La hora de todos y la fortuna con seso - ataun.net¡sicos en Español/Francisco … · mohína de...

34
La hora de todos y la fortuna con seso Francisco de Quevedo Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Transcript of La hora de todos y la fortuna con seso - ataun.net¡sicos en Español/Francisco … · mohína de...

LLaa hhoorraa ddee ttooddoossyy llaa ffoorrttuunnaa ccoonn sseessoo

Francisco de Quevedo

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

A DON ÁLVARO DE MONSALVE,canónigo de la Santa Iglesia de Toledo, primada delas Españas

Este libro tiene parentesco con vuesamerced, por tener su origen de una palabra quele oí. A Vuesa Merced debe el nacimiento, a míel crecer. Su comunicación es estudio para elbien atento, pues con pocas letras quepronuncia, ocasiona discursos. Tal es lagenealogía déste. Doyle lo que es suyo en lasustancia, y lo que es mío en la estatura y bulto.Su título es: La hora de Todos, y la Fortuna conseso. Todos me deberán una hora por lo menos,y la Fortuna sacarla de los orates, que lo más havivido entre locos.

El tratadillo, burla burlando, es de veras.Tiene cosas de las cosquillas, pues hace reír conenfado y desesperación. Extravagante reloj, quedando una hora sola, no hay cosa que no señalecon la mano. Bien sé que le han de leer unospara otros, y nadie para sí. Hagan lo quemandaren, y reciban unos y otros mi buena

voluntad. Si no agradare lo que digo, bien se lepuede perdonar a un hombre ser necio unahora, cuando hay tantos que no lo dejan de seruna hora en toda su vida. Vuesa merced, señordon Álvaro, sabe empeñarse-por los amigos ydesempeñarlos. Encárguese desta defensa, queno será la primera que le deberé.

Guarde Dios a Vuesa Merced, como deseo.Hoy 12 de marzo de 1636.

PRÓLOGOJúpiter, hecho de hieles, se desgañifaba

poniendo los gritos en la tierra; porqueponerlos en el cielo, donde asiste, no eraencarecimiento a propósito. Mandó que luego aconsejo viniesen todos los dioses trompicando.Marte, don Quijote de las deidades, entró consus armas y capacete, y la insignia de viñaderoenristrada, echando chuzos, y a su lado, elpanarra de los dioses, Baco, con su cabellera depámpanos, remostada la vista, y en la bocalagar y vendimias de retorno derramadas, lapalabra bebida, el paso trastornado, y todo elcelebro en poder de las uvas. Por otra parteasomó con pies descabalados Saturno, el diosmarimanta, comeniños, engulléndose sus hijosa bocados. Con él llegó, hecho una sopa,Neptuno, el dios aguanoso, con su quijada devieja por cetro (que eso es tres dientes enromance), lleno de cazcarrias y devanado enovas, y oliendo a viernes y vigilias, haciendolodos con sus vertientes en el cisco de Plutón,

que venía en su seguimiento; dios dado a losdiablos, con una cara afeitada con hollín y pez,bien zahumado con alcrebite y pólvora, vestidode cultos tan obscuros que no le amanecía todoel buchorno del Sol, que venía en suseguimiento, con su cara de azófar y sus barbasde oropel; planeta bermejo y andante,devanador de vidas, dios dado a la barbería,muy preciado de guitarrilla y pasacalles,ocupado en ensartar un día tras otro, y enengazar años y siglos, mancomunado con lascenas y los pesares para fabricar calaveras.Entró Venus haciendo rechinar los coluros conel ruedo del guardainfante, empalagando defaldas a las cinco zonas, a medio afeitar la jeta,y el moño, que la encorozaba de pelambre lacholla, no bien encasquetado por la prisa. Veníatras ella la Luna, con su cara en rebanadas,estrella en mala moneda, luz en cuartos,doncella de ronda, y ahorro de lanternas ycandelillas. Entró con gran zurrido el dios Panresollando, con dos grandes piaras de

