La pieza del mes…

Fuente “Bodas Españolas”

William Adams & Sons ca. 1846, Staffordshire (Inglaterra)

Antecámara (Sala II)

Isabel Ortega Fernández Técnico de Museos Museo Nacional del Romanticismo Octubre 2011

2

 ISABEL II ¡Dios bendiga su himeneo!... Que bajo tan santa guarda Será su reino dichoso, Próspera su vida y larga, Y brotarán de su trono Laureles, rosas y palmas.

DON FRANCISCO DE ASÍS

A un príncipe esclarecido, De inclinaciones hidalgas,

Altivo en los pensamientos, Y discreto en las palabras,

Une ISABEL su destino Con misteriosa lazada.

DOÑA MARÍA LUISA FERNANDA Por mirarte tan bella, Rosa florida, Un apuesto mancebo Te dio su vida. Por tanto amarte, Ha venido de lejos Para adorarte. Hace bien de adorarte, Perla preciosa, Que eres entre las perlas La mas hermosa. Tanta riqueza, La valoran las almas De mucha alteza.

DUQUE DE MONTPENSIER

Es sabido que tiene Merecimiento,

Quien eleva tan alto Su pensamiento.

Que es devaneo,

Aspirar á gigante, Siendo pigmeo.

Príncipe venturoso!...

Hijo del Sena, Manzanares te envía

La enhorabuena.

Que tu himeneo Es castálica cifra

De un real deseo.

M. M. de Alzaybar Extractos de Al fausto enlace de S.A.R. la augusta Reina de España, D.ª Isabel II, con S.A.R. el Sermo. Sr. Infante D. Francisco de Asis

3

INDICE 1.- Ficha Técnica 2.- Introducción 3.- Historia de la manufactura William Adams & Sons 4.- Apuntes sobre la producción de William Adams & Sons 5.- La estampación calcográfica como técnica cerámica decorativa y sus principales fuentes iconográficas 6.- La reina debe casarse: La elección del rey consorte 7.- El matrimonio regio: Isabel II y don Francisco de Asís 8.- La infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón y el duque de Montpensier: La ambición política del cuñado de la reina 9.- Árbol genealógico de los contrayentes 10.- Bibliografía

4

1.- Ficha técnica WILLIAM ADAMS & SONS Spanish Marriages (“Bodas Españolas”) ca. 1846 Reverso: “W ADAMS & SONS / SPANISH MARRIAGES / MADRID” Loza, vidrío, pigmento metálico/Moldeado, multicocción, estampado, vidriado 3,7 x 40 x 30,5 cm. Inv. 0727 2.- Introducción Ubicada en la Sala II (Antecámara) del Museo del Romanticismo, en esta fuente se representa el rito de las velaciones que, con ocasión de las dobles nupcias de la reina Isabel II y don Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz, y de la infanta María Luisa Fernanda de Borbón y don Antonio María de Orléans, duque de Montpensier, tuvo lugar en el entonces santuario de Atocha1 el 11 de octubre de 1846, al día siguiente de celebrarse la ceremonia religiosa, conforme al ritual romano, en el Salón de Embajadores del Palacio Real de Madrid.

Fuente “Bodas Españolas” Detalle de la escena principal

1 En la actualidad se trata de la Real Basílica de Atocha, gracia que le fue concedida por S.S. Pío IX en 1863, a petición de Isabel II.

5

En el centro de la escena principal, los cuatro contrayentes, de semiperfil a la derecha, permanecen bajo el velo sujeto por una dama de espaldas, arrodillados ante la autoridad eclesiástica que, de perfil a la izquierda y con el brazo en alto, oficia el rito. A su alrededor, otros prelados y miembros de la Iglesia permanecen de pie o arrodillados, sosteniendo báculos o incensarios suspendidos de largas cadenas. Detrás de los contrayentes, una figura femenina arrodillada representa a la reina María Cristina de Nápoles, que fue madrina de ambas bodas, junto al infante don Francisco de Paula en la de Isabel II y al duque de Aumale, hermano del duque de Montpensier, en la de la infanta Luisa Fernanda. En el ángulo inferior derecho, una figura masculina de pie, de perfil a la izquierda y ataviada a la moda del siglo XVII, sostiene en la mano un estandarte. Al fondo se distingue la presencia de otros personajes de difícil identificación, aunque se sabe que estuvieron representados los altos Cuerpos del Estado y que asistieron ministros, Grandes de España y los Presidentes del Congreso y del Senado, además de ujieres, mayordomos de semana, gentileshombres de casa y boca y reyes de armas, entre otros miembros del servicio de la Real Casa. Todo ello se representa en medio de un lujoso ambiente arquitectónico del que destaca un balcón al fondo que luce entre sus adornos el escudo real y desde el que, sentadas en sillones de alto respaldo rectangular, dos figuras femeninas observan la ceremonia bajo un gran arco de medio punto adornado con amplios y opulentos cortinajes. La escena principal se adorna con una decoración secundaria que, como comprobaremos más adelante, fue habitual en la producción de William Adams & Sons, conforme a la moda de la época. En particular, el borde presenta una cenefa de tréboles seguida en el ala de una ancha greca de motivos vegetales entrelazados que rematan en tréboles y otro tipo de hojas trifoliadas. Por último, una fina puntilla contribuye a enmarcar la escena principal.

Fuente “Bodas Españolas” Detalle del ala

6

Sin perjuicio de analizar a lo largo de este trabajo la técnica cerámica de la estampación calcográfica y los aspectos iconográficos de la loza estampada, abundando en los de esta fuente en particular, así como los aspectos históricos del acontecimiento representado en ella, cuyas consecuencias trascendieron nuestras fronteras, baste señalar por el momento que su presencia en el Museo del Romanticismo responde a su adquisición a un particular en 1946. A partir de su ingreso en el mismo, ha formado parte de distintos montajes de la Exposición Permanente.

3.- Historia de la manufactura William Adams & Sons

El cambio de rumbo de la producción cerámica europea se atribuye tradicionalmente a la fábrica fundada por Josiah Wedgwood en Staffordshire a mediados del siglo XVIII. No obstante, en esa misma región inglesa son dignas de mención otras muchas manufacturas cuyas producciones cerámicas alcanzaron igualmente una gran popularidad. Entre ellas destacan las fundadas por miembros de una misma generación de tres ramas distintas de la familia Adams, asociada a la loza de Staffordshire desde el siglo XV, si bien la pieza más antigua conservada es un salero en forma de cuna fechado en torno a 1700. De todos los miembros de esta familia que compartieron el nombre de William, seis de ellos, pertenecientes a tres ramas distintas de aquélla, se dedicaron a la cerámica, motivo que ha llevado a los investigadores a denominarles William Adams I, William Adams II, etc., con fines identificativos. La primera rama familiar es la encabezada por William Adams I (1746-1805). En 1767 recibió como legado paterno una fábrica de cerámica en Burslem, y dos años después fundó la suya propia en Greengates, Tunstall, destacando sus producciones de loza cremosa (creamware) y de la decorada con relieves blancos sobre fondo azul (jasperware), a la manera de Wedgwood. Fue además uno de los primeros en realizar loza estampada en azul. La fábrica prosperó hasta su muerte en 1805, año en el que fallecieron también su

