Las Siete Ultimas Palabras

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Timothy Radcliffe, O.P. LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS La plenitud del sentido más allá de la violencia y el silencio DESCLÉE DE BROUWER BILBAO - 2006

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Timothy Radcliffe, O.P.

LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS

La plenitud del sentido más alláde la violencia y el silencio

DESCLÉE DE BROUWERBILBAO - 2006

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Título de la edición original:Seven last words.© 2004 Burns & Oates, The Continuum International Publishing Group,

Nueva York, USA.

Traducción de Francisco Campillo Ruiz

© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2006f:lenao, 6 - 48009 [email protected]

ÍNDICE

PRÓLOGO: EN EL PRINCIPIO ERA LA PALABRA .

LAS PALABRAS

I.- "PERDÓNALES, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN".

Lc 23,34 .

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Diseño de portada: Luis AlonsoIl.- "HoY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO". Lc 23,43 43

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción,distribución, comunicación pÚblica y transformación de esta obra sin contar con la auto-rización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencio-nados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts.del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) velapor el respeto de los citados derechos.

Impreso en España - Prz"nted Z"nSpaz'nISBN: 84-330-206S-XDepósito Legal: BI-120S/06Impresión: RGM, S,A. - Bilbao

IlI.- "MUJER, HE AHÍ A TU HIJO HE AHÍ A TU MADRE".

lN 19,26-27 .

IV.- "iDIOS MÍo, DIOS MÍO!, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?".

Mc 15,34 .

V.- "TENGO SED".lN 19,28 .

VI.- "TODO ESTÁ CONSUMADO"·lN 19,30 .

(, ~VII.- "PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU". Lc 23,46

EpÍLOGo: MÁs ALLÁ DEL SILENCIO .

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NUESTRA PALABRA: MÁs ALLÁ DE LA VIOLENCIA ...............La conquista de las Améncas ............................El Holocausto .El 11de septiembre del 2001 : : : : : .................

B! B L 1O TECA

103106111115

PRÓLOGO:

EN EL PRINCIPIO ERA LA PALABRA

La tarde del 7 de diciembre de 1993 llegaba a JerusaléIl proce-dente de Roma con el fin de visitar la École bzolz'que,el centro domi-nico de estudios bíblicos. Ni siquiera había tenido tiempo de des-hacer el equipaje cuando recibí una llamada de teléfono para infor-marme de que mi padre estaba agonizando. Tomé inmediatamen-te un vuelo para Inglaterra y tuve la fortuna de poder estar unosúltimos días con él antes de que muriera en el hospital rodeado desus familiares. Mi padre era un melómano apasionado, por lo quedecidimos comprarle un walkmanpara que pudiera oír. música enla habitación del hospital. Le pregunté qué música le gustaría escu-char y me dijo que le trajera, el Requiem de Mozart y Las siete últi-mas palabras de Haydn. Esta fue su manera de prepararse paramorir. Yo había vuelto a Inglat~rra procedente del lugar donde,segÚn los evangelios, Jesús pronunció estas últimas palabras, con elpropósito de acompañar a mi padre mientras éste vivía su propiapasión confortado por las palabras del crucificado.

La devoción a las siete últimas palabras de Jesús en la cruz seremonta al siglo XII. Partiendo de los cuatro evangelios, diversos

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autores se decidieron a entretejer un relato concordante de la vidade Jesús. Ello permitió reunir sus últimas palabras en la cruz, sietefrases que se convertirían en objeto de meditación. Estas últimaspalabras fueron comentadas por San Buenaventura y populariza-das por los franciscanos. Revistieron una importancia enorme parala piedad del medievo tardío, se asociaron a la meditación acercade las siete heridas de Cristo y se contemplaron como posiblesantídotos contra los siete pecados capitales.! Según el libro de lashoras de San Beda, quienquiera que meditase sobre estas palabrasde Jesús, se salvaría y Nuestra Señora se le aparecería treinta díasantes de su muerte.

Pero cuando me pidieron que hablara acerca de las siete últimaspalabras de Jesús en la catedral de Seattle, el viernes santo del2002, debo agmitir que vacilé. Estas palabras parecían pertenecera una espiritualidad lóbrega, que enfatizaba el sufrimiento y elpecado, y con la cual no me veía capaz de identificarme fácilmen-te. Naturalmente, los evangelios afirman que debemos tomar nues-tra cruz cada día y seguir a Cristo, pero. con demasiada frecuenciaesta afirmación ha desembocado en un cristianismo que me pare-cía asociado a la falta de alegría, la negación de la vida e incluso aun cierto toque de masoquismo. SanJuan de la Cruz afirma que "elalma que de veras desea sabiduría divina, desea primero el pade-cer, para entrar en ella, en la espesura de la cruz".2Debo confesar

1. Eamon DufIY, The Stnpping ifthe Altars [El expolio de los altares], NewHaven, 1992, p. 248 Y ss.

2. A readingfrom the Spintual Canticle, Red. B, str. 37. [Edición en español:San Juan de la Cruz: Com,entanos en prosa al poema "Cántico esPintual':texto B (segunda redacción según el manuscrito deJaén), canción 36 [A35]. Barcelona: Planeta, 1996, p. 317].

que no siento el más mínimo deseo de padecer en absoluto. Mevenían a la mente aquellas lóbregas palabras extraídas de Richard11 [Ricardo IIJ:

Hablemos de tumbas, gusanos y ePittifios,hagamos papel del polvo y, con ojos de lluvia,escribamos el dolor en el seno de la tierra.EI[;amos albaceas, hablemos de testamentos. 3

Mi fe tiene que ver con la vida, con el nacimiento de un niño ycon la victoria sobre la muerte. Naturalmente, ello pasa necesaria-mente por el viernes santo, pero ¿por qué detenerse en esemomento? Con demasiada frecuencia me había encontrado con elsufrimiento y con la muerte -particularmente en lugares comoRuanda y Burundi durante mis viajes por la orden- como parapermitirme ignorar su terrible violencia. Había acompañado amuchos hermanos en el momento de su muerte y había visto cosasque estaban al límite de lo que puede expresarse con palabras yúnicamente cabe mostrar. Y tenía mis dudas respecto de si se debíapronunciar ni tan siquiera un solo sermón a propósito del viernessanto, cuanto menos siete. Ante el horror de la muerte del Hijo deDios y su escandaloso absurdo, ¿qué podemos decir? El viernessanto parece marcar el fin de las palabras. ¿Acaso debemos recu-rrir siempre y en todo momento al lenguaje? Lo único que pode-mos hacer es esperar la Pascua. A pesar de todo ello, acepté hablarde las siete últimas palabras, en memoria de mi querido padre, que

3. ActoIII, escena ii., 1. 145. [Edición en español: Shakespeare, W: Ricardo11 Madrid: Austral, 1998, p. 100].

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compartió su fe conmigo. Estas palabras le habían dado fuerzaante la perspectiva de la muerte. ¿Qué podían ofrecerme a mí?

Las siete últimas palabras son particularmente fascinantes. Losseres humanos somos animales parlantes. En nuestro caso, elhecho de estar vivos equivale a estar en comunicación. La muerteno es únicamente el cese de la vida corporal. La muerte es el silen-cio. De modo que lo que decimos ante la inminencia del silenciopuede ser muy revelador. Puede tener un cariz de resignación; aNed Kelly, el famoso atracador de bancos australiano, se le ocurriódecir: ''Así es la vida" momentos antes de ser ejecutado. La frasede Lord Palmerston, "La última cosa que me queda por hacer esmorirme", parece más provocativa o simplemente más pragmáti-ca. Cabe la posibilidad de equivocarnos estrepitosamente, comoaquel general de la guerra civil que, a propósito de los tiradores deélite enemigos, dijo: "No serían capaces ni de darle a un elefante aesta distancia". Pocos de nosotros pueden pretender igualar lamajestad de las palabras del emperador Vespasiano: "iAy de mí!,tengo la impresión de estar convirtiéndome en un dios". Pitt elJoven dijo supuestamente: "iAy,patria mía, en qué estado dejo mipatria!", pero la tradición más fidedigna lo sustituye por: "Mecomería encantado un pastel de carne de casa Bellamy".De hecho,son muchas las personas que piden de comer y de beber mientrasestán agonizando. Santo Tomás pidió unos arenques frescos, quele fueron suministrados milagrosamente, y Anton Chekhov mani-festó que nunca era demasiado tarde para beber una coJ?51dechampán.

En este breve libro nos ocuparemos ya no sólo de las últ~~aspalabras de un hombre, de lo último que ese judío del siglo !'qpefue Jesús acertó a decir. Se trata de la Palabra de Dios proféricia

ante la perspectiva del silencio. Los cristianos creemos firmemen-te que todas las cosas existen y están sustentadas por esta Palabra,que existía desde el principio. La Palabra es el sentido de nuestrasvidas. Como afirma San Juan en el prólogo de su evangelio: "Enella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres" Gn 1,4). Loque está en juego en nuestro caso no es únicamente el sentido dela vida de Jesús, sino el sentido de toda vida humana. CuandoCristo fue silenciado, ¿quedaron acaso todas las palabras sepulta-das junto con él?

Nuestra fe en la Resurrección no se reduce exclusivamente aque este hombre que murió fue devuelto a la vida. La Palabra noquedó silenciada. Estas siete últimas palabras continúan vivas. Latumba no las engulló. Y ello no es así tan sólo porque fueron escu-chadas, recordadas y registradas por escrito, a la manera de las últi-mas palabras de Sócrates. La fe en la Resurrección significa que elsilencio de la tumba quedó roto para siempre y que estas palabrasno fueron las últimas. "La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblasno la vencieron" Gn 1,5).

Cuando los mártires se enfrentan a la muerte, reclaman su dere-cho a hablar. Pueden alegar su inocencia o reafirmar su fe,·perosiempre, ante la perspectiva del silencio, desean que sus palabrassean escuchadas, porque la propia Palabra no pudo ser reducida alsilencio ni lo será jamás. Muchos de los primeros mártires moríanporque se negaban a "entregar" las palabras del evangelio. No que-rían traicionar a estas palabras de vida, en el sentido literal del tér-mino (el tradztor es literalmente el que "entrega"). Estas son laspalabras que nos han sido confiadas. El gobernador romano le pre-gunta a Euplius cuál es la razón de que no renuncie a esos textos:"Porque soy cristiano y me está prohibido renegar de ellos. Es pre-

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ferible morir a renunciar a ellos. En ellos está la vida eterna. El quereniega de ellos pierde la vida eterna".4

Para los cristianos, lo que está en juego no es únicamente siestas palabras de Jesús son auténticas, sino, y en última instancia,si las palabras, cualesquiera que éstas sean, tienen un sentido, inclu-so las provenientes de quienes no comparten nuestra fe. ¿Sonvanos nuestros esfuerzos por descifrar el sentido de nuestra exis-tencia, ante la perspectiva de este silencio último, cuando la totali-dad del universo se torne frío y sin vida? ¿Vivimos entre laCreación y el Reino o simplemente entre el big bang y el silenciofinal?

La historia del cristianismo es un drama acerca de las palabrasy del sentido de las mismas, del sentido de la Palabra de Dios y delsentido de nuestras propias palabras. Se inicia con la Palabra por lacual todo vino al~ªer.A los teólogos medievales les encantaba dete-nerse en un momento particularmente dramático dentro de estahistoria. Cuando el ángel Gabriel se le aparece a María y le anun-cia la concepción deJesús, ¿su respuesta sería acaso afirmativa?Lesencantaba imaginarse a María vacilando mientras la humanidadentera aguardaba tensamente la respuesta de ella. Adán y Eva, ytodÓs los muertos, la urgen a contestar. La creación entera contie-ne el aliento. El advenimiento de la Palabra depende de la palabrade María. San Bernardo le suplica: "Responde, Virgen, responde alángel con toda prontitud ...Pronuncia la palabra y recibe la Palabra;ofrece lo que es tuyo y concibe lo que es de Dios... ¿Por qué deI11o-

4. 17zeActs qf the Chn'stianMartyrs [Hechos de los mártires cristian~sJ"introducción y traducción de Herbert Musurillo, s. j., Oxford, 197'1,¿,p.317. [Edición en español: véase, por ejemplo, Fox, John: Ellz'bro dtlosmártires. Terrassa (Barcelona): Clie, 1991J. '"

rarse? ¿Por qué temblar? Cree, habla y recibe".5Esto ejemplificanuestra inmensa responsabilidad en tanto que criaturas parlantes.Nuestras palabras pueden dar vida o muerte, pueden crear o des-truir. El clímax de este drama lo constituyen las últimas palabrasdeJesús en la cruz. Las atesoramos porque en ellas se enraíza nues-tra fe en que nuestras palabras buscan de hecho y alcanzan a tocarun destino y un objetivo últimos. Nuestras palabras pueden ser ina-propiadas y apenas rozar el misterio, pero no son vacuas.

En la obra de Robert Bolt, AMan flr AII Seasons [Un hombrepara la eternidad], cuando Meg trq.ta de persuadir a su padre,Santo Tomás Moro, de que preste juramento, porque tiene la posi-bilidad de desdecirse mentalmente, éste responde: "¿y qué es unjuramento sino palabras que dirigimos a Dios? Cuando un hombrepronuncia un juramento, Meg, se tiene a sí mismo en sus propiasmanos. Cual si fuese agua. Y si entreabre los dedos, no existe lamenor esperanza de que pueda recuperarse a símismo".6 Nuestrafe no consiste únicamente en que nuestra existencia tiene un sen-tido especrfico, sino en que tiene un sentido, el cual transciendetodas nuestras palabras. A propósito de esta fe, podemos encontraraliados y maestros en quienes profesan otra fe o incluso ninguna.Estas siete últimas palabras nos invitan a creer que las palabras tie-nen importancia. Y el conflicto fundamental no lo es con quienesdepositan su fe en otras palabras, sino con quienes sostienen quenada absolutamente tiene ningún sentido. De modo que quien-

5. "In Praise of the Virgin Mary" [En alabanza de la Virgen María J, Hom.4.8. [Edición en español: véase San Bernardo: La Virgen María (sermo-nes). Madrid: Rialp, 1987].

6. Nueva York, 1960, p. 140. [Edición en español: Bolt, R.: Un hombre parala etem¡dad. Madrid: Edic. Iberoamericanas, 1967].

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7. "The Real and the Paradigms" [Lo real y los paradigmas J, Poetry Austra-lia, nO 72, octubre de 1979, p. 24. Citado en Heaney, Seamus: The RedressqfPoetry [Enderezar la poesíaJ, Londres, 1995, p. 158. [El lector inte:r;e-sado puede encontrar una traducción parcial de esta obra en Heaney,Seamus: De la emoción a laspalabras. Barcelona: Anagrama, 1996J.

8. Heaney, The Redress qfPoetry, p. 114.

quiera que aprecie las palabras y se preocupe por la cuestión delsentido puede ayudarnos a escuchar la Palabra, que es la vida y laluz de todos los hombres. Czeslaw Milosz escribió: "Por su propiaesencia, la poesía siempre ha estado del lado de la vida".7Y SeamusHeaney habla de la función poética "como agente de una posibletransformación, de una evolución en dirección a la vida másradiante y generosa que la imaginación anhela".8

Cuando visité la habitación en la universidad de El Salvadordonde los mártires jesuitas habían sido asesinados, advertí que susasesinos también les habían disparado a sus libros. El Dtccionanoteológtco del Nuevo Testamento de Kittel estaba acribillado por losagujeros de las balas. Estaba abierto por el artículo acerca delEspíritu Santo, aquel cuya inspiración recorre todas las palabras delos evangelios. El odio de estos asesinos no iba dirigido únicamen-te a estos sacerdqtes, sino también a sus palabras, y sin embargoestos hombres llenos de odio también deben haberse sentidoimpelidos a su vez por alguna suerte de hambre ciega de sentido.

