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ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS LAS TENDENCIAS HACIA LA PARTICIPACIÓN T LA IGUALDAD L ¿VERDADERA E ILUSORIA PARTICIPACIÓN? ... La carta de Petalo VI al Cardenal Roy, "Octogésima adveniens", tan tergiversada (cfren VERBO 97-98, agosto octubre 1971, págs. 657 y sigs., el estudio de }. V. de G. "La "Octogésima adveniens", ¿ha deroga- do la doctrina social católica?" )f para, exponer ta situación áctuai observa ciertos hechos vigentes que, naturalmente, no confunde con ta doctrina. Entre estos hechos anota tas aspiraciones del hombre actual y subraya, en el núm. 24, la doble aspiración hada la igualdad y la participación. Como no somos hegelianos no creemos que todo to red/ sea racional y ni supziera por todo lo apetecido sea real ni realizable. Entendemos, por consiguiente, que conviene examinar lo <*ue tienen de justas y saludables estas tendencias y lo qjue tienen de injusto y nocivo; en qué medida el ansia que reflejan se halla bien orientada y las causas por las cueles su proyección socio-potitica actual resulte desorientada. En el espacio y dada la forma de estas ilustraciones, no es posible tra- tar debidamente a fondo estas cuestiones. Solamente nos limitaremos, pues, a exponer algunos reflejos de ellas en los periódicos que tenemos a mano. Antes, para orientar éstas ilustraciones, vamos a apuntar una contradice ción, que está a ta vista de todos aunque parece que pocos la ven, en lo que toca a la participación. Nunca se- ha permitido menos que hoy a cada cusí que "participe" en su sitio, en el que es de su competencia y en el que debiera ser responsable de sus actos. Pero, a ta vez, se proclama su derecho a participar en ta cúspide del gobierno de todo. Lo vemos: en el trabajo, en materia educativa, en la política... Se trata de programar todo desde lo alto, desde la organización de la economía, al trabajo en cadena y el ocio desde la seguridad social a todos los planes de estudios. Pío XII, en su mensaje radiofónico de Navidad de 1953, lo expresó luminosamente: «En no pocos países, el Estado moderno va convirtiéndose en una gigantesca máquina administrativa: toda la escala de los 239

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ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS

LAS TENDENCIAS HACIA LA PARTICIPACIÓN T LA IGUALDAD

L ¿VERDADERA E ILUSORIA PARTICIPACIÓN?

... La carta de Petalo VI al Cardenal Roy, "Octogésima adveniens", tan tergiversada (cfren VERBO 97-98, agosto octubre 1971, págs. 657 y sigs., el estudio de }. V. de G. "La "Octogésima adveniens", ¿ha deroga-do la doctrina social católica?" )f para, exponer ta situación áctuai observa ciertos hechos vigentes que, naturalmente, no confunde con ta doctrina.

Entre estos hechos anota tas aspiraciones del hombre actual y subraya, en el núm. 24, la doble aspiración hada la igualdad y la participación.

Como no somos hegelianos no creemos que todo to red/ sea racional y ni supziera por todo lo apetecido sea real ni realizable. Entendemos, por consiguiente, que conviene examinar lo <*ue tienen de justas y saludables estas tendencias y lo qjue tienen de injusto y nocivo; en qué medida el ansia que reflejan se halla bien orientada y las causas por las cueles su proyección socio-potitica actual resulte desorientada.

En el espacio y dada la forma de estas ilustraciones, no es posible tra-tar debidamente a fondo estas cuestiones. Solamente nos limitaremos, pues, a exponer algunos reflejos de ellas en los periódicos que tenemos a mano.

Antes, para orientar éstas ilustraciones, vamos a apuntar una contradice ción, que está a ta vista de todos aunque parece que pocos la ven, en lo que toca a la participación.

Nunca se- ha permitido menos que hoy a cada cusí que "participe" en su sitio, en el que es de su competencia y en el que debiera ser responsable de sus actos.

Pero, a ta vez, se proclama su derecho a participar en ta cúspide del gobierno de todo. Lo vemos: en el trabajo, en materia educativa, en la política...

Se trata de programar todo desde lo alto, desde la organización de la economía, al trabajo en cadena y el ocio desde la seguridad social a todos los planes de estudios.

Pío XII, en su mensaje radiofónico de Navidad de 1953, lo expresó luminosamente:

«En no pocos países, el Estado moderno va convirtiéndose en una gigantesca máquina administrativa: toda la escala de los

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sectores político, económico, social, intelectual, hasta el naci-miento y la muerte, quiere convertirlos en materia de su admi-nistración. Nada de maravillar, por tanto, si en este ambiente de impersonalidad, que tiende a penetrar y envolver toda la vida, el sentido del bien común se entumece en las conciencias de los individuos, y el Estado pierde, cada vez más, el primordial carác-ter de una comunidad moral de ciudadanos».

En contraste, se pretende que tos individuos participen activamente en et gobierno del país; para lo cual, naturalmente, sólo muy pocos se hallan en condiciones, ni tampoco seria posible que todos, a ta vez ni sucesiva mente, participasen a ese nivel aun en el caso de tener la adecuada aptitud. Este defecto se traía de salvarlo con el sufragio universai. La paradoja, que esto implica, había sido ya advertida por Tocqueville, en el cap. VI de su libro "De la democracia en América".

«En vano encargaréis a estos mismos ciudadanos, a quienes habéis hecho tan dependientes del poder central, que elijan de tiempo en tiempo los representantes de ese poder».

El uso de esa facultad de elegir:

«No evitará que pierdan poco a poco la facultad de pensar, dp sentir y de obrar por sí mismos.«».

Efectivamente:

' «Los pueblos democráticos que han introducido la libertad en la esfera política, al mismo tiempo que han acrecentado el des-potismo en la esfera administrativa, han sido conducido« a sin-gularidades muy extrañas. Cuando hace falta manejar los peque-ños negocios, donde el simple buen sentido pnede bastar, estiman a los ciudadanos, incapaces; y si se trata del gobierno de todo el Estado, confían a estos ciudadanos enormes prerrogativas...».

y , siendo así, resulta:

«difícil de concebir cómo hombres que han renunciado en-teramente al hábito de dirigirse podrán conseguir escoger bien a quienes deban conducirles.^».

Joaquín Costa, jen "La libertad civil y el congreso de juristas arago-neses", cap. VI, también observó que los liberales españoles de su tiempo:

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«Piensan que el pueblo es ya rey y soberano, porque han puesto en sus manos lia papeleta electoral; no lo creáis: mientras no se reconozca además ai individuo y a la familia la libertad civil y al conjunto de individuos y de familias el derecho com-plementario de esa libertad, el derecho de estatuir en forma de costumbres, aquella soberanía es un sarcasmo, representa el de-recho de darse periódicamente un amo que le dicte la ley, que le imponga su voluntad; la papeleta electoral es el harapo de púrpura y el cetro de caña con que se disfrazó a Cristo de rey en el pretorio de Pilatos».

De modo paralelo, mientras al trabajador se lé convierte en una fuer-za más del trabajo en cadena y se mecaniza la administración de las empresas, se habla de cogestión obrera, y se pretende resolverla integran-do en el consejo de administración unos representantes de los trabaje/dores, que concluyen por profesionalizarse como tales representantes. Y, para compensar aquella deshumanización del trabajo mecanizado, se organizan la asistencia social del obrero o empleado y la amemzación dé su trabajo, pero desde arriba, tecnomáticamente, con ta "técnica de las relaciones humanas

Y así podríamos ir siguiendo. No se permite participar con iniciativa y responsabilidad en la esfera de la propia competencia, pero se nos invita a que todos participemos fuera de ella, en ta cumbre, aunque circunscri-biéndonos a escoger a quienes participarán en nuesfro lugar.

Pero, ocupémonos ya de los recoces que pueden servir pea-a ilustramos en él tema del que hoy nos ocupamos.

I I . LA IGUALDAD ECONÓMICA ¿ES POSIBLE CONSEGUIRLA POS LA VÍA DEL SO-

CIALISMO CLÁSICO?

Gustave Thibon, en ITINERA1RES 187, de noviembre 1974, y bajo eí epígrafe L'IMPOSSIBLE CONSTRUCTION DU SOOAUSME, en su habitual sec-ción de BILLETSL, comenta el hecho patente de ta abundancia de turistas accidentales en los países orientales, que en la temporada de verano ven circulando por sus carreteras innumerables vehículos con belgas, holandeses, ingleses, suizos, alemanes del Oeste, etc., sin que se produzca e¡ fenómeno inverso. ...Por qué esta disparidad? —pregunta^. ¿Es que no ha concluido la construcción del socialismo?

«... este fruto maravilloso, por desgracia, tarda en madurar en los países del Este. Se construye el socialismo, pero he ahí que casi a los 60 afioa de proseguir?« 'los trabajo», jla mansión, a cuya edificación se «aqrifica el bienestar y la libertad de un pueblo

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entero, permanece siempre en construcción! Este edificio, ideal en principio, pero que el esfuerzo de tres generaciones no con-sigue poner en pie, inspira por lo menos algunas dudas acerca de la capacidad o la honestidad de los arquitectos.

»Entonces, para enmascarar este fracaso monumental, se busca el refugia del futuro, la gran coartada de los utopistas —o de los tiranos que disimulan sus maniobras bajo el pabellón del progreso y del sentido de la historia—'. El verdadero socialismo no ha eodstido en el pasado, ni existe en él presente, madura para tiempos que aún no han llegado y que nunca llegarán. La Ciudad futura continúa siendo por definición la Ciudad fu-tura —un espejismo retrocediendo sin cesar en el horizonte del desierto—. socialismo siempre es para mañana. En esto es la punta del progreso, pero de un progreso imaginario; sus par-tidarios están avanzados respecto de su tiempo, pero este avance es el del sue&o sobre la realidad.

»Así, desde el instante en que de hecho se ensaya la realización del colectivismo se desemboca en resultados diametralmente opues-tos al ideal por él proclamado: el empobrecimiento en lugar de la abundancia, la esclavitud en lugar de la libertad, lo arbitra-rio del poder central en lugar de la justicia basada en la armo-nización de las desigualdades naturales ¿Por qué? Sencillamente porque se funda en principios extraños a la naturaleza. Estos ofrecen a los arquitectos de la política —tanto si han sido engaña-dos por un falso ideal como si son tiranos cínicos, ávidos de un po-der sin freno—• un terreno perfecto para la construcción de cuar-teles o prisiones, pero que nunca podrá sostener una Ciudad justa y fraternal».

Marcel Qémexit, bajo el titulo LE PAULAILLER ET LA FOURMILIERE, en L'HOMMB NOUVBAU, 615, del 3 lebrero 1974, al distinguir el capi-talismo que denomina de derecho privado y el capitalismo de derecho público, observa respecto de éste:

«La absorción de toda la economía —o de su parte princi-pal— en la zona de derecho público —ea decir, en la construc-ción del Estado— es una consecución real y concreta de la mi-tología marxista. Bajo el nombre de «dictadura del proletaria-do»— se transpone a los proletarios de un régimen salarial basa-do en un contrato de derecho privado (fírmese 0 no éste —se admita o prohiba la huelga—) a un régimen salarial de derecho público en el cuál sólo hay un patrono, un capitalista, un gestor: El Estado. Frente a él no existen sino hormigas: los trabajado-

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res, con el partido único, tí diario único, los escritores presos o internados en sanatorios, la prohibición de las huelgas, de los viajes al extranjero. En suma; el totalitarismo instaurado en la misma raíz del régimen.

»Basta considerar la «evolución» de los países comunistas a partir de 1917, o incluso de 1945»». «Se ha ido de purga en pur-ga. Los movimientos de «liberación» siempre han dado lugar a un sistemático movimiento de endurecimiento. De las minas de Bal, de antaño, al establecimiento psiquátrico, de hogaño, no ha habido progreso: las .minas de sal resultaban menos contrarias a la dignidad que las inyecciones que transforman un hombre en una ruina psicológica viviente. De los resultados económicos no hablamos...».

Pero de ellos hablan tos hechos, como los recordados por Raymaod Aran, en ABC del 15 enero 1974, con el titulo QIANDO LOS CAPITALISTAS SUBVENCIONAN AL ESTADO SOVIÉTICO. Recortamos:

«Hace unos meses los diarios comentaban una noticia cierta y poco menos que increíble: los contribuyentes de la. Comunidad Europea estaban subvencionando al Estado soviético. De hecho se trataba de un suceso lógico y trivial: mantequilla, excedentaria con respecto a las necesidades de la Comunidad se exportaba a la U. R. S. S. a un precio netamente inferior al aplicado en los morados de Europa occidental y el presupuesto colmaba la diferencia.

