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INTRODUCCION Dios tiene un plan para el hombre, y ése plan es la evolución. Hemos salido de El y a El debemos retornar. Los filósofos orientales nos dicen que estamos en el NIVRITTI MARGA, o sendero de retorno, y un poeta moderno vierte la misma idea en otras palabras: "Todo el propósito de la vida es justamente volver a Dios." La Iglesia de Cristo existe puramente para auxiliar a la humanidad en este proceso, y tiene muchos métodos adecuados para ofrecer esa ayuda. Uno de ellos es la disposición del Año Eclesiástico, que difiere algo del año civil. Sencillamente hablando, consta de dos partes, de las cuales la primera esta dedicada a presentamos en una forma dramática las varias etapas del sendero que tenemos que hollar, y la segunda a la aplicación práctica de lo que nos ha sido enseñado. En ambas partes se encuentran varias Festividades, cada una de las cuales tiene el propósito de recordamos algunos puntos que debemos tener presentes, y exhortarnos a hacer un esfuerzo especial relacionado con ellos, y para facilitar esto, se dispone que haya una efusión extra de fuerza desde los mundos superiores para esas ocasiones. Como se dice en nuestra Liturgia: "La primera parte del año Eclesiástico, desde Adviento a Pentecostés, esta dedicada a la conmemoración de los varios eventos en el drama-misterio de la vida de Cristo, que por sí misma, señaló Orígenes, tipifica la vida de todo cristiano." En este Sendero hay cuatro etapas principales. Los que han estudiado estas cosas desde otro punto de vista, saben que en las religiones orientales estas cuatro etapas son llamadas las cuatro grandes Iniciaciones. Aparecen también en el Cristianismo, pero los términos con las cuales se nombran son diferentes. La primera de ellas está simbolizada por el Nacimiento de Cristo, es la primera Gran iniciación que permite al hombre entrar en la GRAN FRATERNIDAD BLANCA, de la cual se habla en el Evangelio como del "Reino de los Cielos." Si consideramos al "Reino de los Cielos", como significando un mundo celestial después de la muerte, no podremos comprender estos evangelios, ni encontrarle un sentido razonable. Pero sí comprendemos que el Reino de los 1

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INTRODUCCION

Dios tiene un plan para el hombre, y ése plan es la evolución. Hemos salido de El y a El debemos retornar. Los filósofos orientales nos dicen que estamos en el NIVRITTI MARGA, o sendero de retorno, y un poeta moderno vierte la misma idea en otras palabras: "Todo el propósito de la vida es justamente volver a Dios." La Iglesia de Cristo existe puramente para auxiliar a la humanidad en este proceso, y tiene muchos métodos adecuados para ofrecer esa ayuda. Uno de ellos es la disposición del Año Eclesiástico, que difiere algo del año civil.

Sencillamente hablando, consta de dos partes, de las cuales la primera esta dedicada a presentamos en una forma dramática las varias etapas del sendero que tenemos que hollar, y la segunda a la aplicación práctica de lo que nos ha sido enseñado. En ambas partes se encuentran varias Festividades, cada una de las cuales tiene el propósito de recordamos algunos puntos que debemos tener presentes, y exhortarnos a hacer un esfuerzo especial relacionado con ellos, y para facilitar esto, se dispone que haya una efusión extra de fuerza desde los mundos superiores para esas ocasiones. Como se dice en nuestra Liturgia: "La primera parte del año Eclesiástico, desde Adviento a Pentecostés, esta dedicada a la conmemoración de los varios eventos en el drama-misterio de la vida de Cristo, que por sí misma, señaló Orígenes, tipifica la vida de todo cristiano."

En este Sendero hay cuatro etapas principales. Los que han estudiado estas cosas desde otro punto de vista, saben que en las religiones orientales estas cuatro etapas son llamadas las cuatro grandes Iniciaciones. Aparecen también en el Cristianismo, pero los términos con las cuales se nombran son diferentes. La primera de ellas está simbolizada por el Nacimiento de Cristo, es la primera Gran iniciación que permite al hombre entrar en la GRAN FRATERNIDAD BLANCA, de la cual se habla en el Evangelio como del "Reino de los Cielos."

Si consideramos al "Reino de los Cielos", como significando un mundo celestial después de la muerte, no podremos comprender estos evangelios, ni encontrarle un sentido razonable. Pero sí comprendemos que el Reino de los Cielos es una gran comunidad viviente, entonces veremos el por qué es difícil para el hombre rico entrar en él; veremos como las promesas que se hacen acerca de él son literalmente exactas, de otro modo no tendrían sentido.

En la Primera Iniciación, también en el hombre ocurre el nacimiento del Principio Crístico, porque la Monada y el Ego – el espíritu y el alma, para usar términos cristianos, durante un maravilloso momento se convierten en una sola cosa.

La segunda de ésas grandes etapas está simbolizada por el Bautismo de Nuestro Señor. Pero no debemos confundir este Bautismo con aquel por medio del cual todos los niños entran a participar de la Iglesia de Cristo. Este es el Bautismo del cual hablaba Juan el Bautista cuando decía:

"Yo en verdad os bautizo con agua, pero El que viene tras de mi os bautizará con el Espíritu Santo y con Fuego."

En esa segunda Gran Iniciación hay una efusión de energía desde el Iniciador al candidato, que realmente tiene toda la apariencia de un bautismo de fuego.

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La TRANSFIGURACIÓN representa la tercera de estas Grandes Iniciaciones, porque durante ella, realmente la Mónada, el Espíritu, transfigura al alma y a su vez, el alma transfigura al cuerpo aquí abajo, es decir a la personalidad, como le llamamos menudo. Todas estas son ilustraciones maravillosamente apropiadas. Cuando llegamos a la Cuarta, nos encontramos frente lo que la gente considera una Iniciación terrible, aunque seguramente es una de las más gloriosas, porque en ese momento el candidato sufre lo que está simbolizado por la Crucifixión y si pasa exitosamente la prueba, está va siempre seguida por la victoria de la Resurrección.

Si leemos el relato de la vida de cualquier místico que haya pasado por esa maravillosa etapa, veremos como estos eventos se siguen el uno al otro muy estrechamente, y de que manera auténtica los refleja la historia cristiana. Veremos que es usual un pequeño triunfo terrenal como el del Cristo en el Domingo de Ramos, y que luego de eso siempre los enemigos se conciertan para hacer caer en desgracia el candidato. Siempre hay un mal entendido y sobre él cae el vituperio; y por último después de todo eso, sobreviene la grande y gloriosa resurrección, libertado de todos esos sufrimientos va hacia la vida eterna, eterna con respecto a este mundo, porque el hombre que ha dado ese paso no necesita más renacer aquí sobre la tierra.

Después de esto viene el quinto paso, el último de todos, el que conduce al hombre fuera de la humanidad y hace de él un superhombre. Esta etapa está muy bien simbolizada por la Ascensión de la tierra al cielo, y la efusión del Espíritu Santo se vierte sobre él y sobre otros a raíz de su ascenso, como fielmente refleja la historia del Evangelio.

Hay muchísimos detalles en los cuales no puedo pretender entrar ahora; pero se verá que la interpretación simbólica es cuando menos coherente, razonable y sustentable. No hay ningún argumento en contra de ella, mientras que en cualquier punto se puede refutar la pretensión de que el relato es histórico. Por lo tanto aquellos que basan su fe en esa idea histórica deben cerrar los ojos ante gran parte de lo que no pueden saber si es la verdad, en cambio aquellos que están preparados a aceptar el significado más elevado y oculto descubrirán que su fe se fundamenta sobre roca firme.

Al delinear el calendario para la Iglesia Católica Liberal, nos hemos atrevido a hacer un leve arreglo en alguna de las Festividades Menores para presentar de una manera más clara este significado oculto. En Navidad, celebramos el Nacimiento del Cristo, como lo hace todo el mundo. En el calendario Católico corriente no se celebra de manera especial el aniversario del Bautismo de Nuestro Señor, aunque muchos lo han festejado junto a la Epifanía. Por lo tanto nos hemos decidido a separar un día para ésta celebración, un poco más adelante que la Epifanía; y debido a que la Transfiguración (que simboliza la Tercera Iniciación) cae afuera de su apropiado lugar cuando se celebra el 6 de agosto, también la hemos transferido y la dispusimos entre el Bautismo (que representa la Segunda Iniciación) y Pascua (que representa la Cuarta). Así hemos restablecido una vez más estas cuatro etapas en un todo coherente y las hemos puesto en su debido orden.

En la Iglesia no existe ninguna tradición en cuanto al verdadero aniversario del Bautismo y de la Transfiguración. La costumbre de celebrar esta última el 6 de agosto se introdujo en una época comparativamente tardía; creo que la primera vez que encontramos una mención a ella es en el año 850 d.C., y aún entonces parece haber sido observada en ciertos lugares. No fue antes

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del año 1456 que se decretó que se extendiera a toda la Iglesia en conmemoración de una gran victoria lograda contra los Turcos en ese día. Por lo tanto, como no se conoce la fecha original, pienso que no hemos cometido ninguna falta al poner esta celebración en su debido orden, de manera que el simbolismo resulte más claro a nuestros hermanos.

Muchos de los eventos descritos como sucedidos en la última vida del Cristo se conmemoran en los días en que se supone que han ocurrido realmente, aunque sobre este tema hubo una considerable diferencia de opiniones a lo largo de la historia de la Iglesia. La gran serie de Festividades cuyas fechas están determinadas por la de Pascua, caen en diferentes días del mes en diferentes años; pero todas están fijadas con relación a la luna llena de Pascua, justamente como solía ocurrir en la antigua Pascua Judía.

La otra serie de Festividades, tienen fechas fija puesto que dependen de Navidad; la Anunciación el 25 de marzo; Navidad el 25 de diciembre; la Festividad de la Epifanía se celebra doce días más tarde, y la Presentación de Cristo en el Templo, que comúnmente se llama Candelaria. Hay muy poca razón para suponer que cualquiera de estas fechas sea históricamente correcta, pero están dispuestas de manera que son consistentes la una con la otra.

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CAPITULO I

ADVIENTO

Entre nosotros, así como en las Iglesias de Roma y de Inglaterra, el Domingo de Adviento es lo que podríamos considerar como el día de Año Nuevo Eclesiástico. La Santa Iglesia Oriental (es decir la Iglesia de Grecia y de Rusia) observa la misma costumbre, pero se atiene al calendario no revisado y de ese modo comienza todas sus conmemoraciones doce días más tarde que nosotros.

La primera gran fiesta del año Eclesiástico es el del nacimiento del Cristo, que corresponde a, y nos enseña que es, la primera de las grandes Iniciaciones. Pero la Iglesia en su sabiduría ha dispuesto que para cada una de las festividades mayores haya un cierto período de preparación, y en consecuencia, antes de la Fiesta de Navidad tenemos el período de Adviento, y que indudablemente tiene un doble aspecto, de los cuales el primero es el de ser un tiempo de preparación para la debida celebración de Navidad.

No es una mera forma de hablar el decir que durante el período de Adviento deberíamos disponernos para esa festividad. La Navidad no es solamente un cumpleaños, una conmemoración del nacimiento de Nuestro Señor; es también un periodo de especial efusión de fuerza espiritual. Las grandes festividades como la de Pascua y Navidad, cuando todos nos sentimos unidos esperando ansiosos su llegada y nos regocijamos por ello, son claramente ocasiones para lo que comúnmente llamamos el derramamiento de gracia desde lo alto; y para poder beneficiarnos plenamente de tal derramamiento, es bueno aprovechar ese período de ajuste. Recibiremos más si nos preparamos en una forma adecuada; por lo tanto, durante el período de Adviento deberíamos acostumbrarnos a pensar diariamente en la Venida del Señor y en la Iniciación que esto simboliza.

Los cuatro domingos de adviento están dedicados, por los místicos de la Escuela Interna del Cristianismo, a la contemplación de las cuatro cualidades necesarias para la primera Iniciación: Discernimiento, Ausencia de deseo, Buena Conducta y Amor; pero en los servicios de la Iglesia moderna no queda ninguna huella de esa disposición, con excepción de la antigua costumbre de sustituir el rosa con el violeta como color para el tercer domingo. Como se explica en nuestra liturgia (y más detalladamente en "La Ciencia de los Sacramentos") la Iglesia emplea diferentes rangos de vibración, que se muestran a nuestros ojos físicos como colores, para ayudar a imprimir en la mente de la congregación las diversas lecciones que se deben aprender sucesivamente en el curso del año. Durante los periodos preparatorios (Adviento, Cuaresma, y vigilias de los Días de los Santos) el color elegido como más útil es el púrpura, por su cualidad actínica, penetrante y purificadora. Aproximadamente a mitad de Adviento y Cuaresma, encontramos un domingo para el cual se prescribe el color rosa y en la razón de esto se han sugerido varias razones. Debido a ciertos curiosos malentendidos se han venido a considerar a estos periodos preparatorios como de penitencia y de dolor, y se supuso que el color de rosa para el domingo, fue introducido como una especie

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de mitigación de la pena, un alivio momentáneo en medio de las austeridades. Una teoría más verdadera es que, puesto que nuestro amor por Dios es el único motivo eficaz para intentar la auto-purificación, el repentino cambio de color a mitad del período tiene el objeto de recordarnos ese profundo y verdadero afecto que debería subyacer e impregnar todos nuestros esfuerzos, si es que hay alguna esperanza de su éxito permanente. Cuando menos queda esto como recuerdo de la alegría que deberíamos tener en todo el período, porque no es llorando vanamente sobre nuestros pecados, sino resolviéndonos seriamente a dejarlos a un lado, es la manera en que podamos prepararnos para aprovechar lo mejor posible la gloriosa festividad que se acerca.

La Iglesia Católica ha siempre reconocido la naturaleza dual del período de Adviento, el cual es una preparación para la próxima Venida del Cristo, como también para celebrar Su nacimiento en Su última vida en la tierra. Las iglesias de Roma y de Inglaterra hablan de esa segunda venida y ordenan solemnemente a su pueblo prepararse para eso; sin embargo hay mucho mal entendido acerca de ello. En las Escrituras Cristianas, esta segunda Venida está enredada con la idea del fin del mundo, de manera que la gente que espera la segunda llegada del Cristo generalmente piensa en eso como el fin de todo el orden que conoce y así la mayoría la temen. En los sermones e himnos relacionados con la Venida, aún persiste un aire de temerosa anticipación de un terrible descenso desde el cielo físico, acompañado de pavorosos fenómenos meteorológicos. La actitud general se ve representada en algunos de los himnos de Adviento que estas personas cantan:

Los impíos, llenos de culpables temores,Contemplan su furia dominante;

En pena se yerguen, pero todas sus lágrimasY suspiros son inútiles.

Y hablan de ellos mismos como “lamentándose profundamente”, “doblegándose en profunda humillación”, etc. Debería quedar perfectamente entendido que toda esta clase de cosas no sólo son tontas, sino definitivamente crueles y blasfemas, y los hombres que enseñan tan horrible desfiguración de la verdadera doctrina Cristiana, asumen una muy seria responsabilidad, porque sin duda que difamar a nuestro Divino Padre y degradar la concepción que de El tienen Sus hijos, es un crimen de gran magnitud.

Por supuesto que no hay nada de esto entre los verdaderos místicos, que han sabido siempre que Dios es amor, y nunca han temido ninguna manifestación de Su Presencia, porque saben que, Lo vean o no, El esta siempre con ellos hasta el fin de las edades.

Todo temor de Dios proviene de un concepto erróneo. La Venida del Cristo esta ciertamente relacionada con una terminación; pero no es el fin del mundo, sino el fin de una edad o dispensa. La palabra griega es AION, que equivale a EON en castellano, y así como dijo Cristo hace 2000 años que la dispensa de la ley judía había llegado a su término - porque El había venido a instituir una nueva dispensa, la de los Evangelios - del mismo modo la dispensa de los Evangelios llegará a su fin cuando El venga nuevamente a crear otra. El

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dará siempre la misma enseñanza, la enseñanza DEBE ser siempre la misma, porque existe una única Verdad, aunque tal vez expuesta de una manera un poco más clara para nosotros ahora, porque hemos aprendido algo más. Será promulgada en algún ropaje nuevo, quizás, con una cierta belleza en la expresión que será exactamente adecuada para nosotros en los días actuales; habrá alguna exposición de ella que llamara la atención de mucha gente.

Ciertamente será la misma, porque ha aparecido en todos los credos existentes. Son muy diferentes los métodos para presentarla, pero todas las religiones están absolutamente de acuerdo en el tipo de vida que piden a sus fieles que vivan. Encontremos una considerable diferencia entre la enseñanza exotérica del cristianismo, budismo, hinduismo, e islamismo; pero si examinamos a los hombres santos de cualquiera de estas religiones e investigamos en sus prácticas diarias, encontraremos que todos viven precisamente de la misma manera, que todos están de acuerdo con respecto a las virtudes que debe poseer un hombre de bien y a los males que debe evitar. Todas las religiones nos dicen que el hombre debe ser caritativo, veraz, amable, honesto, servicial para con el necesitado; nos enseñan que el hombre duro de corazón, codicioso y cruel, el hombre falso y deshonesto, no hace progreso alguno ni tiene alguna posibilidad de éxito hasta que no cambie su manera de vivir. Como personas prácticas debemos reconocer que las cosas verdaderamente importantes en cualquier religión, no son las vanas especulaciones metafísicas en materias en las cuales nadie puede realmente saber algo con seguridad, porque éstas no influencian nuestra conducta; las cosas importantes son los preceptos que afectan nuestra vida diaria, que nos convierten en este o aquel tipo de hombre en nuestras relaciones con los demás. Esos preceptos son los mismos en todas las religiones existentes; y serán los mismos en la próxima enseñanza, cualquiera pueda ser.

Tal vez podemos adelantarnos un poco más en prever lo que El enseñará, porque tenemos abiertas para nosotros algunas fuentes de información. Una de ellas es el estudio de las enseñanzas que El ha dado previamente. Los estudiante recordarán que antes de que este Instructor Mundial tomara el cargo, lo tenía el Señor Gautama, a quién los hombres llaman el Buda. Su título especial fue el de SEÑOR de SABIDURÍA. Dejó muchas enseñanzas, pero todas ellas centradas alrededor de la idea de que el conocimiento significaba salvación, que los males del mundo provenían de la ignorancia y que a través de la ignorancia los hombres son conducidos a desear, y por medio del deseo, a todas clases de pecados y sufrimientos; pero que si el hombre dispersa la ignorancia y llega a poseer el perfecto conocimiento, llegará a la vida perfecta y a la perfecta actitud hacia todos los hombres y todas las circunstancias y así escapará de la rueda de nacimiento y muerte.

Nuestra actual Instructor Mundial lleva el nombre de MAITREYA, que significa amabilidad o compasión, y así como el Señor Buda era llamado el Señor de Sabiduría, al Señor Maitreya se le dice el Señor de Amor y Compasión. La gran verdad central sobre la cual El pondrá énfasis, será que los males del mundo provienen de la falta de amor y de fraternidad; que si el hombre aprendiera a amar y adoptar una actitud fraternal, todos los males

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pasarían y sobre nosotros amanecería una Edad Dorada. No inmediatamente; no podemos esperar eso; pero cuando menos, los hombres comenzarán a ver por sí mismos y a comprender que hay mucho más que ganar a lo largo de ésa línea que según la otra. Podemos ver de qué manera predominante esa doctrina se presentó en Sus vidas anteriores.

Ha aparecido dos veces: como Krishna en las llanuras Indas y como Cristo entre las colinas de Palestina. En la encarnación como Krishna, su rasgo característico fue siempre el amor; el niño Krishna se rodeó de gente que sentía por El el más profundo amor e intenso afecto. Aún ahora en la religión fundada por El se perpetúa la más conmovedora devoción y una maravillosa atracción hacia el niño Krishna. En todo el sur de la India, muchos millones de fieles siguen adorándole y es la esencia de su culto sentir por El el más profundo afecto, una devoción más conmovedora y más intensa -creo yo-que cualquiera de las que he observado, aún en las comunidades monásticas del cristianismo.

Al encarnar en Palestina, el amor fue una vez más la característica central de su enseñanza. Él dijo: "este nuevo mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado." Pidió a los discípulos que fuesen todos uno en El como El fue uno con el Padre. Su discípulo más íntimo, San Juan, fue el que más enérgicamente insistió sobre esta idea: "el que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es Amor." San Juan vivió hasta una edad muy avanzada (más de 100 años) y cuando no podía dar más sermones largos debido a su extrema vejez y debilidad, era llevado en una silla entre los jóvenes, y siempre sus palabras eran: "Pequeños, amaos los unos a los otros." Así de los dos nacimientos previos del Gran Instructor Mundial tenemos una cierta evidencia de que la idea central del amor predominarán en Sus manifestaciones.

En un librito titulado "A los Pies del Maestro", encontramos algunas enseñanzas dadas a un joven indo pupilo (a quién conozco muy bien) por Uno de los Maestros de Sabiduría, que es El Mismo un discípulo del Instructor Mundial. El objetivo de la enseñanza es presentar en el modo más simple posible las cualidades requeridas para la Iniciación. No existe ningún misterio con respecto a estas cualidades, porque se presentan también en libros pertenecientes a varias religiones y son bien conocidas de todos aquellos que estudian tales temas. Sin embargo las distintas presentaciones dan lugar a una considerable variedad tanto en los métodos de enseñanza como en la traducción de algunos de los términos técnicos empleados. En éste pequeño libro al cual me he referido, son presentadas las cualidades requeridas por alguien que está relacionado tan estrechamente con el Instructor Mundial, que podemos sentirnos seguros que es prácticamente Su presentación. Ese libro por supuesto que no contiene todo lo que El enseñará, pero ciertamente podemos considerar que no hay nada en él que El desapruebe. Al leerlo, no podemos menos que sentirnos movidos por el hecho de que está muy penetrado por el mismo espíritu de Amor. El requisito final, el intenso anhelo de unirse con el Supremo, se presenta en el libro como Amor; sobre la base de que el Ser Supremo con el Cual el hombre desea unificarse es Amor El Mismo; y por lo tanto el que desea unirse a El debe primero desarrollar dentro de sí ese

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amor. Yo recomiendo vivamente su lectura para que lo conozcan todos los miembros de nuestra Iglesia; se encontrara que es un manual muy útil ya que nos muestra de forma muy clara como nuestra actual manera de vivir está muy lejos de tener ese elevado ideal de amor.

Pienso que al leer la Biblia Cristiana deberíamos recordar que su lenguaje es altamente simbólico. No quiero decir que todos los autores sabían exactamente lo que eso significaba. No creo que lo supieran. Creo que también ellos se sintieron en muchos casos decepcionados, porque pusieron en los labios del Cristo palabras que lo representan como esperando volver muy pronto. Una y otra vez se le hace decir: "Hay muchos que están aquí que no morirán antes que yo vuelva de nuevo", y nosotros sabemos que ya han pasados 2000 años desde entonces.

La idea de la destrucción del mundo es un gran error. Se puede objetar: "Todo el mundo cristiano lo considera literalmente, ¿cómo sabemos que es un error?" En esta Iglesia Católica Liberal nosotros adoramos y seguimos al Cristo viviente. No a un Cristo de hace 2000 años solamente sino a un Cristo que vive e inspira a su Iglesia ahora; en este momento, también El tiene sus profetas que conocen y declaran Su Voluntad, y aquellos que saben nos han comunicado que El volverá de nuevo como había dicho, y que esa Venida será pronto, considerando el tiempo terrenal. Será realmente el comienzo de una nueva era, para aquellos que están esperando recibirlo. Será un gran cambio, pero será un cambio moral y mental. El nos habló, en su previa visita, de las señales que predecirán Su segunda venida. Si leemos lo que está escrito, veremos que la gran guerra ha sido una de esas señales; y podemos también ver que mucho será posible en forma de reconstrucción después de ella, que no hubiera sido posible hacerlo antes. Que quede claro en nuestras mentes que El no viene a destruir al mundo, sino a enseñarnos, de la misma manera que lo hizo antes. Viene verdaderamente a reinar, pero El viene a reinar en nuestros corazones, porque Su reino no es de este mundo.

¿Entonces, como debemos prepararnos para su venida? Principalmente por medio del inegoísmo y por medio del servicio a los demás por El y en Su Nombre. Es necesario que las virtudes de devoción, constancia, determinación y dulzura se desarrollen en todos nosotros. Como se declara claramente en la Orden de la Estrella de Oriente, una Sociedad que existe para preparar el camino para Su segunda Venida, para ayudarnos a que nos transformemos nosotros mismos para poder recibirlo, y en la medida de nuestras posibilidades ayudar a los demás a que se preparen también.

En estos tiempos, como verdaderamente se dice que El ha predicho, habrá muchos que no harán caso, muchos que estarán envueltos en los negocios y en el placer. El citó la legendaria historia de Noé, que los hombres continuaban con sus trabajos y sus diversiones y no prestaban atención a las profecías, y la inundación vino de repente y los destruyó a todos. Esta es la leyenda del hundimiento de Atlantis, un hecho histórico, aunque no ocurrió exactamente como está descrito en las tradiciones. Se dice que Cristo ha dicho, que así como fue en ese momento, así será cuando el Hijo del Hombre vuelva de nuevo. Las personas estarán completamente ocupadas en sus

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ocupaciones y placeres, sin pensar tan solo un poco en El, por lo tanto no lo reconocerán, no lo identificarán. Al menos debemos ser más sabios que eso, nosotros que estamos tratando de estudiar el significado interno de todas estas cosas; debemos asegurarnos de estar listos para recibirlo; y para aquellos que así se preparen, estén seguros que un tiempo maravilloso y glorioso vendrá.

Difícilmente nos damos cuenta, quizás, qué estupendo es el privilegio de haber nacido en esta época, de haber sido capaces de tomar parte (porque todos hemos tomado parte de una manera u otra, espero y creo) en la gran guerra de lo recto contra lo equivocado, que ha culminado hace tan poco; y aún más que eso, nosotros que vivimos ahora podemos tener la esperanza de ver la segunda Venida de Cristo entre nosotros. Y piensen qué debería significar eso para nosotros, si lo reconocemos.

Porque El en quien nosotros confiamosSerá entonces visto y conocido,

Y aquellos que lo conozcan y lo sirvanLo tendrán en su corazón.

Ellos conocerán la verdad y la verdad los hará libre, porque en Su Servicio hay perfecta libertad. Y El nos ha dicho que quienquiera que haga un servicio al menor de sus hermanos, para El lo hace. Esta debe ser nuestra preparación.

Para nosotros que sabemos de la cercanía de Su Venida, el Adviento no es un período de temor, sino de alegre recuerdo y de una anticipación más gozosa aún. Nuestra actitud la expresa muy bien un antiguo himno:

"Regocíjate, Regocíjate! Emmanuel, Vendrá a Ti, Oh Israel".

En el período de Adviento debemos tener muy presente en nuestras mentes la necesidad de la cualidad del discernimiento con el objeto de prepararnos para nuestra propia Iniciación, y también para la Venida del Señor. Sería útil para nosotros reflexionar cuidadosamente cómo esa gran cualidad puede manifestarse en nuestros esfuerzos al difundir el conocimiento de la próxima y cercana Venida, cómo en nuestro trabajo de preparación podemos manifestar la sabiduría de la serpiente así como la inofensividad de la paloma. Con estos pensamientos en nuestras mentes “bien podemos regocijarnos y cantar”, como nuestro himno nos dice, porque “estamos esperando con una esperanza que no puede fallar”. Hermanos, la Venida del Señor se acerca; sí, ya está en nuestras puertas. Ya está amaneciendo; pronto surgirá el sol.

¡Está viniendo! En el Este que se abreHeraldo resplandor que lentamente se despliega;

¡Está viniendo! Oh mi glorioso Sacerdote,¿Acaso no escuchamos Tus campanas doradas?

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CAPITULO II

LA NAVIDAD

La Navidad es una de las festividades más grandiosas de la Iglesia; quizás únicamente superada por la Pascua, porque en Navidad celebramos el nacimiento del Dios-Sol, así como en Pascua conmemoramos su victoria sobre los poderes de las tinieblas. El cristianismo, como todas las otras religiones, fue fundada en el hemisferio norte y en consecuencia todas las festividades caen en épocas no apropiadas con respecto al hemisferio sur.

El renacimiento del Dios-Sol, después del eclipse de invierno, se conmemoraba en el primer día más largo de mañana y de tarde, inmediatamente después del solsticio de invierno, el punto en que la tierra en su órbita alrededor del sol comienza a alejarse de él en vez de acercarse. Similarmente la victoria del Dios-sol sobre los poderes de las tinieblas, se celebraba inmediatamente después del equinoccio cuando el día era definitivamente más largo que la noche. Estas festividades del Dios-sol se habían mantenido por miles de años antes del nacimiento de Jesús, de manera que resultó muy natural para la Iglesia primitiva adoptar esas fechas para sus celebraciones.

No se conoce la verdadera fecha del nacimiento de Jesús, pero por varios indicios, parece probable que fue un día de primavera. Sin embargo en la historia eclesiástica se eligió tempranamente el 25 de diciembre, porque coincidía con esa gran fiesta solar y naturalmente convenía aprovechar lo que ya era una fiesta pública. Aquellos que no reconocen el significado simbólico de la vida de Cristo, suponen generalmente que todas estas conmemoraciones eclesiásticas son puramente históricas, pero nosotros, que tratamos de investigar un poco más hondo en las verdades de la naturaleza, encontraremos sin embargo que es interesante buscar también otros y más profundos significados.

¿Cuáles son los puntos que esta grandiosa festividad de Navidad nos recuerda a los Católicos Liberales? Creo que no son menos de 7 y trataré de explicarlos uno por uno:

1.- Ciertamente no debemos ignorar el aspecto histórico del día, aún cuando sabemos que no es un verdadero aniversario. Así como se acordó celebrar cada año en un día determinado el nacimiento del Rey Jorge, aunque tal vez no sea el aniversario de su llegada al mundo en esta encarnación, y sería tonto dejar de observarlo por este motivo; del mismo modo está fuera de toda duda que en el día de Navidad estamos llamados a recordar el descenso del gran discípulo Jesús y darle gracias por este hecho y por todo lo que ha sucedido en el mundo como consecuencia de éste evento. Fue él quien prestó el cuerpo al Gran Instructor para que El pudiera venir a fundar su religión y predicar Su evangelio sobre la tierra.

Para algunos esta idea parecerá nueva y extraña, pero generalmente la comprenden muy bien los que estudian los hechos de la reencarnación, los que

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conocen algo de la fuerza, el poder, y la dignidad del Gran Ser a Quien llamamos el Instructor Mundial. Sabemos que no sería económico para El, no sería un buen uso el empleo de Su maravilloso poder, si El debiera ocupar un cuerpo humano durante todo el período que comprende el nacimiento y adolescencia del mismo, es decir las primeras etapas de la vida. Por lo tanto uno de sus discípulos se hace cargo de toda esta parte, y cuando Él esta dispuesto a hacerlo, ocupa el cuerpo ya plenamente crecido y preparado y lo usa para el único fin por el cual El lo toma. Porque El mismo vive habitualmente en un plano mucho más elevado y lleva a cabo un trabajo tan magnífico, tan más allá de lo concebible, que es inútil tratar de comprenderlo excepto en el más simple bosquejo.

En este caso particular, en el año 105 A.C., un discípulo adelantado del Señor Cristo nació entre los descendientes del Rey David, como hijo de José y María; y le fue dado el nombre de Jesús. Quedó a cargo de ese cuerpo hasta casi la edad de 30 años, cuando lo entregó al Cristo, quien lo ocupó durante los tres años de su terrenal ministerio. El discípulo Jesús renació como Apolonio de Tyana casi exactamente en la fecha que usualmente se asigna al inicio de la era cristiana; y 1000 años más tarde apareció como el gran instructor Ramanujacharya, que dejó una huella muy profunda en el pensamiento de la India. A su debido tiempo recibió la recompensa por su auto sacrificio y alcanzó la Iniciación Asekha, convirtiéndose así en uno de los Maestros de Sabiduría. Por lo tanto ya no le reverenciamos como discípulo sino como el Maestro Jesús.

En consecuencia es bueno que cantemos nuestros himnos y villancicos de Navidad y perpetuemos las hermosas tradiciones que han rodeado el nacimiento del Maestro Jesús. Con esto no es necesario afirmar nuestra creencia en la exactitud histórica, porque en realidad, las mismas hermosas leyendas giran en torno de otros nacimientos del Instructor Mundial y tal vez sea difícil suponer que todos estos diferentes eventos fueran literalmente reales. Pero de todos modos no debemos dudar que cada uno de estos nacimientos son una gran ocasión y que en los planos superiores le acompañan fenómenos insólitos, que pudieron ser observados por algunos de los que entonces vivían en cuerpo físico.

2 - En esta ocasión nos recordamos del descenso a la materia de la Segunda Persona de la Bendita Trinidad; y así como en el ciclo menor debemos estar profundamente agradecidos a nuestro Gran Instructor Mundial por Su descenso en un cuerpo humano con el propósito de ayudarnos y guiarnos, de la misma manera deberíamos sentir profunda gratitud hacia la Misma Deidad Solar por la voluntaria limitación de Su Poder y Su Gloria por las cuales hemos venido a la existencia.

En el mundo hay muchos que no sienten agradecimiento por haber nacido pues para ellos la vida es más dolor que alegría y si hubiesen podido ser consultados, hubieran preferido no nacer. Pero los que hablan así piensan solamente en lo poco que ven y saben del gran ciclo de vida; no saben nada de la gloria que tenemos delante de nosotros; no han realizado nada del Poderoso Plan del cual somos solamente una parte infinitesimal. Los que entre nosotros

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tienen la suerte de conocer un poco de ese glorioso designio no pueden menos que sentirse repletos de vívida aunque humilde admiración por ello; porque vemos más allá de nuestra presente ineficiencia, la maravilla y belleza del futuro. Nos damos cuenta hasta cierto punto del espléndido esquema en el cual se manifiestan Su maravilloso amor y cuando alcanzamos apenas un vislumbre de eso, no podemos sino sentirnos fuertemente conmovidos y llenos de gratitud por habernos sido concedido un privilegio tan maravilloso como el de tomar parte, por pequeña que sea, en la futura gloria y perfección. Demostremos entonces esta gratitud esforzándonos en comprender hasta dónde podamos Su manifestación y cooperar con ella de una manera inteligente.

3 - Nuevamente, como ya hemos dicho, el Día de Navidad nos recuerda la Primera de esas Grandes Iniciaciones, de la cual es un símbolo dentro de la cuidadosa distribución del Año Eclesiástico. Deberíamos pensar entonces qué significa para nosotros esta Primera Iniciación, que es verdaderamente un segundo nacimiento, un nacimiento en la Gran Fraternidad Blanca. Durante el período preparatorio de Adviento hemos estado considerando las cualidades necesarias para eso; ahora deberíamos contemplar el hecho en sí y sus resultados. Deberíamos darnos cuenta de cómo el que ha dado ese paso se ha salvado para siempre y por lo tanto podemos verdaderamente mirar al Gran Instructor Mundial, como a nuestro salvador aunque no desde el punto de vista medieval de libertarnos de torturas eternas. En la naturaleza no existe una cosa así, ni nunca ha habido. Todo eso es una horrible pesadilla que los hombres han permitido que se desarrolle y que los aterrorice. No existe una condenación eterna de la cual debemos ser salvados; el mundo necesita quién lo salve de tal horrible idea, pero no como un hecho, porque de ninguna manera es tal. Ésta ilusión es parte del error y de la ignorancia que causan tanta pena y sufrimiento alrededor nuestro. En realidad, el Instructor Mundial es un Salvador, no sólo para el Iniciado, sino para todos nosotros; porque es Su enseñanza la que nos salva de nuestros propios errores e ignorancia y en consecuencia, de muchos dolores y sufrimiento que necesariamente son el resultado de esa ignorancia.

No sólo debemos mirar hacia delante, hacia el momento en que esa maravillosa Iniciación será nuestra, sino que también debemos hacer de esta una oportunidad de agradecido gozo porque para algunos ya ha llegado. Agradecemos a Dios por Sus Santos, porque han elevado a la humanidad no sólo por la fuerza del ejemplo que nos dieron, sino por la elevación del todo a la cual cada uno de ellos ha contribuido con sus logros. Esta elevación es una realidad que de ninguna manera debemos subestimar u olvidar; la humanidad es una fraternidad aunque la mayoría de los hombres poco reconozcan este hecho, y la unidad es tan real que toda vez que un hombre llega a la meta, a través de ese logro todos los demás son ayudados y elevados también. De modo que ésta sería otra razón para estar alegres el Día de Navidad.

Yo sé que resulta chocante a tantos buenos y sinceros cristianos que se les diga que la historia del evangelio no es histórica sino realmente un mito. Cuando decimos esto, la gente piensa enseguida: "Nos están quitando a nuestro Jesús, nuestro salvador. Ustedes niegan su existencia histórica." De ninguna manera la estamos negando, sino que sostenemos que el evangelio tal

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como se escribe ahora, no es y además nunca tuvo el propósito de ser, un relato real de la vida del Gran Instructor Mundial, el Cristo. Sabemos muy poco de Su verdadera historia de vida. Parece cierto que partes de ella están entretejidas en estos mitos; también parece cierto que algunos de los dichos que en el evangelio se atribuyen al Señor Cristo realmente los dijo. Pero también se asegura que otros no fueron dichos por El. Para cualquiera que conozca el tema y haya leído algo de religión comparada, resulta claro que todo el relato está puesto intencionalmente en esa forma alegórica y que representa no sólo la historia de un hombre, sino la historia espiritual de todo verdadero seguidor de Cristo. Es obvio que no es una historia, sino un drama, un conjunto de episodios, dispuestos como para ser representados en un escenario.

Esta idea que puede ser nueva para muchos, en realidad de ninguna manera es nueva. Era conocida entre los más grandes Padres de la Iglesia. Nos parece extraña solamente a nosotros porque hemos heredado una gran cantidad de confusión de la Edad Media. En la actualidad no podemos creer con una fe ciega en algo que nuestra razón nos dice que es un imposible. Es necesario que comprendamos lo que significa esta hermosa historia y es muy fácil de seguir. Orígenes, el más grande de los primitivos autores cristianos, explica las cosas con mucha claridad. Dice que en sus tiempos había (y ciertamente ahora los hay también) dos clases de cristianos. Estaban los que él llamaba los "creyentes en un cristianismo somático", que significa un cristianismo del cuerpo o físico. Y aclara perfectamente que con ésa expresión quiere indicar a los que creen en la historia literalmente, y de su doctrina dice así: "¿Qué cosa mejor que esto podríais tener para la instrucción de las masas?". Pero también presenta abundante evidencia de que el cristianismo espiritual sostiene una forma más elevada de cristianismo, que comprende el significado oculto de todas estas alegorías. Allí se representa al Cristo narrando en cada una de sus parábolas una historia con dos significados ocultos. Primero está el cuento puramente a nivel físico para niños, que describe, por ejemplo como el sembrador fue a sembrar; luego está la explicación intelectual, según la cual la semilla es la palabra de Dios, el sembrador es el que la predica, y los diferentes tipos de suelo son las diferentes clases de corazones en que va a caer la semilla. En tercer lugar, siempre está el significado oculto y más espiritual que no se divulga y que en este caso particular se trata de la efusión de la Vida Divina en los muchos planos y mundos.

Orígenes sostiene que así como las palabras del Cristo contienen una interpretación oculta, también la tiene todo lo que se narra acerca de El; es una interpretación que podemos ver solamente si estudiamos su similitud con otras presentaciones de la misma gran alegoría. Insiste en que todo esto no ocurre en el ilusorio mundo de sombras, sino en el eterno Consejo del Altísimo. Nos dice que hasta tanto no comprendamos las verdades universales que nos revela el relato, el relato mismo no tiene importancia. Su significado está claro, describe la senda que está delante de cada cristiano. Las personas que estudian estos asuntos en profundidad se sienten a veces perturbados por el íntimo parecido existente entre la leyenda cristiana y la de otros salvadores que vivieron en tiempos más antiguos, los Cristos paganos, como los llama Robertson en su libro sobre este tema. Es verdad que todos los detalles de la

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vida del Cristo los encontramos en las anécdotas acerca de otros Instructores que sin duda fueron incuestionablemente mucho más antiguos que El, por lo tanto o bien aceptamos la idea de un total plagio de parte de los autores cristianos respecto de los escritores primitivos, o debemos suponer que todos ellos tratan de presentar la misma gran verdad, pero que cada uno lo hace a su propia manera. Esta explicación se encuentra confirmada en las escrituras existentes, porque en ellas se hace decir a San Pablo de cuántas maneras y cuántas veces diferentes han sido hechas las revelaciones. El escribe a los Hebreos:

"Dios, quien muchas veces y en diversas maneras habló en otro tiempo a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días postreros nos ha hablado por medio de Su Hijo..."

(Aquí no se alude a los pocos profetas judíos locales, sino a los grandes prophetai, los grandes instructores del mundo)

Nosotros queremos que nuestros fieles tengan un punto de vista más racional acerca de la religión que muchos de nuestros hermanos cristianos tienen en la actualidad. Están desafortunadamente obsesionados con la idea de que el cristianismo es la única religión, y que todas las demás son sólo un conjunto de supersticiones paganas. Esta es una actitud muy limitada e ignorante y demuestra cuán poco se sabe de las otras religiones. Esto no debe ser así. Las personas religiosas deben interesarse en todas las formas en que se ha presentado la religión. Sucede (y no es un mero accidente porque se trata de nuestro destino y de lo que merecemos) que hemos nacido en esta raza y en un país donde el cristianismo es la religión oficialmente reconocida. Y esto no es una mera casualidad. Hemos nacido allí porque lo hemos merecido, porque la mejor oportunidad para nosotros fue la de haber nacido en este ambiente particular, pero otras personas, tan buenas como nosotros, y tal vez más adelantadas que nosotros, nacen en ambientes totalmente diferentes, y debemos darnos cuenta que para ellos su religión es tan natural como lo es la nuestra para nosotros. Probablemente no podemos imaginarnos que podríamos haber nacido en cualquier otra religión de la misma manera que un hombre cree que no podría haber nacido nunca como mujer o, siendo mujer como hombre. Pero esto, por supuesto, es una mera ilusión; el alma no tiene sexo ni raza y nacemos en lugares diferentes de acuerdo a lo que es mejor para nuestro desarrollo.

Todas las religiones son igualmente exposiciones de la misma gran Verdad, y cada una de ellas tiene para ofrecernos una variante o faceta especial de la misma. Está la religión hinduista, profesada en la actualidad por 300 millones de personas, y que profesaron sus antepasados (porque para pertenecer a esta religión se debe nacer en ella) durante largos períodos de gran civilización, una civilización que ya había llegado a la cúspide cuando nuestros predecesores, los antiguos Britanos, corrían desnudos en los bosques y se pintaban de azul. La principal característica de su religión es la idea del deber; ellos lo llaman dharma. Su único remedio para todo mal es: "Que el hombre cumpla con su deber; cada hombre nace en un determinado lugar con un determinado deber que cumplir; que lo cumpla." E insisten mucho sobre la

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inmanencia de Dios. En esa misma época, en el antiguo Egipto se estaba desarrollando una poderosa civilización. El punto central de su religión fue lo que ahora llamaríamos ciencia, es decir el dominio de la naturaleza conociendo todo acerca de ella; los Egipcios echaron la base de gran parte de nuestra ciencia actual. Del nombre mismo que ellos dieron a su país, KHEM, deriva el nombre de nuestra ciencia química.

En la antigua Persia, hubo otra gran religión, el Zoroastrismo. A veces ha sido definido como "culto al sol", pero no debemos dejarnos confundir por tal denominación, porque nadie ha adorado alguna vez al sol como tal, sino como una manifestación del gran poder que está detrás de el. Su idea principal era la pureza. Sobre todas las cosas enfatizaron la pureza de pensamiento, palabra y acción. Descendiendo el curso del tiempo, encontramos a la religión de Grecia, cuyo punto principal fue la belleza. Los griegos se esforzaron por convencer al pueblo de la importancia de la belleza en sus vidas, belleza en su ambiente, en todo lo que los rodeaba; belleza de carácter así como de forma y color. Luego vino Roma con su gran religión, que pone énfasis en la ley y la disciplina, insistiendo siempre en la importancia del deber hacia la comunidad, una idea muy bella. Luego hubo la enseñanza del Buda; en su gran religión El también predica la ley, pero no en el mismo sentido. Cuando habla de la ley de ninguna manera alude a la ley hecha por los hombres sino al orden en la naturaleza, y dice que todos los errores que cometen los hombres provienen de la ignorancia. Si sólo estudiaran el divino esquema y vivieran de acuerdo a eso, todo iría bien.

Luego viene nuestra gran religión, el Cristianismo; su gran idea central es el sacrificio propio, la idea de que el más grande entre nosotros será "el que sirva mejor". Ustedes saben que el mayor atributo para un obispo es el de SERVUS SERVORUM DEI, el "Servidor de los Servidores de Dios". Este es el punto importante sobre el cuál pone énfasis el cristianismo. Todas estas religiones surgen en diferentes épocas, cada una cuando su cualidad particular es la más necesaria al mundo. Seguramente cualquiera puede ver que este es un concepto mucho más amplio que la teoría ortodoxa según la cual todas estas otras religiones son endebles o supersticiones perniciosas, y solamente pueden salvarse aquellos que tienen la dicha de ponerse en contacto con la fe cristiana. Este último concepto parece extraño y ridículo, pero concuerda con la vanidad que llevó a los hombres a creer que este diminuto planeta es el centro del universo; que esta pequeña mota de polvo es el centro de la creación y que todas estas formidables estrellas y soles giran alrededor de ella; que Dios mismo descendió para vivir y morir en ella con el propósito de que su población comparativamente insignificante pudiera salvarse y que todos los habitantes de aquellos otros mundos mucho más maravillosos se cuiden a si mismos.

Nadie debería sentirse afectado al descubrir que las mismas verdades se enseñan también en otras religiones. Esto es lo que debemos esperar en cuanto nos libremos de esta asombrosa idea de exclusividad: que somos el único pueblo que ha oído hablar de la verdad; que de todos los incontables millones de seres que alguna vez vivieron sobre esta tierra, solamente las pocas generaciones de los tiempos de Jesús son las únicas a las cuales Dios consideró dignas de revelar algo de Si mismo. Si podemos apartar de nuestra

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mente semejante despropósito, nos daremos cuenta de que ha habido muchas exposiciones de la verdad, las cuales son todas distintas en muchos aspectos, y que cada una se presenta de la manera más conveniente al pueblo de entonces. Por lo tanto, en lugar de molestarnos por estas similitudes, démosles una buena acogida; comparemos los diferentes relatos y así aprenderemos de ellos mucho más acerca de la verdad que yace detrás de todo esto.

No debemos pensar que perderemos algo si llegamos a comprender el significado oculto de los relatos del evangelio; por el contrario, mucho es lo que ganaremos. En la Iglesia Católica Liberal, nosotros no nos imponemos en cuanto se refiere a lo que la congregación deba creer o no. Les presentamos el credo como algo merecedor de estudio y les decimos que pueden interpretarlo literalmente si así desean. Es asunto de cada uno. O, si lo prefieren, pueden tomar la interpretación simbólica más elevada que nosotros les podemos ofrecer. Cualquiera sea lo que eligen creer, no puede ocasionar el mínimo perjuicio conocer su significado oculto, de manera que recuerden esto si oyen decir que la teoría histórica ha sido echada por tierra con argumentación y comprendan que existe otra interpretación más espiritual e inobjetable. Guardaremos mejor las fiestas sí tenemos una más plena y clara comprensión de todo lo que las mismas significan. De cualquier modo, dejemos que los que quieran hacerlo así, se atengan al relato físico, pero recuérdenles también que detrás de esa historia terrenal hay siempre un significado más elevado. Podemos creer que tal historia existe con motivo de su sublime sentido, como yo mismo creo, o podemos aceptarla como que ha ocurrido realmente y suponer que esta bella y oculta explicación ha sido inventada para adaptarse a ella. No tiene importancia. Le corresponde a cada ser humano decidir que creencia sostendrá con respecto a todo esto, siempre que comprenda su elevado, glorioso y espiritual significado y trate de vivir todo lo que ello implica.

4- Durante el período de Adviento, la Iglesia espera la próxima Venida del Señor; en Navidad esa espera culmina, y su celebración implica gratitud no sólo por Su última Venida, sino también por los favores que aún están por venir. No podemos sino pensar en esa gran Navidad cuando El nuevamente aparezca entre nosotros en el plano físico, en un cuerpo que todos podamos ver. Porque El Mismo, el Gran Ser que tomó el cuerpo de Jesús dos mil años atrás, pronto estará listo para venir de nuevo, y bendecir una vez más al mundo con Su enseñanza y Su ayuda, como lo hizo antes. La voz que habló como ningún hombre lo hizo, hablará nuevamente en los oídos de los hombres que viven hoy día, y dentro de poco tiempo. Aquellos de nosotros que sostenemos esta creencia, estamos naturalmente muy entusiasmados para realizar lo que podamos en cuanto a prepararnos nosotros mismos y a otros para Su Venida, y tratar de difundir las buenas nuevas en el mundo externo.

No nos corresponde criticar, o asombrarnos de los arreglos hechos cuando El vino por última vez a la tierra; pero podemos notar que se hizo poco (quizá ese poco era lo único que se podía hacer) en cuanto a la preparación en el mundo externo. Parece haber habido una expectativa general en cuanto a la venida de algún Gran Ser, como hay hoy; pero sólo hubo un Juan el Bautista, por lo que sabemos. En esta época las condiciones en el mundo son en todo sentido muy diferentes, de modo que la preparación puede intentarse

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provechosamente en una escala global, y cada uno que, habiendo examinado la evidencia, ve razones para esperar la próxima Venida del Señor debería hacer lo que pueda para preparar Su camino.

La idea de la segunda Venida de Cristo asume un aspecto diferente, cuando nos damos cuenta que el mundo está evolucionando con paso firme, que el Cristo es un poderoso funcionario que tiene a Su cargo el pensamiento religioso mundial y que El mismo viene como instructor o envía a alguno de Sus discípulos como instructor toda vez que considera que tal visita ayudará al mundo en su evolución. Sé que esta idea debe parecer extraña a muchos que han sido educados en la creencia de que en este mundo hay solamente una única religión; que en uno u otro alejado rincón de la tierra existen unas pocas supersticiones paganas y que nuestro único deber con respecto a ellas es tratar de convencer al pobre pagano de sus errores y darles la verdad que ha sido revelada solamente a nosotros. Supongo que nunca a nadie se le ha ocurrido pensar que sería muy extraño que de todos los pueblos en todas las edades, solamente nosotros tengamos el monopolio de la verdad. Ha habido grandes sabios, santos, magníficos pensadores que no conocieron esta verdad, la cual ha sido dada exclusivamente a un pequeño puñado de nosotros. Aparentemente no tuvieron esta ventaja y sin embargo les ha ido muy bien sin ella. Seguramente es más razonable creer que en el mundo hay muchas grandes religiones y que todas ellas son senderos que igualmente conducen hacia la misma gran montaña de la verdad.

Quiero decir que todas las grandes religiones provienen de una misma gran fuente central; que este Instructor Mundial y Su Departamento son responsables de todas ellas. No estoy diciendo que son responsables de las extravagancias de los creyentes individuales. Los hombres han corrompido y distorsionado Sus enseñanzas y esto es lo que sucede en todas las religiones. Estas creencias, tales como fueron en sus orígenes, son todas exposiciones de la misma eterna verdad, hecho que podemos ver nosotros mismos si nos tomamos el trabajo de estudiar religión comparada. Lamentablemente hemos heredado la ignorancia del período llamado "la edad negra" (el oscurantismo) en Europa; una época en la cual fueron pocos los que sabían algo digno de saberse y en cuanto a materia religiosa, son muchos los que aún no han hecho el esfuerzo de salir de esa oscuridad. Nos damos cuenta que sería ridículo practicar aún la así llamada ciencia medieval. Pues ahora conocemos mucho más; sabemos que si viviéramos de acuerdo a las reglas de higiene que prevalecía en ése periodo, estaríamos expuestos a terribles epidemias; sin embargo la mayoría de las personas no piensa que de una manera similar, la religión del medio Evo tenía igualmente defectos en sus declaraciones. Nuestros predecesores de entonces no comprendieron al cristianismo. Lo tomaron en su sentido más limitado y fanático, cuando en cambio, es posible interpretarlo de una manera más amplia, más útil y más conciliadora. Y esta es la interpretación que queremos ofrecerles hoy.

En una de las escrituras indias, se presenta al Instructor Mundial como diciendo que cada vez que el mundo se sumerja en gran sufrimiento y miseria, que el mal y la incredulidad parezcan triunfar, El viene a presentar una vez más la eterna verdad de una manera nueva que en cierta medida reemplazará a las

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enseñanzas previas que habían sido distorsionadas. Para algunos esto puede sonar extraño, pero considerémoslo por un momento y meditemos en ello: todas estas diferentes presentaciones son tales porque se ofrecieron a pueblos diferentes en distintas épocas y etapas del desarrollo del pensamiento humano. Tratemos de comprender esta idea y veremos que es imposible creer que algunas de estas religiones duraran eternamente, sino por el contrario, todas ellas se corromperán con el tiempo y en mayor o menor grado se distorsionarán; por consiguiente, por esta misma razón ya no se ajustan a las necesidades del mundo. El mundo está en continuo progreso y de vez en cuando se hace imprescindible una nueva presentación de la Verdad. Lo que fue apropiado para los pueblos de hace dos mil años, no puede ser del todo conveniente para nosotros en la actualidad. Pues sabemos más acerca de muchos tópicos que lo que se sabía en aquel entonces y cualquier exposición de la verdad que fue adecuada para esa época, requerirá una considerable revisión y adición antes que pueda adaptarse a nosotros. Por otra parte, una presentación de la misma tal como convendría a nosotros ahora, habría sido una locura y totalmente inadecuada para ellos.

Si observamos alrededor nuestro, veremos que en general no se asiste mucho a las iglesias, en la actualidad. Hemos oído decir que en la Edad Media todos participaban del espíritu devocional que prevalecía en aquel tiempo; pero con toda seguridad esto no sucede ahora. En los países así llamados cristianos, ni una décima parte de sus habitantes cumple con las observancias religiosas y me temo que la proporción sea aún menos. Esto significa (y no tiene sentido tratar de evitar el tema) que la religión así como esta ahora, ha perdido su influencia sobre la mayoría de la población. Cuando este es el caso, creo que una manera de manejar la dificultad sería una reafirmación que tal vez podríamos llamar "una nueva religión". Sé que no es una buena frase, porque implica mucho más que volver simplemente a declarar la misma verdad.

Las verdades religiosas son verdades eternas; pueden llegar a tergiversarse, a ser mal interpretadas, y así ciertamente ha sucedido; pero la base fundamental de todas las religiones muestra una única eterna verdad, que es inalterable, aunque puede ser objeto de una más completa explicación; es posible presentarla en una manera nueva que pueda apelar al espíritu moderno. Pero los grandes hechos son siempre los mismos. No quiero decir que debemos creer en una figura particular o en una ceremonia particular, sino en hechos reales: que para progresar el hombre debe ser bueno, vivir una vida elevada, pura y noble, que debe practicar las virtudes que sin excepción recomiendan todas las religiones del mundo, es decir, la caridad, la nobleza, el autocontrol, la templanza, la paciencia y el amor.

Ya me he referido a cómo se ha confundido de una manera extraña la enseñanza del Cristo con ideas no científicas acerca del fin del mundo. Es curioso ver qué fácil le es al ignorante crear una pesadilla para sí mismo. Hace poco, apareció en los diarios un aviso en el cual se decía que en un día determinado iba ocurrir el fin del mundo, debido a que ciertos planetas se encontrarían en una determinada posición entre sí. Es completamente sorprendente que personas cuerdas puedan ser inducidas a creer semejante tontería. Estos planetas han estado en posiciones similares muchas miles de

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veces y no ha sido el fin de este mundo o de cualquier otro. Parece que los hombres no comprenden cuan insignificante es la suma de los pesos de esos planetas en comparación con el peso del sol; sería casi lo mismo que esperar que un auto se volcara al asentarse en el borde de la rueda una mosca. La ignorancia popular es algo muy extraño. Nosotros complicamos la vida de los niños con la así mal llamada educación, y esto es su resultado práctico.

Los hombres a menudo dicen, "La Segunda Venida de Cristo ya se conoce, y las personas han estado esperando por ella por mucho tiempo; ¿porqué deberíamos prepararnos especialmente para ella ahora?". Hay muchas razones para ello, algunas son razones externas, y otras son mucho más privadas e íntimas. Ahora en el mundo se está desarrollando una nueva raza. Aquí en Australasia deberíamos saber algo de esto porque es uno de los países donde comienza a aparecer. Si observamos alrededor nuestro, veremos que hay gentes que son aún ingleses, escoceses, o irlandeses puros, es decir que pertenecen a razas antiguas; pero, especialmente entre los niños y los jóvenes, veremos también a muchos que no son de ninguna de estas razas, sino de la nueva raza australiana.

En América también hay una proporción aún mayor de personas que no pertenecen a ninguna de estas razas, personas que forman una gran nación, dotadas de nuevas cualidades y con un aspecto físico ostensiblemente nuevo.Es una raza intelectual, de fuerte voluntad y que es muy interesante para estudiar.

Ahora bien, a lo largo de toda la historia y en todos los tiempos, vemos que todas las veces que ha surgido una nueva raza, hubo al mismo tiempo una nueva religión adecuada a ella. Entonces es probable que se presente muy pronto una nueva doctrina religiosa apropiada a esta nueva raza.

La nuestra es una gran civilización, o cuando menos pensamos así. Sin embargo en todo el mundo hay muchísima miseria y es indudable que necesitamos un cambio. Por doquiera reina la angustia y parecería que alrededor nuestro se estuviera quebrando el sistema sobre el cual hemos estado descansando durante siglos. Se necesita algo nuevo; en todas las áreas hay nuevos desarrollos. El adelanto de la ciencia es maravilloso; en los últimos años el avance en el conocimiento es muy grande, ya sea en química, en mecánica, en todo. Se aproxima una nueva era. La vieja civilización ya ha cumplido su obra. Ahora necesitamos algo nuevo.

Se espera el retorno del Cristo en todo el mundo. Todas las religiones de las cuales he hablado y en la medida en que están activas lo están esperando. Los hindúes esperan al Kalki Avatara; los buddhistas esperan al Señor Maitreya, que es el nombre que ellos dan al gran Instructor Mundial al cual nosotros llamamos Cristo. Entre los mahometanos hubo alguien no hace mucho tiempo en África, que pretendía ser un iluminado y comenzó a predicar ganando una cantidad de seguidores debido a que declaraba ser el Imam Mahdi mismo, El Salvador que esperaban. El no lo era, pero muchos así lo creyeron. En el zoroastrismo también existe la tradición que vendrá un Gran Ser. Entre los cristianos están los Adventistas del Séptimo Día y otros grupos

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similares, y entre nosotros tenemos la Orden de la Estrella de Oriente, que está tratando de preparar a sus miembros (y también a simpatizantes) para la cercana Venida del Instructor Mundial.

¿Por qué existe tanta expectativa por la Venida del Señor? Aquellos que estudiamos el lado oculto de las cosas sabemos que esto es el reflejo en las mentes de los hombres del conocimiento de Grandes Seres, de Adeptos y Ángeles. Saben que Cristo está próximo a venir, y Su conocimiento está en la atmósfera mental; se comunica a sí mismo a nuestros cuerpos mentales por vibración simpática, y nos produce esta gran expectativa. Es el reflejo de los pensamientos de los elevados Seres.

La necesidad del mundo es muy grande, nadie puede dudarlo; y podemos recordar lo que dijo el Instructor Mundial en una Escritura que es más antigua que cualquiera de las nuestras: "Cuando el mal triunfa, entonces Yo vengo a ayudar." No es que no sabemos lo que debemos hacer. Conocemos los principios del bien y del mal tan bien como cualquiera, pero no los aplicamos. Lo que necesitamos no es una nueva verdad, sino una nueva inspiración para poner en práctica la antigua verdad. Hay un gran deseo de ayudar entre muchas personas. Este es uno de los signos de los tiempos; pero no saben como comenzar. Cada uno intenta su propia pequeña panacea, y quizás triunfe un poco, pero al final fracasa. Ellos darán la bienvenida a la idea de uno que sabe, y que pueda enseñar.

Algunos de nosotros hemos estado estudiando este asunto, y otros similares, por muchos años. Yo mismo he estado trabajando en el lado oculto de las cosas bajo clara instrucción por treinta y siete años, y por mi cuenta veinte años antes. Algunos de nosotros en el curso de estos estudios hemos sido guiados a los pies de aquellos Grandes que definitivamente conocen sobre estas cosas, aquellos que están a cargo de la evolución del mundo; por consiguiente podemos con confianza repetir lo que hemos escuchado de ellos, que la Venida del Señor se acerca, que no pasará mucho tiempo desde ahora, de la forma en que medimos el tiempo terrenal, antes que El aparezca entre nosotros. No podemos pretender decir a un año o dos, porque lo que se nos dijo es siempre así: "Cuando la tierra esté lista por vuestros esfuerzos, Vendré", y debe ser pronto, porque la necesidad es muy grande. Por supuesto que esto no constituye prueba para los demás. Por lo que ellos saben, podemos estar soñando; todos podemos estar equivocados en lo que pensamos; pero al menos nosotros damos testimonio directo, que es comparativamente raro en materia religiosa, y por lo tanto lo que decimos constituye una pieza de evidencia que debería ser tenida en cuenta.

Miren a vuestro alrededor en el mundo y vean qué difundida está la expectativa; vean qué grande es la necesidad; vean a la nueva raza esperando la religión que se ajustará a ella a medida que va desarrollándose. Hay multitud de indicaciones que nos permiten darnos cuenta que este Adviento no es lejano.* (*Ver A World Expectant, de A. E. Wodehouse). Aunque lo que vemos y sabemos por nosotros mismos no es prueba para los demás, cumplimos nuestro deber por lo menos de anunciar la Venida.

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Hagamos entonces un decidido esfuerzo en la medida en que podamos para estar listos para Cristo; tratemos de purificarnos, de transformarnos en aquello que anhelamos, si Él está por venir; y ayudemos a preparar Su camino. Tiempo atrás, cuando El vino en Judea, estuvo Juan el Bautista. Que cada uno de nosotros, de acuerdo al poder y oportunidad individuales, sea Juan el Bautista. Que esta vez, El no venga con un único heraldo; que sean miles de nosotros tratando de preparar el camino del Señor y hacer Su trayecto derecho. Porque cuando el mundo esté listo El vendrá. Por lo tanto unámonos en la obra de la Orden de la Estrella de Oriente o de la Iglesia Católica Liberal; que cada uno labore a su propia manera por un tiempo mejor, una época de fraternidad y amor, porque esto es lo que Cristo predicará entre nosotros cuando Venga. Cultivemos la fraternidad y el amor para que podamos estar listos para recibirlo, para que podamos beneficiarnos con lo que El tiene que decirnos, y ofrecer nuestros corazones, nuestras manos, nuestra palabra, para ayudarlo en la obra que El esta por hacer.

5. No debemos olvidar que la Venida de Cristo tiene otro aspecto: su

manifestación en el corazón de cada individuo, el desarrollo del principio Crístico dentro de nosotros. Un gran y glorioso misterio subyace en todo esto: que entre la Segunda Persona de la bendita Trinidad y el gran Instructor Mundial existe una maravillosa relación como así también entre Estos y el Principio Crístico en el hombre; al que frecuentemente le damos el nombre de intuición. Sin embargo esto significa mucho más que intuición; significa la sabiduría que sabe, no a través de un proceso de razonamiento, sino por una certeza interior. En cada hombre debe desarrollarse esto, pues el principio Crístico está en cada uno de nosotros; se lo puede despertar, está siendo despertado entre nosotros aún en este momento, y a medida que se lo va desarrollando nos damos cuenta de la verdadera fraternidad del hombre, porque realizamos la Paternidad de Dios. Reconocemos que nuestra conciencia separada no es sino una ilusión; que somos uno en El. En primer lugar, nos reconoceremos uno con todos los que Le conocen y Le aman, y luego, en una mayor extensión, con todo el mundo, ya sea que aún lo sepan o no. Tocar esa maravillosa conciencia, realizar el Cristo dentro de nosotros, no es un imposible, porque algunos ya están haciéndolo. A veces se manifiestan vislumbre de su gloria y momentos de maravillosa paz y elevación de manera que al menos, por pocos momentos, sabemos. Y aquellos que los han experimentado no pueden olvidarlos; aunque mucho tiempo después pueden sobrevenir y embargarnos la duda y la incertidumbre, el dolor y aún la desesperación, hemos conocido, y por lo tanto interiormente aún sabemos y nada puede debilitar esa seguridad.

