Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    ISBN: 84-7808-110-0

    Depsito Legal: MA-1.391-1990

    EDITORIAL SIRIO, S.A.

    Panaderos, 9

    29005 Mlaga

    Telef.: (952) 22 40 70

    Impreso por Editorial Sirio, S.A.

    Impreso en Espaa

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    Ni una nube en el cielo; ni un hlito de aire; el sol despide cruel e implacablemente

    sus ardorosos rayos; el calor ha producido una neblina y yo estoy solo en el camino.

    A uno y otro lado de mi se desvanecen los campos en la lejana del horizonte; no hay

    ni una brizna de verde hierba ni se ve alentar una flor en este desolado pas; todoest marchito y agostado, todo clama con la angustia del indecible e inexpresable

    dolor de los siglos. No hay en la dilatada campia ni un rbol a cuya sombra pudiera

    medrar algo tierno y sonriente, descuidado de la crueldad del sol, que sin piedad ha

    cubierto el suelo de irremediables grietas y boquetes semejantes a descarnados ojos.

    El cielo ha perdido su delicado azul y es gris con el calor de tantos siglos. Aquellos

    cielos deben de haber derramado benfica lluvia y recibidola esta misma tierra; y

    aquellas plantas muertas, aquellos enmaraaos matorrales, aquellas hierbas marchitas

    debieron un tiempo apagar su sed. Todo est muerto, y muerto ms all de toda idea

    de vida. Ni puedo decir cuntos siglos hace que descargaron las gotas de lluvia ni

    pueden aquellas clidas piedras recordar cundo fueron dichosas con la lluvia ni

    aquellas muertas briznas cundo estuvieron humedecidas. Todo est muerto sin

    esperanza. No se oye el ms leve son; reina pavoroso y temible silencio. De cuando

    en cuando resuena un lamento de inmenso dolor al resquebrajarse el suelo, y sube y

    baja el inerte polvo. Ni un ser viviente respira este envarado aire; todas las cosas, un

    tiempo vivas, estn ahora muertas. El anchuroso arroyo junto al camino, que en otras

    pocas burbujeaba alegre y risueo, satisfaciendo a muchos seres vivientes con la

    deliciosa frescura de sus aguas, est ahora muerto. El cauce del arroyo se olvid de

    cundo por l fluan las aguas, ni pueden aquellos peces muertos cuyos

    emblanquecidos y delicados esqueletos yacen expuestos a la ofuscante luz, recordar

    cundo nadaban por parejas, ofreciendo sus exquisitos y brillantes colores al tibio y

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    vivificante sol. Cubiertos estn los campos con los muertos de muchos siglos

    pasados, y nunca pueden los muertos volver a vibrar con el dichoso pulso de la vida.

    Todo pareci, todo se consumi; la muerte prendi en su cruel abrazo a todos los

    seres vivientes, a todos menos a m.

    Estoy solo en el camino, sin una lama frente a m. Podr haber muchas detrs, pero

    por horror a los pasados sufrimientos no deseo mirar atrs.

    A uno y otro lado de este lado y al parecer interminable camino de mi vida se dilata

    un desolado erial que sin cesar me incita a unirme con su miserable quietud, con la

    muerte. Frente a m el sendero se extiende milla tras milla, ao tras ao, siglo tras

    siglo, blanqueado por el refulgente e implacable sol. De continuo se va empinando el

    camino con imperceptible inclinacin. Casi me ciega la blancura que elcorruscante

    sol da a este fatigoso sendero. Doquiera buscan mis cansados ojos un punto de

    descanso, encuentran el inmenso ocano de intensa luz deslumbradora. Nunca

    descansa el sol, sino que implacable derrama su incmodo y terrible calor.

    El sendero no es todo llano, aunque aqu y all hay trechos tan lisos como un lago en

    tranquilo y apacible da. Todava se ha de hollar este rido sendero; mas

    inesperadamente, como una mal reprimida tormenta que de pronto estalla para

    triunfar en su goce destructor, se quiebra el sendero de modo que no tiene

    compasin de los ya ensangrentados pies. No puedo decir cundo volver a ser llano

    y alentador; puede serlo al dar el paso siguiente i despus de muchos aos de pena y

    sufrimiento. Este spero sendero no se preocupa de si ocasiona placer o dolor. All

    est para que yo lo huelle de grado o por fuerza.

    No s quin traz este calamitoso sendero. Ha existido durante muchos siglos, ms

    an, durante muchos milenios.

    Nadie sino yo lo ha hollado. Lo trazaron para que anduviera por l yo solo. Tuve

    compaeros, amigos, hermanos, hermanas, padres y madres, pero no pueden existir

    en este tenebroso sendero, que se parece al celoso y exigente amador cuyo amor

    abomina de otros amigos y otros amadores. El sendero es mi inexorable amor, que

    guarda celosamente mi amor y destruye a cuantos quisieran acompaarme o

    ayudarme.

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    Es exigente en todas las cosas, tanto magnas como mnimas, y jams aparta de m su

    cruel pero benvola mirada. Tan estrechamente me abraza que casi me sofoca, y re

    con inteligente benevolencia cuando mis pies sangran. No puedo separarme de l. Es

    mi constante y nico amor. No puedo mirar a otra parte sino nicamente al largo e

    interminable sendero. A veces no es ni benvolo ni adusto. Se muestra indiferente a

    si soy dichoso o desdichado, si estoy dolorido o extasiado, en profunda tristeza o en

    intensa adoracin; indiferente a todo. Bien sabe este imperioso sendero que yo no

    puedo dejarlo ni puede l apartarse del mi entristecido ser. Somos inseparables. El

    no puede existir sin m ni yo sin l. Ambos somos uno y sin embargo yo soy diferente.

    Como la sonrisa de una hermosa maana de primavera, el sendero me invita a

    recorrerlo, y como el colrico y traicionero ocano me defrauda de mi momentnea

    felicidad.

    Con dichoso abrazo me sostiene cuando caigo, hacindome olvidar las pasadas

    tristezas y sufrimientos y me besa con el beso de una tierna y amoroso madre que

    slo piensa en proteger; y cuando esttico lo he olvidado todo como quien ha bebido

    hondamente en el manantial de la suprema felicidad, me despierta con un rudo

    choque de mi dichoso y efmero sueo y empuja bruscamente mis doloridos pies.

    Cruel y benvolo es mi solitario amigo y amador, tan repentino en su dura tirana en

    su deleitoso amor. No me importa si le gusto o le disgusto; pero es mi nico

    compaero y no deseo otro. El sol me abrasa y el sendero me ensangrienta. No dejo

    huellas en este spero camino ni veo las que ningn ser humano. As soy el nico

    amador que ha tenido mi sendero y me glorio de mi exclusividad y aislamiento. Sufro

    distintamente de los dems, soy feliz de diverso modo, y mi obstinacin en amar al

    sendero es diferente de cuantos amores vio el mundo. Sin respiro lo adoro, y ningn

    otro adorante podr jams ofrecer con mayor voluntad y entusiasmo que yo su

    sacrificio a sus pies. No hay secuaz ms fantico ni puede haber devoto mayor. Su

    crueldad me mueve a amarlo todava ms y su bondad me ata ms estrecha y

    perdurablemente a l. Vivimos uno para el otro, y slo puedo ver su amado rostro,

    slo puedo besar su mano. A nadie ama ms que a m ni tiene otro amigo.