En mayo del 2003 fui enviado a visitar el centro de ejecución deTuol Sleng en Phnom Penh, Camboya. Era uno más de los cientosde lugares similares en los que el régimen genocida de PoI Pot eli-minaba a sus víctimas. Los carteles repartidos por todo el centroinsistían en que debía guardarse un silencio absoluto. El menorsonido era castigado inmediatamente con la muerte. Este silencio

9. Law, Love and Language [Ley, amor y lenguajeJ, Londres, 1968 [2003J,p.l00.

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Encqja peJftctamente el que las conversaezones de sobremesa deHt'tlerfUeran tan aburridas. La conducta maligna e indigna deva-lúa las estructuras de sentido de igual fOrma que la prosa medio-cre y vulgar devalúa el lenguaje. Se produce una apanencia decomunicaezon que enmascara la incapactdad de expresarse~ dedarse y realizarse. Si estoy en lo ezerto al cifirmar que la Vida escomuntcaezon~ entonces este género de conducta empequeñece lavtda~ mengua mi existeneza.9

Vivimos un momento de extraordinaria creatividad en el ámbi-to de la literatura inglesa. El inglés está siendo enriquecido porjóvenes y brillantes novelistas y poetas procedentes de los másvariados grupos étnicos de Gran Bretaña y de todas partes delmundo. El lenguaje está vivo y todavía es joven. Y sin embargo enlos medios de comunicación suele aparecer degradado y trivializa-

era el primer indicio de los campos de ejecución. Las paredes delas celdas estaban cubiertas con:miles de fotografias de las perso-nas que habían sido reducidas al silencio. Algunos de ellos miran ala cámara con el rostro inexpresivo y otros, particularmente losjóvenes, sonríen como si albergaran la esperanza de ser co-rrespondidos. Sólo uno de ellos logró salir con vida.

Los ataques contra las palabras suelen adoptar de ordinario ungiro menos dramático. El mal puede banalizar el lenguaje.Pervierte su belleza y sus matices. El mal trivializa nuestras pala-bras. El dominico Herbert McCabe afirma:

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do, u~ili.za~ocon despr.eocupación y ~asan~o por alto las diferen-tes dIstIncIones y matIces. Todo elld pervIerte la comunicaciónhumana. Cuando volví a instalarme en Inglaterra después de nueveaños viviendo en el extranjero, me sorprendió comprobar queprácticamente todo el mundo hablaba el "inglés estuario" (EstuaryEnglish)*. La difusión de esta nueva lingua franca debe estar moti-vada muy probablemente por el noble deseo de suprimir las divi-siones que solían fragmentar a la sociedad inglesa. Yo he crecidoen una sociedad en la que se podía determinar la clase social a laque alguien pertenecía nada más abrir la boca. El lenguaje era yano únicamente una forma de vivir en común, sino igualmente deresaltar la separación y reafirmar la superioridad. Gracias a Dios,esto se da cada vez menos. Pero si nuestro anhelo de una sociedadsin clases adopta la forma de una degradación del lenguaje común,estamos socavando los medios mediante los cuales podemos viviren comunión. La trivia1i~acióndel lenguaje malogra nuestra capa-cidad de establecer una vida en común con quienes son diferentes.Si contemplamos la comunión exclusivamente como la solidaridadentre quienes son iguales, en ese caso evidentemente no tenemosnecesidad de ninguna sutileza. Al igual que sucede en el parla-mento, basta con gruñir y rebuznar, vitorear y abuchear.

George Steiner escribió un hermoso libro titulado Real Presences[Presencias reales]. El subtítulo es Is there Anything in What we Say?[¿Hay algo en 10 que decimos? o, en una traducción mas libre,¿Tiene alguna sustancia 10 que decimos?]. El libro analiza la ruptu-

* Modalidad de inglés que se habla en el sudeste de Inglaterra y que s,ecompone de una mezcla de inglés están dar e inglés londinense. (N delT).

ra de la alianza entre las palabras y el mundo a 10 largo de los últi-mos cien años o más, la pérdida de nuestra confianza en que nues-tras palabras puedan tener un sentido. En estas siete últimas pala-bras de Jesús asistimos al último combate entre las palabras y elsilencio, entre el sentido y el absurdo, y creemos que el combateha sido ganado.

En 1985 Brian Keenan fue al Líbano a enseñar inglés. Fuesecuestrado y estuvo prisionero durante unos cuatro años y medio.Durante los primeros meses estuvo incomunicado y la mayor partedel tiempo a oscuras. A 10 largo de este período se sustentó con laayuda de las palabras. Garabateaba palabras en cualquier trozo depapel que tuviera a mano, o bien en las paredes, para protegersecontra la enajenación, para demostrar que existía. Solía escribirpoemas, dado que a sus secuestradores les resultaría más dificildescifrarlos. Se sustentó con la ayuda de las palabras que habíanquedado ocultas en su memoria, pero que en aquellos momentosinundaban su conciencia y le daban vida. Durante una de las con-frontaciones con sus secuestradores:

Afloró a mi memoria el qflrismo de Blake: "Los tigres de la cólerason más sabios que los caballos del saber" y con este pensamientoen mente canturreaba para mis adentros: "Tráeme mi arco de oroardiente, tráeme mis flechas de deseo': y simultáneamente, palpi-tando desde el findo de mi mente, me vinieron las palabras:/1unque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque túvas conmigo" (Sal 23,4) .10

10. An EVll Cradling [La cuna del mal], Londres, 1992, p. 238.

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Estas palabras lo mantuvieron lúcido y con vida. También estasúltimas palabras de Jesús pueden albergarse en nuestras mentes ynuestros corazones y sustentarnos frente a todo aquello que ten-gamos que afrontar: fracasos, pérdidas, silencio y muerte.

A propósito de varios de los incidentes presentes en los relatosde la pasión, tales como el echar a suertes la túnica y la sed final,se afirma que sucedieron "para que se cumplieran las Escrituras".Esto puede sonar superfluo o extravagante a nuestros oídos actua-les, como si Jesús fuera un actor que estuviese siguiendo las indi-caciones de una puesta en escena: '~ora viene el momento en elque debo decir que tengo sed". Evidentemente, este no es el casoy sin embargo estas referencias nos recuerdan que en el Calvariose está desarrollando ciertamente un drama. Los romanos crucifi-caron a miles de personas. Un cuerpo colgando de un maderodebe haber sido un espectáculo bastante corriente, particularmen-te durante los períodos de agitación política. Así, la muerte deJesús puede haber dado la impresión de no ser más que una ejecu-ción entre otras muchas, carente de ningún significado en particu-lar, una más de esas cosas que simplemente pasan. Para nosotros,la cruz de Jesús constituye el elemento central de innumerablespinturas, mosaicos, esculturas y tallas, emplazadas en el corazón denuestros lugares más sagrados. Pero los evangelistas sabían que enaquel momento pudo no haber dado esa impresión, sino, antesbien, haber parecido algo trivial, acontecido en un rincón aparta-do del mundo, en las afueras de una población de escasa relevan-cia en una de las provincias marginales del Imperio. En su poemaMusée des Beaux Arts, Auden nos dice que:

En lo n!ftrente al szifrimiento, jamás erraronlos J7Ú!iosMaestros: cuán adecuadamente comprendieronla posición que ocupa entre los hombres; cómo aparececuando alguna otra persona está comiendo o abnendo una venta-

na osimplemente deambulando rotinanamente;Cómo, cuando los vÚ!iosesperan reverentemente, apasionadamenteel naczmzento mz7agroso,szempre debe haberunos niños que no aguardaban especzalmente el aconteczmzento,

patinandoen un estanque a las qfiteras del bosque:

Jamás olvidaronque aun el martino más horrendo debe seguir su cursode todas flnnas, en un nncón, en un lugar cualquzeradonde los perros prosiguen su eXzStenczaperruna y el caballo del

torturadorse rasca znocentemente la gropa contra un árbol 11

Estas referencias al cumplimiento de las Escrituras nos mues-tran que aunque para los transeúntes de aquel tiempo pudo dar laimpresión de que nada particularmente importante estaba tenien-do lugar -tan sólo un agitador más recibiendo su justo castigo- locierto es que se había alcanzado el clímax durante tanto tiempoesperado dentro del drama de la relación de Dios con la humani-

11. Collected Shorter Poems, 1927-1957 [Poemas breves escogidosJ, Londres,1966, p. 123. [Ellector interesado ,puede encontrar una selección de poe-mas de Auden en Madrid: Visor, 1981J.

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dad. Lo que estaba en juego era la totalidad de las Sagradas Escri-turas y en última instancia todas las palabras que hayamos podidoutilizar jamás en nuestros balbuceos en busca de un sentido.

Siete últimas palabras: en la Biblia el siete es el número de laperfección. Dios creó el mundo y descansó al séptimo día, el díade la culminación y de la plenitud. Estas siete palabras correspon-den a la culminación divina de dicha creación. Me sorprendió eldescubrir que poseen una hermosa estructura que les es propia. Seinician con unas palabras dirigidas al Padre, el centro 10 ocupa ungrito generado por su aparente ausencia, y finalizan dirigiéndosede nuevo al Padre, en el último momento. Las palabras que Jesúsnos dirige a nosotros están contenidas dentro del marco de estarelación con el Padre, donde también nosotros encontraremosnuestro hogar, en el seno de la vida de la Trinidad. Estamos con-tenidos en el centro de esta conversación divina. Y las palabras queJesús dirige a quienes están a los pies de la cruz crecen en intimi-dad, cual si la proximidad de la muerte le empujara a estar máscerca de nosotros en lugar de alejarl~-)esús se dirige a nosotros pri-mero como un rey y después como nuestro hermano, antes deadentrarse radicalmente en la intimidad de nuestra desolación ynuestro abandono.

Siete palabras, pero todas ellas pronunciadas por una Palabra devida que alcanza su plenitud en la Resurrección. Expresado en laspalabras de Guillaume de Saint-Thierry dirigidas al Padre: "Todo 10que hizo y todo 10 que dijo en la tierra, incluidos los insultos, losesputos, las bofetadas, la cruz y la tumba, no eran otra cosa que túmismo hablando en tu Hijo, atrayéndonos por medio de tu amory alentando nuestro amor hacia ti".12

Dado que estas siete palabras son la expresión de una Palabrade vida, sólo pueden entenderse a la luz de la Resurrección. Cuan-do la Palabra se alzó de la tumba, ello no sólo supuso la ratifica-ción de las palabras pronunciadas en la cruz. Fue más que unaseñal de que Jesús había estado en 10 cierto todo el tiempo. Esentonces cuando estas palabras alcanzan su plenitud de sentido.Por ejemplo, la primera palabra es: "Padre, perdóna1es, porque nosaben 10que hacen". La Resurrección va más allá de confirmar 10que estas palabras dicen, esto es, que podemos confiar en que elPadre nos perdonará. La Resurrección nos muestra en qué consis-te el perdón, que va más allá de olvidar sin más. Es la transforma-ción de la Pascua, la irrefrenable fertilidad de Dios, una tumbavaCÍa.

Cada una de estas meditaciones sobre estas siete palabras vieneacompañada de una imagen de la cruz, junto con unas breves refe-rencias a título de explicación. Descubrí que tenía de hecho sietecruces en mi habitación y, por una feliz coincidencia, y sin necesi-dad de forzar excesivamente las cosas, cada una de ellas iluminauna de las últimas palabras de Jesús. Todas, excepto la última, sonregalos. Tres de estas cruces son regalos procedentes de Lati-noamérica. Ello no se debe a que los latinoamericanos sean másgenerosos que otras gentes. Antes bien, constituye el reflejo de laprofunda centralidad que ocupa el viernes santo en la espirituali-dad de este continente. Siglos de colonialismo y de pobreza hacenque el advenimiento de la Pascua parezca estar muy lejano.

12. El tratado On Contemplat/ng God [Sobre la contemplación de Dios], § 10.[Edición en español: véase Guillaume de Saint-Thierry: Obra selecta. Sa-lamanca: Sígueme, 1995].

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Puede parecer extraño regalar una cruz en señal de amistad.Pero advertí que el hecho de meditar sobre la cruz no contribuyóa volverme más lúgubre. Vivir bajo su sombra no está asociado ala negación de la vida o la carencia de alegría. Cada una de estascruces constituye para mí una invitación a escuchar la Palabra queha vencido al silencio de la muerte y que permanece viva.Mi padreestaba en 10 cierto. Ello no quiere decir que la muerte carezca deimportancia o que no sea dolorosa, un mero pasar a través de unvelo. Como dice nuevamente el dominico Herbert McCabe:

La muerte, la muerte del ser humano es un ultrq/e ... La mayoríade las personas estarán de acuerdo en que hay algo de escandalosoen la muerte de un niño, que ni tan siquiera ha tenido la oportu-nidad de materializar su czClovital completo; pero tengo asimismola impresión de que, de alguna flnna, cualquier muerte intemtm-pe una histona que todavía tenía iJifinztas posibilidades ante sí. 13

Cada una de estas cruces nos enfrenta con el ultraje que supo-ne la muerte de Cristo y nos ayuda a vi~lumbrar ya en ella las pri-micias de una nueva palabra de vida. (,

13. Hope [Esperanza], Londres, 1987, p. 24 Y ss.

LAS CRUCES

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Capítulo 1: Una cruz de Michael Finn Capítulo 2: La cruz de la fraternidad seglar de la cárcel de Norfolk

Page 13: Las Siete Ultimas Palabras

Capítulo 3: La cruz de San Clemente Capítulo 4: Una cruz de Haití

Page 14: Las Siete Ultimas Palabras

Capítulo 5: Una cruz de El Salvador Capítulo 6: La cruz del rosario

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Capítulo 7: LaPieta del SIDA

Por cortesía del Rvdo. Frances Meigh, The Hemitage, Forkhill, Irlanda del Norte

LAS PALABRAS

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"PERDÓNALES, PORQUE NO SABENLO QUE HACEN"

Lucas, 23,34

/ La primera palabra que se nos da en el día de hoyes de perdón.El perdón antecede a la crucifixión, antecede a los insultos y a lamuerte. El perdón es siempre lo primero. Tal vez no seríamoscapaces de soportar el relato de la pasión de Cristo, de no cornen-zar por el perdón. Antes, siquiera de haber pecado, somos perdo-nados. No tenemos que ganárnoslo. Ni siquiera tenemos que decir"lo siento".El perdón está ahí, esperándonos.

Esto suena muy bien, pero ¿no corre también el riesgo de ser untanto desdeñoso o condescendiente? Puede dar la impresión deque le resta importancia a nuestros actos. Hará unas pocas sema-nas unos amigos me invitaron a pasar unos días de descanso en sucasa. Tienen dos niños pequeños, unos gemelos encantadores, y lateoría de que a estos gemelos se les debe permitir hacer todo loque quieran. Podían romper cosas, chillar y gritar y cambiar deparecer cada dos minutos. Regresé a casa habiendo disfrutadoenormemente, pero dando gracias al cielo por ser célibe. La teoríaera que los niños crecerían con una profunda sensación de seguri-dad, sabiendo que les seguirían queriendo hiciesen lo que hiciesen.

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36 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS "PERDÓNALES, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN" 37

Yo tenía mis dudas. ¿No podría igualmente darse el caso de queacabaran por pensar que sus actos carecían de importancia? Sisabemos que nos van a perdonar al margen de lo que hagamos,¿para qué molestarnos en tratar de hacer el bien? "El querido yviejo Timothy, acaba de asesinar a otro de los hermanos. Es unalata, pero el Señor le perdonará, así que tampoco hay que darledemasiada importancia".

El perdón viene en primer lugar. Este es el escándalo del evan-gelio. Pero ello no significa que Dios no se tome en serio lo quehacemos. Dios no olvida que crucificamos a su Hijo. Y nosotrostampoco nos lo quitamos de la cabeza. De hecho, el viernes santonos reunimos para escuchar la pasión y muerte de Cristo, y pararecordar que la humanidad rechazó, humilló y asesinó al Hijo deDios. El perdón es la razón de que nos atrevamos a recordar esehecho tan terrible.