Familia Adams Salero ca. 1700 Wedgwood Museum Staffordshire, Inglaterra

7

esposa y su primogénito, William, quedando la gestión de aquélla sucesivamente en manos de sus hijos Mary y Benjamin, pero la muerte de éste en 1828 puso fin al negocio. La segunda rama familiar es la de William Adams II (1748-1831), dueño de la fábrica de Brick House de Burslem, fundada por su padre John Adams y de la que se hizo cargo en 1769, haciéndola prosperar rápidamente. Hacia mediados de la década de 1770 ya utilizaba planchas de cobre para decorar loza estampada sobre y bajo cubierta, al principio en negro y muy pronto también en azul. Tras su muerte, ninguno de sus trece hijos le sucedió en el negocio. La tercera rama de la familia Adams, a la que debemos atribuir la producción de la pieza que nos ocupa, es la encabezada por William Adams III (1772-1829), el único hijo que sobrevivió al reputado productor de cerámica Richard Adams. Cuando cumplió los veintiún años, su padre le asoció con Lewis Heath, de la famosa fábrica Hadderidge de Burslem. Ese mismo año, William se casó con la hija de su socio, Sarah, con la que tuvo catorce hijos, de los cuales sobrevivieron cuatro varones (William, Edward, Lewis y Thomas) y cinco niñas. En 1804 se independizó y fundó su propia manufactura, Cliff Bank Works, muy cerca del centro de Stoke. Realizó sobre todo piezas funcionales, aunque más adelante produjo loza estampada, así como figuras, bustos y otros objetos de porcelana. Su producción se adaptó a los cambios de principios del siglo XIX, siendo especialmente sensible a la expansión de los mercados americano y asiático, así como a la recuperación de Europa tras un período de más de veinte años en guerra. Los cuatro hijos varones de William Adams III fueron incorporándose al negocio progresivamente. El primero fue su primogénito, William Adams IV (1798-1865), en 1819, cambiándose el nombre de la firma por el de William Adams & Son. Más adelante, con motivo de la incorporación de sus hermanos, se cambió de nuevo por el de William Adams & Sons. Inicialmente, William Adams IV se hizo cargo con éxito del sector comercial. La firma arrendó tres modernas fábricas en el centro de Stoke, además de disponer de su propio embarcadero en el canal de Newcastle, que facilitaba el acceso a puertos como el de Liverpool, donde tenían una oficina. Viajó a Estados Unidos y México por motivos comerciales y para establecer una representación del negocio en Nueva York, y de allí trajo una serie de grabados que utilizó después para decorar loza destinada al mercado americano. Poco después, él y su hermano Edward (1803-1872) se casaron con las hijas del fallecido Jesse Breeze, propietario de una importante fábrica de cerámica en Greenfield, Tunstall, que por tanto fue

8

aportada como dote a sus respectivos matrimonios en un cincuenta por ciento cada una. Edward sólo participó como socio capitalista en el negocio, que siguió creciendo con la anexión, en 1828, de la fábrica de cerámica Upper Cliff Bank, adquirida a Hugh Booth. Al año siguiente falleció William Adams III. A principios de la década de 1830, la venta del negocio de los hermanos Clews de Cobridge fue aprovechada por William Adams IV para expandir el de su familia, adquiriendo algunas de las planchas de cobre de aquéllos para hacer loza estampada en azul. En todo este período las exportaciones experimentan un notable incremento. Ya en la década de 1840 la salud le obligó a delegar la gestión de la oficina de Liverpool en su hermano Thomas (1807-1863), que logró mantener el nivel de las exportaciones a América hasta que la Guerra Civil llevó a la fábrica de Stoke a la bancarrota en 1861, desastrosa situación que sin embargo no pareció afectar a la de Tunstall. Precisamente, Lewis (1805-1850), el más dotado de los hijos de William Adams III desde el punto de vista técnico, fue el que gestionó la producción de las fábricas de Stoke hasta su muerte, período en el que fue realizada la fuente que nos ocupa. En 1865 falleció William Adams IV y le sucedió en Greenfield su primogénito, William Adams V (1833-1905), sucedido a su vez por su hijo William Adams VI. No obstante, no nos detendremos en esta época de la fábrica por escapar ya a la de la pieza que estudiamos. Baste señalar que los descendientes de William Adams III supieron continuar en la misma senda y expandir aún más el negocio hasta que en 1966 entró a formar parte del Wedgwood Group, (más tarde denominado Waterford Wedgwood plc). 4.- Apuntes sobre la producción de William Adams & Sons

William Adams & Sons produjo una gran variedad de objetos de loza funcional y decorativa, siendo sus piezas más célebres las vajillas de loza estampada, decoradas con temas tradicionales y de alta calidad. Encontramos fuentes, platos, cafeteras, teteras, soperas, cuencos y bandejas, a los que debemos añadir otros objetos de uso personal como cajitas para el tocador o conjuntos de aguamanil y jofaina, entre otros. En particular, la tipología de la fuente del Museo del Romanticismo responde al uso común de servir platos de verdura. Su perfil octogonal no fue exclusivo de la serie Spanish marriages (“Bodas españolas”) a la que pertenece, ya que se utilizó también para realizar fuentes pertenecientes a otras como Habana y Jeddo.

9

Como era habitual en la época, la fábrica de William Adams marcaba sus producciones, siendo las principales marcas utilizadas las impresas ADAMS & CO o ADAMS. Adicionalmente, solía estamparse en el reverso un sello que incluía el nombre de la fábrica y el de la serie a la que pertenecía el objeto. La pieza que centra ahora nuestra atención no lleva marcas impresas pero sí el sello de referencia, que contiene además la mención expresa de Madrid, lugar en el que se celebraron las bodas reales a las que se refiere el nombre de la serie. En todo caso, es preciso señalar que las marcas utilizadas por William Adams &

Sons no reflejan necesariamente los cambios de denominación social de la fábrica a lo largo del tiempo. De hecho, algunos de esos nombres, entre ellos William Adams, William Adams & Son, William Adams & Sons y William Adams & Sons (Potters) Ltd., pudieron emplearse de forma simultánea, razón por la cual no son determinantes, como tampoco lo son las iniciales, para establecer la cronología de una pieza en particular. En el caso que nos ocupa, el conocimiento de la fecha en la que se celebraron la boda de la reina Isabel II con su primo don Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz, y la de la infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón con don Antonio María de Orléans, duque de Montpensier, representadas en la fuente, facilita al menos una aproximación a la datación de esta última. Sin perjuicio de analizar en el siguiente apartado la técnica decorativa de la estampación calcográfica, de la que esta fuente es un magnífico ejemplo, nos centraremos a continuación en los motivos decorativos empleados por William Adams & Sons, fundamentalmente paisajes y temas vegetales y florales en el estilo habitual en la época. Con carácter general, tal vez las series más numerosas son las que representan paisajes urbanos o lugares reales de Escocia (serie Caledonia), España (series Andalusia y Spanish Convent (“Convento español”), Grecia (serie Navarino), Italia (series Bologna, Florence, Genoa e Isola Bella), o Palestina (serie Palestine), entre otras, así como vistas de ciudades de la antigüedad clásica (series Cyrene y Delphi). Estas escenas suelen emplazarse en jardines románticos con templetes y minaretes, o en paisajes con arquitecturas en ruinas o repletas de arcos, torres y escaleras, y rodearse con grecas de motivo vegetal o cenefas con viñetas escénicas o medallones intercalados, según los casos.