»Varias semanas después un escándalo estallaba en los Esta-dos Unidos. La Unión Soviética tuvo que adquirir en 1972 cerca de 25 millones de toneladas de cereales, y el Estado norteame-ricano había contribuido con más de 300 millones de dólares y mediante subvenciones a reducir IOB gastos del comprador. Más aún: la intervención masiva de los soviéticos en el mercado mundial de productos agrícolas, y en especial en el de cereales y piensos para ganado, ha provocado un alza de los precios, cansa suplementaria de inflación en los Estados UnidoB».

«El comercio con el Este no representa un porcentaje sustan-cial del comercio exterior de ningún país occidental, americano o europeo. En cuanto se avecina al cinco por ciento, los respon-sables consideran satisfactorio el resultado. En términos generales ese comercio se asemeja, por la naturaleza de las mercancías in-tercambiadas, al que se realiza entre países en vías de desarrollo y países industrializados».

La Unión Soviética vende ante todo materias primas, cape-

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cialmente petróleo, y compra bienes de producción y basta fá-bricas enteras, llave en mano.

»Los soviéticos desconfían de toda eventual cooperación de varios países europeos en la realización de alguno de los vastos proyectos que presentan a sus interlocutores. Se orientan cada vez más hacia diversos métodos de trueque. Un Estado europeo —'Francia, por ejemplo-^- les concede un préstamo destinado a la compra de los bienes de producción necesarios para la cons-trucción de una fábrica o a la compra de la fábrica misma. Las mercaderías que salgan de ésta servirán, entre otras cosas, para pagar aquel crédito.

»El mismo mecanismo está previsto para la explotación del } gas y del petróleo de Siberia.

»Se comprende lo conveniente de esta dase de trueque para la Unión Soviética. Le faltan capitales a causa de un plan dema-siado ambicioso y de un enorme presupuesto de defensa. En cam-bio, habría que fijarse en la duración de préstamos y en el precio al que se facturarán los productos de fábricas soviéticas antes de compartir la satisfacción de que dan muestras los dirigentes occidentales cada vez que anuncian un incremento del volumen de intercambios con la Unión Soviética, esto .es, del volumen de créditos abiertos a nuestros interlocutores moscovitas. La com-paración con los empréstitos rusos de antes de la guerra del 14 tal vez no fuera ventajosa para nuestros actuales negociadores.

En cuanto a construir fábricas exteriores con créditos del Estado, ¿por qué construirlas en la Unión Soviética y no en al-gún país en vías de desarrollo? ¿Por qué precisamente en un país en el que los extranjeros chocan con el muro del secreto y que sigue rechazando la coexistencia ideológica, el libre diá-logo de hombres y de ideas?»

«No critico los intercambios Este-Oeste en cuanto tales. Al contrario, deseo que se amplíen. Pero no veo por qué deben los occidentales conceder condiciones a veces más ventajosas que las que conceden a países amigos en via de desarrollo. La crisis de la agricultura norteamericana resulta, desde hace decenios, de una capacidad de producción excedentaria frente a la falta de dinero de quienes tienen hambre. La quiebra de la agricultura colectivista trastornó de repente las condiciones del mercado.«».

No obstante, evidentemente, lo económico no es lo principal. El citado Marcel Clément, prosiguiendo su referido articulo, insiste en lo que es fundamental:

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«... el colectivismo que suprima lfl iniciativa y la lil>ertad per-sonal en la economía es POR ESE MISMO HECHO una negación práctica de la dignidad del hombre sujeto de derecho (es decir, imagen de Dios) ..a.

I I I . E L INTENTO NEOCAPITALISTA DE REDISTRIBUCIÓN IGUALATORIA DE LA

RENTA POR EL ESTADO.

Joaquín Garrigués Walker, en tercera plana de ABC del 4 dé octubre 1974; en SU artículo LOS GRANDES TEMAS NACIONALES: LA ECONOMÍA, nOS

hiueséra otra solución ya utilizada hoy para colmar las ansias de igualdad:

«... ¿Capitalismo o socialismo? ¿Es esta la única alternativa pata nuestro país? ¿Tenemos realmente que enfrentarnos con ese dilema? En IÓB países del llamado Mundo Occidental, y más concretamente en los países con estructura« de poder democrá-tico, el sistema ecotiómico es el de la iniciativa privada o, sin eufemismos, el capitalista. Pero en ellos también el Estado es un protagonista principal de la vida económica. Allí, la batalla entre la empresa pública y la privada ha estado sometida a los vaive-nes de la vida pública y en particular al turno de los partidos en el Gobierno. Cuando él partido que alcanza el poder es de signo socialista o laborista se recrudece^ por así decir, la política de nacionalizaciones, y si es el conservador aumenta el ámbito de competencia de la empresa privada. Este planteamiento está, sin embargo, perdiendo fuerza en los últimos tiempos por cuanto loé partí dbs de izquierda —llámense socialistas o laboristas— han perdido fe en una política generalízáda de nacionalizaciones, ya que entienden, eii mi criterio con razón, que la socialización, es decir, el reparto equitativo de la riqueza, fce puede obtener por otros métodos más eficaces. En dos palabras, a través de la poli* tica fiscal y del Presupuesto. Con esos instrumentos el Estado tiene en süs manos la máquina más eficaz para igualar la renta de Ibs ciudadanos.

«Asf las cosas en el mundo, pienso que en nuestro caso el tema dé la elección del sistema económico lo debemos abordar con mucho pragmatismo y, sobre todo, sin demagogias de uno n otro signó. De lo que se trata es dé repartir mejor la riqueza. Las diferencias actuales de renta éntre los españoles son inacep-tables si queremos convivir pacíficamente. Para conseguir una mdyor igualdad en esa distribución hay una serie de pasos pre-vios a cualquier otra definición conceptual que en mi opinión serian los siguientes:

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»El presupuesto del Estado debe dedicarse primordialmente a financiar las actividades materiales y espirituales que garanticen un mayor bienestar al mayor número de españoles; la educación, los transportes público», la infraestructura del país, el medio am-biente, etc. El gasto público debe controlarse a su vez por unas Cortes representativas de los intereses comunitarios.

»El aparato fiscal —como contrapartida del control presu-puestario—, debe operar como instrumento definitivo en la igua. lación de las rentas. En ese contexto el fraude es un delito y el castigo la privación de libertad.

»Las Cortes, en tanto en cuanto sean representativas de las tendencias ideológicas del país, deben sancionar la ley de sepa-ración radical de las actividades del Estado de las privadas. Las Cortes, y sólo ellas, definirán cuáles son las actividades reserva-das en exclusiva al Estado compresario. Todo lo demás sería competencia de la iniciativa privada y ningún Gobierno ni mi-nistro tendría autoridad para modificar esas reglas del juego.

El sistema ciertamente no es nuevo. Ha sido ensogado y se practica. Hay experiencias de sus primeros resultados y de sus primeras consecuen* das. Louis Salieron nos ha hablado de ello en varias ocasiones. Reciente* mente, en IT1NERA1RES 155, julio-agosto 1974, vuelve a referirse a ese tema en su artículo JUSTICIA Y POLÍTICA ¿EXISTE UN ÓPTIMO DE IGUALDAD?

donde, hablando del socialismo, explica:

«.„hay otra forma de socialismo: la del que acepta el capi-talismo privado en la producción y establece la igualdad en el reparto por vía legislativa en el ámbito de lo fiscal. Quien pri-mero, que nosotros sepamos, preconizó esta solución fue John Stuart. MÜL Consideraba que ningún sistema era tan apto para asegurar mayor producción de riquezas que el capitalismo libe-ral, en libre concurrencia. Pero que, como este sistema enriquece excesivamente a los capitalistas, el Estado debe restablecer 1« igualdad recaudando los impuestos precisos para distribuir las ganancias superfinas a los menos favorecidos, o bien para crear instituciones sociales en beneficio gratuitamente dé estos.

»Esta segunda forma de socialismo existe, por lo menos es-bozada, en todas las democracias liberales. Generalmente se se-ñala a Suecia como el modelo más perfecto. Se habla del «so-cialismo a la sueca».

»En nuestros días, por lo tanto, pueden indicarse dos grandes sistemas —sean cuales fueren las modalidades nacionales de aplicación—• socialistas-, el comunismo en el cual es abolida por

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completo la propiedad privada de los medios de producción (salvo determinada propiedad individual limitada y sin colabo-ración de asalariados), y el socialismo liberal que admite la pro-piedad capitalista (aparte de la nacionalÍ2ación de ciertas ramas enteras de la producción), pero que asegura la redistribución de la riqueza por medios fiscales».

Sin embargo, en su editorial del 27 de septiembre de 1973, ABC concluía con una interrogante acerca del llamado socialismo sueco:

«... Cabría preguntarse, según este enfoque, si el modelo sueco no ha tocado ya su techo por saturación de equilibrio en la distribución de los recursos nacionales. En los dos últimos años el crecimiento económico de Suecia se ha descolgado ostensi-blemente del habido en las economías occidentales. Suecia ex-porta cada vez más profesionales y fabricas».

Ciertamente, como ha resumido Juan Vaüet de Goytísolov en DATOS Y NOTAS SOBRE EL CAMBIO DE ESTRUCTURAS, 1, D (Speiro 1972) en Suecia, vierte observándose:

• • — Una emigraeión; de las élites, que tratan de buscar fortuna en el extranjero.

— Grandes dificultades para las pequeñas empresas, mientras el capital sigue concentrándose. Jean Parent, en EL MODELO SUECO, dice que en Suecia el capitalismo privado está más concentrado'que en parte alguna y domina absolutamente la esfera de la. pro* ducción.

— La creación de más puestos de trabajo fuera de Suecia que en ella, hasta el punto 'de haberse transferido buena parte de su producción textil a Finlandia, Portugal, Yugoeslavia..., fa-cilitándolo di hecho de que los beneficios de los grandes grupos capitalistas suecos se realizan principalmente en el extranjero. Así se ha deteriorado la balanza de pagos, y producido una ne-morragia de divisas.

— El incremento del fraude fiscal es constante, pese a las medidas cada vez más draconianas para perseguirlo. La proximi-dad del techo de los impuestos directos, impulsa a la elevación de los impuestos indirectos.

—• Sobretodo, decae cada ves más el estímulo para la inicia-r tiva. Jean de Saint Chamas^ ea «EL SOCIALISMO CONTBA EL PHO-

CRESO, en VERBO 94, señala que lo más grave es la pérdida del gusto por la' iniciativa y por la libertad, ya profetizado por Too

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queville: «los hombres toman gusto a sn estado de dependencia». Dice Piaren? que «el peso de la imposición es cada vez más in-soportable y destruye poco a poco los incentivos para el creci-miento», mientras «la evolución espontánea vuelve á crear des-igualdades».

En cualquier caso, como observa Gustave Thibon en otro de sus mencionados BJLLETS:

«La superfiscalidad, cuyo objetivo teórico es el reparto más equitativo de los recursos de la nación, conduce paralelamente a la proliferación de una burocracia parasitaria, a la evasión de los capitales y al fraude fiscal, factores negativos de los cuales las primeras víctimas son los ciudadanos más indefensos».

Digamos que, como observó el Pariólo Socialista de Francia, en su TRAITÉ MARXISTE D'ÉCONOMIE POLLTKJTIE (París, Edic, Sociales, 1972), la política fiscal, crediticia y social francesa, está conduciendo a:

— que «se acreciente él peso de los grupos monopolistas en la sociedad».

— que «el capitalismo monopolista de Estado [(ase actual del capitalismo monopolista aliado al Estado tecnocrático] ex-tiende al mismo tiempo y necesariamente él asalariado».

— «reducir las bases sociales de la burguesía monopolista».

La concentración y falta de competencia aumentan mientras esa poli-tica es mantenida. Pero además, se han observado, cómo hizo notar Luis Olariaga en su discurso inagural del curso 1967*1968 de la> Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que existe otro pernicioso efecto de los ataques del Estada al capitalismo clásico por los flancos laboral y fiscal:

«Al capitalismo vocacionaL prudente administrador, aunque con muchos defectos —quién lo duda—, le está sucediendo tran-sitoriamente un capitalismo improvisado, ocasional, especulativo y aventurero: un capitalismo a corto plazo».

