La rebelión de abril - FlacsoAndes

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No. 23, septiembre 2005ISSN 1390-1249

CDD 300.5 / CDU 3 / LC H8 .S8 F53Vol 9, Issue 3, September, 2005

Quito - Ecuador

Facultad Latinoamericana de Ciencias SocialesSede Ecuador

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ICONOS. Revista de Ciencias SocialesNúmero 23, septiembre 2005, Quito-EcuadorISSN: 1390-1249 / CDD: 300.5 / CDU: 3 / LC: H8 .S8 F53 (Vol. 9, Issue 3, September 2005)

ÍCONOS. Revista de Ciencias Sociales es una publicación de Flacso-Ecuador. Fue fundada en 1997 con el fin de estimular unareflexión crítica desde las ciencias sociales, sobre temas de debate social, político, cultural y económico del país, la región andi-na y el mundo en general. La revista está dirigida a la comunidad científica y a quienes se interesen por conocer, ampliar y pro-fundizar, desde perspectivas académicas, estos temas.

Para la selección de artículos se utiliza un arbitraje bajo el sistema de doble ciego (peer review). La revista está indexada enLatindex-Catálogo.

ÍCONOS se publica cuatrimestralmente en los meses de enero, mayo y septiembre.

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CDD 300.5 / CDU 3 / LC: H8 .S8 F53 Iconos: revista de ciencias sociales.—Quito: Flacso-Ecuador, 1997-

v. : il. ; 28 cm.Ene-Abr. 1997-Cuatrimestral- enero-mayo-septiembre ISSN: 1390-1249

1. Ciencias Sociales. 2. Ciencias Sociales-Ecuador. I. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Ecuador)

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Pensar los acontecimientos

La preocupación central de este número ha sido el análisis de la insurrec-ción de abril de 2005. Se trata de un momento coyuntural que a crite-rio de los que hacemos la revista requería y requiere ser pensado. Pero,

¿por qué pensar un hecho de coyuntura? Y en términos más generales, ¿quésignifica pensar en términos de coyuntura?

Se entiende que una de las cosas que diferencia a una revista de ciencias so-ciales de otro tipo de publicaciones es su preocupación por el desarrollo de uncampo disciplinario. Como campo funciona con su propio ritmo, sometido asus propias reglas, sin que esto signifique que sea ajeno a los condicionamientosdel mundo social. En nuestro caso concreto, se trata de contribuir al mejora-miento de la reflexión sobre nuestros países, pero esto sólo es posible a partir deun espacio teórico y de pensamiento. Esto supone, como se sabe, un distancia-miento con respecto a los objetos de análisis. Revisar textos, analizar documen-tos, producir conceptos, todo eso conduce a un cierto alejamiento del mundoque no por eso tiene que eliminar una relación dialógica con él.

Ahora bien, los hechos de abril son aún demasiado cercanos para los cien-tistas ecuatorianos como para poder entender todo su significado, a más deque todos nos hemos visto atravesados, de un modo u otro, por esos hechos.Cualquier estudio sostenido requeriría no sólo de cierta distancia temporal si-no de un espacio social que haga posible el análisis. Separarse de los hechospara pensarlos no significa desligar lo académico de lo político sino vivir otradimensión, igualmente importante, de lo político. Las sociedades latinoame-ricanas han sido y son el escenario de innumerables sucesos significativos, pe-ro el pensamiento social no siempre se desarrolla a la par de ellos. Eso no per-mite acumular una experiencia ni un campo de reflexión, necesarios para lapolítica.

Lo coyuntural puede ser asumido como novedad, como algo que sucede enel momento; en este sentido, lo que viviríamos es una sucesión de coyunturasigualmente pasajeras. Los medios se encargan de fabricar esa visión de lo co-yuntural; eso forma parte de su razón de ser: los medios convierten los hechos

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económicos, sociales, políticos, en elementos espectaculares, sin diferenciar loque realmente importa de lo aleatorio. La coyuntura es, en este sentido, lo quellama la atención y se comenta por un tiempo, para después desaparecer de laescena. Desde la perspectiva de las ciencias sociales críticas, lo coyuntural estámás bien relacionado con el acontecimiento, y esto con lo que marca un mo-mento de inflexión o de cambio. ¿Hasta que punto los hechos de abril puedenser pensados de ese modo? La llamada “insurrección de los forajidos” ha sido,en buena medida, banalizada por los publicistas y secuestrada por los políti-cos. En cuanto a los cientistas sociales, la mayoría se ha dejado llevar por loutilitario y no se detiene a pensar en este tipo de acontecimientos.

Íconos quiere impulsar a pensar de otro modo la coyuntura. Por el momen-to hemos hecho una convocatoria amplia de artículos para analizar lo sucedi-do en abril. Lo que hemos logrado, en realidad, son atisbos, entradas desdedistintos escenarios, puntos de partida realizados desde diversas ópticas. Loque está en discusión en unos casos es el sentido de la revuelta; en otros, loslímites de las instituciones o el juego de fuerzas. Las perspectivas de análisis,los métodos y las valoraciones también difieren. Se trata de una primera en-trada a un tema complejo pero necesario. Lo más interesante sería desarrollara partir de aquí un debate, pero también iniciar un trabajo de mayor alientoque de a estos hechos una profundidad histórica; que los relacione con las for-mas de funcionamiento de la cultura política en el largo y mediano plazo, ycon lo que ha sucedido y sucede en otros lugares a más de Quito, como en ciu-dades intermedias del Oriente, la Costa y la Sierra, o en Guayaquil y Cuenca.Además, lo acontecido en Quito constituyó un importante movimiento ciu-dadano -no importa cuan fugaz haya sido- que debería ser comparado con losucedido en otras ciudades de Latinoamérica como La Paz o Buenos Aires. Escada vez más difícil pensar la coyuntura desligada de un juego más amplio defuerzas y desconectada de esos procesos que, aun cuando se producen en loca-lidades, tienen una dimensión y un significado global.

Eduardo Kingman GarcésDirector de Íconos

Editorial

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No. 23, septiembre 2005ISSN 1390-1249

CDD 300.5 / CDU 3 / LC H8 .S8 F53Vol 9, Issue 3, September, 2005

Quito - Ecuador

Sumario

Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3-4

Coyuntura

¿Influyen los precios del petróleo en el alza de los Global 12?Una reflexión de coyuntura sobre el endeudamiento extero ecuatoriano . . . . . . . . . . . . . . 9-15Fander Falconí y Juan Ponce Jarrín

Dossier

La caída de Gutiérrez y la rebelión de abrilPresentación del Dossier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19-26Felipe Burbano de Lara

La frágil legitimidad del príncipe democrático . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27-36Catalina Pazmiño

Ecuador: cuando la inestabilidad se vuelve estable . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37-44Simón Pachano

La crisis del sistema político ecuatoriano y la caida de Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45-52Julio Paltán

El fervor democrático quiteño:¿un mito, un sueño o algo sustancial? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53-62

Teodoro Bustamante

“Lo que pasó en Ciespal” Apuntes etnográficos sobre el poder,los medios y los sin-sentidos de la violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63-82Edison Hurtado Arroba

Insurrección, legitimidad y política radical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83-92Franklin Ramírez Gallegos

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El 20 de abril: presente y pasado de un proyecto militar corporativo . . . . . . . . 93-100Bertha García Gallegos

El regreso de Abdalá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101-108Carlos de la Torre

Debate

Persona, religión y jerarquía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111-114Comentarios al Dossier de ÍCONOS 22Eduardo Khon

Diálogo

Ciencias políticas y trabajo de campoDiálogo con Liisa North . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117-124Luciano Martínez

Temas

¿La ciudad puede llegar a ser educadora? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127-140Patricia Pérez

Reseñas

Magdalena León, editoraNadando contra corriente. Mujeres y cuotas en los países andinos . . . . . . . . . 143-145Andrés Mejía Acosta

Fander Falconí y Julio Oleas, compiladoresEconomía ecuatoriana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145-147Enrique Sierra C.

Javier Ponce Leiva, editorLa seguridad del Ecuador. Del 11 de septiembre al Plan Patriota . . . . . . . . . . . . 147-149Carla Álvarez

Franklin Ramírez GallegosLa insurrección de abril no fue sólo una fiesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149-152Álvaro Campuzano Arteta

Mauro Cerbino, editorViolencia en los medios de comunicación, generación noticiosa y percepción ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152-154Carlos Tutiven Román

Política editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156Normas para la presentación de originales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

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COYUNTURA

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¿Influyen los precios del petróleo en el alza de los Global 12? Una reflexión de coyuntura sobre el endeudamiento externo ecuatoriano

Fander Falconí Benítez y Juan Ponce Jarrín1

Profesores-Investigadores de Flacso-Ecuador

Mail: [email protected]: [email protected]

Fecha de recepción: junio de 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto de 2005

ResumenEste artículo pretende establecer la relación entre determinadas medidas de política económicainterna y la cotización de la deuda externa en el mercado secundario internacional. Concreta-mente, indaga en la vinculación entre los precios del petróleo, los cambios en la normativa le-gal y la cotización de los Bonos Global 12 en el caso ecuatoriano. Mediante la utilización detécnicas econométricas, se llega a la conclusión que la creación del Fondo de Estabilización, In-versión Social y Productiva y Reducción del Endeudamiento Público (FEIREP) en junio de2002 fue el detonante principal para la elevación de los Bonos Global 12, lo cual favoreció evi-dentemente a los tenedores de papeles de deuda.

Palabras clave: FEIREP, endeudamiento público, bonos global, Ecuador

AbstractThis article pretends to establish the relationship between certain internal economic policiesand the price of the external debt in the international secondary market. Specifically, this studysearches the linking between oil prices, the changes in legal norms and the prices of Global 12Bonds in the Ecuadorian case. With the application of econometric techniques, the authorsreach the conclusion that the creation of the “Fondo de Estabilización, Inversión Social y Pro-ductiva y Reducción del Endeudamiento Público-FEIREP” (Stabilization, Social and Produc-tive Investment, and Public Debt Reduction Fund) on July 2002 was the main reason for theraise in the price of Global 12 Bonds, which evidently favored debt paper holders.

Keywords: FEIREP, public debt, Global Bonds, Ecuador

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 9-15© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

1 Los autores agradecen los comentarios de varios analistas e investigadores a una versión preliminar de este documento.

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coyuntura

12ÍCONOS 23, 2005, pp. 9-15

Fander Falconí Benítez y Juan Ponce Jarrín

Los vaivenes del endeudamiento público

La deuda externa pública y su pago esquizá uno de los factores más desequi-librantes de la economía ecuatoriana.

Las renegociaciones y los programas de pagoscomprometidos en diversos esquemas como elPlan Baker en los ochenta y el Plan Brady, fra-casaron estrepitosamente. Éste último se vinoabajo en la crisis de 1999, cuando Ecuadordeclaró moratoria de los bonos durante el ré-gimen demócratacristiano de Jamil Mahuad.Entonces, producto de la renegociación de losbonos Brady en el año 2000, se canjearon porlos llamados Bonos Global 12 y Global 30.

El gobierno de Mahuad estuvo signadopor el conflicto social y político. Jamil Ma-huad gobernó entre agosto de 1998 y el 21 deenero del año 2000, cuando una revuelta so-cial y militar le obligó a renunciar. El fenóme-no de El Niño, la irresponsabilidad financie-ra, el desgobierno y la corrupción condujeronal país a la peor crisis de su historia económi-ca. En diciembre de 1998 el gobierno garan-tizó ilimitadamente los depósitos en el siste-ma financiero. La flamante autonomía delBanco Central del Ecuador saltó en pedazos.La emisión monetaria se desbocó, lo que noimpidió la quiebra del 50% de los bancos, pe-ro imposibilitó seguir pagando los bonosBrady (Falconí y Oleas 2004). En julio de1999 se bloquearon los flujos internacionalesde capital y al final del año el producto inter-no bruto había caído más del 7%. Este fue elescenario para implantar la dolarización enenero de 2000. Con la caída de Mahuad, asu-mió el poder el vicepresidente Gustavo No-boa, quien estuvo al frente de la presidenciaentre enero de 2000 y enero de 2003.

En junio de 2002, ya durante el gobiernode Noboa, se promulgó la Ley Orgánica deResponsabilidad, Estabilización y Transparen-cia Fiscal (LOREYTF). Esta ley priorizó el pa-go del servicio de la deuda externa y su recom-

pra y además, al colocar un tope de 3.5% decrecimiento anual real, limitó el crecimientode gasto primario, que incluye inversión so-cial. Las preasignaciones de ley redujeronprácticamente a cero la posibilidad de ejercerpolítica discrecional anti-cíclica. Si la dolariza-ción fue una camisa de fuerza para una políti-ca monetaria alienada por el salvataje banca-rio, la LOREYTF redujo al Ministro de Eco-nomía y Finanzas a la calidad de cajero delgasto público (Falconí y Oleas 2004).

La deuda pública se situó en US$ 11,062millones a diciembre de 2004. Durante 2004el servicio de la deuda pública (amortizacio-nes e intereses efectivos) representó el 5% delProducto Interno Bruto (PIB), el 20% de lasexportaciones totales, el 39% de las ventas ex-ternas de petróleo crudo y el 31% de los in-gresos corrientes y de capital del presupuestodel gobierno. El endeudamiento privado haintroducido nuevos elementos de perturba-ción. La deuda privada se situó en cerca deUS$ 5.949 millones en diciembre de 2004,un crecimiento significativo desde el inicio dela dolarización (en el 2000 se ubicó en US$2.229 millones). En el gráfico 1 se muestra laevolución de la deuda pública y privada.

Del total de la deuda pública, el 38% es conorganismos internacionales y 11% con el Clubde París. La deuda con bancos es 37% del to-tal2. De ella 35% está en el mercado en bonosGlobal 12 y 30. Los montos de los bonos Glo-bal ascienden a US$ 2.700 millones para los de30 años plazo (Global 30) y US$1.250 millo-nes para los de 12 años plazo (Global 12).

El FEIREP y su efecto en la cotización de los Bonos Global 12

Luego de la caída de Mahuad, el gobierno deNoboa y del recientemente depuesto presiden-te Lucio Gutierrez mantuvieron la política de

2 Ver BCE: www.bce.fin.ec/frame.php?CNT=ARB0000269

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endeudamiento y concretamente conservaronel Fondo de Estabilización, Inversión Social yProductiva y Reducción del EndeudamientoPúblico (FEIREP). Tras la destitución de Gu-tierrez en un nuevo levantamiento social enabril de 2005, su vicepresidente, Alfredo Pala-cio asumió el gobierno. Una de las primerasacciones de su Ministro de Economía y Finan-zas, Rafael Correa, fue reformar el FEIREPpor inconveniente a los intereses nacionales3.Esto fue aprobado con modificaciones por elCongreso Nacional en julio del presente año.Con esto se desarmó la estructura de un esque-ma de ahorro que privilegiaba el servicio de ladeuda, marginando la inversión social.

A propósito de la reforma al FEIREP, en laactualidad existe un debate alrededor de lascausas que han provocado un aumento en losprecios de mercado de los bonos Global 12 yGlobal 30. Como se indicó, los montos de losbonos Global ascienden a US$ 2.700 millo-nes para los de 30 años plazo (Global 30) yUS$ 1.250 millones para los de 12 años pla-zo (Global 12). Las tasas de interés se elevanpaulatinamente para los Global 30 en un 1%

anual, desde 4% hasta alcanzar un máximode 10%, mientras que los Global 12 tienenuna tasa fija de 12% anual.

El mercado financiero internacional reac-cionó con la elevación sostenida del precio deestos bonos, ante la promulgación de la LeyOrgánica de Responsabilidad, Estabilizacióny Transparencia Fiscal (LOREYTF) (junio de2002), la cual garantizaba el pago del serviciode la deuda pública y la recompra de deudaexterna pública externa e interna a valor demercado con fondos específicos provenientesde los recursos petroleros –a través del FEI-REP-. Desde entonces, la rentabilidad gene-rada por los bonos Global 30 y 12 años en elmercado secundario superó a fines del 2004el 100%, tomando en consideración que aseptiembre de 2002 cotizaban respectivamen-te con un 62% y 47% de descuento sobre suvalor nominal. El valor de mercado de los bo-nos Global 30 se incrementaron significativa-mente e inclusive los bonos Global 12 sobre-pasaron su valor nominal.

Se ha convertido en un lugar común, en-tre muchos analistas económicos, afirmar queel incremento del precio de los bonos se debeal incremento en los precios del petróleo (verpor ejemplo, Crespo y Cuenca 2005) Para

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¿Influyen los precios del petróleo en el alza de los Global 12?

3 Nota del Editor: El ministro Correa presentó su renun-cia el 4 de agosto de 2005.

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Deuda Pública

Deuda Privada

Gráfico 1Evolución de la deunda pública y privada (Millones de dólares)

Fuente: Banco Central del Ecuador.Elaboración: los autores

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comprobar esta afirmación, se ha realizado unestudio econométrico para explicar la rela-ción entre precios del petróleo y los precios delos bonos Global. Para ello, se construye unaserie mensual comprendida entre septiembrede 2000 hasta marzo de 2005. Entonces, secuenta con 55 observaciones, de las cuales 21corresponden al período anterior al apareci-miento del FEIREP (junio 2002), y 34 al pe-ríodo posterior. Se tiene el valor de los bonosGlobal 12 y del precio del barril del petróleopara cada mes (la información proviene de laInformación Estadística Mensual, BancoCentral del Ecuador, 2005). En el Cuadro 1se presenta la media y la desviación estándarde los precios de los bonos y del barril del pe-tróleo para el total de la serie, para el períodoanterior y posterior al FEIREP.

En promedio, en el período examinado elprecio de los bonos Global 12 fue del79,02% de su valor nominal y el precio delbarril del petróleo fue de US$ 24,77. Antesdel aparecimiento del FEIREP4 el precio pro-medio de los bonos Global 12 fue del 71,02%, con una desviación estándar de 5,5. Ade-

más, el precio promedio del barril de petróleofue de US$ 20,4 con una desviación estándarde 4. Por otro lado, para el período posterioral aparecimiento del FEIREP el precio pro-medio de los bonos Global 12 fue de 83,9%con una desviación estándar de 16,6; en tan-to que el precio del petróleo fue de US$ 27,5,con una desviación estándar de 4,2.

Esta estadística descriptiva permite ob-servar que en el período con FEIREP au-mentó, en promedio, el valor de los bonos,así como su variabilidad. También se elevó elprecio promedio del petróleo, aunque su va-riabilidad no experimentó modificacionesimportantes.

En el gráfico 2 se presenta la evolución delos precios de los bonos Global 12 en el pe-ríodo analizado.

En el gráfico se pueden identificar cuatromomentos en la cotización de los bonos Glo-bal a 12 años: a) estabilidad relativa, b) eleva-ción, c) tendencia hacia la baja, d) alza soste-nida posterior al aparecimiento del FEIREP.

Para tener una idea más clara de la rela-ción entre precio de los bonos y el precio delpetróleo, se realizó un análisis econométrico.Se presentan los resultados de tres especifica-

coyuntura

14ÍCONOS 23, 2005, pp. 9-15

Fander Falconí Benítez y Juan Ponce Jarrín

Cuadro1Precio de bonos Global 12 y del barril de petróleoPromedio y desviación estándar

Todo el período Promedio Desviación Estándar No. Casos

Global 12 79.02 14.86 55

Barril Petróleo 24.77 5.36 55

Antes del FEIREP

Global 12 71.02 5.54 21

Barril Petróleo 20.39 3.97 21

Con FEIREP

Global 12 83.97 16.64 34

Barril Petróleo 27.48 4.20 34

Fuente: BCE, 2005Elaboración: los autores

4 Entre septiembre de 2000 a mayo de 2002.

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ciones distintas. En todos los casos, la varia-ble dependiente es el precio de los bonos Glo-bal 12 y la variable independiente es el preciodel petróleo. La primera especificación abarcatodo el período de análisis, la segunda especi-ficación se refiere solo al período anterior alFEIREP, y la tercera regresión se refiere al pe-ríodo posterior al FEIREP. Los resultados seaprecian en el cuadro 2.Si se analiza la regresión para todo el período(especificación 1) se observa que el precio del

petróleo influye positiva y significativamenteen los precios de los bonos Global 12. Un au-mento del precio del petróleo de un dólar, es-tá relacionado con un incremento del preciode los Global 12 de 1,5%. Sin embargo, estaregresión asume que los parámetros del mode-lo son los mismos para el período anterior yposterior al aparecimiento del FEIREP5.

15ÍCONOS 23, 2005, pp. 9-15

¿Influyen los precios del petróleo en el alza de los Global 12?

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Gráfico 2Evolución del precio de los Global 12

Fuente: Banco Central del Ecuador, 2005Elaboración: los autores

Cuadro 2Modelos econométricosPrecio de bonos Global 12 en función del precio del petróleo

Var Dep: Precio Global Especificac. 1 Especificac. 2 Especificac. 3

Precio Petróleo 1.46* -0.31 2.02*

Constante 42.72* 77.50* 28.24

R2 0.28 0.052 0.262

Suma residuos al cuadrado 8596.21 581.22 6744.54

Durbin Watson 0.22 0.41 0.31

No. Observaciones 55 21 34

* Significativo al 99%.Fuente: BCE, 2005Elaboración: los autores

5 Se realizó un Test de Chow para examinar si la restric-ción impuesta es válida (de igualdad de los parámetros

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La especificación 2 muestra los resultadosde la regresión para el período anterior alFEIREP. Se determina que el precio del pe-tróleo no tiene ningún efecto estadísticamen-te significativo, e incluso el signo del coefi-ciente es negativo.

La especificación 3 muestra los resultadospara el período posterior al aparecimientodel FEIREP. En este caso, el coeficiente es es-tadísticamente significativo y tiene una rela-ción positiva.

Cuando se trabaja con series de tiempo ge-neralmente se presentan dos problemas: que lasseries no sean estacionarias, y que exista un pro-blema de autocorrelación en los errores. Afor-tunadamente existen tests econométricos paradetectar estos problemas y procedimientos es-pecíficos de corrección. En el caso de la autoco-rrelación, el valor del Durbin Watson, incluidoen la tabla anterior, indica que en las tres espe-cificaciones existe autocorrelación. El principalefecto de la autocorrelación es que los erroresestándares de los estimadores no son los ade-cuados y por tanto hay problemas con la infe-rencia estadística. Un efecto similar se presenta

en el caso en que las dos series no sean estacio-narias. Se aplicó el test de Dickey y Fuller paraexaminar si las series son estacionarias, y se en-contró que las dos series no son estacionarias6.

Con base en las pruebas estadísticas reali-zadas, a continuación se presentan los resul-tados de estimaciones que corrigen los pro-blemas anteriores. En el cuadro 3, se presen-tan los resultados con corrección por autoco-rrelación. Las especificaciones son las mismasque en el cuadro 2, esto es, la primera espe-cificación se refiere a todo el período, en tan-to que la segunda y la tercera se refieren alperíodo antes de y después del FEIREP res-pectivamente.

En esta tabla se puede apreciar que, des-pués de corregir por autocorrelación, no exis-te una asociación estadísticamente significati-va entre el precio del petróleo y los bonosGlobal 12. Dicha conclusión se mantiene pa-ra todo el período, así como para los períodosanterior y posterior al FEIREP.

Para corregir el problema de la no estacio-nariedad se suele trabajar con las primeras di-

coyuntura

16ÍCONOS 23, 2005, pp. 9-15

Fander Falconí Benítez y Juan Ponce Jarrín

6 Sin embargo, aún cuando se tiene series estacionariasse puede usar los errores estándares obtenidos en losmodelos sin ningún problema siempre y cuando lasdos series estén cointegradas. Después de realizar losrespectivos tests se encontró que las series no estáncointegradas.

Cuadro 3Modelos econométricos con corrección por autocorrelación(Regresión Cochrane Orcutt)

Var Dep: Precio Global Especif. 1 Especif. 2 Especif. 3

Precio Petróleo -0.12 0.03 -0.22

Constante 122.70* 73.11* 150.16*

R2 0.01 0.0005 0.0218

Durbin Watson original 0.22 0.41 0.31

Durbin Watson transformado 1.41 1.65 1.40

No. Observaciones 55 21 34

* Significativo al 99%Fuente: BCE, 2005Elaboración: los autores

en los dos períodos), y se rechazó la hipótesis nula (deigualdad de los parámetros). Lo anterior significa quese deben correr regresiones por separado para cada pe-ríodo. Por ello se corrieron las especificaciones 2 y 3.

Page 17: La rebelión de abril - FlacsoAndes

ferencias de las variables originales. Los resul-tados, para las tres especificaciones, se presen-tan en el siguiente cuadro, y confirman queno existe ninguna relación significativa entreel precio del petróleo y el precio de los bonosGlobal para ningún periodo.

Conclusiones

En resumen, los resultados presentados ini-cialmente indican que en todo el período hayuna relación positiva entre precio del petróleoy el precio de los bonos. Sin embargo, una vezque se divide a la serie en dos períodos, antesy después del FEIREP, se observa que la rela-ción es significativa y positiva sólo para el pe-ríodo posterior al FEIREP.

El problema con estas estimaciones es quepueden presentar una relación espúrea en lamedida en que las series sean no estacionarias ola regresión presente problemas de autocorrela-ción. Una vez corregidos dichos problemas seencuentra que no existe ninguna asociación es-tadísticamente significativa entre el precio delpetróleo y el de los bonos para ningún período.

Esta reflexión no trata de explicar de ma-nera exhaustiva el comportamiento de los bo-

nos Global 12. Para ello sería necesario un es-tudio más profundo que tome en cuenta to-dos los posibles determinantes. Lo único quese ha pretendido es explorar la relación entreprecio de los bonos Global 12 y precio del pe-tróleo. La principal conclusión es que no exis-te una relación estadísticamente significativaentre las dos variables, y que la creación delFEIREP fue el elemento clave que motivó elalza de los bonos Global 12.

Bibliografía

Banco Central del Ecuador, 2005, Informa-ción Estadística Mensual No. 1840 (junio13), BCE, Quito.

Crespo, Ramiro y Carlos Cuenca, 2005,Ecuador Weekly Report, Analytica Invest-ments LTD (semana del 1 al 7 de junio).

Falconí, Fander y Julio Oleas, 2004, Antolo-gía de economía ecuatoriana, Flacso-Ecua-dor, Quito.

Ley orgánica de responsabilidad, estabiliza-ción y transparencia fiscal –LOREYTF- (4de junio de 2002). Disponible en:http://www.bce.fin.ec/FEIREP/docs/Ba-seLegal/LeyTrans211204.pdf

17ÍCONOS 23, 2005, pp. 9-15

¿Influyen los precios del petróleo en el alza de los Global 12?

Cuadro 4Modelos econométricos con primeras diferencias

Var Dep: Dif.Precio Global Especific. 1 Especific. 2 Especific. 3

Dif_Precio Petróleo -0.139 -0.015 -0.189

Constante 0.639 0.496 0.762

R cuadrado 0.01 0.00 0.0148

Durbin Watson 1.43 1.79 1.31

No. Observaciones 55 21 34

* Significativo al 99%Fuente: BCE, 2005Elaboración: los autores

Page 18: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Ediciones de FLACSO - Ecuador

Los procesos urbanos tienen hoy en día

una importancia significativa en la constitución de

estados estables y economías sustentables.

Visión importante porque hasta ahora la temática

urbana había sido vista más como tributaria

de las determinaciones estructurales de las instituciones

públicas y sus políticas, y muy poco desde una

perspectiva inversa donde ella puede aportar al

desarrollo económico, a la estabilidad política y al

fortalecimiento cultural. Esta propuesta nos lleva a

preguntar : ¿Cómo un proyecto urbano puede aportar

al fortalecimiento institucional? ¿Cómo la renovación

urbana puede ser componente importante

de un proyecto nacional que conduzca a la

construcción de estados legítimos y estables?

Serie FORO

Regeneración y revitalización urnaba en las Américas:hacia un Estado estable

Editores: Fernando Carrión y Lisa Hanley

FLACSO-Ecuador - 2005

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DOSSIER

Page 20: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Las fotos de Julio García sobre la rebelión de abril

Julio García murió en la calles de Quito el 19 de abril de 2005 a cau-sa de un paro respiratorio provocado por los excesivos gases lacrimóge-nos que disparó la policía contra los manifestantes. Como un tributoa su memoria, publicamos a lo largo de este dossier de Íconos las foto-grafías que él captó en las jornadas de abril.

El 19 de abril de 2005 Julio García se despertócon el ánimo de registrar con su cámara las pro-testas que se vivían en Quito. Mientras tanto,Gutiérrez y sus asesores amanecieron planeandola estrategia para pretender continuar en el po-der. En la tarde, Julio revisó su cámara, recargólas baterías, colocó palos en los carteles que ela-boramos con nuestras pequeñas ciudadanas. Sa-limos hacia la Cruz del Papa. Él, comprometidoen el registro de imágenes de estas luchas impor-tantes, y yo, como mujer y madre, queríamos unirnos a las otrasvoces, a reclamar por el derecho a vivir en un país libre de corrup-ción, nepotismo, abuso y mentira. Compartimos la emoción de ni-ños, jóvenes, mujeres y hombres que nos convocábamos nueva-mente. La marcha avanzó hacia el Centro. Nos despedimos en laColón y Amazonas. Las niñas y yo regresamos a nuestro hogar, y élcontinúo firme en su compromiso de captar -con su ojo mágico ysu sensibilidad- los rostros y las situaciones que hoy forman partede la memoria histórica de este pueblo quiteño. Julio ya no está. Sequemó los pies hasta entregar su preciosa vida. Pero Julio, para no-sotras, está presente de otra forma. Está reflejado en las miles deimágenes que captó con sus lentes. Y es que sus fotos no fueron só-lo sobre los forajidos. Las imágenes que nos dejó hablan de la ri-queza natural de este país, del crisol de razas que nos enorgullecen,del esfuerzo de la gente pobre y sencilla por vencer las limitacionesde la pobreza dignamente, de sus luchas por vivir en paz y ser feli-ces en su propia tierra. Por eso me encanta hablar del Julio, porquees hablar de una persona que durante su vida se interesó por el serhumano. Nos enorgullece profundamente haber sido parte de suvida. Su espíritu sembrador dará fruto porque la belleza no se rin-de ante el poder.

Charito Parra

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21ÍCONOS 23, 2005, pp. 19-26

La caída de Lucio Gutiérrez tiene unenorme interés analítico por las conti-nuidades que muestra de la política

ecuatoriana en los últimos años, pero tam-bién por una serie de fenómenos nuevos cuyainterpretación abre múltiples interrogantessobre el futuro de la democracia. Pareceríaque el Ecuador se debate entre el agravamien-to de la crisis de inestabilidad iniciada en1997 con la destitución de Abdalá Bucaram,y el aparecimiento de prácticas, discursos, lu-chas, unidas a nuevos actores sociales, quebuscan cambiar las maneras de hacer política.El hartazgo, la frustración y el desencanto, seenfrentan a la búsqueda incesante, conflicti-va, de nuevas formas de convivencia social ypolítica. Como toda crisis, la actual no tieneun desenlace claro. Éste será el resultado de lacapacidad política de las fuerzas involucradasen la confrontación.

El dossier que presenta ÍCONOS está de-dicado a reflexionar sobre los alcances y con-secuencias de la caída de Gutiérrez. Los artí-culos exploran diversas facetas del fenómeno:el papel de la clase media quiteña en las mo-vilizaciones de abril, la pérdida de legitimi-dad de las instituciones democráticas, el apa-recimiento de formas de protesta no vincula-das a movimientos sociales y partidos políti-cos, el papel de las Fuerzas Armadas en el or-denamiento político, y la tensión crecienteentre una complejidad de actores que impri-

men sentidos distintos y contradictorios a lavida política nacional, son algunos de los te-mas que se abordan. Todos ellos abren pers-pectivas diferentes de interpretación sobre loocurrido.

La caída de Gutiérrez nos lleva a pensarinmediatamente en sus similitudes con las deAbdalá Bucaram y Jamil Mahuad. Los artícu-los del dossier subrayan la activación, en lostres casos, de un mecanismo de legitimaciónde los derrocamientos presidenciales que vamás allá del orden constitucional. Detrás dela inestabilidad, una constante. Se trata, enefecto, de la política en las calles, de las movi-lizaciones que han precedido a cada destitu-ción y que sirvieron para legitimar los relevospresidenciales. Una tensión constante entrelos marcos normativos de la democracia, consus tiempos y límites, y la idea de que la de-mocracia es, finalmente, la expresión de la so-beranía popular, dondequiera que ésta se ma-nifieste. Surgen dos preguntas en direcciónopuesta. Por un lado, ¿cómo pensar los derro-camientos fuera de los marcos constituciona-les? Por otro, ¿qué implicaciones tiene para lademocracia el constante abandono de laConstitución en nombre de una difusa sobe-ranía popular expresada en las calles?

El problema va más allá de sostener, demanera bastante general, la tesis de la preca-riedad institucional de la democracia ecuato-riana. Si bien resulta evidente que las institu-ciones han perdido la capacidad para organi-zar y procesar los conflictos sociales, y que lospartidos aparecen como los principales res-

La caída de Gutiérrez y la rebelión de abrilPresentación del dossier1

Felipe BurbanoProfesor-investigador de Flacso-Ecuador

1 Este dossier fue coordinado por Franklin Ramírez. yFelipe Burbano.

Page 22: La rebelión de abril - FlacsoAndes

ponsables de la degradación política (“que sevayan todos”), la debilidad de las institucio-nes sólo muestra que en el Ecuador la políti-ca se mueve por otros canales, sigue otras ló-gicas y recurre a otros mecanismos para pre-servar intereses y privilegios. La continuidadde la crisis plantea como desafío preguntarsequé hay detrás de las débiles instituciones de-mocráticas en el Ecuador.

De las tres experiencias recientes hemosaprendido que los relevos presidenciales sonel resultado de pérdidas progresivas e insalva-bles de legitimidad de los presidentes, comoplantea Catalina Pazmiño, acompañada deprocesos de movilización social. Hay dos te-mas importantes que se analizan en el dossiersobre este punto: el primero, si fueron losmismos sectores sociales los que se moviliza-ron en las tres coyunturas. La conclusión, enpalabras de Simón Pachano, es que no se pue-de identificar un actor socio político como

sujeto de los tres golpes. Los indígenas fueronprotagonistas en las caídas de Bucaram y Ma-huad, pero estuvieron ausentes en la última.Las clases medias no aparecieron en las movi-lizaciones contra Mahuad. Tampoco se puedeestablecer determinaciones similares en losderrocamientos. La caída de Mahuad estuvopresidida por una larga crisis económica; la deGutiérrez ocurrió en un momento de estabi-lidad. Los relevos han afectado a políticos designo tan opuesto como el moderno y muyracional Jamil Mahuad, y al loco e inconteni-ble Abdalá Bucaram. Afectó a políticos de lacosta y la sierra, a un miembro de la eliteblanca y a un mestizo de origen popular. Di-cho de modo directo, nadie se salvó.

El segundo tema va a contrapelo del pri-mero. Se lo puede formular desde una pre-gunta: ¿los sucesivos relevos no expresan dis-tintas maneras de redefinir la forma cómo lasinstituciones y los actores centrales de la polí-

dossier

22ÍCONOS 23, 2005, pp. 19-26

Felipe Burbano de Lara

Page 23: La rebelión de abril - FlacsoAndes

tica conducen el Estado y se relacionan con lasociedad? ¿No hay, más allá de las particulari-dades de cada caso, un problema general conla política que reaparece una y otra vez?

Franklin Ramírez acude al concepto de“insurrección ciudadana” para referirse a lasmovilizaciones de abril. Con esa definiciónquiere diferenciarlas de las formas convencio-nales de oposición reconocidas por las demo-cracias institucionalizadas. Mientras estas úl-timas se ejercen dentro de los límites fijadospor el propio sistema político, la insurrecciónse genera en la exterioridad del sistema y tie-ne la capacidad de cuestionarlo como un to-do. Se trataría de una insurrección respectodel “poder instituido”. No se puede descono-cer la legitimidad de esas otras formas de ejer-cer la crítica a la dominación en sociedadesdonde las instituciones democráticas no tie-nen la capacidad para procesar las luchas encontra de la exclusión y la desigualdad. La in-surrección, según Ramírez, constituye unasuerte de ejercicio de la soberanía popular pa-ra establecer un control social sobre la políti-ca. Una suerte de “ciudadanía activa” que pre-tende constituirse en un medio de regulacióny producción democrática. Los presupuestosde esa afirmación pueden aparecer como de-bilidades. Mirar las movilizaciones como ex-presiones de anhelos ciudadanos por cons-truir la democracia, como si entre ellas no sehabría dado motivaciones muy diferentes, re-sulta arriesgado. De otro lado, si miramos enretrospectiva lo ocurrido desde la caída deAbdalá Bucaram hasta la crisis de abril 2005,difícilmente se podría admitir una capacidadde esas insurrecciones para reconstituir la ins-titucionalidad y democratizar la sociedad.Ramírez sostiene que la insurrección se afir-ma en la política ecuatoriana como un “dere-cho conquistado de la ciudadanía”; se ha ins-talado en el ordenamiento democrático ecua-toriano como una rutina de acción colectivaque se expresa en momentos de franca degra-dación de la política institucional. El desafío

dependerá de la capacidad para transformarlas presiones episódicas en acumulados políti-cos e institucionales desde los cuales provocaruna efectiva redistribución del poder políticoy social.

A contramano, Teodoro Bustamante in-tenta desmitificar precisamente aquellas vi-siones que interpretan los acontecimientos deabril como una confrontación entre el mun-do corrupto y perverso de la política, y unmovimiento forajido que encarna una ciuda-danía más o menos constituida, con capaci-dad para inaugurar una nueva política. Elriesgo de esta visión es caer en la trampa in-terpretativa de la traición: los movimientosciudadanos son burlados, secuestrados, poruna elite política cuya perversidad no tiene lí-mites. La visión que opone a buenos contramalos, para simplificarla, se viene abajo si losbuenos no son tanto como se los pinta; si losforajidos, predominantemente sectores declase media quiteña, se movilizaron en abrilpara defender sus intereses y privilegios fren-te a un gobierno que los desplazaba. La claveestaría en comprender los dilemas y amenazasa los que se enfrentó la clase media quiteña.En una sociedad estamental, de corte feudalcomo la llama Bustamante, los privilegios delpoder político deben distribuirse de acuerdocon un principio jerárquico. Dentro de esalógica, violentarlo, alterarlo, sólo puede pro-vocar una incomodidad general, un senti-miento de vulnerabilidad especialmente enlos sectores medios. La osadía de un gruposocial subordinado de atribuirse lugares den-tro de la jerarquía que le están vedados, queasume roles que no les corresponde, y rompecon las jerarquías tradicionales, incomoda ydesconcierta a todos. El gobierno de Gutié-rrez trastocaba el mundo de la clase media -sus valores de ascenso y reconocimiento- alutilizar el Estado como un aparato desdedonde sectores subordinados de la estructurasocial accedían a beneficios y privilegios.

El argumento merece mayor análisis. Se

23ÍCONOS 23, 2005, pp. 19-26

La caída de Guitérrez y la rebelión de abril. Presentación al dossier

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reconoce que tanto en la caída de Bucaramcomo en la de Gutiérrez las movilizacionessociales fueron protagonizadas principalmen-te por la clase media. Los dos presidentes, a suturno, manejaron un discurso de corte popu-lista en el cual esos sectores no encuentran unespacio. La retórica populista enfrenta al pue-blo, representado por el líder, contra la oligar-quía. El Estado es un instrumento para gol-pear a la oligarquía y privilegiar al pueblo. Laclase media queda excluida. Dos precisionesson necesarias. La primera, identificar biendónde se encuentra esa clase media moviliza-da. Si consideramos el movimiento forajido,concluiremos que se encuentra sólo en Quito.Esto es muy importante porque revela la dife-rencia de la capital con respecto al resto delpaís -quizá con la excepción de Cuenca- yplantea límites severos al movimiento ciuda-dano, si existe, en el contexto nacional. La so-la constatación, por ejemplo, limita el argu-mento de Ramírez o lo hace más problemáti-co pensado desde el heterogéneo escenarionacional. En segundo lugar, habría que pre-guntarse, tanto en las movilizaciones contraBucaram como contra Gutiérrez, las articula-ciones entre la clase media quiteña y las clasesaltas. No hay ninguna duda de que existenvínculos, de la presencia de unos vasos comu-nicantes, de espacios identitarios compartidos-por ejemplo, la ciudad-, aunque la que salgaa las calles sea la clase media. De todos mo-dos, habría que preguntarse qué les une y queles separa.

Bustamante plantea un argumento muysugestivo. Se pregunta si el discurso de la de-mocracia no es apenas una retórica de los sec-tores medios (quiteños) para defender, desdelas ideas abstractas del Estado de derecho, laciudadanía, los derechos universales, su lugaren el orden social. Me parece muy interesan-te el argumento. El discurso de la democraciase agota cuando la clase media asegura su po-sición en la estructura social, aún cuando seacon reconocimientos y posibilidades subordi-

nadas de ascenso y movilidad. Lo mínimo alo que aspira es a echar del poder a quien po-ne en riesgo, frente a las elites y frente al pue-blo, su propia ubicación social. La conclusiónde este planteamiento lleva el debate a un te-rreno totalmente distinto: nada hay de demo-crático en las luchas de las clases medias. O sise quiere, para continuar con el argumento deBustamante, esas luchas democratizadoras seven limitadas por la presencia de una estruc-tura social feudalizada, donde las clases altastienen una enorme capacidad para preservarlos rangos jerárquicos y los privilegios, aun-que sea en un orden político degradado ysiempre amenazante. El orden social se sus-tenta en un principio de respeto jerárquico:“Cada quien debe saber a quien puede atro-pellar, qué atropellos puede sufrir, y qué apo-yos debe buscar para minimizar estos ries-gos”. Pachano sostiene que la clase media ac-túa cuando tiene una percepción de peligro yamenaza, como ocurrió con Bucaram y Gu-tiérrez. Le asigna a la clase media la funciónde anticuerpo que actúa cuando percibe lapresencia de elementos extraños al sistema,como Bucaram y Gutiérrez; un anticuerpoque se moviliza para restablecer el equilibriodel sistema. Habría que preguntar, por un la-do, ¿de qué equilibrio se habla? Y de otro,¿por qué considerar a Bucaram y Gutiérrezcomo extraños al sistema? Todo sistema ope-ra sobre unas líneas de exclusión, pero es evi-dente que en el caso ecuatoriano esas líneashace tiempo que se volvieron difusas en elcampo de la política. Distinto sería sostenerque el equilibrio guarda relación con la ideade un orden social jerarquizado, donde la cla-se media encuentra algún espacio.

Gutiérrez, las FF.AA. y la política

El gobierno de Gutiérrez no se puede enten-der fuera de la relación de las Fuerzas Arma-das con la política nacional. No debemos ol-

dossier

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Felipe Burbano de Lara

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vidar que el Ecuador eligió a un ex coroneldel ejército como presidente de la República.Si lo pensamos desde los ideales de la transi-ción democrática de 1979, ese solo hecho re-vela la desaparición de la frontera que separa-ba al poder militar del civil. Esa frontera se re-movió en 1997 cuando las FF.AA. intervinie-ron en la caída de Bucaram. Fue el episodioque rompió con el pacto de la transición de1979 y nos devolvió, en parte, a la tradiciónanterior. Tres años después de caída de Buca-ram, se produjo la alianza de los coronelescon los indígenas para provocar la salida deMahuad. La alianza intentó, recordémoslo,constituir un gobierno de salvación nacional,conformado por civiles y militares. El episo-dio fue cantinflesco -como lo definió Ma-huad- pero revelador de cuánto se alteraronlas relaciones entre civiles y militares. Las in-vestigaciones revelaron más adelante que enesa alianza estuvieron involucrados algunos

generales, lo cual quiere decir el 21 de Enerofue bastante más que un alzamiento de coro-neles.

No haber puesto la suficiente atención so-bre esta trayectoria de la política ecuatorianadesde la caída de Bucaram, provocó unaenorme sorpresa frente al triunfo presidencialde Gutiérrez. Su victoria tuvo como soporteal movimiento indígena y a Sociedad Patrió-tica, partido que representa la incorporaciónde una organización de militares al sistemapolítico ecuatoriano. Bertha García sostieneque el ideario de Sociedad Patriótica “repro-duce la versión politizada y tecnocrática de laseguridad nacional, aquella que llega a justifi-car la intervención militar directa en la políti-ca”. Gutiérrez llenó la administración públicade militares (Pacifictel, Petroecuador, Andi-natel, las aduanas, el Fondo de Solidaridad, elIESS). Al mismo tiempo, intervino de mododirecto en las Fuerzas Armadas para tener un

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La caída de Guitérrez y la rebelión de abril. Presentación al dossier

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mando leal al presidente y a su gobierno. Loscuarteles se convirtieron en las tribunas prefe-ridas del ex presidente para criticar a los polí-ticos y pedir el respeto de las FF.AA. a laConstitución. Gutiérrez quería curarse en sa-no. Tenía plena conciencia de la precaria legi-timidad de su gobierno. Sabía, también, quelos gobiernos dependen, en última instancia,del respaldo de las Fuerzas Armadas.

Pero entre Gutiérrez y los militares hubomás que un juego de conveniencias mutuaspara preservar sus intereses políticos e institu-cionales. Bertha García sostiene que lasFF.AA. consideraron al gobierno de Gutiérrezcomo un gobierno militar. Había, por lo tan-to, que “arrimar el hombro”. La idea de ungobierno militar se sustenta en una premisa:la incapacidad de los civiles para gobernar elpaís. Su discurso se ha matizado ligeramenteen los últimos años para focalizar las críticasen los partidos políticos. De esta manera, losmilitares empatan con ese sentimiento de ma-lestar ciudadano en contra de la clase política.Hay un puente constante que se tiende entremilitares y civiles descontentos con la demo-cracia. La identificación erosiona la legitimi-dad de las instituciones democráticas y llevala política al campo de lo popular. Desde losaños 60, los militares siempre intentaronarrebatarle al populismo la representación delo nacional popular en contra de la oligar-quía. Varios son los fenómenos que se des-prenden de este prejuicio militar hacia los ci-viles: el papel tutelar que asumen frente a lapolítica, percibirse como el corazón del Esta-do y encarnar el principio de unidad y sobe-ranía nacional. Bertha García afirma que sub-siste en el Ecuador un proyecto militar que seempeña en rescatar de manera recurrente loséxitos de las dictaduras, especialmente la delos años 70. Gutiérrez expresaba un intentopor realizar ese proyecto militar en un contex-to social y político distinto, y bajo el ropajede un gobierno civil. Existe una continuidadideológica -como la llama García- del proyec-

to militar para la sociedad ecuatoriana; unproyecto que no fue, según ella, abandonadocon la transición a la democracia en 1979.

La presencia de “lo militar” en el gobiernose expresaba también en una forma de rela-cionarse con la oposición. García hace notarque la práctica política de Gutiérrez seguía lalógica militar del “ablandamiento”; esto es,desplegar de manera permanente un conjun-to de “operaciones psicosociales” con el fin de“ablandar” a cualquier “enemigo externo”.Utilizó esas tácticas en contra de periodistas,diputados de la oposición, editorialistas, diri-gentes indígenas y al final de su mandatocontra León Febres Cordero, la oligarquía co-rrupta, los quiteños pelucones y aniñados(blancos por fuera, corruptos por dentro). Enlas semanas finales del gobierno, su lenguajefue el de las contramarchas, en este mismosentido de ablandamiento de quienes se leoponían. A raíz del intento de destitución porparte del PSC, la ID y Pachakutik en el Con-greso, Gutiérrez identificó a sus adversarios ycríticos como “enemigos externos”, a los cua-les declaró la guerra. Su alianza con Bucaramfue parte de ese juego.

Teodoro Bustamante subraya un hechoimportante: el poco respeto a la autoridad del

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Felipe Burbano de Lara

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presidente por parte de sus críticos. A Gutié-rrez se le podía decir cualquier cosa. Su figu-ra se volvió extremadamente vulnerable en losespacios de debate público. Algo de la figurade Gutiérrez merecía poco respeto. ¿Su con-dición de clase? ¿Su condición de coronel?¿Su condición étnica? El gobierno recurrió ala violencia para defenderse. Desde el grupoCero Corrupción, que desafió a quienes pro-testaban delante de la Corte de Justicia, hastala violencia verbal del propio coronel y de suscolaboradores, donde ocupó un lugar especialel ex ministro de Bienestar Social, BolívarGonzález. La violencia del gobierno se apartódel uso legítimo de la fuerza por parte de laautoridad, para convertirse en la violencia deuna “banda rival”. Así fue interpretado el in-tento del gobierno de aplastar las protestas deabril en Quito con la llegada a la capital degrupos de matones el 20 de abril. Esa deci-sión agudizó la sensación de amenaza en con-tra de los quiteños opuestos al gobierno. Gu-tiérrez cometió el peor de los errores cuandotodas las salidas políticas se le cerraban. Final-mente, perdió la guerra y huyó en el intento.

CIESPAL: el pálido reflejo de lo que vendría

Si algún momento condensa todo el comple-jo proceso de la caída de Gutiérrez es lo acon-tecido la tarde del 20 abril en CIESPAL, don-de el Congreso se reunió en la mañana paradestituirlo y designar a Alfredo Palacio comopresidente. Lo que pretendió ser un “relanza-miento institucional” de la democracia, bajola tutela de los partidos opositores a Gutié-rrez, terminó ensombrecido por los aconteci-mientos que se dieron en la tarde. Palacio es-tuvo varias horas sin el apoyo de las FuerzasArmadas; los diputados que se encontrabandentro del edificio de CIESPAL fueron ame-nazados, golpeados, vejados; se produjeronsaqueos; un coronel quiso proclamar un go-

bierno popular; nada deja de hacernos sospe-char que allí se produjo un intento de golpemilitar, quizá con la intención de convocar aelecciones anticipadas (la salida que le ofrecióla cúpula militar a Gutiérrez antes de retirar-le el apoyo).

CIESPAL condensa, desde el punto devista de Edison Hurtado, la disputa de senti-do sobre la política ecuatoriana en ese mo-mento tan dramático. Condensa todas lascontradicciones, tensiones, sin-sentidos delmomento. La complejidad de lo que aconte-ció al interior del edificio mostraba que lacaída de Gutiérrez podía tener muchos de-senlaces posibles. Una mirada atenta, comola de Hurtado a lo ocurrido en CIESPAL,muestra que allí se produjo mucho más queun ritual de restauración de la democracia, siadmitiéramos que la salida de Gutiérrez ten-dría ese final feliz. No nos ha quedado clarolo que aconteció en CIESPAL porque losmedios minimizaron los acontecimientosmediante un discurso que habló de delin-cuentes, vándalos, huestes gutierristas, turbasde maleantes y salvajismo. Esos “no foraji-dos”, supuestos infiltrados, aparecieron paraarruinar la fiesta democrática y la lucha cívi-ca de la clase media quiteña (que mereció, di-cho sea de paso, hasta los elogios de León Fe-bres Cordero). Hurtado muestra cómo eldiscurso mediático simplificó maniqueamen-te la realidad. El discurso de los medios sepresenta como un intento por construir unsentido ordenador de lo ocurrido, sin intere-sarse mucho por entender lo que realmenteocurría allí dentro. Edison Hurtado lanza al-gunas pistas. Una de ellas es la del “poder de-samparado”, metáfora con la cual quieremostrar la precariedad de la autoridad civil.Sin el respaldo de la Policía y las Fuerzas Ar-madas, Palacio no era nada. El vacío creadopor los militares evidenció el chantaje al queestá sometido el poder de los civiles, por unlado. Por otro, mostró que el orden descansa,en última instancia, en las Fuerzas Armadas.

27ÍCONOS 23, 2005, pp. 19-26

La caída de Guitérrez y la rebelión de abril. Presentación al dossier

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Sin su contingente, el país es un caos, unabanda de maleantes, con unos políticos queno gozan de ninguna consideración ni respe-to de la ciudadanía. Políticos agredidos, veja-dos, golpeados. “Que se vayan todos”, comotambién gritó el coronel Servio Samaniegoen su arenga golpista. Una segunda lectura esla violencia que allí imperó, con claros con-tenidos políticos. La violencia muestra la in-dignación moral hacia los políticos. Al inten-tar conjurarla, exorcizarla, los medios tam-bién querían contribuir a restablecer un or-den en el cual los políticos pudieran volver aocupar un lugar privilegiado, después de unmea culpa. Al estigmatizar la violencia encontra de los diputados, confundiéndola conla de una banda de delincuentes, se cerraron

los espacios para comprender la profundidaddel malestar frente a la política. También in-tenta imponer, como dice Hurtado, casi unsentido normativo de la protesta; volver dó-ciles a los forajidos, civilizarlos a todos, cuan-do en ese movimiento hubo enorme hetero-geneidad. Civilizar a los forajidos para con-tribuir a un reacomodo de fuerzas, a un si-mulacro democrático. Toda esa condensa-ción de sentidos contradictorios, imposiblesde ser exorcizados, han aparecido semanasdespués de caído Gutiérrez. Ni se ha restable-cido la institucionalidad democrática, ni lospolíticos han cambiado sus malos hábitos, nilas Fuerzas Armadas se han replegado a suscuarteles. CIESPAL expresó, de manera con-densada, lo que vendría después.