númenes, faunos, pelicabras y patibueyes.Hervía todo el cielo de manes y lémures, lares ypenates, y otros diosecillos bahúnos. Todos serepantigaron en sillas y las diosas se rellanaron,y asestando las jetas a Júpiter con atenciónreverente, Marte se levantó, sonando a choquede cazos y sartenes, y con ademanes de lacarda, dijo: «¡Pesia tu hígado, oh grande Coimeque pisas el alto claro, abre esa boca y garla,que parece que sornas!» Júpiter, que se viosalpicar de jacarandinas los oídos, y estaba,siendo verano y asándose el mundo, con surayo en la mano haciéndose chispas, cuandofuera mejor hacerse aire con un abanico, convoz muy corpulenta, dijo: «Vusted envaine yllámenos a Mercurio»

El cual, con su varita de jugador de manosy sus zancajos pajarillos y su sombrerillo hechoa horma de hongo, en un santiamén y envolandas se le puso delante. Júpiter le dijo:«Dios virote, dispárate al mundo! Tráeme aquí

en un abrir y cerrar de ojos a la Fortuna asidade los arrapiezos.»

Luego el chisme del Olimpo, calzándosedos cernícalos por acicates, se despareció, queni fue visto ni oído, con tal velocidad, que verlepartir y volver fue una mesma acción de lavista. Volvió hecho mozo de ciego y lazarilloadestrando a la Fortuna que con un bordón enla una mano venía tentando, y de la otra tirabade la cuerda que servía de freno a un perrillo.Traía por chapines una bola sobre que venía depuntillas, y hecha pepita de una rueda que lacercaba como centro, encordelada de hilos,trenzas y cintas, cordeles y sogas, que con susvueltas se tejían y destejían. Detrás venía comofregona la Ocasión , gallega de coramvobis,muy gótica de faciones, cabeza de contramoño,cholla bañada de calva de espejuelo, y en lacumbre de la frente un solo mechón en queapenas había pelo para un bigote. Era éste másresbaladizo que anguilla, culebreabadeslizándose al resuello de las palabras.

Echábasele de ver en las manos que vivíade fregar y barrer y vaciar los arcaduces que laFortuna llevaba. Todos los dioses mostraronmohína de ver a la Fortuna y algunos dieronseñal de asco, cuando ella, con chillidodesentonado, hablando a tiento, dijo:

-Por tener los ojos acostados y la vista abuenas noches, no atisbo quién sois los queasistís a este acto, empero, seáis quien fuéredes,con todos hablo, y primero contigo, oh Jove,que acompañas las toses de las nubes congargajo trisulco. Dime, ¿qué se te antojó ahorade llamarme, habiendo tantos siglos que de míno te acuerdas? Puede ser que se te hayaolvidado a ti y a esotro vulgo de diosecillos loque yo puedo, y que así he jugado contigo ycon ellos como con los hombres.

Júpiter, muy prepotente, la respondió:-Borracha, tus locuras, tus disparates y tus

maldades son tales que persuades a la gentemortal que, pues no te vamos a la mano, que nohay dioses, y que el cielo está vacío, y que yo

soy un dios de mala muerte. Quéjanse que dasa los delitos lo que se debe a los méritos, y lospremios de la virtud al pecado; que encaramasen los tribunales a los que habías de subir a lahorca, que das las dignidades a los que habíasde quitar las orejas, y que empobreces y abatesa quien debieras enriquecer.

