La Higiene de Albucasis

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 [ ]J _ _ PUBLICACIONES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS MEDICAS CE : C6A BA = = _:: : : 1 L HIGIEnE \ E LBUC SJS  Un manuscrito lni dllo de orl en cordobés l P R M . EUGENIO M 0 DOGN¡;E 1 D R FT EL ) ocÁoSTEJÓN 3 CÓ RDOB \ ~ _ ; IMPRENTA V P PEL ERI MOOERNA > 1 1 1925 1 ___J l

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[] J__PUBLICACIONES DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS MEDICAS

=== CE!: C6A00BA =---=-_::---:-:

1

LA HIGIEnE \DE ALBUCASJS)Un manuscrito lnidllo de orlQen cordobés lPOR M . EUGENIO M. 0. DOGN¡;E ) 1

D. (RAFTAAEL)ocÁoSTEJÓN )3

CÓRDOBA \ - ~ _ ; IMPRENTA V PAPELERIA MOOERNA . : > . ~

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LA HIGIENE DE ALBUCASISUN MANUSCRITO INEDITO Oll OR IGEN CORDOBÉS

POR i\k EuGENIO M. O. DoGNÉS

PUBLICADO EN FRANCÉS RN EL BOLETfN DE LA REAL ACADEMLA

DE LA HISTORIA

TOMO XXI, NOVIEMBRE, 1892. MADRID

TRADUCIDO POR D.RAFAEL CASTEJÓNCORRESPO!'IDII!NT!l DE DICHA ACADEMIA

N U M R R ~ R I O DE LA RRAL ACADEMIA GENERAL DE CóRDOBA

Y DE [, \ DE CIENCIAS MED ICAS DE LA MISMA CIUDAD

EN 1925

fACUlDIJ ;:¡ ; '!:-r ~ ~ ~ .; i ' D': G-URDOIAt":J tJ:=- · t O . · · CA

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-

CÓRDOBA

IM PRENTA Y PAPELERIA MO D ERNA

1925

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PRELIMINAR

La uAcad emia de Ciencias Méd icas de Có rdoba» publica en estetomilo una interesa nte lmducción de un trabajo que hace referenciaa la gloriosa escuela de medicina musulmana de Córdoba, y a uno desus personajes más represent ativos e ilus tres , al que los !almos deno-

minaron Albu casis.Dicho or i!l'ina l había sido publicado en francés en el «Bo letín de laReal Academ1a de la Historia• de Madrid , el año 18!J2, en su lomo XXI,páginas 399 a 46 1.

El suges ti vo título de dicho trabajo, la descripción exaltada y vivaqu e hacia del manuscri to obje to de su estudio, los dalos de erudiciónliteraria con que lo adornaba, y otros detalles, entre ellos el de supo-ner que las escenas en él represen ludas e r ~ n trozos de la vida de Cór-doba de principios del siglo XV, con sus pet·sonaj es y monumentospt·incipa lcs, lodo ello había utrnfdo so bre él la atención de los histo-riadores co t·dobeses . Don Anlon io .J aén , en su «His toria de Córdoba•,1921, lo cita con interés entre la biblio"rafía.

Ello nos movió a diri ¡¡it·nos a la Biblio teca de la Universidad deLieja, preguntando por dtcho manuscri to e interesundonos por si habíasido objeto de pé rd ida o deterioro dut·atlle lus depredaciones invaso-ras de la guerra eu ropea.

El biblioteca rio y pro resot· de dicha UniYcrsidad , Mr. Joseph Bra-sinne, nos con testó amp liamente, con una atención y solicitud quenunca le sabremos agmdecer ba ;;lan le, sos tenida en el curso de nues-tras gestiones posterwres, y pot· las cua les le ex presamos publicamen-le nues tra gratitud y nueslt·o arec lo.

Tal es gestiones nos han cond ucido a obtener reproducción foto -gráfica de todos las lám inas de di cho manuscrito, lrabc jo hecho en el

mismo laboratorio fotográfico de la Bib lio teca universitaria, en her-mosos cli chés tamaño origiua l.

El es tud io de los reproducciones y la traducción de la leyenda la -tina que , en t r ~ s gót icas, llevan al pie. nos ha hecho modifica r, sibien en pequeña medida, algunos de Jos co ncep tos expuesLos por elautor.

Ellipo gótico de dichas !el as, especialmente el de las palabras

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-4-que marcan los l[lulos, escritas en cada p<lgina en letra pequella y untanto marginal mente, se corresponde con la llamada «lett·a ~ r u g o n e s a , , muy corriente en documentos catalanes del XIV y el XV, según opi·

nión del catedl'ático de la Universidad d" Barcelona, el sa bio cordobósdon Antonio de la Torre, a cuya ob oet·vación hemos sometido las prue-bas fotográficas . Además, ciet·tos de ta ll es co nstructivos (alm enas, cor·nisamentos) claramente indicados e n los di bujos, no so n pt·opios de laarquitectura cordobesa de dicha época, como tampoco el uso de loszuecos en los campesinos, la trilla de los cm ·eales a mano, el hórreo y

otros detalles que , seguramente , no han estado nun ca en las cos tum-bres de nuestra comarca.

Pero tales dudas referentes a la nacionalidad de la copia hecha enel siglo XV , que el autor, Mt·. Dognéc, adjudica, si bien co n ciertasreservas a Córdoba, no alcanzan a la en traña mi sma del manucristo,esto es a lo que representa , un verdadet·o tt·atado de hi giene, ilustrado,debido a Al bu ~ a s í s , el descubrimiento de cuya ad judicac ión se debeenteramente al trabajo e investigación ,paciente de aq uel autor.

En es te concepto, el manuscrito a que se refiere es te trab aj o, es deun interés verdadera mente notable , así con¡o también para el estudiode las costumbres de la época en que se hizo la copi a.

El lec lot· i rá sabot·eando los dolos recog idos pot· I r . Do gnée co nuna escrupulosidad y acierto dignos de elogio, y qu11 ensanchan elcampo de nul3slt·os conocimi entos en la histona de la med icina cordo-besa del medioevo musulmán.

Nos ha sido imposible obtener dalas biog rafi cos de~ I r .

Dogn ée ,que con g usto hu biéramos pub licado . El biblioleca t·io y pt ofesor de laUniversidad de Liej a, M1·. Brassinne, nos comunicó qu e Mr . Dog née ,poco después de escrito dicho trabajo, había marchado a Egipto, yposteriorment e nos dice habet·se enterado que di cho señor, notablehispanófilo, habia muer to antes de la guen·& rn Esneux. y c¡ue por con-fidencias a un amigo, se supo que , ran o de herede ros, habla legado sufortuna al gobierno españo l.

Hubiét·amos deseado ilus trar la traducción de su lt·abajo con la re-producción de todas las pruebas folo!l'nHicas, o sea co n los cl ichés detodas las lám inas del manuscrito origllla l, pero ello hu biem sido cos-

tosísi mo para los med ios COI! que cuenLa la «Acad emia de CienciasMédicas de Córdoba• , que tanto interés ha pu es to en la edi ción deesta obrita.

Se publican en fotograbado alg unas de las láminas nHís curiosas,si bi en todas ellas lo son en a lto grado, por las cuales el lector r.uedeformarse idea de lo que es el mm tu scrito que tan to se comen ta. J'ene-mos esperanzas en poder hacer a i ~ Ú i l dia una segunda ed ición, con lamayoría o la totalidad de las lámlUas del manusc rito; mas por ahoralas láminas repl'O ducidas han de ser forzosamente poca .

Ha traducido la leyenda que ll e,•an al pie el distinguid o humanistay licenciado en Farmacia don Antonio González Soriano, ya qu e pat·a

ello se necesitan conocimientos nada comunes en lnlin antiguo y enhistori a de la botánica médica , principa lmente, cual idades toda ellasque reune nu es tro excelen te amigo, al qu e expresamos ioul lmente lagratitud de nuestra Academia. Da idea de las difi cul tades qu e ello en-cierra los yerros cometid os por el mismo Ir. Dognée en el est udio delmanuscrito, y que opor tunamente eítalarnos, co mo el ele co nfundi r elcagraz• con el wacei te» y traducir ><C iLoni a• (membri llo) por •lim ónoo,e rror este últim o de grnn L t · a s c e n d e n i a para la histo ria de la botánicay sobre el cual el mismo autor seliala su tras cend encia .

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: 1 ' : 1 ~ nomroat:ur omia nomnu.p.\.tat{\ ¡x>li.ra. m lúno hx e~ l i . g n . n'11a \l1 ~ t t m a m htti.ll\1 \ ~ ) \ l \ S nanums b:s•

.\,o t.1 ~ Y m ~ u 1 a . 1 . f.i\\t na ra cto11c - c c q u a t \ . 1 . 0 ~ !:fmb'f••f.t l . ~ . Q..,\:' no - p l u ~ . ·

PORTADA DEL MANUSCRITO INÉDITO

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Hemos procurad1, en fin, dar una idea de lan interesante docu-mento, desde Lodos los punlos de vista, que sea un anuncio de los es-tudios a que el mismo puede dar moti vo, hoy solamente iniciados, yque al ser desa rrollados aportarán nuevos conocimientos a la !J isloria-en gene ral y, sobre Lod o, a la med icina musulmana cordobesa.

La buena volunlad que en ello ha pnes lo la Academ ia de Ci enciasMédicas de Có rdoba es prenda segura de que no le ha de fallar la be -nevolencia delleclor, ya que con ella lendrá nueslra Corporación elmejor estímulo para acoruelet· sucesivas empresas.

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La higiene de AlbucasisUN MANUSCRITO INED!TO DE ORIGEN CORDOBÉS

La biblioteca de la Universidad de Lieja posee un manuscrito

muy interesante, cuyas numerosas viñetas, dibujadas con notable talento artístico y representando escenas animadas de la vida

de personajes pertenecientes a todas las clases sociales, han llamado siempre la atención de todos los visitantes al rico depó

sito bibliográfico, sin que se haya · llegado hasta el momento

presente, a determinar con exactitud el libro tan elegantemente

ilustrado, y a reconocer el autor cuyo nombre figura en la página de pergamino que sirve de título .

El último catálogo, publicado por M. Grandjéan, biblioteca

rio, reseña esta obra en los siguientes términos:

<887. Albullasem de Baldac filius Habdi medici, composuit>hoc librum. Tal es el título inscrito en la primer hoja de este

>curioso manuscrito. Se compone de ochenta y cuatro hojas en•vitela, fo rmato en 4.0 , conteniendo ciento sesenta y seis dibujos,

»ocupando la página entera, y relativos a sujetos muy diversos.

•Al pie de cada página se ha inscrito en algunas palabras, y>bajo cuatro rúbricas idénticas para todos los sujetos, lo que>hace relación al sujeto dibujado. Así la primera página contie

•ne un a higuera rodeada de tres mujeres ocupadas en recoger•los higos. El texto contiene en tres lineas la descripción bajo

>las rúbricas Natura, )uvamentum, No cumentum, Remotio nocu>menti.

Cod. Membr. Soec. XV . 4.0 • 84- fol. (1 ).>Esta sumaria desc ripción de l manuscrito, cuyas hojas miden

247 mi límetros de altu ra , por 170 de anchura , omite reseñar en

detalle el título que ofrece interesantes ano taciones. No mencio-

(!) Biblioteca de la Universidad de Líeja. Catalog ue des manuscrits.Lieja, 1875, p. 576.

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na más que al pie de cada viñeta una palabra escrita, indicandoel sujeto alrededor del cu1ll el dibujante ha agrupado sus personajes y numerosos accesorios bastante pintorescos.

En muchas ocasiones hemos estudiado minuciosamente esteh ermoso nw nuscrito, espera ndo encontrar el lazo científico queune los sujetos, declarados •tan diversos•, y representados conun gran talento artístico componiendo con gran habilidad muyelegantes conjuntos, detenidamente trazados. Después de la hojailustrada que sirve de título, que lleva además inscripciones sobre las cuales insistiremos más adelante, hemos seiialado cientosesenta y nueve sujetos representados y anotados. Como ya he

mos dicho, al pie de cada página del tex to, un título indica elsujeto principal que el dibujante ha rodeado de figuras y accesorios trazados a la línea, con un distinguido sentimiento pic-tórico y notable realismo. La iluminación, a la aguada, no hasido empleada más que para los vegetales señalados en el título,los que se r econocen fácilmente merced a la exactitud del dibujo.

Los se smta y dos primeros su jetos y los cuatro últimos delmanuscrito, se refieren a la flora utilitaria. Los símbolos de lasestaciones (159-162) están igualmente rodeados, para la Primavera y el Verano, de detalles vegetales también realzados en color.

Hemos pensado primero en uno de aq uellos herbarios ilustrados que se encuentran en tantos países, en épocas muy diferentes, de los cuales se continúa la costumbre en Alemania, ensus • Krauterbücher> (libros de plantas). Las escenas pintores cas añadidas por el dibujante tienden todas a precisar la utilidad que el hombre obtiene de las plantas representadas con lamayor exactitud y adornadas de tonos coloreados.

Desde los tiempos más lejanos de Sll historia, aún mal desprendida de las leyendas que impiden todo sincronismo exacto,

la China ha poseído compilaciones que relatan los nombres desus plantas indígenas, enumerando las cualidades útiles de lassimples e indicando los peligros de los vegetales ve nenosos. Alemperador deificado Chan-nung se hace remontar el origen deestos herbarios ilustrados, que se continúan todavía con el nombre de • Pen-t' sao (1).»

La Grecia antigua poseyó también herbarios farmacológicoscon figuras. Cratinas unió dibujos a la descripción de las plantas que dedicó a Mitrídates. Se conservaba el manuscrito de estetratado en la biblioteca Cantacucena de Roma, y Anguillara nosha dado de él algunos fragmentos (2). Las numerosas copiasilustradas de la Historia natural de Plinio, qu e encierran buennúmero de bibliotecas públicas, ayudaron a la enseiianza de labotánica médica, corno se usaron las observaciones de Aradis,acompa1iadas también de ilustraciones, que anotó el médicoCaleb (3).

(1) Eugenio Tournier. La bolanique des Chinois. Revue de Deux MondesOch•bre, 1880. Paris, p. 910.

(2) Kurt Sprengel, Hislofre de la Médicine. Paris, 1815.(3) La misma obra, t. 11 , p. 468.

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LÁ.IIINA 2 HIGO

Nat ura leza : cálida y húmeda en primer grado. Es mejor el blanco r bo-quia bierto. Aplicació n: modificante de: los ri ilones, cu ya arena desmenuzan.Jncon\'rn ient e: ll"nan y engordan. Se corrigen sus efectos con salmuera yj a r r ~ h e ;winrtgríldo.

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U V AS

~ a i U r a l e z a : entre ellas son las ml iores las culti \'adas en el huerto,grandes, de piel delgada y acuosas: Ind icació n: laxantes para CC'mbutir loscóliros. Inconvenien te: provocan la sed . Se corrige MI efe cto e n grani1dasaRrias.

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Cuando la civilización árabe utilizó los tesoros científicosque desde Grecia y Roma habían ido a acumularse a Alejandría,

y despu és a Bizancio, las obras de farmacopea se multiplicaron .La Edad media abandonó los estudios méd icos a judíos ymahometanos. Los dibujantes ilu straron los tra ta dos de botánica. La poesía cantó los descubrim ientos sanitarlos . [.a biblio

teca de lo s reyes de Granada contenía, entre otros manuscritos,

un poema sobre la medicina, un poem a sobre los alimentos, un

tratado para conservar la salud durante las cu atro estacion es

del año, etc., comprendido en una col ección clasi fica da ba jo eltítulo de ]Jierbas odoríferas (1 ).

Varios manuscritos de Dioscórides representan las plantascu yas virtudes medicinales indica el autor. Desgraciadamente,

hdce observ ar el sabio autor de una historia de la Medicina (2),estos dibu jos llevan bien patente el sello del siglo bárbaro en elcual se hicieron, para que puedan suministrar detalles interesantes.

El manuscrito que estudiamos, ilustrado en los tiempos más

herm osos de la historia del arte, cuando los dibujantes seguían

de cerca a la naturaleza y se limitaban a copiar fielmen te los

sujetos que tenían ante los ojos, escapa a sem ejante reproche.

Aunque setenta sujetos del manuscrito de Lieja se ocupan de

vegetales, cuyas propiedades médicas están reseñadas en el

texto, y las páginas 63 a 70 muestran también las preparacionesde los cereales alimenticios, la omisión de toda planta venenosa

así como los hongos-169-, la ne cesidad de exp licar los sujetos

tratados en las páginas 69 a 165, entre los cuales no encontra

mos más que el olivo- 110- (3), la caña de azúcar-122-, lamanzanilla-127-, la rosa- 126-, nos han hecho abandonar

la idea de un simple herbario ilustra do .En un orden metódico, fác il de reconocer a pesar de ligeras

inadvertencias de l copista, que se podrían atribuir al encuader

nado r, si no se revelasen prec isamente en el revés de las hojas,

hemos seguido, después de los vegetales, los productos alimenticios de origen animal-72-109-, las bebidas-110-115- , los

peces que sirven para la alimentación de l hombre -116-121-,condimentos-122-126-, actos corrientes de la vida-127-143-,

deta lles de la vestimenta-144-145-, anotaciones sobre los

agentes exteriores-146-166-. Rectificando el error final, colo

cando los su jetos 167 a 170 entre los vegetales y el air e epídémico-71-, antes de la nomenclatura de los vientos-155-158-,hemos reconocido un tratado completo de higiene, tal como locomp rendía la antigua Medicina.

El arte médico, que la antigüedad clásica dice haber sido in-

(\) Cosiri. Bibliotheca arábico-hispana Escurialensis. Madrid, 1760,t.ll, p. 136.

(2) Kurt Sprengel, obra citada, t. 11 , p. 60.(3) El autor yerra constantemente al tratar este sujeto, que considera

como a c e i t P . ~ ~ , siendo asi que representa el ~ ~ . a g r a P y el vegetal, consecuen-cia es la vid. (N. del t.)

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ventado por los egipcios, nació de prescripciones higiénicas,buen número de las cuales fue ron sancionadas por las leyes re-

ligiosas. Los sacerdotes de Egipto, depositarios de todo1

sa-ber, qued aban sujetos a más reglas sanitarias que las que ¡mpo-nían a sus fieles, sobre todo a prop ósi to de abstinencia deciertos al im entos (1). Los consejos higiénicos de Egipto p a s a r o ~ a Gt·ecia. En Cretona es tos preceptos se formularon . La anti-güedad griega había deificado la salud bajo el nombre de •Hi-gia• , que Orfeo ll amó esp os a de Esc u! dpio. Las estatu as de ladiosa velada representada en Sycione, se con fun dieron a vecescon las de Atenea. Las teorías médicas de los filósofos heléni-cos examinaron las funciones humanas en el estado de salud.

La ciencia determina las condiciones favorab les a la vida bajoel nombre e]¿ Hi giene ·r1,.-.¡ o A w t t i ¡ ' - ~ · Pi tágoras basó su me-dicina n esta dietética del cuerpo y del espíritu . Las reglas deello era n nu m rosas e incluso minuciosas. Los cu ida dos debi-dos a los hombres dejaron de ser monopo lio de los sacerdotes-Los dir ectores y empleados de los gimnasios cons agrados aApelo, se convir ti eron en médicos. La escuela de Ale jandría di-vidió enseguida 1 ciencia méd ica en tres partes: cirugía, dieté-tica y farmac ia .

Se conocen numerosos tratados rs peciales de la parte de la

medicina que se Oct1pa de la higiene pr ivada y púb lica . Durantela an tigü 2dad se r e a c t ~ n . En la Edad media los judíos y ára-bes que profesaban el arte de curar, ejerciend o sus funciones1ncluso ce rca de los soberanos cristianos menos tolerantes,compus ie ron var ias ob¡•as de dietética que han ll egado a nos-otros. El sabio explorado r d los manu scritos á1·abes conser-vados en El Escorial, Casiri , menciona un libro de es te gé-n ero, escrito primero en árabe por un llam ado l s ~ c , hijo deSalomón, que mur ió en 940. Su trabajo fué traducido al hebreobajo el tíh.Jio de <Sapher Esmearou m•, y despu és al latín, y edi-

ta do en Bas ilea c:: n 1570:"Isa e fil. S Iornonis Líber de d!aet is uni vers alibu s et par-

ticularibus •.

El nnnuscrito de Lieja nos ~ a cono cer un tratado an álogo .Determinado el suje to d 1 ibro, no s hem os o upadu de pre-

cisar la fecha de la tra nscripció n.

