Lineamientos de Politica Cultural 2013-2016 (Ministerio de Cultura) (1)
LGK china cultura politica 78
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Lothar Knauth
La República Popular China:
Estado, Política e IdeologíaUna perspectiva del otoño de 1978
Introducción
La Revolución de 1911: Rupturas y Continuidades
La República Popular China
Fuentes de Autoridad y Decisi6n
El Equipo de Producción
El Ejército : El Poder Nace del Fusil y éste es controlado por el Partido
El Partido : ¿Rojos o Expertos ?
El Aparato Estatal : ¿Hacia la Descentralización?
Campañas de Movilización, de Lucha, de Pugna
"Una Gran Revolución que llega al Alma misma de la Gente".
Constituciones y Estructuras Legales
La Sucesión de Mao ¿Ruptura o Continuidad ?
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INTRODUCCION
Al enjuiciar los procesos políticos de la República Popular China, es forzoso
empezar con la premisa de que el concepto "China" no sólo define un Estado-
nación entre otros ciento y cuarenta tantos sino que comprende la cuarta parte de
la humanidad. Lo que es más, China constituye un sistema de cultura, pero
especialmente de cultura política, en relativa continuidad por tres mil años. Desde
que existen relaciones de sus experiencias, los visitantes extranjeros reportaban
los aspectos formales del poder estatal (o imperial) y nunca se dejaron de
impresionar por el hecho de que el aparato estatal se había expresado siempre,
más bien en la autoridad personal y el comportamiento ejemplar de los letrados-
burócratas (los mandarines) reclutados por méritos.
Es evidente que desde épocas incipientes las autoridades políticas chinas
centraron su interés en la organización básica de la fuerza vital humana; casi
nunca se dejaron desviar por especulaciones metafísicas en la formulación de sus
idearios acerca de la mejor ordenación social, política y cultural.
En su consecuente antropocentrismo yace la peculiaridad de la cultura
política milenaria de China.
Por su complejidad, debemos tratar el universo chino como equivalente del
ámbito cultural de la tradición judeo-greco-latino-cristiano-ilustrado científica, es
decir, aquel conglomerado que por lo común designamos como "occidental".
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I. Rupturas y continuidades
Para diferenciarla del Estado, conocido en su forma europea moderna desde
fines del siglo XV, llamemos a la vinculación entre gobernantes y gobernados en la
China de la época incipiente una sociedad política.
En sus principios, la sociedad política china desarrolló una escritura
ideográfica, no alfabética, que servía para fines de adivinación, una adivinación
que supuestamente propiciaba el ambiente que proporcionaba el sostén vital de la
sociedad.
Si analizamos el ideograma tradicional de "reino", (guo , cuyo equivalente en la
tradición europea se aproximara a la polis griega o a la res pública romana)
observamos que se compone de tres elementos:
(1) una boca, que representa la necesidad de sostén alimenticio de la población
(2) una alabarda, arma que significa la necesidad de la fuerza militar para la
defensa y represión; y
(3) un marco cuadrángular que marca el recinto del territorio.
De esta manera, aún en su concepción original, el "reino" es caracterizado
por una combinación de necesidades económicas y militares.
Como corolario de esta premisa básica, surgió la idea de un gobernante
ejemplar, cuya ejemplaridad se deriva del autocultivo. Este gobernante ejemplar,
al cual los ibéricos pusieron el nombre de mandarín en el siglo XVI, aceptaba la
inherente razon del orden natural como la que debía constituirse en eje rector del
aparato socio-político. Este hombre ejemplar, o superior, postulado por Confucio,
gobernaba por su ejemplo, de acuerdo con las circunstancias. El confucianismo
rechazó cualquier intento de establecer leyes normativas universalistas. Las
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relaciones familiares se convirtieron en paradigmáticas para todo el sistema social
y no existía ningún concepto de una economía del imperio que trascendía los
requisitos de la administración local, además de proporcionar algún excedente
para los fines administrativos y suntuarios de la casa imperial.
