La Independencia y El Clero

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    INCERTIDUMBRE POLTICA Y OPCIN POR LA PATRIAEN EL NORTE PERUANO: LA INDEPENDENCIA

    Y LOS MIEMBROS DEL CLERO (1812-1824)

    POR

    ELIzABETH HERNNDEz GARCA

    Universidad de Piura/Campus Lima (Per)

    RESUMEN

    El clero del norte del Per ha sido escasamente trabajado en la historiografapara el perodo de la independencia. Este artculo busca acercarse a las preocupa-ciones personales, a las expectativas de sobrevivencia y al comportamiento pol-

    tico de algunos miembros del alto clero del Obispado de Trujillo en lasconflictivas dcadas de 1810 y 1820. Esta aproximacin privilegia los aos de in-certidumbre y desconcierto de la poblacin peruana durante la dilatada guerra porla independencia.

    PALABRAS CLAVE: Virreinato del Per, Obispado de Trujillo, alto clero, Cortesde Cdi, guerra por la independencia, Patronato Regio.

    POLITICAL UNCERTAINTY AND OPTION FOR THE COUNTRYIN NORTHERN PERU: THE INDEPENDENCE AND THE

    MEMBERS OF THE CLERGY (1812-1824)ABSTRACT

    Very little historiographical research has been done on the Catholic clergy innorthern Peru during the years of Perus war for independence from Spain. Thisarticle investigates the personal concerns, survival strategies, and politicalbehavior of several members of the upper clergy of the Bishopric of Trujilloduring the tempestuous decades of the 1810s and 1820s. This approach privilegesthe Peruvian peoples sense of uncertainty and chaos during the long war forindependence.

    Hispania Sacra, LXIII128, julio-diciembre 2011, 595-625, ISSN: 0018-215-X

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    KEY WORDS: Viceroyalty of Peru, Bishopric of Trujillo, upper clergy, CdiCortes, war for independence, Royal Patronage

    Recibido/Received 20/04/2011Aceptado/Accepted 18/05/2011

    INTRODUCCIN

    Los aos que precedieron y que siguieron a la proclamacin de la indepen-dencia del Per (1821) y al inicio de su consolidacin (1824), representan unconjunto variopinto de emociones, pensamientos y preocupaciones entre quie-nes fueron testigos de excepcin de este cambio y quiebre poltico. Paulatina-

    mente los historiadores se han ido haciendo cargo de estas vivencias y de lascircunstancias del da a da, fundamental ngulo de investigacin para tratar deanaliar un panorama ms cercano a lo que, en efecto, tuvo que ser ese momen-to.

    En el medio de todo esto estaba la guerra por la independencia, el nuevo or-den legal, la presencia de caudillos en el poder, el bloqueo martimo, las levas ylas expoliaciones monetarias; junto a ello, un grupo de poder en el Per quebuscaba nuevas redes de contactos para sus respectivas permanencias polticasy sociales. Si bien se ha profundiado en parte en este descontento vivido entrela poblacin y vecindad de la Ciudad de los Reyes, estamos ciertos de que la in-

    quietud y desan era sentida de similar manera en otras regiones que inclusi-ve, se haban independiado antes de aquella, como fue el caso del norteperuano.

    La ex intendencia de Trujillo y los partidos que la conformaban siendo Piu-ra el ms importante fue un espacio regional de enorme inters para la causalibertadora; tal ve no tanto por su polmica ferviente adhesin a la causa in-dependentista, cuanto por ser una ona bisagra hacia otros espacios igualmenteimprescindibles en ese contexto, como eran las ciudades ecuatorianas; tambines verdad que se trataba de una regin que poda contar con recursos gracias ala secular actividad mercantil. De hecho, no fue gratuito que Jos de la Riva-

    Agero estableciese en Trujillo la sede de su gobierno y congreso paralelos alos de Lima en 1823;1 ni tampoco que Simn Bolvar tambin ubicara su lugar

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    1 En junio de 1823, a consecuencia de la segunda llegada de las fueras realistas desde la sierrahasta Lima, el presidente del Per, Jos de la Riva-Agero, y el congreso se refugiaron en el Real Feli-pe del Callao. En ese fuerte, Riva-Agero fue destituido y colocado en su lugar el marqus de Torre Ta-gle. Riva-Agero no acept esa destitucin y se dirigi a Trujillo donde, con un grupo de seguidores,form otro congreso y estableci otro gobierno, polariando la poltica peruana en momentos en quelas fueras realistas se consolidaban con el virrey La Serna en la sierra central y sur del Per.

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    de residencia all una ve que los realistas volvieron a apoderarse de Lima en1824.2 Por estas raones el norte peruano tambin fue protagonista de una gue-rra por la independencia que ya se haca dilatada para todos los efectos.

    Hace algunos aos acometimos el estudio del espacio norte circunscribin-donos al partido piurano y a su grupo de poder durante todo este proceso, privi-legiando, por restricciones de documentacin, el anlisis poltico. Desde esemomento advertimos la enorme veta de inters que representaba el estamentoeclesistico, el gran desconocido para este espacio en la historiografa,3 comouno de los pilares de ese antiguo sistema que se empeaba a trastocar. El clerosecular en Piura4 tiene, adems, una importancia aadida en este momento,pues si no eran autoridades eclesisticas, sus miembros podan ser elementosclave en la burocracia poltica. No hay que olvidar que el grupo de privilegiopiurano, por consideraciones sociales y econmicas, encaminaba a sus parien-tes a esta vida sacerdotal, buscando sobre todo buenos y mejores posiciona-mientos en un futuro no tan lejano; de tal manera que la mitad de los colegialesy universitarios piuranos lleg a ordenarse sacerdote. Considerando esta reali-dad, se entiende que los sucesos polticos los vivieran con la misma atencin ypreocupacin que el resto de ciudadanos; tenan mucho que perder y muchoque ganar.

    El objetivo de este artculo es aproximarnos a un conocimiento ms cercanoe ntimo de las preocupaciones polticas del da a da entre los miembros delclero secular en el norte, en concreto entre Piura y Trujillo. Este anlisis nos

    permitir ir de la mano de la actuacin y comportamiento del clero en momen-tos clave, desde 1812 ao en que la resistencia hacia el virrey Abascal es mselocuente en el Per hasta 1824 que es el inicio de un gobierno patriota triun-fante.

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    2 En febrero de 1824, la causa de la independencia peruana pareca perdida, puesto que los realistasocuparon la ciudad de Lima por tercera ve, con el aadido de que buena parte de la clase dirigente, en-tre ellos el presidente marqus de Torre Tagle, se pas a las filas del virrey. Bolvar se refugi en el nor-te, y desde Trujillo dio directrices para el desenvolvimiento de la guerra, que finali con lacapitulacin de Ayacucho en diciembre de ese mismo ao.

    3 El clero piurano no est suficientemente trabajado en la historiografa. Asumimos que la ran ha

    sido la inaccesibilidad del Archivo Arobispal de Piura, que sigue en proceso de catalogacin desdehace varios aos, y que no cuenta con las instalaciones convenientes para una adecuada atencin a losinvestigadores. De la misma manera, las restricciones de espacio y de horario de atencin del ArchivoArobispal de Trujillo (AAT) ralentian cualquier estudio o, por lo menos, determina la direccin delos historiadores hacia otros ngulos de anlisis.

    4 Por la dificultad en revisar archivos eclesisticos para el caso del norte, el clero regular an nopuede ser conocido ni analiado en propiedad. Tenemos pocas referencias de su situacin entre la inde-pendencia y la repblica. Al respecto est en prensa el siguiente artculo: Eliabeth HERNNDEz GAR-CA, Hacia el control del clero piurano: la reforma de regulares de 1826 en el norte del Per, enFrancisco CERVANTES, Lucrecia ENRQUEz y Rodolfo AGUIRRE (coord.), Tradicin y Reforma en la Igle-sia hispanoamericana, 1750-1840 (En prensa).

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    Para este cometido nos hemos servido, fundamentalmente, de parte de laColeccin Toms Digue. Se trata de una coleccin documental epistolar,conformada por cartas personales que distintos vecinos piuranos y clrigos dePiura, Trujillo y Lima, remiten al presbtero Toms Digue Florencia, cura p-rroco de Catacaos en la dicesis de Piura. Esta documentacin no se ha trabaja-do profundamente en la historiografa eclesistica peruana por distintosmotivos;5 sin embargo es muy importante en la historia del espacio norte en co-nexin con la historia poltica nacional.6

    Toms Digue Florencia fue uno de los avecindados piuranos ms impor-tantes; teji una serie de relaciones de inters y de poder que, posteriormente, leposibilitaron convertirse en obispo de Trujillo en 1833. En las cartas que men-cionamos es posible ver la evolucin en las ideas y fidelidades polticas, ascomo los sentimientos hacia los hechos que iban sucedindose en el imperiohispnico. Paralelamente, hemos trabajado otros documentos procedentes dedistintos archivos peruanos y del Archivo General de Indias.

    La incertidumbre poltica, caracterstica constante de estas dcadas, se em-pe a sentir en el gobierno del virrey Fernando de Abascal. A partir de estemomento el norte colonial va a vivir momentos de tranquilidad y momentos dedesconcierto, indistintamente. El fin de la historia virreinal tendr este carctervoluble e inseguro.

    ALGUNOS PROBLEMAS DURANTE EL PERODO DE CORTESPor todos es sabido que los hechos polticos suscitados en la metrpoli a ra

    de la captura de Fernando VII en Bayona fueron determinantes en la historiaamericana. Sea encaminndose los sucesos a un autonomismo y posterior inde-pendencia (caso en general de Amrica hispana), o sea afianando los laos dedependencia hacia las instituciones tradicionales (caso peruano), el mbitoamericano no se mantuvo inalterable, movilindose desde entonces unas fuer-

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    5 Esta coleccin se encuentra en el Archivo General de la Nacin de Lima (AGN), Seccin Colo-nial. Hace un lustro, el acceso a esta coleccin era muy restringido, teniendo en ese entonces algunosproblemas para poder consultarla. Este ao nos pusimos como objetivo consultarla en su totalidad; sinembargo, los actuales problemas del AGN han obligado a cerrarlo tres meses desde el 4 de maro de2011, lo que ha paraliado el trabajo de investigacin y transcripcin documental.

    6 Un estudio detallado de la importancia de este presbtero en la historia regional y nacional en:Eliabeth HERNNDEz GARCA, De vicario eclesistico a obispo de Trujillo: Toms Digue Florenciay su adecuacin al orden republicano en el Per (1776-1845), en Rodolfo AGUIRRE y Lucrecia ENR-QUEz (coord.),La Iglesia hispanoamericana, de la colonia a la repblica, Mxico, Universidad Nacio-nal Autnoma de Mxico, Pontificia Universidad Catlica de Chile, Plaa y Valds Editores, 2009,279-303.

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    as locales cuyo poder de reaccin fue subestimado ya en el proyecto reforma-dor borbnico, y ms an cuando se dio el regreso al absolutismo en 1814.