La Fortuna, demudada y colérica, dijo:-Yo soy cuerda, y sé lo que hago, y en todas

mis acciones ando pie con bola. Tú, que mellamas inconsiderada y borracha, acuérdate quehablaste por boca de ganso en Leda, que tederramaste en lluvia de bolsa por Dánae, quebramaste y fuiste Inde toro pater por Europa,que has hecho otras cien mil picardías ylocuras, y que todos esos y esas que estáncontigo han sido avechuchos, urracas y grajos,cosas que no se dirán de mí. Si hay beneméritosarrinconados y virtuosos sin premios, no todala culpa es mía: a muchos se los ofrezco que losdesprecian, y de su templanza fabricáis miculpa. Otros, por no alargar la mano a tomar lo

que les doy, lo dejan pasar; otros me loarrebatan sin dárselo yo; más son los que mehacen fuerza que los que yo hago ricos; más sonlos que me hurtan lo que les niego que los quetienen lo que les doy. Muchos reciben de mí loque no saben conservar: piérdenlo ellos y dicenque yo se lo quito. Muchos me acusan por maldado en otros lo que estuviera peor en ellos. Nohay dichoso sin invidia de muchos, no haydesdichado sin desprecio de todos. Esta criadame ha servido perpetuamente y no he dadopaso sin ella: su nombre es la Ocasión; ¡oídla!,¡aprended a juzgar de una fregona!

Y desatando la tarabilla la Ocasión, por noperderse a sí mesma, dijo:

-Yo soy una hembra que me ofrezco atodos: muchos me hallan, pocos me gozan. SoySansona femenina, que tengo la fuerza en elcabello; quien sabe asirse a mis crines, sabedefenderse de los corcovos de mi ama. Yo ladispongo, yo la reparto, y de lo que loshombres no saben recoger ni gozar, me acusan.

Tiene repartidas la necedad por los hombresestas infernales cláusulas: «Quién dijera; nopensaba; no miré en ello; no sabía; bien está;qué importa; qué va ni viene; mañana se hará;tiempo hay; no faltará ocasión; descuidéme; yome entiendo; no soy bobo; déjese deso; yo me lopasaré; ríase de todo; no lo crea; salir tengo conla mía; no faltará; Dios lo ha de proveer; másdías hay que longanizas; donde una puerta secierra, otra se abre; bueno está eso; qué le va aél; paréceme a mí, no es posible; no me diganada; ya estoy al cabo; ello dirá; ande elmundo; una muerte debo a Dios; bonito soy yopara eso; sí por cierto; diga quien dijere; presopor mil, preso por mil y quinientos; no esposible; todo se me alcanza; mi alma en mipalma; ver veamos; dizque»; y «pero» y«quizás». Y el tema de los porfiados «De dóndediere».

Estas necedades hacen a los hombrespresumidos, perezosos y descuidados. Éstasson el hielo en que yo me deslizo, en éstas se

trastorna la rueda de mi ama, y trompica labola que la sirve de chapín.

Pues si los tontos me dejan pasar ¿quéculpa tengo yo de haber pasado? Si a la ruedade mi ama son tropezones y barrancos, ¿porqué se quejan de sus vaivenes? Si saben que esrueda y que sube y baja, y que por esta razónbaja para subir y sube para bajar, ¿para qué sedevanan en ella? El Sol se ha parado, la ruedade la Fortuna, nunca. Quien más seguro pensóhaberla fijado el clavo no hizo otra cosa quealentar con nuevo peso el vuelo de sutorbellino. Su movimiento digiere lasfelicidades y miserias como el del tiempo lasvidas del mundo y el mundo mesmo poco apoco. Esto es verdad, Júpiter. Responda quienquisiere. La Fortuna, con nuevo aliento,bamboleándose con remedos de veleta yacciones de barrena, dijo:

-La Ocasión ha declarado la ocasión injustade la acusación que se me pone; empero yoquiero de mi parte satisfacerte a ti, supremo

atronador, y a todos esotros que te acompañan,sorbedores de ambrosía y néctar, no obstanteque en vosotros he tenido, tengo y tendréimperio, como le tengo en la canalla más soezdel mundo. Y yo espero ver vuestroendiosamiento muerto de hambre por falta devíctimas, y de frío, sin que alcancéis unamorcilla por sacrificios, ocupados en sóloabultar poemas y poblar coplones, gastados enconsonantes y en apodos amorosos, sirviendode munición a los chistes y a las pullas.