El perdón no significa que Dios olvide el viernes santo. El per-dón es el Padre resucitando al Hijo el domingo de Pascua. Si el per-dón significara olvidar, Dios debe adolecer de una grave amnesia,pues la inirri;'ginable creatividad de Dios se apodera de nuestrosactos y los vuelve fecundos. La Edad Media representaba el per-dón de Dios mediante la floración de la cruz. La cruz es el horren-do signo de la tortura. Es el símbolo. de la capacidad que tiene elhombre de rechazar el amor y escoger en su lugar la absoluta este-rilidad. Pero los artistas de la Edad Media mostraban esta cruz flo-reciendo en el domingo de Pascua, como en el ábside de SanClemente en Roma, que sirve para ilustrar la tercera de las últimaspalabras deJesús. De la madera muerta emergen brotes y flores. Elperdón da vida a lo que estaba muerto, engendra belleza dondehabía fealdad.

El perdón significa que la cruz es nuestro nuevo árbol de vida,del que somos invitados a comer. En el siglo IV escribía San JuanCrisóstomo a propósito de la cruz:

Este árbol es mi salvación eterna. Es mi alz'mento y mi banquete.Mis raíces se hunden prifitndamente entrelazadas a las suyas.Junto a sus ramas, crezco. Huyendo del calor ardiente, he planta-do mi tienda bqjo su sombra y he hallado aquí un lugar de repo-so, rqrescado por el rocío. Con sus flores, florezco. Sus frutos meprocuran un gozo PeJftcto, frutos que me han szdo preservadosdesde el alba de los tiempos, frutos de los que ahora puedo comerlz'bremente. Este árbol es alz'mento, un dulce alz'mento para mihambre y una fUente para mi sed; un vestzdo para mi desnudez;sus hqjas son el alz'entode vzda. Si Dios me insPira temor, este árboles miproteccÚ5n; SI' tropiezo, este es mi bastón; este es elpremio porel que lucho, la recompensa de mi vlctona. Este es mi camino recto,mi senda angosta; esta es la escala de Jacob, por la que los ángelessuben y bq;an y elproPio Señor figura en lo alto. 1

, /

(El perdón significa que nos atrevemos a afrontar lo que hemoshecho. Nos atrevemos a recordar la totalidad de nuestras vidas,con nuestros fracasos y nuestras derrotas, con nuestras crueldadesy nuestra falta de amor. Nos atrevemos a recordar todas la vecesque nos hemos mostrado mezquinos y faltos de generosidad, lafealdad de nuestros actos. Nos atrevemos a recordar no tanto para

1. Tomado de un breviario. Son muchas las versiones de que disponemos.[Edición en español: véase San Juan Crisóstomo: Obras completas. Méxi-co: Tradición (Biblioteca de Patrística), 1979].

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sentirnos fatal, cuanto para abrir nuestras vidas a esta transforma-ción creativa. Una experiencia semejante no nos deja como está-bamos, como si nada de lo que hubiésemos hecho jamás tuviese lamenor importancia. Si penetramos en el perdón, éste nos cambia-rá y nos transformará. Lo estéril y lo árido dará fruto. Lo absurdoencontrará un sentido. Al final de Lord qfthe Rings [El señor de losanillos], Sam esparce por el suelo árido el fertilizante mágico quelos elfos le han entregado y en la primavera siguiente todos losárboles florecen. Esta puede ser una buena imagen del perdón.

Jesús solicita el perdón ya no sólo para lo que le hacen a él.Jesúsno está crucificado solo. Hay otros dos crucificados a ambos lados.Representan a todos los millones de personas a las que hemos cru-cificado a lo largo de toda la historia. Pensemos en el Holocausto,del que tantos cristianos fueron cómplices o contra el cual no opu-sieron resistencia. El papa Juan XXIII rezaba así:

Advertimos que llevamos en nuestras .frentes el estigma de Caín. Através de los siglos nuestro hermano Abel yace en la sangre quenosotros hemos hecho correr, o derrama lágnmas que nosotroshemos provocado olvzdándonos de Tu amor. Perdónanos por lamaldición que equivocadamente asociamos al nombre de losjudíos.Perdónanos por haberte crucificado en su carne por segunda vez.Porque no sabíamos lo que hacíamos. 2

//

2. Citado por Eliezer Berkovits, Faith after [he HOlocaushLa fe después delHolocaustoJ, Nueva York, 1973, p. 26. [El lector intere§ado puede con-sultar Margenat, J. M. (ed.): E_~cntosde1Papª Juan XXIII Bilbao: DescléeDe Brouwer, 2000J. -

¿Quiénes son las personas a las que crucificamos hoy en día,con nuestro imperialismo económico que está generando tantísi-ma pobreza? ¿A quiénes estamos crucificando con nuestra violen-cia y nuestras guerras? ¿A quienes estamos hiriendo dentro inclu-so de nuestros propios hogares? Puesto que sabemos que el perdónviene en primer lugar, nos podemos atrever a abrir los ojos.

UNA CRUZ DE MICHAEL FINN

Esta cruz la hizo un amigo, Michael Finn, que también es elpadre de Richard, amigo y hermano dominico. Michael es cono-cido ante todo por sus pinturas abstractas, pero en los últimosveinte años de su vida hizo también algunos crucifijos de una fuer-za extraordinaria. Solía hacedos con madera de deriva que suesposa Cely y él se encontraban mientras paseaban por la playa enlos alrededores de su casa de Cornualles.3 Michael murió el domin-go de Ramos del 2002, el día en que Jesús entró enJerusalén paraafrontar su propia muerte.

l/Siel perdón es la creatividad de Dios irrumpiendo en nuestrasVIdasy transformando nuestra fealdad y esterilidad, tal vez necesi-temos artistas como Michael para poder expresado de la mejorforma. La belleza no es un mero elemento decorativo; vuelve visi-ble la labor desarrollada por la gracia en nuestras vidas. SimoneWeil decía que la belleza es una manifestación sacramental de la

3. Anthony Phillips se ha servido maravillosamente de las cruces deMichael Finn para ilustrar sus meditaciones sobre las siete últimas pala-bras: Entenng znto the Mznd o/ God [Penetrar en la mente de DiosJ,Londres, 2002.

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sonrisa de Dios. El arte pone de relieve que la cruz, ese objetohorrendo por excelencia, puede acabar por parecernos bella. En elpoema del siglo IX, The Dream if the Rood [El sueño de la cruz], sela describe así:

Un árbol prodigioso elevándose en el aireJ

la más bn71ante de las cmces rodeada de luz.Un oro rifUlgente recubría la almenaraJ'

joyas a sus Pies lo adornaban bellamenteJ

sus cinco travesaños flameaban de esplendor. 4

Se dice que Miguel Ángel se encontró con un vulgar trozo demármol que otro artista había estado esforzándose por tallar, aun-que sin éxito, terminando por inutilizar la piedra. A partir de ellaMiguel Ángel esculpió su famoso David. Esto es lo que el perdónde Dios obra de una forma que sobrepasa nuestro entendimiento."Elperdón hace que nuestros pecados puedan encontrar un lugaren el camino que nos conduce hacia Dios. Ningún fracaso tiene /'por qué ser necesariamente un callejón sin salida. Es por ello queSan Agustín se refiere al pecado de Adán y Eva como una filixculpa, una falta dichosa, porque provocó la· venida de Cristo.Cuando pecamos, cometemos actos absurdos y estériles que per-vierten el sentido de nuestras vidas. El perdón significa que es posi-ble hilar una historia que conduzca a alguna parte, que conduzcaa la realización.

4. Anglo-Saxon Poetry [Poesía anglosajonaJ trad. y ed. por S. A. J. Bradley,Londres, 1982, p. 160.

En el siglo XVIII, había en el Japón un gran artista llamadoHokusal. Pintó un jarrón con una magnífica imagen del montesagrado, el Fuji Yama.Un día, alguien tiró eljarrón. Pacientemente,Hokusal fue pegando uno tras otro los diferentes trozos. Pero conel fin de subrayar lo que le había acontecido a este jarrón, con obje-to de resaltar esta ruptura en su historia, se decidió a delimitar cadauno de los fragmentos con un hilo de oro finísimo. El jarrón pare-ció entonces más hermoso de lo que hubiera podido serIo jamáscon anterioridad.

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11"HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO"

Lucas, 23,43

"Hoy estarás conmigo en el Paraíso".El viernes santo, dos díasantes de resucitar de entre los muertos, Jesús hace esta asombrosadeclaración de que hoy el buen ladrón estará con él en el Paraíso.En ello podemos apreciar que Dios tiene un sentido del tiempodiferente·del nuestro. Dios nos perdona antes siquiera de que haya-mos pecado y Jesús promete llevar a este ladrón al Paraíso antesincluso de que él mismo haya sido resucitado de entre los muer-tos. Ello es así porque Dios vive en el Hoy de la eternidad. La eter-nidad de Dios ya está irrumpiendo en nuestras vidas. La eternidadno es lo que sucede al final de los tiempos, después de que haya-mos muerto. Cada vez que amamos y que perdonamos, ponemosun pie en la eternidad, que es la vida de Dios. Y esta es la razón deque podamos sentirnos dichosos incluso el viernes santo, inclusoante la perspectiva del sufrimiento y de la muerte.

Me acuerdo de una visita que le hice a un dominico llamadoGervase Matthew, que estaba agonizando en el hospital. Me dijo:"Timothy, estoy a punto de morir. Ve a comprar dos botellas decerveza para que podamos brindar por el Reino de Dios".De modo

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que me fui llorando a comprar la cerveza al establecimiento máscercano. y mientras estábamos bebiendo, apareció una enfermeray dijo: "iPadre Gervase! Ya sabe que no puede beber alcohol mien-tras esté tomando la medicación". Y él replicó: "No sea tonta. Voya morir mañana por la mañana y ahora estoy bebiendo para cele-brar el Reino". Cuando le dije a Gervase que tenía que llamar porteléfono para cancelar una charla que debía dar en Londres aque-lla misma tarde, me contestó que jamás en su vida había apartadoa nadie de la enseñanza. Yo debía ir a dar la charla y él seguiría convida cuando yo volviese al día siguiente, como así fue.

Este hombre le dice aJesús: "Acuérdate de mí cuando vengas entu Reino". Reconoce que Jesús es rey. ¿Qué puede querer decir elhecho de aceptar que este hombre humillado e impotente colgadode una cruz es un rey? Esto es lo que significa:Jesús nos prometióque seremos dichosos y así será. Los seres humanos estamoshechos para ser dichosos y ninguna de las fuerzas que amenazannuestra dicha prevalecerá. La dicha no es una emoción que pode-mos tener o no tener, así sin más. La dicha es estar vivo.Alcanzaremos nuestro destino y nada podrá impedirlo, porqueJesús lleva las riendas.

Vivimos en una sociedad extraordinariamente preocupada porla búsqueda de la felicidad. Vivimos atemorizados por todo aque-llo que pudiera amenazar dicha felicidad: la soledad, la ruptura delas relaciones, el fracaso, la pobreza, la desgracia. En el día de hoynos regocijamos, porque Jesús nos dice a nosotros también:"Estarás conmigo en el Paraíso".Lo único que tenemos que haceres aceptar este don, una vez que venga.

Jamás se dice en el evangelio que los dos hombres colgados aambos lados deJesús fuesen ladrones. Únicamente se habla de que

eran dos malhechores. Pero la tradición se muestra sabia al llamara este hombre "el buen ladrón". Se trata de una muy buena des-cripción. Sabe cómo hacerse con lo que no le pertenece. Ha dadoel golpe más asombroso de toda la historia. Obtiene el Paraíso sintener que pagar nada ..Al igual que todos nosotros. Tan sólo nece-sitamos aprender a recibir.

Vengo de una familia de seis hermanos, todos varones. Mi padreera un fanático del criquet y la mayoría de mis hermanos eran unosjugadores excelentes. Yo era espantosamente malo. Mi padre solíaponernos en un círculo y nos hacía lanzarnos pelotas de criquet losunos a los otros. Teníamos que aprender el arte de atraparlas. Diosno cesa de lanzarnos la felicidad. Debemos aprender a mantenerlos ojos y las manos bien abiertos, para que podamos atraparlacuando llegue. Dios nos lanza una y otra vez la felicidad,.a condi-ción de que nuestra vista sea lo bastante rápida como· para identi-ficarla.

¿En qué consiste esta felicidad queJesús nos ofrece?Jesús la des-cribe como el Paraíso. La palabra procede del persa y significa 'Jar-dín amurallado". Los chinos tienen un dicho: "Si quieres ser felizdurante una semana, cásate. Si quieres ser feliz durante un mes,mata un cerdo. Si quieres ser feliz para siempre, planta un jardín".Como buen inglés que soy, me complace esta imagen. Pero elParaíso es algo más que estar toda una eternidad paseando porentre los rosales.

El Evangelio de San Marcos comienza con el bautismo deJesús, y cuando Jesús emerge del agua se escucha una voz del cieloque proclama: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco". Enel corazón de la vida de la Trinidad reside esta complacenciamutua del Padre en el Hijo y del Hijo en el Padre, que es el

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Espíritu· Santo. El Maestro Eckhart, el dominico alemán del sigloXIV, dice: "El Padre se ríe con el Hijo y el Hijo se ríe con el Padre,y de las risas nace el placer; y del placer nace la alegría; yde la ale-gría nace el amor".l Eckhart describe la alegría de Dios como laexuberancia de un caballo que galopa por los campos, elevandobien alto sus cascos.

Lo que narra el evangelio es cómo somos invitados a encontrarnuestro hogar en dicha felicidad. Santa Catalina de Siena la com-paraba con recostarse sobre un gran lecho mullido o sobre el mar.Es la complacencia de Dios en nosotros y la complacencia denosotros en Dios. Dios nos dice a cada uno de nosotros: "Es mara-villoso que existas".Podemos mostrarnos en presencia de Dios contodas nuestras debilidades y todas nuestras faltas, al igual que elbuen ladrón, y Dios seguirá complaciéndose de nuestra existenciay prometiéndonos el Paraíso.

La película Chanots o/ Fire [Carros de fuego] presenta a dosatletas entrenándose para las olimpíadas. Sueñan con derrotar a losamericanos. Uno de ellos, el presbiteriano escocés Eric Liddel,dice: "Dios me hizo rápido y cuando corro siento que se compla-ce en mi velocidad". Dios se complace en todo 10 que somos. LaIglesia no tiene nada que decir acerca de ninguna cuestión moral,hasta que no hayamos sido capaces de vislumbrar la complacenciaque Dios tiene en nosotros. Este es el inicio de la buena nueva: queJesús come y bebe con los recaudadores de impuestos y las prosti-

1. Sermón 18, en F. Pfeiffer, Aalen, 1962; citado en Paul Murray, "'pomi-nicans and Happiness" [Los dominicos y la felicidadJ, en DdminÚ:anAshram, septiembre del 2000, p. 132. [Edición en español: véase MeisterEckhart: Tratados y sermones. Barcelona: Edhasa, 1983].

tutas. Hasta que esta complacencia no haya sido reconocida, no esposible comprender ninguna otra cosa.

Esta felicidad no es incompatible con el pesar. Los santos másfelices conocieron igualmente los pesares. Santo Domingo se reíacon sus.hermanos durante el día y lloraba durante las noches conDios por los sufrimientos del mundo. San Francisco estaba lleno dealegría, pero llevaba los estigmas de la cruz. Al contemplar al sera-fin en el monte Alverne: "se llenó de una dulzura y un pesarmez-clados con asombro. La alegría excedía con mucho ...pero sufríaunpesar y una compasión indecibles".2La felicidad significa que com-partimos la complacencia de Dios en la humanidad. Ello quieredecir que también debemos compartir los pesares de Dios ante elsufrimiento de sus hijos. No es posible tener la una sin los otros. Elpesar excava en nuestros corazones, para crear un espacio en elque pueda habitar la complacencia de Dios.