    A pesar de que, en trminos generales, el Virreinato peruano mantuvo su ad-hesin a las instituciones metropolitanas por accin del virrey y de las elitesperuanas, estos aos en onas de frontera se mantuvo la alerta ante el peligrode las juntas de gobierno y las revoluciones contra la autoridad de la capital li-mea y de la Junta de Regencia. Una de esas onas lmite fue el norte del Per.De la sierra de Piura a las provincias surecuatorianas la distancia era solo dedos leguas, ran por la cual convena tomar medidas.7

    En todo este trance surge la inquietud acerca de la postura adoptada por elclero secular. Si bien este tema convendra individualiarlo, ante la falta de es-tudios hagiogrficos y considerando nicamente al alto clero, se advierte que su

    posicin es claramente monrquica. Ello se demuestra, en primer lugar, en lasceremonias oficiales de reconocimiento a Fernando VII, a la Junta Central, a laJunta de Regencia, a las Cortes Extraordinarias de Cdi y a la Constitucin de1812. En todos estos eventos y oficios religiosos, las comunidades religiosas yautoridades eclesisticas, asisten en pleno y propician entre ellos mismos y en-tre los feligreses la perpetuacin de las estructuras.

    Era muy importante la labor de los sacerdotes en un espacio como el piura-no, donde ms del cincuenta por ciento de la poblacin era indgena, y se le te-ma. Adems, por la propia condicin humana y por el sistema que fomentabala formacin eclesistica para unos fines sociales concretos, uno de los proble-

    mas que arrastraba el clero secular era el relajamiento de costumbres. Los in-formes de las autoridades eclesisticas son elocuentes en el reconocimiento deesta realidad, ran por la cual se insista mucho en la correccin de los viciosque se denunciaban. Pero el problema vena de antiguo.

    En efecto, ya las ltimas dcadas del siglo XVIII nos dejan acusaciones deexcesos, extorsiones y violacin de las leyes por parte de curas prrocos, sobretodo por la obtencin de mayor cantidad de dinero en primicias, cuartas funera-les, camaricos, etc. En esto no hubo diferencia de clases. Tanto los prrocos deestratos sociales intermedios, como los descendientes de familias principalesse vieron envueltos en estos escndalos.

    Sin bien hay que irse con cuidado en la veracidad de las afirmaciones, laabundancia documental sobre estos hechos nos muestra una lnea de conductaque era bastante comn, como el propio gobernador eclesistico reconoci ensu momento cuando afirmaba: No se oculta que alguna ve estarn las injusti-

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    7 Al respecto, hay un vaco historiogrfico en la historia poltica y militar virreinal piurana; la do-cumentacin eclesistica nos ha brindado la posibilidad de aproximarnos a las preocupaciones del mo-mento.

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    cias de parte de los prrocos por aquellos abusos que desgraciadamente no sonraros en el ejercicio de su ministerio8 Tenemos al respecto un caso peculiar.

    Los indios del pueblo de Fras se quejaban constantemente de su prroco, elpiurano Diego Bernardo de Mesones. Este proceda de una familia muy impor-tante en la posesin de haciendas en Piura; adems, Toms, el hermano de Die-go, ocupaba el deanato de la catedral de Trujillo. En definitiva, era una personacon muy buenas relaciones. Los descontentos hacia Diego se daban por mu-chas extorsiones, malos tratamientos, agravios y perjuicios, llegando a po-ner en prisin a quienes no pagaban primicias de trigo y ma, y embargandolos ganados.9 Las acusaciones incidan tambin en la exaccin de derechos in-debidos de entierros, casamientos, velaciones, bautismos y otras funcioneseclesisticas.

    Este caso tuvo que ser muy conocido en la regin, puesto que, a consecuen-cia supuestamente de la violencia decretada por este cura contra los alcaldes deindios del pueblo, temiendo que los castigos recayesen tambin sobre los de-ms indgenas, se ausentaron todos del pueblo la misma noche del da 15[junio de 1788] sin quedar parte alguna, y con sencille e ignorancia invencible,se llevaron las campanas de la torre sin que lo supiese nuestro cura10

    Lo curioso es que, luego de seis viajes del procurador de indios al obispadode Trujillo pidiendo justicia, no se obtena respuesta. En consecuencia, aho-ra se ha quedado el pueblo peor que un despoblado11 La radical respuesta delos indios de Fras nos hace pensar en una enorme sensacin de inseguridad,

    desconcierto y desesperana. Al mismo tiempo, nos ilustra la firmea de carc-ter de los naturales de este curato, que toman la decisin de apartarse y alejarsede un prroco intolerable que ellos consideran el mayor de todos sus males.Adems de poner a aquel en entredicho, con esta medida estn privando al p-rroco y a los hacendados del lugar de una valiosa mano de obra. Teniendo encuenta el coraje del comn de indios, se entiende que despierten temor ante laposibilidad de que su respuesta, al contrario que aquella, sea ofensiva.

    Otro miembro del grupo de privilegio piurano, Diego del Castillo, era cura p-rroco de Huancabamba a fines del siglo XVIII. Era este otro pueblo de indios dela sierra de Piura. En este curato fueron comprobados los excesos que del Castillo

    cometa; el fiscal del reino afirmaba que no quedaba duda de que este cura:

    tiene pongos y ocupa a las mujeres sin otro compensativo que el de la comida; queapremia a los indios con crcel, sin pedir auxilio al jue territorial para las cobranas deobvenciones, primicias y aun de las limosnas de las cofradas; que hay abuso en estas y

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    8 AGN. RJ. Leg. 149. Carpeta 1. Ao 1826. Fol. 2v.9 Archivo Regional de Trujillo (ART). Serie: Corregimiento. Leg. 252. Carpeta 2793. s.f. Fol. 1.

    10 ART. Serie: Intendencia. Causas ordinarias. Leg. 299. Carpeta 120. Ao 1788. Fol. 1v.11 ART. Serie: Corregimiento. Leg. 252. Carpeta 2793. s.f. Fol. 1v.

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    en la multiplicidad de los alferagos; que se excede en los derechos parroquiales, y quesus ayudantes se versan mal.12

    A Diego del Castillo se le reprendi desde el superior gobierno, exigiendoque se cia a los aranceles eclesisticos establecidos y, que si recurra al trabajode los indios e indias, deba ser pagndoles el debido jornal. Se hace responsa-ble al subdelegado de Piura de hacer cumplir este dictamen; sin embargo, nosabemos la efectividad que tuvo esta simple amonestacin en el nimo del p-rroco. Lo cierto es que no se trataba de un curato cualquiera. Huancabamba erauna de las onas de mayor poblacin indgena: ms de la mitad de los habitan-tes figuraban como indios;13 las desavenencias por tanto eran preocupantes.

    Fallecido Diego del Castillo, en 1812 el vecindario de espaoles solicita sedesigne un nuevo cura para esta doctrina, y as conseguir el remedio de los

    desrdenes del pueblo Estos desrdenes tienen distinto origen: el ecnomode la iglesia que haca diecinueve aos no elaboraba cuentas, el comportamien-to del cura coadjutor14 y la abolicin del tributo indgena en 1811. Todo en con-

    junto confabulaba, y as los indios manifestaban: tal despotismo, desprecioal culto e inobediencia, que no piensan en otra cosa que en embriagarse, y a estasombra injuriar y menospreciar al vecindario espaol. Volvemos al peligrosecular de la insubordinacin que, aseguran, poda terminarse con la eleccinresponsable de un buen cura prroco para Huancabamba.15

    El tema de la abolicin del tributo indgena16 origin muchos problemaspara los curas y las autoridades polticas en las poblaciones indgenas. Una li-bre interpretacin de este decreto de las Cortes condicion muchos desrdenes.Toms Digue Florencia, vicario eclesistico en Piura, conoci de todos estosconflictos por ser autoridad y por estar a cargo de un curato. En Catacaos se sir-vi de la prdica para garantiar se siguiesen aportando los derechos parroquia-

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    12 AGN. Real Audiencia. Causas Civiles. Leg. 169. Ao 1798. Carpeta 675. Fol. 99v.13 [La doctrina de Huancabamba] encierra an todava como 7.000 almas poco ms o menos,

    de ambos sexos, y de ellas ms de la mitad de indios, y lo restante de gente blanca, contndose en estaconsiderables familias de distincin; mantiene un alcalde de espaoles con jurisdiccin ordinaria y cin-

    co de indios con sus respectivos ministros AAT. Concurso de Curatos (CC). Leg. 17. Carpeta Q-17.Ao 1812. Fol. 17.14 De la conducta del cura coadjutor, fray Manuel Saldvar, Toms Digue afirma: estoy infor-

    mado es viciadsima por ran del juego en que se ejercita con extremo, siendo este su vicio dominan-te.

    15 AAT. CC. Leg. 17. Carpeta Q-17. Ao 1812. Fol. 17-20.16 Abascal mostr su desacuerdo con esta medida: AGI, Lima, 741. N. 101a. Ao 1811. El tributo

    indgena representaba la tercera parte de los ingresos de las arcas virreinales, ran por la que el virreyAbascal hio sentir su desacuerdo, mucho ms en circunstancias en que se necesitaba dinero para man-tener la supervivencia del virreinato y la defensa de sus fronteras. Timothy ANNA, La cada del go-bierno espaol en el Per. El dilema de la independencia, Lima, IEP, 2003, p. 87-89.

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    les y no se confundiesen con la supresin del tributo indgena. Esta homila di-rigida a sus feligreses la reali por propia iniciativa, en tanto que no constaninguna orden desde el obispado de Trujillo al respecto.

    As comenta en informe al obispo Carrin y Marfil: despus de exhortar-les a la mayor fidelidad, amor y gratitud a la Nacin Espaola, que les dispensabatanto bien, les hice ver que esta misma Nacin grande, generosa y fiel en sus pro-mesas aun con sus propios enemigos, no podr faltar a la que hace a sus vasallosde protegerlos a la sombra de las mismas leyes, privilegios y fueros con que siem-pre les haba amparado17 Es clarsima la opcin de Toms Digue por el sis-tema establecido que, segn su punto de vista, siempre les haba protegido.

    De la misma manera y ya en tono oficial, cumpli una serie de medidas da-das por el obispo de Trujillo contra aquellos curas forasteros que viniesen desde

    Ecuador y que no pudiesen mostrar sus licencias para predicar y confesar enPiura. Esta especie de persecucin evidencia un real sentimiento de temor antecualquiera que atravesara las fronteras virreinales, las que hasta haca poco ha-ban sido obviadas por la cotidiana actividad mercantil en esta macro regin.18

    Francisco Flix de Carrin e Iglesia, presbtero piurano y descendiente deuna familia fuerte en la regin, fue requerido por el cabildo de Piura para elabo-rar un plan defensivo ante el posible ataque e invasin de los insurgentes deQuito en 1809. El ayuntamiento qued muy satisfecho con las actividades reali-adas por este sacerdote y abogado, y por su fidelidad. Cuando pas el peligro,el municipio agradeci las providencias tomadas por este clrigo, pues se

    asegur la tranquilidad de la provincia y se disiparon los temores.19Al parecer, Carrin e Iglesia era muy importante para la clase poltica y le-

    trada local, puesto que fue uno de los miembros de la terna que elabor el cabil-do de Piura para elegir al representante del Per a la Junta Central. No gan,pero de inmediato esta institucin le solicit redactar las instrucciones que lle-vara en nombre de Piura el chantre Jos de Silva y Olave, finalmente elegidocomo tal representante de todo el virreinato.20 De la misma manera que, en el

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    17 AAT. CC. Leg. 17, Expediente Q-17-22, ao 1812, folio 1.18 Susana Aldana Rivera acu el trmino macro regin sur ecuatoriana-nor peruana en relacin

    al espacio comprendido entre la intendencia de Trujillo y las provincias ecuatorianas de Cuenca, Loja yGuayaquil, que mantuvo una relacin socio-econmico y cultural ms que estrecha, autosuficientey bastante al margen del centro administrativo virreinal peruano. Formando parte de esa macro regin,Piura y su puerto de Paita se convirtieron en puertas de entrada y foco neurlgico de intereses de todotipo. Ver bibliografa de Susana Aldana Rivera.