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    Como el pulmn que salta del restricto nido con inejercitadas alas para gozar de la

    libertad y belleza del ancho mundo, as yo me he precipitado en este sendero para

    gozar de la delectacin de amarlo solitariamente lejos de otros que pudieran

    atreverse a mirar su hermosa faz.

    Muchos vientos de muchas estaciones me han azotado como hoja seca de aqu para

    all arrasando vientos otoales, pero siempre volv a este seductor sendero. Como

    ola centellante al continuo y ardoroso fulgor del sol, me ha empujado a la violencia de

    los vientos; como desierto que no limitan montaas estuve expuesto al sol; como las

    arenas del mar han sido mis vidas. Nunca un pacfico descanso, nunca el contento

    llen mi alma; nunca el gozo penetr en mi verdadero ser y nunca tuve consuelo.

    Sonrisa alguna compens mi anhelo; rostro alguno dulce y gentil, verti blsamo en

    mi dolorido corazn; ni amables palabras aliviaron mi infinito sufrimiento. Ni el amor

    de madre ni el de esposa ni el de hijo calmaron mi ardoroso amor, sino que todos me

    desampararon y yo a todos los abandon. Como leproso fui errante y sin que nadie

    me llorara. El dolor y la tristeza han sido mis eternos e inseparables compaeros.

    Como una sobra se me adhiri la afliccin; como quin sufre perpetuo dolor derram

    amargas lgrimas. Muchas veces ansi la muerte y el completo olvido y ni una ni otro

    se me concedieron. Muchas veces mir la horrible faz de la muerte, desgarrando mi

    corazn y acogiendo gozosamente lo que a tantos aterroriza; pero ella sonri y me

    bendijo. Muchas veces, cansado de galantear a la muerte, volv mi rostro y mis pasos

    hacia el altar de amor y adoracin, sin hallar apenas consuelo. Varios sacrificios, por

    m y por otros hice con la esperanza de alcanzar el altar del contento, pero en vano.

    Muchas veces permanec absorto en adoracin; pero as como la esencia de una flor

    delicadamente perfumada se pierde en el aire, as se perdi mi adoracin en los siglos,

    dejndome indiferente y sobre mis doloridas rodillas. Muchas veces deposit fragantes

    flores ante los sagrados pies sin recibir bendicin alguna. Muchas veces hice ofrenda

    a los numerosos dioses de muchos pases y razas, y los dioses permanecieron siempre

    silenciosos y desviaron sus miradas. Muchas veces fui yo su sacerdote en sus

    sagrados templos, pero se me cayeron las blancas vestiduras dejndome desnudo

    frente al sol. Muchos sagrados lotos del templo bes en adoracin a los dioses, pero

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    el loto se marchito en mi mano. Muchas veces ador frente a los altares erigidos por

    el mundo, pero me volv cabizbajo y silencioso. Muchas ceremonias practiqu, pero

    nunca me satisficieron mi anhelo. En muchos ritos me complac, pero no hubo gozo ni

    esperanza. En muchos templos sui consagrado, pero sin recibir consuelo. Muchos

    libros sagrados le, pero me fue negado el conocimiento. Muchas vidas pas en

    santidad, pero fue tenebrosa mi vida. Muchas ventanas abr para contemplar las

    estrellas, pero no me comunicaron su profunda sabidura. A veces permaneca

    despierto meditando en la nada en espera de luz, pero siempre reinaban intensas

    tinieblas.

    A menudo, en varias vidas, segu deliberadamente, a veces a ciegas y a veces con

    ojos abiertos, a los humildes instructores de apartada aldea, pero sus enseanzas me

    dejaron al pie de la solitaria colina. Viv con nobleza y trabaj laboriosamente. Me he

    sojuzgado y tambin estuve sin frenos. A menudo llor con dolorido corazn y

    amargas lgrimas en splica de que me condujera a la Divina Mano, pero mano alguna

    me ayud.Luche vehementemente con la humanidad para adquirir la luz, y perd la

    luz y la humanidad. Medit profundamente con los ojos fijos en el ideal, dominando

    todas mis emociones, en busca de la verdad, pero nada se me revel.

    Muchas veces procur apartarme demis bulliciosos hermanos e intent escapar de

    sus mezquinos e innobles pensamientos e inquietudes, de sus falsas y groseras

    emociones, de las bajas miserias y tristezas que ellos mismo se han forjado, de su

    cruel odio e infantil piedad, de sus pueriles afectos y su efmera compasin, de su

    injusta chismera y de su arrebatada y egosta amistad, de sus amargas reyertas y de

    sus estrepitosos regocijos, de su vengativa clera y de su fofo amor, de su picotera

    de grandes cosas que desconocen y de sus conocimientos de futesas de que estn

    bien enterados, de sus profusos honores y de su descarnado desprecio, de sus

    groseras adulaciones y sus manifiestas injurias, de sus pasionales deseos y mezquinas

    aversiones, de todo lo que era humano, y el anhelo de todo lo divino, noble y grande;

    pero doquiera estuve, doquiera fui, me persigui la humanidad con sus terribles

    angustias y sus gimientes dolores. Muchas veces busqu apartamiento y soledad en la

    umbrosa y pacfica floresta; peo la encontr poblada por mis pensamientos y asediada

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    por la desdicha. Muchas veces me estremec ante la belleza del mundo, la suave

    primavera y el riguroso invierno, el tranquilo y esplndido ocaso y las celestes y

    luminosas estrellas, la alboreante maana y la moribunda tarde, la tierna luna y la

    suave luz, el implacable sol y las innumerables sombras, la verde hierba, la

    aterciopelada hoja, el feroz tigre, el manso ciervo, el repugnante reptil, el majestuoso

    elefante, las ingentes montaas y los tempestuosos mares.

    Disfrut plenamente de cuantas bellezas puede ofrecer el mundo, pero no hall gozo

    en ellas. As anduve por los umbros valles y escal las abruptas montaas. Por

    doquiera investigu en vano y con dolor. Muchas veces en varias vidas practiqu el

    yoga hasta la extenuacin, por mediode torturas fsicas, por la abnegacin, pero no

    vi al entronizado Dios.

    Aniquil los deseos y las falsas emociones; viv puramente de conformidad con las

    sagradas leyes de varias naciones. Realic nobles acciones que merecieron la honra y

    elogio de las gentes y me allegaron terrenales glorias. Nunca abat mi sangrante

    cabeza frente a la tristeza ni la tentacin y peregrine por las celestes mansiones de la

    tierra; pero nunca ni en parte alguna hall verdadera y permanente consolacin. Tuve

    visiones en los tempos de Nnive, Babilonia, Egipto y en los sagrados templos de la

    santa India. Ador a sus dioses y repudi la terrena dicha, renunciando a padre,

    madre, esposa e hijos, ofreciendo sacrificios grandes y pequeos, nobles y

    mezquinos, sacrificando mi cuerpo y mi propia alma para que me guiase la luz, pero

    en todo cuanto hice se me neg en contentamiento. Am excelentemente, sufr con

    nobleza, sonre con gozo, transportado danc ante muchos dioses, me embriagu de

    las cosas divinas y anhel emanciparme de este doliente mundo. A muchos auxili,

    aunque mayormente necesitado estaba yo de auxilio. A muchos san, aunque ms

    necesitado estaba yo de que me sanaran. A muchos gui, aunque en mayor necesidad

    estaba yo de gua, y consol a pesar de mi mayor necesidad de consuelo. Cuando

    estaba profundamente triste, sonrea; cuando gozoso, me dola; al perder era dichoso,

    y al ganar, desdichado; y siempre am a mi Dios.

