Knight, Alan_Revolución Democracia y populismo en América Latina

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COLECCIÓN AMÉRICA LATINA FLACSO . Biblioteca CIP - Centro de Estudios Bicentenario Incluye notas bibliogrññcas. Incluye índice onomástico 1.- América Latina - Política y 2.- Democracia - América Latina.- 3.- Populismo - América Latina.- 4.- Revolución- 1.- t. Kniglu, Alan, 1946- Revolución, democracia y populismo en América Latina / AJan Knight; traducción Miriam Rahinovich. CDD22 320.9BO 2005 RCA2 Revolución, Democracia y Populismo en América Latina Alan Knight - I . © Centro de Estudio.' Bicentenario, 2005 . r fBLIJ rrC.l . E e Correo N" 3D Casilla 189, Vuacura - Santiago . .J..· .. SJ:1Qrt2. 7 e,-y-..; conl"cto@b,cenlenanoch,le.c! e .' "" · .. ''''''(''' rt.. --- ••.• oO. -e. O<J Derechos reservados ' _..1. 1 . " . ISBN:9!i(}.81<l7-19-5 . Inscripción Registro de Propiedad Iruelccu . Ninguna parle de esta publicación, incluido el diseño de la tapa, puede ser reproducida, almace- nada o transmitida en manera alguna por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. FOlO!{rafí" de Portada: Gentileza de diario alh. ........",· • UUh'C". Discúo de Portada: Elena Manríc¡uez Impreso en Andros Impresores Hecho en Chile ZPrirued in Chile ···_0 _ .-._ -.. _-_._ . ........................................_...J EDICIONES CENTRO DE ESTUDIOS BICENTENARIO SANTIAGO 2005

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  • COLECCIN AMRICA LATINA

    FLACSO . Biblioteca

    CIP - Centro de Estudios Bicentenario

    Incluye notas bibliogrcas.Incluye ndice onomstico

    1.- Amrica Latina - Poltica y Cobi~rnQ.- 2.- Democracia - Amrica Latina.-3.- Populismo - Amrica Latina.- 4.- Revolucin- 1.- t.

    Kniglu, Alan, 1946-Revolucin, democracia y populismo en Amrica Latina / AJan Knight; traduccin

    Miriam Rahinovich.

    CDD22320.9BO 2005 RCA2

    Revolucin, Democraciay Populismo

    en Amrica LatinaAlan Knight

    -I . Centro de Estudio.' Bicentenario, 2005 . rfBLIJ rrC.l .f~ACSO EeCorreo N" 3D Casilla 189, Vuacura - Santiago ff.~~.' .

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  • I J1,

    NDICE

    Presentacin, por Alejandro San Francisco

    Palabras Preliminares

    CAPiTULO lLas peculiaridades de la historia mexicana: Mxico comparado.a Amrica Latina, 1821-1992

    CAP1TULO 2La Revolucin Mexicana: Burguesa? Nacionalista?O simplemente una "Gran Rebelin"?

    CAPfTULO 3Las tradiciones democrticas y revolucionarias en Amrica Latina

    CAPiTULO 4Revolucin Social: una Perspectiva Latinoamericana

    CAPITULO 5Comparacin entre las Dinmicas Internas de las RevolucionesMexicanay Boliviana

    CAPiTULO 6Populismoy neopopulismo en Amrica Latina, especialmente Mxico

    Bibliografia

    ndice Onomstico

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    107

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  • CAPTULO 3lAS TRADICIONES DEMOCRTICAS YREVOLUCIONARIAS

    EN AMRICA. LATINA"

    Este artculo intenta desenredar dos hebras cruciales en la historia polticade Amrica Latina: la de la democracia y la de la revolucin, con sus respec-tivas "tradiciones" y relaciones recprocas, partiendo con una clarificacinde conceptos. La razn de esto es que aun cuando el comenzar artculoscon una excesivamente escrupulosa "definicin de trminos" no constituyenecesariamente buen estilo, en este caso estamos manejando varios trmi-nos escurridizos -revolucin, democracia, tradicin- por lo que puede seruna buena idea el definir a fin de evitar que los trminos se nos escapen delas manos yse genere confusin. Por lo tanto, luego de una breve clarifica-cin, presentar un amplio y esquematizado anlisis de las tradiciones de-mocrticas y revolucionarias en Amrica Latina, que invita a la compara-cin con otros casos. .

    l. Democracia, revolucin, tradiciti

    De los tres aspectos constitutivos, "democracia" es aqul sobre el que msse ha teorizado y, me atrevo a decir, el ms teorizable. En otras palabras, esun concepto til, adems de real. Por el contrario, revolucin y, a [ortion,tradicin son conceptos menos elaborados y, me permito sugerir, menostiles; de hecho, el concepto de "tradicin" es ms un estorbo que unaayuda. En lneas generales, hay un consenso entre los cientistas polticosde considerar la democracia liberal representativa, a menudo definida enlos trminos de Dahl ("poliarqua"), como la norma, ya que esta defini-cin abarcara los dos principios de (i) libre asociacin y expresin (dere-

    Esta ponencia fue escrita en respuesta a una invitacin a participar en un panel transnacionalsobre "Tradiciones Democrticas yTradiciones Revolucionarias". en ocasin de la JJ4' ReuninAnual de la American Historical Association, realizada en Chicago en enero de 2000. Fueposteriormente revisada a la luz de comentarios de mucha ayuda de algunos lectores. El arti-culo fue publicado originalmente en ingls, "Democratic and Revolutionary Traditions inLatin Arnerica", Ilulletin 01Latin American Research, Vol. 20 (200J) Yluego reproducido enBicentmario. Revisto de Historia de C"il

  • Alan l..night Revolucin, Democracia y Populisrno en Amrica Latina Capitulo 3. Las tradiCi~ne, democrticas y n~vo/ttcionari(IJ en Amrica Latina

    chos cvicos) y (ii) participacin electoral (derechos polticos), I Por su-puesto, esta definicin no pretende ser normativa (no estamos diciendoque este sistema sea mejor) O exclusiva (que sea la nica forma de democra-cia en trminos conceptuales o prcticos), A decir verdad, una de las prin-cipales preocupaciones de este artculo es el considerar cmo algunas va-riedades alternativas de "democracia" ("no-liberal", "no-burguesa","participativa") han sido concebidas ni ms ni menos que por regmenesde proveniencia "revolucionaria" y "tradicional". As, los crticos de la de-mocracia burguesa han clamado -ya sea en teora o en la prctica- poruna democracia popular, participativa, orgnica, directa, social y de lostrabajadores, Tengo la impresin que ellos justifican este clamor en trmi-nos de dos supuestas ventajas: la primera, una represeraciori mayor (unarepresentatividad ms directa, transparente, e inherentemente democr-tica) y, la segunda, una mayor provisin de seguridad social, de beneficiossocioeconmicos, con lo que los "derechos sociales" de Marshall se injer-tan en los derechos cvicos y polticos.f De este modo, los beneficiariospodran gozar de los mismos derechos polticos de los ciudadanos de Ate- .nas y, tambin, de la seguridad social de, por ejemplo, el estado benefactorsueco en sus mejores das. A su vez, los crticos de estos crticos han clama-do -en palabras de Enrique Krauze- por una "democracia sin adjetivos",es decir, una democracia, simple y sin adornos, centrada en los procesosdemocrticos, a lo Dah 1. 3

    El prrafo anterior contena el crucial calificativo de "en teora o en laprctica", A travs de nuestra discusin es claramente necesario distinguirentre, por una parte, las argumentaciones retricas a favor de ya sea una ma-yor representatividad poltica o provisiones socioeconmicas de mayor equi-dad y, por otra parte, los resultados prcticos, lo que puede ser muy diferen-te, Puede ser de inters (aunque un tanto difcil) el tratar de evaluar sicuando existe alguna divergencia entre la teora y la prctica, tal divergen-cia es el resultado de:

    (a) una hipocresa inicial-o "estructural"?-: la teora nunca fue seriamen-te considerada; los bolcheviques nunca tuvieron la intencin de instan-

    Vase R. Dahl, Po/yarc"y: Partciptuion and Opposillon (New Haven er. 1971) y.para glosario yoperacionalizacioncs de la definicin, D, Held, Models of De1llocracy (Cambridge 1996).pp, 201-208; Samuel Huntington, The Third Wave. Democratiza/ion in Ihe Late Twenlieth Cenlury(Norman, Oklahoma, 1991). pp, &-9;Fernando Lpez-Alves, Suue Fornuuion aud Democracy ;11Latin America 18()().1900 (Durharn NC, 2000), p, 4.T. l-l. Marshall, Cla,u, Ciluemhip and Social Droe/opmellt (Chicago. 1977),Enrique Krauze, Por11"" democracill ,in adjelivos (Mxico, 1986),

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    rar unademocracia de los trabajadores: se trat' de un mero recurso, .

    re tl-i ca; o(b) una hipocresa rastrera -o "eontingente"?-: alas, "la revolucin trai-

    cionada't.uua instancia del ~ejo'principio de Acto n,'1 que explicarapor qu, por ejemplo, los bolcheviques yStalin, en particular, aun cuan-do tuvieran inicialmente sinceras intenciones. sucumbieron a la tenta-cin del poder y las presiones de 'la paranoia; o

    (c) circunstancias ineludibles: la "lgica.de la revolucin";" lo quc podra-mos llamar "el principio' de MacMiJian";6 o, en otras palabras, la revo-lucin desviada de su curso por turbulencias hostiles, ya sean de origeninterno o externo (v.g., la rebelii1' de Kornilov, la intervencin de losAliados en Rusia), todo lo cual fuerza a revolucionarios inicialmentesinceros a 'renegar de sus-promesas anteriores.

    De.ms esta decir que estas tres interpretaciones -a las que me referirnuevamente en mi conclusin- no SOI~ mutuamente excluyentes; la mayo-ra de las situaciones revolucionarias incorporan aspectos de cada una delas tres, .

    Sin embargo, este (conocido i.argumento tiene una cosa que es impor-tante )!. sin embargo, fcil de ignorar. Los regmencs revolucionarios noson los nicos que muestran una brecha abierta entre la teora JI la prctica,entre su transcripcin "pblica" y la "oculta"." Ni tampoco son \05 nicosen querer llenar dicha brecha por medio del razonamiento engai'oso y laretrica hueca, Los regmenesliberales burgueses son tambin bastanteexpertos en hacer gala de una 'falsafid~lidada sus autoproclarnados princi-pios (democrticos). La esclavitud coexisti durante dcadas con la Dccla-racin de Derechos; a las mujeres les .fue negado el voto -hasta en demo-cracias "consolidadas"- durante un tiempo an ms prolongado B Hoy en

    "Todo poder" corrompe: el poder absoluto corrompe en forma absoluta",Ajan Knight, Tlu Mexico R...olutiot: (Cambridge, 1986), 1, p. ~02. donde se enfatiza I~importancia de "factores" (exigencias, motA'os, lealtades), que no pueden ser explicadosexclusiva o ni, siquiera primariamente en trminos de factores (estructurales') previos (v.g..clase, ideologa, geografa, etnicidad), sino que deben ser considerados en trminos de lalgica contingente de la Revolucin, En realidad, se podra generalizar burdamente qlle amedida. que las 'revoluc,iones siguen su curso, los factores estructural e' previos pierdenimportancia en-relacin a los cOI:llingcntes. .Se le pregint "en' cie'rta'ocasin 'al Primer Mi'nistro britnico, Harold MacMillan, qu era loque los polticos ms teman, A lo que replic: "los acontecimiento" estimado amigo, losacontecimientos".J C. Scou, Dominationand Ihe A';,1 of Resistnnce. Hidden Transcripts (New Havcn, C1', 1990).R. B. Collier, Paths TOlValdDemocmC) (Cambridge, 1999), pp, 2f>.27;J. Markof, IVavfJ ofDemacrar)'(Thousand Oaks, California, 19%), Pr>'55,56.

