La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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SEGUNDA
GUERRA
MUNDIAL
L B T L L D E L
A T L Á N T I C O
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SEGUNDA
GUERRA
MUNDIAL
L B T L L
D E L T L Á N T I C O
TIM
folio
U F E
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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CONTENIDO
CAPÍTULOS
Introducción
a la
edición británica
4
1: La
suelta
de los
lobos
d e m ar 14
2: Incursores al acecho 38
3: «Días felices» pa ra los submarinos alemanes 60
4: Armada s vitales 9 4
5: El
triunfo
de la
tecnología
122
6: Los Estados Unidos en e l m ar 148
7: El
asa lto final
176
ENSAYOS FOTOGRÁFICOS
Las
primeras víctimas
de la
batalla
6
La estrambótica saga d e l Zamzam 24
Suicidio d e un merodeador 5 0
El
fantástico mundo
d e u n
submarino
70
Hundimiento d e un submarino 84
Viajes
a l
peligro
108
L a ciudadela d e hielo d e Norteamérica 134
L a
guerra
en e l mar
sobre tela
160
U n a
efusión
d e
barcos
190
Agradecimientos
Créditos de las ilustraciones
Indice
202
202
203
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INTRODUCCIÓN L
EDICIÓN BRITÁNICA
«Las batallas pueden ganarse o perderse, la s empresas p u e -
d e n tener éxito o fracasar, lo s territorios pueden conseguir-
se o abandonarse , pero dominando todo nuestro poder
para seguir adelante
en la
guerra,
o
incluso para mantener-
n o s vivos, s e halla nuestro dominio de l a s rutas oceánicas y
el libre acceso y en t rada a nuestros puertos.» A s í definió
Winston Churchill lo s temas subyacentes de la Batalla de l
Atlántico.
La Batalla d e Inglaterra f u e m á s inmediata y dramática;
pero aunque la hubiéramos perdido, n o p o r ello estaba ga-
rantizada u n a invasión alemana c o n éxito. Pero allá fuera, e n
la s frías extensiones d e l Atlántico, m es tras m e s , a ñ o tras a ño ,
se estaba librando u n a batalla d e cuyo resultado dependía
nuestra propia supervivencia. Ya casi la perdimos una vez
antes, en 1917; y como este libro ( q u e f u e producido origi-
nalmente en los Estados Unidos) muestra claramente, casi la
perdimos
d e
nuevo
en 1943.
Hace unos pocos años visité al hombre cuyas fuerzas estu-
vieron
t a n
cerca
d e
derrotarnos:
el
gran almirante Karl
D ó-
nitz, jef e d e l ejército d e submarinos durante toda la batalla,
y sucesor d e l gran almirante Raeder a la cabeza de la Mari-
na de guerra alemana. Vivía solo e n u n a modesta planta baja
en las afueras d e Hamburgo. F u e u n a extraña experiencia
hallarme cara a cara c o n aquel pequeño, frágil y casi sordo
viejo, cuyo nombre había estado e n todos lo s hogares e n
Gran Bretaña durante lo s años de la guerra.
«Mirando hacia atrás a la guerra e n e l ma r - l e pregunté-,
¿cuál considera que fue e l mayor error alemán?» Su respuesta
f u e inequívoca. «N o haber construido al estallar la guerra los
3 0 0
submarinos
q u e l e
pedí
al
almirante Raeder.»
«¿Y q ué
cree q u e hubiera ocurrido si hubiera podido disponer d e
ellos?», pregunté. Sonrió y dijo: «Creo que en 1941 hubiéra-
m o s ganado la guerra.»
Su petición n o f u e aceptada p o r d o s razones: primero,
porque Hitler le había prometido a Raeder q u e Alemania n o
tendría q u e luchar contra Gran Bretaña al menos hasta 1944;
y segundo, porque Raeder planeaba utilizar este respiro para
construir u n a ilota «equilibrada», q u e incluiría poderosos
barcos
d e
guerra capaces
d e
enfrentarse
a sus
contrapartidas
británicas e n términos d e igualdad.
Pero Llitler se vio supe rado p o r l o s acontecimientos; y
cuando estalló
la
guerra
en 1939, la
Marina
d e
guerra alema-
n a tenía todavía u n tamaño m á s bien modesto. Comprendía
u n puñado d e submarinos operativos y u n a flota d e superfi-
cie formada p o r tres cruceros d e combate, tres acorazados d e
bolsillo, ocho cruceros y 34 destructores y torpederos . Los
enormes acorazados
Bismarck
y
Tirpitz
estaban todavía e n
construcción. S in embargo, tras la caída d e Noruega y Fran-
cia en 1940, la Marina d e guerra alemana e r a capaz ya de
luchar e n términos m ás igualados; p o r aquel entonces, en vez
d e tener q u e recurrir al largo y peligroso paso desde Alema-
nia a
través
de l ma r de l
Norte, podía operar desde bases
es -
tablecidas en e l mismo borde d e l campo d e batalla d e l Atlán-
tico,
lo
cual significaba pasar
u n
largo período
e n
acción,
y
disponer d e u n regreso m á s corto y más seguro a la base.
De l a s dos ramas de la Marina d e guerra alemana, los
buques d e superficie eran l o s más disruptivos y mortales, y
hacían q u e tuviéramos q u e desviar en su busca u n a serie d e
acorazados q u e necesitábamos enormemente e n otros luga-
res. Llubo u n a ocasión, si n embargo, en la que pudieron c am-
biar el curso de la batalla. A principios d e verano de 1941,
Raeder ordenó a los cruceros d e combate
Scliarnhorst
y
Gnei-
senau,
entonces e n Brest, q u e acudieran a u n a cita e n medio
d e l Atlántico c on e l
Bismarck
y e l crucero pesado
PrinzEugen,
q u e
navegaban hacia allí desde
el
Báltico. Tenían
q u e
efec-
tuar u n crucero d e tres meses atacando a los buques mercan-
te s aliados.
Si esta poderosa fuerza hubiera llegado a reunirse, habría
podido paralizar nuestro comercio y a s í p o n e r e n peligro
todo e l esfuerzo d e guerra. Tal como fueron la s cosas, sólo el
Bismarck
y el
Pri.nz Eugen
consiguieron acudir a la cita y, tras
u n a caza desesperada, el Bismarck f u e enviado a l fondo. M i
propio barco estuvo presente
en la
confrontación final,
y
nuestros sentimientos mientras contemplába mos su s últimas
horas fueron d e profundo alivio al haberlo inutilizado, u n
alivio tem pla do por la maravilla d e contemplar la destrucción
de un barco ta n magnífico y po r la admiración hacia la galan-
tería c on l a que su tripulación luchó hasta e l amargo final.
Pero fueron lo s submarinos alemanes quienes plantearon
la amenaza definitiva..., u n a amenaza q u e creció e n intensi-
d a d a medida q u e avanzaba la guerra y m á s d e ellos s e unían
a la batalla. A finales de 1942 había cerca de 400 submarinos
alemanes en e l mar o en per íodo d e construcción, y la pér-
dida media mensual d e barcos aquel a ñ o f u e d e m á s d e
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600.000 toneladas. Pese al constante fluir d e barcos Liberty
de los astilleros norteamericanos, estas pérdidas n o podían
m an te nerse i ndefi n idame n te.
Fueron varios factores l o s que f inalmente ayudaron a
cambiar la s tornas frente a la amenaza de los submarinos
alemanes:
u n a
cobertura aérea
m á s
efectiva, tanto desde
bases terrestres como d e portaaviones; u n radar mejorado;
radiogoniometría d e alta frecuencia para localizar la s trans-
misiones d e radio d e l enemigo; formación d e grupos espe-
ciales d e caza; y u n a forma m á s sofisticada d e cargas d e p r o -
fundidad. Pero hubo otra arma, cuyos secretos n o h a n sido
revelados hasta m uy recientemente, q u e e n último análisis
tuvo u n papel decisivo. F ue e l Ultra, e l nombre dado al
sistema mediante el cual conseguimos, a lo largo de la ma-
y o r parte de l a guerra, descifrar lo s códigos militares a le-
manes.
Empezamos
a
poder leer
e l
código general naval alemán,
llamado Hydra, a mediados de 1941, en buena parte gracias
a la captura del U-l 10, con su máquina codificadora, y de dos
barcos meteorológicos alemanes q u e llevaban repuestos y li-
bros d e códigos. Pero, e n febrero de 1942, las señales de los
submarinos alemanes cambiaron a u n código diferente llama-
d o Tritón, q u e desafió todos lo s intentos d e descifrado duran-
te los siguientes 10 meses. De ahí l a s grandes pérdidas sufri-
da s duran te e l resto d e l a ñ o . Afortunadamente, todavía
podíamos leer e l Hydra; d e no s e r po r ello y por e l vasto co-
nocimiento de los movimientos de los submarinos alemanes
conseguido
ya por la
sala
d e
seguimiento
d e
submarinos
del
Almirantazgo, si n d u d a la s pérdidas hubieran sido mucho
mayores.
E n diciembre de 1942 cons egui mos finalmente d esci frar e l
Tritón. Este éxito, acompañado p o r u n tiempo tormentoso,
mantuvo la s pérdidas e n enero de 1943 a su nivel m á s bajo
d e todo un a ño . S e elevaron d e nuevo e n febrero, y en mar-
zo se alcanzó e l climax de la batalla. E n sólo 20 días los sub-
marinos alemanes hundier on 9 7 barcos, totalizando cerca d e
medio millón d e toneladas, u n revés q u e hizo q u e algunos
miembros d e l Almirantazgo británico creyeran que l a derro ta
n o s estaba mirando directamente a la cara.
Hubo
d o s
razones para este revés.
En
primer lugar,
a
prin-
cipios d e marzo, lo s alemanes cambiaron sus procedimientos
d e codificación d e l Tritón d e u n a forma ta n drástica q u e
fuimos d e nuevo incapaces d e descifrarlo; e n segundo lugar,
como habíamos sospechado desde hacía mucho tiempo, los
alemanes habían descifrado nuestros propios códigos relati-
vos a la disposición de los convoyes. Afortunadamente, des-
ciframos d e nuevo e l Tritón poco después, y se tomaron
medidas para cambiar lo s códigos británicos.
Casi de la noche a la mañana e l cuadro cambió espectacu-
larmente. La nueva comprensión d e l Tritón, combinada c on
u n a radiogoniometría y u n radar mejorados, no s permitieron
rastrear
a los
submarinos alemanes casi todo
el
camino
des -
de sus bases e n Francia hasta su s estaciones d e guerra en el
Atlántico. Con las nuevas armas a nuestra disposición, conse-
guimos crear el caos entre ellos, n o sólo en las inmediaciones
de los convoyes, sino también en su paso d e salida y regreso
por e l golfo d e Vizcaya. E n abril y mayo, Dónitz perdió n o
menos de 56 submarinos; desesperado, retiró a los supervi-
vientes a sus bases. Volvieron a la batalla m á s tarde, pero ya
nunca volvieron a ser la misma amenaza.
¿Sospecharon lo s alemanes que s u s códigos habían sido
descifrados? S í. Pero a m en u d o la gente se niega a creer lo
q u e n o
desea creer,
y las
conclusiones
d e
varias investigacio-
n e s fueron siempre la s mismas: lo s códigos eran indescifra-
bles, d e modo q u e tenía q u e existir otra explicación, como
u n a traición dentro de sus rangos. Cuando en 1974 l e pre -
gunté a Dónitz si aceptaba ahora la verdad sobre e l asunto,
se encogió d e hombros como s i aún fuera reacio a creerlo.
E n ambos lados, la s bajas de la Batalla d e l Atlántico fueron
altas. L a s pérdidas entre lo s marinos mercantes bri tánicos
fueron proporcionalmente m á s altas q u e e n ninguno de los
servicios armados, mientras que dos de cada tres tripulantes
de los submarinos alemanes jamás volvieron a casa. S in em-
bargo, para ambos lados, hubo
a
menudo largos intervalos
d e
calma, en los que los peores enemigos fueron el aburrimien-
to y el mal tiempo. En e l climax de la batalla, durante el in-
vierno d e 1942/43, m i propio destructor escoltó a varios
convoyes entre e l norte d e Irlanda y Terranova, y sólo una vez
avistamos a u n submarino alemán.
F ue una guerra impersonal, luchada p o r enemigos que ra -
ras veces se veían e l uno a l otro; también u n a guerra limpia,
en la que, en general, ambos bandos lucharon hon orablemen-
te. Más tarde conocí a varios de los ases de los submarinos ale-
manes, hombres como Cremer, v on Witzendorf y el legenda-
r io Kretschmer ( q u e llegó a ser almirante de la OTAN). E n
carácter
y
aspecto parecían
m u y
poco diferentes
a
nuestra
propia gente; y, hablando c o n estos satisfechos civiles, resulta-
ba difícil creer q u e ellos y sus camaradas muertos hacía mucho
hubieran estado en un momento determinado a sólo el grosor
de un cabello d e cambiar la historia d e l mundo.
L U D O V I C K E N N E D Y
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LOS
TORPEDOS
SE COBRAN SU CUOTA
Regent Tiger: 2 de noviembre de 1939. Un
negra columna
d e
humo
se
eleva de l buque cisterna británico en llamas en el momento en que empieza a
hundirse inmediatamente después de haber sido torpedeado.
L os últimos meses d e 1939 fueron ampliamente descri tos
como la época de la «guerra falsa»; tras la caída d e Polonia,
quedaba ya poca tierra firme donde luchar. Pero en el mal-
e r a diferente. Allí, la guerra ardía c o n u n a furia q u e presagia-
ba un largo y sangriento conflicto .
N o habían transcurrido 10 horas desde el anuncio del primer
ministro Neville Chamberlain de que l a guerra había empe-
zado, q u e u n submarino alemán torpedeaba e l transatlánti-
co británico
Alhema.
De los 1.400 pasajeros a bordo (muchos
de los cuales huían de la guerra e n Europa), 112 perdieron
sus vidas, entre ellos 28 estadounidenses.
En las
semanas
q u e
siguieron,
lo s
lobos
d e m a r d e
H i t l e r -
como
f u e
llamada
su
fuerza
d e
s ubmarinos- golpearon
una y
otra vez a los buques mercantes tan vitales para la superviven-
ci a económica d e Gran Bretaña. Incluso lo s buques d e guerra
británicos fueron presa de las incursiones de los submarinos.
La primera gran baja fu e el portaaviones Courageous e n setiem-
b r e , seguido a l cabo d e un m e s po r e l acorazado Royal Oak.
Las pérdidas d e material fueron abrumadoras, pero l o que
le s ocurrió a tripulaciones y pasajeros aturdió a todos l os que
supieron de su destino. En los aterradores minutos entre el
estallido d e u n torpedo contra e l casco y el hundimiento del
buque hacia su muerte, aquellos q u e n o habían resultado
muertos d e inmediato po r l a explosión se vieron a menudo
aplastados po r e l acero que s e derr umbaba, mortalmente es -
caldados p o r e l vapor de las reventadas calderas, o ahogados
por e l m a r que penet raba e n tromba. Cuando además había
fuego, l os supervivientes se enfrentaban a menudo a otro tipo
d e tortura, debatirse en el agua cuya superficie ardía a cau-
sa de l petróleo.
Si bien lo s torpedos desencadenaron u n a masiva destruc-
ción, la s minas magnéticas -sem brad as e n gran número a lo
largo de las aguas costeras p o r submarinos, barcos d e super-
ficie y la Luftwaffe- se cobraron también su terrible cuota d e
vidas.
A l
mismo tiempo,
en
aguas
m á s
distantes, poderosos
in -
cursores como el acorazado d e bolsillo Graf Spee estaban
arrancándole víctimas a l mar.
A finales d e 1939, los resultados de la Batalla d e l Atlánti-
c o habían ascendido vert iginosamente. Dentro d e l corto
espacio d e cuatro meses, submarinos, minas, aviones e incur-
sores d e superficie habían enviado m á s de 215 barcos m e r -
cantes -unas impresionantes 748.000 toneladas d e carga- al
fondo, jun to con dos de los mayores buques d e guerra britá-
nicos. Más de 1.500 vidas se habían perdido, y resultaba cla-
r o q u e , pese a la calma e n tierra firme, u n a larga guerra se
extendía allá delante en las aguas d e l mundo.
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Athenia: 3 d e s e t i em bre d e 1 9 3 9 .
Víctima
de un
submarino junto
a
Escocia,
el
primer
día de la
guerra:
el
transatlántico británico empieza
a
hundirse.
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Gipsy: 22 de nov . de 1939 . El destructor británico se hunde junto a la costa inglesa tras chocar contra un a mina cuando acudía al rescate de tres aviadores nazis derribados.
Doric Star: 2 d e dic iembre d e 1 9 3 9 . El carguero británico de 10.086 toneladas estalla tras haber sido alcanzado por el incursor alemán Graf Spee.
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S a n Galisto: 2 de d i c . de 1939 . La s escalerillas d e escape melgan de la cubierta de l buque cisterna británico mientras se hunde junto a la costa de Inglaterra.
Aragonite: 2 2 d e nov iem bre d e 1 9 3 9 . Este dragaminas británico fue otra de las víctimas de las minas junto a Inglaterra.
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El
brillante éxito
de l U - 4 7
Empieza la guerra submarina sin restricciones
Amenaza a las líneas de suministro británicas
Cuidadosos preparativos británicos para la guerra equivocada
Una máquina qu e escucha bajo el agua
La
gran carestía
de
submarinos alemanes
El plan de un maestro en submarinos
Hitler contra la Mari,na de guerra alemana
Claves útiles
de una
mina extraviada
Nidos franceses para submarinos alemanes
Poco después de las siete de la tarde de l 13 de octubre d e
1939, jun to a las islas Oreadas, la s aguas de l mar de l Norte se
abrieron a la ascendente torreta d e l submarino alemán U-47,
y unos segundos m á s tarde alguien echaba hacia atrás la es-
cotilla. El capitán d e corbeta Günther Prien, un o de los má s
prometedores comandantes
d e
submarinos
d e
Hitler, tenso
tras un d í a pasado en el fondo, subió al puente. Al hacerlo,
reprimió u n a maldición.
L a naturaleza le había jugado u n truco enfurecedor. A u n -
que l as condiciones climáticas eran perfectas, como se había
predicho - u n a noche si n luna, u n m a r picado pero n o dema-
siado revuelto, y u n a fresca brisa-, todo se veía estropeado
p o r u n espectacular fenómeno d e luces árticas, la aurora
boreal. Ondulaciones d e coloreada lu z cruzaban e l horizon-
te septentrional, i luminando la mitad d e l cielo y amenazan-
do c on traicionar la presencia d e l submarino.
Prien consideró p o r unos momentos abandonar s u mi -
sión. Pero pasarían semanas antes
de que l as
condiciones
ideales d e marea y luna se presentaran d e nuevo. Además, la
alta moral q u e había transmitido a los hombres d e l U-47
cuando le s puso al corriente de su misión tal vez fuera impo-
sible d e recapturar.
Para Prien, entonces c on 31 años, e l U-47 e ra su primer
mando, y ésta su primera gran misión. Había sido elegido po r
el co mod oro Karl Dónitz, je fe d e l ejército submar ino alemán,
para llevar a cabo la primera operación submarina especial
de l a guerra: u n audaz ataque contra la flota británica e n
medio mismo de su base d e Scapa Flow.
E n toda la Segunda Guerra Mundial , a ningún otro co-
mandante d e submarino alemán se le pediría q u e efectuara
u n a misión m á s atrevida o difícil. Scapa Flow, u n a cuenca d e
aguas profundas casi pegada a tierra firme en las islas Orea-
das , e ra uno de los fondeaderos m á s celosamente guardados
d e l mundo. Su entrada estaba bloqueada p o r barcos hundi-
dos , minas y redes, y patrullada por l a Marina Real. M á s a ún ,
u n submarino q u e intentara deslizarse a su interior iba a
encontrarse c o n toda probabilidad c o n u n a serie d e corrien-
te s exc epcionalmente fuertes.
Scapa Flow tenía u n significado especial, amargo, para los
alemanes. L as principales unidades de la flota alemana h a -
bían sido internadas allí despu és
de la
Primera Guerra
M u n -
dial. En 1919, mientras lo s aliados discutían sobre e l destino
final de la ilota, la s tripulaciones alemanas d e mantenimien-
t o que se ocupaban de los barcos escaparon c o n ellos y h u n -
dieron la mayoría.
Ahora lo s alemanes regresaban a Scapa Flow. El propio
Dónitz había planeado la operación, tras estudiar u n a serie
d e fotografías aéreas para hallar la mejor ruta hasta e l inte-
L SUELTA DE LOS LOBOS DE M R
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rior d e l fondeadero, y eligió personalmente a Prien para lle-
var a cabo e l ataque (recordó a Prien, a l hacerlo, que en l a
Primera Guerra Mundial d o s submarinos alemanes habían
intentado u n ataque similar contra la flota británica en Sca-
p a Flow, y que no habían regresado).
La
m añ an a
de l 8 de
octubre,
e l
U-47
se
deslizó
de sus
amarras e n Kiel, en el norte d e Alemania, y cruzó e l canal d e
Kiel e n dirección a l mar de l Norte. L os miembros de la tri-
pulación ignoraban todavía la naturaleza de su misión, pero
la s sospechas de que se trataba d e algo especial n o tardaron
e n f lorecer cuando e l submarino divisó u n a columna d e
h u m o en e l horizonte y Prien ordenó sumergirse sin ni si-
quiera investigarla. Sólo cuando el submarino se hallaba e n
la superficie n o lejos de las Oreadas, recargando su s baterías
y renovando su provisión d e aire comprimido, divulgó Prien
la noticia a su primer oficial d e guardia, Engelbert Endrass.
«Agárrese a algo, Endrass - l e dijo-. Vamos a Scapa Flow.»
Luego Prien
se lo
dijo
al
resto
de la
tripulación,
y
orde nó
u n a fiesta especial para celebrar la ocasión. F ue una extraña
celebración, c on e l submarino sumergido y los hombres s e n -
tados ante u n a comida d e costilla d e cerdo y col . Para redu-
cir el riesgo d e detección, e l cocinero, mientras servía la co-
mida, andaba suavemente con los pies envueltos e n telas.
Siete horas y media m á s tarde, e l
U-47,
ahora en la super-
ficie, s e deslizó al interior d e Llolm Sound, una de l a s tres e n -
tradas a Scapa Flow. L as fotografías aéreas habían indicado a
Dónitz que l a ent rada d e Kirk Sound al norte d e Holm
Sound - u n estrecho canal entre islas, q u e estaba casi c o m -
pletamente bloqueado p o r tres barcos hundidos- podía s e r
f ranqueada
p o r u n
navegante osado
c o n u n a
embarcación
pequeña . A medida q u e s e acercaba la medianoche, Prien
permaneció
en su
puente observando
e l
canal, brillantemen-
te i luminado por l a parpadeante aurora. La tierra se cerraba
a ambos lados, y las chimeneas y los mástiles de los barcos
hundidos se alzaban amenazadoramente sobre e l agua allá
delante. «Es una fantasmagórica visión -escribió Prien en su
diario d e a bordo-. E n tierra todo está oscuro, y m uy alto e n
el cielo pueden verse la s parpadeantes luces septentrionales,
d e modo que l a bahía, rodeada p o r altas montañas, se halla
directamen te iluminada desde arriba. El bloqueo q u e forma n
lo s barcos yace hundido a h í delante, fantasmal como l a s bam -
balinas
d e un
teatro.»
Al norte, a lo largo de la carretera de la costa de la isla a
su derecha, Prien pudo ver a un ciclista de las Oreadas q u e
se encaminaba d e vuelta a casa, c on e l faro de su bicicleta
bri l lando débilmente en la oscuridad. Prien había memori-
zado el mapa, y no se molestó e n orientarse po r é l mientras
guiaba a l submarino a través d e l paso. Había rebasado s in
problema uno de l o s barcos hundidos - u n a goleta de dos
mástiles hundid a e n aproximadamente 10 metros d e agua-,
cuando u n a corriente repentina hizo girar e l submarino a
estribor. El submarino rozó u n cable d e uno de l o s barcos
hundidos,
y
Prien notó
que e l
casco tocaba fondo. Cuidado-
samente, delicadamente, desprendió
e l
U-47,
lo
hizo girar
ligeramente a babor, y luego, c o n u n a difícil y rápida manio-
bra, lo hizo pasar a través d e l hueco. A las 12:30 de la madru-
gada del 14 de octubre estaba dentro d e Scapa Flow.
Donde le aguardaba e l sobresalto d e otra sorpresa. Mien-
tras e l
U-47
avanzaba ha cia el a nclaje principal con la escoti-
l la de su torreta abierta y las cubiertas ligeramente hundi das,
Prien se halló rodeado p o r u n a amplia extensión d e agua
vacía allá donde había esperado hallar la flota británica. C on
creciente impaciencia y ansiedad, giró hacia e l norte. Al fin
v io recompensada su persistencia. Primero divisó la s bajas
formas de los destructores anclados ju nto a la orilla, luego,
emergiendo
de la
silueta
d e u n a
colina tras ellos,
lo s
mástiles
de dos grandes barcos se alzaron contra e l cielo. U n o d e ellos
e r a e l acorazado Royal
Oak,
y e l otro e l portahidroaviones
Pegasus
( e n realidad Prien lo confundió c on e l acorazado
Repulse). E l comandante d e l submarino alemán contempló
fascinado e l Royal
Oak,
luego se volvió hacia Endrass. «Eche
u n a mirad a e so - l e dijo-. H a y otro detrás.»
El
U-47
estaba ahora a 3.600 metros de su presa, e n posi-
ción para u n golpe sensacional. L os cuatro tubos de los tor-
pedos d e proa estaban apuntados a las siluetas sobrepuestas
de los dos barcos británicos, y Prien d io l a orden d e abrir
fueg o. Siguió el silbido de la presión d e aire, el submarino re -
trocedió
u n
poco ante
e l
shock
de la
descarga,
y los
lentos
y
deliberados segundos tictaquearon mientras lo s torpedos cu-
brían la distancia que l o s separaba de su blanco.
Tres minutos m á s tarde, c o n u n sólido y sordo golpe, u n
solitario torpedo estalló inofensivamente, a todas luces c on -
tra la proa d e l Royal
Oak
o la cadena de su ancla. Desconcer-
tado y amargamente decepc ionado, Prien hizo dar la vuelta
a su submarino. Mientras lo hacía disparó su to rpedo d e
popa; también falló el blanco.
P o r aquel entonces la situación d e l
U-47
e r a precaria; se -
guramente toda
la
flota británica
se
hallaba
ya
alerta.
El ins-
tinto d e Prien f u e correr e n busca d e seguridad. Pero, mien-
tras aguardaba aprensivamente
el
contraataque
que a
buen
seguro se produciría, empezó a darse cuenta d e que , sorpren-
dentemente, nadie a bordo d e n inguno de los barcos ancla-
dos a su alrededor sospechaba todavía de su presencia. N o
tenía forma d e saberlo, pero tanto el capitán W. G. Benn del
Royal
Oak
como e l comandante de l 2
S
Escuadrón d e Comba-
te, el contraalmirante H. E. C. Blagrowe, q u e también estaba
15
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a
bordo, atribuyeron
la
explosión
d e l
torpedo
a
alguna
c au -
sa
interna indeterminada.
Increíblemente,
lo s
británicos
le
habían concedido
a
Prien
otra oportunidad,
y
esta
vez se
propuso aprovecharla
al
máxi-
m o .
Mientras
lo s
miembros
de su
tripulación recargaban
los
tubos
de los
torpedos,
d io
fr íamente
la
vuelta
d e
nuevo
a fin
d e
situarse otra
vez en
posición bajo
l as aún
parpadeantes
luces septentrionales.
D i o p o r
segunda
vez la
orden
d e
disparar.
D e
nuevo
los
tripulantes
d e l
submarino aguardaron tensamente mientras
lo s
torpedos avanzaban hacia
su s
blancos.
D e
pronto, todo ocurrió
a la vez. «Se
produce
u n a
fuerte
explosión,
u n
rugir
y u n
retumbar -anotó Prien
en su
diario
d e a
bordo-. Luego brotan columnas
d e
agua, seguidas
p o r
columnas
d e
fuego,
y
multi tud
d e
fragmentos vuelan
po r l os
aires.
E l
puerto nace
a la
vida.
L o s
destructores
se
iluminan,
empiezan
a
sonar avisos
p o r
todas partes,
y e n
tierra firme,
a
20 0
metros
d e
distancia
de m í , l o s
coches rugen
por las ca-
rreteras.
U n
acorazado
h a
sido hundido,
u n
segundo
ha re-
sultado dañado,
y los
otros tres torpedos
h a n
provocado
in -
cendios.»
Trece minutos después
d e l
ataque,
el
golpeado casco
de l
Roya/.
Oa k
volcaba
d e
lado
y se
deslizaba bajo
la
superficie
d e
Scapa Flow, llevándose consigo
a 8 3 3
oficiales
y
marinos .
L o s
tripulantes
d e l
submarino
s e
sintieron exultantes; pero
todavía tenían
q u e
pasar
s u
peor prueba. Mientras Prien
hacía
dar la
vuelta
a l U-47 y se
dirigía
a
toda velocidad hacia
el
canal
d e
escape, detrás
d e l
submarino
se
formó
u n a
clara-
mente visible estela
d e
agua blanca. Hacia babor
la
tierra
fir-
me se
acercaba cada
vez más , y un
automóvil
q u e
recorría
a
toda velocidad
la
carretera
a lo
largo
de la
costa frenó brus-
camente cuando
su s
faros captaron
la
torreta
d e l U-47.
Brus-
camente,
el
coche
d io la
vuelta
y
partió
a
toda velocidad
p o r
e l
mismo camino
p o r e l q u e
había venido, dejando
a
Prien
con l a
seguridad
d e q u e
había sido localizado
y
pronto sería
atacado.
L a
marea estaba entrando desde
e l
este; incluso
c on l os
motores diesel
y
eléctricos
al
máximo,
el U-47 se
arrastró
a
u n a
velocidad sólo ligeramente superior
a u n
nudo, pero
creaba
u n a
alta
y
rizada
o la a
ambos lados.
A
popa, Scapa
Flow hervía
d e
actividad,
y uno de l os
destructores
d e
búsque-
da se
estaba acercando,
c on su
faro sondeando ominosamen-
te .
Metro
a
metro,
e l U-47
forzó
su
camino hacia
e l
estrecho
hueco
p o r e l q u e
había entrado, evitando apenas,
e n u n
punto determinado,
u n a
colisión
c o n u n
muelle
d e
madera
q u e
asomaba desde
la
orilla
de la
isla.
Mientras
el
submarino giraba hacia Holm Sound,
e l des-
tructor perseguidor giró
y
dejó caer toda
u n a
andanada
d e
cargas
d e
profundidad
m u y
atrás, probablemente debido
a
que e l
dispositivo electrónico r astrea dor
d e
submarinos había
confu ndido unos restos hundid os
con e l U-47. Fue e l
último
roce cercano. Mientras
el
submarino alemán
s e
deslizaba
triunfante
d e
vuelta
a l ma r de l
Norte, Prien introdujo
en su
diario
d e a
bordo
u n a
nota
m á s
larga:
«E l
resplandor
de Sca-
p a
Flow todavía
es
visible...»
Durante años,
la
Marina
d e
guerra alemana había sido
la
hijastra
d e l
Tercer Reich, olvidada
e n
favor
d e l
Ejército,
la
niña mimada
de l ex
cabo Hitler,
y de la
Luftwaffe,
la
prefe-
rida
d e
Hermann Góring. Dónitz había argumentado repe-
tidamente
que la
única arma
q u e
podía dominar
a
Gran
B re -
taña
e r a u n a
gran flota
d e
submarinos; siempre
f u e
ignorado .
Pero
la
hazaña
d e
Scapa Flow hizo abrir
lo s
ojos
a
muchos.
D o s
días
m á s
tarde,
e l 16 de
octubre,
el
gran almirante Erich
HUIA DI M \<)l 7 RUTA DI HUIDA H \R <>,s
/ ) / / U -4 7 o n U -4 7
HUNDIOOS
1 6
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Raeder, comandante e n jefe de la Marina d e guerra alemana,
distribuyó u n memorándum: «E l Führer concede e l permiso
para las siguientes medidas», empezaba. Seguía toda una se -
r ie de órdenes d e guerra; l a má s importante decía: «Todos los
barcos mercantes definitivamente reconocidos como enemi-
g os
(británicos
o
franceses) pueden
s e r
torpedeados
s in ad-
vertencia previa.»
La orden d e Raeder marcó la culminación d e u n a cada vez
m ás dura política submarina alemana. A l principio de la gue-
rra , los submarinos alemanes seguían cumpliendo con la
Convención d e L a Haya, q u e prohibía lo s ataques si n adver-
tencia previa a los barcos enemigos d e pasajeros y mercantes.
U n buque británico - e l regular d e pasajeros Athenia- había
sido hundi do s in advertencia previa, pero e l comandante de l
submarino alemán había actuado e n directa violación de las
órdenes d e Hitler.
A medida q u e pasaba e l tiempo y se hacía evidente a Hi t -
l e r que no se
produciría
u n
final rápido
de la
guerra,
las res-
tricciones contra la guerra submarina se relajaron. E l 23 de
setiembre, el Führer decidió q u e todos lo s buques mercantes
q u e utilizaran la radio podían s e r detenidos y hundidos o
tomados cautivos. Al día siguiente, u n a orden q u e prohibía
hundir barcos franceses f u e rescindida. E l 30 de setiembre,
la s restricciones contra ataques e n e l ma r de l Norte fueron
anuladas.
D os
días
m á s
tarde fueron aprobados
lo s
ataques
contra lo s barcos si n luces ju nt o a las costas d e Francia y Gran
Bretaña,
y d o s
días
m ás
tarde
la
zona
en la que se
permitían
lo s ataques s in restricciones s e extendió hasta 170 millas a l
oeste d e Irlanda.
La orden d e Raeder tras la hazaña d e Prien, eliminando
todas la s restricciones q u e a ú n quedaban sobre lo s ataques
contra lo s buques mercantes Aliados, lanzó a los submarinos
alemanes contra la categoría m á s importante d e barcos e n e -
migos. Se suponía todavía que l os buques d e pasajeros tenían
q u e s e r advertidos. Pero a mediados d e noviembre, incluso
esto f u e dejado d e lado.
Cuatro días m á s tarde de la visita d e l U-47 a Scapa Flow,
Günth er Prien
y s u
tripulación eran invitados
de su
Führer
e n
la
Cancillería
d e
Berlín; allá, Prien
f u e
condecorado
con la
codiciada Ritterkreutz, la Cruz d e Caballero de la Cruz d e
Hierro.
En los meses q u e siguieron, la intensificación de la guerra
submarina iba a tener graves consecuencias para la atosigada
Gran Bretaña. E l control de los mares l e e ra absolutamente
esencial. Para proseguir c o n s u esfuerzo d e guerra -incluso
para alimentar a s u población- , la nación isla tenía que im-
portar comida y materias primas d e Norte y Sudamérica y de
la s extensiones m á s alejadas de su imperio e n Asia y el Pací-
fico. Carneros y mantequilla d e Nueva Zelanda, lana de Aus-
tralia, terner a d e Argentina, madera d e Canadá..., todo tenía
q u e
llegar
p o r
barco.
E l
hierro
e r a
traído
d e
África,
el
caucho
d e Malasia y los cereales d e Canadá, lo s Estados Unidos y
Argentina. E l petróleo, crítico para e l funcionamiento de la
maquinaria d e guerra británica, tenía q u e s e r importado a
través d e miles d e millas d e m a r abierto desde el Oriente
Medio, lo s Estados Unidos y las Indias Occidentales Holande-
sa s mediante m u y vulnerables buques cisterna.
E r a imposible llevar adelante cualquier tipo d e guerra sin
u n f lu jo in interrumpido a los puertos británicos d e casi u n
millón d e toneladas d e materias primas esenciales cada sema-
na . Se requería u n a flota d e 3.000 buques mercantes para
transportar estos pertrechos críticos, y casi cada d ía 2.500 d e
estos barcos estaban
en e l mar .
Además, tropas
d e
refuerzo
acudían a Gran Bretaña desde e l otro lado de l ma r . Tanto e l
gobierno canadiense como e l australiano estaban ansiosos
p o r enviar hombres a servir en la guerra europea. A medid a
q u e avanzaba la Segunda Guerra Mundial, más y más tropas
d e otras partes d e l Imperio - d e Sudáfrica y Rodesia, d e N u e -
va Zelanda y la India- llegaban para ayudar d e l mismo modo
La osada incursión de l submarino alemán U - 4 7 contra la base, de la flota británica en Scapa Floto -situada en la-s islas Oreadas
recuadro en el mapa de la izquierda)- empezó línea roja, mapa grande) cuando el submarino penetró en el protegido fondeadero de Kirk
Sound y divisó el acorazado Royal O a k y el portaaviones Pegasus. El U - 4 7 se anotó un blanco no concluyente en el Royal O a k y dio la
vuelta para escapar. Cuando
no se
desencadenó
n
inguna alarma,
el
submarino volvió
a dar la v
uelta,
y
esta
ve z
hundió
el
acorazado.
Escapó línea gris)
a
través
de
Kirk Sound.
De
vuelta
a
Alemania,
el
capitán
de l
submarino, Günther Prien arriba,
a la
derecha), recibió
un a bienvenida de héroe de parte de l comodoro Dónitz en la base de la Kriegsmarine en Wilhehnshaven y fue recompensado con la Cruz
de Caballero. Dónitz fue promocionado a contraalmirante po r concebir e l ataque.
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que s u s padres habían ayudado 25 años antes contra el mis-
in o enemigo. Quizás incluso lo s estadounidenses acudieran
d e nuevo. Todo esto significaba u n creciente número de ba r -
c os que
había
q u e
proteger.
P o r supuesto, lo s alemanes sabían que e l comercio marí-
timo e ra vital para la supervivencia d e Gran Bretaña. Los al -
mirantes de la Marina d e guerra alemana habían hecho p l a -
n e s para utilizar sus acorazados y sus cruceros para hundir
buques mercantes e n alta m a r . También planeaban sembrar
la s aguas alrededor d e Gran Bretaña c o n mortíferas minas, y
emplear barcos disfrazados como mercantes para q u e pare-
cieran inocentes buques d e carga y deslizarse entre lo s capi-
tanes confiados y hacer saltar s u s barcos. Pero Dónitz y su
gente siempre habían sabido que s u principal esperanza d e
bloquear Gran Bretaña residía en los submarinos, q u e podían
GERMAN U BOATS.
Early knowledge
of the
p re sence
o f
Germán U'Boats
m ay
make
•II the difference between savmg a n d losing Allied lives a n d cargo
at sea
Anyone observing a U Boat should AT ONCE communicate with the
nearest Coastguard or Pólice Station giving-
1 The time i t was seen.
2 l i s posilion
3. Appearance.whether o n surface o r submergad.
4 Direction in which proceedir a n d anyother points observad.
The telephone number of the nearest Coastguard Station «
- - - Pólice
Bafow
ara
lypical
of
Gaman
IT
BoaU
SubtMrgad Pamcopa oníy
Braatung aurfaca
Surfacad in
óMng
Irim.
z z m m m
C'uismg on furfaee
hundir
lo s
barcos
q u e
llevaban pertrechos
y
tropas
a
través
d e l Atlántico.
En los meses q u e siguieron, lo s submarinos alemanes n o
dejaron pasar ninguna oportunidad. L os británicos, po r s u
parte, lucharon desesperadamente. Atacaron a los barcos d e
superficie alemanes p o r aire y m a r , lucharon incansablemen-
te contra lo s submarinos, y establecieron su propio bloqueo
d e l continente europeo ocupado por los alemanes. L a Bata-
l la del Atlántico resultado d e todo ello f u e una de l a s m á s
feroces - y e n muchos sentidos l a más crucial - d e todas las
confrontacio nes armadas de la Segunda Gue rra Mundial. Fue
tan mortífera, y tan cerca estuvieron lo s submarinos alemanes
d e cortar la línea d e suministros británica, q u e Winston Chur-
chill, primer ministro durante todo e l tiempo excepto unos
pocos meses de la guerra, recordaría m á s tarde: «L o único
q u e
realmente
m e
aterró durante
la
guerra
fue e l
peligro
d e
lo s submarinos alemanes.»
La Batalla d e l Atlántico f u e u n a para la cual lo s británicos
estuvieron al principio m a l equipados, pese a que Gran Bre-
taña e ra la principal potencia marítima mundial.
La no preparación d e Gran Bretaña para la lucha e ra re-
sultado d e toda u n a serie d e estimaciones erróneas. En pr i -
m e r lugar estaba el punto d e vista ampliamente compartido
de que l o s alemanes nunca volverían a recurri r al tipo d e
despiadada y n o restringida guerra submarina q u e habían
desarrollado en la Primera Guerra Mundial. Había buenas
razones para esta creencia. E l Protocolo Submarino d e L o n -
dres
de 1936, que los
ale man es hab ían firmado, de cla rab a
expresamente fuera de la ley el hundimiento d e cualquier
buque mercante n o escoltado s in advertencia previa. E l P ro-
tocolo prohibía también e l hundimiento d e cualquier barco
si n registrarlo prim ero y descubrir contraba ndo a bordo. Más
a ú n , había q u e asegurar a la tripulación d e cualquier buque
mercante q u e f uera atacado u n medio seguro d e alcanzar la
orilla, puesto que s u s propios botes salvavidas eran conside-
rados insuficientes a menos q u e hubiera tierra cerca. Esto
significaba que los submarinos alemanes tenían q u e salir a la
superficie y exponerse antes d e efectuar ningún ataque, lo
cual lo s hacía vulnerables a cualquier barco q u e llevara a u n -
q u e
sólo fuera armamento ligero
y a
todos
lo s
refuerzos
que
la s comunicaciones p o r radio de la víctima pudieran llamar.
Resulta ingenuo esperar que l a s naciones e n guerra h o n -
raran estas limitaciones. D e hecho, la s instrucciones d e bata-
l la de la Marina d e guerra alemana contenían la siguiente, y
n o irrazonable, orden: «Nunca dejarán d e emplearse méto-
dos de lucha simplemente porque algunas regulaciones inter-
nacionales se opongan a ellos.»
Aparte la equivocada fe en las obligaciones aceptadas p o r
Un cartel de una tienda en las islas Oreadas exhorta a sus habitantes a vigilar en busca de la presencia de
submarinos enemigos. El cartel, qu e muestra cuatro vistas de los submarinos alemanes, señala las características a
observar e informar a las más cercanas autoridades. En los primeros meses de la guerra, el Almirantazgo hizo
circular miles
d e
estos carteles para
ser
exhibidos
en
lugares públicos
en
todas
las
zonas costeras
de
Gran Bretaña.
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tratado y en la opinión mundial, había otras razones dentro
d e l Almirantazgo para la falta d e preparación d e Gran B re -
taña para la guerra submarina c o n Alemania. L os almirantes
ele la antigua escuela q u e dirigían la Marina se habían m o s -
trado m á s preocupados po r l a creciente flota d e superficie d e
Alemania
q u e p o r l a
potencial amenaza submarina. Veían
la
probabilidad d e confrontaciones marítimas clásicas en las que
enormes barcos d e guerra intentaban dominarse unos a
otros, como había ocurrido durante la gran Batalla d e Jutlan-
dia en la Primera Guerra Mundial.
El programa ele construcción naval británico a finales d e
la década de 1930 estaba cortado sobre el patrón d e este tipo
d e guerra. L o s cinco nuevos acorazados, seis portaaviones y
19 cruceros pesados encargados entre 1936 y 1939 estaban
m ás adaptados para luchar contra flotas d e superficie q u e
para escoltar barcos mercantes o perseguir y destruir subma-
rinos alemanes.
Pero cuando se desató la guerra, e l Almirantazgo creyó
que l a s Marinas d e guerra combinadas británica y francesa
eran suficientes para enfrentarse a casi cualquier co ntingen-
cia.
Aunque
la
Marina
d e
guerra francesa actuaba principal-
men te en e l Mediterráneo occidental, en los últimos meses
de 1939 todavía tenía unidades en los puertos d e l canal de la
Mancha y en e l golfo d e Vizcaya. Los submarinos alemanes se
anotaron notables éxitos contra lo s barcos d e suministros
durante este período, y cabía esperar q u e s u fuerza y eficien-
ci a crecieran e n l os siguientes meses. Pero también lo hizo e l
potencial antisubmarino d e británicos y franceses, y n o pare-
c í a que
estuviera
m á s
allá
de la
capacidad
de l os
Aliados
e l
contener la amenaza. Tal como e l Almirantazgo veía la situa-
Nuevos submarinos reciben
los
últimos toques
en los
astilleros Germania
en
Kiel. Krupp,
el
principal fabricante
de
armamento y municiones de Alemania, lanzó el U - l , el primer submarino post Primera Guerra Mundial, en secreto
desde estos astilleros en 1935. E n 1942, los astilleros de la Krupp estaban construyendo 20 s ubmarinos al año; al
final de la guerra, había construido 168 de los 1.099 submarinos alemanes.
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ción, e r a cuestión d e vigilar d e cerca lo s submarinos alema-
nes y desarrollar contramedidas eficientes t a n rápido como
fuer a posible, pero n o había ninguna necesidad d e u n a alar-
m a
indebida.
Todavía había otra razón por la que e l Almirantazgo no se
tomó m á s e n serio la amenaza de los submarinos; derivaba d e
u n a indebida confianza e n u n arma desarrollada en el perío-
d o d e entreguer ras. Este dispositivo conduj o a los británicos
a la falsa conclusión d e q u e , aunque lo s alemanes recurrie-
r an a una guerra totalmente submarina, lo s barcos aliados
estarían adecuadamente protegidos.
Hacia finales de la Primera Guerra Mundial se había esta-
blecido u n cuerpo llamado Comité d e Investigación de De -
tección Submarina Aliada. E l Comité había diseñado un dis-
positivo telemétrico q u e , bajo circunstancias ideales, n o sólo
podía detectar
u n
submarino sumergido, sino
q u e
también
podía revelar su posición. E l dispositivo, llamado asdic, pol-
las iniciales e n inglés de l Comité (l a versión estad ouniden se
recibió el nombre d e sonar), consistía e n u n transmisor-recep-
to r encajado e n u n a cúpula metálica situada bajo el casco d e
la embarcación que l o llevaba. El transmisor podía enviar im -
pulsos d e sonido hacia cualquier marcación seleccionada; lue-
go e l receptor recogía lo s impulsos cuando chocaban c on un
objeto y eran reflejados. E l «ping» d e l asdic e r a un sonido que
se convertiría e n familiar para dece nas d e miles d e marinos du -
rante lo s años de la guerra, y asustaría a u n número igual d e
submarinos, q u e también lo oían. U n operador experimenta-
d o
podía decir
po r e l
tono
de l e co de l
asdic
si un
submarino
se
acercaba
o
alejaba.
L os
músicos,
con su
agudo sentido
de l
tono, eran particularmente buenos e n hacer esta distinción, y
eran m u y buscados para operadores d e asdic.
El transmisor-receptor estaba diseñado de ta l modo q u e
pudiera girar sobre s í mismo como u n reflector. Cuando s e
conectaba a u n a brújula, proporcionaba la dirección en la
que se encontraba el submarino. El tiempo entre la transmi-
sión d e l impulso y el regreso de su eco revelaba la distancia.
Cuando el sistema f u e mejorado y perfeccionado duran-
te la guerra, u n grupo d e barcos c o n asdics q u e s e superpo-
nían podían registrar u n a amplia extensión de mar , localizan-
d o a todos lo s submarinos alemanes q u e estuvieran
acechando en el área. Pero al inicio de la guerra había serias
limitaciones en e l uso de l asdic. La enorme mayoría d e o p e -
radores d e asdic eran hombres q u e habían sido reclutados d e
la vida civil y tan sólo habían recibido u n curso d e entrena-
miento d e tres meses antes d e enviarlos a l ma r . Hasta q u e
adquirían u n a amplia experiencia c on e l equipo, todos los
ecos eran iguales: rocas, pecios hundidos, bancos d e peces,
submarinos alemanes, incluso diferencias d e temperatura
entre capas d e agua. Y el número d e cargas d e profundidad
q u e
llevaban
lo s
barcos
110 er a tan
grande como para poder
dispersarlas
po r e l
océano cada
vez que un ex
civil
q u e
recién
había acabado su curso d e entrenamiento creía haber loca-
lizado u n submarino alemán.
Incluso para lo s operadores c o n experiencia había serios
problemas técnicos. E l haz de sonido enviado po r e l asdic e ra
d e forma cónica. El cono apuntaba hacia lo lejos a partir de l
barco transmisor, lo cual quería decir q u e e l área cubierta p o r
e l haz de l asdic se ensanchaba con la distancia. Dentro de l
alcance d e l asdic -unos 1 .400 metros-, cuanto m á s lejos es -
taba u n submarino d e l barco rastreador, m ás probabilidades
tenía d e s e r captado. A medida q u e submarino y ras treador
se
acercaban
e l uno a l
otro,
e l haz se
estrechaba hasta
que e l
contacto c on e l submarino se perdía. L o s comandantes d e
submarino alemanes, a l escuchar el ping, se apresuraban a
aprovechar este hueco en e l contacto. El Almirantazgo, s in
embargo, confiaba e n poder solventar este problema, c o n
m á s tiempo y suficiente entren amiento.
Pero había otra limitación mucho
m á s
seria
d e l
asdic.
El
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dispositivo d e escucha sólo podía s e r utilizado bajo e l agua.
N o podía localizar submarinos en la superficie. Consciente d e
la s l imitaciones d e l asdic, el astuto jefe de los submarinos
alemanes, Karl Dónitz, orden ó simpleme nte a sus barcos que
atacaran d e n o ch e y desde la superficie. Durante e l resto d e
la
guerra,
lo s
submarinos -pes e
a su
nombre- actuaron
en su
mayor parte sobre e l agua, y después d e oscurecer. N o sólo
eran menos visibles y menos audibles d e este modo; a toda
velocidad, podían viajar
a 17 o 18
nudos
en la
superficie,
comparados con los 7 u 8 nudos cuando lo hacían sumergi-
dos . Normalmente, lo s submarinos sólo se sumergían cuan-
do se veían amenazados o había q u e efectuar u n ataque es -
pecial a plena l uz de l d ía .
El Almirantazgo, p o r supuesto, n o estaba totalmente cie-
go a la amenaza de los submarinos alemanes. L a necesidad d e
escoltas para proteger a los convoyes d e buques mercantes
había sido reconocida. M á s a ún , l a urgente necesidad d e
const rui r
m á s
barcos antisubmarinos
se
convirtió
e n
algo
imperativo e n abril de 1935, cuan do Hitler anunció su inten-
ción d e exceder lo s límites d e l tratado angloalemán de 1935,
q u e estipulaba que l a s dos naciones tendrían flotas d e subma-
rinos d e idéntico tonelaje.
Como respuesta a ello, e l Almirantazgo ordenó inmedia-
tamente 56 nuevos barcos d e escolta, la s primeras corbetas d e
la clase Flower, pequeñas, altamente maniobrables, y que
podían fabricarse rápidamente y a un coste asequible en los
astilleros británicos.
Pero e l primero d e estos barcos n o estaría listo hasta la pri-
mavera de 1940, y transcurriría largo tiempo después de eso
antes
d e q u e
hubiera suficientes buques
d e
escolta para todos.
Cuando lo s hubo, estaba preordenado po r l a política de l
Almirantazgo q u e fueran utilizados impropiamente. Porque
lo s planificadores navales británicos ignoraban u n a lección
crítica y duramente aprendida de l a Primera Guerra Mundial.
En 1917 los aliados habían descubierto que l a respuesta a la
amenaza submarina e ra e l convoy. Organizando lo s barcos
mercantes e n grupos y escoltándolos c o n barcos d e guerra,
lo s británicos podían recortar s u s pérdidas d e barcos en un
8 0 p o r ciento. Pero en e l primer a ño de l a Primera Guerra
Mundial , u n a ampl ia proporción de los barcos d e escolta
disponibles eran inútilmente empleados e n misiones de bús -
queda y patrulla por los espacios vacíos d e l océano. E r a una
pérdida d e barcos y d e combustible, y n o proporcionaba n i n -
guna protección a los buques q u e viajaban a cierta distancia
de las patrullas. A sí pues, en las primeras semanas de l a gue-
r r a muchos barcos se perdieron p o r viajar si n escolta, y las
pérdidas fueron enormes. En e l mes de setiembre, antes in -
cluso d e q u e Hitler aprobara lo s ataques n o restringidos con
submarinos, e l Athenia, el portaaviones Courageousy 41 bu-
ques mercantes fueron hundidos.
Finalmente, e l Almirantazgo se decidió a establecer u n
sistema d e convoyes efectivo. Pero n o f u e hasta 1943 que los
barcos Aliados obt uvi eron finalmente en e l Atlántico Norte
la
protección
q u e
necesitaban.
P o r
aquel entonces,
la
batalla
ya casi se había perdido.
Al inicio de la guerra, si n embargo, lo s alemanes n o estaban
e n absoluto seguros de sus perspectivas en e l Atlántico, pese
a la gran cuota d e barcos aliados cobrada (aproximadamen-
te 1,3 al día) durante e l primer mes de l a guerra. Alemania
tan sólo tenía 5 6 submarinos, y 10 de ellos n o eran operati-
vos cuando estalló la guerra. De los 46 submarinos operativos,
además, 2 4 eran aparatos pequeños, m á s adecuados para
operaciones d e en t renamiento y costeras, principalmente
colocar minas. Y de los 22 submarinos q u e podían i r a mar
abierto,
d e 500
toneladas
y m á s ,
sólo
u n
tercio podían perse-
guir barcos enemigos e n cualquier momento determinado.
L a experiencia había establecido q u e aproximadamente u n
tercio d e cualquier fuerza subma rina estaría siempre e n puerto
para descansar, efectuar reparaciones o reaprovisionamiento,
mientras otr o tercio estaría e n ruta a o de los terrenos d e caza.
Había u n problema adicional para lo s submarinos alema-
nes . El largo camino desde la s bases d e Hamburgo, Wilhel-
mshaven y Kiel a través d e l m a r de l Norte y po r encima de las
islas Oreadas significaba qu e e l tiempo pasado realmente e n
patrulla en el Atlántico se vería enormemente reducido. D e
hecho, durante lo s primeros meses de l a guerra, sólo u n
puñado
d e
submarinos alemanes estaban operando
en el
Atlántico e n cualquier momento determinado.
Cuando estalló la guerra en 1939, Raeder, m u y conscien-
te de los problemas a los que se enf ren taba la Marina d e
guerra alemana, s e mostró extremadamente aprensivo. Vete-
rano de la Batalla d e Jut landia, y desde 1928 e l oficial d e
mayor rango de la Marina d e guerra, n o había dejado de vi-
gilar d e cerca a la Marina d e guerra británica, y creía que l a
flota alemana « n o estaba e n absoluto bien equipada para la
gran lucha c o n Gran Bretaña».
Dónitz también e r a consciente de la debilidad de la Mari-
na de guerra alemana, y había estado haciendo presión para
conseguir m á s submarinos. Subordinado d e Raeder, había
sido comandante d e submarino en la Primera Guerra M u n -
dial, y su energía y determinación resultaban difíciles de re-
primir. Hacia el final de la guerra anterior, el submarino d e
Dónitz f u e hundido en el Mediterráneo. E l fue capturado y
pasó casi 10 meses e n un campo d e prisioneros británico, y esto
le dio la oportunidad d e observar la guerra submarina en ge -
Un a mina de contacto alemana, cargada con un alto explosivo, descansa amenazadora en una playa holandesa del mar del
Norte en el otoño de 1939, tras haberse soltado de su anclaje. Normalmente sumergidas en las aguas costeras, estas minas eran
detonadas cuando un barco doblaba o rompía tina de las púas qu e asomaban de ella. Su uso por los alemanes violaba un
tratado internacional que las había declarado ilegales.
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neral y las tácticas ofensivas de los británicos e n particular.
Tras su repatriación, Dónitz permaneció en e l servicio
como
uno de l os
15.000 miembros
d e l
personal naval
que le
f u e permitido a Alemania bajo el Tratado d e Versalles. Pues-
t o que e l tratado limitaba la Marina d e guerra alemana a
barcos d e superficie, Dónitz n o pudo reanudar su carrera e n
lo s submarinos. D e todos modos, lo s submarinos nunca estu-
vieron lejos de su mente , y mientras servía en la flota d e
superficie demostró su s dotes para el liderazgo - u n incisivo
enfoque directo jun to c o n u n a calidez y u n sentido d e p r e -
ocupación personal p o r s u s h o m b r e s - que i ba a servirle
mucho m ás adelante. A su debido tiempo f u e promovido a
comandante d e l moderno crucero ligero
Emden.
Acababa d e
regresar a Wilhelmshaven d e u n a serie d e ejercicios con la
flota e n ju l io de 1935 , cuando e l almirante Raeder subió a
bordo de su barco c o n importantes noticias. Se había firma-
do e l tratado angloalemán q u e preveía paridad en los subma-
rinos entre ambos países. Alemania iba a tener d e nuevo u n a
fuerza submarina,
y
Dónitz estaba
al
mando
d e
ella.
Lo s
años
d e en t renamien to y planificación n o habían sido e n vano
después d e todo.
Dónitz s e dedicó a reconstruir c o n entusiasmo la flota
submarina alemana y, pese a los años d e olvido, sabía que los
submarinos y los cuadros para tripularlos estaban a su dispo-
sición. Desde 1922 , una serie d e civiles alemanes habían es -
tado diseñando discretamente nuevos submarinos para
u n a
firma holandesa e n La Haya, q u e d e hecho e r a u n a tapade-
ra para ciertos astilleros alemanes. Lo s propios astilleros a le-
manes habían estado atareados e n secreto. Diez días después
d e q u e fue ra efectivo el pacto de 1935, e l U-l, e l primer n u e -
vo submarino alemán, e r a botado e n u n cobertizo enorme-
mente protegido en e l astillero d e Kiel. A principios de l año
siguiente, Dónitz tenía u n a flotilla de 12 pequeñ os submarinos.
L os nuevos navios eran considerablemente m á s sofistica-
dos y más amenazadores q u e s u s predecesores de la Primera
Guerra Mundial. Unas baterías m á s potentes l e s permitían
permanecer bajo
el
agua durante períodos
m á s
largos
d e
tiempo. S u s torpedos accionados eléctricamente - u n a v e z
perfeccionados- n o dejaban estela delatora y estaban equipa-
d o s c o n detonadores magnéticos diseñados d e m o d o q u e
estallaran bajo la quilla d e u n barco c o n e l máximo efecto.
Para conseguir todo e l impacto de sus submarinos, Dónitz
imaginaba u n a «guerra d e tonelaje», u n a campaña máxima
destinada a hundir el mayor número d e toneladas enemigas
p o r submarino y d í a . Creía q u e e l Atlántico Norte sería e l
teatro d e operaciones decisivo y preveía q u e , cuando llegara
la guerra - e n especial si era contra Gran Bretaña-, lo s subma-
rinos alemanes tendrían
q u e
efectuar
su s
ataques contra
c o n -
voyes d e barcos mercantes protegidos p o r escoltas navales.
U n solo submarino alemán, e n tales circunstancias, podía
infligir algo d e daño, pero u n a concentración d e submarinos,
u n a «manada d e lobos» como empezó a ser llamada, desen-
cadenaría u n caos mucho mayor. Había d o s problemas: loca-
lizar
lo s
convoyes
y
concentrar
lo s
submarinos.
El problema de la concentración se había hecho mucho
m á s fácil durante lo s años d e entreguerras p o r e l perfeccio-
namiento de las comunicaci ones radiofónicas. Ahora los sub-
marinos alemanes, en la superficie, n o sólo podían hablar
entre
sí ,
sino
q u e
podían comunicarse
c on e l
cuartel general
a cientos d e kilómetros d e distancia.
U n problema m á s difícil e ra e l de localizar lo s convoyes.
El método m á s efectivo e r a extender u n p iquete d e subma-
rinos a lo largo de las principales rutas comerciales y las cer-
canías
de los
puertos enemigos.
E l
pr imer submarino
q u e
divisara u n convoy informaría al cuartel general, q u e concen-
traría a los demás submarinos para e l ataque.
Esta estrategia, p o r supuesto, requería u n gran número d e
submarinos. Dónitz creía que 100 submarinos podían causar
m á s
daño
q u e
todos
lo s
cruceros jamá s construidos. Confia-
ba que , con 300 submarinos, podía cortar la s líneas d e sumi-
nistros británicas.
Pero Dónitz tenía q u e luchar p o r s u s ideas a cada vuelta
d e l camino. L a Marina disponía d e u n escaso tercio de l o que
disponían el Ejército y la Luftwaffe e n términos d e dinero,
material
y
hombres. Incluso cuando Raeder consiguió impre-
sionar a Hitler c on su potencial, la prioridad se la llevaron los
buques d e superficie, e n especial lo s acorazados y los acora-
zados d e bolsillo, q u e e l Führer consideraba q u e tenían u n
aspecto espléndido y q u e atraían mucho más la atención cada
v e z q u e u n o d e
ellos
se
aventuraba
a m a r
abierto.
En 1938 , un repentino cambio en la estrategia obligó a los
servicios militares alemanes a reevaluar su s papeles. Hasta
aquel punto, la planificación se había establecido a partir d e
u n conflicto c o n Polonia o Francia. Ahora Hitler d i o instruc-
ciones a sus jefes militares d e añadir Gran Bretaña a la lista
d e posibles futuros oponentes. La Marina d e guerra alemana,
tras reconoce r q u e n o estaba preparada para esta guerra, ini-
c i ó u n a importante reevaluación de su estrategia general y sus
prioridades respecto a la construcción d e barcos d e guerra.
Tras meses d e intensos debates entre servicios, Raeder
presentó do s pl anes alternativos a Llitler. El menos caro y más
rápidamente alcanzable s e basaba e n u n a guerra d e tonela-
j e contra lo s barcos británicos p o r parte de los submarinos d e
Dónitz, ademá s d e buques mercantes armados y acorazados d e
bolsillo. E l otro -conocido como el Plan Z - incluía a los sub-
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marinos sólo como u n a parte d e u n a fuerza equilibrada d e
nuevos portaaviones, acorazados, cruceros y destructores q u e
podían desafiar
e l
control
q u e
ejercía Gran Bretaña
de l mar .
Ante el desánimo d e Dónitz, Hitler optó po r l a flota equi-
librada y, en ene ro de 1939 , ordenó q u e f uera dada prioridad
a su
construcción. Pero
a l
cabo
d e
nueve meses Alemania
estaba
e n
guerra ,
y e l
plan
se
convirtió
e n u n a d e s u s
prime-
ras bajas.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Dónitz tenía
a todos lo s submarinos disponibles - 4 6 e n total- listos para
la acción en e l Atlántico, e l ma r de l Norte y e l Báltico. Pero
n o podía mantener n i siquiera u n número limitado de sub-
marinos e n e l m a r sobre u n a base sostenida, y du ran te u n
a ñ o todo l o q u e pudo hacer f u e reemplazar su s submarinos
ta n rápido como iban siendo hundidos..., u n ritmo d e aproxi-
madamente d o s submarinos a l mes.
Tanto alemanes como británicos complementaron sus f lo-
tas de guerra c o n otra mortífera arma: sembraron su s propias
costas y las de l enemigo c o n miles d e minas, letales explosi-
vo s flotantes q u e podían bloquear puertos, inmovilizar c o n -
voyes y hacer saltar po r l os aires barcos. L o s británicos, a te -
niéndose a los acuerdos internacionales, sólo emplearon las
convencionales minas d e contacto, q u e estaban ancladas bajo
el agua p o r u n cable y estallaban cuando eran golpeadas p o r
el casco d e u n barco. L o s alemanes tenían menos minas, pero
algunas d e ellas eran d e u n a variedad magnética mucho m á s
mortífera. Plantadas e n e l lecho d e l m a r e n aguas poco p r o -
fundas, eran liberadas p o r l a mera proximidad d e l casco d e
acero d e u n barco.
L os británicos n o descubrieron cómo enfrentarse a estas
minas hasta e l verano de 1940 , después d e q u e recuperaran
u n a mina alemana dejada caer inadvertidamente po r l a Luft-
waffe en las tierra bajas d e l estuario d e l Támesis q u e quedan
inundadas p o r l a marea. Hasta entones, la s minas magnéticas
habían desafiado cualquier intento d e neutralizarlas, y en
noviembre
y
diciembre
de 1939
hund ie ron
m á s
barcos
q u e
lo s submarinos d e Dónitz.
En los meses siguientes, la s pérdidas d e barcos - p o r minas
y otras causas- ascendieron rápidamente. En la primavera d e
ÜMOy Gr an Br et aña
y sus
proveedores habían perdido unos
4 6 0 barcos mercantes e n unos breves meses d e guerra . D e
todos modos, la s pérdidas d e barcos parecían situarse todavía
dentro d e límites aceptables. L a m á s pequeña flota d e super-
ficie alemana parecía incapaz
d e
lanzar ningún desafío masi-
vo a la Marina Real. Más aún , se produjo u n a inesperada cal-
m a temporal en la guerra submarina cuando Hitler envió a sus
submarinos a Noruega para apoyar la invasión d e aquel país.
Pero la marcha de los acontecimientos e n tierra firme al -
teró pronto radicalmente el
tempo
d e la Batalla d e l Atlántico.
El 10 de
mayo
de 1940, los
ejércitos alemanes iniciaron
su
gran avance a través de los Países Bajos y e l norte d e Francia.
Holanda cayó e n sólo cinco días, Bélgica en 18 días, y el 4 de
junio
la
mayor parte
d e l
ejército británico
se
había visto obli-
gado a retirarse d e l continente e n Dunkerque. Noruega cayó
el 8 de junio , y el 17 de ju ni o Francia pedía l a paz .
L os británicos tomaron seis barcos d e guerra franceses, y
destruyeron u n a parte sustancial de la flota francesa e n Mers-
el-Kebir, e n Argelia (e l grueso de los barcos restantes fuero n
enviados subrepticiamente por los propios franceses a Tolón
e n 1942). Mientras tanto, la s tropas alemanas llegaron a los
puertos d e l canal y de la costa d e l golfo d e Vizcaya, y las tri-
pulaciones de l os submarinos alemanes se estaban pronto
relajando en los cafés d e Lorient y Nantes. L o s oficiales na -
vales d e mayor graduación d e Alemania - e l recientemente
promovido almirante Dónitz entre ellos- examinaron las ins-
talaciones portuarias d e Brest y Saint-Nazaire, y pron to esta-
b a n mirando especulativamente m ás allá d e l golfo, hacia las
amplias extensiones d e l Atlántico.
Para e l Almirantazgo británico, resultaba claro que la
Marina Real debía estar preparada para enfrentarse a u n a
nueva amenaza: lo s submarinos alemanes q u e operaban des-
de los
cercanos puertos
d e
Vizcaya
y
desde
la s
bases noruegas
e n Bergen y Trondheim. Desde estas bases, lo s submari nos
alemanes podían operar en el Atlántico durante períodos d e
tiempo mucho m á s largos, recibiendo u n a guía y u n apoyo
mucho
m ás
efectivos
de las
escuadrillas
d e
aviones
d e
largo
alcance c o n base e n tierra firme q u e operaban desde l as ocu-
padas Francia y Noruega. Más aún , l a enormemente mejora-
d a situación para lo s submarinos significaba q u e Alemania
aceleraría
c o n
toda seguridad
su
programa
d e
construcción.
