La Ciudad Que Nos Inventa - Héctor de Mauleón
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INICIO NMERO ACTUAL ARCHIVO BLOGS CULTURA LIBROS SUSCRIPCIONES CAL Y ARENA
La ciudad que nos inventa1 ABRIL, 2015 Hctor de Maulen
A una ciudad se le conquista descifrndola. En La
ciudad que nos inventa (Cal y arena), el nuevo
nexos hoyVIERNES, 3 DE ABRIL DE
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ciudad que nos inventa (Cal y arena), el nuevo
libro de crnicas de Hctor de Maulen, palpitan
las historias que esta urbe ha ocultado en sus
muros, edificios y calles. Las diez piezas que
acompaan estas pginas conforman un relato
entraable, tocado por la melancola y el misterio
del pasado.
1519. El fantasma del CorreoLa primera carta que se escribi en Mxico
comenzaba de este modo: Muy altos y muy
poderosos, Excelentsimos Prncipes, Muy
Catlicos y Muy Grandes Reyes y Seores. El
autor era Hernn Corts. Fue firmada una tarde,
tal vez una noche de 1519, y despachada a
caballo a la Villa Rica de la Veracruz para que una
flota la condujera al otro lado del mar.
2015
LA SEMANA SANTA
La pasinreligiosaJean Meyer
Nuevocatecismo paraindios remisosCarlos Monsivis
Anniedesapareci enSemana Santa
Sabina Berman
guila, nopal ycruz
Solange Alberro
EDICIN IMPRESA
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Ese documento inaugur entre nosotros, con el
gnero epistolar, una edad en la que el pas iba a
vincularse emocionalmente con el mundo a travs
de cartas. Cartas que pedan amor, cartas que
pedan ayuda, cartas que pedan dinero. La gente
dejaba en ellas un poco de su vida, un poco de su
alma.
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El Archivo General de Indias resguarda la
correspondencia que los primeros pobladores de
la Nueva Espaa enviaron a sus familiares, all en
la pennsula. La vida corre a torrentes en aquellas
hojas de papel adelgazadas por el tiempo, y en
las que un ejrcito de seres sin rostro contina
narrando sus cuitas, sus problemas, las hazaas
de la vida diaria:
Actualidad delpasado
LaexperienciareligiosaJean Meyer
Lo ms ledo
Mi querellacon Paz
Las razonesde latmbola
AMLO yChigurh
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Veinte y tantos aos que ha que estoy en esta
tierra y no he visto carta alguna de v.m. ni
menos he sabido de v.m., que estoy con
pena. Yo, bendito Nuestro Seor, quedo con
mucha salud y viuda con un hijo. De mi
marido quedaron ocho a diez mil pesos en
posesiones y haciendas, las cules no me he
atrevido a deshacer hasta saber primero de
vuestras mercedes [Carta de Irene Sols a
su hermana ngela, 1574.]
Qu poder tendran esas misivas que la ciudad
entera sola aguardarlas con el corazn
temblando. Las crnicas, los diarios de sucesos
notables de la poca, registran invariablemente el
momento en que los vecinos asistan a la Plaza
Mayor a presenciar la llegada de los cajones de
La ciudadque nosinventa
La identidadde gneronos viene dela naturaleza
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cartas, unos fornidos e imponentes bales de
madera, sellados con chapas de hierro, que
contenan noticias de temblores, de tifones, de
incendios; relaciones de flotas que se perdan en
el mar; expresiones de afecto, de resentimiento,
de vicisitudes:
En lo que me dices de mis hermanos y
parientes, son unos perros que me han
comido cuanto han podido y aunque Dios me
diera caudal, primero se lo dejara al ms
extrao que a ninguno de mis parientes.
[Carta de Marcos Ortiz a su padre, 1589.]
Me detengo, quinientos aos ms tarde, ante la
escalinata del Edificio de Correos de la ciudad de
Mxico, el opulento palacio de estilo eclctico que
el general Porfirio Daz inaugur en 1907 y el
Nuestrosblogs
Crisis institucional y
Gobierno Abierto
Blog de la redaccin
Las noticias jurdicas
ms relevantes en el
mundo. Primer
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el general Porfirio Daz inaugur en 1907 y el
arquitecto Adamo Boari ba con vitrales y
bronces y mrmoles florentinos. Enorme,
grandioso, excepcional, el palacio expresa la
importancia que tuvieron las cartas en un mundo
en donde el telfono era an privilegio de los
ricos.
Todo eso termin. Ahora, el palacio recuerda un
cementerio abandonado, un museo al que no
asiste la gente. Hay algunos empleados, pero no
encuentro carteros, ni cartas, ni pblico. Quin
gastara su tiempo escribiendo misivas que
tardarn un mes en llegar o acaso no llegarn
nunca? El nobilsimo arte al que Erasmo dedic el
ms ledo de sus tratados, finalmente fue
asesinado por el .com.
Reporte 2015
El juego de la
Suprema Corte
Los franeleros
La brjula
Cmo le va al
mercado del arte en
estos tiempos?
La rotativa
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En 1580, medio siglo despus de que Hernn
Corts escribiera la primera de sus Cartas de
relacin, el grueso flujo de correspondencia entre
el viejo continente y la capital de la Nueva Espaa
origin la creacin de un incipiente sistema postal
compuesto por jinetes, cabalgaduras y peones
encargados de tareas diversas. Ese ao, un
hombre del que no queda siquiera un retrato,
Martn de Olivares, fue nombrado Correo Mayor
de la Nueva Espaa. Sus oficinas, situadas en
una casa cercana al palacio virreinal, se volvieron
un referente que termin por dar nombre a cierta
importante arteria de la capital: Correo Mayor.
Olivares reciba cada tantos meses los cajones de
cartas y clavaba en lugar visible una lista con los
nombres de los vecinos a los que haba llegado
correspondencia. No es difcil imaginar a los
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interesados, atravesando a grandes zancadas las
calles de tierra de aquella ciudad misteriosa para
romper los sellos de la carta y recibir las nuevas
que se haban esperado temblando.
Tuvieron que pasar otros cincuenta aos 1628
para que se formara al fin un servicio de
carteros que entregara la correspondencia a
domicilio. Tampoco en este caso hay que hacer un
gran esfuerzo para ver pasar a los carteros, judos
errantes de la urbe, con un pesado saco al
hombro, buscando destinatarios en calles que
an carecan de nombre, y en casas adonde la
numeracin iba a tardar ms de otro siglo en
llegar.
En 1522 Erasmo de Rotterdam public su clebre
manual de epistolografa, De conscribendis
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epistolis, con ejemplos que ayudaban a escribir
una carta con virtuosismo. Aunque Hernn Corts
haba escrito varias cartas perfectas antes de que
la obra de Erasmo fuera publicada, para la gente
comn la escritura de una carta no resultaba algo
sencillo. ngel de Campo el imprescindible
Micrs relat en una crnica que en el siglo XIX
este trabajo poda llevar un da entero:
La dama, pola en ristre, usaba falsa,
goma, cuchillo, rascbase la coronilla,
probaba los puntos, mojbalos en saliva,
dibujaba una letra, se le iba el santo al cielo,
derramaba el tintero, se manchaba el vestido,
regaaba a la criada, tomaba dos vasos de
agua para calmarse, preguntaba de uno a
otro balcn a su prima la profesora si anhelo
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llevaba una, dos, o cuntas haches; aclarada
la duda volva al suplicio, y le faltaba el
papel
Y sin embargo, todo mundo las escriba. El
mundo se comunicaba en cartas. Un caudal de la
literatura se hizo con relatos, cuentos y novelas
que comenzaban con la llegada o el hallazgo de
una carta.
En las primeras dcadas del siglo XX, Salvador
Novo anunci que el telfono militaba
victoriosamente contra el gnero epistolar,
sostuvo que la Larga Distancia atentaba contra la
duradera belleza testimonial que posea una
carta. El Con quin hablo? remplazaba al
Estimado seor.
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Novo muri en el ao 74. En una poca en la que
el iPhone milita victoriosamente, los armatostes
telefnicos que a l le preocuparon son piezas de
museo, el Edificio de Correos est completamente
vaco, y de todo aquello slo quedan recuerdos.