Un interés en leyes normativas, en la riqueza nacional y el poderío militar se
consideró como actitud "legalista", fuera de las consideraciones de un "hombre
superior", por contener demasiados elementos de coerción y de cambio forzado
en detrimento de la supuesta persuación por un comportamiento ejemplar del
gobernante.
Sin embargo, el patrón de administración imperial - del cual vivían los
mandarines confucianistas – se había establecido en 221 ac., gracias a las
medidas coercitivas de los unificadores legalistas de la dinastía china (221-208
ac). Su consigna básica había sido: "enriquecer el reino (fu-guo) y fortalecer el
ejéricito (Chiang-bing).
Por el desdén de las élites confucionistas hacia la riqueza del Estado y la
fuerza militar, la sociedad china sucumbiría repetidas veces a sucesivas
agresiones por sus vecinos más castrenses.
Desde principios del siglo pasado, el tradicionalismo confucianista se volvió
todavía más oscurantista frente a las agresiones de los capitalistas
industrializados euro-americanos. Las máximas de los mandarines, propias de
una sociedad basada en la explotación agrícola, no proporcionaron impulsos hacia
la modernización industrial.
Tampoco lo lograron los anhelos de una democracia parlamentaria, a
medias profesados por los impulsores de la Revolución de 1911. Sólo la
revolución socialista, cuyo ideario reemplazó el tradicionalismo moralizante y el
idealismo liberaloide, rechazó cualquier mediatización y se destacó por su
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realismo organizador. De paso rehabilitó a las máximas legalistas y es en ese
contexto que se deben considerar las recientes campañas de la crítica a Confucio.
La China moderna, cuya trayectoria empieza a definirse con la Revolución
de 1911 y se consuma con el establecimiento de la República Popular en 1949,
tuvo que hacer frente a los Estados-nación industrializados que, por más de cien
años, la habían agredido en detrimento de su papel de preponderancia en el Este
de Asia. Antes de proponerse recuperar su proyección externa los regímenes
de China en el Siglo XX tenían que determinar sus parámetros de un moderno
Estado-nación.
Ya en 1905 Sun Yat-sen había definido estos presupuestos como los Tres
principios populares (san-min dyu-i ):
(1) mindse dyu'i el principio de identidad étnica o nacionalismo.
(2) minchuan dyu'i el principio de derechos populares o democracia.
(3) minsheng dyu'i el principio de sostén popular o socialismo.
Los anhelos de un renacimiento nacional, expresados por Sun, se concretizaron sólo a través de una mejor definición del proyecto anti-imperialista a partir de la fundación del Partido Comunista Chino en 1921 y del desarrollo de un propio proyecto nacional por Mao Tse-tung, a través de una aplicación selectiva y creadora de las tesis marxista – leninistas.
Este proceso nació de la resolución de que sólo una revaloración total de todo el pasado chino y un replanteamiento de los enfoques acerca del potencial revolucionario de un país dependiente y semicolonizado podían resolver el dilema de una China que quería convertirse otra vez en centro generador de soluciones globales.
La larga marcha de 27 años que llevó a las fuerzas comunistas al poder no significaba simplemente la victoria de una contraélite en una guerra civil. Por medio de un estilo propio, los partidarios de Mao se enfrentaron al problema de levantar otra vez un gran Estado que había sucumbido ante la pujanza de Fstados-nación impulsados por las fuerzas productivas liberadas en la Revolución Industrial y por las fuerzas polfticas y sociales generadas en las revoluciones burguesas.
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A partir de la proclamación de una REPÚBLICA POPULAR CHINA por Mao desde la tribuna del Tian An Men el primero de octubre de 1949, durante el lider chino aseveró que China "se puso otra vez de pie", la formulación del proyecto nacional la consigna que por fin, mejor que cualquier otra, expresaba el replanteamiento del problema fue: "Hacer que lo antiguo sirva a lo nuevo y lo extranjero a lo chino".
En un principio, China no podría haber sobrevivido como Estado marxista-leninista de no haberse acogido a la protección y ayuda de la URSS. No obstante, en contraste con la mayoría de los estados de democracia popular que la URSS protegía en Europa, la revolución en China fue el resultado de un largo proceso de toma de poder por las propias fuerzas del Partido Comunista Chino que no contó para ello con el ejército soviético.