Todo esto ocurría e n unos momentos críticos para la
Marina Real. L a pérdida de la Marina d e guerra francesa
había reducido enormemente e l número d e barcos disponi-
bles para comba tir a los submarinos alemanes, y había expan-
dido enormemente la s áreas a cubrir po r l a Marina Real. Más
aún , l a entrada d e Italia en e l conflicto e n jun io de 1940, más
la necesidad d e tomar la responsabilidad total d e l Mediterrá-
n e o ,
imponían
u n
esfuerzo
a ú n
mayor.
P o r ahora, lo s incursores d e superficie alemanes estaban
presentando u n a creciente amenaza a los barcos Aliados. Los
submarinos alemanes estaban intensificando e n número c re-
ciente su s esfuerzos c o n nuevas y mortíferas tácticas. La Ba-
talla d e l Atlántico estaba iniciando su fuerte escalada hacia
u n
crescendo
d e violencia y destrucción q u e estaría m u y cerca
d e cortar la línea d e suministros d e Gran Bretaña.
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L ESTRAMBÓTICA SAGA DEL Z MZ
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U N BLANCO IMPROBABLE
PARA
U N
INCURSOR
FANTASMA
Lo s titulares anuncian la desaparición de l
Zamzam
en 1941. El mapa de -
abajo traza el viaje de los pasajeros «desaparecidos» de l transatlántico: desde-
Nueva York a Sudamérica, y el punto en el Atlántico Su r donde fueron
transferidos
de l
barco
que se
hundía
al
incursor
y
luego
a un
carguero
alemán, que dio vueltas indeciso durante ocho días antes de encaminarse
finalmente al. norte. El carguero desvió ligeramente su rumbo al oír que un
convoy británico andaba, cerca, luego giró hacia el este en dirección a San
Juan de Luz, en la Francia ocupada.
WALL ST.
U j N e w
Y o r k \ \ % M ¡ d - T e l e g r a m
9 6
A M E R I C A N S F E A R E D L O S T
W I T H E G Y P T I A N M E R C Y S H I P
Agreemen ^ ¡ 7 Rooseve Oue Zamz am Missing a Month;
o°Íu.
l8
u? ?' «w.dié?. 'En em y Ac ti on ' Bl am ed
E n abril de 1941, e l desvencijado transatlántico egipcio Zam-
za m descendía p o r e l Atlántico Su r , p roceden te d e Nueva
York y e n dirección a Sudáfrica y Egipto c o n u n variopinto
complemen to d e refugiados europeos, familias misioneras
estadounidenses, jóvenes conductores d e ambulancia volun-
tarios, tabaqueros d e Carolina d e l Norte y sacerdotes franco-
canadieneses. Faltaban ocho meses para q u e EE.UU. entrara
en la guerra, y los 13 8 estadounidenses y 202 pasajeros d e otras
nacionalidades iban
a
convertirse
e n
unos participantes
-y peo-
n e s - n o
voluntarios
de la
Batalla
d e l
Atlántico.
Cinco días después d e abandonar Recife, Brasil, su último
puerto antes d e Ciudad d e l Cabo, e l capitán británico de l
Zamzam. captó la llamada d e auxilio de un barco noruego que
estaba siendo perseguido p o r u n incursor alemán. Alarmado,
el Zamzam cambió bruscamente d e rumbo y giró hacia el sur.
Pero a la mañana siguiente el horizonte estaba vacío, y el bar-
c o reanudó su rumbo hacia Ciudad d e l Cabo.
Poco después de la medianoche de l 16 de abril, e l Zamzam
s e cruzaba e n e l camino d e l notorio incursor alemán
Atlan-
tis, q u e viajaba disfrazado como el carguero noruego
Tamesis.
El Z,amzam ib a
completamente oscurecido,
u n
proceso
q u e
normalmente seguían todos
lo s
barcos
de las
naciones
n e u -
trales. Además,
su
perfil
e r a
idéntico
a l de los
barcos geme-
los a é l que habían servido como transportes d e tropas para
Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial, y q u e posterior-
mente habían sido convertidos e n cruceros auxiliares de la
Marina Real.
Confund iendo al transatlántico c o n u n o d e estos buques
d e guerra, el
Atlantis
lo siguió y, justo antes d e l amanecer,
atacó. Mortalmente herido p o r l o s proyectiles, e l
Zamzam
empezó a hundirse mientras su s desconcertados pasajeros y
sus tripulantes egipcios, presas d e l pánico, lo abandonaban.
Tras s e r recogidos po r e l incursor, lo s pasajeros d e l
Zamzam
fuero n transferidos
al
carguero alemán
Dresden
para
un a lo-
cado viaje e n zigzag de 33 días al Atlántico Norte. Entre los
pasajeros estaba el fotógrafo d e L I F E David E . Scherman y el
director d e F O R T U N E Charles J . V. Murphy, q u e habían abor-
dado el Zamzam e n Recife e n su camino a distintas misiones
e n África. C o n s u cámara, Scherman registró la extraña od i -
sea de l os pasajeros, desde e l m o m e n t o e n q u e abordó el
Zamzam hasta su desembarco en la Francia ocupada.
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U N
VIDA LÁNGUIDA
BORDO DEL BARCO
Los pasajeros a bordo del Zamzam formaban un
conju nto variopinto,
y en los
días anteriores
al ata-
que del incursor cada grup o tuvo que hallar su pro -
pia solución para pasar e l tiempo. Serios y virtuosos,
los misioneros organizaron servicios por la mañana
y por la tarde y pasaron lo s largos días en el ma r es-
tudiando suahili o discutiendo sobre el Evangelio.
Decididos a pasarlo lo mejor posible, las dos doce-
nas de jóvenes conductores d e ambulancia, e n ruta
hacia Africa para ayudar a las fuerzas de la Francia
Libre que luchaban allí, sitiaron el pequeño bar a
popa. Hacían broma a costa de la desaprobación de
los misioneros y flirteaban con las enfermeras del
barco y las esposas de los pilotos de la RAF qu e iban
a reunirse con sus maridos en Egipto.
Tanto lo s conductores d e ambulancia amantes de la
vida como l os sobrios misioneros eran objeto de las
burlas de los seis tabaqueros d e Carolina d el Norte,
grandes aficionados a la bebida, q ue viajaban a Afri-
ca para adquirir el muy ap reciado tabaco rodesia-
no.
Mirando a sus pasajeros con aire divertido, e l capi-
tá n William Gray Smith dijo que e ra «mala suerte
tener tantos recitadores de la Biblia y tantos pilotos
del cielo a bordo». Ta l como fueron las cosas, la
mala suerte a ún tenía que empezar.
El bar del Z amzam ofrecía a sus clientes un a amplia variedad de
bebidas alcohólicas, entre ellas
un a
preparación bautizada
con el
propio nombre
de l
barco.
wiruu,UUKATLY
.FOLLOWINeCOCKTAíLS
iSWEET f RICES
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3PINK • • - .
O Z A M
ZAM
b l o s s
o h
Í U J O H M C O L L W S
Lo s conductores de ambulancia mataban el tedio en el bar, abierto hasta última hora de la noche. El ataque pilló a algunos de ellos c on resaca.
2 9
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ABANDONAR
EL
BARCO
BAJO
EL
FUEGO
Kl
ataque contra
el
Zamzam
se
produjo
sin ad-
vertencia previa. U n pasajero en la barandilla
observó acercarse al
Allmilis
y n o sospechó
nada. Alzando inedia docena de; cañones de 15
milímetros y u n cañón de 75 milímetros, el A l-
U/nlis
disparó bruscamente contra el
Zamzam.
U na
and anada alcanzó
el
centro
de l
barco
por
debajo de la línea d e dotación.
Ignorando las frenéticas señales d e rendición,
el incursor siguió golpeando al Zamzam con sus
proyectiles durante 10 minutos. U na andanada
hirió a Frank Vicovari, colíder de los conducto-
res de ambulancia, y al doctor Robert Starling,
un
quiropráclico británico
d e
mediana edad.
Otra clavó u na astilla d e acero en el cerebro d e
«Tío Ned» I .aughinghoti.se, decano de los taba-
queros.
El herido d e muerte
Zamzam
se inclinó hacia
estribor pero consiguió mantenerse a flote. Los
botes salvavidas, sobrecargados y dañados pol-
los proyectiles, derramaron a los pasajeros a l
cálido m ar. I .os supei vi vientes remaron hacia el
incursor y subieron a él por una escalerilla de
cuerda. Aún a bordo del
Zamzam
, varios con-
ductores de ambulancia se demoraron en el
bar. A popa, un misionero apodado «Gabriel»
se negó a abandonar el barco, gritando qu e los
pecados de sus marineros habían hecho des-
cender sobre ellos la ira de Dios. Los incursores
lo arrastraron consigo. Pronto lodo el mundo
estaba en el Allantis, y los alemanes se encontra-
ron con un
explosivo problema diplomático.
El Zamzam se inclina pesadamente a babor 10 minutos después de l ataque al alba, mientras los atestados botes salvavidas se encaminan hacia e/AÜantis.
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El director de FORTUNE Charles Murphy grita a la
tripulación
de l Zamzam qu e
sujete
un
bote
salvavidas para la esposa de un piloto de la RAF
herida y un dachshund llamado Willy.
Atlantis.
Scherman, qu e tomó estay otras fotos, ocultó la película en los bolsillos d e Murphy antes de que los alemanes pudieran confiscarla.
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Heridos en el ataque, algunos pasajeros descansan en el hospital de l barco incursor alemán.
EL ENEMIGO COMO
ANFITRIÓN
Bernhard Rogge, e l capitán de l Atlantis, se sintió
consternado
por su
presa.
En el mar
desde julio
de 1939, y después d e hundir docenas d e barcos
aliados, había recogido a muchos supervivien-
tes, pero nunca un grupo amplio de civiles esta-
dounidenses. Rogge, un hombre alto, atento y
elegante, temió el incidente internacional que
podía resultar d el ataque contra el Zamzam.
Rogge consultó c on Berlín acerca de cómo con-
vertir aquel tropiezo en una ventaja. Hizo que su
tripulación transfiriera el equipaje de los pasaje-
ros, incluidas la s empapadas Biblias de los misio-
neros, q ue fueron extendidas sobre cubierta para
que se secaran. Sus marineros prepararon choco-
late para lo s niños y llevaron a los heridos abajo
para
se r
atendidos. Rogge dijo
a una
delegación
encabezada po r el capitán Smith y el director Mur-
phy que el Zamzam, como barco de una nación no
combatiente, hubiera debido llevar sus luces e n-
cendidas. (S e supo m ás tarde que e l capitán
Smith había recibido órdenes d el Almirantazgo
británico d e navegar sin luces, u na circunstancia
que
desconcertó
a los
alemanes,
y qu e fu e ro-
cambolescamente atribuida p o r algunas autori-
dades a parte de un complot para precipitar un
incidente q ue llevara a EE.UU. a la guerra.)
Rogge prometió que transferiría a los pasajeros
de l
Zamzam
a u n
barco neutral
o los
llevaría
a tie-
rra en una nación neutral. Luego -mien tras los
cautivos observaban impotentes- hizo que un
equipo
d e
demolición hundiera
el Zamzam. Des-
pués d e todo, ya no había forma de volverse atrás.
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hunde lentamente hasta desaparecer de la vista. Un oficial alemán le dijo al fotógrafo dónde debía colocarse para obtener las mejores otos.
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EXTRAER
EL
MÁXIMO
PARTIDO
D E U N
JORNADA
DESCONCERTANTE
Tras una noche de incertidumbre a bordo del
Ailantis, los pasajeros de l Zamzam despertaron
para descubrir
qu e
habían establecido
una
cita con el carguero
Dresden,
e l buque alemán
más cercano a mano. El capitán Rogge tenía
q u e despejar el At.la.ntis de cautivos pero,
como parte de un hábil plan q ue había elabo-
rado p o r radio c on Berlín, lo s tripulantes del
Zamzam
iban a ser mantenidos en el mar du-
rante más de un mes. El
Dresden
serviría como
su improvisado barco prisión.
Las mujeres y niños fueron metidos en las
diminutas cabinas
de
pasajeros
d e l Dresden y
los hombres obligados a arreglárselas en la
sentina y a pasar l os días e n cubierta. Insegu-
ros de su destino, y algunos incluso enfermos
por la preocupación, temían lo que podía
ocurrirles. Esperaban encontrarse con un bu-
que de
guerra británico, pero temían
a los
submarinos. Y e l irregular rumbo del Dresden
n o revelaba nada. Cada día el sol de alzaba
desde u n lugar diferente, lo cual indicaba
que e l rumbo er a cambiado constantemente
si n
ninguna finalidad.
Frustrados, los pasajeros de l Zamzam cons-
truyeron bancos, u n a mesa, u n a letrina y du-
chas, cualquier cosa para mantenerse ocupa-
dos y
para hac er
la
vida
más
confortable.
E l
desayuno, toma do en la cubierta, eran unas
gachas claras a las que pusieron el nombre de
«engrudo de carteles»; la cena e ra una poco
apetitosa sopa a la que bautizaron «glop».
Pero la vida tenía sus comodidades: e l Dresden
estaba equipado con una pequeña piscina
para lo s pasajeros en tiempos de paz, y los
pasajeros d e l Zamzam nadaban e n ella cada
dí a hasta q u e alcanzaron las heladas latitudes
de l
Atlántico Norte. Incluso entonces, vesti-
dos con
ropas cálidas, jugaban
al
ajedrez
y al
backgammon en cubierta, y algunos especu-
laban sobre posibles destinos. Utilizando un
sextante improvisado,
y
comparando
sus
relo-
jes con la cambiante hora de l barco, calcula-
ban su posición diaria, pero n o conseguían
averiguar hacia dónde se dirigían.
Los nervios empezaban a encresparse
cuando el Dresden giró Finalmente hacia el
este, cruzó el bloqueo británicojunto al gol-
fo de Vizcaya y se encaminó hacia la Francia
ocupada.
Compartiendo el té y una magra comida, esposos y esposas s e arrebujan contra el río viento junto a Labrador.
El
fotógrafo Scherman sentado) toca
la
ocarina
con la
banda
de los
misioneros
ai el Dresden.
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Uno de los conductores de ambulancia pinta el nuevo apodo adoptado para los tripulantes de l Zamzam, la «Sociedad Errabunda y Desconcertada».
•a
gimnasia mantiene ocupados
a los
tripulantes
de l Zamzam a
bordo
de l Dresden. Un
británico intenta calcular
la
posición diaria
de l
carguero.
3 5
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películas d e Scherman a la censura e n Berlín,
pero e l fotógrafo consiguió ocultar cuatro
rollos en un tubo ele pasta dentífrica, un tubo
de crema d e afeitar y dos cajas de gasa quirúr-
gica q ue fueron llevados para él en la bolsa d e
un médico misionero hasta que su tren alcan-
zó el neutral Portugal.
Murphy
y
Scherman volaron
d e
Lisboa
a
Nueva York, do nde L I FE publicó las fotogra-
fías, entre ellas la foto d e Scherman del Atlan-
tis página 27). Exhibida en la sala d e guardia
de todos los buques d e guerra británicos, esta
fotografía permitió a l crucero H.M.A. Devons-
hire
identificar al incursor seis meses más tar-
de, pese a su disfraz como e l Tamesis, y hundir-
lo. En diciembre, sólo unos días antes de que
Estados Unidos entraran en la guerra, Berlín
devolvió el resto de las 1.500 fotografías d e
Scherman, y L I FE publicó toda la saga del
Zamzam.
U n toque final se añadió al misterio del
Zamzam un añ o más tarde, cuand o Scherman
fotografió
a
Anthony Edén
en un
trabajo
para LIFE. El hombre d e estado británico o b-
servó crípticamente mientras tomaban el té:
«Ustedes los del
Zamzam
fueron u n a decep-
ción para nosotros. Esperábamos que el inci-
dente hiciera entrar a Estados Unidos en la
guerra.»
El barbudo carpintero de l Dresden se despide de uno de s u s muchos nuevos amigos de l Zamzam.
LLEGADA TARDIA
L
FRANCIA OCUPADA
El 21 de mayo, 3 0 días después de que el Zam-
zam tuviera prevista su llegada a Ciudad del
Cabo,
el Dresden
penetró
en San
Juan
de Luz,
Francia. El cálculo del tiempo f u e vital: el día
antes el Almirantazgo británico había anun-
ciado que el Zamzam llevaba un retraso ele un
mes y que se presumía hu ndido. Parecía estar-
se preparando otro incidente como el hundi-
miento de l
Lusitania
en la Primera Guerra
Mundial.
Luego Berlín anunc ió fríamente que , lejos
de haber muerto, los estadounidenses estaban
vivos y sanos en un complejo turístico francés
cerca d e Biarritz, aguardando s u repatriación.
Evidentemente, Berlín había mantenido a los
pasajeros de l Zamzam en el ma r a fin de poder
preparar la noticia del hundimiento. El Zam-
zam,
había sido hundido, afirmó Berlín,
por-
qu e llevaba «contrabando», raíles d e acero
para el frente norteafricano.
Tras se r interrogados, lo s estadounidenses
fueron liberados. Algunos europeos fueron in-
ternados; el resto, repatriados.
Lo s alemanes llevaron la mayor parte de las
alcanzar la oiilla.
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La amenaza de l acorazado de bolsillo
La
dramática carrera
de l
Graf Spee
Caballerosidad en alta mar
Un fin ignominioso en Montevideo
Jugar al gato y al ratón con la Marina Real
Un incursor mercante co n muchos disfraces
Una tripulación abandonada en el Atlántico
El mes que
Gran Bretaña perdió 350.000 toneladas
El más poderoso barco de guerra sale a escena
La violenta muerte de l H o o d
Cercar
al
barco asesino
Hitler intenta salvar su Marina de guerra
«Las fuerzas d e superficie n o pueden hacer m á s q u e mostrar
q u e saben cómo morir galantemente.»
E so escribió e l comandante e n jefe de la Marina d e gue -
r ra alemana, e l gran almirante Erich Raeder, e l 3 de setiem-
bre de 1939, cuando tanto Gran Bretaña como Francia, c on
su s grandes marinas d e guerra, reaccionaron a la invasión d e
Polonia declarando la guerra a Alemania. El lúgubre presen-
timiento de l almirante reflejaba la crítica falta d e preparación
de la Marina d e guerra alemana.
Para Raeder y sus fuerzas, la Segunda Guerra Mundial
había llegado varios años demasiado pronto. Había aceptado
la s repetidas seguridades d e l Führer d e que l a Marina d e
guerra alemana n o necesitaría estar lista para e l combate
hasta 1944 o 1945. Al principio de l a guerra, había demasia-
d o s pocos submarinos operativos en el Atlántico para plan-
tear u n a amenaza mortal a los barcos mer cantes aliados, y la
flota
d e
superficie alemana
no e r a
numéricamente
lo
bastan-
te grande como para arriesgarse a confrontaciones directas
con la Marina Real. El programa d e construcción a largo pla-
z o encarnado en e l ambicioso Plan Z, un programa que de -
be rí a ha be r pe rm iti do finalmente a la Marina d e guerra a le-
mana desafiar a Gran Bretaña como potencia naval mundial,
n o f u e puesto e n marcha hasta enero d e 1939 . Como resul-
tado d e ello, en los meses siguientes lo s barcos alemanes t en-
drían q u e depender de la furtividad, la potencia y la rapidez.
Y resultaba claro q u e sólo estas cualidades n o iban a ser sufi-
cientes.
En 1939 la Marina d e guerra d e superficie alemana c o n -
sistía
e n dos
peq ueñ os acorazados, tres «acorazados
de bol -
sillo», ocho cruceros y 3 4 destructores y torpederos. Los aco-
razados d e bolsillo, construidos a mediados de los 1930, eran
experimentales. Hab ían sido diseñados específicamente para
alta m a r ; seis cañones d e 280 milímetros y u n a velocidad
máxima d e 28 nudos hacían q u e estos buques fueran m á s
poderosos q u e casi cualquier barco enemigo lo bastante rá -
pido para alcanzarlos, y los modernos motores diesel l e s pro-
porcionaban u n a autonomía d e 21.500 millas. L os alemanes
lo s llamaban Panzerschiff e, barcos blindados. El nombre d e
acorazados d e bolsillo l e s f ue adjudicado po r e l resto del
mundo debido a su relativamente pequeño tamaño: medían
183
metros
d e
largo
y
desplazaban 12.000 toneladas
( un a c o -
razado d e tamaño normal medía unos 225 metros d e largo y
desplazaba 35.000 toneladas) .
Además d e estos barcos, d o s acorazados grandes y un c ru-
cero pesado estaban a punto d e s e r completados. Serían los
únicos refuerzos m á s grandes q u e u n destructor q u e Raeder
iba a recibir.
E l gran almirante e r a m u y consciente d e que s u s fuerzas
INCURSORES L ACECHO
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se verían abrumad as en número por las de la Marina Real. L a
flota británica incluía 15 acorazados y cruceros d e combate,
seis portaaviones (Alemania n o tenía ninguno) y 58 cruceros.
Raeder n o podía esperar derrotar a la Marina Real, n i siquie-
r a p o r desgaste. Pero, dispersando su s fuerzas m u y lejos y muy
ampliamente, esperaba mantener
a los
barcos británicos
o c u -
pados escrutando lo s océanos e n busca d e u n escurridizo
pero peligroso asaltante.
Para complementar lo s barcos d e guerra convencionales
de Alemania y su bisoña fuerza d e submarinos, Raeder p l a -
neaba resucitar u n arma q u e había sido empleada c o n llama-
tivo éxito -aunque a pequeña escala- durante la Primera
Guerra Mundial: lo s incursores mercantes armados. Disfraza-
do s para parecer buques d e carga, estos mortíferos merodea-
dores vagaban por los mares como antiguos piratas, y caían
sobre lo s barcos solitarios y confiados, captu rand o o hundien-
do sus presas antes d e q u e pudieran pedir ayuda. Pero n i n -
guno d e estos incursores estaba listo cuando empezó la Se-
gunda Guerra Mundial: la s peticiones iniciales d e Raeder
para el armamento necesario habían sido rechazadas.
L os acorazados d e bolsillo, e n cambio, s í estaban listos.
D os de ellos, el
Deutschlandy
e l
GrafSpee
(página 50) habían
sido enviados a l Atlántico u n a semana antes d e l inicio de la
guerra. L os prime ros movimientos ofensivos de la guerra d e
superficie en el Atlántico fueron efectuados p o r estos buques.
Durante tres semanas, si n embargo, e l Deutschland y el Graf
Spee serían mantenido s e n reserva p o r Hitler con la esperanza
de que , una ve z aplastada Polonia, Gran Bretaña y Francia se
mostraran
d e
acuerdo
e n
llegar
a u n
compromiso
de paz .
Sólo cuando quedó claro que l o s aliados occidentales tenían
intención d e seguir con l a guerra d i o permiso Hitler para
que los acorazados d e bolsillo entraran e n acción.
El
Graf Spee,
en su zona operativa asignada a l sur del ecuador,
golpeó primero..., y duramente. El 30 de setiembre divisó al
mercante
Clement
j u n t o a la costa d e Brasil. E l capitán de l
Clement,
F. C. P. Harris, confundi ó e l
Graf Spee
con e l cruce-
ro bri tánico
Ajax,
y fue a su cabina para cambiarse a un uni -
forme blanco limpio a fin de saludar a sus compatriotas como
correspondía. Apenas había llegado d e vuelta a l puente cuan-
d o u n
hidroavión
d e l Graf Spee,
ostentando
u n a m u y
iden-
tificadora Cruz d e Hierro, atacó a l
Clement
y lo dañó seria-
mente.
El capitán Harris d io órdenes d e bajar lo s botes salvavidas
y abandonar e l barco. Izado a bordo d e l
Graf Spee,
f u e salu-
dado educadamente po r e l capitán Hans Langsdorff, que se
disculpó pero anunció que iba a tener q u e hundir e l Clement.
Mientras Harris miraba, el Graf Spee abrió fuego. «Es un bar-
co malditamente resistente», exclamó mientras observaba a l
Clement desaparecer bajo la superf icie.
Luego Langsdorff hizo que s u tripulación repintara e l
mástil d e l Graf Spee co n l a distintiva coloración -clara c o n
adornos oscuros- d e un barco d e guerra francés. Durante los
siguientes
17
días, beneficiándose
d e
este disfraz, hundió
otros tres barcos británicos: e l mercante Newton Beech y dos
cargueros, e l Ashlea y e l Huntsman.
F u e u n brillante comienzo. N o sólo estaba capturando y
hundiendo barcos enemigos u n o tras otro, sino q u e t a m -
bién estaba alterando la s disposiciones de la Marina Real:
casi d o s docenas d e barcos d e guerra q u e eran necesitados
urgentemente para servicios e n otros lugares tuvieron q u e
se r desviados a l Atlántico S u r para perseguir al escurridizo
Graf Spee.
El 22 de octubre, Langsdorff hund ió la motonave británi-
ca Trevanion. P o r aquel entonces se había iniciado y a una
búsqueda
a
gran escala
d e l
incursor;
lo s
cazadores incluían
d o s barcos británicos - e l portaaviones Ark Royal y e l crucero
d e combate Renown- y e l acorazado francés Strasbourg.
Para eludir a sus perseguidores, Langsdorff decidió nave-
gar rodeando la punta d e Africa hasta el océano índico. Ju nto
a la costa d e Madagascar, e l 15 de noviembre, hundió e l bu-
q u e cisterna británico Africa Shell, tomando prisionero a su
capitán pero permitiendo que l a tripulación escapara a la
orilla.
E n aquel momento parecía como si Langsdorff pudiera
seguir con su trabajo depr edad or indefinidamente. Su solita-
r io barco e r a casi imposible d e rastrear en las enormes exten-
siones de los océ anos Atlántico e Indico.
A finales d e noviembre de 1939, e l Graf Spee estaba d e
vuelta en el Atlántico y hundía d o s cargueros británicos, e l
Doric Stare 1 2 de diciembre y el Tairoa a l día siguiente. Langs-
dorff había puesto rumbo hacia e l amplio estuario del r ío de
la Plata, q u e desemboca en e l Atlántico Sur y está m u y c o n -
currido p o r barcos que se dirigen a Gran Bretaña desde Bue-
n o s Aires, Argentina, y Montevideo, Uruguay.
En la tarde del 7 de diciembre, el Graf Spee detuvo y h u n -
dió e l vapor británico Streonshalh, su novena víctima. Fue re -
cuperado u n saco d e documentos q u e había sido lanzado po r
la
borda
po r e l
capitán,
y p o r
esos papeles supo Langsdorff
de los puntos d e reunión de los barcos británicos q u e aban-
donaban el río de la Plata. Con l a intención d e efectuar «una
buena práctica sobre algunos blancos», se dirigió a buena
velocidad hacia la costa sudamericana.
El 12 de diciembre, e l Graf Spee estaba en la zona de la
Plata, aguardando u n convoy d e cinco barcos británicos que
Langsdorff sabía q u e saldrían d e Montevideo. A las 5:52 a.m.
3 9
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Un
diagrama esbozado
el 3 de
diciembre
de 1939
muestra
los
cálculos
de l
comodoro Henry Harwood, comandante
de la División Sudamericana de la Marina Real, qu e adivinó correctamente las intenciones de l acorazado di
bolsillo alemán
Graf Spee.
Harwood estimó las posiciones de l
Graf Spee
para el 4 y el 8 d e diciembre y luegi
imaginó las tres opciones que se le abrían. Podía llegar a Río de. Janeiro R) en la mañana del 12 de diciembre, a.
río de la Plata P) a la mañana siguiente, o a las islas Malvinas a la mañana después de ésta. E l comodoro decidü
que el incursor se sentiría atraído hacia el Plata po r
S IL
intenso tráfico naval. Cuando el Graf Spee llegó allí, lo.
tres cruceros de Harwood le estaban aguardando
del 13 de diciembre, el vigía de l acorazado d e bolsillo infor-
mó de dos mástiles en el horizonte d e estribor. Al cabo d e
pocos minutos
se
reveló
que l os
mástiles pertenecían
a l cru-
cero pesado británico
Exeter.
Detrás
d e l Exeter
seguían
dos
cruceros ligeros, el Ajax y el buque d e guerra neozelandés
Achilles. L os tres barcos podían viajar a u n a velocidad aproxi-
madamente cinco nudos m ás rápida que e l Graf Spee, per o
todos tenían menos potencia ele fuego que e l barco alemán,
q u e estaba equipado c o n cañones de 280 milímetros. El Exe-
ter llevaba
seis cañones
de 200
milímetros;
el Ajax y el Achilles
n o estaban armados c on nada m ás grande de 150 milímetros.
Langsdorff se enfrentaba a una difícil elección. Podía da r
media vuelta y eludir la acción, o podía ignorar su s órdenes
- q u e l e prohibían específicamente u n a confrontación directa
con
barcos
d e
guerra enemigos-
y
enfrentarse
a los
tres
ad -
versarios a la vez.
El día
antes,
el
comodoro Henry Harwood,
q u e
estaba
al
mando de las fuerzas de la Marina Real e n Sudamérica, ha-
b ía advertido a sus capitanes subordinados q u e estuvieran
atentos a la presencia d e l
Graf Spee,
y había dado órdenes
estrictas
a
seguir
en el
caso
d e q u e
cualquiera
de sus
barcos
lo
encontrara. «Atacar
d e
inmediato,
de día o de
noche».
L o s barcos d e Harwood siguieron su s órdenes si n vacilar.
El Exeter empezó d e inmediato a acercarse al acorazado d e
bolsillo p o r estribor, mientras el
Ajax
y e l
Achilles viraban
hacia
el nordeste para acercarse a babor d e Langsdorff. Pronto los
tres buques estarían dentro de l alcance de los 25 kilómetros
de los
grandes cañones
d e l Graf Spee.
El Exeter f ue e l
primero
e n
ponerse
a
tiro.
U n
proyectil
d e
300 kilos mató a los servidores d e l tubo d e torpedos d e estri-
b o r y dañó seriamente lo s mecanismos d e control de los ca-
ñones, as í como la s comunicaciones con la sala d e máquinas.
D e todos modos, el
Exeter
siguió acercán dose. Acababa de en -
cuadrar al Graf Spee c on sus proyectiles de 200 milímetros
cuando u n proyectil alemán de 280 milímetros impactó c on-
tra su cubierta, desgarrand o la parte delantera de una de las
torretas de los cañones y destruyendo su timonera. El
Exeter
inició u n giro, fuera d e control. El capitán F. S. Bell resultó
herido po r e l fuego alemán, pero consiguió establecer una es-
tación d e mando temporal. Utilizando u n a brújula tomada
de uno de l os
botes salvavidas
y
formando
u n a
cadena
d e
marineros para transmitir su s órdenes a la timonera d e popa,
donde sudorosos hombres luchaban p o r accionar el timón a
mano, Bell consiguió d e alguna forma devolver el barco a su
rumbo. Pero otros d o s proyectiles de l
Graf Spee
provocaron
u n enorme agujero en e l costado de l Exeter, encima de la lí-
n e a d e flotación, y reventaron la cubierta. Los incendios em -
pezaron a envolver al Exeter e n humo.
Tanto el Ajax como el Achilles convergieron sobre el Graf
Spee a toda máquina, u n a peligrosa maniobra para lo s ligera-
mente blindados cruceros, pero q u e obligó a Langsdorff a
dividir su fuego entre su s tres adversarios. Tras hora y media
d e
fur ioso fuego,
el
comodoro Harwood ordenó
a sus
barcos
q u e
interrumpieran
la
acción bajo
la
protección
de una cor-
tina
d e
humo.
El
vapuleado
Exeter se
alejó cojeando hacia
las
islas Malvinas, llevándose consigo 51 muertos y muchos h e -
ridos. Gracias a la buena suerte y a sus hábiles maniobras,
el
Ajcix
y el
Achilles
habían sufrido menos daños, aunque u n
proyectil había derribado l as dos torretas d e atrás d e l
Ajax,
y el capitán d e l Achilles había resultado herido e n ambas
piernas.
A bordo d e l Graf Spee, Langsdorff revisó lo s daños que los
británicos habían infligido a su barco y tomó u n a decisión
irrevocable. El acorazado d e bolsillo había sido alcanzado 18
veces;
s us
cocinas habían prácticame nte desaparecido
y
varios
cañones secundarios estaban inutilizados. Treinta y siete
miembros de su tripulación habían muerto, el propio Langs-
dorff había sido derribado temporalmente inconsciente p o r
4 0
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d e u n héroe prus iano de las guerras napoleónicas. El Führe r
se mostraba paranoico hasta e l p u n t o d e l insomnio acera del
posible destino
d e s u s
pr incipales barcos cuando es taban
en e l mar . Pensaba en el d a ñ o q u e podía causar a la moral
nac iona l
e l
h e c h o
d e q u e s e
pe rd ie r a
u n
barco l lamado
Deutschland, Alemania. Com o Lützoxv, el acorazado d e bolsillo
resultaría m á s tarde dañado d o s veces p o r torpedos británi-
c o s j u n t o a Noruega; nunca regresó al campo d e operaciones
d e l
Atlántico.
A f ína le s d e l invierno d e 1 9 4 0 , a u n q u e lo s incursores alema-
n e s só lo habían hundido 11 barcos c o n u n total d e 57.000
toneladas , habían ten ido éxi to en su finalidad principal.
Habían obl igado
a los
británicos
a
dispersar
su s
buques
m e r -
cantes, y hab ían p r eocupa do y desviado a la mucho mayor
Marina Real. E n u n m o m e n t o d e t e r m i n a d o 2 2 cruceros ,
portaaviones
y
acorazados británicos, organizados
e n
nueve
grupos d e caza separados, estaban persiguiendo a los escurri-
dizos Deutschland
y
GrafSpee.
Mientras tanto, d o s pequeños cruceros d e combate alema-
n es , e l Scharnhorst y el Gne.hen.au, mantenían ocupada a otra
pesada fuerza británica e n e l m a r d e l N or te , hund iendo u n
crucero mercante armado, e l Rawalpindi, e n nov iembre d e
1 9 3 9 . Pero la limitada Marina d e superf ic ie a lemana se v io
ser iamente dañada
en la
campaña noruega durante
la
pr ima-
vera siguiente. Tanto e l Scharnhorst como e l Gnásenau queda-
r o n fue ra d e acción, lo mismo q u e e l Lützow. El c ruce ro p e -
s ado Blücher, lo s cruceros ligeros Kónigsberg y Karlsruhe y
10 des t ructores a lemanes fueron hundidos . Co n l o s subma-
rinos todavía
n o
disponibles
e n
número suf ic iente para
c a u -
s a r u n impacto serio sobre lo s barcos Aliados, e l a lmirante
Raeder necesitaba u n arma efectiva para proseguir su guerra
contra lo s mercantes .
Esta arma estaba ahora a mano . D uran te e l invierno d e
1939-1940,
e n
H a m b u r g o
y en los
puertos bálticos
d e
Alema-
n i a , seis viejos cargueros d e apariencia inocua estaban sien-
d o convertidos e n incursores armados s iguiendo la s órdenes
d e l almirante Raeder. Finalmente, nueve d e estos barcos, d is-
frazados com o inofensivos mercante s neutrales , se deslizarían
a través d e l a s ru tas d e l m a r d e l Norte hasta e l Atlántico.
Desde a l l í merodear ían
p o r l o s
mares
e n
todas partes
d e l
m u n d o e n busca d e presas.
Durante lo s siguientes tres años y medio esta heterogénea
colección d e merodeadores hund i r í a 1 3 0 barcos, totalizando
850.000 toneladas, casi tres veces e l tonela je mercante h u n -
dido p o r l o s barcos d e guerra convencionales alemanes.
El Atlantis (página 2 7 ) , e l p r i m e r o y, como se demos tró , el
d e
mayor éxito
d e
todos estos incursores secretos,
f u e
bota-
d o e n Kiel el 31 de marzo d e 1 9 4 0 . Originalmente había s ido
u n carguero de las Líneas I lanseáticas l lamado Goldenfels, y
había s ido camuflado para q u e pareciera u n barco d e guerra
auxiliar de la Rusia neutral. Su hidroavión d e reconocimiento
i b a
p in tado
c o n
emblemas rusos ,
y la
tr ipulación
d e
cubier-
ta
llevaba
u n
sur t ido
d e
ropas
q u e , a
distancia, podían pasar
p o r uniformes rusos.
En las bodegas d e l Atlantis había a lmacenadas 4 0 0 tonela-
d a s d e comida, 3 .000 toneladas d e combus t ib le para su s
motores diesel, 1 . 2 0 0 tone ladas d e agua potable, y amplias
reservas d e mun ic iones pa ra a l imen ta r su f o r m i d a b l e a r -
mamento . Seis cañones d e 1 5 0 milímetros, otros seis caño-
n e s an t i aé r eos , u n c a ñ ó n d e 7 5 mi l íme t ro s y cuatro tubos
torped eros acec haban bajo mam par as accionadas a bisagra
q u e pod ían cae r hac iendo g i r a r u n a pa lanca , y casi 100
minas
se
alojaban
en su
popa .
S u
tr ipulación
d e 3 4 7
mar ine-
r o s
-suficiente para proporcionar tr ipulaciones base para
los
barcos cap tu rados - e r a m a n d a d a p o r e l capi tán Bernhard
Rogge.
E l
Atlantis podía
- y d e
h e c h o
lo
hacía- a l terar
su
apar ien-
cia y su
b a n d e r a
a
in tervalos f recuentes . Como
lo s
demás
incursores alemanes, poseía mástiles y chimeneas telescópi-
co s , grúas fácilmente escamoteables y cargas d e cubier ta fal -
sas q u e l e permit ían cambiar d e disfraz e n cuestión d e horas.
L a pr imera v íc t ima d e l Atlantis f u e típica d e l a s muchas
m á s q u e l e seguirían. El 25 de abril d e 1 9 4 0 estaba en el su r
d e l ecuador. Pocos barcos rusos podía esperarse q u e estuvie-
r a n v ia jando p o r aquella zona, d e m o d o q u e e l capi tán R o g -
g e
t r ans fo rmó
s u
incursor
en e l
ca rgue ro
y
barco
d e
pasaje-
ro s j a p o n é s Masii Maru. U n a v e z l a silueta d e l barco alemán
es tuvo convenientemente cambiada, la mayor parte de la tri-
pulación
se
mantuvo bajo cubier ta mientras
lo s
miembros
res tantes - se lec cionados por que eran bajos y d e pelo negro,
e iban vestidos c o n pantalones oscuros y camisas blancas q u e
colgaban p o r f u e r a - se afanaban a l rededor d e u n a alta y ru -
b i a «pasajera» q u e pas eaba p o r cubier ta u n cochec i to d e
niño.
A s í
e l abo radamen te camuf lado ,
el
Atlantis recorr ió
las
rutas desde Ciudad d e l Cabo hasta Freetown, e n busca d e
desprevenidos barcos mercant es q u e viajaran solos.
El 3 de mayo f u e divisado e l carguero br i tán ico Scientist,
q u e i b a
desde Durban, Sudáfr ica ,
a
Liverpool,
c o n u n a c a r -
g a d e cereal y c romo . E l Scientist se negó a obedece r las ins-
trucciones d e Rogge d e de tene r s e , y su capitán y tr ipulación
se a s ombra ron cuando e l carguero d e aspecto amistoso q u e
ondeaba la b a n d e r a d e l S o l Naciente la bajó d e p r o n t o , izó
lo s
colores nazis
y
abr ió fuego
a u n a
dis tancia
d e
tres millas.
L a p r imera andanada f r enó al Scientist. F u e seguida inmedia-
t amen te p o r disparos contra la popa, el puen te y la cabina d e
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radio, pero
n o
antes
d e q u e e l
operador , aunque her ido,
consiguiera enviar
la
señal
d e
a la rma
Q Q Q ,
(«estoy siendo
atacado
p o r u n
barco enemigo
n o
identificado»).
Ot ra andanada d e l Atlantis impactó e n medio d e l buque,
y e l Scientist que dó c onde na do . S e ba j a ron lo s botes salvavi-
d as y se
t ras ladaron
lo s
her idos .
El
resto
de la
t ripulación
también empezó
a
alejarse
d e l
barco her ido
d e
mue r t e .
A
medida
q u e
avanzaba
e l
crepúsculo,
la s
llamas fueron ascen-
d i e ndo
p o r
e n t re
la s
cubiertas
d e l
Scientist para i luminar
el
oc é a no
e n
k i l óme t ros
a la
r e d o n d a .
E l
Atlantis
s e
acercó
m á s ,
r e ma t ó
al
Scientist
c o n
torpedos ,
e izó a
bordo
a los su-
pervivientes.
Aquel f u e e l inicio d e u n a notable odisea para el capitán
Rogge y e l
Atlantis.
E n total, mantuvo a su incursor en e l mar
dura n t e
2 0
meses
d e
operac iones
d e
golpea-y-huye, citándo-
se
ocasionalmente
c o n
otros barcos alemanes para reponer
provisiones
y
combust ible,
y
utilizando
su
radio
t a n
sólo rara-
mente para contactar
c o n e l
cuartel general
e n
Alemania.
Para combatir
la
monot on í a
de la
larga estancia
en el mar ,
Rogge inició
u n
periódico diario
en e l
barco, organizó
u n a
orquesta, y a n i mó a los cantantes y actores aficionados entre
la tripulación. Incluso ideó u n sistema d e «permiso a bordo»
p o r e l cual grupos rotatorios d e oficiales y marinos eran dis-
pensados
d e s u s
tareas durante
u n a
semana
o m á s
-excepto
cuando sonaba
e l
zafarrancho
d e
c o m b a t e -
y
eran libres
d e
emplear
su
t i empo
en l o q u e má s Ie s
apeteciera, casi como
pasajeros
e n u n
c rucero
d e
vacaciones.
E n
estos
2 0
meses
q u e e l
Atlantis surcó
lo s
mares
de la
Tierra, recorrió 102.000 millas
y
capturó
o
hundió
2 2
barcos,
entre ellos e l egipcio Zamzam co n 1 3 8 estadounidenses a b o r -
d o (páginas 24-37). L a suerte d e l Atlantis te rminó al fin en
noviembre
d e 1 9 4 1 ,
j u n t o
a la
isla
de la
Ascensión
en el At-
lántico
S u r . U n
crucero bri tánico
l o
hundió t ras negarse
a
creer
s u s
señales
d e q u e e r a u n
inocente barco mercante
británico. Pero Rogge
y la
mayor parte
d e su
tripulación
f u e -
r o n
rescatados
p o r u n
subma r i no
q u e s e
hallaba cerca
de la
zona.
Aunque tenían órdenes
d e n o
enzarzarse
c o n
barcos
d e
guerra enemigos, lo s incursores camuflados solían tomar sus
propias decisiones cuando se veían forzados a la batalla. El
m á s p e q u e ñ o d e l lote, e l Thor-un barco ban ane ro d e 3 .1 0 0
toneladas convert ido-, luchó contra d o s cruceros mercantes
armados bri tánicos mucho m á s grandes hasta terminar e n
tablas
y
h u n d i ó
a u n
tercero. Otros
d o s
incursores,
e l
Stier
y
el
Kormoran, consiguieron, antes
d e s e r
hundidos , hundi r
a su
vez los
barcos aliados
q u e l o s
hun di e ron .
L a
mayor parte
d e l o s
capitanes incursores hacían prisio-
neras
a las
tripulaciones
d e l o s
barcos
q u e
hundían
y
hallaban
la
forma
d e
transferirlas
a
otros barcos para
s e r
entregadas
e n
puertos amistosos
o
neutrales.
L a
excepc ión
f u e e l
capitán
H e l m u t h v o n Ruckteschell, d e l incursor Widder, q u e s e hizo
famoso
p o r
disparar contra
lo s
barcos aliados
s in
advertencia
previa -para impedir
q u e
enviaran señales
p o r
r a d i o -
y lue-
g o
a ba ndona ba
a su s
t ripulaciones
e n
botes salvavidas abier-
tos en
medio
d e l
Atlántico.
U n o d e
estos botes derivó durante
7 0
días antes
d e
alcanzar
u n a
isla
en las
Bahamas.
De su s
siete
ocupantes originales, cinco
se
habían vuelto locos
y
habían
sal tado a l m a r ; pero d o s sobrevivieron para describir su od i -
s e a . Ruckteschell f u e c o n d e n a d o p o r c r ímenes d e guerra e n
N u r e m b e r g
en 1 9 4 6 y
pasó
e l
resto
d e su
vida
e n
prisión.
Casi todos
los 130
barcos hundid os
p o r l o s
incurs ores camu-
flados navegaban solos.
A
finales
d e
o t oño
d e 1 9 4 0 , e l
almi-
rante Raeder estaba dispuesto
a
enviar
s u
limitada fuerza
d e
acorazados tras u n a caza mayor: lo s convoyes q u e cruzaban
e l Atlántico. E n noviembre, el acorazado d e bolsillo Almirante
Scheerse
deslizó m á s allá d e Islandia al Atlántico Noroccieden-
t a l , e l primer barco pesado alemán q u e s e adentraba tanto
desde e l
Graf Spee
casi u n a ñ o antes.
E l
Scheer hal ló rápidam ente buenas presas:
e l
Convoy
H X -
8 4 ,
f o r m a d o
p o r 3 7
mercantes protegidos
p o r u n
único
c r u -
cero mercante armado bri tánico,
e l
t ransat lánt ico
d e
pasaje-
ro s
Jervis
Ba y
reconvert ido,
q u e s e
dirigía hacia
el
este desde
Halifax, Nueva Escocia.
Al
divisar
el
Scheer,
e l
capi tán
E. S. F.
Fegen d e l Jervis Ba y tomó u n a d e l a s decisiones heroicas d e
la Guerra d e l Atlántico. D i o instrucciones al convoy d e q u e
s e
dispersara,
y
e nc a mi nó
s u
barco
a
toda velocidad directa-
mente hacia
e l
acorazado
d e
bolsillo alemán.
Ale jado
d e l o s
mercantes ,
e l
Scheer abr ió fuego
c o n s u s
cañones
d e 2 8 0
mil ímetros
a
16.000 metros, mucho
m á s
allá
d e l
alcance
de los
cañones
d e 1 5 0
mil ímetros
d e l
barco
b r i -
tánico. YA Jervis Ba y f u e alcanzado u n a y otra v ez . Pero dispa-
rando c o n todas la s armas q u e a ú n n o habían sido destruidas,
s e acercó a me nos d e ki lómetro y medio antes d e s e r hundi -
d o . L a confrontación había durado ta n sólo 22 minutos, pero
d i o a l convoy tiempo para dispersarse.
E l
Scheer
s e
apresuró
a i r
tras ellos
en la
creciente oscuri-
d ad . De l o s 3 7 , l o s
a lemanes
t a n
sólo encont ra ron
a
seis;
hundi e ron
a
cinco
d e
ellos.
E l
sexto
- e l
buque cisterna
Sa n
Demetrio-
iba a
crear
u n a
saga propia . Cañoneado
e
i nc e nd i a do ,
e l Sa n
Demetrio
f u e
a b a n d o n a d o
p o r s u
t ripulación,
q u e
sabía
q u e e n
pocas
h o -
ras su carga d e gasolina ib a p roba b l e me nt e a estallar.
Pero
al d ía
sig uiente, tras sobrevivir
a u n
intenso ventarrón
d e l
Atlántico,
u n o d e l o s
botes salvavidas
d e l Sa n
Demetrio,
al
m a n d o
d e l
segundo oficial, llegó
d e
vue lta ju nt o
al
buque
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t uando como u n equipo, l o s d o s cruceros d e combate a lema-
n e s des t ruyeron 2 2 barcos e n d o s meses, incluidos 1 3 en sólo
d o s
días
en la
ruta
d e
Halifax.
E l
número hub ie r a pod ido
se r
mayor d e n o m e d i a r la re luctancia d e l o s a l emanes a arries-
garse a la batalla y la pos ib le pérd ida d e unos navios impor-
tantes .
E n d o s
ocas iones
s e
a le jaron
d e
grandes convoyes
es-
col tados p o r u n solo y viejo acorazado británico.
A
finales
d e
marzo, tras eludir
c o n
éxito
d e
n u e v o
la
flota
británica, e l Scharnhorst y e l Gneisenau volvieron a p u e r t o e n
Brest,
en la
Francia ocupada
p o r l o s
a lemanes ,
y e l Scheer re -
gresó a Kiel.
L as dep redac i ones combinadas de los barcos d e guerra pesa-
d o s a l emanes , lo s incu r s o res camuf lados y l o s s ubmar inos
estaban poniendo severamente a p rueba lo s recursos d e Gran
Bretaña. L as pérd idas en el Atlántico e n marzo d e 1 9 4 1 alcan-
za ron la s 350.000 toneladas, u n nuevo récord para la guerra
y u n a
can t idad
a l a q u e
Gran Bretaña
n o
podría sobrevivir
muc ho t iempo. Además, e l a lmirante Raeder s e estaba prepa-
rando para lanzar su golpe m á s ambicioso.
El
nuevo acorazado Bismarck,
q u e
estaba s iendo construi-
d o e n H a m b u r g o d e s d e 1 9 3 6 , es taba ya p r e p a r a d o p a r a su
botadura. Raeder planeaba enviarlo
al
Atlántico Norte como
apoyo a u n a fue rza d e comba te l o suf ic ientemente poderosa
para atacar cualquier convoy, n o i m p o r t a b a l o f u e r t e q u e
f u e r a s u escolta. E l Bismarck e s t a r í a acompañado p o r e l n u e -
vo crucero pesado Prinz Exigen y p o r e l Scharnhorst y e l Gnei-
senau, q u e debían partir desde Brest.
E l Bismarck e r a e l acorazado m á s poderos o d e Alemania ,
pero es taba d iseñado
c o n u n a
gracia
y u n a
e l eganc ia
q u e
evocaban u n a sensación d e orgul lo y resurgimiento naciona-
lista e n todo a lemán q u e l o veía . Aunque re lacionado como
d e 35.000 toneladas para cumplir c o n l o s límites d e l Tratado
d e
Londres
d e 1 9 3 5 , en
real idad
e l Bismarck
des p lazaba
m á s
d e 42.000 toneladas, e n vacío. Medía 2 5 0 me t ro s d e longitud
des de s u impres ionante proa has ta s u popa y 3 6 me t ro s d e
manga ,
y
llevaba ocho cañones
d e 3 8 0
mi l íme t ro s
y
seis avio-
n e s , y e r a capaz el e hace r 3 0 nudos . L o m á s impor tan te , q u i -
z á , e r a q u e s u s
costados
y su s
torretas estaban protegidos
p o r
planchas d e acero especia lmente endurecido d e 3 8 cent íme-
tros d e grosor.
C u a n d o f u e bo tado e l d í a d e S an Valentín d e 1 9 3 9 , Aclolf
Hitler estaba allí para comunicar
a u n a
v i toreante mul t i tud
q u e esperaba q u e s u fu tura t r ipulación demos trara la misma
in f l ex ib le de te rminac ión q u e e l Canci l ler el e Hierro cuyo
nombre había recibido.
Tras pasar m á s d e d o s años e n cruceros d e a jus te y c o m -
probac ión , e l Bismarck e n t r ó e n guerra bajo e l m a n d o d e u n
f r ío y e x p e r i m e n t a d o e x p e r t o e n ar t i l ler ía e ingen ie r í a , e l
capi tán Erns t Lindemann. L a edad media d e l a tr ipulación
d e m á s d e
2.000 hombres
e r a d e 2 0
años . Como para
e l Bis-
marck, pa ra la mayor ía d e ellos e r a s u p r u e b a d e fuego.
L a O p e r a c i ó n R h e i n ü b u n g , e l n o m b r e c ó d i g o q u e d i o
Raeder
a su
plan secreto para
la
fuerz a operativa
d e l Bismarck,
sufrió retrasos y reveses. E l Scharnhorst había tenido proble-
m a s c o n l o s
motores
e iba a
faltar
a la
operación .
E l
Gneisenau
había resul tado severamente dañado e n u n a taque aéreo e n
Brest.
A
ins tancias
d e
Churchi l l ,
la s
Reales Fuerzas Aéreas
hab ían empezado a dedicar a los pue r to s u n a atención espe-
cial, y el 6 de abril d e 1 9 4 1 u n bombarde ro to rpede ro p i lo -
tado p o r u n canadiense , e l oficial d e vuelo Kenneth Camp-
be l l , e f ec tuó u n a p a s a d a a ba ja a l tu r a pa r a ano ta r s e u n
t a n t o
en l a
p o p a
d e l
Gneisenau. U nos s egu ndos
m á s
tarde
e l avión d e Campbel l sa l taba hecho pedazos , pero e l Gnei-
senau, c o n u n e j e p ropu l s o r ap la s t ado y d o s salas d e mo to -
r e s
inundadas , hab ía quedado fue ra
d e
acción durante seis
meses.
N o había disponibles otros barcos importantes . E l almiran-
t e Günther Lüt jens , a l q u e Raeder había elegido para dir igir
la O perac ión Rhe inübung , acons e jó pos poner la , a l menos
durante algunos meses, hasta q u e e l nuevo y poderos o a c o -
razado Tirpitz, u n h e r m a n o d e l Bismarck, pud ie r a s e r comple-
tado. Pero Raeder s e mostró inflexible: e l Bismarck y e l n u e -
v o
c ruce ro Prinz Eugen t end r ían
q u e
arreglárselas solos.
Raeder había deseado lanzar la O perac ión Rhe inübung a
finales d e abril , antes d e q u e l a s noches septentr ionales s e
volvieran demasiado cortas . Pero unos daños menores sufri-
d o s p o r e l Prinz Eugen,
causados
p o r u n a
mina, s ignificaron
otro re t raso . N o f u e hasta e l a t a r d e c e r d e l 1 8 d e mayo d e
1 9 4 1 q u e l o s d o s barcos abandonaron Gotenhafen , en e l mar
Báltico, para intentar
la
salida
al
Atlánti co.
P o r p r imera vez en la gue r r a , lo s barcos d e guerra alema-
n e s ten ían órdenes d e en f r en ta r s e a la flota enemiga s i era
necesario. Raeder había dispuesto s u p lan c o n Hitler, pero
c o n o c i e n d o
e l
miedo pa rano ico
d e l
F ü h r e r
a
perder barcos
impor tantes - « e n tierra so y u n héroe; e n m a r , u n cobarde»- ,
e l a lmirante n o l e d i jo a Hitler q u e e l Bismarck y el Prinz Eugen
habían par t ido también has ta
q u e y a f u e
demas iado tarde
para llamarlos d e vuelta.
E l
Almirantazgo británico supo
de la
par t ida
d e l o s
barcos
antes q u e Hitler. L o s informes codif icados d e su avistamien-
t o
l legaron
a
L o n d r e s
p o r
radio desde Suecia
y
procedentes
ele un miembro a ler ta d e l a resis tencia e n Noruega. El 21 de
mayo, u n avión d e r econoc imien to b r i t án ico fo tog ra f ió al
Bismarck y a l Prinz Eugen en u n fiordo justo a l su r d e Bergen,
N oruega , donde hab ían hecho u n a parada para aprovisio-
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na rse
d e
combust ible adic iona l .
D o s
días
m á s
tarde, otro
avión
d e
r e c onoc i mi e n t o i nd i c a ba
q u e l os
barcos habían
part ido.
P o r
aquel entonces,
el
a lmirante
s i r
Jo hn Towey, coma n-
da n t e
e n
j e fe
d e l a
flota
e n
Scapa Flow, avanzaba
ya
para
in -
t e rcepta r
a los
alemanes. Tovey envió
u n a
escuadra formada
p o r e l nuevo acorazado Prince ofWales, el c rucero d e combate
Hood, y seis destructores, todos ellos mandados p o r e l viceal-
mirante L . E . Holland, para proteger los pasos a ambos lados
d e Islandia. Al d í a siguiente, Tovey e n persona part ió co n e l
acorazado King George V e n c ompa ñí a d e l portaaviones Victo-
rious, e l c ruc e ro d e c omba t e Repulse y u n a panta l la d e d e s -
t ruc tores
y
cruceros ligeros.
Lütjens había t razado
u n
círculo
m u y a l
norte bajo
l a p ro -
tección
d e l
t i empo tormentoso,
y
estaba avan zando cautelo-
samente Groenlandia aba jo
al
oeste
d e
Islandia. Allá,
en el
es t recho
d e
Dinamarca ,
e l
Bismarck
y el
Prinz Eugen fue ron
descubier tos
a
p r i me ra hora
d e l
a noc he c e r
d e l 2 3 d e
mayo
p o r u n
crucero bri tánico
d e
patrul la ,
e l
Suffolk.
C o n s u
nuevo radar
c o n u n
alcance
d e 2 0
ki lómetros,
e l
Suffolk, a c o m p a ñ a d o
p o r s u
barco gemelo,
el
Norfolk,
s e c o n -
virtió
en la
sombra
d e l o s m á s
grandes barcos a lemanes .
Mientras tanto,
la
escuadra
d e l
almirante Holland avanzaba
a
toda velocidad
e n
plena noche para enfrentarse
a
ellos,
c o n
su
buque insignia,
e l
Hood, abriendo camino.
E l
«poderoso Hood», c o m o
lo
l l amaban
lo s
bri tánicos,
e r a
e l m á s
f a moso buque
d e
guerra
e n
activo. Para casi todo
el
m u n d o ,
e l
c ruc e ro
d e
combate
e r a l a
Marina bri tánica.
H a -
b í a
pasado
lo s
a ños
d e
ent reguerras exhibiendo orgul losa-
m e n t e la enseña nacional desde Zanzíbar hasta S a n Francis-
co , co n su dignificada bel leza admirada p o r l o s mil lones q u e
lo veían y p o r l o s c e n t e na re s d e miles d e visi tantes -desde
escolares hasta hombres d e Es t a do- q u e eran invitados a re-
corre r
su s
cubiertas.
M á s
largo
a ú n q u e e l
Bismarck,
c o n s u s 2 6 0
metros,
y
casi
igual d e pesado, el
Hood
poseía u n a rma me nt o d e ocho caño-
n e s d e 3 8 0 mil ímetros comparable al de su enemigo alemán.
Pero p o r aquel entonces el
Hood
ya se estaba haciendo viejo.
L a única acción notable en l a q u e había intervenido había sido
el b o m b a r d e o d e l a flota francesa e n Mers-el-Kebir en e l n o r -
t e d e África, poco después de la caída d e Francia en 1940 .
Si el Hood e r a demasiado viejo para la tarea q u e l e aguar-
daba , su consorte , e l acorazado Prince ofWales, podía conside-
rarse exactamente lo opues to. E r a t a n nuevo q u e l a s dotacio-
n e s d e s u s c a ñone s y los t rabajadores civi les d e l pue r t o
todavía estaban esforzándose
p o r
consegui r
q u e s u s
baterías
d e 3 5 0
mi l í me t ros func i ona ra n c or re c t a me nt e c ua ndo
el
buque part ió hacia
el
noroeste desde Scapa Flow
e n
dirección
a
Islandia.
Fueran cuales fuesen
la s
probabi l idades ,
n o
había ningu-
n a
d u d a
d e q u e l a
escuadra
d e
Holland tenía
q u e
encont ra r
a los
navios enemigos
y
hacer todo
l o
posible
p o r
de tener los
hasta
q u e l a
fuerza
d e l
almirante Tovey pudiera llegar
en su
apoyo. Poco después
d e l a
m e d i a n o c h e
d e l 2 4 d e
mayo,
Holland señaló «Preparados para
la
acción»,
y
todos corrie-
r o n a
oc upa r
s u s
pues tos
e n
ambos barcos.
L a s
horas t ranscurr ie ron ans iosamente .
E l
actor Esmond
Knight servía
a
b o r d o
d e l
Prince ofWales como teniente .
M á s
tarde escribió: «Tras unos minutos
d e
c o n t e m p l a r
la
vacía
distancia,
d e
p ron t o ,
y u n o
apenas podía creer
l o q u e
veían
s u s
ojos, ¡los mástiles
d e d o s
buques aparec ie ron
en e l
hori-
zonte
E l
p r i m e r h o m b r e
q u e
pudo ha l la r
su v o z
gr i tó
d e
nuevo aquella frase: "¡Enemigo
a la
vista ".»
Knight observó, fascinado, mientras
la s
grandes tórrelas
d e l
Prince ofWales gi raban
e n
r e d o n d o
y los
buque s
d e g u e -
r r a
a l e ma ne s
s e
acercaban. «Allá estaban,
u n a
p r o f u n d a
y
definida silueta
en e l
horizonte. . . ,
el
Bismarck
y el
Prinz Eugen,
a va nz a ndo
s i n
n i n g ú n h u m o , i m p e r t u r b a d o s
y
siniestros.
"¡Dios
m í o , q u é
tamaño ",
o í
gri tar
a
alguien.»
L a
o r d e n
d e
di sparar
f u e
emi t ida
a l a s 5 : 5 2 a .m.
«Casi
in -
media tamente hubo
u n a
sucesión
d e
grandes destellos naran-
j a s , y
enormes nubes
d e
negro humo eruc ta ron
d e l a s
torre-
t a s d e
p roa
d e l
Hood cuando lanzó
s u
pr imera andanada .»
Luego
f u e e l
t u rno
d e l
Prince ofWales. «Dos mom ent os
m á s
d e
insoportable éxtasis, luego aquel pulverizador
y
aplastan-
t e
rugir,
q u e p o r u n
s e gundo pa re c i ó de r r i ba r
a
t odos
s in
sent ido. . . , ¡habíamos abierto fuego Quedamos cegados
p o r
Una fotografía aérea tomada desde un Spitfire británico qu e volaba sobre el iordo Giimstad de Noruega el 21 de mayo de
1941 revela al nuevo y poderoso acorazado alemán
Bismarck
(abajo a la izquierda). La foto era tan importante que el piloto
que la tomó regresó a Escocia, hizo revelarla allí, y luego la llevó directamente a Londres. Cuando su avión agotó el
combustible, aterrizó a unos 20 0 kilómetros de la ciudad, consiguió un coche, y condujo todo el resto de l camino, a través del
oscurecimiento dictado po r todo el país, a 80 kilómetros po r hora.
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u n a
densa cor t ina
d e
llamas
q u e s e
alzó delante
d e
nosotros,
mezc lada
c o n
nube s
d e
ne gro humo
d e
amargo olor.»
L a
espera
f u e a ú n m á s
insoportable cuando
lo s
b u q u e s
d e
guerra a lemanes ,
d e
espaldas
al
casquete polar, devolvieron
el
fuego . Knight
v io
«aquellos brillantes destellos
y e l
mismo
humo c ompl e t a me nt e ne gro e ruc t a do
p o r e l
Bismarck.»
L o s
proyectiles silbaron hacia ellos
c o n u n
sonido parec ido
«al
acercarse
d e u n
met ro, hac iéndose
m á s y m á s
fuer te
y
llenan-
d o e l
aire , para cesar bruscamente cuando
lo s
primeros gran-
d e s
sur t idores
d e
agua
se
alzaron jus to
a
popa
d e l
Hood.»
L o s
retumbantes proyect i les
d e l
Bismarck
se
vieron punteados
p o r
u n
«crujir
q u e
he nd í a
lo s
oídos» cuando
lo s
al tamente explo-
sivos proyectiles
d e l
Prinz Eugen «es ta l la ron prác t icamente
sobre nuestras cabezas
y
de ja ron caer
u n a
lluvia
d e
metral la
sobre
la s
cubier tas
y en e l ma r a
nues t ro a l rededor».
Entonces ,
a
b o r d o
d e l
Hood, oc ur r i ó
l o
peor :
u n
proyectil
alcanzó
la
santabárbara. Mientras Knigth
y sus
c ompa ñe ros
d e l Pñnce of Wales mir aba n horror izados , «una gran explosión
c omo u n surt idor brotó d e l centro d e l Hood, enormes lenguas
d e llamas color rojo pálido q u e s e alzaron e n e l aire, mien-
tras densas nubes d e humo blancoamari l l ento es ta l laban
hacia arriba, gigantescos fragmentos
d e
ardientes restos
q u e
eran lanzados cientos
d e
me t ros
e n e l
aire .
M e
resul taba
imposible creer
l o q u e
estaba viendo:
e l
Hood había sido lite-
ra lmente hecho pedazos .»
De l o s 1 .4 1 9
h o m b r e s
d e l
Hood,
sólo sobrevivieron tres.
E l
Prince
of
Wales
se
convirt ió entonces
e n e l
blanco tanto
d e l Bismarck c o m o d e l Prinz Eugen. L o s c a ñone s d e 3 5 0 milí-
met ros d e l buque br i tánico ac tuaban sólo e rrá t icamente , y
f u e golpeado varias veces e n rápida sucesión. U n proyectil
hizo pedazos su puente , matando o h i r i e ndo a todo e l m u n -
d o q u e estaba allí excepto a l capi tán Jo hn Leach y al j e f e d e
señales (Esmond Knight quedó cegado). Leach ret i ró
p r u -
d e n t e m e n t e s u buque fue ra d e l alcance d e l o s c a ñ o n e s d e l
Bismarck y s e un i ó al Suffolk y al Norfolk en l a tarea d e seguir
a
distancia
al
enemigo.
Ernst Lindeman, capi tán
d e l
Bismarck, urgió ahora
al
almiran-
t e
Lüt jens
a
regresar
a
Alemania
c o n
ambos buques .
E l e l e -
mento sorpresa había desaparecido.
L a
Marina Real sabía
la
posición
d e l o s
a lemanes ,
y
buque s
d e
gue r ra
d e
t odo
e l A t -
lánt ico debían
d e
estar convergiendo sobre el los
c o n
ansias
d e
venganza .
E l
c onse j o
d e
L i n d e m a n n
n o f u e
aceptado,
aunque Lüt jens modi f icó
s u s
planes. Destacó
al
Pñnz Eugen
para perseguir
a los
buques mercantes mientras
el
Bismarck
se
dirigía
a l
puer to f rancés
d e
Saint-Nazaire para reparaciones.
E l
Bismarck sólo había sido alcanzado
p o r d o s
proyect i les
in -
gleses, pero
u n o d e
ellos había roto
u n
depósi to
d e
combus-
t ible. Estaba perdiendo combustible
y,
hasta
q u e e l
depósi to
pudi e ra
s e r
r e p a r a d o
e n
dique seco,
s u
a u t o n o m í a
s e
vería
reduc ida .
S i no
podía sacudirse
d e
e nc i ma
e l
Suffolk,
e l Nor-
folk
y el
Prince
of
Wales, Lüt jens planeaba
u n a
desagradable
sorpresa para ellos. Pidió
p o r
radio
a
Berl ín
q u e s e
formara
u n a
l ínea
d e
seis submarinos entre
él y la
costa francesa,
h a -
cia la cual atraería a su s perseguidores.
