La Ciudad Que Nos Inventa - Héctor de Mauleón

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pdfcrowd.com open in browser PRO version Are you a developer? Try out the HTML to PDF API INICIO NÚMERO ACTUAL ARCHIVO BLOGS CULTURA LIBROS SUSCRIPCIONES CAL Y ARENA La ciudad que nos inventa 1 ABRIL, 2015 Héctor de Mauleón A una ciudad se le conquista descifrándola. En La ciudad que nos inventa (Cal y arena), el nuevo nexos hoy VIERNES, 3 DE ABRIL DE

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La ciudad que nos inventa - Héctor de Mauleón

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    INICIO NMERO ACTUAL ARCHIVO BLOGS CULTURA LIBROS SUSCRIPCIONES CAL Y ARENA

    La ciudad que nos inventa1 ABRIL, 2015 Hctor de Maulen

    A una ciudad se le conquista descifrndola. En La

    ciudad que nos inventa (Cal y arena), el nuevo

    nexos hoyVIERNES, 3 DE ABRIL DE

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    ciudad que nos inventa (Cal y arena), el nuevo

    libro de crnicas de Hctor de Maulen, palpitan

    las historias que esta urbe ha ocultado en sus

    muros, edificios y calles. Las diez piezas que

    acompaan estas pginas conforman un relato

    entraable, tocado por la melancola y el misterio

    del pasado.

    1519. El fantasma del CorreoLa primera carta que se escribi en Mxico

    comenzaba de este modo: Muy altos y muy

    poderosos, Excelentsimos Prncipes, Muy

    Catlicos y Muy Grandes Reyes y Seores. El

    autor era Hernn Corts. Fue firmada una tarde,

    tal vez una noche de 1519, y despachada a

    caballo a la Villa Rica de la Veracruz para que una

    flota la condujera al otro lado del mar.

    2015

    LA SEMANA SANTA

    La pasinreligiosaJean Meyer

    Nuevocatecismo paraindios remisosCarlos Monsivis

    Anniedesapareci enSemana Santa

    Sabina Berman

    guila, nopal ycruz

    Solange Alberro

    EDICIN IMPRESA

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    Ese documento inaugur entre nosotros, con el

    gnero epistolar, una edad en la que el pas iba a

    vincularse emocionalmente con el mundo a travs

    de cartas. Cartas que pedan amor, cartas que

    pedan ayuda, cartas que pedan dinero. La gente

    dejaba en ellas un poco de su vida, un poco de su

    alma.

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    El Archivo General de Indias resguarda la

    correspondencia que los primeros pobladores de

    la Nueva Espaa enviaron a sus familiares, all en

    la pennsula. La vida corre a torrentes en aquellas

    hojas de papel adelgazadas por el tiempo, y en

    las que un ejrcito de seres sin rostro contina

    narrando sus cuitas, sus problemas, las hazaas

    de la vida diaria:

    Actualidad delpasado

    LaexperienciareligiosaJean Meyer

    Lo ms ledo

    Mi querellacon Paz

    Las razonesde latmbola

    AMLO yChigurh

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    Veinte y tantos aos que ha que estoy en esta

    tierra y no he visto carta alguna de v.m. ni

    menos he sabido de v.m., que estoy con

    pena. Yo, bendito Nuestro Seor, quedo con

    mucha salud y viuda con un hijo. De mi

    marido quedaron ocho a diez mil pesos en

    posesiones y haciendas, las cules no me he

    atrevido a deshacer hasta saber primero de

    vuestras mercedes [Carta de Irene Sols a

    su hermana ngela, 1574.]

    Qu poder tendran esas misivas que la ciudad

    entera sola aguardarlas con el corazn

    temblando. Las crnicas, los diarios de sucesos

    notables de la poca, registran invariablemente el

    momento en que los vecinos asistan a la Plaza

    Mayor a presenciar la llegada de los cajones de

    La ciudadque nosinventa

    La identidadde gneronos viene dela naturaleza

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    cartas, unos fornidos e imponentes bales de

    madera, sellados con chapas de hierro, que

    contenan noticias de temblores, de tifones, de

    incendios; relaciones de flotas que se perdan en

    el mar; expresiones de afecto, de resentimiento,

    de vicisitudes:

    En lo que me dices de mis hermanos y

    parientes, son unos perros que me han

    comido cuanto han podido y aunque Dios me

    diera caudal, primero se lo dejara al ms

    extrao que a ninguno de mis parientes.

    [Carta de Marcos Ortiz a su padre, 1589.]

    Me detengo, quinientos aos ms tarde, ante la

    escalinata del Edificio de Correos de la ciudad de

    Mxico, el opulento palacio de estilo eclctico que

    el general Porfirio Daz inaugur en 1907 y el

    Nuestrosblogs

    Crisis institucional y

    Gobierno Abierto

    Blog de la redaccin

    Las noticias jurdicas

    ms relevantes en el

    mundo. Primer

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    el general Porfirio Daz inaugur en 1907 y el

    arquitecto Adamo Boari ba con vitrales y

    bronces y mrmoles florentinos. Enorme,

    grandioso, excepcional, el palacio expresa la

    importancia que tuvieron las cartas en un mundo

    en donde el telfono era an privilegio de los

    ricos.

    Todo eso termin. Ahora, el palacio recuerda un

    cementerio abandonado, un museo al que no

    asiste la gente. Hay algunos empleados, pero no

    encuentro carteros, ni cartas, ni pblico. Quin

    gastara su tiempo escribiendo misivas que

    tardarn un mes en llegar o acaso no llegarn

    nunca? El nobilsimo arte al que Erasmo dedic el

    ms ledo de sus tratados, finalmente fue

    asesinado por el .com.

    Reporte 2015

    El juego de la

    Suprema Corte

    Los franeleros

    La brjula

    Cmo le va al

    mercado del arte en

    estos tiempos?

    La rotativa

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    En 1580, medio siglo despus de que Hernn

    Corts escribiera la primera de sus Cartas de

    relacin, el grueso flujo de correspondencia entre

    el viejo continente y la capital de la Nueva Espaa

    origin la creacin de un incipiente sistema postal

    compuesto por jinetes, cabalgaduras y peones

    encargados de tareas diversas. Ese ao, un

    hombre del que no queda siquiera un retrato,

    Martn de Olivares, fue nombrado Correo Mayor

    de la Nueva Espaa. Sus oficinas, situadas en

    una casa cercana al palacio virreinal, se volvieron

    un referente que termin por dar nombre a cierta

    importante arteria de la capital: Correo Mayor.

    Olivares reciba cada tantos meses los cajones de

    cartas y clavaba en lugar visible una lista con los

    nombres de los vecinos a los que haba llegado

    correspondencia. No es difcil imaginar a los

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    interesados, atravesando a grandes zancadas las

    calles de tierra de aquella ciudad misteriosa para

    romper los sellos de la carta y recibir las nuevas

    que se haban esperado temblando.

    Tuvieron que pasar otros cincuenta aos 1628

    para que se formara al fin un servicio de

    carteros que entregara la correspondencia a

    domicilio. Tampoco en este caso hay que hacer un

    gran esfuerzo para ver pasar a los carteros, judos

    errantes de la urbe, con un pesado saco al

    hombro, buscando destinatarios en calles que

    an carecan de nombre, y en casas adonde la

    numeracin iba a tardar ms de otro siglo en

    llegar.

    En 1522 Erasmo de Rotterdam public su clebre

    manual de epistolografa, De conscribendis

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    epistolis, con ejemplos que ayudaban a escribir

    una carta con virtuosismo. Aunque Hernn Corts

    haba escrito varias cartas perfectas antes de que

    la obra de Erasmo fuera publicada, para la gente

    comn la escritura de una carta no resultaba algo

    sencillo. ngel de Campo el imprescindible

    Micrs relat en una crnica que en el siglo XIX

    este trabajo poda llevar un da entero:

    La dama, pola en ristre, usaba falsa,

    goma, cuchillo, rascbase la coronilla,

    probaba los puntos, mojbalos en saliva,

    dibujaba una letra, se le iba el santo al cielo,

    derramaba el tintero, se manchaba el vestido,

    regaaba a la criada, tomaba dos vasos de

    agua para calmarse, preguntaba de uno a

    otro balcn a su prima la profesora si anhelo

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    llevaba una, dos, o cuntas haches; aclarada

    la duda volva al suplicio, y le faltaba el

    papel

    Y sin embargo, todo mundo las escriba. El

    mundo se comunicaba en cartas. Un caudal de la

    literatura se hizo con relatos, cuentos y novelas

    que comenzaban con la llegada o el hallazgo de

    una carta.