Fuente “Bodas Españolas” Detalle del sello

10

Frente a estas series realizadas en torno a la década de 1830 (algunas incluso desde antes), y cuyas escenas nos ofrecen una visión idílica o literaria de la realidad, otras posteriores como Habana (1840-1845) y Spanish Festivities (“Fiestas españolas”) (1853), contienen vistas mucho más objetivas de nuestras ciudades y costumbres, sin olvidar acontecimientos históricos importantes como el representado en la pieza que estudiamos de la ya citada serie Spanish Marriages, dedicada a las mencionadas bodas reales, que se celebraron simultáneamente el 10 de octubre de 1846. Precisamente en relación con los temas históricos destaca la serie Columbus, cuyas vistas fantásticas evocan las aventuras de Cristóbal Colón en el Nuevo Mundo. Ésta es una de las ideadas por William Adams para su comercialización en el mercado cubano y sudamericano, aspecto de la producción a la que, como se ha dicho, fue particularmente sensible y en la que encajan otras series como las mencionadas Andalusia, Spanish Convent o Habana. Por otra parte, las fábricas de cerámica se mantenían al tanto de las producciones de sus competidores para estar al día y preservar su presencia en el mercado. Esto explica que en ocasiones encontremos temas ya tratados en otras manufacturas o inspirados en ellos. Es el caso de la colmena, motivo que fue utilizado por otras fábricas de Staffordshire como las de Samuel Alcock y William Ridgway & Company, y que en la serie Beehive (“Colmena”) de William Adams & Sons, realizada a principios del siglo XIX, consiste en una gran colmena en primer término y un florero al fondo. Otras series reflejan escenas de la vida cotidiana de otro tiempo desde una perspectiva historicista muy propia del Romanticismo como Chess players (“Jugadores de ajedrez”), aspectos de la vida campesina como Sower (“Sembrador”) o de la vida cotidiana en general como Seasons (“Estaciones del año”), o temas propiamente románticos como Cupid (“Cupido”) y Forget-me-not (“No me olvides”). Encontramos también otras que deben su nombre a los animales que protagonizan sus escenas como Gazelle (“Gacela”) o Lions (“Leones”). Respecto al color de la decoración, algunas series se estampaban siempre en el mismo, ya fuese el azul oscuro (serie Cupid), el azul claro (series Columbia, Isola Bella o Navarino), el rosa (serie Andalusia), etc., y otras se producían en varios colores. En este segundo grupo, algunas piezas excepcionales combinan dos colores pero la regla general es la monocromía, como ocurre en las de la serie Spanish Marriages puesto que si bien la fuente del Museo del Romanticismo está estampada en rosa, The Potteries Museum & Art Gallery de Stoke on Trent posee otra igual pero estampada en azul.

11

William Adams & Sons

Fuente Spanish Marriages Loza estampada

ca. 1846 The Potteries Museum & Art Gallery,

Stoke on Trent, Staffordshire, Inglaterra Sin duda la loza estampada de William Adams & Sons hizo de ésta una de las manufacturas más destacadas de la región inglesa de Staffordshire y de toda Europa, conservando producciones suyas el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Victoria & Albert Museum de Londres, el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid, el Museo de Arte Colonial de La Habana o el Museum of New Zealand de Wellington, entre otras instituciones. 5.- La estampación calcográfica como técnica cerámica

decorativa y sus principales fuentes iconográficas

La técnica de la estampación calcográfica permite la reproducción de un mismo motivo decorativo en distintas piezas con absoluta fidelidad. El proceso comienza con la creación del diseño y su plasmación en un dibujo que luego se graba en una plancha de cobre. Ésta se entinta con una mezcla de pigmentos y aceite para transferir el diseño a un papel especial desde el que, a su vez, mientras éste permanece humedecido, aquél se transfiere a la pieza de cerámica. Se trata sin duda de una técnica más rápida y económica que la utilizada con anterioridad, consistente en pintar la decoración a mano alzada. Indudablemente, el grabador debía tener cierta formación y cualificación para dibujar el diseño, adaptarlo para fijarlo en cada una

12

de las piezas de la vajilla y transferirlo a las planchas de cobre. Pero a partir de ahí, la estampación propiamente dicha es un proceso menos comprometido que no requería la alta cualificación técnica exigida a los artistas que decoraban las piezas a pincel, a pesar de que un ligero pliegue en el papel o un leve deslizamiento del mismo pueden dar lugar a pequeñas imperfecciones en el motivo decorativo. Cuando la estampación calcográfica fue aceptada por los ceramistas como técnica decorativa, enseguida obtuvo popularidad entre los consumidores, atraídos por un proceso productivo que les brindaba la oportunidad de adquirir vajillas completas con piezas idénticas. El primero en utilizar con éxito esta técnica fue el grabador irlandés John Brooks, que ya en 1751 solicitó una patente para estampar motivos decorativos en loza esmaltada y porcelana. Dos años después figuraba como socio de la firma Janssen, Delamain & Brooks en una fábrica de loza esmaltada de York House, Battersea, Londres. Mientras que dicha firma producía las primeras piezas con decoración estampada en rojo y morado sobre platos de loza esmaltada en blanco, John Sadler y Guy Green, de Liverpool, perfeccionaron la técnica. Comenzaron estampando la decoración en negro y sobre

cubierta, es decir, después de aplicado el barniz. Sin embargo, pronto comprobaron que con el uso se producía un rápido desgaste del motivo y determinaron emplear ese método únicamente para piezas decorativas. La estampación bajo cubierta se utilizó por primera vez en torno a 1760 en porcelana inglesa pero no comenzó a realizarse con regularidad hasta finales del siglo XVIII. Concretamente, se introdujo en la región de Staffordshire en torno a 1783, en las vajillas de barro cocido, y se realizaba en azul cobalto porque era el único color que soportaba las altas temperaturas

necesarias para concluir la pieza con la cubierta. De hecho, hasta 1830 aproximadamente, casi todos los productores de cerámica de Staffordshire emplearon el azul oscuro para decorar sus producciones casi con carácter exclusivo.

Plato de postre con paisaje de

Isola Bella Manufactura de John

Davenport Porcelana pintada

1830-1837 Inv. 7535

Museo del Romanticismo

Taza de loza estampada Serie Exotic Birds F: Josiah Wedgwood & Sons D: Sadler & Green Último tercio del siglo XVIII Inv. 0336 Museo del Romanticismo

13

Desde el punto de vista iconográfico, hacia 1810 los paisajes ingleses y extranjeros se hicieron especialmente frecuentes en la loza de Staffordshire. Aunque estas piezas mantuvieron su popularidad hasta 1860 aproximadamente, en la década de 1830 comenzaron a ser sustituidas por las decoradas con vistas románticas. No obstante, también se plasmaron en ellas acontecimientos históricos como el de la fuente que nos ocupa, haciendo de la cerámica un medio propagandístico. Su utilidad para la difusión masiva de imágenes logró enseguida un alcance universal cuando progresivamente van sumándose a las inglesas las más destacadas fábricas europeas del momento. Entre las españolas destacan la Cartuja de Sevilla, fundada en 1841 a iniciativa del inglés afincado en España Carlos Pickman, y la Real Fábrica deSargadelos, fundada por Antonio Raimundo Ibáñez en 1806 en la localidad lucense que le da nombre.

Las fuentes iconográficas de sus motivos decorativos deben buscarse en dibujos o pinturas que se difundían mediante litografías o grabados calcográficos en forma de láminas o de libros ilustrados. El grabador que preparaba las planchas empleadas en la estampación extraía de ellos los motivos, figuras y perspectivas de sus propias composiciones, interpretando con libertad algunos aspectos o ciñéndose a todos sus detalles. También los relatos de los cronistas de la época arrojan luz sobre cómo discurrieron determinados acontecimientos históricos.

Bandeja Loza estampada

Inglaterra, ca. 1829 Inv. 0934

Museo del Romanticismo Antesalón (Sala V)

Plato Serie Vistas de Cuba Real Fábrica de Sargadelos

Loza estampada 1845-1862 Inv. 0327

Museo del Romanticismo

14

Mariage du duc de Montpensier avec l´Infante d´Espagne D: T. Guerin

G: Alphonse Charles Masson Papel avitelado / Grabado calcográfico

Siglo XIX Inv. 4426

Museo del Romanticismo En el caso de la fuente que nos ocupa, desconocemos cuál es su fuente iconográfica en particular, aunque las bodas representadas en ella aparecen minuciosamente descritas en Casamientos regios de la Casa de Borbón en España, escrita en 1881 por Antonio Pineda y Ceballos Escalera, con indicación de los lugares y pormenores de los distintos actos celebrados, de la indumentaria de los contrayentes, de la identidad de los padrinos y testigos, así como de los asistentes a la ceremonia y su ubicación en el Salón de Embajadores. A ello se suma una estampa grabada por el francés Alphonse Charles Masson que reproduce este mismo acontecimiento, pese a que su título se refiere únicamente a la boda de la infanta (Museo del Romanticismo, inv. 4426). Ambas escenas guardan ciertas similitudes pero si bien en la fuente se representa el momento en el que se desarrolla el rito de las velaciones, la ausencia del velo sobre los contrayentes en el grabado revela que se trata de otro momento de la misma ceremonia. Por último, con motivo de la exposición que organizó el entonces Museo Romántico para conmemorar el primer centenario de los regios enlaces, en octubre de 1946, se expuso un abanico propiedad de la Sra. de Teófilo Hernando que reproduce también el rito de las velaciones en una escena que guarda grandes similitudes con la de la fuente que estudiamos.