Lo s bombarderos torpederos Swordfish de l portaaviones Victorious son preparados para la incursión del 25 de mayo de
1941 contra el Bismarck. Lo s biplanos co n cubierta de lona volaron más de 150 kilómetros para atacar al enorme
acorazado. «Fue increíble -dijo un oficial alemán- ve r cómo aquellos aviones de aspecto obsoleto tenían el valor de
atacara
un a
montaña
qu e
escupía fuego como
e l Bismarck.»
Igualmente notable
fue que
ninguno
de los
lentos
Swordfish fuera derribado y que todos ellos consiguieran regresar sanos y salvos «/Victorious.
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D u r a n t e
la
noche s iguiente ,
lo s
cañones an t i aé r eos
d e l
Bismarck. rechazaron u n a taque de los aviones Swordfish l an -
zatorpedos d e l por taaviones Victorious. Luego, durante seis
horas,
el
r ada r
d e l Suffolk
perd ió todo ras t ro
d e l Bismarck.
Pero e l a lmirante Lüt jens , s in saber q u e s u s perseguidores
habían perdido
e l
contacto, eligió aquel momento para
e n -
viar u n largo mensaje p o r radio a Ber l ín , descr ib iendo el
encuen t ro en el es t recho d e Dinamarca. E l mensaje necesi-
t ó más d e 3 0 minutos para s e r transmitido. F u e t i empo m á s
q u e suficiente para q u e l o s radiogoniómetros británicos situa-
ran al Bismarck d e nuevo. Luego lo s oficiales d e de r ro ta b r i -
tánicos f ijaron erróneamente su presa a 3 0 0 k i lómetros al
nor te
d e su
posición real.
E l
Bismarck a u m e n t ó
s u
delantera
mientras la s fuerza s británicas se dir igían e n dirección equi-
vocada, perd iendo t iempo y precioso combustible.
Inc r e íb lemen te ,
la s
comunicaciones
p o r
radio alemanas
p ros igu ie ron , y los criptoanalis tas británicos consiguieron
decodif icar l o suf ic iente para deter minar q u e Lütjens había
enviado al Bismarck r u m b o a Brest. D e nuevo tras su presa,
Tovey hizo girar su fuerzas hacia e l sureste. L a mayor parte
d e s u s des t ructores y cruceros , ahora ya escasos d e combus-
tible, tuvieron d e encamina r s e d e vuelta a casa. E l dañado
Prince of Wales se v i o ob l igado t amb ién a r e n u n c i a r a la
caza. Pero e l aco razado Rodney, m á s l e n t o q u e e l Bismarck,
pero c o n nueve poderosos cañones d e 4 0 0 mil ímetros , h a -
b í a s ido re t i rado d e s u misión d e p ro tecc ión d e convoyes
para unirse
a la
caza. Otros buques británicos estaban avan-
zando desde
e l su r
para intentar cortarle
e l
paso
al Bismarck.
Entre ellos estaban e l por taaviones Ark Royal, e l c ruce ro d e
comba te Renown
y e l
c ruce ro Sheffield, todos
d e l a
Fuerza
H
d e l a Marina Real, estacionada e n Gibraltar . L a r e d s e esta-
b a c e r r a n d o , si se pod ía cons egu i r f r ena r u n p o c o a l Bis-
marck.
A med ia mañana d e l 2 6 d e mayo u n hidroavión Catalina
d e largo alcance, enviado desde el no r t e d e Irlanda, avistó al
Bismarck
a
u n a s
7 0 0
millas
de la
costa
d e
Francia. Aquella
tarde el Ar k Royal lanzó 15 de sus biplanos Swordfish armados
c o n torpedos c o n detonadores magnéticos. Pero p o r u n error
a tacaron
al
c ruce ro Sheffield,
q u e s e
había adelantado para
explorar. Sólo unas alocadas maniobras
d e l Sheffield. en el
t o rmen tos o m a r , y e l h e c h o d e q u e l a mayor par te d e l o s
detonadores magnét icos
d e l o s
torpedos eran defectuosos
y
es ta l laban prematuramente , impidió
q u e l o s
pilotos británi-
c o s h u n d i e r a n u n o d e s u s propios barcos.
Antes d e q u e llegara la oscuridad, lo s aviones d e l Ark Ro-
ya l
habían tenido tiempo suficiente para efectuar otro ataque.
Iba a ser su ú l t ima opor tunidad d e alcanzar a l Bismarck antes
d e q u e e l acorazado llegara a zona amiga. Esta v ez , cuando
lo s aviones despegaron e n med io de la ventosa lluvia, lleva-
b a n
torpedos equipados
co n l o s
antiguos
y m á s
fiables deto-
nado res d e contacto.
El Bismarck lo s
recib ió
c o n e l
l lamear
d e su s 5 6
cañones
antiaéreos. Pero
la
delgada cober tura
d e
lona
q u e
hacía
q u e
aquellos aviones pasados d e moda parecieran t a n frágiles e n
realidad le s ayudó a sobrevivir. L a metra l la desgarró la lona
y la
hizo jiron es, p ero
n o
causó
l o s
fatales destrozos
q u e se
hubieran producido si el fuselaje hubiera s ido d e metal.
D o s torpedos a lcanzaron al Bismarck. U n o n o causó n i n -
g ú n daño, pero e l o t ro impactó en la sala d e máqu inas d e
dirección. E s e impacto resultó desastroso para el gran acora-
zado. El Bismarck se hallaba virando a babor cuando golpeó
el torpedo; ambos timones quedaron trabados e n u n ángulo
d e 1 5 grados. Cada combinación d e s u s motores sólo servía
ahora para hacer
q u e s u
proa
s e
hund ie r a
en el
viento, hacia
el noroeste.. . y la flota inglesa q u e s e aproximaba.
A b o r d o d e l Bismarck siguió u n a noche d e desesperación.
Apareció
u n a
flotilla
d e
cinco nuevos destructores para
a t o -
sigar al gigante herido. El almirante Lütj ens ofreció la recom-
pensa de la Cruz d e Hierro allí mismo a cualq uier voluntario
q u e
consiguiera liberar
lo s
trabados timones
en l a
inundada
sala d e mo to res d e dirección. Pero todos lo s esfuerzos fraca-
saron. N i s iquiera u n mens a je d e l Führer: «Toda Alemania
está c o n vosotros», sirvió para revivir el ílaqueante espíritu d e
la agotada tr ipulación d e l Bismarck.
L a mañana t r a jo m á s lluvia, y los acorazados británicos
King George V y Rodney se
es taban cer rando rápidamente
so-
b r e é l
des de
el
noroeste, apoyados
p o r l o s
cruceros pesados
Norfolk en e l no r t e y Dorsetshire en el su r . A las 8 :47 a .m. , e l
Rodney abr ió fuego desde 12 millas d e dis tancia, seguido
inmed ia tamen te
p o r e l
King George
V . E l
Bismarck devolvió
el
fuego, pero apenas e r a maniobrable.
L a tercera andanada d e l Rodney destruyó u n a d e l a s torre-
t a s d e
proa
d e l
Bismarck.
L o s
restos barrieron
e l
puen te .
E l
Norfolk y e l Dorsetshire se u n i e r o n a la lucha. Proyectil tras
proyectil aplastaron la superes t ructura d e l Bismarck. S u m a -
quinaria
d e
control
d e l
fuego resultó destruida.
E l
King Geor-
ge Vy e l Rodney se acercaron a cuatro millas, luego a d o s mi -
llas..., casi
a
q u e m a r r o p a .
L o s
observadores vieron cómo
proyectil tras proyectil d e l o s buques británicos alcanzaban su
blanco. A las 10 a .m. e l Bismarck todavía estaba a f lote y seguía
avanzando, pero su s cañones guardaban silencio.
A las 10 :15 a .m. le d i jeron al capi tán d e corbeta Gerhard
J u n a c k , e l j e f e ingen ie ro d e turb inas d e l Bismarck, q u e e l
b u q u e se es taba hundiendo. S e abr ió camino c o n dificultad
hasta arriba. « N o hab ía l u z e léct r ica -escr ib ió m á s tarde- ,
sólo e l rojizo resplandor d e numerosos fuegos; columnas d e
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humo ascendían hac ia e l cielo desde todas partes; puertas y
escoti l las aplastadas sembraban la s cubiertas, y los hombres
corr ían d e u n lado para otro, al parecer s in rumbo fijo: p a -
recía m u y poco probable q u e alguien sobreviviera a aquello.»
Asumi e ndo e l m a n d o d e l a t ripulación q u e i b a desor ien-
tada
d e u n
lado para otro
d e l a
cubier ta , Junack di jo
a los
h o m b r e s q u e «hic ie ran lo s úl t imos preparat ivos y luego d i
unas pocas órde nes senci l las: perm anez can jun tos en e l agua,
ma nt e nga n la calma, n o p i e rda n la s esperanzas, y vayan c o n
cuidado cuando sean inte rrogados p o r e l enemigo. Tras u n
t riple "¡Sieg Heil ", ordené: "abandonen e l barco". Apenas
n o s habíamos a le jado d e é l cuando escoró a babor , hundien-
d o l a
barandi l la
d e l a
cubier ta
e n e l
agua
y
a lzando
la
quilla
en e l
aire
p o r e l
ot ro lado.
U n a
pausa. . . , luego
e l
Bismarck
siguió girando hasta
q u e l a
quilla
se
situó vertical hacia arri-
b a ,
l e n t a me nt e ,
la
p r o a
se
alzó
en e l
aire ,
y
poc o
a
poco,
p r i -
me ro
la
popa ,
e l
Bismarck
s e
deslizó hacia
e l
fondo.»
D e l o s m á s d e
2.000 oficiales
y
h o m b r e s
q u e
pa r t i e ron
d e
Gotenhafen nueve días antes, sólo fueron rescatados
110 . Ni
el
a lmirante Lüt jens
n i e l
capi tán Lindemann estaban entre
lo s
supervivientes.
A sí
t e rmi nó
la
Ope ra c i ón Rhe i nübung ,
y c o n
ella
e l m a -
y o r
esfuerzo
d e l a
Marina
d e
guerra
d e
superficie alemana
e n
la
Batalla
d e l
Atlánt ico.
E n e l
t é rmi no
d e u n m e s l a
Marina
Real -ayudada
d e
nuevo
p o r l a
información
d e l o s
criptoana-
listas
q u e
es taban decodi f icando
e l
t ráfico marí t imo
s in
hilos
a le mán - local izó
y
destruyó media docena
d e
buque s
d e s u -
ministros
q u e
eran vitales para sostener
la s
ope ra c i one s
a l e -
manas
en e l
Atlánt ico. Unos pocos incursores disfrazados
d e
me rc a n t e s pe rma ne c i e ron
e n
activo hasta finales
d e 1 9 4 3 ,
pe ro
e n s u
mayor parte limitaron
su
t rabajo clandest ino
a los
océanos índico
y
Pacífico.
E l
Prinz Eugen e ludió
a los
cazadores bri tánicos
y
alcanzó
Brest cuatro días después
d e l
h u n d i m i e n t o
d e l
Bismarck. Pero
e l
puer to f rancés
s e
hal laba
ya al
a lcance
d e l a
cada
v ez más
pel igrosa
RAF . E n
f e b r e r o
d e 1 9 4 2 , e l
Prinz Eugen,
e l
Schar-
nhorst
y el
Gneisenau - p r o t e g i d o s
p o r n o
m e n o s
d e 6 0 b u -
que s
d e
escolta
m á s
p e q u e ñ o s
y 2 5 0
aviones— consiguieron,
e n u n a
operac ión sorpresa
a
p l e n a
l u z d e l d í a
canal
de la
Mancha a rr iba
y
ba jo
lo s
acant i l ados
d e
Dover, alcanzar
la
relativa seguridad ofrecida
p o r l o s
puertos alemanes clel
m a r
d e l
Norte.
P o r
aquel entonces,
e l
acorazado gemelo
d e l
Bismarck,
e l
Tirpitz,
s e
había unido
a la
flota alemana. Pero
su
efectividad
e r a
limitada. Hitler,
q u e
todavía es taba a tormentado
p o r l a
pé rd i da
d e l
Bismarck, había decre tado
q u e
todos
los
buques
importantes
q u e l e
quedaban debían «evitar cualquier riesgo
innecesario»; ninguno podía hacerse
a l a ma r s i n
ha be r
o b -
tenido antes su aprobac ión expresa . Además, p o r aque l e n -
tonces, e l aprovis ionamiento d e l combust ible d e alta calidad
necesario para accionar la s turbinas d e u n acorazado estaba
e mpe z a ndo a se r l o suficien temente escaso co mo para requ e-
r i r u n
cuidadoso rac ionamiento.
E l
a lmirante Raeder es tac ionó
e l
Tirpitz
e n e l
n o r t e
d e
Noruega como pieza central
d e u n a
fuerza
q u e
d u r a n t e
d o s
años ayudaría
a
convert i r
la
«ruta
d e
Murmansk»
e n u n
guan-
telete asesino para lo s convoyes aliados q u e intentaran llevar
suminis t ros a Rusia. Pero lo s grandes barcos n o volverían a
aventurarse e n e l Atlánt ico para hundir buques al iados.
E s o
se r ía de jado
a los
su bmarinos .
49
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fijéMH*
SUICIDIO DE U N MERODEADOR
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Con la
bandera nazi ondeando,
el
acorazado
de
bolsillo
Graf Spee se
prepara para unirse
a una
revista naval internacional
en .
Spithead, Inglaterra,
en
51
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En los
días
de
merodeador
de l Graf Spee, sus
tripulantes contemplan desde
la cubierta de l acorazado de bolsillo cómo otra de las víctimas mercantes del
incursor se hunde.
LO S
ÚLTIMOS DÍAS
DEL
G R A F S P E E
U n o d e l os m á s
dramáticos episodios
d e l o s
primeros días
d e
la
Batalla
d e l
Atlántico
f u e e l
ataque
p o r
par te
d e
tres buques
bri tánicos contra
e l
poderoso acorazado
d e
bolsillo Graf Spee,
q u e
proporcionó unos cuantos días
d e
desacostumbrada
p r o -
minencia
e
intriga diplomática
al
pue r t o ne u t ra l
d e
Monte-
video, Uruguay.
E l
da ña do buque
d e
gue r ra
- c o n 5 7
heridos
y 3 7
muertos
a
b or do - había buscado refugi o all í, per o
en vez
d e
ello
s e
e n c o n t r ó
e n u n a
t r a mpa .
L o s
buques br i t ánicos
b l oque a ron
su
salida
y los
uruguayos
s e
ne ga ron
a
prolongar-
la
escala
d e 2 4
horas permi t ida
p o r l a s
leyes internacionales
m á s
allá
d e l a s 7 2
hora s
d e
grac ia concedidas
a los
buques
q u e necesi taban reparaciones.
Esto convenía
a los
br i t ánicos , porque
a l
final
de las 96
horas e l Graf Spee tendría o bien q u e sal i r cojea ndo d e l puerto
c o n s u s reparaciones incompletas y e nf re n t a r se a sus buques
d e
guerra ,
o
permanecer anc lado, somet ido entonces
a la ley
inte rnac iona l
q u e
requer ía
q u e e l
buque fuera inte rvenido
y
su
t ripulación internada. Luego
lo s
bri tánicos descubrieron
q u e n o
estaba
t a n
dañado como habían creído. Ansiosamen-
t e ,
p r e p a r a r o n
u n
plan para impedir
q u e
escapara antes
d e
t ranscurr idas
las 96
horas.
Pues to
q u e l a l ey
inte rnac iona l prohibe
q u e u n
b u q u e
d e
gue r ra
d e u n a
nac ión be l igerante abandone
u n
pue r t o
n e u -
t ral durante todo
u n d í a
después
d e l a
par t ida
d e u n
buque
me rc a n t e
d e l
bando opues to,
lo s
diplomáticos bri tánicos
se
apresuraron
a
enviar
u n a
nota
al
gobierno uruguayo indican-
d o q u e u n o d e s u s
buque s
d e
carga
i b a a
par t i r
en e l
perío-
d o d e
unas pocas horas.
E l
gobierno aceptó
la
nota , pero
n o
hizo
m á s q u e
enviar
u n
pequeño remolcador para de tener
al
b u q u e
d e
gue r ra
si él
también pretendía part i r .
Resultaba claro para
e l
j e fe
de la
inteligencia británica
q u e
e r a
preciso hacer algo drástico. Pero
el
t i empo
se
estaba
a g o -
tando. Tuvo u n a repent ina inspi rac ión: «Hagamos q u e l o s
alemanes crean q u e están l legando fuerte s refuerzos.» El t ru -
c o consistía e n filtrar la i n forma c i ón a los a lemanes , a través
d e u n a falsa llamada telefónica a l e mbajad or br i t ánico -cuya
l ínea se sabía q u e estaba pinchada p o r l a inteligencia alema-
n a - y u n a historia entregada a u n pe r i ód i c o en l a vecina A r-
gentina.
Pero e l capitán d e l Graf Spee, Han s Langsdo rff («un a perso-
n a d e primera clase», e n palabras d e Winston Churchill), supo
q u e n o había escapatoria. L o s pasos q u e tomó para salvar s u
h o n o r e impedi r q u e s u barco cayera e n ma nos d e s u s enemi-
g o s fo rma n e l emocionante f ina l d e l a historia d e l Graf Spee.
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En el cementerio de Montevideo, Hans Langsdorff utiliza el saludo naval, no el nazi, en el uneral por los miembros de su tripulación muertos en acción.
5 3
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Parte de una multitud de un cuarto de millón de.
personas atesta los muelles y el puerto de Montevideo el
domingo, el último día del
Graf Spee
en el puerto. Los
espectadores tenían
la
esperanza
de ser
testigos
de una.
gran batalla naval, pero la batalla nunca se produjo.
5 4
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El humo y las llamas envuelven al en su tiempo poderoso Graf
Spee, minado por su capitán en el río de la Plata. El fuego ardió
durante cuatro días, y la estructura estaba tan caliente qu e durante
otros do s días el casco n o pudo ser abordado.
5 5
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Saludando con la mano a la amistosa multitud de la
orilla, los tripulantes de l
Graf Spee
se dirigen hacia
Buenos Aires en un remolcador argentino qu e partió
comente arriba
por el
poco profundo
río de la
Plata.
La
mayor parte
de los
marineros fueron internados
en
Argentina, pero algunos consiguieron má s tarde
escapar y regresar a Alemania.
La tripulación de l minado
Graf Spee
mantiene su
última reunión con el capitán Hans Langsdorff
(den tro del círculo, con las manos en las caderas) en
un patio de l Arsenal Naval de Buenos Aires. El
capitán habló brevemente con su tripulación, la
saludó y luego ue a sus aposentos en el arsenal.
Allá se suicidó.
Lo s saludos nazis honran al capitán Langsdorff durante su entierro en.
5 6
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de
Buenos Aires.
Al
sepelio asistió también
un
capitán mercante británico, enviado
por los
oficiales
a los que
Langsdorff había capturado.
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Cruzando
el
Arco
de l
Almirantazgo entre
la
vitoreante multitud, civil avanzan
las
tripulaciones
de los
Lo s
jubilosos tripulantes
de l
crucero británico
Exeter
celebran su triunfo sobre e l Graf Spee. El Exeter íleo
todo e l peso de la lucha mientras el
Graf Sp ee
era
perseguido hasta Montevideo. Má s tarde, el buque de
guerra británico, mu y dañado, se retiró a las islas
Malvinas para reparaciones.
tres cruceros británicos
-eZ Ajax, el Achilles y el Ex e te r - que
5 8
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Un
lobo
de mar al
acecho
Ataque a hurtadillas dentro de l círculo protector
La difícil prueba submarina de l U - 9 9
Aplausos para un a tripulación triunfante
Un a
nueva generación
de
capitanes
de
submarino
El origen de la manada de lobos
Lo s submarinos son llamados a. Noruega
Un misterioso vial, funcionamiento de los torpedos
Un a nueva, base de submarinos en Francia,
El almirante Dónitz pone a prueba su teoría
Un a orgía de hundimientos
El tiempo acude en ayuda de Gran Bretaña
E r a m e d i a n o c h e en e l At lánt ico Nor te , ba jo u n cielo claro
pe r o
s in
luna. Soplaba
u n
l igero viento
d e l
suroeste
q u e
trae-
r í a nubes antes d e l amanecer , pero n o había probabi l idad d e
lluvia.
E l
capitán
d e
corbeta Otto Kretschmer
se
reclinó satis-
fecho contra
la
barandil la
de l a
torreta
de s u
subma r ino
y d i o
u n a profunda ca lada a s u recién encendido cigarro.
Hasta ahora todo i b a m u y bien, pensó.
Kretschmer había abandonado Wilhelmshaven durante los
últimos días d e j u n i o de 1940 a l m a n d o de s u nuevo submari-
no , e l U-99, d e 7 5 0 toneladas. Se había abier to camino por e l
m a r d e l Norte hasta e l Atlántico Norte, luego había descendi-
d o m á s allá de las Hébr idas y a su zona d e patrulla. A l mediodía
de l 5 de jul io había radiad o a l cuartel general d e l a lmirante
Dónitz e n Wilhelmshaven q u e s e hallaba e n posición para e m -
pezar a representa r su pape l en l a Batalla d e l Atlántico. Ahor a
era e l 8 de julio. En l o s días transcurridos desde entonces había
h u n d i d o
- c o n
sólo
u n
torpedo para cada
u n o - e l
vapor cana-
diense Magogy e l barco sueco Bissen, u n buque neutral que e s -
taba seguro d e q u e llevaba suministros a Gran Bretaña.
L a tr ipulación d e K r e t sc hme r e r a e n s u mayor par te joven ,
ansiosa y bien ent ren ada ; tenía n razones para sentirse confia-
dos . E l capitán podía o í r a h o r a a a lgunos d e el los moviéndo-
se al lá abajo, hablando e n v o z baja entre sí. A p r oa y p o p a los
vigías mantenían su lento y r í tmico examen d e l hor izonte , la
e te rna y meticulosa vigilia q u e ma nte n í a a l U-99 vivo y ayuda-
b a a localizar s u s presas.
D e p r on to u n o d e ellos s e inmovilizó, luego hizo u n gesto
c on l a mano l lamando e n si lencio a Kretschmer. L o s binocu-
lares giraron d e inmedia to hac ia e l este , mientras e l medio
te rminad o c igarro mor ía
c o n u n
siseo
e n e l m a r a l
final
d e u n
largo y luminoso arco. Todo e l submar ino hervía ahora c o n
movimiento;
a u n a
o r d e n
d e
Kre tschmer empezó
a
adqui r i r
velocidad, hasta q u e finalmente lo s motores diesel retumba-
r o n a toda potencia.
Avanzando p o r e l oeste diagonalmente hacia ellos estaba e l
primer convoy d e l U-99, d o s c o lumna s d e barcos, c o n u n d e s -
t ruc tor a cada lado y ot ro e n cabeza.
Kretschmer forzó s u subma r ino a toda velocidad durante
casi d o s horas, para situarlo directamente en e l r u m b o d e l c o n -
voy. Inmedia tamente después d e amanecer se sumergió a p r o -
f und ida d d e per iscopio y a gua r dó a que l o s mercan tes pasaran
p o r
encima
de é l .
Desde hacía tiempo había insistido
e n qu e l a
mejo r forma d e atacar a u n convoy e r a desde e n me dio de é l ,
y ésta e r a s u pr imera opor tunidad d e demost ra r s u teoría.
Ahora Kretschmer podía o í r e l z umba r de l as hélices de los
destructores, y e l sonido s e hizo m á s fuer te cuand o e l destruc-
t o r d e ba bor d e l convoy s e acercó a él . Se deslizó m á s allá de l
t ubo d e torpedos d e p o p a d e l U-99 y giró brus came nte hacia
e l submarin o. Mientras Kretschmer abría la boca para ordenai
«DÍAS FELICES > PARA LOS
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inmers ión ,
e l
escolta zigzagueó alejándose,
y los
p r imeros
b u -
ques d e l convoy se acercaron a ambos lados.
N o había n inguna neces idad d e a p u n t a r e l U-99 hacia u n
barco enemigo e n par t icu lar porque, si los torpedos habían
s ido preparados cor rectamente antes d e dispararlos, girarían
e n cualquier ángulo has ta l o s 9 0 g r ados t a n p ron to como
a b a n d o n a r a n
lo s
tubos
y s e
encamina r í an hac ia
e l
b lanco.
C u a n d o
lo s
pr imeros buques hubieron pasado, Kretschmer
d i o l a o r d e n d e disparar; e l U-99 s e bambo leó p o r l a reacción,
y todos a bordo re tuvieron e l a l ien to esperando la s explosio-
n e s . Mientras tanto el capi tán condu jo suavemente su subma-
r ino m á s hacia atrás a lo largo d e u n camino entre lo s buq ues
d e l convoy, aguardando a q u e s u s próximos blancos se alinea-
r a n p o r s í mismos.
L o s segundos pasaron in terminables mientras todo e l
mundo contaba.
N o
ocurrió nada. Desconc ertado, Kretschmer
aguardó y luego disparó d e nuevo. Esta vez el to rpedo d e proa
s e
«colgó»
y
salió tarde.
S i n
embargo pareció girar correcta-
mente ,
y u n a v ez más
todo
e l
mundo aguardó, contando. Nada,
nada, nada. Luego, al final, llegó u n brillante destello d e u n
gran buque q u e pod ía s e r u n transatlántico. D e todos los cu i -
dadosamente apuntados torpedos d e l U-99, sólo e l q u e se h a -
b í a encallado había golpeado contra algo. Resultaba claro q u e
algo i b a m a l c o n l o s torpe dos. Furioso, Kretschmer bajó e l p e -
r iscopio , hundió profundamente e l U-99, y se retiró a popa d e l
convoy c o n l a in tención d e evitar e l a taque. D e p ron to oyó el
ru ido d e l a s hélices d e u n des t ructor q u e s e acercaba. El so-
n ido
se
hizo
m á s
cercano, luego
s e
alejó, luego
s e
aproximó
d e nuevo. E l contraataque es taba e n marcha.
E l U-99 es taba a u n a p r o f u n d i d a d d e unos 4 5 m e t r o s y
avanzando
a
velocidad cons tante cuando
e l
pr imer paquete
d e 1 0 cargas estalló m u y cerca a s u a l rededor . Hubo u n ru ido
como s i un g igantesco mar t i l lo hubiera golpeado e l casco; e l
s u b m a r i n o
se
bambo leó fue r t emen te , a r ro jando todos
los
objetos n o sujetos a la cubier ta d e l a sala d e control, y lueg o
cayó seis metros como
u n a
p iedra . Kretschmer dejó
q u e s e
deslizara hasta u n a p r o f u n d i d a d d e 1 0 0 metros.
A h o r a lo s nuevos miembros d e s u t r ipulación o ían p o r
p r i m e r a vez el sonido q u e helar ía s u sangre: e l p ingp ing d e l
asdic británico, presagio d e horas d e creciente peligro y abru-
mador miedo, q u e podía terminar co n l a asfixia d e todos ellos
si eran obligados a mantenerse allá abajo demasiado tiempo.
Mientras Kretschmer
y su s
t r ipulación escuchaban, hubo
u n
r u m o r
d e
hélices sobre
s u s
cabezas, luego otra espera,
y d es -
pués otra violenta serie d e sacudidas cuando u n s egundo p a -
que te
d e
cargas
d e
profundidad es ta l ló
a su
alrededor.
E l U-
99 se encab r i tó y s e bambo leó , y todos a b o r d o se agar raron
a los asideros y a las tuberías sobre s u s cabezas para impedir
s e r ar ro jados contra la cubier ta . Luego, mientras e l submari-
n o s e estabilizaba, electricistas e ingen ie ros comprobaron s u
e q u i p o e in fo rmaron d e l o s daños. Todavía n o habían recibi-
d o
mucho, pero aquello podía convertirse
e n u n a
larga
y te-
rr ible prueba. Para ahorrar la preciosa energía de las baterías,
Kretschmer ordenó q u e todo e l equipo eléctr ico fuera desco-
nectado excepto lo s h idrófonos , la brújula giroscópica y unas
luces mínimas.
L a
velocidad
s e
redujo también , porque
a h o -
ra la huida n o podía conseguirse y a co n l a velocidad. P o r m u y
r áp ido q u e s e moviera e l U-99 ba jo e l agua, la s escoltas allá
arriba podían avanzar m á s rápido . N o había nada q u e hacer
excepto sentarse y sudar, y rezar para q u e e l enemigo allá arri-
b a pe rd ie r a s u s huellas , agotara s u s cargas d e p r o f u n d i d a d o
regresara al convoy.
D o s horas después d e l inicio d e l comba te , u n a r epen t ina
explos ión ar ro jó a l U-99 d e laclo a través d e l agua. Co n l a s
reservas d e oxígeno bajas , Kretschmer ordenó a s u tripulación
q u e s e tendiera ; mientras permanecieran inmóvi les usar ían
t a n
poco a i re como fuera pos ib le . También ordenó
q u e s e
pus ieran
s u s
máscaras respiratorias
d e
caucho,
q u e
f il traban
e l cada v e z m á s tóxico aire mediante álcalis , q u e l o purif ica-
ban.. . , aunque sólo p o r corto tiempo.
L a primera pausa llegó después d e seis horas, seis horas d e
creciente tensión, ele resonantes explosiones q u e amenazaban
c o n hacer estallar lo s costados y a fuertemente vapuleados clel
submar ino , d e repetidas llamadas d e l operador clel hidrófono
(«¡Ataque desde arriba »), seguidas s iempre
p o r l a
horrible
espera.
D e
p r o n t o
la s
explos iones
s e
detuvieron. Kretschmer dejó
la cabina d e control al te nient e Klaus Barsgen, tanteó s u cami no
a través d e l submar ino para comprobar e l estado sus hombres,
cambió unas cuantas observaciones
c o n
aquellos miembros
d e
s u
tr ipulación
q u e
parecían necesitados
d e
conversación,
y lue-
g o se tendió en su atestada cabina e n u n a esquina ele la sala ele
guardia . Luego, sorprendentemente , excepto para aquel los
q u e l o conocían bien, se quedó dormido.
Kretschmer l levar ía durmiendo unos 4 0 minutos cuando
o t r a andanad a ele cargas d e profundidad es ta l ló en su s inme-
diaciones , sacudie ndo
t a n
v io len tamen te
a l U-99 que
desper-
t ó c o n u n sobresalto. L a p r u e b a a ú n n o había terminado.
E n
algunos aspectos
e r a
mejor para
é l q u e
para
e l
resto
ele
la tr ipulación; e n algunos aspectos e r a peor. Como comandan-
t e
clel submarino, tenía
p o r
s upues to
q u e
pensar
y
tomar
d e -
cisiones,
y
med i t a r
y
s opes a r
la s
cond ic iones man ten ía
su
mente le jos d e l a s m á s desastrosas áreas ele con t emplac ión
donde acechaba e l pán ico . P o r otra parte, n o impor taba lo
q u e ocu r r i e r a o l o m a l q u e s e pus ie r an la s cosas, suya era la
responsabi l idad d e su t r ipulación y s u nave, y ten ía q u e p r e -
s en ta r
u n
aspecto
el e
to ta l imper turbabi l ida d .
Kretschmer tomó u n libro y s e acomodó e n u n a esquina d e
SUBMARINOS ALEMANES
6 1
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Un
héroe
de
submarinos
de 19
años examina orgullosamente
la
Cruz de Hierro q ue acaba de recibir por participar co n éxito en una
patrulla en el Atlántico. La s tripulaciones de los submarinos tenían
edades comprendidas entre los 18 y los 22 años, y por término medio
eran más jóvenes que los miembros de. la marina de s uperficie, que
estaba llena de reservistas y viejos marineros. Muchos procedían de
escuelas vocacionales, donde habían estudiado temas tan vitales
como motores diesel, electricidad y mecánica.
la sala d e control , a plena vista d e l ope ra dor d e l hidrófono.
Había pocas probabil idades
d e q u e e l
libro atrajera
s u
aten-
ción,
y
me nos
a ú n d e q u e l a
retuviera. Pero
en la
quietud
q u e
se
instaló sobr e todo
e l
submarino cuando
los
hombres supie-
r o n q u e e l
capitán
se
mostraba
lo
suficien temente despreocu-
pa do
p o r l a
situación como para estar leyendo
u n a
novela
d e
detect ives, Kretschmer tuvo
la
o p o r t u n i d a d
d e
calcular
las
probabil idades.
N o parecían s e r m u y favorables. Inevitablemente, la s bate-
rías
d e l U-99 se
agotarían,
y un a vez el
submarino perdiera toda
su
velocidad, Kretschmer tenía
d o s
posibilidades. Puesto
q u e
u n subma r i no n o puede permanecer suspendido en el agua
c omo u n a masa d e algas, podía usar su provisión d e aire c o m -
primido para llevar
e l U-99 a la
superficie -d on de corría
e l
ries-
g o d e se r
des t ruido-
o
podía dejar
q u e s e
asentara
en el
fondo,
donde corría
e l
riesgo
d e s e r
aplastado
p o r l a
presión
d e l
agua.
Pero el problema m á s inmedia to e r a e l aire respirable. A l-
gunos miembros de la tripulación estaban ya j a de a ndo , e l aire
estaba teñido
p o r e l
dióxido
d e
carbono,
e
incluso después
d e
u n
t i empo compara t ivamente cor to
la s
boquillas
d e
caucho
saben
ma l y
empiezan
a
excoriar
la
tierna piel
d e
labios
y en -
cías. ¿Durante cuánto t iempo podrían resist i r aquel lo?, se
preguntaba Kretschmer; ¿durante cuánto tiempo serían capa-
c e s d e
resistirlo?
Otro hecho básico
de la
vida
s e
añadía ahora
a su
incomo-
didad. Puesto
q u e l a s
heces
s o n
menos densas
q u e e l
agua
d e
m a r , ascienden a la superficie cuan do s o n descargadas; se d ie-
r o n
ó rde ne s
al
pr inc ipio
d e l
a taque
d e q u e
nadie usara
las
«letrinas»,
q u e
podían traicionar
su
posición
a los
cazadores
d e
arriba.
E n v ez d e
ello, utilizaban cubos. Cada
v ez más , l a
atmósfera dentro
d e l U-99 s e
volvía fétid a,
y
c ua ndo
la s
explo-
siones sacudían
el
subma r i no
d e
lado
a
lado,
lo s
contenedo-
res se
volcaban
y
de r ra ma ba n
su
contenido sobre
la ya
atesta-
d a
cubierta
de la
sala
d e
control.
Peor aún , s i e l martilleo d e l a s explosiones de las cargas d e
profundidad seguía, el agua d e l m a r podía infiltrarse a través d e
la s castigadas costuras y placas cuarte adas y alcanzar la s baterías,
e n
cuyo caso
el
envenenamiento
p o r
cloro
e r a e l
dest ino
q u e
le s
aguardaba
a
todos.
F u e
casi
e n
este momento
d e l a s
cogita-
ciones d e Kre tschmer q u e e l ope ra dor d e l h i d r ó f o n o se d i o
cuenta d e q u e s u capitán sujetaba la novela boca abajo.
P o r
aquel entonces
el U-99
llevaba sumer gido
y
bajo ataqu e
m á s d e
doce horas.
L as
baterías eran
tan
débiles
q u e e l
subma-
rino apenas
se
movía,
y
como resul tado
d e
ello estaba ahora
a sus buenos 4 5 met ros p o r deba jo d e l nivel d e seguridad para
lo s
submarinos
d e su
clase. Algunos
de los
últimos reclutas
e n
el
servicio
d e
submarinos,
q u e
e fec tuaban
su
primer crucero,
empezaban
a
p re gunt a r se
s i no
hubiera sido
m á s
juicioso
se-
guir
lo s
cursos elegidos
p o r s u s
he rma nos
o
amigos,
q u e h a -
bían optado p o r especialidades menos peligrosas como pilo-
t o s d e
caza
o
paracaidistas.
Tras mantener se
en e l
mismo rumbo
s in la más
ligera
d es -
viación durante
12
horas, Kretsc hmer decidió inten tar eludir
a
su s perseguidores efectuando u n a serie d e bruscos giros.
S u
a rdid func ionó;
a l a s 8 : 3 0 p .m. ,
señaló, «tuve
la
impre-
sión
d e q u e m e
habían perdido.
El
fuerte oleaje...
al
parecer
hacía
su
tarea
m u y
difícil.»
El per iódico re tumbar d e l a s hél ices y el golpe teo de las
agrupadas explosiones podían oírse todavía, pero lo s sonidos
n o
estaban
t a n
cerca ahora.
A
medida
q u e
iban pasando
los
minutos
s e
hacían
m á s
débiles,
y ya n o se
captaban aquellos
siniestros pings electrónicos q u e erizaban el vello d e l a nuca
d e
todos
su s
hombre s .
A l a s 1 0 : 2 8 p .m. , e l
cont ramaest re
se-
ñaló otro grupo
d e
tres cargas
d e
prof undi dad de jadas caer
p o r e l
enemigo,
lo
cual hacía
u n
total
d e 1 0 7 .
Luego,
a
medi-
d a q u e l o s minutos l ibres d e explos iones se p ro l onga ba n a
fracciones
m á s y m á s
largas
d e u n a
hora,
lo s
hombres empe-
zaron
a
confiar
e n q u e e l
peligro había pasado.
Y as í
resul tó
ser .
Pero
la
difícil prueba
de la
t ripulación
d e l
U-99 todavía n o había terminado. Durante d o s horas y medi a
62
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m á s permanecieron sumergidos . Convencidos al f in de que
lo s des t ructores se habían i d o , Kretschmer decid ió al fin lle-
var su
s u b m a r i n o
a la
superficie .
A l a 1 a .m. , después d e casi 18 horas bajo e l agua, e l U-99
salió
a la
superf ic ie
e n u n a
t ranqui la
y
negra noche
d e l
Atlán-
tico Norte, y Kretschmer abrió la escotilla y se arrastró hasta
la
torreta. Abajo,
lo s
motores diesel cobraron vida;
lo s
venti-
ladores empezaron a sorber aire fresco y f r ío al in ter ior d e l
casco
y
expulsaron toda
la
contaminación . Luego
el
resto
d e
lo s oficiales y la tr ipulación subieron y se tendieron jadea ntes
e n
cubierta, embriagados tanto
p o r l a
relajación
ele la
tensión
como p o r l o s mareantes efectos d e l aire puro después d e t an -
ta s horas ele casi asfixia.
Todavía estaban vivos.
Todavía estaban el e servicio y, t ras comp roba r su s reservas
ele combus t ib le y s u dis tancia d e s u destino final e n Lorient,
la nueva base d e submar inos en l a costa francesa, Kretsc hmer
se a legró ele des cub r i r q u e n o había n inguna neces idad u r -
gen te
d e
a b a n d o n a r
la
zona.
M á s
tarde tuvo razones para
s e n -
t irse complacido
d e
haberse demorado. Tres días
m á s
tarde,
el 12 de ju l io, hund ió el vapor griego la , y e l mismo d í a e l U-99
cap tu ró e l carguero estonio Merisaar. Kretschmer d i o instruc-
ciones al alterado capitán clel carguero ele dirigirse a Burdeos,
amenazándo le
c o n
terr ibles penalizaciones
si se
desviaba
t an -
to as í c o m o u n g r ado d e l curso fijado. S e trataba d e u n puro
bluff,
p o r
supuesto, pero desgraciadamente para todos
a b o r -
d o clel carguero e l capitán l o creyó, c o n e l resul tado d e q u e
t a n p ron to como e l Merisaar l legó a d is tancia d e tiro de la
costa, f u e visto p o r l o s aviones ele r econoc imien to y hund i do
p o r u n o d e l o s
bombarderos Focke-Wulf agregados
al
coman-
d o d e
submarinos.
El 18 de julio e l U-99 h u n d i ó e l vapor británico Woodbury,
e l alcanzado barco s e dobló en d o s y desapareció ele la vista e n
sólo 2 0 segundos.
Unos pocos días m á s tarde, e l U-99 llegó a Lorient; f u e u n o
de los pr imeros submar inos a lemanes e n efectuar e l viaje d es -
d e e l Báltico hasta la nueva base. Kretschmer y su tr ipulación
fueron recib idos en l o s muel les p o r miembros clel estado
mayor ele Dónitz q u e es taban montando su cuartel general e n
Kernevel, u n pueblo cerca d e Lorient. Pero la s per tenencias
personales
y los
un i fo rmes
d e
gala todavía
n o
habían llegado
d e Wilhelmshaven. N o podían presentarse co n l o s manch ados
y
malolientes mon os
q u e
habían llevado durante toda
su
terri-
b l e odisea , d e moclo q u e l e s fue ron en t r egados l o s únicos
un i fo rmes
ele
r epues to
q u e
había
en la
zona.. . , uniformes
ele
combate británicos dejados atrás durante la ap res u rada ev a -
cuación ele D u n k e r q u e u n m e s antes.
Vestidos co n l o s un i fo rmes d e l enemigo , la tr ipulación d e l
U-99 f u e
inspeccionada nacía menos
q u e p o r e l
propio almi-
rante Raeder, y al t é rmino ele la inspección e l a lmi r an te c o n -
cedió
a
Kretschmer
la
codiciada Ritterkreutz,
la
Cruz
d e C a -
ballero
ele la
Cruz
ele
Hierro.
E l éxito ele Kretschmer f u e sólo u n p r imer e j emp lo d e l o q u e
lo s jóvenes comanda n tes ele s u b m a r i n o y su s t r ipulaciones
iban a d e n o m i n a r m á s adelante «los días felices». P o r aquel
entonces ya había muchos «lobosjóvenes» q u e habían demos-
t rado
s u
valía,
y
muchos
m á s
estaban llegando para seguir
su
ejemplo. Prien e r a todavía quizás e l m á s famoso, pero Krets-
c h m e r
le
estaba pisando
lo s
talones,
a s í
como
lo s
capitanes
d e
corbeta Her ber t Schul tze , Heinr i ch Liebe y Wolfgang Lüth.
D e
todos modos, Dónitz estaba preocupado.
Y
nada ilustra
me jo r la razón d e s u s preocupaciones q u e l a historia d e Krets-
chmer. Nadie poclía haberle pedido m á s a Kretschmer, pero
pese a tocio s u a t revimiento y de te rminac ión , la misión q u e
hab ía comple tado r ep res en taba
u n a
opo r tun idad pe rd ida .
Había divisado u n convoy y había in tentado a tacar lo p o r s í
mismo. Sólo
u n
barco había sido alcanzado,
y en la
caza
q u e l e
había seguido Kretschmer había estado a pun to d e s e r atrapa-
d o p o r l a escolta clel convoy. Al final había salido triunfante d e
la operación, pero evide ntement e había algo q u e i b a ma l en e l
sistema. L as pérd idas el e barcos ante lo s submarinos estaban
ascendiendo espectacularmente , m á s d e u n cuar to d e millón
d e toneladas ele buques aliados habían sido hundidas en el mes
d e jun io . Pero la s pérd idas hubieran podido mult ip l icarse
muchas m á s veces, s i Dónitz hubiera podido desplegar u n a ilota
d e
s ubmar inos
m á s
formidable. Había demasiados convoyes
q u e pasaban s i n se r molestados y demasiados ataques q u e f r a -
casaban para darse cuenta d e todo su potencial. Si había q u e
d e r r o t a r
a
Gran Bretaña,
e r a
neces a r io
u n
es fuerzo mucho
m á s
grande. Dóni tz había es t imado
q u e s e
neces i tar ían
3 0 0
submar inos a tacando e n grupos a l tamente coordinados para
forzar
a
Gran Bretaña fuera
ele la
guerr a .
L o s submar inos necesar ios n o iban a l legar e n muchos
meses . Alemania había empezado la gue r r a c o n 4 6 submari-
n o s , y u n a ñ o m á s tarde e l n ú m e r o e r a exactamente el mismo.
A
Dónitz
le
hab ían p romet ido
u n
p rog rama
d e
construcción
in tens if icada d e submarinos, pero hasta finales d e 1 9 4 1 n o
podr ía con ta r c o n u n inc r emen to s us tanc ia l en su ilota d e
submarinos. Pero estaba convencido d e q u e l a única forma ele
causar u n daño serio a l e n e m i g o e r a p o r med io de la mana-
d a d e
lobos,
u n a
ho rda
d e
s ubmar inos
q u e
convergieran
so-
b r e u n
convoy
co n t a l
rapidez
y
mor t í fero poder
q u e
pudieran
infligirse enormes pérdidas ele barcos.
L a idea había ar ra igado e n s u mente a l lá en l a Pr imera
Guerra Mundial . L o s submarinos habían luchado solos en el
conflicto, y hab ían demos t r ado s e r incapaces ele pene t r a r la
pantalla ele la escolta de los convoyes efectivame nte organiza-
6 3
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dos, y as í ser
incapaces
d e
infligir
u n
daño serio
en los
buqu es
d e
carga. Durante
e sa
guerra, Dónitz había intentado instituir
u n a versión limitada de la estrategia de la manada d e lobos. E n
setiembre
de 1918, él y
otro comandan te
d e
submarinos habían
planeado
u n a
misión coord inada, descrita
p o r
Dónitz como
«la
primera jamás emprendida
p o r d o s
submarinos juntos», p ero
e l ataque conjunto nunca se produjo, porque el otro submari-
n o
tuvo
q u e
ent ra r
e n
puerto para efectuar reparaciones.
Había seguido adelante solo, avanzando cautelosamente
a
través
d e u n a
pantalla
d e
destructores para atacar
a u n
convoy
d e buques mercantes. Pero Dónitz sólo se había apunt ado u n
tanto,
y su
submarino recibió varios impactos,
co n l a
pérdida
d e
siete hombres.
L a
experiencia había enseñado
a
Dónitz
u n a
lección
q u e
jamás olvidó. «Cuanto mayor
sea e l
n ú m e r o
d e
submarinos
q u e
pue da n
s e r
lanzados simultáneamente
al
ataque -escribió
m á s
ta rde- ,
m á s
favorables serán
la s
oportunidades para cada
atacan te individual.»
Para
q u e u n a
ma na da
d e
lobos cumpliera
u n a
misión,
s e
necesi taban unas eficientes comunicaciones p o r radio y 1111
alto grado d e coordinac ión. L a táctica exigía q u e varios s u b -
marinos
se
dispersaran
a l o
largo
d e l a s
rutas conocidas
de los
convoyes.
E l
p r i me ro
e n
divisar
lo s
barcos enemigos
lo
seña-
laría
al
cuartel general para recibir refuerzos. Este submarino
seguiría a distancia al convoy e informaría d e su posición h as -
t a q u e llegaran lo s demás para e l ataque.
El
al to grado
d e
c oord i na c i ón
q u e s e
r e que r í a
n o
había
sido posible
en la
Pr imera Guerra Mundia l . Pues to
q u e l a s
comunicaciones
p o r
radio estaban insuficientemente desarro-
lladas p o r aquel entonces, lo s submarinos tenían q u e salir a la
superficie
y
pasar
u n
t iempo precioso instalando engorrosas
y
poco fiables antenas antes
d e
poder hacerse señales unos
a
otros. Pero cuando estal ló
la
Segunda Guerra Mundia l
las
comunicac iones radiofónicas habían mejor ado enorm emen -
t e , y
permi t ían
a los
submarinos
en la
superfici e hablar en tre
s í y
comunicarse
c o n s u
cuartel general
a
través
d e
distancias
d e cientos d e kilómetros.
Dura n t e lo s pr imeros meses d e l a Segunda Guerra M u n -
dial,
n o
había suficientes submarinos operativos para llevar
a
cabo
la
estrategia
d e l a
ma na da
d e
lobos. Pero Dónitz estima-
b a q u e
para marzo
d e 1 9 4 0
di spondría
d e
ocho submarinos
o p e r a n d o en e l Atlánt ico y seis e n e l m a r d e l Norte . E l m o -
mento parec ía
el
adecuado para probar
la
estrategia
a u n a
escala limitada. Luego,
el 4 de
marzo, Dónitz recibió
u n m e n -
saje
d e l
cuartel general
d e l
almirante Raeder
q u e
t rastornó
todos
s u s
planes. «Todas
la s
salidas
d e
subma r i nos que da n
suspendidas inmedia tamente», dec ía e l mensa je . L a razón:
estaba
e n
ma rc ha
la
invasión
d e
Noruega ,
y
toda
la
ilota
d e
submarinos podía
s e r
necesaria allí.
L o s
meses siguientes fuero n
u n
t iempo
d e
enorme frustración
para Dónitz.
L a
invasión
d e
Noruega resul tó
s e r u n a
campa-
ñ a d e gran éxito para e l Ejérci to alemán, pero f u e u n desas-
t r e
para
la
Marina
d e
guerra . Ent re
los 30
buques perdidos
había seis submarino s.
M á s a ú n , l a
flota subma rina h abía
q u e -
dad o casi comp leta ment e inut i lizada deb ido
al
fracaso
de los
torpedos e n ma nt e ne r se a su profundidad es tablec ida o en
detonar en e l momento preciso.
U n a v e z
tras otra
lo s
submarinos
se
si tuaron
e n
posición
d e
disparo, sólo para
v e r
c ómo
lo s
torpedos estallaban
en e l mo -
mento equivocado
o
pasaban lejos
d e l
blanco. Prien
se
había
situado fren te a u n a hilera d e transportes enemigos q u e perma-
necían anclados t ranquilament e justo fren te
a la
costa norue-
g a .
Disparó ocho torpedos
a la
inmóvil fila
d e
barcos,
y n o se
a not ó
n i u n
solo golpe. Otro submarino disparó contra
d o s
destructores
c o n
idénticos resultados.
U n a
a nda na da
d e
tres
torpedos había fal lado u n c rucero br i tánico, mient ras q u e
u n a
andanada lanzada contra otro crucero había estal lado
pre ma t ura me nt e .
U n
análisis
d e u n a
serie
d e
desastrosos
dis-
paros
d e
torpedos most ró
q u e , d e 1 4
ataques contra
u n c r u -
cero,
10
cont ra
u n
des t ruc tor
y 1 0
contra transportes, sólo
u n
buque - u n t ransporte - había resul tado hundido.
Dónitz pasó
la
mayor parte
de la
campaña noruega preocu-
pa do
p o r l a
crisis
d e l o s
torpedos .
E l
problema demost ró
se r
1111
de to nad or magnét i co defec tuoso,
q u e
hacía estallar
los
torpedos en e l momento equivocado o senc i l l amente no los
hacía estallar. L a solución a l a q u e se llegó f u e a rma r los to r -
pe dos
c o n
de t ona dore s
d e
impacto, mecanismos
q u e
desen-
c a de na ba n
la
explos ión cuando golpeaban
e l
blanco. Pero
instalar estos dispositivos tomó tiempo;
y
toda
la
flota
d e s u b -
marinos alemana tuvo q u e permanecer anc lada durante d o s
meses mientras eran rearmados
lo s
torpedos.
Terminada
la
campaña noruega
y
solucionado
e l
problema
de los
torpedos, Dónitz
y su s
submarinos pudieron dedicar
su
atención d e nuevo a la Batalla d e l Atlántico. S u s perspectivas
allí
se
vie ron enormemente mejoradas
c o n l a
caída
d e
Fran-
c ia
aquel verano.
L o s
submarinos fueron t ras ladados
d e su s
bases
en e l
Báltico
a los
pue r t os
d e l
Atlánt ico
d e l a
Francia
ocupada , acor tando la distancia hasta la s zonas d e batalla e n
m á s d e 7 0 0 ki lómet ros . L o s submarinos a lemanes n o sólo
podían alcanzar
la s
zonas
d e l o s
convoyes
m á s
rápidamente ,
sino
q u e
también podían permanecer al l í
m á s
tiempo gracias
a l
c ombus t i b l e a hor ra do
a l
acor ta rse
e l
viaje. Este cambio
pro du jo resul tados casi inmediatos. De las casi 600.000 tone-
ladas
d e
barcos aliados perdidas
e n
junio, casi
la
mitad fueron
hundi da s
p o r
submarinos alemanes.
S in
embargo, Dónitz todavía
s e
sentía ansioso
p o r
pone r
e n práct ica la estrategia d e l a m a n a d a d e lobos. «Esperaba
c onse gu i r p ron t o l i b ra r
u n a
batal la
c o n l o s
convoyes
- r e -
Un diagrama de un submarino alemán hecho por la inteligencia naval, de Estados Unidos en tiempo de guerra,
preparado durante la Batidla de l Atlántico, proporciona un a vista lateral y superior de l interior de l submarino, con los
compartimientos de descanso y trabajo cuidadosamente etiquetados. La abreviatura «mag» indica el almacén de
municiones, «tu. I.» la línea de lotación. La inspección de los submarinos enemigos capturados reveló m ás tarde que el
dibujo er a exacto; pero la inteligencia naval se equivocó en un aspecto: escribieron incorrectamente la palabra «diesel».
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co rda r í a
m á s
t a rde - ;
e s
decir,
c o n u n
c ier to número
d e s u b -
mar inos o g rupos d e submar inos . Conf idencia lmente , espe-
raba sustanciales resultados d e u n e n c u e n t r o d e esta natura-
leza.»
E n consecuencia, Dónitz dictó u n a o rden d e q u e cada avis-
t amien to
d e u n
convoy,
n o
impor taba dónde es tuvieran
los
barcos, deber í a
s e r
comun icado
a l
cuartel general
d e l a co -
m a n d a n c i a d e submar inos . U n a v e z recib ido e l in fo rme , to -
d o s l o s submarinos cerca d e l q u e había informado recibir ían
ó rdenes d e converger hacia allá para e l ataque.
Desde la caída d e Francia, lo s convoyes habían estado si -
g u i e n d o u n a ruta q u e l o s llevaba a l no r t e d e Ir landa. E n c o n -
secuencia, Dónitz desplegó su s s ubmar inos en l a s aguas j u n -
to a las
islas Británicas.
L o s
submarinos podían disponerse
e n
tres formaciones básicas: e n u n a l ínea q u e s e movía hacia
de lan te y hacia atrás para patrullar u n a amplia extens ión d e
m a r , o e n u n a línea estacionaria co n l o s submarinos espacia-
d o s unos 4 0 kilómetros unos d e otros, o e n u n a amplia forma-
ción e n cuadro , q u e variaba d e tamaño según el n ú m e r o d e
submar i nos d isponib les y en l a q u e cada submar ino e r a r e s -
ponsable d e cubr i r u n área determinada.
C u a n d o
e r a
divisado
u n
convoy,
se
enviaba
ele
inmediato
u n mens a je al cuartel general d e Dónitz e n Kerneval. Dónitz,
q u e
contro laba
la
s ituación
d e
todos
lo s
submarinos, podía
entonces jug ar a u n gigantesco ju eg o d e a jedrez , orden ando a
lo s submar inos m á s cercanos q u e s e dirigieran hacia la escena.
Recibía u n a valiosa ayuda ele la sección d e criptoanálisis de la
Marina alemana, q u e estaba descifrando c o n éxito lo s mensa-
j e s británicos q u e señalaban la s rutas de los convoyes.
Actuando sobre la información interceptada, Dónitz efec-
t u ó varios intentos en e l verano d e 1 9 4 0 d e p o n e r e n marcha
la estrategia d e l a m a n a d a el e lobos, pero tocios lo s esfuerzos
fracasaron cuando e l enemigo cambió d e r u m b o en el últi mo
momen to . E n se t iembre f u e captado otro mensaje e l e u n co n -
voy, y Dónitz desp achó cuatr o submari nos para atacarlo. Pese
a l m a l
t iempo,
q u e
dif icultaba
la
actividad
ele los
submarinos,
fueron hundidos cinco barcos. Luego, la n o c h e d e l 2 1 d e se -
t iembre , la m a n a d a d e lobos atacó u n convoy ele 41 buques,
d e l o s q u e
h u n d i ó
12.
E n d o s noches sucesivas d e octubre , el 18 y el 19, la estra-
tegia d e Dónitz consiguió u n a doble victoria; la s manadas d e
lobos causaron ta l daño a d o s convoyes aliados q u e y a n o q u e -
d ó ninguna duela sobre la efectividad d e l e n f o q u e el e Dónitz
ele la
guerra submarina.
L a
hazaña empezó
e l e u n a
fo rma
q u e
r eco rdaba la asoladora exper iencia d e K re t s chmer a bordo
clel
U-99 e n
jul io. Pe ro esta
vez el
c o m a n d a n t e
d e l
submar ino
consiguió llamar a u n a m a n a d a d e lobos a escena.
L a acción emp ezó just o antes d e l a medianoche c le l 16 de
octubre , cuando
e l
capitán
el e
corbeta Heinrich Bleichroclt ,
en e l U-48, divisó desde su tor re ta a u n convoy a unos 300 ki-
lómetros
al
no roes te
de la
diminuta is la
ele
Rockall. Avanzan-
d o len tamente hacia é l desde e l oeste había más ele 30 peque-
ñ a s sombras. Tres sombras a ú n m á s pequeñas recorrían arriba
y aba jo lo s b lancos o cruzaban s u par te delantera , como p e -
rros pastores empujando hacia delante u n perezoso y reacio
rebaño.
Len to y pac ien te en la oscuridad, Bleichroclt situó al U-48
e n
posición
en la
s upe r fi c i e ap rox imadamen te
a
k i lómetro
y
m e d i o a babo r d e l a columna clel convoy y permaneció allí ,
observando la s siluetas q u e s e deslizaban p o r e l cielo meridio-
65
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n a l i l u m i n a d o p o r l a luna. T a n pronto como pudo, radie) a
Lor ien t la pos ic ión , rumbo, velocidad , número d e barcos y
n ú m e r o
d e
escoltas clel convoy.
B le ich rod t se acercó m á s a l a m á s cercana columna. L u e -
g o ,
c u a n d o
lo s
escoltas estaban
en e l
p u n t o
m á s
a le jado
c o n
respecto a él , se l anzó r áp idamen te al a taque, d isparando u n
«abanico» d e tres torpedos hacia u n trío d e buques q u e se su -
p e r p o n í a n c o n v e n i e n t e m e n t e u n o s
a
o t ros . Después
d io la
vuelta y s e encaminó hacia el noroes te , tomando mucho cu i -
d a d o
d e n o i r t an
r á p i d o
q u e
dejara
u n a
estela delatora
d e
espuma blanca tras é l . Casi exactamente a las 4 a . m . de l 17 de
octubre ,
d o s
sordas explosiones resonaron
en el
agua.
Las l la-
m a s
bro taron hacia
el
c ie lo cua ndo
e l
buque cis terna francés
d e 10.000 toneladas Languedoc s e incendió , mientras e l m e r -
cante británico Scoresby s e estremecía hasta detenerse y su car-
g a d e punta les para pozos - t roncos u t i l izados para impedir
q u e l a s
minas
d e
ca rbón
se
d e r r u m b e n -
se
deslizaba
d e su s
cubiertas
y s e
de r r amaba
e n u n a
autént ica marea
d e
madera
en e l mar . L o s d o s barcos se hund ie ron .
U n
buen comienzo, pensó Bleichrodt. Pero
e l
a m a n e c e r
ya
estaba acercándose y se vio obl igado a retirarse. Pudo seguir
al
convoy durante todas
la s
ho ras
d e l u z
d iu rna , in fo rma ndo
a Lor ient a intervalos regulares d e todos lo s desarrollos. Cuan-
d o
cayera
d e
nuevo
la
noche p laneaba repet i r
s u
a taque,
q u i -
LO S DIEZ MAYORES ASES
DE LOS
SUBMARINOS
ALEMANES
Estos comandantes
d e
submarino alemanes
hundieron u n total de 318 barcos durant e la
Segunda Guerra Mundial, anotándose unas
abrumadoras 1.871.844 toneladas
d e
carga
aliada. Aquí están alineados d e izquierda a de-
recha, según la cantidad d e tonelaje hundido .
El principal d e estos ases f u e Otto Krets-
chmer. Atacó
tan
implacablemente
en el pri-
m e r a ñ o y medio de la guerra que se anotó
el mayor tonelaje total pese a ser capturad o
durante
u n
ataque
en el
Atlántico Norte
e n
marzo de 1941 y haber pasado los restantes
cuatro años
en u n
campo
d e
prisioneros.
El
entusiasmo
d e
Kretschmer
por la gue-
r ra submarina f u e igualado p o r e l d e Gü n -
ther Prien, el gallardo y temperamental h é -
ro e d e
Scapa Flow
y
favorito
d e l
almirante
Dónitz y e l alto mando alemán. «M e divierto
más en u n ejercicio co n u n convoy realmen-
te bueno q u e en u n permiso», observó e n
u n a
ocasión.
L os diez mayores ases cubrieron todo el
Atlántico. Wolfgang Lüth y Erich Topp se
anotaron gran número
d e
presas
a lo
largo
de la costa oriental d e América, a veces a la
vista d e l o s complejos turísticos costeros.
Heinrich Lehmann-Willenbrock, cuyo
sub-
marino aparece en la portada y en la página
81 , operaba en el Atlántico Norte. Georg
Lassen hun di ó siete barcos d e u n convoy d e
10 en una sola noche junto a la costa de Su-
dáfrica, y Karl Friedrich Merten avanzó osa-
damente bajo el agua directamente hasta el
interior d e l puerto d e Jamestown, Santa Ele-
na, en el Atlántico Sur, y hundió u n petrole-
ro
británi co anc lado allí.
Todos menos uno de los ases sobrevivie-
ron a la Guerra. Prien f u e muerto en el At-
lántico
e n
marzo
de 1941 .
Lüth terminó
la
guerra s in ninguna herida, luego f u e muer-
to en la orilla en 1945 , cuando le dieron el
santo
y
seña equivocado
y u n
centinela
ale-
mán l o
mató
d e u n
tiro.
Otto Kretschmer
266.629 toneladas , 4 4 barcos
l-lerbert Schultze
171.122 toneladas, 2 6 barcos
Wolfgang Lüth
225.712 toneladas, 4 3 barcos
Georg Lassen
167.601 toneladas, 2 8 barcos
6 6
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z á s e n
c o m p a ñ í a
d e
ot ros submarinos
q u e
a h o r a
se
apresura-
b a n
hacia
la
zona.
Pero poco después d e amanecer , a l a s 7 a .m. - a n t e s d e q u e
tuviera
la
o p o r t u n i d a d
d e
sumergi rse - ,
le
sobresal tó
e l
grito
d e
«¡Avión
al
frente » Mientras cerraba
d e
golpe
la
escotilla
pr inc ipa l ,
u n
hidroavión Sunder land br i tánico picó hac ia
ellos. Todavía estaba asegurando
la
escotilla,
c o n e l U-48 ya a
2 0 me t ros d e p r o f u n d i d a d y sumer giénd ose apr i sa, cuan do
d o s
bombas es ta l la ron
e n s u s
inmediac iones .
E l
subma r i no
siguió
s u
inmers ión
s in
luces,
co n l a
t ripulación agarrándose
a
cua lquie r as idero, mient ras
la s
cajas sueltas
y e l
e qu i po
se
caía
p o r
todas partes,
y
Bleichrodt sent ía
s u s
ma nos
y
brazos
e n t ume c i dos p o r e l shock q u e l e había recorr ido d e cabeza a
pies a través d e l a escotilla.
L a
discipl ina si tuó rápidamente
a l U-48
bajo control, pero
entonces
le s
llegó
u n
sonido
q u e
todas
la s
tripulaciones
d e s u b -
marino temían:
lo s
hidrófonos registraron
e l
ru i do
d e
hélices.
Bleichrodt sabía
q u e a l
me nos
u n o d e l o s
escoltas cuyas defen-
sas
había penetrado
t a n
recientemente había recibido
el
infor-
m e d e l
Sunderlandj estaba aho ra encim a
d e é l ,
ansioso
d e v en -
ganza. Mientras
lo s
pings
d e l
asdic rebotaban sobre
su
casco,
se
sumergió
a 180
metros
y se
preparó para resistir.
Durante ocho horas,
la s
cargas
d e
profundidad es ta l la ron
sordamente sobre é l -n i nguna , a fo r t una da me nt e , a u n a p r o -
Heinrich Liebe
162.333 toneladas,
3 0
barcos
Karl Friedrich Merten
186.064 toneladas, 2 9 barcos
Víctor Schütze
1 71.16 4 tonelada s, 3 4 barcos
Günter Prien
160.939 toneladas,
2 8
barcos
Eric Topp
193.684 toneladas, 3 4 barcos
Heinrich Lehmann-Willenbrock
166.596 toneladas,
2 2
barcos
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E n u n ¡lirado mar, el miembro tic la Iri iulación le un submarino se aferró a
un
rabie mieiilrris regresa ¡nreariamenle
a la
loríela Iras efectuar re iaraeioiies
a
Iwjta.
£ i fc
TENSIONES
Y
MISERIAS
BAJO EL MAR
L os a lemanes cons ideraban a sus lobos e l e mar como héroes
q u e llevaban vidas glamorosas, pero la realidad ele la vida e n
u n
s ubmar ino a lemán
e r a
a lgo completamente d is t in to .
E n
lo s s ubmar inos s e vivía en 1111 mun do angos to y fé t ido , y la
vida e r a u n a mezcla d e abu r r imien to , incomod idad y terror,
como se muestra e n estas inusuales imágenes. Muchas fueron
tomadas p o r Lothar-Günther Buchheim, u n fotógrafo alemán
q u e a c o m p a ñ ó al U- 96 e n u n a misión. L as tr ipulaciones o c u -
paban aposentos a tes tados d e maqu ina r i a , i n s t rumen tos o
torpedos , y d o r m í a n e n p lanchas encima d e l o s proyectiles
hasta q u e estos habían sido utilizados contra blancos, dejan-
d o sitio para literas y hamacas.
L o s motores diesel elevaban la temperatura hasta casi los
5 0 grados. El aire se volvía sofoc ante mente rancio dur ant e los
largos períodos bajo el agua. El agua potable e r a escasa; n o
había duchas, y nadie se bañaba durante lo s hasta tres meses
q u e du raba u n a patrulla. El olor d e l o s sudorosos cuerpos se
añadía al o lor d e sentinas, letrinas, cocina, ropas mohosas,
gas oil y la
colonia
al
limón
q u e
util izaban
lo s
hombres para
el iminar la sal de sus rostros.
N o había intimidad ni t ranqui l idad . D e fondo había siem-
p r e luces encendidas, el chill ido d e l a s comun icac iones p o r
radio, el siseo de las mojadas bolas d e goma , e l zumbar d e
u n a bomba ele sentina, el sorber d e l a s válvulas d e entrada d e
aire
y el
pulsar
d e l o s
motores diesel.
El pel igro es taba s iempre presente . C o n m a l t iempo, el
océano sa l taba p o r en c i m a d e l a tór re la e n sólidos muros
verdes, a veces arrastrando a los hombres p o r enc ima de la
borda. E n octubre de 1911 , cuando el U-106 cruzó e l golfo d e
Vizcaya en 1111 t ranqui lo d í a azul, u n a nueva guardia salió al
exter ior para descubr i r q u e l o s cua t ro hombres d e l turno
an te r io r
a l o s q u e
acudían
a
reemplazar habían desapareci-
d o . U n a
t r e m e n d a
o l a d e
popa
lo s
había barrido.
Tales ominosos incidentes se añad ían a la paranoia de los
submar inos q u e l o s alemanes llamaban lilechkoller, o neurosis
de la lata d e conserva, u n a fo rma d e tensión nerviosa q u e
podía conducirles a la violenta his teria, particu larme nte bajo
ataques c o n cargas d e p ro fund idad . Cuando lo s cazasubma-
rinos aliados abando naba n 1111 ataque, el pr imer pensam iento
d e l
c o m a n d a n t e
e r a
llevar
su
s ubmar ino
a
respirar
a la
super-
ficie.
