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    Prismas, Revista de historia intelectual, N 13, 2009, pp. 65-87

    UBA / CONICET

    Damin Lpez

    Interpretacin gural e historiaReexiones en torno a Figura de Erich Auerbach*

    I

    La ltima edad del vaticinio de Cumas es ya llegada; una gran sucesinde siglos nace de nuevo. Vuelve ya tambin la Virgen, vuelve el reinado deSaturno; una nueva descendencia baja ya de lo alto de los cielos. T, castaLucina, s propicia al nio que ahora nace, con l la raza de hierro dejarde serlo al punto y por todo el mundo surgir una raza de oro. T Apoloreina ya Si todava permanecen huellas de nuestro pecado, destruidas,quedar libre la tierra de un temor perpetuo. Recibir aquel nio la vida delos dioses y con los dioses contemplar a los hroes mezclados y a lmismo lo vern entre ellos y regir el mundo apaciguado por las virtudes

    de su padre.1

    Virgilio

    Si, como es bien conocido, la concepcin histrica de la antigedad clsica se caracteriza porsu temporalidad cclica, la lectura de la famosa Cuarta gloga virgiliana (escrita alrededor del40 a. C., y de la cual citamos uno de sus pasajes ms signicativos) no puede dejar de sorpren-dernos pues resulta una evidencia incontrastable sobre la existencia de una corriente escatol-gica en aquel perodo. Sin embargo, como bien remarca Le Goff, el texto es una rara excep-cin, tal vez inuida por el mundo oriental helenizado, de tematizacin sobre el advenimientode un tiempo cualitativamente nuevo. Y an ms importante, la contradiccin sera slo apa-

    rente si se tiene en cuenta que incluso aqu domina la circularidad, ya que se trata de una esca-tologa vuelta al pasado, muy distinta de la escatologa judeocristiana en la cual se presentapor primera vez la idea de un tiempo lineal progresivo.2

    Por supuesto, la referencia a esta novedosa concepcin judeocristiana de progresin tem-poral se diferencia sustancialmente del tiempo de la apertura y la indenicin propio de la

    * La primera versin de este trabajo fue presentada en un seminario dictado por el Profesor Jos E. Buruca, a quienagradezco por su siempre instructiva orientacin. Tambin agradezco a Federico Miliddi y a Roberto Pittaluga porla atenta lectura crtica que realizaron, permitindome reelaborar aspectos importantes del texto original.1 Virgilio, Cuarta gloga, enBuclicas. Gergicas, Madrid, Gredos, 1990, pp. 47-48.2 Jacques Le Goff,El orden de la memoria, Barcelona, Paids, 1991, pp. 58-59.

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    modernidad, ya que arma un progreso que tiende hacia la perfeccin como un n. Como se-ala Reinhart Koselleck, mientras se creyera en la ltima poca, lo verdaderamente nuevo deltiempo no poda ser ms que el ltimo da, que jaba un nal para todo el tiempo actual [y portanto] slo despus de que la expectativa cristiana en el n perdiera su carcter de continuopresente, se pudo descubrir un tiempo que se convirti en ilimitado y se abri a lo nuevo.3 As,

    la concepcin temporal judeocristiana y especcamente la cristiano-medieval que nos inte-resa tratar aqu, se diferencia claramente de la moderna al comprender un progreso orientadohacia cierto trmino, adems de ordenado y penetrado por dios.4

    Teniendo presente esto, y volviendo al texto virgiliano que citamos, se comprende fcil-mente que los autores cristianos medievales encontraran en el mismo una profeca sobre lavirgen Mara y el nacimiento de Cristo. Esto agigantaba la autoridad de la gura del autor deLa Eneida, y rearmaba la conviccin de que incluso entre los paganos se haban dado casosde intuicin sobre una verdad que slo las escrituras y el advenimiento de Cristo podan escla-recer. Es preciso tener en cuenta esto para vislumbrar por qu, ms all de su grandeza comopoeta y de su descripcin del Hades en su obra mayor, Dante elige a Virgilio como gua en laincursin en el ms all. As, a pesar de considerar que los paganos no podran acceder almundo celestial por su desconocimiento de la verdad revelada, podran ser incorporados enuna historia universal determinada por un progresivo acercamiento al n ya establecido por elplan divino. De hecho, esto fue lo que posibilit a Agustn de Hipona escribir una obra comoLa Ciudad de Dios, en la cual la necesidad de la existencia del Imperio Romano es interpretadaen funcin del desarrollo posterior del cristianismo, en un relato unicado y sistemtico cons-truido a partir de un punto de vista de la nalidad.

    Ahora bien, si la concepcin de un tiempo progresivo determinado por una visin esca-tolgica es una novedad de la tradicin juda, el cristianismo se separa de la misma al agregar

    que la encarnacin implica una disrupcin a partir de la cual deben interpretarse todos losacontecimientos producidos en el tiempo. De all que los hechos relatados en el Antiguo Tes-tamento sean incorporados como preguraciones de aquello que el Nuevo viene a conrmar ycompletar; al mismo tiempo, ambos preludian el nal futuro y cobran sentido como realidadestemporales, nitas e incompletas, en conexin con la eternidad y la completud divina. La en-carnacin se convierte por tanto en el centro a partir del cual cobran sentido todos los aconte-cimientos temporales, pero al mismo tiempo en la promesa de un n que alimenta las esperan-zas escatolgicas. Lo importante aqu es destacar, en todo caso, que esta perspectiva, alconferir un origen, un n y un centro a la historia, le asign una nueva y dramtica signica-cin a cada hecho temporal; justamente en este vnculo con un plan trascendente, todo aconte-cimiento terrenal cobraba una insospechada relevancia y, al mismo tiempo, se converta en unenigma a descifrar.5

    3 Reinhart Koselleck, Futuro pasado, Barcelona, Paids, 1993, p. 301. Para una discusin sobre las muy diversasconcepciones sobre el tiempo durante la modernidad vase Elas Palti,Aporas, Buenos Aires, Alianza, pp. 21-81.4 Etienne Gilson,El espritu de la losofa medieval, Buenos Aires, Emec, 1952, pp. 357-358.5 Todo lo dicho hasta aqu, sin embargo, no debe hacernos olvidar que, en verdad, durante la Edad Media coexistieronuna multiplicidad de tiempos, vinculados en principio a distintos contextos econmicos y sociales, y tambin a vi-siones en pugna en cuanto a sus caractersticas. As, el tiempo agrcola de los campesinos es sustancialmente cclicoy permanente. Jacques Le Goff ha tratado por otra parte los cambios que trajeron el crecimiento de las ciudades y

    el comercio a partir de la expansin feudal, que implicaron una nueva concepcin temporal, en Tiempo, trabajo ycultura en el occidente medieval, Madrid, Taurus, 1987. Tampoco el tiempo de la Iglesia, principal administradora y

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    II

    Una novela contempornea requiere quinientas o seiscientas pginas parahacernos conocer a alguien, si es que lo conocemos. A Dante le basta unsolo momento. En ese momento el personaje est denido para siempre.6

    Jorge Luis Borges

    A dos aos del comienzo de su obligado traslado a la Universidad de Estambul motivado porlas leyes raciales que le impedan seguir enseando en Alemania, Erich Auerbach public unartculo titulado Figura (1938) donde intentaba dar cuenta de la compleja estructura quepresentan distintas producciones culturales medievales.7 La temtica tratada all se conectabacon sus investigaciones anteriores, e iluminaba especialmente sus interpretaciones en torno ala obra de Dante Alighieri, a la cual haba dedicado numerosos trabajos, entre los que desta-caba su primer libro publicado en 1929,Dante als Dichter der irdischen Welt.8 Como el mismottulo indica, se presentaba all al orentino como poeta del mundo terrenal, mximo expo-

    nente de una especca modalidad de representacin propia del medioevo cristiano. Comoreconocera ms tarde, Auerbach continu en ese trabajo los trazos mayores sobre este puntoque, en su opinin, ya se encontraban in nuce en los breves pero brillantes comentarios queHegel dedic en susLecciones sobre esttica a laDivina Comedia. Segn sostiene all Hegel,lo sustancial del poema radica en que en l se hallan entrelazados lo universal (el orden divinodel inerno, el purgatorio y el paraso) y los aspectos singulares e individuales, de tal modoque estos ltimos no son un mero instrumento en funcin de la ilustracin de una universalidadabstracta. As, al tiempo que el objeto es la accin eterna, el n ltimo absoluto, el amor di-vino en su imperecedero acontecer y sus inmutables mbitos, lo ms efmero y fugaz delmundo vivo est ah completamente pico objetivamente fundado en lo ms ntimo suyo, juz-gado en su valor y demrito por el concepto supremo, por Dios.9 La forma esttica en que selogra esto es presentando a los individuos que pueblan este mundo del ms all a travs deunos pocos trazos de su carcter particular, aquellos que sintetizan el juicio divino que los ha

    organizadora del mismo, ni el de los telogos, estaba exento de diferencias y disputas. Por ejemplo, puede mencio-narse el debate entre los defensores de una verdad progresivamente revelada y los defensores de una verdad inmuta-ble, que se extiende durante todo el siglo xii. Vase Jacques Le Goff,La civilizacin del occidente medieval, Barce-lona, Paids, 1999, pp. 148-149.

