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POLÍTICA INTERNACIONAL ISRI INSTITUTO SUPERIOR DE RAÚL ROA GARCÍA RELACIONES INTERNACIONALES REVISTA TRIMESTRAL NO. 8 OCTUBRE-DICIEMBRE DE 2020 ISSN 2707-7330 CITMA C E R T I F I C A D O CLACSO R AD

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  • POLÍTICAINTERNACIONAL

    ISRIINSTITUTO SUPERIOR DE

    RAÚL ROA GARCÍA

    RELACIONES INTERNACIONALES

    REVISTA TRIMESTRAL NO. 8 OCTUBRE-DICIEMBRE DE 2020 ISSN 2707-7330

    C ITMACERTI F

    I C A D O CLACSO

    R AD

  • Publica ponencias científicas, artículos, valoraciones, reseñas de tesis, disertaciones, comentarios de artículos, libros e investigaciones de reciente publicación, entre otros temas avanzados de las ciencias políticas en idioma español, inglés, francés y portugués.

    La Revista tiene el objetivo de contribuir al desarrollo de las ciencias políticas, así como difundir los logros en política internacional. Se dirige a los profesionales de las relaciones internacionales en Cuba y del resto del mundo.

    REVISTA TRIMESTRAL No. 8 OCTUBRE-DICIEMBRE DE 2020 ISSN 2707-7330

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  • TABLA DE CONTENIDO

    EDITORIAL 1EL MUNDO EN QUE VIVIMOS

    Consenso y contradicciones en Estados Unidos: una mirada dialéctica a la ideología y la política

    Consensus and contradictions in the United States: a dialectical view on ideology and politics

    3 Dr. C. Jorge Hernández Martínez

    Transición y procesos electorales en Estados Unidos: el reajuste del sistema político y las primarias presidenciales demócratas de 2020

    Transition and Elections in the United States: Political Readjustment and the 2020 Democratic Party Presidential Primary

    16 Dr. C. Ernesto Domínguez LópezMSc. Dalia González Delgado

    Las sanciones de Estados Unidos a Cuba (2001-2020)

    The sanctions of United States to Cuba (2001-2020)30 Dra. C. Seida Barrera Rodríguez

    Melina Johanna Iturriaga Bartuste

    La política del gobierno de Donald Trump hacia Cuba: del acercamiento a la confrontación

    Donald Trump government’s policy towards Cuba: from rapprochement to confrontation

    41 Dr. C. Abel Enrique González Santamaría

    Los intentos de derogación dela Ley de Ajuste Cubano: un análisis desde las políticas públicas

    Attempts to repeal the Cuban Adjustment Act: a public policy analysis

    50 MSc. Rodney Amaury González Maestrey

    DIPLOMACIA CUBANA

    Los anuncios del 17 de diciembre del 2014 y la perspectiva regional latinoamericana y caribeña respecto a la política de Estados Unidos hacia Cuba

    The announcements made on December 7th, 2014 and the Latin American and Caribbean regional perspective in regards to UnitedStates´ policy towards Cuba

    62 Dr. C. José Ramón Cabañas Rodríguez

    Estado actual y perspectivas de las relaciones bilaterales entre Cuba y Rusia

    Current status and prospects of bilateral relations between Cuba and Rusia72 Lic. Víctor Manuel Rodríguez

    Etcheverry

    Un acercamiento crítico a los estudios sobre la política exterior cubana

    A critical approach to the studies about Cuban foreign policy83 Lic. Dariel Quintana Fraga

    RELACIONES INTERNACIONALES

    Venezuela, laboratorio de la guerra híbrida del siglo xxi

    Venezuela, 21st century hybrid war laboratory93 Dra. C. Arantxa Tirado Sánchez

    Guerra comercial chino-estadounidense: ¿el verdadero “ladrón” finalmente desenmascarado?

    Chinese-american trade war: the real “thief” finally unmasked?

    103 Dr. C. Rémy HerreraZhiming LongZhixuan FengBangxi Li

    Ciencia, salud y diplomacia: simbiosis necesaria en el escenario actual de las Relaciones Internacionales

    Science, Health and Diplomacy: necessary symbiosis in the current scenario of International Relations

    111 MSc. Danev Ricardo Pérez ValerinoDr. C. Victoriano Gustavo Sierra González

    LENTE CIENTÍFICO ESTUDIANTIL

    La Asociación Nacional del Rifle. Origen, evolución e influencia en el Partido Republicano de Estados Unidos

    The National Rifle Association. Origin, evolution and influence over the United States´ Republican Party

    122 Jocelyne Cabañas González

  • NOTAS

    Estados Unidos contra el Mundo: Trump y la Nueva Geopolítica

    United States against the World: Trump and the New Geopolitics130 Dr. C. Ernesto Molina Molina

    Relaciones Cuba-Estados Unidos: el modelo de convivencia basado en intereses mutuos

    United States-Cuba Relations: coexistence model based on mutual interests

    139 MSc. Rafael González Morales

    PUBLICACIONES RECIBIDAS

    Palabras introductorias del libro El debate internacional hoy: la píldora azul versus la píldora roja

    Introductory words to the book The International Debate Today: The Blue Pill versus the Red Pill

    142 Dr. C. Franklin González

    Perspectiva estratégica en la gestión de la COVID-19 en Cuba

    Strategic perspective in the management of the COVID-19 in Cuba144 Dra. C. Magda Luisa Arias Rivera

    Pensar la pandemia. Observatorio social del Coronavirus

    Thinking about the pandemic. Coronavirus Social Observatory153 Dr. C. Marcos Antonio da Silva

    Lic. Gabriel Dourado Rocha

    La conducta irresponsable de Estados Unidos es el mayor peligro para la paz y la seguridad internacionales

    The irresponsible conduct of the United States is the greatest danger to international peace and security

    155 Bruno Rodríguez Parrilla

    No hay modo de sostener por más tiempo un orden internacional

    desigual, injusto y antidemocrático

    There is no way to sustain any longer an unequal, unjust and antidemocratic international order

    157 Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez

    NORMAS PARA LA PUBLICACIÓN 162

  • EDITORIAL

    Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330 1

    EDITORIAL

    Palabras a los lectores

    Con el número 8 de la revista Política Internacional celebramos –con júbilo– su segundo aniversario de la nueva época, transcurrido en condiciones muy complejas, pues todas las sociedades estuvie-ron impactadas por la pandemia de la COVID-19, que generó repercusiones sociales, económicas y geopolíticas en el planeta.

    En esas adversas circunstancias, la revista no estuvo de cuarentena. Su trabajo continuó y se intensi-ficaron acciones: publicó en tiempo sus cuatro números, gestionó la participación de nuevos autores e instituciones, incrementó su visibilidad nacional e internacional en Twitter, Facebook y Telegram, indizó su sitio web en directorios y bases de datos académicas de reconocido prestigio internacional.

    Esta nueva entrega centra su atención en la realidad política de Estados Unidos en el contexto de la carrera electoral estadounidense hacia las elecciones presidenciales del 3 de noviembre y los resulta-dos de cuatro años del presidente Donald Trump en la Casa Blanca. También se incluyen otros temas acuciantes del ámbito cubano, regional e internacional relacionados con la pandemia del coronavirus y sus consecuencias para la geopolítica global.

    En los trabajos seleccionados se presentan rigurosos argumentos sobre la realidad de Estados Uni-dos, primera potencia del sistema internacional, al concluir la segunda década del siglo xxi. El Dr. C. Jorge Hernández Martínez caracteriza el momento de compleja situación interna, definida por una crisis múltiple en la que conviven el consenso y las contradicciones políticas, junto a una clara polari-zación socioeconómica. Por sus características, el análisis requiere de una visión teórica y dialéctica, apoyada en la economía política, la sociología y la ciencia política marxista.

    Relacionado con esa problemática, el Dr. C. Ernesto Domínguez López y la MSc. Dalia González Delgado proponen la tesis de que las elecciones primarias presidenciales demócratas de 2020 fueron una expresión de reajuste político en curso en Estados Unidos como parte de un más amplio proceso de transición entre coyunturas históricas, que se relacionan con el período de crisis, mediante un modelo teórico para las transiciones históricas. A partir de ahí se examinan las primarias, la secuen-cia de elecciones y la conformación de movimientos políticos del período 2007-2020.

    Para el Dr. C. Abel Enrique González Santamaría, en los cuatro años de gobierno de Donald Trump se produjo un retroceso en las relaciones de Estados Unidos con Cuba, al revertir significativos avances alcanzados en la última etapa de la administración de Barack Obama, signado por el empleo de nue-vos pretextos de supuestas amenazas a su seguridad nacional, para justificar la escalada de agre-siones y el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero contra el pueblo cubano. Sobre ese período, el MSc. Rodney Amaury González Maestrey, nos ofrece un importante tema, aunque poco estudiado, cuando interrelaciona y evalúa los factores que han favorecido los intentos de derogación de la Ley de Ajuste Cubano, así como los que han condicionado su permanencia hasta la actualidad.