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  • Al;1I Kllight Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y revolucionarias en Ammca Latina

    da, cuando la democracia (a lo Dahl) nuevamente ha pasado a ser la nor-ma en Amrica Latina (slo Cuba y, en opinin de algunos, Venezuela,resisten esta tendencia), se trata de una democracia de muchos matices, locual, aparte de su inherente fragilidad," involucra fallas significativas: elec-cienes menos quc transparentes; 10 meclios de comunicacin manipulados.'!corrupcin endmica.F y violencia poltica recurrente.P De hecho, pue-ele ser verdad que el pas ms democrtico de Amrica Latina (Colombia)sea tam bin el ms violento. 14 De ah se desprende que los estudiosos de lapoltica latinoamericana hayan tenido que recurrir a sus propios calificati-vos acadmicos (la contrapartida a la democracia "de los trabajadores", "so-

    cial" y "orgnica" en lajerga de los polticos): "regmenes hbridos", "demo-cracia delegativa", "democracia de baja intensidad"; todos ellos trminos quebuscan transmitir el importante "dficit democrtico" del que adolece Am-rica Latina.l'' De esta manera, la brecha entre teora y prctica, y entre latranscripcin pblica y la oculta no se confina a los estados "progresivos","socialistas" o "de los trabajadores". (Se podra debatir acerca del tamaorelativo de la brecha en diferentes contextos, pero el hacerlo podra fcil-mente convertirse en un burdo juego de ganar puntos en la Guerra Fra).

    Aun cuando el concepto de "democracia" es complicado, pero relativa-mente claro, no se puede decir lo mismo de "revolucin" o de "tradicin".En lo que respecta a "tradicin", no hay necesidad (afortunadamente) deque quedemos atrapados en las redes de la "tradicin y modernidad", esasdos impostoras conceptuales que han estado engaando al pblico duran-te demasiado tiempo y que, aparentemente, han vuelto a las andadas re-cientemente. Porque en este contexto, el concepto de "tradicin" no deno-ta un conjunto de atributos que todo lo abarcan y estn presuntamenterelacionados estructuralmente (las "variables de patrn" de Parsons, si seprefiere), comprometidos en tensiones dictomas atemporales con sus con-trapartidas "modemas'l.l'' Por el contrario: considero nuestras tradiciones("revolucionarias" y "democrticas") como organismos vivos, contingentes,idiosincrsicos e histricos que evolucionan en el tiempo y estn moldea-das por un entorno temporal y espacial particular. (Dada la metforadarwiniana, hasta podramos llamarlos "memes'T.!" De esta manera, enAmrica Latina podramos hablar de las tradiciones revolucionarias deMxico o Cuba, o las tradiciones democrticas de Uruguayo Costa Rica; ISy cada tina de ellas comprendera una serie mi generis (aunque posiblemen-te conectada) 19 de principios, experiencias, mitos, textos, "transcripciones",

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    Vale la pena enfatiza,' que la cuestin de la Iragilidad, por muy crucial que sea en trminosprcticos, debe ser separada analticamente del estado de democracia. Se pueden tenerdemocracias genuina." aunque frgiles, tal como se pueden tener seudodemocracias fuertes yduraderas: vase Huntington, The Thircl Wav

  • Ajan Knight Revolucin, Democracia y Populisrno en Amrica Latina Captulo J. Las tradiciones democrtims y revolucionll1ias en Am/-jea Latina

    canciones, smbolos, hroes, recuerdos, supuestos y narrativas. Siguiendola tendencia hacia la historia provincial y local, podramos descomponer elconcepto an ms y referirnos, por ejemplo, a las tradiciones revoluciona-rias de la Sierra Maestra de Cuba, o de las zonas insurgentes de Mxico:Chihuahua, Morelos,Juchitn o la regin de Laguna.2o

    Mientras la "tradicin" puede definirse til y brevemente en estos tr-minos, el calificativo "revolucionario" complica la cosa en forma considera-ble. En comparacin con "democracia" el concepto de "revolucin" ha sidoescasamente teorizado, en parte, porque se le ha prestado menos atencin(especialmente en los ltimos veinte aos), 21 Y lo que es ms, por serinherentemente resistente a la teorizacin. Las revoluciones son, como loexpresara alguna vez Eric Wolf, 'just-so stories" ("historias ejemplares"),individuales, nicas y contngentes.F Estas 'just-so stories" pueden por su-puesto constituir una categora significativa: podemos referirnos en gene-ral a "revoluciones", o ms especficamente, a revoluciones "grandes", "so-ciales", "campesinas", "burguesas" o "socialistas" y con ello denotar unacategora reconocible anloga, por ejemplo, a "guerras". "guerras civiles",o "guerras totales". Mi propia definicin de trabajo de una "gran revolu-cin" incluira el proceso (una lucha substancial, violenta y voluntarsticapor el poder poltico) y un producto (una reordenacin mayor de las rela-ciones sociales y polticas).23 Sin embargo, una descripcin reconocible-ypor lo tanto til- no constituye una teora (que considero implica algntipo de lgica causal.v' o si se siente nostalgia por la jerga del pasado,

    ciertas "leyes del movimiento"). An no he encontrado una lgica explica-tiva o "leyes del movimiento" que arrojen luz sobre las revoluciones (el tipode leyes o lgica que se presenta generalmente es francamente errado, to-talmente trivial o puramente tautolgicoj.P Las revoluciones, como lo su-giriera alguna vez Alasdair Maclntire, son como hoyos en la tierra: sabemosque hay un hoyo al verlo, pero una "teora de hoyos en la tierra" sera unaquimera escolstica.P

    Pienso que "democracia" es un tanto diferente. No es slo una catego-ra reconocible sino tambin es un concepto que se presta ms al anlisis ya la teorizacin. Una buena razn -si comparamos "democracias" con "gran-des revoluciones" es que las democracias han sido mucho ms corrientesy. por lo tanto, el universo es mayor. (Amrica Latina ha experimentadoslo tres, o quizs cuatro "grandes" revoluciones "exitosas" en el transcursodel siglo XX).27 Lo ms importante, sin embargo, es que "democracia"denota una forma de organizacin poltica que puede abstraerse del desor-denado "mundo real"; su incidencia y viabilidad pueden ser objeto de eva-luacin; se la puede correlacionar con, por ejemplo, tamao del pas, in-greso percpita o alfabetismo) ;28 su longevidad puede ser medida; y, quizslo ms convincen te de todo, las varian tes formales de la democracia pue-den ser evaluadas (sistema binorninal versus multipartidismo: representa-cin proporcional versus lista con ms votos; presidencial versus parlamen-taria) .29 Tales investigaciones, aun cuando no sean siempre concluyentes,pueden por lo menos proceder sobre la base de premisas razonablementeclaras, datos accesibles (incluyendo informacin cuantitativa), y muestrasamplias. Ninguna de estas condiciones se da en el caso de "grandes revolu-

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    sesenta y a comienzos de los setenta, una ola democrtica desde los ochenta: Huntington, Thetu Wave, pp, 31-3 Y 45; Markoff, WaveJ o/ Demoatus, pp. 81 Y 86. Para un anlisis de latendencia ernulatoria reciente. vase L. Whitehead (ed.), The lntemotionol Dimen5ion, of De-mocralita/ion (Oxford, 1996).H. Thomas, Cuba:O,71lePUl'JUil ofFreedD"' (Loudon, 1971), pp. 246-247, 329, 904 Ysiguientes;Alan Knight, T!le Mexico" Revolu/ion (Cambridge, 19B6), 1, pp. 105-106, I1B-127, 280-281 Y373-374.Aunque se sigue publicando -ejernplos recientes incluyen a Kimrnel, Revolu/ion; A SociologicalInterpretalion (Cambridge, 1990); Rice, Reuolutionand Counler-Revolu/ion (Oxford 1991) y Foran,TheOlingRroolutions (London, 1997)-, tengo la impresin de que tanto el volumen como laoriginalidad de los "estudios revolucionarios tericos" hanexperimentado una declinacin desdelos aos sesenta y comienzo de 10$ setenta, especialmente en comparacin con otros temas(tales como democratizacin, construccin del estado, formacin de la nacin y economapoltica), tendencia que no debe sorprender, dados los acontecimientos en el "mundo real".E, R. Wo\f, "Introduction", en N. Miller y Roderick Ayas, National Liberation: Revolution in the17lird World (New York, 1971).Alan Knight, "Social Revolution: A Latin American Perspective", Bulle/in of Laii Amen'canResearch; 9/2 (1990), pp. 179-80, Se incluye en el captulo 4 del presente libro.Dicha "lgica" puede involucrar supuestas C"tlJOJ (v,g" "privacin relativa", la "curva j") oetapas en el proceso -o "historia natural"- de la revolucin (v.g., moderada - radical -Terrnidor): Kimmel, Revolution, pp. 47-52 Y75-82.

    ztiZ7

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    Una lista reciente aparece en Wickham-Crowley" "Structural Theories of Revolution", enJ.Foran, Theoriung Revolulion5(London, 1997), pp. 46-64. Es interesante observar que,;' pesarde toda una generacin dedicada a la teorizacin revolucionaria. la cada de la Unin Soviticay su imperio no se anticiparon (aunque, por supuesto, ello confirm en forma retrospectivaalgunas teoras favoritas); Runciman, The SocialAnimal (London, 199B). p. 16.Alasdair Maclntyre, Ag"inJ/lhe SelfImagt5 o/Ihe Agt (London, 1971), 1" 260,Mxico, 1910; Bolivia, 1952; Cuba, 1959; Nicaragua, 1979. Estas revoluciones fueron exitoso"en el sentido que derribaron a los antiguos regmenes y transformaron los sistemas sociales ypolticos. En Cuba, an gobierna el rgimen revolucionario; en Mxico, gobern en unaforma que experiment una notable mutacin hasta el ao 2000. En Bolivia, el rgimenrevolucionario cay despus de tan slo doce aos, pero S\lS esfuerzos revolucionarios nopudieron anularse (comprese con Guatemala, 1954, que experiment una contrarrevolucinbastante definida). La revolucin nicaragense (1979), quizs pueda compararse a la boliviana,Dix, "Larin America", pp. 270 Y 274-275; Huntington, TI" Thi"t WlIVC, pp. 59-72; Seligson,"Democratization in Latin America: The Current Cycle", en J. M. Malloy y M. A. Seligson,Au/h01illlrian5anri Demoaats. Regme7;-"n,;lion5 in Latin Amt7;c" (Pittsburgh, 1987), pp. &-10.Juan Linz y Arturo Valenzuela, Tbe Failure of PresidentiolDemocrncv: The C"sr Q/ ["/;71 Atnerica(Baltimore, 1994).

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  • , Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y revolucionarias en Amrica Latina

    cienes". y an cuando eliminemos el calificativo de "grandes" -expandien-do de esta forma el campo para incluir todas las formas de revolucin, gol-pes, insurreccin y hasta violencia civil30 -la muestra puede ser mayor, perola categora se esLira de tal manera que deja de ser categora. Finalmente, eltrmino "revolucin" tiene una cualidad inherentemente narrativa y, porende, contingente, de la que "democracia" carece: Una democracia -espe-cialmente una democracia "consolidada"- puede analizarse en trminosde caractersticas estructurales durables (partidos, elecciones, patrones devotacin y, quizs, "cultura poltica"). Una revolucin -por definicin unfenmeno pasajer031-lleva incorporados bruscos virajes y vueltas, y una mul-Liplicidad de factores inconmensurables (polticos, sociales, econmicos ymilitares). Se presta para -y hasta requiere- un tratamiento de narrativa. Esposible aprender de un anlisis esttico -una fotografa- de la democraciaeuropea o norteamericana. Sin embargo, una "fotografa" sincrnica de lasrevoluciones rusa o mexicanas no tendra mucho sentido.V Una vez ms,se ~)l\ede decir que las revoluciones son como las guerras.