Lo contrario de la felicidad no es la tristeza. Es tener el corazónde piedra. Es negarnos a dejarnos tocar por los demás. Es vestir-nos una coraza que proteja nuestro corazón contra la posibilidadde sentirnos conmovidos. Si pretendemos ser felices, debemosdejarnos arrancar fuera de nosotros mismos y, con ello, hacernosvulnerables. La felicidad y el pesar auténtico son extáticos. Nosliberan de nosotros mismos, para complacernos en otras personasy apenarnos por su dolor. El mal ladrón se niega a hacer algosemejante. El buen ladrón se atreve a ello, incluso estando en lacruz. y esta es la razón de que pueda recibir el don del Paraíso.

2. Brother Ugolino,17ze Little Flowers if St Francis r¿f Assisz; Nueva York,1910, p. 114. [Edición en español: Lasjloreczllas de San Frandsco de Asís.Barcelona: Abraxas, 1998J.

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LA CRUZ DE LA FRATERNIDAD SEGLAR DE LA CÁRCEL DE NORFOLK

Esta cruz la hicieron los miembros de la fraternidad seglar dedominicos de la cárcel de Norfolk, en Massachusetts. La mayoríade los hermanos que se encuentran en esta cárcel están cumplien-do largas condenas. Algunos no obtendrán jamás la libertad con-dicional. Durante el capítulo general de Rhode Island, celebrado el29 de julio del 2001, fue a verles durante un rato. Pensaba que ten-dría que darles ánimos, pero fueron ellos los que me dieron unaalegría inmensa. Entre los regalos que me hicieron figuraba unaestatua de Santo Domingo hecha de cera y esta cruz hecha depapel. Por razones de seguridad no les está permitido utilizar mate-riales más sólidos.

Sobre la cruz han escrito sus nombres. Desconocemos el nom-bre de la persona a la queJesús prometió el Paraíso en la cruz. Perotodos los días puedo ver los nombres de estos hermanos míos quesoportan su propia crucifixión. Me preguntaron cuál podría ser suvocación como miembros de la orden de los predicadores dentrode la cárcel. Les sugerí que podían ser predicadores de esperanza.y esto es lo que son, tanto para las personas que están dentro dela cárcel como para las personas que están fuera de ella. En elmomento de la despedida, me regalaron 200 rosas de papel pre-ciosas, una para cada uno de los miembros del capítulo general.Esto era también una manera. de predicar el evangelio y de com-partir la esperanza de la felicidad.

En lo alto de la cruz han escrito la divisa de la orden, Ventas[Verdad], y también Sing a New Song [Cantemos un c~ntico

\

nuevo], que es el título de mi primer libro. Su presencia dentro deesta cárcel constituye la germinación de la verdad del evangelio en

el contexto de un lugar sombrío, donde cantan un cántico nuevomucho mejor de lo que yo pueda hacerla jamás.

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"MUJER, HE AHÍ A TU HIJO ...HE AHÍ A TU MADRE"

Juan, 19,26-27

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba,dice a su madre: ((Mzger,ahí tienes a tu hIjo': Luego dice al discí-pulo: /ihí tienes a tu madre': Y desde aquella hora el discípulo laacoglo en su casa.

El viernes santo ha sido testigo de la desintegración de la comu-nidad de Jesús. Judas le ha vendido, Pedro le ha negado y la mayo-ría de los discípulos han huido. Todos los esfuerzos de Jesús porformar una pequeña comunidad parecen haber fracasado. Yentonces, en el momento de mayor oscuridad, vemos a esta comu-nidad naciendo a los pies de la cruz. Su madre recibe un hijo en suamigo más próximo y el discípulo amado recibe una madre.

No es una comunidad cualquiera, sin más. Es nuestra comuni-dad. Este es el nacimiento de la Iglesia. Jesús no llama a María"madre". Antes bien, dice: "Mujer".Porque ella es la nueva Eva. Laantigua Eva era la madre de todos los vivientes. Esta es la nuevaEva, que es la madre de todos aquellos que viven por la fe. Aquí

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tenemos, pues, a nuestra familia. Aquí tenemos a nuestra madre ya nuestro hermano.

¿Por qué ha nacido a los pies de la cruz nuestra nueva familia?Porque lo que desintegra a la comunidad humana es la hostilidady la acusación. Somos hostiles a otras personas porque no soncomo nosotros: son negros, blancos o amarillos; son judíos omusulmanes; son homosexuales; son progresistas o conservadores.Miramos a los demás con gesto acusatorio y tratamos de excluir-los. Las sociedades suelen organizarse en torno a la exclusión.Buscamos chivos expiatorios que puedan llevarse sobre sus espal-das nuestros miedos y rivalidades.

Jesús toma sobre sí toda nuestra hostilidad, todas las recrimina-ciones que los seres humanos nos hacemos unos a otros. Jesús es"la piedra que los constructores desecharon, [que] en piedra angu-lar se ha convertido" (Sal 118,22). Como afirma James Alisan:"Dios está entre nosotros como un excluido".1 En el centro denuestra adoración se encuentra aquél que fue rechazado. ¿A quié-nes acusamos hoy en día? ¿A quiénes culpabilizamos de los malesde la sociedad, de nuestro propio sufrimiento?

Ser cristiano es reconocer que a los pies de la cruz nace nuestrafamilia, de la cual nadie absolutamente puede ser excluido. Somoshermanos y hermanas, los unos de los otros. Esto no es simple-mente un bonito título honorífico, al igual que llamar a un sacer-dote "Padre".En Cristo somos verdaderamente de la misma fami-lia. Llevamos la misma sangre, la sangre de la cruz. La forma más

1. Knowing Jesus, Londres, ,1993, p. 71. [Edición en español: Alisan, J.:Conocer a Jesús: cnstología de la no-violencia. Salamanca: SecretariadoTrinitaria, 1994].

apropiada de dirigirnos a otro cristiano es llamándolo "hermano"o "hermana". Si nos decidiésemos a ponerlo en práctica, la gentenos miraría como si fuésemos unos bichos raros. Pues bien, ¡somosunos bichos raros! Decir que alguien es nuestro hermano o nues-tra hermana no supone únicamente declarar una relación; suponetambién la proclamación de la reconciliación. Cuando José se des-cubre a sus hermanos, les dice: "Yo soy vuestro hermano José, aquien vendisteis a los egipcios" (Gn 45,4). Supone la declaraciónde una verdad curativa.

En muchas partes del mundo, y particularmente en Occidente,nuestra Iglesia está desgarrada por las divisiones y la polarización.María y el discípulo amado se ven empujados a la cruz por su amora Cristo. Sus amores, el amor de una madre y el amor de su amigomás próximo, son diferentes. Pero allí se transforman en una solay la misma familia. No existe competencia ni rivalidad alguna. ElNuevo Testamento engloba todo tipo de formas absolutamentediferentes de formular nuestra fe.

Cada uno de nosotros se ve empujado hacia Cristo por unamodalidad diferente de amor. Pero no solemos reconocer a nues-tro Dios en los otros tipos de amor de otras personas. Podemosdespreciar su fe por juzgarla tradicional o progresista, sentimentaly mojigata, o intelectual y abstracta. Podemos verla tal vez comouna suerte de amenaza que debemos combatir con la expulsión.Pero allí, al pie de la cruz, somos una misma familia. Imaginémo-nos que tuviésemos que pensar en el cardenal Ratzinger comonuestro hermano Joseph y en el profesor Kiing como nuestro her-mano Hans. Se nos ha encomendado la labor de sobrepasar todaslas fronteras y hostilidades que dividen a los seres humanos y dedecir: "Aquítengo a mi hermano", '1\quí tengo a mi hermana".

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Cuando comenzó a vislumbrarse la guerra con Irak, la Confe-rencia de los superiores dominicos de los Estados Unidos distribu-yó pegatinas que decían: "Tenemos familia en Irak".Naturalmente,estaban pensando en primer lugar en nuestros hermanos y herma-nas dominicos, en los hermanos de Baghdad y Mossul; y en nues-tras hermanas que están repartidas por la mayoría de los rinconesdel país. También pensaban que todos los iraquíes son nuestros her-manos y hermanas, hijos de Abraham, independientemente de quesean musulmanes o cristianos.

El arzobispo de Recife, en Brasil, Helder Camara, tenía la pro-funda sensación de que los más pobres de los pobres eran su fami-lia. Si oía hablar de que alguno había sido detenido injustamente,telefoneaba a la policía y decía: "Me he enterado de que han dete-nido a mi hermano". Y la policía se deshacía en disculpas: "SuExcelencia, 10 sentimos muchísimo. No sabíamos que era su her-mano. Venga a recogerlo, por favor".Y cuando el arzobispo se pre-sentaba en la comisaría de policía para recoger al hombre en cues-tión, el policía podía decirle: "Pero, Su Excelencia, este hombre notiene el mismo apellido que usted". Y Camara respondía entoncesque todos los pobres eran sus hermanos.

Por último, ¿qué pasa con nuestras familias en el sentido habi-tual, los padres que nos dieron la vida, nuestros maridos o nuestrasmujeres y los hijos que engendramos? La familia cristiana nosempuja a ir más allá de sus fronteras. Nos vuelve hacia afuera conobjeto de descubrir a otros hermanos y hermanas más allá denuestra familia legal. Jesús le dice a María: ''Ahí tienes a tu hijo".Abre los ojos, mira, es~apersona es tu hijo. Los padres cristianospueden seguir este ejemplo. Podemos decirles a nuestros hijos:''Abrid los ojos y mirad. Este extranjero, este iraquí, este ruso, este

judío, este musulmán es vuestro hermano". La familia debería ense-ñarnos a pertenecer a la humanidad.

Una de mis amigas más queridas es una hermana dominica quepertenece a una familia numerosa, de unos diez u once hermanos.Todas las Navidades se reúnen para celebrar una fiesta. En ciertaocasión advirtió la presencia de una pareja a la que no lograbaidentificar. Se dirigió hacia ellos y les preguntó cuáles eran suslazos con la familia. Ellos contestaron simplemente que pasabanpor allí, habían visto esa fiesta tan alegré y se habían decidido aentrar, así sin más. Y se quedaron, ciertamente.

LA CRUZ DE SAN CLEMENTE

A principios de este año fui a VIsItara Austin Flannery, undominico irlandés. Advertí que sobre su escritorio tenía una her-mosa reproducción de la cruz realizada en mosaico que se encuen-tra en el ábside de la basílica de San Clemente en Roma, iglesia queles fue cedida a los dominicos irlandeses en el año 1677.Esta basí-lica fue la base de la provincia irlandesa durante la época de la per-secución, cuando los hermanos no podían vivir libremente encomunidad en su propio país. Cuando expresé mi admiración poresta cruz, Austin me la ofreció inmediatamente, de modo que latengo en gran estima como un testimonio de amistad ante todo.Santo Tomás entiende el amor, que es la vida de la Trinidad, entérminos de amistad. Así pues, estamos llamados a encontrar nues-tra morada en la amistad de Dios y a encontrar a Dios en todasnuestras amistades.

Esta cruz sugiere también cuán amplia es nuestra morada. Aambos lados de la cruz figuran María y el discípulo amado, Juan.

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Sobre la cruz hay doce palomas. Me imagino que representan a losdoce apóstoles, que quedarán colmados del Espíritu Santo en eldía de Pentecostés y serán enviados a los confines del mundo. Asípues, incluso en este momento más sombrío podemos ver elembrión de lo que será la gran comunión de la Iglesia. La cruz noes únicamente un instrumento de tortura. Sus brazos extendidosnos ayudan a comprender "cuál es la anchura y la longitud, la altu-ra y la profundidad" (Ef 3,18) del amor de Dios.

La propia basílica pone de relieve que esta comunión ya no sólosobrepasa las divisiones actuales entre los seres humanos, sinotambién las barreras del tiempo. En 1857, un dominico irlandés lla-mado Mullooly comenzó a excavar bajo la basílica y descubrió losrestos de una iglesia del siglo IV, que todavía se puede visitar. Lacruz que contemplamos fue copiada muy probablemente a partirde los mosaicos de esta primera iglesia, una de las más antiguas deRoma. De hecho, es posible que algunos de sus tesserae daten delsiglo IV. De ser así, la imagen que contemplamos abarca ochosiglos de elaboración. Y bajo la iglesia del siglo IV se descubrieronlos restos de un templo de Mithra, del siglo I. Así, la basílica de SanClemente y esta cruz evocan la vasta duración de la comunidadnacida bajo la cruz y que se extiende a santos y pecadores, vivos ymuertos, hasta abarcar la totalidad del género humano.

56 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS

IV"¡DIOS MÍO, DIOS MÍO!

¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?"Marcos, 15,34

Llegado el mediodía, hubo oscunaad sobre la tierra hasta las tresde la tarde. A las tres de la tarde gntó Jesús confterte voz: EIOl~EIOl~ ¿lema sabachtani?, que quiere decir: 'íDios mío, Dios mío!,¿por qué me has abandonado?':

Las tres primeras palabras de Jesús han puesto de relieve queincluso en este momento más sombrío algo estaba germinando enla cruz. Nos han mostrado el perdón, la felicidad y el nacimientode la comunidad. Pero ahora, en el momento decisivo dentro delmarco de nuestras reflexiones, aparecen estas palabras de absolutadesolación. Aquí tenemos tan sólo un grito de dolor y de soledad.¿Se trata de una pregunta sin respuesta? ¿Hay algo más que añadir?

En su agujero negro en el subsuelo de Beirut, Brian Keenan sesintió "privado de Dios". Ello va más allá de dudar de la existenciade Dios, como podríamos dudar de que ciertos personajes históri-cos hayan vivido realmente, y más allá de la ausencia de alguienquerido. Es el derrumbe de todo sentido, cual si la médula y el eje

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central de nuestra fe se hubiesen evaporado y nos quedáramos sus-pendidos en el vacío. Dice Keenan:

Estoy lleno de nada. Mis pleganas revierten sobre mí, como sitodas las palabras que hubiese dingldo hacia lo alto volvieran aprecipitarse nuevamente sobre mí, en tropel He sldo pnvado inclu-

. so de Dios. Mis proPias palabras se tranifOnnan en ladnllos y enPiedras que me lastiman. Me han vuelto del revés y me han vacia-do. Soy un amasijo de carne malhenda, un montón de desechosinútlles, aJ7r!fados en un nncón de este habitáculo ltgectO.1

Pocos de nosotros habremos padecido jamás una desolación detales proporciones, pero tal vez hayamos conocido algunos· mo-mentos en los que nos asustó la posibilidad de ser tragados por elvacío y nuestras vidas parecían carecer de sentido o de significado,porque Dios estaba ausente. En semejantes momentos, las pruebasde la existencia de Dios no son de gran ayuda. Las palabras noayudan excesivamente.

Estas terribles palabras de Jesús citan el salmo 22. Varios cien-tos de años atrás, alguien, hombre o mujer, se había sentido angus-tiado y había escrito estas palabras. Jesús retorna ahora estas pala-bras y las hace suyas. Abraza esta experiencia de desolación y lacomparte. De alguna manera, incluso la experiencia de la ausenciade Dios es trasladada al seno.de la vida de Dios.

Elie Wiesel relata los terribles ahorcamientos que presenció enAuschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Lo peor fue cuan-do colgaron a dos adultos y a un muchacho al que todo el mundo

59"iDIOS MÍO, DIOS MÍO!, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?"

