Jose Manuel Sanchez Ron - Recordando a Albert Einstein

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108 Ars Medica. Revista de Humanidades 2005; 4:108-126 Artículo especial Recordando a Albert Einstein un siglo después Remembering Albert Einstein One Century Later n José Manuel Sánchez Ron n Se cumple este año el siglo del annus mirabilis, 1905, en el que Albert Einstein (1879-1955), entonces un desconocido empleado de la Oficina de Patentes de Berna, publicó una serie de artículos que revolucionaron la física, y, a la postre, el mundo también. Para celebrarlo se ha designado al 2005 como Año Internacional de la Física. Asimismo, el 18 de abril de 1955 fallecía el gran genio de la física del siglo XX, lo que significa que también conmemoramos, en este 2005 nuestro, el medio siglo de su desaparición. Motivos hay, por tanto, de sobra para recordar la vida y obra de aquel hombre extraordinario. Solamente un ser humano Albert Einstein nació en Ulm (Alemania) el 14 de marzo de 1879, de padres judíos. Aunque, como buen científico, una de las características más fuertes de su personalidad fue la de inten- tar ir mas allá de lo particular, de la situación específica, buscando la intemporalidad de las leyes g e n e rales y la trascendencia de las teorías científicas, su ascendencia judía terminó ejerciendo una influencia indudable en su biografía. Ello fue así debido a las circunstancias históricas en las que se desarrolló su vida, no como consecuencia del ambiente familiar: a pesar de que su cer- tificado de nacimiento identificaba a sus padres, Hermann y Pauline, como “pertenecientes a la fe israelita”, ninguno era religioso, ni seguían las costumbres judías. Como en tantos otros casos de la Alemania del siglo XIX y primeras décadas del XX, los Einstein eran, se consideraban o pre- tendían ser, “judíos asimilados”, esforzándose por no distinguirse de cualquier otro alemán. Ahora bien, el que sus padres intentasen ser “buenos alemanes”, no quiere decir que parti- cipasen de ese cáncer que plaga la historia de la humanidad llamado nacionalismo. Por lo que se sabe de ellos, sus deseos no iban más allá de una asimilación que les permitiese vivir, ejer- cer libremente, sin obstáculos, una profesión. De hecho, cuando las condiciones lo requirieron, El autor es miembro de la Real Academia Española y Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid (España).

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Vida de Einstein

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  • 108 Ars Medica. Revista de Humanidades 2005; 4:108-126

    Artculo especial

    Recordando a Albert Einstein un siglo despus

    Remembering Albert Einstein One Century Later

    n Jos Manuel Snchez Ron

    n Se cumple este ao el siglo del annus mirabilis, 1905, en el que AlbertEinstein (1879-1955), entonces un desconocido empleado de la Oficina de Patentes de Berna,public una serie de artculos que revolucionaron la fsica, y, a la postre, el mundo tambin.Para celebrarlo se ha designado al 2005 como Ao Internacional de la Fsica. Asimismo, el 18de abril de 1955 falleca el gran genio de la fsica del siglo XX, lo que significa que tambinconmemoramos, en este 2005 nuestro, el medio siglo de su desaparicin. Motivos hay, portanto, de sobra para recordar la vida y obra de aquel hombre extraordinario.

    Solamente un ser humano

    Albert Einstein naci en Ulm (Alemania) el 14 de marzo de 1879, de padres judos. Aunque,como buen cientfico, una de las caractersticas ms fuertes de su personalidad fue la de inten-tar ir mas all de lo particular, de la situacin especfica, buscando la intemporalidad de las leyesg e n e rales y la trascendencia de las teoras cientficas, su ascendencia juda termin ejerc i e n d ouna influencia indudable en su biografa. Ello fue as debido a las circunstancias histricas en lasque se desarroll su vida, no como consecuencia del ambiente familiar: a pesar de que su cer-tificado de nacimiento identificaba a sus padre s, Hermann y Pauline, como pertenecientes a lafe israelita, ninguno era religioso, ni seguan las costumbres judas. Como en tantos otros casosde la Alemania del siglo X I X y primeras dcadas del X X, los Einstein eran, se consideraban o pre-tendan ser, judos asimilados, esforzndose por no distinguirse de cualquier otro alemn.

    Ahora bien, el que sus padres intentasen ser buenos alemanes, no quiere decir que parti-cipasen de ese cncer que plaga la historia de la humanidad llamado nacionalismo. Por lo quese sabe de ellos, sus deseos no iban ms all de una asimilacin que les permitiese vivir, ejer-cer libremente, sin obstculos, una profesin. De hecho, cuando las condiciones lo requirieron,

    El autor es miembro de la Real Academia Espaola y Catedrtico de la Universidad Autnoma de Madrid (Espaa).

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    esto es, cuando, tras un perodo inicial floreciente, la empresa electrotcnica que Hermannregentaba con su hermano Jakob comenz a declinar, la familia de Albert no tuvo ningn pro-blema en trasladar hacia 1894 el negocio a Pava, asocindose con italianos para fundaruna nueva empresa: la Societ Einstein, Garrone e Cia.

    Es muy probable, por tanto, que para los padres de Einstein los sentimientos nacionalistasno significasen demasiado. Menos, mucho menos, significaron para su hijo, que mostr a lolargo de toda su vida lo poco que estimaba los nacionalismos, acaso no solo porque su pro-pio intelecto y sentimientos humanitarios le mostraban con claridad lo irracionales que sonlos discursos, las ideologas, en los que el rechazo a los otros constituye un elemento fun-damental para definir la propia identidad, sino tambin como consecuencia de su propiaexperiencia. Un ejemplo que muestra cules fueron sus ideas en este punto lo encontramosen lo que manifest el 3 de abril de 1935 en una carta que escribi a un tal Gerald Donahue.En ltima instancia, seal Einstein, toda persona es un ser humano, independientementede si es un americano o un alemn, un judo o un gentil. Si fuese posible obrar segn estepunto de vista, que es el nico digno, yo sera un hombre feliz.

    Si rechazaba el nacionalismo en general, simplemente como concepto, ms lo haca en elcaso alemn. As, incapaz de soportar la filosofa educativa germana, en diciembre de 1894siendo prcticamente un nio abandon Munich, donde estudiaba, siguiendo a su fami-lia a Pava. El 28 de enero de 1896 renunciaba a la nacionalidad alemana, permaneciendo ap-trida hasta que en 1901 logr la ciudadana suiza, la nica que valor a lo largo de su vida. Eneste sentido, el 7 de junio de 1918 escriba a Adolf Kneser, catedrtico de Matemticas en laU n i v e rsidad de Breslau (actualmente Wro c l a w, en Polonia): Por herencia soy un judo, por ciu-dadana un suizo, y por mentalidad un ser humano, y s l o un ser humano, sin apego especialalguno por ningn estado o entidad nacional. No debe pasar desapercibido el que cuandoEinstein escriba estas frases era, desde 1914, catedrtico de la Universidad de Berln y miem-b ro de la Academia Prusiana de Ciencias, es decir, un alto funcionario de Prusia, lo que llevabaasociado la nacionalidad alemana, una circunstancia que l preferira pasar por alto, mante-niendo y refirindose siempre a su ciudadana suiza (durante sus aos en Berln viaj habitual-mente con pasaporte suizo e, incluso, lo renov despus de haber adquirido, en 1940, la nacio-nalidad estadounidense, un acto tambin de dudosa legalidad desde el punto de vista de lalegislacin norteamericana). Muestra tambin de la peculiar manera en que miraba las ads-cripciones nacionales es lo que escribi sobre l mismo al T i m e s londinense el 28 de noviem-b re de 1919, poco ms de un ao despus de que hubiese finalizado la Primera Guerra Mundial:hoy soy descrito en Alemania como un sabio alemn, y en Inglaterra como un judo suizo. Sialguna vez mi destino fuese el ser re p resentado como una bte noir, me convertira, por el con-t rario, en un judo suizo para los alemanes y en un sabio alemn para los ingleses.