    La Dra. C. Seida Barrera Rodríguez y la estudiante Melina Johanna Iturriaga Bartuste ilustran, con los principales resultados de una investigación que caracteriza las sanciones estadounidenses –y sus flexibilizaciones– contra Cuba, entre el 20 de enero de 2001 y junio de 2020, patrones de comporta-miento y sus implicaciones para nuestro país en el sector de la salud. Justo en ese sector, Cuba ha sabido compartir sus prácticas en el escenario internacional, así lo explican el MSc. Danev Ricardo Pérez Valerino y Dr. C. Victoriano Gustavo Sierra González, mediante su Diplomacia Médica, con-

  • 2 Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330

    vertida en un instrumento de colaboración para solucionar importantes retos que ponen en peligro la salud y el desarrollo sostenible. Desde otro ángulo, la Dra. C. Magda Luisa Arias Rivera nos acerca a las experiencias de la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 en Cuba y a las particularidades del modelo de gestión utilizado por el gobierno, mientras señala las barreras que deben superarse para garantizar los resultados que se necesitan, enfocada en el período de marzo a julio del 2020.

    La política exterior de la Isla es analizada por el Dr. C. José Ramón Cabañas Rodríguez en su ensayo “Los anuncios del 17 de diciembre del 2014 y la perspectiva regional latinoamericana y caribeña respecto a la política de Estados Unidos hacia Cuba”, en el que profundiza en el significado de la ocurrencia de la Revolución Cubana en el espacio de un sistema panamericano diseñado desde Washington y los intentos de aislar al gobierno cubano de sus vecinos latinoamericanos y caribeños. Ante el fracaso de esa política, el MSc. Rafael González Morales propone un modelo de conviven-cia basado en intereses mutuos para las relaciones Estados Unidos-Cuba, y los licenciados Víctor Manuel Rodríguez Etcheverry y Dariel Quintana Fraga, respectivamente, contribuyen al conocimiento de la diplomacia cubana mediante el estudio del estado y las perspectivas de las relaciones bilatera-les entre Cuba y Rusia, y la crítica de los estudios académicos sobre nuestra política exterior.

    La Dra. C. Arantxa Tirado Sánchez evidencia, con suficientes elementos teóricos y empíricos, que desde el inicio del proceso revolucionario en Venezuela, desatado tras la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999, se crearon todo tipo de respuestas y ataques de los centros hegemónicos mundia-les. Dada su pluralidad, podrían enmarcarse bajo el paraguas de la “guerra híbrida”, una modalidad de guerra aplicada para el cambio de régimen en Venezuela. Cercano a esa realidad el Dr. C. Franklin González presenta el libro El debate internacional hoy: la píldora azul versus la píldora roja, invi-tándonos a leer un discurso inscrito en el “diálogo de saberes”, una de las grandes fortalezas de la Revolución Bolivariana.

    Y todo eso transcurre, como bien examinan el Dr. C. Rémy Herrera y sus colegas chinos Zhiming Long, Zhixuan Feng y Bangxi Li, en un ambiente de guerra comercial de los Estados Unidos contra China, por lo que no existe claridad sobre qué puede ofrecer los Estados Unidos a la humanidad; por tanto, el Dr. C. Ernesto Molina Molina reseña que la nueva geopolítica de Trump ha sido una agre-sión contra el mundo en lo diplomático, político, económico y militar. Con esa geopolítica imperial unilateralista y militarista, en tiempos de coronavirus, el Dr. C. Leyde Ernesto Rodríguez Hernández valida los criterios anteriores porque considera que Estados Unidos ha intentado ignorar la Proclama de América Latina y el Caribe como “Zona de Paz”, establecida por los estados miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2014, en una de sus cumbres en La Habana.

    Sirvan estos breves comentarios para agradecer a los autores: profesores, investigadores, diplomáti-cos y estudiantes, en fin, a todos los que hicieron posible este nuevo número, así como la llegada del segundo aniversario de nuestra revista. También a los lectores que nos acompañan e interactúan en Cuba y otros países del mundo por las distintas redes sociales en internet.

    Deseamos que este número 8 sea de interés, promueva nuevas reflexiones inteligentes en beneficio de la humanidad, los llene de confianza y esperanza en el futuro y, en especial, en el nuevo año 2021.

    ¡Felicidades!

    Consejo Editorial

  • EL MUNDO EN QUE VIVIMOS

    Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330 3

    Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International, que permite su uso, distribución y reproducción en cualquier medio, siempre que el trabajo original se cite de la manera adecuada.

    Consenso y contradicciones en Estados Unidos: una mirada dialéctica a la ideología y la política*1

    Consensus and contradictions in the United States: a dialectical view on ideology and politicsDr. C. Jorge Hernández MartínezDoctor en Ciencias Históricas. Sociólogo y politólogo. Profesor e Investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, e-mail: [email protected]. ORCID iD: 0000-0001-7264-6984

    Recibido: 16 de agosto de 2020 Aceptado: 4 de septiembre de 2020

    RESUMEN Estados Unidos enfrenta, al terminar la segunda década del siglo xxi, una compleja situación interna, definida por una crisis múltiple, en la que conviven el consenso y las contradicciones políticas, junto a una clara polarización socioeconómica, sobre una base clasista, en las condiciones del imperialismo contemporáneo. Sin embargo, en el ámbito partidista e ideológico, las diferenciaciones existentes entre demócra-tas y republicanos, así como entre liberales y conservadores, que con frecuencia se comprenden como polarizaciones o como conflictos entre izquierda y derecha, no poseen tal envergadura. El análisis requiere de una visión teórica y dialéctica, apo-yada en la economía política, la sociología y la ciencia política marxista.

    Palabras clave consenso, contradicciones, crisis, clases sociales, ideología, política.

    ABSTRACT The United States faces, at the end of the second decade of the 21st century, a com-plex internal situation, defined by a multiple crisis, in which consensus and political contradictions coexist, together with a clear socio-economic polarization, on a class basis under the conditions of the contemporary imperialism. However, at the parti-san and ideological level, the existing differentiations between Democrats and Repu-blicans, as well as between liberals and conservatives, which are often understood as polarizations or as conflicts between left and right, are not so far-reaching. The analysis requires a theoretical and dialectical vision, supported by political economy, political science and Marxist sociology.

    Key words consensus, contradictions, crisis, social classes, ideology, politics

    Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse. No espero que la Unión se disuelva. No espero que la casa se derrumbe, lo que espero es que cese de estar dividida. Se convertirá en una cosa o en la otra.

    (Abraham Lincoln, Discurso ante la Convención Estadual Republicana de Illinois, Springfield, 16 de junio de 1858)

    * Las ideas expuestas en este ensayo surgen de las contribuciones del autor a un proyecto institucional del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos y a otro, insertado en el Programa Nacional de Ciencia y Tecnología sobre Relaciones Internacionales, que coordina el Centro de Investigaciones de Política Internacional, en los cuales aborda los procesos políti-co-ideológicos en los Estados Unidos entre 2000 y 2020, en términos de su continuidad y cambios. El trabajo se nutre también de resultados anteriores, obtenidos por el autor en el desarrollo de su línea investigativa, referida al tema mencionado, publica-dos en Cuba y en el extranjero, que son reseñados.

    mailto:[email protected]://es.qwe.wiki/wiki/Union_(Civil_War)

  • Hernández Martínez Consenso y contradicciones en Estados Unidos: una mirada dialéctica a la ideología y la política

    4 Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330

    INTRODUCCIÓNLa visión universalizada de Estados Unidos se

    define en los estudios políticos de modo específico, y pareciera paradójico –más allá de los estereoti-pos difundidos en el imaginario popular, como el de la Tierra Prometida, que le denota como país de las oportunidades o los que le representan cual emblema de la democracia o nación indispensa-ble, portadora de un rol mesiánico, resumida en los mitos del Destino Manifiesto y el Excepcionalismo Norteamericano– como una sociedad con un alto grado de consenso, que convive con profundas divi-siones (Hernández Martínez, 2020). Esa imagen se hace más intensa al concluir el siglo xx, cuando la divergencia en las preferencias de los votantes que evidenció el último proceso electoral de esa cen-turia (prolongado, irregular y fraudulento) conllevó que el presidente no fuese electo sino designado por la Corte Suprema, en medio de un cuestiona-miento generalizado que fragmentó efímeramente a la opinión pública norteamericana, ya que como reacción a los atentados terroristas del 11 de sep-tiembre de 2001 se produjo un notable cambio, que convirtió las divergencias en cohesión nacio-nal, estimulando el consenso interno alrededor de la figura de George W. Bush, que hasta entonces no era sino un presidente sin mandato. Como es conocido, en esas circunstancias, el candidato

    demócrata, Al Gore, había recibido el respaldo mayoritario del voto popular, si bien los resultados de la votación del Colegio Electoral fueron consi-derados como dudosos. En los comicios de 2016, la candidata demócrata, Hillary Clinton, también obtuvo similar apoyo de masas, en tanto que el republicano, Donald Trump, fue favorecido por el mencionado Colegio (Fig. 1).