    En las primeras dcadas del siglo XX, Salvador

    Novo anunci que el telfono militaba

    victoriosamente contra el gnero epistolar,

    sostuvo que la Larga Distancia atentaba contra la

    duradera belleza testimonial que posea una

    carta. El Con quin hablo? remplazaba al

    Estimado seor.

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    Novo muri en el ao 74. En una poca en la que

    el iPhone milita victoriosamente, los armatostes

    telefnicos que a l le preocuparon son piezas de

    museo, el Edificio de Correos est completamente

    vaco, y de todo aquello slo quedan recuerdos.

    Asciendo como un fantasma por la escalinata

    solitaria del palacio postal. No veo a nadie ms.

    Aqu no hay nadie ms.

    Soy el fantasma del Correo.

    1604. Escaleras que llevan a ningunaparteEn el patio trasero de un viejo palacio colonial, la

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    Casa Talavera del barrio de La Merced, hay una

    escalera trunca. Sus peldaos descienden, se

    hunden en la tierra, se pierden en la nada. Es una

    escalera que va a ninguna parte.

    En Estados Unidos y Europa es frecuente hallar

    escalinatas de este tipo. Todas tienen una historia

    de fantasmas: fueron hechas para que los

    espritus se confundan y se pierdan. Las

    escaleras de la Casa Winchester, en San Jos,

    California, son las ms clebres del mundo. Las

    hizo construir la viuda del inventor del rifle de

    repeticin que facilit la conquista del Oeste y el

    exterminio de los pueblos indios, Oliver

    Winchester. La viuda crea que su casa estaba

    tomada por los espritus, especialmente los de la

    gente que la carabina Winchester haba matado,

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    as la pobl de escaleras sin destino.

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    La Casa Talavera fue construida a principios del

    siglo XVII. La tradicin afirma que perteneci al

    rico marqus de Aguayo. Como toda casa antigua

    que se respete, posee una interesante dotacin

    de historias de fantasmas.

    Las escaleras del patio trasero son ellas mismas

    el fantasma de otra cosa, el espectro de una

    ciudad que se fue.

    Resulta difcil imaginar que el desierto de asfalto

    que hoy llamamos Centro Histrico estuvo alguna

    vez surcado por siete acequias o canales que

    corran en todas direcciones, caracoleando a orilla

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    de las casas. El autor de Grandeza mexicana,

    Bernardo de Balbuena, escribi en 1604 que esos

    canales formaban calles de agua que cual

    sierpes cristalinas/ dan vueltas y revueltas

    deleitosas.

    Durante aquellos siglos lejanos, misteriosamente

    remotos, las casas de la ciudad, contrariando

    quiz la sentencia de Pedro Caldern de la Barca,

    tuvieron siempre dos puertas. Una daba a la calle

    de tierra, por la que corran carruajes y

    cabalgaduras; la otra, que era siempre la trasera,

    daba a la calle de agua y funcionaba como

    desembarcadero. All guardaban los propietarios

    sus canoas, por ah (a la puerta trasera le

    llamaban puerta falsa) entraba a los domicilios el

    aprovisionamiento de comestibles adquiridos en

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    el pequeo puerto interior que se ubicaba en la

    calle de Roldn (frutas, legumbres, etctera).

    No es sorprendente enterarse de que la acequia

    principal pasaba frente al Palacio del

    Ayuntamiento, a un costado del Zcalo, y

    continuaba por nuestra actual 16 de Septiembre

    hasta perderse en las inmediaciones de San Juan

    de Letrn?

    Cmo sera esa ciudad? Para el poeta Balbuena

    era un vergel. Para el resto de los mortales (las

    mujeres deban salir a la calle cubrindose la

    nariz con un pauelo impregnado de benju) la

    capital era sucia y nauseabunda, como lo fue

    Venecia: en los canales flotaban desperdicios,

    inmundicias y animales muertos. Una ordenanza

    de 1677 obligaba a los vecinos a no echar basura

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    ni cosa muerta en las acequias e impona penas

    de treinta azotes al negro o negra, indio o india

    que la echare.

    Entre 1753 y 1781 se determin eliminar lo que se

    haba convertido en una fuente perenne de malos

    olores y epidemias. Los canales fueron aterrados.

    Los puentes que servan para cruzarlos perdieron

    su razn de ser y pronto se les demoli. Durante

    muchos aos, sin embargo, dejaron su huella en

    el nombre de las calles: Puente Quebrado,

    Puente de la Lea, Puente del Cuervo.

    La ciudad lacustre entr de ese modo en una

    agona que se prolong hasta 1921, ao en que el

    ltimo vergel, el canal de la Viga, fue asfaltado.

    En la Casa Talavera (se le llama de ese modo por

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    un taller de cermica de talavera que funcion en

    sus habitaciones en algn momento del siglo

    XVIII), las escaleras que llevan a ninguna parte, y

    que alguna vez bajaron lamidas por las aguas

    hasta el extinto desembarcadero familiar, son el

    nico vestigio que hoy existe en el Centro

    Histrico de aquella ciudad inverosmil.

    Llevan a ninguna parte, es cierto. Pero a

    diferencia de otras escaleras, cuando uno cierra

    los ojos, las de la Casa Talavera le hacen

    atravesar el tiempo, caminar los siglos. Ms que

    escaleras son una puerta de entrada, ah

    comienza la ciudad invisible de la que hablan los

    libros: la ciudad de las acequias, de los canales.

    La ciudad de las puertas falsas.

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    1778. Nostalgia de BucareliEn uno de los muros de la cantina La Reforma

    pende uno de los pocos retratos que quedan de lo

    que algn da un da de mediados del siglo XX

    fue la avenida Bucareli. El imponente edificio

    del peridico Exclsior, diseado por Silvio Contri

    en 1923, imprime a la calle un aspecto

    neoyorquino que desmienten los puestos de

    tortas, los atestados camiones urbanos, las nubes

    de papeleros que aguardan, a las puertas de la

    rotativa, los ejemplares del da.

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    La imagen cautiva. Hay tiendas que venden de

    todo, y esbeltos postes de luz, y hombres que se

    cubren del sol con elegantes sombreros de fieltro.

    Ser horrible salir de La Reforma y encontrar una

    calle a la que el regente Hank Gonzlez y el

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    terremoto del 85 convirtieron en la triste avenida

    de nuestros tiempos. Un eje vial chimuelo,

    sembrado de terrenos baldos y paredes

    grafiteadas, en el que brotan a cada paso edificios

    cuarteados, abandonados, en ruinas. El polo

    contrario del paseo ilustrado que a fines del siglo

    XVIII el virrey Antonio Mara de Bucareli y Ursa

    otorg a la ciudad de Mxico.

    La Ilustracin introdujo en las ciudades un

    discurso paisajista que desconoca la ciudad vieja,

    con su casero estrecho y apiado. En ese

    discurso, los paseos cumplan una funcin

    central: entregaban por primera vez avenidas

    anchas y regulares, importantes para la salud

    pblica, que ejercan la funcin, ya no de

    transportar a la gente de un sitio a otro, ya no de

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    ser el escenario recurrente de las tradicionales

    fiestas y funciones religiosas, sino de convertirse

    en marco de una nueva sociabilidad urbana: la de

    deambular sin rumbo, sin otro fin que el de ver y

    ser visto.

    Bucareli mand hacer aquel paseo en los

    confines de la ciudad, en una zona pantanosa que

    los primeros colonos espaoles le haban ganado

    al lago. En 1778 se le bautiz como Paseo Nuevo

    (ya exista La Alameda, un paseo del siglo XVI

    que, aunque no estaba en una avenida, haba

    prefigurado las delicias de la ciudad peripattica).

    El pblico, sin embargo, le impuso el nombre de

    su creador, el cual persiste hasta la fecha.

    En una crnica maestra (Los paseos de la ciudad

    de Mxico), Salvador Novo relata e imagina con

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    envidia las ocasiones de contento que esa nueva

    calzada, arbolada con ms de mil fresnos, debi

    procurar a nuestros ancestros. El Paseo de

    Bucareli posea tres carriles uno para coches,

    otro para jinetes, el ltimo para caminantes y se

    hallaba adornado con tres hermosas fuentes, una

    de las cuales, obra de Manuel Tols, sobrevive

    abandonada en una plazuela de nuestra

    actualidad: la misteriosa plazuela de Loreto (en

    Rodrguez Puebla y Justo Sierra).

    La belleza de aquella avenida impela a la

    apoteosis: la eligi el Ejrcito Trigarante para

    entrar a la ciudad, la maana de 1821 en la que la

    Independencia qued consumada. Jurez lleg

    triunfante por ese mismo paseo medio siglo

    despus. Bucareli es la obsesin de los cronistas

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    del XIX: todos pasan por ah alguna vez;

    Guillermo Prieto lo lleva a sus artculos con

    frecuencia (como en el caso de Lpez Velarde y la

    calle de Madero, no hay una sola de las

    veinticuatro horas del da en que esta avenida no

    conozca su pisada).