    19 AGI, Lima, 976. Ao 1817.20 La presencia del peruano Silva y Olave no se hio efectiva, pues habiendo arpado del Callao

    hacia la metrpoli, en la escala que hiciera en Mxico, tom noticia de la disolucin de la Junta Cen-tral, teniendo que regresar al Per. No obstante, las instrucciones que los distintos cabildos le hicieronllegar, son de importancia capital para conocer el pensamiento y las actitudes de las clases dirigentesperuanas en estas circunstancias.

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    anterior momento, el ayuntamiento le agradeci su trabajo dejando constanciadel mtodo, orden y estilo persuasivo y agradable que imprimi al texto pre-sentado.21 No se han conservado estas instrucciones, pero asumimos que tuvie-ron el mismo carcter que las posteriores que el cabildo redact para sudiputado en las Cortes de Cdi.

    Esos aos se tomaron las provisiones necesarias para evitar el contagiorevolucionario.

    Por raones de distancia ya mencionadas, muchos colegiales del espacionorte peruano estudiaban en Quito. A ra de la revolucin juntista de 1809, lospadres y tutores de algunos de ellos solicitaron su pronto regreso. Esta peticintard un par de aos en obtener respuesta positiva. Fue recin a inicios de fe-brero de 1812 cuando, con pasaportes del obispo de Quito, que se nombra

    Presidente y Capitn General de aquella provincia, han llegado a esta ciudad[Guayaquil] para que se trasladen a sus casas en Piura y Lambayeque, los cole-giales D. Jos Mara de Maldonado, D. Manuel Antonio Valdivieso, D. Francis-co Santiago Tvara, D. Juan Jos Maldonado y D. Santiago Tvara Nohaban podido salir antes de Quito por suponer seran extorsionados por unlado, o sean vistos como sospechosos por otro por las circunstancias del da yao22 De hecho, los hermanos Tvara, piuranos, continuaron sus estudios enLima, y tanto uno como otro destacaron en la posterior poltica republicana.

    De Quito s que se esperaban conflictos de una u otra forma, como se ad-vierte. Hasta Piura llegaron providencias de la intendencia de Trujillo sobre

    Mariano Aspiaso, fraile mercedario natural de Quito, que haba participado enla insurreccin de Hunuco, Panataguas y Huamales (1812) como autor princi-pal. El intendente de Tarma, a travs del de Trujillo, solicitaba que se estuviesependiente de su posible huida a Piura. La prisin de dichos interesados y muyespecialmente la de dicho religioso es la ms importante para la seguridad delEstado.23

    Es cierto que en el norte la preocupacin poda darse por distintos frentes,como era la conexin con Ecuador. Pero tambin es verdad que, en perspectiva,las preocupaciones se diluyeron momentneamente con el triunfo de Abascal yla supresin de la junta de gobierno en Quito. Los dems problemas Buenos

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    21 Eliabeth HERNNDEz GARCA, La elite piurana y la independencia del Per200. Ello no ne-cesariamente significa buenas relaciones permanentes entre los regidores y este presbtero. Por lo queparece, luego de estas instrucciones, se gener un sentimiento de resquemor frente a Carrin e Iglesia,puesto que este interpuso un pleito contra algunos regidores del municipio por injurias y calumnias re-lacionadas con un supuesto inters de este clrigo por salir elegido a como d lugar representante parala Junta Central. AGN. GO-BI5. Leg. 185. Carpeta 1097. Ao 1813.

    22 Archivo de Lmites del Per (AL). LED-6-6. Caja 106. Doc. 5. Ao 1812. Fol. 1.23 AL. LED-6-6. Caja 106. Doc. 37. Ao 1812. Fol. 1-1v.

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    Aires, Chile, el Alto Per, Cuco, etc. quedaban demasiado lejos de Trujillo yde Piura como para angustiarse en demasa. Lo mximo que se hio en Piurafue un pequesimo donativo en respuesta al pedido de Abascal para armar tro-pas en direccin a Buenos Aires. No obstante, s circulaban las noticias entre lagente del clero.

    Juan Ignacio de Machado, cannigo de la catedral de Trujillo, mantuvo unainteresante correspondencia personal con el vicario eclesistico Toms Di-gue.24 Adems de consultas administrativas, Machado le daba cuenta detalladade cuanta noticia llegaba a Trujillo por el correo oficial de Lima. Una de las ma-yores conmociones que vivi internamente el virreinato peruano fue la revolu-cin del Cuco de 1814, bajo la direccin del cacique indio Mateo Pumacahua.La conmocin obedeca al recuerdo amargo de la rebelin de Tpac Amaru II en1780, precisamente en el mismo espacio geogrfico cuqueo. Se trat esta de laprimera insurreccin indgena que tuvo en jaque al gobierno virreinal, ran porla cual el levantamiento de 1814 tambin fue radicalmente sofocado.25

    En Piura se supo esta noticia, en primer lugar, entre las autoridades locales. El30 de abril de 1815, el cannigo Machado le manifestaba a Toms Digue: Seha confirmado la derrota de los insurgentes del Cuco y la entrada del seor Ra-mre en aquella capital el 21 del anterior pagando con sus cabeas Pumacahua,los Angulo y otros. La batalla dicen fue bien sangrienta. Huamanga con toda suguarnicin y pertrechos de guerra se entreg a las Armas del Rey.26

    La nominacin de insurgentes que Machado brinda va acorde con la per-

    cepcin que se tena de estos levantamientos indgenas; se trata de una opininmuy importante al ser de un miembro del alto clero. No poda pensarse de otramanera. Aunque con grandes discrepancias discursivas entre Abascal y algunosreformistas,27 las directrices desde Cdi venan siendo acatadas en el Per.Cabe recordar que los primeros diputados que fueron elegidos por sus respecti-

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    24 La mencionaremos en reiteradas ocasiones en estas pginas, en tanto que las cartas de Machadoa Digue son de las ms ricas en datos e impresiones de poca que comprende esta coleccin.

    25 Sobre la rebelin de Tpac Amaru II en el contexto de las rebeliones antifiscales del siglo XVIIIas como sus consecuencias, ver: Jrgen GOLTE,Repartos y rebeliones. Tpac Amaru y las contradic-ciones de la economa colonial, Lima, IEP, 1980. Scarlett OPHELAN GODOY, Un siglo de rebeliones

    anticoloniales. Per y Bolivia, 1700-1783, Cusco, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolom deLas Casas, 1988. La gran rebelin en los Andes: de Tpac Amaru a Tpac Catari, Cusco, Centrode Estudios Rurales Andinos Bartolom de Las Casas, 1995. Guillermo DURAND FLORES, Criollosen conflicto. Cuzco despus de Tpac Amaru, Lima, Universidad de Lima, 1985. David CAHILL, Inde-pendencia, sociedad y fiscalidad en el sur andino (1780-1880), Revista Complutense de Historia deAmrica, 19 (1993) Madrid, 249-268.

    26 AGN. Coleccin Toms Digue (CTD), Caja 2, Carpeta 7, Doc. 1, Ao 1815. Fol. 1-1v.27 No es cierta la general cercana de las elites peruanas al virrey Abascal. Si bien lo necesitaban,

    los liberales no estuvieron de acuerdo con el control que el virrey sigui manteniendo, ni tampoco conla persecucin poltica que caracteri su gobierno. Al respecto ver la produccin bibliogrfica de Vc-tor Peralta, Timothy Anna y Brian Hamnett.

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    vos cabildos para ir a las Cortes gaditanas, fueron los de Piura y de Lambaye-que, intendencia de Trujillo; ni siquiera el de Lima fue votado con tanta premu-ra. Haba esperana en la Constitucin de 1812 y en que los diputados pudiesenhacer mucho en la metrpoli por sus ciudades y por sus vecinos. Por ello, unlevantamiento indgena en esos momentos, amn del latente peligro de una re-volucin de masas, se sala de la estructura establecida de fidelidad a Fernan-do VII. En esas circunstancias lo ms seguro era seguir apostando por el virrey.Pero los indios no eran el nico motivo de preocupacin.

    En 1810, Jos Carrin y Marfil, obispo de Trujillo, redact un informe soli-citado por la Junta de Regencia, en el que haca un anlisis de la situacin delvirreinato del Per en distintos aspectos. En sus lneas se percibe tcitamenteotro temor y recuerdo: la revolucin de Hait. Segn el obispo, los indgenaspor el momento estaban sosegados, pero haba que cuidar que no se pongan enmovimiento como haba pasado con los negros, por los que han introducidoen esta Amrica las alteraciones que son notorias por los franceses o afrancesa-dos slo con el fin de perturbar el Gobierno y ocasionar a la Patria el descon-suelo que ha de causar por las atenciones urgentsimas en la actualidad: el cebode la libertad de tributos y el engao de ella a los esclavos son medios propor-cionados de que se valen y hemos visto los efectos que se han seguido en otras

    partes.28

    Muchas de las noticias llegaban a las distintas localidades antes de la confir-macin del superior gobierno. De alguna o de otra manera, la comunicacin en-

    tre autoridades polticas o eclesisticas revesta carcter oficial, aunque supublicacin y proclamacin a la comunidad tuviese que esperar el visto buenodel virrey. Lo que es verdad es que las cabeas de las respectivas dicesis esta-ban al corriente de los acontecimientos. En el Per la opinin de todas ellas fuede anuencia a las autoridades de la metrpoli.

    El obispo Carrin y Marfil argumentaba que: en esta Amrica no ha ha-bido motivo ni causa justa para la formacin de Juntas que se han hecho, nopara asegurar el estado sino para la destruccin de las legtimas autoridades su-bordinadas al Gobierno que existe en Espaa e Indias a nombre de nuestro de-seado soberano el Sr. D. Fernando Sptimo.29 Tambin es verdad que esta

    opinin estaba dirigida a la Junta de Regencia, la autoridad reconocida en el vi-rreinato del Per; sin embargo, el obispo tambin mostr su descontento con al-gunos decretos de la Constitucin de 1812, en los que se estableca podan serelegidos como diputados para las Cortes Ordinarias de 1813, miembros del cle-ro secular, sean cannigos, o curas prrocos. El argumento de ms peso radica-

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    28 AGI, Estado 74, N. 40. Documento 2. Ao 1810. Fol. 9-9v. La cursiva es nuestra.29Ibidem, Fol. 10.

