de criaturamenores y mayores y con la parsimonia y lentituque caminan las comitivas numerosas, bajo lluvia implacable y silenciosa, nos íbamo

acercando a Smolny.Los jardines que rodean el Palacio de Smoln

e hallaban invadidos por el público.Los gritos y ¡hurras! a la Tercera Internaciona

al Partido Comunista, apenas cesaban unstante. Las bandas de música, tocando «Lnternacional», completaban el cuadro.

Aparte el griterío de rigor, los rostros d

aquella multitud parecían máscaras impenetrable



Salvo a los comunistas entusiastas, que se ledistinguía en seguida por la actividad y alegría dque daban pruebas apenas se oía alguna palabra

algún murmullo.Se veía al momento la violencia moral quepara la inmensa mayoría, delataba su presencia eaquel lugar.

La entrada en Smolny y el acceso a la gran saldel primer piso, donde se nos había preparado ealmuerzo, era difícil. Los centenares de personaque ocupaban los pasillos interrumpían el paso.

El aspecto de la gran sala era deslumbrado

Banderas y cortinajes rojos, artísticamentcolocados, daban un tono de atractivo a lmajestuosidad del local. Largas filas de mesacubiertas de blancos manteles y con numeroso

ervicios preparados, incitaban a todos a sentarseEn el fondo, y al centro de la sala, se alzaba unribuna desde la que los oradores, ya designado

habían de dirigir la palabra.

Sentarse ante una mesa de aquellas resultab



empresa poco fácil. Los servicios puestos npasarían de unos quinientos, mientras que enúmero de comensales se acercaría a dos mil. Po

fin, tras algunos apretujones y molestias, pudimoacomodarnos.Durante el almuerzo, que fue espléndido

abundante —si consideramos el hambre qupasaba la población, que ni pan encontraba—, separtió a cada delegado un lazo de terciopelojo, insignia de los Soviets, y una medalla d

plata, acuñada en relieve, con un dibujo alusivo aCongreso y la fecha del mismo.

A la hora de los discursos, Zinovief empezcon el de tanda, siguiéndole luego Serratí, potalia; Paul Levi, por Alemania, y asucesivamente cada orador por el país que l

delegaba.Cuando ya nos levantábamos todos par

dirigirnos al palacio Tauride, antigua Dumzarista, donde debía celebrarse la sesión d

apertura, una ovación estruendosa, prolongada



nenarrable, nos hizo fijar la mirada en la tribunaLenin acababa de aparecer. Era la segunda vez quo veíamos desde nuestra visita en el Kremlim

Aquella aparición súbita, instantánea, casi mágic—mucho más teniendo en cuenta que no habíviajado en ninguno de los dos trenes y que luponíamos en Moscú—, nos impresionó a todoos que no estábamos avezados a los trucos

genialidades en los que son verdaderos maestroos bolcheviques.

Terminada la ovación, que fue coronada cores ¡hurras!, Lenin dirigió la palabra para dec

brevemente que nos encamináramos hacia ePalacio Tauride, donde la sesión del Congresdaría comienzo en cuanto llegáramos lodelegados.

El desfile hacia el Palacio Tauride fue tapenoso y tan impresionante como el que nos habíprecedido a Smolny.

La lluvia caía de nuevo y la carrera se hallab

cubierta por centenares de niños y de hombres qu



habían de aguantar a pie firme hasta el final pardar los ¡hurras! consabidos y obligados.

El conseguir el acceso al antiguo salón d

esiones de la Duma, constituía una hazaña dcaracteres épicos. Centenares de personas sagrupaban en los pasillos y saloncillos deseandpoder ocupar un sitio en la tribuna pública.

Los delegados, a quienes la insignia les abríel paso por todos los sitios, necesitaron deconcurso de los soldados para poder llegar hastel salón.

La atmósfera era poco menos que irrespirable

Aunque la mañana era lluviosa, el calor se dejabentir. Un calor impregnado de humedad, má

mortificante en aquella ocasión por la exageradconcurrencia de personas.

En cada uno de los escaños destinado a lodelegados, se hallaban colocados los diversoefectos que se le destinaban. Había una cartera coa inscripción del acto que se celebraba y la fech

del Congreso, bloques de papel para tomar nota



alón-café de la Duma, se nos sirvió una comidpropia de príncipes, si tenemos en cuenta lituación rusa del momento.

Terminada la comida, partimos hacia unexplanada de uno de los barrios de la capital, sitieñalado para la inauguración, con nuestr

concurso, de unos monumentos y una plazalegóricos a la revolución.

Finalizada esta ceremonia, tornamos hacia ecentro de la ciudad para dirigirnos a la plazOuritzky, antes plaza de Invierno, donde debícelebrarse un grandioso mitin internacional, par

o que se había levantado una tribuna delante de lpuerta principal del Palacio de Invierno.

La multitud congregada en la plaza sumabmuchos miles de personas, y como la tribuna s

había levantado junto a la fachada del Palacimismo, se vio en seguida que la mayoría depúblico no oiría a los oradores.

Se obvió el inconveniente improvisand

ribunas sobre autos que se colocaron en distinto



extremos de la plaza.Terminado el mitin nos dirigimos al Palaci

del Trabajo, en una de cuyas salas se nos sirvió l

cena, teniendo ocasión de visitar despacio eedificio y los diferentes organismos e institucioneen él establecidos.

Entre las nuevas instituciones visitadas shallaba el Club Rítmico y Declamatorio. Senseñaba a los alumnos y alumnas danzas rítmicaplásticas y declamación.

«El número de alumnos fue considerable aprincipio —nos dijo una de las profesoras— per

disminuye cada día. No porque decaiga la aficiónni por falta de amor a las artes rítmicas declamatorias; es la necesidad económica, el teneque procurarse elementos indispensables a l

ubsistencia, lo que disminuye los alumnos.»Aquí en el círculo —continuó— se da un

ación a cada alumna y alumno que concurre; peruna ración no basta a su sostenimiento, y meno

aún para aquellos de nuestros educandos qu



pareja de bailes típicos que había en todo el país.Terminada la cena nos dirigimos hacia el luga

donde estaba emplazado el edificio de la antigu

Bolsa, delante del cual iba a representarse, eplena noche, un espectáculo de gran vistosidadalusivo a la lucha de los trabajadores contra ecapitalismo.

El acceso al pórtico de la Bolsa se hace pounos escalones de piedra, y en estos escalones y eel pórtico, que es muy amplio, tuvo lugar lepresentación.

La obra o espectáculo se componía de vario

cuadros.En los primeros se veía a la clase trabajador

hundida en la más abyecta esclavitud, mientras quos patricios y aristócratas se divertían y gozaban

Luego, al proletariado en revueltas contra lodominadores, para suprimir la esclavitud, siendvencido y tratado duramente.

En otros, se presentó ya al proletariado sem

ndustrial, con sus gremios, en pugna abierta contr



a que tomaron parte centenares de comparsas. Lestrella roja apareció en el espacio conducida eu descenso hasta el pueblo por los bolchevique

cual signo auroral de redención.Todo el espectáculo se desarrolló bajorrentes de luz enviada por potentes reflectores.

Cerca de las dos de la madrugada terminó lepresentación, a la que habían acudido miles d

personas.En los autos, que ya nos esperaban, partimo

para la estación, pues por la escasez dalojamientos en la villa, dormiríamos en las cama

de los vagones.Se nos dijo, antes de acostarnos, qu

probablemente se organizaría una excursión Crostand, pero no llegó a realizarse.

Casi toda la mañana del día siguiente lpasamos en la estación. A cada momento llegabaórdenes acerca de lo que había de hacerse. Cercde las doce del mediodía se nos comunicó que

definitivamente, a las dos de la tarde



ciudad.



VI

Tarifas de salarios y

organización sindical

Para el día 23 de julio, a las diez de l

mañana, fue anunciada la segunda sesión deCongreso que, hasta su terminación, debícelebrarse en la sala del trono, llamada de SaAndrés, en uno de los Palacios del Kremlim.

A pesar de ser las diez de la mañana cuandnos presentamos en la sala, se dio comienziendo más de las doce. Este retraso no fue solo e

el primer día; en los posteriores ocurrió lo mismo

cuando no algo peor. Un día, una sesión anunciadpara las diez de la noche, comenzó a las dos de lmadrugada.

Al margen del Congreso, y en las horas qu

éste dejaba libres, procurábamos completar la



nformaciones lo mejor posible.El que Kibalchiche y otros empleados de l

Tercera Internacional se hallaran en Moscú

favorecía bastante nuestro particular deseo. Una das personas con quien primero me puse ecomunicación, fue con Sacha Kropotkin, la hija dPedro Kropotkin, a la que indiqué la satisfaccióque tendría en poder entrevistarme con su padre.

También visité el Club anarquista estableciden la Teverskaia, donde conocí, entre otrocamaradas, a Askarof y a Gordin. Por conducto dSchápiro, conocí a Maximof y a otros.

En el Club anarquista, en una de mis visitas, sorganizó una especie de conferencia que yexpliqué en francés y Askarof tradujo al ruso.

Hablando con los compañeros del Club, me d

cuenta de que muchos de ellos estaban algnclinados a aceptar el centralismo y la dictadur

del proletariado.Gordin, que era la cabeza más visible, el má

culto, se denominaba «Universalista», y hací



poco que había salido de la cárcel de Butirkdonde pasó tres meses por el delito de haber sidelegido para el Soviet de Moscú por los obrero

de la fábrica donde trabajaba.El de Gordin es un caso curioso de cómentienden la libertad los bolcheviques y de lo quignifica el régimen de los Soviets en sus manos.

Obreros de una fábrica de municiones, averificarse la elección de delegados para el Soviede la barriada a que pertenecía la fábrica, a pesade que los comunistas hicieron siempre listcerrada para delegados de Soviet y no admitiero

a supresión de ninguno de sus candidatos, loobreros de la fábrica en que trabajaba Gordiuprimieron un comunista y colocaron a aquél.

Cuando al hacer el escrutinio en la oficina de

Soviet, se vio que había sido suprimido ucomunista y elegido a Gordin, se le puso el veto e anuló la elección, para él solo, no para lo

comunistas que habían sido elegidos en la mism

ista.



espeto a la voluntad de los votantes.Encerrado Gordin y anulada la elección, s

propuso a los obreros nueva consulta electoral a l

que se negaron, y a Gordin se le propusenunciara al cargo. Obstinado éste en su derechoos bolcheviques no veían el medio de salirse coa suya. Presentar un nuevo candidato no podían

pues mientras los obreros de la fábrica votasepor Gordin, saldría siempre derrotado ecomunista.

Al fin, comprendiendo los compañeros dGordin que persistir en la conducta adoptada er

convertirse en los carceleros de su camaradaoptaron, si el Soviet celebraba nueva elección, poabstenerse de tomar parte en la misma, por lo quel candidato oficial saldría elegido aunque lo fuer

por una minoría de votos. Así ocurrió.Sabedor el Soviet de la actitud en que s

colocaban los obreros, convocó a nueva eleccióen la fábrica, y el candidato comunista sali

elegido por una treintena de votos, de los dos mil



pico que a la fábrica correspondía.Y eso que Gordin, como la mayoría de lo

componentes del Club anarquista de la Teverskaia

ransigía y se acomodaba bastante con ecentralismo y la dictadura del proletariado.La actividad de los componentes del Clu

anarquista no era para inquietar a los bolchevique, sin embargo, y con mucha frecuencia, la Tchek

hacía su aparición por allí. Por lo demás, locasos como el ocurrido con Gordin, abundaban eRusia.

Por estos camaradas tuve las primera

eferencias de lo que fue la insurrección ukranian del papel que desempeñó la actuación d

Makhno en la lucha contra la reacción. El Cluvivía merced a un restaurante que éste habí

establecido, consiguiendo poder preparar comidaque, expedidas con un pequeño beneficio, permitídestinarle algunas cantidades.

Las reuniones eran muy frecuentes; pero er

preciso ser parcos y comedidos en el juicio. D



vez en cuando llegaba algún camarada del interioque traía noticias de los compañeros y todoconcordaban en afirmar la persecución que lo

bolcheviques ejercían contra los anarquistas quno se sometían del todo.Me enseñaron números del «Izvestia» y de l

«Pravda», en los que se daban cuenta deecrudecimiento de fusilamientos por la Tcheka. L

opinión lo achacaba a que el Gobierno temía qupidiéramos los delegados extranjeros una amnistía, por si esto llegaba, para no tener que libertar os presos, los fusilaban. Los fusilados, si bie

había alguno tratado de bandido o especulador poos periódicos, la mayoría figuraban com

elementos contrarrevolucionarios.Como indicara a Luzowsky nuestro vivo dese

de conocer lo más exactamente posible efuncionamiento de la Bolsa del Trabajo, el de loSindicatos y de todo cuanto a la organizacióuviera referencia, puso a disposición nuestra u

ntérprete y nos relacionó con todos lo



organismos superiores que pudieran orientarnos.Confesamos de antemano, aunque de ell

pretendan sacar algún partido nuestro

adversarios, que no pudimos llegar a comprendeclaramente el funcionamiento de la organizacióSindical en Rusia. En líneas generales, sí; pero edetalle, no. Confesamos asimismo, y no comdescargo a la incapacidad e incomprensión que lobolchevizantes nos endosan, sino como unverdad, claramente revelada por la experienciaque la mayoría, por no decir todos, de los mismoempleados y encargados del funcionamiento d

aquella pesadísima máquina sindical, fuerocompletamente inútiles para darnos laexplicaciones y pormenores que pedíamoTampoco ellos conocían su funcionamiento.

Por la razón de unos y otros, no estaba en lforma de organización. Estaba en el continucambio y variabilidad de formas y movimientos da organización sindical.

El conocimiento exacto de cómo habían d



funcionar los Sindicatos, llevaría a los obreroque los compusieran y a los numerosos burócrataque los dirigiesen, a poder fijar una norma d

conducta en sus relaciones con el Estado, lo quhabía de redundar, a la larga, en beneficio de loobreros, ya que les aseguraría una ciertndependencia frente a la tiranía del Partid

Comunista; pero éste, previsor y astuto, procurabmpedirlo por todos los medios a su alcance

nada mejor que una renovación constante de lométodos de organización, apropiados o no al casoAdemás, esto parecía dar cierto eclecticismo a

pensamiento. Algo parecido al afán depurador dbuscar lo mejor y más perfecto. Pero, en realidado que se perseguía era realizar una maniobra par

asegurar la dominación del partido, maniobr

burda y deshonesta.Deseando completar en lo posible la

nformaciones que precisábamos, quisimos sabeprimero cuáles eran los salarios de los obreros

en qué forma los percibían y quiénes los fijaban.



La tabla de categorías de salarios establecidaabarca treinta y seis, más cuatro extraordinariaaplicables tan solo a quien el Comité de l

Confederación General del Trabajo, eComisariado del Trabajo y el Consejo dEconomía Nacional lo creyeran pertinente. Y ascomo en las treinta y seis categorías de salarioestaba limitada la cuantía de lo que había dpagarse, tanto en rublos como en el racionamientoque no podían rebasarse de ningún modo, lacuatro extraordinarias no tenían límites, pudiendatribuir la Comisión encargada de otorgarla, e

alario y el racionamiento que estimara oportuno.El punto de partida para otorgar una de esta

cuatro tarifas extraordinarias era una de las treint seis tarifas establecidas; pero el límite, como y

hemos dicho, no estaba fijado. Se dejaba aarbitrio de la Comisión.

De este sistema arranca uno de los engañomás propagados en todo el mundo al principio d

a revolución rusa y que nos presentó a lo



personajes más conspicuos de la misma rodeadode una aureola de austeridad y de sacrificio muejos de ser cierta.

Se nos dijo que Lenin, Trotsky, Radek y demápersonajes dirigentes del Partido Comunista y da revolución, dando pruebas de su amor al puebl de sacrificio por la revolución, se sometían odas las privaciones y escaseces a que la falta d

productos les obligaba y que, considerándosproletarios y obreros, se hablan asignado ualario como los demás y un racionamiento com

el de los obreros intelectuales.

En teoría así era. Pero la práctica era muy otraFue una realidad que Lenin, Trotsky, Radek

demás comisarios y aspirantes a tales, fueroconsiderados y catalogados como obrero

ntelectuales para los efectos del salario y de lación que habían de percibir, y con este truco

por este procedimiento nos hicieron creer a todoen el desinterés y en el altruismo de los comisario

bolcheviques.



Pero sin duda, por no darle importancia o pocreer que no interesaba a los demás el saberlodejaron de decir que se habían establecido la

cuatro tarifas extraordinarias referidas, que eraaplicadas a los personajes políticos de lRevolución. Con arreglo a estas tarifas, no ya lndispensable, tenían hasta lo superfluo. Est

debió decirse desde el primer momento y no lcontrario, que es lo que se puso en circulación.

Pero volviendo a las treinta y seis tarifas dalario establecidas en Rusia para catalogar

cada obrero en una de ellas, nos enteramos bien d

os procedimientos que se seguían.En las categorías más bajas, desde la primer

a la sexta, se incluía todo el trabajo de peonaje efábricas, talleres, obras, almacenes, etc., etc.

Como nos pareciera extraña tantmeticulosidad en establecer seis categorías para lque era más que suficiente una sola, pretendieroconvencernos del error, aduciendo razones que n

queremos calificar de infantiles.



o habían sido después de una minuciosa encuesthecha en toda Rusia por una comisión compuestde individuos de la Confederación General de

Trabajo y del Comisariado del mismo ramo.Los trabajos e investigaciones de estcomisión fueron ímprobos, tanto, que tardarocerca de un año en terminarse.

El decreto creando la comisión se promulghacia los primeros meses del año 1918 y terminus tareas en enero de 1919. A primeros de febrer

del mismo año, se hicieron obligatorias lacategorías de salarios establecidas en el inform

de la comisión, lo que fue un gran adelanto y ubien para todos.

—Y durante este tiempo, ¿cómo se regularoas relaciones de salarios entre el Estado y lo

obreros? —seguimos preguntando. —Por convenciones y arreglos que s

establecían en cada caso particular, o biegeneralizándolo a toda la industria similar de un

población.



—Y estas convenciones particulares ¿no dabaugar a conflictos?

—No. Pues se modificaban a medida que la

necesidades lo exigían. —¿De manera que ahora, una vez establecidaestas tarifas generales y obligatorias, el salario segulará según ellas? Las infracciones no debe

existir. No habrán sido modificadas. —Estáis en un error. Esas tarifas, ta

meticulosamente establecidas, que necesitaron uaño de trabajo para confeccionarlas y ordenarlaque necesitaron centenares de obreros y miles d

nformes para cumplirlas, HUBIERON DE SEMODIFICADAS VEINTIUN DÍA MÁS TARDEpues el desequilibrio entre el valor de la moneda el precio que en el mercado alcanzaban las cosa

hasta el valor nominal que en moneda se atribuíal racionamiento, demostraron la inutilidad danto esfuerzo y de tantas informaciones. Hubo qu

volver al antiguo juego de las convencione

particulares, aunque tomando por norma y com



punto de partida las categorías establecidas. —¡En este caso, el salario será equivalente

gual en todas las provincias rusas! Un mecánic

en Tobolsk, en Ekaterinoslaw, en Odessa, eMoscú o en Petrogrado, ganará un salario iguaeguramente.

—De ningún modo. El precio de laubsistencias en esas poblaciones varía e

absoluto entre todas ellas, y esas variacioneepercuten fatalmente en los salarios.

Con tres mil rublos en Símbirsky o en Saratoe vive mejor que en Moscú o en Petrogrado y, e

atención y con arreglo al coste más reducido de laubsistencias, se regulan los salarios.

—¿Podríais indicarme el alcance de esadiferencias?

—Fijamente, no; varía según la población o lprovincia. Pero puede decirse que alcanzproporciones que oscilan entre un diez a uveinticinco por ciento en moneda. El equivalente

a ración que percibe cada obrero e



nvariablemente, el mismo para todas las regioneo provincias, siempre dentro de la categoría que lcorresponda.

—¿Podríais decirme también cómo estáconstituidos los Sindicatos? ¿Lo están pondustria, por ramos, o por oficios, local, comarca

o regionalmente? —Los Sindicatos están constituidos po

ndustrias y provincialmente. —¿Provincialmente? —Sí, provincialmente. El Sindicat

metalúrgico de Moscú, por ejemplo, es provincia

pues a él pertenecen todos los obreros de lndustria metalúrgica de la provincia. Los Comité

de Fábrica y los comarcales, mantienen la relacióde cada obrero con el Comité Ejecutivo de

Sindicato. —Pero cuando han de reunirse para tratar un

cuestión que interese al Sindicato en genera¿cómo se arreglan?

—Lo hacen por separado en cada localidad



aunque lo más frecuente es que lo hagan en cadfábrica.

El Comité Ejecutivo del Sindicato elabora un

orden del día que trasmite a cada Comité dFábrica o Comarcal, y estos Comités la someteuego a los obreros de cada manufactura. Seúnen éstos, discuten y acuerdan lo pertinente a

caso. Luego, las resoluciones, son remitidas aComité Ejecutivo para que éste decida, según eacuerdo de la mayoría o según su criterio.

—De esta forma de organización, resulta quos obreros de un mismo Sindicato jamás se verá

eunidos en una Asamblea general del mismo pardiscutir un problema cualquiera que les intereseMás que unidos, están divididos, ya que no tieneninguna relación directa entre ellos, sino es po

conducto de su Comité Ejecutivo y de Fábrica. —¿Y para qué los necesitan? Desde e

momento que ellos pueden discutir sobre todos loproblemas y trasmitir su decisión al Comit

Ejecutivo para que éste decida, no precisan má



Contando que, cuando se crea necesario, eSindicato puede celebrar Congresos Conferencias generales en los que se halla

presentes los delegados de cada taller, que paromar parte en los mismos han sido nombrados. —Todo lo que queráis; pero lo importante e

que el obrero de cada fábrica no tiene ningunelación con los obreros de fábricas similares n

con los del mismo Sindicato. Más que unido esteparado. El Sindicato no es un organismo al cua

el obrero aporte su iniciativa individual, sino ques el Comité Ejecutivo quien piensa y ordena e

nombre del Sindicato. Es decir, que el impulso nviene de abajo arriba, como debiera ser, sino darriba abajo, que es contrario a todo sentido dibertad y de organización voluntaria. Y est

istema de organización, ¿por quién ha sidacordado?

—Por los obreros mismos reunidos eCongreso y según plan elaborado con antelación a

Congreso por el Comisariado del Trabajo.



—Sus delegados a este Congreso, ¿quendencias o qué ideario defendían?

—Todos eran comunistas del Partido

exceptuando un tanto por ciento reducido que nenían partido; pero que aceptaron el punto dvista de la mayoría.

—Y además del Sindicato, ¿qué otroorganismos existen? —Existen las Federacione

acionales de Industrias, a las que pertenecen loSindicatos provinciales de cada industriaDespués, las Federaciones provinciales dSindicatos y luego la Confederación General de

Trabajo, formada a base de las Federacioneacionales de Industria y de las Federacione

Provinciales de Sindicato. —Los delegados para los Congresos de l

Confederación General del Trabajo y para los das Federaciones nacionales de Industria y par

componer los Comités de esos organismos, ¿cóme nombran?

—Se convoca a los obreros de cada fábrica



nombran varios delegados para una Asambleprovincial del Sindicato; en esta Asambleprovincial del Sindicato se nombran delegado

para una Conferencia o Asamblea provincial dodos los Sindicatos, y luego, en esta Asambleprovincial de Sindicatos, son designados lodelegados que deben concurrir al Congreso, ya seéste de la Confederación General del Trabajo bien de la Federación Nacional de Industria. Y eel Congreso se nombran los componentes de loComités respectivos.

—Así, pues, el delegado o delegados a cad

Congreso, ¿no es directo, no es el propio Sindicatquien lo envía?

—No; ya os hemos dicho cómo procede. Aveces, cuando la celebración de un Congreso

Asamblea regional urge, entonces, en vez deunirse los obreros de cada fábrica por separadoe reúnen todos los obreros de una barriada o d

un número determinado de fábricas, sin distinció

de profesión o de industria, y todos juntos nombra



us delegados. —La elección, en estos casos, se hará mu

difícil, pues si los obreros no se conocen, cad

cual querrá que predomine quien él propone. —Casi nunca ocurre eso, porque el ComitComunista lleva ya la lista hecha de los que han der nombrados para la delegación.

—La elección de los representantes obreros os Congresos no es, pues, directa: resulta ya eercer lugar.

—Exacto. Ya que primero se nombran lodelegados a la Asamblea provincial del Sindicato

éstos nombran a quienes han de representarlos ea reunión provincial de todos los Sindicato

provinciales, y éstos, a su vez, nombran lodelegados al Congreso.

—Y los temas o tesis presentados al Congreso¿quién los elabora?

—El Comité Ejecutivo de la ConfederacióGeneral del Trabajo cuando el Congreso e

nacional y de toda la organización; y si e



Congreso es de industria, el Comité de lFederación respectiva.

—Quiere eso decir que el obrero, el verdader

obrero, el componente del Sindicato, es uelemento pasivo en la mayor parte de loproblemas que su Sindicato debe resolver. Solo se llama para que ratifique —ya que no le e

posible rectificar— los acuerdos que los Comitéoman.

—Según lo que entendáis por elemento pasivoEs evidente que los obreros no son llamadodirectamente a discutir las cuestiones propias de

Sindicato y que éste ha de plantear, pero habéis dener en cuenta la falta de cultura del obrero ruso

Además está muy saturado de influenciamencheviques y contrarrevolucionarias.

—Los directores, ingenieros, encargados contramaestres de las fábricas, ¿quién los nombra

—Al comienzo de la revolución eran loobreros quienes los nombraban; ahora son lo

Soviets. Hubo casos en que los obreros nombraba



a los antiguos patronos o directores, y hasta a longenieros y encargados, y esto era precis

evitarlo.

—Y esos nombramientos de los antiguopatronos o directores, ¿a qué obedecían¿Obedecían a capacidad o a presión sobre eproletariado?

—Ha de suponerse que obedecían a lprimero, a capacidad, ya que a presión no podíobedecer puesto que les era imposible ejercerla.

—Y ¿por qué no se respetaban si obedecían capacidad?

—Porque la mayoría de los nombrados, por ndecir todos, eran contrarrevolucionarios.

—Y el Comité de Fábrica, ¿quién lo nombra? —Los obreros de cada fábrica.

—Y ¿quién propone la lista? ¿Es que loobreros son libres de nombrar a quien quieran?

—Nada de eso; la lista la propone siempre eSoviet local o los miembros del partido Comunist

que trabajan en la fábrica. La lista es cerrada. N



os afectados por la censura, quienes han decogerla y darle curso, sin la menor intervenció

de quienes lo han pedido. Por este procedimiento

as destituciones deben ser muy raras. —Rarísimas. Apenas se registra alguna. Perabed que la disciplina del Partido exige que u

Comité de Fábrica, a quien los obreros piden sdestitución, viene obligado a dar conocimiento aSindicato del deseo de los obreros a quieneepresenta.

—Bien; pero frente a la disciplina del Partidestá la conveniencia personal. Lo prueba el que n

e solicite nunca una destitución. Además, todoos trámites burocráticos que han de seguirse, eemor de una represalia, la presencia de la Tchek

en todas las reuniones, el que no haya periódico

en los cuales puedan denunciarse abusos arbitrariedades, y el temor de ser tildado dcontrarrevolucionario, ahogan toda protesta y todconato de rebelión.

(… …)



moralmente por un Comité de Fábrica o bieadscrito a una tarifa inferior a la que se considerél merecedor, ¿qué tramites ha de seguir o cóm

debe obrar para que el Sindicato le ampare ecualquiera de los dos casos? Porque es dpresumir que los Sindicatos deben encargarse da defensa de los obreros sindicados en caso

parecidos. —Ciertamente. El Sindicato atiende en esto

casos al obrero y le defiende y ampara. Cuando hido atropellado o bien adscrito a una tarifnferior a la que él se cree merecedor, se dirige a

Comité de Fábrica, presentándole por escrito lelación.

El Comité de Fábrica la tramita, siguiendiempre las vías jerárquicas, al Comité Local de

Sindicato, quien a su vez la hace llegar al ComitEjecutivo del Sindicato a que pertenece eeclamante.

Informada favorable o desfavorablemente po

el Comité Ejecutivo del Sindicato, para que l



queja o reclamación vuelva a su puesto de partidao sea a manos del obrero que la promovió, debeguir los mismos trámites y pasar por los mismo

organismos que cuando fue elevada a la Junta deSindicato.Como la elección de los Comités de Fábrica e

por seis meses nada más, y aunque con muchísimfrecuencia son reelegidos los anteriores, ocurrque llega a conocimiento de uno de ellos eesultado de una reclamación hecha a su antecesor

—En este caso el nuevo Comité debe daatisfacción al obrero si el resultado de s

eclamación le es favorable, negándosela en cascontrario.

—Así suele ocurrir. Aunque no debéis olvidao difícil que es para un Comité de Fábric

esolver una diferencia iniciada cuando aún nhabía sido elegido. Las culpas o faltas de uno ndeben pagarlas los demás.