Asciendo como un fantasma por la escalinata
solitaria del palacio postal. No veo a nadie ms.
Aqu no hay nadie ms.
Soy el fantasma del Correo.
1604. Escaleras que llevan a ningunaparteEn el patio trasero de un viejo palacio colonial, la
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Casa Talavera del barrio de La Merced, hay una
escalera trunca. Sus peldaos descienden, se
hunden en la tierra, se pierden en la nada. Es una
escalera que va a ninguna parte.
En Estados Unidos y Europa es frecuente hallar
escalinatas de este tipo. Todas tienen una historia
de fantasmas: fueron hechas para que los
espritus se confundan y se pierdan. Las
escaleras de la Casa Winchester, en San Jos,
California, son las ms clebres del mundo. Las
hizo construir la viuda del inventor del rifle de
repeticin que facilit la conquista del Oeste y el
exterminio de los pueblos indios, Oliver
Winchester. La viuda crea que su casa estaba
tomada por los espritus, especialmente los de la
gente que la carabina Winchester haba matado,
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as la pobl de escaleras sin destino.
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La Casa Talavera fue construida a principios del
siglo XVII. La tradicin afirma que perteneci al
rico marqus de Aguayo. Como toda casa antigua
que se respete, posee una interesante dotacin
de historias de fantasmas.
Las escaleras del patio trasero son ellas mismas
el fantasma de otra cosa, el espectro de una
ciudad que se fue.
Resulta difcil imaginar que el desierto de asfalto
que hoy llamamos Centro Histrico estuvo alguna
vez surcado por siete acequias o canales que
corran en todas direcciones, caracoleando a orilla
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de las casas. El autor de Grandeza mexicana,
Bernardo de Balbuena, escribi en 1604 que esos
canales formaban calles de agua que cual
sierpes cristalinas/ dan vueltas y revueltas
deleitosas.
Durante aquellos siglos lejanos, misteriosamente
remotos, las casas de la ciudad, contrariando
quiz la sentencia de Pedro Caldern de la Barca,
tuvieron siempre dos puertas. Una daba a la calle
de tierra, por la que corran carruajes y
cabalgaduras; la otra, que era siempre la trasera,
daba a la calle de agua y funcionaba como
desembarcadero. All guardaban los propietarios
sus canoas, por ah (a la puerta trasera le
llamaban puerta falsa) entraba a los domicilios el
aprovisionamiento de comestibles adquiridos en
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el pequeo puerto interior que se ubicaba en la
calle de Roldn (frutas, legumbres, etctera).
No es sorprendente enterarse de que la acequia
principal pasaba frente al Palacio del
Ayuntamiento, a un costado del Zcalo, y
continuaba por nuestra actual 16 de Septiembre
hasta perderse en las inmediaciones de San Juan
de Letrn?
Cmo sera esa ciudad? Para el poeta Balbuena
era un vergel. Para el resto de los mortales (las
mujeres deban salir a la calle cubrindose la
nariz con un pauelo impregnado de benju) la
capital era sucia y nauseabunda, como lo fue
Venecia: en los canales flotaban desperdicios,
inmundicias y animales muertos. Una ordenanza
de 1677 obligaba a los vecinos a no echar basura
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ni cosa muerta en las acequias e impona penas
de treinta azotes al negro o negra, indio o india
que la echare.
Entre 1753 y 1781 se determin eliminar lo que se
haba convertido en una fuente perenne de malos
olores y epidemias. Los canales fueron aterrados.
Los puentes que servan para cruzarlos perdieron
su razn de ser y pronto se les demoli. Durante
muchos aos, sin embargo, dejaron su huella en
el nombre de las calles: Puente Quebrado,
Puente de la Lea, Puente del Cuervo.
La ciudad lacustre entr de ese modo en una
agona que se prolong hasta 1921, ao en que el
ltimo vergel, el canal de la Viga, fue asfaltado.
En la Casa Talavera (se le llama de ese modo por
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un taller de cermica de talavera que funcion en
sus habitaciones en algn momento del siglo
XVIII), las escaleras que llevan a ninguna parte, y
que alguna vez bajaron lamidas por las aguas
hasta el extinto desembarcadero familiar, son el
nico vestigio que hoy existe en el Centro
Histrico de aquella ciudad inverosmil.
Llevan a ninguna parte, es cierto. Pero a
diferencia de otras escaleras, cuando uno cierra
los ojos, las de la Casa Talavera le hacen
atravesar el tiempo, caminar los siglos. Ms que
escaleras son una puerta de entrada, ah
comienza la ciudad invisible de la que hablan los
libros: la ciudad de las acequias, de los canales.
La ciudad de las puertas falsas.
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1778. Nostalgia de BucareliEn uno de los muros de la cantina La Reforma
pende uno de los pocos retratos que quedan de lo
que algn da un da de mediados del siglo XX
fue la avenida Bucareli. El imponente edificio
del peridico Exclsior, diseado por Silvio Contri
en 1923, imprime a la calle un aspecto
neoyorquino que desmienten los puestos de
tortas, los atestados camiones urbanos, las nubes
de papeleros que aguardan, a las puertas de la
rotativa, los ejemplares del da.
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La imagen cautiva. Hay tiendas que venden de
todo, y esbeltos postes de luz, y hombres que se
cubren del sol con elegantes sombreros de fieltro.
Ser horrible salir de La Reforma y encontrar una
calle a la que el regente Hank Gonzlez y el
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terremoto del 85 convirtieron en la triste avenida
de nuestros tiempos. Un eje vial chimuelo,
sembrado de terrenos baldos y paredes
grafiteadas, en el que brotan a cada paso edificios
cuarteados, abandonados, en ruinas. El polo
contrario del paseo ilustrado que a fines del siglo
XVIII el virrey Antonio Mara de Bucareli y Ursa
otorg a la ciudad de Mxico.
La Ilustracin introdujo en las ciudades un
discurso paisajista que desconoca la ciudad vieja,
con su casero estrecho y apiado. En ese
discurso, los paseos cumplan una funcin
central: entregaban por primera vez avenidas
anchas y regulares, importantes para la salud
pblica, que ejercan la funcin, ya no de
transportar a la gente de un sitio a otro, ya no de
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ser el escenario recurrente de las tradicionales
fiestas y funciones religiosas, sino de convertirse
en marco de una nueva sociabilidad urbana: la de
deambular sin rumbo, sin otro fin que el de ver y
ser visto.
Bucareli mand hacer aquel paseo en los
confines de la ciudad, en una zona pantanosa que
los primeros colonos espaoles le haban ganado
al lago. En 1778 se le bautiz como Paseo Nuevo
(ya exista La Alameda, un paseo del siglo XVI
que, aunque no estaba en una avenida, haba
prefigurado las delicias de la ciudad peripattica).
El pblico, sin embargo, le impuso el nombre de
su creador, el cual persiste hasta la fecha.
En una crnica maestra (Los paseos de la ciudad
de Mxico), Salvador Novo relata e imagina con
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envidia las ocasiones de contento que esa nueva
calzada, arbolada con ms de mil fresnos, debi
procurar a nuestros ancestros. El Paseo de
Bucareli posea tres carriles uno para coches,
otro para jinetes, el ltimo para caminantes y se
hallaba adornado con tres hermosas fuentes, una
de las cuales, obra de Manuel Tols, sobrevive
abandonada en una plazuela de nuestra
actualidad: la misteriosa plazuela de Loreto (en
Rodrguez Puebla y Justo Sierra).
La belleza de aquella avenida impela a la
apoteosis: la eligi el Ejrcito Trigarante para
entrar a la ciudad, la maana de 1821 en la que la
Independencia qued consumada. Jurez lleg
triunfante por ese mismo paseo medio siglo
despus. Bucareli es la obsesin de los cronistas
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del XIX: todos pasan por ah alguna vez;
Guillermo Prieto lo lleva a sus artculos con
frecuencia (como en el caso de Lpez Velarde y la
calle de Madero, no hay una sola de las
veinticuatro horas del da en que esta avenida no
conozca su pisada).
No puedo explicar las razones por las que
Bucareli fue pasando de moda. Cuando el
presidente Lerdo de Tejada inaugur el Paseo de
la Reforma (1872), esta calzada permaneca
cerrada la mayor parte del tiempo. Nadie
caminaba ya bajo la sombra de sus fresnos.