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Felipe Burbano de Lara

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La frágil legitimidad del príncipe democrático

Catalina PazmiñoLicenciada en Ciencias Públicas y Sociales, UCEEgresada de la Facultad de Comunicación Social, UCE

Email: [email protected]

Fecha de recepción: junio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenLa legitimidad del gobernante democrático requiere ser construida para ser obtenida, y necesi-ta ser permanentemente renovada para ser conservada. El problema surge cuando el discursoque le permitió ser considerado la mejor opción en una elección, se contrapone a su gestión gu-bernamental, debilitando e incluso destruyendo la legitimidad obtenida a través del voto. Estefue el caso de Lucio Gutiérrez, cuya actuación como presidente lo alejó del imaginario y de losrelatos que, durante el proceso electoral, lo habían posicionado con una imagen distante a laproyectada por los políticos tradicionales. Esto mermó su legitimidad presidencial, y desembo-có en la llamada “rebelión de los forajidos”.

Palabras clave: crisis política, representación, legitimidad, democracia, forajidos

AbstractDemocratic legitimacy needs to be built in order to be gotten and need to be constantly reno-vated in order to be maintained. But, when government performance is opposed to politicaldiscourse, legitimacy gotten through vote is destroyed. It was the case of Lucio Gutiérrez, who-se performance as president was far away from the imaginary and the narratives that he builtas candidate during the electoral process. Thereby, his legitimacy was shattered, and it lead tothe named rebelión de los forajidos.

Keywords: political crisis, representation, legitimacy, democracy, forajidos

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 27-36© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Elección o seducción democrática

Independientemente de las formas de Es-tado y de las formas de gobierno instau-radas en diversos momentos históricos y

en distintos contextos culturales, los gober-nantes han puesto en escena rituales, narrati-vas, símbolos y representaciones a fin de con-formar un discurso que legitime su poder an-te los gobernados. A diferencia del gobernan-te monárquico cuyo poder estaba reconocidoirrefutablemente en base a la “unción divina”y la puesta en escena de su poder sólo afian-zaba una legitimidad obtenida a priori, el go-bernante actual logra su legitimidad a poste-riori en base a la “unción del voto” (Debray1995: 20).

La legitimidad del actor político actual re-quiere ser construida para ser obtenida. Enéste afán “el poder ha descubierto que su legi-timidad depende de su capacidad de comuni-car” (Balandier 1992: 152), una capacidadque no establece como su principal objetivoinformar a través de argumentos racionales si-no poner en escena, en el nuevo espacio pú-blico conformado por los medios, un tipo dediscurso que se ha adaptado y ha adoptado laestética propuesta por éstos, especialmentepor la televisión. Un discurso que, entonces,puede ser denominado mediático.

Atrás han quedado las propuestas progra-máticas de gobierno. Apoyado en las pro-puestas del marketing político, el discursopolítico actual se presenta más espectacularque nunca, poniendo en escena a un candi-dato que apela a la emotividad del ciudadanoy no a su racionalidad.

Y aunque existen elementos propios deuna cultura política determinada que, másallá del discurso, llegan a influir en la inten-ción del voto del electorado, no se debe pasarpor alto que es en base al establecimiento deun orden simbólico discursivo que un candi-dato se posiciona en el imaginario ciudadanocomo la mejor opción para gobernar. Así, a

través de la seducción mediática el políticollega a conseguir su tan ansiada legitimidad.Sin embargo, los efectos de la seducción sonefímeros.

Cuando el actor político llega al poder re-quiere renovar permanentemente su legitimi-dad para conservarla. El problema surgecuando el discurso mediático resulta insufi-ciente para mantener esa legitimidad, ya quees durante la gestión de gobierno cuando laacción del gobernante debe imponerse sobrela influencia de su discurso. La falta de pro-puestas ejecutables de gobierno hace que lapraxis del gobernante se contraponga a laconstrucción simbólica que contribuyó a sulegitimación en el poder al punto, incluso, decontribuir a su destrucción.

Un año antes de que se realicen las próxi-mas elecciones presidenciales en el Ecuadorresulta pertinente preguntarnos por qué ennuestro país el nivel de confianza, credibili-dad, reconocimiento y aceptación de unmandatario, electo a través del voto popular,cae al punto de desembocar en su derroca-miento, como resultado de las presiones dedescontento ciudadano. Aunque no descono-cemos la existencia de otras estrategias utili-zadas por el poder que, más allá del discursomediático, contribuyen a la búsqueda de legi-timación del actor político, los próximos pá-rrafos pretenden hacer una lectura del proce-so simbólico que permitió a Lucio Gutiérrezascender al poder y, en lo posterior, observarsu progresiva erosión y los modos en que elloaportó a la caída del ex-mandatario. El textoanaliza, entonces, su lucha por lograr la presi-dencia de la República y las formas en que,durante dos años de gestión, Gutiérrez fuemermando la legitimidad que había ganadoen las urnas.

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El caudillo golpista en busca del reconocimiento democrático

Lucio Gutiérrez entró en la escena pública enenero del 2000 y ya en noviembre del 2002había sido electo presidente del Ecuador, unperiodo relativamente corto en el que habíalogrado posicionarse favorablemente en elimaginario político de los ecuatorianos. Suparticipación activa durante el derrocamientode Jamil Mahuad, su encarcelamiento y bajade las Fuerzas Armadas y su posterior luchapor lograr su amnistía fueron elementos quele permitieron construir alrededor de su per-sona un discurso apropiado para sus objetivosdurante el proceso electoral 2002.

Y aún cuando una lectura del triunfo elec-toral de Lucio Gutiérrez y su legitimidad comomandatario electo exige considerar aspectosmucho más profundos que el simbolismoconstruido a través de los spots publicitarios -

como son el peso del regionalismo sobre la in-tención del voto del electorado, las alianzascon grupos y movimientos políticos y socialesque lo apoyaron, e incluso el quiebre del senti-do de representación de los ciudadanos en lospolíticos y en las organizaciones partidistas quehabría llevado a los ecuatorianos a ejercer un“voto protesta” contra el sistema político tradi-cional- no debemos olvidar que fue en base auna producción simbólica, expuesta mediáti-camente, que Gutiérrez logró construir el ima-ginario que le permitió ganar legitimidad enlas urnas, ubicándolo como la mejor opciónpresidenciable para los ecuatorianos.

A diferencia de otros países latinoamerica-nos, donde la imagen de los militares está aso-ciada a la violencia y a la violación de los de-rechos humanos, en el Ecuador, que tambiénha atravesado por periodos dictatoriales, seasocia a las Fuerzas Armadas con un imagina-rio de orden, estabilidad y equilibrio, mante-

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niendo incluso un mayor nivel de credibilidady legitimidad por sobre otras instituciones pú-blicas. Según datos estadísticos proporciona-dos en el informe 2003 del Programa de lasNaciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)el nivel de confianza del Ecuador en el siste-ma democrático era del 0,36%, y apenas del5% respecto a los partidos políticos, datos queubican a nuestro país con el más bajo índicede confianza de entre los países latinoamerica-nos. La Iglesia y los medios presentaron elmayor porcentaje de confianza con 62 y 36%,respectivamente, aún cuando estos porcenta-jes demuestran una considerablemente dismi-nución respecto a 1996. Las Fuerzas Armadastambién presentaban un alto índice de con-fianza (30%), confianza fortalecida por el re-conocimiento constitucional que las colocacomo garantes expresas de la integridad delEstado y de su ordenamiento jurídico.

Fue así que el discurso electoral del ex-co-ronel Gutiérrez, en un primer momento, su-po explotar su condición de ex militar y gol-pista para construir una imagen sobre el ar-quetipo de héroe. El uso del traje “safari” fueuno de los principales símbolos utilizados porel líder de Sociedad Patriótica que, a través detal performance, fortaleció una imagen quemarcaba la continuidad de un relato de luchaque había iniciado en enero del 2000. Fue asíque, durante los spots políticos transmitidospor televisión durante la campaña electoral2002 en nuestro país, el coronel retirado ma-nifestó haber “sacrificado su carrera militar”en su deber de velar por la democracia y deluchar contra un “gobierno corrupto”, pro-yectando así su imagen de mártir.

Además, a través de la publicidad política,Gutiérrez construyó un aura de honestidadproclamando su entrada al mundo de la polí-tica como un no-político con las “manos lim-pias”, sin “compromisos partidistas”, a la vezque ofrecía construir un país “más honesto”para las futuras generaciones. Su partido po-lítico, Sociedad Patriótica, cuyo nacimiento

obedeció a la necesidad coyuntural de institu-cionalizar su candidatura, calificaba su ideo-logía como “humanista integralista”. Poco an-tes de candidatizarse a la presidencia, el mis-mo Gutiérrez manifestó: “no nos queremosencasillar en ideologías del siglo pasado. Loque el país necesita hoy es gente que se ubi-que en el centro del país, pero no en el centroideológico, sino en el geográfico para mirar elEcuador como un todo”. Esto le permitióafianzar la construcción de una imagen aleja-da de los estereotipos de los políticos tradicio-nales, quienes se han posicionado dentro delos imaginarios de corrupción, ineptitud eineficiencia.

Aunque pocas veces mencionó la palabrarevolución, sus antecedentes de golpista lomostraron como un revolucionario. Así lopostularon los principios de su partido Socie-dad Patriótica “Somos ciudadanos que ama-mos por sobre todas las cosas a nuestra na-ción, por eso el 21 de enero del 2000, inicia-mos una lucha cívica, pacífica e inclaudicablepor un cambio profundo y radical en el país.”

Más allá de los ofrecimientos que solucio-naban necesidades particulares o sectoriales,Gutiérrez enfatizó su campaña electoral encambios institucionales como la reducción delnúmero de diputados, el establecimiento denuevos parámetros para el funcionamiento delos partidos políticos y la reorganización y des-politización de las cortes de justicia. Sin em-bargo, los continuos ataques de sus opositorespolíticos (principalmente de su contrincanteelectoral Álvaro Noboa) que ubicaban de mo-do insistente a Gutiérrez como un potencialdictador, obligaron al coronel retirado a rede-finir su imagen. Así, durante la segunda vuel-ta del proceso electoral, el líder de SociedadPatriótica trató de desvincularse de la imagennegativa de militar golpista, alternando el “tra-je safari” con el uso de terno y corbata.

Pese a manifestar, durante este periodoelectoral, no tener ningún nexo partidista, laspretensiones nacionalistas del coronel retira-

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do trataron de construir un discurso de con-certación, buscando acercamientos a otrossectores de la sociedad, en los que se incluyóal sector empresarial, representantes de laIglesia e incluso otros partidos y movimientospolíticos, a fin de construir la imagen de uncandidato “progresista”. Tal estrategia fuecomplementada con la transformación delslogan de campaña: de un simple “Lucio, pre-sidente” utilizado en la primera vuelta a “Unpresidente para todos” en la segunda.

La progresiva destrucción de la legitimidad

Las reacciones de descontento en contra deLucio Gutiérrez se intensificaron los últimoscuatro meses de su gestión presidencial debi-do a su intromisión en la función judicial; sinembargo, su proceso de deslegitimación seinició mucho antes. Desde el inicio de su

mandato el entonces presidente luchó contrala desconfianza que en algunos sectores seguíacausando su condición de ex militar. Posesio-nado en el cargo, por ejemplo, no volvió aaparecer públicamente con el “traje safari” ysolicitó infructuosamente a los medios de co-municación que se dirijan a él como ingenie-ro y no como coronel. Era evidente que contales acciones pretendía alejarse del simbolis-mo de “caudillo militar” que le ayudó a llegara la presidencia.

Pero no solo negó ese simbolismo sino quemostró la contradicción interna de su manda-to. Si bien las estrategias de legitimación du-rante el discurso electoral del ex coronel ape-laron a la simpatía y a la emotividad del elec-torado, también expresaron la falta absolutade coherencia ideológica y la falta de un pro-grama de gobierno, las mismas que se eviden-ciaron en su gestión gubernamental.

Gutiérrez no solo cambió su traje. Ya po-sesionado en el poder, la gestión de gobierno

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se apartó de su discurso electoral. Desde ene-ro 2003, las reiteradas retractaciones de susdeclaraciones, lo llevaron a una permanentecaricaturización y a la consecuente ridiculiza-ción de su persona y, lo que fue más grave, auna creciente perdida de credibilidad de supalabra como mandatario. No pudo resultarde otra manera cuando la principal funciónde los diferentes titulares de la Secretaria deComunicación del Estado fue la de “interpre-tar” y “justificar” el sentido de las declaracio-nes del entonces Presidente, con el objetivo deocultar los desatinos verbales que evidencia-ban su inexperiencia e incapacidad política.

Pero más allá de la forma de conducir supersona, la corrupción -a la que en campañahabía ofrecido destruir- fue la constante ca-racterística del gobierno de Gutiérrez. Segúndatos publicados en el diario Hoy el 1 deenero de 2005, durante el primer año y me-dio de gobierno se había hecho público al

menos 50 actos de corrupción que involu-craban directamente a instituciones que de-pendían del gobierno central. El nepotismoy el “piponazgo”, se reflejaron en el nombra-miento no sólo de ex militares cercanos a supersona sino también en la designación defamiliares de Gutiérrez -directos e indirec-tos- en cargos públicos de alto nivel. El es-cándalo se hizo cotidiano en el gobierno gu-tierrista, al punto que incluso se llegó a atri-buirle una presunta vinculación con el nar-cotráfico y con la guerrilla colombiana. To-do esto contradijo el relato de honestidadque había construido durante su discurso decampaña.

Sin embargo, aún cuando la imagen deGutiérrez se transformó de la primera a la se-gunda vuelta, debido a la redefinición de susestrategias político-publicitarias, la represen-tación construida en base al golpe de Estadodel 2000 siguió siendo preponderante.

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En los días de su gobierno, no pudo im-pedir que se evidencien los atropellos a losderechos ciudadanos y abusos de poder reali-zados por las instancias gobernantes, y esto apesar de su permanente estrategia mediáticaorientada realzar las obras realizadas desdeque asumió la presidencia. Entre sus accionescontrarias a la ciudadanía que recibieron unfuerte rechazo estuvo la creación de una comi-sión adscrita a la Presidencia, cuyo principalobjetivo era preparar una lista de “enemigos”del Gobierno, entre los que incluía a dirigen-tes indígenas, sindicales, sociales, políticos deizquierda e incluso a periodistas. Como partede las acciones planteadas en contra de estos“enemigos” se planteó la posibilidad de so-meterlos a una “confesión judicial” , de así re-querirlo el Estado, poniendo en duda el reco-nocimiento de derechos constitucionalmentegarantizados como la libertad de expresión yel derecho de confidencialidad de las fuentes.Según denuncias realizadas en diciembre del2003 por Alexis Ponce, vocero de la AsambleaPermanente de los Derechos Humanos(APDH) del Ecuador, durante el gobierno deLucio Gutiérrez se dieron detenciones arbitra-rias e ilegales de dirigentes indígenas y sindi-calistas. Se registraron, además, amenazas yatentados “anónimos” a los que fueron some-tidos ciertos opositores políticos y algunos re-presentantes de los medios de comunicación.

El financiamiento gubernamental para lacreación de grupos paralelos a las organizacio-nes no gubernamentales de veeduría ciudada-na, como Participación Ciudadana que se ha-bía constituido en un fuerte opositor al go-bierno, fue una muestra más del estilo de go-bernar de Gutiérrez. Por otro lado, la rupturade sus relaciones con grupos políticos que loapoyaron durante su candidatura, especial-mente el quiebre con el movimiento indígena-una conflictiva relación que había sido esta-blecida en términos claramente clientelares1-lo condujeron a una soledad política que leabría un alto grado de ingobernabilidad. Tra-

tar de superar tal aislamiento le llevó a come-ter errores estratégicos que marcaron su salidadel poder. El principal de ellos: el acuerdoque el partido de gobierno, Sociedad Patrió-tica, logró con las bancadas legislativas delPartido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y delPartido Renovador Institucional Acción Na-cional (PRIAN) a los cuales repartió el con-trol de la Corte Suprema de Justicia y del Tri-bunal Supremo Electoral. En su búsqueda de-sesperada por conseguir una mayoría en elCongreso, Gutiérrez no reflexionó sobre elcosto político de ese acuerdo. Y es que el ex-presidente no se imaginó que, al haber mar-cado el camino para el retorno de Bucaram,dio la estocada final a la ya muy debilitada le-gitimidad de su gobierno. La impunidad quepermitió el retorno del líder del PRE, termi-nó por destruir los relatos de honestidad,transparencia e incorrupción que había cons-truido en su discurso electoral.

La revolución de los forajidos:expresión del desencantamiento democrático

Aún cuando las convocatorias multitudina-rias en las calles se constituyeron en un factorclave en el derrocamiento de Abdalá Bucaramen 1997 y de Jamil Mahuad en el 2000, “larevolución de los forjajidos” toma una seriede características que la hace incomparablecon las dos experiencias anteriores.

El carácter “espontáneo” con que se ha ca-racterizado a las movilizaciones tal vez sea elelemento más reconocible de estas diferen-cias, porque aunque se ha cuestionado la di-rección de la organización de los eventos de

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1 La alianza de Lucio Gutiérrez con la CONAIE,durante la campaña electoral, abrió la posibilidad paraque el movimiento indígena coparticipe del poder ylogre alejarse de la imagen de un grupo cuyo principalrecurso es su capacidad de convocatoria, de movi-lización y de bloqueo.

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abril, el hecho de que los ciudadanos de Qui-to hayan salido a la calle sin la convocatoriade grupo político o movimiento social algunoes digno de ser analizado.

El agradecimiento que el entonces presi-dente Gutiérrez dio a los quiteños por el pre-sunto apoyo a su gestión, ante el fracaso delparo convocado por el alcalde de Quito y elprefecto de Pichincha (el 13 de abril), perte-necientes al partido Izquierda Democrática,fue otro desacierto del entonces presidente.Tal maniobra permitió poner en debate, en elespacio mediático, el supuesto apoyo de losciudadanos al gobernante; cuando lo que enrealidad puso en evidencia fue un problemaenraizado en la democracia de nuestro país: lacrisis del sentido de representatividad2 de losciudadanos en las instituciones democráticas,en las organizaciones partidistas, en los “polí-ticos de siempre” y en nuestros gobernantes.

En un país en el cual los partidos políti-cos han sido calificados como los más co-rruptos del mundo3, no es de extrañarse queel sentido de no representatividad en las or-ganizaciones partidistas y en sus actores seauna constante de nuestro sistema democráti-co. Tradicionalmente se consideraba a lospartidos políticos como mediadores entrelos intereses de los gobernados y el Estado.Hoy las organizaciones partidistas son consi-deradas, en el mejor de los casos, simplesmaquinarias electorales. El particularismoque mueve a los partidos por sobre el princi-pio del bien común ha resultado en una“desconexión”, calificativo usado por AndrésMejía (2003) para describir la relación quemantienen las organizaciones partidistas conel ciudadano común.

Además, los partidos políticos al estar vi-

ciados por el clientelismo, el acomodo políti-co y la corrupción han demostrado su incapa-cidad de canalizar las demandas sociales y deincluir en sus discursos y acciones los modosde sentir de la mayor parte de la población.Ello abre el camino para que sean otros acto-res los que asumen el papel de la representati-vidad, como es el caso de los observatorios degestión gubernamental, grupos de veeduríaciudadana, foros focalizados en la reivindica-ción de los derechos de edad, etnia y género, eincluso los medios de comunicación.

Tal como lo reconoce Jesús Martín Barbe-ro los medios de comunicación poseen un“valor social” determinado, no por su desa-rrollo tecnológico, sino porque éste es pro-porcional a la ausencia de los modos de sen-tir de la mayor parte de la población en el dis-curso político oficial y a la falta de espacios deexpresión y negociación de los conflictos, asícomo a la crisis de representación de las insti-tuciones políticas tradicionales como los par-tidos políticos y el parlamento (1994: 27). Eneste escenario, los medios contribuyen a cons-tituir nuevos espacios de representación yaque proporcionan “algunas formas de identi-dad, de identificación, de proyección y de su-bliminación” (Ibíd. p. 28).

En los eventos de abril, una radio local,más allá de su función informativa, redescu-brió el “valor social” que pueden desarrollarlos medios en el ejercicio de la ciudadanía. Pe-se a que la mayor parte de los medios de co-municación se niegan a reconocer su papel co-mo actores políticos, por considerar que estoatentaría contra los principios de neutralidady objetividad promulgados por el periodismo,radio La Luna se convirtió abiertamente en unmilitante en contra de los desaciertos y exce-

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2 La crisis de representatividad no sólo implica la pérdi-da de representación de los intereses sociales, del sen-tido de bien común de la política, sino que tambiénconlleva la disminución de los niveles de credibilidad,confianza, reconocimiento y aceptación del sistemademocrático, de sus instituciones y de sus actores.

3 Según un informe de Transparencia Internacional, pu-blicado en diciembre del 2004, los partidos políticosde América Latina son los organismos más corruptosa nivel mundial, siendo Ecuador el que recibió la másalta puntuación (4.9 sobre 5) ubicándolo como elpaís más corrupto del mundo.

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sos del gobierno gutierrista. De esta formaasumió el sentido de representatividad, extra-viado para los partidos políticos y las institu-ciones democráticas. No sólo que radio LaLuna se convirtió en la tribuna abierta para laexpresión del descontento ciudadano -dequien se sentía perjudicado y de quien queríaser escuchado- sino que también logró canali-zar esas mismas expresiones. Las redes alterna-tivas de comunicación, como fueron el uso dele-mail y del celular, permitieron ampliar lasconvocatorias que se realizaron a través de susmicrófonos para manifestar contra el gobiernode Gutiérrez.

Con el objetivo de mermar el impacto delas marchas el coronel puso en escena una es-trategia de relegitimación, intensificando unaestrategia mediática basada, principalmente,en la transmisión de spots políticos que hacíanun desesperado llamado de apoyo “al presi-dente que tú elegiste”. Al error inicial del co-

ronel retirado de subestimar las marchas deQuito, le siguió otro aun más grave: el tratarde terminar con el fenómeno social que esta-ba ocurriendo en las calles, a fin de asegurarsu permanencia en el poder, por medio de es-trategias basadas en una lógica castrense, loque afianzaba aún más su imagen de dictador.Una lógica que pretendió anular a quien con-sideró su principal opositor: radio La Luna,amenazándola y posteriormente ejecutandoel cierre de su frecuencia de transmisión.

Pero, además, sus estrategias militares lecondujeron a dicotomizar el sentido de ciu-dadanía, reconociendo como ciudadanos sóloa quienes lo apoyaban, a quienes considerabasus aliados, mientras calificaba como “foraji-dos” a quienes se manifestaban en contra desu gobierno. Tal palabra fue revertida semán-ticamente y transformada en la insignia de lu-cha de los manifestantes.

En un último intento por recobrar legiti-

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midad, Gutiérrez anunció el cese de la CorteSuprema de Justicia, hecho que empeoró aúnmás su legitimidad como gobernante demo-crático y exaltó una imagen autoritaria.

La excesiva represión de las manifestacio-nes pacíficas y la amenaza de sabotear los su-ministros de agua potable a la ciudad de Qui-to, por parte de sus aliados políticos, no fue-ron razones suficientes para mermar las con-vocatorias; por el contrario, se intensificaron.Tal situación fue agravada con la llegada deturbas provenientes de la Costa y el Orienteecuatoriano -que basaron su apoyo a Gutié-rrez en arreglos clientelares- lo cual fue perci-bido como un ataque frontal y un atentado ala seguridad e integridad de los habitantes dela ciudad de Quito.

El pedido, a una sola voz, de “que se vayantodos” se mantuvo a pesar de que las FuerzasArmadas retiraron su apoyo a Lucio Gutiérrezy el parlamento declaró el cese de sus funcio-nes por abandono del cargo. Todo ello refle-jaba el descontento generalizado de los ciuda-danos hacia los políticos y el conjunto del sis-tema democrático y denotaba la necesidad decambiar, no sólo el estilo de ejercer la políticade un gobernante, sino también las formas deejercicio de la ciudadanía.

Más allá de ciertos criterios que asumeneste de tipo de acciones como desestabiliza-

doras del orden democrático4, “la revoluciónde los forajidos” debe ser considerada la ex-presión del ciudadano común que desea de-jar de ser considerado únicamente como unsujeto pasivo en el escenario político, y quebusca cambiar “el espejismo” de participa-ción que le ofrece la democracia delegativapor una democracia verdaderamente repre-sentativa y participativa. Este será el reto queactores sociales y políticos en nuestro país de-berán considerar para lograr vencer la frágillegitimidad del príncipe democrático y su in-cierta permanencia en el poder.

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Catalina Pazmiño

4 Dentro de la Organización de Estados Americanos(OEA), la caída de Lucio Gutiérrez ha abierto el deba-te sobre la participación de esta entidad en las crisispolíticas de la región. Condolizza Rice, secretaria deestado norteamericana, defiende la aplicación efectivade “sanciones a los países que incumplan con los prin-cipios democráticos”.

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Ecuador: cuando la inestabilidad se vuelve estable

Simón PachanoProfesor-investigador de Flacso-Ecuador

Email: [email protected]

Fecha de recepción: junio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenEl presente artículo busca explicaciones para los derrocamientos de tres presidentes ecuatoria-nos, que han marcado los puntos culminantes de una década de inestabilidad. Lo hace inda-gando en el campo de las movilizaciones sociales que precedieron a cada uno de esos hechos,con especial referencia a su composición social y a los objetivos de sus integrantes. En la partefinal se proponen algunas hipótesis acerca de la movilización en contra del gobierno de Gutié-rrez. Sugiere que no son válidas las explicaciones de racismo y de temor clasista. Enlaza la ex-plicación al surgimiento de reivindicaciones democráticas originadas tanto en los bajos rendi-mientos del sistema político como en el carácter dictatorial que iba tomando el último gobier-no.

Palabras clave: movimientos sociales, democracia, Estado de derecho, movimiento indígena,Ecuador

AsbtractThe article looks for explanations for the overthrows of three Ecuadorian presidents, which ha-ve marked the culminating points of a decade of instability. It analyses into the field of the so-cial mobilizations that preceded each one of those facts, with special reference to its social com-position and the objectives of its members. In the final part, some hypotheses are set out aboutthe mobilization against Gutiérrez’ government. It suggests that explanations of racism and cla-sism are not valid. Rather, it connects the explanation to the sprouting of democratic vindica-tions originated so much in the low yields of the political system like in the dictatorial charac-ter of the last government.

Keywords: Social Movements, Democracy, Rule of Law, Indigenous Movement, Ecuador

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 37-44© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Poco después del medio día del 20 deabril de 2005, el Congreso Nacionaldel Ecuador cesó al presidente Lucio

Gutiérrez por abandono de su cargo. Con es-to concluyó un período de inestabilidad quese inició en noviembre del año anterior, cuan-do una mayoría legislativa favorable al gobier-no reemplazó -sin ajustarse a las disposicionesconstitucionales- a los integrantes del Tribu-nal Constitucional, del Tribunal SupremoElectoral y de la Corte Suprema de Justicia.La decisión del Congreso constituyó tambiénel último acto de una larga, novedosa y sor-prendente protesta ciudadana escenificadafundamentalmente en la ciudad de Quito.Aunque, en términos estrictos, sería másapropiado decir que fue el penúltimo acto, yaque el hecho definitorio fue el retiro del apo-yo de las Fuerzas Armadas al gobierno, expre-sado por las máximas autoridades militarespocos minutos después de la decisión parla-mentaria.

Lucio Gutiérrez se convirtió así en el ter-cer presidente que termina abruptamente sumandato en menos de una década. En febre-ro de 1997, cuando apenas había cumplidociento veinte días en la presidencia, AbdaláBucaram fue destituido por el Congresoque, amparándose en una confusa disposi-ción constitucional, lo declaro incapacitadopara gobernar. Los vacíos constitucionaleshicieron posible un conjunto de interpreta-ciones que desembocaron en la conforma-ción de un gobierno interino que, a su vez yatendiendo a los resultados de un plebiscito,convocó a una Asamblea encargada de ela-borar una nueva Constitución. Pero loscambios introducidos en el ordenamientopolítico no fueron garantía de estabilidadpara el nuevo gobierno -instalado en agostode 1998 y presidido por Jamil Mahuad- queterminó abruptamente en enero de 2000por un golpe de Estado perpetrado por ungrupo de militares. Quien encabezaba esta

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tropa no era otro que Lucio Gutiérrez, queiniciaba así su vertiginosa y conflictiva vidapolítica.

Tanto la acción del Congreso en la desti-tución de Bucaram, como la actuación de lafacción militar en el derrocamiento de Ma-huad, estuvieron precedidas por movilizacio-nes sociales, del mismo modo que estuvo laterminación del mandato de Lucio Gutiérrez.Esa activa presencia de sectores sociales fue entodas esas ocasiones no solamente el desenca-denante de las acciones institucionales, sinosobre todo el elemento de justificación de és-tas. A ella se apeló como la fuente de legitimi-dad de decisiones que en ninguno de los ca-sos se ajustaban a las disposiciones constitu-cionales o que -como sucede con los hechosmás recientes- por lo menos dejan muchasdudas en ese sentido.

Esta relación entre sectores sociales movi-lizados y decisiones institucionales colocados temas de interés para el análisis. En pri-mer lugar, lleva a preguntarse sobre el tipo ocontenido de las demandas de los gruposmovilizados e, implícitamente, a indagar porla composición de esos sectores, su origen,sus formas organizativas, las modalidades deacción que han empleado en cada ocasión yel carácter (estable o efímero) de su presenciaen el conjunto de la sociedad. En segundolugar, plantea interrogantes sobre la capaci-dad del sistema político para procesar esasdemandas, pero sobre todo convoca a pre-guntarse por las causas que condujeron a res-puestas poco ortodoxas de interpretación delas normas vigentes, cuando no violatorias deellas en su totalidad. A pesar de la importan-cia de este último, en el presente texto seaborda únicamente el primer punto, de ma-nera que deja amplio campo sin explorar. Fu-turos análisis deberán desarrollar ambos enconjunto para buscar explicaciones más sóli-das sobre el fenómeno de la inestabilidad po-lítica ecuatoriana.

Indios, militares y forajidos

Se ha insistido mucho en el protagonismo delas organizaciones indígenas en los derroca-mientos de los presidentes ecuatorianos. Estoconstituye solamente una verdad a medias, yaque en la destitución de Bucaram su presen-cia fue más bien marginal, en tanto que elprotagonismo recayó sobre los sectores me-dios de las ciudades de Quito y Cuenca. Laintervención de los indígenas sí fue decisivaen el golpe de Estado del año 2000, ya queellos fueron prácticamente los únicos acom-pañantes de los militares insurrectos, mien-tras la presencia de otros sectores fue insigni-ficante. Finalmente, su ausencia fue absolutaen las movilizaciones que llevaron al derroca-miento de Gutiérrez, protagonizadas nueva-mente por sectores medios urbanos claramen-te circunscritos a la ciudad de Quito. Los fo-rajidos -término con el que se autocalificarondespués de haber sido llamados así por el pre-sidente- no tienen relación alguna con las or-ganizaciones indígenas ni pueden ser adscri-tos a ese tipo de población.

Por tanto, una primera conclusión en es-te sentido es que no se puede identificar a unsolo sector o, para decirlo en términos de la

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literatura de los movimientos sociales, a unactor sociopolítico como sujeto de los tresepisodios. Más allá de la alusión a la sociedadmovilizada -que constituye una generaliza-ción equivalente a la puerta de entrada alproblema- no hay un común denominadoren los tres casos. Por el contrario, estos mues-tran importantes diferencias en términos dela composición social, del lugar que ocupanen la sociedad, de las estructuras organizati-vas y de las modalidades de movilización (losrepertorios de la acción social). Se puede es-perar, por tanto, que existan también sustan-ciales diferencias en cuanto a los contenidos,esto es, en las demandas sociales y políticas,que es hacia donde debe dirigirse la atención.Pero antes de entrar en este tema es necesariodestacar que las mayores similitudes se en-cuentran entre las movilizaciones que con-cluyeron con los derrocamientos de Bucaramy de Gutiérrez, lo que puede tener una expli-cación que será propuesta al final de este tex-to. El papel central en ambos casos estuvo acargo de los sectores medios urbanos, espe-cialmente quiteños, pero se diferencian porel contenido de las demandas, así como porla acción de los partidos políticos y de lasFuerzas Armadas. Hecha esta observación esposible abordar los contenidos de las movili-zaciones.

Dadas las condiciones de las movilizacio-nes, de manera especial su carácter efímero einorgánico, resulta difícil y hasta aventuradoafirmar algo al respecto. Sin embargo, enrasgos muy gruesos es posible identificar suscomponentes principales. En la primera oca-sión se combinaron las protestas por losefectos de las medidas económicas adopta-das por el gobierno de Bucaram con el re-chazo a su estilo caótico de gobierno. Concierto mecanicismo se podría decir que, enla medida en que intereses tan diferentesconfluían en el tiempo, tendían a compartirla misma acción (y el mismo espacio, el delas calles de las ciudades) los sectores popu-

lares -especialmente indígenas- con los sec-tores medios urbanos.

El escaso tiempo que Bucaram ocupó elcargo no fue suficiente para contar con seña-les claras respecto a la orientación de sus po-líticas, menos aún para evaluar sus resultados,de manera que las causas inmediatas de lasmovilizaciones pueden atribuirse a la extrañacombinación del rechazo al “paquetazo eco-nómico” con la percepción de inseguridadque se encargaba de crear el propio mandata-rio. Se puede suponer, así mismo -y conside-rando experiencias muy similares bajo gobier-nos anteriores-, que de manera aislada el pri-mer factor no habría sido suficiente para pro-vocar la caída del presidente. De este modo,el elemento determinante había sido una per-cepción que no se origina ni se explica por va-riables económicas. En esa misma vía podríadecirse, entonces, que el actor fundamentalpara el desenlace final fue el de los sectoresmedios urbanos movilizados por un temorque se originaba principalmente en elemen-tos simbólicos y valorativos.

Para el golpe contra Jamil Mahuad concu-rrieron como elementos básicos el rechazo ala política económica y la participación direc-ta de un grupo de militares. En cuanto a loprimero, no se trató en este caso de la oposi-ción a medidas tomadas en un momento de-terminado, sino de la orientación general deuna política económica que llevaba más deun año de resultados negativos. De maneraespecial, era la respuesta a los efectos de la cri-sis bancaria, que se asociaba directamente conla acción –o con la inacción- del gobierno.Pero, aunque ese era sin duda el telón de fon-do y constituía la explicación de la erosión dela credibilidad y de la confianza en el gobier-no, queda la duda acerca de los motivos quellevaron a la participación protagónica de losindígenas. Aunque es indudable que ellos seencuentran entre los sectores más afectadospor el mal manejo económico, es evidenteque ese no es un asunto de corto plazo y que

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además no es posible encontrar una relacióndirecta entre la crisis financiera y la magnitudde su reacción. Más bien, los más golpeadospor el cierre de bancos, el congelamiento decuentas y la pérdida de depósitos fueron lossectores medios, que en esta ocasión práctica-mente no tuvieron participación. Por consi-guiente, se puede suponer que la fuerte movi-lización indígena tuvo otras motivaciones, se-guramente de carácter más político que es-trictamente económico, y que fue eso lo quellevó a que convergieran con el discurso -y laacción- de contenido redentor y mesiánico delos militares.

En las movilizaciones en contra de Gutié-rrez hubo un contenido claramente político,con total ausencia de los factores económicos.No estuvieron antecedidas por “paquetazos”ni por medidas que provocaran sobresaltosque amenazaran la estabilidad (expresada enla más baja tasa de inflación de la historia na-cional y de este momento en América Lati-

na). Es más, desde el año 2001 y hasta co-mienzos del 2005 se había vivido un períodode descenso de la movilización social. El de-sencadenante que puso fin a ese período fuela intervención del gobierno, apoyado por lamayoría legislativa, en los tribunales Consti-tucional y Electoral, pero de manera especialen la Corte Suprema de Justicia. Las protestasefectuadas por medio de multitudinariasmarchas en Guayaquil y Quito en el mes defebrero fueron las primeras expresiones de es-ta nueva coyuntura. Aunque inicialmentefueron promovidas por partidos políticos(Social Cristiano en Guayaquil e IzquierdaDemocrática en Quito) a través de sus auto-ridades locales, inmediatamente se separaronde esa conducción y adoptaron caminos pro-pios. Así, mientras en Guayaquil se detuvie-ron las acciones, en Quito asumieron unamagnitud desconocida e inesperada inclusopara quienes inicialmente las impulsaron. Suapogeo se produjo cuando la población se au-

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toconvocó para concentrarse en la noche des-pués del fracaso de un paro convocado por lasautoridades locales. De ahí en adelante ape-nas fueron necesarios siete días de accionesnovedosas y creativas -guiadas por primeravez en el país por consignas de defensa de lademocracia y de los derechos ciudadanos- pa-ra desembocar en el derrocamiento del presi-dente.

Los movilizados (en nuevos repertoriosque deberán ser estudiados con detenimien-to) fueron claramente sectores medios quemostraron insatisfacción con la conduccióndel gobierno, no en el aspecto económico, si-no en lo político. Se puede atribuir a la per-cepción de inseguridad que se desprendía dela intervención en la Corte (reiterada el 15 deabril cuando el presidente destituyó a sus in-tegrantes en un acto clara y totalmente viola-torio del orden constitucional), que podía in-terpretarse como un riesgo que rebasaba elámbito estrictamente judicial. Es decir, es po-

sible suponer que la creación de factores deinseguridad por parte del gobierno -objetivosy concretos en la medida en que constituye-ron violaciones del orden constitucional y so-bre todo en que abrieron un período de du-ros enfrentamientos- era trasladada en la per-cepción ciudadana a los otros ámbitos de suvida y de sus intereses. Esto se alimentó ade-más de características básicas del gobierno,como su manifiesta incapacidad política, laescasa preparación e incluso la mediocridadde sus integrantes, la conducción errática yconfrontacional por parte del presidente, elnepotismo en la administración pública y lasevidencias de corrupción gubernamental. Uningrediente fundamental para configurar esapercepción fue el de indignación por las reac-ciones despectivas y denigratorias del presi-dente frente a las demandas iniciales en tornoal tema de la Corte de Justicia. La incom-prensión de lo que estaba ocurriendo por par-te del presidente y de su entorno más cercano

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-en el que predominaba una visión guerreris-ta de la política, derivada a su vez de la forma-ción militar de sus integrantes- fue determi-nante en ese sentido.

En síntesis, cabe reiterar que fue muy di-versa la composición social y fueron muy es-pecíficas las motivaciones de los grupos quese movilizaron en cada una de la ocasiones.No hubo un patrón generalizado que pudieraservir de explicación. Como se ha dicho an-tes, la única similitud se encuentra en la com-posición social de los sectores predominantesen el derrocamiento de Bucaram y Gutiérrez,lo que posiblemente encuentre explicación enla percepción de los dos personajes como ele-mentos ajenos y opuestos al equilibrio del sis-tema. Cabe recordar que ambos tuvieron unestilo absolutamente confrontacional, fueronincapaces de comprender su propia situacióny la de su gobierno dentro de cada momentopolítico y apenas pudieron hacer acuerdospolíticos transitorios, y siempre en condiciónde inferioridad. Es poco probable que se tra-te, como ha interpretado algún sector de laprensa internacional, de un rechazo basadoen valores clasistas o étnicos, producido porsu origen social y el de los integrantes de sugobierno, la llamada cholocracia. Más bien ca-be suponer que predominó la percepción depeligro que cada uno de ellos suponía parauna estabilidad asentada en acuerdos más im-plícitos que explícitos.

Dentro de esas diferencias y de esas seme-janzas, algo que demanda atención es la valo-ración de la democracia y del Estado de dere-cho que ocupó el lugar central en la moviliza-ción en contra de Gutiérrez. Concretamente,cabe preguntarse las razones por las cualesuna sociedad poco afecta a esos valores los re-tomó en ese momento y los convirtió en ban-dera de lucha y en demandas centrales. Al res-pecto solamente se pueden ensayar hipótesis,y en este texto solamente se proponen tres, delas cuales la última es claramente alternativa alas dos anteriores.

En primer lugar, se puede suponer queesas reivindicaciones no eran nada más quela fachada de otro tipo de motivaciones (elrechazo racista de los sectores medios). Esdecir, que los objetivos de la acción socialeran simplemente inconfesables y por eso seescondieron detrás de otros que tenían me-jor imagen o mejor venta. Pero ésta podríainvalidarse de inmediato por tres vías. Pri-mera, al suponer que la democracia y el Es-tado de derecho son valores que se puedenmercadear exitosamente entre esos sectoresse está suponiendo que esos conceptos sonvalorados por ellos, lo que constituye uncontrasentido ya que precisamente se estátratando de demostrar lo contrario. Segun-da, se podría establecer una simple compara-ción aritmética entre el número de personasque participaron en las acciones nocturnas yel volumen de los sectores medios quiteños.Dicha comparación podría establecer algotan absurdo como que todos los integrantesde esos sectores se movilizaron en todas y ca-da una de esas noches. Tercera, se podríatambién hacer alguna estimación más cuali-tativa sobre el origen de las llamadas a RadioLa Luna, verdadero cauce de expresión dequienes se movilizaron.

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En segundo lugar, dado que las moviliza-ciones prácticamente se restringieron a laciudad de Quito, se puede suponer que lamovilización tuvo relación con algún tipo dedemanda propia o por la defensa de valoressimbólicos particulares. Sin embargo, fueevidente a lo largo de cuatro meses la impo-sibilidad de las autoridades locales para de-tectar objetivos específicos y movilizar a lapoblación en torno a estos. Las denominadasAsambleas de Quito y de Pichincha perdie-ron rápidamente todo protagonismo y que-daron en el olvido. La marcha del 16 de fe-brero demostró hasta la saciedad que no con-taban para nada las reivindicaciones locales, adiferencia de lo que se había demostrado dossemanas antes en Guayaquil.

En tercer lugar, a contramano de las hipó-tesis anteriores, se puede suponer que en rea-lidad ha tomado cuerpo una demanda demo-

crática, especialmente entre los sectores urba-nos más cercanos a las actividades políticas.Los bajos rendimientos del sistema político(expresados en pésimos resultados económi-cos y sociales, baja representatividad, escasacapacidad para procesar los conflictos y crisispermanente, entre otros) habrían generadouna insatisfacción que no se expresa en el re-chazo al régimen sino en el interés por perfec-cionarlo. El carácter dictatorial que iba to-mando el gobierno de Gutiérrez habría ayu-dado significativamente, ya que se veía justa-mente como la profundización de la situaciónque se rechazaba. Pero, para abordar estos te-mas sería necesario entrar en el campo del sis-tema político, su institucionalidad y su capa-cidad para responder a las necesidades y de-mandas sociales que, como se señaló antes, noforma parte de este texto y queda para futu-ras indagaciones.

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La crisis del sistema político ecuatoriano y la caída de Gutiérrez

Julio PaltánDepartamento de Sociología y Ciencias Políticas, PUCE

Email: [email protected]

Fecha de recepción: junio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

Resumen En este artículo se analiza el curso de deslegitimación y declive del sistema democrático repre-sentativo reflejado en el triunfo electoral del populismo autoritario, corporativo y clientelistadel gobierno de Lucio Gutiérrez. Además, se ubican algunos elementos que inciden en su caí-da, y que reflejan un déficit de ciudadanía y de integración nacional.

Palabras clave: deslegitimación, democracia representativa, clientelismo, crisis de los partidospolíticos, corporativismo

AbstractThis article analyzes the course of deslegitimación and declivity of the representative democra-tic system in Ecuador since the electoral triumph of authoritarian populism, corporative andclientelist government of Lucio Gutiérrez. In addition, it puts some elements that affect itsoverthrow, and that reflects a deficit of citizenship and national integration.

Key words: delegitimation, representative democracy, clientelism, crisis of political parties,corporativism

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 45-52© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Crisis, representación y legitimidad en los 90

Pese a que el surgimiento del movi-miento indígena y de Pachakutik re-novó el liderazgo político -en especial

para la izquierda-, se podría afirmar que losnoventa fueron años en los que el sistema departidos perdió legitimidad y credibilidad.Buena parte de la aprobación y expectativaque habían logrado los partidos fue socavadadebido al evidente deterioro de la calidad devida. Las políticas de ajuste estructural y el fi-nanciamiento continuo del gasto público delEstado a costa de la devaluación de la mone-da y la subida de los precios de los serviciosbásicos, hicieron que la población sufra lasconsecuencias de la pérdida del poder adqui-sitivo del dinero. El tipo de cambio liberaliza-do y la rampante inflación acentuaron esatendencia. A ese contexto se sumó una pro-pensión al desempleo.

Las sucesivas medidas de ajuste adoptadaspor los partidos, sumado al deterioro de la ca-lidad de vida y la inequidad creciente, mina-ron la fe en ellos. Durante toda la década, elEstado se supeditó al mercado y ello implicóla aprobación de medidas neoliberales antide-mocráticas. Se dio una paulatina deslegitima-ción popular de los gobiernos democráticosya que estos solamente se habilitan en la pra-xis del óptimo ejercicio del gobierno y de losresultados obtenidos (Sánchez-Parga 2004).Esto se evidenciaría en las agudas moviliza-ciones (primero del FUT en los 80 y luego dela CONAIE en los 90) a las que los sucesivosgobiernos tuvieron que enfrentarse. La desle-gitimación que hace vulnerables a los gobier-nos es el resultado, en parte, de su decisión deadoptar drásticas medidas de tipo restrictivo.

Los partidos se encuadran en una lógica decorporativización de intereses, compromisos yservicio a grupos y sectores de poder con inte-reses privados, los cuales hacen perder la no-ción de lo público en el Estado. Se tiende a

elegir presidentes para que tales grupos reci-ban un cheque en blanco y puedan hacer loque quieran. Esto quiere decir que se ha pro-ducido una separación entre elegir y legitimar.

En este contexto, se presenta una galopan-te corrupción que usa y se sirve de las institu-ciones públicas y democráticas, haciendo quese desvirtúe la institucionalidad pública y sereproduzca en toda la escala social una pérdi-da de legitimidad de lo político (Sánchez-Par-ga 2004:80). La acción democrática se desdi-buja como algo construido desde lo público ypara lo público. Más bien, se evidencia la im-posición de intereses privados en la política,lo que mina la fe en las instituciones demo-cráticas y hace que surjan tendencias de apo-yo a los autoritarismos como fórmulas validaspara que la ciudadanía resuelva sus proble-mas; esto explica que en el país impere la de-generación institucional, el descrédito, la apa-tía, la propensión a insurrecciones y los dis-cursos antisistema.

Los partidos en el país han tenido el kar-ma de no articular grandes intereses: al no re-coger la gran diversidad de la nación y unirlaa grandes metas y objetivos, se concentran entorno a grupos de poder económico. EnEcuador esto se expresa muy claramente en ladeslegitimación de la política y el sentimien-to adverso hacia la clase política tradicional.Entre 1996 y 2003, el apoyo a la democraciarepresentativa expresada en los partidos polí-ticos se redujo del 52% al 46%, y su satisfac-ción con ella, del 34% al 23%.1

Para las elecciones de 1996 el sistema po-lítico y de representación entra en una crisisque -podría decirse- repite el ciclo históricodel surgimiento del populismo (que está mar-cado por el caos en la gobernabilidad, la legi-timidad y en las instituciones). El populismoemerge en el marco de una degeneración de lademocracia representativa. Así, en dichaselecciones resulta ganador Abdalá Bucaram,

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1 www.latinobarometro.org

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un político que despliega un discurso en con-tra de la clase política tradicional, pero queproviene de los partidos tradicionales y de losintereses ligados a ellos. El discurso de Buca-ram se dirige a los sujetos históricamentemarginales del país, aquellos excluidos de lademocracia de las elites. Mediante el viejo es-tilo clientelista-instrumental incorpora a lasmasas. Se vale de un montaje escenográficoen el que reivindica los símbolos culturales delos estratos excluidos; el líder se apropia deellos, los valoriza y los reivindica con orgullocomo forma de reproducir una lucha de cla-ses en contra de “los oligarcas” (De la Torre2004:89).

En 1997, Bucaram es derrocado a causade sus medidas económicas, los escándalos decorrupción y su estilo chabacano de gobernar.En esta caída jugaron un rol clave los pactospolíticos y los intereses de los partidos tradi-cionales. Para destituirlo, los partidos se valie-ron de una violación a la Constitución (decla-

raron la “incapacidad mental” de Bucaram), ynombraron un jefe de Estado que respondía asus intereses.

A partir de este momento, la clase políticainstrumentaliza para sus fines a la Constitu-ción y enmarca la legitimidad de sus accionescomo una respuesta a los momentos de crisispolítica expresados en las movilizaciones po-pulares. El interinazgo de Fabián Alarcóncomplejizó aún más este problema al legiti-mar su mandato en base a una consulta popu-lar. La clase política, percibiendo la crisis derepresentatividad, hace aprobar leyes y refor-mas electorales. A través de la ley electoral,asegura sus escaños en el Congreso por largosperiodos y se crea la figura de los diputadosindependientes.

En este contexto, merece atención el pro-blema que enfrentan los partidos respecto a lafalta de renovación de sus cuadros y al déficitde liderazgo político nacional. Un problemaque conlleva el peligro de que los partidos de-

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jen de ser las instancias óptimas de media-ción, procesamiento y canalización de las de-mandas sociales hacia el Estado. Un proble-ma que, también, conlleva el peligro de darpaso a formas de representación privadas ex-presadas en la corrupción, el prebendalismo oel lobby (Sánchez-Parga 2004:67), lo quemarca la gestación de poderes al margen detodo aparato jurídico o institucional. Bajo unesquema como este, los actores políticos ten-derían hacia el asedio y el uso privado y par-ticular de las instituciones públicas y demo-cráticas; y lo harían a través de mecanismoscomo la extorsión, la paralización, el corpora-tivismo, la negociación, la búsqueda perma-nente de prebendas.

Otro de los males de los partidos políticosen los últimos 26 años radica en su prácticade asegurarse el poder a través del apoyo a fi-guras caudillistas. Estamos frente a un agudopersonalismo que desplaza una democráticaconfrontación de ideologías o programas degobierno. La tendencia electoral de los votan-tes de elegir en función de cualidades perso-nales y no de agendas de gobierno ratificaría,una vez más, la decadencia de la representa-ción política partidista (Zalles 2001). Es eneste contorno crítico cuando los populismosaparecen. Las aventuras populistas son la ex-presión de la degeneración de la representa-ción democrática y de la crisis institucional.

Lo que acontece después de la crisis polí-tica de 1997 no es sino el ahondamiento detoda esa amplia gama de problemas descri-tos. El discurso antisistema se pone en auge,las rebeliones también. La idea de que la so-lución a los problemas nacionales puede en-contrar un cause en posibles experiencias au-toritarias y extra institucionales se manifiestaaún más. Cobra además fuerza, de maneracreciente, el discurso anti-político, anti-siste-ma y anti-partidos; y a ello se suman tenden-cias hacia la ruptura institucional. Surgen li-derazgos outsider, de fuera del sistema políti-co, que replican los discursos anti-política y

anti-sistema (Montúfar 2004). Un discursoque a ratos se confunde con el abanico ideo-lógico y con los mesianismos revolucionariosde la izquierda.

La consumación del proyecto populista autoritario de Gutiérrez

Como una pequeña cuota de fe en la clase po-lítica tradicional (respaldada por el buen de-sempeño en la alcaldía de Quito), la ciudada-nía vota mayoritariamente por Jamil Mahuaden la elecciones presidenciales de 1998. Peroel triunfo de Mahuad expresa sobre todo lasproyecciones de la clase media y alta quiteña,quienes confían en su excelente preparaciónacadémica y en su (demostrada) capacidadpara la gestión pública (Corral 2005).

Como se sabe, el panorama a fines de los90 estuvo marcado por la crisis financieramundial, a lo que se sumó, en el caso delEcuador, el descalabro bancario. La monedanacional sufrió una hiper-devaluación y losajustes en la economía siguieron uno trasotro. Todo ello tuvo un costo social y políticobastante alto para el país, lo que se tradujo enuna gran convulsión nacional acompañada deparalizaciones sectoriales y movilizaciones delas organizaciones sociales, entre las que des-tacaba como protagonista mayor la CO-NAIE. En los momentos de mayor presiónsocial, la organización indígena, súbitamentey sin coordinación previa, encontró en los es-tratos medios militares -cuya figura promi-nente era Lucio Gutiérrez- un aliado. La coa-lición indígena-militar encontró, en medio dela convulsión social, suficiente respaldo éticocomo para desconocer el orden legal y gestarun golpe de Estado contra el gobierno de Ma-huad. La gesta del 21 de enero no fue mal vis-ta por la ciudadanía. La mayor parte de la po-blación estuvo de acuerdo con el hecho y nolo visualizó desde la dimensión del desborda-miento del orden institucional y jurídico que

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ello implicaba. A nivel internacional, la iz-quierda latinoamericana tenía mucha expec-tativa por esta hazaña y por el que se presen-taba como uno de sus autores principales.

Históricamente, este suceso repite de algu-na manera el ciclo crítico de 1925, en el queun grupo de coroneles rompe con el ordeninstituido como forma de poner fin a los dé-biles, corruptos e ineficaces gobiernos de laplutocracia guayaquileña, en un contexto decrisis de los precios del principal rubro de ex-portación de ese entonces.