2. Fuentes de autoridad y decisión
Desde la fundación del Partido Comunista Chino, en Julio de 1921, sus funciones de mando y ejecución se han regido por las reglas del Centralismo Democrático. Podemos decir que el Centralismo Democrático es el elemento de organización que tal vez más
une la experiencia China a la de los demás miembros del movimiento comunista.
Mientras que en muchos otros estados socialistas el concepto del Centralismo Democrático sirvió en pzimer lugar para establecer líneas de mando de jerarquía vertical, la temprana preocupación China por la injerencia "comandista" y burocrática en el proceso de la toma de decisiones – y además la gran confianza, por no decir la fe ciega, de Mao en lo correcto de la dinámica de las masas - ha resultado en casi tanto énfasis en el elemento "democrático" como en el "centralizante" .
Dado el hecho de que se trata de una dictadura del proletariado que ejerce la hegemonía sobre las clases superadas, la presión del Centro hacia las masas será siempre más activa que el sentimiento de los dirigidos que debería
ser transmitido a los dirigentes.
No obstante, los chinos toman muy en serio la relación simbiótica entre el Centro (de cuadros) y la Periferia (las masas). Lo que une una parte con la otra es el "certero punto de vista político", cuya ausencia Mao una vez equiparó con "no tener alma".
Mao consideró unidad de los opuestos, una premisa primordial en el análisis de la realidad de un mundo, que se le antojaba aturdido de contradicciones. Por
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eso había tanta acogida en sus ideas de los elementos dialécticos de los escritos de Marx, pero especialmente de Engels y Lenin.
De la otra parte, una de sus primeras críticas a Stalin fue que había abandonado el método dialéctico al maximizar efectos en los procesos de industrialización forzada y de "estatificación" soviética.
Sobre el particular, la obra más clásica de Mao y además su contribución filosófica más significativa fue Sobre la contradicción que, junto
con Acerca de la práctica, constituye el resultado más acabado en la definición de nuevas actitudes, existenciales, materialistas y anti-metafísicas, surgidas en el partido a lo largo de sus amargas experiencias
en la Revolución.
Otra expresión práctica de tal actitud sobre la experiencia del Estado Chino se encuentra en sus Diez Grandes Relaciones.
La resolución de problemas para Mao es el producto de análisis, estudio y lucha resolutiva. Para él, la existencia simultanea de avances – y de dificultades que los impiden- es una contradicción que se resuelve a través de una educación política viva y
eficaz entre las masas por la cual se les entera de las dificultades y a las cuales se les hace participantes en la solución. Es de mencionarse que esta utilización sociaI del método
dialéctico coincide con la predisposición -casi congénita de los miembros de la cultura china- a ver el mundo fe- nomenal como el resultado de un equilibrio inestable de fuerzas, en este caso clasistas, con sus inherentes contradicciones y su
potencial de constante cambio transformador: ya sea constructor o destructor.
Es la concepción radicalmente dialéctica la que imparte al pensamiento de Mao Tse-tung sus elementos más dinámicos.
Además, hace posible la incorporación de "opuestos" derrotados, una vez resueltas las contradicciones, que casi
nunca son duraderas. Si esta transformación se parece a un sometimiento del que pierde, nada quita a su validez explicativa, materialista, realista y "humanista" a la vez.
Esta preocupación por lo dinámico en los procesos de transformación socio-político-económica, hace surgir actitudes de desconfianza
en la planeación rígida y en su ejecución burocrática.
Aunque la joven República Popular China tuvo, bajo el impacto de la experiencia soviética, sus planes quinquenales, la planificación era siempre concebida como movilización total. Por lo menos para Mao, siempre existió
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una considerable desconfianza hacia los "planificadores".
3. El equipo de producción
Al desarrollarse la campaña de educación socialista en 1963
-frente al fracaso económico del Gran Salto hacia Adelan-
te, surgió la consigna: "El hombre es el elemento más
importante y más positivo entre las fuerzas de producción".