    Dada la contingencia y variacin de una "revolucin", qu queremosdecir cuando hablamos de una tradicin revolucionaria? Por definicin, se

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    :t!

    Por ejemplo, Eckstcin, lntemnl War (New York, 1964); Tilly, "Changing Forrns of Revoluuon",en E. E. Rice, Rflla/u/ian 11lld Coun/cr-Rfllo/utio1l(Oxford 1991); Crahan y Srnith, "The State ofRevolution'', en A. Stepan, AmcricllS. Nao 11I/c'1J'~/II/ivc Essays (Ncw York 1992). pp. 79-108,tienen una posicin un tanto ambivalente: delinen "revolucin" en trminos amplios como"la toma ilcgal del poder poltico por medio del uso o la amenaza de uso de la fuerza, con elpropsito de producir un cambio estructural en la distribucin del poder poltico, social oeconmico" (p. 79): definicin quc por cieno parece incluir una gama de golpes militarespolncarncnte ambiciosos (Guatemala, 1954; Per, 1968; Chile, 1973; AJ-gentina, 1976). Noobstante, ellos concuerdan con mi estimacin de que ha habido "slo cuatro revolucionesgcnuinas" cn Amrica Latina (Mxico. Bolivia, Cuba, Nicaragua), y que golpes, como el dePinochet, no son "revolucionarios en el sentido estricto del trmino" (p. 83). Esto pareceimplicar una definicin ms rigurosa que la originalmente dada por los mismos autores.Trotsky nos leg la nocin de "revolucin permanente". Esto, sin embargo, a mi entender,involucra (a) la elisin de las revoluciones burguesa, proletaria y campesina en algn pasdado (v.g., Rusia) y (b) un proceso de revolucin mundial (que a la vez reforzara yjustilicara[a]). La "revolucin permanerue'tno signifICa, por lo tanto, una revolucin dilatada prolongada; por el contrario, la idea de elisin implica un rpido proceso de compresin,que contrasta con el "vulgar marxismo" de jaurs, Cuesde y los meucheviqucs. quienes(crradamerue) consideraban que "dcrnocracia ysocialismo ... [eran] dos e lapas en el desarrollode la sociedad, que no son slo distintas sino tambin separadas por grandes distanciastemporales entre s", Trotsky, The Permancnt Revolution and Resuhs and Prospects (NewYork, 1969). 1'1'.125-31; cita en la 1'.131).Por supuesto, las "fotografas" del antiguo rgimen -los anlisis sincrnicos de las estructurasde poder), de produccin prerrevolucionarias- son enteramente vlidas y necesarias(considrese el famoso primer captulo de la Historia d~ Ing/a/m'a de Macauly, en esencia, unprembulo a la revolucin de 1688). Pero tales fotografas no pueden explicar ni el procesoni el producto de revoluciones subsiguicntes.

    deriva de circunstancias particulares: se relaciona con un pas e incluso conuna regin o grupo. Tambin necesariamente implica algn grado de lon-gevidad y hasta de prescripcin. Las tradiciones revolucionarias (o cual-quier otra) no salen, plenamente formadas, como Palas Atenea de la cabe-za de Zeus. Ellas nacen, crecen y maduran, y pueden morir (la tradicinrevolucionaria mexicana, si es que no est moribunda, por lo menos esten triste declinacin; el sesquicentenario de 1848, por lo que s, no evocmucha nostalgia popular o conmemoracin espontnea en Europa). Andespus de producida la "muerte" a nivel nacional-cuando los regmenesdeciden abandonar la poltica, el mi to y el discurso revolucionario; cuan-do se derriban las estatuas de Lenin o se borra a Crdenas de los textosescolares en Mxico- la "tradicin revolucionaria" puede an perduraren las mentes de algunas personas, en ciertas regiones o sectores de lasociedad. De aqu se desprende que debe evitarse la confiada exhibicinde certificados de defuncin de las revoluciones: la rebelin de Chiapas,con su explcita apropiacin de la bandera del zapatismo, tom por sorpre-sa a un Mxico supuestamente comprometido con un nuevo (antirrevo-lucionario) proyecto de reforma neoliberal y de integracin de los pasesde Norteamrica.P

    A pesar de su inherente contingencia y especificidad, las "tradicionesrevolucionarias" aceptan un cierto anlisis tipolgico de grandes trazos. Dehecho, tal anlisis puede ser necesario con el fin de captar el fenmeno yrelacionarlo con la democracia. Mi anlisis tiene dos ejes (aunque, sin duda,puede haber ms). En primer lugar, una "tradicin revolucionaria" puedeser "oficial" o "no oficial", es decir, puede formar parte de una transcrip-cin "oficial" (en pases en los cuales las revoluciones han triunfado: v.g.,Mxico o la Unin Sovitica despus de 1917, Cuba despus de 1959); opuede constituir una transcripcin "no oficial" o contestataria (en pasesen los cuales la revolucin no ha triunfado: la lista es larga, pero obviamen-te casos clsicos en Amrica Latina seran Per y Colombia, de los cualesninguno ha experimentado una genuina revolucin popular pero amboshan producido vigorosos y durables movimientos revolucionarios: SenderoLuminoso en el Per las FARC y el ELN en Colombia). Existe tambin elcomplicado caso de regmenes revolucionarios de antao -por ejemplo, laRusia contempornea, y cada vez ms, el Mxico contemporneo, los cua-les han repudiado su "tradicin revolucionaria" a favor de un nuevo pro

    G. A. Collier y E. L. Quarauello, Bas/II! Land and IheZapa/isla Rebtl/ion i" Chiapas (O akJand,1991); N. Harvey, tt Chiapa.r Rebtl/ion (Durham, 1998).

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  • Ajan Knight Revolucin, Democracia y Populisrno en Amrica Latina Capitulo 3. Las Imdiciones dMlloC'I'llicas )' rtnlolueionm'ias en i\ llIrica Latina

    yecto "antirrevolucionario", permitiendo as a los disidentes (Zhirinovsky,Subcomandan te Marcos), recoger la descartada bandera e izarla en oposi-cin al "nuevo" rgimen. Zhirinovsky y Marcos apelan a la gente ms que algobierno de turno, es decir, no esperan realmente que el gobierno renun-cie a su proyecto actual y retorne a la vieja "tradicin revolucionaria". Tam-poco apelan al gobierno en trminos de su propia "transcripcin pblica"oficial. Ms bien, buscan un mandato popular a fin de transformar la pol-tica de estado o, por lo menos, extraer substanciales concesiones." En losviejos das de la ortodoxia revolucionaria, sin embargo, cuando la tradicinrevolucionaria todava dominaba en forma oficial (tanto en Rusia como enMxico, aproximadamente, desde 1917 a la dcada de los ochenta), dichatctica discursiva poda ser empleada en contra del mismo gobierno. Cuan-do las revoluciones dejan de cumplir sus promesas y proclamaciones, sustranscripciones oficiales proporcionan el canon en contra del cual se pue-den emitir juicios o apelar, ya sea en nombre de los derechos humanos,tierra y libertad, o los postulados de 1socialismo, 35

    En segundo lugar, como lo sugiere este breve men ideolgico, escrucial sealar la clase de revolucin de la que estamos hablando, Aqu senecesitan dos clarificaciones relacionadas. La primera es que, por diversasbuenas razones, las revoluciones "grandes" y "sociales" de la historia -aqu-llas que calzan cmodamente con mi definicin anterior- usualmente hansido, en trminos generales, de carcter popular y progresista en su arre-metida. 36 Sin embargo, hay una especie de "contrarrevolucin", conser-vadora y de derecha, que tambin calza con una versin diluida de estadefinicin (una movilizacin de masas violen ta yvoluntarstica, un reorde-namiento social y poltico substancial): las "revoluciones" fascistas de laEuropa entre las dos guerras y, en menor grado, los golpes y regmenes"burocrtico-autoritarios" del Cono Sur de Sudamrica en las dcadas de

    los sesenta y los setenta (Brasil, Argentina, Uruguay, Chile) Y Aun cuandoel status "revolucionario" de estos fenmenos depender de IC\. definicinde "revolucin" que usted adopte (as como de su lectura de los registroshistricos), no hay duda que ellos tambin encarnan los principios, expe-riencias, mitos, textos, "transcripciones", canciones, smbolos, hroes, re-cuerdos, supuestos y narrativas que, en conjunto, constituyen una "tradi-cin", o un meme, o un conjunto de memesi. Podramos, si as lo deseamos,referirnos a ellos como "tradiciones contrarrevolucionarias", puesto quehan sido percibidos por algunos como influencias formativas en, por darun ejemplo, la trayectoria histrica de Argen tina. 38 Aun cuando no pre-tendo detenerme en estos casos -su inclusin rebasara los lmites ya [orza-dos de este artculo- su existencia debe ser reconocida: (a) porque sonnumerosos; (b) porque existen en una relacin dialctica con las tradicio-nes "revolucionarias", con cada una de ellas sirviendo para definirse y com-probarse mutuamente (retomar este punto ms adelante), y (c), porquehasta pueden derivarse de tradiciones revolucionarias previas, En otras pa-labras, al ir avanzando la historia, la revolucin del ayer (y la tradicinrevolucionaria) se convierte en la contrarrevolucin del maana (y la tra-dicin coritrarrevolucionaria).

    J., Huelga decir que la comparacin no implica ningn tipo de parentesco poltico entre Marcosy Zhirinosky y tampoco entre los presidentes Fax y Putin.J.C. Scou, Domina/ion and heA,ts of Resista..ce. Hidden Tronscripis (New Haven, CT, 1990),p. 54, yA. Przeworski, "Carnes of Transition", en S. Mainwaring, G. O'Donnell and J. S.Valcnzuela, lssues in Democratic COnJo/idation (Notre Dame, 1991), pp. 13, que incluye buenosejemplos y chistes.Defino "popular" en trminos de patrones de apoyo de clases sociales y "progresista" (que esun poco ms complicado) en trminos del programa revolucionario y su capacidad parabeneficiar y otorgar cierto grado de poder a los grupos populares. Ntese que no son esencialeslos programas formalmente revolucionarios (v.g.,marxista). y que los movimientos campesinospueden enganchar movimientos revolucionarios a programas bastante moderados yostensiblemente "reformistas" (vase Knight, Tne Mexicnn Reuoluuo,1, pp. 309315).

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    Como he hecho notar (nota 16), Crahan ySmith, "The State of Revolution", pp. 7983, ael"'" tenque las "revoluciones de derecha" podran calzar con su definicin general. Sin embargo,cuando estn confrontados precisamente a esas revoluciones, hajo la forma de regmenesmilitares del Cono Sur-que son bastante violentos y que, en las propias palabras de los autores"alteran substancialmente los medios de acumulacin ele capital" y "causan una profundatransformacin socioeconmica" (p. 83)-les falta atrevimiento y afirman que tales regmenesrepresentan "no una revolucin sino ... represin de derecha", Por supuesto que lo mismopodra decirse del nazismo. Si desearnos reservar el trmino "revolucin" slo para movimiento.'progresistas o de izquierda, tenemos que ya sea incorporar tal criterio dentro de la definicininicial (un enfoque un tanto arbitrario que Crahan ySmith no adoptan) o tenemos que inferirel necesario izquierdismo/progresivismo ele la definicin dada: por ejemplo. se podraargumentar que slolos movimientos/regmenes de izquierda pueden (a) concitar un "poyolo suficientemente amplio y (b) prometer y establecer un "cambio estructural" losuficientemente profundo corno para calificarlos de verdaderamente revolucionarios. Talargumento no Carece de mrito, pero pienso que, a la larga, resulta inconvincerue. Hgaseuna simple pregunta: fue Hitler ms revolucionario que, digamos, Dantn, Zapata o VctorPaz Estenssoro (lder del MNR boliviano en 1952)/ Si tiene que darse el tiempo para pensar,quiere decir que, al menos, usted considera la posibilidad de que movimientos de derecharepresivos y reprobables puedan ser "revolucionarios", en el sentido de despertar un amplioapoyo y obtener profundas transformaciones sociopolticas.Shumway, The Inuetuion of A'J:'entna (Berkeley, 1991), postula una especie de pecado originalideolgico con el cual naci Argentina. y que condena a ese pas ala recurrencia de regmenesautoritarios y de exclusin: los expertos no estn totalmente convencidos. Rock, Aut}orilm1rmArgentina (Berkeley, 1993) ofrece un estudio menos conrroversial de la tradicin coutrarrevo-lucionaria nacionalista.