15

 

6.- La reina debe casarse: La elección del rey consorte

Como ha quedado expuesto, el motivo principal de la fuente del Museo del Romanticismo es el rito de las velaciones en la ceremonia de las bodas de Isabel II con su primo don Francisco de Asís de Borbón, y de su hermana la infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón con don Antonio María de Orléans, duque de Montpensier. Aunque en la escena aparecen otros personajes, en esta ocasión nos centraremos en los contrayentes, y en particular, en la cuestión relativa a la elección de los maridos de las dos hijas de Fernando VII y de su cuarta esposa y sobrina María Cristina de Nápoles, tintada en ambos casos de motivaciones políticas.

El 10 de octubre de 1830 la reina dio a luz a la princesa doña María Isabel. Este nacimiento determinaba que a la muerte de Fernando VII la corona de España recayese en una mujer, su primogénita, hecho que enturbió el latente problema sucesorio por codiciar el trono el hermano del monarca, don Carlos María Isidro, dispuesto a hacer valer sus pretendidos derechos a la Corona si el rey moría sin descendencia masculina. Un segundo embarazo mantuvo de nuevo la expectación, pero el nacimiento de la infanta María Luisa Fernanda incrementó la desilusión de los cristinos y el júbilo de los carlistas. El problema de la sucesión estaba servido pese a que, al morir su padre en septiembre de 1833, Isabel fue proclamada reina con sólo tres años de edad, bajo la regencia de su madre, la “Reina Gobernadora”. A partir de entonces, la infancia y juventud de las hijas de Fernando VII, a las que Galdós se refirió como «símbolo preciso de la Libertad

María Cristina de Borbón con la Reina niña Isabel II y la Infanta Luisa Fernanda MS, N. Papel avitelado / Litografía 1833-1840 Inv. 4434 Museo del Romanticismo

16

contra el Despotismo»2, transcurriría en un ambiente de intrigas políticas que sin duda hubo de dejarles huella. Pero no es el problema sucesorio (del que por otra parte de todos es conocida la resolución) el que aquí nos ocupa, sino otro relacionado con él en cierta forma, al menos para afianzar el trono de España no sólo de puertas adentro sino también a los ojos de las principales potencias europeas. Nos referimos a la búsqueda del candidato que habría de desposar a la reina cuando alcanzase la mayoría de edad, fijada por entonces en los dieciséis años.

  

 

 Isabel Segunda, Reyna de España e Infanta Luisa Fernanda de Borbón

P: Vicente López Portaña3 L: Alphonse Léon Noël

E: Lemercier Papel avitelado / Litografía a lápiz

ca. 1842 Inv. 4319 y 4323

Museo del Romanticismo Muchos historiadores han tratado el aspecto físico y el carácter de Isabel II. Respecto al primero, los retratos de ella que han llegado hasta nosotros, en particular los fotográficos, nos devuelven una imagen de su físico objetiva y fiel a la realidad que, como tal, permite a cada uno formar su propio juicio al respecto. No ocurre lo mismo con su retrato moral y su personalidad. Sobre este aspecto, de ella dijo un contemporáneo suyo que era «temperamental, devota,

2 PÉREZ GALDÓS, B., “Bodas Reales”, en Episodios Nacionales, Tercera Serie, Madrid, Sucesores de Hernando, 1916, p. 58. 3 López Portaña las retrató haciendo lo que mejor se les daba en las clases de Palacio. En este sentido, la reina Isabel II destacó en geografía y la infanta Luisa Fernanda tenía especiales dotes para el piano.

17

milagrera, parlanchina, apasionada, moza de rompe y rasga […], pero ¡con qué señorío! Combinaba el “echao pa adelante” y la llaneza del padre con la encantadora arrogancia de la madre. Era, en suma, la “reina castiza” por antonomasia»4. Sin embargo, durante todo su reinado se le proponía hacer una cosa y estaba dispuesta a cumplirla, pero alguien le aconsejaba en el último instante proceder de manera contraria y se hallaba siempre irresoluta, dominada por la idea de hacer algo en detrimento de su deber o de su renombre, como depositaria de una Corona que exige muy altas responsabilidades. Tal vez esta actitud indecisa la condujo inexorablemente a la boda con su primo don Francisco de Asís, a pesar de que cuando recibió la propuesta no pudo sino exclamar: «¡Paquita no! ¡Paquita nunca! ¡Antes de casarme con Paquita, abdicaré!»5. Y es que sin perjuicio de su derecho constitucional a decidir en última instancia, sin duda la elección del que habría de ser su esposo respondió a razones de Estado de las que no podía escapar, asumiendo la decisión como reina pero despreciándola como mujer. Este paso fue determinante para abocarla a una vida matrimonial fracasada e infeliz que terminó empujándola a los brazos de otros hombres, contribuyendo de forma inevitable a reforzar la imagen que se había ido forjando España de la actitud laxa de su reina en el terreno amoroso. Pero nos estamos adelantando a nuestros propósitos. El final de la Regencia de Espartero en 1843 determinó, por un lado, el regreso a España de la reina Gobernadora, que desde su renuncia a aquélla en 1840 se había instalado en París, y por otro lado, la jura de la Constitución en noviembre de 1843 por parte de Isabel, cuya mayoría de edad se adelantó a sus trece años de entonces. El Palacio de las Rejas, donde se instaló María Cristina con su camarilla, pronto se convirtió en un nido de conspiraciones y deslealtades. La alegría que sintió la joven reina por el regreso de su madre enseguida se tornó en desasosiego al anunciarle ésta la necesidad de que contrajese matrimonio. Cuando se puso en marcha el plan de los desposorios de la reina, las Cortes europeas se aprestaron a mover sus peones, tejiéndose una compleja trama de relaciones internacionales que tuvo serias consecuencias. Para resolver esta cuestión que tanto preocupaba a los españoles, conscientes de la importancia que la misma revestía para la suerte del país, pronto se perfilaron varios candidatos:

4 Cfr. GONZÁLEZ-DORIA, F., Las reinas de España, Madrid, Cometa, 1981, citado en BARRIOS, M., Los amantes de Isabel II. Una apasionante vida amorosa, Madrid, Temas de Hoy, 1994, p. 43. 5 BARRIOS, M., Los amantes de Isabel II…, op. cit., p. 65.

18

Archiduque Francisco Fernando de Austria, hijo del Archiduque Carlos: El proyecto de esta boda comenzó en 1838 y fracasó por los recelos de Inglaterra, convencida de la incompatibilidad del Archiduque con la subsistencia del sistema representativo, así como por la firme oposición de Francia a que Austria tuviese un papel decisivo en los problemas de España.

Don Carlos Luis de Borbón y Braganza, conde de Montemolín, primo carnal de la reina por ser hijo del infante don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII: Esta unión habría sido de utilidad para zanjar definitivamente el conflicto dinástico si en ese momento la causa de la reina no hubiese alcanzado su decisivo triunfo sobre los carlistas. De todos modos, muchos españoles recelaban de don Carlos y su familia, afincados en unos principios teñidos de la más absoluta intolerancia y resentidos con España por haber sido desterrados. Un cronista anónimo de la época argumenta que tal unión hubiera supuesto «preparar los funerales de la libertad en toda Europa», lo que encaja perfectamente con la exigencia de este pretendiente de acudir al enlace reconocido como Carlos VI, motivo suficiente para ser descartado, con el consiguiente enojo de sus partidarios que se movilizaron en Cataluña, desencadenando la segunda Guerra Carlista. Fuera de España, Francia se había mostrado reservada a la propuesta e Inglaterra se había negado a ella rotundamente. Ambas potencias pensaban ya en sus propios candidatos. Don Francisco de Borbón-Dos Sicilias, conde de Trápani, primo carnal de Isabel por ser hijo de una hermana de Fernando VII, María

Príncipe Enrique Eugenio Felipe Luis de Orleáns, duque de Aumale, hijo de Luis Felipe I de Francia: Esta propuesta vino de la mano de la madre de Isabel II cuando se exilió en Francia por motivo de la insurrección desencadenada en 1840. María Cristina, resentida con el Gobierno español, quería ganarse el favor de Francia pero Luis Felipe no osó enfrentarse a Prusia y a Austria porque sabía que tampoco tendría el apoyo de Inglaterra.