    La persecucin que sufran los judos una persecucin que no comenz con Hitler (con llleg a extremos absolutamente insoportables) fue lo que le acerc a ellos, la que le hizosentirse miembro de ese pueblo bblicamente legendario. Cuando viva en Suiza, no me daba

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    cuenta de mi judasmo, respondi en una entrevista publicada en el Sunday Express el 24 demayo de 1931. No haba nada all, continuaba, que suscitase en m sentimientos judos.Todo eso cambi cuando me traslad a Berln. All me di cuenta de las dificultades con que seenfrentaban muchos jvenes judos. Vi como, en entornos antisemitas, el estudio sistemtico,y con l el camino a una existencia segura, se les haca imposible. En el mismo sentido, conmayor brevedad y claridad an, si es que cabe, dos aos antes haba escrito: Hace quinceaos, al llegar a Alemania, descubr por primera vez que yo era judo y debo ese descubri-miento ms a los gentiles que a los judos.

    Su solidaridad con el pueblo judo y la fama mundial de que lleg a gozar explican que, enn o v i e m b re de 1952, tras la muerte del qumico Chaim Weizmann, el primer presidente delEstado de Israel, a quien haba ayudado en diversas ocasiones, Einstein recibiese la oferta desucederle en el cargo. Como es bien sabido, rechaz la oferta. Merece la pena citar la carta enla que transmiti su decisin al gobierno de Israel: Estoy profundamente conmovido por laoferta de nuestro Estado de Israel, y al mismo tiempo apesadumbrado y avergonzado de nopoder aceptarla. Toda mi vida he tratado con asuntos objetivos, por consiguiente carezco tantode aptitud natural como de experiencia para tratar propiamente con personas y para desem-pear funciones oficiales. Slo por estas razones me sentira incapacitado para cumplir losd e b e res de ese alto puesto, incluso si una edad avanzada no estuviese debilitando considera-blemente mis fuerzas. Me siento todava ms apesadumbrado en estas circunstancias porq u edesde que fui completamente consciente de nuestra precaria situacin entre las naciones delmundo, mi relacin con el pueblo judo se ha convertido en mi lazo humano ms fuerte.

    Aunque sinti una profunda aversin por mucho de lo alemn, ello no significa que noamase, y muy profundamente, dominios bsicos de la cultura germana o, mejor, centroeuro-pea de habla alemana; que no amase, en primer lugar, a su idioma, que siempre manej conamor y sencillez, pero tambin con elegancia, un idioma que le permita giros y combinacio-nes que encajaban magnficamente con su personalidad, plena de humor e irona. Ni que novalorase especialmente a la filosofa de habla alemana: en sus labios aparecan con frecuen-cia los nombres de Schopenhauer o Kant. Y que decir de la fsica y los fsicos! Desde jovenhaba bebido de las fuentes de los Kirchhoff, Helmholtz, Hertz, Mach o Boltzmann; estimabaespecialmente a Max Planck, no tanto por sus aportaciones cientficas (recordemos que fuequien puso en marcha, en 1900, el proceso que condujo a la fsica cuntica), que desde luegovaloraba, sino por la persona que era, aunque mantuvieran en ocasiones posturas encontra-das. Y junto a Planck, Max von Laue, ario, y el qumico-fsico Fritz Haber, judo. En los peorestiempos, en agosto de 1933, desde Princeton, escriba a Haber, tras haber sabido que ste tam-bin se haba convertido finalmente en un exiliado: Espero que no regresar a Alemania. Nomerece la pena trabajar para un grupo intelectual formado por hombres que se apoyan en susestmagos delante de criminales comunes y que incluso simpatizan en algn grado con estoscriminales. No me decepcionan, porque nunca tuve ningn respeto o simpata por ellos, apar-te de unas finas personalidades (Planck, 60% noble, y Laue, 100%).

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    userNota adhesivainteres por los aportes de Max Planck

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    La aversin de Einstein por Alemania culminara tras la Segunda Guerra Mundial. De hecho,al contrario que muchos de sus colegas, nunca acept volver a pisar suelo germano, que habaabandonado en 1932, en principio para pasar un tiempo, como ya haba hecho en otras oca-s i o n e s, en el California Institute of Te c h n o l o g y. Tras la llegada al poder de Hitler el 30 de enerode 1933, decidi romper sus relaciones con la nacin que le haba visto nacer. El manifiesto quehizo pblico en marzo de 1933 contiene la esencia de la filosofa que defendi a lo largo de suvida en cuestiones sociales: Mientras se me permita elegir, slo vivir en un pas en el que hayalibertades polticas, tolerancia e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La libertad pol-tica implica la libertad de expresar las propias opiniones polticas verbalmente y por escrito; lat o l e rancia implica el respeto por todas y cada una de las creencias individuales. Estas condi-ciones no existen en Alemania hoy. Quienes ms han hecho por la causa de la compre n s i ninternacional, entre quienes se encuentran muchos artistas, sufren, en ella, pers e c u c i n .

    Einstein, liberal, pacifista y judo, fue una autntica bestia negra para los nazis. Su persona-lidad poltica constitua un obstculo insalvable para el rgimen de Hitler. Y no slo fue repu-diada su persona; tambin lo fue su ciencia, ya que surgi un movimiento en favor de unaciencia aria, uno de cuyos presupuestos era que la relatividad einsteniana representaba unaaberracin.

    Aunque no le faltaron ofertas en Europa entre ellas una de Madrid, apoyada por elGobierno de la Segunda Repblica, que Einstein, por cierto, acept, aunque nunca se incor-porase a ella, finalmente (octubre de 1933) entr a formar parte del selecto claustro de laEscuela de Matemticas del entonces recientemente creado Institute for Advanced Study dePrinceton. Nunca abandonara el suelo norteamericano.

    Aos de formacin, de esperanzas y de frustraciones

    Como ya he indicado, en 1894 el joven Albert abandon por iniciativa propia el GymnasiumLuipold de Mnich, donde estudiaba, para seguir a su familia a Italia. Esto no significaba, sinembargo, que no desease seguir estudios universitarios. De hecho, en el otoo de 1895 se tras-lad a Zrich con el propsito de entrar directamente en la Escuela Politcnica Federal deaquella ciudad, que por entonces haba alcanzado reputacin como centro de vanguardia enla enseanza superior de la fsica y la matemtica en el mundo de habla alemana. Al no cum-plir ninguno de los requisitos para acceder a esta prestigiosa Escuela, tuvo que someterse alexamen de admisin especial para los solicitantes sin ttulo. Fracas en el intento, aparente-mente por no realizar satisfactoriamente la parte general del examen, pero sigui el consejodel director de la Escuela y se matricul en la Escuela Cantonal de Aargau, en Aarau, para fina-lizar su educacin secundaria. Durante aquel ao inicial en Aarau se forj el apego del futu-ro gran fsico por la nacin helvtica, cuyo espritu de tolerancia y costumbres se acomoda-ban perfectamente a su personalidad. Aptrida desde el 28 de Enero de 1896, fecha en la que

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    userNota adhesivaacepto trabajoen la escuela de matematicas de princenton

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    userNota adhesivaprimer intento el en Politecnico

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    se acept su renuncia a la ciudadana de Wrttemberg, Einstein comenz el intrincado pro-ceso de solicitar la nacionalidad suiza a finales de 1899, culminndolo poco ms de un aodespus, el 7 de febrero de 1901.