Es verdad que los que tocan esa gloria de un momento, lo hacen inconscientemente; no sabiendo de qué se trata, no se dan cuenta de la intensidad de su esplendor y no ven adonde los conduce. Saben que tienen momentos de éxtasis, durante los cuales el amor de Dios les llega de una manera que nunca imaginaron antes, sienten una intensa felicidad que va más allá de las cosas terrenales. A medida que progresamos esa certeza vendrá más frecuentemente y más completa y también durará por más tiempo, hasta que por fin esa conciencia superior será nuestra para siempre, el Cristo en nosotros y nosotros en El. Esto sucede a los que deliberadamente se

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esfuerzan para alcanzar esa gloria y ese esplendor y lo hacen de una manera científica, incrementando su conocimiento hasta llegar a la plenitud del Cristo, realizando a Dios en el hombre porque ellos mismos son conscientemente parte de Dios. Este es el nacimiento de Cristo dentro del corazón del hombre, y con seguridad es una cosa muy real. Es en este sentido que podemos decir que el Cristo es el salvador del mundo, debido a que solamente través de esa experiencia el hombre puede alcanzar lo que Dios quiere que él alcance.

El desarrollo voluntario tal como se describe en los párrafos anteriores, es el camino más breve y más directo para llegar a esa experiencia. No digo que sea la única ruta. Se puede llegar a tal elevación a través de una intensa absorción intelectual, un largo y continuo trabajo acompañado por la práctica de la virtud. Sin embargo el método más corto y directo de más rápida obtención es el deliberado despertar del Cristo dentro del corazón humano. Por esto y por sus gloriosas posibilidades también agradecemos al santo período de Navidad.

¿Cómo sabemos si estamos en el sendero hacia ese glorioso y perfecto desarrollo? ¿Qué podemos hacer para acercarnos a esa suprema felicidad? Si el Cristo a de nacer en nuestros corazones, debemos vivir la vida como lo hizo Cristo, debemos manifestar Su espíritu a los que nos rodean. Y el espíritu de Cristo es ante todo amor y fraternidad. El hombre en el cual se está desarrollando, seguramente será un ejemplo de amor, amabilidad, tolerancia, comprensión; en general mostrará un incremento de esa cualidad que por falta de una palabra mejor, a veces llamamos grandeza. Decimos que un hombre es grande cuando está dotado de una amplia tolerancia, un corazón abierto y nobleza de carácter y son justamente esas cualidades las que representan el resultado del desarrollo de este principio Crístico.

En la vida diaria estas cualidades se manifiestan de varias maneras; primero, el hombre comienza a pensar mejor de la gente y de las cosas en lugar de creer lo peor; luego, se ejercita en encontrar la mejor explicación posible a las palabras y acciones de sus semejantes en lugar de asignarles el sentido peor (cómo me temo que hacemos demasiado a menudo).

Nos daremos cuenta que cuando pensamos en las acciones y actitudes de alguien, las atribuimos constantemente a alguna debilidad, algún defecto; les asignamos algún tipo de motivación. Si pudiéramos ir tras el pensamiento de ésa persona, descubriríamos la verdadera razón por la cual dijo o hizo una determinada cosa; encontraríamos que la mayoría de los casos le habíamos dado un motivo absolutamente incorrecto e injusto, y que la razón de su actitud fue mucho más lógica de la que suponíamos, y que tal vez había pensado algo que a nosotros no se nos había ocurrido. Esto de atribuir un motivo, es un hábito; si nos observamos descubriríamos que a menudo caemos en el y que por una constante y cuidadosa práctica aprenderemos a no hacerlo, sino que comenzaremos a atribuir a los demás pensamientos más elevados y mejores. Claro que a veces al obrar así podemos sentirnos decepcionados, pero es preferible equivocarnos mil veces en ésa dirección que cometer la injusticia de atribuir a un hermano, aunque sea una sola vez, un motivo más bajo y un tipo de pensamiento perteneciente a un plano inferior a aquel en el cual realmente

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se encuentra. Un hombre que comienza a desarrollar esta maravillosa cualidad, desiste de toda crítica innecesaria y aprende a ver el bien en todo y en todos aunque no sea tan fácil de descubrir, aunque no sea tan obvio como la característica más objetable.

Otra infalible señal de desarrollo del principio Crístico en el hombre es el inegoísmo, porque ésta es la clave de todo, es la virtud de la cual nacen todas las demás.

Podemos ver enseguida qué tipo de cambio ocurriría en el mundo si se difundieran sentimientos tales como éstos. ¡Qué diferente sería todo si cada ser humano pensara primero en las demás, si quisiera adoptar un punto de vista más amplio, más tolerante, y atribuyera siempre los mejores motivos posibles en lugar de los peores! Quizás no podemos esperar que un gran número de personas lograran ese nivel en el presente inmediato, porque para ello se precisaría obviamente la evolución de miles de años. Aunque hay un factor que entra en juego por el cual un gran descuento tendrán que hacer aquellos que tratan de pronosticar el futuro y es la actual venida física de Cristo, el Instructor Mundial, el estar entre nosotros y ayudarnos una vez más. No sabemos hasta qué punto Su presencia puede afectar a las personas. Una influencia tan tremenda como la Suya; el persuasivo poder de la voz que habla como la de ningún hombre; el hecho de que Su enseñanza se registrará simultáneamente en todo el mundo, y que El Mismo probablemente visitará todas las naciones del mundo sucesivamente; todas estas consideraciones nos muestran que estos son factores cuya influencia es incalculable. El puede muy bien precipitar el tiempo cuando una actitud inegoísta se vuelva más general que lo que parece ahora razonable esperar.

Puede ser que el mundo en general no esté tan lejos como pensamos de esa elevada y grandiosa actitud. Indudablemente ahora esta lleno de gran egoísmo y sinrazón, como podemos ver claramente por las huelgas, conflictos y desórdenes que hoy prevalecen en todas partes. La mayoría de las palabras y acciones del hombre común son de tipo egoísta; y sin embargo ese hombre común, un espécimen perfectamente ordinario, más de una vez, en casos de gran emergencia, ha sido capaz de elevarse a una altura tal de heroísmo del cual lo habíamos considerado totalmente incapaz. Un hombre, aparentemente igual a sus semejantes, un tipo de hombre rudo y ordinario, sacrificará deliberadamente su vida para salvar a un compañero. Esto demuestra que en todos existen las semillas del recto sentimiento, y que, aplicando el poder correcto, en el momento justo y la manera correcta, puede elevarse a grandes e insospechadas alturas.

En la gran guerra (1º guerra mundial) miles de hombres vinieron voluntariamente a arriesgar sus vidas, a pelear por un ideal, por el mantenimiento de un Tratado, por el cual nuestro país se había comprometido. Aquellos que pelearon no tuvieron nada que ver con dicha promesa, pero estaban dispuestos a sacrificarse a sí mismos hasta el final para cumplir las garantías de su país. Esto tiene un lado esperanzador; eso es un buen augurio del futuro; porque el hombre que voluntariamente da su vida por un ideal ahora, puede muy probablemente estar dispuesto a dedicar su vida a seguir un ideal

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cuando retorne en otra encarnación. Por lo tanto, el mundo en general puede estar más listo de lo que pensamos, para responder a la poderosa influencia que el gran Instructor traerá.

Pocos pueden hacerse una idea de cómo será esa influencia. Solamente aquellos que han entrado en contacto con alguno de los grandes adeptos pueden imaginarse el inmenso poder del Maestro de Maestros; y aún ellos pueden solamente vislumbrar vagamente la tremenda radiación de amor y fuerza que emana de esa poderosa Personalidad. Es posible que en Su presencia sea fácil lograr lo que de otro modo sería imposible y sin perspectivas. Bajo esa influencia maravillosa los hombres pueden despertarse y enfrentar con sentido común los varios problemas que se les presentan. No existe una esperanza demasiado inalcanzable para un Poder como ese.

Toda separatividad es una ilusión; somos uno en Cristo; y conocer y realizar esto plenamente significa despertar al Cristo en nosotros. Recuerden lo que se dice en las escrituras: "Cristo en vosotros, esperanza de gloria". Es precisamente la presencia de este principio dentro de nosotros el que trae la esperanza de gloria a toda alma humana. Sin él, estaríamos verdaderamente perdidos, ese es el verdadero Cristo, del cual se habla; es necesario creer en El para salvarnos, no la salvación de un mítico infierno, sino de la rueda de muertes y nacimientos. Escapar de esa rueda significa evitar el ancho y fácil sendero que conduce a la muerte (y al nacimiento y a la muerte y al nacimiento una y otra vez) y tomar el más difícil y más angosto que conduce al Reino de los Cielos, donde la muerte es una ridícula imposibilidad, donde la vida, su desarrollo, poder y amor y todo lo que significan, constituyen el único posible futuro para los hijos de los hombres. Ese desarrollo es el único método para terminar con esa rueda.

Aunque Cristo nazca mil veces en Belén pero no dentro de ti, tu alma estará pérdida.

6. Todas las grandes festividades tienen otro aspecto, y este lo tiene, prominentemente. Todas son especiales canales de fuerzas, ocasiones en las cuales una mayor efusión de poder divino toma lugar, en grado mayor en mi opinión, que en los días comunes. Esto no debe parecer extraño; no pensemos que es una limitación de la omnipotencia de Dios. Porque Dios mismo actúa por medio de esas oportunidades y las aprovecha; y esta creación Suya tan maravillosa es completamente una en El, tan místicamente interrelacionada, que así como las estrellas recorren sus órbitas, hay ciertos momentos en que ciertas energías están más fácilmente disponibles que en otros, así como cuando los puentes están libres se abren los canales; Navidad es una de tales épocas. Estas ocasiones especiales, estas grandes festividades no son simples conmemoraciones; indican actividades definidas por parte del Cristo viviente que es Cabeza de su Iglesia. Todos los miembros de la Iglesia son miembros de Cristo y están unidos a él a través del bautismo y de la confirmación y aún más a través del Santísimo Sacramento de Su Amor; por lo tanto en cierta medida están siempre bajo Su influencia. Pero El ha instituido ciertos métodos para verter tal influencia sobre Su Iglesia y el más grande de todos es el Sacramento de la Santa Eucaristía. En consecuencia decimos que hay tiempos

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y condiciones especiales bajo las cuales es posible un mayor aprovechamiento de tal efusión. Cada uno de nosotros están siempre unido a Cristo, sin embargo todos sabemos que estamos unidos más íntimamente a Él, una unión más viva, más vívida, cuando entramos a Su Iglesia, cuando nos arrodillamos ante Su real presencia en el Pan y en el Vino, especies que Él eligió como Sus vehículos a través de los cuales puede manifestarse a nuestros sentidos externos.

De la misma manera en que esa es una Presencia más íntima que la que está siempre con nosotros, también tenemos una efusión extraordinaria de poder en ciertas épocas y ocasiones. Existe definitivamente una mayor y más asimilable fuerza a nivel universal en días como Navidad, Pascua, Ascensión, Pentecostés, Domingo de Trinidad. Cada una de estas festividades tienen su propio carácter especial. La de Navidad es una oportunidad verdaderamente grande para cada uno de nosotros, debido a que hay un descenso de poder divino más fuerte y definido, justamente porque todo el mundo está más dispuesto recibirlo.

Es conveniente para el estudiante desechar los viejos preconceptos y prejuicios y hacer un determinado esfuerzo para comprender el principio que subyace en toda esta cuestión de la efusión de esta fuerza auxiliadora de los planos superiores. Este principio es simple y científico, pero la mayoría de la gente tiene que reajustar su pensamiento sobre materia religiosa antes de que lo pueda entender. Estupenda como es la fuerza disponible para la ayuda espiritual del hombre, es sin embargo una ley inmutable y absoluta de que nunca deberá ser derrochada sino que se usará de la manera más útil. Esto vale para todos los niveles. En el maravillosa Sacramento de la Santa Eucaristía tenemos el privilegio de invocar la ayuda de los grandes Ángeles, y el punto central de toda la ceremonia, la Consagración, es la actuación de nuestro Señor Mismo a través del Ángel de la Presencia; sin embargo toda esta tremenda efusión depende de nuestra iniciativa. El hecho de que un sacerdote este dispuesto a celebrar, es lo que da la oportunidad, lo que pone en movimiento toda esta maravillosa maquinaria celestial; lo que la hace, podemos decirlo con la más profunda reverencia, "digna" para que nuestro Señor y Sus Ángeles hagan esto así. El Señor Cristo es un gran oficial de la Jerarquía y como tal Él está siempre vertiendo esas maravillosas fuerzas en Su propio elevado nivel.

Es una axioma que el trabajo más elevado que se puede hacer es especial y esencialmente el trabajo destinado para uno mismo. Por ejemplo, aquellos de nosotros que podemos trabajar en el mundo astral, pasamos la noche tratando de trabajar como protectores invisibles, y a auxiliar a los dolientes y los sufridos. Hacemos todo lo que podemos. Sin ninguna duda uno de nuestros Maestros o uno de los grandes santos podría hacer mucho más que lo que puede hacer cualquiera de nosotros y sin embargo no lo hace porque puede hacer un trabajo cien veces más efectivo en los planos superiores, y el hecho de que El puede hacer ese trabajo lo señala para cumplirlo, por lo tanto para él cumplir este trabajo inferior significaría un gasto de energía.

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Si un hombre se toma el trabajo de calificarse para un trabajo de investigación en una gran universidad, obviamente sería una pérdida de energía ponerlo a cosechar un campo o arreglar una calle, aún cuando podría hacerlo mejor y de una manera más inteligente que la gente usualmente asignada a tales tareas, pero es obviamente mejor para la comunidad que cada hombre hiciera el más elevado trabajo del que sea capaz.

Esto deviene siempre en algo bueno. Para el Instructor Mundial, Quien puede ejercer mucho más poder que los que ejerce cualquier otro de los Maestros o santos, sería una pérdida de tiempo hacer el trabajo que ellos habitualmente están haciendo, porque El puede hacer obras mucho más importantes todavía. Por lo tanto, es lo mejor que cada Maestro y santo realizara el trabajo que pueda hacer, y que por encima de él, el Instructor Mundial hiciera Su mejor trabajo, y aquí abajo nosotros hiciéramos aquel trabajo que está en nuestra capacidad realizar. Hay solamente un único punto de vista que los Grandes sostienen respecto al trabajo, y es que la mayor cantidad posible de trabajo deberá hacerse bajo las condiciones más económicas posibles, así el poder puede llegar más lejos.

El Señor no se desviaría del más elevado trabajo que El está haciendo, para hacer cualquier cosa que nosotros podemos hacer, a menos que fuera más provechoso desde la óptica del progreso del todo. Si el mundo tiene que ser ayudado, cierto trabajo debe hacerse en los niveles inferiores, así como en los superiores. Para El, forzar Su poder hacia el mundo de acá abajo significaría un gran gasto de Su energía, y económicamente el resultado producido no “valdría la pena para él”, si es que nos podemos aventurar a decirlo así. El podría hacer mucho más con la misma cantidad de fuerza a un nivel más elevado; pero si le proveemos de canales, “valdría la pena para él” hacer el trabajo a través de nosotros, porque una pequeña fuerza desde arriba puede hacer mucho aquí abajo si se provee de un canal.

Cuando la congregación de una Iglesia provee el amor, la devoción y el entusiasmo con los cuales construir el edificio eucarístico, merece que los Grandes Ángeles desciendan y presten auxilio, porque el material ya está dado. Estas cosas están equilibradas tan íntimamente que si ellos tuvieran que proporcionar el material en el plano inferior, esto les causaría un gran trastorno porque les sería necesario descender a la materia física con una gran pérdida de energía. Pero si nosotros les proporcionamos el material, vale la pena que ellos lo intensifiquen; una vez que lo han elevado y acrecentado, el Cristo puede e fundir Su tremendo poder, siempre que se den estas condiciones, sino, no sería económico para El.

Lo que he dicho acerca del servicio eucarístico, es aplicable a todas las especiales efusiones de energía divina en ocasión de las grandes festividades. En el nivel superior, la fuerza divina se derrama en abundancia y cumple una determinada función; cuando los hombres están preparados como para aprovecharlas, "vale la pena" transmutar tan grande cantidad de fuerza para aplicarla a nivel inferior. De este modo vemos que la iniciativa se deja una vez más en nuestras manos; cuando proporcionamos las condiciones, se las aprovecha enseguida.

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Siempre brilla el sol pero no lo vemos constantemente aquí sobre la tierra, porque las nubes interfieren y lo tapan. De una manera similar el divino Cristo está siempre vertiendo continuamente su amor, pero nosotros nos construimos a veces nuestras propias nubes, las cuales obstaculizan la entrada e impiden por el momento que el divino amor influencie nuestras vidas. Estas faltas no son del Cristo, sino nuestra propia falta. Debido a que en su rebaño hay tantos que aún no están capacitados para conectarse con los planos superiores, mucho más arriba de las nubes terrenales, donde brilla siempre la luz de su presencia, en su cariñoso amor, a dispuesto que haya épocas en que los hombres puedan acercarse a El más fácilmente.

Cuando cualquier hombre tiene un gran amor, una gran devoción, una gran dicha, envía hacia arriba lo que es literalmente una espiral de devoción y esta se abre paso en los planos superiores y desde allí desciende sobre él una respuesta de amor y bendición en la misma medida que sus sentimientos. Algunos no comprendiendo, tal vez digan: "¿por qué no desciende siempre tal efusión?". Debido a que no estamos siempre prontos a recibirla. Supongo que quizás en la naturaleza todo habría podido ser dispuesto para que el Sol fuera lo suficientemente fuerte como para dispersar y alejar toda posible nube. Yo no se si esto hubiera sido muy conveniente para la agricultura. Las nubes no detienen toda la vitalidad y la fuerza vertidas por el sol, ellas solamente detienen una parte de eso, y una parte más grande de su luz, pero no detienen la fuerza que mantiene vivos sus mundos; lo mismo sucede con nuestro Señor. Cuando un hombre se abre paso entre las nubes que él mismo había construido, puede recibir esta efusión de bendición divina, de lo contrario no sería capaz de recibirla, les sería impuesta por la fuerza y esa no es la manera como Dios trata al hombre. El nunca se nos impone. Y hay una buena razón para ello, si así lo hiciera, no ayudaría a nuestra evolución. Esta es la ley y si queremos recibir su gracia, debemos abrirnos a su influencia. Un individuo puede hacerlo hasta cierto punto; pero si con ese fin se juntan miles de personas, podemos ver enseguida que se ofrece una gran oportunidad para la efusión de gracia, fuerza, poder y amor.

Navidad es un periodo en que tal coyuntura es inmediata, y más eficaz; pero la medida en la cual podemos aprovecharla depende de varios factores. Primero y ante todo, de cuán profundamente el espíritu de Navidad haya penetrado en nuestros corazones. Si estamos llenos de la paz y la buena voluntad de la Navidad, la buena voluntad del Cristo puede llegar hasta nosotros.

También depende de como hemos aprovechado el periodo de adviento, siendo ése un tiempo de preparación especial. Deberíamos haber tratado de cultivar dentro nuestro ciertas virtudes, deberíamos haber reprimido ciertos vicios; si lo hemos hecho, estamos más preparados para beneficiarnos con esta gran efusión estacional de poder. Y tengan la seguridad que este poder es una cosa real. Lo que algunas veces llamamos "Gracia de Dios" es una fuerza tan definida y real como la electricidad o el vapor; pero esta fuerza tiene que ver con materia más elevada. Decir esto no significa materializar un concepto espiritual, sino que más bien un intento para hacer llegar hasta nuestra comprensión una gran verdad, hacer que sea clara y real para nosotros. Somos criaturas de materia: tenemos aún cuerpos, no solamente el cuerpo físico que

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todos sabemos, sino también el cuerpo emocional y el cuerpo mental. Pero todos estos también son materia. Hay un espíritu que está detrás de todo esto, un espíritu que nadie puede ver ni tocar pero que está aún por encima de nosotros y cuando lleguemos a realizarlo perfectamente, estaremos unidos a Cristo en Dios. Pero ahora, y hasta entonces, vivimos en cuerpos y es a través y por medio de ellos que debemos ser afectados. Por lo tanto, para ayudarnos, el Cristo mismo, hace descender su influencia velándola en formas materiales. Si así no fuera, tal influencia pasaría por encima nuestro y más allá y para nosotros sería como si no existiera. Es por esta razón que él estableció ciertos períodos tales como el de Navidad, para que esta efusión de gracia descienda al nivel inferior y nos ayude más fácilmente; también emplea ciertos lugares, tales como las iglesias, donde puede acercarse a nosotros más rápida y fácilmente.

Cualquier hombre, en cualquier lugar, puede comunicarse con el Espíritu Crístico de acuerdo a como el alma, que es el verdadero hombre, está a tono con ese Espíritu Crístico. Pero los lugares consagrados y magnetizados especialmente para su servicio, facilitan el trabajo, porque se intenta que su influencia nos eleve a una condición en la cual podamos recibir esa ayuda desde lo alto. Debemos pensar en eso con sentido común y razonando veremos que realmente debe ser así. Una iglesia es un lugar construido especialmente para Su servicio y Navidad es una de las ocasiones en las cuales es más fácil acercarnos a él.

Tratemos entonces de darnos cuenta que el día de Navidad representa una oportunidad para cada uno de nosotros, que cuando cantamos: "en nosotros ha nacido un niño, en nosotros se nos ha dado un niño", no estamos simplemente repitiendo una antigua fórmula. Hay realmente una definida efusión de esa fuerza divina para cada miembro de Su iglesia y la medida hasta dónde podemos participar de ella, la cantidad de la misma que podemos recibir está limitada solamente por nuestra receptividad. El Cristo es ilimitado y su poder brilla sobre todo el mundo. Lo que cada uno de nosotros puede recibir, es asunto nuestro, está en nuestras manos. Abramos nuestros corazones al espíritu del niño Cristo, al espíritu de Navidad, y ese Cristo niño llenará nuestros corazones con su alegría y paz.

Además no debemos perder de vista el hecho que los preparativos no los hacemos solamente nosotros en el plano físico, porque en todas las grandes festividades, se reúnen alrededor de nuestros altares grandes multitudes de ángeles y en consecuencia la efusión es aún mayor. Cada domingo los ángeles rodean cada celebración porque un determinado grupo de esa gloriosa orden ha tomado para sí como tarea específica la de dispensar esta fuerza en relación con la iglesia cristiana; pero en días tales como el de Navidad, Pascua, Ascensión o Pentecostés, no está en actividad solamente ese grupo, sino que casi todos los ángeles se concentran en esta particular área de trabajo. Esto naturalmente no sucede sólo en la religión cristiana, sino en otras religiones también, por ejemplo en oportunidad del gran festival de Wesak, de los budistas, se dice que casi toda la hueste celeste está concentrada en ese momento en el trabajo relacionado con tal festival. Por lo tanto se verá que hay una buena razón para que nuestra iglesia ponga énfasis

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sobre la importancia de observar los períodos eclesiásticos y en el breviario de la Iglesia de Inglaterra se hace el especial pedido de que todos los fieles comulguen cuando menos tres veces al año, de los cuales Pascua es una.

7. Y por último hay un aspecto de Navidad como época de regocijo, además de su aspecto religioso, si es posible una separación. Este es el aspecto tan relevante en las obras de Charles Dickens, quién la describe siempre como la fiesta de la buena camaradería. El mundo de habla inglesa debe mucho a Dickens por lo que enseñó acerca de Navidad.

Es un tiempo de paz para los hombres de buena voluntad, y seguramente entonces trataremos de ser hombres así; y es notable como muchísima gente logra su objetivo. Es algo maravilloso este espíritu de Navidad, este verdadero sentimiento de fraternidad que se difunde en ese día. Hay una mayor buena voluntad, una mayor amabilidad y compañerismo, una más verdadera fraternidad, el día de Navidad que en todo el resto del año. No debería existir solamente para Navidad, por supuesto; debería haber siempre ese sentimiento, pero debido a que estamos abrumados por el ruido y los tumultos mundanos, puesto que aún no podemos sentir todo el tiempo ese noble sentimiento navideño, es bueno que haya cuando menos un día en que todo el mundo este de acuerdo en sentirlo, cuando todos tratan de acercarse lo más posible a esa fraternidad que debería existir todo el año. Con toda seguridad es conveniente que tratemos de compartir nuestras alegrías con los demás, y que nazca la bondadosa costumbre de que el pobre o necesitado sean ayudados, en día de Navidad, hacia la realización de la gran fraternidad humana; porque nuestra alegría navideña puede ser perfecta solamente cuando la compartimos con otros que se encuentran en circunstancias menos favorables que las nuestras.

Por lo tanto dejemos que Navidad entre nuestros corazones y en nuestras almas, y tratemos, cada uno de nosotros, de sentir lo que los ángeles cantaron hace ya tanto tiempo, primero "gloria a Dios en las alturas" y luego "paz en la tierra y buena voluntad a todos los hombres."

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CAPITULO III

EL DIA DE AÑO NUEVO

No existe una razón especial por la cual se deba elegir el Primero de Enero como comienzo del año, pero es el día que adoptan usualmente todas las naciones que han heredado la gran civilización romana. Los Budistas y los Hindúes eligieron un día totalmente diferente; en realidad se puede tomar un día como otro, porque todo el tiempo la tierra se mueve a paso firme en su órbita alrededor del sol y no hay razón para elegir dentro de esa interminable línea elíptica, como punto de partida un punto con preferencia a otro, a menos que fuera quizás el afelio, el punto en el cual la tierra, luego de haber alcanzado su mayor distancia del sol da la vuelta y comienza a acercarse de nuevo.

Estrictamente hablando el Día de Año Nuevo no es una festividad eclesiástica. En nuestra Iglesia, el año comienza el Domingo de Adviento, y el Primero de Enero lo consideramos sencillamente la Octava de Navidad, porque nosotros no conmemoramos la supuesta circuncisión. En algunas de las festividades la efusión de fuerza es tan grande que no se puede dispensar en forma adecuada y no se la puede aprovechar en un solo día; por eso la Iglesia ha adoptado el plan de dedicar una semana a tales fiestas. Se la conmemora hasta el octavo día a partir de la celebración, y este período se llama "octava", y cualquier día que cae en esa semana se dice que esta "dentro de la octava".

En la edad media, en cada gran festividad eclesiástica se suspendían los negocios y se observaba ese día según lo que se consideraba la manera más adecuada. En algunos países, esto se hace aún hoy, pero son países que no tienen tanta riqueza material y tan gran desarrollo. La mayoría de las naciones viven apresuradamente, con una vida demasiado materialista, corren hasta perder el aliento en una alocada carrera tras la riqueza y les es imposible detener su maquinaria a intervalos irregulares; sin embargo, han debido admitir, si bien de mala gana, que es necesaria una pausa semanal en las actividades, y en los países cristianos se efectúa en domingo; y a menudo es solamente en ese día que la gente puede atender a los servicios religiosos. El plan de seguir celebrando durante una semana un día importante, da la seguridad de que un domingo caerá dentro de la esfera de su influencia y así se le ofrece a cada miembro de la Iglesia la oportunidad de participar, en cierta medida, de la especial efusión de fuerzas. Por lo tanto, en el Día de Año Nuevo, nuestros pensamientos están dirigidos todavía hacia la gran Festividad de Navidad y a todo lo que ella significa para nosotros.

Además la Iglesia está siempre dispuesta a aprovechar cualquier festividad civil en la cual esté interesada su congregación, para darle su bendición. Y así, todos los primeros días de un Año Nuevo, nos reunimos en la casa de Dios para adorarle y participar del gran sacramento por El ordenado. Seguramente que no hay una manera mejor que esta para comenzar un nuevo año. Se bien que en nuestras ciudades mucha gente tiene que trabajar arduamente y que los días de fiestas son comparativamente raros para ellos y que aprovechan un día libre para descansar y tomar aire fresco; creo sin

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embargo, que obran bien los que se reúnen en la Iglesia para comenzar el año dedicándolo al Señor. Es conveniente que guardemos un poco de tiempo para ir hacia El y expresarle nuestro agradecimiento por el pasado y nuestra confianza en el futuro.

La mayoría de la gente que piensa en el Año Nuevo con seriedad, lo consideran como una ocasión para tomar buenas resoluciones, para una especie de inventario mental y moral, para observar retrospectivamente las resoluciones tomadas al principio del año transcurrido: usualmente tenemos que lamentar un cierto abismo entre lo que habíamos decidido hacer y lo que hemos realmente hecho. Tal contemplación, sin ninguna duda es muy saludable, pero es inútil perder tiempo en vanas lamentaciones o arrepentimientos. Es bueno observar los errores, pero no lamentarse por ellos. Uno de nuestros Grandes Maestros ha dicho que:

"el único arrepentimiento válido es el de resolverse a no cometer de nuevo ese mismo error."

Al tomar nuestras resoluciones para el nuevo año, nosotros, como Católicos Liberales (y por lo tanto, sinceros estudiantes del Plan Divino) no debemos eludir fijar nuestros ojos en la meta final puesta delante de nosotros. Todos sabemos que es nuestro deber progresar. Sabemos que debemos mejorarnos a medida que crecemos. Existe un poderoso esquema de evolución del cual somos una parte. Todos venimos de Dios y a Dios debemos todos retornar. A veces la gente se pregunta por qué, si es así, es necesario luchar tanto para desarrollarnos. ¿Si éramos divinos al comienzo de la evolución, podemos serlo más al final de la misma? ¿Hay un verdadero progreso? Sí, lo hay, porque venimos de Dios bajo la forma de una nebulosa, por decirlo así; salimos de él como simples chispas, aunque chispas divinas. Debemos retornar a El como grandes y gloriosas luces, como verdaderos soles irradiando su gloria sobre todo lo que nos rodea, impartiendo ayuda y bendición sobre los que encontramos en nuestro camino. Volvemos al mismo Dios del cual surgimos, pero volvemos a El en un nivel infinitamente superior.

Si pudiéramos imaginar un esquema (y esto se puede aplicar a todo lo conocido) por el cual cada una de las células de nuestro cuerpo pudiera evolucionar individualmente hasta convertirse en un hombre, es decir, hasta llegar a ser almas humanas, no podríamos decir que al alcanzar la etapa humana esa células no han hecho ningún progreso debido a que al comenzar el peregrinaje ya habían sido células humanas; deberíamos más bien reconocer que su adelanto ha sido enorme y asombroso. Esta es solamente una analogía muy tosca, pero en ella hay algo de verdad, porque hay muchísima más diferencia entre lo que hemos sido y lo que seremos, y bien podríamos haber sido células de algún vehículo divino en alguna encarnación o manifestación.

Debemos retornar a Él verdaderamente como dioses nosotros mismos.

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El objetivo de esta extraña y poderosa evolución fue expresado así por los Gnósticos:

"Dios es Amor - decían - pero el amor mismo no puede ser perfecto a menos que existan aquellos en quienes prodigarlo y que su vez puedan retribuirlo; por lo tanto Dios mismo puede expresarse de una manera más perfecta y plena cuando nos elevamos hacia los Divino; cuando Él puede verter sobre nosotros el espléndido caudal de su amor, y nosotros, aunque más modestamente, podemos devolverlo."

Nuestro adelanto es algo necesario para que sea perfecta la evolución de este gran sistema del cual somos parte; por lo tanto debemos definitivamente hacer algún avance tanto en conocimiento como en carácter cada año que pasa.

La mayoría de nosotros somos gente de negocios y estamos ocupados todo el tiempo; pero en ningún momento debemos creer que por esa misma razón no tenemos oportunidad para evolucionar. Mientras estamos trabajando, estamos en permanente contacto con diferentes personas y nuestra actitud hacia ellas es de la mayor importancia. Podemos tratarlas bien, amistosa, cortés y amablemente o de lo contrario, tal vez las tratamos de una manera indiferente y egoísta sin el debido respeto hacia sus derechos y sentimientos. Es cierto que así como nos comportamos, positiva o negativamente, nos mejoraremos o nos empeoraremos según sea el caso. Es en la vida diaria donde se nos ofrece la mayor oportunidad para cambiar de carácter. Muchos han confesado tener un mal genio lamentándolo, pero considerándolo como un hecho de la naturaleza que ellos no pueden alterar. Parecían pensar sobre ese punto como si fuera alguna especie de animal peligroso que tenían que conservar y sacar el mejor provecho de él. Es indudable que hay hombres dotados de un mal temperamento y fácilmente irritables; pero eso no se debe a que es natural tener un mal genio, sino que en ese caso el cuerpo emocional o astral de una persona gusta de la excitación y alboroto y desea comportarse así. El cuerpo astral tiene vida propia y para su propio propósito instiga al hombre a la irritación. No se trata de que sea maligno o que desee perjudicarnos – es dudoso que reconozca nuestra existencia -sino porque desea poner en actividad lo que le rodea para obtener la agradable excitación que ofrecen las vibraciones rápidas y turbulentas. Si descubrimos que somos irritables, quiere decir que en vidas pasadas nos hemos entregado a esta emoción; no la hemos enfrentado y no nos hemos dado cuenta que debíamos controlarla. Sin embargo, nunca es demasiado tarde para hacer un cambio. Debido a que en otras vidas no hemos comprendido totalmente que teníamos poder para dominar la emoción, esta tiene un cierto dominio sobre nosotros y tal vez un dominio muy fuerte, pero no hay ninguna razón que nos impida comenzar ahora el esfuerzo para sujetarla.

En un momento u otro debemos emprender ésta tarea, porque hasta haberle terminado nunca podremos alcanzar aquello que Dios ha dispuesto para nosotros. Si hemos cultivado un cierto hábito y posiblemente, un mal hábito, durante los últimos 20.000 años o algo así, en muchas vidas pasadas, nos llevará tiempo romperlo a causa del impulso que está detrás. A pesar de

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todo, debemos enseguida ponernos a trabajar en él. Podemos fracasar 100 veces, pero debemos recordar que existe la misma razón para levantarnos y seguir luego del milésimo fracaso como la había al comienzo. Puesto que la razón sigue siendo exactamente la misma, y nosotros somos personas sensibles, debemos esforzamos, levantarnos y continuar adelante. Es inútil sentarse y decir que lo hemos intentado muchas veces sin poderlo lograr. Tenemos que hacerlo: otros lo han logrado y por lo tanto podemos conseguirlo nosotros también, es solamente cuestión de determinación y perseverancia.

Déjenme explicar por qué existe la seguridad de que a la postre saldremos victoriosos. Por grande que sea la fuerza generada por el hábito, debe ser una cantidad limitada de fuerza. Aunque esa fuerza haya ganado durante mucho tiempo, su victoria no es ilimitada. Por lo tanto, nosotros tenemos que combatir solamente contra una limitada cantidad de fuerza. No sabemos cuánto queda de ella. Puede que haya aún mucha, o nuestros esfuerzos la han reducido tanto que tal vez estamos a punto de vencerla del todo. Estamos en la misma situación de una persona que trata de cavarse una vía de escape para huir de la prisión; nunca sabe en qué momento el último golpe de pico le abrirá una salida y le dará la anhelada libertad, pero sabe que ese momento debe llegar si persiste el tiempo suficiente. Conquistar lo malo es perfectamente posible. Se puede y se hará. Solamente es cuestión de cuánto tiempo nos llevará.

¿Qué resoluciones entonces debemos poner ante nosotros para el nuevo año? Parece un hecho sugestivo el que, como ya he dicho, el día de Año Nuevo es la Octava de Navidad. Entonces una de las resoluciones podría ser la de intentar tener el espíritu de Navidad durante todo el año.

Si en Navidad hemos estado más corteses, más dispuestos a ayudar, si hemos estado más amistosos, más atentos a ver lo mejor y no lo peor en todos y en todo, sigamos la misma actitud el resto del año. Tengamos los mismos sentimientos, la misma elevación, la misma realización. Soy de la opinión de que a menudo nos parece que deseamos ser fraternales, pero que los demás no quieren hacer su parte. Si descubrimos que es así, nuestro deber no cambia; para que haya desacuerdo hacen falta dos personas: por lo tanto nosotros continuemos con nuestros sentimientos fraternales; si el otro no comprende y no nos corresponde, es asunto exclusivamente suyo. Es verdaderamente lamentable por él, pero esto no nos debe afectar, como veremos si lo observamos con claridad.

Debemos tener siempre presente que no puede sobrevenirnos ningún mal excepto de nosotros mismos. Otros pueden ofendernos o hablar mal de nosotros, pueden atacarnos de varias maneras, pero, después de todo, esto no debe alterar nuestros sentimientos a menos que lo permitamos. ¿Qué son las palabras? Es solamente aire que vibra. Si no hubiéramos oído nunca lo que el otro ha dicho de nosotros, no nos sentiríamos molestos en lo más mínimo; pero como llegamos a saberlo, nos irritamos y nos sentimos ofendidos y heridos. Piensen en los hechos así como son realmente. Alguien le difama a usted; ha hecho la parte del diablo porque el diablo es el acusador de su hermano, ha vertido su gota de veneno y ha hecho lo que estaba a su alcance para

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envenenar la dulce brisa de Dios; pero si usted no sabe nada de esto, seguirá serenamente su camino, el despreciable crimen del otro le deja a usted indiferente. Pero si llega a su conocimiento la falsedad, usted se sentirá molesto. El torpe ahora no ha hecho más que antes, es decir en el caso anterior, cuando usted estaba sereno; el cambio ahora está en usted y el error que usted ha cometido es el de permitirse dar importancia, recordar y rumiar algo que debería ser olvidado.

El Señor Buda enseñaba que la recta memoria es uno de los pasos del Noble Óctuplo Sendero que conduce a la bienaventuranza. Cada uno de estos pasos tiene muchas interpretaciones a diferentes niveles de pensamiento; pero el significado más claro de la recta memoria es que deberíamos reconocer lo que es importante recordar y lo que debemos olvidar. Teóricamente deberíamos ser capaces de controlar nuestra propia memoria, es decir, recordar lo que es útil y agradable y olvidar lo inútil e indeseable. Olvidar verdaderamente, como si la malvada calumnia no hubiese sido dicha o como si nunca lo hubiésemos escuchado. Sé que es difícil de cumplir, no porque el Yo real, el alma, desea recordar tal abominación, sino porque el cuerpo astral, uno de los vehículos que se supone que hemos controlado, gusta un poco de la excitación y trata de conservar una atmósfera tormentosa. Debemos reconocer ese hecho, observar con calma ese ingobernable vehículo y decir: "no, no te permitiré alterar mis planes. Tengo la intención de guardar el Año Nuevo libre de tu interferencia, tanto como me sea posible. Rehúso enojarme por la ignorancia de un hombre que ha dicho cosas atroces y estúpidas." Los ignorantes dicen siempre alguna tontería acerca de todo el mundo y eso no importa lo más mínimo, excepto a ellos, porque les crea un muy mal karma.

Hagamos de este Año Nuevo una larga Navidad, para que el Cristo nazca verdaderamente en nuestros corazones, para que nunca más nos sintamos anticristianos. Es un elevado ideal el que nos ponemos ante nosotros, y por supuesto que a veces lo olvidaremos. Pero sigamos adelante y perseveremos hasta realizarlo. Se supone que es una característica de nuestra raza apegarnos tercamente a todo lo que emprendemos hasta llevarlo a término. Demostremos esa cualidad en la religión como en el campo de batalla, en el deporte y en el comercio. Mostrémosla en la vida real que está detrás de todo esto así como en la del mundo exterior.

Durante el año que se abre ante nosotros, tratemos sinceramente de tomarlo todo con un espíritu de gozo y amabilidad, sin discutir, sin ofenderse, haciendo de este un año de verdadero espíritu fraternal. En la actualidad, la mayoría de la gente vive en una atmósfera de perpetua incomprensión hacia los demás porque están siempre atribuyendo motivos a lo que los otros hacen y dicen. Es un grave error ir por la vida suponiendo que todos los que nos rodean están constantemente pensando nosotros y que todo lo que hacen o dicen está calculado y en cierta manera relacionado con nosotros. El asunto es totalmente diferente; cada persona usualmente observa a su alrededor desde su propio punto de vista personal y es probable que sus pensamientos, sentimientos y obras, estén centradas en sí mismos en cierta medida, aun cuando no exactamente egoístas. Por lo tanto, al atribuirles motivos, les hacemos a menudo un gran mal; y lo hacemos por el hecho que hemos cultivado una

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mente separatista a expensas de un sentido de simpatía y de unión, la sabiduría intuitiva. El intelecto que discrimina, es algo bueno a su manera, y no quiero decir que lo tenemos en demasía o que no debemos cultivarlo; pero a menudo calculamos mal su alcance y de ese modo exageramos tanto su valía que no dejamos lugar para facultades indudablemente superiores.

Que nuestra práctica constante sea la de observar los puntos de acuerdo y no los puntos en que estamos en desacuerdo con los demás; busquemos las perlas y no las faltas; tratemos de encontrar en nuestros hermanos las cualidades que nos gustan en lugar de enfatizar las que nos disgustan. Que cada año sea para nosotros un año de fraternidad, de simpatía y de mutua comprensión, porque actuando así tendremos la más amplia seguridad que será un año feliz, no sólo para nosotros, sino también para todos los que nos rodean.

Parece haber más necesidad de lo usual para estas altas resoluciones en este período de la historia mundial. Han pasado últimamente cuatro Años Nuevos en los cuales hemos sentido poca alegría, ya que estábamos en medio de una gran guerra mundial1 y lo único de lo que disponíamos para alentar nuestra firmeza de fe era de que todo al final debía salir bien. Hubo algunos de nosotros que supieron cuál iba a ser el final, pero para aquellos que no sabían qué iba a suceder, las perspectivas deben haber parecido oscuras e inciertas. De repente, dramáticamente, sobrevino el final de ese conflicto, y solamente eso es algo por lo cual bien podemos estar agradecidos, y cuando vemos lo que sucedió, entonces tenemos buenas razones no sólo para agradecer a nuestro Señor, sino para confiar en El en que el futuro también saldrá bien, que aunque a veces surjan oscuros nubarrones, aún la luz de Su gloria siempre triunfará al final sobre ellos, y se progresará, porque esa es Su Voluntad, y a la larga Su voluntad se hace en la tierra así como en el cielo. Por lo tanto, tenemos buenas razones para mirar hacia adelante con confianza y alegría.

También recuerden, si hemos ganado una gloriosa victoria, si recibimos en esa instancia gran estímulo, también se nos ha dado una seria responsabilidad. Hoy día hay una oportunidad inigualable de reorganización en muchas formas diferentes. Estos años que están inmediatamente por venir dan comienzo a una nueva era, en la cual, espero, los hombres aprenderán a ser menos mezquinos, menos egoístas, a tener una visión más amplia, a actuar no para sí mismos (ni aún para ese yo magnificado que es llamado una unión, un conjunto de personas que pertenecen a una ocupación, o a un comercio) sino para la comunidad toda, no para una clase o partido, sino para todos.

Mucho del éxito de ese futuro, mucho del alcance de que los hombres tomen esta oportunidad que viene ante ellos, dependerá de la manera en que pensemos, hablemos y actuemos. Quizás pocos de nosotros tengamos alguna influencia directa, es decir en el rol de políticos y líderes de partidos. Pero esas personas, después de todo, son elegidas por nosotros a través de otros. Tenemos algo que decir al respecto, y podemos usar nuestra influencia, no sólo con el voto sino por la palabra y por la escritura, por la persuasión y con el ejemplo. Podemos aprender a ser altruistas, y el solo hecho que lo vivamos, en

1 Se trata de la Primer Guerra Mundial.

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la medida que podemos, tanto como lo predicamos, hará que los que están alrededor nuestro perciban la importancia de nuestras palabras. Cada uno de nosotros tiene a alguien que lo está observando, alguien que toma nota de lo que hace o dice. Cualquiera sea nuestra influencia, tratemos en estos años de reconstrucción que sea fraterna y usar de ella para mutua comprensión y estima.

Hay miles de puntos de vista diferentes, hay personas cuyas ideas acerca de cualquier tema son diametralmente opuestas a las nuestras. Parece que el instinto natural de la humanidad es el de desconfiar de tales personas y no gustar de ellas, y tal sentimiento de desconfianza y disgusto crece hasta convertirse en odio cuando se trata del ignorante y del inculto. Así nace esa cosa horrible que llamamos conciencia de clase, cuando una clase tiene un loco e indiscriminado prejuicio contra otra clase. No podemos dudar de que en el pasado haya habido razones para que una clase desconfiara de la otra, la historia lo demuestra. Cada una de ellas ha sido egoísta, cada una ha trabajado solamente para sí. Tratemos ahora de cooperar lo más posible e inducir a otros a trabajar en este sentido.

A través de los siglos se ha puesto a prueba un sistema de desunión, de perpetua discordia, mal entendimiento y sospecha, y no ha sido un gran éxito. Intentemos ahora el plan de confiar un poco más el uno en el otro, atribuyamos a todo ser humano las buenas intenciones que sabemos tener nosotros. Cada hombre significa mucho dentro del conjunto, ciertamente piensa primero en sí mismo, aunque a menudo piensa también en la esposa y en sus hijos, pero si se le presenta la ocasión o los hechos, siente usualmente el deseo de actuar con sensibilidad y razón. En muchos casos no se le presentan los hechos, solamente se le presenta una distorsión de la Verdad y por esta causa adquiere el fuerte convencimiento de que todo el mundo está en su contra, o que trata de hacerlo de un modo u otro, y el resultado es que de todo esto nace la confusión, la sospecha y el odio y se torna casi imposible llegar a un acuerdo.

Luchemos hasta donde nos sea posible hacia la unidad y el progreso mutuo. Si los hombres se comprendieran, no habría tantas diferencias. Por supuesto, habría muchas diferencias de opinión, pero no diferencias conducentes a la desconfianza. Un gran francés dijo una vez: "comprender todo es perdonar todo." Si vemos a alguien cometer algo horrible, sumamente impropio, tal vez algo peligroso para nosotros y para otros, si comprendiésemos exactamente el porqué ese hombre hizo tal cosa, si pudiésemos ver esa acción tal como él la vio; tal vez no estaríamos de acuerdo con él en lo más mínimo, pero cuando menos lo comprenderíamos y le perdonaríamos. Es debido a que no nos tomamos el trabajo de comprendernos mutuamente, que hay tanto sufrimiento en este mundo. Si cada uno tratara de ponerse en el lugar del otro, como debería hacer verdaderamente un hermano, sabríamos entonces ser indulgentes. Podríamos seguir disintiendo, pero discutiríamos los asuntos con un espíritu totalmente diferente, en un espíritu que haría posible llegar a una componenda, a una comprensión de manera que podríamos vivir juntos como hermanos y no como animales voraces que tratan de despedazarse el uno al otro. Que uno de nuestros pensamientos de Año Nuevo sea el de amor fraternal y comprensión mutua. Tratemos de

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comprender, entonces sabremos olvidar y a menudo ayudar. En uno de los libros de los antiguos judíos se cuenta que una vez Abraham estando acampando en el desierto se le acercó, ya alta la noche, un anciano que le pidió albergue y comida. Por supuesto que él lo recibió en seguida, como era costumbre entre los pueblos primitivos, pero cuando se sentaron a comer el extranjero se negó a agradecer a Dios. Abraham, levantándose enojado hecho al hombre sin darle albergue ni comida aduciendo que no quería tener bajo su tienda a alguien que no creía en Dios. Más esa misma noche, Dios se presentó a Abraham en una visión y le dijo: "¿Dónde está el extranjero que envíe para que lo hospedarás?" Y Abraham contestó confundido: "Señor, él no creía en Ti, se negó a darte las gracias y por eso lo eche en la noche." Más Dios dijo: "Yo he soportado a ese hombre durante 70 años, ¿no pudiste tu aguantarlo una noche?" Dios nos tolera a todos porque El nos comprende a todos. Hasta ahora no podemos comprender cómo El lo hace, pero cuando menos podemos intentar y estemos seguros que cuanto más cerca lleguemos a una comprensión y acuerdo, llegaremos más cerca de El y de Su Espíritu.

Por lo tanto, que cada año que se inicia sea un año de amor fraternal y mutua comprensión. Aprendamos a cooperar con las otras personas y ya habremos dado un gran paso en el sendero hacia la unidad final. Solamente así podemos esperar años nuevos verdaderamente felices, no años sin dolores, ni nubes pasajeras, porque eso no puede ser, ni tales años serían verdaderamente felices para nosotros, sino años durante los cuales nos acerquemos cada vez más a Dios, Quién nos ofrece tales oportunidades.

Capitulo IV

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La Epifanía

La fiesta de la Epifanía es una de las más pintorescas en todo el año cristiano. En la descripción del acontecimiento que se conmemora en este día, encontramos por primera vez las conocidas palabras: “En Oriente hemos visto Su estrella y venimos a adorarle”. En el Evangelio esto se cuenta muy brevemente. Se nos dice simplemente que llegaron a Jerusalén unos Sabios de Oriente preguntando donde estaba el Niño que iba a ser Rey de los Judíos. Puesto que los profetas judíos habían vaticinado que el Mesías nacería en la ciudad de Belén, los sabios se dirigieron allá. Se dice que en el camino a esa ciudad, la Estrella que los había guiado desde sus distantes hogares se les apareció de nuevo y les indicó la cueva donde yacía el Niño Jesús. Entonces allí entraron los sabios, Le adoraron y Le ofrecieron oro, incienso y mirra. Entretanto, Herodes, que en ese momento era Rey de los Judíos, se sintió molesto al oír que otro reclamaba ese cargo. Como los sabios no volvieron para contar lo que habían visto, envió unos soldados a Belén y trató de asegurarse la remoción de su presunto rival ordenando la matanza de todos los niños menores de dos años. Entretanto los sabios habían sido prevenidos en sueño que debían eludirlo y de la misma manera habían sido advertidos María y José para que llevaran al Niño fuera de su alcance.

Esta historia que se relata de un modo tan simple en el Evangelio, en la antigua tradición eclesiástica se convirtió en algo más brillante, aunque tal vez menos creíble. La palabra “Magi”, u hombres sabios, significa lo que ahora llamaríamos “los que estudian el lado oculto de las cosas”, y en esos días esto debe haber incluido el conocimiento de la astrología: así se explica su extremado interés en una insólita estrella. De acuerdo a la tradición, no eran solamente hombres cultos sino también reyes, que gobernaban cada uno su propio país. La leyenda no es exacta en lo que respecta a la ubicación de esos países, pero se cuenta que los tres Reyes se llamaban Melchor, Baltasar y Gaspar, y la tradición universal dice que el tercero era negro, de África. Se supone que Melchor y Baltasar gobernaban estados árabes, pero fuera lo que fuere, se afirma que cada Rey vio esta nueva y extraña estrella estando en su propio país y que se decidió a emprender un viaje para ver qué suceso podría indicar.

De acuerdo a esta leyenda, fue solamente al acercarse a Jerusalén, cada uno con su propio séquito, donde se encontraron los tres reyes y es de suponer que la llegada de estas comitivas, todas equipadas como para una guerra, debe haber creado cierta duda y excitación. Cuando estuvieron más cerca de la ciudad, Herodes envió unos embajadores a preguntar sus intenciones. Entonces, cuenta la historia, luego de haber contestado a sus preguntas, los tres Reyes fueron juntos a Belén con solamente unos pocos criados personales, dejando la mayor parte de su séquito acampando cerca de Jerusalén; cada uno de ellos llevaba consigo muchos presentes costosos para ofrecer al Rey recién nacido. El relato continua diciendo que cuando llegaron a la cueva y vieron al Niño, se quedaron tan impresionados por el inmenso magnetismo que experimentaron, que quedaron sobrecogidos de temor reverencial y en lugar de ofrecer grandes cantidades de regalos, cada uno

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tomó de su criado lo que tenía más a mano, lo depositó a los pies del Niño y se retiró apresurado. Así ocurrió que Melchor presentó un cáliz de oro, que según el mito fue conservado por la Virgen María y que luego fue usado por el Cristo mismo cuando instituyó la Santa Eucaristía; en tanto que Baltasar ofreció una caja de oro con incienso de una especie muy rara y Gaspar dio un frasco curiosamente labrado que contenía mirra.

La Iglesia ha interpretado siempre de una manera mística el significado de estos dones: el oro demostraba que el Niño era un Rey; el incienso representaba Su Divinidad, y la mirra, siendo una de las especies particularmente usadas en las sepulturas, simboliza proféticamente la muerte por la cual El debía pasar. La leyenda interpreta en forma extraña el pasaje del Evangelio donde se dice que los tres Reyes volvieron a sus respectivos países siguiendo otro camino, se dice que la Estrella se les apareció en el momento exacto del Nacimiento de Jesús y que sin embargo ellos llegaron a Belén solamente doce días más tarde. Esto se explica diciendo que de una manera algo milagrosa les fue facilitado el camino y que cuando emprendieron el viaje de retorno luego de su visita, descubrieron que el regreso les había llevado más días que los de ida. Cada uno de ellos, así nos cuenta la antigua historia, quedó profundamente impresionado por lo que había visto y que tal impresión fue permanente. Al retornar, todos estuvieron de acuerdo en renunciar a sus respectivos reinos y a dedicarse totalmente a la vida religiosa. La leyenda cuenta que viajaron juntos a través de muchos países entonces conocidos, y se supone que por último murieron en Colonia, donde aún se puede ver su tumba.Qué base puede tener esta extraña y antigua historia, es imposible decirlo ahora; pero cuando menos tiene algo de la primitiva belleza, y en la actualidad es de interés para nosotros saber cómo se consideraba esta Festividad en la Edad Media. Como historia, nada podemos garantizar, pero simbólicamente es algo excepcional, porque los que son verdaderamente sabios, los que entre las almas de los hombres son verdaderos Reyes, siempre reconocen al Gran Instructor, cuando El viene; lo reconocen y van a adorarle ofreciéndole todo lo que tienen y Le ayudan en la tarea que ha venido a cumplir.

Sea que fueren reyes o no, cuando menos estamos seguros que eso sabios no eran judíos, y por lo tanto la Iglesia ha considerado siempre este día como la manifestación del Cristo a los gentiles. Es el primer símbolo en la vida del Niño Jesús que demuestra que Su misión no era solamente para su pueblo sino para el mundo en general. El Instructor Mundial dio muestra de cuán justificado es su título y su cargo desde el mismo comienzo de su vida allá en Judea, y comprendemos que eso fue necesario. Porque supongo que nunca ha habido una raza más excluyente que la judía, y puesto que el Nacido era de la estirpe de David, de la cual, muchos entre ellos esperaban que naciera el prometido Mesías, se habrían sentido con el derecho de tenerlo solamente para sí, si no hubiera desde un principio un indicio claro y definido de que El no venía solamente para ellos, sino para todo el mundo. El mismo nunca dudó en declararlo, durante toda Su vida, y es muy significativo que este hecho fuera señalado ya desde temprano, es decir que también los que no eran judíos compartirían Su vida y Su enseñanza.

Lamentablemente el cristianismo ha heredado muchísimo del judaísmo. Forman una magnífica raza y yo sería el último en despreciarlos y

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menospreciar su generalizada influencia en el mundo, pero el judío de hoy de ninguna manera es el mismo que el judío de los tiempos de Cristo. Esa raza, como todas las demás se ha desarrollado desde un estado primitivo hasta su actual nivel de civilización. Todas las naciones han seguido el mismo camino, los de raza inglesa tenemos la costumbre de considerarnos tan buenos como los demás, pero también hemos tenido un muy bajo comienzo. Nuestros ancestros no eran muy evolucionados, no hay duda que tuvieron sus peculiaridades y algunas virtudes, pero ciertamente no eran una raza adelantada. Otros pueblos se fundieron con ellos y se formó esta extraña mezcla que ahora llamamos raza inglesa. Junto con estos primitivos celtas, vinieron los sajones, los anglos, los jutos del continente, pero ninguno de ellos era muy civilizado. Nos han dicho que asaban bueyes enteros y luego los trozaban en pedazos con las manos y cuando comían bebían muchísimo. No fueron una raza de la cual sentirse orgullosos. Tenían ciertas cualidades propias de los bárbaros, entre ellas que eran muy valientes y trataban bien a las mujeres no esclavas. A esta mezcla anglo-sajona-celta se juntó la raza normanda que ya era algo más civilizada antes de unirse a las demás, pero si leemos algunas novelas de los tiempos medioevales encontraremos que aún faltaba mucho en la cultura de nuestro país.

Esto es lo que sucedió a todas las razas del mundo. La gran raza romana, tan orgullosa de sí misma, tuvo su origen en una pequeña tribu latina, por la misma razón no debemos dudar en aplicar lo mismo a los judíos. En sus comienzos formaban una tribu netamente bárbara. Tenemos solamente que leer sus Escrituras, en las cuales se cuenta su historia para darnos cuenta de eso. Vemos que cometieron horribles crímenes, masacres grandes y numerosos sacrificios sangrientos, cometían todo tipo de crueldades, y según lo que ellos mismos relatan, tenían la aprobación de su divinidad, lo cual demuestra que tal divinidad era un dios tribal y de ninguna manera una gran divinidad.

Ciertas características propias de los judíos estaban muy marcadas en ellos y una de las más firmes era la idea de ser el pueblo elegido de Dios. Esta es una cosa que los cristianos hemos heredado de esa raza y ha sido una desdicha. Si solamente hubiéramos aceptado al Cristo como Fundador del cristianismo, sin tomar nada del judaísmo, y nos hubiésemos atenido solamente a Sus enseñanzas, ciertamente hubiéramos hecho una cosa mejor en todos estos siglos. Hubiéramos apartado de nosotros las ideas de un Dios celoso, cruel, que persigue hasta la 3º o 4º generación si se hace algo que no le agrada. Cristo hablaba de una manera muy diferente, nos enseñaba un Padre amante y nos rogaba que fuésemos uno con El, como El era uno con Su Padre; no hablaba de celos, crueldad y horror.

Los judíos eran muy egoístas y pensaban que no había salvación para los que no pertenecían a su nación. Los autores de los Evangelios a veces ponen en boca de Cristo palabras de significado tan limitado como sus propias ideas, porque no debemos olvidar que ellos también eran en gran parte judíos. No sabemos mucho de Lucas, pero sí que Mateo, Marcos y Juan eran judíos. Lo dicho acerca de dar a los perros el pan de los niños difícilmente pueden ser palabras del Salvador del Mundo. De todos modos se puede ver asomar la

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verdadera actitud del Cristo aún en lo que se le atribuye en los Evangelios. Recordemos cuando dijo “Otras ovejas tengo que no son de este rebaño”, de ninguna manera alude a los judíos, no a los que lo siguieron en esa encarnación, “pero a ellos también llevaré conmigo y habrá un solo rebaño y un solo pastor.” Hablaba muchas veces de toda la humanidad y no solamente de los judíos.

El cristianismo en conjunto no ha tomado la enseñanza de Cristo así como El la dio. Tal como existe en la actualidad es más bien obra de San Pablo que la de Jesús. Esto puede parecer extraño a los oídos de muchos, pero no es el caso para los que han estudiado estas cosas, estoy seguro. Toda la complicada teología, todas las escabrosas cuestiones sobre las cuales han discutido tanto en los Concilios Eclesiásticos, todo se puede hallar en San Pablo. No fueron las enseñanzas de Cristo las que crearon el misterio y los problemas; El nos enseñó una religión perfectamente sana y si tomamos en cuenta solamente lo que El dijo no encontraríamos una justificación para lo que está en la Teología en la actualidad.

No nos corresponde decir si San Pablo estuvo o no equivocado en tomar esa dirección, pero por lo menos, en los puntos en los cuales parece diferir de lo que dijo el Maestro, podemos seguir la enseñanza de Cristo antes que la de San Pablo. Este último no nació en Tierra Santa sino en Tarso y era ciudadano romano por derecho de familia, y en consecuencia no estaba tan imbuido de la tradición judía, como San Pedro. A veces los encontramos debatiendo ásperamente, por no decir discutiendo, acerca de varios puntos con respecto a si las leyes judías debían imponerse a los conversos cristianos. Los más conservadores entre los apóstoles se fueron alejando gradualmente de esa postura y tuvieron que reconocer que la enseñanza de Cristo era para todos, pero llegaron a esa conclusión solo de a poco.

En el cristianismo tenemos aún un fuerte asomo de esa idea judía antigua. Ahora no vamos a hacer de ella una cuestión de nacionalidad. No nos aventuramos a decir que solamente los ingleses o los franceses o solamente los italianos podrán salvarse, pero aún muchos tienen la tendencia a suponer que solamente los cristianos podrán salvarse y fundamentan esa tonta idea en uno o dos textos que han mal interpretado. Más de una vez se dice que el hombre puede salvarse únicamente por el Nombre de Cristo, que deben venir a través de El. Se cuenta que El mismo dijo: “Nadie va la Padre sino por Mí”.

Pero los que piensan así no han comprendido que la gran idea Crística es muy compleja y que no siempre se refiere al Jesús Cristo Instructor (el Cristo que usó el cuerpo del discípulo Jesús) sino a veces al Cristo aún más elevado, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Siempre Bendita Trinidad.

Es absolutamente cierto que podemos llegar a ser uno con el Padre Omnipotente siendo primero uno con el Cristo dentro de cada corazón humano, porque “Cristo en vosotros es esperanza de gloria” y no hay para nadie otra esperanza de gloria sino la de hacer surgir, despertar el Principio Crístico dentro de uno mismo, llegar a ser uno con El y por medio Suyo elevarse hasta el Gran Padre de todos. Ciertamente sólo a través de Cristo, el hombre puede

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escapar a la rueda de nacimientos y muertes y alcanzar el nivel donde se puede ser Uno con Dios Mismo. Esta es la gran verdad, pero no quiere decir, como muchos suponen, que se debe adorar a Dios de un solo modo, a través del nombre de Jesús Cristo exotérico.

Los hombres no siempre comprenden que en aquellos lejanos días el nombre expresaba poder; invocar correctamente el nombre de cualquier Divinidad significaba llamar en auxilio el poder de tal Divinidad y así era a través del poder del Cristo interno, y solamente por El, que el hombre podía alcanzar lo más alto. No quería decir que se debía hollar este particular sendero terrenal para llamarse cristiano. Nosotros usamos la palabra “Cristo”; un francés o italiano la pronunciarían de una manera diferente. ¿Suponed vosotros que estaría más lejos de la salvación por el hecho de pronunciarlo de una manera diferente? ¿Suponed vosotros que Dios se negaría a contestar porque se lo invoca con otro nombre? ¿Nosotros rehusaríamos contestar el pedido de nuestro pequeño niño debido a que él no puede pronunciar bien nuestro nombre? Difícilmente. Entonces, ¿por qué pensar que Dios es peor que nosotros? Toda sincera devoción llega a Dios, cualquiera sea el nombre que le dan los devotos. Algunos le dicen le bon Dieu, otros le llaman Shiva, otros Brahma o Allah, y otros aún le llaman Ahuramazda. ¿Qué importa? Las plegarias llegarán a Dios, el nombre que se emplea no es sino una forma hecha de palabras. Es muy lamentable que hayamos heredado esta idea, de que nosotros como cristianos (esta vez, no como nación sino como religión) somos los elegidos que van a ser salvados, que todos los demás son intrusos que a lo sumo han sido dejados a la merced de Dios. Esta expresión significa que es muy dudoso que quien la use encuentre un poco de misericordia.

No es necesario tomar esa actitud nada caritativa. Aún San Pablo, quien era considerado muy rígido, no era tan fanático como ciertos cristianos modernos. Esto lo demuestra por medio de la fórmula especial con la cual comenzaba sus Epístolas, (y esto no lo digo refiriéndome a la historia de la Iglesia, sino más bien por los resultados de investigaciones clarividentes). Pero nos ha quedado solamente una de ellas, la Epístola de los Hebreos y ¡todos los comentaristas y estudiantes de la Biblia están totalmente seguros que es la única Epístola que no escribió San Pablo! El la comenzó con una frase extraordinaria:

“Dios, quien en varias épocas y de diferentes maneras habló en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, nos ha hablado, en estos últimos días por medio de Su Hijo”

Aquí hay que observar dos o tres puntos. Debemos alejar la ilusión, si aún persiste en alguno de nosotros, que Cristo hablaba inglés. El hablaba lo que se llama el Koiné, el dialecto griego hablado por el común de la gente; no el Arameo, aunque debe haberlo conocido, pero este dialecto estaba algo en desuso, si lo comparamos con el griego clásico. Sólo recientemente se ha encontrado una gran cantidad de nuevos manuscritos en ese dialecto. Hasta entonces se creía que el Nuevo Testamento era el único libro escrito en esa lengua, pero ahora sabemos que era el lenguaje corriente de un gran número de personas. Por supuesto, El empleó el lenguaje peculiar de ese entonces y

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debemos descubrir el significado exacto de las palabras y no seguir ciegamente a los que desvirtuaron sus palabras para adaptarlas a dogmas preconcebidos, antes que se supiera que este fue el idioma corriente.

“Dios ha hablado por medio de los profetas”. Esta frase la tomaron como que se refería solamente a los profetas judíos, esos lúgubres señores que prorrumpían siempre en invectivas contra los judíos. Es posible que esos pobres judíos merecieran todas las cosas terribles que se decían de ellos, pero así mismo no es agradable ni útil leer eso en la actualidad. En el Viejo Testamento hay maravillosos pasajes, pero también hay fragmentos que los posteriores editores podrían muy bien haber omitido y no hubiéramos perdido mucho. En griego, la palabra prophetai no significa solamente lo que ahora queremos indicar como “profetas”. A todo el que vaticina o que sermonea se le dice “profeta”. Cuando los soldados, burlándose, dijeron a Cristo; “Profetiza”, no el pidieron que predijera eventos futuros, querían decir: “Dinos algo”. El verbo del cual se deriva la palabra significa “hablar en voz alta” y también “predecir el futuro”, por lo tanto prophetai equivale a “predicadores” y nada más.