Además, al aumentar progresivamente tas explotaciones que se hacen insoportables a ta empresa privada, el Estado va viéndose obligado a hacerse cargo de ellas, y así puede ocurrir que, dentro de un término in* determinado, temine:

«el periodo eri que puede decirse que el socialismo vive del capitalismo, en qué absorbe las ganancias que este ultimo aporta al fisco o a la inversión. Después viene la dura realidad, cuando

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fto hay enemigo que afronte responsabilidades y pague cuentas, y es inevitable crear uzia autoridad qué imponga legalmente las condiciones de trabajo qde adopten el nivel de coneiimo al nivel de producción.

En él ínterin, se recorre a la inflación corno remedio de aquéllos desa-justes económicos, Miltcio Friedmatfc contestando a una entrevista publi-cada en REAUTES de septiembre de 1974 y que firma Alfred Max titulada MÁS VALE FLOTAR CON FRIEDMAN QUE ZOZOBRAR CON KEYNES, es muy rotundo en señalar ai culpable:

«... En realidad» no hay más que mía fuente de inflación. No és el petróleo, no es la energía, no son las empresas, por pagar salarios más elevados a su personal, no son las empresas las que aumentan sus precios: Todas estáis son unas simples consecuen-cias, pero no las causas de la inflación. La inflación se produce cuando un Gobierno gasta dinero, que se procura creando mo-neda por emisión de billetes, o por crédito, directamente o a través de los bancos que controla, más bien que apelando a los impuestos o a los empréstitos, haciéndolo a un ritmo mayor que el del aumento global del producto nacional.

»Toda medida que en Francia, o en cualquier otro lugar, reduzca él ritmo de aumento de la masa monetáriá, será eficaz para hacer más lenta la inflación. Toda medida que no reduzca este ritmo, con relación al aumento del producto nacional, será ineficaz. Lo qúe cuenta no es lá evolución de tal o cual precio, o cual ¿alario, o grupo de salarios. Es la masa global de los gastos qiie cubren todos los bienes y todos los servicios. La economía se parece a un globo: Si se oprime en un punto, el aire se recbaza hacia otros puntos».

«... La inflación es una forma de impuesto* aun cuando no se átreven a pronunciar su nombré, que no necésita voto alguno del Parlamento, y que no es conocido, por el público, más que en el momento en que se cobra. Como el alcohol, los buenos efectos se hacen sentir én primer momento y los malos se hacen sentir después. Inversamente, si se practica lit abstinencia, apare-cen los inconvenientes en primer lugar y las ventajas más tarde: precios moderados, economía estable y próspera. La inflación permite, por Consiguiente, a quienes ocupan él poder, con la vista puesta en las próximas elecciones y no én las perspectivas a lárgo término, que muestren como superada la perpetua contradi* ción de la vida pública, en la que cada uno exige del Estado roa-

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yorea gastos, a condición de no pagar mas impuestos. Se preten-de, a veces, que una dosis limitada _ de inflación actúa como lubri-ficante de los engranajes sociales.

»Pero sucede, necesariamente, que llega un momento en que la inflación adquiere proporciones tan grandes, en que las in-justicias y las tensiones resultantes son tan notables, tan insopor-tables, que desencadenan presiones políticas. Estas son las di-ficultades que empezaron para los Gobiernos (ayer para Reath, hoy para Tanaka). Este ee el momento en que nos encontramos, el momento en que la inflación empieza a poner dé relieve sus malee

Me ha parecido siempre particularmente chocante ver a los Gobiernos, únicos responsables de la inflación, invitar a sus victimas a que se dejen expoliar».

I V . ¿ACASO EXISTE UN ÓPTIMO DE DESIGUALDAD?

Volvemos al referido artículo de Salieron, en ITINERAIRES 185, para ver cómo resuelve esa pregunta que él mismo plantea:

«Cualquiera que sea el régimen siempre hallamos desigual-dades, y siempre observamos una voluntad más o menos expre-sada, más ó rnenos evidente, de igualdad..

»Siendo así, la cuestión está planteada del siguiente modo: ¿es posible la igualdad absoluta? Previamente aún, ¿es deseable? Inversamente, ¿la. desigualdad es inevitable?, ¿es mala?».

¿as primeras observaciones que estas preguntas le suscitan son de orden general:

«En el terreno de lo abstracto, podríamos contentarnos con decir que la igualdad es una noción conceptual y puramente ma-temática. El mundo real es un mundo de desigualdad por el simple hecho de que jamás existe identidad entre dos elemento« de la realidad.

»Los individuos no gon idénticos, nunca son iguales, pero los derechos que la ley les confiere y los salarios que perciben pue-den ser iguales. Esta introducción del concepto y de la aritmética en la sociedad crea precisamente el problema de la igualdad.

»La igualdad podríamos definirla como el ajustamiento de estas igualdades teóricas a las desigualdades humanas.

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»Son precisos criterios». «... la historia no» enseña que los grandes movimientos de

reivindicación igualatoria, en diversas épocas y distintos países, han tendido menos al logro de. la igualdad absoluta que a la abolición de cierta modalidad de la desigualdad».

«Simplificando las cosas, consideremos la igualdad económica según la imagen que evoca en todas las mentes, es decir, como la igualdad de recursos en dinero atribuidos a todos los indivi-duos. ¿En qué grado puede lograrse esa igualdad?

»Aun iuites de saber si esta igualdad puede ser total, nos da-mos cuenta en seguida de que solamente el poder político puede imponerla en el mayor grado posible. Digamos que su plena consecución exigiría él salariado universal. Toda libertad eco-nómica, efectivamente, engendra la desigualdad. Incluso si esta desigualdad pudiera ser reducida de golpe por medios fiscales, no podría alcanzar el grado de igualdad que permitiera, al menos teóricamente, el reparto por medio del poder político de todos los recursos pecuniarios.

»La desigualdad suprimida, por el poder podría, no obstante, renacer por otro lado a causa de las actividades clandestinas, que siempre bailarán una manara de ser remuneradas por acuerdo de los interesados. A punta de lanza, la igualdad, si no absoluta por lo menos lo más perfecta posible, sólo podría conseguirse por la esclavitud y con la esclavitud más rigurosa. -

»Nadie, evidentemente, sueña con un régimen así, del cual la historia: no ofrece sino aproximaciones;

»Volvemos, pues, a la pregunta ¿cuál es la menor desigualdad posible?.

Veamos cómo en el estado actual de nuestra sociedad puede concre-tarse el problema:

«... ¿cuál es el índice de desigualdad susceptible de asegurar a la vez el máximo de producción global de riqueza y la menor desigualdad de su reparto?

«Situándonos por encima de la mera perspectiva económica, es decir, en una perspectiva social más generaL podríamos fon mularla de la manera siguiente: ¿En qué proporción lq libertad y la igualdad deben ser aseguradas para que una y otra..alcancen su máximo, dado su carácter contradictorio?*.

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¿Es posible establecer científicamente, de modo matemático, la desigual-dad económica impuesta inevitablemente como fenómeno natural? Salieron se remite a Vilfredo Pareto en el capítulo II del libro 111 de su Curso en Economia Politica, quien afirma que la inducción de la curva de la renta le ha permitido deducir dos teoremas nuiy importantes:

«El primero de estos teoremas nos muestra que la distribución de la renta no es un producto del 'azar. El segundo nos permite conocer que para elevar el nivel de la renta minima o para disminuir la desigualdad de las rentas, es preciso que las rentas crezcan más rápidamente que la población. Por eso, vemos que el problema de la mejora de la condición de las clases pobres es ante todo un problema de producción de la riqueza».

También recoge la conctusión de R. Giibrat, EN su obra LES INEGALI-TES ECONOMK3UES:

«Hemos podido demostrar que las rentas y las fortunas se distribuyen entre loia hombree con igual desigualdad desde hace cerca de cinco siglos y que, por lo tanto, todas las conquistas económicas 7 sociales no han tenido influencia sensible al res-pecto».

Sin duda —sigue Sálferori—

«Intentar ciegamente el logro de la igualdad absoluta, o aún una igualdad 'excesiva, cofóporta los riesgos:

—> sea de disminuir la renta nacional, y la parte de cada uno: — sea el de BU fracaso que, por contragolpe, podría llevar a

la instauración de una desigualdad mayor de là que se quiso suprimir ;

— sea, en fin, a la instauración de un régimen totalitario en el cual la igualdad, que seguramente no sería superior, iría vero-símilmente acompañada de una reducción de la renta per capita y, en cualquier caso, resultaría gravosamente pagada en el ám-bito de la libertad».

En el mundo occidental, en tos últimos pasados años, sigue explicando Salieron, acabó por imponerse en todos los gobiernos una idea generai:

«-. qUé el pteño empleó es el primer imperativo de la econo-mía y que el incremento de los salarios es el medio más seguro para crear là prosperidad asegurando el derroche de una pro-ducción qué ¿I progreso técnico hace ilimitada. El prodigioso

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desarrollo de la riqueza, característico los veinte últimos años, consagró al Keynesianismo como un dogma para la opinión pú-blica. En eü momento actual los economistas se preguntan si realmente no constituye sino una verdad parcial y circunstan-cial que debe integrarse en mía verdad más general que le señale sus límites. Acerca de eso invita a reflexionar seriamente la actual inflación permanente y creciente. Pero lo cierto es que de hecho el alza continua de los salarios, a la vez nominal y real, se ha presentado como justificación del socialismo (aunque pro-ceda de Estados Unidos) puesto que el socialismo ge ha presen-tado siempre como ej defensor de los asalariados. Concretamente, pues, el clima de pleno empleo y alza de salarios sostienen el prestigio del socialismo, con sus notas de igualdad y seguridad».

La política de los gobiernes' ha consistido de modo general en:

«1) elevar los salarios mínimos, »2) cerrar en lo posible el abanico de salarios, »3) aumentar la redistribución de la riqueza (asignaciones di-

versas, seguridad social, jubilaciones, múltiples Servicios gratui-tos, subvenciones de todo género, etc.).

Con ello se han ido produciendo los siguientes fenómenos:

«Las actividades independientes hallan grandes dificultades para subsistir en este régimen y van desapareciendo progresi-vamente..^.

«El desarrollo del régimen salarial resulta favorecido por tres hechos:

1) los «independientes» débiles tratan de convertirse en asa-lariados para obtener cierta seguridad;

2) la concentración mata las actividades independientes; 3) el Estado prefiere el salariado que le permite dirigir más

fácilmente la economía y asegurar mayor igualdad en las situa-ciones personales».

Sin embargo:

«... a través de la generalización del salariado, se observa una situación global caracterizada por ciertos datos que irritan a la opinión pública y desmintiendo las esperanzas de igualdad y de seguridad a los que únicamente el régimen salarial podía res-ponder:

—• Las estadísticas presentan del modo más falso la situación

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real de los individuos según las diversas categorías de remunera-ción. A veces el salario oficial es la única fuente de recursos de un individuo, pero en otras va acompañado de diversas mo-dalidades de gratificación.«

— »La composición del hogar, con un solo salario, o dos, o más. con cargas familiares extremadamente diversas (hijos, pa-dres, personas achacosas o enfermas) crean enormes desigualda-de*_

— »Según los sectores los asalariados pueden defenderse vi-gorosamente (gradas a los sindicatos o sencillamente a la ley de la oferta y la demanda) o, por el contrario, resultan totalmente impotentes. Sin embargo, abundan los sectores débiles y éstos no interesan a los dirigentes políticos.

— »Pese a la voluntad de asignar a todos el mínimo vital, una población marginal muy importante, el «cuarto mundo», vive en la más extrema pobreza, a veces en la total miseria. El clásico pauperismo, lejos de haber desaparecido, resulta de una realidad más aguda que antes.

—»En resumen, la generalización del salariado va acompañada de múltiples desigualdades, vivamente sentidas, y que son com-batidas por los mismos métodos que las engendran, pero a las que no se halla el modo de sustituirlas».

A su lado:

«... un pequeño número de dirigentes del gran capitalismo y dé la multitud de empresarios del capitalismo «salvage», se aco-modan perfectamente a la proliferación legislativa y al laberinto administrativo, en que operan con nna libertad de hecho próxi-ma a la anarquía...».

«Legales o ilegales, sus actividades se emparentan a las del mercado negro, que es la forma normal del mercado cuando el estatismo y la reglamentación paralizan él ejercicio de la liber-tad. Esta jungla engendra los escándalos en los que el reino de la desigualdad triunfa y hiere más vivamente a la opinión».