—De acuerdo. Pero y al obrero molestad

personalmente, o perjudicado en su salari



adscribiéndolo a una tarifa inferior a la que lcorrespondía, ¿quién lo rehabilita o indemnizaPorque si respetables son los derechos del comit

de Fábrica, no lo son menos los del obrero que eComité ha lesionado. Dentro de un régimecomunista donde el Poder se ejerce en nombre da clase trabajadora, justo es que a ésta se le hagusticia. No que se la concedan privilegios; pero s

que se le haga justicia. —Así ocurre. Ni una sola reclamación hech

por un obrero deja de ser atendida. —No lo negamos. Pero lo que sí negamos e

que sea eficaz la atención. En primer lugar por lomuchos trámites que debe seguir y no sepotestativo del obrero precipitarlos; en segundugar porque ha de ser resuelta sin que él sea oído

que es lo más importante. El Comité Ejecutivo deSindicato, por mantener el prestigio del Comité dFábrica y el del Partido Comunista, al cuaepresenta en el taller, le dará siempre la razón

De ahí, las pocas destituciones de Comités y e



que los obreros no se interesen por ellos. —Al contrario. Los obreros se interesa

muchísimo por el Comité de Fábrica.

—Los obreros comunistas no lo niego. Perque se interesen los demás lo pongo en duda. Peroen fin, dejemos esto.

Por el resumen de las cuestiones que eelación a lo que en Rusia representan lo

Sindicatos y que hemos procurado dar con lmayor claridad posible en el diálogo anterior, shabrá formado una idea aproximada el lector de lque la organización sindical representa, el pape

que juega en la economía bolchevique y la utilidaque tiene en la defensa de los intereses de lorabajadores frente al Estado bolchevique.

Nuestra peregrinación por las diferente

ecretarías en busca de datos que nos orientaraacerca de lo que la organización sindical era nestaba exenta de dificultades, pues aparte de ldivisión de funciones en cada secretaría, hací

muy difícil obtener detalles de conjunto e



continuo cambio, la modificación constante que sntroducía en todo y, más que nada, l

complicadísimo de un organismo que hasta su

mismos creadores empezaban a no comprendeEran obstáculos insuperables para quien, comnosotros, necesitaba ideas precisas y normaconcretas.

Pero el resumen de todas estas dificultadehállanse condensadas en palabras de Luzowskyque reflejan el verdadero papel de los Sindicatoen Rusia.

Decía Luzowsky, que el papel de lo

Sindicatos en Rusia era el de seguir laplataformas del Partido, las orientacioneeconómicas que éste le dictara y la defensa de ldictadura del proletariado. Todo lo que fuer

alirse de este marco, era contrarrevolucionario ni los Sindicatos podían hacerlo ni el PartidComunista tolerarlo.

La enorme cantidad de empleados comunista

en los Sindicatos absorbía toda función d



capacitación en las masas. Si quisiéramos tomaotro Sindicato como ejemplo y lo hiciéramos coel de ferroviarios, confesemos que los resultado

erían idénticos. Contando nada más que locentenares de empleados en los cargoburocráticos ferroviarios superiores, en loprincipios y finales de línea, en los cruces empalmes, en las oficinas de intervención dirección, sumarían miles. Luego, en cadestación, por pequeña que fuera, existía lComisión extraordinaria, compuesta por lo menode tres individuos, ejerciendo misión de vigilanci

de mando. Cada tren, tanto de mercancías comde viajeros, también llevaba su Comisióextraordinaria. Cuéntese que la mayor parte de lomiembros de estas comisiones no prestaba

ervicio activo; su misión era única exclusivamente la de vigilar. No creemos que eiempos del zarismo, cuando explotaban las línea

ferroviarias rusas compañías particulares, e

número de empleados en la vigilancia, inspecció



dirección de las mismas alcanzara ni con muchel que tenían bajo el régimen bolchevique cuandestuvimos en Rusia.

Si de los ingresos por transporte hubiera qupagar a tanto empleado, lo probable es que laecaudaciones no alcanzaran a cubrir los salario

que recibían.



odas partes las fiestas, banquetes y regocijos smultiplicaban en honor nuestro. Recibimientoaparatosamente montados, revistas militare

manifestaciones, banquetes y agasajos, nescasearon en honor de las delegacioneextranjeras. Había para sentirse halagado enternecido.

¿Necesitábamos los delegados todo aquederroche de superfluidades y vanas pompas¿Habíamos ido a Rusia a ser agasajados festejados, o habíamos ido a identificarnos con epueblo que hizo la revolución, a sufrir con él,

ecogernos en su corazón y fortificarnos con sudolores y con sus miserias?

¿Éramos unos viajeros de paso que gozábamode los esplendores y suntuosidades que podí

ofrecernos un Gobierno revolucionario, o éramoos portavoces de un grito de simpatía brotado d

pechos de millones de hombres que lanzaban sumprecaciones contra la injusticia y tendían su

miradas hacia el país ardiendo en fuego inmens



de regeneración social?¿Es que se quería amortiguar, con aquello

espejismos postrevolucionarios, cual nueva

bodas de Camacho el rico, el suspiro inmenso danto dolor, para que no llegara su eco hastnosotros?

Lo ignoramos. Lo cierto es que, con tantfestejo, se pretendía apartarnos de la realidavital.

Las fiestas, banquetes, desfilemanifestaciones y otras algazaras con que fuimoecibidos en las poblaciones del Volga y l

grandiosa e imponente manifestación del día 20 dulio, en Petrogrado, iban a quedar eclipsadas anto que se preparaba. ¿Querían los bolchevique

darnos la sensación de su poder y de la simpatí

?) que el pueblo de Moscú sentía hacia nosotros?Había llegado el momento de «tirar la casa po

a ventana» (como dicen y hacen los que apenas slamaron Pedro y de pronto se encontraron con u

Don), y, ciertamente, lo iban a conseguir.



Entre los preparativos de la gran fiesta que sorganizaba, lo más «epatante» era la disposicióeatral de la gran tribuna alzada en el centro de l

Plaza Roja.Casi adosada a la muralla del Kremlimdejando solo libre el espacio ocupado por laumbas de los comunistas allí enterradoevantaron una imitación de montaña de madera.

Al centro de esta montaña aparecía la tribunafigurando una torre cuadrada y cubierta de uejido artístico.

A los dos lados de esta tribuna centra

construyeron dos tribunas más bajas y espaciosacapaces para unos centenares de espectadorecada una. Los delegados ocuparían las dos filas dpreferencia de estas tribunas y las demás la

personas afectas al Gobierno.La fiesta consistía en una Exposición d

material de guerra, cañones, ametralladoraiendas de campaña, campamentos y residencias d

Estados Mayores colocados en pabellone



construidos exprofeso. Herramientas de trabajo máquinas agrícolas no había ninguna…

Un gran desfile de toda la guarnición de Mosc

una manifestación y desfile de todos lorabajadores, completaban el programa.La fiesta se celebró el martes, 27 de julio.El punto de reunión y formación de las tropa

militares y obreras de Moscú, era el de la Plazdel Gran Teatro. Allí se iniciaría el desfile hacia Plaza Roja, entrando en ésta por la calle que ha

entre la famosa capilla de la virgen lbérica y lamurallas del Kremlim. Al partir de la Plaza de

Gran Teatro, irían en formaciones de desfile, tantos militares como los obreros.

La manifestación cruzaría por delante de laTribunas para continuar hasta la llamada Puert

Santa del Kremlim, en donde comenzaría ldislocación.

Frente a las tribunas por nosotros ocupadahabía cuatro bandas de música que tocaría

marchas y pasacalles sin interrupción



alternativamente. Al mismo tiempo se elevaría uglobo cautivo por el lado de la Puerta Santamientras dos aeroplanos evolucionarían sobre l

Plaza, arrojando literatura comunista.Inútil decir que la Plaza Roja estaba tomadmilitarmente, y que nadie tenía acceso a ella npodía estacionarse a no ser delegado o invitadespecial.

El desfile comenzó a las once de la mañanaerminando a las cuatro de la tarde. Durante é

hubimos de permanecer en las tribunas soportandel calor asfixiante que hacía.

Las bandas de música no cesaron un momentde tocar y el desfile se hizo seguido y matemático

Primero las tropas en veinticinco grupocomenzando por el Estado Mayor y terminando po

el Regimiento de la Milicia a caballo. Luegpasaron los obreros de todos los distritos dMoscú. Por orden correlativo lo hicieron lodistritos de Khamovniki, Samoscrerechie y Presni

Rojo, los del distrito Municipal de Sokolniki



Rogosjko-Simonovsky. Los últimos fueron los dede Baumanovski.

Se anunció el principio de la «procesión» —

como textualmente decía el programa— por unalva de artillería.Puede calcularse que desfilaron ante nosotro

más de trescientas mil personas.La concurrencia de los obreros de todas la

fábricas, talleres y oficinas de Moscú a lmanifestación, era obligatoria, pues así lo habídecretado el Gobierno.

En la «Pravda» y en las «Izvestias» del dí

anterior, se había publicado un decreto que así lordenaba.

A las nueve de la mañana, todos los obreros dodas las fábricas, talleres y oficinas estaba

obligados a presentarse en el lugar donde teníahabitualmente la ocupación.

Hecho el recuento y pasada revista, seríaconducidos, bajo la vigilancia de los Comités d

cada fábrica o taller, al punto de reunión.



Cada grupo de obreros se colocaba en el sitidestinado a su distrito, y allí esperaba a que llegara el turno del desfile.

La falta de asistencia a la Manifestación serícastigada con la suspensión del racionamientdurante ocho días.

A más de esto, no estando seguros loorganizadores de la fiesta en que el pueblconcurriera a pesar de la amenaza, adoptaron otrprocedimiento: repartieron piezas de ropa.

A unos les dieron una blusa; a otropantalones; a algunos zapatos, y no faltó quien tuv

a suerte de obtener dos piezas de ropa de las que distribuían.

Ese procedimiento era más seguro para forzaa voluntad de los reacios que cualquier otro.

La falta de asistencia a la manifestaciónademás de privar del racionamiento a los obreroacarreaba el que se quedaran sin la pieza de ropque les correspondía. Contingencia grave e

aquellas circunstancias.



A la manifestación y desfile concurrieroambién batallones de la guarnición de Petrogrado

Llegaron la noche anterior en cuatro trene

especiales.La organización del desfile resultó por demáaboriosa. La amplísima plaza y jardines de frent

al Gran Teatro de Moscú y los alrededores deantiguo hotel Metropole, rebosaban de gente y doldados.

Distribuidos todos según el orden concertadocada grupo se dirigía, según llegaba de la fábrico cuartel, al lugar que se le tenía destinado con su

compañeros de barriada o de cuerpo de ejército.Los grupos empezaron a llegar muy de mañana

Como la curiosidad nos había llevado hasta eugar destinado a la organización, preguntamo

valiéndonos de alguien que sabía hablar francédesde qué hora estaban allí.

Algunos grupos —nos dijeron— sobre todo doldados, que son los primeros que deben desfila

están aquí desde las siete de la mañana.



El aspecto de aquella multitud de gente alapiñada, era conmovedor, pues se veía que la gramayoría estaba por la fuerza, obligados, contra s

voluntad, violentando su conciencia.Bastaba que nos vieran y se dieran cuenta quéramos extranjeros y además delegados, en cuyhonor se hacía la fiesta, para que nos contemplaracon cierto desprecio, no exento de curiosidad.

Pero pronto los gritos y llamadas de lopresidentes de los Comités de Fábrica o de loefes de columna, les hacía olvidarnos, y

nosotros inquirir de qué se trataba.

Como la mañana era espléndida, ofrecía ucuadro encantador el conjunto abigarrado dbanderas y estandartes con el verde de loardincillos por fondo y la fachada del Gran Teatr

como frontispicio.Las continuas e ininterrumpidas avalanchas d

hombres que iban llegando, hacían que no pudierfijarse demasiado la atención en los detalles si s

quería abarcar el conjunto.



Sin embargo, y acaso por el hecho mismo daglomerarse tantos miles de personas en la plazano dejaba de impresionar el aspecto exterior de l

mayoría.Quienes al lado de la blusa nueva que se lehabía dado el día anterior, mostraban sus calzonecon remiendos de mil colores y tododeshilachados por debajo.

Otros, llevando el pantalón nuevo, iban casdescalzos y mostraban los codos por las roturas das mangas.

No faltaban los que, más desgraciados en e

eparto de las prendas de vestir, no les habícorrespondido ninguna o bien una que no debieropodérsela poner, si acaso no la destinaron a algúdeudo o allegado que la precisaba más.

A medida que avanzaba la mañana y nuevocontingentes aumentaban los llegados en primeugar, el tránsito por la plaza para los curiosos

mirones como nosotros se hacía imposible. E

nuestro afán de verlo todo, ya que preguntar n



podíamos, íbamos continuamente de un lado parotro, llegando una vez a encontrarnos presos entrgrupos, teniendo que abrirnos paso casi a l

fuerza.Cuando la aglomeración hizo imposible el qucirculáramos libremente, optamos por marchaAdemás, la hora del desfile se acercaba. Teníamoque ir a ocupar el lugar que como espectadores dhonor, de primera clase, nos estaba reservado.

El desfile se hizo de diez en fila, a pasmilitar, marchando rígidamente, en formacióperfecta y volviendo un poco la cabeza hacia la

ribunas al pasar delante de ellas.A lo monótono y antipático del desfile, venía

unirse el ruido ensordecedor de los aeroplanos el chinchín de los platillos de las bandas d

música que no cesaron un momento de tocar. Cadpartida de veinte filas de manifestantes qupasaban, las dos o tres primeras filas de la otrpartida gritaban frente a la tribuna central: ¡Hurr

a la Tercera Internacional! Nos cabía e



convencimiento de que aquello era una supercherímás, y de que no daban los hurra

voluntariamente.

Por entre los artefactos de guerra que sexponían, llegamos hasta el punto en querminaban los pabellones de la Exposición,

entonces se nos reveló todo claramente.A la entrada misma de la Plaza Roja se hallab

un oficial del Ejército Rojo, que antes lo habíido del zarismo, encargado de dar la últim

ojeada al orden de formación. Estaba destinado ndicar al grupo de líneas los gritos y ¡hurras

eglamentarios que habían de lanzar.Vimos aquello y nos invadió una gran tristeza

La farsa que allí se representaba no podía ser mándigna, ni más infame. ¡Pobres seres traídos al

por la fuerza, para dar la sensación de que epueblo nos aclamaba! Y, por último, ordenandhasta los saludos que nos habían de dirigir.

Terminado el desfile, algunos delegados s

dirigieron al campo de aviación, donde s



celebraba una fiesta aviatoria también en nuestrhonor.

Por cierto que fue desgraciada. A causa d

habérsele roto una pieza de gobierno a uno de loaeroplanos, hubo de aterrizar violentamente y de lmanera que pudo, yendo a chocar contra una de laribunas que habían sido levantadas para lo

delegados.En primera fila hallábase sentada una delegad

pocos días antes llegada a Moscú, representandcon otros delegados a los obreros suecos. Una das palas de la hélice del aeroplano le pegó en l

cabeza y le rompió el cráneo. Aquella misma tardmurió en el hospital. A causa del accidente y eeñal de duelo se suspendió la fiesta.

Aunque habíamos sido invitados a esta fiest

de aviación no quisimos asistir. Lo que habíamovisto por la tarde, nos quitó toda ilusión para haceacto de presencia en ningún festejo. Preferimos, evez de ir al campo de aviación, recorrer Moscú

ecogiendo impresiones de la jornada. No



nteresaba saber qué opinaba el pueblo del desfil de nosotros.

Confesamos que nada podemos decir. N

hablando el ruso, no podíamos inquirir noticias dprimer origen; que son las verdaderas.Preguntar era difícil, y más que difícil, era n

enterarse de nada. En cuanto sabían que éramoextranjeros y además delegados, las bocas scerraban, escondiendo sus secretos como laumbas de los faraones. Resignados volvimos a

hotel.Por la noche asistimos al banquete. Au

contrariándonos personalmente, asistimos a él.Lo visto por el día púsonos de mal humo

Accedí a los insistentes ruegos de los malogradocamaradas Petit y Vergeat de París. Fuimos lo

res, no porque nos entusiasmara concurrir abanquete, sino para tener algo más que decir.

Celebróse el banquete en el antiguo Palacio da nobleza de Moscú. En la Sala Central, y sobr

cuatro filas de mesas, que las ocupaban a lo largo



vimos colocados numerosos servicios.Los delegados extranjeros, en honor de quiene

e celebraba el banquete, éramos un centena

contando los rusos, y la concurrencia en la Salera de más de dos mil personas.El banquete no podía ser más espléndido. S

nos sirvió sopa, pescado, carne y pan blanco, toden abundancia. También se nos sirvió una bebidespirituosa de frutas, café y tabaco.

Durante el banquete, una banda de músicnterpretó diferentes piezas, sin olvidar tres

cuatro veces «La Internacional».

Cantó un Orfeón y el famoso Schaliapinemagistralmente. Mientras los delegados, queníamos nuestra comida en el hote

banqueteábamos opíparamente, los músicos

orfeonistas no habían comido, ni tenían esperanzde comer. El pueblo de Moscú, carecía de lo mándispensable.

Para hacer aquel alarde innecesario, se tuvo

odos los niños de Moscú cuatro días sin su ració



ordinaria de pan. ¡Estábamos bajo la dictadura deproletariado! ¡Cómo olvidarlo!

Al día siguiente de la Manifestación y de

banquete, Luzowsky, que no desconocía nuestrpensamiento, nos preguntó qué nos había parecida jornada del día anterior.

—No se debió hacer —contestamos—. Y squeríais que el pueblo obrero de Moscú, rindierhomenaje de simpatía a los delegados extranjerohubiera sido preferible convocarlos para edomingo próximo, y con los que hubieraconcurrido, organizar una manifestación.

***

—No hubiera venido nadie —contestó. —Bueno —dijimos—. Así sabríamos lverdad de las cosas, y no como ahora, que aparecer, es grandioso lo ocurrido, cuando en e

fondo todo ha sido una comedia, de la que hemo



ido espectadores ridículos. —¡Usted siempre igual! —dijo Luzowsky—

Tenéis, camarada Pestaña, ideas muy chocantes.

Y se alejó al pronunciar las últimas palabras.



VIII

El problema de la

vivienda

Deseosos de saber cómo los bolchevique

habían resuelto los distintos problemas que la videconómica y social plantea al hombre, nodedicamos a la ardua tarea de inquirir todo cuantestuviese en relación con esos problema

empezando por el de la vivienda. Acuciados poo que en Europa y en nuestro propio país sucedía

quisimos saber cómo lo había resuelto levolución.

Los informes oficiales que pudimos recogeno eran lo suficientemente explícitos. Aunquhablaban de una distribución matemática igurosa de las viviendas, el pueblo, las persona

a quienes habíamos insinuado nuestros propósito



ncluso a comunistas, dejaban entrever ciertanimosidad contra las disposiciones oficiales.

Coincidían todos —informaciones oficiales

particulares— en que se había hecho undistribución equitativa y racional, a primera vistaLlevada la cuestión al análisis, se veía qumientras los informes oficiales arrojaban uesultado inmejorable, negábanlo los particulareosteniendo que la intervención oficial no habí

podido ser más desdichada. ¿Quién tenía razónHe aquí lo que más interesaba averiguar.

La distribución oficial, partía del principi

matemático de no conceder más de una habitaciópor persona, excepto a los médicos y a otrovarios técnicos necesitados de una habitación mápara despacho o gabinete de consulta. La rigide

de las disposiciones oficiales, no rezaba parquienes gozaran del favor oficial. La influencipodía más que todas las disposicionegubernativas. Los informes particulares hablaba

muy expresamente de las numerosas excepciones



favor de personajes influyentes o de altoempleados bolcheviques. Así, pues, el problemde la vivienda, ya preocupaba por aquel entonce

a los habitantes de Moscú. Unido a los demáproblemas, venía a hacer más angustiosa lituación del pueblo que había hecho levolución.

Dos causas contribuían a esta agravación: eemor a las disposiciones oficiales, que mucha

veces tenían el carácter de despojo o de venganzpartidista, y la escasez, cada día mayor, dviviendas. Sobre todo la última era más alarmante

Las casas habitables disminuían de día en díaderrumbándose muchas de ellas por no repararsos desperfectos que el tiempo y las condicione

climatológicas del país iban causando. Además, l

concentración de los servicios gubernamentales eMoscú, hacía más pavoroso el problema.

Los alquileres eran reducidos, pero escasventaja se obtenía con ello, ya que lo esencia

estribaba en poder encontrar una vivienda, lo qu



no era factible. Para la distribución de lahabitaciones, lo mismo que para la distribución dos demás artículos, el Consejo de Comisarios de

pueblo había creado una especie de Comisariadde la vivienda, en el que centralizaba todo cuantal problema se refiere.

En cada calle o en cada grupo de calles, y, veces para media calle o para un grupo de casahabía una comisión de vecinos. Esta comisióestaba presidida siempre por un comunistrobado, por un hombre de confianza del partido

al que se consideraba como empleado del Estado

percibiendo un sueldo como si trabajara en ualler.

Su misión era la de llevar una estadística das viviendas que estuvieran a cargo de l

comisión que presidía. Cuidaba de los trasladode habitación que realizaran los vecinoestablecía porteros o conserjes en cada casa, ypor último, indagaba quiénes, cómo y cuánd

visitaban a cada vecino de los que habitaban en s



demarcación. Era algo así como el Argos policiade cada casa, de cada domicilio particular. Podíancluso, arrestar al visitante que le parecí

ospechoso. También era de su incumbencicobrar los alquileres y ordenar las reparaciones.La antipatía con que cada vecino miraba a

camarada presidente de la comisión de la casa eque vivía, rayaba en la odiosidad.

Esto había hecho el Gobierno. Veamos lo quhizo el pueblo.

A Kibalchiche y a un ex presidente de unComisión de vecinos de Petrogrado, debemos lo

preciosos datos que damos a continuación.La revolución de noviembre, que aceleró lo

acontecimientos iniciados en la de marzopermitió, con el predominio absoluto de las clase

populares, realizar la total y completexpropiación de las clases nobiliarias capitalistas.

A la expulsión de los grandes terratenientes d

us predios, siguió la de los industriales de su



fábricas, y a la de éstos, la de los propietarios dnmuebles.

Los trabajadores de los barrios obreros, lo

proletarios, que habían vivido hasta entonces enfectas zahurdas, cargaron con sus enseres y salojaron en las mejores casas que hallarodisponibles.

Las injusticias y los atropellos, inevitables eales casos, hicieron su aparición.

De algunas casas ricas, aunque no en muchocasos, se expulsó a sus moradores y se les puso eel arroyo, dejándolos sin albergue. Por regl

general, se les obligó a que ocuparan un númerimitado de habitaciones, instalándose las familia

obreras en las restantes. Pero la distribucióesultaba en muchos casos arbitraria.

Además, era necesario prever laconsecuencias que origina un trastorno tan grande había que pensar en las reparaciones, en la luz

en el agua, etc., etc.

Pronto, con esa intuición profunda que tiene e



pueblo y que solo necesita el estímulo parmanifestarse, se organizaron comisiones dvecinos que proveían a las necesidades de cad

calle y de cada edificio.Fijaron el precio del alquiler de cadhabitación; levantaron estadísticas de loalojamientos disponibles; dispusieron y realizaro—cosa que después no se continuó— laeparaciones precisas; establecieron repartos má

equitativos que los efectuados en el primempulso y, por fin, ordenaron todo de la mejo

manera posible, según los acuerdos y el parecer d

a mayoría de los vecinos.Las asambleas de estas comisiones era

frecuentes, y en ellas, se resolvían las cuestionede la manera más sencilla y más armónica.

—La satisfacción era general —decíKibalchiche y el ex presidente de la Comisión coquienes hablamos. Era muy raro, a pesar del honddesconcierto que produjo el hecho revolucionario

el desacuerdo o los litigios entre vecinos.



problema de la vivienda.Se fijaron los precios de los alquileres, qu

eran reducidísimos; se hicieron las reparacione

necesarias; se aconsejaron y realizaron permutade habitaciones entre los obreros que tenían edomicilio muy alejado del lugar del trabajo y sdistribuyeron las habitaciones con la más rigurosequidad.

En todo este período, que duró cerca de año medio, no se verificó ni un solo desahucio, ni squedó sin albergue ninguna familia.

Pensando en el futuro, de cada alquiler s

descontaba un tanto por ciento prudencial parproseguir las construcciones de nueva planta, destinaban subvenciones para la conservación dedificios.

La higiene en las casas mejoró notablemente, a limpieza era ejemplar. En cada casa, por turniguroso, salvo caso de fuerza mayor, cada vecin

venía obligado, semanalmente, a asegurar l

impieza de la escalera y atender la



contrarrevolucionarios. Se limitó el número dComités, y como golpe final, se asignó sueldo os presidentes, se les equiparó a funcionarios de

Estado y se les otorgó el derecho de penetrar en edomicilio de cualquier vecino y detener, como yhemos dicho, a quien les pareciera sospechoso.

Los comunistas se avinieron muy bien a estpapel policial; la disciplina del partido lmponía. Los demás no lo aceptaron, y la

dimisiones surgieron en masa, quedándoles ecampo completamente libre.

—A partir de este momento —me afirmaba

mis informadores— el Comité o Comisiones dCasas perdió su eficiencia y se convirtió en uodaje más del pesado burocratismo comunista.

Los vecinos dejaron de interesarse por e

problema de la vivienda; apareció el favoritismo os bolcheviques, dueños de la situación

destruyeron lo más hermoso de la actividacolectiva: la iniciativa individual.

Nadie quería ser presidente del Comité por n



enemistarse con sus vecinos, ni tener lesponsabilidad del cargo. Les repugnaba tambié

convertirse en parásitos. Repudiaron la misión qu

es confería autoridad de confidentes, de policías de allanadores de moradas. Desde entonces, loComités o Comisiones que tantos y tan señaladoervicios habían prestado, que tantas injusticias

arbitrariedades evitaron, que tan equitativa humanamente habían encauzado un problema tagravísimo, como era el de la vivienda, dejaron dexistir, para dar paso a una caricatura de Comisióque s6lo la acompañó el desprecio más olímpic

de los ciudadanos. Había muerto una de las máimpáticas instituciones que el ardor y la fiebrevolucionaria engendrara.

El mastodonte estatal acababa de aplastar, co

u pata informe, el brote más prometedor de lespontaneidad del pueblo.



IX

Instrucción pública

En la exposición o narración que venimohaciendo de cuanto vimos durante nuestro viaje

Rusia, no todo lo que digamos ha de ser duroáspero y desolador. Algo hay que puedcompararse a los oasis que el viajero halla en edesierto.

¿Quiere o debe decirse, que todo lo que hahecho en instrucción pública, deba ser aceptadncondicionalmente? De ninguna manera. Lo

errores de organización sufridos por lobolcheviques en el ordenamiento de la vida socia

económica de Rusia, no dejan de manifestarsambién en lo que atañe a instrucción pública; per

en gracia a la intención que les ha guiado y a loesultados que puedan obtenerse, cabe hacer d

ellos abstracción y considerar en su estricto valo



o hecho en beneficio de la cultura del pueblo.Repetir aquí lo que acerca del analfabetism

uso se había dicho antes de la guerra, y en lo

primeros tiempos de la revolución, sería monótonpor demasiado conocido. Empero se nos permitirque citemos unas cifras más elocuentes por solas que cualquier comentario.

Petrogrado, capital del imperio, con más dmillón y medio de habitantes, en 1914 acusa, segúestadísticas del propio régimen zarista, un sesentpor ciento de analfabetos.

En 1920, la población de Petrogrado quedab

educida a ochocientos mil habitantes —disminución que se debe al traslado de todos loervicios a Moscú y a la desaparición de l

burguesía— y según las estadísticas que no

mostraron los bolcheviques, conveccionadaentonces, solo treinta mil de sus habitantes nabían leer ni escribir.

Queremos admitir, en descargo de la

exageraciones oficiales, que las cifras que se no



dieron fueron un tanto exageradas; queremouponer, elevando al límite máximo nuestruspicacia, que esas cifras estuvieran aumentada

en un veinticinco por ciento. Aún en este caso, enúmero de analfabetos se redujconsiderablemente.

¿De qué medios se valieron los bolcheviquepara conseguir esta rápida reducción? Dueños deEstado, sistemáticos en todos sus procedimientoo fueron también en la instrucción. Desde l

obligación de concurrir a la escuela un númerdeterminado de horas cada día, hasta negar e

rabajo en la fábrica a quien no quisiese aprendea leer y escribir, todo fue ensayado. Puede decirsque emplearon todas las coacciones, las morales as materiales, para logar la finalidad propuesta.

Quienes afirman que el pueblo no siente lnecesidad de saber, se equivocafundamentalmente. El pueblo tiene y siente eanhelo de saber. En las escuelas rusas se han vist

casos típicos.



Era muy común ver a un hombre de edad algavanzada o encanecido por los años y agotado poel trabajo, poner empeño extraordinario e

descifrar los jeroglíficos que a sus ojopresentaban los caracteres de la escritura y querepenetrar el misterio de aquellos signoComprendía que el amplio horizonte que a smente se asomaba, después de la revolución, sole sería dable contemplarlo sabiendo leer

escribir, y por eso se afanaba en aprender.Puesta a su alcance la escuela, a ella iba con l

unción de quien espera el milagro de su dicha.