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    ba en que, si las provincias de su obispado se haban mantenido sin novedad,haba sido por contar con el apoyo de todos, de prrocos y de los pocos canni-gos que formaban parte del cabildo catedralicio.30 El fiscal del reino no apoyeste pedido, y solo se dej con carcter de consulta a las Cortes gaditanas.31

    El descontento del obispo no durar mucho, puesto que el ao siguiente seretorn al absolutismo. Las acciones de Carrin y Marfil fueron siempre cohe-rentes con su afn conservador, ganndose por ello luego el exilio en 1821cuando se proclam la independencia de Trujillo.32

    Al retornarse al antiguo sistema, la tranquilidad se hio palpable en el virrei-nato del Per. Para las autoridades eclesisticas, las juntas de gobierno nuncatuvieron asidero legal habiendo una autoridad en la metrpoli, adems eran vis-tas con resquemor; no se descarta en esa opinin sentimientos relativos a la

    competencia mercantil y de jurisdiccin; de hecho, al controlar estos espaciosexceptuando Buenos Aires, Abascal estaba desandando el camino avanadopor el proyecto reformador borbnico.33

    Pero las cosas no se tranquiliaron, pues en Amrica empe la resistenciaen los lugares donde ms firmemente se haba establecido un gobierno paraleloal de la metrpoli, aunque haya sido efmero. Como afirmaba Carrin y Marfil,Quito y Santa Fe no tenan mayor peligro, pero s Buenos Aires. Juan IgnacioMachado el 30 de mayo de 1815 daba cuenta a Digue de los sucesos de estaprovincia: Se dice que los insurgentes de Buenos Aires desamparan a Monte-video por reconcentrar las fueras a la capital por las tropas de Espaa que ya

    iban llegando; y el correo de hoy no llega para que nos aclarara estos puntos taninteresantes34

    La mayora de documentos que hemos reseado en este apartado tienen undenominador comn: estn mostrando una opinin sobre los acontecimientos o

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    30 Cabe recordar que, en 1810, como diputado para las Cortes Extraordinarias, fue elegido PedroGarca Coronel, trujillano y cura prroco de Ayabaca, provincia colindante con Cuenca. Garca Coro-nel se dirigi a Cdi obteniendo luego una canonja en la Catedral de Sevilla. De la misma manera, re-presentante de Lambayeque, partido de Trujillo, fue elegido el religioso Fray Rafael Delgado.Eliabeth HERNNDEz GARCA,La elite piurana y la independencia del Per, 205. Para las Cortes Or-

    dinarias, el obispo pretenda se dejase a los curas prrocos en sus lugares de destino.31 AGI, Lima 1585. N. 46. Ao 1813. Fol. 305-311.32 El carcter conservador de este obispo peninsular se mantuvo hasta el final de sus das en Per.

    Fue tomado prisionero en 1820 por el marqus de Torre Tagle en el contexto de la proclamacin de laindependencia de Trujillo, y fue enviado al exilio por Jos de San Martn al ao siguiente. Falta un es-tudio del obispado de Trujillo durante el gobierno de Carrin y Marfil, tema muy importante para co-nocer ms de ciudad, toda ve que se trataba de la cabea de la intendencia que comprenda todos lospueblos del norte del Per.

    33 Brian HAMNETT,La poltica contrarrevolucionaria del virrey Abascal: Per, 1806-1816, Docu-mento de trabajo N 112, Serie: Historia 18, Lima, IEP, 2000, p. 12.

    34 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 3. Ao 1815. Fol. 1v.

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    brindan una noticia; pero no se advierte en sus lneas alguna especie de angustiavital por la situacin que se estaba propiciando. Como decamos en anteriorespginas, al margen de Quito, para el norte peruano Buenos Aires quedaba lejoscomo preocupacin cotidiana, inclusive Cuco supona otra realidad distante;eso no significaba que no se estuviese pendiente de las novedades, sobre todoen una sociedad que absorba con prontitud toda noticia y rumor circulante. Lasreales preocupaciones, las verdaderas angustias, se pusieron de manifiesto pocodespus, fueron paulatinas y tuvieron un punto de quiebre para el espacio norte:la presencia de Lord Cochrane surcando la costa peruana; el contexto cobr, apartir de ese momento y sin marcha atrs, otras dimensiones.35

    LOS AOS DECISIVOS Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

    De acuerdo a la documentacin trabajada para la poca en cuestin, es posi-ble afirmar, como lo venimos sosteniendo en anteriores trabajos, que la volun-tad de los vecinos norteos de apostar por la independencia, tuvo que ver mscon cuestiones econmicas, mercantiles y de juego de poderes, que con una ab-soluta conviccin por el cambio de sistema. De hecho, San Martn no supusopara las clases dirigentes un giro absoluto; al pretender una monarqua constitu-cional en el Per, tena de su lado a la clase dirigente que no buscaba la revolu-cin; sera para esta un paso decisivo pero a un ambiente no tan desconocido entrminos tericos. La realidad estuvo llena de matices a ese planteamiento ini-

    cial. De 1821 a 1824 lo que se vivi fue una grave situacin de sentimientos en-contrados: resignacin, desconcierto, incertidumbre, caos y desesperana.

    Si bien lo que ms se conoce a nivel historiogrfico es el caso limeo, elnorte empiea a ser tambin tomado en cuenta en las investigaciones.36 Los es-tudios regionales cobran cada ve ms importancia; no obstante, el perodo dela independencia sigue siendo, para el caso local, un conjunto de textos que in-ciden en una visin tradicional y por ello sesgada de la realidad histrica. Unamentalidad conservadora con atisbos liberales, no revolucionarios como laque caracteriaba a la sociedad peruana de aquel entonces, que se haba aliadocon el virrey Abascal para luchar contra el peligro de la revolucin americana,

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    35 Lord Cochrane arrib a distintos puertos de la costa peruana en 1819, asolndolos; uno de ellosfue Paita, puerto piurano, lugar de un comercio muy activo desde el siglo XVI. En 1820 Cochrane es-tableci el bloqueo del puerto del Callao, estableciendo una presin muy fuerte; fue su bloqueo uno delos factores que contribuyeron al abandono de la ciudad de Lima por parte del virrey Jos de La Sernay su reclusin en la sierra peruana para rearmar el ejrcito realista.

    36 Susana ALDANA, Un norte diferente para la independencia peruana, Revista de Indias 209(1997) 141-164. Eliabeth HERNNDEz GARCA,La elite piurana y la independencia del Per. SusanaAldana est realiando una investigacin macro sobre la independencia del norte peruano, continuandocon la investigacin que esbo en el artculo citado.

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    no poda sin ms sentirse identificada o unirse a las proclamas de Lord Cochra-ne que venan acompaadas de expolio y destruccin. Eran esos los llamadosamigos de la Patria?37 Aunque San Martn representase la continuidad, el pasohacia la faccin patriota tena que ser tarda, nada entusiasta y con mucho temorde que el Libertador no cumpliese sus promesas.38

    A nivel poltico, la noticia de la reinstauracin de la Constitucin de 1812durante el trienio liberal en Espaa sorprendi a muchos, y supuso un perodode crisis en espacios de tanta tradicin como Nueva Espaa. Aunque para nues-tro caso, y en concreto sobre la respuesta del clero, no existe mucha documen-tacin, no descartamos que haya sido motivo de inquietud, sobre todo por lalnea anticlerical de los liberales que ahora manejaban la poltica en la metrpo-li. En julio de 1820, el virrey Peuela tuvo noticia de la constitucin restableci-da en Espaa; pero, temiendo que la informacin fuese falsa, determin nohacer nada hasta esperar rdenes oficiales. Mientras tanto, la noticia se filtrabaentre la poblacin y en Lima aparecieron pasquines exigiendo se proclamase lacarta.39

    Estas nuevas se conocieron en todo el virreinato, en lugares tan distantescomo la sierra de Piura. El 4 de septiembre de 1820, Tadeo Celis, cura prrocode Huancabamba, escriba a Toms Digue al respecto: De da en da se vaaumentando el ruido constitucional. Creo que si yo hubiera sido Monarca de lasEspaas, primero que firmar la Constitucin, hubiera dicho lo que el ltimo Ge-neral de los Jesuitas: aut simus, ut sumus, aut non simus [o seamos como somos

    o no seamos]40

    Pocos das despus, el 15 de septiembre, se proclam en Limala constitucin con toda la parafernalia correspondiente.

    Trujillo, la capital de la intendencia, fue gobernada desde 1820 por JosBernardo de Tagle, cuarto marqus de Torre Tagle, quien haba sido nombradointendente por el virrey Joaqun de la Peuela. Miembro de la selecta elite lime-a, fue desde entonces uno de los objetivos de la secreta correspondencia deSan Martn a distintos representantes del estamento de privilegio peruano.

    Hara falta realiar un estudio ms exhaustivo de este personaje durante superodo trujillano. Al parecer, convencido por los ofrecimientos de San Mar-

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    37 Jos Mara Casariego, oficial espaol, daba cuenta de los destroos que haba realiado Cochra-ne con los marinos de la Escuadra Libertadora: por manera que ms parece destroo de fieras quede racionales el que han causado estos piratas que quieren llamarse amigos de la patria. EliabethHERNNDEz GARCA,La elite piurana y la independencia del Per 279.

    38 Jos de San Martn prometi, por ejemplo, respetar las vidas y los bienes de los peninsulares quese pasasen a las filas patriotas. Esto se cumpli hasta septiembre de 1821; a partir de entonces, paulati-namente, empe la persecucin.

    39 Timothy ANNA,La cada del gobierno espaol en el Per. El dilema de la independencia, Lima,IEP, 2003, 213.

    40 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 89. Ao 1820. Fol. 2v.

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    tn, decidi auspiciar la independencia de la ciudad de Trujillo;41 la proclama-cin se llev a cabo el 29 de diciembre de 1820. Desde este momento, la inde-pendencia en el resto de partidos de la intendencia era cuestin de pocassemanas, toda ve que Torre Tagle procedi al convencimiento por la amenaamilitar. Este fue el caso de Piura, que proclam su independencia das despus,el 4 de enero de 1821.