Aunque el nuevo Paseo de la Reforma chocaba a
los paseantes porque el sol los hera de frente al
caer la tarde, un gusto inexplicable impuso el
triunfo del paseo liberal, y el olvido repentino del
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viejo paseo ilustrado.
Los terrenos que colindaban con Bucareli fueron
fraccionados. La colonia francesa sent ah sus
reales (desde entonces llamamos colonia no a
un conglomerado social, sino a un territorio
urbano) y desde entonces se suscit la explosin
arquitectnica, la irrupcin de nuevas calles que
hicieron exclamar al cronista Novo: En la ciudad
ya no se pasea, el automvil ha invadido los
espacios en los que la gente senta los latidos de
su ciudad.
1903: El algodonero espaol Feliciano Cobin
encarga al arquitecto Emilio Dond la
construccin del palacio que an lleva su nombre
y es la sede actual de la Secretara de
Gobernacin. 1912: Miguel ngel de Quevedo
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construye, para trabajadores de la cigarrera El
Buen Tono, por rdenes del empresario Ernesto
Pugibet, un edificio de ladrillo rojizo avituallado
con privadas melanclicas cuyo nombre recuerda
antiguas marcas de cigarrillos: Ideal, Gardenia,
Mascota. 1921: El Universal inaugura sus
suntuosas oficinas en el edificio conocido como
La Catedral de la Prensa. 1923: Es inaugurado
el edificio de Exclsior (peridico cuyo nombre fue
sugerido por un periodista olvidado: Jos de
Jess Nez y Domnguez). 1923: El torero
Rodolfo Gaona hace construir, bajo los dictados
del neocolonialismo, un edificio de azulejo y
tezontle que ser el teln de fondo inevitable en
las fotografas del Reloj Chino. 1924: Por fin se
inaugura el seorial y afrancesado Edificio
Vizcaya, pensado para albergar a diplomticos
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extranjeros y funcionarios del porfirismo y cuya
construccin dej en suspenso por varios lustros
el estallido de la Revolucin.
Todo esto se encuentra, de algn modo,
condensado en la fotografa que cuelga en el
muro de la cantina La Reforma. Bucareli fue un
paseo que la ciudad perdi y tambin una avenida
que la capital ha perdido varias veces (la ganaron
el terremoto, y la CNTE, y tambin Antorcha
Campesina).
Antes de volver a la calle, cierro los ojos. Afuera
bufan los autos, los trileres cargados de fierros,
de cajas, de cerdos. No s por qu recuerdo el
poema Eje Lzaro Crdenas, 4 a.m., que Arturo
Trejo Villafuerte dedic a la antigua San Juan de
Letrn: Hank Gonzlez nos quit todo, menos la
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rabia.
Apuro el ltimo trago de mi bebida. Es una
cerveza. Estoy de vuelta en la calle.
1823. La ciudad cambia de mueblesHay un relato que afirma que la campana ms
antigua de la Catedral fue fundida con uno de los
caones con que Corts tom Tenochtitlan. Ya se
sabe: las leyendas son amasijos, artefactos que
funden lo histrico, lo maravilloso. A m me gusta
pensar, sin embargo, que gracias a aquella
campana en la ciudad de Mxico se pudo
escuchar el fragor de la Conquista convertido en
msica.
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Italo Calvino escribe que todas las ciudades del
mundo han sido construidas con remiendos de
otras: con los mrmoles de Ravena, algn da se
engalan Aquisgrn. En un tiempo muy lejano, de
la lava de los volcanes surgi el tezontle con que
se hicieron los templos de la ciudad azteca. Con
esa misma piedra los conquistadores espaoles
levantaron otra ciudad, una ciudad de lava
petrificada: la capital de la Nueva Espaa. El
templo de Huitzilopochtli se transform de ese
modo en hospital o en colegio; con los bloques
extrados del Calmecac se construy la antigua
Catedral.
Todo se recicla en el gran horno de la historia.
Mientras se destruye y se reinventa, la ciudad
conserva algunos trastes, unos pocos
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cachivaches que va arrastrando de un sitio a otro.
En 1823, ofendido porque el hermoso Caballito de
Tols pisaba con una de las patas traseras un
carcaj y unas flechas (smbolo de la dominacin
espaola sobre los aztecas), el hroe de la
Independencia Guadalupe Victoria orden que la
estatua fuera retirada y convertida en monedas. El
historiador Lucas Alamn impidi que aquel
crimen fuera consumado y, para aplacar el furor
patritico del general Victoria, propuso que el
Caballito fuera apartado de la vista del pblico. La
estatua ecuestre de Carlos IV qued encerrada
durante treinta aos en el patio de la Universidad.
De las cuatro soberbias puertas de hierro que la
rodeaban, tres fueron fundidas y enviadas a la
Alameda en forma de bancas. La nica que
sobrevive se halla a la entrada del Castillo de
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Chapultepec: es precisamente la puerta por la que
se entra al gran patio, la puerta que cruzaron, de
Maximiliano a Lzaro Crdenas, una veintena de
mandatarios (el Castillo dej de ser residencia
presidencial el 3 de febrero de 1939).
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A finales del siglo XVIII el Cabildo decidi
embellecer el atrio de la Catedral. En un
santiamn instal en la banqueta ciento
veinticinco pequeos postes unidos entre s por
elegantes cadenas de hierro. En ese sitio, bajo la
copa de fresnos recin plantados, surgi uno de
los puntos de reunin ms deliciosos de la
metrpoli, un mundo de ensueo, de
conversaciones romnticas, de felicidad hurtada a
los vaivenes polticos: el Paseo de las Cadenas,
un gran centro de sociabilidad informal al que la
gente de tono acuda al caer la tarde para
presenciar, entre otras cosas, el espectculo de
una sociedad orgullosa de s misma.
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En 1881 los postes fueron retirados y recluidos no
se sabe dnde. Lo cierto es que ms de un siglo
despus, en 1967, algunos de ellos fueron
reutilizados en las obras de embellecimiento de la
antigua plaza de Santa Catarina, en la esquina de
Brasil y Nicaragua. Resulta extrao verlos: son los
mismos que aparecen en las litografas, en
centenares de fotos color sepia, aunque no
columpian ahora a los aristcratas de los que
hablaban, en el siglo XIX, las crnicas
periodsticas, sino a la corte de indigentes que
pululan por esos rumbos.
En 1897 el arquitecto francs mile Bnard gan
el concurso que le dejara construir el nuevo
Palacio Legislativo, un suntuoso edificio que el
gobierno porfiriano deseaba convertir en su
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mximo emblema. Bnard encomend al brillante
Jess F. Contreras la fundicin de un guila que
iba a coronar la cpula del recinto, y le compr al
famoso escultor animalista francs Georges
Gardet un par de leones, con los que pensaba
adornar la magna escalinata del Palacio.
La Revolucin mexicana trunc el sueo de
Bnard. Del mximo emblema del porfiriato slo
qued la cpula, que no es otra cosa que nuestro
actual Monumento a la Revolucin. El guila fue
embodegada; los leones escaparon del circo al
que originalmente haban sido destinados, y
desde 1921 custodian la entrada al Bosque de
Chapultepec. En 1940 Luis Lelo de Larrea sac
de las sombras el guila esculpida por Contreras
y la coloc en la cima de un adefesio conocido
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como Monumento a la Raza.
A principios del siglo XX el injustificable manoteo
de un hombre ilustrado, el eminente secretario de
Instruccin Pblica Justo Sierra, provoc la
demolicin de la Real y Pontificia Universidad de
Mxico (uno de los tres edificios barrocos ms
bellos de la ciudad, segn dictamen de Francisco
de la Maza). El odio de Sierra por la antigua
universidad catlica que en su opinin, durante
trescientos aos no haba hecho otra cosa que
argir y redargir aparatosos ejercicios de
gimnstica mental, en presencia de arzobispos y
virreyes le llev a confundir las piedras con las
ideas.