-Malas nuevas tengas de cuanto deseas -dijo el Sol-, que con tan insolentes palabrasblasfemas de nuestro poder. Si me fuera lícito,pues soy el Sol, te friyera en caniculares, y teasara en buchornos, y te desatinara a modorras.

-Vete a enjugar lozadales -dijo la Fortuna-,a madurar pepinos, y a proveer de tercianas alos médicos, y a adestrar las uñas de los que seespulgan a tus rayos; que ya te he visto yoguardar vacas y correr tras una mozuela, que,siendo Sol, te dejó a escuras. Acuérdate que

eres padre de un quemado; cósete la boca ydéjale hablar a quien le toca. Entonces Júpitersevero pronunció estas razones:

-Fortuna, en muchas cosas de las que tú yesa picarona que te sirve habéis dicho, tenéisrazón; empero para satisfación de las gentesestá decretado inviolablemente que en elmundo, en un día y en una propria hora, sehallen de repente todos los hombres con lo quecada uno merece. Esto ha de ser: señala hora ydía.

La Fortuna respondió:-Lo que se ha de hacer ¿de qué sirve

dilatarlo? Hágase hoy. Sepamos qué hora es.El Sol, jefe de relojeros, respondió:-Hoy son veinte de junio, y la hora, las tres

de la tarde, tres cuartos y diez minutos. Pues endando las cuatro, veréis lo que pasa en la tierra.

Y diciendo y haciendo empezó a untar eleje de su rueda y encajar manijas y mudarclavos y enredar cuerdas, aflojar unas y estirarotras, cuando el Sol, dando un grito, dijo:

-Las cuatro son, ni más ni menos: que ahoraacabo de dorar la cuarta sombra posmeridianade las narices de los relojes de sol.

En diciendo estas palabras, la Fortuna,como quien toca sinfonía, empezó a desatar surueda, que, arrebatada en huracanes y vueltas,mezcló en nunca vista confusión todas las cosasdel mundo; y dando un grande aullido, dijo:

-Ande la rueda, y coz con ella.I

En aquel proprio instante, yéndose a ojeode calenturas paso entre paso un médico en sumula, le cogió la Hora, y se halló de verdugo,perneando sobre un enfermo, diciendo credoen lugar de Récipe, con aforismo escurridizo.

IIPor la mesma calle, poco detrás, venía un

azotado, con la palabra del verdugo delantechillando, y con las mariposas del sepancuantosdetrás, y el susodicho en un borrico, desnudode medio arriba, como nadador de rebenque.Cogióle la Hora, y, derramando un rocín al

alguacil que llevaba, y el borrico al azotado, elrocín se puso debajo del azotado y el borricodebajo del alguacil; y mudando lugares,empezó a recibir los pencazos el queacompañaba al que los recibía, y el que losrecibía a acompañar al que le acompañaba. Elescribano se apeó para remediarlo, y, sacandola pluma, le cogió la Hora, Y se la alargó enremo, y empezó a bogar cuando quería escribir.

IIIAtravesaban por otra calle unos chirriones

de basura, y llegando enfrente de una botica,los cogió la Hora, y empezó a rebosar la basura,y salirse de los chirriones, y entrarse en labotica, de donde saltaban los botes y redomas,zampándose en los chirriones con un ruido yadmiración increíble; y como se encontraban alsalir y al entrar los botes y la basura, se notóque la basura, muy melindrosa, decía a losbotes: «Háganse allá.»

Los basureros ayudaban con escobas ypalas, traspalando en los chirriones mujeres

afeitadas, y gangosos, y teñidos, sin podernadie remediarlo.

IVHabía hecho un bellaco una casa de grande

ostentación con resabios de palacio y portadasobrescrita de grandes genealogías de piedra.