    No puedo explicar las razones por las que

    Bucareli fue pasando de moda. Cuando el

    presidente Lerdo de Tejada inaugur el Paseo de

    la Reforma (1872), esta calzada permaneca

    cerrada la mayor parte del tiempo. Nadie

    caminaba ya bajo la sombra de sus fresnos.

    Aunque el nuevo Paseo de la Reforma chocaba a

    los paseantes porque el sol los hera de frente al

    caer la tarde, un gusto inexplicable impuso el

    triunfo del paseo liberal, y el olvido repentino del

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    viejo paseo ilustrado.

    Los terrenos que colindaban con Bucareli fueron

    fraccionados. La colonia francesa sent ah sus

    reales (desde entonces llamamos colonia no a

    un conglomerado social, sino a un territorio

    urbano) y desde entonces se suscit la explosin

    arquitectnica, la irrupcin de nuevas calles que

    hicieron exclamar al cronista Novo: En la ciudad

    ya no se pasea, el automvil ha invadido los

    espacios en los que la gente senta los latidos de

    su ciudad.

    1903: El algodonero espaol Feliciano Cobin

    encarga al arquitecto Emilio Dond la

    construccin del palacio que an lleva su nombre

    y es la sede actual de la Secretara de

    Gobernacin. 1912: Miguel ngel de Quevedo

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    construye, para trabajadores de la cigarrera El

    Buen Tono, por rdenes del empresario Ernesto

    Pugibet, un edificio de ladrillo rojizo avituallado

    con privadas melanclicas cuyo nombre recuerda

    antiguas marcas de cigarrillos: Ideal, Gardenia,

    Mascota. 1921: El Universal inaugura sus

    suntuosas oficinas en el edificio conocido como

    La Catedral de la Prensa. 1923: Es inaugurado

    el edificio de Exclsior (peridico cuyo nombre fue

    sugerido por un periodista olvidado: Jos de

    Jess Nez y Domnguez). 1923: El torero

    Rodolfo Gaona hace construir, bajo los dictados

    del neocolonialismo, un edificio de azulejo y

    tezontle que ser el teln de fondo inevitable en

    las fotografas del Reloj Chino. 1924: Por fin se

    inaugura el seorial y afrancesado Edificio

    Vizcaya, pensado para albergar a diplomticos

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    extranjeros y funcionarios del porfirismo y cuya

    construccin dej en suspenso por varios lustros

    el estallido de la Revolucin.

    Todo esto se encuentra, de algn modo,

    condensado en la fotografa que cuelga en el

    muro de la cantina La Reforma. Bucareli fue un

    paseo que la ciudad perdi y tambin una avenida

    que la capital ha perdido varias veces (la ganaron

    el terremoto, y la CNTE, y tambin Antorcha

    Campesina).

    Antes de volver a la calle, cierro los ojos. Afuera

    bufan los autos, los trileres cargados de fierros,

    de cajas, de cerdos. No s por qu recuerdo el

    poema Eje Lzaro Crdenas, 4 a.m., que Arturo

    Trejo Villafuerte dedic a la antigua San Juan de

    Letrn: Hank Gonzlez nos quit todo, menos la

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    rabia.

    Apuro el ltimo trago de mi bebida. Es una

    cerveza. Estoy de vuelta en la calle.

    1823. La ciudad cambia de mueblesHay un relato que afirma que la campana ms

    antigua de la Catedral fue fundida con uno de los

    caones con que Corts tom Tenochtitlan. Ya se

    sabe: las leyendas son amasijos, artefactos que

    funden lo histrico, lo maravilloso. A m me gusta

    pensar, sin embargo, que gracias a aquella

    campana en la ciudad de Mxico se pudo

    escuchar el fragor de la Conquista convertido en

    msica.

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    Italo Calvino escribe que todas las ciudades del

    mundo han sido construidas con remiendos de

    otras: con los mrmoles de Ravena, algn da se

    engalan Aquisgrn. En un tiempo muy lejano, de

    la lava de los volcanes surgi el tezontle con que

    se hicieron los templos de la ciudad azteca. Con

    esa misma piedra los conquistadores espaoles

    levantaron otra ciudad, una ciudad de lava

    petrificada: la capital de la Nueva Espaa. El

    templo de Huitzilopochtli se transform de ese

    modo en hospital o en colegio; con los bloques

    extrados del Calmecac se construy la antigua

    Catedral.

    Todo se recicla en el gran horno de la historia.

    Mientras se destruye y se reinventa, la ciudad

    conserva algunos trastes, unos pocos

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    cachivaches que va arrastrando de un sitio a otro.

    En 1823, ofendido porque el hermoso Caballito de

    Tols pisaba con una de las patas traseras un

    carcaj y unas flechas (smbolo de la dominacin

    espaola sobre los aztecas), el hroe de la

    Independencia Guadalupe Victoria orden que la

    estatua fuera retirada y convertida en monedas. El

    historiador Lucas Alamn impidi que aquel

    crimen fuera consumado y, para aplacar el furor

    patritico del general Victoria, propuso que el

    Caballito fuera apartado de la vista del pblico. La

    estatua ecuestre de Carlos IV qued encerrada

    durante treinta aos en el patio de la Universidad.

    De las cuatro soberbias puertas de hierro que la

    rodeaban, tres fueron fundidas y enviadas a la

    Alameda en forma de bancas. La nica que

    sobrevive se halla a la entrada del Castillo de

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    Chapultepec: es precisamente la puerta por la que

    se entra al gran patio, la puerta que cruzaron, de

    Maximiliano a Lzaro Crdenas, una veintena de

    mandatarios (el Castillo dej de ser residencia

    presidencial el 3 de febrero de 1939).

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    A finales del siglo XVIII el Cabildo decidi

    embellecer el atrio de la Catedral. En un

    santiamn instal en la banqueta ciento

    veinticinco pequeos postes unidos entre s por

    elegantes cadenas de hierro. En ese sitio, bajo la

    copa de fresnos recin plantados, surgi uno de

    los puntos de reunin ms deliciosos de la

    metrpoli, un mundo de ensueo, de

    conversaciones romnticas, de felicidad hurtada a

    los vaivenes polticos: el Paseo de las Cadenas,

    un gran centro de sociabilidad informal al que la

    gente de tono acuda al caer la tarde para

    presenciar, entre otras cosas, el espectculo de

    una sociedad orgullosa de s misma.

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    En 1881 los postes fueron retirados y recluidos no

    se sabe dnde. Lo cierto es que ms de un siglo

    despus, en 1967, algunos de ellos fueron

    reutilizados en las obras de embellecimiento de la

    antigua plaza de Santa Catarina, en la esquina de

    Brasil y Nicaragua. Resulta extrao verlos: son los

    mismos que aparecen en las litografas, en

    centenares de fotos color sepia, aunque no

    columpian ahora a los aristcratas de los que

    hablaban, en el siglo XIX, las crnicas

    periodsticas, sino a la corte de indigentes que

    pululan por esos rumbos.

    En 1897 el arquitecto francs mile Bnard gan

    el concurso que le dejara construir el nuevo

    Palacio Legislativo, un suntuoso edificio que el

    gobierno porfiriano deseaba convertir en su

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    mximo emblema. Bnard encomend al brillante

    Jess F. Contreras la fundicin de un guila que

    iba a coronar la cpula del recinto, y le compr al

    famoso escultor animalista francs Georges

    Gardet un par de leones, con los que pensaba

    adornar la magna escalinata del Palacio.

    La Revolucin mexicana trunc el sueo de

    Bnard. Del mximo emblema del porfiriato slo

    qued la cpula, que no es otra cosa que nuestro

    actual Monumento a la Revolucin. El guila fue

    embodegada; los leones escaparon del circo al

    que originalmente haban sido destinados, y

    desde 1921 custodian la entrada al Bosque de

    Chapultepec. En 1940 Luis Lelo de Larrea sac

    de las sombras el guila esculpida por Contreras

    y la coloc en la cima de un adefesio conocido

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    como Monumento a la Raza.

    A principios del siglo XX el injustificable manoteo

    de un hombre ilustrado, el eminente secretario de

    Instruccin Pblica Justo Sierra, provoc la

    demolicin de la Real y Pontificia Universidad de

    Mxico (uno de los tres edificios barrocos ms

    bellos de la ciudad, segn dictamen de Francisco

    de la Maza). El odio de Sierra por la antigua

    universidad catlica que en su opinin, durante

    trescientos aos no haba hecho otra cosa que

    argir y redargir aparatosos ejercicios de

    gimnstica mental, en presencia de arzobispos y

    virreyes le llev a confundir las piedras con las

    ideas.