Las tres víctimas subieron juntos a las slllas. Los tres cuellosfUe-ron colocados al mismo tiempo dentro de sus respectlvos dogales.(Tf7íva la libertad!': gntaron los adultos. Pero el niño pennaneaoen sllencio. (~Dónde está Dios? ¿Dónde?': se preguntó alguiendetrás de mí. A la señal del Jqe del campo, las tres stllas fUeronvolcadas. Un sllencio total se extendlo por todo el campo. En elhonzonte se veía la puesta de sol Después comenzó el desfile pordelante de ellos. Los dos adultos estaban muertos. Las lenguas lescolgaban hlnchadas, amoratadas. Pero el tercer dogal todavía semovía; al ser tan hgero, el niño seguía V1VO... Durante más demedia hora pennaneezo allí, luchando entre la vlda y la muerte,agonizando lentamente bq¡o nuestra mirada. Y teníamos quemirarle directamente a la cara. TOdavía estaba V1VOcuando pasépor delante de él TOdavía tenía la lengua roja, todavía no se lehabían velado los %s. A mis espaldas, volví a escuchar al mismohombre preguntando: ((¿Dónde está Dios en estos momentos?" Yentonces oí una voz dentro de mí, respondiéndole: ((¿Dónde?Ahí,colgado de esa horca '?

adoraba. Todos los presos fueron obligados a formar filaspara pre-senciar las ejecuciones:

A veces debemos estar alIado de personas que se ven enfrenta-das a un sufrimiento aparentemente sin objeto, absurdo y sin sen-tido. Nosotros mismos podemos pasar por momentos semejantes.Alguien a quien queremos puede verse ante la perspectiva de tener

LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS58

1. An Evz7 Cradlt7z~,p. 67.2. Night, Londres, 1960, pp. 76 Y ss. [Edición en español: Wiesel, E.: La

noche. Barcelona: El Aleph, 2002].

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3. !f this is aMan: The' Truce, Londres, 1965, p. 35. [Edición en español:Levi, P.: Si esto es un hombre. Barcelona: El Aleph, 2003; Levi, P.: La tre-gua. Barcelona: El Aleph, 2002].

que morir a causa de un cáncer, cuando está en la flor de la vida,o podemos perder a un hijo en un accidente. Nuestra vida puedeparecernos de improviso irremisiblemente arruinada y desprovistade sentido. En estos momentos en particular estamos compartien-do la angustia de los iraquíes ante la muerte. Alguien puede pre-guntarnos: "¿Por qué? ¿Por qué? ¿Dónde está Dios en este precisomomento?" Y cabe la posibilidad de que nos sintamos aterroriza-dos al comprobar que no sabemos qué responder. Todas las pala-bras piadosas que puedan aflorarnos a los labios ejercerán un efec-to más lamentable que el vacío mismo. Lo único que cabe hacer,pues, es estar presente y confiar en que Dios está presente también.

Primo Levi, un judío italiano, también estuvo en Auschwitz.Levi relata que un día estaba enloquecido por la sed y vio un ca-rámbano soberbio. Extendió la mano para cogerlo y 10 chupó,pero fue detenido por el guarda. Entonces preguntó Levi: "Há-rum?' [¿Por qué?] Y el guarda replicó: "Hz'er z'st kein warum" [Aquíno existen los porquésJ.3Todos sin excepción podemos pasar pormomentos absurdos, donde no existe un porqué o una razón.Llegados esos momentos no tiene cabida echar mano de respues-tas fáciles. Sería una blasfemia pretender dar explicaciones. Loúnico que podemos hacer es confiar en que Dios está presente.

Me encontraba en Ruanda cuando se de~arrolló en el país unaterrible explosión de violencia. Aquel día tenía que desplazarme alnorte para visitar a nuestras hermanas dominicas que trabajabanen los campos de refugiados. Apareció el embajador belga y trató

de hacernos desistir de nuestro viaje. Era excesivamente peligroso.Pero logramos negociar nuestro pase por el control a la salida deKigali y nos dirigimos al norte. Nuestro coche fue detenido envarias ocasiones, por soldados o por rebeldes, y nos obligaban abajar. Me acuerdo de unos hombres encapuchado s blandiendoespadas y fusilesy arrastrándonos fuera del coche; pensé que habíallegado el fin. Pero todas y cada una de las veces lográbamos salirindemnes. Fuimos testigos de la absoluta miseria de los campos derefugiados. Visitamos una cárcel que parecía un matadero. Entra-mos en un hospital que estaba atestado de niños a los que lasminas les habían arrancado algún miembro. Me viene a la memo-ria un niño que había perdido las dos piernas, un brazo y un ojo.No tenían dinero ni para comprar unas muletas, cuanto menosunos miembros ortopédicos, de modo que no les quedaba otraalternativa que arrastrarse a pequeños saltos. Salí afuera entre lamaleza y me puse a llorar.

Aquella noche celebramos la eucaristía en el salón de las her-manas. Las paredes estaban acribilladas por las marcas de baladejadas por los recientes combates. Cuando llegó el momento depronunciar un pequeño sermón, no encontraba palabras parahablar de todo aquello que había visto. Jamás me había encontra-do anteriormente con un sufrimiento de tales características.Cualquier cosa que pudiera decir se me antojaba trillada, vulgar.Pero no tuve que decir nada. Se me había encomendado una tarea,un ritual que celebrar. Así pues, revivimos 10 que Jesús hizo lanoche antes de su muerte. Y repetimos sus palabras: "Este es micuerpo, entregado por vosotros".

Cuando balbucimos palabras de una angustia total, nos acorda-mos de que Jesús las hizo suyas en la cruz. Y cuando no somos

61"iDIOS MÍO, DIOS MÍO!, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?"LAS SIETE úLTIMAS PALABRAS60

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UNA CRUZ DE HAITÍ

capaces de encontrar ninguna palabra en absoluto, ni tan siquierapara gritar, podemos valernos de las de Jesús.

Esta cruz la pintó un campesino de nuestra. parroquia de lasmontañas del oeste de Haití, uno de los países más pobres delmundo. Durante años sus habitantes padecieron una dictaduradespiadada. Si alguien osaba oponerse de alguna forma a esta tira-nía, se lo llevaban. Habitualmente sus cuerpos aparecían al cabo deunos pocos días en una zanja. Cada vez que se descubría un cuer-po, uno de los hermanos se desplazaba al lugar para tomar unafotografia con objeto de guardar algún registro y de no borrar elrecuerdo del asesinato. Cuando visité el país por primera vez,había un nuevo gobierno y se había recuperado cierta forma dedemocracia, pero la pobreza seguía siendo inmensa.

Sobre esta cruz figura un camino que asciende ondulante a lolargo de la columna central. No se vislumbra el objetivo del tra-yecto, pero confiamos en que hay un final. Por el camino deam-bula un campesino que nos da la espalda. En esta cruz estuvo cla-vado aquél a quien en su criollo local llaman Bondié Pitit, "elpeque-ño del buen Dios". El campesino está solo y presentimos el silen-cio. La mayoría de los haitianos continúan transitando por estecamino de sufrimiento. Y, sin embargo, a lo largo del mismo crecetoda clase de plantas exóticas, y el camino conduce a una esbeltapalmera de largas ramas, que es un signo de esperanza. Y por enci-ma de las colinas se divisan los primeros indicios del amanecer.

Esta es la cruz que siempre llevo conmigo cada vez que viajo,junto con un pequeño icono que representa a Nuestra Señora y el

63"iDIOS MÍO, DIOS MÍO!, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?"

niño Jesús: la vida de Jesús del principio al fin. Está ya un pocosucia y a veces he tenido que volver a pegada cuando se ha roto.El evangelio nos dice que debemos tomar nuestra cruz cada día yseguir aJesús. Esto puede sonar un tanto siniestro, pero esta es unacruz que he sido feliz de llevar en mis viajes. Si viajamos mucho,necesitamos disponer de algunos signos de continuidad que nospermitan recrear una sensación de hogar a lo largo del viaje. Asípues, este campesino. que discurre por su camino viaja conmigo yespero que, modestamente, yo también con él.

LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS62

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V

"TENGO SED"Juan, 19,28

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, paraque se cumpliera la Escntura, dice: "Tengo sed'~

Al comienzo del Evangelio de San Juan, Jesús se encuentra conla samaritana en el pozo y le dice: "Dame de beber". Al comienzoy al final del relato del evangelio Jesús nos pide que calmemos sused. Así es como Dios viene a nosotros, bajo la forma de una per-sona sedienta que desea algo que nosotros tenemos para dar. Larelación de Dios con la creación es enteramente la relación de undon. Ser una criatura es recibir el propio ser como un don. Diosdesea hacer amistad con nosotros y la amistad implica siempreigualdad. Así pues, aquél que nos lo da todo nos invita a la amis-tad pidiéndonos un don a cambio, algo que podamos tener paradarle. El gran rabino Jonathan Sacks explica que, según la tradiciónjudía, no basta con dar a los pobres; antes bien, debemos hacerlescapaces de dar, ellos también, a los demás. Corresponde a su dig-nidad no sólo exclusivamente recibir, sino también dar. Dice unproverbio africano que la mano que da siempre está por encima yla que recibe por debajo. Dios hace amistad con nosotros vinien-

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1. RevelatÚms qfDivÚte Love [Revelaciones del amor divino J, Londres, 1927,p. 76. [Edición en español: Juliana de Norwich: Libro de visiones y revela-dones. Madrid: Trotta, 2002J.

Hay algo sumamente embarazoso en admitir que añoramos aalguien, cuando la otra persona no nos corresponde plenamente.Uno se siente tonto y vulnerable al admitir que ama más de lo quelo aman. Desde el momento en el que reconocemos nuestra año-ranza, nos exponemos al rechazo y a la humillación. Pero esto es

do a nosotros como alguien que nos suplica que le demos algo quenosotros tenemos.

Por encima de todo nos quiere a nosotros. Solemos pensar quellegar a Dios implica una ardua labor. Debemos ganarnos el per-dón; tenemos que ser buenos, o de lo contrario Dios nos rechaza-rá. Pero se trata de un error. Dios viene a nosotros antes siquierade que nos dirijamos a él. Dios está sediento de nuestro amor. Leconsume el deseo que tiene de nosotros. Como dice Juliana deNorwich, la mística del siglo XIV:

67"TENGO SED"

2. Four Loves, Londres, 1960, p. 184. [Edición en español: Lewis, C. S.: Loscuatro amores. Madrid: Rialp, 1996J.

3. "The More Loving One" [El que más amaJ, Collected Shorter Poems: 1927-1957. Londres, 1966, p. 282.

4. Eamon DuffY: T7zeStnpping qfthe Altars, p. 252.

Si el qftcto no puede ser igual,que sea yo el que más ame de los dos.3

También nosotros estamos sedientos. El hombre del medievoconsideraba a Cristo en la cruz como aquél que pisaba las uvas queharían el vino que satisfaría nuestra sed. Al igual que en Caná habíaconvertido el agua en vino, así también en la cruz hace de su san-gre el vino de vida eterna. Al final de las "Quince odas de SantaBrígida" se puede leer esta oración: "Oh, Jesús, verdadera viñarebosante de fruto, acuérdate de la sangre que vertiste en abun-dancia, cual si hubieses prensado numerosas uvas, cuando sobre laCruz estabas solo en ellagar".4

lo que sucede con Dios. Dios tiene una sed abrumadora de noso-tros y de nuestro amor, y sin embargo debe conformarse con unapalmadita condescendiente de cuando en cuando. '1\y, es domin-go, tenemos que ir a ver a Dios", como si Dios fuese un parienteaburrido. Así, cuando constatamos que amamos más de lo que nosaman, nos encontramos en la misma situación que Dios. Comodice C. S. Lewis: "Constituye un privilegio divino ser siempre notanto el amado como el amante".2Entonces podemos atrevernos adecir, con el poeta Auden:

LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS

El mismo deseo y la misma sed que tuvo en la cruz (deseo, año-ranza y sed que, según miParecer, estaban en él por toda la eter-nz'dad), se prolonga y se prolongará hasta que la última de lasalmas que haya de salvarse ascienda hasta alcanzar su glona.Pues tan cierto como que existe en Dios un atnouto de verdad y dePiedad, tan cierto es que existe en Dios un atnouto de sed y de año-ranza ... que seprolonga en él mientras pennanezcamos en la nece-sz'dad, atrayéndonos haeza su bendición ... El anhelo y la sed esPi-ntual de Cnsto perduran y perdurarán hasta el día del juzCzo.1

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Me veo obligado a (racionar el agua potable, pues siempre tengomÚ:dode agotarla y me despierto a medianoche con una sed rabio-sa que no puedo saciar. Me viene a la mente la rabia y la sed sal-

69"TENGO SED"

~gua, dame agua': le respondí, ftnoso, sin preocupanne de queadvirtieran mi agresividad. Me dieron una botella de agua. Bebía grandes tragos, casi atragantándome. "Toma, John, bebe': le dijeextendlendole la botella. Uno de los guardas me volvió a pregun-tar: «¿Quieres algo?" y le respondí con el mayor sarcasmo: <í"Sí,quiero una piscina!" Tenía unas ganas enonnes de tomanne unbaño de agua fresca, clara y tonificante. Tenía enonnes deseos desentir mi cuerpo movlendose por el agua lángulaamente, de estarsoloy libre a plena luz del sol y con el agua fresca acanciando micarne. 5

vqje de los pe170s rabiosos y me doy cuenta de lofác17 que seríaenloquecer de sed. Ahora soy consciente del pleno sentido que tienela expresión tan frecuentemente ut17izada en nuestras vidas coti-dianas: "Tenía una sed [un ansia] loca':

5. An Evz7 Cradling, pp. 63, 216.

Si no parece demasiado absurdo establecer un paralelismo entreel relato de este terrible sufrimiento vivido realmente y un relatode ficción, no puedo por menos de resaltar que la sed marca elmomento culminante del mito más popular de nuestro tiempo, Elseñor de los an1710s.Al final del largo viaje de Frodo y Sam, la últimaprueba, mientras ascienden por la montaña para destruir el anillo,el último obstáculo es la sed:

En otra ocasión, estando con su compañero John McCarthy,uno de los guardas le pregunta si quiere algo:

LAS SIETE úLTIMAS PALABRAS

Puede que no tengamos verdaderamente sed de Dios. Puedeque únicamente conozcamos una pequeña sed tras otra: sed de untinto corriente, más que del vino del Reino; sed de tener un pocomás de dinero, sed de compañía, sed de triunfar en el trabajo. Siestos son nuestros pequeños deseos, debemos empezar por ahí. Lasamaritana quería agua, de modo que fue al pozo y allí se encon-tró con Jesús. Si somos sinceros respecto de nuestros pequeñosdeseos, también ellos nos conducirán a Jesús. Aprenderemos atener sed de más, incluso a tener sed de Dios, que está sediento denosotros. La mayoría de la gente piensa en la religión en términosde controlar los deseos. El deseo es peligroso y molesto, de modoque la religión nos ayuda a domesticarlo. Pero no es esto lo quenos enseña la tradición de la Iglesia. Se nos invita a ahondar ennuestros deseos, hasta alcanzar a rozar el hambre oculta que loshabita, a liberar el deseo una vez reconocido su objetivo último.

La sed es una experiencia fundamental. Sólo he estado verda-deramente sediento una vez, cuando vagaba con mis hermanospor el calor del desierto en el trayecto de Jerusalén a Jericó. Alcabo de un tiempo, comenzamos a sentirnos desorientados, casidespersonalizados. Uno de nuestros compañeros enloqueció leve-mente a causa de la sed. Para las personas que tienen que habérse-las realmente con el sufrimiento, la sed suele constituir el momen-to culminante de la prueba.

En su agujero infernal de Beirut, Brian Keenan tiene sed depalabras y de agua:

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UNA CRUZ DE EL SALVADOR

Esta cruz fue un regalo que me hicieron en El Salvador y es típi-ca de este país. Durante la primera visita que realicé a la provincia

¿Por qué es tan fundamental la sed de agua? Tal vez se deba aque el 98 % de nuestros cuerpos es agua. En la deshidratación, esnuestro propio ser, nuestra sustancia, lo que se nos escapa.Tenemos la impresión de estarnos evaporando. El último deseo dequienes están agonizando suele ser, pues, algo de beber. Pero tam-bién es la expresión de la sed más profunda que tenemos de aquélque nos da el ser y la sustancia en todo momento y nos prometela vida eterna: "Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mialma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sinagua" (Sal 63,2).