El examen de los ca rackres de la escritura, las letras en gó-ti co anguloso, las rnaytiscul s tan parecidas a las de los másantiguos incunables de EstrJsb urgo y las abr eviaciones emp lea-

da s, in d·c.:: n la primera mi tad del siglo xv. Lo más saliente detodos los d e t a l l ~ a rq o l é l ( l i r o < nt>. lA< viruata<·. <>b1"- < m<:>b ilia-

rios, armas, !rajes ; nos ha permitido fi jar uno de los años de141 Oa 142 0, determinados incontestab lemente por la ves timen tadel autor en la página del títu lo: dalmá tica ribeteada po r bajo ,

(1) _Go rdn r r Wi!kinson, 1l popular anount of /he ancienl EgyplidTIS. Len-do n 18J4, tomo l, pág . 3?2.

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de mangas amplias (1); los zapatos de punta alargada y retor

cida de otros personajes; las largas colas de las capuchas que

llegan hasta la parte inferio r de los trajes de hombres ricos ; loscapirotes, las calzas que cubren las piernas desde el píe; el cinturón noble, joya de orfebrería, llevado sobre una cota corta yalmohadillada alrededor de !as caderas; un capacete de hierro

de alas muy inclinadas y con crestón; la daga corta, de cazole ta,

metida en tahalí en forma de escarcela; !os collares de las da

mas que van muy descotadas, con el cabello rizado formando

bucle alrededor del rostro; un a gaita con bordón y flauta; diversos muebles: roe, scripciona l, escabel, barrilito y gran número

de otros detalles característicos (2).

El nombre del autor del libro, tal como se cita en la páginadel título donde se ve un profesor: Alb ullasem de baldac filiusHabdi medici, indica claramente un árabe. Nu es tra anotaciónde tod os los sujetos tratados, es pecialmente de los alimentos

estudiados, limita al Mediodía de Europa la composición de este

tretado de higiene, parte de la antigua n1edicína (3). La mención,después de las carnes europeas, de la carne de camello-86-yde gacela-89-; la de las grandes huevos de avestruz -82- , acontinuación de los de gallina, nos hizo pensar en los reinos

árabes de An dalucía, vecinos de Africa, y en relación const¡¡nte

con sus correligionarios del otro lado de l mar. El texto del manu scrito, que preconiza la superiorida d de la lana de Flandesrefiriéndose a los vestidos de tejidos calien tes-145- , nos in du

cia a buscar un origen españo l a es te tratado apesar de la contradicción que opone la mención •de Baldac•, un ida al nombredel autor.

La ortografía latina del copista descubre, sin género deduda, un es cribiente español y probablemente an da luz. ¿Es éltambién el autor de las viñetas artísticas? Evidentemen te el dibu

jo había sido también ejecutado en el país del escritor . Los as

pectos de paisaje y de ciudad, tan poco diferentes como Jos personajes principales de las ilustracion es, indican una comarca

acciden tada, cerca de una villa importante. Sobre una altura,

varias veces reproducida, está erigido un cas tillo con torre. Larepresentación de almenas árabes coronando los muros delrecinto, está frecuentemente repetida-23, 34, 51, 53, 59, 61, 71,107 , 122-.

Los artistas del siglo xv que i l t r b ~ n los manuscritos, copiaban la naturaleza con la mayor fidelidad posible. El realismo

que dominó la estética del tiempo, encontró en ellos sus adep

tos más fervorosos. Nosotros hemos admirado repetidamen te laiidelidad de la representación sobre las viñe tas ilustradas amano, de ~ s cosas que el dibujante ha visto cerca de sí; sobre

todo de los sujetos tomados a la launa y flora. Esta exactitud,

(\) Bon nard el Mercure. Costumes des XIII', X! V" et XV' siécles. Pa rís, 1828.

(2) Viotlet-le·D uc, Dictionnaire raissoné du mobilier.(3) )al1. Beverovicius, Idea medícinae veterum. Leyden. 1637, pág. 23.

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-12-llevada hasta sus menores detalles, se nota hasta en las orlasornamentales que se dispo nían alrededor de las páginas de los

libros de oración más cuida dos (1 ).La designación •Bald ac>que se óponía a nuestra convicción,

se reconoce fácilmente por recordar •Bagdad • (2). Los ár abesdieron un nombre análogo a la vasta extensión de ru inas, se-pultadas bajo las arenas de Caldea, que creyeron marcar el em-plazamiento de la antigua Babilonia . La exp res ión <Baldag »,generalizada a las diversas localid ades que se prolongan portoda la región, fué transcrita de una manera fantástica por losantiguos viajeros . Los escritores de la Edad Media que nos con-servan de nominaciones geog ráficas del mundo oriental, las des-figuran con frecuencia por un a ortografía convenciona l, bus-cando una homofonía siempre aproximada. Todavía en nu estrosdías, apesar <te! progreso del saber en lingüís tica oriental, losviajeros, engañados por sus guías o por los habitantes del país,o bi en transcrib iendo las pronunciaciones de los dialectos loca-les, cambian de manera desconcertante las indicaciones topo-gráficas. No nos sorprende, pues, al leer en un viejo volumen,impr eso en Amberes (3), que Thénot escr ibió el nombre del sitiodonde se ve ían las ruinas de Babi lonia , por •Banaghedot •, en

tanto q11e ChalcondéleeSCI

·ibió <Pagda cha •, Curapala tis dijo•Bagd!! • , y Ba rrius •Pag da lim • o <Bagdad . En el recinto ex ten-so, donde se lev antaron, a distancias cons iderables, los palaciosespaciados, separados por leguas de jardin es , como en todasllls an tiguas ruinas de Ca ldea y Asiria, el tercer califa abasidaAbu Djar i'vlansnr, construyó el año 763 de la era cristiana ycerca ele los r estos de Ctesifon, que tomó por las ru inas de Ba-biloni a, una capital a la que quiso dar un nombre histórico. Lall amó •Bagdad•, de nominac ión de origen persa según M. Op-pert (4) , quien la traduce por •concedido por Dios >. Llegado

a ser el asiento de l ca lifa to, Bagdad se llamó en turco •Baga-dan • o •Buldak>. Los franceses Ja designaron por <Baudras >ylos italianos por «Baldac>.

El estud io de nuestro manu scrito, redactado evid entementeen Andalucía, donde tambié n ha sido transcr ito e ilustrado, nonos permite creer que su au tor fuese originario ni siq uiera habi -tante de Asia. Hab ría hecho mención, en semejante caso, de losvegetales que se encuentran en la comarca regada por el Tigris

(1) Véose, eutre otros , Les Heu res d'Anne de Bretagne, reproducidas encromoli togra fia.(2) Aulae T11rcicae 0/homaníci imperi descríp tio, Basilea, 1587, p. 170.(3) Description des princi pa les villes, Havres el !les du go lfe de Vénise du

cóte oriental, comm e auss i des Vil les el Forteresses de la Morée, et quelquesplaces de la Gr<ce et del !les principales de I'Archipel el Fort . ,esses d'icelleset ensuite quelqu es pi aces renomméesde la Terril Sai nte el aulres de:>sous laDomina tion Otomane vers le Midi de J'Oricn t el des qu elques Villes en Perse

.et le régne du Grand Mogol, le tou t en abreg•. Anvcrs (s. d.) chez jacqucsPee lers.

(4) )ules Oppert, Expeditíon scíentifiqae en Mesopotamie. Citado porM. Eliseo Reclus, No uve/le geograph ie universe/le, t. IX, Paris 1884.

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LAMIN  4 MELOCOTÓ N

atura lcza: fría y hUme:da en SeRu nd o grado . Enl r ell os son lo s me jo-res Jos al mizcl ados. Ind icación: en las fi eb res a r d i e n r ~ . Incon veniente:corrom pen los humores . Se corr ige su efcclo con \· i no aromático.

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y el Eu frates. Lo s primeros sujetos estudiados en su libro sonlas frutas: higos-2-, uvas-3- , melocotones-4-, ciruelas

-5 -, peras -6 - , granadas-? y 8 -, membrillos-9-, manzanas- lO y 11 -, a lbaricoques-12 - , moras-13- , n ís peros

- 14-, cerezas-15 y16-, a lmendras-17-, frambuesas-18 - .

Estos no son frutos de Oriente . En ningun a parte se hab la deproducción alguna asiática, tal como, por ejemplo, la banana omejor el dátil , tan abu nda nte todavía en el empla zamiento deBagdad (1). Igualment e las hortalizas , los cerea les , las aves , las

bebidas, la caza, los peces, la menció n de la nieve y el hielo, enel texto, corresponden netame nte a las ilustrac iones. y evocanla idea de An dalucía, a cuyas flora y fau na utilitarias pasa re

vista el autor.Nues tras investigaciones no nos daban ind icación cierta

sobre un Albullasem hi jo del médi co Habdus. Los nombres ár a

bes de personas han sido tratados con menos respeto todavía

que las denominaciones de lugar. Las antigu as ob ras en lenguaárabe, transcritas a veces por judíos, traducidas al latín porge ntes de diversos países, han visto alterarse profundamente la

mayor parte de las designaciones orig inales . Los nombre s pro

pios, abrev iados por la supresión de títulos que se juzgaba excesivos y latinizados por la escolástica, perdían con gran fre

cu encia su extructura ortográfica . Pasando de comarca encomarca, mo dificándos e al gusto de la eu fonía loca l, a la modade las suces ivas épocas, estas exp resiones onomásticas se volvían irreconoscibles. Sin sa lir del ciclo de los estudio s a los

cu ales pertenece nu estro manu scrito, es fácil citar transform aciones análogas. En todas las esc uelas de med icina de la EdadMedia y del Renacimien to se habló de Avicena y de Averroes.

Se designaban ba jo es tos nom bres dos sabios á rabes, de denominaciones mu y características en su k ngua, pero poco fácilesde rec on stitu ir en su abreviación latinizada. Los copis tas escolásticos esc r ibían •Avicena> en lugar de •Hussein abu Ali ben

Abdalá be n Sina•; y <Averroes> por •Mohamed abul Uai id ben

Ahmed ben Roschd >.Con moti vo de una vi si ta al Jardín bo tán ico de Madrid , la

solució n de l prob lema que nos ha bía intrigado tanto tiempo,nos fué da da por la sabia obra de do n Miguel Co lm eiro, director de dic ho es tabl ecim ien to (2). Este erud ito trabajo, ll eno de

.sagaces inv es tigaciones, coordenadas con un método perfecto,habla dos veces de los estudios científicos seguidos en el sigloxr por Jala! ben Abbas Albukassem, célebre bajo el nombre deAlbucasis.

Desde entonces vimos claramente que el A i b u l l a s e m hijo

de Habdi > del man uscrito de Lie ja, era idéntico al Albukase mbe n Abbas que cita el señor Colmeiro.

(!) Eliseo Reclus, Nouvel/e geograpbie un iverselle, l. IX , pág. 436, Pari s, 1881.

(2) La botánica y los botánicos de la'penins ula h i ~ p a n o - l s i t a n a . Estudios bibliográficos y biográficos por don Miguel Colmeiro. Madrid, 1858.

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- 14 -La alteración qu e diferencia Albullasem de Albukasem no es

de tal na turaleza que origine duda s; los nomb res propios árabes cambian con frecue ncia, mucho más bajo la pluma o el cálamo de los copistas. La cer teza, indicada por 1 ~ simi litud delos dos nombres, estaba demostrad a por la ident idad de la filiación: ben Abbas, hi jo de Abbas , vocablo árabe tan conocidoqu e el traductor no lo había modificado más que por una termi-nación latina dec linable , y la aplicación de una aspiración inicial, lo mismo que tantas otras veces como se lee •Haly•, porAli.

Deduciendo de esta indicación que teníamos ante nosotros

una versión en latín, esc rita hacia 1415 en Andalucía , de untratado árabe más antiguo debido a Jala! ben Abbas AbulKassem (1), nos dedicamos a buscar nocio nes más comple tassobre este autor y sus obras.

El texto de Co lrneiro nos deda ya que este escritor, llamadota mb ién •Alzaharavi> y conocido bajo la denom inació n de «Albucasis >, era un árabe de Córdoba, naci.do antes de l año 1085y muerto en 1122, que dejó escritos de cirugía de gran valo r,mencionados en el libro veintiocho de su obra, parte in titulada•El Servidor• , ob ra de botánica, tra ducida al español y pub licada en Valladolid en 1516.

El diccionario de Moreri (2), no s dá las varian tes del nom bre latinizado y otros detalles biográficos. · Abulcasa o Abulcassis, méd ico arabe, vivió en el siglo XI, en tiempos de l Em-perador Enrique IV, hacia el año 1085. Compuso diversas ob rasexcelentes que todavía ten ernos , y entre otras un Método paracurar las !enfermedades . Consta de tres libros con dibu jos deinstrumentos de cirugía, que es la parte de la Medicina que Al-bucas is es tud ió con mayo r cuidado•.

El diccionario de Co urtin

(3) nos da tambiénuna

notic

iafácil de ide ntificar por el nomb re y la mención de la descen den-cia paterna, así corno la indicación del nombre clás ico Albu-cas is , ya anotada por Co lrn eiro. <Abu l Cacem Schalaf bmAbbas, más conocido bajo el nombre de Abu o Albucasis, médico árabe, murió en Córdoba en 1107, autor de diversas obrasr eun id as bajo el título de Método de prác tica, traducidas allatín . Existen varias edicion es de esta tradu cción. >

La determinación del nombre verdadero y completo del mé-dico du rante tanto tiempo célebre bajo la denominación de Al

bucasis, está dada por el paciente descifrador de los numerososy preciosos manuscritos coleccio nad os en la biblioteca del Escorial. En estas riquezas literarias, aún imp erfectamen te aprovechadas, donde se encuentran las trazas luminosas de la civi-lización hispano-árabe, tan brillante y científic a, Casiri (4), ha

(1 ) Abulcasis, S a vie, son oeuvre; en Eludes archéolo¡¡iquts, lin¡¡üisti·ques el bisloriques dédiées a M. le Dr. C. Leemans, Leiden, 1885.

(2) Le grand dictionna ire hislorique, Utrech t, 1693.(3) Encyclopédie moderne, segunda edición, Bruselas, 1837.

(4) BibHotheca arábigo-hispana Escuríalensis, Madrid, 1770, t. ll, página 136.

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ltído el nombre de jala! n Abbas Abulcassem, llamado co-

munmente Alzahravi,

'ª)'.rl' ~ w ' ,, \)"'4' 1:)-1 u.J...:,.

Como todas las denominaciones árabes , continuadoras dela tradición hebráica, es te nombre reune varias designaciones.

Se encu entra el nombre, Jalaf; la mención del descendiente varón de já!af que se intitula padre de Cacem (abu Abu Cacem);la fi liación pa terna del individuo: hijo de Abbas (ben Abbas);por último la indicación de la ciudad donde vivía nuestro médico: el hab itan te de Zahrah (al Zahravi).

Este nombre completo suministra varios detalles b i o g r á f i o ~ . Jálaf había tenido por padre un cierto Abbas, que el manuscr ito

de Lie ja nos dice que también fué médico. Já laf tuvo un hi jollamado Cacem (Cassem). Habitó en la residencia de Medin aAz b 1hrah, el) las cercanías de Có rdoba.

Otras indicacion es hay toj avía que ano tar en el sabio catálogo de Casiri. Indicando bajo el número MDCLl una obra importante compu es ta después del año 1204 por el cordobésAhm ed.ben laia ben Ahrnad ben Amira Aldhobi, que añadió a su

bibliografía un estud io sobre los hombres ilustres de su patria ,Casiri extra jo, (n tre otras not icias, una biografía de nuestro s abio, el cual dice que mmió más de un siglo antes de tal re

dacción.•Jál af ben Abbas Albucassem, comúnmente Alzahravi , fué

médico en Córdoba, s u ciudad natal, así corno cirujano de lamayor habilidad . Escrib ió con 1alento sobre estas dos ra mas dela ciencia, tra tando las cu est iones de teoría y de práctica . Murió

en Có rdoba el año 500 de la h égira.• Casiri completa estos de-

ta lles: •Los Latinos lo design an con diversos nombres : Abbuca-

s is, Bu chasis , Galaf, Als aravi us, Azaragi. Sus dos obras hansido traducidas a l latín: el tratado de cirugía ed itado en 1532,el tratado de Medicina en 1519, en Ausburgo. A propósito de

estos libros, Abu Mohamed Ali, en su • Historia de los médicosespañoles• , dice: Confieso que las obras del doctor Alzahravisobre la medicina y la cirugía han sido reconocid as corno lasmás útiles y las más san ciona das por un a larga práctica; de tal.suer te, que nadie que yo s epa ha escrito hasta hoy tratado

alguno sobre es ta materia, que sea más útil, más compl eto omás comp etente. Entre los la tinos, Paul Ri cius exalta a nuestroautor en los térm inos s iguientes: Ni un momento dudo en a firmar que no es inferior a ninguno de los médicos que han sucedido al padre de la med icina Hipócrates, o a su intérprete(Galeno).•

El manus crito de Lieja es, por tanto, un tratado de higiene,transcrito en lalín hacia el año 1415 por un co pis ta español

que tuvo por modelo una obra redactada en Medina Az Zaharahpor el médico y ciru jan o Jálal ben Abbas abu 'l Cassern. La obraoriginal escrita en árabe corno todas las obras conocidas de l.mismo autor, data de t085 próximamente, y seria ciertamente

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anterior al año 1122, fecha de la muerte del sabio práctico co-nocido en las escuelas de medicina bajo el nombre latinizado de

Albucasis.El elogio excepcional que las citas de Casiri dedican al autorde este rmmuscrito , nos comp rometió más vivamente a estudiarel hombre y su obra científica, a tratar de explicarnos la men-:>i n de Bagdad ariadida a su nombre, y a precisar qué parte desu s estudios teníamos ante los ojos, investigando si la mismahabría figurado en los libros publicados como obras del célebremédico musulmán que se ilustró en el siglo XI de nuestra era.

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CIRUELA BR U;';QJ

Naturaleza: fri a en primer grado, .. en segundo. Es mejor Id desecada ydulce. Indi cación: pa ra evacua r la bilis . Inconvenient e: son malas para 1!1

estómago. Se corr ige s u efecto con azúcar rosado.

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L\,IINA 6 PERA1'\aturaleza: fria e.n pr im er grado , seca en segund o. Son las meJores las

desecadas nat ura lm ent e. Indicación: para los estómagos debi les. Inconve-nien te: en los cólicos . Se corri gen sus efectos comiendo después d e ell ;, so tras diferent es.

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BIOGRAFÍA

El médico cordobés que llegó a se r tan cé lebre bajo el nom-bre de Albucasis, se llamaba jálaf. Las variaciones que se en-cuen tran de sus diversas denominaciones prueban la notoriedad

de que gozó, duran te largos periodos de tiempo y en diferentescomarcas, el sabio de Córdoba.La dificu ltad de trascribir en latín la gu tu ral inicial de su

nombre, trasformó Jálaf en Galaf (Casiri), en Chalaf (Friend),en Schalaf (Courtois).

El año de l nacimiento de Jálaf no está señalado ~ n las citasque Casiri tornó de los manuscritos árabes del Escorial. Unautor afirma que el célebre médico murió el año 500 de la hégira,o sea el año 1122 de la era cristiana (1); en otros se encuentraque el ilu stre práctico florecía en Córdoba el arío 1085 . Relacio-nando estas fechas con los detalles colegidos de la carrera tancompleta del escritor y del curandero, se puede colocar el naci-miento de Jálaf hacia la mitad de l xr, poco después de la muertedel célebre Avicena, cuyo renombre iba a continuar. Jálaf naciópor tanto durante la primera !era del reino moro de Córdoba,desmembramiento del califato de Oriente que, hasta la muertede Hixem III (1031), había reunido, bajo una sola dominación,los diez y siete estados de la España islamita.

Las autoridades invocadas por Casiri señalan el nacimientode Jálaf en Córdoba . Más adelante ex plicaremos la mención, enapariencia contradictoria que aparece en el manuscrito de Lieja.

Jálaf tu vo por padre un cierto Abbas, cuyo nombre, según lacostumbre árabe, unió al suyo, de la misma manera que hacen

(1) Washington Jrving, Lives o! Mo ham et and bis succesors. Londres,1850 , t. l, pág. 76 .

(2) Moreri. Grand dictionnaire universel.

3

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actualmente los rusos. El nombre, así completado , es: Khalafhijo de Abbas (ben Abbas) (1), lilius Hab di (2).

El manuscrito de Líeja que dá la versión latina del nombrepaterno, nos dice que el mism o Abbas era médico. La herenciade la profesión méd ica fué corriente en el an tiguo mundo deGrecia, donde brilló el arte de curar. La familia de Hipócrateshabía rodeado de una num erosa línea de médicos al qu e se ll a-mó más tarde el padre de esta ciencia. Se encu en tra la mismacostumbre entre los árab es cuand o recog ieron el saber de la es-cuela de Ale jandría y los escritos antiguos, sea leidos en sutexto o tomados de traducciones sir ias.