    La portada del saln general del edificio se salv

    de milagro. Aquel tesoro del arte barroco, obra del

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    arquitecto Ildefonso Iniesta Bejarano (autor de las

    fachadas de la Santa Veracruz, el Oratorio de San

    Felipe Neri y la iglesia de la Santsima, entre

    otras) fue desmontado y almacenado en una

    bodega. De ah lo sac en 1923 el extraordinario

    Jos Vasconcelos, quien lo mand reconstruir y

    ms tarde empotrar en la fachada del Colegio

    Mximo de San Pedro y San Pablo. Este gesto de

    Vasconcelos permiti que un eco del mundo

    colonial siguiera latiendo entre nosotros (las

    puertas de entrada de la Universidad fueron

    compradas por el University Club a un anticuario:

    hoy sirven como guardapolvos en una de las

    habitaciones de ese club).

    En 1910, ao en que el Reloj Chino fue colocado

    en el viejo paseo de Bucareli, una fuente diseada

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    por Manuel Tols, que se hallaba en ese sitio,

    sali desterrada hacia la remota plaza de Loreto.

    Es un alivio verla ah porque, durante continuas y

    sucesivas mudanzas, los veleidosos Justo Sierra

    de la ciudad no slo cambian de lugar los

    muebles. Por lo general, los tiran.

    1856. Rameras corregidasHacia 1856, la duea de una florera ubicada en

    una de las calles principales del Centro tuvo el

    mal tino de colocar, al frente de su tienda, un

    rtulo en el que se lea: Madame Coussin,

    ramera de Pars.

    El gegrafo Antonio Garca Cubas, en aquellos

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    aos regidor de la capital, mir aquel despropsito

    y estuvo a punto de sufrir un soponcio (trmino

    simpatiqusimo que en el siglo XIX describa al

    infarto cerebral). En cuanto se recompuso, Garca

    Cubas tom el lpiz del corrector y sali a la calle

    dispuesto a enmendar los barbarismos, las

    necedades, las faltas de ortografa que

    proliferaban en anuncios colocados, como se ha

    visto, incluso en las arterias ms importantes. Iba

    a ser, desde luego, una guerra perdida, pero

    aquella fue el alba de una discusin que se

    mantiene hasta la fecha, entre publicidad e

    imagen urbana.

    Garca

    Cubas

    detall,

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    en un

    pasaje

    de El

    libro de

    mis

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    recuerdos, cmo era el campo en que se llev a

    cabo esa batalla. En la calle de Balvanera

    (nuestra actual Uruguay) haba un fonducho que

    anunciaba sus servicios de este modo: Se guisa

    de comer. Tiendas situadas en esquina dividan

    sus anuncios, mitad hacia una calle y mitad hacia

    la otra, de manera que los caminantes podan

    hallar de pronto el siguiente disparate:

    Buen remedio

    es mejor

    no tomarlo

    ay

    Era preciso doblar la esquina para captar el

    mensaje ntegro:

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    Buen remedio para el pecho

    es mejor que todos

    no tomarlo si no es en

    ay unas

    Los anuncios publicitarios fueron asaltando las

    calles de la ciudad de Mxico desde principios del

    siglo XIX. En 1842, cuando ya eran parte del

    paisaje urbano, Guillermo Prieto comprendi que

    los letreros que decoraban las tiendas, los cafs y

    las peluqueras relataban historias asociadas con

    la vida de la urbe. Hablaban de las pretensiones,

    los sueos, las aspiraciones. Toda novedad, toda

    afliccin, cualquier acontecimiento dejaba una

    huella o un reflejo en los rtulos de las casas

    comerciales. El ao en que una turba enloquecida

    saque y quem El Parin (un almacn construido

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    sobre la plancha del Zcalo, en el que se vendan

    perlas, sedas y zapatos, entre otros productos de

    importacin), algn tendero deseoso de explotar

    econmicamente el suceso cometi el autogol de

    llamar a su negocio: Tienda del saqueo. De

    acuerdo con Prieto, los clientes no solan sentirse

    muy confiados a la hora de trasponer el umbral.

    Haba en todo caso tantas rameras de Pars que

    corregir en la ciudad, que en 1856 un ciudadano

    encomiable, Jos Meza, pidi al Ayuntamiento

    que lo nombrara, sin retribucin alguna, corrector

    de rtulos e inscripciones de los comercios

    urbanos. No existen ms datos sobre las

    andanzas del primer corrector ortogrfico de esa

    gigantesca edicin de piedra que es la ciudad de

    Mxico. Se puede suponer, sin embargo, que los

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    esfuerzos de Meza terminaron por naufragar en el

    galimatas urbano, ya que trece aos ms tarde el

    Ayuntamiento se vio obligado a establecer un

    consejo de profesores al que encarg la tarea de

    supervisar que los letreros de los comercios

    estuvieran bien escritos.

    En esos aos la ciudad no era como un libro de

    piedra: amenazaba transformarse en una frvola

    revista de piedra, colmada de anuncios

    publicitarios. La creciente industrializacin del

    pas, a partir del porfiriato, ocasion que las calles

    se poblaran de anuncios de cerveza, de polvos,

    de elxires, de tnicos, de bromuros, de

    emulsiones. En todas partes surgan letreros que

    ofrecan cigarrillos, bicicletas, mquinas de

    escribir. Barber chop, se lea en la puerta de

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    alguna peluquera.

    Haba comenzado la era de la publicidad, una

    dictadura ms larga que la de Porfirio Daz y

    Antonio Lpez de Santa Anna juntos.

    En 1871 un tal Simn Lpez pidi al Ayuntamiento

    que le dejara colocar anuncios en los cuatro

    ngulos del Zcalo; un tal S. J. Nathans pidi

    autorizacin para fijar cartelones en todas las

    plazas pblicas de la ciudad. En 1876 el

    empresario Epigmenio Barrera advirti que los

    postes del alumbrado eran inmejorables para

    colgar letreros. No tard en pedir el permiso

    correspondiente.

    Quien revise el fondo Ayuntamiento del Archivo

    Histrico del Distrito Federal encontrar las

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    huellas de una tromba: el tifn publicitario que en

    tiempos de don Porfirio baquete las calles de

    Mxico. 1883: Labordie y Pinzn piden permiso

    para colocar en el techo de la Droguera Plateros

    (actual calle de Madero) el primer espectacular

    que hubo en la capital. 1885: Christens Jones

    hace trmites para instalar anuncios en todos los

    postes de telfono. 1895: Alberto Heredia coloca

    los primeros rtulos de gas nen en comercios de

    la capital. 1896: Jos Gresco pide autorizacin

    para instalar anuncios luminosos en el techo

    del Palacio del Ayuntamiento!

    Para 1923 la publicidad era el paisaje. Los poetas

    estridentistas hablaban de fachadas parlantes

    (muros que giraban rdenes, dictando los nuevos

    patrones de consumo), y en el texto fundador de

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    la ciudad moderna, El joven, Salvador Novo

    prevena que, para leer dicha ciudad era

    necesario leer tambin la cascada de anuncios

    que la ocultaban: Florsheim, Eveready, Tanlac.

    Enrique Daz, Nacho Lpez, Manuel Ramos,

    Hctor Garca, los fotoperiodistas ms

    encomiados del siglo XX, no slo retrataron una

    metrpoli que se ha llevado el viento: en sus

    imgenes legendarias yace tambin el proceso

    hegemnico del anuncio sobre el horizonte cvico.

    La ramera de Pars fue corregida, pero la

    imagen urbana perdi la discusin y Antonio

    Garca Cubas ha de maldecirnos desde la tumba.

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    1860. La leyenda de los tnelessecretosEn la dcada de 1860 la Reforma exclaustr a las

    rdenes religiosas e innumerables conventos

    quedaron abandonados. Algunos se convirtieron

    en calles. Otros, en vecindades. Los obreros que

    demolan los muros de Santo Domingo, uno de

    los edificios religiosos ms antiguos de la ciudad,

    encontraron trece momias emparedadas, en

    perfecto estado de conservacin. Una de ellas

    era, al parecer, la del clebre fray Servando

    Teresa de Mier. Se le encontr con las ropas

    deshechas y largas madejas de cabello gris. Las

    momias fueron expuestas a la curiosidad pblica y

    luego compradas por un empresario circense que

    las exhibi en Europa como vctimas de los

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    atroces crmenes de la Inquisicin.

    Como toda ciudad antigua, la de Mxico suele

    seducir a sus habitantes cuando abre los bales

    donde guarda historias no contadas: sus objetos

    perdidos. Todos se congregan entonces alrededor

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    de la anciana aristcrata, para escucharla.