    No toda la vecindad trujillana estuvo de acuerdo con la posibilidad de pro-clamar la independencia. Torre Tagle convoc un cabildo abierto el 24 de di-ciembre de 1820 para resolver qu actitud convena tomar frente a la escuadralibertadora. Uno de los ms conservadores, el obispo de Trujillo, Carrin yMarfil, apost por la resistencia y ofreci como donativo 4.000 pesos para losgastos que pudieran ocurrir. Sin embargo, el cabildo abierto decidi por la cau-sa patriota. Das despus el obispo fue tomado prisionero y, junto con otros tan-tos que haban hecho profesin de su realismo, arparon del puerto trujillano deHuanchaco hacia el cuartel de San Martn en el sur.42

    Carrin y Marfil fue hecho prisionero a los 74 aos de edad. Su captura fuemotivo de divisin entre los vecinos y hombres del clero, pero dadas las cir-cunstancias era peligroso manifestar a viva vo la oposicin a las determinacio-nes de los ahora patriotas. Como pas en casi toda Amrica, el ambiente setorn muy tenso para quienes no demostraran su adhesin a la nueva patria.An as algunos clrigos y cannigos del cabildo trujillano iniciaron una accincontestataria para reivindicar al obispo y pedir al gobierno de San Martn su re-

    torno. Esta reaccin estuvo liderada por el clrigo Gregorio Martne de zoro-gasta. La correspondencia que este envi a Toms Digue en octubre de 1821reviste un gran inters, puesto que brinda noticia de una visin alternativa sobrecmo se consigui en Trujillo el voto contrario al obispo:

    Por los ms bajos medios, por los apoyos ms injustos y criminales, se logr que loscabildos eclesistico y secular de esta ciudad, informasen con sangre contra la reputacinjustificada de nuestro Ilustrsimo Prelado, garantindose con que contra l haba en todoel Obispado un odio general y que por esto no solo haban celebrado la separacin quede l se hio, sino que tambin detestaban hasta la sombra de su regreso y restitucin a ladicesis; para conseguir esto se prometi mucho a unos, a otros se conmin, y positiva-mente se amag y amena a otros.43

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    41 Torre Tagle se convirti en un amigo entraable para San Martn; de hecho fue padrino de bauti-o de una de las hijas del marqus, y el Libertador le nombr Marqus de Trujillo, ttulo nobiliariocreado durante su gobierno. La correspondencia ms importante entre San Martn y Torre Tagle estpublicada. Ver: Javier ORTz DE zEVALLOS,El norte del Per en la independencia: testimonios de SanMartn, Bolvar, Torre Tagle, Lima, Centro de Documentacin e Informacin Andina, 1989.

    42 Rubn VARGAS UGARTE,El episcopado en los tiempos de la emancipacin sudamericana, Lima,Librera e Imprenta Gil, 1962, 143-144.

    43 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 74. Ao 1821. Fol. 1.

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    zorogasta esperaba que San Martn desoyese lo que hayan informadoen contra del Seor Obispo los cabildos de Trujillo, que adems de que noobraron con libertad, y de que algunos de sus vocales estn ya arrepentidos,no representan ni pueden representar jams la voluntad general de todo el Obis-pado44 Las afirmaciones de este clrigo abren el panorama y fomentan lapolmica; de ser verdaderas, estaramos frente a una accin de coercin o deconveniencia por parte del vecindario trujillano. Convena proclamar la inde-pendencia dadas las circunstancias; no era estratgico tener cerca a un conser-vador a ultrana como era el obispo. La presin a los no patriotas sera muyfuerte. zorogasta pretenda que las autoridades eclesisticas del obispado,como lo era Digue, firmasen un memorial dirigido a San Martn reclamandoel maltrato hacia el obispo y su pronto retorno a Trujillo.

    Podramos decir que Toms Digue en particular se encontraba entre la es-pada y la pared. Como autoridad eclesistica que haba reconocido la indepen-dencia no poda mostrar descontento hacia ese nuevo rgimen; pero por otrolado, la familia Digue en Trujillo siempre mantuvo una relacin cercana conCarrin y Marfil. En un par de ocasiones, la madre de Toms dio cuenta de ha-ber conversado con el obispo y haberle este comentado lo agobiado que estabapor las cuestiones polticas locales.45

    As las cosas, qu decidi Toms? Apost por el gobierno patriota. No re-dact el memorial, motivando el reclamo de zorogasta en posterior correspon-dencia, dicindole que solo faltaba el escrito del clero de Piura.46 Sin embargo,

    no hio falta que se redactase nada ms. El 16 de noviembre de 1821, Juan Ig-nacio Machado le informaba a Toms Digue que la papelada de zorogas-ta haba sido descubierta por Torre Tagle el da anterior:

    recogindosele los borradores y correspondencias del Seor Obispo, y solo porconsideracin a su estado se le ha pasado oficio al Seor Provisor para que lo corrija ycastigue severa y pblicamente como a perturbador de la tranquilidad pblica y lo mismoal clrigo Sagastegui, interino de Santiago que tambin andaba alborotando por su parte.De todo se da cuenta al Excmo. Sr. Protector [San Martn] y deben esperar estos clrigosy todos los firmantes providencias terribles.47

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    44Ibidem Fol. 1v. La cursiva es nuestra.45 Desde el Da de Reyes se vino el Seor Obispo desde Guamn; est muy repuesto a pesar de

    los que no le quieren bien. Es verdad que se desahog conmigo del informe que hicieron los regidores.As les ir porque l no se queja. Carta de Josefa Florencia a Toms Digue Florencia. AGN. CTD.Caja 2. Carpeta 5. Doc. 7. Ao 1815. Fol. 1.

    46 Muy notable sera, pues, que usted y esa provincia no lo hicieren [el memorial]; ya es tiempode que respiremos y volvamos por la inocencia consultando el bien espiritual de la Iglesia, la necesidady falta de nuestro Obispo.AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 79. Ao 1821. Fol. 1v.

    47 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 24. Ao 1821. Fol. 1-1v.

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    Segn zorogasta, el clero de varias provincias de Trujillo, y de la propiacapital de la intendencia, le haba enviado los memoriales solicitados. Al pare-cer, l no era antipatriota, no hay en sus textos ninguna mencin contraria alsistema de San Martn; lo que reclamaba sin ms era que se reparara la injusti-cia cometida contra la mxima autoridad eclesistica de la dicesis. Pero elcontexto no era propicio para que se entendiese as; de hecho, se le est acusan-do de perturbar la tranquilidad. Para noviembre de 1821 ya haba empeado lapersecucin contra los peninsulares, ya se haba dado el primer retorno de lastropas del virrey al Callao (septiembre 1821), con el consecuente pnico entrelos limeos; en otras palabras, se haban radicaliado las medidas de control.Junto con zorogasta y con Sagastegui, fueron enviados al Callao once msde los seculares de la contrarrevolucin tramada en la provincia de Huamachu-co [Trujillo] y en la de Cajamarca48 Con estas palabras se deduce que este

    movimiento se haba extendido por dos provincias importantes del departamen-to de Trujillo. Para las autoridades ahora patriotas, ello representaba una granconfrontacin y peligro, mucho ms en el estamento eclesistico, que estabaclaro, era fundamental para la legitimacin del rgimen.49

    Hay otro detalle que mencionar: Juan Ignacio Machado aparece ahora comoun convencido patriota, cuando haca poco tiempo se refera a los antisistemacomo insurgentes. Muchas cosas variaron en esos aos. Llama mucho laatencin que Machado, ahora den de Trujillo, no mostrara un atisbo de disgus-to frente a la prisin del obispo y celebre la captura de quien le defenda. JuanIgnacio Machado era natural del virreinato de Santa Fe, y vino a Quito primeroen 1786 y a Trujillo despus acompaando, precisamente, al obispo Carrin yMarfil.50 Fue gracias a su tutela que Machado pudo ascender en el alto clerotrujillano. Ahora su mentor fue enviado al exilio y l se adecua a las circunstan-cias del da.

    Esa puede ser una lectura rpida de los hechos. Sin embargo, tambin esverdad que desde diciembre de 1820 toda la correspondencia era interceptada yrevisada, sobre todo las de las autoridades. Esto le pas a Toms Digue, con

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    48 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 106. Ao 1821. Fol. 1v.

    49 Una de las preocupaciones del nuevo gobierno respecto al clero secular y regular fue la capa-cidad de este para poder legaliarle entre los feligreses. Clrigos y religiosos tenan una labor funda-mental en la conviccin a transmitir en sus homilas y escritos. La labor de reeducacin poltica de laciudadana corresponda, en primer lugar, a los ministros de Dios en el nuevo sistema. Respecto a estetema, existe cada ve mayores escritos. Destaca: ROJAS INGUNzA, Ernesto,El bculo y la espada. Elobispo Goyeneche y la Iglesia ante la Iniciacin de la Repblica, Per 1825-1841, Lima, IRA, Fun-dacin Manuel De la Fuente, 2008.

    50 AGI, Estado 74, N. 40. Documento 2. Ao 1810. Fol. 13. Sobre la importancia de los familia-res que acompaaron a los obispos en Amrica, ver: Jean Pierre DEDIEU, El squito de los obisposque pasaron a Indias en la primera mitad del siglo XVIII, en: Rodolfo AGUIRRE y Lucrecia ENRQUEz(coord.),La Iglesia hispanoamericana, de la colonia a la repblica 203-229.

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    quien Machado conversaba mucho a travs del correo. Como haba sido cos-tumbre, muchos le escriban comentndole distintas cuestiones incluyendo lasde la poltica del momento. Al parecer, a Digue le fueron confiscadas algunascartas y tuvo luego que aclarar la situacin ante las autoridades en abril de1821.51 Se cuidar mucho, a partir de ese momento, y quienes le escriban tam-bin.52

    Mientras esto ocurra con algunos miembros del clero, la crisis poltica en elPer se iba generaliando. Para agosto de 1821 tenemos toda la costa indepen-diente versus algunas regiones de la sierra bajo el control realista. Si San Mar-tn pens que llegar a Lima supona el triunfo rpido de la causa patriota, seequivoc completamente, pues se hio cargo de toda la problemtica de la quehaba huido el virrey La Serna a inicios del mes anterior. Adems, San Martntambin equivoc la perspectiva al pensar que la independencia se iba a conse-guir por la voluntad de los peruanos, cuando estos lo haban elegido porque elvirrey no garantiaba en ese momento la seguridad.53

    Si las circunstancias cambiaban, esas adhesiones podan tambin trocarse.La dilacin en el fin de la guerra tena, entonces, un riesgo considerable y supo-na graves consecuencias en el da a da: campos sin trabajar, comercio restrin-gido, falta de monetario, exaccin de dinero a todos los estamentos, escase demano de obra. Lo ms grave de todo era el sentimiento de indiferencia y can-sancio que conforme pasaban los meses se iba apoderando de la poblacin antela cuestin de su destino poltico; este sentimiento se incrementaba con las de-

    rrotas militares. Entre 1821 y 1824, la independencia de Espaa se senta muydistante.

    La situacin crtica que sigui a la proclamacin de la libertad toc de mu-chas maneras al norte del Per. Por un lado, tenemos la realidad de una vecin-dad piurana que poda sobrevivir holgadamente por su capacidad mercantil ysus negocios con otros puertos, aunque igual tuvieron muchas contrariedades;

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    51 Tengo el honor de poner en manos de V.S. la adjunta carta de cuyo contenido he credo mideber tome V.S. el verdadero conocimiento. Esto mismo habra hecho sin duda con otras que se mehan interceptado, y dirigido a V.S. segn tengo noticia, porque s muy bien que en el ilustrado concep-

    to de V.S. nada puede desmerecer un americano honrado porque se le escriba de un puerto [Callao] cu-yos habitantes ignoran que hemos sabido romper gloriosamente las cadenas que ellosignominiosamente arrastran Doctrina de Catacaos Independiente, abril 8 de 1821. La cursiva esnuestra. AGN. CTD. Caja 9. Leg. 29. Doc. 25. Ao 1821. Fol. 1.