    A pesar de esto, creemos que los trazos delineados aqu sobre la concepcin del tiempo en la cristiandad medieval

    contaron con suciente coherencia y continuidad como para que lo expuesto no resulte una excesiva simplicacindel problema. En todo caso, dejamos asentado aqu que sin dudas el mismo es ms complejo y contradictorio, perose entender que su anlisis excede por mucho al objeto de este artculo.6 Jorge Luis Borges, La Divina Comedia, en Obras completas, vol. iii, San Pablo, Emec, 1994, p. 213 (ensayoperteneciente al libro Siete Noches, de 1980).7 Auerbach fue profesor de la Universidad de Marburgo entre 1929 y 1935, y de la de Estambul entre 1936 y 1947(all escribi su excepcionalMimesis). Luego emigr a los Estados Unidos, donde trabaj en distintas universidadeshasta su muerte en 1957. Por cuestiones de espacio no precisaremos aqu mayores referencias biogrcas, para locual recomendamos el texto de Hans Ulrich Gumbrecht, Pathos of the earthly progress: Erich Auerbachs Every-days, en Seth Lerer (ed.),Literary history and the challenge of philology: the legacy of Erich Auerbach, Stanford,Stanford University Press, 1996, pp. 13-35.8 Erich Auerbach,Dante: Poet of the secular world, Nueva York, New York Review Books, 2007. Es necesario indi-car la imprecisin de esta traduccin del ttulo al ingls, ya que la tesis de Auerbach se basa justamente en una imbri-

    cacin entre lo terrenal y lo trascendente que diere de la comn acepcin del concepto de secularizacin.9 G. W. F. Hegel,Lecciones sobre esttica, Madrid, Akal, 1989, pp. 793-794.

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    colocado en determinado sitio; en breves versos Dante delimita los rasgos de esos personajes,tal como fueron en su proyectar y sufrir, sus intenciones y su consumacin, as son presenta-dos aqu para siempre, petricados como si fueran estatuas de bronce. [Y as] el poema abarcade este modo la totalidad de la vida ms objetiva.10 En las puertas del inerno, como seala elmismo Hegel, puede leerse En Edad slo puede aventajarme lo eterno, mas eternamente duro.

    Perded toda esperanza al traspasarme.11A Auerbach le interesa destacar, en todo caso, que en esta condensacin de los caracteres

    individuales no se resigna el aspecto histrico concreto en que estos personajes habran ac-tuado, sino, al contrario, se produce una profunda dramatizacin del destino individual quedescansa sobre la concepcin cristiana de la indestructibilidad del hombre ntegro, como ninnito en s mismo.12 Si de hecho, en la percepcin del tiempo cristiano medieval convivendos planos, el de la vida terrenal, y el eterno, el por as decirlo tiempo horizontal y el de unaextratemporalidad vertical (en cuanto remite a su conexin con lo divino), en laDivina Co-media se produce un vnculo dialctico entre ambos; pero para Auerbach, la fuerza y la profun-didad de las imgenes del ms all que remiten al mundo de las formas y las pasiones terrenaslogran aqu incluso sobrepasar su propio marco, y producir el efecto de un indito realismo.Como dira en su ltimo libro, ningn poeta de la antigedad supo unir tan estrechamente laordenacin divina con el trgico destino de un hroe que vive en el tiempo y en el espacio []Por otra parte, ningn poeta cristiano anterior a Dante haba presentado tan sin ambages laexistencia de un hombre en particular como trgica y digna de participar en la ordenacin di-vina, a no ser la de los santos que siguen las huellas de Cristo.13

    Por eso, si bien para Auerbach la obra de Dante slo puede comprenderse en el contextogeneral de la concepcin cristiana medieval, si se considera a la misma como un punto en unaposible evolucin en el tratamiento trgico del hombre terreno, en verdad sera una culmina-

    cin, puesta en crisis y n en s misma. As, enMimesis, Auerbach coloca laDivina Comediacomo consumacin de tendencias presentes a partir de la descomposicin de la tradicin lite-raria clsica y el desarrollo de los caracteres propios de la cristiandad medieval, pero tambincomo superacin de las mismas, sin que haya tenido sucesores que profundizaran su inditatensin congural. Tampoco posteriormente esto podra haberse hecho desde una estructuraconstructiva similar, porque para ese entonces ya faltara la certeza sobre la sentencia divinaque actualiza, ordena y perpeta esta tragedia; ms tarde, el hombre individual est solo, y sutragedia termina con su vida.14 En Dante, en n, nos encontramos con la paradjica situacinde que su inters por el hombre histrico individual, aunque presentado dentro de un ordendivino que traslada todo su drama haca el ms all lo cual parece obstaculizar el desarrollotrgico en el sentido antiguo, es tan profundo, y sus caracteres tan vvidos y problemticosque se vuelve contra ese orden, emplendolo para sus nes y opacndolo: la imagen del hom-bre se antepone a la imagen de Dios.15

    10 G. W. F. Hegel,Lecciones sobre esttica, op. cit., p. 794.11 Dante Alighieri,Divina Comedia, Inerno iii, 7-9, Barcelona, rba, 1995, p. 14.12 Vase Erich Auerbach,Dante: Poet of the secular world, op. cit., pp. 90-91; tambin Hegel, op. cit., p. 709.13 Erich Auerbach,Lenguaje literario y pblico en la baja latinidad y en la baja Edad Media, Barcelona, Seix Barral,1969, p. 312.14Ibid., p. 314.15 Erich Auerbach,Mimesis. La representacin de la realidad en la literatura occidental [1946], Mxico, Fondo deCultura Econmica, 2000, p. 192.

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    Todo esto tambin nos permite aclarar ciertos aspectos del muy discutido problema de larepresentacin literaria de la realidad, tratado por Auerbach en su ya citada obra mayor,Mime-sis. En primer lugar, se disipa cualquier cuestionamiento en cuanto a la posibilidad de leer ellibro como una exposicin evolucionista y teleolgica en la que el realismo literario del sigloxix (Stendhal, Balzac, etc.) se coloca como modelo nalista desde el cual evaluar todas las

    obras anteriores. Para Auerbach, el realismo de Dante es tan profundo y vlido como este l-timo, y entre ambos existe una historia cargada de tensiones entre diversas concepciones sobreel realismo en literatura.

    En segundo lugar, queda claro que el problema tratado en Mimesis no es el de la meraimitacin literaria del mundo histrico social, sino ms bien el de los vnculos entre la litera-tura y las formas caractersticas de organizar la experiencia en ciertos momentos histricos.Auerbach no dio nunca una denicin de realismo. Y esto necesariamente deba ser as, ya quepara l las diversas modalidades de percepcin del mundo se hallan determinadas histrica-mente. Sin embargo, este perspectivismo histrico no implicaba una imposibilidad para eljuicio, ya que, siguiendo a Vico, si tanto el objeto (esttico) que se intenta comprender comoel sujeto que lo hace se hallan en un determinado contexto, ambos son formas de lo humano,se encuentran por tanto dentro de le modicazioni della medesima nostra mente umana.16 Peroincluso ms all de esta precondicin hermenutica, Auerbach evala las diversas modalidadesde representacin literaria de la realidad segn un criterio determinado, lo que lo lleva al difcilproblema de cmo es posible tal evaluacin sin establecer una diferenciacin entre la realidady las representaciones de la misma. ste ha sido sin dudas el aspecto ms criticado deMimesis, yen nuestra opinin con cierta razn, ya que sin esta distincin todo el tema planteado all care-cera de sentido. Pero dado que en rigor la defensa de la coincidencia entre representacin yrealidad llevara irremediablemente a la apora,17 decimos que estas crticas slo tienen cierta

    razn. La concepcin de Auerbach sera insalvable si defendiese la transparencia de una rea-lidad que podra ser por tanto reejada, pero esto no se encuentra de ninguna manera en sulibro.18 S encontramos, en cambio, una no del todo explicitada posicin en torno a las caracte-

    16 Erich Auerbach,Lenguaje literario y pblico en la baja latinidad y en la baja Edad Media, op. cit., pp. 16-17.17 En la actualidad, luego del llamado giro lingstico, el debate sobre este problema se delimita en relacin con lapreeminencia del lenguaje como sustrato omnicomprensivo. Frente a esta posicin, no parece ocioso citar a Kose-lleck, quien recuerda que ni los acontecimientos ni las experiencias se agotan en su articulacin lingstica. [] Nosencontramos, pues, en una tensin metdicamente irresoluble consistente en que, mientras ocurre y despus de suce-der, cualquier historia es algo diferente a lo que nos puede proporcionar su articulacin lingstica; pero eso diferente

    slo puede hacerse cognoscible en el medio del lenguaje. La reexin sobre el lenguaje histrico, sobre los actoslingsticos que ayudan a fundar los acontecimientos o que constituyen una narracin histrica no puede reclamar unaprioridad objetiva frente a las historias a las que ayuda a tematizar, Koselleck, Futuro pasado, op. cit., pp. 287-288.