La deslegitimación del sistema político seevidenció, nuevamente, cuando el coronelGutiérrez ganó la primera vuelta de las elec-ciones presidenciales de 2002 con un respaldodel 20,64%. Como segundo finalista, junto alcoronel, llega otro outsider, el magnate ÁlvaroNoboa. Era claro, en ese entonces, el vuelcodel electorado hacia un candidato antisistema.Sin embargo, la ciudadanía no visualizaba losalcances de ser golpista y militar y, por el con-trario, esa característica fortaleció la imagen, eldiscurso y el apoyo del electorado. Finalmen-te, en 2002 Gutiérrez triunfa y emerge comopresidente democráticamente electo.2

Siendo Gutiérrez uno de los líderes delgolpe del 21 de enero, un hecho que simboli-zaba un triunfo sobre la corrupción y la inefi-ciencia de la política tradicional, su triunfoelectoral abrió en el país un abanico de expec-tativas de cambio. Sin embargo, la indefini-ción ideológica fue evidente desde el inicio desu gobierno. En el ejercicio del poder, Gutié-rrez reprodujo el estilo de dominación políti-co-familiar de los partidos tradicionales. So-ciedad Patriótica, el partido que creó con fi-nes electorales, reprodujo los males de lospartidos tradicionales (personalismo, nepotis-mo, etc.). Lejos de su imagen progresista deizquierda, enarbolada durante la campaña, yaen el poder Gutiérrez cambió la dirección desu mandato hacia una línea conservadora en

el manejo de la economía, hizo acercamientospolíticos con la derecha (el PSC) y los EEUU.Su agenda generó entonces el rechazo y laruptura con los movimientos sociales. En lamirada del gobierno gutierrista, la rupturacon Pachakutik fue leída inicialmente comoun potencial peligro de quedarse sin sosténpolítico. Para evitarlo, Gutiérrez consolidauna base política a través de tres estrategias:

1. La sede de Sociedad Patriótica se convier-te en una agencia de empleo, en clara es-trategia clientelista. La histórica margina-ción que han sufrido varios sectores rura-les y suburbanos del país hace que éstos serelacionen con la política y con el Estadoa través de fines instrumentales y cliente-lares (Burbano y De la Torre 1989). Seaprovecha está condición estructural paraasegurar la base política de Sociedad Pa-triótica, que no es fuerte ni en términosideológicos ni personales. El sistema deprebendas y redes es además utilizado pa-ra dividir a grandes organizaciones comola CONAIE. Las obras públicas se vuel-ven, así, vitales para sostener políticamen-te al gobierno.

2. Estrecha los lazos con sectores económicosde la costa. En sus visitas a Guayaquil pac-tó de diversos modos con el Partido SocialCristiano, sin embargo, esta fuerza políti-ca costeña fue luego dejada de lado porGutiérrez, en su permanente rotación yacercamiento con otros sectores políticos.Su sed de apoyo político hizo que traicio-ne al PSC y establezca una alianza con elPRE, MPD y con el PRIAN a cambio deprebendas y cuotas en el sector público.He ahí la raíz del reparto de las Corte deJusticia y Tribunales Constitucionales yElectorales. Su permanente búsqueda deapoyo político y de aceptación se eviden-ció, también, en sus permanentes cadenasnacionales en la que quería demostrar que

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2 www.tse.gov.ec-elecciones

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el gobierno estaba con “excelentes índicesde popularidad”. En su discurso convirtióen elemento propagandístico la no subidade los precios. Gutiérrez tenía miedo per-manente, estaba atento de cualquier cosaque se decía y se organizaba para ensegui-da, mediante grandes despliegues propa-gandísticos. contrarrestarlo. Su discursocomenzó a ser dualístico y maniqueo. Así,por ejemplo, calificó a toda forma de opo-sición bajo el genérico de ser “deudores dela banca cerrada”. Además, utilizó el dis-positivo discursivo de “oligarquía corrup-ta” de forma permanente, y bajo éste pre-tendió legitimar los golpes que dio a laCorte de Justicia y a los Tribunales. Estediscurso y este proceder sedujo a los oídosde un tipo de izquierda clientelar, repre-sentada en el MPD, que supo aprovecharsu oferta de reparto institucional. Estotambién le llevó a simpatías con el PRE,pues el discurso “antioligárquico” era elmismo. De esta forma estableció un tipode alianza que fue demasiado lejos, hastaprovocar su caída.

3. Los golpes permanentes a varias organiza-ciones rompieron las bases de su organiza-ción y sus bases. Las cúpulas policiales ymilitares fueron comprometidas a favordel gobierno, politizando abiertamente alos uniformados e inmiscuyéndolas en to-das las instancias legales de control pordentro y fuera del Estado. El corporativis-mo ha sido el sistema de representaciónmás utilizado por los regímenes autorita-rios de la historia, y esto se debe a que elmecanismo funciona cuando surgen lide-razgos políticos personalistas fuertes queconcentran poderes en torno de sí: Gutié-rrez, de alguna manera, transitó por estosrumbos ya que quiso unificar a su alrede-dor a los poderes públicos, a los medios, alos partidos y las organizaciones sociales,con la pretensión mesiánica de ser “el sal-

vador del Ecuador”. De ello hace parte lacontinua invitación a “sumarse al consen-so” que Gutiérrez propone a la oposición.Sin embargo, su régimen sólo logró inte-grarse en base a una variada y corrupta redclientelar y gracia a una amplia y extendi-da oferta de prebendas. El corporativismo,como forma de representación, borra lasfronteras entre la esfera pública y la priva-da, y deja pocos espacios libres de la infe-rencia del Estado y de su líder. Si, porejemplo, prestamos atención a la propues-ta gutierrista de la consulta, vemos que enla nominación de la nueva Corte se expre-só la tendencia a concentrar hacia el cen-tro de poder todos los gremios y órganosde la sociedad civil. Ello quizá obedeció almiedo permanente que tuvo Gutiérrez acualquier forma de oposición organizada.Un miedo que le llevó a violar la divisiónde los poderes del Estado, y que le hizo le-vantar un extenso aparato de espionaje, re-presión y de fuerzas de choque.

La caída del coronel y la división nacional

Ante los múltiples intereses creados en unaestructura social clientelar, un buen gobiernoresulta ser aquel que más cuotas y prebendasconcede. De esta manera nos explicamos lapoca inconformidad social expresada al iniciodel último ciclo de desestructuración institu-cional y de violación de la Constitución ini-ciada por Gutiérrez y sus aliados en diciembrede 2004. La acción política no se despliega entorno a temas institucionales o legales, sinomás bien en función de obtener fines concre-tos y materiales del gobierno. Esto nos pre-senta el problema de la limitada construcciónde una ciudadanía que visualice la acción po-lítica más allá de las reivindicaciones econó-micas, las obras y la satisfacción de los intere-ses inmediatos y concretos. La histórica mar-

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ginalidad y exclusión sufrida por varios estra-tos de la población nacional por la ausenciadel Estado, hará que la acción política de es-tas sea siempre la reivindicación y demandade obras y atención del Estado.

Gutiérrez se aprovecha de esta situación eintenta levantar su base política a partir delclientelismo y de la creación de obras. Asimis-mo, es parte de su estrategia la supuesta noutilización de “paquetazos” como lo que dis-tingue a su gobierno. Los frutos de esta em-presa política no son pocos: consolida cliente-las en el Oriente y en zonas marginales de laCosta y coopta a los indígenas evangélicos.

Por otro lado, a raíz de la consumación dela alianza entre Gutiérrez y el PRE (que signi-ficó el retorno de Bucaram), se cristalizó lamovilización social en tres ciudades del país,Quito, Guayaquil y Cuenca; las dos últimassin embargo se movilizaron sobre la base dereivindicaciones regionales de seguridad, via-lidad y descentralización, antes que abierta-mente políticos.

En el caso de Quito, la movilización giróen torno a la temática legal, ética e institucio-nal. Parecería que la condición de ser la capi-tal y vivir de cerca los avatares de la acciónpública y de la política hizo que sus habitan-tes desarrollen una conciencia cívica basadaen los imaginarios de sentirse parte del Esta-do-nación. En Quito, de lo que se conoce,no se desarrollaron formas de acción políticabasadas en reivindicaciones materiales. Losjuicios éticos se convirtieron en preponde-rantes y estuvieron relacionados con los ima-ginarios y concepciones de la política queposeen los quiteños.

Al inicio de la movilización contra Gutié-rrez, la población de Quito estuvo aglutina-da en la coalición denominada Asamblea deQuito, en la cual tuvieron protagonismo lasautoridades del municipio y la prefectura (laalianza ID-Pachakutik) y otras organizacio-nes ciudadanas que en sus nominaciones,apelativos y manifestaciones recalcaban un

discurso de la ciudadanía visto desde las obli-gaciones y el valor de la democracia. Sin em-bargo, el fracaso de la Asamblea se produjo araíz del paro a medias decretado por la prefec-tura de Pichincha para el 13 de abril. Desdeallí se hizo evidente la honda crisis de convo-catoria, articulación y representatividad de laID y Pachakutik y de la otrora poderosa CO-NAIE, que se sumo al decreto. Parecía quetras la derrotada Asamblea de Quito, venía lamuerte de toda forma de movilización. Sinembargo, en esos días se gestó una originalforma de protesta que no podría denominar-se un movimiento, pues carece de ideología,agenda y liderazgo central. Fue una protestaque aglutinó mayoritariamente a la clase me-dia. Fue espontánea, original (por ejemplo,con respecto al horario nocturno de las con-vocatorias) y se basó el más variado desplie-gue de símbolos, manifestaciones artísticas,leyendas creativas que apelaban a lo nacionaly a la quiteñidad, que reflejaban una opiniónpolítica madura, y que levantaban como ob-jeto de lucha a temas que nunca antes -por lomenos en los últimos años de democracia-

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La crisis del sistema político ecuatoriano y la caida de Gutiérrez

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habían sido factor de protesta: la dignidad, lainstitucionalidad democrática perdida, etc.(Ospina 2005). La coordinación, convocato-ria y motivación de la acción fueron poten-ciadas por medios de comunicación como laradio y los mensajes celulares; éstos ganaronla guerra mediática contra la costosísimacampaña desmovilizadora, indignante y ma-nipuladora levantada por el gutierrismo. Lasconcentraciones nocturnas de la ciudadaníacreaban lazos de solidaridad, de coordinacióny revivían de alguna manera el frenesí de lasfiestas del 6 de diciembre.

El 20 de abril fue el espacio en que dos ló-gicas de acción política, fruto de la fragmen-tación y desintegración nacional y de la debi-lidad histórica el Estado, se enfrentaron conel riesgo de una guerra civil. Por un lado, unamovilización convocada desde la ética, la re-cuperación institucional, y con una elevadaconciencia cívica y política; por otro, unamovilización que por la pobreza y marginali-dad se acopló al juego clientelista y preben-dista y al aparato de choque que el gutierris-mo creó comprando conciencias.

El retiro del apoyo de las FFAA, converti-

das en garantes y defensoras del orden jurídi-co y de la seguridad interna del Estado, se de-bió a la pretensión desesperada y errónea deGutiérrez de convertir las calles de Quito enescenario de una guerra civil y a su fallida pre-tensión de utilizar a éstas como su brazo ar-mado de represión contra la ciudadanía (des-ventura demostrada en la poca acogida del es-tado de emergencia el sábado 16 de abril porlos militares).

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El fervor democrático quiteño:¿un mito, un sueño o algo sustancial?

Teodoro BustamanteProfesor-investigador de Flacso-Ecuador

Email: [email protected]

Fecha de recepción: mayo 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenEste artículo propone entender el discurso sobre la revuelta política de abril como un conjun-to de dispositivos que lo mitifican, lo incorporan a matrices dicotómicas de comprensión de larealidad política, y que -al mismo tiempo- neutralizan el contenido disruptivo que el movi-miento tuvo -consistente en postular una defensa de la democracia como forma política, en unasociedad que la niega sistemáticamente-.

Palabras clave: revuelta política, democracia, mitificación, Ecuador, discurso político

AbstractThis paper suggests that the discourse about the April revolt in Ecuador is a mechanism to rein-troduce those events in a mythic, dichotomist comprehension of Ecuadorian political reality.In this proccess, the disruptive content of the revolt, the affirmation of democracy in a societythat denies it, is diluted.

Keywords: Political revolt, Democracy, Mystification, Ecuador, Discourse

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 53-62© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Los acontecimientos políticos del mesde abril constituyen un fenómeno quepresenta paradojas. Lo que en cierto

momento fue percibido y presentado comouna irrupción de una nueva ciudadanía pare-ce desvanecerse como espejismo, pues lo quese mostró como una fuerza -que pudo lograrla destitución de un presidente- está produ-ciendo cambios políticos que son de pocamonta. Si consideráramos que la principalconsecuencia del movimiento de abril fueronlas reformas políticas propuestas, resulta sor-prendente que ni siquiera respecto a temascomo los de la constitución de un TribunalElectoral encontremos acuerdos claros. Másaún, no sería raro que en la gama de discur-sos de reforma que se han lanzado, las medi-das que realmente se impongan sean aquellasque cierran la democracia, o se alejan de ella.1

En este artículo pretendemos mostrar queesta aparente paradoja se relaciona con una vi-sión que hemos llamado mitificada del proce-so de los forajidos. En ella se propone que exis-te un mundo de política corrupta, perversa,degradada, que se manifiesta y expresa con Lu-cio Gutiérrez; un mundo que es enfrentadopor una nueva política en la cual la participa-ción popular en el movimiento de los forajidosinaugura una nueva ciudadanía. Un tipo iné-dito de democracia, que habría estado a pun-to de lograr la transformación del sistema po-lítico y tal vez del conjunto de la sociedad. Es-to que describo es un discurso mítico, quebusca ordenar la realidad a través de oposicio-nes simplistas y dicotómicas y que, desde mipunto de vista, no tiene casi ninguna utilidadpara explicar los hechos. Esta mitificación noexplica la realidad, sino que la inscribe en unorden determinado. En este sentido, la codifi-ca y permite que a través de este proceso loselementos subjetivos que esa realidad despier-

ta sean “contenidos” por una estructura que leda sentido. Sin embargo, esta mitificación esademás mistificación, en la medida en queuno de los efectos más importantes de estaconstrucción es la de borrar, ocultar, la reali-dad, mostrándola de una manera sustancial-mente diferente a lo que fue. Con ello nega-mos no sólo las cosas desagradables de la reali-dad, sino también las posibilidades que ofrece.

La caracterización del gobierno de Gutié-rrez escapa a los objetivos de este artículo yhay ya algunos textos que aportan a esa discu-sión2. Nos limitaremos a señalar algunas diná-micas de su colapso. Recordemos que luegode haber destruido la alianza con Pachacutik,ese gobierno estableció otra con el PartidoSocial Cristiano. Esta alianza también se rom-pe y Gutiérrez decide contra-atacar. El Coro-nel es consciente de la tradición de la oligar-quía: establecer alianzas de extorsión en lascuales se obtienen crecientes prebendas, perouna vez que estas son aseguradas, la oligarquíaes partidaria de los gobiernos desechables.Gutiérrez sabe esto de manera muy cercana.Le tocó vivir el proceso como edecán de Bu-caram, fue nuevamente parte de la lógica pa-ra desechar al gobierno de Mahuad y sabíaque esto es lo que se le venía.

Toma una decisión, en cierto sentidoarriesgada, osada: decide asumir las banderasanti-oligárquicas; arma una alianza con diver-sos sectores populistas, MPD, PRE y PRIAN.Pero para negociar con ellos, está obligado aceder en lo que ellos le exigen. Se trata sola-mente de ciertas violaciones constitucionales.Lo cual ya se ha hecho. Otros sectores políti-cos lo harían si correspondería a sus intereses ysi las demás fuerzas políticas se lo permitiesen.

Las medidas generan la reacción de unaoligarquía que se vio herida en su capacidadde disponer a su arbitrio de las Cortes de Jus-ticia. Comienza entonces un forcejeo en el

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1 Tales sería por ejemplo los casos de las propuestas dedistritos electorales, formas de representación corpora-tivas, entre otras.

2 A este respecto nos parece especialmente interesante eltrabajo de Barrera (2005).

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cual poco a poco se van perfilando otros sec-tores que intervienen y que van a complicartoda la dinámica del conflicto. Un cierto gru-po de organizaciones intelectuales y profesio-nales comienza a estructurar una oposición,una denuncia sistemática, que si bien no re-presenta demográficamente algo que se debatemer, muestra una “desagradable” persisten-cia en sus acciones. Son sectores que tienencondiciones especiales, pues no entran fácil-mente en los esquemas de negociación y ha-cen presente al gobierno la existencia de todoun componente de mediación social que noesta bajo su control. La reacción del gobiernoes la de insistir en mecanismos tradicionales:negociaciones por diversos frentes, tratar deneutralizar al enemigo más poderoso (los so-cialcristianos), todo lo cual fue logrado en al-ta medida. La oposición socialcristiana desdeel municipio de Guayaquil fue diluyéndose.

El segundo componente de la estrategiafue una agresiva política para controlar y mo-

nopolizar los recursos que permitían desarro-llar obra social. Esto implica un esfuerzo pordesacreditar el trabajo de “las fundaciones”,que son la base material desde la cual operaparte de la inteligentsia politizada de la capi-tal, pero incluyó también un intento de apro-piarse de los recursos de ellas. El caso más cla-ro fue el de la Fundación Mariana de Jesús,que tuvo la virtud de irritar, a una instituciónque sigue teniendo poder en el país, la IglesiaCatólica y de manera más directa la Compa-ñía de Jesús.

Se agrega una estrategia de amenazas yataques que buscan amedrentar a los discon-formes. Pero estas medidas tienen un efectoinverso: la oposición se hace cada vez másabierta, poco a poco se percibe una pérdidade respeto al presidente. Sin embargo, las co-sas se demoran en definirse. Las fuerzas polí-ticas que son parte de la nueva alianza tienenesperanzas de llegar a disfrutar los beneficiosde la cuota de poder recién distribuida. En el

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caso de la oposición tenemos que los social-cristianos buscan presionar para forzar algúndiálogo que permita recuperar el control delos hilos del poder. La Izquierda Democráticase ve atrapada en una encrucijada entre bus-car negociaciones o participar y organizar unamovilización ciudadana. La disyuntiva se re-fleja en acciones vacilantes aunque de todasmaneras a través de la Alcaldía de Quito, laPrefectura y algunas estructuras provinciales,la ID se juega por la manifestación; fruto deella es la decisión por el paro provincial. Hayun nivel de participación no despreciable, pe-ro la marcha, al tratar de vencer el cerco poli-cial, se muestra como una estrategia y un ob-jetivo que no corresponde ni a los sectoresmovilizados ni a sus posibilidades reales.Quienes están manifestando no son adoles-centes con la energía y vitalidad para correrentre las bombas lacrimógenas. Los manifes-tantes no están dispuestos a perder sus jorna-das de trabajo pero el sentimiento opositor esgeneralizado. Este se refuerza con la represióny sobre todo con el triunfalismo despectivodel presidente Gutiérrez.

Probablemente, en la tarde de ese miérco-les Gutiérrez creyó haber derrotado a la“conspiración” PSC-ID. Lo que la ID mos-traba como capacidad de combate parecía ha-ber sido vencida. Pero hay algo que se muevea otros niveles y a partir de ese momento sur-ge una nueva dirección, casi anárquica, que sediferencia de las organizaciones políticas yque en algunos momentos es anti-partidospolíticos. En realidad, se trata de una amalga-ma en la cual convergen desde los partidariosde una democracia formal, hasta grupos queven en este momento la posibilidad de impul-sar sus agendas (anti-TLC, anti-Base de Man-ta u otras). Existen sin lugar a dudas otras di-mensiones adicionales; el grito de forajidostambién tiene elementos de aglutinaciónidentitaria.

Tal vez sea útil explorar ciertas cuestionesen este sentido. Si el termino “forajidos” sirvió

para aglutinar a un conjunto amplio y diver-so de personas, es por que algo pre-existía ypermitía el funcionamiento de los símbolos yde la convocatoria. En los discursos explícitosno vamos a encontrar una base compartida.La palabra central “democracia” es no sólomuy general sino que tiene contenidos muydiversos para diferentes grupos. Pero algounió a toda esa gran masa que no sólo fue declase media sino que además incorporó algu-nos otros segmentos. Hubo sectores de las cla-ses altas, pero también de barrios populares.

Podemos pensar que se desencadenaronotros mecanismos identitarios; una hipótesispuede ser lo regional. La sensación de queexistía una amenaza contra la ciudad, que ve-nían grupos -convencidos o pagados- dis-puestos a tomarse la ciudad y a castigar a losforajidos.

Puede existir otra, según la cual la alianzade sectores populistas amenaza el discursoque justifica la existencia de una clase mediaen una ciudad capital. En esa línea, se ataca laproducción de un discurso que ordena elmundo a través de la técnica, de la racionali-dad, de los principios universalistas que seproclaman éticos. Esta matriz básica no esuna ideología específica, sino los presupues-tos de cualquier ideología moderna. Es, ade-más, la condición de la racionalidad adminis-trativa de un Estado y es el conjunto de pre-supuestos que permiten y crean condicionespara desarrollar actividades económicas conciertas leyes claras. Es decir, son las condicio-nes de existencia de una clase media. En esteproceso en que la clase media sale a defendercierta visión del mundo, cierto discurso, nodejan de existir contradicciones. En efecto,esta clase puede enarbolar los valores éticos dela lucha anti-corrupción. Pero ha aprendido avivir en una realidad que no se rige por prin-cipios ni por valores universales, sino que esparticularista. Tal vez no es accidente que eltema que desencadena toda la crisis esté rela-cionado con el poder judicial, el espacio de

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los abogados, de los profesionales, que argu-mentan principios, procedimientos y normas,pero que en realidad trabajan sobre tales ele-mentos para usarlos, no para defenderlos.

Se podría pensar que convocatorias talescomo las de la democracia o de valores tan ge-nerales como los de una Corte Suprema deJusticia no eran capaces de movilizar unaoposición fuerte. Uno podría preguntarse:¿cómo van a ser capaces los ecuatorianos y losquiteños de revelarse contra una exacerbaciónde la corrupción en la Corte Suprema de Jus-ticia, si a eso están acostumbrados, en eso vi-ven y se las arreglan cotidianamente buscan-do la oportunidad de ese día y el tipo dealianzas que tendrán con cada gobierno paraseguir en su línea de acción?

Lo sorprendente e interesante es que eso sísucedió. La movilización se produjo y no fue-ron los mecanismos políticos los que la arma-ron, pero tampoco la trama de lo que se lla-ma la sociedad civil. Las personas se unieron,se citaron, por lo que decía el hermano, elcompañero de trabajo, y se comunicaban através de un lenguaje que además de infor-mal, reclamaba, “derechos” y dignidad.

Las clases medias tienen privilegios en lasociedad ecuatoriana, tienen contactos, tie-nen derecho a ser respetados, son alguien. Talvez la amenaza que estos sectores percibieronfue que el nuevo orden que buscaba instau-rarse pretendía negarles tal condición, y con-vertirlos simplemente en instrumentos. Pararetomar la metáfora jurídica, se les anunciabaque ya no habría sitio para abogados o paraadministradores, sino sólo para testaferros, la-cayos o tinterillos. Es decir, para servidoresdel poder que no podían retener un nivel dedignidad propia.

En esta dinámica, probablemente el pro-pio Lucio Gutiérrez tuvo un importante pa-pel en aunar a este grupo que en general esmuy disperso; organizó un discurso públicoque, pretendiendo –y tal vez parcialmente lo-grando– expresar los sentimientos anti-oligár-

quicos, agrede, descalifica e ignora a estos sec-tores sociales proporcionándoles la afrentaque necesitan para unificarse.

Sin embargo, hay otras dinámicas adicio-nales. Gutiérrez crea una situación en la cualtermina ofendiendo a las propias Fuerzas Ar-madas. El episodio del general Gallardo y elregreso de Bucaram carcomen el apoyo deellas.3 Gradualmente el discurso hacia el pre-sidente se hace más irrespetuoso, los desafíosson más abiertos. La respuesta es de una vio-lencia rival. El ejecutivo organiza su marcha;sus colaboradores anuncian que usarán unaviolencia paralela. De esta manera se crea uncontraste entre el discurso de los que protes-tan y se rebelan (en el cual se enfatiza la paz,la no agresividad) y el lenguaje de una violen-cia muy subjetiva de los defensores del gobier-no. Esta no es la violencia que le correspondea la autoridad, no es el ejercicio del monopo-lio legítimo de la violencia, es la violencia dela banda rival, una violencia que tiene aúnmenos legitimidad que la de los forajidos.

En el momento en que Gutiérrez opta porel estado de emergencia se ve obligado a darmarcha atrás. Queda claro que tiene escasaautoridad. Se está desarmando el edificio delpoder. Es un momento transitorio especial,en el cual el orden normal ha sido abolido, laautoridad no merece respeto, la represiónpuede ser desafiada y negada. Hay un perío-do para el reino de la pulsión, la dinámica in-surreccional, con los contenidos de creativi-dad y la liberación de eros parecen haber en-contrado su oportunidad. Esto tiene especialsignificación para los sectores juveniles queviven una etapa de ajuste, de conflicto y ne-gociación entre su energía vital y el marconormativo de una sociedad que tal vez másque represiva es frustrante.4

Esto plantea toda una dinámica frente a laley. La protesta es en defensa de la ley, pero

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3 Esta idea la retomo de Amilcar Alban, comunicaciónpersonal.

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pronto su dinámica se convierte en la expre-sión del deseo, de la fuerza de la posibilidadde romper la ley. Una ley fallida, impotente,inconsistente. Entonces aparece en el imagi-nario la posibilidad y casi la consigna de crearuna nueva ley, una ley verdadera, auténtica.

Es por ello que se hace indispensable plan-tear el tema de la refundación. Refundar es re-gresar al tiempo mítico, aquel en el cual secrean los parámetros del orden nuevo, pero es-te orden nuevo, que se anuncia, es un ordenque debe cumplir promesas. Pero la realidadexige que la satisfacción pase por un orden so-cial, por límites, por el respeto al otro. Si noestamos dispuestos a asumir esta dimensióndel orden, se crea una fantasía de una realidaden la que no hay sitio para la frustración, pare-ce anunciarse el orden de uno goce ilimitado.

La expresión social de tal perspectiva es elflorecimiento de las reivindicaciones y la ne-gación de la política. Se trata de una expre-sión, en negativo, de la increíble capacidad denuestro régimen para generar exclusión, mar-ginalidad. Es también ilustrativo el lenguajede la reivindicación, planteado como la nece-sidad de satisfacción, con el mínimo de me-diaciones posibles. Para atender a esta aspira-ción de acceder a la satisfacción sin el pasopor la norma social hay un camino: crear pri-vilegios particularistas. Casi parecería que loque se produce ante esta quiebra de la normaes un florecimiento de expectativas, de dis-cursos que reclaman no sólo el acceso directoal conjunto de gratificaciones que la sociedadpuede proporcionar, sino también un deseode negar, anular, expulsar a todo aquel quepuede representar los limites a ese acceso, ode aquellos que acceden a los objetos gratifi-cantes, en contraste o competencia con las li-mitaciones del acceso propio. “Todos fuera”puede ser una expresión de esa lógica.5

Todo esto es relevante para plantear elmarco normativo de la gestión política de la

sociedad. Éste ha sido deteriorado: quienes te-nían la responsabilidad de encarnarlo, lo usa-ron, lo violentaron, lo rompieron. En ese pro-ceso negaron su carácter de ley a la cual inclu-so la autoridad se sometía. El pueblo la rom-pió y exigió que de manera ilegal salga un pre-sidente. Así, la posibilidad de una ley mismaqueda radicalmente fracturada, puesto que seha convertido en un dispositivo sospechosodel cual lo único que queda claro es que es opuede ser un instrumento para negarnos el ac-ceso a los bienes necesarios y deseados.

Con esto, el contenido central de la ley, encuanto condición que -limitando- crea la po-sibilidad del acceso a los bienes, se ha perdi-do. La ley -o la vida social- como camino, co-mo puente para la satisfacción, ha sido des-mantelada. Las dimensiones de este daño sonrealmente importantes, pues no sólo afectanal régimen constitucional, sino a su mismaposibilidad. ¿Es posible creer luego de esto enun régimen de derecho?

Si respondemos que no, que ya no es posi-ble esa esperanza, surge la necesidad de res-ponder a esa ausencia. Para ello, podemos asu-mir que no sólo que hemos roto la legalidad,sino que nunca existió realmente y nunca exis-tirá. Lo único que nos queda en este mundode desorden es movernos para buscar los dis-positivos para poder acceder a esos bienes. Es-to es valido individual y colectivamente. Peroesta salida no es la única. Puede surgir la ideade que deseamos y queremos construir otroorden de legalidad, que se base, en elementosdiferentes, por ejemplo en la movilización po-pular, en la participación de las masas y otraspropuestas que buscan agregar al sistema de laley un componente que le cambie en su carác-ter, que la hagan más legítima.

El discurso de la nueva democracia tienedificultades para organizar una propuesta. Enocasiones lo “nuevo” se expresa como unapresencia popular, el recurso a la moviliza-

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4 En este tema nos inspiramos en Milamniene (2004). 5 Respecto al análisis del particularismo ver León (1997).

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ción, es decir adjetivos, no un contenido. Es-ta dificultad propositiva nos lleva a sospecharque la búsqueda de la Nueva democracia sir-ve más para más combatir la posibilidad deuna democracia simple y concreta que paraproponer algo real.

Las argumentaciones de las nuevas demo-cracias recurren con frecuencia a la moviliza-ción y presencia directa del pueblo que porsobre las formalidades impone la nueva uto-pía. La lógica que se crea es la de confronta-ciones identitarias que -movilizando la subje-tividad- evitan los análisis, la discusión ycrean las condiciones de la confrontación vio-lenta. Sospechamos que el riesgo de la violen-cia se está acumulando en nuestro país, peroen los acontecimientos de abril, tuvimos to-davía niveles bajos de agresión: cuando se en-frentan grupos totalmente adversos en condi-ciones de mucho acaloramiento aparecen me-canismos que reducen la tensión. Hay otra

ley de convivencia que sigue vigente. Hay unethos que incluye un grado de respeto al otro.6

Una vez que se ha señalado con claridadque el marco de una convivencia democráticabajo el imperio de la ley no sólo que fue des-mantelado, sino que aparentemente nuncatuvo consistencia conviene regresar ala pre-gunta de cómo entender lo que pasó.

Sugerimos entender los hechos asumiendoque el orden existente es básicamente un ordenfeudal, un orden en donde el conflicto y la lu-cha de poderes se juega entre un conjunto depersonas que son “alguien”, que tienen accesoa los medios de comunicación, que represen-tan poderes, que tienen acceso a recursos, quecuentan con una cierta legitimidad para hablarde derecho, de democracia, de desarrollo.

Este orden tiene reglas; se ejerce el despotis-mo según criterios que los entiende cualquier

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6 Un ejemplo es como se salvaron las vidas de quienesdisparaban contra los manifestantes en el Ministerio

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persona que sabe moverse en el juego, pero quenunca pueden explicitarse. Se trata de un or-den con jerarquías, privilegios y muchos fue-ros. Cada quién debe saber a quién puede atro-pellar, qué atropellos puede sufrir, y qué apo-yos debe buscar para minimizar estos riesgos.

Un sector bastante secundario de los juga-dores al poder (Gutiérrez, por ejemplo) logróproyectarse hacia arriba en este juego y se atri-buye privilegios que no le son reconocidos. Enotras palabras, usa de la arbitrariedad más alláde lo que el poder se lo permitía. Se enfrentaa sectores que tienen más poder, y en su es-fuerzo para acumular fuerzas atropella tam-bién los fueros y pequeños privilegios de losgrupos medios. Esto produce en estos sectoresuna reacción especial, pues se ven ante la alter-nativa de armar un discurso universalista, noya de sus derechos sino de un sistema de dere-cho. Surge una ventana para plantear un or-den social distinto, un orden democrático.

La expectativa prende, muchos se sientenllamados, se unen voluntades que se expresany fortalecen. Su común denominador es el re-chazo al presidente. En este momento entra aoperar el mecanismo constitucional real delpaís. Los círculos del poder feudal realmenteimportantes decretan la orden para el recicla-je, y se procede a desautorizar al poder. Sebusca otro para asignarle la función de enar-bolar, el falso simulacro de las leyes y de laconstitución.

Cuando esto se ha producido, se ha descu-bierto la inconsistencia del sistema de la lega-lidad, se ha desnudado la falsedad de todo eldiscurso sobre la legitimidad y esta obscenairrupción de la mentira como parte del “or-den” es algo que desestabiliza a todo el edifi-cio del poder. Se hace necesario un esfuerzopara regresar a la estabilidad anterior.

En este proceso fue necesario mostrar eldiscurso de la democracia como si esta fuese

algo importante, como si fuera posible creeren ella. Se creó un escenario en el cual era re-levante la toma de posición de las personasque contaban solamente por el hecho de serpersonas. Estas características de la realidadque vivimos por unos días, son totalmentedisfuncionales con el sistema político que te-nemos. Si se hubiesen mantenido, habría sidoinevitable un cambio.

Pero las cosas no evolucionaron hacia elcambio, se produjeron una serie de aconteci-mientos, que están permitiendo con celeridadneutralizar estos elementos que perturban elorden normal de funcionamiento de nuestrosistema político. En primer lugar ha sido ne-cesario sacar del escenario a las personas co-munes y corrientes; para ello, los expertos enlas técnicas de ocupación del espacio públicohan desarrollado una intensa labor. Lo im-portante ha sido regresar a un espacio públi-co y político en el cual lo único que es rele-vante, son los personajes que se mueven y queactúan entre ellos. Las tesis, las propuestas,nuevamente ya no tienen lugar.

En este proceso hay aspectos a destacar:una de ellas es la ya anotada dinámica de lasreivindicaciones. Aparentemente el debilita-miento del sistema de poder marca el momen-to más adecuado para atacar y obtener desde

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de Bienestar Social. Los propios agredidos impidieronun linchamiento.

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cualquier lado alguna concesión que permitasatisfacer las aspiraciones que todos los secto-res sociales sienten. Este dispositivo permitecompetir en la radicalidad de los reclamos,creando la ilusión de que a planteamientosmás radicales, más política es la posición quese está asumiendo. Cuando en realidad el con-tenido real es otro, y este es el de reconducirlos elementos de politicidad que se presenta-ron en la sociedad hacia el cause inofensivo,funcional al orden real de poder que es la ne-gociación de particularidades, el clientelismo,y la prohibición de pensar y proponer lo ver-daderamente político, es decir, lo referente alordenamiento del conjunto de la sociedad.

Tan importantes como las reivindicacio-nes son las identidades, el esquema actual -basado en las fragmentaciones- nos proponeuna transacción: niego a todo el mundo el ac-ceso a la identidad de ciudadano, pero a cam-bio ofrezco un sinnúmero de identidades par-ticulares, cada una de ellas habla de valores ycontendidos especiales y en muchos casosaparentemente superiores. Valores e identida-des que pueden presentarse como mejoresque los de la ciudadanía común y corriente,pero que resultan falsos, espurios, porque nitienen la autenticidad de las identidades pre-modernas -ya que el mundo ya no es el deellas- y tampoco se convierten en mecanis-mos de enriquecimiento de una ciudadanía,que no existe.

Afirmar una identidad fundamentalmenteciudadana no es fácil. Exige renuncias, exigeaceptar la situación de ser un cualquiera, exi-ge un sometimiento a normas, exige aceptarlos derechos de los otros, sus diferencias, suscuestionamientos, sin necesidad de fundirsecon ellos. En este contexto tal vez podemosentender la apremiante necesidad de muchossectores para des-comprometerse de una pers-pectiva democrática y ciudadana. Nuestra per-cepción es que una vez que surgió la posibili-dad de enunciar el tema de la democracia sur-ge la necesidad de volver a expulsarla del espa-

cio público. Para ello es necesario desacredi-tarla, lo cual es posible a través de varios me-canismos: mostrando las numerosas inconsis-tencias de su existencia real, desacreditándolafrente a utopías aparentemente más promete-doras, reduciendo la explicación de los hechosa la denuncia de los intereses que se movierontras los acontecimientos o encerrando a loseventos de abril en una simple prolongaciónde la actividad de ciertos grupos que reclamanla propiedad del movimiento forajido.

El espacio público vuelve a su cauce, losnotables han recuperado el control. Con estadinámica, el conjunto de la población se hadesmovilizado. No tiene mecanismos parapermanecer activa frente a lo público. Losmecanismos tradicionales han logrado re-im-ponerse, re-establecer su hegemonía y así ce-rrar las perspectivas de cambio. Sin embargo,quedan algunos elementos que no han podi-do ser cerrados completamente: hay expecta-tivas respecto a la gestión económica y la ges-tión internacional del gobierno. Muchos ciu-dadanos saben que lo que ha pasado no satis-face nada de sus expectativas, saben que novivimos en democracia y ha surgido un deseode llegar a tenerla. Existen hoy día miles depersonas que a pesar de que no encuentranuna vía clara buscan caminos para ese proyec-to. Es cierto que el sistema político tiene co-mo principal objetivo hoy en día decepcio-narlos, obligarlos a dejar de soñar, frustrarlospara que regresen a sus casas y dejen el sitio li-bre a los señores, a los legítimos detentores delos privilegios. El proceso de reforma políticaanunciado por el gobierno de Palacio no sóloha sido amenazado por el mismo ejecutivo si-no que -sumido en una gran confusión- pro-mete muy poco. Casi nada queda del sueñode construir una democracia.

Pero no es necesario obedecer a estos de-signios: es posible tomar en serio la afirma-ción democrática y trabajar porque el afán yel deseo de crear democracia permanezca y defrutos. Para ello podemos pensar, debatir lo

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El fervor democrático quiteño: ¿un mito, un sueño o algo sustancial?

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que significan los valores de la ciudadanía yde la democracia en los distintos espaciosconcretos en los cuales nos desenvolvemos.Hacer evidente que los valores de la democra-cia están en conflicto con gran parte de la or-ganización de la vida social hoy en día, con laforma de funcionar de las organizaciones, delos servicios básicos.

Pero hay también problemas generales detoda nuestra sociedad que tienen que ser de-batidos: el primer problema, que menoscabatoda posibilidad de construir una sociedaddemocrática en nuestro país porque constitu-ye en sí su negación, y porque es la base quealimenta los mecanismos del clientelismo, esque nuestro país tiene una estructura socialbasada en una masiva y creciente margina-ción. Construir democracia es erradicar lamarginalidad y es necesario hacerlo teniendoen cuenta que todos los programas asistencia-listas han fracasado. Es necesario construiruna propuesta que rompa con la tradición de-sarrollada hasta ahora. Esto implica oponersea los mecanismos clientelares que han carac-terizado la política social reciente. La respues-ta no puede ser otra que los servicios básicosgratuitos (salud y educación), de calidad ycon carácter universal. Si no somos capacesde asumir esto como objetivo político signifi-ca que no somos capaces de asumir los com-promisos de la democracia.

Un segundo aspecto se refiere a la necesi-dad de hacer de la democracia, un tema de re-flexión sistemático y serio. Solamente si esta-mos dispuestos a tomar a la democracia en se-rio, tan en serio como para hacerla el centrode una propuesta política, podremos cambiar

las farsas que hemos vivido. Si pudiéramosrescatar aunque sea sólo la fe en la ciudadaníaque brilló por instantes en abril, podríamoslograr avanzar para ser un día ciudadanos deun país democrático. Estoy seguro que estesueño vale la pena.

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“Lo que pasó en Ciespal” Apuntes etnográficos sobre el poder, los medios y los sin-sentidos de la violencia

Edison Hurtado ArrobaEditor de Íconos, Flacso-Ecuador

Email: [email protected]

Fecha de recepción: junio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenA partir de un trabajo etnográfico, el artículo presenta una lectura política de los aconteci-mientos ocurridos en Ciespal el 20 de abril de 2005, día de la caída del gobierno de Lucio Gu-tiérrez. Frente al cúmulo de representaciones y estigmatizaciones que se han tejido, y que tie-nen que ver con una lucha política por definir la situación, el texto reconstruye tres perspec-tivas paralelas: a) una institucional en donde el poder se reacomoda, b) una del sinsentido,donde la violencia se estigmatiza, y c) una fenomenológica, donde los actores se guían por unalógica de la práctica. El argumento central se construye a partir de la relación entre violenciay política: explica que las actitudes violentas de los manifestantes, lejos de ser irracionales ocaóticas, como las ha visto la prensa, estuvieron cargadas de un una racionalidad práctico-mo-ral, una profunda indignación de la población contra los políticos. Concluye, retomando aBenjamin, en un intento por entender los sentidos de la violencia política, tanto de aquellaque desde el orden busca conservarse, como de aquella que desde el desenfreno (“fuera todos”)presenta atisbos potenciales de un cambio político sustantivo.

Palabras clave: violencia, etnografía, indignación moral, acción colectiva, cultura política,medios, Ciespal

AbstractBased on ethnography, the article presents a political approach to the events occurred in Cies-pal on April 20, 2005, the day of Lucio Gutierrez overthrow. Opposed to representations andstigmatizations that have been woven into the political fight, the text constructs three parallelperspectives: a) an institutional one, in which power is re-established, b) one of the non-sen-se, in which violence is stigmatized, and c) a phenomenological one, in which actors guidethemselves by a logic of practice. The central argument is built from the relation between vio-lence and politics: it explains that violent attitudes against politicians, far from being irratio-nal or chaotic, as some media has put it, were loaded of a practical-moral rationality expres-sed in the indignation of population against politicians. Following Benjamin, it concludes inan attempt to understand the senses of the political violence: that violence of the order thattries to conserve itself, and that violence of the demonstrators that displays slightly signs of asubstantive political change.

Keywords: Violence, Ethnography, Moral Indignation, Collective Action, Political Culture,Mass Media, Ciespal

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 63-82© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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El miércoles 20 de abril tuvo lugar elúltimo acto de la caída del gobiernode Lucio Gutiérrez. El toque final,

desde la perspectiva del juego democrático, lodieron los diputados reunidos en el auditoriode Ciespal (Centro Internacional de EstudiosSuperiores de Comunicación para AméricaLatina)1. En una apurada sesión, 60 de 62 di-putados presentes declararon el abandono delcargo de Lucio Gutiérrez como presidenteconstitucional y, “como dice la ley”, proce-

dieron a posesionar como primer mandatarioal vicepresidente Alfredo Palacio. Sin embar-go, “lo que pasó en Ciespal”2 fue mucho másque un relanzamiento institucional de la de-mocracia. Un poco antes de que Palacio pue-da terminar su discurso de posesión, un gru-po de manifestantes entró a la fuerza en el re-cinto. Habían pasado del “fuera Lucio” al“fuera todos”. Ambas, consignas que se ha-bían construido a lo largo del ciclo de protes-tas sociales que se vivía desde diciembre3.Quienes entraron al edificio de Ciespal que-rían emprender una depuración, sanear al

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1 Habrá quienes dirán que ese “toque” lo dieron los mi-litares al “retirarle” su apoyo. Otros dirán que Gutié-rrez cayó porque “la embajada” (de los Estados Uni-dos) “ya no lo pudo sostener”. Lecturas un tanto mássociológicas se enfocarán en un ciclo de protestas quehabría comenzado en diciembre de 2004 y que termi-nó ese miércoles de abril. Algunos politólogos diránque Gutiérrez estaba caído desde que se posesionó yencontrarán en su fragilidad política las causas de suprogresivo deterioro en el poder; y con ésta caída con-tarán tres en menos de una década.

2 Retomo la frase a partir de un lugar común que haconstruido la prensa para referirse a los hechos de estatarde y noche. Me percaté por primera vez de la frasepor la recurrencia con la que el programa de televisiónDía a Día de Teleamazonas la utilizó en un programa“especial” (domingo 01.05.05, 20h30). Ver, también,“¿Qué sucedió en Ciespal?”, reportaje de La Televisión,Ecuavisa, 29.05.05 (www.tvecuador.com), “Hechosde Ciespal, inexplicables: Espinosa”, Hoy, 28.04.05.

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país de los políticos corruptos, y querían co-menzar, precisamente, con la renuncia de losdiputados.

Lo que pasó después, a lo largo de la tardey noche de ese miércoles, ha sido objeto demúltiples interpretaciones que, considero,constituyen o un déficit o una sobrecarga desentido. Una superposición de múltiples he-chos crean un agujero negro, tan vacío comocargado de significados y posibles interpreta-ciones: los actos de violencia y vandalismoque cometieron los manifestantes, el “secues-tro” de Palacio en el edificio a expensas de -según la prensa- “una horda, una turba, unamasa”, la desprotección policial y militar dePalacio que duró varias horas (el presidenteno pudo abandonar el edificio sino hasta en-trada la noche)4, el rumor de golpe de estadoque se habría fraguado durante ese vacío depoder, las (reales) motivaciones y objetivos dela gente que estuvo ahí (los “verdaderos fora-jidos”, los “infiltrados”, el comandante de po-licía Marco Cuvero, los “mandos medios mi-litares” como el coronel Servio Samaniego,etc.), y el papel de quienes sin estar, estuvie-ron (desde el periodista de radio La Luna Pa-co Velasco o el líder del PSC León FebresCordero, a quienes Palacio llamó a pedir ayu-da5, hasta los altos mandos policiales y milita-res que monitoreaban la situación a través decelulares), todos ellos, son -entre otros- even-

tos de una volátil disputa de sentidos, actoscon interpretaciones múltiples, con decodifi-caciones diversas.

Con el ánimo de encontrar unas mínimas-no exhaustivas- coordenadas interpretativasdentro de este denso cúmulo de sentidos, eneste artículo planteo que los acontecimientosde abril en Ciespal pueden ser vistos desde, almenos, tres ópticas:

a) como espacio (institucional) de resoluciónde la crisis política, lugar donde toma cuer-po el reacomodo del poder,

b) como espacio del sinsentido, de la anar-quía, del caos, de la violencia, donde losactores y las circunstancias sólo puedenaprehenderse a través de la frase “lo que pa-só en Ciespal” (el discurso de los medios,por ejemplo), y

c) como espacio de lo fenomenológico, de loque pasó en Ciespal, sin comillas, cuandopersonas concretas acudieron a un lugar per-siguiendo varios y diversos objetivos: ya sea“el hueveo” como dicen Hugo y Bruno, (uti-lizo seudónimos) dos de mis entrevistados,festejar la caída de Gutiérrez, pedir la renun-cia a los diputados (y de paso golpearles, in-sultarles, vejarles), robar en medio de la con-fusión, “quemarles así como quemamos elMinisterio [de Bienestar Social]”, sondearlas condiciones para un golpe de estado,“proteger la casa” como dice una funcionariade Ciespal o, como en el caso de MauricioGándara (hoy ministro de gobierno de Pala-cio) que fue de los primeros en llegar, darlesu respaldo a Palacio y confirmar su interésde ser parte del nuevo gobierno.

Al plantear estas tres perspectivas, mi interéses tomar “lo que pasó en Ciespal” como unevento que condensa significaciones (Geertz1997), un pretexto para activar narrativas so-bre la protesta (Polletta 1998, Auyero 2000 y

“Lo que pasó en Ciespal” Apuntes etnográficos sobre el poder, los medios y los sin-sentidos de la violencia

3 Rebasa los límites de este artículo una sistematizaciónexhaustiva del escenario de crisis en el que tuvo lugarla acción colectiva contenciosa denominada “la revuel-ta de los forajidos”. Para el efecto, consúltese entreotros, los artículos que aparecen en este número deÍconos, “El abril de los forajidos”, Hoy, mayo 2005,“La revuelta de los forajidos”, El Comercio, 24.04.05,Ramírez (2005). “Forajido” fue el calificativo que usóGutiérrez para descalificar a quienes comenzaron aprotestar frente a su casa particular una semana antesde lo de Ciespal. Los manifestantes se apropiaron de lapalabra y la resignificaron como factor aglutinantecontra Gutiérrez (“yo también soy forajido”).

4 “El poder desamparado”, editorial de Enrique Valle,Hoy, 04.05.05.

5 “Rómulo López: ‘querían matar al presidente’”, Hoy,26.04.05.

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2004), un corpus de producción y disputasde sentido sobre la política (López-Maya2004). No pretendo, por tanto, “aclarar” loshechos, ni presentar una versión más real omás verdadera que otras (por demás, tareasimposibles). Busco entender las formas en lasque la lucha política continúa en el campo delas representaciones. Guía mi reflexión la ideade que “de-finir”, decantar, lo que pasó enCiespal es un proceso sujeto al cruce de rela-ciones de poder6. Así, me llama la atención laforma en la que tanto algunos actores políti-cos que hacen parte del status quo como algu-nos medios de comunicación (tal vez, la ma-yoría), han producido un sinfín de voces, in-terpretaciones, códigos, etc., con el ánimo,considero, de imponer un conjunto de repre-sentaciones sobre lo legítimo y lo ilegítimo, loapropiado y lo impropio, lo que se tomará encuenta y lo que se excluirá-estigmatizará, etc.Y me parece que el nudo semántico más tupi-do y prolífico tiene que ver con el trato que seda a la violencia producida en Ciespal porunos actores beligerantes en extremo: los de-finidos como “infiltrados”. Lo se podría defi-nir como el sentido común forjado en/por losdiscursos dominantes, prefigura un ámbitode lo posible en donde la violencia debe serexcluida. El orden social civilizado -según es-te lugar común- estaría representado por los“verdaderos forajidos”, gente pacífica queprotesta “legítimamente” contra los diputa-dos, los políticos, pero sin causar destrozos,sin golpearlos (“casi” sin alterar el orden). Setrata de un intento por pasteurizar la imagende los forajidos de abril excluyendo a sus ex-presiones más críticas y radicales. Este textoapunta, entonces, a presentar una lectura po-

lítica de los hechos para entender aquel dis-curso del orden que, al intentar exorcizar laviolencia, separa los “infiltrados” de los “ver-daderos forajidos” y, bajo esta argucia, buscaanular o, al menos, no llega a comprender, losprofundos contenidos políticos condensadosen las actitudes violentas de quienes atacarona los diputados en Ciespal. Es sobre este ejealrededor del cual gira este ensayo. Aclaro quemi recolección de información se enfocó ha-cia allá; otros temas, en especial las estrategiasque en el lugar desplegaron quienes queríanpromover un golpe de estado, ya sean grupospolíticos organizados de distinta índole o mi-litares insurrectos7, no son abordados aquícon la minuciosidad que requieren.

Para escribir este artículo me he valido deentrevistas in situ y a posteriori a personas queestuvieron ese día en Ciespal, de mis propiosapuntes, ya que fui testigo presencial (observa-dor-participante), y de una revisión de la pren-sa televisiva y escrita. También he utilizado fo-tografías tomadas por diversos manifestantespresentes, las grabaciones (imágenes y entrevis-tas) que realizaron dos camarógrafos y un pe-riodista de Ciespal a lo largo de todo ese miér-coles, y las que -ese mismo día- recogimos enaudio junto a Sebastián Mantilla, un amigoantropólogo, en un intento -sin mayores pre-tensiones- de hacer etnografía de la protesta.

El último acto

A ese 20 de abril el país llegó convulsionado.Las relaciones de fuerza entre los políticos sehabían exacerbado a tal punto que el consabi-do, democrático y saludable par gobierno-oposición había dado paso al más efervescen-te par amigo a defender–enemigo al que des-

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6 “Uno de los factores fundamentales de las luchas polí-ticas, tanto a escala de los intercambios cotidianos co-mo a escala global, consiste en la capacidad de impo-ner unos principios de visión del mundo, de hacer lle-var unos lentes que hagan que la gente vea el mundosegún unas divisiones determinadas” (Bourdieu1996:29).

7 Sobre el recurrente proyecto político de los militaresen el Ecuador, ver el artículo de Bertha García en estenúmero de Íconos. Como insumo para futuros análisis,adjunto como anexo un recuadro que recoge la inter-vención del coronel Servio Samaniego en Ciespal.

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truir. El punto más álgido: la disputa que des-de diciembre se había activado en torno alcontrol de la Corte Suprema de Justicia. Du-rante casi 5 meses los partidos políticos ali-mentaron actitudes de lo que en el medio seconoce como “canibalismo político”. Lasalianzas de momento a las que había recurri-do el gobierno le pasaban factura: el PREquería a Bucaram de vuelta (y varios sectoressociales y políticos mostraban su desconten-to); el PRIAN, el MPD y “los independien-tes” (diputados comprados a cambio de car-gos públicos, dinero o prebendas) no se can-saban de desangrar al gobierno8. La oposi-ción, entre otras formas de acción, mostró supoder en las calles: recordemos las marchas deQuito -promovidas por la ID y otros actoreslocales- y de Guayaquil bajo la venia del PSC.

La semana previa se había activado el dis-positivo forajido, la revuelta que concentróinicialmente a personas de clase media y me-dia-alta en la tribuna de la avenida de los Shy-ris en Quito, luego de una convocatoria a tra-vés de radio La Luna. Día tras días las auto-convocatorias ciudadanas fueron ganando enespesor y efectividad hasta que contribuyerona minar las bases del régimen. Sin embargo, lade los forajidos fue una revuelta que rebasólos límites del conflicto fijados por los políti-cos. La protesta se enmarcó en la indignacióngeneral sobre el manejo maniqueo, corruptoe interesado del poder por parte de la clasepolítica dirigente. Del “fuera Lucio” -procu-rado por los políticos de oposición- al “fueratodos” -erigido en las calles contra todos lospolíticos- no había sino un paso.

En ese escenario, ese miércoles de abril fueel día de la lucha final: el primo de Gutiérrez,Renán Borbúa, y el subsecretario de bienestarsocial, Bolívar González, organizaron la llega-da a Quito de las huestes gutierristas, genteque apoyaba al gobierno y que había sido re-clutada de forma clientelar en diversas pro-vincias del país. La gente de Quito, en cam-bio, organizaba un tanto espontáneamente la“defensa de la ciudad” y bloqueaba rutas, ba-jaba llantas, lanzaba piedras. La política con-tenciosa de los manifestantes, “los forajidos”,limitó las intentonas del gobierno de crearfuerzas de choque a su favor. El episodio másviolento se vivió en el edificio del Ministeriode Bienestar Social (MBS), donde seguidoresdel régimen -apoyados por la policía- dispara-ron a la población civil. Una vez que los “fo-rajidos” se tomaron ese edificio, lo destruye-ron, le prendieron fuego, golpearon a los gu-tierristas. Muchos de los victoriosos manifes-tantes que se tomaron este edificio fueronluego a Ciespal, en búsqueda de los diputadosa quienes se veía (junto a Gutiérrez) comoresponsables de la recurrente crisis política y,más aún, como protagonistas de una largahistoria de corrupción y manejo maniqueodel poder.

