John stuart mill - desconocido

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JOSE MARÍA LASALLE JOHN STUART MILL: UN LIBERAL DE FRONTERA 1. ENTRE VICTORIANOS EMINENTES D ecía Ortega en Historia como sistema que el “diagnóstico de una exis- tencia humana –de un hombre, de un pueblo, de una época– tiene que comenzar filiando el repertorio de sus convicciones”. ¿Por qué? La respuesta es clara. Constituyen el suelo sobre el que se erige la vida de las personas. Lo demuestra John Stuart Mill cuando reivindicaba el valor moral del imperio británico. Decía que era entre todos los imperios de la historia “el más puro en la intención y el más beneficioso en la acción”. Con estas palabras daba la razón a Ortega y se retrataba como un hombre plenamente asentado sobre las convicciones de su época. Hablar de Mill (1806-1873) supone hacerlo de un victoriano. Alguien que personifica la brillantez y las tensiones que configuran el sustrato ideal de una Inglaterra que, como explica Niall Ferguson, fue capaz de desbordar las fronteras europeas de la civilización ilustrada, convertirse en el patrón del progreso humano y, con él, de sus paradojas y contradicciones. Mill es un es- labón más dentro de una larga cadena que engarza una colección de nom- bres al servicio del desarrollo de la revolución intelectual, política y social que estuvo detrás de aquella gran instauración de la que habló Bacon en el ENERO / MARZO 2007 221 José María Lassalle es Profesor de Sistemas Políticos Comparados. Universidad San Pablo-CEU, Madrid
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JOSE MARA LASALLE

JOHN STUART MILL: UN LIBERAL DE FRONTERA

1. ENTRE VICTORIANOS EMINENTES

Deca Ortega en Historia como sistema que el diagnstico de una exis-tencia humana de un hombre, de un pueblo, de una poca tieneque comenzar filiando el repertorio de sus convicciones. Por qu?La respuesta es clara. Constituyen el suelo sobre el que se erige la vida delas personas. Lo demuestra John Stuart Mill cuando reivindicaba el valormoral del imperio britnico. Deca que era entre todos los imperios de lahistoria el ms puro en la intencin y el ms beneficioso en la accin.Con estas palabras daba la razn a Ortega y se retrataba como un hombreplenamente asentado sobre las convicciones de su poca.

Hablar de Mill (1806-1873) supone hacerlo de un victoriano. Alguien quepersonifica la brillantez y las tensiones que configuran el sustrato ideal deuna Inglaterra que, como explica Niall Ferguson, fue capaz de desbordar lasfronteras europeas de la civilizacin ilustrada, convertirse en el patrn delprogreso humano y, con l, de sus paradojas y contradicciones. Mill es un es-labn ms dentro de una larga cadena que engarza una coleccin de nom-bres al servicio del desarrollo de la revolucin intelectual, poltica y socialque estuvo detrs de aquella gran instauracin de la que habl Bacon en el

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Jos Mara Lassalle es Profesor de Sistemas Polticos Comparados. Universidad San Pablo-CEU,Madrid

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siglo XVI y que, luego, continuaron Locke, Newton, Smith, Hume, Benthamo Darwin. Encarna plsticamente la idea de que Inglaterra era el instrumentodel progreso universal del ser humano. Algo en lo que crea la inmensa ma-yora de los hombres de su tiempo, tal y como destaca Simon Schama enAuge y cada del imperio britnico, pues, mientras los reinos de media Europamostraban su grandeza con hsares y caones, Inglaterra lo haca llenandode prodigios tcnicos y cientficos la Exposicin Universal de 1851.

Para las mentes liberales decimonnicas, las islas britnicas eran el soportede la libertad, la ciencia y la prosperidad del planeta. Haban tejido una ca-pilaridad que les permita dominar una cuarta parte de la superficie delmundo, haciendo de la anglofilia una forma de vida asumida por las elites deEuropa y Occidente como una segunda piel que recubra la de su nacimiento.Y as, en palabras de Ian Buruma, durante los casi trescientos aos siguientesa la Revolucin Gloriosa, Gran Bretaa atrajo a los liberales de toda Europa,incluida Rusia, por su notable combinacin de cortesa y de libertad.

Es evidente que no todo era idlico en aquella especie de laboriosa col-mena cientfica y fabril. Las instituciones democrticas estaban pendientes deuniversalizarse, tarea que fue paulatinamente abordada a lo largo del siglo. Laestructura de la sociedad adoleca de fuertes desequilibrios en el reparto dela renta, reclamndose a derecha e izquierda polticas que corrigieran lasfuertes desigualdades reinantes en la sociedad inglesa, tal y como reivindica-ban tories recalcitrantes como Dickens, Coleridge o Ruskin; utpicos refor-madores como Owen y, por supuesto, delirantes revolucionarios como Marxy Engels. Con todo y con eso, los flancos de tensin y fractura que mostrabaInglaterra no debilitaron su fortaleza ni impidieron que el pas prosperase, sedemocratizara y ampliara la base de su bienestar econmico, alcanzandocotas de progreso y libertad inimaginables un siglo antes.