    Así, en la actualidad –en plena la antesala elec-toral de 2020– se advierten situaciones y tenden-cias en curso tan contrapuestas como las que se manifestaron 20 años atrás. De modo que a pesar de las marcadas diferencias contextuales, durante el período de gobierno ya cercano a su fin –dada la proximidad de las elecciones presidenciales, en las que se decidirá si se tratará del primero o del único mandato de Trump–, y estando la presente coyun-tura, a diferencia de la de 2000, signada por una crisis económica y epidemiológica, que profundiza el rechazo a su figura y alimentan las posibilidades de un triunfo demócrata, se percibe algo común: el elevado nivel de conflicto, partidista e ideológico, que muestra la escena política y que atraviesa hoy, como hace 20 años, a toda la sociedad estadouni-dense, tiene lugar dentro de un marco de consenso que no alcanza el vigor que caracterizó, por ejem-plo, las conmociones en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo xx, que lo resquebrajaron (Hernández Martínez, 2020a).

    Fig. 1. Elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.

  • Hernández Martínez Consenso y contradicciones en Estados Unidos: una mirada dialéctica a la ideología y la política

    Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330 5

    DESARROLLOLa intensidad del activismo de los movimientos

    sociales y de la ofensiva contracultural fueron tales en esos decenios que, en el primer caso, les situó en la historia como símbolos de las protestas gesta-das en la sociedad civil desde la izquierda (la amplia acción por la igualdad de derechos, que incluía al movimiento negro, feminista, pacifista, latino, juve-nil, homosexual, el hippismo) y de su capacidad de estremecer al establishment y agrietar el consenso. Y en el segundo, la repercusión de las reacciones al interior de este último como exponente de la sociedad política –ante la crisis económica, moral, de legitimidad, de hegemonía, desplegada a raíz de la recesión, el escándalo Watergate, la derrota en Vietnam y los reveses internacionales–, alteró el curso del llamado mainstream. El impacto de esos contrapuntos fue palpable en el desplazamiento de la tradición política liberal y el auge sin preceden-tes de la espiral conservadora. En la década de los años setenta, como resultado de las contradicciones objetivas y subjetivas acumuladas, cristalizó una red de fuerzas de derecha que quebraron y reformula-ron el consenso existente, el que desde el período de 1930 había encarnado el proyecto nacional y la coalición del New Deal, que promovió Franklin D. Roossevelt y se mantuvo como eje consensual dentro del que fueron resueltos disímiles conflictos durante más de cuatro decenios.

    Así, desde que con la Revolución Conserva-dora se estableció, a partir de la victoria electoral de Ronald Reagan, un proyecto de nación sustitu-tivo, Estados Unidos ha navegado, de cierto modo, como a la deriva, en el sentido de que el esperado (y necesitado) reacomodo diera lugar a un proyecto verdaderamente alternativo, lo que parecía que iba a ocurrir en las elecciones que llevaron a William Clin-ton y a Barack Obama a la presidencia, en medio de grandes expectativas. Ninguno de los dos, en sus dobles mandatos, redefinió el proyecto nacio-nal. Desde entonces la sociedad norteamericana se halla envuelta en un proceso inconcluso de transi-ción, cuyas contradicciones sucesivas encuentran solución dentro del marco de un consenso que, desde el punto de vista político-ideológico, retroa-limenta y reproduce la cultura dominante y alarga la vida del sistema, cuya economía se desenvuelve entre naufragios y salidas a flote, como parte de la crisis capitalista, estructural y cíclica, restable-ciéndose, por encima de las conflictividades, una

    relación más o menos armoniosa entre el Estado y la sociedad civil. Con cada elección presidencial, resurgen expectativas de cambio, entre un período de gobierno y el siguiente se amontonan contra-dicciones de diversa naturaleza, pero el sistema muestra capacidad para absorber y neutralizar sus efectos. Esa es la secuencia que, a muy grandes rasgos, caracteriza a la lógica del imperialismo en Estados Unidos, cuyas estructuras y mecanismos de dominación preservan y reproducen el consenso, y con ello, el sistema.

    En el presente, transcurridos los primeros 20 años del siglo xxi y cercanos a la conmemoración del vigésimo aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la sociedad nortea-mericana entra en una nueva década en un marco electoral y de profundización de la crisis capitalista, palpable en un grueso rango de contradicciones, que incluyen los problemas económicos, en particular al desempleo, los daños provocados por la pandemia de la COVID-19, en una atmósfera de incertidum-bre, debilitamiento de los partidos, descrédito de sus líderes y personalización del debate entre los candi-datos a la presidencia, que no ofrecen reales opcio-nes como proyectos futuros de nación. El disgusto y el desaliento ante la gestión de Trump, en condi-ciones que se reavivan las movilizaciones contra el racismo y la violencia policial, propician el descenso de su popularidad y el rechazo a su figura, al mismo tiempo que se fortalece el apoyo a Joe Biden como candidato demócrata a la presidencia –de avanzada edad, sin dotes carismáticas y sin una agenda nove-dosa cautivante, beneficiado por el apadrinamiento de Obama, con una estrategia que procura sumar a las minorías, captar al movimiento femenino, obrero, negro, latino y juvenil–, con la esperanza ciudadana de que sea mejor su victoria que la reelección del presidente. No obstante, si bien ha mermado la base electoral que apoyó a Trump en 2016 –muy sensi-ble al discurso nacionalista chauvinista, machista, patriotero y xenófobo– aún se registra una susten-tación no despreciable entre los sectores de pobla-ción blanca, trabajadores y de clase media, adulta, protestante, de áreas semiurbanas y rurales, a quie-nes Trump calificó como “los olvidados”, afectados por las políticas de libre comercio y resentidos con Obama, con posturas nativistas, populistas y racis-tas (Hernández Martínez, 2020b).

    El contexto es muy contradictorio. En las con-venciones nacionales de ambos partidos, que-daba claro, una vez más, que la esencia clasista

  • Hernández Martínez Consenso y contradicciones en Estados Unidos: una mirada dialéctica a la ideología y la política

    6 Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330

    de Estados Unidos se manifiesta en la proyección elitista de demócratas y republicanos, cuyas dife-rencias, más que expresar polarizaciones, reflejan maneras diferentes de llegar al gobierno y ejercer el poder, en tanto estructuras que responden a una misma clase, la burguesía monopólica y su oligar-quía financiera, aún y cuando contengan sectores con intereses y atributos diferenciados, por razo-nes económicas, políticas y geográficas, pero com-partiendo un imaginario consensual, basado en el federalismo, la división de poderes, el bipartidismo y los valores fundacionales que definen la identi-dad estadounidense. Los demócratas actuaron más bien a la defensiva, criticando a Trump, exponiendo una agenda que supere sus descalabros y ofrezca confianza, credibilidad y justicia. Los republicanos satanizaron a Biden y su partido, se apoyaron en la cultura del miedo, desconocieron la crítica realidad del país y presentaron a Trump como la salvación nacional. El objetivo era diáfano: tratar de colocarse en la Casa Blanca. Incluso, las propuestas que pudieran considerarse como las más radicales de los demócratas eran, apenas, amagos de reformas en los márgenes del sistema, que, aun de materiali-zarse, dejarían intactas su esencia y sus bases.

    En Estados Unidos existe hoy desgaste de la tra-dición política liberal, sin que se descarte, aunque sea bastante improbable, su eventual rearticulación, en una sociedad que es cada vez más conservadora, incluso con nichos ideológicos fascistas. Desde su nacimiento como nación en Estados Unidos se afir-man ambas tendencias, conformando una unidad en el sentido dialéctico, es decir, definida mediante procesos contradictorios que expresan su identidad y diferencia.