Los califas musulmanes honraron a las fami lias de médicoscuyos miembros un ían a sus conocim ientos especiales todas lasramas de l saber de la época. En el libro titulado •Las fuentesde la historia don de están conten idas las diferentes clases demédicos •, obra de Moro affika ddin Ahmed ben Kase m Khazradji muerto en 688, el autor ha bla de una verdadera dinas tíade médicos, autores de traba jos sobre historia natural , as tronomi'a, el Pentateuco, etc., uno de los cuales se elevó a las al tasfunciones de visir (3).

En el sigl o vm, en la corte de los Ca lifas de Bagcl ad, losnestorianos, Bahti chioah, se dieron a conocer como teó ricosy prácticos en el arte de curar. Entre los miembro s de esta familia, el saber y los infortunios del célebre Dschib rail, médicofavorito de Harum al Rax id, el correspondiente de Carlom agno,fueron pág in as de his toria (4). De la misma manera, en Espa ña,los médicos mu sulma nes trasmit!an su clientela a su hijos . Elcélebre Abenzoar, muer to en 1162 tuvo como profesor a supadre (5).

El médico Abbas dir igió así hacia su profesión los prime

ros estudios de su hijo )álaf. En Córdoba, dond e nació el quetanta ilustración adquirió, los soberanos proteg ieron intensamente a los que se ded icab an al arte de curar. El ejerc icio deesta profesión enriquecía. En uno de sus escritos, que ha sidotraducido e im preso (6), )álaf ben Abbas hab la de los altos pre-cios con que se retribuían en su patria las operacion es quirúrgicas.

El nombre de Abbas es muy frecuente en el mundo maho metano, para que se pueda buscar una identificación de personaalguna, cuando es leído sin los accesorios genealógicos usadospor los orientales. Nosotros no hemos podido aprovechar lasenun ciaciones, evidentemente muy desfiguradas, de una traduc-

(1l TraiU de chirurgie.(2 Liber serviloris. Ve necia, 1471.(3 De Sacy. Memo ire sur la versión árabe des livres de Moise, p. 49,

nota. (Ac ademia de Inscripciones, etc., Paris, t. XLIX).(4) Kurt Sprengel, Histoire de la Méúec ine, t. 11 , p. 270. .(5) Daremberg, Histoire des sciences médica/es. Par is, 1870, t. 1, p. 274.(6) Traité de chirurgie.

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cíón latina de un libro de jálaf (1) , en que le llaman •ben Cherdsebin abes Acarin i».

Córdoba, donde según Casiri nació jálaf ben Abbas, conservaba en la mitad del siglo XI las insti tuciones que habían validoa esta capita l el título glorioso de •madre de las ciencias>.Apesar de las vicisitudes y desastres mortales de que esta ciudad había sido teatro, Córdoba, decaída de su supremacía política sobre las provincias an tes regidas por simpl€s «wa lis• ,conservaba su antiguo esplendor.

La magnificencia de que la había rodeado Abderrahman III,eclipsaba las más bellas ciudades de la Europa contemporánea .La ciudad, con dosc ientas doce mi l casas, ochenta y cinco mil!iendas, seiscientas mezquitas, entre ellas una de prodigiosa

grandeza y lujo, y n u ~ v e c i e n t o s establecimientos de baños públicos, mostraba con ¡usto orgullo sus setenta bibliotecas, y lasdiez y siete grandes instituciones de ins trucción, entre las cuaJes había brillado una escuela de medicina, donde vinieron a estudiar sinnúmero de extranjeros: moros, judíos, cristianos, ycuyos profesores cuidaron de numerosos príncipes de otrosreinos.

Al Hakem II, hijo de Abderrahman, continuó favoreciendoes ta prosperidad de la ciudad espléndida y científica. Habíapasado sus mejores años fo rmando una rica biblioteca y re

uniendo, con grandes dispendios, los libros más preciosos degeografía , de historia y de genealogía. Sus numerosos agentes,esparcidos por Siria, Bagdad y Persia, compraban o ha cían co piar las mejores obras árabes. El catálogo de la biblioteca deM.eru an fo rmaba cuarenta y cuatro volúmenes de cincuenta fo-lios cada uno. ·

Al ser proclamado soberano, Al Hakem eligió uno de sushermanos para elevarlo a la dignidad de bibliotecari o; otro recibió la dirección de las aca demias o sociedades sabias que loshombres más cé lebres de Oriente habían es tablecido en Córdo!Ja. Un r ico habitante de esta ciudad, había fundado en ella unaacademia de cu arenta mi embros, que se reunían con frecuenciaduran te los tres meses de invierno en una sala ricamente decorada y perfumada con las más preciosas esencias. Después delargas discusiones de literatura o de ciencia, el fundador lesconvidaba a una mesa espléndida para hacerl es des cansar delos traba jos del día.

Entre otras comunicaciones, en estas reuniones se le ían versos. Las poesías de una muj er, Aixa ben Ahmedi, hija de unalto personaje musulmán muerto el año 400 de la hégira, habíanprovocado con frecuencia los aplauso¡ de los auditores. Una

princesa real contemporánea de Jálaf, Valada, discutía con lossabios , y frecuentemente les aventajó en sus conocimientos (2).

La agricultura y el comercio que florecieron bajo AI-Hakem Il

(1) Líber servitoris. Venecia, 1471.(2) Casíri, t. ll, p. 249 .

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aportaban un potente auxilio a los estudios de historia natural. Gracias a los acueductos construidos para la irrigación de

los campos y praderas, cada provincia del califato cordobés sehabía cubierto de plantaciones y cosechas apropiadas al sueloy al clima. Los musulmanes ricos cultivaban por sí mismos susdeliciosos jardines embalsamados de aromáticos perfumes . Seaclimataron, tanto como fué posible, todas las riquezas naturales cuya utilidad y ornato se había conocido , a consecuencia dela emigración qu e llevó a los sectarios de Mahom a de Asia alAfnca y después a Europa.

Estos detalles que leemos en los historiadores, nos explicanla introducción en España, desde el siglo x1, de tantos vegetales útiles, plantas alimenticias y medicinales, la aclimatación deanimales ú tiles a la alimentación, cuya mención se hac e en elmanuscrito que nos hace estudiar a su autor y su obra.

A pesar del renombre científico de Córdoba y de los cuidados que s u soberano aportaba para continuar es ta gloria , cuando nació el hijo de Abbas, el ejercicio honorable y lucrativo dela medicina, no contaba más qu e algunos prácticos dignos delrespeto de que se les rod eaba y de los b e n e f i c i o ~ que obtenían .Se lee en uno de los libros de jálaf (1), vituperaciones muy se

veras dirig idas a los médicos y sobre todo a los cirujanos de supatria. Abbas había tenido ya qu e deplorar la con currencia deindignos rivales. En el alÍo 1030, el prudente min is tro del último ca li fa omeya qu e go bern ó en Córdoba, arrojó igno miniosamente a nume rosos charlatanes qu e pra cticaban el arte de curarapesar de su ignorancia. El progreso de los estudios se rios eradifícil a caus a de los trastornos políticos. El ri co cadí de Sevilla Abul Casen Moha med ben Abad, cuyo nombr e, por una curiosa coincide ncia, repro duce la des igna ción paternal y una indicación de patern idad análoga al nombre com pleto de Jálaf,

acababa de usurpar po r perfidia el trono de Córdoba.El justo respeto que nos merecen los textos analizados por

el sabio Casiri , nos obliga a reconocer Córdoba como lugar denacim iento de Jálaf ben Abbas. Una mención, en aparienciacontradictoria, del manuscrito de Lieja, añade a su nombre laspalabras: de Baldac (Bagdad). Para conciliar esta divergenciahemos conjeturado que Abbas envió a su hijo a estudiar en laciudad de donde procede el obaldaquino• (2). Diversos pas ajesde los ese ·itos del ilustre cirujano han confirma do netamenteesta hipótesis. Así se exp lica cómo varios escritores ha n tomado por oriental al médico español¡ error comprob ado por laLTií'l\:'ér moa'erna; pero que fiasta añora l\aliía permanec ido inso luble.

Jálaf unió en una de sus obras, traducida y recopilada conlujo en Córdoba al comienzo del siglo xv, la mención de Bag-

(!) Traité de chirurgie, (Al Tasrif), prefacio.(2) Vio llet-le- Ouc . Dictionnaire d' architecture, V. Baldaqui n. (Tela d<

seda ricamenle pintada, proceden te de B a ~ d a d , que por extensión se aplica enarquitectura a palio, dose l o pabellón.) (N. del T.)

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·--

(

~ a f t ú h i ~ d l -l l < t t m ~ . C.m f.g. tnf.md-w& eteo otuufmi.Juualmntum .fubff.r.li:l.Í 1\nnstt fu.cu& ~ . t t nc:umfutm o b ~ ~ : n c b m ' f d i m t t t o n o h ~ ' !ta:Uffie1lb. . ( Ú tolto f.tnlO J l l H U l . l a ~ ·

LAMINA 19 A L B A H A C A

De olor de limén . Na! u raleza: cálida en segnml g ra do y seca en prime-

ro. Es mej or la muy olorosa. lndicació11: su n1ateria estriñe y u jtJgo es la-xa nte. Inconveniente: enturb ia la vista. Se corr ige su efecto con potaje deverdo lagas sin sal.

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6U\\lpt&. 1

'11.\tutt.C,tt.!J. U 1 ~ · mcbus ~ ~ l t c t l h l iUb:Ú111 Out1l.\Ol\nl.

JtlllJiliO\tllltt o' ) D ~ a g n . t t oúf?LIUt nmmtctum c c ~ b : o l ! c t n l ' l w noctunmn.Cü ' P l t ~ a t \ \ r o u ~ anngl'olll\' ct .1a:roo

LAMINA 21 MOSTAZA

Naturaleza: ca lida y seca en rercrr gra do. Es mejor la recient e, roja ycullivada. Indicación : resuelve la go la. Inco nven ient e: es m a l t ~ pa ra el cere-bro. Se co rr ige su efeclo con un prepa rado de a lm endras y vína re.

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-21-dad a su nombre. Nosotros no podíamos admitir una indicación

de patria en presencia de los tex tos que Casiri ha investigado.

Imposible era encontrar Córdoba o una localidad depend iente,.en la expresión •Baldac» . Un calificativo sacado del nombre de

]a residencia habitual, frecuente para terminar los vocativos

.árabes, tampoco podía ser supuesto; bien pronto veremos que

Jálaf llevó otro apellido topográfico. Sólo fa ltaba admitir que el

autor hubiera querido recordar la escuela científica en la cual,

.como otros muchos musulmanes de la España medioeval, fué aestudi ar y a conquistar el verdadero diploma científico que entonc es se concedía en Bagdad, con los médicos estudiosos yhábiles en su práctica.

Apenas Bagdad hubo sido fundada, cuenta Abulfarag (1),las artes de la paz se establecieron entre los sarracenos. Harumal Raxi d desarrolló todas las instituciones de su predecesor Almansur. Bagdad se elevó a una superioridad que la colocó porcima de casi todas las demás academias de los estados musul-

manes. Sería supérfluo recordar los cambios de ob jetos ingeniosos, de nociones científicas, entre Harum al Raxid y Car-

lomagno preocupado del desarrollo in telectual de su vasto

imperio. Bagdad poseyó un colegio de médicos, cuyos directores estaban encargados de examinar a quienes se dedicaban al

arte de curar. Amplios hospitales completaban la enseñanza su-

perior. Farmacias públicas facilitaban el estudio de los medica,mentos . Sólo la anatomía, por razón de escrúpulos religiosos.

no es taba a la altura de las demás ramas de la ciencia médica-

Los profesores se limitaban a repetir las lecciones cuyos elementos había agotado Galeno en la escuela más libre de Alejandría (2).

Esta inferioridad no era especial al mundo del Islam. Las

comarcas cristianas exageraban la repulsión por el estudio ana-tómico de l cuerpo humano. Los concilios prohibían a los cléri,gos el ejercicio de la medicina, sobre todo de la cirugía. Pronto

se vió junto a los reyes y magnates cristianos poco tolerantes,•mires> (médicos) generalmente infieles, es decir judíos o ma-hometanos. Así tuvo Carlo magno a su servicio un sectario del

·Coram.En esta gran escuela de Bagdad es donde fué a estudiar Já-

laf. Durante el siglo precedente ya se habían recibido muchos

-extranjeros atraídos por las sabias lecciones de Rhazés (Moha-

med ben '>echarjah abu Béker Arrasi), director del hospita l de

Bagdad, después del de Ray, autor de la obra titulada Hhaví,curso comp leto de medicina. El manuscrito de Lieja nos diceque Jálaf cita es te profesor de Bagdad entre los sabios cuya

autoridad especialment e invoca.Hemos de creer que Jálaf mencionó Bagdad en una de sus

obras, en recuerdo de la facultad que lo había diplomado; del

(1) Cbronique de S'lrie, p. 134.(2) Kurt Sprengel, obra cilada.

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-22-mismo modo que hacen todavía numerosos médicos de nuestros días después de la firma de sus recetas.

Varias menciones de su tratado de cirugía atestiguan su presencia en el hospital de Bagdad. Citando una cura difícil, habla (1) de la visita de un paciente venido de Alzarach (lrak);.hecho admisible tratándose de una clínica de Bagdad, pero im-probable si el práctico no hubiese salido de España. En otro.lugar (2) apropósito de los instrumentos de cirugía, insiste sobrelas cualidades del hierro de las In dias, naturalmente mejor conocido en las orillas del Tigris que en las orillas del Guadalquivir. Las armas particulares de los turcos, sujeto de otra observación (3), eran en el siglo xr inventos poco conocidos de los

españo les; en tanto que los soldados alistados por los dueñosde Bagdad contaban gran número de representantes del pueblo.nómada y guerrero que se preparaba a subyuga r el Oriente.

Esta empresa de ir a estudiar en Asia en una época en quelas vías de comunicación se reco rrían con lentitud, parece indicar que el médico Abbas poseía una fortuna importante y quesu hijo já laf es taba dotado de espíritu emprendedor, de gran

ardor para el trabajo, de disposiciones excepciona les y de juicioprecoz iluminándole sob r e la escasez de recursos que entoncesle ofr ecería Córdoba sobre su carrera médica.

Apesa r del considerable alejamiento que separa las dos capitales de los ca li fa tos de Oriente y Occidente, los islam itas deEspaña, incitados por sus orígenes de raza y de creenc ias y

obligados por su deber religioso a la pereg rinación a La Meca,conservaron relaciones continuas con las le janas comarcasdonde sus soberanos llevaron la investidura largo tiempo. Colonias de correligionarios asiáticos venían frecu ent eme nte areunirse en España con los descendientes de los moros salidosde Africa bajo Táric y Muza. La comun idad de religión y lenguaunía estrechamente a estos he rmanos que habitaban regionestan separadas . La historia de los hombres dedicados a la cien

cia, nos ofrece, en muchas ocasiones, ejemplos de viajes aventurados realizados en épocas en que sem ejante empresa reclamaba un verdadero valor, solamente para ir a buscar unafu ente de instrucción.

Ya hemos recordado qu e Jos soberanos de Córdoba envi aban corrientemente a buscar y copiar manuscrit os en As ia _Sabios y poetas de la España mahometana , partían tambiénpara visitar el país de donde vino el sol de su civilización tanfuertemepte impregnado de carácter religioso. En el largo camino que unía las capitales de los dos califatos, los caravanse

rrallos (fondak, hospedería), marcaban las más rudas etapas yse abrían a los fie les creyentes.

Las numerosas observdciones de clínica que por los detalles

(1) Chirur¡¡ie. Lib. II, pág. 23, •pervenit ad nos -quidam ex illis qui suntde Alzarach •.

(2) ld. Il, XIX.(3) Jd. Il, pág. 24. «Sagittis .. Turcorum cun ferro in quo non sinl aures.•

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-se pueden hacer datar en Bagdad; el amor ardiente al estudio.que, en sus escritos, trató )álaf de inspirar a los estudiantes alos cuales se dirige; el renombre del saber teórico y práctico

concedido por los más diversos países durante largos siglos, ycasi basta los tiempos actuales al célebre Albucasis; la obraconsiderable que escribió entre trabajos cuya importancia ab

sorbía la mayor parte de su tiempo; son segura garantía deltrabajo realizado por Jálaf durante sus estudios. No debió aper

cibirse de los rumores políticos que anunciaban en Asia el derrumbamiento próximo de la potencia árabe. No pensó más queen aprovechar largamente los recursos científicos cuyo tesorose abría ante él.

Relacionando la fecha conocida del fallecimiento de Jálaf(1122), con la época en la cual practicó en España (1085), hemos podido fijar aproximadamente la fecha de su nacimiento, ytrazar los límites de tiempo durante los cuales estudió en Bagdad. Cuando llegó de Córdoba, no era probablemente tan joven

como Avicena, quien antes de sus dieciséis años de edad abandonó Bokhara para ir a Bagdad a estudiar filosofía y medicinacon el nestoriano Abu Sahel Musichi.

El fatalismo musulmán no podrá, sin embargo, ver una predestinación funesta para la carrera tan bien cumplida e ilustrada por tanta gloria de )álaf ben Abbas, nacido en Córdoba cuan

do acababa de desmembrarse el califato de Occidente, y viviendo en Bagdad cuando el gran califato de Oriente iba a caer delas manos de los Ghaznevidas en poder de los Turcos.

En la época probable de la llegada de )alaf a la s riberas delTigris, la muerte de Togrul Beg (1060), nieto de Seldjuk, no había

marcado más que una corta moratoria para la potencia árabeque iba a soterrarse en Asia como en Egipto. Las institucionescientíficas de Bagdad sufrieron poco con este cataclismo político: persistían esplendorosas cuando se agitaban los futuros

dueños del islamismo en Asia, y fueron respetadas y protegidasal advenimiento de los dominadores turcos.

Alp Arslan, después Malek Xab, recibieron del débil abasidaKayem el poder real con los títulos de •emir al omra • , y después de •emir al muminin•. Dejaron al gran ministro Nisam al

Muk favorecer los establecimientos de instrucción del Asia Menor, fundar escuelas y academias en varias ciudades de Persia,y fomentar sobre todo las de Bagdad, que fué el centro científi

co más célebre del país regido por los sectarios del Islam.Bajo el reinado del Califa Caiem ben Kadír, protector de la sciencias (1031-1075), no vislumbró el númen estudioso de Jálaf.Se dedicó a asimilarse el saber de sus predecesores, fundamento seguro, según él, de la ciencia médica¡ después a completarlopor el estudio sostenido de las observaciones clínicas, de la sque ha consignado tantas notas, más tarde clásicas.

Entre los profesores de quienes )álaf recibió probablemente

lecciones en Bagdad, la historia de la medicina (1) cita a Ya-

(1) Kur! Spr.ngzl, obra citada, t. 11, p. 327.

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-24-hia ben Djesla, médico cristiano que abrazó el mahometismo, ynos ha dejado entre otras obras una enciclopedia médica redu-

cida en cuadros. Jálaf recordó esto, tomando el título de estetratado cTawoím >. Sus estudios de materia médica se basaronen el célebre dispensario redactado por Abul Hassem Hab-batolah ben Talmed, obispo y médico del califa de Bagdad (1 ), cuyas fórmulas estaban impuestas como reglas a los boticariosárabes, vigilados y tarifados por funcionarios del Estado.

Después de sus estudios teóricos y prácticos, Jálaf, abando-nando Bagdad para volver a España, hubo de recibir el títuloacadémico implantado por los nestorianos del siglo vm, cuandoprofesaban en la capital del califato de Oriente. La primeramención histórica de dicho título está unida al nombre de Honaín ben lzhac, traductor árabe de las obras de Hípócrates, deGaleno, de Plinio, de Alejandro de Afrodisía, de Tolomeo, de.Pablo de Egína, y au tor de un tratado de medicina citado confrecuencia por los autores musulmanes (2).

A su regreso a Córdoba, donde dice que se es tableció en1085, Jálaf se encontró a la cabeza de una clientela importan-te (3), en la que había príncip es y duques, tal vez emires y jeíques, cuyos títulos transformaría el traductor; dividiendo su

tiempo entre los numerosos deberes de su profes ión , una clínica donde sin duda admitía alumnos, a los cuales se dirige ensus escritos, el estudio y la redacción de sus numerosas obras.

Llegó a ser cabeza de familia. Su nombre comp leto contienela mención de una paternidad: pa dre de Cassem o Abu-Kasem,que fué trascrito de modos tan diversos, y le concedió el nombre lat inizado de Abbucasís (Casiri) , Abulcasis o Albucasis(Courtin), que con el tiempo fué tan conocido y glorificado.