71"TENGO SED"

de Centroamérica, tuve un encuentro con los novicios y cada unode ellos se presentó ante mí con un regalo, algo que él mismohabía hecho: una pintura, un poema, una canción, una cruz, unavasija, o cualquier otra cosa por ~l estilo. No había en ello ningúnesnobismo artístico. La creatividad constituye un componentenatural en la vida de los seres humanos. Si el regalo tiene la inten-ción de representarnos, es justo que lo hayamos hecho nosotrosmismos. Cuando viajé por todas las provincias de la orden, recibíuna infinidad de regalos y era de una importancia primordial quelos recibiera con gratitud, incluso en el caso, como ocurría de vezen cuando, de que no pudiera imaginarme cómo iba a poder lle-vármelos. Una vez, llegué a Vietnam con 8 kilos de equipaje iy salíde allí con 65 kilos!

En la cruz, el Cristo agonizante solicita el don del agua. Pero enun instante morirá y su costado se abrirá y del mismo brotará aguaviva. Jesús liberará nuestra propia fertilidad. Como dijo en elTemplo: «Sialguno tiene sed, venga a mí y beba. El que crea en mí,como dice la Escritura: "De su seno correrán ríos de agua viva"»(Jn 7,37-38).

Esta pequeña cruz nos muestra la fertilidad de la cruz de Cristo,con sus frutos y sus flores, con una vaca y un conejo multicolores.En el centro, allí donde estuvo el cuerpo de Cristo, aparece lamujer, a cuya fertilidad todos y cada uno de nosotros debemos lavida, y que tan a menudo es relegada por la Iglesia. Ojalá elCuerpo de Cristo se nutra de la sabiduría y de la creatividad de lasmUJeres.

En la última parada, Frodo se arrojó al suelo y dijo: "Sam, tengosed': y no dijo nada más. Sam le dlo un sorbo de agua, tan sóloquedaba un único sorbo. Él se pasó sin beber; y entonces, a medi-da que una vez más la noche de Mordor se cernía sobre ellos, deentre todos sus pensamientos le vino el recuerdo del agua; y todoslos arroyos, rt'achuelos ofUentes que hubiese visto alguna vez, bq¡olas verdes sombras de los sauces o insando a la luz del sol, dan-zaban y se estremecían para su tonnento tras la ceguedad de sus

%s. 6

LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS70

6. The Return o/ the King, Book Six, "Mount Doom" [La montaña del des-tino]. [Edición en español: Tolkien, J. R. R.: El señor de los am7los (3. Elretorno del rey). Barcelona: Minotauro, 2002].

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VI"TODO ESTÁ CONSUMADO"

Juan, 19,30

Había allí una vasija llena de vinagre. Slgetaron a una rama dehÚopo una eSpOlga empapada en vinagre y se la acercaron a laboca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: "Todo está cumplido ': Einclinando la cabeza entregó el espíntu.

"Todo está cumplido". El grito de Jesús no significaúnicamenteque todo ha terminado y que tan sólo le resta morir. Es un grito detriunfo. Significa: "Todo está completado". Lo que literalmentedice es: "Todo ha sido colmado". Al comienzo de la última cena,San Juan nos dice que: "habiendo amado a los suyos que estabanen el mundo, los amó hasta el extremo [hasta el colmo del amor] ".En la cruz contemplamos el colmo [la perfección] del amor.

Seguro que todos nos hemos sentido tocados por sueños de unamor perfecto, de un amor absoluto y completo. Cuando somosjóvenes, nos enamoriscamos y tal vez podamos pensar que ningu-na otra persona ha estado jamás tan absolutamente enamoradacomo nosotros. ¡Al menos este fue mi caso! Recuerdo que cuando

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74 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS"TODO ESTÁ CONSUMADO" 75

tenía 16 años me enamoré perdidamente de una prima mía duran-te un baile. La llevé de acá para allá por toda la pista, en una espe-cie de éxtasis, un tanto absurdamente. Más tarde la vi besándosecon otro detrás de los arbustos. ¡Pero esta no fue la razón por la queme hice dominico!

Cuando la gente se casa, por lo general suelen ser más madurosde lo que yo lo era entonces, pero con mucha frecuencia persisteel sueño del amor perfecto. Por mucho que se diga, son muchas laspersonas que se casan con la seguridad de que están en los alboresde una beatitud eterna. Y cuando yo entré en la orden, con veinteaños y siendo bastante inocentón, estaba seguro de que amaría aDios y a los hermanos de una forma absoluta y por los siglos delos siglos. La luna de miel no habría de acabar jamás.

Pero se acaba. Al pronto descubrimos que nuestro amor no estan perfecto. No hemos sido transformados y continuamos siendocon mucho la misma persona egoísta y egocéntrica de antes. Y elobjeto de nuestro amor también puede acabar por no parecernostan extraordinario. Puede ser egocéntrico también, tener un pési-mo sentido del humor, roncar en la cama o tener algún otro hábi-to irritante. ¿Aquel sueño de un amor perfecto fue tal vez única-mente una ilusión? ¿Nos estamos volviendo cínicos?

Las palabras de Jesús nos invitan a seguir buscando el amor deuna forma perfecta. Alcanzaremos esta plenitud del amor por fin yal fin. De hecho, cada una de estas palabras de Jesús nos muestralos sucesivos pasos en la profundización de la manifestación de suamor por nosotros. "Perdónales, porque no saben lo que hacen". Aldecir estas palabras, ni tan siquiera se dirige a nosotros. Le habla asu Padre. "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".Esta es la expresiónde un amor más íntimo. Va dirigido a nosotros, pero desde arriba,

como un rey. "He ahí a tu madre. He ahí a tu hijo". Esto suponeun paso más en dirección a la intimidad, dirigido a nosotros, peroya no como un rey, sino como hermano. "¡Dios mío, Dios mío!,¿por qué me has abandonado?" Esto es tan profundamente íntimoque Jesús ha penetrado en nuestras almas y ha abrazado nuestrapropia desolación. Pero la perfección del amor reside en las pala-bras: "Tengo sed". La plenitud del amor acontece cuando Jesússuplica algo que venga de nosotros y lo acepta con gratitud. Suamor es entonces completo.

Los soldados le dan aJesús lo que tienen a mano, algún vinagreañejo, agriado. Probablemente tuviera un sabor repugnante, peroes lo que los pobres soldados bebían y decidieron compartir. Nopodían permitirse el lujo de tener un vino decente. Jesús acepta loque estos hombres tienen para ofrecer.Ante la perspectiva de tenerque alimentar a cinco mil personas, Jesús les preguntó a los discí-pulos qué tenían para darle a la multitud y ellos contestaron: "Tansólo cinco panes y dos peces".No es mucho. Es todo lo que tieneny, por tanto, es suficiente. Ante la vista de nuestro mundo ham-briento, con millones de personas muriéndose de hambre, tal vezno nos parezca que tengamos gran cosa para dar. Si damos lo quetenemos, con ello bastará.

La perfección del amor acontece cuando recibimos el don de laotra persona tal y como ésta es. Tal vez no sean exactamente loque habíamos soñado. Tal vez sean menos inteligentes, menosocurrentes de lo que esperábamos. Llegará el día, ciertamente, enque sean menos guapos. Soñábamos con un clarete de primeracosecha y lo que recibimos puede que sea simplemente un vinagreañejo. Si somos capaces de aceptar este don con gratitud, nuestroamor se hallará en vías de perfección.

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76 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS "TODO ESTÁ CONSUMADO" 77

La película Love Actually [Amor, en realidad] comienza y acabaen ·la sala de llegadas del aeropuerto de Heathrow. Le oímos aHugh Grant asegurarnos que si abrimos los ojos, veremos que elamor está por todas partes. Tal vez no sea siempre heroico, o ro-mántico, o entre personas extraordinariamente atractivas. Tal vezsea mudo y busque a tientas una voz. Aparece bajo las formas másextrañas, entre personas de diferentes generaciones, de diferentesexo o del mismo. Pero allí donde aparece, Dios está presente.

El amor perfecto es posible y 10 vemos en la cruz. Si comenza-mos a amar, en ese caso el amor perfecto de Dios puede habitar ennuestros amores frágiles y limitados. San Agustín escribe: "¿Hasempezado a amar? Dios ha empezado a morar en ti".!Si aceptamosamar a la otra persona tal y como es, sin quejarnos ni culpabilizar,el amor perfecto de Dios hará su morada en nosotros.

LA CRUZ DEL ROSARIO

Esta es la cruz de un rosario que hicieron las monjas dominicasdel monasterio de Catamarca, en Argentina. El provincial deArgentina 10 llevó al capítulo general de 1992, que tuvo lugar enMéjico, para entregárselo a quien fuera elegido maestro de laorden, en señal de las plegarias y el amor de estas hermanas. Nofue, pues, un regalo que estuviese dirigido a mí personalmente.Simplemente resulté ser la persona elegida. Se podría pensar queello le restaría importancia. ¿Cómo pudieron prometer estas her-manas amar a una persona desconocida? Personalmente, detesto

1. En 1. Jn. 8. [Edición en español: San Agustín: Comentado a la primeracarta de San Juan. Salarnanca: Síguerne, 2002J.

esos mensajes automáticos que aparecen en los aparcamientos yen los comercios y que nos aseguran que somos unas personasimportantísimas cuya visita es extraordinariamente valorada.Palabras vacías.

y sin embargo este voto de las monjas tiene una significaciónprofundamente cristiana. El mandamiento nos dice que amemos anuestro prójimo como a nosotros mismos. No sabemos quién seráese prójimo, ni tan siquiera si será abiertamente digno de amor.Pero existe una verdad fundamental en que, dado que han sido cre-ados por Dios, son ciertamente dignos de amor, si pudiésemos ver-los con los ojos de Dios, que ama todo 10 que ha hecho. El regalode este rosario expresa la fe en el Creador, que ve que 10 que hahecho es muy bueno. San Agustín escribió al final de sus Conflslo-nes: "Vemos todas tus obras. Vemos que en su conjunto son muybuenas, pues eres tú quien las ve en nosotros y fuiste tú quien nosdio el Espíritu por el cual las vemos y te amamos en ellas".2

Para poder ver la bondad de otra persona se requiere a menu-do cierto tiempo. Debemos estar con ellos, sin prisas, perdiendo eltiempo con ellos. Si les presionamos, es más probable que los vea-mos desde una perspectiva funcional, como eslabones útiles omolestos con vistas a nuestros proyectos. La perfección del amorimplica disponer de un tiempo libre, para estar receptivos a losdemás, para estar atentos de una forma que casi podríamos decirpaSIva.

Durante mis años de viajes, este fue un tiempo libre que rara vezconocí. Los maestros de la orden siempre se han quejado de que

2. XIL,34. [Edición en español: San Agustín: Las cOJ?ftslones.Madrid:Ciudad Nueva, 2003].

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78 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS "TODO ESTÁ CONSUMADO" 79

tenían demasiados quehaceres como para poder rezar. Raimundode Peñafort se quejó al priorato de Bolonia de que estaba tan ocu-pado en la corte papal que "apenas puedo rozar o, para ser total-mente sincero, ni tan siquiera ver de lejos la tranquilidad necesariapara la contemplación ...De modo que me supone una gran alegríay un enorme alivio saber que cuento con la ayuda de vuestras ora-ciones".3 Jordán de Sajonia, el sucesor inmediato de SantoDomingo, le escribe a su querida Diana: "Rezad por mí, con fre-cuencia y con fervor, en el Señor; tengo mucha necesidad de laoración dadas mis insuficiencias, pero rara vez puedo rezar yomismo".4Durante mis años como maestro de la orden viajaba hastaun total de ocho meses al año, por lo general durmiendo en unacama diferente cada noche. Quedaba poco tiempo para estar tran-quilo, sin más. Al igual que para Jack Aubrey delHMS Surpnse,jamás había un minuto que perder. Recuerdo la vergiienza quesentí cuando un amigo mío me señaló durante el transcurso de unaconversación en Méjico que era la segunda vez que miraba la horaen mi reloj de pulsera desde que habíamos comenzado a hablar. Elregalo de este rosario fue un recordatorio de que estas monjas con-templativas de Argentina estaban disfrutando de una paz más pro-funda que yo -así lo esperaba yo al menos- y de que me teníanpresente en sus oraciones. Constituyó una promesa y un recuerdode los necesarios momentos de silencio, si queremos que nuestrosojos estén 10 suficientemente abiertos como para reconocer y amarla bondad de los demás.

3. Citado en Early Dominicans: Selected Wntings [Los primeros dominicos:escritos selectos], ediciót). a cargo de Simon Tugwell, o. p., Nueva York,1982, p. 409.

4. Ibid., Carta nO 25, p. 104.

En el 2003, la Tate Britain Gallery celebró las Navidades con unálamo temblón decorado con unos 500 rosarios. Fue una sorpren-dente y agradable mejoría por contraste con el abeto boca abajo yel cubo de basura del año anterior. Este árbol de Navidad nosrecuerda, en palabras de su creador, Mark Wallinger, que "celebra-mos el nacimiento de Cristo sabiendo cómo va a morir". Segúncierta tradición, la madera de la que estaba hecha la cruz originalera de álamo temblón. El recitado de los misterios del rosario nosadentra en el relato de la vida de Cristo, desde Belén hasta el sepul-cro vacío. Nos permite recorrer la totalidad del camino. Es muyplausible, pues, la tradición que sostiene que Nuestra Señora leentregó el rosario a Santo Domingo, el predicador errante. Es unregalo muy acertado para un viajero por parte de nuestras monjascontemplativas. Es una forma de oración, que ofrece momentos dequietud incluso durante el viaje.

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VII

"PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDOMI ESPÍRITU"

Lucas, 23,46

Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarseel sol, hubooscunaad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo delTemplose rasgó de parte a parte y Jesús, dando un fterte gn'to,dijo: ('Padre,en tus manos entregomi esPín'tu':

La primera y la última de las siete palabras están dirigidas alPadre. La cuarta, que ocupa la posición central, también lo está,pero en el contexto de la aparente ausencia de Dios. En el inter-valo entre una y otra, Jesús se ha venido dirigiendo a nosotros conuna creciente intimidad: como un rey, como un hermano y comoun mendigo. Ahora lo devuelve todo al Padre. Nos confia a todosnosotros, con todos nuestros miedos y esperanzas, de vuelta a lasmanos de Dios. Este es el acto de la confianza suprema.

Vivimos en una era de profunda ansiedad. Nos asustan las enfer-medades y las epidemias, tememos por nuestro futuro, por nues-tros hijos, por nuestro puesto de trabajo, nos da miedo el fracaso,la muerte. Adolecemos de una profunda inseguridad, de underrumbe de la confianza. Es paradójico, porque estamos mucho

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mejor protegidos y más seguros que ninguna otra generación pre-cedente dentro de la historia de la humanidad, al menos en Occi-dente. Disponemos de una medicina más eficaz, de unos mediosde transporte más seguros; estamos mejor protegidos frente alclima y tenemos una mejor seguridad social. Y sin embargo tene-mos más miedo.

En el transcurso de mis nueve años como maestro de la ordenviajé a lo largo de todo el mundo y estuve en muchos lugares peli-grosos. Fui testigo de la guerra civil y el genocidio en África, vi amiles de personas con lepra y los signos de una violencia sin lími-tes. Pero cuando regresé a Occidente, me encontré con personasque parecían tener más miedo que en ninguna otra parte delmundo. El 11 de septiembre agravó esta vivencia de ansiedad. Meencontraba en Berkeley (California), cuando se desarrolló el inci-dente de los sobres con anthrax y el pánico era tangible. Pero nohay necesidad de tener ningún miedo. Jesús nos ha confiado en lasmanos del Padre.