    Sin embargo, todava es mi alma un indecible caos; todava soy un miserable ciego,

    rodeado de tinieblas e ilusiones, todava se me niega la pura luz y no tengo saludable

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    consolacin y se me rehsa el dulcsimo contento y no hallo en parte alguna la

    bendita felicidad, y estoy solo, abandonado como peregrino en el firmamento; estoy

    solo conmigo mismo.

    Cansado de la cultual adoracin; cansado de soledad y abandono; cansado de buscar

    y anhelar la divina felicidad; cansado de sacrificio y mortificacin, de investigar la luz

    y la verdad, de ser noble e inegosta, de combatir y de trepar asperezas; cansado de

    cuerpo y alma, me lanc vigorosa y alborotadamente al mundo material con esperanza

    de lograr as lo inasequible y lo insondable. Fui joven y fuerte, hermoso y apasionado,

    libre y jubiloso, festivo sin pensar para nada en la maana, exento de preocupaciones

    y cuidados. Diligente y sistemticamente me determin a gozar suprema y

    egostamente sin atender a otra cosa que a los placeres sensuales con rfagas de

    goce intelectual. Me determin a adquirir y gustar cuantas experiencias tanto viles

    como nobles, pudiese darme el mundo de los mortales; nada deba rehusar, porque el

    supremo placer era mi nica aspiracin.

    A veces nac rico para dormir en el regazo de la molicie y gozar de los arrullos de la

    lisonja. Ma era la juventud y no se me neg la belleza. Con ambas estuvo siempre

    abierto para m el mundo y sus groseros e inapetecibles placeres. Delantero era en

    todo y turbulento y bullicioso. Rodeado de lincenciosos mancebos, disfrutaba los

    indecibles placeres de la juventud desde la maana hasta la noche; ms an, hast a

    que la gentil aurora apareca por el sombro oriente. A todos aventajaba en algazara y

    no poda hallar rival en mis excesos. A mi llamada acudieron siempre los placeres de

    la brillante Nnive, de la alegre Babilonia, del admirable Egipto y de la atezada India.

    Sobre m llovieron sus honores, alabanzas y lisonjas. Apur el vino del regocijo de la

    fuente del alborozo y la satisfaccin.

    Tuve muchos siervos y esclavos, pero nunca ni un solo dueo. Los deseos que

    brotaban como las hermosas flores de la suave primavera quedaban inmediatamente

    satisfechos sin que jams tuviesen freno mis antojos y caprichos. Tan pronto como se

    me acuda un pensamiento de goce, cumplido quedaba en el inmediato momento de

    placer. Siempre tena a mano el amor de toda ndole y ningn respeto me inspiraba la

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    pureza. Profan toda castidad y me mof de los altos dioses, desdeando la humilde

    fidelidad de la raza humana.

    Un esclavo me escanciaba exquisito y fragante vino. Ahito de los deleites masculinos

    en todos los pases civilizados yentre todas las refinadas naciones y razas, encarn

    en cuerpo femenino para saborear el delicioso arrobamiento de ser amada por

    apasionados hombres. Nunca me satisfizo la monotona de una solo amante ni el amor

    de un solo pretendiente, sino que tuve muchos e innumerables adoradores bajo mi

    ventana. Languideciendo de amor y anhelosa de ms, pas mi vida. Experiment los

    sufrimientos de la gestacin, del gozo de tener un hijo, el dolor de perderlo, las penas

    y tristezas de la vejez, y el desdn e indiferencia de los antiguos amantes, y me

    complac en pasadas memorias y llor al pensar en mis perdidos admiradores.

    Cansado de ser mujer de libre y licencioso amor, fui sagrada esposa y obtuve la

    felicidad del puro amor. Placentera llev en mi seno a los hijos y nunca se estremeci

    mi corazn, como en otro tiempo, de odio al sufrimiento, cuando puse en el mundo a

    un inocente ser. Goc del tierno amor de los cariosos hijos, de sus ingenuas

    sonrisas, de los menudos dolores y tristezas de sus puros corazones, de sus santos

    besos, de sus delicados abrazos y me estremec de placer al recibirlos. Fui amante

    esposa y tierna madre y me glori en los sentimientos de amor. Una vez adquirida

    esta experiencia de la feminidad volv a ser el libertino de intensas y brutales

    emociones. La pasin desgarr mi corazn y me ech en el regazo de la molicie sin

    acordarme de la tristeza del dolor, olvidando los sufrimientos de las criaturas. Viv

    una vida de placer egosta, abundante en groseras experiencias, copiosa en violentos

    placeres y nada me neg el mundo material de cuanto puede ofrecer al goce de los

    sentidos.

    Pero tampoco hall satisfaccin ni contento ni bien hallada felicidad, y mi corazn

    estaba tan rido y desolado como el vasto desierto, sin ningn ser viviente que lo

    embelesara y embelleciese.

    Haba yo saboreado la mundanal riqueza y llegu a ser un pobre, un mendigo, errante

    de casa en casa, rechazado y maldito de todas, mugriento, fatigado, horrible,

    monstruoso a mis propios ojos, de quien todos se rean y a quien todos sealaban,

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    hambriento, sin padre ni madre ni mujer alguna que osara tocarme, miserable,

    estigmatizado por enfermedades conocidas y desconocidas, con ensangrentados pies

    y un sucio saco de arpillera sobre los hombros que me serva de traje en das de

    fiesta, de manta cuando soplaba la helada brisa nocturna y de tocado cuando el

    refulgente sol abrasaba son piedad mi desastrada cabeza; y con un gastado bculo en

    la mano, vagu por las suntuosas e inhospitalarias calles de muchas naciones. Cuando

    pasaba por sus magnficas ciudades, los opulentos tenderos me reciban todos con

    una maldicin y un alarido, a puetazos y puntapis. Me rechazaban los hombres y

    los perros salvajes.

    Transitaban las gentes apartando de m la mirada y me negaban sus manos el

    consuelo que podan dar. Iguales eran las aldeas y las ciudades. Sin misericordia y

    con el corazn endurecido pasaban por mi vera las gentes de todas las naciones. Mi

    dormitorio era algn desolado y solitario paraje donde ni hombre ni animales se

    atrevan a permanecer por repugnancia a respirar tan infecto ambiente. Siempre roa

    el hambre en mi estmago, me abrasaba continuamente el sol, me atarazaba el cierzo,

    me ajaban las escarchas con calofros de fiebre y dolor, tambalendome de fatiga,

    consumido por la enfermedad; y as vagu por toda la tierra son encontrar una

    sonrisa ni un palabra benvola ni una mirada cariosa. Felices eran los perros porque

    tena de qu comer y quien los mimase y atendiese; pero tambin los perros me

    ladraban. Ninguna casa abri sus puertas amis eventuales llamadas y los sacerdotes

    me arrojaban de sus sagrados templos. Los chiquillos se detenan sobrecogidos de

    horror al verme y prorrumpan en llanto. Las madres apretujaban contra s a sus hijos

    en cuanto desde lejos me divisaban y corran chillando a refugiarse en sus casas.