La portada del saln general del edificio se salv
de milagro. Aquel tesoro del arte barroco, obra del
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arquitecto Ildefonso Iniesta Bejarano (autor de las
fachadas de la Santa Veracruz, el Oratorio de San
Felipe Neri y la iglesia de la Santsima, entre
otras) fue desmontado y almacenado en una
bodega. De ah lo sac en 1923 el extraordinario
Jos Vasconcelos, quien lo mand reconstruir y
ms tarde empotrar en la fachada del Colegio
Mximo de San Pedro y San Pablo. Este gesto de
Vasconcelos permiti que un eco del mundo
colonial siguiera latiendo entre nosotros (las
puertas de entrada de la Universidad fueron
compradas por el University Club a un anticuario:
hoy sirven como guardapolvos en una de las
habitaciones de ese club).
En 1910, ao en que el Reloj Chino fue colocado
en el viejo paseo de Bucareli, una fuente diseada
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por Manuel Tols, que se hallaba en ese sitio,
sali desterrada hacia la remota plaza de Loreto.
Es un alivio verla ah porque, durante continuas y
sucesivas mudanzas, los veleidosos Justo Sierra
de la ciudad no slo cambian de lugar los
muebles. Por lo general, los tiran.
1856. Rameras corregidasHacia 1856, la duea de una florera ubicada en
una de las calles principales del Centro tuvo el
mal tino de colocar, al frente de su tienda, un
rtulo en el que se lea: Madame Coussin,
ramera de Pars.
El gegrafo Antonio Garca Cubas, en aquellos
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aos regidor de la capital, mir aquel despropsito
y estuvo a punto de sufrir un soponcio (trmino
simpatiqusimo que en el siglo XIX describa al
infarto cerebral). En cuanto se recompuso, Garca
Cubas tom el lpiz del corrector y sali a la calle
dispuesto a enmendar los barbarismos, las
necedades, las faltas de ortografa que
proliferaban en anuncios colocados, como se ha
visto, incluso en las arterias ms importantes. Iba
a ser, desde luego, una guerra perdida, pero
aquella fue el alba de una discusin que se
mantiene hasta la fecha, entre publicidad e
imagen urbana.
Garca
Cubas
detall,
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en un
pasaje
de El
libro de
mis
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recuerdos, cmo era el campo en que se llev a
cabo esa batalla. En la calle de Balvanera
(nuestra actual Uruguay) haba un fonducho que
anunciaba sus servicios de este modo: Se guisa
de comer. Tiendas situadas en esquina dividan
sus anuncios, mitad hacia una calle y mitad hacia
la otra, de manera que los caminantes podan
hallar de pronto el siguiente disparate:
Buen remedio
es mejor
no tomarlo
ay
Era preciso doblar la esquina para captar el
mensaje ntegro:
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Buen remedio para el pecho
es mejor que todos
no tomarlo si no es en
ay unas
Los anuncios publicitarios fueron asaltando las
calles de la ciudad de Mxico desde principios del
siglo XIX. En 1842, cuando ya eran parte del
paisaje urbano, Guillermo Prieto comprendi que
los letreros que decoraban las tiendas, los cafs y
las peluqueras relataban historias asociadas con
la vida de la urbe. Hablaban de las pretensiones,
los sueos, las aspiraciones. Toda novedad, toda
afliccin, cualquier acontecimiento dejaba una
huella o un reflejo en los rtulos de las casas
comerciales. El ao en que una turba enloquecida
saque y quem El Parin (un almacn construido
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sobre la plancha del Zcalo, en el que se vendan
perlas, sedas y zapatos, entre otros productos de
importacin), algn tendero deseoso de explotar
econmicamente el suceso cometi el autogol de
llamar a su negocio: Tienda del saqueo. De
acuerdo con Prieto, los clientes no solan sentirse
muy confiados a la hora de trasponer el umbral.
Haba en todo caso tantas rameras de Pars que
corregir en la ciudad, que en 1856 un ciudadano
encomiable, Jos Meza, pidi al Ayuntamiento
que lo nombrara, sin retribucin alguna, corrector
de rtulos e inscripciones de los comercios
urbanos. No existen ms datos sobre las
andanzas del primer corrector ortogrfico de esa
gigantesca edicin de piedra que es la ciudad de
Mxico. Se puede suponer, sin embargo, que los
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esfuerzos de Meza terminaron por naufragar en el
galimatas urbano, ya que trece aos ms tarde el
Ayuntamiento se vio obligado a establecer un
consejo de profesores al que encarg la tarea de
supervisar que los letreros de los comercios
estuvieran bien escritos.
En esos aos la ciudad no era como un libro de
piedra: amenazaba transformarse en una frvola
revista de piedra, colmada de anuncios
publicitarios. La creciente industrializacin del
pas, a partir del porfiriato, ocasion que las calles
se poblaran de anuncios de cerveza, de polvos,
de elxires, de tnicos, de bromuros, de
emulsiones. En todas partes surgan letreros que
ofrecan cigarrillos, bicicletas, mquinas de
escribir. Barber chop, se lea en la puerta de
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alguna peluquera.
Haba comenzado la era de la publicidad, una
dictadura ms larga que la de Porfirio Daz y
Antonio Lpez de Santa Anna juntos.
En 1871 un tal Simn Lpez pidi al Ayuntamiento
que le dejara colocar anuncios en los cuatro
ngulos del Zcalo; un tal S. J. Nathans pidi
autorizacin para fijar cartelones en todas las
plazas pblicas de la ciudad. En 1876 el
empresario Epigmenio Barrera advirti que los
postes del alumbrado eran inmejorables para
colgar letreros. No tard en pedir el permiso
correspondiente.
Quien revise el fondo Ayuntamiento del Archivo
Histrico del Distrito Federal encontrar las
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huellas de una tromba: el tifn publicitario que en
tiempos de don Porfirio baquete las calles de
Mxico. 1883: Labordie y Pinzn piden permiso
para colocar en el techo de la Droguera Plateros
(actual calle de Madero) el primer espectacular
que hubo en la capital. 1885: Christens Jones
hace trmites para instalar anuncios en todos los
postes de telfono. 1895: Alberto Heredia coloca
los primeros rtulos de gas nen en comercios de
la capital. 1896: Jos Gresco pide autorizacin
para instalar anuncios luminosos en el techo
del Palacio del Ayuntamiento!
Para 1923 la publicidad era el paisaje. Los poetas
estridentistas hablaban de fachadas parlantes
(muros que giraban rdenes, dictando los nuevos
patrones de consumo), y en el texto fundador de
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la ciudad moderna, El joven, Salvador Novo
prevena que, para leer dicha ciudad era
necesario leer tambin la cascada de anuncios
que la ocultaban: Florsheim, Eveready, Tanlac.
Enrique Daz, Nacho Lpez, Manuel Ramos,
Hctor Garca, los fotoperiodistas ms
encomiados del siglo XX, no slo retrataron una
metrpoli que se ha llevado el viento: en sus
imgenes legendarias yace tambin el proceso
hegemnico del anuncio sobre el horizonte cvico.
La ramera de Pars fue corregida, pero la
imagen urbana perdi la discusin y Antonio
Garca Cubas ha de maldecirnos desde la tumba.
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1860. La leyenda de los tnelessecretosEn la dcada de 1860 la Reforma exclaustr a las
rdenes religiosas e innumerables conventos
quedaron abandonados. Algunos se convirtieron
en calles. Otros, en vecindades. Los obreros que
demolan los muros de Santo Domingo, uno de
los edificios religiosos ms antiguos de la ciudad,
encontraron trece momias emparedadas, en
perfecto estado de conservacin. Una de ellas
era, al parecer, la del clebre fray Servando
Teresa de Mier. Se le encontr con las ropas
deshechas y largas madejas de cabello gris. Las
momias fueron expuestas a la curiosidad pblica y
luego compradas por un empresario circense que
las exhibi en Europa como vctimas de los
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atroces crmenes de la Inquisicin.
Como toda ciudad antigua, la de Mxico suele
seducir a sus habitantes cuando abre los bales
donde guarda historias no contadas: sus objetos
perdidos. Todos se congregan entonces alrededor
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de la anciana aristcrata, para escucharla.
La soberana de los lagos tena muchas historias
que contar aquellos das. Los edificios
centenarios a los que la piqueta de la Reforma iba
convirtiendo en polvo mostraba por vez primera
secretos escondidos por siglos. La prensa de la
poca hablaba de tesoros fabulosos que los
encargados de la demolicin hallaban en las
tumbas de los frailes. Clices y copones de oro.