Su dueño era un ladrón que, por debajo desu oficio, había hurtado el caudal con que laedificó. Estaba dentro y tenía cédula a la puertapara alquilar tres cuartos. Cogióle la Hora. ¡Oh,inmenso Dios, quién podrá referir tal portento!Pues, piedra por piedra, ladrillo por ladrillo, seempezó a deshacer, y las tejas, unas saltaban aunos tejados, y otras a otros. Veíanse vigas,puertas y ventanas entrar por diferentes casascon espanto de sus dueños, que la restitucióntuvieron a terremoto y a fin del mundo. Ibanlas rejas y las celosías buscando sus dueños decalle en calle. Las armas de la portada partieroncomo rayos a restituirse a la Montaña a unacasa de solar, a quien este maldito habíaachacado su pícaro nacimiento. Quedó

desnudo de paredes y en cueros de edificio, ysólo en una esquina quedó la cédula de alquilerque tenía puesta, tan mudada por la fuerza dela Hora, que donde decía: «Quien quisierealquilar esta casa vacía, entre, que dentro vivesu dueño», se leía:

«Quien quisiere alquilar este ladrón, queestá vacío de su casa, entre sin llamar, pues lacasa no lo estorba.»

VVivía enfrente déste un mohatrero que

prestaba sobre prendas, y viendo afufarse lacasa de su vecino, quiso prevenirse, diciendo:«¿Las casas se mudan de los dueños? ¡Malainvención!»

Y por presto que quiso ponerse en salvo,cogido de la Hora, un escritorio y unacolgadura y un bufete de plata, que teníacautivos de intereses argeles, con tantaviolencia se desclavaron de las paredes y sedesasieron, que al salirse por la ventana untapiz, le cogió en el camino y, revolviéndosele

al cuerpo, amortajado en figurones, le arrancó yllevó en el aire más de cien pasos, donde,desliado, cayó en un tejado, no sin crujido delcostillaje; desde donde, con desesperación, viopasar cuanto tenía, en busca de sus dueños, ydetrás de todo una ejecutoria, sobre la cual, pordos meses, había prestado a su dueñodoscientos reales, con ribete de cincuenta más.Esta, (¡oh estraña maravilla!), al pasar, le dijo:«Morato Arráez de prendas, si mi amo por míno puede ser preso por deudas, ¿qué razón haypara que tú por deudas me tengas presa a mi?»

Y diciendo esto se zampó en un bodegón,donde el hidalgo estaba disimulando ganas decomer, con el estómago de rebozo, acechandounas tajadas que so el poder de otras muelasrechinaban.

VIUn hablador plenario, que de lo que le

sobra de palabras a dos leguas pueden molerotros diez habladores, estaba anegando enprosa su barrio, desatada la tarabilla en

diluvios de conversación. Cogióle la Hora, yquedó tartamudo y tan zancajoso depronunciación, que, a cada letra quepronunciaba, se ahorcaba en pujos de be a ba; ycomo el pobre padecía, paró la lluvia con laretención, y empezó a rebosar charla por losojos y por los oídos.

VIIEstaban unos senadores votando un pleito.

Uno dellos, de puro maldito, estaba pensandocómo podría condenar a entreambas partes.Otro, incapaz , que no entendía la justicia deninguno de los dos litigantes, estabadeterminando su voto por aquellos dos textosde los idiotas: «Dios se la depare buena» y «dédonde diere». Otro, caduco, que se habíadormido en la relación, discípulo de la mujer dePilatos en alegar sueño, estaba trazando a cuálde sus compañeros seguiría, sentenciando atrochemoche. Otro, que era doto y virtuosojuez, estaba como vendido al lado de otro queestaba como comprado, senador brujo untado.

Este alegó leyes torcidas, que pudieran arder enun candil, y trujo a su voto al dormido y altonto y al malvado. Y habiendo hechosentencia, al pronunciarla les cogió la Hora, yen lugar de decir: «Fallamos que debemoscondenar y condenamos», dijeron: «Fallamosque debemos condenarnos y nos condenamos.»«Ese sea su nombre», dijo una voz.