Sin ninguna duda, San Pablo quiso decir:

“Dios, quien en los tiempos pasados ha hablado a nuestros padres de muchas maneras, y en épocas diferentes a través de otros predicadores, y ahora en estos días nos ha hablado por medio de Su Hijo.”

Por medio de Uno que es una manifestación especial del poder divino. Esos predicadores, por medio de los cuales Dios había hablado en el pasado, fueron el Señor Buda, Vyasa, Zoroastro, Thoth, Orfeo, todos grandes fundadores de religiones. También ellos fueron manifestaciones del mismo Omnipotente Instructor, Ellos también fueron mensajeros de Dios, en esos otros tiempos y para aquellos a los cuales fueron enviados.

Felizmente la humanidad es diferente; este sería un pobre mundo si todos fuéramos iguales. En las sucesivas etapas de evolución y en los diversos países, los hombres han diferido muchísimo. A cada uno de esos tipos y clases se han dado religiones apropiadas, cada una a través de su propio “predicador”, pero todas ellas apuntan a una misma norma, todas enseñan exactamente el mismo sistema de conducta. Difieren los nombres que dan a las cosas, pero debemos comprender que los nombres son como rótulos exteriores y que no tienen importancia. Todas nos dicen que es hombre “bueno” el que no es egoísta, el hombre caritativo, el hombre amable, gentil; todas nos dicen que las acciones ofensivas en contra de los demás, el crimen, el robo, y todo tipo de ultraje son crímenes terribles. Su enseñanza es idéntica pero es ofrecida en términos diferentes de acuerdo a las necesidades del momento. También San Pablo nos dice que Dios ha hablado muchas veces a nuestros padres que seguramente fueron “gentiles” y no judíos, y ahora, en estos últimos días nos ha hablado por medio de esta especial manifestación a la cual decimos “Su Hijo”.

El cristianismo es uno de los grandes senderos hacia la montaña de Luz en cuya cima se sienta Dios Mismo. Es uno de los senderos, más sólo uno y si tenemos una gran cantidad de personas alrededor de la base de la montaña,

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para cada hombre el camino más corto hacia la cima es el que se abre delante de sí. Sería tonto creer que debemos ir y arrastrar a un hombre alrededor de la montaña para hacerlo recorrer nuestro camino particular. Los esfuerzos que hacemos para convertir a la gente de otras religiones y otros cultos, son innecesarios e infructuosos. Pero el que se hace para llevar el conocimiento de Dios a los que lo ignoran es una grande y noble acción; deberíamos predicar con palabras y hechos nuestra creencia de que hay un Dios y que el único y más seguro medio para el confort y la paz en nuestra vida consiste en vivir como El quisiera que vivieran los hombres. Esto es una acción noble. Pero tratar de convertir a uno que ya es “bueno” a lo largo de su línea, para que lo sea en la nuestra es una cosa insensata.

Si los de otras religiones actuarán como lo hacen muchos de los nuestros y tratarán de hacernos adorar a su manera, ciertamente diríamos: "¿qué hay de utilidad en esto? Tenemos nuestro propio culto. ¿Por qué deberíamos dejarlo para tomar otro?" Ellos pueden decir lo mismo. Todo es el resultado de la tonta idea de creer que el nuestro es el único camino. Puede que sea lo mejor para nosotros; pero por qué no darnos cuenta que el que Dios les ha puesto delante puede ser lo mejor para ellos. Fue Dios y nadie más el que decretó que nacieran como budistas, hindúes, cuando a nosotros dio cuerpos cristianos. ¿Cómo es que estamos aquí y ellos allá? Se debe a la gran ley que es expresión de la voluntad de Dios. Que cada uno esté firmemente persuadido en su propia mente, que cada uno tome su propio camino y no trate de interferir en el de los demás. Todos conducen a la cima, siempre cuando se lleve una vida buena.

No importa con qué palabras el hombre expresa su creencia; seguramente llegará a la meta. Esa es la gran lección, creo yo, de esta manifestación de Cristo a lo gentiles. La palabra "gentiles" simplemente significa extranjeros, aquellos que no son judíos. Démonos cuenta rotundamente, que existen muchos senderos y que no nos corresponde decidir si uno es mejor que otro. No hay duda que así nos parece, pero no es necesariamente lo mismo para otros; y esto se aplica no solamente a las grandes religiones sino también a las sectas.

Existen 300 sectas cristianas y tal vez más. Todas proceden de Dios. Nosotros vemos las ventajas de nuestro método particular porque constantemente hemos experimentado su ayuda. Nosotros, los de la Iglesia Católica Liberal, por ejemplo, participamos del Santísimo Sacramento y sentimos la espléndida efusión de amor y fortaleza que recibimos a través de él y pensamos: "nadie que no participe de esto o sienta esto puede hacer tan gran progreso en religión." Esto es una verdad para nosotros, pero debemos darnos cuenta que muchos otros pueden estar en una línea diferente y lo que nos conviene tan bien, puede convenir no tanto a los metodistas, por ejemplo. Dejemos que cada uno siga su propio camino. Podemos tratar de aconsejarle el nuestro, puesto que lo encontramos tan hermoso y útil pero al recomendarlo debemos ser siempre caritativos interior y exteriormente. No debemos decir solamente con palabras. "Creo que su plan sea probablemente tan bueno como el mío, pero es diferente", sino que debemos realmente sentir dentro de nosotros que cada hombre tiene su propio camino y no es asunto nuestro

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sacarlo de él y hacerlo ir por otro. No debemos para nada sentir que no está a nuestro nivel, cosa la cual creo que estamos un tanto inclinados, sino prestamos atención. Cada hombre puede recibir ayuda en su propia línea, sea hebreo o gentil, ¿qué importancia tiene? Iglesia Alta2, Iglesia Baja3, todos tratamos de servir a Dios a nuestra propia manera y eso es lo que tenemos que aprender. Dentro de nosotros tenemos hermoso sentimientos, debemos confiar en que los demás los tienen también. Así, reconociendo la paternidad de Dios, todos llegaremos a sentirnos como verdaderos hermanos con todos nuestros semejantes y este es el gran propósito de todo, es decir que seamos uno en Cristo, cualquiera sea el nombre que le demos, como Él es Uno con el Padre.Sabemos que la Estrella de Oriente, cuyo brillo celebramos en la Epifanía, ha sido tomada como bandera y símbolo de una sociedad mundial llamada Orden de la Estrella de Oriente, de la cual ya me he referido. Una Orden que especialmente pide a quienes se unen a ella, dedicarse a la tarea de adecuarse ellos mismos para la segunda venida de Cristo, para que puedan conocerlo cuando llegue y estar listos para ofrecerse en Su servicio. Esta Orden en realidad no se fundó en el día de Epifanía, sino cinco días después, el 11 de Enero, pero en este aniversario bien podemos tenerlo en mente. El trabajo de sus miembros es además tratar, tanto como puedan, de preparar a otros también, a inducir a las personas que están en el medio del tumulto y confusión del mundo, para que al menos presten atención a esta Segunda Venida, que pensamos no demorará mucho más. Por lo tanto es realmente bueno que pensemos en ello. Aquellos de nosotros que estemos profundamente interesados podemos unirnos a esta Orden que existe para preparar Su camino. Tiene logias en todos los países del mundo; publica muchos panfletos y libros, una lista de los cuales puede obtenerse en su Sede Central, 314 Regent Street, Londres, V. Pero si nos unimos a ella o no, de cualquier manera pensemos clara y definidamente lo que haremos cuando El llegue.

2 La Iglesia alta (High Church) es un término que hoy en día puede usarse hablando de puntos de vista dentro de un número de denominaciones del cristianismo en general, pero que tradicionalmente se ha empleado en las Iglesias asociadas con la tradición anglicana en particular.

Se emplea a menudo para describir a aquellas parroquias o congregaciones anglicanas que emplean muchas prácticas rituales asociadas en la mente popular con la misa católica. Los defensores de la posición de la "Alta iglesia" señalan que estas prácticas tienen que ver con la santidad y el respeto a Dios, Jesús, y la propia Iglesia como el Cuerpo de Cristo. La Iglesia sería así una organización y la congregación en oración es ante todo  católica en el sentido de que está unida a través de su ritual a la iglesia "universal". Usan los términos "Iglesia alta" y "anglo católico", pero no en el sentido de propugnar una unión entre la iglesia anglicana y Roma. Fuente Wikipedia.

3 La Iglesia baja (Low church) es un término que distingue dentro de la Iglesia de Inglaterra u otras iglesias anglicanas, inicialmente en un sentido peyorativo. Durante la serie de desafíos doctrinales y eclesiásticos por los que pasó la iglesia de Inglaterra en los siglos XVI y XVII los tratadistas religiosos comenzaron a referirse a la tendencia anglo católica en la iglesia de Inglaterra como "Iglesia alta". Por contraste, a principios del siglo XVIII, aquellos teólogos y políticos que buscaban una mayor reforma en la iglesia de Inglaterra y una mayor liberalización de la estructura de la iglesia eran llamados "iglesia baja".

El nombre se usó a principios del siglo XVIII como equivalente de latitudinario, esto es, alguien dispuesto a conceder mucha amplitud en cuestiones de disciplina y fe, en contradicción con el creyente de la iglesia alta, que tenían un alto punto de vista sobre la autoridad exclusiva de la iglesia oficial, del episcopado y del sistema sacramental. Estas posiciones coincidieron con las de los puritanos no conformistas e independientes en la Iglesia de Inglaterra. Posteriormente cayó en desuso, reviviéndose en el siglo XIX cuando el movimiento tractario puso de nuevo de moda el término "creyente de la iglesia alta" en un sentido distinto, esto es, para aplicarlo a aquellos que exaltaban la idea de la iglesia católica romana y el sistema sacramental. Fuente Wikipedia. N del T

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Llevemos a nuestro corazón la lección de la Estrella. A través del Adviento estuvimos preparándonos para celebrar el nacimiento del Niño-Cristo, y esto culminó en Navidad, momento en que reflexionamos lo que ese nacimiento significa para nosotros, y expresamos nuestra más sincera gratitud por ello. Ahora este Festival, que sucede doce días después, intenta indicarnos que toda esa alegría debemos llevarla a la acción. Nos hemos preparado para La Venida: la hemos celebrado, ahora, ¿qué deberíamos hacer al respecto?¿cómo podemos compartir esta alegría con nuestros semejantes? Los tres reyes fueron los primeros predicadores cristianos; los primeros en ir y proclamar al mundo el nacimiento del recién nacido Rey, no de alguna provincia o de armadas, sino Rey de los corazones y almas de los hombres. La leyenda cuenta que abandonaron todo para pregonar Su venida. Nosotros, en estos días, no estamos llamados a hacer tan grande sacrificio, pero seguramente lo que podemos hacer es dedicar nuestro tiempo y energía en la medida de lo posible en tratar de difundir las buenas nuevas. No permitamos que los negocios, el trabajo y las ambiciones mundanas interfieran entre nosotros y el Señor, que vendrá de repente a Su Templo. Estemos listos para reconocerlo y seguirlo, como hicieron los Sabios de la antigüedad, y ofrezcámosle de corazón y totalmente el oro de nuestro amor, el incienso de nuestra adoración, y la mirra de nuestro auto-sacrificio. Así repetiremos aquellos regalos míticos a un nivel más elevado y espiritual, por lo tanto que la Estrella no brille en vano para aquellos de nosotros que nos hemos calificado para reconocer Su Venida.

Puede ser muy pronto, entonces sería poco sabio demorar nuestra preparación. Muchos no supieron de Su Venida antes, todos los grandes reyes de la tierra, los hombres ricos, las personas más intelectuales de Grecia, de Roma y de Egipto no le prestaron atención en absoluto. Sus seguidores inmediatos, si creemos la historia, eran unos pocos pescadores pobres, y otros como ellos, pero ninguno de distinción, ninguno de gran conocimiento, de elevada posición. ¿Haremos lo mismo esta vez? No lo sabemos, pero al menos tengamos la actitud para poder reconocerlo. Antes, hubo un precursor que proclamó Su Venida; esta vez debería haber muchos miles de nosotros que traten de preparar el camino del Señor y hacer derecha Su Trayectoria. Seguramente no puede haber un mensaje más noble que ese, no puede haber nada más hermoso para nosotros que ponernos ante el mundo.

Algunas veces se ha objetado: “Supón que después de todo estamos engañando a la gente; supón que El decide no venir todavía.” Bueno, aún así, ¿se hace algún daño por tratar de preparar a las personas para Su Venida? Si sucediera eso, que por alguna razón sólo conocida en el consejo de lo Más Alto, El pospusiera Su Venida, seguiría siendo una obra grande y noble habernos preparado para recibirlo. Seremos mejores y no peores por haber tratado de ponernos en actitud de receptividad hacia esa poderosa influencia, y ningún daño puede hacernos esa preparación, mientras que si El viniera y nos encontrara sin preparación, ¿no nos lamentaríamos de ello por todos los siglos por venir?

El mismo dijo que antes que El viniera de nuevo habría mucha confusión y muchos conflictos en el mundo, que muchos correrían de un lado para el otro, y que habría muchos falsos Cristos erigiéndose por todos lados. Por lo tanto,

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puede muy bien ser que habrá muchos que no lo reconocerán ni lo seguirán cuando El venga. En verdad, seguro que habrá algunos que en Su propio nombre se negarán a escucharlo. Dirán: “Cristo vino hace dos mil años atrás; nosotros seguimos la enseñanza que El nos dio en ese entonces. No podemos ser apartados de ella por ninguna otra enseñanza.” Y así en Su propio nombre, y con cierto sentido de lealtad hacia El, fallarán en reconocerlo cuando El vuelva de nuevo.

Que eso no nos pase. Así como surgió una estrella en el cielo, y guió a Belén a esos tres reyes, así hay una estrella que brilla delante de quien quiera verla aún ahora, aunque no sea un fenómeno físico. Si verdaderamente fue posible ver esa estrella hace 2000 años, deben haberla visto millones de personas, pero solamente tres fueron los que comprendieron su significado y la siguieron. En la historia no se dice nada de si solamente esos tres fueron favorecidos por esa visión. No lo podemos decir, pero al menos es seguro que para todos aquellos cuyos ojos internos están abiertos, hay claras indicaciones ahora de la proximidad de la Venida del mismo Gran Instructor Mundial una vez más. Podemos realmente decir, como se dice que El les dijo a los judíos: “Hay muchos aquí que no probarán la muerte hasta que vean al Señor Cristo.” Si El realmente dijo eso o no, no podemos decirlo; parece improbable, porque El debía haber sabido. Pero ahora, al menos, los signos son claros; ahora parece que el tiempo está cercano. Estemos listos, estemos preparados para recibir esa gran Epifanía de Cristo. Estemos entre aquellos Hombres Sabios que habían esperado Su Venida, que lo reconocieron cuando El vino y están preparados para dejar a Sus pies los dones de su amor, devoción y servicio. Tenemos realmente un evangelio para predicar, así como el de aquellos Hombres Sabios del pasado. Ocupémonos para que no perdamos la maravillosa oportunidad que nos ha sido ofrecida, que no nos quedemos cortos en la realización de un deber tan obvio.

No me corresponde prescribir lo que cada uno debe hacer; cada hombre hará lo que pueda a su propia manera. Pero al menos que cada uno procure definitivamente hacer algo. Hay muchas maneras en que el trabajo puede hacerse por la Estrella, pero esto es claro, que cualquier cosa que seamos capaces de hacer por ella en la forma de trabajo activo, al menos le debemos esta tarea: que debemos vivir por ella. Los que predicamos la Estrella a otros debemos con certeza mostrar su influencia en nuestra vida diaria, su sabiduría, su fortaleza, su alegría, su paz, su libertad y su bondad.4 Nosotros que amamos la Estrella debemos ser nosotros mismos como estrellas y ayudar a iluminar al mundo en el cual nos movemos, debemos tratar, cada uno de acuerdo a su capacidad, de brillar y mostrar con pureza, gentileza de corazón y fortaleza, la luz que está dentro de nosotros. De este modo este día está unido a los que lo precedieron, porque no podemos mostrar mejor la gloria de la Estrella sino perpetuando, durante todo el año que se extiende ante nosotros, la actitud de amabilidad y fraternidad que hemos resuelto cultivar.

En el día de la Estrella dejemos que su gloria brille sobre nosotros, y recordemos siempre que en la misma proporción en que compartamos la Estrella, así como toda cosa buena, con nuestros semejantes, recibiremos su bendición más completa.

4 Ver Starlight, de C.W. Leadbeater

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Capítulo V

El Bautismo de Nuestro Señor

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Hemos elegido el día 15 de enero para celebrar el Bautismo de Nuestro Señor. No es que de alguna manera sepamos que es el aniversario de ese acontecimiento, porque hasta donde sabemos, la Iglesia ha perdido la fecha exacta. Lo que se dice en el evangelio sobre el Bautismo, es que Jesús mismo se llegó hasta su precursor, Juan el Bautista, y le pidió que le administre ese rito. Juan en toda su humildad objeto naturalmente a esto y dijo: "yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mi?". Esto quiere decir: "Tú eres mucho más grande y mucho más desarrollado espiritualmente que yo, ¿por qué quieres tú ser bautizado por mi?” Y Jesús dijo: " Permitámoslo ahora, porque nos conviene cumplir con toda justicia." (Mateo 3:14-15). Y así recibió el sacramento. Lo que evidentemente quería decir era: "Esta es la señal de una cierta etapa. En esta encarnación mía, también debo cumplir con la ley, el curso normal para todos los que tratan de alcanzar los niveles superiores, y por lo tanto yo, aunque esté más allá de todo esto, en el mundo externo debo cumplir con toda justicia. Debo pasar todas estas etapas como cualquier ser humano." De modo similar, si el más grande de los santos renaciera sobre la tierra, debería pasar a través de todos los sacramentos de la iglesia, por el bautismo y confirmación, aunque pudiera estar mucho más allá de lo que ordinariamente significan o simbolizan para nosotros.

Y así Jesús pasó por esto, y por lo tanto, con su perfecto ejemplo nos demostró que también nosotros debemos pasar por los ritos prescritos, no importa si nos sentimos más allá de lo que los ritos puedan darnos. Es fácil para un hombre hacerse ilusiones. Ha habido quienes han dicho: "no necesito ningún sacramento exterior, no recibo ningún beneficio de tales cosas." Tal vez sea así, porque todos sabemos que cualquiera puede acercarse a Cristo en cualquier nivel sin un intermediario. Es posible, lo han hecho, aunque muy raramente; tal vez no esté bien decidir temerariamente que podemos prescindir de toda ayuda. Podemos ser grandes santos sin saberlo, pero es mejor salvaguardarse.

No se equivoquen en esto, cualquier hombre, en cualquier etapa que se encuentre, y que dirija sus pensamientos hacia Cristo, o envía su aspiración hacia Él, sin ninguna duda evocará una respuesta y tal respuesta será la mejor para su esfuerzo. Pero el mismo gasto de energía traerá una mayor respuesta si se la envía por un canal ya preparado por el mismo Cristo para su pueblo y planeado para nuestro uso por medio de su Iglesia. Es mucho más fácil caminar a lo largo de una ruta cuidadosamente nivelada que abrirse camino a través de los obstáculos de una jungla sin sendero, y cuando la ruta ya esta allí, amorosamente proporcionada para un propósito especial, ¿por qué se debería estar tan desagradecidos y negarse a caminar por ella?

Si seguimos las enseñanzas y los ritos de la Iglesia, podemos estar seguros de que nos harán un gran bien, aunque nos sintamos adelantados internamente. Porque, cuanto más grande es un hombre, tanto más puede recibir de los sacramentos y ritos de la Santa Iglesia. Por lo tanto, bien podemos seguir el ejemplo de Cristo: "permitámoslo ahora, porque nos conviene cumplir con toda justicia." Es un símbolo apropiado y hermoso.

Es bueno que de vez en cuando dirijamos nuestros pensamientos al

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sendero de desarrollo que se abre ante nosotros. Deberíamos tomar nota de las diferentes etapas y de lo que se requiere a los que quieran dar esos pasos y examinarnos con frecuencia y ver cuánto y hasta qué punto nos falta de lo que se requiere, porque aunque podamos estar a cierta distancia de tales posibilidades espirituales, a lo menos debemos tratar de calificarnos para la que tenemos ante cada uno de nosotros. Tal vez pueda humildemente decirse: "no soy un gran santo, estoy muy lejos de eso, tengo toda clase de faltas y fracasos." No hay duda que todos los tenemos. Pero Dios no nos ata a un tiempo determinado. No debemos pensar en esta sola y breve vida como que es todo lo que se nos da. Si fuera así, sería en verdad una ironía decirnos: "sed vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." ¿Cómo podemos serlo? Sabemos cuánto nos falta, ¿cómo podemos llevar a cabo esa orden? Sin embargo, ¿se nos habría dado ese mandato si hubiera sido un imposible para nosotros? No es imposible, precisamente porque tenemos ante nosotros muchísimo tiempo para nuestros esfuerzos. No hay que perder ni un momento, pero sí tenemos todo el tiempo que necesitemos. Si no lo alcanzamos en esta vida, volveremos una y otra vez hasta lograrlo, exactamente como un niño que va a la escuela todos los días, y tras un día de trabajo, vuelve a casa, se quita la ropa que se ha puesto para ir a clase, se acuesta y descansa. De la misma manera nos quitamos la envoltura de carne, este cuerpo físico, y vivimos en el cuerpo espiritual. Y luego salimos de esa etapa de descanso y volvemos a asumir una vez más la vestidura de la vida terrenal, el cuerpo físico.

Esto se sabía bien en el tiempo de Cristo. Leemos que decía a sus discípulos: "¿quién dicen los hombres que yo soy?" Y ellos le contestaban: "algunos dicen que tú eres el profeta Elías, otros dicen que tú eres Jeremías o uno de los profetas." Entonces Él les explicaba que Juan el Bautista era Elías, por lo tanto no podía ser Él. Les decía: "si quieren recibirlo, él es aquél Elías que había de venir." Y luego Él pregunto por quién lo tomaban y Pedro respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente." Por lo tanto está claro que Él sabía, y que aquellos a los cuales Él hablaba, sabían también, que era posible volver nuevamente en otros cuerpos. También le preguntaron cuando le presentaron un hombre que había nacido ciego: "¿quién pecó, este hombre o sus padres, para que naciera ciego?" ¿Cómo pudo un hombre haber pecado y haber nacido ciego como castigo para eso, a menos que hubiera cometido pecado en alguna existencia anterior? Ellos comprendían claramente la doctrina de la reencarnación, pero como la misma ha sido dejada a un lado desde entonces, en las escrituras y en el evangelio hay mucho que resulta incomprensible para la gente. Debemos tratar de recuperar esta antigua doctrina y comprender todas sus consecuencias. La fe puede haber sido transmitida, una vez por todas, a los santos, pero eso no quiere decir que ellos la comprendieran totalmente. Desde entonces se ha hecho mucho adelanto en todo tipo de conocimiento, tal vez en materia de religión también lleguemos a comprender mucho mejor lo que se ha dicho.

Por lo tanto guardemos estas festividades en forma diferente. Tratemos de no seguirlas solamente como aniversario, sino recordemos el simbolismo que está detrás y tratemos de comprenderlo, y cuando hayamos aprendido la lección que cada una tiene que enseñarnos, tratemos de vivir de acuerdo a esa

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lección. Si habremos de alcanzar estas grandes etapas algún día, debemos vivir ahora de manera de adaptarnos a este estado día a día para que cada vez nos acerquemos más y más al estado Crístico de la mente que por si sólo nos capacitará a vivir el tipo de vida que Cristo quisiera que viviéramos.

Desde un comienzo debemos reconocer que los requerimientos de la vida espiritual son de un carácter elevado, y que ningún hombre puede esperar de seguir a su Líder en esta poderosa escala evolutiva a menos que esté terminantemente decidido a dedicarse a Él en espíritu, alma y cuerpo y con todas sus fuerzas. No hace falta que para eso se retire completamente del mundo. Eso ha sido un error frecuente. Los requerimientos para el desarrollo espiritual superior son tan grandes que se puede bien perdonar a un hombre si siente que debe dedicar todo momento de su vida a esos esfuerzos, y en el pasado eso se ha hecho muchísimo. En las civilizaciones más antiguas y en las religiones primitivas, los hombres comenzaban casi siempre a seguir la vida verdaderamente superior, convirtiéndose en monjes o ermitaños. Casi siempre el hombre se retiraba simultáneamente del mundo, se dedicaba a una existencia de absoluta pobreza, absoluta castidad, y autocontrol, y vivía en elevada meditación. A veces hacían una pequeña modificación. En la religión budista, el hombre que se hace monje no necesariamente dedica toda su vida a la contemplación, pero pone todo su énfasis a hacer únicamente el bien. En toda la primitiva historia del cristianismo, encontramos que muchos de sus santos hicieron exactamente lo mismo. Se volvían ermitaños o entraban en algún monasterio, de modo que todo lo que les rodeaba les hacía más fácil vivir completamente para el espíritu.

En estos días se nos presenta una tarea mucho más difícil. La gran nota clave para nuestra vida espiritual es el servicio. El más grande servicio hecho a Dios es servirle en la persona de nuestros semejantes, y para dedicarnos a ese servicio, es necesario que estemos en el mundo, aún cuando tal vez no seamos del mundo en el sentido de que los asuntos mundanos ocupen un lugar más importante para nosotros. De todas maneras no debemos sentirnos superiores a los monjes o ermitaños de antaño. No es verdad decir de uno que ha trascendido los asuntos ordinarios de la vida, que ha pensado solamente en sí mismo y en su propio desarrollo. Pues tales hombres ayudan grandemente a la elevación de la tónica espiritual del mundo como un todo. Hay hombres totalmente dados a los negocios y a los placeres; para equilibrar eso, es bueno que en la raza humana haya algunos que se apliquen con todas sus fuerzas a la vida superior de meditación, y ni por un momento debemos pensar que estos hombres sean necesariamente egoístas haciéndolo. Están inundando el mundo con un tipo de pensamiento espiritual y sentimiento devocional superior a lo que sería posible a los hombres corrientes dedicados a los negocios. No debemos pensar en esas personas como que no hacen nada, sino, como he dicho anteriormente, tenemos ante nosotros una tarea más ardua: debemos permanecer en el mundo y desarrollar esa naturaleza espiritual superior tanto como podríamos haberlo hecho si nos hubiéramos retirado de la vida ordinaria.

Alguien puede objetar: "pero esto es impracticable; ¿cómo podemos ser tanto más fuertes espiritualmente que los grandes hombres de antaño?" La razón es que nosotros, algunos de nosotros, somos esos grandes hombres de la antigüedad, retornados en otros cuerpos para llevar a cabo nuestro

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desarrollo de seguir al Señor Cristo un poco más adelante que en vidas anteriores. Si alguno de nosotros tuvo éxito, en esas civilizaciones más antiguas, viviendo la vida espiritual apartado del mundo, la fortaleza ganada entonces nos ayudará ahora cuando tratemos vivir la vida espiritual en el mundo. Podemos aún inundar al mundo con pensamientos más elevados y con los más nobles sentimientos devocionales, pero podemos tener también la inestimable ventaja de estar entre nuestros semejantes y por lo tanto tener una más directa influencia sobre ellos. Nuevamente alguien podrá pensar: "eso está muy bien para un predicador o un conferencista, sin duda que derrama una cierta influencia, pero, ¿qué podemos hacer nosotros? Nosotros vivimos una vida del todo normal, tenemos que ganarnos el pan y mantener nuestras familias, ¿cómo podemos nosotros influir sobre los demás?”.

Todo ser humano lo está haciendo todo el tiempo, sea que lo sepa o no, o nunca piense en eso, sin embargo estamos afectando la vida de todos los que nos rodean, no solamente por lo que decimos y hacemos, todo nuestro pensamiento afecta las mentes alrededor nuestro, todas las palabras que proferimos pueden ser dichas de manera de llevar consigo un buen sentimiento. No se puede estar siempre predicando, pero todos nuestros pensamientos, palabras y obras deberían ser tales como para derramar una santa y Crística influencia en quienes están cerca de nosotros. Esa es la esencia de la vida espiritual, eso es lo que cada uno de nosotros, al nivel en que esté y en su grado de evolución debería hacer.

Para alcanzar el nivel de la Primera Gran Iniciación, el hombre debe dominar su cuerpo por medio de su alma, debe hacer de modo que todos sus sentimientos estén en armonía con los sentimientos superiores. Cuando se llega a la Segunda Gran etapa, se lleva un poco más adelante el mismo proceso y en la Segunda Iniciación, de la cual el Bautismo de Nuestro Señor es un símbolo, la mente del hombre, y no sólo sus sentimientos, se lleva a tono con la mente Crística. Esta última está infinitamente por encima de aquella, por supuesto, porque somos solamente hombres, y muy débiles y humanos, cuando en cambio El, como Superhombre, se eleva por encima de la humanidad. Pero nuestros pensamientos deberían seguir su línea. Así como el hombre que comienza a hollar el Sendero dice: “En estas circunstancias, ¿qué habría hecho Cristo? ¡Haga yo lo mismo!”, el individuo que ha pasado la segunda etapa debe vigilar sus pensamientos y en todo momento decirse a sí mismo: “¿qué habría pensado Cristo en un caso como este? ¿Cómo habría visto este asunto?”.

En nuestra religión existe la misma forma de pensar que en todas las antiguas fe. Todas las religiones son como lentes coloreados a través de los cuales brilla siempre la misma luz, son todas afirmaciones de la misma gran Verdad, por lo tanto, todo lo que se encuentra filosóficamente declarado en aquellas antiguas doctrinas, se encuentra también representado en el Cristianismo, la última de las grandes religiones. Por el hecho de que somos cristianos, no debemos necesariamente ser ignorantes, aunque es muy cierto que en los primeros tiempos de la Iglesia la mayoría de los fieles provenían de gente inculta y mucho malentendido lo hemos heredado de aquella época de ignorancia. Es deber nuestro ahora agregar virtud a nuestra Fe y a la virtud el

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conocimiento, como dijo San Pedro, de manera que al mismo tiempo que sostenemos la antigua Fe, lo hagamos con más inteligencia que nuestros predecesores, porque ahora sabemos lo que ella simboliza; así, en lugar de tomar lo que allí se dice, como hechos históricos que parecen increíbles, nos damos cuenta de su significado como un poderoso mito del progreso humano y aprendemos de ellos en lugar de aceptarlos sin comprenderlos.

Nunca más un líder de la Iglesia dirá: “Credo quia impossibile”, lo cual significa “Lo creo porque es imposible”. Cuando encontramos una declaración que a primera vista nos parece increíble, decimos: “¿cuál es el significado de esto? Porque debe tener un significado, y se debe hallar, de lo contrario no lo encontraríamos en nuestra creencia”. Habría sido una cosa buena si los primeros Padres de la religión cristiana hubiesen seguido el ejemplo del gran Consejo de los Padres religiosos de la religión budista. Cuando esos hombres se reunieron para formular una doctrina luego de la muerte del Buda, al encontrar que se les presentaban muchas curiosas afirmaciones y distorsiones de Su enseñanza, tomaron esta decisión: “Nada que no esté de acuerdo con la razón y el sentido común puede ser enseñanza del Buda”. Quisiera que los Padres Cristianos hubiesen tomado la misma línea de pensamiento; nos habrían ahorrado muchos problemas.

Solamente los que han presenciado una de las Grandes Iniciaciones puede decir cuán bueno es el simbolismo que la Iglesia ha adoptado para ellas. La primera indica claramente un nacimiento, el Maestro que está actuando como Iniciador, expande Su aura, Sus vehículos superiores, y envuelve totalmente dentro de Si al discípulo, y este sale de ese contacto como un hombre nuevo de muchas maneras, y por lo tanto se puede realmente describir como un nacimiento. En la Segunda Iniciación hay un derramamiento de fuerzas desde lo alto que se simboliza adecuadamente por medio del Bautismo. Un tremendo influjo de poder desciende sobre el Iniciado desde el Iniciador. Es un verdadero bautismo del Espíritu Santo y de Fuego, como lo describió Cristo. Es un ardiente flujo que desciende y sin duda alguna tiene todo el aspecto de una corriente de luz viviente. Si nos damos cuenta del significado simbólico que está detrás de todas estas cosas, comprenderemos que constituyen una secuencia coherente y que de esta manera, cada año la Iglesia nos presenta el Sendero que debemos hollar, con la esperanza de que contemplándolo, aprenderemos a comprenderlo, y luego podremos desarrollar dentro nuestro las cualidades necesarias para cada una de estas grandes etapas.

No hay ningún misterio acerca de estos requisitos, se encuentran en muchos de nuestros libros. Yo mismo redacté una lista de ellos al final de mi librito “Protectores Invisibles”. Uso allí términos orientales, pero encontramos las mismas cualidades en la enseñanza cristiana bajo el nombre de Conversión, Purificación, Iluminación y Perfección. La Perfección corresponde a lo que en Oriente se llama Iniciación Arhat. Se lee en los Evangelios que San Pablo dijo: “Nosotros hablamos sabiduría entre los que son perfectos”. Esto no suena particularmente inteligente si tomamos las palabras en su significado corriente, pero está muy claro cuando sabemos que “perfecto” es una palabra técnica empleada para un cierta Grado en los Misterios Cristianos. La frase

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simplemente indica: “Hablamos de los secretos de los Grados Superiores solamente con aquellos que han tomado ese Grado”.

Cuánto más desarrollamos esas cualidades ahora, tanto más fácil será nuestra tarea cuando llegue ese gran momento, y tanto más pronto acontecerá eso. Por lo tanto debemos ya echar las bases aún para el más elevado peldaño del Sendero. Deberíamos estar ya familiarizados con lo que tenemos que hacer para desarrollar nuestros poderes internos, y deberíamos tratar de hacerlo como podamos, es decir con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con toda nuestra fuerza.

No podemos tener éxito inmediatamente porque es una tarea que lleva mucho tiempo. La evolución del hombre ha continuado muy lentamente y con paso firme durante miles y miles de años en el pasado. Ahora comienza a apresurarse, porque la meta se está aproximando, debido a que comenzamos a movernos con más inteligencia en la justa dirección, en lugar de ser llevados de aquí y allá por todo tipo de corrientes cruzadas. La evolución está en movimiento todo el tiempo, y sea que participemos inteligentemente en ella o no, estamos conducidos firmemente hacia delante y hacia arriba. Pero tan pronto como comenzamos a comprender y a nadar por nosotros mismos en lugar de ir a la deriva con la corriente, nuestro adelanto es cada vez más rápido y podemos cooperar con comprensión en el poderoso plan de Dios para nosotros. Y así vale la pena que tratemos de comprender todas estas etapas.

La Primera Gran Iniciación concierne principalmente al dominio de la idea de separatividad y el establecimiento del hombre sobre una base firme; la Segunda Iniciación, trata en gran parte del desarrollo de sus poderes y facultades mentales y psíquicas. El real efecto de esta Iniciación es una enorme expansión del cuerpo mental. Ahora, cuánto de eso puede influenciar aquí abajo al cerebro del hombre, es otro asunto. Se necesitan muchos años para que en la vida inferior se muestre todo el efecto de esa Iniciación, y es un período de considerable tensión, y aún de peligro para el hombre si no tiene mucho cuidado para mantener puras, nobles y elevadas vibraciones. Esto también está simbolizado en el drama evangélico, porque inmediatamente después de recibir este Bautismo, Cristo se retira por cuarenta días en el desierto para fortalecerse y desarrollarse, es decir para ajustar los vehículos inferiores a lo que se ha hecho con los superiores.

40 días son suficientes para Cristo, pero para la mayoría de nosotros ese período se acerca a los 40 años. Menos que eso tal vez, pero no mucho menos necesitaríamos para adaptarnos a ese desarrollo, pero el esfuerzo se debe hacer. Algunos no se adaptarán (o no podrán) y fracasarán. Para salvaguardarse de tal desastre debemos aprender, en las primeras etapas, a mantener nuestros pensamientos en un nivel puro y elevado, a persistir siempre en hacer el bien, a tener el único objetivo inegoísta de ayudar al mundo, siempre ante nosotros, y a no dejarnos desviar de él por ningún tipo de prejuicio, o por algún tipo de sentimiento personal o debilidad. Así, nuestro adelanto seguirá lentamente pero firmemente y progresaremos como debemos hacerlo.

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Todo paso en el Sendero trae consigo sus propias dificultades y sus particulares tensiones y esfuerzos, pero todo paso del Sendero lleva también su propia enorme cantidad de fuerza para el Alma, el ego, el hombre verdadero. El progreso tiene lugar gradualmente, particularmente en esta etapa de la cual estamos hablando. Pero si el hombre sale victorioso, lo cual está bellamente puesto ante nosotros en la Epístola para la Festividad del Bautismo de Nuestro Señor, se vuelve realidad para él. El Espíritu del Señor descansa sobre él, porque es atraído hacia un nivel superior, ahora está más en armonía con ese Espíritu y es un mejor canal para El. Y así el Espíritu descansa sobre él, el Espíritu de Sabiduría y comprensión, el Espíritu de Consejo y de Poder, de gran Sabiduría y de Gran Poder, el Espíritu de Conocimiento y de Reverencia hacia el Señor. Esas son las características que debería mostrar el hombre que ha alcanzado ese nivel. Se dice de él: “No deberá juzgar por lo que ven sus ojos” (es decir, por la mera apariencia externa), “ni censurar de acuerdo a lo que oye” (es decir, no deberá tomar nada de oído), “pero con justicia deberá juzgar al pobre y censurar con imparcialidad (es decir, en beneficio de) los humildes de la tierra”.

Ustedes notarán que se pone mucho énfasis en la justicia, la tolerancia y la delicadeza. Son todas las características del hombre que está progresando, del hombre que está tratando de armonizar su mente con la mente del Cristo. En otro lugar se nos dice en las Escrituras: “Que vuestra mente sea lo que era en Jesús Cristo”. Y eso es lo que el hombre debería hacer en esta etapa del Bautismo con Fuego. Tanto el Cristo como Juan el Bautista usaron esa expresión: “el Bautismo del Espíritu Santo y de Fuego,” demostrando así que es realmente una frase técnica de los Misterios, y que se refiere al tremendo influjo de fuerza divina que en la Segunda Iniciación desciende sobre el hombre que es tan afortunado para alcanzarla.

Entonces, entre sus principales características deberían contarse la rectitud, la justicia, la fe, la honradez, y sobre todo, la caballerosidad. Un gran poeta dijo de Cristo que fue el primer gran caballero que haya vivido. Todas estas cualidades deberían ser los rasgos de nuestro desarrollo en el Sendero. Del Iniciado se dice que no deberá herir ni destruir en todo el monte sagrado. No debe haber herida, ni poder ni temor ni tampoco la posibilidad de vulnerar los sentimientos o la reputación de los demás. Con mucho más cuidado, más hábilmente, el hombre que se está acercando a lo elevado, deberá ordenar sus acciones, sus palabras y sus pensamientos para que ninguno de estos haga el menor daño a criatura viviente por pequeña que sea. En las Escrituras Hindúes encontramos la enseñanza que Ahimsa o perfecta indañabilidad es la gran cualidad característica del hombre desarrollado; indañabilidad no solamente en el plano físico sino también en los planos emocional y mental, para que el hombre no tenga capacidad de dañar y no solamente tener el cuidado de no dañar. Debe alcanzar la etapa en la cual puede hacer sólo el bien a sus semejantes; y la razón por la cual puede hacer solamente el bien se da en las palabras finales de la Epístola: para que el hombre esté “lleno del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar”. Allí se dice que la tierra estará así de llena. Sin embargo pasará mucho tiempo aún antes que toda la humanidad se encuentre en un nivel como ese, antes que la tierra esté absolutamente llena de la gloria del Señor. En realidad, está llena aún ahora de esa gloria, si

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pudiésemos verlo, pero lo que allí se indica es una condición en que todos los hombres de la tierra se darán cuenta de eso, cuando Su voluntad se hará sobre la tierra como en los cielos.

Estamos muy lejos de eso, sin embargo tal vez no lo estemos tanto como a veces creemos. Estamos al final de una guerra horrible (1918), y aunque triunfó la justicia, hay en todo el mundo muchísima inquietud social y no hemos llegado aún al milenio. Han ocurrido grandes cambios y otros están en proceso de venir, seguramente que en conjunto habrá un gran movimiento hacia el bien. Puede haber una época intermedia que será muy desagradable, mientras se están disponiendo las cosas. Es el intervalo de reajuste, la depresión entre dos olas de evolución, pero esperamos y creemos que vendrá algo más grande que lo que hemos visto. Dependerá de nosotros así como de los demás si sabremos sacar el mejor partido de las circunstancias. Un hombre tal vez piense: “Yo no soy una persona importante. Ciertamente tengo un voto, pero es sólo uno entre millones”. Ese no es el punto. Es verdad que el gobierno actual de una nación está en manos de sus políticos, pero cualquier Constitución, cualquier reforma funcionará bien si el corazón del pueblo es justo, si se tiene sentimiento fraternal el uno con el otro; y ninguna Constitución, por cuanto excelente, marchará satisfactoriamente si estos sentimientos y estas condiciones están ausentes. Por lo tanto cada uno de nosotros tiene su parte en este futuro; cada uno de nosotros puede ayudar dentro de su círculo para que sea posible que vengan esos grandes cambios, si seguimos las enseñanzas que aquí nos da la Iglesia.

Esta es la razón por la cual debemos educarnos y entrenarnos para participar debidamente en la vida que está delante de nosotros todos. Este desarrollo espiritual, que a veces parece bastante lejos y en las nubes, en realidad no está tan alejado de nosotros porque llegamos a esas alturas paso a paso, y todos debemos desarrollar estas cualidades en nosotros mismos día a día para poder cuanto antes alcanzar lo alto y así por medio nuestro todo el mundo pueda ser ayudado. Los que son clarividentes, los que pueden ver, saben como un hecho que el mundo está íntimamente entretejido. Los demás lo deben tomar en su mayor parte en base a evidencia, aunque seguramente hay muchísima evidencia también para los que no tienen la facultad de ver. Ningún hombre vive para sí mismo, ni por un momento, siempre está influenciando a otras personas con sus pensamientos, sentimientos, así como con lo que hace y lo que es. Todos tienen su parte de trabajo en el mundo y todos lo tienen que asumir. Si alguien se acerca a Cristo, siguiéndolo con sus pensamientos, palabras y obras, entonces el mundo todo estará listo más pronto para adorarle y seguirle adónde Él quiera guiarlos, cuando El vuelva una vez más.

Aún ahora en nuestra actual etapa, podemos compartir mucho de la Segunda Iniciación, es decir, que podemos tratar de desarrollar nuestra mente, y podemos tratar de comprender nuestra religión de una manera inteligente. Aprendan ustedes la lección de esta Festividad. Debemos saber dar una razón por la fe que está en nosotros. Debemos tratar de comprender lo que se quiere indicar con las enseñanzas de nuestra religión. Todas las religiones son iguales, en el sentido de que todas nos enseñan que la Santidad es el único

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sendero para lograr la perfección final, pero dentro del Cristianismo, nuestra línea particular es la de tratar de desarrollarnos a través del servicio a los demás, realizando la verdad de las palabras que el Mismo Cristo dijo: “Todo lo que habéis hecho al más pequeño de estos Mis Hermanos, a Mí me lo habéis hecho”.

Capitulo VI

La Transfiguración

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La historia de la Transfiguración nos cuenta que el Cristo llevó a los tres discípulos que le eran más cercanos en mente y pensamiento, hasta el Monte Tabor y luego se transfiguró en presencia de ellos. Se les mostró como el radiante “augoeides”, la individualidad en su Cuerpo Causal. A su lado estaban parados dos hombres, que para los judíos representaban los dos aspectos de su religión: el aspecto de la Ley, Moisés, quién escribió el Pentateuco, y el de Elías, que ellos consideraban como el primero y más grande de los profetas, ambos sus más grandes predicadores. Estos dos hombres aparecieron y se quedaron hablando con El, así como hoy harían las materializaciones; estaban rodeados por una nube luminosa de la cual salió una voz que se supone haber sido la de Dios el Padre, diciendo: “Este es Mi Querido Hijo en el Cual me regocijo: Oídle.” Se dice que un fenómeno similar tuvo lugar en el Bautismo de Cristo y se dice que simultáneamente el Espíritu Santo apareció bajo la forma de una paloma; de ese Bautismo se habla a menudo como la única ocasión en la cual las Tres Personas de la Trinidad se manifestaron juntas. Algunos han pensado que las Tres Personas también aparecieron en la Transfiguración, sugiriendo que la nube luminosa fue en este caso una manifestación de la Tercera Persona. La historia cuenta que cuando se disipó la nube, se vio solamente a Jesús en su aspecto de hombre corriente.

Cuando leemos que Cristo tomó a Sus discípulos preferidos (los que Le estaban más cerca y que por lo tanto habían tenido la oportunidad de un más rápido adelanto, sea que aprovecharon o no esa ventaja) y que los condujo a una montaña, aquellos que están familiarizados con la simbología oriental comenzarán a ver enseguida a lo largo de qué línea están siendo dirigidos nuestros pensamientos. En el plano interno, la montaña no es ni el Tabor, ni el Hermón; es el monte de la Iniciación, el monte hacia el cual en la Colecta para la festividad de la Transfiguración, rogamos poder ir todos algún día, y escalar ese sagrado monte equivale en verdad a ser Transfigurado.

Es notable la descripción de Nuestro Señor y de los que estaban con El. Se dice que se transfiguró en sus presencias y que su indumentaria era blanca y resplandeciente y brillaba como nieve al sol. Esto sugiere enseguida al “augoeides”, el hombre glorificado; es el hombre verdadero, la individualidad. El cuerpo físico aquí abajo a lo sumo brilla pero muy débilmente; el astral por supuesto es más radiante y el mental aún más. Pero a nivel del Cuerpo Causal, el hombre en verdad parece un gran Ángel, porque es el cuerpo que pasa de vida en vida. En él, no existe la posibilidad de guardar nada de malo, porque tal es la Ley de la Naturaleza.

Ese cuerpo causal, que es el vehículo del alma, es un vehículo permanente desde el momento en que abandonamos el reino animal hasta cuando nos convertimos en superhombres, al salir de la humanidad corriente. Está formado de materia tan sutil que no responderá a las vibraciones más groseras que siempre indican lo que aquí llamamos el “mal”. Un hombre puede tener mucho de esto en sus vehículos inferiores: puede tener malos sentimientos, puede pensar mal, pero el mal no puede herir al alma que está en el interior, aunque sí retrasa su progreso.

Supongamos que encontramos un egoísmo muy desarrollado en un

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hombre aquí abajo, caracterizado quizás por orgullo e irritabilidad. Si tenemos la facultad de poder observar su cuerpo astral, podremos ver allí las señales de estas cualidades indeseables: el opaco y sucio marrón del egoísmo, el naranja fuerte del orgullo y el rojo opaco de la ira. Si somos capaces de ver su cuerpo mental, veremos aún lo mismo; los colores son ya mucho más claros y sutiles aquí, pero son los mismos colores. Pero si observamos su cuerpo causal, justo donde en el vehículo inferior sobresalían estos colores, notaremos que hay simplemente un espacio vacío. ¿Qué le sucede al hombre? ¿Por qué es egoísta? ¿Por qué es orgulloso? ¿Por qué se enoja? Porque no ha construido aún dentro de sí mismo las virtudes opuestas. Cuando haya construido el inegoísmo dentro de sí, este aparecerá en su cuerpo causal y luego si examinamos sus vehículos inferiores descubriremos que allí se ha reproducido el mismo vívido color. Pero hasta tanto esté presente el egoísmo en los vehículos inferiores, el inegoísmo no se ha desarrollado aún en los superiores. Si aparece la cólera en el vehículo inferior, entonces en el alma no están aún plenamente desarrollada la paciencia. Si muestra orgullo en el inferior, la humildad y el recto juicio no han nacido aún como cualidad del alma. Afortunadamente para nosotros, todo lo bueno que podemos desarrollar dentro de nosotros queda registrado en forma permanente; el mal que puede aparecer de ninguna manera se registra. Bien es verdad que lo venimos arrastrando de otra vida, pero se debe a que llevamos el átomo permanente de cada uno de los planos inferiores. El alma no lo puede grabar y en consecuencia cada vibración en dirección hacia el bien es un paso estable; toda caída es, por ley de la “naturaleza”, un hecho transitorio. Esto es verdaderamente una suerte, porque de otro modo, en nuestras anteriores luchas en vidas salvajes, con toda seguridad debemos haber construido dentro de nosotros tanta maldad, que nos habría llevado muchas vidas, tal vez eones, para enderezarnos de nuevo.

Ha menudo ha sido posible tener una visión de ese cuerpo glorificado. En la tradición de la Iglesia leemos historias de Santos que por un momento tuvieron apariencia de Ángeles. Estos hechos se pueden experimentar a menudo en las Iglesias, si tenemos “ojos” para ver. En nuestro servicio de Bendición, oramos para que Cristo abra Sus ojos dentro de nosotros, para que podamos ver estas cosas maravillosas, estas brillantes y espléndidas formas.

Esa transfiguración está delante de cada uno de nosotros. Es asunto nuestro vivir de tal manera que pueda salir ese esplendor a superficie, esa gloria, que mora en nosotros aún ahora. Cristo dijo a Su pueblo: “Dioses sois, todos sois Hijos del Altísimo”. El no dijo: “Algún día seréis dioses”; no dijo “seréis” sino “sois”. Vosotros sois divinos aquí y ahora; el espíritu en vosotros es una chispa del Espíritu Divino. Tienen solamente que dejar que se muestre y habrán logrado aquello por lo cual fueron enviados aquí. “Habéis logrado el propósito por el cual habéis sido hechos hombres”, ha dicho otro gran Instructor.

Por lo tanto esta festividad nos ofrece la lección de que cada uno de nosotros puede llegar a esa Transfiguración, que con el tiempo vendrá inevitablemente a cada uno y que debemos tener presente ese gran evento y vivir de manera que podamos demostrar en nuestra vida exterior la gloria del

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Cristo que mora en nosotros.

Una característica interesante de ese simbolismo es la que recuerda la presentación del Niño Cristo en el Templo de Su Padre, justamente casi al final de la semana dedicada a la conmemoración de la Transfiguración. De acuerdo a la Ley Judía, todo hijo primogénito debía ser dedicado al Señor como sacerdote. Sospecho que heredaron la idea de una civilización inferior, en la cual se sacrificaba el primer hijo. Pero al tiempo en que se escribió la Biblia esto casi no figura. Allí se dice solamente que se lo dedicaba al Señor y que por lo tanto el padre y la madre tenían que recuperarlo ofreciéndole algo a cambio. Iban a ofrecer un cordero, pero si un cordero (aunque no muy caro) no estaba al alcance de los medios de algunos padres, entonces se les permitía ofrecer dos palomas. En el Nuevo Testamento leemos que la Virgen Bendita tomó dos palomas y a Su Niño y fue a presentarlos en el Templo y se presentó Ella misma a purificarse de la incomparable nobleza de la maternidad.

Es una idea bien extraña aquella según la cual la mujer debía purificarse luego de cumplir con la más noble función en el mundo. Pero esa idea se encuentra en muchas religiones. Está muy asentada en el Hinduismo y se encuentran sus huellas en las Iglesias Anglicana y Romana en el curioso servicio llamado ""Oficio para las Mujeres" (Churching of Women). En la Iglesia Católica Liberal hemos abandonado tal costumbre porque no creemos que una mujer deba purificarse luego de cumplir con el más noble y elevado cargo reservado a la humanidad, el de proporcionar un vehículo a un ego evolucionante. Pero en aquellos días, eso era aún Ley en Judea y de acuerdo a la misma, la Virgen Bendita presentó Su Hijo al Señor cuarenta días después del Nacimiento de Jesús. La historia cuenta que en ese momento se encontraba en el Templo el sacerdote Simeón, el cual, en agradecimiento por haber visto al Mesías prometido, nos dejó el “Nunc Dimittis”, ese hermoso cántico que cantamos todavía hoy. “Señor, permite que Tu siervo parta en paz, de acuerdo a Tu palabra. Porque mis ojos han visto a Tu Salvación, que estaba preparada ante todo Tu pueblo, para ser una Luz que iluminara a los Gentiles y fuera la gloria de Tu pueblo, Israel.”

Esta es la parte exotérica de la historia; yo no se si fue o no verdad. Pero volvamos a su simbología. ¿Qué significa? Como he dicho antes, todos estos símbolos tienen como mínimo dos significados y a veces más. Indican las diversas etapas en la vida del Iniciado, pero también las etapas del descenso en la materia de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, un gran sistema cosmogónico que se da en casi todas las religiones. Lamentablemente, en lugar de tomar nuestro propio sistema del Credo, la mayoría de los cristianos han preferido aceptar el de los judíos, que está contenido en los dos primeros capítulos del Génesis, que es mucho menos claro que el que se daba en las enseñanzas gnósticas de la religión cristiana.

Esta Tercera Iniciación contiene un cierto privilegio simbolizado en este ofrecimiento al Templo. A este punto el hombre se transforma completamente, porque su alma entra en un más íntimo contacto con la Mónada, la poderosa Chispa Divina que mora en cada uno de nosotros o más bien planea sobre

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cada uno de nosotros. Poco a poco tendremos que contactarnos con ella y aprender a manifestarla, para que podamos también ser dioses, como el Cristo dijo a Su pueblo. Luego la personalidad de turno, es decir, el hombre que ahora vemos, se transfigura en esa Iniciación porque es llevado a un contacto más íntimo con el alma. Por lo tanto esa acción está bien simbolizada como una Transfiguración. Pero en ese paso particular el hombre no sólo se ve cara a cara con su Padre que está en el Cielo, es decir con el Dios interno, sino que también se enfrenta con Su manifestación exterior. Se pone en contacto con el Representante, aquí en este mundo, de lo que a menudo llamamos la Divinidad Solar. Una Gran Jerarquía gobierna y dirige al mundo. Este no está abandonado a sí mismo, hay “hombres justos hechos perfectos” Quienes detentan ciertos definidos cargos dentro del Gobierno Interno y Espiritual del Mundo, así como los Ministros de la Corona cumplen ciertas funciones en nuestro Gobierno exterior aquí en el plano físico.

Entonces, hay un Rey espiritual, un Guía de la evolución para cada planeta. Nos referimos a El en la última Bendición, cuando hablamos de El como el Iniciador Único, la gran Cabeza o Jefe de todos los Santos de esta tierra. Es en Nombre de ese Rey Espiritual que se dan todas las Iniciaciones, en las cuales se confieren todos los grados, para decirlo en un lenguaje más físico, aunque en todas las etapas anteriores alguien actúa por El como Su delegado, otorgándosele un especial permiso Suyo en cada ocasión. Pero el hombre que tiene la gran suerte de alcanzar esta tercera Etapa, viene a encontrarse cara a cara con ese Rey Espiritual Mismo, porque es norma que inmediatamente después de este paso el neófito es conducido a Su presencia. En realidad, en algunos casos especiales, El Mismo se hace cargo de la Iniciación confiriéndola El en lugar de Su delegado.

Esta es la razón por la cual en relación con la Transfiguración viene la festividad de la Presentación del Cristo Niño al Templo, es decir que se Lo presenta directamente a Su Padre, porque eso es lo que se simboliza cuando la consideramos como significando el Drama Misterio del progreso del hombre. El hombre que ha sido transfigurado es llevado a la presencia del Representante de Su Padre en el cielo. Este es un significado secundario que está detrás del hecho de que él es presentado a su propia Mónada, que es verdaderamente su Padre en el cielo, el Dios dentro de nosotros.

Acabo de mencionar que este Drama Misterio no sólo simboliza el progreso del hombre, sino también el progreso de todo el mundo. En el Neoplatonismo y en la filosofía griega se habla constantemente del microcosmos y del macrocosmos. Cosmos es el mundo o universo; micro y macro significan respectivamente “pequeño” y “grande”. Y así tenemos el mundo pequeño, el mundo del hombre mismo y un mundo más grande, que en este caso es el sistema solar. La evolución del hombre y la del Sistema Solar tienen ciertos puntos en común que son de gran interés para el estudiante, porque si comprendemos uno de ellos, por medio de eso podemos comprender al otro, haciendo por supuesto, ciertas concesiones por diferencia de planos. El Año Eclesiástico indica todas estas cosas aunque es, sin embargo, uno de los muchos sistemas de presentación. Aparecen aun más claramente en algunas de las religiones más antiguas, en el Budismo, en el Hinduismo, en el

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Zoroastrismo, pero los Primeros Padres de la Iglesia se preocuparon mucho para asegurarse que su religión de ninguna manera se quedara detrás de las otras. A los que discutían con ellos decían: “Si vosotros tenéis Misterios que os explican estas cosas maravillosas, nosotros también tenemos Misterios que nos explican justamente las mismas cosas.” Lamentablemente, en ese largo período de oscurantismo, cuando se olvidó la mayor parte de aquello que merecía ser recordado, se llegó a perder todo el significado oculto de estas hermosas alegorías, y en consecuencia fueron dejadas como suspendidas en el aire con solamente una historia física.

Si pensamos en la cosmogonía, (es decir en la construcción del sistema solar), entonces la Anunciación representa la emanación de la Tercera Persona de la Santa Trinidad. Fue el Espíritu Santo el que descendió sobre la Virgen María y representa esa Primera Emanación de la cual hemos leído en otros libros donde estos hechos se presentan en una forma más oriental. El Espíritu Santo se mueve sobre la superficie de las aguas, lo cual es otra manera de decir que esa Primera Emanación desciende y penetra los virginales mares de materia, que en el sistema griego están tipificados por la Bendita Virgen María, Cuyo nombre latín María, es el plural de mare, el mar; así Su mismo nombre implica una simbología tan patente que apenas podemos hablar de eso como que esté velado.

Todo es una gran y bella alegoría, en la cual ese primer descenso está simbolizado por la Anunciación, y mucho tiempo después de esa, (puesto que el Tercer Aspecto, al que llamamos Dios el Espíritu Santo había estado preparando lentamente el camino dentro de la matriz de materia) desciende en ella el Segundo Aspecto, Dios el Hijo, y el Cristo nace como en el Día de Navidad. Esa es la Segunda Emanación. Pero la fructificación de la materia, el proceso de su vivificación, lleva tiempo; y por eso en la alegoría muestra sus resultados 40 días después del Nacimiento, en la Festividad de la purificación de los grandes mares de materia, lo que significa que han sido estimulados y elevados por la presencia en ellos de este Segundo Aspecto, que ha florecido a través de ellos.

El resultado de todo esto es bien manifiesto cuando el Cristo recién nacido es presentado al Padre, es decir, cuando sobreviene la Tercera Emanación, (la cual deriva del Primer Aspecto, la Primera Persona de la Santa Trinidad); y la purificación de la materia es representada por medio de la Presentación del Cristo a su Padre en Su Templo. Es la presentación del vino en el Cáliz del Santo Grial (dentro del cáliz del cuerpo causal) del ego (o individualidad) que se ha preparado durante todo este largo curso de evolución. Luego desde arriba desciende brillando como un relámpago el Rayo de la Primera Persona, y el ego se conecta con la Mónada, y el Cristo se presenta ante Su Padre dentro del Templo de Su cuerpo causal.

En el festival de la Presentación comenzamos nuestro servicio en violeta, para indicar el proceso de purificación, porque es el color que tiene las vibraciones purificadoras; pero cuando el Cristo entra a Su Templo, (que se simboliza llevando al altar la Hostia, el Vehículo, el vahan del Cristo),

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cambiamos el color del frontal y de las vestimentas poniendo el blanco para recibirlo, y encendemos todas las velas por lo cual hemos dado a esta festividad el nombre de Día de la Candelaria, porque Cristo es la Luz del mundo.

Es interesante notar que en la Iglesia, al igual que en la Francmasonería, nos ha sido transmitido a través de los siglos un magnífico y majestuoso ritual, teniendo el más meticuloso cuidado de que no cambiaran en lo más mínimo sus detalles altamente significativos. Es cierto que en ambos casos aquellos que cumplieron su función de una manera tan fiel y leal, no tenían ninguna idea del verdadero significado de las ceremonias cuya integridad guardaron con tanta precaución; más como corolario de su fiel servicio, ahora nosotros podemos interpretar exactamente la información que los primeros fundadores de estos sistemas tenían la intención de transmitir a sus seguidores.

CAPITULO VIII

CUARESMA

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a) Nuestra actitud hacia la Cuaresma

La palabra Cuaresma significa "primavera", porque en el hemisferio norte, donde tuvo inicio la fe cristiana, la Cuaresma se observa necesariamente en esa estación del año, puesto que es el período de preparación para la festividad de Pascua, cuya fecha está determinada por el equinoccio de primavera. Este tiempo de preparación dura cuarenta días y como es un período de penitencia se ha considerado que no se debían incluir los domingos que son siempre festivos, pues conmemoran la resurrección de Nuestro Señor y así el primer día de Cuaresma, llamado comúnmente miércoles de ceniza, en realidad cae cuarenta y seis días antes de Pascua. Se dio a ese día ese curioso nombre en razón de una original costumbre medioeval de cubrirse de cenizas la frente en tal ocasión como símbolo de aflicción por los pecados cometidos, costumbre derivada de los judíos antiguos. Aún ahora en las iglesias de obediencia romana, las ramas de olivo que han sido conservadas desde el domingo de Ramos del año anterior, se queman el miércoles de cenizas, y el sacerdote sumergiendo el pulgar en ellas hace con este una cruz en la frente de cada miembro de su congregación antes de comenzar la misa. En la Iglesia Católica Liberal no hemos adoptado esa costumbre porque no la consideramos en armonía con nuestra actitud con respecto a estos asuntos.

La idea actual de observar los cuarenta días de Cuaresma, no se conocía en los primeros tiempos de la iglesia. Comenzó con una celebración de cuarenta horas, no cuarenta días. Se calculaba que Cristo, mejor dicho su cuerpo, yació en el sepulcro alrededor de cuarenta horas y muchos sinceros cristianos consideraron conveniente observar ese tiempo durante el cual el cuerpo de Nuestro Señor estuvo desocupado, como un tiempo de ayuno. El ayuno entonces probablemente significaba abstenerse absolutamente de comida, pero cuando esa idea se extendió a cuarenta días, de acuerdo con los supuestos cuarenta días de ayuno en el desierto, naturalmente se juzgó como una cosa totalmente diferente y solamente se optó por abstenerse de ciertos tipos de alimentos, o de no comer tanto como en otras épocas. En la actualidad, significa usualmente abstenerse de comer carne, pero aún en cuanto a eso hay muchas concesiones.

Además había varios tipos de ayuno. Durante mucho tiempo se consideraron como períodos para eso la primera, media y última semana, pero no las fases intermedias, de manera que todo el asunto no presupone una fuerte sanción apostólica o antigua, sino que es simplemente una costumbre que se ha ido desarrollando dentro de la iglesia. Se lo considera como un período de auto examen y contrición por los pecados. En nuestra Iglesia Católica Liberal intentamos tomar una actitud algo diferente con respecto a todo esto. Nosotros no lo pensamos como un tiempo de aflicción , sino como de preparación para la grandiosa festividad de Pascua y sabemos que no podemos celebrarla en forma adecuada y recibir de ella el beneficio que la iglesia desea que obtengamos, a menos que nos hallamos preparado con todo cuidado como se nos requiere durante este período. No debe ser un tiempo de aflicción, sino un tiempo durante el cual nos esforcemos para quedar libres del pecado. Seguramente que lamentamos nuestras faltas y deseamos llegar a ser perfectos, pero creemos (porque sabemos algo científicamente acerca del

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poder y el efecto del pensamiento) que no es aconsejable detenernos a pensar en las faltas y llorar por ellas, sino simplemente tomar la firme resolución de no cometer nuevamente esa cosa particular y luego apartar de ello el pensamiento. Como dijo un gran Maestro una vez: "el único arrepentimiento digno de tomarse en cuenta es resolverse a no cometer de nuevo el error." Eso es verdad, eso es sentido común, y creemos que es la manera mejor y más sana de mirar a estos asuntos.