    52 No hay que prescindir de una realidad: ms de 30 aos en el Per eran toda una vida. Machadollevaba 35 aos en estas tierras, ran por la cual deba cuidar el lugar alcanado en la burocracia ecle-sistica. Empear de nuevo no era fcil para nadie, mucho menos fuera del Per.

    53 Existe una amplia bibliografa al respecto. Scarlett OPHELAN GODOY, (comp.),La Independen-cia del Per. De los Borbones a Bolvar, Lima, PUCP, IRA, 2001. Timothy ANNA,La cada del go-bierno espaol en el Per. John LYNCH,Las revoluciones hispanoamericanas (1808-1826), Barcelona,Editorial Crtica, 1998.

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    y por otro tenemos a los estratos sociales intermedios que, al vivir normalmen-te al da, se lo podan estar pasando peor. En abril de 1823, el piurano Ma-nuel Carrasco le comentaba a Digue:

    Esta ciudad y provincia se halla tan pobre porque todos los ramos de que se sostenahan cado, y as compadcese ver esta gente pobre en la miseria que se halla, pues andancon sus alhajitas de casa en casa empendolas para buscar el pan de cada da. Por estacausa la nueva junta de arbitrios se halla fatigada para poder sacar dinero para la habilita-cin de la comisin de [Fernnde de] Paredes, y as estamos apurando los arbitrios paraque por esta causa no falten los auxilios a la Patria54

    No obstante la referencia de que la poblacin estaba exhausta, el gobiernosigue extrayendo recursos monetarios para invertir en la contienda blica. Estapoltica continu hasta el fin de la guerra. El dinero que se recaudaba era siem-pre emprstito o donativo foroso, no haba otra manera de conseguir las canti-dades, supuestamente necesarias, para seguir adelante. Se entiende que el curaprroco de Tumbes, una provincia pobre al norte de Piura, manifieste: Todossuspiran, no se oyen ms que ayes: con el emprstito a m me han puesto 300pesos cuando solo tengo ao y dos meses en Tumbes, en cuyo tiempo no se hanpodido guardar.55

    El problema mayor era el inmediato sentimiento de rechao que estas medi-das podan generar. Ya en febrero de 1821 Torre Tagle adverta a San Martnque con los donativos forosos haba que irse con cuidado, pues el patriotis-mo an est en paales, y no hay cosa ms odiosa que las exacciones. 56 Ade-ms de mostrarse un descenso en el nivel de vida, en las oportunidades paraobtener recursos y un incremento de las contribuciones forosas, la poblacinviva huyendo de la Patria. Juan de Dios Salaar, capelln de la doctrina deAyabaca sierra de Piura, comentaba a Digue: De la dcima parte, apenasse habr confesado una, ya por la irreligin como porque con la novedad de quevenan a coger gente, tomaron los montes, pues el Jueves Santo no hubo quientomase las varas del palio.57

    La falta de braos fue un problema constante este tiempo en todas las pro-vincias independientes. En un ao tan crtico como fue 1823, Mara de la Con-

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    54 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 8. Ao 1823. Fol. 1-1v. Francisco Javier Fernnde de Paredes, exmarqus de Salinas, es un claro ejemplo de esa adecuacin poltica que muchos tuvieron que llevar acabo sin tardarse mucho: de realista a patriota. Ahora Fernnde de Paredes estaba a cargo de la Juntade Arbitrios de la Patria en Piura, que recaudaba todas las imposiciones monetarias para la causa liber-tadora.

    55 AGN. CTD. Caja 7. Carpeta 25. Doc. 76. Ao 1823. Fol. 76. La cursiva es nuestra.56 Borrador de una carta de Torre Tagle a San Martn, 4 de febrero de 1821. En: Javier O RTz DE zE-

    VALLOS,El norte del Per en la independencia 47.57 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 34. Ao 1820. Fol. 1.

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    cepcin, hermana de Toms Digue, le informaba, desde el puerto de Huan-chaco, las acciones que se estaban dando para renovar las tropas: Lima, me di-ces, se halla sin gente y sin otros recursos. Trujillo est esqueleto, pero ya seestn tomando providencias para formar tropas trayendo gente de la sierra y delos pueblos inmediatos y al mismo tiempo estn recogiendo donativos. Los ni-mos estn bien ttricos y todo nos anuncia la mayor amargura58 Muchosotros documentos nos dan cuenta de que, efectivamente, el comentario de Ma-ra de la Concepcin no era exagerado; es ms, podramos decir que se quedabacorto.

    Entre las providencias que se haban tomado para conseguir braos, estuvoel traer a la costa hombres de la selva, con el consiguiente sufrimiento de perso-nas que cambiaban radicalmente de piso ecolgico, y amn de las penurias deun viaje excesivamente largo atravesando los Andes. Adems, nos dice Macha-do: Hoy se publica bando para que los desertores vuelvan francamente a sushogares, y los esclavos a poder de sus dueos. Esta es una providencia muy ne-cesaria, porque como usted sabe todo el Departamento [de Trujillo] ha queda-do sin brazos, y los desertores y los que no lo son, escondidos en los montes.59Con la situacin interna que viva el ejrcito patriota, se entiende que la consu-macin de la independencia haya tardado tanto.

    Para 1823 la causa de la independencia pareca perdida entre la falta dehombres, las derrotas militares, la inestabilidad poltica y el desorden en la ad-ministracin. La Junta Gubernativa haba sido anulada, el presidente Riva-

    Agero lleg al poder luego de un motn, la expedicin a intermedios sum unnuevo fracaso y el pueblo no estaba ya muy convencido. Machado afirmaba:Los pueblos no se convencen con los presagios de los futuros bienes, sino conlos presentes, que hasta ahora ninguno han recibido, sino el insignificante soni-do de las palabras independencia, libertad, patriotismo60

    El cannigo Machado est resumiendo magistralmente el sentimiento delmomento: en ese entonces el discurso patriota sonaba vaco para la mayora dela poblacin, pues en nada haba cambiado su situacin y ms bien se habaagravado; una situacin propiciada por un gobierno por el que, por cierto, labase poblacional no apost en ningn momento.61 Era bastante justificado el

    ambiente ttrico que se describe de Trujillo; tuvo que ser profundo.

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    58 AGN. CTD. Caja 9. Carpeta 29. Doc. 30. Ao 1823. Fol. 1.59 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 41. Ao 1823. Fol. 1v. La cursiva es nuestra.60 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 37. Ao 1822. Fol. 1.61 Las proclamaciones de las independencias en casi toda Amrica, y en el Per por ende, fueron

    propiciadas por sus clases dirigentes, por los grupos minoritarios de las ciudades y cabildos espaoles.La masa poblacional no tuvo participacin en las decisiones polticas; los diputados para el primerCongreso Constituyente no los representaron. La patria, la independencia, la libertad eran paraellos ideas abstractas.

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    En cuanto al sentimiento de angustia, an no haba pasado lo peor. Si bien loms grave aconteci siempre de Lima hacia el centro del Per, las noticias con-movieron a la poblacin y a los hombres del clero que aqu se hallaban. Estan-do Riva-Agero de presidente de la repblica a consecuencia del Motn deBalconcillo, en junio de 1823, las tropas del virrey volvieron a hacerse presen-tes esta ve en la ciudad de Lima. Riva-Agero y el congreso se refugiaron enel Real Felipe del Callao, viniendo luego la deposicin de aquel en beneficio deTorre Tagle.

    Como diputado del congreso de Riva-Agero en la capital se encontraba To-ms Digue. Qu hio? Lo mismo que todos: huir de Lima hacia el Callao,dejando atrs todas sus pertenencias. Este dato da una clara imagen de la deses-peracin de la poblacin en abandonar la ciudad por el miedo y el temor a la re-presalia de las fueras realistas. El pnico vivido por Digue, le obliginclusive a ausentarse de Lima hacia el norte una ve que Canterac volvi aabandonar la capital. El limeo Manuel de la Fuente y Murga qued encargadode recoger las cosas de Digue para envirselas a Catacaos. Aquel mencionaen respuesta a una de sus cartas: As como fue para usted tan terrible ese da,no fue para m de menor momento, pues en l perd no solo mi tranquilidadsino muchas especies propias y ajenas... Jugo por muy acertado su retiro a Ca-tacaos62

    Si bien el congreso haba depuesto a Riva-Agero, no todos sus miembrosfueron partidarios de esta medida, como fue el caso de Toms Digue que se

    encamin a Piura. Pero, dadas las circunstancias, no descartamos que ese viajeal norte haya sido para poner tierra de por medio entre el caos limeo y l, detodas formas, ese primer congreso tuvo muchas opiniones contrarias entre dis-tintos grupos sociales.63 Luego, cuando Riva-Agero organi su congreso enTrujillo, Toms Digue form parte de l. Pero, consecuencia de los vaivenesde fidelidad tpicos de estos aos y de las propias aspiraciones personales, ennoviembre de 1823 Riva-Agero fue hecho prisionero por rdenes de SimnBolvar, y Digue procedi a ponerse del lado del gobierno de Lima, obtenien-do como resultado la posibilidad de volver al Congreso de la capital.64

    Este cambio de postura no fue solo de Digue, sino de la propia ciudad de

    Piura. Meses antes, esta institucin haba enviado una carta de felicitacin a

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    62 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 5. Doc. 39. Ao 1823. Fol. 1v-2.63 En una carta, Mara Concepcin mencionaba a su hermano Toms Digue: T me dices en la

    que me escribes que el Congreso sigue como antes, y aqu no se oye ms que hacer burla del Congreso;hoy son ustedes la conversacin del da, tanto de los de aqu como de los forasteros ya de Colombiacomo de Lima y otros extranjeros, los que dicen qui vendrn a hacer bromas. Yo te ruego busquesmedios de afar de dicha junta que ser lo ms acertado que puedas hacer y yo celebrar. El nombreque les dan es de necios AGN. CTD. Caja 9. Carpeta 29. Doc. 32. Ao 1823. Fol. 1-1v.

    64 Eliabeth HERNNDEz GARCA,La elite piurana y la independencia del Per 350.

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    Riva-Agero; sin embargo, en diciembre de 1823, la vecindad celebraba su ca-da: Hoy [7 de diciembre] se hallan de funcin en Piura en celebracin de ladeposicin del seor Riva de Agero, y creo que maana se repite otra, todas enla casa del seor ministro Valdivieso65

    Una gran preocupacin en el medio de la guerra por la independencia fueconseguir un lugar donde establecerse y ejercer el ministerio eclesistico. Lascircunstancias del da obligaron a poner en ejecucin las mismas estrategiasque haban caracteriado el sistema anterior. El padrinago de un cannigosiempre fue la ms idnea; cuando este faltaba, se recurra a un sacerdote influ-yente y que estuviese inmerso en un conjunto de redes de inters en el obispa-do. Para el caso del norte, Toms Digue, resuma la segunda condicin.