    Premisas teórico-metodológicas e históricas

    Según la concepción materialista de la historia, toda sociedad constituye una cualidad en sistema, es decir, una totalidad presidida por relaciones dia-lécticas de unidad y diferencias. La contradicción es consustancial a toda realidad social. Es expresión de la dinámica interna de los fenómenos, procesos y sistemas sociales, constituyendo la fuente de su movimiento y desarrollo. Desde un punto de vista dialéctico, la contradicción implica la relación entre la identidad y la diferencia, como atributos que se presuponen y excluyen mutuamente. El segundo está comprendido en el primero. Como lo señalara Hegel, considerar la identidad de un fenómeno como

    opuesto a la diversidad “expresa solo una determi-nación unilateral y contiene solo la verdad formal, es decir, una verdad abstracta, incompleta. La ver-dad está completa solo en la unidad de la identi-dad con la diferencia y, por consiguiente, consiste solo en esta unidad” (Hegel, 1982: 39). Para el caso de la sociedad capitalista, Marx estableció en sus estudios que la totalidad social podía ser aprendida a partir de sus contradicciones materiales, supe-rando el idealismo hegeliano, al descubrir que en el soporte principal del capitalismo, en la relación capital/trabajo, radicaba la contradicción esencial, y reconocer que ambos polos se condicionaban y se negaban recíprocamente. Un trabajador era libre precisamente porque estaba en posibilidad de (y se veía obligado a) vender su fuerza de trabajo. Esta contradicción es la que, para Marx, daba vida a la sociedad capitalista, era su motor oculto. La con-tradicción no se presentaba, desde tal perspectiva, cuando dos fenómenos se afirmaban cada uno por su lado, eso sería una mera oposición. Sino que se constituía cuando ambos elementos tenían la posi-bilidad de confluir en una síntesis, en una relación. Antes de eso se trataba de dos cosas diferentes, excluyentes, que permanecían ajenos, de manera autónoma. Sobre esa base, Marx sigue la pista a las oposiciones objetivas en la historia del capita-lismo como totalidad sistémica –entre trabajo asala-riado-capital, valor de uso-valor de cambio, fuerzas productivas-relaciones de producción, libre compe-tencia-monopolio–, y las denota como contradiccio-nes. Aprecia tales relaciones como entre opuestos, que se desarrollan desde su estado embrionario hasta su máxima plenitud lógico-histórica, a través de incrementos cuantitativos, hasta convertirse en polos con interacciones recíprocas, que cualitati-vamente dan lugar a contradicciones antagónicas (Marx, 1995).

    Estados Unidos no escapa a un dinamismo como ese, en el sentido de que por un lado exhibe enor-mes contradicciones, por una parte se aprecia una creciente y sobresaliente polarización de la riqueza, en términos socioeconómicos, que separa diame-tralmente en propiedades, ingresos, condiciones de vida, acceso a los servicios y seguridad ciudadana a la población entre la ensanchada base de trabaja-dores, desempleados y marginados, y la muy estre-cha cúspide de corporativos, magnates, millonarios y aristócratas, en una pirámide socioclasista.

    Por otra, coexisten en la sociedad civil fuerzas contrapuestas, definitorias de una polarización, en

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    este caso en el plano sociopolítico. De un lado, pro-fundas manifestaciones masivas de inconformidad y protesta social en contra de acciones racistas de abuso y violencia policial, junto a expresiones de crí-tica y rechazo a políticas públicas definidas por into-lerancia xenófoba, discriminación étnica, de género e incluso religiosa, respaldados por organizaciones sindicales y otras, con posiciones de izquierda, que desafían al sistema; del otro lado, movimientos de extrema derecha, nativistas y de orientación fas-cista, en conflicto con las anteriores. Ese conjunto de diferenciaciones, tensiones y confrontaciones posee, entre otras determinaciones, una connota-ción clasista, tiene resonancia en la opinión pública, en la cultura y, desde luego, en la vida política, cuyo dinamismo está dominado por los dos grandes par-tidos electorales, el Demócrata y el Republicano, cuyas diferencias se han acortado, en tanto se acre-cienta su descrédito y las discrepancias internas. Los proyectos alternativos de nación que antaño distinguían con atractivo a las dos corrientes ideo-lógicas principales, mantienen una presencia más bien pasiva que solamente se activa en las cam-pañas presidenciales, cuando liberales y conserva-dores, dentro y fuera de ambos partidos, procuran ampliar sus espacios, ganar credibilidad e inspirar una confianza que fortalezca sus bases.

    Por razones históricas, en Estados Unidos libe-ralismo y conservadurismo se manifiestan de modo muy diferente al de la escena europea, donde se proyectaron en el marco de las revoluciones burgue-sas mediante polarizaciones entre el patrón de la democracia liberal capitalista y el de la monarquía absolutista feudal (Lipset, 1979). En la sociedad norteamericana, que ha conocido esencialmente un solo tipo histórico de formación social, la capitalista, así como una única modalidad de régimen político, la de la democracia representativa burguesa, la ideolo-gía conservadora nace dentro de una matriz liberal (Hernández Martínez, 2010). De ahí que, en rigor, sus contradicciones expresen diferenciaciones, no polarizaciones. La polarización en Estados Unidos es la que tiene como base la relación capital/trabajo, la que se palpa en la esfera socioeconómica a tra-vés de la reproducción de la riqueza y la pobreza en polos contrapuestos, y que se evidencia en la esfera político-ideológica entre las demandas de las clases explotadas, oprimidas, mediante acciones de activa protesta y confrontación con el sistema, a la luz de las tendencias que impone hoy el capitalismo mono-polista, o sea, el imperialismo. Por similar razón es

    que los términos de derecha e izquierda presentan particularidades en el acontecer estadounidense, que le diferencian del latinoamericano y el europeo. El abordaje requiere una perspectiva teórica, de análisis dialéctico.

    La evolución política de cada país va configu-rando una determinada fisonomía histórica. En Estados Unidos tiene en cuenta la modalidad de democracia liberal presidencial que ha regido desde la aprobación de la Constitución de Filadel-fia en 1787 y una progresiva despreocupación por las orientaciones ideológicas que contribuyen a imponer ese estilo político pragmático que con el tiempo se iría acentuando. Se le suma una gran estabilidad en los valores fundamentales que pro-mueve el sistema político, que le sostienen y que son reproducidos por él, al mismo tiempo que, en una relación dialéctica, hacen posible la reproduc-ción del sistema: individualismo, legalismo, respeto por las creencias religiosas, consagración del princi-pio de seguridad, respeto al derecho de propiedad y repulsa a la ampliación de las tareas del Estado. Es dentro del contexto de esos principios, por lo tanto, que se debe explorar cualquier cambio de tenden-cias en Estados Unidos y la renovación de sus pro-yectos nacionales.

    La ideología política allí se define con una nota-ble ascendencia del pensamiento burgués europeo generado por figuras como Edmund Burke, Thomas Hobbes y Alexis De Tocqueville, que aportan prin-cipios conservadores, y otras como John Locke, de orientación liberal, que nutren una suerte de columna vertebral cultural, integrada por una serie de grandes temas, que han mantenido su sitio en el imaginario cultural norteamericano hasta la actua-lidad. Esos valores y principios, aceptados mayori-tariamente por las diversas clases, grupos y capas sociales, y cuya validez comprende desde el período de formación de la nación en el siglo xviii hasta la actual etapa en la historia de Estados Unidos, en el siglo xxi, constituyen, según lo precisan autores como Gunnar Myrdal y Samuel P. Huntington, una especie de “credo norteamericano” o consenso básico que integra el universo ideológico implicado (Myrdal, 1972 y Huntington, 1981).

    Desde esa perspectiva se habla de una suma de enunciados que tiene amplia aceptación entre los ciudadanos, que son más vagos y genéricos que las categorías centrales de una propuesta con base ideológica, lo cual la hace creíble, aceptable, per-durable y, sobre todo, propicia la compatibilidad de

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    visiones que podrían estar alejadas. Así es que se define la estrechez del abanico de opciones políticas que en Estados Unidos se consideran como válidas, e incluye –solamente– a los enfoques denominados “liberal” y “conservador”, desde que a principios de la década de los años cincuenta el enorme impacto del macartismo eliminó del debate político nortea-mericano cualquier enfoque radical o de izquierda, en nombre de la defensa de los valores norteameri-canos ante la amenaza del comunismo.

    Y es que, de modo consustancial al pragmatismo que caracteriza la vida política en Estados Unidos, su cultura política sirve de puente para la coexis-tencia de esas dos vertientes ideológicas. Así, libe-ralismo y conservadurismo no se advierten en la escena política norteamericana como ideologías o cuerpos doctrinarios irreductibles, sino por el con-trario, como piezas que se pueden complementar e incluso combinar (como de hecho ocurre), respecto a una gran diversidad de temas que afectan a la nación o al individuo.

    De manera convencional la definición de un liberal se refería básicamente a las posiciones que defendían la libertad y la determinación de límites al poder y al control del Estado en la sociedad nor-teamericana, y que en el presente se identifica con el apoyo a reformas políticas y sociales. Los libe-rales favorecen la intervención del gobierno en la regulación de la economía, propugnan una política que beneficie a las minorías y a los pobres, articu-lada por la expansión de una red federal de ser-vicios sociales, además de la defensa del medio ambiente y de los consumidores. Esgrimen temas como la igualdad de oportunidades, la protección de los derechos humanos e individuales, las libertades civiles y la acción del gobierno en función de los mismos. Durante la Guerra Fría, a ello se unía la imagen de que los liberales se distinguían desde el punto de vista de su ideología en política exterior por su temor ante la amenaza comunista.