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  • Alan Knighl Revolucin, Democracia y Populisrno en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y revoluciollarias en Amrica Latina

    intereses burgueses.P Tal proyecto, tradicionalmente definido en trmi-nos poltico-econmicos restringidos (en realidad, a veces concebido enforma instantnea y antropomrfica: la burguesa, luciendo un gorro frigioen su cabeza colectiva, asaltando la Bastilla. bajo la conduccin de unaLibertad con el pecho desnudo). debera ser considerado ms bien comoun largo proceso punteado, quizs por eventos dramticamente acelera-dos como la cada de la Bastilla, y que comprenden no slo una transfor-macin poltica y econmica. sino tambin cultural. Con esto llegamos al"Gran Arco" de E. P. Thompson, concepto que ha sido desarrollado porCorrigan, Sayer y otros. 44 Aun cuando las revoluciones socialistas involucranuna transformacin comparable en las estructuras polticas y econmicas(socializacin de los medios de produccin, creacin de una economa di-rigida, proyecto cultural, generalmente bajo el dominio de un nico parti-do socialistar.t" tienden a ser ms repentinas y deliberadas, entre otras ra-zones. porque estn equipadas de un programa detallado de accinrevolucionaria.t''

    Es axiomtico -o, al menos, comn y convencional- el discernir unadiferencia mayor entre los proyectos polticos de estas dos revoluciones (ysus consiguientes tradiciones revolucionarias), diferencia que tiene que vercon democracia. En trminos simples y familiares, la forma liberal repre-sentativa (dahliana) de la democracia est ntimamente asociada a las revo-luciones burguesas (que son las que, tpicamente, instituyen tal forma).

    Esto nos lleva ala segunda clarificacin. Las grandes revoluciones asu-men diferentes formas, y se han propuesto diferentes tipologas. Dichastipologas pueden estar relacionadas con el componente de clase (revolu-cin "campesina" en contraposicin a "de los trabajadores"); con el de agente(revoluciones "desde arriba" o "desde la base") ;39 con objetivos amplios(v.g., revoluciones "nacionalistas" y guerras de liberacin nacional); conpatrones de construccin del estado, como lo destaca Skocpol.v' o concategoras sui generis, tales como las revoluciones "orientales" y "occidenta-les" de Huntington."! Aun cuando preferira no tener que escoger -lasrevoluciones pueden tener mltiples caractersticas y, por consiguiente,pueden demandar tipologas mltiples42- yo le dara prioridad al enfoquede clase convencional que en las "grandes revoluciones" distingue entre lasversiones "burguesa" y "socialista". De hecho, esta distincin es particular-mente pertinente en el presente contexto, dado que la relacin de la tradi-cin "revolucionaria" y la tradicin "democrtica" est firmemente asocia-da con las formas contrastantes de "burguesa" y "socialista".

    Las revoluciones "burguesas", definidas convencional y tilmente en-carnan (i) la toma del poder por la burguesa (un argumento un tantocircular al que le llora la pregunta de quines son los burgueses), y (ii) unprograma o proyecto que est dirigido a los intereses burgueses y que conello promueva una economa de mercado capitalista, el libre movimientoele los factores de produccin (de ah la abolicin de la servidumbre, latenencia colectiva de la tierra y monopolios del Antiguo Rgimen), garan-tas a la propiedad y contratos, y (probablemente) la formacin de unanacin-estado (liberal, representativo?) capaz de proteger y promover los

    Barringto Moore, SociolOligillJofDiclalon"ipand DelllocTney (Harrnondsworth, 1969), caps. 7 y 8.Thcda Skocpol, Slale> and SocialReuobuions (Cambridge, 1979).Samucl Huntington, Patiticnl Order in Changing Societies (New Haven, er, 1971). pp. 266 Ysiguientes,Eso no quiere decir que ladas las tipologas posean el mismo poder explicativo. Algunas -ansuponiendo que sean "verdaderas" (i.c., que presentan una razonable conformidad a larealidad)- son mayoritariamente descriptivas y no arrojan mucha luz sobre los por qu y lospara qu de las revoluciones (/por qu suceden? qu es lo que logran?). Por ejemplo, elanlisis de Moore en Social Origins, de las "tres rutas" incorpora, en mi opinin, una serie deproposiciones contundentes y plausibles sobre los tipos de revolucin. Lo mismo se puededecir del modelo demogrfico de revoluciones en sociedades agrarias de Goldstone, Revolu-tion and Rebelliou in the Early Modern World (Berkeley, 1991). Por el contrario, la asimilacin

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    A1an Knight, "Social Revolution", p. 184.Vase Corrigan y Sayer, The CrealAre": English Stau Formalion as Culturai Reuolution (Oxford,1985), que sirve de base para una visin terica sobre la formacin del estado revolucionariomexicano en joseph y Nugent (eds.), Evtryday Ftmns of State Formalion (Durharn, 1994).Me refiero, por supuesto, a las revoluciones rnarxistasysocialisins, que acometen una decisivatransformacin de la sociedad y de la economa, y no a reformas socialdemcratas, quegeneralmente no lo hacen (como dice Przeworski, "Carnes of Transition", p. 7: "la social-democracia es un programa para mitigar los efectos de la propiedad privada y la asignacinde mercado y no un proyecto de sociedad alternativo"). Por supuesto, un proyecto social-demcrata podriaser revolucionario en un contexto lo suficientemente atrasado, feudal, cleri-cal, autoritario (vg.. el sur de Espaa en los aos treinta? En la prctica, las revolucionessocialistas exitosas (= perdurables) siempre han sido marxistas/socialistas, ms que social-demcratas. De esto se desprende que la norma haya sido el "gobierno de un nico partidosocialista". As y todo, el experimento de corta vida de Allende fue socialista -fue ms all dela socialdemocracia- per'o no impuso el gobierno de un solo partido. La aparenteincompatibilidad histrica entre un socialismo (autntico) y la democracia electoral ha sidoexplorada por Przeworski y Sprague, PaperStones (Chicago, 1986) .En este punto estoy de acuerdo con la descripcin de Hobsbawm de las revoluciones burguesascomo (en mis trminos) flexibles y fungibles. pero veo ms propsito -y quizs menos"experimentacin, tanteo y cambio de rumbo"- en las revoluciones o regmenes socialistas:Hobsbawm, "Revolution", en R. Porter and M. Teich, Rcvolulion in Hillory (Cambridge, 1986),pp. 26-27 Y30-31.

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  • 1\\an Knight Revoluci, Democracia y Populismo en Amrica L"\tina CafJlllo 3. Las tmdiciones democrriticns y revolucionurins en Amri, LCI!iwl

    los verdes campos de la democracia liberal: tambin puede abrirse pasopor el medio de los desiertos del autoritarismo.t? Adems, la Historia haproducido bastantes casos de retroceso como, por ejemplo, Brasil despusde 1964, donde el capitalismo perdur -y hasta floreci- al tiempo que lademocracia ceda el paso al autoritarismo.

    La segunda desviacin es en parte terica yen parte prctica y tambintiene particular relevancia para Amrica Latina. Las actitudes socialistas ymarxistas hacia la democracia liberal no han sido uniformemente hostileso excluyen tes. Si bien para algunos era una farsa burguesa, para otros ofre-ca un medio de promover los intereses polticos e incluso los econmicosde la clase trabajadora, Los defensores de esta ltima alternativa no necesa-riamente eran discpulos revisionistas de Eduard Bernstein: el mismo Marxera ambivalente con respecto al potencial de la "democracia liberal", ymuchos de sus seguidores -"marxistas pluralistas", segn una de lasformulaciones- han enfatizado el potencial de explotar las oportunidadesdemocrticas para favorecer los intereses de la clase trabajadora: "en aque-llos pases en que la tradicin liberal democrtica est bien establecida, la"transicin al socialismo" debe utilizar los recursos de dicha tradicin -laurna de votacin, el sistema de partidos competitivo- primero para ganarel control del estado y segundo para usar el estado con el [111 de reestructu-rar la sociedad.!' Mucho antes de su reciente conversin al liberalismo yal capitalismo corporativo, la social democracia europea se adapt a la po-ltica democrtica (dahliana) , como lo hicieran igualmente muchos parti-dos comunistas. En Amrica Latina, tambin, la mayora de los partidoscomunistas opt por la participacin democrtica (cuando se les permi-ti); ellos rechazaron con desdn el aven turerisrno revolucionario quijo-tesco (como el del Ch en Bolivia);52 y Chile fue testigo de la primeraeleccin en la historia de un gobierno democrtico marxista. La "va chi-lena" ofreci, por lo tanto, la posibilidad de combinar un genuino pro-grama socialista y una poltica democrtica, algo que anteriores paladinesdel socialismo (Lenin, Stalin, Mao, Castro), vencedores en el campo debatalla y no en las urnas, haban evitado cuidadosamente. El experimentochileno, es sabido, tuvo un prematuro y sangriento fin. Sin embargo, tam-bin los sandinistas, aunque victoriosos en el campo de batalla, permitie-ron una poltica democrtica y, a su vez, fueron derrotados en las urnas en1990.

    Por el contrario, los revolucionarios socialistas a menudo repudian dichaforma (como una "farsa burguesa") y afirman -sincera o hipcritamente,como hemos podido notar- que ellos ofrecen una forma superior de de-mocracia (de los trabajadores, popular, participativa o directa) Y Por lotanto pareciera ser una conclusin de certeza casi euclidiana que las revo-luciones burguesas generan democracias dahlianas, las que, a su vez, sondestruidas por las revoluciones socialistas, quizs a la bsqueda de un rgi-men que sea ms autnticamente representativo y/o econmicamente msjusto.

    La Historia, sin embargo, no funciona como la geometra. Aun cuandohay un cierto grado de verdad en la generalizacin anterior, son aparentespor lo menos dos desviaciones de la norma presunta. En primer lugar, auncuando un orden liberal democrtico es, como dijera Lenin, la "mejor cora-za poltica" para un orden econmico burgus capitalista, no es el nico."Las sociedades capitalistas tempranas fueron -durante largos perodos detiempo- oligrquicas ms que democrticas (esto es aplicable tanto a la In-glaterra del siglo XVIII como a Amrica Latina del siglo XIX) ;49 algunassociedades capitalistas ms maduras han sido francamen te autoritarias -dan testimonio de esto el fascismo en Europa o el "autoritarismo burocrti-co" del Cono Sur. frica poscolonial es ampliamente capitalista pero nadade democrtica. Quizs stas sean aberraciones pasajeras; quizs, aun cuan-do la relacin entre capitalismo y democracia est lejos de ser una certeza,dicha relacin sea mutuamente ptima, de manera tal que podemos hablarde una "afinidad electiva" que, felizmente, se logra en las circunstancias apro-piadas; quizs, como comento en mi conclusin, las "circunstancias apropia-das" actualmente se dan en Amrica Latina. Sin embargo, las excepcionesson numerosas y, en algunos casos, de bastante larga duracin. El puntoesencial fue bien planteado por Barrington Moore hace unos treinta aos:la "ruta capitalista hacia el mundo moderno" no necesariamente pasa por

    Como deca Lenin, "el parlamento burgus, inclusive el ms democrtico en la ms democrticade las repblicas en la cual se sigan preservando la propiedad y el gobierno de la burguesa, esuna mquina para la supresin de millones de trabajadores por pequeos grupos deexplotadores"; citado en Przeworski, "Carnes of Transition", p. 41. Con respecto a AmricaLatina, vase Dix, "Latn America", p. 283, n. 35. .C.W. Barrow, Criuca!Theo" oftlle Stau (Madison, 1993), p. 59."Oligrquico" es uno de las muchos posibles rtulos para los regmenes del siglo XIX ycomienzos del siglo XX en gran parle de Amrica Latina: Dix, "Latin Arnerica, p. 268, prefierehablar de "aristocracias con participacin limitada [sic)"; Moore, SocialOrigins, p. 438, en unade sus dos referencias a Amrica Latina, sugiere "gobierno autoritario serniparlamentario"; alo que hace eco Mouzelis, una de las mejores y ms sistemticas de tales comparaciones. VerN. Mouzelis, Poliucs in ttu SemiPeripllery. EarlyPerliamentorism and Late lnduslnalization in '''eBalkans ond La/in Am.,ica (London, 1986).