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8 El gobierno había sido muy hábil al mantener unamayoría en el Congreso hasta ese momento. La balan-za se inclinó a favor de la oposición sólo luego que dosdiputados otrora aliados -Carlos Vallejo y Marco Proa-ño, del PRIAN y el PRE respectivamente- cambiaronde bando, arriesgando perder el apoyo de sus partidos.Con ellos en contra, en una maniobra oportunista, ungrupo de los “independientes” también le dio la espal-da al gobierno.

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Simulacro democrático, reacomodo

“Era como ver la tele” dice Manuela, una es-tudiante de bachillerato que fue de las prime-ras en entrar al auditorio de Ciespal, cuandose refiere a cómo presenció la posesión delpresidente Palacio:

“Estaban ahí toditos, sentados. Estaban lascámaras. Y la Cynthia Viteri [diputada quepresidió la sesión y posesionó a Palacio] conuna corbata, super seria, y leía la resolución.Y Palacio levantaba la mano como saludandoasí, como que estuviera en el estadio. Y losguardaespaldas. Era como decirle ‘bueno,aquí está, te posesionamos, todo listo, borray va de nuevo’. Había mucha gente, pero eserato se quedaron callados, tu sabes, por la ce-remonia” [énfasis agregado]

Marco, un joven empresario que salió a pro-testar “sólo un par de días, porque el trabajono me deja mucho tiempo”, también recuer-da su llegada a Ciespal:

“Veníamos de la Plaza Grande. Cuando lle-gué, los diputados se abrazaban entre ellos.Gritaban: ‘Y donde está, que no se ve, el ca-chetón del coronel’, y algunos nos aplaudíany nos decían: ‘bien, bien, ya le botamos’. Ahífue cuando me enojé y les grité: ‘No vale.Debían votar por la disolución de la Corte[la Corte de Justicia armada a la medida desus objetivos por Gutiérrez y Bucaram] hacemeses. Ahora no vengan a hacerse los héroes.Ustedes también fuera’.”

Los relatos de Manuela y Marco ilustran dosmomentos de un mismo acto. Por un lado, lasolemnidad teatral con la que los políticos,actores visibles del poder, encarnan su rol; laritualidad, aunque sea al apuro, con la que“debe” posesionarse un presidente. Todo tie-ne que estar dispuesto -retomando la idea deManuela- como para que salga en la tele, co-mo para conjurar un ritual, para consumarun performance.

Por otro lado, tal como lo percibe Marco,el acto de posesión de Palacio condensa un

reacomodo de las fuerzas políticas. Tomaríademasiado espacio anotar y analizar el sinnú-mero de reveladores diálogos y decidoras imá-genes que captaron las cámaras de Ciespaldurante ese día, antes y durante la posesiónde Palacio. Entre los diálogos, por ejemplo,vemos a un muy esmerado diputado demo-cristiano que organiza la sesión: “Nada de dis-cursos largos. Nada de confrontaciones entrenosotros. Todo rápido, ¿ok?” les dice a ungrupo de diputados que lo escuchan atenta-mente. “Yo tengo ya redactada la resoluciónpara destituir a Gutiérrez”, agrega antes desubir la voz: “¿y qué fue la lista?”. Otro dipu-tado, uno de los que inclinaba la balanza esedía (léase: que horas antes estaba a favor delgobierno), estaba a tono con la diligencia delmomento: “primero [nombramos] un direc-tor de la sesión, luego destitución de Quinta-na [el presidente del Congreso], nombramosun vicepresidente y de ahí directo a lo de Gu-tiérrez”. Entre las imágenes podemos ver auna diputada socialcristiana que habla, almismo tiempo, por dos celulares, mientrasotros dos timbran y timbran frente a ella.“Por eso le filmé”, me cuenta el camarógrafode Ciespal. Otros diputados, sin tanta proliji-dad, hablan por un sólo celular, pero cubrien-do su boca con la mano.

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Estos pequeños actos, entre muchos otrosque valdría entenderlos a la luz de la comple-jidad semántica de los guiños de ojo de los quenos habla Geertz (1997), revelan el instante (olos instantes) en el que un nuevo equilibrio defuerzas toma lugar en la política ecuatoriana:el reacomodo de fuerzas, el nuevo reparto. Alrespecto, vale recordar que lo primero que hi-cieron los diputados luego de la crisis fuenombrar nuevos miembros del Tribunal Elec-toral (que antes lo controlaban los aliados deGutiérrez) y, además, expulsar a los diputadosque apoyaron al gobierno rompiendo -esa fuela justificación legal que encontraron ese mo-mento- “la disciplina partidista” consagrada enel Código de Ética del Congreso9.

Este primer punto está bastante claro: enCiespal se vivió un ritual de restauración deljuego democrático (la posesión de Palacio)que, en el fondo, únicamente reacomoda lasfuerzas existentes; una especie de conjuro am-pliamente legitimado por la dinámica de ac-ción colectiva que se vivía en las calles de Qui-to, pero signado por la enseñanza del Gatopar-do: cambiar algo, para que todo quede igual.

El plató mediático

Durante toda la tarde así como en las sema-nas posteriores a ese miércoles, la prensa escri-ta (periódicos y revistas) fue muy prolífica enproducir noticias, recoger relatos, presentarversiones10. La televisión, por su lado, trans-mitió en vivo y, luego, produjo una serie de

“especiales” (Día a Día, La TV11, Ecuavisa, Te-leamazonas). En tanto evento mediático, loque pasó en Ciespal vio así incrementada súbi-tamente la circulación de imágenes y repre-sentaciones sobre la política, la legitimidad dela protesta, la violencia, el potencial golpe deestado, etc.12 Quisiera proponer una lecturaexploratoria respecto al tratamiento mediáti-co sobre los hechos en Ciespal ese miércoles(aquí sigo a Farinetti 2000 y a Aguiló 2004).Así, me parece que habrían dos ejes en tornoa los que los medios articulan sus narraciones;ambos buscan descifrar algo que aparece po-co inteligible, algo que es menester aclarar: elprimero se centra en la violencia (y sobre to-do, en su espectacularización); y el segundoen el papel pasivo de la fuerza pública ante eldesborde de los manifestantes.

“Infiltrados”

En el primer eje, la beligerancia de los actoreses vista como irracional, fuera de orden, exce-siva. Los protagonistas de esta narrativa se di-viden entre víctimas y victimarios. Sobre losprimeros se tiende un velo de proximidad:son llamados por sus nombres; si bien formangrupos (los diputados o los periodistas) tam-bién son presentados de forma identificable yhasta en singular (el diputado tal, el reporte-ro tal). Sobre los victimarios, en cambio, pri-ma un difuso plural que los presenta sólo co-mo colectivo: son seres de la masa, la horda,

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9 “Depuración a medias y a dedo”, La Hora, 27.04.05. 10 Para el análisis he recopilado todo lo publicado sobre

Ciespal desde esa fecha hasta junio 2005, en los perió-dicos Hoy, La Hora, El Mercurio, El Universo, El Co-mercio, Ecuadorinmediato y Tintají. También he toma-do en cuenta las revistas Vistazo y Soho. Durante esatarde y noche, las versiones on line de los periódicosnacionales e internacionales no perdieron la pista a loseventos (“19h15: Palacio rodeado en sótano de Cies-pal”, “19h43: Palacio habría salido de Ciespal”, El Co-mercio, on line, 20.04.05; “Nuevo presidente ‘secues-trado’ por manifestantes”, El Mercurio, on line,

20.04.05; “Confusión y caos reinan en capital ecuato-riana”, Prensa Latina, México, 20.04.05)

11 “¿Qué sucedió en Ciespal?”, reportaje televisivo de LaTelevisión, Ecuavisa, 29.05.05 (disponible en: www.t-vecuador.com)

12 Según Sáez (2005) habrían tres procesos por los quelos medios influyen en las audiencias: el de tematiza-ción (setting) que remite a la jerarquización de lo másimportante; el de primacía (priming), según el cual laargumentación de los medios es tomada como propiapor las audiencias; y el de encuadre (framing): el trata-miento que los medios dan a un tema influye en la de-codificación que de él hace la audiencia (cf. Hall1980, Cerbino 2005, León 1994, Aguiló 2004).

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la turba; no tienen historias particulares; sonun ente múltiple, vago, impreciso. Constitu-yen un “otro”, distinto, lejano13. Usualmentellamados “infiltrados”, los victimarios sonpresentados como llenos de pasiones, irracio-nales, lujuriosos, marginales (drogadictos).En este primer eje sobre el que se asienta eldiscurso mediático, prima la descripción (enalgunos casos, cronológica) y el relato de loshechos de esa tarde, narrados desde una posi-ción normativa sobre lo aceptable y lo inacep-table. Veamos, por ejemplo, cómo presentalos hechos un periódico de Quito:

“Bajo la consigna ‘¡Fuera todos!’, decenas depersonas ingresaron el miércoles al edificio deCiespal para buscar a los diputados que, en ho-ras de la mañana, sesionaron en el lugar. El he-cho puso a correr a legisladores, periodistas, ase-sores y al propio presidente Palacio. La turba nosólo estaba integrada por ‘forajidos’ sino por de-lincuentes que, a punta de palos, piedras e, in-cluso, armas cortopunzantes, llegaron al lugar,que se convirtió en un campo de batalla. Empu-jones, gritos, ‘palazos’... fue el método que esagente usó para romper puertas, techo y ventanas,en busca de su objetivo” [énfasis agregado]14

En algunas variaciones, “esa gente” toma elrostro de “infiltrados”. En estos casos, se espe-cula que “seguían un libreto”, que tendían unobjetivo deleznable (reinstalar a Gutiérrez enel poder, matar a Palacio…):

“Hay que condenar la brutal presión de la quefueron objeto [los diputados] en Ciespal, nopor los ‘forajidos’ que lucharon en las callescontra el ‘dictócrata’ [desafortunada autodeno-minación del propio Gutiérrez], sino por infil-trados que siguieron un libreto que tenía porfinalidad regresar al coronel a Carondelet”15

“La vida del presidente de la República, Alfre-do Palacio, estuvo en riesgo, al ser perseguidopor 200 mercenarios para asesinarlo, quieneshabrían sido contratados por el directivo deSociedad Patriótica, Renán Borbúa. Así lo re-veló Rómulo López, quien acompañó al jefede Estado, el miércoles anterior, luego de quese posesionó en Ciespal, ante el Congreso, queescogió como sede ese lugar”16

En esta lectura mediática, no cabe concebir alos forajidos como violentos. A “esa gente”,los infiltrados, no se le atribuye una capaci-dad de indignación moral sobre la política.Los forajidos violentos no son forajidos. Laregla que impone este relato parece simple,sin embargo, es muy efectiva a la hora deconstruir una línea divisoria entre quienescalzan en el ámbito de los posibles, y aquellosque “al comportarse así” deben ser excluidosdel orden social civilizado.

Por otro lado, para construir su relato, al-gunos medios se apoyan en testimonios.Quienes dan testimonio no son, en ningúncaso, los victimarios. Quienes tienen derechoa expresarse son los “testigos” o las “víctimas”de la violencia de la turba; los otros, ese otrodifuso, anónimo y violento, está presente enlos relatos, pero no por su propia voz, lo quepermite que sobre él se cuelen un conjunto deestigmatizaciones17. Un periódico de Cuencarecoge así el testimonio de dos diputados (tes-tigos-víctimas):

“El diputado de la DP, Ramiro Rivera, dijoque los responsables de los hechos violentosregistrados en Ciespal el pasado 20 de abril,son la denominada banda de ‘Cero Corrup-ción’ [grupo de choque creado por partidariosde Gutiérrez] y del Movimiento Popular De-mocrático que estuvo junto al Gobierno y lue-

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13 Sobre la política de representación que, en un entornode violencia, identifica a los cercanos, los “nuestros”, ydes-identifica al otro, al “enemigo”, ver Judith Butler(2003).

14 “Ladrones se colaron en toma de Ciespal”, Hoy,22.04.05

15 “Diputados, pudo más el populismo”, editorial deThalia Flores, Hoy, 14.07.05.

16 “Rómulo López: ‘querían matar al presidente’”, Hoy,26.04.05.

17 Estigma, dice Goffman (2003), es un atributo de lapersona que lo diferencia de los demás y que lo con-vierte en menos apreciable. Puede ser corporal o social(de su personalidad) pero siempre se basará en un jui-cio social y moral de lo aceptable.

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go pretendió señalar que habrían participadoen su caída. Según Rivera, la turba de malean-tes estuvo drogada y armada de palos, mache-tes, que se infiltró con la juventud de los fora-jidos que gritaban ahí ‘no más violencia’ y acu-só a Renán Borbúa y Bolívar González de serquienes trajeron a las hordas para defender alcoronel, Lucio Gutiérrez. Mientras el diputa-do de la ID, Andrés Páez, sostiene que el pre-sidente, Alfredo Palacio, sí estuvo en peligrode ser asesinado, afirmando que en Ciespal es-tuvo gente embriagada, con puñal en mano, losmismos que asaltaron a los forajidos, a diputa-dos y a la gente que esta cerca, que salieron sincelular, sin billeteras; chicas que fueron quita-das sus carteras, los aretes, lo anillos; habíanpersonas que se entraron a las oficinas a sacar-se los ceniceros, las computadoras, los cuadrosde las paredes, los libros. En un momento, sos-tuvo el legislador, hubo la intención de matar alpresidente Palacio, ‘sólo los que estuvimosdentro podemos visualizar el salvajismo con elque se expresaba cierta gente; la violencia queutilizaba esta gente elucubraba su propósito de

ir a delinquir al interior de Ciespal’. Recordóque los delincuentes infiltrados en la protesta cí-vica de los forajidos, con botella en mano rom-pieron la cabeza de los diputados: Cinthya Vi-teri, Carlos Vallejo, Luis Fernando Torres, Pa-tricio Dávila, Miriam Garcés, Ana Lucía Ce-vallos, Miguel López, este último legislador es-tuvo a punto de ser lanzado desde el segundopiso de Ciespal” [énfasis agregado]18

El poder desamparado

En el segundo eje, el referido a lo que hicie-ron y, sobre todo, a lo que dejaron de hacer lapolicía y las fuerzas armadas aquella tarde, losmedios lanzan una cacería informativa. Si-guen los hechos, manejan hipótesis, exigentransparencia. Sobre todo, especulan (tal vez,con razón) sobre un potencial golpe de esta-

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18 “Hubo intento de golpe de estado militar. A eso se de-be la separación del coronel Servio Samaniego”, ElMercurio, 01.05.05.

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do. Más en detalle, los medios se preocupan -mayormente- por explicar dos hechos parale-los: a) por qué la policía o la milicia no con-tuvo la violencia de los manifestantes19 y b)por qué no protegió o rescató a Palacio20. Alrespecto, han realizado tanto la cobertura de“las investigaciones legales procedentes” (quetienen como principal escenario al Congresoy a la Fiscalía de la Nación)21, como la conde-na de las pretensiones ocultas de “militares yotros grupos de poder” por crear un escenariode caos y pescar a río revuelto22. En ambos ca-sos, la preocupación de los medios gira en tor-no al paréntesis que esa tarde sufrió el webe-riano monopolio legítimo de la violencia. Ca-si la totalidad de mis entrevistados tambiéncoinciden en que la policía no hacía nada y enque los militares estaban, pero no actuaban.

El punto más alto de esta narrativa se dejaver a propósito de la presencia de un coronelen servicio activo (Servio Samaniego) que in-crepa a los presentes a no reconocer a Palacio.Si las fuerzas armadas mostraron recurrente-mente su politización en las últimas tres caí-das, éste fue -junto a la participación del co-ronel Gutiérrez en el 21 de enero- el momen-to de menor hipocresía (ver ANEXO).

Tanto en la estigmatización de los violen-tos, como en la inquisición sobre la inacciónde la fuerza pública, prima en los medios un

discurso del orden. Para los medios que aquíhe analizado, al menos eso es lo que pudo leeren el conjunto de notas de prensa y en los po-cos pero decidores minutos de video, la vio-lencia es un problema a conjurar, a contener,a exorcizar, a través de una narrativa sobre elcaos y la anarquía. Toda violencia por fuera delos cánones impuestos por el status quo seráestigmatizada, penada moralmente, sanciona-da como extrema. Al reproducir el discursodominante sobre la violencia legítima, los me-dios muestran su articulación con el poder.

¡Fuera todos! Violencia e indignación moral23

Comienzo esta sección con un el relato deHugo, un joven que fue a Ciespal aquella tar-de y encontró -como tantos otros- un aquí yun ahora propicios para mostrar su rechazo ysu ira hacia los diputados:

“Era como estar en el estadio y que al frenteestaban los dirigentes de la barra contraria24.Era tenaz. Ahí me topo con la Mónica [seudó-nimo], que como te explicaba era del grupo es-te del Gándara y del Cordovés, de [la organi-zación] Ciudadanos por la Democracia, y mepasa el megáfono y me dice ‘tranquilízales,tranquilízales’. Cogí el megáfono. Y yo nadade querer tranquilizar a nadie. Aquí les voy ahostigar. ‘Perdóname Mónica, pero ahora mevoy a dar gusto’. En la oficina que te digo, queera en el primer piso alto era donde creíamosque estaban los diputados, y yo comencé: ‘Hi-jueputas, ahora se mueren’. Yo no tenía la in-

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19 Por ejemplo: “Ladrones se colaron en toma de Cies-pal”, Hoy, 22.04.05; “Sodoma y Gomorra en Ciespal”El Comercio, 26.04.05; “Nos estuvieron pegando has-ta que un pelotón de la Policía entró a ayudarnos”,(Jorge Marirrodriga), El Comercio, 24.04.05.

20 “No fue fácil para Palacio”, “Alfredo Palacio asume yqueda atrapado”, ambos en Hoy, 21.04.05; “Casimuere en el intento”, Revista Vistazo, 02.06.05; “Elpresidente pasó un susto en Ciespal”, El Comercio,21.04.05; “Cynthia Viteri: no sabíamos dónde estabael presidente”, La Hora, 23.04.05.

21 “La Fiscalía investiga desmanes en Ciespal”, El Co-mercio, 26.04.05. Al respecto, luego de los aconteci-mientos, tanto el Congreso como el presidente Palaciose comprometieron a pagar por los daños que sufrió eledificio, sin hacerlo hasta la fecha.

22 “Rosero y Cuvero callan por ataque en Ciespal”, re-portaje de Gabriela Fajardo, Hoy, 27.04.05.

23 Siguiendo a E.P. Thompson (1995) entiendo por in-dignación moral la forma en la que un actor evalúauna situación como injusta e impropia, un acto quecrea un agravio. De forma similar, Benjamín (1921)ubica el campo de la moral en relación a la justicia yal derecho entendiendo por éste no sólo lo legal, sinotambién lo legítimo.

24 Hugo es miembro de una barra de fútbol. Su descrip-ción del evento (“era como estar en el estadio”) podríaser analizada como un momento ritual (aggro) de exal-tación y confrontación violenta con el adversario(Hernández et al (2001).

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tención de matarles pero era una jugada del as-pecto psicológico de los manes, ¿cachas? Losmanes frente a un montón de gente, una tur-ba enardecida, totalmente resuelta a cualquiercosa... y alguien que te esté martillando el ce-rebro. Era jugarles la psicológica. Que sientanestos desgraciados lo que la gente puede hacer-les por la irresponsabilidad, que sepan querealmente la cuestión de votar o no votar enun periodo de 6 meses por una resolución, síhace la diferencia. Porque si ellos votaban poresa misma resolución en diciembre, cuandofue todo el despelote de la Corte y todo, todoesto no hubiera sido necesario. Ahí me quedéun rato con el megáfono y me explayé con flo-rido vocabulario a mandarles a la puta madre.

E.H: ¿Que les decías?

‘Vos Villacís [diputado del MPD] hijo de pu-ta, te vas a morir, ahora sí te voy a colgar de loshuevos yo mismo’. Yo no sabía si él estaba ahíadentro escuchando. ‘Te voy a colgar de loshuevos’. Todo cague de risa. Y cuando llegué alcapitulo Dávila [diputado del PSC] le dije:‘Vos Dávila, maricón, desgraciado’. Eso de‘maricón’ no era por ser homofóbico, para na-da25. ‘A voz si me voy a dar el gusto de meter-te esta estaca por el culo’. Y yo no tenía ningu-na estaca ni nada. ‘Voz fuiste el de la AGD, vosfuiste el atracador de este país’. Entonces hacíamemoria del papel del man en la Superinten-dencia de Bancos en la época de Mahuad, decómo el man se enriqueció ilícitamente: tiene 3informes de la Comisión Anticorrupción queno dan trámite en la Fiscalía, encubrió a losdeudores de la AGD mientras él estaba a cargo.Con él sí me explayé. Me seguía y me seguíaacordando. Así, era una cuestión de ponerlememoria a un montón de notas y de gritarletodo en la cara. Así eran los gritos, ya un poco

en serio, no tan joda, de la indignación que sen-tía” [énfasis agregado]

Quien habla, Hugo, está muy bien informa-do sobre los asuntos de corrupción en los queestán involucrados los diputados a los queagrede. Su actitud violenta se guía conciente-mente por estrategias de amedrentamiento,buscando causar unos efectos políticos y psi-cológicos específicos: el miedo y la lecciónmoral, a unos sujetos perfectamente identifi-cados/identificables26. No se trata de una acti-tud indiscriminada e irracional de agresión.Su acto, por el contrario, está guiado por unaracionalidad estratégica que se ajusta al mo-mento específico y, más aún, está cargado deimplicaciones morales (“de la indignaciónque sentía”), es decir, una racionalidad prácti-co-moral. Te busco para golpearte -parece serla lógica-, si no lo logro, no dejaré pasar laoportunidad de darte un escarmiento (moral)recordándote lo que eres a través de un megá-fono. La forma de su acción, el insulto y la ve-jación, están cargados de connotaciones se-xualizadas y desmaculinizantes (“colgarte delos huevos”, “una estaca por el culo”) que me-recen un análisis más detenido, el cual rebasalos límites de este artículo. Su relato, tam-bién, está envuelto de una narrativa festiva,carnavalesca (“todo cague de risa”). El crucetiempo-espacio (aquí-ahora) producido enCiespal no es un lugar vacío, sino uno endonde la transgresión, la inversión del orden,es posible y hasta deseable (Bataille 2002).

Es una situación límite donde las emocio-nes operan más diligentemente (lo que losteóricos de la acción colectiva llamarían emo-tions at work, emociones en acción). Veamos,

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25 En otro momento de la entrevista, Hugo explica queusa “maricón” o “hijo de puta”, “sólo como insultos”:“Yo tengo buenos amigos gays y no tengo nada contralas prostitutas. No es por ser homofóbico. Los manesdespués sacan un comunicado diciendo ‘queremos ha-cer conocer que el señor tal y tal no hace parte de lacomunidad gay’ o ‘hacemos saber que el señor éste noes hijo de ninguna de nuestras trabajadoras sexualesfederadas’. Es joda, ¿cachas? Cualquier cosa con tal deno tener ninguna relación con ese hijo de puta, sobretodo el Gutiérrez” (énfasis agregado).

26 Sobre la precisión en la ubicación de blancos con la queactúan los manifestantes indignados con los políticos,ver Auyero (2004:174-179). Este autor analiza las jor-nadas de protestas conocidas como el “Santiagueñazo”en Argentina, en donde los manifestantes ubican eidentifican con precisión a los que consideran políticoscorruptos. La precisión se explica por la lógica que guíala práctica, a saber, la indignación hacia esos políticos.

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por ejemplo, cómo momentos después, Hugocuenta que, a su pesar, “no tuvo chance” degolpearles a los diputados objeto de sus insul-tos (Dávila y Villacís). “Ni les vi cuando salie-ron” concluye. “A la Cynthia sí, a ella sí casile pego”, dice:

“Era como a la salida a la calle. Agarré unabandera y le iba a dar un palazo, pero uno delos guardaespaldas me empujó el brazo. Mequiso pegar y yo ahí con el hasta de la bande-ra le hacía así, así, para que no se me acerque.Imagínate si el man, un grandote, me avanza ameter un quiño. El fauleado era yo”

Si algún sentido ha de encontrarse a la violen-cia de quienes fueron a Ciespal dispuestos aagredir a los diputados, habrá que partir deun marco normativo-sociológico que entien-da a la violencia como una relación social, co-mo un tipo de vínculo entre actores, comouna opción dentro de un ámbito de posibles,

un ámbito -por su puesto- de sociabilidad. Laviolencia es una relación y en tanto tal haceparte de un proceso27. Ver la violencia comoun conjunto de actos aislados, desligándolosde la trama de relaciones sociales en los cua-les se insertan, la vuelve ininteligible y, así,proclive a ser dotada de connotaciones mora-les negativas (cf. Webber et al 2003). La lec-tura que sobre la violencia quisiera presentaraquí no busca contribuir al cúmulo de juiciosmorales que eventos como los de Ciespal ese

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27 En un análisis sobre violencia en El Salvador, PhilipheBourgois (2002) retoma la “ley de la conservación dela violencia” de Bourdieu (1997) para explicar las for-mas en las que ésta circula entre distintos niveles (“to-da violencia se paga”). Así, habla de al menos 4 formasde violencia: política (ejercida en tono represivo por elEstado u otros actores políticos), simbólica (aquellaque logra definir el campo de lo real, cf. Bourdieu1997:217-276), cotidiana (interpersonal, cf. Scheper-Hughes 1992) y estructural (aquella que crea segrega-ción social y económica, cf. Tilly 2004).

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20 de abril suscitan. No quiero hacer una odade lo virtuoso del pueblo insurrecto que de-rrocó al “dictócrata”. Tampoco quiero haceruna apología legitimadora de los actos de vio-lencia que se suscitaron en Ciespal (y másgravemente en el MBS) o en diversos puntosde confrontación entre los a favor y los encontra de Gutiérrez. Tampoco, y esto tal vezdeba subrayarse, es mi intención reproduciruna pornografía de la violencia28, como llamaBourgois (2002) al hecho de que la etnogra-fía de la violencia supone un acercamientoemic a las dotaciones de sentido de los perpe-tradores, y no sólo una mirada etic a partir delas historias de las víctimas o de alguna deconcepción dominante sobre el orden civili-zado (cf. Rodgers 2001). A partir del caso deCiespal, encuentro más útil en términos ana-líticos plantear elementos de juicio para en-tender cómo y por qué la gente actúa violen-tamente en situaciones específicas. Mi interéses desentrañar la lógica de la práctica a travésde entender el contexto en el que tiene lugarla violencia y las motivaciones de los actores.Por ejemplo, en la televisión vimos cómo el(autodenominado) “forajido” Diego Guzmán(hoy funcionario del gobierno de Palacio)golpea con el puño el rostro de uno de los“matones pagados” que atacaron a los protes-tantes desde el edificio del MBS, mientras és-te, sentado, asustado y con las manos esposa-das en la espalda, suplica a la policía que loproteja de los manifestantes. En este caso, porejemplo, no me interesa calificar como “dig-no” o “cobarde” el comportamiento del fora-jido, sino explicar el contexto en donde esaacción violenta tiene un sentido y, asimismo,entender ese sentido. Una pista para ello, in-sisto, puede encontrarse cuando ubicamos el

tema de la violencia como producto de rela-ciones sociales.

De la indignación que sentía

Si partimos de ahí, saltan a la vista al menosdos posiciones emic respecto a la violencia.Una, aquella de los entrevistados-actores quejustifican la violencia contra los diputados através de su indignación moral; y otra, aque-lla de quienes no la justifican apelando a cri-terios humanistas. En el primer caso se halla-ría Hugo, a quien cité anteriormente, perotambién María, una profesional acomodada,madre de dos niños, que recuerda:

“A Dávila [diputado del PSC] yo no le pe-gué. Quise, pero la gente me empujó y nopodía acercarme. Y era chistoso porque elJuan, mi esposo, estaba justo al frente gritan-do ‘no violencia’. Él era de los que se asustócon la violencia. Él creía que podía pasar al-go grave. Y tal vez sí hubiese sido así, pero eserato yo sólo quería darle un puñete. Yo lequería pegar y el Juan estaba en contra deeso. Después ya nos reíamos. Era el momen-to; era tenaz.

E.H.: ¿Y por qué sentiste ganas de pegarle?

Por lo que él representa. Porque él representala impunidad. Yo cuado oigo ‘Patricio Dávila’es como identificar… es como saber cuál es lagente que se ha beneficiado de cargos públi-cos y que no ha hecho nada por el país. Fíja-te en la gestión de este hombre en la AGD, esde lo peor que ha habido. Entonces es eso. Eslo que él representa: un cúmulo de cosas, laimpunidad, la corrupción. Para mí el Dávilano es el Dávila. Ahí yo pierdo la personifica-ción de este individuo. El Dávila representaun sentimiento de hastío. Él es eso.”

En el segundo andarivel, aquel que condenala violencia, está Graciela, una periodista queayudó a los diputados a esconderse:

“Le escondí a un diputado detrás de un escri-torio… y les decía [a los manifestantes] ‘noestán aquí, no están aquí, ya se fueron’. No te

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28 “A través de cautivantes descripciones, desgarradorasfotografías y seductoras formas poéticas, los etnógra-fos corren el riesgo de contribuir a una pornografía dela violencia que refuerza las percepciones negativas delos grupos subordinados a los ojos de lectores pococompasivos” (Bourgois 2002:96).

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voy a decir el nombre del diputado, porqueel pobre realmente estaba que se orinaba. Erauna cuestión de humanidad. No le ibas a de-jar que le peguen… si toditos venían justopor eso, para encontrarles. Claro, había unmontón de gente que hubiera gritado ‘noviolencia’ y se hubieran calmado, pero ¿quétal si no?”

Al mismo argumento recurre Esperanza, unafuncionaria de Ciespal que también ayudó aesconder a los diputados, y cuya meta princi-pal ese día era “proteger el edificio, que no essólo el lugar donde trabajas, llega a ser comotu casa”:

“Algunos diputados estaban llorando. Y medio mucha lástima. Es cierto que te puedencausar muchas iras: que corruptos, que rateros,que sinvergüenzas. Pero en ese momento sonseres humanos, desprotegidos y a merced deun grupo que les quiere hacer pedazos. Yo,personalmente, no podría ponerle a un perrosarnoso a que le despellejen. No podría. Fueraro, y te lo digo sinceramente, ese rato se creauna especie de solidaridad”

Éstos últimos cuatro relatos también ilustranuna parte sustancial de la fenomenología dela violencia, tal como se experimentaba enCiespal esa tarde. Tanto aquellos que agradencomo aquellos que buscan limitar la agresión,se mueven estratégicamente. La violencia, enel momento mismo de su cometimiento, esresultado de un juego tanto de disuasión co-mo de fuerza (cf. Tilly 2003 y Auyero 2005).“Para que no rompan las puertas, les mostrá-bamos todas las oficinas, de una en una. ‘Siven, aquí no están, ya se fueron, ya se fueron’.Pero ni bien se iba un grupo, venían otrosbuscando a los diputados. Nunca íbamos aabrir las puertas donde sí estaban los diputa-dos, pero era una forma de despistar a la gen-te”, confiesa Fernando, un técnico de Ciespal.

Bruno, uno de los jóvenes que estaba másexaltado esa tarde, nos cuenta en cambio lasestrategias de los victimarios. Junto a un gru-po de “carnes”, amigos que se conocen de to-

da la vida, Bruno es parte de una barra de fút-bol organizada que, en esos días, tomó comosuya la tarea de salir a las calles a enfrentarsea la policía y protestar contra Gutiérrez. Latarde de ese miércoles, ellos fueron de los másarriesgados y furibundos adversarios que seenfrentaron a los “matones pagados” que tra-jo el gobierno y que atacaban a la poblacióndesde el Ministerio de Bienestar Social. Sa-liendo victoriosos de ahí, Bruno y sus amigosfueron a Ciespal a “sacar a todos, que no que-de ni uno”.

“No íbamos a matar a nadie. Nadie puedehacer esas cosas. En el estadio nos hemos sa-cado la puta contra otras barras, pero nuncanada más que eso. Es como dicen, por másborracho que estés no comes caca. Para noso-tros era igual, por más cabreados… no íba-mos a matar a nadie. Pero de que les sacába-mos la chucha, les sacábamos. Yo me acuer-do, estaba cabreado. Y eso que yo vi bala enel MBS... Alguna gente, incluso de nuestrospanas, estaban más bien fresco: hueveo, a verqué pasaba… ‘no violencia, no violencia’.Otros ya sabíamos a lo que íbamos. Nos or-ganizamos. Nada de vos haces esto, yo hagoesto, ponte acá… No, como que ya sabías...con las miradas. Nos pusimos en fila india entoditas las gradas. De ley algún rato iban apasar los diputados por ahí. Les encontrabanarriba y les sacaban por donde nosotros… ylisto el capote. Y para que no nos huyan no-sotros también gritábamos ‘no violencia, noviolencia’.

E.H.: ¿Y les funcionó? ¿Le pegaron a alguien?

Ahí adentro no. Pasamos esperando a ver sicaían, pero no, nada. Unos le agarraron alDávila y le pedían la renuncia… pero ese ra-to no era de eso. Había que meterle un pala-zo. Es lo único que te queda. ‘Sí, sí, ya les fir-mo. Pasen papel y les firmo’. ¡Huevadas! Aese le esperamos afuera y ahí sí... Yo le metíun quiño en la cabeza, un manotazo en la es-palda… ¡Qué alivio! ¡Toma! ¿Qué chucha?”[énfasis agregado]

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Transgresión, violencia creadora

La tarea de entender cómo operan las emo-ciones en situaciones de violencia requeriríaun abordaje psicosocial detenido (cf. Hernán-dez et al 2001) que, como otros potencialestemas de indagación, desbordan mis fuerzas ylos límites de este ensayo. Lo que sí quisieraplantear como colofón es lo que Benjamín(1921) llama “la necesidad de una crítica dela violencia”. Según este autor, habría queubicar la reflexión sobre la violencia en el pla-no de las relaciones morales, es decir, en la re-lación de ésta con el derecho y la justicia. Talreflexión sólo puede plantearse –dice- desdeuna filosofía de la historia que asuma una os-cilación entre aquella violencia que funda yaquella que conserva el derecho. Tal filosofíase contrapone a una concepción iusnaturalistadel derecho (y, por ende, de la violencia) yaque ésta última sólo se pregunta por el origendel derecho y las formas de conservarlo y, portanto, es insuficiente a la hora de entender elcambio histórico. Los grandes cambios, lasgrandes revoluciones, se consiguen a través deprocesos violentos de erradicación del anti-guo régimen y de imposición de un nuevo or-den. En este marco, matiza Benjamín, la vio-lencia sólo puede ser entendida como un me-dio, ya que ésta no es un fin en sí misma.Benjamín distingue, más bien, entre si losmedios por los cuales opera la violencia sonlegítimos o no. Y serán legítimos en la medi-da en que se ajusten a derecho. Pero el dere-cho, concluye, y este es su argumento, tiene asu vez su origen en la violencia. Un orden (so-cial-legal) se funda o se conserva violenta-mente. La ley, en cualquier caso, es violenta,pues establece los límites de lo permisivo. Laviolencia (revolucionaria) que funda una nue-va ley (un nuevo orden, un nuevo derecho),la violencia que Benjamín (como Bataille) lla-ma creadora, se volverá decadente cuando co-mience a ejercerse para conservarse. Fundar oconservar el orden son las funciones de la violen-

cia; del momento del “hamacarse dialéctico”en el que nos encontremos dependerá que laviolencia sea vista como legítima o no.

En el caso de la violencia producida enCiespal, los conjuros que sobre ella se han te-jido (sobre todo por algunos medios) contri-buyen a crear una visión estigmatizante, y nopermiten comprender (si seguimos el argu-mento de Benjamín) los entretelones de su le-gitimidad que, como hemos visto, radica enla indignación de los manifestantes haciaquienes encarnan una práctica política co-rrupta. Aún peor, tales conjuros invisibilizanlas reales motivaciones de los violentos de esedía. Aquellos violentos de un día que se can-saron de ser violentados todos los otros díaspor una clase dirigente maniquea e interesa-da. Si retomamos la idea de Benjamín de queel papel de la violencia es fundar o conservarel orden, ¿qué tan violenta resulta la restitu-ción del orden democrático encarnada en laposesión de Palacio? ¿O no hay violencia en larestitución de un nuevo orden que de nuevosólo tiene otros rostros pero las mismas es-tructuras? Es decir, ¿no resulta violenta la res-titución de un orden que, en términos políti-cos, no ha generado sino mecanismos de re-producción de la exclusión política o de con-centración y apropiación privada y corporati-va de recursos públicos, es decir, de una prác-tica política percibida y evaluada -por los ma-nifestantes- como abiertamente deshonesta,cínica, impropia, injusta, en una palabra, in-moral?

Graciela, la periodista que escondió a un di-putado debajo de un mueble:

“Lo que me calienta es que después de eso,como si nada. Al siguiente día, otra vez a ne-gociar.

E.H.: ¿Y ahora, después de que pasó eso, levolverías a esconder?

No, ¡qué va! Mi pelado me decía que québruta, cómo le voy a proteger a ese diputa-

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do… y es cierto. Ahora otra vez anda nego-ciando, poniendo precio a su voto, en sus an-danzas. Tal vez le hubiera servido de lección.Un escarmiento para que no sea tan cínico.Él y todos los otros. ¿No ves? Después de esose fueron otra vez a sesionar y siguen en lasmismas. Ahora no sé, no creo, no sé si yomisma les buscaría para pegarles, aunque seaun coscorrón. A mí como periodista me co-nocen, por estar ahí cubriendo el Congresotodo el tiempo. Pero eso sí, no les volvería aproteger. Al menos que les peguen un poco,que aprendan a no ser tan sinvergüenzas”

Esperanza, la funcionaria de Ciespal que ayu-dó a despistar a los manifestantes:

“Yo no tuve esa sensación de bienhechito queles pegaron. Pero sí me da bronca lo que pasaahora. El cinismo con el que actúan. La rapi-dez con la que se volvieron a repartir los pues-tos en el Tribunal Electoral, o las comisioneslegislativas. Todo ese reparto que es el típico.Lo único que me queda es… ¡qué gente! Noaprenden. ¿Qué más les hace falta para reac-cionar? Yo supongo que te habrá pasado que,estando en un momento así super difícil, escomo que te sientas a evaluar y reaccionas pa-ra ver lo que te ha pasado. Pero me sorprendeque esta gente no. Que siguen en las mismas.Que no hayan procesado adecuadamente loque les pasó o les pudo pasar acá en Ciespal”

Parece claro, entonces, que la violencia expre-sada en Ciespal estuvo guiada por una pro-funda indignación moral contra los políticos(“que se vayan todos”). Sin embargo, com-probar si lo de Ciespal fue una lección para lospolíticos (o para los manifestantes) es aúnuna tarea abierta. Por como se han rearticula-do las fuerzas políticas luego de la crisis, metemo que no. Aún peor, me temo que la beli-gerancia desatada a partir de la general indig-nación hacia los políticos quede exorcizada,una y otra vez, por un discurso que estigma-tice la protesta y aspire a que los “dóciles fo-rajidos” protesten casi sin protestar. Y que susfrutos no sean otros que el reacomodo de lasfuerzas, un simulacro democrático, como el

que vivimos en Ciespal con la posesión de Pa-lacio. Un reacomodo que, retomando a Ben-jamín, resulta violento por cómo conserva elpoder, por cómo reinstala el mismo juego po-lítico frente al cual protestaron los otros vio-lentos, los que atacaron a los diputados enCiespal. Sin embargo, como puntualizaBourgois (2002) respecto a la bourdiana “leyde la conservación de la violencia”: si todaviolencia se paga, toda violencia, también, sesufre. Nadie sale librado de la violencia. Enalgún momento, ésta da la vuelta, no por unamoraleja, sino por el flujo de relaciones socia-les que se condensan en ella. Queda abierta,por tanto, la expectativa sobre el poder del po-der para conjurar las potencialidades políticascontenidas en la violencia expresada en Cies-pal por los manifestantes. Quedan abiertas laspotencialidades para que la indignación mo-ral, hoy expresada en forma de violencia con-tra los políticos, encuentre en el futuro antesituaciones similares los mismos causes uotros. Está por verse. Momentos como los deCiespal en abril de 2005 pueden repetirse, talvez para bien. Es decir, para canalizar la in-dignación hacia un cambio político sustanti-vo, y no sólo hacia una manita de gato-pardo.

Agradecimientos

Mi sincero agradecimiento a quienes dieronsu tiempo para ser entrevistados: periodistas,estudiantes, empresarios, militantes de distin-tas organizaciones sociales y políticas, funcio-narios de Ciespal, entre otros. Un especial re-conocimiento merecen Edgar Jaramillo, di-rector de Ciespal, Mauro Cerbino y GraceBenalcazar quienes gentilmente me permitie-ron usar valioso material de primera mano.Sofía Argüello, Eduardo Kingman, FelipeBurbano, Franklin Ramírez y Carlos de la To-rre leyeron, comentaron y aportaron con crí-ticas y sugerencias a la versión (por ahora) fi-nal del artículo. Mi gratitud hacia ellos/ella.

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Caía la noche. El coronel Samaniego nollegó solo. Junto a él llegó un grupo demilitares que se ubicaron en la entradaprincipal de Ciespal y la bloquearon.También llegaron con él, un grupo dejóvenes a quienes no he identificado;sospecho que son un grupo organizadono partidista, tal vez con ideas nuevassobre cómo organizar el país, a quienesllamaré “acólitos”. Samaniego se abrepaso entre la multitud, los que luegoserán su “audiencia” (así denominaré aquienes escuchan el mensaje -y gritan aveces a favor y otras en contra- en el hall).Cruza el pasillo de entrada al edificio.Sube unas gradas; trata de ubicarse en unhall interno, a desnivel, que lleva al alaeste del edificio: es una especie de balcónimprovisado. El video muestra a dos per-sonas que, sin uniforme pero vestidas conprendas militares, no se separan de él. Sepegan a su espalda todo el tiempo yluego, cuando habla a la audiencia, lesusurrarán ideas al oído (“susurros”).Mucha gente mira con extrañeza la llega-da de un militar al recinto. Algunas per-sonas muestran rostros de asombro orepugnancia. Mientras Samaniego subelas gradas para ubicarse de forma visible,los acólitos le abren paso y gritan variasveces: “Gobierno popular, gobierno pop-ular”. Cuando se encuentra en la partesuperior, frente a la “audiencia”, un joven-que evidentemente no es de los “acóli-tos”- se acerca y le dice: “Debemos apoyaral presidente. Hay que apoyar a Palacio”.Samaniego no se inmuta. Uno de sus dosacompañantes le responde al joven:“¡Qué chucha! Palacio también fuera.Nada que ver. Todos fuera”. El periodistade Ciespal (cuya cámara ha filmado todoel ingreso de Samaniego) le pregunta: “¿A

qué se debe su presencia aquí?”.Samaniego no responde. Hace mutis.Segundos después se sitúa frente a laaudiencia:

Servio Samaniego (S.S.): Pueblo delEcuador. Pueblo de Quito... ¡Viva elEcuador! Audiencia: ¡Viva!S.S.: Yo vengo a título personal. Soy elcoronel Servio Samaniego. Vengo a apo-yar la moción, porque en este momentoel país está sin dirección política. Hay unpresidente que no lo quieren reconocer.No hay un vicepresidente. No hay unaCorte de Justicia. Por tal razón, yo lespido a ustedes conciudadanos quemediten, que si ustedes pidieron un gob-ierno popular, que tengan un gobiernopopular. Acólitos: ¡Fuera todos! ¡Asamblea popu-lar! ¡Gobierno popular! ¡Gobierno popu-lar!Audiencia: ¡Gobierno popular!¡Gobierno popular! [La gente grita porcontagio]Susurros: Yo no quiero nada. Yo no quieronada…S.S.: Yo en lo personal no quiero nada enabsoluto. Yo lo que quiero es que mi paísse reconstruya y se mantenga en paz. Quevivan en paz… Susurros: Para eso…S.S.: Para eso tiene que disolverse elCongreso Nacional…Susurros: Junta popular…S.S.: Formar un gobierno de transición,una junta cívica, para que pueda llamar lomás próximo a eleccionesAudiencia: ¡No! ¡No militares!S.S.: O una asamblea constituyenteAudiencia: ¡No dictadura!

Anexo: Lo que dijo el coronel Samaniego en Ciespal

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S.S.: No, no dictadura de ninguna natu-raleza.Audiencia: ¡Dictadura no! ¡Dictadura no!¡Dictadura no!S.S.: Dictadura no. [Silencio-pausa: Samaniego pierde el con-trol de la audiencia]S.S.: Señores: que se vayan todos comoustedes lo han pedido. Que se vayantodos.Audiencia: ¡No dictadura!S.S.: No dictadura. Por eso quiero invo-carles y pedirles a los señores generalesque asuman el reto histórico que la patriales ha puesto [El ruido es ensordecedor. La audienciagrita, murmura, habla en voz alta]Acólitos: ¡Escuchen! ¡Escuchen!Audiencia: ¡No dictadura! ¡No dictadura!¡No dictadura!Acólitos: ¡Escuchen! ¡Escuchen!S.S: Una asamblea constituyente dondeno participen los partidos políticos,donde las clases sociales y las basessociales tengan su participación. Que sevayan todos. En este momento estoyentregando mi uniforme al pueblo ecua-toriano, para que el mando dispongaAudiencia: ¡No militares!S.S.: No militares.Uno de los acólitos: ¡Ya! No militares. No.No. No estamos, no estamos...S.S.: Integrarse y formar una consti-tuyente, un gran frente, que les permitaconseguir al final lo que ustedes, lo quedurante todos estos días han venidoluchando y buscando.Acólitos: ¡Junta popular! ¡Asamblea popu-lar! ¡Gobierno popular! ¡Gobierno popu-lar!S.S.: El señor doctor Palacio…Audiencia: ¡Ni Borja ni León! ¡Ni Borja niLeón! [La audiencia muestra su desengaño]Susurros: No queremos políticos, no políti-cos…

S.S.: No queremos la clase políticaAcólitos: ¡Eso! ¡Bien! Audiencia: ¡Ni Borja ni León! Audiencia: ¡Militares no! ¡Militares no!Toma la palabra un joven de unos veintey ocho años que parece pertenecer algrupo de acólitos: Compañeros, com-pañeros…Acólitos: ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Aprendan aoír!El joven: Logramos sacar a LucioGutiérrez. Este proceso quiere refundar elpaís y tiene que encontrar un cause. ¿Cuáles el cause que queremos proponer? Audiencia: ¡Ninguno! [La audienciadeslegitima, con este grito, al joven]El joven: ¿Que es lo que plantea el pueblode Quito?Audiencia: ¡Nada! [ídem]El joven: El pueblo de Quito está plante-ando en primer lugar que se cese alCongreso Nacional, al igual que almando medio de los militares…¡Compañeros! ¡Compañeros! [El jovenpierde el control de la audiencia]Retoma la palabra Servio Samaniego:Será un gobierno transitorio que ustedeslo pongan. Que participe la ciudadanía,que no haya participación política denadie porque han de querer seguir man-goneando. El señor doctor Palacio ha sidonombrado sucesor como dicta la consti-tución, pero el pueblo no lo quiere, tieneque irse.Audiencia: Sí lo quiere [Esta vez, una vozdeslegitima a Samaniego]S.S.: Tiene que irse el Congreso, y tienenque dar paso a que se conforme unaasamblea o se conforme un gobierno pro-visional con la participación de todo elpueblo. Muchas gracias ¡Que viva elEcuador! Acólitos: ¡Gobierno popular! ¡Gobiernopopular!

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Edison Hurtado Arroba

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Insurrección, legitimidad y política radical

Franklin Ramírez Gallegos*Sociólogo. Dr. © Ciencia Política, Universidad París VIII, CSU.

Email: [email protected]

Fecha de recepción: junio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenEl texto efectúa un test de la legitimidad política de la insurrección de abril. Para el efecto se ar-ticulan categorías provenientes de la filosofía política contemporánea con herramientas prove-nientes de la sociología política de la protesta. Ello permite una reflexión sobre el lugar de lainsurrección, la resistencia y/o la desobediencia civiles en el marco de sociedades democráticas.Se privilegia, así, la evaluación normativa de a) las formas y medios con los que la rebelión deabril tomó cuerpo en las calles de Quito; b) la oportunidad o el tiempo político en que talesacciones tuvieron lugar; y c) la responsabilidad política con que se asumieron las implicacionesy efectos de las acciones contestatarias que culminaron con un nuevo derrocamiento presiden-cial en el Ecuador. A la luz de tal lectura, y en el marco del ciclo de desacato político abiertocon la primera destitución presidencial en 1997, se sostiene que en el ordenamiento político seha instalado una forma intempestiva de ejercicio de la soberanía popular desde la que se esta-blece un modo radical de control democrático de las elites políticas: la “forma insurrección”.

Palabras clave: insurrección, legitimidad, democracia, participación radical, poder constituyen-te, dominación

AbstractThis article accomplishes a test of the political legitimacy in April insurrection. For that mat-ter, some issues have bee taken and articulated from political contemporary philosophy and thepolitical sociology of protest. This work allows us to think deeper about the place of insurrec-tion, the resistance and/or the civil rebellion within democratic societies. It therefore privilegesthe normative evaluation about: a) The way and methods how the rebellion in Quito grew onthe streets; b) The political time and the occasion in which these actions took place; and, c)The political responsibility assumed over the implications and effects of anti–establishment ac-tions that finished with a new government overthrown in Ecuador. According to this analysisand considering the political unrest initiated with the first presidential dismissal back in 1997,it has been shown that a new sudden way of sovereignty exercise has been established in thepolitical order that considers a radical way of controlling the political elites, that is “the insu-rrection way”.

Keywords: Insurrection, Legitimacy, Democracy, Radical Participation, Constituent Power,Domination

* Este texto se basa en parte del capítulo final del libro La insurrección de abril no fue sólo una fiesta, F. Ramírez, TallerEl Colectivo-Ciudad-Terranova-Abya Yala, julio 2005.

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 83-92© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Mucho se ha discutido sobre la lega-lidad de la destitución presidencialde abril. El gobierno norteamerica-

no, la OEA, algunos países vecinos, los resi-duos del gutierrismo y otros actores políticosnacionales levantaron con fuerza la bandera dela dudosa juridicidad con que fue resuelta lacrisis política y pusieron así en cuestión el reco-nocimiento político del nuevo régimen en elEcuador. Las respuestas locales fueron varias.Unas asumieron que, efectivamente, la destitu-ción presidencial por “abandono del cargo” -talfue la resolución legislativa que posibilitó la su-cesión- ha sido tan inconstitucional como la delos dos derrocamientos anteriores (A. Bucaramen 1997 y J. Mahuad en el 2000) por cuantoGutiérrez jamás abandonó el Palacio presiden-cial. Otras han planteado que desde el momen-to en que el defenestrado régimen se puso almargen de la Constitución existió en el país unvacío de poder democrático legítimo que fuefinalmente resuelto por el Congreso Nacional

por la vía de la sucesión. Otras versiones, porsu parte, enfatizan que la revocatoria al manda-to presidencial provino de una revuelta popu-lar, catapultada por la deslegitimación políticadel régimen, y que la resolución legal del Con-greso apenas si consagró lo actuado por la ciu-dadanía1. Cada uno de estos argumentos tienealgo de razón y la discusión puede prolongarse.Es claro, no obstante, que tal ambigüedad jurí-dica revela la forma en que la política de las ca-lles puso ésta vez las condiciones y los tiempospara la acción legislativa: los factores estructu-rales de poder, y sus asientos legales, debieronajustarse a las circunstancias políticas propicia-das por el desborde ciudadano.

Más que en la legalidad de la destitución,entonces, cabe insistir en la discusión sobre lalegitimidad de la insurrección y la resistencia

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Franklin Ramírez Gallegos

1 Al respecto puede consultarse: Fabián Corral, “Desle-gitmación política”, El Comercio, 28.04.05; AlfredoPinargote, “Nube Rosada”, en Revista Vistazo No. 905,abril 2005; Tintají, abril 2005.

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ciudadana. Las situaciones en las cuales el de-recho a la resistencia y a la insurrección se jus-tifican son múltiples y no se reducen a los ca-sos extremos de regímenes puramente tiráni-cos, de arbitrariedad manifiesta, o de disolu-ción de la sociedad política por invasión de unEstado extranjero. Desde Locke, en el Segun-do Tratado del Gobierno Civil, se mencionaque en el cuadro de un Estado de Derecho, “larebelión popular está justificada” cuando elpoder Legislativo ha sido desnaturalizado porel abuso recurrente del poder del Ejecutivo. Lalibre formación de la soberanía popular es in-sidiosamente alterada cuando los poderes fác-ticos instrumentalizan legisladores y electorespor medio de procedimientos extralegales quedeforman el proceso deliberativo de construc-ción de la voluntad general (compra y corrup-ción de diputados, manipulación clientelar,alteración de modalidades de elección del le-gislativo, negligencia e incapacidad de haceraplicar las leyes). Bajo tales condiciones la le-gitimidad del gobierno se halla derruida desdesus raíces mismas. Pero “la ciudadanía tienetambién el derecho a la resistencia” cuandocualquiera de los poderes del Estado, o todosellos, rompen la confianza (breach of trust) queaquella le había depositado. Así sucede cuan-do el ejecutivo o el legislativo violan los dere-chos fundamentales de aquellos que los eligie-ron al disponer arbitrariamente de sus vidas,sus libertades y sus riquezas.