E l
pán ico en t r e
la
tr ipulación tenía
q u e s e r
calmado
i n m e d i a t a m e n t e a través d e l l iderazgo, la expe r i enc ia y la
fr ialdad d e l capi tán . C o n suerte, pronto hallarían u n a presa,
v la victoria aliviaría la tensión d e s u s tr ipulantes .
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l.os tripulantes qu e descansan en sus literas en el
compartimiento de torpedos están rodeados por las recién
llegadas provisiones -patatas, jamones, tocino ahumado,
salchichas,
pan-:
cada centímetro
de
espacio
e s
utilizado,
¡'ero, después de tres semanas, el pan negro se volvía tan
blanquecino por el moho que los marinos llamaban a las
hogazas -conejitus blancos•• y sólo comían la parte interior.
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Sollados
en sus
camastros,
los
torpederos comen cante
hervida co n patatas. La comida er a devorada a toda
prisa, a fin de que los hombres deservicio pudieran ser
relevados
y
comer
sin que el
cocinero tuviera
que
preparar comidas separadas para los distintos turnos.
Aunque las condiciones eran duras, el servicio de
submarinos recibía las mejores raciones de todas las
distintas ramas
de las
fuerzas armadas alemanas.
Trabajando y durmiendo en tumos las veinticuatro
horas del día, los torpederos sacan todo e l provecho
posible
de sus
atestados aposentos. Desarrollaron
la
de dormir en medio de cualquier ruido menor
a de las cargas de profundidad. Aquellos qu e estaban
los hombres qu e ajustan el mecanismo
de un
torpedo
en el
centro- podían comer
una vez
terminado su trabajo, y luego ocupar los estrechos
camastros detrás de ellos.
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En su merodear junto u la aisla europea por la noche, un
comandante
de
submarino estudia
un
mensaje
del
comandante de los submarinos en ¡•'rancia, y señala en un
mapa la situación de un convoy aliado que se dirige hacia el
Mediterráneo. Mientras calcula su rumbo, lleva unas gafas
rojas
a fin de
que.sus ojos
n o
tengan
qu e
ajustarse
a la
oscuridad cuando suba al ¡mente ¡tara dirigiré ataque.
Lo s
torpederos comprueban
los
sistemas
de
guia desús
torpedos durante un a patrulla. Lo s proyectiles requerían lina
constante atención: las baterías necesitaban ser recargadas, el
sistema
de
guia exigía constantes ajustes,
los
pnipulsores
y los
mecanismos de dispaiv tenían que. ser comprobados. Pese a
todos estos esfueizos, muchos torpedosJuncionaban mal o
¡aliaban sus blancos y s e extraviaban.
7 b
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Un a
vista
a
través delpemcafna
de
unos bureos
aliados momentos antes de <¡ue el ataque de un
submarino alemán demuestre la vulnerabilidad de
los confiados buques de superficie ante los
submarinos qu e permanecían al acecho usto debajo
de las olas. Una de las lácticas preferidas de los
cajú tunes
de
submarino alemanes
era
avanzara
toda máquina
por la
superficie hasta situarse
por
delante de un convoy, luego sumergirse a lo largo de
su rumbo y aguardar a que los barcos se situaran
por si mismos en el cruce de las líneas de guia de su
periscopio.
Con la gorra colocada al revés para que la visera no
moleste la observación, el comandante de submarino
alemán Kurd Diggins estudia un convoy a través
de l periscopio. Su enguantada mano izquierda hace
girare instrumento mientras
la
derecha ajusta
el
ocular, qu e está almohadillado co n espuma de
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de los
submarinos podían esperar
una
semana
o más de
permiso
en
tierra fume.
En una pausa durante un a patrulla en el Atlántico, los tripulantes de un
submarino se toman su tiempo para decorar u n pastel y probar su remate.
El pastel ue horneado en la atestada cocina del submarino para celebrar el
cumpleaños de un oficial.
Camino de casa, l a tripulación de un submarino alemán pinta gallardetes
con el tonelaje de los barcos aliados qu e hundieron durante la patrulla. Las
banderas eran colgadas de la loneta cuando el submarino entraba en
puerto, ante los vítores de los enmaradas que les aguardaban.
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HUNDIMIENTO
DE U N
SUBM RINO
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El herido U- l 75 asoma a la superficie y e s inmediatamente saludado por una descarga de artillería y un furioso ametrallamiento.
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Un aturdido superviviente de l submarino es
conducido por dos de los tripulantes de l Spencer. E l
comandante Berdine,
d el
guardacostas, informó
más
tarde qu e algunos de los supervivientes se mostraron
«histéricos» durante la operación de rescate.
Un resentido miembro de la tripulación del
submarino alemán recibe la orden de despojarse de
sus
ropas mientras
es
registrado
a
bordo
de l
Duane.
Lo s hombres capturados dijeron a los oficiales del
guardacostas que la primera andanada de cargas de
profundidad de l Spencer cuarteó el casco del
submarino, atoró su mecanismo delantero de
dirección y rompió e l sistema d e bombeo d el aire.
f
8 9
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Spencer rescató
a 19
miembros
de la
tripulación
de l U-l 75 y
otros veintidós fueron salvados
por el
guardacostas Duane.
91
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Lo s
triunfantes miembros
de la
tripulación
de l
Spencer
se
alinean junto
a la
barandilla frente
a
un dibujo d e Popeyepintado en la chimenea para celebrar su victoria sobre el U- l 75 . Fue el
segundo hundimiento de l buque.
El comandante Harold S. Berdine al rente a la derecha y sus compañeros oficiales celebran e l
hundimiento de l submarino alemán con una cena de victoria en el comedor decorado con la
bandera norteamericana de l Spencer.
9 2
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Lo s
marineros británicos conducen
a los
prisioneros
de
guerra alemanes
del
U-l75
a Gourock, una base naval aliada en la desembocadura del río Clyde
en Escocia. Desde allí ueron llevados por tierra a un campo de prisioneros de
guerra. E l Spencer y el Duane están atracados detrás de los prisioneros.
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Algunos caballeros co n experiencia en yates van al mar
La angustia de la tripulación de l Bluebel l
Un océano iluminado como Piccadilly Circus
La mejor defensa contra los submarinos alemanes
La s pesadillas de los mercantes
El destino de los buques que se extravían
Eliminar
los
defectos
de l
sistema
de
convoyes
Rumbo de colisión británico para la supervivencia
Un regalo estadounidense a tiempo
Recios buques
co n
nombres
de
flores
Charlas reveladoras de los submarinos
Fin de la línea para tres ases bajo el mar.
Para lo s marinos de fin de semana q u e respondieron galan-
t emen te al anuncio d e l Times d e Londres q u e sugería q u e
«caballeros c o n experiencia e n yates» podían alistarse en la
Reserva d e Voluntarios de la Marina Real, f u e u n repent ino
y rudo despertar hallarse a bo rdo de los buques d e escolta
q u e acompañaron a los primeros convoyes. E n lugar d e velas
blancas había cañones y cargas d e p ro fund idad ; e n lugar d e
hermosas muchachas había cansados, hoscos y a m e n u d o
sarcásticos oficiales a l mando , q u e intentaban llevar a cabo u n
trabajo difícil q u e s e hacía m á s difícil todavía a causa del
equipo inadecuado, lo s escasos suministros y la falta d e p l a -
nificación y coordinaci ón entr e barcos c o n s imilares r es -
ponsabilidades. Pasaría mucho tiempo antes d e q u e l a s cosas
empezaran a ir mejor; antes de eso , las cosas fueron mucho
peor.
L o s recios capitanes mercantes q u e navegaron en los p r i -
meros convoyes tenían u n a experiencia similar. L o s convoyes
estaban m a l organizados, eran colecciones heterogéneas d e
30 a 45 cargueros y buques cis terna q u e in tentaban la nueva
experiencia d e navegar 3.500 millas ju nt os e n formación ce-
rrada. U n gran número de los barcos eran t a n decrépitos y
ta n poco marineros q u e solamente la s urgentes demandas del
t i empo d e guerra h icieron posible justif icar su uso .
L a s condiciones d e l o s barcos y la inexper ienc ia de los
miembros d e su t r ipulación h ic ieron q u e e l d e b e r de los
barcos d e escolta fuera u n deber especialmente oneroso: te -
nían q u e acompañar a aquellas variopintas armadas, condu-
cirlas a través d e peligrosas aguas, protegerlas de los ataques
d e l o s submar inos y traerlas a la segur idad d e l pue r to . L a
tarea e r a abrumadora; si n embargo, el resultado mismo de la
guerra dependía d e q u e s e llevara a cabo c o n éxito. Hubie-
r a sido u n desafío para e l más exper to de los marineros, pero
al inicio de la guerra la Marina Real n o tenía m á s elección
q u e tr ipular lo s buques d e escolta c o n cualquier recluta ca-
p a z q u e pudiera encontrar , mar ineros de f in de s emana e
incluso aquellos q u e n o tenían ning una experiencia marinera
anter ior e n absoluto. L a s aventuras d e u n a pequeña corbeta
llamada Bluebell fueron típicas.
El comandante Robert Evan Sherwood llevó p o r primera
vez la Bluebell al m ar e n e l verano de 1940 . Muy p r o n t o se le
hizo evidente q u e «sólo tres o cuatro de los miembros d e u n a
tr ipulación d e 5 2 eran capaces d e alguna acción real d e cual-
quier tipo». De su s tres oficiales, d o s eran canadienses. «Eran
buenos tipos, pero habían tenido m u y poco entrenamiento .
U n o e r a abogado y e l otro estaba en el negocio d e l a piel.
U n o d e ellos e r a m u y pálido, pero se ponía verde cuando se
mareaba, cosa q u e a veces duraba d o s días. E n u n a ocasión
estaba e n m i cabina y e l ba rco n o se es taba compor tando
RM D S
VIT LES
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como debería ele comportarse , a s í q u e pregunté: "¿Cómo va
la
cabeza?"
L o q u e
deseaba saber
e r a
hacia dónde íbamos,
p o r q u e
e n u n
barco
la
"cabeza" significa
l a
"orientación".
Respondió: "Mucho mejor, gracias, señor."»
Sherwood
s e
consideraba afor tunado
d e
haber consegui-
d o s u
experienc ia
e n
barcos pequeños , porque
la s
corbetas,
«aunque
s o n
unos espléndidos barcos,
n o s o n l o s m á s
fáci-
les».
L a
BluebelL parecía estar siemp re agitán dose, siempr e
luchando cont ra
e l m a r .
«Llacía cualquier cosa menos volcar
—señaló Sherwood-.
C o n m a l
t i empo
e l
coc inero
n o
podía
cont ro l a r
la
coc ina para proporc ionar
a
todo
e l
m u n d o
la
comida necesaria. . . , aunque tampoco nadie sentía demasia-
d o s
deseos
d e
comer.
U n a
cosa
e s q u e u n o s e a
capaz
d e h a -
c e r
algo
e n
tierra firme
o e n
buenas condiciones,
y
otra
se r
capaz
d e
hacerlo
e n
malas condiciones cuando estás marea-
d o .
Entonces t ienes
q u e s e r
capaz
d e
hacerlo
en t u
sueño.»
E n
oc tubre ,
la
BluebelL obtuvo
s u
pr imer contac to
co n l a
batalla como
u n o d e l o s
buques
d e
escolta
q u e
acompañaban
al
Convoy
SC-7 , e l
predest inado convoy
q u e f u e
divisado
p o r
pr i mera
v e z p o r
Heinrich Bleichrodt
en e l U-48 el 16 de oc-
tubre.
E l
convoy consistía
e n 3 5
viejos barcos madereros
q u e
iban camino d e Gran Bretaña desde Nueva Escocia.
Típicamente , la escolta para e l S C-7 había sido reunida a
toda prisa. Además de la Bluebell, había otras d o s corbetas. L o s
comandant e s d e estos barcos n o s e habían conocido nunca
antes, y prác t i c ament e n o había coordinación entre el los,
a u n q u e el Almirantazgo le s había advertido d e q u e había s u b -
marinos alemanes en l a zona p o r l a q u e viajaban. U n ataque
d e
Bleichrodt
en e l
preamanece r
f u e s u
primer aviso
d e q u e
s e
preparaban problemas:
d o s
barcos fueron hundidos .
U n o
d e l o s
buques
d e
escolta lanzó infructuosamente cargas
d e
p r o f u n d i d a d
en e l
punto sospechado
d e l
ataque,
y e l
convoy
siguió
su
marcha. Luego,
la
noche siguiente,
la
m a n a d a
d e
lobos
d e l o s
submarinos alemanes atacó
e n
masa.
D e
pronto
h u b o
u n
t remendo destel lo: otro
d e l o s
barcos
d e l S C-7 h a -
b í a
sido alcanzado.
«Yo
estaba
en e l
puent e - recorda r í a
Sherwood-. Eran
l as 8 : 1 5 p .m . F u i
hacia
e l
convoy para
ver
si
podía obtener alguna información. Registró
la
zona
d o n -
d e
creía
q u e s e
había producido
la
explosión, pero
n o
pudo
determinar nada ,
e n
par te porque
lo s
buques
d e
escolta
n o
habían establecido ningún procedimiento organizado para
comunicarse información unos
a
ot ros durante
u n
ataque.
«Yo
nunca había visto
a la
Fowey,
u n a d e l a s
otras corbetas,
antes,
y
ella nunca
m e
había visto
a m í .
Cada
u n a
hacíamos
l o q u e
c re íamos
q u e e r a l o
m e j o r
e n
cua lquier momento
determinado.»
E l
a taque
de la
manada
d e
lobos creó
u n
caos total.
« De
p r o n t o
f u e u n
"¡bang, bang, bang ",
y e l
lugar
s e
i luminó
como Piccadilly Circus.» U n total d e dieciséis barcos fueron
abajo;
u n o s e
hundió mient ras
se
paraba para recoger super-
vivientes.
E n e l
punto á lgido
d e l
desastre, Sherwood avanzó
d e
nuevo para
v er l o q u e
es taba ocurr iendo. Ninguno
de los
buques
d e
escolta había experimentado antes
e l
a t aque
d e
u n a
manada
d e
lobos,
y
nadie podía comprender cómo
u n
solo submarino podía infligir tanto daño. Para sumarse
a la
confusión, alguien abrió d e pronto fuego cont ra la Bluebell.
Sherwood n o se detuvo a averiguar si se trataba d e u n subma-
r ino o u n buque mercante. Puso otro barco entre la
Bluebell
y la
línea
d e
fuego, sabedor
d e q u e , e n e l
calor
de la
batalla
u n a
corbeta podía
s e r
c o n f u n d i d a
c o n u n
submar i no
p o r u n
mercante.
L a
confusión
s e
t ransformó rápidamente
e n u n a
pesadilla,
«íbamos tanteando
en l a
oscur i dad - i n formó She rwood- ,
Había supervivientes
p o r
todo
e l
lugar.
E l
ataque prosiguió
hasta
la una o las dos de la
madrugada . Nunca
v i u n a
escol-
t a
aquella noche.
Y n o
dejé caer
n i u n a
sola carga
d e
profun-
didad,
y n o
c reo
q u e
nadie
m á s l o
hiciera.»
D e
hecho,
el
único servicio útil
q u e
realizaron
l o s
buques
d e
escolta tras
el
a taque
de la
m a n a d a
d e
lobos
f u e
recoger
a los
supervivientes. Sólo Sherwood
izó a
bordo
a 3 0 8 h o m -
bres.
L a
noche siguiente,
u n a
calamidad similar cayó sobre
los
4 9
barcos
q u e
formaban
e l
Convoy LIX-79
y su
escolta.
M á s
rápido
que el SC-7 , e l
HX-79 tenía también
u n a
protección
m u c h o m á s formi dabl e . D o s des t ruc tores , u n dragaminas ,
cuatro nuevas corbetas y t res jabeg uero s d otados c o n asdic
formaban u n a pantal la protectora alrededor d e l convoy. Sin
embargo, el HX-79 perdió 12 barcos s in conseguir infligir a
cambio
e l m á s
ligero daño...,
d e
nuevo
e l
resul tado
d e l a t a -
q u e d e u n a
m a n a d a
d e
lobos.
L a
experiencia
d e l
capitán
d e
corbe ta
G. T .
Cooper,
a ca r -
g o d e u n o d e l o s
destructores,
e l
Sturdy, suena
m u y
parecida
a la de
Sherwood. Cooper
y s u
tripulación sólo habían reali-
zado
u n
turno anter ior
d e
escolta
e n
zona
d e
submarinos ,
y
e s e
turno había t ranscurrido
s in
ningún incidente digno
d e
mención.
« N o
tenía ningún detalle
d e
este convoy, como
t a m -
poco conocía
la
na tura leza
d e l a
escolta
y
n u n c a
m e
había
reuni do
c o n
n i n g u n o
d e l o s
oficiales
al
m a n d o
de los
otros
buques . E n consecuencia, n o se había discutido entre noso-
tros ningún plan d e acción e n caso d e u n ataque.»
C u a n d o se p r o d u j o e l a taque , cada buque emprendió a c -
ciones individuales a medi da q u e surgían nuevas emergen-
cias.
L o s
flancos
d e l
convoy quedaron desprotegidos duran-
t e
la rgos per íodos
d e
t i empo, mient ras
q u e l o s
buques
d e
escolta violaban
u n o d e l o s
primeros principios
d e l a
discipli-
n a
efectiva
d e
convoyes alejándose
d e l o s
barcos para seguir
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escurridizos contactos
c o n e l
enemi go
o
para recoger super-
vivientes. A medida q u e t ranscurría la noche , el convoy y sus
escoltas se hallaron atrapados a lo largo d e u n a línea cada vez
m á s
delgada. Dicho todo,
el
HX-79 perdió casi
u n a
cuarta
pa r t e
d e s u
fuerza total,
y
ello pese
a q u e
viajaba
c o n u n a
escolta
q u e e r a
numér i cament e
lo
bastante fuerte como para
proporc i ona r
u n a
amplia protección.
E n
sólo
d o s
noches,
2 8
buques mercantes fueron destrui-
d o s p o r l a s
manadas
d e
lobos,
y
todos
lo s
submar inos atacan-
t e s
escaparon
s in
siquiera
u n
rasguño.
T a n
inefectiva pareció
la
escolta frente
al
a taque
d e l a s ma-
nadas
d e
lobos
q u e l o s
hombres
a
todos
lo s
niveles
d e l m a n -
d o
empezaron
a
preguntarse
si
tenía algún sentido jun tar
los
barcos para formar grandes blancos
q u e e l
enemigo podía
atacar
a
voluntad.
El
problema
e r a
doble:
u n a
falta
d e
disciplina
y u n a
cares-
t í a
c rónica
d e
buques
d e
escolta.
L a
carestía
se
había visto
acen t uada
p o r l a s
pérdidas
d e
barcos sufridas
en la
primave-
ra y e l verano d e 1 9 4 0 en l a caída d e Noruega y Francia. E l
posterior establecimiento d e bases d e submarinos alemanas
e n Francia hizo imposible para lo s barcos británicos utilizar
su s propios puertos d e l canal -principalmente Southampton,
Plymouth
y
Por t smout h- ,
y
ce r ró
a
todos
lo s
efectos
el
acce-
s o a
Gran Bretaña desde
el
suroeste.
E n
toda
la
zona
d e l o
q u e l o s
británicos llamaban
e l
Acceso Occidental,
la
única
vía
d e
acceso
q u e
permanecía abierta
era la
ruta alrededor
del
nor t e
d e
Irlanda,
a
través
d e l
canal
d e l
Nor t e
y
c ruzando
el
m a r d e
Irlanda hasta
lo s
pue r t os
de la
costa occidental
d e
Gran Bretaña, Liverpool
y
Glasgow.
Puesto
q u e n i
siquiera
l o s q u e m á s
dudaban pudi e ron
hallar
u n
sustituto
al
sistema
d e
convoyes,
lo s
convoyes siguie-
r o n
ade lante . Reuni r
u n
convoy
y
guiarlo
a
través
d e l m a r
implicaba
u n a
gran cantidad
d e
prob l emas enormement e
comple jos . L as dificul tades empezaban ya al dec idi r e l m o -
m e n t o e n q u e l o s barcos debían reunirse en su punto inicial
d e encuentro, casi siempre fuera d e l o s pue r t os d e Nueva
Escocia d e Halifax y Sydney si iban hacia el este, y en las afue-
r a s d e
Liverpool
o
Glasgow
si
iban hacia
e l
oeste.
L o s
cargue-
r o s ,
grandes
y
pequeños ,
se
reuní an
c o n l o s
buques cisterna,
viejos
y
nuevos, quizá
c o n u n o o d o s
barcos
d e
pasajeros,
a
veces
c o n u n
barco mercante convertido para llevar cargas
pesadas como tanques, camiones
o
vehículos
d e
desembarco.
Desiguales
e n
tamaño, estos barcos diferían
en su
manio-
brabilidad, con dicion es mecánicas, velocidad, capacidad para
m a n t e n e r
su s
posiciones, señalización
y
otro equipo, núm e-
r o d e
miembros
d e su
tripulación, incluso
la
habil idad
de los
hombres para cumpl i r
la s
órdenes gri tadas desde
el
puente ,
donde podían mandar holandeses o polacos , noruegos o
daneses, belgas
y
f rancocanadienses .
E
incluso cuando
el in-
glés
e r a e l
idioma común
a
b o r d o
d e l
barco,
u n
escocés
n o
s iempre ha l laba fác i l comprender
a s u
c o m p a ñ e r o
d e
Sout hampt on ,
y
viceversa.
U n a v e z u n
convoy estaba
e n
camino, formaba
e n u n
amplio rectángulo
d e
ocho
a
doce cortas columnas,
co n 1 .0 0 0
metros
d e
separación entre columnas
y
ent re
4 0 0 y 6 0 0 m e -
tros entre
la
popa
d e
cada barco
y la
proa
d e l q u e l e
seguía
(páginas 126-127).
U n
convoy
d e 4 0
barcos
(d e 3 0 a 4 5 b u -
ques mercantes formaban
e l
conjunto medio
de los
convoyes
duran t e
lo s
primeros tres años
d e l a
guerra)
s e
di sponía
e n
ocho columnas
d e
cinco barcos
d e
fondo ,
q u e
cubría
u n
área
d e
aproximadamente se i s ki lómet ros
d e
ancho
p o r
tres
d e
profundidad. Sólo cua t ro
o
cinco escoltas podía dedicar
la
Marina
a
gua rda r
el
pe r í me t ro .
Y a
cargo
d e
esta pequeña
fuerza estaba
la
nave
d e
mando, norma l ment e
u n
viejo
d e s -
t ruc tor
de la
Primera Guerra Mundial, situado
a la
cabeza
d e
la
formación,
o e n u n
punto desde
e l
cual -según
la s
condi-
ciones climáticas o quizá la posición de la luna- podía produ-
cirse u n ataque.
P o r difícil q u e re su l t a ra mant ene r la a rmada ope rando
como u n a unidad, había u n a complicación adicional en el
asunto
d e l
mando.
El
c o m a n d a n t e
d e l a
escolta
e r a
respon-
sable
n o
sólo
de la
conducta
d e l o s
barcos
d e
escolta, sino
d e
todo
el
convoy. Sobre
s u s
hombros recaía
el
t rabajo
d e
diri-
gi r los
cambios
d e
r u m b o
y d e
emitir cualquier otra instruc-
ción
q u e
fuera necesaria para
la
seguridad
d e
todos
l o s b a r -
cos . El
c o m o d o r o
d e l
convoy, desde
su
buque insignia entre
lo s
barcos mercantes,
e r a
responsable
d e
m a n t e n e r
la
disci-
pl ina interna
d e l
convoy,
e n
té rminos
d e
navegación,
y m a n -
t ener
la s
posiciones.
Desgraciadamente, había ocasiones
en l a s q u e l o s
deberes
y
responsabil idades
d e l
c o m a n d a n t e
d e
escolta
y e l
comodo-
r o d e l
convoy
se
superponían. Esto causaba
u n a
cierta inco-
modidad, sobre todo cuando el c o m a n d a n t e d e l a escolta,
n o r m a l m e n t e u n c o m a n d a n t e o u n capitán d e corbe ta d e l a
Marina Real o la Marina Real Canadiense, e r a considerable-
ment e m á s joven q u e e l c o m o d o r o d e l convoy, q u e solía se r
u n
cont raa lmirante
o u n
vicealmirante ret i rado
c o n e l
rango
d e
c o m o d o r o
d e l a
reserva
d e l a
Marina Real.
S e
necesitaba
algo
m á s q u e u n
poco
d e
tacto
y
cortesía mutuos para
q u e u n
almirante aceptara
la s
órdenes dadas
p o r u n
capitán
d e co r -
beta mucho
m á s
joven
q u e é l .
Fuera cual fuese
l a
fricción
q u e
s e
desarrol la ra , genera lmente
e r a
m e n o r
y d e
corta vida.
Ambos oficiales comprendían
la
necesidad
de la
cooperació n.
Un a v ez l a
a rmada
e n
formación, tenía
q u e s e r
guiada
las
veint icuatro horas
d e l d í a p o r l o s
escoltas
a
través
d e u n m a r
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q u e p o d í a s e r u n a balsa el e acei t e h o y , t u rb u l en t o m añ an a .
L o s barcos t en ían q u e m a n t e n e r s u s p o s i c i o n es d en t ro d e l
convoy, y l anzar t a n poc o hum o como fuer a pos ib le a fin d e
evi tar at raer
a u n
submarino. Cuando l levaban cargas precio-
sas ,
avanzaban l en tamente
p o r l a s
zonas pel igrosas
d e l
t ramo
or ien ta l
d e l
viaje cerca
d e l a
costa noroeste i r landesa, donde
a g u a r d a b a n lo s subm ari nos alem anes . Cu an do iban vacíos e n
su viaje d e regreso, el convoy podía seguir s u r u m b o e n línea
p e r f ec t am en t e r ec t a a través d e lo s au l l an tes ven tar rones d e l
Atlán t i co a fin d e a lcanzar l o antes posible e l r e fu g i o d e lo s
puer tos es tadounidense .
A lo l argo d e todo e l cam i n o , l o s escol tas actuaban como
perros pas tores , s i tuando a los r ezag ad o s e n s u lugar, yendo
d e u n lado para otro c o n ins t rucciones d e r eu n i r s e m ás , i r
m á s apr i sa , hacer menos humo, o m a n t e n e r la s luces apaga-
d a s d u r a n t e la noche. Había o t ro p rob l ema: ocas ionalmen-
t e , u n m ercan t e d es o b ed ec í a la s ins t rucciones d e navegación
y
a b a n d o n a b a
s u
pues to , a r ro jaba basura
a l m a r o
l impiaba
l a s
s en t i n as
a
p l e n a
l u z d e l d í a ,
s ignos reveladores
q u e e l
enemigo podía descubr i r .
Inc luso cuando todo i b a bien, lo s barcos d e escolta tenían
q u e
p r o p o r c i o n a r
u n
e s cu d o co n t i n u o :
e l
co n s t an t e
i r d e u n
lado para otro
al
f r en t e
d e l a
f o r m a c i ó n ,
c o n e l
asdic direc-
t a m e n t e a p u n t a d o a l f ren te para cap tar cualqu ier enemigo
s u m erg i d o q u e esperara al acecho; en t rar y salir a lo largo d e
cada f l anco , e n busca d e a t acan t e s q u e pudieran desl izarse
e n t r e lo s barcos a la l l egada d e l a n o c h e c e r ; e l co n s t an t e p a -
t ru l l ar en l a re taguard ia , s i empre e n guard ia con t ra lo s su b -
m ar i n o s e n superf i c ie , cuyo com an dan te sab ía m u y b ien q u e
sólo u n b u q u e d e escolta, o co m o m áx i m o d o s , p o d í a n d e s -
t inarse a en t r ec ru za r la ancha es te la d e l a cola d e l convoy, y
q u e seis a d iez k i lómet ros eran u n an ch o t r ech o p a ra q u e
u n o o d o s escol tas lo cubr ieran .
E n cu a l q u i e r m o m en t o p o d í a p ro d u c i r s e la ad v e r t en c i a d e
pel ig ro
a l
f ren te :
u n
destel lo indicaba
u n
avis tamiento.
Y
toda
la masa d e buques tenía q u e g i rar a l un í sono para e lud i r la
am en aza , a m e n u d o d e u n a f o r m a t a n r e p e n t i n a y u n a c u r -
v a t an ce r r ad a q u e l o s barcos en l a par te in ter io r d e l g i ro s e
ace rcab an p e l i g ro s am en t e u n o s a o t ros , mien t ras lo s d e l a
p a r t e ex t e r i o r q u ed ab an t a n a m p l i a m e n t e s e p a r a d o s q u e
corr í an el pel igro d e p e r d e r e l contacto entre el los . Ahora los
c o m a n d a n t e s d e l o s b u q u e s d e esco l t a neces i t aban toda s u
habi l idad , s u previsión y s u paciencia , y toda la velocidad q u e
p u d i e r an s aca r d e su s y a fo rzados motores . Dent ro d e l c o n -
voy, el c o m o d o r o se p reo cu p ab a p o r l o s pel igros d e colisiones
c u a n d o lo s barcos g i raban s imul táneamente hacia s u nuevo
rumbo para a le jarse
d e l
s u b m a r i n o a m e n a z a d o r .
Y
c u a n d o
todo hab ía t erminado
y e l
convoy estaba
a
salvo
e n s u
nuevo
r u m b o
c o n e l
p u n t o
d e
pel ig ro
m u y e n s u
popa, hab ía
q u e
repet i r toda la m a n i o b r a e n dirección inversa para devolver
a l convoy a su rumbo original .
A
m e n u d o
lo s
s u b m a r i n o s
n o
e r an d e t ec t ad o s
a
t i em p o
para in ic iar u n a acción evasiva u o fens iva . A veces, como
d u r a n t e la n o ch e , el pel ig ro n o s e hacía evidente hasta q u e
e l e n e m i g o se h ab í a ad en t r ad o p ro fu n d am en t e en e l corazón
d e l convoy. Cuando s e p ro d u c í a e l a taque, hab ía u n cegador
des te l lo d e explosiones, la f r en é t i ca b ú s q u ed a d e l e n e m i g o y
la abrumadora v i s ión d e u n m a r e n l l amas c o n e l p e t ró l eo
a r d i e n d o o s e m b r a d o d e t roncos, muebles , botes volcados y
h o m b res m u er t o s o agonizando .
L o s
Días Felices
d e lo s
s u b m ar i n o s a l em an es
- e s e
p e r í o d o
a l
p r i n c i p i o
d e l a
g u e r r a cu a n d o
la s
cosas fueron
t a n
bien para
e l l o s - f u e , n o s o r p r e n d e n t e m e n t e , u n a é p o c a d e pesadi l la
p a r a lo s convoyes. P o r m u c h o q u e l o i n t en t a r an , lo s buques
d e escol ta eran incapaces d e p ro t eg e r l o s c o n efect ividad. P o r
Balanceándose como corchos e igual de marineras, l as corbetas como la de la izquierda, arriba, eran las
escoltas ideales para los convoyes, producidas a un coste reducido y capaces de sobrevivir y maniobrar en el
peor
de los
tiempos. Pero esos buques
de 1.010
toneladas eran notablemente incómodos. Debido
a su
ancha
manga y a su redondeado ondo, se agitaban enormemente, lanzando a los marineros fuera de sus
camastros
y
haciendo
que
incluso
los más
duros lobos
de mar se
marearan.
97
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V
K ¡
Norteamérica
Galves ton
Canal
d e
Panamá
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RIMAS SI ( I' M JARIAS
MAYOR
M
M I R O
1)1 l'l
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C.RANUIS l' l ROIDAS l 'OR
IIUNDIMIINIO
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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u n l ado , e l Almi ran tazgo hab ía s ido l en to e n r e c o n o c e r q u e
lo s s u b m ar i n o s a l em an es n o t en í an q u e p e rm an ece r s u m er -
g idos para a tacar a los convoyes; s e hab ía conf iado demas ia-
d o e n e l asdic, q u e e r a efec t ivo t a n s ó l o cu an d o lo s s u b m ar i -
n o s es taban bajo e l agua. P o r o t ra par te , s e e s p e rab a q u e s i
l o s a t a q u e s se p r o d u c í a n en l a s u p e r f i c i e , lo s vigías divisaría n
a lo s s u b m a r i n o s a le m a n e s . C ó m o s e s u p o n í a q u e p o d í an
hacer es to lo s vigías e n días grises o noches oscuras e r a u n a
cu es t i ó n q u e nunca l l egó a t o m ar s e e n co n s i d e rac i ó n a alto
nivel. M á s a ú n , l o s vigías carecían e n s u mayor parte d e au tén-
t i ca exper iencia . Permanecían duran te horas in terminables
acurrucados cont ra la furia d e u n viento feroz q u e ard ía en su s
ros t ros y p rovocaba l ágr imas e n s u s escocidos o jos . Cuando
in ten taban u t i l i zar inexper tamente s u s b inoculares , la espu ma
d e l m a r e m p a ñ a b a la s l en tes y o c a s i o n a l m e n t e s e h e l ab a e n
ellas. Y mien t ras escru taban e l m a r d e s d e s u s pues tos d e vigi-
l ancia , descubr ían q u e l a s bajas y grises siluetas d e l o s s u b m a-
r inos a lemanes , q u e apenas sobresa l í an d e l a s u p e r f i c i e d e l
agua, eran virtualmente invis ibles incluso en lo s días claros.
Ojerosos
y co n lo s
ojos enrojecidos,
lo s
oficiales
a
b o r d o
d e
lo s
b u q u e s
d e
esco l t a t rabajaban has ta
e l
l ímite mismo
d e su
res i s t encia : cua t ro hor as
d e
servicio, cuatro horas
d e
descan-
s o , d í a
t ras
d í a
has ta
el
final
d e l
viaje. Años
m á s
tarde, Nicho-
la s
M o n s a r r a t , au t o r
d e T h e
Cru e l
S e a ( E l m a r
cruel) , escri -
b i ó e n otro l ibro acerca d e estos torturados días:
« L a t ens ión y e l can s an c i o e n e l m a r i n d u c e n u n a especie
d e h ipnos i s : pareces es tar moviéndote e n u n m a l s u eñ o , p e r -
s e g u i d o n o só lo p o r l o s t e r ro re s s i n o p o r u n a i n t o l e r ab l e
rut ina. Sales d e g u a rd i a a m ed i an o ch e , em p ap ad o , c r i s p ad o ,
c o n l o s o j o s a rd i en d o p o r e l v ien to y e l m i ra r a las sombra s ;
t o m as u n a taza ele té en la co c i n a d e l a sala d e g u a rd i a y te
d es p o j a s d e l a p r i m era cap a d e t u s em p ap ad as ro p as ; t e d e -
dicas , d igamos , a u n a h o r a d e i n t r i n c a d o c i f r a d o , y luego
arrancas unas cuan tas horas d e s u eñ o en t r e s áb an as h ú m e-
das . . . Cada noche, duran te d iec i s i e te noches consecu t ivas , e l
s e g u n d o c o n t r a m a e s t r e te d es p i e r t a a las cuat ro menos d iez ,
y t e q u e d a s m i r a n d o la m a m p a r a y p iensas : Dios m í o , n o
puedo vo lver a sub i r a h í a r r i b a a e s a sucia y oscura lluvia, y
resis t i r otras cuatro horas d e e l lo . Pero puedes , p o r supues -
to ; a l final s e convier te e n a lgo au tomát ico .»
Bu en a p a r t e d e l a t area d e g u a rd i a , co m o d e l a d e escru-
t a r e l m a r e n b u s ca d e s u b m ar i n o s a l em an es , e r a m a n t e n e r
contac to v i sual c o n e l res to d e l o s b a rco s d e l convoy. Duran-
te la
n o c h e ,
e l
oficial
d e
g u a r d i a
s e
fijaba hoscamente
en la
vaga
y
b am b o l ean t e s i lu e t a
d e l
b a r c o
m á s
ce r can o , r ezan d o
p a r a
q u e
todavía s igu iera a l l í cu an do pa sara
e l
s igu ien te
a c -
ceso
d e
lluvia
o
nieve
o
c u a n d o
e l
s iguiente zigzag
d e
ru t ina
q u ed a ra co m p l e t ad o .
A m e n u d o , c u a n d o e l a m a n e c e r s e filtraba a t ravés d e l
en cap o t ad o c i e l o , e l g u a rd i a d es cu b r í a q u e e l o t ro barco e s -
taba realmente al l í . . . , pero
e r a e l
ú n i c o
a l a
vista: ambos
h a -
bían perd ido
s u
pos ic ión den t ro
d e l
convoy duran te
la
noche.
L o s
ans iosos mar ineros
d e
g u a r d i a
d e
ambos barcos escru ta-
b a n en t o n ces u n hor izon te vacío d e o t ros buques . D o s barcos
n av eg an d o s o l o s e r an ex ac t am en t e l o q u e l o s c o m a n d a n t e s
d e l o s s u b m ar i n o s a l em a n es an d ab a n b u s can d o . ¿D ó n d e e s -
t aba e l res to d e l convoy, a p r o a o a p o p a? Si es taban a p roa ,
¿p o d í an lo s rezagados l legar a alcanzarlos? Si es taban a p o p a ,
¿cuánto t i empo iban a t e n e r q u e esperar los? A p ro a o a popa,
¿ h a b í a c a m b i a d o el co n v o y d e r u m b o d u r a n t e la n o c h e , y
ahora es taban s igu iendo caminos d ivergen tes?
A p r incip ios d e l a g u e r r a , lo s barcos extraviados n o t en ían
fo r m a a l g un a d e en t r a r e n co n t ac t o c o n e l g ru es o d e l convoy.
N o existía e l r a d a r ( n o sería ut i l izado e n e l m a r hasta l a p r i -
m av era d e 1941), y la co m u n i cac i ó n b a rco a barco t en ía q u e
e fec t u a r s e m ed i an t e b an d e ra s d e señales , luces d e señales o
megáfonos e léc t r i cos . S e m a n t e n í a e l s i l encio p o r rad io , y la
radio sólo podía ut i l izarse para recibir instrucciones codifica-
d a s d e l A l m i ran t azg o , p e ro n o para acusar rec ibo d e ellas.
A u n q u e u n buque ex t rav iado emi t i era u n a l l amada p id iendo
ay u d a , n o s e r í a r e s p o n d i d a p o r n i n g u n o d e l o s b a rco s d e l
convoy, porque ningún convoy
s e
atrevía
a
r o m p e r
e l
s i lenc io
d e l a
r ad i o
- y
ar r i esgarse
a q u e u n
s u b m ar i n o a l em án cap t a -
r a l a
e m i s i ó n -
e n
b ien
d e u n
ex t rav iado
o d o s .
Co m o t am p o -
c o
eran bien recibidos
d e
vuel ta
lo s
extraviados, porque s iem-
p r e
existía
e l
pel ig ro
d e q u e u n
s u b m ar i n o a l em án ,
e n v e z d e
a t aca r a u n sol i tario barco, s e l imi tara a segui r lo c o n l a espe-
r an za
d e q u e l e
co n d u j e r a h as t a
e l
convoy.
Ot ro fa l lo
e n e l
s is tema primit ivo
d e
convoyes
e r a l a
inca-
p a c i d a d d e l o s b u q u e s d e escol ta d e c o m p l e t a r e l c ru ce d e l
Atlánt ico. Esto s e d eb í a n o t an t o a la d i f i cu l t ad d e reaprovi -
s i o n a r s e d e co m b u s t i b l e , au n q u e s í e r a u n factor, co mo a la
cons tan te cares t í a d e l o s buques necesar ios . Só lo podían r e -
c o r r e r u n t r ech o d e l camino an tes d e s e r necesarios para otro
convoy. Para lo s convoyes c o n d es t i n o a l oeste, el «trecho» d e l
c a m i n o , ta l c o m o e r a d e t e r m i n a d o p o r e l Almi ran tazgo , l l e -
gab a, hasta jul io d e 1 9 4 0 , sólo hasta los 15
Q
oeste (unas 2 0 0
millas a l oes te d e I r l an d a ) . L a t eo r í a - y d e h e c h o la p r á c t i c a -
e r a q u e l a zo n a d e m áx i m o p e l i g ro s e hal l aba en e l Acceso
O cc i d en t a l , y e r a a l l í donde lo s m ercan t e s e s t ab an e n máxi -
m a n eces i d ad d e escol ta d e p ro t ecc i ó n . Pe ro a m e d i d a q u e
lo s s u b m ar i n o s a l em an es s e volvían m á s osados , y e n especial
d e s p u é s d e q u e l as b as es f r an ces as ex t en d i e r an su r ad i o d e
acc i ó n m á s y m á s a d e n t r o e n e l At lán t i co , lo s l ímites d e l a
esco l ta tuv ieron q u e am p l i a r s e : a los 17
2
oeste hasta octubre
d e 1 9 4 0 , l u eg o a los 19
e
oeste hasta abri l d e 1 9 4 1 , c u a n d o s e
La Batalla de l Atlántico se centró alrededor de las rutas marítimas que se muestran aquí. La s áreas donde ueron
hundidos el mayor número d e barcos estám indicadas en rojo, con las mayares pérdidas en rojo oscuro. Lo s submarinos
alemanes iniciaron su s ataques en el Acceso Occidental, cerca d e Oían Bretaña, y más tarde dividieron sus esfuerzos
entre la zona de Groenlandia y la costa de Africa. La s proximidades de la Costa Este de los Estados Unidos se
convirtieron en la principal región tomada como blanco. Luego lo s submarinos s e trasladaron hacia abajo hasta e l
Caribe, antes de regresar a la zona al oeste de Gran Bretaña.
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8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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dignidad, pero
s in el
fondil lo
d e s u s
pantalones.» Mucha
h i -
laridad despertó «Puggy» Stephenson tras este episodio
y,
relata Chalmers, «¡corre
l a v o z d e q u e e l
capitán
d e l a
fraga-
ta
di jo
q u e a s u
pe r ro
n o l e
gustaban
lo s
dogos falderos »
S i n
amilanarse
p o r
el lo, Stephenson prosiguió
c o n s u j u e -
g o d e
sorpresa
y
conquista.
« E n
otra ocasión -recuerda Chal-
mers- , mient ras inspecc ionaba u n a corbe ta Dominion, el
almirante arrojó su gorra a cubierta y dijo: "Esto e s u n a b o m -
b a q u e n o h a estal lado. ¡Actúen, rápido " Ante lo cual u n
joven marinero s e destacó d e en t re la asomb rada tripulación
y
envió
la
gorra
d e u n a
pa tada
p o r
enc ima
d e l a
borda.
Sin
most rar sorpresa ,
e l
almirante fel ici tó
al
m u c h a c h o
p o r s u
presencia
d e
ánimo; luego, seña lando
la
medio sumergida
gorra, di jo:
E s o es u n
superviviente: ¡salte
y
sálvelo "»
El
m u c h a c h o
lo
hizo.
L a
finalidad
d e l a s
duras tácticas disciplinarias
d e
Stephen-
s o n e r a
fortalecer
la s
defensas mentales
y
físicas
d e l o s
ent re-
nados contra
e l
shock
d e l a
gue r ra
y las
emergencias, impri-
m i r
sobre cada hombre
d e
cada compañía
u n
conocimiento
y u n a
comprensión absolutos
d e s u s
deberes, entrenar
a
todo
e l
m u n d o
a
bordo para cumpl i r
c o n
cualquier t rabajo
q u e
hubi e ra
q u e
hacerse.
L o s
ingenieros
se las
veían
co n l o s ca -
ñones ,
lo s
cocineros agi taban banderas
d e
señales,
y l o s o p e-
radores
d e
radio
se
encont raban
d e
pron t o
a los
remos
d e l
bot e
d e l
barco, remando frené t icamente hac ia
la
Western
Isles, donde
u n a
falsa tripulación
d e u n
submarino a lemán
aguardaba para rendirse
a u n
pe t r i f icado guardiamarina
a r-
m a d o
c o n u n
rifle
y el
revólver
d e l
capitán.
Además d e proporc i ona r a los hombres d e l o s buques d e
escolta u n valioso curso d e c h o q u e e n s u s propios deberes
además d e l o s d e casi todos lo s demás, e l altamente individua-
l ista pro gra ma d e en t renami ent o d e l Terror conseguía f u n -
d i r cada tripulación e n u n equi po c o n confianza en s í mism o
y
orgullo hacia
s u
buque. Pese
a q u e
buena par te
d e l o s j ó -
venes oficiales
y
marinos debie ron maldecir
al
Viejo
d e
Tober-
mory, ayudó
a
muchos
d e
ellos
a
sobrevivir para poder
c o n -
tar la
historia
d e l o s
rigores infligidos;
y m á s d e u n
capitán
d e
barco
q u e
expe r i ment ó
e l
peso
d e l
desagrado
d e l
Terror
le
bendi j o
m á s
t a rde
p o r s u
de t e rmi nac i ón
d e
hierro
d e q u e
ningún barco fuera
a la
gue r ra
e n e l m a r
hasta alcanzar
u n
estándar
q u e ,
desde
el
p u n t o
d e
vista
d e l
comodoro ,
l e p r o -
porcionara unas esperanzas razonables
d e
supervivencia.
S in
embargo , aunque
lo s
hombres i ban me j orando
su s
habil idades,
e l
sistema
d e
convoyes seguía teniendo fallos.
L o s
destructores desesperadamente necesarios para
la
Bata-
l l a del
Atlántico eran retenidos
e n
patrullas antiinvasión
a lo
largo
d e l a
costa.
E l
pequeño número
d e
buques
d e
servicio
como escoltas seguían pasando demasiado tiempo yendo tras
lo s
atacantes
en v ez d e
concent ra r
s u s
fuerzas a l rededor
d e
lo s
convoyes,
tan
vulnerables ahora
a la
estrategia
d e l a m a -
nada d e lobos d e Dónitz. Debil i tando a ú n m á s l a efectividad
d e l o s
grupos
d e
escolta estaba
e l
frecuente envío,
p o r
parte
d e l
m a n d o
d e l
Acceso Occidental ,
d e
unidades para perse-
gui r
a los
submarinos alemanes divisados
a
muchos ki lóme-
tros
d e l o s
convoyes
a
quienes
se
suponí a
q u e
prestaban
a p o -
yo los buques d e escolta. Peor a ú n , como most raba la
experienc ia e n absoluto única de la Bluebell y la Sturdy, esca-
samente había ninguna coordinac ión ent re lo s buques d e
escolta agrupados
al
azar para protección
d e l o s
convoyes,
y
demasiada poca planificación
p o r
par te
d e l
cuartel general
d e u n
curso
d e
acción
a
t omar
p o r l o s
escoltas como grupo
e n
caso
d e u n
ataque contra
su
convoy.
E l
shock sufrido
p o r e l
Almirantazgo
a
causa
de la
abruma-
dora pérdida
d e
hombres, barcos
y
material
f u e
profundo .
E r a
evidente
q u e
debía formularse
u n a
recia doctrina
d e
protecc ión
si se
quería
q u e e l
sistema
d e
convoyes funciona-
r a : u n
programa inconmovible
d e
discipl ina
d e
equipo,
d e
coord i nac i ón
y
comunic ac ión ent r e buques
d e
escolta,
d e
cuidadosamen te ensayados procedimientos
a
seguir bajo
las
dis t intas condic ion es
d e
a t aque .
D e
esta realización brotó
lentamente u n a nueva política d e escolta d e convoyes.
A part i r de la primavera de 1941 , los grupos d e escolta d e
ent rena r í an j un t os y permanec erían juntos . U n cierto núme-
r o d e
des t ruc tores
q u e
habían permanecido l igados
a las
patrul las ant i invasión fueron l iberados
d e e s e
deber para
dedicarlos
a la
escolta.
E n
tierra,
lo s
técnicos
d e
radar traba-
j a b a n
d í a y
noche para desarrollar dispositivos capaces
d e se r
instalados
en l o s
barcos
d e l a
flota,
en l o s
aviones
y e n los
buques
d e
escolta. Otros especialistas
se
concent ra ron
en el
desarrol lo
d e
radiote lé fonos
d e m u y
alta frecuencia, cuyas
señales podían
s e r
captadas
p o r l o s
alemanes sólo
a m u y
corta
distancia,
y
radiogoniómet ros
d e
alta frecuencia para
se r u sa -
d o s
para localizar manadas
d e
lobos
p o r s u s
mensajes
d e t e -
legrafía
s in
hilos
d e
unos
a
otros.
E l
cuartel general
d e l
C o m a n d o
d e l
Acceso Occidental
f u e
t rasladado
d e
Plymouth,
q u e s e
hallaba bajo constante
a m e -
naza d e l o s aviones alemanes c o n base e n Francia, a l a Der -
b y House e n Liverpool , donde el comando podía hal larse e n
m á s cercano contacto co n l o s embarques para el Atlántico. E l
a lmirante s ir Percy Noble f u e nombrado nuevo comandante
e n jefe d e l Acceso Occidental ; y e n febre ro de 1941 , é l y su
estado mayor
se
ins ta la ron
e n e l
nuevo cent ro neurá lgico
operativo.
S ir
Percy (página
1 3 0 ) n o
perdió t i empo
e n
persuadi r
al
gobi e rno
d e q u e
diera
la
máxima prioridad
a la
constru cción
101
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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d e barcos, armas y av iones d e apoyo. Antes d e l t é rm i n o d e su
p r i m e r m e s c o m o c o m a n d a n t e e n j e f e , dec i d i ó aco m p añ a r a
u n o d e l o s g ru p o s d e escol ta para decidir p o r s í m i s m o q u é
e r a ex ac t am en t e l o q u e i b a m a l c o n l a s o p e rac i o n es d e escol-
t a y p o r q u é l o s convoyes eran dejados v i r tua lmente s i n p r o -
t ecc ión en l a s o cas i o n es e n l a s q u e ésta e r a m á s necesaria.
Decid ió navegar
a
b o r d o
d e l
d e s t r u c t o r
d e l
c o m a n d a n t e
Wal ter Couchman, p r incipal o f i c ia l
d e l a
esco l t a para
e s e
co n v o y
e n
par t i cu lar . Muchos años
m á s
t a rd e ,
u n o d e l o s
c o m a n d a n t e s d e d es t ru c t o r co m p añ e ro s d e C o u c h m a n , p o r
aquel en tonces e l cap i t án Donald G. F. Macintyre, iba a escri-
b i r u n re la to d e e s e crítico viaje:
«Duran te todo e l viaje lo s b u q u e s d e escolta se v ieron so-
m et i d o s a todas esas interferencias d e l personal d e t ierra po l-
l a s q u e lo s cap i t anes mar inos n o s habíamos sent ido disgusta-
d o s duran te t an to t i empo. El oficial a l m a n d o e r a incapaz d e
ut i l i zar su p ro p i o j u i c i o ; lo s b u q u es b a j o su m a n d o f u e r o n
en v i ad o s e n v an as p e r s ecu c i o n es s i g u i en d o ó rd en es d ad as
d e s d e la orilla, hasta q u e finalmente el b a rco d e C o u c h m a n
c o n s i r Percy a b o r d o f u e e l ú n i co q u e quedó como escol ta
p a ra p ro t eg e r al convoy. N o s e p rodujo n ingún a taque, pero
s i r Pe rcy j u ró q u e t e rm i n a r í a c o n todo aquel con t rasen t ido .
M an t u v o s u p ro m es a y, al hacer lo , sen tó lo s c imien tos de la
victoria.»
A su
regreso, dejó claro
al
A l m i ran t azg o
e n
c o n j u n t o
y a
s u
p r o p i o m a n d o
d e l
Acceso Occiden ta l
e n
par t i cu lar
q u e l a s
ó rd en es d es d e la o r i l l a deb ían mantenerse a l mínimo: sólo
p r o p o r c i o n a r l e s la s i n f o r m a c i o n e s q u e necesi taban, indicó;
n o deci r l es l o q u e t en í an q u e hacer.
Para asegurarse d e q u e t o d o s s u s oficiales d e cu a l q u i e r
r a n g o o especia l idad fueran rea lmente capaces d e e j e r ce r s u
p ro p i o j u ic i o , s i r Pe rcy o rd en ó e s p ec í f i cam en t e : « E n t r en a -
m i e n t o , e n t r e n a m i e n t o y m á s en t r en am i en t o . »
L a s ac t iv idades e n T o b e r m o r y c a m b i a r o n a o t ro r i tmo
superior. Casi cada barco y cada ho mb re des t inad o a deberes
d e escol ta, y a f u e r a u n v e t e r a n o o u n n o v a t o - m á s d e u n
mil lar d e t r ipu lac iones a finales d e la g u e r r a - p as a ro n p o r e l
cu r s o d e obstáculos d e l comodoro Stephenson . Tras comple-
tarlo, cada buque y su t r ipu lac ión s e u n í an a l res to d e s u g r u -
p o e n L o n d o n d e r r y o en e l r í o Clyde o e n Mersey para some-
terse
a u n
p e r í o d o
d e
t r ab a j o
y
e n t r e n a m i e n to
e n
u n i d ad es
q u e
ser í an ,
en l a
m e d i d a
d e lo
posible, cerradas
y
p e r m a n e n -
t e s . L o s convoyes serían escol tados, n o p o r buques reun idos
a l azar y d e j ad o s a m e r c e d d e l a casual idad, s ino p o r g rupos
d e barcos en t r ena dos para fun cio nar com o equipos . U n a v e z
f o r m a d o y e n t r e n a d o u n o d e es tos g rupos , n o s e ro m p er í a
e x c e p t o e n casos d e ex t rao rd inar ias d i f i cu l t ades opera t ivas .
Para complementar es tas medidas , s i r Percy estableció u n a
escuela táct ica e n Liverpool para en t renar a los oficiales a l
m a n d o d e l a s escoltas en l a s técnicas d e p ro t ecc i ó n d e c o n -
voyes, tácticas d e l o s s u b m ar i n o s a l em an es y p ro ced i m i e n t o s
d e con t raa taque. Todos lo s oficiales a l m a n d o d e cada grupo
d e
escol ta
se
en t r en a r í an
d e
n u ev o co m o
u n
equipo, ut i l izan-
d o
m o d e l o s
e
imi tac iones para s imular condic iones
d e
bata-
l la .
R e p r e s e n t a n d o
e l
papel
d e
c o m a n d a n t e s
d e
s u b m ar i n o s
a l em an es , m i em b ro s d e l Real Servicio Naval Femenino - l a s
Wren s - e l ab o ra ro n e l m o d e l o d e l o s submar inos a lemanes ,
m i en t r a s l o s oficiales d e escol ta, desde e l p u n t o d e observa-
c ión d e p u en t e s s i m u l ad o s , p a s ab an p o r l a i n s t ru cc i ó n d e
en f r en t a r s e c o n e l enemigo . Después , todo e l p ro ces o se so -
met ía a cr í t i ca para determinar q u é e r a l o q u e había icio m a l ,
q u é e r a lo q u e h a b í a i d o b i en , cu án t o t i em p o e r a seguro
d e j a r u n h u e c o en la pan ta l l a p ro tec tora mien t ras s e perse-
guía a a tacan tes , cómo t rabajar mejor jun t os e infligir e l daño
m á x i m o a los s u b m ar i n o s m ero d ead o res .
T o d o l o q u e s e neces i t aba ahora e r a m á s barcos , m á s a r -
m a s , m á s eq u i p o , i n s t ru m en t o s m á s sofis t icados, m á s ex p e -
r i encia , m á s t iempo.
Pa ra lo s h o m b r e s a b o r d o d e l o s b u q u e s d e esco l t a d e lo s
convoyes, como para lo s miles d e o t ro s h o m b res q u e lucha-
b a n e n l a
Batalla
d e l
At lán t i co ,
l a s
semanas iniciales
d e 1 9 4 1
p ro p o rc i o n a ro n p o ca i n d i cac i ó n
d e q u e
p u d i e r a e s p e ra r s e
ninguna mejora s ignificat iva
e n s u s
l ú g u b res
y
pel ig rosas
vi -
d a s .
A u n q u e
s e
hab ían conseguido a lgunos pocos barcos
adicionales para tareas d e escol ta, e l p es o d e p r o p o r c i o n a r
p ro t ecc i ó n a los convoyes todavía se ap o y ab a e n viejos d e s -
t r u c t o re s , co rb e t a s y j a b e g u e r o s d e a l tu ra , q u e avanzaban
p e s a d a m e n t e p o r l o s m ares s acu d i d o s p o r u n as t o rm en t a s
q u e eran casi t a n angus tiosas co mo la p resencia d e l enemigo .
E n t r e lo s des t ructores , lo s viejos vetera nos bri tá nicos de la
Primera Guerra Mundia l s e hab ían v i s to incrementados p o r
unos cuan tos d e l a clase m á s rec ia cons t ru ida en l a ép o ca d e
en t r eg u e r r a s , y p o r 5 0 «cuat ro ch imeneas» es tadounidenses
q u e hab ían s ido en t r egad os a Gran Bretaña a cam b i o d e l a l -
qui ler d e l a s bases e n l a s Indias Occidentales .
L o s des t ructores b r i t án icos eran buques rec ios , ve loces ,
pero hab ían s ido d i señados or ig inalmente para s e r utilizados
e n e l m a r d e l N o r t e , y s u cap ac i d ad d e co m b u s t i b l e e r a limi-
tada. Hasta q u e s e l e s p u d o a d a p t a r u n d ep ó s i t o ex t r a d e
combus t ib le
en e l
e s p ac i o p ro p o rc i o n ad o
p o r l a
r e t i r ad a
d e
u n a
ca ldera
- u n
t r ab a j o
d e
ast i l lero,
q u e
d e j ó
a
cada barco
f u e r a
d e
serv ic io duran te var ias semanas cuando
e r a m á s
necesar io - , só lo eran capaces
d e
co n d u c i r
a u n
convoy
h a s -
ta unos pocos c ien tos d e k i l ó m e t ro s a m a r ab ier to an tes d e
t e n e r q u e d a r l a vuel t a c o n u n convoy q u e s e e n c a m i n a r a a
Lo s reclutas recién llegados, algunos de los cuales n i siquiera se han quitado sus sombreros, reciben instrucción
en una base de entrenamiento de la marina mercante en Gran Bretaña po r parte de un oficial de la Marina Real
que les explica e l uncionamiento de un cañón de 100 milímetros. E l entrenamiento de artillería se hizo esencial
para
la
marina mercan
te
británica
a
medida
que la
cantidad
de
buques mercantes desalmados hundidos
por los
alemanes ascendía en los primeros meses de la guerra. En enero de 1940, la mitad de los buques mercantes
británicos iban armados con un cañón, y podían luchar con tra los submarinos alemanes.
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Pero
en e l mar ,
duran t e
u n a
t o rment a
d e
viento particu-
larmente violenta,
se o y ó
decir
a u n
agraviado oficial
d e
guar-
d i a :
«¡Mirad
S é q u e n o s
hemos fumado todos
s u s
Camel,
pe ro
si
nosot ros
le s
ofrec iéramos
u n
millar
d e
Player, ¿creéis
q u e
aceptar ían
d e
vuelta este maldito colador?»
L a s propias sloops bri tánicas ( u n tipo d e corbeta pequeña
provista d e cañones sólo e n u n a cubierta) podían s e r extrema-
damente incómodas . Algunas e ran d e t ipo preguerra, otras
e ran d e l a nueva clase Cisne Negro q u e fueron botadas p o r
primera v ez en nú mer o l imitado just o después d e l inicio de la
guerra.
L a s d e
categoría preguerra tenían
u n a
velocidad máxi-
m a d e 1 6
nudos ,
n o
suficiente para ganarle
a u n
submarino
navegando
p o r l a
superficie. Pero habían sido diseñadas para
largos viajes
y n o
corr ían
el
pel igro
d e
quedarse
s in
combusti-
ble si el
t i empo
d e su
convoy
se
prolongaba
a
causa
d e l o s c a m -
bios
d e
r u m b o
o e l ma l
t i empo. Desgrac iadamente ,
p o r e l
hecho
d e
haber sido pensadas originalmente para servir como
cañone ra s
en l o s
trópicos,
o
para t rabajos
d e
dragaminas
c o n
la s
flotas
d e l
Medi te rráneo
y d e l
Lejano Oriente, eran dema-
siado frías para
la s
t r i pu l ac i ones j un t o
a las
costas
d e
Islandia
o
Terra nova .
L a s
poster iores
d e l a
serie Cisne Negro ofrecían escasa-
m e n t e
u n a
mejor protecc ión cont ra
las
ráfagas
d e
viento,
pe ro
p o r
otro lado estaban soberbiamente adaptadas para
la
pro t ecc i ón
d e
convoyes. Capaces
d e u n a
velocidad
de 19
nudos
y
provistas
d e
cañones antiaéreos
d e 1 0 0
milímetros,
e ran
m u y
solicitadas
p o r l o s
convoyes
q u e
iban
a
Gibral tar
cuando
la
Luftwaffe
s e
un i ó
a la
batalla
a
través
d e l
golfo
d e
Vizcaya desde
s u s
bases
en e l
oeste
d e
Francia.
L a s corbe tas propiamente dichas e ran l a s q u e llevaban el
peso principal d e l a s escoltas. Y la mayor parte d e este peso
recayó
en l a
clase Flower (Flor), buques
q u e
recibían
los
improbables nombres
d e l a s m á s
suaves
y
delicadas flores
d e
lo s
jard ines bri tánicos.
L o s
sabios lores
d e l
Almirantazgo
n o
permi t i r ían
p o r
supuesto
q u e u n a
corbeta fuera bautizada
como H.M.S. Pansy (pensamiento, pero también hombre
a f e -
minado, homosexual), pero
la
Daffodil (narciso),
la
Hyacinth
(jacinto),
la
Periwincke (vincapervinca)
y la
Meadowsweet
(filipéndula) iban
a
ganar honores
d e
batalla
e n e l m á s
acer-
b o
teatro
d e l a
guerra oceánica ,
d e l
mismo modo
q u e s u s
barcos eran dotados
c o n
nombres
m á s
llamativos, como
Cam-
panula
y
Coreopsis.
Sólidas
y d e
ancha manga ,
la s
corbetas
se
desenvolvieron
en e l
At lánt ico Norte mucho mejor
q u e l o s
destructores,
a u n q u e s u s mot ore s d e d o s t iempos sólo podían conseguir
u n a velocidad máxima d e 1 5 nudos. Esto impedía a las cor-
betas perseguir a u n submar i no q u e s e moviera p o r l a super-
ficie,
y q u e
podía alcanzar
u n a
velocidad máxima
de 17 o 18
nudos, pero
su
mani obrab i l i dad
las
hacía perfectas para
mante ner contac to
p o r
asdic
co n l o s
submarin os sumergidos.
M á s
importante
a ú n q u e s u
resistencia
y su
maniobrabi l idad
e ra e l
h e c h o
d e q u e
podían
s e r
producidas
c o n
rapidez.
E ra
prec isamente
de la
combinación
d e l
gran número
d e
corbe-
t a s q u e
e ran botadas
en l o s
astilleros
c o n e l
n ú m e r o
a ú n
mayor
d e
mar i ne ros
q u e
pasaban
p o r e l
cedazo
d e
Tober-
mory
q u e
dependí an
la s
esperanzas
d e
futuro.
Pero
la s
corbetas todavía eran menos confortables
q u e l a s
sloops
y los
destructores estadounidenses. Como comentó
m á s
tarde Nicholas Monsarrat
u n
tanto hoscamente, «una corbeta
se
bambolearía sobre hierba húmeda». Cualquiera
q u e
tuvie-
se l a más
ligera tendencia hacia
el
mareo, como
lo s
jóvene s
oficiales
d e la
Bluebell
d e l
comandante Sherwood, sufr i r ían
e n o r m e m e n t e d u r a n t e
l o s
primeros días
d e
cada viaje,
a u -
m e n t a n d o e n o r m e m e n t e la i ncomodi dad d e l resto de la tri-
pulación. Incluso e n u n m a r relat ivamente e n calma, n o h a -
b í a posibi l idad d e re la jac ión. L a tensión física acortaba
probabl ement e la s vidas d e todo el m u n d o q u e servía e n u n a
corbeta. Allá donde u n hombre estuviera en p i e , s e sentara,
tendiera, t rabajara o se moviera, tenía q u e agarrarse a algo o
a
a lguien.
E
incluso entonces alguna pieza
d e
maquinar ia
suelta podía golpearle, dejándole
s in
al iento, rompiéndole
las
costillas, hiriendo
s u s
tobillos
o
aplastándole
lo s
dedos.
C o n m a l
t i empo
y
d u r a n t e
la s
alertas
d e
submar i nos
-ambas cosas frecuentes
en e l
primer cuarto
d e 1 9 4 1 - n o h a -
b í a
descanso para
lo s
h o m b r e s
de las
corbe tas .
Y las
tres
o
cuatro horas
q u e
conseguían para dormir
la s
pasaban invaria-
blemente a ferrados
a sus
l i teras, encajad os entre emp apad as
mantas. «Cuando volvíamos
a
casa - recuerda Sherwood-,
todo
l o q u e
deseábamos hacer
e r a
dejarnos caer
e n u n a
cama
y
dormir profundamente .»
Práct icamente cualquier cosa
q u e
podía flotar
e r a
utiliza-
d a
para aumentar
la s
escoltas.
L o s
jabegu eros - tant os como
podí an
s e r
re t i rados
d e su
tarea primaria
d e
proporc i ona r
pescado
a
Gran Bretaña- eran incautados
p o r e l
Almirantaz-
g o y
do t ados
d e
asdic,
u n o o d o s
cañones ,
y u n
p u ñ a d o
d e
lanzadores
d e
cargas
d e
profundidad. Eran lentos ,
su
arma-
ment o
e r a
pequeño ,
y sus
logros contra
los
submarinos
a l e -
manes casi desdeñables. Pero efectuaron
u n
valiente servicio
e n
rescatar
la s
t ripulaciones
d e l o s
barcos hundidos mientras
lo s
mejor equipados
y m á s
rápidos buques
d e
escolta
s e o c u -
paban d e l o s a lemanes . D e alguna forma, todos estos barcos
surt idos consiguieron trabajar jun tos c o n u n cierto éxito e n
lo s días anteriores a q u e l legaran los auxilios e n f o r m a d e
buques d e escolta rápidos adicionales, q u e p o r aquel enton-
c e s
estaban siendo construidos
en los
astilleros.
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Tras
e l m a l
t iempo
d e
ene ro
y
febre ro
d e 1 9 4 1 , q u e
impidió
e n
gran medida
la s
operaciones, marzo trajo mares
más ca l -
mados,
y los
submarinos alemanes volvieron
a la
acción.
Las
pérdidas británicas
s e
aceleraron
a u n
ritmo desastroso. Casi
medio mil lón
d e
toneladas
d e
barcos
se
perdieron ante
los
incursores
d e
sup erficie, aéreos
y
submarinos. Sólo
lo s
subma-
rinos
s e
anot a ron
4 1
barcos, muchos
d e
ellos rezagados.