    Pareca como s por doquiera desparramase pestilencia y desdicha, y se encapotara el

    cielo. Secbanse los ros al acercarme para apagar la sed en sus aguas, no me daban

    fruto los rboles, el suelo trepidaba a mi paso y las estrellas desaparecan a la vista

    de mi infortunado ser. No caa suave lluvia sobre mi cabeza que la limpiase de

    impurezas. As durante muchas generaciones vagu miserable y aborrecido por varias

    naciones y extraos pueblos, solo y desdichado, como solitaria nube que sobre el

    valle y la cumbre planea y la empujan y acosan los desencadenados vientos. Durante

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    mucho tiempo no tuve abrigo ni comodidades fsicas; fatigado de cuerpo y desolado

    de alma, perseguido como daino animal, busqu la soledad, pero hay ! El infortunio

    comparti mi soledad.

    Como marchita hoja hollada por muchos pies, en esta cruel y horrible mansin de

    carne, pobre y desastrado, sin amor y sin odio, indiferente al dolor y a la tristeza,

    desprovisto de inteligencia, famlico y sediento, experiment todas las intensas

    emociones que un tiempo inflamaron mi corazn muerto durante siglos. Sin esperanza

    y desalentado de mi existencia, ansioso del trato humano, detestado y aborrecido de

    los jvenes, en medio de esta agona e interminable afliccin, de esta tortura

    corporal, de esta estrechez del alma, de esta degradacin y horror, llorando en

    perpetuo dolor, busqu la luz, el consuelo y la dicha que se me haba negado cuando

    nadaba en la opulencia, cuando me encenagu en egostas placeres y no me cuidaba

    de otra cosa que de satisfacer groseros apetitos; pero tambin me vi privado de luz,

    consuelo y dicha al querer llevar una vida noble y pura vida. Porque cuando ador y

    permanec en pura adoracin, cuando mi vida fue una continua abnegacin y

    mortificacin, cuando aborrec el pecado y erguida la frente busqu la verdad en el

    confuso porvenir, cuando tanta luz haba en mi torno y sin embargo profunda y

    lgubre obscuridad en mi interior, cuando am puramente y tuve nobles anhelos, y

    me estremeca al solo nombre de Dios, tampoco en aquellas vidas pasadas en la

    piedad e inocencia del templo, pude hallar dichoso contentamiento.

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    Muchas y variadas fueron mis experiencias, pensamientos y emociones; innumerables

    pasiones bestiales y nobles, delicadas simpatas e intensos amores; conoc puros e

    inegostas amores, muchos matices de concupiscencia y delicados y gloriosos

    sentimientos, mucha superior inteligencia y rastrera astucia; durante muchas pocas,

    durante muchos siglos, por diferentes naciones y razas y por toda clase de aptitudes

    pas y adquir el conocimiento que el mundo puede dar a quien investiga y sufre.

    Sin embargo dnde est aquella luz que vieron los sabios, aquella verdad que

    desvanece todas las ilusiones, aquella compasin que remedia todo sufrimiento, aquel

    dichoso contento que allega eterna felicidad al alma transitada de tristeza, y aquella

    sabidura que gua a la doliente humanidad?. Doquiera estuve por doquiera que a

    tientas fui, hube de volverme vacas las manos y apesadumbrado el corazn. Como

    nio errante que se descarra de su amada madre, vagu muy lejos por los reinos de

    la desesperacin y la quimera en busca de la magna realidad, y muy lejos me apart

    del solitario camino en querencia de aquel insuperable anhelo y de aquella

    inextinguible sed; pero me abras la angustia y volvme cabizbajo. No hall

    satisfaccin entre la militante humanidad ni lejos de la enloquecedora multitud.

    Dichoso o infeliz, excelso o degradado, en el dolor o en el placer, siempre me

    acompa como densa sombra, un profundo vaco que nada poda llenar, un infinito

    anhelo que nada era capaz de satisfacer. Ciego y fatigado err preguntando a los

    viandantes por el blsamo que curara mi dolorido corazn; me respondieron a lo

    mejor con una amable sonrisa y una bendicin, pero no satisficieron mi anhelosa

    pregunta.

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    En dnde est aquella luz y en dnde aquella infinita felicidad?

    Cansado estoy; cansado de la errabundez de innumerables siglos. Estoy fatigado;

    fatigado con el ajetreo de muchas centurias. Estoy exhausto por falta de fuerzas para

    luchar y combatir; vacilan mis pies a cada paso, y apenas puedo andar lentamente;

    casi ciego estoy por el largo y continuo uso de mis ojos durante interminables

    edades; estoy calvo, macilento y viejo. Huyeron de mi la ufana y la juventud; me

    inclino al doble peso de la tristeza y de mi infinito dolor; la belleza de que un tiempo

    tan ruidosamente me jactaba, desert de m y dejme hecho un monstruoso horror.

    Trascendi mi memoria todo cuanto ocurri y forjse durante aquellos largos e

    insufribles aos y mi indiferencia es completa. No tengo deseos ni la pasin me

    domina ni los afectos me laceran, las emociones perdieron la antigua y omnipotente

    influencia que en m tenan; el muelle amor est ya muy lejos tras de m; muri el

    estmulo pasional de las acciones; la ambicin, que a tantos espolea, tanto si allega

    laureles como si acarrea deshonra, gloria o vergenza, yace sepultada en el lejano

    pasado; el orgullo que yergue altivo su cabeza entre la baranda de nobles y vi les

    acciones se desvaneci para jams reaparecer; aniquilado est el temor que

    sobrecoge y hace temblar a los hombres; la horrible muerte, la pavorosa e inevitable

    compaera de todos, ya no puede desalentarse con su amenazadora mirada. Sin

    embargo, todavasiento un profundo vaco de descontento y un perpetuo anhelo de

    lo casi inasequible.

    Podr yo alcanzar algn da la cumbre de la montaa del bienhadado contento y

    gozar de la suprema felicidad? Oh Potentes Seres! Tened compasin del solitario

    caminante que ha viajado por muchos mares borrascosos, cruzado muchos pases y

    sufrido muchas aflicciones! Solo Estoy. Venid en mi auxilio, vosotros, compasivos y

    dichosos Seres! Os vener y ador y muchos sacrificios ofrec en vuestros altares y

    mucho he sufrido para besar vuestros sagrados pies.

    Consoladme, vosotros, Maestros de Sabidura, con aquellos ojos de amor y

    comprensin Qu hice y qu debo hacer para alcanzar la gloria y la grandeza?

    Hasta cundo ha de durar esta miseria condicin? Cunto tiempo ha de pasar oh

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Maestro! Antes de que yo contemple Tu sagrada belleza? Durante cunto tiempo he

    de andar por este largo y solitario sendero? No ha de tener fin esta interminable

    agona que consume hasta el amor a Ti? Por qu apartaste Tu embelesadora faz y a

    dnde fue aquella beatifica sonrisa que mitigaba el sufrimiento en todas las cosas?

    Yo serv a los Excelsos Seres y al necesitado mundo de humilde y extremada manera;

    ciegamente am todas las cosas, pequeas y grandes y beb en todas las fuentes de la

    terrenal sabidura. Nunca llegu a Tus pies. La existencia de mi vida es como bella

    flor ajada que perdi su fragancia, hermosura y delicadeza. Triste y desolado, como

    rbol muerto que ya no da fresca sombra al fatigado viajero, todo lo entregu sin

    retener nada y qudeme vaco y desesperanzado. Gui al ciego y al afligido, estando

    yo afligido y ciego Por qu al tropezar no me tendiste Tu auxiliadora mano?

    Cansado estoy de suplicar; no tengo esperanza; todo me parece muerto y prevalecen

    las completas tinieblas. No derramo lgrimas y sin embargo lloros con infinito dolor.