    Para una discusin de este mismo autor contra la pretensin omniabarcadora de la hermenutica, y la respuestade su principal exponente, Gadamer, puede verse Reinhart Koselleck y Georg-Hans Gadamer,Historia y hermenu-tica, Barcelona, Paids, 1998. En nuestra opinin, algunos elementos fundamentales para elaborar una respuestaterica a esta seria crtica a los basamentos epistemolgicos de la historia se hallan en Valentin Niklaievich Volos-hinov,El marxismo y la losofa del lenguaje, Madrid, Alianza, 1992.18 Como prueba de esto, transcribimos aqu un pasaje de su libro sobre Dante: Todos los poetas del stil nuovo po-sean una mstica amada [con la que establecan una relacin que] tena ms en comn con la iluminacin que con elplacer sensual [] pero slo uno de ellos, Dante, pudo describir esos acontecimientos esotricos de tal modo comopara hacernos aceptarlos como autntica realidad aun cuando las motivaciones y las alusiones sean bastante incom-prensibles. Esto atestigua por s mismo el genio potico del autor, y es difcil entender por qu tantos crticos encuen-

    tran como mejor fuente de inspiracin una experiencia ertica accesible a todos que una iluminacin mstica queconlleva la fuerza de la realidad, como si la mmesis potica tuviera que ser una copia de las apariencias y no produ-

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    rsticas de la realidad, en sus distintos aspectos sensoriales, histrico-sociales, emocionales,etc. Sobre todo, Auerbach subraya repetidamente la estructura compleja y diversa de toda rea-lidad (de all su insistencia sobre la imposibilidad de que la misma sea adecuadamente com-prendida bajo la forma mtica) y que el problema para su aprehensin no tiene que ver slo consu representacin, sino tambin con su interpretacin y, por lo tanto, con su sentido. Por esta

    razn, Carl Landauer acierta al enfatizar el hecho de que Auerbach tom el problema de larepresentacin de la realidad siguiendo los lineamientos planteados por Platn, debindosetener siempre presente que de lo que se trata es de la combinacin de los aspectos ideales ymimticos.19 Y as entendemos que, al destacar sobre el resto las tan diversas formas realistaspresentes en Dante y en las novelas del siglo xix, Auerbach deende la idea de que las mismaspermitieron una ampliacin y una profundizacin del espacio de representacin, al contemplaral mismo tiempo esta densidad y brindar un marco interpretativo, un signicado, que para len la tradicin occidental no puede ser ms que el de la tragedia, forma que condensa la in-mensa problematicidad de todo acontecer humano.

    III

    Pues si Adn era gura de Cristo, el sueo de Adn era la muerte de Cristo,adormecido en la muerte, para que de la herida de su costado fuera guradala madre verdadera de los vivos, la Iglesia.20

    Tertuliano

    Como bien seala Jos Cuesta Abad en su introduccin a la traduccin espaola del artculoFigura, el mismo no slo puede ser ledo como un ensayo de historia conceptual avant lalettre, sino tambin como la exposicin de toda una teora de la historia en miniatura y con-trastada con los ms diversos testimonios literarios.21 Es que de hecho, Auerbach realiza all,adems de una brillante y erudita reconstruccin lolgica de un trmino de enorme relevanciapara la tradicin clsica y cristiano-medieval, el rescate de una concepcin de la historia suma-mente compleja y rica, sustrato de gran parte de las producciones culturales medievales, y es-pecialmente signicativo para comprender la obra mayor de Dante.

    jera esa realidad del innito tesoro de imgenes conservadas en la memoria. Auerbach,Dante: Poet of the secularworld, op. cit., p. 61.19 Carl Landauer, Mimesis and Erich Auerbach self-mythologizing, German Studies Review, vol. 11, No. 1, 1988,p. 92. De hecho, puede verse en el primer captulo del libro de Auerbach sobre Dante su propuesta de relectura yrescate de la tradicin platnica. Es que en su opinin, la clebre crtica del dcimo Libro deLa Repblica en la cualse coloca al arte como imitacin en segundo grado (y por lo tanto como poco apropiado para el acceso a la Verdadde las Ideas), habra tenido por paradjico resultado el plantear a los poetas la tarea de escribir loscamente, noslo en el sentido instructivo, sino en el de esforzarse, mediante la imitacin de la apariencia, por arribar a aquellaesencia verdadera, y por mostrar su insuciencia medida por la belleza de la Idea. Erich Auerbach, ibid., p. 5. Acontinuacin Auerbach reconoce su deuda con el conocido ensayo de Erwin Panofsky sobre este tema:Idea. Contri-bucin a la historia de la teora del arte, Madrid, Alianza, 1979 [la versin original de este trabajo, editada por elInstituto Warburg, es de 1924].20 Quintus Septimius Florens Tertullianus,De anima, 43, citado en Erich Auerbach, Figura, Madrid, Trotta, 1998,

    pp. 69-70 [el texto latino original es de c. 210-213 d.C.].21 Jos Cuesta Abad, Erich Auerbach: una potica de la historia, en Erich Auerbach, Figura, op. cit., p. 26.

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    As, luego de analizar la evolucin del concepto defgura (o typos, en griego) en la anti-

    gedad clsica tarda cuando va a producirse, entre sus diversas acepciones, un desplaza-

    miento por el cual se convertir en una palabra que permite el vnculo y el juego entre dos

    extremos delimitados, por un lado, por las expresiones de forma o idea y, por el otro, por las

    de copia o imago, Auerbach expone la modalidad de profeca real en que fue tomado por

    los fundadores de la tradicin cristiana. En verdad, habra que precisar, por una parte de ellos,ya que la interpretacin gural convivi desde un principio con una orientacin espiritua-

    lista que mantendra gran vigor durante todo el medioevo.

    Puede decirse que, debido a la dualidad cristiana entre el mundo terrenal y el divino (ex-

    presada en su forma ms acabada en la divisin agustiniana entre civitas Dei y civitas terrena),

    todo fenmeno poda ser interpretado bien desde un punto de vista literal y factual, o bien

    desde uno de tipo simblico o mstico.22 El traslado de este dualismo a la interpretacin bblica

    dio por resultado el desarrollo de dos modos distintivos de exgesis: por un lado, uno que in-

    sista sobre la facticidad histrica de los relatos bblicos, propiciando una lectura literal (es-

    cuela de Antioqua); por el otro, uno que encontraba aquellos textos como un denso misterio

    que slo poda develarse a travs de una lectura que tuviese en cuenta su trasfondo espiritual

    moral y su forma alegrica (escuela de Alejandra). La disputa era particularmente sensible en

    el caso delAntiguo Testamento, ya que si bien poda sostenerse que all se encontraban alusio-

    nes veladas a aquella verdad que slo se volvi concreta con la encarnacin, tambin era cierto

    que su estructura era sustancialmente la de una narracin histrica.

    De alguna manera, la interpretacin gural se encontraba entre estos dos extremos, ya

    que al tiempo que estableca el sentido de los acontecimientos histricos del Antiguo Testa-

    mento en funcin de su vnculo con su forma consumada en el Nuevo, se caracterizaba preci-

    samente por reconocer la realidad histrica del primer momento, de la preguracin. As, por

    ejemplo, cuando Tertuliano enuncia la interpretacin que citamos al inicio de esta seccin, enla cual Adn es gura de Cristo y Eva de la Iglesia, de ninguna manera pone en duda la exis-

    tencia fctica de los primeros, rechazando una lectura meramente alegrica y excesivamente

    espiritualista. De todos modos, es bien conocida la orientacin hacia lo histrico-interior y lo

    realista de este autor, por otra parte situado en un contexto anterior al de la oposicin entre las

    escuelas de Alejandra y Antioqua. Ms tardamente, Agustn de Hipona s intent resolver

    esta disputa mediante una solucin intermedia, aunque siempre criticando la interpretacin

    meramente alegrica; por otra parte, fue el autor de una inmensa cantidad de nuevas interpre-

    taciones gurales delAntiguo Testamento. An ms importante, segn Auerbach, fue Agustn,

    quien estableci con mayor claridad la presentacin de las guras como un movimiento en tres

    grados, en el cual poda encontrarse a la vez la Ley o la historia de los judos como gura

    proftica del advenimiento de Cristo; la Encarnacin como consumacin de esta gura y al

    mismo tiempo como preanuncio del n del mundo y el Juicio nal; y por ltimo la llegada de

    estos acontecimientos como consumacin denitiva.23

    Si ningn acontecimiento histrico singular tiene por s mismo signicado alguno, y es

    slo su estructuracin en una trama lo que le otorga un determinado sentido, dado que desde la

    concepcin cristiano medieval todo fenmeno se encontraba vinculado verticalmente a lo di-

    22 Aron Gurievich,Las categoras de la cultura medieval, Madrid, Taurus, 1990, pp. 80-83.23 Erich Auerbach, Figura, op. cit., p. 83.