Con respecto al ayuno físico, nosotros dejamos a nuestra congregación absolutamente libre de practicarlo si así lo desea, pero no lo recomendamos como que tenga en sí alguna virtud. El ascetismo per se no tiene ningún valor. La antigua idea acerca de eso, (ahora vuelvo a los tiempos pre-cristianos, aunque creo que la influencia de esa teoría ha subsistido en el período cristiano también), era que los dioses eran celosos de la buena suerte o felicidad de los hombres, y que el hombre que voluntariamente se hacía a sí mismo infeliz escapaba a estos celos y evitaba que le sobreviniera algún mal o castigo para recordarle sobre su existencia y su poder. Entonces se pensó que la mortificación del cuerpo y la abstinencia de todo tipo de placer eran de por sí agradables a Dios. Se hallará que esa idea penetró muy profundamente en el cristianismo primitivo y a través de toda la Edad Media, de que las austeridades y todo tipo de tortura eran de por sí cosas buenas. Pero en realidad es seguro de que no son buenas. En una escritura mucho más antigua que cualquiera de las nuestras, Dios habla de aquellos "que me torturan, siendo que yo moro en sus cuerpos", observando que esos cuerpos son también parte de Dios y que el sufrimiento impuesto por amor al sufrimiento mismo de ninguna manera le agrada. Otra teoría era la que mortificándose a sí mismos, con anticipación escaparían al castigo que de otro modo caería sobre ellos. Pensaban haber cometido todo tipo de maldades, cuyo resultado debía ser alguna forma de sufrimiento, y creían que torturándose aquí tal vez se salvarían del castigo de Dios más adelante.

Por supuesto que todo esto es extraño a una manera sana y con sentido común de mirar las cosas. Nadie que estudie la naturaleza puede poner en duda que vivimos bajo una ley poderosa y tremendamente justa, pero que, dijo el Señor: "la venganza es mía, yo saldaré la cuenta". Es decir que en el curso corriente de la naturaleza cada hombre recibirá de acuerdo a lo que ha hecho, sea malo o bueno, y para eso no hay vía de escape. "Estad seguros, de Dios nadie se burla; lo que un hombre ha sembrado cosechará."

Por lo tanto no creo que haya un mérito especial en ayunar. Están los que piensan demasiado en la comida y la bebida, hay glotones y beodos, y para tales personas ciertamente es bueno hacer un alto no sólo en Cuaresma, sino en cualquier momento y volverse sanos y sabios en cuanto a lo que comen y beben, como en todo lo demás. Tal vez mucha gente come y bebe más de lo necesario, pero esto es otro asunto. Tengo dudas en cuanto al uso y eficacia del ayuno, especialmente en estos días. Puede haber tenido su utilidad en los tiempos medioevales, cuando se vivía una vida más despreocupada y no se tenía nada particular que hacer. Acostumbraban comer mucho alimento crudo, constantemente leemos que se asaba un buey en ocasión de las fiestas, así, quizás, esa era la razón por la cual no les perjudicaba el hacer ayuno. Pero

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hoy en día vivimos bajo constante presión y gran tensión y abstenerse de comer no es probable que se ha útil para nosotros.

Quiero que se entienda bien que nosotros no sostenemos la idea de que agrade a Dios algún tipo de mortificación. Lo único que Le agrada es que si cometemos errores, si hemos pecado, (como todos hemos hecho), nos esforcemos sinceramente para no cometerlos de nuevo. No debemos perder tiempo y energía lamentándolo, sino resolvernos a evitar esa debilidad en el futuro. Aún si caemos mil veces, debemos levantarnos y seguir adelante. Existe la misma razón para intentar de nuevo tras el milésimo fracaso como tras el primero.

Hay otro punto para considerar: en la antigüedad muchos creían que ayunando podrían desarrollar poderes y visiones espirituales. Sabemos que las personas que se mueren de hambre, por ejemplo, tienen con frecuencia todo tipo de visiones. Sin duda, cuando el cuerpo físico está fallando, se pone más en evidencia el cuerpo astral y los otros cuerpos superiores, así el dejarse morir de hambre hasta llegar al umbral de la muerte podría ser un método para desarrollar dichas facultades. Pero es un método totalmente equivocado, porque para lograr esos poderes en una forma en que sea realmente útil, se debe gozar de perfecta salud. Toda la clarividencia que se me ha enseñado ha requerido como prerrequisito una perfecta salud física y un perfecto equilibrio y me parece que el cultivo de estos es la vía más segura y mejor para alcanzar las facultades superiores. Entrar en una condición patológica y de mala salud nunca es una manera correcta hacia un verdadero adelanto.

No tengo ninguna simpatía con la mayoría de los himnos que se cantan generalmente en Cuaresma. A menudo recuerdan sangre, miseria y aluden a la eterna condenación. Decir:

Una vez más la solemne estación llama,A sostener un sagrado ayuno;

Y ahora dentro de los muros del temploTanto el sacerdote como el pueblo lloran.

OPiedad, buen Señor, piedad te pido

Esta es mi humilde oración;Piedad, Señor es toda mi petición,

O que Tu Piedad me perdone.

me parece no sólo ridículo sino repulsivo. Si las personas se dieran cuenta qué pesadas deben resultarle este tipo de cosas a la deidad, quizás serían menos adulones.

Quizás alguna vez se nos haya presentado la ocasión de tener que domesticar un animal. Si ha sido maltratado, se aparta por temor y no se le puede persuadir a acercarse. Si la criatura se acercara enseguida, el amigo humano podría mostrarle su buena voluntad; pero el animalito retrocede y no se acercara y se necesitará una enorme cantidad de paciencia. Pero ¿por qué debemos tomar una actitud así con respecto a un Padre Cariñoso? Esta es exactamente la postura que estos himnos blasfemos tienen todo el tiempo. Tienen constantes llamados por piedad, rogando a Dios esperar un momento antes de destruir por siempre a sus hijos. Piensen en cómo sería tener un hijo que tuviere esa actitud y tal vez comenzarían a ver cuánto trabajo innecesario

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damos a Dios y Padre de todos nosotros. Si confiáramos más en El, se podría hacer mucho más y nuestro progreso sería mucho más rápido.

Desapruebo muchísimo este servilismo, terror y miedo; puede que haya sido apropiado en el régimen del salvaje y sediento de sangre Jehová de los judíos, pero está totalmente fuera de lugar en la religión establecida por Cristo, que vino a predicar un Padre amante. ¿Por qué no podemos olvidar la equivocada interpretación de la raza judía y confiar en nuestro propio Líder, quién nos dice que Dios es amor y Cuyo único deseo es que seamos uno con El como El es uno con el Padre? "El perfecto amor expulsa al temor."

Por lo tanto los himnos a cantar durante Cuaresma en nuestra Iglesia deben ser los que nos sugieran lo que debemos hacer y decirnos la actitud en la cuál debemos ponernos para obtener el mayor beneficio de lo que ha de venir. La idea de ayunar para agradar a Dios o lograr una mayor espiritualidad, creo yo, es una noción totalmente errada; pero si alguien siente que debe ayunar, que adore a Dios a su propia manera si así desea; nosotros no lo objetamos, pero no lo aconsejamos. Nuestra actitud es diferente en todas estas cosas; consideramos que Dios, quién nos dio intelecto y sentido común, espera que usemos ese sentido común tanto en la religión como en la vida diaria.

La idea del auto-examen es buena y necesaria. Pero con respecto a esto debemos ser sensatos y tener mucho cuidado, de otro modo degenerará y se transformará en una morbosa auto- introspección, y pasaremos todo el tiempo recogiendo las piezas de la maquinaria en lugar de seguir adelante y hacer el trabajo. Estamos aquí para servir a Dios y podemos darle un servicio mejor si nosotros mismos somos instrumentos perfectos en Sus manos. Por lo tanto es nuestro deber, conocer los puntos débiles de nuestra armadura, esforzarnos en fortalecerlos; es nuestro deber examinarnos al punto de ver cómo y por qué fracasamos y hacer un determinado esfuerzo para no reincidir de esa manera. Es bueno que un cierto periodo del año sea dedicado a esto y no descuidar siempre la vigilancia contra las debilidades y las faltas, más ahora eso es particularmente necesario, debido a que Cuaresma es una preparación a la gran festividad de Pascua.

En esa ocasión se produce el mayor influjo de poder divino de todo el año cristiano. Para aprovecharlo, para hacer el mejor uso de él, debemos prepararnos; por lo tanto este período de Pascua está dispuesto así para que hagamos un balance de nosotros mismos. Habiendo descubierto nuestros puntos débiles, trabajemos con voluntad para curarnos de ellos porque solamente cuando hayamos dominado esas debilidades podremos ser capaces de observar plenamente la gran festividad de Pascua como se debería en realidad observar, y recibir de ella todo lo que deberíamos recibir. Un gran escritor ha dicho: "Cualquiera puede cometer un error pero es un tonto el que comete el mismo error dos veces." Todos nosotros cometemos tales errores, todos sin excepción, aunque seamos buenos y nos esforcemos seriamente, porque todavía somos seres humanos y no grandes santos. A menudo los cometemos una y otra vez, día tras día. Ahora bien, sería tonto sentirse deprimido por eso y considerarlo como evidencia de un horrible envilecimiento. El lenguaje extravagante que a menudo se aplica en los casos de este tipo es

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enteramente inapropiado; es engañoso, y es una deshonra tanto para el hombre como para Dios. Estamos lejos de ser perfectos y ciertamente cometeremos errores por mucho tiempo aún, pero por supuesto es asunto nuestro tratar de cometer los menos posibles. La perfección del alma humana es como el lento crecimiento de un gran árbol, es algo que no se logrará en un momento, en un día, un mes o un año; puede llevar muchas vidas viviendo como lo hacemos ahora antes de alcanzarla.

Puesto que todos cometemos errores, sería natural que fuésemos amables, caritativos, dispuestos a disculpar cuando vemos errores similares en los demás. Lamentablemente no tenemos esta costumbre. Mas existen razones especiales por las cuales no podemos hacerlo, siendo la principal que bajo la poderosa ley de Dios el hombre está evolucionando lentamente y el actual período de su evolución corresponde al desarrollo de lo que se llama mente inferior, la facultad discriminadora. Estamos aprendiendo a discernir las cosas por las diferencias que existen entre ellas; esta es la razón por la cual estamos alcanzando tal desarrollo intelectual en la ciencia y otras áreas en esta particular época de la historia mundial. La idea que tenemos acerca de la crítica es la de hacer resaltar los defectos en todo. Esto es algo equivocado, porque la palabra "crítica" proviene del vocablo griego kritein que significa juzgar, de modo que "crítico" tiene en verdad el mismo significado que practicar la justicia pero nosotros no lo usamos en ese sentido. Para nosotros significa encontrar faltas, porque nos encontramos en esa etapa que nos es natural hacerlo así. Estamos entrenando la facultad crítica, entonces lo más necesario es no hacer mal uso de ella y guardarnos de criticar demasiado fácilmente. No podemos ayudar viendo los errores que cometen los demás, ojala fuéramos tan rápidos para ver los nuestros. Nuestro deber seguramente es ser críticos en el verdadero sentido de la palabra (es decir practicar justicia) y negarnos a tomar una decisión con respecto a lo que otros dicen o hacen hasta que sepamos todo al respecto y tengamos delante nuestro todas las evidencias.

No es costumbre del mundo, pero sí debiera ser nuestra costumbre y por lo tanto debemos esforzarnos para adoptarla. Debemos aprender a no atribuir motivos a las otras personas. El que ha desarrollado la facultad de la clarividencia recibe muchas diferentes sorpresas, y una de ellas es que él ve que las razones por las cuales la gente hace cosas no son las razones que previamente les hubiera atribuido. Casi nueve veces sobre diez nos equivocamos cuando atribuimos motivos por los que otra persona hace o dice. En su mente tiene todo tipo de consideraciones que nos son desconocidas y por lo tanto en muchos casos le hacemos una gran injusticia simplemente a causa de nuestra ignorancia.

Siendo esto así, sería sensato y caritativo suspender nuestros juicios y decir lo menos posible cuando no podemos aprobar. Si hay que pronunciar un juicio, lo correcto sería decir: "yo no apruebo tal cosa que este hombre hace o ha dicho, pero no dudo que tiene sus propias razones para conducirse así y no es asunto mío condenarlo. No sé cuales pueden ser sus dificultades o sus tentaciones, pero de todos modos no está en mi juzgarle."

Debemos juzgar con una claridad cristalina las cosas que nosotros

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mismos hacemos o decimos. Es verdad también que no siempre tenemos todos los hechos delante de nosotros; pero debemos decidirnos a actuar acerca de los hechos tal como se nos presentan, y es nuestro deber elegir lo que es justo, hasta donde podemos verlo. Sin embargo debemos recordar siempre con humildad que lo que creemos que es lo mejor tal vez no es lo justo, lo correcto, y sería bueno tomar en consideración el consejo dado por el famoso Dr. South: "por todos los medios sigue tu conciencia; sin embargo ten cuidado, que tu conciencia no sea la de un tonto." Debemos atenernos a lo que sentimos que es justo, aunque sin embargo debemos estar siempre alertas a escuchar y aprender. Pero por sobre todo, debemos tratar de comprender que los otros también tienen conciencia y están intentando hacer lo justo aunque tal vez no estén de acuerdo con nosotros. Cientos y cientos de personas a quienes hemos juzgado mal están tan deseosos de hacer lo justo como lo estamos nosotros. Es un error tomar una resolución acerca de lo que no comprendemos y atribuirles un motivo indigno cuando la verdad cierta es que no sabemos nada del asunto.

Se dice que San Pedro señaló una vez: "el que quisiera de buena gana ver felices días, que frene su lengua de decir el mal y que sus labios no sean engañosos." Por lo tanto es mejor hablar lo menos que podamos de las otras personas a menos que tengamos algo bueno por contar. Prestar atención a lo que es bueno y alabadle; la razón para hacer esto es que cuando hablamos y pensamos acerca de otra persona, la fuerza de nuestro pensamiento actúa sobre la misma. Si un hombre ha hecho algo bueno y pensamos que es así y estamos contentos de que lo haya hecho, nuestro buen pensamiento vibra alrededor de él fortaleciendo esa virtud y animándolo a actuar bien otra vez. Si en cambio ha cometido un error y por tal razón pensamos mal de él, nosotros intensificamos ese mal. El mal pensamiento que emana de nosotros gira a su alrededor, y si realmente ha cometido ese error (o maldad) es muy probable que lo repita. Estamos haciendo el papel de un tentador para ese hombre, simplemente por medio de nuestro pensamiento.

Los que no han leído acerca de estos asuntos no conocen que existe muchísima evidencia acerca de la acción del pensamiento en la vida de los demás. El que duda, estudie y observe por sí mismo. Yo he estudiado esta cuestión durante cuarenta años y les puedo decir que la fuerza del pensamiento es muy poderosa y real; y si ustedes pudieran ver cómo actúa tendrían mucho cuidado con lo que piensan de los demás.

Es verdaderamente digna de atención la hermosa Colecta que usamos durante todo el período de Cuaresma y que dice así: "Precédenos, oh Señor, en todos nuestros actos, con tu bondadosa gracia...". Supongo que más de la mitad, probablemente las tres cuartas partes de los que escuchan estas palabras no saben lo que significa. Esa palabra "precédenos" tiene un significado del todo diferente del que tenía al tiempo de la así llamada Reforma, cuando se tradujo del latín esta Colecta. Muchos entre nosotros saben el suficiente latín como para saber que venio significa yo vengo y que pre significa antes. Prevenir, entonces es igual a "venir antes, preceder". Podemos ver que un hombre puede preceder a otro por varias razones. Puede precederlo para ponerse en su camino y detenerlo antes de que haga algo, el cual es nuestro

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moderno significado para la palabra prevenir. Podemos ver también que un hombre puede ir delante de otro para prepararle el camino, para facilitárselo. Este es el significado medieval de la palabra "prevenir" y que es lo que significa en esta Colecta cuando decimos: "Precédenos, oh Señor, en todos nuestros actos." Precédenos en todos nuestros actos durante este período de Cuaresma, con Tu bondadosa gracia de manera que bajo Tu benigna influencia esos actos puedan ser como Tu quisieras que fuesen, es decir, tales de merecer Tu favor. Ese es el significado de estas palabras y esa es exactamente la idea. "Pueda Dios estar con nosotros todo este tiempo de Cuaresma para que nuestros pies no se aparten del sendero y para que nuestras palabras y pensamientos no ofendan."

Dios en verdad está siempre con nosotros, de manera que tal vez podríamos añadir otro matiz al significado y decir: "Que durante este periodo de Cuaresma podamos realizar que Dios está dentro de nosotros y así pueda El, (usando momentáneamente el otro significado de la palabra), prevenirnos del mal, y pueda precedernos para que ningún mal nos sobrevenga." Luego agregamos el pedido: "Encamínanos con tu constante auxilio." No pedimos solamente que su pensamiento nos preceda a lo largo del camino para que no cometamos ningún mal, sino que podamos ser encaminados, impulsados y asistidos por su constante auxilio para que podamos siempre hacer el bien. El primer deseo es pasivo, que no hagamos el mal, el segundo es positivo, que tratemos decididamente de hacer el bien durante todo este periodo.

Luego damos nuestra razón: "... Para que en todos nuestros trabajos comenzados, continuados y terminados en Ti, glorifiquemos Tu Santo Nombre." Aquí termina nuestra colecta. El latín original sigue un poco más y añade otra petición: "... Y finalmente por Tu merced alcancemos la vida eterna." Nosotros la omitimos porque creemos que es innecesaria.

Cada uno de nosotros alcanzará a su tiempo la vida eterna; cada uno de nosotros alcanzará la gloriosa consumación que Dios ha destinado para toda la humanidad. Cuando los hombres hablan del Cristo como el Salvador del mundo y dicen que salvará a uno entre un millón, (que es casi el ordinario cómputo), echan sobre El una gran mentira. Si Cristo ha de ser El Salvador del mundo, y admitimos plenamente que El lo salva no de una condenación imaginaria, sino que los salva del error y la ignorancia guiándolo hacia la verdad, entonces será El Salvador de todo el mundo y de todas las criaturas que en el viven. Nadie puede fracasar, nadie puede oponer su voluntad a la poderoso voluntad de Dios que llamamos evolución. Y por lo tanto no es necesario que roguemos para que "finalmente por su merced alcancemos la vida eterna."

Todo eso nos viene por su gracia y por su amor, que tal vez son el verdadero significado de la palabra "merced". Siempre estamos dispuestos a reconocer eso, pero no es necesario ofenderle pidiéndole de hacer aquello que en su eterno consejo él ya ha decidido. Tengamos presente esa colecta que nos recuerda la presencia de Dios con nosotros todo el tiempo antes, durante y después de todas nuestras acciones, de manera que todos nuestros trabajos cualesquiera sean, buenos o malos, comiencen, continúen y terminen en El. Si

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pensamos esto, no podemos hacer sino buenas obras y esforzarnos sin cesar para elevar el nivel de este maravilloso beneficio, de esta cobijante presencia de la divinidad. Sin embargo la palabra "cobijante", aunque implica protección, no me parece exacta aquí, porque es, por sobre todo, una iluminadora presencia de la gloria de Dios la que brilla sobre toda acción y pensamiento. Si podemos recordar esto durante todo el período de Cuaresma, cuán gloriosa será la Pascua para nosotros y ¡cómo nos prepararemos verdaderamente para recibirla! Esta gran festividad hará mella en nuestra vida si en estos cuarenta días ponemos en práctica el espíritu de la colecta de Cuaresma; solamente es necesario considerar que Dios está siempre con nosotros; El está siempre detrás de Su pueblo. Si durante Cuaresma este pensamiento mora en nuestra mente, Pascua será para nosotros un tiempo de inimaginable gloria, felicidad y salud espiritual.

El conjunto de los servicios de Cuaresma tienen el propósito de auxiliarnos en la tarea de curarnos de nuestros defectos. El mismo color violeta empleado por la iglesia no fue elegido por azar; fue elegido por el carácter estimulante y purificador de sus vibraciones. En los tiempos primitivos se colgaba en todo el edificio el color del día, y no solamente lo usaban los oficiantes y el altar. Se suponía que la tarea de purificación sería algo más fácil en una atmósfera impregnada de luz violeta.

Todas estas cosas tienen raíz científica, si las comprendemos bien; pero se ha olvidado el significado de este ritual y se considera simplemente como una especie de ordenanza de la iglesia, y pocos saben o se interesan en el porqué fue ordenado así. Mas existe una verdadera razón y para los que están interesados hay libros sobre tales temas. Simbólicamente este período indica la cuarta gran etapa en el desarrollo del hombre; porque Cuaresma es parte de los preparativos para una correcta celebración de esa gran iniciación en Pascua. Ese es su significado simbólico; que tiene también una aplicación práctica en nuestra vida de todos los días.

Los domingos de Cuaresma

En la colecta, epístola y evangelio del primer domingo de Cuaresma se pone énfasis en la necesidad de auto-examinarse.

El que escribió la epístola dice: "Examinaos si estáis en la fe". Es uno de los muchos mal entendidos que han penetrado en el cristianismo con el correr del tiempo y que nos lleva a tomar esa palabra "fe" en un sentido del todo equivocado. Se ha degenerado en algo puramente mecánico: la creencia en el nacimiento del Cristo en un determinado momento y en que El es el Salvador del mundo, teniendo solamente que aferrarnos a esos dos hechos para obtener de alguna manera algún beneficio. De ninguna manera es lo que se quería indicar por "fe" en los primeros tiempos de la iglesia. La fe es ciertamente una firme creencia, pero es una creencia que tiene detrás de sí una razón. Nosotros aceptamos ciertos hechos porque nos parecen razonables, porque nos parecen la hipótesis más probable allí donde no podemos tener la certeza absoluta. Pero una fe debe tener su base en la razón y debe ser tal que nos llevará a actuar de acuerdo a ella. Es inútil pretender creer en algo cuando estamos

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actuando siempre como si no creyéramos en eso. Nuestra fe en relación a estos elevados asuntos debe ser bien definida como lo es en el plano físico que el agua hirviendo nos escaldará y que un hierro al rojo vivo nos quemará. Creemos en esas cosas y de una manera tan firme que tenemos las manos lejos del agua hirviendo y del hierro caliente. Esa es una fe valiosa, pero una fe que esta meramente en el aire y que no conduce a ningún resultado es verdaderamente algo muy pobre, no creo que merezca la pena llamarla fe.

Ahora bien, cuando el autor de esa epístola dice: "Ved de estar en la fe", lo que quiere decir es: "Ved que vuestra fe sea la enseñanza cristiana, y que tenga sentido común." Es muy cierto que en materia de religión hay mucha vaguedad así como mucha ilusión y superstición. La gente tiene ciertas creencias y se aferran a ellas sin razón alguna. Se les puede demostrar que no existe una verdadera causa para tal creencia, pero no pueden acabar con ella; de alguna manera está engranada en ellos y está allí como pegada. La mayoría de esas supersticiones (por no decir todas ellas) rebajan la gloria y el amor de Dios. La espantosa superstición de un infierno eterno, por ejemplo, ha hecho tal vez mayor daño en el mundo que cualquier otra sola idea. No tiene una base en absoluto; es una superstición en la más clara acepción de la palabra. Uno de los significados que se encuentran en el diccionario con respecto a la palabra superstición es que es una creencia tonta y falsa. Si en este mundo hubo alguna vez una falsedad y tontería es creer en la existencia del infierno. Proviene en gran parte de la ignorancia, de la traducción equivocada de ciertas palabras y del erróneo concepto en cuanto a lo que Nuestro Señor dio a entender cuando hizo determinadas declaraciones, y sin embargo aún influencia el pensamiento de millones de personas. Si hubiera alguien entre nosotros que tuviera un resto de esa superstición, que lea el libro de Samuel Cook, Salvator Mundi. Lo puede tomar como de absoluta confianza puesto que el autor fue un buen erudito y verá exactamente lo que Cristo quiso decir con ciertas palabras que luego han sido tergiversadas en esa horrible doctrina del infierno.

Muy a menudo la religión ha estado enteramente en el aire, no sólo impracticable, también incomprensible. La gente usa una cantidad de fichas intelectuales y hacen malabares con ellas, oponiendo una a la otra y moviéndolas de un lado al otro, sin embargo ninguna tiene tras de sí un hecho consistente. Allí es donde nos hemos equivocado tantas veces y esa es la razón del porqué la religión ha perdido su influencia entre los pensadores, debido a que presienten que lo que se discute generalmente en materia de religión no son hechos, no hay una base real. Debemos mantener nuestros pies puestos en la roca firme de los hechos, aunque podamos llevar adelante nuestras especulaciones en el reino de la metafísica. Si no tenemos esta roca firme, todo el asunto no tiene base ni esperanza.

La fe es uno de esos términos que son realmente fichas intelectuales. La gente habla de tener fe, pero no pueden definirla con exactitud o certeza. Lo que ellos quieren decir, si algo quieren decir, es fe en el hecho de que Cristo murió en la cruz. El no murió en la cruz, porque la fecha es errónea, y cuando el cuerpo de Jesús fue enviado a muerte, los romanos no habían ocupado aún Jerusalén y por lo tanto no se practicaba el castigo romano de la crucifixión.

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Todo es un hermoso mito, un drama misterio que ha sido degradado y tergiversado hacia una historia de la vida física, y los que han hecho esto se han puesto una traba sin esperanza de liberarse de ella, de manera que ahora es difícil conseguir que comprendan el significado más hermoso y más elevado.

Otra ficha intelectual es la palabra salvación. La gente habla de ella y hacen malabares con esa idea y si alguien los obliga a ser más específicos, generalmente parecen indicar a una salvación de un infierno totalmente imaginario. No hay base para la doctrina del infierno y por lo tanto no hay necesidad de ser salvados de él. Toda la idea es un mal entendido muy lamentable y desastroso. Algunos de ellos nos dicen: "¿Han alcanzado la salvación?". O "¿están salvados?" ¿Qué debe contestar una persona sensible? Solamente se puede decir, "en el sentido que ustedes usan la palabra, de ninguna manera reconozco ese hecho, no tiene significado para mí; pero si usted me pregunta "¿están salvados del propio error y de la ignorancia?" Respondo que estamos en el proceso de ser salvados a través del conocimiento que adquirimos a medida que nos acercamos a Cristo en el transcurso de nuestra evolución. "¿Han encontrado a Jesús?" Grita algún histérico entusiasta en la calle. ¿Qué respuesta se le puede dar? Nosotros probablemente sabemos mucho más acerca de Nuestro Señor Jesús que el que hace tal pregunta tonta, puesto que es del todo incapaz de alcanzar la verdad. Sin embargo la pregunta es bien intencionada, esa pobre persona cree realmente estar en posesión de algunos hechos que nosotros desconocemos y que si llegamos a conocerlo, esto aseguraría nuestra felicidad de allí en adelante. Es una extraña teoría, impensable para cualquiera que pueda pensar. Pero allí está. La gente usa estas palabras acerca de la fe y de la idea de ser salvados, pero no le incorporan ninguna idea defendible. Su idea es una de las que se pueden echar a tierra con dos minutos de argumentación.

Pecado es otra de las palabras con las cuales la gente suele hacer malabares. Hablan acerca del pecado original, dicen que un niño viene al mundo maldecido por siempre debido a que Adán comió la manzana que se dice que Eva le entregó. Nadie ha intentado verificar esa historia, pero ellos hacen derivar de allí la más horrible sentencia. Todo esto no tiene fundamento, si lo buscamos, encontramos que todo flota en el aire, no significa nada. Creer en tal disparate no es fe, es algo absolutamente irracional, es mera estupidez.

Esta idea del pecado se ha transformado en un horrible cuco, una especie de tremenda maldición de la cual los hombres pueden escapar solamente con increíble dificultad. Pero en este mundo no existe tal cosa. Todos estamos evolucionando, y algunos, lo admito libremente, lo hacen lentamente; en el transcurso de esa lenta evolución cometemos errores, hacemos cosas que no deberíamos hacer. Si nos gusta podemos llamar pecados a esos errores. Es una palabra que prefiero evitar porque tiene horribles connotaciones. Luego más adelante se nos dice que deberíamos estar convencidos del pecado y sentir que somos gusanos y no hombres, todo lo cual es una verdadera infamia hacia Dios, aunque se hace en nombre de la religión. Cuando cometemos un grave error, lo observamos y reconocemos haberlo hecho, nos sentimos muy pequeños, y nos damos cuenta que hubiéramos debido ser más sabios. Es muy saludable para nosotros pensar así

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por un momento porque puede ayudarnos a no cometer el mismo error otra vez, pero la idea de hacer de ese error una horrible pesadilla, rotulándola como pecado mortal y decir que debemos ser condenados por ello, no solamente es inútil sino que es una verdadera hipocresía. Nadie que sea una persona normal se cree a sí mismo malo, sin esperanza de salvación; si lo hace está en un gran error y necesita ayuda y el consuelo de alguien que sepa más y mejor. Cristo está en cada uno de nosotros, aunque seamos pecadores, y ese Cristo en nosotros es esperanza de gloria y es por medio de Él y por Él, que nos elevaremos por encima de la condición de error que llamamos pecado a una de rectitud donde son raras tales caídas.

Las personas hablan del perdón de los pecados y hacen de esto un fetiche. La teoría del perdón de los pecados generalmente sostenida, parece ser algo así como borrar lo escrito en una pizarra: Nos hemos equivocado, solamente tenemos que decir que lo lamentamos y creer en Jesús y todos está borrado. No voy a decir que quisiera que fuera tan fácil, porque si fuera así, se alterarían las leyes del universo. Existe una ley absoluta de causa y efecto y nadie puede equivocarse sin sufrir las consecuencias de ese error, sin tener que pagar por ello en el sentido de compensar hasta donde sea posible. La verdad que subyace en la absolución no es la de que se nos perdonan los pecados, sino que se puede enderezar la distorsión producida al equivocarnos.

¿Han pensado ustedes alguna vez, que extraña es la doctrina del perdón de los pecados tal como se sostiene generalmente? La persona ruega a Dios que le perdone y espera que Él lo haga. Supongamos que él no le pidiera a Dios, entonces se sugiere que Dios le guarda rencor. ¿Tenemos derecho a decir esto en contra de nuestro cariñoso Padre? Seguramente nosotros no le guardaríamos rencor a un pequeño niño porque no nos pide que le perdonemos. No podríamos ser tan malvados. Probablemente diríamos: "pobre pequeño, yo supongo que ahora lo lamenta, y espero que no lo haga de nuevo." Y deberíamos disponer las cosas de manera que no reincida. La idea de un Dios que nos guarda rencor y que necesita que se le ruegue para que nos perdone es un ultraje a la Paternidad de Dios.

También la gente habla del "temor de Dios" y esta es una cosa muy triste. Toda la idea del temor de Dios es un espanto que debemos apartar. ¿No se nos ha dicho de amar a Dios y que Dios es amor, que el amor aparta al temor? Cuando la gente habla del hombre temeroso de la divinidad es probable que piensen en los varios párrafos de la Biblia en los cuales la palabra griega theosobeia se traduce como temor de Dios. El verdadero significado es una profunda reverencia hacia Él. Hay un texto en el cual se declara: "el temor al Señor es el comienzo de las sabiduría". Si sustituimos temor por reverencia, estoy totalmente de acuerdo con eso; a menos que sepamos algo de Dios, a menos que sintamos reverencia por Él, estamos lejos de ser sabios; pero decir que debemos temerle, es una ofensa a nuestro Padre, es un mal uso del término. Cristo nos enseñó que Dios es un Padre cariñoso y creo que debemos aceptar su declaración.

De la misma manera está tergiversada "la gracia de Dios". Aquí están más cerca de los hechos, pero si intentamos ver científicamente sus ideas, las

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personas se ponen furiosas y dicen que estamos blasfemando y que materializamos la idea. La gracia de Dios es una poderosa fuerza espiritual en el mismo sentido definido que son poderes las fuerzas físicas, pero funciona en materia más sutil. Es una fuerza medible, que puede ser vertida sobre nosotros en mayor o menor grado. No es costumbre ser científicos en materia de religión, pero hace falta serlo; es hora que nos examinemos en cuanto a nuestra fe y tratemos de saber qué es lo que creemos y por qué y sobre qué fundamentamos nuestra creencia. Se nos dice que obedezcamos y sigamos a Nuestro Señor Cristo, pero no es por temor a Él o de las consecuencias que recaerían sobre nosotros si no le siguiéramos; es el amor de Cristo el que nos obliga, como se nos dice en la Epístola para el primer Domingo de Cuaresma. Es por nuestro amor y gratitud hacia Él que le debemos seguir, que debemos reprimir todo nervio para asemejarnos a Él. Esa es nuestra razón, no el temor sino el amor.

En los otros domingos de Cuaresma consideramos algunos de los errores que cometemos a menudo: el error de pensar y hablar mal, el error de criticar y el error de ser orgullosos. Por lo tanto llevemos las ideas de Cuaresma a nuestro corazón, examinémonos y corrijamos los errores que encontremos, así podremos gozar y beneficiarnos de esa poderosa efusión de la Resurrección, así podremos disfrutar una feliz Pascua en el verdadero sentido del antiguo saludo en ese día, así Cristo surgirá en nuestros corazones y en el mundo que nos rodea.

DOMINGO DE REFRIGERIO ESPIRITUAL

El cuarto domingo de Cuaresma usualmente se le dice Domingo de Refrigerio, nombre que le fue dado en la Edad Media por dos razones:

Primero: debido a que se encuentra a mitad de Cuaresma, la mi-caréme, como se le dice en francés, y por lo tanto era costumbre permitir un cierto alivio al rigor del ayuno. Otra razón, era el nombre del evangelio indicado para este día, el que cuenta la historia de cómo el Señor alimento a las cinco mil personas con cinco panes de cebada y dos pequeños peces. Que el cuento sea históricamente exacto o no, de ninguna manera nos concierne. La cosa no es imposible, lo han hecho en la India personas que profesan una fe totalmente diferente. Es simplemente cuestión de materialización, una multiplicación de la materia. Puede haber sucedido también en Palestina; que así fuera o no, yo no sé, en realidad no tiene importancia alguna. De todos modos es un hermoso símbolo de como Cristo alimenta a su pueblo con el pan de vida, del cual por pequeño que parezca ser, sin embargo es suficiente para todos.

El Cuarto Domingo de Cuaresma es uno de los días del año en el cual se llevan vestiduras de un precioso color rosado, para darnos una atmósfera de ese tierno y omniabarcante amor que debe ser la cualidad central que subyace a todos los preparativos para recibir la gracia divina. Mucha gente que no comprende, porque no se ha tomado el trabajo de estudiar, o no estaba en su camino el estudio, están dispuestos a poner reparos sobre los arreglos de la iglesia, sobre las vestiduras que lleva el sacerdote, la secuencia del año eclesiástico y sus servicios, etc. No se dan cuenta que para todos estos

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asuntos hay una ciencia y que cada uno de ellos está calculado para producir un determinado efecto. No deberían cometer el error de considerar a los demás con la misma disposición de ellos. No es sin una razón particular que durante la Cuaresma se usa el color violeta y el blanco para Pascua. Como ya se ha dicho, todo es parte de un esquema; es cuestión de índices de vibración y de la influencia que se desea irradiar. Unos son más sensibles que otros para estas cosas, hay quienes no las toleran y hay aquellos en los cuales todas estas influencias tienen un gran efecto y por lo tanto encuentran que los servicios de la Iglesia les son de mucha ayuda. Se adaptan maravillosamente a sus modalidades y por lo tanto esas personas se sienten elevadas. Y esto es exactamente el propósito para el cual han sido calculadas.

En la actualidad, con el desarrollo de la mente inferior, nuestros sentimientos se encuentran algo en desuso. En la Edad Media, cuando no se estaba desarrollando la mente inferior de la misma manera que ahora, los sentimientos predominaban mucho más y se sentía más la influencia de tales vibraciones. Ya sea que particularmente sintamos o no estas cosas, hay miles que lo hacen, y es ridículo que los hombres que no comprenden una línea particular de pensamiento condenen a los que la comprenden y la encuentran útil. No podemos ir todos por la misma ruta, unos toman una vía y otros una diferente y estos senderos hacia Dios son como muchos idiomas por medio de los cuales podemos expresar la misma idea. La nuestra puede ser la de expresarnos por medio de la devoción; la de otro puede ser la de expresar lo mejor y más elevado de sí por medio del pensamiento profundo, a través del desarrollo de la sabiduría. Otro aún puede expresarse mejor a través del trabajo exterior, por medio de la actividad. Todos estos son senderos y todos conducen a Dios. ¿Por qué el hombre que ha encontrado uno de ellos debería denigrar a los que no hacen exactamente lo que hace él pero que de alguna otra manera están yendo hacia Dios? Dios los inspira a todos y los recibe a todos dentro de Su conciencia y poco importa por cuál de los senderos los hombres se acercan a Él.

Los domingos que se encuentran hacia el final de Cuaresma tienen cada uno un nombre particular. El quinto Domingo se le llama Domingo de Pasión y para él hay un himno especial y hermoso tomado del himnario romano, Vexilla Regis prodeunt, “Los estandartes Reales nos preceden, y la Cruz brilla en su místico esplendor.” Para los que sostienen aquello que el gran doctor Orígenes llamaba "la visión somática del cristianismo”, la celebración de Cuaresma está oscureciéndose con paso firme hacia su terrible cierre. La semana que sigue al Domingo de Pasión se llama Semana de Pasión y luego viene el Domingo de Ramos, es el Domingo anterior a Pascua, y después de este viene Semana Santa con Jueves Santo y Viernes Santo.

SEMANA SANTA

En la Iglesia Católica Liberal no obligamos a ningún miembro de la congregación con respecto a creencia alguna. Todos son perfectamente libres

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de investigar cualquiera de las historias antiguas de su preferencia, literalmente o simbólicamente; a nosotros, los del clero, no nos importa en lo más mínimo aunque tenemos opiniones propias bien definidas. La gente va a la iglesia en busca de ayuda y nosotros tratamos de dar esa ayuda a través de los sacramentos que Cristo ha instituido. Lo que ellos creen es asunto suyo, no nuestro, y ésta es la única base para una perfecta libertad de pensamiento, que la Iglesia Católica Liberal ofrece a todos sus miembros sin limitaciones ni preguntas.

Nuestros hermanos cristianos de otras ramas de la Iglesia, conmemoran en este período de pasión y resurrección el terrible sufrimiento físico de Nuestro Señor; leen los detalles de tales sufrimientos deteniéndose en cada uno de ellos a los efectos de despertar sentimientos de piedad, devoción y gratitud a Cristo, Quién padeció tanto por ellos. Sabemos por medio de investigaciones clarividentes que estos sucesos no son históricos y que por lo tanto, en el curso de todas las edades, se ha prodigado mucha simpatía y piedad a solamente un sueño, en algo que, como se lo entiende generalmente, no tuvo lugar, porque el cuerpo del discípulo Jesús murió apedreado y no crucificado. No es fácil para nosotros decir si toda la historia en su conjunto haya hecho más mal que bien. Pero no puedo sino sentir que ha sido responsable de mucho daño; sin embargo, por otra parte, veo que la leyenda ha sido, a su manera, muy noble y que con ella muchos pueden haber sido auxiliados y beneficiados.

Seguramente, la verdad que subyace es más noble y mucho más bella, porque todo esto es una espléndida alegoría. El sufrimiento, la Cruz, la pasión, la muerte, el sepelio, la resurrección, todos estos son símbolos de lo que sucede en la cuarta de las grandes Iniciaciones, la del Arhat. De ninguna manera estoy negando, ni por un momento deseo minimizar el sufrimiento y la crucifixión que son parte de ese gran paso; en verdad no un sufrimiento físico, pero no menos real y terrible. Pero si comprendemos lo que significa, consideraremos a esos sufrimientos desde un punto de vista totalmente diferente. Es una verdad terrible y llegará a cada uno de nosotros como en su momento le llegó a Cristo mismo. Recuerdan lo que nos dice nuestro Himno:

En vano cuelga Cristo sobre la Santa Cruz, si dentro de nuestro corazón no se levanta de nuevo.

Pero sin duda, debemos considerar el asunto como nuestros soldados ven a la espantosa guerra. Seria difícil para nosotros exagerar, o aún imaginar, los horrores a través de los cuales los hombres tienen que pasar en el frente de batalla; aún así ellos no enfatizan esos horrores; los consideran como parte del día de trabajo, como parte de un terrible deber que tienen que cumplir. Siempre piensan en el objetivo por el cual luchan, liberar al mundo de las huestes que encarnan al mal; la paz, la felicidad, la libertad que se obtendrá a través de esa lucha. Así, cuando miramos hacia este período de la celebración de la Pasión, a la gran Iniciación a través de la cual algún día pasaremos como todos los demás, aunque sabremos del sufrimiento, lo consideraremos con alegría en vista de la gloria, del esplendor y del poder que nos traerá, el poder de auxiliar, la fortaleza para seguir adelante con la evolución. Es por eso que nos

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arriesgamos a ella y la enfrentamos. No es para que nosotros nos quejemos por los sufrimientos personales o exagerar los horrores de aquellos, sino más bien observarlos desde el punto de vista del bien del mundo.

Es seguro que de esa manera obtendremos más en la contemplación de la Pasión y la Crucifixión. No es que sean menos reales para nosotros si consideramos la interpretación espiritual, porque ya sea que en esa encarnación del Cristo, la muerte y la resurrección ocurrieron literalmente o no en Palestina, sabemos que son eventos en la vida de todo cristiano, y eso es lo que nos concierne, no el caso particular de ese tiempo, sino el perpetuo paso que toda la humanidad desarrollada deberá efectuar a través de todas estas diferentes etapas. Estos son hechos; acontecen durante la evolución humana, ordenada por la inescrutable sabiduría de Dios; y así nos conviene reflexionar sobre ellos, no desde el punto de vista del horror y del sufrimiento, sino para recordarnos de la gloria que subyace a estos y al oculto significado de todo.

Recuerdo que cuando niño se me enseñaba la secuencia de los acontecimientos conmemorados en Semana Santa con la culminación y conclusión final de Cuaresma. Se explicaba que la excitación del pueblo y las aclamaciones en el domingo de Ramos eran el resultado directo e inmediato de la resurrección de Lázaro el día anterior. Me parecía, (y aún me parece), que las exigencias de la historia requerían un intervalo más largo entre esos dos sucesos; pero tal vez ese es solamente otro aspecto de la característica que es tan prominente en el Drama-Misterio de los evangelios, es decir, que la entera presentación no es una narración continua sino una cantidad de escenas separadas que se intenta sean representadas. De todos modos, los que saben algo de la naturaleza de las razas orientales pueden comprender la conmoción y el entusiasmo que se originaría por la resurrección de Lázaro; podemos imaginarnos cómo la gente de las aldeas cercanas se amontonaría ansiosa en Betanía y esperarían la ocasión de ver a Jesús o a Lázaro.

Y así estaban justamente todos esperando verlo esa mañana del domingo cuando tomó el camino a la ciudad y en el momento en que apareció comenzaron a vitorear. Se agruparon alrededor de Él y formaron una especie de alborotada procesión para escoltarlo; tomaron de los árboles, grandes hojas de palmas y las hacían ondular delante de Él; en cuanto se les ocurrió la idea que ese hombre era un gran santo, un gran profeta, se quitaron sus mantos y los tiraron en Su camino, no solamente para rendirle honor, sino para que los mantos fueran bendecidos al ser tocados por los pies de ese Gran Ser, o aún por los patas de la mula sobre la cual cabalgaba. A nosotros, esto nos parece un acto exagerado y extraño, pero es completamente natural para un oriental. Por supuesto no debemos pensar en nuestros feos trajes modernos, sino en aquellas sueltas y flotantes túnicas que llevaban en oriente, los mantos que se echan sobre los hombros. Yo he visto hacer lo mismo delante de un santo mahometano que tenía la reputación de ser extraordinariamente santo; y por lo menos dos veces me han hecho el mismo honor cuando di algunas conferencias que especialmente apelaban al entusiasmo religioso de un público oriental.

Así Jesús se abrió camino en medio de un gentío bullicioso y

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gesticulante. Naturalmente, las personas venían corriendo de todas partes, preguntando qué estaba sucediendo, y cuando se les dijo: "Este es Jesús, el profeta de Nazaret, Quién resucitó a Lázaro de la muerte", se unieron a la procesión y comenzaron a vitorear junto con los demás. Los judíos tuvieron siempre la reputación de ser un pueblo turbulento y rebelde, y cuando las autoridades vieron acercarse a la ciudad esta inmensa y excitada multitud, se alarmaron y enviaron los soldados, temiendo el comienzo de una revolución. Y aún cuando por el momento se sintieron tranquilizados, sus mentes estaban aún perturbadas y se consultaron con respecto a lo que se debería hacer con Jesús. Les pareció que El estaba volviéndose demasiado popular, que tenía una influencia demasiado grande sobre el pueblo, la cual fácilmente podría ser usada (y hasta cierto punto ya había sido usada) en oposición a ellos, de manera que temieron el derrocamiento de su autoridad. Sintieron también que cualquiera que alterase las decentes costumbres de la vida corriente por medio de una innovación tan extraordinaria como el volver a la vida a un hombre muerto, sería una persona peligrosa que era necesario reprimir instantáneamente para que no siguiera alterando la calma corriente de respetabilidad que los había mantenido en una posición de riqueza y poder. Y así planearon su eliminación por medio de un simple proceso de asesinato judicial.

Su desordenada y pequeña, pero entusiasta procesión llegó a la ciudad y Él dirigió sus pasos hacia la sinagoga y comenzó a hablar al pueblo como era Su costumbre. Pareciera que pasó mucho tiempo hablando al pueblo durante el lunes y el martes; en efecto se dice que casi la mitad de sus declaraciones las ha pronunciado en esos dos días. Era algo así como un héroe popular, no sólo con lo que había hecho con Lázaro, sino porque había acerbamente denunciado sin temor alguno al partido que estaba en el poder; por lo tanto las autoridades temían arrestarle abiertamente por miedo a provocar un motín de rescate de parte del populacho. Tuvieron la sensación de que era necesario actuar rápidamente puesto que inmensas multitudes, excitados y fervientes peregrinos, llegaban todos los días a la ciudad con motivo de la gran festividad anual de la Pascua de los hebreos; así dejaron bien entendido que iban a pagar un buen precio a cualquiera que encontrará una conveniente oportunidad para capturarlo secreta y rápidamente. Esto suscitó la codicia de Judas Iscariotes, quién era el tesorero de la pequeña comunidad y se ganó el desprecio y aborrecimiento de incontables millones de personas ofreciéndose a entregar a su Maestro en las manos de esa indeseable administración. La canallada fue urdida el miércoles, y se nos solía decir que se debía a la vergüenza traída a la humanidad por esa atroz acción que la Iglesia de Inglaterra ordena que todas las semanas, los miércoles, se recite su lúgubre letanía, recordando la traición hecha a Cristo y el viernes en memoria de Su muerte. El porqué la más sombría de las lucubraciones se asignara también al día domingo no se daba explicación alguna, a menos que fuese sobre la teoría que en ese día un número suficiente de personas se sintieran deprimidas por su horrible mezcla de tristeza y servilismo.

Siempre se considera y se celebra el jueves como el día de la institución de la Sagrada Eucaristía, aunque muchos estudiantes consideran que cuando se toman en cuenta los varios acontecimientos que menciona la historia, la instauración debe haber tenido lugar luego de medianoche y por lo tanto en

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realidad el viernes a la mañana. Ciertamente, de acuerdo a los cálculos hebreos debe haber sido viernes, porque los hebreos computan sus días desde una puesta del sol a la otra. En un libro anterior (La ciencia de los Sacramentos), he explicado que esa maravillosa transformación que ocurre en los sagrados elementos en el acto de la consagración se puede lograr solamente entre las horas de la medianoche al mediodía, un hecho que habla a favor de la antigua tradición que sitúa la instauración después de medianoche. Sea como fuere, el jueves está generalmente asociado con el Santísimo Sacramento, de manera que si una iglesia tiene un servicio nocturno por semana, usualmente se lleva a cabo en ese día.

El nombre de Jueves Santo, en inglés es Maundy y es una corrupción de la palabra latina mandatum, que es la primera palabra de la antífona especial del día. Significa "orden, comando" y se refiere no sólo a la nueva orden "que nos amemos los unos a los otros" sino también a la orden dada por primera vez en ese día hace 2000 años: "Haced esto en memoria Mía."

De acuerdo a la historia del evangelio, muchos acontecimientos sobrevienen en esa noche trascendental entre el jueves y el viernes: la visita al huerto de Getsemaní, la verdadera entrega (la que se conmemora el miércoles es el plan para la entrega), la presentación del acusado ante el Sanedrín, ante Pilatos y ante Herodes y la condena final. Por supuesto que el relato atenta a la historia de los acontecimientos reales ya que es manifiestamente imposible, pero no debemos nunca olvidar que los autores no tenían esa intención en la mente y probablemente se hubieran horrorizado si pudieran haber previsto la asombrosa y sin embargo casi universal interpretación errónea que esperaba a sus esfuerzos literarios. Por otra parte, si es que presintieron algo, confiaron en que ante la obvia imposibilidad de que todo eso sucediera en tan pocas horas, se prevendría tan extraña equivocación. Si desde los días de nuestra infancia estos cuentos no hubiesen sido rodeados de una especie de espléndida santidad, nunca los hubiéramos considerados como historia; y una vez plenamente comprendida la idea de que son escenas de un Drama-Misterio de carácter religioso, explica todo de una manera tan clara que es imposible dudar de su verdad.

Los evangelistas están en desacuerdo en cuanto a la hora exacta, cuentan que Jesús murió en cierto momento del viernes y que Su cuerpo fue sepultado esa misma tarde en un sepulcro de roca por José de Arimatea. Yació allí todo el sábado pero se sacó de allí el domingo la mañana, directamente después de medianoche, de acuerdo a una tradición de la iglesia. Esto hace que el cuerpo estuvo en el sepulcro alrededor de 30 horas, satisfaciendo de esa manera los requerimientos de la declaración que "el tercer día resucitó de la muerte", pero de ninguna manera se cumple la profecía de que el Hijo del Hombre estaría en el corazón de la tierra por tres días y tres noches. Otras tradiciones extienden el tiempo en el sepulcro a cuarenta horas, como ya se ha dicho.

"Estas cosas son una alegoría", y una alegoría notablemente exacta. He explicado que todo el drama tiene el propósito de ofrecernos una vivida representación del progreso del iniciado y que sus etapas indican las grandes iniciaciones que, por decirlo así, son como las piedras miliares en ese gran

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peregrinaje del alma humana. Los sucesos que se atribuyen a Semana Santa y a Pascua, simbolizan la cuarta de estas grandes etapas, y en verdad siguen muy de cerca sus características esenciales. Los que han pasado por esa prueba están atados por votos de secreto en cuanto a los detalles, justamente como lo esta el neófito masónico; pero no violan ningún juramento cuando dicen que esta historia que se da en el evangelio sigue el bosquejo general con considerable fidelidad. El candidato parece encontrar siempre cierto triunfo y reconocimiento terrenal y aprovecha la ocasión para hacer todo lo posible para enseñar y ayudar a los demás, siendo este el servicio o deber que se le impone. Todos sus esfuerzos levantan envidia, odio y violenta oposición y entre los que han recibido su ayuda siempre se encuentra uno que volverá la espalda con traición, levantará falso testimonio en contra de Él, calumniará su justa fama y tergiversará sus acciones. Deshonra e injurias de todo tipo se acumulan sobre él, y aunque las leyes modernas no permiten la crucifixión física, el asombroso resentimiento, y el amargo carácter vengativo de sus perseguidores muestran con qué placer revivirían los fuegos de Smithfield si su furiosa maldad no fuese contenida por el adelanto de la civilización.

El místico flamenco del siglo XIV, Ruysbroek, escribe acerca de tales candidatos: "A veces estos infelices son privados de todas las cosas buenas de la tierra, de sus amigos y parientes y abandonados de todas las criaturas; se desconfía de su santidad y los hombres construyen una mala reputación sobre las obras de su vida, de modo que todos los que los rodean los rechazan y desdeñan; algunas veces les afligen varias enfermedades." Y otra gran mística, la señora Blavatsky , escribe de una manera más vehemente y verdadera:

"¿Dónde encontramos en la historia, que cuando a un mensajero, grandioso o humilde, iniciado o neófito, se le dio la responsabilidad de enseñar una verdad hasta entonces oculta, no fue crucificado y puesto en la picota por los sayones de la envidia, la malicia y la ignorancia? Tal es la terrible ley oculta. Así, pues, el que no sienta dentro de sí un corazón de león para menospreciar los salvajes aullidos y una alma de paloma para perdonar las locuras de los ignorantes, que no emprenda el estudio de la Ciencia Sagrada." (Doctrina Secreta, Vol. V, pág. 94)

Cuando termina el estallido de locura, sigue un período de paz y oscuridad, y luego, si el candidato ha sobrellevado la prueba de manera satisfactoria, llega a la meta por la cual ha luchado tanto, y el éxito que corona sus esfuerzos es tanto mayor de lo que ha soñado, que es en verdad una resurrección a una vida más noble y a un mundo superior. Pero los pobres ignorantes perseguidores nunca lo saben.

Los autores de los evangelios conocían evidentemente cómo era la cuarta iniciación entre los egipcios, porque en la manera en que ellos la presentan, emergen algunos detalles. La misma introducción de la Cruz es parte del simbolismo egipcio, porque no fue nunca usada por los judíos como un medio de ejecución, y en la fecha real de la muerte del cuerpo de Jesús los romanos no habían anexado aún a Palestina. El "sermón a los espíritus prisioneros" del día sábado, también señala el plan que se adoptaba a las orillas del Nilo; pero todo esto pertenece más a las explicaciones doctrinales

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que espero dar en un volumen posterior de esta serie.

LOS SERVICIOS EN SEMANA SANTA

Debido a la lamentable materialización de la sublime alegoría en una historia física, los servicios de la Iglesia para la Semana Santa asumieron un tinte sombrío y en la actualidad se han tornado tan lúgubres y depresivos que no se les podría aplicar el nombre de "Servicios Divinos". Las ceremonias romanas son muy complicadas y elaboradas y muestran distintas huellas del culto Pre-cristiano al Dios-Sol. La Iglesia de Inglaterra ha eliminado con cuidado todo lo pintoresco de los ritos tradicionales y no dejaron sino una serie de largas y tediosas lecturas. Sin embargo, algunas de sus iglesias más ritualistas se han arriesgado a ir un poco más allá de las monótonas prescripciones que se encuentran en su breviario y han reintroducido el antiguo oficio de Tenebrae (Tinieblas). También han creado un nuevo artículo litúrgico para conmemorar en Viernes Santo las tres horas desde las doce a las tres durante las cuales se supone que Jesús estuvo colgado en la Cruz. Consiste usualmente en el recitado de las siete Palabras que se dice Él habló en ese entonces, siguiendo a cada una un breve sermón y el canto de una letanía.

DOMINGO DE RAMOS

En la Iglesia Católica Liberal hemos perpetuado las ceremonias antiguas que podemos llevar a cabo concienzudamente, omitiendo las que carecen de cualquier significado racional o justificación histórica. El transitorio triunfo de Jesús fue un acontecimiento que ocurrió realmente en la vida de Jesús, y representa un hecho definido que experimenta todo iniciado, por lo tanto seguimos el rito tradicional de ese día, comenzando el servicio principal con la Bendición de los Ramos. Las hojas o ramos de palma (y si no se pueden conseguir se usan ramos de otra planta, lo más parecido posible) en cantidad suficiente para entregar a cada miembro de la congregación, se ponen sobre una mesita lateral en el santuario y se la cubre con un velo blanco o color púrpura. La procesión entra en la iglesia como de costumbre y cuando se llega al santuario se descubren los ramos de palma para que el sacerdote los bendiga rociándolos con agua bendita e incensándolos. Luego son distribuidas al clero, al coro y a la congregación y por último se ata un ramo con una cinta violeta en la punta de la Cruz procesional. En caso de congregaciones grandes y si hay dificultad para obtener ramos de palmas, a veces se acostumbra hacer pequeñas cruces con las hojitas de palma y se las entrega a la gente.

Ahora en el santuario se forma la procesión que se mueve por la nave y sale por la puerta de occidente; todos los fieles llevan su palma. El himno que usualmente se canta en este momento es "¡Hosana!, en alta voz los niños cantaban hosanna". Cuando la procesión ha llegado a la galería se cierra la puerta de la iglesia y dos cantores quedan generalmente adentro dirigiendo el canto de la congregación. Los fieles adentro ahora se vuelven a occidente y cantan el versículo de apertura del himno tradicional para el domingo de Ramos, "Toda gloria, alabanza y honor", que fue compuesto para este servicio en el año 810 por Teodulfo, obispo de Orleans. Este versículo repiten los que están afuera. Los dos cantores y la congregación cantan luego el versículo

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siguiente, "Tú eres el rey de Israel," y esperan hasta que los de afuera cantan el estribillo (que es lo mismo que el primer versículo). Se continúa así todo el himno, cantándose cada uno de los versículos dentro de la iglesia y el estribillo desde afuera, pero después del último versículo todos cantan el estribillo. Terminado esto, el cruciferario da un golpe en la puerta con el extremo inferior de la barra de la Cruz procesional; lo cantores la abren inmediatamente y entra la procesión con las palmas cantando un himno apropiado. A continuación comienza la Sagrada Eucaristía que se lleva a cabo como siempre. Los fieles llevan a sus casas los ramos o las cruces de palma y las conservan hasta el año siguiente.

En la Iglesia Romana a veces se comete un pequeño error en este antiguo y curioso ritual: el cruciferario golpea la puerta con el pie en lugar de hacerlo con el brazo de la Cruz procesional. Esto surgió de una mala interpretación de Dale con respecto a las direcciones dadas en la obra monumental de Baldeschi, habiendo interpretado col suo piede como que se refiere al pie del hombre en lugar del pie de la Cruz.

El lunes, martes y miércoles de Semana Santa no se realizan ceremonias especiales. La Iglesia Romana, el miércoles a la noche recita el oficio llamado Tenebrae y así también por la noche del jueves y del viernes. La característica principal de este servicio (y del cual viene el nombre) es que mientras se lleva cabo se van apagando todas las luces de la iglesia hasta quedar una sola que luego se oculta detrás del altar. En la oscuridad se siente un gran ruido que simboliza la perturbación que sufre la naturaleza a la muerte de su Gran Arquitecto, luego se enciende una vela y se le deja así por un momento; la congregación se levanta y sale en silencio. Un lúgubre servicio y no particularmente útil, hasta donde podemos ver y por eso lo hemos omitido.

JUEVES SANTO

Por la misma razón no seguimos realizando la ceremonia del lavado de los pies a los trece hombres pobres del Jueves Santo. Entre nosotros, ese día se guarda como de festivo esplendor en honor de la Sagrada Eucaristía y en esa celebración mayor llevamos al Santísimo Sacramento en procesión alrededor de la iglesia como en la Benedicción. Se consagran tres grandes Hostias adicionales en esta celebración y se reservan para uso posterior. En la tarde, un ciborio que contiene estas tres Hostias se lleva en solemne procesión. Estas Hostias, junto con algunas partículas que se podrían necesitar para enfermos, se conservan en la sacristía o en cualquier otro lugar conveniente fuera de la iglesia. Dos de ellas se van a usar en la Eucaristía de Pre-santificados el Viernes y el Sábado Santo respectivamente y la tercera se deposita en el tabernáculo en el altar mayor antes de la primera celebración del día de Pascua o el sábado a la tarde si se celebran las primeras Vísperas de Pascua y se da la Bendición..

Luego del servicio vespertino del Jueves Santo, se sacan las flores, el mantel y el frontal del altar y el tabernáculo se deja abierto y vacío, se cubre nuevamente de violeta la Cruz del altar, como lo ha sido durante toda la Semana Santa menos el Jueves cuando fue cubierta de un velo blanco. En ese

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día, el obispo consagra en su catedral los santos óleos que se usarán el año siguiente.

VIERNES SANTO

El Viernes Santo, se cubre el altar con un mantel de lino blanco y un frontal violeta. O se deja sin ningún adorno. No se encienden velas. El servicio comienza con el Asperges ya sea en la forma corta o larga, omitiendo la colecta para el Ángel. Siguen inmediatamente la Colecta, la Epístola y el Evangelio. Si hay sermón sigue al Evangelio y a continuación sigue el antiguo servicio de adoración de la Cruz. A este fin la Cruz del altar se coloca en el centro del altar y mientras se le quita el velo, la congregación se arrodilla. El oficiante y cualquiera del clero y acólitos se acercan al altar desde el extremo más alejado del santuario en tres etapas y al final de cada etapa todos se arrodillan simultáneamente. A la primera genuflexión el sacerdote dice el versículo: "Santo eres Tú, oh Dios," que repite la congregación. Durante la segunda genuflexión él canta: "Santo eres tú, Potente Ser," y nuevamente los fieles repiten este versículo. A la tercera genuflexión canta: "Santo eres Tú, Inmortal Ser; danos Tu amor, oh Dios." Una vez más los fieles repiten las mismas palabras. Esta es una de las ceremonias más antigua y como todavía se lleva a cabo en la Iglesia Romana, se conserva la forma primitiva; porque el sacerdote canta el versículo en griego y los fieles le responden en latín. Sin embargo, considerando la imposibilidad para el hombre corriente de pronunciar correctamente estas palabras, hemos considerado conveniente traducir los versículos al castellano.

Después de esto se canta el himno "Toma tu Cruz" y hacia el final del mismo se encienden las velas del altar y la Cruz se vuelve a su lugar de costumbre. Se forma ahora una procesión que sale a buscar a la Hostia, y vuelve al altar mayor con velas e incienso mientras el celebrante lleva la Hostia en un ciborio. Luego deposita la Hostia sobre el corporal y vierte agua y vino en el cáliz, pero sin proferir las plegarias usuales. A continuación el sacerdote inciensa las ofrendas en el altar de la manera acostumbrada y retoma la Eucaristía en el Orate Frates usando solamente dos cortas plegarias; luego levanta la Hostia, la fracciona sobre el cáliz y deja caer una partícula como siempre, pero en silencio. Luego recita la invocación: "Oh Tú, que estás en este adorable Sacramento...," y comulga según lo usual. Inmediatamente después de esto concluye el servicio con el Post Comunnio y luego se quita el mantel del altar.

A esta forma curiosamente abreviada se le llama en la iglesia de Roma, la Misa de Presantificados. En esa Iglesia y en la nuestra se realiza solamente el Viernes Santo y el Sábado Santo, pero en la Iglesia Oriental una forma similar se lleva cabo todos los días de Cuaresma con excepción de los sábados y domingos. Los oficios tradicionales del Viernes Santo y Sábado Santo se dilatan con la lectura de largos pasajes tomados del Antiguo Testamento; pero todo eso se omite en nuestros servicios. Nuestra actitud hacia los acontecimientos que se supone conmemoramos es tan diferente de la de las otras iglesias que la forma de servicio que ellas prescriben es totalmente inadecuada para nosotros. Sin embargo, el Viernes Santo ofrece al sacerdote

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una buena oportunidad para explicar a sus fieles lo que él sabe con respecto a la gran Iniciación que la Iglesia simboliza aquí para nosotros. En un sentido, es la última de las Iniciaciones puramente humanas. Queda todavía una, la quinta, la Asekha, que significa "el hombre que no tiene más nada que aprender", es decir, con respecto a nuestra cadena planetaria, y en el sistema cristiano esta simbolizada por la Ascensión y el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero esa Iniciación lleva al hombre más allá de la humanidad y hace de él un superhombre, de manera que se puede decir que aquello que ahora estamos celebrando, la iniciación Arhat, es en realidad la última de las Iniciaciones puramente humanas.

Muchas veces se pregunta el porqué deben estar asociados a ella tanto sufrimiento y dificultades. Es parte de nuestra enseñanza el que no puede sobrevenirnos ningún dolor a menos que lo hayamos merecido y que existe una poderosa ley de causa y efecto en obediencia a la cual viene la alegría o el sufrimiento, según el caso. Por lo tanto el hombre que está por dar terminación a sus asuntos como ser humano y pasar a un estado completamente más elevado, debe antes limpiar todo karma atrasado, como lo llaman en la India, es decir cualquier deuda restante como resultado de sus acciones pasadas. Una cierta cantidad del mismo permanece hasta el mismo final de su carrera humana y le sobreviene en ese momento cuando estar por dar el último paso. Estamos generando causas todo el tiempo, todos los días, todos los momentoo; por medio de nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones, estamos poniendo algo en movimiento. Inevitablemente eso reacciona sobre nosotros, sea bueno o sea malo. Es poco probable que el hombre que ha alcanzado el nivel de esa más elevada Iniciación esté creando mucho mal karma, debido a que ya está más adelantado en el desarrollo espiritual que el hombre corriente. Por lo tanto, necesariamente, la mayor parte del karma que él crea sin duda debe ser bueno, pero puesto que es aún un ser humano, algo será aún malo, aunque la proporción sea pequeña. Aunque este karma es una ley natural y funciona tan absolutamente como las leyes físicas aquí abajo, sin embargo está dirigida por oficiales encargados de supervisar su aplicación, y hay casos en los cuales ellos interfieren con lo que de otro modo sería la acción directa de esa fuerza. Nunca pueden reducir el pago ni por un ápice; lo que un hombre pone movimiento, retornará a él. Los funcionarios no pueden disminuir su acción, pero sí pueden retardarla o apresurarla y hacen eso de acuerdo a lo que consideran beneficioso para el hombre. Podemos ver que en las primeras etapas de desarrollo humano, cuando el hombre es aún un salvaje, cuando es aún víctima de toda clase de violentas pasiones, seguramente crearía una gran cantidad de mal karma, y si le sobreviniera de una vez todo encima, no habría progreso, estaría completamente abrumado; por lo tanto en esas primeras etapas de su desarrollo viene retardado. Pero cuando él comienza a tener suficiente buen karma para contrapesarlo, poco a poco se va liberando el mal karma y lo que podría llamarse su destino es en realidad la cantidad de karma que se separa y se le da para que lo agote en esa determinada vida. Una cierta cantidad permanece hasta el final pero en ese entonces debe ser saldado.