Por otea parte, el hombre individual:

«... se siente cada vez más y cada vez más de prisa, más dis-tanciado de la riqueza de los más ricos, del poder dé los más poderosos y del saber de los más sabios. La capitalización de lo colectivo hace cada vez más insignificante la capitalización de lo individual y lo personal». «... Ante el temor de ser aniquilado el

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- individuo busca fundirse en lo colectivo y llama en su socorro al Estado-.».

En su conjunto:

«... la situación se caracteriza en todos los ámbitos por fenó-menos antitéticos:

— aspiración creciente a la igualdad y a la seguridad; — sentimiento creciente de desigualdad e inseguridad; — llamada a la intervención estatal, temor a la omnipotencia

burocrática; —> desenvolvimiento constante de la igpaldad y la seguridad

a través de la legislación fiscal y social, desarrollo constante de la desigualdad por el liberalismo salva ge y la rígida falta de realismo de la reglamentación administrativa;

— exasperación del individualismo contestatario; masificación BoriaI~».

Salieran vuelve a insistir "¿Existe un grado fipteno de desigualdad?" . Trasladada ta cuestión a la desigualdad económica, responde que lo hay: l.b A partir del punto donde ta igualación de rentas, traería consigo

una subsiguiente y consecuente disminución de la renta nacional. 2P En cuanto sea necesaria para una adecuada jerarquía de activida-

des profesionales y sociales, que exige diversidad de consideraciones eco-nómicas.

3.° En la requerida peora ta conservación de los diversos valores so* cíales no económicos pues:

«Si nuestra sociedad occidental conserva aún un lote apre-ciaMe de los valores íliumanosl, es debido a que aún subsiste la libertad y la solidez de costumbres forjadas a través de siglos. Pero este patrimonio de civilización se desmorona rápidamente y la obsesión igualatoria, a la par que el progreso de la tecnología, nos conduce insensiblemente esa «definitiva y perfecta termitero» que anunció Paul Valéry.

¿Quién, por otra parte, no es consciente de qtte la multipli-cación de las disposiciones legislativas dirigidas a acrecentar la igualdad y là seguridad engendra perpetuamente nuevas desi-gualdades y una inseguridad nueva? Todo el mundo teme »1 Leviatán totalitario, que nivelaría nuestras personas por la es-clavitud y nos obligaría a tralraìar para instaurar su dominio universal».

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Apostillando a Salieron, añadiremos que si la igualación mastica y elimina la libertad, necesariamente adormece o mata la interacción social sin ta cual no puede haber verdadera participación, pues ésta requiere compe-tencia;, iniciativa y responsabilidad en la esfera de cada cual, naturalmente distinta y libre,

V . ¿PUEDE SENSATAMENTE CENTRARSE TODO EN LA MAYOR PRODUCTIVIDAD

Y EN LA MAyOR IGUALDAD ECONÓMICA?

La crónica de Londres de Alfonso Barra, en ABC del 22 de octubre de 1974, nos refiere ta respuesta a esta pregunta que pocos días antes había dicho él ex ministro conservador Sir Keit Joseph:

«Dice sir Keitb en su discurso que la economía es una parte de lá política, pero no es su alma. Las promesas electorales y los anticipos de los mendigos que suspiran por el Poder riegan el país con utopías que no son realizadas jamás. Epa actitud agrava el conflicto social y fopjenta un sentido de frustración. Con esos sentimientos se debilité la vida económica.

»Sólo puede haber una economía sana en un cuerpo político con buena salud. Los conservadores progugnan las libertades in-dividuales, la descentralización administrativa, lá responsabilidad individual y la independencia.

»Desde ese pasaje del discurso, abre fuego arrasador contra el socialismo. Los conceptos que siguen a continuación no son aptos para los fieles y entusiastas de ese «redo político. ; »Los conservadores se oponen a las nacionalizaciones y al

crecimiento délos controles del Estado sobre la vida económica. No lo hacen para defender a los propietarios, sino para amparar las libertades del individuo y evitar reí empobrecimiento general que alientan las corrientes nacionalizadoras.

»Los conservadores propugnan la libertad de educación para que los padres elijan el sistema y los centros que consideren me-jores. Sir Keith defiende, en especial» los valores civilizadores de la institución familiar, «los cimientos sobre los que se alza la nación». Ahora' esa base está minada y con unos apoyos ende-bles el país irá a la ruma de la mano de cualquier política brin-dada por los partidos.

»El bien y el mal y la idea de disciplina están pasados de moda en el régimen actual. Son preferidos los térudnos «sociedad tolerante» y «sociedad colectivista». El socialismo activo arrebata

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a la familia y a sus miembros las oportunidades que facilitan la cohesión en el seno de ese organismo naturaL

»Los padres son privados del deber de satisfacer las necesi-dades económicas de ia familia y de las responsabilidades por la salud, la formación, la enseñanza moraL el consejo y el deber de ahorrar para la vejez. Cuando la sociedad acapara esas res-ponsabilidades el individuo se hace irresponsable.

»Los resultados de la nueva utopía están a la vista. El cri-men, la violencia, los malos tratos a la esposa, apalear a los hijos son el fruto de aquellas tendencias. La teoría dice que si se pro* pina el golpe de gracia a la pobreza material, los males citados desaparee»!. Lia experiencia, sin embargo, da otra lección. El auge del vandalismo, la delincuencia juvenil, la deserción de las adías escolares, el gamberrismo, el analfabetismo y la decadencia de los niveles educativos coinciden con el desarrollo de los presupuestos para la enseñanza pública y la seguridad social.

»Escuelas británicas están dominadas por pandillas que exigen contribuciones económicas a los demás alumnos. Crecen las ci-fras de los embarazos de jóvenes con menos de veinte años y el alcoholismo, los delitos seíxuales y los crímenes sádicos. Por pri-mera vez en siglo y medio, desde que el conservador Robert Peel fundó la guardia metropolitana, hay barrios de las ciudades inglesas donde no hay seguridad para el transeúnte, ni de día ni de noche. ^

»La lucha por la igualdad aporta una desigualdad creciente. En las Universidades, que deberían ser templos de la verdad, los «jóvenes musculosos» de las izquierdas facilitan una visión anti-cipada de lo que sería una dictadura de aquel color. Esas tácticas son alentadas por algunos miembros de los claustros universita-rios, especie de cuclillos que anidan en el seno de la democracia, y por la timidez de unos y la apatía dé Otros. Y, sobré Codo, por la cobardía moral que aflora en la vida pública.

»Esas corrientes se remansan, a veces, en las escuelas de los distritos pobres: En ellas se rinde cnlto á la rebelión contra la «sociedad injusta», contra la autoridad y se prepara también la rebelión contra la autoridad de la familia. Así la retórica fácil dé la libertad es tapadera para encubrir todas las irresponsabi-lidades.

»Las antiguas virtudes del patriotismo y dél orgullo nacional son denigradas en nombredel internacionalismo y del amor por todos ios hombres. Pero es imposible amar a la humanidad en-tera sin amar al compafriotd. George Orwell descubrió a los in-telectuales de izquierdas como hombres movidos por uft odio a

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ra país. Socialistas que pregonan el amor a los hombres no pue-den soportar a sus paisanos».

Es muy sensato a este propósito lo que Estanislao Cantero escribió en su articulo ESTATISMO Y LIBERTAD. LIBERTAD DE PRENSA Y LIBERTAD PE ENSE-ÑANZA, en EL PENSAMIENTO NAVARRO del 12 octubre 1974, del que transcribimos los primeros párrafos.-

«La sociedad en que vivimoB está llena de incongruencias, de intentos de amalgamar posturas que se excluyen mutuamente, de conciliar lo imposible. Intentos que vienen de siglos atras, fruto de los cuales ha sido el sacrificio paulatino y constante de la libertad y la justicia ante un estatismo creciente.

»Cuando el Derecho se convierte en norma emanada del po-der del Estado, sin posibilidad de otra fuente del mismo y de-pendiendo tal norma solamente de la propia voluntad del Esta-do, la justicia desaparece^ a no ser que se admita como tal cualquier normatividad estatal por monstruosa que sea, inclui-das las disposiciones raciales nazis y las deportaciones en ma-sa del Stalin. •

»Como consecuencia,, la libertad también desaparece a medi-da qué se suceden unas a otras las disposiciones del poder po-lítico, reduciéndose: más; y más el campo del obrar humano conforme aumenta el del Estado, quedando finalmente reduci-do a. aquello que el Estado le permite, basado tan sélo en la propia voluntad estatal, con independencia del campo de ac-ción que corresponde al hombre en cuanto persona individual y sociaL

»En definitiva, la sociedad, como entramado de relaciones entre sus diversos miembros y grupos, relaciones variadísimas, que responden a la cotidiana y pluriforme vida social, acaba por morir aniquilada por el peso del poder estatal, ya sea por an-quilosarlas, ya por suprimirlas y las cuales no puede crear (y de ahí el fracaso de intentar el corporativismo desde arriba). Relaciones que obedecen a la sociabilidad del hombre, y que corresponden a la organización social en grupos o cuerpos in-termedios entre el hombre y el Estado, en que se plasma el uso de libertades concretas.

»Cuando el poder del Estado se acrecienta disminuye el de la sociedad, el de las personas individuales y el de los grupos que la forman. Cuando el poder del Estado sea absoluto, el de la so-ciedad será nulo. Recordemos. que d Imperio Romano cayó por el poder absoluto del Estado, según los relata Rostovtzeff, o co-

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mo señaló Gonzague de Reynold, porque el «país legal» arrui-nó al «país real»».

V I LA PARTICIPACIÓN EN LA CULTURA.

La noción de participación resulta indudablemente afectada al introdu-cirse en ella ta idea de igualdad o> mejor dicho, de igualación. Él efecto, ésta consiste en acentuar la función de reparto, que es pasiva para el par-ticipe y desdibuja su aspecto activo imprescindible para ta verdadera par-ticipación.

¿puede repartirse la cultura o hay que conquistarla con el propio es-fuerzo? ¿Cuál es la finalidad de la cultura?

Vintila Horia, en su articulo ESTADO Y CULTURA SEGÚN NIETZSCHE, pu-blicado en YA del 29 noviembre 1974, se ha ocupado de ambas cuestiones:

«Desde hace más de un siglo, lo que tratan los gobiernos ilustrados de Europa occidental y de América es difundir la cultura, transformarla en algo, alcanzable para las masas».

«LOB mase media serían, pues, los instrumentos P prótesis ca-paces de hacer llegar hasta la mente intelectualmente mis ana-corética o separada la luz de la cultura.

»Dicha tendencia cobra a mediados del siglo pasado matices de verdadero frenesí demagógico, cuando el Estado dominador, el Estado capaz de mover tisdos los resortes; de una comunidad, toma en sus manos las riendas de la distribución y, luego, basta las de la creación de tipo cultural».

« Y es, precisamente, en contra de esta democratización de la cultura que, se eleya Federico Nietzsche con un librito poco co-nocido por sus admiradores y publicado recientemente en una colección de bolsillo francesa («Sur l'avenir de nos établessements cPenseignement»). Se trata, de una serie de conferencias que el joven catedrático dicta en la Universidad de Basilea y que des-piertan en Beguida el interés de "Wagner y de otras personalida-des contemporáneas, pero no dejan de asustar e indignar a los ambientes universitarios de la época».

«Dicho sea de paso, otro escritor alemán famoso, Hermann Hesse, en su novela filosófica titulada «El juego de los abalo-rios» satiriza cruelmente una cultura (su libro se sitúa en un futuro no determinado, , más allá quizá de las fronteras del año 2000) creada y analizada en la «tercera página» de los periódicos, es decir, en el suplemento literario de la prensa cotidiana; mien-tras la verdadera cultura sería para él la que siguen practicando, en un juego cada vez más- sutil, los que se retiran a los claustros,

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más o menos eclesiásticos, de ios conventos, es decir, a las más modernas torres de marfil y las más exclusivistas.

«No se trata, afirma SI [Nietsche], de hacer regresar de la Universidad a unos seres culturalmente formados, sino a unos futuros ocupantes de ciertos puestos de trabajo, digamos inte-lectual, en el marco de la sociedad alemana. Y lo que sucedía entonces sigue sucediendo boy en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, etc. El estudiante no va a estudiar por amor a la cultura, sino por amor a si mismo y a su seguridad futura. Lo que la Universidad le ofrece es un sistema de arreglársela, de ganar dinero, de satisfacer sus necesidades elementales en un país determinado.