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    vino, esta trama se encontraba garantizada tanto gnoseolgica, como ontolgica y teolgica-mente, lo que haca posible la inclusin de todo acontecer y experiencia pretrita en una inter-pretacin unitaria. Koselleck ha destacado la importancia que tuvo esa concepcin unitaria delos acontecimientos, ya que as la experiencia puede ser procesada por medio de mtodosanalgicos que iluminan el caso particular sobre la pelcula de contextos a largo plazo, lo cual

    es condicin de toda historia.24 Pero dado tambin que la concepcin cristiano-medieval erasustancialmente dualista, y que por tanto todas las cosas y los fenmenos terrenos no podanser ms que copias o smbolos de los verdaderos prototipos divinos un neoplatonismo cris-tiano, el problema es ms bien dilucidar hasta qu punto este trascendentalismo dilua en sucomposicin lo histrico terrenal particular.

    Es aqu donde cobra verdadera dimensin la importancia del estudio de Auerbach, ya queen Figura se establecen por primera vez, en toda su amplitud y profundidad, las caractersticasdistintivas de la interpretacin gural. Vale aclarar que si bien en la poca en que escribi suartculo exista una abundante bibliografa sobre la muy conocida teora medieval del cudru-ple sentido de las Escrituras segn la cual el texto bblico poda ser interpretado desde elpunto de vista histrico, alegrico, moral y anaggico, o sea sublime,25 el problemase haba analizado fundamentalmente desde el punto de vista de las tcnicas de comprensintextuales, mientras para Auerbach lo fundamental era determinar las articulaciones entre losdiversos modos de interpretacin y las concepciones de la realidad que llevaban consigo.26 As,en su texto aclaraba que, si bien la interpretacin gural en tanto pone una cosa en lugar deotra a n de que la represente tena por objeto una forma que pertenecera en sentido amplioa las alegricas, era preciso realizar una tajante distincin; es que mientras las alegoras nor-malmente representan un signicado abstracto a travs de una cosa particular que acta comosignicante, en la interpretacin gural se sostena la historicidad real de ambos polos. La -

    gura, en tanto acontecer histrico, cobra sentido a travs de su conexin con un segundo acon-tecimiento que, en cuanto consumacin, se encuentra en un nivel ms alto e intenso; pero loimportante es que aun as el principio constructivo slo cobra vida y densidad a partir del man-tenimiento de la facticidad del trmino que funciona como signo.27 En n, segn la denicinque da en Figura, la interpretacin gural establece entre dos hechos o personas una conexinen la que uno de ellos no se reduce a ser l mismo, sino que adems equivale al otro, mientrasque el otro incluye al uno y lo consuma. Los dos polos de la gura estn temporalmente sepa-rados, pero ambos se sitan en el tiempo, en calidad de acontecimientos o guras reales; ambosestn involucrados [] en la corriente de la vida histrica, y slo la comprensin, el intellectusspiritualis, es un acto espiritual.28

    24 Reinhart Koselleck,Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paids, 2001, p. 67.25 Sobre el particular, puede verse Gurievich,Las categoras de la cultura medieval, op. cit., pp. 105-106. Es impor-tante aclarar que lo que en esta teora se denomina interpretacin moral corresponde a la interpretacin alegrica,y la que se designa con este ltimo nombre es la que Auerbach llama gural.26 Vase al respecto la nota 48 de Auerbach, Figura, op. cit., pp. 110-111.27 De hecho, en un pasaje de Mimesis que traemos a n de claricar este punto, se plantea que incluso cuando endeterminados momentos la concepcin gural pareci recaer en un rgido formalismo, al presentar conexiones dondeprcticamente slo se enfatizaba el sentido (vertical) en desmedro de la representacin esttica de los sucesos,siempre debi darse algn espesor a estos ltimos, lo que implicaba la necesidad de volverlos intuibles y plsticos.

    Auerbach,Mimesis, op. cit., p. 114.28 Erich Auerbach, Figura, op. cit., pp. 99-100.

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    De esta manera, se conectan dos acontecimientos que ni causal ni temporalmente sehallan entrelazados, cobrando sentido gracias a su vnculo vertical con la providencia di-vina. Y as, al tiempo que se sostena la facticidad de estos acontecimientos, se produca unaconguracin en la cual la coherencia y la unidad histrica se compona a partir de la sincro-na y la simultaneidad de lo eterno. Es ms, dado que, como haba destacado Agustn de

    Hipona, gura y consumacin apuntaban hacia un nal futuro en el cual se producira elacontecimiento pleno y denitivo que los conrmara, siempre coexista la imagen sincr-nica y extratemporal con la de una historicidad concebida como incompleta y provisional.Por eso, arma Auerbach, el acontecer terrenal permanece abierto e interrogante en su refe-rencia a lo velado, con lo que la postura que adopta el ser humano es la de la prueba, espe-ranza, fe y espera, y aun as las guras no slo son provisionales; son al mismo tiempo laconguracin provisional de lo eterno, recurrente e intemporal; no slo sealan un futuroprctico, sino tambin, desde el principio, la eternidad y la intemporalidad: lo eterno est enellas representado y constituye una realidad tan fragmentaria y provisional como velada ypresente en todo momento.29

    Por ltimo, dada su importancia en el contexto cristiano medieval, Auerbach se preo-cupa por distinguir la profeca gural de las formas simblicas y mticas. Es que lo caracte-rstico de estas ltimas es no ser meramente un signo que expresa o imita algo, sino que dealguna manera participa de lo signicado, establecindose una compleja relacin de implica-cin, por la cual el smbolo adquiere las propiedades de lo simbolizado y una actuacin sobreel primero repercute sobre el segundo. Por esta razn, a lo simblico se le atribuyen fuerzasmgicas, y el smbolo supone una interpretacin inmediata de la vida y, sobre todo, de lanaturaleza. Por supuesto, pese al quiebre que implic la concepcin cristiana para la cosmo-visin mgica y mtica que arraigaba entre los pueblos germnicos, sta continu perdurando

    de diversas maneras durante todo el perodo medieval, e incluso mucho despus. En rituales,ceremonias, procedimientos judiciales, diversos smbolos e insignias, etc., es sencillo apre-ciar la persistencia de estas formas que impregnaban tanto las producciones artsticas comola vida social. Sin embargo, indica Auerbach, stas haban perdido gran parte de su podermgico; lo principal, en todo caso, es que la gura se deslinda claramente del smbolo, tantopor su caracterstica de ser siempre histrica como por su ausencia de imbricamiento necesa-rio con lo mgico, lo que no quita que en la poca medieval existiesen formas intermediasentre lo gural y lo simblico, como la Eucarista con la presencia real de Cristo o la cruzcomo rbol de la vida.30

    29Ibid., pp. 107-108.30Ibid, pp. 104-105. Aprovechamos aqu para aclarar, dada la reciente publicacin en espaol del muy interesantelibro de Michel Pastoureau, Una historia simblica de la Edad Media occidental, Buenos Aires, Katz, 2006, quela historia simblica a la que se reere el autor poco tiene que ver con la precisa delimitacin del concepto desmbolo que realiza Auerbach. Ocurre que Pastoureau utiliza la palabra smbolo en su sentido actual (en el cualha perdido sus connotaciones trascendentes y denota ms bien una relacin de tipo analgico en general), y comobien aclara en la introduccin a su libro, para la poca medieval la palabra que mejor designa aquello que quiereanalizar es, en verdad, signo. Por otra parte, esta aclaracin, as como las principales categoras utilizadas por

    este autor, fueron establecidas anteriormente por Jacques Le Goff en La civilizacin del occidente medieval, op.cit., pp. 297-302.

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    Artista desconocido, Escenas de la vidade David, miniaturas iluminando Bibliaeditada en Pars (c.1250), Biblioteca yMuseo Morgan de Nueva York. Abajo,un recorte ampliado de la imagen deDavid en la escena del cuadrante infe-rior derecho.

    Durante la Edad Media fue comn larepresentacin de David como gurade Cristo.

    La ilustracin representa la historiabblica de la rebelin de Absaln con-

    tra su padre David. En el cuadrantesuperior derecho Absaln se encuen-tra rodeado por las concubinas, querepresentan a la casa real, por lo cualse simboliza la conquista del hijo.Abajo, David descalzo sube a una ele-vacin con un gesto de profundo dolor(ampliacin). La gura se halla carac-terizada en una situacin de enormedramatismo, en la cual es fcil apre-

    ciar el vnculo con la representacinhabitual del Calvario de Cristo.

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    IV

    Or se tu quel Virgilio e quella fonteche spandi di parlar s largo ume?,rispuosio lui con vergognosa fronte.

    O de li altri poeti onore e lume,vagliami l lungo studio e l grande amoreche m ha fatto cercar lo tuo volume.