Pero durante el mismo m e s s e produj o u n a serie d e acon-
tecimientos significativos q u e a lentaron la creencia d e q u e
algunas d e l a s lecciones aprendidas p o r e l Almirantazgo es-
t aban empezando a surtir efecto.
E l
Convoy OB-293,
e n
viaje
d e
Liverpool
a
Halifax, alcan-
z ó u n a
zona
a
unos centenares
d e
ki lómetros
a l su r d e
Islan-
d i a
duran t e
la
pr imera semana
d e
marzo.
E l
parloteo
de las
radios alemanas -captadas
p o r l a s
estaciones radiogoniomé-
tricas británicas
en la
or i l l a - habían hecho posible
q u e e l
Almirantazgo advirt iera
a las
escoltas
d e l o s
convoyes
q u e
submarinos a lemanes
se
es taban agrupando
en las
inmedia-
ciones.
A l
anochece r
d e l 6 d e
marzo,
lo s
submarinos, capita-
neados
p o r
Günther Pr ien
e n e l U-47
atacaron
al
OB-293
y
mantuvieron
el
asal to durante
2 4
horas.
D o s
mercantes
f u e -
r o n
hundi dos
y
otros
d o s
resul taron dañados. Pero
la
escol-
t a d e l convoy, encabezada p o r e l viejo destructor d e l a Prime-
r a Guerra iMundial Wolverine, al m a n d o d e l comandant e
Jam es Rowland, rechazó
a los
atacantes
c o n
mortífera feroci-
d a d , y esta vez se cobró su precio.
E n
primer lugar,
u n o d e l os m á s
viejos submarinos alema-
n e s f u e
alcanzado
p o r l a s
cargas
d e
profundi dad
y
q u e d ó
t an
d a ñ a d o
q u e s u
comandant e , Hans Ecke rmamann,
n o
tuvo
otra elección
q u e
a b a n d o n a r
la
batalla -cosa
q u e
consiguió
hacer
e n
medio
de la
confusión genera l -
y
cojear lentamen-
t e d e
vuelta
a
Lorient.
Lugo
e l U-70, al
m a n d o
d e l
capitán
d e
corbe ta Joa chi m
Matz,
se v io
obligado
a
salir
a la
superficie tras
u n a
abruma-
dora caza
p o r
par te
de las
corbe tas Camellia
y
Arbutus.
T an
dañado estaba
el
submarino
q u e
ordenó
a su
tripulación
q u e
lo abandonara después d e instalar cargas d e demolición e n
e l casco. L a recién hal lada eficiencia d e l a s escoltas de los
convoyes f u e t a l q u e incluso el U-99, al m a n d o d e l temible
Otto Kretschmer, tuvo q u e retirarse tras lanzar sólo la mitad
d e s u s
torpedos.
Pero Prien, c o n e l U-47, persistió, y siguió obst inadamen -
t e a l
convoy, decidido
a n o
permit ir
q u e l a
presa
le
eludiera
c u a n d o
a ú n
poseía
l o s
medios
d e
infl igirle daño.
El 8 de
marzo, aunque
e l m a r
estaba picado
y e l
cielo cubierto,
se
preparó para efectuar
s u
movimiento. Durante
e l d í a
obser-
vó el
convoy, esperando fervientemente
q u e n o se
dispersa-
ra; y
luego, saliendo
a la
superficie
e n
medi o
d e l m a l
tiempo
y la
desvaneciente
l u z , q u e
ocultaba
su
pequeño apa ra t o
ele
lo s vigías, se acercó. Justo antes d e l anochecer, bajo la cober-
tura
d e u n a
bienvenida lluvia, Prien penetró
en la
pantalla
d e
la
escolta. Entonces
su
suerte
lo
abandonó repent inamente .
L a
lluvia cesó
c o n
brusquedad
y
a le jó momentáneamente
las
nubes,
y
ba jo
lo s
últimos rayos
d e l
mur i en t e
so l e l
destructor
Wolverine
y el U-47 se
encont ra ron desnudos
a la
vista
e l u n o
d e l otro.
H u b o u n cegador momento ele consternac ión y sorpresa
mutuas. Prien, c o n s u ventaja t a n inesperadamente invert ida,
hizo
d e
tripas corazón
y
giró
e l U-47 e n u n
esfuerzo
p o r e s -
capar
p o r l a
superficie.
El
Wolverine partió tras
é l
mient ras
e l
comandante Rowland apelaba
a
toda
la
potencia
q u e
pudie-
r a n
darle
lo s
viejos motores. Indud able ment e podí an darle
la
suficiente para superar
al
submar i no
si
Pr ien mantenía
u n
rumbo recto; pero
el U-47
tenía mucha
m á s
maniobrabil idad
q u e e l
des t ruc tor
y
todas
la s
posibi l idades
d e
eludirlo, espe-
cialmente co n l a caída inmediata de la noche para reducir
aú n m ás l a y a incierta visibilidad.
Pero entonces, ante la sorpresa d e Rowland, Prien lanzó
e l U-47 a u n a
inmersión
d e
emergencia ,
y f u e
inmedia tamen-
te
captado
p o r e l
asdic
d e l
Wolverine.
L a
pr imera andanada
d e
cargas
d e
profundidad, enviadas
a
poca profundidad, difíci l -
mente podía fal lar;
y
mient ras
s u
r e t u m b a r
i b a
mur i endo
lentamente,
lo s
operadores
d e l
hidrófono oyeron desde abajo
e l
persistente ratear
del e je e le la
hél ice fuera
d e
al ineamien-
to . El U-47 se
hal laba
e n
terribles problemas,
y
ahor a sólo
e ra
cuest ión
el e
esperar.
Cuando cayó
la
oscuridad, Prien emergió
d e
nuevo
a la
superficie.
El
Wolverine,
a
ki lómet ro
y
medi o
d e
distancia
y
a ú n rastreando e l sonido d e l a hélice d e l U-47, incrementó la
velocidad e n di recc ión a Prien. D e nuevo la brusca inmer-
sión;
d e
nuevo
la s
cargas
a
poca profundidad, esta
v e z
segui-
d a s p o r u n a
terrible explosión
y u n
deslumbrante estallido
d e
lu z
procedent e
d e
abajo.
Al
cabo
d e
pocos momentos, toda
u n a
sucesión
d e
restos empezaron
a
emerge r
a la
superficie,
prueba indisputable
d e u n
submarino des t ruido.
P o r
prime-
ra vez en la
Batalla
d e l
Atlántico,
la
escolta
d e u n
convoy
le
había ganado
a un as .
Günther Prien había desaparecido.
El U-47 n o f u e e l
único trofeo
de los
británicos aquel
m e s .
L a
tarde
d e l 1 6 d e
marzo,
e l
Convoy HX-112,
c o n m á s d e 5 0
mercantes pesadamente cargados camino
d e l
Acceso Occi-
dental , penet ró
en la
zona
d e
peligro
m u y
consciente
d e
ello.
L a noche anter ior había perdido u n buque c i s te rna d e
10.000 toneladas e n u n a abrumadora explos ión q u e había
lanzado la s llamas a cientos d e met ros d e al tura y luego c u -
bierto
la s
tenebrosas aguas
c o n u n a
a l fombra
d e
fuego.
E l
l íder
ele la
escolta,
e l
comandante Donalel Macintyre,
n o t e -
105
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n í a
n i n g u n a r azó n p a ra d u d a r
d e q u e
d u r a n t e
la
p ró x i m a
n o c h e lo s b u q u es d e su convoy s e verían sometidos casi c o n
toda segur idad a u n feroz ataque.
S u m a n d o , u n r ec ién fo r m ad o g ru p o d e escolta, consistía
en su p ro p i o b u q u e , e l Walker, o t ros cuat ro des t ructores - e l
Vanoc, e l Volunteer, e l Sardonys y e l Scimitar-, m á s l a s corbetas
Bluebell e Hydrangea. Aun que Macin tyre n o d u d a b a d e l a a n -
siedad y d e t e rm i n ac i ó n d e l o s h o m b res b a j o s u mando , es ta-
b a p r e o c u p a d o p o r s u relativa falta d e ex p e r i en c i a d e co m b a-
te .
H ab í a
u n a
cons iderab le can t idad
d e
t ens ión
a
b o r d o
d e l
b u q u e
a l
m a n d o
a
m e d i d a
q u e s e
ace rcab a
la
n o c h e ,
y f u e
c o n cierto alivio q u e Macintyre recibió la señal d e l Scimitar.
« Su b m ar i n o a la vista a seis millas a l f ren te .»
El Walker, el Vanoc y el Scimitar ace l e r a ro n , co n l a esperan-
za d e l legar a l a lcance d e l s u b m ar i n o an t e s d e s e r divisados
p o r s u vigía. Nadie se s o r p r e n d i ó , s i n e m b a r g o , c u a n d o e l
en em i g o se sumerg ió bruscamente e n e l m o m e n t o e n q u e l o s
b u q u es d e escolta estaban todavía a unas tres millas d e distan-
c i a . L o q u e s í f u e s o r p r e n d e n t e , y f ru s t r an t e , f u e q u e n ingu-
n o d e l o s o p e rad o res i n fo rm ó d e n i n g ú n co n t ac t o p o r e l a s -
d i c .
Tras
u n a
h o r a
d e
t ed iosa
y
ex as p e ran t e caza ,
e l
ap es ad u m b rad o M ac i n t y re o rd en ó
al
Walker
q u e
regresara
al
convoy para cubrir
a l
m e n o s
u n o d e l o s
huecos dejados
e n la
pantal la protectora.
A las 1 0 p . m . e l Walker había regresado al convoy, y Macin-
tyre, c o n l a e s p e ran za d e q u e e l Vanoc y e l Scimitar estuvieran
m a n t e n i e n d o a l en em i g o s u m erg i d o , o rd en ó a l convoy q u e
e fec t u a ra u n rad ica l cambio d e r u m b o c o n l a e s p e ran za d e
p e r d e r p o r co m p l e t o a l s u b m ar i n o . A l a s 1 0 :0 6 u n a explosión
hizo pedazos s u s e s p e ran zas cu an d o u n o d e l o s barcos d e l
convoy f u e alcanzado. Cuatro explosiones adicionales s iguie-
ro n a l a p r i m e r a en l a s igu ien te hora , a m e d i d a q u e l o s
t o rp ed o s fu e ro n h a l l an d o
s u s
blancos.
« M e
sen t í cercano
a la
d es es p e rac i ó n - r eco rd a r í a M ac i n -
tyre-, y m e d ev an é lo s sesos in ten tando hal l ar a lguna forma
d e d e t e n e r e l ho locaus to . Mien t ras e l convoy s e m an t en í a e n
u n a fo rm ac i ó n i m p ecab l e , lo s esco l t as n o s d e d i c a m o s a la
exasperan te t area d e buscar e n vano a l casi invisible enemi-
g o . Nuestra única esperanza e r a divisar l a delatora estela blan-
c a d e l submarino, darle caza para forzarlo a sumerg i rse , y así
d a r a l o s asdics la posibi l idad d e emplear nues t ras cargas d e
p ro fu n d i d ad . T o d o t en í a
q u e
s u b o rd i n a r s e
a
este
fin, y así,
co n lo s
bino cul are s firmemente pla nta dos an te
m is
ojos, puse
al Walker en u n suave rumbo e n arco , s i tuando a s í cada p u n -
to d e l a b rú j u l a b a j o u n a p en e t r an t e s o n d a . » L a m an i o b ra
fu n c i o n ó . « Cu an d o s u proa osci ló, u n a delgada l ínea d e e s -
puma b lanca apareció e n l a s lentes d e m i s b inoculares , u n a
delgada l ínea q u e sólo podía se r l a estela d e u n a em b arca -
ción. N o había nadie d e noso t ros e n aquella dirección; ¡tenía
q u e s e r u n submar ino a lemán »
E l
Walker
se
p u s o
a
toda máquina
y le d io
caza.
E l
subma-
r i n o
se
s u m erg i ó r áp i d am en t e ,
y
u n o s m o m e n t o s
m á s
tarde
la s cargas d e p ro fu n d i d ad , l an zad as t a n s o b re el b l an co q u e
parecía q u e n o podían fal lar , alzaron s u s sur t idores d e agua
a l aire. Pero, p o r m u c h o q u e b u s ca ro n lo s escoltas, n o pudie-
r o n h a l l a r n i n g u n a p ru eb a co n c re t a q u e d e m o s t r a r a q u e
habían acabado c o n s u enemigo . Desan imado pero decid ido ,
Macin tyre permaneció en l a zona, c o n e l asdic a ú n e n p leno
f u n c i o n a m i e n t o , s o n d e a n d o la s p r o f u n d i d a d e s e n busca d e
u n a p r u e b a d e l éxi to o d e l fracaso.
Macintyre hal ló la p r u e b a d e l f rac aso media hor a m á s t a r -
d e e n
f o r m a
d e u n
firme con tac to mu ch o
m á s
cerca
d e l c o n -
voy,
p o r q u e
e l
s u b m ar i n o ,
c o n u n a
e log iab le determinación ,
hab ía vuel to subrep t i c iamente para reanudar
su
a taque.
A h o -
ra e l Vanoc se u n i ó a l Walker para barrer s i s t emát icamente la
zona y b o m b ard ea r l a c o n cargas d e p ro fu n d i d ad , n i n g u n a d e
la s cuales pare ció causar ning ún ef ect o visible, au nq ue a bue n
seguro deb ieron sacudi r ser i amente a l submar ino . Finalmen-
te , las aguas estaban t a n ag i t adas q u e e l asdic y a n o e r a efec-
tivo, y Macin tyre o rdenó u n a l to t emporal . C o n e l Vanoc t r a -
zando c í rcu los como montando guard ia , e l Walker se detuvo
S - 4
El capitán británico Donald G. F. Macintyre -piloto además de comandante
de
destructor- desarrolló tácticas
de
ataque
a
submarinos
qu e
ueron
ampliamente adoptadas en la Segunda Guerra Mundial. Durante un a sola
noche en mano de 1941, capturó cd mayor as de submarinos de Alemania,
Otto Kretschmer,
y
obligó
a
salir
a la
superficie
a
otro submarino, mandado
por el as Joachim Schepke. El submarino de Schepkefue embestido por un
barco británico
y
murió
en la
colisión.
106
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y
recogió
lo s
supervivientes
d e u n o d e lo s
barcos
q u e
habían
siclo torpedeados.
A p e n a s
se
había f i j ado
e l
r u m b o p a r a
u n
regre so
a la
zona
d e
búsqueda cuando
e l
Vanoc
se
l anzó repent i namen-
t e a
toda máquina,
co n l a s
luces
d e
señales
d e s u
puent e
d e s -
tel lando
u n
mensaje casi ilegible mientras avanzaba.
A l
cabo
d e
pocos moment os
se
hizo evidente para Macintyre
q u e e l
otro buque había divisado
a l
submarino, ahora cojeando
e n
la
superf ic ie .
E r a u n a
hazaña incre íble , porque ningún
o j o
humano podí a
v e r
hasta
t a n
lejos
- c o n o s in
binoculares-
e n
u n a
n o c h e
d e
invierno
e n
m e d i o
d e l
Atlántico Norte.
H a s -
t a m á s ta rde n o supo Macintyre cómo e l Vanoc l o había c o n -
seguido.
L o s
siguientes momentos fueron dramáticos: mientras
e l
Vanoc avanzaba
a
toda máquina ,
lo s
vigías pudieron
ver a l
submarino girar para intentar alejarse pero evidentemente
c o n
problemas.
E l
submar i no
n o
hizo ningún intento
d e s u -
mergirse;
lo s
mi embros
d e s u
t ripulación corrían
p o r l a cu -
bierta hacia
e l
cañón
d e 1 0 0
mi l ímet ros , presumiblemente
c o n l a
intenc ión
d e
volverlo hacia
e l
destructor. Pero
n o h a -
b í a
t i empo
d e
hacer lo funcionar . Mient ras
e l
Vanoc seguía
avanzando,
e l
submarino desaparec ió
d e l a
vista bajo
la
proa
d e l
des t ruc tor ; hubo
u n
gri to,
u n
fuerte golpe,
y
c u a n d o
los
h o m b r e s
en l a
cubier ta
d e l
Vanoc corr ie ron hac ia
e l
lado
y
miraron abajo, pudieron
v er a l
submarino girar sobre
s í mi s -
m o y
hundi r se
en las
profundidades .
U n o d e l o s
t ripulantes
d e l
Vanoc tuvo
u n
breve atisbo
d e l
l ado
d e l a
torre ta mient ras
e l
s u b m a r i n o
se
sumerg í a
p o r
últ ima
v ez . E n
el la estaba pintado U-100...,
e l
submar i no
ca -
pi t aneado
p o r e l a s
Jo ach im Schepk e. Mortal mente aplasta-
d o p o r l a
proa
d e l
Vanoc, Schepke había
i d o a
reuni rse
c o n
Prien.
Mient ras
e l
Vanoc recogía
a los
pocos supervivientes,
e l
Walker
d i o
vuel tas protec toramente
a s u
alrededor. Luego,
d e l
ope rador
d e l
asdic
d e l
Walker llegó
e l
grito: «¡Contacto
¡Contacto »
E l
escept ic i smo combinado
c o n l a
aprens i ón
domi na ron
e l
puente ,
e l
pr imero debido
a la
probabil idad
d e
c o n f u n d i r
e l
pec io
y las
turbulentas aguas
d e l
rec iente
h u n -
di mi en t o
c o n u n
genuino contac to,
y e l
segundo porque
las
reservas
d e
cargas
d e
p r o f u n d i d a d
e n
cubier ta
s e
habían
agot ado duran t e
la
caza
d e l
U-l00
y
sólo ahora empezaban
a
s e r
reemplazadas desde
e l
a lmacén,
u n
proceso laborioso
y
q u e
consumía mucho t iempo. Pero
e l
ope rador
d e l
asdic
se
mostró seguro
d e q u e
otro submarino alemán había l legado
a
escena,
d e
m o d o
q u e e l
Walker giró
y
atacó
d e
nuevo
c o n
la
siete cargas
d e
p r o f u n d i d a d
q u e l a
t ripulación había
c o n -
seguido preparar
e n t a n
poco t iempo. Casi inmediatamente
llegó
u n a
señal
d e l
Vanoc -«Submar i no a l emán
e n
superficie
a m i
popa»- ,
y s u
reflector
se
encendió para revelar
l a b a m -
boleante forma
d e u n
submar i no
e n
problemas.
E l fuego d e l o s cañones d e l Walker y d e l Vanoc crepitó. U n a
l ámpara d e señales d e l a torreta d e l submar i no pa rpadeó u n
mensa j e qu e 110 er a compl e t ament e e n inglés, pero q u e e r a
pese a todo inconfundible: «Nos hundimos», decía.
U n o tras otro lo s marineros alemanes saltaron a las helad as
aguas. Apenas habían empezado a nadar cuando s u abandona-
d a embarcac ión se alzó d e popa y se deslizó bajo la s aguas. L a
tripulación d e l
Walker
ba jó la s redes para q u e l o s otros pudie-
r a n subir, y los hombres d e l submarino, medio congelados y
cerca d e l agotamiento, se derrumbaron sobre cubierta.
E l úl t imo hombre e n subir p o r l a r e d llevaba u n a resplan-
dec iente gorra d e capitán, y d e su cuello colgaban u n p a r d e
excepc ionalme nte espléndidos binocular es Zeiss q u e sólo lle-
vaban unos pocos exclusivos. E r a e l capitán d e corbeta Otto
Kretschmer, e l mayor as d e l o s submar i nos d e l Reich, c o n
266.629 toneladas hundidas e n s u haber.
E n unos pocos días d e l m e s d e marzo, los buques d e escol-
ta bri tánicos habían el iminado a tres d e l o s principales ases
d e l o s
submarinos bri tánicos.
Marzo, pues, pese a la terrible cuota d e pérdidas e n m e r -
cantes aliados, n o f u e u n desastre total para lo s agobiados
bri tánicos. E l sistema d e escolta d e l o s convoyes empezaba a
demost rar rea lmente s u valía.
Quizá m á s significativo a ú n q u e l a e l iminac ión d e l o s tres
submar i nos f u e l a f o r m a e n q u e e l U-100 fue avistado p o r e l
dest ruc tor Vanoc. P o r pr i mera v ez , u n submar i no en la super-
ficie hab ía si do «visto» p o r otros medios distintos a l o j o h u -
mano. Todavía rudimentario, y a ú n n o tota lmente compren-
dido p o r s u s operadores , u n recién instalado equipo d e radar
e n e l Vanoc había detectado a l U-100 a u n a distancia mucho
m á s allá d e l a visión d e incluso e l m á s j oven y agudo de los
vigías. Esto podía significar, y d e hecho significaba, q u e l o s
submarinos a lemanes en la superficie, viajando aislados o en
manada , y a n o podían contar c o n l a ventaja d e l a sorpresa,
como tampoco ser ían capaces
d e
e ludi r
t a n
fác i lmente
la
persecución.
Aunque es to todavía n o ser ía comple tamente evidente
durante muchos meses , s e había alcanzado u n punto crucial
en l a Batalla d e l Atlántico.
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VI JES AL PELIGRO
•£-V .vTM
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Buques Victory
en
convoy rumbo
a
Europa
en el
Atlántico Norte,
uno de los
territorios
de
acecho preferidos
de los
submarinos alemanes.
109
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CEPT R EL ENVITE
DE LOS SUBM RINOS
LEM NES
In c l u s o e n m e d i o d e u n t i e m p o p e r f e c t o , m a n t en e r u n i d a
u n a co m p ac t a fo rm ac i ó n d e 3 0 o 4 0 b a rco s a través d e l océa-
n o A t l án t i co s i n q u e s e p r o d u z c a u n a col is ión o algún otro
i n c i d en t e i m p o r t an t e p u ed e s e r u n a au tén t i ca hazaña. Pero
e n i n v i e rn o l a empresa ex ig ía u n e s f u e r zo s o b r e h u m a n o . L a
pr incipal ru ta
d e l o s
convoyes atravesaba
u n a
r eg i ó n
d e l A t -
l án t i co Nor te donde prevalece u n o d e lo s peores c l imas d e l
m u n d o en t r e n o v i em b re y abril . L o s buques , escarchados p o r
e l h ie lo o ceg ad o s p o r l a n ieve , luchaban p o r m a n t e n e r sus
l u g a re s en la f o r m a c i ó n ; e n densa n ieb la , quedaban escuda-
d o s d e l o s s u b m ar i n o s a l em an es , p e ro co r r í an e l riesgo d e
ch o ca r en t r e s í o co n s u s escol tas q u e l o s ro d eab a n . O la s d e
h as t a
1 8
m e t r o s
d e
a l t o p o d í an ro m p er
l a s
cu b i e r t a s
d e lo s
barcos y r ed u c i r lo s botes salvavidas a astillas, mientras q u e l o s
vien tos c o n f u e r z a d e h u r a c á n p o n í a n a p r u e b a la hab i l idad
d e l o s cap i t anes . L o s h o m b r e s q u e eran barr idos d e l a cubier-
ta m o r í a n a m e n u d o c o n g e l a d o s e n cu es t i ó n d e segundos .
M a n t e n e r
u n
b u q u e
e n s u
rumbo bíyo tales ci rcunstancias
e r a
agotador; s incronizar
e l
paso
d e
d o cen as
d e
buques duran-
t e u n a o d o s s em an as f r en t e a los s u b m ar i n o s a l em an es y el
feroz t i empo requer ía l a m á s abso lu ta hab i l idad y t e nacidad .
In c l u s o e n l a s c i rcuns tancias m á s difíciles, había q u e m a n -
t ener toda
l a
alerta.
P o r l a
n o c h e ,
l a s
t r ipu lac iones montaban
g u a rd i a s q u e ca l ab an lo s huesos , v ig i l ando l a s blancas crestas
d e l a s olas e n busca d e a l g u n a t o r r e t a . D u ran t e e l d í a , in ten-
taban cap t ar per i scopios co n lo s b i n o cu l a r e s e n tediosos pero
m e t ó d i c o s e x á m e n e s , c o n c a d a h o m b r e r e g i s t r a n d o u n a y
ot ra v e z u n p e q u e ñ o c u a d r a d o d e m a r .
Y,
s i empre ,
la
t ens ión
y e l
ag o t am i en t o
s e
veían mezclados
c o n e l m i ed o . L a vigilancia d e v e i n ü c u a ü o h o r as a l d í a n o e r a
n i n g u n a g a ran t í a d e q u e u n t o r p e d o n o p u d i e r a g o l p ea r e n
cualqu ier momento . Envalen tonados p o r l o s éxitos, lo s subma-
rinos alema nes podí an incluso sal i r a la superf i c ie e n m e d i o d e
u n convoy para lanzar s u des t rucción a t o d o s u alrededor.
E n
o c t u b r e
d e 1 9 4 0 , u n a ñ o
d e s p u é s
d e l
inicio
d e l a g u e -
r r a , e l Convoy S C -7 p e r d i ó 16 b a rco s d e 3 5 e n u n solo ataque.
A m e d i d a q u e av an zab a l a g u e r r a , l a s p é r d i d a s d e b u q u es
a s c e n d i e r o n . E n m ay o d e 1 9 4 2 , l o s s u b m a r i n o s a l e m a n e s
h u n d i e r o n 1 2 0 barcos al iados, y e n j u n i o s e ano taron o t ros
1 1 9 . Y
a n t e s
d e q u e l a
Batalla
d e l
At lán t i co t erminara , Gran
B r e t a ñ a p e r d e r í a m á s d e 32.000 d e s u s m ar i n o s m ercan t e s ,
casi u n a cu a r t a p a r t e d e l n ú m ero t o t a l q u e sirvió e n s u s fuer-
z a s d u r a n t e t o da la Seg u n d a G u er r a M u n d i a l .
Un tripulante de un destructor de escolta aliado mantiene s u vigilancia
incluso uera de servicio, consciente de que un convoy es siempre más
vulnerable con buen tiempo.
• .. SsSii
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Junto
a la
costa inglesa,
un
convoy arrastra tras
de sí una
barrera
de
globos cautivos para cortar
el
paso
a los
aviones alemanes.
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Alerta a la presencia de otro buque q ue pueda
acercarse peligrosamente en la densa niebla, e l oficial
de
cubierta
de un
buque
de
escolta
de un
convoy
mantiene un a atenta vigilancia junto a su lámpara
de señales. L as colisiones en las que los cargados
buques
se
hundían rápidamente hasta
e l
ondo
del
océano eran un importante peligro para los convoyes
atrapados en los bancos de niebla de l Atlántico.
113
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¡
Un buque aliado en medio de un convoy recibe el impacto de un torpedo durante un ataque de aviones de la Luftwaffe. La estela del torpedo es la linea blanca que
116
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Un convoy avanza hada el estuario d el Támesis. Cuando los convoyes se acercaban a las islas Británicas, los aviones co n base en tíetra firme se ocupaban de las
1 2 0
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tareas
de
protección;
lo s
buques
se
guena
se
adelantaban
al
puerto, donde
su s
agotadas tripulaciones obtenían
un
bien merecido descanso.
121
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El ojo del radar qu e todo lo ve
Un
buscasubmarinos llamado Huff-Duff
Cohetes qu e convierten la noche en día
Unir
los
buques
po r
teléfono
Contribución de Canadá
Rastrear submarinos alemanes desde
el
aire
Aviones qu e despegan de barcos en viajes sólo de ida
Lo s potentes nuevos portaaviones de escolta,
«Buttercup» y los cazadores-asesinos
Hitler envía sus submarinos al sur
Un respiro en los terrenos de caza de l Atlántico Norte
Lo s lobos de mar son expulsados
Cuando, dentro d e l corto espacio de 10 días en marzo d e
1941,
tres
de los
principales ases alemanes
de los
submarinos,
Günt er Prien, Joach im Schepke y Otto Kretschmer, fueron
eliminados de la guerra, u n a profunda sensación d e satisfac-
ción fluyó
p o r
toda
la
acosada Marina Real.
De lo que
pocos
militares se dieron cuenta e n aquel momento f ue de l nuevo
dispositivo q u e había ayudado a eliminar al U-100 d e Sche-
pke . Ese
dispositivo
e r a po r
supuesto
el
radar,
y tan
sólo
era
el primero d e varios adelantos en la guerra antisubmarina
q u e empezaron a proporcionar a los británicos u n a razón
para pensar
que l a
ventaja
se
estaba decantando
al fin
hacia
su lado en la Batalla de l Atlántico.
Hasta la aparición d e l radar, lo s submarinos alemanes
habían podido salir
a la
superficie
por l a
noche
y
atacar
a los
buques aliados con total impunidad. Una vez en la superficie
n o podían ser localizados por e l asdic, sino ta n sólo por el ojo
humano. Y, al amparo de la oscuridad, eran frecuentemente
capaces d e seguir a los convoyes s in que nadie reparara en
ellos, disparar sus torpedos y cañones y luego alejarse.
Pero una vez el radar estuvo instalado en los buques d e
escolta
q u e
acompañaban
a los
convoyes,
lo s
submarinos
ale-
manes ya no pudieron contar co n unas presas tan fáciles ni
c o n u n a huida ta n sencilla. El radar podía ver en la oscuri-
dad , y con mal
tiempo también.
El
asdic
y el
radar, funcionan-
d o conjuntamente, podían rastrear a los submarinos tanto
p o r encima como p o r debajo de la superficie, y permitían a
lo s
buques
d e
escolta lanzarse contra ellos.
Irónicamente, el principio sobre el que se basaba el radar
había sido descubierto p o r u n científico alemán, Heinrich
Hertz.
En 1886,
Hertz detectó
la
existencia
de las
ondas
d e
radio; m á s tarde determinó q u e eran reflejadas por los obje-
to s sólidos, y este descubrimiento cond ujo muchos años más
tarde al desarrollo d e equipos d e transmisión q u e podían
hacer rebotar la s ondas d e radio en los objetos sólidos y lue-
g o captar lo s impulsos d e vuelta. El término radar evolucio-
n ó a
partir
de las
palabras «Radio Detection an d Ranging»,
Detección y Localización p o r Radio: mediante el uso del ra-
dar, un objeto podía n o sólo se r detectado, sino q u e podía
determinarse
su
distancia midiendo
el
tiempo
q u e
tardaban
la s ondas reflejadas en volver al equipo que l as había envia-
do. Y si el objeto bajo investigación estaba además e n movi-
miento, su velocidad y dirección podían determinarse t a m -
bién.
En los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, los
científicos
d e
Alemania, Gran Bretaña, Francia
y
Estados
Uni -
d o s habían estado trabajando en el radar. El esfuerzo britá-
nico databa de l invierno d e 1934-1935, cuando el ministerio
d e l
Aire formó
u n
comité para estudiar
la s
formas
d e
mejo-
rar las defensas aéreas d e l país. En la primavera de 1935 se
instaló u n sistema d e radar experimental e n Orfordness, e n
EL
TRIUNFO
DE
LA TECNOLOGÍ
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la
costa este
d e
Inglaterra,
y en 1936 se
inició
la
construcción
e n u n a r e d d e cinco estaciones d e alarma d e radar alrededor
d e l
estuario
d e l
Támesis.
En 1940 se
había establecido
u n a
línea d e estaciones d e radar a lo largo de la costa su r y este
de l a isla isla. Estas estaciones tuvieron u n papel clave en los
grandes choques aéreos d e l verano y o toño de 1940 que l le -
garon a ser conocidos como la Batalla d e Inglaterra. Propor-
c ionaron
a las
Reales Fuerzas Aéreas
u n a
advertencia
p o r
anticipado de la aproximación de las escuadrillas de la Luft-
waffe y revelaron e l número y dirección de l os bombarderos,
c o n l o q u e hicieron posible que los cazas de l a RAF respon-
dieran c o n rapidez y efectividad.
El radar marítimo tardó m á s tiempo e n llegar. L os primeros
equipos
n o
empezaron
a
instalarse
en las
unidades
de la Ma-
rina Real hasta principios de 1941. Sus antenas eran toscos y
desmañados artilugios
q u e m á s d e u n
capitán
d e
barco acep-
t ó casi c o n tanto desdén como gratitud. E n estos equipos
primitivos sólo podía leerse
u n
blanco
a la vez. El
contacto
aparecía como u n «pip» e n u n a línea verde q u e cruzaba la
pantalla d e u n osciloscopio. L a situación d e l blanco podía
leerse p o r l a dirección de la an tena - q u e e n l o s primeros
equipos n o giraba- y la distancia podía determinarse por la
posición
d e l
«pip»
en e l
osciloscopio.
A l
menos,
esa era la
teoría. En la práctica, e l primitivo radar e r a m á s útil en ayu-
da r a l
capitán
a
mantener
su
posición asignada
en la
panta-
ll a protectora d e u n convoy durante lo s períodos d e escasa
visibilidad
(l e
advertía
d e q u e s e
acercaba
o se
alejaba dema-
siado de l os buques q u e estaba escoltando) q u e e n detectar
submarinos alemanes.
L as fuerzas antisubmarinas británicas utilizaban también
u n dispositivo d e detección electrónica menos complicado.
Era e l
radiogoniómetro marítimo
d e
alta frecuencia,
a l que
lo s marineros británicos llamaban «Huff-Duff» po r sus inicia-
le s
inglesas (
high-frecuency direction finder,
localizador
d e
direc-
ción d e alta frecuencia). Aparte e l radar, ningún invento re-
sultaría
m á s
valioso
en la
lucha contra
los
submarinos
alemanes.
L os navegantes d e antes de la guerra habían empleado los
radiogoniómetros para orientarse
c o n
respecto
a las
estacio-
nes en l a costa, pero utilizaban t a n sólo bajas y medias f re -
cuencias.
El
Huff-Duff podía sintonizar
con las
transmisiones
codificadas d e alta frecuencia - y e n consecuencia también
con los
mensajes codificados-
q u e
utilizaban
lo s
submarinos
d e l almirante Dónitz para comunicarse con su cuartel gene-
ra l . Para centrarse e n estas señales se establecieron estaciones
radiogoniométricas en la orilla a ambos lados d e l Atlántico y
e n Islandia y Groenlandia. Cuando d o s o m á s d e estas esta-
ciones ampliamente separadas captaban u n mensaje por r a -
d io enviado p o r u n submarino e n alta mar , e l cruce d e seña-
le s resultante revelaba la posición aproximada d e l submarino.
Esta información e r a transmitida a u n punto central, la
Sala
d e
Seguimiento
d e
Submarinos
d e l
Almirantazgo
e n
Londres. Allá, equipos especiales analizaban y marcaban las
posiciones y movimientos de los submarinos. A medida q u e
lo s equipos rastreadores iban ganando experiencia, fueron
capaces d e compilar u n cuadro notablemente exacto de la
disposición
de l os
submarinos alemanes
en e l
Atlántico
N o r -
te . Cada d í a enviaban boletines codificados a las escoltas d e
lo s convoyes, indicándoles dónde acechaban la s manadas d e
lobos. Advertidos a s í p o r anticipado, lo s convoyes podían
cambiar a menudo d e rumbo a tiempo para evitar el ataque.
El
Huff-Duff aprovechaba
u n a
debilidad inherente
de la
táctica submarina alemana. El sistema d e Dónitz d e control
central hacía necesaria
u n a
comunicación
p o r
radio regular
entre lo s submarinos y su cuartel general. Si los submar inos
hubieran mantenido silencio
p o r
radio,
n o
hubieran podido
enviar mensajes a su base y la base n o hubiera sabido cómo
ordenar a los submarinos q u e s e reunieran e n u n a manada
d e lobos para u n ataque.
Había además otra debilidad en e l sistema d e Dónitz: los
submarinos alemanes establecían
c o n
frecuencia
s us
comuni-
caciones p o r radio con e l cuartel general, lo cual permitía al
Almirantazgo determina r s u s posiciones. Incluso e l más b re -
ve de los mensajes podía revelar la situación d e u n submari-
n o . L o s
operadores británicos eran capaces
d e
extraer
e n
ocasiones informaci ón a partir d e algo t a n poco sustancial
como u n mensaje codificado conteniendo sólo números.
Incluso cuando
lo s
alemanes
se
dieron cuenta
de que los
británicos poseían alguna nueva arma, s u s esfuerzos p o r
mantener al mínimo e l volumen d e l tráfico radio fónico tuvie-
r o n poco efecto, e n parte porque lo s submarinos nunca s e
dieron cuenta de que los barcos d e escolta de los convoyes
estaban dotados con e l Huff-Duff, y e n parte porque el siste-
ma de l a s manadas d e lobos se basaba precisamente en las
transmisiones
p o r
radio para concentrar
al
grupo sobre
e l
blanco.
A mediados de 1941, los británicos estaban utilizando e l
contenido de las transmisiones p o r radio alemanas además
de las
propias señales.
El
submarino U-110
f u e
capturado
e n
mayo por los buques d e escolta d e u n convoyjunto a Groen-
landia, y proporcionó intacta u n a máquina codificadora elec-
trónica alemana. Los criptoanalistas d e l supersecreto grupo
Ultra utilizaron la máquina capturada para descifrar el códi-
g o
naval general
de los
alemanes, llamado Hidra,
y más tar-
d e s u código especial, Tritón. Aunque lo s alemanes no se
dieron cuenta
d e
ello, muchos
de sus más
secretos mensajes
estaban siendo leídos p o r e l Almirantazgo.
Cuando apareció la versión marina d e l Huff-Duff, permi-
t i ó a dos buques d e u n a escolta obtener p o r s u s propios
1 2 3
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medios
la
localización
d e u n
submarino
c o n
mucha mayor
exactitud
d e l a q u e
podían proporcionar
la s
estaciones
d e
la
orilla,
a
cientos
d e
kilómetros
d e
distancia unas
d e
otras,
y a s í
unirse para lanzar
su
ataque
c o n
cargas
d e
profun-
didad.
Al mismo tiempo q u e mejoraban lo s métodos por l os cua -
les los buques podían detectar a los submarinos, también lo
hacían
lo s
métodos
d e
comunicación entre
lo s
barcos
q u e
navegaban
en e l
mismo convoy. Cuando
la
oscuridad
o la
niebla hacían impracticable
la
señalización visual,
la
única
alternativa disponible habían sido
lo s
mensajes codificados
p o r radio, q u e requerían m á s tiempo y personal hábil para
transmitir y recibir q u e e l q u e u n o podía permitirse e n c o n -
diciones
d e
combate.
S e
halló
u n a
solución
en e l
radiotelé-
fono
d e m u y
alta frecuencia,
q u e
hacía posible
q u e u n o p e -
rador
d e
radio, oficial
d e
guardia
o
capitán
d e
barco hablara
di rectamente
con los
buques cercanos durante
u n
ataque.
Finalmente, el radioteléfono podía utilizarse también entre
barcos
y
aviones, mejo rand o
así el
trabajo
en
equipo entre
las
escoltas
d e
aire
y d e
superficie.
Algunos de los avances logrados en la lucha antisubmari-
n a n o
procedieron
d e
nuevos inventos, sino simplemente
d e
la
mejora
d e
antiguos dispositivos
d e
detección
y
ayuda visua-
les.
Para incrementar
la
visibilidad durante
lo s
ataques
n o c -
turnos,
lo s
buques
d e
escolta lanzaban durante
la
primera
parte
de la
guerra bengalas sobre
la
zona
en l a que
creían
q u e
acechaba
u n
submarino
en la
superficie. Pero
la s
benga-
las no proporcionaban mucha luz, y el destello de la pistola
utilizada para lanzarlas cegaba momentáneamente
a los
vigías
d e l
buque
e
invalidaba
su
visión nocturna, haciendo extrema-
damente difícil
q u e
pudieran
v e r
después
en la
oscuridad
hasta
que sus
ojos
se
ajustaban
d e
nuevo
a
ella.
U n a
primera respuesta
a
este desafío
f u e e l
«copo
de n i e -
ve» , un
cohete
q u e
podía lanzarse
en e l
aire
c o n u n
destello
mínimo.
La
explosión
q u e
causaba dejaba
u n a
intensa
luz
blanca
q u e
flotaba
en e l
cielo durante varios minutos. Todos
lo s
buques
d e l
convoy recibían
u n a
provisión
d e
copos
d e
nieve c o n órdenes d e dispararlos al unísono a u n a señal acor-
dada d e antemano durante u n ataque d e submarinos.
El disparo combinado podía iluminar e l mar en millas a la
i
ñ
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redonda ;
si
había submarinos alemanes acechando
en la
zona, quedaba n a men udo flagran temen te revelados. De to-
d o s modos, lo s copos d e nieve eran armas d e d o s filos, p o r -
q u e
también revelaban
m u y
claramente
lo s
blancos
de los
buques q u e l o s habían disparado. D e todos modos, e r a m a -
tar o ser muerto , y si los copos d e nieve proporcionaban a
lo s barcos d e escolta la posibilidad d e efectuar lo s primeros
disparos
o
lanzar
sus
cargas
d e
prof undid ad, valía
la
pena
el
riesgo.
U n cambio elemental q u e aumentó enormemente el índi-
ce de
supervivencia
de los
barcos
en los
convoyes procedió
n o
d e ningún gran adelanto o mejora en e l material militar, sino
d e u n cuidadoso análisis de l os hundimientos. Investigación
Operativa, u n a unidad secundaria poco relevante d e l Almi-
rantazgo, llegó a la conclusión d e q u e e l número d e barcos
perdidos e n cualquier convoy dependía d e l número d e s u b -
marinos atacantes
y de l
tamaño
de l a
escolta,
y q u e n o
esta-
b a relacionado d e ninguna forma c o n e l número d e barcos
q u e formaban e l convoy en sí .
P o r ejemplo, s i una manada d e lobos atacaba u n convoy
de 20 barcos y hundía 10, de ello n o s e deducía que l a mi s -
m a manada d e lobos, si atacaba u n convoy d e 7 0 barcos,
hundiera
35 . De
hecho, probablemente
n o
hundir ía
más de
diez; u n a proporción mucho m á s grande d e u n convoy más
numeroso llegaría sana
y
salva
a su
destino.
Como resultado d e este estudio, lo s británicos incremen-
taron enormemente e l tamaño d e u n convoy típico d e unos
30 barcos a 50, 60 y a veces incluso m á s . Esto significaba t a m -
bién
q u e e r a
preciso adjudicar
m á s
buques
d e
escolta
a
cada
convoy, y q u e habría menos convoyes en e l mar en cualquier
momento determinado que los submarinos pudieran atacar.
Convoyes
m ás
grandes significaban
u n
área mayor
a
defen-
d e r p o r l o s buques d e escolta, u n a aparente desventaja. Pero
la geometría básica demostró q u e d o s pequeños convoyes
tenían
d e
hecho
u n
perímetro expuesto mucho mayor
a p ro -
teger q u e u n convoy d e d o s veces su tamaño. P o r fortuna,
este descubrimiento básico llegó en un m o m e n t o en e l que
el
número
d e
buques
d e
escolta disponibles para
la
protec-
ción d e convoyes estaba aumentando.
L o s d o s problemas gemelos d e proporcionar suficientes
buques
d e
escolta para
lo s
convoyes
y d e
extender
u n a p r o -
tección adecuada durante todo e l camino a lo largo del At-
lántico se vieron enormemente solucionados por l a contribu-
ción canadiense
al
esfuerzo aliado.
Al
inicio
de la
guerra,
la
Marina Real Canadiense e r a poco m á s q u e u n a fuerza nomi-
na l : seis destructores, cinco dragaminas y unos 3.000 oficia-
les y
hombres. Pero,
en 1941,
Canadá había tomado toda
la
responsabilidad d e proteger lo s convoyes en e l trecho occi-
dental d e l camino d e l Atlántico. Pudo hacerlo gracias a un
ambicioso programa d e construcción d e buques y entrena-
miento
d e
hombres lanzado
p o r e l
primer ministro Macken-
zi e King; antes d e q u e hubiera terminado la guerra, Canadá
enviaría casi 40 0 barcos y 90.000 canadien ses a l mar .
L a
potencia
de las
fuerzas aéreas como arma contra
los sub-
marinos había quedado demostrada en la Primera Guerra
Mundial pero, como tantas otras lecciones d e e s a guerra,
debería aprenderse d e nuevo en la Segunda. Cuando los
británicos organizaron
u n
sistema
d e
convoyes
en 1917,
redu-
je ron su pérdida d e barcos e n u n 8 0 p o r ciento. Y cuando los
aviones -inclu so lo s primitivos aparatos d e aquella época- se
unieron
a la
escolta
de los
convoyes para localizar
y
atacar
a
lo s submarinos alemanes al acecho, la s pérdidas se volvieron
casi desdeñables. D e todos lo s barcos protegidos p o r cober-
tura aérea, sólo cinco fueron hundidos
por l os
submarinos
d e l Káiser.
En la Segunda Guerra Mundial s e hizo m u y p ron to evi-
dente para
lo s
aliados
q u e l a
aproximación
d e u n o d e s u s
aviones, incluso u n o q u e n o llevara armas efectivas, tenía u n
efecto electrizante sobre u n submarino en la superficie. N o r -
malmente e l submarino s e sumergía ta n rápido como le era
posible
e n
busca
de la
seguridad
de las
aguas profunda s.
Y esa
inmersión le costaba oportunidades. El submarino sumergi-
d o hallaba mucho m á s difícil detectar lo s barcos que se
aproximaban. Y si estaba siguiendo u n convoy, l o más proba-
ble e s que perdiera contacto con é l bajo el agua, porque su
velocidad se veía enormemente reducida. Si el informe del
avistamiento
d e l
avión traía
con la
suficiente rapidez buques
d e escolta a la zona, podían usar su asdic para localizar al
submarino y atacarlo.
En los años d e entreguerras, lo s británicos habían hecho
poco p o r preparar sus fuerzas aéreas para la guerra contra los
submarinos. Aparte el hecho d e q u e l a amenaza de los sub-
marinos
n o e r a
considerada
u n
peligro mayor
por l os
plani-
flcadores militares, había d e todos modos relativamente p o -
cos pilotos disponibles q u e hubieran sido entrenados para la
localización d e submarinos. Antes d e l final de l a Primera
Guerra Mundial,
e l
Real Servicio Aéreo Naval había sido
absorbido por la RAF, y en los años intermedios pocos pilo-
to s
habían sido entrenados
e n
aviación naval
d e
ningún tipo.
Con e l establecimiento de la sección aérea de la flota e n
1937, la Marina Real recuperó e l control de su propia a la
aérea, pero sólo en lo que a portaaviones se refería. E l Man-
d o
Costero
de la RAF, con
base
e n
tierra firme, seguía sien-
d o responsable d e todos lo s demás aviones marítimos, y la
Marina
d e
guerra seguía siendo
e l
huér fano
de la
aviación
británica. Los aviones asignados a la Marina solían s e r dese-
chos de la RAF, o aviones originalmente diseñados para u s o
e n
tierra
q u e
tenían
q u e s e r
drásticamente modificados para
emplearlos e n portaaviones y resultaban t a n vulnerables y
Protegido contra
el
retroceso
de la
llama,
un
marinero británico
con un
impermeable contra
el mal
tiempo ayuda
a
preparar un a carga de profundidad para se r disparada a bordo de la corbeta
Rhododendron.
Lo s oficiales del
barco al ondo) escrutan el agua en busca de pruebas de l éxito de los disparos anteriores. Los bidones cargados
con explosivo eran hechos rodar hasta popa y disparados por los costados. El esquema d e lanzamiento consistía
generalmente en 14 cargas lanzadas formando rombo, suficientes para abarcar a un submarino.
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r
90 0 metros
45 0 metros
9.000 metros
10
kilómetros
\
BUQUES _
1 1
MATERIAS PRIMAS
BUQUES _
1 1 BUQUES CISTERNA, AVIONES Y OTRO EQUIPO
DE
CARGA
MUNICIONES
COMANDANTE
COMODORO
BUQUES CISTERNA
i m
f DE LA ESCOLTA
DE L CONVOY
TRANSPORTES
DE
TROPAS
•
DE L CONVOY
DE L CONVOY
DESTRUCTORES
i i
DE ESCOLTA
i i
CORBETAS
DI GR M P R
U N A
COMBIN CIÓN G N DOR
Una vez terminada la guerra, el almirante Karl
Dónitz escribió: «La campaña submarina ale-
mana naufragó a causa de la introducción del
sistema de convoyes.» En el diagrama d e arriba
se muestra un convoy típico de 1942, cuya for-
mación hacía difícil a los submarinos alemanes
anotarse algún blanco, ni siquiera de noche,
cuando podían actuar desde la superficie.
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I I i I í
o O o
O I O o
29 kilómetros
Puesto que los buques mercantes eran
quienes presentaban un mayor blanco de
proa a popa, los barcos del convoy eran des-
plegados tan sólo e n cinco d e fondo, mini-
mizando así el número expuesto a un ata-
que de
flanco.
Lo s
petroleros, transportes
de tropas, barcos d e municiones y buques
cargados co n tanques, cañones y otro mate-
rial d e gue rra vital, eran situados dentro de
la formación. (Los barcos de municiones
nunca eran situados cerca unos d e otros - o
de petroleros- p or temor a que un torpedo
pudiera desencadenar
u n a
reacción
en ca-
dena de explosiones o incendios.) Alrede-
dor del
núcleo
d el
convoy había buques
d e
carga q ue llevaban materias primas prescin-
dibles (algodón, trigo, menas).
Lo s
barcos
se
extendían
en un
área
de 18
millas
de an-
cho y estaban cuidadosamente espaciados
para proporcionar
u n
máximo
de
seguridad
al tiempo que mantenían u n estrecho con-
tacto unos c on otros.
En esta formación típica, el convoy va
acompañado por dos destructores de escol-
ta y
cuatro corbetas.
Lo s
destructores
pa-
trullan e n esquemas elípticos para impedir
ataques d e frente, mientras que dos corbe-
tas
protegen
la
retaguardia.
La s
otras
cor-
betas patrullan los flancos.
El
comodoro
de l
convoy,
que era el res-
ponsable de los buques mercantes y se ocupa-
ba de que mantuvieran s us posesiones, nave-
gaba delante y en el centro. El comandante
de la escolta también navegaba delante, pero
a babor de l convoy Bajo un ataque d e subma-
rinos alemanes, e l comandante de la escolta
se hacía cargo de todo el convoy, dando órde-
nes al comodoro d el convoy, aunque su ran-
go hiera superior a l suyo.
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difíciles
d e
manejar
que sus
pilotos
s e
referían
a
ellos como
«ataúdes volantes».
Cuando estalló
la
guerra,
el
Mando Costero
de la RAF era e l
único a cargo de la protección naval y d e patrullar la s aguas
junto
a las
Islas Británicas desde
el
aire. Pero
el
Mando
Cos-
tero también
f u e
olvidado.
Al
principio
de la
guerra, sólo
disponía de 170 hidroaviones d e varios motores y aviones
convencionales c o n base e n tierra disponibles para la protec-
ción antisubmarina,
la
mayor parte
d e
ellos obsoletos,
c o n u n
alcance
y u n a
efectividad
e n
combate limitados.
Más aún , e l
problema
d e l
Mando Costero
n o
mejoró
e n
esos primeros días.
La
primera prioridad
en la
construcción
d e
nuevos aparatos
y el
ent renamiento
d e
hombres para
pi-
lotarlos
f u e
para
el
Mando
d e
Combate
de la RAF, que
utili-
zó heroicamente sus recursos en las batallas aéreas sobre
Gran Bretaña
en 1940.
Después
de eso, la
inauguración
de la
camp aña estratégica
d e
bombardeo contra territorio alemán
condujo a u n a masiva construcción d e l Mando d e Bombar-
deo de la RAF.
Unas cuantas voces navales argumentaron
q u e
lo s
recursos dedicados
al
bombardeo
de las
ciudades alema-
n a s
podrían utilizarse
c o n
mayor provecho
en la
batalla
c o n -
tra los submarinos. Esas voces n o fueron oídas, y tras más de
u n a ñ o d e
guerra
e l
Mando Costero poseía apenas
50
aviones
m á s q u e
cuando empezara
la
lucha.
Además de la carestía d e aviones y hombres entrenados, el
Mando Costero sufrió severamente a causa de las mismas ma l
concebidas tácticas
que l a
Marina
d e
guerra.
En vez de ser
desplegados justo p o r encima o razonablemente cerca de los
convoyes -des alen tand o as í a los submarinos alemanes con su
presencia-,
lo s
aviones eran enviados
c o n
frecuencia
de fo r -
m a
independiente
a
explorar grandes extensiones
d e
vacío
océano.
E r a d e
nuevo
la
vieja doctrin a
d e
«búsqueda
y
patru-
lla», y los resultados d e tales misiones daban lo s mismos po -
c o s
resultados desde
el
aire
q u e l o s q u e
habían dado desde
el
agua.
Cuando
u n
avión
se
cruzaba
p o r
casualidad
c o n u n
subma-
rino en la superficie, el piloto n o disponía d e armas efectivas
con l a s que
atacarlo.
Al
estallar
la
guerra,
lo s
aviones envia-
d o s e n
misión antisubmarina estaban provistos
d e
pequeñas
bombas, pero n o iban equipados c o n visores d e bombardeo.
L as bombas debían s e r lanzadas desde m u y poca altitud, y los
pilotos tenían
q u e
confiar exclusivamente
en su
vista para
apuntarlas.
L o s
peligros
d e
este sistema quedaron dramáticamente
ilustrados
el 14 de
setiembre
de 1939 ,
cuando
d o s
bombarde-
r o s e n
picado
de l
portaaviones británico
Ar k Royal
divisaron
a u n submarino alemán q u e navegaba por l a superficie. E l
submarino,
al
mando
d e l
capitán
d e
corbeta Fritz-Julius
Lemp,
se
dirigía
d e
vuelta
a
casa tras haber sido responsable
d e l
hundimiento
d e l
transatlántico
d e
pasajeros
Athenia. Los
pilotos picaron ta n bajo como se atrevieron, dejaron caer sus
bombas
y
empezaron
a
alejarse..., sólo para descubrir
que sus
bombas habían rebotado contra
la
superficie
d e l
océano
y
saltado d e vuelta a l aire debajo de l os aviones. L os detonado-
re s
habían sido activados
p o r e l
impacto
d e l
rebote,
y las
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bombas estal laron, acribil lando c o n metra l la lo s aviones y
obligando a los pilotos a amerizar e n medio d e l Atlántico. El
capitán d e corbeta Lemp recogió a los dos hombres y los llevó
d e vuelta a Alemania a bordo de su submarino.
El incidente d e l rebote ele las bombas s e repi t ió m á s d e
u n a v e z hasta q u e l o s británicos perfeccionaron u n a carga d e
seguridad efectiva q u e s e pudiera lanzar desde e l aire. E r a
u n a adaptación de l a carga d e p r o f u n d i d a d de l a Marina,
dotada c o n aletas y u n morro redondeado para proporcionar-
l e un vuelo m á s estable, y ¿yustacla para n o estallar hasta q u e
alcanzara
u n a
cierta profundidad bajo
el
agua.
Pero la s cargas d e profundidad dejadas caer desde e l aire
tenían q u e estallar cerca d e u n submarino si querían infligir
algún daño serio en su casco d e acero. Esto n o resultaba fá -
ci l
cuando
e l
blanco estaba
e n
movimiento
y
podía desapare-
c e r d e
repente bíyo
la
superficie
e n u n a
brusca inmersión.
L a
experiencia nacida de las oportunidades perdidas enseñó g r a -
dualmente a los pilotos q u e s u única auténtica posibilidad d e
conseguir s u presa e r a concent rar su f uego dejan do caer u n
cierto número
d e
cargas
d e
profundidad todas
a la vez
mien-
tras e l submarino estaba todavía cerca de l a superficie:
7 ,5 metros d e p ro fund idad e r a e l límite d e efectividad.
A medida q u e avanzaba 1941, los planificadores empeza-
r o n a
reconoce r
la
impor t anc i a
d e l
potencia l aéreo
en la
campaña antisubmarina. El Mando Costero empezó a recibir
m á s y mejores aviones; entre ellos había unos 3 0 hidroavio-
n e s Catalina d e construcción estadounidense, q u e podían vo-
la r duran te 17 a 25 horas consecutivas. C o n e l nuevo equipo
Z
y la creciente experiencia, los pilotos fueron adquiriendo ve-
teranía d e combate . U n simple truco implicaba pintar la par -
t e inferior de los aviones blanca en vez de negra , lo cual los
hacía mucho
m á s
difíciles
d e
localizar contra
e l
f o n d o
d e l
cielo.
E n primavera, e l control operativo d e l Mando Costero f u e
traspasado a l Almirantazgo. Esto aseguró para la Marina d e
guerra la máxima prioridad en e l apoyo aéreo, a l tiempo q u e
dejaba a los oficiales y hombres d e l Mando Costero en la RAF,
donde pertenecían tradicionalmente. C o n l a llegada de l ve -
rano, la cobertura aérea en e l Atlántico mejoró. U n escua-
d rón
d e
Hudsons Lockheed, otro escuadrón
d e
viejos hidr o-
planos y u n tercero d e cazas d e largo alcance empezaron a
prestar cobertura aérea jun to a Is landia , reduciendo as í en
4 0 0 millas la parte de l a ruta central d e l océano q u e s e halla-
b a m á s allá d e l alcance de la protección de los aviones.
L a
efectividad
de los
aviones como armas antisubmarinas
se vio severamente limitada en la primera parte de l a Guerra
p o r s u incapacidad d e divisar su s blancos p o r l a noche. Los
primeros intentos d e equipar lo s aviones d e l Mando Costero
c o n
radar
e n 1 9 4 0
fracasaron. Pero
los
científicos persevera-
r o n , y e n 1 9 4 1
muchos aviones iban dotados
c o n
engorrosos
equipos q u e requerían el montaje d e grandes antenas a cada
lado de l a parte trasera clel fuselaje d e l avión, d o s antenas m á s
pequeñas mirando hacia delante bajo la s alas, y reflectores
instalados sobre postes
en l a
parte superior
d e l
fuselaje para
recibir la s señales d e vuelta. Dentro d e l avión, u n miembro
de l a t r ipulación -normalmente e l navegante o e l r a d i o p e -
rador- tenía la tarea adicional d e moni torizar la pantalla d e
radar. E n u n tipo d e avión, el Whitley, utilizado p o r e l M a n -
d o Costero, e l nuevo equipo estaba instalado de ta l modo q u e
para usarlo
e l
operador tenía
q u e
sentarse
en e l
asiento
de l
wáter d e l avión, a medio camino a lo largo d e l fr ío y húme-
d o túnel de la cabina. N o e r a u n puesto popular.
E l primitivo radar aéreo -conocido como AS V, por air Lo
surface vessel,
dispositivo aire
a
superficie— tenía otra limita-
c ión: perdía contacto cuando
e l
blanco estaba demasiado
cerca. A u n a distancia d e aproximadamente u n a milla, e l blip
q u e señalaba la posición d e l submarino desaparecía de la
pantalla. E n u n a noche oscura, u n submarino alemán podía
escapar. Pero
e l
hu ec o qu ed ó finalmente cub ier to añ ad ie n-
d o u n poderoso ref lec tor a cada avión. L o s problemas técni-
c o s d e desarrollar esta lu z fueron superados gracias a la inge-
niosidad d e u n oficial de l a RAF llamado Humphrey d e Verde
Leigh. E l j e f e d e escuadrón Leigh había sido u n o d e l o s p i -
lotos de l a Primera Guerra Mundial , pero se había visto rele-
Tres de las armas aéreas m ás efectivas d e Gran Bretaña en la Batalla del
Atlántico fueron el hidroavión Sunderland (extremo izquierda), q ue llevaba
bombas y cargas de profundidad e iba erizado de ametralladoras, hasta e l
punto de ser apodado el «puercoespín volante» por los alemanes; e l biplano
Swordfish, de aspecto antiguo (centro), que sembraba minas, dejaba caer
bengalas y atacaba a submarinos e incursores de superficie con torpedos; y el
buque mercante equipado con una catapulta, qu e llevaba un caza liurricane
qu e bombardeaba submarinos y barcos y atacaba a los aviones alemanes, pero
no podía regresar a la cubierta del barco una vez lanzado.
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gado a u n trabajo d e escritorio en e l cuartel general de l
Mando Costero debido a su edad. Leigh o y ó acerca del dile-
m a d e l hueco d e l radar casi p o r accidente y, siendo como era
u n hombre decidido, se dedicó a idear u n a l u z q u e pudiera
montarse debajo d e u n avión. D i o c o n u n a q u e recibía su
energía d e u n pequeño generador y batería controlad os p o r
u n sistema hidráulico diseñado originalmente para operar
torretas d e artillería. E n marzo de 1941 , l a Luz Leigh e ra
sometida
a u n a
serie
d e
pruebas,
y e n
agosto
se
hallaba
e n
plena producción .
L a
combinación
d e
radar
y
reflector permitía
a u n
avión
establecer contact o a largo alcance, apagar sus motores y pla-
near e n silencio hacia el blanco, luego iluminarlo bruscamen-
te justo u n momento antes d e picar al ataque. A menudo e l
primer indicio
q u e
tenía
e l
guardia
d e
noche
e n
cubierta
d e
q u e s u submarino estaba siendo atacado se producía cuand o
veía e l helado resplandor d e l reflector..., demasiado tarde
para eludirlo.
A medida q u e e l valor de la cobertura aérea empezaba a ser
apreciado tanto e n términos d e submarinos alemanes hundi-
d o s como d e barcos salvados, la Marina Real empezó a p ro -
porcionar
a los
convoyes aviones propios para complementar
la
protección dada
por los
aparatos
c o n
base
e n
tierra firme.
En e l verano de 1941 , 50 barcos mercantes fueron dotados
c o n aviones d e caza q u e podían se r catapultados desde sus
proas. Estos barcos llegaron a se r conocidos como
Catapult
Aircraft Merchcintmen,
o
buques-CAM.
L os aviones eran útiles sobre todo a la hora d e enfrentar-
se a los bombarderos a lemanes q u e seguían asolando los
buques británicos en e l Acceso Occidental y en e l golfo d e
Vizcaya.
E n
agosto
se
anotaron
su
primer derribo seguro
cuando u n Hurricane lanzado desde el
Maplin,
equipado con
catapulta, derribó a u n Focke-Wulf Kondor a 400 millas At-
lántico adentro.
Pero lo s aviones catapultados eran d e utilidad limitada.
Una vez lanzados, n o podían regresar al barco. U n a v e z c o m -
pletada
su
misión,
e l
piloto tenía
q u e
encontrar
u n
campo
d e
aterrizaje - s i estaba lo bastante cerca d e t ierra- o posar su
aparato en e l mar cerca d e u n buque amigo con la esperan-
za de ser recogido.
U n
sucesor
m ás
potente
y
menos peligroso
que los
buques-
C A M f u e u n pequeño portaaviones d e escolta q u e podía
enviar varios aviones
a l mar y
recibirlos
d e
nuevo
una vez
terminadas sus misiones. L os primeros d e ellos fueron car-
gueros convertidos
o
transatlánticos
a los que se les
había
£
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sobreimpuesto u n a cubierta d e vuelo y u n hangar. M ás tarde,
lo s
portaaviones
d e
escolta fueron construidos especialmen-
te y se
convirtieron
e n u n a
parte permanente
y
vital
de la
Marina Real.
A principios d e otoño de 1941 , Alemania tenía e n activo
casi 200 submarinos, 80 de los cuales se hallaban e n acción
e n cualquier momento determinado, y e l número estaba c re -
ciendo. El almirante Dónitz siguió sondeando e n busca d e
puntos débiles
en e l
tráfico
d e
convoyes
en las
zonas
a l sur de
Groenlandia
e
Islandia
y al
noroeste
d e
Irlanda.
L os
rezaga-
dos o los
buques
q u e
decidían
ir
solos eran
m á s
vulnerables
q u e
nunca.
Cuando Dónitz decidió atacar d e frente a los convoyes, sus
torpedos todavía podían cobrarse u n buen tributo. Pero a h o -
ra el riesgo e r a mucho mayor, porque lo s submarinos alema-
n es tenían q u e penetrar lo s anillos d e buques d e escolta q u e
eran m á s rápidos, mejor armados y más efectivamente coor-
dinados de l o que lo habían estado en los Días Felices, n o
muchos meses antes.
Aunque había
m á s
submarinos operativos
q u e
nunca antes,
Dónitz sufría
u n a
aguda carestía
d e
tripulaciones altamente
entrenadas. La mayoría de los capitanes de la preguerra esta-
b a n muertos o capturados, o habían sido promocionados a
puestos e n tierra firme. La nueva generación q u e manejaba
lo s submarinos n o sólo carecía d e experiencia, sino también
de la sensación d e invencibilidad q u e había espoleado a sus
predecesores. Ahora eran
lo s
marinos aliados
y sus
oficiales
quienes tenían la experiencia de su lado; muchos habían
sobrevivido
al
hund imien to
d e u n o o m á s
barcos
y
habían
regresado
a l mar .
También
se
estaban beneficiando
de l c re -
ciente número d e buques d e escolta que los acompañaban.
Además, la Mar ina Real habí a sido finalmente capa z de for-
m a r grupos d e escolta en los que seis u ocho pequeños acora-
zados habían sido entrenadosjuntos y permanecían juntos e n
varias misiones d e protección d e convoyes. Esto significaba
u n a enorme mejora sobre los días en los que cada buque d e
escolta e n u n convoy e ra un completo extraño para su vecino,
y los capitanes apenas podían comunicarse entre sí.
Casi al mismo tiempo q u e s e producía este cambio en la
política,
lo s
británicos recibían
u n a
ayuda adicional
d e u n a
fuente inesperada:
el
propio Adolf Hitler.
La
campaña
del
Führer en e l Norte d e Africa dependía de l os suministros
enviados p o r m a r desde Italia y Sicilia. Pero estos suministros
se veían impedidos por l a flota británica d e l Mediterráneo y
por los aviones de la pequeña pero indomable base británi-
ca en Malta. Hitler presionó a Dónitz para q u e desviara sus
submarinos d e l Atlántico al Mediterráneo: primero seis, l ue -
g o cuatro más ; finalmente, el 22 de noviembre, llegó la orden
d e
transferir toda
la
fuerza operativa
al
Mediterráneo
y a la
zona
al
oeste
d e
Gibraltar.
Dónitz,
que se
mostraba firme
en su
creencia
de que e l
Atlántico era e l teatro d e operaciones decisivo, se resistió a la
decisión d e Hitler durante tanto tiempo como pudo. Consi-
deraba
el
Mediterráneo como
u n a
trampa
de la que sus sub-
marinos nunca conseguirían escapar. Estaba
en lo
cierto,
porque ninguno de los 62 submarinos q u e fueron estaciona-
dos en e l Medite rráneo volvió jamá s al Atlántico, aunque s e
anotaron algunos éxitos, entre ellos el hund imien to e n n o -
viembre
d e l
portaaviones Ar k Royal
y el
acorazado Barham.
C o n e l
paso
de las
manadas
d e
lobos
a l
Mediterráneo,
las
pérdidas d e barcos se redujeron bruscamente en e l norte,
mientras que las aguas ju nt o a la costa d e Gibraltar se conver-
tían en las más peligrosas d e l mundo para lo s barcos aliados.