Pero no fue solo para los adultos para quieneos bolcheviques impusieron la instrucción; lo fuambién para los niños. Y si el acierto no h

presidido todas sus acciones, no puede culpársele

de haber descuidado la rectificación en loerrores.

La organización de la instrucción públicbolchevique, como todas sus organizaciones, e

centralista en absoluto. El maestro, sobre todo e



maestro de primera enseñanza, viene a ser eúltimo diente del engranaje que impulsa leducación.

No puede tener iniciativa alguna, y menopracticarla. Si alguna tiene podrá exponerlcuando la superioridad le consulte, y aplicarla se lo autoriza el programa que anualmente s

elabora; pero nada más. El maestro ha de ajustarsiempre a la norma que el programa aprobado e

el Comisariado de Instrucción pública le marque.Este programa, es la síntesis de una consult

general que se hace anualmente a todos lo

maestros de la Rusia soviética, pero, por esmismo, porque es una síntesis y no la diversidade facetas que la enseñanza necesita, es por lo quesulta perjudicial.

Sería plausible su aplicación si se tornarcomo punto de partida, como esquema, comgeneralización para unificar los resultados de lenseñanza, dejando a cada profesor que l

bordara, que lo explanara como mejor l



entendiera, que sacara de él los mejores jugos, loelementos: guías de la labor encomendada. Perno es así, y de aquí lo infructuoso de la obr

emprendida.Entrando en las formas de organizacióndiremos que el Comisariado de Instrucciópública está compuesto de un «college», especide Comité, subdividido en varias secciones. Estaecciones, que son seis, y que tienen cada una s

presidente, son: de Artes, de Organización, dnstrucción social, de Sector científico, de Trabaj

extraescolar y de Comité de instrucción pública.

Los presidentes de cada una de estaecciones, presididos a su vez por el Comisariad

de Instrucción pública, son los que forman e«College».

Todo cuanto se refiera a la enseñanza, desde ladquisición de material en la última escuela de ugrupo de «isbas», hasta la concesión de título ddoctor en cualquier ramo científico, todo ha d

pasar por sus manos. Nada escapa a su inspección



¿Precisa crearse una escuela en una de las máemotas aldeas de Rusia? Sin el visto bueno de

«College» no puede ser.

¿Hay que adquirir material nuevo o reponer eviejo? No puede hacerse sin el consentimiento de«College».

Un profesor, a quien la práctica diaria enseñque puede introducirse alguna modificación en eprograma anual que le ha sido remitido, tomnotas, redacta una Memoria, la envía al Comitpara la Instrucción pública más cercano, éste lransmite al superior, y así hasta que llega a

«College». Si el «College» autoriza lmodificación en el programa, puede aplicarse; no, no.

Las secciones que presiden quienes compone

el «College», se subdividen a su vez en cincecciones, que son de economía, de finanzas, d

asambleas, de oficina central de conexión y dmaterial. Debemos advertir que algunas de esta

ecciones, como la de Arte y la de Trabaj



extraescolar, están subdivididas en sietecciones, la primera, y en once, la segunda.

Pero no termina aquí la serie de subdivisione

ni las secciones que dependiendo, ya de una de laecciones superiores —llamamos así a las que daus presidentes al «College»—, ya de una de laubdivisiones de estas últimas, forman l

complicadísima organización bolchevique.Quedan secciones como la de Ediciones de

Estado, Instrucción de pequeñas nacionalidades a de la Dirección general de Archivos que forma

zona aparte, es decir, que sin pertenecer a ningun

de las que dependen directamente del «College»no forman sección autónoma de éste; pero a éestán ligadas directamente, pues no dependen dninguna de las secciones primeramente señaladas.

El programa de las escuelas es mixtocompuesto del sistema americano y del Montesori

La falta de libros de texto no era debida ningún método pedagógico, sino a que no s

disponía de medios de confección.



La asistencia del niño a la escuela comenzabdebemos hacer constar que todo esto era

propósitos que por la escasez de locales, d

maestros y la miseria general, no tenían aplicaciónmediata) cuando el párvulo andaba por sí soloEn esta oportunidad ingresaban en las EscuelasAsilos, pasando, una vez cumplidos los tres añofijados para su permanencia, a la escuela jardíndonde permanecerían hasta los siete.

El tipo de esta escuela, o casa-jardín, no erúnico, pues tenían en proyecto crear dos tipos descuela. Uno en las que el niño permanecería tod

el día, durmiendo fuera, y otro, en las que estaríen calidad de interno. Tanto en unas como en otraa manutención del niño correría a cargo de

Estado.

El límite de edad en las escuelas-jardín erhasta los siete años. Después de esta edad, tendríque ingresar en la que ya podríamos llamapropiamente, escuela primaria. Allí podrá esta

hasta los dieciséis años.



Cuando cumplidos los siete años el niñabandone la escuela jardín, para ingresar en lescuela práctica (así nos dijeron que la llamaban

es cuando verdaderamente puede decirse qumpera la educación escolar.Antes de este ingreso, se hace la clasificació

de los enfermos y anormales, dirigiéndolos a laescuelas especiales establecidas para ellos. Ya ea escuela práctica, empieza para el niño la vid

educativa. A la enseñanza de las letras se agrega lenseñanza práctica, en lo posible. Así, para darlal niño la sensación de la utilidad de la geometrí

e le inicia en ella empezando por enseñarle medir el banco en donde se sienta, la capacidadel jardín de la escuela o la de la sala de la clasegual procedimiento se sigue para iniciarle en lo

conocimientos técnicos de la agricultura, o para edibujo. En este aspecto, la iniciativa de lobolcheviques es muy notable y sus ensayos deducación deben ser aprovechados por nosotro

obreponiéndolos a toda concepción partidista



Hemos de reconocer la buena orientación de lobolcheviques en la instrucción escolar. Suprocedimientos, sin ser perfectos, señalan una gra

uperioridad sobre los burgueses.Además, entre los maestros y pedagogoexistían tendencias opuestas acerca de laeformas que debían introducirse para obtener u

mejor resultado del paso del niño por la escuelaLa uniformidad, en este aspecto, como en todos lodemás, no existía. Y aunque la centralizacióahogara las voces de los no coincidentes con ecriterio del «College», lo cierto es que l

disconformidad se manifestaba.Mientras un sector defendía la conveniencia d

que fuera limitada por la edad la permanencia deniño en los diferentes tipos de escuela ya creado

o que pudieran crearse, los partidarios de la otrendencia querían que la permanencia fuera fijadegún el grado de capacidad del niño.

Afirman, no sin razón, que un niño, a los siet

años, puede haber adquirido más conocimiento



que otro a los diez. Y mientras el menor en edadaunque más instruido, al pasar de la escuela-jardía la práctica ha de ser adscrito a la clase primera

el otro, el de mayor edad y menor instrucciónocupará la clase tercera o cuarta de la escuelpráctica.

Este razonamiento resulta más sólido por ehecho de ser graduadas las escuelas.

La selección, dicen, ha de hacerse pocapacidades, no por edades. Y este criterio, noparece el más justo, aunque no sea el oficial eRusia.

Las escuelas prácticas de que venimohablando, se dividen en dos grados: el primerabarca de los siete a los doce años; y desde lodoce a los dieciséis, el segundo.

Esta división es puramente técnica, es decir, niene otra finalidad que la de facilitar en l

enseñanza la labor de los profesores.Esta misma división, por grados o ciclos d

materias a enseñar, subsiste en todas la



nstituciones públicas bolcheviques, desde lescuela primaria, hasta la Universidad o AltEscuela.

Las estadísticas que se nos mostraron, con enúmero de escuelas existentes, eran bastantncompletas, pero no dejaban de acusar u

aumento constante y una superioridad aplastantobre el régimen zarista. Dará una ide

aproximada de la escasez, el saber que con unpoblación escolar de unos ocho millones de niñoun tercio de ellos no podía concurrir a las escuelapor faltar éstas.

Anejos a la escuela, como prolongación ampliación, existían clubs y bibliotecas escolareaquellos que permitieron fundar los medioeconómicos de que disponían.

A los dieciséis años, cuando el niño había dabandonar la escuela práctica, podía realizar loestudios de su predilección.

El optar por el estudio de una carrera n

exime, pasada cierta edad, de tener que trabajar e



un oficio manual, si se exceptúan a los veinticincmil estudiantes que el Estado tomará a su cargo. Aéstos, que antes solo eran quince mil, y que poco

días antes había sido elevada la cifra a veinticincmil, el Estado les cubría sus necesidades. Loestantes, hasta 116.947, que estudiaban po

aquella época, tenían que trabajar por lo menocuatro horas en un oficio manual.

Los exámenes también fueron suprimidos aprincipio; pero entonces ya se hablaba destablecerlos. Para algunas asignaturas ya l

habían sido.

El número de clubs, bibliotecas y salas dectura para los estudiantes era muy considerable

aunque las materias para el estudio estuvieran muestringidas. Lo único que abundaba era l

iteratura bolchevique. De ésta, sí que se hacía uverdadero consumo.

Nos afirmaron que pasarían de cien mil enúmero de bibliotecas establecidas, y de doce m

el de salas de lectura.



El número de Universidades Populares pasabde un centenar.

El último decreto del Comisariado d

nstrucción pública, durante nuestra estancia eRusia, se refería a las bibliotecas particulares. Sdecretaba que toda biblioteca de más de cinco mejemplares sería confiscada para entregar suibros a las bibliotecas públicas. Se exceptuaba

de la confiscación las de los hombres de ciencia, quienes el Gobierno reconociera como tales, y quas precisaran para sus investigaciones o estudio

científicos.

Dos visitas hicimos a instituciones denseñanza durante nuestra estancia en Moscú. Una la Universidad Popular y otra a una escuelaardín de los arrabales.

En la Universidad Popular fuimos recibidopor todos los profesores con el director a lcabeza y una comisión de estudiantes comunistas.

Recorrimos todas las dependencias. Visitamo

el salón de clases, la biblioteca, el refectorio, lo



ardines de recreo y los dormitorios, pues comcasi todos los estudiantes, es decir, la gramayoría, eran comunistas, que los Soviet

provinciales enviaban a Moscú a petición dePartido para educarlos en las teorías marxistas, nenían familia y de aquí el carácter de internado da mayoría de ellos.

Preguntamos qué norma se adoptaba en ladmisión de alumnos, contestándosenos que leñalada por el partido, dando siempre l

preferencia a los comunistas.La casi totalidad de los alumnos actuales, no

dijo el director, son comunistas llegados dprovincias, que vienen a ampliar suconocimientos del marxismo a fin de llegar a sepropagandistas y divulgadores del comunismo.

Aquí se les prepara, mediante ejercicios orale escritos, para el conocimiento de la filosofía

aunque preferentemente la marxista.Los cursos son diferentes y de más o meno

duración. Hay cursos de seis meses nada má



Estos los siguen los camaradas que vienen prepararse para la labor de organización dePartido y de las masas.

Los que siguen el curso de un año de duraciónon, además de organizadores, divulgadores demarxismo: escritores, oradores, etc. Y los quiguen los cursos superiores, abarcan todos lo

aspectos de la filosofía en general. —Y las relaciones entre el profesor y e

alumno, ¿cuáles son? —preguntamos. —Las de franca camaradería —se nos contest

—. Cuando llega el alumno, ya viene destinado

una clase determinada. En el cuestionario que para admisión de alumnos se dirige periódicamente os Soviets provinciales, ya se indica que cad

alumno debe escoger la clase de estudio qu

prefiere, consignándolo al momento de solicitar snscripción.

—¿Y quién nombra los profesores? —Los profesores son nombrados por e

College del Comisariado de Instrucción Pública.



—Así ¿los alumnos de la Universidad Populano pueden nombrar o rechazar un profesor que nes guste o crean inepto?

—No podrían hacerlo. El poco tiempo quduran los cursos es insuficiente para que puedaos alumnos escoger los profesores.

—¿Y cómo se procede al terminar el alumnu curso para saber si reúne las condiciones d

capacidad necesarias?En otros países se sabe o presume saberse po

os exámenes. Estando en Rusia suprimidos, npuede saberse por ese procedimiento.

—El profesor lleva un cuaderno de notas dcada alumno, y según sean estas favorables desfavorables, se eleva un informe al Comisariadde Instrucción Pública.

—¿Y no creen ustedes —preguntamodirigiéndonos a todos los profesores— que estvida de promiscuidad en las aulas, en locomedores, en el recreo y en los dormitorios n

ea perjudicial a la moral del individuo? Es



comunismo en todo, incluso en los sentimientontimos individuales, nos parece rebaja l

personalidad de cada uno, confundiéndola en u

odo híbrido y confuso. —No hemos tenido ocasión de observarlo. Yaunque así fuera, nada podríamos hacer poevitarlo. Estas Universidades están creadas segúas normas trazadas por el Partido, y no está e

nuestro poder modificarlas o transformarlas. —¿Cuántos alumnos hay ahora en l

Universidad? —Pasan de doscientos. La falta d

ubsistencias obliga a restringir los ingresos. —¿Qué ración se da al alumno? —La ración B, que es la de profesión liberal.Terminadas las preguntas y el recorrido de la

dependencias, pasamos al salón de clase, donde yestaban reunidos los alumnos para recibirnos.

Un delegado de los que íbamos en la comitives dirigió la palabra, y como buen marxista

disciplinado bolchevique, les habló de



ovietismo, de la dictadura del proletariado, deriunfo del comunismo rojo y de la misión que e

Partido Comunista debía desempeñar en l

evolución mundial.Un profesor nos dio la bienvenidagradeciéndonos la visita.

Luego un alumno, el hombre de confianza, ecomunista probado que allí representaba al PartidComunista, habló de las gestas del PartidComunista, del valor inconmensurable de suhombres, de la grandiosa revolución que habíahecho para emancipar al pueblo; también no

habló del glorioso e inolvidable ejército rojoostén firmísimo de la República Socialista

bravo ejecutor, en día venidero, de la revoluciómundial. Estábamos en plena apoteosis mesiánica

Terminados los discursos nos retiramoiendo acompañados hasta la puerta por lo

alumnos y profesores.La visita a la Escuela-Jardín fue un doming

por la tarde. Se daba una fiesta para los alumnos,



acompañados de las profesoras, nos dirigimos apalco que se nos destinaba.

La fiesta comenzó leyendo poesías alusivas a

acto y cantos infantiles.La alegría de aquellos rostros infantiles ernmensa. Palmoteaban, reían, gritaban; se alzaba

de los asientos e iban de un banco a otroentonaban también los cantos que cantaban los deescenario, llenando el espacioso local con lonoridad de sus voces.

Terminada la primera parte, y al anunciadesde el escenario un intermedio de diez minuto

para preparar la segunda, se armó una de chillido de risas, una algarabía infernal, propia de lnocencia y el candor de la concurrencia.

En la segunda parte de la fiesta representaro

una pieza teatral de argumento infantil.Los diminutos actores, pues eran niñas y niño

del mismo colegio, representaron su papel maravilla y el auditorio, impresionado por e

espectáculo, guardaba el más religioso silencio.



militar. No supimos verles la eficacia y sí lonconvenientes. Más que a desarrollar las fuerza

físicas del niño o establecer armonía entre toda

as partes del cuerpo, llegarían a deformarlo poexceso de rigidez y violencia en los ejercicios.En un intermedio de esta parte del festiva

hablaron a los niños algunos delegados.El primero lo hizo en ruso. Después habló e

francés la compañera de Rosmer. Era de ver easombro de los niños ante aquel lenguaje que nentendían.

Traducidas al ruso las palabras qu

pronunciara la compañera de Rosmer, los niñoaplaudían y la enviaban besos y sonrisas.

El tercero fue el delegado de los comunistaaustriacos. Rígido como una estatua; haciendo má

fuertes que de ordinario los sonidos guturales dealemán, y con un empaque impropio del lugar y dos circunstantes, espetó a los niños un discurs

hablando de Lenin, del Comunismo, de

ovietismo, de la dictadura del proletariado y otr



erie de cosas por el estilo que daban grima ganas de reír.

Los niños también permanecieron serios

callados, esperando la traducción. Cuando leradujeron el discurso al ruso, quedaron aún máerios que cuando lo escuchaban en alemán.

Como es natural, no entendieron una palabrano sabían de qué se les hablaba.

Dio fin aquella agradable fiesta con cancionepopulares, que los niños todos repetían a plenvoz, dando un conjunto de solemnidad y armoníenternecedoras.

Partimos. Los autos que nos esperaban, nocondujeron al hotel. Habíamos pasado la tardejos del atareado discutir de cada día.

La inocencia y el candor de los rostros qu

habíamos contemplado, aligeraba un poco nuestránimo del monótono batallar en las sesiones deCongreso.

Al grito estridente de «sí la dictadura de

proletariado», lo sustituía la sonoridad de lo



cantos infantiles.



X

En el Departamento de

la Agricultura

Siendo Rusia un país eminentemente agrícola

nos interesaba sobremanera conocer efuncionamiento de este departamento, y más que sfuncionamiento, queríamos conocer el resultado da revolución en el campo. Nuestros deseos sol

fueron satisfechos muy sumariamente.Desconocedores del idioma y convencidos d

que no siempre hallaríamos en cada Departamentgubernamental un fiel intérprete de francé

olicitamos uno del comandante del hotel. En estocasión no lo encontramos. Entonces, ecompañero Borghi, de la «Unione Sindicaltaliana», y yo, que éramos los que deseábamo

hacer esta visita, recurrimos a un intérprete n



el Gobierno, se desarrollaba al margen deDepartamento encargado de su solución.

Quien haya leído algo sobre la situación de

campesino en Rusia, durante el régimen zaristaopinará como nosotros acerca del interés qudespertaba el conocimiento de lo ocurrido con lierra.

En el antiguo régimen, las supervivencias dun comunismo primitivo eran ostensibles. Cuantoesfuerzos hicieron los terratenientes, los pequeñopropietarios de tierras y las autoridades, pardestruir esos gérmenes, fueron inútiles.

El Mir (organización del trabajo comunista) el Artel (organización del trabajo colectivistahabían sobrevivido a todos los intentos dabsorción contra ellos dirigidos. Y conocedore

de esto, nos interesaba mucho saber qué había sidde tales organizaciones. Pero no se nos pudo decir

Ya en nuestra excursión por el Volga, sacamoa conclusión de que el problema de la tierra e

Rusia, en realidad no existía, por lo menos con la



características que este problema suele presentaen el resto de Europa. En casi todos los paíseeuropeos, es de escasez; en Rusia no. En Rusia

era, y sigue siendo, más que otra cosa, uproblema de medios de comunicación. Hay en ecorazón mismo de Rusia regiones casi vírgenes. Ehombre, por falta de vías de comunicación, casi nha tenido ocasión de posar en ellas su planta.

Por eso, los datos que el Departamento dAgricultura pudiera proporcionarnos, tenían parnosotros una capitalísima importancia.

Ya dejamos sentado que, el Gobierno de lo

Soviets, declaró la tierra propiedad nacional y lepartió en lotes individuales y colectivos. Lo

colectivos vienen a representar la transformaciódel antiguo Mir en dominio comunista.

Pero con ser este aspecto muy interesante, nera el que más nos preocupaba.

Sabíamos, y los bolcheviques mismos nos lhabían confirmado, que el decreto declarando l

ierra propiedad nacional siguió las huellas que l



razara el Congreso pan-ruso campesino celebrada últimos de julio de 1917, estando todavíKerensky en el poder.

De los informes recogidos en nuestrandagaciones, sacamos la conclusión de que ehecho real del reparto de tierras se habíefectuado con anterioridad a la promulgación dedecreto bolchevique.

Al preguntar a nuestro informante oficial eran ciertas nuestras informaciones, las confirmplenamente, objetando, no obstante, que el repartoen muchas regiones, había sido una añagaza de lo

propietarios para sustraerse a los efectos de ldisposición oficial.

Ocurría con mucha frecuencia, dijo, que lopropietarios se ponían de acuerdo con sus antiguo

obreros, declarando ante el Soviet local que laierras de los primeros habían sido repartida

entre los segundos.Los obreros, incautos y temerosos de por s

volvía lo pasado, prestaban su aquiescencia a est



uperchería, y el propietario seguía en el disfrutpleno, aunque oculto, de sus propiedades.

Descubierto el engaño, constituyéronse lo

Comités de pobres, es decir, de aquellos que nunchabían tenido propiedad alguna y que, eavalanchas, abandonaron las ciudadedirigiéndose al campo a participar en el reparto das tierras.

Los componentes de estos Comités, como nenían compromiso alguno con los propietarios y

además, comprendían mejor que el campesino ealcance de la revolución, descubrieron lo

engaños y procedieron, de acuerdo con los Sovietocales, a un nuevo reparto de las tierras.

Resultado de la acción de estos Comités y denuevo reparto de las tierras que propusieron

fueron las primeras luchas que ensangrentaron apaís.

Los antiguos propietarios, al igual que loobreros a quienes se les había repartido tierra

opusiéronse resueltamente a las divisiones de lo



Fue precisa toda la autoridad del jefe parriunfar de la oposición.

A partir de este momento, las funcione

desempeñadas por los Comités de Pobres pasan os Soviets locales, zanjando así uno de lomayores peligros corridos por el Gobiernovietista.

—Y a los pequeños propietarios, a los que yen el antiguo régimen lo eran de unas hectáreas dierra que les permitían justamente vivir a ellos os suyos sin explotar el trabajo ajeno, a esto

¿cómo los ha tratado la revolución? ¿Qu

prevenciones ha tomado para desposeerlos eGobierno?

—Ninguna. Estos han continuado comanteriormente. Únicamente, una vez hecha l

ecolección y retirada la parte que comacionamiento les corresponda según la

estadísticas oficiales, deben entregar el resto a loempleados del Comisariado d

Aprovisionamiento. En el régimen de propieda



de la tierra que poseían, nada ha variado; en ldemás están sujetos a las disposiciones que eGobierno dictó.

—Si —respondimos nosotros—. Algo ascomo lo que ocurre con los propietarios de uncasa pequeña. Siguen siendo propietarios de lcasa, pero no pueden disponer de ella. Es uderecho de propiedad intervenido; más biemaginario que real; algo muy diferente de cóm

entiende el derecho de propiedad la burguesímundial y los Códigos de todas las naciones.

—Algo de eso viene a ser —contestó nuestr

nterlocutor. —¿Es cierto —preguntamos— que e

muchísimos casos, los campesinos abandonan laierras que les han correspondido en el reparto

uniéndose en grupos se trasladan de lugar parabrar en común las tierras baldías prescindiend

de toda intervención oficial? —Cierto —nos contestó el informante—. D

esos casos pueden citarse muchos, sobre todo e



os confines de la Rusia Central y de la Ukrania.En estas regiones, obedeciendo los campesino

a impulsos naturales, mancomunan sus esfuerzos

e trasladan de un lado para otro y cultivan tierraque están abandonadas. Pero el Gobierno se hopuesto siempre a esos procedimientos.

—¿Y a qué se cree obedece ese impulso decampesino?

—A sustraerse a las cargas oficiales mpuestos del Gobierno. Como no podemo

pagarles sus productos en especies, ya sea emáquinas, ropas u otros utensilios, no quier

cedernos lo que les sobra. Al rublo soviético no lconcede ningún valor. Hasta hace bien pociempo tenía más valor, entre los campesinos, eublo zarista que no el soviético. Ahora ya v

cambiando. La estabilidad del Gobierncontribuye a ello.

—¿No existe el temor —argüimos— de uposible retorno al régimen de propiedad privad

de la tierra?



pues nada se ha legislado. Aunque es de presumque ese derecho de propiedad se mantiene precario, ya que todo el territorio ruso se h

proclamado propiedad del Estado. —Al parecer —objetamos— ese debiera seel sentido y la interpretación oficial de legislado. Pero nosotros sabemos que actualmente especula en grande sobre tierras y sobre esa

propiedades; que se hacen contratos privados entros actuales poseedores y los nuevos adquirente

que se realizan transacciones de bastante cuantíobre esos valores, con lo cual parecen n

nterpretarse en el sentido se nos afirma ladisposiciones oficiales.

—Es posible que exista ese comercio privadonuevo aspecto de la especulación; pero en nad

nfluye en la política sovietista, y no puede semotivo de un retorno a lo pasado.

—Sin embargo —objetamos— la seguridacon que esa gente obra no es motivo que no

ranquilice para lo futuro.



—¿Podría darnos —preguntamos— algunodatos estadísticos de las organizaciones. Comunao Dominios comunistas, que el Estado Soviético

os particulares cultivan y en qué condiciones delación se mantienen unos y otros, y si disminuyo aumenta el cultivo de tierras?

—Con mucho gusto. Las cifras que le vamos dar referentes a los Dominios y Comunas sooficiales. Fuera de ellas quedan aun muchaorganizaciones, pero nosotros solo podemos daas que figuran en nuestras estadísticas com

oficialmente reconocidas por el Gobierno. Las de

cultivo de las tierras repartidas no se las podemoproporcionar, porque no han podido hacerse.

—¿Ni aproximadamente? —No; solo les daremos datos sueltos.

—En este caso, lo que nos interesaría saber ei aumenta o disminuye el cultivo de la tierra y

qué causas puede atribuirse. —El cultivo de la tierra ha disminuido desd

a revolución hasta ahora en casi un cuarenta po



Otra de las causas, y acaso la más grave, es lesistencia pasiva del campesino a cultivar lierra. La trabaja, pero solo en cantidad suficient

para el sostenimiento de los suyos.Opuesto el campesino a la requisición forzosahace cuanto puede por sustraerse a ella. No eaislado, sino muy frecuente, el caso de campesinoque hacen silos en el monte, en lugares escondido apartados para ocultar los productoecolectados y sustraerlos a la requisición. Com

cultivan lo justo para el sostenimiento de lfamilia, si no adoptaran estas precauciones le

faltaría; pues al tomar el Gobierno la parte que lcorrespondiera, les faltaría a ellos para llegar duna cosecha a otra.

—¿Y cómo es que habiendo legalizado e

Gobierno Sovietista la posesión que de la tierrhizo el campesino en el curso de la revolución, sniegan ahora a ayudarle?

—Es por egoísmo y especulación. E

campesino quiere tener la libertad de vender su



consideraba indispensable para vivir; envilecidoescarnecido y despreciado, el temor al hambre y a miseria pasadas han despertado en é

entimientos de avaricia.Ansia ganar mucho, mucho; cuanto más mejopara colocarse a salvo de las contingencias de lescasez.

Es comunista; pero lo es por instinto, no poningún sentimiento superior, Sabe, poexperiencia, que el trabajo en común rinde máque el individual, de aquí su comunismo. Ahoracuando ha conseguido la libertad del trabajo

quiere también la de disponer de lo que produzcpara obtener mayores beneficios.

—Cierto que es muy complejo todo esto.El número de Comunas y el de Artels, que s

nos dijo existían entonces en Rusia, era de quincmil, distribuidos entre las provincias centrales dRusia.

En Nijni-Novgorod había diez y siete Comuna

ciento veintitrés Artels. En Astrakán diecinuev



Comunas, quinientos noventa y un Artels, máquince grupos de afinidad.

En Saratoff, sesenta y seis Comunas

doscientos veintiséis Artels.En el Gobierno de Smoliensky doscientogrupos de afinidad, noventa y ocho Artels y treint tres Comunas.

La superficie de hectáreas de tierra atribuida cada Comuna o Artel, así como a los grupovariaba considerablemente.

De los productos recolectados en los dominiocomunistas y en los Artels se incautaba e

Gobierno en su totalidad. El racionamiento distribución de lo que correspondiera a cadcomponente de esas dos instituciones, se hacía pontermedio de los órganos oficiales apropiados

creados para ello.Fue sorprendente observar, dado el criteri

centralista y uniforme predominante en toda lorganización bolchevique, que no todos lo

Dominios Comunistas y Artels dependieran de



Departamento de Agricultura. De él dependían domil ochocientos, y el resto del Consejo dEconomía Nacional.

Para coordinar la vida y desarrollo de loDominios y Artels, además del Departamento dAgricultura de Moscú y de la sección estableciden el seno del Consejo de Economía Nacional paros que de él dependen, hay comisiones en cad

provincia, que inspeccionan y vigilan la marcha dos mismos.

La distribución de abonos, así como la dmáquinas agrícolas, se distribuyen con marcad

preferencia.Las peticiones han de hacerse al Comit

provincial Agrícola, que las ordena. Luegocuando la distribución puede hacerse, s

clasifican; en primer lugar los DominioComunistas, después las Comunas, en tercer lugaos Artels, y por último los grupos de afinidad.

Otro caso típico, demostrativo de la poc

voluntad con que los campesinos acogían la



oficiales.El caso de la República (?) de Chubasky e

bien característico, y confirma plenamente cuant

decimos.Las disposiciones del partido gobernante, máque a mejorar o desarrollar las instituciones y eespíritu comunista del campesino ruso, vinieron er una traba, un estorbo, un obstáculo que impedíu pleno desarrollo y desenvolvimiento.