Las fuentes de legitimidad de una insu-rrección no devienen, no obstante, única yautomáticamente de la negatividad del cam-po político en que germina. Las formas y losmedios con que se concreta la insurrección, laoportunidad en medio de la que surge y la res-ponsabilidad ética y política con que la asu-men cada uno de sus protagonistas contribu-yen también al reconocimiento y validacióndel acto insurreccional y de las consecuenciaspolíticas y legales que de él se derivan. ¿Sereunieron las condiciones para el efecto en lainsurrección de abril?

Las formas de la protesta

Los sucesos de abril pueden ser nombrados,indistintamente, como insurrección, resisten-cia, rebelión, contestación o desobediencia.Todas estas denominaciones procuran evitar,enfáticamente, que aquellas sean apreciadas,apenas, como un ejercicio de oposición civil alrégimen. La oposición pertenece al mundo dela institucionalidad partidista y la estrategiapolítica. Desde allí, y aún en sus formulacio-nes más extremas, la oposición no puede abar-car una crítica totalizadora. Únicamente, lainsurrección o la resistencia sociales poseen lasuficiente exterioridad y, en consecuencia, es-tán en capacidad de desplegarse contra el poderinstituido como un todo. Abril tuvo esa marcay desde ahí se abre su margen de legitimidad.

El fin no justifica, sin embargo, cualquiermedio. Sabemos ya cómo han terminado losintentos de liberación autoritaria de pueblos,clases y naciones. En esa constatación residela importancia de pensar la forma en que searticulan medios y fines en toda acción con-testataria. J. Habermas (1997 y otros (Coheny Arato 1992) han insistido en la necesidadde diferenciar la insurrección (rebelión) o re-sistencia (contestación) de la desobedienciacivil. Al hacerlo, buscan reflexionar sobre laespecificidad y eficacia de las luchas políticasexistentes en las sociedades democráticas con-temporáneas. Ello significa, en primer térmi-no, asumir que aún cuando las vigentes de-mocracias representativas están atravesadaspor relaciones de dominación, no se reducena ellas y, por tanto, el derecho a la resistenciano puede justificar las mismas acciones queen regímenes tiránicos o dictatoriales. La de-sobediencia civil deviene entonces en una for-ma privilegiada de contestación radical noviolenta que se efectúa en nombre de princi-pios y derechos que están de antemano reco-nocidos en el orden político-constitucionalexistente (aún cuando no estén necesaria-mente garantizados). La trasgresión de tales

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derechos y principios legitima la desobedien-cia civil pero su existencia, a su vez, marca losmárgenes dentro de los cuales la sociedad de-be auto-limitar sus acciones de resistencia.Desde una perspectiva democrática son, enefecto, los procedimientos libres, igualitariosy deliberados (deliberativos), y no el supuestoconocimiento que algunas vanguardias afir-men tener del bien común o de las mejoresvías de transformación social, los que otorganvalidez a las formas de contestación desplega-das por la multitud. Las formas de contesta-ción, en suma, no pueden situarse por encimade la justicia, el derecho y los procedimientosde regulación democrática. Un análisis indi-ferenciado de la insurrección puede perder devista, entonces, tales condiciones de validezde las resistencias contemporáneas. Ello noimplica, según Habermas, que incluso en elmejor de los mundos, la desobediencia civilsería legítima y enriquecería la vida política.

A pesar de esta última tesis, es evidente queel privilegio que el filósofo alemán otorga a ladesobediencia civil deja por fuera la posibili-dad de formas más radicales de contestación.Su excesiva confianza en los principios consti-tucionales como reguladores de los juegos depoder y del desenvolvimiento estatal, le impi-de ver la extrema contingencia con que de he-cho se legitima el orden político. En este mar-gen de contingencia que, en muchas socieda-des democráticas, incluye formas arbitrarias yestructuradas de dominación y desigualdad, seabre la legítima posibilidad de experimenta-ción con múltiples formas de resistencia ycontestación que no tendrían cómo colocarseal interior de los umbrales del orden legal.

El abril quiteño fue pródigo en accionesde resistencia y contestación que abarcaron, yrebasaron, formas de desobediencia civil. Aúnteniendo en mente la distinción habermasia-na puede decirse que la sociedad ejerció suderecho a la insurrección bajo diferentes mo-dalidades. Primó, es cierto, y se valorizó la ac-ción política no violenta como modo de re-

chazo a la arbitrariedad del poder. El altísimoprotagonismo de las mujeres en las noches deabril simboliza, como en diversas moviliza-ciones que han conducido a través de la his-toria, la hegemonía de formas no agresivas delucha social. No predominaron tampoco lossaqueos ni los excesos vandálicos -aún a pesarde que durante varias horas se vivió un virtualvacío de poder y de deserción de las funcionesde seguridad pública por parte de las fuerzasdel orden (desde la noche del 19 y a lo largodel día 20). Y, hasta donde fue posible, secontuvieron y desincentivaron los enfrenta-mientos físicos y la violencia gratuita2.

El imperativo de auto-limitación de la in-surrección no provenía, únicamente, de queella se efectuaba en nombre de ciertos princi-pios democráticos trasgredidos por el régi-men, o de un repentino legalismo ciudadano,lejos de eso, era el resultado de una cierta co-herencia estratégica que sabía que allí residíasu fuerza, política y moral, y que cualquierdesborde suponía entrar en la lógica de laprovocación y el desprestigio al que el poderle apostó, en vano, desde un principio. Enconsecuencia, las acciones puntuales de deso-bediencia cívica, como las de la noche delmiércoles 13 cuando hubo órdenes de deso-cupar los alrededores de la Corte Suprema deJusticia y, sobre todo, las de la noche del vier-nes 15 cuando el gobierno decretó el estadode emergencia, conservaron el tono de desa-fío pacífico pero activo ante los peligrosos ar-bitrios del poder. Tales acciones fueron en ex-tremo eficaces; el Ejército no pudo hacer efec-tivo el decreto presidencial: no había ningúndesborde a ser reprimido.

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2 En los extremos contrarios, y como elocuente expre-sión del moralismo burgués de las buenas formas y elrespeto de lo ajeno que atraviesa a las clases mediasquiteñas -protagonistas de la revuelta- se llegó inclusoa disuadir la reproducción de los inofensivos escraches,una forma de escarnio público que tomó cuerpo a tra-vés de ruidosos plantones frente a los domicilios par-ticulares de diversos políticos.

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La misma perspectiva democrática de laresistencia se observó cuando los modos deconvocatoria y la estructuración de las moti-vaciones para la acción crítica estuvieron atra-vesados por un llamado a la opinión pública.La dinámica insurreccional se desplegó a par-tir de un nítido elemento de comunicaciónpolítica y deliberación colectiva, y no desdeiluminaciones vanguardistas: las formas deprotesta se negociaron y se argumentaron pú-blicamente a través de radioemisora La Lunay, en menor medida, por medio de páginasweb creadas para el efecto. Múltiples pro-puestas fueron descartadas o asumidas3 segúncomo los intercambios dialógicos, a partir delas llamadas y visitas a la radio, persuadían alos manifestantes. Desde los micrófonos, en-tonces, un espontáneo procedimiento delibe-rativo reguló y dio forma a la contestaciónciudadana de abril, dejando en evidencia queel campo político no está saturado de purasrelaciones de fuerza y manipulación.

No obstante, en la medida que la “no-vio-lencia es un valor político y no meta-físico”(Sintomer 1998 :101) no tiene un carácterabsoluto y depende de las específicas condi-ciones en que se levanta la movilización socialy se ejerce su poder constituyente. En abril, laprogresiva ampliación y radicalización de losobjetivos de la protesta se correspondieroncon la inmovilidad y enclaustramiento delpoder sobre sí mismo. Con los partidos fueradel tablero, el escenario político colocabafrente a frente la potencia del régimen y la po-tencia de la movilización. Las condiciones se

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Insurrección, legitimidad y política radical

3 Paco Velasco y los reporteros de La Luna contuvieron,muchas veces, las interpelaciones racistas y regionalis-tas con que múltiples radioescuchas justificaban yalentaban a la movilización ciudadana. Estos nivelesde ponderación y tolerancia se diluyeron, sin embar-go, cuando las intervenciones ciudadanas se pronun-ciaban en contra de la agitación política del país o in-sinuaban cierto apoyo el régimen. Ahí uno de los lími-tes de la racionalidad argumentativa que guió las ac-ciones de abril.

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degradaron entonces hacia un ambiente dedesmedida represión y, paulatinamente, deconfrontación civil que el régimen nunca pre-tendió desmontar. La multitud debió resistiry contestar a los embates policiales y a lo quepercibieron como una “invasión” de las hues-tes gutierristas a la ciudad y como una puraconfrontación entre bandas rivales -y nuncacomo una expresión del uso legítimo de laviolencia estatal-. Hubo choques, enfrenta-mientos, heridos y muertos: violencia políticatout court. La disposición para el combate so-cial no fue absorbida por el carácter cívico ypacífico de la protesta.

Sostengo que, horas antes de la destitu-ción presidencial, se vivió un escenario de so-beranía escindida -el gobierno nacional versusla ciudad de Quito- y en tal imagen se con-densa el desbordamiento del orden normati-vo con que finalizaron las noches de abril.Aún así, las acciones de defensa y resistenciaciudadanas, en la medida en que respondíana un dispositivo autoritario y violento desata-do desde la cima del orden político, guardanun piso de legitimidad. Si se examinan en elmismo contexto, no obstante, ciertos inten-tos de justicia por mano propia (dirigida encontra de los manifestantes contratados por elrégimen), agresiones físicas (en CIESPAL) yvejámenes morales o de violencia simbólica(en clave de racismo, o de regionalismo) des-proporcionados, el balance es menos equili-brado. En varias ocasiones, en efecto, los me-canismos espontáneos de auto-limitación dela protesta fueron rebasados, y solo pudieronreconstituirse en el límite de situaciones muycomplejas4. Por lo demás, solo gracias a losbajos umbrales de tolerancia a cualquier tipode excesos represivos y de violencia, en la so-ciedad y en las mismas fuerzas del ordenecuatorianas, se pudo activar un último re-curso de regulación de una eventual acelera-

ción del espiral de violencia en el desenlacedel conflicto.

La dominante retórica de la resistencia ci-vilizada y pacífica del “heroico pueblo deQuito”5 pierde de vista esta dimensión cons-titutiva de los eventos. No cabe ocultarlo: lainsurrección de abril no fue sólo una fiesta.

La oportunidad política de abril

La revuelta se dio, sin dudas, en medio de unasituación de extrema emergencia. No sólo quese había ya sobrepasado el límite en la degra-dación del Estado de derecho, más allá delcual sólo restaba la definitiva supresión de losderechos ciudadanos y/o el sostenimiento delrégimen por la pura fuerza, sino que ademáslos canales institucionales de resolución de lacrisis estaban del todo sellados, anulándoseunos a otros, y la insistencia en su viabilidadúnicamente hubiese exacerbado la dinámicade confrontación desleal entre los actores po-líticos y carcomido, más aún, las estrechas ba-ses de reconocimiento de cualquier instanciade regulación institucional de la política.

Podría argumentarse, en este sentido, quela contestación ciudadana pudo haber sucedi-do antes y asumir un carácter preventivo queevite lo irreparable. Tal vez. Tal vez incluso lasprotestas que antecedieron abril tuvieron esecarácter. Pero en condiciones en que el autis-mo del poder sólo le permite reconocer las se-ñales que él mismo forja (encuestas, contra-marchas) y en que las razones de Estado estánblindadas, policial e institucionalmente, con-tra los recursos morales de la crítica pública,entonces, la contestación civil sólo puede te-ner un carácter intempestivo. Allí radica elsentido de oportunidad y la contundencia dela insurrección de abril: mientras más tarde,mayor es la urgencia.

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4 Sobre los acontecimientos en CIESPAL ver “Mandatopopular a ritmo de churo”, en Tintají, abril 2005, y elartículo de Edison Hurtado en este dossier de Íconos.

5 Tal narrativa se ha consolidado como la versión oficialde la movilización ciudadana. Desde ella, el establish-ment político y los medios hegemónicos han estableci-

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Responsabilidad política

Resta por tratar la cuestión de si la insurrec-ción de abril ha sido un acto políticamenteresponsable. Ello remite, en un primer nivel,a observar la implicación de cada ciudadanoen la dinámica misma de una acción políticacolectiva. Sin dirección ni centro organizativode por medio, es decir, sin la posibilidad decontar con estímulos selectivos garantizadospor algún empresario de la movilización6

(movimiento, asociación, partido), la partici-pación en las jornadas de abril dependió porcompleto de decisiones particulares que, sinembargo, fueron convergiendo hacia la pro-ducción de una acción colectiva sobre cuyabase se asentó la posibilidad de transformar elcurso de las cosas. En las noches de abril, nofueron pocas las ocasiones en que unos mani-festantes conminaban a otros a no desertar delos lugares de la protesta: se evidenciaba así lacerteza de que únicamente por medio de laacción de masa era factible cumplir con el co-metido de dar fin al gutierrato. Una opciónprimordialmente subjetiva, cuya recompensaresidía en la misma posibilidad de formarparte de la contestación7, no quedó así res-

tringida a una manifestación individual deindignación sino que se conectó con un fuer-te sentido de compromiso colectivo en tornoa la causa común de derrocar al régimen. Eldenso componente de voluntad individual, lairreductibilidad de lo subjetivo, no funcionócomo un afuera de lo político, sino como lacontrapartida necesaria para contener la ame-naza de la arbitrariedad del poder, a saber, “elequivalente democrático del estado de excep-ción” (Balibar 2002:21-22).

El segundo nivel en la comprensión delgrado de responsabilidad política de la insu-rrección ciudadana remite a saber si ésta asu-mió sus propias consecuencias. La preguntaes válida tanto para cada uno de los manifes-tantes como para los efectos que de ella se de-rivan para el conjunto del espacio político. Lalibre implicación en la acción colectiva tienesu contracara en la asunción particular de lasamenazas y riesgos que la rebelión implica pa-ra quienes toman partido. Cada uno acepta,ello es obvio, los peligros de su participación.Así fue. En el campo político, el inmediatoefecto de la insurrección, el derrocamientopresidencial -no por intempestivo, ininten-cionado-, obligaba a la multitud a posicionar-se frente al reconocimiento de una sucesiónconstitucional que debía operar por la vía delos canales institucionales y las decisiones par-tidarias que repudiaba. No había alternativaque plantear en su lugar. Los límites del “quese vayan todos” se hacían manifiestos mien-tras colocaban a la sociedad frente a un prin-cipio de realismo político del que tan alejadase mantuvo en esos días. El traspaso de poderfue admitido entonces sin vítores ni unanimi-dades. Sólo unos pocos aplaudieron la transi-ción8. La legitimidad del nuevo gobierno se

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Insurrección, legitimidad y política radical

8 Múltiples sectores afines al ex presidente, por su par-te, expresaron públicamente su rechazo a la destitu-ción y su disgusto con una revuelta percibida como“quiteño-céntrica”. ¿Es ello un argumento para rebatirla legitimidad de la insurrección? Muy parcialmente.Los reclamos provenían de actores articulados dentro

do la arbitraria frontera entre “buenos” y “malos” fo-rajidos. O, para ser más precisos, entre los forajidos(cultos, pacíficos y demócratas) y aquellos identifica-dos como vándalos/anarcos (más radicales) como lasdos figuras claves de las jornadas de abril. La muestraProhibido olvidar. La rebelión de abril: Quito 2005 ex-puesta en el Centro Cultural Metropolitano constitu-ye una ilustrativa señal del predominio y la consagra-ción de tal retórica en la opinión pública local.

6 Según las teorías de la acción racional, la participaciónindividual en acciones colectivas depende de la exis-tencia de beneficios específicos, provistos por algunaestructura organizacional, para militantes y activistas.La participación pública deviene entonces en un actofundamentalmente instrumental.

7 Las acciones orientadas hacia lo público forman partede todo un conjunto de actividades humanas, que in-cluyen la búsqueda de la solidaridad, el conocimiento,la belleza, la salud, y que tienen por trazo común por-tar en ellas mismas su recompensa. En tal tipo de acti-vidades desaparece cualquier nítida diferenciación en-tre costo y beneficio (Ver Hirshman, 1983:149).

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dio por omisión, por defecto o por resigna-ción. El cuadro de desgaste de la política ins-titucional se completaba con la inalterablehostilidad social hacia la reinstalación de lassesiones del legislativo.

En esa abstención se verifica, no obstante,el ambiguo empoderamiento social que ha re-sultado de la rebelión. Ahí reside otra, la últi-ma, de sus consecuencias para el campo polí-tico: el auto-impuesto desafío, ético y organi-zativo, de hacer de la ciudadanía activa unnuevo medio de regulación y producción de-mocrática que, en su asedio al mundo de lospartidos y sus grandes barones, gobierne jun-to con ellos, los regule. La difusa dinámicaasamblearia que se ha instalado en múltipleslugares de la sociedad acusa recibo de tal de-safío. Dicha responsabilidad política no ha si-do entonces eludida; tampoco se puede ha-blar, no obstante, de una asunción plena y ho-mogénea del reto participativo. Su impulso hasido suficiente, de momento, para estimularnuevas convocatorias, rearticular militancias yespacios organizativos en repliegue, y sostenerinstancias asociativas ya en marcha. Sus pers-pectivas, metodologías políticas y composi-ción social parecen representativas de la dis-persa multitud que ocupó las calles de Quitoen abril. Aún así, algo las liga: un extremo es-cepticismo y desconfianza con la política ins-titucional y una voluntad de ejercer sobre elladiversos modos de control social. El “que sevayan todos” se habría traducido, por medio

de la más o menos ingenua intuición de quelas cosas pueden ser hechas de otro modo, enun “no más de lo mismo”. La posibilidad dehacer efectivo ese tránsito radica, además deuna cierta apertura del sistema político, en laconsistencia organizativa de las asambleas ciu-dadanas. ¿Es el escepticismo anti-partidistaun recurso moral y normativo suficiente parasostenerlas en el tiempo? Parece difícil.

En cualquier caso, la desigual y emergentedinámica asamblearia pone de manifiestoque, al menos en una primera instancia, la ac-ción contestataria ha tomado la forma de aso-ciaciones deliberativas desde las que se pre-tende participar en la vida política de país. Elespacio público no ha sido desocupado; el in-mediato repliegue a la normalidad de lo pri-vado, que ocurrió en los derrocamientos an-teriores, deberá esperar. De la calle a los foros:un giro responsable, aunque incierto y segu-ramente insuficiente, se perfila como un po-sible resultado de la insurrección de abril.

El test de legitimidad política de la revuel-ta quiteña arroja, en suma, un balance global-mente favorable en lo que concierne a suoportunidad política y a la aceptación, tantoen términos individuales como en su trama deinteracciones colectivas, de las consecuenciaslegales y políticas del proceso insurreccional.Ética de las convicciones y ética de las respon-sabilidades no parecieron desajustadas entresí. El balance es más complejo, sin embargo,cuando se hace referencia a los medios de sudespliegue: la desobediencia cívica, el carácterpacífico y la autolimitación de la protesta fue-ron rebasadas por agresiones, enfrentamientosy combates entre oficialistas y manifestantes,con un repudiable saldo de víctimas para losbajos márgenes de tolerancia a la violencia enel país. La contestación y la resistencia apare-cen, en cualquier caso, como el efecto políti-co de la indignación moral de la multitudfrente a la respuesta autoritaria del poder. Losmarcos constitucionales lejos están de conte-ner todo el juego político democrático.

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de las redes clientelar-burocráticas del gutierrato y nolevantaron una crítica substantiva o procedimental delos sucesos. La consistencia de su lealtad política conel ex presidente ha sido, además, en extremo precaria:transcurridos más de tres meses de su caída tales ma-nifestaciones se han debilitado, o se han activado frá-gilmente en relación a específicas declaraciones del expresidente sobre su voluntad de retornar al país. Porotro lado, legitimidad no debe ser confundida conunanimidad: aquella reposa en unas ciertas formas,contenidos y procedimientos -de ahí el recurso analí-tico a su evaluación interna- y ésta en la lógica de lomayoritario, de la opinión pública como fabricación,como producto de la encuesta.

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Democratizaciones intempestivas y forma insurrección

La evaluación interna de la legitimidad polí-tica de la insurrección la afirma, entonces, co-mo un derecho conquistado por la ciudadanía,en el curso de un ciclo de desacato y asedio alas figuras dominantes del ordenamiento po-lítico abierto con el primer derrocamientopresidencial de 1997, y como una forma in-tempestiva de ejercicio de la soberanía popular -sin lugar, sin duración, sin orden- desde elque se ha establecido una forma radical decontrol democrático de las elites políticas.

Más aún, en el marco de tres procesos demovilización ciudadana que han tenido comodesenlace un derrocamiento presidencial(1997, 2000, 2005), parecería pertinenteafirmar que la forma-insurrección9 se ha insta-lado en el ordenamiento democrático ecuato-riano como una rutina de acción colectivaparticipativa extrema que se expresa en mo-mentos de franca degradación de la políticainstitucional (pero que condensa dinámicasmás estructurales de exclusión y subordina-ción política de amplios sectores sociales).

Su dimensión rutinaria, así como su carác-ter radical-participativo, devienen tanto de su

reiteración en el vigente ciclo político comode diversas regularidades sociológicas quecomprenden: a) la articulación episódica, b)de movimientos, colectivos y ciudadanos,frustrados e insatisfechos, c) en torno de ob-jetivos políticos que se van delineando y aco-tando en el curso mismo d) de específicas ac-ciones de contestación e) que se radicalizan amedida que el poder trata de disolverlos, yque f ) terminan por ampliar y desbordar elcampo institucional de la política, g) sin con-seguir, sin embargo, su plena reconstitución10.

Los efectos de la dinámica insurreccionalsobre el campo de lo instituido poseen tam-bién unas ciertas recurrencias. Se opera, enefecto, a) un tipo de presión social episódicaque incluye b) la recomposición de las relacio-nes de fuerza y las líneas de poder entre losprincipales actores del sistema, c) la emergen-cia más o menos inconsistente de nuevos acto-res políticos, d) la apertura de procesos y/oagendas de cambio político -que van de refor-

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Insurrección, legitimidad y política radical

9 Podría argumentarse, desde una perspectiva substan-cialista de la política, que la expresión de la potenciadel poder constituyente es, de por sí, un contenido/unsentido inmanente (“voluntad de poder de una libertadinsatisfecha”, “imaginario radical trastocador de órde-nes”, etc.). En un intento de levantar una mirada cons-tructivista del problema sostengo más bien que cabeobservar las regularidades sociológicas de la acción po-lítica constituyente presentes en la sucesión de insu-rrecciones y derrocamientos presidenciales en el Ecua-dor de la última década. Llamo la atención, entonces,respecto de las figuras, los contornos, la forma con queha tomado cuerpo la acción colectiva radical-democrá-tica, para enfatizar un específico modo de actuación polí-tica que, aún en la agregación de momentos de desbor-de de lo instituido y de afirmación de la soberanía po-pular, no termina de instaurar un nítido conjunto deagenciamientos sociales en la esfera pública ni de dibu-jar los trazos de la recomposición del orden. Ello noimplica desconocer los importantes indicios democrá-ticos contenidos en la forma-insurrección.

10 Esto último estaría ligado al hecho de que la “formainsurrección” no basta por sí sola, si quiera, para de-sencadenar las destituciones presidenciales. A su ladose ha configurado el “dispositivo derrocamiento”, queincluye en diversos grados, la intervención, más o me-nos conspirativa, de diversos actores y partidos políti-cos, la venia de la embajada norteamericana, y la deci-sión dirimente de las Fuerzas Armadas.

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mas políticas parciales a la convocatoria deprocesos constituyentes- y e) la evanescente in-corporación de la dimensión ético-normativade la democracia dentro de un campo políticocolonizado por la pura pragmática del poder.

La consolidación de la “forma insurrec-ción” no se corresponde, sin embargo, con elpleno establecimiento de un campo de orga-nizaciones, movimientos y partidos, política-mente articulados, capaces de convertir tal di-námica de presión episódica en acumuladospolíticos e institucionales desde los cuales po-sibilitar una efectiva redistribución del poderpolítico y social que siente las bases para sub-vertir los términos de la dominación estructu-ral sobre los sectores excluidos de la sociedad.

A través del establecimiento de la “formainsurrección” se verificaría, entonces, el surgi-miento de una suerte de cuarto poder ciudada-no intermitente o de un poder constituyentemenguado caracterizado por la expansión de suconciencia de soberanía política y de su po-tencia como colectivo auto-producido, perosin todas las capacidades y competencias, or-ganizativas, estratégicas e ideológicas, para darlugar a sostenidas dinámicas de acción colecti-va y/o para prefigurar y constituir órdenes al-ternos. Tal limitación le deja en la opción, nopor minimalista menos trascendente, de mar-car difusos límites ético-políticos por fuera delos cuales a la clase política le resulta cada vezmás difícil moverse. Del poder de control po-pular radical no se deriva, pues, una efectivadinámica constituyente sino unos volátiles in-dicios de los trayectos que las elites no puedencontinuar caminando a menos que estén dis-puestas a remplazar sus ya exiguos pisos de le-gitimidad por cada vez mayores dosis de do-minio coercitivo. No estamos frente a la ima-gen negrista del poder constituyente -en cuan-to capacidad de movilización colectiva para-

sino ante la más foucaultiana imagen del po-der y gobierno modernos que -derrocando,impidiendo, des-constituyendo- consigue de-limitar el campo de probabilidades en que se de-senvuelven los otros11 (las elites políticas); enun-ciar aquello que ya no se puede hacer.

Las intempestivas democratizaciones abier-tas por la “forma insurrección” dejan claro, encualquier caso, que la comprensión de la políti-ca en la democracia ecuatoriana contemporáneapasa por la observación de una dialéctica entrela dominación y el “poder constituyente”. No setrata de oponer aquello que, de modo evidente,proviene de la dominación social frente a un or-den político fundamentalmente igualitario y li-bre: Weber demostró de manera implacable lapersistencia de la dominación al interior mismode todo campo político (cf. Sintomer 1999). Setrata, más bien, de situar las diversas formas enque se expresa la dialéctica del poder constitu-yente y de la dominación y de reconocerla comoalgo que atraviesa transversalmente los domi-nios de la economía, la sociedad, y la política.Ahí un desafío investigativo e intelectual quecomplejiza la agenda institucionalista, domi-nante en los estudios políticos del medio.

Bibliografía

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11 Según M. Foucault (1988:15), el poder y gobierno mo-dernos se desenvuelven por medio de “modos de acción,más o menos pensados y calculados, destinados a actuarsobre las posibilidades de acción de otros individuos”.

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El 20 de abril: presente y pasado de un proyecto militar corporativo

Bertha García GallegosDra. en Sociología. Profesora de la PUCE.Directora de la Fundación Democracia, Seguridad y Defensa

Email: [email protected]

Fecha de recepción: julio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenEn el Ecuador, las dictaduras de los años 60 y 70 vincularon a los militares con el desarrollo so-cial y económico. Si bien en los 80 retornaron a los cuarteles, y a su bien acariciada política deautogestión empresarial, durante los 25 años de democracia formal se quedaron con esa visiónidílica del poder basado en la fuerza y en el reemplazo de la política por la tecnocracia. Siguie-ron acariciando su vocación planificadora sobre lo social y lo político, hasta el punto que, yaen el siglo XXI, no dudaron en hacer suya la aventura gutierrista, apoyando tras bastidores auno más de los populismos ecuatorianos. Criticando a la clase política, el gutierrismo saltó a lapolítica por la vía electoral. Quiso revivir el proyecto militar. Pero ahora -como entonces- estaaventura no era más que una versión ideológica de una sociedad pensada en los cuarteles.

Palabras clave: militares y política, proyecto militar, proyecto social, seguridad nacional,militarismo, corporativismo

AbstractIn Ecuador, dictatorships of 60s and 70s tied the military to the social and economic develop-ment. Although in the 80s they returned to the quarters, during the 25 years of formal demo-cracy they remained that idyllic vision of power based on force, and the replacement of poli-tics by technocracy. They continued caressing its planning vocation on the social and the poli-ticial, so far to, already in XXI century, they did not doubt in doing theirs the Gutierrez ad-venture, supporting one more of the Ecuadorian populisms. Criticizing the political class, elgutierrismo jumped to politics through the electoral route. It wanted to retake the military pro-ject. But now -like then- this adventure was not more than an ideological version of the societybuilt into the quarters.

Keywords: Military and Politics, Military Project, Social Project, National Secutiry, Militarism,Corporativism

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 93-100© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Los proyectos societales de los militares

Desde el siglo XVIII, pero especial-mente durante el XX, el tema de losproyectos sociales estuvo vinculado

al desarrollo de las ideologías y de los sujetossociales que las portaron, construyendo parti-culares visiones de la modernidad. Pero esteno es ciertamente el caso de la historia políti-ca latinoamericana, donde actores institucio-nales como los militares jugaron papeles in-sospechados. Desde su independencia, Lati-noamérica fue tierra de caudillos y militares.Los estados latinoamericanos carecían de co-hesión interna y de articulaciones externas almomento de su irrupción como unidades po-líticas. La dispersión y atomización social fuesubsanada con estructuras militares despro-porcionadas que fungían de ases vertebrado-res de la sociedad y el estado. En su afán deorganizarse a sí mismas y de hacer del caos unorden, aunque precario, establecieron alian-zas y oposiciones contradictorias y de todogénero. Se convirtieron en mediadoras de losconflictos políticos y en árbitros de los débi-les procesos de democratización. Sus posicio-nes maximalistas frente a los abundantes pro-blemas limítrofes que heredaron estas nacio-nes desde los tiempos coloniales, hicieron di-fícil cualquier entendimiento en el plano dela diplomacia interestatal (García 1999) yfueron la base de un enorme poder que des-plegaron sobre sus propios pueblos, estable-ciendo inviolables y sagrados “espacios del se-creto” que sirvieron sobre todo para evitarlesel engorroso deber de rendir cuentas.

Durante la Guerra Fría, jugaron un papeldecisivo en la afirmación de la geopolítica nor-teamericana. Las políticas prácticas de losEE.UU dieron un espaldarazo a las corpora-ciones militares latinoamericanas, convirtién-dolas en ejes de proyectos políticos destinadosa disciplinar a las sociedades en función delnuevo orden hemisférico anticomunista y cris-

tiano. En el Ecuador, las dictaduras de los años60 y 70 vincularon a los militares con el desa-rrollo social y económico, hasta el punto quelograron delinear una visión integradora de lasociedad que querían. En ésta, todo -pero es-pecialmente sus propios intereses corporativos-tenía cabida. Luego de la Guerra del Cenepa(1995) se acrecentó su voluntarismo y se mez-claron con populismos de todo género encon-trando clientelas especialmente políticas. El“gutierrismo” quiso hacer realidad el gran an-helo del militarismo ecuatoriano: desplazar auna clase política nunca bien preparada, segúnsu óptica, para dirigir los destinos nacionales.

Este artículo tiene el propósito de haceruna lectura de los acontecimientos del 20 deabril, evocando las líneas substanciales delproyecto de sociedad que construyeron losmilitares de este país, y demostrar entre líneas(porque así se presentan las historias naciona-les) hasta dónde pudieron llegar.1

Un proyecto de sociedad acariciado en los cuarteles

“La historia se repite con los mismos ropajes;unas veces como tragedia y otras como come-dia”, escribió Marx en el 18 Brumario de LuisBonaparte. Sin duda triste opción para lospueblos que no aprenden de sus experienciashistóricas. Con las distancias y diferencias res-pectivas, treinta y cinco años después, hable-mos de un Ecuador cuyos escenario, actores ycircunstancias parecen casi idénticos a losaños setenta.2 Nos preguntamos: ¿cuales sonlos sucesos del 20 de abril de 2005 que traena la memoria el golpe militar de febrero de

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Bertha García Gallegos

1 Para un análisis de la formación y mantenimiento de losproyectos militares en el Ecuador, ver García (1987).

2 Las diferencias tienen por fuerza que admitirse. ElEcuador de comienzos de los años setenta era una eco-nomía oligárquica basada en la exportación agraria. Elpresupuesto del Estado en 1973 era de un millón dedólares. En 2005 alcanza los 6.810 millones según da-tos del Ministerio de Economía.

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1972? ¿Habrá algunas líneas de continuidadentre esos dos procesos?

El gobierno militarista de Gutiérrez termi-nó gracias al golpe de mano de la mayoría le-gislativa en la tarde y noche del 20 de abril de2005; mientras que en la madrugada del 13de febrero de 1972 empezaba apenas a dibu-jarse el sueño militar de la transformación po-lítica del país por parte de las Fuerzas Arma-das; el golpe de Estado estaba empapado de laideología de la seguridad nacional que habíacundido en los cuarteles de América Latinaasumiendo múltiples formas y expresiones.Joseph Comblin describió un tipo ideal delfenómeno que iba desde el nacionalismo de-sarrollista, que fue el caso de Brasil de la pri-mera etapa, del Perú de Velasco Alvarado, delEcuador durante el gobierno de RodríguezLara, hasta el estado de la contrainsurgencia,la guerra sucia y el terrorismo oficial comofue el caso del Chile de Pinochet, de UruguayArgentina de los años setenta.3

Para los partidarios de Pinochet, fue la dis-ciplina militar aplicada sobre la sociedad, dela mano de los “Chicago boys” y sus políticasneoliberales, la que abrió paso a Chile hacia elcrecimiento económico en los obscuros añossetenta y ochenta. Pero olvidan la sangrientarepresión a los ciudadanos, la horrenda filoso-fía contrainsurgente que causó muertos, desa-

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3 Joseph Comblin, citado por Fitch (1998). Para Com-blin, el tipo ideal de la doctrina de la seguridad nacio-nal en América Latina, producto del entorno de laGuerra Fría, tenía este contenido: un marco concep-tual que supedita estrategia, objetivos y política nacio-nal a la seguridad del Estado; una hipótesis de con-flicto que enfatiza en la seguridad interna (amenazacomunista); una teoría del uso de la fuerza militar enlas amenazas internas, como si fueran externas (el co-munismo internacional); una justificación racional aluso de medios que violan los Derechos Humanos, co-mo la tortura y la desaparición; la vinculación entreSeguridad y Desarrollo, tomando al subdesarrollo y ala pobreza como fuente de producción de la insurgen-cia comunista; y la justificación de la intervenciónmilitar directa, cuando malos gobernantes civiles po-nen en peligro la seguridad nacional.

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parecidos y una enorme división social queaún en estos días, a comienzos del siglo XXI,no termina de saldarse.

En el Ecuador, quienes aún permanecencomo admiradores del gobierno revoluciona-rio de las Fuerzas Armadas se quedaron con lailusoria imagen del rápido crecimiento eco-nómico de unos pocos años (realmente fue-ron dos: 1973-1974) basado en el boom pe-trolero (el precio del petróleo trepaba en unaño desde un dólar por barril, a más de cua-renta, gracias a la crisis petrolera del mediooriente, que preocupaba al mundo interna-cional de entonces). Los militares no tomanen cuenta que no fueron ellos ciertamente loscausantes del referido boom de la economía,sino los petrodólares que empezaron a fluir ylos tecnócratas civiles, que habían mentaliza-do el golpe y la política de desarrollo que lojustificaba, con el objeto de emprender enuna redistribución social de los nuevos recur-sos del Estado. El Estado tenía ahora recursosy esto era lo nuevo. Los tecnócratas civilesconfabulados con el cambio social prefirieronponer el destino en manos militares antes queen la voraz oligarquía presta a festinar la nue-va riqueza, pues la mesa estaba puesta con laLey de Hidrocarburos del interino Otto Aro-semena (García 1987). Hay que reconocerque tecnócratas y militares actuaban con laingenuidad y buena fe que inciertas circuns-tancias otorgan a bisoñas experiencias. Pero,luego del histórico 11% de crecimiento quealcanzó la economía ecuatoriana en 1973, lostecnócratas de la Junta Nacional de Planifica-ción (JUNAPLA) se fueron despechados delas pugnas militares y las arremetidas de la Te-xaco Gulf. El gobierno militar descendió yfue de tumbo en tumbo, causando, de paso,enormes fisuras y estragos dentro de las filasmilitares, cuya unidad corporativa se esfumó.Entonces la “dictablanda” mostró lo que real-mente era: “una abusiva usurpación del po-der”. La tragedia del ingenio Aztra y la muer-te de Abdón Calderón quedan a la espera de

que alguien reviva la memoria. Desde enero de 1976, desaparecidos de la

escena política tanto tecnócratas civiles comoRodríguez Lara por las maniobras de la cúpu-la militar, la distribución de petrodólares (yasin boom y sin política alguna) llovió a manosllenas por todos los pueblitos de la sierra y dela costa. Un enjambre de calles, estadios, can-chas de fútbol y escuelitas surgieron por do-quier, bautizados con el nombre de algúntriunviro. En 1976 también se emprendió enla “modernización del equipo militar” que dioal autoritario Durán Arcentales un puesto en-tre los héroes castrenses. Años después, en no-viembre de 2004, el Ministro de EconomíaMauricio Yépez, en un Seminario sobre Presu-puesto militar organizado por la PUCE, vin-culaba ese hecho con la multiplicación geomé-trica de los intereses de la deuda externa queahora nos agobia. Recuerdo que el flamanteequipo militar fue exhibido al público en1977, en gran parada para la cual se construyóen Quito el graderío de la Shirys. No faltaronquienes maliciaron que los militares marcha-ron sobre Quito con tremendas máquinas deguerra, con ánimo de disuadir a las crecientesmasas antimilitaristas que empezaron a brotarpor todos lados, rechazando a los funcionariosmilitares que se empecinaban en impedir laentrega del poder a los civiles. ¡Es que nueveaños de ocupación militar de la sociedad nadieaguanta! Tampoco es verdad que los militares“siempre” han gozado de popularidad.

En 1981, el episodio de Paquisha, con elPerú, ya durante el primer gobierno civil, nospuso súbitamente pies en tierra. Tantos añosde politiquear habían convertido a nuestrosmilitares, con maquinaria bélica nueva y to-do, poco menos que en inservibles para la de-fensa del país. La defensa es la única misiónque, por último, la sociedad espera que losmilitares sepan hacer bien.

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¿Qué pasó en Ciespal?

Volviendo al principio, esto es, a registrar loocurrido en nuestro país en la tarde del 20 deabril de 2005, nadie podía adivinar que en laCIESPAL4 se preparaba otra guerra, esta vezpara defender el gobierno del coronel LucioGutiérrez, quien llegó al poder por vía electo-ral, el 15 de enero de 2003, luego de unacampaña en la que capitalizó el hacer derro-cado al gobierno “neoliberal” de Jamil Ma-huad el 30 de enero de 2000, en medio deuna insurrección indígena-militar. Sus dosaños de gobierno fueron todo menos “la re-fundación del país” que prometió.

Ya en el desenlace, ubicadas las fuerzas mi-litares a doscientos metros del teatro de losacontecimientos, recordaron sin duda la viejaestrategia de cerco de otros siglos. Esperabanpacientemente que los propios acontecimien-tos de violencia que acompañaron el sui géne-ris cambio de mando presidencial, les obliga-ran a “salvar a la Patria” nuevamente. Nadamejor que asumir el poder como Consejo Su-premo de las Fuerzas Armadas, si cinco o másdiputados resultaran convertidos en “lamen-tables bajas”, o quizá el propio presidente. Pa-ra eso andaban entre los infiltrados de laCIESPAL algunos “agitadores” y uno queotro “campana” con uniforme militar queazuzaban a los presentes a pedir la “históricaintervención patriótica de los generales”. Eldía anterior se habían juramentado los AltosMandos con Gutiérrez para sostenerlo o re-ponerlo, según el caso, aconsejándole que“adelantara las elecciones”. Así, el inefablecaudillo podría incluso volver a presentarsecomo candidato. Confiaron en la eficacia delas “operaciones psicosociales” que ablandan acualquier “enemigo externo” en caso de gue-rra, pero que en caso de crisis política hastapueden ser aplicadas sin remilgos a los pro-

pios ciudadanos. Así efectivamente se habíaprocedido durante “todo el gobierno militarde Gutiérrez”. “Ablandamiento” era el que sequiso aplicar al Congreso el mismo día de lainauguración del período presidencial, el 15de enero de 2003 con el anunciado incidentede no recibir la banda presidencial de manosde “los mismos de siempre”. “Ablandamien-to” siguió mandando pleitos a la clase políti-ca por una u otra cosa, o asediando a los le-gisladores en los propios tribunales de justi-cia5 (caso Haro). Igual “ablandamiento” fueaplicado a la primera marcha de protesta enQuito hacia la plaza de San Francisco, cuan-do la euforia de los quiteños contestatariosfue opacada por el team de bailarinas tropica-les y sus fans, entre los que constaba el mismoPresidente. Guerra psicológica cuyo teatro deoperaciones fue la misma sociedad.

Milagrosamente las bajas no se produjeronen la CIESPAL en la tarde del 20 de abril, demodo que el comandante de la Primera Divi-sión y sus 400 hombres, esperaron por nadadurante cuatro horas bajo la lluvia, a dos cua-dras de distancia de los acontecimientos. Ca-si tres meses después, los ecuatorianos espera-mos que se aclaren las posiciones de cada cualen el Plan de toma del poder. Pero tambiénlas razones para que el Jefe de la Primera Di-visión, agitadores militares uniformados ycampana sigan tan frescos, en sus puestos, co-mo si nada hubiese pasado.

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4 Lugar en donde ocurrió la sesión del Congreso en laque se destituyó a Gutiérrez.

5 Desde el 2002, Guillermo Haro, diputado de la Iz-quierda Democrática, venía denunciando irregulari-dades cometidas en Fuerzas Armadas: contratacionesilegales, sospecha de fuga de armas de los arsenales mi-litares ecuatorianos hacia la guerrilla colombiana, etc.El tema empezó cuando estalló el Polvorín de la Bri-gada Galápagos situada en plena ciudad de Riobam-ba, al sur del Ecuador. Evidencias de errores técnicosen el manejo de explosivos se habrían encontrado y elLegislador se empeñó en señalar culpables. La respues-ta de la cúpula militar fue una arremetida contra el di-putado, solicitando al Congreso su desafuero y hacien-do lobby en los juzgados y cortes para acorralarlo.

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Las razones de la militarización del gobierno gutierrista

¿Por qué los militares, como personas y comoinstitución, se involucraron con tanto fervoren el gobierno de Gutiérrez populista, ineficaz,que entró a saco con familiares, allegados ymilitares en servicio activo, a ocupar el Estadocomo si fuera un botín? La mayoría de los je-fes militares implícita o explícitamente se ad-hirieron al gobierno o no pudieron distanciar-se de él, perdiendo totalmente la noción de losprincipios institucionales y las razones jurídi-cas que sustentan su presencia y permanenciainstitucional, como fuerzas del Estado paramisiones completamente distintas a las de go-bernar el país. Ocupando la administración deAduanas, y ejerciendo funciones en Pacifictel,en Petroecuador y tantos otros destinos, se ol-vidaron del principio de no deliberación y deque la obediencia militar, que es el pilar de ladisciplina institucional, no es a la persona delPresidente sino al Estado de Derecho.

Una respuesta posible es que consideraronque este, el de Gutiérrez, era un “gobiernomilitar” y había que arrimar el hombro para“no hacer quedar mal” al que había subido alpoder empujado por un sui géneris partidosurgido de las propias entrañas de las FuerzasArmadas. “Los militares estamos preparadospara gobernar el país mejor que los políticoscorruptos de siempre” era una frase escucha-da en los cuarteles muchos meses antes de lossucesos del 21 de enero de 2000. De modoque Gutiérrez encarnaba las aspiraciones po-líticas, el espíritu interno de los militares, enparte golpeados por los términos de los acuer-dos de paz con el Perú, pero también por supropia incapacidad de salir de su encerra-miento, romper con la endogamia crónica ala que llegaron por fuerza de apartarse de lasociedad civil, por creer que pueden manejarlas crisis de re-posicionamiento en el mundopost-guerra fría y post-conflicto con el Perúpor sus propios medios. El Mesías pudo ha-

ber sido cualquier otro; pero Lucio sin dudafue el más audaz.

Otra respuesta es aquella que sostiene laexistencia de una continuidad ideológica enlas fuerzas armadas, desde los años sesentacuando empezó a infiltrarse elementos de ladoctrina de Seguridad Nacional producida enel Brasil.6 La Ley de Seguridad Nacional seempezó a implantar desde 1963 en forma re-servada, con el texto brasileño incluido, a pre-texto de que entonces se necesitaba una Leyde defensa civil que reemplazara a las Juntasde Reconstrucción tan recurridas en años an-teriores cuando una población era asolada porun evento de la naturaleza.7 La Ley propor-cionaba a las dictaduras militares una suertede Constitución, un paraguas contra cual-quier desliz jurídico y un instrumento apro-piado para entender a la sociedad desde laperspectiva militar, que pretendía suprimir elconflicto social por decreto y dar a las FuerzasArmadas la condición de sujeto político supe-rior. La verdad es que desde entonces se fueforjando un “proyecto militar” empeñado enrescatar los supuestos éxitos de las dictaduras(de la Junta de los sesenta y de las dos dicta-duras de los setenta).

La doctrina de la seguridad nacionalsigue viva en la mentalidad militar

Según Fitch (1998), en América Latina el len-guaje conceptual de la seguridad nacional estípicamente mezclado con una orgánica y

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6 La Ley de Defensa Nacional de 1951, expedida por elgobierno de Velasco Ibarra, ya acusa algunos elemen-tos identificados como parte de la doctrina. Ver Agui-lar (2005).

7 Informantes calificados señalan que el texto de la Leyde Seguridad Nacional, fue elaborado a semejanza deotro usado en Brasil. Originalmente se intentaba con-tar con una Ley de Defensa Civil para organizar unaestructura que reemplazara a las “Juntas de Recons-trucción Cívica” organizadas en casos de situacionesde desastre provocados por eventos de la naturaleza.

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corporativa perspectiva militar de la sociedady la política que, implícitamente, denigra alos políticos civiles a los que se considera in-capaces de resolver los conflictos sociales y lo-grar el bien común. Los escritos militares de-finen a la seguridad nacional como sinónimode armonización entre los campos militares,diplomáticos, económicos y psicosociales pa-ra alcanzar los objetivos nacionales. Estosaparecen como “permanentes y generales”,trascendiendo los gobiernos individuales. Losciviles son denigrados por mantener interesespartidistas, obscuros y falsos. “Esta perspecti-va militar es profundamente antipolítica, pri-vilegia una visión unitaria de nación o estadoque no es compatible con la sociedad civilreal”. Desde esta perspectiva, se entiende quela acción del gobierno debe ser un ejercicioeminentemente tecnocrático. No se entiendeel juego de conflictividades alternativas, laimportancia de los mecanismos instituciona-les de participación y la inevitabilidad de losconflictos ideológicos. La antipatía militar alpluralismo político es reflejado en la conse-cuente denigración del “político real”.

Las doctrinas de las seguridad nacional delos 60 y 70 dieron un fundamento intelectualcomún a los roles militares; un fundamento

que pretendía reemplazar a los burócratas ci-viles en el manejo de políticas sociales y, másespecíficamente, a los roles militares en la po-lítica “cuando los líderes civiles se demostra-ban incapaces para manejar el desarrollo y laseguridad interna”

El tutelaje militar en la democracia ecuatoriana

En Ecuador, nueve años de dictadura y vein-ticinco de democracia parecen haber servidosólo para marcar, como un trazo continuado,las líneas maestras de un proyecto militar queno ha dejado de refundarse y refrescarse en ca-da episodio político e incluso militar. La vic-toria del Cenepa en 1995, así como la firmade la paz con el Perú en 1998, trajeron otrosfactores que no dejaron de confluir en el for-talecimiento de la percepción militar, corpo-rativa y tutelar sobre la sociedad. En realidad,desde ojos militares la sociedad parece no te-ner una existencia propia y quizá no cuentapor sí misma, sino en la medida en que esconstruida idealmente por la representaciónque de ella se hace desde los cuarteles. Estolleva a excluir aquello que no encuentra sitioen la imagen ideal: la clase política, los críti-cos y los analistas civiles de asuntos militares.

La transición del poder en 1979 en Ecua-dor estuvo condicionada al mantenimientode la estructura militar y su dominio en las“áreas estratégicas”. El tutelaje militar semantuvo soterradamente presente sobre losgobiernos de la transición en los años ochen-ta. Diversos conatos de insurrección no falta-ron en la compleja adaptación de los militaresa los poderes civiles. Pero ni estos ni los par-tidos políticos visualizaron la necesidad ur-gente en ese entonces de construir una fuerte(doctrinaria, jurídica y política) conduccióncivil sobre el poder militar, ni de posicionar ala estructura militar en el lugar que le corres-ponde entre las instituciones del Estado de

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Derecho. Al contrario, especialmente el po-der legislativo le ha cedido posiciones cons-tantemente. Ecuador es quizá el único país endonde aún se excluye al parlamento de susfunciones de legislador y fiscalizador con res-pecto a los asuntos militares.

A contracorriente con las tendencias de-mocráticas que se extienden en el mundo, enel Ecuador el poder militar llegó al punto deactuar realmente como una fuerza política.Por ello no hubo extrañeza cuando desde el2001 surgió una suerte de brazo político mili-tar, Sociedad Patriótica, que en su nombreevoca las antiguas cofradía militares de socie-dades inferiores, y en su ideario reproduce to-talmente la versión politizada y tecnocráticade la seguridad nacional, aquella que llega ajustificar la intervención militar directa en lapolítica. El ideario estaba dictado por quienesrealmente se preparaban para gobernar u ocu-par posiciones de decisión en las empresas mi-litares y, ¿por que no?, en el gobierno. Paraello, los sistemas de calificación de oficiales su-periores se habían convertido en poco menosque un concurso de merecimientos (Castro2005). Pero también registra el surgimientode un nuevo nacionalismo nacido del descon-tento militar por los términos de la recientesolución limítrofe y posiblemente de la infil-tración en la ideología militar de elementos dela cultura contestataria de la mundialización.8

El pasado y un futuro incierto

Hemos hablado de la persistencia de un pro-yecto militar de sociedad en el Ecuador. Unfantasma que desde 1979 quiere volver recu-rriendo a imágenes del pasado para imponersenuevamente a fuerza de no entender para nadael presente, de aferrarse a un pasado que no fue

como se lo recuerda, ni tan heroico y eficaz co-mo se piensa. Que en su versión moderna, si-glo XXI, fue mucho mas lejos que una farsa.

Bibliografía

Aguilar, Juan Pablo, 2005, “El Comando Con-junto en la organización militar y en la polí-tica ecuatoriana” en La administración de ladefensa en el Ecuador, Quito, PUCE-KAS.

Castro, José, 2005, “Autonomía y corporativis-mo militar en el Ecuador”, Documento sinpublicación, Quito, PUCE.

Fitch, Samuel, 1998, The Armed Forces and De-mocracy in Latin America, John HopkinsUniversity Press, Baltimore.

García Gallegos, Bertha, 1999, “New Perspecti-ves on Using Diplomacy for the Resolutionof the Ecuador-Peru Conflict”, en GabrielMarcella y Richard Downes, Security Coope-ration in the Western Hemisphere: Resolvingthe Ecuador-Perú Conflict, North-SouthCenter Press, Miami.

—————, 1987, “Militares, Economía yLucha Política; Ecuador en los años seten-ta”, Tesis doctoral, El Colegio de México,México.

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8 Fenómeno que debe ser tomado en cuenta en análisisespecíficos.

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El regreso de Abdalá

Carlos de la TorreProfesor-investigador de Flacso-Ecuador

Mail: [email protected]

Fecha de recepción: julio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenEste artículo estudia las relaciones ambiguas entre el populismo y la democracia a través de losrituales y discursos de Abdalá Bucaram cuando regresó de su exilio en Panamá. El artículo dis-cute los diferentes significados del término “el pueblo”, las paradojas de la representación po-pulistas y los significados de la democracia para el populismo.

Palabras clave: populismo, democracia, discurso político, rituales políticos.

AbstractThis article explores the ambiguous relationships between populism and democracy by focu-sing on the rituals and discourses of Abdalá Bucaram´s return from exile. The article discussesthe different meanings of the term “el pueblo”, the paradoxes of populist representation, andthe populist meanings of democracy.

Key words: Populism, Democracy, Political Discourse, Political Rituals.

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 101-108© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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El regreso de Abdalá Bucaram de su exi-lio-refugio por ocho años en Panamáfue uno de los detonantes de la indig-

nación moral de muchos manifestantes quite-ños de clase media para arriba en contra delrégimen del coronel Lucio Gutiérrez.1 Paramuchos editorialistas, directores de progra-mas de opinión en la radio y en la televisiónasí como para ciudadanos, sobre todo serra-nos, el regreso de Bucaram fue la última gotaque desbordó su indignación moral y estéticaen contra de Gutiérrez. El que este evento, di-señado para los medios, haya sido transmitidoen directo por varios canales de televisión fueresentido por muchos ciudadanos que volca-ron su ira en contra de los noticieros de tele-visión a quienes vieron cómo cómplices delgobierno de Gutiérrez. A diferencia de éstos,para los militantes del Partido RoldosistaEcuatoriano así como para su familia y su cír-culo íntimo, el retorno del “loco” fue vividocomo un momento eufórico que permitiría larecuperación del partido que había perdidoespacios frente al PRIAN de Álvaro Noboa yal Partido Social Cristiano. Además, se espe-culaba sobre una alianza entre el PRE y el par-tido de Gutiérrez, Sociedad Patriótica, paralas futuras elecciones de 2006. Muchos dequienes asistieron a la avenida 9 de Octubre apresenciar el acto de recibimiento a Bucaramfueron a ver un espectáculo en el que, ademásde gozar de entretenimiento gratis, podríanver en vivo y en directo al “loco” Bucaram, dequien esperaban que al igual que en ocasionesanteriores arremeta contra la oligarquía social-cristiana, se mofe de los valores y costumbresde los ricos y reivindique lo que el políticoconsidera como los virtudes de los pobres.