    Tu se lo mio maestro e l mio autore,tu se solo colui da cu io tolsilo bello stilo che m ha fatto onore.

    Eres t aquel Virgilio y esa fuentede quien brota el caudal de la elocuencia?,

    le respond con vergonzosa frente.

    De los poetas el honor y ciencia,vlgame el largo estudio y gran amorcon que busqu en tu libro la sapiencia.

    Eres t mi maestro, t mi autor:eres t solo de aquel del que he tomadoel bello estilo que me diera honor.

    [La Divina Comedia, Inerno i, 65-87]

    Como hemos visto, en el cristianismo medieval fue conformndose una concepcin, sustratode la interpretacin gural, en la que la vida histrica y el reino divino se compenetraron dandopor resultado una profunda tensin entre lo mtico-religioso y lo histrico. Segn sta, Cristose haba encarnado en un momento perfectamente determinado, y al mismo tiempo su Pasinhaba restaurado la participacin del hombre en el reino divino, perdida por el pecado de Adn.Pero la promesa del nal de los tiempos an no se haba cumplido, por lo cual se continuabaen un mundo nito e incompleto. Y sin embargo, como indica Auerbach en su ltimo libro,

    considerar el acontecer terreno y la propia participacin en l con la impasibilidad grata a la

    losofa postclsica, o aspirar siquiera a tal consideracin impasible, no era cosa fcil. El acon-tecer, o sea el mundo, saeculum, considerado en parte como maldad y en parte como el mbitoen que se nos prueba, o, en todo caso, como lugar y objeto de sufrimiento y de lucha, alcanzauna importancia que conere a todos los vnculos terrenos, as como a las luchas y pasiones li-gadas a ellos, una fuerza ms profunda y una problemtica cada vez ms difcil de resolver.31

    De all se sigue la enorme dramatizacin del tiempo histrico, y la posibilidad de que se bus-case una intervencin radical sobre el mismo: a pesar de que la escatologa cristiana se vincu-laba con una garanta vertical y un nalismo que obstaculizaba la percepcin de una verdadera

    31 Erich Auerbach,Lenguaje literario y pblico en la baja latinidad y en la baja Edad Media, op. cit., p. 304.

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    apertura hacia lo nuevo, aliment los miedos, pero tambin las esperanzas sobre un Juicio nalprecedido por un Paraso terrestre. Y cuando esta visin se encarn en movimientos socialesde cierta envergadura, dio lugar a fenmenos inditos para Occidente.32

    Es fundamental tener presente, de todas maneras, que esta escatologa conviva con lacreencia en que el alma de cada individuo sera juzgada en el momento de la muerte, obte-

    niendo inmediatamente un lugar en el inerno o en el paraso de acuerdo a su actuacin terre-nal. Aron Gurievich ha planteado que esta aparente contradiccin entre dos concepciones tandiversas acerca del juicio nal el universal, que se dara en un futuro desconocido, y el indi -vidual, posterior a cada muerte poda resolverse por el hecho de que el hombre se sintieseparticipante del drama histrico universal en el que se decida el destino del mundo y el destinode su propia alma. Este sentimiento aportaba una coloracin particular a la concepcin quetenan del mundo los hombres de la Edad Media, que casi no conocan la historia real pero quese sentan implicados profundamente en ella. La lucha entre el bien y el mal se les planteabapor tanto a los hombres no como fuerzas externas abstractas, sino como conicto interior queslo la recta voluntad poda resolver. Y as, de ese reconocimiento de la libertad interior delhombre para elegir proviene la extraordinaria dramatizacin de la concepcin cristiana deltiempo y la historia. 33

    Se entiende por tanto la carga de emotividad y dramatismo que motivaban en este con-texto las historias relatadas en la Biblia (que, debe recordarse, es tambin un libro histrico), yaque en todos los casos interpelaban a los lectores u oyentes, en un mismo movimiento, desde ladistancia y el misterio de lo sagrado, y desde la necesidad del involucramiento colectivo ypersonal. Ahora bien, como es de esperar, esto se vinculaba por otra parte con cierto tipo deorientacin y con caractersticas estilsticas que encontramos en los textos cristiano-medieva-les, cuestin a cuyo examen consagr Auerbach gran parte de sus esfuerzos.34 As, por ejemplo,

    destaca el hecho de que desde sus primeros representantes estos textos muestran una particularvoluntad a la atraccin de captacin de cada alma, en que predomina lo arrebatador y lo ex-citante; sobre todo y ste es un tema al cual dedic varios trabajos35 le interesa enfatizar laruptura de la correspondencia tan cara a los autores de la Antigedad clsica entre tema y ex-presin (teora de los niveles de estilo), utilizndose expresiones vulgares para referirse a untema tan importante como la historia de Cristo, y resaltando la importancia de temas que para

    32 El estudio clsico sobre los movimientos milenaristas, muy importantes a partir de la Baja Edad Media y el iniciode la Moderna, es el de Norman Cohn,En pos del Milenio [1957], Madrid, Alianza, 1997. Por otra parte, las enormes

    implicaciones de esta dimensin del cristianismo fueron rescatadas, en la bsqueda de una conexin con el movi-miento revolucionario y el marxismo, por Ernst Bloch (1885-1977), sobre todo en sus excepcionales primeros libros,Geist der Utopie [Espritu de la Utopa, 1918, sin traduccin al espaol] y, especialmente, en Thomas Mnzer, te-logo de la revolucin [1921], Madrid, Ciencia Nueva, 1968.33 Aron Gurievich,Las categoras de la cultura medieval, op. cit., pp. 134-135.34 En cuanto a las propias caractersticas de la materia sobre la que se basaban estas producciones cristiano-medieva-les, Auerbach present en su famoso y excepcional primer captulo deMimesis (La cicatriz de Ulises) las enormesdiferencias entre la literatura clsica y el texto bblico, tanto en sus posibilidades de representacin de la realidadcomo de conciencia histrica, destacando adems las novedades que en este sentido aport elNuevo Testamento.Segn explicaba all, primero la tradicin juda y luego la cristiana abrieron una nueva perspectiva que rebasaba loslmites impuestos por una concepcin sumamente rgida que tenda a eliminar lo contradictorio y diverso; al mismotiempo, la oscuridad y la inconclusin de los relatos bblicos volvan necesaria la interpretacin, un sentido, que seasuma como verdad (religiosa, histrica, tica, etc.), lo que lo volva un texto tirnico.35 Pueden citarse especialmente Erich Auerbach, Sacrae Scripturae Sermo Humilis [1941], en Figura, op. cit., pp.131-147, y Sermo Humilis, enLenguaje literario y pblico, op. cit., pp. 30-69.

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    la tradicin antigua hubiesen sido considerados bajos. De hecho, segn hemos visto, para elcristianismo no podan existir temas bajos, en el sentido de que incluso en stos se encontrabaen juego la salvacin de las almas humanas. De esta manera, Agustn de Hipona establecirmemente las diferencias que separaban a esta concepcin de la tradicin clsica, destacandoque los temas cotidianos y bajos, asuntos de dinero o un vaso de agua fresca, pierden su infe-

    rioridad en el contexto cristiano, y se acomodan al estilo elevado; e, inversamente, los ms altosmisterios de la fe han de ser presentados con palabras de estilo bajo, fciles y accesibles a lacomprensin de todos.36 Auerbach denomina a esta mezcla cristiana de estilos, que implicuna revalorizacin y la problematizacin de lo cotidiano y lo humilde, sermo humilis, unasntesis entre lo humilde y lo sublime en la cual, segn se expresa en los textos agustinianos,

    lo humilis signica ms la simplicidad de la elocucin que el realismo, y lo sublime o altum,ms la profundidad de los misterios que lo sublime potico. Pero una expresin como humilis(Agustn a veces emplea abiectus), que expresaba a la vez la humildad cristiana de corazn, lainferioridad de la posicin social y la sencillez estilstica popular, introduca con facilidad la

    nocin de realismo, tanto ms cuanto que corrientemente se utilizaba para designar a las clasesinferiores por oposicin a las elevadas, a los pobres por oposicin a los ricos.37

    Todo esto nos permite comprender tanto la concepcin histrica como las posibilidades expre-sivas bajo las cuales se inscriben las formas gurales, que se encuentran en una gran parte delas producciones culturales cristiano-medievales, y que probablemente ejercieron una impor-tante inuencia sobre diversos sectores sociales, ya que pueden hallarse en los sermones, lapoesa medieval, las esculturas de las iglesias, etc. Cabe aclarar, de todas maneras, que Auer-bach realiza una periodizacin segn la cual, si bien las caractersticas principales y la delimi-tacin de la interpretacin gural es establecida durante los siglos que rodean la cada del Im-perio Romano en Occidente, slo termina por volverse una consciente e importante forma deexpresin a partir del siglo ix (por ejemplo, en los himnos litrgicos carolingios, y sobre todoen Notker de San Gall, inventor de las secuencias), para encontrar su apogeo en el siglo xii.38