Sospecho que esta ansiedad persistente se deriva del hecho deque vivimos en una cultura del control. Son tantas las cosas quepodemos controlar: la fertilidad y los nacimientos, tantas enferme-dades que ahora tienen curación; podemos controlar las fuerzas dela naturaleza; minamos la tierra y rectificamos el curso de los ríos.y nosotros los occidentales controlamos a la mayor parte de lahumanidad. Pero el control jamás es absoluto. Somos cada vezmás conscientes de que el planeta puede estar precipitándose haciael desastre. Vivimos en lo que Anthony Guiddens llama "unmundo desbocado".

Por encima de todo, nos da miedo la muerte, que desenmasca-ra nuestra carencia última de control. En A Single Man [Un hom-

1.A Single Man, Londres, 1964, p. 8. [Edición en español: Isherwood, C.:Un hombre soltero. Barcelona: Argos Vergara, 1982].

bre soltero], de Christopher Isherwood, un hombre de medianaedad se mira en el espejo:

83"PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU"

Muchos rostros dentro de su rostro le miran fijamente una y otravez -los rostros del niño, del adolescente, deljoven, del hombre yano tan joven- todos ellospresentes todavía, preservados comojOsi-les en estratos superpuestos y, al igual que losjOsz7es,sin vida. Sumensqje para esta cnatura viva que se encamina haeza la muertees: Míranos -estamos muertos- ¿de qué puedes tener miedo? Y élles responde: Pero eso os ha sucedido de una flnna tan gradual,tan sencz7la. De lo que tengo miedo. es de que me atropellen derepente. 1

Un amigo mío tenía un letrero en su habitación que decía: "Note preocupes. Podría no ocurrir". Yo le escribí otro letrero quedecía: "No te preocupes. Probablemente ocurrirá. Pero no será elfin del mundo". No será el fin del mundo porque el mundo ya haacabado. Cuando Jesús muere, el sol y la luna se oscurecen, lossepulcros se abren y los muertos andan. Este es el fin del quehablaban los profetas. Lo peor que pueda imaginarse ya ha ocurri-do. El mundo se derrumbó. Y después vino el domingo de Pascua.

Pensemos por un momento en lo que más tememos. ¿Puede ser,en nuestro caso, la vergiienza de la humillación pública? ¿O la sole-dad? ¿O una muerte dolorosa? ¿O contemplar la muerte prematu-ra de alguien a quien queremos? Podemos tomar todas las precau-ciones posibles para intentar evitar estos desastres. Podemos con-

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2. AbraharnJoshua Hesche1, The Sabbath, Nueva York, 1951, p. 21. [Ediciónen español: El ''shabbat'': su significado para el hombre de hoy. Bilbao:Desclée de Brouwer, 1989].

tratar todas las pólizas de seguros habidas y por haber, vivir unavida sana, ir al gimnasio, no subir jamás a un avión, hacernos che-queos médicos con regularidad y dejar de fumar. Pero aquello quemás tememos sigue pudiendo ocurrir. Jesús nos invita a que deje-mos de tener miedo. Todo aquello que nos aterra le sucedió aJesúsen el viernes santo, el día en que finalizó el viejo mundo y se ini-ció un mundo nuevo.

"Y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que habíahecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera" (Gn2,2). A los rabinos les desconcertaba el hecho de que Dios finali-zara su labor en el séptimo día, pero no se mencionara qué fue loque hizo en aquel día. Concluyeron finalmente que había hecho eldescanso. "¿Qué fue lo que Dios creó en el séptimo día? La tran-quilidad, la serenidad, la paz y el reposo"? El descanso era el obje-tivo y la culminación de la creación.

De forma similar,Jesús pronuncia sus siete palabras, que desem-bocan en la nueva creación del domingo de Pascua. Y después des-cansa. Dios nos ha creado para que podamos compartir este des-canso y para que Él pueda descansar en nosotros. Estamos hechospara descansar en Dios y para que Dios descanse en nosotros. Estedescanso no supone la ausencia de actividad, sino una vuelta alhogar. "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre leamará, y vendremos a él, y haremos morada en él" Gn 14,23).

San Ambrosio de Milán veía enJesús yaciendo en la cruz la cul-minación del descanso de Dios en el séptimo día de la creación.

Ahora Jesús descansa en nosotros, tras finalizar la labor de supasión. Escribe San Ambrosio en su comentario sobre los seis díasde la creación:

85"PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU"

El sexto día esta acabado, la suma de la obra del mundo ha sidoconcluida. La humanidad ha sido creada, la humanidad que ngesobre todas las cosas Vivas, la humanidad que es la culminación detodo el universo, la humanidad que es gozo de toda cnatura delmundo. Ciertamente, ha llegado para nosotros el momento de rea-lizar nuestra proPia contnoucÚ5n al si7encio,pues ahora Dios des-cansa de su labor de hacer el mundo. Ha encontrado descanso enlas capas más prqfUndas del hombre, en la mente, la voluntad y e!ol:jetivo del hombre, pues Dios hizo al hombre con el poder de larazón, hizo al hombre para que éste lo imztara, para que lucharapor la virtud, para que se sintt"eraáVido de la graeza celestzal Diosencuentra en ello su solaz, como él mismo testifica cuando dice:''¿en quién voy a ft¡arme [para mi reposo], sino en el humi7de ycontnto que tiembla ante miPalabra?" (1s 66,2). Doy graezas alSeñor nuestro Dios, que ha hecho una labor de tal suerte quepuedaencontrar reposo en ella. Hizo los ezelos,pero no leo que a conti-nuación descansara. Hizo la tierra, pero no leo que a continuacióndescansara. Hizo el sol, la luna y las estrellas, pero no leo queencontrara solaz en ello. Lo que sí leo ezertamente es esto: hizo alhombre y a continuacion encontró descanso, una vez teniendo aalgUien cuyos pecados pudiera perdonar.

Así pues, nos ha dado una imagen simbólica de la pasion de!Señor que todavía estaba por venir. Nos ha revelado que un díaCnsto encontraría su solaz en el hombre. Ha anticiPado él mismoese sueño de la muerte corporal que un día habría de adoptar para

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86 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS "PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU" 87

la redención de los hombres. Escuchemos una vez más lo que dice:((}ó duenno, descanso y me desPierto nuevamente, pues el Señor mesostiene" (Sal 3, 6). Él el Creador, descansó. Honory gloria a Dios,ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amen. 3

LA PIETA DEL SIDA

A principios de los 80 comenzamos a tomar conciencia enGran Bretaña de la aparición de una nueva enfermedad: el sida.Algunos dominicos de la provincia de Inglaterra se pusieron areflexionar a propósito de cuál podría ser la respuesta de la Iglesia.Especialmente en aquellos días, las víctimas del sida solían pade-cer la marginación y el aislamiento. Un hombre joven que estuvie-ra agonizando en el hospital, tenía que arrastrarse fuera de la camacon objeto de buscar algo de comer, porque nadie se atrevía a lle-vade la comida a la habitación. Nos pareció que la acogida que lasvíctimas del sida recibieran de la Iglesia sería una prueba de nues-tra fidelidad al evangelio. El encargo de este icono a FrancesMeigh fue una pequeña iniciativa en este sentido. En laPÚtil origi-nal de Miguel Ángel, el Jesús muerto descansa finalmente en losbrazos de su madre. En este icono, el joven aquejado de sida toda-vía vive y descansa en los brazos de Jesús, que ha vencido a lamuerte. En un segundo plano, se distingue la cruz sobre la queJesús fue colgado y extiende sus brazos a todos los excluidos. Puesel Cuerpo de Cristo sufre de sida.

3. Hexaemeron, ix, IQ, 75-76. [Edición en español: véase Obras de SanAmbrosio. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1966J.

Este joven descansa libre de perturbación, de vuelta al hogar. Yano necesita justificar su presencia en mayor medida que el resto denosotros. Hasta que él no esté de vuelta en el hogar, ninguno denosotros puede pretender estado plenamente tampoco. En mayodel 2003 visité un hospicio para enfermos del sida en la ciudad dePhnom Penh, en Camboya. Lo regenta Jim, un sacerdote nortea-mericano. El edificio era de una estructura muy sencilla, con unaterraza que daba por la parte de atrás a los arrozales, trabajadoscon la ayuda de los búfalos de agua. Las personas que ya no podí-an seguir recibiendo los cuidados oportunos en sus propias casas,o que aparecían enfermos y abandonados en la calle, eran traídosaquí. Algunos lograban recuperar las fuerzas suficientes como pararegresar a sus casas, en el caso de que tuvieran alguna. La mayoríavenían aquí para morir. Me acuerdo de un hombre joven que esta-ba prácticamente en los huesos y al que le cortaban y lavaban elcabello con ternura. Parecía completamente en paz. Podemos pre-guntarnos si los cuidados prestados a este joven modificaban enalgo las cosas. Miles de personas con sida continúan muriendoabandonadas en las calles de la ciudad. Pero estos cuidados sonuna primicia de la acogida que se nos ha prometido a todos noso-tros. ElJesús de este icono dirige su vista hacia nosotros y nos invi-ta a compartir su paz.

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EPÍLOGO:

MÁS ALLÁ DEL SILENCIO

Jesús ha pronunciado ya su última palabra en la cruz. Se hace elsilencio. Tenemos que aguardar a que la Resurrección rompa elsilencio de la tumba. Dios quiere siempre que esperemos su pala-bra. Dios le prometió un heredero a Abraham y Sara, pero tuvie-ron que esperar décadas hasta la concepción de Isaac. Dios le pro-metió el Mesías a su pueblo, pero tuvieron que esperar miles deaños. Siempre es preciso aguardar un tiempo antes de que Dioshable.

Esta espera nos resulta especialmente penosa, a nosotros quepertenecemos a la generación del ahora. Nos impacientamos anteel más mínimo retraso. La comunicación por Internet es práctica-mente instantánea. Como dice Zygmunt Bauman, hemos prescin-dido de "la espera del deseo".1 Debo reconocer que soy un hombremoderno, no en el sentido de un mito erótico como DavidBeckham, pero igual de profundamente impaciente, aunque heaprendido a tomarme las cosas con un poco de más calma, des-

1. Liquzd Modernity [Modernidad líquida], Cambridge, 2000, p. 76.

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90 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS EPÍLOGO: MÁS ALLÁ DEL SILENCIO 91

pués de pasarme nueve años esperando en los aeropuertos. Un día,estando en Abidjan, me dijeron que uno de los vuelo llevaba retra-

d ?" "T d'"so. "¿Como cuánto e retraso. - res IaS."¿Qué esperamos?", como solíamos decir en nuestros cánticos.

La Palabra de Dios viene como un don. No podemos forzarla. Nopodemos hacer como si fuera nuestra posesión y dominarla. LaPalabra viene a nosotros como una persona, que es lo que dehecho es. Le debemos la cortesía de la receptividad paciente;debemos dejarla venir cuando quiera. Simone Weil dice que "noalcanzamos los dones más preciados saliendo en busca de ellos,sino esperándolos ...Esta forma de percibir es, por encima de todo,receptiva. El alma se vacía de todos sus contenidos con objeto derecibir al ser humano al cual aspira, tal y como es, en toda su ver-dad".2Del mismo modo que debemos dejarle un margen a una per-sona para que pueda mostrarse tal cual es, así también dejemosdejarle un margen a Dios para que nos conceda esta Palabra, per-maneciendo atentos en el silencio del sábado santo. La Palabraviene a nosotros, como lo describe Yann Martel en su libro TheLfftrfPi [Vida de PiJ, "sin tronar desde lo alto de un p~lpito, s~ncon-denas por parte de las malas Iglesias, sin juegos de lnfluencIas, tansólo como un libro de escrituras que espera tranquilamente decir-nos «hola», tan dulce y reconfortante como el beso de una mucha-cha en la mejilla".3

Debemos esperar la Palabra en silencio, porque la misma surgedel seno del lenguaje humano. Dios no es una persona invisible y

2. JVaJtingfir God, Londre~, 1951, p. 169. [Edición en español: Weil, S.: Ala espera de Dios. Madrid: Trotta, 1993]. .. , _ .

3. The Lfft ifP¡; Edimburgo, 2002, p. 208. [Edlclon en espanol: Martel, Y.Viaa de p¡: Barcelona: Destino, 2004].

extraordinariamente poderosa, que viene tronando del exterior, ala manera de un superman celeste o de un presidente Bush uni-versal. No podemos imaginar lo que significó paraJesús ser resuci-tado de entre los muertos, pero presumiblemente no constituyó unevento externo, cuanto la germinación, desde la interioridad másprofunda de jesús, de su vida con el Padre. La Palabra no viene,pues, del exterior, sino que se gesta en el seno de nuestro propiolenguaje. La Palabra de Dios no baja de los cielos, a la manera deun esperanto celestial. Precisa su tiempo con objeto de poder fer-tilizar el lenguaje humano. Toda gestación requiere un tiempo.

Fueron necesarios miles de años para que hubiese un lenguajeen el que la Palabra de Dios pudiera encontrar una forma de expre-sión. Los profetas, los escribas, los doctores de la Ley, la gente dela corte y la gente corriente tuvieron que tomarse la molestia deprestarle a Dios toda su atención con objeto de dar forma a un len-guaje en el que jesús pudiera decir las palabras de vida eterna. Lasexperiencias del exilio y la liberación, del ascenso y la caída de losreinos, la evolución de nuevas concepciones a propósito de la leyy del amor, los préstamos de la sabiduría de los egipcios y de losasirios, de los mitos de los cananeos y de los babilonios; todo ellofue necesario para que el lenguaje estuviera en condiciones de quela Palabra pudiera habitar entre nosotros.

Ahora, pues, debe hacerse el silencio, mientras aguardamos eldon de la Palabra que rompe el silencio. Incluso la formulación deestas siete últimas palabras de jesús se llevó décadas. Probable-mente, el primer evangelio no fue escrito hasta pasados unos cua-renta años después de la Resurrección y el último evangelio tal vezotros veinte o treinta años después del primero. La comunidad deMarcos atravesó por una aguda crisis de espera a principios de los

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años 70 del siglo I en Roma. Los apóstoles fallecían, la Iglesia eraperseguida, los cristianos se traicionaban mutuamente y caían unostras otros, y Jesús no volvía. ¿Volverá acaso alguna vez? ¿Hemosdepositado en vano nuestra esperanza en sus palabras? Pero Jesúsno ha venido al son de las trompetas, al estilo de la caballería acu-diendo a nuestro rescate. Vino del seno de nuestro lenguaje a tra-vés de los escritos de Mateo, Marcos, Lucas yJuan. Irrumpió a tra-vés de palabras nuevas de gracia y de verdad. La Iglesia tuvo quepadecer una larga gestación antes de que estas palabras pudieranserle dadas.

Esta espera de la Palabra requiere de nosotros silencio y aten-ción, pero también a veces una ardua lucha mental. Debemosaprender a estar vacantes, pero ello no es suficiente.También tene-mos que esforzarnos y luchar a brazo partido para recibir laPalabra que nos es dada en nuestro tiempo. Annie Dillard captaadecuadamente la mezcla de don y de labor ardua que implica larecepción de la Palabra:

En el mqor de los casos, la sensaClon de escnbir es la de una gra~cia inmerecida. Nos es dada, pero únicamente si la buscamos.Buscamos, nos partimos el corazón, nos rompemos la espalda, nosestngamos el cerebro y entonces -y únicamente entonces- nos esdada. Por el rabo del qjo entrevemos que algo se mueve. Algo semueve en el aire y se dirige hacza nosotros.4

4. The Wnting L!ft, Nuevi York, 1989, p. 75. [Edición en español: Dillard,A.: Vzvz"r, escnoir. Madrid: Ediciones y Talleres de Escritura CreativaFuentetaja,2002J.

Mientras esperamos la Palabra que Dios nos dará, debemos per-manecer tranquilos, abiertos a lo imposible de prever, lo que noexcluye una labor ardua y persistente. Hablando del oficio de escri-bir, decía Thoreau: "Es preciso aprender a reconocer el propiohueso, roerlo, enterrarlo, y más adelante desenterrarlo y volverlo aroer una vez más".Esto también forma parte de la espera.