El regreso de Bucaram, como cualquier es-pectáculo político, puede tener varias lecturasy significados que serán analizados para de-sentrañar las ambigüedades de su apelaciónpopulista. Abdalá no es ni el “repugnanteotro”, es decir, la encarnación de los valoresestéticos y morales que no debería tener unpolítico, ni es el líder popular puro, auténti-co, exiliado y perseguido por las oligarquíasque él dice ser. Bucaram, más bien, encarnaformas de resistencia a la dominación cotidia-na y a las humillaciones a las que son someti-dos los de abajo. Pero, por otro lado, el cues-tionamiento a la arrogancia de los ricos y delos más blancos se basa en la apropiación dela voluntad popular por parte del líder políti-co, en un uso instrumental de la legalidad yde las instituciones de la democracia liberal, yen la construcción autoritaria de lo que el lí-der considera que son los auténticos valoresde los pobres.

“Más loco para romper el alma a la oligarquía ecuatoriana”

El ambiente en la calle 9 de Octubre el 2 deabril de 2005, día en el que el loco regresó aGuayaquil de su exilio de 8 años en Panamá,fue festivo. Gracias a que el presidente de laCorte Suprema de Justicia, militante de supartido político e íntimo amigo suyo, revoca-ra las órdenes judiciales en su contra, el ex-presidente Abdalá Bucaram pudo regresar alpaís. Bucaram fundó el Partido RoldosistaEcuatoriano (PRE) en 1983 en homenaje a lamemoria del ex-presidente Jaime Roldós y desu esposa, Martha Bucaram, hermana de Ab-dalá, que fallecieron en un accidente de avia-ción.2 Luego de participar en dos contiendaselectorales, Bucaram llegó a la presidencia en1996 durando apenas seis meses en el poder.3

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1 Para un análisis de las protestas contra Gutiérrez verFranklin Ramírez, 2005, La insurrección de abril nofue sólo una fiesta, Abya-Yala, Quito, y el artículo deEdison Hurtado, “Lo que pasó en Ciespal. Apuntes et-nográficos sobre el poder, los medios y los sin-sentidosde la violencia” en este número de Íconos.

2 Véase Flavia Freidenberg, 2003, Jama, caleta y camello.Las estrategias de Abdalá Bucaram y del PRE para ganarelecciones, Corporación Editora Nacional, Quito.

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En febrero de 1997, una alianza de políticosde la oposición, elites empresariales, la altacúpula de las fuerzas armadas y movimientossociales protagonizaron multitudinarias ma-nifestaciones en contra de la corrupción de sugobierno y del paquetazo económico que su-bió drásticamente los servicios de primera ne-cesidad. Bucaram fue cesado de sus funcionescon la artimaña legal de su incapacidad men-tal para gobernar y sin pruebas médicas sobresu locura.

Pese a que se contó con apenas dos díaspara organizar su recibimiento, desde la ma-ñana del 2 de abril aparecieron las pancartas,las grandes telas con slogans, las camisetas ylas pegatinas para los autos. En estas se escri-

bieron mensajes mesiánicos a favor del líderdel PRE tales como: “sólo Dios sabe cuantohemos sufrido en tu ausencia”, “Abdalá mipasión”, “salva tu pueblo”, “tiemblen porquevolví.” Desde varias provincias llegaron losbuses. Muchos eran acarreados por las redesclientelares del partido, otros tenían curiosi-dad de ver al “loco” y otros fueron a recibir asu líder. Concurrieron parejas con sus mejo-res galas, familias, grupos barriales y de cam-pesinos. La gente, en su mayoría humilde, sepreparaba para un acto gratuito amenizadocon tecnocumbias y cuyos platos fuertes pro-metían ser el grupo uruguayo Los Iracundosy Bucaram. Algunos jóvenes, como si estuvie-sen en un concierto de rock o en el fútbol,saltaban eufóricos mientras gritaban los nom-bres de los pueblos y ciudades de donde vi-nieron. Algunos tomaban trago, pero se im-puso el orden. Mujeres y señores mayores lespidieron calma, que no empujen, que respe-ten pues entre el público había niños. Ya que

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3 El triunfo de Bucaram es analizado en mi libro ¡UnSólo Toque! Populismo y Cultura Política en Ecuador,CAAP, Quito, 1996. El corto gobierno y la caída deBucaram son estudiados en el capítulo 3 de mi libroPopulist Seduction in Latin America, Ohio UniversityPress, Athens, 2000.

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el incentivo era ver el acto de lo más cerca po-sible y colocar las pancartas de la organiza-ción a vista de los dirigentes del partido, mu-chos hacían todo lo posible para situarse alfrente, a veces pidiendo permiso, las más aempujones. El calor fue insoportable y los co-merciantes hicieron su noche vendiendoagua, refrescos y cerveza fría. Cuando ya seacercaba la hora de su llegada empezó el con-cierto de Los Iracundos y los ánimos se cal-dearon aún más. La música de este grupo re-cordó a muchos de los partícipes las cancio-nes con las que Bucaram llegó al poder en el96. Los más jóvenes disfrutaron la música deeste grupo “retro” que todavía no pasa de mo-da, sobre todo en las celebraciones de San Va-lentín. El presentador, que parecería que al-gún día trabajó en un circo y que lo acompa-ñó en la campaña del 96, gritaba: “¡ya vieneAbdalá, bajen las pancartas, tranquilícense!”

Y llegó con la lluvia

La expectativa se transformó en euforia cuan-do apareció el helicóptero que sobrevoló la 9de Octubre. Algunos esperaban que el apara-to aterrice a la vista de todos como lo hicieracuando Bucaram regresó del exilio en octubrede 1990, o que el loco se baje por una escale-ra desde el aire. Pero no les decepcionó que elhelicóptero aterrizara en el edificio de La Pre-visora. Crecía la euforia. Entre la multitudaparecieron unos señores, de los cuales eramejor apartarse, gritando “¡abran paso cara-jo!” No fue fácil abrir espacios, pues no cabíani una aguja, pero ni modo, tenía que pasar lacamioneta en la que el loco lentamente avan-zaba a la tarima. Cuando se lo vio, la alegríase transformó en delirio. El loco gesticulaba yalzaba los puños, su hijo Jacobito reía y salta-ba. La gente le gritaba “loco hijueputa” mien-tras reían y lo aplaudían mirando hacia arribaa quien dice ser el Mesías de los humildes.Cuando pasó la camioneta, de repente vimos

a una veintena de caballos, algunos corcovea-ron y en ese momento la gente se retiró comopudo. Esta mezcla de euforia y alegría de veral líder de cerca junto al peligro de ser atrope-llado por los caballos o por la muchedumbre,sintetizan las actitudes de Bucaram hacia “supueblo”: exaltación de las virtudes del líder ydel pueblo, y desdén por el bienestar de susseguidores, irresponsabilidad por el peligroinnecesario y por crear una situación de ries-go. Todo, para que éste no sea un mitin polí-tico más, para que no se lo olvide fácilmente.

El evento situó a los asistentes dentro deun orden jerárquico. Bucaram y su familia enel centro y en las alturas de la tarima, el pue-blo a sus pies, cerca y lejos del líder que, a lavez que promete redimirlos, no los respeta.Esta escenificación de la jerarquía populistabasada en la proximidad del líder que está enlas alturas provocó que quienes estaban pre-sentes traten de tocar y abrazar a quien se di-ce su redentor. Es por esto que muchos inten-taron subir a la tarima y que el líder entre ysalga del evento pasando por medio de la mu-chedumbre.

Ya que la espera fue larga, los discursosfueron cortos. Luego de que Abdalá y su hijoJacobito, que tiene sobrepeso, fueran carga-dos a la tarima, los hijos de Bucaram cantaronuna canción con los Iracundos en honor a supadre. A continuación habló Jacobito, líderde las juventudes roldosistas, por cinco minu-tos. Después Abdalá tomó la palabra. Comole es característico, y siguiendo el mismoguión de sus arengas en la campaña del 96,con vos entrecortada y melancólica, se refirióa sus sufrimientos y los de su familia, que se-gún él no son otros que los del pueblo. Convos enérgica y con rabia arremetió contra laoligarquía. Imitó con vos afeminada a su ene-migo, el ex-presidente León Febres Cordero.Los grandes temas alrededor de los cuales gi-ró su oración fueron la familia y el pueblo.

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La familia roldosista

A su recibimiento no sólo asistieron familiasde curiosos, de clientes y de fervorosos; su fa-milia fue el centro del acto. Abdalá empezó sudiscurso saludando a Omar Quintana, dipu-tado del PRE y presidente del Congreso, y alos miembros de su familia con los diminuti-vos que probablemente utiliza en la intimi-dad del hogar. Se refirió a los sufrimientos delos suyos, en especial al sobrepeso de su pri-mogénito Jacobo causado por el trauma dever cómo a su padre le apresaban cuando elpresidente Febres Cordero le acusó de tráficode drogas. “Un niño con sobrepeso porque alos 7 años de edad Febres Cordero lo pateó enPanamá, le rompió la cabeza cuando me saca-ban con esclavas en las manos acusándome detrafico internacional de drogas... Jacobino,mijito, he regresado al Ecuador.”

Abdalá invitó a los presentes a ser parte desu familia. Se presentó como el padre de supartido cuya alta cúpula está llena de familia-res y amigos incondicionales, de sus pobres,de sus negros de la provincia de Esmeraldas yde su patria. Su discurso borró las líneas quediferencian a lo público de lo privado. El par-tido, la nación y los pobres son parte de la fa-milia roldosista que serán cuidados y redimi-dos por el patriarca. Los oligarcas son exclui-dos de su amor y de la nación. En esta luchamaniquea, que caracteriza a los discursos po-pulistas,4 los rivales son transformados enenemigos que no tienen derechos pues aten-tan en contra de los intereses del pueblo y dela nación que son unívocos y transparentes yque, obviamente, son los señalados por el lí-der que se autoproclama como la encarnaciónde las virtudes nacional-populares.

Como lo han señalado David Plotke y Na-dia Urabaniti, a diferencia de la democracialiberal que se basa en el gobierno de la mayo-ría pero no en la unanimidad de opiniones eintereses, en el populismo no existe un cam-po reconocido para expresar la disensión pues

está basado en “la unión y la identidad totalentre un representante y aquellos que buscanser representados”5. Quienes no son parte delos seguidores que aclaman al líder son invisi-bilizados, silenciados, no son tomados encuenta y pueden ser reprimidos.6 Es por estoque las formas de representación populistatienden a no respetar el marco normativo exi-gente que es visto como un impedimento pa-ra que se exprese la voluntad popular encar-nada en el líder.

La confusión entre lo público y lo privadotambién explica la corrupción durante su ges-tión estatal, pues si hay una identidad entremi estado, mi nación y mi pueblo, ¿porquerendir cuentas a nadie, por ejemplo, sobre eluso de las cuentas estatales? El líder populistano sólo dice encarnar las virtudes de la nacióny del pueblo. A través de esta usurpación dela representación de la voluntad popular, sesitúa más allá de los procedimientos y de lasnormas de las democracias liberales. Esta ac-titud instrumental ante las leyes “reduce losmecanismos constitucionales a un medio quesirve al poder político y el uso repetido demedidas y prácticas extra institucionales debi-lita la autoridad del estado y del sistema le-gal”.7 Quien dice ser el redentor que conocelas necesidades de su pueblo, cree estar enfras-cado en una lucha por valores trascendenta-les. Ya que viene para “encabezar la revolu-ción de los pobres, la revolución de los ham-brientos” no se le pida que de explicacionessobre sus actos, pues su misión es divina. Por

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El regreso de Abdalá

4 Ver los textos clásicos de Ernesto Laclau, 1977, Poli-tics and Ideology in Marxist Theory, Verso, London, yde José Álvarez Junco, 1990, El emperador del parale-lo. Lerroux y la demagogia populista, Alianza Editorial,Madrid.

5 David Plotke, 1997, “Representation is Democracy”,en Constellations, Vol. 4, No. 1, p.28.

6 Nadia Urbinati, 1998, “Democracy and Populism”,en Constellations, Vol. 5, No. 1.

7 Enrique Peruzzotti, 1997, “Civil Society and the Mo-dern Institutional Complex: The Argentine Experien-ce”, en Constellations, Vol. 4, No. 1, p. 101.

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esta razón expresó sin tapujos que el PapaJuan Pablo II “no quería morir hasta que el lí-der vuelva a su patria”, para luego pedir unminuto de silencio en recuerdo de la memo-ria del Sumo Pontífice.8

El pueblo

Luego de saludar a Omar Quintana y a su fa-milia, Bucaram interpeló a los presentes co-mo “pobres de mi patria”. Cada vez que Ab-dalá se refirió al pueblo y a los pobres sus pa-labras fueron respondidas con grandes ova-ciones. Contrastó la Marcha Blanca del 26 deenero de 2005 organizada por el Partido So-cial Cristiano en contra de la delincuencia ydel gobierno de Lucio Gutiérrez, con su reci-bimiento. A diferencia de la primera, a la quetildó de racista, dijo: “aquí no hay sólo blan-cos, rubios, nalgas blancas, ojos azules. Aquíhay negros, cholos, indios, obreros. Están lospobres de la patria”. Se mofó de la oligarquía,sobre todo de Febres Cordero a quien llamó“viejo marihuanero”. Este insulto fue aclama-do pues muchos de quienes estuvieron pre-sentes no olvidan la afrenta clasista de LeónFebres Cordero cuando manifestó en 1996que únicamente las prostitutas y los marihua-neros votaron por Bucaram.

Uno de los objetivos de los organizadoresfue presentar una imagen de pueblo distinta ala que tiene la “gente bien”.9 Varias veces elpresentador del acto se refirió al pueblo comoorganizado, respetuoso, culto y educado. Nohubo peleas, saqueos, ni robos y el pueblo so-brevivió a las imprudencias de los organiza-dores que metieron caballos en donde no yano cabía nadie. La gente fue a ver un acto con

un guión conocido y no fueron defraudados:al igual que en 1990 el loco regresó en heli-cóptero, estuvo cerca al pueblo y cometió laslocuras de siempre como fueron echarse unvaso de agua encima y usar “malas palabras”para descalificar a sus rivales.

Al conversar con muchos de los presentesme manifestaron que no creían que el locofuese la solución. Aceptaron que era corruptopero dijeron que no es el único político des-honesto, pero sí el más perseguido y no tantopor corrupto como por su lucha antioligár-quica. Señalaron que apoyan a Bucaram por-que, a diferencia de otros políticos, les da “es-peranza y buena energía”. La esperanza deabanderar los resentimientos que produce laexclusión, la buena energía de escuchar susbromas e insultos a los oligarcas. Otros no es-taban interesados en las palabras del “líder delos pobres”. Fueron a disfrutar de la música,del paseo desde sus pueblos a Guayaquil, deltrago al que les invitaron los caciques que or-ganizaron su viaje, a coquetear, en fin, a pa-sarlo bien. Es por esto que algunos caminaronhacia sus buses apenas empezaron los discur-sos. Otros, tal vez los más, disfrutaron de losinsultos a los oligarcas y de la glorificación alpueblo y a los pobres por parte del líder.

El show mediático

Este mitin fue organizado para ser visto en latelevisión. Ni la muerte del Papa logró opacarun show que fue retransmitido en vivo porvarios canales, aún cuando algunos noticierosse oponen a Bucaram. Como fue un evento

dossier

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Carlos de la Torre

8 La transmutación de la politica en religión y moral esuna característica del populismo ecuatoriano. AgustínCueva analizó los mitos religiosos del velasquismo enEl Proceso de Dominación Política en el Ecuador, Plane-ta, Quito, 1988. El uso de los símbolos evangélicospor Bucaram es estudiado en mi libro ¡Un solo toque!

9 Sobre las visiones de las elites sobre los pobres véaseRobert Levine, 1989, “Elite Perceptions of the Povo”,en Modern Brazil Elites and Masses in Historical Pers-pectiva, editado por Michael L. Conniff y Frank D.MacCann, The University of Nebraska Press, Lincoln;Carlos de la Torre, 2004, “Un balance crítico a los de-bates sobre el nuevo populismo”, en Centro Andinode Acción Popular, editorial, Releer los Populismos,CAAP, Quito, pp. 51-79.

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pensado para los medios se organizó el recibi-miento en la calle 9 de Octubre, símbolo dela regeneración urbana de los alcaldes social-cristianos y espacio que fue copado por losconvocados por el alcalde Nebot para la Mar-cha Blanca por Guayaquil. Los objetivo fue-ron demostrar que el PRE todavía, y pese alexilio de su líder, tiene una gran capacidad deconvocatoria y apropiarse de un espacio so-cialcristiano. Por primera vez, desde que estoyestudiando a Bucaram, se utilizaron grandespantallas de televisión para que quienes estánlejos de la tarima puedan ver al líder. Es asíque quienes estaban presentes en el acto vie-ron las mismas imágenes transmitidas en latelevisión pero con la ventaja de estar cercadel centro del evento, de estar próximo al lí-der, a su familia, a su partido y a su pueblo.

Este evento tuvo significados múltiples, engran parte predeterminados por la posiciónde clase y política de quienes lo observaron.Para algunos fue la pesadilla de la democracia

y la encarnación de la corrupción y de la im-punidad. Para otros, la personificación de lavulgaridad. Ver cómo Bucaram con la camisaabierta, todo sudado y enseñando sus kilos demás, se subía a un caballo al final del acto re-vivió las pesadillas de los sectores cultos yeducados del ex-presidente comiendo guatitacon cuchara o bailando con modelos teñidasde rubio y enseñado sus chichos en las panta-llas de televisión. Algunos invirtieron dineroen el acto con el posible objetivo de sacar ga-nancias por lo que hasta escribieron sus nom-bres en las grandes pancartas que adornaronel escenario. Es así que Hugo Quevedo donólas pancartas grandes para la tarima principal;se dice que la productora de Jimmy Jairalapuso los sistemas de sonido y televisión, y lí-deres de recursos más modestos -como Moro-chito- pusieron pancartas más pequeñas y re-galaron agua a los presentes. Para muchos, lafigura de Abdalá, sus gestos y sus actos sonafrentas a sus superiores que reivindican sus

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El regreso de Abdalá

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formas de ser y vivir. Por eso Bucaram termi-nó su discurso ofreciendo bienes materiales alos pobres a cambio de apoyo político: “Tume das tu voto, yo te doy una escuela” perosobre todo “comprensión” y “un suelo ecuato-riano en el que vivas con la cabeza erguida”.

Conclusiones

El retorno de Bucaram marcó el futuro políti-co de Gutiérrez. Este outsider de la políticallegó al poder en el 2002 con un partido mi-núsculo y sin una base de apoyo en el Congre-so. Con apenas 5 diputados de Sociedad Pa-triótica de un total de 100, el gobierno deGutiérrez no tuvo más opción que buscar elapoyo de los llamados legisladores indepen-dientes, incurriendo en escándalos con lacompra de votos. Luego de la ruptura con elmovimiento indígena y con Pachakutik, go-bernó con una alianza bajo la mesa con el Par-tido Social Cristiano (PSC). Esta alianza serompió luego de las elecciones para dignida-des locales del 17 de octubre de 2004 en las

que triunfaron los partidos tradicionales y enlas que apenas sobrevivió Sociedad Patriótica.En noviembre de 2004, los ex-presidentesLeón Febres Cordero -líder del PSC- y Rodri-go Borja -líder del partido socialdemócrata Iz-quierda Democrática- y los diputados de Pa-chakutik buscaron seguir un juicio político aGutiérrez. Este sobrevivió armando una nue-va mayoría legislativa con el PRE y el PRIAN.El gobierno sorprendió a la oposición cuandouna nueva mayoría de legisladores acapararonla presidencia del Congreso, conformaron unnuevo Tribunal Supremo Electoral, y cesarona la Corte Suprema de Justicia -asociada alPartido Social Cristiano- con una nueva Cor-te con personalidades ligadas al PRE y alPRIAN. Las amenazas de los políticos de laoposición de tumbarlo con una simple mayo-ría de votos en el Congreso y su debilidad po-lítica, le llevaron a este pacto que incluía el re-greso de Bucaram. Gutiérrez confió que enausencia de un paquetazo económico, con es-tabilidad macroeconómica, con políticasclientelares y de patronazgo y con una popu-laridad de alrededor del 30% tenía aseguradano sólo su supervivencia sino que un pactocon el PRE le podría resultar en un triunfo enlas futuras elecciones de 2006. Pero el cálculole salió mal y el retorno de Bucaram fue leídoe interpretado desde posiciones democráticasque vieron en este la manifestación más bur-da de la falta de instituciones y de descalabrodel estado de derecho. El retorno del temido“líder de los pobres” también despertó las vie-jas pesadillas sobre la falta de buenos modalesy cultura de Bucaram, a tal punto que cadavez se vio más a Gutiérrez como un pobreimitador de su estilo. El grito “que se vaya Bu-caram y también su edecán” ilustran cómoBucaram sintetizó el resentimiento de mu-chos de quienes salieron a las calles para pro-testar en contra del gobierno de su ex-edecán.

Carlos de la Torre

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DEBATE

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Quisiera destacar algunos temas im-portantes que surgen luego de con-siderar el conjunto de ensayos que

conforman este importante dossier sobre lareligión y su relación con la política y laidentidad. Tenemos aquí cinco estudios decaso, más una valiosa introducción escritapor Carmen Martínez que procura situarlosdentro de las corrientes intelectuales así co-mo dentro de su ámbito histórico. ¿Cómodebemos entender el papel actual de la reli-gión en la región andina y subandina? A ni-vel mundial, la religión ha surgido como unfactor importante en la política contemporá-nea. Esto ha afectado la manera en que seforman los miembros de diversos grupos so-ciales como sujetos con capacidad de actuarpolíticamente. Los esquemas analíticos quecontraponen la religión y lo tradicional, porun lado, con la modernización, la seculariza-ción y el cambio, por otro, no nos permitenentender el poder organizativo radical quetiene la religión. Tampoco se debe ver a losmisioneros únicamente en términos negati-vos, o sea como agentes imperialistas ajenosa las realidades en las que se insertan, ya quea estas alturas la dinámica que ellos han in-troducido ha adquirido una vida local que hatomado su propia trayectoria. ¿Cómo, en-tonces, entender esa capacidad peculiar quetiene la religión para transformar de una ma-nera tan profunda al sujeto? ¿Y cómo enten-der las posibilidades políticas que estas trans-formaciones, a su vez, crean? Estos son losdesafíos que nos propone Martínez en la in-

troducción. Y deja a los estudios de caso quesiguen la tarea de ilustrar la dinámica que hahecho de la religión una fuerza potente detransformación.

A lo largo del dossier, esta tarea se cumplede una manera perspicaz e iluminadora, y alhacerlo se revelan varios aspectos inesperados.Mi propósito es simplemente de trazar algu-nos de los hilos conductores que unen a losvarios ensayos que componen este dossier deÍconos. Emergen al menos dos variables im-portantes y entrelazadas que nos permiten en-tender la dinámica peculiar que proporcionala religión para el ámbito político. Este co-mentario se limitará a trazar estas variables ycomo se relacionan entre sí, con el fin de en-tender la manera en que su interacción crea laposibilidad de una nueva acción política. Es-tas dos variables son la persona, por un lado,

Persona, religión y jerarquía Comentarios al dossier de Íconos 22

Eduardo Kohn Universidad de Michigan, Ann Arbor, EE.UU.

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 111-114© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

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y el papel que juega la jerarquía en transfor-mar a la persona, por el otro.

Las religiones tratadas aquí (tanto la católi-ca como algunas de las variantes del protestan-tismo) producen transformaciones profundasen la persona gracias a la manera en que la in-sertan dentro de una nueva jerarquía. Esto creacambios estructurales de mayor dimensión yaque, por un lado, se transforma la jerarquíaexistente (sea ésta doméstica o social) bajo lacual estaba inmersa la persona y, por otro, estanueva persona adquiere posibilidades de actuaren las jerarquías nacionales más amplias.

Al parecer, este poder de involucrar a lapersona en una jerarquía nueva se desarrollade una manera sorprendente cuando las reli-giones logran penetrar, aprovechar y afectar lasestructuras más íntimas del núcleo doméstico.Este proceso es admirablemente analizado porlos estudios de Mares Sandoval y Steve Ru-benstein. Sandoval toma el caso de un sistemade albergues organizado por un grupo evangé-lico español en los barrios marginales de Qui-to. Los albergados -personas que han acudidoa estos lugares por una serie de problemas co-mo la violencia doméstica y el alcoholismo- seinternan dentro de estas “casas” y son sumer-gidas en una jerarquía muy marcada, que re-produce las lógicas de un hogar paternalista -con los misioneros y misioneras en el papel depadres y madres-. El concepto reinante en es-tos albergues es el de “obrar”. Los internadosaprenden la disciplina del trabajo, tanto en losquehaceres domésticos como en labores remu-neradas. El obrar, como modo de acción en elmundo, es una disciplina totalmente intercala-da con una jerarquía que va desde el “hogar”del albergue hasta el dominio de Dios. Los al-bergados aprenden a obrar para escalar los ran-gos de esta jerarquía y, en el proceso, tambiénaprenden a obrar sobre sí mismos y de estamanera se moldean como personas.

El caso de la misión católica salesiana entrelos shuar de la Amazonía ecuatoriana, analiza-do por Rubenstein, demuestra lo difícil que es

cambiar las estructuras domésticas cuandouno intenta hacerlo a través de los adultosquienes, por ende, ya están formados. Porejemplo, los salesianos no tuvieron gran éxitoen convencer a los ancianos guerreros de laimportancia de la monogamia, pero sí pudie-ron transformar a los hijos y nietos. Emplean-do una de las tácticas más nefastas de la colo-nización en las Américas (perfeccionada porlos jesuitas en la Amazonía en el siglo XVIII ytambién utilizada en el oeste norteamericanoy en el ártico de Canadá, entre otros lugares)los salesianos se dieron cuenta de que si logra-ban sacar a los niños de sus ámbitos familiarese internarlos en “la misión” podían obtenercambios mucho más profundos en ellos y, porconsecuencia, sobre la sociedad indígena. Lolograron, según nos demuestra Rubenstein,gracias a una habilidad para efectuar una espe-cie de “traducción” entre la estructura tradi-cional del hogar shuar y la jerarquía socio-ecó-nomica, política y racial del estado ecuatoria-no. La jerarquía de la iglesia católica servía co-mo medio para esta traducción, y la misiónfuncionaba como el sitio en donde esto se ha-cía realidad. Al pasar por esta jerarquía, el ni-ño shuar salía transformado, y a través de él,también se transformaba la relación que te-nían los shuar con un mundo más amplio.

El trabajo de Elizabeth Roberts sobre losdebates que surgen alrededor de la preserva-ción de embriones en las clínicas de fertiliza-ción en el Ecuador, proporciona un espaciopara entender cómo nuevas tecnologías nosllevan a entablar un debate sobre el significadode lo que es ser persona dentro de un escena-rio mucho más íntimo que el simple seno do-méstico. Debates éticos fundamentales acercade lo que significa ser “persona” se dan alrede-dor del conflicto perpetuo en estas clínicas so-bre el problema de qué hacer con los embrio-nes que sobran después de los tratamientos.Éste es un caso sumamente interesante porqueen el Ecuador la iglesia aún no se ha pronun-ciado sobre estas prácticas. La posición oficial

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de la iglesia a nivel mundial es que el embriónes vida humana y, por ende, los embriones quesobran se los tendrían que conservar. Sin em-bargo, para muchos ecuatorianos que se consi-deran fieles católicos, el problema no radica enconservar una vida potencial y anónima, sinoen el abandono de un miembro de la familia,al dejar a estos embriones a la merced de lasclínicas que los conservan. Para estas personas,Dios esta “más preocupado con el virtualabandono de niños” que con la eliminación deembriones. Esta es una posición ética, supues-tamente católica, que tiene implicaciones muyimportantes para el significado de lo que es serpersona. Sin embargo, va en contra de la posi-ción oficial de la iglesia.

El trabajo de Roberts revela algo importan-te que se ve en casi todos los casos presentadosen este dossier: en contextos nuevos las estruc-turas, credos o valores establecidos por la igle-sia católica y las misiones protestantes llegan asalir fuera del control de estas mismas institu-ciones. En el espacio que resta, quisiera vincu-lar esta dinámica con la manera en que el ma-nejo de la jerarquía juega con la formación de

una nueva clase de persona. También quieroconsiderar las formas en que estas nuevas per-sonas actúan de una manera “nueva” fuera delcontrol de la misma iglesia que les dio vida.

He mencionado que la iglesia, con su es-tructura, sirve como una especie de traducto-ra entre una estructura social-política local,como en el caso shuar, y una más amplia, ladel estado. Alberto Zalles, en su trabajo sobrela colonización campesina en la región suban-dina de Caranavi-Alto Beni, Bolivia, demues-tra como esto tiene que ver con ciertas pro-piedades estructurales de los estados actualesandinos que las religiones logran explotar. Enun estado moderno podemos pensar que haydos esferas de control: una es el hogar y la fa-milia, y la otra es el estado, dentro del cual vainsertada esa familia. En muchos casos, en laszonas territoriales periféricas, la influencia delestado ha sido mucho menos fuerte y esta se-gunda esfera de control no existe. Aquí esdonde entra la misión religiosa. Como desta-ca Zalles, la iglesia asume el papel del estado,se asigna ese rol. En el caso del que nos hablaZalles, los luteranos logran insertarse dentro

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del poder local a tal punto que un pastor nor-teamericano alcanza a ser alcalde de Carana-vi. Cuando la religión se involucra con el po-der, también lo modifica.

El caso analizado por Susana Andrade so-bre los indígenas evangélicos de la provinciade Chimborazo en Ecuador, como el antesmencionado caso de los shuar descrito porRubenstein, muestra los caminos inesperadosque puede tomar la relación entre política yreligión. El hecho de que la iglesia evangélicahaya podido tener tanto impacto en Chimbo-razo se debe justamente a la falta de la presen-cia de un estado moderno para garantizar losderechos humanos básicos de la comunidadindígena (que hasta hace poco vivía bajo el yu-go del poder hacendatario). Con la llegada dela iglesia evangélica, los indígenas encontraronun camino que los llevaba fuera de esa jerar-quía. Se volvieron “personas nuevas” ya no su-jetas a las jerarquías viejas de la iglesia católicay del racismo nacional en general. Sin embar-go, lo curioso es que al salir fuera de estas je-rarquías, también perdieron cualquier accesoal poder del estado. La iglesia evangélica deorigen norteamericano está unida a una es-tructura de poder estadounidense, y los valo-res que adoptan los indígenas son correlativosa ese poder. Esto es muy diferente al casoshuar en donde la misión vino paulatinamen-te asumiendo la estructura del estado ecuato-riano, y sus alumnos poco a poco fueron here-dando esta estructura. Esto sucedió a tal pun-to que de una estructura misionera nació laFederación Shuar, que brindó visibilidad a losshuar en calidad de persona colectiva, de gru-po étnico. Los shuar, antes de la presencia sa-lesiana, quedaban fuera tanto del control esta-tal como del acceso a su poder. Gracias a lamisión, se apropiaron de un aparato que imi-ta a la estructura estatal, y con esto pudieronentrar a la esfera de influencia del poder públi-co del estado. Los shuar son los primeros indí-genas en el Ecuador en tener una federación y,como tal, fueron un soporte indispensable pa-

ra la Conaie en su lucha por la visibilidad enla política nacional de la última década.

Los indígenas evangélicos de Chimborazo,por estas mismas razones, estuvieron aparta-dos de la Conaie y de todos los logros que és-ta organización obtuvo. Que hayan estado ais-lados de este movimiento se debe en gran par-te al hecho de que estaban afiliados a una igle-sia con fuertes tendencias derechistas, concierto pavor -inspirado por la Guerra Fría- acualquier grupo que pudiera tener objetivosde cambio social. Pero también se debe al he-cho de que, a diferencia del caso de los shuar(que al entrar a la misión se formaban comoecuatorianos), los indígenas de Chimborazo alingresar a la misión evangélica salían en ciertosentido de la orbita nacional y, por ende, tam-bién se aislaban de los caminos que conducíana las estructuras estatales de poder.

Todo esto ha cambiado en los últimosaños. Ahora son frecuentes las alianzas entrela Conaie y los indígenas evangélicos en loslevantamientos y las elecciones nacionales(aunque son igualmente frecuentes los desa-cuerdos). Para entrar en estas alianzas, los in-dígenas evangélicos han tenido que identifi-carse no sólo como personas nuevas sino co-mo ecuatorianos también. Un ejemplo deello es el que nos proporciona Susana Andra-de en el caso de un locutor de radio indígenaque insistió, a pesar de las críticas de los mi-sioneros norteamericanos, en tocar músicanacional en una emisora evangélica. Al asu-mir un puesto dentro de la sociedad ecuato-riana, los indígenas evangélicos buscan cons-truir ya no una nueva persona, sino una nue-va política ecuatoriana. La persona se vuelveun ente más grande que el individuo, y comotal puede actuar en un campo más amplioque lo personal. Y esto, como demuestran losestudios de caso de este dossier, no se debe alhecho de resistir, ignorar o negar las jerar-quías existentes sino, más bien, a la forma enla que se las apropia y, en este proceso, tam-bién se las transforma.

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DIÁLOGODIÁLOGO

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Ciencias políticas y trabajo de campo Diálogo con Liisa North

Luciano MartínezProfesor-investigador de FLACSO

Liisa North es actualmente profesora eméri-ta de la Universidad de York en Canadá,institución a la cual ha estado vinculada

desde inicios de los años setenta, casi inmediata-mente después de obtener su doctorado en Cien-cia Política en la Universidad de Berkley en Cali-fornia con una tesis sobre “Los orígenes y desa-rrollo del partido aprisa del Perú”. Desde enton-ces ha estado relacionada al espacio académico delnorte, pero sin apartar su mirada ni su corazón delo que sucedía en América Latina y más concreta-mente en Ecuador. De ello son pruebas fehacien-tes sus frecuentes viajes a la región, su incansableactividad de investigación y de docencia en variospaíses, entre los que podemos destacar Colombia,Perú, Chile, Ecuador, Nicaragua y Guatemala.

Conjuntamente con Louis Lefeber ha impulsado importantes investigaciones desde el CER-LAC (Centro de Investigaciones sobre América Latina), institución de la cual fue directora en-tre 1989 y 1991. Su importante trabajo de investigación sobre el Ecuador se inicia en los años70 con el Proyecto Ecuador, el cual se concretó en la publicación de 4 tomos sobre temas dehistoria, economía, sociedad y agro. Su trabajo más actual está orientado a la problemática deldesarrollo en el medio rural. La evolución del pensamiento de Liisa es el resultado no sólo dela profundización de sus primeras investigaciones sino también del compromiso con los secto-res más pobres de nuestra sociedad. En efecto, desde los años 80, la implementación de políti-cas de ajuste en nuestro país, ha generado una mayor desigualdad y pobreza especialmente enla población rural. Se abría así un espacio privilegiado para la investigación, un verdadero la-boratorio social que fue muy bien aprovechado por Liisa, pues justamente desde fines de la dé-cada de los 90 desarrolla investigaciones sobre economía política del medio rural y viene a lle-nar en cierto sentido un vacío de conocimiento sobre estos temas, dejados de lado temprana-mente por los investigadores nacionales que consideraron equivocadamente que los problemasde la ruralidad habían pasado a segundo plano.

Sus más recientes publicaciones se orientan en el caso ecuatoriano hacia esa realidad con unavisión a todas luces optimista y creadora a la vez. Liisa revalora la estrategia comunitaria comoalternativa frente a la estrategia individualista que se imponen a través del mercado y el neoli-beralismo. Considera que la construcción de una sociedad rural con mayor equidad es una ba-se no sustituible del futuro del desarrollo, pero igualmente plantea con claridad la necesidad decambios estructurales, especialmente la necesidad de una reforma agraria y acceso a los recur-

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 117-124© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

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sos por parte de los pobres rurales, como ba-se de la construcción de una sociedad másjusta y democrática.

Sus últimas investigaciones se han concen-trado en el estudio de estos mini-modelos dedesarrollo local en la sierra ecuatoriana y queno han sido tomados en cuenta en el diseñode políticas públicas. Liisa viaja, entonces, aPelileo en Tungurahua, a Salinas en Bolívar yallí realiza un minucioso trabajo de campo,discute sobre el rol de las ONG y estimula eldebate sobre el desarrollo rural. Los resultadosde estas investigaciones están recogidos en ellibro publicado en inglés Rural Progress, RuralDecay1 que resume una parte importante desus preocupaciones actuales sobre el mundorural ecuatoriano y donde luego de analizarlos efectos del ajuste sobre el campesinado,sus potencialidades organizativas y económi-cas, deplora la crisis institucional del Estado yla falta de diseño de políticas públicas favora-bles a los productores pobres rurales.

Por su trayectoria académica y por suconstante contribución al desarrollo de lasciencias sociales, Liisa North es la flamanteganadora del Premio Pío Jaramillo Alvarado2005 que la FLACSO otorga anualmente alos investigadores sociales más destacados dedentro y fuera del país.

Luciano Martínez: Tú tienes una antiguavinculación emocional y académica conAmérica Latina. De lo que yo conozco, hacealgunas décadas hiciste un viaje en automó-vil desde California que te permitió acercar-te a la realidad de nuestros países.

Liisa North: Creo que mi vinculación conAmérica Latina empezó cuando tenía nueveaños, cuando mi papá se exilió en Venezuela.Ya tenía 4 años de vivir en Venezuela, cuan-do mi mamá, mi hermana y yo nos unimos a

él. Era el año 1949. La situación nuestra enVenezuela fue bastante dramática, porque es-tuvimos en Coro, una zona en donde el caci-que local estaba metido en el mismo negocioque mi papá. Lo que ocurrió fue que le con-fiscó los bienes a mi padre y quedamos casien la calle. La única manera que encontróentonces mi padre para tener un poco de di-nero para comprar los pasajes de avión y po-der ir a buscar suerte en Caracas fue trabajarpara el cacique. Ya en Caracas teníamos tanpoco dinero que vivimos en el garage de otrofinlandés durante un año entero. Fueron ex-periencias duras las de mi infancia, especial-mente la cuestión personal y familiar, perotambién el cambio entre el frío ártico finlan-dés y el trópico costeño de Coro, que estámuy cerca de Maracaibo.

Con referencia al viaje por tierra de SanFrancisco hasta Lima y después hasta Santia-go de Chile, ¿qué te puedo decir? Era un via-je hacia Perú donde iba a hacer la investiga-ción de mi tesis doctoral sobre el partidoAprista. Convencí a la Fundación Ford deque me de el dinero del pasaje por avión parautilizarlo en un viaje por tierra. El viaje se tor-nó bastante complicado. Así, por ejemplo, tu-vimos la mala suerte de matar a una mula enNicaragua en la época de Somoza. La guardiade Somoza nos confiscó el carro. Estuvimospresos durante un tiempo en el pueblito deRivas, pero todo el pueblo estaba tan enojadocon el régimen que, conocedores de nuestrasituación, iban a hablar con nosotros y con-tarnos cosas. La mula era de un hacendadomuy odiado en la zona y, por eso mismo, re-cibimos muchos consejos de gente del pueblosobre cómo negociar con la policía y salir dellío. Al fin, tuvimos que relacionarnos con eljefe de tránsito para salir del problema sin pa-garle al hacendado.

L.M.: Es decir que ya en el trayecto hacíasuna especie de práctica etnográfica y socio-lógica…

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1 Liisa North y John D. Cameron, editores, 2003, Ru-ral Progress, Rural Decay, Kumarian Press, USA.

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L.N.: Sí. Pero además, la otra cosa que ocu-rrió es que viajábamos en un jeep y llevába-mos gasolina extra, agua extra (muchos de loscaminos eran desolados) y David, mi ex espo-so, era un mecánico bastante bueno. Enton-ces cuando nos encontrábamos con gente enlíos en la carretera siempre nos parábamos pa-ra ayudarles y ellos siempre nos invitaban atomar una cerveza y conversar. Poco a pocoavanzamos hasta Lima pero siempre en con-versaciones constantes con la gente, en la ca-rretera y en los pueblos. Ahí pasé por prime-ra vez por Quito.

L.M.: ¿Qué impresión tuviste del Ecuadoren ese entonces?

L.N.: Era 1968, antes de la época petrolera.Entramos desde Colombia por la vieja carre-tera construida por García Moreno. El viajedesde la frontera con Colombia hasta Quitonos llevo un día y medio. Dormimos en Iba-rra. El paisaje en Colombia era impresionan-te, pero los contrastes del Ecuador fueron ver-daderamente alucinantes. De la sierra, en elnorte, bajamos al valle del Chota y nosotrosdecíamos “bueno, entramos en una máquinadel tiempo o nos equivocamos de continen-te”. ¡El Chota era África! Y después subimosotra vez al frío y llegamos a Quito. Había ape-nas unos 20 kilómetros de carretera pavimen-tada, si no recuerdo mal. Realmente sólo exis-tía el centro de la ciudad y en toda esta zona,lo que hoy es el norte, había sólo casas decampo. En general había mucho campo, mu-cho verde. Era un día nublado cuando sali-mos de Quito y de repente se despejo todo,era maravilloso, realmente maravilloso.

L.M.: Respecto a las investigaciones que hashecho en Ecuador, ¿qué problemáticas hanmarcado tu carrera? ¿Se podría decir que entu recorrido hay un paso desde una visiónacadémica de la ciencia política hacia una vi-sión más social?

L.N.: Yo creo que tenía preocupaciones socia-les desde el comienzo. El primer trabajo en elque estuvimos metidos fue el tomo de LouisLefeber para el proyecto Ecuador. Juan Mai-guashca y yo fuimos contratados el mismoaño (1971) en Toronto y empezamos a ense-ñar juntos. En ese entonces el interés de Juanera la economía política, la historia económi-ca y social. Mi contribución para el libro eraun análisis de los correlatos políticos, de porqué el capitalismo ecuatoriano no permitía elmejoramiento de las condiciones de vida de lagente. Esta era la pregunta fundamental y ne-cesariamente empecé a hacer el análisis de lasclases dominantes, las que toman las decisio-nes sobre la economía, y esto, si se asume unaperspectiva histórica, te conduce necesaria-mente a los terratenientes. Esto explica queen el primer trabajo publicado sobre Ecuadorya esté el tema del desarrollo rural, de las for-mas de dominación en el campo, del interésque tiene la organización política y social enel campo para defender los intereses indíge-nas, campesinos y otros, de la importancia dela organización para poder impactar en laspolíticas públicas. Con Maiguashca estuvi-mos además analizando el populismo y en-contramos una relación entre éste y la falta deorganización popular autónoma, la fragmen-tación política y regional del país, así comolas consecuencias de todo esto en la organiza-ción interna de los sectores populares, en sucapacidad de defenderse con su propia voz.Yo creo que las preocupaciones sociales ya es-taban en el análisis del velasquismo y tambiénen el análisis de las políticas económicas parael tomo que editó Louis Fefever.

L.M.: ¿Cuáles fueron tus influencias intelec-tuales en esos años? Tengo entendido que entus estudios hay una huella de BarringtonMoore.

L.N.: Bueno, Barrington Moore influyó enmi trabajo, pero habría que ver de qué modo.

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La otra influencia intelectual de los años 60fue Eric Hobsbawn con sus estudios sobre lasguerras campesinas y sus análisis del campesi-nado. Cuando escribí mi tesis sobre el apris-mo, estaba analizándolo en relación a los de-sencuentros del desarrollo en el campo perua-no, en particular las consecuencias del surgi-miento de la economía azucarera de planta-ción en la costa norte del Perú y sus efectosdestructores sobre la pequeña y la medianaproducción, así como los conflictos socialesque se produjeron en las zonas mineras. Por-que el aprismo surgió precisamente en estaszonas de conflicto.

Ahora bien, este trabajo sobre el aprismoy los disloques sociales del desarrollo lo hiceantes de leer a Barrington Moore. Mi preo-cupación por las consecuencias de la concen-tración de tierras a fines de siglo XIX y co-mienzos del XX, precede a esa lectura. Másbien la lectura que había hecho cuando entréen el análisis del aprismo era la de Torcuatodi Tella, quien había trabajado sobre fenóme-nos similares en algunas regiones de Argenti-na. Yo fui asistente de investigación de Tor-cuato en Berkeley. Pepe Nun, también habíasido invitado a Berkeley y yo era, en ciertomomento, asistente de investigación tanto dePepe Nun como de Torcuato di Tella. Y fuebajo influencia de Torcuato que formulé mipropuesta de tesis doctoral sobre los dislo-ques producidos por la expansión de econo-mías de exportación y sus consecuencias pa-ra las estructuras sociales locales y los impac-tos en la política.

Barrington Moore me estaba confirman-do cosas que ya había descubriendo a travésde la investigación empírica y de mi hipóte-sis inicial. Torcuato me estaba animando aanalizar las bases sociales del populismo a ni-vel latinoamericano, a encontrar la racionali-dad social que estaba detrás de esos fenóme-nos que aún no habían sido bien explicados.Estos habían sido estudiados con referencia aideologías nacionalistas, el personalismo, la

influencia personal de Haya de la Torre, pe-ro no en una manera integral ni sistemática.Por eso yo creo que sigue siendo muy impor-tante esa perspectiva de análisis para enten-der el populismo.

L.M.: A propósito del populismo en el Ecua-dor, ¿no crees que existe una lectura del po-pulismo y, en general, de la cuestión políticaen el Ecuador, demasiado academicista, queparte muchas veces de un modelo idealizadode democracia?

L.N.: Bueno, yo quisiera entender el razona-miento de la gente que vota, porque a mi pa-recer sus razonamientos tienen poco que vercon las cosas que nosotros asumimos comoinvestigadores: tenemos la tendencia a juzgardesde una concepción liberal de la ciudada-nía. Ahora, yo tengo muy poca experienciacon relación a la Costa; simplemente he pasa-do en varias ocasiones para conferencias oeventos en Guayaquil, pero creo que para en-tender este tipo de fenómenos se necesita in-vestigación sobre la Costa. Pero hablo de in-vestigación de campo, de personas que esténdispuestas a quedarse, uno, dos, tres meses enGuayaquil, Portoviejo, Machala.

La gente me felicitó por mi tesis por variasrazones, pero una de ellas fue que yo estabaconvencida (también en contra de Torcuatodi Tella) de que no podía escribir una tesis vá-lida sobre el desarrollo del partido aprista so-lamente desde Lima. La mitad del tiempo (es-tuve, en ese entonces, 18 meses en el Perú),fui al campo: estuve un mes en Trujillo, don-de nació Haya de la Torre. Entrevisté a todoslos miembros de los comités ejecutivos depar-tamentales del partido en Cajamarca, Lamba-yeque, La Libertad, Ica. Para contrastar conlos lugares donde el partido era débil, fui aArequipa, Cuzco, Cerro de Pasco, la zona mi-nera y el lado del cerro de Pasto para ver co-mo impactó la economía minera en Huanucobajando la ceja de montaña. Entrevisté en

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Chimbote, la zona pesquera, en el norte delpaís, y también en Huaraz en la sierra de An-cash. En el norte del país, estaba tratando deentrevistar tanto en la zona de la costa comoen la sierra. Luego escogí otros sitios donde elpartido era muy fuerte. Y como contraste,dos departamentos donde el partido era dé-bil, que fueron Arequipa y Cuzco.

No quiero presentarme como una heroínao un modelo. Lo que pasa es que tenía muchaenergía y tendía a ser bastante atrevida. El tra-bajo lo exigía y tenía que arriesgarme. Claroque en esos momentos no estaba Sendero Lu-minoso y además estaba haciendo mi trabajoen los primeros momentos del gobierno deVelasco Alvarado. La gente tenía tiempo yademás mucha gente estaba pensando en quéhacer ahora con el gobierno militar, que se-gún la opinión de algunos apristas estaba ro-bando su programa (el del APRA) con la tesisde la reforma agraria, la nacionalización delpetróleo etc. Estaban muy desconcertadoscon lo que estaba pasando y por eso estabandispuestos a hablar. Ceo que fue un momen-to muy interesante.

Yo pienso que al hacer investigación sobrelos partidos uno tiene que meterse dentro delas estructuras de los partidos y quedarse ahídonde los partidos son fuertes, donde tiendensus redes políticas y sociales, pero tambiéndonde son débiles. Entrevistar a la gente, es-cucharla en los cafés, en los restaurantes. Yoera mujer y joven, por eso nunca fui a escu-char en los bares, no fui lo suficientementevaliente para hacer eso, pero sí me propuse es-cuchar en todos los espacios sociales en don-de podía entrar. En total entreviste a 150 di-rigentes locales del partido en las provincias yuna buena parte de mi tiempo de investiga-ción estaba dedicado al trabajo de campo.

L.M.: Para hacer buena ciencia política, pa-ra entender bien lo que pasa con la políticaen nuestros países, hay que hacer trabajo decampo a fondo...

L.N.: Yo creo que sí. No sólo aquí, sino en to-das partes. No se puede entender los fenóme-nos sólo desde la ciudad capital y siguiendolas maniobras de los ministros y los congre-sos. Se tiene que hacer un seguimiento de loque ahí pasa, pero no es suficiente. Como di-je, en cierto sentido el golpe de Velasco meayudó, porque no podía acudir al Congresoni a otras instituciones legales ya que estabancerradas. Había que inventar otra metodolo-gía, otras formas y fuentes de trabajo.

En una investigación como esta tambiénhay que hacer una búsqueda en los archivos yes impresionante lo que uno puede encontrar.En el caso peruano yo buscaba al archivo na-cional de elecciones. En muchas partes se medijo que todos estos documentos habían sidodestruidos. Cuando fui al archivo, el director,un hombre de más de 80 años, también medijo que no existían, pero insistí en buscar pa-ra ver que es lo que estaba disponible y pocoa poco descubrí documentos sumamente va-liosos, sobre las elecciones del 32, sobre laselecciones del 36. Era impresionante la canti-dad de material que existía sin que se lo co-nozca. Entonces, cuando estoy hablando dela importancia del trabajo de campo y de lasentrevistas no estoy descartando el trabajo enarchivos; hay que hacer las dos cosas, apren-der a leer los documentos, los periódicos.

Recuerda que en el caso ecuatoriano,cuando tú estabas trabajando conmigo, hici-mos entrevistas en Pelileo. Ya habían trabajosanteriores: estaba el tuyo, el de Hernán Iba-rra, el de Nancy Foster y otros sobre Tungu-rahua y Pelileo, pero para entender lo querealmente estaba pasando yo creo que la seriede entrevistas que hicimos fue importante.Además, lo lindo era hacer entrevistas en di-ferentes tiempos (algo que uno no puede ha-cer para una tesis), en diferentes momentos,para ver como están cambiando las cosas. Siuno hace las entrevistas con la misma gente,uno empieza a entablar una relación que lespermite hablar con confianza mutua, de lo

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que nunca sale en la primera entrevista. En elcaso de los productores de jeans de Pelileo,entrevisté a la misma gente un buen númerode veces y realmente cada vez que iba paraallá, surgía algo que no estaba dentro delcuestionario. Para una tesis, esto es muy difí-cil, aunque yo siempre animo a los alumnos aque regresen por lo menos una vez a su lugarde estudio para ver los cambios.

L.M.: Al parecer, los cientistas latinoameri-canos de generaciones anteriores habían lo-grado bastante prestigio en la academia delnorte, al punto de que, como tú mencionas,las orientaciones y el tema de tu trabajo tefue sugerido por un investigador latinoame-ricano. ¿Qué ha pasado ahora? ¿No te pare-ce que esa influencia casi ha desaparecido?¿O es que los latinoamericanos en los años60 y 70 estábamos pensando mucho más so-bre nuestra realidad, investigando más,aportando y creando más, y a partir de losaños 80 estaríamos repitiendo cosas?

L.N.: La pregunta es difícil. Por supuesto quelos autores de Latinoamérica tenían muchísi-mo impacto en el norte. Por ejemplo, Cardo-so, las teorías de dependencia, Faletto, en eseentonces también Celso Furtado y Raúl Pre-bish. Pero yo creo que eso no ha cambiado:en el norte se continúa leyendo la producciónde los latinoamericanos. Yo diría que ahorahay más latinoamericanos en las universida-des norteamericanas que nunca. Antes casitodos los profesores de planta en las universi-dades de Norte América eran de origen euro-peo, sobre todo irlandés, con muy poca rela-ción con América Latina. Ahora muchos delos profesores en las universidades norteame-ricanas son latinos que fueron a estudiar alláy se quedaron, o son hijos de inmigrantes orefugiados.