Santsimos Sacramentos repletos de esmeraldas
y rubes. Fortunas escondidas en las tumbas de
las monjas.
Y tambin, de historias sobre tneles y pasadizos
que conectaban, secretamente, la Catedral y las
iglesias principales.
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Haba nacido una leyenda urbana que durante
siglo y medio iba a seducir, con su promesa
incumplida, a los habitantes de Mxico.
En los primeros aos del siglo pasado, un
reportero de El Imparcial asegur que haba
caminado bajo el suelo de Mxico. En los aos
dorados de su ministerio, la dcada de 1930, un
cronista de El Universal, Jacobo Dalevuelta,
afirm que haba explorado una galera
subterrnea que parta del ex convento del
Carmen. Su crnica caus revuelo en una ciudad
en la que todos haban escuchado relatos
asociados con tneles secretos: pasajes
subterrneos que los poderosos del tiempo
virreinal utilizaban para huir expeditamente
deca Dalevuelta o para moverse sin ser
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vistos.
Aquellas crnicas comprobaban lo que todos
saban desde siempre: que bajo nuestros pies se
hallaba una ciudad oculta, un hmedo y oscuro
sistema de laberintos donde se haban gestado
las historias predilectas de la tribu: leyendas
sobre monjas, fetos y tesoros enterrados, torturas,
crmenes y aparecidos. Ni la construccin del
Metro, que entr a saco en el subsuelo de las
principales calles del centro, ni los alarmantes
niveles de hundimiento que la urbe registr en el
siglo XX (hoy estamos diez metros por debajo del
nivel en que caminaba la gente del porfiriato)
lograron demoler el pedestal de cemento armado
en que descansaron siglo y medio de certezas.
Tomo un taxi en Paseo de la Reforma. Al volante
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hay un chofer deseoso de platicar. No recuerdo
cmo me embrolla. Slo s que la anciana
aristcrata ha abierto el bal y que el conductor
me tiene fascinado con esta revelacin: la lnea 2
del Metro no termina, como todos creemos, en
Cuatro Caminos. No. La lnea 2 del Metro
contina hasta el Campo Militar, donde existe una
estacin secreta, pensada para movilizar al
ejrcito hacia el centro, en caso de que ocurran
disturbios. Lgico dice el taxista, usted cree
que el gobierno no ha pensado cmo mover al
ejrcito en horas pico?.
Esa noche busco en Google Misterios del Metro
y Pasadizos subterrneos en la ciudad de
Mxico. No s si estoy en 1860, en 1930, o en la
segunda dcada del siglo XXI. No lo s: hay gente
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que asegura que existe una estacin oculta
una interestacin, le llaman entre las
estaciones Constituyentes y Auditorio, que sirve
para salvaguardar, en caso de guerra, la
integridad de la familia presidencial. Hay gente
que asegura que en los centros comerciales de
Santa Fe e Interlomas existen pasadizos para
que la gente VIP de la ciudad se pueda mover de
un lugar a otro, sin ser reconocida, y sin peligro de
ser secuestrada. Hay incluso un internauta que
confiesa: El nico tnel real y verdadero que
existe en el DF corre del Palacio Nacional hasta
Los Pinos y es por razones de seguridad nacional.
No te dir nada al respecto, pero yo lo he
recorrido.
En ese mundo inquietante la Catedral se
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comunica con Santo Domingo, la Santsima y
Santa Teresa. En ese mundo inquietante existe un
tnel en el que cabe un auto, para que el
presidente pueda ir del Palacio Nacional a San
Lzaro. En ese mundo hay sectas oscuras que
desde tiempos de la Colonia realizan misteriosos
rituales en galeras soterradas a las que no ha
tocado nunca la luz del sol. En ese mundo
inquietante hay leyendas de frailes jesuitas que en
la poca de la Colonia se perdieron para siempre
bajo la tierra en laberintos cuya ubicacin fue
protegida por votos de silencio.
Y hay, tambin, sacristanes, veladores, meseros
de rancios restaurantes que afirman que alguna
vez pudieron constatar dichos prodigios.
Apago la computadora con un escalofro. La
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ciudad oculta me ha alcanzado. Esta noche
parece ms viva que la nuestra.
1915. La mano de ObregnUna maana de sbado de hace muchos aos vi
por primera vez la reliquia ms insigne de la
Revolucin. Una mano engarrotada, amarillenta,
con las uas de los dedos bien cortadas, que
flotaba en un frasco de formol. La mano que
lvaro Obregn perdi en Santa Ana del Conde,
en 1915. Desde 1935 ocupaba el lugar de honor
de un monumento dedicado al general, y erigido
en el sitio en donde alguna vez estuvo el
restaurante La Bombilla.
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Una amiga que me acompaaba aquel sbado a
caminar por San ngel, me hizo notar que la lnea
de la vida del general era bastante larga. Obregn
muri, sin embargo, antes de cumplir 50 aos.
Inquieta la relacin del pueblo mexicano con los
rganos, los miembros y las extremidades de sus
prceres: la pierna de Santa Anna, la cabeza de
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Villa, la lengua de Belisario. La mano pulposa y
desgarrada de Obregn unas tiras de tejido que
bajaban por el brazo le colgaban atrozmente
fue exhibida en aquel monumento durante 58
aos, hasta que el gobierno de Salinas de Gortari
tom la decisin de incinerarla. En 1989 una urna
que contena las cenizas fue llevada a
Huatabampo: ahora reposa junto a los restos del
caudillo.
Que yo sepa, nadie se pregunt jams dnde
estuvo el brazo mutilado de Obregn entre 1915,
en que fue arrebatado por una granada, y 1935,
fecha en que reapareci para ser exhibido en el
monumento que el arquitecto Enrique Aragn
levant para ese efecto. En lvaro Obregn.
Fuego y cenizas de la Revolucin Mexicana el
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historiador Pedro Castro hace un relato digno de
la pasin mexicana por los miembros de sus
prceres.
Una granada villista dej pendiendo como un
hilacho el brazo derecho del general. El mayor
Cecilio Lpez se lo acab de cercenar.
Enfermeros de Sanidad Militar lo metieron en un
frasco de formol. Era el 3 de julio de 1915.
Obregn dira despus que para encontrar el
brazo entre la multitud de cuerpos cados en
batalla, uno de sus ayudantes sac del bolsillo un
azteca de oro y lo lanz al aire: Inmediatamente,
el brazo se alz del suelo y lo atrap.
El general Francisco R. Serrano, que en aquellos
aos an era amigo de Obregn una dcada
ms tarde sera asesinado en Huitzilac por
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rdenes del caudillo, pidi que le entregaran la
extremidad, para conservarla como un recuerdo
de aquella accin guerrera inolvidable. Quienes
tenan el brazo en su poder, se lo entregaron. Esa
misma noche Serrano decidi correrse una
parranda como las que narra Martn Luis Guzmn
en La sombra del caudillo . Cuando volvi en s, ya
no estaba el brazo. Unas prostitutas se lo haban
robado.
Obregn fue asesinado en La Bombilla por un
supuesto caricaturista que se acerc a mostrarle
sus dibujos. En algn momento del lustro que
sigui, el brazo apareci en un burdel de la
avenida de los Insurgentes. El primer nicho donde
se le exhibi estuvo en la sala principal de aquel
negocio. Los parroquianos que llegaban al
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prostbulo lo miraban a veces con burla, a veces
con asco. Castro relata que durante una
francachela encabezada por el general Eugenio
Martnez, otro enrgico obregonista que termin
perseguido por el grupo sonorense, algn
chistoso extrajo el brazo amputado de su depsito
y, en juego macabro, lo hizo circular de mesa en
mesa.
El mdico de cabecera de Obregn Enrique
Osornio tambin lo encontr en aquel lugar y
decidi rescatarlo. Sali del burdel cargando el
frasco y se lo entreg a uno de los viudos del
general, su ex secretario particular, Aarn Senz.
Senz era entonces regente de la ciudad de
Mxico. Se encarg de convencer al presidente
Crdenas de que haba llegado la hora de
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levantar un monumento dedicado al Manco de
Celaya. La idea fue tan bien recibida que incluso
se decidi colocar all el lgubre frasco.