No era un comunismo de cuartel o de conventocomo el que imponían los bolcheviques desde ePoder, lo que quería y anhelaba el campesino ruso

era un comunismo libre, autónomo, independientealido de su propia voluntad y de su esfuerz

fecundo y creador, Y por haberle negado estderecho surgió la lucha, que costó miles de vidas

agos de sangre.Soldados y delegados comunistas encargado

de la requisición, muertos y bárbaramentmutilados, aldeas totalmente incendiadas y niño

mujeres y ancianos, cazados como fieras



irviendo de blanco a las mortíferaametralladoras: este es el balance de la políticbolchevique.

Cuando el campesino ruso se vio obligado rabajar en condiciones onerosas, y vio todas sunstituciones propias, como los Artels y los Mire

modificados a capricho y antojo de un Gobiernque le confiscaba y arrebataba por la fuerza loproductos que recolectaba, se sublevó y llevó lprotesta y la resistencia al terreno de la violencia

Los bolcheviques son muy amantes de laestadísticas y de los gráficos; sienten por es

manera de exposición una verdadera flaqueza; siembargo, o mucho nos equivocamos, o creemoque jamás dará una estadística de todos loasesinatos cometidos, de las aldeas arrasadas

quemadas y de las víctimas que han sidacrificadas a esa política de errores. Al tiemp

ponemos por testigo.



XI

Política de

abastecimientos

Las luchas feroces sostenidas entre e

Gobierno ruso y los campesinos, a causa de laequisiciones de productos que aquél realizaba

que tan ampliamente describiera la Prensburguesa europea deleitándose en la reproducció

de los más insignificantes detalles y que nosotroa fuer de sinceros, hemos de decir que, antes destar en Rusia acogíamos con gran desconfianzaera cuestión que nos interesaba conocer e

conjunto y en detalle, para, una vez de regresopoderlas desmentir, o bien justificar, si de elleran merecedoras.

Así pues, apenas cruzada la frontera y puesto

en relación con los bolcheviques, procuramo



muchas veces llevar la conversación a esterreno, y si bien en estas conversaciones n

pudimos obtener aclaraciones explícitas, no po

eso dejaron de tener cierta utilidad, ya que noniciaron en la cuestión.Pero estas simples iniciaciones no bastaban

La misión que nos había llevado a Rusia no podícomplacerse con simples sugestiones aisladaRequería algo más; requería datos completos qupudieran servir de fundamento a juicios firmes.

La campaña que la Prensa hacía en todo emundo contra el régimen soviético, alcanzaba l

amplitud de un ataque a fondo. La voz de leacción se alzaba clamorosa, ensordecedora

estridente, y con pruebas más o menos ciertas, cogran acopio de datos y relación de hecho

nsistentemente, se nos lanzaba al rostro de lodefensores de la causa rusa acusaciones quahogaban nuestras voces.

Contrarrestar estos efectos era una necesidad

Pero necesidad ineludible. El amor por l



Revolución y la libertad del pueblo ruso, si bieeran elementos indispensables para lograr uequilibrio, no podían ser los únicos argumento

esgrimidos frente a las acusaciones pardesvirtuarlas.Y si habíamos roto el bloqueo en que a Rusi

e tenía y pasado sus fronteras después de muchocontratiempos, se comprenderá que no habíamooportado vicisitudes y vencido obstáculos por eolo placer de decir: «ya hemos llegado a Rusia»

Esto podía ser una satisfacción, pero no dvanidad personal.

La actuación social y la experiencia que della habíamos sacado, con el estudio de los hechohistóricos, nos había llevado a una conclusión, ea que persistimos; que sin la libertad económica

a libertad política o social, es un mito.Las frases rimbombantes, los enternecedore

períodos oratorios de las arengas, más o menodemocráticas, las exuberantes y declamatoria

declaraciones del hombre, son fuegos de artificio



cohetes voladores, humo que se disipa si no vaacompañados de un mejoramiento económico en epueblo. Cuando el hombre deje de estar sometid

económicamente, no habrá dependencia políticposible. Cuando la burguesía no tenga cogido aproletariado por el estómago, sus ideas y accioneestarán impregnadas de libertad.

Por ser este nuestro criterio, se comprenderá latención que venimos obligados a fijar durantnuestra estancia en Rusia, para todo aquello quuviera relación con la liberación económica de

proletariado.

En el régimen capitalista, el obrero pashambre. A veces, pueblos y comarcas enteradesaparecen diezmadas por ese terrible azotepero no es porque no se produzca lo suficient

para abastecer a todos. El fenómeno se producporque la distribución de lo producido earbitraria y cruel, porque lleva las característicade una herodiada dirigida contra el pueblo. ¿Cóm

procedieron en Rusia? ¿Acertaron? Vamos



decirlo concretamente.La primera revolución, la de marzo, la que di

el poder a los cadetes primero, y después

Kerensky, no hizo nada para organizar ldistribución según un sistema más humano que eque acababa de hundirse para siempre.

La situación económica de Rusia, en aquemomento, era ya muy difícil; el hambre y laprivaciones más atroces se habían enseñoreaddel pueblo; los años de guerra, unidos a ladifíciles condiciones en que Rusia se habídesenvuelto siempre, contribuyeron grandemente

a acumulación de dificultades.Claro que en Rusia, como en todos los paíse

capitalistas, quien sufrió primero y mántensamente las privaciones económicas que l

guerra imponía, fue el trabajador; por lo mismoos hombres que se colocaron a la cabeza de l

primera revolución debieron tender a undistribución más equitativa y más humana en e

abastecimiento del pueblo. No lo hicieron y así le



fue.El período que transcurre desde marzo

octubre, agrava la situación; la empeora en límite

casi insospechados. No obstante esta gravedad, lituación favorecía a los bolcheviques, que ledejaba las manos libres para obrar. Spreocupación principal habría de ser la dproducir.

Pero si la situación momentánea no ofrecígraves peligros, no cabe duda que los tendría parel porvenir.

La desorganización total del comercio, l

upresión de todos los almacenes de productos —grandes y pequeños—, la confiscación que eGobierno hiciera a su favor de todas las riquezaproducidas y sin producir, le dejaban plen

ibertad de acción en el camino que se propusiereguir. Y para crear cuantos órganos estimar

necesarios a fin de organizar la distribución. Estaventajas, tan favorables, fueron aprovechadas po

el Gobierno, y en seguida creó el Comisariado d



Abastecimientos, llevando a él comunistaprobados y hombres de confianza del partido.

Lo primero que hizo el Comisariado fue tasa

el precio de los productos alimenticios, pueaunque desorganizado y temeroso, el comerciibre aún existía.

Los resultados de esta disposición no pudieroer más funestos. Como tasaron los artículos a u

precio muy inferior al de venta en el mercado, amenazaron con penas severísimas a quienes no sometieran a la tasa, desaparecieron del mercadodos los productos y en pocos días s

encarecieron en más de un trescientos por ciento.Amenazas, requisiciones, encarcelamiento

hasta ejecuciones; todo se puso en práctica; periempre con resultados negativos. Los producto

no aparecían, y los que se ofrecían alcanzabaprecios fabulosos.

Entretanto, en el Comisariado dAbastecimientos se trabajaba activamente. S

acumulaban los informes. A una estadística seguí



otra, y a éstas otras y otras; pero la situacióalimenticia del pueblo no mejoraba. Lespeculación estaba a la orden del día. A preci

de tasa no podía comprarse ni un alfiler; ecambio, al precio corriente podía obtenerse dodo.

Los Soviets de campesinos de la provincia dMoscú, pusiéronse al habla con el Comisariado dAbastecimientos y pidieron que se pusiera un pocde orden y de actividad en normalizar laelaciones de compra y venta o de intercambio d

productos, entre la campiña y la ciudad.

Entre los productos que más escaseaban estaba leche. Ni para los enfermos se encontraba.

Llamaba más la atención la carencia de lechpor ser Moscú una ciudad en la que siempre l

había en abundancia, debido al espíritemprendedor de un industrial del régimecapitalista. Hombre de dinero y de iniciativaunos años antes de la revolución, había organizad

a compra de leche en los pueblos limítrofes.



Estableció convenios con los campesinos, poos que adquiría toda la leche que produjeran su

vacas, y luego de transportarla en vasijas de s

propiedad, la expendía en numerosas sucursaleque había establecido en Moscú.Los Soviets de Campesinos pedían que s

espetara esta organización, por sus buenoesultados, aunque se expropiara al industria

como ya se había hecho.Pedían también que el Comisariado d

Abastecimientos pusiera uno o varios individuoal frente de la Empresa y con libertad par

establecer con ellos el precio de pago.Escuchó el Comisariado la petición, aceptó l

niciativa y prometió contestar rápidamente ldemanda.

Los campesinos se retiraron satisfechos, puecreían que iba a solucionarse la cuestión.

Pasaron semanas y meses; medio año despuée dignó el Comisariado dar la respuesta

manteniendo el criterio de la tasa.



El Comisariado de Abastecimientos satificaba en mantener el precio de treinta rublo

para el litro de leche, cuando en el mercado libr

a se pagaba a doscientos cincuenta, y asmientras el Gobierno no podía abastecer de lecha la población, el mercado de la especulacióebosaba de este producto.

Pues bien; este ejemplo, citado con ciertamplitud para que se comprenda cómo procedíaos bolcheviques, es el mismo que pudiéramo

citar para todos los demás productos.El uniformismo, la unilateralidad y e

cuadriculado que adoptaban en una cuestión regíaen todas. De aquí la serie de rectificaciones, qulegan a lo inverosímil.

Formadas las estadísticas de los habitantes qu

enía la Rusia soviética, era preciso esperar quhubiera productos que repartir. Los requisados poel Gobierno al principio, pronto fueroabsorbidos, exceptuando los que se pudrieron e

os almacenes, esperando la confección d



o que cada agricultor había recolectado y eproducto íntegro, sin retener el labrador ni la mámínima parte, era enviado por el Soviet a lo

almacenes de la provincia. Una vez todos loproductos de la provincia acumulados en ealmacén provincial, los que correspondieran cada pueblo o aldea, con arreglo al número dhabitantes y a la cantidad que, según eacionamiento decretado en Moscú, correspondí

por individuo, eran devueltos a la aldea o pueblde donde antes salieran.

Por este novísimo y flamante procedimient

comunista, antes que un campesino pudiercomerse un kilo de legumbres recolectadas en spropio huerto, habían viajado centenares dkilómetros, con arreglo a las sabias disposicione

bolcheviques y leninistas.Pero como el absurdo no puede prevalece

pues la razón se resiste a mantenerlo, por lprotesta de todos los rusos que no eran comisario

ni jefes, ni dictadores, fueron advertidos de s



error y rectificaron.Los errores de la política económic

bolchevique son numerosísimos. Cuando l

historia los dé a conocer todos, la humanidaquedará asombrada. Si su finalidad hubiera sido ehacerlo mal no lo hubieran logrado mácumplidamente.

La centralización de todos los servicios ddistribución producía daños incalculables pérdidas más incalculables todavía.

Los campesinos que veían las torpezas deEstado y sus errores, por las consecuencias

daños que les acarreaban, organizaron lesistencia violenta y se negaron a tratar con él.

Pedían, además, que se les pagaran loproductos requisados con otros productos, ya qu

a moneda bolchevique, por el hecho de que lfabricaban sin limitación, estaba depreciadenormemente.

—No nos negamos —decían— a produc

cuanto podamos, siempre que la entrega de lo



productos que nos sobren, después de reteneaquellos que nos sean a nosotros necesarios, sea cambio de lo que necesitemos para vivir. A lo qu

nos negamos es a entregar los productos por upapel moneda que nada vale y a mantener a lomiles de zánganos que se esconden en las oficinadel Gobierno, y que son los que nos oprimen y loque nos someten, ya que por cada diputado qunosotros mandamos al Soviet, ellos tienen derecha mandar cinco.

Las tasas, pues, no daban resultado alguno. Ladquisición por el Gobierno de todo lo producido

as requisiciones y las amenazas, acompañadacon excesiva frecuencia de hechos, no mejorabaa situación; al contrario, la agravaban de día e

día.

Llegó el momento en que el racionamiento quel Gobierno daba al pueblo quedó reducido a uncuarta parte de lo que cada individuo necesitabaegún datos oficiales.

La situación era más apurada con l



centralización de los métodos de distribución.Centralizados en Moscú todos los censos de l

población existente en Rusia, allí se hacía e

acionamiento que a cada uno correspondiera. Poanto, las estadísticas de la producción debían dr a parar igualmente a Moscú.

Nos encontramos, pues, de esta maneraPrimero: hecha la recolección por cadcampesino, éste enviará todos los productoecolectados al almacén de la población —ya se

ciudad, pueblo, aldea o grupo de «isbas»—egundo: una vez los productos en el almacén, e

Soviet local hará un cuadro estadístico, exacto, dos mismos, que ha de trasmitir al Soviet de l

provincia; tercero: el Soviet de la provinciemitirá a Moscú, al Comisariado d

Abastecimientos, las estadísticas de todas laocalidades a fin de que se hagan los debido

cómputos, se ordene el intercambio provincial y sasigne lo que corresponde a cada individuo

cuarto: retornarán las estadísticas a cada Sovie



provincial; y quinto: distribuirá el Sovieprovincial las estadísticas a cada Soviet locapara que éste proceda al reparto de los producto

que a cada componente de la comunidacorrespondan.Luego quedan los productos sobrantes. E

Soviet local los enviará a} almacén acumuladoprovincial, que los irá distribuyendo según laórdenes que reciba del Comisariado dAbastecimientos de Moscú.

Todas estas operaciones requieren pérdida diempo y una bicoca; unos millares de empleado

que son, al decir de Lenin, «la plaga más nocivque haya atacado al bolchevismo».

Las inconveniencias de esta centralización haido el ariete más formidable esgrimido contra l

política económica bolchevique, y la «nuevpolítica económica» que más tarde, después dnuestro viaje a Rusia, preconizara el mismo Lenines la prueba más concluyente de cuanto afirmamos

Queremos, no obstante, antes de dar po



erminado este capítulo, relatar algunos hechos quon, por cierto, muy instructivos. Por ellos s

verán los desastrosos resultados de esa política d

centralización de que tanto y taencomiásticamente se nos ha hablado y se noviene hablando.

La provincia de Moscú produce copreferencia patatas. Las cosechas suelen seegularmente abundantes. El hambre, que hizo s

presa en los habitantes de Moscú, desde que ebloqueo los había dejado reducidos a sus propiomedios, se mitigaba algo, durante un par de mese

con la cosecha de patatas. Debido a que en Rusios hielos no permiten hacer sementeraempranas, la mayor parte de leguminosas ubérculos son de las que aquí, en España, s

laman «tardanas», o sea de las que se recolectan final de verano.

La cosecha de patatas en la provincia dMoscú, en el año 1919, fue abundantísima. Lo

habitantes de la ciudad estaban contentos, pue



conocedores de la abundante cosecha de patatapor las noticias que los mismos campesinos traíaa la ciudad, esperaban que el reparto llenara su

necesidades.En la primera quincena de septiembre de aqueaño corrió la voz de que los almacenes dprovisiones de patatas de Moscú estabaabarrotados de aquel artículo.

Todo el mundo esperaba que comenzara eeguida el reparto de patatas. Pero el reparto no s

hacía. Y no se hacía porque la misma abundancide las cosechas obligaba a preparar o rectifica

as listas de racionamiento.Los días pasaban. El pueblo, acosado por e

hambre, haciéndosele ésta más cruel por ngnorar la existencia de tan rica cosecha d

patatas, se impacientaba, temiendo la catástrofeEn el ínterin, el Comisariado de Abastecimientos el Consejo de Economía Nacional, con sburocratismo centralizado, seguía trabajando

haciendo listas y números, estableciendo informe



cómputos, como si quisiera hacerse cómplice do que iba a ocurrir.

Y lo temido llegó. El clima dio al traste co

oda la matemática y todo el cientificismcentralizador bolchevique, destruyendo en pocahoras las esperanzas que un millón de habitantehambrientos pusiera en aquella abundantísimprovisión de patatas.

Las heladas de finales de septiembre, que sopersistentes en Rusia y anuncian las primeranieves del invierno, inutilizó toda la riquísimcosecha de patatas que en los almacenes s

hallaban. Precisamente cuando, según lobolcheviques, estaba a punto de terminarse lestadística del racionamiento.

Y con el tristísimo dolor de quien tiene hambr

no la puede satisfacer, vieron los habitantes dMoscú cómo de los almacenes tiraban a la call—porque en la calle se amontonaron— miles miles de kilos de patatas heladas, inservibles par

el consumo. Nada pudo repartirse entre el pueblo



Las delicias y aciertos de la economía políticcentralista no pueden ser más consoladores.

Otro caso curioso, digno de no ser imitado, e

el ocurrido con la pesca en Petrogrado, en el ríeva.Helado este río algunos meses del año, cuand

a temperatura permite dedicarse a la pesca y ecrecimiento de los peces pequeños marca eperíodo de abundancia, es tanta la cantidad dpescado que da el río Neva, que basta una caña unas horas de permanencia en sus orillas parcoger unas libras de peces. Pero el Estad

bolchevique, preocupado de que nadie en sudominios tenga inquietudes por saprovisionamiento, ideó el medio de que todos lopetrogradenses tuvieran pescado del Neva en s

mesa. ¿No hubo un rey que quería poner a suúbditos un trozo de gallina cada día en e

puchero? ¿Por qué un Gobierno bolchevique npodía poner un pescado frito para cada uno de lo

habitantes de Petrogrado? Nada más justo.



Obligó a sindicarse a todos los pescadores dPetrogrado, al mismo tiempo que les impuso lcondición de vender todo el pescado cogido, a

Soviet de la ciudad. Completó esta medida con lprohibición más absoluta de que nadie pudierpescar en el río. Se amenazaba a locontraventores de esta última disposición copenas severísimas.

Los pescadores profesionales, que eran lontegrantes del Sindicato y a quienes se habí

concedido el monopolio de la pesca en el Nevaestaban contentos, pues esperaban poderse gana

a vida.Pero ocurrió lo que no se esperaba. Con l

obligación que adquirieron al concedérseles emonopolio, iba aparejada la más absurda teorí

comercial. El Soviet de Petrogrado tasó epescado siguiendo las normas llevadas con la tasde la leche. Fijó un precio muy inferior al que yalcanzaba en el mercado libre y en la

ransacciones libremente ajustadas.



Protestaron los pescadores, quisieron hacever al Soviet local lo improcedente de tal acuerdopero el Soviet no aceptó sus razone

amenazándoles, en cambio, con penas severísimai no se sometían. ¿Resultado?Los pescadores dejaron de pescar; l

abandonaron todo; solo unos cuantos sometieron. Pero como lo que estos poco

pescaban, después de retirar la parte que lecorrespondía, no llegaba a cubrir ni la cuarta partde lo que necesitaba la población, y como lprohibición a los particulares, de dedicarse a l

pesca, subsistía en virtud del monopoliconcedido, los habitantes de Petrogrado habían dpasar hambre sin poder lanzar siquiera una cuerdcon un anzuelo al río.

Otro caso parecido al que acabamos de citaocurrió con los pescadores del lago Ladoga.

También se les concedió el monopolio de lpesca en el lago, después de obligarles

indicarse, comprándoles el Soviet de Moscú tod



a pesca, al precio de tasa que el Sovieestableció. Como este precio no les compensaben la medida de sus necesidades, se negaron lo

pescadores del lago a pescar. Pero como epescado de Ladoga se consumía todo en Moscú, por negarse a pescar faltaba en esta ciudad, sdecretó la movilización y se quiso obligarles rabajar por la fuerza.

La medida no pudo resultar más inútil ni mácontraproducente, Cuando se envió al lago Ladogun comandante con tropas, para someter a lopescadores, éstos habían emigrado en masa, y d

unos centenares de pescadores que formaban eSindicato de la pesca, solo quedaron una treintena

Pero la acusación más formidable que puedhacerse contra los errores de la polític

económica bolchevique y de las violencias extorsiones a que dio lugar, nos la da lo ocurridcon un obrero ferroviario, en la provincia dSaratof.

Padre de numerosa familia, el racionamient



que se le concedía era insuficiente. El hambre, con el hambre la desesperación, le indujo a tomauna resolución comprensible. Cogió el único pa

de zapatos que tenía y se fue al campo y locambió por unos kilos de harina.De regreso al pueblo, descalzo, pero con u

poco de harina que aplacara por unos días ehambre de los suyos, fue detenido y confiscada lharina.

Todas las súplicas, todas las imploracioneodos los lamentos, se estrellaron contra la bárbar

disposición oficial.

Desesperado, corrió a las afueras del pueblo e colgó de un árbol.

Casos de estos pudieran citarse a miles. Si lhemos citado no ha sido por hacer vibrar la cuerd

ensible de quien nos lea; lo hemos hecho para dadea de la profunda tragedia que aquel pueblo h

vivido por culpa de sus dirigentes.Y no se nos venga con que la falta d

productos ha sido la causa de tantos estragos; est



esistencia, unas veces pasiva y otras violenta, quel campesino ruso opuso siempre a la política dequisiciones.

¿A cuántas ascienden las víctimas? Npudimos, aunque lo procuramos tenazmente, naproximadamente conocer su número. Vimográficos relacionados con la cuestión. Poseemofotografías de aldeas y pueblos destruidos ponegarse a entregar sus productos; pero nuestronformes no pasan de aquí.

Las requisiciones son la consecuencia lógicde la política de abastecimientos seguida por lo

bolcheviques.¿Cuándo se establecieron las requisiciones

¿Cómo se hacían?En los primeros momentos de la revolución

as requisiciones no tenían razón de ser. Ecampesino, al igual que el obrero de la ciudadcambiaban cuanto tenían y lo entregaban todo, veces hasta lo indispensable para ellos. El instint

de solidaridad en el pueblo, en la gran mayoría



dio resultados magníficos. Pero cuando la accióoficial intervino queriendo regularlo y ordenarlodo, surgió la pugna consiguiente.

Al ordenar el Gobierno la clausura deComercio y las requisiciones de los productopara hacer las estadísticas, paralizó todransacción dando lugar a la penuria.

Como la prohibición oficial era absoluta, todnfracción fue castigada; pero las infracciones era

necesarias ante la escasez cada día en aumento.Antes de ordenar el cierre del comercio, debi

el Gobierno tener preparado el instrumento que l

uplantara, que cubriera la necesidad que ecomercio cubre, ya que, a pesar de cuanto se digcontra el latrocinio comercial, se ha de reconoceque cumple una necesidad en la mecánic

distributiva de productos en los pueblos modernoPero no ocurrió así. El Gobierno bolchevique

nflado de teorías, pero sin ninguna noción de lealidad, suprimió el comercio sin tener e

funcionamiento el órgano distributivo que l



eemplazara.La consecuencia inmediata, perentoria, de est

medida, fue la paralización más absoluta en la

ransacciones diarias, siendo sus efectos máentidos en la casa del obrero.Verdad que el Gobierno acordó establece

grandes almacenes distribuidores de productopero la eficacia de estos almacenes no podíconocerse hasta después de requisicionados loproductos, inventariados y llevados a loalmacenes.

Esto había de tardar en realidad unos días,

como en el hogar proletario, tanto en Rusia comen los demás países, se vive al día, cerrados locomercios, no tuvieron donde proveerse.

La inmediata fue buscar en la especulación, e

o que los bolcheviques llamaron ya desde uprincipio la especulación, pero que era unnecesidad imperiosa, lo que no podían encontraen parte alguna.

Las Cooperativas jugaron en ese período d



ransición un gran papel; pero eran insuficiente¿Cómo podrían ellas, que apenas pasaban de seunas decenas, abastecer a una población de casi u

millón de habitantes?El cambio de productos de manos a manoclandestino y oneroso, adquirió formidablalcance, acostumbrándose los campesinos a lusura, pues la clandestinidad les favorecía.

Cuando pasadas unas semanas se abrieron loalmacenes compradores y distribuidores que eGobierno había organizado, el remedio resultpeor que la enfermedad, pues el campesino

engolosinado con las ganancias fabulosas de lventa clandestina, no quiso vender sus productoal Soviet y al precio que les señalaba.

Entonces se acuerdan las requisiciones. S

quiso curar un mal con otro mal mayor.En tanto que las requisiciones no salieron de l

ciudad, que se limitaban a la confiscación de todoos productos a ella traídos para la venta

almacenados y escondidos en depósitos, la cosa n



uvo consecuencias lamentables. Estas vienedespués.

Paralela a esta acción de Gobierno, d

confiscación y requisición a toda fuerza, viene lde tasa de los productos a los precios que acuerdel Soviet de cada villa, siguiendo las instruccioneque se reciben de Moscú.

El campesino, por no someterse a unas ni otras, organiza la resistencia pasiva. No entregus productos; los esconde primero. Entonces, lo

bolcheviques, organizan desde el Gobierno lofensiva contra el campesino. Organizan grupos d

ndividuos, otras veces de soldados, al mando dcomunistas probados y pasan de pueblo en pueblequisando y confiscándolo todo.

El campesino pasa de la resistencia pasiva a l

esistencia activa. Hace frente a los grupos oldados encargados de la requisición. Pero au

no surgen los choques sangrientos. La resistenciactiva consiste en dejar una parte de la tierra si

cultivar, disminuyendo de esta manera, el acerb



común.A esto contesta el Gobierno con medidas d

igor, llegando en muchos casos a la ejecución d

os individuos más refractarios.El resultado no pudo ser más lamentable, pueel campesino pasó de la resistencia activa siviolencias a la resistencia activa y violenta.

En otro lugar de este libro ya hablamos de lonstrumentos contundentes con que el campesino s

defendía, limitándonos ahora a señalar el casolamente.

¿Qué hizo el Gobierno bolchevique? ¿Qu

medios puso en práctica? ¿Cómo pretendiesolver una situación violentísima, llegada a ta

extremo por sus errores?Ordenó medidas más rigurosas y más violenta

trató al campesino en enemigo común. Diamplias facultades a las comisiones encargadas da requisición, ordenándolas que se apoderaran dodo sin contemplaciones.

Llegó a más: cuando se vio impotente ante l



esistencia de los campesinos y que, además, lagentes encargadas de la requisición, retrocedíaemerosas, les concedió el veinticinco por cient

de lo requisado, como prima.El efecto fue mágico. El hambre hizo lo quacaso la conciencia rechazara. Las requisicionee hacían ferozmente. Más que los mandatarios d

un Gobierno que iban a cumplir una misióagrada, caían aquellas hordas en los pueblo

como bandas de conquistadores en rapiñaansiosos de botín y de riquezas.

Lo confiscaban todo; se lo llevaban todo; s

apoderaban de todo. Cuando ya no tenían nada máque llevarse, se llevaban incluso lo que comacionamiento correspondía a la misma familia d

casa.

Cuando en nuestra excursión por el Volgpreguntamos a los campesinos, huyendo deacompañamiento oficial, y les pedíamos nodetallasen hechos de las requisiciones, no no

contestaban siquiera, pero la cólera asomaba a su



ojos y cerraban los puños en señal de amenaza.Fue tan lucrativa la tarea de requisiciones, qu

hombres bien colocados y con emolumento

elevados en otras dependencias estatales, laabandonaban y solicitaban ser destinados a logrupos encargados de la requisición.

En uno de los viajes que hicimos, cruzóse eren que nos llevaba con otro en el que viajaba un

de esos grupos. El jefe, el encargado del grupoera un doctor en medicina que abandonó sclientela y clínica para aceptar aquella misión.

Como los dos trenes habían de esperar e

aquella estación más de una hora, tuvimos interéen conocer detalladamente la misión del grupo, nos trasladamos a su vagón para preguntar.

Fuimos recibidos por el jefe.

Contestó a nuestra pregunta que la requisicióera una necesidad, porque el campesino, imbuidde ideas pequeño-burguesas, no quería entregaus productos al Gobierno, y sí venderlos en e

mercado libre o en la especulación para obtene



grandes beneficios. —Y a ustedes —le preguntamos—, ¿cómo le

eciben los campesinos?

—Ya se lo pueden figurar. Nos reciben dmala manera. Imposibilitan cuanto pueden nuestrcometido. Se oponen a toda requisición de lo quposeen.

—¿Y cómo proceden ustedes al hacer laequisiciones? ¿a quién se dirigen primero?

—Nosotros ya tenemos asignado de antemanel lugar o lugares donde debemos obrar.

Llegados, reclamamos en seguida la presenci

del Comité Soviético del lugar; inquirimos de équiénes son los labradores refractarios a la entregde los productos; dónde los guardan y en qucantidad, aproximadamente.

Cuando tenemos una lista bien detallada de locampesinos incursos en esas faltas, acompañadode un piquete de soldados rojos, cuya compañíeclamamos del puesto más cercano al lugar dond

debamos obrar, vamos de casa en casa reclamand



a entrega de los géneros ocultados. —¿Y si se niegan a entregarlos? —Detenemos al recalcitrante; lo conducimo

ante el Soviet local y lo encerramos en la cárcel. —¿Y si resiste aun? Y si a pesar de ldetención y encarcelamiento persiste en nentregar los productos, ¿qué hacen ustedes?

Registramos la casa, los lugares dondospechamos y que se nos han indicado como luga

de la ocultación, hasta que los encontramos. Sdan casos en los que el campesino, después dunas horas de detención, confiesa voluntariament

o ocultado. —¿Tienen ustedes algún derecho de comisió

o de prima en la parte de los géneros qudescubren?