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    51Barrington Moore, SocialOrigi7U, cap. 8.D. He\d, Model.! ofDemocracy (Cambridge. 1996), pp. 147-152.R. GOLL. Rural Guerrillas in Latin America (Hannondsworth, 1973), pp. 498-514.

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  • Ajan Knighl Revolucin, Democracia y Populisrno en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y l'euolucionmias en Amlica Latina

    dores "prefabricados", no solamente tena un gil comercio con Europa,sino que tambin era inusualmente abierta a las ideas europeas, incluyen-do e! liberalismo (de donde se deriva e! aforismo de Tulio Halpern: "Ar-gentina naci liberal") ;55 (iii) la relativa ausencia de una poblacin indge-na densa disminuy las barreras tnicas y de casta, con lo que la nocin deuna ciudadana uniforme se convirti en plausible y atractiva.P'' y (iv) laIglesia Catlica, que estaba firmemente arraigada en las tierras interioresera ms dbil en la periferia (como se desprende de una simple serie deoposiciones binarias de algunas ciudades: Ciudad de Mxico/Veracruz;Bogot/Barranquilla; Quito/Guayaquil). La participacin en el comerciomundial hizo que las restricciones mercantilistas fueran an ms amargasde tragar, mientras que la ausencia de divisiones de casta y la debilidad dela Iglesia incentivaron los sentimientos de gobierno autnomo e indepen-dencia. (Por e! contrario, donde la poblacin indgena o negra era nume-rosa y constitua una amenaza, el gobierno colonial ofreca una cierta ga-ranta para los intereses de los blancos o de la clase propietaria, tal como loadmita con franqueza la lite cubana, al contemplar el horrible ejemplode Hait: "Cuba ser espaola o africana"). 57 No es de extraar, por lo tan-to, que las cunas de la independencia de Amrica Latina hayan estado en laperiferia -Buenos Aires, Caracas, Santiago- y no en e! viejo corazn colo-

    De todo esto se desprende que la relacin entre revoluciones y "tradi-ciones revolucionarias", por una parte, y regmenes democrticos o autori-tarios, por la otra, claramente no es invariable y exige un examen ms cer-cano para ver si aparecen algunos patrones reconocibles. En el resto de esteartculo, por consiguiente, har precisamente eso en el contexto de AmricaLatina, desde una perspectiva amplia en trminos tnto de tiempo (c. 1800hasta el presente) como de espacio (toda Amrica Latina).

    2. El liberalismo latinoamericano

    Las Amricas en general se ven, sub specie aeternitatis, como un baluarte delliberalismo. Los principios del "liberalismo burgus" -un gobierno repre-sentativo dentro del marco de naciones-estado republicanas, unido a unproyecto econmico formulado sobre la base de las relaciones de merca-do- ejercieron una temprana atraccin que se vio ms claramente en lasTrece Colonias/Estados Unidos, pero tambin al sur de! Ro Grande. Haydos razones bsicas)' obvias para ello. La primera es que las Amricas for-maron parte de la expansin imperial inicial de Europa, por lo que recibie-ron el sello de los valores y prcticas europeas ms profunda y durade-ramente que frica o Asia. Iberoamrica vivi la experiencia de ms de tressiglos de un imperio europeo formal, en contraste con India, que experi-ment un siglo de hegemona informal, seguida de un siglo de dominio(ms o menos) formal. frica experiment menos de un siglo de dominioformal, y China, menos de un siglo de hegemona informal. La improntaeuropea fue especialmente profunda en las Amricas "neoeuropeas" -ubi-cadas en la periferia y no en las antiguas zonas de importancia andinas odel interior mesoamericano-, donde la poblacin indgena fue mayori-tariamente eliminada y se desarrollaron sociedades de colonos europeos,como fue el caso de Canad, Estados Unidos, Uruguay, el Chile Central, e!sur de Brasil y el litoral argentino.P

    Las zonas perifricas americanas -comparadas con el interior ameri-cano (especialmente Mxico y Per)- encarnaron cuatro caractersticas:(i) ya a fines de! siglo XVIII se encontraban estrechamente vinculadas alcomercio mundial y, en especial, al comercio en bienes agrcolas primarios(en contraposicin a metales preciosos) ;54 (ii) su poblacin de colabora-

    A. W. Crosby, Ecolngicalllllpelialislll (Cambridge, 1986), p. 2 Ysiguientes.Buenos Aires fue, obviamente. un gran centro de almacenaje del comercio en metalespreciosos, especialmente luego de las reformas administrativas de los Barbn. Sin embargo,

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    dicho comercio declin rpidamente con las guerras de la Revolucin Francesa y lasnapolenicas y, luego de 1810, la economa portea pas a depender de la exportacin deproductos agropecuarios: cueros, charqui. sebo y, ms adelante, lana. A decir verdad, esteresultado "fisiocrtico" correspondi a las preferencias declaradas de idelogos de laIndependencia como Belgrano:]. Adelman &public [Capital: Humos Airo and IheLegal Ttans-[ormation o/theAIltmtic World (Stanford, 1999), pp. 63-3 y 69.Tulio Hatperin-Donghi, "Argentina: Liberalism in a Country Born Liberal", en]. L. Lave andN. Jacobsen, Cuiding the InuisibleHand (New York, 1988), pp. 99116.Hay una obvia falla en este argumento: precisamente por carecer de una poblacin indgenalo suficientemente densa para hacerla trabajar en la produccin de ganancias, las periferiasamericanas -desde el antiguo Sur de los Estados Unidos a Buenos Aires- terminaron pordepender en varios casos de la mano de obra de esclavos negros, lo que no contribuy enabsoluto a la formacin de un amplio espritu ciudadano, e hizo que la rebelin de las coloniasfuera un tanto riesgosa. De hecho. el proceso de rebelin -en Venezuela, por ejemplo- estuvofuertemente influenciado por la existencia de la esclavitud. Sin embargo, es necesario hacernotar dos puntos: primero, la hipocresa estructural del "liberalismo burgus" (vista msdescarnadamente en las Trece Colonias) poda permitir la coexistencia de la esclavitud y larebelin colonial, por lo menos mientras la rebelin no abriera las compuertas a la insurreccinde los esclavos (como sucedi en Hait) y, segundo, los rebeldes anticoloniales de BuenosAires y Caracas estaban preparados -al contrario de lo que suceda con los rebeldes en LaHabana- para, a la larga, sacrificar la esclavitud en aras de la rebelin y el republicanismo, yasea porque su compromiso ideolgico con los principios liberales era ms fuerte. o porque suapego material a la mano de obra esclava era ms dbil.]. Mannez Alier, Haciendas, Platl/alions and Collective Fanns (Hassocks, 1977), p. 95.

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    nial (Lima, Ciudad de Mxico). Fue tambin en la periferia que el ejemplode los Estados Unidos tuvo ms peso y, adems, mayor relevancia por serms directamente comparable.P Buenos Aires, en particular, demostr unliberalismo precoz, que una el libre comercio, la emancipacin de los es-clavos, el sufragio universal, patriotismo popular), nociones de virtudes re-publicanas.t''

    Por otra parte, el logro de la independencia -un asunto de accin he-roica independiente en, por ejemplo, el Ro de la Plata y Nueva Cranada-gener mitos patriticos que entretejieron nociones de liberalismo a losmitos fundacionales de las nuevas repblicas. A pesar de coqueteos inicia-les con la monarqua, las naciones hispanoamericanas emergieron comofirmemente republicanas. Los experimentos monrquicos haban probadoser costosos fracasos; de ah que no hubiera un principio dinstico al cuallos conservadores o clericales pudieran apelar en forma efectiva. (Los in-dios andinos s podan remontarse a los Incas, pero tal atavismo indgena,breve y sangrientamente encarnado en la revuelta de Tpac Amaru de 1780,y revivido espordicamente en revueltas menores del siglo XIX, slo podaaterrorizar a los blancos y a los mestizos). 50 Las repblicas, nacidas en elcontexto de una lucha anticolonial a menudo antidinstica, llevaron el se-llo del liberalismo desde el comienzo: hasta los conservadores como CarcaMoreno de Ecuador, quien dedicara la nacin al Sagrado Corazn deJess,predicaban la soberana del pueblo como la base del gobierno legtimo.v'Comparativamente hablando, desde comienzos del siglo XIX la Amricahispana no tuvo monarcas, zares, reyes tribales ni principados. Prevalecie-ron los principios de gobierno republicano cuyos cimientos estaban en lasrebeliones anticoloniales y el Presidente Monroe servicialmente compro-meti a los Estados Unidos a defender este status quo republicano delrevanchismo europeo.F

    Por supuesto, "republicano" no quiere decir "democrtico". Pero envirtud de la disolucin de principios dinsticos y adscriptivos, y lareafirrnacin de la nocin de gobierno republicano, los padres de la patriade los estados latinoamericanos hicieron posibles, por no decir inevitables,las prcticas democrticas liberales. Porque, si el pueblo era soberano. cmopodra expresarse esa soberana sino por medio de un gobierno represen-tativo? A decir verdad, al comienzo, el gobierno en Amrica Latina no sloera republicano sino tambin liberal y algunas veces hasta democrtico.Las primeras constituciones incorporaron el sufragio masculino. el que aveces era un sufragio masculino bastante amplio.63 Aun cuando en la dca-da de 1830 vino una reaccin que condujo a un tipo de poltica msexclusionista, esto rara vez dio por resultado principios de repudio hacia elgobierno republicano. Lo que sucedi fue que hubo una restriccin dederechos polticos, las elecciones fueron arregladas, y caudillos conserva-dores cogieron las riendas del poder. Sin embargo, los caudillos -SaruaAnna, Rosas, Pez, Portales- continuaron siendo republicanos, atribuyen-dose legitimidad popular y nunca establecieron dinastas perdurables. Msan, el giro exclusionario de los 1830 fue seguido, a mitad de siglo aproxi-madamente, por una renovada afirmacin de los valores liberales, asociadaa la aparicin de una nueva generacin posterior a la independencia Uurezen Mxico, Mosquero en Colombia. Sarmiento en Argentina) que en ciertamedida estaba inspirada por 1848 y el ejemplo del liberalismo europeo. 6

  • Alan Knight Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y revolucionarias en Amlica Latina

    cien te y casi unnime giro hacia la democracia y el neoliberalsmo en los1980 y 1990, o lo que Huntington llama "tercera 0Ia".67 Aun cuando estasecuencia pueda ser argumentable -pasa por alto algunas importantes va-riaciones regionales y nacionales y considera el "autoritarismo" y la "demo-cracia" en sus significados aparentes en forma quizs excesiva- sirve, sinembargo, para ilustrar el hecho de que durante unas seis generaciones, laforma republicana ele gobierno ha sido la norrna.P" Las elecciones -auncuando hayan sido arregladas o postergadas- han seguido siendo la princi-pal forma de legitimizacin y, con algunas escasas excepciones menores.P?ningn hombre a caballo ha proclamado su derecho a un mandato de go-bierno indefinielo y, menos an, dinstico.?"