    Ningn transente puede ayudarme en mi miserable estrechez, porque nadie hay sino

    yo en este largusimo sendero que serpenteo como caudalosa corriente sin principio

    ni fin. Desesperado cono un loco anduve errtico sin saber a dnde ir ni cuidarme de

    lo que sera de m. Ya no puede el sol abrasarme. Abrasado estoy hasta los huesos.

    Como vasto ocano sin orillas es la centelleante blancura que por todas partes me

    rodea y apenas puedo distinguir el Sendero que me conduce a mi ultrrima felicidad.

    Todo lo dej tras de m: compaeros, amigos y mi amor. Estoy desesperadamente

    solo Oh Maestro de Compasin! Ven a salvarme y condceme desde estas profundas

    tinieblas a la pura luz, al puerto de la inmortalidad y a la pacfica iluminacin! Busco

    la pura iluminacin que pocos Grandes Seres han alcanzado. Busco al excelso

    Libertador que me libere de esta rueda de nacimientos y muertes. Busco al Hermano

    que comparta conmigo Su divina sabidura. Busco al Amador que me consuele.

    Quiero reclinar mi fatigada cabeza en el regazo de la Compasin; busco al Amigo que

    me guie; quiero refugiarme en la Luz.

    No responde el sendero a mi desesperado llamamiento; los cielos crueles me miran

    con completa indiferencia; no se oye el eco consolador ni tampoco el lgubre gemido

    de los vientos. Reina profundo silencio, tan slo quebrantado por el montono sonido

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    de la lenta respiracin y el rastreo de fatigados pasos. No hay paz. Millares de seres

    invisibles se mueven en mi rededor como si se mofaran de mi solitario sufrimiento. Mi

    nico compaero es la calma que precede a la tormenta; tan slo la anonadacin de

    los siglos responde a mis splicas; cruel y completo desconsolador es mi aislamiento.

    Ya no me habla el sendero como en los antiguos das, cuando acostumbraba a

    sealarme lo justo y lo injusto, a distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo esencial y

    lo superfluo, lo grande de lo mezquino. Ahora est silencioso como una tumba. Me ha

    mostrado parte del camino; pero el resto de he de hollar por m mismo, antes de que

    yo trasponga este amado sendero para alcanzar otro ms potente y glorioso. No

    puede entrar all ni puede ser el poste indicador como en otro tiempo, sino que me

    deja satisfecho con pensamiento de su gua hacia aquel sempiterno lugar de reposo, a

    travs de las muchas pocas y tempestades.

    Ante m se extiende el sendero en suave e imperceptible cuesta sin una curva ni nada

    que obstruya su apacible repecho.

    Semeja el silencioso sendero una sierpe gigantesca cuya cabeza no pudiera acercarse

    a la cola y cuyos ojos no alcanzaran a ver el trmino de su cuerpo, que yaciese en

    clida arena, cargada de matanza, soolienta y satisfecha.

    Parece que respira y suspira con tranquila y dichosa satisfaccin; pero ahora el sol

    derrama sus ardientes rayos y expulsa de mi mente todo pensamiento. Mi nico

    anhelo es hallar una deleitosa y fresca sombra donde pudiera por un rato descansar

    mi fatigado cuerpo; pero una irresistible fuerza me impele e incita sin concederme

    tregua. Esta fuerza me empuja para que siga adelante con vacilantes pasos y no

    puedo resistirla.

    Estoy dbil y exhausto, pero obedezco a la ternura y poderosa compulsin. Doy un

    paso, me tambaleo y caigo, como veloz ave por la cruel flecha herida; lucho y quedo

    inconsciente. Lenta y pesadamente me despierto y contemplo los desnudos y

    brillantes cielos y deseo tenderme y reposar donde estoy; pero aquella potente fuerza

    me pone sobre mis pies como en otro tiempo para recorrer el interminable sendero.

    He aqu un rbol solitario, a la lejana distancia, cuya deliciosa sombra me invita al

    reposo. Suaves, aterciopeladas y frescas son sus hojas como si el repentino y

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    Cuando en pasados siglos comenc a recorrer este sendero eran firmes mis huellas;

    ahora vuelve la decisin a gobernar mis pasos, nace en m un nuevo entusiasmo,

    como en otro tiempo, cuando ante los sufrimientos y las aflicciones ansiaba afrontar

    lo desconocido y anhelaba probar mi fortaleza contra el infatigable sendero. Brota en

    m el placer de la lucha para conquistar la pujante e inmortal felicidad. Ya no necesita

    el sendero impelerme con su gran fuerza hacia adelante. Rpidamente lo recorro sin

    que mis pies vacilen. Ya no me rezago. Soy el Dueo del Sendero. Ya no es necesario

    que me incite a la accin porque yo soy la accin; quiero y camino con toda libertad.

    El Sendero se extiende milla tras milla y siglo tras siglo, ms escarpado que en otro

    tiempo, ms estrecho, ms spero, con precipitadas revueltas que dejan atrs los

    paisajes del pasado. Muy lejanamente debajo de mi se extiende la tierra de desolacin

    y de inmensa tristeza, en donde la ilusin en muchas formas y maneras rige las vastas

    y encontradas jurisdicciones. Pero aqu, a estas alturas, reina silencio completo; el

    silencio me sonre; pero segn recorro incesantemente este fragoso camino, vuelve a

    morir el reciente gozo, mis fatigados pies vacilan como antao, y suspiro por aquel

    amado rbol que conmigo comparti su dichosa sombra y los suaves y galanteadores

    cantos de las innmeras aves. El rbol fantasma slo me dio un fugaz momento de

    felicidad; y sin embargo me satisfizo aquel temporneogozo. Supliqu al mismo dios

    que haba extendido sobre m su caprichosa compasin, que me otorgase tan slo un

    momento de reposo a la sombra, que el dichoso canto arrullase mi dolorido corazn y

    gozase de amable compaa. Si fue un sueo fantstico dejadque una vez ms a l

    me abrace y me aferre siquiera por breve rato! Aunque efmero fue el sabor de aquel

    momentneo placer, agradable fue el descanso de la intensa y fresca sombra.

    En dnde ests mi amada y gloriosa ilusin, aunque tal seas? Te olvidaste del

    fatigado viajero que se guareci bajo tu tranquila sombra? Aunque fuiste engaoso

    solaz, anso descansar una vez ms en tus blandos brazos, olvidado de todos menos

    de mi delicioso consuelo. Entrgate a m tan slo por esta vez y ser tu sempiterno

    amor. Fatigado estoy; ven en mi ayuda amado mo, con tu transitoria belleza.

    Arrllame con tus falsos murmullos y alintame con tus mentidas lisonjas. Cansado

    estoy de suplicar, la fatiga me postra y es completa mi desesperacin.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    All a lo lejos hay un grupo de rboles que rodean una alegre casa con ameno y

    fragante jardn. En ella estoy gozando del fresco y de las encantadoras sonrisas de

    hermosas doncellas. Me agrego a sus francas risas y alborozos. Sus placenteras voces

    me acarician y la suave msica arrulla mi sueo. Aqu hay paz, sosiego y completo

    olvido. Soy feliz y estoy contento porque en esta mansin de placer hall el gozo que

    buscara durante innumerables siglos. La realidad no puede existir sino aqu No estoy

    satisfecho? No me rodea cuanto deseo? Por qu sufr, por qu luch? Porque aqu

    est el blsamo para el dolorido corazn y el consuelo para el consolable.