El rostro que muestra la Inglaterra del siglo XIX es el de sus protagonis-tas: los victorianos. Los hombres y mujeres que acompaaron la construc-cin de aquel imperio de las buenas intenciones que alcanz su apogeo en1901. Lo demuestra Lytton Strachey cuando retrata la poca a travs de lasbiografas de cuatro victorianos prototpicos: el cardenal Mannig, FlorenceNightindale, Thomas Arnold y el general Gordon. Para el fundador del cr-

culo de Bloomsbury, en todos ellos estaban las coordenadas morales e in-telectuales que modelaron la sintomatologa de las seis dcadas del reinadode Victoria y que lograron un curioso andamiaje de convicciones y visionesque fueron equilibradamente ensambladas. Basta asomarse a esa otra galerade victorianos eminentes que contiene la primera planta de la NationalPortrait Gallery de Londres para confirmar que el espritu de los tiemposimpregn con un particular sello de convicciones a todos sus protagonistas.Y as, una tras otra, las salas van mostrando al visitante rostros severos yorgullosos, flamantes en su confianza acerca del futuro de su pas y de la ci-vilizacin occidental. Ciencia y religin, aristocracia y empresa, tcnica ytradicin, naturaleza e industria, imperio y ruralismo, aventura y seguridad,liberalismo y conservadurismo, en fin, un conjunto de opuestos en aparentetensin, pero equilibrados bajo la cosmovisin victoriana.

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John Stuart Mill por Frederic Watts. Copyright: National Portrait Gallery, London.

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Muestra de ello es la sala en la que el prerrafaelista George Frederic Wattsexhibe sus cuadros, y donde se encuentra el retrato de John Stuart Mill, pin-tado en 1873 poco antes de que el pensador muriese en Avignon. De hecho,su rostro ve con aire declinante una eternidad que parece dibujarse en elsuelo. Sin embargo, lo hace con el temple seguro de quien ha logrado superarindividualmente sus tensiones, tal y como muestra esa amplia y profusa frenteque da equilibrio a su personalidad y que parece avanzar con firmeza en posde una coronilla despejada pero enmarcada por romnticos mechones. Esms, observando con mirada atenta las arrugas que remarcan la firmeza vo-luntariosa de su mentn y la disposicin enrgica de su boca, se comprendenmejor sus complejas coordenadas biogrficas e intelectuales.

Y es que en Mill se plasma con detalle minucioso el liberalismo de unapoca expuesta a tensiones muy abruptas. Un liberalismo basado en una ar-quitectura sostenida por convicciones personales. Como seala con aciertoCarlos Mellizo en el prlogo a la Autobiografa de Mill, esas conviccionesfueron, en realidad, un programa poltico. A travs de l se perfil un diseofronterizo que adapt el liberalismo a los desafos de su tiempo, defendiendola abolicin del privilegio y del abuso; la lucha contra la barbarie elitista ytambin contra la barbarie popular; el reconocimiento de las dignidades b-sicas de los seres humanos, hombres y mujeres por igual; el universal derechoal sufragio; la abolicin de la esclavitud y del racismo; la supresin del castigocorporal; el derecho al trabajo; el respeto a la legtima voluntad de indepen-dencia de los pueblos frente al centralismo colonialista [y] la extirpacin delprejuicio. Quiz, por eso mismo, el catlogo de la Portrait Gallery es tan ro-tundo. Afirma de Mill que fue un filsofo que estuvo profundamente com-prometido con el bienestar social, siendo el ms influyente pensador de sutiempo y la ms precisa personificacin de la opinin liberal victoriana.

2. LA IMPLOSIN DE UN PRODUCTO UTILITARISTA

Hay en la vida de John Stuart Mill un momento trgico que desmiente latesis de su mentor, Jeremy Bentham, de que el hombre es un manojo de re-ceptores sensoriales que responden a impulsos de dolor y placer que pue-den ser manejados por una inteligencia adiestrada en la aritmtica moral y

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el conocimiento cientfico. La biografa de Mill demuestra que la irrupcinde lo inesperado puede hacer que un presente crtico trastorne un ordenestablecido y aparentemente imperturbable. Su vida confirma, en el fondo,una vieja tesis liberal: que el hombre siempre est expuesto a la incerti-dumbre, especialmente en lo que atae a determinar cules han de ser losresultados que se derivan de nuestras acciones.

Lo explica Mill en su Autobiografa al relatar con unos versos de Carlylecmo su existencia se vio trastornada de raz cuando se adue de l:

Una tristeza sin dolor, vaca, oscura y lgubre,

Una tristeza adormecida, sorda y desapasionada,

Que no encuentra salida ni consuelo

En la palabra, el suspiro o la lgrima.

Esta tristeza comenz inesperadamente en el otoo de 1826. Se produjodurante un ejercicio de introspeccin, cuando se pregunt lo siguiente:Suponte que todas tus metas en la vida se hubiesen realizado; que todaslas transformaciones que t persigues en las instituciones y en las opinionespudieran efectuarse en este mismo instante: sera esto motivo de gran ale-gra y felicidad para ti? Y mi conciencia, sin poder reprimirse, me contestoclaramente: No!.

La consecuencia de esta negativa interior fue una profunda depresinal ver cmo se impugnaban los presupuestos utilitaristas en los que habasido educado. No hay que olvidar que, de acuerdo con ellos, la naturalezahumana haca que fuese bueno o malo aquello que era capaz de producirplacer o dolor, respectivamente. Y como la felicidad generaba placer y eradeseable universalmente porque todo el mundo la persegua, entonces, elnico criterio moralmente vlido era la bsqueda de la felicidad con el finde maximizarla. Para conseguirlo, los utilitaristas crean que poda adies-trarse la voluntad humana a travs del conocimiento; que es lo que habanhecho con John Stuart Mill. Lo haban educado siguiendo unos hbitospedaggicos con los que poder discernir la felicidad que le proporcionaransus acciones, pues, cuanto mayor fuera aqulla, mayor sera tambin suidoneidad moral. Para lograr este objetivo, su padre James Mill lo someti

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a una frrea doma intelectual. A los tres aos, aprendi griego; luego arit-mtica y filosofa para, a los ocho, dar el salto al latn con el objetivo de dis-ciplinar su inteligencia y afrontar dos aos despus el clculo diferencialy el estudio de las leyes agrarias romanas.

De ah la trascendencia que tuvo aquel inexplicable arrebato de dolor ensu biografa. En palabras de Simon Schama, aquella mquina pensanteprovista de todo tipo de conocimientos imaginables y con sus capacidadesde clculo y de cmputo perfectamente calibradas, descarril estrepitosa-mente a los veinte aos. Colaps el fundamento de su personalidad y tuvoque experimentar de repente toda la fragilidad consustancial a la naturalezahumana. A partir de entonces, asumi que nada que tuviera que ver con elhombre era perfectible, y menos an si esta tarea era abordada conformea una planificacin determinista basada en los patrones del conocimientocientfico. Y si la conducta de las personas no era modelable, lo mismopoda decirse de las sociedades, a pesar de que el fundador del utilitarismo,Jeremy Bentham, haba afirmado que era posible la perfeccin social si ellegislador orientaba sus esfuerzos hacia el principio utilitarista de gobernarpara conseguir la mayor felicidad del mayor nmero.

A partir de 1826, Mill reexamin el principio de utilidad. Hasta entonceshaba encajado como la piedra angular que una todos los elementos frag-mentados de mis pensamientos y creencias. Eso dice en su Autobiografa, alo que hay que aadir que su revisin lo llev tambin a reformular sus ideaspolticas. Por lo pronto, como seala Franois Trvoux en Stuart Mill, la me-todologa utilitarista baj de tono. Interioriz la crtica que autores comoCarlyle o Macaulay haban hecho al utilitarismo al acusarlo de dejar en mallugar a la libertad y el espritu, y se pregunt con ellos si no rebajaba la con-dicin humana a puro sensualismo mecanicista, pues, no encorsetaba peli-grosamente a la sociedad al subordinar su desenvolvimiento a la consecucindirigista de un Absoluto bautizado con el nombre de progreso?

Su pensamiento fue as cobrando entidad a medida que creca su auto-noma, pasndose el resto de su vida tratando de resolver los conflictosque generaba el esfuerzo de conciliar la vigencia de una estructura bsicade libertad con el mejoramiento progresivo de la sociedad. Liberado de la

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arrogancia utilitarista sobre la que se asentaban originariamente sus ideas,se fue apartando de la ortodoxia benthamista y asumiendo un liberalismoeclctico en el que se dilua el racionalismo y ganaba cuerpo el pragma-tismo. Gracias a ello, pudo tener un nombre propio en la historia de lasideas y afrontar una curiosa encrucijada intelectual de la que surgir unpensador de frontera que trat de emplazar el liberalismo en el ojo del hu-racn de su tiempo. Y es que como seala en su Autobiografa: Si se mepregunta qu sistema de filosofa poltica vino a sustituir al que, como filo-sofa, haba abandonado, responder que ningn sistema: slo la conviccinde que el sistema verdadero era algo mucho ms complejo y polifacticode lo que nunca haba imaginado, y que su funcin no era proporcionar unaserie de instituciones modlicas, sino principios de los que podan deducirseaquellas instituciones que resultaran apropiadas en una circunstancia dada.

3. NI TORY, NIWHIG

La Inglaterra de principios del siglo XIX mantena muchos de los vicios po-lticos heredados de la estructura aristocrtica edificada durante el siglo an-terior. Las instituciones permanecan aletargadas, corrompidas muchasveces por un clientelismo partidista que maniataba el Parlamento, los gobier-nos municipales y la administracin de justicia. Siguiendo las tesis expuestaspor J. C. D. Clark en English Society 1688-1832, la sombra de la Matanza dePeterloo, los desrdenes sociales asociados a las protestas obreras que causel maquinismo, el auge de los movimientos religiosos contrarios al anglica-nismo oficial y el desarrollo generalizado de una pujante estructura de clasesmedias urbanas, hacan de Inglaterra una olla a presin entrado el nuevo siglo.Especialmente desde que, por influencia norteamericana y francesa, cada vezera ms frecuente escuchar en boca de ilustrados liberales que era necesarioreformar el modelo de democracia limitada y restrictiva sobre la que se asen-taba la monarqua constitucional surgida en 1688.

La educacin recibida por Mill durante su juventud se enmarca dentro deuna visin muy crtica hacia el estado de cosas que acabamos de describir. Yaunque era indudable que haba motivos para ser optimista al analizar la si-tuacin de Inglaterra entrado el siglo, sin embargo, a los ojos de sus educa-

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dores los avances logrados estaban seriamente comprometidos si no se afron-taban reformas polticas, sociales y econmicas audaces. El pas haba dupli-cado el nivel de su renta y el volumen de su comercio; la poblacin crecahasta aumentar casi en una cuarta parte en apenas dos generaciones y las li-bertades constitucionales estaban aparentemente consolidadas tras el pulsomantenido con Napolen. Pero todas estas conquistas no servan de nada sila vitalidad liberal de la sociedad britnica segua atrapada dentro de una ma-raa de falacias polticas y jurdicas y de siniestros intereses que, en pala-bras de Bentham, podan asfixiar la doctrina del progreso e impedir que llevasea cabo una aplicacin racional e inteligente de la tecnologa social utilitariavinculada a la incipiente economa liberal y sus instituciones democrticas.

Nacido en 1769 durante el enfrentamiento que mantuvo John Wilkes y laCmara de los Comunes, el radicalismo fue un movimiento poltico que se en-frent al turno de partidos protagonizado por los whigs y los tories. Reconsti-tuido en los aos 20 del siglo XIX por Jeremy Bentham y James Mill, elradicalismo adopt el perfil de un grupo intelectual de presin poltica. Aglu-tin, entre otros, al economista David Ricardo, al historiador John Grote y aljurista John Austin. Todos compartieron un programa de reformas que esta-ban orientadas a lograr el desarrollo pleno y sin trabas del liberalismo. Defen-dan el empleo de la filosofa utilitaria y combatan directamente los vestigiosdel dominio aristocrtico y de sus aliados histricos: la iglesia anglicana y elcentenario sistema jurdico del common law. Como seala Hayek en Los fun-damentos de la libertad: constituan un grupo bien organizado que fue capaz deintroducir en Gran Bretaa una estrategia de accin orientada a rehacer latotalidad de los derechos e instituciones a base de principios racionales.

Los radicales, tal y como se desprende del Plan of Parliamentary Reformde 1818 y el Radical Reform Bill de 1819 propuestos por Bentham, queranel triunfo de la Ilustracin en las islas britnicas y para ello defendan unprograma poltico que giraba alrededor de la plena vigencia del gobierno re-presentativo para lo cual era necesario reformar el Parlamento e instituirel sufragio universal; la defensa de la libertad de prensa; el establecimientode un rgimen de librecambio y de plena libertad econmica; la erradicacinde los monopolios y la supresin de instituciones que, como la esclavitud,atentaban contra la dignidad humana; y, finalmente, la introduccin de un

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sistema legal basado en la codificacin con el fin de salvaguardar plena-mente la seguridad jurdica.

La confrontacin, por tanto, con los tories y los whigs fue inevitable. Nohay que olvidar que el fantasma de los acontecimientos vividos en el con-tinente desde 1789 y la interpretacin que Burke haba hecho de los mis-mos, haba cautivado la mente de la clase poltica britnica. Reflexiones sobrela Revolucin de Francia era su libro de cabecera. Burke haba idealizado laformulacin tradicional de la Gloriosa Revolucin, logrando que tories ywhigs coincidieran en que sus instituciones no necesitaban ser reformadasbajo ninguna suerte de principios abstractos ni construcciones aritmticas,y menos an apelando a eso que los jacobinos llamaban los derechos delpueblo. Inglaterra disfrutaba de una antigua constitucin que se hababasado en la autoridad de infinidad de generaciones y en la experiencia in-memorial de un uso poltico fundado en la prctica: una forma de legalidadnacida de la historia que haba que conservar.

Mill, que form parte y fund asociaciones de filiacin radical durantesu juventud, despreciaba la visin autocomplaciente con la que los tories ylos whigs revisitaban, ayudados por la brillantez de Burke, el viejo edificioinstitucional nacido de la Gloriosa de 1688. Sus crticas a las estructuras tra-dicionales de la sociedad britnica fueron cidas, tal y como se desprendede los artculos que public en la Westminster Review en 1824, as como deotros trabajos de estricta ortodoxia radical-utilitarista. En todos ellos, de-fenda una reforma parlamentaria profunda que pudiera erradicar los inte-reses aristocrticos y promover mediante una legislacin positiva cambiosque salvaguardaran la felicidad del mayor nmero.

Lo explica en su Autobiografa donde dice que: En aquellos das, casime haba limitado a seguir la vieja escuela de economistas polticos en loreferente a las posibilidades de mejorar fundamentalmente la organizacinsocial. La propiedad privada, tal y como ahora se entiende, y la herencia,me parecan igual que les pareca a ellos la dernier mot de la legislacin.Y lo nico a lo que yo aspiraba era a mitigar las desigualdades que iban apa-rejadas a estas instituciones, mediante la eliminacin de la primogenituray de las leyes restrictivas de la herencia. La nocin de que era posible ir ms

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all en la lucha contra la injusticia; pues injusticia hay implicada en elhecho de que algunos nazcan ricos y de que la inmensa mayora nazca auna vida de pobreza, me pareca entonces quimrica; y slo confiaba enque, mediante una educacin universal que llevase a restringir voluntaria-mente la natalidad, la proporcin de gente pobre disminuyese hasta alcan-zar un nivel ms tolerable. En resumen: yo era un demcrata pero deningn modo un socialista.

Para el Mill de aquellos aos de militancia radical y de artculos en el Mor-ning Chronicle, el pas deba llevar a cabo un giro democrtico que aceleraseel ritmo de los cambios y desterrara las tradiciones y prejuicios que hacande ella una stupid Island, donde Burke, a la vez liberal y conservador, Cole-ridge y Carlyle admitan que lo natural era una evolucin pausada, un cambioa veces lento, dice Dalmacio Negro en Liberalismo y socialismo. La encrucijadaintelectual de Stuart Mill. Inglaterra deba recelar del empirismo poltico quehaba elevado a dogma oficial la habilidosa manipulacin de Burke. Mill pen-saba que no haba ninguna conexin lgica entre el terror jacobino y la pa-sin racionalista de defender unos derechos positivos. Crea que era posibleregenerar la sociedad britnica mediante una racionalidad legislativa que,aplicada a la naturaleza sensible de la comunidad, orientase las energas na-cionales en pos de la felicidad. Bastaba con que el legislador se hiciese radicaly utilitario. Que se derogasen, por ejemplo, la ley contra el libelo que restrin-ga la literatura blasfema y censuraba la prensa popular; as como las leyessobre el grano, que impedan la libertad de precios de los cereales y su im-portacin. Con medidas as, el pas se vera liberado de la paternidad del pa-sado y alcanzara, por fin, su mayora de edad al instaurarse una erademocrtica gobernada por la felicidad del mayor nmero.

4. PALADN DEL REFORMISMO

Guiado por su experiencia personal, Mill revis el principio de utilidad ysustituy la cantidad de placer como criterio discriminador por la calidad.Admiti diferencias cualitativas entre los placeres ya que algunos son msdeseables y tienen ms valor que otros. La importancia que este dato epis-temolgico tuvo en el desarrollo del utilitarismo de Mill es fundamental. In-

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trodujo un factor de heterogeneidad y un pluralismo perceptivo que des-ech la homogeneidad cerrada, determinista y mecanicista del hedonismode Bentham. A partir de entonces, segn mantiene Jos Garca An enJohn Stuart Mill: Justicia y Derecho, el utilitarismo se convirti en un modeloabierto que admiti la existencia de fines individuales en la consecucinde la felicidad. De hecho, en Sobre la libertad aadi que esos fines son in-gredientes imprescindibles de la felicidad, no en balde son sus aspectospermanentes, incluyendo entre ellos todo lo necesario para salvaguardar ladignidad humana.

Esto incidi en un alejamiento del radicalismo. En palabras de Jos LuisVillacaas, sigui siendo un hroe reformista que mantuvo su optimismoen el progreso, pero disimulndolo bajo la influencia que ejercieron sobrel autores como Coleridge, Carlyle y Tocqueville. stos hicieron que su vi-sin de la realidad poltica evolucionase hacia posiciones cada vez mseclcticas, tal y como demuestra en un artculo que public en 1835 al se-alar que la gran dificultad de la poltica ser en el futuro cmo lograr laconciliacin ms idnea entre los dos principales elementos de todo buengobierno: el gran provecho que proporciona el juicio independiente deunos pocos instruidos, con la enorme seguridad que ofrece la honradez deintenciones que se da en el control de la responsabilidad de aqullos porla mayora. Esta reflexin no deja de ser sorprendente ya que est escritatres aos despus de que se aprobara la Reform Bill por la que haba luchadoal lado de sus antiguos compaeros radicales. Y aunque la importancia re-formista de la misma es discutible, lo cierto es que mejor la base demo-crtica de las instituciones britnicas; ampli el universo del sufragio y,sobre todo, modific parcialmente la planta electoral. Pero este xito del ra-dicalismo, como se ve, lejos de avivar los rescoldos de su pasado bentha-mista, provoc en Mill el efecto contrario: lo apart an ms de ellos. Y esque, como reconoce al analizar sus ideas a lo largo de esa dcada: el edi-ficio de mis viejas opiniones aprendidas iba resquebrajndose en muchoslugares, pero nunca dej que se derrumbara por completo, sino que me es-forc incesantemente en ir rehacindolo con nuevos materiales.

De entre todos ellos result fundamental la relacin intelectual y perso-nal que trab con Tocqueville. Se estableci entre ambos una afinidad elec-

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tiva que enriqueci sus respectivas visiones del mundo. Para Luis Dez delCorral: el aristcrata normando le indujo a salir del estrecho callejn car-tesiano en el que le haban metido Bentham y su propio padre. Tocque-ville ayud a Stuart Mill a liberarse de ese mtodo de deducir reglas deconducta que l mismo llamaba, con terminologa pascaliana, mtodo geo-mtrico.

Esto se ve con nitidez en un ensayo publicado por Mill en 1836 con elttulo de Civilizacin. En l se percibe claramente cmo las aportaciones te-ricas provenientes del estudio de la filosofa de la historia, as como la re-formulacin cualitativa que hizo del principio utilitario fueron minando suvisin acerca de la idea del progreso, al proyectar sobre ella una mirada queasuma paradojas y ambivalencias sobre su gestacin y desarrollo. Dehecho, defiende las ventajas de la sociedad industrial, aplaude el progresoasociado al incremento de la cooperacin, cree en el refinamiento de la di-visin del trabajo y alaba la extensin de la propiedad pero, al mismotiempo, no oculta su preocupacin ante los efectos morales y polticos quelibera, pues, el poder pasa cada vez ms de los individuos a las masas,mientras el peso e importancia de la persona, en comparacin con la masa,decrece hacia una insignificancia cada mayor. En realidad, Mill estaba apli-cando la lgica cualitativa de su principio de utilidad al poder, concluyendode ello que la felicidad humana slo poda conseguirse en una sociedad in-dustrial si se cultivaban las facultades superiores del ser humano. Seguacreyendo en el progreso, pero ya no le bastaba extender el bienestar ma-terial a un nmero cada vez mayor de personas, sino que tambin debavertebrarse cualitativamente su disfrute. En palabras de Pedro Mercado:la igualdad de condiciones de un progreso basado nica y exclusivamenteen la acumulacin y maximizacin de la riqueza ya no era suficiente paral, requera una eudaimonia aristotlica, esto es, un desarrollo de requisitosobjetivos y subjetivos que contribuyeran a una autntica libertad moral enel individuo.

Por otro lado, la muerte de Jeremy Bentham en 1832 y la de su padre,James Mill, en 1836, contribuyeron, tambin, a que su horizonte mental re-forzase su eclecticismo por otras vas. En 1835 fund la London and Wes-tminster Review como plataforma editorial para sus nuevas ideas. La revista

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quera transformar a los antiguos radicales en unos nuevos whigs quecontribuyeran a que el partido liberal liderase el cambio poltico que ne-cesitaba Gran Bretaa a medida que progresaba la revolucin industrial.Con ese objetivo fueron numerosos los artculos que dedic en los aos30 a la situacin de la mujer, la pobreza, las leyes del grano, el trfico deesclavos, el trabajo infantil y la situacin de las clases obreras. En todos sepercibe un tono de gran intensidad reformadora en el que el pensamientoliberal se hace cada vez ms heterodoxo, tanto en su formulacin comoen sus proyecciones programticas. De hecho, entremezcla una visinfronteriza que trata de casar el desarrollo de una democracia social con lavigencia de un elitismo individualista, defendiendo en Sobre la libertad quela nica fuente de mejoras, infalible y permanente, es la libertad ya quegracias a ella, hay tantos centros independientes de mejoramiento, comoindividuos.

5. DOS ALMAS Y/O DOS MITADES?

Expuesto a una creciente permeabilidad de influencias, el periodo posteriora los aos 40 nos descubre un Mill que encara su madurez viviendo unapugna interior cada vez ms acusada. A partir de entonces se hace explcitauna fisonoma intelectual tensionada en apariencia por dos almas: una queexpresa su fe en el progreso y otra que recela abiertamente de l. En esteentrecruzamiento de pulsiones fue trascendental Harriet Taylor, con la quecontrajo matrimonio en 1851, despus de casi veinte aos de relacin ator-mentada. Irrumpi en la vida de Mill en 1830, apenas cuatro aos despusde vivir la crisis que puso fin a su juventud. Desde entonces fue una cons-tante en su biografa, tanto durante su vida en comn como despus, trasla muerte de ella en 1858. Esta circunstancia hizo que alguien dijera de lapareja que: Quien slo ha conocido a Mill a travs de sus escritos, ha co-nocido nicamente una mitad de su persona, y no precisamente la mejor.

Divorciada de un hombre de ideas radicales que perteneca al crculo deamigos del padre de Mill, Harriet Taylor fue una mujer dotada de una fuertepersonalidad, con ideas que estaban muy prximas al socialismo utpicooweniano. Esto llev a Mill a seguir profundizando en el carcter eclctico

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de su liberalismo, algo que fue hacindose cada vez ms visible en sus obrasa partir de los aos 40. Como explica Hayek en John Stuart Mill and HarrietTaylor, desde 1846 la influencia de su mujer lleg a ser completa. No tantoen las ideas cuanto en la seleccin de los temas, as como en la aproxima-cin a los mismos. Lo evidencian las sucesivas versiones de sus Principiosde economa poltica, en los que, por ejemplo, el duro ataque contra el socia-lismo que contiene la primera edicin de 1848, desapareci en la segunda(1849) para, en la tercera (1852), adoptar un tono liberal-igualitario quehizo sostener a Mill que: La finalidad de todo adelanto social debe serpreparar a la humanidad por medio de la cultura para un estado social quecombine la mayor libertad posible con esa justa distribucin de los frutosdel trabajo a la que no aspiran las leyes actuales sobre la propiedad.

Con todo y con eso, lo realmente decisivo en esta nueva vuelta de tuercaheterodoxa de Mill, fue la influencia que tuvo sobre su mirada utilitaria larevolucin de 1848. De hecho, la agitacin social y econmica que percibipor debajo de la superficie de las instituciones y de la estructura poltica,lo llev a replantearse, por ejemplo, los principios econmicos que habaaprendido junto a David Ricardo, ya que el modelo de laissez faire y elmantenimiento de un orden absolutamente espontneo de intercambio po-dan afectar al objetivo utilitario de promover la felicidad del mayor n-mero. Esto le aproxim al socialismo ingls, haciendo de l uno de susmaestros. No en balde, el propio Mill sealaba en la introduccin a susPrincipios de economa poltica que la obra de Adam Smith haba quedado an-ticuada en muchas de sus partes, y en todas era imperfecta.

La lectura que hizo entonces del socialismo saint-simoniano y de lanueva ciencia social de Comte, sirvi para actualizar alguno de los ejes eco-nmicos de su anlisis. Especialmente en lo atinente a la relacin entre elindividuo y el Estado, ya que de acuerdo con el estado actual de perfec-cionamiento humano, el fin principal a perseguir no es la subversin del sis-tema de la propiedad individual, sino su mejoramiento y la completaparticipacin de todos los miembros de la comunidad en las ganancias quedel mismo se deriven. De este modo, los aspectos cuantitativos asociadosa la felicidad del mayor nmero recuperaron protagonismo en su argu-mentacin utilitaria. Esto significaba un reforzamiento de la igualdad como

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valor cualitativo de la felicidad, pero ms con carcter instrumental quematerial. El liberal que segua siendo Mill no dudaba de advertir que: Unpueblo que carece del hbito de la accin espontnea por los intereses co-lectivos, que tiene la costumbre de mirar hacia su gobierno para que le or-dene lo que tiene que hacer en todas aquellas materias de inters comn,que espera que le den todo hecho, tiene sus facultades a medio desarrollar.

Mill admita por motivos de justicia que hubiese excepciones a los prin-cipios del laissez faire. El fin de este intervencionismo sera residual: cubrir losdefectos operativos que lastraban la plena eficacia social de la mxima deque cada uno es el mejor juez de sus propios intereses. Estaramos, comomantiene J. M. Robson en The Improvement of Mankind, The Social and PoliticalThought of John Stuart Mill, ante una socializacin de los efectos positivos delindividualismo con el propsito de desposeerlo de sus componentes msegostas. Aqu radicara, por tanto, su idea de dotar a Inglaterra de una plenaconstitucin democrtica. Esto es, de atribuir a la sociedad un entramadode instituciones que atendieran no slo las atribuciones clsicas del gobiernosegn la escuela que se ha llamado del laissez faire, sino aquellas otras que,como seala en los Principios de economa poltica, pudiesen asegurar contrala extrema necesidad a todo individuo que forme parte de una comunidadpoltica. Y es que as, segua afirmando, las naciones modernas demostrarnque han aprendido la leccin de que el bienestar de un pueblo se ha de lo-grar por medio de la justicia y la libertad de los ciudadanos.

6. EQUILIBRISTA LIBERAL

Las preocupaciones sociales que vimos que siempre estuvieron presentesen el pensamiento de Mill, fueron con los aos adquiriendo vuelo y pro-fundidad, tal y como se percibe en Sobre la libertad (1859), El utilitarismo(1861), Del gobierno representativo (1861) y La esclavitud femenina (1869).Lo ms relevante es que buscan un difcil equilibrio entre la libertad y laigualdad, entre el desarrollo de una democracia de masas y el manteni-miento de un pluralismo individualista de base elitista. El andamiaje tericoforjado en sus ensayos se sustent en una compleja conciliacin de intere-ses individuales y colectivos.

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Segn Henry M. Magid, Mill vea con nitidez que la igualdad, si era lle-vada demasiado lejos en su desarrollo, colisionaba con la justicia y podadaar la libertad y el respeto a esa excelencia intelectual y moral que escondicin de todo nuevo progreso. En realidad, ese equilibrio poltico erabsicamente el fruto de un desarrollo cualitativo de su idea de felicidad.Concretamente de la idea de que la justicia entendida como el inters co-lectivo asociado al mantenimiento de una estructura que garantizara la dig-nidad humana, exiga, tambin, que el derecho individual a la diferenciay a la diversidad personales fuera garantizado desde el poder, pues, tal ycomo defiende en Sobre la libertad: Cada uno es el guardin natural de supropia salud, ya sea fsica, mental o espiritual. La humanidad sale ganandocuando consiente a cada uno vivir a su manera y no obligndolo a vivir ala manera de los dems.