    Sin embargo, al llegar el siglo XX, el escenario poltico haba cambiadosustancialmente. El flanco del liberalismo haba sido sobrepasado por doc-trinas y movimientos de izquierda (socialismo, comunismo, anarquismo) yel crecirnien to de las ciudades, las exportaciones y la industria hizo que elfoco de atencin fuera la nueva "cuestin social"." Puesto en trminoscrudos, se podra decir que los sindicatos militantes y los incipientes parti-dos radicales haban reemplazado a los indios beligerantes y a los campesi-nos insurgentes como amenazas a la paz y la propiedad, y las tradicionalespromesas del liberalismo -derechos civiles, gobierno representativo- erancomo bazas sobre triunfadas por las nuevas demandas socioeconmicas (tra-bajo, salarios, tierra, seguro socia\). No hay lugar a dudas que las demandasde algn tipo de beneficio material o proteccin eran antiguas -remontan,

    por lo menos, a invasiones de tierras, los motines de hambruna y las tomasde territorios, revueltas por cereales y protestas contra los impuestos de lacolonia. Lo que era nuevo era la -real o abogada- inscripcin de tales de-mandas socioeconmicas dentro de la "transcripcin pblica" del estado:por ejemplo, con el batllismo (1902-1906,1911-1915), la reuolucir: en mar-cha de Lpez Pumarejo, o las constituciones de Mxico y Cuba, de 1917 y1940, respectivamente.P Una vez ms, en trminos muy esquemticos, sepodra decir que Amrica Latina reflejaba la formulacin de Marshall conrespecto a la proteccin de derechos: al principio el liberalismo haba pro-metido ciertos derechos civiles bsicos; luego, se concedi un ms amplioacceso a la representacin (i.e., derechos polticos); y, al final, los "dere-chos sociales" fueron reconocidos.

    Sin embargo, en Amrica Latina, como haba sucedido en una granparte de Europa, esta secuencia demostr ser altamente contenciosa en laprctica: el ms fluido camino socialdemcrata (liberalismo poltico con-ducente al estado benefactor) tuvo sus escasas contrapartidas latinoameri-canas en Costa Rica y posiblemente Uruguay (como mencionar ms ade-lante). Pero en los otros lugares la dificultad ele injertar los derechos socialesa los derechos polticos y civiles qued demostrada. De hecho, la demandapor derechos sociales -de sindicatos, partidos de izquierda y, posteriormente,movimientos campesinos- a menudo provoc una reaccin (en el sentidoespecifico), un cierre poltico y una revocacin de derechos previamenteejercidos. En casos alternativos -Mxico (1910), Bolivia (1952), Cuba (1959)YNicaragua (1979)-las demandas populares asumieron una forma revolu-cionaria, nuevamente con resultadosmixtos para la democracia dahliana.Los derechos civiles, polticos y sociales, en apariencia, no necesariamentese desarrollan en forma secuencial, ni tampoco coexisten en una feliz siner-gia. Su relacin puede parecerse a un juego de suma cero. De ah que seaun [anta aventurado el asumir que la democracia poltica latinoamericanaest consolidada en la actualidad y que, segn la lgica secuencial deMarshall, est en condiciones de proporcionar una base slida para la re-forma social y, por consiguiente, para los derechos sociales. Necesitamosconcentrarnos en la relacin entre la larga tradicin liberal democrtica(en realidad, tradiciones) de Amrica Latina y su experiencia en el sigloXX de demandas sociales, movilizacin popular y franca revolucin.

    Las variantes de esta relacin son mltiples. De ah que cualquier in-tento de sntesis (en vez de la narracin de una serie de detalladas pero

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    Hunungton, '17" 71li,.d Wave, pp. 16,010 Ysiguientes.Von Mcnenhcim J'Malloy, "lruroducuon and Conclusin". en K. Van Meuenhein y J.Malloy,DccjJelllg Dflllorrary ill Lntin.Ame/ica (Piusburgh, [998), pp. 2-3.La monarqua brasilen, por ser oligrquica l' constitucional, no constituye en realidad unaexcepcin, J', por lo dems, cay en 1889. Los dos emperadores de Mxico -Agustin Iturbidea comienzos de la dcada de los 1820 y Maximiliano en los 1860- fueron fracasos de carladuracin que sirvieron para reforzar la norma republicana. Las excepciones del siglo XX-rcgmcucs "sultanisricos" Como los de Stroessner en Paraguay, Trujillo en I~ RepublicaDominicana, los 500107.(\ en Nicaragua, los Duvalier en Hait- son de "menor" importanciaen el sentido de que mal gobernaron pases pequeos y,en consecuencia, a slo una pequeaminora (quizs el 5%) de la poblacin total de Amrica Latina. Por supuesto, para losparaguayos, dominicanos, nicaragenses y haitianos, esto no sirvi de mucho consuelo.Sin embargo, los Sornoza J' los Duvalier alcanzaron a tener dinastas de dos generaciones.Como continuacin a la nota 32, se podra agregar que a fines del siglo XIX, la DoctrinaMonroe comenz a ser tomada en cuenta en trminos (finto retricos como de Realpolitik.De ahi que la exportacin de dinastas elll"opeas -aun en el caso de que los latinoamericanoslas hubieran deseado- habra sido an ms difcil.Dix, "Laiin Arnerica", p. 285; Bushnell, TI" Mailing oJModern Colombia, pp. 162-163; Knight,Tt.. Mexicnn. Rroolulinn, 1,p. 148; R. B. Collier y D. Collier, Shaping thePoliticalArma (Princeton,1991), p. 59 J' siguientes.

    72 Lpez Alves, Stau FonllOlion, p. 50; Bushnell, TheMaking oJModern Colombia, pp. 185-187; Knight,Tn MexiconRClJolution,ll, pp. 470-471; Hugh Thornas, Cuba, pp. 716-721.

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  • Captulo ]. Las tradicion.es d~l1Ioc"ticas y rrool.ucionanas en A mri,.ica Lat;,wRevolucin, Democracia y Populismo en Amrica LatinaAlan Knight.--=:...._----------------'---'----------

    inconcluyentes historias ejemplares) involucre un resumen ambicioso o, si'se prefiere, un prdigo "aglomerar" que puede ofender a los detallistasempedernidos. Adems, complicar el problema an ms y me aventurarms all de las "grandes" revoluciones perse (es decir, ms all de Mxico,Bolivia, Cuba y, quizs, Nicaragua). El razonamiento que me mueve es queaun cuando las revoluciones son formas distintivas de cambio social -rpi-do, violento, desde las bases- a pesar de ello encarnan muchas de las mis-mas tensiones que las fases histricas no revolucionarias. El escenario y lospersonajes pueden ser bastante parecidos y es el desarrollo de la trama loque difiere. Siguiendo con la metfora teatral, presentar primero un te-ln de fondo inicial, y luego sugerir cinco lneas argumentales importan-tes donde cada una tendr que ver con los temas que hemos estado desa-rrollando: las "tradiciones" revolucionarias y democrticas.

    3. Los desafos al liberalismoEn primer lugar, he aqu el teln de fondo democrtico. Cuando comenza-ba el siglo XX, todos los pases latinoamericanos se haban convertido enrepblicas independientes que ostentaban constituciones liberal-represen-tativas (la ltima monarqua, Brasil, haba cado en 1889; )' la ltima colo-nia, Cuba, haba experimentado una independencia irnper fecta en 1898).73Sin embargo, el grado de democratizacin variaba enormemente. En algu-nos casos, especialmente en la Amrica andina, las constituciones incorpo-raban requisitos de propiedad o alfabetismo, lo que restringa el electora-do enormemente. Por lo dems, en todos los casos a las mujeres se les negabael derecho a voto.?" Lo que no es menos importante, las constitucioneseran muchas veces como un mero saludo a la bandera. Los gobiernos civi-

    les eran recurrentemente interrumpidos por golpes militares y la limpiezade las elecciones se vea regularmente comprometida por la fuerza y elfraude. Sin embargo, aunque los generales tomaban el poder, habitualmenteno desempeaban el cargo por mucho tiempo. Cuando s lo hacan, noprescindan descaradamente de constituciones y elecciones, sino que ma-nipulaban las primeras y recurran al fraude en las segundas. Los ejemplosincluyen a Porfirio Daz en Mxico (1876-1880 y 1884-1911),]uan VicenteCmez en Venezuela (1909-1935) yManuel Estrada Cabrera en Guatemala(1898-1920). Cabe sealar que estos regmenes autoritarios de fin de siglo

    justificaron su violacin de las prcticas democrticas (aunque no de losprincipios democrticos) en trminos de un nfasis positivista en el desa-n-olla material, lo que requera de un estado fuerte, finanzas sanas y unapoblacin disciplinada. La democratizacin deba ser postergada mientrasestuviera pendiente la creacin de una economa productiva, integrada )'moderna." De esta manera, la forma de gobierno republicana y represen-tativa, aun cuando no se diera en la prctica, sigui siendo la norma oficialy, por supuesto, el modelo al cual los crticos liberal-democrticos de losregmenes autoritarios podan apelar, con Madero en Mxico o Rui Barbosaen Brasil." Donde haba gobierno civil)' genuina alternancia en el poder,esto generalmente suceda bajo auspicios "oligrquicos" o "serniparla-rnentarios"."? En otras palabras, los partidos consistan de pequeas cama-rillas de ciudadanos notables)' carecan de una membresa masiva)' aun-que las elecciones eran regulares y ocasionalmente bastante animadas, engeneral se disputaban entrejefes rivales (caciques, gamonales, coroneles) ysus clientelas. Aun cuando la clase terrateniente dominante no proporcio-narajefes." poda tener la seguridad de que el sistema poltico no infring-

    Es necesario resaltar el caso excepcional de Puerto Rico, el cual luego del colapso final de losltimo, remanentes del imperio espaol en la, Amricas en 1898, no logr alcanzar suindependencia y se convirti en un protectorado de los Estados Unidos,Luego de la aurora democrtica de los 1810 y 1820, el segundo cuarto de siglo vio un cambiohacia una mayor restriccin' de derechos poltico, y, a pesar de que dicha restriccin fueseguida por una nueva apertura en algunos estados luego de 1848, las repblicas "indo-americanas" de Ecuador, Per y Bolivia resistieron la tendencia dernocratizadora: Posada-Carb, "Introducuon", p. 7; Francois Xavier Guerra, "Spanish-American Tradition of Repre-sentation and its European Roots",jotlmal oJLalinAmtrican Studies,26/ I (1996), 1'1'.18-19. Laprovincia colombiana de Vlez, gobernada por un liberal "radical-doctrinario" casado conuna mujer "polticamente enrgica" legisl a favor de extender el sufragio a las mujeres en1853 (diecisis aos ante, de que Wyoming iniciara la tendencia en los Estados Unidos). Sinembargo, la Corte Suprema de ese pas anul la reforma antes de que ninguna mujer veleapudiera emitir su voto: Bushnell, TheMohing of Moden: Colombia, 1'1'.108-109.

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    Aun cuando lo' objetivo, eran diferen tes.Ios paralelos con los regmenes autoritarios socialistassaltan a la vista,Alan Knight, T"t Mtxicnn Revolunon. l. pp. 5f>..58 Y68-69;]. M. Bello, A HlOlY oJMo,/.m-n Broui(Stanford, 1996), 1'1'.211-212.Mouzelis, Politin in Ih, Stmi-P"iphtry, pp. 3-4, 1f>..20 y 28-29; Bushnell, 'fht Malting oJMod'l71Col.ombin. pp. 161-162; Sbato, "Citizenship, Political Participation and the Forrnauou 01' thcPublic Sphere in Buenos Aire, 1850s-1880s", Paji and Presmt, 136 (1992).Al parecer, a menudo haba una especie de divisin del trabajo entre la clase terratenientesocial yeconmicamente dominante y las fuerzas polticas que manejaban la maquinaria elec-toral. Esta divisin era pnicularmente notoria cuando se trataba de (a) puesto, inferiores enel escalafn (en Mxico, por ejemplo, los grande, terratenientes con mayor Irecueuciaocupaban las gobernaciones ql,e las jefaturas) y (b) las adineradas litcs terratenientesempresariales (que desdeaban el fragor de la poltica electoral)', por otra parte, tampoconecesitaban el dinero). El caso tpico de stas e, Argentina. Vase Halperi Donghi, Argen-tina: Libcralism in a Country Boro Liberal. In]. L. Lave y N.Jacob,en, Cllidillg u lnuisiblHand (NewYork, 1995), pp. 39-66.