    La soberana de los lagos tena muchas historias

    que contar aquellos das. Los edificios

    centenarios a los que la piqueta de la Reforma iba

    convirtiendo en polvo mostraba por vez primera

    secretos escondidos por siglos. La prensa de la

    poca hablaba de tesoros fabulosos que los

    encargados de la demolicin hallaban en las

    tumbas de los frailes. Clices y copones de oro.

    Santsimos Sacramentos repletos de esmeraldas

    y rubes. Fortunas escondidas en las tumbas de

    las monjas.

    Y tambin, de historias sobre tneles y pasadizos

    que conectaban, secretamente, la Catedral y las

    iglesias principales.

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    Haba nacido una leyenda urbana que durante

    siglo y medio iba a seducir, con su promesa

    incumplida, a los habitantes de Mxico.

    En los primeros aos del siglo pasado, un

    reportero de El Imparcial asegur que haba

    caminado bajo el suelo de Mxico. En los aos

    dorados de su ministerio, la dcada de 1930, un

    cronista de El Universal, Jacobo Dalevuelta,

    afirm que haba explorado una galera

    subterrnea que parta del ex convento del

    Carmen. Su crnica caus revuelo en una ciudad

    en la que todos haban escuchado relatos

    asociados con tneles secretos: pasajes

    subterrneos que los poderosos del tiempo

    virreinal utilizaban para huir expeditamente

    deca Dalevuelta o para moverse sin ser

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    vistos.

    Aquellas crnicas comprobaban lo que todos

    saban desde siempre: que bajo nuestros pies se

    hallaba una ciudad oculta, un hmedo y oscuro

    sistema de laberintos donde se haban gestado

    las historias predilectas de la tribu: leyendas

    sobre monjas, fetos y tesoros enterrados, torturas,

    crmenes y aparecidos. Ni la construccin del

    Metro, que entr a saco en el subsuelo de las

    principales calles del centro, ni los alarmantes

    niveles de hundimiento que la urbe registr en el

    siglo XX (hoy estamos diez metros por debajo del

    nivel en que caminaba la gente del porfiriato)

    lograron demoler el pedestal de cemento armado

    en que descansaron siglo y medio de certezas.

    Tomo un taxi en Paseo de la Reforma. Al volante

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    hay un chofer deseoso de platicar. No recuerdo

    cmo me embrolla. Slo s que la anciana

    aristcrata ha abierto el bal y que el conductor

    me tiene fascinado con esta revelacin: la lnea 2

    del Metro no termina, como todos creemos, en

    Cuatro Caminos. No. La lnea 2 del Metro

    contina hasta el Campo Militar, donde existe una

    estacin secreta, pensada para movilizar al

    ejrcito hacia el centro, en caso de que ocurran

    disturbios. Lgico dice el taxista, usted cree

    que el gobierno no ha pensado cmo mover al

    ejrcito en horas pico?.

    Esa noche busco en Google Misterios del Metro

    y Pasadizos subterrneos en la ciudad de

    Mxico. No s si estoy en 1860, en 1930, o en la

    segunda dcada del siglo XXI. No lo s: hay gente

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    que asegura que existe una estacin oculta

    una interestacin, le llaman entre las

    estaciones Constituyentes y Auditorio, que sirve

    para salvaguardar, en caso de guerra, la

    integridad de la familia presidencial. Hay gente

    que asegura que en los centros comerciales de

    Santa Fe e Interlomas existen pasadizos para

    que la gente VIP de la ciudad se pueda mover de

    un lugar a otro, sin ser reconocida, y sin peligro de

    ser secuestrada. Hay incluso un internauta que

    confiesa: El nico tnel real y verdadero que

    existe en el DF corre del Palacio Nacional hasta

    Los Pinos y es por razones de seguridad nacional.

    No te dir nada al respecto, pero yo lo he

    recorrido.

    En ese mundo inquietante la Catedral se

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    comunica con Santo Domingo, la Santsima y

    Santa Teresa. En ese mundo inquietante existe un

    tnel en el que cabe un auto, para que el

    presidente pueda ir del Palacio Nacional a San

    Lzaro. En ese mundo hay sectas oscuras que

    desde tiempos de la Colonia realizan misteriosos

    rituales en galeras soterradas a las que no ha

    tocado nunca la luz del sol. En ese mundo

    inquietante hay leyendas de frailes jesuitas que en

    la poca de la Colonia se perdieron para siempre

    bajo la tierra en laberintos cuya ubicacin fue

    protegida por votos de silencio.

    Y hay, tambin, sacristanes, veladores, meseros

    de rancios restaurantes que afirman que alguna

    vez pudieron constatar dichos prodigios.

    Apago la computadora con un escalofro. La

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    ciudad oculta me ha alcanzado. Esta noche

    parece ms viva que la nuestra.

    1915. La mano de ObregnUna maana de sbado de hace muchos aos vi

    por primera vez la reliquia ms insigne de la

    Revolucin. Una mano engarrotada, amarillenta,

    con las uas de los dedos bien cortadas, que

    flotaba en un frasco de formol. La mano que

    lvaro Obregn perdi en Santa Ana del Conde,

    en 1915. Desde 1935 ocupaba el lugar de honor

    de un monumento dedicado al general, y erigido

    en el sitio en donde alguna vez estuvo el

    restaurante La Bombilla.

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    Una amiga que me acompaaba aquel sbado a

    caminar por San ngel, me hizo notar que la lnea

    de la vida del general era bastante larga. Obregn

    muri, sin embargo, antes de cumplir 50 aos.

    Inquieta la relacin del pueblo mexicano con los

    rganos, los miembros y las extremidades de sus

    prceres: la pierna de Santa Anna, la cabeza de

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    Villa, la lengua de Belisario. La mano pulposa y

    desgarrada de Obregn unas tiras de tejido que

    bajaban por el brazo le colgaban atrozmente

    fue exhibida en aquel monumento durante 58

    aos, hasta que el gobierno de Salinas de Gortari

    tom la decisin de incinerarla. En 1989 una urna

    que contena las cenizas fue llevada a

    Huatabampo: ahora reposa junto a los restos del

    caudillo.

    Que yo sepa, nadie se pregunt jams dnde

    estuvo el brazo mutilado de Obregn entre 1915,

    en que fue arrebatado por una granada, y 1935,

    fecha en que reapareci para ser exhibido en el

    monumento que el arquitecto Enrique Aragn

    levant para ese efecto. En lvaro Obregn.

    Fuego y cenizas de la Revolucin Mexicana el

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    historiador Pedro Castro hace un relato digno de

    la pasin mexicana por los miembros de sus

    prceres.

    Una granada villista dej pendiendo como un

    hilacho el brazo derecho del general. El mayor

    Cecilio Lpez se lo acab de cercenar.

    Enfermeros de Sanidad Militar lo metieron en un

    frasco de formol. Era el 3 de julio de 1915.

    Obregn dira despus que para encontrar el

    brazo entre la multitud de cuerpos cados en

    batalla, uno de sus ayudantes sac del bolsillo un

    azteca de oro y lo lanz al aire: Inmediatamente,

    el brazo se alz del suelo y lo atrap.

    El general Francisco R. Serrano, que en aquellos

    aos an era amigo de Obregn una dcada

    ms tarde sera asesinado en Huitzilac por

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    rdenes del caudillo, pidi que le entregaran la

    extremidad, para conservarla como un recuerdo

    de aquella accin guerrera inolvidable. Quienes

    tenan el brazo en su poder, se lo entregaron. Esa

    misma noche Serrano decidi correrse una

    parranda como las que narra Martn Luis Guzmn

    en La sombra del caudillo . Cuando volvi en s, ya

    no estaba el brazo. Unas prostitutas se lo haban

    robado.

    Obregn fue asesinado en La Bombilla por un

    supuesto caricaturista que se acerc a mostrarle

    sus dibujos. En algn momento del lustro que

    sigui, el brazo apareci en un burdel de la

    avenida de los Insurgentes. El primer nicho donde

    se le exhibi estuvo en la sala principal de aquel

    negocio. Los parroquianos que llegaban al

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    prostbulo lo miraban a veces con burla, a veces

    con asco. Castro relata que durante una

    francachela encabezada por el general Eugenio

    Martnez, otro enrgico obregonista que termin

    perseguido por el grupo sonorense, algn

    chistoso extrajo el brazo amputado de su depsito

    y, en juego macabro, lo hizo circular de mesa en

    mesa.

    El mdico de cabecera de Obregn Enrique

    Osornio tambin lo encontr en aquel lugar y

    decidi rescatarlo. Sali del burdel cargando el

    frasco y se lo entreg a uno de los viudos del

    general, su ex secretario particular, Aarn Senz.