Y al instante se les volvieron las togaspellejos de culebras, y arremetiendo los unoscon los otros, se trataban de monederos falsosde la verdad. Y de tal suerte se repelaron, quelas barbas de los unos se veían en las manos delos otros, quedando las caras lampiñas y lasuñas barbadas, en señal de que juzgaban conellas y para ellas, por lo cual las competía lazalea jurisconsulta.

VIIIUn casamentero estaba emponzoñando el

juicio de un buen hombre que, no sabiendo quése hacer de su sosiego, hacienda y quietud,trataba de casarse. Proponíale una picarona y

guisábasela con prosa eficaz, diciéndole:«Señor, la nobleza, no digo nada, porque, gloriaa Dios, a Vuesa Merced le sobra para prestar;hacienda, Vuesa Merced no la ha menester;hermosura, en las mujeres proprias, antes sedebe huir por peligro; entendimiento, VuesaMerced la ha de gobernar, y no la quiere paraletrado; condición, no la tiene; los años quetiene son pocos (y decía entre sí «por vivir»); lodemás es a pedir de boca.» El pobre hombreestaba furioso, diciendo: «Demonio ¿qué será lodemás? Si ni es noble ni rica ni hermosa nidiscreta, lo que tiene sólo es lo que no tiene,que es condición.»

En esto los cogió la Hora, cuando elmaldito casamentero, sastre de bodas, quehurta y miente y engaña y remienda y añade, sehalló desposado con la fantasma que pretendíapegar al otro, y hundiéndose a voces sobre«¿quién sois vos?», «qué trujisteis vos?», «nomerecéis descalzarme», se fueron comiendo abocados.

IXEstaba un poeta en un corrillo leyendo una

canción cultísima, tan atestada de latines ytapida de jerigonzas, tan zabucada de cláusulasy cortada de paréntesis, que el auditoriopudiera comulgar de puro en ayunas queestaba. Cogióle la Hora en la cuarta estancia, ya la obscuridad de la obra (que era tanta que nose veía la mano), acudieron lechuzas ymurciélagos, y los oyentes encendiendolanternas y candelillas, oían de ronda a la Musaa quien llaman: la enemiga del día que el negromanto descoge.

Llegóse uno tanto con un cabo de vela alpoeta (noche de invierno, de las que llamanboca de lobo), que se encendió el papel por enmedio. Dábase el autor a los diablos de verquemada su obra, cuando el que la pegó fuegole dijo: «Estos versos no pueden ser claros ytener luz si no los queman: más resplandecenluminaria que canción.»

XSalía de su casa una buscona piramidal,

habiendo hecho sudar la gota tan gorda a suportada, dando paso a un inmenso contorno defaldas, y tan abultada que pudiera ir por debajorellena de ganapanes, como la tarasca.Arrempujaba con el ruedo las dos aceras deuna plazuela. Cogióla la Hora, y volviéndosedel revés las faldas del guardainfante yarboladas, la sorbieron en campana vuelta delrevés, con faciones de tolva, y descubrióse que,para abultar de caderas, entre diferentes legajosde arrapiezos que traía, iba un reposteroplegado y la barriga en figura de taberna, y alun lado un medio tapiz; y lo más notable fueque se vía un Holofernes degollado, porque lacolgadura debía de ser de aquella historia.Hundíase la calle a silbos y gritos; ella aullaba,y como estaba sumida en dos estados decarcavuezo que formaban los espartos delruedo que se había erizado, oíanse las voces

como de lo profundo de una sima, donde yacíacon punta de carantamaula.