Desde luego, tal énfasis en el factor humano no fue sorprendente en un país en el cual la cuarta parte de la población mundial ha podido existir -bien o mal, de acuerdo con el nivel de movilización de su potencial productor- sobre el 6 por ciento del área cultivable del mundo; lo que siempre implicó una cultivación muy intensiva.
Tal vez no sea exagerado aseverar que China en sus mejores épocas, llevó hasta el final las posibilidades de
utilización social del excedente obtenible de la agricultura.
La revolución en el agro chino nunca se planteó la destrucción de la cohesión comunal en favor de una atomización individualizante de la sociedad rural. La Reforma agraria se verificó no tanto para dar tierra a nuevos
propietarios, sino en primer lugar para destruir focos de acumulación de los campesinos ricos y terratenientes. Estos a su vez estaban ligados con el capital burocrático y la administración pública.
En la recien constituida República Popular China la Reforma Agraria tuvo en primer lugar el fin de resolver el
déficit en la producción agrícola a través de métodos más racionales de explotación y por la movilización de las fuerzas de trabajo. Luego, a partir de 1953, por medio
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de una "Conscientización socialista de los campesinos", se trató de colectivizar la agricultura, teniendo lugar al mismo tiempo procesos de movilización de productividad similares en la industria y el comercio.
Frente al relativo éxito de estas campañas de colectivización, y confiado en un estilo político que supo distinguir
entre contradicciones antagónicas, a partir de 1958 se lanzó la consigna de "Un gran salto hacia adelante", con su movilización correspondiente. Uno de sus medios fue la creación de las Comunas Populares, que al mismo tiempo deberían
incrementar la productividad y deshacer las ligas particularizantes de la comunidad campesina tradicional y tal vez también de la familia extensa.
Cuando las comunas populares no dieron todos los resulta- dos esperados, ni en el sector agrícola, ni en el industrial, ni en el comercial por la resistencia contra un cambio en las relaciones sociales demasiado coercitivo, Mao, en el octavo pleno en el Lushan en Agosto de 1959 tomó la responsabilidad por el relativo fracaso. Para remediar los daños que resultaron de la aceleración, surgieron las consignas como "Cambiar lo antiguo por lo nuevo" y "Caminar en dos piernas".
Si el intento de unir fuerzas productivas al nivel del municipio falló, surgió una alternativa en cuanto a la acción
productora mancomunada en los "equipos de producción," que recibieron su reconocimiento en la Constitución de 1975 como unidades de contabilidad. Actualmente, bajo el im- pacto de la campaña de las cuatro modernizaciones, se trata otra vez de elevar la unidad de producción significativa al nivel de brigada
de producción. Además, se espera lograr una cierta universalización de criterios productivos por medio de incentivos tradicionales, como el pago de utilidades y horas extras.
4. El Ejército: El poder nace del fusil y es controlado por el Partido.
Desde sus principios, el movimiento de la revolución marxista-leninista tuvo una fuerza armada de nuevo tipo a su
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disposición, ya que - acto seguido a la fusión con el Partido Nacionalista de Sun Yat-sen en 1924- se había establecido con ayuda soviética una academia militar en Whampoa (Cantón) para entrenar dirigentes de un "ejército de la
revolución" .
Significativamente, en 1927 el primer director militar de esta academia, Chiang Kaishek se volvió anti-comunista, el problema de la sublevación armada tuvo que ser replanteado. Frente al fracaso de los levantamientos urbanos, sugeridos desde Moscú, Mao se trasladó al campo e inició una novedosa lucha guerrillera que se sostenía de la propia base agrícola, al doblar los efectivos militares como campesinos.
Este ejército de nuevo tipo en las bases soviéticas mostró gran habilidad en la lucha guerrillera. Su "secreto" fue un compromiso ético e ideológico a la vez. Además hubo un cierto desprecio hacia estructuras de mando más formales que funcionales. De esta forma, los equipos del ejército rojo, lo mismo como más tarde los equipos de producción, se destacaron supuestamente por su camaradería y su esprit du corps.
Después de que las acciones guerrilleras se convirtieron en batallas masivas, que llevaron a la toma del poder en 1949, la eficacia de este esquema de organización se comprobó también en la Guerra de Corea (1953), donde se demostró la calidad de los voluntarios chinos frente a ejércitos altamente mecanizados.