    Senz era entonces regente de la ciudad de

    Mxico. Se encarg de convencer al presidente

    Crdenas de que haba llegado la hora de

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    levantar un monumento dedicado al Manco de

    Celaya. La idea fue tan bien recibida que incluso

    se decidi colocar all el lgubre frasco.

    La inauguracin ocurri en julio de 1935, veinte

    aos despus del granadazo. El doctor Osornio y

    el propio Aarn Senz bajaron de un auto,

    sacaron el famoso frasco de una bolsa de papel

    que tena impreso el anuncio Ultramarinos La

    Sevillana, y con gesto muy solemne pareca

    que estaban depositando el cuerpo mismo del

    caudillo colocaron el brazo mutilado en el nicho

    principal del monumento. Adems de unos versos

    del gran tribuno Jess Urueta, se inscribi esta

    frase:

    Paladn de las instituciones,

    Abati el pretorianismo.

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    Abati el pretorianismo.

    Su genio militar lo elev

    hasta las cimas insuperables

    que en la Amrica nuestra

    slo alcanzaron Morelos y Bolvar.

    Dije que el pueblo mexicano tiene una extraa

    relacin con los miembros de sus prceres?

    Desde que se llevaron el brazo para incinerarlo,

    casi nadie visita el monumento dedicado a la

    sombra del caudillo.

    1946. La calavera de Hernn CortsLucas Alamn muri en 1853 sin revelar el

    enigma que haba atormentado a los historiadores

    de su tiempo. En dnde estaban los huesos de

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    Hernn Corts? La osamenta del conquistador se

    hallaba perdida desde 1836. Jos Mara Luis

    Mora propal la versin de que alguien los haba

    sacado del pas en secreto. Joaqun Garca

    Icazbalceta relat que cada que le preguntaban

    por el paradero de los restos, Alamn cambiaba

    de conversacin con cualquier pretexto. En 1920

    los huesos seguan sin aparecer. Carlos Pereyra

    asegur en 1920 que la renuencia de Alamn a

    abordar el tema se deba con seguridad a la

    existencia de un pacto secreto.

    Corts muri en Sevilla en 1547. En el mausoleo

    que se le destin, su hijo Martn hizo grabar este

    epitafio, bello y sombro:

    Padre cuya suerte impropiamente

    Aqueste bajo mundo posea

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    Aqueste bajo mundo posea

    Valor que nuestra edad enriqueca,

    Descansa ahora en paz, eternamente.

    Pero Hernn Corts no tuvo paz ni antes ni

    despus de su muerte. En el testamento que

    redact apenas dos meses antes del fin, orden

    que sus restos fueran devueltos a la Nueva

    Espaa y sepultados en un convento que a costa

    suya, y antes de un plazo de diez aos, deba ser

    construido en Coyoacn. Sus deudos lo

    sepultaron en el monasterio de San Isidoro del

    Campo, en Sevilla; alegando necesidades de

    espacio sacaron los restos tres aos ms tarde,

    para depositarlos en el altar de Santa Catarina. La

    ltima voluntad del conquistador tard quince

    aos en ser cumplida. Volaba el ao de 1566,

    cuando zarp la nave encargada de transportar el

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    atad al reino que don Hernando haba

    conquistado. El convento de Coyoacn no pas

    de ser una quimera: la clusula ms olvidada del

    testamento. Al llegar a tierra, los restos fueron

    conducidos a la iglesia de San Francisco de

    Texcoco, en donde, sale la tierra leve!, yacan

    los restos de la madre del conquistador, doa

    Catalina Pizarro.

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    Termin el siglo XVI, se cumpli el primer

    centenario de la Conquista, y al poco tiempo,

    1629, muri el ltimo descendiente de Corts en

    lnea masculina: Pedro Corts, cuarto marqus

    del Valle. Don Pedro fue sepultado con pompa en

    el templo de San Francisco. El virrey de

    Guadalczar mand que los restos de su ilustre

    antepasado fueran a reposar al sitio en que tom

    descanso el ltimo de sus herederos varones. En

    un sepelio majestuoso, en el que unos trescientos

    frailes marcharon en procesin por el

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    Empedradillo (desde el actual Monte de Piedad,

    donde estuvieron las casas de Corts), la urna

    forrada de terciopelo, en la que haba sido

    depositada la osamenta del famoso campen e

    invencible Hrcules de Extremadura, fue

    colocada, primero, en un pequeo nicho del

    Sagrario y aos ms tarde debajo del altar

    mayor. La llave que abra esa urna pas de mano

    en mano durante 165 aos entre los frailes

    sacristanes del convento de San Francisco; en

    1763, el padre Francisco de Ajofrn tuvo la

    calavera entre las manos. Escribi en el diario de

    sus viajes que en la urna se lea, en letras

    doradas:

    Ferdinandi Cortes osa servantur hic famosa

    Llega 1790. Revillagigedo ordena que los restos

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    Llega 1790. Revillagigedo ordena que los restos

    sean llevados al templo del Hospital de Jess

    que el propio Corts fund en los aos inmediatos

    a la Conquista para que ocupen el magnfico

    sepulcro que han diseado Jos del Mazo y

    Manuel Tols. La ceremonia es solemne y

    suntuosa. La osamenta es envuelta en una

    sbana de Cambray bordada de seda negra. Ha

    llegado a su sexto sitio de reposo: el que, segn

    todo lo indica, ser su ltima sepultura.

    Pero no es as. No fue as. En 1823, huesos ms

    ilustres llegan a la ciudad de Mxico para ser

    honrados en la Catedral Metropolitana. Son los

    restos de Hidalgo, de Morelos, de media docena

    de insurgentes. La visin de aquellas osamentas

    sagradas desata el fervor nacionalista. Por la

    ciudad circulan impresos que incitan al populacho

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    a extraer los huesos de Corts e incinerarlos en

    donde antiguamente estuvo el quemadero de

    San Lzaro, una de las plazas donde el Santo

    Oficio ejerca, en la persona de las brujas, los

    somticos y los judaizantes, su ministerio terrible.

    La vspera del 16 de septiembre todo pareci

    indicar que la profanacin era inminente. Lucas

    Alamn, que un ao ms tarde iba a impedir que

    la furia nacionalista fundiera la estatua ecuestre

    de Carlos IV, ingres al templo en secreto y

    cambi los huesos a un lugar donde no se les

    encontrara. Para burlar la vehemencia

    nacionalista, desmont los mrmoles del

    sepulcro, que alguien rob poco despus, e hizo

    que un busto de Corts que Manuel Tols haba

    esculpido fuera llevado a Italia. Incluso el

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    pontfice de los deturpadores de Corts, el

    intelectual liberal Jos Mara Luis Mora, crey que

    los restos haban salido de Mxico.

    Alamn no dijo a nadie dnde se encontraba la

    osamenta, pero revel su ubicacin en un

    documento fechado en 1836. Ese documento

    lleg a manos de la embajada espaola una vez

    que las relaciones Mxico-Espaa se

    restablecieron. La embajada mantuvo la

    informacin oculta durante un siglo.

    El 11 de noviembre de 1946 el historiador del arte

    novohispano Francisco de la Maza asisti a una

    misteriosa reunin a la que lo haban convocado

    un refugiado espaol (Fernando Baeza) y un

    becario cubano de El Colegio de Mxico (Manuel

    Moreno). Estos personajes le informaron que

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    tenan en su poder la carta que responda la

    pregunta que los historiadores se hacan desde el

    siglo Xix.

    Dos aos antes, Jos C. Valads haba buscado

    la tumba sin xito alguno. Corra la leyenda de

    que en 1919 tambin el capelln del Templo de

    Jess se haba empeado en encontrarla, y que

    lo hizo en forma tan obsesiva que termin recluido

    en un manicomio.

    De la Maza constat la autenticidad del

    documento que le mostraban. Era el mismo que

    Alamn haba redactado poco despus de

    esconder los restos. Con el auxilio del historiador

    Alberto Mara Carreo, De la Maza obtuvo

    autorizacin del secretario de Educacin, Jaime

    Torres Bodet, para llevar a cabo una nueva

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    bsqueda.

    Al amanecer del domingo 24 de noviembre de

    1946, los dos historiadores, acompaados por

    Manuel Moreno, Fernando Baeza y un conjunto

    de notables, entre los que estaban Manuel

    Toussaint, Manuel Romero de Terreros y un

    bisnieto de Alamn, penetraron en el templo.

    Carreo dio el primer barretazo. Al caer la tarde,

    tras una doble hilera de ladrillos, apareci un

    catafalco: el catafalco que haba torturado la

    imaginacin de generaciones enteras. Segn la

    crnica publicada en esos das por El Universal,

    quienes deambulaban aquel domingo por las

    inmediaciones de Pino Surez y Repblica de El

    Salvador pudieron presenciar el momento inslito

    en el que cuatro historiadores salieron del templo

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    cargando un atad y marcharon por la calle a

    tropezones, hacia la cercana oficina del director

    del Hospital de Jess.