A semejanza del fundador del mah ometismo , muchos ára-

bes dieron a su primogénito el nombre de Cassem (Kassem , Cacem), y mencionaron esta paternidad un iéndo la a sus nombres:Abul-Cacem. Los copistas de las obras de )álaf, hicieron de ellasucesivamente, Abulcassern, Albullasem (4), Aboulcas is, Abulcasis (5), Albuchas is (6), Albuchasim, Albuchasis, Albucasa (7).y después Bulchasim (8) , Bulchasius.

La última parte del nombre de )álaf, tal como está indicadaen los manuscritos árabes de l Escorial , le llama de Zahrah,igual que a otros hombres célebres a los cuales el libro de Casiri confiere análoga desig nac ión tópica. Aunque la residenciaprincipal de Zahrah (Medin et-az-Zah rah , sea hasta cierto puntouna depend encia de (:órdoba, nosotros no vernos en esta rnen!=.Í.Q.IJ g _ g g g . . ~ J i ! : S J , , JJ.9 J.l.IJ J.lgN ,9g .M._c),WJ.!W.ID q m ~ . ~ . t r M i ¡ i e r a

t i) Kurt Sprenge l, obra citada, pág. 264.(2) ldem, pág. 274.(3) Prefacio de su Trataáo áe Ciruqia.(4) Manuscrito de Lieja.(5) De Chirurgie, Osford, 1778.(6) El serviáor, Valladolid, 1516.

(7) Methoáus medendi, Basilea , 1541.(8) Liber servitoris, Venecia, 1471.

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L MINA 23 V IO L ETA

N a t u r a l e z c ~ : fría en primer ~ r a d o . húm cdJ r1 1 S€''1, \.Jil ÓO. Es mei1.1 r ld decolor dZUI de lino y dr mu chas ho¡as. Jndi Jciün: su aroma hace dormir , rlwb ida evacua la bilis. Jn co nv?niente: acatd rran y n f r i . Sr co rrige su

efecto con saúco y clavo.

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J

~ ~ ' : t r . ~ " f f ' l ' J l ' \ ' ! t l Y i í i ' l Ü --.

LAMIN,I\ 25 C ILANTRO

ahtra leza: fría y seca en segundo grado. Es me jor el reciente y cul ti-vado. Indicación: nn d racma de él disipa las esca ras y exli rpa la acril u d dela sangre . lnconvenienle: rs malo para el corazón. Remed io: con ja rabeagrio de membri llo segim Ga leno.

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Casiri , sino la indicación de que a su vuelta a España, el médico dip lomado de Bagdad fijó su morada habi tual en la ciudad

•de la flor •, creación galante y fastuosa que había hecho edificar Abd-er-Rahman Ill, y que llegó a ser la residencia favoritade los sob eranos, don de fué incluso trasladado el establecim iento en que se bat ía la moneda.

Las desc ripciones de este capricho monumental , creado en

honor de la sultana favorita llama da Zahrah ( ¡;'f 'j , flor), y

qu e llevó este nombre: Medina Az Zah rah, o según el di alec toco rdobés Medin<t Az Zahrah (la ciudad de la flor), hiCieroncreer, durante largo tiempo, en ficcione s de la imaginaciónoriental que produjo las visiones de los cuentos reunidos en la

tra ducción de •Las mil y una noches >. Durante es tos últ imosaños, sagaces investigacio nes, dir igid as por don Pedro de Madra zo, han descubierto los vestigios del palacio árabe canta doen todos sus pomposos de talles por los poetas de la época , conla riqu eza de su énfasis descriptivo.

La residencia opulenta de Zahrah remonta al aii.o 961 denu estra Era . Veintic inco años, cuenta la leye nda , vie ron sucede rse los trabajos, que costaron la enoúne suma de 96 millones.Lo mismo que se vió en la Alhambra de Granada, las alas delfas tuoso pa lacio es taba n separadas por jardines. Patios inter io

res se sucedían , donde estanques y fuentes estaban rodeados deplantas olorosas, tan buscadas por los moros de España. ElMus eo provincial de Córdoba pos ee un ciervo soberbio, enbro nce, que ornamentó una de estas fuent es (1). Un cisn e de oro,de ejecución admirable, donativo del Emp erador de Cons tantinopla, coronaba en otro lugar una taza de jaspe llena de agua .Se cont aban mil doscientas columnas de mármol de España, deGre cia y de Italia. La sala de audiencia es taba incrus tada de oroy de pedr erías. De todas las fuentes surgía n cho rros de plata vi va . Por cima de la puerta de entrada se levantaba la imagen de la

bella Zahrah . Las esplén didas construcciones eran lo su fic ientemente bastas para alojar toda la corte de l Califa y una guardiade do ce mil caba lleros. Techos dorados¡ pavim entos y muros dejas pe, o de soberbios estucos pin tados¡ armaduras de madera decedro, puertas de ébano y de marfil¡ conchas de pórfido¡ todoslos lujos habían sido re un idos en aqu el retiro de de licias, a corta distancia de los muros de la ca pital.

Adm irando hoy el fasto arquitectónico y la opulenta elegancia de la gran Mezqu ita de Córdoba , con str uida de 786 a 796,donde no se cue ntan menos de 650 column as de diversos mármoles (2), en su ma yoría pre ciosos, y la maravillosa macsurad ~ pa redes iris adas por mosaicos sól o comp arables a las másb¿lJas pedre rías de un joyero de sultana¡recorr iendo las espléndidas sa las de los pa lacios qu e construyeron, en un a sucesión

(1) Juan de Riaño, Spanish arts. London , 18i9 , pág. 169 .(2' Actualmen te las column as exentas son 856, pe ro en su época original

pas aro n de mil. (Nota del trad uctor).

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de trabajos seguidos durante varios reinos, los reyes de Granada y los jefes musulmanes de Sevilla; se cree fácilmente en la

veracidad de los relatos descriptivos del palacio de MedinaAz Zahra. Esta residencia, en los alrededores de Córdoba, don-de vino a habitar Jálaf, sin duda agregado a la Corte por su título profesional, parece haber tenido un asombroso parecidocon la magnifica Alhambra de Granada, cons truida de 1248 a1348, adicionada posteriormente con una edificación menos ar-tística debida al Emperador Carlos V. ·

Entre los detalles relativos al palacio «de la flor•, que parecen traspasar la verdad, don Pascual de Gayangos, ha dado latraducción fiel y completa de las inscripciones trazadas en ele-gantes meandros de oro sobre los muros resplandecientes delpalacio granadino, qu e explican expresiones po éticas, pero verídicas. Allí también, las columnas y basas de alabastro, se llaman bloques de perla; los chorros de agua, saliendo de la Fuen-te de los Leones y desgranando sus gotas entre los rayos delsol, son descritos como un a erupción de plata viva; los estu coscoloreados y los azulejos de los muros, son asimilados al traj esembrado de pedrerías y a las joyas de la diad ema de los su ltanes. Los poetas de corte cantaron a Granada, como lo habían

hecho sus ant ecesores en la residencia del Califa de Córdoba;sus expresivos verso s alababan con los mism os términos lasmaravillas artísticas de índole an áloga que contempl aban.

La vo luptuosa residencia de Zahra ha desaparecido hasta elpunto de hab er hecho ignorar, hasta estos últimos tiemp os, lasituación exacta del palacio qu e aun vió el Arzob ispo Rodrigode Toledo. Sin embargo se encu entran ase rciones indiscutib lesante las monedas acuña das con indi cación de la cas a de la mo-neda de Medina Az Zahra. El Califa Hescham JI pasó toda suvida en Az Zahra enmedio de un harem digno de Salomón; de

jando el gobie rn o de sus es tados a un sujeto inves tido del títulode •hach ib>(virrey), qu e, como los <alcald es de palacio• deAustrasia, ejercía valientemente el pod er en esp era de qu e undescendiente de dicho ministro se sentara en el trono del sob erano ho lgazán.

Sol eiman el i \ s t i n com enzó a despojar a Zahra de sustesoros mobiliarios, y dejó saquea r, por sus be rb eriscos, la residencia fastuosa. Mohamed III (Mostali B'illah) gastó su riqu eza y los pesa dos im pues tos qu e hizo gravi tar sob re los cordobeses, en restablecer los jardines y repa rar las construccion esde Zahra.

Y?J ~ o ~ r P r < l . dp l?J n r ~ n t n r e M ~ i l • n n n11 orlen m " •que el ciervo del Mus eo de Córdoba y algunos fragmentos deescultura en el Mus eo Arqueológico de Madri d (1).

(1) El Estado español inició las excavaciones de Medina Az-Zahra en 191 0bajo la dirección de don Ricardo Velázquez Bosco, quien publicó una hermosaobra de sus primeros trab ajos en 1912 ti tulada «Ar te del Califa to, Alamiriya yMedina Az Zahra», con admirabl es grabados . Cont inuadas con diversa fortuna, dichas exca vaciones .van descubriendo la encantadora ciudad y demos lran-

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Cuando Jálaf vino a fijarse en ella, la residencia califal bri·Haba en todo su esplendor, a dos leguas de Córdoba, en una

situación pintoresca, no lejos del Guadalquivir, bajo un venigno clima; el paisaje gracioso se asociaba a las maravillas delarte hispano-árabe.

A tal mansión debe Jálaf su sobrenombre de •al Zahravi •,(el habitante de Zahra). De la misma manera que sus demásnombres, este vocablo ha sido estropeado por los copistas. Traduciéndolo al latín, se escribió primero Alzaravius, despues Alzaharavius (1), Juego Azaragi (2). Una fantástica aglutinaciónde •ben Abbas> con •al Zahravi>, dictó enseguida Benabenazerin (3) y Benabenacerfn (4).

Existe, sin embargo, una controversia entre los escritores

que se han ocupado de la historia de la medicina, a propósitode la identificación de Jálaf ben Abbas abul Cacem, el Albucasis de las escuelas de medicina, con el autor cuyo libro ha llegado a nuestros días bajo la firma de ai-Zabravi. Se ha pretendido la exis tencia de dos sabios diferentes; aunque Friend (5)haya reconocido un sólo medico que cita bajo el nombre completo de •Abul Cacem Chalaf ben Abbas el Zaharavi• .

Este desdoblamiento no se puede admitÍ!·, después de lasanotaciones que Casiri ha extraído de los manuscritos árabesdel Escorial; de los cuales, algunos como las obras de Abu Mo

hamed AJí, y de Ben Abi Osaiba, relatan las vidils de los médicos musulmanes de la península hispánica, de muchos de loscuales se conservan tradiciones exactas.

Es también de notar que, en el voluminoso tratado generalde medicina publicado como obra de Al Zahravi, se encuentrasin ninguna otra mención que denote cita o descubra algunainterpolación de obra extraña, todo el tratad o de cirugía que hasido impreso varias veces bajo la firma de Albucasis, y que relaciona un gran número de casos personales, relatados siemprecon fórmulas tales, como: yo he visto .. yo he cuidado. En este

curso de cirugía, obra indiscutible de Jála f, el autor declaratambi én, en varias ocasiones, que esta obra es la tercera y última parte de un tratado completo que ha escrito sobre la cienciamédica (6).

No es, por tan to, posible, asimilar el libro de Alzaravius auna compilación análoga a la del:•Hhavi•, del cual sólo algunaspartes son obra del profesor de Bagdad, al cual el editor concede el honor de todas las observaciones citadas en tal obra;en tanto que varias de entre ellas re lacionan nombres posteriores a la muerte de Rasis (Mohamed ben Sexarjah Abu Béker

do la veracidad de las descripciones contemporáneas. Es tos trabajos se publican en memorias ol'iciales. (N. del l )

1 ) Liber theorici nec non pra tici, etc. Aug. Ven. 15 19.2 ~ Casiri, lomo 1! , p¿g. 137.3 Lib r servitoris, Veneli is, 1471.(4 El Servidor, Va11od o lid, 1516.(5) Friend, Histoire de la medicine, Leyde, 1727, 2.' parte, pá g. 203.(6) Pr fa ce du traité de Chirurgie: introducción.

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Arrasi). Los añadidos anejos al trabajo del médico natural deRay, no demuestran, de n inguna manera, que un Al Zahravi,

distin to de jálaf ben Abbas abul Cacem, hubiera compilado delmismo modo, copiando has ta las menciones personales, el célebre tratado de cirugía de este último, para fundirlo en su propio libro . E l señor Co lmeiro ha iden tificado, pues, justamente,a jálaf ben Abbas Abul Cacem, con el ilus tre médico de Zahara.Tal residencia en la mansión del ca lifa, indica que desempeñar ía en ella funciones oficiales, y qu e gozaría de la intimidad delsoberano entonces reinan te, protector de las ciencias y principalmente del saber méd ico.

El sab io y háb il médico de Zahara fué siempre fie l a la reli

gión del Islam. En los escr itos publicados bajo la autoridad deAibucasis, leemos diversos recuerdos a la ley del Corán (1). Lomismo qu e la mayoría de sus correligionarios, habla frecuentemen te de la divin idad y recuerda los deb eres de l hombre paracon Alá (2). Su saber y su abnegación en el alivio de sus sem ejantes le ponían en guard ia contra el fatalismo, exageraciónculpable de una fe ciega en la predestinación, causa de inerciamoral y de decadencia entre los mahometanos, que han quitado a los árabes la supremacía del mundo orien tal. Confiandoen Dios, já laf no aguardaba perezosamente el socorro de l cielo.

En el r elato de una de sus curas, se leen palabras qu e hacenrecordar la r espues ta, más llena de abnegación, que había dedar el médico francés Ambrosio Paré: •yo le cuidé, Dios le Cl!-

ró ·> El do ctor cordobés escribe (3): •he cuidado un hombre herido d e una cuch illada; con la ayuda de Dios le he cu rado,aunque la mayo ría de los médicos hubiesen juzgado la heridamortal>>.

Compartiendo las id eas de reserva de los mahometanos,já laf ben Abbas Abu l Cacem ord ena a las mujeres, solteras ocasadas, que esten tapadas ante to do hombre, aunque fuese

médico (4). Sus consejos de obstetricia, de los cuales un historiador de la medicina (5) comprueba su inferioridad compar;;dos con los demás preceptos, estaban destinados a las parteras,s irvi éndose de instrumentos construidos según modelos qu e lapráctica personal no le pudo hacer perfeccionar.

jálaf vitupera enérgicamente (6) ciertas operaciones aúnpracticadas en n uestros días por los tratantes de esclavos destinados a la guardia de los harenes. Estas prácticas culpables,dice están castigadas co n excomunión por la ley religiosa yprohibidas por la legislación de l califato de Occidente.

N ,ú:uo,;.n_ T ? - ~ - a . i p . . fiA.. 1 ~ t t : ~ ~ v . U l .. n ~ n . . . c : . r . . n i l . r . v ~ . AA T:ih!. .::;um . CU'l.C..

pechar el espíritu de intolerancia qu e tanto se reprocha a los

(1) Traité de chirurgie, 11, p. 69.(2) Préface du traité de chirurgie, (fin).(Jl Trailé de chirurgie, ll, p. 15.(4 ldem, 11, p. 61.(5) Kurt Sprengel, obra citada.(6) Traité de chirurgie, 11-, p. 69.

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SA LV I A

t u r ( l l ~ z a : cálida en primer ,Rrado y seca .>n segundo. E s mc )o r la ru l-tlva(li1. Indi ac i n: en las para lisis nerviosas y pa ra teñir ~ t i c a b ~ l l o . Reme-dio: con irxi fárma o que comengrt mirto y troci-;cos oriPn!ttle.;;;;.

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- ~ , ru fi' . ..- -, t~ ~ " .)- Lo . :' i , Y ~ ~ · - ' ~ \[ 1 1 \ L t ~ · .._J 1 1t ¡_j_ ·

i. Á\IIN,\ 3! MAI'JDRAGORA

NaturaleLa : fría en tercer grado, secd en segundo. Es mejor la Rrandc yolorosa. Ind icación: su t ~ r o m a es bueno co ntr a la jaqueca¡ en c a t a p l a s m t . ~ s , comrd la lep ra y las infecciones negras de la piel. o nt raindicació n: avivde] se ntHJ O )' p r OVOCd eJ ÍII SO lllllÍO. e m e d i o : COn f ru tv de hi<'dra.

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sectarios de ;\!ahorna, cuyo hb ro sagrado aiirma que los musulmanes, judíos, cristianos y sahvos, creyentes en un Dios y tnel día del jutcio final, ~ c i b i r c i n por ello la rl!cornpensa, sin t ~ -ner en cuenta sus diversos ritos (1). Los islamitas es¡ldüoles semostraron benevo los para los cristianos, hasta 1!1 dfa en que seejercieron prosc ripciones contra ellos en nombrr del Cdtolicismo. La c s c u ~ l a cordobesa de medici na se c.listiu¡¿utó s t ~ m p r e por sus amplias ideas res pecto a las creencias. En esta inst:tución, fundada y protcgiua por los califas, tm jucl'o, Harma(Aaron), hijo de lzhac (Isaac), ocupó en el sig.o x una catedra

de protesor (2).Los cuidados de Júlaí no quedaron reservados nunca exc:u

sivamen te a sus correhgionanos. El mismo cuenta (3) que ex

trajo ic;izmente de la garganta de un cristiano un hierro deflecha i\rabe, esto es con a.etc:s. El manuscrito de Lieja nos enseña también que estudió y recomendó alimentos y bcbitlas prohibidas l l los isldmitas.

Otras m ~ n c i o n e s , no me nos formales, en el tratado de cirugía de Jálaf ben Abbas Abui Cacem, nos prueban que el sabioreórico, pr.::c!icó la medicina en su pa tria, y que como cirujanointentó f r e c u ~ n ~ e m e n t e a t r ~ v i d a s ope rac:ones, ta1corno lo cuer.tan los historiadores árabes de que Cas!Joi ha lomado las referencias.

Su c l i ~ n t e l a , nos dice Jálaf, le absorbía la mayor parte deltiempo (4). Contan •o ent re sus enfermos gentes de dl\•ersas religiones, l e n i ~ que cu idar a príncipes (5) y dt1ques (6), cnyascuras difíciles c-,1en ta. El mimero ele observaciones anotadasdemuestr a la importancm de su carrera médica.

En rliversos pasajes de sus obras se leen sus investigacioneslaboriO$dS en !os escritos de anliguos autores que compulsaba(7); la cl·sen·ación metódica del enfermo, de su constitución, desu edad, '<C las com iiciones c x t e ~ i o r e s (8 , segím la tucll fundi!ba su d i ~ g n é s i c o siempre escrupuloso. Por ello iué grande su

repuración ri!pidamente. Se le llamaba en consu;td para contrastar las op iniones de otros médicos de Córdoba (9). Seguidde cerca las f d s ~ s de ;d enfermedad de sus pacientes (10), se u:-feresaba hasta en lds curaciones en que no tonlducl pd l te (11 ).lm¡>orta, escribe, det erminar primero la afección, después investigar su causa.

(1) CoriÍn, capítdJ de 1 ~ vaca, 11, versículo 59.\2) Cdsiri, o ~ > r < > dt•d•, tomo 1,_ p. 286.(3) T r < ! i t ~ <le c h i r u r g i ~ , JI , p. 94.

(l) l J ~ m , 111, prc!Jcio.(5) 1dem, JI, p. 91.(6) tdem, prefacio gcr:eral.(7) ldem, H, p 23.(8) ldem. 1, p. 10.(9) ldem, Prefacio X I, p. 85.(10) Jdem , 11, pgs .• 6¡• 9!(ti) ldCI!I, 11, pgs. 23 y43.

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Apesar de una indicacion muy neta (1), y aunque Jálaf mismo nos habla (2) de un príncipe que cuidó durante cuatro me-

s es, parece difícil admitir que el práctico de Medina Az Zaharahubiera desembarazado al rey destronado de León, Sancho, dela hidropesía o del exceso de gordura que hizo llamar a estesoberano Sancho el Gordo. El monarca cristiano que, para.aprovechar la hospitalidad de Abderrabaman, y fué cuidado enel palacio del califa, no pudo aprovechar entonces el talento dttJálaf. Los historiadores cuentan, en efecto, que en el año 961 denuestra Era murió Abderrahaman; no se puede por tanto atribuir la cura rad ical de que el antiguo soberano de Lean fuédeudor a la ciencia mahometana, al célebre Albucasis que murió el año 1122 y nació próximamente en la mitad del siglo XIcristiano.

Por grande que fuese el saber médico poseído por Jálaf, lasoperaciones quirúrgicas qu e llevó a cabo en su patria, dondesegún él escribe (3), los operadores de su tiempo eran poco hábiles, fueron su más brillante timbre de gloria. No solamentelos escritores musulmanes alabaron al diestro cirujano, sinoque es ta superior notoriedad se extendió a todas las escuelasde medicina e hi zo buscar las publicaciones en las cuales se es

peraba recibir las lecciones del ilustre cirujano. A través de lossiglos, incluso lejos de España, los libros de jálaf han sido estudiados casi hasta nuestros días (4). Los escritores posterioresle llamaron el modelo de los cirujanos (5) .