    PROTAGONISMO DE TOMS DIGUEz FLORENCIA EN EL NORTE PERUANO

    Muchos de los curas prrocos consideraban sus destinos como escalones in-termedios hacia su real inters: las canonjas. Esto era consecuencia de variosfactores, siendo tres los ms importantes, la formacin acadmica que propicia-ba estas aspiraciones, la mentalidad de la poca que colocaba al ministro deDios en un sitial especial, y los intereses familiares por los que los estudiantesse podan encaminar a uno o a otro estado. Pero las canonjas eran un privilegiode pocos. Muchos curas podan quedarse en sus parroquias durante dcadas otoda la vida. A travs de Toms Digue algunos buscaron cambiar esa situa-cin, sobre todo por la consideracin y cercana que aquel tuvo con quienes de-cidan estos asuntos. De otro lado, buscaban cambiar de lugar porque se leshacan intolerables la gente y el entorno geogrfico. Al propio Digue uno desus amigos le increpaba haberse quedado tanto tiempo en Piura, una doctrinatan belicosa y de tanta polvareda.66

    Juan Jos Martne lvare de Noriega, cura de Motupe, en 1820 expona aDigue sobre la necesidad que tena de ir a Trujillo, supuestamente a concursopblico, porque no quiero morir entre estos energmenos que no conocenRey ni ley.67 La feligresa de Motupe era muy propensa a alteraciones y desr-denes. En reiteradas ocasiones, Martne haba informado de los comprobadosexcesos de algunos vecinos mixtos e indios, que haban atentado inclusive con-tra la integridad fsica de varios eclesisticos.68 No sorprende la crudea de lasexpresiones de este prroco y la angustia por salir de all.

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    Hispania Sacra, LXIII128, julio-diciembre 2011, 595-625, ISSN: 0018-215-X

    65 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 6. Doc. 33. Ao 1823. Fol. 1v.66 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 90. Ao 1820. Fol. 1v.67 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 21. Doc. 42. Ao 1820. Fol. 1v.68 Apenas habr uno u otro individuo en todo el distrito y en especial en esta dicesis de Truji-

    llo, que ignore los escandalosos sucesos que contra el carcter y personas de los curas y sus lugares te-

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    Cuando Digue fue electo diputado por Trujillo para el primer CongresoConstituyente en 1822, recibi muchas cartas solicitando cambio de destino.Desde Querecotillo [Sullana, Piura], ese mismo ao el clrigo Francisco Paulade Vera le deca: No se olvide V.S. en mirar por este su pobre hijo. U. va preci-samente de diputado; con este motivo ha de ascender U., ojal fuera a ser Obis-po segn mi deseo,para salir yo de aqu, que lo deseo con ansia Escriba U.a Trujillo para que estn al cuidado, y aunque sea a algn beneficio de Lamba-yequepara salir de esta provincia fatal y estar ms cerca de U. en el ascensoque ha de tener69

    Estas expresiones nos llevan a considerar un ngulo personal poco trabaja-do, como es el de la correspondencia entre la formacin eclesistica y los bene-ficios que finalmente conseguan los eclesisticos. Si la mayora se decantabapor el sacerdocio y aspiraba a formar parte del alto clero americano, eso no lopodan encontrar entre los pueblos indgenas del norte peruano; las doctrinasfueron para ellos escalones imprescindibles, males menores en ese camino ha-cia un nombramiento mayor. Sus expectativas de vida y de profesin fueronmuy distintas al destino que ocupaban durante largo tiempo. Ello, en parte, po-dra explicar el relajamiento de costumbres y de moral, o las graves acusacio-nes de desidia y abandono que recaan entre los prrocos de muchas doctrinas,no obstante honorables excepciones.70

    Aquellos que se establecieron en concreto en Piura, podan sentirse asfixia-dos, encerrados en un entorno poco favorable para sus expectativas. Por eso en

    sus relaciones de mritos aparecen como candidatos en distintas y sucesivasoposiciones a canonjas a lo largo de su vida. La idea era llegar a los cabildosde las catedrales ms importantes de los obispados saliendo de esta localidad,pues la dicesis piurana no era de las ms promisorias.71 El cambio de sistemapoltico no modific estos objetivos. Aunque sigue hacindonos falta un estu-

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    nientes se han perpetrado en esta doctrina de mi cargo por sus vecinos, queriendo quitarles la vida conarmas blancas y de fuego, sitiando esta casa parroquial e insultando con las palabras ms indecorosas yprocaces. A varios eclesisticos los han atropellado hasta poner en sus personas manos violentas, leshan presentado en el pecho pistolas con el gato alado y los sables desnudos AGN. GO-BI4. Leg.130. Carpeta 335. Ao 1809. Fol. 1.

    69 AGN. CTD. Caja 6. Carpeta 23. Doc. 11. Ao 1822. Fol. 1v. La cursiva es nuestra.70 Hubo sacerdotes de los cuales las opiniones siempre fueron favorables y no tuvieron ningn al-tercado ni pleito judicial. Desde Catacaos en 1822, Ramn de Estrella le comentaba a Digue: El co-adjutor D. Pedro Jos de Arriaga es un bello sacerdote, de unas prendas muy amables, muy asistente asus obligaciones sin molestar al pueblo, con mucha paciencia. Esto es lo que he experimentado y ledigo a V.M. AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 6. Doc. 22. Ao 1822. Fol. 2-2v. Pedro Jos fue hermano deJos Mara de Arriaga, piurano que fue nombrado Obispo de Mainas en 1836, en reemplao del penin-sular Snche Rangel, que huy del Per ante el movimiento independentista.

    71 Eliabeth HERNNDEz GARCA, El alto clero piurano, sus expectativas y aspiraciones eclesisti-cas de fines del Virreinato e inicios de la Repblica,Homenaje a Jos Antonio del Busto Duthurburu,Universidad de Piura, noviembre de 2007 (pendiente de publicacin).

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    dio ms profundo sobre este tema, es posible advertir a travs de la documenta-cin una lnea constante: el incremento de las solicitudes para conseguir un cu-rato o para optar a un puesto mayor.72

    Toms Digue se estaba perfilando como una piea clave en la poltica na-cional. Aunque la efectividad de ese primer congreso en la consecucin de lavictoria militar haya sido nula su actividad legislativa no, se trataba de la ins-titucin que representaba la segunda autoridad poltica en la nueva repblica,centro del poder por antonomasia, y lugar donde convergieron los representan-tes ms importantes de la clase letrada y pudiente de todo el pas. Abogados ysacerdotes fueron mayora en el congreso.73 Aunque el nombramiento de obis-po de Trujillo le vino a Toms Digue una dcada despus,74 durante estosaos, a nivel regional, fue visto como el principal valedor. Cabe recordar que elhermano de Toms, Manuel Digue, encabe la Junta Gubernativa que se es-tableci en Piura una ve proclamada la independencia, ran de ms para re-currir a quien tena entre sus parientes alguien que, se pensaba, decida la suertede todo un partido.75

    El presbtero Jos Mercedes Espinosa, perteneciente a una familia de granimportancia en la regin a fines del siglo XVIII, era cura prroco de Amotape,en Piura. En maro de 1822, solicitaba a Toms Digue se sirva tenerlo pre-sente si se verificaba la deposicin del cura de Coln o la provisin del curatode Paita. Adems de argumentar los 16 aos que llevaba sirviendo en otras doc-trinas, Espinosa haca referencia a su acendrado patriotismo y a que fue uno

    de los primeros que trabaj por la independencia aun antes de que esta se pro-clamara.76 Esta construccin argumentativa fue comn desde 1821 hasta inclu-sive 1841. Es muy difcil comprobar que antes de la independencia estospresbteros hayan, efectivamente, trabajado por la patria, aunque no se des-carta alguna simpata de un nmero no precisado de eclesisticos. Si los curatos

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    72 La documentacin consultada procede mayoritariamente del AGI y del AGN.73 Entre titulares y suplentes, de 1823 a 1825, hubo una mayora de 26 eclesisticos y 28 aboga-

    dos. En nmero muy inferior estuvieron los mdicos (8), los comerciantes (9), los empleados (6), los

    militares (5) y los propietarios (5). Jorge BASADRE,Historia de la Repblica del Per, Tomo I, Lima,Editorial Peruamrica, 1963, 12.74 Fue nombrado obispo de Trujillo en 1833, en el gobierno del caudillo Agustn Gamarra. Sin em-

    bargo, por otras comisiones del Estado peruano, recin se hio cargo de su obispado en 1837. Ver: Eli-abeth HERNNDEz GARCA, De vicario eclesistico a obispo de Trujillo 299-300.

    75 Magdalena de Lavalle, vecina de Coln, solicitaba apoyo de Toms para mantener el empleo desu primo hermano como guarda del puerto de Paita: me parece que hablando usted con su hermanoel Seor D. Manuel, como que es Presidente, puede volver a quedarse en su empleo... Se sabe de posi-tivo que en el Reino de Chile todos los hijos de la tierra han quedado en sus mismos empleos AGN.CTD. Caja 6. Carpeta 22. Doc. 6. Ao 1821. Fol. 1.

    76 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 6. Doc. 20. Ao 1822. Fol. 1.

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    y las prebendas se pensaban en trminos de subsistencia77 y de prestigio social,las condiciones polticas incrementaron las solicitudes a las autoridades perti-nentes, sobre todo ahora que el nuevo gobierno tendra el patriotismo de los mi-nistros de Dios como una cualidad indispensable para servir cualquier destino.

    Toms Digue Florencia sigue siendo un caso emblemtico en el norte.Adems de ser una persona de confiana entre aquella vecindad, es alguien quebusc tambin un buen lugar en la burocracia eclesistica republicana. Este tru-

    jillano estaba al margen de la elite eclesistica; era nicamente cura prroco deCatacaos. En 1825 el gobierno le adjudic una canonja de gracia en el cabil-do de Trujillo; renunci a ella por motivos de salud pero habiendo dejado pasarbastante tiempo, impidiendo que otro pudiese obtener esta merced. Por qu ra-n el gobierno lo nombr para ese sitial? Segn se afirm, el puesto deba te-nerlo un eclesistico de mrito y patriotismo, cosas que concurran enDigue segn el informe, adems de tener las mejores cualidades para ser-virla [la dignidad], y la circunstancia de haber desempeado cumplidamente laDiputacin en el Congreso Constituyente.78 En 1827 se nombr como arcedia-no de la catedral de Trujillo a Toms Digue.

    Podemos intuir la sorpresa e incomodidad que este nombramiento despertentre los eclesisticos. El sistema del escalafn se haba suspendido en benefi-cio de una persona que no estaba tan cerca de alcanar aquel lugar. Adems, te-niendo en cuenta que los eclesisticos disputaban en hacer mritos porposesionarse de unas canonjas, de por s escasas en el Per, se hallaban siem-

    pre a la espera de la vacancia de alguna para presentarse a concurso. El gobier-no traa abajo esas ilusiones. Fue el primer desencuentro serio que el den, JuanIgnacio Machado, y el cabildo catedralicio tuvieron con Digue. Aquel desen-cuentro vena dado, adems, porque a quien le corresponda ascender al arce-dianato era a otro sacerdote, al chantre Gaspar Nieto, uno de los eclesisticos demayor edad en el cabildo. Los cannigos exigieron al gobierno revocar estenombramiento. Sin embargo, el gobierno se neg y mostr ms bien su desa-grado frente a la actitud del cabildo trujillano, ordenndosele cumplir lo esta-blecido.79 Si bien esto se hio, Digue no tuvo tiempo de ejercer su canonja,puesto que fue requerido por el gobierno para otras comisiones.