    En octubre de 1896 obtuvo el ttulo necesario, e inmediatamente entr en la M a t h e m a t i s c h eS e k t i o n de la Escuela Politcnica de Zrich. Cuando lleg, 23 de los 841 estudiantes de laEscuela seguan estudios en esa seccin, 11 de los cuales en el curso inicial. Entre esos 11 sola-mente haba una mujer, una serbia llamada Mileva Maric, que aos ms tarde, el 6 de enero de1903, se convertira en su esposa. Con ella tuvo con ella tres hijos, uno de los cuales, una nia,de la que no se sabe su destino, antes de que se casasen. No fue, sin embargo, un matrimonioque durase demasiado: se separa ron en 1914, y divorc i a ron el 14 de febre ro de 1919. En ela c u e rdo al que llegaron se estipulaba que Mileva habra de re c i b i r, a su debido tiempo, el dine-ro (30.000 coronas suecas) del Premio Nobel, que nadie dudaba que recibira. El 2 de junio delmismo ao en que tuvo lugar el divorcio, Einstein se cas con su prima Elsa Lwenthal (1874-1936), divorciada con dos hijas. Pe ro ni siquiera con Elsa fue feliz Einstein; al menos eso es loque se desprende de la carta que escribi el 21 de marzo de 1955 al hijo y a la hermana de suntimo amigo Michele A. Besso, poco despus de la muerte de ste, y no mucho antes de lasuya: Pe ro lo que yo admiraba ms de Michele, en tanto que hombre, es el hecho de haber sidocapaz de vivir tantos aos con una mujer, no solamente en paz, sino tambin en una armonaconstante, empresa en la que yo he fracasado lamentablemente dos veces.

    Retomando la cuestin de sus estudios, tenemos que en su autobiografa (Notas autobiogr-f i c a s , 1949), Einstein se refiri a sus maestros en la Escuela de la siguiente manera: All tuveexcelentes pro f e s o res (por ejemplo, Hurwitz, Minkowski), de manera que realmente podra haberadquirido una profunda formacin matemtica. Yo, sin embargo, me pasaba la mayor parte deltiempo trabajando en el laboratorio de Fsica, fascinado por el contacto directo con la experien-c i a . Heinrich Weber fue el principal responsable de este hecho: sigui ocho de sus cursos de fsi-ca experimental (principalmente electrotecnia). De hecho, su intencin era continuar utilizandoel laboratorio de Weber tras gra d u a rse, para investigar en la termoelectricidad, con la espera n-za de poder utilizar los resultados para una tesis doctoral dirigida por el propio We b e r.

    Tales esperanzas no llegaron, sin embargo, a concretarse. Ni las de iniciar una carrera aca-dmica inmediatamente despus de finalizar sus estudios. Fue el nico de los cuatro estu-diantes que pasaron los exmenes finales de su Seccin en julio de 1900 que no consigui unpuesto de ayudante, el primer escaln en la carrera universitaria, y ello a pesar de que la notamedia que obtuvo fue razonable: 4,91 de un mximo de 6. Esto fue una sorpresa para el pro-pio Einstein. Tena, por ejemplo, esperanzas de llegar a ocupar un puesto con el matemticoAdolf Hurwitz. Pero no tuvo xito. Ni tampoco con Eduard Riecke, director de la Divisin deFsica Experimental del Instituto de Fsica de la Universidad de Gotinga, a quien escribi enmarzo de 1901. Por entonces estaba convencido que tena en su contra a Weber, a quien noperdon jams: cuando ste falleci, en 1912, escribi a un amigo (Heinrich Zangger): Lamuerte de Weber es buena para la Escuela Politcnica.

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    userNota adhesivaingreso al Politecnico de Zurich

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    Tambin se dirigi y con anlogo resultado a Wilhelm Ostwald, el clebre qumico-fsico de la Universidad de Leipzig, algunos de cuyos trabajos Einstein estudi en aquellapoca. Infatigable, no cesaba en sus esfuerzos por encontrar otras posibilidades para obte-ner un puesto de ayudante. A Mileva Maric comentaba (4 de abril de 1901): Pronto habrh o n rado con mi oferta a todos los fsicos desde el Mar del Norte hasta la punta meridio-nal de Italia!.

    En esta situacin, algunos de sus amigos intentaron ayudarle. Fue, finamente, su amigo ycompaero de estudios Marcel Grossmann, con quien en 1912, siendo ambos profesores en elPolitcnico de Zrich, aprendi y desarroll el aparato matemtico (la geometra riemannia-na) necesario para la relatividad general, quien logr, con la ayuda de su padre, un puestoestable para Albert en la Oficina de Proteccin de la Propiedad Intelectual de Berna, a la quese incorpor en junio de 1902, como Tcnico Experto de tercera clase. Hasta el 15 de octu-bre de 1909, en que fue nombrado profesor asociado de la Universidad de Zrich, aquel serasu lugar de trabajo. Fue, por consiguiente, mientras era un empleado de la Oficina de Patentessuiza cuando escribi sus tres grandes artculos de 1905, su annus mirabilis.

    Contribuciones cientficas

    Aquel ao, en efecto, Einstein public en la revista Annalen der Physik tres trabajos que ter-minaran conmoviendo los pilares de la fsica. El primero se titulaba, Sobre un punto de vistaheurstico relativo a la produccin y transformacin de la luz, y en l Einstein extendi a laradiacin electromagntica la discontinuidad cuntica que Planck haba introducido en la fsi-ca cinco aos antes; por una de las aplicaciones de los principios que sent en este artculo,y que aparece al final del mismo, el efecto fotoelctrico, en 1922 la Academia Sueca deCiencias le concedi el premio Nobel de Fsica correspondiente a 1921. El segundo de los art-culos de 1905, llevaba por ttulo Sobre el movimiento requerido por la teora cintico-mole-cular del calor para partculas pequeas suspendidas en fluidos estacionarios, y contena unanlisis terico del movimiento browniano que permiti a su autor demostrar la existencia detomos de tamao finito, un logro en absoluto menor en un momento en el que muchosnegaban tal atomicidad. Finalmente, en el tercero, Sobre la electrodinmica de los cuerpos enmovimiento, cre la teora de la relatividad especial, sistema terico-conceptual que elimi-naba las discrepancias que haban surgido entre la mecnica newtoniana y la electrodinmi-ca maxwelliana, que estaban causando una crisis en una parte importante de la fsica teri-ca. La relatividad especial, que substituy a la mecnica que Isaac Newton haba establecidoen 1687, condujo a resultados que socavaban drsticamente conceptos hasta entonces fir-memente afincados en la fsica, como los de tiempo y espacio, conduciendo, en manos de suantiguo maestro en Zrich, el matemtico Hermann Minkowski, a la creacin del concepto,matemtico y fsico, de espacio-tiempo cuatrimensional.