»¿Cómo van a;salir creadores de cultura, se pregnnta Nieta 8che, de este ambiente cargado de utilitarismo? «EL hombre —es-cribé— debe aprender mucho para poder vivir, para poder lle-var adelante su combate por la existencia; pero todo lo que él hace y aprende en este sentido no tiene nada que ver con la cultura. Esta, al contrario, no comienza a mánifestarse sino en una atmósfera que se halla muy por encima de éste mundo de miseria, de este mündo de la lucha por la existencia, de la ne-cesidad».

»Y luego: «Por consiguiente, amigos, no confundáis'esta cul-tura, esta diosa etérea de pies suaves, delicada, con aquella sir-vienta qué se llama a veces «Cultura», pero qué no es sino la camarera y la consejera intelectual dé lá miseria de la vida, del lucró, de la necesidad. Toda educación que deja entrever al cabo de su carrera ún puesto de funcionario o una ganancia, no es una educación para la cultura tal como nosotros la comprende-mos, sino una indicación del Camino por el cual uno salva y protege su propio sujeto en la lucha pór la existencia».

»Lo que hace, por consiguiente, la Universidad es ensanchar y debilitar a Lá cultura. Ensanchar el sentido de diluir, que llega a confundirse con reducirla, minimizarla, deformarla hasta aniqui-larla.

»Esta conclusión nos plantea en seguida otro problema tan grave como el primero, el del papel del Estado en este proceso de deformación de la cultura. Problema que acaba de suscitar acentos de grave advertencia en un artículo que Eugenio Ionesco publicó recientemente en «Le Fígaro». El famoso dramaturgo, autor dé aquella maravillosa e inolvidable defensa de la libertad que fue «Rinocerontes», vistió recientemente a un congreso en Helsinki en pro de la cultura, donde ésta estaba representada por

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unos políticos que pretendían indicar a los hombres de cultura el camino verdadero hacia la creación. Colmo de la decadencia y del farisaísmo, según Ionesco.

»La visión es aterradora si contemplamos no sólo los frágiles dominios culturales del mundo occidental, donde cultura se con» funde ya con «cultura popular», pero si echamos una mirada al mundo donde el Estado es todo, también cultura y comporta-miento cultural, donde el escritor y el pintor tienen la posibili-dad de vivir gratis en aparatosos albergues para la creación, con el fin de producir novelas y pinturas alabando la forma de ser del Estado en que viven, i entonces los lamentos de Nietzsche nos aparecen como justificados. Es esto lo que llegó a ser la cultura en una , línea de servidumbre, con respecto al Estado, tal y como Hegel la había preconizado en su sistema. Sin embargo, (cuánta temible diferencia entre el Estado prusiano do 1870, modelo de Hegel, y la Alemania hitleriana o la Rusia soviética! El indivi-duo está boy obligado a servir un sistema al que no acepta. El ciudadano, tanto en Occidente, pero sobre todo en los regímenes comunistas, no quiere saber nada de la «polis» en que vive, no Be interesa por ella, la considera como un abuso y una anorma-lidad. El artista representa y explica esta situación. Es el caso de Soljenitsin, y es también el caso de la «generación perdida» en Estados Unidos, en seguida después de la primera guérra mun-dial».

V I L E L ESTADO Y LA CULTURA.

Los recortes que acabamos de reproducir nos replantean la cuestión del papel del Estado en el ámbito de la cultura, de la enseñanza e incluso de la información, y la consecuente relación entre éstas y las libertades correlativas.

En la segunda parte de su articulo antes referido Estanislao Cantero trata con rigor de éste último problema:

«ABC» en un editorial del 21 de septiembre se lamentaba —con razón— de la expropiación (estatización) por parte del Estado de los más importantes diarios del Perú, señalando con acierto que la libertad de prensa es imposible si loa periódicos son del Estado.

»Sin embargo, lo que ha ocurrido en Perú no es sino la con-secuencia lógica, obligada al llevar hasta sus últimas conse-cuencias un principio anterior en que se contiene tal aplica-ción de la estatización de la prensa, cual es de la estatización de la enseñanza.

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»En Perú, como en muchos otros países, se ha considerado e impuesto que la enseñanza es función esencial del Estado y, como en muchos otros países, ha visto la luz una Ley de Edu-cación en que asi se establece.

»Ahora bien, si se considera que la enseñanza en las aulas es función del Estado, si en consecuencia tal enseñanza ha de es-tatizarse y monopolizarla el Estado, entonces, no comprendemos que quepa deplorar ni lamentarse por la estatización de la pren-sa. Y, como había observado Víctor Pradera, no sólo de la pren-sa, sino de toda la cultura en sus diversas manifestaciones.

»Porque si la cultura oral, la cultura de las aulas es función del Estado, no comprendemos por qué motivo no ha de serlo también la enseñanza escrita, cualquiera que ésta sea.

»¿Por qué motivo es función del Estado la enseñanza escolar y universitaria y no lo es, en cambio, la enseñanza a través del libro o del periódico? ¿Por qué es función del Estado la trans-misión de la cultura a través de la enseñanza escolar y no ha de serlo por medio de cualquier otra manifestación cultural co-mo el libro, el cine, la radio o la televisión?

»¿Por qué tengo libertad para escribir en la prensa o el li-bro y no he de tenerla para enseñar o aprender en las aulas?

»Defender ; la libertad de prensa como defender cualquier otra libertad está bien; pero es una incongruencia defender al mis-mo tiempo la estatización de la enseñanza; permanecer silen-cioso cuando se elimina la libertad de enseñanza.

»Libertad de enseñanza que tiene implicaciones y no lejanas con la propia libertad de prensa. Esta queda reducida desde el momento en que el Estado exige ser periodista para poder di-rigir un periódico o una revista; y no digamos ya lo mediatiza-da que resulta cuando, para ser periodista, es necesario acudir, precisamente y exclusivamente, a unas aulas a aprender lo que el Estado quiere, y tal como lo quiere.

»La libertad de prensa comienza ya con la formación del pe-riodista, que será qnien posteriormente informará al público a través de IOB periódicos. ¿Tal información no dependerá de la formación y enseñanza que se dio al periodista? ¿No vendrá determinada (mediatizada desde luego) por lo que en su día el Estado quiso que se enseñara al periodista?

»La libertad de enseñanza es esencial para la sociedad; es in-herente a la misma. El poder cultural —enseñanza en las au-las, libro prensa, cine, etc.— le corresponde a ella y no al Es-tado. Sin tal libertad^ el hombre aprenderá en las aulas lo que el Estado quiera y tal como quiera que lo sepa.

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»Libertad de enseñanza que supone libertad para enseñar: pa-ra abrir y establecer centros docentes, para elegir métodos y programas...; y también libertad para aprender, es decir, para elegir el tipo de enseñanza que más nos guste: la familia res-pecto a sus hijos menores, el propio estudiante al llegar a cier-ta edad.

»Tal libertad no existe cuando la enseñanza es estatal. Esta impone los centros, IOB métodos, los programas y los profesores.

»Sin embargo, se arguye que la enseñanza estatal es la única forma de garantizar a todos una enseñanza. Lo que es falso, puesto que si el problema es la falta de centros (problema aún no resuelto pese a la estatización creciente), lo que el Estado ha de hacer es establecerlos subsidiariamente, pero no impi-diendo a la sociedad el uso de la libertad de enseñanza.

»Hay quien dentro de la tesis de la enseñanza estatal, reda-ma la libertad de enseñar para el profesor y el catedrático, con lo que se piensa que se ha obtenido la libertad de enseñan-za. Sin embargo, tal tesis es falsa, porque si es cierto que hay libertad para enseñar respecto ¿1 catedrático o el profesor, no la hay en cambio para aprender, puesto que el alumno deberá aguantarse con la enseñanza del profesor, sea Iá que sea.

»Por otra parte, la enseñanza del Estado se desarrolló con-juntamente con la tesis de la enseñanza neutra o laica, argu-mentando que la Iglesia coartaba con su dogmatismo la liber-tad de enseñanza, porque le ponía límites. Pero tales límites se reducían a ios dogmas, fuera de los cuales, lo que no lo sea —co-co explicaba Enrique Gil y Robles—, aunque sea error, entra en el dominio de lo que Dios dejó entregado a las disputas de los hombres: «in dubiis libertas».

»Hoy, en cambio, se rechazan tales límites y en cambio se aceptan todos aquellos que el Estado impone según su interés momentáneo; no se protesta de. que el Estado impida esto o aquello, o de que imponga ésta u otra directriz. Bajo la tu-tela de la Iglesia no había libertad de enseñanza; con la en-señanza estatal, en cambio, aquélla es realidad. No sé si real-mente alguien podrá creerse esto.

»Cuando el Estado monopoliza y estatiza la enseñanza, y se ve con complacencia o basta se aplauden tales medidas, quejar-se de la estatización de la prensa en Perú, o de los cánones ar-tísticos y culturales impuestos por el Estado en la Unión Sovié-tica, es un contrasentido y una inconsecuencia. Porque tales he-chos son el desenvolvimiento lógico, el punto final a que lleva

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el principio de que es el Estado el encargado de proporcionar la cultura y la enseñanza.

»Incongruencia y contrasentido es —como habían observado los juristas de las regiones {orales: Costa, Duran y Bas, Torras y Bages... —reclamar libertades políticas y asentir a la pérdida de libertades civiles; ofrecer aquéllas y negar o impedir éstas. ¿De qué me sirve votar periódicamente una ley o un gobernan-te (sobre lo que con frecuencia no estaré capacitado por la complejidad del asunto) si no puedo estudiar más que donde el Estado me mande, o si los hijos no pueden recibir la enseñanza que sus padres quieren para ellos, o si no pueden enseñar libre e independientemente del Estado?

»Incongruencia y contrasentido es decirle al hombre: tú no sabes-lo que te conviene aprender, tú no sabes lo que es con-veniente para tus hijos, tú no sabes lo que has de enseñar; y al mismo tiempo decirle: participa en el gobierno de la nación, vota a tus gobernantes, vota las leyes.

»Incongruencia y contrasentido es reclamar participación y decisión a niveles nacionales mientras se permanece impasible cuando no se puede aprender o enseñar libremente. Y preten-der que el hombre es soberano de puertas afuera de su casa y dominado por el Estado dentro de ella. Y decir que participa y decide en las tareas más altas del país y al mismo tiempo se le impide el ejercicio de la libertad de enseñanza. Ofrecer o exi-gir Libertad (con mayúscula) y negar o renunciar a las liber-tades (con minúscula) concretas.

»Incongruencia y contrasentido es, en fin, reclamar unas li-bertades y asentir a la pérdida de otras que acarrearán aqué-l la; o encogerse de hombros porque a mí todavía no me ha to-cado (directamente) tal pérdida.

»Repetimos, sólo si la sociedad reacciona vigorosamente ante la pérdida de cualquier parcela de libertad, de cualquier liber-tad concreta, será posible oponerse con eficacia al estatismo que nos llevará al totalitarismo y, con ello, defender nuestra propia libertad».

Concretamente, con relación a ta {unción del Estado en el ámbito cul-tural, Jorge Uscatescu en su VENTANA ABIERTA de ABC del 17 noviembre 1974, titulada POLÍTICA DE LA CULTURA, distingue ésta claramente de la lla-mada política cultural. Véamos su alcance¿

»Existen indudablemente diferencias profundas entre una Po-lítica cultural y una Política de la Cultura. Se trata de diferencias de cada vez más difícil percepción en una época como ésta en

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que vivimos, minada por corrientes anárquicas que se manifies-tan, en primer lugar, en el celo con que el Estado, las ideologías y los elementos que integran la Tecnoestructura, pretenden mono-polizar e instrumentaiizar a su servicio una Cultura, que por esta razón se pretende identificar para siempre con la Cultura de ma-sa&

»El tema posee un marco condicionante de carácter primor-dial. El marco del llamado humanismo técnico y científico, den-tro del cual la Cultura está destinada a abandonar su propia Po-lítica, sus normas y directrices internas, su contenido ontològico para convertirse en objeto de una Política, de un Plan, de una Orientación ideológica. Estamos con ello muy cerca del problema de la esencia de la Verdad en la Cultura. La Cultura pierde gra-dualmente sus propios perfiles. Los esfuerzos de creatividad bus-can inserirse en un orden ajeno al mundo de los valores: elemen-tos científicos, técnicos, instrumentales. V ello precisamente en una época en la cual se señalan por todas partes remedios para salvar al hombro de las diversas formas de alienación que le amenazan».