La inauguracin ocurri en julio de 1935, veinte
aos despus del granadazo. El doctor Osornio y
el propio Aarn Senz bajaron de un auto,
sacaron el famoso frasco de una bolsa de papel
que tena impreso el anuncio Ultramarinos La
Sevillana, y con gesto muy solemne pareca
que estaban depositando el cuerpo mismo del
caudillo colocaron el brazo mutilado en el nicho
principal del monumento. Adems de unos versos
del gran tribuno Jess Urueta, se inscribi esta
frase:
Paladn de las instituciones,
Abati el pretorianismo.
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Abati el pretorianismo.
Su genio militar lo elev
hasta las cimas insuperables
que en la Amrica nuestra
slo alcanzaron Morelos y Bolvar.
Dije que el pueblo mexicano tiene una extraa
relacin con los miembros de sus prceres?
Desde que se llevaron el brazo para incinerarlo,
casi nadie visita el monumento dedicado a la
sombra del caudillo.
1946. La calavera de Hernn CortsLucas Alamn muri en 1853 sin revelar el
enigma que haba atormentado a los historiadores
de su tiempo. En dnde estaban los huesos de
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Hernn Corts? La osamenta del conquistador se
hallaba perdida desde 1836. Jos Mara Luis
Mora propal la versin de que alguien los haba
sacado del pas en secreto. Joaqun Garca
Icazbalceta relat que cada que le preguntaban
por el paradero de los restos, Alamn cambiaba
de conversacin con cualquier pretexto. En 1920
los huesos seguan sin aparecer. Carlos Pereyra
asegur en 1920 que la renuencia de Alamn a
abordar el tema se deba con seguridad a la
existencia de un pacto secreto.
Corts muri en Sevilla en 1547. En el mausoleo
que se le destin, su hijo Martn hizo grabar este
epitafio, bello y sombro:
Padre cuya suerte impropiamente
Aqueste bajo mundo posea
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Aqueste bajo mundo posea
Valor que nuestra edad enriqueca,
Descansa ahora en paz, eternamente.
Pero Hernn Corts no tuvo paz ni antes ni
despus de su muerte. En el testamento que
redact apenas dos meses antes del fin, orden
que sus restos fueran devueltos a la Nueva
Espaa y sepultados en un convento que a costa
suya, y antes de un plazo de diez aos, deba ser
construido en Coyoacn. Sus deudos lo
sepultaron en el monasterio de San Isidoro del
Campo, en Sevilla; alegando necesidades de
espacio sacaron los restos tres aos ms tarde,
para depositarlos en el altar de Santa Catarina. La
ltima voluntad del conquistador tard quince
aos en ser cumplida. Volaba el ao de 1566,
cuando zarp la nave encargada de transportar el
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atad al reino que don Hernando haba
conquistado. El convento de Coyoacn no pas
de ser una quimera: la clusula ms olvidada del
testamento. Al llegar a tierra, los restos fueron
conducidos a la iglesia de San Francisco de
Texcoco, en donde, sale la tierra leve!, yacan
los restos de la madre del conquistador, doa
Catalina Pizarro.
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Termin el siglo XVI, se cumpli el primer
centenario de la Conquista, y al poco tiempo,
1629, muri el ltimo descendiente de Corts en
lnea masculina: Pedro Corts, cuarto marqus
del Valle. Don Pedro fue sepultado con pompa en
el templo de San Francisco. El virrey de
Guadalczar mand que los restos de su ilustre
antepasado fueran a reposar al sitio en que tom
descanso el ltimo de sus herederos varones. En
un sepelio majestuoso, en el que unos trescientos
frailes marcharon en procesin por el
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Empedradillo (desde el actual Monte de Piedad,
donde estuvieron las casas de Corts), la urna
forrada de terciopelo, en la que haba sido
depositada la osamenta del famoso campen e
invencible Hrcules de Extremadura, fue
colocada, primero, en un pequeo nicho del
Sagrario y aos ms tarde debajo del altar
mayor. La llave que abra esa urna pas de mano
en mano durante 165 aos entre los frailes
sacristanes del convento de San Francisco; en
1763, el padre Francisco de Ajofrn tuvo la
calavera entre las manos. Escribi en el diario de
sus viajes que en la urna se lea, en letras
doradas:
Ferdinandi Cortes osa servantur hic famosa
Llega 1790. Revillagigedo ordena que los restos
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Llega 1790. Revillagigedo ordena que los restos
sean llevados al templo del Hospital de Jess
que el propio Corts fund en los aos inmediatos
a la Conquista para que ocupen el magnfico
sepulcro que han diseado Jos del Mazo y
Manuel Tols. La ceremonia es solemne y
suntuosa. La osamenta es envuelta en una
sbana de Cambray bordada de seda negra. Ha
llegado a su sexto sitio de reposo: el que, segn
todo lo indica, ser su ltima sepultura.
Pero no es as. No fue as. En 1823, huesos ms
ilustres llegan a la ciudad de Mxico para ser
honrados en la Catedral Metropolitana. Son los
restos de Hidalgo, de Morelos, de media docena
de insurgentes. La visin de aquellas osamentas
sagradas desata el fervor nacionalista. Por la
ciudad circulan impresos que incitan al populacho
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a extraer los huesos de Corts e incinerarlos en
donde antiguamente estuvo el quemadero de
San Lzaro, una de las plazas donde el Santo
Oficio ejerca, en la persona de las brujas, los
somticos y los judaizantes, su ministerio terrible.
La vspera del 16 de septiembre todo pareci
indicar que la profanacin era inminente. Lucas
Alamn, que un ao ms tarde iba a impedir que
la furia nacionalista fundiera la estatua ecuestre
de Carlos IV, ingres al templo en secreto y
cambi los huesos a un lugar donde no se les
encontrara. Para burlar la vehemencia
nacionalista, desmont los mrmoles del
sepulcro, que alguien rob poco despus, e hizo
que un busto de Corts que Manuel Tols haba
esculpido fuera llevado a Italia. Incluso el
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pontfice de los deturpadores de Corts, el
intelectual liberal Jos Mara Luis Mora, crey que
los restos haban salido de Mxico.
Alamn no dijo a nadie dnde se encontraba la
osamenta, pero revel su ubicacin en un
documento fechado en 1836. Ese documento
lleg a manos de la embajada espaola una vez
que las relaciones Mxico-Espaa se
restablecieron. La embajada mantuvo la
informacin oculta durante un siglo.
El 11 de noviembre de 1946 el historiador del arte
novohispano Francisco de la Maza asisti a una
misteriosa reunin a la que lo haban convocado
un refugiado espaol (Fernando Baeza) y un
becario cubano de El Colegio de Mxico (Manuel
Moreno). Estos personajes le informaron que
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tenan en su poder la carta que responda la
pregunta que los historiadores se hacan desde el
siglo Xix.
Dos aos antes, Jos C. Valads haba buscado
la tumba sin xito alguno. Corra la leyenda de
que en 1919 tambin el capelln del Templo de
Jess se haba empeado en encontrarla, y que
lo hizo en forma tan obsesiva que termin recluido
en un manicomio.
De la Maza constat la autenticidad del
documento que le mostraban. Era el mismo que
Alamn haba redactado poco despus de
esconder los restos. Con el auxilio del historiador
Alberto Mara Carreo, De la Maza obtuvo
autorizacin del secretario de Educacin, Jaime
Torres Bodet, para llevar a cabo una nueva
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bsqueda.
Al amanecer del domingo 24 de noviembre de
1946, los dos historiadores, acompaados por
Manuel Moreno, Fernando Baeza y un conjunto
de notables, entre los que estaban Manuel
Toussaint, Manuel Romero de Terreros y un
bisnieto de Alamn, penetraron en el templo.
Carreo dio el primer barretazo. Al caer la tarde,
tras una doble hilera de ladrillos, apareci un
catafalco: el catafalco que haba torturado la
imaginacin de generaciones enteras. Segn la
crnica publicada en esos das por El Universal,
quienes deambulaban aquel domingo por las
inmediaciones de Pino Surez y Repblica de El
Salvador pudieron presenciar el momento inslito
en el que cuatro historiadores salieron del templo
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cargando un atad y marcharon por la calle a
tropezones, hacia la cercana oficina del director
del Hospital de Jess.