Eso es lo que sucede en esta Iniciación Arhat. Si queremos un ejemplo de cómo funcionan las cosas, tenemos solamente que leer la autobiografía de

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la señora Besant, y veremos cuánto sufrimiento recae sobre el que está por alcanzarla. Existen muchos otros casos. Citas tomadas de la señora Blavatsky y de Ruysbroek nos muestran que durante muchos siglos esa idea era bien entendida por quienes emprendían esta vida superior. Ellos saben que deben hacer desaparecer todo resto de deudas con la divina ley y desean enfrentar todo sufrimiento y el dolor involucrados en esa liquidación, y por la fuerza de su voluntad obtendrán el beneficio de hacer el bien a los demás.

Pero nosotros, que estamos muy lejos de alcanzar tal Iniciación, vemos en la vida cotidiana, que converge sobre nosotros una cierta cantidad de sufrimiento y pena. Eso también es el resultado de lo que hemos hecho en vidas pasadas. Hay un curioso pasaje en el cual se dice: "El Señor castiga a quienes ama." Cuando era joven nunca comprendí su significado, que no es como comúnmente se da a entender. La realidad que está detrás de esto es esta: Si un hombre hace un bien excepcional en su vida, si disipa todo el karma anterior que se le distribuye, algunas veces los Señores del Karma le dan algo más. Según todas las apariencias le recompensarán por ser un hombre bueno haciéndole sobrevenir algún dolor o pena extraordinarios; pero la razón es que lo consideran merecedor, lo consideran lo suficientemente fuerte como para liquidar un tanto más sus deudas y así acercarse al momento en que estará libre de todo. Por lo tanto es un cumplido el hecho que los señores del karma amontonen sobre él una cantidad adicional de sufrimiento, le dan en una vida el dolor que correspondería a dos vidas y de este modo le ahorran tiempo; reducen en una el número de vidas que tiene delante de sí y eso lo aproxima cada vez más a su liberación.

Pero en la vida cotidiana tenemos ante nosotros otra tarea, la de desarrollarnos para el futuro. Esto es lo que se quiere indicar por medio del Evangelio que se lee en Viernes Santo: "El que no lleve su cruz y venga en pos de Mí, no puede ser discípulo Mío." Esto significa que todos debemos tomar nuestra naturaleza inferior y subyugarla. Es sumamente bueno para el hombre, el alma, pero es muy desagradable para la naturaleza inferior que está siendo subyugada; sin embargo es absolutamente necesario y como aquí abajo estos vehículos inferiores son tan difíciles de manejar, se debe tomar una definida cruz y soportar una cierta cantidad de inconvenientes. Cualquiera que tenga un mal hábito encontrará que el suprimirlo involucra mucho sufrimiento. Si una persona estuvo acostumbrada a tomar drogas, encuentra una lucha terrible para dominar ese vicio. Y no es una lucha menor el dominar un mal carácter, dominar la pereza, dominar el hábito de la constante crítica y las quejas. Todas estas cosas son determinadas cruces, pero debemos tomar la nuestra y llevarla, de lo contrario no podremos ser verdaderos discípulos de Cristo. Por lo tanto hasta que no nos hayamos liberado de nuestras faltas es inevitable una cierta cantidad de dolor y sufrimiento para los que tratan de adelantar.

Pero no se crea que el dolor y el sufrimiento sean de agrado para la Divinidad. Esa es la horrible ilusión que llegó a nosotros a través de ideas medievales sobre este asunto, la idea de que ayunar, torturar de alguna manera el cuerpo, eran cosas agradables a Dios. Es más, no son agradables

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para Dios. En una escritura más antigua que la nuestra y con mucha más sabiduría, se representa al Logos como diciendo a su pueblo: "Unos, siendo ignorantes, me torturan a Mí que habito en sus cuerpos"; porque toda vida es vida divina y aquellos que torturan el cuerpo, a través de él están reaccionando contra el Dios interno. Un ascetismo de esa índole no es en sí útil y a menudo es peligroso. Nunca es bueno torturar el cuerpo, pero es necesario aprender a controlar todos nuestros vehículos, el físico, el astral y el mental; y el hacer esto a menudo es cansador y fatigoso. En consecuencia es importante tomar una cruz y no tener vergüenza de arrostrarla. Debemos hacerlo. Si hay dolor, dificultades, penas, nos las hemos atraído permitiendo que en el pasado los malos hábitos se desarrollaran. Debemos enfrentar al sufrimiento y librarnos de ellos. Esa es la verdadera lección del Viernes Santo: que la cruz que tomamos sobre nuestra espalda a imitación de Cristo significa la conquista de la naturaleza inferior. No es algo que se pueda hacer a la ligera; se debe emprender con seriedad; sino lo enfrentamos en esta vida significa solamente que los malos hábitos se tornarán más fuertes y por lo tanto en una vida futura tendremos que enfrentarnos a más dolor. Es solamente cuestión de sabiduría y sentido común emprender estos asuntos ahora y esta es la ocasión en que la Iglesia nos lo recuerda. Busquemos nuestros puntos débiles y tratemos de vencerlos; este es el verdadero significado de la historia del Viernes Santo. Si lo hacemos, también comprenderemos y comenzaremos a realizar la gloria de la resurrección, la liberación de esa esclavitud, de los malos hábitos y la ascensión a una vida superior, hecho que conmemoramos el Domingo de Pascua.

No importa hasta qué punto la historia del evangelio es real; es probable que estos acontecimientos no ocurrieran como se describe en esa vida en Palestina, pero sí es seguro que nuestro Señor, aunque mucho tiempo atrás, ha pasado por todas las etapas por las cuales tenemos que ir nosotros. En todo, Él ha tenido tentaciones como las tenemos nosotros y en todo, Él es nuestro ejemplo y guía. No nos pide de pasar por algo por lo cual Él no a pasado antes. Así, es bueno que tengamos los ojos bien abiertos y comprendamos que no debemos cometer el error de materializar y degradar toda esta hermosa alegoría.

En este día, sería bueno que el sacerdote hablara a sus fieles de la necesidad del auto sacrificio en la vida religiosa y de dominar la naturaleza inferior por medio de la superior. Si el Viernes Santo se va a realizar un servicio vespertino, este debería ser Completa, puesto que no están permitidos ni Vísperas ni la Bendición.

SABADO SANTO

Los antiguos servicios del Sábado Santo son raros y complicados, y muchos de ellos tuvieron su origen mucho tiempo antes de la fundación del cristianismo. La obtención del nuevo fuego, por ejemplo, puede hallarse en los primeros tiempos del zoroastrismo, no sólo al tiempo de las enseñanzas del último Zoroastro, unos 1500 años a.C., sino muchísimo antes, al tiempo del primero de la larga lista de sus predecesores. La rúbrica de nuestra liturgia prescribe que se encienda el fuego fuera de la iglesia a una hora conveniente

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antes del servicio. Se aconseja que la mecha de la cual se va a encender el fuego, se haga arder por el sol por medio de una lente, pero cuando esto no es posible, se deben usar pedernal y acero. El altar esta cubierto con una sencilla tela de lino y el frontal violeta, sin otros adornos. No se encienden aún las velas. El servicio comienza con el Asperges. Luego se forma una procesión que se dirige hacia la puerta de la iglesia. Ahora se colocan las brasas encendidas en una vasija apropiada, tal como un turibulo abierto, y el sacerdote bendice el nuevo fuego, del cual se enciende el carbón donde arde el incienso. Este carbón se pone en otro turibulo y siempre del nuevo fuego se enciende un triple candelabro preparado especialmente, y luego es bendecido. La procesión retorna, y el diácono (vistiendo una dalmática blanca) lleva en la mano el triple candelabro. A medida que la procesión pasa por la iglesia, los que participan de ella hacen simultáneamente cuatro genuflexiones; a cada una de estas el diácono levanta el triple candelabro y canta: "Cristo es nuestra luz", a lo cual lo fieles responden: "Que su luz brille en nuestros corazones." Cuando llegan al altar, él recita el Munda Cor Meum y el celebrante responde según lo acostumbrado, después de lo cual el diácono lee como evangelio los primeros doce versículos de acuerdo a San Juan.

Previamente se ha preparado en un ángulo del lado del altar correspondiente al evangelio, un gran cirio en un alto candelabro. El diácono ahora adhiere a este cirio cinco granos de incienso y el sacerdote los bendice especialmente. Luego el diácono lo enciende y a las velas del altar con el triple candelabro y luego recita una apropiada colecta. Luego el diácono vuelve a ponerse la dalmática violeta.

A esta gran vela se le llama el cirio Pascual, y se enciende en todas las celebraciones de la Sagrada Eucaristía y en Vísperas, desde el día de Pascua hasta la festividad de la Ascensión, cuando se lo apaga solemnemente después del evangelio. Reaparece en vigilia de Pentecostés (pero sin el candelabro) en la ceremonia de bendición de la fuente, en las iglesias donde se lleva cabo este servicio.

Es costumbre de la Iglesia Romana consagrar en este día el agua que se va usar para los bautismos para el año venidero; y si hay algunos candidatos, se aconseja realizar uno o dos bautismos en este momento. Nosotros también hemos adoptado esta observancia tradicional, en caso de haber candidatos al bautismo, aunque preferimos consagrar el agua del bautismo toda vez que se necesite. Si se bendice el agua ahora, el sacerdote sumerge en el agua la base del triple candelabro y hace con él tres veces el signo de la cruz. Luego de esto sigue la Misa de Presantificados, igual que el día anterior.

Antiguamente los fieles pasaban la noche del Sábado Santo en vigilia y oración, y a menudo era durante la noche que se bendecía la fuente bautismal y se bautizaban los catecúmenos para que al alba estuvieran preparados para compartir la celebración de la Resurrección. Como preparación a todo esto, se leían largas pláticas y pasajes de las escrituras, para edificación de los fieles. Durante la Edad Media hubo una tendencia a anticipar los eventos y ponerlos en evidencia, y ahora la Iglesia de Roma celebra la Misa de Resurrección así como la bendición del nuevo fuego y de la fuente el sábado la mañana. En la Iglesia Católica Liberal hemos retornado al rito más antiguo y seguramente más profundo de no celebrar la Misa de Resurrección hasta la mañana de Pascua. El servicio de Vísperas, el sábado, es por supuesto el de la misma Pascua, y

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consecuentemente se lo celebra de la manera más grandiosa posible

CAPITULO VIII

PASCUA

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Las festividades de la iglesia se clasifican diversamente de acuerdo a su importancia. Como ya he explicado, todas las grandes festividades tienen lo que se llama "una octava"; es decir, se celebran durante toda la semana y el octavo día es virtualmente una repetición del primero. Pascua es la mayor de todas; es tan grande que su celebración dura aún más y en su honor guardamos los cuarenta días que van hasta el tiempo de la Ascensión; y durante ese período encendemos el especial cirio Pascual, para indicar que todo esto es parte de la festividad más gloriosa de todo el año cristiano.

La palabra inglesa "Easter"(Pascua) deriva de Eostre, que es el nombre de la diosa anglosajona de la primavera. Además de esta hay otra derivación, porque Eostre es solamente otra forma de Ishtar, Ashtaroth o Astarté, la Reina de los Cielos, y si vamos aún más atrás en el tiempo, deriva del sánscrito Us, que significa luz, y de la cual viene Ushas, las doncellas del amanecer, de los Vedas. Así que fundamentalmente Easter, Pascua, es la gran fiesta de la luz, del resurgimiento de la Luz del Mundo.

Toda la simbología de nuestra evolución se centraliza alrededor de la fuente y origen de la misma, la Deidad Solar, que en la filosofía griega se llamaba el Logos de nuestro sistema. Logos significa "Palabra", es el término griego empleado en el texto más famoso y hermoso: "En el principio era la Palabra (Verbo) y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios." Tratemos de comprender un poco lo que estas palabras significaban para su autor. La moderna doctrina cristiana se ha tornado muy materialista y no-filosófica, debido principalmente, como ya he dicho, a la desafortunada y continua confusión entre la divinidad judía tribal y muy personal con la Primera y Suprema Causa de todo. Los que se atienen a esa ilógica confusión piensan en Dios como en un padre, pero un padre tirano, cruel y celoso más allá de toda experiencia terrenal, que crea a su antojo a un hombre rico y a otro lleno de enfermedades desde el mismo nacimiento o que arroja a uno en el regazo de la opulencia y a otro en una demoledora pobreza y capaz de echar uno u otro, o los dos en una perenne tortura después de la muerte si no obligan al intelecto, con él cual los ha dotado, a creer en ciertas fantásticas historias.

Bien es verdad que ningún hombre puede comprender a Dios; pero cuando menos podemos formarnos un concepto más inteligente de Él, y el primer paso hacia tal concepto es reconocer que Él se manifiesta de muchas maneras. En nuestro estado actual no podemos saber nada del Absoluto, lo Infinito, lo Omni-abarcante , excepto que "Él es". Nada podemos decir que no sea una limitación y por lo tanto inexacto. Pero en Él hay innumerables universos y en cada universo, millones de sistemas solares. Cada sistema solar es la expresión de un poderoso Ser al cual llamamos Deidad Solar, el Logos, la Palabra o expresión de ese Dios infinito. Esta Deidad Solar es para su sistema todo lo que los hombres quieren significar con el título de Dios. Él lo impregna; en él no hay nada que no sea Él; es la manifestación de Él en la materia tal como podemos ver. Y sin embargo Él existe por encima de él y también fuera de él, viviendo una vida de Propio esplendor entre Sus Pares. Como se dice en una escritura más antigua que la nuestra: "Habiendo impregnado todo este universo con un átomo de Mí Mismo, Yo sigo existiendo."

Esta Deidad Solar ha emanado de Sí Mismo todo este poderoso sistema. Los que estamos en él somos fragmentos evolucionantes de Su Vida; chispas de Su Divino Fuego. De Él todos hemos venido y a Él retornaremos. Él se vierte en la materia y así sufre verdaderamente un eclipse, una crucifixión,

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una muerte, y luego resucita de esa materia, para que nosotros, la humanidad, podamos existir. Toda la vida del sistema solar proviene de Él y por lo tanto los que desean cumplir con aquello que Él nos ha indicado y que desean ser sabios, convertirse en Iniciados, deben seguir Sus pasos y desarrollarse como Él se ha desarrollado. Todas las religiones antiguas han absorbido estas ideas y han tejido hermosos símbolos, que difieren según la religión, la raza y el pueblo; y ese mismo simbolismo, que indica y describe la vida del Iniciado en términos de la vida del Dios sol, existe aquí en nuestra Iglesia Cristiana y se muestra en el curso del año cristiano.

La primera mitad de tal año, (desde adviento y Navidad hasta el domingo de Trinidad) es por decirlo así, la parte activa y llena de acontecimientos de la vida solar; y luego los seis meses siguientes están dedicados a la práctica y observancia de lo que hemos aprendido, y así pasamos a las aguas comparativamente tranquilas de los domingos después de Trinidad, cuando todo prosigue en calma y con ocasionales festividades, ninguna de las cuales está relacionada con la historia de la vida de Cristo, la cual es también la vida del Dios Sol. En todas las religiones, igualmente, el Dios Sol siempre nace a mediados del invierno, directamente después del día más corto, a la medianoche del 24 de diciembre, cuando está en el horizonte la constelación de Virgo. Él nace de la Virgen; y sin embargo, luego del nacimiento, cuando el sol se ha elevado en el cielo, Virgo continúa siendo la inmaculada y celestial Virgen. Vemos aquí un detalle en la historia de la Inmaculada Concepción, que aparece no sólo en nuestra religión sino en muchas otras fe antiguas.

El Dios Sol renace, porque en la latitud norte ha pasado el día más corto; durante meses los días han estado acortándose, como si Él hubiera sido dominado por los poderes de las tinieblas; pero esta decadencia ha sido vencida, y Él comienza a reafirmar Sus poderes, y la noche lentamente se rinde ante Él. Debe aún pasar a través de las tormentas y sufrimientos del invierno, y esa es la razón por la cual la infancia del Dios Sol en todas las religiones está siempre rodeada de dolores, sufrimientos y dificultades. Krishna sufrió mucha persecución y tuvo que ser escondido entre los pastores cuando era niño, porque el rey buscaba Su vida; el Señor Jesús fue acosado por Herodes quien trató de matarlo; en todas las historias acerca de la vida Crística en cualquier religión encontramos siempre un hilo en común. Osiris mismo, miles de siglos antes, fue cortado en pedazos y destruido por Set, y solamente más tarde fueron reunidos Sus miembros y resurgió. En el Antiguo Egipto, el pueblo lloraba la muerte de Osiris, justamente como ahora algunos cristianos lloran la muerte de Cristo el Viernes Santo, y luego celebraban una gran fiesta del reencuentro de las partes, de aquello que estaba separado; así como nosotros ahora festejamos la Pascua. Aquellas religiones antiguas enseñaban las mismas verdades como lo hacemos ahora; la verdad es una, aunque tenga muchas facetas, y en aquellos días las presentaciones no eran disímiles de las que tenemos delante nuestro ahora.

Grandes son las tormentas y penalidades del invierno, más el Dios Sol las sobrevive a todas, y Su fuerza aumenta firmemente a medida que se alargan los días hacia el equinoccio de primavera. En ese equinoccio, como el nombre implica, las noches y los días son exactamente iguales en todo el mundo, y después de eso, el sol cruza la línea, de manera que en el hemisferio norte los días se alargan y está asegurada la victoria del Dios Sol sobre la

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noche. Se eleva triunfante por encima de la línea y asciende al cielo, madurando el trigo y las uvas, vertiendo Su vida en ellos para convertirlos en Su Substancia, y así, por medio de ella darse a sus adorantes.

Cada uno de nosotros, a su turno, deberá sufrir el dolor simbolizado por la Cruz; cada uno de nosotros deberá aprender a darse enteramente en beneficio de los demás, pero también para cada uno de nosotros está la gloria de Pascua, la Resurrección, la victoria, el triunfo sobre la materia.

Esto sigue siendo una verdad eterna y gloriosa. La victoria que el hombre conquista sobre la naturaleza inferior es algo que todo cristiano debe alcanzar en la vida. En su vida debe llegar un momento en que finalmente conquiste la materia inferior y se eleve sobre la oscuridad del pecado y la ignorancia hacia la luz de la sabiduría, a una vida superior y más pura. Por lo tanto Pascua, no es solamente la conmemoración de algo que sucedió en un lejano pasado; es un día de verdadera celebración y agradecimiento por la victoria que el hombre ha conquistado, está conquistando y conquistará a través de todas las edades, sobre aquello que es inferior, aquello que está menos desarrollado. En todos nosotros está la Chispa Divina. Cristo dijo: "Dioses sois, sois todos hijos del Altísimo." En cada uno de nosotros esa chispa divina es el verdadero hombre, y se manifiesta en los planos inferiores en el alma humana, el ego, y aquella, a su vez envía a planos aún más inferiores la personalidad, que es lo que conocemos como el "yo" aquí abajo. Nosotros somos solamente un diminuto fragmento de un fragmento de la magnífica realidad. Aquello que vemos como siendo nosotros mismos aquí abajo, es, por decirlo así, la semilla de una futura gloria; pero cada uno de nosotros es también un alma, más que eso, es un espíritu, la chispa divina que lentamente, lentamente se va descubriendo, desarrollando las cualidades por medio de las cuales puede mostrarse, de manera que el hombre pueda conocerla como es. En la actualidad la chispa arde bajo, no estamos sino al comienzo de la parte superior de nuestra evolución. Ya hemos logrado una gran victoria porque estamos aquí como hombres, nuestra vida ha pasado por todas las etapas inferiores, los reinos del mineral, el vegetal y del animal, en épocas ya hace tiempo idas. Hemos alcanzado la humanidad, nos hemos unido al Padre y hemos desarrollado el alma; pero esa alma, a su vez debe crecer y expandirse. Así como la personalidad debe convertirse en uno con esa alma, a su vez esta debe llegar a ser una con la chispa divina que ella representa, y más tarde aún, la divina chispa retornará a la llama de la cual es una parte, y Dios es Todo en Todos.

Todas las etapas de ese progreso son una victoria; cada una de ellas es verdaderamente una resurrección, un elevarse de lo inferior a lo superior. La vida de Cristo es el prototipo de la vida de cada uno de Sus seguidores. Nosotros también debemos pasar por esas etapas, esas Iniciaciones a través de las cuales pasó Cristo. Debemos sufrir con Él todos los dolores y sufrimientos de la Semana que pasó, una verdadera crucifixión de todo lo que el hombre parece querer tener o poseer; pero el que resiste hasta el final, el que pasa esa prueba como es debido, a él le será revelada la gloria de Pascua, y alcanzará la victoria que hace de él más que un hombre, porque lo eleva a nivel del Espíritu de Cristo. Esa victoria nos espera a cada uno de nosotros, y cuando le damos gracias a Dios por la festividad de Pascua, también Le agradecemos por esa maravillosa posibilidad, y también por el hecho que aún ahora muchos la han realizado. Es verdad que vemos a muy pocos de ellos,

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porque los que se elevan hasta esa altura se alejan de la vida ordinaria del hombre y es necesario que hagan así. Sus propósitos son tan diferentes de los que tenemos aún la mayoría de nosotros, que su vida toda debe ser diferente también. Debe ser en verdad difícil para ellos cuando aún deben compartir su destino en este ajetreado mundo. Hay algunos que, habiendo llegado a ese rango, aún requieren la ayuda de los demás para trabajar aquí en la tierra, pero la suya es una vida de tremendas tensiones, de grandes pruebas en muchos sentidos. No puede ser una vida de felicidad en la ordinaria acepción de la palabra, aunque sea siempre una vida de felicidad interior y espiritual, porque goza de una alegría que nada de la tierra puede afectar. Ningún problema, ninguna pena ni sufrimientos aquí abajo puede menoscabar la unión con Dios que tales hombres han alcanzado e; y así, aunque su vida aquí en el mundo debe ser de grandes tensiones, esfuerzos y luchas, sin embargo la gloria es tanto más grande que ninguna palabra la puede expresar y este sufrimiento, que dura sino un momento, para ellos es insignificante, no vale nada al lado de lo que vale esa gloria.

Esa es entonces la posibilidad por la cual agradecemos a Dios, y como he dicho, le agradecemos también por el hecho de que son muchos los que la han alcanzado, y de ese modo nos muestran que también es posible para todos nosotros. Me temo que a veces, cuando se nos presenta el ejemplo de los grandes santos y de los poderosos ángeles, todo nos parece imposible, inalcanzable. Tal vez pensamos: "Si, todo está bien cuando se llega a esa altura, pero ¿qué hay de nosotros que estamos tantas millas lejos, atrasados en tantos siglos?" Sin embargo, todos los que pueden ver los niveles superiores, los que pueden ver los peldaños de la escala de vida que están por encima y debajo nuestro, concuerdan en decirnos que ven hombres en cada uno de esos peldaños, y aquellos que ahora están tan por encima nuestro que por su conocimiento y poder nos parecen como dioses, nos dicen que no hace mucho estuvieron donde nos encontramos nosotros ahora, y que si tenemos perseverancia, llegaremos a estar, más allá de toda duda o cuestión, allá donde están ellos ahora.

"Si Cristo se elevó, entonces nosotros también nos elevaremos" fue el antiguo alegato, y de hecho es verdad, y verdad en muchos sentidos y especialmente con respecto al simbolismo del que hablo.

Porque Él ha conquistado al mal, porque Él se ha elevado por encima de la materia, otros han podido seguirlo y hacer lo mismo, y debido a que ellos lo han hecho, también nosotros lo haremos. Pascua es una magnífica realidad para cada uno de nosotros, así como lo fue para Él. En Navidad, no solamente conmemoramos el nacimiento de Cristo (aún en una de sus muchas formas simbólicas); también cantamos una posibilidad personal. No se trataba de una figura retórica cuando decíamos: " Dentro nuestro ha nacido un niño, dentro nuestro nos ha sido dado un hijo." La posibilidad existe para todos nosotros y debemos pensar que con la gloria de la resurrección en Pascua, el grandioso triunfo del bien sobre el mal es una realidad positiva y absoluta para cada individuo. No es algo que esté lejos del alcance, que puede o no reflejar su gloria sobre nosotros, sino un paso real y definido que cada individuo aquí y en todas partes deberá tomar en el futuro; algo real, auténtico, que podemos poner delante nuestro con la seguridad de que lo alcanzaremos.

Algunos lo lograrán de una manera comparativamente rápida; otros serán más lentos en su elevarse; eso depende de nuestro poder. Podemos

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apresurar o retardar nuestro viaje hacia esa gloriosa meta, pero no podemos abandonar el sendero para siempre. No podemos hacer a menos de alcanzar la meta final y lograr la victoria, cualquier cosa que hagamos. Hay hombres a quienes decimos malvados, lo cual quiere decir que se han apartado del camino directo hacia Dios. Son malos porque son tontos e ignorantes, porque no comprenden, pero aún cuando se alejan mucho del gran sendero, a él retornarán, porque es lo que Dios quiso para ellos desde el comienzo. Pueden dar las espaldas a la luz, pueden retrasar su progreso, pero la presión de esa decidida Voluntad, tarde o temprano los llevará de vuelta al sendero, y los que ahora están en la ignorancia aprenderán la verdad de Dios. Aquellos que ahora están sentados en la oscuridad, sobre ellos brillará la luz; los que en la actualidad se encuentran en el huerto de Getsemaní, que sienten que están experimentando una verdadera crucifixión, para ellos también e inevitablemente llegará la gloria de la victoria de Pascua, el supremo triunfo final del bien sobre el mal.

En Su resurrección está la garantía de nosotros mismos. Porque el Logos mismo ha penetrado la materia, ha triunfado y se ha elevado por encima de ella; porque Cristo, el gran Instructor Mundial ha pasado también por esa experiencia. Es un hecho seguro para cada uno de nosotros que, cuando nos llegue el momento de sufrir ese dolor y esa crucifixión, seremos conducidos, como lo fue Él, hacia la superior gloria de la resurrección y triunfo final, un triunfo que es final porque está basado en el conocimiento. El Iniciado conoce aquello en que cree; y la materia no podrá reconquistar al que ha aprendido que todo, materia y espíritu, son igualmente partes de Dios, y están igualmente incluidos en el Plan Divino que nos conduce hacia esta gloriosa victoria. Porque la victoria consiste en llegar a ser Uno con Él, uno con Él que es el Todo en Todo. Por lo tanto es una victoria eterna, es para siempre, por lo tanto no puede haber duda, porque cuando somos uno con El, sabemos. Entonces seremos como Él, porque lo vemos tal cual Él es, porque realmente sabemos y por lo tanto no podemos retroceder.

Podemos o no considerar la alegoría bíblica que se nos lee en Pascua como que representa un hecho histórico en el plano físico; nuestros fieles están totalmente libres de creer o no; pero la mayoría de nosotros sostiene que tales alegorías incorporan en formas simbólicas una gran y poderosa verdad. Por lo tanto para nosotros Pascua es una gloriosa festividad; y la celebramos de todas las maneras que podamos. Así sentimos una verdadera alegría en intercambiar los unos con los otros los tradicionales saludos de Pascua. Porque así como el Día de Navidad nos deseamos una feliz Navidad, similarmente cuando los primitivos cristianos se encontraban en Pascua, se decían el uno al otro: "el Señor ha resucitado" y la respuesta era: "en verdad ha resucitado". No de una tumba terrenal, sino de una tumba de materia, resucitado en verdad y en una espléndida realidad, resucitado para siempre. Y de este modo, en Su victoria triunfamos nosotros también, y en la alegría del Señor, Su Iglesia se regocija también.

CAPITULO IXEL DIA DE LA ASCENSION

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Cuatro festividades de la iglesia cristiana han sido reconocidas siempre como las mayores: Navidad, Pascua, el Día de la Ascensión y el Día de Pentecostés. Tres de éstas han sido aceptadas por el mundo externo como feriados públicos; pero no ha sucedido lo mismo en el caso del Día de la Ascensión, debido probablemente a que cae muy cerca de Pentecostés, solamente diez días antes, y ésta última, siendo un domingo, es más conveniente para que se observe de manera popular. Sin embargo, el Día de la Ascensión es uno de esos días que nuestros hermanos romanos llaman feriados obligatorios y se supone que todos los verdaderos miembros de la iglesia se unen a la celebración de la Santa Eucaristía y que en lo posible comulguen también. La razón fundamental para ese requisito es que cada una de estas festividades tiene un tipo propio especial de fuerza que se vierte durante tal celebración y la iglesia desea que sus fieles se beneficien con todas estas corrientes de gracia para que sus caracteres sean perfeccionados y desarrollados de una manera equilibrada.

Si lo consideramos desde el punto de vista de la vida de Cristo, ésta es una de las mayores festividades. Hay un antiguo Himno monástico el cual pone bellamente énfasis sobre esto, explicando que aunque estamos llenos de alegría por Navidad, cuando descienden los ángeles y cantan el nacimiento del rey infante, en todo esa alegría no falta el pensamiento de la vida abrumada, con mucho sufrimiento, malos entendidos y persecución, que se abre ante el Santo Niño. Y aún en la más grande de las festividades, el triunfo sobre la muerte en Pascua, la vida de nuestro Señor sobre la tierra, aún no ha terminado; todavía le queda tarea por cumplir en la enseñanza a Su pueblo. Pero cuando llegamos al Día de la Ascensión se terminan todas las labores terrenales, porque éste es el triunfo final, cuando Cristo toma su lugar para siempre a la diestra de su Padre. Seguramente, desde el punto de vista de la iglesia ésta debería ser una de las mayores festividades, y de acuerdo a nuestra liturgia en verdad lo es.

También desde el punto de vista oculto es un día de profundo significado e importancia, porque el Día de la Ascensión y el de Pentecostés juntos tipifican la 5ª Iniciación, la del Maestro Adepto. En ésta el hombre se eleva de la tierra al cielo y por primera vez da definitivamente un paso fuera de la humanidad corriente. En la etapa de Arhat , que la precede, él esta ya libre de algunos de los grilletes de la vida común humana porque ha agotado mucho de su karma y ya no está más obligado a reencarnar en este plano físico, aunque usualmente lo hace para auxilio de los demás; y esa inmunidad de las necesidades inferiores está simbolizado por la resurrección del cuerpo de Cristo, que pasa a través de puertas cerradas, y aparece y desaparece a voluntad. Pero en esta 5ª Iniciación alcanza la meta fijada para la humanidad en esta cadena de mundos. Con la 5ª Iniciación él también alcanza la unión con un cierto aspecto de la Tercera Persona del gran Logos Solar; y uno de los efectos de esto está simbolizado por el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés, al cual haremos referencia un poco más adelante.

En este día no estamos celebrando solamente el logro de ese nivel al cual puede llegar cualquier hombre. Por supuesto podemos mirar hacia atrás al tiempo en que el gran Instructor Mundial dio este paso, y eso fue mucho tiempo atrás en la noche de los tiempos, en la niebla de las épocas prehistóricas; estamos celebrando realmente el hecho que para nosotros también es posible

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trascender la humanidad, es decir, esta Ascensión desde la tierra a los reinos superiores; por eso en la antigua colecta de la iglesia rogamos que, puesto que nuestro Señor Cristo ha ascendido a los cielos, podamos nosotros también ascender en corazón y mente y morar por siempre con Él. Por supuesto que los que toman literalmente el punto de vista del evangelio suponen que esto significa que descansarán para siempre entre nubes de gloria en presencia del cuerpo físico de Cristo. Debemos elevar un poco más nuestro pensamiento y comprender que "morar por siempre con Cristo" significa verdaderamente estar unidos a Él en conciencia, de manera que cualquiera sea la tarea que podamos emprender para beneficio de ésta u otra humanidad, adonde quiera que podamos ir dentro de todo el sistema solar, nunca perderemos ese sentido de íntima unidad con Él.

Y así en verdad nos elevaremos con Él y con Él moráremos para siempre y eso será realidad para todos nosotros. Que ese momento venga pronto, que en Su Nombre y por Su Amor y por nuestro unidad con Él, podamos transmitir a otros el glorioso evangelio que Él nos ha enseñado, y el poder espiritual que través de tal evangelio Él siempre vierte.

CAPITULO X

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EL DIA DE PENTECOSTESPentecostés es la última de lo que hemos llamado las cuatro grandes

festividades del año eclesiástico; y aunque en la Iglesia Católica Liberal les damos en muchos casos una interpretación diferente, todas estas grandes festividades tienen gran significado para nosotros como para las otras ramas de la Iglesia.

Comúnmente se supone que Pentecostés es meramente la conmemoración del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles diez días después de la Ascensión de Nuestro Señor al cielo. Yo no sé si sucedió exactamente como se declara. Mucha gente lo ha discutido a partir de bases aparentemente buenas, pero el punto que debemos comprender, acerca de ésta como de otras festividades, es lo que Orígenes, el más grande de los Padres de la Iglesia, dijo con respecto a la historia del evangelio. De ninguna manera negó que todo esto haya sucedido en Judea, pero dijo que lo que una vez tuvo lugar en Palestina no tiene consecuencias para nosotros; lo que sí importa es que todos estos sucesos simbolizan hechos espirituales, que ocurren en la vida de todo cristiano.

Este descenso del Espíritu Santo es el símbolo de una gran realidad que se da en la vida del discípulo iniciado. El hombre que ha alcanzado el adeptado entra en un Reino superior y se convierte en más que hombre; y por esa razón se le representó elevándose de la tierra a los cielos. En conexión con esto, el descenso del Espíritu Santo intenta simbolizar la unión maravillosamente íntima y misteriosa entre el Adepto y la Divinidad a través de la Mónada de ese Adepto y el derramamiento de la fuerza espiritual que a través de él llega al mundo, un misterio verdaderamente glorioso que todavía no podemos comprender plenamente.

Por lo tanto debemos entender esta festividad como la celebración de la unión de Dios y el hombre y el consecuente descenso del Espíritu Santo sobre el mundo. Yo no discuto que algunos de estos eventos pueden haber ocurrido en la vida de Jesús, pero su importancia para nosotros reside en el hecho de que ocurren durante la vida del iniciado y que por lo tanto algún día sucederá a cada uno de nosotros. El nombre mismo del día lo indica, aunque mucha gente le da una derivación equivocada. Se dice a menudo que Pentecostés (en inglés Whitsunday) es una corrupción del término Domingo Blanco (en inglés White Sunday) y que era llamado así porque en ese día los candidatos al bautismo venían presentados vestidos de blanco. Pero ésta no es la verdadera derivación, porque Whitsun (en inglés) es realmente una corrupción de una antigua palabra anglo-sajona Pfingsten, que significa Espíritu Santo. Por lo tanto se debería pronunciar con el acento en la primera sílaba y para que los fieles recuerden esa pronunciación es que yo la deletreo cuidadosamente separando con un guión.

Es de notar que el Espíritu Santo ocupa una extraña posición, si podemos aventurarnos a decirlo así sin faltar el debido respeto, en los libros de plegarias y servicios más antiguos. El Credo de Atanasio nos dice, con mucha

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verdad, que en la Trinidad nadie está antes o después de otro, nadie es mayor o menor que otro pero que los tres son co-iguales y co-eternos; sin embargo podemos notar que mientras en las liturgias romana y anglicana hay muchas plegarias a Dios el Padre y a Dios el Hijo, no hay casi ninguna a Dios el Espíritu Santo. También hay muy pocas iglesias dedicadas al Espíritu Santo. Parecería que hubiera ocurrido una oclusión similar y curiosa en el hinduismo, pero con respecto al Primer Aspecto en lugar del Tercero; porque se me ha dicho que en toda la India hay solamente un templo dedicado a Brahma aunque hay miles dedicados a Vishnú y Shiva.

La razón para esto es que ha habido mucho mal entendido con respecto al lugar de la Tercera Persona de la siempre Bendita Trinidad. Leemos de Él como que fue enviado por el Cristo, como si Él fuese, si podemos decirlo sin faltar el respeto, una mera influencia que debía ser vertida. Esto no es verdad. Es una Persona de la Trinidad, tan grande como las Demás, porque todas son iguales. Recuerden que la Trinidad es un misterio y permanecerá un misterio sea lo que cualquiera de nosotros pueda decir o pensar de ella. Porque está mucho más allá, fuera de nuestro alcance; pero podemos comprender algo de lo que significa para nosotros; es justo y conveniente que tratemos entender lo más que podamos de ella.

Todas las religiones tienen una Trinidad, pero difieren hasta cierto punto en el modo en que forman esta Trinidad, es decir el punto de vista desde el cual la miran. La Trinidad de las religiones más antiguas era casi siempre Padre, Madre e Hijo; por ejemplo, en el antiguo Egipto era Osiris, Isis y Horus. La Trinidad hindú es el Creador, el Preservador y el Destructor; pero en cada uno de ellos está el lado maternal en lo que es llamado una shakti o poder, considerado casi siempre femenino. La Trinidad Zoroastriana tiene casi la idea moderna de espíritu, materia y la fuerza activa generada por su interactuación: Ormuzd, Ahriman (que luego fue considerado como el demonio, pero originariamente formaba parte de la Trinidad) y Mithra, quien tomó el lugar del Hijo. Así, aunque no es exactamente Padre, Madre e Hijo, es sin embargo Eterno Espíritu, Eterna Materia y la fuerza activa que ellos producen, Mithra el Hijo. La Trinidad cristiana no es como ninguno de ellos, tiene el Padre, el Hijo unigénito de Él nacido, y el Espíritu Santo procedente de los dos. En la Trinidad cristiana no hay ningún elemento femenino, nada que pueda considerarse como representando la materia sola. Varios atributos que propiamente pertenecen a esa línea de pensamiento han sido asignados a Dios el Espíritu Santo y parecería como si Él representara varias características diferentes, o quizás fuera una especie de combinación de varias líneas de pensamiento o simbolismo.

A través de la historia, lo más cercano a la presentación cristiana de la Trinidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo es el concepto filosófico de los Tres Aspectos del Logos. En ambos no hay aspecto femenino y se corresponden muy íntimamente. El aspecto femenino se presenta como la madre-materia o raíz de la materia que en el hinduismo se llama Mulaprakriti, que sin embargo no es parte de la Trinidad así como en el sistema cristiano la Bendita Virgen queda afuera de la Trinidad, pero no obstante está íntimamente relacionada con Sus Personas, representadas por ejemplo en un famoso himno como

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Madre, Hija y Esposa de Dios. Madre de Dios como Cristo (no el Cristo eterno, el unigénito del padre, sino el Cristo como hombre); hija de Dios en base a la teoría de que fue inmaculadamente concebida por Ana su madre, y luego esposa del Espíritu Santo en la inmaculada concepción del Cristo. Pero si tratamos de aplicar a la noble dama judía que fue madre de Jesús, este elaborado simbolismo cósmico, materializamos todo el concepto y lo hacemos parecer ridículo.

La Trinidad cristiana representa las tres etapas de emanación, y hasta cierto punto concuerdan y son los prototipos de la división en Poder, Sabiduría E Inteligencia, porque Dios el Padre es el Creador de todo; el Âtmâ o espíritu en el hombre en una expresión Suya, en verdad parte de Él; mientras que Dios el Hijo es la Sabiduría por la cual todas las cosas fueron hechas. Dios el Padre es el Creador, pero creo por medio de Su Hijo, el poder es ejercido a través del Hijo, la Sabiduría. Luego tenemos el Tercer Aspecto, el Espíritu Santo que corresponde a la idea del manas o inteligencia en el hombre, así como buddhi o intuición corresponde a la Sabiduría y Âtmâ o espíritu corresponde a la Luz o Poder que están más allá.

El concepto cristiano del Espíritu Santo incluye la idea oriental de la Luz del Logos, el Brazo que sale del Padre y del Hijo por el cual aquí abajo se cumple en gran medida la Obra Divina; sin embargo en ningún sentido debemos considerarlo como un mero instrumento o un mensajero, así como podría serlo un Ángel, sino como un verdadero Brazo; es el Aspecto Actividad en la Bendita Trinidad, cuando consideramos a las Tres Personas como Voluntad, Sabiduría y Actividad. Puede ser de utilidad tratar de ilustrar esto por medio de un diagrama, porque aunque éste no puede por supuesto explicar plenamente tan estupendo misterio, puede no obstante ayudar a nuestro pensamiento en su excursión en estas regiones desconocidas. El problema es tan complejo que no es prudente despreciar ayuda para tener simultáneamente presentes en la mente sus muchas facetas.

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En este diagrama se ha intentado demostrar la relación entre las Personas de la Santísima Trinidad. Que nadie piense una cierta presunción o falta de respeto de parte nuestra al hacer tal intento. Estamos plenamente consciente, tenemos la más absoluta convicción que el Gran Arquitecto Del Universo trasciende infinitamente nuestro débil pensamiento humano y que cualquier esfuerzo para ilustrar la más inferior de sus manifestaciones debe inevitablemente faltar a la verdad de muchas maneras. Sin embargo hemos encontrado que un reverente esfuerzo para comprender el método según el cual funciona, nos es indudablemente de ayuda en nuestros estudios, porque nos aclara muchos conceptos que antes nos parecían nebulosos y nos capacita a hablar con seguridad donde antes hacíamos meras conjeturas. Tal esfuerzo no puede ser mal dirigido pues cuánto más penetramos interiormente y hacia arriba en nuestra búsqueda, tenemos un más profundo sentido de su infinitud y de su gloria. Su poder, así como su paz, supera toda comprensión humana; sin embargo, tratar de comprender y de darse cuenta seguramente nos es beneficioso, puesto que profundiza nuestra reverencia hacia Él.

Por supuesto, el diagrama de ninguna manera es un cuadro, no más que una tabla de altitudes representa una cadena de majestuosa montañas cubiertas de nieves o una lista de vibraciones luminosas revela las glorias de una puesta del sol. No podemos nunca pensar en ilustrar al Logos con los densos pigmentos terrestres o dentro de las grandes limitaciones del espacio tri-dimensional, pero es posible indicar hasta cierto punto la relación que existe entre las tres Personas a través de las cuales Él se manifiesta.

En nuestro diagrama, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, están representados como que ya han descendido en nuestro sistema de interpenetrantes mundos y que se manifiestan en el séptimo, sexto y quinto mundo (esfera) respectivamente. No sabemos en qué forma o manifestación existe el Logos fuera de los límites de tales mundos. Todo lo que se puede decir es que cuando aparece su vida en el mundo más elevado del sistema solar, se vierte en tres poderosas corrientes, dando origen al Triple Espíritu del Logos en manifestación. (A, B y C en el diagrama). A no desciende debajo de ese nivel y en la filosofía cristiana se lo llama el Padre. La Segunda Persona de la Santa Trinidad es llamada a la existencia por la acción de la Voluntad del Padre, trabajando sin intermediarios. Y aquí que de la Segunda Persona se dice que es Su unigénito (o, más exactamente en el sentido de griego original, el único nacido), puesto que fue creado del único principio divino y no de una pareja, de este modo esta emanación difiere de todas las demás y de los ulteriores procesos generativos. Se notará que la Segunda Persona está representada como dual y como D no desciende debajo del nivel del sexto mundo es llamado el Hijo. Esta dualidad ha sido siempre claramente reconocida por las religiones, pero en el cristianismo moderno los dos polos o aspectos se expresan solamente como divinidad y humanidad. El curso o emanación del Espíritu Santo, F, fue antiguamente una fuente de controversia teológica y en verdad fue considerada como la ostensible razón para la separación entre las Iglesias griega y romana. En un sentido muy real, las dos partes en disputa tenían razón. Puesto que la manifestación del Padre toma lugar en el séptimo mundo, y la del Espíritu Santo en el quinto, es evidente que, si el último dimana del primero, lo puede hacer solamente pasando a través del

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sexto mundo intermedio, en el cual se encuentra el Hijo manifestado. No es que el Espíritu Santo descienda de la Persona manifestada del Padre (A) a través de la Persona manifestada del Hijo (D) (este descenso estaría representado por las líneas diagonal que conectan A, D y F); tal idea indicaría una confusión de las funciones de las separadas Personas o Aspectos, y la Iglesia griega tenía razón para resistirla. La verdad es que el Espíritu Santo desciende de C al séptimo mundo, a través de E en el sexto, para convertirse en el Espíritu Santo manifestado F en el quinto; y así en este sentido la Iglesia romana tenía razón en insertar la palabra filioque.5

Los símbolos usados para designar las tres Personas - el punto dentro del círculo para la Primera, el diámetro que divide al círculo para la Segunda y una cruz dentro del círculo para la Tercera - son antiquísimos.

La relación de los principios en el hombre se muestra reproduciendo una parte de diagrama 21 de "La Ciencia de los Sacramentos", y se remite al lector a esa obra si desea una explicación detallada. Del diagrama se verá que el antiguo texto del cual se nos dice que el hombre está hecho a semejanza de Dios es maravillosa y bellamente verdadero; no en el sentido como se suponía ignorantemente que fuera el cuerpo o forma exterior del hombre, sino el verdadero hombre interno, el alma. Así como en el séptimo plano se ven los tres aspectos de la divinidad, de la misma manera la chispa divina en el hombre se ve en su triple apariencia en el quinto. En ambos casos el Segundo Aspecto puede descender un plano más abajo y revestirse de la materia de este mundo; en ambos casos el Tercer Aspecto puede descender dos planos y repetir el proceso. Por lo tanto en los dos casos hay una Trinidad en la unidad, separada en sus manifestaciones, y sin embargo una en la realidad subyacente. De hecho aunque pueda parecer incomprensible esta declaración, en realidad es verdad que los principios del hombre, que llamamos espíritu, intuición e inteligencia, no son meras correspondencias, tampoco reflejos o rayos de las tres Personas de la Santa Trinidad, sino que son de alguna manera verdaderas expresiones de estos gloriosos seres. "En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser."

Las tres Personas son fundamental y absolutamente co-iguales y co-eternas en el más elevado nivel, pero cuando descienden a la manifestación (como en la creación de un sistema solar) se puede decir que la Tercera Persona desciende un poco más en la materia que las demás y así aparenta estar más cerca de nosotros y en ese sentido, más debajo transitoriamente. La Primera Persona permanece en el nivel original; la Segunda baja de un nivel y se manifiesta allí; la Tercera desciende dos niveles al plano que llamamos espiritual y se manifiesta en la parte más elevada de ese plano espiritual. Aquí vemos una ilustración del hecho que está simbolizado en la declaración de la doble naturaleza de Cristo, Dios y hombre, porque Él existe como perfecto Dios

5 En la teología cristiana la cláusula filioque, o controversia filioque, hace referencia a la disputa entre la Iglesia católica y la Iglesia

ortodoxa por la inclusión en el Credo del término latino filioque que significa: «y del Hijo».

La Iglesia de Oriente difiere de la Occidental en lo que expone el Credo Niceno acerca del Espíritu Santo. En la forma Oriental se dice: el Espíritu Santo «procede del Padre». En la forma Occidental se añaden las palabras: «y del Hijo» (escrito en latín: filioque). La Iglesia Occidental confiesa una doble procesión del Espíritu Santo: «del Padre y del Hijo». La Iglesia Oriental considera que esto es una herejía.

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en ese nivel más elevado y también existe en una etapa de inferior manifestación. En el mismo sentido el Espíritu Santo tiene tres etapas, una más arriba de la otra. Nuevamente el diagrama ilustra la muy disputada cuestión acerca de la procedencia del Espíritu Santo, del Padre y del Hijo. Las dos declaraciones contradictorias son verdaderas, porque Él procede enteramente del Padre; pero también procede a través de ese segundo nivel que es el campo particular de manifestación del Hijo y de este modo nace del Padre y del Hijo. En Él se encuentran las dos líneas, la perpendicular del triángulo y su hipotenusa; por lo tanto las dos declaraciones son verdaderas.

Él fue el primero en actuar en la construcción del sistema, y así se dice que el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas del espacio. Vierte en ella su vida y crea la materia que conocemos. Aún ahora se manifiesta ante nosotros de dos maneras. Primero, Él está aún dentro de la tierra creando nuevos elementos; el último que hasta ahora hemos descubierto es el uranio, pero el todavía está formando nuevos y más pesados elementos. También se muestra en la maravillosa fuerza que llamamos prana o vitalidad; esa vida es su vida, por lo tanto tenemos en el plano físico una de sus manifestaciones en lo que llamamos "glóbulos de vitalidad". (Ver El Hombre Visible E Invisible y El Lado Oculto de las Cosas). Es materia vivificada por Él la usada por la Segunda Persona cuando a su vez se hunde en la materia en la segunda gran emanación, por eso se dice místicamente que Cristo toma forma no de María o mares de materia virgen solamente, sino del Espíritu Santo y de la Virgen María. Pero el estudio de este asunto pertenece a nuestro tercer volumen.

La punta hacia abajo del triángulo que se ve en el diagrama, indica el punto más bajo de descenso en la materia, aunque debe ser elevado fuera de toda concepción en comparación con nuestra propia conciencia. Así esta manifestación del espíritu santo es en ese sentido el aspecto de la divinidad más cercano a nosotros, y en consecuencia es a través de Él que se hace el trabajo. Es Él al que invocamos en la confirmación y ordenación; y a través de Él desciende toda bendición y poder santificador, sea en la consagración de iglesias, de agua bendita, o de la congregación. En el punto más cercano a nosotros de la manifestación de la divinidad (la expresión es terriblemente materialista, pero tal vez conduce menos al error que cualquier otra) Él es el primero con el cual puede unirse el hombre cuando se ha elevado a algo más que hombre.

En el curso de su evolución el hombre ha alcanzado ahora lo que se llama el nivritti marga, el sendero de retorno y se dirige con paso firme hacia Dios del cual emanó, hacia el Logos del cual es parte. Cuando ha alcanzado el adeptado, se dice de él que ha pasado más allá de la tierra hacia las regiones celestiales, como simboliza la Ascensión, y así habiendo salido de la humanidad y habiéndose convertido en un superhombre, también se torna uno con Dios, al principio con ésa su manifestación inferior que sin embargo es tan elevada, es decir con Dios el Espíritu Santo. Y habiéndose convertido en uno con esa poderosa manifestación, inmediatamente se vierte sobre sus amigos y pupilos en lenguas como de fuego. Es parte de la iniciación Asekha unirse al Logos en ese nivel. Más adelante se eleva hasta otro estado y se convierte en

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uno con el aspecto Crístico. Pero debemos recordar que aún así esto sucede solamente en esta serie de planos, mientras que el Logos mismo en su esplendor está fuera del tiempo y del espacio, aunque también debemos llegar a ser uno con Él allá también; porque hay una infinidad de evoluciones delante de nosotros aún.

El frontal del altar y la vestimenta del día del Pentecostés son de color rojo, por orden de la Iglesia Universal; y se supone comúnmente que es así en honor del fuego que según la historia de los evangelios descendió y se posó sobre la cabeza de los apóstoles. El fuego es símbolo del Espíritu Santo y se lo describe constantemente como el aliento de Dios, el fuego de amor, debido a que Él es ese tremendo poder que nuestras palabras expresan mejor como fuego o luz. El rojo eclesiástico, cuando es del tinte correcto, representa coraje, valentía y poder y así nos ofrece una imagen más real de su característica más prominente. Esto ha sido algo oscurecido por una traducción poco satisfactoria de su título más importante, "El Paráclito". Ha sido costumbre traducir esta idea de la palabra inglesa "confortador" relegando de este modo la actuación principal del Espíritu Santo en los tiempos de dolor y sufrimiento. La palabra deriva del verbo parakaleo, que significa "alegrar, dar ánimo"; por lo tanto el mejor equivalente en idioma inglés del término griego parakletos es "el animador o dador de fortaleza". Y esta es precisamente la verdadera función de Dios Espíritu Santo con respecto al hombre; vertido sobre nosotros en la confirmación, mora por siempre dentro de nuestros corazones como un constante estímulo hacia todo lo que es bueno, siempre dispuesto a dar ánimo y fortalecernos toda vez que invocamos su latente poder.

La iglesia de Inglaterra lo conmemora solamente en esta festividad, pero nosotros hemos agregado otros seis días para dedicarle especial devoción: el domingo anterior a Adviento, los tres domingos antes de Cuaresma y dos de los domingos después de Trinidad.

En ciertas partes de la Iglesia, la Ascensión y la festividad del Espíritu Santo se celebraban en el mismo día, demostrando así el reconocimiento que la unión del Adepto con el Espíritu Santo es simultánea con su alcance de las más elevadas esferas, aún cuando la efusión con la cual puede bautizar a sus seguidores llegara a el unos días más tarde.

CAPITULO XIII

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DOMINGO DE TRINIDAD

En este día, la celebración de la doctrina de la Santísima Trinidad pone fin de una manera apropiada y adecuada la primera mitad del año cristiano y al mismo tiempo no conduce a la segunda. En realidad es la octava de Pentecostés, y una autoridad romana hace notar: "puesto que fue luego de la primera gran Pentecostés que se proclamó al mundo la doctrina de la Trinidad, entonces convenientemente esta festividad sigue a la de Pentecostés". En cierto sentido la Iglesia de Roma da menos importancia a este día que nosotros, porque en ella, a todos los domingos restantes del año eclesiástico hasta el Adviento se les dice domingos después de Pentecostés, de los cuales el primero es el domingo de Trinidad, mientras que nosotros seguimos la práctica de la Iglesia de Inglaterra que los llama domingos después de Trinidad.

Solamente mucho tiempo después, nuestros hermanos romanos han reconocido la trascendental importancia de este día. En la iglesia primitiva no se asignaba a la Santísima Trinidad ningún oficio o día especial, puesto que todos los días eran igualmente considerados como dedicados a tal servicio. Alrededor del año 910 se compuso un oficio de la Santísima Trinidad y lo realizó el obispo Stephen de Liège y en los archivos encontramos que se lo utilizó en ciertos lugares, en ese día. Aparentemente en el año 1061 el Papa Alejandro II negó el pedido de decretar una fiesta de carácter universal en honor a la Trinidad, debido a que ya se conmemoraba diariamente con la constante repetición del Gloria Patri. Y no fue antes de 1316, que el Papa Juan XXII ordeno a toda la iglesia que observara la festividad actual y aún entonces la consideró sólo como un duplicado de segunda clase, y quedó así hasta nuestros días cuando el Papa Pío X la elevó a dignidad de primera importancia el 24 de julio de 1911.

La doctrina de la Trinidad ha sido formulada de diversas maneras y lamentablemente muy mal entendida, y aquellos que no la comprendieron la señalan con frecuencia como incomprensible e increíble; sin embargo representa una verdad grande y fundamental. Aquí está una declaración acerca de ella, tomada de La Enciclopedia Católica: "la Trinidad es el término empleado para indicar la doctrina central de la religión cristiana: la verdad de que en la unidad de la divinidad hay Tres Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo estas Tres Personas realmente distintas la una de las otras. Así, en las palabras del Credo de Atanasio, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo no hay tres dioses, sino un único Dios. En esta Trinidad de Personas, el Hijo es engendrado del Padre por una eterna generación, y el Espíritu Santo procede por una eterna procesión del Padre y del Hijo. Sin embargo, a pesar de esta diferencia en cuanto al origen, las Personas son co-eternas y co-iguales; todas son similarmente increadas y omnipotentes."

En las escrituras no se encuentra una directa declaración de esta doctrina; porque parece que los comentaristas estuvieron de acuerdo universalmente en que el pasaje de Juan I,v:7, "Porque tres son los que llevan

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testimonio del Cielo, el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y éstos tres son uno," es una interpolación tardía. Anterior o posterior, declara una profunda verdad, pero difícilmente podemos aportarla como evidencia. Las historias del Bautismo y de la Transfiguración de Nuestro Señor han sido tomadas para incluir la simultánea manifestación de las Tres Personas; pero aún cuando ya conocemos la doctrina y la podemos idear diestramente y apropiadamente como explicación, tal vez sería un forzamiento de las palabras el deducir la doctrina de una narración. La orden de ir a bautizar a todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es la referencia más clara y directa, porque mencionar de esta manera las Tres Personas implica su igualdad, mientras el uso de la palabra "Nombre" en vez de “Nombres” muestra que todas las Tres son Un Dios.

Como ya hemos visto, la idea de la Trinidad ha aparecido en una forma u otra en todas las grandes religiones del mundo, aunque los Aspectos o Personas no están siempre dispuestas en el mismo orden. En el hinduismo se enseña que hay un solo Absoluto Inmanifestado que es sin cualidades, pero que el Señor Supremo Manifestado con cualidades siempre se muestra como una Trinidad. Sus Personas se llaman Brahma, Vishnú y Shiva, definidas a veces como el Creador, el Conservador y el Destructor o Liberador; a veces también como Existencia, Conciencia y Bienaventuranza; y se dice que en el espíritu humano están representados por Voluntad, Conocimiento y Actividad. Aquí no hay principio femenino, nada que represente directamente la materia; pero cada una de estas personas tiene una shakti o poder que prácticamente es Su aspecto femenino; y también existe la idea, como se ha dicho, de Mulaprakriti, la primitiva madre-materia, aunque no es parte de la Trinidad, muy íntimamente conectada con ella, así como es la Virgen María en nuestro sistema cristiano. Nuevamente, en el esoterismo de los vedantinos, la luz manifestada a través de Ishvara, el Logos, es decir, Daiviprakriti, es a la vez y al mismo tiempo, la Madre y la Hija de Logos.

En la religión de Zoroastro, para agregar unos pocos detalles más, se presentan a las Tres Personas como Existencia, Sabiduría y Bienaventuranza, y los nombres son: Ahuramazda, Asha y Vohumano. A menudo se usa el primer título Ahuramazda, que a veces se contrae a Ormuzd, para indicar al todo, así como la palabra cristiana, Padre. Ahura se interpreta como "El que Es", mientras que Maz, significa "grande" y Da es conocer. A menudo se toma Ahura como el dador de vida, y Mazda como el gran sabio o pensador, y las escrituras afirman que Ahura está tres veces por delante de todos los demás. En este sistema las fuerzas gemelas de involución y evolución se llaman Spenta-Angra. Ahuramazda, Mithra y Ahrimán aparecen también como una Trinidad; pero en otros pasajes Ahrimán es la personificación del mal. Posiblemente en la Trinidad sea el representante de la materia, que a menudo viene considerada como mal; si éste es el caso, tenemos aquí una de las Trinidades de Padre, Madre e Hijo, como la de Osiris, Isis y Horus en el antiguo Egipto, o de Odin, Freya y Thor entre los escandinavos.

En la Kábala de los judíos encontramos una presentación similar. Ainsoph, el Uno se manifiesta como Kether, la corona, el Aspecto Bienaventuranza de la Divinidad, y raíz de la voluntad en el hombre; también

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como Binah, Inteligencia, el Aspecto Conciencia, raíz del Conocimiento en el hombre; y como Chokma, la Mente Universal, el Aspecto Existencia, raíz de la Actividad en el hombre. El mismo nombre de Dios en el Antiguo Testamento, que era la escritura de los judíos, implica una Trinidad. El primer versículo de la Biblia comienza: "En el principio Dios creó los cielos y la tierra." La palabra que se usa para Dios es Elohim, y esa palabra es plural. En hebreo, como en muchas otras lenguas antiguas, hay tres números: singular, dual y plural y es muy significativo que esa palabra no sea singular, ni dual, sino plural; por lo tanto ellos reconocieron cuando menos un triple Dios. Rabbi Simeon ben Jochai escribe: "Hay tres grados en Elohim, y cada grado está por sí solo, y sin embargo son todos uno y unidos en el Uno y no pueden separarse el uno del otro." Aquí tenemos la doctrina de la Trinidad muchos siglos antes de Cristo. Los asirios y los fenicios creían en una Trinidad: Anu, Ea y Bel eran sus nombres. Lao Tsé, el gran filósofo chino, enseñaba que el Tao, la eterna razón, produce el Uno; el Uno produce el Dos; el Dos produce el Tres y los Tres dan origen a todas las cosas. Orfeo, el gran instructor griego, enseñaba a sus discípulos que todas las cosas fueron creadas por Una Divinidad con tres nombres, y que este Dios es todo. Philo Judeus también habla constantemente de Dios como Trinidad en la Unidad.

Los antiguos mexicanos y peruanos reconocían una triple Divinidad, Tres Personas con un solo corazón y una sola voluntad. Los druidas adoraban a un triple Dios, Taulac, Fan y Mollac. Ya he mencionado que los escandinavos tenían un tipo diferente de Trinidad, el Padre, la Madre y el Hijo, Odín, Freya y Thor, que correspondían a Osiris, Isis y Horus en Egipto. Se ha pensado que la enseñanza cristiana derivó, en ese aspecto, de la de Egipto, porque en algunos de los primitivos documentos cristianos, la función asignada al Espíritu Santo es la de la Divina Madre. Por ejemplo, en el evangelio apócrifo de los hebreos, encontramos que se le hace decir a Cristo "Mi madre el Espíritu Santo." Los ofitas presentaban al Espíritu Santo como la primera mujer, la madre de todo lo que vive. Y en los archivos consta que durante el imperio de Trajano, un tal Alcibíades trajo a Roma un manuscrito en el cual se describe el Espíritu Santo como femenino.

En el budismo del norte oímos hablar de la Trinidad de Amitabha, Avalokiteshvara y Manjushri. En el budismo del sur, la idea de una divinidad ha desaparecido totalmente, pero una especie de eco o reflejo de ella persiste en la constante mención de Buddha, Dharma y Sangha.

El hecho es que la Manifestación es siempre una triplicidad. Dios se muestra bajo tres Aspectos, en tres modalidades fundamentales, como tres cualidades esenciales, que cumplen las tres funciones principales. Es tan difícil explicar esto que las palabras que acabo de emplear son heréticas según uno de los Concilios de la Iglesia, en el que se decidió que no era correcto decir que las Tres Personas de la Trinidad son solamente Tres Aspectos. Sin embargo debemos emplear palabras humanas cuando hablamos de estos misterios divinos, y al decir de Ellos que son aspectos, llegamos lo más cerca posible a la verdad. De una manera mucho más pequeña podemos comprender cómo un

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hombre puede presentar diferentes modalidades. El mismo hombre puede ser padre, esposo y amo en relación con sus hijos, su esposa y sus servidores y sin embargo es uno y el mismo hombre. Es algo así que Dios es el Creador, el Preservador y el Liberador, y no obstante ser uno y el mismo Dios. Padre de nuestros espíritus, Protector de nuestras vidas, Fuente de nuestras actividades y sin embargo nuestro más íntimo Yo; un misterio, pero al mismo tiempo una verdad eterna. Los que desarrollan la facultad de la clarividencia no pueden en verdad ver a Dios, porque ningún hombre ha visto a Dios en su plenitud; pero pueden ver tres corrientes de fuerza que descienden desde arriba y pueden seguir la acción de estas tres corrientes; de manera que si no se le enseñara esta doctrina de la Trinidad, tendrían que suponerla o presumir algo muy similar que diera cuenta de lo que sin ninguna duda ven.

Podemos saber algo de Dios por su reflejo en el hombre, porque debemos recordar que Dios hizo el hombre a su propia imagen. Eso no significa como algunos creyeron, que el cuerpo físico del hombre tiene un parecido con algún supuesto cuerpo de Dios; significa que el hombre, no su cuerpo, sino él mismo, su espíritu, su alma, son semejantes a Dios, triples en aspecto y acción, como Dios es triple. Se verá que en nuestro diagrama hemos intentado indicar esto.

El sermón más hermoso que se haya escrito sobre la doctrina de la Trinidad es el Credo de Atanasio. Ese es un documento similar al que se nos ha dado en el libro de plegarias de la Iglesia Romana y de la Iglesia Anglicana y si lo leemos y lo estudiamos con cuidado veremos que es verdadero literalmente en la mayoría de sus afirmaciones. Muchos lo han condenado, pero solamente porque no lo comprendieron. Ese es muy a menudo el secreto de la furiosa condena y crítica tan común en el mundo; no comprendemos y por lo tanto condenamos, lo cual es una tontería. Deberíamos tener un cuidado especial para no condenar precipitadamente sin reflexionar cuando tratamos estos asuntos que nadie comprende plenamente.

Yo estoy presto a admitir que este dogma es demasiado elevado para que lo comprendamos, debido a que pertenece a lo que llamamos los planos superiores. Se necesita una plena conciencia divina para comprender lo que es divino. Cada uno de nosotros tiene esa conciencia divina, pero hasta el presente está muy parcialmente desarrollada. Todo el sendero que yace delante de nosotros es el sendero de desarrollo de los divino dentro nuestro, y cuando se haya completado ese desarrollo sabremos así como ahora sabemos algunas cosas; pero hasta entonces es inevitable que, al tratar con elevados niveles como éste, todo lo que podemos decir debe ser imperfecto, debe ser inexacto, debido a que nuestra comprensión de los mismos hasta ahora es terriblemente insuficiente. Pero cuando menos podemos ver algo de lo que se quiere decir. Los hechos son hasta cierto punto verificables. Vemos que en el mundo tenemos fuerza (espíritu, si nos gusta expresarlo así), materia y fenómenos. Piensen por ejemplo en una joya. Hay en ella una fuerza por la cual la materia tomó ese tipo particular de forma; está la materia que ha sido moldeada por esa fuerza, y está la piedra, el fenómeno, el resultado del moldeamiento de la materia. Encontramos esto en todas partes. Si examinamos las cualidades de la materia, encontraremos que son tres: inercia,

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movimiento y ritmo, tres cualidades en todo. Toda manifestación toma esa forma, la activa, la pasiva y el resultado de su interacción; El Padre, la Madre y el Verbo o expresión.