«La situación, contradictoria y anárquica en términos de di-fícil alcance, ha sido señalada como tal en dos documentos, fruto de la Asamblea de la Sociedad Europea de Cultura, celebrada en Venecia en 1952. Se trata de un manifiesto «dirigido a los inte-lectuales de Europa y del mundo» y un manifiesto «dirigido a los jefes de Estado y presidentes de Parlamentos, jefes de Go-bierno de Europa y América».

«Se señalaba entonces la necesidad de esclarecer ante las pers-pectivas de una profunda crisis los principios de una Política de la Cultura. La Cultura entendida como conciencia de la civili-zación, lejos de ser un instrumento de la Política, era considera-da su inspiradora, el factor revelador de sus defectos, el elemento moderador de sus excesos, fuente de solución de sus problemas.

»Se pedía entonces a los hombres de Gobierno algo esencial para él destino de nuestra época. Se les pedía que, lejos de po-litizar e instrumentaiizar la Cultura, al contrarió, se convencieran de la necesidad de garantizar a la Cultura sus propias normas, su libertad y su abierta difusión sin obstáculos. En un espíritu glosado así por el comentarista: Todos los hombres de cultura advierten en este momento el peligro de la política culturaL venga de donde venga. Debe estar claro que contra la política Cultural, que es política con fines políticos, la política de la

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coltura es una exigencia antitética de una política hecha por hombres de cultura para los fines de la cultura».

V I I I . LA DECADENCIA Y DESCOMPOSICIÓN MORAL, SOCIAL Y CULTURAL Y EL

OLVIDO DE LOS VERDADEROS FINES DEL ESTADO.

Nos fiatiamoti aquí ante un recíproco y dañino efecto. El Estado ha olvidado su fin primordial y su tugar subordinado at

orden natural orientado al servicio de ta verdad y de ta realización del bien común, que ño le competé fabricar sino reconocer y proteger.

Los intelectuales han perdido et hito de éstas nociones objetivas y en su subjetividad se han lanzado a la conquista o a ta fabricación de un mundo nuevo y de un hombre nuevo "liberado" de su Principio y erigida, individuad o socialmente en fin de si mismo.

Vintila Horia, aí concluir su referido artículo en YA del 29 de septiem-bre, explica el primee aspecto;

«El Estado actual no goza de la participación de los creado-res, porque no es un estado de verdad, o sea un instrumento de perfección y progreso, sino lo contrario, un instrumento de la entropia, de la decadencia y la descomposición moral, social y cultural.

»Pero: no sucedía lo mismo en Atenas, en el tiempo de Peri-dea, ni en la Roma republicana o monárquica, y tampoco en el siglo XV y xvi en España o en el xvn en Francia. Para no hablar

- del ciudadano de la Edad Media y de sns artistas, que aceptaban al Estado como una coronación metafísica, una complementarie-dad Bine qua non. Cuando Platón, del que acaba de hablarse tanto y a veces tan mal, es decir, sin un conocimiento adecuado de su drama humano, eliminaba a los poetas de la ciudad perfecta se refería precisamente a unos intelectuales que no estaban de acuerdo con algo natural y bueno, perfecto, una ciudad amiga y no enemiga del hombre. T puesto que hubo Estados así es inco-rrecto interpretar id Estado en general según los datos hoy a nuestro alcance. Y es incluso posible que le tocó vivir en una «polis» aceptable para los ciudadanos y los creadores. Es im-prescindible levantarse en contra del Estado pseudoautontario, o sea, desprovisto de auténtica autoridad, típico de nuestro tiem-po, pero esta rebeldía no tiene sentido, resulta anárquica, actitud de sofista y de invertido, si el Estado es realmente la continua-ción de la voluntad de los ciudadanos. Si no, sería demasiado te-rrible vivir. Quiero decir: sin « t a prueba que nos brinda el pasado y esta esperanza que esboza el porvenir. Y si el presente

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es amargo, es la cultura precisamente la que sale a nuestro en-cuentro y nos apoya en nuestra sublimé querencia».

El segundo aspecto, es decir, el propiamente de la culturalo vemos reiteradamente tratado:

LAS PERVERSIONES DE LA CULTURA es el titulo del artículo postumo del Cardenal Jeam Daoielou, publicado en ABC dominical del 21 de julio 1974, del que recortamos a continuación:

«El pensamiento científico, bajo sus formas teóricas y prácti-cas, ha efectuado en nuestros tiempos excepcionales progresos, tanto en lo que se refiere a las matemáticas como en lo tocante a la física o a la biología».

«Pero, lejos de presentar un progreso análogo, la cultura hu-manista permanece a Una altura modesta. Dudando en cierto modo de sí misma, déjase impresionar por los resultados obtenidos por él método científico en el mundo físico y se esfuerza por aplicar esos métodos al hombre gracias a las llanuidas ciencias humanas, en las que el positivismo, lo único verdaderamente científica en ellas, es una perversión de la auténtica ciencia».

'! . . . . . . . . . . . . . • • • • ' • • • • « • •

«Son actualmente los hombres de ciencia quienes, conocedo-res de los límites de su sabiduría, tratan de dar con las instan-cias mondes y metafísicas capaces de suministrarles una res-puesta. Y aquí es donde la revelación cristiana, que desvela el último sentido de la vocación humana, permite conferir un sen-tido a todo cuanto la ciencia aporta.

»Huelga decir que nos referimos aquí a la ciencia y no al cientificismo. El cientificismo es la pretensión de la ciencia a erigirse en norma de explicación total. Sólo lo practican quienes sin ser científicos, convierten a la ciencia en un mito.

»Tal pretensión reduce a la inteligencia a su nivel más bajo, el de la explicación de las leyes del mundo material. Ahora bien, pese a haber conocido un total fracaso, este cientificismo sigue aún coleteando en obras que, cual la de Monod, disfrutan de cierta audiencia entre un público mal informado».

«La cultura es esencialmente la familiaridad con esas supre-mas realizaciones del genio en el pasado. Saca al hombre de sus preocupaciones utilitarias y le conduce a las realidades supremas. Es un elemento esencial del equilibrio de la sociedad. Tiene ésta tanta necesidad de belleza como de pan.

»Esta vocación y esta responsabilidad de la obra literaria re-

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sultán, empero, profundamente alteradas en el mundo contem-poráneo por cierto número de deformaciones. La primera es él formalismo desarrollado por la búsqueda estructural actual. Des-préciase el contenido del texto; sólo interesa su forma. Enciérra-se al bombre en el universo del lenguaje. Obras como «Las pala-bras y las cosas», de Marcel Foucault, o los ensayos críticos de Roland Barthes, asi lo ponen bien a las claras».

«El modernismo es una segunda deformación. En el dominio científico es exacto que IaB hipótesis nueras eliminan a las ante-riores. Pero en lo que atañe a lo literario, en que lo primordial no es la actualidad, sino la calidad genial, resulta ello absurdo. Como decía Péguy, Aristóteles no desvaloriza a Platón, como el caucho hueco al caucho pleno.

»Este frenesí de actualidad se traduce en una depreciación del pasado que es la expresión misma de la incultura, la cual es la memoria. Conduce a una primacia de la novedad, a un torneo de originalidad, a una persecución de lo insólito, todo lo cual desgaja a la literatura actual de sus profundas raíces humanas.

»En fin, la literatura presente es superficial en cuanto se sitúa al nivel de las sensaciones. Desinteresándose de las profundida-des de la vida del corazón y del alma, trata de suscitar la aten-ción mediante el erotismo: o la violencia. Es superficial por ca-recer de interioridad y» asimismo, por exigencia publicitaria, por querer Halagar los instintos y convertirse así en un producto de consumo».

«La cultura filosófica plantea problemas análogos. El fin de la filosofía no es expresar cnanto depende del mundo material o de la experiencia interior, sino lo que se baila subordinado a las exigencias fundamentales a través de las cuales se manifies-tan las leyes generales del ser. Antes de ser teología, antropo-logía o filosofía de la naturaleza, es ontología. Dispone de mé-todos propios tan rigurosos en su orden como lo son los métodos científicos en él suyo. Lleva a certitudes que conciernen a Dios y al bombre, a la moral y a la verdad. Es la expresión del va-lor de la inteligencia creada por Dios y capaz de conocer la rea-lidad».

«Ahora bien, la filosofía contemporánea se ha apartado en gran medida de su vocación metafísica. O se deja fascinar por la ciencia, lo que constituye una dimisión total».

«..., o considera, con Nietzscbe o Sartre, que no tiene más

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objeto que el de ser la proyección por el individuo de su sub-jetividad. Constituye un reconocimiento de impotencia en cuanto a la posibilidad para el espíritu de conocer lo real.

«Una de las razones profundas de la actual crisis de la fe es una crisis de la cultura filosófica. Inútil resulta hablarle de la verdad de Cristo a quien no cree en la existencia de la verdad. Inútil resulta predicar el ideal evangélico a quien niega que hay un bien y un mal.

»En vez de tratar de prolongar esta cidtura, la iglesia ha de combatirla. No debe tomarse como un hecho ineluctable al que hay que adaptarse. Muchos cristianos cometen precisamente el error de, en lugar de negarse a aceptar lo que constituye una perversión de la cuitara, admitir que el pensamiento actual que-de acaparado por Marx y Nietzsche».

LA NUEVA TORRE DE BABEL tituló Jorge Uscafescu su columna VENTANA ABIERTA dé ABC del 6 enero 1974, de donde recortamos:

«Para un mundo que está éntrando a grandes pasos en el universo de la información se ha insinuado la idea de que no hace sino construir una nueva torre dé Babel semántica. En realidad, también la otra torre de BabeL la bíblica, no era otra cosa sino una vasta confusión semántica. Con la diferencia que al viejo mito 'y sus significaciones viene a completarle o mejor dicho a exasperarle una vasta' incontenible realidad*.

«Tiene razónPareyson al concluir que el pensamiento expre-sivo es necesariamente pragmático, por sú fundamental historici-

' dad; instrumentalizadó, llevado siempre al terreno de la praxis. Así lo hizo Destutt, el propio padre de las ideologías, configu-rando el contenido pragmático de éstas, sité fines pedagógicos, políticos y sociales; así Marx, al identifear filosofía y política y buscar la eficacia práctica y política de la ideología en la pra-xis; asi Mannheim, al ver en la ideología instrumentos amplios de acción práctica y ¡revolucionaria. Nació con ello la tan cele-brada «conciencia infeliz» sobre la cual se inclináti una y otra vez con ímpetu incontenible y aires sibilinos de originalidad los jóvenes seráficos, filósofos de la revolución cultural.

Tecnificado e bistorizado, el pensamiento ideológico, lleva al mundo llamado del «despotismo ilustrado de la Técnica», hacia esta nueva realidad en la cual el hombre tendrá qué consumir más que nada información. Más que pan, carne, verduras, luz, habitación, automóvil y avión, será la información materia de consumo. No es extrafío, en estas condiciones, qué la información

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nazca, en su período de superabundancia que se inicia ahora, afectada por una enorme carga de deformación semántica o semio-lógica. A la . verdad se substituye la instrumentaiidad. El propio Marcuse tan traído y llevado por la revolución cultural en su fase nasciente, llamaba la Mención sobre la pérdida esencial del significado de las palabras. La información instala su reino en un mundo en que libertad, tiranía, tolerancia, represión, significan todo y no significan nada en realidad.

»Al principio el universo de la información parece unificar, establecer comunicación entre los hombres. Pero por su propia realidad inestable produce nuevas fragmentaciones, reclusiones psicológicas, anarquía, confusión en las relaciones humanas. La plétora informativa implica retrocesos, incomunicabilidad, sole-dad. La nueva torre de Babel no quiere consentir ni vida intima, »i vida social».

Y LA CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN se titula el artículo de Guillermo Díaz Plaja en ABC del 21 julio 1974, si que corresponde los recortes siguientes:

«La lectura de los libros que llegan a nuestra mesa de tra-bajo nos hace pensar en una actitud predominantemente peni-tencial. ¿ p e qué pecado se acusa al hombre?».