L a zona estaba m u y concurrida p o r convoyes, algunos de los
cuales llevaban materias primas d e l Lejano Oriente y otros
suministros d e guerra rodeando África para el Octavo Ejér-
cito británi co e n Egipto. Durante nueve días d e diciembre, la
zona
d e
Gibraltar
se
convirtió
en la
arena
de una de l a s más
significativas batalla s
d e
convoyes
de la
guerra,
una en l a que
fueron introducidas nuevas y altamente efectivas tácticas para
luchar contra lo s submarinos alemanes. E l domingo por la
tarde, 14 de diciembre, e l convoy HG-76 partió d e Gibraltar,
u n rectángulo de 32 mercantes cercados p o r d o s anillos p r o -
tectores d e acorazados al mando d e l comandante F. J. «John-
nie» Walker,
u n
rudo
y
capaz táctico antisubmarinos
q u e
había adquirido
u n a
gran reputación
de se r un
declarado
rebelde. Walker había sido dejado d e lado en la promoción
a capitán y había pasado l os dos primeros años de la guerra
atado a u n escritorio. Pero tenía sus propias ideas acerca d e
cómo combatir a los submarinos alemanes, y ahora se mostra-
b a ansioso p o r ponerlas a prueba.
E n octubre de 1941 , Walker había sido nombrado oficial
al
mando
de la
sloop Stork
y de un
grupo
d e
escolta forma-
d o p o r s u barco, otra sloop y siete corbetas. Durante dos
meses hizo trabajar
a su
equipo hasta
el
agotamiento.
Los
entrenó
e n u n a
serie
d e
tácticas
d e
batalla coordinadas
a las
que d io e l improbable nombre d e
Buttercup
(ranúnculo), u n
apodo
de su
esposa.
L as tácticas d e l comandante Walker iban destinadas a pre-
sentar u n número máximo d e buques d e escolta y una can-
tidad máxima d e potencia d e fuego contra lo s submarinos
alemanes por la noche, cuando e r a m á s probable q u e ataca-
r a n . Walker sabía q u e , después d e u n ataque c o n éxito, u n
submarino
o
bien permanecía cerca
d e l
pecio
d e l
barco
q u e
había torpedeado
o se
alejaba
por l a
superficie
a
gran velo-
cidad para escapar de la atención de los más lentos buques
d e escolta. «L a operación
Buttercup
-explicó- está diseñada
para obligar al submarino a sumergirse llenando la zona al -
rededor d e l barco alcanzado c o n cargas ele p ro fund idad e
De pie a
horcajadas sobre
un par de
cargas
de
profundidad,
el
imperturbable almirante sirPercy Noble,
comandante en jefe de l Acceso Occidental, (daba a los hombres de la H.M.S. Stork después de que la sloop
hundiera al
U-574.
Detrás de Noble, con la doble hilera de relucientes botones de latón, está el capitán
F. J. «Johnnie» Walker, el comandante de la
Stork
y el principal «matasubmarinos» de la guerra.
L o
Stork
dejó caer sus cargas de profundidad obligando a l
U-574
a salir a la superficie, luego lo embistió y lo hundió.
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iluminando
la s
direcciones
m ás
probables
de su
huida
por la
superficie. Una vez sumergido, la destrucción del submarino
resulta considerablemente simplificada.»
A primeros d e diciembre, el grupo d e Walker había escol-
tado el convoy desde Liverpool hasta Gibraltar s in ningún
incidente. Pero lo s informes de la Sala d e Seguimiento d e
Submarinos e n Londres n o dejaban ninguna duda de que el
resto d e l viaje iba a hacerse bajo condiciones salvajemente
duras.
A los
submarinos
q u e
estaban convergiendo
ya
sobre
Gibraltar se les unían otros q u e bajaban desde el Báltico si-
guiendo la s instrucciones d e Hitler. U n encuentro decisivo
con los
submarinos
d e
Dónitz
e ra
inevitable.
El
grupo
d e
escolta
d e
nueve buques
d e
Walker
f ue a u -
mentado c o n otros nueve con base en Gibraltar: tres destruc-
tores, d o s sloops, tres corbetas y el portaaviones d e escolta
Audacity. Pero después
de los
primeros cuatro días, sólo
el
Audacity
y el destructor
Stanley,
anteriormente u n cuatro chi-
meneas estadounidense, seguían con e l convoy; e l resto tuvie-
r o n q u e abandonarlo y regresar a Gibraltar. El Audacity, u n
barco d e pasajer os convertido q u e había sido capturado a los
alemanes, estaba equipado c o n seis pequeños cazas Grum-
m a n
Martlet monoplazas.
El
segundo
día, la
breve aparición
de un
bombardero
Kondor alemán en el horizonte septentrional hizo saber al
convoy
q u e
había sido avistado.
Por la
tarde
de l
tercer
día , un
aumento
de l
tráfico radiofónico alemán dejó ominosamente
claro que se estaba agrupando u n a manada d e lobos.
Justo después de las 9 a .m. del 17 de diciembre, lo s avio-
nes de l
Audacity
informaron de su primer avistamiento: u n
submarino alemán en la superficie a 22 millas a babor del
convoy. Walker envió a cinco de sus buques en su persecu-
ción.
U n a
corbeta estableció contacto
con e l
ahora sumergi-
d o submarino y dejó caer su s cargas d e profundidad, e n
andanadas de 10 en vez del antiguo límite d e cinco. El subma-
rino U-131
se vio
obligado
a
regresar
a la
superficie,
con su
casco dañad o por las cargas d e pro fundidad, pero a ú n lleno d e
pelea. L os buques d e Walker lo cubrieron inmediatamente
c on un
manto
d e
fuego
de sus
cañones
de 100
milímetros.
El
cañón d e cubierta d e l submarino derribó uno de l o s Martlet,
reduciendo el complemento d e l Audacity a cinco. Pero el U-
13 1
estaba fatalmente dañado,
y el
capitán
n o
tuvo
m á s
alter-
nativa q u e abandonarlo para salvar a su tripulación.
A la mañana siguiente el espléndido tiempo ayudó a la
escolta
a
efectuar
su
segundo hundimiento. Esta
vez un
vigía
de l Stanley divisó a u n submarino q u e seguía al convoy a seis
millas d e distancia. Al cabo d e u n a hora, la s cargas d e profun-
didad traían
al
U-434 bamboleándose
a la
superficie. Mientras
lo s barcos d e escolta convergían sobre él, el submarino esco-
ró y se hundió, dejando a su tripulación debatiéndose en el
agua.
Hasta entonces, el convoy n o había sufrido el menor daño
mientra s zigzagueaba hacia
el
oeste
y el
norte
en un
amplio
círculo a una velocidad d e siete nudos y medio. Pero ahora
era el momento de que los restantes buques d e escolta con
base
e n
Gibraltar, excepto
el
Stanley, volvieran
a
casa.
Y la
batalla apenas había empezado. Aparecieron otros dos Kon-
do r , para evaluar la posición y el rumbo del convoy antes d e
que los
cinco Martlet
lo s
ahuyentaran.
Al atardecer f u e divisado otro submarino, pero consiguió
escapar y los buques d e escolta regresaron a su pantalla, an -
ticipando
u n a
noche
si n
sueño. Mientras
lo
hacían,
el
U-574
f u e
siguiendo
lo s
barcos.
A las 3:45 a.m. el
Stanley,
q u e
esta-
ba patrullando la retaguardia d e l convoy, informó: «Subma-
rino a la vista». U n segundo mensaje advirtió: «Torpedos
pasando
por l a
popa».
El
comandante Walker,
en la
Stork,
era
el más
cercano
al
Stanley,
y
giró para ayudarle.
Los dos
buques
estaban intercambiando señales luminosas cuando, de una
forma abrumadoramente repent ina, el Stanley estalló. Los
torpedos del
U-574
habían hallado su blanco, alcanzando la
santabárbara d e l Stanley y partiendo en dos el casco del vie-
j o destructor mientras u n a lámina d e fuego s e alzaba cientos
d e
metros
en el
aire.
Apenas habían muerto la s llamas d e l Stanley cuando la
noche se vio iluminada d e nuevo. Todos lo s buques mercan-
tes del
convoy, siguiendo
la s
instrucciones estándar cuando
u n o d e ellos e ra torpedeado, dispararon su s cohetes copo d e
nieve. Ahora todo el mundo -incluidos lo s submarinos alema-
n e s
reunidos- podía
ve r
toda
la
zona. Momentos
m á s
tarde
u n sordo golpe en la parte delantera de l convoy reveló que un
submarino se había anotado otro tanto contra u n mercante.
Mientras tanto, Walker recorría la zona donde había sido
alcanzado el Stanley y era recompensado c on un sólido c on -
tacto de l asdic a corta distancia. L a Stork sembró dos veces la
zona c o n cargas d e profundidad, y estaba girando par a u n a
tercera pasada cuando el U-574 salió a la superficie a 200
metros
d e
distancia. Intentó escapar girando
e n un
círculo
cerrado. Walker le dio caza; el ángulo d e giro de la
Stork
era
l igeramente m á s grande que e l de l submarino, pero su velo-
cidad
de 19
nudos
e ra
justo
la
suficiente para propor cionar-
le a
Walker ventaja.
F ue
acercándose
y
disparando
sus
caño-
nes de 100 milímetros hasta que ya no pudo bajarlos lo
suficiente para man tene r al submarino en su punto d e mira.
«Después d e esto -escribió m á s tarde Walker en su informe
de la batalla-, la dotación de los cañones se vio reducida a
agitar lo s puños y a rugir maldiciones a u n enemigo que va-
rias veces parec ió estar
a
unos simples palmos
d e
distancia
e n
vez de a metros.
La lucha llevaba 11 abrumadores minutos desarrollándo-
se, y el
submarino alemán
y su
perseguidor habían dado tres
1 3 2
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~
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Wm
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%
Buques de guerra británicos y norteamericanos se reúnen en el amplio puerto de Hvaljjordur, en Islandia, antes de iniciar el viaje con un convoy.
135
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LA
B T LL CONTR
EL
BURRIMIENTO
Islandia cambia de mando en 1942 cuando el mayor de los Estados Unidos
general Charles Bonesteel (segundo desde
la
izquierda) toma
e l
relevo clel
general de división británico II. O. Curtís.
«Quien posea Islandia -escribió
el
geopolítico alemán Karl
Haushofer en los años 1 9 3 0 - posee u n a pistola apuntada pe r -
mane ntem ente contra Gran Bretaña, Norteamérica y Canadá.»
Era una pistola de l a qu e Gran Bretaña se apresuró a apoderar-
se. En
mayo
de 1940, con la
caída
d e
Dinamarca,
el
anterior
s o-
berano
de la
isla, Gran Bretaña
se
apresuró
a
hacerse
con el
control
d e
este puesto
d e
avanzada subártico
que se
hallaba
a
fácil alcance
de las
vitales rutas mar ítimas, situando
en sus ori-
llas
u n a
fuerza
q u e
pronto llegó
a más de
24.000 hombr es. Pero
poco después
de un añ o más
tarde, cuando
l as
tropas británicas
d e l
lugar fueron necesarias para servir
e n
África, todas menos
unas pocas fueron gradualmente retiradas, y los marines esta-
dounidenses ocuparon su lugar, cinco meses antes de que los
Estados Unidos entraran f ormalme nte en la guerra. Al final,
50.000 norteamericanos estaban estacionados allí.
Los
defensores estadounidenses
d e
Islandia
se
encontra-
r o n e n u n
desolado lugar.
E n
pleno invierno,
e n
aquellas
latitudes
tan al
norte,
el día
duraba
ta n
sólo cuatro horas.
La
terrible fuerza
de los
vientos azotaba
a
hombres
y
máquinas.
Fuertes lluvias podían transformar
lo s
campos
en
lodazales.
C o n
este clima
en
mente,
el
Ejército entregó
a
todos
sus sol-
dados esquíes y raquetas para la nieve, y unos sorprendente s
cinco pares
d e
zapatos.
L a monotonía era e l enemigo número 1, más real para
muchos hombres d e servicio que los alemanes. Algunos h o m -
b r e
volaban
en
patrullas
d e
rutina
o
arreglaban barcos daña-
d o s ,
pero
la
principal excitación
al
alcance
de la
mayoría
d e
ellos
e r a
entrenarse, construir carreteras, erigir barracones
o
transportar suministros
d e u n
lado para otro. Había pocas
diversiones tras
el
servicio, excepto
la s
cartas
a
casa,
las par-
tidas
d e
naipes
o la
lectura.
L as
muchachas locales
n o
eran
excesivamente amistosas,
la
cerveza
e r a
insípida,
y e l
whisky
escocés costaba
u n
dólar
el
trago, mucho dinero
en los
días
en los que un
soldado raso ganaba sólo
30
dólares
a l mes.
Los
estadounidenses extrajeron todo
el
partido posible
a
lo que les
rodeaba. Hacían
la
colada
en los
manantiales
na-
turales d e agua caliente q u e burbujeaban p o r todas partes e n
el terreno volcánico d e Islandia, y pavimentaban la s calles
alrededor d e l campo co n lava triturada para combatir el ba-
rro. Y,
como indicación
d e q u e n o
habían perdido
su
senti-
d o d e l
humor, «fabricaban» árboles
c o n
bidones vacíos
y tu-
berías desechadas para decorar
el
desnudo paisaje,
construían bocas
d e
incendio
d e
madera
y
ponían carteles
en
la s
calles
co n
nombres familiares
de sus
ciudades natales.
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En su solitaria y fría guardia en marzo de 1943, un marine de los Estados Unidos monta su vigilancia en la Base de la Flota Aérea de Reykjavik.
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Co n botas hasta la s caderas, un soldado estadounidense lucha porformar
un a pasarela d e latas desechadas sobre el lodoso cenagal qu e rodea un
transitado rincón
de l
Campo Jeffersonville, cerca
d e
Reykjavik.
Los
semicilíndricos barracones Nissen corno éste eran calentados mediante
barrigudas es t ufas y albergaban a una docena de hombres.
Con una precisa cadencia, la s tropas de choque del 10- Regimiento de
Infantería de los Estados Unidos avanzan po r entre los barracones Nissen que
se
alinean junto
a una de las
húmedas carreteras
s in
árboles
d e
Islandia.
Estos barracones fueron ampliamente utilizados
en la
guerra, pero
se
mostraron especialmente bien adaptados en Islandia: no tenían costuras por
las que pudiera penetrar e l viento, ni aleros donde resonara, n i rincones
donde pudiera acumularse la nieve. Un espacio lleno de aire debajo de las
planchas
de l
suelo
ay
udaba
a
aislar
e l
interior.
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Lo s soldados estadounidenses se dedican a la tarea de limpiar la nieve de la
cubierta d e vuelo del. portaaviones visitante U.S.S. Wasp. E l buque de guerra
recientemente entrado
en
servicio
se vio
atrapado
en una
tormenta
de
nieve después
de entregar 30 cazas P-40 del Cuerpo de l Ejército de l Aire enviados desde E.E. UU.
para reforzar las defensas aéreas de Islán di a.
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Lo s restos de dos aviones, hundidos por una tormen ta.
La s
olas rompen
en
medio
de un
buque cisterna (fondo)
en
Hvalfjordur.
141
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Antes de l despegue para un a misión d e. escolta de un convoy, do s pilotos de
patrulla
de la
Marina
de los
Estados Unidos estudian
un
mapa cuadriculado
en el cuartel general de su escuadrón en Reykjavik, que les muestra dónde
deberán encontrarse con el convoy que se acerca a Islandia. La cobertura aérea
de los convoyes empezaba a 1.000 kilómetros de distancia, con los aviones de
patrulla sucediéndose en tumos de cuatro horas en su escolta de los buques.
Lo s
Catalina
PBY de un
escuadrón
d e
patrulla
de la
Marina
de los
Estados
Unidos regresan de una misión de reconocimiento. Lo s anfibios «Cals»
cabalgaban vientos
y
lluvias para peinar
las
aguas
en
busca
d e.
submarinos
alemanes y los mortíferos hielos. También realizaban búsquedas de aviones
caídos en el mar y de supervivientes de hundimientos de barcos.
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Una dentada incisión en la proa d el buque
mercante S.S.
Exford
-rodeado de un andamiaje
para reparaciones en el puerto de Iivalfjordur- es
mudo testigo de la destrucción q ue puede infligir el
hielo en el mar incluso sobre un a plancha de
acero. Junto a la costa de Islandia, los icebergs que
se desprendían de los hielos árticos y flotaban
hacia la s rutas de los convoyes ponían en peligro
la navegación durante lo s meses d e primavera y
verano.
Fuertemente dañado
por un
torpedo alemán casi
d
meses antes de que los Estados Unidos entraran en
guerra, el U.S.S.
Kearny
(derecha) se somete a
reparaciones a l lado de un buque de reparaciones
Vulcan en Hválfjordur. E l
Kearny
fue. alcanzado
después d e acudir en ay uda de un convoy q ue hab
sido atacado por una manada de lobos d e
submarinos alemanes. Sufrió 11 muertos, las
primeras víctimas militares de los Estados Unidos e
la guerra.
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Lo s
hombres
de
sentido británicos
y
norteamericanos estacionados
en
Islandia rinden
el
tributo final
a las
víctimas
de la
Batalla
de l
Atlántico durante
el
servicio
146
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l Memorial Doy celebrado en 1943. Antes de l final de la guerra, unas 45 0 bajas aliadas fueron enterradas aquí
14 7
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La neutralidad norteamericana bajo el fuego
Los
Estados Unidos vuelven
a la
guerra
Buques mercantes norteamericanos hacia
las
bases
británicas
Churchill actúa
de
inmediato
Préstamo
y
arriendo:
«U n
toque
de
corneta desde
el
otro
lado de l océano»
Lo s
líderes aliados
se
encuentran
Una
orden presidencial
de
disparar
a
primera vista
El
primer buque norteamericano hundido
Lo s
submarinos alemanes invaden
las
aguas costeras
ele
los
Estados Unidos
Lo s convoyes de la brigada de l cubo
Un
costoso error
en el
Artico
La
participación estadounidense
en la
Batalla
d e l
Atlántico
f u e m u y anterior a la entrada oficial de la nación en la gue-
r ra . De hecho, la implicación de los Estados Unidos se re-
monta al 3 de setiembre de 1939, e l día en que Gran Breta-
ñ a y
Francia declararon
la
guerra
a
Alemania. Aquella tarde,
el presidente Franklin D . Roosevelt se dirigió p o r radio a la
nación. Con su aire habitual d e paterfamilias, e l presidente
habló
c o n u n a
cadencia mesurada: «Por
m u y
apasionada-
men te q u e deseemos mantenernos al margen, n o s vemos
obligados a darnos cuenta d e q u e cada palabra que nos l le -
ga a través d e l aire, cada barco q u e surca e l mar , cada bata-
l la que se
libra, afecta
al
futuro
d e
Estados Unidos».
N o sugirió cómo podía resultar afectado e l futuro de Nor -
teamérica,
ni lo que
debían pensar
lo s
norteamericanos
res-
pecto a la guerra. Pero su perorata n o dejaba ninguna duda
acerca d e q u e esperaba q u e s u s conciudadanos pensaran de -
tenidamente sobre e n q u é lado estaban. «Esta nación perma-
necerá neutral -dijo-, pero
n o
puedo pedir
q u e
todos
los
norteamericanos permanezcan neutrales e n pensamiento.
Incluso u n neutral tiene derecho a tomar e n cuenta los he-
chos.
A u n
neutral
no se le
puede pedir
q u e
cierre
s u m e n -
te o su conciencia.»
Pronto se hizo evidente que l a s simpatías d e Roosevelt -y,
como resultó e l caso, las de la mayor parte d e quienes lo
habían elegido- estaban
con los
aliados.
En los dos
años
q u e
siguieron a este discurso, la atención norteamericana se cen-
t ró en e l Atlántico, y en la solitaria lucha de los británicos allí.
E n
diciembre
de 1941 ,
cuando
lo s
Estados Unidos
y
Alema-
n ia entraron formalmente e n guerra, lo s norteamericanos
habían empezado a enviar ya grandes cantidades d e armas y
suministros a través d e l océano a Gran Bretaña. Habían sido
hundidos buques norteamericanos,
y
muchos estadouniden-
ses habían muerto e n u n intento p o r mantener abierta la lí-
n e a d e suministros a Gran Bretaña.
Pero, sorprendentemente, cuando
lo s
Estados Unidos
se
convirtieron
e n u n
beligerante activo,
la
Batalla
d e l
Atlánti-
co - justo cuando lo s británicos parecían estar dominando
finalmente la situación- d io en realidad u n giro hacia peor.
El primer paso en e l proceso d e cambiar e l status d e Estados
Unidos de l de espectador a l de participante activo se produ-
j o aquel mismo primer mes de l a guerra, cuando Roosevelt
envió a l subsecretario d e Estado Summer Welles a una con-
ferencia en Panamá e n u n esfuerzo p o r conseguir la coope-
ración
d e
Latinoamérica
e n
mantener
el
hemisferio occiden-
ta l
neutral.
El
resultado
fue l a
Declaración
d e
Panamá,
en la
cual lo s Estados Unidos y las repúblicas latinoamericanas se
unieron para proclamar que las aguas q u e s e extendían 300
millas desde
la s
costas
de los
Estados Unidos
y
Sudaméric a
eran u n a zona neutral, y ordenar a las potencias beligerantes
LOS
EST DOS
UNIDOS EN EL MAR
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q u e s e mantuvieran lejos d e ellas..., u n a clara advertencia a
Alemania. Para reforzar la declaración, Roosevelt ordenó q u e
la Marina de l os Estados Unidos creara u n a denominada
Patrulla
d e
Neutralidad
de 80
destructores
q u e
operaría
e n
esta zona.
El segundo paso requería u n a habilidad política m á s sutil
y u n a mayor medida d e perseverancia. Roosevelt intentó p e r -
suadir
al
Congreso
d e q u e
revocara
la s
leyes
q u e
impedían
a
lo s Estados Unidos ayudar a Gran Bretaña y Francia.
El Acta d e Neutralidad, aprobada primero en 1935 y reno-
vada luego, reflejaba la persistente desilusión de l os nor -
teamericanos
con l a
Primera Guerra Mundial,
y e ra u n
inten-
t o de aislar a los Estados Unidos de los conflictos extranjeros.
Prohibía a los buques norteamericanos llevar carga o pasaje-
ros a los
puertos
de las
naciones beligerantes,
y
daba podere s
al presidente para declarar zonas d e combate q u e quedaban
fuera d e límites para lo s barcos norteamericanos. También
prohibía armar
lo s
buques estadounidenses
y
declaraba
f u e -
ra de la ley la venta d e armas a las naciones beligerantes,
aunque podían venderse materias primas si las naciones c o m -
pradoras pagaban c o n dinero e n efectivo y se encargaban d e
recoger
y
transportar ellas mismas
sus
adquisiciones.
L os esfuerzos d e Roosevelt p o r conseguir u n a enmienda
al Acta d e Neutralidad encontraron desde u n principio u n a
fuerte oposición. «Necesitamos la ley de neutralidad. Nece-
sitamos mantener restricciones sobre
e l
presidente», dijo
el
senador aislacionista Gerald P. Nye, de Dakota d e l Norte.
Pero Roosevelt y sus partidarios tenían u n buen argumen-
to a su
favor: tanto Gran Bretaña como Francia tenían pedi-
d o s pendientes d e aviones p o r valor d e varios miles d e millo-
n e s d e dólares en las fábricas norteamericanas. Según el Acta
d e Neutra l idad e n vigor, aquellas potencias amigas n o p o -
drían acudir
a
buscar
sus
aviones, pese
a q u e
estaban crítica-
mente necesitados d e ellos y d e otro equipo para proseguir
la
guerra.
Mediante hábiles maniobras, declaraciones
d e n o
partidis-
m o y oportunos compromisos, e l presidente se aseguró la
aprobación d e u n a nueva Acta d e Neutralidad e n noviembre
de 1939 , dos
meses después
d e q u e
estallara
la
guerra
e n
Europa. L a nueva le y retenía la mayor parte de las provisio-
nes de la ley anterior, pero permitía la venta d e armas - a s í
como
d e
materias primas-
a los
beligerantes sobre
u n a
base
d e pago inmediato e n efectivo. Ostensiblemente, cualquier
país podía comprar esas armas, pero la enmienda favorecía
claramente a Gran Bretaña y Francia, porqu e e l bloqueo br i -
tánico
d e
Alemania impedía
a los
buques alemanes cruzar
el
Atlántico para recoger la s armas.
A partir d e entonces, e l enfoque básico d e Roosevelt f u e
hacer todo lo posible p o r Gran Bretaña y Francia sin incurrir
en las
iras
de los
aislacionistas nortea meric anos
p o r u n a p a r -
te, o
provocar
a
Plitler
a u n a
declaración
ele
guerra
por l a
otra.
El 15 de
mayo
de 1940, en un
movimiento
ta n
novedoso
como atrevido, e l primer ministro Winston Churchill capita-
lizó u n a creciente amistad con e l presidente y pidió la dona-
ción p o r parte de los Estados Unidos d e destructores norte-
americanos - l o s cuatro chimeneas sobrantes de la Primera
Guerra Mundial-, «para cubrir
e l
hueco entre
l o q u e
tene-
m o s ahora y e l nuevo e intenso plan d e construcciones q u e
establecimos a l inicio de la guerra».
La proposición f u e vista com o u n a trampa por l os aislacio-
nistas.
«Si
queremos
ir a la
guerra -protestó
e l Chicago Tribu-
no-, lo s destructores ofrecen u n camino t a n bueno como
cualquier otro.» L o q u e parecía u n despojo d e l arsenal nor -
teamericano causó también profunda preocupación e n algu-
n o s
círculos;
m á s a ú n ,
muchos norteamericanos tuvieron
la
sensación d e q u e , dado el índice actual d e hundimiento d e
barcos en e l Atlántico - y ciado el profundo apuro por e l que
pasaba Gran Bretaña e n aquellos momentos-, entregar los
destructores a los británicos sería casi tanto como entregar-
los a Alemania. El Congreso buscó rechazar e l asunto estipu-
lando
q u e t a n
sólo
e l
material
d e
guerra
q u e
podía
s e r
certi-
ficado com o inn ece sar io para
la
defensa
de l os
Estados
Unidos podía s e r vendido o dado d e baja d e alguna otra fo r -
ma .
El 10 de
junio ,
con l a
victoria alemana
e n
Francia clara-
mente inminente, Roosevelt utilizó la s ceremonias d e gradua-
ción en la Universidad d e Virginia como u n foro donde p r o -
puso entregar a «los oponentes de l a fuerza» todo el
beneficio de los recursos materiales d e Norteamérica, u n a
política q u e sería caracterizada como «toda la ayuda menos
declararse e n guerra». Churchill renovó m u y pronto su ur-
gente súplica a Roosevelt de los destructores norteamerica-
n o s . «Señor presidente -escribió-, c o n gran respeto debo
decirle que en l a larga historia d e l mundo esto e s u n a cosa
q u e h a y q u e
hacer
ahora.»
E n
aquel punto
u n
g rupo
d e
prominentes hombres
d e
negocios, abogados e intelectuales norteamericanos pertene-
cientes al prestigioso Century Group, u n club d e acción po-
lítica, dieron c o n u n a solución a l problema de los destructo-
res.
Irónicamente,
la
idea evolucionó
a
partir
d e u n
viejo plan
aislacionista. El
Chicago Tribune
había abogado desde hacía
mucho por l a devolución de las bases británicas en e l hemis-
ferio occidental
a los
Estados Unidos
a
cambio
de las
deudas
n o
pagadas
de l a
Primera Guerra Mundial.
El
Century
Group, adaptando la idea a la situación actual, propuso q u e
lo s británicos renunciaran a sus bases en las Indias Occiden-
tales
a
cambio
de los
destructores
q u e
necesitaban.
L a sugerencia rompió e l punto muerto. El 2 de setiembre
de 1940, e l secretario d e Estado Cordell Hull y e l embajado r
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británico lord Lothian firmaban
u n
acuerdo
por e l
cual
los
destructores eran entregados a Gran Bretaña a cambio del
alquiler p o r 9 9 años d e seis bases: en la isla Gran Exuma e n
la s Bahamas, e n Jamaica, Antigua, Santa Lucía, Trinidad y la
Guayana Británica. Como bonificación -aunque si n formar
parte técnicamente d e l intercambio de los destructores-, los
británicos añadían la s bases de las Bermudas y Terranova. El
4 d e
setiembre
el
primero
de los 50
destructores -muchos
d e
ellos amarrados en e l depósito de la Marina d e Filadelfía
desde
e l
final
de la
Primera Guerra Mundial-
f u e
reacondi-
cionado y partió d e Boston hacia Halifax, e n Nueva Escocia.
Allí, la Marina Real se fue haciendo cargo d e ellos.
L a repentina ampliación de su flota en 50 destructores d io
a los
británicos
u n a
razón inmediata para
la
esperanza, pero
su espíritu se vio hundido e n otoño, cuando el feroz esfuer-
zo alemán p o r aplastar la s ciudades británicas desde el aire
adquirió su máximo ímpetu. E n noviembre, lo s oficiales bri-
tánicos suplicaban desesper adamente u nos dos mi l millones
d e dólares d e municiones norteamericanas, aunque p o r
aquel entonces n o tenían dinero para pagarlas. C o n u n a fran-
queza extraordinaria, Churchill planteó crudamente las ne-
cesidades británicas a Roosevelt: 7.000 aviones d e combate,
7.000 aviones d e entrenamiento y tres millones d e toneladas
d e buques mercantes m á s a rmamento surtido. N o evaluó e l
coste, pero todo este material sumaba la mareante cifra d e
cinco m il millones d e dólares.
Roosevelt se vio en una difícil posición. El 5 de noviembre
d e aquel mismo a ñ o había sido reelegido para u n tercer
mandato
s in
precedentes. Había capeado
la s
tormentas
p o-
líticas agitadas n o sólo por e l trato de los destructores sino
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también po r e l primer reclutamiento d e fuerzas de los Esta-
d o s Unidos e n tiempos de paz de la historia. Pero había sido
la victoria m á s ajustada de s u carrera presidencial. ¿Podía
correr
el
riesgo
d e
otro enfrentamiento
c on e l
Congreso
tan
pronto?
El 2 de diciembre, Roosevelt partió e n uno de s u s espar-
cimientos favoritos - u n crucero d e pesca- «tan despreocupa-
d o
como
u n o
pueda imaginarse», escribió
su
biógrafo Robert
Sherwood, y a todo el m u n d o le pareció q u e había perdido
interés en la guerra. «Eso, s in embargo, e ra t an sólo lo que
parecía», añadió Sherwood.
El problema de la ayuda a Gran Bretaña se resolvió al re-
greso
d e l
presidente, saludablemente bronceado
y
lleno
d e
energías. U n d í a , comiendo c on e l secretario d e l Tesoro
Henry Morgenthau J r . , Roosevelt tuvo l o q u e Morgenthau
llamó «uno
de los
brillantes destellos
d e l
presidente».
Su
discusión, centrada alrededor
d e l
dilema financiero
d e
Gran Bretaña, parecía estar zozobrando cuando Roosevelt
dijo d e pronto: «M e parece que l o que ha y que hacer es ol-
vidar el signo d e l dólar. N o quiero plantear el asunto en tér-
minos d e dólares o préstamos.» Luego f u e di rectamente al
asunto:
«Le
diremos
a
Inglaterra:
"O s
daremos
la s
armas
y los
barcos
q u e
necesitáis, siempre
q u e
cuando termine
la
guerra
n o s devolváis el equivalente e n armas y barcos q u e o s hemos
prestado. » Si las bases podían se r alquiladas hasta u n a devo-
lución final -como se habí a firmado ba jo lo s términos de l
acuerdo
de los
destructores-, ¿por
qué no l o s
aviones
y las
armas?
El presidente estaba introduciendo e l revolucionario c o n -
cepto q u e llegaría a ser conocido como préstamo y arriendo ,
pero su actitud despreocupada envolvía la gravedad de la idea
q u e acababa d e proponer. E n u n a conferencia ele prensa
aquella tarde, amplió la idea con una de l a s analogías case
ras que l e
encantaba uti l izar cuando
se
dirigía
al
público
norteamericano: «Supongamos que l a casa d e m i vecino se
incendia y y o tengo u n a manguera larga d e jardín -di jo- N o
le
diré : Vecino,
m i
manguera
d e
jardín
m e
costó
15
dólares-
tienes q u e pagarme 15 dólares p o r ella. ¡ N o N o quiero 15
dólares, quiero q u e m e devuelva m i manguera d e jardín una
vez haya apagado el fuego c o n ella.» A sí sería c on e l incen-
d i o de
Gran Bretaña.
L os acontecimientos estaban avanzando ahora a u n ritmo
cada vez más rápido. E n enero de 1941, la Ju n t a d e Jefes d e
Estado Mayor empezó a reunirse c on s u contrapartida britá-
nica; finalmente llegaron
a u n
acuerdo
en el
llamado Acuer-
d o d e
Estado Mayor ABC-1,
po r e l
cual ambas naciones
se
comprometían - e n e l caso d e u n a conflagración mundial- a
ocuparse primero d e Alemania, n o importaba l o que pudie-
ra ocurrir e n otros lugares. E n febrero la Patrulla d e Neutra-
lidad
de la
Marina
de los
Estados Unidos
f u e
rebautizada
Flota d e l Atlántico de los Estados Unidos.
El 11 de marzo, el Congreso aprobó el proyecto de ley de
préstamo y arriendo. E n retrospectiva, se alinea entre los
puntos culminantes de la Segunda Guerra Mundial. Según
su s
términos, Gran Bretaña
iba a
recibir siete
m il
millones
d e
dólares e n equipo norteamericano antes de l 30 de jun io d e
1942. A este efecto, la mitad d e l poderoso potencial econó-
mico y d e construcción d e Norteamérica f u e colocado a dis-
posición
de los
británicos
en su
lucha contra
el Eje .
Churchill
expresó su alivio con su habitual elocuencia: «Las palabras y
lo s actos d e l presidente y de l pueblo de los Estados Unidos
- d i j o - nos llegan como u n soplo d e vida, y nos suenan como
u n toque d e corneta desde el otro lado de l océano que nos
dice
que ya no
estamos solos.»
U n m e s m á s tarde, lo s Estados Unidos asumieron un p r o -
tectorado sobre el territorio danés d e Groenlandia y expul-
saron algunos destacamentos alemanes
q u e
habían instalado
estaciones meteorológicas allí.
E n mayo, el número d e barcos hundidos por los submari-
nos alemanes en e l Atlánüco había ascendido alarmante men-
te , hasta u n índice que e ra más e le tres veces la capacidad d e
reemplazo
de los
astilleros británicos,
y más de dos
veces
la
producción combinada británica y norteamericana. L os hun -
dimientos estaban empezando a adquirir u n a relevancia es -
pecial para lo s norteamericanos. U n reciente hundimiento, el
eiel vapor egipcio Zamzarn (páginas 24-37), llevaba a docenas d e
pasajeros norteamericanos
a
bordo cuando
f u e
atacado
por un
incursor alemán d e superficie en el Atlántico Sur. En estas cir-
cunstancias, lo s primeros cargamentos d e bienes en préstamo
y arrie ndo iban a partir pronto hacia Gran Bretaña.
El 27 de
mayo, ante
lo s
peligros
que s e
estaban arrastran-
d o
hasta
m á s y m á s
cerca
de los
intereses norteamericanos,
Lo s
destructores
de la
Primera Guerra Mundial amarrados atestan
los
muelles
de la
Marina
en
Filadeljia
antes de ser intercambiados en setiembre de 1940por bases británicas en las Indias Occidentales y la Guayaría
Británica. Cuarenta y cuatro de los cuatro chimeneas fueron entregados a Gran Bretaña y seis fueron dados a
Canadá. Arriba, oficiales canadienses e n Halifax, Nueva Escocia, desfilan para hacerse cargo de uno de los
destructores
q ue
será utilizado para escoltar convoyes
q ue
viajen
por el
Atlántico Norte.
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el
presidente proclamó
la
existencia
d e u n a
«emergencia
nacional ilimitada»
y
anunció
q u e
extendía
las
patrullas
n a -
vales
m á s
profundamente
en e l
Atlántico Norte
y Sur . Los
barcos americanos
e n
estas aguas tenían órdenes
d e
mante-
n e r o j o avizor en busca d e buques alemanes, pero si n dispa-
rar . Los norteamericanos, lejos ahora d e resistirse a las nue-
vas medidas d e defensa, estaban empezando a clamorear
pidiendo u n a acción m á s efectiva. «Espero q u e protejamos
hasta
e l
último dólar
d e l o q u e
enviamos
a
Gran Bretaña,
y
q u e
enviemos
al
mismísimo infier no
a
cualquiera
q u e
inten-
te
interfer ir», dijo
el
duro senador
p o r
Virginia, Cárter Glass.
P o r
aquel entonces Churchill
y
Roosevelt habían desa-
rrollado
u n a
buena camaradería, pero sólo
a
través
de la
correspondencia. S u s caminos se habían cruzado e n u n a
cena e n Londres hacía casi u n cuarto d e siglo, cuando R o o -
sevelt e ra secretario ayudante de la Marina y Churchill miem-
bro de l
Gabinete británico, pero como jefes
d e
estado
no se
habían encontrado nunca personalmente. Ambos
se
sentían
ansiosos
p o r
conocer
al
otro
d e
primera mano. «Tengo
q u e
ver a
Churchill personalmente para explicarle
la s
cosas», dijo
e n u n a
ocasión Roosevelt
al
secretario Morgenthau. Chur-
chill, hablando c o n Averell Harriman, el representante espe-
cial
en
Gran Bretaña
d e l
presidente para
el
préstamo
y
arrien-
d o , observó: «M e pregunto si le caeré bien.»
Se
dispuso
u n
encuentro
e n
Argentia,
u n
resguardado
puerto
en e l
golfo
d e
Placentia,
en la
costa
d e
Terranova.
Para llegar allí, Churchill tuvo
q u e
arriesgarse
a
cruzar
las
aguas donde acechaban
lo s
submarinos alemanes.
L o s
prepa-
rativos
se
efectuaron
co n
gran secreto
p o r
ambos lados,
y con
u n
cierto subterfugio
d e l
lado norteamericano
q u e
engañó
incluso
a l
Servició Secreto.
Roosevelt salió
a
navegar desde
N ew
London, Connecticut,
el 3 de agosto de 1941. Ostensiblemente i ba en un crucero
d e
placer
en e l
yate presidencial Potomac, para dedicarse
u n
poco
a la
pesca
d e
altura
en
compañía
de su
médico
y de dos
ayudantes
de la
Casa Blanca.
Una vez en e l mar ,
Roosevelt
abordó
e n
secreto
el
crucero Augusta
y se
encaminó
a
Terra-
nova, mientras
el Potomac
establecía
su
rumbo
a
través
del
canal d e Cape C o d , donde multitudes d e gente e n vacaciones
se habían reunido a lo largo de la orilla e n u n intento d e
observar
al
célebre pescador.
L o q u e
pudieron
ver fue a los
miembros
de la
tripulación
d e l
yate har agan ean do ostensible-
mente
e n
cubierta, vestidos
d e
dril blanco.
U n o d e l o s h o m -
bres saludaba
d e
tanto
en
tanto
con l a
mano
e
inclinaba
la
cabeza
c o n
presidencial benevolencia.
Seis días
m ás
tarde,
el
auténtico grupo presidencial
se
reunía e n Terranova con e l H.M.S. Prince ofWales y sus pasa-
jeros, e l primer ministro y su séquito. Los dos líderes estuvie-
Elprimer ministro Winston Churchill y el presidente Franhlin D. Roosevelt se toman un descanso durante el
redactado de la Carta Atlántica a bordo d el
U.S.S. August a
para se r otografiados con sus estados
mayores..., y el scottie d el presidente, Fala, sentado a sus pies. En una cena dada por Roosevelt, Churchill hizo
un elocuente discurso, en el que dijo que el bloqueo marítimo de Europa, la subversión y el bombardeo
estratégico eran l as claves ele la victoria sobre Alemania.
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r o n pronto enzarzados en sus asuntos, conferenciando e n
privado y e n compañía de sus principales jefes d e estado
militar. Debid o a las dificultades q u e tenía el presidente para
moverse,
el
primer ministro hizo
el
gesto
de i r a l
barco
de l
presidente para la mayor parte de las reuniones. Pero el do-
mingo, Roosevelt f ue a bordo d e l
Prince ofWales
para los ser-
vicios religiosos. Churchill recibió a su distinguido huésped
c o n u n
galante despliegue
d e
experiencia naval. Cuando
el
destructor
q u e
transbordaba
al
presidente
se
detuvo jun to
al
P r—4 -íT«J »
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ulfthth, they bol leve thnt rtll of tho nntlona of tho
norld Jiuot bo euldod ln a.ilrlt to tho ní>nndo.-uten t of tho nao
of foreo. Bvcmiar no futnre '.»o:co ern be nmlnt lnod ir le•
oon or nlr nrt.r.uonto continuo to be orwloí-oO by nutlcci» xh.ch
threrten, or 1 ny ttn-o-itun, -Rcroar-.lon outulCo of thclr
frontloro, íhoy bolievo tlint thc dter rvtiriont of auch nrt lono
lo coountlcl ;>endlnc tho oatr.blloh.ont of a wlder nnd , oro
-.ícniKiicnt Ayotu-. of gonorol oocurlty. Thc «til furthor tho
ndo
tlon
of ell
othov ;>ractlo-blo no--.ouros vtileh
wl 11
lsghton
fo r
oncc-lovlnc .'Oo;iloo
tho
or.iaMnc borden
of
omniMsita.
A
Prince of Wales, el primer ministro estaba solo en l a bovedilla
d e l acorazado, y ayudó personalmente a tirar d e l cabo q u e
aseguraba junt os los dos buques.
El público supo d e l histórico encuentro e n forma de un
comunicado d e prensa cuyo texto h a quedado bajo e l n o m -
b r e de Carta Atlántica, u n a declaración d e elegante simplici-
da d e intencionada vaguedad destinada a establecer los ob-
jetivos de las dos naciones. E n nombre d e l pueblo británico
y
norteamericano, declaraba
q u e n o
buscaban beneficios
te -
rritoriales
de la
guerra;
q u e e n
todas partes
lo s
pueblos
d e -
berían se r libres d e elegir su s propias formas d e gobierno;
q u e todos lo s pueblos deberían poder comerciar libremente,
con l a meta d e mejores niveles d e vida para todos; y que to-
dos los
pueblos deberían abandonar
la
fuerza como medio
d e
resolver la s diferencias internacionales.
Lo que no se l e dijo al público f u e q u e Roosevelt y Chur-
chill habían alcanzado también algunos acuerdos específicos
sobre temas m ás inmediatos. El principal entre todos ellos e ra
e l
asunto
de l a
entrega sanos
y
salvos
de los
suministros
d e
préstamo y ar r i endo a Inglaterra, y ahora también a Rusia,
puesto q u e Alemania había invadido la Unión Soviética el 22
d e junio. Roosevelt d io e l osado paso d e comprometerse a
que los acorazados de la Marina de los Estados Unidos escol-
taran
a los
buques mercantes británicos hasta Islandia,
d o n -
de los
marines
de los
Estados Unidos habían desembarcado
recientemente para relevar a los británicos de l a tarea d e
ocupar este vital puesto d e avanzada d e l Atlántico Norte pá -
ginas 134-147).
El avance d e Norteamérica hacia la participación directa e n
la guerra se vio pronto acelerado p o r u n a serie d e inciden-
t e s que tuvieron lugar en la zona d e Groenlandia-Islandia. El
4 d e setiembre, al suroeste d e Islandia, u n submarino inter-
cambió fuego
c on e l
destructor norteamericano Greer. Quién
f u e culpable d e provocar a quién queda abierto al debate,
pero Roosevelt capitalizó el episodio. «Que esta advertencia
quede clara -anunció- A partir d e ahora, si buques alema-
nes o italianos entran en las aguas cuya protección se a nece-
saria para
la
defensa norteamericana,
lo
harán
a su
propio
riesgo.» A partir d e entonces lo s barcos norteamericanos re -
cibieron órdene s d e disparar a primera vista.
El público norteamericano aceptó e l nuevo estado de co-
sas con un
h u m o r
m á s
bien sombrío. Mucha gente empezó
a
pedir mayor protección para
lo s
barcos,
y
aumentó
la pre-
sión para revocar e l Acta d e Neutralidad, q u e estaba siendo
discutida d e nuevo en e l Congreso.
Mientras el debate ocupaba Capítol Hill, se produjeron
otros d o s incidentes q u e conmocionaron a la opinión públi-
ca. El 17 de octubre, el destructor estadounidense
Kearny
f ue
torpedeado, c on l a pérdida de 11 hombres, mientras defen-
El primer borrador de la Carta Atlántica fue escrito po r Churchill tras extensas discusiones co n Roosevelt. Los
párrafos seis y siete fueron la contribución d el presidente. L as correcciones de Churchill están garabateadas de
forma ilegible co n tinta roja. El documento afirmaba el compromiso de las dos naciones a la «destrucción
final de la tiranía nazi», aunque en aquel punto -agosto de 1941-, los Estados Unidos todavía no estaban
en guerra c on Alemania.
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día a un atosigado convoy británico junto a Islandia. El Kearny
volvió cojeando a la seguridad d e l puerto, pero el 27 de oc-
tubre, el Día de la Marin a, Roosevelt utilizó el incidente para
obtener
el
apoyo para
su
política internacional. «Norteamé-
rica
h a
sido atacada -dijo-.
El
U.S.S. Kearny
no es tan
sólo
u n
buque
de la
Marina. Pertenece
a
todos
lo s
hombres, mujeres
y
niños
d e
esta nación.»
El 31 de
octubre, otro destructor
d e
lo s
Estados Unidos,
e l ReubenJames, f u e
hundido mientras
es -
coltaba a u n convoy que se encaminaba a l este desde Halifax.
Fue e l primer hundimiento de un b uque norteamericano en
la
Batalla
d e l
Atlántico,
y las
bajas fueron altas:
115.
A
mediados
d e
noviembre,
el
Congreso aceptó nuevas
enmiendas
al
Acta
d e
Neutralidad.
El
cuerpo
de la
antigua
ley
seguía, pero
se
relajaron algunas importantes restricciones.
Ahora se permitía a los barcos norteamericanos entrar e n
puertos beligerantes:
lo s
acorazados estadounidenses podían
escoltar convoyes
e n
zona
d e
guerra, aliviando
así a los bu-
ques británicos necesarios
e n
otros lugares;
y los
buques
mercantes norteamericanos podían
i r
armados.
Sólo faltaban tres semanas para
el
ataque japoné s
a
Pearl
Harbor y la declaración formal d e guerra de los Estados
Unidos. Pero
p o r
aquel entonces
lo s
Estados Unidos
ya
esta-
b a n
profundamente implicados
en la
zona
d e
combate
del
Atlántico.
La
entrada
de los
Estados Unidos
en la
guerra trajo
c o n -
sigo u n a rápida reacción en el Atlántico. El almirante Dónitz
montó u n ataque a gran escala a lo largo de la Costa Este
norteamericana,
u n
área vital para
el
transporte estadouni-
dense
y u n a q u e
ofrecía
u n a
irresistible oportunidad para
sus
submarinos.
El
asalto,
a l que se dio e l
nombre código
d e Drum Roll, f u e
lanzado e n enero. Quizá su aspecto m á s sorprendente fue e l
pequeño número d e submarinos implicados. A principios d e
1942, Dónitz tenía 9 1 submarinos a su disposición. Veintitrés
se
hallaban
en el
Mediterráneo
- c o n
órdenes
d e
Hitler
y el
gran almirante Raeder
d e
atacar
a los
buques aliados
q u e
apro-
visionaban
a las
fuerzas británicas
en e l
desierto egipcio-,
y
otros tres iban
d e
camino hacia
esa
zona. Seis submarinos
estaban situados al oeste d e Gibraltar, y cuatro m á s jun to a
Noruega. Esto dejaba a Dónitz ta n sólo 5 5 submarinos para
el
Atlántico,
y p o r
aquel entonces
e l 60 por
ciento
d e
ellos
estaban
e n
dique seco para reparaciones.
Así,
sólo
22
subma-
rinos alemanes permanecían activos
en e l
Atlántico,
y
aproxi-
madamente
la
mitad
d e
ellos viajaban
d e o
hacia
la s
zonas
d e
combate.
Pero con e sa docena o a s í de submarinos, Dónitz consi-
guió sorpr enden tes resultados.
Las
tripulaciones
de los
submarinos partieron hacia
la
nueva zona
d e
guerra «con
u n
espíritu espléndido», escribió
m á s
tarde Dónitz, «llevándose consigo grandes esperanzas
como aquí
en el
Mando
d e
Submarinos
n o
habíamos tenido
en
muchos días».
N o
había convoyes junto
a la
costa norte-
americana,
n i
escoltas
con l a s que
enfrentarse, sólo buques
aislados recorriendo
la s
rutas comerciales regulares.
Los sub-
marinos sólo tenían q u e situarse ju nt o a la costa desde N u e -
va Inglaterra hasta el norte d e Florida y atacar a voluntad. El
primer hundimiento
se
produjo
el 12 de
enero contra
e l
Cyclops,
u n
buque
d e
pasajeros británico
que se
hundió
j u n -
to a
Cape
Cod, con la
pérdida
de 87
vidas.
En los 19
días
q u e
quedaban
d e
enero,
lo s
submarinos alemanes hundieron
otros 13 buques, totalizando 95.000 toneladas. En los siguien-
te s
cuatro meses
se
cobraron
u n
precio terrible.
De los 441
buques mercantes aliados perdidos ante
lo s
submarinos
en -
t re
enero
y
finales
d e
mayo,
87
fueron hundidos
e n
aguas
norteamericanas.
Más de la
mitad
de las
pérdidas fueron
buques cisterna,
la
mayor parte
de los
cuales transportaban
la sangre vital de la guerra, petróleo.
L a
nueva ofensiva tomó
a los
norteamericanos
p o r
sorpre-
sa. Sin
embargo, casi
n o
hicieron nada
p o r
minimizar
sus
efectos. Cada
d í a ,
miles
d e
toneladas
d e
irreemplazable
car-
ga
partían
sin
escolta costa arriba.
L o s
capitanes
n o
recibían
ningun a instrucción acerca d e q u é hacer en e l caso d e ataque
de un submarino alemán. Ninguno de los aviones q u e podían
volar hasta
m a r
abierto estaban disponibles para hacerlo,
y
pocos pilotos norteamericanos sabían como enfrentarse
con
efectividad
a u n
submarino alemán
si
divisaban
u n o .
Además,
cuando
se
iniciaron
lo s
primeros esfuerzos titubeantes para
enfrentarse
a
estas deficiencias,
n o
existía ninguna autoridad
para coordinarlas adecuadamente.
L o peor, quizá, era que los buques norteamericanos eran
m u y
evidentes...,
y
descuidados.
Su
personal
era a la vez
inex-
perto
y
crédulo.
L as
tripulaciones
de l os
barcos hablaban
entre
sí a
través
de la
radio, proporcionando información
vital
a los
submarinos alemanes
q u e
acechaban.
U n
coman-
dante
d e
submarino, espiando
a u n
carguero
a la luz de un
buque cisterna q u e acababa d e incendiar, hizo señales: «Este
es el
buque faro.
Se
halla usted
e n
zona
d e
peligro. Dirija
su
rumbo
d e
modo
q u e
pase cerca
de mí .» El
carguero obede-
c ió de
inmediato...,
y f u e
torpedeado
y
hundido, perd iendo
20
hombres.
En la
costa,
la s
ciudades
se
resistían
a
apagar
su s
luces.
Miami exhibía u n a franja d e neón d e diez kilómetros q u e
recortaba la s siluetas de los barcos por l a noche, pero la Cá-
mara
d e
Comercio
se
negó
a
apagar
la s
luces
p o r
temor
a que
esto ahuyentara
a los
turistas.
Los
turistas
se
reunían
en las
playas para contemplar
lo s
buques torpedeados arder
en el
horizonte.
A m en u d o la s autoridades navales eran t an perversas
como lo s turistas. Para desesperación de los británicos, q u e
154
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/la-batalla-del-atlantico-b-pitt-time-life-folio-2008-ocr 155/208
- t ra s m á s d e d o s años d e dolorosos tanteos en lo que un a l -
mirante norteamericano describ ió acertadamente como
e l
«laboratorio d e guerra»- habían expulsado virtualmente a los
submarinos a lemanes d e s u s costas, los Estados Unidos s e
resistían
a
todo tipo
d e
consejo británico.
L o s
norteamerica-
n o s s e negaban incluso a adop ta r e l p robado y seguro siste-
m a d e convoyes a lo largo de la Costa Este. L a Marina creía
q u e u n
convoy débilmente escoltado
e r a
peor
q u e u n
convoy
s in ninguna protección e n absoluto; afirmando q u e carecía
d e buques suficientes para proporcionar escoltas adecuadas,
n o p roporc ionaba n inguna . L a mayor parte de los buques
capaces
d e
enfrentarse
a los
submarinos alemanes habían
ido
ya al norte para guiar a los convoyes e n l a m u y importante
ruta d e l Atlántico Norte d e Halifax a Islandia, q u e ahora es -
taba transportando tropas además d e carga. El resto estaban
en e l Pacífico, intentando detener a los japoneses, q u e avan-
zaban por l a s Filipinas y el Sureste d e Asia.
C o n todas estas lejanas misiones, apenas había d o s doce-
n a s d e buques de la Marina de los Estados Unidos disponibles
para cubrir
la
Frontera Este
de l Mar , l a
designación oficial
para la zona oceánica d e 725.000 kilómetros cuadrados entre
la bahía d e Fundy y Jackso nville. Usar estas d o s docenas d e
buques como escoltas, argumentó la Marina, dejaría puertos
vitales como Nueva York, Boston, Norfolk
y
Charleston
des -
EL VERGONZOSO INCIDENTE D EL L CONI
El 12 de
setiembre
de 1942, el
transporte
d e
tropas británico
Laconia,
u n transatlántico
d e 19.965 toneladas convertido, f u e torpe-
deado en el Atlántico Sur por el U-156, m an-
dado
p o r
Werner Hartenstein.
L os
2.732
p a-
sajeros d el barco incluían a 1.800 italianos
capturados en e l Norte d e África, y las fami-
lias de los funcionarios públicos coloniales
británicos.
Al oír
gritos
d e
ayuda
e n
italiano,
y temiendo u n a gran pérdida d e vidas en
aquellas aguas infestadas d e tiburones, Har-
tenstein se dispuso a rescatar a los supervi-
vientes.
El Laconia había radiado ya una llamada
d e auxilio, pero Hartenstein la aumentó
con una petición p o r radio en inglés de que
todos los buques en la zona acudieran en su
auxilio. También notificó al almirante Dóni-
tz, qu e radió a l U-506y a l U-507que se unie-
ran al
rescate.
Las
autoridades francesas
d e
Vichy e n Dakar despacharon al crucero Glo-
ire
y dos buques m ás pequeños.
Mientras tanto, Hartenstein rescató a 260
supervivientes, de los qu e transfirió más tar-
de la
mitad
al U-506.
Otros
15 7
fuer on subi-
dos a bordo d e l
U-507,
y docenas m ás colo-
cados en botes salvavidas. La s cubiertas d e
lo s submarinos estaban repletas, y los atesta-
dos
botes salvavidas eran remolcados cuan-
do un bombardero Liberator norteamerica-
n o apareció, trazó u n círculo y desapareció.
Media hor a m ás tarde e l Liberator regresó y
dejó caer cinco bombas contra
e l
submarino
d e Hartenstein, ignorando lo s destellos d e
las señales luminosas, lo s mensajes p o r radio
y la bandera de la Cruz Roja. (Más tarde el
piloto justificaría
el
ataque diciendo
q u e
había otros d o s barcos aliados en la zona y
q u e corrían peligro a causa de la presencia
d e l sub marino alemán.)
El U-156 resultó dañado, y Har tenstein
se vio obligado a devolver a sus supervivien-
tes al agua. Pese a todo, Dónitz orde nó que
lo s otros d o s submarinos siguieran con las
operaciones d e rescate. El f 8 de setiembre,
lo s
submarinos
se
encontraron
con los bar-
cos franceses, y 1.200 personas fueron sal-
vadas.
Como resultado d e l ataque d e l Libera-
tor , Dónitz ordenó a todos lo s submarinos
que a partir d e entonces n o rescataran su -
pervivientes. En e l juicio d e Nuremberg
tras
l a
guerra,
f u e
acusado
d e
asesinato
por
da r esta orden . Aunque el tribunal condenó
a Dónitz p o r otros crímenes d e guerra, fue
absuelto de la acusación d e asesinato, sobre
la base de que los propios aliados habían li-
brado u n a guerra submarina si n restriccio-
nes y raras veces habían rescatado supervi-
vientes.
El transatlántico Laconia fue el segundo barco en llevar este nombre. El primero fue torpedeado por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial.
155
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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protegidos. «E l hecho simple y llano e s q u e n o tenemos las
herramientas con l a s qu e enfrentarnos a l enemigo e n todos
lo s
puntos
en los que nos
está amenazando -escribió
el
almi-
rante ErnestJ. King, comandante
e n
j e fe
de la
Marina
de los
Estados Unidos,
a u n
colega-.
E n
resumen, tenemos
q u e
hacer
lo
mejor
q u e
podamos
c o n l o q u e
tenemos.»
Aferrándose
a
esta convicción,
la
Marina intentó enfren-
tarse
a la
amenaza
de los
submarinos alemanes
c o n
patrullas
d e caza, u n a práctica desechada hacía tiempo por l os britá-
nicos. «Esta e s una de l a s lecciones m á s duras de la guerra
q u e h a y q u e
tragar», señaló
u n
informe
d e l
Almirantazgo
en
u n
intento
d e
disuadir
a la
Marina
de los
Estados Unidos
d e
continuar
c o n
esta infructuosa táctica.
« I r a l mar
para perse-
guir y destruir al enemigo tiene u n gran atractivo para cual-
quier oficial naval -pr osig uió- . Propor ciona u n a sensación d e
ofensiva
q u e
falta
en l a más
pasiva protección
d e
convoyes.
Pero
e n
esta guerra
con los
submarinos,
la s
limitaciones
d e
la s
fuerzas
d e
caza
s e h a n
dejado
v e r m u y
claramente
por sí
mismas.»
Como u n adolescente dispuesto a mostrar su independen-
ci a
ante
la
irritante
voz de la
experiencia,
la
Marina
de los
Estados Unidos
se
negó
a
escuchar.
Y su
persistencia
en en-
viar patrullas
d e
caza
f u e
bien recibida
por l os
aleman es. «Los
submarinos
n o
necesitaron mucho tiempo para elaborar
u n a
rutina
m u y
efectiva -escribió Dónitz-. Dura nte
el día
perma-
necían en el fondo, a profundidades entre 50 y 150 metros
y a unas pocas millas d e distancia de las rutas de los barcos.
Al
anochecer
se
acercaban sumergidos
a la
costa
y,
cuand o
caía
la
oscuridad, salían
a la
superficie
e n
medio
d e u n
flujo
d e
barcos para lanzar
su s
ataques durante
la
noche.»
Las
ansiosas patrullas
d e
caza estadounidenses
n o
consiguieron
ver, y mucho menos poner fuera d e combate, a u n solo sub-
marino alemán hasta
e l 14 de
abril, tres meses completos
después
de la
llegada
de los
submarinos
a la
costa.
Mientras
la s
patrullas
d e
caza fracasaban estrepitosamen-
te, los
Estados Unidos intentar on
u n
cierto número
d e
otras
tácticas que los británicos habían probado también y desecha-
d o . U n a d e ellas f u e l a fabricación d e cinco «Buques Miste-
rio» o buques-Q. Buques mercantes armados, con sus armas
ocultas
p o r
redes, enmascarados como inocentes cargueros
y
jabegueros. Cuando avistaba
u n
submarino,
e l
buque-Q
se
desprendía
de su
disfraz
y
empezaba
a
disparar.
Los
primeros
tres buques-Q salieron de la costa d e Nueva Inglaterra e n
marzo de 1942. Cuatro días m á s tarde, u n submarino hundió
a u n o d e
ellos, costando
la
vida
a 148
hombres. Tras
más de
un año , l os
logros totales
de los
buques-Q fueron tres encuen-
tros
c o n
submarinos alemanes..., todos
lo s
cuales consiguie-
r o n
escapar.
Otro plan infructuoso
f u e
recurrir
a la
ayuda
d e
pescado-
re s comerciales. La idea f u e fruto d e l comandante Vincent
Astor,
u n
entusiasta
de l os
yates
y
miembro
de la
Reserva
Naval.
Con l a
bendición
de la
Marina, proporcionó
a los
pescadores desde
el
Maine hasta Florida radios transmisores-
receptores
y les
pidió
q u e
informaran
d e
cualquier cosa
sos-
pechosa. Pero
lo s
pescadores
so n
gente independiente, acos-
tumbrada a hacer la s cosas a su manera. Cuando descubrían
la presencia d e alguna embarcación n o familiar q u e creían
q u e merecía la pena comentar, frecue nteme nte aguardaban
tanto tiempo
a
comunicarlo
a la
inteligencia
que los
subma-
rinos
ya
habían desaparecido.
Mientras tanto,
lo s
alemanes seguían
sin
descanso
con sus
ataques, ayudados
p o r u n a
innovación
a l a que
llamaban
«vaca lechera». E r a u n pesado submarino de 1.600 toneladas,
q u e
servía como almacén móvil
q u e , e n u n
solo viaje, podía
aprovisionar
a los
submarinos
d e
comida, piezas
d e
repuesto
y
combustible, dobland o
así de dos a
cuatro semanas
el
tiem-
p o q u e
cada submarino podía permanecer
en el mar.
E n marzo, e l Almirantazgo estaba a p u n t o d e perder la
paciencia.
L o s
suministros críticos destinados
a
Gran Breta-
ña por l a
ruta costera
de los
Estados Unidos simplemente
n o
llegaban.
E n u n
esfuerzo
p o r
convencer
a los
norteamerica-
nos de l a importancia d e adoptar formaciones d e convoy, los
británicos propusieron enviar 10 corbetas y d o s docenas d e
jabegueros antisubmarinos
de sus
propios astilleros, junto
c o n u n p a r d e
oficiales
c o n
experiencia
q u e
enseñaran
a los
novatos norteame rican os cómo utilizar
c o n
mayor provecho
la s
escoltas contra
lo s
submarinos.
L a
Marina
de los
Estados
Unidos rechazó
la
oferta
d e
personal, puesto
q u e
prefería
hacer
la s
cosas
a su
propia manera.
L a Marina aceptó lo s barcos, s in embargo, y los puso a
trabajar
e l 1 de
abril
de 1942 , en un
sistema parcial
d e c o n -
v o y q u e
pronto
f u e
apodado
la
«brigada
d e l
cubo»,
por su
similitud
con las
brigadas
q u e s e
pasan cubos
d e
agua
en un
incendio. Bajo este sistema, lo s buques mercantes recibían
escolta
d e
protección diurna
e n
saltos
d e 1 2 0
millas entre
puer tos como Jacksonville
y
Charleston; luego permanecían
anclados
e n
lugar seguro durante
la
noche.
E r a u n
modesto
principio, pero
u n
paso
en la
dirección correcta.
E n
mayo,
es e
sistema había evolucionado
a u n a
operación
d e
convoy
propia entre Nueva York
y
Halifax
y
entre Cayo Oeste
y Nor -
folk.
E n
jul io
se
había convertido
e n u n
sistema entrelazado
d e
convoyes
q u e s e
extendía todo
e l
camino desde
la
petro-
lífera isla holandesa
d e
Aruba, junt o
a la
costa norte
d e
Suda-
mérica, hasta Halifax.
D e l
mismo modo
q u e l o s
pasajeros
suben y bajan d e u n tren e n cada estación local, lo s buques
mercantes podían abandonar o unirse a u n convoy e n cual-
quier puerto a lo largo d e l camino. Pasaban d e u n grupo d e
escolta
a
otro cuando abandonaban
u n
puerto
y se
encami-
naban
al
siguiente.
1 5 6
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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Junto con l a reforzada cobertura aérea, este tardíamente
instituido sistema
d e
convoyes proporcionó resultados espec-
taculares.
L os
hundimientos descendieron
de 23 en
abril
a 5
e n
mayo,
y a
cero
e n
julio. P ero
p o r
aquel entonces
los sub-
marinos
ya
habían ocasionado
e l
caos:
e n
seis meses,
m á s d e
medio millón
d e
toneladas embarcadas habían sido enviadas
al fondo d e l océano junto a la costa norteamericana.
En la
primavera
y
verano
de 1942, a
medida
q u e e l
número
d e
hundimientos
en la
Frontera Este
d e l M a r
decrecía,
los
submarinos alemanes
se
trasladaron
a
otros terrenos
d e
caza.
Hallaron
u n o
fructífero jun to
a la
costa ártica
d e
Rusia,
a lo
largo
de l a
formidable ruta tomada
por l os
convoyes
q u e
t ransportaban
lo s
suministros
d e
préstamo
y
arriendo
a la
Unión Soviética.
E n
esta nueva ofensiva alemana,
lo s
barcos
norteamericanos - q u e navegaban bajo mando bri tánico-
iban
a ser
testigos
d e
toda
la
furia
de la
guerra
en e l mar , una
furia complicada
p o r u n a
torpe planificación
de los
coman-
dantes aliados frente
a las
tácticas enemigas.
Desde l os más altos mandos hasta l os más bajos, todo e l
mundo veía la ruta rusa de los convoyes c o n suspicacia, d e s -
agrado
o
temor.
L os
marineros
la
llamaban
el
«infierno bajo
cero»; incluso
e n
verano
la s
temperaturas podían estar
p o r
debajo
d e l
punto
d e
congelación
y e l mar
embravecido.
El
almirante
si r
Dudley Pound, Primer Lord
d e l M a r d e
Gran
Bretaña, la llamó u n a «piedra d e molino alrededor d e nues-
tros cuellos».
C o n e l
alargamiento
de l os
días
en e l
lejano
norte,
la s
bajas ascendieron.
E n u n
convoy
a
mediados
d e
marzo, cinco
de 19
buques mercantes fueron hundidos.
Y
entre la s bajas d e primavera estaban clos cruceros q u e Gran
Bretaña
n o
podía permitirse perder.
Mientras tanto,
el
Almirantazgo
se
enfrentaba
a u n
proble-
m a . L a
inteligencia británica informó
q u e l o s
alemanes
h a -
bían retirado varios
de sus
grandes buques
d e
guerra
- d e l o s
cuales e l más formidable e ra e l recién estrenado acorazado
d e
42.500 toneladas Tirpiz-
de su
base
e n
Alemania
y los ha-
b ía
enviado
a la
costa noruega,
a
sólo unos pocos días
d e
navegación
de l a
ruta ártica
de los
convoyes. Estos buques
d e
guerra iban complementados c o n aviones de la Luftwaffe,
ahora también c o n base e n Noruega, a s í como lo s ubicuos
submarinos. Debido
a l
peligro,
e l
Almirantazgo empezó
a
urgir
al
gobierno británico
q u e
interrumpiera
la
ruta ártica
al
menos hasta
e l
otoño, cuando regresaran
la s
largas noches.