Retrato de Luis Felipe I, rey de Francia

Medallón (cristallo-cérame) 1830-1848 Inv. 0918

Museo del Romanticismo Dormitorio masculino (Sala XXI)

19

Isabel de Borbón, y también tío carnal suyo por ser hermano de su madre: Precisamente, fue María Cristina de Nápoles quien le propuso, apoyada por Francia, que incluso llegó a convencer a Inglaterra de su conveniencia frente al apoyado por ésta, el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo. Sin embargo, en España los liberales se opusieron a este enlace. Príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo, sobrino del rey de los belgas: Tras el fracaso de la propuesta anterior, la reina Gobernadora recuperó la idea del príncipe Leopoldo, que era el candidato favorito de la reina Victoria. Isabel parecía complacida ante el retrato de este príncipe. Sin embargo, Inglaterra optó por no insistir ante la firme oposición de Francia, que recelaba de esta unión con el hermano del rey de Portugal ante el temor de un excesivo poder de los Coburgo. Infante don Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, duque de Sevilla, primo carnal de la reina por ser hijo del infante don Francisco de Paula, hermano de Fernando VII: La idea de casar a la reina con alguno de los hijos de este infante y de su esposa y sobrina Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias había surgido ya bajo la regencia de Espartero. Las diferencias políticas entre don Enrique y su hermano don Francisco de Asís hicieron de la elección entre ambos una cuestión de política interna, pues aunque las declaraciones del primero a favor de los liberales le habían permitido ganarse la simpatía de los exaltados, el resto preferían al segundo, que además tenía el apoyo de Francia y recibió el de Inglaterra cuando vio frustrada su propuesta del príncipe Coburgo. De todos modos, fue la falta de tacto de su hermano la que facilitó su triunfo definitivo a don Francisco de Asís. Curiosamente, el duque de Montpensier, que como veremos también pretendió la mano de la reina aunque terminó desposando a su hermana, acabó en un duelo con la vida del infante don Enrique.

Ángel María Cortellini El infante don Francisco de Paula

Óleo / lienzo 1855

Inv. 0523 Museo del Romanticismo Salón de baile (Sala IV)

20

En este amplio panorama de propuestas, vemos que la mayoría eran manifiestos casos de la consabida endogamia borbónica, que no parecía importar si los beneficios políticos del enlace eran satisfactorios para ambas partes. Esa práctica tan habitual en nuestra historia monárquica acabó por imponerse nuevamente con la decisión de esta boda entre Isabel II y su primo don Francisco de Asís, con el visto bueno de Francia y, pese a no ser de su agrado, con la aceptación de Inglaterra, a la que tampoco gustaba la idea de que don Antonio María de Orleáns, duque de Montpensier, hijo menor del monarca francés, desposase a la hermana de la reina, la infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón. Acabó transigiendo tras obtener de Luis Felipe I el compromiso de que tal boda no se celebraría hasta haberse consumado el matrimonio de Isabel II y haber tenido ésta descendencia. Sin embargo, Luis Felipe, que estaba seguro de que, debido a la condición feminoide de don Francisco de Asís, antes o después la Corona de España habría de recaer en el heredero de su hijo conforme a las leyes dinásticas vigentes, no cumplió este compromiso y desafió a Inglaterra llevando a cabo este plan de boda meticulosamente estudiado de forma simultánea a la de la reina, hecho que, como veremos, tendría unas consecuencias políticas negativas para España. A mayor abundamiento, el tiempo se encargó de demostrar lo erróneo del objetivo de Luis Felipe, ya que Isabel II tuvo varios hijos, y fue precisamente uno de ellos, el príncipe Alfonso, quien heredó el trono español. Finalmente, la ceremonia religiosa y las velaciones de ambas nupcias tuvieron lugar los días 10 y 11 de octubre de 1846 en el Salón de Embajadores del Palacio Real y en el santuario de Atocha, respectivamente. Madrid se engalanó para el evento y vivió innumerables manifestaciones de júbilo y alegría. Inseparables de las bodas reales españolas desde los tiempos de los Habsburgo, hubo corridas de toros para las que se adornó lujosamente la Plaza Mayor, colgándose tapices y telas rojas y amarillas en tendidos y balcones, y cubriéndose los tejados de gallardetes, banderas y guirnaldas. Los reyes ocuparon un palco en la Casa de la Panadería, cubierto por un dosel de terciopelo carmesí, forrado de piel de armiño y galoneado de oro. El toril estaba en la calle de las Botoneras, donde se encerraron para cada una de las corridas once toros de las mejores ganaderías, entre otras las del Infantado, Veragua y Gaviria. Entre los espadas figuraron “Morenillo”, Juan León, Francisco Montes y el “Chiclanero”. Durante muchos días recorrieron las calles de Madrid grupos de aldeanos que, ataviados con los trajes de sus respectivas provincias, mostraron sus danzas en tablados construidos en la Puerta del Sol y en otros puntos de la capital. Además, hubo un gran baile en Palacio y se dieron funciones Reales en el teatro de la Cruz y en el del

21

Príncipe, representándose en el primero Los amantes de Teruel, y en el segundo El desdén con el desdén, títulos que se nos antojan chanzas del destino pues, como veremos, el matrimonio de Isabel II fue un fracaso que ella y España habrían de pagar caro.

Francisco Montes Reina “Paquiro” D / L: Cabaña El: Litografía de Costa, Establecimiento litográfico (Madrid) Papel avitelado / Litografía a lápiz 1836 Inv. 5346 Museo del Romanticismo

7.- El matrimonio regio: Isabel II y don Francisco de Asís

Vistas las motivaciones políticas que condujeron a don Francisco de Asís a alcanzar la condición de rey consorte de España, detengámonos en las circunstancias personales de este hombre ambiguo, de comportamiento feminoide e indiferente a todo tipo de impulso sexual. Un defecto en los genitales que, aunque no impide practicar el coito, en palabras del doctor Marañón obliga al que lo padece a orinar en cuclillas, inspiró la sagacidad del pueblo, que le dedicó estos versos: «Paquito Natillas / es de pasta flora / y orina en cuclillas / como una señora»6. Fue precisamente este problema de salud el principal fundamento de las sospechas de su impotencia, homosexualidad o falta de virilidad. Carmen Llorca nos habla de sus virtudes superficiales y sus vicios profundos, añadiendo que «se deja arrebatar por las colgaduras para cama –de raso blanco y brochadas a mano-, por mil pacientes filigranas de ropa interior […]. Carece de ese gusto por la caza tan usual entre los Borbones y, en general, le repele cualquier ejercicio violento»7. Estas apreciaciones encajan con la percepción de Isabel acerca del fracaso de su futuro matrimonio, aunque ciertamente no era sólo la suya, como muestra este extracto de la obra de Ventura Ruiz Aguilera Una boda en el infierno. Fantasía diabólica, satírica, divertidísima y, sobre todo, reciente, como que se acaba de sacar del horno en octubre de 1846, escrita en 1846: 6 Cfr. BARRIOS, M., Los amantes de Isabel II…, op. cit., pp. 76-77. 7 LLORCA, C., Isabel II y su tiempo, Madrid, Istmo, 1984, citada en BARRIOS, M., Los amantes de Isabel II…, op. cit., p. 85.