    Si el cabildo eclesistico se lamentaba del nombramiento injusto de Digueal Arcedianato, es fcil imaginar su consternacin cuando este fue nombrado

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    77 Los sacerdotes no descuidaban a sus familias. Es ms, una de las raones que se esgrima paraobtener un curato era la familia de la que se estaba a cargo. Espinosa, por ejemplo, afirmaba: sien-do lo principal el socorro y amparo a una pobre madre y familia que no han tenido ms auxilio que elque ha ministrado mi escasa suerte.Ibidem Fol. 1v.

    78 AGN, RJ. Leg. 149. Exp. 13. Ao 1827. Fol. 1.79Ibidem Fol. 11v.

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    Obispo de Trujillo el ao 1833. Ello explica las desatenciones y los desencuen-tros que Digue tuvo que sufrir al inicio de su mandato, que anj imponiendosu autoridad.80 Este rechao corporativo a Digue, que haba llegado al altoclero trujillano por sus servicios a la patria, una ve ms, tiene como origenla intromisin del propio Estado peruano. Es posible que, sin esa ayuda, TomsDigue nunca hubiese podido acceder a la silla episcopal. Bajo todo punto devista, entonces, la repblica vari el eje de los comportamientos y tradicionesseculares.81

    Caso interesante sigue siendo el de Toms Digue, quien, reiteramos, estu-vo entre dos frentes, situacin comn en muchos protagonistas de estos mo-mentos. De formacin conservadora, vivi el momento del cambio comoautoridad eclesistica en una provincia de frontera como Piura. Est comproba-do su realismo anterior a la proclamacin de la independencia, pero tambin sufidelidad inmediata a la Patria. Uno de sus hermanos fue autoridad polticaen Piura. Su familia estaba muy ligada al obispo de Trujillo, Carrin y Marfil,enviado al exilio por San Martn. Finalmente, dos de sus hermanos residentesen Trujillo se fueron a Espaa huyendo de la situacin de angustia forjada porla independencia, del propio sistema patritico y de la inminente presencia deJos de San Martn en la capital. Fernando y Natividad82 Digue Florencia re-sidieron en Granada el tiempo que dur la consolidacin de la independencia.No nos consta fecha de su retorno.

    La historia de esta familia resume contundentemente la de buena parte de la

    clase privilegiada peruana que sufri la arremetida del nuevo sistema y el caosgeneraliado, de la mano con el resquebrajamiento interior que tuvieron que vi-vir.

    LA OPCIN DEL CLERO: NAVEGANDO EN AGUAS POCO CLARAS

    Durante estos aos, qu tan convencido se encontraba el clero del norte so-bre la conveniencia de la independencia? Aunque se hallen opiniones contra-dictorias hasta el momento, parece que las ms objetivas corresponderan a lasvertidas por las autoridades eclesisticas. En este sentido, Juan Ignacio Macha-

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    80 Eliabeth HERNNDEz GARCA, De vicario eclesistico a obispo de Trujillo 301-302.81 Eliabeth HERNNDEz GARCA, Nuevo rgimen, seculares problemas: el clero en Trujillo in-

    dependiente, una aproximacin, (pendiente de publicacin).82 Antes de embarcarse, Natividad escriba a su hermano Toms en 1821: Estoy resuelta a pasar a

    Lima dentro de pocos das, para desde all verificar mi partida Y as es que te digo con ingenuidadque ya no resisto a tanto contraste como he sufrido Todo lo tengo ya pronto, y solo espero las mulasque no tardarn, por ver si doy alcance a alguna persona de distincin de las muchas que se van de lacapital; unas porque los han despojado, y otras porque no se conforman AGN. CTD. Caja 7. Carpe-ta 25. Doc. 70. Ao 1821. Fol. 1-1v.

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    do, en pocas palabras, muestra una panormica preocupante para el nuevo siste-ma: Lo cierto es que el clero del Obispado [de Trujillo] est muy tibio en pun-to de patriotismo, y esto es demasiadamente notable.83 Si consideramosestudios sobre otros puntos del ex virreinato, nos encontramos con una situa-cin muy similar en Arequipa, donde su obispo, Goyeneche y el alto clero are-quipeo, mostraban su renuencia a acatar las disposiciones de la nueva patria yde los nuevos gobernantes. Hasta Simn Bolvar, el obispo no emiti una Pas-toral argumentando las ventajas de la emancipacin, aunque prescindiendo delos adjetivos negativos que se solicitaban colocar contra el rey de Espaa.84

    El poco convencimiento del clero de Trujillo en la causa de la independen-cia era el reflejo de los sentimientos y opiniones de la poblacin, inclusive en elpropio ao de la batalla de Ayacucho. En enero de 1824, la situacin en Limano era nada halagea; es ms, fue la poca en la que ms se pens en el fraca-so de la independencia y en la inutilidad de Simn Bolvar para consumar la li-bertad. El limeo Manuel de la Fuente y Murga comentaba: Por ahora no haycosa de mayor comunicacin sino que Lima es un caos de confusiones, y queno se respira ms de melancola y tristea que no se puede [respirar]. Inconoci-ble est esto y digno de la fuga ms larga.85 En febrero de 1824, ante el ingre-so nuevamente de las tropas realistas a Lima, Torre Tagle, presidente del Per,y 300 oficiales ms del ejrcito patriota se pasaron a las filas del rey. El Perofrece un cuadro de horrores, afirmaba un doliente Simn Bolvar desde Pati-vilca, donde enferm de gravedad.86

    El ao de la famosa batalla y Capitulacin de Ayacucho, emblemas de la li-bertad definitiva del Per, la poblacin peruana en general an se encontrabadubitativa y con mucho mayor desconcierto, sobre todo en la ciudad de Lima.Tuvo que ver, en gran medida, la imagen que Simn Bolvar tena entre la po-blacin. Por todos era sabido que se distanciaba enormemente del perfil apaci-ble y aristocrtico de Jos de San Martn. En Catacaos se estaba a la expectativade su llegada: y aseguran que es muy violento al caminar, y con esta pre-vencin estamos con la barba al hombro En Trujillo, tambin se estaba envilo: A Bolvar lo hacen cerca de Piura, y aqu hay mil opiniones, Dios nos sa-que con bien de todo.87 Pero tambin se esperaba mucho de l. El cannigoMachado daba cuenta de haberse restablecido la salud de este grande hroe:Su vida importa tanto como la Independencia de toda Amrica.88

    INCERTIDUMBRE POLTICA Y OPCIN POR LA PATRIA EN EL NORTE PERUANO 621

    Hispania Sacra, LXIII128, julio-diciembre 2011, 595-625, ISSN: 0018-215-X

    83 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 24. Ao 1821. Fol. 1v.84 Ernesto ROJAS INGUNzA,El bculo y la espada, p. 68.85 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 5. Doc. 43. Ao 1824. Fol. 1v.86 John LYNCH, Simn Bolvar, Barcelona, Editorial Crtica, 2010, 251.87 AGN. CTD. Caja 9. Carpeta 29. Doc. 24 y 30. Ao 1823. Fol. 1-1v.88 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 55. Ao 1823. Fol. 1-1v.

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    Cuando Bolvar advirti que no poda contar con la clase poltica dirigenteperuana tan voluble, arremeti con fuera una serie de medidas con la finali-dad de culminar motu proprio la independencia del Per. En ese camino el cle-ro segua siendo fundamental. Pero en esta parte de la historia convergen doslneas de inters. La una, del Estado, que ansiaba una reeducacin poltica de lapoblacin; la otra, de los miembros del clero, que seguan tras un apoyo fuertepara ubicarse bien en un concierto poltico de notas disonantes. Ello explica losbeneficios eclesisticos en mrito al patriotismo ms que a la idoneidad delos candidatos, tema que movi muchas crticas, pero tambin que promovi unambiente en el que la cercana con el rgimen se hio ms firme. Esto pas enconcreto en el norte, toda cuenta de que Simn Bolvar, luego del caos en Lima,haba colocado su sede de gobierno all.

    Del clero norteo en este ltimo ao no se conocen datos sobre algn tipo derechao hacia el libertador. Sea por conviccin, por el temor al triunfo de losrealistas y sus consiguientes represalias, o por la presencia firme de Bolvar, elhecho es que las autoridades eclesisticas en este obispado se mostraron favora-bles al gobierno, y junto a ellas, sus redes de amigos y conocidos. Cuandoaconteci la batalla de Ayacucho, la alegra en el norte fue de grandes propor-ciones. Machado afirmaba: Desde que llegaron estas plausibles noticias, todoha sido un regocijo sin interrupcin, y continuar mientras dure la exaltacin delos hombres.89

    No era difcil deducir que, sin obispo, el den quedara encargado del obis-

    pado, as que en este aspecto, Machado ascendi a un puesto ms alto en 1825,en circunstancias en que las relaciones con la Santa Sede an no estaban resta-blecidas. Y como Juan Ignacio Machado, muchos otros eclesisticos se situaronentre los elegidos por el Poder Ejecutivo para cubrir algunos espacios, aun siestos no estuviesen vacantes.90 Haba premura para que el pueblo tuviera a susprincipales referentes en el lugar acostumbrado.

    A MANERA DE CONCLUSIN

    El ltimo acontecimiento que sell definitivamente el final de la guerra deindependencia fue la rendicin del Real Felipe del Callao en enero de 1826, conun saldo aproximado de 6000 fallecidos en este fuerte a ra de la fero resis-

    622 ELIzABETH HERNNDEz GARCA

    Hispania Sacra, LXIII128, julio-diciembre 2011, 595-625, ISSN: 0018-215-X

    89 AGN. CTD. Caja 2. Carpeta 7. Doc. 56. Ao 1824. Fol. 1v.90 Este tema tambin suscit problemas de argumentacin entre los eclesisticos y el gobierno.

    Muchas parroquias y algunas canonjas estaban vacantes por la salida de sus propietarios fuera delPer, o por estar recluidos voluntariamente en el Real Felipe del Callao, no por muerte de quienes lostenan adjudicados. Eliabeth HERNNDEz GARCA, Nuevo rgimen, seculares problemas

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    tencia de Jos Ramn Rodil.91 Haban sido aos en estado de alerta militar ypoltica. A partir de esta fecha ya no hubo retrocesos; se haban dado las cir-cunstancias propicias para vivir tiempos republicanos; poco despus Simn Bo-lvar se retir definitivamente del Per en un viaje que pens ser solo temporal.El problema del Regio Patronato pas entonces a los siguientes caudillos mili-tares, gobiernos que continuaron la poltica de seculariacin del clero inaugu-rada por la nueva patria.92

    En este tiempo los eclesisticos participaron de absolutamente todos losasuntos que acontecieron: de las cuestiones polticas, como la opinin sobrelos candidatos al gobierno y el deba