En ese sitio abrieron el catafalco. Los huesos se
hallaban dentro de una caja de plomo; el crneo
descansaba en una urna de cristal. El bisnieto de
Alamn no a otra cosa haba venido entreg
a De la Maza una llave de oro que haba pasado
en secreto de padres a hijos. Serva para abrir la
cerradura de la urna de vidrio.
Hubo ese instante de expectacin del que hablan
las novelas. Los restos aparecieron envueltos en
un rico pauelo con galones de oro.
Al momento de su muerte, el Invencible Hrcules
de Extremadura era un viejecillo al que slo le
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quedaba el colmillo superior izquierdo.
Al da siguiente, al trmino de un acto oficial, el
secretario Torres Bodet subi al automvil del
presidente Manuel vila Camacho y le inform del
hallazgo. Le dijo tambin que los historiadores
deseaban rendir homenaje a los restos del
conquistador. vila Camacho resping. Un
homenaje, dijo, slo iba a servir para azuzar una
vieja discordia histrica, estril, interminable.
Orden que el INAH realizara la autentificacin de
los restos y volviera a enterrar los huesos en el
mismo sitio.
El informe de antropologa forense mostr que el
esqueleto estaba surcado por diversas huellas de
lesiones patolgicas. Corts tena el tabique nasal
desviado y severas contusiones en omplatos,
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fmures, tibias y perons: las huellas de la
Conquista. Su osamenta se hallaba marcada,
adems, por diversos procesos infecciosos. Haba
padecido tifoideas y disenteras. Al llegar la
muerte, la mayor parte de sus huesos estaban
arqueados e hipertrofiados.
La tumba volvi a cerrarse. Nadie celebr el
hallazgo de esos huesos que llevaban aos
perdidos. El nico homenaje que se les permiti:
una placa que enmarcaba las dos fechas:
Hernn Corts
1485-1547
1985. El sismo que se llev una
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ciudadEn la ciudad de Mxico ha temblado desde
siempre, pero cada temblor llega como si fuera el
primero. A fines del siglo XVII hubo un terremoto
que segn el cronista Antonio de Robles dur tres
credos: aquello debi ser el pandemonium, si se
toma en cuenta que rezar el credo lleva alrededor
de un minuto. Y sin embargo, cuando volvi a
llegar un movimiento telrico de importancia, ya
nadie recordaba los efectos del terremoto
anterior.
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Concepcin Lombardo de Miramn cuenta en sus
Memorias la llegada del terremoto de abril de
1845, que durante mucho tiempo fue considerado
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el peor en la historia de la ciudad. Edificios, torres,
cpulas: lo que no se vino abajo se dobl o
resquebraj.
Aquel terremoto provoc la instalacin, en una
plaza de la ciudad, del que fue tal vez el primer
campamento de damnificados. Pero en trminos
generales, sufrir un sismo y despus olvidarlo ha
sido la historia de la capital. El terremoto de 1845
haba sido olvidado cuando ocurri el terremoto
de 1911, conocido como el temblor maderista
porque sucedi el mismo da en que el caudillo
triunfante, Francisco I. Madero, llegaba a la
ciudad en la que dos aos ms tarde sera
asesinado.
Como la ciudad se empea en olvidar sus
tragedias, los diarios sealaron que el temblor de
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1911 haba sido el peor en la historia de la urbe.
Tranquilo no estuvo: los derrumbes mataron a
cientos de personas, y muchas otras quedaron
atrapadas entre los escombros. La destruccin, el
horror, la mortandad se extendieron sobre todo
por San Cosme, Tepito, Santa Mara la Ribera y
las calles comprendidas entre avenida Jurez y
avenida Chapultepec: Revillagigedo, Victoria,
Ayuntamiento.
En uno de los hechos, eso s, ms delirantes que
se registran en la historia de la metrpoli, los
mismos que lloraban a las seis de la maana por
el temblor fueron los mismos que a la una de la
tarde vitorearon a Madero en Reforma, Jurez,
San Francisco y Plateros.
Todo aquello se haba olvidado en 1957, cuando
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una noche de sbado lleg el terremoto que
derrumb el ngel. Unas personas que salan de
una fiesta relataron a La Prensa el momento
inolvidable en que la Victoria Alada de Enrique
Alciati se desplom, dejando sobre la base de la
columna, sobre el csped y sobre el pavimento de
Reforma, trozos de oro que brillaban a la luz de
los faroles. Fue el horror. Cientos de edificios
resultaron daados, todas las construcciones del
llamado Primer Cuadro perdieron los vidrios, y la
radio relat, por vez primera, minuto a minuto, la
tragedia de la gente que haba quedado
sepultada, el hallazgo macabro de cadveres bajo
toneladas de escombro.
As nos sorprendi veintiocho aos ms tarde,
como si fuera el primero, el terremoto del 19 de
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septiembre: el sismo que se llev una ciudad. En
1985 era lo suficientemente joven como para que
dieran las 7:19 y yo siguiera en la cama. Haca
cosa de un ao haba comenzado a dar clases de
literatura en una prepa de la colonia Roma. La
Roma se haba convertido desde entonces en mi
segunda casa; me pasaba el tiempo en sus cafs,
sus fondas, sus taqueras, sus bares y cuando
llegaba el caso, en sus hoteles: el Miln, el Roma,
el Monarca.
Aquel jueves tena libre la maana. Me haba
quedado de ver con un amigo, no s si a las dos o
a las tres de la tarde, en el Vips del Metro
Insurgentes, para tomar caf. En aquellos aos
tombamos caf hasta quedar al borde del llanto.
No fue la sacudida la que me expuls de la cama,
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sino los gritos destemplados de mi hermana.
Haba comenzado el terremoto que arranc de
cuajo manzanas enteras y se llev, no s, lo
hemos repetido tanto, el mundo antiguo: el Hotel
Regis, el Centro Mdico, el Hotel del Prado, el
Superleche, los multifamiliares Miguel Alemn, el
edificio Nuevo Len, varias secretaras y otros
edificios de gobierno, un millar de construcciones
de Tlatelolco, la Roma, la Jurez, Tepito, la
Guerrero, el Centro.
En 1985 era tambin lo suficientemente
inconsciente como para volver a meterme en la
cama despus del temblor. Se haba ido la luz.
As que no haba tele ni radio. Mi madre alcanz a
llamarnos y nos dijo que haba visto caer un
edificio. No le cremos, porque ella tiene un
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sentido dramtico que le hace siempre exagerar
las cosas. Despus de su llamada nos quedamos
tambin sin telfono.
Me puse a leer una novela, aislado en la burbuja
de la casa familiar. Unas horas ms tarde, uno de
mis tos toc la puerta y nos describi, no el ltimo
libro de la Biblia, pero s algo semejante a l. El
Apocalipsis. La ciudad est paralizada. Hay
derrumbes por todos lados, nos dijo.
Tom una bicicleta. Aquel to me dio la
encomienda de ir a las casas de todos y cada uno
de mis familiares para constatar si estaban bien.
Comenc a pedalear. Creo que lo primero que vi
fue el inmenso titular de la edicin vespertina de
Ovaciones. Su elocuencia era aterradora. Deca,
simplemente: Oh, Dios!.
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No he olvidado aquel da. Durante muchos aos lo
record diariamente. Durante muchos meses me
fui a dormir con la luz encendida, para poder ver
si la lmpara del techo se meca. Nadie en la
ciudad estaba listo para ver lo que vimos. Robo la
frase de un amigo: era como si la ciudad entera se
hubiera suicidado.
Pedale de aqu a all durante ocho o nueve
horas. De San Cosme a la Jurez, de la Jurez a
la Roma, de la Roma al Centro, del Centro a
Coyuya, de Coyuya a la Anzures. No voy a decir
nada de eso. Pero hubo un momento en el que no
supe dnde estaba, porque todos los referentes
cotidianos haban desaparecido.
O gritos bajo unas piedras en lvaro Obregn, y
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vi una foto de boda que emerga entre unos
escombros. Pas junto el edificio derrumbado
donde viva un amigo: l tambin haba sido lo
suficientemente joven como para seguir en la
cama a las 7:19, pero a diferencia ma, no supo
nunca lo que ocurri: no pas los 28 aos
siguientes con todo aquello metido en el stano
de la memoria.