22

-¡De manera que si vds. se empeñan, se hará esa boda contra el parecer de los señores Opinión Pública, Ley, Derechos, Nacionalidad, Juventud, y Prensa! Por mi parte no insisto mas; pero no respondo de las resultas. (…) Estamos a principios del mes de octubre de 1846. Una fiebre lenta, pero devoradora, se va comiendo poco a poco las entrañas de don Pais en Masa que se halla tendido en el lecho del dolor, desde la noche fatal de las horribles bodas de su hija Luisa Independencia con Mr. Yugo.

La realidad es que nada pasó entre ellos en los diez días que duraron los festejos de las nupcias. Al cabo de los años, Isabel II resumiría el motivo con una pregunta formulada al político y diplomático don Fernando León y Castillo: «¿Qué pensarías tú de un hombre que la noche de bodas tenía sobre su cuerpo más puntillas que yo?»8. Esta frase revela la frustración de la mujer que un día fue una joven llena de vitalidad y apasionada que, entre otras razones por una educación deficiente, lo esperaba todo del deleitable espejismo del amor, y sin embargo, se unió en matrimonio a un hombre incapaz de satisfacerla.

8 BARRIOS, M., Los amantes de Isabel II…, op. cit., p. 69.

S. M. Francisco de Asís de Borbón, Rey Católico de España e Indias P: Bernardo López Piquer L: Cayetano Palmaroli E: Lemercier Papel avitelado / Litografía 1851 Inv. 4418 Museo del Romanticismo

23

Lejos de resignarse e ignorando las murmuraciones, especialmente mordaces cuando sin discreción alguna manifestaba su predilección por determinados hombres de Estado, Isabel II entregó su amor al que ella misma había definido en público como el “general bonito” Francisco Serrano, así como al militar José María Ruiz de Arana, al teniente de ingenieros Enrique Puigmoltó o al escritor Miguel Tenorio de Castilla, entre otros, materializándose así la célebre frase de Alexandre Dumas: «Las cadenas del matrimonio son tan pesadas que toma a lo menos dos personas para llevarlas... a veces tres». Francisco de Sales Mayo resume esta situación en su obra La chula: Historias de muchos (1870): La reina «nació con el emblema orgánico del amor físico prodigiosamente desarrollado», y el consorte «con el aparato correspondiente excesivamente diminuto».

A mayor abundamiento, a esta desventurada relación matrimonial se sumó la ausencia de unas capitulaciones matrimoniales específicas que regulasen las competencias del rey consorte, lo que propició la pugna entre los esposos por la administración del Real Patrimonio. Además, Francisco de Asís tomó enseguida la determinación de llevar a cabo la separación conyugal, reclamando el respeto debido a su jerarquía de esposo y ciertas cotas de poder político. Estas invencibles desavenencias no tardaron en trascender, motivando este reproche de María Cristina a su yerno: «No mereces compartir el lecho ni el amor de mi hija»; a lo que él replicará con esta cínica frase: «Quédate tranquila, mamá: no comparto ni lo uno ni lo otro»9. Comienza así la llamada “Cuestión

9 Ibidem.

El General D. Francisco Serrano y Domínguez

José Gómez y Navia Papel avitelado / Grabado

calcográfico 1845

Inv. 4574 Museo del Romanticismo

Federico de Madrazo y Küntz Isabel II

Óleo / lienzo 1849

Inv. 7854 Museo del Romanticismo Salón de baile (Sala IV)

24

de Palacio”, que giraba en torno a la disyuntiva entre la supremacía de la Monarquía o la de la familia. Cierta prensa se posicionó a favor de la primera10, pero si su condición de soberana facilitaba a Isabel II ciertas libertades conyugales, éstas no eran consideradas propias de una reina cuya conducta distaba de ser ejemplar para los ciudadanos. Otros monarcas habían tenido una vida amorosa igual de disipada y no por ello se vio comprometida la estabilidad política del país. Pero la boda secreta de María Cristina con el militar Fernando Muñoz poco después de la muerte de Fernando VII, propició la asociación de la Monarquía a una figura femenina de moralidad reprochable. Baste recordar que el político y periodista Luis González Bravo bautizó a la reina Gobernadora como “la ilustre prostituta”. La legitimación de esa unión en 1844 no allanó el camino a Isabel II, “la de los tristes destinos”, que además de escapar también al paradigma femenino de la esposa decimonónica, basado en la reclusión de la mujer en el hogar, no reparaba en entremezclar el amor y la política. No es extraño que, en estas circunstancias, los españoles se fuesen forjando una lamentable imagen de su reina, ni siquiera tamizada por la que a su vez tenían de su consorte, como ejemplifica este extracto de la citada obra de Mayo: “La naturaleza se complace en crear ciertos tipos fenomenales, los cuales a su vez producen actos que la humanidad considera como aberraciones monstruosas”.

Muchos ciudadanos justificaron la Revolución de 1868 en este dislate de “pública vida privada” de los reyes. Así lo hizo Adelardo López de Ayala en su Manifiesto ¡España con honra!, hecho público el 19 de septiembre de 1868. También Ayguals de Izco se hizo eco de esta penosa situación en su trilogía María, la hija de un jornalero (1845), La marquesa de Bellaflor o El niño de la Inclusa (1847-48) y El palacio de los crímenes o El pueblo y sus opresores (1855), afirmando que los regios desposorios inauguraron una era «de esclavitud, de contribuciones, de miseria, de hambre, de guerra civil». Y lo mismo hizo Pérez Galdós, que al margen de dedicar a los regios enlaces uno de sus célebres Episodios Nacionales bajo el título de “Bodas Reales”, recurrió a ese

10 En El Correo Nacional de 8 de julio de 1847 aparece publicado lo siguiente: “Si la autoridad en el matrimonio corresponde al hombre, en el Estado pertenece al Soberano, y éste no debe, no puede ser súbdito de la familia”.

Ignacio Suárez Llanos Adelardo López de Ayala

Óleo / lienzo 1880

Inv. 0131 Museo del Romanticismo Literatura y teatro (Sala

XVIII)

25

asunto como trasfondo de numerosas obras. Así, en su novela Tormento (1884), cuando el personaje de Rosalía Pipaón de Bringas, la esposa de un funcionario palaciego, coloca en su nueva casa un retrato de la reina meses antes de su destronamiento, corrige la posición del cuadro mientras comenta: «Se me figura que está muy caída. Levántala un poquito, un par de dedos». De esta perspicaz manera alude el escritor canario a la inminente Revolución que derrocará a Isabel II y a su polémica vida privada. Cuanto antecede nos ofrece una imagen del matrimonio regio muy distante de lo que esa palabra representa y significa. Por esta razón, también han sido inevitables las comparaciones de Isabel II con su contemporánea Victoria de Inglaterra, una reina muy bien educada y formada, preparada y felizmente casada con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, que de hecho fue su más fiel consejero. Además de compartir con él la vida privada y la pública sin el menor desencuentro, Victoria hizo de su reinado un período de prosperidad y progreso para Inglaterra. Mientras tanto, Isabel no supo ni pudo resignarse a la elección de un marido inapropiado ni llevar con discreción una azarosa vida amorosa, como tampoco supo el rey consorte controlar sus ambiciones políticas. Todo ello acabó exasperando los ánimos de los españoles, que terminaron rebelándose contra una Monarquía incapaz de asumir las riendas de un país a la deriva. Como señala Isabel Burdiel en su biografía de la reina, «cuando la quiebra de la imagen pública de la monarquía (…) alcanzó cotas nacionales e internacionales difíciles de digerir (…), el liberalismo en su conjunto se deshizo de Isabel II»11.

11 BURDIEL BUENO, I., Isabel II. Una biografía (1830-1904), Madrid, Taurus, 2010.

La reina Victoria de Inglaterra con una niña en brazos

Tarjeta de visita ca. 1860

Inv. 30085 Museo del Romanticismo

26

8.- La infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón y el duque

de Montpensier: La ambición política del cuñado de la reina.