—Si voluntariamente, al ser requerido poprimera vez el campesino entrega los productono; pero si se niega y con nuestras pesquisas lodescubrimos, entonces tenemos el veinticinco po

ciento.



—¿En este caso tendrán ustedes gran interés edescubrir las ocultaciones?

—Es de suponer, aunque tengamos más interé

por ser mandato y orden del Gobierno. —¿Y cómo es —objetamos— que siendo ustedoctor en medicina y faltando médicos en el frentde batalla para curar a los heridos ha preferidesta ingrata tarea y no la derivada de su profesión

—Todas son necesarias al triunfo decomunismo y al combate de la contrarrevoluciónY para ésta precisan hombres inteligentes y afectoa la política comunista.

—De acuerdo. Pero hombres afectos a lpolítica comunista hay muchos, y algunos munteligentes, que podrían a maravilla cumplir est

misión, sin que a ella vinieran los que so

necesarios en el frente de batalla, como lodoctores, por ejemplo, y que no pueden seustituidos por la especialidad de su profesión.

—En todos lados se sirve al Partido —no

contestó.



—Y usted —seguimos—, ¿vino aquí mandadpor el Gobierno, por algún Soviet de provincia, olicitó usted el puesto?

—Lo solicité voluntariamente. —¿Y por qué no solicitó ir al frente de batallaa Polonia, donde se bate el Ejército Rojo edefensa de la Revolución?

—A ustedes nada les importa, nos contestó uanto amoscado.

La llegada de un personaje comunista dnuestro séquito y su intervención cortó el diálogoque se hacía por demás interesante

descubriéndonos la razón y el porqué de muchacosas.

A instancias de este personaje se nomostraron las cantidades de productos requisada

que no eran pocas, y se nos habló también de lcantidad que con arreglo al tanto por cientconcedido a los requisidores les correspondíaQue tampoco era despreciable.

Estos productos, que debían ser llevados



Moscú, y puestos a disposición del Comisariadde Abastecimientos, hacía ya muchos días qucirculaban de un lugar para otro siguiendo la

evoluciones y zigs-zags que debía hacer el grupequisidor. Antes de llegar a destino, era muposible que la mitad se quedaran en el camino. Ehambre incitaría a ello; la corrupción haría ldemás.



XII

En el Departamento

del TransporteFerroviario

Habiéndosenos manifestado, por diversoconductos, que una de las mayores dificultades qumpedían el normal encauzamiento de la vid

económica estaba en la desorganización de loransportes, nos dirigimos al Departamento deTransporte Ferroviario.

—El Gobierno de Kerensky —se nos dijo eeguida— no hizo nada para vencer la

dificultades que a diario se presentaban. El pasde este hombre por el Poder, lo mismo en este quen los demás problemas, no dejó huella de nadque merezca ser mencionado. Apresado en la re

de compromisos que con las cancillerías europea



contrajera, no pudo desembarazarse de lodiplomáticos y perdió el tiempo buscando arreglo componendas, en vez de aprovecharlo en realiza

a obra que exigía lo extraordinariamente difícil das circunstancias.El problema de los transportes en Rusia, paí

de distancias inmensas, databa de tiempnmemorial. Era, por así decirlo; el problema dos problemas. Al secular de la tierra había qu

añadir, como genérico, el problema de loransportes.

Contando con este precedente y con el de l

guerra, que acabó por desbaratar la menguadorganización que existía y reducir a pésimacondiciones todo el material ferroviario, fácil serdarse una idea de la gravísima situación de Rusia

país tributario del extranjero en este aspecto de lndustria.

Pero aun faltaba el golpe final, que había ddesorganizarlo todo, haciendo más precaria y má

errible la situación.



En los últimos meses del zarismo, edesbarajuste ferroviario era tal, que ni hombres nmuniciones podían enviarse al frente con l

egularidad requerida. A veces se obligaba a looldados a hacer cientos de kilómetros a marchaforzadas, con el fin de descongestionar un tanto loferrocarriles.

La primera revolución de marzo, con edesorden, la incertidumbre y las medidaprovisionales que acarrea toda situación nuevadesorganizó lo poco que en los transporteferroviarios había escapado al desconciert

nicial.El Gobierno de Kerensky, que en vez de pone

mano en los transportes se cruzó de brazos y solpensó en resolver su situación política, dio motiv

a que tomara estado crónico el desconcierto dcarácter transitorio.

Así las cosas, casi desorganizados del todo loransportes ferroviarios, en pésimas condiciones e

material y sin medios de reemplazarlo, viene l



evolución de octubre, la nuestra, que debía dar egolpe de gracia a lo poco que restaba dordenación ferroviaria.

Uno de los primeros decretos del Consejo dComisarios del pueblo, como ya sabréis, fue el ddar forma legal y jurídica, es decir, caráctedefinitivo, al proyecto que el Congreso NacionaPanruso de Soviets campesinos, celebrado a finede julio de 1917, acababa de elaboradisponiendo el reparto de las tierras. Los efectode este decreto fueron fulminantes en el frente dbatalla. Los ejércitos, en masa, abandonaban la

rincheras, tiraban los fusiles, se imponían a loefes y oficiales que les reprochaban su conducta tomaban los trenes por asalto. Lo ocurrido en e

frente fue indescriptible.

Todo se resolvía en medio de brutalidadeatropellos, violencias y disputas. Aquellamultitudes, desmandadas, espoleadas por lansiedad de no llegar tarde al reparto y hallars

pronto en su aldea, no respetaban ningún derecho.



El derecho lo elaboraba la fuerza. Los máfuertes, los de puños más prontos a la pelea, o lomás audaces, lo imponían.

Los casos de coger a los primeros ocupantede un vagón y arrojarlos por la ventanilla, parocupar los asientos, fueron muy frecuentes. Laropas desmovilizadas tomaban los trenes po

asalto, rompían las ventanillas y arrancaban laportezuelas de los coches para improvisaasientos. En los vagones se amontonaban unoobre otros, hasta los techos. Se llegó a constru

andamiajes en los lados laterales, en la

plataformas, en las marquesinas y en los tenders das máquinas, sobre los que viajaban hacinados.

Los vagones y muchas locomotoras quedaroen seguida fuera de servicio, teniéndose qu

abandonar alguna en el camino, echarla fuera dos raíles y continuar el viaje a pie hasta l

estación próxima, en donde se reanudaba lmarcha repitiéndose las mismas escenas d

violencia.



Cuando los soldados que el zarismo enviara afrente de batalla hubieron regresado por estprocedimiento, puede calcularse que una cuart

parte del material ferroviario quedó totalmentnservible, otra cuarta parte en mediano uso y eesto solo en condiciones de ser utilizado despué

de costosas y difíciles reparaciones. —En esta coyuntura —siguen informándono

— se constituye este Departamento y nos hacemocargo de los transportes.

Nombrado Krassin presidente del Consejo dAdministración Ferroviaria, los obreros s

declaran en huelga, que dura mes y medio, dignemate a los trastornos que venían sucediéndos

desde que comenzó la guerra. La huelga alcanzó odo el personal, obreros, empleados y jefes si

excepción, agravándose el estado de cosas.A principios de 1918 comenzó la organizació

ferroviaria, destituyendo a los altos empleados efes y nombrando las Comisiones extraordinaria

encargadas de vigilar la labor de los directores



administradores de las diferentes redeferroviarias.

El impulso dado a estas Comisione

extraordinarias fue enorme —sigue diciendnuestro informador—. Al poco tiempo había unen cada estación y otra que viajaba en cada trenbajo cuya jurisdicción y mandato quedaban todoos empleados sin excepción ninguna.

En el período de tiempo que media desde levolución de octubre hasta que se reorganizaroos transportes, ocurrieron cosas muy peregrina

Por ejemplo, en cada estación no expendían billet

más que hasta la próxima, y de ésta a la siguienteEl viajero tenía que sacar billete en cada estaciói quería continuar el viaje. La recaudació

obtenida por la venta de billetes se la repartían lo

empleados.Con la reorganización terminó este estado d

cosas y comenzó la normalidad en los servicios.Se emprendió también, en la medida que la

circunstancias lo permitían, la reparación de



material susceptible de aprovechamiento, Clarque las reparaciones eran muy lentas; a ellcontribuían muchas causas, siendo la falta d

materias primas, de herramientas y de obrerocapacitados, las más importantes. Luego sntrodujo la división en las funciones, llegándose

crear una escuela técnica, a la que todo aspirantferroviario había de concurrir durante seis meseTambién se creó la sección política, encargada dorganizar las escuelas técnicas y hacer propagandcomunista entre los ferroviarios.

Se constituyó un Comité Central ferroviario

ntermediario entre las diferentes secciones deSindicato ferroviario y el Departamento deTransporte.

Se estableció un plan de trabajo para l

eparación de locomotoras y vagones y para lconstrucción de otros que, según cálculopermitiría normalizar el servicio y ponerlo edéntica situación de antes de la guerra para el añ

925.



Se establecieron primas en los talleres deparación, concediéndose cuatro raciones más a

operario que rindiera doble trabajo del señalado

Si, por el contrario, realizaba una cantidad drabajo menor a la exigida, quedaba autorizado eComité de taller para disminuirle la ración a lmitad. También percibían primas los maquinistapor economías o exceso de trabajo.

El rendimiento de trabajo de cada obrero fuestablecido según estadísticas de preguerra, y eervicio ferroviario se consideraba como servici

militarizado; los obreros movilizados quedaba

bajo esta jurisdicción y eran juzgados poribunales militares.

Se tenía en estudio el tipo único docomotoras y vagones para viajeros.

—La sindicación era obligatoria —nonformaron finalmente— y a todo ferroviario se l

descontaba el dos por ciento del salario mensuapara cuota del Sindicato.



***

Los datos suministrados por el Departament

del Transporte Ferroviario fueron corroboradopor datos particulares. Pero como la ampliaciónos dará una nueva faceta del problema, convienque volvamos sobre alguno de los puntos y

conocidos.La huelga ferroviaria declarada al subir lobolcheviques al Poder, fue promovida por loocialistas revolucionarios, pues entre el persona

ferroviario había muchos afiliados a este partidoY si bien los bolcheviques dominaron la huelga, npudieron ya evitar que se formara una fuertoposición a sus métodos centralizadores dictatoriales.

Surgió esta protesta a raíz de una disposiciógubernamental que no podía ser más absurda.

Partidarios los bolcheviques mápreponderantes del sistema capitalista, de la má

absoluta división del trabajo, quisieron practicarl



en la distribución del material ferroviaridisponible.

Levantaron estadísticas, lo más completa

posible y dividieron las materias transportables edos grupos principales, subdivididos a su vez eres. En el primer grupo se comprendían todos loransportes militares: hombres e impedimenta. E

el segundo, que se subdividía en dos, ibacomprendidos las mercancías de carácter general os viajeros. Distribuyóse a cada grupo el materia

que se pudo, con la condición expresa de quningún tren militar pudiera transportar mercancía

ni viajeros civiles, y a la inversa, ningún tren civioldados o efectos militares.

El resultado de esta disposición fudesastroso. Sucedía que un tren militar que partí

de Moscú para Odessa o para otro destino, por nener efectos militares que transportar iba d

vacío, mientras que en la estación de Moscquedaban mercancías o viajeros civiles que n

podían partir por falta de medios de transporte. Y



de ser intermediario entre el Sindicato y eDepartamento de Transporte.

En principio creyeron los ferroviarios que l

organización del Comité Central obedecía al desede suprimir el Departamento o Comisariado deTransporte; pero al ver que subsistían los dopidieron la supresión de los dos organismoalegando que el Sindicato por sí solo bastaba parorganizar el transporte, entendiéndosdirectamente con el Comisariado del Trabajo con el Consejo de la Economía Nacional. Esto sacordó en un Congreso Nacional ferroviario. E

Consejo de Comisarios del pueblo desechó ldemanda de los ferroviarios. Pero éstos no sdieron por vencidos.

En el Congreso Nacional de obrero

ferroviarios, celebrado el año de 1919, loposición a todas las disposiciones oficiales eran poderosa, que la supresión del Comité Centra del Departamento del Transporte fue tem

discutido y aprobado por una mayoría aplastant



de votos, lo cual, como era de esperar disgustó aComité político del Partido Comunista.

Reunido este último con urgencia, llamó

cuantos comunistas eran delegados al Congreso es obligó a presentar en el día siguiente unproposición pidiendo se revocara el acuerdomado. También coaccionó a los delegados si

partido, y el acuerdo fue revocado, no sin que lopropios comunistas sintieran los efectodeprimentes del éxito impuesto a todo trance.

Convencidos los delegados ferroviarios de qucuantos acuerdos contrariasen al Comité de

Partido serían anulados, dieron carpetazo a todoos temas y concluyó rápidamente el Congreso co

el nombramiento del Comité Nacional deSindicato.

Pero hasta este nombramiento llevaba uespíritu de protesta.

A propuesta del Partido Comunista debícomponerse el Comité de veinte individuos, y

er posible que éstos fueran comunistas probados



Para no complacer al Partido, el nombramientecayó sobre diez comunistas y diez que no l

eran. Así obstaculizaban los ferroviarios l

dictadura bolchevique.De esta composición mixta del Comité resulto que los ferroviarios se habían propuesto: qu

ninguna disposición fuera aplicable, porque sencallaba al llegar al Comité del Sindicato. Eesultado invariable de la votación era el empate.

Amenazas y suplicas, ruegos e insinuacioneodo fue empleado por los bolcheviques parometer a los ferroviarios; pero nada se consiguió

Visto su fracaso, recurrió a una polacadadisolvió el Comité Nacional del SindicatFerroviario y nombró, para sustituirle, unComisión extraordinaria afecta al partido —

comunistas probados—, que por disciplinquedaba obligada a someterse a todo.

Conviene hacer destacar que la oposición dos ferroviarios no iba, ni contra la ordenación de

ervicio de transporte, ni contra nada que sufries



menoscabo de los intereses colectivos y de levolución.

A lo que se oponían, lo que querían y por l

que luchaban, era que no se anulara lpersonalidad colectiva del Sindicato entre eComité Central y el Departamento del TransporteQuerían que todo lo relacionado con el transportferroviario fuera encomendado al Sindicato y que suprimieran organismos inútiles que, además d

convertirse en plantel de burócratas y de zánganono servían más que para complicar edesenvolvimiento ferroviario.

En cuanto a las Comisiones extraordinarias, ses concedieron facultades omnímodas, y tod

quedó bajo su férula. Era una especie de policícon poderes ejecutivos.

En las estaciones hacían y deshacían a scapricho. Como toda reclamación contra suabusos había de pasar por sus manos antes ddarle curso, inútil es decir que ninguna llegaba

u destino.



Detenían y encarcelaban a quien les parecía, por sus denuncias se condenaba a meses de prisióa empleados y a viajeros. Además, se hicieron ta

numerosas, que ni en tiempos del zarismo, cuandos ferrocarriles eran explotados por compañíaparticulares, el número de empleados qucobraban y no prestaban servicio fue tan excesivcomparado con el de las Comisioneextraordinarias.

En las estaciones la Comisión extraordinarienía por misión vigilar, hacer acatar la

disposiciones oficiales, velar por que el orden n

e alterara y recoger las reclamaciones (?) deviajero. Las Comisiones que viajaban en lorenes, como no se revisaban los billetes n

prestaban ningún otro servicio, su misión estab

imitada a viajar por acompañar al tren.Eso sí, como los coches de viajero

escaseaban, se formaban trenes de viajeros covagones de mercancías, excepción hecha del coch

destinado a la Comisión extraordinaria, a la qu



nunca le faltaba el suyo, el único del tren. Yviajaba con comodidad. No importaba que el trefuera abarrotado de viajeros, o que algunos s

quedaran en tierra por falta de lugar. En edepartamento de la Comisión extraordinaria deren no podía subir nadie, de no ser uecomendado, un personaje influyente o un amig

de algún miembro de la Comisión. Solo efavoritismo podía tomar asiento en edepartamento de la Comisión extraordinaria.

Y hablamos por experiencia.



XIII

En el Comisariado del

Trabajo

Lo habían instalado en el piso alto de uno

grandes almacenes del barrio chino, confiscadocomo otros muchos, por los bolcheviques.

Introducidos por nuestro «cicerone» ntérprete, a presencia del camarada comisario

mpuesto por anticipado de nuestros deseos, noecibió amablemente.

Comencemos por decir, para no defraudar quienes lean este capítulo y de él esperen la

grandes enseñanzas que de un régimen llamadcomunista pudieran esperar, que los datouministrados por el Comisariado del Trabajo nmplican novedad alguna. Casi todos, por no dec

odos, de algún interés, los conocíamos ya. E



cuanto llevamos dicho van consignados. Nuestrmpresión sobre la utilidad o importancia de

papel asignado al Comisariado del Trabajo fu

dubitativa.Creímos, y lo manifestamos sin eufemismoque se trataba de un organismo de accióecundaria. Pronto pudimos adquirir la segurida

de esta impresión.En las cuestiones fundamentales del trabajo, s

ntervención era limitada, por no decir nula.La cuestión ferroviaria escapaba a l

nspección del Comisariado. Otro tanto ocurrí

con la Agricultura. Solo en el aspecto industriaenía alguna intervención. Y aun aquí, sntervención, como elemento principal o único

quedaba muy restringida por la amplitud qu

alcanzaban las actividades o funciones deConsejo de Economía Nacional.

Diluida así y en diferentes organismos lmisión que incumbía al Comisariado del Trabajo

odavía le restaba influencia la mism



Confederación General del Trabajo y la Tercernternacional.

Muchas de las cuestiones que afectaban a lo

Sindicatos y al trabajo, se planteaban, discutían olucionaban en principio, sin que el Comisariaddel Trabajo tuviera intervención alguna.

Es verdad que, luego, para darles la formegal, precisaban su visto bueno y su aquiescencia

pero solo se pedían cuando ya la cuestión estabcompletamente prejuzgada.

Por eso, nuestra misión estuvo prontcumplida; solo se nos dio estadísticas, que n

eproducimos por su interés puramente internoransitorio o circunstancial.

En líneas generales, se hallaba en estaestadísticas el número de obreros parados e

distintos períodos del año; su aumento disminución; subsidios concedidos a los parados ancianos; accidentes del trabajo y otros asuntoparecidos.

Entre la serie de datos que nos suministraro



lamó nuestra atención el hecho de que, habiéndosfijado un límite a la edad de incapacitación para erabajo, fuera preciso un informe facultativo

écnico que precisara la absoluta invalidez, sin ecual podía el Comisariado del Trabajo dedicar aanciano a otro trabajo compatible con el resultaddel informe.

Aprovechando esta visita, nos propusimoaclarar una duda. En poder nuestro teníamos uejemplar del Código del Trabajo —Códigdraconiano y brutal, que impone deberes a loobreros, pero no les concede ningún derecho—

quisimos saber qué aportaciones llevaron a él loSindicatos y qué participación o colaboración tuvel Comisariado.

Parecía increíble, y seguimos en la mism

creencia, que un Comisariado obligado a defendeos intereses de los trabajadores y que se dice

afirma estar regentado por obreros, suscribieraquel Código.

Cuanto pudimos saber acerca del particula



nos llevó a la conclusión de lo que ypresumíamos: que el Código del Trabajo ruso era obra del Partido Comunista y de sus hombre

entre los que también se encontraba el comisario.Cuando se nos habla de la «dictadura deproletariado» para justificar lo injustificable y siene ante la vista el famoso Código del Trabajuso, se nos pone en el trance de tener qu

preguntar si es que todos los proletarios rusos, us hombres representativos, estaban locos auscribir aquel documento. En ningún país dégimen capitalista existe una legislación ta

ígida y tan contraria al interés de la clasrabajadora.

Quien emprenda la tarea de traducción de estCódigo proporcionará a los trabajadores de habl

española el mejor alegato contra el régimebolchevique.

Ellos, tan cuidadosos de dar a conocer siteratura y política, callan y nada dicen de s

iteratura económica y de su legislación



nterpretan a Marx a su sabor.Los guerreros del materialismo histórico, lo

cantores de la lucha de clases que reducen toda

as aspiraciones del pueblo a resultados químicoestomacales, los que se dicen llamados a redimal pueblo de toda dependencia económicaejerciendo la dictadura proletaria (?) parograrlo, es inexplicable que silencien la mayo

parte de las disposiciones del trabajo obligatorio Nada dicen en sus propagandas del famos

Código del Trabajo; han silenciado, también, todo referente a la movilización de los trabajadore

parece, según ellos, que estas cosas no interesan aproletariado mundial. En cambio, a nosotros noparece todo lo contrario. Es más, creemos que enervio de la revolución está ahí, en la

disposiciones que garanticen y aseguren la plenibertad de los trabajadores; en la forma d

organizar el trabajo; en la estructura social quhaga imposible la explotación del hombre por e

hombre y la sumisión de una clase a otra clase.



Porque, ¿cuál es la verdadera situación deobrero ruso frente a la legislación bolchevique yconsecutivamente, a la movilización? La de u

esclavo, la de un hombre a quien se imponedeberes sin concederle ningún derecho. Cierto quesos deberes se disfrazan con la paradoja de sehechos en su beneficio y nombre; pero la realidaes más ingrata que las elucubraciones y fantasíabolcheviques, descubriendo el engaño y poniendal desnudo la añagaza.

¿Dictadura del proletariado? Veamos.Una vez inscrito el obrero en las secciones d

u oficio, funcionando en la Bolsa del Trabajoqueda a la entera disposición del Ministerio deTrabajo.

Si por necesidades de la producción, reales

ficticias, pues a él no se le explican, el Ministeriacuerda que debe marchar a prestar sus servicios Odessa, aunque habitualmente resida en Moscú, allí tenga su familia, el obrero ha de partir si

poder oponerse a la orden que se le da.



Es un obrero movilizado en nombre de ldictadura del proletariado, por lo que ésta disponde él a su antojo.

Si una vez en Odessa acuerda el Ministerique el mismo individuo debe marchar a prestar suervicios a Tobolsk, o cualquiera otra poblacióiberiana, ha de partir inmediatamente, a la hora

día que el Ministerio le señala.El obrero en estas condiciones, es un juguet

mecanizado en manos del Partido ComunistaPuede disponer de él a su antojo y caprichocuando quiera y como quiera.

Abordamos esta cuestión ampliamente aconversar con el camarada Comisario del TrabajoY cuando le decíamos que nos parecía absurda arbitraria la movilización obrera, sin dejar d

econocer que, a veces, y acaso para un oficiofuera necesaria, pero cruel como sistemacontestónos que sin ella el triunfo de la revoluciófuera imposible, pues muchos obreros se negaba

a trabajar en una profesión, prefiriendo otra, l



que desequilibraba la economía nacional.Reconocimos justo el alegato; per

echazamos las premisas que él sentaba. Dijimo

que nos parecía más racional convencer al obreru obreros especializados en una profesión precisos en otra localidad de aquella dondesidieran habitualmente, que precisaba s

concurso en otro lugar y, aunque temporalmentefuera a prestarlo. Pero que tomar una medidgeneral y tan rigurosa, no lo comprendíamos.

Así, el Gobierno, que debe ser el únicautorizado a organizar la vida política

económica del país en nombre de la Revolucióniene más libertad de disponer las cosa

evitándose dar explicaciones. En estos casoafirmaba, precisa la más ciega, la más completa

absoluta obediencia de todos a las disposicionedel Estado obrero. Obrando como dice, no sograría esa finalidad.

Cierto, objetamos; pero el obrero tendría má

ibertad, se sentiría más hombre en el conjunto d



a lucha por el lanzamiento de la revoluciónomaría una parte más activa para identificarse co

ella, ya que se reclamaba su concurso y no se l

mponía, no se le obligaba a que lo prestara.En situaciones graves, afirmábamos, raro serel individuo, más bien pudiera considerárselanormal, que se negara a cooperar a la obra diberación del pueblo, que viene a ser, en suma, s

propia liberación. —¿Olvidan, acaso, se nos contestó, que l

contrarrevolución no cesa en sus ataques; que lburguesía desposeída conspira a diario par

etornar al pasado; que contra el PartidComunista se concitan todas las fuerzas doposición, y que el Partido ha de hacerles frentpor todos los medios?

—Entonces, replicamos, la movilización, ¿máque una medida de orden económico parorganizar la vida del país es una medida políticdirigida contra los partidos políticos o sectore

que no acepten los puntos de vista comunistas?



—¡Oh!, no; de ninguna manera. Lmovilización va contra todos, y todos debeometerse a ella. Los comunistas del partido com

os demás. No existen excepciones.Sonreímos ante esta afirmación y la dimos pobuena.

—Nos interesaría saber —dijimos—, quactitud adoptó el Comisariado del Trabajo frental Proyecto presentado por Trotsky de organizar lRusia productora sirviéndole del tipo de lorganización militar.

Según nuestros informes, Trotsky proponí

dividir a Rusia en diez regiones militares, danda misma división al trabajo. De esta guisa, eoldado y el obrero quedarían sujetos a una mism

organización, aunque prestando, como es natura

ervicios diferentes. —De completa conformidad si el Partido l

hubiese aceptado. —Entonces el Comisariado del Trabajo, en su

múltiples y variadas actividades, sigue l



rayectoria que le marca el Partido Comunista. Ycomo hace lo mismo la Confederación General deTrabajo, el obrero no puede, en el régimen de s

dictadura, hacer su voluntad, sino la del Partidoalgo paradójico nos parece todo esto. —Porque no han vivido en Rusia, ignorand

que aquí, la organización y el Partido Comunistaestán de completo y común acuerdo. Yo mismo —dijo el comisario del Trabajo—, aunque somiembro del Partido, no fui designado por él pareste cargo, sino por la Confederación General deTrabajo.

Al crearse este Comisariado, el Partido pidia la organización que designara ella misma endividuo que lo debía regentar, y en su nombre epresentándola estoy yo aquí.

—Razón de más para que nos extrañen ladisposiciones que referente al trabajo se toman.

La movilización de los obreros, el Código deTrabajo y toda otra serie de medidas tomadas par

organizar la producción, y que reputamo



contrarias al interés colectivo de los trabajadoreno creemos las hubiera sancionado teniendibertad de opción. Pero como esta libertad no

parece que le falta, suponemos lo demás. —Atravesamos circunstancias difíciles y npuede concederse esa opción a que hacéieferencia.

—Sin embargo —objetamos—, violentando lvoluntad de los trabajadores, no podráarmonizarse sus aspiraciones con la obra dGobierno, y muchísimo menos con el espíritu de levolución. Los efectos de esta política d

violencias serán negativos.A cada violencia, moral o física, del Gobiern

contra el proletariado, imponiéndole normas ecuya preparación y adopción no participa

esponderá con una mayor resistencia pasivacuando no violenta, y el divorcio entre el PodeComunista y el obrero será más acentuado caddía.

—No; porque nuestra política se impondrá.



XIV

Los sábados

comunistas

En uno de los intermedios de las sesiones de

Congreso, mientras traducían uno de los discursode Zinovief al alemán, nos permitimos, una tardehacer a Lusowsky alguna objeción acerca de lfalta de entusiasmo que notábamos en el puebl

por el régimen comunista, y más aún que por eégimen, por la organización del Trabajmplantada.

Reforzábamos nuestra argumentación con lo

gráficos que allí mismo, en la sala del Congreso en los pasillos que daban acceso a la misma, snos mostraban. Había industrias en las cuales lproducción había disminuido en un sesenta po

ciento. Y esto nos desorientaba.



Es cierto que esta disminución se explicabpor la emigración de los obreros, que no queríapermanecer en las fábricas. La vida en el camp

era más fácil y menos mísera; y al campemigraron. Mas, aun reconociendo esta razón, poo que al conjunto de la producción se refería

cuando se entraba en detalles —gráficos a la vistiempre— se veía que la cantidad de producción

el rendimiento por individuo, era menor. ¿A quatribuirlo?

Nosotros no veíamos más que una causa: lfalta de entusiasmo, de compenetración y d

acuerdo entre el pueblo y sus gobernantes. Y ernatural que esta opinión la expusiéramos.

Lusowsky, que ya conocía nuestra naturaposición de reserva frente a todo mati

bolchevique, quiso desvanecerla completamente, nos habló de los «sábados comunistas».

La organización de los «sábados comunistasera muy reciente.

Y si bien el entusiasmo de los primero



momentos no había decaído, los mismocomunistas, por estadísticas que más tardpublicaremos, reconocían que no había progresad

o que ellos calcularon.De la discusión habida con Lusowsky surgió ldea de ir una tarde los delegados a presenciar loesultados del «sábado comunista».

«Sábado comunista» no era, en suma, otra cosque la prestación del trabajo voluntario sietribución reconocida. Implantada en Rusia lemana inglesa, se pensó en aprovechar la tard

del sábado interesando al obrero en un trabaj

voluntario.Aceptada por nosotros la proposición

deseosos, además, de saber hasta qué punto loobreros, de una manera general, se interesaban po

aumentar una producción que había dbeneficiarles directamente, fuimos a visitaalgunos talleres y obras en donde se hacía e«sábado comunista».

Un tanto suspicaces para todo lo qu



normalmente en aquel taller era de doscientocincuenta, y el de obreros que hacían el «sábadcomunista», de unos setenta y cinco solamente.