    Pero para Auerbach, por supuesto, el punto clmine, la mxima consumacin y co-mienzo del n del realismo gural se encuentra en La Divina Comedia. Es que all, comonunca antes, las guras ya no sirven fundamentalmente para otorgar sentido a la materia hist-rica contenida en elAntiguo Testamento, sino para representar, de manera sincrnica y univer-sal, los mltiples aspectos de la realidad (tal cual se conceba segn una determinada visin delmundo o, en trminos ms actuales, en un determinado imaginario), incluyendo la compleja y

    contradictoria vida terrenal en un todo coherente y signicativo. Pero antes de pasar a ilustraresto mediante un ejemplo, ser necesario que, si previamente hemos sintetizado los argumen-tos presentados en su libro sobre Dante de 1929, precisemos ahora cuatro aspectos fundamen-tales del anlisis de Auerbach para comprender la indita amplitud en que se ubican estas gu-ras. En primer lugar, es necesario destacar que Dante utiliza una enorme cantidad de recursospor ejemplo, en l se encuentra por primera vez en la literatura medieval un sentido y un gustopor lo sublime a la manera antigua, y con tal profundidad y pericia que, tal cual arma

    36 Erich Auerbach,Lenguaje literario y pblico, op. cit., p. 40.37 Erich Auerbach, Sacrae Scripturae Sermo Humilis, en Figura, op. cit., p. 140.38 Erich Auerbach, Typological Symbolism in Medieval Literature, Yale French Studies, No. 9, 1952, p. 8.

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    Auerbach, en comparacin con sus antecesores parecera que ha redescubierto el mundo consus palabras. En segundo trmino, se destaca el hecho de que en la Comedia se produce unaabsoluta ruptura con los parmetros estilsticos clsicos, ya que se tratan en lenguaje popular,no solamente los temas ms elevados (lo cual era, como se vio, una caracterstica propia delsermo humilis cristiano), sino que adems se pretende representar mediante aqul el orden

    universal en todos sus aspectos (csmico, fsico-cosmolgico, tico, histrico poltico, etc.).En tercer lugar, dado que Dante asume en su Comedia el lugar de quien ha tenido una intuicininmediata del orden universal y la sancin divina sobre cada hombre en particular, adquiereante el lector u oyente la autoridad y urgencia de un profeta, convirtindose su visin terre-nal y poltica en trascendente (de tal manera que se establece una relacin indita entre autor ypblico).39 Y nalmente, como ya se sostuviera en el libro de 1929 pero se terminara de denirenMimesis, Dante se sirve de la inmutable sentencia divina para resaltar el drama terrenal, detal manera que se quiebran los obstculos para el desarrollo trgico intrahistrico, aunque slomediante el recurso de desplazar la catarsis hacia el ms all.40

    Esto ltimo es posible porque, como ya hemos dicho, en la Comedia se presenta a loshabitantes del ms all (y no slo a quienes se encuentran en el Inerno) en una forma concisay eterna que condensa la actuacin terrenal de cada uno de los personajes. Ahora bien, estaforma es justamente la de gura y consumacin, ya que las almas slo alcanzan su consuma-cin y acabado, la verdadera realidad de su forma, en el ms all. Por otra parte, destaca Auer-bach, la idea de la provisionalidad y necesidad de complementacin en el ms all de lascriaturas sobre la tierra concuerda tambin con la antropologa tomista, y as el completoacabado de cada individualidad, su realidad actual (segn la concepcin aristotlico-tomista dela forma) slo se consigue en el allende.41 Por eso, la mayora de los personajes que aparecenen el poema slo pueden comprenderse como consumaciones (ellas mismas concretas) de -

    guras histrico-terrenales, que cobran signicado en su reciprocidad, sin que este signicadodiluya, sin embargo, su realidad. Debe destacarse, adems, que en cuanto el tema del poema estambin la historia de la transformacin y la salvacin de un hombre (Dante), se trata de unaguracin de la historia de la salvacin de la humanidad.

    Auerbach pudo demostrar la exactitud de estas apreciaciones a partir del anlisis de unbuen nmero de personajes de la Comedia (Farinata degli Uberti, Catn de tica, Beatriz, sanFrancisco de Ass, etc.). Quisiramos presentar aqu sin embargo el caso de Virgilio, que Auer-bach analiza con detenimiento en Figura. Es que como es bien sabido, ha existido una recu-rrente tendencia a contraponer una interpretacin alegrica, abonada por los propios dichos deDante al respecto, segn la cual Virgilio representara a la razn (cuya contraparte sera Bea-triz, alegora de la teologa), con una histrica, que destaca los vvidos trazos con que se lorepresenta. Y justamente aqu queda clara la importancia de la interpretacin gural, ya que,tal cual sostiene Auerbach, el sentido histrico y el sentido velado no se excluyen entre s: eluno y el otro coexisten. La estructura gural preserva el sentido histrico, lo interpreta de unmodo revelador y solamente puede interpretarlo en tanto lo preserve.42

    39 Erich Auerbach, Las apelaciones de Dante al lector [1954],Diario de Poesa, No. 63, 2002. Vase tambin ErichAuerbach, El pblico occidental y su lengua, enLenguaje literario y pblico, op. cit., especialmente pp. 292-315.40 Al respecto, vase Auerbach,Mimesis, op. cit., p. 297.41Ibid., p. 187.42 Erich Auerbach, Figura, op. cit., p. 120.

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    El Virgilio que gua a Dante en el ms all, esa sombra, es en verdad consumacin guralde aquel Virgilio histrico que para Dante era tambin maestro poeta. Lo es, dice Auerbach,tanto por su grandeza como poeta, como por su celebracin del Imperio Romano (ejemplar te-rrena Jerusalem), su canto a la fundacin de Roma (sede predestinada del poder temporal y es-piritual), y su intuicin en la Cuarta gogla. Es tambin gua y maestro como hombre, ya por su

    bella expresin y gran sabidura, como por las cualidades con las cuales invisti a su hroeEneas, justicia y piedad, y que para Dante el mismo Virgilio tena. Por tanto, tal cual enfatizaAuerbach, Virgilio no es alegora de una cualidad, de una virtud o de una facultad, ni tampocode una institucin histrica. l no es ni la Razn ni la Poesa ni el Imperio: es Virgilio mismo.Pero no lo es al estilo de los poetas posteriores que han intentado darle una gura humana invo-lucrada en el interior de un proceso histrico; algo semejante a lo que hizo Shakespeare conCsar o Schiller con Wallenstein. stos muestran a sus personajes histricos en su propia vidaterrenal, dejan aparecer ante nuestros ojos una poca importante de su vida y a travs de ellatratan de interpretar su sentido. Para Dante ya est interpretado el sentido de cada vida, que tienesu lugar en la historia providencial comprendida en laLa Divina Comedia, toda vez que tal vi-sin est contenida en sus rasgos generales en la revelacin comunicada a cada cristiano. De estemodo enLa Divina Comedia Virgilio se convierte en el Virgilio histrico, pero entonces deja deser tal, porque el personaje histrico es solamente lagura de la verdad consumada que revelael poema, deviene en algo ms real e importante que la gura. En contraposicin con lo quesucede en los poetas modernos, en la obra de Dante el personaje es tanto ms real cuanto msntegramente se interprete, cuanto ms ntegramente se incluya en el plan de salvacin divino. Yen contraposicin a la visin que los antiguos poetas tenan del inerno la vida terrenal comorealidad y el inerno como mundo de las sombras, para Dante el ms all es la autntica reali-dad y el mundo terrenal no es ms que umbra futurorum, aun cuando la umbra supone pregu-

    racin de la realidad de ultratumba y ha de reencontrarse plenamente en ella.43

    * * *

    Pero si como ya hemos dicho, Dante representa para Auerbach un punto clmine y principiodel n del realismo gural, lo sustancial es que lo que entra en crisis luego de l en verdaddebera decirse con l, ya que lo que produce al alcanzar sus lmites es la muestra de la propiaimpotencia de una concepcin que en verdad ya conviva con el desarrollo de aquellas tenden-cias que prepararan su disolucin es toda una manera de ver el mundo, en tanto el universoordenado y misterioso, pero a la vez aprehensible para los hombres, se disgrega en multitud dedirecciones contradictorias que, al tiempo que muestran la marcha de profundas transforma-ciones econmicas, sociales y culturales, intentan asimilar los miedos y las incertidumbres queestos ltimos producen.44

    43 Erich Auerbach, Figura, op. cit., p. 123.44 Viene al caso comentar aqu que, desde un punto de vista inverso, podra decirse positivo (el del desarrollo de lamentalidad burguesa), toda la obra sobre el perodo medieval y moderno de Jos Luis Romero intent desandaresta cuestin. Y aunque no compartamos hoy su enfoque dicotmico entre lo burgus y lo feudal, debemos re-conocer que en sus magistrales libros encontramos claves centrales para la comprensin histrica de la complejaevolucin cultural de Europea occidental.