Cuando yo fui a Canadá en 1971, soloJuan Maiguashca estaba en York. Pero ahora,¿quiénes son los profesores de planta? La di-

rectora de CERLAC es Viviana Patroni, refu-giada Argentina; el ex director es RicardoGrinspu, un economista chileno; el Jefe delPrograma Estudios Latinoamericanos esEduardo Canell, un refugiado uruguayo. Sonpersonas que siempre están viajando a Améri-ca Latina, mantienen buenos contactos conlas comunidades intelectuales. Y yo podríaanalizar la planta de profesores que enseñansobre América Latina en las otras universida-des y veríamos algo semejante. La forma enque los latinoamericanos impactan en el pen-samiento en el Norte es muy fuerte, a lo me-jor no tenemos tantas estrellas pero hay másimpacto y más gente, más intercambio.

En los setenta casi no había contactos enCanadá, ahora hay muchos contactos. EnYork fuimos un centro pionero para estable-cer un patrón de trabajo que implicaba siem-pre cooperación con instituciones del sur. Noel patrón viejo de viajar y publicar algo en in-glés y desaparecer de las redes intelectuales.Existe más trabajo conjunto entre norteame-ricanos y latinoamericanos.

L.M.: Tus trabajos más recientes sobre elEcuador están orientados a explicar el desa-rrollo en el medio rural. ¿Qué opinión tienesde esa propuesta economicista que pretendemedir el desarrollo en base al crecimientoeconómico?

L.N.: Obviamente no la comparto, de ningu-na manera. Existe gente dentro de la mismaprofesión económica que ya no cree en eso.¿Hasta qué punto, el crecimiento es necesariopara regular las condiciones de la vida de lagente? Veamos por ejemplo el caso de Kerala,uno de los estados de la India, conocido por eltrabajo de Amartya Sen. En Kerala se ha pro-ducido un mejoramiento importante en lascondiciones de vida de la gente: existe casi un100% de alfabetismo, niveles de mortalidadinfantil bajos, más o menos semejantes a los deEuropa, la desnutrición casi no existe, hay po-

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siciones ventajosas para las mujeres en todoslos sectores y actividades económicas, políticasy sociales. Y todo esto ocurrió sin crecimientoeconómico. Los cambios dramáticos se dieronen condiciones en las que la economía de Ke-rala no estaba creciendo sustancialmente. Hayque tomar en cuenta que no estamos hablan-do de un lugar exótico con poca gente, si node un estado de la India que es mucho másgrande en términos poblacionales que Ecua-dor, un estado de 30 millones de personas.

Por otro lado, tenemos el caso de Brasil,bajo el gobierno de los militares y hasta untiempo después: se observó un crecimientorápido y al mismo tiempo no mejoraron lascondiciones de vida, e incluso es posible queempeoraran en muchas regiones.

¿Cuál era el secreto del mejoramiento enel caso de Kerala? Primero, la educación y or-ganización social. Desde comienzos del sigloXX existió un movimiento educacional queformaba parte de la movilización social y po-lítica. Entonces, no estamos hablando sim-plemente de educación en las escuelas, sinode un movimiento que tenía sus impactos po-líticos. Segundo, la influencia del partido co-munista, que llegó al poder y empezó a inver-tir en la educación, en la salud y también aconducir una reforma agraria. Estas son polí-ticas redistributivas. Donde encontramos es-tas políticas coherentes, es donde encontra-mos un mejoramiento en las condiciones devida de la gente.

L.M.: ¿Algo de esto has encontrado en el ca-so ecuatoriano?

L.N.: Lo interesante es que las mejores condi-ciones de vida en el campo, según el mapa dela pobreza que editaron Carlos Larrea y suequipo, se encuentran en cantones ruralesdonde predominan los minifundios y la me-diana producción, no en las zonas de planta-ción. Yo diría que hasta en Ecuador se puedever, por un lado, la correlación entre una dis-

tribución más o menos democrática de los re-cursos materiales y el mejoramiento de lascondiciones de vida y, por otro lado, la rela-ción entre concentración de la tierra y pobre-za extrema, como en muchas de las zonas ba-naneras que tú estás estudiando en la Maná.Al respecto, hay un estudio interesante deRosemary Thorp donde se analiza precisa-mente la correlación entre bienestar (acceso ala educación, menores niveles de desigualdady mejoramientos sociales) y pequeña y media-na propiedad en el sector agrario: es una rela-ción que se ve en los Tigres Asiáticos y tam-bién en Costa Rica.

L.M.: Los últimos acontecimientos de abrilen Ecuador han demostrado una fragilidadmuy grande de las instituciones democráti-cas, casi como una anomia política. ¿Comorelacionarías esto con lo que pasa en la socie-dad rural?

L.N.: Esa es una larga historia. En los años 80todos los partidos políticos habían imple-mentado la misma política económica, conpequeñas variaciones. Pero si todos los parti-

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dos siguen las mismas políticas, o por las cir-cunstancias internacionales, la globalización ytodo lo que significa, no pueden seguir otraspolíticas, ¿cómo puede el ciudadano elegir?¿Cuáles son las verdaderas diferencias entrelos partidos? ¿Hasta qué punto la elección deuno u otro partido tiene impacto en tu vida?Yo creo que la desintegración de los partidos,viene del hecho de que cuando llegan al po-der no hay realmente diferencias entre ellos.Nosotros, los intelectuales y analistas pode-mos identificar matices, pero desde la pers-pectiva de la mayoría de la población creoque no hay diferencias.

El otro tema, que se deriva de las políticasde ajuste, son las condiciones de flexibiliza-ción laboral, tanto en el campo como en laciudad, debido a los cambios legislativos quehan ocurrido en relación a las organizacionessindicales. Uno de los elementos importantesde la organización de la democracia tiene quever con los sindicatos. Los partidos políticosson importantes, pero los sindicatos son tam-bién centrales para estructurar la demanda. Ylos sindicatos han perdido un espacio, no tie-nen impacto, y en regiones como la Costa, losderechos sindicales no son respetados paranada, especialmente en las zonas rurales.

Entonces, si tienes a la gente que vive enun estado de anomia, están imposibilitadosde organizarse, de educarse a sí mismos, sonpresas de ofrecimientos populistas, de las per-sonas que les brindan por lo menos algo in-mediato. Sin duda existe una relación, tanto

en el campo como en la ciudad, entre las po-líticas de ajuste, la desorganización del mun-do político y la continuidad del populismo.

L.M.: ¿Qué opinas de los modelos de desa-rrollo micro locales que plantean el desarro-llo desde abajo, aprovechando las potenciali-dades locales? ¿Tú crees que pueda ser unaalternativa para construir la democracia?

L.N.: Puede formar parte de la construcciónde la democracia, pero creo que por sí solo noes suficiente. Los programas micro que lasONG promueven a nivel local son muy frá-giles. Si no existen políticas económicas y so-ciales coherentes a nivel nacional, no funcio-nan. Yo creo que son pocos los programas mi-cro que pueden rendir los frutos que teórica-mente tendrían que dar. Tienen que haberiniciativas complementarias a nivel local y anivel nacional y tener la capacidad de nego-ciar, conjuntamente con otros países y orga-nizaciones, los términos de la integración enla globalización de manera que no sea des-tructiva a la economía y la sociedad nacional.

L.M.: El papel del Estado vuelve a ser im-portante en América Latina…

L.N.: El papel del estado siempre ha sido im-portante en América Latina. La cuestión espara qué se lo vaya a utilizar. El Estado tieneque tomar un rol más coherente en la planifi-cación del desarrollo social y económico.

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TEMAS

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¿La ciudad puede llegar a ser educadora?

Patricia PérezMtr. Universidad de Sao Paulo, Brasil

Mail: [email protected]

Fecha de recepción: septiembre 2004Fecha de aceptación y versión final: abril 2005

ResumenEste artículo analiza los vínculos existentes entre ciudad y educación. Busca ver y comprenderlos espacios y los procesos educativos a partir de la noción de “ciudad-educadora”. A partir deallí, rastrea los procesos educativos que hacen parte de la vivencia cotidiana de algunas comu-nidades inmersas en el espacio urbano de la ciudad de Porto Alegre, Brasil.

Palabras clave: educación, ciudad-educadora, comunidad, gobierno local

AbstractThis article analyses the bonds between city and education. It sees and understands the educa-tive spaces and processes with the notion of “educator-city” (“ciudad-educadora”). From thatstandpoint, it tracks the educative processes that are part of the daily experience of some im-mersed communities in the urban space of Porto Alegre, Brazil.

Keywords: Education, Educator-City, Community, Local Government

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 127-140© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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“El concepto de ciudad educadora com-prende la integración de su sistema edu-cativo formal en un conjunto de relacio-nes políticas y sociales nuevas. La ciudadcomo un todo pasa a promover la ciuda-danía, la inclusión en la sociedad formaly la inclusión en el conocimiento. Espa-cios urbanos, promociones culturales, ac-ciones políticas abiertas de la ciudadaníaen la nueva escena pública, identidad yconflictos vividos democráticamente: unnuevo modo de vida, una nueva ciuda-danía, la política descentralizada y acti-va como elemento desestabilizador de laalienación y del conformismo”

(Paupeiro 2004:128).

Una tendencia generalizada en la so-ciedad es pensar que la educación selimita al espacio escolar (institucio-

nes de enseñaza formal). Algunas teorías pe-dagógicas tradicionales aseguran que los pro-cesos educativos sólo pueden ser desarrolla-dos por estas instituciones, siendo ellas lasresponsables de formar y preparar a los indi-viduos para que formen parte de la sociedad.En realidad, la educación escolar institucio-nalizada por el Estado ha contribuido a privi-legiar un tipo de razón supuestamente supe-rior y lo ha hecho separando las tareas educa-tivas de la vida cotidiana Como dice Moll(2000:57) “la educación escolar pasa a serpensada como mecanismo central de consti-tución del orden establecido y simultánea-mente se torna uno de sus mecanismos decontrol” (Moll 2000:57).

En la actualidad, las experiencias de edu-cación no-formal, informal y permanente, enotros ámbitos sociales fuera de la escuela,muestran la importancia de las formas deeducación no escolarizadas. Según Trilla, “laciudad educadora real, acoge y mezcla las de-nominadas educación formal, no-formal e in-formal y es el resultado de la dialéctica entrelo pedagógicamente ordenado y el inevitable

juego de encuentros y vivencias educativasque se producen por el hiper-complejo mediourbano” (1997:22). Una serie de tendenciasrecientes proponen una des-escolarización delos procesos educativos, una apertura a otrasexperiencias. Como anota Moll, “lo educati-vo de la escuela no empieza en ella ni acabaen ella. Lo educativo comienza en la comple-jidad de las acciones humanas, en el mundode la vida y en la producción de sus vidas to-tales y, por eso van más haya de la escuela”(2000:10).

En este artículo, en particular, asumo laeducación en su sentido amplio, pleno ycomplejo, destacando la noción de “educa-ción en la vida y para la vida”1 y contribuyen-do así a construir un ser sensible con el am-biente, con las otras personas y con el mismo.Siguiendo el pensamiento de Paulo Freire sepuede traducir ese presupuesto en el rescatede los saberes que los sujetos tienen acerca delo que viven, de lo que luchan, de lo que su-fren. Este tipo de conocimiento está atravesa-do por las mediaciones de la vida cotidiana yse presenta como un campo abierto a nuevasexperiencias y significados.

Relación ciudad-educación

El punto de partida en este juego de relacio-nes entre ciudad y educación puede rastrear-se en la ciudad griega, la polis, y la ciudad ro-mana, la civitas.2 Sólo que el mismo se haido trasformando y diferenciando histórica-mente, tomado mayor fuerza y radicalizán-dose en nuestro tiempo. De acuerdo a Ro-

temas

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Patricia Pérez

1 Como lo anota Jacqueline Moll, citando a Jürgen Ha-bermas: El mundo de la vida es el largo horizonte designificados que construyen y en el cual se mueven loshombres en su quehacer cotidiano.

2 Esto no quiere decir que antes no existiera esta rela-ción, sólo que a partir de la época clásica griega con losescritos de Platón y Sócrates, la sociedad comenzó asistematizar sus reflexiones sobre la relación educacióny ciudad.

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dríguez (2000) esto parece obedecer a lapaulatina caracterización de la ciudad comoproblema; a lo que estaríamos asistiendo es auna transformación en la mirada sobre laciudad, “de lugar en donde se encuentra lasolución para problemas de la vida, hastaconvertirse en un lugar-problema por exce-lencia” (Rodríguez 2000:127). Este hecho seevidencia en los comentarios realizados porhabitantes de la comunidad de Morro Alto,ubicada en la periferia de Porto Alegre, Bra-sil: la lucha diaria por el agua potable, por laluz, por la construcción de su avenida prin-cipal, por la permanencia de la escuela, entreotras. Luchas que reflejan un conflicto entreel Estado, el espacio ocupado por ellos y suvida real.

Pensar en la relación ciudad-educación noslleva a perspectivas diferentes a las de la urba-nística o de la pedagogía. Desde J. Dewey y laEscuela Nueva, surge la necesidad de plantearuna educación para la vida tanto social comodemocrática; sin embargo los métodos de laEscuela Nueva orientados a iniciar a los estu-diantes en el conocimiento “vivencial” de lasociedad se limitaban a simular la realidad so-cial en las aulas. Estas experiencias han sidocriticadas por muchos, ya que intentaban re-presentar la complejidad de la sociedad en unespacio limitado como el escolar. La perspec-tiva pedagógica cuestiona el sentido de losprocesos educativos y concluye que es necesa-rio educar para la vida, lo cual no puede des-vincularse de las condiciones materiales deexistencia. Dentro del campo educativo sehan desarrollado aportes significativos comoel de Freinet como pionero de la des-escolari-zación de los saberes, preocupado por llevar laescuela a su entorno, al barrio, a la ciudad,provocando así una conexión y un encuentroentre conocimiento y realidad social. Se trata,en todo caso, de un proceso complejo que vamás allá de los límites de la escuela.

La perspectiva urbanística, por su parte,sostiene que el tejido urbano define las for-

mas de vida y moldea las identidades, lo queimplica que los habitantes se apropien de lahistoria urbana y participen de ella con el finhacer de la urbe un lugar vivible. Ahora bien,para alcanzar ese sentido de pertenencia y deconciencia es preciso que los procesos educa-tivos complejos, permanentes y variados, lle-guen a proponer la educación como centro dela vida ciudadana (Rodríguez 2000).

Antoni Colom plantea la necesidad de de-sarrollar la noción de educación urbana con-cebida como “las actividades educativas desa-rrolladas en el contexto de la administraciónlocal” y levanta dos interrogantes con respec-to a qué aspectos o cuestiones propone la edu-cación a la ciudad, el papel socializador de laeducación, y qué aspectos o cuestiones propo-ne la ciudad a la educación, el papel educadorde la sociedad (Colom, citado por Rodríguez2000:129). Es a partir de estos interrogantesque formula dos puntos de formación sobreeducación urbana: educación en la ciudad yeducación para la ciudad. Colom responde asu primer interrogante de la siguiente mane-ra: la educación como una síntesis entre cono-cimiento y formación, y reconoce dos dimen-siones: la didáctica y la formativa, que hacenparte de esa gran perspectiva pedagógica.

Lo didáctico centra su atención en “apren-der de la ciudad” y “aprender la ciudad”, esdecir, aprender la urbe como fuente de infor-mación, como medio instrumental, pero másallá de esto, como espacio para aprendizajes;no sólo medio, si no también objeto funda-mental de aprendizaje. Lo formativo se asociacon la educación cívica, la moral, la conviven-cia, la solidaridad y la participación.

Colom responde a su segundo interrogan-te proponiendo tres elementos de análisis queson, a su vez, “líneas de acción administrativamunicipal: intervención funcional sobre el sis-tema educativo, intervención para compensarlas deficiencias del sistema educativo escolar eintervención para la compensación educativano institucionalizada” (Rodríguez 2000:130).

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¿La ciudad puede llegar a ser educadora?

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Otro autor citado por Rodríguez, es JosepPuig (1997). Este autor presenta un análisisde las relaciones entre la moral y la ciudad.Con una mirada pedagógica pregunta sobrelas transformaciones que la urbanizaciónejerce sobre la vida de las personas, las formasque la educación ha adoptado frente a la con-solidación de la vida urbana y sobre la rela-ción entre ciudad y escuela. Para Puig “la ur-banización impone a la educación problemasde orden técnico con el surgimiento de nue-vos saberes, y de orden social, porque lasnuevas comunidades urbanas precisan deotras formas de organización y de otras insti-tuciones que regulen la interacción entre susmiembros. La ciudad exige a la instituciónescolar que forme ciudadanos competentespara vivir bajo las condiciones que impone lavida urbana, preocupados por lo local y louniversal”. (citado en Rodríguez 2000:131).Una de las preocupaciones de Puig es la rela-ción escuela-ciudad y señala que para queexista una adaptación de los educandos almedio ciudadano, es preciso que la escuela seabra a la ciudad y deberá hacer énfasis en elmundo de la vida.

Jordi Borja (1999) destaca la dimensiónpedagógica de lo urbano. Propone cambiar lapedagogía que se apoya en la ciudad por laciudad entendida como pedagogía, lo queimplica la participación de los ciudadanos enla organización y gestión de su territorio conel fin de responder a los nuevos y variados de-safíos que ofrece el espacio público (citado enRodríguez 2000:131).

Estas miradas diferentes que cruzan la ciu-dad y van al encuentro de la educación, nospermiten observar que en la actualidad hayuna mayor apertura para comprender que losámbitos y procesos educativos están en per-manente transformación y que requieren deotros saberes y espacios para complementarsey hacerse más ricos y productivos. Como re-sultado de este nuevo momento y de esa aper-tura nace una propuesta concreta de educa-

ción que busca conectarla con la ciudad y re-cibe el nombre de “ciudad educadora”.

La ciudad-educadora

La ciudad educadora es una propuesta de ori-gen institucional vinculada con algunos orga-nismos internacionales que surge en la déca-da del 90 en Barcelona, España, bajo el man-dato del alcalde Pasqual Maragall. La pro-puesta va tomando forma a medida que sevan desarrollando una serie de encuentros en-tre diferentes ciudades. Para el año de 1990Barcelona organiza el Primer Congreso Inter-nacional de Ciudades-Educadoras, en el quese presentaron los resultados y las reflexionesde los encuentros previos donde se había ha-blado de educación en un sentido amplio yno sólo relacionada con la vertiente escolar.

Partiendo de este punto surgieron algunaspreguntas y reflexiones como la de Figuerasquien observa que la familia y la escuela deja-ron de desempeñar su papel exclusivo en laeducación para pasar a compartirlo con mu-chas otras instituciones y colectivos tanto pú-blicos como privados que “manifestaban cadavez de un modo más claro su incidencia sobrelos ciudadanos y frecuentemente con efectoseducadores” (Figueras 1990:9).

La propuesta temática del congreso es elresultado de preguntas clave identificadas a lolargo de los encuentros previos: ¿es necesarioel mutuo conocimiento entre la oferta de laeducación formal, la no-formal y la informal?Si, es así, ¿quién establece la relación? ¿Cómoofrecer una buena información para todos losciudadanos sobre la oferta educativa de la ciu-dad? ¿Quién se ocupa de esto? ¿Cómo ha deser la administración local que se encuentramás cerca del ciudadano? Estos interrogantescircularon en torno a cuatro temáticas esta-blecidas para el congreso: escuela, trabajo ysociedad; ocio, juego y participación; conoci-miento de la ciudad y viejos y nuevos lengua-

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jes. Las ciudades participantes presentaronsus experiencias relacionadas con los temasescogidos. Como resultado del congreso seemitió un documento (“Declaración de Bar-celona”) que unificó la mirada de los partici-pantes con respecto a las definiciones o des-cripciones de lo que es una ciudad-educado-ra, sus principios y compromisos.

La responsabilidad de desarrollar la pro-puesta educativa de la ciudad-educadora re-cae en la administración local de la ciudad; laalcaldía es quien, de acuerdo con las necesida-des y realidades de su ciudad, propone supropuesta educativa y en la cual se reflejará laidea de educación que pretende transmitir.

Este interés por incentivar la relación en-tre pedagogía y ciudad ha llevado a crear es-trategias de acción y a identificar los compo-nentes y significados de la ciudad-educadora.Uno de los principales teóricos sobre el temaha sido el pedagogo español Jaume Trilla.Desde su punto de vista el concepto de ciu-dad-educadora se enmarca en la inter-rela-ción de procesos educativos y de saberes. Laciudad-educadora es un tejido de institucio-nes y de lugares educativos que están consti-tuidos por instituciones formales de educa-ción (escuelas, colegios, universidades, entreotras), así como también por intervencioneseducativas no-formales que -en palabras delautor- están organizadas por objetivos explí-citos de formación o enseñanza, pero se en-cuentran fuera del sistema de enseñanza for-mal, como por ejemplo educación para eltiempo libre, escuelas de arte, de idiomas einstitutos. Finalmente, encontramos las vi-vencias educativas informales: son todasaquellas experiencias y contactos que el indi-viduo tiene con los espacios, lugares y perso-nas que viven en la ciudad (Trilla 1990).

Aprender la ciudad, en la ciudad y de laciudad es la propuesta base de la ciudad- edu-cadora. Para que este acontecimiento educati-vo se desenvuelva es preciso que existan algu-nos elementos previos como la planificación y

toma de decisiones de los gobiernos locales,los cuales deben garantizar los recursos y pro-mover las estrategias que permiten hacer deuna ciudad una ciudad-educadora; por otrolado, es necesaria la participación de los agen-tes sociales, partir de la realidad y de las nece-sidades de los habitantes y construir una redde comunicación y participación de los dife-rentes agentes que forman el tejido comuni-tario e institucional de la ciudad.

Trilla nos presenta tres posibles caminosque la administración local puede transitarpara consolidarse como ciudad-educadora:aprender la ciudad, aprender en la ciudad yaprender de la ciudad.

Aprender la ciudad es transformarla en ob-jeto de aprendizaje, pues ella nos ofrece unconjunto de escenarios educativos como es-cuelas, universidades, organizaciones barrialesy comunitarias, ONGs, museos, bibliotecas,entre otros. En ellos encontramos experien-cias educativas y formativas de diferentes ti-pos. Generalmente, la aprehensión que hace-mos de esos espacios es momentánea, super-ficial, parcial, desordenada y estática. Estascaracterísticas constituyen un nivel descripti-vo pobre que no corresponde a las exigenciasde una ciudad-educadora. Se hace necesarioentonces la elaboración de materiales para elconocimiento de la ciudad, construcción yhabilitación de centros de información, reali-zación de exposiciones usando la infra-estruc-tura cultural de la ciudad, tanto institucionalcomo la creada por los propios habitantes.Proponer y ejecutar experiencias que incre-menten el contacto directo con la ciudad, pa-ra después discutir y reflexionar sobre la expe-riencia, promocionar espacios de participa-ción así como acciones vinculadas con el sen-tido de pertenencia e identidad. Esto suponeademás la apertura a expresiones espontáneasy no institucionalizadas de grupos o comuni-dades (Trilla 1997).

Aprender en la ciudad es asumirla como elcontexto en el cual se desarrollan los procesos

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educativos, es decir, que nos coloca en los es-cenarios y nos envuelve en las acciones comosujetos. La ciudad se convierte en un conti-nente de recursos educativos. Pero vista desdeun aspecto descriptivo, podemos decir que laciudad tiene una infraestructura pedagógicaestable, formada por instituciones específica-mente educativas (formales y no-formales);también posee una red de equipos y recursos,de medios e instituciones que no ejercen unatarea expresamente educativa y encontramosademás un conjunto de acontecimientos edu-cativos efímeros, vivencias educativas no pla-neadas pedagógicamente.

Estas realidades proponen un grupo de ac-ciones que permitan vivenciar una experien-cia diferente, aprovechando equipos y recur-sos con los que cuenta la ciudad sean públi-cos o privados, promoción de la formacióncontinua, talleres para ciudadanos en diversasáreas e intereses y acciones que privilegien agrupos marginados.

Aprender de la ciudad es comprenderla co-mo agente educativo, como fuente permanen-te de información, como medio didáctico faci-litador de aprendizajes. Desde una mirada des-criptiva observamos que ella enseña directa-mente elementos de cultura, porque es centrode diversidad, de producción artística y estéti-ca, y dentro de esos elementos culturales se des-tacan las formas de vida, las normas y las acti-tudes sociales, valores y contravalores, tradicio-nes y costumbres. Algunas acciones que pue-den contribuir para dar una mayor proyeccióna esta dimensión de la ciudad son programasde formación en ciudadanía en instituciones deeducación formal y no-formal, entre otras.

Ahora bien, para aprender de la ciudad, enla ciudad y la ciudad es necesario que ademásde lo anterior, existan un mínimo de garan-tías, entre ellas la consolidación de una socie-dad civil fuerte, constituida por sujetos parti-cipativos y activos, también implica un cam-bio de visión y estrategia por parte de las ad-ministraciones locales. La propia Declaración

de Barcelona se orienta en ese sentido: “la ciu-dad será educadora cuando reconozca, ejerci-te, desarrolle, además de sus funciones tradi-cionales (económica, social, política y deprestación de servicios) una función educado-ra, y cuando asuma la intencionalidad y res-ponsabilidad cuyo objetivo sea la formación ydesarrollo de todos sus habitantes”.

Límites de la propuesta institucional

Como podemos observar, la propuesta insti-tucional apunta a consolidar una ciudad or-ganizada y pensada bajo la lógica y criteriosde la administración local, dejando en mu-chos casos de lado la participación de sus ciu-dadanos. Esto conduce a que muchas veces seproceda a diseñar acciones de intervenciónque no son siempre el reflejo de las necesida-des de los pobladores, además incentiva enmuchos casos la dependencia de los “benefi-ciarios” de proyectos y programas de la alcal-día. Este hecho en particular se refleja clara-mente en el tipo de políticas públicas que sondesarrolladas por la alcaldía de Porto Alegreen relación a la asistencia social. No se discu-te un elemento central que hace la diferencia:la idea de emancipación o de dependencia.Esto plantea una perspectiva educativa y po-lítica distinta: otra forma de recibir la aten-ción social, sea del poder público o de insti-tuciones asistenciales privadas. En este senti-do vale la pena enfatizar en la necesidad detransformar a las personas de objetos pasivosy dependientes en sujetos activos, transfor-madores. Para esto es necesario una gestióndemocrática que permita una cogestión, esdecir una distribución del poder, pues la co-gestión y la autogestión no son compatiblescon la estructura dominante, formal y buro-crática (Prestes 1982).

La ciudad-educadora abrió las puertas anuevas formas y a nuevas experiencias de edu-

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cación y nos mostró la necesidad de construirespacios de manera colectiva y democrática,también colocó en la mesa de discusión supropia razón de ser y su papel en la construc-ción de una nueva mirada sobre la educacióny la ciudad. Las formas como los ciudadanosviven sus propios procesos educativos en unaciudad toman matices diferentes, son cons-truidos a lo largo de su existencia y muchosde ellos son el producto de una vida comuni-taria rica en experiencias y sufrimientos.

¿La ciudad-educadora para cuales ciudadanos?

Uno de los aspectos que más me preocupancon relación a Porto Alegre tiene que ver conla participación, la formación y consolidaciónde redes, el espacio público y la lucha cotidia-na de las comunidades urbanas, asumiendotodo esto, además, como verdaderos procesoseducativos. Tomo como referencia mi propiotrabajo (Pérez 2002) y el estudio realizadopor Jacqueline Moll (2000) en la periferia dePorto Alegre en la comunidad de Morro Alto.Al inicio de mi investigación en este campo3,pude pensar que en la ciudad-educadora to-dos los ciudadanos tenían su espacio de parti-cipación garantizado en igualdad de condi-ciones y esto porque uno de sus principios esla participación ciudadana. Con todo, en eltranscurso de la misma observé hechos im-portantes que fueron modificando mi percep-ción de esa realidad. Uno de los aspectos quefue determinante en este sentido fue descu-brir que los espacios de participación, aunquedemocráticos y mayoritarios, no ofrecenapertura y acogida a todos los pobladores y

especialmente a aquellos que necesitan conurgencia ser oídos y vistos por los otros. Rela-cionado con esto pude observar que, por logeneral, en las propuestas de experiencias yproyectos diseñados por la alcaldía no secuenta con la opinión o el parecer de todas laspersonas implicadas. Todo hace pensar queellas tienen, por el contrario, el carácter de in-tervención. Fue, entonces, a partir de estas si-tuaciones que me surgió la pregunta: ¿paracuáles ciudadanos es la ciudad-educadora?

Uno de los caminos, que transité para en-contrar posibles respuestas fue pensar si laciudad-educadora necesita ser construida pory con ciudadanos participativos y activos,¿qué hombres y mujeres tienen o pueden de-sarrollar esta condición mínima? Otra pre-gunta fue saber qué ciudadanos hacen partedel espacio público de la ciudad, entendidoen los términos que habla Hannah Arendt(ser vistos y oídos por los otros.

Lo que he podido concluir a partir de lainvestigación de campo es que para ser unciudadano activo o participativo, es necesarioque el Estado ofrezca y garantice espacios deformación y participación ciudadana, cum-pliendo así con un papel educativo que vamás allá de sus funciones frecuentes; esto es,asumir un compromiso permanente que seacolectivo y amplio de formación, de promo-ción y de desarrollo de sus ciudadanos, don-de la participación de éstos tenga un carácterdecisorio en los asuntos políticos, culturales ysociales de la ciudad.

Porto Alegre y más concretamente su ad-ministración local ha venido incentivando,por años, la participación de sus ciudadanosen proyectos como el presupuesto participati-vo, escuela ciudadana, congresos de la ciudad,entre otros; es verdad que sus administracio-nes han buscado llegar y escuchar a las comu-nidades, sin embargo este proceso de incenti-var ciudadanía activa requiere de un compro-miso y de una convicción política y educativaque muchas veces es olvidada por la propia

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3 Desarrollada bajo el tema “A cidade-educadora: damuralha ao dialogo” y en la cual elaboré un estudio decaso entre Porto Alegre (Brasil) y Barcelona (España)que levantaba rasgos característicos de cada una de es-tas ciudades en su proceso de construcción de ciudad-educadora.

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administración local generando una rupturaen el proceso de consolidación de diálogoshorizontales entre Estado y comunidad.4 Algode esto es lo que registra Moll:

“Nosotros ya habíamos hablado con la gentede la secretaria de educación, todo estaba lis-to, la gente ayudó a arreglar la escuela, esofue sábado y domingo y para nuestra sorpre-sa, el miércoles anunciaron el cambio de se-cretaria de educación, nos llamaron allá y di-jeron que todo era un error, que la secretariano tenia autorización para autorizar el fun-cionamiento de la escuela, que olvidáramostodo” (Moll 2000:118).

Por otro lado, para que el proceso sea conse-cuente es necesario consolidar la organizacióny la presencia de los agentes o grupos socialesque forman la red social de la ciudad, comopor ejemplo, las comunidades de barrio, lossindicatos, los clubes, las escuelas y las organi-zaciones de ciudadanos, entre otras; tarea queno le compete al Estado sino a las propias co-munidades. La existencia y la presencia de es-tos grupos pueden motivar la participaciónde los ciudadanos, generando vínculos conotras personas que tienen vivencias, necesida-des y proyectos comunes. El papel importan-te que estos agentes sociales desempeñan es lalucha por el reconocimiento de una ciudada-nía activa: “las redes sociales y los procesoseducativos van generando una realidad don-de, contradictoriamente, la materializaciónde la democratización del Estado, en unaperspectiva participativa, permite el desarro-llo de una esfera pública no Estatal, pero estono significa minimizar el papel del Estado eneste proceso, entonces se trata de buscar loscontornos y las interfaces que se producen enel trato cotidiano de lo público, en el campoeducativo” (Moll 2000:10).

Uno de los principios y de las prácticas dela ciudadanía activa es la participación, por lotanto, esto niega la pasividad y la indiferen-cia. El ciudadano activo es aquel que es escu-chado, que escucha y que participa de un diá-logo creador; es el que reconoce y valora suparticipación y la del otro; es quien se enfren-ta desde su realidad a los retos que le imponeel uso de la palabra, como lo refleja el relatode Celeste, quien participó por dos años en elCírculo de Padres y Maestros (CPM) de Mo-rro Alto:

“Yo aprendí bastante, hasta a hablar, porqueyo era medio tímida, me quedaba con ver-güenza de dar opinión, sabe. Porque yo nun-ca tuve la oportunidad de ir a una reuniónque yo pudiese exponer, hablar: ‘¡me gustaesto, aquello, vamos a hacer esto, vamos ahacer aquello!’ Entonces en el CPM me sen-tía bien importante, porque yo podía hablar,de repente la presidenta no iba y era yo quienasumía, muchas veces temblando de miedocomo una varita verde” (Moll 2000:127).

Los aprendizajes de la vida comunitaria, elaprendizaje del uso de la palabra y la valentíapara ello, de alguna manera provocan la apro-piación de lo público; permite romper conpreconceptos del que sabe o del que estudia ypor tanto es el que habla, mientras el resto es-cucha. Entonces el ciudadano activo es el quea partir de su realidad participa, crece en ladiferencia de opiniones y argumentos, seapropia de una identidad y lucha por un in-terés común. Pasa a ser percibido y oído porlos demás, no es más un ser invisible. Esto su-pone una visión distinta de las relaciones en-tre el Estado, los gobiernos locales y la socie-dad. “Se trata entonces de compartir unanueva concepción de reforma del Estado, apartir de una nueva relación Estado-sociedadque abra el Estado a esas organizaciones so-ciales (y la participación del ciudadano aisla-do), particularmente aquellas que son autoor-ganizadas por los excluidos de todos los mati-ces, admitiendo la tensión política como mé-

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4 Comentario de Regina, quien pertenecía a la Asocia-ción de Mujeres de Morro Alto (AMMA)

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todo decisorio y disolviendo el autoritarismodel Estado tradicional bajo presión de la so-ciedad organizada” (Moll 2000:11).

Estas experiencias que están más allá de laconcepción institucional de la ciudad-educa-dora y que son construidas con las vivencias,las necesidades y el deseo de las propias comu-nidades, representan la voz viva y propia deestos grupos organizados que están un pasodelante de las iniciativas del Estado. Como loratifica una de las moradoras de Morro Alto:

“Doña Haidée: con la lucha, la primera cosaque nosotros conseguimos fue alargar la ca-lle, porque era muy pequeña, sólo tenía ma-torral [...] El día 8 de febrero fue la primerareunión para abrir y formar nuestra comuni-dad. Fueron 4 años de luchas, primero abrie-ron la calle, después la lucha por el agua, vi-no una bomba para repartir el agua allá, pe-ro llevo dos años para ganar esa bomba, hici-mos el abajo-firmado5 [porque la alcaldíasiempre dice que no tiene dinero], además deesto teníamos reuniones, asambleas [el SeñorJoão interviene: ‘siempre dando cuentas’] pa-ra ver lo que faltaba, lo que no faltaba. No-sotros no teníamos bus, la lucha por el busfue muy grande también. Moría mucha gen-te en la calle porque no había semáforo, fueuna lucha de la comunidad reunida, con elpueblo, se consiguió el semáforo” (Moll2000:106).

Es así como la ciudadanía activa coloca en ja-que al Estado, quiebra sus límites y cuestionasu legitimidad; no asume pasivamente suexistencia y genera acciones “que pueden co-laborar para reinventar al propio Estado,creando esferas de vida pública hasta enton-ces inéditas” (Moll 2000:23).

Estas acciones innovadoras, inéditas, quedinamizan y movilizan a la sociedad, la colo-

can en una relación diferente con el Estado y-conforme Jaqueline Moll- son denominadas“inéditos viables” por Paulo Freire, y “sonproducidos por esos personajes en el ejerciciocotidiano de inserción comunitaria, de quie-bra de los límites impuestos tanto por la ac-ción del Estado, como por la acción corpora-tiva motivada por intereses económicos, yademás, de construcción de lazos, algunas ve-ces contradictorios y frágiles, de solidaridad”(Moll 2000:23).

Estos inéditos viables están presentes tan-to en su espacio concreto, en su vida cotidia-na, como en los pedazos de ciudad que ocu-pan en sus prácticas comunitarias; en las lu-chas por conquistar su espacio y por cualificarsu vida. Es en esta dinámica que se crea unanueva experiencia y estrategia para lidiar conla vida urbana. Y es entonces, en estas cir-cunstancias, que podemos decir que la ciu-dad-educadora nos está educando en térmi-nos positivos, y tanto a los ciudadanos comoal Estado.

Estos movimientos organizados por las co-munidades y concretamente por la comuni-dad de Morro Alto ponen de relieve la impor-tancia y el significado de los procesos educa-tivos no escolarizados: las experiencias y losaprendizajes de estas personas van mas allá delos conocimientos escolares y -por tanto- nose agotan en la escuela, pasan por ella y van alencuentro de lo cotidiano, del mundo de lavida. Lo que se observa en esta parte concre-ta del estudio es la falta de sintonía por partedel Estado que, por un lado, maneja un dis-curso de la democratización, de la participa-ción y de la necesidad de abrirse a una con-cepción de educación más amplia, pero porotro lado, al momento de interactuar con esarealidad, entra en profundas contradicciones.En todo caso es importante resaltar que elproceso de consolidación de una ciudad au-ténticamente educadora es una tarea arduaque necesita de varios interlocutores que veany comprendan estos procesos de organización

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5 Documento usado con frecuencia por los ciudadanospara hacer solicitudes en los organismos públicos,presentan la solicitud por escrito y a continuación lafirman todas las personas que respaldan dicho docu-mento.

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como un aprendizaje y un derecho, y no co-mo una amenaza a los intereses del Estado.

Esta realidad en la que interactúan Estadoy comunidad es complementada por losotros, los que también viven y sufren otro pe-dazo de ciudad, todavía más caótico; los queno participan de la construcción de lo común,de la esfera pública6, los que no tienen víncu-los comunitarios o familiares, los que conoce-mos como radicalmente “excluidos” (indigen-tes, marginales, emigrantes, desempleados,etc.), que no cuentan con su espacio garanti-zado en la ciudad-educadora. Muchos de ellosno son considerados siquiera como ciudada-nos. El espacio que ocupan es limitado. Son,en el mejor de los casos, sólo los beneficiariospasivos de las políticas y programas de inter-vención pensados, organizados y proyectadospor los otros, o sea, por los que ocupan la es-fera pública, generalmente el poder. Me remi-to a las palabras de una mujer de más o me-nos 36 años, indigente de la ciudad de PortoAlegre: “Yo vivo de la caridad de las personas,yo ni conozco que es eso de lo que usted ha-bla la ciudad-educadora” (cf. Pérez 2002:93).

Situaciones como estas nos ofrecen un es-cenario de realidades opuestas y contradicto-rias dentro de la propuesta de la ciudad-edu-cadora: por un lado, una comunidad organi-zada con un espacio de participación y diálo-go con el Estado que es importante y signifi-cativo. Aunque con sus contradicciones, elproceso está en construcción y debe ser eva-luado y mejorado. Por otro lado, una reali-dad de marginalización, pobreza e invisibili-dad que corresponde a un contexto local yglobal, es decir, a las prácticas económicas,sociales y culturales que están asociadas conel momento actual del capitalismo global.Veamos un ejemplo: José es un indigente dela ciudad, no tiene casa, esporádicamente usaalbergues públicos y hace parte de uno de los

programas ofrecidos por la alcaldía de PortoAlegre:

“yo entré en este programa porque otros yahabían entrado y prometieron que nos da-rían documentos y ayuda para trabajar yo es-toy aprendiendo a usar el computador perono sé si de cierto, ellos no preguntaron quequería o que sabía porque yo si sé cosas, sehacer” (Pérez 2002:105)

Es necesario, entonces, discutir conjunta-mente con este grupo de personas alternativasy propuestas, para que en el uso de la palabraden a conocer sus experiencias, sus necesida-des, para que -como algunos moradores deMorro Alto- sean escuchados y ocupen el es-pacio común, el espacio público, en condi-ciones de dignidad, respeto y diferencia; paraque puedan ejercer ciudadanía y no sólo reci-bir beneficios de inclusión precaria y parcialque no garantizan sus condiciones sociales,económicas y culturales.

Al contrastar las propuestas de la ciudad-educadora con la realidad que se vive en lasurbes, encontramos contradicciones que de-nomino límites de la ciudad-educadora. Estasson el reflejo de una mirada oficialista, insti-tucionalizada y unidireccional, que ha venidoconstruyendo una ciudad-educadora preocu-pada con el protagonismo estatal y con lapropaganda política y ha dejado de lado laimportancia y la contribución de los procesoseducativos no escolarizados vivenciados porindividuos y grupos sociales de la ciudad, quesin duda generan aprendizajes también parael propio Estado.

Los límites de la ciudad-educadora

Observando más allá de la propuesta institu-cional de la ciudad-educadora, encontramosuna ciudad que alberga prácticas y vivenciascotidianas de todos aquellos grupos e indivi-duos que viven en ella, que la construyen, la

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6 Según Hannah Arendt es el mundo de lo común, nosreúne en la compañía de los otros.

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sufren y la crean con su sentir y vivir. Sonpersonas anónimas, líderes sociales, mujeres,niños, ancianos y jóvenes, cuyos espacios co-tidianos, que hacen parte de la ciudad, nologran ser normativizados ni regulados porel Estado. En ellos hay lugar para el juego,para los encuentros y charlas entre vecinos,para la organización comunitaria, para loinstituyente.

Al mismo tiempo, encontramos en esamisma ciudad otro espacio, en el cual la for-ma de vivir y de sentir la ciudad es diferente:es un espacio institucionalizado y ocupadopor el Estado y su poder. En él las relacionesson normativizadas y calculadas, existe undistanciamiento entre ciudadano y poder ycada uno ocupa un papel y una función de-terminada que no permite un diálogo y unacomunicación espontánea. En este espacioencontramos la burocracia, las institucionesdel Estado y las relaciones que debemos esta-blecer con ellas, lo instituido. La ciudad-edu-cadora, como reflejo de una propuesta insti-tucional, tiende a circular por este último es-pacio pero su proyección puede ser más am-plia e intentar llegar también al espacio de loinstituyente. Por lo general, sus propuestasvan en dirección a los grupos sociales o a losciudadanos, pero nacen de los estudios de es-critorio y no son producto de un dialogocreador o de una proposición comunitaria;no existe siempre una retroalimentación quepermita enseñar y aprender tanto a los ciuda-danos como al Estado. Se convierte entoncesen un movimiento unidireccional que en par-te se origina en el Estado y se dirige a losotros, a los ciudadanos.

Estos dos universos se encuentran y convi-ven en un mismo espacio. Según Maffesoli loinstituido y lo instituyente son antagónicos ocontrarios, van en ruta de colisión y generanuna dialéctica en los procesos sociales; no sonindependientes ni aislados, pero cada uno seorienta por lógicas diferentes: lo instituidoresponde a las prácticas racionales, burocráti-

cas y excluyentes; lo instituyente responde alo sensible, a lo relacional, a la convivencia(Maffesoli 1979).

Comunidad y poder son la representaciónde lo instituyente y de lo instituido y desdetiempos remotos se han relacionado de dife-rentes formas, en algunos momentos convi-viendo en armonía y equilibrio y, en otros, lafuerza del poder ejerce toda su presión sobrela sociedad, generando diferentes formas derespuestas como resistencia, organización,confrontación, etc. Esa voluntad de respues-ta frente a la fuerza del Estado es calificadapor Maffesoli como “potencia social o huma-na”7, y ella está en contrapartida al poder delo instituido. Generalmente, esta potencia seencuentra dispersa, deambula por el cuerposocial, por sus miembros y sólo en momen-tos o en coyunturas se aglutina, toma cuerpoy forma. Así emerge, presentándose de ma-neras diversas: una de ellas es la comunidad.Su función principal es consolidar lazos deayuda, de identidad, de resistencia a situacio-nes de injusticia, de abandono y de violencia,generar lazos de solidaridad y hacer frente alpoder de lo instituido.

Entonces, no es por casualidad que la co-munidad de Morro Alto haya desarrollado sufuerza organizativa para hacer frente al aban-dono del Estado, a la injusticia y a las necesi-dades que surgen de la convivencia con unmedio que les es hostil.

Lo comunitario tiene mucha importanciahoy como en el pasado; las sociedades que lo-gran estructurar su vida organizativa confuertes lazos comunitarios consolidan princi-pios de pertenencia y de identidad. La comu-nidad, expresión de la potencia humana, tie-

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7 “Lo que se puede llamar potencia social es un conjun-to de elementos (fuerza, colectivo, diferencia...) quefuncionan bien al articularse, y sólo cuando se desvíande su funcionamiento habitual es que tienden a distin-guirse y su articulación (potencia) puede tornarse ob-jeto de comentario e investigación” (Maffesoli1979:43).

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140ÍCONOS 23, 2005, pp. 127-140

ne la función de regular las fuerzas del poder.Es sólo así, regulándolas, que se potencia yconsigue convivir en equilibrio, un equilibriomomentáneo, no perpetuo, pero posible. Espor medio de los lazos comunitarios o de sufuerza que las sociedades generan resistenciaorganizada (violenta o no) frente a actos decoerción y autoritarismo producidos por elpoder (Maffesoli 1979).

Para Maffesoli, el dominio del poder sur-ge cuando hay debilitamiento de la fuerza co-lectiva y, en ese sentido, esta siempre presen-te en el cuerpo social (1979:22). Las relacio-nes entre poder y potencia no permanecensiempre en equilibrio; existen momentos dediscontinuidad en los cuales la potencia aglu-tina su fuerza y la canaliza para lograr un ob-jetivo común. Esta fuerza consigue transfor-mar realidades sociales e injusticias, estableceuna comunicación y diálogo con el poder he-gemónico, constituyéndose así en parte fun-damental de las decisiones.

Esta fuerza que moviliza a la comunidadde Morro Alto para lograr un objetivo con-creto (permanencia de la escuela pública en elbarrio, la pavimentación de la calle principal,el acueducto, la luz y muchos otros) ha gene-rado en sus habitantes un sentimiento deidentidad y de apropiación con su espacio ycon su realidad: muchos de sus habitanteshan aprendido a valorar sus experiencias, susconocimientos y el uso de la palabra. Hancomprendido a partir de sus propias vivenciasque los procesos educativos no sólo se restrin-gen al espacio escolar.

La experiencia de vivir la vida de comuni-dad, de preocuparse por problemas colecti-vos, forja sujetos diferenciados en la historiade la ciudad y produce un espacio educativodistinto del escolar, sin dejar por eso de seratravesado por él.

Una de las mujeres (Alcira) que participóde las luchas de la comunidad de Morro Altoexplica:

“Es diferente de la escuela, aprendemos más.Uno aprende en la escuela, pero si uno se en-vuelve en la lucha por alguna cosa para la co-munidad, en cualquier sentido que va a ayu-dar a la mayoría, allí es que es la escuela de ver-dad, tú traes aquello para dentro de la escuela,aquello que uno aprende allá afuera lo trae.Para mi fue un aprendizaje yo viví una escue-la que yo no había vivido antes, yo aprendí enesa escuela una serie de cosas, como lidiar conla política, lo que esta bien y lo que no, comoluchar por las cosas” (Moll 2000:126).

Hay algo específico que diferencia estosaprendizajes de los escolares. No teniendouna marca institucional, contribuyen para laconstrucción de un pensamiento menos li-neal en el cual las voces del mundo de la vidase convierten en preponderantes. Son apren-dizajes tematizados por el mundo de la vida.

Es por esto, precisamente, por su legitimi-dad y su fuerza, que la potencia se convierteen una alternativa, “porque ella hace presióna la morbidez, esa parte de sombra de la rea-lidad social, ella se afirma como vida, luchapor la vida y es en ese combate en el que rom-pe las estructuras sociales que tienen tenden-cia a siempre osificarse” (Maffesoli 1979:59).

Estos elementos esclarecedores ponen enevidencia que en la construcción de la ciu-dad-educadora, la comunidad tiene un papelfundamental e importante, aún cuando pare-ce ser ignorada. Ella junto con los otros agen-tes sociales, dinamizan y da vida a los proce-sos sociales, genera procesos educativos y for-mativos que enseñan la convivencia, la solida-ridad, el respeto a la diferencia y la justicia,establece un autentico diálogo intercultural,asunto prioritario en la carta de ciudades-educadoras. Todos estos aprendizajes y ense-ñanzas son interiorizados y transmitidos porla experiencia y la vivencia; ellos hacen parteintegral de las personas y por tanto estánsiempre presentes a lo largo de su vida.

En la investigación de Moll hay un relatoesclarecedor sobre estos procesos, en la apro-piación de un terreno:

Patricia Pérez

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“El lugar de mediador, de organizador de lasdemandas propias de una población en pro-ceso de ‘instalación’ en un pedazo de urbe,cabe a la propia comunidad. Relatando lahistoria de la comunidad, la expresidenta dela Asociación de Mujeres de Morro Alto(AMMA) recuerda que las personas iban lle-gando y preguntando quién era el dueño delterreno, a lo que ella respondía: ‘¡Nadie, pue-de entrar!’ Y ese proceso a pesar de no mos-trar una intencionalidad específica se revelaeducativo porque produce aprendizajes so-ciales de convivencia, de toma de concienciade los problemas ‘urbanos’, de control de so-luciones inmediatas y de construcción de ar-gumentos para explicarlos” (Moll 2000:101)

Al ignorar, en la vivencia de las personas y delas comunidades, ese universo de lo vivido y desu significado educativo, el Estado produce supropio límite en la construcción de una ciu-dad-educadora; utiliza el discurso de lo comu-nitario como elemento que legitima su existen-cia pero a la vez desvirtúa en la práctica su exis-tencia y al final lo ignora. Usa el espacio de loinstituyente como recurso político y lo conde-na al mismo tiempo con sus prácticas, lo ve co-mo el mundo de lo irracional, de la ignorancia,por tanto, sin argumento y lógica.

Las experiencias de vida de las comunidadessiempre van más allá de la lógica del Estado;ellas insisten en consolidar su propio mundo.Esta lucha, que es llevada a cabo en el espacioy en las prácticas diarias, confiere sentido yfuerza a su unidad e identidad como grupo; suparticipación (en aspectos de la vida social, cul-tural, política y económica de la ciudad) gene-ra encuentros en los que pone en interacción sufuerza, su imaginación y liderazgo.

En última instancia, podríamos decir quela idea de ciudad-educadora nace y se originaen el espacio de lo instituido, del poder. Tie-ne como objetivo controlar y organizar esapotencia humana que subyace en las comuni-dades y que permanentemente, de acuerdo asu grado de organización, puede crear inédi-tos viables que llegan a convertirse en unaamenaza para el status quo. No es casualidad

que muchas de las experiencias y proyectos deintervención tengan como fin último “civili-zar a los pobres” ofreciéndoles espacios decultura, acercándolos a espacios de participa-ción y brindándoles algunas garantías, así co-mo también, incorporando a ciertos grupossociales a la dinámica de la ciudad y de la eco-nomía global.

En un sentido contrario, cuando miramospara nuestras ciudades y encontramos comu-nidades que se organizan, que luchan y queviven su historia, vemos que la ciudad sí pue-de educar, que ella puede enseñarnos otros sa-beres más allá de los ya tradicionales e institu-cionalizados, que enriquecen nuestras formasde vida, que los agentes sociales están muchasveces en condiciones de enseñarnos sobre lasolidaridad, sobre la participación y sobre lapropia vida.

La ciudad puede educar, siempre y cuan-do se construya y consolide un dialogo mul-ticultural, donde la palabra pedagogía sea unaactitud, y no un recurso discursivo y político;la ciudad nos puede educar al permitirnos veruna vida rica en historias y experiencias de vi-da, por eso la participación, la vida activa y laorganización son procesos que toman sentidoen una ciudad que se asume como un espaciorico en vivencias y conocimientos, es decir,un espacio que educa.

El espacio de la ciudad es re-contextualiza-do desde una perspectiva comunitaria pues esla propia comunidad que usa ese espacio, dis-frutándolo y sufriéndolo con sus necesidades,carencias, vivencias y prácticas; son -por tan-to- espacios creados y legitimados por la pro-pia comunidad que dan sentido a su cultura eidentidad.

Bibliografía

Arendt, Hannah, 2001, A condição humana,Forense, Rio de Janeiro.

Figueras, Pilar, 1990, “Prólogo”, en MerceMach, editor, Primer Congreso Internacio-

141ÍCONOS 23, 2005, pp. 127-140

¿La ciudad puede llegar a ser educadora?

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temas

142ÍCONOS 23, 2005, pp. 127-140

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Maffesoli, Michel, 1979, A violência totalitá-ria, Zahar Editores, Rio de Janeiro.

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Patricia Pérez

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RESEÑAS

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Magdalena León, editora, 2005,Nadando contra la corriente.Mujeres y cuotas en los países andinos,UNIFEM, Bogotá.

Un desafío común de los estudios monográfi-cos de género es definir y delimitar su campode estudio sin por ello aislarse de las discipli-nas académicas en las que encuentran inspira-ción. Este es un reto que Nadando contra lacorriente enfrenta con éxito, pues analiza el te-ma de la igualdad de género desde distintosenfoques de la ciencia política incluyendo losestudios sobre democratización, institucioneselectorales, rendición de cuentas y participa-ción política.

El libro editado por Magdalena León re-fleja una década de debates dentro del movi-miento de mujeres en torno a la exclusiónformal e informal de las mismas por parte delos regímenes políticos en América Latina. Laconferencia de Beijing a mediados de los no-venta dejó planteada, entre otras cosas, la ne-cesidad de eliminar las condiciones de discri-minación política y fomentar la organizacióny participación de las mujeres en la esfera pú-blica. Dentro de los mecanismos sugeridos

para compensar este déficit de participaciónfigura la adopción de cuotas electorales, a finde mejorar el acceso de las mujeres a los espa-cios de toma de decisiones, en la arena ejecu-tiva, legislativa y en gobiernos subnacionales.