El rendimiento de trabajo en los «sábadocomunistas», comparativamente al realizado caddía, era de un veinticinco por ciento superiocomo término medio. Se nos mostraban lográficos de esta producción, que, según el jefe dos talleres, demostraba más exactamente su

afirmaciones.Al sábado siguiente se organizó otra visita

unos trabajos de descarga de madera de una

barcazas en las márgenes del río Moscova.También aquí se nos habló con entusiasmo d

os «sábados comunistas». Personas que en lodemás días de la semana se ingeniaban para n

rabajar, especulando o haciendo cosas parecidarabajaban con entusiasmo los «sábado

comunistas». Como prueba, se nos mostró a cuatro cinco personas que habían trabajado. Verdad e

que estas personas estaban inscritas en las lista



de la Bolsa del Trabajo como paradas, y siemprhallaban el medio de figurar como tales.

El entusiasmo de muchos de los delegado

extranjeros al Congreso, después de estas visitano tenía límites. Los adjetivos más rimbombantes más enfáticos, eran poco para calificar eentusiasmo de aquellos que, entusiasmados con labellezas del régimen comunista y la dictadura deproletariado, no solo aportaban esfuerzo durantas cuarenta y ocho horas de la semana, para que l

producción aumentase, sino que daban hasta lacuatro horas que en la tarde del sábado le

quedaban libres.Cualquiera objeción a estos entusiasmos er

considerada como una herejía, y ante el entusiasmde los que no trabajaban y comían —váyase po

os que comían mal y trabajaban—, no había máemedio que callar, si no quería uno verse tratad

de desafecto a la revolución, o bien de no penetraen la profunda lección que aquellas cosas no

daban.



Era en vano que con datos a la vista se tratasde hacerles comprender lo mezquino de todo aqueentusiasmo, ya que no llegaba ni a un diez po

cierto el número de obreros que hacían lo«sábados comunistas», lo que probaba la poceficacia de aquellos procedimientos. Ellocabalgando sobre las nubes de sus entusiasmonada querían comprender.

Eramos nosotros, los que hacíamos objecionequienes no veíamos ni sabíamos nada. Y si bien sendían al razonamiento de la insignificancia de

número de obreros que aceptaban los «sábado

comunistas», argüían a su favor —concesión qunos veíamos obligados a hacerles— lo altamentimpático que resultaba.

Si el hacer el sábado comunista, si el hacer l

prestación de trabajo durante cuatro horas hubierido el resultado de una iniciativa librement

aceptada y desinteresada en absoluto, ¿quiépuede negar una demostración cumplida

atisfactoria de la compenetración existente entr



el pueblo trabajador y el gobierno bolcheviquePorque no teníamos esta convicción, dudábamoiempre, y en las discusiones, alrededor de est

cuestión, exponíamos nuestras dudas.Alejado el favor oficial, cuando ya laoficiosidades de los acompañantes que el Comitde la Tercera Internacional ponía siempre a nuestrdisposición no podía impedir nuestras pesquisaparticulares, inquirimos por nuestra cuenta y razónin testigos enojosos y sin preparacione

convenidas.La iniciativa de hacer los «sábado

comunistas» nació en una reunión del partido eMoscú y a propuesta de Lenin. Luego no erniciativa popular. Mas para evitar que parecier

del Gobierno, se buscó a varios comunista

probados y oficiosamente se les indicó que, comi fuera iniciativa de ellos, acto espontáneo

voluntario, propusieran en la fábrica en que caduno trabajaba el hacer los «sábados comunistas».

Los Comités de Fábrica respectivos, que y



estaban prevenidos de la proposición, aunqufingieran no estarlo, la apoyaron calurosamente nvitaron a los obreros de sus fábricas u obras

que la aceptaran.Los obreros que eran comunistas de verdados que sufrían todas las contrariedades deégimen sin aspirar a ser comisarios ni cos

parecida, los que no queriendo honores estabaiempre dispuestos al sacrificio por el partido

por la revolución, la aceptaron con entusiasmocon alegría, con gozo, deseosos de ser útiles a lcausa. Pero el resto de los trabajadores la rechaz

los pocos que se sumaron a ella lo hicieron ponterés. Deseando el Gobierno bolcheviqunteresar a los trabajadores y al pueblo en genera

en la iniciativa y dar impulso a la obra de lo

«sábados comunistas», se deshizo en alabanzas, ldedicó artículos encomiásticos en los periódicos hicieron largas disquisiciones sobre la materiaGastaron mucha tinta, pero aumentaba muy poco l

producción.



Ante el resultado negativo que la iniciativhabía dado, puesto que solo los comunistas, y nodos, se habían ofrecido a estos sábados, s

ecurrió a otro procedimiento más práctico: aeparto de víveres, o prendas de ropa, a quienehicieran el «sábado comunista». Y esto dio algúesultado; no mucho, tampoco.

Se repartía una libra de pan, o media, según lcantidad disponible; a veces harina, o bien upescado seco, salado. Estas ofertas atrajeron muchos trabajadores. Era natural. Una libra de paequivalía, en rublos, al jornal que muchos ganaba

en un mes.Pero cuando vieron que las ofertas no s

mantenían, y que algún sábado, después drabajar, habían tenido que marcharse a casa sin l

prometido, comenzaron las deserciones, y enúmero de los obreros inscriptos disminuyconsiderablemente.

He aquí, para nosotros, otra ilusión que s

desvanecía; otro desencanto más que agregar a lo



que diariamente veníamos recibiendo.Las afirmaciones de Lukowsky y sus acólito

eran de escasa consistencia, carecían d

observación, porque o eran sostenidas por lcándida confianza de una absoluta fe en loprocedimientos bolcheviques o había en ellantenciones de hacernos comulgar con ruedas d

molino.



XV

Trenes y buques de

propaganda

Una de las organizaciones que más no

exaltaban los comunistas, hablando de ella cofervor de catecúmenos y atribuyéndose virtudecasi maravillosas, era la de la propaganda.

—Esta —nos decían— será la que tarde

emprano (aunque nosotros esperamos que seemprano), llevará al corazón de la masa, de es

masa amorfa y sin ideales, el hálito casi divino deComunismo.

Por ella nuestro Partido será fuertendestructible; hará comprender al gran puebluso el significado de la revolución; lo sustraerá as influencias perniciosas del pasado

eñalándole el amplio camino del porvenir.



—Hemos hecho mucho en la escuela —nodecían—, pero apenas si hemos comenzadoAdemás, la escuela es solo la iniciación. Lo

niños siguen en ella para completar su educación hacerse hombres; al adulto eso no lo es posibleCuando conoce lo más elemental, ha dabandonarla.

La sociedad necesita su esfuerzo de producto no puede, por tanto, permitirle que dedique su

horas exclusivamente al estudio.Y si con la escuela hemos abierto al adulto lo

amplios horizontes que el antiguo régimen l

cerraba sistemáticamente, manteniéndole en lgnorancia, no podemos abandonarle cuand

hemos comenzado o enseñarle a caminar por lvida.

En esas organizaciones ciframos nuestraesperanzas. De ellas esperamos grandeesultados.

Desde que han entrado en Rusia habrán vist

en alguna estación los trenes de propaganda, eso



renes dedicados a llevar al campo la voz decomunismo.

Son magníficos instrumentos de divulgación

La impresión que produce en el alma cándida y amismo tiempo sedienta de saber del campesino, nes para explicada. Hace falta verlo, sentirlo; estacerca del campesino cuando viene a admirar esorenes. ¡Con qué admiración contempla eimbolismo de las figuras pintadas en las telas qu

adornan al tren! ¡Y cómo las comprende!Sería necesario que ustedes visitaran uno d

esos trenes; pero desgraciadamente no hay ahor

ninguno en Moscú. Aunque a decir verdadampoco les sería fácil visitarlo aquí, pues cas

nunca se detienen más de unas horas, las precisapara recoger la literatura comunista que han d

distribuir en los lugares por donde pasan.Sería interesante, muy interesante. Si visita

uno, les causará una agradable impresión.



***

El primer tren de propaganda lo vimos en lestación de Petrogrado el mismo día de nuestrlegada.

Al entrar el tren en que viajábamos en aguja

lamó nuestra atención otro parado en una vímuerta, en cuyos coches había pintadas figuraimbólicas acompañadas de leyendas en el idiom

del país.

Por falta de tiempo no nos aproximamos al trede referencia; pero preguntamos su significado. Euno de los trenes de propaganda, nos dijeron.

Días después, ya en Moscú, pudimo

contemplar otro desde más cerca, interesándonoel simbolismo de sus figuras y lo llamativo de locolores en que estaban pintadas.

Componíanse estos trenes de varios coche

Cuatro, cinco, y en algunos seis. El qu



contemplamos en Moscú se componía de seicoches. Era uno de los más grandes y mejoacondicionados.

El personal que viajaba en el mismo, tanto ede propaganda como el de servicio, hacía vidcomún dentro de los vagones. Aprovisionadoconvenientemente; provistos también de uncantidad considerable de folletos y libros dpropaganda comunista para la distribucióncruzaban la Rusia inmensa en todas direcciones.

Las figuras simbólicas pintadas en los cocheocupaban los lados laterales en toda su extensión

En algunos, no en todos, las telas cubrían todo eado del coche de larga en alto, rebasando a vecea altura del coche en más de un metro.

Las escenas pintadas eran varias y alusivas

diferentes motivos de la lucha de clases.Veíanse grupos de obreros en actitud violenta

amenazadora para otros grupos representado a lburguesía.

No faltaban los que describían escenas en qu



riunfante la revolución, sobre los montones descombros del mundo viejo, hallábase un obrercon la bandera roja y la insignia soviética

remolándolas e invitando a los obreros del munda la revuelta.En un grupo veíanse a los obreros industriale

dando la mano y abrazando a los mujiks, sellanda fraternidad de obreros y campesinos bajo lnsignia y bandera soviéticas y el Pode

Comunista.Todo ello con fondos de colores vivos

lamativos, rodeados de simbolismo, cubismo

mpresionismo.Los métodos de propaganda eran tan sencillo

como efectistas. Llegado a un lugar, se invitaba os campesinos a concurrir a las Conferencias

actos organizados por la Comisión de propaganddel tren.

A los concurrentes se les distribuía literaturcomunista.

El Soviet local se encargaba de hacer e



lamamiento y asegurar el concurso de locampesinos de la villa y el orden, en caso dalteración.

Más de cerca, pues lo visitamos interiorment conversamos con los propagandistas, vimos unde los vapores dedicados a la propaganda en lapoblaciones ribereñas del Volga.

En una de las poblaciones que visitamos, hizambién escala uno de esos vapores y fuimos

visitarlo.Lo que anteriormente eran bodegas habían sid

convertidas: una en sala y refectorio de l

ripulación y personal de propaganda, y la otra eala de espectáculos y reuniones.

Dábanse conferencias, mítines, lecturacomentadas, cursos de marxismo científico

esiones cinematográficas, todo ello, como es duponer, dentro de la más pura ortodoxia marxista

Hablamos con el jefe de la expediciónpidiéndole algunos detalles de la labor qu

ealizaban.



Nos habló del entusiasmo con que locampesinos y obreros acogían la arribada devapor propagandista.

Pero lo que más admiran, nos dijo, son laesiones cinematográficas, pues les dan una máplástica sensación de realidad y de materialidade las cosas que la literatura.

Son afanosos de saber y de indagar. Tienen lmpertinencia del niño que todo lo preguntanquieren constantemente» sin descanso ni pereza

en incansable afán de enterarse de todo.Aceptan contentos la literatura; ahora que n

abría decir si ponen en la lectura el entusiasmque ponen en escuchar la palabra o en veeproducidas las imágenes en la pantalla.

Para las sesiones que dedicamos al cine

iempre, sin excepción, resulta reducido eespacio de que disponemos. Y lo más interesantes que siguen el curso de los episodios con lcandidez y atención que los seguiría un niño.

Se explica esta atención —nos afirmó—



porque durante el antiguo régimen raramente sponían a su alcance espectáculos de estnaturaleza. Para el campesino ruso esto es l

visión de un mundo nuevo, que ni siquiera habíentrevisto en su ignorancia.Las películas que exhibimos —añadió

demandas nuestras—, representan todas episodiode la lucha revolucionaria contra los blancos y loantiguos burgueses. Impresionamos así acampesino, y esto favorece la política comunistamientras que debilita la de nuestros adversarioQueremos llegar a lo más íntimo del alm

campesina, sustraerla a sus prejuicios y erroreconduciéndola hacia el comunismo marxista.

Estamos convencidos que es obra de muchiempo, de paciencia, de perseverancia; pero a ell

hemos consagrado muchos esfuerzos y estamodispuestos a consagrar muchos más. Todos los quean precisos hasta lograr el triunfo definitivo d

nuestras ideas.

Lamento, continuó, que el poco tiempo de qu



costados del buque cubiertos de telas simbólicas eyendas alusivas a la lucha de clases.

El dogma marxista, más que por el estudio

por el cerebro, quería hacerse comprender demujik por la vista y la impresión. El métodempleado para conseguirlo, no podía ser máapropiado. ¿Lo lograría? He aquí el enigma.



XVI

En la Oficina Central

de Cooperativas

Nuestra visita a la Oficina Central d

Cooperativas fue hecha de improviso.Las notas y apuntes que sacamos, com

esultado de la visita, no fueron tomados en locuadernos de que habitualmente nos servíamo

ino en cuartillas; cuartillas que desde nuestrdetención en Italia, al regreso de Rusia, nabemos a dónde han ido a parar. Por esta causolo expondremos lo que conservamos en l

memoria (y recordando bien), a fin de no caer eerrores o inexactitudes.

***



Traspuestos los umbrales de la Oficina Centrade Cooperativas, seguimos por un pasillo. Yubiendo escaleras, atravesamos salone

ilenciosos y llamamos como ya lo habíamohecho en la puerta principal con igual resultadoLa casa parecía deshabitada. Silencio por todapartes. Ni un portero, soldado o empleado que no

guiara.Al fin, tras de repetidas llamadas, oímos undébil voz que desde una habitación cercana nonvitaba a entrar.

Nos recibió un anciano; y al expresarlnuestras pretensiones, nos contestó que poco podídecirnos ya.

—Las Cooperativas, verdaderamente, ya nexisten —comenzó por decirnos—. El Gobiern

bolchevique, añadiendo una más a las torpezaacumuladas, ha nacionalizado todas laCooperativas. Con estas disposiciones se haconvertido en simples almacenes de distribució

de los productos, que los delegados bolchevique



manifiestamente comunista, y de tendenciacolectivistas el segundo.

En la mayor parte de los «Mirs» el trabajo

como la distribución de productos que se obteníadel mismo, era común, mientras que en el «Artelcada componente percibía lo correspondientegún el trabajo que se realizaba. A tantas horas drabajo corresponde tanta cantidad de producto

Este es su principio.Por lo común, la zona de influencia en que s

desenvuelve el «Mir» y el «Artel» no es la mismapues así como el «Artel» se constituye co

preferencia para los efectos manufacturados, es eas labores del campo, cultivo de la tierra y demá

derivados donde el «Mir» influye.Esta diferenciación se explica perfectamente.

En nuestro país, a causa de la larga duraciódel invierno, durante el cual el campesino se hallmposibilitado de practicar ningún laboreo en lierra, dedícase generalmente a confecciona

objetos de madera que luego vende en lo



mercados de la población.La competencia que en los mercados se hacía

entre sí al vender esos objetos, fue lo qu

determinó la creación de los «Artels».Como el trabajo no podía hacerse en comúpor lo dispersa que se halla la poblaciócampesina en las interminables llanuras rusas, daquí que se impusiera el sistema colectivista, o seel de que cada uno percibiera el beneficiequivalente a la cantidad de objetos aportadopara la venta.

Esta misma razón, la de los interminable

nviernos y lo corto de la primavera y otoño —pues apenas duran unas semanas cada una de laestaciones—, hace que el trabajo de cultivo de lierra, siembras y cuidados que luego necesita

hasta la recolección, requieran una mayoactividad y, por lo tanto, una más intensacumulación de esfuerzos. De aquí que se prefierel trabajo en común.

Pero, lo repito, todas estas institucione



«Mirs» o «Artels», obraban según los intereseparticulares de cada uno, sin relación ni conexiócon los demás, salvo excepciones.

A partir de 1905, la situación empieza derivarse por otros cauces.La influencia de las ideas sociales, que a caus

del movimiento habido aquel año tomaron algúmpulso en Rusia, no dejaron de hacerse sentir e

el seno de los «Mirs» y de los «Artels».Poco a poco, esta influencia determinó l

fundación de Cooperativas de producción y dconsumo.

Muchas de las últimas se abastecían caexclusivamente de productos elaborados por lo«Mirs» y «Artels», y lo mismo ocurría con laprimeras.

Tan poderoso llegó a ser este impulso queaquí, en Moscú, en el momento de declararse lguerra, había una Cooperativa de Consumo, questaba encargada de la venta de más de cie

cooperativas de producción, o sea de «Mirs» y d



«Artels».Y no era esta sola. Cito este ejemplo com

pudiera citar otros. El número de cooperadore

era bastante considerable.En 1914, se contaban unos cuatro millones dcooperadores en toda Rusia. Y desde esta fechahasta el reciente decreto Sovietista, que acaba dncorporar a las cooperativas en l

nacionalización por ellos perseguida, el número dcooperativas había crecido enormemente. Scalculaba en once millones.

Pero no es por el número de cooperadores po

o que puede señalarse la influencia y la extensióque el cooperativismo había alcanzado en Rusiaería un error juzgar así. Su influencia debeñalarse por los servicios que a sus componente

al Estado mismo prestaba. Creemos que estúltimo, los servicios prestados al Gobierno, soos que determinaron la decisión que contra la

Cooperativas acaba de tomarse.

Más de una vez, ante apuros d



aprovisionamiento para sus propias institucione—Ejército y otras—, el Consejo de Comisariodel pueblo pidió ayuda a las Cooperativas, y ésta

e lo prestaron cumplidamente.La impotencia del Gobierno y de lanstituciones sovietistas para cumplir sus fine

contrastaban con la diligencia, actividad competencia demostradas por las Cooperativaque ningún beneficio obtenían, y abandonadas a spropia iniciativa, resolvían apremios que ni lconfiscación, ni la incautación, ni lofusilamientos, habían logrado resolver.

Estimulado el Gobierno por estas realidademuy superiores a sus concepciones económicas y us organizaciones centralizadoras y autoritaria

pensó que, para salir de apuros y dar solvencia

as instituciones económicas bolcheviques, lo máápido y hacedero era agregar las Cooperativas u política económica, hacer de esos organismo

que antes eran autónomos e independiente

organismos de Gobierno y de Partido, pues con s



experiencia y capacidad les sacarían deatolladero. El error no ha podido ser más evidente

Las Cooperativas, florecientes ayer, se ha

marchitado como si una ráfaga invernal hubierpasado sobre ellas.Pocos meses han bastado para consumar es

abor destructora. Hoy, puede decirse que laCooperativas ya no existen. Apartados de ellaodos cuantos nos habíamos consagrado a s

desarrollo y engrandecimiento; colocada, cadCooperativa, bajo la dirección de un comunistprobado, de un hombre afecto al partido, aunqu

ea incompetente para el cargo; inspeccionadas ometidas al tutelaje del Consejo de Economí

nacional; imposibilitados de hacer operaciones dcompra y venta a los particulares o a sus mismo

ocios; obligados a proveerse en los almacenedel Estado y perdido por el componente de lCooperativa todo derecho de intervención en efuncionamiento de la misma… de la idea motri

que una Cooperativa representa, nada queda en la



Cooperativas rusas, pues no son, y lo repito, sinprolongaciones de los almacenes de productoredel Estado Sovietista.

Reducidos, pues, a la impotencia, locooperatistas, no por eso hemos abandonado edeal de toda nuestra vida. Día vendrá, y no luponemos lejano, en que todo esto cambie. Y s

no son las mismas cooperativas, pues acaso npuedan ya utilizarse, fundando otras nuevapodremos seguir nuestro ideario de redención apoyo mutuo entre el pueblo. De los momentoamargos de ahora, solo nos quedará entonces u

doloroso recuerdo que nos servirá —podéis estaeguros— para perseverar con más entusiasmo e

nuestra obra.Había tal dejo de dolor en sus palabras, qu

nos retiramos sin preguntar nada más. No quisimoaumentarlo con recuerdos que lo avivase.



XVII

Otras visitas

El deseo de acoplar la mayor cantidad dnformes que nos permitieran formar un juicio l

más justo posible de la verdadera situación dRusia, nos impulsaba constantemente, activamentea visitar aquellos lugares en los que podía lograrsesa finalidad.

Una persona muy querida, a la que debemoeconocimiento por sus preciosos informes y qu

más de una vez nos acompañó en nuestras visitanos habló de la Sujarefka.

Algunos días después hicimos la visita. Com

no habíamos de inquirir, ni preguntar nada, sinver; como eran los ojos los que habían dnformar, preferimos ir solos para no perde

detalle. La Sujarefka de Moscú, es una especie d

Avenida, sin arbolado, y muy ancha.



Ya en tiempos del zarismo, se celebraba en lSujarefka, diariamente, un mercado como el de loEncantes de Barcelona o Rastro de Madrid. Era e

mercado de lo viejo y de lo pintoresco.Dado el carácter de este mercado, lobolcheviques lo respetaron, y ninguna providenciadoptaron contra él.

Perseguido el Comercio en grande y epequeño; cerradas las tiendas y castigadas copenas severísimas cuantas personas se dedicaran ransacciones comerciales, solo quedó un siti

donde todo negocio era, sino lícito, tolerado: l

Sujarefka.La importancia que adquirió este mercado, fu

considerable. La transformación fue rápida, y laprendas y objetos que allí se pignoraban, no tenía

punto de comparación con otros tiempos.Al lado del par de zapatos usados se exhibía e

diamante o la perla valorados en millones dublos, valor multiplicado.

El mismo que os ofrecía un pantalón roto po



as rodillas, ponía a vuestra disposición un gabáde pieles por el que os pedía cantidades fabulosas

En el montón de suelas viejas, de zapato

usados, podríais admirar unos elegantes chapineLuis XV.Allí se vendía y compraba de todo. Ta

numerosos eran los que iban a vender, como loque iban a comprar.

Puestos de mercería, de utensilios para cocin de comidas, donde por unos centenares de rublo

os proporcionaban una tajada de carne, o un trozde pescado y una rebanada de pan. Y la

peticiones eran numerosas. Apenas se podía daabasto.

También vendían leche, a 75 rublos el vaso. Eprecio variaba según la cantidad.

Se vendía carne fresca y carne podrida. Epasar cerca de algún individuo de los que vendíacarne, era a veces un verdadero tormento.

Pan blanco y pan negro. Manzanas, pera

egumbres de todas clases; esencias y jabones má



o menos odorantes. En fin, se vendía de todo y scomerciaba con todo.

Las violencias y brutalidades de la Tcheka

nada podían contra la imperiosa necesidad dvivir.Las irrupciones que la odiosa policía hacía e

el mercado, eran muy frecuentes, aunque la causde ellas fuera más por quedarse con el producto do elegido sin pagar, que por hacer respetar la

disposiciones oficiales. Al día siguiente, y muchaveces horas después, el mercado de la Sujarefkaeanudaba sus transacciones como si nada hubier

ucedido.Y no se crea que la circulación fuera fácil. Po

momentos, y en algunos sitios, se hacídificilísima. El número de concurrentes se contab

por miles.La vista de algunos de los objetos expuestos

a venta, nos hacía recordar la incapacidad oficia gubernativa, con su centralización y su

confiscaciones.



Así, por ejemplo, en una visita que días antehabíamos hecho a la Maternidad, oímos cómo ldirectora y mujeres encargadas de los niños, s

quejaban de la falta de biberones para darles leche, mientras que allí, en el mercado de lSujarefka, vimos los biberones a montones.

Agujas, alfileres, hilo y botones, raramentdistribuía el Gobierno, pues no tenía; sin embargoen la Sujarefka abundaban.

Y así todo.Las disposiciones oficiales contra el comercio

podían ser duras y crueles; pero más dura y crue

era la necesidad de vivir. Allí quedaba biedemostrado.

Alguna vez, los detenidos por la Tcheka, en lSujarefka, fueron fusilados por especuladore

Había para suponer que estos fusilamientoembrarían el terror y el pánico y que snterrumpiría aquel mercado extraoficial. Nada d

eso. Los acuciados por el hambre o por el lucro

volvían a su puesto. Suponían que les podría pasa



o que al compañero fusilado; pero el hambreerrible, negra, amenazadora, los lanzab

nuevamente al mercado. Para vivir, había qu

hacer aquello; y se hacía por encima de la Tchek de los fusilamientos.

***

También visitamos la Tcheka. Se nos habíhablado del Museo que la famosa y temida policícreara, y quisimos verlo. Dispuestos a enterarno

de todo, ¿por qué no enterarnos de las grandeacciones que se atribuían al famoso organismo deguridad revolucionaria?

Porque la Tcheka era esto: la policía de

Partido Comunista y la órbita en donde se movíaos verdugos al servicio de la Comisióextraordinaria que presidía el actual Comisaridel Interior, camarada (?) Djerzinsky.

Para la vigilancia de las calles y represión d



os hechos delictivos, vulgares, había patrullas doldados. La Tcheka tenía por misión perseguir os contrarrevolucionarios, custodiar las persona

de los Comisarios y ejecutar las sentencias dmuerte que el Tribunal revolucionario dictaba. Lmisión, era bien triste y odiosa; pero lobolcheviques no supieron prescindir de ella.

La admiración por la Tcheka era tal, que máde una vez fuimos nosotros los admiradores desas alabanzas.

A creer a algunos comunistas, sin la Tcheka, levolución hubiera sido vencida, y Rusia

entregada a la voracidad insaciable de las hordacontrarrevolucionarias.

¿Cómo perder la ocasión de una visita aMuseo de tan útil como revolucionaria institución

Al llegar al domicilio de la Tcheka, una mujecon aire de persona importante y cierto empaqude superioridad, nos sometió a un Interrogatorio.

Reconocida nuestra personalidad de delegad

a la Tercera Internacional, algo equivalente a lo



cometido contra los bolcheviques en la callLeontyesky.

Cuando se supo quiénes fueron los autores de

anzamiento de la bomba, en la calle Leontyeskyque costó la vida a catorce comunistas, y ocasionmás de treinta heridos, se sitió la casa donde shabían refugiado, y como a las intimaciones de que rindieran, respondieran siempre disparand

contra los agentes de la Tcheka, incendiaron lcasa para reducirlos por este procedimiento. Lbandera negra, enseña del grupo que cometió eatentado y que flameaba al viento en el balcón, e

esa que veis ahí.Se nos mostró la guerrera que llevaba e

almirante Kolchack al ser fusilado, después de sderrota en Siberia.

Vimos banderas y estandartes tomados a loEjércitos contrarrevolucionarios y a entidades grupos políticos que en algún momento, hicieroarmas contra el Gobierno.

Nos llamó la atención una serie d



nstrumentos contundentes de forma primitivaentre los que se encontraba una especie de pistolconstruida con los restos de un fusil Mauser.

Había bastones toscos, palos largos con una dos arandelas de hierro al extremo inferior y eforma de contera. Otros, más cortos, que en lugade las arandelas llevaban una cadena y sujeta ella una bola de hierro de forma hexagonal. Egolpe con uno de estos bastones había de semortal o de un daño incalculable. Armas blancade toda forma y de todos los tamaños, y una seride instrumentos cuya única finalidad era la d

herir o producir la muerte.A preguntas nuestras, nos dijeron que toda

aquellas armas habían sido recogidas en laefriegas habidas con los destacamentos d

oldados rojos encargados de las requisicioneviolentas dirigidas contra los campesinos.

Desarmado el pueblo por disposiciógubernamental, afrontó a las patrullas como pudo

mprovisando armas y defensas.



Luego se nos mostraron fotografías. Aqupudimos comprobar los horrores de la políticeconómica bolchevique.

Grupos de cadáveres de soldados rojomutilados por los mujiks. A veces, después dapidados y mutilados, los quemaban. La venganz el odio dictaban el exterminio.

Junto a las fotografías de estos grupos doldados rojos, se veían otras de aldeas arrasada

por los soldados enviados para ejercer represaliadespués de haber ametrallado a todos suhabitantes. Hombres, mujeres, niños y anciano

odos habían sucumbido. El procedimiento erexpeditivo y… práctico. Llegaban. Un grupo dametralladoras rodeaba el pueblo; abrían fuego continuaban hasta que el incendio lo consumí

odo.¿Sentencia? ¿Sumaria contra los posible

autores de la muerte de los soldados? ¿Para quéEran contrarrevolucionarios. Había qu

exterminarlos a todos. Gengis-kan debía sonreír e



u tumba. Una nota de crueldad inútil, de uefinamiento de tártaro primitivo, se nos dio a

mostrarnos un guante fabricado con la piel de l

mano de un soldado rojo prisionero de KolchackLa barbarie de este almirante nada la revela comaquella piel arrrugada con las uñas adheridadaba calofríos de horror.

Si otras crueldades y violencias no fuerauficiente para execrar la memoria del almirant

Kolchack, el protegido de los ingleses, taponderados, y de los norteamericanos, tan amantede la «Libertad», bastaría a cubrirle de oprobio

de vergüenza la piel arrancada en vida de la mande un soldado rojo caído prisionero.