Uno de mis hermanos dominicos, un adusto escocés llamadoAnthony Ross, era un gran predicador hasta el día en que un ata-que cerebral le privó del habla. El especialista que fue a verle le dijoque jamás podría volver a pronunciar una sola palabra, a lo que élrespondió: "Gracias, doctor", jEl médico se quedó sin habla!Anthony no volvió a ser capaz de decir gran cosa, pero cada unade las palabras que lograba pronunciar con gran esfuerzo era elfruto de este terrible padecimiento y de una victoria. La gentevenía desde cientos de kilómetros para confesarse con él, esperan-do las palabras que él pudiera ofrecerles. Pero había que esperar-las. Antes de que yo partiera para Roma, me dijo una única pala-bra: "iánimo!", y ello me alimentó durante un largo tiempo. Deforma similar, la Palabra de Dios requiere de un tiempo para podergestarse dentro de nosotros.

Para nosotros también suele ser a menudo sábado santo. Mien-tras nos enfrentamos a la guerra de hak, el terrorismo, el hambreen tantos países, la eclosión del sida y todos nuestros propios sufri-mientos personales, en el proceso, al igual que los discípulos,aprendemos a ser pacientes mientras esperamos una Palabra nue-va, que puede estar en proceso de salir a la luz. George Steinerconcluye Real Presences [Presencias reales] del siguiente modo:

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Pero nos corresponde a nosotros hacer el largo viqje del Sábado. Enmedio de! szgnmiento, la soledad, e! desperdicio insoportable porun lado, y los sueños de Hberacióny de renaczmiento, por otro. Antela tortura de un niño, la muerte del amor a la cual equivale elJ7iernes, incluso el arte y la poesía más sublzmes demuestran serprácticamente inútz7es. En la UtoPía del Domingo, la voluntadestética, presumtblemente, dqa de tener ninguna lógica o de sernecesana. Las aprehensiones y figuraczones que aparecen en e!

juego de la tmaginacton metqftsÚ:a, en el poema y en la música, yque nos hablan de dolor y de esperanza, de la carne, de la que sedice que sabe a ceniza, y de! espín/u, del que se dice que tiene elgusto deljUego, son siempre sabáttcas. Se han alzado de entre unaespera de proporciones inmensas, que es la espera del ser humano.Sin ellas, ¿cómopodríamos ser paczentes?5

Mientras esperamos, contemplamos el rostro sin vida de Cristo.Aunque hemos estado meditando a propósito de las siete últimaspalabras del Cristo todavía con vida, ninguna de nuestras cruces leha mostrado vivo. Aparece muerto, como en la cruz de MichaelFinn, o ausente, como en las cruces de la fraternidad de la cárcelde Norfolk, Haití, El Salvador o el rosario de Argentina. Única-mente en lapteta del sidaJesús aparece vivo y mirando hacia noso-tros, pero no está en la cruz. Hicieron falta cuatrocientos años pararepresentar a Cristo en la cruz, como puede verse en las puertas deSanta Sabina, donde viví en Roma, y otros quinientos años paraatreverse a representado sin vida.

5. Real Presences: Is there A.nything in What we Say?, Londres, 1989, p. 232.[Edición en español: Steiner, G.: Presencias reales: ¿hay algo en lo que deci-mos?Barcelona: Destino, 2001].

¿Qué significa dirigir la vista al rostro sin vida de Cristo mien-tras esperamos la Pascua? Y, ¿por qué, después de la Pascua, con-servamos imágenes de Cristo sin vida?James Alisan subraya que laresurrección no es únicamente una etapa más en la vida de Jesús,ni que Jesús haya dejado la muerte tras de sí. Ahora es el crucifi-cado y el resucitado. "La resurrección deJesús constituyó la devo-lución gratuita de latotalidad de la vida y la muerte que había con-cluido en el viernes santo -la totalidad de la humanidad de Jesúsincluye asimismo su muerte humana".6 En el tercer Prefacio dePascua,Jesús es elagnus quivtvt"t semperocczsus, "el cordero que vivepara siempre sacrificado".

Ello significa que Jesús continúa estando entre nosotros comoel excluido y el crucificado.Jesús le dijo a San Pablo en el caminode Damasco: "¿Por qué me persigues". El cuerpo de Cristo conti-núa siendo rechazado junto con los pobres y con todos aquellosque viven en la desolación. Está entre nosotros, impotente y almismo tiempo triunfante. Así, las siete últimas palabras no corres-ponden exclusivamente al pasado deJesús, a un momento anteriorde su vida que se hubiese quedado trasnochado. No somos única-mente nosotros quienes podemos gritar a veces: "iDios mío, Diosmío!, ¿por qué me has abandonado?" Cristo continúa profiriendoeste mismo grito en nosotros. Este rostro sin vida pone en entre-dicho a todos aquellos cuya imagen habla de poder y de domina-ción, empezando por el César, cuyo rostro figuraba en las mone-das que Jesús tuvo ocasión de ver, hasta llegar a los tiranos comoSaddam Hussein, cuya imagen aparecía por todas partes en Irak.En palabras de David Ford: "Es evidente que el rostro de esta víc-

6. Knowing Jesus, Londres, 1993, p. 20.

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tima de los poderes políticos y religiosos, al que recordamos cru-cificado, estaba llamado a convertirse en un desafio permanentepara todas las imágenes de poder y de autoridad".7

En el Antiguo Testamento, la señal de la suprema bendiciónconsiste en que el rostro de Dios se ilumine. "Haz que alumbre atu siervo tu semblante, isálvame, por tu amor!" (Sal 31, 17).En elMuseo de Israel en Jerusalén, se puede ver un minúsculo trozo decuero de unos 2.500 años de antigiiedad.8 Contiene el texto bíbli-co más antiguo que existe, en una escritura hebrea que ya habíaquedado obsoleta en tiempos de Jesús. Son las palabras que Aarónutilizaba para bendecir al pueblo de Israel: "Yahveh te bendiga y teguarde; ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; Yahvehte muestre su rostro y te conceda la paz" (Nm 6,24-26). Fueronnecesarios quinientos años para que las palabras que figuran eneste trozo de cuero desecado tomaran cuerpo y sangre en el ros-tro de Jesús. Antes de Cristo, no podíamos ver a Dios y vivir.Suplicábamos que Dios nos sonriera, pero nosotros no podíamosdevolver la mirada. Ahora, en el final de su vida, contemplamos surostro sin vida. Ahora es Dios quien no puede corresponder a lamirada. Esta es la suprema vulnerabilidad de Dios en Cristo. Todaslas amistades son entre iguales. Nuestra amistad para con Dios sig-nifica que es preciso que dejemos a un lado .la desigualdad de mira-das que existía anteriormente. Ya no sólo somos vistos; nosotrostambién vemos a su vez.

7. Se!f and SalvatÚm: Bdng TranifOrmed [Sí mismo y salvación: la experien-cia de ser transformado], Cambridge, 1999, p. 208.

8.Jonathan Sacks, Celeb{'ating L(ft: Finding HaPPiness in Unexpected Places[Un canto a la vida: el hallazgo de la felicidad en los lugares más insos-pechados], Londres, 2000, p. 148.

David Ford ve asimismo en este rostro sin vida una llamada a laresponsabilidad:

Representa la persona entera de Jesucnsto, si bien en una ausen-cia que reclama una responsabzlzdad equivalente. Significa sÚnul-táneamente la última aceptación de una responsabzlzdad y su com-pleta delegación. Ante este rostro sin vzda es posible reconocer aalguien que se dio absolutamente por Dios y por nosotros: estámuerto por nosotros, ausente por nosotros, y creando por su muerteun ámbito de responsabt7zdad sin límztes. Al igual que sucede en laparábola de Jesús del capataz que sale de viqje y df!ia al cargo asus intendentes, el rostro sin vzda es la encarnación de una llama-da a la responsabzlzdad durante la ausencia. 9

Ford lo compara con la imagen sugerida por Santa Teresa deLisieux de Jesús dormido en la barca; los discípulos deben asumirla responsabilidad y no despertarle.

No estoy seguro de que pudiera hablar tanto de la ausencia deJesús como de su presencia a través de nosotros. El rostro sin vidanos llama a la responsabilidad porque, como dice Santa Teresa deÁvila, ahora no tiene pies, salvo los nuestros, ni manos, salvo lasnuestras, ni boca, salvo la nuestra. En el domingo de Pascua laPalabra se alzó de entre los muertos. Tras la Ascensión, una vezque Jesús ya no está entre nosotros como un ser humano entreotros, somos nosotros quienes seguimos rompiendo el silencio delas tumbas de los hombres.

9. Se!f and Salvation, p. 206.

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La escritora norteamericana de raza negra Audre Lorde fuediagnosticada de cáncer de mama y la perspectiva de la muerte laenfrentó con el recuerdo de todas las ocasiones en las que habíaguardado silencio:

Al volvenne flrzosamente y esencialmente consciente de mi morta-lidad, y de lo que deseaba y de lo que quería en relación con mivida, por breve que ésta pudiera ser, las pnonaades y las omz'szo-nes aparecieron claramente peifiladas, bq;o una luz' inmz'sencorde,y de lo que más me arrepentía era de mz'ssz7enczos.¿De qué habíatenzao siempre miedo? Plantear ciertas cuestzones, o decir ciertascosas en las que creía, habría podzao significar el szifnmiento o lamuerte. Pero todos szifnmos de tanta flnnas, constantemente, y elszifnmiento expenmenta una modificación, o bien se acaba. Lamuerte, por otro lado, es el sz7enczofinal Y podría venir rápzaa-mente, en este precz'so momento, sin preocuparle si yo alguna vezhabía dzcho lo que tenía que deczr, o me había lzmztado a trazCzo-nanne a través de pequeñossz7enczos, mÚmtras albergaba la inten-czon de hablar algún día, o aguardando a quejUera otra personaquien hablase. 10

El dominico Yves Congar dice en una frase maravillosa: "LaBz'ble est vin7z'sante", "La Biblia es virilizante".Ante la perspectiva dela muerte, nos ofrece unas palabra firmes y valientes. La Biblia,desde Abraham hasta San Pablo, está poblada de hombres y muje-

10. Sister Outsider, California, 1984, p. 41 [Edición en español: Lorde, A.: Lahermana, la extratvera<:artículos y coriferencias. Madrid: Horas y Horas,2003J; citado por C. Hilkert, Speaking wz'th Authon'ty [Hablar con autori-dadJ, Nueva York, 2001, p. 135.

res apasionados, llenos de una loca vitalidad, y que profieren pala-bras fuertes. ¿Les dejaríamos entrar en nuestros seminarios y novi-ciados? ¿No los consideraríamos más bien poco fiables? ¿Pasaríannuestros tests psicológicos? Nunca sabremos con seguridad res-pecto de qué podrían poner el grito en el cielo.

Cada vez que nos contenemos de pronunciar unas palabras fir-mes y valerosas, estamos siendo cómplices del silencio de latumba, de las fuerzas de la muerte. Para hablar se precisa en oca-siones heroísmo, dado que ello podría conducirnos directamente anuestra propia muerte. Cuando Pierre Claverie, el dominico obis-po de Orán, advirtió que probablemente iba a ser asesinado por losterroristas islámicos, sus sacerdotes y sus amigos trataron de per-suadirle de que guardara silencio. Uno de ellos le dijo poco antesde su muerte: "Creo que hablas demasiado. Te necesitamos". Pierrecontestó: "No puedo quedarme en silencio. Está en mis manos serun testigo de la verdad".l1Sabía que hablar equivalía a morir. Esteno es el caso de nosotros en Gran Bretaña. Pero existen otras pre-siones diferentes, incluso dentro de la misma Iglesia, para enfren-tarnos a las cuales tal vez sea necesario tener prácticamente elmismo coraje.

Con frecuencia nos silencia el miedo a no ser comprendidos. Sinos atrevemos a abrir "la caja de Pandora", tenemos miedo de quepuedan hacerse una idea falsa de nosotros. La prensa nos tergiver-sará y recibiremos un aluvión de cartas de protesta. Tal vez tenga-mos la impresión de que aún no hemos logrado dar con las pala-bras apropiadas. Parece más sensato no decir nada por el momen-

11. J ean-J acques Pérennes, Pierre Clavene: un Algénen par alliance [PierreClaverie: un argelino por alianzaJ, París, 2000, p.358.

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100 LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS EPÍLOGO: MÁS ALLÁ DEL SILENCIO 101

to Oesperar a que otro hable. Pero debemos atrevernos a intentarencontrar las palabras, aun en el caso de que no se trate en abso-luto de las palabras apropiadas. No hay razón para tener miedo deequivocarnos la primera vez, porque si el Espíritu se ha derrama~do sobre la Iglesia, ésta no se descarriará tan fácilmente. Hemos deatrevernos a tener la humildad de decir unas palabras parciales,torpes, que pudieran ayudar al Pueblo de Dios a acceder a la ver-dad. Necesitamos el coraje de hablar y la humildad de saber quepodemos estar equivocados.

Podemos sentirnos inhibidos por el respeto a la autoridad den-tro de la Iglesia, o sentir que otras personas deberían ser inhibidaspor respecto a nuestra propia autoridad. En ese caso debemosrecordar a Santa Catalina de Siena, que se atrevió a decirle la ver-dad incluso a los papas. Se atrevió a decirle a los papas lo que Diosquería que éstos hicieran. Le escribió a Urbano VI: "Mi queridísi-mo babbo, perdonadme mi presunción al deciros lo que os hedicho -lo que me· siento compelida a decir por la dulce y primeraVerdad. Esta es su voluntad, padre; ¡esto es lo que solicita de VOS!".12y cuando otro papa pareció sentirse contrariado ante semejantelibertad, Santa Catalina le escribió diciéndole que sus seguidores yella dirían la verdad "dondequiera que le pluguiese a Dios, inclusoa su santidad".13Esta no es la presunción fácil propia de los que lesencanta la confrontación y disfrutan siendo reprendidos por el

12. Carta a Gregario XI, (T255), 18-22 de junio de 1376; traducción de Su-zanne Noffke, Vol. Il, The Letters if Sto Catherine ifSiena, Tempe, 2001[Edición en español: véase Epistolano de Santa CataHna de Siena: espíntuy doctnna. Salamanca: San Esteban, 1982J; citada en C. Hilkert, Speaklngwlth Authon"ty, p. 56.

13. Ibid., T305, p. 72.

Vaticano. Son las palabras de alguien que respetaba profundamen-te a la autoridad y que rechazaba tajantemente que la obligasen aentrar en conflicto. En la Iglesia de nuestros días continúa habien-do demasiado silencio. Czeslaw Milosz, en su discurso de acepta-ción del Premio Nobel de Literatura del año 1980, dijo: "Dentro deuna habitación en la que la gente mantiene con animosidad unaconspiración de silencio, una palabra de verdad puede sonar comoel disparo de un arma de fuego".

El coraje de hablar se basa en ultima instancia en el coraje deescuchar. ¿Nos atrevemos a escuchar a los jóvenes, con sus dudasy sus preguntas? ¿Nos atrevemos a escuchar a las personas que tie-nen unas opiniones teológÍcas diferentes de las nuestras? ¿Nosatrevemos a escuchar a las personas que se sienten alienadas de laIglesia? ¿Escuchamos a aquellos cuyas vidas parecen situarles almargen, porque están divorciados y casados en segundas nupciaso son homosexuales o viven con sus parejas de hecho? No tendre-mos el coraje de hacer algo semejante, a menos que hayamos escu-chado en silencio a la más perturbadora de entre todas la voces, lade nuestro Dios. Si somos capaces de guardar silencio ante Dios yde oír su Voz, que resucitó de entre los muertos, ningún silenciopodrá encerrarnos jamás en ninguna tumba.