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    Esta unin espacio-temporal no es sino reflejo de uno de los resultados ms celebrados dela relatividad especial: la simultaneidad de acontecimientos o la medida de longitudes depen-de del sistema de referencia (inercial) en que se encuentran aqullos que realizan las obser-vaciones; consecuencia a su vez de un postulado bsico de la teora, el de que la velocidad dela luz es independiente del estado de movimiento de la fuente que la emite, postulado total-mente contraintuitivo, y que, a pesar de las evidencias indirectas en su favor que se habanido acumulando a lo largo de las ltimas dcadas, slo Einstein y no otros en principio enmejor situacin (notablemente el gran fsico holands Hendrik Antoon Lorentz) imagin.Esta relatividad en las medidas, junto al propio nombre de la teora, de la relatividad, es res-ponsable de una deformacin conceptual especialmente importante y lamentable: la afirma-cin de que la construccin einsteniana de 1905 es una teora de relativos, y que su propioxito en la descripcin de la naturaleza induce a pensar que el principio todo es relativo debeser introducido en otros mbitos, entre ellos los filosficos y sociolgicos. Sin embargo, y muyal contrario de este planteamiento, la relatividad especial es una teora de absolutos, quepretende suministrar los elementos necesarios para que sea posible describir las leyes (que eslo verdaderamente esencial, no conceptos cinemticos como longitudes o tiempos) de la fsi-ca, de forma tal que sean comunes a observadores situados en sistemas de referencias iner-ciales diferentes, un hecho ste que sostuvo con frecuencia el propio Einstein.

    Naturalmente, es inevitable mencionar tambin lo que no es sino un mero corolario de lateora, condensado en una sencilla expresin matemtica, E=mc2 (en donde E representa laenerga, m la masa, y c la velocidad de la luz), que permiti comprender inmediatamente larazn aunque no la causa ltima (cuntica) que subyaca en el fenmeno de la aparenteinfinita energa producida en los procesos radiactivos, descubiertos a finales del siglo XIX. Lasexplosiones nucleares que pusieron trmino a la Segunda Guerra Mundial dieron buena prue-ba de que masa y energa son, efectivamente, equivalentes.

    Una vez explotadas las principales consecuencias de la relatividad especial, hasta aproxi-madamente 1911, Einstein centr sus investigaciones principalmente en el campo de la fsicacuntica, esto es, en el mundo de las radiaciones y de los fenmenos microscpicos. De aque-lla poca son sus trabajos sobre la aplicacin de los principios cunticos al estudio de los sli-dos, lo que le permiti explicar, por ejemplo, desviaciones que se observaban en la ley deDulong y Petit, o sobre la coexistencia de propiedades ondulatorias y corpusculares en variosfenmenos, que allanaron el camino a las ms definidas ideas de Louis de Broglie sobre ladualidad onda-corpsculo (1923-1924).

    No obstante, a partir de 1911 Einstein dedic sus energas casi de manera exclusiva a la bs-queda de una teora de la interaccin gravitacional que fuese compatible con los requisitosde la relatividad especial, ya que la teora de la gravitacin universal de Newton no satisfacelos requisitos de la relatividad especial. En realidad, ya antes de 1911 haba identificado lapieza maestra que le servira para orientarse en esa bsqueda: el principio de equivalencia,la idea de que a distancias pequeas un sistema de referencia acelerado es equivalente a un

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    campo gravitacional. La manera cmo Einstein lleg a este principio, que desvela la profundasignificacin de un hecho aceptado hasta entonces (por Galileo y Newton) sin mayores pro-blemas la proporcionalidad (igualdad en un sistema de unidades adecuado) entre masa iner-cial y masa gravitacional, muestra de manera esplndida la gran caracterstica del estilocientfico einsteiniano: su increble capacidad para encontrar lo realmente esencial de la natu-raleza, aquello que proporciona las claves ms simples, pero a la vez ms profundas, de laestructura del mundo. En este caso, como en otros (por ejemplo, al introducir en la relativi-dad especial el postulado de la constancia de la velocidad de la luz), Einstein nicamente recu-rri a experimentos mentales (con observadores situados en ascensores, en presencia y enausencia de campos gravitacionales) que cualquiera puede entender.

    El principio de equivalencia llev a Einstein a la conclusin de que la nueva teora gravita-cional que buscaba deba basarse en un espacio-tiempo curvo dinmico. El problema es que,aunque reconoca la necesidad de recurrir a una geometra curva no esttica, no posea losconocimientos necesarios. Es cierto que el programa de estudios que haba seguido en Zrichinclua un curso sobre geometra dictado por el matemtico Carl Friedrich Geiser, en el que setrat de los trabajos de Gauss sobre superficies curvas descritas de forma intrnseca (sin con-siderar que podan estar sumergidas en un espacio de dimensin superior), pero no parece quelo aprovechase demasiado; no, desde luego, como para poder ser matemticamente autosu-ficiente en 1913. En cuanto a los trabajos de Riemann o el artculo que los matemticos ita-lianos Gregorio Ricci-Curbastro y Tullio Levi-Civita publicaron en 1901, que contiene la mayorparte de los elementos de la geometra riemanniana necesarios para la relatividad general,simplemente los desconoca.

    La ayuda le lleg de Marcel Grossmann. Cuando en febre ro de 1912 Einstein fue nombra d ocatedrtico en su antigua alma mater, el Instituto Politcnico de Zrich, se encontr all conG rossmann, que ocupaba una ctedra de matemticas. Fue una coincidencia afortunada, ya queG rossmann se haba especializado precisamente en geometra diferencial. Juntos escribieron unartculo que re p resenta un momento decisivo en la carre ra de Einstein, as como en la historiade la fsica. En la carre ra de Einstein, porque el estilo einsteniano cambiara de una maneraradical a partir de entonces. En la historia de la fsica, porque nadie hasta entonces haba hecholo que sus autores llevaron a cabo en aquel trabajo: reducir, geometrizar, la gravitacin; uti-lizar un marco geomtrico curvo que dependa de su contenido energ t i c o - m a t e r i a l .

    Las ecuaciones del campo gravitacional que se proponan en este Esbozo no eran correctasy Einstein terminara por abandonarlas. Comenz entonces un largo, complejo y con frecuen-cia oscuro conceptualmente, perodo que slo finalizara en noviembre de 1915 durante elcual pugn por determinar los principios bsicos de la teora relativista de la gravitacin. Nopuedo, naturalmente, detenerme en los detalles de esa bsqueda; para mis propsitos aqu lorealmente importante es sealar que aunque los argumentos fsicos no desaparecieron de losrazonamientos de Einstein, cada vez iban cobrando ms fuerza los puramente matemticos,con el clculo tensorial ocupando una posicin central. La fascinacin que Einstein iba sin-

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    tiendo por el poder de las matemticas se hace patente en el pasaje inicial del artculo queley en la sesin plenaria de la Academia Prusiana de Ciencias el 4 de noviembre de 1915, enel que se qued a un paso de formular la versin final de la teora de la relatividad general:Nadie que la haya entendido realmente [la teora presentada aqu] puede escaparse de subelleza, porque significa el verdadero triunfo del clculo diferencial absoluto tal y como fuefundado por Gauss, Riemann, Christoffel, Ricci y Levi-Civita.