Horrorizados por esta visión abandonamos eMuseo tchekista; y el recuerdo de lo qu

dejábamos al abandonar el Museo nos persiguidurante varios días.

Todo el horror de la guerra civil, con sucrueldades y violencias, con sus odios

venganzas, con su afán de triunfar unos sobr



olo de la Comisión extraordinaria, y fuera ésta doda inspección del Partido comunista; confiada s

acción a la voluntad de un solo hombre, con pleno

poderes y absoluta irresponsabilidad, pueddeducirse fácilmente lo que la Tcheka representen Rusia.

La Tcheka ha sido nutrida de casi todos loelementos de la policía de seguridad zarista; hvenido actuando a pretexto de supuestas o realeacciones contrarrevolucionarias; sus componenteon remunerados con largueza, gozando d

emolumentos y de privilegios a veces superiores

os del mismo jefe del Gobierno. La mismTcheka, a pretexto de su seguridad personanegaba en determinados momentos al jefe dGobierno peticiones que éste le hacía. La Tchek

o podía todo, lo era todo.Como prueba de los privilegios que gozaba

us miembros, citaremos lo siguiente.De regreso al Hotel, el día que visitamos e

mercado de Sujarefka, tuvimos sed y n



encontrábamos modo de saciarla.Caminando, dimos con una tienda d

comestibles, en la que se vendía una bebid

espirituosa de frutas. Entramos, pedimos aquellbebida y se nos sirvió; pagamos por elletecientos rublos y nos marchamos.

Inquirimos después la razón de que no shubiera cerrado aquella tienda. Era de uno de loefes de la Tcheka de Moscú.

La prohibición de todo comercio no rezabpara aquel alto personaje. Allí se compraba y svendía, a despecho de todas las dictaduras habida

por haber. No queremos hacernos eco de los mucho

abusos que se nos delataron, imputados a lTcheka. Bastarían ellos solos para llenar mucha

páginas; no faltará quien lo haga seguramente.Pero mientras eso llega, afirmemos que lo

abusos que se le achacan, han sido reconocidohasta por los bolcheviques.

Sabido es la afición que éstos tienen por la



estadísticas y gráficos propagadores de su obraLa Tcheka, por no ser menos que los demáorganismos, también tiene su libro estadístico

us gráficos. Cuáles y cuántos no serán lohorrores que narra, que al mes de publicarse, eConsejo de Comisarios del Pueblo ordenó setirara de la circulación, conminando con severa

penas a quienes tuvieran un ejemplar y no ldevolvieran.

Este hecho dice más en contra de la Tcheka qucualquier otro argumento.



XVIII

Una visita a

Kropotkin

El pensamiento de Kropotkin, acerca de l

evolución rusa, se desconocía en Europa poentonces.

Al silencio que el maestro guardaba, dábaselvariadas interpretaciones. Para unos, era señal d

conformidad y adhesión al régimen bolcheviquepara otros, su actitud frente a los acontecimientodesarrollados en Rusia, era la única procedente ógica. ¿No era natural que intentásemos, ya que l

ocasión nos era propicia, conocer su pensamientoAparte de esta circunstancia, muy tentadorpor cierto, quedaba la satisfacción íntimapersonal y particularísima de conocerle, d

ratarle, de conversar con él unos momento



bamos a escuchar la palabra de una de las máecias y respetadas mentalidades de Europa y de

mundo.

Facilitó nuestro deseo el amigo y camaradSouchy, Delegado de los sindicalistas alemaneque se encontraba allí en viaje de estudio y dnformación. Él fue quien nos presentó a Sach

Kropotkin, la hija de Pedro, que vivía en la callLeontyesky.

De acuerdo con Souchy y Sacha, hicimos unvisita a ésta y quedamos de acuerdo para ver Kropotkin en Dimitrof.

No recordamos bien si fue un domingo de finedel mes de julio o de principios de agosto cuandpartimos temprano.

La estación estaba lejos; llevábamos alguno

paquetes de provisiones que los camaradas deClub anarquista nos habían dado para Kropotkin el tiempo era justo. Buscamos, pues, un vehículo por cinco mil rublos se nos condujo a la estación.

En la estación hubimos de guardar fila par



omar billete. Algunas personas, las que ocupabaos primeros puestos, esperaban turno desde el dí

anterior. Se habían pasado la noche en la estación

Si formábamos nosotros en la fila era más quprobable que no saldríamos hasta la tarde.Sacha nos dijo entonces que hiciéramos vale

nuestra personalidad de delegados ante lComisión extraordinaria de la estación, con lo cuaograríamos partir en aquel tren.

Siempre nos han repugnado esas preferencias olo hemos acudido a ellas en caso

verdaderamente excepcionales.

Vimos, pues, al presidente de la ComisiónTodo esto pudo haberse evitado pidiendo en eHotel un pase de viaje a Dimitrof, pero quisimoprescindir de la concesión oficial para obrar co

más libertad. La cuenta, como se ve, nos salió aevés, aunque al final el resultado fuera el mismo.

Presentada al presidente de la Comisióextraordinaria nuestra carta de delegado, a

nstante se nos entregaron los billetes. Además s



Sus profecías, sus afirmaciones sobre lnminente marcha irresistible del Ejército rojo ravés del mundo, saludado y recibido por lo

aplausos y vítores de los pueblos conquistados, as apoteosis con que los pueblos lo recibiríanparecían más los del Apocalipsis quazonamientos de persona con un adarme dentido común.

La conversación decayó pronto. No quisimoeguir al neófito comunista en su marcha triunfal ravés del mundo, y menos viajando en un tren qu

apenas si marchaba a veinte kilómetros por hora.

Observando a los demás viajeros, nos fijamoen un soldado que llevaba al cuello un «pendentifde señora. La cadenita que lo sostenía era de oro el «pendentif» de perlas, con un diamante en e

centro. Aquella alhaja era, indudablementeproducto del saqueo.

El soldado era hijo de unos humildes aldeanocerca de Dimitrof a donde se dirigía a pasar un

emporada.



El mismo desenfado con que lo llevabprobaba que no conocía ni el uso ni el valor deadorno.

Las sesenta verstas que separan a Moscú dDimitrof, parecían multiplicarse fantásticamentepues ya llevábamos más de tres horas de tren y auno se acercaba el momento de echar pie a tierra.

El tráfico de viajeros de unos coches a otroera continuo. Todos buscaban, en vano, mejoacomodo.

Como Dimitrof era estación límite del tren qunos conducía, los numerosos viajeros s

extendieron rápidamente por los andenes apenaparó.

Siempre guiados por Sacha, tomamos ucamino o calle que conduce al centro del pueblo

más antes de llegar a él, dejándolo a la izquierdacontinuamos recto y tomamos por una pendiente.

Habíamos andado unos cuarenta pasos, cuandorcimos a la izquierda y nos metimos por un

calle que se extendía entre jardines, en el centro d



os cuales se alzaban chalets a estilo de los quexisten en algunos cantones suizos.

Al promedio de la calle, Sacha se dirigió a un

puerta diciendo: «Ya hemos llegado. Como nabe papá qué día vendríamos a verle, no halido a recibirnos. Pero es igual. Le cogeremo

de sorpresa y estará más contento». Así fue.Avanzamos por un espacioso jardín, tod

abandonado, hacia un palacete que se veía acentro, y cuando ya estábamos a pocos pasos, lmadre de Sacha nos recibió. Madre e hija sabrazaron cariñosamente. Después de l

presentación de rigor, la inseparable compañerde Kropotkin, que se había convertido ehorticultora para subvenir a las necesidades de lvida, estrechó nuestra mano fuertemente

mostrando su viva satisfacción por la visita.Mientras cambiábamos la compañera de Pedr

yo algunas palabras, Sacha entró en la casa aludar a su padre y anunciarle nuestra llegada.

Pronto apareció, encuadrada en el marco de l



últimos cinco años, más soslayando toda alusióespecto a la actitud suya frente a la guerra.

Sacha nos lo había encargado sobremanera

Los ataques cardíacos a que era propenso sproducían en cuanto se acaloraba en una discusiónY como al discutir sobre la actitud suya en lguerra habríamos de entrar en una discusióacalorada, lo mejor era obviarlo. Y aunque Pedrnsinuó la cuestión, procuramos desviarla diciend

que habíamos adoptado una posición opuesta pocreerla más en concordancia con nuestro criterianarquista.

Pasamos todo el día en compañía de aquellfamilia, que solo atenciones y miramientos tuvpara nosotros. Regresamos a Moscú por la tarde.

Dos veces más vimos a Kropotkin; una e

Dimitrof, adonde fuimos a visitarle, y la otra eMoscú, en casa de Sacha.

Había venido a Moscú, a pesar de ladificultades y molestias del viaje, para visitar

Lenin y hablar con él. Pero Lenin no le quis



ecibir. A pretexto de ocupaciones perentorias, nquiso distraer unos minutos en escucharle. Verdaes que envió a su secretario particular para que s

nformase de lo que Pedro quería, pero fue undesatención de ensoberbecido no recibir a aquehombre que iba a pedir no se consumara un crimehorrendo. Digamos que no se consumó gracias a lntervención de Kropotkin. Se trataba de la pen

de muerte que el tribunal sovietista quería aplicaa diez cooperatistas denunciados por un agente da Tcheka como conspiradore

contrarrevolucionarios.

La fantasía de aquel agente había imaginado uerrorífico complot, en donde solo había la sord

protesta de unos descontentos.Por lo que Kropotkin mismo nos dijo, pudimo

aber que los procesados, para quienes se pedípena de muerte, se hallaban un día en su locaocial conversando amigablemente. De derivació

en derivación, llevaron la conversación al terren

político y alguno aventuró la idea, que los demá



confirmaron, de que sería precisa una conspiracióde todos los descontentos con el régimebolchevique para destruirlo.

Estas palabras llegaron a oídos del tchequist las trasmitió a la Comisión extraordinaria, la quordenó el arresto y procesamiento de los diendividuos.

Conocedor Pedro de cómo habían pasado lacosas, al saber que iban a ser juzgados y de que eacusador soviético pedía pena de muerte, quishablar con Lenin para decirle que «el fusilamientde aquellos diez hombres sería la vergüenz

mayor, la mancha más negra que el bolchevismo secharía encima».

Y consiguió su intento. Los libró de la muerteaunque no de los diez años de presidio a que cad

uno de ellos fueron condenados.De lo que hablamos durante nuestra

conversaciones con Kropotkin, omito todo eatención a la calidad de estas páginas, pero quier

hacer constar que fue muy interesante.



El concepto que a Kropotkin merecía levolución era muy rico en matices y e

enseñanzas para todos, aunque má

particularmente para nosotros los anarquistas.La complejidad del movimiento revolucionariuso hallaba en su privilegiada mentalidad entérprete más sincero y más verídico. ¡Lástim

que Kropotkin no haya vivido unos años más, parque su pensamiento hubiera sido concretado ealgunas páginas!

De los bolcheviques no decía gran cosa. Loconsideraba Como a babeufistas consumados. Par

él Lenin y sus teorías, como el comunismo dCarlos Marx y de todos los marxistas, no era otrcosa que las teorías de Babeuf barnizadas coalgunos modismos de actualidad. Un día no

preguntó si de regreso a España escribiríamoalgo sobre Rusia.

—Si escribís un libro hablando de Rusiaituladlo «Comment on fait pas une revolution

«Cómo no se hace una revolución»). Porque tod



a crítica que se haga de los bolcheviques y de smodo de interpretar la revolución debe tendeustamente a demostrar cómo no es posible hace

una revolución adoptando sus sistemas y premisasAcuciado por el deseo de conocer cuálefueran las cuestiones de su predilección en aquemomento, nos dijo contestando a preguntanuestras:

—Temeroso de que los bolcheviques inutiliceo que pueda escribir de la revolución, nad

escribo sobre ella; tomo apuntes nada máEstamos también demasiado cerca de lo

acontecimientos y de sus hombres para que epensador no sea influenciado excesivamente poos unos y por los otros. Esta es la principal razó

de mi abstención.

Pero para no perder el tiempo, escribo sobrética, pues leyendo una página de Bakounin mugirió la idea de hacerlo, y a ello consagro mi

horas y mis días; mas el trabajo me resulta penoso

La falta de relaciones con el mundo intelectua



exterior y las dificultades que el régimeestablecido y mi salud acumulan, hace que npueda avanzar con la rapidez debida, y que sol

ras inauditos esfuerzos pueda lograr lo que mpropongo. Inquirimos acerca de su situacióeconómica, que no resultó ser muy desahogadaVivía, más que de la ración que le tenía asignadel Comisariado de Abastecimientos (ración dabio), de lo enviado por los camaradas de todoos confines de Rusia.

—Vivo mal —nos dijo— pero aun puedconsiderarme dichoso. Millones de rusos vive

muchísimo peor que yo. —¿No desearíais volver a Inglaterra o

cualquier otro país? —Ardientemente —contestó.

—¿Por qué no lo solicitáis del Consejo dComisarios del Pueblo?

—Porque no quiero recibir una respuestnegativa de la Tcheka, de esa vergüenza qu

deshonrará al régimen bolchevique, que es l



dueña y señora de las acciones de todos los rusosSolo las personas gratas a la Tcheka, aunqu

fueran miserables bandidos en el régimen zarista

pueden obtener el permiso de salida al extranjeroPrefiero morir en Rusia, consumirme en estnacción, soportar el hambre y el frío, antes quometerme a los mandatos de esa institución.

***

Debíamos marcharnos.

El samovar, que con su forma panzuda serguía sobre la mesa lanzando hacia el techo lovapores del agua hirviente, proyectaba unpequeña sombra entre los dos.

Declinaba el día. El crepúsculo ponía una notde tristeza en sus palabras. ¿Presagiaba spróximo fin?

El invierno pasado había sido muy cruel par

Kropotkin. Sin leña, casi sin luz y sin alimento



as privaciones habían quebrantado su organismominado también por los años. El que se acercabería aún más cruel.

La situación económica de Rusia se hacía mágrave y difícil cada día. ¡Bien lo notabKropotkin!

La generosidad de los compañeros, lolidaridad y apoyo que éstos le prestaba

enviándole lo que podían, era el barómetro queñalaba un notable descenso.

Los envíos se espaciaban, se hacían mántermitentes. A veces, una carta de disculpa lo

acompañaba. «Hubiéramos querido enviarte anteestos pequeños obsequios —le decían—, pero nhemos podido. ¡Si supieras, Pedro, las dificultadeque tenemos para aprovisionarnos en este pequeñ

incón!…».Con estas palabras disculpaban aquello

generosos compañeros, perdidos en alguna aldede la inmensidad rusa, el no poder ayudarle má

eficazmente, y ellas acusaban las privaciones



que se habían sometido para cumplir uencillísimo deber de solidaridad.

Al despedirnos del Maestro, estrechamo

fuertemente su mano; nos abrazamos y recibimou beso fraternal. —Saludad en mi nombre —nos dijo— a todo

os anarquistas de España, de quienes conservafectuosos recuerdos. Mirad —añadió mostrandun hermoso reloj de oro—. No sé si recordaréis…

—Sí, sí nos acordamos —interrumpimos. —Decidles que aún lo conservo. Que n

olvidaré nunca este hermoso rasgo de lo

anarquistas españoles, debido a la iniciativa dos camaradas de La Coruña.

La inscripción que lleva en el interior de sapa: («A iniciativa de los anarquistas de L

Coruña, a Pedro Kropotkin, en sus bodas dplata») será siempre para mí un grato recuerdo dos camaradas españoles.



XIX

Hablando con Lenin

El segundo Congreso de la Tercernternacional finalizaba. La posición ideológica d

os diferentes delegados que a él concurríamos, sdespejaba un tanto, Había casos irreductibleotros, en cambio, se habían doblegado poquito poco. Pero —fenómeno curioso—, cuando eCongreso terminaba, se desató la actividad de lmayoría de los delegados.

Había algunos, entre ellos Bombacccomponente de la delegación italiana que durantel Congreso, concurría a una sesión para faltar

res, y entonces, terminado, se le veía ir y venincansable, atareado, inquieto. No cesaba d

visitar al Comité de la Internacional y celebraconciliábulos con él.

Al revés que Serrati. Hasta mediadas la



areas del Congreso, Serrati era un hombrndispensable, el orador obligado en todos lo

mítines de alguna importancia, el hombre a quie

e consultaba para todo, sobre todo y en todo¿Qué había pasado? Los hechos lo han manifestaddespués, y no es aquí donde debemos recogerloAlgo idéntico pasaba con otras delegaciones.

Pero nuestro asombro no tenía límites al vecómo delegados intransigentes antes, ponían carde satisfacción y aconsejaban transacción acuerdo.

Los requerimientos a los delegados para qu

visitaran al Comité, se hacían continuamenteHemos de advertir que a nosotros y a algún otrdelegado, no se nos hizo ningún requerimiento.

Y los delegados concurrían. No sabemos d

qué se trataba; pero las defecciones en el campde los intransigentes se notaban en cada sucesivesión. A la penúltima concurrió Lenin. Como la

cuestiones a discutir carecían de interés y, ademá

a todo se arreglaba entre bastidores, y deseando



por nuestra parte, volver a España cuanto anteaprovechamos aquella ocasión para saludar Lenin y despedirnos de él.

En tanto que traducían su discurso al inglécomo le viéramos en disposición de irse, nodirigimos hacia él y le alcanzamos al llegar a lpuerta del bufet.

—¿Cuándo pensáis marcharos? —nos dijo. —A la mayor brevedad. Solo nos resta realiza

algunas informaciones; terminadas, partiremos. —Quedaos algún tiempo más. —No —le dijimos—. No podríamos amplia

mucho más, sin estar mucho tiempo, los informeque tenemos. Nuestra permanencia aquí algunaemanas más no tendría ya ningún interés. Y, e

cambio, los compañeros de España, podría

eprocharnos el retraso. —Como aún estaréis algunos días en Mosc

—dijo— ¿no os sería grato que habláramos un rata solas?

—Con mucho placer. No habíamos hech



ninguna indicación en ese sentido por temor a semolestos.

—De ninguna manera —respondió Lenin—

Pero como yo tengo muchas ocupaciones y pudierer que me olvidara de avisaros, ¿queréiecordármelo el martes próximo por teléfono? E

martes podré deciros el día y la hora para hablar.Al día siguiente, viernes, celebróse la últim

esión oficial del Congreso, acordando en ellaque se fijara para el próximo domingo la sesión dclausura, y como hora para celebrarla la de lares de la tarde, en el gran teatro de la Opera, d

Moscú.Sábado y domingo los pasamos ordenand

nuestras notas. Fijamos también el orden de lorabajos de investigación que pensábamos realizar

La mañana del lunes la destinamos a ordenaos apuntes de las últimas sesiones del Congreso,

permanecimos sin salir del hotel. A las once de lmañana, aproximadamente, el comandante no

lamó urgentemente a su despacho. Por conduct



del intérprete nos hizo saber que Lenin habípreguntado por nosotros y había ordenado que spusiera un auto a nuestra disposición.

Este no se hizo esperar. Apenas acabábamode recoger los cuadernos y las cuartillaesparcidas sobre la mesa de trabajo, el intérpretvino a avisarnos que el coche esperabaAcompañado de un comandante militar partimos anstante. Entramos en el Kremlin por la puerta poa que, habitualmente, entraban los delegados.

Al descender del auto, el cabo que mandaba lpatrulla de guardia nos pidió el nombre, y despué

de cotejarlo con el que figuraba en el orden qulevaba mi acompañante, habló con éste en ruso

nos permitió el acceso. Al llegar al primer pisootra pareja de soldados repitió la operación

Continuamos subiendo.En el rellano de la escalera y de acceso a

egundo piso, el cabo que mandaba la patrullacompuesta de cuatro soldados, volvió a comproba

nuestra identidad. Pero, fuere que la pronunciació



de mi nombre no le satisficiera, o que esa fuere lconsigna, lo cierto es que se dirigió a un aparatelefónico consultando.

Recibida la respuesta, nos dejó continuar poel pasillo en dirección al despacho de Lenin. Perantes de llegar a la entrada había una mesa, con uibro registrador. Mi acompañante se dirigió a

comandante, le entregó la orden que llevaba y setiró. Su misión había terminado. El comandant

nos preguntó nuevamente el nombre y lo cotejó coel de la orden y lo anotó en el libro que tenídelante.

¡Al fin!, terminada la operación, se levantónos acompañó hasta la puerta, abrió y nos invitó pasar a un descacho, en donde, en el mayoilencio y actividad, trabajaban seis mecanógrafas

A los pocos momentos de antesala se nocondujo al gabinete de trabajo de Lenin.

El despacho de Lenin estaba amueblado coobriedad. Todo lo superfluo había sid

descartado.



Un grandioso mapa de Rusia; alguno mápequeño de otros países: una mesa de trabajabarrotada de documentos y papeles; alguna

illas; unas butacas y sillones. Este era todo emobiliario. Apareció Lenin. Sonriente nos tendia mano que apretamos con verdadera efusión

nos sentamos frente a frente. Estaba contentoalegre, satisfecho.

—¿Estáis contento del trato que os hemos dados comunistas? —preguntó.

—Mucho —contestamos—. Habéis tenido eodo momento atenciones y respetos que nosotro

hemos sabido apreciar en su valor. Si así no fuerai nuestra discreción hubiera sobrepasado en algú

punto el límite de lo debido, os rogaríamos noexculpaseis.

—Nada de eso. Desde el primer momentohemos recibido las mejores impresiones. Nmporta que no participéis de nuestro pensamiento

ni que no seáis uno de los nuestros. Sabemos qu

vuestra discrepancia de criterio os ha mantenid



en todo momento alejado de ligerezas impropiade la seriedad requerida.

Haciendo una breve transición, añadió luego:

—Pasando a lo interesante. ¿Podríaiampliarme algunos detalles del informe que habéipresentado a la Tercera Internacional, sobre lituación de las diferentes fuerzas políticas ociales de España?

Le di los detalles que solicitaba y continuó: —Es decir, que seguís rechazando la dictadur

del proletariado, la centralización y la necesidade formar en España el Partido Comunista par

hacer la revolución. —Nosotros seguimos firmes en nuestr

criterio, en nuestras afirmaciones y principios. —¿No os ha convencido la obra de Rusia?

—Lo visto en Rusia, lo observado en Rusia, as conclusiones que sacamos del conjunt

aquilatan nuestro criterio. No hemos de ocultaros que, cuando no

dirigíamos desde París aquí, una duda nos asaltab



de continuo. Ante lo desconocido, sugerido vacilante, nos hicimos muchas veces esta pregunta«¿Estaremos equivocados los anarquistas en lo

aspectos fundamentales de nuestra doctrina?». Yno he de ocultaros el temor con que veíamoacercarse el momento de tener, acaso, quuscribir la negación de aquellas ideas defendida

por nosotros con tanto ardor y que formaron epequeño bagaje intelectual de nuestra vida. No senuncia sin dolor, cuando se piens

honradamente, a las ideas que nos han sido caraEs una página que hemos de arrancar a la histori

de nuestra vida. Y esas amputaciones son siemprdolorosas. Pero lo visto y observado en. Rusia haconfirmado y fortificado nuestras convicciones.

—Entonces, ¿seguís creyendo que no e

necesaria la dictadura del proletariado? ¿Cómpensáis que pueda destruirse la burguesía? ¡Ncreeréis que pueda hacerse sin una revolución!

—De ninguna manera. La burguesía no s

dejará expropiar pacíficamente. Opondrá a la



acometidas del pueblo que tal intente la más feroesistencia, y una revolución se hace inevitable

Será más o menos violenta; esto depende de l

esistencia que la burguesía oponga; pero enevitable la revolución cruenta. Ahora bien; ldiferencia entre el pensamiento bolchevique y enuestro se manifiesta a partir de este instante.

La revolución es un acto de fuerza. Esto endiscutible. Pero la revolución no es la dictadur

del proletariado.Dictadura es imposición de gobierno, d

autoridad, de unos, pocos o muchos, que disponga

de todo a su arbitrio en nombre propio o colectivofrente a otros, que deben obedecer sin replicar, spena de sanciones y de violencias, ejecutadas popersonas autorizadas para ello con mandato, co

autoridad indiscutible.Revolución no es eso. La revolución es e

pueblo en armas, que cansado de soportanjusticias, de ser privado de sus derechos, de un

explotación que le niega el derecho a la vida



protesta de ellas; toma las armas, sale a la calle mpone por la fuerza del número la organizacióocial que cree más justa. En esto hay violencia

cierto; pero no hay dictadura. Claro que por undeducción arbitraria y capciosa podríase, cocierta sutileza de ingenio, llegar a unir estos doextremos: revolución y dictadura. Pero la verdad a realidad, que se esconde tras el valor

contenido de cada uno de esos dos conceptos, nodemostraría al instante lo artificioso de taazonamiento y lo endeble de la argumentación.

Para mejor concretar nuestro pensamiento, e

decir, para ser más explícitos, podemos sintetizaasí: la Revolución es causa; la dictadura puede seel efecto de esta causa. Confundir lo uno con lotro, no me parece cosa fácil, cuando no s

atraviesa la premeditación de una imposiciódirectriz.

—Pero, la revolución, ¿no es imposición? ¿Ne obliga a la burguesía a que abandone su

privilegios de clase?



—Cierto, que la revolución es imposiciónpero la acción revolucionaría del pueblo no edictadura. Y si se quiere sutilizar el valo

ntrínseco de cada palabra y de cada conceptopara sacar conclusiones favorables a una tesicualquiera, os diré que no se la «obliga aabandono de sus privilegios», sino que se l«desposee», cosa que no es lo mismo.

Cuando se «obliga», es que ha habido acuerdprevio, que existe un mandato, por el cual sordena, y cuando se ordena, se dicta; mientras qucuando el pueblo, «desposee» no existe n

mandato, ni orden, ni acuerdo previo. Esto últimoiene valor revolucionario neto. Lo demás, no

Pero creo que es inútil sutilizar sobre conceptos.Hablando, pues, de conceptos generales, ahor

más que nunca, creemos, que la dictadura deproletariado, la organización o constitución de uGobierno de clase —asalto al Poder, para dictaeyes a quienes las dictaban ayer—, no e

ndispensable en una revolución de carácte



ocial, como la que demandan los tiempos quvivimos. Basta desposeer a la burguesía y armar apueblo, para que esa finalidad se logre.

En cuanto a la defensa de la Revolución y suconquistas, los mismos hechos acaecidos en Rusiademuestran cómo el pueblo sabe defenderselegando al sacrificio de su propia vida.

El sometimiento del pueblo subsiste por lpreponderancia económica de la burguesíaQuítesele el medio de ejercer esa preponderancia la sumisión habrá terminado. Entréguese a lo

Sindicatos la organización del trabajo y l

distribución de lo producido y se verá cómo lburguesía no vuelve a levantar la cabeza. Tal enuestro criterio personal nacido de lo observadaquí, en Moscú, en Rusia.

—Veo que no hay medio de convenceroEntonces, ¿tampoco aceptáis la centralización y ldisciplina?

—Los resultados de vuestra centralización

proclaman bien claramente su fracaso en el orde



político y económico. Por los informes acopiadoen los diferentes Comisariados las conclusioneque sacamos de la centralización política

administrativa, son completamente opuestos a loque saca vuestro partido. El bolchevismo afirm—así lo deducirnos de los discursos pronunciadoen el Congreso— que las dificultades políticas económicas que en Rusia se producen, obedecen falta de centralización y disciplina, y piden mádisciplina y más centralización.

Nosotros opinamos lo contrario.Cuanta más centralización y disciplin

mpongáis, mayores serán las dificultades y mádifíciles de vencer.

—Error; estáis en un error, Pestaña. —Es posible, aunque no lo creemos. Solo e

iempo podrá demostrarlo cumplidamente. ¡Clarque en momentos como los que vivimos, edolorosa esta conclusión! Mas no hay otra. Dodos modos, y sin entretenernos más que l

ndispensable en estas cuestiones teóricas, hemo



de pensar que vivimos para subvertir el régimecapitalista, y esto no se logrará si no es hacienda revolución.

—Eso es lo fundamental. Y aunque en todoos países no tenga los mismos matices, y evitando corrigiendo los errores en que nosotros hayamocaído, lo esencial ahora es hacer la revolución eos otros países. Emancipar al proletariado de l

dictadura burguesa. Y a propósito: ¿qué conceptocomo revolucionarios, os merecen los delegadoque han concurrido al Congreso?

—¿Queréis que os sea franco?

—Para eso os lo pregunto. —Pues bien, aunque el saberlo os cause algun

decepción, o penséis que no sé conocer el valor dos hombres, el concepto que tengo de la mayorí

de los delegados concurrentes al Congreso, edeplorable. Salvando raras excepciones, todoienen mentalidad de burgués. Unos por arrivista otros porque tal es su temperamento y s

educación.



—¿Y en qué os fundáis para emitir juicio tadesfavorable? ¡No será por lo que han dicho en eCongreso!

—Por eso exclusivamente, no; pero me funden la contradicción entre los discursos qupronunciaban en el Congreso y la vida ordinarique hacían en el hotel. Las pequeñas acciones dcada día, enseñan a conocer mejor a los hombreque todas sus palabras y discursos. Es por lo que hace y no por lo que se dice, por lo que pued

conocerse a cada uno.Muchos granos de arena acumulados hacen e

montón. No el montón a los granos. La infiniterie de pequeñas cosas que hemos de realizar díras día, demuestran mejor que ningún otro medio

el fondo verdadero de cada uno de nosotros.