Ahogárase en la caterva que concurrió si nosucediera que, viniendo por la calle rebosandoNarcisos uno con pantorrillas postizas y tresdientes, y dos teñidos, y tres calvos con suscabelleras, los cogió la Hora de pies a cabeza, yel de las pantorrillas empezó a desangrarse delana, y sintiendo mal acostadas por falta de loscolchones las canillas, y queriendo decir:«¿Quién me despierna?», se le desempedró laboca al primer bullicio de la lengua; los teñidosquedaron con requesones por barbas, y no seconocían unos a otros; a los calvos se leshuyeron las cabelleras con los sombreros engrupa, y quedaron melones con bigotes, conuna cortesía de memento homo.

XIEra muy favorecido de un señor un criado

suyo: este le engañaba hasta el sueño, y a ésteun criado que tenía, y a este criado un mozosuyo, y a este mozo un amigo, y a este su amigo

su amiga, y a ésta el diablo. Pues cógelos laHora; y el diablo, que estaba al parecer tan lejosdel señor, revístese en la puta, y la puta en suamigo, el amigo en el mozo, el mozo en elcriado, el criado en el amo, el amo en el señor.

Y como el demonio llegó a él destilado porputa y rufián, y mozo de mozo de criado deseñor, endemoniado por pasadizo y hecho uninfierno, embistió con su siervo, éste con sucriado, y el criado con su mozo, el mozo con suamigo, el amigo con su amiga, esta con todos; ychocando los arcaduces del diablo, unos conotros se hicieron pedazos, se deshizo la sarta deembustes, y Satanás, que enflautado en lacotorrera se paseaba sin ser sentido,rezumándose de mano en mano, los cobró atodos de contado.

XIIEstábase afeitando una mujer casada y rica.

Cubría con hopalandas de solimán unasarrugas jaspeadas de pecas; jalbegaba, comopuerta de alojería, lo rancio de la tez; estábase

guisando las cejas con humo, como chorizos;acompañaba lo mortecino de los labios conmunición de lanternas, a poder de cerillas;iluminábase con vergüenza postiza, condedadas de salserilla de color. Asistíala, comoasesor de cachivaches, una dueña, calaveraconfitada en untos. Estaba de rodillas sobre suschapines, con un moñazo imperial en las dosmanos, y a su lado una doncellita, platicanta debotes, con unas costillas de borrenes, para quesu ama lanaplenase las concavidades que laresultaban de un par de jibas que latrompicaban el talle.

Estándose, pues, la tal señora dandopesadumbre y asco a su espejo, cogida de laHora, se confundió en manotadas, dándose conel solimán en los cabellos, y con el humo en losdientes, y con la cerilla en las cejas, y con lacolor en la frente, y encajándose el moño en lasquijadas, y atacándose las borrenes al revés,quedó cana y cisco, y Antón Pintado y AntónColorado, y barbada de rizos, y hecha abrojo,

con cuatro corcovas, vuelta visión y cochino deSan Antón. La dueña, entendiendo que se habíavuelto loca, echó a correr con los andularios derequiem en las manos; la muchacha sedesmayó, como si viera al diablo; ella salió trasla dueña, hecha un infierno, chorreandopantasmas. Al ruido salió el marido, yviéndola, creyó que eran espíritus que se lahabían revestido, y partió de carrera a llamarquien la conjurase.

XIIIUn gran señor fue a visitar la cárcel de su

Corte, que le dijeron servía de heredad y bolsaa los que tenían a su cargo, que de los delitoshacían mercancía y de los delincuentes tienda,trocando los ladrones en oro y los homicidas enbuena moneda. Mandó que sacasen a visita losencarcelados, y halló que los habían preso porlos delitos que habían cometido y que lostenían presos por los que su codicia cometíacon ellos. Supo que a los unos contaban lo quehabían hurtado y podido hurtar, y a otros lo

que tenían y podían tener, y que duraba lacausa todo el tiempo que duraba el caudal, yque precisamente el día del postrero maravedíera el día del castigo, y que los prendían por elmal que habían hecho, y los justiciaban porqueya no tenían.