Volv a mi casa en San Cosme, sirenas, trfico,
olor a gas. Pasaban de las nueve de la noche. En
Reforma, parado en una esquina, estaba Octavio
Paz. Pas como una rfaga, pero no he olvidado
sus ojos. Me explicaron todo. Ah estaba la
tragedia, la muerte, el horror.
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2011. Pajarito, pajaritoCierto trmite que no viene a cuento detallar me
condujo a las puertas de un estudio fotogrfico de
la colonia Roma. En la sala de espera, un
muestrario cubierto de polvo mostraba las
fisonomas airosas de medio centenar de
retratados. La mayor parte exhiba copetes,
solapas y corbatas que estuvieron de moda a
fines de los setenta. Vi muchachas enigmticas, a
las que el tiempo habr constituido, acaso, en
seres entrados en aos y en carnes. Aparecan
adultos mayores, que muy probablemente hoy
gocen de la paz de los sepulcros, y nios rubios,
morenos, flacos o regordetes, que no parecan
anunciar el desarrollo de alguna biografa
despampanante.
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Sent que haba ingresado en un templo del
pasado. El reducto de otra vida, de otro tiempo,
cuyas puertas slo se entreabran mediante la
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formulacin de frases cabalsticas: seis fotos
tamao mignon, dos fotografas tamao infantil,
de frente, de perfil, de tres cuartos.
Mientras un maestro de bata desvada colocaba
sus luces y montaba las placas, comprend que
asista a un rito terminal. El fin del Photo Studio.
Afuera, la ciudad se hallaba invadida por
dispositivos, artilugios, aditamentos: cmaras
metidas en telfonos del tamao de una cajetilla
de cigarros; el ejrcito de maravillas de la era
digital. Pero adentro, entre los grandilocuentes
escenarios falsos del estudio, el fantasma de mis
padres y mis abuelos ensayaba poses: ah flotaba
algo que converta a la gente en objeto de culto de
un altar domstico.
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En la segunda mitad del siglo XIX, Maximiliano de
Habsburgo introdujo en Mxico la pasin por el
retrato. En la capital existan estudios fotogrficos
desde que Jean Prelier abri el primero en el
nmero 9 de la distinguida calle de Plateros; en
tiempos de Santa Anna la fotografa haba servido
para que el Estado hiciera un catlogo de reos: el
lbum de familia de la sociedad patibularia; ir a
retratarse, como ir al dentista, acudir a un
abogado o encaminarse a la tumba, era una de
esas cosas que tarde o temprano uno tena que
hacer en la vida. Pero la fiebre que se vivi en el
Segundo Imperio no tena precedentes. Fijar en
un trozo de cartn la majestad de los rasgos,
ms que en una moda, se convirti en la carta de
naturalizacin de la vida en sociedad, el acta de
matrimonio entre el individuo y el siglo que lo
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cobijaba. Imitando los usos de la corte, todo
mundo comenz a llevar en el bolsillo de la levita,
y en el caso de las mujeres, en la pequea,
iridiscente bolsa de mano, un mazo de tarjetas de
visita en las que, adems del nombre, apareca la
efigie del propietario. La ciudad se vio inundada
por aquellas tarjetitas en las que se manifestaban
seores de aire aristocrtico y bigote alacranado,
y evanescentes damas que apoyaban la mano en
una columna rota.
Aos despus de la cada de Maximiliano, ngel
de Campo se burlaba en El Imparcial porque sus
contemporneos, aun aquellos cuyo aspecto
deba obligarlos a llevar una existencia ms
modesta, seguan contando al menos con tres
ejemplares de su apariencia corporal: uno de
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busto, otro de cuerpo entero, y el restante en
tropel.
El retrato escriba es hoy una cosa tan
comn, como las faltas que comete la polica.
Durante el porfiriato funcionaron en la capital ms
de veinte locales dedicados al retrato. Los ms
sealados digamos, el legendario estudio de
los hermanos Valleto, en la segunda calle de San
Francisco nmero 2 posean recibidores,
salones amueblados, catlogos de poses y
elegantes vestidores en los que los clientes
podan mudar de traje.
En Fuga mexicana, un libro clsico sobre la
historia de la fotografa en Mxico, Olivier
Debroise relata que en aquellos estudios, algo
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parecidos a los teatros, el maestro fotgrafo
funga como director de escena: sugera posturas,
compona detalles, arreglaba con los dedos la
cabellera de sus modelos. De aquellos
establecimientos procede la tradicin que ordena
a los fotgrafos exponer en una vitrina, o a las
puertas mismas de su negocio, los frutos de su
arte. A Micrs le gustaba burlarse porque no era
raro encontrar en aquellas antologas de la
fisonoma mexicana a charros empistolados
posando en un saln estilo Luis XV, y a mujeres
gordas que seguan, con las manos juntas, el
vuelo de una trtola.
En aquella edad perdida, un fotgrafo extranjero,
Rodolfo Jacobi, hizo traer de Europa un
contingente de artistas del retoque, a los que
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encarg la tarea de fotoshopear, como decimos
hoy, las imgenes que l obtena. El trabajo de los
retocadores consista en adelgazar las cejas,
afilar la nariz, borrar de la superficie facial todo
rastro de granos, barros y protuberancias.
Mejorar el original fue un xito paralelo de la
fotografa.
En 1901 la American Photo Supply comercializ
las primeras cmaras porttiles y desat una
suerte de democratizacin de la imagen el
antecedente ms remoto de Instagram que
llev a los estudios a perder el lugar
preponderante que haban ocupado en el mundo
de la representacin mecnica. Ya no era
necesario acudir a un estudio en busca del espejo
de uno mismo. Apriete el botn, nosotros
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hacemos lo dems, rezaban los anuncios
publicitarios que inundaban los diarios, las
revistas, la ciudad.
Los fotgrafos se vieron obligados a recorrer las
calles en pos de nuevas clientelas. Deambularon
por la urbe, cargando sobre la espalda sus tiles
de trabajo. Una crnica de El Imparcial los retrata
en el instante de asomarse a las vecindades para
gritar, con la misma tonada de los compradores
de ropa usada:
Personas que retrataaaaar!
La reproduccin industrial de la fisonoma
quedaba, por primera vez, al alcance de todas las
fortunas. Otra vez De Campo: Por slo unos
reales escribi salen el perro consentido, el
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loro enjaulado y hasta un nio muerto vestido de
San Jos!.
La irrupcin de la cmara Kodacolor, entre los
aos cincuenta y sesenta, sell el destino del
Photo Studio como bastin de la fotografa oficial
(pasaportes, cartillas, ttulos, certificados) y oficina
de registro de acontecimientos nicos (bodas,
bautizos, XV aos). Como todo lo que desplazan
las nuevas tecnologas, los viejos estudios se
volvieron vestigios del mundo del pasado. En las
salas y los pasillos de las casas mexicanas
dejaron, sin embargo, memorias y genealogas.
lbumes familiares: emanaciones de lo ausente.
Pajarito, pajarito!.
Hay una voz que se ha llevado el viento.
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Itzia Lorente 1 abril, 2015, 4:30 pm
Hctor de Maulen
Escritor y periodista. Autor de La perfecta espiral,
El derrumbe de los dolos y El secreto de la
Noche Triste, entre otros libros.
2015 Abril, Ciudad de libros.
3 comentarios en Laciudad que nos inventa
Muy altos y muy poderosos, Excelentsimos
Escritores el edificio de correos an contina
enviando correspondencia y tiene servicio de
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Renahud Cervantes Ruiz 1 abril, 2015, 4:38 pm
arcadio pasos bernal 2 abril, 2015, 10:51 am
paquetera, se les olvida que en Mxico hay
una buena cantidad de personas que no
tienen acceso a internet, el celular es caro y el
telfono no es suficiente.
Tambin todava se puede enviar una postal
de la moderna ciudad de Mxico. Creo que
ustedes viven en otro siglo. Ya los alcanzo el
futuro!
Responder
Excelente recuento histrico de la vida de la
capital y de nuestro pas
Responder
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Exelente cronogia de hechos. Felicidades.
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