Las circunstancias entre las cuales se reveló en Córdobaentre colegas ante los cuales operaba y curaba en casos y accidentes juzgados incurables, tratando un gran número de casosbien difer entes (6), de los cuales anota los más raros, aportandosin cesar ins trumen tos nuevos y métodos desconocidos, entiempo en que se había olvidado el estudio teó rico y la práctica

ra cional por un vil empirismo, nos explican aquella superioridad indiscutible, cuyo recuerdo evocan unánimémente los historiadores de la medicina.

Aunque r es tara fie l a la esc uel a de Galeno, Jál uf, anticipándose a su época, preconizó intensamente la neces idad de losconocimientos anatómicos indispensables al cirujano.

Sin poder repetir el rela to de tantas operaciones serias yarriesga das de las cuales nos hace mención, hemos de creerque por una constante práctica completó tal es curas excepcio-

(1) J. Lavallée y Ad. Guervult. Espa/!ne. Paris, 1844, 1 p. 193. (Serie deT L l r . I J v c r s ~ J

(2) Traité de cbirurgie. 11 , pág. 94.(3) !Mm, 11 , prefacio.(4) Su tratado de cirugia ha sido reedi tado en Ing laterra el año 1778 con

el te xto árabe.(5) )oachim Vié re. Medicarum observationum rarorum, líber 1, Amste lo-

dumi 1657, p. 10o.(6) Traité de chirurgie, Prefacio (extracción de cálc ulos); 11, 41 (extirpa

ción de lupia craneal); IJ, 45 (vien tre perforado); IJ, 51 , 86, 87, 94 (tumores,cáncer, abscesos), etc., etc.

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nales. Las r eglas que traza , nos indican la manera de cómo elhábil operador ejerció la profesión que ilustró su nombre.

Nunca se debe, d ice este ci ru jano del siglo XI, recurrir a los

instrumen tos, más q ue cuando se evidencia que los remediosson impotentes para curar el mal que sufre el paciente (1). Enninguna circunstancia hay que ten tar casos desesperados: unao peración quirúrgica no es admisible más que cuando el estadodel enfermo ofrece ser ias gar an tías de éxito, en ciencia médi-ca (Z). Si el méd ico no ha reconocido claramen te la naturaleza delma l, si no h a determinado la verdadera causa, o queda la me-nor duda en su conciencia, es un crimen intentar una operación que puede poner en peligro la v ida o la salud de uno de

sus s emejantes, sea cual fuere la importancia del lucro que pro

cure al ciru jano (3).Pero desde el momento que Já laf había reconocido el mal

med ian te un diagn ós tico razonado, que la conciliación de lasteorías enseñadas por lo s mejores autores (4) y las observaciones de clínica (5) indicaban con certeza la causa de la afecc ióndolorosa con tra la cual todos los remedios conocidos eran in

eficaces, r ecordaba escrupulosamen te la región anató mica en laque iba a opera r. Comprobando las garantías del éxito, forma-ba cuenta cuidadosa del estado pa tológico de1 enfermo, de suconstitución, de su edad, examinaba las condiciones actuales

de la atmósfera y demás agentes exteriores (6), y entonces elcirujano de Zahra abría su bien provista bolsa, de la cual hadescrito los principales instru men tos (7). Con frecuencia, di-ce (8), la operación a practica r requería la inv ención de u n ins

t rum en to nuev o: entonces lo hacía construir, según sus datos

para aquel caso especial.Terminada la operación, r ea parecía el méd ico, aplicando los

r emedios pmpios para acaba r y apresurar la curación comple-ta (9). Las r eglas dictadas por el sabio práct ico musulmán, in-s isten minuciosamente sobre el r égimen es pecia l que hacía ob-servar al enfermo d c s p u s de cada operación (10), reapareciendoaqui sus estudios dietéticos, sus observaciones s agaces de hi-g ien e, de las qu e hab remos de notar algunos rasgos a propósitodel man u scrito conse rvado en Li eja, resumen de Lecciones so-

b re dicha mater ia . .Los combates frecuentes q ue en esta época c o n t e m p o r á n o : ~

del Cid se libraban enlre moros y crist ianos d e España, la c ~ toriosa excursión del re¡. de Casti lla Alfonso el Bravo por Cór-

(1) Tri1il¿ de dirur¡¡it, l, p. 11.(l) Idem, 1dem, prd acio general.

(J) tdem, 1dem, 11. prefacto.(4) ldem, •d•m, 111, principiO.

( ~ ldem, ídem, ll l, prefacio.( Idem, idem, l, 10.t ldem, ídem, H, p g ~ . 46, 77.(8 ldem, ídem, 11, pgs. 77, 86 .(9 ldt m. <dem, 11, r.gs. 53 y 59.( !O) ldem, 1dem, 11 , 1, el pasim.

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doba y Medina Az Zahra, la in vas ión guen·era de los alm oravides, que se apoderaron de la an tigua capital del Califato (1091),la revuelta de los habitantes contra la guarnición de l prín cipeAlí Ben Yusu f, nos ex plic an las numerosas heridas de armas deguzrra que cuidó Jálai. Nos cita, entre las curas que ope ró,.hombres heridos de cuchilladas, otro al cual había perfo radogravemente el ab domen un a lanza, múltipl es extracciones deh ie rros de flecha de diferentes modelos implantados en las másdelicadas regiones de l cu erpo hum ano .

Diversos pasajes de los esc ritos de jálaf, nos enseñan queprofesó y admitió alumnos en su clínica. La viñeta inicial del

manuscrito de Lieja podría rep rese ntarlo con traje de profesor.Al comenzar un Iíbro (JII) de su tratado de cirugía, se dir ige ca-lurosamente a los auditores , a qu ienes califica de •sus hijos >,para exhortarlos al traba jo.

La gran escuela de Medicina de Córdoba, en medio del cataclismo político experimentado por el po der mus ulm án en Es-paña , iba a tener por ri va l triunfante a la escue la de Sa lerno.Constantino Africano res tab lec ió en el siglo XI esta <ciu dad delos médicos> ( civitas hippocratia), y en la residencia de Roge r-

Gu iscard florec ió la institución científica que fué el sem illero de'las facultades de Medicina de Europa.

Sí no poseemos la fecha exac ta del nacim iento de Jál af, losm élnuscritos árabes del Escori a! nos ens eña n qu e mur ió en elaño 500 de la Hégi t·a, o sea el aiío 1122 de la et·a cristiana. Lamuerte lo sorprendió en Có rdoba, añade el autor analizado porCasiri; lo cual podría entenderse por Med ina Az Zahra, residencia real dependiente de la capi tal, de la cual no estaba alejada.

Así se extinguió la vida, tan plena, de un hombre que habíadedíc<:do toda su existencia a la cienc ia y a un a incesa nte la-

bo r; carrera jalonada por tantos servicios prestados a la huma-nidad doliente. Honorado y glo rificado , Já!afben Abbas desce n-dió a la tumba Horado por los suyos y por aqu ellos a quienesb;;:bía curado sus males, estimado por todo s, pode rosos y hu- .mildes . Legaba a su patria discípulos formados por sus sabiasy prudentes :ecciones;a la pos teridad de jaba importantes obrasqt.:e nos resta indicar sumari amente.

(No se conocen hoy cie rtamen te las fechas de nac imiento yfallecimiento de nuestro Alb ucasis, y cada autor las dá diferen-

e ~ . Se supone que floreció en el reinado de Abd err ahman lll, y

que murió en el año 961, a los cien to un años de edad, segú nLeón el Af ricano. Hay crónicas ár;¡bes qu e le sup onen fallecidoel 404 de ia hégi ra (1013 de J. c.). Esto es tá más de acuerdo conciertos datos general es y, sobre todo, con su mism o nombre delugar, ya que Medina Az Zah t·a no alcanzó las fechas que men-ciona Mr. Dognée, pues fué incendiada e1 1010, y su vida posterior fue bien efímera. Sirva esta advertencia de acla ración glo bal a las rep etidas citas de fec has biográficas que menc ionanuzstro autor .-Nota del traductor.)

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BIBLIOGRAFÍA

Los libros impresos que llevan el nombre más o menos desfigurado de Abul Kasim jálaf ben Abbas el Zahravi, no com

prenden toda la obra científica y literaria del médico musu lm án.Había escrito, nos dice Casiri, un tratado completo, a la vezteórico y práctico de toda la medicina. Esto es lo que dice AbuMoham ed Alíen su historia de los médicos españoles.

L(l obra escrita de jálaf abrazaba pues toda la ciencia médica. En el tratado de cirugía publicado bajo el nombre de Albucasis, el autor hace alusión a otras partes de su vasto trabajo:exposición de las enfermedades y de los remedios propios a cada un a de ellas (1 ); indicación de las causas de las enfermedades, sus signos aparentes, el tratamiento méd ico (2); verdaderocurso de terapéutica, sabemos además, por la lectura de aquellos de sus escritos que han llegado a nosotros, que durantetoda su carrera el práctico anotaba los casos interesantes deque tenía conocimiento.

Las divisiones en uso en las escue las de su tiempo repartíanlos nu merosos libros que formaban el tratado completo de lamedicina, en tres partes. La primera trataba de la fisiología general y de la patología, la segunda de la terapéutica y la tercerade la cirugía.

El conjunto componía el tratado entero, cuya importanciaalab a Abu Mohamed Alí declarándolo el más completo que se

había escrito, a la febha de aquel historiador, en el mundo.Primeramente no se editó más que una pequeña parte de

es ta obra traducida al latín . jálaf había compuesto, bajo un tít ulo que fué traducido por •el libro del servidor, o del manee-

(1) Traité de chirurgie, l, 11.

(2) ld em idem, 11, 53, 59.

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bo• (liber servitoris), un resumen de farmacia elemental, ocupándose de los simples, del modo de emplearlos y de suspropiedades curativas. Según un enunciado del título, esta

farmacopea usual formaba el libro veintiocho de la obra delautor.Es sabido que los árabes, aprovechando los conocimientos

en quím ica recogidos en Alejandría, dieron un valor científico aJos estudios farmacológicos, hasta en tonces puramente empíricos. En los orígenes de la medicina, la cirugía y la farm aciaformaban un sólo arte. Hípócrates preparaba y llevab a él mismosus medicamentos. Teofrasto escribió sobre esta materia. Ga leno , a quien tanto se ha celebrado y engrandecido, ten ía una botica en Roma.

Era pues natural que se preocupas en primero de los reme

dios usados por el célebre cirujano de Córdoba. El médico ycapellán del Papa Nicolás IV, Simón de Génova, qu e a c t i c a b ~ la medicina en Roma, se dedicaba a traducir libros árabes, ay udándose de un judío de Tortos a, llamado Abraham (1). Entreestas obras figuró la farmacopea de Abul Kasim jálaf ben Abbasque trataba de los medicamen tos simples.

El copista del manuscrito árabe que contenía este fragmento, segregado de la obra de jálaf, leyó mal el nombre del au tor,y al ver A bul Casim, se detuvo en esta parte del vocablo. Bienpor tener un texto ya truncado, o pensando en suprimir el ar-

ticu lo árabe, cuyo pleona smo ha pasado en tantas lenguas (2),citó al autor ba jo el nombre de •Bulchasus>. La otra parte dela denominación •ben Abbas > (hijo de Abbas). Ja convirtió en•Benabe», y la completó por la fi nal «naze rín •, en lugar de ladesignación de residencia: el Zahrahvi. El libro traducido fuéimpreso en Venecia, en 1471, por el editor jenson. Tiene por tí-tulo, ta l como lo han anotado Brunet y Colmeiro:

<lncipit liber serv itoris líber XXVIII Bulchasi Benabenazer ín , translatus a Simoe januesi in terprete Abrall judea tortuo-sieso. Venetiis a Nicolau jesu Gallieu MCCCCLXXI •.

Otra edición, en folio, apareció en Nápoles en 1478, bajo el

título:• Líb er XXVIIl servitoris Bulchasim ben Cherelsebín abes

acarin i t1·anslatus a Simone januensi interpretatione Abrahamjudei tortuosiensis (3)•. ·

Una tercera edición , también en folio, fué hech a en Veneciaen 1491 (4).

La obra volvió a Españ a, donde fué traducida al espa iiol, ypublicada en 1516 en Valladolid (5),,,baí,o e.s.te. tttul.Q.:.

<El servidor, libro veinte y ocho de Albuchasis Benabena-

(1) Bnmef, Manuel du librain.(2) El alcalde, el alcázar, etc., en español; 1' alcali, hace poco 1  alearan,

etc.t en francés.

4) Idem , idem, idem, t. XXI, p. 244.3 ) Histoire litteraire de France, t. XX I, p. 241.

5) Coimeiro.

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ceren, trasladado del arábigo en latín por Simón Genovés ...agora nuevamente tras la dado del latín en lengua vulgar caste-

llana por Rodríguez de Tudela (Alonzo). Valladolid por Brocar1516>. (8.0, 50 ff. 6 tab.)

La versión española había restablecido la prim era parte delnombre del autor, tal como se citaba en las escuelas de medici-na de su país.

Otra parte de la obra lituaria de Abul Casim Jálaf ben Abbasel Zahravi que trata de medicina, fué también trad ucida al latínpor P. Ricius, e impresa en 1519 en Augsburgo (1). Apareció ba-jo el título:

•Libri theorici nec non practici Alzaha ravi. Aug. Vind. 1519>.En folio .

La celebridad de que gozó durante tanto tiempo el regenera-dor en Córdoba del arte de la cirugía, hizo traducir, también alla tín, y publicar, el tratado en el cual Abul CasimJálaf ben Abbashabía consignado su sistema y relatado las curaciones que juz-gaba más dignas de ser consignadas. Era la tercera y últimaparte de la obra del sabio musulmán. Tal como la conocemoses tá dividida en tres libros.

Casiri menciona una edición de 1532, que según él ha sido

editada en la misma villa que el tratado de medicina, es decir ,en Augsburgo . Nosotros no hemos podido consultar esta edi-

ción, pero hemos es tud iado la misma obra en una edición deBasilea que lleva la fecha pos terior de 1541. El titulo es:

«Method us medendi certa, clara et brevis, pleraque quae admedicinae partes omnes, precipue qua e ad chirurgiam requirun-tur Jibris 111 exponens. Cum instrum entis ad omnes fere mo rbos

utiliter et l'pa'f"""• depictis auctore Albucase. Basi le<e per Henr.

Petrurn 1541, in fo lio >.La obra original escrita en árabe ha sido reeditada en Ox-

ford, en 1778, con una traducción latina, (2) según un manuscri-to hallado en Inglaterra. Esta publicación lleva como título:

<Aibucasis. De chirurgia. ed . arab. et Jat. Channing. Oxon.1778. (in 4.0 )>.

Estos tres tratados constituyen todo lo que ha sido impresode las obras originales de Ab ul Kasirn jálaf ben Abbas deZahra.

Además de las copias de los textos árabes que se propaga-ron, y probablemente ta mbién de las traducciones en la lenguasabia de la época, el latín, que no han alcanzado el honor deser impr esas, o que aún so n desconocidas para los bibliófilos,han sido tornadas amplias referencias y pasajes de la obra es-

crita del cirujano de Zahra.Hacia 1250, Roger de Parma llevó a Francia las doctrinasde Abul Kasirn jálaf, que el mundo sabio conocía bajo el nom-bre de Albukasis. Este autor escribió una •Prac tica chirurgia»

(1) Casiri.(2) Kur t Sprengel. Obra citada, t. 11, p. 238, nota.

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que denota una hábil interpretación del sujeto (1). No era enrealidad sino un traslado del tratado especial del cirujano deMedina Az Zahra (2), ta l como lo han probado los escritores

especialistas Eloy (3), Portal (4), Quesnay (5), Kurt Sprengel (6).El célebre médico J e la duquesa de Milán Blanca María de

Visconti, Juan Mathieu Ferrari, conocido bajo el nombre de Ma-thieu de Gradibus, popularizó en Europa los estudios de Jálaf (7).

Si el nombre del autor citado no difiriese considerablemente de los vocablos empleados para designar al Albucasis de lasescuelas de medicina, creeríamos ver una adaptación de unaparte de la obra de Já laf, en un curioso libro pub licado sin indicación de lugar ni fecha, pero cuyo carácter de impresión lohace atribu ir por los bibliófilos a una época anterior casi en dos

siglos a la del célebre médico U!ises Aldovrandi. Se trata de laobra titulada: «Le libre de máitre Aldebrandín po ur la santé du• corps garder et chaque membre, pour so i garder et con server»en santé, composé a la Requéte du Roi de France (S. l. n. d.)»hacia 1475- in folio gothique• (8). Es probablemente un tratado de dietética o de higiene, análogo al manu scrito de Lieja quehem os reconocido como obra de Abul Kasim Jálaf ben A!Jbas,de Medina Az Zahra (9).

(1) La nouvelle revue, Pa rí s, t. XXXVI (1.' Septiembre 1885), p. 110.(2) Histoire litteraire de la F1·ance, t. XX I, p. 520.(3) Dictionnaíre historique de la médecine, t. IV, p. 92.(4) Histoíre de 1' anatomie et de la chirurl!ie. Parl s. 1770. t. 1, p. 174.

(J) Recherciles sur 1' origine de la ch irurgie, Ed. m 4.", p. 34 .(6) Versucht, etc. (Abulkazem), t. JI, p. 548.(7) E loy. Dictionnaire historique rle la médecine, Líeja y Francfort, 1725.

t.[!, p. 38.(8) Dictionnaire bib/iographique, historique el critique, des livres ra-

res, etc. París, 1771, t. 1, p. 21.(9) Un buen compen dio bibliográfico puede verse en la obra de l Dr. Le-clero, titulada <> La cirugia de Albucasis», París, 1861, 8.', 324 pp ., comentadapor el Dr. Pablo Garóa, Boletin de la R ~ a l Academia de Córdoba, 1924, t. lll,p. 271. (N o ta del T.)

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7.'uwtm- · - -natutt.Cet.&.tni.mdu\& (Xo<tfbt t p;'l\n'tlWt.luu.\IÍltÚ .n c c a n t ' \ • c l 1 1 \ C 9 1 \ 0 l t m u u n . t ~ t f u i h t t t ' O t ~ n t n t ' ct t t c nNlt-n ~ m o n o l l l \ l t . l \ l . ( h . ~ ¡ ¡ a { W , t amo. .

LÁMINA 52 ALTRAMUCES

•1aturaleza: cálida y seca en segundo g ra d : Son mejores los blancos ypesados. In icación: matan las lombrices. Contraindicnción: se digieren dif i c i h n ~ c y no se exp tllsan. Remed ía: con sal y vinagre.

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A ~ I I N A 58 E S CAÑA

1a.!uralcza ... La de me:jor c a l . i d a ~ _es la bien < m a a y pesada. Indicación:parad l \ 1 , pu lmones y resp1rac10n. l n c o v c n i e n t ~ : es mala para el estó-mago, su harma nutr e: poco. Remed io: comiéndo la con an is.

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Eln1anuscrito de Lieja

Lo part e de la obra literaria de Abul Kasim Jálaf ben Abbas,que for ma el sujeto de l manuscrito, cons ervado en Líeja, es unresum en, traducido al latín, de una dietética, parte de la tera-péutica qu e, según las antiguas divisio nes de la medicina, debía

segui r a la patología, a la cual hace alusión varias veces nues-tro autor en su tratado de cirugía. Su farmacopea, titulada •ellibro del servidor>, venía a continuación; después, el tratado deciru gía completaba el conjunto del trabajo científico.

La incorrección del copista del siglo xv, que se traiciona enalgunos sitios, se complica probablemente con errores cometi-dos por el traductor que ha pasado este libro del árabe al latín,Estas traducciones fueron siempre muy inexactas, nos dice KurtSprengel (1); sus faltas exp lican las falsas ideas que se formanordinur iamen te sobre la medicina árabe.

El dibujant e, de raro talento ,que ilustró el manuscrito, mues-

tra, sob re la página de l título, al autor presentando su libro abier-to. Sobre es te libro se ve escrito: •Albullasem de Ba ldac fil iusHabdi medici composuit hoc librum > Este texto lo hemos ex-plicado antes. Volviendo a la ilustración del siglo xv , se ve alautor sentado en un alto si tial cuyo respaldo forma bibliotec a.Lo bajo del asien to es 'igualmente un cofre en el cual estánamon tonados volúmenes de broches. Más libros aún cargan unaalta mesa colocada ante el pro fe sor, la cual forma un •scripcio-na l> o pupitre. Más dela nte, un •roe•, con departamentos infe-riores formando biblioteca, y el table ro cargado de libros, per-

gam inos a medio enr ollar y un frasco . De lo alto del cono cen-tra l se levanta un alto tallo acodado, de cuya extremidad cuelgaun farol.