    Por otra parte, el grado de cohesin del imaginario cristiano medieval es un tema actualmente discutido por losmedievalistas. Nos inclinamos a pensar, as como lo sostuvimos para las diferentes temporalidades, que conviven en

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    Pero el problema que interesaba a Auerbach, claro est, es el de la representacin literariade la realidad y, desde ese punto de vista, segn la exposicin presentada enMimesis, a partir deall se dara un muy complejo y contradictorio proceso hasta que la cultura europea hallase, enel movimiento historicista alemn del siglo xviii, las bases de una concepcin histrica que per-

    este perodo distintas visiones del mundo con determinadas articulaciones concretas, aunque no necesariamenteuna coherencia englobante.

    Finalmente, se nos perdonar la ausencia en este artculo de un mayor nfasis en los vnculos entre los cambios

    sociales y materiales, y al tiempo, culturales y estticos, durante el feudalismo; slo es importante aclarar aqu queel mismo Auerbach les presta cierta atencin en su libro sobre Dante.

    Encuentro de Virgilio y Dante segn miniatura de Priamo della Quercia (c. 1400-1467) a La DivinaComedia, Biblioteca Britnica.

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    mitiese recomponer las posibilidades de representacin con tal amplitud como se encuentra enLaDivina Comedia. El mismo Auerbach, que tradujo al alemn la Ciencia Nueva y produjovarios trabajos sobre Giambattista Vico (autor oscuro y prcticamente desconocido en su tiempo,que slo muy tardamente sera rescatado como predecesor del movimiento historicista) se re-conoca ampliamente inuido por esta tradicin, sin la cual, deca, su perspectiva y mtodo se-

    ran incomprensibles.45 l, que ms que un mero especialista en lologa se senta historiador ensentido amplio, conaba en las posibilidades de obtener resultados signicativos a partir de lallave maestra legada por aquel movimiento, de enorme inuencia e impactante desarrollo enAlemania, aun cuando reconoca el carcter siempre inconcluso y precario de los resultados.

    Estos temas, sin embargo, nos llevaran ms all de lo que la extensin razonable de unartculo permite. Quisiramos por tanto, en lo que sigue, cerrar con una breve digresin a nde esbozar ciertas relaciones tentativas que mereceran mayor delimitacin e investigacinsurgidas a partir de este trabajo sobre el examen auerbachiano de la interpretacin guralcristiano-medieval.

    V

    La percepcin de lo similar est siempre ligada a un reconocimiento cen-telleante. Se esfuma para ser quiz luego recuperada, pero no se deja jarcomo sucede con otras percepciones. Se ofrece tan fugaz y pasajeramente ala mirada como las propias constelaciones. Pareciera ser que la percepcinde la semejanza est amarrada a un momento del tiempo. Es como la lle-gada imprevista del tercero, el astrlogo, a la conjuncin de dos astros quebusca ser aprehendida en un instante.46

    Walter Benjamin

    Segn seala Auerbach, la radical distancia entre la concepcin gural cristiano-medieval y lasideas modernas sobre el desarrollo histrico se aprecia fundamentalmente en que, mientras en laprimera el acontecer permanece como provisionalidad slo signicativa a partir de su conexincon la divinidad atemporal, en las segundas esta provisionalidad (que se debe, agregamos noso-tros, ms bien a la apertura hacia un tiempo siempre renovado), puede ser objeto de anlisis re-trospectivo debido a que es concebida como progresin paulatina e ininterrumpida.47 Durante laEdad Media, si bien persisti una cosmovisin de procedencia antigua segn la cual el acontecerterreno era fundamentalmente la continuidad de instantes que en su puro lmite seran el lugar de

    reunin y escisin del pasado y el futuro, aunque ya no necesariamente conformando un ciclo,sino tambin una progresin lineal (que, como ya expusimos antes en varias ocasiones, seraaqu nita y teleolgica),48 existi adems la posibilidad de composicin de un tiempo puntual

    45 Vase especialmente la introduccin a Auerbach,Lenguaje literario y pblico, op. cit., pp. 9-29.46 Walter Benjamin, La enseanza de lo semejante, en Para una crtica de la violencia y otros ensayos, Madrid,Taurus, 1998, p. 87.47 Erich Auerbach, Figura, op. cit., pp. 106-107.48 Giorgio Agamben,Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007. Para una versin ms compleja sobre

    la concepcin del tiempo en Platn y Aristteles vese Giacomo Marramao, Kairs. Apologa del tiempo oportuno,Barcelona, Gedisa, 2008.

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    (la contracara de los instantes anteriormente citados, en cuanto concrecin de sus potencias cua-litativas) que avanza a saltos, y que puede ilustrarse con el ejemplo de la poesa medievalalemana. Segn Auerbach, la interpretacin gural permita conectar estas dos dimensiones tem-porales, el de una progresin horizontal de los acontecimientos hacia el reino de Dios, y el deuna conexin vertical entre el acaecer y el plan divino. A partir de los trabajos de Oscar Cull-

    man, destaca Jos Cuesta Abad que el trmino que mejor condensa los caracteres que posibilitanla reunin de estos dos aspectos en una temporalidad concebida como destinada, insistente einstantnea es el de kairs, que en su versin cristiana

    no seala un proceso en s duradero o durativo, sino el momento puntual, estigmtico de unacontecimiento nico que, vinculado a otros anlogos mediante una lnea temporal de sutura,integra el despliegue total del plan divino de salvacin. Los kairoi componen as una tramapuntual y discontinua de una historicidad perfecta cuyo desarrollo va siendo enclavado por unamisma hora de la verdad repetida y multiforme, algo similar pero slo eso al misteriosoahora! oJetzt-Zeitde W. Benjamin.49

    Slo similar, por supuesto, porque como bien indica Auerbach, una vez perdida la garanta tras-cendente, se quebranta la estructura que brindaba sentido a esos kairoi y que poda ser aprehen-dida mediante la interpretacin gural. La dbil fuerza mesinica y la posibilidad de una hu-manidad redimida a las cuales alude Benjamin en su conocido y brillante texto Sobre el conceptode historia remiten, por eso, a una estructura inmanente que, pese a sus apelaciones y vnculoscon el lenguaje teolgico de raz juda, ya se encuentra despojado de cualquier seguridad, incluso,en una radical crtica, de las diversas que la losofa moderna postul como pasibles de brindar unpunto de apoyo rme e inmvil (tal cual la famosa expresin de Descartes en susMeditacionesmetafsicas) desde el cual construir un mundo, ya sea el Sujeto, la Razn, el Espritu, la Vida,etc. Tal cual seala Adorno, Benjamin ve la Metafsica idealista como un engao, en tanto quetransforma lo que es en identidad con sentido. Al mismo tiempo, sin embargo, le est histrica-mente vedado hacer cualquier armacin directa sobre tal sentido, sobre la trascendencia. Esto daa su losofa el rasgo alegrico. Incide en lo absoluto, pero de forma quebrada, mediata. La crea-cin entera se vuelve para l un escrito que hay que descifrar desconociendo el cdigo.50

    La mencin a lo alegrico, por supuesto, poco tiene que ver con el tratamiento de Auerbachexpuesto anteriormente para el caso del cristianismo medieval, sino con el que el propio Benja-min le dio en su libro sobre el drama barroco alemn del siglo xvii.51 Segn se expone en ese texto,

    49 Cuesta Abad, Erich Auerbach: una potica de la historia, op. cit., pp. 30-31.50 Theodor Adorno, Introduccin a los escritos de Benjamin, en Sobre Walter Benjamin, Madrid, Ctedra, 1995, p.42. Por eso, segn seala el mismo Adorno en un texto de 1931, en referencia explcita a Benjamin, No es tarea dela losofa investigar intenciones ocultas y preexistentes de la realidad, sino interpretar una realidad carente de in-tenciones mediante la construccin de guras, de imgenes a partir de los elementos aislados de la realidad, en virtudde las cuales alza los perles de cuestiones que es tarea de la ciencia pensar exhaustivamente,Actualidad de la -losofa, Barcelona, Paids, 1991, p. 89.51 Walter Benjamin,El origen del Trauerspiel alemn [1928], en Obras, libro i/vol. 1, Madrid, Abada, 2006. Porotra parte, a pesar de que Benjamin establece ciertos vnculos entre el perodo barroco y el medieval, delimita tajan-temente la diferencia entre uno y otro a partir de la inexorable ruptura del orden que otorgaba sentido a una interpre-tacin como la gural: Mientras que la Edad Media exhibe la precariedad de la historia universal y la caducidad dela criatura como etapas en el camino de la salvacin, el Trauerspiel alemn se sume por entero en el desconsuelo de

    la condicin terrena. Si desconoce una redencin, sta se encuentra ms en lo profundo de dicha fatalidad que en laidea de consumacin de un plan divino de la salvacin. El alejamiento de la escatologa por parte del teatro religioso