    Veintin das despus, el 25 de noviembre de 1915, Einstein presentaba a la AcademiaPrusiana la formulacin definitiva de la teora general de la relatividad; esto es, la formula-cin que inclua las ecuaciones correctas del campo gravitacional. Nadie, antes o despus deEinstein, produjo en la fsica una teora tan innovadora, tan radicalmente nueva y tan dife-rente de las existentes anteriormente. Una posicin que todava ocupa, resistiendo a todas laspruebas experimentales, aunque con el grave problema de no haber aceptado ningn proce-dimiento para hacerla compatible con los requisitos cunticos, imprescindibles para cualquierteora fsica, lo que hace pensar que probablemente, no obstante toda su belleza y originali-dad, ser sustituida en el futuro por otra formulacin muy diferente.

    De hecho, la relatividad general hizo que Einstein modificase radicalmente sus ideas filos-ficas acerca de cmo se construyen las teoras cientficas. En su juventud fue un fiel seguidordel fsico y filsofo austriaco Ernst Mach, quien recalcaba que las teoras cientficas debanestar basadas en conceptos observables directamente, en las sensaciones que recibe nuestrointelecto. La teora de la relatividad especial se ajustaba bastante bien a esta receta, pero no asla relatividad general. Einstein lleg a la conclusin de que es necesario i n v e n t a r una palabramaldita para Mach conceptos, que introducimos en nuestras teoras; conceptos que cada vezestn ms alejados de los datos de la experiencia. En un artculo (Fsica y realidad) que publi-c en 1936 en el Journal of the Franklin Institute, e x p res las ideas a las que haba llegado:

    La ciencia utiliza la totalidad de los conceptos primarios, o sea, conceptos conectadosen forma directa con las experiencias sensoriales, y las proposiciones que los relacio-nan. En su primera etapa de desarrollo, la ciencia no contiene nada ms. Nuestro pen-samiento diario se contenta, en trminos generales, con este nivel. No obstante, unasituacin as no puede resultar satisfactoria para quien posea una verdadera mentali-dad cientfica, porque la totalidad de los conceptos y las relaciones obtenidas de estamanera carece por completo de unidad lgica. Con la finalidad de cubrir esta defi-ciencia, se inventa un sistema ms pobre en conceptos y relaciones, un sistema queconsidera que los conceptos y relaciones del primer estrato son conceptos y relacio-nes derivados lgicamente. En bien de su ms elevada unidad lgica, este nuevo sis-tema secundario paga el precio de operar con conceptos elementales (conceptos desegundo estrato) que ya no estn conectados de modo directo con las experienciassensoriales. Una bsqueda posterior de la unidad lgica nos conduce a un sistema ter-ciario, ms pobre an en conceptos y relaciones, mediante la deduccin de los con-

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    ceptos y relaciones del estrato secundario (y de modo indirecto de los del primario). Yel proceso contina en estos trminos, hasta el momento en que hemos llegado a unsistema dueo de la mayor unidad concebible y de la mayor pobreza de conceptos enmateria de fundamentos lgicos, que todava es compatible con las observaciones rea-lizadas por nuestros sentidos. No sabemos si esta ambicin ser o no capaz de forjaralguna vez un sistema definitivo. Si se recabara una opinin al respecto, lo ms pro-bable sera obtener una respuesta negativa. No obstante, mientras se lucha con losproblemas, jams se pierde la esperanza de acercarse a ese objetivo.

    Fue, por tanto, la teora de la relatividad general la que hizo que Einstein modificase susplanteamientos filosficos con el fin de acomodar stos a los contenidos de su nueva teora.Y es que la coherencia filosfica no es una virtud cientfica, como el propio Einstein seal ensu contestacin a las crticas que le haban hecho los distintos autores que haban contribui-do al libro Albert Einstein: Philosopher-Scientist (1949), que contiene sus Notas autobiogr-ficas. El cientfico escribi all debe aparecer al epistemlogo sistemtico como un tipo deoportunista poco escrupuloso: aparece como realista en tanto que busca describir un mundoindependiente de los actos de percepcin; como un idealista en tanto que considera los con-ceptos y teoras como invenciones libres del espritu humano (no derivables lgicamente delo que es dado empricamente); como positivista en tanto que considera a sus conceptos yteoras justificadas solamente en la medida en que suministran una representacin lgica derelaciones entre experiencias sensoriales. Puede aparecer incluso como un platonista o unpitagrico en tanto que considera el punto de vista de la simplicidad lgica como una herra-mienta efectiva e indispensable de su investigacin.

    Inmediatamente despus de formular la versin definitiva de la relatividad general, en 1916,Einstein aplic su nueva teora de la gravitacin (modificada introduciendo un nuevo ele-mento en sus ecuaciones bsicas: la constante cosmolgica) al conjunto del cosmos, encon-trando un modelo de universo esttico de densidad uniforme, con el que cre la cosmologa,entendida como disciplina autnticamente cientfica, frente a las apenas analticas, escasa-mente predictivas, cosmogonas anteriores. Tal modelo fue finalmente arrinconado ante laevidencia experimental proporcionada por el astrofsico estadounidense Edwin Hubble entorno a 1930 de que el universo no es esttico sino que se expande. Afortunadamente parala cosmologa relativista, existen soluciones de sus ecuaciones (que adems no necesitan dela constante cosmolgica), estudiadas por diversos cientficos (como Georges Lematre,Alexander Friedmann, Howard P. Robertson o Arthur G. Walker) que conducen a modelos deuniverso en expansin.

    A partir de entonces, el mundo de la relatividad general fue el tema de investigacin pre-ferido por Einstein; en especial, lo que llam teora del campo unificado, con la que preten-da encontrar un marco (geomtrico) comn para las dos interacciones conocidas en aquellapoca: la electromagntica y la gravitacional. Al dedicarse a este problema, tuvo que termi-

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    nar siguiendo un camino en el que eran las posibilidades matemticas estructuras formalessuficientemente ricas como para, en principio, dar cabida a variables electromagnticas y gra-vitacionales las que dirigan sus esfuerzos. Fue la suya una lucha titnica y solitaria, ya quela gran mayora de sus colegas no compartan sus esperanzas, entre las que figuraba de formapreeminente desarrollar una teora que no renunciase a la continuidad y al determinismo, losfenmenos de que daba cuenta recurriendo a la discontinuidad la teora cuntica. Y es queEinstein, que junto con Planck haba sido uno de los creadores del movimiento que condujoa la mecnica cuntica, nunca acept completamente esta teora, que entenda no se podaconsiderar completa. No aceptaba su carcter estadstico, situacin un tanto peculiar, todavez que tambin fue l quien, en 1917, introdujo realmente tal rasgo en la fsica cuntica.Ahora bien, tal oposicin no le impeda reconocer que se trataba de la teora fsica de msxito de su tiempo, en tanto que permita comprender unitariamente las experiencias relati-vas al carcter cuntico de los procesos microscpicos.