(1) Kur l Sprengel, obra citada, t. 1, p. 7.

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El autor está representado por un hombre de cabellos riza-dos cubierto con un birrete. Su traj e, bastante difícil de precisar,se compone de una dalmática rib eteada, abotonada sobre el

hombro derecho. La amplia manga dejd pasar otra manga ajus-tada cuyo antebrazo es tá es trechamente abotonado. Es proba-blemente un <corsé• bajo un •jus tillo•, recubierto además porla dalmática que llevaban los clérigos profesos.

Por bajo de esta viñeta aparecen anotaciones escr itas con elmismo carácter gótico emp leado en el resto de l manuscrito deque forman parte. Esta especie de corto prefacio tiene una cier-ta importancia. Nos ayuda a carac terizar la obra y a reconocerla identidad de su autor. Se lee primero: cHic nominatur om ianomina poetat•u posita in libro h(lc Et designata p, zmam pri-mam

literam ipius nominis hic>. (Aquí está n enumerados losnombres de todos los poetas (sic) citados en este libro, des ig-nados por la letra inicial de su nombre). Un texto análogo, in-dicando los méd icos latinos cuyos escritos se reproducen, figuratambién al pié del prefacio de una antigua co lección impresa (1).No temos ante todo que el traductor del manuscrito de Lieja htraducido por <poetas>la palabra árabe que sign ifica sin dud aalguna •escritores>.

La nomenclatura que sigue es dilicil de precisar comp leta-mente, a causa de la mutilació n consid erdble de los nombres ci-tados, de los que no se dá más que algun as letras . Nos parece

una relación de autores que han escrito sobre med icina, a cuy ¡¡autoridad se refiere já laf; y no solam ent e de <poetas >, aunqu elos historiadores de la ciencia médica mencionan poem as didác-ticos de Marce llus de Sida, de Seren ns Samniacus, de Rufo deEfeso, y que varios continuadores árabes de estos estudios ha-yan escrito a veces de la misma manera (2).

He aquí, tal como lo hem os leido, esta enumeración, con laabreviaturas enu nciadas:

Ypo. p. grecuGa p. G.

Ru p. ruAva p. aPa p. P.Ori p. O

Teo p. Tlo p. io

Ma p. MaVe p. veSchi. p. schiRa p. ra

Mu p. mu.lo p. !la

lsa p. isAlbu p. al

La tercera columna queda incompleta, y el orden de coloca-ción parece referirse a la suc esión de nombres superpuestos, yasí hasta la termina ción.

Es difícil determinar con certeza los nombres por la excesi-va abreviatura de las denom inaciones, y sin embargo era inte-resante descubrir las autor idad es reconocid as por nu estro autor_

Para ello nos hemos dedicado a consultar los historiadores dela medicina, y teniendo en cuenta la naturaleza de l libro al qu e

(1) Medici antiqui, etc. Venecia, 1547.(2) Casiri, ll, pag. 535.

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preceda la enumeración de escritores, reconocerlos y descifrarla enigmática lista.

Ninguna duda se puede ofrecer respecto al primer nombre

•Ypo >, que se ha querido abreviar con un ypsilon griego, y quees Hipócrates, <el padre de la medicina •, que debía figurar a laca beza de todo trabajo sobre esta ciencia, escrito durante laEdad Media y sobre todo por un musulmán .

Por bajo de es te nombre famoso, que sintetiza una familiailustre de médicos de la Gran Grecia ecli psada ante el renom-bre del hi jo de J-leráclido (1), aparece <Ga •, que no puede ser

otro que Ga leno, cas i tan reputado como aqué l, el erudito Clau-dia Galeno de Pérgamo (2).

'Ru , que viene después de los dos grandes jefes de la es-cuela, indica ciertamente a Rufo de Efeso, el ana tómico con-temporáneo de Trajano, autor del célebre tratado titulado • Hie-Ta>, y, entre otras obras, de un poema en versos exámetros so-bre la eficacia de ciertas plantas (3).

Es difícil determinar el autor indicado por •Ava • , que el re-dactor del libro árabe dice querer citar por la inicial de su nom-bre <A>. Sí se pudiera admitir un error de l copista, y que fuerape rmi tido leer •Ana> , se pensaría en Dioscórides, designado aveces por el sobre nomb re tópico de •Ana zarbín•, tan extendidoen las escuelas de medicina de España. Dioscórides, del que seha discutido si Plinio ha bría copiado más de un pasaje, escri-

bió un tratado comp leto de materia médica que fué cl ásico du-rante diecis iete siglos . Los méd icos árabes hicieron de esta obra

su manual. Numerosos escri tos de Dioscór ides han sido halla-dos en España. Este escri tor fué entre los moros el ídolo de labotánica y de la materia médica (4).

El nombre del célebre Avicena, muerto hac ia la época en qu enació jálaf ben Abbas, podría ser el indicado también; aunquesu lugar entr e los antiguos médicos contradiga dicha hipótesis .Es verdad que Avicena gozó prontam ente de gran renombre (5);y que su •Canon , antes de haber sido trad ucido al hebreo ydespu és al latín, había sido entre los médicos árabes un verda--dero manual. El <azúcar cande> citado en nuestro manuscrito,había sido preconizado por Avicena .

El siguiente autor •Pa •, designado por P., no puede ser sinoPablo de Egina, célebre práctico y partero, cuyas notas de obs--tetricia, recogidas en Alejandría, fuero n preceptos reverencia-orlos por los árabes (6).

•Ori • que viene después, es Or ibaso (de Pérgamo o de Cer-¿eña) , médico de juliano el Apóstata y autor de un célebre tra-tado sobre las fracturas y las luxaciones (7).

¡) Kurt Sprengel, ob ra citada, l.!, pgs. 284-3 30.2) ldem , id., id., lt, pgs . 96-124.

3) ldem, id ., id., ll , pgs. 46-48.(4) ldem, id., id., ll, p. 59.(5) Cas iti, l. !, p. 272.(6) Kurt Sprengel, ob ra citada , l. !!, pgs. 221-228.(7) ldem, id., id. t., l!, pgs. 183-188.

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•Teo» puede indicar a Teofanus Nonus, que mur ió en 917 (1),autor del • Epítome de curatione mo rborum», cuyo tex to griego,con traducción latina, ha sido aun reeditado en Gotha en 1794-1795. Se podría ver igualmente a Teófilo Fi lareto, el comentador de Galeno y de Rufo (2); o a Teofrasto, al cual Plinio tomótantos detalles de botánica.

<lo • puede r ecordar a Juan de Alejandría (loann es), comentador de Hipócra tes (3), cuya obra ha sido impresa (4) . Tambiéns ería racional encontrar aquí la menci ón de Hhonain-ben-lzhak,el tradu cto r ár abe de las obras de los médicos griegos, autor deun tra tado que fu é publicado bajo el nombre de •lohannite•, yque Friend (5) dice que está ci tado en la cirugía de Albucas is.

<<Ma • puede ser Emilius Mace r. autor de l libro •De virtuti

bus herbarum • . La abreviatura es tá tan recortada qu e permitir ía leer también Marinus , el res taurador de la anatomía, segúncuen ta Galeno ·(6).

•Ve> no puede corresponder más qu e a Vegec io, el docto veterinario que tuvo el honor de los estudios de los hipiatras griegos (7), y encontró tantos continuadores entre los esc ritoresmu su lmanes de España (8).

•S chi» se exp lica difícilmente. Podría des ignar a Serapión elJoven, qu e vivió a fin del siglo x (9) , y qu e Jáiaf ci ta en su cirug ía . Se puede pensar también en Dschibrail, el méd ico favo r itode H arum al Raxid , cuyos escri tos no han llegado a nosotros,

per o que Jálaf debió oir citar y alabar cuando estudiaba enBagda d.

•Ra • no puede · ser má s qu e Rhazés, llamad o Rasis por sobren ombre tópico. Se llamaba Moham ed ben Secharzab abuBelzer Arras i. Fué el profesor más célebre de medicina de Bag dad . Abulfarag, en su Historia dinástica, dice que acudían detodos los países a escuch ar sus lecc iones . Dirigió el hospital deBagdad, y despu és el de Ray, la villa cuyo nombre lleva.

• Mu• r ecuerd a a Müsa, el liberto de Aug usto que el emperador y el Sena do de Roma hicieron cabailero y al qn e se erigióuna es tatua en bronce en el templo de Esculapio (10). Este médi

co es cribió largamente sobre preparación de med icam entos ysobre la utilidad de a lgunos compues tos, que designad os bajosu nombre gozar on largo tiempo de gran favor. Se podl·ía también ver la mención de Mu sa ben Jasser, profesor de Ali benAbbas que compuso el libro •AI-meleky -y>, dedicado al em ir de

(1l Kurt Sp renge l, t. !!, p. 229.(2 ld em, id , p . 219.(3 ldem, id ., ob ra citada, t. !1. p. 222.(4) Johannit esagogi in ar tem parva m Ga lieni . Argel , 15345 ~ ) Ob ra

citada, segunda par

te , p.206.

lKurt Sprengel, t. ll, p. 48.ld em , id , id ., p. 235.

(8 Casir1  [, p 324.(9) Ku r t Spr enge l, ll , p. 323.(10) l d , id., id., t. 11, p. 24.

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LÁMINA 71 A I RE E P I D ÉM ICO

Natnra leza : es ma lo y peligroso, es e:! mejor aquel cuya substanci a nose des hace. Indica ción: para des truir a Jos enem igos. Inconveniente: consu-me: los an ima les y naci dos de: la tier ra . Remedio: con fumigaciones co n-trarias.

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LÁMINA 82 HUEV O S D E A V ESTRUZ:

Na turaleza ... Jo s mejores y mas e s a d o ~ son los g o r d o ~ . n d c t 1 d ó ~ ! : para Jos qu e hacen I I H I ~ h o ejPrci ci o. lncom·.enu2n fe

1

: causan co l! cos, ventosi-

dad}/ \'é rtigos. Se corngc su erecto con orcgano ) sal.

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Ba gdad; o Musa be n Ibrahim Hod aíth, que tradujo al á rabe eltratado en sirio de Yah ia ben Serapion, titulado •Khannah» (1).

<lo >, qu e nuestro autor precisa es ta vez por la abrev iación

que di ce quiere emp lear • llla•, correspon de sin duda a !ollas,botánico que, al igual de Di oscórides y de Niger , se consagró adescribir las plantas y sus virtudes curativas,

<lsa>nos parece indicar a Ishac (Isaac ) ben Soliman, autordel mejo r tratado sobre dietética. Es citado por Serapion el Joven. La obra, escri ta en árabe (2), ha sido tradu cida a l hebreo

bajo el titulo uSapher esmesarum•, y despu ·s a l la tí n. Se publicó en Basilea , en 1370, bajo este título: • ls aaci !il. Salomonis líber de diae tis universalibu s et particular ibus • , ed. PostheL

El último nombre •Albu » qu e cierra la lista nos parece ref erirse al autor mismo Jála f ben Abbas abul Kas im, ll amado Albu

casis (3 ). Nuestro manuscrito le llama, sin embargo, Albullasem.Se podría leer, con una aliteración aná loga, Albupharagius , yenc ontrar aqu í la mención de Abulpharagius .

No hemos podido ayudarnos, para determ inar las autoridades cuya lista figura en la página de l título, de las citas anun-

ciadas. Habríamos podido, de es ta manera , poseer útiles ind icios para resolver ciertas dudas. Sobre todas las hoj as del ma-

nuscrito revisadas en el anverso y reverso, no hemos encontra-

do ninguna de las abreviaturas encontradas en el titulo. Una

sola autoridad es por una sola vez indicada en el texto: la deGaleno, cuyo nombre entero es tá escrito - pág. 25 - apropós íto

de un jarabe acidulado con limón.Una enumeración tan comp leta de au torid ades , que no han

servido para el manuscrito de Li eja, parece h ab er s ido re dactada para la obra comp le ta del autor. Habría sido escr ita para elcomienzo de un texto integral, o sería un a repetición habi tu al dela introd ucción de cada un a de las secciones es critas por el mismo mé dico. Se podría suponer por ello que el resumen de Lieja ,tan breve en su texto, es sólo el comienzo de una obra más des arrollada, una especie de serie de títulos de ca pítu los a explicar.

Estamos, sin embargo, ciertos de que es un todo completo,y no se trata de un comi enzo disgregado accidentalmente, comose depl ora en tantos manusc ritos. Sobre la primera h oja , inau-

gur&ndo la serie de alimentos proceden tes del reino vegeta l, yhablando en el anverso del higo , y en el re verso de la uva, las

cuatro rúbricas es tampadas al pie de la víii. eta, las mismas quevan a repetirse uniformemente casi hasta el fin de la obra, estánescritas a todo lo largo: •natura, juvamentum, no cum entum, remedio nocum enti >; en tanto qu e, después de es ta ho ja, sólo aparecen en inicial: •N,), N, N, R>.

De la misma manera, la última página no tiene nada escrito

(1) ldem, id, t. 11, p. 277.(2) Casiri, 1, p. 293.(3) Eloy . Dic tionnaire his tcrique de la m édecine, Lieja y Francfort, 1725,

t 1 p. 38.

6

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-42-en el reverso, lo que prueba que el manuscrito está completo.Las cuatro últimas páginas tratan de sujetos cuyo lugar racional debe ser anterior, constituyendo una especie de <errata •añadida a la obra·ya terminada.

Una última nota, de la mano del copista del manuscrito, diceaún, al pie de la hoja del título : •Nota q. medicina. Facit naracione de quatuor gdibs 1. Z. 3. 4. et non plus •.

Sobre cada una de las páginas, tratando sujetos distintos, elautor, fiel a la doctrina de Galeno, explica, en electo, la rúbrica•natura• por las relaciones con los elementos . Hemos notado,antes de toda cifra, las iniciales •F, C, S, H• fáciles de recono-cer y traducir por: frigidum, calidum, siccum, humidum. Esta re-lación con los elem entos aire, fuego, tierra y agua remonta a los

orígenes de la medicina científica, es decir, a los tiempos de laantigua Grecia. E m p ~ d o c l e s pasa por haber innovado esta doc-trina, que se convirtió en la teoría médica pr incipal hasta el siglo XVII. De las diez oposiciones de Pitágoras, Emp édo cles noadmitía más que dos: frío y caliente, seco y húmedo, correspondiente a los cuatro elementos de la naturaleza (1). Galenodice enseguida que la mezcla de los cuatro elementos cons-tituye las cualidades secundarias que impresionan los sentidos.(2) La salud consiste en un equilibrio perfecto de todos los ele-mentos, • es el estado en el cual el cuerpo está exento de do loresy ejecuta, sin obstácu lo, sus funciones habituales •. Este estado

de sa lud fu é obj eto de las teorías médicas de los filóso fos griegos sobre las funcion es humanas. Así se creó la ciencia de lahigiene.

En el trata do de cirugía que lleva como autor el nombre deAlbucasis y que se ha reconocido como obra de Abul KasimJá-laf ben Abbas el Zaha ravi , se ven (3) también las enfermedadesrepartidas según las teorías de Emp édo cl es y de Ga leno , por sucalificación, en frías, calie ntes , secas y húm edas, a causa del exeeso de alguno de los cuatm p·incipios.

Para medir de alguna manera las cualidades elementales delas cosas de que va a ocuparse y medi r su influencia so bre aqu ellos motores de la sa lud, nu estro autor, siguiendo siemp re lateoría de Galeno, anota en cifras, de uno a cuatro , el grado deaquellos elementos de los cuales forma su desc rip ción de la <naturaleza> de cada suj eto estudiado. El copista del siglo xv em-plea, a este fin, los números llamados árabes, qu e la cienciamoderna ha reconocido como de origen indio. En el manuscr itode Lieja los números romanos aparecen sólo un a vez-página137-a propósito de las horas de l sueño , qu e el autor fija enocho: de dos horas antes a dos horas des pués de la segu ndaparte del día, o sea de ocho de la noch e a cua tro de la mañana .

Después de las anotaciones pr eliminares, el au tor aborda su

(1) Kurt Sprengel, obra citada , t. 1 p. 247.(2 ) ldem id. t. U, p. 117.(3¡ Libro l.

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vasto y complejo estudio; trata cada cosa de que habla en cuan

to a su naturaleza elemental¡ después indica, siempre muy sucintamente, su utilidad, sus peligros y el remedio contra es tos

peligros.Es el mismo sistema que encontrarnos emp leado por Jálaf

ben Abbas en num erosos pasajes de sus demás obras¡ observa

ción que confirma nuestra filiación del manuscrito. E n el trata

do de cirugía, cuya redaccion pertenece indiscutiblemente alpráctico cordobés, leernos (1) a propósito del cauterio: primero

aquello en que es útil (juvamentum) y después aque llo en quepuede dañar (nocurnentum). Una enfermedad llamada •soda • ,a la cual el autor del manuscrito de Lieja hace varias veces alu

sión explícita-pp. 18, 23, 31, 32, 46, 126-, es igualmente citada

en el tratado de cirugía (2). La medicina árabe designaba bajo

este nombre una cefalalgia gravitante sobre las sienes, y ta ncruel, que el paciente siente corno si se le hen diese la cabeza.

Yahia ben Serapion la describ e en su •Hanach• (3).El Albullasern de Baldac es, pues, sin género alguno de du

das, el Albucasis de las escuelas, o mejor aún, Abul Kasim Jála! ben Abbas el Zaharavi.

Los sujetos tratados sucesivamente en el manuscrito de Li e

ja, son aquellos de que se ocupa la dietética o higiene. Fué natural a los primeros médicos, escribe Mr. Littré (4) y entre otros

a Hipócrates, comprender y notar primeramente la grande y

universal infuencia de los agentes del mundo exterior: climas,estaciones, gé nero de vida, alimentación, cuyas influencias fueron señaladas a grandes rasgos. La antigua medicina, que de

signaba, muy impropiamente, las causas que obran sobre la salud <cosas no naturales >, las clasificaba en seis grupos: 1.0 elaire, 2.0 el vestido, 3.0 los alimentos y bebidas, 4.0 el movimiento

y el reposo, 5.0 el sueño y la vigi lia , y 6.0 las afecciones del alma.

Examinando todos estos sujetos, el autor se conforma al or

den adoptado por las escuelas de medicina, y estudia metódica

mente toda la materia de la higiene. Los alim entos, seguidos delas bebidas, no ocupan menos de 123 páginas. Vienen después

las diferentes acciones de l cuerpo y las percepciones del cerebro-126-142-, y por último las cosas exteriores, vestidos- 143-144-, aguas-145-150-, habitación-151-153-, vientos-154-

157-, es taciones-158-161-, y clim as 162-165- .Un a página, que sin duda está copiada fuera de su verdade

ro lugar, sobre el reverso de una hoja-71 -habla de1 aire epidémico a continuación del pan de mijo-70-. Creemos que de

be preceder a los vientos-155-159-, tanto más cuanto que elcopista la recuerda-156-.lgualmente, cuatro vegetales que

terminan el manuscrito-166-169-el trébol, el enebro, los han-

(1) Libro l.(2 ) Id . íd .(3) Ku rt Sprenge l, !1, p. 277.(4) Oeuvres completes. d'Hippocratc , t. 1, p. 573.

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gos y la canela, nos parecen om1s1ones que se deben volver acolocar cerca de los sujetos análogos. El trébol-166-cuyo ju

go se mezclaba a la miel para las úlceras de los ojos; el enebro-167-diurético que el autor llama estomáquico de aroma calmante para los dolores de pecho, deben colocarse entre las plantas utilizadas por sus hojas-15-29-, probablemente, el tréboldespués del marrubio-27-, el enebro después de la violeta-

23-pectoral emoliente. Los hongos-168-de los cuales dice elautor que los venenosos están emponzoñados por un terreno dehumedad pútrida cerca de cuevas habitadas por animales venenosos o árboles mortíferos, tienen su lugar marcado después delas t rufas-40- .

La canela-169-, alabada como purgante ligero, podría colocarse entre la salvía-30-, que cierra la lista de plantas utilizadas por sus hojas, y la mandrágora-31-, que abre la seriede las raíces medicinales.

Con estas ligeras r2stituciones se sigue fácilmen te el planmetódico del autor, que hace sucederse los grupos de sujetosanálogos y ha logrado disponer sistemáticamente las cosas tandiversas de que se ocupa la higiene (1) .

A continuación de los alimentos de los cuales anota sus principales cualidades, a modo de análisis médico, indicando su

utilidad, sus peligros y el remedio contra estos inconvenientes,el autor S<! sujeta casi el orden clásico que encontramos en la"Historia natural» de Plinio, y que se imponía tvdavb a la Die-tética del siglo xvn (2), donde se reproduce el mismo plan omitiendo solamente ciertos productos extranjeros.