En la Trinidad cristiana no tenemos ese grupo de Padre, Madre y el Hijo; el Padre y la Madre se funden en la Primera Persona de la Trinidad. (“El Padre-Madre teje una tela” como nos dice otra escritura). Allí la Sustancia está combinada, fundida en el Padre; el Retoño, el Verbo o Expresión, se le dice el Hijo; mientras que el Poder que procede del primero a través del segundo, e indica la Divinidad en su modalidad dinámica o activa (para distinguirla de la modalidad estática o pasiva) es llamado el Espíritu Santo y constituye la Tercera Persona y por eso a veces se le llama la Luz del Logos o también, el Brazo del Señor.

Cuando hablamos de Dios, lo que damos a entender tal vez es un poco más exacto que lo que hace el cristiano corriente. Él sostiene la creencia en un Dios omnipresente, omnisciente, que esta lejos, más allá de todas las esferas posibles, e incluye todo dentro de Sí y sin embargo a menudo considera a ese Dios desde un punto de vista muy limitado y personal. Los judíos (e influenciados por ellos, lamentablemente, los primeros cristianos), lo consideraban como un Dios cruel, como un Dios celoso y colérico. Nos estamos elevando poco a poco sobre esta opinión, pero aún ahora hay personas que lo consideran extrañamente limitado, y como capaz de quebrantar Sus propias leyes para contestar a sus pedidos. También lo consideran como que no sabe lo que es lo mejor para ellos a menos que se le explique; parecen creer que Él requiere que sea atraída Su atención al hecho que tal y tal está enfermo y ellos desean que se recupere; piensan que es necesario perdonar sus particulares y privadas locuras. Están constantemente presentando a Su atención toda especie de pequeños asuntos personales y privados pidiéndole qué hacer con respecto a eso. Esto proviene del hecho que están confundiendo varias ideas totalmente diferentes, de manera que el concepto de Dios en la mente del cristiano promedio es un manojo de nebulosas contradicciones.

Ya hemos visto que el poderoso Logos Solar representa para nosotros todo lo que queremos indicar con el título de Dios. Ha llamado a la existencia este maravilloso sistema emanándolo de Sí Mismo. A través de él se manifiesta en la materia que vemos, y sin embargo al mismo tiempo existe por encima y afuera de él. A qué estupendas alturas mora Su plena conciencia nosotros no lo sabemos, ni podemos conocer su verdadera naturaleza de cómo se muestra allí. Pero cuando Él desciende a condiciones que están dentro de nuestro alcance, Su manifestación es siempre triple y esa es la razón por la cual todas las religiones lo imaginan como una Trinidad. Tres, y sin embargo fundamentalmente Uno; Tres Personas, sin embargo un solo Dios que se muestra en esos tres aspectos. Tres para nosotros, que Lo miramos desde abajo, porque Sus funciones son diferentes; uno para Él, porque Él sabe que no son sino facetas de Sí Mismo. Por lo tanto la Trinidad que nos concierna es la Trinidad del Logos Solar.

Ninguna de las palabras que podemos usar pueden expresar con

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exactitud la relación entre uno y los otros de estos Aspectos o Personas. Las dos palabras son expresiones defectuosas. Persona deriva del latín persona, de sona, sonido y per, a través - la máscara a través de la cual pasa el sonido. Era la máscara que llevaban los actores romanos; en lugar de pintarse y prepararse para representar un personaje particular, los actores, en el teatro romano, se ponían una máscara sobre la cara. A menudo el mismo actor debía representar varios papeles en la misma obra, y para representar esos diferentes caracteres se ponía una máscara apropiada a cada uno de ellos y vestía la indumentaria correspondiente. A esa máscara se le llamaba persona; y así la palabra vino significar el rol que entonces estaba representando. Nosotros hablamos de la Trinidad como siendo Tres Personas; pero ni la palabra "Persona" ni la palabra "Aspecto" son plenamente satisfactorias. No podemos esperar a comprender exactamente un misterio tan grande, pero podemos ver que aquí no tenemos una idea ridícula, sino una verdad grande y fundamental; y como comprendemos algo del significado de la Trinidad, arriba y abajo (en los mundos desconocidos e invisibles y en los mundos que aquí abajo creemos conocer), lo que antes era solamente un difícil e incomprensible dogma se convierte en una viviente y muy iluminadora verdad. Solamente por medio de la existencia de la Trinidad en el hombre es inteligible la evolución humana, porque vemos cómo el hombre desarrolla primero la vida del intelecto, y luego la vida del Cristo. El misticismo se fundamenta en ese hecho, y en nuestra segura esperanza de que conoceremos a Dios. Así han enseñado los Santos, y a medida que hollamos el sendero que ellos nos muestran, encontraremos que su testimonio es verdadero.

CAPITULO XII

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CORPUS CHRISTICorpus Christi significa "el cuerpo de Cristo" y éste es el día designado

para la especial celebración del Bendito Sacramento de la Santa Eucaristía, un día en el cual expresamos nuestra gratitud a nuestro amado Señor por proporcionarnos este maravilloso medio de gracia. Como ya hemos visto, el Sacramento fue instituido el Jueves Santo; pero como ese día cae en medio de Semana Santa, cuando la Iglesia está ocupada en seguir los últimos sucesos en su drama evangélico hasta culminar en la crucifixión y resurrección, en el Medioevo se pensó que entonces no se podía rendir la debida justicia a una festividad tan grande y gloriosa como la del Bendito Sacramento. En la Iglesia Romana tienen un sistema de transferencia de las festividades cuando caen en día no conveniente; si, por ejemplo, el día de algún santo cayera dentro de la octava de Pascua, sería ignorado en ese entonces, pero lo guardarían el primer día libre pasadas las festividades de Pascua. No es esto exactamente lo que se hizo en caso del Jueves Santo, porque se guarda debidamente con una celebración festiva mayor en la mañana, aunque no es posible darle la octava que seguramente se debería concederle. Pero tan pronto como termina esa parte eclesiástica que simboliza el curso de la iniciación, y estamos libres para dedicar nuestros pensamientos a otros asuntos sin quebrantar su secuencia, se toma en cuenta nuevamente la diferida plena celebración de la institución del más sagrado de los Sacramentos y se dedica el primer jueves después de Trinidad. Nosotros en la Iglesia Católica Liberal estamos entusiastamente de acuerdo a favor de cualquier observancia que ayude a llevar a nuestros fieles la gloria, la dignidad y la utilidad del mayor de los sacramentos, de modo que muy gustosos guardamos éste día además del Jueves Santo.

Supongo que la mayoría de los cristianos miran a la Santa Eucaristía como un acto de adoración y como un medio para beneficiarse. Es las dos cosas, pero es también mucho más; y creo que celebrando esta gran festividad en su honor debemos tratar de comprender lo que es, lo que significa para nosotros, lo que puede hacer para nosotros y lo que podemos hacer por medio de ella. Es:

1- Un símbolo que nos recuerda el descenso en la materia de la Segunda Persona de la Santa Trinidad, y también el sacrificio del Instructor Mundial.

2- Un medio efectivo y hermoso para agradecer y adorar.3- Un canal de auxilio y estímulo para los que están presentes,

especialmente si comulgan.4- Una oportunidad de trabajar para Dios y para Su mundo.

Este último aspecto es muy poco comprendido, por lo tanto deseo poner especial énfasis en él. Ha habido una gran cantidad de controversia con respecto a este gran y maravilloso tema. Supongo que quizás tanto odio teológico se ha centralizado acerca de las varias opiniones con respecto a lo que el Bendito Sacramento es realmente, como acerca de cualquier asunto en el amplio rango de la teología, y eso es decir mucho. Ha habido muchas discusiones con respecto a lo que se quiere indicar con la verdadera Presencia del Cristo, acerca de lo que se quiere indicar con la gran doctrina de la Transubstanciación, y si se debe tomar como verdadera creencia eso o la

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alternativa de la Consubstanciación. Es difícil para nosotros ahora comprender el porqué tuvo que haber tan intensa acrimonia por eso. Puede muy bien haber diferencias de opiniones, pero es incomprensible y asombroso pensar que a causa de esas opiniones los hombres odian y anatematizan; pero ha sido así a través de toda la historia de la Iglesia. Es de lo más lamentable; pero cuando menos podemos esperar que poco a poco el mundo evolucione y que en la actualidad, seamos un poco más liberales, un poco más dispuestos a admitir que la verdad tiene múltiples facetas, y que es muy raro que un hombre comprenda toda la verdad de cualquiera de estos grandes temas esotéricos.

Para los que poseen la visión interna - la visión que ve un poco más de lo que pueden ver los ojos físicos - no hay duda en cuanto al hecho de la Transubstanciación, lo que ello significa en los niveles superiores a los que podemos ver, es algo aún desconocido para nosotros; pero hasta dónde podemos ver, lo que sucede está claro e inequívoco.

Creo que podríamos ahorrarnos muchos problemas y descontento si nos diéramos exactamente cuenta de lo que significan las palabras con las cuales estamos tratando. Transubstanciación significa el paso de una sustancia a otra condición. Trans significa "a través". Por lo tanto significa un cambio de sustancia, ¿pero entonces qué es sustancia? Aquí, creo yo, es donde ha habido un grave error. Está el pan, está el vino y el agua. Están puestos sobre el altar, y lo fieles piensan en ellos como sustancia, debido a que estamos acostumbrados a usar la palabra "sustancia" para indicar un material o algo similar, pero ese no es el significado original de la palabra, ni el significado que estaba en la mente de esos Padres de la Iglesia que hace muchos siglos discutieron tan enérgicamente acerca de esta cosas. Si consideramos a sub y stans, las dos palabras latinas de las cuales proviene la nuestra, veremos que significa "aquello que está debajo o detrás de algo", es decir, la realidad de la cosa. En modo especial, no es el aspecto exterior o material de la cosa; es la realidad de ello.

La iglesia nos dice que con respecto a este Sacramento tenemos que considerar lo que se llama la sustancia y lo que son los accidentes. Los accidentes son las formas exteriores, en éste caso, el pan y el vino; la sustancia es la realidad que yace detrás de esas cosas.

Los que entre nosotros han estado estudiando la ciencia de la vida interna saben muy bien que cada objeto aquí en el plano físico tiene su contraparte en formas de materia más sútil. Los estudiantes han hecho ciertas divisiones de esa materia; hablan de un tipo de materia por encima de la física y la llaman astral o estrellada porque tiene aspecto generalmente brillante y luminoso. El siguiente, más arriba, es la mental, porque es de ese tipo de materia de la cual está constituida la mente en el hombre. Por supuesto no quiero decir el cerebro; quiero significar la mente, porque esa mente es también material aunque la gente generalmente tiene una vaga idea acerca de tales cosas. Los que realmente estudian el lado oculto de la naturaleza llegan a ver claramente muchísimas cosas que generalmente quedan vagas en el pensamiento del hombre, y entre otras ven que la mente humana en definitiva

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no es el hombre mismo, sino un instrumento que él emplea. Es un instrumento de materia, aunque tal materia es mucho más fina que la que en general encontramos aquí abajo. Todo objeto físico tiene una contraparte en el mundo astral y también en el mundo mental y en los mundos más arriba de estos, llegando hasta la Divinidad que penetra todo, en verdad, Quien Es todo, porque no hay nada que no sea Dios en una forma u otra. La materia misma (la materia muerta, como algunos la llaman) que nos rodea es una manifestación de Dios, así como los somos nosotros, solamente que de una manera diferente y a un diferente nivel.

Es razonable pensar que lo que está detrás del pan y el vino, su contraparte en los niveles superiores, es sustancia, la realidad de las cosas. Si se posee la visión interna, uno puede mirar a un pedazo de pan o al vino en una copa y ver detrás de eso su contraparte en materia sutil, y que se llama la sustancia del pan y del vino. La Iglesia ha sostenido siempre que al momento de la consagración sobreviene un gran cambio en el pan y el vino, sin embargo nosotros lo vemos obviamente igual que antes. La doctrina de la Transubstanciación como corrientemente se enseña en la Iglesia Católica Romana, implica, creo, hasta dónde pueda entenderla, que después de la consagración la apariencia del pan y del vino es una ilusión. Es decir, que nuestros ojos físicos ven el pan y el vino, pero en realidad esas cosas no son más el pan y el vino. En un sentido eso es verdad pero no del todo. Es verdad que la realidad que yace detrás de ese pan, que lo hizo tal y lo diferenció de cualquier otro comestible, no es la misma; pero su manifestación física no ha cambiado y es exactamente lo que era antes. Por lo tanto no estamos bajo una ilusión cuando miramos a ese pedazo de pan y decimos: "Es todavía pan." Por supuesto que lo es, en el plano físico; pero su parte oculta, su contraparte (y recuerden, que esa es las sustancia que en realidad formo el pan) esa sí ha cambiado.

Permítanme describir lo que ve un clarividente cuando observa la consagración de la Hostia. Eso fue lo que hace muchos años por primera vez atrajo mi atención hacia ese lado del servicio sacramental. Habiendo llegado a desarrollar esta facultades superiores de las cuales he hablado, tras varios años de trabajo durísimo, entre en una iglesia, (cosa que no había hecho durante muchos años, porque estuve alejado de todas estas cosas en tierras extranjeras y ocupado en este otro trabajo interno), y siendo ahora capaz de ver, enseguida percibí lo que nunca había visto antes, aunque a veces lo había presentido; y ese fue el verdadero cambio que ocurre. Allí, por un momento está la hostia que tiene una conexión que va aumentando y subiendo detrás de ella hasta la misma Divinidad, mucho más allá de lo que la clarividencia pueda ver; pero es el linaje, la sustancia, del pan común. Hay una cierta línea o conjunto de líneas (podríamos tal vez imaginarlas como alambres), una serie de líneas de comunicación subiendo a través de los planos superiores y que se puede identificar como perteneciente al pan. El sacerdote inclinado sobre la hostia dice la palabra de poder: "Esto Es Mi Cuerpo." La hostia física queda inalterada, pero la línea de conexión, sí cambia; en un momento ese manojo de alambres es apartado y su lugar es ocupado por una línea de fuego viviente que desciende del Cristo mismo. Y así lo que antes era una manifestación, en el plano físico, de la línea que hace y significa pan, es ahora una directa

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manifestación y vehículo del Cristo mismo. Una línea de fuego viviente (que ha sido bien descrita como la luz de un relámpago, pero en quietud) comunica esa hostia con el Cristo, y aunque permanece pan en su accidente y en el plano exterior, el ojo del clarividente no lo ve más como pan en el nivel superior, sino como imbuido por la vida del Cristo, y este es el motivo por el cual se le llama el cuerpo de Cristo. No es el cuerpo de carne física que el llevó hace 2000 años en Galilea y en Judea; sino que es realmente y absolutamente un cuerpo, un vehículo del Cristo, una manifestación Suya en el plano físico, como alguna vez fue ese cuerpo hace tiempo en Palestina; por lo tanto es una verdad absoluta decir: "Este Es Mi Cuerpo." La sustancia es el Cristo, aunque el accidente físico es todavía una hostia, pero ahora es una hostia consagrada.

Exactamente lo mismo sucede con la consagración del agua y del vino en el cáliz. En ese caso, la línea difiere en color y de otras maneras también, porque éstas son manifestaciones de los dos aspectos y las dos naturalezas del Cristo; pero las dos son verdaderamente sus vehículos. Representan la verdadera presencia del Cristo que vivió en Palestina, aunque ciertamente no son la carne que él llevaba entonces. Sé que esta afirmación sería considerada inexacta por muchos teólogos, pero yo estoy hablando de hechos observados y no de piadosas especulaciones. Siendo así, tal vez comenzamos a ver qué cosa maravillosa es este sacramento. Entramos directamente en la Presencia del Cristo mismo, aunque muy pocos sean conscientes de esto, accedemos a Su Presencia como si Le hubiésemos encontrado en su antiguo cuerpo. Estamos literalmente ante Cristo como lo hubiéramos hecho si hubiésemos vivido en Jerusalén hace 2000 años. No sólo podemos estar en Su presencia y adorarle a través de la hostia, sino que podemos ir más allá y recibirlo dentro de nosotros.

Es una equivocación corriente entre los ignorantes imaginar que los católicos adoran al pan y el vino. Supongamos que hubiésemos vivido en Galilea o en Jerusalén en la época en que Él estuvo en la tierra y que lo hubiésemos encontrado y caído a Sus pies le hubiésemos adorado, ¿habría sido el cuerpo físico lo que estábamos adorando o habría sido el Cristo que vivía en ese cuerpo? Por supuesto que hubiéramos venerado a Cristo; pero el ver el cuerpo físico lo haría todo mucho más fácil para muchas personas, lo llevaría mucho más cerca de sus pensamientos que cuando lo adoran como alguien allá lejos en los cielos. Exactamente lo mismo sucede con la manifestación en este glorioso sacramento Suyo. No es la hostia lo que adoramos, ni es el vino, es el Cristo que se manifiesta a la visión física a través de ese vino y de esa hostia. Hablar de tal veneración como si se tratara de idolatría es el colmo de la tontería. El que adorara la manifestación exterior sería una persona increíblemente ignorante. Lo que adoramos es la realidad que yace detrás; pero la manifestación exterior facilita la comprensión de esa realidad y su alcance. Nuestras plegarias, nuestros pensamientos, nuestras aspiraciones, son fuerzas que vertemos; y aunque las llamamos fuerzas espirituales, están sujetas a las leyes de la naturaleza, tal como cualquier otra fuerza, de manera que si se les proporciona un canal, fluyen más fácil y definidamente, así como la electricidad fluye a través de un alambre. Sin el alambre, las mismas vibraciones no fluirían así; ciertamente tenemos otras series de vibraciones que fluyen sin alambres, por medio de las cuales

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tenemos el telégrafo inalámbrico, pero esto es otro asunto. Las vibraciones eléctricas ordinarias requieren alambres, y fluyen más fácilmente a través de ellos.

Sucede lo mismo con nuestra efusión de fuerza; podemos adorar mejor, nuestras aspiraciones se elevarán mejor si hay un canal por el cual puedan ir, y eso es lo que Cristo nos proporciona en este sus Santísimo Sacramento. Lo podemos tomar dentro de nosotros mismos; piensen en lo que esto debe significar. Esa Hostia Sagrada, que es verdaderamente una manifestación de Cristo, irradia en todas las direcciones como un sol. La tomamos dentro de nosotros y esa tremenda irradiación de poder espiritual se encuentra dentro nuestro. Irradia través de todo nuestro ser, no sólo a través del cuerpo físico, sino de nuestros vehículos superiores y desde y a través nuestro irradia sobre todos los que nos rodean. Por algunas horas después que hemos tomado ese Sacramento, somos verdaderamente soles espirituales. Procuremos de no olvidar nunca, de recordar la gracia que nos ha sido dada y no cometer nada que no sea digno de Cristo que llevamos en nosotros. Porque, los que han comulgado son verdaderamente "Cristóbales", como San Cristóbal que llevó al Cristo niño en los brazos. Ellos llevan a Cristo realmente, y el que lleva a Cristo dentro de sí, que sea limpio de corazón.

De este modo nos atraemos este hecho maravilloso y sus tremendas vibraciones actúan sobre nosotros todo el tiempo. Nosotros tenemos nuestras propias vibraciones; nuestros cuerpos físicos tienen ciertas ondulaciones que les son peculiares; y así nuestros vehículos emocionales y mentales. Todos éstos tienen su ritmo regular, pero cuando tomamos el Santísimo Sacramento, sobreviene entre ellos una serie de oscilaciones muchísimo más elevadas y más fuertes. Estas últimas actuarán sobre las nuestras propias que se pondrán a tono; serán llevadas, no al nivel Crístico, (¡ojala así fuera!), pero cuando menos se elevarán mucho más de su rango normal y por el momento nos enalteceremos y mejoraremos grandemente. Pero nuestras propias vibraciones han persistido durante años y años y también el casi irresistible poder de los hábitos, que sofocan estas otras vibraciones más gloriosas, que lentamente desaparecen a medida que el sagrado Elemento se va poco a poco desintegrando dentro nuestro, como lo hace cualquier otra comida; no obstante, estas ondulaciones superiores han estado operando sobre las nuestras y seguramente han dejado sus huellas.

Cuánto puedan hacer por nosotros depende en gran parte de nuestra actitud. Si somos receptivos, si tratamos de abrirnos a esa santa influencia, toda comunión es un paso definido en nuestro camino hacia arriba. Si somos descuidados y olvidadizos, si los pensamientos del mundo, de los negocios y de los placeres vienen volando sobre nosotros y nos dominan, no digo que no seremos influenciados, pero lo seremos menos. Veremos entonces que cuanto Cristo puede hacer por nosotros depende de cómo estamos preparados, deseosos y dispuestos a dejarle hacer. El siempre está allí; Él golpea a la puerta; como Él mismo dijo, Él está a la puerta del corazón humano y golpea y espera que lo admitan; pero nunca se abre camino por la fuerza. Está en nosotros el recibirle, Él está siempre dispuesto a dar, en verdad está siempre dando, pero debemos estar siempre en condición de recibir.

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Tratemos por lo tanto de percibir lo que significa este gran y maravilloso Sacramento; luego comprenderemos por qué se guarda una gran festividad en honor y gratitud hacia Él. Así entonces nos uniremos realmente a la celebración del Corpus Christi, el cuerpo de Cristo, porque sabremos cuanto menos algo de lo que se quiere significar con ese cuerpo de Cristo, y cómo en su gran amor y bondad nos ha proporcionado este medio fácil para acercarnos y llegar a ser uno con Él.

Evidentemente hay mucho beneficio para nosotros al tomar parte de este sublime Servicio; sin embargo, este no es el objetivo principal de la ceremonia. Nos ofrece una oportunidad de adelanto personal como también de trabajo altruista. Nos convertimos en canal de Su poderosa fuerza, no sólo para nosotros mismos, sino para que podamos cooperar al progreso de nuestros semejantes. Esta maravillosa efusión de poder divino ha sido posible a través de una cooperación hábilmente arreglada. Primero, el sacerdote hace brotar una especie de gigantesca burbuja en el momento del Asperges, porque el Ángel de la Eucaristía desea erigir una forma mental dentro de la cual guardar la energía divina, y acumularla hasta poder ser empleada y dirigida. Pero para hacer esto, el Ángel debe tener un área ya purificada de todo pensamiento terrenal, y el sacerdote hace esto por él; y debe tener material dispuesto para su estructura y tal material lo proporcionamos nosotros con nuestra devoción y afecto durante el servicio.

Así de este modo, el Ángel va gradualmente construyendo el gran edificio eucarístico; y dentro de ese edificio el sacerdote (al segundo incensamiento) crea una especie de cámara aislada alrededor de los sagrados elementos, separándolos del resto de la iglesia, así como había separado transitoriamente a la iglesia del mundo exterior. Dentro de la cámara más interna el sacerdote comienza formar un tipo de tubo que es el verdadero canal para la fuerza superior; y dentro de ese tubo, al momento de la consagración tiene lugar la transformación de la cual ya he escrito.

El Cristo mismo vierte el poder; para que Él pueda hacerlo fácilmente con el menor esfuerzo, reservando la cantidad mayor posible de fuerza para su verdadero propósito, el Ángel de la Presencia a través de la transubstanciación prepara la línea de fuego a lo largo de la cual Él pueda verter Su energía. Sin embargo, el sacerdote ha hecho posible que el Ángel haga eso, empujando hacia arriba su tubo y preparando así el canal. Hay muchos experimentos eléctricos que se deben hacer en el vacío; y en este caso, por supuesto, es necesario hacer primero el vacío. Así para este caso, el tubo se debe preparar antes de insertar en él esa especial línea de comunicación. Pero el sacerdote no podría crear ese tubo si no hubiera aislado convenientemente una cámara desde la cual empujar hacia arriba, aislando así los elementos. Los fieles han ayudado al sacerdote y han proporcionado el material para el edificio a través del cual se distribuyen las fuerzas una vez vertidas. Veremos así que todos han participado en el proceso algo complicado que produce un resultado tan magnífico.

En el primer libro de esta serie, La Ciencia de los Sacramentos, se da en

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detalle este proceso, y allí se encontrarán muchas ilustraciones y diagramas que ayudarán a comprender su funcionamiento. Es importante que nuestros estudiantes comprendan esta idea: que todos los más grandes servicios divinos tienen el propósito de beneficiar al mundo en conjunto, y para los que participan de ellos son ante todo una oportunidad para un trabajo útil y solamente en segundo lugar un medio de gracia.

Hemos llegado ahora al final de la primera división del año Eclesiástico. Hemos seguido el gran Drama-Misterio de la Iniciación tipificado por la vida del Cristo, desde su comienzo hasta el final; hemos celebrado el glorioso misterio de la Santa Trinidad y el maravilloso Sacramento del Amor de Cristo. Ahora llegamos a esa segunda mitad del año dedicada principalmente a poner en práctica las lecciones que hemos aprendido, a verter sobre nuestros hermanos el poder que hemos desarrollado en nosotros mismos. Para que nos ayude en nuestros esfuerzos a los efectos de que sean más exactos y definidos, hemos asignado a cada domingo de esa última parte del año una intención especial que nos pareció conveniente enfatizar, y se ha compuesto o adaptado una collecta y elegido una epístola o un evangelio más o menos apropiados al tema. Hacia el final de este libro se encontrarán algunos sermones que explican un pocos estas intenciones; pero me gustaría primero hacer un comentario sobre ciertos festivales que la Iglesia prescribe, que no están directamente conectados con el Drama-Misterio, pero no obstante son de considerable importancia. Entre ellos encontraremos muchas festividades, la de Nuestra Señora, la Bendita Virgen María, la de los Santos Ángeles y la de varios santos. Comenzaremos con la Festividad de la Bendita Virgen.

CAPÍTULO XIII

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FESTIVIDADES DE NUESTRA SEÑORA

Hay muchísimas ideas erróneas con respecto al tema de Nuestra Señora, la Bendita Virgen María, y también mucho prejuicio ignorante acerca de esto. Las Iglesias Romana y Griega tienen profunda reverencia hacia su nombre, aunque muchos de sus miembros saben muy poco del verdadero significado del hermoso y poético simbolismo relacionado con ese nombre. La Iglesia de Inglaterra ha disminuido un poco la reverencia que se le debe, mientras que los cristianos que no pertenecen a esa comunión usualmente sostienen que es una idolatría adorar a una mujer, una actitud mental que solamente es el resultado de estrechez e ignorancia.

Si realmente queremos comprender la verdad que subyace en estos asuntos, debemos comenzar por liberar la mente de los prejuicios, y el primer punto que debemos comprender es que nadie jamás ha adorado a una mujer (tampoco a un hombre) en el sentido en que el protestante fanático da a esta palabra. Él es incapaz de comprender, no quiere comprender, la actitud Católica hacia Nuestra Señora o los santos. Los que somos estudiantes, sin embargo, debemos adoptar una posición más razonable que esa. Permítanme citar algunas frases de "La Enciclopedia Católica" (artículo Adoración) que pueden tomarse como una declaración aprobada y autorizada del punto de vista romano sobre el asunto:

"Existen varios grados de adoración; si está dirigida a Dios, es adoración superior, suprema, absoluta o culto de adoración, o de acuerdo al término teológico consagrado, un culto de latría. Este culto soberano se debe solamente a Dios; dirigida a una criatura se convertiría en idolatría."

"Cuando el culto se dirige a Dios sólo en forma indirecta, es decir, cuando su objeto es la veneración de mártires, ángeles o de santos, es un culto subordinado que depende del primero, y relativo, porque honra a las criaturas de Dios por sus peculiares relaciones con Él; los teólogos lo llaman el culto de dulía, término que indica servicio, e implica, cuando significa nuestra adoración a distinguidos servidores de Dios, que tienen derecho a nuestra veneración por su servicio a Él. "

"Puesto que la Virgen Bendita ocupa un rango separado y más que eminente entre los santos, el culto dedicado a ella se llama hiperdulía. De acuerdo con estos principios se comprenderá fácilmente que es posible ofrecer una cierta adoración aún a objetos inanimados, tales como las reliquias de un mártir, la cruz de Cristo, la corona de espinas, o aún la estatua o un cuadro de un santo. No hay confusión o peligro de idolatría, porque esta adoración es subordinada o dependiente. Se venera a las reliquias de un santo por el lazo que las une con la persona adorada o venerada; en cambio la estatua o el cuadro se consideran como que tienen una relación convencional con la persona que tiene derecho a nuestro homenaje, como un símbolo que nos recuerda esa persona."

Esto me parece que aclara admirablemente todo el asunto, y que presenta una actitud correcta y defendible. De la traducción de esas tres palabras griegas, ha surgido mucha confusión a causa de sus delicados matices de significado, al verterlas en la única palabra inglesa worship (adoración). Yo sugiero que entre nosotros y en nuestra literatura se haga más clara la diferencia traduciendo "latreia" como adoración; se podría interpretar "douleia" como reverencia o veneración, e "hiperdulía" como profunda

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reverencia. Pero el punto que debemos recordar es que ninguna persona instruida jamás ha confundido esa adoración o reverencia tal como se debe propiamente ofrecer a todos los grandes y santos seres, con esa superior adoración que se debe rendir solamente a Dios. Que no haya equivocación acerca de ese hecho.

Muchas tonterías se han dicho acerca de la idolatría, particularmente por parte de personas demasiado ansiosas de imprimir sus propias creencias en otros, en vez de hacerse tiempo para tratar de comprender el punto de vista de los pensadores más sabios y tolerantes. Si supieran suficiente etimología para darse cuenta que la palabra "ídolo" significa "una imagen o representación", tal vez podrían preguntarse qué es una imagen y si no es en realidad lo que está detrás de ella lo que estos salvajes muy malignos están adorando, en vez de la madera o la piedra sobre la que parlotean tan superficialmente. La imagen, el cuadro, la cruz, el lingam de los saivitas, el libro sagrado de los Sikhs, todos estos son símbolos; no son de por sí objetos de adoración, sino que los reverencian los que comprenden, precisamente porque tienen el propósito de recordarnos algunos aspectos de Dios, y hacernos dirigir el pensamiento hacia Él. En la India, a estos aspectos se los llama con diferentes nombres y los misioneros se apresuran a tildar a los hindúes de politeístas; sin embargo el coolie que trabaja para ellos en sus jardines podría muy bien decirles que no hay sino un solo Dios y que todos estos no son sino aspectos de Él, maneras de acercarse a Él, divididas y materializadas para llevar lo infinito un poco más cerca de nuestras finitas mentes.

El sanguinario y elemental Jehová a quién los judíos adoraban en un primitivo y no desarrollado período de su historia como nación, clamaba siempre una exclusiva devoción: "Tu no tendrás otro Dios fuera de mi."

Se reconocía abiertamente como celoso, vengativo e injusto castigando los pecados de los padres en los hijos, y comportándose generalmente como un salvaje déspota oriental de la peor clase. Es obvio que se trata de una mera divinidad tribal, una entre tantas, nerviosamente ansiosa por miedo a que alguno de sus desafortunados seguidores le abandonen, y traspase a uno de sus rivales parte del horrible tributo de sangre de bueyes y carneros que requería su obsceno apetito. ¿Qué diferente de esta repugnante entidad es el cariñoso Padre del Cual habla Cristo?, el único verdadero Dios quién por medio de otra de Sus manifestaciones dijo: "Toda verdadera adoración llega a Mi, cualquiera sea el nombre bajo el cual se Me adora"; y nuevamente: "Por cualquier camino por el cual los hombres se acercan a Mi, Yo los recibo, porque todos los caminos son Míos"

No hay nada sino Dios; y por quienquiera sentimos reverencia, adoración, amor, es al Dios interno de esa persona, al Dios que se manifiesta través de ella (aunque parcialmente), es a quién se ofrece esa reverencia, adoración, amor. "Muchas ovejas tengo que no son de este rebaño, a ellas también traeré y oirán Mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor."

Habiéndonos así esforzado por elevarnos por encima de los miasmas de la ignorancia y el fanatismo, al aire más puro de justicia y comprensión, acerquémonos con ese espíritu a considerar la hermosa y maravillosa manifestación del amor y poderes divinos que están encerrados en el nombre de Nuestra Señora, la Bendita Virgen María.

No creo que sea fácil para nuestra educación occidental comprender la

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riqueza de simbolismo que se emplea en las religiones orientales. Y la gente se olvida que el Cristianismo es una religión oriental tanto como el Budismo, el Hinduismo o el Zoroastrismo. Cristo tomó un cuerpo judío, un cuerpo oriental; y aquellos a quienes hablaba tenían la manera de pensar oriental y de ninguna manera la nuestra. Tienen un método maravilloso y muy elaborado de simbolismo en todas estas religiones, y se deleitan mucho con sus símbolos, los tejen y entretejen, los combinan y los usan bellamente en arte y poesía. En cambio nosotros estamos inclinados hacia la practicidad, y somos aptos a materializar todas estas ideas, y a menudo, en consecuencia las degradamos enormemente.

No nos olvidemos nunca que nuestra religión proviene de Oriente y que si queremos comprenderla, debemos mirarla como lo haría un oriental y no aplicarle nuestras modernas teorías científicas hasta que veamos cómo se pueden adaptar. Podemos adaptarlas, pero a menos que sepamos cómo, es probable que hagamos naufragar todo y corramos un serio riesgo de suponer que los que sostienen la alegoría no saben nada y están irremediablemente equivocados. Pero no lo están en absoluto. Aquellos hermosos mitos antiguos transmiten el significado, sin poner necesariamente los fríos hechos científicos delante de los que no han desarrollado aún suficientemente su mente como para comprenderlos de esa forma. Y esto lo entendieron muy bien en los primeros tiempos de la Iglesia.

Siempre detrás de estos hermosos y poéticos pensamientos de los antiguos hay mucho más de lo que cree la mayoría de la gente. Es tonto llenarse de tontos prejuicios; es mucho mejor tratar de entender. Todo lo que en materia de religión ha sido hermoso y de utilidad para el hombre, siempre ha tenido tras de sí una verdad real. Nos toca desenterrar esa verdad; nos toca limpiar el polvo de las edades y dejar que brille la verdad.

Y esto es verdad con respecto a este hermoso símbolo de la Bendita Virgen María. En lo que pensamos de ella están involucradas tres ideas separadas, ideas que han sido confundidas, degradadas, materializadas hasta el punto que se ha vuelto imposible para cualquiera que sepa pensar, aceptar la historia en la forma en la cual se sostiene ahora. Pero no es así si la analizamos y comprendemos su verdadero significado.

Las tres ideas son:1- La Madre del discípulo Jesús, lo que ella era y aquello en que se

convirtió después.2- El mar de materia virgen, el Gran Abismo, las aguas sobre cuya

superficie se movía el espíritu de Dios.3- el Aspecto femenino de la Divinidad.Consideremos las tres ideas por separado:

La Madre de Jesús

Debe entenderse bien que el discípulo Jesús nació exactamente como nacen todos los hombres. La historia de la Inmaculada Concepción de la Bendita Virgen, en que fue cobijada por el Espíritu Santo, y del Nacimiento de la Virgen, todo este grupo de ideas se refiere al mito, al símbolo; tienen verdadero significado y una hermosa interpretación, como trataré de demostrar, pero no concierne al cuerpo físico del discípulo Jesús. La madre de ese cuerpo físico fue una dama judía de noble cuna, pero, si debemos creer a la tradición,

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no muy rica. No debemos pensar de José (que también era de la semilla de David, como recordarán) como que era un carpintero, porque esto forma parte del simbolismo y no de la historia. En ese simbolismo, José es el guardián de la Virgen Bendita, del alma en el hombre. Él representa la mente, y como la mente no crea al alma, sino que solamente la abastece, y la decora, José no es un albañil masón, como el Gran Arquitecto del Universo, sino un carpintero. No debemos pensar en nuestro Señor como trabajando en un taller de carpintero; este es simplemente un ejemplo de la confusión y materialización introducidas por los que no comprenden el simbolismo.

Entonces, la madre de Jesús fue una dama de Judea descendiente de la casa real de David. En verdad la que fue elegida para tan alto honor debe haber sido pura y fiel y de carácter intachable, una gran santa; porque nadie que no fuera así pudo haber dado nacimiento a un cuerpo tan puro, tan maravilloso, tan glorioso. Ella llevó una vida santa y divina; una vida de terribles sufrimientos y sin embargo de maravillosos consuelos. Sabemos muy pocos detalles, que vislumbramos a veces en la escasa narrativa contemporánea; pero la suya fue una vida que nos hará mucho bien el imaginarla, siendo un ejemplo por el cual debemos agradecer a Dios. La llevó muy lejos en el sendero hacia arriba, tan lejos que hizo posible un ulterior desarrollo curioso y hermoso, que ahora explicaré.

Los que estudian el lado oculto de la vida saben que cuando el hombre ha llegado al final de la parte puramente humana de su evolución, cuando el paso siguiente lo elevará hasta un reino tan por encima de la humanidad como el hombre está por encima del reino animal, se abren ante él varias líneas desarrollo y se le deja a él elegir la que seguirá. A veces, también, existen condiciones bajo las cuales esta elección puede, hasta cierto punto, ser anticipada. Este no es el lugar para discutir las alternativas, baste decir aquí que una de las posibilidades es convertirse en un gran Ángel o mensajero de Dios, es decir entrar en la evolución dévica, como diría un indio (originario de INDIA, N.del T.). Y esta fue la línea que eligió nuestra Bendita Señora, cuando alcanzó el nivel al cual no le era más necesario un nacimiento humano.

Un gran número de ángeles no han sido nunca humanos, porque su evolución se ha desarrollado a lo largo de otras líneas, pero hay ángeles que han sido hombres que en una cierta etapa de su desarrollo han elegido seguir la línea Angélica; y es verdaderamente una línea muy gloriosa, magnífica y útil. Así, Ella, quien hace 2000 años llevó el cuerpo de Jesús para qué más tarde fuera ocupado por Cristo, es ahora un poderoso Espíritu.

Muchísimo entusiasmo y hermosa devoción han sido vertidos a sus pies a través de los siglos, miles y miles de monjes y monjas, miles y miles de hombres y mujeres sufrientes han ido ante ella y vertido su dolores y le han rogado de presentar sus pedidos ante su Hijo. Esta última plegaria es un concepto erróneo, porque Él que es el eterno Hijo de Dios y es al mismo tiempo el Cristo en cada uno de nosotros no necesita que nadie interceda por nosotros ante Él. Él sabe qué es lo mejor para nosotros aún antes que hablemos. Nosotros estamos en Él y por Él fuimos hechos y sin Él nada fue hecho, ni nosotros ni la más pequeña mota de polvo en todo el universo.

"El está más cerca que el aliento, más cerca que las manos y los pies".

Si comprendemos no rogamos a los grandes Ángeles para que intercedan, porque sabemos que Él, en quién todos los Ángeles viven, se

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mueven y tienen sus ser, ya está haciendo para cada uno de nosotros lo mejor que se puede hacer. Pero así como se puede pedir ayuda a un amigo humano, por ejemplo para pedir el estímulo de su pensamiento, lo mismo se puede pedir al amigo humano una vez que haya echado de si la envoltura de carne, y similarmente se puede pedir el mismo tipo de ayuda a éstos grandes Espíritus a su más elevado nivel.

En esto no hay nada irracional ni anticientífico. Yo mismo he recibido cartas de personas que saben que he estudiado estos asuntos, y me dicen que en tal y tal momento estarán atravesando unas dificultades, tal vez una operación quirúrgica u otra especial experiencia, y me piden que piense en ellos en ese determinado momento y les envíe pensamientos de ayuda. Naturalmente lo hago siempre. Y como se que no puede haber efecto sin una causa y exactamente de la misma manera no puede haber una causa que no produzca el debido efecto, se que si yo (o cualquiera de vosotros) me tomo el trabajo de fijar mi pensamiento en alguien que esté afligido o en dificultades, y trato de enviarle ideas útiles, o trato de presentarle algo que lo fortalecerá en sus problemas, podemos estar perfectamente seguros que ese poder de pensamiento producirá algún efecto, que irá y reaccionará sobre la persona. En qué medida le ayudará dependerá de su receptividad, de la fuerza del pensamiento, y de otras varias circunstancias; pero de que algún efecto producirá, podemos estar absolutamente seguros. Y así cuando pedimos un pensamiento de amor, de fortalecimiento, de ayuda a uno de éstos grandes seres, sea un santo aún encarnado, o alguien que ha dejado esa envoltura, o a uno de los grandes ángeles, es seguro que nos vendrá esa ayuda y nos fortalecerá.

Tal es el caso de nuestra Bendita Señora, sin embargo existen personas que quisieran hacernos creer que todo ese hermoso sentimiento, todo ese amor y suma devoción, han sido derrochadas e inútiles. Increíble como puede aparecer ante nuestra manera de pensar más abierta y sana, realmente creo que en su curiosa ignorancia, el más fanático enemigo de la Iglesia en verdad cree esto. Aún van más lejos, y ¡dicen que es malvado y blasfemo para un hombre sentir ese amor y esa devoción hacia ella! Suena como locura, pero me temo que es verdad que hay ese tipo de personas. Por supuesto la verdad es que ninguna devoción, ningún amor, ningún buen pensamiento ha estado equivocado cualquiera sea la persona a quien se los haya enviado. A veces pueden haber sido mal dirigidos. La devoción y el afecto muy a menudo han sido depositados en objetos indignos, pero el acto de parte del adorante no ha sido equivocado, solamente una falta de discernimiento; siempre ha sido un bien para él verterse en amor y con eso desarrollar su alma.

Recuerden que si amamos a cualquier persona, amamos al Dios que está en ella, el Dios en nosotros reconoce al Dios dentro de la otra persona; lo profundo llama a lo profundo y el reconocimiento de la divinidad es bienaventuranza. El que ama a menudo ve en el ser amado cualidades que ningún otro puede ver, pero esas buenas cualidades están allí en latencia, porque el Espíritu de Dios está dentro de cada uno de nosotros; y la más sincera fe y fuerte cariño de quien ama tienden a llamar a la manifestación esas cualidades latentes. El que idealiza a otro tiende a hacer que el otro sea lo que él piensa que es.

¿Podemos entonces suponer que toda la maravillosa y hermosa devoción a Nuestra Señora ha sido solamente un derroche? El que piensa así

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posiblemente debe comprender muy poco la economía divina. Ningún sentimiento santo y verdadero nunca se ha perdido desde el principio de los tiempos ni tampoco lo hará; porque Dios, que nos conoce muy bien, dispone las cosas de manera que aún el mínimo toque de devoción, el mínimo sentido de comprensión, el mínimo pensamiento de adoración, siempre se recibirá, siempre se realizará en toda su máxima posibilidad y llevará siempre su respuesta. En este caso, en Su amable ternura ha nombrado a la Madre de Jesús como un poderoso Ángel para que reciba esas plegarias, sea un canal para ellas, acepte esa devoción y la dirija hacia Él. Por lo tanto la reverencia que se le brinda y el amor vertido a sus pies en ningún momento han sido derrochadas, han llevado su resultado, han hecho su trabajo.

Si tratamos de comprenderlo, veremos cómo es mucho más grande esa realidad que el árido concepto que todo elevado pensamiento, toda adoración, toda alabanza no dirigida a través de un Nombre particular debe inevitablemente perderse. ¿Por qué Dios debería limitarse por nuestros errores en cuanto a nombres? El mira al corazón, no a las palabras. Las palabras están condicionadas por circunstancias exteriores, por ejemplo por el lugar de nacimiento de quien habla. Nosotros somos cristianos porque nos ha tocado nacer en Inglaterra, en América o en algún otro país cristiano; no porque hemos examinado y comparado todas las religiones y luego hemos elegido voluntariamente al cristianismo. Somos cristianos porque es la fe en la cual nos encontramos, y la hemos aceptado. ¿Nunca se les ha ocurrido pensar que si hubieran nacido como nativos de la India hubieran sido hindúes o musulmanes y habrían vertido vuestra devoción a Dios bajo el nombre de Shiva, Krishna, Allah en lugar del nombre de Cristo? Si hubiéramos nacido en Ceylán o Burma seriamos ardientes budistas. ¿Qué importan a Dios estas consideraciones locales? Es bajo su ley de perfecta justicia, bajo su esquema de evolución que una de sus criaturas nazca en Inglaterra y otra en India o Ceylán, de acuerdo a sus necesidades y sus merecimientos. Cuando alguien vierte su devoción, Dios la recibe a través del canal que ha señalado para esa persona y así todos son igualmente satisfechos y se hace justicia. Sería una torpe y evidente injusticia si fuera desechada o rechazada una sincera devoción; nunca ha sido rechazada una pizca de devoción. Los caminos de Dios son diferentes que los nuestros y la comprensión que Él tiene de estas cosas es más amplia y mayor que la que tenemos nosotros. Como escribió Faber:

Porque nosotros empequeñecemos demasiado su amorcon nuestros propios falsos límites,y magnificamos su severidadcon un celo que Él no posee.

Las historias que oímos acerca de nuestra Bendita Señora muy bien pueden tener una base de realidad. Oímos hablar de su aparición en varios lugares y a varias personas, por ejemplo a Juana de Arco. Es muy probable que ella lo hiciera, que este gran Ángel se haya hecho mostrado a si mismo o misma (porque a ese tan elevado nivel no hay nada que se pueda llamar sexo). En esto existen probables antecedentes y es muy poco probable que todas las personas que dan testimonio de estas apariciones hayan estado ilusionadas o hipnotizados, o bajo algún extraño error. Todos los estudiantes saben que el más fuerte pensamiento acerca de cualquier asunto produce poderosas formas

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de pensamiento, que están muy cercanas al borde de la visibilidad; se han construido muchos miles de formas de pensamiento de Nuestra Señora y ella nunca ha faltado en responder; y de la manera más perfecta y efectiva se ha vertido en ellas. Seguramente que alguna de estas formas bajo circunstancias favorables se volvería físicamente visible, y aún cuando permanecen en el plano astral, las personas sensitivas a menudo podrían verla. Las terribles tensiones de la guerra hicieron que muchos se volvieran sensitivos a las impresiones psíquicas. Así sucede que oímos hablar de apariciones, y las visiones o manifestaciones de nuestra Bendita Señora ocupan entre ellas un lugar prominente.

Se dice también que curas maravillosas se han producido en Lourdes y otros lugares, a consecuencia de la fe en ella. Probablemente así ha sucedido. No hay nada no científico, no hay nada irrazonable y fuera del sentido común en suponer esto. Sabemos perfectamente bien que una fuerte efusión de fuerza mesmérica produce ciertas curaciones; no conocemos los límites de tal fuerza, pero es bueno recordar que todas estas cosas tienen un fondo de verdad tras de sí.

La materia virgen

Dios en lo Absoluto es eternamente uno; pero Dios en manifestación es dual: vida y substancia, espíritu y materia, o, como diría la ciencia: fuerza y materia. Cuando Cristo, el unigénito del Padre, emana de Su seno y mira todo lo que hay, Él ve, por decirlo así, como un velo sobre eso, un velo al que los filósofos de la antigua India dieron el nombre de Mulaprakriti, la raíz de la materia; no materia como la conocemos, sino la esencia potencial de la materia; no el espacio sino el interior del espacio; aquello del cual todo procede, el elemento contenedor de la Divinidad, de la cual el espacio es una manifestación.

Pero también Dios es el velo de materia; participa tanto de Dios como el Espíritu que actúa sobre él. El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas del espacio; pero las aguas del espacio son divinas tanto como el Espíritu que se mueve sobre ellas, porque en todas partes no hay sino Dios. Esta es la sustancia original que subyace a todo lo que después fue hecho. En la filosofía antigua eso es el Gran Abismo, y entonces, porque rodea y contiene todas las cosas, de la misma manera es la celestial sabiduría que circunda y abarca todo. Por eso, los filósofos, al hablar de eso usaron siempre el pronombre femenino, hablan del Gran Abismo, de la eterna sabiduría, como "ella". Ella es entonces el alma macrocósmica y microcósmica, porque lo que es verdad arriba también lo es abajo.

Estas ideas son algo complejas y extrañas a nuestro pensamiento moderno, más si queremos comprender una religión oriental debemos tomarnos el trabajo de entender esta forma oriental de ver las cosas. Así nos damos cuenta de cómo es que se habla de ella, de este otro aspecto de la Divinidad, como Madre, Hija y Esposa de Dios. Hija, porque ella también nace del mismo Eterno Padre; Esposa, porque por la acción del Espíritu Santo sobre la materia virgen da lugar al nacimiento del Cristo en el mundo; Madre, porque solamente a través de la materia es posible la evolución que conduce al espíritu Crístico a nacer en el hombre. Pero este tema pertenece más bien a nuestro futuro volumen teológico, en el cual trataré de explicarlo más

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completamente.Por encima y más allá de la Trinidad Solar en la cual pensamos

usualmente hay una Trinidad primera de todas, que se formó cuando de lo que a nosotros parece la nada, surgió la Primera Manifestación. Porque en esa primera y más elevada de todas las Trinidades, Dios el Padre es el Absoluto, lo que con toda reverencia podemos llamar la Modalidad Estática de la Divinidad. De aquella nace Cristo, el Segundo Aspecto, en verdad de la Divinidad y sin embargo la Primera Manifestación, porque a Dios el Padre "nadie lo ve".

Luego por la interacción de la Divinidad en Su aspecto siguiente, el del Espíritu Santo, que representa la Modalidad Dinámica de la Divinidad (Voluntad en acción), de esa esencia, de esas raíz de toda materia, provienen todos los mundos y todas las ulteriores manifestaciones a niveles inferiores de cualquier clase que sean, incluyendo aún la Santa Trinidad de nuestro sistema solar.

El Aspecto Madre de la Divinidad, se manifiesta así como el éter del espacio, no el éter que transmite las vibraciones de la luz a nuestros ojos, porque eso es una cosa física; sino el éter del espacio, que en química oculta llamamos koilón (ver Química oculta por Annie Besant y C.W.L.), sin la cual no podría haber evolución y sin embargo es virgen y queda inalterada después que haya pasado todo la evolución.

En ese koilón o éter más sutil, respira su aliento Cristo, el energizante Logos o Palabra de Dios y en su respiración forma esas burbujas con las cuales se construyó todo lo que llamamos "materia" (porque la materia no es el koilón, sino ausencia de koilón); y así cuando Él retira ese poderoso aliento, las burbujas dejan de existir. El éter queda absolutamente inalterado, es como era antes, virgen, después de dar nacimiento a la materia; queda totalmente inalterado por todo lo que ha pasado, y a causa de esto saludamos a Nuestra Señora como Inmaculada.

Ella es, por lo tanto, la esencia del gran mar de materia, y se le simboliza como Afrodita, la Reina del Mar, y como María, la Estrella del Mar, y en los cuadros se la ve siempre vestida de azul, el color del mar y del cielo. Y como podemos evolucionar solamente a través de la materia, ella para nosotros es también Isis la Iniciadora, la Virgen Madre de la cual nace Cristo en nosotros, el cuerpo causal, el alma del hombre, la Madre de Dios en la cual el Espíritu divino se desarrolla en nosotros, porque el símbolo de la matriz es el mismo que el Cáliz del Santo Grial. Se la representa como Eva, que desciende a la materia y a la generación, como María Magdalena unida de manera no natural con la materia y cuando se levanta limpia de materia, una vez más como María la Reina de los cielos, vuelta a la vida eterna.

Mientras permanecemos en los niveles bajos de nuestra evolución, y bajo el dominio de la materia, ella es para nosotros realmente la Mater Dolorosa, la afligida Madre, o la Madre de las Penas, porque todos nuestros sufrimientos y problemas vienen a nosotros a través de nuestro contacto con la materia; pero tan pronto como conquistamos a la materia, tan pronto como el triángulo no puede volver a ser nuevamente obscurecido por el cuadrado, entonces ella es para nosotros nuestra Señora de la Victoria, la gloria de la Iglesia triunfante, la mujer vestida con el sol, y con la luna bajo sus pies, y alrededor de su cabeza una corona de doce estrellas.

Si lo observamos a lo largo de esta línea de simbolismo, la doctrina de la final absorción de la raíz de la materia en lo Absoluto, de manera que Dios puede estar todo en todos, está representado en la Asunción de la Bendita

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Virgen María. Las grandes festividades de la Iglesia tienen el propósito de mostrarnos etapa por etapa lo que sucede en la obra del Gran Arquitecto del Universo, en la evolución del cosmos así como en el desarrollo del hombre. Al estudiar estos asuntos, no debemos nunca olvidar el dicho de los antiguos filósofos: "Como es arriba, así es abajo". De manera que todo lo que vemos suceder en la poderosa evolución del mundo lo encontraremos repetido también en su nivel muy inferior, en el desarrollo del hombre, e inversamente, si somos capaces de estudiar y comprender los métodos de desarrollo de Dios en el hombre aquí abajo, encontraremos que ese estudio es de incalculable valor ayudándonos a comprender ese desarrollo infinitamente más glorioso que es la voluntad de Dios para el universo como un todo. Y, aprendiendo esto, no debemos fracasar en poner en práctica la lección. Como ha escrito un poeta:

"Debo convertirme en la Reina Maríay dar nacimiento a Diossi quiero, en celestial bienaventuranzapor siempre vivir."Notar también, para una mejor comprensión del simbolismo, que Cristo

el Espíritu, siendo de naturaleza deífica, asciende por Su propio poder y volición, aún cuando de Su propia voluntad emana, en el comienzo de los tiempos, desde el seno de su Padre; pero María, el alma, es una incorporación, atraída por la voluntad de Quién es al mismo tiempo su Padre y su Hijo; porque al primer Adán (dijo san Pablo) se le hizo un alma viviente, pero el último Adán, Cristo, es él mismo un Espíritu despertador o dador de vida. Así, en el Adán siguiente, que representa la mente, todo muere, más en Cristo todo se hace vivo.

El aspecto femenino de la divinidad

Debemos darnos cuenta que nuestro concepto más elevado de la divinidad combina todo lo que es lo mejor de las características de los dos sexos. De Dios que contiene todo dentro de sí, no se puede decir que es exclusivamente masculino o femenino. No puede tener sino varios aspectos y en esta religión cristiana ha habido una gran tendencia a olvidar el hecho cardinal de la múltiple manifestación. En la perfección de la Divinidad, se expresa lo que es lo más hermoso, lo más glorioso en el carácter humano. En ese carácter tenemos dos clases de cualidades, algunas de las cuales, en nuestro pensamiento las atribuimos principalmente al varón o el lado más positivo del hombre, y otras, las atribuimos generalmente al lado femenino. Por ejemplo, fortaleza, sabiduría, dirección científica, y ese poder destructor que en la religión hindú está simbolizado por Shiva, todo eso lo consideramos generalmente como masculino. Pero amor, belleza, gracia, armonía, ternura, las consideramos como especialmente femeninas. Sin embargo, todas estas características están igualmente concebidas para nosotros en la Deidad y es natural que los hombres hayan separado estos dos aspectos Suyos y se haya pensado en Él como Padre-Madre. En todas las grandes religiones del mundo hasta hace poco se hablaba de estos dos aspectos; así que sus seguidores reconocían no solamente a los dioses sino también a las diosas. En la India tenemos a Parvati, Lakshmi, Sarasvati, en Grecia teníamos a Hera, Afrodita, Demetra, Pallas Atenea; en Egipto, Isis y Neftis; en China, Kwan-Yin; en Roma, Juno, Venus, Minerva, Ceres, Diana. En otras religiones encontramos a Astarté

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o Ashtaroth, la Reina de los Cielos. Las imágenes de Isis con el niño Horus en brazos son exactamente como las de la Virgen Bendita llevando al niño Jesús; en verdad se dice que las antiguas estatuas egipcias están aún en uso en varias iglesias cristianas en la actualidad.

Cristianos ignorantes acusan a esas antiguas religiones de ser politeístas, es decir que adoran a muchos dioses. Eso es simplemente una errónea comprensión de lo que significan. Todos los hombres cultos han sabido siempre que no existe sino un solo Dios; pero han sabido también que ese único Dios se manifiesta de diversas maneras y en todos los aspectos tan plenamente como en cuerpo masculino como en femenino, en lo que se ha llamado el lado positivo y negativo de la vida.

Nosotros que hemos sido educados en las ideas cristianas a veces lo encontramos un poco difícil de comprender. Hemos estrechado tanto la enseñanza de Cristo que en muchos casos lo que ahora sostenemos es solamente una parodia de lo que Él enseñó originariamente.

Hemos sido educados, hasta donde respecta a la religión, de manera no filosófica. Nunca hemos aprendido a apreciar el valor de las religiones y de la mitología comparada. Aquellos que han estudiado este asunto durante muchos años encuentran que arroja abundante luz sobre muchos puntos que de otro modo son incomprensibles. Vemos que si todo es Dios, y si no hay nada sino Dios, entonces la materia es también Dios como lo es el espíritu y hay un aspecto femenino y pasivo de la Divinidad como también un lado masculino; y sin embargo ese Dios es Uno y en Él no hay ningún tipo de duplicación.

Todo lo que existe, es Dios; pero lo podemos ver a través de cristales diversamente coloreados y desde muchos puntos de vista diferentes. Podemos verlo como un poderoso espíritu que anima todas las cosas; pero las cosas que son animadas, las formas, no son menos que Dios, porque no hay nada sino Dios. Y así vemos lo que podemos llamar el lado femenino de la divinidad; y así como el lado masculino tiene muchas manifestaciones, también el lado femenino de la divinidad tiene muchas manifestaciones. En esos primeros días había muchos dioses y diosas, cada uno de los cuales representaba un aspecto; los dioses tenían sus sacerdotes y las diosas sus sacerdotisas, que tenían un rol importante en religión como lo tenían los sacerdotes. Pero en las últimas grandes religiones, el Cristianismo y el Islam (las dos provenientes del Judaísmo, que ignoraba el lado femenino), el Instructor Mundial no prefirió dar un lugar prominente a esa división; por lo tanto en el Cristianismo y en el Islam tenemos solamente sacerdotes, y las fuerzas que se vierten a través de los servicios eclesiásticos, aunque incluyan todas las cualidades, sin embargo están dispuestas de manera tal que pueden correr solamente través de una forma masculina.

En el antiguo Egipto dividíamos a ésas fuerzas, porque esa era la voluntad del Instructor Mundial cuando fundó la religión egipcia, de manera que algunas corrían a través de la manifestación de Osiris y algunas a través de la manifestación de Isis. Por lo tanto algunas de esas eran dirigidas por los sacerdotes de Amen-Ra, el Dios-Sol, y otras por las sacerdotisas de Isis. E Isis era tan reverenciada y considerada bajo todos los puntos de vista tan elevada como cualquiera de los aspectos masculinos. Era la grandiosa y benéfica madre, cuya influencia y amor penetraba todos los cielos y la tierra.

Es hora que aprendamos a comprender el simbolismo de la Iglesia; que aprendamos a ver cuantas facetas tiene, de manera que cada idea puesta ante

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nosotros despierta una hueste de útiles y elevadores pensamientos, y no solamente uno. Ya se ha hecho referencia a esa otra línea de símbolos en los cuales las diferentes etapas de la vida terrenal de Cristo representan las cuatro grandes Iniciaciones y su Ascensión ilustra a la quinta. En esa línea entra también la historia de Nuestra Señora, porque en ella su Natividad representa la primera aparición de la materia en relación con el Ego al momento de su individualización, mientras que la Anunciación, representa lo que comúnmente se llama conversión, esa primera introducción del Espíritu Santo en el alma lo cual pone al hombre en la dirección correcta, dando como resultado el nacimiento de Cristo dentro de él, una vez terminado el largo período de gestación. Dentro del mismo esquema, la Ascensión significa la plena y final absorción del Ego o Alma en la Mónada.

Si tomamos en cuenta el otro aspecto de la simbología, la que se refiere al descenso de Cristo a la materia como Su nacimiento, la Natividad de ella constituye la formación de Mulaprakriti por la emanación de la Segunda Persona, como hemos dicho anteriormente, mientras que la Anunciación es el Primer Descenso del Espíritu Santo a la materia. El Espíritu Santo desciende y cobija a María, los mares de materia virgen; el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie del abismo, y así la Anunciación es el primer descenso que en otra fraseología llamamos Primera Emanación, la cual trae a la existencia los elementos químicos. Pero solamente luego de un largo período de gestación la materia está preparada para la Segunda Emanación que proviene de la Segunda Persona de la Trinidad y Cristo nace en la materia, como se celebra en el día de Navidad. Más tarde todavía viene la Tercera Emanación, cuando cada hombre individualmente recibe dentro de sí la chispa divina, la Mónada y así nace el alma o ego en el hombre. Pero esto sucede en una etapa muy ulterior.

En las religiones antiguas había varias presentaciones del Aspecto Femenino. Para los romanos, Venus lo representaba como amor, Minerva como sabiduría, Ceres como la madre tierra y Bellona como la defensora. Nuestra Señora no corresponde exactamente a ninguna de estas, o más bien quizás ella incluye a varias de ellas elevadas a un nivel superior de pensamiento. En la antigüedad, la aproximación más cercana a nuestro concepto acerca de ella es probablemente la figura de Kwan-Yin, la Madre de Misericordia y Conocimiento, en el Budismo del Norte, como se proclama en China y Tíbet. Nuestra Señora es esencialmente María la Madre, modelo de amor, devoción y piedad; en verdad la sabiduría celestial, pero más que todo es Consolatrix Aflictorum, la que consuela, conforta y auxilia a todos los que están en problemas, sufrimientos, necesidades, enfermedades o cualquier otra adversidad. Porque ella no es solamente un canal por el cual pasan el amor y la devoción hacia Cristo, su Hijo y Rey, sino que es también un canal para la efusión de Su amor en respuesta.

De manera que, tanto desde el punto de vista del simbolismo como desde el de los hechos, tenemos buenas razones para conservar las festividades de nuestra Bendita Señora, y regocijarnos en ellas y agradecer por la sabiduría y el amor que nos ha proporcionado esta línea de acercamiento; agradecerle a Cristo que nos da esto y a Nuestra Señora por medio de la cual nos es dado. Así nosotros también podemos unirnos al coro mundial de alabanza, y repetir las palabras del Arcángel Gabriel:“Salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas

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las mujeres."

¡Ave María! tu cuyo nombre,puede reclamar sólo cariñoso amor,que podamos alcanzar su santuario;

porque Él, tu Hijo, nuestro Guía, prometecoronar toda frente humilde y noble

con amor y alegría como la tuya.

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Capitulo XIVLA FESTIVIDAD DE LOS ÁNGELES

Los Ángeles Superiores

A la festividad de los Santos Ángeles se la llama usualmente San Miguelada o Día de San Miguel, por San Miguel, el gran Jefe de los Ángeles; pero en esa ocasión, en realidad no celebramos solamente a ese glorioso Príncipe, sino a toda la hueste Angélica; agradecemos y alabamos a Dios por ellos y por la maravillosa ayuda que los mismos nos prestan. Hay mucha confusión y errónea comprensión acerca de los Ángeles. La idea que de ellos tiene la gente es tan bella, tan poética, que a menudo se piensa que sea sólo poesía, pues hablan sobre estos grandes y gloriosos seres casi de la misma manera como hablan de los cuentos de hadas. Todo esto es muy hermoso, pero no lo consideran como del todo real.

Nada podría estar más lejos de la verdad que una idea así. La radiante gloria de los Ángeles es mucho más real y no menos que los objetos del plano físico. Supongo que esto suena extraño, exagerado, hasta casi ridículo; pero de ninguna manera es así. Las cosas del plano físico que tocamos y sentimos son muy reales para nosotros ahora, mientras vivimos entre ellas; pero tenemos solamente que elevar un poco nuestra conciencia a un plano superior y enseguida toda esta tosca realidad no es por más tiempo real, sino que se vuelve más etérea que la construcción de un sueño, y entonces comprendemos que lo que está aquí en el plano físico se describe con justa razón como temporal, y que las cosas que aquí son invisibles, son casi eternas. Esas son las realidades y no estas. El espíritu es lo real, no este cuerpo. El cuerpo es perfectamente real hasta tanto vive, pero eso es solamente por unos pocos años; el espíritu es una chispa divina y persiste para siempre.