    Según una visión similar se definía como conser-vador a quienes asumían el uso del poder guber-namental junto a la intervención e influencia en la vida de la nación de sectores privilegiados como la aristocracia terrateniente, los grupos empresariales y los líderes religiosos. Luego se añadiría como ele-mento caracterizador la defensa del orden estable-cido, del statu quo, proclives a promover arreglos que favorezcan un gobierno limitado, la preservación de la identidad nacional, de la cultura norteameri-cana, la exaltación de las posibilidades de la propie-

    dad privada y el libre mercado como medios para solucionar los problemas económicos y sociales de la nación, junto a un estilo autoritario y gobiernos fuertes. En la etapa de la Guerra Fría se asociaba ideológicamente a los conservadores en materia de política exterior –como contraste con los liberales–, con el odio ante la amenaza comunista.

    Los esquemas “liberal” y “conservador” tienden, así, a desplegar en un segmento reducido el arco ideológico y a afirmar la imagen de que hay esca-sas diferencias entre ellos, cosa que contribuyen a destacar los diversos acuerdos bipartidistas (bipar-tisan approach) sobre ciertos temas (Hernández Martínez, 2015). Y esto a su vez dificulta la percep-ción respecto a la necesidad de asumir con vigor la búsqueda de nuevos proyectos nacionales, aunque con la llegada de Reagan a la Casa Blanca no se presentaba ese problema. El triunfo de los republi-canos se había asociado a una demoledora crítica de las concepciones “liberales” que comprometían las bases mismas del proyecto impuesto por Roo-sevelt y tanto el presidente Reagan como muchos de sus colaboradores y asesores más inmediatos, habían destacado la necesidad de implementar un proyecto político fundado en las ideas conserva-doras como el único camino que Estados Unidos tenía para superar la crisis y la declinación. Sobre esa base es que las concepciones que se fraguan bajo la Administración Reagan sirven de plataforma para la remodelación profunda del gobierno y de la sociedad estadounidense, con derivaciones, prolon-gaciones, permanencias, hasta el primer decenio del siglo xxi.

    Desde las últimas décadas del siglo xx se advierte la persistencia de un proceso de creciente debilita-miento de los partidos políticos en Estados Unidos. Este hecho, que es tan claro desde 1980 hasta el presente, resulta casi paradójico en contraste con la historia inicial de ese país. Es conocido que allí existían partidos políticos bien organizados, incluso con anterioridad a los países europeos, donde solo se constituirían en la segunda mitad del siglo xix. En cambio, desde que George Washington asumiera la presidencia en 1789 en los nacientes Estados Unidos existía una tradición y un intenso debate político, bien estructurado, entre la corriente “fede-ralista” y “antifederalista”, las que los historiadores suelen considerar como las primeras expresiones partidistas modernas en la historia mundial.

    En la conocida polémica que a partir de 1790 mantuvieron Alexander Hamilton y Thomas Jeffer-

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    son estaban presentes los temas sustantivos para el quehacer del Estado: tamaño del gobierno, pro-gramas de autoridad pública frente a los sectores más desamparados de la sociedad, proteccionismo o libre cambio en materia de comercio internacio-nal, aislacionismo o activismo como variables frente a las definiciones de política exterior. Con el paso del tiempo, el pragmatismo desplazó a las concep-ciones articuladas y se verificó el fenómeno que ha destacado Maurice Duverger: la organización de los partidos políticos norteamericanos perdió significa-ción nacional y se desplazó hacia los Estados de tal manera que “en Estados Unidos más que dos gran-des partidos nacionales hay 50 partidos demócratas y 50 partidos republicanos” (Duverger, 1972: 386).

    Esta descentralización ha tenido que ver, desde luego, con el empobrecimiento gradual de la discu-sión y la vida política norteamericana, afirmándose una notable desmotivación ante muchos asuntos relevantes de la agenda nacional, escasa militancia partidista, junto a una marcada tendencia al absten-cionismo en los procesos electorales.

    La evolución de los partidos políticos de Esta-dos Unidos responde al desarrollo contradictorio del capitalismo en ese país, lo que se pone de mani-fiesto en el dinamismo que describe, mediante con-trastes, los siglos xix y xx.

    Según Gandásegui “en Estados Unidos, la clase capitalista prácticamente no ha tenido contrincante en su ejercicio del poder político y en su estrategia de subordinación sobre los productores independientes y la clase obrera. Desde la guerra civil hasta princi-pios del siglo xxi, la agenda del Partido Republicano ha sido hegemónica. Las propuestas del Partido Demócrata, en cambio, son correctivos en la medida en que la agenda del Partido Republicano pierde contacto con la realidad. Los demócratas llegan al poder para controlar los daños (damage control) del Partido Republicano” (Gandásegui, 2010: 187).

    Una mirada dialéctica: entre el consenso y las contradicciones

    Ya se indicaba que en los estudios sobre Estados Unidos se aprecian visiones encontradas acerca de las diferenciaciones político-ideológicas y que en tanto unas caracterizan esa sociedad a partir de un elevado nivel de consenso, minimizando las dimen-siones de conflicto, otras identifican contradiccio-nes tan marcadas que las perciben en términos de una polarización, como si se tratase de relaciones

    de incompatibilidad o antagonismo. El consenso supone un acuerdo social, más o menos predomi-nante, y la polarización es un proceso que organiza a un sistema alrededor de puntos o polos situados en posiciones extremas del mismo, con respecto a preferencias y posturas políticas que se adopten ante figuras, elites, partidos, colectividades y situa-ciones. Se toma como referencia, justamente, un eje que cuenta con dos polos o puntos extremos, definidos en términos partidistas o ideológicos, o sea, republicanos y demócratas o conservadores y liberales (Hernández Martínez, 2008; Domínguez López, 2009).

    A reserva de que se han adelantado observacio-nes al respecto, viene al caso reiterar que la pers-pectiva de la polarización gana presencia en los análisis sobre los procesos electorales, sobre todo presidenciales, efectuados en el siglo en curso, y se aplica a la confrontación personal, partidista e ideo-lógica que se lleva a cabo en la contienda actual, entre el mandatario republicano y su rival demó-crata, al punto que en ocasiones se habla, como sucedió en la puja entre W. Bush y Gore en 2000, o entre McCain y Obama en 2008, de una confron-tación entre conservadores y liberales, e incluso, entre derecha e izquierda. Algo similar ocurrió en los primeros meses de 2020, cuando aún Bernie San-ders se mantenía como precandidato. Se le consi-deraba –como había ocurrido en las elecciones de 2016, cuando competía también como precandidato por el Partido Demócrata con Hillary Clinton–, como una figura “de izquierda”. Por momentos, ha pare-cido que figuras como Sanders y Biden, salvando la distancia entre ellos, podrían propiciar cambios profundos en esa nación, cuando en rigor ambos son exponentes de uno de los dos partidos que integran el sistema bipartidista en Estados Unidos, y si se retiene una experiencia cercana como la del doble gobierno de Obama –aun y cuando despertó gran expectativa en torno a la consigna basada en el cambio que enarboló en su primera campaña y obtuvo la sorprendente victoria, al llegar a la Casa Blanca un hombre de piel negra–, fue obvio que los demócratas abrieron muchas más puertas que las que cerraron. De las reformas que prometió Obama, la sanitaria quedó inconclusa, en tanto que la migra-toria y la energética ni se intentaron, además de la paradoja que definió su benévolo tratamiento dis-cursivo sobre los migrantes y la dura política real de deportaciones que promovió. El sistema nortea-mericano está diseñado por las reglas clasistas de

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    la democracia burguesa representativa, que en las condiciones del imperialismo contemporáneo se ha hecho más elitista y excluyente.

    El Partido Demócrata y el Partido Republicano, según se ha argumentado, responden al gran capi-tal norteamericano, lo cual les imprime una similar identidad clasista, si bien representan a fracciones diferenciadas, con intereses específicos, econó-micos y políticos, determinados además por sus orígenes históricos, rasgos culturales y asenta-mientos geográficos. De ahí que –y conviene rei-terarlo– las diferencias partidistas, así como las ideológicas, plasmadas en la orientación liberal y conservadora que les acompañan, manifiestas con especificidades al interior de ambos partidos, son reducidas y más que contrapuestas son contrastan-tes y complementarias.

    El bipartidismo no le da cabida a un tercer par-tido. Por razones históricas, en Estados Unidos la izquierda, en el sentido, por ejemplo, europeo o lati-noamericano, con la que se asocia erróneamente, a menudo, a demócratas y liberales, ha quedado fuera del sistema partidista electoral y su resonancia en la sociedad civil ha encontrado fuertes límites. La izquierda norteamericana se expresa, fundamental-mente, en el movimiento social, a través de organi-zaciones, instituciones y esfuerzos intelectuales que han alcanzado plazas en la academia, la cultura y el arte, y que ha sobrevivido en medio de luchas histó-ricas, en las que han enfrentado brutales represio-nes, como parte de la lógica del imperialismo, que ha hecho lo imposible por aplastarla o silenciarla desde el siglo xix y muy notoriamente en el xx, en la década de los años cincuenta, bajo el macartismo, en los círculos sindicales y demás nichos de la sociedad civil. No se trata de que, como algunos piensan, no exista, solo que choca con una sociedad fuertemente hegemonizada por los aparatos ideológicos y otros mecanismos de control y poder del Estado burgués, donde la ideología que se impone es la de las clases dominantes (Marx y Engels, 1966).