Pero e l gobierno tenía otras preocupaciones. P o r aquel
entonces Alemania había lanzado
e l 80 por
ciento
de sus
fuer-
zas a la
ocupación
d e
Rusia,
y
Rusia estaba luchando
por su
vida. Para Church ill
y
Roosevelt,
la
necesidad
d e
sostener
a la
Unión Soviética
e r a
urgente.
N o
podían enviar tropas para
q u e
ayudaran al país en su terrible prueba, pero podían contribuir
c o n
suministros
d e
guerra,
y
habían prometid o hacerlo.
Así, los
convoyes prosiguieron
e n
junio, mientras
sus
bajas
se
hacían cada
vez
peores. Alcanzaron
s u
culminación
con e l
PQ-17,
el 17
y
convoy
q u e
abandonó Islandia
e n
dirección
a
Rusia.
El
viaje
de l PQ-17 se
convirtió
en un
desastre
q u e m á s
tarde Churchill llamaría «uno de los más tristes episodios n a -
vales
d e
toda
la
guerra».
El PQ-17 se originó e n Hvalfjordur, Islandia, e l 27 de junio
de 1942 , con
destino
a
Archangel, Rusia. Consistía
en 35
buques mercantes
- 2 2 d e
ellos norteamericanos-,
q u e
lleva-
b a n
aviones, tanques, cañones
y
otro material
d e
guerra
p o r
u n
valor
d e 7 0 0
millones
d e
dólares; jun to
c o n é l
iban tres
buques d e rescate y dos buques cisterna. E r a u n convoy in -
usualmente grande,
y
tenía
u n
número
m á s
grande todavía
d e
barcos
d e
protección,
47 en
total. Había
u n a
escolta
cer-
cana
de 21
buques, todos británicos,
q u e
incluían
d o s
subma-
rinos. También había u n a fuerza d e apoyo, q u e debía reco-
rrer la ruta d e l convoy pero permanecer fuera de la vista.
Consistía
e n
siete buques: cuatro cruceros
- d o s d e
ellos
n o r -
teamericanos-
y
tres destructores. Finalmente, había también
u n a
distante fuerza
d e
cobertura
de 19
barcos
d e
guerra
q u e
incluía d o s acorazados, u n o d e ellos norteamericano, y un
portaaviones bri tánico,
e l
Victorious; éstos patrullaban
las
aguas entre Islandia
y
Noruega,
y se
esperaba
q u e
estuvieran
dispuestos
a
interceptar
a l Tirpitz si
abandonaba
e l
puerto.
Para
lo s
hombres
a
cargo
de la
misión, toda esta acumu-
lación significaba evidentemente q u e estaba ocurriendo algo
importante,
y
aunque
n o
sabían nada
de los
argumentos
d e
la
estrategia política
y
naval
q u e s e
producía
a
altos niveles,
compartían
u n a
creciente aprensión. Recordando
lo s
hoscos
rostros
de l os
capitanes
de los
buques
d e
escolta mientras
aguardaban la s órdenes d e zarpar, e l comandante Joh n E .
Broome, d e l destructor británico Keppel, q u e estaba a cargo
de la
escolta cercana, escribió: «Eran hombres
de mar ,
sabían
malditamente bien
q u e
esta ciudad flotante
q u e
estaban
a
punto d e formar llenaría unas 25 millas d e visibilidad ininte-
rrumpida. N o había q u e decirles que los submarinos y avio-
nes y
buques
d e
guerra enemigos tomarían ventaja
d e
todo
ello.»
Una vez e l
convoy
se
puso
e n
camino,
la s
preocupacione s
se
relajaron
p o r u n
tiempo.
Los
buques
se
vieron velados
por
u n a bienvenida niebla, y los primeros cuatro días transcurrie-
ron sin e l
menor signo
d e l
enemigo. Tres barcos tuvieron
q u e
regresar
a
puerto, pero
n o a
causa
d e
ningún ataque:
u n o d e
ellos chocó co ntra unas rocas ju nt o
a
Islandia,
y dos
resulta-
r o n dañados p o r pesados témpanos d e hielo. Luego, el 1 de
julio,
u n
solitario avión alemán apareció
en e l
aire,
«y su
morro apuntó ligeramente hacia
el
agua, como algún omino-
so
sabueso husmeador», recordó
m á s
tarde
u n
oficial británi-
co. La
tensión aumentó
d e
nuevo.
E l
comandante Broome
escribió q u e «producía u n a helada sensación saber q u e a
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sorprendidos barcos
d e
escolta algunas nuevas
e
inesperadas
órdenes. Tres excitados mensajes brotaron de la telegrafía sin
hilos en el espacio de 25 minutos. El primero ordenaba a la
fuerza
d e
cruceros
d e
apoyo
q u e
volvieran hacia atrás
en di-
rección oeste.
El
segundo ordenaba
al
convoy separarse
y
seguir individualmente hacia Archangel. El últ imo y fatal
mensaje era: «El convoy debe dispersarse.» E so significaba
que l o s buques mercantes tenían q u e abrirse e n abanico e n
todas direcciones.
En los buques d e escolta, oficiales y hombres se sintieron
aturdidos. U no de l o s oficiales a bordo d e l Wichita, el actor
Douglas Fairbanks J r . , registró la furia de l a tripulación:
«¿Qué clase d e alto mando tenemos q u e c o n u n a fuerza o p e -
rativa ta n grande n o podemos luchar? ¿Se han vuelto tímidos
lo s
británicos? ¿Cómo pueden ganarse
la s
guerras
d e
esta
forma?»
El comandante Broome, como líder de la escolta cercana,
tomó entonces el asunto en sus manos. Envió su s seis destruc-
tores a prestar apoyo a la fuerza d e cruceros q u e había pa r -
tido hacia
la
batalla
q u e
supuso
que iba a
tener lugar
con los
buques
d e
guerra alemanes. Broome dejó
los dos
submarinos
británicos en el área d e l convoy, por s i los barcos enemigos
se presentaban all í . Ordenó a los demás buques d e escolta
q u e siguieran independientemente hacia Archangel; algunos
d e
ellos,
si n
embargo, decidieron acompañar
a
todos
los bu-
ques mercantes
q u e
pudieran.
Pero
la
mayor parte
de sus
buques mercantes fueron
d e -
jados a sus propios recursos. Empezando a primera hora de l
5 d e julio, la Luftwaffe y los submarinos alemanes lanzaron
u n continuado ataque q u e duró u n a semana. El primer d ía ,
12 de los
buques mercantes,
a s í
como
u n
petrolero
y un bu-
q u e d e rescate, fueron golpeados y hundidos. El 6 de julio
otros d o s buques mercantes fueron hundidos; el 7, otros dos;
el 8, uno; y el 10, dos más.
Los hombres q u e saltaban de los barcos que se hundían lo
hacían a unas heladas aguas recubiertas d e petróleo ardien-
do. Si
conseguían alcanzar
lo s
botes salvavidas,
le s
quedaban
todavía 2 00 millas o m á s para alcanzar tierra firme. Si conse-
guían llegar a la orilla, podían tener q u e recorrer centenares
d e kilómetros antes d e encontrar algún asentamiento.
De los 35 mercantes q u e salieron hacia Archangel, sólo 11
alcanzaron
el
puerto ruso.
D e
ellos,
u n
pequeño grupo
d e
tres buques deb ió su supervivencia a u n oficial de uno de los
buques d e escolta q u e decidió permanecer c o n ellos. Su br i -
llante idea
f u e
pintar
lo s
barcos
d e
blanco para
que s e f un -
dieran con e l hielo de l fondo, y camuflar su parte superior
c o n sábanas. L o s aviones d e búsqueda alemanes volaron p o r
encima d e ellos, y gracias a la pintura blanca y u n a niebla
fortui ta
no los
localizaron.
El
últ imo
de los
buques entró
cojeando
e n
Archangel
- a 4 5 0
millas
d e l
punto donde
el
convoy se había dispersado- el 24 de julio, tres semana s des -
pués de l a predestinada orden. Si el convoy hubiera mante-
nido
su
plan original, hubiera efectuado todo
e l
viaje
en 12
días.
Una vez contadas todas la s pérdidas, el coste resultó abru-
mador: se habían perdido 153 hombres y 22 buques mercan-
te s habían sido hundidos, y c on ellos u n a carga de 430 tanques,
210 aviones y 99.316 tonelad as d e suministros d e guerra varia-
dos. De los 1.300
hombres
q u e
llegaron
a
Archangel -alg unos
en sus barcos originales, otros recogidos por los escoltas britá-
nicos y barcos d e rescate soviéticos-, muchos sufrían congela-
ción e n algún miembro a causa de las heladas aguas. Dos do-
cenas
d e
desafortunados supervivientes, tras remar durante
10
días
en un
bote salvavidas
e n l o que
creían
que e ra l a d i -
rección d e Rusia, desembarcaron e n cambio en la Noruega
ocupada po r l o s alemanes, y terminaron e n un campo d e
prisioneros.
U n
giro irónico surgió
m á s
tarde
a la luz. En el
momento
e n que e l
Almirantazgo enviaba
su s
frenét icas órdenes
d e
dispersión
al
PQ-17,
el
Tirpitz
no se
dirigía
e n
absoluto hacia
e l convoy, sino q u e simplemente se trasladaba de un puerto
n o ru eg o a otro. L o s aviones d e patrulla alemanes habían
divisado y luego perd ido el rastro d e l portaaviones Victorious
de la
fuerza
d e
cobertura distante
d e l
PQ-17,
y
Hitler
no te-
n ía intención d e exponer su acorazado al riesgo de un ataque
aéreo.
L o único q u e puede decirse d e l episodio de l PQ-17 es que
enseñó u n a amarga y costosa lección, y dejó m u y claro la
necesidad
d e
mantener
u n
convoy bajo constante vigilancia
d e
bien coordinados buques
d e
escolta. Mientras
lo s
barcos
de l P Q - 17 permanecieron juntos, sólo tres sufrieron algún
daño; la debacle se produjo después de la dispersión. F ue una
lección q u e volvería a surgir en los críticos meses que se ave-
cinaban.
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LA
GUERR
EN EL MAR
SOBRE TEL
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CAPTURAR
LA
ACCIÓN
DEL
ATLÁNTICO
La s lluvias se alzan al cielo desde e l torpedeado destructor de los Estados
Unidos Reuben James en este dibujo de l hundimiento, olrra de l capitán de
corbeta Grifjith Baily Coale.
A
bordo
d e l
destructor Niblack,
en e l
oscuro amanecer
del 31
d e
octubre
de 1941 , e l
artista
de l a
Marina
de l os
Estados
Uni dos Griffith Baily Coale v io una nube d e humo negro q u e
se alzaba a u n a milla d e distancia. Momentos m á s tarde hubo
u n
tremendo rugir,
y u n a
columna
d e
llamas naranjas lamió
el
cielo noctu rno.
El
destructor
de los
Estados Unidos Reuben
James, q u e escoltaba u n convoy rumbo a Gran Bretaña, aca -
baba
d e s e r
torpedeado.
El
barco
d e
Coale
se
apresuró
al lu-
gar de los
hechos. Mientras
lo s
hombres
d e l
Niblack sacaban
a los
supervivientes empapados
d e
petróleo
de l a s
heladas
aguas,
el
artista pudo
o í r
«maldiciones, plegarias
y
roncos
gritos
d e
ayuda». Coale
n o
pudo olvidar aquel horror:
su
dibujo
de la
izquierda
d e l
llameante destructor
- e l
primer
buque d e combate norteamericano q u e f u e hundido en e l
Atlántico- tenía
u n a
inmediatez
y u n
impacto
q u e
sólo
e l más
afortunado
de los
fotógrafos hubiera podido captar.
Docenas d e artistas cubrieron la guerra e n e l m a r desde
ambos bandos,
y su
arte ofrece
d e
muchas formas
e l
mejor
registro
de l os
momentos
m á s
dramáticos
de la
lucha.
Los
fotógrafos
n o
siempre fueron capaces
d e
captar estos acon-
tecimientos, pero a m en u d o u n pintor podía presenciar el
drama
que se
desarrollaba ante
sus
ojos
y
luego plasmar bien
e n u n
bloc
d e
dibujo
o e n u n a
tela
la s
escenas
q u e
habían
quedado grabadas
a
fuego
en su
conciencia.
Si el artista pertenecí a a la Marina, entonces tenía deberes
adicionales, normalmente servir como oficial
d e
guardia.
Cuando estallaba
la
lucha, raras veces tenía muchas oportu-
nidades
d e
dibujar;
en vez de
ello
se
ocupaba
d e u n
puesto
d e combate como todos lo s demás a bordo. Sólo después d e
terminado
el
servicio podía, como artista, plasmar
e l
conflic-
to a
partir
de sus
vividos recuerdos.
El popular pintor norteamericano Tom Lea , a bordo del
destructor
de los
Estados Unidos Gleaves
en e l
otoño
de 1941
e n u n
encargo para
LIFE,
convirtió
e n u n a
práctica
e l
memo-
rizar
l o q u e
veía
e n
cubierta; luego
ib a
abajo para tomar
apuntes
y m á s
tarde produjo
s u s
pinturas
u n a v e z
vuelto
a
casa
e n
Texas. «Con
el
agua chapoteando
a
todo
tu
alrededor
- r eco rd ó - ,
n o
podías hacer acuarelas.
N i
siquiera podías
hacer bocetos allá fuera;
e r a
como
u n
bronco encabritado.»
L as
pinturas
de Lea y
otros artistas
q u e
reflejaron
la
lucha
e n e l m a r
permitieron
a
miles
d e
ciudadanos
e n
América
y
Europa experimentar tanto
lo s
puntos álgidos
de l a
lucha
como la s tensas horas entre esos puntos álgidos derecha) e n
una de l a s
arenas
m ás
violentas
de la
guerra.
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Lo s tripulantes de un submarino alemán escrutan el mar en esta pintura de l artista alemán Rudolf Hausknecht.
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«Lanzando los bidones», por el artista de
LIF
Tom Lea,
captura la acción a bordo d el destructor norteamericano
Gleaves en el momento en que los miembros de su
tripulación lanzan las cargas de profundidad. El mortero
qu e disparaba las cargas er a conocido como cañón Y;
er a accionado por una carga explosiva.
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«Hundimiento en Vizcaya», pintado por el teniente de la Marina de los Estados Unidos Dwight Shepler.
Zafarrancho de combate en el destructor de los Estados Unidos Champlin en esta acuarela de Dwight Shepler.
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Cubierto por un camamila con una metralleta, un
grupo de rescate del guardacostas de la Guardia
Costera de los Estados Unidos Campbell recoge a
bordo a los supervivientes de un submarino hundido.
El artista de LIF capitán de corbeta Antón Otto
Fischer,
qu e
pintó
la
dramática escena, estaba
a
bordo
de l
Campbell cuando atacó
al
submarino
a
quemarropa en el Atlántico Norte en 1943.
16 7
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El crucero pesado alemán Prinz Eugen y el acorazado Bismarck izquierda) se lanzan lado a lado contra el crucero d e batalla británico H o o d , en. una tela del
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rtista alemán Claus Bergen. En la batalla de mayo de 1941, el H o o d fue hundido po r media docena de andanadas de los dos buques de guerra.
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El avistamiento del Bismarck en el mar por el
Catalina británico 7.209 el 26 de mayo de 1941
es el tema de esta espectacular tela de l artista
inglés Norman Wilkinson. Al día siguiente, el
escurridizo acorazado alemán
fue
hundido
en
un a batalla co n buques de la Marina Real.
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Bombarderos torpederos Sxuordfish británicos atacan a
los acorazados alemanes Scharnhorst y Gneisenau
derecha primer término)
el 12 de
ebrero
de 1942, en
esta pintura de Norman Wilkinson. Todos los aviones
qu e tomaron parte en esta misión fueron derribados
por los buques de guerra alemanes.
Un racimo de brillantes destellos ilumina la acción en esta pintura de l inglés
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Charles Pears mientras el S cha rnhors t al fondo a la derecha) recibe un fuego mortal junto a la costa d e Noruega, el 26 de diciembre de 1943.
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Schmitz-Westerholt incluyó u no de los submarinos en primer término para personalizar el drama.
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Un paraíso caribeño para los submarinos alemanes
Lucrativo negocio en tonelaje hundido
La acción cambia a. Brasil
Peligro en el pozo negro
Una, conferencia de amigos en Casablanca
Dónitz toma,
el
mando
Lo s esfuerzos de los aliados da n dividendos
Un
radar
más
preciso
La flota, norteamericana qu e nunca salió al mar
Transformación en la táctica antisubmarinos de los
Estados Unidos
Apoyo
a los
convoyes
po r
barcos belicosos
La climática batalla en el Atlántico
La tarde del 15 de junio de 1942, un marino mercante no r -
teamericano llamado Archie Gibbs se enco ntró forcejeando
dificultosamente en las aguas de l Caribe p o r segunda vez en
24 horas. El día antes, en algún lugar al norte d e Trinidad,
u n submarino alemán había torpedeado su barco, el Scotts-
burg.
Tras u n a noche en el mar, había sido recogido por el
carguero Kahuku, de las Líneas Matson..., sólo para verse e n
el agua d e nuevo cuando éste también f u e hundido po r un
submarino alemán.
Ahora Gibbs se enfrentaba a u n tercer peligro. Mientras
luchaba p o r mantenerse a flote, el submarino emergió a la
superficie cerca
de él .
Desesperado, intentó alejarse nadan-
d o , pero, como m ás tarde informó, «giró ligeramente la
popa, se sumergió u n poco, y vino directa mente p o r debajo
de mí . Un enorme alemán m e sujetó po r e l cuello y tiró brus-
camente
d e m í
hasta
la
torreta».
Gibbs temió lo peor. Dentro d e l submarino, u n oficial le
metió u n a pistola bajo la nariz y le ordenó q u e oliera el ex-
t remo
d e l
cañón, sugiriéndole
así el
destino
que l e
esperaba
si no decía la verdad acerca de los barcos en los que había
servido. Pero en e l interrogatorio Gibbs consiguió sonar tan
plausible q u e cuando terminó su s captores le ofrecieron d e
buen grado
u n
trago
d e
brandy.
É s e f ue sólo uno de l o s favores de los que gozó Gibbs
durante lo s siguientes cuatro días. Compartió la abundante
comida
de la
tripulación
d e
guiso
d e
carne,
col ,
tocino
y pan;
se le permitió se r testigo de la cita entre el submarino y su
vaca lechera, en l a que recibió u n a nueva carga d e torpedos.
El quinto d ía , jun to a Curagao, la inesperada odisea d e Gibbs
terminó. Al divisar u n barco venezolano, su s captores lo su-
bieron a una balsa, le dijeron adiós y lo soltaron.
El
trato recibido
p o r
Gibbs concuerda
con la
experiencia
d e otros supervivientes d e hundimientos en el Caribe. Dos
marineros de l buque cisterna M. F. Elliott fueron subidos a
bordo de l submarino atacante, le s permitieron lavarse todo
el petróleo q u e cubría sus cuerpos como u n a costra, les die-
r o n ropas secas y u n poco de r on para calentarse, luego los
pusieron e n u n a balsa e n un punto donde u n avión de res-
cate estaba trazando círculos sobre
su s
cabezas.
El
capitán
del
torpedeado Esso Houston, e n un bote salvavidas después d e
que e l petrolero se hundiera, se sobresaltó al hallarse cara a
cara con e l comandante d e l submarino que los había hundi-
do , y que s e había acercado solamente para asegurarse d e
que e l bote salvavidas estaba adecuadamente provisto de co-
mida, agua, botiquín y brúju la.
L os alemanes tenían razones para se r magnánimos. El
Caribe era el sueño d e u n a misión para cualquier tripulante
d e u n submarino. N o presentaba ninguno de los rigores del
Ártico o de la ruta d e Murmansk, ninguna de las tormentas
de l Atlántico Norte. Su extensión salpicada d e islas ofrecía
U N
ASALTO FINAL
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muchas aisladas calitas donde u n submarino podía fondear
s in se r visto y su tripulación desembarcar para pasar unas
horas tomando
el sol en las
arenas coralinas
y
bañarse
en sus
cristalinas aguas. En las islas deshabitadas lo s hombres caza-
ban; en las demás tenían pocos problemas e n persuadir a los
nativos de que l e s proporcionaran verduras frescas y, ocasio-
nalmente, compañía femenina.
Pero e l Caribe tenía también otras ventajas. Hundir barcos
aquí estaba demostran do
s e r
maravillosamente fácil.
L o s b u -
ques q u e salían de los puertos d e Cuba, Puerto Rico, Améri-
ca
Central, Panamá
y
Venezuela
n o
viajaban
e n
convoyes sino
independ ien temen te , t a n vulnerables a cualquier acción
hostil como lo s antiguos veleros lo habían sido a los bucane-
ro s
caribeños.
Como tampoco quedaban inmunes lo s barcos q u e entra-
b a n y
salían
de l os
puertos norteamericanos
en e l
golfo
d e
México. C o n sólo ir un poco m á s allá, lo s submarinos alema-
n es podían ocuparse de las cargas q u e salían el e Galveston,
Nueva Orleans, Mobile, Tampa.
El almirante Dónitz tenía ahora su cuartel general en Pa -
rís; se
había trasladado
d e
Lorient
e n
marzo, como conse-
cuencia d e u n a devastadora incursión británica p o r aire y mar
contra la cercana Saint-Nazaire. Pero cualquier inconveniente
causado
p o r
este traslado forzoso quedó olvidado
con l a bue -
n a noticia llegada de l otro lado d e l Atlántico. Colgando en las
nuevas oficinas d e l mando submarino a lemán d e l bulevar
Suchet
e n
París había
u n
mapa mural
d e l
Caribe
y e l
golfo
d e
México. Estaba lleno d e alfileres c o n cabeza dorada, cada u n o
de los
cuales señalaba
u n
buque enviado
al
fondo,
u n a c a r -
g a negada a los aliados: estaño d e Venezuela y bauxita de la
Guayana Holandesa, esenciales para el arsenal ele Norteamé-
rica; productos
t a n
fundamentales para
la
dieta estadouni-
dense como e l azúcar cubano y el café colombiano. Tambi én
había otro tipo d e carga d e consecuencias m á s inmediatas.
Siguiendo la s órdenes, lo s submarinos alemanes hacían de los
buques cisterna s u principal blanco; como resultado d e ello,
buena parte
d e l
tonelaje perdido
lo era en
gasolina
d e
alto
octanaje para aviación de las refinerías holandesas e n Aruba,
prevista para lo s bombarderos de la RAF británica en su cons-
tante asalto contra la Europa dominada p o r l o s alemanes.
Cuando examinaba la proliferación d e agujas en su pared,
Dónitz exudaba satisfacción. Para
él
simbolizaban
m á s q u e
u n a serie d e hundimientos; le decían q u e s u estrategia f u n -
cionaba.
Esa
estrategia
se
basaba
e n d o s
convicciones. Dónitz esta-
ba seguro de que l a clave de la victoria en la Batalla de l At -
lántico residía
en la
cantidad
d e
tonelaje enemigo
q u e
podía
destruir; mientras sus submarinos siguieran hundiendo gran-
d e s cantidades d e barcos aliados, anotándose ininterrumpi-
damen te
más y más
puntos, cualquier zona
d e l
Atlántico
ser-
vía tan bie n co mo otr a para esta finalidad. Al mismo tiempo,
Dónitz creía
e n
evitar riesgos innecesarios,
e n
minimizar
sus
pérdidas mientras maximizaba
las de l
enemigo.
Estas convicciones gemelas significaban q u e , t a n pronto
como
e l
enemigo fortaleciera
la s
defensas
de sus
convoyes
e n
u n a parte d e l océano, Dónitz ordenaría a sus submarinos q u e
se trasladaran a otra área, donde podían operar c o n menos
peligro para
s í
mismos mientras seguían acumulando hundi-
mientos
d e
barcos enemigos.
Y
podían viajar hacia todas
pa r -
tes y hasta m u y lejos. L o s submarinos m á s grandes, los de
1 .100
toneladas, tenían
u n
radio
d e
acción
d e
unas 13.000
millas. Los de tamaño mediano, de 750 toneladas, alcanzaban
la s 8.500 millas, y podían s e r reabastecidos d e combustible
por l a s
vacas lecheras
e n
puntos convenientes clel camino.
Al principio de la guerra, Dónitz había atacado lo s buques
británicos
en e l
Acceso Occidental junto
a la
costa suroeste
d e Gran Bretaña. A principios de 1942, cuando lo s británicos
mejoraron su sistema d e convoyes, despachó sus submari nos
a
patrul lar jun to
a
Islandia, Groenlandia
y
Canadá.
La c re -
ciente experiencia canadiense e n protección d e convoyes y la
entrada
ele
Norteamérica
en la
guerra
lo
condujeron
a m o -
ver sus submarinos a l sur , hasta la Costa Este de los Estados
Unidos. Allá Dónitz obtuvo u n a rica cosecha d e barcos alia-
d o s
hasta
que los
nort eamericanos instalaron
u n
efectivo
sis-
tema d e entrelazado d e convoyes para proporcionar escolta
d e protección a todo lo largo de su Costa Este. Ahora sus
submarinos
se
habían trasladado
al
Caribe
y al
golfo
d e
Méxi-
co , donde la mayor parte de los buques todavía viajaban sin
la protección d e l convoy.
Dónitz obtuvo
u n
gran número
d e
presas
d e
buques alia-
dos en e l Caribe y el golfo: unas 750.000 toneladas e n sólo
tres meses. Pero, persiguiendo presas fáciles, Dónitz estaba
proporcionando
a los
aliados
u n
respiro vital allá donde
más
lo necesitaban. S u concentración en e l Caribe y el golfo d e
México
le
estaban obligando
a
dejar
d e
lado
la
a rena
más
importante de la batalla: la s rutas d e l norte por l a s que e ra
aprovisionada Gran Bretaña d e comida, armas y otras nece-
sidades
e n
tiempos
d e
guerra.
U n o d e l o s m á s
experimenta-
d o s comandan tes d e convoy británicos, e l capitán Donald
Macintyre, contemplaría e n retrospectiva e l verano de 1942
en e l Atlántico Norte como «sorprendentemente tranquilo»,
u n a época en l a que los convoyes a su cargo «surcaban a p a -
ciblemente la s aguas d e u n lado para otro d e l Atlántico sin
v e r siquiera u n a sola vez un submarino alemán».
Pero
e n l o q u e a
Dónitz
se
refería,
la
estrategia estaba
dan do satisfactorios dividendos e n términos d e tonelaje e n e -
migo hundido. Y la cuota en los meses p o r venir prometía ser
mayor
a ú n . C o n u n
ritmo
de 30
nuevos submarinos botados
al mes, la flota submarina total d e Alemania alcanzaba a h o -
ra la cifra ele 300. En octubre, cerca de 200 de ellos - m á s d e
1 7 7
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ALTIBAJOS DE LAS
PÉRDIDAS
D E
BARCOS
El
gráfico cómo
de
rascacielos
de la
izquierda
-
compilado a partir de las cifras facilitadas por el
Almirantazgo británico después de la guerra-
dramatiza los flujos y reflujos de la Batalla del At-
lántico a medida q u e primero un bando y luego
el otro ganaban la supremacía. Aunque el diagra-
m a
incluye todos
lo s
buques aliados hundidos
e n
todo e l mundo durante toda la guerra, sólo un 10
po r ciento fueron hundidos fuera de l Atlántico.
Las pérdidas d e carga están representadas e n
el gráfico en miles d e toneladas cifras a la izquier-
da), mientras que el número de barcos hundidos
cada m es aparecen en las barras verticales. Los
hundimientos
a
causa
d e
submarinos alemanes
rojo oscuro) fueron, por supuesto, la principal
fuente d e bajas d e buques, y representan m ás de
dos tercios del total. Otras causas rojo duro) inclu-
yen
minas, incursores
d e
superficie
y
aviones.
Durante
lo s
primeros meses
de la
batalla,
cuando sólo unos pocos submarinos alemanes
ac -
tuaban en el Atlántico y la protección de los
convoyes todavía no se había extendido a la mayor
parte de las rutas marítimas, los hundimientos
quedaban confinados principalmente a barcos
individuales
o
rezagados.
L as
pérdidas
d e
barcos,
sin embargo, ascendieron en el verano de 1940,
cuando la caída de Francia permitió a los subma-
rinos alemanes trasladarse desde el norte y ocupar
las bases francesas en lo qu e llegó a ser conocido
como los Días Felices, u n período en el que hun-
dieron
21 7
barcos, totalizando
más de un
millón
d e
toneladas. Para contrarrestar esta arremetida,
lo s británicos integraron la cobertura aérea con las
escoltas d e superficie y extendieron el radio d e
acción de la protección de los convoyes.
La entrada de los Estados Unidos en la guerra
trajo consigo
u n a
invasión
de
submarinos
e n
aguas norteamericanas
a
principios
de 1942, y las
mayores pérdidas d e barcos d e toda la Batalla del
Atlántico. Antes de que pudieran establecerse los
convoyes costeros, 13 7 buques, 828.000 tonela-
das, fueron hundidos a lo largo de la Costa Este
V en el área de las Bermudas.
Pero
en la
primavera
de 1943 la
marea cambió
d e
sentido
a
medida
que las
tácticas antisubmari-
nos mejoraban. Durante lo s siguientes dos años
lo s alemanes lucharon u n a batalla cada vez me-
nos provechosa en el Atlántico, p erdiend o un
submarino y medio p o r cada buque mercante
que
enviaban
a l
fondo. Cuando finalmente todo
terminó,
la
guerra
en el mar en
todas
las
áreas
había reclamado
más de
4.600 buques mercantes,
totalizando más de 21 millones de toneladas...,
más 785 submarinos alemanes.
d o s veces los de antes- estarían simultáneamente operativos,
listos para ir allá donde Dónitz le s ordenara.
E n
julio, cuand o
lo s
Estados Unidos extendieron
su
siste-
m a d e convoyes todo el camino hasta Trinidad, Dónitz se d io
cuenta de que l as cosas ya no serían t a n fáciles en e l mar
Caribe. Mientras tanto, s in embargo, su s submarinos ya se
habían estado extendiend o hacia el sur. Habían hundido siete
buques brasileños,
y
ahora decidió concentrar
su s
principales
esfuerzos en la zona d e Brasil, donde había u n a larga y m uy
poco protegida línea costera q u e prometía u n a nueva abun-
dancia d e tonelaje hundido. L os augurios parecieron particu-
larmente buenos cuando, poco después
de la
llegada
de los
submarinos,
u n o d e
ellos hundió cinco cargueros brasileños
j u n t o
al
estado
d e
Bahía
e n
poco
m á s de 24
horas.
F u e u n a notable hazaña..., y u n craso error diplomático.
L os primeros hundimientos d e buques brasileños habían te -
nido lugar a 1.200 millas m a r adentro, y a lo largo de un pe -
r íodo
d e
semanas. Pero
lo s
últ imos hundimientos,
e n
rápida
sucesión y tan cerca de la orilla, causaron u n a profunda im -
presión. Cuan do la noticia alcanzó R ío de Janeiro estallaron
la s manifestaciones. L os escaparates de las tiendas propiedad
d e alemanes fueron reventados, la s banderas nazis pisoteadas
y quemadas. U n a semana m á s tarde, Brasil declaraba la gue-
r ra a Alemania.
El beneficio para lo s aliados f u e enorme. Extraoficialmen-
te , Brasil había favorecido desde hacía tiempo la causa aliada,
hasta el punto d e extender la ayuda de su Marina d e guerra
e n patrullar la s aguas sudamericanas. Pero su entrada formal
en la
gue rra significaba
que l o s
aliados podían operar ahora
desde
la s
bases brasileñas, utilizándolas como prácticos
p u n -
tos de lanzamiento para frustrar la s incursiones enemigas e n
cualquier parte d e l Atlántico Sur, incluida la costa occidental
d e África. Muchos barcos aliados, en su camino a y del Leja-
n o
Oriente
po r l a
ruta
d e l
cabo
d e
Buena Esperanza,
se ha-
bían convertido
e n u n a
estadística
d e
tonelaje para Dónitz.
Así, los aliados tenían menos de l o que preocuparse respec-
to a su flanco s u r cuando, a primeros d e noviembre, lanzaron
la Operación Torch (Antorcha), la invasión norteafric ana que
marcaba su primer contraataque masivo en e l teatro europeo-
africano
d e
operaciones. Dónitz tenía
u n
cierto número
d e
submarinos en la zona desde el golfo d e Vizcaya hasta las is-
las de Cabo Verde; le s o rd en ó q u e s e apresuraran hacia la
costa d e África d e l Norte. L os submarinos llegaron demasia-
d o tarde para impedir lo s desembarcos iniciales, pero daña-
r o n tres transporte s norte ameri canos ju nt o al pequeño puer-
to de
Fedala, justo
al
norte
d e
Casablanca.
S e
mantuvieron
cerca de los puertos d e desembarco y fuera d e l estrecho d e
Gibraltar. Aunque u n buque d e suministros y u n destructor
británicos fueron alcanzados, la protección de los convoyes
p o r parte de los aliados demostró se r t an fuerte q u e Dónitz
1 7 9
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tuvo
q u e
retirar
su s
submarinos hacia
el
oeste,
a
aguas
no tan
intensamente patrulladas.
L as
presas
se
iban haciendo menores
se
volviera hacia
donde
se
volviera Dónitz.
E n
aquellos momentos había llega-
do a la
conclusión
de que la
mejor oportunidad para
sus
submarinos residía en volver c o n todas su s fuerzas al Atlán-
tico Norte
y
revivir
la
técnica
de la
manada
d e
lobos. Volvien-
d o
allí sabía
q u e s e
arriesgaba
a
mayores pérdidas
d e
subma-
rinos
a
causa
de las
mejor organizadas escoltas
q u e
acompañaban ahora
a los
convoyes aliados, pero
su s
opciones
se estaban volviendo cada vez más limitadas.
El área q u e Dónitz seleccionó para revivir lo s ataques d e
la s manadas d e lobos f u e u n a franja d e agua d e varios cente-
nares
d e
millas
d e
ancho
q u e s e
extendía desde
u n
punto
al
su r de
Groenlandia hasta aproximadamente medio camino
a
través
de l
océano,
u n a
parte-del Atlántico
q u e
estaba fuera
d e l
alcance
de lo s
aviones
c o n
base
e n
tierra,
ya
fue ra
d e
Groenlandia, Islandia, el Reino Unido o Norteamérica. Los
aviones
c o n
base
en
portaaviones todavía
no se
habían
u n i -
do a la
batalla
e n
aquel punto.
Una vez en
este llamado vacío aéreo
d e
Groenlandia
- m á s
pesarosamente conocido
po r lo s
marineros veteranos como
«e l
pozo negro»-,
los
submarinos alemanes podían actuar
c o n
relativa impunidad. Dónitz
les
hizo formar piquetes
a
ambos lados
d e l
vacío aéreo, listos para golpear
a los
barcos
q u e
entraran
en él, ya
fuera desde
el
este
o
desde
el
oeste.
Alio
ra
podía concentrar
m á s
submarinos
q u e
nunca para
el
mayor ataque
d e u n a
manada
d e
lobos
d e
toda
la
guerra.
Los
resultados fueron abrumadores.
A
finales
d e
noviembre,
el
almirante podía añadir 637.000 toneladas
- u n
nuevo récord
mensual- a su puntuación d e carga aliada destruida. Luego,
en los dos
meses siguientes,
lo s
totales descendieron brusca-
mente cuando tanto submarinos como convoyes
se
enfrenta-
ron a un enemigo demasiado poderoso para contenerlo: u n
clima invernal peor a ú n q u e e l d e l a ñ o anterior, c o n vientos
d e extraordinaria ferocidad.
E n
enero,
e l
capitán Jo hn Wat ersjr.,
de la
Guardia Coste-
ra de los
Estados Unidos, estaba
en el
guardacostas Ingham,
escoltando
a u n
convoy
q u e
había partido
d e
Islandia
en d i-
rección oeste, cuando
lo s
buques
se
encontraron
con lo que
m á s
tarde llamó
«un
huracán asesino como
e l que n i
siquie-
r a lo s más
experimentados marinos
s e h a n
encontrado
n u n -
ca antes». Waters informó d e olas de 18 metros d e alto. «La
parte superior
de las
imponentes olas eran desgarradas
p o r
lo s
aullantes vientos,
q u e
lanzaban
la
espuma
a
centenares
d e
metros
en el
aire
y
reducían
la
visibilidad casi
a
cero.»
Mientras la s tormentas asolaban el mar , en la costa orlada d e
palmeras d e l Norte d e Africa tenía lugar u n a reunión que iba
a resultar crucial para la Batalla d e l Atlántico. El cielo estaba
si n
nubes
y la
brisa
e r a
balsámica, pero
lo s
participantes
e n
la
conferencia -Roosevelt, Churchill
y sus
jefes militares-
distaban mucho d e estar d e u n humor d e vacaciones. L a
conferencia había sido rodeada d e u n gran secreto: alambre
espinoso
y
guardias
m u y
armados rodeaban
e l
hotel
en las
afueras
d e
Casablanca donde
los
líderes aliados revisaban
la
guerra, teatro tras teatro,
y
trazaban
su
curso futuro.
Al
final
de los 10
días
d e
reuniones
se
habían establecido
la s
prioridades,
y la
primera
d e
ellas
e ra
presentar batalla
a
lo s
submarinos. Había
q u e
emplear algo
m á s q u e
recursos
materiales; los mandos antisubmarinos norteamericanos,
británicos y canadienses tenían q u e sincronizar sus esfuerzos
d e u n a
forma mucho
m á s
efectiva.
L a
noticia
de la
Conferencia
d e
Casablanca
no se
anunci ó
hasta después
d e q u e
Roosevelt
y
Churchill estuvieran
d e
vuelta sanos y salvos e n casa. El comunicado decía poco m á s
q u e
estaba
e n
perspectiva «una
m á s
intensa prosecución
d e
la
guerra
p o r m a r ,
tierra
y
agua»; concluía,
c o n u n a
alta
re -
solución:
«E l
presidente
y el
primer ministro
y sus
estados
mayores combinados, tras completar
su s
planes para
las cam-
pañas ofensivas de 1943 , se han separado a fin de ejecutarlos
d e u n a forma activa y concertada.»
El almirante Dónitz no se sintió e n absoluto desanimado
por las
implicaciones
d e l
comunicado enemigo. Cinco días
después
d e q u e s e
supiera
la
noticia,
e l
Führer
lo
nombró
comandante
e n
jefe
d e
toda
la
Marina
d e
guerra alemana,
re -
emplazando
al
gran almirante Raeder,
q u e
había ocupado
el
puesto durante 15 años. L a caída d e Raeder se produjo tras
la
decepcionante actuación
de dos de su s
buques
m á s
orgu-
llosos,
el
acorazado
d e
bolsillo Lützow
y el
crucero pesado
Hipper,
e n u n
ataque contra
u n
convoy aliado ju nt o
a
Norue-
ga el
último
d ía de
diciembre
de 1942.
Dura nte cuatro horas
habían sido mantenidos a raya p o r cinco destructores de es-
colta británicos; sólo consiguieron dañar
a u n
mercante.
Fi -
nalmente aparecieron d o s cruceros británicos que lo s obliga-
ron a
alejarse. Hitler, enfurec ido, azotó verbalmente
a
Raeder
durante
9 0
minutos, luego
lo
nombró inspector general
d e
la
Marina
d e
guerra,
u n
puesto trivial creado para
la
ocasión.
Dónitz, u n aplicado estudiante de la política d e palacio
nazi, estaba seguro d e poder abrirse camino p o r entre los pe-
ligrosos bajíos de las escasas nociones de la guerra naval d e
Hitler
y sus
propios
y
firmes puntos
d e
vista. Además, ahora
tenía
la
autoridad
d e
destinar
los
recursos navales alemanes
si n
tener
q u e
pasar
a
través
ele
almirantes
que le
superaban
e n
rango.
E n
este nuevo status,
y c o n
Hitler respaldándole,
podía conseguir todo lo que creía q u e necesitaba - m á s subma-
rinos, persona], equipo- para su querido servicio submarino.
C o n
alguna mejora
en el
tiempo,
e l m e s d e
marzo trajo
consigo
su
mayor triunfo. Sólo
en los
primeros
10
días,
los
submarinos alemanes hundier on
41
barcos;
en los
segundos
1 8 0
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En su guerra contra los submarinos alemanes, los aliados desarrollaron un arma de múltiples cañones y
aspecto desmañado llamada H e d g e h o g Erizo, arriba), qu e disparaba un a andanada de 24 pequeñas
bombas en un esquema ovalado sobre una amplia área foto d el ondo). Antes de l desarrollo de esta arma,
los atacantes de submarinos qu e empleaban cargas de seguridad tenían qu e pasar directamente po r encima
de l submarino sumergido. Lo s H e d g e h o g s podían ser disparados hasta 23 0 metros por delante de l buque.
Debido
a que sus
bombas estaban equipadas
co n
detonadores
de
contacto,
los
proyectiles estallaban sólo
cuando chocaban contra un blanco..., y casi siempre eran fatales.
181
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10 días escalaron a 54, unas 500.000 toneladas en total. A fina-
les de mes, las
pérdidas aliadas ascendían
a
567.000 toneladas.
Aunque algo menos q u e e l récord d e todos lo s tiempos del
pasado noviembre, lo s hundimientos eran de lo más significa-
tivo:
d os
tercios eran barcos
q u e
viajaban
n o
solos sino
en con-
voyes. E n u n convoy, 13 de los 51 barcos fueron hundidos sin
ninguna pérdida para lo s atacantes; e n otro, fueron hundidos
21 de 90
barcos,
y
sólo
u n o d e 4 0
submarinos
fue a l
fondo.
En el Almirantazgo e n Londres, la desesperación abruma-
ba a los hombres q u e trabajaban para mejorar el sistema d e
convoyes.
M ás
tarde declararían
su
creencia
de que los
alema-
n es nunca estuvieron ta n cerca d e «cortar las comunicaciones
entre
el
Nuevo Mundo
y e l
Viejo»
que en los
primeros
20
días
d e marzo de 1943.
El historiador oficial naval d e Gran Bretaña, e l capitán
Stephen W . Roskill, resumió sucintamente el dilema. E n tres
años y medio d e guerra, escribió, e l sistema d e convoyes se
había convertido
en e l
«gran problema
d e
nuestra estrategia
marítima. ¿Adonde podía recurrir e l Almirantazgo si el siste-
m a d e convoyes había perdido su efectividad? No lo sabían;
pero debieron d e sentir, aunque nadie lo admitió nunca, q u e
la derrota le s miraba directamente a la cara».
Sin
embargo,
e n
sólo
d o s
meses,
se
produjo
u n
sorpren-
dente cambio. E n abril, la s pérdidas causadas por l os subma-
rinos alemanes descendier on a 277.000 toneladas, menos d e
la mitad q u e e n marzo. E n mayo descendieron a 212.000
toneladas. M ás gratificante a ú n para lo s aliados fu e el aumen-
t o de
pérdidas
de los
submarinos alemanes:
15
hundidos
e n
abril, 41 en mayo.
La
repentina inversión
de la
fortuna aliada pareció casi
u n
milagro; d e hecho, era la culminación d e muchos y largos
meses d e arduos esfuerzos p o r parte d e u n a serie d e gente
c o n todo tipo d e habilidades e n todos lo s rincones de l c am-
p o aliado. Los físicos mejor aron met iculosamente lo s dispo-
sitivos
d e
detección
y los
técnicos
se
entrenaron
en su uso .
L o s estadísticos evaluaron lo s efectos de las armas e n comba-
te . Los planificadores militares reconciliaron la s diferencias
en la estrategia y corrigieron lo s errores en la táctica.
Todo el esfuerzo f u e parecido a reunir u n gigantesco y
desafiante rompecabezas gigante.
Y a
finales
de la
primavera
de 1943, las piezas enca jar on finalmente en su lugar.
P o r aquel entonces, e l tonelaje producido por mes en los
astilleros aliados sobrepasaba
c o n
mucho
el
tonelaje perd ido
ante lo s submarinos alemanes. Los nort eamerica nos estaban
realizando prodigios d e producción: sólo en e l mes de abril,
construyeron
m á s d e u n
millón
d e
toneladas
d e
buques
m e r -
cantes, cuatro veces la producción nacional d e todo 1939.
Además
d e
esta hazaña,
lo s
Estados Unidos estaban incre-
men tando la construcción d e buques d e guerra diseñados
para u n a mejor defensa de l os convoyes y para u n mayor
poder ofensivo contra lo s submarinos; nuevos y compactos
portaaviones d e escolta capaces d e albergar hasta 30 aviones,
y esbeltos destructores d e escolta capaces d e velocidades d e
17 a 24 nudos.
El
creciente número
d e
buques
d e
escolta disponibles,
jun to con la mayor velocidad de los nuevos barcos mercantes,
hizo posible que las cargas m á s vitales partieran e n convoyes
rápidos
c o n u n a
nueva
y más
efectiva formación antisubma-
rina: la llamada «pantalla en línea curva». En vez de rodear
e l
convoy
p o r
todos lados,
lo s
buques
d e
escolta viajaban
ahora a la cabeza de los barcos mercantes, co n algunos direc-
tamente al frente y al menos u n o a cada lado. La nueva for-
mación protegía
el
convoy
de la más
probable área
d e
ataque
- l o s submarinos q u e aguardaban al acecho frente a él-, al
tiempo
que l a
propia rapidez
d e l
convoy disminuía
la
posibi-
lidad d e u n ataque submarino efectivo desde la retaguardia.
En e l aire, la s capacidades aliadas iban ampliándose. Mes
tras
mes , e l
vacío aéreo
d e
Groenlandia
se
estaba estrechan-
do, y los submarinos se veían sometidos a bombar deo aéreo
e n
zonas
q u e
habían supuesto
q u e
ningún avión
c o n
base
en
la orilla podía alcanzar. Tanto al este como al oeste d e l vacío
- e n Gran Bretaña, Groenlandia, Islandia y Terranova-, las
pistas
d e
despegue estaban atestadas
con los
mejores aviones
que los ingenieros aeronáuticos podían pro porcionar: apara-
tos de
largo alcance como
la s
Fortalezas Volantes
y los
Cata-
lina, c o n u n radio operativo de 650 a 1.000 kilómetros desde
la base, y el Liberator d e m u y largo alcance, q u e podía viajar
hasta 1.600 kilómetros de la base y luego patrullar durante
cuatro horas antes d e tener q u e regresar.
Estos aviones,
q u e
cada
ve z
penetraban
más en e l
vacío
aéreo
d e
Groenlandia, convirtieron
l o q u e
había sido virtual-
mente terreno d e caza para lo s submarinos alemanes en una
trampa mortal.
Más de un
comandante
d e
submarino,
en -
frentado d e pronto a u n salvaje asalto desde lo alto, puede
q u e dedicara u n fugaz pensamiento a u n a observación efec-
tuada
p o r
Dónitz antes
de la
guerra
y q u e
había circulado
ampliamente entre sus hombres: «U n avión n o puede matar
a u n
submarino -había d icho- ,
d e l
mismo modo
q u e u n
cuervo n o puede matar a u n topo.»
Ahora Dónitz había cambiado esta convicción p o r otra
distinta. Estaba seguro d e q u e l a precisión con l a cual los
aviones se situaban encima de los submarinos sólo podía sig-
nificar q u e había traición en sus propios rangos. Pero u n a
investigación n o reveló nada. L o q u e traicionaba la situación
de los submarinos alemanes e r a u n producto d e l ingenio
británico:
u n a
nueva variedad
d e
radar
q u e
operaba
en las
frecuencias de las microondas. Aunque la s primeras versiones
d e longitudes d e onda m á s largas habían servido brillante-
mente a los aliados, ésta e ra más precisa y m á s potente. Po-
1 8 2
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d í a s e r
alojada
d e u n a
forma
t a n
compacta
y
requería
u n a
antena t a n pequeña q u e resultaba fácil instalarla e n un bote
o encajarla e n un avión.
Dónitz, p o r supuesto, sabía de la existencia de l radar - s u s
propios compatriotas estaban efectuando grandes adelantos
c on é l - , pero este nuevo radar denominado centimétrico e ra
todavía u n secreto aliado celosamente guardado.
L os especialistas británicos habían pon der ado largamente
el problema d e desarrollar un ha z de radar tan afilado que los
ecos
q u e
producía
u n
blanco potencial
no se
vieran entorp e-
cidos
por l a s
interferencias
q u e
planteaban
la s
olas
de l m a r
cuando e l haz chocaba contra ellas. Obtener u n h a z afilado
requería o bien e l u s o de una antena m u y grande - u n engo-
r r o para lo s barcos y mucho m á s a ú n para lo s aviones- o el
u s o de longitudes d e onda extremadamente cortas, medidas
e n
centímetros antes
que en los
metros
d e l
radar
d e
longitu-
de s de
onda largas. Cuanto
m á s
corta
la
longitud
d e
onda,
m á s afilado el haz producido, lo cual eludía la s interferencias
y fijaba el blanco n o sólo c o n mayor precisión sino también
c o n mayor claridad.
L o que s e
necesitaba
e r a un
transmisor
q u e
pudiera
p r o -
porcionar pulsos
d e
potencia
m u y
alta
a
longitudes
d e
onda
d e
unos pocos centímetros.
A
finales
de 1939 dos
físicos
bri -
tánicos de l a Universidad d e Birmingham, e l doctor John
Randall y Harry Boot, inventaron este dispositivo, llamado
magnetrón d e cavidad resonante. U n hombre que lo vio lo
describió como
u n
«acha par rad o cilin dro finamente tornea-
d o d e latón d e l tamaño d e u n a lata d e tabaco d e pipa plana».
El tamaño demostró tener u n efecto secundario d e largo
alcance. U n prototipo d e l magnetrón d e cavidad resonante
era lo bastante pequeño como para caber dentro d e u n a caja
negra q u e contenía planos y otros datos secretos y que f ue
enviada a los Estados Unidos e n agosto de 1940 po r una de -
legación
d e
científicos británicos
d e
primer orden encabeza-
dos po r s i r Henry Tizard. P o r aquel entonces Gran Bretaña
estaba luchando po r s í misma contra lo s alemanes, y esperaba
u n a momentánea invasión. La misión d e Tizard, q u e proponía
entregar
a los
norteamericanos secretos científicos británicos
a cambio de la ayuda científica norteamericana e n varias aven-
turas cruciales d e investigación, tuvo u n notable éxito tras la
demostración d e l magnetrón d e cavidad resonante. «La carga
m ás valiosajamás llegada a nuestras orillas», expresó uno de los
norteamericanos. La era del radar d e microondas había empe-
zado,
y a
mediados
de 1943
suficientes buqu es
y
aviones alia-
d o s iban equipados c o n estos dispositivos d e radar como para
crear el caos entre lo s submarinos alemanes.
L os alemanes poseían u n dispositivo protector d e detec-
ción d e l radar, pero sólo funcionaba c on e l radar d e longitu-
de s de
onda largas. Llamado Metox, consistía
e n u n a
antena
e n
forma
d e
cruz, hecha
d e
madera
y
provista
d e
cables,
ins-
talada en la torreta d e l submarino; u n cable q u e descendía
por l a escotilla la conectaba a los controles dentro d e l subma-
rino. L os impulsos recogidos po r l o s cables indicaban que e l
submarino había sido captado
po r un ha z de
radar
de l e ne -
migo, y esto proporcion aba u n a advertencia con la anticipa-
ción suficiente para permitir al capitán ordenar u n a inmer-
sión d e emergencia.
Pero e l Metox tenía serios inconvenientes, incluso dejan-
do a un lado su incapacidad d e detectar la s señales d e onda
corta. Tenía
que s e r
apresuradamente desmantelado
y
arro-
El almirante británico de duras facciones sir Max
Horton derecha, centro), jefe de l Acceso Occidental
desde noviembre de 1942, y el austero y autoritario
almirante Ernest J. Ring arriba), comandante en
jefe de la Marina de los Estados Unidos, fueron
quienes dominaron
la
victoria
en el
Atlántico.
Aunque se consultaban constantemente, nunca
llegaron a conocerse personalmente.
183
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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C O N U N TROFEO A REMOLQUE
Un grupo de abordaje de la Marina de los Estados Unidos sube al abandonado submarino alemán U-505. Al fondo, un destructor monta guardia.
El 4 de
junio
de 1944,
bajo
u n
tranquilo
mar, se
servía
la
comida
a la
tripulación
del
U-505, que se encaminaba de vuelta a casa
tras patrullar la Costa de Oro africana. D e
pronto
el
submarino
se vio
azotado
por las
cargas
de
profundidad
del
U.S.S. Chatelain,
parte
de una
fuerza operativa norteameri-
cana
d e
seis buques
al
mando
del
capitán
Daniel
V.
Gallery.
Las
violentas explosiones
enviaron comida, platos, vasos y marineros
po r cubier ta. Algunos de los hombres cre-
yeron
que e l
submarino
se
estaba hundien-
d o y
corrieron hacia
la
escotilla
de
escape
de la
torreta.
El
teniente primero Harald
Lange,
el
capitán
del
U-505, llevó
d e
inme-
diato
las 740
toneladas
d el
submarino
a la
superficie, donde
f u e
inmediatamente reci-
bido
por e l
fuego
d el
Chatelain,
d e
otros
dos
destructores
de los
Estados Unidos
y de dos
Grumman Wildcats
del
buque insignia
d e
Gallery, el portaaviones Guadalcanal
Aterrada,
la
tripulación
del
submarino
salió
por la
escotilla, agitó frenéticamente
las
manos
y
saltó
por la
borda.
El
timón
del
submarino había quedado trabado
y,
mien-
tras trazaba impotentes círculos, un grupo
de abordaje del destructor de los Estados
Unidos Pillsbury
se
trasladó para hacerse
cargo
de la
codiciada presa.
U n
bote
se
acercó
a su
costado,
y e l
teniente (subalter-
no)
Albert
L .
David saltó
a
bordo. Seguido
p o r
otros
dos
oficiales menore s,
se
metió
osadamente
por la
escotilla
de la
torreta,
arriesgándose a morir a causa de las cargas
de
demolición
o los
tripulantes enemigos
q ue
pudiera haber todavía abajo
más tar-
de
recibió
la
Medalla
de l
Honor
del Con-
greso
por su
rápida
y
decisiva acción).
El submarino estaba completamente
abandonado, pero
s e
estaba llenando rápi-
damente
de
agua. David
y sus
compañeros
recogieron
d e
inmediato mapas, libros
d e
códigos
y
otros papeles importantes, cerra-
ron las
válvulas
del
submarino
y
asegura-
ron sus motores.
Se
instalaron bombas para ayudar
a
mantener
el
submarino
a
flote,
y u n
recio
cable remolcador
fu e
atado entre
el Guu-
184
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La captura deL\J-bOb fueplaneadapor el capitán Daniel
Gallery izquierda)y ejecutada por un osado equipo
encabezado
por el
teniente subalterno) Albert David
derecha). U n recibo ahajo) da e de la entrega del subma-
rino
a la
Marina
de los
Estaos Unidos
en las
Bermudas.
1m X9. 19M*
Kcedvod trom Conejalrr
1.
Troalko, 0 .3 .5 .a .
(rtpruratlns Cnptntn D T. Oallcry. 0.8.1.)
tha
O*muí
ratearlo
0-505 vfalch
h i
o*pturad
at
• ta by ?•«k Oroup 22.J.
W ÍAÍSMCM.
•.\3A K.S
MfrnatlDj .
1
dalcanaly el submarino. Mientras los 40 tri-
pulantes supervivientes contemplaban con
caras hoscas desde las cubiertas de l Chate-
lain, el portaaviones llevó el submarino ale-
mán a remolque, con una gran bandera de
los Estados Unidos ondean do en su torre ta.
Puesto que e l puerto m ás cercano era
Dakar, qu e hormigueaba d e simpatizantes
alemanes, Gallery
se
encaminó
a las
Bermu-
das, a 1.700 millas d e distancia. A l cabo de
cuatro días,
u n
remolcador norteamericano
se hizo cargo d el submarino, y el 19 de junio
el
pequeñ o remolcador entraba
en la
bahía
de PortRoyal, en las Bermudas, con el U-505
tras
él, la
primera embarcación enemiga
capturada e n alta mar por una fuerza norte-
americana desde
la
guerra
de 1812.
En la tórrela de l U-505, el capitán Gallery disfruta d
su botín tras la captura de l submarino. El capitán
abordó
e l
submarino para comprobar
si
existía
la
trampa explosiva que se había informado falsamente
qu e había sido instalada en la puerta de una de las
salas de torpedos.
1 8 5
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j a d o al interior por l a escotilla antes de que e l submarino se
sumergiera,
y
tenía
q u e s e r
montado
d e
nuevo antes
d e p o -
d e r s e r utilizado otra vez. Además, sus señales eran inconsis-
tentes, y variaban desde u n zumbido hasta u n silbido q u e
crispaba
lo s
nervios.
A
menudo
u n
comandante
d e
submari-
n o hacía desconectar e l aparato simplemente «para mante-
nerse cuerdo», como lo expresó alguien.
Lo s
alemanes tuvieron
la s
primeras insinuaciones
de l po-
deroso nuevo radar centimétrico d e l enemigo e n febrero d e
1943. En un examen d e rutina de los restos d e u n bombar-
dero de la RAF abatido cerca d e Rotterdam, lo s inspectores
de las Fuerzas Aéreas alemanas hallaron u n a caja manc hada
d e sangre c o n u n «Experimental 6» escrito a lápiz en un lado.
F u e enviada al laboratorio de la Luftwaffe e n Berlín para su
estudio; aunque
el
aparato estaba
m u y
dañado, quedaban
e n
é l evidencias suficientes como para hacer sospechar a los
expertos que los británicos habían desarrollado u n tipo d e
radar considerado imposible
por l os
alemanes.
Siguiendo la s órdenes d e l je fe de la Luftwaffe, Her man n
Góring, se inició u n a investigación intensiva. E n marzo, la
RAF se
anotó
u n
impacto directo contra
el
laboratorio;
los
ingenieros rebuscaron frenéticamente p o r entre l a s aún hu-
meantes ruinas y recuperaron e l aparato. Cuando finalmen-
te se completó u n modelo alemán, f u e probado en la parte
superior d e u n a torre d e radio c o n resultados q u e alucinaron
a quienes lo probaban. Pese a la baja visibilidad, lo s objetos
a 30 kilómetros d e distancia aparecían en la pantalla de ra-
d a r c o n u n detalle extraordinario. Entre lo s presentes a la
prueba había u n a delegación de la Marina d e guerra alema-
n a ;
como
u n
historiador describió
m á s
tarde, «echaron
u n a
mirada al equipo d e radar, y supieron por qué se habían p r o -
ducido aquellas terribles pérdidas d e submarinos durante los
últimos meses».
Góring ordenó a la industria electrónica alemana que se
dedicara d e inmediato a construir u n a versión alemana del
radar centimétrico; asignó u n a prioridad a ú n mayor al desarro-
l lo de un
receptor
q u e
pudiera detectar
la
versión británica,
e
hizo q u e 10.000 técnicos fueran liberados de sus responsabili-
dades militares para ayudar e n ello. Pero cuando e l esfuerzo
empezó
a dar sus
frutos,
l a
marea
de la
Batalla
d e l
Adántico
se
había inclinado abrumadoramente e n favor de los aliados.
E n
definitiva,
e l
t riunfo aliado
en e l
Atlántico
iba a
depender
de los hombres q u e determinaron cómo todos los buques,
aviones y tecnología debían se r organizados y empleados d e
la mejor forma posible. Las complejidades implícitas de la
tarea se vieron complicadas por l a s formas ampliamente d i-
vergentes en que los británicos y los norteamericanos dirigían
tradicionalmente
sus
marinas
d e
guerra.
Las
diferencias iban
desde la s tácticas y las disposiciones d e mando hasta la arti-
llería, la s señales y otros métodos d e comunicación. En la
Marina Real había quienes consideraban lo s procedimientos
norteamericanos «inmaduros». L o s norteamericanos califica-
ban los
proce dimientos ingleses
d e
«obsoletos».
La falta d e coordinación había causado u n cierto número
d e desastres en los convoyes en 1942, y eso había preocupa-
do tan
profundamente
a
Roosevelt
y
Churchill
q u e e n
enero
de 1943, en Casablanca, sentaron la s bases d e u n a conferen-
cia de todos sus jefes militares sobre el tema. L a conferencia
se
celebró
en
Washington
e n
marzo,
y
halló
u n a
solución
que
era a la vez nítida y diplomática. Conscientes de l os temas
explosivos d e orgullo y soberanía nacionales, rechazaron las
proposiciones d e u n ma ndo anti submarino unificado aliado,
y en vez de
ello propusieron tres mandos iguales: norteame-
ricano, británico y canadiense, cada u n o dirigiendo su propi o
show y utilizando sus propios procedimientos.
L a fórmula f u e creación d e l almirante Ernest J . King, co-
mandante e n jefe de la Marina de los Estados Unidos. Divi-
dió e l control de los convoyes d e l Atlántico Norte entre los
británicos
y los
canadienses, cada cual desde
sus
propias
ori-
llas hasta u n pun to e n medio d e l océano llamado «línea d e
corte», q u e f u e fyada en la longitud 4 7
s
O. La única parte d e
la ruta d e l Atlántico Norte asignada a los norteamericanos
fue e l corto trecho entre Nueva York y Halifax. L os norteame-
ricanos tenían q u e controlar lo s convoyes q u e cruzaran el
Atlántico Central desde la Costa Este y e l Caribe hasta Gibral-
tar y el Norte d e África; también tenían q u e ocuparse de los
convoyes d e buques cisterna q u e iban desde la s Indias Occi-
dentales Holandesas directamente hasta Gran Bretaña, para
aliviar
u n
poco
el
peso impuesto
a los
buques
d e
escolta
br i -
tánicos y canadienses por e l creciente aumento de l tráfico en
el Atlántico Norte, L o s aviones d e largo alcance, ya fueran
británicos, canadienses o norteamericanos, tenían q u e actuar
allá donde fueran necesarios; su único límite e ra su propio
radio operativo.
Delineando claramente esferas
d e
responsabilidad,
la so-
lución d e l almirante King mejoró notablemente la s relacio-
n e s dentro d e l campo aliado. Las fuentes d e fricción fuer on
eliminadas. Cada aliado tenía ahora la libertad d e ocuparse
de los asuntos dentro de su mando a su propia manera.
El propio King, poco después de la conferencia d e Washing-
t o n , estableció u n a curiosa entidad llamada la Décima Flota.
E r a u n a flota q u e nunca fue a l mar: no tenía barcos, solamente
marineros en tierra y comparat ivamente pocos oficiales, entre
lo s cuales estaba el propio King como comandante.
L a
finalidad
de la
Décima Flota
e ra
transformar
el
esfuer-
zo antisubmarino norteamericano e n u n parangón de ef i -
ciencia. Hasta entonces había sido u n asunto fortuito; las
unidades operativas eran
más o
menos autónomas,
con sus
propios planificadores tácticos y estados mayores d e inteligen-
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cubiertas atestadas
de
soldados aliados,
el
buque
de
pasajeros Queen Mary navega solitario
Norteamérica a Europa. El buque de 81.235 toneladas podía mantener un a velocidad de crucero
nudos,
tan
rápida
que los
submarinos
no
podían alcanzarlo
o
mantenerlo
en sus
puntos
de
en servicio como transporte de tropas en agosto de 1942, viajó sin escolta llevando hasta
el equivalente a una división entera.
1 8 7
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cia. En el futuro la Décima Flota iba a dirigir todos los aspec-
tos de la
actividad antisubmarina, decidiría
la s
rutas
de los
convoyes, adjudicarí a grupo s d e escolta, senaria como centro
d e
distribución
d e
toda
la
información relativa
a los
subma-
rinos,
y
correlacionaría
la
investigación antisubmarina
y los
desarrollos materiales.
L as mejores adiciones a la Décima Flota fueron unos 30
civiles, todos ellos miembros d e u n a unidad secreta conoci-
d a
como Grupo
M y, má s
formalmente, como
lo s
Asworg
po r
Antisubmarine Warfare Operaticms Research Group, Grupo
d e
Inves-
tigación
d e
Operaciones para
la
Guerra Antisubmarina).
Los
Asworg, extraídos d e entre los mejores matemáticos, físicos,
químicos y biólogos de l país, se dedicaban a problemas tan
intrincados como
el
mejor ángulo
en el que
tenía
q u e
picar
u n
avión sobre
u n
submarino,
y
cuáles
de las
7.000 configuracio-
n e s d e cargas d e profundidad eran las más efectivas.
Antes
d e l
nacimiento
de la
Décima Flota, estos dedicados
investigadores habían sentido
la
frustración
d e
muchos vaga-
bundos
d e l
laberinto burocrático. Como señaló
u n
archivis-
ta de la
Marina:
« N o
tenían ninguna autoridad central
a
quien pudieran informar de su s sugerencias y q u e pudiera
emprender acciones sobre esas sugerencias si la acción e r a
considerada aconsejable.» Bajo
la
Décima Flota,
lo s
Asworg
se
hallaron
en su
elemento como plenos participantes
en la
derrota
de lo s
submarinos alemanes.
E n Gran Bretaña, la contrapartida d e l almirante King era el
almirante
s i r Max
Horton,
q u e
también tenía algunas ideas
propias acerca
d e
cóm o pod ía ganar se finalmente
la
Batalla
de l
Atlántico. Horton -a pod ado
p o r
Dónitz
«m i
adversario
e n
jefe personal»- había reemplazado
a sir
Percy Noble como
comandante e n jefe d e l Acceso Occidental e n noviembre d e
1942. Era un
hombre temible para quienes trabajaban
con él .
U n o d e s u s
oficiales escribiría
m á s
tarde: «Tenía
m á s
encan-
to personal q u e ningún otro hombre q u e haya conocido,
pero podía s e r increíblemente cruel para aquellos q u e caían
a u n lado. H a y u n a pintura d e Goya d e l Gran Inquisidor
q u e
sugiere buena parte
de su s
mismas características.»
Horton
n o
soportaba
lo s
estúpidos
n i los
majaderos.
E n
u n a
ocasión cortó
el
discurso
d e u n
experto meteorólogo
so -
b r e
«frentes fríos»
y
«precipitaciones» restallando: «¿Ha
m i-
rado usted alguna
vez po r la
ventana?»
Po r la
noche, vestido
sólo
c o n u n
pijama, entraba rugiendo
en la
Sala
d e
Navega-
ción
de su
cuartel general, Derby House,
y
lanzaba pregun-
tas a la
gente
q u e
seguía
e l
curso
d e u n a
batalla. «¿Por
q u é
demonios no?»,
e r a u n a d e s u s
frases favoritas.
Horton, un as al mando d e submarinos en la Primera
Gue rra Mundial , creía firmemente qu e las medi das ofensivas
contra
lo s
submarinos alemanes tenían
q u e i r
mano
a
mano
con las
medidas defensivas.
Hasta cierto punto,
la s
medidas ofensivas
po r las que abo -
gaba
se
remontaban
a los
primeros días
de la
guerra
y a las
desacreditadas tácticas
d e
búsqueda
y
destrucción. Pero
e n
algunos aspectos críticos
lo s
métodos
d e
Horton diferían
marcadamente
de lo s de 1940 ,
cuando
los
buques
d e
guerra
británicos habían sido enviados
a
merodea r
p o r
enormes
extensiones
d e
océano
al
azar
e n u n a
búsqueda generalmen-
t e
infructuosa
d e l
enemigo.