«Volvemos a la noción penitencial. Rechazada la idea de una literatura lúdica, de unas formas placenteras, o, como se decía en el siglo xiv, «de solaz», se ofrece al creador el camino del auto-reproche. La expresión literaria se convertiría en confesión de culpabilidad, que, por lo tentó, no puede «deportarse» con la creación estética, sino que debe plantearse como acusación. Coin-cidiendo con un enriquecimiento colectivo, con una sociedad de menores y menos patéticas urgencias, la literatura, como un «boo-merang», -viene a clavarse en el corazón del que la ejercita, para que, per el camino del masoquismo, entone el «mea culpa» por la felicidad que (por lo menos en cuanto a la perfección del mundo .mecánico) puede haberle llegado. ejemplo clave de esta actitud lo tenemos en la figura tremendamente representativa de Patricia Hearts.

, »Esto es lo que yo llamo, usando la terminología «arraba-Iesca», la gran ceremonia de la confusión. Detentando-la socie-dad contemporánea el fruto del esfuerzo de las generaciones pe-núltimas, traducido a un vivir ciertamente más cómodo y bonan-cible, se da en la flor de «jugar a pobres», desde el «uniforme» de «hippy» a la destrozada falda de la nifia que quiere situarse en el plano de las últimas novedades europeas. Este fenómeno de deterioro colectivo, alcanza tanto como al atuendo al lenguaje

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y a las costumbres. Se establece como norma del buen decir el coleccionismo de vocablos viles y se tiende, en el trato, a imitar IOB modos y los ademanes de los más incultos. Y en esto se sigue una tradición ya detectada por Ortega: la que hace a las «élites» españolas devotas imitadoras del plebeyismo, desde la goyesca du-quesa de Alba enamorada de los toreros, basta la estimación —en las altas esferas— del bailarín flamenco o la tonadillera analfa-beta y «desgarró».

«Pero no ahondemos el tema en el plano nacional, que ofrece siempre rebordes sangrantes. Hablemos de esta «ceremonia de la

. confusión» que pueda establecerse a nivel europeo y universal. ¿De qué se trata? ¿De un puro sabotaje? ¿O es que se trata de «hacernos perdonar» Un tremendo pecado colectivo?

»Jugar a la «contracultura» —deporte de moda— implica crear una super sofisticación cultural, más minoritaria que todos los amencramicntoB de loa barrocos anteriores. Pero esta e« la con. signa : 1 a de crear una literatura enemiga dé la retórica y un arte no sólo sin estética, sino explícitamente contra la estética. Se trata, en suma, de eliminar las raíces que nos enlazan con el pasado y que nos justifican . — e n d campo de la cultura— como «hijos d'algo», puesto que la cultura es, ni más ni menos, que la memoria de la Humanidad. Volver a lo primario —al estado de los pueblos que no tienen historia— significa renunciar a un legado que nos sostiene y nos mantiene como criaturas civili-zadas. Este es el juego terrible en que andamos metidos».

En el fondo, la explicación ultima de todos éstos fenómenos de perver-sión y corrupción cultural y política nos la ofrece, con el titulo de LA MUERTE DEL HOMBRE EN LA MUERTE DE Dios, José C a m ó n Azrsar, en ter-cera plana de ABC del 24 de septiembre 1974:

«Ha tenido Heidegger el varonil coraje de afrontar la total concepción del existente, llevando las premisas hasta el ultimo extremo. Si la realidad cósmica es la nada absoluta, frente a ella no cabe más sentimiento que la angustia del existente. Es la úl-tima consecuencia de cía muerte de Dios» de Nietzsche. El hombre se encuentra sumergido en su finitud. Y hace de esta finitud un desafío y una negación de la infinitud. Es el pecado original. El del origen arraigado en la nada. Y él de esta nada formando la médula de la existencia. Y la nada no como vacío, sino como culpabilidad del existente. La grandeza demoníaca de esto negativismo no podía llegar a más.

»Es por ello perfectamente comprensible que el libro de Hei-degger «Sein un Zeit» no baya tenido la continuación anunciada.

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Ha llegado a una situarión límite. La desesperación a la que aboca esta filosofía la hemos visto en nuestros días concretada en las realidades políticas, sociales, religiosas y artísticas.

»La subversión mansa o violenta, que lleva consigo la des-trucción de todos los conceptos morales y positivos que integran la civilización. Un transtrueque radical de valores, desde el amor al trabajo. Y hasta con la religiosidad en una crisis de increen-cia, alentada por ese entrar acomodaticiamente en el mundo, que en último término es el ahí caótico de Heidegger, el mundo al que tantas veces Jesucristo expulsó de sus doctrinas.

»Sombría grandeza la de esta filosofía heideggeriana que nos entrega, en su bruta desnudez, él mundo infeliz que nos rodea. Es como su conciencia; Y por ello su acusación. Heidegger ha arrancado desde su ""»mu esencia toda posibilidad de creencia en Dios. Y este ateísmo sombrea toda su producción. El condi-ciona hasta el último'estrato de su pensamiento. Con la premisa del vacío del Ser Supremo se explica el rigor minucioso, inexo-rable, de todas las condiciones trágicas del existente. Solitario, siempre en él abismo del mundo, sin posible invocación a la divinidad, caído, arrojado en la nada, el hombre no tiene más horizonte que la de la nada original, y de ahí su culpabilidad.

»Aterradora filosofía, genial síntesis destructiva, explanación < angustiosa que sólo podía realizarse en nuestro tiempo. (Desdicha-

da época la que incita a descubrir el drama de una existencia que se queda en eso, en ex-sistettcial En la trituración por el mundo de afuera, en humo, en muerte, en nada.

»Pero también conclusión lógica desde Kant ¿Qué más da que el hombre tenga como horizonte el mundo de dentro que el de fuera? El absoluto que Fiehte coloca en el alma, Heidegger lo sitúa en la nada. Un absoluto sin Dios es siempre negativo. Y manadero de desesperaciones* Que son las que nos rodean en una busca también desesperada de lo absurdo. Que es, en defi-nitiva, la conclusión no sólo lógica, sino fatal en un mundo que rueda en el vacío de toda trascendencia. Lo absurdo como eva-sión, como desafío o basta como justificación personal. Es la actitud indeclinable del existente, en un universo que se extien-de finito, sobre la nada de «la muerte de Dios». Y en esa muerte, la del hombre».

I X . ¿LA PARTICIPACIÓN ES ALGO QUE PUEDE ESTABLECERSE Y ESTRUCTURARSE

DESDE ARRIBA» TECNOCRÁTICAMENTE?

En contraste con el indudable fracaso actual de las ciencias humanas, que han pretendido hacer del hombre, individual o social, el centro y el fin

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de todo, el demiurgo, prescindiendo de Dios y del orden ínsito en la obra de la Creación, en cambio han sido evidentes los logros en las ciencias matemáticas, físicas, biológicas y en sus aplicaciones técnicas. No es pues de extrañar que éstas hayan pretendido ocupar él terreno dejado yermo por las ciencias humanas, cuantificándolo y tecnificándolo.

Asi se ha tratado de mecanizar " racionalmente" la economía y, en ge-nerad, toda la vida política y social.

Notemos que la "Racionalización" ha consistido y consiste en que unos pocos cerebros, desde la cumbre, traten de reglamentar, mover y dirigir toda la actividad social, económica, política y cultural.

¿Es esto posible? Tomemos el aspecto menos complejo, el que parece más fácil de cuanti-

ficar: la economía. Y leemos, en PREUVES del 4.° trimestre 1972, el ar-tículo ¿POR QUÉ ECONOMISTAS? que Joan Rcbinsan concluye cotí éste párrafo:

«Lo único que he querido poner de relieve es el fracaso ma-nifiesto del pensamiento económico, .que, por segunda vez en medio siglo, es incapaz de dar una respuesta a la pregunta que se plantea todo el mundo, a salvo los economistas, pregunta que, sin duda, es la más importante». .

En la revista italiana MERCURIO de diciembre de 1972, David Wors-wock preguntaba ¿PROGRESA LA CIENCIA ECONÓMICA? De su respuesta re-cortamos algunos párrafos.*

«La econometria, como su nombre indica, se ocupa de medí-das. O caso es que algunos de los instrumentos de medida ela-borados por los económetras no se adaptan a los hechos tal como se presentan, sino a los hechos como, a su juicio, deberían presentarse* En este caso, se obtienen resultados perfectos, pero es de lamentar que, eñ la realidad, jamás se verifican.

»Hay que reconocer, en cualquier caso, que incluso, la econo-metria, aun no estando exenta de la culpa , de abstracción, ha in-tentado, en IOB últimos áños, aproximar a la realidad la ciencia económica, en su conjunto, insistiendo sobre conceptos de me-dida e investigación, positivas, de los hechos económicos.

»La piedra de toque de la ciencia positiva es su capacidad para prever los acontecimientos, a. través del cálculo. A pesar de que los modelos économétricos poseen, en grado, bastante escaso, esta capacidad, los mejoramientos, si es que existen, sé van introduciendo con desconsoladora lentitud. Casi siempre es difícil someter las hipótesis a pruebas ciertas, y las opiniones contradictorias continúan ocupando el campo, durante bastante tiempo: baste imaginar las discusiones sobre la oferta moncta-

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ría, y »obre la función de consumo. Y esto no puede extrañar-nos, porque, para cualquier efecto, resulta posible proponer una amplia gama de causas: para distinguir las verdaderas de las falsas, seria necesario, por lo menos, conservar en el tiempo la igualdad de condiciones, cosa sin duda imposible.

»Estando asi las cosas, lo menos que se puede hacer es valo-rar con prudencia los instrumentos y resultados de la econome-tría: pero esto n o s e hace casi nunca ...».

«Sin duda, una parte de responsabilidad, en hechos de este género, debe atribuirse a los vulgarizadores de los resultados científicos. Pero tampoco los investigadores están exentos de res-ponsabilidad. Ante todo, existe una tendencia a comunicar sola-mente los resultados que sirven para confirmar una hipótesis determinada, pero no aquellos que la contradicen. Después, hay la tendencia a la escalada: si Un modelo no funciona, se prueba un modelo más grande.

>Y así sucesivamente. Pero, ¿y si el defecto estuviera en plan-tear ei problema en forma econométrica?

»Existe en consecuencia, un desequilibrio estructural, en la investigación económica. Con demasiada frecuencia, la especula-ción teórica pierde el contacto con la realidad misma que debe indagar, y el fenómeno coirre el riesgo de perpetuarse, porque LAB universidades están ya llenas de profesores que confunden la economía con la matemática y también estudiantes que se con-forman con este planteamiento y lo adoptan, a su vez, como método de enseñanza».

«Es necesario, por lo tanto, que los economistas comiencen a tener én cuenta la práctica: no limitarse a modelos abstractos, 'válidos en un universo matemático ideal, sino adaptables a una realidad económica y social en la que surgen factores que podrán ser irracionales, pero que condicionan, de hecho, las soluciones de los problemas que se plantean».

Pero más duro aún es el juicio que REALITES de marzo de 1974, con el título ¿ E s LA CIENCIA ECONÓMICA UNA MÁQUINA IRREAL Y PRETENCIOSA?,

recpge del libro Lo ANTIECONÓMICO de Jacqnes Attah y Marc Gillaume. De elfos explica, según leemos:

«A sus ojos, la teoría económica es solamente una amplia empresa de terrorismo intelectual, cuyo aspecto pseudo-científico sirve, en realidad, de alibi para excluir todos los verdaderos

. problemas de la sociedad contemporánea. Sn profesionalismo exa-

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gerado, heredado del mito científicamente, y todo el instrumento matemático de que se rodea sirven para enmare curar el objetivo ideológico, que consiste, nada más ni nada menos, en situar la evolución del pensamiento en un momento dado de su historia.

»Las tesis más simples de la teoría económica contemporá-nea, tanto la de los neo-clásicos y anglosajones como la que sirve de substracto a los regímenes socialistas, con planificación centra-lizada, es una obra de arte del conservadurismo.

»Aun cuando no tengan conciencia de ello, los economistas transforman su disciplina en una máquina de establecer las leyes de las relaciones de fuerza que existen en la sociedad., En una palabra, la función de la economía actual se reduce a defender el «statu quo» social, de nuestros días.

»¿ Cuál es este statu quo ? El de una civilizaron materialista y productivista, orientada totalmente hacia la acumulación de los bienes materiales. Su dinamismo sirve, en realidad, para le-gitimar la posesión del poder, en manos de aquellos que contro-lan el j a r a t o productivo, ya se trate de la tecnocracia capita-lista de los países occidentales, o de la .burocracia planificadora de los regímenes socialistas. ^ ,

»¿Cómo logra la economía, realizar este objetivo? De una parte, presentándose como una ciencia intrínseca, separable de

. las restantes disciplinas humanas, con lo cual se permite, afirmar, implícitamente, que todos los mecanismos de producción, de cam-bio y de consumo, pueden ser examinados independientemente de las estructuras sociales y culturales que, en. realidad, la determi-nan. Por otra parte, al basarse en la noción de necesidad, en su origen el consumo, se excluye toda dependencia de la organiza-ción social y. económica. ̂

»El resultado es lograr una ciencia económica, sin imagina-ción, que desemboca en la contradicción fundamental de nuestras sociedades».