    No s decir cunto tiempo, si siglos o das, permanec en esta placentera morada ni

    puedo contar las dichosas horas que en ella pas. Denuevo el insaciable anhelo se

    agita en las profundidades de mi corazn. De nuevo ha despertado y me atormenta.

    No puedo descansar en esta casa deleitosa; no he experimentado el prometido

    contento; no hay felicidad ni consuelo entre sus padres. Me han engaado las

    ilusiones; me deleit en la mentira; me gui la luz de la falsa razn; y como en otro

    tiempo, ador en el templo de la tenebrosidad. Me defraud con los temporneo y

    perecedero; despus de muchos siglos y de mucho dolor he vuelto a ser vctima de

    los dioses burlones. Otra vez he de seguir errante; de nuevo ha de afrontar el

    inflexible sendero.

    Otra vez estoy expuesto a los ardores del sol y vuelvo a sentirme con fuerzas para

    emprender la larga jornada. Surgen de mi nuevo entusiasmo y nuevas esperanzas.

    Renaci el valor. Me sonre el secular sendero con nueva promesa de conducirme a la

    Luz. Me consideraba yo como corpulento rbol que doblegado al empuje de los

    vientos borrascosos, se yergue una vez aquietados y contempla con altiva y retadora

    frente la profundidad de los cielos, centelleando al sol. De nuevo el gozo del

    aislamiento vibra en todo m ser, y la soledad, lejos de los vanos placeres y de la

    vacua multitud es como refrigerante brisa montaesa. Nuevamente siento vivas ansias

    de hallar el fin de todo tristeza, la gloriosa liberacin. Dichoso quin lucha!.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Frente a m se extiende el largo y sinuoso sendero, y toda vida ha cesado de existir,

    excepto el nico viandante, en aquel solitario camino.

    Me estremece la excitacin de una nuevay vigorosa conquista, como un general y

    altico entra en una ciudad. Anhelo ganar mayores y ms difciles batallas y lamento su

    falta.

    La solemne quietud interrumpe mi gozo y me sobrecoge la imponente calma. Me

    humilla el dilatado espacio y me amenazan los despiadados cielos. Quebrantse el

    orgullo de la victoria y desvanecido est su esplendor. Me domina suave y lentamente

    la terrible soledad, pero no est abatido al anhelo de llegar hasta el fin; la fuerza es

    invencible y la voluntad de alcanzar el xito es indomable.

    No s cuntos siglos anduve caminando, porque la fatiga est en mi memoria; pero he

    viajado durante muchas temporadas. El sendero est tan cansado como el que lo

    huella y ambos suspiran por el fin; pero ambos anhelan, uno guiar y otro seguir.

    A los lados del camino, se alzan a la lejana distancia e irregulares intervalos, altos y

    majestuosos rboles que ondean sus brillantes copas al sol, olvidados de que un

    tiempo fueron mata de hierba. En ellos se posan frecuentemente aves de todo

    plumaje, matiz y tamao; sus dbiles pero dichosos cantos llegan a mis odos que

    durante siglos no escucharon otro son que el de los fatigados pasos.

    Al aproximarse a estas alegres aves no muestran temor, sino que me miran con

    suprema indiferencia y prosiguen sus cantos. Bajo la temerosa sombra, la verde

    hierba se mece a la suave msica del viento entre las hojas. El corpulento rbol, las

    alegres aves y la humilde hierba me reciben bien y prometen arrullar mi sueo. Todo

    ello est tan cerca y es tan fragante, tan apacible para los cansados ojos, que casi

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    vacilo en ceder, porque acude a mi memoria el recuerdo de otros rboles, de otras

    aves, de otras umbras que tan falaces fueron a pesar de lo gratamente deliciosas. Mi

    amado sendero sonre con esperanza y deseo de saber si decidir nuevamente

    descansar a la sombra, que es fresca bajo aquel rbol y regalada con el canto de las

    aves y la suave msica de las susurrantes hojas. Ah! Dejadme reposar tan slo un

    fugaz momento y despus proseguir el camino. El sol abrasa y e stoy fatigado con el

    cuerpo dolorido por la larga jornada. La refrigerante sombra no puede daarme.

    Djame oh! Inexorable sendero descansar siquiera un dichoso segundo!. Largas

    noches sin sueo pas contigo durante muchos siglos, y me negars malhumorado el

    sueo de un fugaz momento? No puedes otorgarme este enternecedor deseo?

    A dnde huyeron tu amor y tu infinita comprensin? Te ruego que no te apartes de

    m sino que respondas a mi splica. Reina profundo silencio. El viento ha cesado de

    juguetear con las hojas. Las aves estn inmviles, como muertas, y el majestuoso

    rbol acaricia profundos pensamientos. Se han intensificado las sombras y es mucho

    mayor la calma y la frialdad; las verdes y delicadas hierbas me miran con sus

    chiquititos ojos inquisidores, cavilando en sus menudas mentes sobre la causa de mi

    inopinada vacilacin musitando unas con otras para alentarme en mi aprieto. El

    Sendero de tantas experiencias y de tan vasta comprensin sonre al ver mi titubeo

    son alentarme ni complacerse. Es la suya una sonrisa de sabidura y conocimiento que

    dice: Puedes hacer los que gustes, pero te aguarda el arrepentimiento. Mi eleccin

    est hecha. Como la niebla matutina se disipa suavemente a los primeros clidos

    rayos del sol naciente, as el magnfico rbol de la concupiscencia se va

    desvaneciendo ante m; las alegres aves se dispersan como ante la lejana tempestad

    que se avecina y la verde hierba se marchita al abrasante calor del sol. Tan slo

    queda un dbil vestigio del pasado. El Sendero me gua y yohumildemente le sigo.

    A irregulares trechos hay a lo largo de la margen del camino, rboles que me invitan

    a saborear su brillante coloreado y delicioso fruto, y a gozar de su dulzura.

    Suavizaran mi apergaminada garganta y apagaran mi abrasadora sed; pero mi

    Sendero es vigoroso y yo paso de largo. Ms adelante hay casas magnficas.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Mansiones de placer y deleite, cuyas hospitalarias puertas, siempre de par en par,

    invitan al peregrino fatigado del viaje. Una edad y muchas vidas se interponen entre

    casa y casa, y el cansado caminante es la en exceso voluntaria vctima de sus

    hechizos. Ansioso de su encantador refugio, muchas veces vacil ante las gradas de

    sus puertas, pero otras veces me extravi de ellas y avergonzado sal para caminar

    alegremente por el limpio y asoleado sendero. Entr en la casa de las intensas

    pasiones egostas con sus groseros goces e impurezas y me deleit en todo cuanto me

    podan proporcionar. Con frecuencia pas con perezosos pasos por la casa de muchas

    falsas sombras, a la casa de la saciedad con su fugaz contento, la casa de la lisonja y

    la casa de la erudicin donde falsos y fugitivos hechos alucinaban al ignorante; pero

    slo me sedujo la casa del amor limitado, egosta, adusto, que de todo se olvida

    menos de s mismo; el amor adhesivo, que desea: el estrecho amor del padre, la

    madre, la hermana, el hermano y el hijo; el amor que lenta y despiadadamente

    destruye los ms nobles sentimientos; el amor que se contenta con frusleras. Muchas

    veces cruc el umbral de la casa de la dichosa ignorancia, de la brillante casa de la

    vana adulacin y de la lbrega casa del negro odio y el astuto engao.