    En este marco serían oportunas, entre otras, pre-guntas como las siguientes cuyas respuestas tienen como asidero una visión dialéctica multidisciplinaria, proyectada desde las ciencias sociales marxistas aludidas, como la economía política, la sociología y la ciencia política: ¿Las distancias entre republica-nos y demócratas, entre liberales y conservadores, expresan una polarización, como extremos con-trapuestos? ¿O se trata de una diferenciación con base en intereses puntuales, con zonas de solapa-

    miento, superposición o intersección? ¿Cuál es el proceso que organiza las contradicciones del sis-tema a través de su unidad y diferencias? ¿Ofrece el sistema espacios y oportunidades a candidatos “de izquierda” (emancipadores, anticapitalistas, revolu-cionarios) que atenten contra el sistema? (Hernán-dez Martínez, 2020).

    Una referencia visible y elocuente del consenso existente en la sociedad norteamericana radica en el modo en que se asume, al nivel de la conciencia social, de la cultura política y la opinión pública, la identidad nacional o la adhesión al conjunto de valo-res fundacionales que conforman el ideario patrió-tico de Estados Unidos. El hecho de que la sociedad norteamericana sea altamente consensual desde el punto de vista político no significa que en ella no haya existido y perviva un alto grado de conflicto. Solo que este se expresa de modo significativo y perdurable a través de contradicciones políticas que tienen lugar dentro de márgenes ideológicos muy estrechos, como se registra en los diferendos entre republicanos y demócratas o entre liberales y conservadores, que nunca trascienden el con-senso a nivel sistémico. A la par se advierte que la capacidad de reto o enfrentamiento al sistema por parte de fuerzas “de izquierda”, como las que en las décadas de los años sesenta y setenta alcanzaron sus mayores expresiones, desafiando al establish-ment y el mainstream, entendidos respectivamente como la estable estructura institucional estatal y la corriente principal de una cultura mayoritaria, ambas exponentes del consenso, han sido efímeras e intermitentes y no han alcanzado, salvo en casos excepcionales, una convocatoria verdaderamente nacional. Pero cuando no se trata de crisis excep-cionales como las aludidas, sino de contrapuntos recurrentes, como los que se manifiestan en los comicios presidenciales y los que reflejan con perio-dicidad las encuestas, relacionados con actitudes políticas, se prefiere en esta breve aproximación, que solo pretende motivar la reflexión sobre el tema, hablar de diferenciaciones, en lugar de concebir las relaciones implicadas como polarizaciones.

    Uno de los ejes ideológicos principales, si no el principal, que sintetiza el consenso, sea el que afirma la tradición política liberal, la democracia representativa, el concepto de libertad y de dere-chos humanos que acompañan al modelo republi-cano, como paradigma de Estados Unidos. Ese es el sedimento cultural que permite la continuidad y coherencia de una concepción del mundo que es

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    compartida por los dos partidos que representan al sistema bipartidista –el demócrata y el republicano–, y las dos corrientes de pensamiento que nutren el mundo subjetivo o espiritual –la liberal y la conser-vadora–. Ambos partidos y corrientes son expresio-nes políticas e ideológicas diferenciadas, pero con una base clasista común, la de la burguesía mono-pólica, cuyo núcleo se resume en la esencia blanca, anglosajona y protestante (white, anglosaxon, pro-testant o WASP, según se identifica por sus siglas en inglés). Por encima de distancias y contrapuntos, las características que separan esas distinciones tienen que ver más con sus posiciones respecto de los medios que de los fines, puesto que estos últi-mos están definidos por la preservación del sistema. Y en tal sentido, tanto la dinámica partidista como la ideológica tributan a la reproducción del consenso y alimentan el llamado “credo” norteamericano, pre-viamente referido. En ello, un vaso comunicante de primer orden es la citada ideología WASP –que si bien atraviesa la cultura política y permea la con-ciencia colectiva al punto que se plasma hasta en las historietas gráficas y comics, como se advierte en la saga de los Simpsons, pertrechando al imagi-nario popular con el mito de que en la sociedad nor-teamericana es la clase media lo fundamental– es como el cociente de una operación aritmética que distribuye realidades y aspiraciones en términos de estatus y expectativas, con base en valores como el individualismo, la competencia, el apego a la pro-piedad privada, la convicción de que la nación nació bajo mandato divino, con predestinación mesiánica, las ideas de superioridad racial, étnica y religiosa, la búsqueda del confort, junto a la satisfacción o el ascenso en el lugar ocupado, según el caso, en la pirámide socioclasista. Sería un desliz confundir esa presencia o influencia común, resultante de un proceso histórico complejo, en las representaciones de diferentes clases y grupos sociales, con el simpli-ficador cliché de que Estados Unidos es una nación de clase media. Lo que sucede es que su concep-ción del mundo es funcional al sistema, penetra la cultura y aporta coherencia al mencionado “credo”.

    A partir del referido eje del consenso, el libre mercado, el bipartidismo, el federalismo, la división de poderes y el balance de pesos y contrapesos, los derechos individuales civiles y políticos, se asocian a imágenes como la de la Estatua de la Libertad y a frases como el American Way of Life y el American Dream. Y aunque ni los libros de texto que guían la enseñanza de la historia del país en las escue-

    las y universidades, ni los medios de comunicación o los discursos presidenciales explican que es el modo de producción subyacente, como dirían Marx y Engels, el que determina de acuerdo con ciertas condiciones históricas el modo de vida, la cultura, la institucionalidad social y política y las formas de conciencia colectiva, es ahí donde radica la piedra angular del mencionado eje (Marx y Engels, 1966). En torno a la naturaleza de las relaciones de produc-ción (y entre ellas las de apropiación y la correspon-diente estructura de clases), que integran al mismo es que se articula el consenso político-ideológico que sostiene en la época contemporánea al sistema capitalista, monopolista-estatal, imperialista, en Estados Unidos (Lenin y Amin, 1976; Arrighi, 1977).

    La polarización primigenia: entre capital y trabajo, riqueza y pobreza

    Ya se ha anticipado que esas divisiones se mani-fiestan a lo largo y ancho de los diversos ámbitos del entramado nacional, aunque quizás donde se hagan más visibles las diferencias, sea en la estructura social y en la posición partidista e ideológica que ante las elecciones presidenciales y determinados temas de la agenda nacional adopta la población.

    En el primer caso queda claro que las distan-tes condiciones o niveles de vida de ricos y pobres reflejan los extremos de la contradicción antagó-nica básica del sistema capitalista, entre capital y trabajo, la que define la naturaleza explotadora del modo de producción que sostiene a la formación social estadounidense. Se trata de una efectiva polarización socioeconómica, resultante de la des-igual distribución de la riqueza entre explotadores y explotados, según lo dejaría sumamente claro una perspectiva de análisis desde la economía política (Harvey, 2013). Según se ha afirmado: “la tenden-cia a la polarización socioeconómica es revelada en análisis que concluyen el extremadamente alto nivel de desigualdad con la disminución creciente de la clase media a lo largo del tiempo tanto en países de ingresos bajos como de ingresos altos. El hambre en el mundo está al alza. Las dificultades económi-cas para atender la salud aumentan y una pandemia está poniendo en entredicho, una vez más, la capa-cidad del modelo neoliberal, aquel que sostiene sus posturas de libre mercado, la desideologización y la pospolítica, para garantizar el progreso económico y, en muchos casos, la posibilidad del hombre para sobrevivir” (Vázquez Ortíz, 2020).

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    En el segundo caso, sin embargo, es discutible la consideración de que se trate de una relación similar, o sea, de una polarización política e ideo-lógica, entendida del modo más convencional cual proceso de estructuración de un sistema en torno a puntos extremos de su geometría (Cárdenas, 2011). En este sentido, se advierte en buena parte de la literatura especializada en sociología y ciencias políticas que la afiliación al Partido Demócrata o al Partido Republicano, palpable en el respaldo electo-ral a uno u otro candidato a la presidencia, junto a la orientación ideológica liberal o conservadora de los ciudadanos, apreciable en el apoyo o rechazo a medidas relacionadas con cuestiones como la migración, el homosexualismo, el presupuesto para la defensa y la política exterior, entre otros, se abor-dan y presentan, con frecuencia, como comporta-mientos que expresan polarizaciones, cuando en realidad se trata solo de posicionamientos diferen-tes o de distanciamientos, mas no de polos enfren-tados, como si fijasen límites o fuesen posiciones extremas, incompatibles, dentro de un espectro o eje ideológico y programático (González Ferrer y Queirolo, 2013).