No obstante, frente al alto nivel de modernización que representaban los ejércitos de los países industrializados, aún en la década de los cincuenta, se desarrollo una discusión acerca de las
necesidades organizativas y tecnologicas del ejército chino; discusión en la cual la presencia del modelo soviético y la posibilidad de una injerencia
soviética en asuntos de defensa nacional desempeñaron un papel considerable.
Otra faceta de la discusión fue el problema del desarrollo de un potencial atómico.
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La discusión tuvo como desenlace una confrontación acerca de la preeminencia correspondiente de "Rojos" (imbuidos de un compromiso revolucionario, ideológico en el sentido más amplio de la palabra) y de "expertos" (detentores de las soluciones tecnológicas y burocráticas, con descuido de la pureza
ideológica).
Lin Piao (supuestamente "rojo") que en 1959 había sido nombrado ministro de defensa a la caída de Peng Te-juai (experto), seis años después propagó la idea de una lucha guerrillera a escala mundial durante la cual el "campo" (los países de producción agrícola y extractiva del Tercer Mundo, China entre ellos) iba a cercar y aniquilar a las "ciudades" (los países industrializados).
Por su estilo "rojo", la intervención de las unidades del
Ejército Popular de Liberación iba a ser decisiva durante
los trastornos de la revolución cultural. Sin embargo,
la trayectoria subsecuente de Lin casi acabó con el mito
de la confiabilidad de los militares "rojos".
El desarrollo del potencial atómico nunca se descuidó y actualmente el problema de la supuesta incapacidad defensiva y ofensiva del Ejército Popular de Liberación en una guerra moderna se ha convertido en el aspecto militar de las Cuatro Modernizaciones.
5. El Partido: ¿de rojos o de expertos?
En ciertos momentos del proceso de la Gran Revolución Cultural Proletaria (1966-69) podía parecer a un observador que Mao estaba aún dispuesto a destruir el aparato del Partido Comunista Chino para evitar una burocratización elitista, creciente y enajenizante. Y ésto, a pesar de que la "Biblia" de la Revolución Cultural, el libro rojo de las Citas del Presidente Mao, empezaba con una selección
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acerca del Partido, y entra otras rezaba que "siempre cuidaremos que el Partido controle el fusil y nunca el fusil al partido". En esta coyuntura, el Ejército Popular de Liberación parecfa ofrecer esquemas de control social y político alternativos.
Pero una vez atenuado el proceso de la Revolución Cultural y revelada la problemática de la actuación militar en la esfera política a partir del incidente de Lin Piao, se reafirmó "lo proletario" en la estructura del Partido y el proceso de su reconstrucción se convirtió en el enfoque principal de cualquier esfuerzo organizativo.
Esta reconstrucción no significó el cese de las luchas internas el Partido (considerado parte de su vitalidad) y corno resultado se dió un creciente faccionalismo.
Desde la caída de Peng Tejuai en 1959 se había planteado la lucha entre la "línea capitalista" y la "proletaria" dentro del Partido como expresión de la omnipresencia del proceso dialéctico. Estas contradicciones intrapartidarias eran, en última instancia, otra manifestación de la confrontación entre "rojos" y "expertos".
De manera positiva han dinamizado las discusiones acerca de las opciones abiertas a la sociedad socialista en general, y a la china en particular, frente a las exigencias de modernización.
Un Centralismo Democrático que descuida la democratización Real advierte siempre una fuerte tendencia hacia la burocratización. El proceso político chino que hizo a los miembros de la nue- va sociedad tomar conciencia del potencial manipulador de dirigentes revestidos de demasiado poder, creó también la posibilidad de acciones masivas para contrarrestar el faccionalismo. Es esa posibilidad de movilización masiva que distingue China de casi cualquier otro país socialista e influye sobre la dirección del Partido.
En este contexto, el repetido surgimiento del Teng Hsiao-ping como aparatchik casi seguramente tiene más que ver con el equilibrio de fuerzas faccionales que con una necesidad estructural intrínseca.
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