P o r u n
lado, este esfuerzo
se
había realizado
e n
unos momentos
en lo s que lo s
recursos
navales británicos eran mucho m á s limitados, y había priva-
do a los
convoyes transatlánticos
de la
escolta
d e
protección
q u e
necesitaban vitalmente. Ahora,
e n
cambio, Horton tenía
u n
número suficiente
d e
barcos
d e
guerra
a su
disposición
para proporcionar u n a escolta adecuada a los convoyes.
Además,
lo s
llamados grupos
d e
apoyo
d e
Horton, aunque
separados
y
distintos
de lo s
grupos
d e
escolta, trabajaban
concertadamente
c o n
ellos.
E n
condiciones ideales,
lo s g ru -
p o s d e
apoyo incluían
u n
portaaviones
d e
escolta;
más a
menudo estaban formados p o r destructores, sloops o destruc-
tores
d e
escolta.
Sus
misiones tenían
d os
vertientes: perseguir
a los
submarinos atacantes «hasta
la
muerte»,
y
reforzar
e l
grupo
d e
escolta siempre
q u e e l
convoy
se
viera amenazado.
L os
nuevos grupos fueron instantáneamente efectivos,
y
lo s norteamericanos n o tardaron e n adoptar la idea, llaman-
do a sus
propias unidades «grupos cazadores-asesinos».
D e
acuerdo
c o n s u
llamativo título, estas unidades tendían
a
operar
m á s
l ibremente ,
y
recorrían todas
la s
zonas donde
sospechaban
q u e
podían estar
sus
presas. Pero
e n
cualquier
caso, lo s dos aliados estaban ta n completamente d e acuerdo
en el valor d e tales unidades que , en la conferencia de Was-
hington
q u e
estableció mandos separados, elaboraron
u n
acuerdo especial. Aunque siguieron bajo
el
control estratégi-
co de su s
propios mandos,
los
grupos
d e
apoyo eran emplea-
d o s allá donde más se les necesitaba. Además, u n grupo n o r -
teamericano, compuesto
p o r e l
portaaviones
d e
escolta
pionero U.S.S. Bogue
y
cuatro destructores,
f u e
destacado
para actuar bajo dirección británica
en e l
Atlántico Norte.
El mérito d e l concepto d e Horton f u e puesto impresio-
nantemente e n evidencia e n mayo de 1943, en la que iba a
ser la
batalla culminante
d e l
Atlántico, centrada alrededor
d e
u n
convoy rumbo
a l
oeste,
el
ONS-5.
Cuando alcanzó
su s
distintos destinos norteamericanos,
el
Convoy ONS-5 se había ganado la poco feliz distinción d e
haber sido atacado p o r m á s submarinos alemanes -unos 50
o 6 0 - q u e
ningún otro convoy
e n
toda
la
guerra.
L a
mitad
d e
los 20
días
d e
travesía
se
pasaron luchando
con lo s
submari-
n o s
enemigos.
E n
sólo
un d ía e l
ONS-5 sufrió
2 5
ataques.
El convoy pareció haber sufrido m a l d e o j o antes incluso
d e q u e atacara el primer submarino. Aunque el viaje empe-
zó a
finales
d e
abril,
e l
t iempo
e r a tan
malo como podría
1 8 8
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haberlo sido
e n
pleno invierno.
A
esta dificultad
se
añadía
e l
hecho
de que los 43
mercantes
d e l
convoy llevaban poco
las-
t r e ;
habían depositado
sus
cargas
e n
Gran Bretaña,
y
regre-
saban a los pu ertos canadienses y norteamerican os para reco-
g e r
nuevos suministros.
En el
agitado
m a r ,
descubrieron
q u e
le s
resultaba casi imposible mantener siquiera
su
velocidad
m á s
lenta
o , l o que e s más
importante, mantener
e l
rumbo.
L a escolta británica d e l convoy - d o s destructores, u n a fraga-
ta ,
cuatro corbetas
y dos
jabegueros
d e
rescate armados- tuvo
q u e
gastar preciosas cantidades
d e
combustible recogiendo
a
lo s
rezagados.
El Convoy ONS-5 estaba ju nt o a Islandia y se encaminaba
a l su r hacia Terranova cuando u n submarino alemán se des-
lizó
a
través
de la
pantalla
de la
escolta
y
hundió
a su
prime-
r a víctima: u n carguero norteamericano, el McKeesport. Al
menos otros siete submarinos fueron ahuyentados e n salidas
de los
buques
d e
escolta
d e l
convoy bajo
el
mando
d e l
coman-
dante Peter Gretton,
u n
veterano
de las
rutas transatlánticas.
Controlando sobre
e l
mapa
e l
avance
d e l
ONS-5 desde
s u
cuartel general
e n
Liverpool,
el
almirante Horton supuso
correctamente
q u e l e
aguardaban
m á s
ataques
d e
manadas
d e
lobos.
D e
hecho, había
al
menos tres
y
posiblemente
cua -
t r o d e tales grupos d e submarinos por l a s inmediaciones. U n
grupo
d e
apoyo británico
d e
cinco destructores estaba
e n
aquellos momentos
e n
St.John's,
e n
Terranova; Horton
o r-
denó q u e acudiera e n ayuda d e l convoy. Llegó en e l momen-
to
preciso;
la s
reservas
d e
combustible
d e l
barco
d e
Gretton,
el
destructor Duncan, estaban
t a n
bajas
q u e
pronto sería
u n
blanco indefenso.
Al d í a
siguiente Gretton tomó
u n a
decisión
q u e l e dolió en lo más p ro fu n d o de su corazón: e l Duncan
abandonó
e l
convoy
y se
dirigió hacia St.John's. Cuando
lle-
g ó
allí, sólo
le
quedaba
u n 4 p o r
ciento
d e
combustible.
Para
e l
resto
d e l
convoy,
lo
peor todavía tenía
q u e
llegar.
Tres de l os destructores d e l g ru p o d e apoyo tuvieron q u e
abandonar también
el
convoy debid o
a su
escasez
d e
combus-
tible. Buena parte
de é l lo
habían gastado
en las
agresivas
incursiones contra lo s submarinos alemanes, y repostar e n
aquel agitado
m a r
quedaba descartado. Entonces Horton
ordenó
a u n
segundo grupo
q u e
acudiera
a
escena. Pero,
mientras estaba
e n
camino,
e l
ONS-5 sufrió
u n
ataque
sin
precedentes.
L a
n o ch e
de l 4 de
mayo,
c o n l o s
cargueros silueteados
contra
la s
luces
d e l
norte, unos
30
submarinos -actua ndo
e n
grupos de dos y tres - lanzaron sus torpedos contra e l cuerpo
principal
d e l
convoy
y
hundieron siete barcos.
A la
mañana
siguiente dieron cuenta
d e
cuatro rezagados. Sólo
f u e h u n -
dido
u n
submarino, víctima
d e u n
arma relativamente
n u e -
va llamada el Hedgehog (Erizo), instalada en la corbeta Pink.
El
Pledgehog
e r a
capaz
d e
lanzar
2 4
proyectiles
a la vez,
arro-
jados p o r u n mortero múltiple en la proa d e u n barco. Siete
andanadas
d e l
Hedgehog acabaron
con e l
U-192.
A la
caída
de l a
noche
de l 5 de
mayo,
u n a
bruma inusual-
mente densa
se
aposentó sobre
el
océano.
L os
submarinos
carentes
d e
radar, tantearon ciegamente;
la
escolta
d e l c o n -
voy,
equipada
c o n
radar centimétrico, tenía ahora
la
ventaja;
consiguió parar 2 5 ataques y hundir d o s submarinos sin per-
d e r n i u n solo barco.
L a
moral
se
elevó
aún más a l d í a
siguiente, cuando llegó
el
segundo grupo
d e
apoyo.
U n o d e s u s
barcos,
la
sloop Peli-
can,
despachó c o n rapidez al U-438. La corbeta VicLette hund ió
al U-125. U n tercer submarino escapó a duras penas, con su
torreta acribillada p o r e l fuego d e artillería.
Aquel
d í a ,
siempre alerta
a los
cambios
d e
probabilidades,
Dónitz ordenó q u e todos lo s submarinos se retiraran y se
movieran hacia el este; s i seguían, deberían enf rentarse ahora
al
ataque
de l os
aviones aliados
d e
Terranova.
L a
dura prueba para
e l
ONS-5 había terminado. Había
perdido casi
u n
tercio
de sus
buques. Pero Dónitz sabía
q u e
e n otra época anterior u n a concentración ta n grande de sus
submarinos hubiera barrido
c o n
toda seguridad
el
convoy
entero.
E l
equipo formado
p o r l a
escolta
y los
grupos
d e
apoyo aliados, ju nt o con sus nuevos dispositivos tecnológicos,
marcaban
la
diferencia.
Dónitz tuvo
m á s
confirmaciones
d e
este punto
d e
vista
e n
encuentros entre submarinos alemanes
y
convoyes
a lo
largo
de l a s siguientes semanas. M á s q u e e l declive d e l tonelaje
hundido,
l o que l e
preocupaba eran
la s
crecientes pérdidas
d e
submarinos.
El
total
de 41
hundimientos
d e
submarinos
d e
mayo sería
s u
mayor pérdida mensual
en la
batalla hasta
la
fecha,
y en uno de los
pecios
q u e
sembraban
el
lecho
de l
m a r
estaba
el
cuerpo
d e u n o d e l o s
hijos
d e l
almirante.
El
precio
e ra más de l o que
Dónitz estaba dispuesto
a pa-
ga r . No
aguardó
a q u e
terminara
e l mes. El 24
retiró todos
los
submarinos q u e quedaban d e l Atlántico Norte, asegurando
a
Hitler
q u e
tenía intención
d e
reanudar
lo s
ataques allá
«en
el
momento
de la
luna nueva».
E n s u s
memorias, años
más
tarde, sería mucho m ás sincero. F u e e n mayo de 1943 , escri-
b i ó ,
cuando supo
q u e
había perdido
la
Batalla
d e l
Atlántico.
L o s
aliados podrían confirmar
la
fecha.
E n
jun io
de 1943
iniciaron
lo s
intensos preparativos
de la
Operación
Overlord,
la invasión d e Normandía que iba a se r e l primer paso d e
gigante
en la
reconquista
d e
Europa. Masas
d e
hombres
y
material tenían
q u e s e r
enviados
a
través
d e l
Atlántico
N o r -
te , y eso sería posible t an sólo si se mantenía libre d e subma-
rinos.
E n e l a ñ o
antes
d e l
lanzamiento
de la
Operación Over-
lord,
l os
submarinos alemanes hundier on
t an
sólo
92
buques
de los
muchos miles
q u e
iban
d e
camino para ayudar
a ase-
gurar la derrota definitiva d e Alemania.
1 8 9
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UNA
EFUSIÓN
DE
BARCOS
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Buques Liberty, apodados Patitos Feos, aguardan en California antes de partir a través de l Canal de Panamá para iniciar sus misiones en el Atlántico.
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Un barco en un astillero de la Costa Oeste. Las grúas má s grandes jamás construidas al fondo) colocaban unidades prefabricadas en su lugar.
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Lo s trabajadores hacen cola para fichar en un astillero de Oregón. E n todos los astilleros de los EE. UU. el día estaba dividido en tres turnos de . ocho horas.
1 9 4
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KAISER
PORTLAND
SPECIAL
TRA OK 11
Trabajadores reclutados en Nueva York atestan la
estación de tren de Hoboken, Nueva Jersey, camino
de unos astilleros de Kaiser en Oregón. Aunque
inexpertos, pronto estaban soldando acero y
clavando remaches en una carrera contra el tiempo.
Las ex
camareras
Ina
Hickman
y May
Vincent
izquierda y centro) establecieron un récord de
construcción de barcos unto con la antigua
costurera Billie Elliott derecha). Soldaron
más
placas de acero que la mayoría de los hombres que
trabajaban en su astillero de California.
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Secciones prefabricadas de los suelos interiores de l ondo de los cascos permanecen almacenadas.
Lo s soldadores fijan los costillares de una sección interior de suelo antes de añadir el revestimiento de acero. Estas secciones pesaban cerca de 40 toneladas.
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Un
enorme mamparo
es
bajado
por una
grúa
al
casco
de un
nuevo buque
Liberty mientras los soldadores aguardan en la sentina, listos para asegurarlo
en su lugar.
Tras sólo
do s
días
en el
dique,
un
casco
ya
está listo para
su
primera sección
interior de suelo, qu e soportará la pesada carga metida en su bodega para la
travesía de l Atlántico.
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Lo s trabajadores de Los Angeles despejan el dique
para el número 1 50, a la izquierda, inmediatamente
después de la botadura de l Liberty de l ondo. En todo
el país los astilleros competían para hallar formas de
reducir tiempo y costes; lo s trabajadores que
presentaban ideas prácticas co n este i n recibían
premios
y
bonificaciones.
Sombrillas de playa protegen a los trabajadores en el
horno en que se convertían las cubiertas de acero de
un Liberty bajo el sol del verano del sur de
California. Pese a los ocasionales días abrasadores,
Kaiser situó la mayor parte de sus astilleros en
California debido al buen tiempo qu e reinaba la
mayor parte del año.
La
popa
de un
Liberty
es
colocada
en su
lugar mediante grúas, para
ser
soldada al resto del buque. La cubierta er a luego encajada en su lugar.
Rematando
el
casco
se
fija
la
superestructura,
qu e
incluye
el
puente. Luego
se
engrasan las correderas, y el buque se deslizará por el dique hasta el agua.
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El presidente. Franklin D. Roosevelt izquierda) y Kaiser contemplan la botadura de l Liberty Joseph N . Teal, construido en sólo 10 días.
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La s esposas de cuatro hombres de negocios e industriales dedicados al esfuerzo de
guerra estrellan sendas botellas de espumoso champán en las proas de otros tantos
buques Liberty. Los bautizos e n este astillero de Los Angeles eran preparados por
Terry
Lee, que
aparece alfondo
en
todas
las
otografías.
Su
trabajo
era
asegurarse
de
que la botella se rompía aunque tuviera que ay udar a balancearla. La propia
esposa de KaiserfaUó una vez, y la botella tuvo que ser arrojada al casco que ya se
201
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GR DECIMIENTOS
El
índice
f u e
preparado
por Mel
Ingber.
Lo s
editores desean agradecer
tam-
bién a William J. Armstrong, Ph.D., Sección d e Historia, Mando de Sistemas
Aéreos Navales de los EE.UU., Washington, D.C.; coman dante Robert Aubrey,
D.S.C.,
R.N.,
Ringwood, Hampshire, Inglaterra; Richard Baker,
S t.
Albans,
Her-
tfordshire, Inglater ra; Lieselotte Bandelow, Ullstein, Berlín; John D. Barnett, C o-
lección d e Ai-te d e Combate, Departamento de la Marina, Washington, D.C.;
ochen Brennecke, Dusseldorf; Lothar-Günther Buchheim, Feldafing, Alemania;
t. M. Coppock, Ministerio d e Defensa, Sección Histórica Naval, Londres; capi-
tán Kurt Diggins ret.), director, Deutsches Marine Institut, Bonn-Bad Godes-
berg, Alemania; gran almirante Karl Dónitz, Aumühle, Holstein, Alemania;
Detmar H . Finke, jef e, Sección de Referencias Generales, División de Servicios
Históricos, Centr o de Historia Militar, Departamento de l Ejército, Washington,
D.C.;
Ulrich Frodien, Süddeutscher Verlag, Bilderdienst, Munich; Marylou Gjer-
nes , conservadora, Centro de Historia Militar, Departamento de l Ejército, Was-
hington, D.C.; Charles R. Haberlein Jr., Sección Fotográfica, Conservación, Di -
visión de Historia Naval, Departamento de la Marina, Washington, D.C.;
comand ante Stephen Harwood, M.A.R.N., Portsmouth, Inglaterra;
D r.
Matthias
Haupt, Bundesarchiv, Koblenz, Alemania; Agnes F. Hoover, Sección Fotográfica,
Consei-vación, División d e Historia Naval, Departamento de Marina, D.C.; Geral-
dine Judkins, Sección Operativa
de
Archivos, División
de
Historia Naval, Depar-
CRÉDITOS
DE L S
ILUSTR CIONES
tamento de la Marina, Washington, D.C., Di . Roland Klemig, Bildarchiv Preus-
sischer Kulturbesitz, Berlín; Judy Koontz, Sección Opera ira d e Archivos, División
de Historia Naval, Departamento de la Marina, Washington, D.C.; Charles D .
Lawrence, Colección
ele
Arte
d e
Combate, Departamento
de la
Marina, Washing-
ton, D.C.;
William
H .
Leary, Archivos Nacionales, Washington,
D.C.;
Marian
McNaughton, conservadora de arte, Centro de Historia Militar, Departamento
de l Ejército, Washington, D.C.; el personal de la Biblioteca d el Departamento d e
la Marina, Washington, D.C.; comandante Muy Honorable Sir Alian Noble,
K.C.M.G., D.S.O., D.S.C., Bury
St .
Edmunds, Suílolk, Inglaterra; comod oro
C, P.
C. Noble, C.B.E., D.S.C., V.R.D., R.N.R., Londres; B . Powell, Ministerio d e Comer-
cio e Industria, Londres; John C. Reilly, Sección d e Historia de los Barcos, Divi-
sión
de
Historia Naval, Departamento
de la
Marina, Washington,
D.C.;
profesor
Dr. Jürgen Roluver, director, Bibliotliek f u r Zeitgeschichte, Stuttgart; profesor Dr.
Micliael Salewski, Bonn; David E . Scherman , Stony Point, N.Y.; comandante R.
E.
Shenvood, D.S.O.,
R.D.,
R.N.R. ret.) , Wendover, Buckinghamshire, Ingla-
terra; Nancy Stephenson, Saffron Walden, Essex, Inglaterra; contraalmirante
Erich Topp ret.), Bonn; Jim Trimble, Archivos Nacionales, Washington, D.C.;
Frank Vicovari, Brewster, N.Y.; capitán J . E. Wolfenden, D.S.C., R.D., R.N.R.
ret.), Etchingham, Kent, Inglaterra.
Lo s créditos de izquierda a derecha están separados po r puntos y comas los de arriba a
abajo po r guiones.
PORTADA y pág. 1-Cortesía d e Lothar-Günther Buchheim.
LA S PRIMERAS VÍCTIMAS DE LA BATALLA: 6 , 7-Popperfoto, Londres, co -
piado p o r Henry Groskinsky. 8-Ullstein Bilderdienst, Berlín. 9-Popperfoto,
copiado
p o r
Henry Groskinsky. 10-Wide World-UPI. 11-Wide World
(2). 12,
13-Central Press Photo
Ltd. ,
Londres.
LA SUELTA DE LOS LOBOS DE MAR: 16-Mapas d e Forte Inc. 17-Bildarchiv
Preussischer Kulturbesitz, Berlín. 18-Ullstein Bilderdienst. 19-Cortesía Museo
Imperial de la Guerra, Londres. 20-Mondadori.
LA ESTRAMBÓTICA SAGA D EL ZAMZAM: 24 , 25-David E. Scherman para
L I F E . 26-New York World-Telegram cortesía The New York Public Library, Astor,
Lenox
and
Tilden Foundations,
y
David
E.
Scherman-mapa
d e
Forte
Inc. 27,
28-David E. Scherman para
LIFE.
29-Reverendo V . Eug ene Johnson para
LIFE
(2). 30 a 33-David E. Scherman para L IF E . 34—Reverendo V . Eugene Johnson ,
cortesía David E. Scherman-David E. Scherman para L IF E . 35, 36, 37-David E.
Scherman para LIFE.
INCURSORES
A L
ACECHO: 40-Con
el
amable permiso
de
Lady Harwood,
Goring, Berkshire, copiado
p o r
Henry Groskinsky. 44-Dever
d e
Black Star para
L IF E . Cortesía Museo Imperial de la Guerra.
SUICIDIO DE UN MERODEADOR: 50 , 51-Corte sía Museo Imperia l de la
Guerra, copiado p o r Henry Groskinsky. 52-Popperfoto. 53-De Dudley Pope,
TheBattle of the RiverPiale William Kimber and Co. Limited, 1956, Londres. 54,
55-Eugenio Hintz; Camera Press
Ltd. ,
Londr es, cortesía Museo Imperial
de la
Guerra. 56 , 57-Sin crédito (3). 58, 59-Radio Times Hulton Picture Library,
Londres-Popperfoto, copiado p o r Henry Groskinsky.
«DÍAS FELICES» PARA
LO S
SUBMARINOS ALEMANES: 62-Bildarchiv Preus-
sischer Kulturbesitz. 65-Departamento
de la
Marina
de los
EE.UU., Archivos
Nacionales. 66-Ullstein Bilderdienst; UPI-Su ddeut scher Verlag, Bilderdienst,
Munich; Ullstein Bilderdienst. 67-Ullstein Bilderdienst, excepto fondo izquier-
d a , Suddeutscher Verlag, Bilderdienst.
EL
FANTÁSTICO MUNDO
DE UN
SUBMARINO:
70 ,
71-Cortesía Kurt Diggins,
copiado
po r
Henry Groskinsky. 72-Bundesarchiv, Coblenza, Alemania. 73-Cor-
tesía Kurt Diggins, copiado p o r Hemy Groskinsky. 74-Cortesía Hanns Hubmann.
75-Cortesía Kurt Diggins, copiado p o r Henry Groskinsky-Bundesarchiv. 76, 77-
Cortesía Kurt Diggins, copiado p o r Henry Groskinsky; Bildarchiv Preussischer
Kulturbesitz. 78-Suddeutscher Verlag, Bilderdienst, copiado p o r Henry Groskins-
ky-cortesía Kurt Diggins, copiado po r Henry Groskinsky. 79-de Kurt Zentner,
Illustrierte Geschichte
d es
Dritten Reiches
copiado po r Henry Groskinsky. 80, 81-
Cortesía Lothar-Günther Buchheim. 8 2, 83-Cortesía Lothar-Günther Buchheim;
cortesía Kurt Diggins, copiado p o r Henry Groskinky-Bundesarchiv.
HUNDIMIENTO DE UN SUBMARINO: 84 , 85-Guardia Costera de los
EE.UU., Archivos Nacionales, de U PI. 86 a 93-Guardia Costera de los EE.UU.,
Archivos Nacionales.
ARMADAS VITALES: 97-Po ppe rfo to. 98-Mapa de Nicholas Fasciano. 103-Fox
Pilotos L td. , Londres. 106-Cortesía Museo Marítimo Nacional, Greenwich,
Inglaterra, copiado po r Derek Bayes.
VIAJES AL PELIGRO: 108, 109-Guardia Costera de los EE.UU., Archivos Na-
cionales. 110-Fox Photos L td. 111-Radio Times Hulton Picture Library. 112,
113-Guardia Costera de los EE.UU., Archivos Nacionales. 114, 115-Camera
Press
Ltd. ,
cortesía Museo Imperial
de la
Guerra.
116,
117-Süddeutscher
Ver-
lag, Bilderdienst, copiado po r Henry Groskinsky. 118, 119-Departamento de la
Marina de los EE.UU, Archivos Nacionales. 120, 121-Villiam Vandivert para
LIFE.
EL
TRIUNFO
DE LA
TECNOLOGÍA: 124-Popperfoto.
126,
127-Dibujo
de
Nicholas Fasciano. 128-Cortesía Museo Imperial
de la
Guerra,
Fo x
Photos
Ltd.
129-Cortesía Museo Marítimo Nacional, copiado po r Derek Bayes. 130-Corte-
sía Museo Imperial de la Guerra.
LA CIUDADELA DE HIELO DE NORTEAMÉRICA: 134 A 137-Departamen-
to de la
Marina
de los
EE.UU., Archivos Nacionales.
138,
139-Walter
B.
Lañe
para L IF E . 140 a 147-Departamento de la Marina de los EE.UU., Archivos Na -
cionales.
L O S ESTADOS UNIDOS EN EL MAR: 150-Cortesía de la Marina de los
EE.UU., Centro Histórico Naval, copiado p o r Charlie Brown. 151-Popperfo-
to , copiado p o r Henry Groskinsky. 152-Departamento de la Marina de los
EE.UU., Archivos Nacionales. 153-Studio S u n . 155-UPI. 158-Cortesía de la
Marina de los Estados Unidos, Centro Histórico Naval, copiado p o r Charlie
Brown.
LA GUERRA EN EL MAR SOBRE TELA: 160, 161-Cortesía Centro d e Histo-
ri a
Militar
de l
Ejército
de los
EE.UU. 162-Cortesía Colección
de
Arte
de C om-
bate de la Marina de los EE.UU., copiado p o r Henry Groskinsky. 163-Corte-
sí a Centro de Historia Militar d e l Ejército de los EE.UU. 164, 165-Cortesía
Centro de Historia Militar d e l Ejército de los EE.UU.; cortesía Colección de
Arte de Combate de la Marina de los EE.UU., copiado p o r Henry Groskins-
ky (2). 166, 167-Cortesía Centro d e Historia Militar d e l Ejército de los
EE.UU. 168, 169-Cortesía Centro d e Historia Militar de l Ejército de los
EE.UU., copiado p o r Henry Groskinsky. 170, 171-Cortesía Museo Marítimo
Nacional. 172, 173-Cortesía Museo Marítimo Nacional; cortesía Museo Ma-
rítimo Nacional, copiado
p o r
Derek Bayes.
174,
175-Cortesía Centro
de His-
toria Militar de l Ejercito de los EE.UU.
EL ASALTO FINAL: 178-Gráfico d e Joh n Drum mond, f ondo, William Vandi-
vert para L IF E . 181-Cortesía Museo Imperial de la Guerra-Guardia Costera de
los EE.UU., Archivos Nacionales. 183-Departamento d e Marina de los EE.UU.,
Archivos Nacionales; cortesía Museo Marítimo Nacional, copiado
p o r
Derek
Bayes. 184- Departame nto
de
Marina
de los
EE.UU., Archivos Nacionales.
185-
Departamento de Marina de los EE.UU., Archivos Nacionales-Copyright ©
1945, 1949 by the Curtis Publishing Company, Copyright © 1951 by Daniel V.
Gallery. Reproducid o co n permiso d e Harold Matson Company, Inc.; Departa-
mento
d e
Marina
de los
EE.UU., Archivos Nacionales. 187-Cortesía Museo
Imperial
de la
Guerra.
UN A EFUSIÓN DE BARCOS: 190, 191-UPI. 192-Wide World. 193-John Flo-
re a para
L I F E .
194-Cortesía Biblioteca Histórica Henry J . Kaiser. 1 9 5 -
WideWorld (2) . 196-John Florea para
L IF E .
197-Lawrence Barber, ThePortland
Oregonian-
Hansel Mieth para L I F E . 198-UPI-Wide World; John Florea para
L IF E .
199-UPI-Wide World
(2).
200-Departamento
d e
Marina
de los
Estados
Unidos, Archivos Nacionales. 201-Calif ornia Shipbuilding Corporation (4).
202, 203-Ralph Vincent, ThePortland Journal.
2 0 2
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/la-batalla-del-atlantico-b-pitt-time-life-folio-2008-ocr 203/208
ÍNDICE
Lo s números en cursiva indican un a ilustración leí
tema mencionado.
Acceso Occidental ,
96, 100
Achilles batalla contra el GrafSpee 40-41; tripula-
ción,
58-59
Acorazados, 38 ; de bolsillo, 38, 39
Acta d e Neutralidad, 149; modificada, 149, 154
Admiral Hipper 44, 180
Admiral Scheer. ataque contra e l Convoy HX-84,
43-44; efecto s de las operaciones, 4 5
Africa Shell hundido, 3 9
Aislacionistas: sobre el Acta d e Neutralidad, 149;
sobre entregar destructores a Gran Bretaña,
149
Ajax batalla contra el GrafSpee 40-41; tripula-
ción,
58-59
Alemania, Ejército d e , barrido d e Europa Occi-
dental, 2 3
Alemania, Fuerzas Aéreas
d e :
ataques contra
convoyes árticos, 157, 158; búsqueda del ra-
d a r d e
microondas,
186 ;
minas sembradas
por , 8
Alemania, Marina d e guerra d e : abandono d e
la, 16; ataques en 1939, 8; construcción de la
flota d e submarinos, 21, 22; construcción d e
u n a flota equilibrada, 23 ; criptoanalisis de los
mensajes británicos,
6 5 ;
cuartel general
d e
lo s submarinos trasladado a París, 177; Drum
Roll 154; eliminación d e restricciones en la
guerra submarina, 16-17; estrategia contra
Gran Bretaña, 17-18; estrategia y tácticas para
la
flota
d e
submarinos,
22 ;
falta
d e
prepara-
ción para la guerra, 38 ; final de los ataques
importantes d e superficie en e l Atlántico, 49;
fuerzas concentradas
en la
U.R.S.S. ártica,
157; fuerzas en 1939, 38-39; instrucciones d e
batalla, 18-19; lobos d e m a r 8 ; mercantes in -
cursores armados,
39 ,
42-43,
4 9 ;
minas
s e m -
bradas por , 8; operaciones d e acorazados d e
bolsillo, 39-42, 43 ; pérdidas en la campaña
d e Noruega, 42, 64; Plan Z, 23, 38; prioridad
de , 22 ; submarinos concentrados en e l Medi-
terráneo, 131; submarinos concentrados e n
la Costa Este de los EE.UU., 154; vacas leche-
ras , 156; ventajas d e operar desde puertos
franceses, 2 3. Ve r también Submarinos alema-
nes
Aliados: gráfi co d e pérdidas d e barcos,
178-179
invasión
d e l
Norte
d e
África,
1 7 9 ;
mandos
antisubmarinos divididos, 186; pérdidas d e
barcos ante mercantes armados incursores,
42; pérdidas d e barcos d e enero a mayo d e
1942, 154;
pérdidas
d e
barcos
en e l
Caribe
y
el golfo d e México, 177; pérdidas d e barcos
e n marzo de 1943, 180, 182; pérdidas d e
barcos e n mayo y jun io de 1942, 110; pérdi-
das de barcos e n noviembre de 1942, 180;
pérdidas d e barcos e n primavera de 1940 ,
23 ;
pérdidas
d e
barcos ante submarinos
a l e -
manes e n j u n i o de , 63 . Ve r también naciones
específicas
Aragonite hundimiento, 11
Arbutus
105
Ar k
Roya/:
ataque
a
submarinos, 128-129; ataque
al Bismarck 4849; ataque al Sheffield 48; hun-
dido, 131; persecución d e l Bismarck 48; per-
secución d e l Graf Spee 39, 41
Arte naval, 160-175
Asdic, 19-20; confianza aliada en el , 19; limita-
ciones d e l , 20-21, 99; uso del , 61
Ashlea hundido, 3 9
Assyrian hundido, 68, 69
Astor, Vincent , 156
Athenia:
bajas,
8;
hundimiento,
8, 9, 17, 21
Atlantis
27, 42; camuflajes, 26, 42; equipo, 42;
hundido ,
43 ;
operaciones, 42-43;
y el Zam-
zam, 26 , 30-31, 32-33
Audacity: hundido, 133; y Convoy IIG-76, 132,
133
Augusta
viaje d e Roosevelt para reunirse c o n
Churchill
en, 152
Aviones: ant isubmarinos , 128-129 130, 182; ca-
muflados, 129 ; catapultados desde buques
mercantes, 129, 130 ; radar ASV para, 129
Aviones anfibios, Catalina, 142-143 182
B
Barham hundido, 131
Barracones Nissen, 138-139
Batalla
d e l
Atlántico, importancia, 17-18; reco-
nocimiento de la pérdida alemana, 189
Beatus
,
6 8
Bell, F. S., ataque a l GrafSpee 4 0
Bellona 114
Benn, W. G„ 15-16
Berdine, Harold S. , 86, 92
Bergen, Claus, pintura d e ,
168-169
Bismarck 170-171\ armamento, 4 5 ; batalla con
lo s británicos, 47-49, 168-169 botadura, 45;
e n Rheinübung 46; fotografías d e reconoci-
miento de , 46 ; hundido, 49, 171; señales d e
radio revelan posición y destino, 48; tonela-
j e , 45 ; tripulación, 4 5
Bissen hundido, 6 0
Blagrove, H. E. C., 16
Bleichrodt, Heinrich, 65-68,
6 9
Blücher hundido, 4 2
IMuebe.lt
y Convoy HX-112, 106; vida e n , 94-95
Boch, Adolph, pintura d e , 160-161
Boekolo 6 8
Bogue 188
Bombarderos: Fortalezas Volantes, 182; Libera-
tor, 182
Bonesteel, Charles, 136
Boot, Harry, 183
Brasil: u s o aliado de las bases, 179; declara la
guerra a Alemania, 179
Broome, John E., y Convoy PQ-17, 157, 158, 159
Buchheim, Lothar-Günther, 1, 72
C
Campanula 104
Campbell, Kenneth, 4 5
Canadá, Marina
d e
guerra
d e :
escolta
d e
convoy,
125, 186; desarrollo, 125
Cargas d e prof undi dad: aéreas, 128-129; ataque
contra e l U-47, 105; ataque contra el U-99, 61 -
63, 107; ataque contra el U-100 106-107; a ta-
q u e contra el
U-175
86 ; cañones Y, 164\ es -
quema de, 125
Carsbreck atacado, 6 7
Carta Atlántica, 153
Casablanca, Conferencia de, 180
Century Group, 149
Chalmers,
W. S.,
sobre entrenamiento
d e
escol-
ta , 100-101
Champlin tripulación d e rescate, 166-167
Chatelain
captura
d e l U-505 184
Churchill, Winston: petición d e destructores a
lo s EE.UU., 149; petición d e municiones a
lo s EE.UU., 150 ; primera reunión c o n R o o -
sevelt, 152, 153 ; relaciones c o n Roosevelt,
152-153; sobr e el Convoy PQ-17, 157; sobre
la amenaza de los submarinos alemanes, 18;
sobre préstamo
y
arriendo,
15 1 ; y
Conferen-
c ia de Casablanca, 180
City o f Flint captura y liberación, 41-42
Clement hundimiento del , 39
Coale, Griffith Baily, dibujo d e , 162
Comité d e Detección e Investigación d e Subma-
rinos Aliados asdic), 19
Convallaria
, hundido,
68
Convoyes, 94-107, 108-121 126-127 a la U.R.S.S.
ártica, 157; áreas d e mayores pérdidas, 98,
99; ataques d e manadas d e lobos contra, 65 -
69; ataques alemanes d e superficie contra,
43-45; aviones catapultados desde,
129 130;
brigada d e l cubo, 156; buques cisterna, 118-
119-, buques mercantes armados, 103 , 104,
130; colisiones en, 110, 113; comunicaciones
dentro
de, 99, 101;
condición
de los
barcos,
94;
contra buques
si n
escolta,
100, 159; Con-
vo y HG-76, 131-133; Convoy HX-79, 69, 95;
Convoy HX-84, 43-45; Convoy HX-112, 105-
106 ; Convoy IIX-233, 86 ; Convoy OB-293,
105; Convoy ONS-5, 188-189; Convoy PQ-17,
157-159; Convoy
S G 7 ,
65-69, 95,110; dificul-
tades, 110; división geográfica d e l mando,
186; entrenamiento d e artillería para mari-
neros, 103, 104; establecimiento posterior e n
Gran Bretaña, 21 ; extendidos a Trinidad,
179; formación, 126-127 182; inefectividad
en 1943, 180; instituidos sobre la Costa Este
de los EE.UU., 156-157; localización po r s ub-
marinos alemanes, 22 , 99 ; mando, 96-97;
maniobras, 97 ; mantener la posición, 97, 99;
mejoras
en 1943, 182;
pérdidas
en 1941, 105;
protección aérea de , 125 , 128-130; protec-
ción, primeros métodos, 94-101; protección,
métodos posteriores, 100-107; resistencia
costera de los EE.UU., 155; reunión de , 96 ;
rutas, 98 , 9 9; tamaño y pérdidas, 125; uso del
radar e n , 122-123; y rastreo p o r radio de los
submarinos alemanes, 123, 124
Cooper, G. T., sobre escolta d e convoyes, 95-96
Copos d e nieve, 124
Corbetas, 97, 104; clase Flower, 104
Coreopsis 104
Couchman, Walter, 102
Courageous:
bajas, 7; hundido, 6-7, 8, 21
Creekirk
hundido,
6 8
Criptoanálisis: de los mensajes d e l Bismarck 49;
de los
mensajes relativos
a las
rutas
de los
convoyes, 65; descifrado d e l código naval a le-
m á n ,
123-124; papel
e n
terminar
con las
operaciones navales alemanas d e superficie,
4 9
Cumberland persecución de l GrafSpee 41
Curtis, H . O. , 136
Cyclops
hundido, 154
D
Daffodil 104
David, Albert L., y captura de l U-505 184 , 185
Declaración d e Panamá, 148-149
Deptford y
Convoy HG-76,
133
Destructores británicos, 102-104
Destructores
de los
EE.UU. usados
por los br i -
tánicos, 103-104,
149, 150, 151
Deutschland 39; cambio d e nombre, 42 ; opera-
ciones, 41-42
2 0 3
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/la-batalla-del-atlantico-b-pitt-time-life-folio-2008-ocr 204/208
Diggins, Kurt, 78
Dónitz, Karl, 14, 15, 17 , 21-22; aba ndon o de los
convoyes d e l Atlántico Norte en 1942, 179;
asignado al mando de las fuerzas submari-
nas , 22; concentración d e submarinos en la
Costa Este
de los
EE.UU.,
133, 154; en el
cuartel general d e París, 176-177; estrategia
y táctica para la flota submarina, 22 , 63-64,
65, 69, 130-131, 177; juzgado p o r crímenes
d e guerra, 155; orden d e a taque junto al
Brasil, 179; orden d e concentración en el
Atlántico Norte
d e
nuevo,
180;
orden
de in-
tento d e rescate de las víctimas de l Laconia
155; orden d e operaciones nocturnas de s u -
perficie, 21 ; orden d e transferir l o s submari-
nos a l Mediterráneo, 131; petición d e u n a
fuerte ilota submarina, 16, 22; promociona-
d o a comandante e n j e fe de la Marina d e
guerra, 180; promocionado a contraalmiran-
te, 17;
retirada
de los
submarinos
d e l
Atlán-
tico Norte,
189;
sobre
la
efectividad
de los
convoyes,
133;
sobre
M ax
Horton,
188 ;
sobre
tácticas contra
lo s
embarques costeros
en los
EE.UU.,
156; y
ataques aéreos contra subma-
rinos alemanes, 182
Doric Star hundimiento, 10 , 39
Dorsetshire ataque contra el Bismarck 49
DrumRoll Operación, 154
Duncan 189
E
Eckermann, Hans,
105
Edén , Anthony, sobre
el
incidente
d e l Zamzam
37
Elliott, Billie,
195
Elliott M. E,
hundido,
176
Empire Brigade 68
Empire Miniver
hundido,
68
Endrass, Engelbert,
15 ;
muerte,
133; y
Convoy
HG-76, 133; y Convoy S G 7 , 6 8
Escoltas d e convoyes: aviones, 120-121, 125, 128-
130, 142; buques y equipo, 102-105; cana-
dienses, 125, 186; carestía, 99 ; carestía ju nt o
a la costa de los EE.UU., 155; cita c o n convo-
ye s hacia el este, 100; deberes, 97 ; después d e
marzo de 1941, 106-107; entrenamiento, 100-
101, 102;
inefectividad
al
principio, 94-96,
99;
límites
d e
distancia,
99;
mando, 96-97;
m a n -
d o
dividido,
186;
nueva política, 101-102,
131;
pantalla
d e
línea curva,
182;
portaavio-
nes , 130, 182;
producción estadounidense
de, 182; radar instalado en, 101, 122; siste-
m a s d e comunicación para, 101 ; unidades
permanentes, 102; vida en, 94, 99, 103, 104
Esso Houslon
hundido,
176
Estados Unidos: Acta d e Neutralidad, 149, 154;
asume protectorado sobre Groenlandia, 151;
Carta Atlántica, 153; construcción d e b u -
ques,
197;
declaración
d e
emergencia nacio-
n al
ilimitada, 151-152; entra
en la
guerra,
154;
incidentes
q u e
conducen
a la
guerra,
153-154; intercambio
d e
destructores
p o r
bases británicas
en las
Indias Occidentales,
149-150,
151;
ocupación
d e
Islandia,
134-147
153; pérdidas d e buques ante lo s submarinos
alemanes, 154; préstamo y a rr iendo, 151;
producción d e tonelaje d e barcos en 1943,
187; resistencia al oscurecimiento, 154-155;
simpatías con los aliados, 148; ventas de ar -
mas a beligerantes, 149
Estados Unidos, Ejército
d e ,
estacionado
en Is-
landia, 138-139
Estados Unidos, Marina de : buques Q 156; ca-
restía d e escoltas para lo s convoyes, 155-156;
control d e convoyes, 186; Décima Flota, 186,
188; diagramas d e inteligencia d e u n subma-
rino alemán, 64 , 65 ; diferencias con los br i -
tánicos, 186; en Islandia, 134-135 140-145;
escolta d e buques británicos, 153, 154; esta-
blecimiento
de la
Flota
d e l
Atlántico,
151;
grupos cazadores-asesinos, 188; institución
del sistema d e convoyes, 156-157; Patrulla d e
Neutralidad, 149; primer buque enemigo
capturado desde 1812 , 184-185; primeras
bajas, 146; primeros fracasos contra los sub-
marinos alemanes, 155-156; resistencia
a los
consejos británicos,
155, 156;
resistencia
al
sistema
d e
convoyes,
155;
sistema
de la
briga-
da de l
cubo,
156;
tácticas contra
lo s
subma-
rinos alemanes, 155-156
Estados Unidos, marines estacionados e n Islan-
dia , 136-137 153
Exeler. bajas en la batalla con e l Graf Spee 40;
batalla con e l GrafSpee 40, 58; tripulación,
58-59
Exford 144
F
Fairbanks, Douglas,
Jr., en la
dispersión
del
Convoy PQ-17, 159
Fegen, E. S. F., 43
Fischer, Antón Otto, pintura d e , 166-167
Fiscus hundido, 6 8
Francia, Marina d e guerra: cerca d e finales d e
1939, 19; en la rendición, 23 ; persecución
del Graf Spee 3 9
Frauenh eim, Fritz, 68, 69
Frontera Este
de l Mar ,
155-156
G
Gallery, Daniel
V., y
captura
de l U-505 184, 185
Gibbs, Archie,
176
Gipsy
hundimiento,
10
Glass, Cárter, sobr e la protección de los embar-
ques d e préstamo y arriendo, 152
Gleaves 162, 164-165
Gloire y Laconia 157
Glowworm hundido, 44
Gneisenau 42 , 172; dañado e n Brest, 45 ; opera-
ciones, 45 ; regreso a Alemania, 4 9
Góring, Hermann: órdenes d e construir un r a -
d a r d e microondas, 186; órdenes d e investi-
gar un
radar
d e
microondas,
186
Graf Spee
8, 39,
50-51
52 ; a rmamento , 38, 40;
batalla
co n
buques aliados, 40-41; dinamita-
do, 41, 54-55; e n Montevideo, 52 , 54 ; hundi-
mientos de l , 10 , operaciones, 39-40; retirada
a Montevideo, 41 ; tripulación, 56-57
Gran Bretaña: accesos
po r mar a , 96 ;
bajas
e n -
tr e marinos mercantes, 110; Carta Atlántica,
153; cartel sobre submarinos alemanes, 18;
dependencia sobre el control de los mares,
17 ; desarrollo d e l radar d e microondas, 182-
183; intercambio d e bases de las Indias Occi-
dentales p o r destructores, 149-150, 151; mo-
ra l
tras
el
inc idente
de l Graf Spee 59;
ocupación
d e
Islandia,
136 ;
pérdidas
d e
embarques
a
finales
de 1939, 6-7, 8, 10-13;
pérdidas d e embarques en marzo de 1941,
45, 105; pérdidas d e embarques e n mayo d e
1941, 151; pérdidas d e embarques en setiem-
bre de 1939, 21; petición d e municiones a los
EE.UU., 150-151
Gran Bretaña, Fuerzas Aéreas de, 125; desarro-
llo del
radar, 122-123; Mando Costero,
125,
128, 129; Mando d e Bombardeo, 128; Man-
do de Cazas, 128
Gran Bretaña, Marina d e guerra d e : asignación
d e
acorazados
a los
convoyes importantes,
44 ;
atacada
e n
Scapa Flow,
12-13
14-16;
ata-
ques contra barcos mercantes alemanes,
18;
bombardeo
d e
subm arinos , 128-129; consejo
y
ayuda
a la
Marina
de los
EE.UU.,
155, 156;
consü ucción
d e
portaaviones
d e
escolla,
130;
control d e convoyes, 186; control d e l Mando
Costero, 129; criptoanálisis, 123-124; desarro-
l lo del radar, 123; diferencias con los norte-
americanos, 186; dispersión de las fuerzas in -
cursoras perseguidoras, 42 ; dispersión del
Convoy PQ-17, 159 ; falta d e preparación
para la guerra submarina, 18-21; fuerzas aé -
reas, 125, 128, 129; fuerzas en 1939, 38-39;
grupos d e apoyo, 188; hundimientos d e b u -
ques
d e
guerra
en 1939, 6-7, 8, 12-13;
incapa-
cidad
d e
enfrentarse
a las
minas magnéticas,
23 ;
Mando
de l
Acceso Occidental, 101-102;
órdenes d e construcción d e buques d e escol-
ta, 21; persecución de l Bismarck y de l Prinz
Eugen 46-49; persecución d e l Graf Spee 39-
41 ; petición d e alto temporal de los convoyes
árticos, 157; radiogoniómetros, 123; recep-
ción d e destructores de los EE.UU., 140-150;
retraso
e n
establecer
el
sistema
d e
convoyes,
21 ;
Sala
d e
Seguimiento
d e
Submarinos,
123;
temores sobre
e l
sistema
d e
convoyes
e n
1943, 182;
tensión después
d e
junio
de 1940,
23 ; us o de buques d e escolta, 21; y la flota
francesa, 23
Greer incidente c o n submarino alemán, 153
Gretton, Peter, y Convoy ONS-5, 189
Groenlandi a: vacío aéreo, 180, 182; los EE.UU.
asumen el protectorado sobre, 151
Guadalcanal
y captura de l
U-505
184
Guerra electrónica. Ve r Asdic; Radar; Radiogo-
niómetros
Guerra falsa,
8
Guerra submarina: concentrada
en el
Caribe,
176-177,
179;
concentrada
en la
Costa Este
de los
EE.UU., 154-157; concentrada
en la
zona d e l Mediterráneo, 131; concentrada e n
la s rutas d e convoyes d e l Ártico, 157-159;
debilidad de l control central, 123; defensas
electrónica contra, 122-124; después del oto-
ño de 1941 , 130-133; efecto de los convoyes
protegidos, 126, 133, esquema de, 177; tácti-
ca de las manadas d e lobos, 63-64, 69 . Ver
también
Manadas d e lobos; Submarinos a le-
manes; Tácticas antisubmarinos
H
Harris,
F. C. P., 39
Hartenstein, Werner,
y el
hundimiento
de l Laco-
nia, 155
Harwood, Henry: deducción de la posición del
GrafSpee 40 , orden d e ataque contra el Graf
Spee 4 0
Haushofer, Karl, sobre el valor d e Islandia, 136
Hausknecht, Rudolf, pintura d e , 163
Hedgehog
181, 189
Hickman, I na , 195
Hitler, Adolf: anuncia el fin de la limitación d e
tonelaje
en los
submarinos,
21 ;
cambia
el
nombre
de l Deutschland 42 ;
controla
la
nave-
gación
de los
principales buques,
49; en la
botadura
de l Bismarck 45 ;
favorece
los
buques
d e superficie, 22 ; favorece u n a fuerza naval
equilibrada en 1938, 23; mensaje al Bismarck
49 ; nombra a Dónitz comandante en jefe de la
Marina
d e
guerra,
180;
ordena
el
inicio
de la
guerra d e superficie en el mar, 39; relaja las res-
tricciones sobre la guerra submarina, 16-17;
transfiere lo s submarinos a l Mediterráneo, 131
2 0 4
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/la-batalla-del-atlantico-b-pitt-time-life-folio-2008-ocr 205/208
Holland, L. E.: persecución d e l Bismarck y el
Prinz Eugen 46-49
Hood 46; armamento, 46 ; bajas e n hundimien-
to, 48; batalla con e l Bismarck y e l Prinz Eugen
47-48; persecución d e l Bismarck y el Prinz
Eugen
4 6
Horton M a x , 183, 188; y grupos d e apoyo, 188-
189
Huff-Duff, 123; a bordo d e buques, 124
Hull, Cordell, e intercambio d e destructores p o r
bases británicas, 149-150
Huntsman hundido, 39
Hurricanes, lanzados p o r catapulta, 128 , 129,
130
Hyacinth 104
Hydrangea
106
I
la , hundido, 6 3
higham 180
Islandia: ocupada por los EE.UU., 134-147 153;
tropas aliadas enterradas e n , 146-147- valor
estratégico, 136
J
Jabegueros británicos, 104
Jervis Bay, batalla contra e l Admiral Scheer 4 3
Junack, Gerhard, sobre el hundimiento d e l Bis-
marck 49
K
Karlsruhe
hundido, 4 2
Kearny
torpedeado junt o a Islandia, 144, 145
Keppel
y Convoy PQ-17, 157
King George V.
ataque contra
el Bismarck 49; per-
secución d e l Bismarck y el Prinz Eugen 4 6
King, ErnestJ. , 183; sobre falta d e defensa para
lo s embarques, 156; y control dividido de los
convoyes, 186; y la Décima Flota, 186, 188
King, Mackenzie, desarrollo
de la
Marina
d e
guerra canadiense, 125
Knight, Esmoncl: sobre la batalla c o n e l Bis-
marck
4 7; cegado, 4 8
Kónigsberg
hundido,
4 2
Kormoran hundido, 4 3
Kretschmer, Otto, 66 ; ataque contra e l Convoy
SC-7, 68, 69; capturado, 107; condecorado ,
6 3
Krupp, astilleros, 19
L
Laconia 155;
torpedeado,
155
Lange, Harald, y captura d e l
U-505
184
Langsdorff, Hans, 52, 53, 56-57; respeto por la
vida humana, 41 ; suicidio, 41, 57; y el Graf
Spee 39-41
Languedoc hundido, 6 6
Lassen, Georg, 66, 67
Lea , Tom: sobre arte en el mar, 162; pintura de,
164-165
Leach,John,
4 8
L e e , Terry, 201
Lehmann-Willenbrock, Heinrich, 6 6 , 67, 80-81
Leigh, Humphrey d e Verde, 129; Luz de Leigh,
129-130
Lemp, Fritz-Julius, 128, 129
Liberty, buques, 108-109 190-191; botadura,
200-201; construcción, 192, 193-199 202-203
Liebe, Heinrich, 63, 67 ; ataque contra e l C on-
vo y
HX-79,
69;
ataque contra
e l
Convoy
SC -
7, 68
Lindemann, Ernst, y el Bismarck 45, 48, 59
Lothian, lord,
y e l
intercambio
d e
bases
p o r
destructores de los EE.UU., 149-150
Lüth, Wolfgang, 63, 66
Lütjens, Günther , 4 6 ; hundimiento con e l Bis-
marck 49; petición d e q u e l o s submarinos
alemanes atrapen a los perseguidores de l
Bismarck 48; y Rheinübung 46, 48
Lützow 42, 180
M
Macintyre, Donald G. F., 106; en el verano d e
1942, 177; sobre escoltas d e convoyes, 102; y
el
Convoy HX-112, 106-107
Magog hundido, 60
Manadas d e lobos, 2 2 ; táctica desarrollada, 63 -
64, 65
Maplin 130
Matz, Joac him , 105
McKeesport hundido, 189
Meadowsweet
104
Merisaar
capturado,
63 ;
hundido,
63
Merten, Karl-Friedrich, 6 6
Metox, 183, 186
Minas: alemanas magnéti cas, 20, 21, 23; británi-
cas de contacto, 23; sembradas e n aguas br i -
tánicas,
8;
tratado declarándolas fuera
de la
ley, 21
Moehle, Karl-Heinz, ataque contra el SC-7, 68,
69
Monsarrat, Nicholas: sobre escolta d e convoyes,
99 ; sobre corbetas, 104
Morgenthau, Henry, sobre e l desarrollo de l
préstamo y arriendo, 151
Muntz, Gerhar dt, 86
Murmansk, ruta de, 49
Murphy, Charles J . V., 26, 3 0, 31
N
Neiuton Beech
hundido, 39
Niblack y Reuben James 162
Noble, Percy,
130 131; y
operaciones
d e
convo-
yes, 102
NorJolk 46, 158; ataque contra el Bismarck 49;
persecución de l Bismarck y e l Prinz Eugen 46,
48
Noruega, regreso d e l Cily o f Flint 4 2
Nueva Zelanda, Mari na d e , persecución de l Graf
Spee 40-41
Nye, Geralcl P., sobre e l Acta d e Neutralidad, 149
O
Overlord Operación, preparativos para, 189
P
Panzerschiffe 3 8
Pears, Charles, pintura d e , 172-173
Pegas
us , 15, 17
Pelican y
hundimiento
de l U-438 189
Periwinkle 104
Pillsbury y captura d e l U-505 184
Pink, y hundimiento d e l U-192 189
Pound, Duclley, sobre convoyes a la U.R.S.S.,
157
Prien, Günther, 17 , 63, 64, 66, 67 ; ataque contra
el Convoy HX-79, 69 ; ataque contra e l Con-
vo y OB-293, 105; ataque contra Scapa Flow,
14-16,
17 ;
condecorado,
17
Prince of Wales: batalla contra el Bismarck y el
Prinz Eugen 47-48; Churchill cruza e l Atlán-
tico en , 153 ; persecución d e l Bismarck y de l
Prinz Eugen 46
Prinz Eugen 45; batalla con los británicos, 47-48,
168-169; destacado d e l Bismarck 48 ; regreso
a
Alemania,
49; en Rheinübung 4 6
Protocolo de 1936 sobre submarinos, Londres,
18
Q
Queen Mary 187
R
Radar: d e microondas, 182-183, desarrollo del ,
122-123; efectos sobre la guerra antisubmari-
na, 122; en aviones antisubmarinos, 129, 182-
183;
instalado
e n
escoltas
d e
convoyes,
101,
122; primer submarino alemán localizado
con,107
Radiogoniómetros, utilizados para rastrear sub-
marinos, 123
Radioteléfono d e m u y alta frecuencia, 101, 124
Raeder, Erich: degradado, 180; estrategia contra
la Marina d e guer ra británica, 38-39; opini ón
sobre la fuerza naval alemana, 21, 38; órde-
nes de ataque a los buques mercantes enemi-
gos ,
16-17; órd enes
d e
ataque
de los
acoraza-
d o s contra lo s convoyes, 43 ; órdenes d e
desplegar
lo s
mercantes incursores,
42 ;
órde-
n e s d e ejecutar Rheinübung 46 ; petición d e
apoyo para la Marina d e guerra, 22 ; planes
navales de 1938 , 22-23; retención d e infor-
mación
a
Hitler sobre
la
partida
de l Bismarck
46; y el U-99, 6 3
Randall, Joh n, 183
Rawalpindi
hundido, 4 2
Rayner,
D. A.,
sobre entrenamiento
de las
escol-
tas, 100
Regent Tiger 8
Renown: persecución d e l Bismarck 48 ; persecu-
ción d e l Graf Spee 39, 41
Repulse persecución d e l Bismarck y e l Prinz Eu -
gen, 4 6
Reuben James
hundido, 154, 162
Rheinübung Operación, 45-59
Rhododendron
124
Rodney
: ataque contra
e l Bismarck 49;
persecu-
ción d e l Bismarck 4 8
Rogge, Bernhard:
y el Atlantis
42-43;
y e l Zam-
zam, 32
Roosevelt, Franklin D ., 200, apartamiento de los
EE.UU. de la neutralidad, 148-154; primera
reunión c o n Churchill, Í52-153; relaciones
c o n Churchill, 152-153; sobre e l torpedeo
de l Kearny 154; sobre la posición de los nor-
teamericanos en la guerra, 148; y el Acta d e
Neutralidad,
149; y el
préstamo
y
arriendo,
151; y la Conferencia de Casablanca, 180
Roskill, Stephen W., sobre el fracaso potencial
d e l sistema d e convoyes, 182
Rowland, James, 105
Royal Oak: bajas, 12-13, 16 ; hundimiento, 8 , 12 -
13 , 15-16, 17
Ruckteschell, Helmut h von, 43
S
Sa n Demetrio;• 44-45
Sa n Galisto hundimiento, 11
Sardonyx 106
Scapa Flow: ataque contra, 12-13 14-16, 17; de-
fensas, 14 ; mapa 16
Schaeffer, Heinz, sobre el invierno en el mar, 69
Scharnhorst
42, 45, 49,
172-173;
operaciones, 45;
problemas
c o n e l
motor,
4 5
Schepke, Joachim: ataque contra el Convoy SC -
7, 68; muerte, 106-107
Scherman, David E. , 26, 30, 34 , 37; asunto del
Zamzam 24-37
Schmitz-Westerholt, Tulius Caesar, pintura de,
174-175
Schultze, Herbert, 63 , 67
Schütze, Victor,
67
Scientist hundimiento, 4 3
2 0 5
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/la-batalla-del-atlantico-b-pitt-time-life-folio-2008-ocr 206/208
Scimitar 106
Scoresby hundido, 66
Scottsburg
hundido,
176
Sedgepool
hundido, 68-69
Sheffield: atacado p o r aviones británicos, 48; per-
secución d e l Bismarck 4 8
Shepler, Dwight, pinturas
d e , 165
Sherwood, Robert Evan: sobre la vida en las es-
coltas
de los
convoyes,
94, 95;
sobre
el
desa-
rrollo de l préstamo y arriendo p o r Roosevelt,
151
Sloops británicas, clase Cisne Negro, 104
Smith, William Gray, 29
Sonar. Ve r Asdic
Spencer ataque contra el U-l 75, 84-93
Stanley: y el
Convoy HG-76,
132;
hundido,
132
Stephenson, Gilbert O ., 100-101
Stier hundido, 43
Stork
y e l Convoy HG-76, 131, 132-133
Strasbourg persecución d e l Graf Spee 39
Streonshalh hundido, 3 9
Sturdy 95-96
Submarinos alemanes,
1;
astilleros
e n
Kiel,
19,
ataque contra Scapa Flow, 14-16,
17 ;
ataques
d e
manadas
d e
lobos contra convoyes, 65-69,
94; bajas, 8 6; bajo ataques c o n cargas de p ro-
fundi dad, 61-63; botadu ra d e l primer nuevo
modelo, 22 ; carestía d e submarinos, 131;
cartel británico, 18 ; comandantes , 66-67;
diagrama,
64, 65;
Días Felices,
179;
dificulta-
des en
desplegarse
de los
pu ertos alemanes,
21 ; efectos de las patrullas aéreas sobre, 128-
130, 182; efectos d e l radar d e microondas
sobre, 182-183, 186; en el Caribe, 176-177,
179; en el vacío aéreo d e Groenlandia, 180,
182; en invierno, 69 , evasión de los detecto-
re s
sónicos, 20-21; fallos
d e
torpedos,
61, 64,
76 ;
fuerzas concentradas cerca
d e
Gibraltar,
131-133; fuerzas concentr adas ju nt o
a la Cos-
ta Este de los EE.UU., 133, 154; fuerzas c o n -
centradas jun to a la U.R.S.S. ártica, 157-159;
fuerzas en 1939, 21, 23, 63; fuerzas en el oto-
ño de 1941, 130;
fuerzas
en el
otoño
de 1942,
179 ;
haces detectores
d e
radar,
183, 186;
hundimientos
d e
enero
a
mayo
de 1942, 154;
hundimientos
en 1939 , 6-7, 8, 9, 12-13 16;
hundimientos e n marzo de 1943, 180, 182;
hundimientos en noviembre de 1942, 180;
hundimientos junt o a la costa de los EE.UU.,
157; importancia, 18 ; índice d e reemplazo
durante el primer año , 23 ; operaciones n o c -
turnas
e n
superficie,
21 ;
pérdidas
en l a gue-
rra, 179; pérdidas e n marzo de 1941, 122;
pérdidas
e n
mayo
de 1943, 189;
producidos
p o r
Krupp,
19 ;
rastreados
p o r
radar,
122; ras-
treados p o r radio, 123; reconcentración e n
e l Aüántico Norte 180; sofisticación de, 22;
tácticas de las manadas d e lobos, 22, 63-64,
65;
tácticas
en la
Costa Este
de los
EE.UU.,
156; tonelaje hundido, 66 ; traslado a puertos
franceses, 64-65; tripulaci ones, 62 ; vaca le -
chera, 156, 177; velocidad, 21 ; vida e n , 70-83;
vistas desd e el periscopio, 78, 79
Suffolk persecución de l Bismarck y e l Prinz Eugen
46, 48
Sunderland, hidroavión, 128, 129
Swordfish, bombarderos torpederos, 47 , 48,
128, 129
T
Tacoma 41
Tácticas antisubmarinos: asdic, 19-21; Buttercup
131-132, copo s
d e
nieve,
124;
diferencias
en -
tr e
aliados,
186;
grupos
d e
apoyo
y
cazadores-
asesinos, 188, 189; Hedgehog, 181, 189; Huff-
Duff, 123; incremento en el tamaño de los
convoyes, 125; mejoría en 1943, 182; patrullas
aéreas, 125, 128-130; radar d e microondas,
182-183,
186;
radar, 122-123,129; radioteléfo-
no de muy alta frecuencia, 101,124; y Asworg,
188; y
Conferencia
d e
Casablanca,
180; y Er-
nest King, 186, 188; y la Décima Flota de los
EE.UU., 186,188; y Max Horton, 188
Tairoa
hundido,
39
Thor
4 3
Tirpitz: base e n Noruega, 4 9, 1 57; y el Convoy
PQ-17, 158, 159
Tizard, Henry, 183
Topp, Erich,
66
Torch
Operación,
179
Tor ped os: cui dad o, 76-77; fallos, 48, 61, 64; lan-
zados desde aviones, 116-117; tipo alemán d e
de tonador d e impacto, 64 ; tipo alemán d e
detonador magnético, 64 ; tipo alemán eléc-
trico,
22 ;
tipo británico
d e
detonador magné-
tico,
4 8
Tovey, Jo hn , p ersecu ción
de l Bismarck y del Prinz
Eugen
46-48
Trevanion hundido, 39
Troubadour y el Convoy PQ-17, 158
U
U
submarinos),
1;
ante
u n
ataque, 61-63; asti-
llero e n Kiel, 19 , ataque a Scapa Flow, 14-16,
17 ;
ataques
d e
manadas
d e
lobos
a
convoyes,
65-69, 94 ; bajas en la guerra, 179; bajas e n
mayo de 1943, 189; bajas en 1941, 122; bota-
dura d e u n nuevo modelo, 22 ; cartel británi-
co , 18 ;
comandantes, 66-67; diagrama,
64,
65 ;
Días Felices,
179;
dificultades para desple-
garse en los puertos alemanes, 21 ; efectos d e
la s patrullas aér eas sobre, 128-130, 182; efec-
tos del radar e n , 182-183, 186; en el Caribe,
176-177, 179; en Groenlandia, 180, 182; en
invierno, 69 ; escasez d e submarinos, 131;
evasión de los sistemas d e detección, 20-21;
fabricados p o r Krupp, 19 ; fallos en los torpe-
dos , 61, 64, 76;
grupos concentrados
a lo lar-
go de la Costa Este de los EE.UU., 133, 154;
grupos concentrados cerca d e Gibraltar, 131-
133;
grupos concentrados
en el
Ártico ruso,
157-159; gr upo s en 1939, 21, 23, 63; hundi-
mientos en la costa estadounidense, 157;
hundimientos e n marzo de 1943, 180, 182;
hundimientos
en 1939 , 6-7, 8, 9, 12-13 16;
hundimien-tos entre ener o y mayo de 1942,
154; importancia, 18 ; operaciones nocturna s
e n superficie,-21; rastreados p o r radar, 122;
rastreados p o r radio, 123 ; reagrupamiento
en e l Adántico Norte, 180; sofisticación de,
22 ; tácticas de los ataques d e manadas d e
lobos,
22,
63-64,
65 ;
tácticas
en la
costa esta-
dounidense,
156;
tasa
d e
reposición durante
el primer año , 23 ; tonelaje hundido, 66 ; tras-
ladados a los puertos franceses, 64-65; tripu-
laciones, 62 ; vacas lecheras, 156, 177; veloci-
dad , 21 ; vida e n u n , 70-83; visitas desde el
periscopio,
78, 79
U-46, 6 8 U-47,
ataque contra
el
Convoy OB-293,
105; ataque contra Scapa Flow, 14-16,17;
hundido, 105
LJ-48 65-68; ataque contra el Convoy SC-7, 65-
68, 95
U-70,
atacado,
105
U-99,
bajo ataque
d e
cargas
d e
profundidad,
61 -
63 ;
operaciones, 60-63,
68 ;
primer ataque
contra convoy, 60-61; y e l Convoy OB-293, 10
U-l00 68; hundimiento de l , 106-107
U-101 68-69
U-106 72
U-l 10, capturado, 123
U-l23 68
U-l25
hundido,
189
U-131
atacado, 132
U-l56
ataque contra
el Laconia 155
U-l 75, atacado, 84-93
U-l92 hundido, 189
U-434 hundido, 132
U-438 hundido, 189
U-458 7-71
U-505
capturado,
184-185
U-506
y el
Laconia
155
U-507 y el Laconia 155
U-567: y e l Convoy HG-76, 133; hundido, 133
U-574: y e l Convoy HG-76, 132-133; hundido,
131, 133
Unión
d e
Repúblicas Socialistas Soviéticas:
c o n -
centración alemana sobre,
157;
convoyes
a,
157; y el
incidente
d e l City ofFlint 42
Uruguay, y el
GrafSpee
41, 52
V
Vanoc 106-107
Victorious 47 ;
ataque contra
el Bismarck 48; per-
secución d e l
Bismarck
y e l
Prinz Eugen
46; y el
Convoy PQ-17, 157
Vidette y e l hundimiento de l U-125 189
Vincent, May, 195
Volunteer 106
Vulcan 144-145
W
Walker,
F. J„ 130, y e l
Convoy HG-76,
131, 132-
133
Walker y el Convoy HX-112, 106-107
Wasp e n Islandia, 140-141
Waters, John,
J r . ,
sobre
el
clima
e n
enero
d e
1942, 180
Welles, Sumner , y Declaración d e Panamá, 148
Wichita 158
Widder
4 3
Wilkinson, Norman, pinturas d e , 170-171 172
Wolverine 105, hundimiento d e l U-47, 105
Woodbury hundido, 6 3
Z
Zamzam
incidente
de l , 24-37
151; mapa
del via-
j e de los pasajeros, 26
2 0 6
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/la-batalla-del-atlantico-b-pitt-time-life-folio-2008-ocr 207/208
T I M
folio
8/16/2019 La Batalla Del Atlantico B Pitt Time Life Folio 2008 OCR
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