Y sigue, con el subtítulo UN HOMO ECÓNOMICUS CORTADO EN RODAJAS-.

«El crecimiento implica una acumulación de emponzoñamien-tos, poluciones, enojos y conflictos que amenazan la propia su-pervivencia del planeta. La teoría económica hizo enormes es-fuerzos para integrar, en sus análisis, los nuevos problemas de contorno y de «calidad de vida», incluso el del bienestar. Pero solamente pudo llegar a resultados marginales. Fundada en esque-mas que legitiman la estructura actual del poder, desemboca en soluciones limitadas, porque no puede atreverse a poner en cua-

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rentena el equilibrio de las relaciones de fuerza sub-tendidas en nuestras sociedades.

»Pero estas relaciones de fuerza se fundan en circunstancias de competencia, consumo, concentración y desigualdades, en las que:

1) Cada uno de ellos es, por BÍ mismo, una agresión contra el contorno y el equilibrio del planeta.

2) Exacerban el crecimiento como una condición «sine qua non» de BU perennidad.

»Volvamos al punto de partida. Tal como boy se concibe eri-gida en un dogma científico despolitizado, la ciencia económica se encuentra en un callejón sin salida.

»Podría ayudarnos a buscar Una salida, pero, para eso, seria necesario que el análisis de nuevo se integrase en la ciencia po-lítica, sin renegar de sus adquisiciones técnicas y cuantitativas, en relación con otras disciplinas humanas, tales como la sociolo-gía. Habría dé poner a nuestro servicio, no ya el estado de un hipotético «Homo» económico, cortado en rodajas, sino un hom-bre contemplado en su totalidad social.

»Una manera de desmitificar el papel conservador de la cien-cia económica contemporánea consiste en volver a examinar, con ojo crítico, uno de sus principales fundamentos, lá micro-eco-nomía, poniendo después en claro laB relaciones que existen entre ésta y los actúales modelos de crecimiento.

»En forma esquemática, la micro-economía es la parte de la teoría económica que trata de la empresa y, de manera puramente abstracta, intenta declarar el comportamiento de los principales agentes, consumidores y empresarios. La micro-economía está do-minada, por completo, por la llamada teoría del equilibrio gene-ral, heredada de trabajos desarrollados a fines del siglo xix,

" por León 'Walras.

«Mientras la vida de una empresa es, por esencia, profunda-mente compleja y llena de conflictos, en la teoría económica queda reducida a una representación orgánica simple, sin roces conflic-tivos, racional y con un objetivo único: el máximo de beneficio posible. El, resultado es que se expulsan todos los problemas que el mundo contemporáneo del trabajo va descubriendo: condicio-nes de trabajo, sistemas de devolución del poder al seno jerár-quico, responsabilidad social del patrono, distribución de bene-ficios, poluciones, raidos, formaciones humanas, etc. Esta elimi-nación de los problemas conflictivos lleva a un planteamiento de

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la economía profundamente inadaptado a la realidad del mundo actual».

«¿Cuál es esta noción de bienestar? Una noción, en realidad, subjetiva que corresponde a un estado de la sociedad en que el grado de desigualdad de la distribución de poderes y de riqueza desencadena una mecánica de renovación de deseos y de escalada de necesidades de consumo, por mimetismo de los grupos socia-les menos favorecidos en relación con los grupos sociales más favorecidos.

»Existe, ciertamente, un cierto número de consumos que im-plican una cierta mejora de las condiciones de vida, por ejemplo, el progreso de la medicina. Pero la mayor parte corresponden a necesidades de mejoras de bienestar puramente subjetivas.

»En realidad, el consumidor es un ser que se ve arrastrado por BU medio cultural y social. En la sociedad que hemos heredado, de la revolución industrial, no existe procedimiento alguno que permita al individuo atender a necesidades intrínsecas».

«Esta dinámica del deseo es explotada por los productores. La publicidad y la oferta intervienen, presionan la expresión de la demanda».

«Desde hace 30 afios, numerosos problemaB económicos nuevos perturban los procesos de producción, de distribución y de con-sumo.

»La abundancia hace más aguda la sensibilidad de los ciuda-danos a los problemas de justicia y de desigualdad, dando di-mensión nueva a los problemas del consumo colectivo. Hay, por otra parte, los problemas y fenómenos de acumulación de detri. tus y de polución.

»La ciencia económica multiplica sus esfuerzos para integrar estos nuevos hechos en BUS esquemas y sus representaciones.

»La sociedad socialista, con la supresión de los medios pri-vados de producción y la centralización de los poderes econó-micos de decisión, es una respuesta.

»El desarrollo de la intervención directa de los poderes pú-blicos en la gestión de las economías capitalistas y la puesta a punto de sistemas de distribución de riquezas, por medio de trans-ferencias sociales, son esfnerzos para desarrollar y procedimien-tos para revolucionar las preferencias, en materia de bienes co-lectivos.

»Pero, también, estiman los autores de «lo Anti-económico», la ciencia de la economía se encuentra prisionera de unas formas

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de pensamiento que conducen a un beneficio de loe sistemas sociales establecidos.

»Tomemos, por ejemplo, los regímenes socialistas de planifi-cación. El individuo no resulta menos condicionado que en un régimen capitalista. La sustitución por funciones de utilidad co-lectiva del libre mecanismo del mercado lleva, de hecho, al mismo resultado, a legitimar el poder de la minoría que controla el aparato de producción, en este caso el partido, no los capi-talistas.

»Tomemos las iniciativas de integración de los bienes colec-tivos en la lógica del cálculo económico específico, al estilo de la planificación francesa. Se trata de poner a punto unos proce-dimientos que, en defecto del mercado de concurrencia, permitan poner de relieve las preferencias relativas de los individuos. To-dos dios conducen, en la realidad, a resultados completamente desviados».

«En la misma forma que la desviación del deseo hacia los bienes de consumo privado permite a las empresas aumentar sus ventas, y su poder económico, la ausencia de participación real de los usuarios, en las decisiones colectivas, incrementa el poder de las organizaciones que deciden y de los equipos que gobiernan.

»Lo misino que, al nivel del individuo, hay fenómenos de ostentación y de prestigio colectivos que impulsan a orientarse hada la demanda de equipos colectivos y hacia necesidades pro-fundamente diferentes, sin que se busque la forma de saber si estos podrían resultar satisfechos de otra manera.

»Para responder a necesidades de educación, se construyen, sistemáticamente, escuelas, Sin pensar en otras respuestas posi-bles, tales como la investigación personal, las ¿elaciones infor-males con nuestros prójimos, sesiones de formación, cursos por correspondencia, etc.

»Hay otras soluciones posibles, en el cuadro de otros sistemas de relaciones sociales. Pero estas otras soluciones jamás son con-templadas».

X . E L MISTERIOSO ORDEN DEL DESORDEN.

Este es el titulo del articulo de Arthur Koestler publicado en ABC do-minical del 27 de octubre de 1974. Resulta una exposición evocadora de lo que es la verdadera interacción. con la participación de tas partes en el todo y el reflejo recíproco de la actitud de éste y de aquéllas en la de cada una y de la totalidad. Esto nos parece verdaderamente importante para orientar lo que ha de ser la verdadera participación potítica, económica, cul*

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tural, social en general. La macroeconomia, la maccopolítica, la macrocul-tura dependen de la microeconomia, la micropoiitica, la microcultura (en términos del ámbito cuantitativo o extensivo respectivo) y aquellas no pue-den absorber a éstas sin sufrir las consecuencias de la asfixia que de hacerlo provocarían. La vida es interacción de las partes en el todo Son incontables tas múltiples mentes que forjan el orden vital, y no unas pocas tas que alimentan y mueven una masa maleable y manipulable ¡Es preciso no olvidarlo}

Pero, leamos algunos recortes:

«Una segunda analogía entre los recientes avances en la cien-cia y la paraciencia nos lq proporciona la tendencia creciente-mente holística en la primera —basada en el convencimiento de que el todo es tan necesario para la comprensión de sus partes como la parte lo es para la comprensión del todo—. En Biología esta tendencia se muestra una vez más patente; en la Física es bastante reciente y está llena de consecuencias revolucionarias.

(«Las últimas cuestiones de la . realidad siguen escapándosenos y desaparecen en el infinito, a la manera de imágenes reflejadas en un vestíbulo de espejos»).

»El físico doctor F. Capra ha observado que «lo que deno-minamos una partícula aislada es en realidad el producto de su acción reciproca con el ambiente. Es, por lo tanto, imposible se-parar cualquier parte del universo del reBto». Esta declaración puede aplicarse no sólo al micromundo de la Física del «quan-tum», sino también a los objetos familiares, de mayor tamaño, de la vida diaria. Lá inercia de todos los objetos terrestres está de-terminada según el principio de Mach, por la masa total del universo que nos rodea.

«La doctrina de que todo, en el universo, está unido, en parte por causas mecánicas, pero principalmente por afinidades ocultas que explican también las coincidencias aparentes, no fue sola-mente el fundamento de la magia primitiva, de la astrología y la alquimia; atraviesa como un leitmotiv las enseñanzas de Pi-tágoraB (la armonía de las esferas), del Taoísmo, del Neoplato-nismo y de IOB filósofos del Renacimiento primitivo.

»La revolución científica del siglo xix puso fin temporalmente a esta VÍBÍQU holísiiea y proclamó la causalidad mecánica como señor absoluto de la materia y la mente. Somos actualmente tes-tigos de una oscilación del péndulo en dirección opuesta. La tiranía gemela de la causalidad mecánica y el determinismo es-tricto ha llegado a BU fin; el universo ha adquirido un nuevo

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aspecto que parece reflejar algunas intuiciones antiguas, arque-típicas, de unidad en la diversidad, en un giro más elevado de la espiral. £1 principio de Macih se ha convertido en parte inte-grante de la Física moderna, pese a que tiene un cierto tufillo a misticismo. Como lo ha dicho Whitehead de un modo tanto espectacular: «Toda agitación local estremece al universo entero. Los efectos distantes son pequeños, pero están ahí... No hay po-sibilidad de una existencia aislada, encerrada ra sí misma». Tam-bién en Biología vemos la investigación de nuevos principios —o quizá un resurgimiento de puntos de vista anteriores— que nos darían una actitud más satisfactoria frente a los aspectos crea-tivos de la evolución que la lograda por el Neo-Darwinismo, pese a todos sus méritos históricos. La afirmación de que las muta-ciones debidas al azar, explicación y quizá ni siquiera una parte importante de esa explicación».

«Una tendencia semejante «de formación» se manifiesta en la evolución de los organismos hacia la realización óptima del po-tencial de la materia viva y la mente viva: una tendencia uni-versal hacia «el desarrollo espontáneo de estados de mayor he-terogeneidad y complejidad». La evolución pasa de la unidad a la diversidad y de aquí a formas más elevadas de unidad en la diversidad, creando el orden del desorden, ideando pautas donde antes no existían. Este principio creador omnipresente es tan fundamental para la vida como su antagónico, la Segunda Ley de Termodinámica, lo es para la materia inanimada. El biólogo alemán "Wolterek acuñó la expresión «anamorfosis» para deno-minar la tendencia de la naturaleza a crear formas de vida más elevadas; von Bertalanafíy, uno de los pioneros de este resur-gimiento moderno, adoptó la expresión como contraste con «mo-frolisis» —la desintegración de la materia orgánica—; L. L. Whyte lo denominó él «principio mórfico» o «principio funda-mental del desarrollo de la pauta». Está relacionado con el con-cepto de «entropía negativa», de Schr5dinger (la reversión de la disipación de la energía), que a su vez está relacionado con lo que he denominado la «Tendencia Integradora».

»Lo que todas estas formulaciones de tanteo tienen en común es que consideran lo mórfico o formativo, o tendencia integradora el esfuerzo de la naturaleza por crear orden del desorden, cosmos del caos, como un principio último e irreducible, al que debe concederse tanta importancia como a la causalidad mecánica y que es complementario de éste en el sentido de que la función de las ondas y el efecto de partícula son complementarios en la teoría del quantum».