P r i m ~ n m e n t e aparecen los frutos comestibles-2-18-, delpaís en q u ~ escribía el autor: higo, uva, melocotón, ciruela, pera,granada dulce, g r a n ; ~ d J agria, m ~ m b r i l l o , manzana dulce, manzana agria, albaricoque, zarzamora, níspero, ceraa ácida, cereza dulce, almendra dulce y almendra amarga, frambuesa.

Las plantas de jardín cultivadas por la utilidad de sus flores,sus hojas o sus raíces, vienen a continuación-19-35-: albahaca amarilla, albahaca de hojas grandes, mostaza, azucena,violeta, perejil, cilantro, ruda, lino, marrubio, agenjo, salvia.Nosotros colocamos en esta categoría el trébol-166-, el enebro-167-y la canela-169-.

Vienen a continuación: mandrágora, pastinaca, énula, malvavisco. Después siguen las legumbres de hutas comestibles-36-13- , calabaza, sandía, cohombro, melón, pepino y cidra, alcaparras; seguidos de las trufas, del anís y del hinojo.

Las raíces comestibles dan los rábanos, zanahorias y nabos-44-47- .

Después vienen las semillas de las leguminosas-46-52-:garbanzo, haba, habichuela, lenteja y ~ l t r a m u z .

(1) Lo mismo decimos de la ctriaca •, a la que nuestro auto" no parece ha·ber concedido atención, siendo el único preparado farmacéutico que apareceen el manuscrito. (N. del!.)

(2) Eeverovicius. /:Jeo mediciniE ¡•eterllm. Lug. Bolav. ex o'i E!S?vi.

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Después de l cocido de garbanzos, de habas y leche dulce-53-, el autor examina los cereales-54-61-, trigo, centeno,cebada, arroz, escaña, avena, mijo, panizo, y sus preparaciones

cu linarias-61-69 - , almidón, harina de trigo, pap ill a de cebada,pan de sémola, pan amasado, pan sin levadura, pan de mijo.Aq uí pasamos por cima el aire epidémico -71- , que creemos

es página copiada en este lugar por error. Lo mismo decimosde la triaca-72- .

Desp ués de los alimentos de origen vegetal, vienen los suministrados por los animales-73-81-: leche dulce, leche agria,crem a, manteca, queso fresco, queso añe jo (repetido por error

del copista en el 78-79), requesón, huevos de gallina, hu evos deavestruz; y luego las carnes-83-89-: de oveja, de cabra, de ter

nera, de vaca y de camello, carne de cerdo, de gacela, de jabalíy de liebre.Siguen las principo les preparaciones culinaria s - 91-97- :

galantina, embutido fresco , embutido salado, carne salada yseca, tripas, grasa, riñones, hígado.

Lu ego la vol atería y caza de pluma-99-109- : gallinas, palomos, tórtolas, grull as, fa isanes, perdices, pollos, codornices,

pavos re3 les , patos y gansos y patipollos.Examinando las bebidas-110-1 15- : el autor habla de l

agraz, del mosto, del vino añejo, del vino pálido y del vinagre.Los comestibles pescados en las aguas- 116-121 - : le dan el

pescad o fresco, los peces marinos, los peces salados, las lampreas, los cangrejos y las anguilas.

V1enen enseguida los edulcorantes-122-125-: azúcar, azúcar cande, camomila, miel, rosas.

Ocupándose después de los alimentos, del hombre mismo, elautor trata de las influencias morales-1 26 -129-: la danza, laalegria, el pudor, y la cólera. Después los inciden tes ele la vidafisica-130-142-: embriag uez , movimiento, reposo, vigilia , cópula, vómito, sueño, relatos de velada, ensueños, ejerci cio moderado , equitación, esgrima, caza.

Pasando a los agentes ex teriores, habla de aquellos qu e están más relacionados directamente: el vestido-143-144- , ropablanca , trajes de lana.

Ocup ándose de las aguas- 145-150 - , tr a ta del agua ele manantial, del agua de lluv ia, de la nieve y del hielo, del baño, del

agua tibi a, del agua de mar.A la habitación le llega su tur no-1 5 1-153- : casa de ca mpo,

casa de población, habitación malsana.Después de un examen de l aire epicl émico-71 - , desplazado

por error de l cop ista, pasa revista a los vientos -154-157-:viento del norte, viento de l oeste, viento del este; luego las esta

cion es-158-161 - : prim ave ra, otoño, verano, invierno; y por último los climas- 162-165- : región septentrional, r egión meridional, región oriental, reg ión occidental .

Des pués de este es tudio tan completo y bien ord enado , essuceden los cuatro artículos adicionales qu e creemos desplaza-

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dos-166-169-, que tratan del trébol , del enebro, de Jos hongosy de la canela, cuyas rúbricas se dan además incompletamente .Estos sujetos deben ser colocados entre sus similares, según e¡

método y plan sistemáticos del autor.El error del copista, que ha escrito AlbuiJasem por Abulca-

sem; la omisión de la página que trata de la almendra amarga,de la cual sólo se encuentra el título al pie de l artículo de la almendra dulce, en tanto que en páginas sucesivas se habla de dosvariedades análogas de granada-7 y 8- , de rnanzana -1 0 y11-, de cereza-14 y 15-; la repetición en la página 80 de l artículo «caseus vetus • ya tratado en la página 78; el desplaza·miento ev id ente de la página 71 (aire ep idémico ); la errataincompleta colocada al final del libro de cuatro artículos cuyolugar es otro evidentemente; numerosas fa ltas de caso y de géne-

ro; nos han inducido a creer que teníamos ante los ojos la pri ·mera versión latina del libro árabe de Jálaf <1bul Kasem. Cornoesta copia puede ser fechada, se deduce que no se habría tradu-cido esta obra hasta las proximidades del año 1415, fech a probable de las ilustraciones y de la paleografía. Es también aproximadamente la época en la cual los cristianos de España, entrelos cuales el latín era la lengua sabia, comenzaron a conocer ytraducir los libros científicos de los musulmanes (1).

La hipótesis de una primera copia de la versión latin a, ex-plicaría también las numerosas fa ltas de ortografía latina que seencuentran en las abreviaturas y que están corregidas por otraslecturas correctas de las mismas palabras rep etidas en otras páginas. Así las consonantes están accidentalmen te redo bladas; lalingual] sobre todo: salle-52, 65, 82-, salli- 12 , 98 - , sallati- 118-,mellones-35-, frangibille-62- , olleo- 35-39-, olleis- 89-, fasolli- 49 - , melancollie-51 - , soJlus-81-. En otrossitios el escriba duplica las labiales: fabba - 48-, sinappi-87-.Las débiles son reemplazadas por fuertes: cucurpita-34- . Aveces inserta una p entre dos consonan tes: sompnus- 30-,sompno-132-137-. La letra f sustituye a ph: rafanus- 41 - , fa-so lli- 49 - , philosofie - 130- . La h aspirada aparece eJTónea-

mente al comienzo de palabras cuya in icial es una voca l: hado·rífera-126-, hunctuoso-110-; así como también despu és dela e dura: ci rcha 60- , persicha-3-, panichum-61-, lactu-charium- 113-. En otras partes está suprimida erróneamente:edorum-36-, ortulanum-24-43-, ordeum-56- , ordi-72- ,inabitatione-128- . En tre las sibilantes se prodiga la z en lugarde la s: zu charo-9-66-, zuchari-35 - , dulzia-9-10- , inz ibidi- 35 - . Coloca la z incluso en lugar de g: sinzebre-86-.

Esta ortografía fantás tica revela un cop is ta de origen andaluz. El estudio de las ilustraciones del manuscrito nos ha lleva-do incluso a creer que el volumen conservado en Lieja ha sido

ejecutado en er país donde el autor compuso, en el siglo XI, eltexto original de lo obra cuya traducción tenernos en latín, co-piada hacia el año 1415 de la era cristiana .

(1) Casiri, 1, p. Jló.

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La vida en el siglo XI entre los musulmanes

de España

Detalles interesantes consignados en el tratado de higiene

redactados por jálaf nos suministran indicaciones sobre el género de vida corriente y costumbres de los musulmanes de Es

paiia en la época en que escribía el autor, o sea hacia la mitaddel siglo XI de la Era cristiana. Apesar del escaso número de

hechos, citados incidentalmente, sorprende el lujo que se desplegaba entonces en el califato de Córdoba. Nada más curioso

.que la lista de recursos empleados tanto en los festines suculen

tos como en la comida diaria.Como se iba a ver en to da la Europa civilizada, la caza era

el placer favorito de los hombres opulentos. Alcanzaban la liebre a la carrera- 39 - , atacaban y mataban al jabalí-142- .Una pintura de la Alhambra de Granada, es tudiada en la mag

nifica obra de Mr. de Laborde, Voyage en Espagne, ofrece aún

la representación de esta última caza. La ca za de pluma se cogíaoon la ay uda de l halcón-101-, ese inteligent e cooperador de

los caballeros árabes, tan altamente apreciado también por lo sseñores de la caballería cristiana.

La equitac ión se practicaba intensamente-1.40- : jálaf recomienda este ejercicio para provocar una transpiración saluda

ble; as i se protege, dice , contra la diabetes-23-.Los poetas musulmanes cantaron los placeres de la caza y

de la equ itación. El co rd obés josef ben Hat•um ar Ramad i, elmás ce lebrado de su ciudad, con temporáneo de jálaf, había redactado un poema sobre estos salutíferos ejercicios (2).

(1) Roux Ferrand, Histoire rles progrés r ! ~ la civilisation en Europe, Paris, 1847, l. Ill, nota 8, pág. 381.

(2) Casiri, 11, p. 148.

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No se limitaba a estos deportes elegantes la gimnástica higiénica de la época y del país. Se ejercitaba la esgrima-142-,a fin de fortificar el cu erpo. Las gentes de condición modesta serecreaban bailando al son de la música - 127- , y desc ansabade sus labores escuchan do los rel atos de velada-137- .

Las abluciones que prescribe el rito musulmán habían ex tendido el uso de los baños: baiios fríos de río, baño s de mar, baños de agua caliente, son preconizados por Jálaf. Es conocidoel esplendor de los establecimientos árabes de baños, su ceso resde las tradiciones arquitectónicas de las te1· mas romanas. Solamente a las personas a tacadas de enferm edades cutáneas, se ledeclara p erjudicial el baño. Se declaran útil es los baiios paratodo aquel que h abite una morada caliente, expu esta al viento

del sur-1 55 - , ín cl uso una casa orientada al norte ·-· 156- , aunque sea en toda estación¡ señalando la necesidad de precaversecubriéndose bien al salir del agua. Se hará uso del baño despuésde todos los ejercicios corporales antes de dedicarse al sueño- 1 42 - . Según la moda antigua, el baño era seguido siemp rede unciones- 143-. Durante los ba1ios de mar, se recom end abamovers e - 151 - , a fin de evitar el pru rito de la piel excitada po rla sal marina.

El vestido se componía de ropa blanca-143- , y de trajes delana, para los cuales el autor aconseja qu e sean prefe ri dos los

tejidos de Flmd es- 144 - .Los num erosos ar tícu los rela tivos a los alimentos, nos muestran la variedad de pla tos qu e figuraban en la mesa de los musulmanes de Córdoba en el siglo x1; sobrepasando en recursosy en aparato a l lujo que, durante los dos siglos siguientes, seostentó en los estados cris tianos y en los dí11s bri llantes de losgrandes señores .

Entre los cuadrúpedos cuya ca rne era ven dida po r los ca rniceros de Córdo ba , se encuentran: carn eros y ovejas, machos y

cabras, terneras , vacas , camellos, cerdos, ve JTacos castrados,gacelas y liebres.

Es curioso notar qu e el méd ico musulm án no eleva ningu naobjeción contra la alimentación po r carn es de cerdo, prohib idapor las prescripciones islamitas. Esta mención, acaso des tina dasolamente a su clien tela cristiana, tenía un precedente en el tra-.ta do de dieté ti ca de un judío español , Isaac ben So liman, mue rto en el año 990, quien, a pesa r de la ley de Moisés, dec lara qu etal carne es un alirnen to rn u y sano.

Nuestro autor dice, a demás, qu e es muy nutritiva, y qu e si enalgunas ocasiones fa liga el estómag o, basta sazonar!a con mostaza preparada-87- . Para la carne de verraco castrado, de

una digestión fá cil-88-, dice qu e se evita todo inconvenien teuniend o a dicho alimen to jugo de frutos.

Al despedazar el anima l, se reservaban para comidas y otrosusos las tr ipas, grasa , riñones e hígados, especialmente los deprocedencia porcina .

Entre las av es domésticas y la caza de u m ~ , s¿ comian ga-

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LÁMINA 8i CARNES D E CERDO

Na tura lez¿¡: ca lido \' húmeda en p r r grilrlo. Son mejores las j ó ~ e e s y jugosas. Indicación: Son muy nu.trilivtls, se a l t a n pronl?. lnconv mente:emp achan el estómago. Se cornge w efec to sazo 11adas con mo ta za Yasadas.

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L,\M INA 90 CARNC : S DE LIEBRE1 aturaleza: cálid a y seca en segundo grado. Las meJores sou

11as c a ~ tu-

radas por perros C<1zadores. I n d i ~ a c i ó n : en l?s supuractones e a ~ ~ e t

Inconveniente: producen insommos. Se cornge su efecto con espec1 es sul

les y ac tiv fls .

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llinas, pollos, palomos, torcaces, grullas, faisanes, perdices, codornices, pavos rea les, patos, gansos y ansarones; y tambiénpajaritos-71-.

Pescado fresco, escabechado, salado; langostas y cangrejos,lampreas yanguilas; variaban los comestibles de origen animal.

Además de las carnes y pescados, se utilizaban los huevosde gallina , aliña dos con jugo de limón , y los grandes huevos deavestru z domesticado, tal como hoy se ve en El Cabo y en Argelia. Se preparaban con sal, aromatizándolos con mejorana.

Los prod uctos lácteos entraban am pliam en te en la alimenta ción: crema- 75-, leche dulce- 73-, suero- 74 - . requesón-79- , que se mezclaba con miel, manteca- 76 - principalm ente de leche de ovej a, queso blando-77-para comer con nueces

y almendras, y queso duro-78-servido entre los diversos platos como aperitivo.

Las preparaciones culinarias están repr esentadas por galantin as, en tre las cuales eran preferidas las de pichones. Se preparaban también gachas de avena mondada-66- , o de cebada-67 - , sopas de garbanzos y lentejas cocidas con leche.

Los cereales suministraban pan de diferentes clases: pan deflor muy blanca-67-, pan amasado-68-, pan sin levadura-69- , pan de harina de mijo-70-tan extendido todavía enEgipto, donde se cultiva el •dural1», y que recientemente ha sidotan alabado por los higienistas alemanes.

Las huertas de l califato de Córdoba producían abundantecontingente de hortalizas. El cocinero recibía de ella las calabazas azucaradas -34- , las sandías -35- , los cohombros-36-,melones-37-, pepinos y cidras-38-, y además alcaparras,trufas, setas, anís, hinojo, lechugas-17-, escarolas-16-, verdolaga-18-y bledo- 51 - .

Entre las r a í c e ~ útiles, bastante numerosas, el autor cita lafamosa mandrágora-30-, motivo de la célebre comedia deMaquiavelo y objeto de tantas supersticiones a causa de su lejano parecido con la figura humana. El perfume de la mandrá

gora, dice Jálaf, calma el doloroso •soda • . Se em plea esta raízen cicatrizar las heridas de la piel. No se pueden comer estas legumbres más que con frutas, pues enerva los sentidos y obracomo un po tente narcótico.

La pastinaca-31-es un afrodisíaco, pero de penosa digestión, y que por ello hay que cocer largamente. La énula- 3 2 - ,es reconfortante, pero tiene el peligro de desecar el pecho y provocar la cefalalgia; hay que prevenir esta influencia funesta porla adición de coriandros confitados. El malvavisco-33 - , essiempre bienhechor para las vías respiratorias y preciso parala dentición.

A los pos tres apa recían higos, uvas, melocotones, ciruelas,peras, granadas de dos clases, membrillos, manzanas de dos variedades, albaricoques, moras, nísperos, cerezas ácidas y dulces, almendras, de dos clases, frambuesas.

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Los historiadores de la botánica (1), fijan hacia el año 1000la introducción en España de los árboles de hespéride ácida; losárabes los trajeron de Sicilia. Los frutos dulces de la misma fa-

milia vinieron más tarde, apesar de qu e el mito helénico de •eljardín de las Hespérides» y de los frutos dorados que en él maduraban, parece indicar que los navegadores de la antigua Grecia encontraron el naranjo en la península europea qu e bañan elMediterráneo y el Atlántico. El primer naranjo qu e se vió enFrancia h ab ía sido sembrado el año 1421 en Pamplona, cap italentonces del reino de Navarra. Ad emás de Jos frutos tratadosen artículos separados, nuestro autor menciona también las naranjas-125- , algar robas-26- , dátiles confitados- 8-, nueces-77-y avellanas-71-.

Las bebidas estudiadas por Khalaf eran también numerosasy variadas. Se bebía agua h elada-148-, qu e aconseja absorber moderadamen te, a fin de prevenir la tos qu e puede desarreglar la fun ción digestiva.

Aunque el autor que h emos r econocido es siem pre fiel observador de los precep tos del Corán, su to lerancia no se det ieneante la proscripció n de las bebid as ferm en tadas dictada porMahoma. Los vinos de Andalucía, qu e un escrúpulo relig iosohabía llevado al g ran ca lifa Al-háq uem a tratar de des truir,cuando , apes:Jr del pa recer d e los hig ienis tas de su tiem po, hizoextirpar los dos tercios de las hermo sas viñas de su ca lifato deOccidente, son recomendados por jálaf en dive rsas curacion es .Estudia el vino en detalle: hab la del mosto-111 - , del vino co-rriente-112-, del vino olo roso-1 13- , remed io contra la of-talmía, del v ino de color lim ón o paja-114-, del cual el mejores de u n b ello color dorad de perfum ado aroma. Recomiendaes te vino con tra los abusos de las frutas: melocotones -3 - ,manzan as ácidas- 10 - , cel'ezas dulces-15-, almendras- 16 -me lones az ucarados -37-.

Adem ás de su papel curativo, aconse ja el vino como necesar io c o m p : ~ e r o de los platos de galan tin a, de pichones-91 - ,

de tórtoJas - 110-, del pescado fr esco-116- , del pescado saJado-11 8-. El pan de mijo reclama tamb ién vino - 70- , y conel uso del pan áz imo hay ta mbién que beber vino añejo-69- .

Nuestro médico llega has ta preconizar la embr iaguez, sujetode uno de sus estudios-131- , qu e declara útil contra los dolores graves, tra tando de curarlas ens eguida por los reconfortan-tes cerebrales y en caso preciso por los vomitivos; si bien qu e,más severo que Celso (2), considera al vómito peligroso para lacabeza y el pecho, necesitando que se venden los ojo s- 136- .

Se bebía, pues, vino en el califato de Córdoba, en la época deJálaf; y además de productos de las viñas tan variados delpaís (3), se preparaba jugo de los otros fru tos, como se hace ennuestros días en la fría Inglaterra. jálaf nos habld de un vino

(l Alph. de Candolle, Ol'igines des plantes cultivées, París, 1883.(2 Lib. ll, cap . XIII.(3 Rojas. La vid, Madrid, 1879.

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de granada, bebida recomendable cuando se comen codornices-105- .

Del vino también se hacía el vinagre-115-, usado ya cornoremedio, ya como bebida di lu ido en agua y edulcorado con azú

car, con los alim entos grasientos-96-, los altramuces - 52- ,los pichones-116-, cuyo gusto insípido se realzaba con cilantro. Las alcaparras se aliñaban con vinagr e -59 - , y además dela condimentación se emp leaba para preparar los sinapismos- 20 - .

El aceite, que el autor precisa ll amándole aceite de olivas,aparece también muchas veces. El cultivo del olivo fué descritoen el siglo xn por el se vi lla no Ben el Aguan en su • Libro deagricultura•, del que ha sido reeditada en París en 1864 una tra

ducción de Ciernen! Millet. Gran número de autores árabes, delos cuales Casiri ha analizado sus obras sucintamente, se han

ocupado de es te árbol cuyo fruto es tan útil.Nuestro autor habla del aceite empleado en fr icción pa ra ce

m or los poros de la piel al salir del baño, al volver de la caza-1 43- , y desp ués de todo ejercicio, por ligero que sea-140- .