    En ese sitio abrieron el catafalco. Los huesos se

    hallaban dentro de una caja de plomo; el crneo

    descansaba en una urna de cristal. El bisnieto de

    Alamn no a otra cosa haba venido entreg

    a De la Maza una llave de oro que haba pasado

    en secreto de padres a hijos. Serva para abrir la

    cerradura de la urna de vidrio.

    Hubo ese instante de expectacin del que hablan

    las novelas. Los restos aparecieron envueltos en

    un rico pauelo con galones de oro.

    Al momento de su muerte, el Invencible Hrcules

    de Extremadura era un viejecillo al que slo le

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    quedaba el colmillo superior izquierdo.

    Al da siguiente, al trmino de un acto oficial, el

    secretario Torres Bodet subi al automvil del

    presidente Manuel vila Camacho y le inform del

    hallazgo. Le dijo tambin que los historiadores

    deseaban rendir homenaje a los restos del

    conquistador. vila Camacho resping. Un

    homenaje, dijo, slo iba a servir para azuzar una

    vieja discordia histrica, estril, interminable.

    Orden que el INAH realizara la autentificacin de

    los restos y volviera a enterrar los huesos en el

    mismo sitio.

    El informe de antropologa forense mostr que el

    esqueleto estaba surcado por diversas huellas de

    lesiones patolgicas. Corts tena el tabique nasal

    desviado y severas contusiones en omplatos,

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    fmures, tibias y perons: las huellas de la

    Conquista. Su osamenta se hallaba marcada,

    adems, por diversos procesos infecciosos. Haba

    padecido tifoideas y disenteras. Al llegar la

    muerte, la mayor parte de sus huesos estaban

    arqueados e hipertrofiados.

    La tumba volvi a cerrarse. Nadie celebr el

    hallazgo de esos huesos que llevaban aos

    perdidos. El nico homenaje que se les permiti:

    una placa que enmarcaba las dos fechas:

    Hernn Corts

    1485-1547

    1985. El sismo que se llev una

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    ciudadEn la ciudad de Mxico ha temblado desde

    siempre, pero cada temblor llega como si fuera el

    primero. A fines del siglo XVII hubo un terremoto

    que segn el cronista Antonio de Robles dur tres

    credos: aquello debi ser el pandemonium, si se

    toma en cuenta que rezar el credo lleva alrededor

    de un minuto. Y sin embargo, cuando volvi a

    llegar un movimiento telrico de importancia, ya

    nadie recordaba los efectos del terremoto

    anterior.

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    Concepcin Lombardo de Miramn cuenta en sus

    Memorias la llegada del terremoto de abril de

    1845, que durante mucho tiempo fue considerado

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    el peor en la historia de la ciudad. Edificios, torres,

    cpulas: lo que no se vino abajo se dobl o

    resquebraj.

    Aquel terremoto provoc la instalacin, en una

    plaza de la ciudad, del que fue tal vez el primer

    campamento de damnificados. Pero en trminos

    generales, sufrir un sismo y despus olvidarlo ha

    sido la historia de la capital. El terremoto de 1845

    haba sido olvidado cuando ocurri el terremoto

    de 1911, conocido como el temblor maderista

    porque sucedi el mismo da en que el caudillo

    triunfante, Francisco I. Madero, llegaba a la

    ciudad en la que dos aos ms tarde sera

    asesinado.

    Como la ciudad se empea en olvidar sus

    tragedias, los diarios sealaron que el temblor de

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    1911 haba sido el peor en la historia de la urbe.

    Tranquilo no estuvo: los derrumbes mataron a

    cientos de personas, y muchas otras quedaron

    atrapadas entre los escombros. La destruccin, el

    horror, la mortandad se extendieron sobre todo

    por San Cosme, Tepito, Santa Mara la Ribera y

    las calles comprendidas entre avenida Jurez y

    avenida Chapultepec: Revillagigedo, Victoria,

    Ayuntamiento.

    En uno de los hechos, eso s, ms delirantes que

    se registran en la historia de la metrpoli, los

    mismos que lloraban a las seis de la maana por

    el temblor fueron los mismos que a la una de la

    tarde vitorearon a Madero en Reforma, Jurez,

    San Francisco y Plateros.

    Todo aquello se haba olvidado en 1957, cuando

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    una noche de sbado lleg el terremoto que

    derrumb el ngel. Unas personas que salan de

    una fiesta relataron a La Prensa el momento

    inolvidable en que la Victoria Alada de Enrique

    Alciati se desplom, dejando sobre la base de la

    columna, sobre el csped y sobre el pavimento de

    Reforma, trozos de oro que brillaban a la luz de

    los faroles. Fue el horror. Cientos de edificios

    resultaron daados, todas las construcciones del

    llamado Primer Cuadro perdieron los vidrios, y la

    radio relat, por vez primera, minuto a minuto, la

    tragedia de la gente que haba quedado

    sepultada, el hallazgo macabro de cadveres bajo

    toneladas de escombro.

    As nos sorprendi veintiocho aos ms tarde,

    como si fuera el primero, el terremoto del 19 de

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    septiembre: el sismo que se llev una ciudad. En

    1985 era lo suficientemente joven como para que

    dieran las 7:19 y yo siguiera en la cama. Haca

    cosa de un ao haba comenzado a dar clases de

    literatura en una prepa de la colonia Roma. La

    Roma se haba convertido desde entonces en mi

    segunda casa; me pasaba el tiempo en sus cafs,

    sus fondas, sus taqueras, sus bares y cuando

    llegaba el caso, en sus hoteles: el Miln, el Roma,

    el Monarca.

    Aquel jueves tena libre la maana. Me haba

    quedado de ver con un amigo, no s si a las dos o

    a las tres de la tarde, en el Vips del Metro

    Insurgentes, para tomar caf. En aquellos aos

    tombamos caf hasta quedar al borde del llanto.

    No fue la sacudida la que me expuls de la cama,

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    sino los gritos destemplados de mi hermana.

    Haba comenzado el terremoto que arranc de

    cuajo manzanas enteras y se llev, no s, lo

    hemos repetido tanto, el mundo antiguo: el Hotel

    Regis, el Centro Mdico, el Hotel del Prado, el

    Superleche, los multifamiliares Miguel Alemn, el

    edificio Nuevo Len, varias secretaras y otros

    edificios de gobierno, un millar de construcciones

    de Tlatelolco, la Roma, la Jurez, Tepito, la

    Guerrero, el Centro.

    En 1985 era tambin lo suficientemente

    inconsciente como para volver a meterme en la

    cama despus del temblor. Se haba ido la luz.

    As que no haba tele ni radio. Mi madre alcanz a

    llamarnos y nos dijo que haba visto caer un

    edificio. No le cremos, porque ella tiene un

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    sentido dramtico que le hace siempre exagerar

    las cosas. Despus de su llamada nos quedamos

    tambin sin telfono.

    Me puse a leer una novela, aislado en la burbuja

    de la casa familiar. Unas horas ms tarde, uno de

    mis tos toc la puerta y nos describi, no el ltimo

    libro de la Biblia, pero s algo semejante a l. El

    Apocalipsis. La ciudad est paralizada. Hay

    derrumbes por todos lados, nos dijo.

    Tom una bicicleta. Aquel to me dio la

    encomienda de ir a las casas de todos y cada uno

    de mis familiares para constatar si estaban bien.

    Comenc a pedalear. Creo que lo primero que vi

    fue el inmenso titular de la edicin vespertina de

    Ovaciones. Su elocuencia era aterradora. Deca,

    simplemente: Oh, Dios!.

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    No he olvidado aquel da. Durante muchos aos lo

    record diariamente. Durante muchos meses me

    fui a dormir con la luz encendida, para poder ver

    si la lmpara del techo se meca. Nadie en la

    ciudad estaba listo para ver lo que vimos. Robo la

    frase de un amigo: era como si la ciudad entera se

    hubiera suicidado.

    Pedale de aqu a all durante ocho o nueve

    horas. De San Cosme a la Jurez, de la Jurez a

    la Roma, de la Roma al Centro, del Centro a

    Coyuya, de Coyuya a la Anzures. No voy a decir

    nada de eso. Pero hubo un momento en el que no

    supe dnde estaba, porque todos los referentes

    cotidianos haban desaparecido.

    O gritos bajo unas piedras en lvaro Obregn, y

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    vi una foto de boda que emerga entre unos

    escombros. Pas junto el edificio derrumbado

    donde viva un amigo: l tambin haba sido lo

    suficientemente joven como para seguir en la

    cama a las 7:19, pero a diferencia ma, no supo

    nunca lo que ocurri: no pas los 28 aos

    siguientes con todo aquello metido en el stano

    de la memoria.