El proceso de introducción, adopción yaplicación de dicho mecanismo de acciónafirmativa, así como los resultados esperadose inesperados de su funcionamiento, es expli-cado en gran detalle por las autoras expertasen los casos de Colombia, Perú, Bolivia yEcuador. El libro tiene en sus extremos, sus-tantivos ensayos que añaden la perspectivacomparada al tema. El ensayo introductorio,escrito por Mala Htun, plantea el debate des-de la perspectiva de la lucha de las mujerespero también de grupos minoritarios por elacceso a canales de participación democráticaen la región. La conclusión, escrita por MaríaEmma Wills, compara los mecanismos parala adopción de cuotas electorales en las cuatrodemocracias andinas y deriva condiciones ge-nerales que pueden favorecer o retardar elproceso de adopción de cuotas electorales.

El conjunto de ensayos editados por Leónformulan tres contribuciones principales aldebate contemporáneo sobre género y parti-cipación política. Dichas contribucionesmuestran los progresos obtenidos por el mo-vimiento en cuanto a la inclusión democráti-ca, la adopción misma de las cuotas y la im-plementación de políticas públicas de género.Pero el libro también muestra las limitacionesconceptuales del debate existente y sienta lasbases para desarrollar una fructífera agendade investigación futura.

Una primera contribución es plantear eltema de la adopción de cuotas electorales co-mo el instrumento más visible de participa-ción política e inclusión dentro del sistemapolítico formal. Desde una perspectiva de gé-nero, dicha conquista ofrece a las mujeres unespacio y una oportunidad para redefinir ins-tituciones políticas tradicionales y permitirlesuna mayor participación en la toma de deci-

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Reseñas

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siones públicas. Desde la perspectiva de laparticipación democrática, sin embargo, valela pena subrayar que la inclusión de las muje-res en política ocurre de manera simultánea ala inclusión de otros grupos tradicionalmentemarginados por las instituciones políticas(como los indígenas). Htun sugiere preguntasmuy oportunas que hace falta desarrollar sis-temáticamente en el futuro: ¿la mayor parti-cipación de grupos marginados en la décadade los 90 es una simple coincidencia o sonproducto de una relación causal? ¿Bajo quécondiciones distintos grupos marginadospueden afectar más efectivamente la forma-ción de la agenda pública y obtener mejor ac-ceso a la toma de decisiones? Estudiosas deltema indígena como Yashar y Van Cott hanofrecido sustantivas explicaciones a esta últi-ma pregunta en la región andina, dejandoabierta una promisoria agenda de investiga-ción para los estudiantes de género y cienciapolítica.1

Una segunda contribución sustantiva con-siste en analizar de manera sistemática losprocesos de discusión, adopción y aplicaciónde las cuotas electorales los países andinos.Los ensayos señalan, de manera explícita oimplícita, dos rutas para la adopción de cuo-tas: una que se propone y se impulsa desde laélite política, en algunos casos como un palia-tivo de reformas democráticas más profundas(Perú y Colombia), y otra ruta que sería endirección opuesta, como una demanda gene-rada desde distintos sectores de la sociedad yque la clase política acepta demoradamente,no sin poner obstáculos institucionales a suaplicación (Ecuador y Bolivia). Sin embargo,el modelo propuesto no logra capturar la va-riación en los casos si no se toma en cuenta eldistinto papel que jugaron los partidos políti-

cos así como el papel de organismos interna-cionales como agentes que jugaron un papelfundamental para facilitar (o bloquear) di-chos procesos de reforma. El caso de Ecuadorofrece un ejemplo útil para ilustrar este pun-to. Si bien la reforma no fue una iniciativa dela clase política en el poder sino una deman-da social alimentada por distintas organiza-ciones de mujeres de la sociedad civil, los par-tidos políticos rápidamente “adoptaron” laagenda de reformas en un intento por legiti-marse en medio de una amplia crisis de lasinstituciones políticas en general y de los par-tidos en especial.

Una tercera contribución del libro es plan-tear la brecha que persiste entre la representa-ción política de mujeres y la adopción de po-líticas públicas de género. Más allá de discu-tir la “eficacia numérica” de las cuotas paraotorgar más escaños a las mujeres, el libroplantea preguntas necesarias sobre la capaci-dad de las mujeres y de los (líderes de los)partidos políticos para diseñar una agenda co-mún de reformas que ambos estén dispuestosa discutir y legislar. Nuevamente, el caso deEcuador es relevante para ilustrar la presenciade importantes mujeres en cargos de lideraz-go político, cuya participación política ante-cede en algunos casos la adopción de sistemasde cuotas. Habría sido impensable concebirla dinámica legislativa, subnacional o minis-terial sin la participación de Alexandra Vela(DP), Nina Pacari (PACHAKUTIK) o Susa-na Gonzáles (PSC), por mencionar unos ca-sos. Sin embargo, la agenda de género enEcuador todavía tiene muchas páginas enblanco, en espera de legislación sobre temascruciales. Desde la perspectiva académica,queda mucho por hacer para analizar sistemá-ticamente el papel que han tenido las legisla-doras en la iniciación de agendas de género,formación de comisiones y articulación decoaliciones temáticas.

El libro inicia y concluye con una sanaadvertencia a sus lectores. Citando a la Con-

reseñas

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Reseñas

1 Van Cott, Donna,1999, Indigenous Peoples and Demo-cracy in Latin America, St. Martin´s Press, New York.Yashar, Deborah, 2005, Contesting Citizenship: Indige-nous Movements and Democracy in Latin America.,Cambridge University Press, Cambridge.

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vención sobre la eliminación de todas formasde discriminación contra la mujer, afirmaque las cuotas electorales son “medidas espe-cificas de carácter temporal, encaminadas aacelerar la igualdad de facto entre el hombrey la mujer (art. 4 CEDAW)”. En la medidaen que las cuotas son un instrumento paraconseguir una mejor representación política,es necesario mover el debate hacia los dile-mas de representación política y rendición decuentas, carreras políticas y formación decoaliciones, dinámicas legislativas y adop-ción de políticas públicas, es decir, analizarlas arenas políticas favorables para una efecti-va representación de género. La publicaciónde este libro, así como la existencia de nuevasy detalladas bases de datos en estos temas, seconvertirán en instrumentos fundamentalesque permitan a los estudiantes de género y deciencia política ofrecer respuestas empíricasa estas preguntas urgentes.

Andrés Mejía Acosta

Fander Falconí y Julio Oleas,compiladores, 2004,Economía ecuatoriana.Antología, Flacso-Ecuador, Quito.

Bienvenida la recopilación y ordenamientode ensayos sobre economía y ecología deEcuador, de Falconi y Oleas. Vasta y dispersaes la bibliografía sobre el tema, de modo queesta antología es de por sí meritoria, no obs-tante su discreta cobertura. Sin embargo,contiene interesantes artículos y fragmentosde textos publicados entre 1992 y 2002.

Asociar temas económicos y ecológicos estrascendente, en tanto se exploran integracio-nes conceptuales para ahondar -al tenor de lacontemporaneidad- postulados, hipótesis y te-sis de esos campos científicos. Esa aproxima-ción académica aporta enfoques e investiga-ción que enriquecen el acervo de antecedentesy de soluciones a problemas concretos en quese requiere el concurso de ambas disciplinas.

La antología consta de ocho artículos:cuatro referidos a temas ecológicos diversosvinculados a conceptos económicos, queilustran la dificultad de asociar estos dos co-nocimientos -sobre todo en ensayos-, sin queasomen algunas incongruencias, por lo inci-

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piente todavía de su interrelación. Falta aúnmucho para que -mediante investigaciones,especulaciones de tesis y, entre otros, el deba-te esclarecedor-, se logren concatenar eficaz-mente contenidos teóricos y prácticos deecología y economía.

Otros cuatro artículos son temas tradicio-nales de política económica: dos previos a ladolarización, centrados en diagnósticos espe-cíficos (el ancla cambiaria, de Jaramillo y, elfracaso de las reformas, de Nazmi) que, sinembargo, en su contexto, aportan mensajesválidos. Los dos restantes contienen proposi-ciones: el de estabilización de Schuldt yAcosta, con un planteamiento sobre estabili-zación con reactivación, instrumentalizado através de numerosas políticas específicas; y, elartículo sobre política fiscal en la dolariza-ción, de Samaniego, que postula, en el nue-vo régimen monetario, el equilibrio (conta-ble) del sector público, y sugiere que la polí-tica fiscal sea proactiva por el lado del gastoy también en el del ingreso.

Preside esta antología un interesante plan-teamiento teórico y factual de los compilado-res, con horizontes conceptuales más vastosque el conjunto de los artículos. Lleva sus ar-gumentos hasta el reconocimiento de la cri-sis del pensamiento económico contemporá-neo explicitado, por un lado, en la crisis teó-rica y, por otro, en la insuficiencia del conte-nido del desarrollo, en particular en su adje-tivación humana y de sostenibilidad, acom-pañado por la preeminencia ideológica y laausencia de debate que abona el dogmatis-mo, como el ostentado por la afirmaciónneoliberal: “cambiar la realidad para que seajuste a la teoría”. También contiene suge-rencias que vale discutir, como la “normali-dad” científica, asociada a una agenda paracontribuir “a la solución de problemas senti-dos en la sociedad”.

La economía -como disciplina y como co-nocimiento especializado y de métodos pararesolver problemáticas de conglomerados hu-

manos, de empresas y del Estado- es apremia-da por otras ramas científicas y, lo más intere-sante, por agrupaciones sociales que le exigenrespuestas a situaciones y necesidades objeti-vas. Por otro parte, la ecología ha llegado tar-de al debate; recientemente se están admi-tiendo sus problemáticas y sus relaciones conla economía, no obstante las demandas ur-gentes para resolver el deterioro ambiental yel tema de costos y beneficios de proyectosque lesionan el medio, pero que tienen valoreconómico mercantil.

Se supone -tanto en la teoría como en lapraxis- que si la economía resolviera sus pro-pios nudos conceptuales y poseyera suficientesrespuestas para abordar problemáticas econó-micas reales, la ciencia y el practicismo deotras disciplinas tendrían más luces y opcionespara ahondar sus teorías y formular solucionesa los temas reales de sus ámbitos respectivos.Pero, en verdad, la economía no ha sido tan ri-ca en contribuciones. El pensamiento econó-mico siempre ha ido detrás de los hechos, y loseconomistas han pensado y teorizado en fun-ción de las realidades de sus tiempos. Las tesisexplicitadas o extraídas de obras que han tras-cendido su época -sin restarles méritos cientí-ficos y éticos- siempre están sometidas al rigu-roso test de la realidad presente que, por lo ge-neral, no las avala o las relativiza.

Queda aún mucho por recorrer para que laeconomía y la ecología concatenen áreas fron-terizas o sobrepuestas de sus ámbitos científi-cos, y puedan ofrecer criterios y métodos desoluciones más allá de los iniciales conocidos.La evolución de las ciencias sociales sugiereque es más prolongando que breve el lapso demaduración de concepciones que tocan acti-vos e intereses patrimoniales, como sucedecon las áreas en que la economía y la ecologíaestán llamadas a trabajar conjuntamente.

La contribución del pensamiento econó-mico histórico, a saber, identificar temas re-levantes y formular conceptos, teorías y me-todologías, seguirá progresando si sus culto-

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res apuntan más a dilucidar los problemasobjetivos contemporáneos, que a investigar sise cumple tal o cual postulado teórico clásicoo neoclásico. Para la academia, las verifica-ciones o rechazos de leyes o tesis históricasson útiles, pero, sin duda, son más priorita-rias las soluciones de problemas ingentes de-rivados del funcionamiento de la actual eco-nomía salvaje de mercado y del daño ecoló-gico en curso.

La ecología, por otro lado, ha introducidoen la economía -así como también lo han he-cho los temas sociales, políticos y de la go-bernanza- tópicos relevantes que auspician lainvestigación y la controversia para enrique-cer el pensamiento contemporáneo, y quecoadyuvan a dilucidar el origen y la soluciónde las problemáticas que van marginando alas amplias mayorías humanas del planeta yde las naciones, del desarrollo científico ytecnológico, y del crecimiento de la econo-mía moderna.

Enrique Sierra C.

Javier Ponce Leiva, editor, 2005,La seguridad del Ecuador.Del 11 de septiembre al Plan Patriota,Flacso-Ecuador, PRADI, Quito.

El Programa de Actualización de Diplomáti-cos (PRADI) recopiló en 4 volúmenes los te-mas más destacados de la política exteriorecuatoriana actual: emigración, seguridad, re-laciones Ecuador-Estados Unidos y comercioexterior. El objetivo de este proyecto consistióen propiciar la producción académica de losdiplomáticos ecuatorianos en los asuntos queal momento causan las mayores controversiasen el Ecuador, no sólo por las dudas que ge-nera su posible tratamiento, sino tambiénporque ameritan una seria reflexión por partede todos los actores involucrados.

Sin duda, este proyecto constituye una ex-celente iniciativa del editor, Javier Ponce Lei-va, quien a través del PRADI logró imple-mentar un proyecto que no se limitó a lo lo-cal, sino que por el contrario estableció unsistema de trabajo virtual a fin de facilitar laparticipación de los diplomáticos ecuatoria-nos que se encontraban en misiones en el ex-terior, y su interacción con tutores nacionales

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e internacionales de gran prestigio. Como re-sultado, cada uno de los libros del PRADIconstituye una selección de los mejores traba-jos realizados, de entre todos aquellos que pu-dieron participar de este proyecto.

Dada la amplitud de este programa me per-mitiré hacer una reseña sólo del volumen titu-lado Seguridad de Ecuador. Del 11 de Septiem-bre al Plan Patriota. Este trabajo se suma a laprolífica producción bibliográfica sobre temasde seguridad y que es el resultado de un reno-vado interés sobre este tópico. Dentro de estevolumen, el primer trabajo, de autoría de Artu-ro Cabrera, aborda la necesidad de reorientar ladiscusión internacional sobre seguridad haciael ser humano. Se concentra en la discusión ge-nerada en el seno de los distintos foros interna-cionales, enfatizando de manera crítica en susplanteamientos. En este sentido, el autor de es-ta sección llama la atención del lector sobre lafalta de definición de ciertos conceptos y acer-ca de los posibles peligros que estas imprecisio-nes podrían ocasionar. Adicionalmente, apun-ta a promover una posición latinoamericanaautónoma, hoy casi inexistente, para definir supropia noción de seguridad humana.

El segundo trabajo trata sobre la “agendade seguridad para Sudamérica”. La idea cen-tral del texto sostiene que la seguridad regio-nal en América Latina, al momento, se en-cuentra en un período de transición desde lasdoctrinas diseñadas originalmente en térmi-nos militares y defensivos hacia un enfoque deseguridad democrática y humana. No obstan-te, el trabajo demuestra la existencia de algu-nos vacíos; de hecho, nunca llega a esbozar elsignificado de una seguridad asentada sobre lademocracia que tenga como eje central a laspersonas. Por otra parte, la autora cae en lo re-tórico al plantear un argumento orientado, ca-si de manera exclusiva, por el “deber ser”. Co-mo resultado, su aporte al debate académico oa la formulación de posibles vías de acción al-ternativas para consolidar una agenda de segu-ridad sudamericana, es muy débil. Esta situa-

ción le resta capacidad crítica al artículo, entanto pierde de vista los problemas que obsta-culizan la concreción del ideal en realidad.

Los autores de los cuatro artículos siguien-tes analizan la problemática colombiana y susefectos sobre la seguridad ecuatoriana desdediferentes enfoques y énfasis. Los trabajos deOscar Izquierdo, Mariela Salguero y RosaVásquez muestran muchas coincidencias ensu análisis, puesto coinciden en las siguientespremisas: a) el reconocimiento de que existeuna amenaza a la seguridad nacional ecuato-riana proveniente de la vecina Colombia, b)la necesidad de establecer un enfoque de se-guridad más centrado en el desarrollo social yeconómico interno, y c) la urgencia de propi-ciar un consenso entre los distintos actores dela sociedad civil para darle un tratamientoapropiado al tema. Por otra parte, los tres au-tores critican la posición del gobierno ecuato-riano. El primero señala que éste es más con-sistente con las presiones internas y externasque con un análisis profundo de las realesamenazas que enfrenta el Estado. Salguerocritica el enfoque de territorialidad de la de-fensa del país, mientras que Vásquez aduceque el Estado debería tener una posición másdemandante ante la comunidad internacionalpara acceder a una mayor asistencia comomedio para enfrentar los impactos del desbor-damiento de la lucha contra el narcotráfico.

El artículo de Montalvo, “El Ecuador frentea la política de seguridad democrática y el con-flicto colombiano”, que hemos dejado para elúltimo a propósito, es el que presenta la mejory más sólida argumentación. La idea central deltexto gira en torno a la existencia de un comple-jo de seguridad en la región Andina (conceptotomado de Buzan y Waever), el mismo que es-tá determinado por intereses de seguridad na-cionales muy vinculados entre sí y que, porconsiguiente, no pueden considerarse aislada-mente. En este marco, los intereses de seguridadparticulares de cada país andino toman formaen las diferentes percepciones que el conflicto

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colombiano genera, especialmente con respectoa sus efectos sobre sus propios territorios. Comoresultado se puede ver que los vecinos de Co-lombia pretenden mantener una asepsia frenteconflicto interno colombiano. Esto también haocasionado que los países andinos pierdan lavoluntad para establecer una agenda de seguri-dad andina común, pese a las evidentes y fuer-tes presiones estadounidenses. Finalmente, elartículo hace un recuento de la política exteriorecuatoriana frente a la política de seguridad de-mocrática colombiana, y señala que existe unamarcada tendencia hacia un mayor involucra-miento en el problema, la misma que obedece ala interpretación de las percepciones que el con-flicto genera, más que a un análisis estructuralde la situación, lo que demuestra una incapaci-dad gubernamental para modular eficiente-mente sus intereses, en lugar de asumir comopropias las problemáticas que le son ajenas.

A manera de conclusión, podría decirseque la real innovación de este volumen delPRADI proviene de la inserción del cuerpo di-plomático en el debate sobre temas de seguri-dad, que -como reconoce el editor en la intro-ducción- requiere una mayor participación ydinamismo de la clase política ecuatoriana. La-mentablemente, los aportes a lo largo del libromuestran una debilidad en el manejo concep-tual del término y en las recomendaciones pa-ra el frente externo. En general, sería aconseja-ble ampliar la investigación sobre seguridadpara poder determinar con mayor precisión lascomplejas interacciones que generan las per-cepciones de inseguridad. Finalmente, los au-tores tienen una marcada tendencia a hablardesde lo normativo, desde la postura del deberser, lo cual no es extraño tomando en cuentaque estos aportes vienen respaldados por la ex-periencia de quienes trabajan directamentecon la política exterior ecuatoriana. No obs-tante, es aconsejable profundizar un poco másen el tema para refinar el análisis.

Carla Álvarez

Franklin Ramírez Gallegos, 2005,La insurrección de abril no fue sólo una fiesta,Taller El Colectivo, Abya-Yala, Ciudad,Terranova, Feuce-Q, Quito.

El goce de la democracia radical

Ante la afirmación expresada a través del títu-lo que Ramírez-Gallegos ha escogido para suensayo, La insurrección de abril no fue sólo unafiesta, es casi inevitable que una interrogantese destaque incisivamente frente a los ojos dellector. Todo aquel que se encuentre empeñadoen desentrañar los posibles sentidos y poten-cialidades políticas derivadas de la dispersamovilización ciudadana que decantó en el de-rrocamiento de Lucio Gutiérrez el pasado 20abril, con mucha probabilidad no podrá dejarde preguntarse: ¿es pertinente nombrar conuna palabra tan fuertemente cargada de unasignificación evocadora de combatividad y ra-dicalidad, insurrección, al mencionado hechopolítico? En el caso de que se aceptase esta ma-nera políticamente explosiva de nombrar a lasjornadas de abril, el aura de inofensiva espon-taneidad que, por obra y gracia de no pocosintérpretes, las ha envuelto, se desvanecería.

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¿Si los sucesos de abril, desprovistos de esemanto de polvo de hadas con el que han sidorecubiertos no fueron únicamente una “fies-ta”, entonces qué fueron? En uno de los mássucintos y mejor logrados acápites del ensayo,Ramírez-Gallegos responde a esta última in-terrogante negativamente. Es decir, defineaquello que las jornadas de abril no fueron. Através de un tono narrativo marcadamenteácido, el autor arremete corrosivamente con-tra tres frentes que actualmente reclaman pa-ra sí el monopolio sobre la correcta interpre-tación del evento político en cuestión.

Para empezar, a las clases medias “cultas”que, muy pudorosamente, prefieren recono-cer en la reciente movilización en Quito úni-ca y exclusivamente una decidida adhesión dela ciudadanía a los valores del liberalismo de-mocrático, el autor les recuerda lo poco disi-mulables aspectos abiertamente anti-liberales(como son el grotesco racismo o el autoritariomachismo) que, insertados en su vida cotidia-na y formando parte de su cultura política,no dejaron de exhibirse en las calles durantela movilización de abril.

Por otro lado, frente a los torpes y mal in-tencionados paralelos trazados entre HugoChávez y Lucio Gutiérrez realizados por sec-tores oligárquico-reaccionarios, sobre todo li-gados al Partido Social Cristiano, Ramírez-Gallegos recalca lo que fue flagrantemente vi-sible: la disputa política central durante el úl-timo periodo de Gutiérrez en el poder giró entorno a las tradicionales querellas entre dospartidos orgánicos de viejas y nuevas éliteseconómicas (el PSC y el PRE), y jamás entorno al enfrentamiento entre las élites eco-nómicas y un polo popular en el gobierno,como sí que sucede en el caso venezolano.

Finalmente, desafiando la postura de unaizquierda de vieja escuela, doblemente deso-rientada (primero, por un nostálgico anhelode ver en las calles únicamente a sectores po-pulares movilizados a partir de motivacionesnetamente económicas, y segundo, por la

arrogante pretensión de estar en capacidad dedevelar la falsa conciencia de todo actor polí-tico), Ramírez-Gallegos propone una alterna-tiva interpretativo-política. Ésta consiste, bá-sicamente, en tomarse más en serio las razo-nes que arguyen los propios actores para fun-damentar sus acciones políticas. Junto a estaopción teórica que no subestima la capacidadreflexiva de la gente, y que evita desdeñar susrazones como si fueran meros síntomas deuna realidad más fundamental (su posiciónde clase, etc.), Ramírez-Gallegos conmina ano descartar de antemano las posibilidades deradicalización de ese ambiguo sector socialdenominado clase media. Movilizados porvez primera, y por motivaciones fundamen-talmente ético-políticas (no económicas) cier-tamente no reducibles a la indignación racis-ta de los “liberales bienpensantes”, quizás los“clasemedieros” urbanos, como los llama elautor, inaugurados en la vida pública en abril,puedan eventualmente constituirse comouno de los puntales sociales en la construc-ción de un orden político sustantivamentedemocrático.

El reconocimiento de la potencialidad de-mocratizadora del evento de abril sugerida enla última línea no es en lo absoluto arbitraria.Lejos de ello, se deriva del reconocimiento ycomprensión de las causas de la movilización.La estrategia teórica o explicativa que adoptaRamírez-Gallegos para determinar tales cau-sas consiste en escudriñar, no las intencionesde la multitud movilizada en abril, sino elmomento en el que tal multitud irrumpió enla esfera pública. Es decir, alejándose de ex-plorar lo que hayan procurado o dejado deprocurar las tantas personas que salieron a lascalles (aspecto por lo demás, en última ins-tancia, insondable), el autor apunta a com-prender el por qué de su acción a partir deaclarar cuándo la llevaron a cabo. Dos carac-terísticas definen el momento en medio delcual se configuró y a partir del cual se puedeexplicar la movilización ciudadana de abril.

reseñas

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Reseñas

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La primera característica comprende un pe-riodo anterior al régimen de Gutiérrez, y serefiere a la ausencia de hegemonía política enel país, exacerbada desde los noventas. Deacuerdo al autor, la escasa capacidad de con-solidar un liderazgo intelectual y moral porparte de las élites, ha determinado la utiliza-ción patentemente instrumental de la ley y delos diversos órganos del estado, y ha confina-do la política a un juego de astucia en el queel choque de fuerzas y las componendas entrelos partidos se desentiende de todo mecanis-mo público de rendición de cuentas. Es enmedio de este vacío hegemónico que Gutié-rrez y su flamante maquinaria partidaria acce-den al poder, adoptando inmediatamente lasreglas del juego político que se imponen ental contexto (reglas reducibles a degradar lapolítica a la mafiosa politiquería orientada aacceder a y a mantenerse en el poder usandocualquier medio). Sin embargo, adentrándo-nos en la segunda característica del momentoen el que estalla la reacción ciudadana, hayuna característica distintiva del gobierno deGutiérrez con respecto a los anteriores. Éstase refiere, nos dice Ramírez-Gallegos, a la ma-nera en que aquél vinculó su estrategia de go-bierno con la estrategia militar. En efecto, sise piensa en las retaliaciones que sufrieron al-gunos opositores al régimen o en la estratage-ma clientelar utilizada para contener y debili-tar al movimiento indígena, la lógica disuasi-va propia de los servicios de inteligencia mili-tar caracterizó claramente al “gutierrato”(nombre que escoge el autor para señalizar lacercanía, sobre todo en cuanto al persistenteuso de estrategias militares, que guardó esterégimen con el “fujimorato” estudiado por lossociólogos peruanos). Es, en suma, duranteun periodo en el que se torna completamen-te visible la arbitrariedad del poder, o en elque la ilegitimidad se reconoce como instala-da en el centro mismo del sistema político,que se desencadena la expresión de resistenciade la ciudadanía.

A la luz de esta explicación centrada en elcuándo de la movilización, y partiendo de unaperspectiva ética proveniente de la tradiciónradical de pensamiento democrático moder-no, Ramírez-Gallegos no podía sino denomi-nar a las jornadas de abril como una insurrec-ción, y lo que es más, no podía sino conside-rar a tal insurrección como legítima. Superan-do esa ansiedad por la estabilidad propia delrégimen presidencialista (reforzado con las re-formas constitucionales de 1998), ansiedadtan estrechamente vinculada a los imperativosde orden fiscal emanados desde los organis-mos financieros internacionales, el autor notitubea en defender el derecho a la resistenciay al desacato por parte de la ciudadanía cuan-do el poder es ejercido de manera ilegítima.

Probablemente los acápites destinados a ladescripción de las formas concretas mediantelas cuáles la ciudadanía ejerció su derecho a laresistencia sean los más valiosos en términosdel acervo histórico que ofrecen para la poste-ridad. Y a su vez, me atrevería a decir, por ladesenfadada implicación ética que el autorasume en estas partes del texto, su escrituraadquiere mucha mayor fuerza que en los lu-gares en los que pesa más la escrupulosidadteórica. Con la minuciosidad gozosa del cóm-plice, al estilo de una etnografía comprometi-da, Ramírez-Gallegos ofrece un recorrido porlas calles del Quito desvelado en abril. La des-centrada plataforma comunicativa ofrecidapor la radio entendida como condición deposibilidad para la desbordante auto-convo-catoria ciudadana. El vínculo entre las prácti-cas de la vida cotidiana y las estrategias decontestación al poder tan creativamente des-plegadas durante las varias noches de insu-rrección. El inédito carácter nocturno y rota-tivo de la presencia de los marchantes en lascalles. La total independencia con respecto alos partidos políticos y la ausencia de lideraz-gos tradicionales entre los movilizados. Me-diante la atenta exploración de éstas y otrascaracterísticas de la insurrección, Ramírez-

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Reseñas

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Gallegos destaca y a su vez se vuelve partícipede su espíritu gozoso, anti-solemne y creativo.

Reconociendo que, hasta hoy, la insurrec-ción democrática de abril no ha reconfigura-do al sistema político, el autor sabe que porsu mismo carácter intempestivo, esta insu-rrección (como cualquier otra) por sí sola nide lejos asegura la estabilización de nuevosmecanismos de participación democrática.Pero sin detenerse en el reconocimiento de es-te límite, Ramírez-Gallegos no deja de exaltarla libre, siempre singular e inasible expresiónde la subjetividad presente en el ciclo de in-tervenciones públicas ciudadanas que podríaabrirse tras la experiencia de abril.

La revuelta ciudadana que tuvo a Quitocomo su escenario fue una tremenda fiestapública a la que afluyó y en la que proliferó lafuerza de subjetividades individuales. ¿Quiénlo dudaría? Sin embargo, lo que nos recuerdaRamírez-Gallegos es que esa fiesta no fue enmodo alguno inofensiva: a juzgar por el mo-mento en el que estalló en las calles, muchosentre quienes se auto-convocaron a esta pecu-liar fiesta se presentaron o salieron de ella consu individualidad rozada por la explosivamarca de la insurrección.

Alvaro Campuzano ArtetaSociólogo, M.A. Humanities and Social

Thought (Dartmouth University)

Mauro Cerbino, editor,Violencia en los medios de comunicación, generación noticiosa y percepción ciudadanaFlacso-Ecuador, Quito, 2005.

En tiempos de teorías débiles, desorienta-ciones valorativas y normativas, y subjetivida-des ligeras -combinación que se experimentacomo incertidumbres existenciales y nebulo-sidad política-, el tema de la violencia de su-cesos criminales en los medios de comunica-ción de “masas”, como el de su “correlato re-ceptivo”, las audiencias, es de crucial impor-tancia si queremos repensar nuevas alternati-vas para el ejercicio reflexivo de la opiniónpública y ciudadana.

El libro Violencia en los medios de comuni-cación, generación noticiosa y percepción ciuda-dana podemos inscribirlo al interior de losprocesos de la llamada “modernidad reflexi-va”, en tanto cumple con dos de las condicio-nes básicas inherentes a ella: un mundo de lavida, cada vez más constituido en relación almundo mediático (diferente al de hace unasdécadas, que se constituía más desde los an-clajes espacio temporales tradicionales) y el desistemas expertos cuya misión está en generar

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Reseñas

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conocimientos sobre los sistemas y subsiste-mas sociales y culturales, que van permeandoprogresivamente, ya sea por vías académicas opor la socialización mediada, un conjunto desaberes que son a su vez re-apropiados por lossujetos sociales que, en la modernidad tardía,buscan o deberían buscar, fuentes de sentidopara sus propias vidas colectivas.

Centrándonos en el campo acotado de lacomunicación, el libro cubre una laguna en lareflexión académica ecuatoriana y busca enta-blar puentes con ese ejercicio profesional delperiodismo que, me atrevo a decir, junto aldel publicista y al profesional del marketing,configuran una trama de la comunicacióninstitucional dominante en la formación delas nuevas audiencias, nuevos actores socialesy hasta de las nuevas simpatías políticas.

Uno de los argumentos que atraviesa va-rios de los ensayos presentados ya sea por es-tudiosos de Colombia, Chile y Ecuador, co-mo por periodistas de investigación locales, esel de situar a los medios de comunicación co-mo el nuevo narrador nacional que da cohe-sión imaginaria, y tal vez simbólica, a las per-cepciones y sentidos generados en el espaciopúblico, y que cuenta con una acentuada cre-dibilidad ciudadana, producto de la caída o eldebilitamiento de otros referentes institucio-nales para dar sentido al mundo. Sin embar-go, es tanto más peligroso no criticar a estenarrador nacional cuanto más credibilidad va-ya obteniendo de sus receptores-consumido-res, pues las respuestas sociales a los conflictosy a la violencia dependen en buena medida dela capacidad de interpelación y juicio a lo quesale publicado en esos medios.

El tema de la seguridad ciudadana es sinduda un tema clave en las agendas tanto deinvestigadores sociales como de los políticosde gobiernos nacionales y municipales. Lasatmósferas de incertidumbre y desconfianzaal otro se conjugan con sensaciones de orfan-dad migratoria, penuria económica y presiónconsumista. Combinación que no sólo es ex-

plosiva en contextos urbanos, sino en toda laregión Latinoamérica. Si esto tiene la enver-gadura que algunos analistas remarcan, sevuelve más preocupante el listado de sínto-mas que el periodismo noticioso tiene segúnse puede colegir de la lectura de este intere-sante libro. Como ejemplo, quiero dejar ano-tados algunos:

1) apelación continua al sentido comúnpor parte de editores y periodista a la hora deconstruir y elaborar sus textos noticiosos;

2) la presencia de la violencia en los me-dios, genera por lo menos tres impactos: acos-tumbramiento (que termina en la indiferen-cia cognitiva y la insensibilidad afectiva); re-petición (una paradoja que se establece en elrecepetor, pues a más afán de primicias nove-dosas, más madura el sentimiento de lo mis-mo); y temor (una dialéctica entre semióticaafectiva y rentabilidad empresarial, pues co-mo bien lo señala Jesús Martín Barbero, hayun contubernio entre los medios y los miedosque paralizan la apertura necesaria para co-municarse con el otro, el diferente, la alteri-dad);

3) las rutinas profesionales instauran unaslógicas de la producción y generación noti-ciosa que si bien se explican por las urgenciastecnológicas y coyunturales del campo perio-dístico, tienen consecuencias nefastas cuandoellas obliteran la reflexión y la sensibilidadresponsable de lo que se escribe y como se es-cribe.

Hay otra consideración digna de destacarde este libro. El periodismo encargado de cu-brir los sucesos de violencia criminal partici-pa, conciente o inconscientemente (lo que noes excusa política), de la construcción socialdel enemigo y la “homogenización significa-tiva” entorno a éste. Esta homogenizacióntanto interpretativa como valorativa calza conesas políticas globales de seguridad, que de-sean sellar en el discurso, las adherenciasideológicas a procedimientos poco democrá-ticos de control social, que no ve matices, di-

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Reseñas

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reseñas

ferencias históricas, determinaciones locales,etc. En tiempos de regeneraciones urbanas, elperiodismo tiene la responsabilidad de cues-tionarse cómo construye sus representacionesde la ciudad, de la cultura urbana, pues es no-toria la contradicción en la que incurrencuando en algunas de sus secciones exaltanlos nuevos espacios públicos regenerados, in-vitando a ser recorridos y disfrutados, al mis-mo tiempo que, en otras secciones, adviertende los peligros de sectores y dinámicas urba-nas amenazantes que asechan, ni siquiera enlas sombras, sino a plena luz del día. Si debie-ra hacer una pregunta -inspirada en el psicoa-nálisis- a esta problemática, sería: ¿cuál es laparticipación de los medios de comunicaciónen los males que denuncian? ¿Qué deben ex-pulsar de su práctica televisiva o “escritural”,para poder construir sus relatos noticiososque, según el canon, deben ser objetivos, im-parciales y veraces? Probablemente una res-puesta tentativa sería: la subjetividad del ma-lestar que no se satisface sino reiterando elequívoco del texto que a su vez se cree ciertoy representativo de la realidad. Pero esto esmás un tema interdisciplinario que específi-camente comunicacional.

Otra parte destacable a grosso modo en es-te libro son las recomendaciones y sugeren-cias que los académicos hacen a los periodis-tas y a la propia institución mediática. Conun espíritu conciliador y dialogante se invitaa discutir las agendas, a romper estereotiposmutuos entre académicos y profesionales delperiodismo, pero sobre todo a reflexionar so-bre las lógicas y rutinas profesionales de gene-ración noticiosa, que sumado a la creacióntanto de observatorios de medios como deveedurías mediáticas a las políticas de desa-rrollo urbano, mejoren la calidad noticiosa ypor ende la calidad de la esfera pública.

Un comentario aparte merece el ensayoinvestigativo de Mauro Cerbino (quien tam-bién abre el libro con una introducción que

problematiza la relación entre medios y au-diencias), que se titula “Maniqueísmo y per-sonalización en el cubrimiento periodísticode acontecimientos violentos: el ‘caso Fybeca’en el Diario El Universo de Guayaquil”. Sonmuy pocos los ensayos críticos y analíticosque se hacen y publican con rigor académicoen nuestro país. En este caso se enfrenta unatemática que no sólo afecta al modos operandidel ejercicio profesional periodístico, sino a lacomunidad de ciudadanos interesados porhacer el seguimiento noticioso de un caso quecuestiona la viabilidad y rectitud de la justi-cia, la investigación policíaca, el papel del Es-tado y el tratamiento mediático. Con unabordaje a medio camino entre la ortodoxiametodológica y la inventiva creativa, el textoescudriña paso a paso cómo se fue constru-yendo el sentido del mencionado “caso”, có-mo afectaron en su tratamiento, la disposi-ción espacial de fotos y titulares, cómo se hil-vanaron los discursos, y de modo oblicuo, có-mo estuvo presente los fondos ideológicosque marcaron la posición del diario frente alsituación, los poderes y los actores.

Sin duda, el libro será de ayuda para estu-diantes y académicos de la comunicación,pues a partir de un tema particular, puedenaproximarse al corazón mismo de los estudioscomunicacionales, sus vicisitudes conceptua-les, sus problema metodológicos, sus aproxi-maciones teóricas y, sobre todo, reinvindicarpara el campo de estudio, el necesario diálo-go entre los actores que tienen en sus manosla enorme responsabilidad de comunicar o, loque es lo mismo, de representarnos el mundoen que vivimos.

Carlos Tutivén Román

156ÍCONOS 23, 2005, pp. 143-154

Reseñas

Page 157: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Ediciones de FLACSO - Ecuador

Un tratado de libre comercio, en estricto sentido,

debería ser un instrumento de intercambio y de

desarrollo para los países y regiones que participen

en él. ¿Por qué el TLC que actualmente se negocia

entre tres países andinos (Ecuador, Perú y Colombia)

y Estados Unidos ha suscitado tanta polémica,

así como adhesiones críticas? ¿Se trata de un tratado

de libre comercio únicamente? ¿Qué implicaciones

políticas, económicas, sociales y de soberanía tiene

este tratado para los posibles firmantes de

este tratado? Estas y otras más son las interrogantes

que este libro pretende responder desde

una perspectiva analítica crítica y multidisciplinaria.

Serie FORO

TLC.Más que un tratado de

libre comercioEditores: Alberto Acosta y Fander Falconí

FLACSO-Ecuador - ILDIS - 2005

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Política editorial

ICONOS es la revista especializada en ciencias sociales de Flacso-Ecuador. Fue fundada en 1997 y su objeti-vo es estimular un tipo de reflexión que vincule las inquietudes académicas de las ciencias sociales con prob-lemas de la realidad social. La revista está dirigida a la comunidad científica y a quienes se interesen por cono-cer, ampliar y profundizar, desde perspectivas académicas, temas de debate social, político, cultural yeconómico del país, la región andina y el mundo en general.

La revista recibe artículos durante todo el año siempre que éstos se ajusten a la política editorial y a las nor-mas de presentación de originales. Por el carácter especializado de la revista, se espera que los artículos pre-sentados sean de preferencia resultados o avances de investigación en cualquier área de las ciencias sociales.También se aceptan ensayos que se apoyen sólidamente en bibliografía especializada, análisis de coyunturanacional o internacional que partan de aproximaciones académicas y/o entrevistas de interés para el campode las ciencias sociales. Para la selección de artículos se utiliza un arbitraje bajo el sistema de doble ciego (peerreview).

Cada edición de ÍCONOS se arma en torno a un tema central, recogido en la sección Dossier. En cada edi-ción existe un Coordinador del Dossier, quien es un/una especialista en el tema, y con quien debe coordi-narse la publicación en esta sección (información: [email protected]).

La sección Debate presenta textos críticos sobre artículos publicados en ediciones anteriores de ÍCONOS asícomo artículos de debate y confrontación teórica y analítica.

Diálogo es la sección de entrevistas temáticas y biográficas a académicos/as de las ciencias sociales.

Temas es una sección amplia. Recoge análisis y ensayos con temática libre, artículos de coyuntura nacional einternacional y análisis sobre temas internacionales y/o transnacionales.

Reseñas es la sección de crítica bibliográfica. Se incluyen tanto comentarios críticos a obras de ciencias socialescomo estados de la cuestión sobre un tema determinado.

ICONOS se publica tres veces al año en los meses de enero, mayo y septiembre.

Page 159: La rebelión de abril - FlacsoAndes

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Normas para la presentación de originales

Las personas interesadas en publicar artículos en la revista ÍCONOS deberán enviar su original por correoelectrónico a [email protected] y respetar las siguientes normas:

1. Los artículos deben ser originales, inéditos en español y no estar aprobados para su publicación en otrasrevistas.

2. El Consejo Editorial de ÍCONOS se reserva el derecho a decidir sobre la publicación de los trabajos, asícomo el número y la sección en la que aparecerán. Para su evaluación y selección final, los artículos se-rán enviados a lectores anónimos, quienes emitirán un informe bajo el sistema de doble ciego (peer re-view).

3. En una hoja aparte, el autor o autora hará constar su nombre, grado académico y/o estudios, adscripcióninstitucional o laboral, el título del artículo, la fecha de envío, dirección postal y correo electrónico. Sedebe indicar expresamente si el autor desea que se publique su correo electrónico (llenar formulario).

4. Los artículos deben estar precedidos de un resumen no mayor a 800 caracteres con espacios (100 a 150palabras) en español e inglés. Esta norma no se aplica para la sección Reseñas.

5. Los autores deben proporcionar de cinco (5) a ocho (8) descriptores o palabras clave que reflejen el con-tenido del artículo. Éstos deben constar tanto en español como en inglés. Esta norma no se aplica parala sección Reseñas.

6. El título del artículo no deberá ser mayor a 10 palabras.

7. La extensión de los artículos variará según las secciones de la revista, se medirá en el contador de pala-bras de Word y será como sigue:

Dossier: de 25.000 a 35.000 caracteres con espacios (cce)Debate: de 20.000 a 25.000 cceDiálogo: de 20.000 a 30.000 cceTemas: de 20.000 a 25.000 cceReseñas: de 6.000 a 8.000 cce

8. La primera vez que aparezcan siglas deberá escribirse su significado completo, luego las siglas.

9. Sobre cuadros, gráficos y tablas:

9.1 Deberán estar incorporados en el texto de forma ordenada. 9.2 Deberán contener fuentes de referencia completa.9.3 Cada uno contará con un título y un número de secuencia (Ejemplo: Tabla 1. Presupuesto por orga-

nización, zona y monto). 9.4 Los gráficos pueden enviarse de forma separada en cualquier formato legible estándar (indicar el

formato), siempre que en el texto se mencione la ubicación sugerida por el autor. Para asegurar lacalidad final, el autor/a hará llegar a la redacción un archivo digital con alto nivel de resolución (encd, disquette, zip, usb u otra forma de archivo).

10. Las citas bibliográficas que aparezcan en el texto deben ir entre paréntesis, indicando el apellido del au-tor, año de publicación y número de página. Por ejemplo: (Habermas 1990:15). La referencia completadeberá constar en la bibliografía.

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11. La bibliografía constará al final del artículo y contendrá todas las referencias utilizadas en el texto. Se en-listará la bibliografía de un autor en orden descendente según el año de publicación (2004, 2003,2002…).

12. La bibliografía se enlistará siguiendo el orden alfabético de los autores y las siguientes formas:

Libro de un autor:Apellido, Nombre, año de publicación, Título del libro en cursiva, editorial, lugar.

Ejemplo: Laclau, Ernesto, 1996, Emancipación y diferencia, Ariel, Buenos Aires.

Libro de más de un autor:Apellido, Nombre y Nombre Apellido, año de publicación, Título del libro en cursiva, editorial, lugar.

Ejemplo: Laclau, Ernesto y Chantall Mouffe, 1985, Hegemony and Socialist Strategy. Towards aRadical Democratic Politics, Verso, Londres.

Artículo en libro de editor (es), coordinador (es) o complilador (es):Apellido, Nombre, año de publicación, “Título del artículo entre comillas”, en Nombre Apellido, pala-bra que corresponda “editor”/ “editores”/ “coordinador”/”compiladores”, etc., Título del libro en cursiva,editorial, lugar.

Ejemplo: Muratorio, Blanca, 2000, “Identidades de mujeres indígenas y política de reproduc-ción cultural en la Amazonía ecuatoriana”, en Andrés Guerreo, compilador, Etnicidades, FLAC-SO-Ecuador, ILDIS, Quito.

Artículo en revista:Apellido, Nombre, año de publicación, “Título del artículo entre comillas”, en Nombre de la revista encursiva, No. de la revista, editorial, lugar, páginas que comprende.

Ejemplo: Coraggio, José Luis, 2000, “Alternativas a la política social neoliberal”, en ÍCONOS,No. 9, FLACSO-Ecuador, Quito, p. 52-59.

13. Los artículos presentados para la sección Reseñas deben incluir toda la información bibliográfica del li-bro al que se haga mención.

14. ICONOS se reserva el derecho de realizar la corrección de estilo y los cambios editoriales que considerenecesarios para mejorar el trabajo.

15. Los artículos que se ajusten a estas normas serán declarados como “recibido” y puestos a consideracióndel Consejo Editorial para su evaluación antes de ser “aprobados”. El mecanismo de evaluación se expli-ca en la norma 2. Los artículos que no se ajusten a estas normas serán devueltos a sus autores y serán de-clarados como “no recibido”.

Page 161: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Ediciones de FLACSO - Ecuador

El libro tiene como objetivo analizar el papel de la agricultura en las negociaciones multilaterales,desde la perspectiva de los países que requierenexpandir el comercio agrícola para mejorar las

condiciones de vida de sus sociedades. El contenidoincluye un análisis crítico del marco jurídico internacional

que proporciona el Acuerdo sobre Agricultura delGATT, y de los documentos de negociación más

actuales que se discuten en la OMC.Tanto el lector con conocimientos teóricos, como aquel que sólo buscainformarse sobre las reglas del comercio internacional,se encontrará con un compendio actualizado de losintereses nacionales que están definiendo la suerte

del comercio agrícola en el mundo. Además,comprenderá más sustancialmente el papel de los

países en desarrollo en el ámbito multilateral, frentea la compleja red de acuerdos bilaterales y regionales,que en muchos casos es promovida por los paísesdesarrollados, porque es en ese contexto donde

defienden más eficientemente sus intereses.

Serie TESIS

El comercio de productos agrícolasen la OMCMarcelo Gerona

FLACSO-Ecuador - 2005

Page 162: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Coyuntura

Violencia:peligros autoritarios y desafíos democráticosAugusto Barrera Guarderas

Recursos genéticos, conocimientos tradicionales y propiedad intelectual:piezas claves en los TLCMaría Fernanda Espinosa

Dossier

Dolarización y desdolarización:elementos para el debateIntroducción al DossierFander Falconi

Auge y derrumbe de la convertibilidadargentina: lecciones para EcuadorSaúl Keifman

América Latina:buscando el rumbo perdidoCarlos Parodi Trece

Dolarización y desarrollo humano en EcuadorCarlos Larrea M.

Dolarización o desdolarización¡esa no es toda la cuestión!Alberto Acosta

Costos del abandono de la dolarización en EcuadorMarco P. Naranjo Chiriboga

El dólar vale másUna reflexión sobre dinero, Estado e identidadEmilia Ferraro

Debate

La construcción social y cultural de la músicaComentarios al dossier de Íconos 18Hernán Ibarra

La identidad colectiva y el proceso de mo-dernización:entre coerciones universalistas y valores particularistasH. C. F. Mansilla

Diálogo

Otra globalización es posibleDiálogo con Boaventura de Sousa SantosFernando García y Miguel Chavarría

Temas

Es la lógica algo obsoleto?Un análisis de los acuerdos sobre la base de MantaTeodoro Bustamante

Sin el Fondo, ¿quién estará fuera del mundo?Teoría y práctica de la intervención del FMI en América LatinaFrancesco Martone

Elaborando el silencio:la respuesta de Sor Juana Inés de la CruzMercedes Prieto

Frontera

La provocadora soledad de la teoríaA propósito de la herencia intelectual de NorbertoBobbioJulio Echeverría

Las búsquedas de Norbert LechnerFelipe Burbano de Lara

Reseñas

José Antonio Figueroa Pérez,Del nacionalismo al exilio interior:el contraste entre la experiencia modernista en Cataluña y los Andes americanos,Roberto Follari

Luciano Martínez Valle,Dinámicas rurales en el subtrópico,María Dolores Vega

Carlos Larrea,Pobreza, dolarización y crisis en el Ecuador,Gustavo Arteta

Tamara Estupiñán,Tras las Huellas de Rumiñahui,Carlos Espinosa

Contenido de ICONOS 19, mayo 2004

Page 163: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Coyuntura

A las puertas del abismoLas implicaciones del TLC para EcudorHugo Jácome E.

Las formas de una guerra amorfa:drogas, democracia y derechos humanos en EcuadorFredy Rivera Vélez

Dossier

Patrimonio, políticas de la memoria e institucionalización de la culturaEduardo Kingman Gracés

Los centros históricos en la era digitalFernando Carrión

El Pelourinho de Bahia, cuatro décadasdespuésPaulo Ormindo de Azevedo

Exclusión constitutiva: las organizacionespantalla y lo anti-social en la renovaciónurbana de GuayaquilChris Garcés

Burocracia: museos, políticas culturales y flexibilización laboral en GuayaquilXavier Andrade

Museos y patrimonio:fracturando la estabilidad y la clausuraMireya Salgado

Debate

Dolarización y desdolarización: más elementos para el debateComentarios al dossier de Íconos 19Rafael Correa

Iconofilia y prácticas artísticasApuntes sobre la Bienal de CuencaAna Rodríguez

Diálogo

Marxismo, ensayo y ciencias socialesDiálogo con Alejandro MoreanoEduardo Kingman y Felipe Burbano

Temas

Musas, ondinas y misses:estereotipos e imágenes de las mujeres quiteñas enlos años treinta del siglo XXAna María Goetschel

Historias de misses, historias de nacionesAndrea Pequeño

Econometría, teoría política y económica:el Nóbel de Economía 2003Salvador Marconi

Frontera

Feminismo, fundamentalismo islámico y lapolítica de la contrainsurgenciaSaba Mahmood y Charles Hirschkind

Déficit democráticos y globalizaciónManuel Guedán

Reseñas

Mauro Cerbino,Pandillas juveniles: cultura y conflicto de la calleJosé E. Juncosa

Hugo Jácome Microfinanzas en la economía ecuatoriana:una alternativa hacia el desarrollo María S. Floro

Susana Andrade Protestantismo indígena P. Juan Bottasso S.D.B

Contenido de ICONOS 20, septiembre 2004

Page 164: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Dossier

Conflictos por petróleo y gas natural en la AmazoníaPresentación del DossierGuillaume Fontaine

Petróleo, seguridad ambiental yexplotación petrolera marina en ColombiaAlfonso Avellaneda Cusaría

Impactos sociales de la actividad petrolera en Ecuador:un análisis de los indicadoresTeodoro Bustamante y María Cristina Jarrín

Microconflictos ambientales y crisis de gobernabilidad en la Amazonía ecuatorianaGuillaume Fontaine

Camisea: ¿por qué cuesta tanto el gas barato?Carlos Soria

Los conflictos ambientales del gas bolivianoMarc Gavaldá Palacín

Debate

El patrimonio como domesticación de la culturaComentarios al Dossier de Íconos 20Gey Espinheira

Temas

La desventura de ser soltero: introduccióna la sociología rural de Pierre BourdieuLuciano Martínez Valle

Encuentros artísticos con el dolor, lamemoria y las violenciasPilar Riaño Alcalá

Coaliciones fantasmas, esencialismospolíticos y corrupciónFelipe Burbano de Lara

Reseñas

Francisco Delich.Repensar América LatinaCarlos de la Torre

Guillaume Fontaine, EditorPetróleo y Desarrollo Sostenible en Ecuador. 2. Las apuestasPedro Elías Galindo León

Contenido de ICONOS 21, enero 2005

Page 165: La rebelión de abril - FlacsoAndes

Coyuntura

El Tratado de Libre Comercio:¿va porque va?Fander Falconí y Hugo Jácome

Dossier

Religión, política e identidad

Presentación del DossierCarmen Martínez Novo

La conversión de los shuarSteve Rubenstein

El despertar político de los indígenasevangélicos en EcuadorSusana Andrade

El pluralismo religioso en la colonizacióncampesina de Caranavi-Alto Beni:iglesias y poder en la sociedadrural bolivianaAlberto Zalles

El embrión extra: ética de vida, ética deparentesco y cryopreservación en las clíni-cas ecuatorianas de fertilización in vitroElizabeth Roberts

Una obra del señor:protestantismo, conversión religiosa yasistencia socialMares Sandoval Vizcaíno

Religiosidad popular: ensayo fotográficoGonzalo Vargas y Francisco Jiménez

Debate

Gobernabilidad democrática, conflictossocioambientales y asistencialismoComentarios al Dossier de ÍCONOS 21Alex Rivas Toledo

Diálogo

El oficio de la etnografía políticaDiálogo con Javier AuyeroEdison Hurtado A.

Temas

Historia de vida de una mujer amazónica:intersección de autobiografía, etnografía ehistoriaBlanca Muratorio

Reseñas

Manuel Alcántara,¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de lospartidos latinoamericanosFlavia Freidenberg

Perla Petrich, editoraIdentités: Positionnements des groupes in-diens en Amérique LatineLuciano Martínez Valle

Kart Weyland, Carlos de la Torre, Gerardo Aboy,Hernán IbarraReleer los populismosHenry Allan

Jimmy López,Ecuador–Perú,Antagonismo, negociación eintereses nacionalesKatalina Barreiro Santana

Robert Norris,El gran ausente. Biografía de Velasco IbarraLautaro Ojeda Segovia

Contenido de ICONOS 22, mayo 2005

Page 166: La rebelión de abril - FlacsoAndes
Page 167: La rebelión de abril - FlacsoAndes

EL BUHO

Page 168: La rebelión de abril - FlacsoAndes

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