    Ms concretamente, el rasgo de la fsica cuntica que chocaba sobre todo a Einstein era elde que en ella el resultado de una medida dependiese del proceso de medicin; pensaba quetal caracterstica de la interpretacin ms ampliamente aceptada de la mecnica cuntica lai n t e r p retacin de Copenhague era incompatible con una definicin aceptable del conceptode lo fsicamente real. Es particularmente famosa una de sus manifestaciones antiprobabi-lista y realista contenida en una carta que escribi a Max Born el 4 de diciembre de 1926:La mecnica cuntica obliga a que se la respete. Pero una voz interior me dice que todavano es la cosa real. La teora nos aporta muchas cosas, pero apenas nos acerca al secreto delViejo. De todas maneras, yo estoy convencido de que l, al menos, no juega a los dados.

    Lejos de limitarse a expresar una oposicin de carcter meramente programtico o meto-dolgico, Einstein expres su rechazo mediante argumentos que utilizaban situaciones expe-rimentales posibles. La manifestacin ms conocida de sus ideas es el artculo que public en1935, en colaboracin con Boris Podolsky y Nathan Rosen, en la revista Physical Review:Puede considerarse completa la descripcin mecnico-cuntica de la realidad?" El efecto deeste artculo fue inmediato. Niels Bohr, el creador del primer modelo atmico cuntico, granpatrn de la fsica cuntica y, en particular, de la interpretacin de Copenhague (ciudad en laque se encontraba su Instituto de Fsica), que de hecho haba mantenido vivas discusiones conEinstein sobre estos temas durante el Congreso Solvay de 1930, public inmediatamente, conel mismo ttulo y en la misma revista, una respuesta a las objeciones de Einstein, abriendo undebate que todava no se ha cerrado.

    Y puesto que he mencionado este artculo de 1935 quiero aprovechar para hacer hincapien la falsedad de la historia de que despus de 1915-1916 la carrera cientfica de Einstein ter-min; que, obnubilado por sus deseos de una fsica causal y realista, ya no hiciera ningunacontribucin a la fsica. Es cierto, desde luego, que no produjo aportaciones como las de 1905o la relatividad general, pero, y olvidndonos de su artculo con Podolsky y Rosen, debemosrecordar otros trabajos suyos notables como, por ejemplo, el que realiz con sus dos ayudan-

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    tes, Leopold Infeld y Banesh Hoffmann: Gravitational equations and the problem of motion,publicado en la revista Annals of Mathematics en 1938, y que suministr un mtodo impor-tantsimo la denominada aproximacin EIH para resolver de manera aproximada las ecua-ciones del movimiento de la relatividad general.

    Por fin, un respetado cientfico profesional

    La lgica interna que existe en los intereses y aportaciones cientficas de Einstein me ha lle-vado ms all de la poca en la que trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna. Es preciso,para reconstruir su biografa, y la del tiempo que le toc vivir, volver, otra vez, hacia atrs.

    Gracias a las aportaciones a la fsica que realiz a partir de 1905, el mundo acadmicocomenz a advertir su presencia. En 1909 consigui su primer puesto universitario, profesorasociado en la Universidad de Zrich. En 1911 fue designado catedrtico de Fsica en laUniversidad alemana de Praga, aunque permaneci all muy poco tiempo: el ao siguienteregres a Suiza para ocupar una ctedra en el Politcnico, su alma mater. Dos aos ms tardealcanzaba la cumbre de su profesin: catedrtico sin obligaciones docentes en la Universidadde Berln, director de un Instituto de Fsica terica, que se creara especialmente para l en laAsociacin Kaiser Guillermo, y miembro, con un salario de 12.000 marcos, de la AcademiaPrusiana de Ciencias. Planck y Walther Nernst en persona viajaron desde Berln a Zrich, en elverano de 1913, para transmitirle la oferta. Cmo resistirse ante ella, ms an con semejan-tes embajadores? Aunque el humor de Einstein no le impidi comentar, justo despus de lavisita, a su amigo y futuro premio Nobel de Fsica, Otto Stern: Sabes?, los dos me parecie-ron como si quisiesen obtener un raro sello postal.

    Pacifista

    La fsica einsteniana pudo ser intrincada, pero su palabra era transparente, y de una belle-za y altura moral singular, cuando hablaba de cuestiones humanas transcendentes. Y entreesas cuestiones humanas, una llam muy particularmente su atencin: la lucha contra la gue-rra, el pacifismo. Un inters promovido por las circunstancias histricas en las que se desen-volvi su vida. Circunstancias histricas como la Primera Guerra Mundial.

    Al poco de comenzar la Gran Guerra, el 4 de octubre de 1914, movidos en parte por lasnegativas repercusiones que haba tenido en el mundo la invasin de Blgica, 93 intelectua-les alemanes dieron a conocer lo que denominaron Llamamiento al mundo civilizado. Aquelmanifiesto defenda con una parcialidad sobrecogedora las acciones germanas. Contena pun-tos como el siguiente: No es verdad que la lucha contra lo que se ha llamado nuestro mili-tarismo no sea una lucha contra nuestra cultura, como pretenden hipcritamente nuestros

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    enemigos. Sin el militarismo alemn, la cultura alemana habra desaparecido de la faz de latierra hace mucho tiempo. Es para proteger esa cultura, que un pas que durante siglos hasufrido ms invasiones que ningn otro, ha salido de sus fronteras. El ejrcito y el pueblo ale-manes forman una unidad. Semejante conviccin une hoy da a 70 millones de alemanes, sindistincin de educacin, condicin social y partido.

    En la atmsfera que reinaba entonces en Alemania era difcil oponerse pblicamente aaquella declaracin (en otros pases tampoco fue fcil defender posiciones no beligerantes,como demuestra el caso de Bertrand Russell en Inglaterra). Sin embargo, pocos das despusde su publicacin, un destacado pacifista alemn, Georg Nicolai, prepar una rplica que hizocircular entre sus colegas universitarios. Slo tres personas se adhirieron a ella: uno de ellosera Einstein. El documento en cuestin, titulado Manifiesto a los europeos, fue distribuido amediados de octubre, y contena prrafos como los siguientes: La guerra que ruge difcil-mente puede dar un vencedor; todas las naciones que participan en ella pagarn, con todaprobabilidad, un precio extremadamente alto. Por consiguiente, parece no slo sabio sino obli-gado para los hombres instruidos de todas las naciones el que ejerzan su influencia para quese firme un tratado de paz que no lleve en s los grmenes de guerras futuras, cualquiera quesea el final del presente conflicto. La inestable y fluida situacin en Europa, creada por la gue-rra, debe utilizarse para transformar el Continente en una unidad orgnica... Nuestro nicopropsito es afirmar nuestra profunda conviccin de que ha llegado el momento de queEuropa se una para defender su territorio, su gente y su cultura... El primer paso en esa direc-cin sera el que uniesen sus fuerzas todos aquellos que aman realmente la cultura de Europa;todos aquellos a los que Goethe profticamente llam buenos europeos.