¿Cómo queréis, Lenin, que creamos en loentimientos revolucionarios, altruistas

emancipadores de muchos de esos delegados quen la vida de relación diaria, obran, ni más n

menos, como el más perfecto burgués? Murmuran



maldicen de que la comida sea poca y medianaolvidando que somos los delegados extranjeros loprivilegiados en la alimentación, olvidando lo má

esencial: que millones de hombres, mujeres, niño ancianos, carecen, no ya de lo superfluo, sino do estrictamente indispensable.

¿Cómo se ha de creer en el altruismo de esodelegados, que llevan a comer al hotel a infelicemuchachas hambrientas a cambio de que sacuesten con ellos, o hacen regalos a las mujereque nos sirven para abusar de ellas?

¿Con qué derecho hablan de fraternidad eso

delegados, que apostrofan, insultan e injurian a lohombres de servicio en el hotel, porque no estáiempre a punto para satisfacer sus mánsignificantes caprichos? A hombres y mujere

del pueblo los consideran servidores, criadoacayos, olvidando que acaso alguno de ellos s

haya batido y expuesto su vida en defensa de levolución. ¿De qué les ha servido?

Cada noche, igual que si viajaran por paíse



capitalistas, ponen sus zapatos en la puerta decuarto para que el «camarada» servidor del hotee los limpie y embetune. ¡Hay para reventar d

isa con la mentalidad «revolucionaria» de esodelegados!Y el empaque y altivez y desprecio con qu

ratan a quien no sea algo influyente en el seno deGobierno o en el Comité de la Tercernternacional irrita, desespera. Hace pensar e

cómo procederían esos individuos si mañana shiciera la revolución en sus países de origen fueran ellos los encargados de dirigirnos desde e

Poder. ¡Poco importan los discursos que hagan eel Congreso! Que hablen de fraternidad, dcompañerismo, de camaradería, para obrar luegen amos, es sencillamente ridículo, cuando n

nfame y detestable.Y, por último, esas lucrativas componenda

que presenciamos los que estamos asqueados dantas defecciones; ese continuo ir y ven

endiendo la mano y poniendo precio a s



adhesión, reviste todos los caracteres de la mánfame canallada, de la más indigna granujería

Eso es tan bajo, ruin y miserable, como lo serí

una madre que vendiera su hija para satisfacer ucapricho de los más abominables e inmundos.¿Cómo vamos a creer en el espírit

evolucionario y en la seriedad de esas gentes?¿Que desean la revolución en sus respectivo

países? Eso sí; pero quieren que se haga sipeligro para sus olímpicas personas y en beneficiexclusivo de sus concupiscencias.

Naturalmente que esto no quiere decir que e

el seno de los partidos comunistas y de lamultitudes, por esos delegados representadas, nhaya centenares de individuos de buena fedispuestos al sacrificio y dignos de todo respeto

consideración. Estos quedan aparte. Estas censurano tienen más alcance que el puramente personal en relación a los delegados concurrentes aCongreso.

Esta es nuestra opinión, sinceramente expuesta



—De acuerdo, Pestaña, de acuerdo… aunquhaya alguna exageración en vuestros juicios.

Al decir estas palabras, Lenin se puso en pie

La entrevista terminaba. Acaso abusamos de lbenevolencia concedida; pero hubiera sidndiscreto por nuestra parte terminar un

conversación que no sabíamos qué alcance se lquería dar.

Antes de despedirnos de Lenin nos preguntó volveríamos a Rusia al próximo Congreso.

—Procurad venir, y que os acompañen variode vuestros amigos. Venid y estudiad sobre e

erreno nuestra obra. Para entonces la situacióhabrá mejorado, y acaso podamos llegar conclusiones que nos aproximen más que lestamos hoy. ¿Escribiréis algo acerca de lo qu

habéis visto y el concepto que os merece? —Es muy posible —contestamos. —Si lo hacéis, no dejéis de enviármelo

Tendré mucho gusto en recibirlo y leerlo.

Nos estrechamos cordialmente la mano



alimos.Una profunda simpatía y un respeto sin límite

nos quedó hacia Lenin después de est

conversación. No compartíamos sus ideas, no lacompartimos hoy; pero saben todos aquelloamigos con quienes hablamos de él que, aeferirnos personalmente a Lenin, guardamos par

él las consideraciones y miramientos a qucreemos es merecedor.

Pocos días después de esta conversación coLenin fuimos a casa de Sacha, la hija dKropotkin, y por casualidad se hallaba allí s

padre. Era el día que vino a Moscú parentrevistarse con Lenin, interesándose por locooperativistas para los que se pedía la pena dmuerte.

El objeto de esta visita era decir a Sacha eesultado obtenido de una petición, que en favouyo hicimos a Lenin.

Por las relaciones que en Londres tenía Sacha

por ser además perita en la materia



Lunatscharky, el Comisario de además perita en lmateria, Lunatscharky, el comisario de Pueblo sa delegara para ir a la capital inglesa a compra

material de enseñanza para las escuelas de Rusia.Aprobada por el Consejo de Comisarios dePueblo la propuesta, se solicitó de la Tcheka locorrespondientes pasaportes, y la Tcheka se negó concederlos.

Cuantas gestiones se hicieron para que loconcedieran, fueron inútiles. No hubo medio dvencer esta oposición.

Unos días antes de nuestra visita a Lenin

acababa de recibirse por tercera vez la negativa da Tcheka. Sacha, que sabía que teníamos qu

entrevistarnos con Lenin, nos propuso qunsistiéramos en la petición. La respuesta de Leni

no pudo ser más favorable; me afirmó que epasaporte de Sacha sería despachado. TantKropotkin, como su compañera, y su hija, nopreguntaron qué impresión habíamos sacado de l

entrevista y cuál creíamos que era el pensamient



de Lenin respecto al curso de los acontecimientos —La impresión, juzgando personalmente, e

buena —les dijimos—. En cuanto al pensamient

de Lenin, respecto al curso de los acontecimientoes el de un hombre que se ha equivocado y busccon interés el camino que lo saque del atolladeroSi acierta, bien; sí no acierta, la revolucióetrocederá en su avance.

Tal es lo que sustancialmente pudimos colegdel fondo de amargura de alguna de sumanifestaciones.



XX

El regreso a España

El Congreso de la Tercera Internacional habíerminado. La actividad del Comité la absorbía l

organización del Congreso de raza amarilla, que lTercera Internacional preparaba para el día 13 deptiembre en Bakú, y las órdenes a los delegado

que hacia los restantes países de Europa América partían ya. La desbandada era casgeneral.

Las veintiuna condiciones que imponía Mosca los partidos socialistas que quisieran ingresar ea Tercera Internacional y a los comunistas que n

e habían sometido incondicionalmente, a lodudosos, obligaban a una labor interna que vino eemplazar lo externo, hasta entonce

predominante.

Un grupo de delegados al Congreso, del qu



formaba parte toda la delegación italiana y lomalogrados compañeros franceses Vergeat Lepetit y el comunista Lefebre, entre otros, había

partido en viaje de excursión hacia Ukrania —a lque no fuimos por tener más tiempo parcompletar nuestras informaciones— esperábamos que regresaran.

Habíamos convenido con Vergeat y Lepetit qume proporcionarían datos e informes de su viaje que nosotros les daríamos los datos e informes quecogiéramos en Moscú.

Los días transcurrían un poco monótonos

aburridos. Como cada cual iba a lo suyo, y lespera para conseguir un intérprete o un permiscualquiera hacíase a veces interminableranscurrían las horas muy lentamente, sin saber e

qué emplearlas. Solicitamos los pasaportes, y os dos días se nos avisó que podíamoecogerlos. Antes tuvimos que ir a las oficinas da Tcheka, para que la policía tchequista no

etratara. Era condición indispensable est



fotografía para no sufrir interrupciones en el viaje Nos sentimos humillados. La repugnanci

nstintiva contra la Tcheka, se acrecentó desde est

momento. Pero más sensación de indignidad fue lque nos produjeron los delegados bolcheviqueque, además de encontrar justa la disposición, lelogiaban. La contextura moral de estos enteproducía náuseas.

La aparición en la escena de un nuevpersonaje vino a sustraernos de estapreocupaciones y hacernos olvidar el incidente da ficha antropométrica. Estábamos trabajando e

a habitación del hotel cuando llamarofuertemente en la puerta. Dimos la venia para qupasara y apareció en el marco de la puerta un sedesconocido para nosotros.

Sin preámbulos, sin decir quién fuera, ni dar snombre o condición, y usando un tono ridículo darrogancia, preguntó en correcto castellano.

—Qué, ¿no has cambiado de ideas?

Quedamos perplejos ante aquel intruso. ¿Quié



podía ser aquel personajillo que a bocajarro, eono imperioso y autoritario, tenía el desparpaj

de interrogarnos?

Más correctos que él, aunque menobolchevique, contestamos sin darnos por enteradode sus groseros modales.

—¡Cómo! —dijo con asombro al escuchanuestra contestación—. Después de lo que havisto en Rusia, del grandioso espectáculo de levolución, de la obra imponderable de lo

comunistas y de la dictadura del proletariado¿sigues pensando como antes?

—Igualmente que antes —replicamos siasombro de nosotros mismos—. Justamentedespués de ver todo eso y por haberlo visto, sigpensando como antes; me afirmo más en mis idea

de siempre. —Entonces, ¿es que no has visto nada de l

evolución? —Seguramente he visto la obra de l

evolución mejor que tú, —contesté.



—Antes de que te marches quisiera tener unentrevista contigo, a presencia del Comité de lTercera Internacional, porque yo soy Merin

Gracia, el delegado del Partido Comunistespañol. —¡Ah! —respondimos—. ¿Tú eres Merin

Gracia? —Sí, —contestó—. ¡Yo soy Merino Gracia! —No hay ningún inconveniente en concurrir

esa reunión; lo único que deseo es que se celebrcuanto antes. A tu cargo lo dejo.

La reunión no pudo celebrarse, pues Merin

Gracia partió al día siguiente para él Congreso dBakú. Y así terminó el pintoresco incidente.

Por aquellos días volvimos a reanudar coardor las tareas para llegar a un acuerdo en l

organización de la Internacional Sindical Roja.La llegada a Moscú del camarada Borgh

delegado de la «Unione Sindícale Italiana», quba a ponernos en frente de D’Aragona, e

epresentante de la «Confederatione Generale de



Lavoro», y la partida de Luzowsky para Londreiendo reemplazado por Tomsky, más transigente

más ponderado, hizo que nos ocupáramo

nuevamente de organización, olvidando todos lopequeños sinsabores de los inesperadoencuentros y de la monotonía del tiempo.

Estas reuniones llegaron a ser borrascosaAhora que eran borrascosas sin grandeagitaciones. Algo así como tempestades en un vasde agua. Borghi, que como ya hemos dichoacababa de llegar, reclamó la solidaridad de lConfederación Nacional del Trabajo, por ser l

organización más afín de la por él representadapara que se admitiera a la Unione Syndicaleexcluyendo a la Confederatione Generale deLavoro, representada por D’Aragona, organizació

eminentemente reformista, pues incluso secretario, D’Aragona, formaba parte de u

organismo nacional en favor de los inválidotalianos de guerra del que también era miembro e

ey de Italia. Extremo que los bolcheviques n



gnoraban.La petición de Borghi vino a entorpecer algú

anto los acontecimientos y a agitar las pasione

Por nuestra parte, aceptamos su demanda, y en unde las sesiones de la Comisión organizadora, lplanteamos.

La sorpresa de Tomsky no tuvo límites. Y todaus habilidades fueron dirigidas a hacerno

desistir de nuestro propósito.La negativa le exasperó. Contestó que d

ninguna manera. Que la Confederatione Generaldel Lavoro no podía ser excluida.

Cuando le demostramos documentalmente qudicha organización, a más de formar parte secretario de un organismo del que era president

el rey de Italia, seguía, aunque D’Aragona hubier

dicho lo contrario, adherida a la InternacionaSindical de Amsterdam, duplicidad inadmisiblepropuso aplazar la discusión para el día siguienta fin de consultar al Comité de la organizació

central rusa.



Aceptada su proposición, seguimodiscutiendo el orden del día. Al comenzar lesión del día siguiente, reprodujimos l

proposición, pero Tomsky la combatiardientemente, y cuantas razones aportamodemostrando lo incongruente de la posición en que colocaba, fueron rechazadas sistemáticament

por él y otros delegados.Llegó un momento en que creímos acabaría al

nuestra labor para constituir la InternacionaSindical Roja, pues siendo iguales las fuerzas quostenían uno y otro criterio, y las do

rreductibles, no había medio de ponernos dacuerdo.

Entonces pedimos aplazar la discusión parponernos de acuerdo con Borghi y ver si habí

algún medio de salvar la situación. Suspendida lesión, consultamos con Borghi, De resultas de l

consulta, acordamos retirar la proposicióexcluyendo a la Confederacione Generale de

Lavoro italiana y proponer que la Union



Syndicale fuera admitida en igualdad dcondiciones en las deliberaciones del Comité y eel futuro Congreso Internacional que se preparaba

adicionada esta proposición con una declaracióque, en síntesis, venía a decir lo siguiente: «LComisión organizadora de la InternacionaSindical Roja ve con simpatía la actitufrancamente revolucionaría y el espíritu de luchde clases que la Unione Syndicale Italiana hdesarrollado entre los trabajadores italianos».

Contestó Tomsky que aceptaba la primera partde la proposición, no así la segunda, pues, aunqu

veladamente, encerraba un voto de censura para lConfederatione Generale del Lavoro.

Le hicimos ver que no había tal propósito en lpropuesto; sino más bien el de estimular a

proletariado italiano adherido a la Confederationa que imitara al de la Unione Syndicale. Pero no sconvenció.

Firmes en nuestra propuesta, pues la creíamo

ógica, rechazamos cuantas se nos hicieron par



que la retiráramos.Vuelta a empantanarse la labor qu

ealizábamos y a discutir interminablemente. Pidi

Tomsky un nuevo aplazamiento en ladeliberaciones para ponerse de acuerdo con loepresentantes de la organización obrera rusa, poo que suspendimos la sesión hasta el díiguiente, a fin de que Tomsky consultara.

Reunidos de nuevo, Tomsky manifestó que enombre de la revolución y de la dictadura deproletariado, el Partido Comunista ruso no podíaceptar nuestra proposición, invitándonos, po

anto, a que la retiráramos.Quedamos perplejos ante las declaraciones d

Tomsky, pues no sabíamos qué tendría que ver levolución ni la dictadura del proletariado con un

proposición sin más alcance que el de demostraimpatía hacia una organización, sin despreciar n

censurar a las demás.Tratamos de discutir la actitud en que Tomsk

e había colocado, pero fue inútil. Se nos dij



claramente que, o retirábamos la proposición o sdaban por terminadas las tareas de la Comisióorganizadora.

Ahora fuimos nosotros quienes, ante eultimátum, pedimos suspender la deliberación pounos minutos para decidir. Con Borghi, que asistíacomo es de suponer, a todas las deliberaciones da Comisión, nos retiramos al pasillo y cambiamompresiones, pues la situación era por demá

crítica. El dilema para nosotros era: o ceder legar al rompimiento. ¿Por cuál de las do

proposiciones debíamos decidirnos? No

decidimos por la primera. Cedimos. Nos parecia más lógica.

Al reanudar la discusión hicimos uso de lpalabra, retirando la proposición, no sin ante

amentar la intromisión del Partido Comunista rusen las deliberaciones de la Comisión. Dijimos que había coaccionado la voluntad de los delegadomponiéndonos un criterio equivocado, y que

nosotros, los representantes de la organizació



española e italiana, cedíamos, no era por escoacción, que rechazábamos, sino por no hacenfecundas las tareas de la Comisión y mantener l

unidad del proletariado, aunque preveíamos paro futuro, si esas intromisiones continuaban, gravedificultades para mantenerla. Terminado estncidente, proseguimos discutiendo las demá

cuestiones.Otra de las que levantó polvareda, dando luga

a discusiones enconadas, fue la del texto de lconvocatoria para el Congreso Internacional de lSindical Roja. Proponían los comunistas que s

excluyera a todas las Federaciones y organismocentrales afectos a la Internacional de Amsterdanadmitiendo, en cambio, a los Sindicatos quperteneciesen a esas Federaciones y quisiera

asistir. Pero la exclusión de esas Federaciones ercondicionada. Nos pareció demasiado complicadaquello y lo rechazamos. Propusimos que sconvocara lisa y llanamente a todas la

organizaciones sindicales locales, regionales



bien nacionales, ya fuesen de industrias abarcando a todos los oficios o industrias de unocalidad que quisiesen asistir, restringiend

olamente, para evitar cualquier sorpresa, ederecho de voto, ya limitando el número o bienegándoselo a las que perteneciesen, de hecho, a sindical amsterdaniana.

En principio no quería aceptarse estproposición. Se auguraban males sin cuento y lposible invasión y predominio de los elementoeformistas. También se nos proponía que en lnvitación constase que todas las organizacione

concurrentes al Congreso aceptasen poadelantado la dictadura del proletariado. Lechazamos también, y propusimos se suprimiesal obligación. Sosteníamos que para atraer a

futuro Congreso la mayor cantidad dorganizaciones obreras, para que fuera en realidaun Congreso universal de organismos sindicaleera preciso rechazar todo dogmatismo y tod

obligación a priori.



Por fin, tras largas deliberaciones, se convinen no mencionar lo de la dictadura deproletariado, convocando a cuantas organizacione

indicales revolucionarias y que practicasen lucha de clases quisiesen asistir.Las discusiones habían sido por demá

aboriosas; y aunque materialmente salíamounidos de ellas, la unidad moral quedaba bastantquebrantada, más de lo que hubiese sido menester

Toda objeción a la dictadura del proletariado a la sumisión de los Sindicatos al PartidComunista, sacaba de quicio a los bolcheviques

daba lugar a discusiones apasionadas nterminables. Sin embargo, a vuelta de rodeos

de arreglos, de concesiones y de componendalegamos a concretar las líneas generales para l

convocatoria de una próxima Conferencinternacional Sindical Roja, que debía celebrars

en Holanda o en Italia, y que solo se celebraría eRusia de no conceder autorización ninguno de lo

gobiernos de esos dos países.



hiciéramos. Se quería con ello ejercer unnspección rigurosa del número de raciones que s

distribuían, pero no dio buen resultado.

Después, nos dieron unas cartas con cuponeA cada comida había de cortarse uno de aquellocupones y entregarlo al jefe del reparto dprovisiones del hotel. Tampoco esto debió daesultado, porque nos las quitaron, y nos diero

otras que venían a ser lo mismo, pues solo habíade tacharse unos números impresos.

El pan blanco había desaparecido totalmentde la mesa. Y el negro que vino a reemplazarlo

era de pésima calidad y escaso.También suprimieron el azúcar para el té. No

daban unos caramelos para azucararlo.El reparto de tabaco y de cerillas, que ante

era diario y regular, hízose alterno. Los fumadoreestaban rabiosos y descontentos. De todos modoaún era envidiable nuestra situación. Creo quaparte los comisarios y algún otro personaje

éramos los mejor alimentados de toda Rusia.



Inútil decir que los automóviles habíadesaparecido completamente, con gran contento dalgunos de nosotros, que se nos hacía

nsoportables los abusos que presenciábamos.De acuerdo con Vergeat y Lepetit, vista la faltmaterial de tiempo, pues ellos también queríaegresar a Francia cuanto antes, acordamos que entercambio de informes y datos lo haríamos e

París. La trágica muerte de estos camaradas en lomares del Norte hizo que el intercambio no sefectuase.

En nuestro poder los pasaportes, el día 5 d

eptiembre salimos de Moscú, el 6 llegamos Petrogrado, y el mismo día, por la noche, ecompañía de Borghi, partíamos de Petrogrado parReval. Después de haber pasado setenta días e

Rusia, en el país de la revolución, volvíamos ponernos en contacto con el mundo capitalista.

En las pocas horas que pasamos en Petrogradopor azar, dimos con dos españoles: catalán el uno

valenciano, el otro. El catalán era cocinero: l



había sido de Zinovief, del jefe de la Tercernternacional, al principio de la revolución. E

valenciano, era repostero y confitero. Los dos, e

iempos del zarismo, habían ocupado plazamportantes en los mejores hoteles de PetrogradoMoscú y otras poblaciones rusas. Habían ahorradunos miles de rublos y que para más seguridad locolocaron en un Banco. Al confiscar los Bancos us existencias la revolución, quedaron, cocinero epostero, sin un céntimo, lo que les hizo maldec

de la revolución y de todos los revolucionarioPero cuando les preguntamos si querían volver

España, contestaron que no. —Esto cambiará —decían—, y como cuand

cambie faltarán obreros de nuestro oficio nosotros conocemos bien el país y sus costumbre

ograremos recuperar lo que nos ha confiscado levolución. Además —agregaron— hemos pasada lo peor y queremos ver en qué para todo esto.

Nos despedimos de ellos hasta que regresara

a España hechos unos «capitalistas».



XXI

Conclusión

Muchas, muchísimas cosas de las que vimonos quedan aún por decir. Hemos procurado, n

obstante, decir las que juzgamos de más interépara el conocimiento de la Rusia soviética y dePartido que la gobierna.

Para decir todas las demás, tratándolas eérminos generales y no en detalle, se hubiese

necesitado muchas más páginas. Para detallarlaacaso otro volumen. Solo la desorganizacióesultante de la organización bolchevique, exigirí

capítulos enteros. El tener un intérprete cuand

precisábamos sus servicios exigiese consultancluso al Comité de la Tercera Internacional,

bien intervenir tres o cuatro departamentos, da undea de la complicadísima organizació

bolchevique.



Pero hay más: la separación de funciones spracticaba tan meticulosamente, que inclusopersonas trabajando en un mismo departamento

ejerciendo funciones completamente dependienteuna de la otra, no sabían explicaros la razón de lfunción que realizaban ni sus posibles y necesariaderivaciones.

La misma organización del Congreso de lTercera Internacional, al que en total asistíamomenos de un centenar de delegados extranjeroexigió el trabajo y la constante atención ddecenas de empleados durante casi tres mese

para llegar el día de su comienzo y tener qumprovisarlo todo o casi todo. Con decir que soleníamos, siendo los bolcheviques lo

detentadores del Poder y los dueños absolutos d

odo, un intérprete para traducir a todos lodiomas, puede tenerse una idea de lo que es l

organización bolchevique.Gente que iba y venía de aquí para allá

empleados en constante ajetreo y recibiend



órdenes de cualquier personaje; movimiento, smucho; pero nada más que movimiento. Lpráctico, lo positivo, lo real, que hubiera sido e

dar cima rápidamente a los trabajos del Congresoa las deliberaciones y resoluciones, esto ya erotro cuento.

Un mes justo de sesiones. Treinta días ddeliberaciones; reuniéndonos tres veces algunode ellos, dan idea de las cosas que puedehacerse. Sin embargo, apenas si pudimos concretamedía docena de ellas.

Y así, por el estilo, en todos los órdenes. Si la

nstituciones soviéticas hubiesen sido organizadapara perder el tiempo, difícilmente lo habríaogrado más cumplidamente. Ahora que, en est

caso, como en todos los casos análogos, l

ntuición popular y las necesidades superaban esadeficiencias y entorpecimientos, encontrandiempre la solución más rápida y ajustada, Nunc

como en el caso de lo por nosotros visto en Rusia

puede compararse la vitalidad y actividad de



pueblo, individual y colectivamente consideradocon la lentitud y torpeza de las institucionegubernamentales. El caso de las Cooperativas y

citado y otros muchos que pudiéramos citaestimonian cuanto decimos y afirmamos.Las mismas declaraciones oficiales vienen

corroborarlo. En los pasillos de acceso a la Saladel Trono, donde se celebraban las sesiones deCongreso, exponíanse gráficos comparativos de lalimentación que cada persona necesitaba y la que le daba oficialmente. La equivalencia no podíer más lamentable. El racionamiento oficial er

equivalente al veinticinco por ciento de lnecesitado por el individuo. Lo que faltaba hastel total, o sea el setenta y cinco restante, había dprocurárselo a través de los obstáculos, estorbos

rabas oficiales. ¿Lo conseguía? En totalidad, nopero sí en gran parte.

Estos mismos gráficos nos hablaban de ucincuenta por ciento de lo que faltaba al individuo

pero que se lo procuraba, valiéndose de su



os cuadros de horror y miseria que presenciamoni de la degradación a que el pueblo ibdescendiendo por efecto de la miseria.

Advertimos, de paso, que en esta ligerísimapreciación de incapacidad estatal, no solncluimos al Estado bolchevique; los incluimos odos, porque todos han dado prueba

evidentísimas de incapacidad. Nosotros hemovisto en la Plaza Roja, de Moscú, a las puertamismas del Kremlin, decenas de personas, mujere niños entre ellas, durmiendo sobre el duro suelo

cuando terminadas las tareas del Congreso no

etirábamos a descansar. Nosotros hemos visto también, un domingo po

a tarde pasearse un hombre vestido con un traje ebastante buen estado, pero sin nada en los pie

completamente descalzo, sin camisa y sin nada ea cabeza. Eran, sin duda, los restos de ropa que l

quedaban, y se los ponía el domingo para pasear.¿Y para qué mencionar las mujeres calzada

pero sin medias, o pierna limpia, pues la qu



levaba calcetines dábase por dichosa, como laque se habían cortado el pelo por no poderlpeinar, faltas de lo más elemental para ello?

¿Y las que se prostituían por una comidadespués de pasar días y días, de una dependencia otra, en busca de una colocación que se lproporcionara, pero sin hallarla?

¿Y de los hombres a medio vestir? ¿O bien dos que vestían trajes hechos de restos de otra

prendas, denunciando la miseria y la escasez coodas sus crueles consecuencias?

¿Para qué hablar de los niños de ocho, diez

doce o quince años, que buscaban en lespeculación y en el comercio lo que lanstituciones oficiales no podían darles?

Ahora bien; ¿son únicos responsables de esta

miserias los bolcheviques, los gobernantes rusoos hombres que detentan el Poder en nombre de l

clase trabajadora, del pueblo que sufre? Con lmisma franqueza que recusamos y combatimos su

procedimientos políticos, sus argucias par



riunfar y mantenerse en el Poder, rechazamos ses haga responsables de todo el mal. Sí de un

parte, la más mínima, digámoslo por adelantado.

La responsabilidad material de todas lamiserias que presenciamos en los setenta díapasados en Rusia, caen como una afrenta, como uestigma y terrible acusación sobre la burguesía os Gobiernos europeos. Estos son loesponsables, los más grandemente responsables.

Sin el bloqueo, sin el cordón sanitario, sin egendarme que la Entente puso a las puertas de lopaíses fronterizos con Rusia, esas miserias l

hubiesen sido en escala muchísimo más reducidael pueblo ruso se hubiese defendido de ellamuchísimo mejor y sin llegar al extremo que llegó

A los bolcheviques hay que absolverlos de es

pecado. Ya tienen sobre su conciencia docialistas, de actores en el drama alumbrador d

un mundo nuevo, bastantes faltas, sin que se lecarguen las que no cometieron, aquellas de las qu

no pueden hacerles responsables.



Si a cada cual solo deben imputársele lafaltas por él cometidas, en este caso, carguemoporque a ellos debe cargársele, sobre lo

gobiernos europeos la responsabilidad de esnmenso crimen de lesa humanidad cometido coRusia.

En este caso concreto, los bolcheviquepueden erigirse en acusadores, no en acusados, eueces, no en delincuentes, en víctimas, no e

verdugos. Por una sola vez debemos concederlenosotros esta beligerancia. Buena falta les hace.

El propósito que nos guiaba ya lo hemo

cumplido.Sin apasionamientos, sin sarcasmos ni injuria

hemos relatado lo que vimos durante nuestrestancia en Rusia.

Quien nos lea sin prejuicios y sin prevencióalguna, con deseo de saber cosas más que duzgarlas, nos hará justicia reconociendo que, e

nuestra exposición de hechos hemos puesto l

menor cantidad posible de parcialidad y no



hemos ajustado a lo que indicábamos al principiono criticaremos ni censuraremos; relataremoolamente. Y creemos haberlo cumplido. Por eso

al terminar, hacemos una promesa; si el favor depúblico nos acompaña, escribiremos una segundparte que titularemos: «Setenta días en Rusia. Lque yo pienso».

Así como en la primera parte solo narramocriticaremos y analizaremos los hechos segúnuestro pensamiento en la segunda. A la labor dexposición seguirá la de crítica.

Así, pues, si logramos dar cima a nuestra obra

nos sentiremos satisfechos; si no, lo lamentaremopero nada más.

Á NGEL PESTAÑ

Agosto de 1924.



ÁNGEL PESTAÑA NÚÑEZ (Santo Tomás de la

Ollas, 14 de febrero de 1886 – Barcelona, 11 ddiciembre de1937) fue un anarcosindicalistespañol, secretario general de la CNT en variaocasiones, fundador del Partido Sindicalista diputado en Cortes Generales por la provincia dCádiz.



Notas

Lo Que Yo Vi - Angel Pestana

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