    A menudo ca en las tentaciones de la imperecedera casa de la intolerancia y de la

    turbulenta casa del patriotismo que alimenta maligno y belicoso odio, y de la

    inaccesible e intangible casa del fro y solitario orgullo. Durante muchas fatigosas

    temporadas resid en la casa de la amistad que desarraiga otras amistades y de

    envidia se consume, y en la casa del vicio disimulado e inteligente. Visit la casa de

    mezquina sabidura que excluye todo conocimiento excepto el de su propia

    insignificante creacin, y la casa de la despreciable erudicin que de poco entiende,

    pero que condena violentamente y a vos en grito todo cuanto no est al alcance de

    su corta comprensin. Entr en muchas casas religiosas y resid entre sus estrechas

    paredes, dormido en el regazo de la tenebrosa supersticin, adorando a falsos dioses,

    sacrificando inocentes vctimas en los altares del templo y tomando parte en ftiles

    guerras religiosas y enconadas persecuciones. Vagando por tenebrosas casas busqu

    la luz, y me extravi ciego y desconsolado.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    El compasivo sendero siempre me comprende cuando a sus desnudos brazos retorno

    cabizbajo, con el corazn rodo de vergenza, y siempre me recibe bien

    prometindome ser mi gua y mi sempiterno, fiel y sincero amigo.

    Veo a uno y otro lado del largo camino muchas tentaciones en deliciosas formas y

    figuras, pero no son para m. Que seduzcan a otros, pero yo seguir mi antiguo

    secreto. Mi penosa necesidad es descansar y beber en lo hondo de la hace tiempo

    prometida fuente, y no desear ya satisfacer mi inmemorial sed en turbios manantiales.

    Todava, en cuanto alcanzan los ojos, obstruyen mi vista con cosas falsas. Un tiempo

    fui capaz de hablar tranquilamente durante muchas horas con mi solitario compaero

    el sendero; mas ahora est silencioso y esclavizado por el sonido. Un tiempo haba

    profunda paz y tranquilidad; pero ahora las brbaras lenguas de la multitud quiebran

    el sagrado silencio. Sin embargo, a travs de estas ruidosas escenas y continua

    parlera mi Sendero me conduce y yo lo sigo sin vacilar.

    No s cunto tiempo anduve por la tierra de ilusorias fantasas, pero infaliblemente,

    con grave deliberacin me adher a mi camino. Siempre asciende el sendero y con

    doloridos miembros lo sub, trepando desesperadamente, sin que jams me extraviara

    hasta el punto de hundirme en el tenebroso valle. Durante muchos siglos luch

    resistindome a los fugaces placeres y aficiones, y todava hay frente a m brotes de

    tentacin que en nuevas y variadas formas intentan seducirme.

    Verdad es que ya nunca jams podre ser su vctima, y sin embargo Vosotros, oh

    despiadados dioses, no ha de tener fin esta aguijoneante miseria ni esta cruel y falsa

    tierra de volubles deseos?. Durante cuantos siglos ha de hollar este sendero de

    rectitud?. Sin embargo, an no vislumbro el fin. O sta es la meta de todo mi

    aguante?. De ningn modo, sta no puede ser porque una vez, all en pretrita edad,

    vi la cumbre de la iluminacin. Pero, durante cuntas encarnaciones ha de vagar

    entre la tristeza y la tribulacin antes de llamar a las puertas de la bienaventuranza?.

    Sin demanda ni pregunta ni lamentacin ha de hollar este sendero durante otra edad.

    Estoy fatigado y enfermo del corazn. He sufrido encarnaciones de suma miseria y

    dolor. Vanas esperanzas y promesas me han fortalecido; imperecedero fue mi anhelo

    por la meta; persistente fue mi ciego tanteo en busca de la verdad e indestructible mi

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    ardiente entusiasmo. Sern en vano mi dolorosa tristeza y mis torturas?. No puede

    mi amado Sendero conducirme a la cima de la montaa como constante y fielmente

    me lo prometi?

    No obstante, a pesar del vivo dolor y las indescriptibles ansiedades me gua el camino

    por entre un vasto cmulo de sombras ilusiones. Por qu?. Ah! Qu hice y qu no

    hice, qu menudos menesteres de la vida descuid, qu sacrificios he de ofrecer

    todava, para que an haya de soportar mayores angustias? Qu otras ms rigurosas

    purificaciones de he sufrir, qu ms gneos ardores he de soportar y qu an ms

    intensas experiencias de tortura me aguardan antes de que alcance la morada de pura

    iluminacin y sagrado contentamiento?. La madre que me llev en su seno, no supo

    lo que se haca, pues de haberlo sabido, de seguro convirtiera en veneno la leche con

    que tan tiernamente me alimentaba y me evitara estas interminables torturas. Feliz

    hubiese sido yo si feneciera a la medianoche; pero ocioso es quejarme y debatirme

    contra lo inevitable. Inocente es mi querida madre y estrilmente clamo contra las

    penas de la evolucin. Al fin ha de cesar este andar a tientas, este manoteo en las

    tinieblas, porque ha de encontrar la puerta del conocimiento, donde ha de estar la luz

    guiadora, la satisfactoria verdad, la iluminacin que allega tranquila dicha. Oh! Ya no

    puedo llorar; mi cuerpo es demasiado dbil para tenerse en pie, voy perdiendo, poco

    a poco, las fuerzas y mi entero ser se rebela contra el despiadado vaco. No puede

    algn dios volver sus misericordiosos ojos al solitario y agotado caminante?. Vosotros

    oh!! Maestros de Sabidura, tened compasin y derramad aquella infinita

    misericordia que puede remediar y dar luz al peregrino en completa obscuridad. Oh!

    Vosotras, frescas noches, obligad al ardiente sol a que se vaya de aqu, y vosotras,

    obscuras nubes, cubrid los abrasadores rayos- Ah! de la mano que podra

    conducirme y sostenerme, de la suave voz que podra consolarme y alentarme, del

    abrazo y el beso que pudieran hacerme olvidar. Abandonado estoy y con desfallecida

    voz imploro

    La voz de profunda quietud me responde con completo silencio, y en el vaco

    repercute el eco de aquella espantosa quietud. Mi amado sendero me sonre, pero

    lastimosamente; y por doquiera, hasta en las bulliciosas casas de algazara reina

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    profunda y pavorosa quietud como en noche en que se perpetra un asesinato o

    cuando el cementerio abre sus pesadas mandbulas en dominado bostezo. Exhausto

    estoy y titubeo. Se acerca el fin de mi existencia. Con los ojos de la muerte me

    parece percibir la visin del puerto de perfecta paz y el lugar de descanso para el

    fatigado y transido viajero. Sin embargo, no s por cunto tiempo he de sufrir esta

    pena del nimo, esta agitada insatisfaccin, esta secular pesadumbre y estas miserias

    del sufrimiento corporal. En cuanto mis ojos alcanzan a escudriar, no veo ms que

    cosas mudables y transitorias. Sin embargo, a cada paso palpita en m la seguridad de

    que est cerca el fin de la larga jornada y se aproxima como buque en el mar. Ojal

    las divinidades que en lo alto moran, me apresuren hacia mi destino!.