Luis Felipe I de Francia aceptó que su hijo menor, don Antonio María de Orleáns, duque de Montpensier, no se casara con Isabel II, cediendo a las presiones de Inglaterra, que quería impedir a toda costa el acercamiento entre España y Francia y, en última instancia, que los Orléans se instalasen a ambos lados de los Pirineos. Sin embargo, ya hemos visto que no dudó en desafiarla de nuevo para obtener un premio de consolación a esa renuncia, logrando casarle con la hermana pequeña de la reina, la infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón, de forma simultánea a las nupcias de aquélla con don Francisco de Asís, tal y como se representa en la fuente objeto de estudio, paradójicamente realizada en la Inglaterra vilipendiada en las negociaciones diplomáticas.

Alphonse Léon Noël Retrato de Antonio de Orléans,

duque de Montpensier Litografía

París 1845

Inv. 0910 Museo del Romanticismo

27

Sobre los Orléans, ya en 1869 José Benítez Caballero escribió que su conducta «ha sido siempre suplantar do quiera que lo han considerado posible a la rama primogénita, o sea a los Borbones». Luis Felipe lo intentó en España contra Fernando VII durante la Guerra de la Independencia, y también en Francia, conspirando contra Luis XVI, Luis XVIII y Carlos X. En el primer caso no lo logró pero sí en el segundo, reinado como Luis Felipe I. Pero una vez más los franceses se levantaron y en 1848 le arrojaron de su suelo y del trono que graciosamente le dieron y que ya nunca volvería a alzarse. Como él, su hijo menor intentó suplantar a su cuñada y convertirse en rey de los españoles, ganándose el desprecio de éstos, que enseguida se dieron cuenta de sus propósitos.

Francisco Javier Parcerisa Boada Puerta Principal del Palacio de los Sres. Duques de Montpensier Litografía ca. 1848 Inv. 3651 Museo del Romanticismo

Jean Laurent La familia Montpensier Copia positiva a la albúmina ca. 1860 Inv. 11035 Museo del Romanticismo

28

Tras la expulsión de los Orléans del suelo francés, el duque de Montpensier y su familia llegaron a España, donde no perdía ocasión para desacreditar a Isabel II e inmiscuirse en los asuntos de Estado.

Alerta de tal conducta, el gobierno de la reina decidió poner distancia, de modo que los Montpensier se instalaron en Aranjuez y más tarde en Sevilla, en el Palacio de San Telmo que hoy forma parte de los jardines de María Luisa. Allí fueron recibidos en medio del sombrío silencio de un pueblo eminentemente monárquico que veía en él no sólo al descendiente del primo regicida, sino al hombre que huyó de un París sublevado abandonando a su suerte a su esposa, a la que al parecer había tratado hasta entonces con singular despego. A partir de esta época, para ganarse el aprecio de los españoles, comienza a tratar a la infanta María Luisa Fernanda con respeto y decoro. No en vano gracias a ella había obtenido e iba a disponer de las riquezas e influencia que tan necesarias eran a sus planes futuros.

En las épocas de unión liberal, fue obteniendo los nombramientos de teniente general y capitán general del ejército español, honores de infante y otras gracias y mercedes como el Toisón de oro o la gran cruz de Carlos III, con las que Isabel II iba poco a poco, y contra el parecer de algunos de sus consejeros, adornando al su ya entonces enemigo aunque aún encubierto. De hecho, aunque adulaba a su cuñada y se humillaba ante ella, doblegando su orgullo a las más nimias exigencias de la etiqueta en sus viajes a Madrid, desde su Palacio sevillano continuó con las intrigas que creía le harían lograr su sueño de ser rey de España. Sin embargo, tampoco supo ganarse la confianza de los militares descontentos con el régimen que, astutamente, le prometían el trono a cambio de ayuda económica para la causa liberal. Cegado y aferrado a esa esperanza, financió la revolución de 1868 que finalizó con el destronamiento de Isabel II y con la huída a Francia de la familia real. El nuevo gobierno provisional de Serrano, Prim y Topete, presidido por el primero, debía buscar a un nuevo rey, y así les vemos en esta estampa que les caricaturiza reunidos, valorando a

Federico de Madrazo y Küntz La Infanta Luisa Fernanda de

Borbón Óleo sobre lienzo

1847 Inv. 7275

Museo del Romanticismo, Sala de Billar (Sala XXIII)

29

los distintos candidatos, entre los que figuraba el propio Montpensier. Sin embargo, no obtuvo el apoyo de los militares sublevados, y aún menos el de las clases populares, cuyo objetivo era acabar con la Monarquía. Finalmente, la Corona de España recayó sobre Amadeo de Saboya, duque de Aosta, hijo de Víctor Manuel II.

Abanico (anverso y reverso) 12 ca. 1874 Inv. 1802 Museo del Romantismo Antesalón (Sala V)

En su folleto de 1869, José Benítez critica la osadía del duque de «pedir el primer puesto» y da numerosas razones por las que sería desatinado que la Corona de España fuese a parar a él, que «no supo caer bravamente por su padre, ni sacar de la sublevada París a su esposa» y «que á los primeros tiros de una pequeña insurrección militar, el 13 de mayo de 1848 en Sevilla, abandona su alcázar». Asimismo, señala que «España rechaza con desdén a los monarcas mercaderes» que buscan «tantos por cientos en ves de dar

12 País, anverso: Representación de la proclamación de Amadeo de Saboya como rey de España. País, reverso: Catorce inscripciones manuscritas con firmas autógrafas de distintos políticos y personajes destacados de la época (Eduardo Dato, el conde de Romanones, Javier Ugarte…), alusivas a la persona de aquél.

30

espléndidamente cientos por tantos, usurpando (…) sus honradas faenas y su modesto vivir á los nobles hijos del pueblo, á quienes el jefe del poder ejecutivo debe ayudar á que prosperen, en vez de hacerles concurso, disputándoles las pequeñas ganancias». Benítez relaciona las familias de las que podría proceder un aceptable pretendiente al trono de España para terminar diciendo que sería «el colmo del delirio» que un Orléans sueñe con él, afirmación seguida de una relación de los agravios, bajezas, traiciones y perjurios de esta familia en la que el primo se revuelve contra el primo, el pariente conspira para destruir al pariente y, en suma, el favorecido procura destronar al bienhechor.

La renuncia de Amadeo de Saboya al trono de España poco después de cumplirse los dos años de su reinado, fue seguida de once meses de república y un golpe de Estado. Algunos soñaban con la restauración borbónica en la persona de Alfonso, hijo de Isabel II y menor de edad, y al que Montpensier respaldó a cambio de la regencia, sin lograr tampoco su objetivo en esta ocasión. Sin embargo, aquel acercamiento al Príncipe iba a tener el insospechado desenlace de otra boda real: la del hijo de Isabel II y don Francisco de Asís, Alfonso de Borbón -que reinaría bajo el nombre de Alfonso XII-, con la hija de doña María Luisa Fernanda de Borbón y don Antonio Abad de Orléans, María de las Mercedes. A diferencia del de su predecesora en el trono, en este nuevo matrimonio entre primos carnales, fruto de las veleidades del destino, reinó la

felicidad, eso sí, enseguida truncada por la temprana muerte de ella, cinco meses después de celebrarse la boda. ¿Quién no ha entonado alguna vez la famosa tonadilla que el pueblo comenzó a cantar entonces, adaptación al parecer de uno de los romances de amor y guerra?

¿Dónde vas, Alfonso XII, dónde vas triste de ti?

Voy en busca de Mercedes que ayer tarde no la vi…

D.A Isabel II, el Rey Consorte D.N Francisco

de Asís, y el Príncipe de Asturias D. y L.: Domingo Valdivieso y

Henarejos Julio Donon Papel avitelado / Litografía

ca. 1860-1864 Inv. 4367

Museo del Romanticismo

31 

9.- Árbol genealógico de los contrayentes.