Saliéronse a visitar dos que habían deahorcar al otro día; al uno, porque le habíaperdonado la parte, le tenían como libre; al otropor hurtos ahorcaban, habiendo tres años queestaba preso, en los cuales le habían comido loshurtos, y su hacienda, y la de su padre y sumujer, en quien tenía dos hijos. Cogió la Horaal gran señor en esta visita, y, demudado decolor, dijo:

-«A este que libráis porque perdonó laparte, ahorcaréis mañana; porque, si esto sehace, es instituir mercado público de vidas yhacer que, por el dinero del concierto con quese compra el perdón, sea mercancía la vida delmarido para la mujer, y la del padre para elhijo, y la del hijo para el padre; y en poniéndose

los perdones de muerte en venta, las vidas detodos están en almoneda pública, y el dineroinhibe en la justicia el escarmiento, por ser muyfácil de persuadir a las partes que les serán másútil mil escudos, o quinientos, que unahorcado. Dos partes hay en todas las culpaspúblicas: la ofendida y la justicia; y es tanconveniente que ésta castigue lo que lepertenece, como que aquélla perdone lo que letoca. Este ladrón, que después de tres años deprisión queréis ahorcar, echaréis a galeras;porque como tres años ha estuviera justamenteahorcado, hoy será injusticia muy cruel, puesserá ahorcar, con el que pecó, a su padre, a sushijos y a su mujer, que son inocentes, a quienhabéis vosotros comido y hurtado con ladilación las haciendas. Acuérdome del cuentodel que, enfadado de que los ratones te roíanpapelillos, y mendrugos de pan, y cortezas dequeso, y los zapatos viejos, trujo gatos que lecazasen los ratones; y viendo que los gatos secomían los ratones, y juntamente un día le

sacaban la carne de la olla, otro se ladesensartaban del asador, que ya le cogían unapaloma, ya una pierna de carnero, mató losgatos y dijo: 'Vuelvan los ratones'. Aplicadvosotros este chiste, pues como gatazos, enlugar de limpiar la república, cazáis y coméislos ladrones ratoncillos que cortan una bolsa,agarran un pañizuelo, quitan una capa y correnun sombrero, y juntamente os engullís el reino,robáis las haciendas y asoláis las familias.¡Infames! ratones quiero, y no gatos.»

Diciendo esto, mandó soltar todos lospresos, y prender todos los ministros de lacárcel. Armóse una herrería y confusiónespantosa: trocaban unos con otros quejas yalaridos; los que tenían los grillos y las cadenasse las echaban a los que se las mandaron echary se las echaron.

XIVIban diferentes mujeres por la calle; las

unas a pie, y aunque algunas dellas se tomabanya de los años, iban gorjeándose de andadura y

desviviéndose de ponleví, y naguas; otras ibanembolsadas en coches, desantañándose denavidades, con melindres y manoteado decortinas; otras, tocadas de gorgoritas y vestidasde noli me tangere iban en figura de camarinesen una alacena de cristal con resabios de hornosde vidrio, romanadas por dos moros, o cuandomejor, por dos pícaros; llevaban las talestrasparentes los ojos en muy estrecha vecindadcon las nalgas del mozo delantero, y las naricesmolestadas del zumo de sus pies, que como nopasa por escarpines, se perfuma de Fregenal.Unas y otras iban reciennaciéndose, arrulladasde galas, y con niña postiza callando la viejacomo la caca, pasando a la perspectiva oarismética de los ojos los ataúdes por las cunas.

Cogiólas la Hora y, topándolas Estoflerinoy Magirio y Origano y Argolio con susefemérides desenvainadas, embistieron conellas a ponerlas a todas las fechas de sus vidas,con día, mes y año, Hora, minutos y segundos.Decían con voces descompuestas: «Demonios,

reconoced vuestra fecha como vuestrasentencia; cuarenta y dos años tienes, dosmeses y cinco días, dos horas, nueve minutos yveinte segundos.»