En los usos cul inarios lo aconseja abundantemente con los riñones grasos-97- , lo prescr ibe con sal como sazonamientodel hígado de jabalí, y dice que se emp lea con los ca ngrejos- 120- , el arroz con leche·-57-, las trufas -3 0- , las habi

chu elas-49-, los pepinos y las calabazas-38-.Las especias apa recen más ampliamente en el escrito deKhálaf que en las obras de la Edad Media de los pais es cristianos, incluso en el cé lebre •menagier de París >. La sal era indudableme nte abundante entre los cordobeses. Los cocineros preparab«n allí las trufas con sal, pimienta, aceite y miel- 60-. Sesalaban las habas, a las cuales el orégano aumentaba el sabor- 48-. Igualm ente la sal y el vinagre hacían los al!ramuces menos insíp idos. Los huevos, los hígados, se sazonaban de esamanera-82-93-. Se salaba la harina de trigo destinada a lapanificación-65- .

La pimienta se neces itaba para las carnes de vaca, y de camello-86-, y se emp leaba mucho en los pl atos de callos, aromatizados con hierbas odoriferas- 95- . Otras e s p ~ c i a s , talescomo el jengibre-86-, el anís-41-, los granos de adormiderablanca-46-, la canela-170- , servían en la cocina; como también la cebolla- 96- , la mostaza- 20- , y el alba haca (ocym unbasilícum), de la que jálaf cita en tre los sazonamienlos aromáti

cos, la alb ahaca alimonada- 18 - , originaria de Ceilán, y la albahaca de hojas grandes-19-, procede nte de Africa.

El azúca r, ind icado ta l vez por la palabra <sansuccum•- 12-,

y ciertamente por •zucharum> obje to de un es tu dio especia l--122-, no era el •taba sch ir>, tan citad o a menudo por los árabes, jugo que se extrae de los nu dos del bambú y que adquiereconsistencia poco a poco (1 ). Los árabes habían recibido de los

(!) jurieu de la Graviére. Le commerce de l'Orient. Revue de deux mondes (15 Nov iembre 1883), pág. 325.

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comerciantes de la costa de Gazerat la verdadera •miel de caña •llamada en la lengua del país •sachari>. Introdujeron la caña deazúcar en Berbería, en Grecia y en Sicilia (1). Blanco y claro,dice Jálaf, el azúcar se reduce a polvo, a fin de tomarlo en pul-garadas para activar la digestión de las Jegumbres-36- , de laharina, del queso-63-, de las gachas de cebada-66-. Se en-dulzaba con azúcar el agua avinagrada-115- .

El autor conocía el azúcar cande-123-, que dice debe serligero y bien transparente; alimento favorable a los pulmones.Habla también del azúcar rosado, que aconseja con las ciruelas- 4 - y las manzanas dulces-9-, del cual se hacían gargaris-mos para cuidar las encías y los dientes-72- .

La miel se usaba casi como el azúcar. Jálaf recomienda que

se coma con las granadas ácidas-7-, los pepinos y las calaba-zas -38 - , las trufas-30- . El abuso de la miel se combatía porlas naranjas-125- . Se preparaba también <mi el rosada• paracalmar el sistema nervioso- 9 - .

A las plantas cultivadas por sus perfumes aromáticos, tanamadas por los musulmanes, qu e reunían en sus jardines de Es-paña flores y hojas odoríferas, se unían las hierbas medicina-les, de las cuales Jálaf estudiaba sus propiedades salutíferas;l i r io-21-, violetas-22-, ruda, albahaca, ajenjo, salvia-29-,mandrágo ra, anís-41-, hinojo-42-, enebro-168-, camo-

mila-1 26- , rosa-126-, cuyo aceite esencial destilado (attat-ghul) fué conocido desde 946 en las fiestas imperiales de Bizan-cio (2) y fué de uso tan extendido entre los orientales. Los per-fumes abundaban en el mundo elegante de Córdoba.

Las preparaciones que han conservado de la lengua árabe elnombre de .jarabes" (xirab), aparecen con frecuencia en el tra-tado de hig iene de Jálaf. Un jarabe acidulado y las moras, com-Jaten, según é l -1 - , la distensión intestinal provocada por elabuso de los higos; el jarabe ác ido de limón calma al corazónexcitado por el abuso de l cilantro, del cual basta un dracmapara quita r la acidez de la sangre.

La resina que conserva también su nombre árabe de alcan-for, le era también conocida. La cita a propósito de los lirios- 2 1 - y de las rosas-126-, como calmante del soda, cefalalgiaaguda, en que los dolores lancinantes sobre las sienes pareceque van a hacer saltar el cráneo.

(1) Kurt Sprengel, obra citada, 11, p. 65.(2) ldem. íd., íd. 11, p. 231.

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La vida en Córdoba en el siglo XV

El texto de este manuscrito nos da a conocer detalles sobre

la vida de los habitantes de Córdoba en el siglo xv; las intere

santes viñetas que ilustran la traducción latina, nos muestran a

su vez los hábitos, diversiones, trajes de las diferentes clasessociales, al comienzo del siglo xv, tan glorioso para España ytan memorable para la historia de la civilización .

Todas estas viüetas ocupan la mayor parte de cada página.

La pintoresca imaginación del dibujante se afirma en ellas po

tente. Sin separarse del sujeto, muestra gran cantidad de esce

nas animadas y variadas. La acción transcurre bien a pleno

aire, ya en una plaza pública, ya en un jardín; en otras nos in

troduce en una casa, una hospedería, una tienda una choza ouna despensa . Se puede reconocer la observación de un país ac

cidentado, una ciudad que encierra ricos monumentos y alturascoronadas por una torre majestuosa.

Estas interesantes viñetas encierran un cuadro completo de

la vida de gen tes de las diversas clases sociales, en la patria deldibujante. en la fecha en que acabó su obra, o sea hacia el1 415.

El país está claramente indicado. Es la pintoresca región

de los alrededores de Córdoba, con sus torres señoriales coro

nando los montes, entre las cuales, una frecuente repetición,

muestra el castillo de Almodóvar, donde el rey don Pedro encerró sus tesoros.

La ciudad, ceñida de murallas con almenas árabes, que el di-bujante ha diseñado varias veces, es Córdoba, la antigua capi

tal del califato de Occidente, reconquistada a los infieles por elrey San Fernando.

Todos los personajes son cristianos: difícilmente aparece en

una plancha simbólica-164-, un hombre tocado con una espe

cie de turbante de alta punta cónica.

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Indicaremos en detalle sólo los primeros sujetos para probarel talento del dibujante:

1. La •recolección de higos >, es el tipo de la serie de suje-tos consagrados a los frutos y a las plantas. Los frutos, sujetode estudio, el árbol que los produce, algunos vegeta les que cre-cen al pie, están iluminados con colores, precisando con granexactitud el objeto principal de la imagen. Para animar el cua-dro, el dibujante ha figurado, a la línea, una escena animada,en la que se reconocen una mano franca y atrevida, sentimientoartístico y realista, y sobre todo un especial tino para agruparlos personajes, colocándolos en actitudes variadas y haciendoconverger el todo hacia el sujeto enunciado en la inscripcióndel pié de la página. En el árbol está subido un joven, cuyos pies

se apoyan sobre las ramas gruesas y que también se agarra conla mano izquierda. Tiende un cesto, lleno de abundante cose-cha, con ayuda de un bastón enganchado al asa de la cesta.Otro canasto vacío dibujado al pie del árbol tiene el bastón degarabato atado por su extremo al asa del cesto para colgarlofácilmente. Una mujer recibe la cosecha del joven hortelano.Vestida con un traje de larga falda y blusa muy descotada, cu-y as mangas, muy anchas, cortan por su inserción en lo anchode la saya, esta mujer lleva los cabellos cortos o arrollados enla cabeza. Otra mujer, arrodillada al otro lado de la higuera, y

más adelante, recibe también los higos que caen del árbol. Eltraje es semejante, aparte un collar de perlas al cuello, bastan-te airoso, dado el descote. Los cabellos se sujetan por una go-rrita ornamentada o están aprisionados en una redecilla . Detrásde la mujer arrodillada, una joven de amplio y seguido traje,unido tanto a la blusa como a la saya, trata de coger un higoayudándose con una trompetilla colocada al extremo de un bas-tón que levanta entre sus manos. Bajo un hilo ensartado de per-las, que forma una especie de corona, los cabellos de la jovencaen en larga trenza sobre su espalda.

2. La recolección de la uva agrupa una animada escena devendimia. Dos mujeres y dos hortelanos jóvenes son los acto-res. Una mujer está sentada y la otra arrodillada junto a unacesta cilíndrica, y ambas parece que desgranan los racimos. Lostrajes son los mismos que en la tabla precedente. La mujer co-locada en primer plan lleva largo traje de falda lisa y blusa des-cotada cuyo talle y mangas están adornados. Las trenzas enro-lladas sobre la frente parecen sujetas con una cinta, y tal vezuna redeci11a recoge los cabellos. Igual es la otra dama, vestidacon un traje seguido de mangas bastante amplias y talle cortQ.

muy descotado. Una fila de perlas formando diadema encuadrasu rostro. De los dos muchachos, el uno, con ancha blusa for-mando numerosos pliegues que recoje un cinturón esh·echo,está co ronado de pámpanos y lleva un manojo de hermosos ra-cimos. El otro está vestido también con blusa, que parece serde tela ligera, abullonada en la cintura y con numerosos plie-gues en la falda . . >,mbos llevan estrechas calzas.

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3. Un señor, sentado en un escabel, elige en la cesta de me-locotones que le presenta una mujer arrodillada al pie del árbol.Ambos tienen en la cabeza un hilo de perlas recogiendo la ca-bellera, cuyos bucles pasan en corona por fuera de este adorno.El seíior tiene fina barba puntiaguda. Sobre el justillo de am-plias mangas, de tela ado rn ada, muy abombado sobre el pechoy corta chupa ribeteada por bajo y recogida en la cintura porestrecho cinturón, se desprende un capuchón en muceta colgan-do sobre la espalda y cuyo corto vuelo rodea el cuello. Las es-trechas calzas se terminan en botas puntiagudas. La mujer tie-ne el traje continuo y largo, la blusa de mangas anchas y muydescotada, como ya la hemos descrito y la encontraremos enmuch as viñetas de nuestro manuscrito.

4. Al pié de otro árbol, una cesta con pié, grande y alta,contiene la cosecha de ciruelas. Dos jóvenes ofrecen la fruta co··gida en una cesta más pequeíia a una dama que les agradece elobsequio. Las dos jóvenes, tanto la que ofrece la cesta, cuantola qu e con los brazos cruzados la acom paña, van vestidas contrajes muy largos, continuos, muy descotados, sin cintura. Susrizados cabellos caen en masa por la espalda, pareciendo ata-dos antes de extenderse en sus extremos . Las mangas son an-chas pero no mucho. No tienen adorno en la cabeza, apar te losbandós; sólo una tiene hilo de perlas. La dama lleva falda larga

y lisa, bajo la cual aparecen largas botas puntiagudas. La blusacorta, de mangas cómodas es muy descotada y la tela es ador-nada. Sobre la espalda un capuchón colgante de bordes franjea-dos y largo pico igualmente franjeado qu e llega hasta tierra. Enla mano izquierda tien e un pañ uelo qne parece franj eado.

3. Tres personajes integran esta representación de un <pe-ra]. cargado de fruto. La dama de la viñeta precedente tieneahora un collar, además, del paíiuelo. El trazo simple del dibujono permite reconocer la clase de aquella joya. Es estrecho, sim-ple filete o cinta, y lleva una pequeíia medalla, tal vez una perla

atravesada por un fino anillo. La joven está peinada aquí comola dama, cabellos recogidos en bandos sobre las sienes; estit su-bid a al árbol y distribuye los frutos. Al lado del peral, opuestoa la dama, un joven seíior que lleva la fina barba puntiaguda,sin bigote, como en la lámina 3. Los ca bellos están rizados al-rededor de la cabeza. Se le podr ía suponer una especie de coro-na o diadema con joya sobre la frente. El justillo, cuyo faldellínsólo cu bre las caderas, es amplio por cima de la cintura. Lasman gas , muy anchas, están vueltas, indicando forro, o por lomenos una tela diferente y adornada. El pecho abombado, elfaldellín rib

eteado en

franjas redondeadas. El cuello es recto,alto y apretado. Un collar sostiene un medallón. Sobre las ca-deras y cerca del borde del jubón , un cinturón de colgantes ode cascabeles, y en medio colocada un a daga sobre la cu ctl elseíior posa la mano izquierda. El puño de la daga tiene un bostón alargado, la gua rda es redonda o de cortos salientes. Lasbotas altas, muy encolantes, terminan en el pie en larga punta.

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Las páginas del manuscr ito, consagradas a los incidentes dela vida, no se detienen ante ningún sujeto. Sólo mencionaremos• la cólera»- 100 - , representada por una disputa entre dos mu-

jeres, una con el pelo suelto se descubre el pecho, y en tanto laotra está sujeta por un adolescente.

Las páginas en que se estudian las plantas habían ya inspirado ap asionadas composiciones de diversos géneros . Apropósito del «ajenjo»- 28- , un joven señor, con la manga bordadade elegante divisa enguirnaldada, lleva, junto a la planta odor i-fera, una compañía amorosa ; en tanto que tras una puerta delcastillo, una rival espía, con los ojos entristecidos por la amargura . Las «aves>- 99- , hacen aparecer un monj e rollizo palpando la gorda gallina que acaba de comprar al po rtador de un

amplio serón que contiene la mercancía viva .El artículo •zuritas »-1 01 - , proporciona al dibuj ante delsiglo xv el motivo de una percha completamente semejante alas que todavía se usan hoy para cojer los pájaros. Las perdicesse r ecogían en fila colgando por los picos después de ya muert a s -104- . Se cazaba con halcón la codo rn iz, la liebre a la ca-rrera, el jabalí con perros.

En la página titulada •agua salada>, una carabela boga so-

bre las olas llevando en el pendón de popa el pabe ll ón de la orden de Cristo, ilustrado gloriosamente, en la época en qu e tra-bajaba este dibujante, por los descubrimientos marítimos qu epatrocinaba el Infante portugués Enr ique el Na vegador.

Personajes de todas las clases y eda des ani man las esce nas.A propósito de las plantas de huerta, un a reina, con la co ronaen la cabeza, recibe la ofrenda de in dividuos arrodillados-49- .El r eposo-133- mu es tra un señor anciano al cual dos muchachos abanican la frente.

Para caracterizar la • es caña •- 5 8, - un soldado pie a tie rray llevando el morral a la espalda, con duc e su caba llería a lacuadra de la posada, anunciada por un a mu estra adornada conun ciervo corredor.

Un joven señor y una rica damise la, sentados junto a un aelegante fuente, respiran el aroma de las ho jas odoríferas de lacalle-25-, casi lo mismo que en cier ta decoración pintada sobre un techo de la Alhambra de Granada.

La • danza al son de la música •-127-presenta un ruedo detres mujeres y un niño bailando a compás de dos tocadores dedulzaina pastoril.

Las escenas de interior son num erosas: relatos de veladama ravillando a Jos n iños - 138- ¡ hiladora con rueca calentándose. en invierno-162- ; bodega con toneles que cuida el vina

tero-161-; pelea de gallos en el corral - 106 - ; recolección dela miel alejando las abejas de las co lmena s por el ru ido de unrecipiente metálico golpeado- 125 - ; taberna don de se emborrachan tres hombres servidos por el patrón-131 - ;caballero ap resurándose por llegar a la ci udad , bajo la lluvia- 147-.

Todas estas viñetas parecen dibujadas seg ún modelos natu-

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PICHONES

Na tu rale7.a: Gilida y ~ e c a en segun do grado. Son preferibles cu andobusca n ya el alimento por si solos Ap licación: en las paráHsis prod11 cidaspor ~ n f r i a i e n o . Con tra indicació n: exci tan el ce rebro y causan insomnios.Se co rrige su acción con vinaQ rc y cilant ro.

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raJes, o con recuerdos bien precisos. De ahí las numerosas re

peticiones de los mismos personajes. A veces la identidad es

perfecta. En el artículo •rep oso• un hombre anciano, vestido con

una especie de hopalanda y un gorro, duerme en un sillón, entanto que a respetuosa distancia dos pa jes velan su sueño, que

uno de ellos proteje con ayuda de un largo espantamoscas-137-. En el artículo •ligero ejercicio•-140-e l mismo señor se

pasea, apoyado en un bastón, seguido de sus dos pa jes, vestidos todos como en la anterior viñeta. •La lluvia • - 247- presen

ta un viejo soldado apresurándose por ganar la población; en elartículo «escaña>-58-se le encuentra en la posada , y por último, en <avena»- 59-, ha dejado su caballo en el pesebre y salecon gorro después de haberse quitado el capacete.

Estos detalles y otros muchos que podríamos citar, demuestran una atenta observación que garantiza la exactitud de las

imágenes y permite deducir que las ilustraciones del man uscrito han sido estudiadas escrupulosamente en la vida real.

El realismo del artis ta iguala en atrevimiento a las descrip

ciones de cierta escuela literaria de nuestros días - 135-. Apesar de la influencia de las ideas de los tiempos, el dibujante ha

tomado poco del sim bolismo que el renacimiento italiano iba acondensar en una ve rd adera ciencia. No ha idealizado más que

la •primavera•-159- , el verano- 160-, figurados por mujeres

surgiendo en tre las llo res de la estación; y al lado de personajes, los «vientos •-156-158-, después las r egiones - 163-166- ,caracterizadas por una imagen del globo terrestre semejante ala qu e se ve en una edición del tratado de la es fe ra de Holywood (1).

Con ayuda de estas viñetas es fac il entrever la patria del dibujante, co n sus detalles más íntim os , hacia el año 1415. Se ha

bían conservado en Córdoba, reconquistada por los cristianos,los camellos, las gacelas, los aves truces de los parques árabes.

La ilustración, unida al estudio sobre los enormes huevos deestas aves, prueba que el dibujante conocía bastante bien alanimal que suministra las plum as que gozan de tanta estima, ylas cáscaras con que los musulmanes adornan sus mezquitas.

Las actitudes de estas grandes aves están trazadas co n una habilidad que demuestra una observación sagaz y personal.

El lujo que se ostenta en gran número de tra jes, prueba laopulencia y la prosperidad de Córdoba en d siglo xv. Las telas

adamadas llevadas por los ricos personajes, denotan aqu e llassederías cuyo gusto e industria in trodujeron los moros en España (2), los •sigla tones• bordados que se exportaban a diversos paises y los ricos cpailes • tejidos en Almería (3). El borda

do sobre la manga de un gentilhombre, de una divisa en cinta,adornada con guirnaldas, recuerda la moda galante de las co---

(ll Sacrobosco . De sphera, Parls, 1515, fol. Xi, recto.(2 Riaño. The industrial arts in Spain. Londres, 1879, p. 250.(3 Viollet-le-Duc, Dictionaire du mobilier, ltl, pá¡¡s . 363-364.

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marcas del Mediodia de Europa, en las que se trabajaban asíhilos de oro entremezclados con perlas y pedrerías en honor deJlguna dama.

El elegante corte de la vestimenta masculina llamada justillo,bombeada sobre el pecho y apretado en la cintura, de jubóncorto en pliegues regulares, desapareció en 1430. El sombrerodrremangado español, reproducido por Bonnard et Mercuri, quese ve varias veces en nuestro manuscrito, confirma nuestra opi-nión sobre la n acionalidad del dibujante, indicada por otros;nuchos detalles, de los que hemos relacionado los más proba-torios .

Las joyas dibujadas son numerosas. En la cabeza de las da-mas, una ligera corona de finos círculos de oro con pedrerías y

perlas, y elegantes collares al cuello. Los hombres rodean «laatrevida cadera> con cinturones de orfebrería; suspenden en elborde del justillo, colgantes de oro. Las gruesas c a d ~ n a s quellevan sobre los hombros, son también moda española que sólodata del año 1400. Una daga pasada en una escarcela; otra pe-queña daga colgada al cuello de una cadenita¡ el equipo de uncaminante tocado con ancho capacete y protegido el pecho conjustillo de cuero entrelazado; el cuerno de caza colgado de la"guiche • cruzada sobre el muslo derecho¡ como también todaslas demás particularidades del traje: botas puntiagudas, largascolas de los capuc hones que bajan hasta el borde del traje;mangas abullonadas sobre los hombros, y otros detalles ya citados, además del • roquete» y de las alpargatas de los campesi-nos, alumbrándose con vela de sebo, la gaita de pellejo de ca-bra o de oveja de los tocadores de dulzaina, datan e indican elorigen del dibujante.

Estos preciosos jalones arqueo lóg icos, unidos a las notasanteriormente señaladas, alejan la idea de una versión transcritaen Salerno, en Bolonia, en París o en Montpellier, aunque en es-tas escuelas se sirviesen de los escritos de jálaf abul Kasem, ydemuestran que el manuscrito llegado a Lieja, tal vez a conse-

cuencia de la invasión napoleónica en España, ha sido escritoe ilustrado en Córdoba, patria del autor, tres siglos después desu muerte.

FIN DE <LA HIGIE:-IE DE ALBUCASIS•

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