    Sin embargo, con dolorosa frecuencia la vida de los humanos se mueve en situaciones queprovocan sentimientos encontrados; sentimientos que impiden mantener lneas de compor-tamiento sencillas o lineales. As, a pesar de sus ideas pacificistas, Einstein contribuira aimpulsar el establecimiento del proyecto nuclear estadounidense, el Proyecto Manhattan,que culmin con el lanzamiento de dos bombas atmicas sobre Japn. El 2 de agosto de 1939,a peticin de tres fsicos de origen hngaro que tambin haban tenido que abandonarAlemania, Leo Szilard, Edward Teller y Eugene Wigner, Einstein escribi una carta al presiden-te Franklin D. Roosevelt en la que indicaba el peligro potencial de que, a raz del descubri-miento de la fisin del uranio, realizado por Otto Hahn y Fritz Strassmann, en Berln endiciembre de 1938, Alemania pudiese fabricar bombas atmicas.

    Aunque es difcil determinar en qu medida la carta de Einstein influy en la posterior deci-sin del gobierno estadounidense de establecer el proyecto Manhattan, que conducira a lafabricacin de las bombas que se lanzaron sobre las ciudades japonesas de Hiroshima yNagasaki en agosto de 1945 y que provocaron la inmediata rendicin de Japn, el hecho esque el temor que senta por un mundo dominado por Hitler hizo que Einstein violentase suscreencias pacifistas. En tiempos difciles, cuando las pasiones y la sangre empaan la tierra, lapureza es un bien que se agosta rpidamente.

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    Cientfico famoso

    La continuamente ascendente carrera acadmica de Einstein desde que abandon la Oficinade Patentes de Berna, y que culmin al llegar a Berln a principios de 1914, muestra el reco-nocimiento que recibi. Pero ello ocurri entre sus colegas, entre los fsicos que se dabancuenta de lo extraordinario de sus contribuciones cientficas. Entre los legos, en el mundosocial, su apellido slo pas a ser conocido multitudinariamente en noviembre de 1919, cuan-do una expedicin britnica confirm, midiendo las trayectorias de la luz de algunas estrellasdurante un eclipse de Sol, que, efectivamente, se verificaba que los rayos de luz cambian dedireccin en presencia de campos gravitacionales, una de las predicciones de la teora quehaba desarrollado a finales de 1915: la relatividad general.

    Los resultados de la misin britnica se dieron a conocer el 6 de noviembre de 1919, en lasede londinense de la Royal Society, en una reunin conjunta de la sociedad anfitriona con laRoyal Astronomical Society. Alfred North Whitehead, que asisti a aquella reunin, describiaos ms tarde (en su libro Science and the Modern World, 1926) el ambiente que la rode:Toda la atmsfera de tenso inters era exactamente la de un drama griego: nosotros ramosel coro comentando el decreto del destino revelado en el desarrollo de un incidente supremo.Haba una cualidad dramtica en la misma representacin; el ceremonial tradicional, y en eltrasfondo el retrato de Newton para recordarnos que la mayor de las generalizaciones cient-ficas iba a recibir ahora, despus de ms de dos siglos, su primera modificacin.

    El da siguiente, The Times anunciaba en sus titulares:

    REVOLUCION EN CIENCIANueva teora del Universo

    Ideas newtonianas desbancadas

    Tambin en el Times, el da 8, Joseph John Thomson (1856-1940), que en 1897 haba iden-tificado el electrn como la primera partcula elemental, y que haba presidido la reunin cele-brada dos das antes, declaraba: Uno de los grandes logros en la historia del pensamientohumano... No es el descubrimiento de una isla remota, sino de todo un continente de nuevasideas cientficas... Es el mayor de los descubrimientos en relacin con la gravitacin desde queNewton enunciase sus principios.

    Y con ello, Einstein se convirti en una figura mundialmente clebre, y rara vez tuvo la pazque siempre dijo desear y buscar.

    Una muestra de que la fama de Einstein creca exponencialmente se encuentra en las ven-tas del libro de carcter popular que public en 1917 para divulgar las dos teoras de la rela-tividad: ber die spezialle und die allgemeine Relativittstheorie (Gemeinverstndlich). La pri-mera edicin constaba de 2.000 ejemplares, la segunda (tambin de 1917) de 1.500, la terce-ra (1918) de 3.000 y la cuarta (1919) de 3.000. A partir de entonces, es decir, una vez anun-

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    ciados los resultados de la expedicin britnica a la que me he referido, las ediciones y las ven-tas se dispararon: quinta edicin (enero 1920), 4.500 ejemplares; sexta (febrero 1920), 4.500;sptima (marzo 1920), 4.500; octava (abril 1920), 6.000; novena (junio 1920), 6.000; dcima(agosto 1920), 10.000; dcimo primera (noviembre 1920), 5.000; duodcima (noviembre1920), 5.000. En 1922 ya se haban realizado catorce reimpresiones, con un total de 65.000ejemplares.

    Y tambin comenzaron a aparecer traducciones a otros idiomas. La primera versin al inglsapareci en Inglaterra en 1920. El ao siguiente se publicaba en EEUU, y tambin las traduc-ciones al espaol (Teora de la relatividad especial y general [Pelez, Toledo]), francs, italianoy ruso. En 1922 apareca una traduccin al hngaro, en 1923 al yiddish (lengua judeoalema-na) y en 1928 al hebreo.

    Con la fama, a Einstein le llegaron invitaciones de todos los rincones del mundo. Y aceptbastantes. Un buen indicador del grado de popularidad de que gozaba en los pases que visi-t el entonces catedrtico en Berln, lo tenemos en los informes que los diplomticos alema-nes residentes en aquellas naciones enviaban al Ministerio Alemn de Asuntos Exteriores.Citar algunos de tales informes diplomticos: Oslo, junio de 1920: Las conferencias [deEinstein] fueron recibidas sorprendentemente bien por el pblico y la prensa; Copenhague,junio de 1920: En los ltimos das, peridicos de todas las opiniones han hecho hincapi enextensos artculos y entrevistas en la importancia del Profesor Einstein el fsico ms famosode la actualidad; Tokio, enero de 1923: Cuando Einstein lleg a la estacin haba tal gentoque la polica fue incapaz de dirigir aquella peligrosa aglomeracin En el festival de los cri-santemos no fueron ni la emperatriz ni el prncipe regente ni los prncipes imperiales los queatrajeron la atencin; todo gir en torno a Einstein. Y comentarios similares relativos a susvisitas a Pars (abril de 1922), Espaa (marzo de 1923; en donde pronunci conferencias enBarcelona, Madrid y Zaragoza), Ro de Janeiro, Montevideo, EEUU Con un hombre as,sealaba Friedrich Sthamer, encargado de negocios alemn en Londres cuando (1920) tuvie-ron lugar los primeros ataques contra Einstein en Alemania, podemos hacer una verdaderapropaganda cultural y no deberamos expulsarle de Alemania. El cientfico, el cientfico famo-so, se converta, como vemos, en objetivo e instrumento poltico.

    Hacia 1929 el inters popular haba llegado a un punto en cierto modo casi increble, comose puede comprobar por la carta que Eddington escriba a Einstein el 11 de febrero de aquelao: Le divertir saber que uno de nuestros grandes almacenes de Londres (Selfridges) hapegado en el escaparate su trabajo (las seis pginas pegadas lado a lado) de forma que lostransentes puedan leerlo al pasar!. Si tenemos en cuenta que el artculo al que se refera elcatedrtico de Astronoma de Cambridge trataba de una de las teoras del campo unificadocon las que por entonces pugnaba Einstein, nos daremos cuenta de las situaciones tan absur-das que se llegaron a dar.