  

        Carlos IV   María Luisa de Parma                                             Luis Felipe II de Orleáns, duque de Orléans   Luisa Mª Adelaida de Borbón‐Penthièvre       

  

                                                                               Inf. don Francisco de Paula   Luisa C. de Borbón‐Dos Sicilias   Fernando VII   Mª Cristina de Borbón‐Dos Sicilias                              Luis Felipe I de Orleáns   Mª Amalia de Borbón‐Dos Sicilias                                                                         

 

                  Francisco de Asís de Borbón y Borbón‐Dos Sicilias      Isabel II              Inf. Mª Luisa Fernanda de Borbón   Antonio María de Orleáns, duque de Montpensier                       

           

                                                        Alfonso XII                                     Mª de las Mercedes de Orléans y Borbón  

32

10.- Bibliografía

- ÁLVAREZ, M.T., Isabel II. Melodía de un recuerdo, Barcelona, Martínez Roca, 2002. - ALZAYBAR, M. M., Al fausto enlace de S.M. la augusta Reina de España D.ª Isabel II con S.A.R. el Sermo. Sr. Infante D. Francisco de Asis, y de S.A.R.la Serma. Sra. D.ª Luisa Fernanda con S.A.R. el Duque de Montpensier. Homenaje de afectuoso respeto de M. M. de Alzaybar, Madrid [s.n.], M. Rivadeneyra y Comp., 1846. - ANÓNIMO, Colección de los documentos diplomáticos presentados a las Cámaras francesas, al Parlamento inglés y las Cortes españolas, sobre el casamiento de S.A. Doña Isabel II, y el de S.A.R. la Infanta Doña Luisa Fernanda, Madrid, La Ilustración, Sociedad Tipográfica-Literaria Universal, 1847. - ANÓNIMO, Del matrimonio de Isabel II: probabilidades con que tiene que contar España para asegurar un buen resultado en esta negociacion..., por un español amante del bien de su patria, Madrid, [s.n.], Imprenta de Vicente de Lalama, 1843. - ANÓNIMO, Festejos con que la Universidad Literaria de Granada celebró los venturosos enlaces de S.S.M.M. y A.A. en los días 23, 24 y 25 de octubre, Granada [s.n., s.a.], Imp. de Benavides, 1846. - BARRIOS GUTIÉRREZ, M., Los amantes de Isabel II, una apasionante vida amorosa, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, S.A., 1994. - BECKER, J., Las bodas reales en España. El futuro de S.A. Historia, crítica, legislación, documentos, Madrid, 1900. - BENÍTEZ CABALLERO, J., La cuestión Montpensier: Folleto contra su candidatura al trono de España, Madrid, Imprenta de Manuel Martínez, 1869. - BRETÓN DE LOS HERREROS, M., Felicitación a la Reina nuestra Señora, viéndola honrar con su regia presencia el Teatro del Príncipe después de su feliz Alumbramiento, que acaba de dar a los españoles una nueva prenda de amor en la Augusta Infanta Doña María Luisa Fernanda, [S.l., s.n., s.a.]. - BUELGA, M., Vistas de ciudades en la cerámica española del siglo XIX, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2005.

33

- BURDIEL BUENO, I., Isabel II. Una biografía (1830-1904), Madrid, Santillana Ediciones Generales, 2010. - FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, P., Mujer pública y vida privada. Del arte eunuco a la novela lupanaria, Woodbridge, Tamesis, 2008. - FURNISS, D. A., WAGNER, J. R. y WAGNER, J., Adams Ceramics. Staffordshire Potters and Pots, 1779-1998, Atglen, Schiffer Publishing Ltd., 1999. - GARCÍA RICO, E., La vida y la época de Isabel II, Barcelona, Planeta, 1999. - GIBSON, E., Ceramic Markers’ Marks, Estados Unidos, Left Coast Press Inc., 2011. - GODDEN, G. A., The Handbook of British Pottery and Porcelain Marks, Londres, Barrie & Jenkins, 1991. - LAMAS Y LETONA, C., Álbum poético dedicado a S.A.R. la Serenísima Señora Infanta D.ª Luisa Fernanda de Borbón, Duquesa de Montpensier, Sevilla, 1856. - MARTÍNEZ OLMEDILLA, A., La cuarta esposa de Fernando VII, Barcelona, Ed. Juventud, 1935. - MIRAFLORES, M. de, Juicio imparcial de la cuestión de la sucesión a la Corona de España, suscitada por la Inglaterra y la Francia con motivo del casamiento de la Serenísima Señora Infanta de España Doña María Luisa Fernanda con el Serenísimo Señor Duque de Montpensier, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1847. - ONEA, N. y QUILIS, J., Bodas regias y festejos (Desde los Reyes Católicos hasta Alfonso XIII), Madrid, 1906. - PÉREZ GALDÓS, B., “Bodas Reales”, en Episodios Nacionales, Tercera Serie, Madrid, Sucesores de Hernando, 1916. - PÉREZ GARZÓN, J.S. (ed.), Isabel II. Los espejos de la reina, Madrid, Marcial Pons, 2004. - PLAZA-ASPERILLA, J.C., Paseo romántico. La pasión española del siglo XIX, Madrid, Producciones Andrea D’Odorico, 2010. - PUGA, M.T., El matrimonio de Isabel II, Pamplona, Universidad de Navarra, 1964.

34

- RODRÍGUEZ DE RIVAS, M., Guía del Museo Romántico, Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1955. - RUÍZ AGUILERA, V., Una boda en el infierno. Fantasía diabólica, satírica, divertidísima y, sobre todo, reciente, como que se acaba de sacar del horno en octubre de 1846, Madrid, 1846. - TORRES GONZÁLEZ, B., Amor y muerte en el Romanticismo. Fondos del Museo Romántico, (cat. exp.), Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2001. - VIANA RAZOLA, J., Ceremonial eclesiástico para la celebración de los reales desposorios y velaciones de… Isabel II de Borbón, reina de las Españas con … Francisco de Asís María de Borbón, Infante de España (1846), Madrid, s.n., 1846. - VILCHES, J., Isabel II. Imágenes de una reina, Madrid, Síntesis, 2007. - VV.AA., Liberalismo y romanticismo en tiempos de Isabel II (cat. exp.), Madrid, Ministerio de Cultura, 2004. Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo. Fotografías: The Potteries Museum & Art Gallery, Stoke-on-Trent, Staffordshire, Inglaterra; Wedgwood Museum, Barlaston, Staffordshire, Inglaterra; Museo del Romanticismo (Miguel Ángel Otero, Pablo Linés Lucía Morate Benito, Víctor Gascón González, Patricia Elena Suárez). Agradecimientos: Sam Richardson (The Potteries Museum & Art Gallery, Staffordshire), Lynn Miller (Wedgwood Museum, Staffordshire), Paloma Dorado Pérez, Carmen Linés Viñuales, Mercedes Cabanillas García, Amaya Gálvez Méndez, Patricia Elena Suárez. Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas.

35

LA PIEZA DEL MES. CICLO 2011 Enero Carolina Miguel Arroyo EL CARNÉ DE BAILE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO   Febrero Carmen Linés Viñuales WILLIAM FINDEN (G), GEORGE SANDERS (P), LORD BYRON A LOS 19 AÑOS, aguafuerte y buril, ca. 1830  Marzo Mercedes Rodríguez Collado LA JOYERÍA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO  Abril Paloma Dorado Pérez UN VIAJE DE NOVIOS, EMILIA PARDO BAZÁN   Mayo Gema Rodríguez Collado MARIANO SALVADOR MAELLA, SAN ISIDRO LABRADOR Y SU ESPOSA SANTA MARÍA DE LA CABEZA, óleo sobre lienzo, ca. 1790  Junio Sara Rivera Dávila RETRATOS FOTOGRÁFICOS DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO  Septiembre Carmen Sanz Díaz PIERRE LÉVÈQUE, MEDALLA CON MARÍA CRISTINA E ISABEL II, bronce, 1836   Octubre Isabel Ortega Fernández FUENTE CON LAS BODAS REALES, WILLIAM ADAMS & SONS, loza estampada, ca. 1846  Noviembre Laura González Vidales BEBÉ STEINER, porcelana, vidrio, cabello humano, ca. 1889  Diciembre Nuria Lázaro Milla LA JOYERÍA DE ISABEL II EN LOS RETRATOS DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO