Jesucristo, ideal del monje - Columba Marmion O.S.B.

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    ,

    i nven to Sagrada fami l ia

    0HARR2-LECAR07DOM COLUMBA MARMION, O. S. B.

    JESUCRISTO

    IDEAL DEL MONJECONFERENCIAS ESPIRITUALES

    SOBRE LA VIDA MONSTICA Y RELIGIOSA

    TERCERA EDIClh

    EDITORIAL LITRGICA ESPAOLA, S. A.

    Smettoret U J U A N G I L I

    AVENIDA JOS ANTONIO, 38 i - BA RC EL ON A

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    Ttulo original:

    LE CHRIST IDEAL DU MOINE (90." millar)

    publicado por Les Editions de Maredsous, cu 1947

    Versin de D o m M a u r o D a z P b e z , O. S. B.Benedictino de Samos

    LICENCIA DE LA ORDEN

    NIXIII* OBSTAT : E l Censor, P. Ag u s t n

    Surtos, O. S. B.Samos, 13 de noviembre de 1956

    Por las presentes declaramos que no hay obstculo alguno para quesea impresa y publicada la edicin espaola de J e s u c r i s t o , i d e a l d e l monje/ de Dom Columba Marmion.

    A b ad a de Sam os, 13 de n ovie m bre de 1956.

    f M a u r o , O . S . B .

    A bad M itra do de Samos

    LICENCIA DIOCESANA

    N I H I I , O B S T A T

    E l Censor,

    D r . G a b r i e l S o l a , Cannigo

    Barcelona, 14 de diciembre de 1956I M P R I M A S E

    t G r e g o r i o

    Arzobispo-O bis po de Barcelona

    Por mandato de su Excia. Rvdma.

    A l e j a n d r o Psch, Pbro.

    Canciller-Secretario

    E. L. E., S. A., 1 9 5 6

    Talleres Grficos A. Nez - Pars, 208 - Tel. 27 06 00 - Barcelona

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    DOM (COLUMBA MARMION

    (1858-1923)

    Han corrido cuatro lustros desde que este granmonje y gran plasmador de monjes, gran asceta, grantelogo, celoso director de almas grandes e insupera-ble maestro de ascetismo, apstol del verbo y de la

    pluma, desapareci, con sus deficiencias humanas, delescenario de la vida. Pero, aun as, sobrevive y per-durar mucho tiempo en la tierra su personalidadcaracterstica y procer, al modo que viven los que,consagrados a Dios, le sirvieron a l y a su Iglesia por la virtud, por la accin y por la pluma, dice subigrafo.

    A nosotros nos interesa de momento subrayar lasupervivencia de Dom Marmion precisamente en laobra de su pluma, sin que podamos del todo sus-traernos a la exigencia editorial de recordar los ras-gos caractersticos' y ms salientes de su existencia te-rrena.

    Por su origen y por su formacin, la personalidaddel Abad de Mareclsous hubo de ser riqusima, amplia,compleja y contrastada. Tuvo padre irlands y madrefrancesa.

    Guiaron los primeros pasos de su formacin cris

    . Jesucristo, ide l del m onje

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    2 JKSU (. :R lS TO , IIJUAl, DKI. MONJH

    tiana e intelectual los Padres Agustinos. Pas a losdiez aos a un centro regentado por la Compaade Jess. Desde los diecisiete se decidi por la carrera

    sacerdotal, en su Seminario de Dubln, bajo la frulade los hijos de san Vicente de Pal; y fu a terminarla,con el ms brillante de los xitos, en el Colegio ir-lands, mientras haca en la Ciudad Santa como ldeca de otros la verdadera educacin del corazny del alma, que era la que en su vida de apstol ms

    le haba de valer.Del irlands, haba en su vida, y trasciende a susobras, inteligencia aguda, viva imaginacin, riquezade sensibilidad y exuberancia de eterna juventud. El

    francs le di clarividencia de espritu, visin neta delas cosas y facilidad extraordinaria de expresin, siquie-ra en el manejo de la lengua gala no brille siempre un

    depurado aticismo.La vocacin religiosa parece haber nacido, en el

    futuro hijo de san Benito, ya antes de sus ensayos enel ministerio sacerdotal, y en sus aos mozos de cole-gial romano, de la visin y algn rpido contacto connuestro monje apstol de Australia, Reverendsimo

    P. Rosendo Salvado.Novicio l, y monje muy luego en el naciente mo-

    nasterio de Maredsous, de la congregacin Beuronense, tuvo por padre, y maestro, y amigo, al que la sin-gular perspicacia de Len X III, por aquellas mismascalendas, elega por primer abad primado de toda laOrden Benedictina y creador del Colegio Universi-

    dad de san Anselmo en Roma.Y cuando Dom de Hemptinne no pudo seguir simul-

    taneando sus oficios de abad de Maredsous y prima-do de la Orden en Roma, su colaborador de muchosaos pas a ser su sucesor en la Abada belga.

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    PRLOGO 3

    Entonces Dom Columba, que de la nobleza de sufamilia tena como divisa Serviendo guberno, la con-creta en el mote sacado de la Regla Prodesse magisquam preesse.

    Queda dicho, y place repetirlo: toda la vida deDom Marmion, vida intenssima y pasmosamente va-riada, es una vida al servicio de Dios en las almas, y alservicio de la Iglesia. Profesor, director de conciencias,

    apstol de comunidades protestantes, troquelador de

    almas selectas como la de Dom Po de Hemptinne,confidente y confesor de prelados como el CardenalMercier, organizador de nuevas fundaciones como lasde las abadas de Maredret y la congregacin Bene-dictina belga. Pero, no; nuestro autor tiene su bio-grafa. No tenemos por qu repetirla, slo podemos

    ya espigar muy pocas palabras ms acerca del es-critor.Haba pasado la vida leyendo siempre, y estudiando

    la Escritura, los Padres, la Liturgia, y enseando Teo-loga, sobre todo y singularmente a Cristo. Y sloen los ltimos aos decidise a escribir para el pbli-co. Mas, cuando lo hizo, ni sali novicio en el arte, ni

    tom temas nuevos. La Teologa que siempre profesara,mejor dicho, que siempre viviera, la Escritura, la L i-turgia de que estaba imbuido, y Cristo, de quien, cualotro san Pablo, era apasionadamente enamorado, presentronsele exigentes, imprecisos, desbordantes. Y delos puntos de su pluma sali la teologa perennis, l

    dogma intangible, con luces de novedad, ante la cuallos telogos se inclinaron con aplauso unnime, los le-gos y los sinestudio se deshicieron todos en lenguasde bendiciones.

    Fuera de numerosas cartas de direccin espiritual,que se ha intentado reunir, notas de Ejercicios, y el

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    4 JESUCRISTO, IDEAL DEL MONJE

    delicioso conjunto de conferencias especiales para lasvrgenes consagradas al Cordero, que forman el tra

    taito Sponsa Christi, la obra de Dom Marmion es unay trina: un trptico, una triloga consagrada a Cristo:Jesucristo, vida del alma, Jesucristo en sus misterios,J e s u c r i s t o , i d e a l d e l m o n j e .

    Todos cuantos han analizado tericamente los treslibros de Dom Martrdon, y cuantos los han prctica-mente gustado y utilizado en su vida espiritual, en la

    lectura, en la meditacin y en la formacin de lasalmas, coinciden en ver la unidad del plan y desarrollode las que aparecen como tres obras, y, con efecto,sirven y pueden leerse cacla una por separado. No ha-cemos ms que indicar esta idea de unidad dentro dela progresin y complemento del conjunto.

    La persona de Cristo es la que en los tres librosrepresenta el primero y potsimo papel del conjunto, yeso da la principal unidad de la obra, la cual siguesiendo una, porque, en sus tres tratados, basa todala vida espiritual sobre el conjunto orgnico del dog-ma cristiano; una, porque, de la primera a la lti-ma de sus lneas, est impregnada del mismo perfu-

    me de oracin en que el piadossimo Autor respiraba;una, porque va toda ella tejida en la misma tramaviva de las Sagradas Escrituras, para derramar en lasalmas la paz, el gozo y la confianza que las transportaa una atmsfera del todo sobrenatural, y de la pleni-tud de la vida interior las impulsa a la accin.

    Y no insistimos. Quin no conoce, de odas siquie-ra, estas obras ascticas del Abad de Maredsous?Los libros de que se serva Benedicto XV en susmeditaciones y para su propia vida espiritual? Losque Po X I regalaba a su sobrina en la canastilla debodas?

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    PRLOGO 5

    Esos son esa obra los que por fin vemos n-tegramente vertidos en nuestra lengua. Y sobre todo,ste, J e s u c r i s t o , i d e a l d e l m o n j e , que, a diferencia desus hermanos mayores, sale por vez primera entrenosotros, es el que nos reclamaban, insistente, ansiosa,casi angustiosamente, comunidades religiosas de todaslas observancias, seminarios, casas de formacin, clero,asociaciones y particulares.

    Es que cada vez vamos siendo todos ms unos.

    Vamos sabiendo que la Regla de san Benito es lamadre, base y sustento de casi todas las reglas reli-giosas, y ella hermana de la nica que le es ms anti-gua. Vamos creyendo a Bossuet, que nos descubricmo san Benito hizo el mejor compendio del Evan-gelio conocido en la Iglesia. Como que, en fin de cuen-tas, ni en el Derecho, ni en la Teologa, ni en la His-toria, monje es otra cosa que religioso, ni religioso otracosa que cristiano lo ms perfecto posible... Las reglasy medios y consejos de la perfeccin monstica sonlos que necesariamente han de guiar a cuantos religio-sos y seglares clrigos y simples fieles quieranpracticar la ascesis cristiana, vivir vida de espritu,

    santificarse.Para todos ellos nuestra ofrenda de esta edicin.

    Para todos ellos esperamos las prdigas bendi-ciones que desde el cielo viene derramando nuestrovenerable Dom Marmion sobre sus dems lectores.

    Esto escribamos cuando prologbamos la primeraedicin espaola. Ahora, al presentar esta tercera,cuidadosamente corregida, slo nos resta dar rendidasgracias a Dios por l xito con que se ha dignado col-mar nuestros anhelos de entonces, y suplicarle quesiga multiplicando el nmero de quienes gusten de

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    8 Jt.SUCKISTO, IDEAL DEL MONJE

    roinontur.se a las alturas de la perfeccin: Si quieres serperfecto, anda, vende tus posesiones y ven en pos de m.

    Sin duda alguna no se trata ms que de consejo: Siquieres, si vis, deca el divino Maestro. Empero, la importancia que atribuye a su observancia se colige bien alas claras de las magnficas recompensas que tiene prometidas a quien los guarde. Su observancia tiende a unaimitacin ms completa y eficiente del Salvador. Y porqueJtl es nuestro modelo y gua, el alma habr adquirido estaperfeccin religiosa cuando se haya identificado con la doc

    trina y el ejemplo del Verbo encarnado: Ven en pos dem... Basta para la perfeccin del discpulo que seacomo el maestro.

    Esto es lo que vamos a exponer en el presente volumen : presentar la divina figura de Jess como el espejoen que deben mirarse las almas privilegiadas llamadas aseguir la vida de los consejos evanglicos; nada tan eficazcomo esta contemplacin para mover al alma y esforzarla,

    de modo que, en todo momento, sea capaz de responder a una vocacin tan elevada y tan rica en promesaseternas.

    Mucho de lo que vamos a decir explica la vida religiosa, cual la entenda san Benito; pero es de saberque para el gran Patriarca la vida religiosa, en lo esencial, no es una forma peculiar de vida al margen delCristianismo: es el mismo Cristianismo, sentido y vivido

    en toda su plenitud, segn la luz del Evangelio: Guiadospor el Evangelio andemos sus caminos. La esplndida fecundidad espiritual, que, a travs de los siglos, ha demostrado la santa Regla, slo puede explicarse por razn delcarcter esencialmente cristiano que san Benito imprimia todas sus enseanzas.

    El ndice de las conferencias con que encabezamos ellibro dar a conocer la sencillez del plan adoptado. En pri

    mer lugar, exponemos, en sntesis general, la institucinmonstica, tal como la deben entender los que se sientenllamados a la vida del claustro. Despus desenvolvemos elprograma que han de seguir los que se sienten con arrestos para alistarse en esta institucin, hasta llegar a asimilarse su espritu. Este trabajo de adaptacin y asimilacinsupone dos cosas: el desprendimiento de lo creado y launin con Cristo; el desprendimiento es camino que lleva

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    INTRODUCCIN 9

    a la vida de unin: Todo lo hemos dejado por seguiros.En esto est lo substancial de la prctica de los consejosevanglicos, el secreto de la perfeccin.

    Al exponer este plan, no hacemos ms que reproducirel que seguimos en Jesucristo, vida del alma. De lo cualno hemos de maravillarnos habida cuenta que la perfeccin religiosa es de un mismo carcter sobrenatural que lasantidad cristiana.

    Quiera Dios que estas pginas sirvan para dar a muchos un conocimiento ms exacto de la naturaleza de laperfeccin a que son invitados; para hacerles estimar ms

    y ms esta vocacin tan menospreciada, por desconocida,en estos tiempos; para estimular a los vacilantes que desoyen la llamada de la gracia y hacerles triunfar de los estorbos con que tropiezan, dejando a un lado las naturalesafecciones y rompiendo con valenta con la humana frivolidad. Ojal despierten el primitivo fervor en los iniciadoscuya perseverancia vacila ante la perspectiva del largocamino que les queda por recorrer; mantengan las resolu

    ciones de los que, fieles a sus votos, ascienden sin desmayo a la virtud; estimulen, finalmente, a los ms perfectospara que, llenos de santa emulacin, colmen sus ansiasinsatisfechas de santidad.

    Esperamos que el Padre celestial reconozca en nuestro humilde trabajo las tradicionales enseanzas de sussantos ( 1 ), y bendiga nuestros esfuerzos para disponersu campo Apollo rigavit . Entre tanto, le pedimos con

    todas veras esparza a manos llenas la divina semilla y lahaga llegar a plena madurez. Deus autem incrementumdedit.

    Sanle dadas de antemano nuestras ms rendidas y filiales gracias.

    D o m C o l u m b a M a e m i o n .

    Abada de Maredsous, 11 de julio de 1922.Fiesta de san Benito.

    (i) E n tre los autores bene dictinos, citamo s con preferencia a los que,por su vida y doctrina, acertaron a cristalizar mejor las ideas que desarrolla esta obra; a nadie maraville, pues, que utilicemos en particularlos escritos d^ san Gregorio, san Bernardo, santa Gertrudis, santa Mat i l d e y del venerable Ludovic o Blo sio.

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    I

    EXPOSICIN GENERAL

    DE LA INSTITUCIN MONSTICA

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    I

    BUSCAR A DIOS

    I m p o r t a n c i a , d e l o b j e t o d e l a v i d a h u m a n a

    A l examinar la Regla de san Eenito, claramente se echade ver que el santo no la presenta sino como un

    resumen del Cristianismo, como un medio de practicaren toda su plenitud y perfeccin la vida cristiana.

    En efecto: vemos que el glorioso Patriarca, ya al comienzo del prlogo a su Regla, declara que escribe slopara aquellos que desean volver a Dios bajo el caudillajede Cristo. Y al finalizar el cdigo monstico insiste nuevamente en afirmar que propone su cumplimiento a todoaquel que, con el auxilio de Cristo, se apresura por llegara la patria celestial ( 1 ).

    La Regla, en su concepto, no es ms que un experto

    gua, y muy seguro, para llegar a Dios. Al escribirla nopretende san Benito establecer cosa alguna fuera o almargen de la vida cristiana; no asigna a sus monjes finalguno particular, contentndose con este general de buscar a Dios (2). Esto es lo que exige, ante todo, del quellama a las puertas del monasterio con intencin de abrazar la vida monacal; a esta disposicin de nimo reducetodos los otros motivos de vocacin, ya que ella forma

    como la clave de toda su doctrina y el centro de la vidaque quiere ver practicar a sus hijos. se es el objeto queseala, en primer trmino, a sus monjes, y como tal no debemos jams perderle de vista; hemos de examinarlo confrecuencia, y, sobre todo, ajustarnos a l en nuestro obrar.

    (i) Regla, cap. LXXIII.(a) Ibid., cap. r.VIII.

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    )4 j v .s u r m s T o , i d k a i , d f .l m o n j e

    EI hombre, como sabis, en sus actos deliberados obrapor un fin. Como criaturas libres y racionales que somos,jams ejecutamos una accin si no es por algn motivo.

    Trasladmonos con la imaginacin a una gran ciudadcomo Londres. A ciertas horas del da, sus calles son unacadena sin fin de gentes de toda clase social; semejanun verdadero ejrcito en maniobras, un mar humano enconstante ondulacin. Los hombres van y vienen, tropiezan, se cruzan; todo con gran celeridad porque time ismoney , sin apenas cambiarse un saludo. Cada uno deestos seres innumerables obra independientemente, persi

    gue un fin particular. Qu buscan? Qu les impulsar aesos millares y millares de hombres que se agitan en laciudad? Qu fin se proponen? Por qu se dan prisa?Unos van tras los placeres, otros en pos de los honores:stos acosados por la fiebre de la ambicin, aqullos acuciados de la sed de oro; casi todos, en busca del sustentocotidiano. La criatura es para muchos lo que atrae losefectos del corazn y del alma; de vez en cuando, como

    perdida en ese mar inmenso, se desliza la dama que visitael tugurio del pobre; otra vez es la hermana de la caridadla que se desentiende del barullo de la calle, buscando aJess en uno de sus miembros doloridos; o es un sacerdoteque pasa sin ser notado, con el copn oculto sobre el pecho, para llevar el vitico a un moribundo... Mas, de estainmensa muchedumbre que va en pos de la criatura, sonmuy pocas las almas que trabajan nicamente por Dios.

    Y, no obstante, lo que da valor a nuestras accioneses la influencia del mvil. Reparad en dos hombres queemigran juntamente a una regin lejana. Ambos a dosabandonan patria, amigos y familia. Desembarcados entierra extraa, se internan en el pas; expuestos a unosmismos peligros, atraviesan los mismos ros, cruzan lasmismas montaas e idnticos son los sacrificios que seimponen. Pero el uno es un mercader dominado por la

    codicia, el otro un apstol celoso de las almas. La miradahumana apenas si nota diferencia de mviles en estos doshombres; sin embargo, Dios sabe que media entre ambosun abismo; y este abismo es el mvil, el fin, lo que lohace infranqueable. Dais un vaso de agua al mendigo,una limosna al pobre: si lo hacis en nombre de Jesucristo,es decir, por un impulso de la gracia, porque veis en ese

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    Im p o r t a n c i a d e i . o b j e t o d f , i ,a v i d a h u m a n a

    pobre a Cristo que dijo: Todo lo que hiciereis al menorde mis pequeuelos, a m me lo hacis (3), vuestra accin es grata a Dios; y ese vaso de agua, que no es nada,

    y esa limosna, que es tan poca cosa, no quedar, con todo,sin recompensa. Por el contrario: depositad un puadode oro en manos de ese pobre para pervertirlo, y vuestraaccin ser abominable.

    As, pues, el mvil por el cual obramos, el fin que entodo perseguimos y que debe orientar nuestro ser y obrar,es de capital importancia para nosotros.

    No olvidis jams esta verdad: el valor de una persona se mide por lo que busca, por aquello a que se aficiona. Buscis a Dios? Vais a l con todo el ardor devuestra alma? Por muy cerca que estis de la nada por vuestra condicin de criaturas, os elevis porque os uns al serinfinitamente perfecto. Buscis la criatura, y por tanto,satisfaceros de placeres, honores, ambicin; es decir, osbuscis a vosotros mismos bajo estas formas? Entonces,por grande que sea la estima en que os tenga la gente,valis lo que esa criatura vale, os bajis a su nivel; y tantoms os envilecis cuanto sta es ms despreciable. Unaobscura hermana de la caridad, un simple hermano legoque busca a Dios, que pasa su vida en humildes trabajos,por cumplir la voluntad divina, es incomparablemente msgrande ante Dios cuyo juicio es el nico que nos importa porque es eterno que un hombre colmado de riquezas, rodeado de honores o ahito de placeres.

    S, el hombre se mide por lo que busca. Por esto sanBenito, que presenta a los secuaces de la vida monsticacomo raza fortsima (4), exige, del que intenta abrazaresta vida, un motivo tan sobrenatural y perfecto como esel poseer a Dios: Si de veras busca a Dios (5). Pero,me diris, qu se entiende por buscar a Dios? Qucaminos conducen a l? Porque menester es buscarlo demanera que se le pueda encontrar. Buscar a Dios formatodo el programa: hallarlo y permanecer habitualmenteunido a l por los lazos de la fe y de la caridad, es todala perfeccin.

    Digamos, pues, lo que es buscar a Dios: a qu condi-

    ti) Mat., XXV, 40.(4) R eg la, cap . I.(5) Ibid., cap. I/VIII.

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    16 JESUCRISTO, IDEAL DEL MONJE

    donesest sujeta esta bsqueda, y veremos luego los frutosque redundan en provecho del que en esto se afana. Conel fin que nos proponemos queda indicada a la vez la senda que nos conducir a la perfeccin; pues si buscamos a

    Dios como se debe, nada nos impedir hallarlo, y en Eltendremos todos los bienes.

    1 . B u s c a r a D i o s , o b j e t o d e l a v i d a m o n s t i c a

    Debemos buscar a Dios.Empero, buscaremos a Dios en un lugar determina

    do? No est acaso en todas partes? Ciertamente: Diosest en la criatura por su presencia, su esencia y su poder. La operacin en Dios es inseparable del principioactivo de donde se deriva, y su poder se identifica con suesencia. En todos los seres obra Dios conservndolos en laexistencia (6 ).

    De este modo est Dios en las criaturas, puesto que

    existen y se conservan tan slo por el efecto de la accindivina, que supone la presencia ntima de Dios. Pero losseres racionales pueden adems conocer a Dios y amarle,y as poseerlo en ellos con un ttulo nuevo que les es peculiar.

    Sin embargo, con esta especie de inmanencia, en manera alguna se satisface Dios respecto de nosotros. Hayun grado de unin ms ntimo y ms elevado. No se con

    tenta Dios con ser objeto de un conocimiento y amor natural por parte de los hombres; sino que nos invita aparticipar de su propia vida, y gozar su misma beatitud.

    Por un movimiento de amor infinito hacia nosotros,quiere ser para nuestras almas, ms que un dueo soberano de todas las cosas, un amigo, un padre. Desea quelo conozcamos como es en s, fuente de verdad y belleza,ac en el mundo bajo los velos de la fe, y all en el cielo,

    en la luz de la gloria; quiere que, por el amor, le poseamos ac abajo y all arriba como bien infinito y principiode toda bienaventuranza.

    Con este fin, como sabis, eleva nuestra naturaleza porencima de s misma, adornndola con la gracia santificante,

    (6) San to To m s, II , Sente nt. D is t., XXXVII, q. I, a. 2,

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    BUSCAR A DIOS, OBJETO DE LA VIDA MONASTICA 17

    las virtudes infusas y los dones del Espritu Santo. Por lacomunicacin de su vida infinita y eterna, Dios mismoquiere ser nuestra perfecta bienaventuranza. No consienteque hallemos nuestra dicha ms que en S mismo, ya que

    es el bien en toda su plenitud, imposible de ser reemplazado por el amor de la criatura, que es incapaz de saciarnuestro corazn: Yo mismo ser tu recompensa grande ymagnfica en extremo (7). Y el Salvador confirm esta promesa en el momento en que iba a saldar la deuda con sucruento sacrificio. Padre, deseo ardientemente que aquellos que t me has dado estn conmigo all donde yo estoy,para que den testimonio de mi gloria, y participen de

    nuestro gozo y sean colmados de tu amor (8 ).Este es el fin nico y supremo a que debemos aspirar:

    buscar a Dios, no al de la naturaleza, sino al Dios de laRevelacin. Para los cristianos buscar a Dios es ir a l,no como simples criaturas que tienden al primer principioy fin ltimo de su existencia, sino ms bien tender a lsobrenaturalmente, es decir, como hijos que quieren permanecer habitualmente unidos a su Padre por una volun

    tad llena de amor, por aquella misteriosa adhesin a lamisma naturaleza divina de que habla san Pedro (9);es tener y cultivar con la Santsima Trinidad aquella intimidad real y estrecha que llama san Juan: sociedad delPadre con su Hijo Jess, en el Espritu Santo (10).

    A ella se refiere el Salmista cuando nos exhorta a buscar el rostro de Dios (11), es decir, buscar la amistad deDios, asegurarse su amor, a la manera que la esposa de los

    Cantares, presa de las dilecciones del Amado, sorprendaa travs de sus ojos toda la ternura que encerraba el fondode su alma. Ciertamente, Dios es para nosotros un Padrelleno de bondad, que desea hallemos en l y en sus indescriptibles perfecciones, aun ac en la tierra, nuestra felicidad.

    Esta es la correspondencia de amor que san Benitoquiere ver en sus monjes. Ya en el Prlogo nos advierte

    (7) G n ., X V , i.(8) Cfr., Juan, X V II , 4, 26.(g) II Pedro, I, 4.(10) I Juan, I, 3.(11) Salmo CIV, 4.

    2. Jesucris to , ideal del Monje

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    18 JESUCRISTO, IDEAL DEL MONJE

    que, pues Dios se ha dignado contarnos en el nmerode sus hijos, abstengmonos de contristar jams a Dioscon nuestras malas obras y no le obliguemos a desheredar

    nos algn da como a hijos rebeldes que no quisieron obedecer a tan bondadoso Padre.Llegar a Dios es el punto de mira que san Benito

    quiere que tengamos ante la vista. Este objetivo, talmentecomo savia exuberante y rica, campea en todos los artculos de la Regla, dndole vida y energa.

    No es, pues, a dedicarnos a las ciencias o las artes, nia la enseanza, a lo que hemos venido al monasterio, si

    bien el gran Patriarca quiere que en todo tiempo sirvamosa Dios mediante los bienes en nosotros por l depositados ( 1 2 ); desea que sea el monasterio sabiamente dirigido por hombres prudentes (13). Si bien esta recomendacin atae, sin duda alguna, primeramente a la organizacin material, pero no impide que tambin se extiendaa la vida moral e intelectual que debe reinar en la casade Dios. San Benito no quiere que enterremos los talentos

    recibidos de Dios; es ms, permite y manda que se ejerzan diversas artes; y una tradicin gloriosamente milenaria, a que no podemos sustraernos, ha establecido entre losmonjes la legitimidad de los estudios y trabajos apostlicos. El abad, como jefe del monasterio, debe fomentarlas diversas actividades monsticas: ocupndose en desarrollar para el bien comn, para el servicio de la Iglesia,para la salvacin de las almas y para la gloria de Dios, las

    mltiples aptitudes que eche de ver en cada monje.Con todo, el fin no est en eso. Todas estas actividades no son ms que medios encaminados a un fin, que esalgo ms elevado: es Dios, buscado por s mismo, comosuprema bienaventuranza.

    El mismo culto divino, como diremos ms adelante,no constituye ni puede ser el objeto directo de la institucin monstica organizada por la Regla. San Benito quie

    re que busquemos a Dios por su propia gloria, porque leamemos sobre todas las cosas; quiere que tratemos deunirnos a l por la caridad: este es nuestro nico fin ynuestra nica perfeccin. El culto divino deriva de la virtud de la religin, la ms sublime sin duda de las virtudes

    (12) Pr logo de la Re gla.(13) R egla, cap. U H .

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    EN TODAS LAS COSAS 1 0

    morales, e ntimamente relacionada con la justicia, la cualno es teologal. En cambio: la fe, la esperanza y la caridad,las tres teologales infusas, son las virtudes caractersticas

    de nuestra condicin de hijos de Dios: estas virtudes sonlas que aqu en la tierra constituyen la vida sobrenatural,las que miran a Dios directamente como autor de la misma. La fe es como la raz; la esperanza, el tallo, y la floracin y el fruto de esta vida es la caridad.

    Ahora bien: esta caridad, por la cual estamos y permanecemos verdaderamente unidos a Dios, es el fin sealado por san Benito, y aun es la misma esencia de la per

    feccin: Si de veras busca a Dios.En este fin estriba la verdadera grandeza del estadomonstico, y l es el que forma su razn de ser, pues, ensentir el pseudo Dionisio Areopagita, se nos llama mon

    jes, vo

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    2 0 JESUCRISTO, IDEAL DEL MONJE

    de Dios. Para que nuestra busca de Dios sea verdadera,segn exige san Benito, debe ser constante; que busquemos siempre la faz de Dios. Tal vez haya alguno que

    objete: A Dios le poseemos desde el bautismo, y siempreque nos acompaa la gracia santificante. Ciertamente. Entonces, a qu buscar a Dios s ya le poseemos?

    Buscar a Dios es permanecer unidos a l por la fe,adherirnos a l como objeto de nuestro amor. Ahora bien:es evidente que esta unin admite una variedad infinita degrados. Dios est presente en todas partes, dice san Ambrosio, pero est ms prximo a aquellos que le aman,

    estando en cambio, alejado de los que no le sirven (18).Cuando ya hemos encontrado a Dios podemos continuaran buscndole, es decir, podemos buscarle ms intensamente, acercarnos a l por una fe ms ardiente, por unacaridad ms exquisita, por una fidelidad ms exacta en elcumplimiento de su voluntad: he aqu por qu podemosy debemos siempre buscar a Dios, hasta tanto que nossea dado contemplarlo de una manera inamisible en todo

    el esplendor de su Majestad, rodeado de luz eterna.Si no alcanzamos este fin, arrastraremos una vida in

    til. San Benito, en el Prlogo, transcribe y comenta laspalabras del Salmista: Dios observa a los hombres y mirasi hay entre ellos quien tenga juicio y le busque, pero ellosse desviaron y se han hecho intiles (19). Qu de gentes, en efecto, no comprenden que es Dios la fuente detodo bien y el fin supremo de toda criatura! Esos son seres

    intiles, por cuanto han errado la meta desvindose delcamino; no responden a su objeto, a su destino, a su fin:no de otra suerte que el cronmetro que no marcase exactamente, aunque en l tuviramos un objeto precioso, esmaltado, una joya de valor, resultara completamente intil,por no servir para el fin a que se destina. Tambin nosotros nos convertiremos en seres intiles si no tendemos sincesar al fin que nos propusimos al venir al monasterio.

    Y cul es este fin? Buscar a Dios, referirlo todo a lcomo objeto supremo, cifrar en l nuestra felicidad: todolo dems es vanidad de vanidades (20). De no obraren esta forma, somos seres intiles; de nada nos servir

    (18) San Ambrosio, Comment, In Luc. , IX, 23.(19) Sa lm o X II I , 2, 3.(so) Ecles., I, 2.

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    A L SLO 21

    multiplicar nuestras actividades; aunque causaran la admiracin de los profanos, no pasaran de ser, a los ojos deDios, actividades de un ser intil, que no cumple las condiciones exigidas por su existencia, que no tiende al fin aque le ha predestinado su vocacin. Qu horrible es unavida humana intil! Y sin embargo, cunta inutilidad haya veces en nuestra vida, incluso en la religiosa, por estarausente Dios de nuestras acciones!

    No seamos, pues, de aquellos insensatos de que hablala Escritura, entretenidos en vanas bagatelas y fugacesdivertimientos (21). Por el contrario, apliqumonos a buscar a Dios en todas las cosas: en los superiores, en loshermanos, en todas las criaturas, en los sucesos todos dela vida, tanto prsperos como adversos.

    Busqumosle siempre, para poder siempre aplicar nuestros labios a la fuente de la felicidad; podemos bebersiempre en ella sin temor de ver agotadas sus aguas, yaque, en frase de san Agustn, su abundancia sobrepujaa nuestra necesidad. De ellas tiene dicho el Seor quese convertirn, para el alma fiel, en un manantial quefluir hasta la vida eterna (2 2 ).

    3. A L S L O

    Nuestro buscar a Dios, para que sea real y sincero,debe igualmente tener la condicin de exclusivo. Busquemos a Dios nicamente: he ah una condicin queconsidero de capital importancia.

    Buscar a Dios nicamente quiere decir, sin duda, buscarlo por s mismo, por ser quien es. Subrayemos la palabra Dios:l, y no sus dones, aun cuando puedan servirnospara mantener nuestra fidelidad; ni sus consuelos, aun-qiio Dios quiera que gustemos las dulzuras de su servicio (23), pero no debemos detenernos en estos dones niaficionarnos a estos consuelos. Al monasterio hemos venidonicamente por Dios; nuestra busca, pues, no sera verdadera, como desea san Benito, ni grata a su Majestad, sinos aferrsemos a algo que no fuese el mismo Dios.

    Ui) Hab., IV, ia.(22) Juan, IV, 14.(23) Cfr. salm o X X X 1U , (>.

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    Si buscamos a la criatura o nos aficionamos a ella, escomo si dijramos a Dios: Yo no lo encuentro todo enti. Hay gran nmero de almas que no tienen bastante

    con Dios: necesitan alguna cosa ms; Dios no lo es todopara ellas; no pueden mirar a Dios cara a cara y decirlecon verdad las encendidas expresiones del Patriarca deAss: Dios mo y mi todo (24); no pueden repetir consan Pablo: Todo lo tengo por desperdicio y lo miro comobasura, por ganar a Cristo (25).

    No olvidis esta verdad de suma importancia. Entanto sintamos la necesidad de la criatura y vivamos ape

    gados a ella, no podemos decir que buscamos a Dios ni-camente, ni Dios se nos dar perfectamente. Si queremosque nuestra busca de Dios sea sincera, y pretendemoshallarlo plenamente, debemos desasirnos de todo lo queno siendo Dios entorpecera en nosotros la accin de sugracia.

    Esto es lo que ensean los santos. Santa Catalina deSena, en su lecho de muerte, llam cabe s a su familia

    espiritual y le di sus ltimas instrucciones, recogidas porel beato Raimundo de Capua, su confesor: El consejofundamental que les dej fu ste: el que abraza el servicio de Dios y quiere de veras poseerlo, debe desarraigardel propio corazn todo afecto sensible, no slo hacia laspersonas, sino hacia todas las criaturas, y tender a su Creador con la sencillez de un amor sin lmites; porqueel corazn no puede consagrarse por completo a Dios si

    no est libre de todo otro amor y no se entrega a l conla sinceridad que excluye toda reserva (26).No de otra manera habla santa Teresa, tan experi

    mentada en el conocimiento de Dios: Somos tan carosy tan tardos de darnos del todo a Dios, que... no acabamos de disponernos. Bien veo que no le hay con que sepueda comprar tan gran bien (la posesin perfecta deDios) en la tierra. Mas si hicisemos lo que podemos en

    no nos asir a cosa de ella, sino que todo nuestro cuidadoy trato fuese en el cielo, creo yo, sin duda muy en brevese nos dara este bien. Muestra a continuacin la Santacon ejemplos que muchas veces parece que nos damos del

    (24) Florecillas, cap . I I ; c f r . JC r g e n s e n , Vida de San Francisco, p. 91.(25) F ilip ., I I I , 8.(26) Vida, por Raimundo de Capua.

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    A L SLO 23

    todo a Dios, mas pronto tornamos poco a poco a alzarnoscon lo que habamos dado: y a este propsito, concluye: |Donosa manera de buscar amor de Dios! Y luego le

    queremos a manos llenas (a manera de decir). Tenemosnuestras aficiones, ya que no procuramos efectuar nuestrosdeseos y acabarlos de levantar de la tierra, y muchas consolaciones espirituales con esto no viene bien ni me parece que se compadece esto con estotro. As que, porque nose acababa de dar junto, no se nos da por junto este tesorodel amor divino (27).

    Para hallar a Dios, para no agradar a nadie ms que

    a l, a ejemplo del gran Patriarca, lo hemos dejadotodo, deseando agradar nicamente a Dios, dice sanGregorio (28). Menester es mantenernos siempre en estadisposicin fundamental; y nicamente a este precio encontraremos a Dios. Si, al contrario, olvidando poco a pocoesta primera donacin, perdemos de vista el fin supremo;si nos dejamos llevar del afecto a tal persona o criatura,nos engolosinamos con este empleo o cargo, aquella ocu

    pacin o determinado objeto, entonces persuadmonos quejams poseeremos a Dios plenamente.Ojal pudisemos decir con toda verdad las palabras

    del apstol Felipe a Jess: Maestro, mustranos al Padre, y esto nos basta. Mas, para decirlo sinceramente,habramos de agregar tambin aquello de los Apstoles:Seor, todo lo hemos dejado por seguirte. Dichosos losque logran llevar estas aspiraciones al ms alto, actual y

    perfecto desasimiento! Pero, que no reserven nada; queno paren mientes en ciertas aficioncillas, como cosas depoca monta. Sera desconocer la idiosincrasia y naturalezadel corazn humano, que, por poco que se le deje, seconcentra enteramente en ello y lo hace objeto de todossus deseos. Arrancdselo todo; desasios de todo; a nada osaficionis, y seris dichosos si consegus llevar este deseohasta la meta, hasta ponerlo en ejecucin (29).

    (27) Vida de Santa Teresa, escrita por ella misma, cap. XI, i, 2, 3.{28) Di lo gos, lib. II.(29) Bossuet, M editacio nes so bre el Evangelio, La Cena, 2.a parte,

    83.0 da.

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    4 . F r u t o s d e e s t a b u s c a

    Si, a pesar de todos los obstculos, buscamos a Dios;si le rendimos cada da y en cada momento el homenajesumamente agradable de cifrar en l, nicamente en l,nuestra felicidad; si no buscamos ms que su voluntad, siobramos siempre segn su beneplcito, como mvil denuestros actos, estemos seguros de que Dios jams nos faltar. Dios es fiel; no puede abandonar a los que le

    buscan (30). Cuanto ms nos acerquemos a l por lafe, la confianza y el amor, tanto ms nos veremos cercanos a la perfeccin. Dios es el autor principal de nuestrasantidad, por ser sta obra sobrenatural; por tanto, aproximarnos a l, permanecer unidos a l por la caridad,constituye la esencia misma de nuestra perfeccin. A medida, pues, que nos veamos libres de toda falta, de cualquier imperfeccin, de toda criatura, de todo mvil huma

    no, para pensar slo en l, para obrar segn su beneplcito, ms abundante ir siendo la vida en nosotros, y conmayor plenitud se nos dar Dios a s mismo: Buscad alSeor y vuestra alma tendr vida (31).

    Almas hay que con tal sinceridad han buscado a Dios,que han llegado a sentirse totalmente posedas, sin podervivir fuera de l. Os declaro escriba una santa benedictina, la beata Bonomo, a su padre que ya no me

    pertenezco, pues hay en m otro que por completo meposee: l es mi dueo absoluto, y no s cmo podra,Dios mo, deshacerme de l... (32).

    Cuando un alma se entrega a Dios de una manera tancompleta, su Majestad se entrega tambin a ella, y la miracon particular cuidado; se dira que por esa alma se olvidaDios a veces de las dems criaturas. Ved a santa Gertrudis. Sabis el singular amor que le manifestaba nuestro Se

    or, hasta el punto que declar no haber entonces en latierra criatura alguna que ms le agradase, y aada que sele hallara siempre en el corazn de Gertrudis (33), cuyos

    (30) I T es ., V , 25. Sa lmo IX, u .(31) Salmo L X V11I, 33.(32) Dom Du Bourg, La B. J. Ai. Bonom o, m on iali bndic tne.

    Pars, 1910, pg. 56.(33) H erald o del am or div in o, lib. I, cap. 3

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    FBUTOS DE ESTA BUSCA 25

    menores deseos se complaca en realizar. Otra alma, queconoca tan gran intimidad, se atrevi a preguntar al Seor, cmo la santa le haba merecido tan singular prefe

    rencia. La amo as respondi el Seor a causa de lalibertad de su corazn, en donde nada penetra que puedadisputarme la soberana (34). Esta Santa mereci, pues,ser objeto de las complacencias divinas, verdaderamenteinefables y extraordinarias, porque, desasida del todo delas criaturas, busc a Dios en todas las cosas.

    Como esta gran Santa, digna hija de san Benito, busquemos siempre y con todo el corazn a Dios; sincera

    mente con todo nuestro ser. Digamos repetidamente conel Salmista: Tu rostro tengo yo de buscar, Dios mo (35).Quin sino t hay para m en los cielos?; y a tu ladono hallo gusto en la tierra. Dios es de mi corazn la roca

    y mi porcin para siempre (36). Eres tan grande Dios mo,tan hermoso, tan bello, tan bueno, que me bastas t solo.Que otros se entreguen al amor humano, no slo lo permites,s que tambin lo ha ordenado tu Providencia, para prepa

    rar los elegidos, destinados a tu reino; y para esta misintan grande y elevada, que tu Apstol califica de misterio grandioso (37), colmas a tus fieles servidores deabundantes bendiciones (38). Mas yo aspiro a ti solo,a fin de que mi corazn se conserve ntegro y no se preocupe ms que de los intereses de tu gloria, unindose a tisin embarazo (39).

    Si la criatura nos solicita y halaga, digmosle interior

    mente como santa Ins: Aprtate de m que eres presade muerte (40).

    Portndonos de este modo, hallaremos a Dios, y conl todos los bienes. Bscame dice l mismo al alma ;bscame con esa sencillez de corazn que nace de la sinceridad; porque me hago encontradizo con aquellos queno se apartan de m; me manifiesto a los que en m confan (41).

    (34) Dom G u r an ge r, Introducc in a los Eje rcic io s de santa Gertrudis,p. VIII.

    (35) Sa lm o X X V I, 8.(36) Sa lm o LX X II, 25-26.(37) Efes., V, 32.(38) Salmo CXXVII.(39) I Cor ., V II, 32, 35-(40) O ficio de san ta In s , i.a an t. del I Noel.(41) Sab., I, 1-2.

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    Hallando a Dios poseeremos tambin la felicidad.Hemos sido creados para la dicha, para ser felices;

    nuestro corazn es de capacidad infinita y nada hay quepueda saciarlo plenamente sino Dios. Para ti solo noshas creado; nuestro corazn vive inquieto mientras nodescanse en ti (42). He aqu por qu cuando buscamosalgo fuera de Dios o de su voluntad, no hallamos la felicidad estable y perfecta.

    En toda comunidad algo numerosa se encuentran diversas categoras de almas; unas viven siempre contentas,

    e irradian al exterior su jbilo interior. No es aquella alegra sensible, que depende frecuentemente del temperamento, estado de salud o de circunstancias extraas a lavoluntad, sino la alegra que se asienta en el fondo delalma, y es como un preludio de la felicidad eterna. Estn libres de pruebas y exentas de luchas estas almas?No las visita a veces la contradiccin? Ciertamente ques, pues todo discpulo de Jesucristo tiene que llevar su

    cruz (43); pero el fervor de la gracia y la uncin divinales hace soportar con gozo esos sufrimientos. En cambio,hay otras almas que jams gozan estas alegras: muchasveces su rostro inquieto y melanclico revela la turbacinque interiormente las domina. Por qu esta diferencia?Sencillamente, porque las unas buscan a Dios en todo y,no aspirando ms que a l, lo encuentran por doquiera,y con l, el bien sumo, la felicidad inmutable: Es bueno

    el Seor para los que le buscan (44). No as las otras:pues, o ponen el corazn en las criaturas, o se buscan a smismas, llevadas de egosmo, amor propio o ligereza. Y loque hallan es a s mismas, es decir, la nada, y, como esnatural, este hallazgo no puede satisfacerlas, porque el almacriada para Dios siente necesidad del bien perfecto. Qusiente vuestro corazn? All a donde vuelan vuestros pensamientos, all est vuestro tesoro, vuestro corazn. Si

    vuestro tesoro es Dios, seris felices; si es algo perecedero,que la herrumbre, la corrupcin y la mortalidad consu-

    (42) Sa n A gu stn , Confes., l ib . I . Y aade el Santo: El a lma noencuentra en s misma de qu saciarse. Conf., l ibr. XIII, cap. XVI,nm. 19.

    (43) Cf. I

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    FRUTOS DE ESTA BUSCA 27

    men, entonces vuestro tesoro se disipar y vuestro coraznse empobrecer y agotar (45).

    Cuando los mundanos estn dominados del tedio en

    sus hogares, buscan fuera de casa las satisfacciones queel hogar no les brinda: tratan de distraerse en el club,en la tertulia, en el conservatorio o emprenden un viaje.Al religioso no le cabe este recurso: debe permanecer ensu monasterio, donde la vida regular, cuyos actos se suceden al toque de campana, no le permite entreverarla conesas distracciones, que los del mundo pueden legtimamente disfrutar. Si Dios no lo es todo para el monje, pronto

    el aburrimiento har su presa en medio de esa monotonainherente a la vida regular; y cuando el monje no hallaa Dios, porque no le busca, necesariamente juzgar excesiva la carga que pesa sobre l.

    Podr, sin duda, engolfarse en una ocupacin, distraerse en el trabajo; mas, como dice nuestro venerableLudovico Blosio, todo ello no es ms que una diversininsuficiente e ilusoria: Todo cuanto buscamos fuera de

    Dios ocupa el espritu, mas no lo sacia (46). En el monasterio hay momentos en que uno se encuentra frente afrente de s mismo, es decir, de la nada; el fondo delalma no gusta de aquella alegra que transporta; el almano experimenta ese fervor hondo y apacible que produce lantima unin con Dios; no va derecha a l: divaga sincesar en torno del mismo sin encontrarle jams perfectamente.

    Pero cuando el alma busca solamente a Dios, cuandova a l con todas sus fuerzas, sin apegarse a la criatura,Dios la colma de gozo, de aquel desbordante gozo de quehabla san Benito cuando dice: Que a medida que la fey con ella la esperanza y el amor, aumentan en el almadel monje, ste corre, dilatado el corazn, por los caminos de los preceptos divinos con inefable dulzura de caridad (47).

    (45) Bossuet, M editacio nes sobre el E vangelio, Sermn de la Montaa, 29.0 da.

    (46) Canon vitae spiritualis, c. 15. El gran Abad no hace en esto msque repetir la idea de un antiguo m onje : Formada el alm a racionala imagen de Dios, pueden slo ocuparla las dems cosas, mas no saciarla ; capa z de Dios, na da que no sea de D ios la colmar. P. L ., t. 184,col. 455-

    (47) Pr lo go de la Re gla .

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    Repitamos, pues, muchas veces con san Bernardo (48);A qu he venido al monasterio? Por qu dej el

    mundo y con l a seres para m tan queridos? Por qurenunci a mi libertad, y me abrac con un sinnmerode sacrificios? He venido, por ventura, para consagrarmea trabajos intelectuales, ocuparme en artes o enseanza?No, no hemos venido, y tengmoslo muy presente, msque para una cosa: a buscar verdaderamente a Dios.Renunciamos a todo por adquirir la preciosa perla de launin con Dios: Vinindole a las manos una perla de

    gran valor, va y vende todo cuanto tiene, y la compra (49).Examinemos de vez en cuando hasta qu punto noshemos desprendido de la criatura, y en qu grado buscamos a Dios. Si nuestra alma es leal, Dios nos dar a conocer los estorbos que en ella se oponen a tender plenamente hacia l. Nuestro fin y nuestra gloria es buscar aDios. Es una vocacin sublime formar en el linaje delos que buscan a Dios (50). Al escoger lo nico necesario,

    hemos escogido la parte mejor: Hermosa es, a la verdad,la herencia que me ha tocado (51).Conservmonos fieles a nuestra sublime vocacin. Cier

    tamente, no lograremos realizar este ideal en un da o enun ao; no lo alcanzaremos sin trabajos y sufrimientos;porque la pureza de afectos, el desasimiento absoluto, pleno y constante que Dios nos exige antes de drsenos perfectamente, no se adquiere sino a costa de una gran gene

    rosidad; mas si nos entregamos por completo a Dios, sinsegundas intenciones, sin regateos de ningn gnero, estemos seguros de que l recompensar nuestros esfuerzos, yen la perfecta posesin del mismo hallaremos nuestra felicidad. Harto gran misericordia hace Dios al alma dicesanta Teresa a quien da gracia y nimo para determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien, porquesi persevera no se niega Dios a nadie: poco a poco va

    habilitando el nimo, para que salga con esta victoria (52). Cuando uno se ha resuelto escriba un alma benedictina que comprenda esta verdad , el primer paso es

    (48) Vida, por Va c a n d a r d , tomo I, cap. 2.(49) M at., X III , 46.(50) Salm o X X II I , 6.(51) Sa lm o X V , 6.(52) I*, c., p g. 145.

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    JESUCRISTO, MODULO PERFECTO 29

    lo nico que cuesta, pues, desde el momento en quenuestro amado Salvador ve la buena voluntad, l hace lodems. Nada podra yo regatear a Jess que me invita. Su

    voz es asaz elocuente, y realmente sera una insensatezdejar el todo por la parte. El amor de Jess es el todo;lo dems, pinsese como se quiera, es algo despreciabley no digno de nuestro amor, si se parangona con nuestronico tesoro. Amar, pues, a Jess. Todo lo dems me esindiferente. Le amar con delirio. Mi voluntad, mi entendimiento, sern duramente probados; no importa: yo nodejar por ello el solo bien, mi divino Jess, o, mejor di

    cho, l no me dejar a m. Es menester que nuestras almasa nadie ms que a Jess traten de agradar (53).

    5. J e s u c r i s t o , m o d e l o p e b f e c t oD E L QU E B U S C A A D lO S

    El mejor modelo para buscar a Dios, principio de nues

    tra santidad, es Jesucristo.Pero, dir alguno: Cmo en esto puede ser Jesucristonuestro modelo? Cmo pudo l buscar a Dios, siendol mismo Dios? Ciertamente, Jess es Dios de Dios, luzque procede de la misma luz increada (54), Hijo deDios vivo, igual al Padre. Pero tambin es hombre, y porsu naturaleza humana verdadero hijo de Adn como nosotros; y aunque esta naturaleza humana estuvo unida por

    manera indivisible a la persona divina del Verbo; aunque goz siempre las delicias de la visin beatfica, arrastrada constantemente por la corriente divina que necesariamente va del Hijo al Padre, tambin es verdad que laactividad humana de Cristo, aquella que se deriva de susfacultades humanas como de su fuente inmediata, era soberanamente libre.

    En el ejercicio de esa actividad libre es donde pode

    mos contemplar en Jess lo que llamamos el buscar a ,Dios. Cul es, en efecto, la principal tendencia de la lhumanidad de Jess? Cules las aspiraciones ms ntimasde su alma que resumen su misin y su vida mortal? Nos

    (53) Une me bndictine, Dom Pie de Hemptine, 5.a ed., pg. 264.(54) Cr edo d e ta m isa.

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    lo dir san Pablo, descorriendo el velo que oculta aquelsancta sanctorum. Al entrar en este mundo, el primer actodel alma de Jess fu un arranque de intensidad infinita

    hacia su Padre: A l entrar en el mundo dice: He aquque vengo, segn est escrito de m al principio del libro,para cumplir, oh Dios!, tu voluntad (55).

    Vemos a Jesucristo lanzarse como gigante a la carreraen busca de la gloria del Padre. Es sta su disposicinprimera; nos lo anuncia en el Evangelio: No busco mivoluntad, sino la del que me envi (56). A los judos,para probarles que viene de Dios, que su doctrina es di

    vina, afirma una y otra vez que no busca su propia gloria, sino la que lo envi (57). Y la busca de tal modo queno cuida de la suya propia (58). De sus labios brotansiempre estas palabras: Padre mo; toda su vida es uneco constante de esta exclamacin: Abba, Pater; para ltodo se deduce a buscar la voluntad y promover la gloriadel Padre.

    Y |qu constancia en este buscar! l mismo nos

    declara que jams se apart de esta lnea de conducta:Hago siempre lo que es agradable a mi Padre (59).Y al despedirse, en aquel trance supremo de la muerte,nos dice que ha cumplido toda la misin que el Padre lehaba encomendado (60).

    Nada fu bastante a detenerle en esta bsqueda. Porella, siendo de edad de doce aos, abandon a su Madrela Virgen Mara, para quedarse en Jerusaln, no obstante

    que nunca hubo un hijo que amara tan dulcemente a sumadre, como Jess a la Virgen: todos los amores filialesson una dbil chispa comparados con esta hoguera de amorde Jess a su Madre. Sin embargo, trtase de hacer lavoluntad del Padre, de procurar su gloria, y entonces dirase que no tiene en cuenta para nada el otro amor. Noignora el abismo de angustias y sufrimientos en que va asumergir el corazn de la Madre durante tres das: mas

    ante los intereses del Padre no vacila siquiera. No sabais que yo debo emplearme en las cosas de mi Pa-

    (55) H eb r., X , 5 y 7.(56) Juan, V, 30.(57) I b id ., V II , 18.(58) Ib id ., V II, 50.(59) Ibid., VIII, 29.(60) Ib id ., X V II , 4.

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    JESUCRISTO, MODELO PERFECTO 31

    dre? (61). Estas palabras, salidas de los labios de Jessson las primeras de que nos habla el Evangelio; ellas resumen toda la personalidad y la misin de Cristo.

    Y los dolores e ignominias de la Pasin, la mismamuerte no entibiaron en nada el celo ardiente del Coraznde Jess por la gloria de su Padre; al contrario: por buscar en todas las cosas la voluntad del Padre expresada enlas Escrituras va amorosamente a abrazarse a la cruzpara que se cumplan las Escrituras (62). El alma de

    Jess se lanz a los sufrimientos de la Pasin con el mpetu con que las aguas de un gran ro se precipitan en el

    ocano. Yo he obrado de este modo dice para darcumplimiento a lo que mi Padre me ha mandado (63).

    Jess, en cuanto Dios, es el trmino de nuestra busca ; mas, en cuanto hombre, es el modelo acabado,el ejemplar nico que debemos tener siempre a la vista.Con palabras parecidas a las suyas digamos, pues: El dade mi entrada en el monasterio, dije: Heme aqu, Diosmo; en la Regla, que para m es el libro de tu voluntad,est escrito que yo te busque para hacer tu beneplcito,,pues a ti, Padre celestial, deseo llegar.

    Y as como Jesucristo se lanz a correr su camino (64), corramos en su seguimiento, puesto que l mismo es el camino; Corramos dice san Benito mientrasla luz nos ilumina con sus rayos, impulsados del deseo santo de arribar a la patria donde espera el Padre; corramossin detenernos, en la prctica de las buenas obras, pueses condicin indispensable para llegar al trmino: No sellega si no es corriendo con buenas acciones (65).

    Y como Jesucristo no di fin a su carrera maravillosasino cuando se vi en los resplandores de su gloria: y sucarrera llega hasta la extremidad de los cielos (6 6 ), asnosotros no cesemos de buscar en pos de l a Dios, hastaque lleguemos a lo que el gran Patriarca llama, al finde su Regla, la cumbre de la virtud (67), la cima de

    (61) I/uc., II , 49.(62) M ar e., X IV , 49.(63) J ua n, X IV , 31.(64) Salmo XVIII, 6.(65) Pr logo de la Reg la.(66) S alm o X V II I, 7.(67) Regla, cap. LXXIII.

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    32 JESUCRISTO, IDEAL DEL MONJE

    la perfeccin. Llegada aqu el alma, vive habitualmenteunida a Dios; desligada de todo lo terreno, y hallado elDios que buscaba, gusta ya anticipadamente las deliciasde la unin inefable que se verifica en el seno beatficodel Padre.

    Seor, Dios mo, en quien yo puse toda mi esperanza, oye mis splicas, y no permitas que llegue a tanto mipostracin, que deje algn da de buscarte; antes bien,inflamado de un santo amor, anse mi alma contemplarossiempre. Dame fuerzas con que buscarte, ya que te dignas hacerte encontradizo, alentndonos con la esperanzade alcanzarte (6 8 ).

    N O T A

    CM O SE BUSCA A D lO S , SEGUN SAN BERNARDO

    Es un bien realmente inapreciable el de buscar a Dios; entre los bienes del alma yo no conozco otro que se le pueda comparar, siendo ste el primero de los dones en los comienzos de

    Ja conversin y el ltimo en los progresos de la perfeccin.No est vinculado este bien a ninguna virtud particular,

    pero por su excelencia e importancia no le cede el puesto aninguna. A la verdad, cmo pudiera estar vinculado a algunavirtud en particular si ninguna le precede? A qu virtud cedera el puesto siendo la culminacin de todas las virtudes?

    A qu virtud puede aspirar aquel que an no busca aDios? Y qu trmino se puede sealar al que lo busca?

    Buscad siempre su rostro, dice el Profeta. Yo creo que aun

    entonces cuando se le encuentra, no se cesa de buscarle, nopor el movimiento de los pies, sino de los deseos. Y cuando seha tenido ya la dicha de hallarle, lejos de apaciguarse esos deseos, se acrecientan todava ms: que la gozosa posesin delobjeto apetecido no extingue los deseos, sino que los acuciams y ms. Viene a ser como aadir aceite a una lmpara, conlo cual se aviva ms y ms la llama en lugar de extinguirla.As sucede en nuestro caso. El alma se ve colmada de alegra,mas no por esto pone trmino a sus deseos, ni cesa de buscarcon ms ardor; pero advertid bien que esa bsqueda incesanteno procede de indigencia, ni tampoco los ardientes deseos vanacompaados de turbacin o ansiedad. Excluye lo primero lapresencia del objeto amado; y lo segundo, su perfecta y pacficaposesin. In cantica, Serm. l x x x iv , 1.

    (68) San Agustn, De Trin itate , lib. XV, c. 28.

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    II

    EN POS DE JESUCRISTO

    A C A U S A D E L P E C A D O , E L B U S CA R A DlOS T O M A E LC A R C T E R D E R E T O R N O A DlOS, E L C U A L S E E F E C T A

    s i g u i e n d o a J e s u c r i s t o

    u e s t r a vida tiene como fin buscar a Dios; tal es

    nuestro destino y nuestra vocacin; incomparablemente elevada, ya que todas las criaturas, aun los mismosngeles, estn, por su naturaleza, infinitamente lejos deDios. Dios es la plenitud del ser y de toda perfeccin;

    y la criatura, por perfecta que sea, no es ms que un sersacado de la nada y que posee nicamente una perfeccinprestada.

    Adems, como hemos dicho, el fin de la criatura libre

    es, de suyo, proporcionado a su naturaleza. Siendo limitada, como todo ser creado, es necesariamente limitada lafelicidad a la que naturalmente tiene derecho. Pero Dios,con inmensa condescendencia, ha querido admitirnos aparticipar de su vida ntima en el seno de la adorableTrinidad, a gozar de su propia felicidad divina. Esta felicidad, de un orden infinitamente superior a nuestra naturaleza, constituye nuestro ltimo fin y el fundamento

    del orden sobrenatural.A esta felicidad nos llam universalmente Dios ya desde la formacin del primer hombre. Adn, cabeza dellinaje humano, fu investido de justicia sobrenatural; sualma, rebosante de gracia e iluminada con divinos resplandores, tenda con fuerza irresistible hacia Dios. Por el donde integridad, sus facultades inferiores se sometan de buen

    3 . Je sucris to , ideal del monje

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    34 JISSUCIUSTO, IDEAL DEL MONJE

    grado a la razn, y sta, a Dios: en una palabra, reinabaen nuestro primer padre un admirable y estable equilibrioen todas sus potencias y sentidos.

    Pec Adn: se alej de Dios; y con su apostasia arrastr a toda su descendencia, con la sola excepcin de laVirgen Santsima. Todos llevamos el sello de la rebelda;nacemos hijos de ha (1), alejados de Dios y objeto desu aversin. Qu se seguir de aqu? Que el buscar aDios entraa el carcter de un retorno a Dios, a quienhabamos perdido. Comprendidos todos en la solidaridadoriginal, abandonamos con el pecado a Dios para volver

    nos hacia la criatura; y la parbola del hijo prdigo noes ms que la figura de todo el linaje humano que, habiendo abandonado al Padre celestial, debe volver a l.Este carcter de retorno, tan profundamente impreso enla vida cristiana, es el que magistralmente ensea san Benito, desde el comienzo del Prlogo, a todo aquel queacude a las puertas del monasterio: Escucha, hijo mo:inclina el odo de tu corazn... aprende a volver a

    Aquel de quien te habas apartado. He aqu un fin biendeterminado y preciso.Y por qu va liemos de volver a Dios? Nos im

    porta mucho el saberlo, si no queremos desviarnos de nuestro fin. Nuestra santidad es sobrenatural y est fuera delalcance de nuestras propias fuerzas. Si Dios no nos hubiera levantado a un orden sobrenatural, si no colocaranuestra dicha en su misma gloria, sin duda hubiramos

    podido buscarle con las luces de la razn y alcanzar unaperfeccin y felicidad puramente humana con solos losmedios naturales. Mas Dios no lo quiso as; elev al hombre al estado sobrenatural, porque le destinaba a una felicidad que sobrepuja las exigencias y las fuerzas de nuestra naturaleza. Pretender otra cosa no sera ms que errory condenacin.

    Y esto, que es cierto hablando del camino de la salva

    cin en general, lo es tambin hablando de la perfeccin,de la santidad, caminos hacia una salvacin ms elevada;pertenecen a un mismo orden sobrenatural; la mayor perfeccin de un hombre en el orden puramente natural notiene por s sola ningn valor para la vida eterna. No te-

    (i) E fes ., II , 3.

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    EN POS DE JESUCRISTO 35

    nemos dos perfecc;ones ni dos felicidades, una puramentenatural y otra sobrenatural, para escoger. Ahora bien:siendo Dios el nico autor del orden sobrenaturl, slo lha podido, segn su voluntad (2 ), sealamos el caminopara llegar a l; menester es que busquemos a Dios dela manera como quiere ser buscado; de otra suerte jams leencontraremos.

    En esto vemos una de las causas de los pocos progresos en la vida espiritual de tantas almas. Se forjan unasantidad a medida de sus antojos; se declaran arquitectosde su perfeccin, fundamentndola en cimientos balades,tan consistentes como sus tornadizas concepciones; esostales, o desconocen el plan divino sobre nosotros, o no hansabido amoldarse a l. Si adelantan algo en el camino dela perfeccin, es porque la misericordia de Dios es infinita y su gracia siempre fecunda; pero no volarn por lassendas del Seor, antes cojearn toda la vida. Cuanto mstrato a las almas, tanto ms me persuado que conocer esteplan divino es ya una gracia singular; recurrir a l esfuente de comunicaciones incesantes con la divina gracia,y adaptarse a l constituye la esencia misma de la santidad. Comprender bien los designios de Dios sobre nosotros es de suma importancia, si queremos realizarlos.

    Acaso preguntar alguno: os ha manifestado Diossu voluntad? Evidentemente. Dios, dice san Pablo, nosha revelado el secreto escondido desde muchos siglos (3).Estos secretos, estos designios que encierra el plan divino,san Pablo nos los ha descubierto en cuatro palabras: Establecerlo todo en Cristo, o mejor, segn el texto griego:Recapitularlo todo en Cristo (4). Jesucristo, el Verbo,Hijo de Dios e hijo de Adn, por su encarnacin, fuconstituido en cabeza de los elegidos, para llevar de nuevoal Padre a cuantos creyesen en l. Dios-Hombre repararla culpa de Adn, nos restablecer la adopcin divina, nosabrir de nuevo las puertas del cielo, adonde nos conducir de nuevo con su gracia. Tal es, en pocas palabras, elplan divino.

    Meditemos por algunos momentos este plan de Dios:penetrmonos bien de su grandeza y profundidad; para

    (2) E fe s. , I , 9.(3) Ib id ., I I I, 9 ; Co l., I, 26.(4) E fe s ., I, 10.

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    36 JESUCRISTO, IDEAL DEL MONJE

    que seamos llenos de toda la plenitud de la divinidad (5).Dios quiere drnoslo todo, quiere darse todo entero a todosnosotros; pero slo se nos da por medio de Cristo, en

    Cristo y con Cristo (6 ). Este es su secreto sobre nosotros.Contemplmoslo con fe y reverencia, porque excede infinitamente nuestro entender; y tambin con amor, ya quel mismo es fruto del amor. De tal manera nos am Dios,que nos ha dado a su Hijo (7), y por l y en l todos losbienes.

    Qu es, pues, Jesucristo para nosotros?Es camino, Pontfice y fuente de toda gracia. Camino,

    por su doctrina y ejemplo; Pontfice supremo, que nosmereci con su sacrificio el poder seguir la va trazada porl; fuente de la gracia adonde debemos acudir por lasfuerzas y auxilios necesarios para perseverar en el caminoque lleva a la montaa santa (8 ).

    Escucharemos, primeramente, la pursima palabra delEspritu Santo, y proseguiremos luego desarrollando, enrespetuoso paralelismo, las correspondientes enseanzas,

    amaestrados por aquel que, en frase de su primer bigrafo san Gregorio, estuvo lleno del espritu de todos losjustos (9).

    1 . C r i s t o e s e l c a m i n o , p o r s u d o c t r i n a

    y p o r s u e j e m p l o

    Jesucristo es el camino.Dios quiere que le busquemos como es en s mismo,

    de una manera conforme a nuestro fin sobrenatural. Mas,como dice san Pablo, Dios habita en una luz inaccesible (10), en la misma santidad (11). Cmo llegar,pues, a l? Por Jesucristo. Jesucristo es el Verbo encarnado, el Hombre-Dios. l es quien se convierte en nuestro camino ( 1 2 ); en camino seguro, infalible, que lleva

    (5) E fe s., I II , 18-19.(6) Ca non de la misa.(7) Juan, III, 16.(8) I I I R ey. X IX , 4.(9) D i lo gos, lib. II, c. 8.(10) I. T im ., V I, 16.(11) Salmo XXI, 4.(12) Juan, XIV, 16.

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    CHISTO ES EL CAMINO 37

    a los eternos resplandores: El que me sigue no tema andaren tinieblas, sino que tendr la luz de la vida (13). Pero,no lo olvidemos, es camino nico; no hay otro: Nadie

    llega al Padre sino por m (14). Al Padre, es decir, ala vida eterna, a Dios posedo y amado en s mismo, enel secreto ntimo de su beatificadora Trinidad. De consiguiente, para encontrar a Dios, para conseguir el objetode nuestra busca, no tenemos ms que seguir a Jesucristo.

    Y cmo viene a ser Jesucristo el camino que nos condcela Dios? Con su doctrina y sus ejemplos: hizo y

    ense (15).Sii como hemos dicho, debemos buscar a Dios comoes en s mismo, menester ser conocerlo antes. Ahora bien,es Jesucristo quien nos da a conocer a Dios. l est enel seno del Padre (16), y es quien nos revela a Dios: elUnignito es quien lo ha hecho conocer (17); Dios senos ha dado a conocer por la palabra de su Hijo: Diosha hecho brillar su claridad en nuestros corazones, a fin

    de que podamos iluminar a los dems, por medio del conocimiento de la gloria de Dios que resplandece en Jesucristo (18). Jesucristo nos dijo: Yo revelo a mi Padre,vuestro Dios; yo le conozco porque soy su Hijo; la doctrina que enseo no es ma, sino del Padre que me envi (19); ...Yo os digo lo que he visto en mi Padre (20);no os engao, porque os he dicho la verdad (21); Yosoy esta misma verdad (22); quien busca a Dios, debe

    hacerlo en espritu y en verdad (23); mis palabras sonespritu y vida (24), y conoce la verdad el que est unidoconmigo (25).

    Yo no he hablado de m mismo, sino que el Padreque me envi, l mismo me orden lo que debo decir y

    (13) Juan, VIII, 12.(14) Ib id., X IV , 6.(15) H ech os, I, 1.(16) Juan, I, 18.{17) Ibid.(iS) II Cor., IV, 6.(19) Juan, VII, 16.(20) Ib id ., V III , 38.(21) Ibid., 40.{22) Ib id ., X IV , 6.23) Ib id ., IV , 24.(24) Ib id ., VI, 64.(25) Ibid., VIII, 31-32.

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    cmo he de hablar. Y yo s que esta palabra os conducira la vida eterna (26).

    Por su parte, el Padre confirma solemnemente y da

    testimonio de las aseveraciones de su Hijo: Escuchadle,porque es mi propio Hijo, en quien tengo mis complacencias (27).

    Escuchemos, pues, estas palabras, esta doctrina de Jess: en primer lugar, porque, mediante ella, l es nuestrocamino. Repitamos con viva fe las palabras de san Pedro:Seor, a quin iremos? T solo tienes palabras de vidaeterna (28). Nosotros creemos que eres el Verbo divino,

    encarnado para instruirnos. Eres Dios que hablas a nuestras almas, porque en estos postreros das Dios nos hahablado por su Hijo (29). Creemos en ti, oh Jess, acatamos todo lo que nos dices de los secretos divinos y,porque aceptamos tus palabras, nos entregamos a ti paravivir de tu Evangelio. Dices que, para ser perfectos, hayque dejarlo todo para seguirte, (30), y porque lo creemos lo abandonamos todo para unirnos a ti (31). S nuestro

    gua, luz indefectible, pues en ti ciframos todas nuestrasesperanzas. No nos deseches a los que venimos a ti paraacercarnos al Padre: ya que has dicho: A l que viene am no le echar fuera (32).

    Jesucristo es, adems, el camino por su ejemplo.Jesucristo es, no slo perfecto Dios, Hijo nico de

    Dios, Dios de Dios (33), sino tambin perfecto hombre,

    de nuestro mismo linaje. De su doble naturaleza deriva,como es notorio, una doble actividad: una, divina; humana la otra; ambas obran sin confundirse, como no pueden confundirse las dos naturalezas a pesar de estar taninefablemente unidas en una misma persona. Jesucristo esla revelacin de Dios acomodada a nuestra flaqueza, es lamanifestacin de Dios bajo la forma humana. El que meve dice , ve a mi Padre (34). Es Dios viviendo en

    (26) Jua n, X II, 49-so.(27) M at., X V II , 5.(28) Ju an , V I, 69.(29) H eb r. , I, 2.(30) M at., X IX , 2i.(31) Ib id ., 27.{32) Ju an , V I , 37.(33) Credo de la misa.(34) Jua n, X IV , 9*

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    CRISTO ES EL CAMINO 39

    nosotros, mostrndonos con esta vida humana y tangiblecmo nosotros debemos vivir para agradar a nuestro Padreque est en los cielos.

    Todo lo que hizo, lo hizo a la perfeccin, no slo porel amor con que lo practicaba, sino hasta en la manerade realizarlo; todas sus acciones, aun las ms pequease insignificantes, estaban deificadas y eran infinitamenteagradables a su Padre: de consiguiente, son para nosotrosejemplos que debemos seguir y modelos de perfeccin:Ejemplo os he dado, para que hagis lo que hice (35).Imitando a Jesucristo, estamos ciertos de ser, como l,siquiera sea en grado distinto, agradables a su Padre, ymerecedores de sus preciosos dones. La vida de Cristo

    deca un santo monje que hablaba por experiencia esun libro excelente, tanto para doctos como para ignorantes,para los perfectos como para los imperfectos que deseanagradar a Dios. Quien bien lee este libro, se hace muysabio, y alcanza fcilmente... luz para el alma, paz y tranquilidad para la conciencia, y firme esperanza en Dios,fundada en sincero amor (36).

    Meditemos, pues, los ejemplos que Jess nos da enel Evangelio: son ellos norma de santidad humana. Sivivimos unidos a l por la fe en su doctrina e imitandosus virtudes, principalmente las de religin, llegaremos ciertamente a Dios. No hay que olvidar que entre Dios y sucriatura media una distancia infinita: Dios es creador, ynosotros sus hechuras, los ltimos en la escala de los seresinteligentes; l, espritu puro; nosotros, un compuesto deespritu y materia; l, inmutable; nosotros, siempre cambiantes; pero con Jess podemos franquear esta distanciay establecernos en lo inmutable, puesto que en Jesucristose juntan Dios y la criatura en inefable e indisoluble unin.En l encontramos a Dios. Si no tratis contina el venerable abad de Liessies de imprimir en vuestra almala adorable imagen de la santa humanidad de Cristo, envano aspiris al conocimiento perfecto y al goce pleno dela Divinidad (37). Jams podr ver el alma al Seoren la luz del amor, descansar en Dios y revestirse, en unapalabra, de la forma de la Divinidad, sino cuando se haya

    (35) Juan , X III , i .(36) Ven. L u i s de B l o i s , E sp ejo del alm a, cap. X, 7.(37) Oratorio del alma fiel, 3.

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    transformado en perfecta imagen de Cristo, segn su espritu, su alma y hasta su misma carne (38).

    Porque Jesucristo nos conduce verdaderamente al Padre. Recordemos las palabras que dirigi a sus discpulospoco antes de dejarles: Vuelvo a Aquel que me envi, ami Padre, que tambin lo es vuestro, a mi Dios y vuestroDios (39). El Verbo descendi del cielo para encarnarsey redimirnos; una vez consumada su obra, subi a loscielos, pero llevando virtualmente consigo a todos aquellos que en l haban de creer. Y por qu? Para que mediante l se realice la unin de todos con el Padre: Yoen ellos, y t en m (40). Es sta la ltima plegaria de

    Jess a su Padre: Que yo est en ellos, oh Padre conmi gracia , y t en m, para que vean en la Divinidadla gloria que me has dado (41).

    No nos apartemos, pues, nunca de este camino, porque si salimos de l nos extraviamos y corremos graveriesgo de perdernos. Si le seguimos desembocaremos infaliblemente en la vida eterna. Si nos dejamos guiar por elque es verdadera luz del mundo (42), andaremos conpaso seguro y alcanzaremos la meta de nuestra vocacin,por sublime que sea: Padre, que sean una cosa conmigo,hasta compartir mi misma gloria (43).

    2. Es EL PONTFICE SUPREMO QUE NOS UNE A DlOS

    No basta conocer el camino; es preciso tener fuerzaspara andarlo. Es tambin a Jesucristo a quien debemos estepoder.

    Las riquezas que nos proporciona la mediacin de Cristo Redentor son inagotables, declara san Pablo (44): yuna y otra vez, con expresiones distintas, encarece losmltiples aspectos de esta divina mediacin y nos haceentrever sus inapreciables tesoros. Nos recuerda en parti

    cular el Apstol, que Jesucristo nos rescat y reconcili(38) Institucin espiritual, c a p . X I I , 2.(39) Cf. Juan, X X , 17.(40) Ib id ., X V II , 23.(41) Ib id ., 24.(42) Ib id ., I, 9.(43) Ib id ., X V II , 24.(44) E fe s. , I II, 8.

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    ES EL PONTFICE SUPREMO 41

    con su Padre, y cre de nuevo en nosotros la aptitud dedar frutos de justicia. ramos esclavos del demonio, yCristo nos libra de aquella servidumbre; ramos enemigos de Dios, y nos reconcilia con el Padre; habamos sidodesposedos de la herencia celestial, y su Unignito, constituyndose nuestro hermano, nos recupera lo que se habaperdido. Consideremos unos instantes las diferentes facetasque ofrece la obra mediadora de Jess; no nos son desconocidas estas verdades, mas siempre ser consolador paranuestras almas tornarlas a considerar.

    Llegada la plenitud de los tiempos (45) establecidapor los decretos eternos, Dios envi dice san Pablo a suHijo, nacido de mujer, para libertar a los que vivan bajoel yugo de la ley, manifestndose entonces la gracia deDios en la persona del Salvador que vena a redimirnosde toda iniquidad (46).

    Esta es la misin peculiar del Verbo encamado, comose desprende de su mismo nombre: Le llamars Jess,

    esto es, Salvador, porque librar a su pueblo del pecado (47). Y por esto san Pedro aade: No hay otro nombre en el cual podamos salvarnos (48); es nico estenombre, como es universal la Redencin que obra.

    Y de qu nos libr Jesucristo? Del yugo del pecado.Veamos: en los momentos supremos en que iba a consumar el sacrificio de su cuerpo, Jess dice: Ahora el prncipe de este mundo ser desplazado de su reino; y cuando

    sea elevado de la tierra todo lo atraer a m (49).Y en efecto: con su inmolacin sangrienta en el monteCalvario nuestro rey destruy el poder de las tinieblas, yarrancando, dice san Pablo (50), de manos del demonio, lasentencia de nuestra eterna esclavitud, quitla de en medio, clavndola en la cruz. Su muerte cruenta fu el preciode nuestro rescate. Qu cantan los elegidos en el cielo?Qu himno de victoria entona el coro de los redimidos

    sino ste: Digno eres, Seor, del honor, alabanza y glo-

    (45) G l., IV , 14.(46) T it ., II , 11 y 14.(47) L uc., I , 31.(48) H ee h., IV , 12.(49) Ju an , X II , 31-32.(50) Col., II , 14.

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    ra, porque por tu sangre inmaculada, oh Cordero divino!, somos tu conquista? (51).

    Si Jesucristo nos libr de la condenacin eterna fu para

    llevarnos a su Padre y reconciliarnos con l. l es el mediador por excelencia entre Dios y los hombres; tan excelente que es nico. Uno solo es el mediador entreDios y los hombres: Jesucristo hombre (52).

    Hijo de Dios y Dios l mismo, disfrutando de todaslas prerrogativas de la Divinidad, Jesucristo, Verbo encarnado, puede tratar de igual a igual al Padre. Y as, al derramar su sangre como precio de rescate, pide al Padre que

    seamos una cosa con l: Quiero, oh Padre (53). El tonoabsoluto de esta peticin denota la unidad de la naturalezadivina, en la cual Jess, como Verbo, vive con el Padre yel Espritu comn a entrambos.

    Empero tambin es hombre; y la naturaleza humanaconfiere a Jess el derecho de ofrecer al Padre las satisfacciones que de consuno exigen el amor y la justicia: Note agradaron los sacrificios, y me diste un cuerpo, con el

    cual vengo para hacer tu voluntad (54). El sacrificio deesta vctima divina aplaca a Dios y nos lo hace propiciorestableciendo la paz entre cielo y tierra por medio dela sangre que derram en la cruz (55). Como mediador,

    Jesucristo es Pontfice; siendo Dios y Hombre, sirve depuente sobre el abismo abierto por el pecado entre el cielo

    y la tierra, unindonos as a Dios por medio de su Humanidad, en la cual habita corporalmente la Divini

    dad (56).(51) A po c., IV , 11 ; V , 9.(52) I T im ., II , 5.(53) Juan , X V II , 24.(54) H eb r., X , 5-7.(55) C ol. , I, 20.(56) Ib id., II , 9. San os perm itido cita r aqu aqu el pas aje herm o

    ssimo del gran papa san Gregorio Magno, bigrafo de san Benito, enel cual fcilm ente se descubren rem iniscencias del prlogo de la R egla :Volver a Dios. El Hijo de Dios humanado vino en ayuda del hombre.No quedando, en efecto, al puro hombre camino alguno para volver a

    Dios, conv irtisele en cam ino el Hom bre-Dios. iCun lejos estbamosde Aquel que es justo e inmortal, nosotros, mortales e injustos! Masentre el justo e inmortal y nosotros, mortales e injustos, ofrecise,mediador entre Dios y los hombres, el que era a la vez justo y mortal,que tena de comn con los hombres la mortalidad y con Dios hi

    ju sti cia . AS, pues, y a que noso tr os por nuestr a baje za ta nto dis t bam osde las alturas, juntando l en s lo bajo con lo alto, su excelsitudcon nuestra pequeez, hfzose camino, por el cual pudiramos volvera Dios. San Gregorio, Moralia in Job., lib. X X II , c. 31. P. I,. ?6,col. 237-238.

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    ES EL PONTFICE SUPREMO 43

    Por esto san Pablo afirma que Dios mismo estaba enCristo reconciliando consigo al mundo (57); de suerteque nosotros, que en otro tiempo estbamos alejados de

    Dios por el pecado, nos acercamos a l por la sangrede Cristo (58). Al pie de la cruz, la justicia aplacada yla paz recuperada se dieron el beso de reconciliacin (59).

    Con razn, por tanto, concluye el Apstol diciendo:en Cristo por la fe, tenemos segura confianza y accesolibre a Dios (60). Osaramos, pues, desconfiar, siendoas que Jesucristo, unignito del Padre, solidario de nuestras culpas, se convirti en propiciacin por nuestras iniqui

    dades, expiando y cancelando toda nuestra deuda? Temeramos acercamos a un Pontfice que, semejante en todoa nosotros, menos en el pecado, quiso sobrellevar nuestrasenfermedades y beber el cliz de nuestros sufrimientos,para que con la experiencia del dolor pudiera mejor compadecerse de nuestras miserias?

    Es tan poderoso este Pontfice y tan eficaz su media

    cin, que la reconciliacin que llev a cabo es perfecta.Desde el momento en que Jess paga con su sangre elprecio de nuestro rescate, recuperamos el derecho a la herencia celestial. Veamos cmo nuestro Seor se dirige a suPadre al consumar su obra esencialmente mediatriz. Qudice? Qu reclama cuando delante de su Padre hace valersu cualidad de Hijo de Dios? Cul es el objeto de aquella sublime plegaria, en la cual se ponen de manifiesto los

    sentimientos ms ntimos de su sagrado Corazn? Queseamos una cosa con l. Y dnde se verificar estaunin? En su gloria llena de delicias, en que habita desdela eternidad: Que vean los resplandores de que me habis rodeado antes de toda creacin (61).

    Dice Tertuliano (62) en una de sus obras: Nadie estan Padre como Dios. Y nosotros podramos aadir: Nadie es tan hermano como Jesucristo. En efecto: san Pa-

    (57) II Cor ., V , 19.(58) E fe s., I I , 3.(59) Salmo L X X X IV , u .(60) E fe s. , I II, 12.(61) Juan , X V II , 24.(62) A quin d ebemos considerar com o nuestro Pa dre ? A Dios.

    Na die, en verdad, puede llam arse tan padre como l, nadie es tancompasivo. D e la P en it encia , cap. VIII.

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    44 JliiNlJCHINTO, JUllAL VEL MONJF

    lild Io linum primognito entre muchos hermanos (63);y litlo contina: Cristo no se avergenza nunca de llamamos hermanos: (64). Esta misma expresin es la que

    emplea cuando, despus de su triunfante resurreccin, dicea la Magdalena: Ve a mis hermanos (65). Y qu fraternidad sta! El Hijo unignito de Dios toma sobre snuestras debilidades, se hace solidario de nuestros pecados, con tal de aparecer semejante a nosotros; y porqueel hombre est formado de carne y sangre, quiso l tambin revestirse de nuestra naturaleza pecadora, para destruir por su muerte el podero del que tena el imperio de

    la muerte (6 6 ), y restituirnos de este modo la posesin delreino eterno de la vida, junto a su Padre.Por tanto, con toda verdad concluye el Apstol: Vos

    otros que sois llamados a participar de la vocacin celestial,considerad a Jess, Apstol y Pontfice de nuestra fe, elcual cumpli fielmente el mandato de aquel que le constituy sobre su Reino y sobre su Casa; cuyo Reino y Casasomos nosotros si mantenemos inclumes la fe y la espe

    ranza que constituye nuestra gloria (67).Y qu gloria, cifrar nuestra esperanza en Jesucristo!;He aqu que nos es dado llamarle nuestro hermano ma

    yor ; he aqu que, cual Pontfice misericordioso, es paranosotros un mediador lleno de crdito. [Qu expresivo essan Pablo en este punto! El da de la Ascensin, la Humanidad de Jess se posesiona de manera admirable de estaherencia gloriosa: pero al entrar el Hombre-Dios en los

    cielos, lo hace como Precursor nuestro (6 8 ). All, a la derecha del Padre, ofrece constantemente por cada uno denosotros el precio de su Pasin con una mediacin perpetuamente viva y operante (69).

    Por tanto, nuestra confianza debe ser ilimitada. Todaslas gracias que hermosean el alma y la fecundizan, desdesu llamamiento a la fe cristiana hasta su vocacin a lavida monstica, todas las corrientes de agua viva que

    alegran esta ciudad de Dios, que es el alma religiosa,

    (63) R ora., V III , 29.(64) H ebr ., II , n .{65) Juan , X X , 17.(66) H eb r. , II , 14-15.(67) Ib id ., 1, 2 y 6.(68) Ib id ., V I , 20.(69) Ibid., VII, 25.

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    ES EL PONTIFICE SUPREMO 45

    tienen su manantial inagotable en el Calvario: del Corazn y llagas de Jess brota el ro de la vida.

    Oh I Podremos contemplar la magnfica obra de nues

    tro Pontfice soberano sin deshacernos en un perenne ha-cimiento de gracias? Me am exclama san Pabloyse entreg a s mismo por m (70). No dice el Apstol:nos am, aunque ello sea verdad, sino me am, porque el amor de Cristo se extiende a todos y cada uno delos hombres. La vida, las humillaciones, los sufrimientos,la Pasin misma de Jess es algo que me toca a m directamente. Y hasta qu punto me am? Hasta los ltimos

    linderos del amor (71). Oh dulcsimo Pontfice, que contu sangre me has abierto las puertas del Santo de losSantos, que sin cesar abogas por m, loor y gloria a ti porsiempre jams !j

    Los mritos de Jess son tan nuestros que, con todajusticia nos los podemos apropiar. Sus satisfacciones sonun tesoro de infinito valor, al cual podemos insistentemente acudir para expiar nuestras faltas, reparar nuestras ne

    gligencias, socorrer nuestras necesidades, perfeccionar nuestras obras y suplir nuestras deficiencias. Es importantsimo a nuestra alma dice el venerable Ludovico Blosio unir lo que se hace y se sufre a las obras y dolores deCristo. Por este medio, sus acciones y las pruebas que soporta, por pobres y miserables que sean en s mismas,resultan resplandecientes, admirables y muy agradables aDios, en virtud de la inefable dignidad que les comunican

    los mritos de Jesucristo, a los cuales estn unidas; no deotra manera que la gota de agua derramada en un vinogeneroso es absorbida por ste, y participa de su gustoy su color. Las buenas obras del que practica esto fielmente son incomparablemente de mayor valor, que las delque se muestra negligente en hacerlo (72).

    Por esto no cesaba este gran abad, tan versado en lasvas del espritu, de exhortar a sus monjes a que uniesen

    sus acciones a las de Cristo, seguros de que por este camino arribaran a la santidad. Depositad les deca todas vuestras obras y ejercicios piadosos en el sacratsimo ydulcsimo Corazn de Jess, para que los corrija y perfec

    to ) G l., II , 2o.(71) Juan, X II I, i.(72) Institu ci n esp ir itual, cap. IX, 1. c. t. II. T,ase tocio el captulo.

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    Jfi JF.SUCIUSTO, IDEAL DEL MONJE

    cione: su ms ardiente deseo es purificar nuestros actosdefectuosos. Alegraos y estremeceos de gozo pensando que,por pobres que seis personalmente, poseis tantas riquezas en vuestro Redentor, el cual ha querido haceros partcipes de sus mritos. En l encontraris tesoros infinitossi en vosotros hay humildad y buena voluntad (73). Estoes lo que nuestro Seor mismo comunic a una monja benedictina, la madre Deleloe, cuya admirable vida interior nos ha sido revelada recientemente: Qu otra cosapuedes ambicionar mejor que tener en ti el verdaderomanantial de todo bien, mi divino Corazn?... Todas estas grandezas son tuyas, todos estos tesoros y riquezas sonpara el corazn que yo he elegido... Toma a tu gusto deestas delicias y riquezas infinitas... (74).

    3 . La f u e n t e d e l a g r a c i a d e d o n d e h e m o s d e s a c a eL O S A U X I L I O S N E C E S A R I O S

    No se content nuestro Padre celestial con darnos asu Hijo por medianero; lo constituy adems universal dispensador de toda gracia: El Padre ama a su Hijo, y ledi todas las cosas (75), y el mismo Jesucristo nos comunica adems la gracia que l nos ha merecido.

    Verdad es sta muy importante que yo deseo ver profundamente grabada en vuestras almas. Muchos saben ciertamente que nuestro Seor es el nico camino que lleva

    al Padre: Nadie va al Padre sino por m (76); que lnos redimi con su sangre; pero se olvidan, al menosprcticamente, de otra verdad harto importante, a saber:de que Jess es causa de todas las gracias, y que obra ennuestras almas mediante el influjo de su Espritu.

    Jesucristo posee en s mismo la plenitud de todas lasgracias. Escuchad lo que l dice: Como el Padre tienela vida en s, tambin al Hijo le di el tenerla en s mis

    mo (77). Y cul es esta vida? Una vida eterna, un oca-(73) E sp ejo del alm a, cap. VII, 5, 1. c. t. II.(74) Une mystique inconnue du XVIIe sUcle, la Mre Delelo', por

    D. Destre. Est agotada esta obra y de ella se prepara actualmenteuna nueva edicin. Vase abajo la misma doctrina expuesta por santaMatilde.

    (75) Ju an , I II , 35.(76) Ibid., XIV, 6.(77) Ib id ., V, 26.

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    I,A f u e n t e d f. l a g r a c i a 47

    no de vida divina, que contiene todas las perfecciones,toda la felicidad de la divinidad. Pero esta vida divina

    Jesucristo la posee en s mismo, esto es, por naturalezay por derecho propio, porque es el Hijo de Dios encarnado.

    Cuando el Padre contempla a Jesucristo se llena de gozoporque ve a su propio Hijo igual a l, y exclama: Heaqu mi Hijo muy amado (78). Nada halla en l que noproceda de s mismo: T eres mi Hijo, yo te he engendrado (79). Jess es verdaderamente el esplendor de lagloria del Padre, y la figura de su sustancia (80); y estamirada produce en el Padre un contentamiento infinito:en l tengo todas mis complacencias (81). Jesucristo,

    como Hijo de Dios, es la Vida por excelencia: Yo soyla vida (82).Esta vida divina, que l posee personalmente en toda

    su plenitud, quiere comunicrnosla abundantemente: Yohe venido para que tengan vida y la tengan con abundancia (83); la vida que es suya en virtud de la uninhiposttica, quiere que sea nuestra por su gracia; y desu plenitud debemos tomarla todos (84). Por los sacra

    mentos y la accin del Espritu Santo en nosotros, nos infunde la gracia como principio de nuestra vida.Tened muy presente esta verdad: todas las gr