    Acabo de emplear la palabra absurda, pero es lcito realmente emplear semejante califi-cativo en un caso como el presente? Sera correcto hablar de absurdo, de irracional, si se

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    pensase que lo que los gerentes de Selfridges pretendan era que las personas que caminasenpor Oxford Street, o al menos un buen porcentaje de esas personas, conociesen los detalles dela nueva teora einsteniana. Obviamente, ese no era el caso. Ningn paseante o comprador, oprcticamente ninguno, iba a entender nada de aquello que se expona en los escaparates delos grandes almacenes londinenses; y es evidente que sus gerentes no se podan hacer ilusinalguna a este respecto, que no pretendan semejante cosa. Lo que la presencia de las pginasdel artculo de Einstein refleja es, de entrada, que el autor y su ciencia eran hacia 1929 unaimagen, algo que despertaba atencin y que incitaba a aqullos que pasaban delante deSelfridges a fijar su atencin en la tienda, y, de esta manera, acaso a entrar en ella. Nadanuevo, ni sorprendente, salvo porque en este caso el reclamo era un cientfico y una discipli-na cientfica, la fsica. Sabemos que la ciencia ya haba sido objeto de atencin social; porejemplo, como curiosidad en los salones de los siglos XVIII y XIX, o al abrir, a travs de la elec-tricidad o los rayos X, nuevas posibilidades y percepciones durante el ltimo cuarto del sigloXIX y principios del XX; pero lo que ocurri con Einstein y su relatividad fue un fenmenonuevo, tanto por la intensidad de los sentimientos que gener, como por tratarse de una teo-ra cientfica fundamental; una teora de la que no existan entonces aplicaciones prcticas delas que la sociedad se pudiese beneficiar materialmente.

    El Personaje del Siglo XX

    Y famoso muri en Princeton el 18 de abril de 1955, como consecuencia de la rotura de unaneurisma artico. De hecho, su fama no decay con su desaparicin, como bien muestra elque en su nmero del 31 de diciembre de 1999 la revista estadounidense Time le calificasecomo el PERSONAJE DEL SIGLO. Quedaron finalistas Franklin Delano Roosevelt y MohandasGandhi. Tres personajes perfectamente adecuados a los tres grandes apartados que caracteri-zaron el siglo XX: Ciencia y tecnologa, Democracia y Derechos civiles.

    En el artculo en el que uno de los editores de la revista, Walter Isaacson, justificaba la elec-cin, podemos leer:

    Es difcil comparar la influencia de polticos con la de cientficos. Sin embargo, nosdamos cuenta de que existen algunas pocas que fueron definidas especialmente porsus polticas, otras por su cultura, y otras por sus avances cientficos.El siglo XVIII, por ejemplo, estuvo marcado claramente por la poltica: slo en 1776,estn Thomas Jefferson y Benjamin Franklin escribiendo la Declaracin de Independen-cia, Adam Smith publicando The Wealth of Nations (La riqueza de las naciones) yGeorge Washington dirigiendo las fuerzas revolucionarias. Por otra parte, el siglo XVII,a pesar de lderes tan sealados como Luis XIV y del castillo que nos dej, ser recor-dado sobre todo por su ciencia: Galileo explorando la gravedad y el sistema solar,

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    Descartes desarrollando la filosofa moderna y Newton descubriendo las leyes delmovimiento y del clculo. Y el siglo XVI estar en nuestra memoria por el florecimien-to de las artes y la cultura. Miguel ngel y Leonardo y Shakespeare creando obrasmaestras, Isabel I dando origen a la Era Isabelina.As que cmo ser recordado el siglo XX? Por su democracia, s. Y tambin por los dere-chos civiles.Pero el siglo XX ser recordado sobre todo, al igual que el XVII, por sus estremecedoresavances en ciencia y tecnologa. En su masiva historia del siglo XX, Paul Johnson mani-fiesta: El genio cientfico afecta a la humanidad, para bien o para mal, mucho ms quecualquier poltico o seor de la guerra. Albert Einstein fue ms expresivo: La polticaes para el momento. Un ecuacin es para la eternidad. Como el mayor pensador delsiglo, como un inmigrante que hua de la opresin hacia la libertad, como un idealis-ta poltico, Einstein engloba de la mejor forma posible lo que los historiadores consi-derarn significativo acerca del siglo XX. Y como un filsofo con fe tanto en la cienciacomo en la belleza de la obra de Dios, personifica el legado que pasar al prximo siglo.Dentro de cien aos, cuando entremos en otro siglo incluso, dentro de diez veces cienaos, cuando entremos en un nuevo milenio el nombre que demostrar ser ms per-durable de nuestra propia asombrosa era ser el de Albert Einstein: genio, refugiadopoltico, humanista, cerrajero de los misterios del tomo y del universo.

    Es, ciertamente, una buena manera de definirlo y de recordarlo, aunque a l acaso le hubie-se gustado algo menos trascendente y pomposo. Recordar en este sentido lo que escribi enmayo de 1936, a requerimiento de un editor estadounidense que iba a comenzar las obraspara una librera y que deseaba enterrar una caja de metal con mensajes para la posteridad.Sus palabras de entonces no son ni muy trascendentes, ni imponentes, ni cargadas de serie-dad, pero dan idea tanto de lo que le preocupaba del futuro como de su sentido del humor, yen este sentido sirven esplndidamente para caracterizar su verdadera personalidad:

    Querida posteridad,Si no has llegado a ser ms justa, ms pacfica y generalmente ms racional de lo quesomos (o ramos) nosotros, entonces que el Diablo te lleve.Habiendo, con todo respeto, manifestado este piadoso deseo,Soy (o era),Tuyo,Albert Einstein.

    Aunque la posteridad no sea ms justa, pacfica o racional, es ms que probable quere c u e rde el nombre y contribuciones al conocimiento de la naturaleza del hombre que escri-bi estas lneas.

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    Bibliografa

    Para la composicin de este artculo he utilizado diversas fuentes, entre ellas algunos de mis libros de los quehe tomado pasajes: Snchez Ron JM. El origen y desarrollo de la relatividad. Madrid: Alianza Editorial, 1983.Snchez Ron JM. El poder de la ciencia. Madrid: Alianza Editorial, 1992. Snchez Ron JM. El Siglo de la Ciencia.Madrid: Taurus, 2000. Snchez Ron JM. El jardn de Newton. Barcelona: Crtica, 2001. Ver, asimismo, Einstein A.Mis ideas y opiniones. Barcelona: Bon Ton, 2000). Stachel J (ed.). Einstein 1905: un ao milagroso. Barcelona:Crtica, 2001. Einstein A. Notas autobiogrficas. Madrid: Alianza Editorial, 1984. Schilpp PA (ed.). Albert Einstein:Philosopher-Scientist. La Salle (Illinois): Open Court, 1949). Einstein A. Cartas a Mileva. Edicin de Snchez RonJM. Madrid: Mondadori, 1990. Rosenkranz Z. The Einstein Scrapbook. Baltimore: The Johns Hopkins UniversityPress, 2002. Einstein A. Correspondencia con Besso. Barcelona: Tusquets, 1994. Y los nueve volmenes aparecidoshasta la fecha de The Collected Papers of Albert Einstein (Princeton University Press).

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