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    la utilizacin de la alegora en el drama alemn no se corresponda con una mera relacin conven-cional y abstracta entre signo y signicado, sino con un modo de expresin en el cual se producauna imagen que, al centrarse sobre el carcter transitorio y las ruinas de la naturaleza mundana, sediferenciaba de la momentnea fusin entre lo terrenal y trascendente propia del smbolo: Mien-tras que en el smbolo, con la trasguracin de la caducidad, el rostro transgurado de la natura-

    leza se revela fugazmente a la luz de la redencin, en la alegora lafacies hippocratica de la his-toria se ofrece a los ojos del espectador como paisaje primordial petricado. En todo lo que desdeel principio tiene de intempestivo, doloroso y fallido, la historia se plasma sobre un rostro; o me-jor, en una calavera.52 Esta imagen decadente y catastrca de la historia que presenta la alego-ra, es valorada y rearticulada retrospectivamente por Benjamin en su texto nal ya citado Sobreel concepto de Historia cuando, justamente, sostiene que la tarea de cepillar la historia a contra-pelo consiste precisamente en ir al encuentro de los muertos y los vencidos.53

    De all lo enrgico y paradjico de la articulacin benjaminiana entre expectativa y peli-gro. Hacer estallar el tiempo homogneo y vaco signica para l rescatar una imagen del pa-sado siempre amenazada por el permanente dominio de los vencedores. Por eso, como indicaJos Sazbn, la apelacin al riesgo, la amenaza, el peligro, siempre remite tambin a la instan-cia salvadora, pero como emergencia fugaz, enfatizando la idea del rescate de algo signica-tivo, crucial y valioso que amenazara perderse si no fuera por la posibilidad, ardua y mesi-nica de neutralizar el continuum que oculta y pervierte una redencin prometida [] Slomediante accesos intermitentes lo valioso perdido, olvidado o reprimido se maniesta comopoder de iluminacin y permite llegar a su verdad.54

    Ahora bien, la imagen que permite esta aprehensin fugaz es presentada en diversos textosde Benjamin como constelacin o imagen dialctica, y es caracterstico el que deba pen-sarse como una mnada saturada de tensiones. Se trata de un principio constructivo que

    apunta a lo histrico concreto en una unitaria singularidad cargada de sentido, en cuanto rever-bera en el presente con pretensin de inmediatez. Y as se opone a una recada en la abstraccin,quebrando un relato que homogeneiza a partir del concepto y que, en el caso de la narracinhistrica, confa en el continuum fctico y en el progreso. Por otra parte, las condiciones deposibilidad para la construccin de estas imgenes se vinculan con una concepcin de la tem-poralidad como apertura, en la cual, como bien indica Georges Didi-Huberman, la imagen noest en la historia como un punto sobre una lnea. La imagen no es ni un simple acontecimientoen el devenir histrico ni un bloque de eternidad insensible a las condiciones de ese devenir.

    caracteriza al nuevo drama en toda Europa, pero la huida a una naturaleza abandonada por la gracia resulta, sin em-bargo, especcamente alemana, ibid., pp. 285-286.52Ibid., p. 383. Una excelente exposicin sobre la relacin entre el trabajo de Benjamin sobre el drama barroco ale-mn y su inconclusa obra sobre los pasajes parisinos se encuentra en Susan Buck-Morss, Dialctica de la mirada.Walter Benjamin y el proyecto de los pasajes, Madrid, Visor, 1995, especialmente pp. 181-200.53 Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia, Buenos Aires, Piedras de Papel, 2007.54 Jos Sazbn, La historia en las Tesis de Benjamin: problemas de interpretacin, enHistoria y representacin,Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2002, p. 185. Ntese, por tanto, que la recuperacin benjaminianade la alegora no se contrapone a la del smbolo. Es que, como bien indica Buck-Morss, El argumento de Benjamines que, expresada de manera alegrica (como eterno pasaje) o simblica (como efmera eternidad), la temporalidadpenetra toda experiencia, no slo abstractamente, como historicidad del Ser a la manera de Heidegger, sino de

    modo concreto. Aquello que es eternamente verdadero puede ser capturado slo en las transitorias imgenes mate-riales de la historia misma,Dialctica de la mirada, op. cit., p. 37.

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    Annimo, visin de Zacaras, iluminacin de Biblia, Sicilia, alrededor de 1300, Museo Getty. Arriba ala izquierda, detalle ampliado.

    Imagen superior de la derecha: Paul Klee (1879-1940), Angelus Novus (1920), dibujo y acuarela. Museode Israel en Jesusaln. Segn la conocida interpretacin de Benjamin, el ngel de la historia.

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    Posee o ms bien produce una temporalidad de doble faz.55 Y slo a partir de esta concienciasobre la necesidad de establecer una renovada concepcin del tiempo, nos enfrentamos con laradicalidad de una apuesta con el riesgo que conlleva por la discontinuidad y lo mltiple.56

    Si hemos trado a Benjamin al nal de nuestra indagacin sobre el tratamiento de la inter-pretacin gural y la concepcin del tiempo durante la Edad Media en la obra de Erich Auer-

    bach es porque creemos que sin duda sera posible establecer una relacin que permita entreverlos posibles alcances de un trabajo histrico-lolgico que se nos presenta as como amplia-mente signicativo no slo por su importancia para el anlisis de aquel perodo, sino tambinpor su pertinencia para continuar en la tarea de pensar la misma materia sobre la que trabaja elhistoriador. Lo que planteamos no es meramente un vnculo en trminos de inuencias y puntosen comn, aunque creemos que existen; ms bien se trata de poder repensar, tambin histrica-mente, las caractersticas de la/s temporalidad/es en su relacin con concepciones y posibilida-des sobre la historia. Pero por supuesto, esto escapa ya a los objetivos de este artculo.

    * * *

    Breve nota fnal

    Nacidos en el mismo ao de 1892, judos y berlineses los dos, Auerbach y Benjamin se cono-cieron durante los primeros aos veinte, cuando el primero trabajaba en la Biblioteca Estatal deBerln. Con el tiempo, llegaron a entablar una amistad, de la que dan cuenta una serie de cartas,incluyendo aquellas que documentan la continuidad de su correspondencia incluso despus de1936, cuando Auerbach se traslad a Estambul.57o

    55 Georges Didi-Huberman,Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imgenes, Buenos Aires, AdrianaHidalgo, 2008, p. 143. La imagen mencionada aqu no es meramente un soporte iconogrco, sino un conceptooperatorio, que implica una crtica a las versiones cronolgico-historicistas pero tambin a las escuelas historiogr-cas que superponen (sin articular) distintas temporalidades histricas (tiempo corto, medio, largo, etc.) asocindo-los a objetos histricos distintos, cuando de lo que se trata (y en lo que reside la apuesta benjaminiana) es de construirese objeto histrico en sus mltiples ritmos, sus variados tiempos, todos ellos conviviendo en ese objeto que es laimagen dialctica: por ejemplo, la interrupcin del devenir normal (la diferencia) con la repeticin; y a la vez esaimagen no puede concebirse si no es mediante una crtica de la representacin, para lo cual hace falta una inteleccindel sntoma, para dar lugar tambin a lo inconsciente que interrumpe la representacin normal. As, es en la propiaimagen donde Benjamin conjuga su dialctica: encuentro entre el Ahora y el Pasado en el breve fulgurar de unaconstelacin; y una imagen as requiere del montaje, del desmontaje de la historia conocida que fue hacia el pasadoy del remontaje a partir de los desechos hurgando en la sinrazn de la historia con la razn de la crtica.

    Debo esta sustancial aclaracin a Roberto Pittaluga.56 Un ejemplo de esta bsqueda es la categora de origen, en la cual Benjamin utiliza la imagen del torbellino paraoponerse a la causalidad lineal de lo fctico: Porque, en efecto, el origen no designa el devenir de lo nacido, sino loque les nace al pasar y al devenir. El origen radica en el ujo del devenir como torbellino, engullendo en su rtmicael material de la gnesis. Lo originario no se da nunca a conocer en la nuda existencia palmaria de lo fctico, y surtmica nicamente se revela a una doble inteleccin. Aqulla quiere ser reconocida como restauracin, como reha-bilitacin, por una parte, lo mismo que, justamente debido a ello, como algo inconcluso e imperfecto. En cada fen-meno de origen se determina la gura bajo la cual una idea no deja de enfrentarse al mundo histrico hasta que al -canza su plenitud en la totalidad de su historia. El origen, por tanto, no se pone de relieve en el dato fctico, sino queconcierne a su prehistoria y posthistoria. En cuanto a las directrices correspondientes a la consideracin losca, seencuentran trazadas en la dialctica inherente al origen. Y sta prueba cmo, en todo lo esencial, la unicidad y lareciprocidad se condicionan. La de origen no es por tanto, como cree Cohen, categora puramente lgica, sino hist-rica,Benjamin,El origen del Trauerspiel alemn, op. cit., p. 243.57 Karlheinz Barck, Walter Benjamin and Erich Auerbach: fragments of a correspondence,Diacritics, vol. 22, No.3-4, 1992, pp. 81-83.

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