Para Mill, tan slo poda lograrse el equilibrio en el seno de sociedadesdinmicas, nunca en sociedades estancadas, ya que cualquier sociedad queno progresa, se deteriora. El progreso, en realidad, no era nicamente unalucha incesante por avanzar en pos de un bienestar material cada vez msgeneralizado, sino en hacerlo posible dentro de un orden de justicia garan-tizado por un gobierno representativo nacido de la eleccin de los mejorespor parte de la mayora. Asentada, segn Isaiah Berlin, sobre una fracturatrgica nacida de la necesidad poltica de tener que elegir entre opuestos,la teora sobre el gobierno representativo de Mill acoge una arquitectura in-estable debido al ensamblaje artificial de conceptos irreconciliables. Quiz,por eso mismo, en Liberalismo y accin social, el pragmatista norteamericanoJohn Dewey defini con mucho acierto la propuesta de gobierno repre-sentativo de Mill como un liberalismo social que trataba de superar lasconfrontaciones dialcticas que fueron tpicas de la Europa del siglo XIX.

Esta idea del gobierno representativo fue algo que defendi, precisa-mente, durante su etapa ms poltica, cuando siendo parlamentario liberalen los Comunes (1866-1868) contribuy a que salieran adelante con suspronunciamientos pblicos algunos de los proyectos reformistas lideradosdesde el partido whig por Russell y Gladstone. Fue, por tanto, durante ladcada de los 60 tras la muerte de su esposa y despus de jubilarse de sutrabajo en la India House cuando la apuesta poltica de Mill por un modelo

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de sociedad abierta y pluralista, se hizo ms intensa y alcanz su desarrolloms sugerente al defender un marco poltico que trataba de conciliar unalegislacin promocional de derechos con una estructura de libertad. Dehecho, fue entonces cuando Mill dio batallas de gran valenta intelectual,resucitando el rol del paladn reformista de aos atrs. Ah est, si no, sudefensa del derecho femenino al sufragio durante los debates de la ReformHill de 1867; su apasionada oposicin a que se suspendiera la aplicacin delHabeas Corpus Act durante la rebelin irlandesa, o su defensa de la causa an-tiesclavista de Lincoln durante la Guerra Civil norteamericana, etiquetandola esclavitud para escndalo poltico de Lord Derby y Disraeli como unaespecie de torysm de la raza.

As, paulatinamente, Mill fue desarrollando una idea de justicia basadaen presupuestos morales del liberalismo que prefigur buena parte de lastesis que, luego, delimitaron las propuestas que Dworkin o Rawls emitieronya bien entrado el siglo XX. De hecho, el Mill maduro anticipa la reflexinque pensadores como Isaiah Berlin o Raymond Aron plantearon sobre lalibertad positiva y la libertad negativa. Por tanto, resulta injusta la descrip-cin que hace Von Mises cuando lo describe como un epgono en el quesus trabajos dieron pie a ese tan extendido error anglosajn de confundirliberalismo y socialismo. Algo, por cierto, que no casa muy bien con ladefinicin que Ortega hizo en La rebelin de las masas cuando dijo que loque ms nos interesa en Stuart Mill es su preocupacin por la homogenei-dad de mala clase que vea crecer en todo Occidente.

Mill era bsicamente un liberal de frontera. Un pensador que trat desacar partido a la potencialidad social que aloja el liberalismo en su seno.Su mrito intelectual radicara en haber llevado el liberalismo hasta el con-tacto intelectual con la socialdemocracia. O si se prefiere: en haber sidocapaz de emplazar una posicin ntidamente liberal en esa ambigua tierrade nadie que separa a los liberales de los sectores ms centrados del socia-lismo. De hecho, los aspectos sociales que contiene su reflexin son end-genos y no exgenos al pensamiento liberal. Entroncan con esa largatradicin anglosajona que, desde el republicanismo, el puritanismo, los le-vellers y Locke, reivindic una lectura social del individualismo. De estemodo se vuelve a demostrar, tal y como afirma Manuel Escamilla en la in-

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troduccin a John Stuart Mill y las fronteras del liberalismo, que hay unosprincipios que defender si se quiere ser considerado un liberal, pero no hayun canon minucioso de lo que es ser liberal.

El emplazamiento heterodoxo y su mirada victoriana hicieron de l unhombre profundamente comprometido con su poca. Alguien que mate-rializ la centralidad poltica, la moderacin intelectual y el sosiego de ca-rcter que dieron estabilidad a Inglaterra en medio de las turbulenciassociales y los cambios de mentalidad de su tiempo. Hasta el punto de poderidentificar a travs de su pensamiento la originalidad que Ortega tanto ad-miraba de Inglaterra y su sociedad. Mill formul una teora que pretendageneralizar pacficamente las dinmicas socializadoras e individualizadorasde la Ilustracin travs de un compromiso tico centrado en la moderacin.Algo que logr sobradamente al insistir en la necesidad de localizar un es-pacio de consenso institucional que permitiese a la libertad sobrevivir den-tro de un marco progresivamente democrtico de accin poltica. Quiz,por eso mismo, Leo Strauss no dudaba en afirmar que la teora de Millsobre la libertad era un intento por detallar en trminos prcticos lo queexige la moderacin.

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