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  • Capitulo 3. Las tradiciones democrticas y reuolucionarias en Amrica Latina Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica LatinaAlan Knight-----------------------------

    ra sus intereses bsicos. Como resultado de esto, la poltica oligrquica amenudo ofreca un genuino espacio para el debate, un congreso y una pren-sa scmilibre, un congreso y un cierto respeto por los derechos civiles (enforma destacada en Chile, Uruguay y Argentina). Los paralelos con las "de-mocracias artificiales" de Espaa o Italia son fciles de percibir. Mouzelesestablece un iluminador paralelo con los Balcanes en Europa.I''

    La democratizacin progresiva de comienzos del siglo XX -el impulsofinal de la "primera ola" de Huntington-llev a algunos estados latinoame-ricanos ms all de la poltica oligrquica estrecha, hacia algo ms propia-mente democrtico. 80 Es significativo que esto haya ocurrido en el prspe-ra Cono Sur (Argentina, Uruguay, Chile), donde los estndares de vida yniveles de alfabetismo eran superiores, y las tradicionales tensiones tnicaseran ms dbiles.81 Por el contrario, en pases donde predominaba unapoblacin indgena grande, la poltica oligarca tenda a ser ms estrecha-me-nte exclusionaria y duramente autoritaria. Los regmenes respondan alos temores de los blancos y mestizos a la insurgencia indgena y a la necesi-dad que se perciba de un sistema laboral represivo (v.g., Per, Bolivia,Guatemala, el sur de Mxico). Aparte de la evidente correlacin entre in-greso y dernocracia.I" podemos tambin notar que la tendencia a laprofundizacin de la democracia ocurra en aquellas regiones de la perife-ria (Argentina, Uruguay, Chile), donde el liberalismo anticolonial haba

    florecido en la poca de la Independencia, mientras que la poltica estricta-mente oligrquica o autoritaria sobreviva en las antiguas tierras indgenasal interior de Mesoamrica y los Andes (Mxico, Guatemala, Per, Boli-via) .83 Hasta aqu, por lo tanto, la historia es de relativa continuidad, cam-bio gradual (quizs progreso?) y un camino cuasieuropeo. Una tradicinprevia de poltica liberal-i.e., representativa, tolerante, civil- proporcionlos cimientos para la posterior apertura y democratizacin. Es posible iran ms lejos (tanto analtica como cronolgicamente), y sugerir que elrepublicanismo anti-colonial, cuyas premisas estaban basadas en el revolu-cionario repudio de los principios dinsticos y atributivos, fue lo que a suvez sirvi de soporte a esa tradicin liberal. Podramos decir que SenzPea le deba bastante a Belgrano y a Rivadavia: las "ficciones orientadoras"de Argentina pudieron promover tanto la inclusin como la exclusin. 84

    Una vez entrado el siglo XX, sin embargo, la historia tiene unas vueltaspronunciadas. (La ms obvia es que las formas ms duras de autoritarismopost-1960 se dieron precisamente en los pases del Cono Sur que fueron losque abrieron el camino liberal-democrticor.f" Aun cuando la historiainvolucra a una multiplicidad de actores y acontecimientos (algunos deellos de proveniencia externa como las dos guerras mundiales y la depre- .sin), se puede sugerir una explicacin bastante esquematizada. Siguiendola secuencia postulada por Marshall, las demandas por derechos civiles ypolticos eran ahora secundadas por demandas sociales: trabajo, contratoscolectivos (y exclusividad gremial), reforma agraria, arriendos protegidos,seguridad social, planificacin del estado y la nacionalizacin de los me-dios de produccin, muchos de los cuales estaban en manos extranjeras.En resumen, la propiedad de libre mercado y las relaciones laborales fue-ron sistemticamente cuestionadas. Pero aparte de hacer suyas estas nuevasdemandas, algunos voceros de izquierda (socialistas, comunistas, anarquistas,populistas)86 tambin declaraban que la democracia burguesa era una mera

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    Mouzclis, Politics in thc SmlliPcri/,hery.Huntington , The Third. WilllC, pp. 14-15. incluye cuatro casos latinoamericanos en su "primeraola" (i.e .. la democratizacin que tuvo lugar ames de los 1920): Argentina, Uruguay, Colom-bia y Chile. El punto donde la poltica "oligrquica" se transforma en "democrtica" esindudablemente debatible (observ que estas flagrantes democracias involucraban el sufragiouniversal masculino, pero negaban el voto a la mujer). Huntington, pp. 11-12, opta por unenfoque dicotornism a la cuestin de definicin (la mayora de los estados o son democraciaso na lo son); sin embargo, concede que hay casos ambiguos, y la llegada sbita de la democracia(por ejemplo. en Argentina, donde la le)' Senz Pea de 1912 reform el sufragio y posibilitla eleccin de la administracin Radical en 1916) quizs no es la norma (comprense Chile Colombia, donde la expansin de un electorado masivo, basada en una tradicin de polticaelcctorera fuerte, aunque sea limitada en el siglo XIX, era ms gradual e incremental).Deseo enfatizar lo de "tradicional" en el sentido de que la poblacin indgena haba sidoreducirla y margiualizado.micnuas que la esclavitud haba sido abolida hace ya bastante tiempoy la poblacin de ascendencia negra (en comparacin con Brasil o Cuba) era escasa. Lainmigracin europea gencr nuevas tensiones (de ah el "pogrom" contra los inmigrantes -sies que na es un trmino demasiado fuerte- en 1919 en Buenos Aires. Sin embargo, slo losargentinos naturalizados tenan derecho a voto, por lo que el sufragio masivo poda avanzarsobre la base de una ciudadana (del gnero masculino) bastante homognea. Sobre todo,imperaba el t rabajo libre por IIn salara y por ese motivo la democratizacin no estuvo impedidapor sistemas de servidumbre o peonaje ("coercin extraeconrnica").Seligson. "Democrarization in Latin America", PI'. 7-9; Huruington, The ThirdWallt, pp. 60-61.

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    Se puede decir que Markoff, Wavesof Democracy; p. 44, probablemente est mucho ms cercade la verdad de lo que l piensa cuando dice que "los pases que bordean el Atlntico fueronlos puntos de penetracin de la democracia" (se refiere a la incipiente liberalizacin del sigloXVIII, tal como fuera experimentada en Inglaterra, Francia, Holanda y los Estados Unidos).Shumway, The lnuention of Argentina.Los dos pases que convencionalmente se pensaba que haban logrado las democracias ms"consolidadas" en Sudamrica en la dcada de los sesenta eran Chile j' Uruguay (vase Dix,"Latin Amrica", p. 294).Tengo dudas reales acerca del "populisrno" como categora de anlisis slida, especialmentecuando se le usa para describir una familia especfica de movimientos o regmenes en AmricaLatina, y no simplemente un estilo poltico que se manifiesta a travs de una g'dn franja deespacio y tiempo (vase Knight, "Populism and Neo-Populism". pp. 223-48; en el captulo 6

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  • 'U'l\, 1'~I. r.1

    Alan Knight Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina \; Captulo 3. Las tTCLdicionrs democrticas y revolucionarias en A micn Latina

    3.1 La socialdemocracia: Uruguay y Costa Rica

    farsa y que era posible alcanzar una democracia superior, orgnica oparticipativa. La trada completa de los derechos marshallianos -civiles,polticos y sociales- estaba en oferta por vez primera. Cmo se desbaraten la prctica la tradicin liberal? En forma esquemtica, se podran identi-ficar cinco principales vas que contribuyeron a esto: la social-democracia,el populismo revolucionario, el populismo estatista, la revolucin socialistay la reaccin autoritaria.

    En un comienzo, siguiendo el patrn socialdemcrata europeo, la nuevaagenda social pudo injertarse en la an ligua tradicin liberal: la democracialiberal estara suplementada por beneficios concedidos por el estado y lasecuencia de Marshall tendra lugar. Para que esto ocurriera se necesitabaque hubiera una tradicin liberal funcionando, unida a un estado dispues-to y capaz de manejar la necesaria transferencia de pagos. El ingreso percapita por s solo no era condicin suficiente. Tambin deba haber un mni-mo consenso sociopoltico previo que permitiera establecer dichos pagos. Afines del siglo XIX, los Blancos y los Colorados convergieron en Uruguayalrededor de ciertos principios comunes de gobierno civil liberal, los quecristalizaron en el pacto "confederado" de 1903-1933; la produccin de lanale dio un impulso a la economa sin que se originara una "configuracinreaccionaria" de terratenientes; las lites concordaron en trminos genera-les sobre la distribucin del patrocinio del estado, tanto entre ellas mismas yen beneficio de la masa de electores. 87 Este fenmeno, sin embargo, fueuna especie de golondrina de verano. La democracia uruguaya tropez enlos 1930, y luego de una frgil recuperacin en los 1940, entr en crisisterminal en los 1960. La "consolidacin" de la democracia prob ser rever-sible, a pesar del contrafuerte de seguridad social que se le agreg.

    En Costa Rica, aproximadamente medio siglo despus tuvo lugar unfenmeno similar. Aqu, tambin, la llegada de un modesto estado bene-factor, vinculado a una democracia durable, dependi del resultado de laguerra civil (que, a su vez, estuvo condicionada por la inesperada muerte

    3.2 El populismo revolucionario: Mxico y Bolivia

    D.J.Yashar, DemandingDemocracj. Reformand Reoctionin Costa Rica (l7Id Cuale1llalll, 18705-19505(Stanford, 1997), pp. 170-190.L. Gudmundson, "Lord and Peasant in the MalUng in the Modern Central America, en E.Huber y F. Safford, AgrarinSlmelur

  • Ajan Knj~hL Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y revolucionarias ro A mTicaLatina

    SO.91 Por "populistas" me refiero a movimientos y regmenes que fueronprogresistas, reformistas, nacionalistas y democrticos (a su manera, quevaya aclarar), aunque no completamente liberal-democrticos ni socialis-tas, por lo que evitaron las nacionalizaciones masivas y permanecieron en-cerrados dentro de un sistema capitalista amplio. En cada caso, los movi-mientos revolucionarios derrocaron a regmenes que eran abiertamenteautoritarios, a menudo "personalistas" (e incluso "sultansticos"): y profun-damente racistas (el porfiriato, la rosca boliviana, Ubico, Somoza). En rea-lidad, tales regmenes, que negaban los cuestionamientos legtimamentedemocrticos, slo pudieron haber sido derrotados por formas de moviliza-cin de masas: prolongados levantamientos en Mxico y Nicaragua; unaserie de insurrecciones populares de corta duracin en Bolivia; una seriede protestas y demostraciones ms desarticuladas en Guatemala. Las tradi-ciones liberal-democrticas anteriores eran relativamente dbiles y, porconsecuencia, una de las plataformas clave del programa revolucionario-populista fue la instalacin de un gobierno autnticamente democrtico.En cada caso, adems, esto fue seguido por el sufragio masivo: en Bolivia, elexiguo electorado anterior a 1952 se expandi en forma impresionante; enMxico y Guatemala, una artificial democracia le abri paso (temporal) alas elecciones libres; en Nicaragua, la democracia hizo a la larga posible lasalida del propio gobierno revolucionario-populista (sandinista).