Así que los santos Ángeles de ninguna manera son menos reales que usted y yo. Si queremos comparar simplemente los vehículos, los de ellos son mas reales y duraderos que los nuestros. Todo lo que es material tuvo un comienzo y tendrá un fin; pero aquello que se eleva más allá de lo puramente físico perdura indefinidamente, y es infinitamente más glorioso. Si queremos comprender estas cosas más elevadas debemos tener bien en mente la idea que cuanto más podamos elevar nuestra conciencia, tanto más nos acercaremos a la verdadera realidad. Hay solamente UNO que es eterno, más allá de toda eternidad, y ese solamente es Dios; pero éstas, Sus nobles criaturas, más grandes y más inteligentes, tienen una conciencia más vívida, y más antigua que la que tenemos nosotros. Por lo tanto es necesario que comprendamos algo de este gran reino Angélico.

Cualquiera que haya estudiado los descubrimientos de la ciencia moderna, sabe que existe una línea definida de evolución que trepa a través de los diferentes reinos de la naturaleza. El reino mineral se considera generalmente como el más ínfimo; algunos estudiantes saben que hay otros reinos que lo preceden en evolución, pero por el momento no es necesario entrar en el asunto. El reino mineral conduce gradualmente hasta el comienzo del reino vegetal, y de la misma manera el reino vegetal también conduce al comienzo del reino animal. Existen organismos intermedios que es difícil determinar a qué reino pertenecen. En sus primeras etapas, a menudo es imposible diferenciar el vegetal del animal inferior, y de un modo similar hay

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organismos que se encuentran al borde de la vida vegetal y que son casi minerales; de este modo, estos reinos forman una secuencia que asciende con paso firme.

Usualmente se dice que el hombre está a la cabeza del reino animal; pero en nuestros estudios sobre la vida interna, por ciertas razones lo consideramos como un reino aparte. Sus diferentes cualidades lo diferencian del más elevado entre los animales, aunque desde el reino animal hay un firme adelanto hacia lo humano. En este sistema de evolución no hay interrupción y así desde la vida más ínfima podemos conducirnos hasta la nuestra propia. ¿Somos entonces el punto final de todo? ¿No hay una forma de vida mucho más elevada que la nuestra, como la nuestra es superior a la del animal y la del animal superior a la del vegetal? La investigación nos muestra que sí hay una vida superior a la nuestra, que hay un reino por encima del reino humano exactamente como el humano está por encima del animal y el animal encima del vegetal. Existe un reino de evolución más elevada que la nuestra.

En castellano lo llamamos reino Angélico. Los filósofos de ese maravilloso país que es la India, han estudiado estas cosas durante miles de años antes que nosotros, debido a que su civilización es mucho más antigua que la nuestra. Ellos saben todo acerca de ese reino más elevado y dan a sus miembros el nombre de Devas. Deva es una palabra sánscrita de la cual deriva nuestro vocablo "divino". Está relacionada con todo lo que es elevado y divino. Los Devas son los "Seres Brillantes"; darles ese nombre es muy natural para quienes pueden verlos, porque todo este mundo superior es al nuestro como la luz a las tinieblas. Si por casualidad pudiéramos ver por un momento la materia de la cual está compuesto, lo veríamos como luz, y si de ese mundo superior miráramos la materia de este, la veríamos comparativamente como oscuridad. Debemos darnos cuenta que el reino Angélico es, en todos sus aspectos, tan real como el nuestro propio, o como el reino animal que está debajo de nosotros. Los hombres tal vez piensen: "Podemos ver a los animales, ¿por qué no podemos ver a los Ángeles? Los animales pertenecen a un reino inferior y sin embargo pueden vernos y si ellos pueden ver lo que pertenece a un reino más elevado, ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo con respecto a lo que está por encima de nuestro reino?”

Ante todo podemos. Muchísimos hombres han visto a miembros del reino Angélico, aunque la materia más baja a la que ellos descienden es más elevada que la de nuestro mundo físico. Aquí abajo hay muchos grados y variedades de materia: tenemos la sólida, la líquida, y la gaseosa. Sir William Crookes hablaba de materia "radiante", materia que creía fuese un cuarto estado, más elevado que el gaseoso. Hay materia que escapa a nuestros sentidos, no porque sea en cierto modo irreal o inmaterial, sino debido a que nuestros sentidos son imperfectos y alcanzan solamente una mínima parte de lo que sabemos que existe. Por ejemplo, podemos ver la materia sólida y también la líquida, a menos que sea perfectamente clara; pero raramente podemos ver un gas o algo en estado gaseoso. Hay ciertos gases, como el cloro, que podemos distinguir por su color, pero normalmente nos damos cuenta de la presencia de un gas de otra manera, por el olor o por lo que sentimos cuando lo aspiramos. Aquello que está por encima de los gases está aún más allá de nuestros sentidos físicos, pero cometeríamos un error vital, es decir, vital para la comprensión de las cosas, si suponemos que es algo irreal.

Estos Ángeles tienen cuerpo, y ese cuerpo está hecho de materia como

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la nuestra, sólo que es más sutil y responde únicamente a vibraciones más elevadas. Pero nosotros también tenemos dentro nuestro un cuerpo de materia más sutil, un vehículo superior que podemos cultivar y desarrollar sus sentidos, así como los sentidos físicos de un hombre se pueden desarrollar hasta un grado de sensibilidad mayor de lo que la generalidad de nosotros poseemos.

Recuerdo haber visitado una vez al astrónomo a cargo de una de nuestras más grandes universidades. Me mostró muchas fotografías y me dijo: "En la fotografía del espectro de una estrella, se ven seis líneas más brillantes." Yo observe la fotografía atentamente pero no pude distinguirlas, y en el momento tome coraje para decirle a ese gran hombre que no las veía. "Por supuesto que no" - me respondió - "olvide decirle que me llevó dos años aprender a verlas." Yo tenía en mano la fotografía, pero mis ojos no estaban entrenados para una visión más sutil, y por lo tanto no podía ver lo que era claramente visible para su ejercitada visión. Nuestros sentidos físicos varían mucho de acuerdo a si están educados o no. Los sentidos de nuestro cuerpo más elevado, también pueden ser entrenados para ver cosas que pertenecen a esos mundos superiores. A veces se puede tener un vislumbre de ellos cuando uno se encuentra en un estado de exaltación, o en profunda visión. Por ejemplo leemos que los grandes santos tuvieron visiones de los Ángeles. Y no debemos suponer que esos hombres fueran meros soñadores histéricos; el hecho es que su conciencia superior estaba en ese momento abierta, de modo que vieron lo que en condiciones normales hubiera permanecido invisible. Deberíamos tratar de darnos cuenta que los Ángeles son una grande y gloriosa realidad, y que ellos están cerca de nosotros todo el tiempo; sin embargo, aunque todas las religiones creen en su existencia, (esto es una característica saliente en la fe católica, aunque tal vez en las sectas posteriores del cristianismo tal creencia ha quedado un poco en el trasfondo), en realidad es muy poco lo que se sabe de ellos.

Supongo que la mayoría de las personas cuando piensan en los Ángeles los consideran como una hueste de gloriosos espíritus, de forma humana, que usualmente llevan inmensas alas sobre sus espaldas y que pasan el tiempo en perpetua adoración ante el Trono de Dios, o viajando para realizar Sus órdenes, llevando sus mensajes, generalmente relacionados con el progreso de la raza humana, o rescatando individuos de una situación de miseria y peligro. Ese punto de vista está muy bien para la gente corriente que no está interesada en los detalles exactos. Pero hay mucho más para conocer con respecto a esta maravillosa orden de seres y tal vez sería bueno que los miembros inteligentes de la Iglesia Católica Liberal tuvieran más exacto conocimiento sobre este tema.

Aunque el reino Angélico es el que sigue inmediatamente por encima del humano, no es necesariamente la próxima etapa en nuestra evolución. Así como no todas las criaturas clasificadas como pertenecientes al reino animal se convertirán un día en humanos, así también de ninguna manera todos los hombres ingresarán al gran reino de los Santos Ángeles. Todos los que ahora son seres humanos llegarán un día al final, a la cúspide del desarrollo señalado y se convertirán en superhombres; pero hay muchas otras líneas de evolución a las cuales se puede pasar aparte de la hueste Angélica. (Ver "Protectores Invisibles" - Cap. XVII)

El gran reino Angélico tiene sus propias razas, sus diferentes grados de desarrollo, sus diferentes líneas de evolución, como ocurre en todos los otros

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reinos de la naturaleza. Hay Ángeles que no son más evolucionados que algunos de los mejores hombres y hay otros cuyo esplendor nos parece incluir todo lo que podemos imaginar de la Divinidad. En este libro no tenemos suficiente espacio para dar una descripción detallada, pero podemos hacer notar que las palabras de nuestra Liturgia nos recuerdan en cada servicio eucarístico la nónupla clasificación ampliamente aceptada por la primitiva Iglesia cristiana, que los divide en Ángeles, Arcángeles, Querubines, Serafines, Tronos, Dominaciones, Principados, Virtudes y Poderes. La clasificación judía, que también ha sido generalmente aceptada en la Iglesia Cristiana los divide en siete grandes clases, correspondientes a los siete rayos. Aún los nombres de esos grandes seres que figuran a la cabeza de esos grandes siete tipos, nos han sido transmitidos de las antiguas escrituras, donde aparecen como Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Chamiel, Jophiel y Zadkiel.

En la nónupla clasificación se agregan otras dos clases que son cósmicas, es decir que se extienden más allá de los límites de nuestra cadena de mundos, y tal vez más allá de nuestro sistema solar. A cada una de estas grandes Órdenes de Ángeles se le atribuyen características diferentes, en cada una de ellas hay muchos niveles. Nosotros dividimos nuestro reino humano en varias razas: la aria, la mongólica, la semita, etc.; pero todos reconocemos que en cada raza hay individuos altamente desarrollados y también de desarrollo relativamente bajo. Hay reyes y príncipes, nobles y también campesinos; pero todos pertenecen a la misma raza. De modo similar, en las órdenes Angélicas están los grandes líderes y hay otros que no están tan desarrollados, porque los niveles inferiores de las varias órdenes tienen cuerpo astral y están aún sujetos a la influencia del deseo. Bien es verdad que en ninguna de las huestes angélicas existe la posibilidad de una mala intención, pero en ellas hay miembros que por intelecto y progreso general están poco más adelante que nosotros mismos.

Entre los budistas y los hindúes encontramos una cuádruple agrupación que ciertamente es fácil de distinguir en el caso de esos Ángeles que entran más en contacto con el género humano. Estas diferentes clasificaciones de ninguna manera son mutuamente excluyentes, sino que pueden muy bien referirse a diferentes partes o tribus dentro de un reino tan vasto, o aún puede ser la misma clasificación vista desde un punto de vista diferente. De todos modos, no tendremos sino una muy incompleta y parcial idea de ese glorioso reino si pensamos que sus miembros están continuamente ocupados alabando a la Divinidad o en misiones relacionadas con la raza humana. Los Ángeles son una manifestación de la Vida Divina en un determinado estado elevado de evolución y están principalmente interesados, como lo hacemos nosotros, con todo lo que concierne a esa evolución. Viven su propia vida y esa vida es una "Epifanía" de la Deidad mucho más espléndida que la vida de la mayoría de nosotros. No hay duda que a menudo alaban a Dios, como lo hacemos en nuestras iglesias; pero así como nosotros tratamos principalmente de demostrar nuestro amor a Dios viviendo en el mundo como Él quisiera que viviéramos, así lo hacen ellos a un nivel superior demostrando su devoción y su amor hacia Él llevando a cabo lo mejor posible la tarea que Él les ha asignado.

Sería tonto de nuestra parte creer que ese trabajo concierne especialmente a nosotros, aunque, sin duda, tal pensamiento halaga nuestro orgullo y concuerda fácilmente con el egocentrismo de la humanidad en conjunto. Tal vez lleguemos a una comprensión más racional si pensáramos en

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nuestra actitud hacia los reinos que están debajo de nosotros, el animal y el vegetal. No pasamos toda la vida pensando cómo podemos hacerles el bien a estos reinos inferiores o cómo ayudarlos en su evolución; el hombre común está mucho más interesado en pensar en cómo hacer que estas criaturas le sirvan y en que manera puede beneficiarse de ellos. Nuestras relaciones con los animales salvajes son, de hecho, las más horribles a describirse; y se los puede muy bien disculpar sino no nos consideran como ángeles sino más bien como demonios.

Por supuesto sería del todo inconcebible que el reino Angélico tratará de alguna manera explotarnos (aunque lo hacen algunas veces los muertos); pero podemos muy bien suponer que, en conjunto, está gozoso de hollar el sendero de su propio evolución sin interferir inútilmente con la nuestra. No hay duda que existen casos individuales de interferencia, algunas veces un Ángel al ver a un hombre en dificultad o peligro cree poderle prestar alguna ayuda y prontamente se la da, como nosotros haríamos con un animal salvaje.

Sin embargo tales ocasiones deben ser siempre muy raras, porque debemos recordar que el Ángel corriente, aún cuando sea del tipo menos elevado, en comparación con el hombre promedio se encuentra siempre en la posición en que se encontraría un profesor universitario con respecto a un niño de la guardería o de la escuela primaria. El profesor está allí para ayudar a los estudiantes, pero el niño de la escuela primaria debe desarrollarse mucho y aprender muchísimo de los otros maestros antes de poder beneficiarse con la ayuda que mejor le pueda dar el profesor. En circunstancias excepcionales ese profesor podría ayudar al niño por medio de una lectura o un resumen, pero todos podemos ver que toda la tarea educativa, en general, se lleva a cabo mejor cuando el profesor atiende sus propios asuntos y deja que el niñito haga su aprendizaje través de los canales especialmente indicados para él en su nivel.

En una etapa más avanzada, ese niño de la clase primaria se relacionará sin duda con el profesor y aprenderá mucho de él; exactamente de la misma manera, cuando la humanidad haya evolucionado mucho más en su sendero entrará en una más íntima relación con estas grandes huestes angélicas, y tal proximidad le reportará grandes beneficios. Algo del método empleado en aquella más íntima unión lo podrán leer, los que así lo deseen en el libro "El hombre, de dónde viene y adónde va", en el cual se describe cómo en el futuro, no muy lejano, grandes Ángeles desempeñaran un visible rol de dirección en los servicios de la Iglesia en esos días y aunarán la devoción de los miembros de las congregaciones y la enviarán hacia arriba como una poderosa fuente a los pies de la misma Divinidad Solar. También actuarán como recipiendarios y distribuidores de la tremenda influencia espiritual o gracia que Él en respuesta verterá sobre esos devotos.

Aún ahora están cumpliendo una tarea de esa naturaleza, aunque es algo menos evidente. Ya he mencionado que toda la devoción y todo el amor que a través de los muchos siglos han sido vertidos a los pies de la Bendita Virgen María, Ella, que ahora es un gran Ángel, los reúne y envía a la Divinidad Solar, Quién seguramente los acepta y envía Su respuesta. En el primer volumen de esta serie, "La ciencia de los sacramentos", he explicado algo del maravilloso rol que los Ángeles desempeñan en el mayor de nuestros servicios eclesiásticos. Miles y miles de sinceros cristianos han estado recibiendo durante los últimos 20 siglos la más plena ayuda y elevación espiritual de la

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Santa Eucaristía sin saber que eso es posible gracias a la ayuda tan gozosa y pacientemente prestada por los santos Ángeles a un mundo sin comprensión. Ellos vienen porque pueden disponer para nosotros un tipo de servicio que sin su cooperación no podríamos lograr y porque ellos saben que cuando un hombre asiste a tal servicio y el corazón se une en plegaria y adoración, se encuentra en una actitud que puede recibir impresiones y puede conmoverse; se le puede hacer el bien y verter fortaleza sobre él.

Cuando alguien entra a una iglesia, se introduce en la presencia de Nuestro Señor entronado en Su altar, y sólo por ese hecho también entra en presencia de la gran hueste de Ángeles adorantes. Cuanto ellos puedan hacer por él depende de cuanto abra el corazón a su influencia y de su condición física, moral y mental. Algunos de nosotros sienten fácil y profundamente esa influencia, porque hemos aguzado nuestros sentidos en esa particular dirección; otros sólo se dan cuenta de ellos de una manera vaga y confusa; pero un número cada vez mayor de personas se están volviendo conscientes de ellos. El hombre crece lentamente hacia el tipo de criatura que los Ángeles pueden ayudar y a medida que avanza en su esfera reconocerá cada vez más su respuesta y su interés.

Tenemos una oportunidad sin igual para tratar de verlos, o al menos sentir su presencia por nosotros mismos, porque aunque creo que todos los cristianos están más o menos vagamente conscientes de que los ángeles están presentes en ciertos servicios de la iglesia para ayudar, tenemos la ventaja de un poco más de información de la que se da usualmente. Podemos saber exactamente en qué momento llegan estos grandes seres, y por lo tanto podemos esperarlos y aconsejaría encarecidamente que todos hiciéramos de esto una práctica tratando de volvernos conscientes de su presencia. Mucha ayuda, fortaleza y ánimo se puede obtener de ellos, y si supiéramos en qué momento debiéramos esperarlos, podríamos prontamente poner a tono nuestra mente para obtener ese beneficio. La presencia de los Ángeles no debería ser para nosotros algo vago, incierto o hipotético; deberíamos tener bien en mente que esto es una realidad perfectamente definida, y que aunque en la actualidad no somos capaces de verlos, no más de lo que podemos ver una corriente eléctrica, sin embargo es tan real como la corriente eléctrica y sus efectos pueden ser apreciados por los que pueden sentirlos.

Grandes huestes angélicas están presentes en la celebración de la Santa Eucaristía. ¿Por qué? La mayoría de ellos porque gozan de esas maravillosas vibraciones que irradian de la Hostia consagrada. También disfrutan de las vibraciones de devoción y amor que enviamos en nuestra adoración y vienen a bañarse en esto no solamente porque lo disfrutan, sino porque saben que es bueno para ellos, es una gran ventaja para su evolución. Pero además de esos hay otros y más grandes Ángeles que vienen a participar de una forma definida en el trabajo. La Santa Eucaristía no se celebra por nosotros, aunque podemos derivar de ella mucho beneficio. No venimos para recibir sino principalmente para dar. Venimos porque este es el método que Cristo ha ordenado para la irradiación de fuerzas espirituales sobre Su mundo y nosotros venimos aquí para ayudar en la distribución de la energía divina. A veces recibimos mucho para nosotros mismos, pero eso no es nuestro objetivo principal.

Esos grandes seres, los ángeles, vienen para que todo esto sea posible para nosotros. Al final del Asperges pedimos que Dios envíe su Ángel a

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ayudarnos y estar con nosotros. En respuesta a ese llamado, viene el Ángel de la Eucaristía que construye el edificio con nuestra devoción y nuestros sentimientos, y con la energía que procede de la parte musical del servicio. Mayores que él son los Ángeles que vienen cuando los invocamos poco antes del Sanctus, cuando el sacerdote o el obispo, habiéndonos invitado a elevar nuestros corazones y agradecer a Dios, sigue diciendo que junto con los santos Ángeles (enumerando las diferentes clases) cumplimos nuestra parte. Ese es el tradicional llamado hacia ellos y la misma melodía que cantamos "Elevad vuestros corazones," "Los elevamos al Señor" tiene casi dos mil años. Se remonta a la época muy primitiva cuando en la iglesia se usaba tal música.

Ellos vienen y participan del servicio; su trabajo, cuando el celebrante les dice por quienes desea ofrecer este servicio, lo he explicado previamente. El Ángel Director, el Ángel del Primer Rayo, proporciona a los diversos representantes de los otros Rayos la cantidad de fuerzas que ellos deben tomar y aplicar al objeto nombrado. Tenemos objetivos que se nombran siempre: el monarca o jefe de un estado, nuestro Obispo Presidente, nuestros obispos, clero y fieles, y cada uno de ellos recibe algo en forma definida. Por supuesto no debemos pensar que solamente nosotros tenemos tal privilegio. En todas las Iglesias Cristianas donde ha sido hecho el lazo de la sucesión apostólica, existe la misma disposición; y en verdad no debemos creer que esté limitado solamente al cristianismo. Todas las religiones existen para ayudar al mundo y en casi todas ellas hay algún tipo de procedimiento para la recepción y distribución de fuerza espiritual. El trabajo de los Ángeles es mucho más fácil cuando la congregación comprende lo que se está llevando a cabo y ayuda inteligentemente con el pensamiento. Por lo tanto debería ser nuestro deber conocer y comprender, para que así podamos ayudar a los Ángeles en la tarea que tienen que cumplir.

Hay tantos y diferentes tipos de estos gloriosos Espíritus que apenas es factible intentar describirlos. Muchos de ellos tienen forma humana, aunque de estatura superior a la humana. Sus colores, su brillo, su iridiscencia son maravillosos más allá de toda palabra; nos miran con hermosos ojos como estrellas llenos de eterna paz. En ellos el aura es mucho más amplia, mucho más magnificente que la nuestra, tal que a la distancia aparecen como esferas de luz relampagueante. Nunca los he visto con alas, en verdad creo que las alas que llevan los ángeles de los cuadros y la poesía deben simbolizar siempre sus varios poderes, como evidentemente los tienen en algunas descripciones que se encuentran en las escrituras. Esta suposición es apoyada por el hecho de que aún en la historia bíblica, cuando el Ángel del Señor viene a visitar a Su pueblo (tal como a Abrahám, Pedro y otros) usualmente lo toman por un hombre, lo cual difícilmente sería posible si llevara un par de alas gigantescas.

El aura del gran Ángel es mucho más extensa y flexible que la nuestra; se expresa simultáneamente en formas de pensamiento maravillosamente hermosas, con matices de gloriosos colores y en una riqueza de la más preciosa música. Para él una sonrisa de saludo sería un maravilloso brillar de colores y un torrente de música armoniosa; una frase dicha por uno de estos valientes Hijos de Dios sería un magnífico oratorio; una conversación entre dos grandes Ángeles sería como una poderosa fuga, en la cual el motivo contesta al motivo en cataratas de armonía, acompañadas por calidoscópicos cambios de espléndidos matices, y destellos de luz iridiscente. Hay Ángeles que viven

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en y se expresan en lo que para nosotros son perfumes y fragancias, aunque emplear tales palabras nos parece degradar, materializar las exquisitas emanaciones en las cuales ellos se gozan tan alegremente.

Siempre hay Ángeles revoloteando alrededor de la Hostia Reservada, pero cuando en la Elevación o en la Bendición comienza el más vivido brillo vemos un curioso y muy bello agregado a estas huestes porque alrededor de ella circulan una cantidad de Ángeles muy diminutos. La mayoría de los miembros de las huestes angélicas son cuando menos del tamaño de un hombre corriente, y muchos de ellos son aún más grandes; pero hay una clase de diminutos querubines muy parecidos a los que pintaron Ticiano o Miguel Ángel, con excepción que nunca he visto a ninguno con alas. Son criaturas pequeñas y maravillosamente perfectas, parecidas a cierta clase de espíritus de la naturaleza pero son mucho más radiantes de un tipo sin duda alguna angélico; tienen una apariencia infantil y sin embargo de alguna manera parecen muy viejos. Dan una impresión de eterno resplandor que es imposible poner en palabras; por el esplendor de sus colores parecen aves del paraíso, seres de luz viviente; revolotean o planean en actitud de adoración, combinándose unos con otros a medida que se mueven formando una especie de esfera hueca alrededor de la Hostia, una esfera de quizás 6 metros de diámetro. No creo que ninguno de estos descienda tanto como para tener un cuerpo astral; la mayoría de ellos se pueden distinguir solamente con la visión del cuerpo causal, lo cual, por supuesto significa que su cuerpo más denso está construido de materia perteneciente al mundo mental. Son de gran valor en el servicio, porque reflejan y transmutan algo de la poderosa fuerza empleada y educen gran cantidad de otras; y así un remolino de indescriptible actividad está continuamente procediendo dentro y afuera de su esfera.

Hay otro tipo de diminutas criaturas a las cuales el título de Ángeles les es menos apropiado. Son igualmente bellos y graciosos a su manera, pero en realidad pertenecen al reino de los Elfos o espíritus de la naturaleza. No se expresan por medio de perfumes, sino que viven por y en esas emanaciones, y así se encuentran siempre donde se esparce fragancias. Hay muchas variedades, algunos se alimentan de olores nauseabundos, y otros solamente de los delicados y refinados. Entre ellos hay unas pocas clases que se sienten especialmente atraídos por el olor del incienso, y se encuentran siempre donde se lo quema. Cuando el sacerdote incienso el altar creando un campo magnético, encierra dentro de éste una cantidad de pequeños y deliciosos Elfos, y ellos a su vez absorben gran cantidad de energía que allí se acumula convirtiéndose en valiosos agentes para su distribución a su debido tiempo.

La palabra griega aggelos significa un mensajero; pero algunas veces en nuestras Escrituras la palabra española "ángel" se usa en un sentido completamente diferente, cuando para nuestro modo de pensar tal vez sería más apropiada la palabra "espíritu". Uno de estos casos ocurre en el Evangelio para el Día de San Miguel, donde se dice que Cristo dijo de los puros de corazón que se han alejado del mal y se han convertido como pequeños niños que "En el cielo sus ángeles siempre contemplan el rostro de Mi Padre que está en el Cielo". Aquí, si el hecho está referido correctamente, Él debe de haber estado hablando solamente del espíritu del hombre, que debido a la pureza del mismo puede reconocer su unidad con el Gran Espíritu, y así contemplar siempre el rostro de su Padre.

También debemos recordar con cariño a los grandes ángeles del

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pensamiento, de los cuales muchos están relacionados con los servicios de la Iglesia. El más grandes de todos estos es el poderoso Ángel de la Presencia, que viene toda la veces que se celebra la Santa Eucaristía, donde se consuma por nosotros ese tremendo sacrificio; porque cuando cumpliendo con los deberes de su santo cargo, el sacerdote pronuncia las palabras de poder, ese Ángel desciende velozmente y por su toque de fuego lleva a cabo esa asombrosa transmutación que es al mismo tiempo el mayor de todos los milagros y el más natural, una expresión íntima y conmovedora del Divino Amor. Él es en verdad una forma pensamiento del Mismo Señor Cristo, una proyección de esa maravillosa conciencia.

Para Sus santos Ángeles no hay mayor alegría que la de seguir el relámpago de ese pensamiento y bañarse en ese río de vida, en esa inefable efusión de influencia espiritual. Y por eso sucede que a cada Eucaristía, a cada servicio de Bendición, la congregación es mucho más numerosa de la que podemos ver con nuestros ojos físicos; y cuando celebramos estos Santos Misterios, escuadrones de huestes celestiales se reúnen alrededor nuestro, aquí y ahora. Otra manifestación del poder del ángel del pensamiento ocurre en relación con el Sacramento del Bautismo. El sacerdote hace una especie de coraza de luz adelante y detrás del niño; y cuando de esta manera se construye una forma de pensamiento, el poder desde lo alto se vierte en ella y luego el sacerdote con cuidado la sella. Esta forma de pensamiento, animada así por el descenso del divino poder se convierte en un verdadero ángel de la guarda para el niño y ayuda en gran manera al ego a conseguir control sobre sus nuevos vehículos.

Pero no es solamente por el poder desde lo alto que se pueden construir estas útiles formas de pensamiento. A un nivel infinitamente más bajo, nosotros mismos podemos hacer, y hacemos, constantemente útiles formas de pensamiento que para todos los fines y propósitos, son como ángeles guardianes para aquellos a quienes las enviamos. Toda vez que vertemos un fuerte pensamiento de amor, con eso construimos una forma que se proyecta hacia la persona en quien hemos pensado. Una constante sucesión de tales pensamientos rodearán a nuestros amigos como una verdadera nube de auxiliadora influencia; y tal nube atrae casi siempre la atención de algún ángel que pasa por allí, el cual se interesará en la distribución de esa fuerza y la aplicará a las necesidades de la persona involucrada.

Esta es solamente una de las muchas maneras en las cuales aún las órdenes más inferiores de las huestes angélicas están dispuestas a ayudarnos en cuanto nos demostremos dignos de tal ayuda o (lo cual quizás es la misma cosa en otras palabras) en cuanto seamos capaces de recibirla. En conexión con nuestra Tierra, los Ángeles cumplen muchas y diversas tareas. En otra parte he escrito acerca de los que habitan y cuidan una cierta montaña sagrada en Irlanda (ver El lado oculto de las cosas - vol.I, p.136). En varias partes del mundo hay muchos otros lugares cuidados de una manera similar, y allí las huestes angélicas están muy cerca para los que tienen ojos para ver o corazones para sentir. Nosotros estamos familiarizados con la idea que se expresa en nuestro himno: "Toda la naturaleza es para Dios una rara y gloriosa vestidura"; pero quizás no se nos ha ocurrido que todo soberbio paisaje es por sí mismo la vestidura de un Ángel, que es parte de Dios. Aquellos que comprenden el mensaje de la naturaleza, que verdaderamente simpatizan con ella, comprenderán esta maravillosa verdad; en la Grecia antigua esto se

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conocía muy bien, pero actualmente, los hombres se han vuelto muy materialistas y muy pocos son los que pueden verdaderamente sentir y ver.

Los Ángeles menores

La clase de Ángel que anima un paisaje, un bosque o un páramo, aunque es sin duda tan altamente desarrollado como algunos de los cuales ya he hablado, sin embargo en cierta manera es un tipo más alejado de la humanidad y por lo tanto menos fácil para nosotros de comprender. Nuestro conocimiento de este poderoso reino que se encuentra por encima del nuestro es todavía imperfecto en tantos aspectos que no podemos decir qué etapas de evolución se encuentran delante o detrás de esta tan interesante división de la huestes angélicas; no sabemos cómo se nombra a un determinado Ángel para hacerse cargo de este u otro lugar; tampoco tenemos seguridad en cuanto a quién define los límites de su jurisdicción y sobre qué principio.

Lo que por lo menos sabemos es que este maravilloso y majestuoso universo es parte de la manifestación de la Divinidad en el plano físico; y además que cada planeta es al mismo tiempo el cuerpo de un gran Ángel planetario que allí vive su vida y se expresa por medio de tal planeta, así como nosotros nos expresamos por medio de nuestros cuerpos, aunque tengamos una idea muy escasa de los métodos y posibilidades de tal vida. Sabemos solamente que para él la forma esférica es absolutamente la más perfecta, que enfrentar el éter en su espléndida marcha hacia delante es, de alguna manera, la más intensa alegría, que toda la belleza, fuerza y vibrante felicidad de todas las miles de formas de vida en este mundo no son sino una parcial expresión de su bienaventuranza. La vida de su mundo es parte de su propia vida así como él a su vez es parte de la misma Divinidad Solar. Este Ángel de la Tierra es una gran inteligencia, y de muchas maneras se manifiesta través nuestro que somos parte de él. La música, por ejemplo, es una de sus facultades, de manera que cuando tocamos un instrumento o cantamos, lo estamos ayudando a expresarse y de este modo le ocasionamos gozo, porque la música, como he dicho anteriormente, es una especie de entidad o aglomeración de entidades, y cuando la empleamos llevamos a la actividad otro aspecto de la naturaleza, un conjunto adicional de fuerzas, y asociamos a nosotros algunos de los Ángeles de la Música.

La mayoría de nosotros no tenemos aún contacto consciente con el gran Ángel de la Tierra, aunque es posible que esa sea una de las glorias que se abran ante nosotros en el futuro. Cuando la vida era más simple y más natural los hombres estaban más cerca de una comprensión de él, al menos tenían conciencia de algunas de sus formas de pensamiento y las materializaban parcialmente; lograron entrar en camaradería con algunos espíritus de los bosques o de los ríos que tenían con él la misma relación que él tiene con la Deidad solar. Difieren entre sí tanto como difieren los hombres; algunos son de tipo elevado, sinceros trabajadores en bien de la evolución, mientras que otros pueden manifestar deseos personales y otros tienen características humanas corrientes; pero sus vidas son tan radicalmente diferentes de la nuestra que no podemos siquiera intentar criticar sus maneras de actuar.

Ellos animan o dan alma o cobijan (todas estas expresiones son aplicables, sin embargo ninguna de ellas es plenamente satisfactoria), una porción de la superficie terrestre: a veces un extenso paisaje o un gran bosque,

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a veces solamente una parcela, un jardín o un bosquecillo. Unos son comparativamente indiferentes a esta su vestidura física; otros responden prontamente a todo lo que les afecta en lo mínimo. Otros obviamente desprecian toda humana intrusión y aún toman recaudos para evitarla; otros dan la bienvenida a ciertos amigos, pero adoptan una actitud reservada hacia la humanidad en general. Aquellos que animan hermosos paisajes, aprecian y gozan definitivamente cuando se admira el lado artístico; y casi todos demuestran gran sorpresa y alegría cuando encuentran a un ser humano que pueda verlos, comprenderlos y conversar con ellos. Aunque las ordenes angélicas más elevada van más allá de cualquier nivel que haya sido alcanzado o imaginado por el grueso de la humanidad hasta ahora, estas órdenes inferiores, como he dicho anteriormente, se parecen a hombres desarrollados; y en verdad es a menudo fácil distinguir a primera vista entre los miembros inferiores del reino angélico y los más adelantados espíritus de la naturaleza.

Los espíritus de la naturaleza están en relación con el reino angélico así como el reino animal está con la humanidad, y la línea divisoria entre los dos es la individualización, en ambos casos; pero se alcanza un mayor desarrollo de inteligencia y poder razonador antes de la individualización tratándose de la línea de evolución menos material y así sucede que con frecuencia encontramos el fenómeno de entidades etéricas o astrales completamente iguales al hombre en inteligencia e ingenio, pero sin ningún sentimiento ético especial o algún sentido de responsabilidad.

Estos seres más tenues constituyen una línea de evolución paralela a la nuestra y en consecuencia todas las etapas con las cuales estamos familiarizados en la vida física se encuentran también entre ellos, desde el amorfo protozoo, en el cual amanece la conciencia, hasta el gran Arcángel que dirige un vasto departamento dentro de la actividad terrestre. El número de tipos es infinito y este hecho explica la gran diferencia entre los informes de observadores casuales. La existencia de estas entidades no humanas es ampliamente reconocida en todo el mundo, y mucha gente los ha visto y, en verdad ha sido solamente el ignorante escepticismo del siglo 19 el que introdujo la incredulidad en la realidad de su existencia.

En los antiguos cuentos griegos, con frecuencia leemos acerca de encuentros entre seres humanos y estas fuerzas menores de la naturaleza, y a veces se representan a estos últimos como que materializan cuerpos físicos transitorios, siempre de forma humana y que asumen responsabilidades paternales. El escepticismo moderno se burla de éstas leyendas, pero en la naturaleza hay muchos hechos más allá de nuestra muy limitada experiencia. En los días clásicos hubo muchísimos casos, y no es prudente decidir que como no sucede nada en nuestra civilización muy materialista, no pudo haber ocurrido nunca en condiciones más naturales y pintorescas. Es presuntuoso y peligroso pronunciar la altisonante formula: "Lo que no sé no es conocimiento."

Tal vez lograré mejor mi objetivo si describo dos experiencias propias con estos Señores de los bosques y campos; en el primer caso, con uno que decididamente se encontraba en el lado angélico de la línea divisoria, y en el segundo caso con algunos espíritus de la naturaleza altamente desarrollados.

Una vez mis amigos me llevaron a pasar el día al aire libre, un día en una región del país que aunque no lejos de una gran ciudad, se encuentra en estado salvaje y primitivo como Reserva Nacional para que lo disfrute la gente.

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Los sábados y domingos a menudo está repleto, pero el resto de la semana hay unas deliciosa soledad llena de sombras. En el centro hay un valle cubierto de árboles a través de los cuales corre un río; y apenas entramos al valle los miembros sensitivos de nuestro grupo percibimos enseguida una influencia casi cobijadora, agradable pero claramente poco común. Siguiendo la huella hasta su fuente encontramos que todo el valle estaba bajo el cuidado de un Ángel que había decidido con respecto a lo que quería hacer con eso y mostraba una loable determinación e incansable paciencia en lograr sus fines. Consideraba al lugar como una sagrada responsabilidad y para este propósito lo magnetiza para que produzca un cierto efecto en todas las personas sensibles que pasen por allí. Ha extendido como una red de materia etérica de cima a cima para aislar su valle del resto del mundo exterior y trata de mantener dentro del lugar algo así como una temperatura moral más elevada así como nosotros conservamos una elevada temperatura física en la Casa de la Palmera en Kew (un invernadero muy grande en el Real Jardín Botánico de Kew - Londres. N. del T.)

Su teoría es que la gente visita el parque en un momento de relajación, cuando sus mentes están libres de la tensión de los negocios y por lo tanto están menos prisioneros del escudo de egoísmo y más abiertos a las influencias superiores. Arguye que si puede llegar a los hombres en el momento favorable, la presión suave y sin embargo firme hacia lo elevado, que es lo que su atmósfera está aplicando todo el tiempo mientras los visitantes pasean tranquilamente por su valle o reman en el río, debe producir algún efecto, que por supuesto aumentará en proporción directa a la impresionabilidad de aquellos que están siendo influenciados, pero que no puede estar totalmente ausente con excepción de los casos de personas endurecidas. Esta aura suya la percibe instantáneamente un psíquico, mas él considera que su trabajo recién comienza, está entusiasmado en cuanto a las condiciones que piensa poder inducir en unos cincuenta a cien años de extrema labor y concentración.

Fue de intenso interés para nosotros observar los métodos que había estado empleando en los preparativos y el éxito que ha alcanzado hasta ahora; sin embargo puede que no sea fácil explicar una línea de actividad tan remota para el concepto humano ordinario. Es comprensible que toda criatura viviente, todo zorro, conejo o comadreja es un fragmento de la divina vida en manifestación, y (aunque no aún individualizada y capaz de reencarnarse) durante su existencia física, es un alma, una conciencia separada como cualquiera de nosotros. Debemos extender esta idea hasta incluir en ella las formas más diminutas de vida animal, y los árboles y arbustos de nuestros bosques. Cada una de estas vidas es naturalmente independiente y auto centrada, moviéndose a su manera, de modo que las fuerzas que irradian fluyen indiferentemente en todas las direcciones y sus varias corrientes probablemente se neutralizan la una con la otra. Por su firme presión, el Ángel del Valle ha cambiado todo esto; sin de ninguna manera forzando o interfiriendo con los árboles y los animales, él los ha ido llevando gradualmente a que sean capaces de dar cierta cooperación, o sean responsivos a una influencia común. Normalmente cada criatura piensa y actúa por sí misma como antes, pero en cualquier momento cuando el Ángel lo desee puede enviar una corriente a la cual todo lo que vive se adapta instantáneamente, y los impulsos dimanantes de cada criatura se extienden en forma paralela como

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cañas inclinadas por una corriente y todas las fuerzas del valle están entonces a su disposición, actuando como una unidad. Habló tristemente, casi con impaciencia, del tipo de seres humanos que visitan su valle en multitud los domingos, declarando que aunque ellos profesan pertenecer a un reino más elevado, en realidad ofrecen menos utilidad que los conejos bajo sus pies, en la generación de energía.

Sucedió que uno de nuestro grupo era un obispo, y llevaba la Cruz pectoral, que es una joya altamente magnetizada conteniendo gemas especialmente relacionadas con los Jefes de los Siete Rayos, un objeto de inmenso valor como centro para la distribución de fuerzas para ayuda de los hombres. El Ángel se sintió profundamente interesado en esta y pidió verla y examinarla más de cerca. Comprendía plenamente su objetivo y su poder, y cuando más tarde, al atardecer, otro miembro del grupo se encontraba solo, el Ángel le preguntó si fuera posible procurarle un conjunto similar de gemas unidas y magnetizadas, explicando en cuántas maneras distintas le sería de ayuda en su trabajo. Por supuesto que gustosos estuvimos de acuerdo en proporcionarle lo que deseaba; no había dificultad en hacerlo porque la mínima partícula de la apropiada joya basta para formar el necesario centro de irradiación, de manera que el costo total del talismán fue de unos pocos chelines solamente. Apenas fue preparado, una delegación visitó al valle una vez más para ofrecérselo; se mostró muy agradecido y nos pidió de sepultarlo para él en un lugar central del terreno que había elegido con gran cuidado, especialmente con respecto a que árboles crecían en las inmediaciones. Apenas hicimos esto, él convocó un gran número de espíritus de la naturaleza de tipos más elevados (probablemente superintendentes bajo sus órdenes) y realizó una hermosa y pequeña ceremonia de dedicación durante la cual los puso en relación con el amuleto y les explicó plenamente su uso. Se hicieron brillar las joyas hasta que fueron rodeados por una gran esfera de luz viviente, y cada espíritu, uno por vez vino a bañarse en ese esplendor hasta estar completamente penetrado y cargado como si se tratara de una batería.

El ángel se sintió agradecido más allá de toda medida por este pequeño servicio que pudimos rendirle y por nuestro gran interés en su trabajo. Naturalmente nos sentíamos ansiosos de encontrar otras maneras de ayudarlo pero no era fácil ver de qué otra manera podíamos hacerlo. Sin embargo, luego descubrimos un método por el cual podíamos serle de gran ayuda y prestarle valiosa colaboración en su trabajo, ayuda que si nuestros sucesores siguieran dando le acortarían materialmente el tiempo necesario para que este valle se encuentre en las condiciones que él desea. Ese método consiste en proporcionarle una parte de la fuerza divina que emana en la celebración de la Sagrada Eucaristía. Descubrimos que cuando se hacia esto él se fortalecía y animaba inmensamente y el influjo de este tipo de energía totalmente diferente parecía realmente inspirarle nuevas ideas relacionadas con su trabajo. En las iglesias donde se comprende la poderosa magia del servicio eucarístico, se confecciona una lista de las personas más necesitadas de ayuda y a los objetivos a los cuales se puede dedicar con más utilidad esta fuerza espiritual. La ayuda más eficaz que pudimos ofrecerle a nuestro amigo, el Ángel del Valle, fue la de incluirlo en nuestra lista; así que recibe diariamente el don de la gracia divina que duplica su poder para el bien, y al mismo tiempo tiene el efecto de atraernos en más íntima relación con él.

Este es seguramente un caso de mutua ayuda, de cooperación entre

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dos evoluciones, hecho que no solamente es interesante por sí mismo sino como una predicción del futuro, una sugerencia de las más amplias posibilidades que pueden surgir en el mundo cuando comprendamos un poco mejor el plan de Dios.

La otra experiencia a la cual me he referido, tuvo lugar en la India. India es un país maravilloso y aún la persona menos culta posee una información que nosotros en occidente comenzamos solamente ahora adquirir gradualmente. Muchos indios conocen al observar, que un gran árbol antiguo posee una fuerte individualidad temporaria, capaz a veces de exteriorizarse en forma humana, saben también que donde haya un bosquecillo de tales árboles que durante muchos años haya estado imperturbado, hay usualmente una entidad mucho mayor de un tipo totalmente diferente, del cual dicen que es el ángel presidente o divinidad del bosquecillo, probablemente lo que se llama un kâmadeva. Nos dirían que tal ser gobierna sobre los espíritus menos desarrollados de los árboles (aunque usualmente sin interferir de ninguna manera con ellos), y recibe de ellos tanta devoción como pueden darla. También él está deseoso de absorber toda devoción que los seres humanos le puedan ofrecer, a veces trata de apropiarse de lo que no es especialmente para él.

Para ilustrar esto recuerdo un espectáculo muy interesante del cual fui un testigo personal. Los lectores europeos tal vez no sepan que en la India se tiene la costumbre de realizar espectáculos largos de un carácter desconocido en occidente en la actualidad, aunque quizás no del todo desconocido en la época medieval, actuaciones parte musicales y parte con diálogos, netamente religiosas en su intención y sin embargo con sencillos toques de ingenio y pintorescas alusiones locales. Se recitan conocidas historias religiosas, rígidamente adherida a los incidentes tradicionales, pero con mucho lugar para que el talento del actor se manifieste en la ropa que viste, en las alusiones y cantos locales que elabora en su función. Porque se trata de tanto un espectáculo como de una función religiosa; los miembros del público se sienten profundamente afectados y en verdad con frecuencia entran en un estado de intensa y medio abstraída devoción que es casi un trance, y por el momento parece que los asuntos exteriores no hacen mella en ellos. Tal espectáculo (que en el sur de la India se llama harikatha) dura a menudo 4 o 5 horas, y se me ha dicho que a veces dura toda la noche; y los asistentes parecen gozar una especie de desenfreno devocional por un tiempo bastante indefinido.

Observada por un clarividente, una ceremonia de este tipo se cubre de movedizas nubes azules, mezcladas a veces con otras de inesperados colores; pero difiere totalmente de un definido acto u ofrecimiento de devoción dedicado a una divinidad particular. Tal vez es esa misma diferencia, esa vaguedad y falta de dirección la que ofrece la oportunidad a la divinidad local; porque en el caso del cual me estoy refiriendo asistió una entidad de poder no menor, el amo de una arboleda vecina, quien se sentó en el techo del edificio y atrajo hacia sí esas nubes de devoción así como una esponja absorbe el agua.

Este "amo del bosque" se había materializado en una forma humana gigantesca pero bien proporcionada y aspecto más bien femenino que masculino; el cuerpo (de él o ella) era obviamente astral, pero en la ocasión había atraído tanta materia etérica que se encontraba poco más allá del límite de la vista física ordinaria; creo que hubiera sido percibido por cualquiera algo sensitivo. Si la forma era humana, seguramente no lo era su expresión: era

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sobrenatural y extraña fuera de toda imaginación, todos los rasgos eran humanos, sin embargo el efecto del conjunto estaba lejos de ser lo que hoy juzgamos normal. Uno se sentía como transportado lejos del siglo 20 d.C. al siglo 20 a.C., por lo desconocido, misterioso, lo incomprensible y tal vez lo terrible. No se trataba de que esa reina de los bosques estaba mal dispuesta; no, por el contrario, tenía una expresión de casi fatua satisfacción que de alguna manera subyugante sugería el ronroneo de un gato; sin embargo era lejana con la lejanía de otra dimensión, lejos de la humanidad cuyas emanaciones absorbía con un gozo que parecía glotonería. Hasta donde se podía percibir, no daba nada a cambio de lo que absorbía pero a medida que seguía el espectáculo ella cobijaba cada vez más al actor, dándole fortaleza y al mismo tiempo tomando posesión de él, hasta que en su aspecto exterior él se volvió extrañamente, horrorosamente, parecido a ella, y uno se pregunta cómo fue que el público no se dio cuenta del cambio que sobrevino al actor y de la anormal tensión dentro de la atmósfera.

Estuvo presente también otra entidad de tipo similar, una entidad claramente pero indefinidamente masculina tanto como la primera era femenina; una criatura de menos poder que la dama, y aparentemente no en los mejores términos con ella, claramente celoso de ella y deseoso de desviar en su propia dirección algo o toda la devoción. Sin en realidad moverse trataba de dar la fuerte impresión de que se esforzaba por desalojarla, por echarla a empujones, así como un muchacho trata de empujar a otro en un juego infantil. Fracasaba totalmente porque la dama se había apegado a los asistentes como una lapa se aferra a una roca, y no se iba a dejar desprender.

Los que estudian sinceramente estos temas, fuera de nuestras filas, se están familiarizando con la idea que nuestro mundo tiene también una vasta población normalmente invisible para nosotros, una población de ángeles y espíritus de la naturaleza. No faltan señales de que el largo periodo de oscurantismo está finalmente pasando y que la desdeñosa negación de estos hechos va siendo reemplazada por una inteligente búsqueda al respecto; y entre tales señales me parece que son dignos de especial consideración tres libros recientemente publicados.

El primero de estos es The fairy Faith in Celtic Countries (La Creencia en las Hadas en los Países Celtas) por el doctor W. Y. Evans Wentz. Es un libro notable y en muchos aspectos hará época, porque es el primer intento por tratar racional y dignamente cuanto menos una parte de la creencia mundial en los espíritus de la naturaleza. Justamente veinte años atrás el Sr. Hartland publicó su Science of Fairy Tales (La Ciencia de los Cuentos de Hadas), pero aunque escribió en concordancia con nosotros, y reconoció no estar satisfecho con la teoría entonces corriente que todos los cuentos de hadas eran tradiciones en los pueblos remanentes de las primeras razas, se quedó corto de una sugerencia definitiva con respecto al verdadero trasfondo de una creencia tan universal. El Dr. Wentz va mucho más allá; ha pasado mucho tiempo reuniendo personalmente testimonios de la creencia que aún vive en Escocia, Irlanda, Gales, Isla de Man, Cornwall y Britania, y como resultado de sus investigaciones él declara que:

(1) El país de las hadas existe como un estado sobrenatural de conciencia en el cual hombres y mujeres pueden entrar temporalmente en sueño, trance, o diversas condiciones de éxtasis, o por un período indefinido al morir.

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(2) Las hadas existen, porque en toda su esencia aparentan ser las mismas que las inteligentes fuerzas que ahora reconocen los investigadores psíquicos.

El hecho que el Dr. Wentz es un hombre de ciencia y gran cultura, lo cual queda testimoniado por los títulos universitarios que recibió en tres países y es gratificante descubrir que un hombre de tal estatura tiene el valor de desafiar el desdén ordinario del ignorante y declarar tan abiertamente el resultado de sus investigaciones. Debemos congratularlo también en su paciente aplicación, su perspicacia y su coraje; no podemos decir hasta qué punto está preparado para aceptar el testimonio clarividente, pero cuando menos es posible que le interese oír que muchos de nosotros estamos bien familiarizados con su país de las hadas al cual conocemos como "mundo astral" y que ya sabemos mucho acerca de algunas de las muchas naciones de su hadas, aunque más a menudo las llamamos "espíritus de la naturaleza".

Hay algunos puntos sobre los cuales él no esta plenamente de acuerdo con nuestros propios resultados, pero podemos atrevernos a decir que si él continúa sus investigaciones con el mismo espíritu osado, se aproximará cada vez más a nuestras conclusiones. No ha llegado aún a distinguir claramente entre el etérico y el astral; y tal vez él (o más probablemente los que ha interrogado) puede que no siempre disciernan entre las acciones de los espíritus de la naturaleza y las de los muertos. Por ejemplo, cuando trata de la primitiva historia de Irlanda, considera como hadas a los Tuatha-de-Danaan, mientras que nuestras investigaciones los muestran como que fueron una raza de hombres íntimamente relacionados con los antiguos griegos. Pero bien es verdad que, debido a su espléndido aspecto y mayor conocimiento, eran considerados como semi-divinos y las tradiciones de ellos están ahora en las mentes de los campesinos inextricablemente mezcladas con las de las hadas.

Él habla muy sencillamente con evidente simpatía por la doctrina de los celtas acerca del renacimiento y del otro mundo, que, como él las expone son simplemente la reencarnación y la vida astral, exactamente como la sostenemos nosotros; y declara que estas ideas "concuerdan plenamente en su esencia con la ciencia moderna". El siguiente pasaje tomado de una página de su libro (p.514), muestra que comparte con nosotros otro de los más valiosos artículos de conocimiento que nos ha dado nuestro estudio:

"Una parte integral de la teoría esotérica celta sobre la evolución es que ha habido razas humanas como la actual, que en pasados eones de tiempo han evolucionado completamente fuera del plano humano de existencia consciente hacia el plano divino de existencia consciente. De aquí que los dioses son seres que una vez fueron hombres, y los hombres de la raza actual serán dioses a su debido tiempo. El hombre ahora está relacionado con el mundo divino e invisible exactamente de la misma manera que el animal está relacionado con la raza humana. Para los dioses, el hombre es un ser que se encuentra en un reino de evolución inferior. De acuerdo a la completa creencia de los celtas, los dioses pueden, y así lo hacen, entrar al mundo de los hombres con el específico propósito de enseñarles cómo adelantar más rápidamente hacia el reino superior. En otras palabras, todos los grandes instructores (tales como Jesús, Buda, Zoroastro y muchos otros, en diferentes épocas y entre las diferentes razas, cuyas enseñanzas aún existen), son, de acuerdo a una creencia todavía conservada por los celtas educados y místicos, seres divinos que en épocas inconcebiblemente pasadas fueron hombres pero

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ahora son dioses, capaces a voluntad de encarnar en nuestro mundo para dar énfasis a la necesidad existente en la naturaleza y en virtud del funcionamiento de la ley de evolución (a la cual ellos mismos están aún sujetos) de que el hombre debe mirar hacia delante y esforzarse para alcanzar la divinidad, en lugar de mirar hacia atrás en evolución y de ese modo caer en un mero animalismo."

Todos los que estudian el lado oculto de las cosas agradecerán al Dr. Wentz por el cuidado con que ha hecho y registrado una de las más valiosas series de investigaciones.

Es a él indirectamente que debemos el segundo libro, Lore of Proserpine porque su autor (Maurice Hewlett, que es un novelista reputado) confiesa que fue solamente después de haber leído la obra a la cual acabamos de referirnos que se sintió inspirado a sumar su módico testimonio personal al de el Dr. Wentz, tan laboriosamente reunido. El testimonio directo se limita a cinco o seis encuentros definidos, aunque pienso que debe haber habido muchos otros enteramente satisfactorios para el autor, pero que no deben ser fáciles de describir.

Él habla de un muchacho hada a quien vio en un bosque, de una dríada y de algunas otras formas a las cuales da el nombre de "oreads". Todas estas parecen haber tenido un parecido humano en tamaño y en el aspecto general, y sin embargo tenían en si una cierta cualidad claramente no humana. Yo he visto cientos de espíritu de la naturaleza a los cuales se podría aplicar su descripción; sin embargo parecería que tuvo una experiencia que nunca ha caído dentro de mi partida, porque él recuerda haber visto un hada comportarse cruelmente con un animal, mientras que las que yo he encontrado parecieran estar en los más amistosos términos con los animales salvajes de las aguas y los campos. Además de los casos nombrados arriba, cuenta algunas circunstancias en las cuales él cree que los espíritus de la naturaleza habitaron cuerpos humanos, cosa que ciertamente ocurre a veces, tal vez con más frecuencia de lo que hasta ahora sospechamos. La historia más notable del libro es la titulada "Quidnunc", y tal vez se nos puede perdonar por sentir cierta incertidumbre con respecto a si el señor Hewlett desea realmente que la tomemos en serio; describe lo que pretende ser una muy inadecuada encarnación de Mercurio, el mensajero de los dioses para los antiguos griegos.

En un capítulo final nuestro autor trata de formular una teoría que incluiría todas las experiencias, y en ciertos puntos se acerca mucho a la verdad. Dice:

"Hay una cadena de Seres cuyo principio y cuyo fin no conocemos para nada. Lo que sabemos es que la nuestra propia es un eslabón dentro de ella, y en general no podemos tener un intercambio con ninguna otra, o solamente muy raramente. . . . De esta cadena de Seres, de la cual nuestra orden es un miembro, el mundo de las hadas es otro, y más sutil miembro; más sutil en el verdadero sentido de la palabra porque no lleva el peso de una envoltura de materia. Como el hombre, el viento y la rosa, tiene espíritu; pero a diferencia de las órdenes inferiores (de las cuales la humanidad es una) no tiene envoltura sensible a menos que deliberadamente consienta a habitar una."

Estamos de acuerdo con todo eso; pero estamos menos seguros acerca de algunos puntos de menor importancia. Parecería que el Sr. Hewlett sostiene la idea que todas las hadas tienen sexo y que reproducen su especie como lo hacemos nosotros, mientras que nosotros pensamos que eso puede ser verdad

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solamente para unas pocas especies etéricas inferiores. Hay aún otros puntos sobre los cuales él especula, y es probable que lo haga con justa razón, pero ahora nosotros no tenemos suficiente evidencia como para hacer positivas declaraciones. Evidentemente sostiene que las divinidades clásicas de la antigua Grecia existen aún y que se puede llegar a ellas. Comprende que un río, una colina, un roble o un rosal pueden, bajo ciertas circunstancias, llegar a ser una verdadera entidad, y en eso estamos plenamente de acuerdo con él; y cree que algunas veces tal entidad puede materializarse en forma humana y entrar verdaderamente en una más íntima relación con hombres y mujeres.

Parece probable que las entidades que vi en ese festival indio fuesen del mismo tipo que algunas de las descritas por el Sr. Hewlett. Como quiera que sea, su libro tendrá utilidad en familiarizar un amplio círculo de lectores con la idea de la realidad de las hadas.

El tercer libro de la serie es A Prisoner in Fairyland (Un Prisionero en el mundo de las Hadas), del Sr. Algernon Blackwood. Cuando abrimos un libro de este autor sabemos que ante nosotros se extiende algo especial, y si al inspeccionar encontramos que los niños figuran predominantemente entre los personajes, deducimos que será un gran placer, porque los niños del Sr. Blackwood son siempre creaciones fascinantes. A Prisoner in Fairyland nos ofrece niños, encantadores niños; quizás ninguno tan totalmente adorable como Nixie de The Education of Uncle Paul (La Educación del Tío Paul), pero sí jóvenes que pronto se unirán a nosotros por lazos de afecto. Una vez más el país de las hadas es el mundo astral, en el cual todos los personajes ingresan cuando se duermen, o casi todos, porque hay algunos tan apegados a las preocupaciones mundanas que no pueden retirarse de sus cuerpos físicos, sino que realmente se frenan en el proceso y ¡se vuelven a introducir rápido de nuevo! Pero aunque esta historia trata del país de las hadas no oímos nada respecto a las hadas, excepto unas pocas que son sueños personificados de la infancia, el Hombre de la bolsa, el Mendigo, la Mujer del Pajar; ni vamos a encontrar a las huestes de muertos. Somos invitados a concentrar nuestra atención enteramente sobre los habitantes humanos vivientes del mundo astral, y la obra que ellos hacen como ayudantes invisibles.

En la historia, la corriente de Amor Divino siempre se vierte como Luz de las Estrellas, y si no se utiliza inmediatamente, se almacena en la Caverna de la Estrella, y todos los ayudantes van volando hasta allí a la noche para recogerla y distribuirla donde se necesite, entre los enfermos, los tristes, los sufrientes. Todo el libro es una fantasía sobre este tema, una delicada fantasía como las que el Sr. Blackwood tan bien sabe entretejer, y todos sus personajes son fantásticos también. Viven en un mundo el cual es y no es sin embargo el mundo que conocemos, un mundo que esta envuelto en una red de luz de estrellas, palpitante de misterio y simpatía, con vida y amor omnipresentes.

No hay una historia en el sentido ordinario de la palabra, ninguna trama, ningún climax; aún así el libro esta impregnado con la idea de que los pensamientos son cosas, que debido al increíble poder y a la amplia y extendida influencia del pensamiento, es el deber de todos pensar en forma bella y servicial, y verter el pensamiento con clara intención sobre aquellos que sabemos lo necesitan. Algunos están tan cerrados por una coraza de mezquina preocupación que es difícil encontrar un camino hacia sus corazones; aunque dicho escudo puede penetrarse si existe en ellos aunque sea un mínimo canal de amor. Leemos de una persona que estaba siendo esclava de viles ansias,

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que pudo ser impresionada y ayudada a través de su amor hacia sus flores. Este libro no es para todos, seguramente, aunque para aquellos que lo

comprendan les gustara enormemente. Tiene su lugar entre los libros mencionados. Signos de los tiempos, los tres libros, demuestran que el interés popular se está volviendo hacia el lado no material de la vida, y está gradualmente comenzando a comprender su trascendente importancia. Los recomiendo a los tres a nuestros estudiantes.

También hay ángeles, que presiden países y razas, cobijándolas, y hasta cierto punto animándolas, dispuestos a interesarse más hondamente en ellos y a dar consejo si la gente del país o raza se hacen responsivos a su influencia. Si alguna vez llegara el tiempo en que los que gobiernan un país fueran lo suficientemente sabios como para apreciar el consejo del Ángel Guardián de tal país, y se desarrollaran tanto como para llegar a consultarlo, seguramente recibirían inmenso beneficio de esa ayuda.

Hasta ahora el mundo parece estar muy lejos de ese momento, pero nosotros podemos contribuir a ello adoptando una actitud inteligente hacia todo el asunto y manteniendo una mente abierta. Lo peor que nos puede suceder es tener prejuicios y ser rígidos de manera que no podamos recibir nuevas ideas ni abrirnos en armonía con el desarrollo del mundo físico, moral y mental que nos rodea. Debemos movernos con el cambiar de los tiempos, y para hacerlo debemos estar completamente abiertos. Existen todo tipo de hermosas posibilidades; no tenemos aún conocimiento de ellas, pero esa no es razón por la que no podamos informarnos y beneficiarnos de ese conocimiento ahora. Debemos abrirnos a toda buena influencia, pero no debemos olvidar el consejo del apóstol de no tratar a los espíritus, como si fueran Dios. No debemos aceptar como evangelio todo lo que oímos de fuente invisible; debemos testear y juzgar con cuidado, usando en todo punto nuestra razón y sentido común, recordando que no es prudente tanto el rechazar como el aceptar sin examinar. Pero el primero de todos los pasos es reconocer la posibilidad de una vida más amplia y más elevada, y aprender a vibrar en respuesta a ella.

He mencionado solamente unas pocas entre las numerosas actividades angélicas; pero pienso que aún este breve informe bastará para mostrarnos que verdaderamente tenemos una gran razón para glorificar a Dios por el ministerio de los Ángeles, y observar su festividad con vivido entusiasmo y sentir su esplendor como una omnipresente realidad, envolviéndonos como la luz del sol, siempre llevando nuestros pensamientos y corazones arriba hacia Aquel que es el Rey de los Ángeles tanto como de los hombres.

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CAPITULO XVFESTIVIDADES DE LOS SANTOS

Durante el año eclesiástico, tenemos unas cuantas festividades que tienen el propósito de hacernos recordar a las grandes personalidades que hace tiempo se han ido. Así como en el mundo externo es costumbre observar el día del cumpleaños de un monarca y de varios miembros de la familia real, así también en la iglesia es costumbre observar el día del nacimiento de los Príncipes de la Iglesia; los grandes santos que han sobresalido en sus filas como ejemplos especialmente nobles, que son los grandes héroes e instructores, a quienes tenemos el orgullo de seguir. Pero en el caso de los santos, no celebramos como regla el día de su nacimiento en el plano físico, sino lo que se podría llamar el día de su muerte, es decir su nacimiento a una vida más elevada. En el calendario de la iglesia romana, encontramos una gran hueste de santos, a menudo uno, dos, o aún tres por cada día del año. La razón para eso es fácil de ver. En cualquier parte del mundo tienen su importancia sus propios grandes líderes. Es lo mismo en la vida de todos los días. Nosotros celebramos el cumpleaños de nuestro monarca, pero en otros países y en el mismo día, se observa el cumpleaños de sus líderes que para ellos son más importantes que el nuestro; de la misma manera encontramos una cantidad de santos locales, seres que en su tiempo y lugar hicieron un buen trabajo, pero que en realidad no tienen una gran incidencia a nivel mundial.

Encontramos que la observancia de tan gran número de días para los santos hace que los servicios romanos sean engorrosos y complicados; y si se trata de personajes de fama puramente local, parece que apenas vale la pena tener en cuenta dichas fechas. Si miramos la lista de santos encontraremos docenas de ellos de los cuales no hemos oído nunca antes. Este es mi caso, y tal vez he estudiado la historia de la iglesia más que muchas otras personas. Estos santos no evocan ningún entusiasmo particular en mí debido a que no los conozco. En la Iglesia Católica Liberal hemos creído bien no adoptar la conmemoración de muchos santos de los cuales no tenemos información, especialmente cuando encontramos difícil hallar históricamente la huella de muchos de ellos. Algunos son puramente legendarios, y aunque no somos contrarios a celebrar una leyenda si se trata de una buena y si tiene algún fundamento, no parece que valga la pena perpetuar historias que sabemos pueden ser históricamente inexactas.

En nuestras investigaciones psíquicas encontramos poca huella de los 12 apóstoles de Cristo. Es verdad que Él tuvo apóstoles, pero no encontramos a 12 que hayan sobresalido de manera importante, y los nombres dados en el evangelio no aparecen en forma prominente. Aparentemente la mayoría de ellos no fueron personas de grandísima importancia. Recuerdo que en nuestras primeras investigaciones pensábamos que cuando menos se debía probar que Pedro fue un gran hombre y un gran líder, pero luego nos enfrentamos con el descubrimiento de que a la cabeza de cada iglesia de cada país se le llamaba siempre Pedro. Se usaba entonces no como un nombre sino como un título. Petros es una roca, y la cabeza de cada iglesia se le llamaba Pedro, la roca sobre la cual estaba edificada. Por supuesto que puede haber habido un primero y más grande PEDRO, pero no tuvimos éxito al intentar identificarlo. También encontramos algunos indicios que sugerían que los 12 apóstoles

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pueden haber sido personificaciones de los 12 signos del zodíaco. Por todas estas razones, nosotros en la Iglesia Católica Liberal hemos decidido no perpetuar a todos los primeros santos, sino que hemos elegido a aquellos cuya celebración nos ofrece algo tangible y útil, algo que es bueno que conozcamos.