    Ya se ha señalado que en el lenguaje de las cien-cias sociales y de los medios de prensa norteame-ricanos es frecuente la consideración, por un lado, de que entre demócratas y republicanos o entre liberales y conservadores existe una polarización. Y por otro lado, en ocasiones se califica, al iden-tificar dichas definiciones partidistas e ideológicas, a republicanos y conservadores como expresiones de derecha, en tanto que a demócratas y liberales se les clasifica como de izquierda. Tales distinciones pueden constituir una esquematización engañosa del espectro político-ideológico norteamericano. En rigor se trata de posiciones diferenciadas, más no antagónicas, a partir de las visiones que se adoptan respecto a determinados temas y problemas.

    La polarización, de la manera convencional, sig-nifica la ubicación en lugares contrapuestos, con una concepción puede decirse que geométrica, como la que separa desde el punto de vista geográ-fico al polo Norte y al Sur o en términos de la bipo-laridad geopolítica vigente durante la Guerra Fría, entre capitalismo y socialismo o entre Este y Oeste. La polarización lleva consigo contraposiciones recí-procas bilaterales. A partir de lo que se señaló, el trasfondo clasista común que distingue a las postu-ras aludidas, con una mirada dialéctica, conduce a su interpretación más en términos de un proceso de

    diferenciación entre el Partido Demócrata y el Par-tido Republicano o entre el pensamiento liberal y el conservador, que de polarización.

    En todo caso, si se admitiera la idoneidad de un concepto como el de polarización para aproximarse al tejido social, político o ideológico mundial, aplica-ble a Estados Unidos, sería en los términos en que se argumentó antes y se precisó en una cita pre-via su expresión socioeconómica. Desde este punto de vista, como se ha puntualizado con acierto: “el nivel de polarización social global y desigualdad es ahora sin precedente. El 1  % más rico de la huma-nidad controla más de la mitad de la riqueza del planeta mientras el 80  % más bajo tiene que con-formarse con apenas 4,5  % de esa riqueza. Mien-tras se extiende el descontento popular contra esta desigualdad, la movilización ultraderechista y neo-fascista juega un papel crítico en el esfuerzo de los grupos dominantes de canalizar dicho descontento hacia el apoyo a la agenda de la clase capitalista transnacional, disfrazada en una retórica populista” (Robinson, 2020).

    Liberales y conservadores, izquierda y derecha

    Desde un punto de vista parecido puede con-siderarse que entender esas relaciones como una contradicción entre izquierda y derecha oscurece más que aclara el asunto, sobre todo si se toma en cuenta que, de manera extendida, esa distin-ción nace de una suerte de enfoque espacial con referencia a una posición central en un espectro político-ideológico, que define sitios extremos a la izquierda y la derecha de un centro. Y estas ubi-caciones se definen, respectivamente, por lo que representan en el primer caso en cuanto al cambio del sistema con una intención de legitimidad, libera-ción, mejoras económicas, justicia social y, en gene-ral, de progreso histórico, y en el segundo, por lo que significan para la perpetuación del statu quo, basado en opresión, desigualdad, estancamiento o retroceso en la historia de la humanidad.

    Es bastante común la identificación de esas distinciones con las de liberalismo y conservadu-rismo, atribuyéndoseles identificaciones similares. A grandes rasgos, los liberales se asocian a la pro-moción del cambio, asumiendo este cambio como sinónimo de progreso, contrapuesto a la regresión. Los conservadores se identifican con la resistencia al cambio, con el apego a la tradición. Sobre esas bases cabe preguntarse si en una sociedad como

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    la norteamericana, el Partido Demócrata o la ideo-logía liberal han llevado consigo aspiraciones “de izquierda”, dirigidas a transformar el sistema, si han desarrollado acciones encaminadas a la ruptura con el capitalismo. La respuesta sería negativa. La contradicción entre liberalismo-conservadurismo en Estados Unidos es relativa. Vale la pena reiterar que no se trata de una polarización, sino de una diferenciación (Lipset y Rokkan, 1967). Y no está de más insistir también en que ella no debe interpre-tarse cual analogía izquierda-derecha. Liberalismo y conservadurismo no se advierten en la escena política norteamericana como ideologías o cuerpos doctrinarios irreductibles, sino por el contrario, como piezas que se pueden complementar e incluso com-binar (como de hecho ocurre), respecto a una gran diversidad de temas que afectan a la nación o al individuo.

    En rigor la contraposición entre izquierda y dere-cha en Estados Unidos refleja otro tipo de diferen-ciación cualitativa, vendría a ser como harina de otro costal. Con un sentido bastante convencional, la izquierda estaría encarnada por las instancias que retan al sistema, o sea, los exponentes del movi-miento social, de las llamadas minorías, de los sec-tores excluidos del poder, de las clases explotadas

    y sus representaciones partidistas (Comunist Party, Socialist Workers Party) o socioeconómicas (Occupy Wall Street) contestatarias, interesadas al menos en reformas sensibles, cuando no en mutaciones más profundas. Entre sus componentes cabrían las orga-nizaciones del movimiento negro, latino, feminista, juvenil, de defensa de los derechos de los homo-sexuales, junto a determinados sindicatos y grupos ambientalistas y pacifistas. Un segmento del Partido Demócrata, caracterizado por posturas cercanas a lo que se ha descrito, denominado como su ala radi-cal, se ubica también, como regla, en la izquierda estadounidense, junto a ciertas expresiones religio-sas como las de los Pastores por la Paz. La derecha, por su parte, comprende las instituciones consustan-ciales al sistema, comprometidas con las elites de poder, incluyendo al Partido Republicano en su con-junto, aunque pueda exceptuarse algún segmento moderado o razonable, pero a la vez, a un sector del demócrata, el que se conoce como su ala derecha, junto a entidades de la sociedad civil, como la Socie-dad John Birch, la Asociación Nacional del Rifle, el Ku-Klux-Klan, el Movimiento Vigilante, el Movimiento de Identidad Cristiana y no pocas denominaciones protestantes insertadas en la conocida Derecha Evangélica (Fig. 2).

    Fig. 2. Parodia que expresa la polarización política y el auge de la extrema derecha en Estados Unidos.

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    Tal vez contribuya a clarificar lo señalado, en el sentido de que, en las condiciones de Estados Unidos, lo que se puede considerar como polariza-ción política y clasificar como izquierda es lo que se manifiesta en el posicionamiento clasista de “los de abajo”, cuando se enfrentan a “los de arriba”. Como ejemplo es válida la adecuada caracterización del asunto que se reproduce a continuación, referida a la actualidad en ese país: “La cada vez mayor crisis del capitalismo ha acarreado una rápida polarización política en la sociedad global entre una izquierda insurgente y fuerzas ultraderechistas y neofascistas que han logrado adeptos en muchos países. Ambas fuerzas recurren a la base social de los millones que han sido devastados por la austeridad neoliberal, el empobrecimiento, el empleo precario y relegación a las filas de la humanidad superflua” (Robinson, 2020).

    CONCLUSIONESEn Estados Unidos, el sistema capitalista en

    general y el político en particular, se organiza y desarrolla a través de una contradicción clasista que se manifiesta con claridad en una real y primigenia polarización, la socioeconómica, y en una lucha de clases que suele perderse de vista, amortiguada por un entramado de dominación múltiple, de influen-cia, manipulación, cooptación y represión, que entre otras cosas ha condicionado el lugar subordinado y asimilado de una izquierda, en el sentido aludido. En la sociedad norteamericana, burguesa por defi-nición y signada hoy por las condiciones del impe-rialismo contemporáneo, la vida social la organiza y proyecta, comenzando por el proceso básico que sostiene a toda nación (la producción) y abarcando el resto de las relaciones sociales (la política y la cultura incluidas): el capital.

    No debe perderse de vista que el contradicto-rio y diferenciado entramado político-ideológico norteamericano es bastante complejo y contiene muchas matizaciones, lo que no puede ignorarse. Como tampoco procede el sobredimensionamiento de ciertas contradicciones o diferenciaciones. Con estas prevenciones debe entenderse lo común y lo diferente entre demócratas y republicanos, entre liberales y conservadores, cuyos caminos, destinos, medios y conceptos difieren dentro del común hori-zonte capitalista.