    En conjunto con estos avances procesales/electorales/dahlianos, estasrevoluciones tambin dieron realce a la democracia de manera ms ampliae informa!. En Mxico, por ejemplo, las organizaciones populares -en es-peciallos sindicatos y ligas de campesinos- echaron races y adquirieron ungenuino poder. Los partidos de los notables se convirtieron en partidos demasas, susceptibles a la presin de las masas. Se produjo una expansin dela educacin, el alfabetisrno y la "democracia cultural"; los smbolos popu-listas, nacionalistas e indgenas suplantaron a los smbolos elitistas y filo-europeos del antiguo rgimen. 92 Se derrumbaron las antiguas jerarquasde deferencia; los terratenientes y la Iglesia perdieron influencia y, con grandisgusto, constataron cmo campesinos e indios con pretensiones socialespasaban a ocupar posiciones de poder.93 Junto a este trastoque vino una

    cierta medida de genuina reforma social (la provisin de los derechos so-ciales definidos por Marshall): educacin, trabajo y reforma agraria, legis-lacin sindical, cierto grado limitado de seguridad social. Los grilletes delcapitalismo no se rompieron, pero surgi una sociedad ms abierta, mvile igualitaria. En verdad, si adoptramos una terminologa convencional(marxisante) podramos ver a stas como "revoluciones burguesas" -totaleso parciales- caracterizadas por la divisin de los latifundios, un sufragiomayor y un consecuente empoderamiento de los ciudadanos (de todos loscolores), y la creacin de una poblacin ms integrada, educada, mvil,secular, productiva y nacionalista.P" En otras palabras, podemos ver la cons-truccin de un "Gran Arco" mexicano o boliviano.P''

    Deben enfatizarse tres aspectos clave de esta transformacin. En pri-mer lugar, el "empoderamiento democrtico" asociado a estas revolucio-nes "populistas" cuasiburguesas no involucr la simple implementacin delas normas dahlianas, aun cuando en algunos casos esto ocurri, siendo elms claro el de Bolivia despus de 1952. Pero en Mxico, la apertura demo-crtica formal fue breve; en Bolivia se vio comprometida por el golpe mili-tar de 1964; en Guatemala lleg a brutal trmino con la invasin de 1954,con apoyo de la CIA. En un sentido ms amplio e informal, sin embargo,estas revoluciones efectivamente lograron "ernpoderar" a personas de unstatus subordinado: brevemente en Guatemala, ms duraderamente enBolivia y, a[ortiori, en Mxico donde el acceso a la poltica se expandi y lasviejas jerarquas fueron derribadas.f" La contrarrevolucin guatemaltecahizo que el tiempo retrocediera parcialmente; el golpe boliviano de 1964fue ms ambiguo (los militares, por ejemplo, continuaron con la reformaagraria); Mxico no experiment ninguna contrarrevolucin decisiva; enrealidad, el rgimen de Victoriano Huerta (el Kornilov de Mxico?) termi-n en ignominiosa derrota en 1914. 97 Estos casos confirman que un enfo-que basado slo en la democracia dahliana es demasiado estrecho y formal.

    91"Populismo" se usa en ms o menos este sentido (y abarca varias subcategoras) en Collier yCollier, Shoping tlu Potitical Arena,especialmente, cap. 5.Vaughan, The Stau, Educatio, and Social CIDjs in Mexico, /880-1928 (Nonh llIinois, 1982) yCultural Polics in Revoluton. Teacbets, Peasantsand School.! in Mexico, J930-40 (Tucson, 1997).!~night, Tite Mexican Reuolution, 11, p. 517-527. esboza la fase preinstuucional de estatransformacin social, que no se capta fcilmente en los recuentos nacionales: un ejemplolocal grfico. aunque poco tpico, lo proporciona Henderson (1998). Para un ejemplo boliviano(Coroico), vase McEwen. Changing Rural Sociery: a Study of Communities in Bolivia (NewYork, 1975), p. 143 Ysiguientes.

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    Knight, "Social Revolution", pp. 18&-189. Captulo 4 del presente libro.Knight, 1994, pp. 5&-64.Un buen ejemplo de empoderamiento popular lo da Simpson (1937, cap. 17). que describela exitosa historia del ejido (comunidad de reforma agraria) de Octln. El ejido de San Juanaparece pintado con colores menos brillantes pero, an aqu. Simpson destaca (p. 108) que"hay una marcada diferencia entre el ejidatario en San Juan y el pen jornalero agrcola. Elprimero exhibe una sensacin de orgullo y un espritu de independencia, en marcado contrastecon el servilismo y la fatalista aceptacin de "las cosas son as" de parte del pen. Estos ejidatariosson propietarios de parte de la comunidad y poseen algo acerca de lo cual pueden hacerplanes. En resumen, por muy lento que sea el proceso, estos ejidatarios estn en vas detransformarse en algo nuevo en el Mxico rural: en ciudadanos".Knight, The Mexican Rrootution, 11, pp. 93-94 Ysiguientes.

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  • Ajan Knight Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones denloo'ticas y rroolucion(lrias en Amrica La(ina

    El avance democrtico -la provisin de acceso, representacin y "empcdera-miento"- no necesariamente depende en forma exclusiva de la institucinde elecciones regulares, libres y limpias.

    Sin embargo (y ste es el segundo aspecto al que me quiero referir), elavance democrtico que depende en gran medida de un contingente equi-librio de poder -que, por ejemplo, "ernpodera" a los campesinos o trabaja-dores en virtud de su movilizacin poltica y militar- corre el riesgo derevertirse. Esto fue lo que sucedi en Guatemala y en Bolivia, donde losmilitares cogieron el poder en 1954 y 1964, respectivamente.P'' O en Mxi-co, donde la balanza se inclin en contra de los intereses populares enforma ms gradual, poco a poco, e insidiosamente despus de 1938. Enninguno de estos casos se pudieron destruir totalmente los logros de larevolucin (aunque en Guatemala, la contrarrevolucin anduvo cerca). Sinembargo, cuando la balanza se inclin, la ausencia de procedimientos cla-ros, durables y democrticos prob ser una falla mayor: el dficit democr-tico facilit el acceso al gobierno de los militares de Bolivia y la consolida-cin de un rgimen corrupto, semiautoritario y cada vez ms conservadoren Mxico. De esta manera, aun cuando las revoluciones populistas pudie-ron informalmente reforzar a la democracia y el "ernpoderamiento", sufalla en la implementacin de reglas, estructuras y prcticas democrticashicieron que la contrarrevolucin -de una vez o por partes- fuera eminen-temente factible. 99

    El tercer aspecto es que estas revoluciones derribaron regmenes es-trictos y autoritarios, pero en sociedades relativamente pobres ytnicamente

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    Lo que subraya algo que los costarricenses hicieron bien: luego de la guerra civil de 1948abolieron el ejrcito regular yconvirtieron el principal cuartel militar de San Jos en su museonacional. (Sin embargo, mantuvieron la Guardia Civil y proscribieron el Partido Comunista).La extraccin de colmillos a los militares parece un mtodo bastante simple y directo deasegurar el gobierno civil y (quizs) democrtico. Esto, por supuesto implica la ausencia relativade "amenazas" tanto internas como externas. Despus de la revolucin de 1952, el gobiernoboliviano estuvo a punto de abolir el ejrcito, pero al aumentar la inestabilidad y la militanciade la clase trabajadora, ste fue reconstituido, lo que hizo posible el golpe militar de 1961.Nuevamente, Costa Rica es el caso a contrastar, En Chile, la existencia de "reglas y estructurasdemocrticas" no bast para impedir el golpe de 1973. Mxico experiment una especie deTermidor atenuado despus de 1938 cuando las reformas y movimientos populares sedebilitaron y vino la consolidacin de un rgimen "institucional-revolucionario" msconservador y amigable hacia la empresa privada. No promovi la democracia liberal (por lomenos no hasta muy recientemente). Sin embargo, mantuvo a los militares controlados (porlo tanto, no hubo un golpe como en Bolivia) y retuvo algo de su antiguo carcter popular!populista, evidenciado en episodios espordicos de reforma agraria y nacionalismo econmico.Incluso a fines de los 1990, la renuencia del rgimen a lanzar tanques y helicpteros armadoscontra el EZLN probablemente tuvo algo que ver con residuos de su autoirnagen popular!populista.

    divididas. Esto plante serios problemas a los regmenes revolucionarios:no era cuestin de redistribuir la riqueza existente, sino de impulsar eldesarrollo y construir un estado y una nacin -"forjando patria", en laspalabras del mexicano Manuel Gamio. loo Donde Marx optimistamen tehaba contemplado que los revolucionarios se apoderaran de avanzadosestados y socializaran avanzados medios de produccin, los revoluciona-rios en Mxico, Bolivia y Nicaragua (un tanto menos en Cuba) tomaron elcontrol de estados frgiles y economas atrasadas. El rgimen revoluciona-rio mexicano, a pesar de todas sus fallas y faltas, logr un progreso sustan-cial: hubo un crecimiento sostenido y la integracin nacional avanz. ElMNR de Bolivia ciertamente contribuy a "forjar patria", pero se encontratrapado en el clsico dilema de los gobiernos reformistas en pases po-bres y aun en aquellos no tan pobres: la rpida redistribucin hizo de com-bustible para la inflacin y la deuda externa)' la ortodoxia de las finanzastraicion la revolucin y produjo fracturas en la coalicin revolucionaria,De ah que se produjera el golpe de 1964. J01 La comparacin con CostaRica es apropiada: la revolucin de 1948 no slo "ernpoder": tambinelimin la amenaza de los militares y estableci reglas democrticas dura-deras: la democracia se transform en "the only game in town" ("la nicaposibilidad") .102 Por lo dems, como lo he mencionado anteriormente,aun cuando difcilmente se podra considerar que Costa Rica es efectiva-mente rica, gozaba de un nivel de ingreso e igualdad que haca que elproveer beneficios sociales fuera factible, tanto poltica como fiscalmente.Costa Rica, por lo tanto, pudo acometer la difcil tarea de combinar laconsolidacin democrtica formal ygenuinos beneficios sociales. En Mxicoy Bolivia, el empoderamiento revolucionario no se tradujo en una consoli-dacin democrtica formal y la autntica provisin de seguridad social es-tuvo restringida por la relativa pobreza del pas, especialmen te en el casode Bolivia.

    3.3 El estatismo popular: Argentina

    Muchos de los cambios introducidos por la revolucin en Mxico y Bolivia-un mayor acceso poltico, reforma laboral, seguridad social, integracin na-cional, la erosin de la.deferencia- tuvieron su contrapartida en los pasesms grandes de Sudamrica, especialmente Brasil y Argentina, donde estu-

    100 M. Camio, Forjando patrio (Mxico 1916).101 C. Mitchell, The LtgaC)' o/ PopuliJm in Bolivia: From Ihe MNR lo Mililary Rule (Ncw York, 1977).107 Przeworski, "Carnes ofTransition", p. 28.

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  • Alan Knigh t Revolucin, Democracia y Populismo en Amrica Latina Captulo 3. Las tradiciones democrticas y revolucionarias en Ammw Latina

    vieron asociados con el varguismo y el peronismo. 103 El peronismo en pani-cular le trajo a la clase trabajadora argentina tanto beneficios materiales comoun sentido de empoderamiento e inclusin polticos. 104 A decir verdad, losbeneficios materiales fueron substanciales dado el relativamente alto niveldel ingreso en Argentina (en comparacin con Mxico, Bolivia e, incluso,Costa Rica) y los activos pblicos que se haban acumulado durante la Segun-da Guerra Mundial. I05 De esta forma, aun cuando sera una exageracindecir que el peronismo fue "revolucionario" -la subida al poder de Pern noimplic un proceso "revolucionario" violento y su rgimen, a pesar de todas~!IS reformas populistas, no consigui una transformacin estructural de im-portancia en la sociedad argentina-; sin embargo, comparti algunas de lascaractersticas de la revolucin mexicana o la boliviana. De esta manera, cin-cuenta aos antes de Tony Blair, el per