    Volv a mi casa en San Cosme, sirenas, trfico,

    olor a gas. Pasaban de las nueve de la noche. En

    Reforma, parado en una esquina, estaba Octavio

    Paz. Pas como una rfaga, pero no he olvidado

    sus ojos. Me explicaron todo. Ah estaba la

    tragedia, la muerte, el horror.

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    2011. Pajarito, pajaritoCierto trmite que no viene a cuento detallar me

    condujo a las puertas de un estudio fotogrfico de

    la colonia Roma. En la sala de espera, un

    muestrario cubierto de polvo mostraba las

    fisonomas airosas de medio centenar de

    retratados. La mayor parte exhiba copetes,

    solapas y corbatas que estuvieron de moda a

    fines de los setenta. Vi muchachas enigmticas, a

    las que el tiempo habr constituido, acaso, en

    seres entrados en aos y en carnes. Aparecan

    adultos mayores, que muy probablemente hoy

    gocen de la paz de los sepulcros, y nios rubios,

    morenos, flacos o regordetes, que no parecan

    anunciar el desarrollo de alguna biografa

    despampanante.

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    Sent que haba ingresado en un templo del

    pasado. El reducto de otra vida, de otro tiempo,

    cuyas puertas slo se entreabran mediante la

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    formulacin de frases cabalsticas: seis fotos

    tamao mignon, dos fotografas tamao infantil,

    de frente, de perfil, de tres cuartos.

    Mientras un maestro de bata desvada colocaba

    sus luces y montaba las placas, comprend que

    asista a un rito terminal. El fin del Photo Studio.

    Afuera, la ciudad se hallaba invadida por

    dispositivos, artilugios, aditamentos: cmaras

    metidas en telfonos del tamao de una cajetilla

    de cigarros; el ejrcito de maravillas de la era

    digital. Pero adentro, entre los grandilocuentes

    escenarios falsos del estudio, el fantasma de mis

    padres y mis abuelos ensayaba poses: ah flotaba

    algo que converta a la gente en objeto de culto de

    un altar domstico.

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    En la segunda mitad del siglo XIX, Maximiliano de

    Habsburgo introdujo en Mxico la pasin por el

    retrato. En la capital existan estudios fotogrficos

    desde que Jean Prelier abri el primero en el

    nmero 9 de la distinguida calle de Plateros; en

    tiempos de Santa Anna la fotografa haba servido

    para que el Estado hiciera un catlogo de reos: el

    lbum de familia de la sociedad patibularia; ir a

    retratarse, como ir al dentista, acudir a un

    abogado o encaminarse a la tumba, era una de

    esas cosas que tarde o temprano uno tena que

    hacer en la vida. Pero la fiebre que se vivi en el

    Segundo Imperio no tena precedentes. Fijar en

    un trozo de cartn la majestad de los rasgos,

    ms que en una moda, se convirti en la carta de

    naturalizacin de la vida en sociedad, el acta de

    matrimonio entre el individuo y el siglo que lo

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    cobijaba. Imitando los usos de la corte, todo

    mundo comenz a llevar en el bolsillo de la levita,

    y en el caso de las mujeres, en la pequea,

    iridiscente bolsa de mano, un mazo de tarjetas de

    visita en las que, adems del nombre, apareca la

    efigie del propietario. La ciudad se vio inundada

    por aquellas tarjetitas en las que se manifestaban

    seores de aire aristocrtico y bigote alacranado,

    y evanescentes damas que apoyaban la mano en

    una columna rota.

    Aos despus de la cada de Maximiliano, ngel

    de Campo se burlaba en El Imparcial porque sus

    contemporneos, aun aquellos cuyo aspecto

    deba obligarlos a llevar una existencia ms

    modesta, seguan contando al menos con tres

    ejemplares de su apariencia corporal: uno de

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    busto, otro de cuerpo entero, y el restante en

    tropel.

    El retrato escriba es hoy una cosa tan

    comn, como las faltas que comete la polica.

    Durante el porfiriato funcionaron en la capital ms

    de veinte locales dedicados al retrato. Los ms

    sealados digamos, el legendario estudio de

    los hermanos Valleto, en la segunda calle de San

    Francisco nmero 2 posean recibidores,

    salones amueblados, catlogos de poses y

    elegantes vestidores en los que los clientes

    podan mudar de traje.

    En Fuga mexicana, un libro clsico sobre la

    historia de la fotografa en Mxico, Olivier

    Debroise relata que en aquellos estudios, algo

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    parecidos a los teatros, el maestro fotgrafo

    funga como director de escena: sugera posturas,

    compona detalles, arreglaba con los dedos la

    cabellera de sus modelos. De aquellos

    establecimientos procede la tradicin que ordena

    a los fotgrafos exponer en una vitrina, o a las

    puertas mismas de su negocio, los frutos de su

    arte. A Micrs le gustaba burlarse porque no era

    raro encontrar en aquellas antologas de la

    fisonoma mexicana a charros empistolados

    posando en un saln estilo Luis XV, y a mujeres

    gordas que seguan, con las manos juntas, el

    vuelo de una trtola.

    En aquella edad perdida, un fotgrafo extranjero,

    Rodolfo Jacobi, hizo traer de Europa un

    contingente de artistas del retoque, a los que

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    encarg la tarea de fotoshopear, como decimos

    hoy, las imgenes que l obtena. El trabajo de los

    retocadores consista en adelgazar las cejas,

    afilar la nariz, borrar de la superficie facial todo

    rastro de granos, barros y protuberancias.

    Mejorar el original fue un xito paralelo de la

    fotografa.

    En 1901 la American Photo Supply comercializ

    las primeras cmaras porttiles y desat una

    suerte de democratizacin de la imagen el

    antecedente ms remoto de Instagram que

    llev a los estudios a perder el lugar

    preponderante que haban ocupado en el mundo

    de la representacin mecnica. Ya no era

    necesario acudir a un estudio en busca del espejo

    de uno mismo. Apriete el botn, nosotros

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    hacemos lo dems, rezaban los anuncios

    publicitarios que inundaban los diarios, las

    revistas, la ciudad.

    Los fotgrafos se vieron obligados a recorrer las

    calles en pos de nuevas clientelas. Deambularon

    por la urbe, cargando sobre la espalda sus tiles

    de trabajo. Una crnica de El Imparcial los retrata

    en el instante de asomarse a las vecindades para

    gritar, con la misma tonada de los compradores

    de ropa usada:

    Personas que retrataaaaar!

    La reproduccin industrial de la fisonoma

    quedaba, por primera vez, al alcance de todas las

    fortunas. Otra vez De Campo: Por slo unos

    reales escribi salen el perro consentido, el

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    loro enjaulado y hasta un nio muerto vestido de

    San Jos!.

    La irrupcin de la cmara Kodacolor, entre los

    aos cincuenta y sesenta, sell el destino del

    Photo Studio como bastin de la fotografa oficial

    (pasaportes, cartillas, ttulos, certificados) y oficina

    de registro de acontecimientos nicos (bodas,

    bautizos, XV aos). Como todo lo que desplazan

    las nuevas tecnologas, los viejos estudios se

    volvieron vestigios del mundo del pasado. En las

    salas y los pasillos de las casas mexicanas

    dejaron, sin embargo, memorias y genealogas.

    lbumes familiares: emanaciones de lo ausente.

    Pajarito, pajarito!.

    Hay una voz que se ha llevado el viento.

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    Itzia Lorente 1 abril, 2015, 4:30 pm

    Hctor de Maulen

    Escritor y periodista. Autor de La perfecta espiral,

    El derrumbe de los dolos y El secreto de la

    Noche Triste, entre otros libros.

    2015 Abril, Ciudad de libros.

    3 comentarios en Laciudad que nos inventa

    Muy altos y muy poderosos, Excelentsimos

    Escritores el edificio de correos an contina

    enviando correspondencia y tiene servicio de

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    Renahud Cervantes Ruiz 1 abril, 2015, 4:38 pm

    arcadio pasos bernal 2 abril, 2015, 10:51 am

    paquetera, se les olvida que en Mxico hay

    una buena cantidad de personas que no

    tienen acceso a internet, el celular es caro y el

    telfono no es suficiente.

    Tambin todava se puede enviar una postal

    de la moderna ciudad de Mxico. Creo que

    ustedes viven en otro siglo. Ya los alcanzo el

    futuro!

    Responder

    Excelente recuento histrico de la vida de la

    capital y de nuestro pas

    Responder

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    Exelente cronogia de hechos. Felicidades.

    Responder

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