    De pronto ha cesado el viento sin un soplo cual en gran expectacin, y reina una

    calma como la que sobreviene por un momento despus de una esplndida puesta de

    sol cuando el mundo entero est en profunda adoracin. Hay un hondo silencioso

    como en una noche en que lejanas estrellas se envan unas a otras sus besos: hay una

    inesperada tranquilidad como la del repentino cese de una tronante tempestad, y

    reina profunda paz como en el recinto de un sagrado templo. En mi interior se han

    calmado algn tanto el dolor y la tristeza seculares; y hay en el aire un dbil y

    acariciador murmullo segn se van cerrando suavemente mis ojos. Todos los seres

    animados e inanimados descansan de su fatigoso afn. El mundo duerme

    pacficamente y suea agradables sueos. El sol cuyos gneos rayos tan impamente

    me abrasaron durante siglos, se han vuelto de pronto benignos y se goza de una

    frescura semejante a la de espesa floresta. La divinidad est tomando forma en mi

    interior.

    El Sendero es ya mucho ms escarpado y de ms difcil ascenso. Segn subo

    penosamente la cuesta, son ms escasas las mansiones de los innumerables placeres

    de la carne, las moradas del deseo y los verdes rboles, y al llegar a la cumbre se han

    desvanecido enteramente aquellas seductoras fantasas. El Sendero asciende en lnea

    recta, el aire es ms fresco y la subida ms fcil. Surge de mi interior nueva energa y

    sigo adelante con renovado entusiasmo. Muy all arriba mi sendero se convierte en

    un espeso bosque de robustos y aosos rboles. No me atrevo a mirar atrs ni a los

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    lados, porque el camino es ya sumamente escarpado y estrecho. Atravieso este

    peligroso pasaje como en volantas, con la vista siempre fija en la lejana visin sin

    apenas mirar ni preocuparme de donde pongo el pie, pues me ha extasiado e

    infundido profunda y duradera esperanza la confusa visin frente a m. A paso ligero

    sigo adelante, temeroso de que la feliz visin se desvanezca y me defraude como

    tantas otras veces me defraud. No hay delante de m ningn otro caminante; pero el

    sendero esta liso como desgastado por millares de pasos en el transcurso de

    innumerables siglos. Refulge como un espejo y es resbaladizo.

    Lo huello como si anduviera dormido, temeroso de despertar a las falsas realidades y

    transitorias cosas. La visin aparece clara y ms distinta segn rpidamente me

    aproximo.

    Por fin respondieron los benignos dioses a mis lastimeras splicas proferidas en el

    desierto. Termin mi larga y aflictiva jornada y comienza la jornada gloriosa.

    Muy adelante hay otros senderos y otros portales a los que llamar con mayor

    seguridad y con ms gozoso y comprensivo corazn. Desde este mundo contemplo

    todos los senderos que se extienden por debajo de m. Todos convergen a este

    punto, aunque separados por inmensas distancias. Muchos caminantes pasan por

    estos solitarios senderos, y sin embargo todos se ufanan de su ciega soledad e

    insensata separacin. Porque hay muchos que le siguen y muchos que le preceden.

    Fueron como yo, y perdidos estuvieron en su propio estrecho sendero, evitando y

    desdeando la calzada real. Ciegamente lucharon en su ignorancia y anduvieron en su

    propia sombra y se aferraron desesperadamente a sus mezquinas verdades clamando

    desolados por la gran verdad. Mi Sendero que me ha guiado por speros y

    tormentosos pases est a mi lado. Contemplo con copiosas lgrimas a los fatigados y

    entristecidos caminantes. El corazn se me parte, oh! Mi bien amado, ante el cruel

    espectculo, porque no puedo descender y darles la divina agua que apagara su

    ardiente sed. Han de hallar por s mismo la eterna fuente. Pero vosotros,

    misericordiosos dioses, podis al menos allanarles el sendero y mitigar el dolor y la

    afliccin que se acarrearon por su ignorancia y lamentable negligencia.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Venid todo los que estis afligidos y entrad conmigo en la morada de la iluminacin y

    el umbrculo de la inmortalidad. Contemplemos la perpetua luz, la luz que consuela,

    la luz que purifica. Gloriosamente brilla la flgida verdad y ya no hemos de ser ciegos

    ni necesitamos andar a tientas por las tinieblas abismales. Apagaremos nuestra sed al

    beber hondo de la borbotante fuente de sabidura.

    Soy fuerte; ya no vacilo; arde en m la chispa divina. He contemplado en despierto

    suelo al Dueo de todas las cosas y resplandece en m Su eterno gozo. He mirado en

    las honduras del estanque del conocimiento y contemplado muchos reflejos. Soy

    piedra del sagrado templo. Soy la humilde hierba que se siega y pisotea. Soy el alto y

    majestuoso rbol que a los cielos galantea. Soy el animal acosado, el criminal de

    todos aborrecido, el noble de todos honrado. Soy tristeza, dolor y placer fugaz;

    pasin y deleite; acerba ira e infinita compasin; el pecado y el pecado; el amante y el

    amor. Soy el santo, el adorante, el devoto y el adherente. Soy Dios.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    HIMNO

    Ante Tu santa presencia estuve.

    Vi el esplendor de Tu faz.

    Me postro a Tus sagrados pies.

    Beso la orla de Tu vestido.

    Sent la gloria de Tu belleza.

    He visto Tu serena mirada.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Tu Sabidura ha abierto mis cerrados ojos.

    Me ha transigurado Tu eterna paz.

    He sentido Tu ternura, la ternura de la madre por el

    hijo, del instructor por su discpulo.

    He sentido Tu compasin por todos los seres,

    Vivientes e inviviente, animado e inanimados.

    Me conmovi Tu indescriptible gozo.

    Tu voz abri en m muchas voces.

    Tu toque despert mi corazn.

    Tus ojos abrieron mis ojos.

    Tu gloria encendi la gloria en m.

    Oh! Maestro de Maestros, ciertamente anhel,

    suspir por esta dichosa hora, en que estuviera

    en tu santa presencia.

    Al fin se me otorg.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Soy feliz.

    Tranquilo estoy, tranquilo como el fondo de un

    profundo lago azul.

    Sosegado estoy, sosegado cono la nvea capa

    de la montaera cumbre allende las nubes tormentosas.

    Suspir por esta hora, y hallegado.

    Humildemente seguir Tus pasos a lo largo del sendero

    que Tus sagrados pies hollaron.

    Humildemente servir al mundo por el que T

    sufriste, te sacrificaste y penaste.

    Yo llevar la paz al mundo.

    Suspir por esta dichosa hora y he llegado.

    En mi corazn est tu imagen.

    Tu compasin me abrasa.Tu sabidura me conduce.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Tu paz me ilumina.

    Tu ternura infundi en m el poder del sacrificio.

    Tu amor dime energa.

    Tu gloria penetra todo mi ser.

    Suspir por esta hora, y ha llegado con todo el

    esplendor de gloriosa primavera.

    Soy joven como el ms joven.

    Soy viejo como el ms viejo.

    Soy feliz como el apasionado amante,

    porque encontr a mi amor.

    Ya he visto.

    Ya no puedo ser ciego aunque transcurran mil aos.

    Por doquiera he visto Tu divina faz, en la piedra, en

    la brizna de hierba, en el gigante pino del bosque,en el reptil, en el len, en el criminal y en el santo.

    Anhel este magnificiente momento; ha llegado y mo es.

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Estuve en Tu presencia.

    Vi el esplendor de tu faz.

    Me postro a Tus sagrados pies.

    Beso la orla de Tu vestidura.

    IN

  • 8/12/2019 Krishnamurti Jiddu - El Sendero

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    Om Mani Padme Hum