    En el marco de los procesos electorales que han tenido lugar durante los últimos 40 años, si bien se

    han dado condiciones objetivas y subjetivas para la formulación de un nuevo proyecto nacional, que resuelva los problemas acumulados e insolubles desde que en la década de los años ochenta el pro-yecto del New Deal fue sustituido por el que impuso la Revolución Conservadora, ni los programas parti-distas ni las propuestas ideológicas han conducido a ello. Lo que ha venido registrando la historia es que la puja entre demócratas y republicanos, entre liberales y conservadores, han debatido agendas políticas en procura de intereses estrechos, que no se han estructurado como opciones viables, con-ducentes a un nuevo, vigoroso, proyecto de nación. La crisis del sistema –crisis capitalista, estructural y cíclica–, palpable hasta hoy, profundizada por la pandemia de la COVID-19, refleja agotamiento de la tradición política liberal, ascenso de una espiral conservadora y expresiones culturales de fascismo, aunque el régimen político mantenga los atributos formales del modelo de la democracia represen-tativa. En ese marco, el bipartidismo y la acompa-ñante dicotomía ideológica muestran una crisis, que no quiebra un sistema cuyas capacidades de sobrevivencia y superación de sus conmociones intrínsecas siguen alargando la vida del capitalismo, sin que se articule un movimiento social ni un par-tido “de izquierda”, que desborde la subordinación histórica a estructuras de dominación funcionales y múltiples, capaz de convertir las diferenciaciones político-ideológicas en auténticas polarizaciones.

    Con independencia de los resultados de las elecciones de 2020, la sociedad norteamericana seguirá definida por las tendencias en curso, en un escenario de crisis cuya solución no depende de los programas de uno u otro partido ni de sus proyec-ciones ideológicas. Desde luego, no será lo mismo con una continuidad republicana que con un relevo demócrata, considerando además el papel de la personalidad de quién ocupe la presidencia. Pero la naturaleza del sistema será la misma y el marco nacional e internacional coloca problemas y límites objetivos. Como se ha señalado, las elecciones en ese país no pretenden cambiar el statu quo, sino reproducir la lógica del imperialismo. Las pautas conservadoras que se han establecido no termina-rían con un presumible fin del gobierno de Trump. Es decir, podría proseguir, a nivel cultural, una suerte de “trumpismo” sin su liderazgo presidencial, y, de otra parte, un regreso demócrata a la Casa Blanca no augura, necesariamente, un retorno o una reno-vación de la vieja tradición liberal.

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    Un análisis del consenso y la diferenciación polí-tico-ideológica en Estados Unidos y de sus especi-ficidades en los procesos eleccionarios y más allá de ellos, requiere una mirada dialéctica capaz de objetivizar lo que tiene de nuevo la situación actual, valorando, aplicando o descartando, con sentido ecuménico y sin exclusiones, las perspectivas que desde diferentes corrientes de pensamiento, lati-tudes y aportes disciplinarios, como los de la eco-nomía política, la sociología, la historiografía y la politología, coexisten en el acervo de las ciencias sociales, que nunca son imparciales.

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    Transición y procesos electorales en Estados Unidos: el reajuste del sistema político y las primarias presidenciales demócratas de 2020

    Transition and Elections in the United States: Political Readjustment and the 2020 Democratic Party Presidential PrimaryDr. C. Ernesto Domínguez LópezDoctor en Ciencias Históricas. Profesor Titular. Centro de Estudios Hemisféricos y Sobre Estados Unidos. Universidad de La Habana, Cuba, e-mail: [email protected]. ORCID iD: 0000-0003-4305-1097

    MSc. Dalia González DelgadoMáster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales. Profesora Instructora. Centro de Estudios Hemisféricos y Sobre Estados Unidos. Universidad de La Habana, Cuba, e-mail: [email protected]. ORCID iD: 0000-0002-3689-390X

    Recibido: 14 de agosto de 2020 Aprobado: 1 de septiembre de 2020

    RESUMEN El artículo propone la tesis de que las elecciones primarias presidenciales demó-cratas de 2020 fueron una expresión del proceso de reajuste político en curso en Estados Unidos como parte de un más amplio proceso de transición entre coyuntu-ras históricas. Se identifican las tendencias de cambio más importantes registradas durante las décadas anteriores y se relacionan con el período de crisis, mediante un modelo teórico para las transiciones históricas. A partir de ahí se examinan las primarias y se explican dentro del contexto de la secuencia de elecciones y la con-formación de movimientos políticos del período 2007-2020, a través de la aplica-ción de una versión de la teoría del realineamiento político. Se llega a la conclusión que los cambios acumulados generaron demandas que agotaron la configuración precedente, llevaron a la transición y provocaron la competencia entre alternativas políticas, marcadas por los temas centrales de la transición, todavía sin resolverse en 2020.

    Palabras clave Estados Unidos, transición, realineamiento político, elecciones, primarias.

    ABSTRACT The article proposes the thesis that the 2020 Democratic Party presidential primary was an expression of the then ongoing political readjustment in the Unites States, part of a wider transition between historical junctures. We identified the core trends of change observable during prior decades and linked them to the period of crises since 2007, through a theoretical model for historical transitions. From there we examined the primaries and explained them within the context of the sequence of elections and the making and operation of political movements along the 2007-2020 period, through a version of the theory of political realignment. We came to the conclusion that accumulated changes generated demands that exhausted the prior configuration, conducted to the transition and encouraged the competition between political alternatives, marked by the core issues of the transition, still unsol-ved in 2020.

    Keywords United States, transition, political realignment, elections, primaries.

    mailto:[email protected]:[email protected]

  • Domínguez López y González Delgado Transición y procesos electorales en Estados Unidos: el reajuste del sistema político...

    Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 8, octubre-diciembre de 2020. ISSN 2707-7330 17

    INTRODUCCIÓNEl año 2020 será recordado por muchas cosas: la

    pandemia de COVID-19, la crisis económica conco-mitante con la pandemia, el primer aplazamiento de unos Juegos Olímpicos en la historia1 son solo tres de ellas, todas interconectadas. Es en esa catego-ría de acontecimientos de alto impacto en las más diversas dimensiones que debemos situar las elec-ciones en Estados Unidos.

    Las elecciones presidenciales y legislativas –y, en menor medida, las estaduales y locales– de 2020 adquirieron una relevancia especial, si considera-mos la naturaleza y comportamiento de la adminis-tración de Donald Trump, la sinergia de varias crisis de gran profundidad que abarcaron a toda la socie-dad estadounidense y los niveles de tensión que se generaron en el sistema internacional. La posi-bilidad del fin de la presidencia de Trump, o de su continuidad para otro cuatrienio o –algo usualmente impensable, pero que no podía ser descartado en esa campaña– el desarrollo de un conflicto interno que llevase a la ruptura del ciclo electoral y el quie-bre de los procesos políticos normales, crearon un punto crítico en la historia política de ese país y por extensión del planeta en su conjunto.

    Sin embargo, un análisis que se centrase sola-mente en la administración Trump y las crisis de 2020, si bien valioso, sería todavía insuficiente. La problemática es mucho más amplia. Nuestro trabajo parte de proponer que Estados Unidos se encon-traba en ese año en una etapa avanzada de un complejo proceso de transición que abarcaba a toda la sociedad y a todas las dimensiones de la vida del país. El estudio de los componentes clave permitirá una mejor comprensión de la totalidad del proceso.

    En el momento de escribir estas líneas (verano de 2020), las primarias presidenciales estaban ape-nas concluyendo –el proceso cierra oficialmente con las convenciones nacionales de los partidos, que son las que técnicamente deciden las nominacio-nes–, por lo que no existía literatura científica espe-cífica sobre ellas. Sobre las elecciones primarias en general sí existe un notable cuerpo de trabajo aca-démico que aborda múltiples aristas del tema. Ello

    1 Los Juegos Olímpicos que debían celebrarse en 1916, 1940 y 1944 fueron cancelados producto de las guerras mundia-les. La posposición de los juegos de 2020 para 2021, por lo menos inicialmente, es el primer caso en su tipo del que se tenga noticia, incluyendo los Juegos Olímpicos de la Anti-güedad.

    incluye, entre otros, la historia de la introducción de las primarias, su evolución como mecanismo para la nominación y las complejidades de las interaccio-nes políticas que las generaron y las condicionan (Kamarck, 2015; Boatright, 2018), la toma de deci-siones por parte de los votantes y los modelos para su estudio (Abramowitz, 1989) o el impacto del flujo de información sobre el uso eficiente del voto y las donaciones (Hall y Snyder, Jr., 2015). En particular, las primarias republicanas de 2016 habían atraído considerable atención. Así encontramos trabajos que abordan el papel de la cobertura mediática en ese proceso (Reuning y Dietrich, 2019), el uso estra-tégico y táctico de Twitter (Walter y Ophir, 2019) y el marketing político en los medios sociales como fac-tor de peso en la campaña (Lin y Himelboim, 2018), entre otros. El enfoque que utilizamos en este tra-bajo, sin embargo, se aparta de los modelos aplica-dos en esa literatura.

    En este artículo proponemos un acercamiento al proceso de cambios en curso en Estados Unidos, y desde esa perspectiva se abordan las eleccio-nes primarias presidenciales demócratas de 2020, considerando su papel en las estructuras y proce-sos complejos de los que formó parte. Nuestro tra-bajo giró en torno a un objetivo general: explicar el proceso de elecciones primarias presidenciales dem