Un santo es, por definición, un hombre santo, porque la palabra deriva del latín sanctus, santo. En el Evangelio para el Día de Todos los Santos se nos dice qué debemos entender con eso. Ese evangelio contiene lo que comúnmente se llama "el último juicio" y aunque la teoría popular acerca de ese evento está tan distorsionada como para hacer una absurda parodia de la verdad, sin embargo hay una lección que aprender de allí. Aquellos a quienes el Rey puso a Su derecha en esa historia, eran los que habían dado de comer al hambriento, que habían dado de beber al que tenía sed y que habían visitado los enfermos y a los que estaban en prisión. Esta historia, de acuerdo al evangelio, está contada por el Cristo mismo, quien en esa ocasión a de ser el juez y por lo tanto es de suponer que sepa algo del procedimiento; y Él menciona muy especialmente a esas personas como santos, pero no atribuye ese nombre a ningún hombre por creer en esta o aquella doctrina. No dice una palabra acerca de lo que creían o no; Él dice solamente: "Los que han hecho tales cosas al más pequeño de Mis hermanos, a Mí me lo han hecho." Esos son los verdaderos hombres santos; esos son los santos. Lo que ellos crean no tiene importancia; lo que importa es lo que hacen. Pueden ser hindúes, budistas, zoroastrianos, musulmanes; si hacen estas cosas pasan el examen y son santos. Así vemos qué clase de hombres y mujeres debemos ser si hemos seguir los pasos de estos santos que conmemoramos.

En la rama romana de la iglesia se habla mucho acerca de la intercesión de los santos. Se les pide que rueguen a Dios por nosotros para que nuestros pecados sean perdonados y para que podamos ser ayudados de varias maneras. Por otra parte, en otras ramas de la iglesia de Cristo, encontramos que la plegaria a los santos son consideradas como una peligrosa superstición y el ignorante dice que los católicos permiten a los santos estar entre ellos y Dios. Una curiosa expresión, porque es obviamente verdad que los santos están en una etapa de desarrollo entre el hombre común y Dios. Los santos son más elevados que nosotros y ciertamente infinitamente inferiores que la divinidad de nuestro sistema solar. Están entre nosotros, pero por qué debería considerarse malo o peligroso pedir cualquier ayuda que nos puedan dar, esto es algo que nunca he sido capaz de ver. Nosotros, los de la Iglesia Católica Liberal no pedimos intercesión a nadie, porque sabemos que Dios es un padre amante y que Él está todo el tiempo haciendo lo mejor para todos nosotros en la etapa en que nos toca estar por el momento. No es necesario que alguien Le ruegue que haga algo por nosotros. Lo que sí es necesario es que tratemos de hacernos más dignos de la ayuda que Él está todo el tiempo vertiendo sobre nosotros, para poder ser más susceptibles a su influencia y estar más capacitados para beneficiarnos de ella. Esta es nuestra parte del asunto, que tratemos de vivir como Él nos ha dicho hemos de vivir; que tratemos de vivir de tal manera que un día podamos alcanzar la santidad en la cual estamos pensando.

¿Hay alguna utilidad en rogar a los santos, si no queremos que ellos rueguen por nosotros? Sin duda alguna ellos pueden hacer mucho; pero ellos también, como el Dios a quien ellos sirven, ya están haciendo todo lo posible; podemos estar muy seguros de esto. Mucho del mal entendido que ha rodeado

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la cuestión de la santidad proviene de haber olvidado el gran hecho de la reencarnación. Durante toda la Edad Media la idea que prevalecía era ciertamente que el santo, después de haber dejado la tierra, había ido al cielo y estaba tan cerca de Dios como para implorarle, como una especie de amigo en la corte. Muchos de nuestros himnos se hacen eco de esa idea: "Ellos están en celestial gloria”, etc. Eso es verdad, pero no significa que estén en un determinado lugar, en algún cielo apartados del resto de la evolución de Dios. El gran santo se ha elevado a un estado donde camina en la luz y en presencia de Dios ya sea que aún este como se dice vivo, o como se dice muerto, porque es el hombre verdadero, el Ego, o su alma, la que conoce y disfruta de esa belleza y gloria. Por lo tanto lo que se dice en nuestros himnos es verdad, si comprendemos su simbolismo, como debería ser entendido. Debemos desechar la idea de que los santos viven todos juntos en algún lugar, como una gran comunidad a los pies de Dios; Dios está en todas partes, y los que se acercan a Él, son los que Le sirven mejor, no sólo por mera adoración verbal, sino actuando en Su servicio en espíritu y verdad. Muchos de los santos a quienes la gente reza están encarnados aquí en la tierra, y algunos de ellos caminan entre nosotros. Sin embargo, como almas reciben el flujo de amor y devoción que se les envía, y que ciertamente les es muy útil, no solamente por su acción directa, sino también por la respuesta que cada una de esas corrientes de amor y devoción evoca de ellos. Porque el dar una respuesta es parte de la forma en que ellos evolucionan, y también, sin ninguna duda, se hace mucho bien a esas piadosas almas que por su amor evocan la bendición de los santos.

Puede que entre nosotros haya algunos que no están acostumbrados a tal idea, y así puede que no les llame la atención; pero el hecho de que una idea particular no nos atraiga, eso no quiere decir que no sea útil a otras personas diferentes de nosotros. En nombre de la religión se han presentado muchas ideas, de las cuales algunas pueden no ser importantes para nosotros; ¿pero es que debemos condenarlas cuando son útiles a otros servidores de Dios? ¿Por qué no habrían de tomarlas y hacer uso de ellas? ¡No podemos esperar de amoldar a todo el mundo según nuestra manera de ser y pensar! Si lo pudiéramos hacer, ¡el mundo sería un lugar muy aburrido! Debe haber todo tipo de personas y cada una de ellas debe seguir su propio camino. Tienen sus propios placeres, tienen su propio trabajo, y es muy probable que lo hagan mejor que si lo hiciéramos nosotros, mientras que si trataran de cumplir nuestras tareas, tal vez se encontrarían bastante inútiles. ¿No vemos que ellos deben tener su propio camino de acercarse a Dios también, y el sendero que a nuestros ojos parece tan derecho, puede que de ninguna manera sea el más derecho para ellos porque comienzan desde un punto diferente? Como hemos dicho muchas veces, intentar obligar a otros a tomar nuestros puntos de vistas es exactamente igual que alejar a un hombre de la ladera de una montaña donde se encuentra y decirle: "Usted no debe comenzar desde su lugar; usted debe venir donde estoy yo en esta parte de la montaña y comenzar de nuevo." Con justa razón, el hombre podría replicar: "Esa puede ser la vía mejor para usted, pero es obvio que no es así para mí."

Lo mismo sucede en materia religiosa, y esa es la razón por la que es tan tonto tratar de convertir al cristianismo a un hindú, a un budista, a un zoroastriano o a un musulmán. Tal vez tenga su utilidad una misión a los salvajes del África, porque lleva a sus conversos un adelanto mental, moral y

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de higiene, y el cristianismo es ciertamente un adelanto en comparación con el fetichismo, pero enviar misioneros al extranjero, a razas civilizadas, no representa sino una gran pérdida de tiempo, dinero y esfuerzos en una tentativa de mejorar los planes divinos. Y no es por casualidad, sino por voluntad de Dios que un hombre nace como budista, otro como hindú y otro como cristiano; Dios pone a cada ser humano en el ambiente que ha merecido, y que le ofrece la mejor oportunidad disponible para desarrollar las cualidades que más necesita. No es asunto nuestro interferir en esos planes; y si lo hacemos diciéndole a una persona que puede alcanzar la meta que Dios tiene decidido para ella, con sólo abandonar el sendero que Dios le ha elegido y seguir en cambio nuestras sugerencias, afirmamos algo falso, tonto y presuntuoso. A veces un hombre, luego de haber estudiado atentamente varias religiones decide cambiar de una a otra, por supuesto tiene todo el derecho de hacerlo y tal vez sea beneficioso para él, porque puede que haya absorbido todo lo que pudo a lo largo de una línea, y puede suplementar útilmente su información o experiencia probando en otra dirección. Por eso deberíamos estar siempre dispuestos a explicar nuestra creencia y nuestras razones, cuando alguien nos lo pregunta; pero no tenemos ningún derecho a forzar a otros a aceptarlo.

Esa es una de las razones por las cuales en esta Iglesia dejamos a nuestra congregación libre en cuanto a sus creencias. Sencillamente les decimos: "Aquí hay ciertas vías que para nosotros son las mejores y las más rápidas; puede que no sean así para vosotros, o probablemente sí lo sean, puesto que se sienten atraídos a este tipo de culto; es probable que les haga bien seguir las líneas que les presentamos; pero éste es un punto de menor importancia. Tomen el sendero que quieran, pero tomen uno; pónganse a trabajar y avancen. Hay muchos senderos que conducen a la cima de la montaña, y una vez llegados allí, no importa por cual sendero han venido. No cometan el error de limitar todo. Dijo una vez Ingersoll que un dios honesto es el más noble trabajo del hombre, parodiando el otro dicho que dice que un hombre honesto es el trabajo más noble de Dios. Puede que algunos estén tratando de imaginarse un dios honesto, pero otros se están construyendo mentalmente un dios muy mezquino, de miras estrechas, intolerante y esa es una cosa que difícilmente puede agradarle, verse dotado con nuestra estrechez y nuestros prejuicios. Desde cualquier punto de vista es un error. Él no tiene tales estrecheces, ni tales ciegas limitaciones. Muchas de las cosas que nos parecen extrañas, son sin embargo a Sus ojos parte de un ordenado progreso, porque Él ve todo el conjunto y nosotros vemos solamente un pequeño ángulo y somos proclives a pensar que otras partes están equivocadas sino concuerdan con nuestro pequeño ángulo. El santo es el hombre que trabaja para ayudar a otros y nosotros en cambio no ayudamos si tratamos de forzar a otros a tomar nuestra propia línea. Nunca cometan el error de condenarlos porque no siguen las nuestras.”

Hay muchos tipos de santos en la vida, y algunos de ellos sin ninguna duda pueden haber parecido santos a sus contemporáneos que no comprendían. Cuanto más nos elevamos, más seremos capaces de ver el sendero por el cual están transitando los demás. Por lo tanto no nos entrometamos; es un asunto de ellos saber cómo elevarse. Si es posible para nosotros presentar la idea de elevación ante aquellos que aún no han pensado en ello, eso es siempre bueno; pero no deberíamos nunca tratar de forzarlos a

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seguir nuestra línea particular. Recordemos lo que se dice en una de nuestras colectas; esforcémonos en seguir el ejemplo de los grandes seres para que podamos alcanzar lo que ellos han logrado. No un lugar en el cielo, limitado a una línea particular y tal vez aburrida de gozo, sino una posición de mayor dominio para poder usarla para un bien mayor.

Se ha dicho, con mucha verdad, que Dios quiere que la gente sea mucho más que solamente buena. Por supuesto que han de ser buenos, porque a menos que lo sean, no se puede confiar que usen sus poderes rectamente, pero Dios no desea un ejército de peleles piadosos. Él necesita gente con grandes poderes espirituales que trabajen para Él y con Él. Recuerden lo que dijo San Clemente de Alejandría: "La pureza es una virtud negativa, valiosa sobre todo como condición para la visión interior." Debemos tener algún poder y alguna fuerza para ofrecer en Su servicio, y a veces las primeras manifestaciones de poder no son del todo deseables. A veces, según las biografías de los hombres fuertes del mundo - hombres que han cumplido con sus tareas - estos fueron decididamente testarudos y rebeldes cuando niños. Aún entonces tenían una gran cantidad de poder y tal vez es difícil para un niño demostrar fortaleza sin ir en contra de los prejuicios de quienes lo rodean y así hacerse de una mala reputación. Muchos de los que ahora son considerados grandes santos, han tenido, entre sus contemporáneos, la fama de serlo todo menos santos, justamente porque mostraban de una manera poco juiciosa el poder que tenían. Sin embargo, es mejor tener algo de fortaleza, aún demostrándola en una manera equivocada, que no tenerla para nada; que aprendamos a seguir a estos benditos santos en su manera de vivir virtuosa y compasiva de manera que podamos llegar finalmente a esa condición de inenarrable alegría en la cual nuestros ángeles, nuestros Yoes superiores, contemplarán para siempre la cara de nuestro Padre que está en el cielo.

LOS SANTOS PATRONOS¿Qué es un Santo Patrono, y por qué una iglesia debe tener uno? Un

santo patrono es un canal especialmente elegido. La religión cristiana es una religión del segundo rayo, de la cual Cristo es especialmente Su cabeza. Por lo tanto llamar a una iglesia "Iglesia de Cristo", de ninguna manera la distingue; es simplemente una de los muchos miles de iglesias que pertenecen a Nuestro Señor, porque todas las iglesias cristianas son necesariamente iglesias de Cristo. Hablar de la Iglesia del Espíritu Santo, de ninguna manera la distingue de las demás. No dice nada en cuanto a ser un canal especial a un nivel inferior, debido a que la gracia de Dios se vierte en todas las iglesias, en la medida que puedan recibirlo.

No quiero decir que necesitamos canales para llegar a Dios. No debemos tener ninguna duda en cuanto a eso; para cada hombre sobre la tierra y en todos los otros mundos, Dios mismo está "más cerca que el aliento, más cerca que las manos y los pies", como dijo el gran poeta. Todos nosotros somos fragmentos de Dios, chispas de ese fuego divino, y seguramente que en ese sentido no necesitamos ningún eslabón que nos una a la divinidad; pero si desde arriba se vierte sobre nosotros una fuerza para que la usemos como iglesia, debe descender a través de niveles intermedios y por varios caminos. Cuando damos un nombre a nuestra iglesia, cuando le elegimos un santo patrono, estamos simplemente designando un canal a ese nivel claramente

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inferior, nuestro canal principal, porque por supuesto hay muchas maneras según las cuales la gracia de Dios se vierte sobre todas las iglesias y sobre todo círculo de personas que se reúnan en Su Nombre. Nosotros elegimos un nombre para nuestra iglesia; no olvidemos que un nombre es un poder. Cuando comenzamos nuestro servicio en nombre de la Bendita Trinidad, proclamamos que verdaderamente nuestros obispos y nuestros sacerdotes actúan en Su Nombre, pero también queremos decir mucho más que eso. Declaramos que actúan en representación de Su Poder, que cualquier poder que tengan les ha sido confiado por Él; que es por el poder de Cristo que el sacerdote puede consagrar la Hostia, que el sacerdote u el obispo puede bendecir, que puede transmitir la gracia y el auxilio al pueblo de Dios en muchas y diferentes maneras.

Por lo tanto, dar un nombre a una iglesia no significa darle solamente un rótulo; indica claramente que invocamos a ese santo particular, y pedimos que podamos acercarnos a Dios a través de él como canal. Eso no quiere decir que le pedimos interceder por nosotros; eso es lo que se dice en la gran Iglesia Romana, que el santo patrono es un intercesor particular, que siempre recuerda a Dios aquellos que confían sus asuntos a su cuidado. Pero no es así. Todos estamos cerca de Dios, como he dicho. Es verdad que los santos están más cerca, en el sentido en que han percibido internamente su cercanía, que han despertado dentro de sí las facultades superiores. Todos nosotros tenemos varias envolturas o vehículos. Este cuerpo físico del cual tan a menudo pensamos como el "yo", es solamente el más ínfimo y denso de los vehículos, el más lejos de la realidad. Interiormente tenemos lo que San Pablo llamaba el "cuerpo espiritual"; recuerden que es aún un cuerpo, no un espíritu, un cuerpo de materia mucho más sutil; los estudiantes dividen ese cuerpo en dos partes, el cuerpo emocional o astral y el cuerpo mental, pero considerándolos juntos son probablemente lo que San Pablo quería indicar cuando hablaba de nuestro cuerpo espiritual. Él decía: "Hay un cuerpo natural y hay un cuerpo espiritual", y en otras partes habla del hombre como siendo cuerpo, alma y espíritu.

A menudo los estudiantes llaman la Mónada, el Ego y la personalidad, a esta triple división. El espíritu es la chispa divina en el hombre; el alma es la envoltura individual de esa mónada o chispa, que desciende a un nivel inferior; y esa envoltura individual o alma avanza de vida en vida en la larga cadena de vidas terrenales, asumiendo sucesivas personalidades; y éste ha sido el caso de nuestro santo patrono así como de nosotros mismos. En cada uno de estos niveles y a través de cualquiera de estos vehículos, podemos contactarnos con lo divino, porque Dios se manifiesta en todos los niveles. Venimos en contacto con Nuestro Señor aquí en el plano físico cuando nos acercamos al Sacramento de Su Altar; pero podemos relacionarnos con Él por medio de nuestras emociones, cuando elevamos nuestra conciencia desde nuestro cuerpo puramente físico al emocional. Podemos relacionarnos con Él a través de la mente, si esa mente está lo suficientemente pura y elevada y si el alma está lo suficientemente desarrollada como para poder usar a esa mente como vehículo; y así, grado por grado podemos elevarnos hasta el nivel del alma misma y ser conscientes por medio de ella. El alma es el Ego en su cuerpo causal, y a ese nivel también podemos tomar contacto con los divino. Pero entre nosotros, son pocos los que están libres de los grilletes físicos.

Los grandes santos se elevan más allá de todo eso, y en niveles aún más exaltados se hacen uno con la divinidad. Cuanto más elevado sea el nivel

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que podamos alcanzar, entramos en contacto con la divinidad de una manera más íntima y más real, así como con el Cristo que es Su Representante y parte de Él. Esa es la diferencia entre los grandes santos y nosotros: ellos llegan a un más elevado contacto con la divinidad. El santo se convierte en una unidad con Él, y así nosotros; pero nosotros somos uno con Dios en la circunferencia del círculo, es decir por medio de sus vestiduras exteriores. En cambio el gran santo, el Maestro, se acerca al corazón de ese círculo. Alcanzar ese corazón (centro) y ser uno con Dios plenamente y al más elevado nivel, es la meta que tenemos delante de nosotros, todos igualmente. A eso los budistas llaman la obtención del Nirvana, o tal vez Mahaparanirvana, el estado más elevado que se encuentra más allá de esa inconcebible condición de bienaventuranza.

No queremos que un santo rece por nosotros. No creemos necesario que nadie, por más elevado que sea, le recuerde a Dios de nosotros, porque sabemos muy bien que también somos parte de Él, aunque humildemente; sabemos que Dios ya está haciendo por nosotros todo lo que le es posible hacer al nivel donde nos encontramos ahora. No necesita que alguien Se lo recuerde, no necesita que alguien Le hable a favor nuestro. Sabe más de lo que podría saber cualquier intercesor, y está siempre cerca de nosotros. No es eso lo que pedimos a nuestro santo patrono; solamente le rogamos que actúe como un canal para nosotros. A dondequiera que esté, podemos alcanzarle; puede estar nuevamente encarnado. Puede tener un cuerpo físico como tenemos ustedes y yo, aunque el suyo sería mucho más elevado, más puro, y mucho mejor que el nuestro; o su conciencia puede estar en uno de los muchos planos o mundos que se extienden a nuestro alrededor. Pero a dondequiera que este, podemos alcanzarle con nuestro pensamiento, con nuestra más sincera aspiración, con nuestro amor.

Cuando lo alcancemos, ¿qué queremos que haga por nosotros? Dar a una iglesia su nombre constituye un verdadero eslabón que nos une a él; atrae su atención y él lo toma como medio para su trabajo y su fuerza. Podemos aventurarnos a decir que él está contento de que alguien, una iglesia, un grupo de personas recurran a él para que pueda ser un canal para ellos. Porque, y lo decidimos humilde y reverentemente, los mismos Grandes Seres progresan aún más en la medida en que son capaces de prestar auxilio, en la medida en que puedan ser un canal para otros. Y así, lo que pedimos a nuestro santo patrono es su pensamiento bondadoso, que a veces nos inspire y algunas veces su consejo, porque recuerden que él es un gran poder viviente, que podemos llegar hasta él, que podemos poner nuestro pensamiento al lado del suyo, de manera que por medio del pensamiento que él introduce en nuestra mente podemos saber cuál es su opinión acerca de ciertos temas. Hay algunos que pueden verlo cara a cara en su propio plano elevado, y pueden preguntarle todo lo que queremos saber de él.

Eso es lo que recibimos de él y le debemos gratitud y amor por lo que ya ha hecho por nosotros. Nosotros no adoramos a ningún santo; nadie adora santos. Este es uno de los conceptos erróneos que surgen debido a la ignorancia, la casi invencible ignorancia del hombre que no conoce nada de teología y nada de los niveles superiores y que sin embargo está lleno de los más tontos prejuicios contra todo lo que no comprende. Pregunten a cualquier obispo o sacerdote católico romano o cualquier docto laico si adora a un santo y él les dirá: "si les gusta malinterpretar de esa manera esa palabra, sí; pero si quieres significar si adoro a un santo de la misma manera que adoro a Dios, el

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más enfático no." A este respecto nuestro lenguaje es pobre, no tenemos palabras apropiadas; ya he escrito acerca de la gran reverencia debida a Nuestra Señora, de la reverencia debida los santos y de la absoluta adoración, del deseo de llegar a ser uno con Él que se ofrece solamente a Dios y a nadie más.

Por lo tanto no es adoración lo que ofrecemos a nuestro santo patrono, sino que reconocemos su amoroso auxilio, y le estamos agradecidos. Reconocemos que está en uno de los grandes rayos, y en su día decoramos en su honor el santuario de ese Rayo de una manera especial. Por lo tanto lo que sentimos por él es gratitud y amor. Unámonos entonces para bendecir a Dios por la ayuda que nuestro santo patrono nos ha dado y por el noble ejemplo que ha puesto ante nosotros.

CAPITULO XVIBREVES APUNTES SOBRE LOS SANTOS

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San AlbanoSan Albano es el santo patrono de varias de nuestras iglesias. Estuvo

relacionado muy íntimamente con nuestro país, Inglaterra, con la iglesia y con la Francmasonería, y tuvo una parte muy importante en todas ellas. Perteneció a una noble familia romana y nació en la ciudad de Verulam, en Inglaterra, que ahora lleva su nombre: San Albano. En ese entonces Verulam era la capital de la Britania romana, aunque ahora no es sino una pequeña ciudad.

No se conocen muchos detalles de su vida. El que tuvo la mayor influencia en su vida fue un amigo suyo, de nombre Amphibalus, un monje de Carleon, en Gales, aunque yo creo que era francés de nacimiento. Los dos fueron amigos extraordinariamente íntimos, y sin ninguna duda Amphibalus tuvo un gran ascendiente sobre Albano, o Albanus, como era su nombre en latín. Siendo jóvenes fueron juntos a Roma. Albano entonces no era cristiano; seguía la religión habitual de esos tiempos, pero Amphibalus sí lo era, y se debe a la asociación con Amphibalus que más tarde se convirtió al cristianismo. Albano entró en las milicias romanas, y logró distinguirse considerablemente allí. Sirvió en Roma durante unos siete años al menos y tal vez más. Fue en Roma donde conoció la francmasonería, y también fue instruido en los misterios de Mithra que estaban íntimamente asociados con la masonería en esos días.

Luego de este periodo en Roma, regresó a su lugar natal en Inglaterra y fue nombrado gobernador del fuerte de allí. También tuvo el cargo de "maestro de obras", cualesquiera sea el significado de ese oficio; ciertamente supervisó los trabajos de reparación y obras en general en el fuerte de Verulam, y al mismo tiempo fue Contador Imperial. Se cuenta que los obreros eran tratados como esclavos y mal remunerados, pero que San Albano, al introducir la francmasonería cambio todo eso, asegurándoles mejores salarios y mejorando en gran medida las condiciones generales. Los Francmasones habrán oído hablar del manuscrito de Watson de 1687. En él se alude bastante al trabajo de San Albano por la masonería, y se mencionan de manera especial cómo él trajo de Francia ciertos antiguos cargos que prácticamente son idénticos a los que están en uso en la actualidad.

Se convirtió al cristianismo por la influencia y el ejemplo de Amphibalus, y fue martirizado durante la gran persecución del emperador Diocleciano, que comenzó en el año 303, debido a que dio refugio a su amigo Amphibalus y se rehusó a entregarle. Yo mismo he visitado el lugar donde sufrió el martirio, una colina redonda en las afueras de la ciudad de San Albano. La iglesia romana cuenta que como arte de magia surgió una fuente para apagar la sed del mártir. Es cierto que la fuente está allí, pero no puedo garantizar su origen. Offa, rey de Mercia, hizo construir una gran abadía allí en el año 795, sobre el sepulcro que había sido levantado para San Albano. Sus discípulos embalsamaron su cuerpo, y puede aún ser visto en la Abadía; la cabeza es visible a través de una parte quebrada del sepulcro.

Después de esto tuvo una importante encarnación; renació en Constantinopla en el año 411, y recibió el nombre de Proclo, el nombre que

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después de muerto estaba destinado a hacerse famoso. Fue uno de los últimos grandes exponentes del Neoplatonismo, de esa gran filosofía que tanto hemos oído en el tiempo de Cristo, y un poco después. Su influencia eclipsó en gran medida a la Iglesia Cristiana medieval. Luego de eso hay un intervalo, del cual actualmente no sabemos nada. Lo encontramos reencarnado en el año 1211, y en esa vida fue Roger Bacon, un fraile franciscano, que fue un reformador tanto de la teología como de la ciencia de su época. Fue un gran investigador, e inventó la pólvora, pero por eso no sé si deberíamos estarle agradecidos. En el proceso de su invención se lastimó seriamente, lo que nos da un destello del tipo de hombre que era, un científico e investigador audaz, tanto como en ese período un hombre podía serlo.

En 1375 renació como Christian Rosenkreutz. Esa también fue una vida de considerable importancia, porque en ella él fundo la sociedad secreta de los Rosacruces, una sociedad que aún no murió, aunque se supone que si. Muchas organizaciones reclaman su nombre y algunas de sus enseñanzas; la sociedad original aún permanece, pero es absolutamente secreta. Mientras tanto conocemos a los Rosacruces, pero de una manera algo diferente, en lo que se llama Teosofía, y también en Francmasonería, aunque en esta última está velada en alegorías.

La Sra. Besant dijo que él nuevamente renació quince años después, o un poco más que eso, como John Hunyadi, un eminente líder y soldado húngaro. No he visto nada por mi cuenta de esa vida, pero se nos dice que alrededor del 1500 tuvo una vida como el monje Robertus en algún lugar en centro de Europa. No sabemos prácticamente nada sobre ella, o lo que hizo o en qué manera se distinguió.

Luego de estas viene una de las más grandes de sus vidas, porque en el año 1561 renació como Francis Bacon. En la historia se dice bastante que es falso, y poco que es verdad respecto a Francis Bacon. Los hechos del caso están gradualmente saliendo a luz, en gran medida por medio de un monograma que él escribió secretamente en las obras que publicó. Figura allí como que él era el hijo de nada menos que la Reina Elizabeth, quién se caso con Robert Dudley, luego el Conde de Leicester, cuando ambos eran prisioneros en la Torre. Ese casamiento no era legal, pero más tarde fue legalizado, por lo tanto no hay dudas de que él fue el Rey Francis, como se auto denomina en el monograma, y que él debería haber sido el Rey de Inglaterra en vez de James I. Hubo varias razones de por qué le prometió a su madre no permitir que su nacimiento se supiera. Toda la historia está escrita en su monografía, y una literatura considerable sobre el tema se ha publicado por la Sociedad Baconiana, que se ocupo del estudio de su vida, y demuestra que él fue el autor real de las obras que él eligió atribuírselas a Shakespeare. Hay un buen libro sobre el tema titulado El Hijo Mayor de la Reina Elizabeth, publicado en Sídney, escrito por una Sra. Nicholls, en el cual encontramos muchos de los argumentos y pruebas aducidas.

En su juventud se fue a Paris, y entro en relación allí con un cierto grupo de literatos, quienes, debido a que eran siete, se hicieron llamar las Pléyades.

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Estos hombres, que eran profundos estudiantes de la filología, habían prácticamente reinventado el idioma francés. Lo hallaron en una caótica mezcla de jerga bárbara; lo corrigieron y lo convirtieron en un lenguaje noble. Bacon se dio cuenta de la gran necesidad de hacer lo mismo respecto al lenguaje inglés, y cuando regresó a Inglaterra luego de algunos años en París, se puso a la obra de reconstituir el inglés. Nos muestra lo que el lenguaje era antes de su época, y construyó, fuera de los muchos dialectos que se hablaban entonces, el inglés como se conoce actualmente. Lo hizo en gran medida a través de la escritura de las obras atribuidas a Shakespeare, y también (quizás principalmente) al editar la Versión autorizada de la Biblia, que luego fue traducida por un comité de cuarenta y ocho personas bajo la dirección del Rey James I. Bacon, siendo canciller, se mantuvo en segundo plano, pero supervisó y edito todo el volumen, por eso que el mismo estilo y el mismo tipo de lenguaje se utiliza a través de todo el mismo, aunque el original esta escrito por un gran número de autores diferentes en hebreo y en griego, y aunque hubiera cuarenta y ocho traductores en la nómina. Podemos notar la diferencia si comparamos la traducción del Rey James con la Versión revisada, que es también el resultado del trabajo de un comité de personas; en la última podemos ver claramente las diferencias de estilo en las varias partes. Debe haber habido una supervisión muy estrecha sobre la Versión Autorizada, y el supervisor fue Bacon. Él escribió muchos otros libros también; él deja tras de si una vasta cantidad de obras literarias.

Un siglo más tarde se nos dijo que el tomo nacimiento como Ivan Rakoczy, un príncipe de Transilvania. Lo encontramos mencionado en las enciclopedias, pero no hay mucha información disponible. El aún utiliza ese nombre a veces; he visto yo mismo y fotografiado una de sus firmas. Parece haber viajado por Europa, y que regresa cada tanto, pero tenemos poca información certera sobre el. Él fue el conde de St. Germain en el tiempo de la Revolución Francesa. También aparece como haciéndose pasar el mismo por el Barón Hompesch, que fue el último de los caballeros de San John de Malta, el hombre que arregló la transferencia de la isla de Malta a los ingleses. Este santo y maestro aún vive, y su cuerpo presente no tiene apariencia de mucha edad. Yo mismo lo encontré físicamente en Roma en 1901, y tuve una larga conversación con él.

Él es el príncipe Adepto a la cabeza del séptimo rayo, que está comenzando ahora a gobernar el mundo en lugar del sexto rayo, cuya característica fue la devoción, me temo que degenerando en cierta ceguera y manifestaciones poco inteligentes a veces en la Edad Media. Naturalmente él está profundamente interesado tanto en el trabajo de la iglesia como en la francmasonería - cultos que son todos en realidad expresiones de la misma eterna verdad, aunque popularmente se supone que son diametralmente opuestas. Tenemos mucho por lo cual agradecerle ahora en estos días, así como por aquéllos logros anteriores suyos - el magnificente don del idioma inglés, la introducción de la francmasonería a Inglaterra, y el moldeado del pensamiento filosófico y metafísico del cristianismo medieval.

San JorgeSan Jorge es el santo patrono de Inglaterra. Existe muchísima duda en

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cuanto a su historia. Usualmente se dice que era de Cappadocia, sin embargo parece que nació en Lydda, en Palestina. Allí fue donde vivió su familia; allí es donde fue sepultado y donde en la actualidad está su sepulcro. Ese sepulcro fue ciertamente aceptado como su tumba al tiempo de las cruzadas, porque una y otra vez leemos que los cruzados hacían un peregrinaje hacia esa tumba. Nació también de noble familia cristiana, entró en el ejército romano y se distinguió bajo el emperador Diocleciano.

Se dice que el emperador Diocleciano hizo perseguir a los cristianos. La historia de las así dichas persecuciones cristianas han sido tan enormemente exageradas y mal interpretadas que los investigadores clarividentes han aprendido a considerarlas con cierta incredulidad. Hasta donde han llegado nuestras investigaciones hemos encontrado una y otra vez que los cristianos sufrieron no por su religión sino más bien por las opiniones políticas que muchos de ellos sostenían, lo mismo que en Rusia han sido indiscriminadamente perseguidos los judíos. En efecto, parece que los primeros cristianos fueron considerados como anárquicos, es decir como los bolcheviques de ese entonces, y cuando venían en conflicto con el gobierno, no fue en razón de su religión, porque los romanos eran un pueblo de lo más tolerantes, creyendo poco ellos mismos y preocupándose aún menos de lo que creían los demás. Usualmente se los castigaba porque se rehusaban a mostrar el debido respeto al emperador.

En ese entonces había ciertas pequeñas ceremonias que eran consideradas parte de las corrientes amenidades de la vida diaria-pequeños actos de cortesía que demostraban que se recordaba al emperador y la lealtad hacia él, y que correspondían al actual beber a la salud del rey al comienzo de cada lista de brindis, y ponerse de pie cuando se canta el himno nacional al final de todo espectáculo. Era costumbre, entonces, que toda vez que un hombre iba a tomar una copa de vino, debía primero verter algunas gotas al suelo como libación a los dioses en honor del emperador. La idea tras la acción era que en nombre del emperador se hacía con el pensamiento una pequeña ofrenda a la divinidad, una pequeña plegaria para que fuese fortalecido y auxiliado en el oneroso trabajo que le era confiado. Exactamente con el mismo objetivo era costumbre cada mañana y cada noche echar un poco de incienso al fuego que ardía siempre en el altar doméstico, acompañando el acto con una palabra de aspiración por la salud y prosperidad del emperador.

Estas pequeñas observancias parecen bastante inofensivas; pero a menudo el cristiano primitivo era una persona más bien cascarrabias e hipócrita, y se cree que haya sido uno de sus desagradables hábitos el de negarse a hacer estas insignificantes cortesías argumentando que eran idolatras y atribuían honores divinos al emperador. Estas costumbres se habían sucedido por miles de años. Habían sido observadas en Caldea, en Babilonia, en Asiria, y en muchos otros países, y ninguno las había considerado ofensivas. Si los primeros cristianos consideraron incorrectas estas cosas, si iba en contra de su conciencia echar al fuego un poco incienso, entonces tenían razón en morir antes que hacerlo; pero me parece que no era necesario morir por eso. Es cuestión de conciencia, y nadie puede decidir por otro. Por lo tanto hasta donde puedo ver, creo que si hubiese vivido sobre la tierra en esos

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días, habría querido demostrar al César la misma cortesía que millones de otras personas la han demostrado a sus respectivos soberanos en todas las edades, sin pensar en lo más mínimo en infringir el honor de alguna sensible divinidad. Pero esto primeros cristianos no solían pensar así.

Naturalmente la gente que pensaba que era su deber hacerse censurable de esa manera tenía la probabilidad de ser maltratado y ser sospechado de deslealtad, lo mismo que hoy lo sería el hombre que se negará a beber a la salud del Rey o a ponerse de pie cuando se toca el Himno Nacional. Se puede comprender que un individuo rígidamente abstemio pueda llegar a negarse a beber a la salud del Rey. Se puede hasta cierto punto respetar la firmeza de tal hombre, aunque se podría no estar de acuerdo con él y se lo consideraría como falto de discernimiento y sentido de la proporción. Yo mismo, aunque abstemio de toda la vida, ciertamente no me rehusaría, aunque preferiría beber a la salud con agua si fuera posible. Me parece un mal mucho menor tomar una microscópica cantidad de alcohol (acción por la cual nadie sufre si no yo mismo), que hacer surgir en la mente de quienes me rodean la indignación que podrían llegar a sentir si tuvieran razón de sospechar de mí como desleal. Sería un caso de "evitar que aparezca el mal." Creo que los antiguos mártires a menudo se inmolaron innecesariamente por asuntos de tan poca importancia como éstos. Es probable que algo así fuera la razón de ese sentimiento contra los cristianos, porque los romanos eran muy defensores de la ley, el orden y la costumbre y esperaban que todo el mundo se conformara a lo que se creía lo mejor para la comunidad como un todo.

Debemos recordar también que muchos de estos primeros cristianos, en su mal dirigido entusiasmo deseaban ser martirizados, y estaban dispuestos a hacer todo cuanto estaba de su parte para gratificar ese deseo.

Si leemos la vida de San Francisco de Asís, encontraremos que un número de personas relacionadas con él (aunque no creo que él fuese responsable de sus tonterías) resolvieron hacerse mártires a toda costa. Fueron a Marruecos, y corrieron tras el carruaje del Emir, en calle abierta gritando e insultándolo como pagano. Muy naturalmente el Emir supuso que estaban locos, y al comienzo toleró de buen humor sus groserías, pero como continuaron y abusaron cada vez más, por último los hizo encarcelar y ejecutar. Se consideraron ellos grandes y gloriosos mártires. Ahora observando el incidente con ojos imparciales, podemos considerarlos solamente como fanáticos de malos modales que se metieron donde no se los quería y con justa razón fueron suprimidos. ¡Yo mismo no tengo la menor simpatía por esa clase de mártires!

Se estaba efectuando una de las así llamadas persecuciones a los cristianos bajo el emperador Diocleciano, y la historia cuenta que San Jorge, que tenía un puesto preponderante en el ejército de Roma, osó protestar y censurar al emperador. No es bueno censurar a un emperador y Diocleciano pronto lo expulsó y parecería que se sintió muy herido por eso.

Aparentemente San Jorge consideró necesario hacer una demostración de su fe y así, aún cuando estaba desterrado en Asia Menor siguió adoptando

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una actitud agresiva; por último se vio envuelto en un severo problema y fue condenado a muerte en Nicodemia. Existe alguna duda acerca de los detalles históricos, pero como fecha de su muerte se da usualmente el año 303. Algunos estudiosos dan la preferencia a un año antes y también parece que haya habido una cierta confusión entre él y un obispo Ario del mismo nombre. Parece que no existe razón alguna para dudar de que San Jorge haya sido un personaje real en la historia, pero en cuanto a la leyenda según la cual mató a un dragón, y que la mayoría de nosotros conocemos, hay mucha incertidumbre. Lo que se da por hecho es que justamente cerca de Lydda se encuentra el lugar donde la tradición cuenta que fue muerto por Perseo el monstruo marino que atacó a la doncella Andrómeda. Muchos historiadores han pensado que debido a que estas dos leyendas eran atribuidas al mismo lugar poco a poco llegaron a confundirse, y los cristianos tomaron la hazaña del héroe griego Perseo y la atribuyeron a San Jorge. Y esto no es del todo improbable. Es muy fácil que haya sucedido así, porque no hay duda que en muchos casos, las leyendas existieron siglos antes de Cristo, y luego reaparecen en el cristianismo primitivo, atribuidas a héroes cristianos en lugar de los héroes más antiguos. En aquellos días toda la historia era mucho más acomodaticia y mucho menos exacta que ahora, y por lo tanto no hemos de extrañarnos si se comprueba que la historia de San Jorge es uno de los mitos antiguos transferidos al día de hoy. Por supuesto que en ella podemos encontrar varios significados simbólicos, y tal vez sea la manera prudente de considerarla, porque a falta de una elaborada investigación clarividente no puede haber seguridad de que el hecho haya ocurrido como usualmente se cree.

La idea del dragón se supone comúnmente que es completamente mítica, pero hay razones a favor de la ocasional aparición de tales criaturas. Sabemos que en los primeros tiempos de la tierra hubo grandes reptiles voladores y no es del todo imposible que algunos de esos especimenes haya sobrevivido hasta lo que podemos llamar tiempos históricos. Hay una historia que circula sobre algunos monstruos prehistóricos que aun sobreviven en África Central. Creo que están buscando a un brontosauros allí actualmente. Puede que haya una base para alguna de las numerosas historias de dragones, pero no tengo la pretensión de decir si en este caso particular el que mató al animal fue Perseo o San Jorge. De todo modo la tradición ha unido de manera indisoluble a San Jorge con el dragón y él se ha convertido ahora en una especie de símbolo. Antiguamente era el santo patrono de Génova en Italia, y no fue adoptado como santo patrono de Inglaterra hasta el reinado de Eduardo III, más desde entonces su cruz ha sido el estandarte de Inglaterra y ha sido invocado como su santo patrono, aunque es difícil ver el porqué se le ha concedido tal honor. Hubiera sido de algún modo más natural si la elección hubiera caído en el primer mártir inglés, San Albano, quien fue también un gran soldado en el ejército romano; pero ha sido elegido San Jorge y nadie piensa cambiar eso ahora. Sin embargo, no tiene importancia si San Jorge realizó o no algo especial que le diera el derecho al título de santo patrono de un gran imperio. Supongo que debe haber hecho algo para ganarse ese buen karma. Si ninguna duda, el haber sido nombrado en ese cargo, significa que muchísimas personas deben haber construido formas mentales de él y por su intermedio hayan vertido su aspiración y devoción en gran medida. Esto es extremadamente bueno para él como para nosotros, porque podemos decir

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que un santo patrono, sea de una iglesia, o un santo individual o un santo patrono de una nación, es siempre un canal a través del cual nosotros enviamos hacia arriba nuestra corriente de devoción y amor a la divinidad, y luego como respuesta fluye hacia nosotros la corriente de gracia y bendición. Por lo tanto, es bueno para el santo patrono, así como para el país, la iglesia o la persona. Por lo tanto el santo patrono es un eslabón con los planos superiores. Cualquier país, cuyos gobernantes fuesen tan sabios como para ponerse en contacto con estas dos líneas en los planos superiores ciertamente podría recibir una gran cantidad de ayuda y consejo de esa manera.

Nosotros hablamos siempre de los dos aspectos del gobierno del mundo, uno de los cuales es la dirección del mundo físico por parte del Manú de la raza raíz, Quien guía a la raza en sus emigraciones, y amolda su desarrollo de varias maneras. Él es el Rey Espiritual y Gobernador de la raza. El otro aspecto es el del Instructor Mundial de la raza. Para estas dos líneas (o departamentos) hay representantes físicos, y está también el Ángel guardián de una raza. Todas las hermosas leyendas acerca de los ángeles de la guardia y de los espíritus de la raza no son puras historias infantiles. Hay hechos detrás de ellas, y descubriremos que estas realidades producen un definido efecto aquí en los planos que podemos alcanzar, realizar y comprender. Detrás de cada raza está un santo patrono, si es que ha elegido uno, y un Ángel guardián (un Deva, como se le llama en India, un ser brillante); y cada uno de estos dos tiene su departamento, y entre ellos se hacen cargo de los dos aspectos del desarrollo de la raza. Si la raza conoce estas cosas y desea ser guiada y dirigida, entonces recibe mucho más de estos grandes oficiales. Si no sabe nada, recibe en menor cantidad; de todos modos ellos están aquí y ejercen toda la influencia que pueden.

Es probable que todos hayamos oído hablar de las extrañas apariciones de San Jorge a la cabeza de las tropas inglesas durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en Francia, y se habrán preguntado si se puede dar algo de crédito a esas historias. Son del todo circunstanciales y la duda arrojada sobre ellas parece haberse originado a través de un relato anterior a la aparición donde se mencionó su nombre. Sin embargo existe una gran evidencia de que algo así ocurrió realmente en Francia en un período muy crítico de la guerra y que alguien no perteneciente al plano físico dio ánimo a las tropas y las guió a la victoria. Los ingleses dijeron que fue San Jorge, que es lo que se le vino primero a la mente; los franceses lo llamaron San Miguel o San Denis, y en otra parte del campo ellos vieron también a la gran heroína Juana de Arco.

Hay evidencia de todas estas apariciones. Yo personalmente no dudo de que haya habido una interferencia de los mundos internos, pero que haya tenido algo que ver con San Jorge o San Miguel o Juana de arco, esto no lo se. Ciertamente los muertos de ambas naciones estarían ansiosos de ayudar; los grandes líderes militares del pasado aún en contacto con la tierra habrán querido interferir, y si estaban capacitados para mostrarse, es casi seguro que hubieran sido tomados por algún santo. Pueden también haber tomado el aspecto de algunos de tales santos para hacerse reconocer por la gente, porque, debido a la tonta moderna actitud hacia todo tipo de aparición, las

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personas son más propensas a asustarse que a recibir ayuda de parte de algo insólito, mientras que todos los franceses católicos hubieran recibido bien la aparición de un santo y no se habrían asustado en lo más mínimo. Bien puede ser que alguien deseoso de ayudar haya asumido la forma de uno de estos santos.

Los que pertenecen a la Iglesia Católica Liberal, deberían tratar de comprender el verdadero significado de tales sucesos. No debemos sentirnos obsesionados por el absurdo prejuicio calvinista de que no hay ninguna verdad en lo que se dice de los santos. Cuando nos introducimos más profundamente en los hechos, vemos que todas esas hermosas antiguas leyendas tienen que cumplir su función, que todas ellas han ayudado a la raza humana y que no hay razón alguna por la cual, nosotros, que nos hemos adelantado un poco más en el conocimiento y comprendemos más plenamente lo que significan, debemos despreciar a los que creyeron en ellas de una manera más literal. Será un bien para nosotros si podemos conseguir a través de estos canales tanta ayuda como la que recibían nuestros antepasados más ignorantes.

San PatricioAsí como San Jorge es el santo patrono de Inglaterra, san Patricio es el

santo patrono de Irlanda. Nuevamente encontramos cierta incertidumbre con respecto a la fecha exacta y al lugar de su nacimiento, pero a través de investigaciones clarividentes podemos decir que tal persona existió realmente, que la teoría de que es puramente un personaje mitológico no tiene fundamento. Es una persona verdaderamente histórica, que convirtió a la fe cristiana a gran parte de Irlanda.

La fecha de su nacimiento parece ser alrededor del año 387, aunque algunos la ponen un poco antes que ese año. Dos ciudades se disputan el honor de ser su lugar nacimiento: Kilpatrick, cerca de Dumbarton en Escocia y una aldea no lejos de Boulogne en Francia. En el conjunto, la balanza de las evidencias parece estar a favor de Boulogne. De todos modos de seguro que fue de descendencia romana y que nació en un país celta, ya sea en Normandía o en Escocia. Su padre perteneció a una buena familia y se cuenta que fue el diácono Calpurnius. No sabemos si alcanzó, dentro de la iglesia, un nivel superior al de diácono. Su madre se llamaba Conchessa y era una hermana u otro pariente de San Martín de Tours, acerca del cual todos hemos oído hablar de cómo cortó su manto en dos (no teniendo otra cosa que dar) y regaló una mitad a un mendigo.

Cualquiera que haya sido el lugar de su nacimiento el joven Patricio vivió cerca de las costas del mar y en un desembarco de piratas irlandeses, fue capturado y llevado como esclavo a la edad de 15 años. En Irlanda fue vendido a un cierto sacerdote druida cuyo nombre era Milchu, y permaneció con él unos 5 años como pastor. Durante ese tiempo aprendió la lengua irlandesa, que es algo diferente del dialecto hablado en Escocia o en Britania, aunque todas estas son variantes del lenguaje gaélico.

Al final de esos cinco años, una visión lo guió en una tentativa de huida que fue exitosa. Paso grandes dificultades y muchas privaciones antes de

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llegar a las costas, y subir a un barco y llegar finalmente a casa. Se dedicó seriamente a la vida religiosa y por un tiempo considerable estuvo en un monasterio en Tours bajo la guía de San Martín. Se dice que allí tuvo una visión o un sueño, en el cual vio los jóvenes con los cuales, cuando niño había estado asociado en Irlanda y que lo llamaban para que volviese y les enseñara la verdad, y eso, aparentemente, dio impulso a la idea que desde hacía tiempo había estado en su mente: la de volver a Irlanda, donde había estado esclavo, y tratar de enseñar el cristianismo a ese pueblo. No es seguro que no haya habido cristianos en Irlanda antes de entonces; más hay una tradición, de una previa difusión de esa fe en el sur de ese país. El Papa de esa época, Celestino, recibió al joven Patricio, y luego de algunos años de preparación le dio la autorización para ir a predicar la fe en Irlanda. No fue nombrado inmediatamente, porque Palladio ya había solicitado esa misión y se la

habían concedido. Pero parece que Palladio no tuvo suerte. Tocó tierra en una parte del país donde el pueblo no estaba preparado a recibirlo y se desánimo.

San Patricio fue consagrado obispo y enviado a predicar la fe en Irlanda. Allá tocó tierra en el año 432 y aunque no fue bien recibido el principio, pudo abrirse camino y finalmente viajó por todo ese país. Se cuentan muchas historias relacionadas con sus viajes por toda Irlanda. Parece haber sido un hombre de incansable dedicación. Se encuentra en los registros que consagró no menos de 365 iglesias en diferentes regiones del país, y se dice que con sus propias manos bautizó 12.000 conversos durante ese período. Se encontró con distintas recepciones, pero parece haber sido un predicador sumamente hábil y político. Adonde quiera que fuera, comenzaba invariablemente con convertir al jefe y su familia y los demás seguían el ejemplo dado por el hombre más importante del distrito. Cuando el rey o el jefe local no quería recibirlo, se iba a otro lugar, pero volvía una y otra vez hasta que prácticamente el jefe se rendía a él.

Nos ha dejado algunos escritos; uno de ellos, muchos de ustedes lo conocen, se llama "La Confesión de San Patricio", una especie de credo en el cual pone muchísima énfasis en la doctrina de la Santa Trinidad. Cuando por primera vez le preguntaron cómo Tres podían sin embargo ser Uno, él se detuvo y recogió una hoja de trébol y la sostuvo delante de la gente, y dijo "Aquí ven un ejemplo de cómo pueden ser tres y sin embargo ser uno." Una ilustración simple y sin embargo muy notable para la gente a las cuales predicaba, y para quienes la idea era totalmente nueva. Esa es la razón por la cual el trébol fue adoptado como símbolo nacional de Irlanda, y sigue siéndolo en nuestros días.

Vivió hasta una edad avanzada. Hay poca diferencia de opiniones, pero parece casi seguro que llegó a la edad de 106 años porque murió en el año 493 en un lugar llamado Saúl, cerca de Downpatrick, en Irlanda. Sus restos podían verse aún hasta el tiempo de la Reforma, cuando supongo que se perdieron las reliquias.

San MarcosComo sucede con el caso de muchos héroes bíblicos, no sabemos

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mucho de San Marcos. Se nos dice que era primo de Barnabas, personaje del cual leímos mucho en los Hechos de los Apóstoles, y hay una tradición que lo hace sobrino de San Pedro. De todos modos parece que su madre María, fue una mujer de considerable distinción en Jerusalén, y que en su casa los primeros cristianos solían realizar sus reuniones durante mucho tiempo. San Marcos fundó la Iglesia de Alejandría y esa tal vez es la razón por la cual sobresalió de una manera tan prominente y se le atribuye el haber escrito un evangelio. Como siempre, no hay mucha seguridad de que tuviera algo que ver con el evangelio que se le atribuye. Estos evangelios fueron escritos en la ciudad de Alejandría mucho tiempo después de la fecha que usualmente se les asigna y es muy natural que uno de ellos que se supone ser el más antiguo sea atribuido a uno de los Fundadores de la Iglesia, del cual se habla como el intérprete de San Pedro. La tradición refiere que escribió su evangelio en Roma bajo dictado de San Pedro. Esto no es probable, pero los críticos más importantes creen que el de San Marcos es el más antiguo de los evangelios, con excepción del supuesto original hebreo de San Mateo del cual se sabe muy poco porque no existen copias. El símbolo de San Marcos es un león y los que han tenido el privilegio de visitar su ciudad, Venecia, recordarán que allí la gran catedral está dedicada a él y que en la "piazza" delante de la catedral está el "León de San Marcos", en una alta columna.

Capitulo XVII

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El Día de todos los Santos

La festividad de Todos los Santos siempre me ha parecido una de las más bellas del año cristiano. Durante todo el año, celebramos a intervalos el día de nacimiento de los grandes de la Iglesia, así como en la vida privada celebramos el cumpleaños de nuestros amigos. La única diferencia es que en el calendario eclesiástico generalmente celebramos el nacimiento de un santo no a su vida física, sino a la vida más amplia de la esfera superior. Es decir, observamos lo que comúnmente se llama el día de su muerte. Hacemos esto no sólo por el cariño hacia ellos, sino también para recordarnos el noble ejemplo que han puesto ante nosotros. Agradecemos a Dios por el ejemplo que el santo nos ha dado y por el glorioso estímulo de su éxito. Pero eso no es todo; hay algo más, y es precisamente algo que muy a menudo está mal entendido. Ya he señalado que entre muchos de los que se dicen cristianos la idea de la intercesión de los santos parece originar muchísimo incomprensible enojo y prejuicio. Con extraordinaria cólera claman que es malo para nosotros pedir ayuda a los santos, y además ridículo el esperarla. Siempre me ha parecido este un asunto del cual debemos usar nuestro sentido común; si tenemos esa ayuda, es que debe ser parte del Plan de Dios y bajo Su providencia, porque Él trabaja a través de medios e intermediarios, y por lo tanto ¿debería ser malo o ridículo aprovecharnos de eso? Consideremos cuales son los hechos del caso.

Todo gran instructor religioso es un centro de inspiración y de activa ayuda. Tomemos por ejemplo uno a quien muchos de nosotros conocemos y amamos: la señora Annie Besant. Muchos de nosotros estamos profundamente agradecidos por la enseñanza dada en sus libros y que ha cambiado por completo la vida a miles de hombres y mujeres; pero también estamos profundamente agradecidos por su inspiración y ejemplo, así como en muchísimos casos por el directo consejo personal que ella ha dado. Cuando ella deje su cuerpo físico (la señora Besant murió el 20 de septiembre de 1933), y esperamos que ese día sea aún distante - esa inspiración y ejemplo ¿serán menos reales? Ahora con frecuencia le enviamos pensamientos de devoto amor y sin ninguna duda nos sentimos elevados por la respuesta que recibimos; pero, entonces ¿esta será menor? Con la muerte el hombre no cambia, y así de seguro será para quien hemos conocido tan llena de amor, de fortaleza y utilidad en este mundo. Igualmente ella tendrá estas características aún sin el cuerpo físico. Porque en estos asuntos tratamos con el ego, y el ego no muere.

Algunas personas, mientras están de acuerdo en que tal poder de respuesta permanecería casi inalterado durante la vida astral, sin embargo han preguntado si no podría alterarse por las limitaciones del mundo celestial. Pero debe recordarse que para el hombre desarrollado, como es el caso del santo, estas limitaciones no existen más. El hombre ordinario se siente obstaculizado por esas limitaciones solamente porque su cuerpo mental está todavía imperfecto; uno, cuyo cuerpo mental está en plena actividad, se mueve tan libremente en el plano mental como la mayoría de nosotros lo hacemos en el astral. Y en todo caso, tales limitaciones son solamente de la personalidad. Cualquiera sean los poderes que posee el ego, los posee permanentemente, y

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los puede usar sin tener en cuenta la condición de sus vehículos inferiores. No hay duda que cada uno de nosotros en este momento se está imaginando en el mundo celeste a varios amigos difuntos, aunque en conciencia física no sabemos nada acerca de eso. Cada uno de estos amigos desencarnados construye su propia forma mental del hombre que quiere y ese mismo amor constituye un llamado al ego del ser querido, que no se deja nunca sin respuesta. El ego, despertado por ese toque de afecto, enseguida se vierte y llena de sí esa forma mental; pero no forma parte de su tarea imprimir esa acción sobre su propio cerebro físico (si tiene uno en el momento) o en el del objeto de su cariño. El ego es ciertamente capaz de llenar mil imágenes devachánicas a un tiempo.

Los antiguos santos pueden haber ahora renacido y pueden estar noblemente trabajando en otra personalidad. En verdad, yo personalmente conozco muchos que lo están haciendo; por ejemplo, San Bernardo de Clairvaux, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua están todos ellos actualmente encarnados y trabajan enérgicamente por los mismos ideales que ellos siguieron tan noblemente bajo esos nombres históricos. Las actuales personalidades pueden saber poco o nada de su trabajo anterior como santos, pero los egos están tan activos como siempre. Lo que sabemos que es verdad en estos y en otros casos, ciertamente debe ser verdad en otros miles que desconocemos. Los llamados a tales egos desarrollados sin duda alguna evocan amistosas y útiles respuestas de parte de ellos. Nosotros no pedimos su intercesión, porque una idea así está fundamentada en un indigno concepto de Dios, porque sugiere que es necesario propiciarse a Dios o aplacarlo; pero sí pedimos sus bendiciones y amistoso pensamientos. Yo, como obispo, doy la bendición de Dios al finalizar cada servicio, o toda vez que se me pide ejercer mi oficio; ¿suponen ustedes que tendré menos deseo o menos capacidad de hacerlo cuando deje este cuerpo físico? Y seguramente, lo que yo puedo hacer, y estaré contento de hacerlo, lo podrán hacer estas personas más grandes que yo.

¿Comenzamos a ver ahora lo que se quiere indicar por medio de la doctrina de la Comunión de los Santos? ¿No vemos cuanta verdad hay en eso que la ganancia de uno es ganancia de todos para los que están dispuestos a compartirla? ¿Por qué negar el hecho de la Comunión de los Santos y por qué deberíamos rechazar sus beneficios? Cuando nosotros mismos nos convirtamos en santos, ¿no estaremos contentos de poder ayudar a nuestros semejantes? ¿Y porque no deberían ellos estar igualmente deseosos de hacer todo lo posible? Aceptemos con agrado tal ayuda según nos la proporciona el Plan de Dios; agradezcámosle por todos los buenos y recibamos contentos lo que nos puedan dar.

En el Día de Todos los Santos, celebramos la gran hueste de hombres santos que no han sobresalido lo suficiente como para tener asignado un día especial para ellos y que han vivido hermosa y útilmente, pero que, aunque sin duda han sido reconocidos por Dios, sin embargo no han atraído la atención de aquellos oficiales de la iglesia que estaban encargados de recomendarlos para la canonización. Debe haber muchos miles de estos desconocidos héroes de la fe -si, de todas las fe - y que son tan dignos de nuestra gratitud y

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reconocimiento como aquellos cuyos nombres han sido conservados a través de las edades. Por eso dedicamos este día a su memoria.

Una de las dificultades menores que debemos enfrentar cuando llevamos a la práctica el trabajo de la Iglesia Católica Liberal es la de encontrar himnos convenientes, himnos que podamos cantar de todo corazón sintiendo realmente el significado de cada palabra que nos ponen en la boca. Nuestras dificultades son principalmente las que conciernen a la incorrecta actitud hacia la Divinidad y la errónea teoría de la delegada redención; pero también estamos obligados a rechazar muchos bellos himnos antiguos a causa del punto de vista groseramente materialista que ellos presentan de los futuros estados en los mundos superiores.

Sería difícil cantar sin un sentido de irrealidad un versículo tal como:

Allí está el trono de David;Y de allí liberado del cuidado

El grito de aquellos que triunfanY el canto de los que se dan un banquete.

La inferencia de que la misma personalidad permanecerá para siempre en un imaginario cielo, por supuesto no tiene fundamento, porque sabemos que a su debido tiempo esa personalidad llegará a su fin y el ego reencarnará. Pero encontraremos del todo posible cantar muchísimos de esos hermosos himnos antiguos en los cuales percibimos que sus expresiones se deben considerar como simbólicas; porque es perfectamente verdad que el "ojo vigilante" de Dios y la inconcebible gloria de Su perpetua presencia son hechos reales para el ego altamente desarrollado, y más que todo verdadero para la Mónada; pero es verdad también para el ego cuando se convierte en uno con esa Mónada y a su nivel es una perfecta expresión de aquella. Y así cuando pensamos en los santos como eternamente presentes, debemos comprender que no están limitados a un solo lugar, sino que adondequiera que estén y cualquiera sea el plano en que estén funcionando, "sus Ángeles contemplan siempre el rostro de nuestro Padre que está en el cielo"; el verdadero Yo en su propio plano está siempre conscientemente en presencia de la Divinidad.

No existe un lugar especial, porque todos estamos en esa presencia aquí y ahora; solamente sucede que no hemos aprendido aún a tener plena conciencia de ese hecho, como en cambio experimentan los santos. Aún el santo puede tener esa conciencia en su cerebro físico rara e imperfectamente; pero la tiene siempre en su cuerpo causal. Por lo tanto es una verdad decir que los santos:

Ahora reinan en celestial gloria,Ahora se mueven en dorada luz;

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Ahora beben como de un ríoSanta e infinita bienaventuranza.

La debilidad e insuficiencia de todas estas expresiones simbólicas no deben cegarnos a la infinitamente gloriosa verdad de la Comunión de los Santos.

Tengan plena seguridad que como existe el Mismo Cristo, como existe la Jerarquía de sus Santos Ángeles, así también existe la Gran Fraternidad Blanca, la Comunión de los Santos. En esta gran festividad podemos agradecer a Dios por el ejemplo, el estímulo y la ayuda de estos gloriosos seres; que podamos nosotros seguirles en todo vivir virtuoso y piadoso para que para nosotros también llegue pronto la inefable felicidad de ser conscientes canales de Su eterno amor.

Capitulo XVIII

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El Día de Todas las Ánimas

Parece natural que, junto con el agradecimiento a Dios por los santos que no se mencionan especialmente, también deberíamos pensar en esos otros muertos que tal vez pueden reclamar el honor de la santidad, nuestros propios muertos, los que hemos conocido, amado y tal vez en muchos casos llorado. Por eso el día que sigue al de Todos los Santos se dedica a la celebración de Todas las Ánimas, de la poderosa hueste de todos los muertos, especialmente con vista a recordar aquellos que se han ido durante el año.

Se ha convertido en costumbre que en este día los miembros de la congregación envíen al sacerdote a cargo los nombres de todos aquellos en los cuales están interesados, y que han fallecido durante el año para que esos nombres se mencionen particularmente ante el altar y puedan participar de la difusión de fuerzas que acompaña la celebración de la Sagrada Eucaristía.

Es importante que comprendamos exactamente qué es esa fuerza y cuál es el bien que de ella recibe el muerto. Es natural, es propio de la naturaleza humana, que deseemos rogar por los muertos. Se que una cierta sección de cristianos (quizás no una sección grande, pero bastante alborotada) consideran tal ruego por los muertos un error. Han tenido de alguna manera éxito en convencerse a sí mismos que no hay cosa como el progreso del hombre, y que cuando un hombre muere, es prácticamente su final; su destino esta definido para siempre. Que es inútil rezar por él; ¡hasta se supone que es malo! Esta es una ilusión nacida de la ignorancia. Más sabio sería seguir la enseñanza de la Iglesia y la de su Señor, y percibir internamente que no existe la muerte, sino solamente una vida de continua evolución y que cualquier momento en esa vida (ya se trate de la parte que se pasa aquí en un cuerpo físico o de la que transcurre en otro mundo en un cuerpo sutil) se puede alcanzar al hombre por medio del pensamiento y del amor y se le puede ayudar tanto en una etapa de ese eterno peregrinaje como en otra.

Antes que podamos comprender el bien que podemos hacerle a los muertos debemos pensar primero un poco en el estado de los mismos. Lamentablemente, el mundo cristianizado, ha estado durante unos siglos bajo la ilusión de que no se puede conocer nada con seguridad acerca de los estados post-mortem. Parece que la idea sea que la iglesia puede tener algunas enseñanzas sobre el tema; puede haber muchas especulaciones; puede haber piadosas creencias, pero no se puede conocer nada definitivo. Eso no es verdad en absoluto. Es posible conocerlo todo con respecto al estado del muerto; es posible explorar e investigar esa parte superior del mundo precisamente como se pueden explorar países hasta ahora desconocidos en el plano físico. ¿Cómo conseguimos información acerca del polo sur o del polo norte, o del interior de África? Los hombres aprenden las condiciones bajo las cuales es posible penetrar en estas otras regiones y traer de vuelta noticias de allí. Es igualmente posible para el hombre aún en el cuerpo físico penetrar en esos otros planos superiores y regresar y dar un informe.

Eso se ha hecho muchos centenares de veces, y ahora sabemos acerca

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de este otro mundo (aunque en realidad no es otro mundo, sino solamente una parte de este) tan claramente, y definidamente como sabemos de las menos visitadas partes de la tierra, y hay tanta evidencia de la existencia de ese mundo espiritual como hay de cualquiera de las poco conocidas regiones del plano físico. En efecto, hay más, porque solamente una o dos personas han penetrado en aquellas remotas regiones, mientras que un gran número de gente han traído recuerdos del mundo de los que tontamente llamamos muertos. Los muertos se ríen de nosotros por usar esas palabras: ellos sostienen siempre que están más vivos de lo que lo estuvieron y no menos, ahora que se han liberado del cuerpo físico, que era un velo tan espeso, un obstáculo tan grande en las sendas del conocimiento real de los hechos de la vida. ¿Cuál es entonces la condición del muerto? Hay una vasta literatura sobre el tema, a la cual remito a aquellos que desean una detallada respuesta a esa pregunta. Mi propio libro, "El Otro Lado de la Muerte” da mucha información, pero se publican constantemente nuevos volúmenes. Aquí puedo dar solamente un bosquejo.

Para comprender aún un breve bosquejo, debemos primero fijar en la mente algunas ideas fundamentales. Quiero que se entienda claramente que en presentar estas ideas no las ofrezco como meras piadosas creencias o como probabilidades, ni hablo de oídas. Explico hechos que conozco personalmente por repetidas investigaciones y experimentos. Además cualquiera que desee tomarse el trabajo puede convencerse a sí mismo de estas grandes verdades centrales verificándolas de primera mano. El primero de estos grandes principios es la tremenda y sobrecogedora certeza del amor de Dios. Otro es la absoluta continuidad de la vida, la inmortalidad del hombre; y aún otro es la racionalidad y justicia de todo el esquema de evolución. El axioma de las escrituras de que "todo trabaja para el bien", no es cuestión de creencias sino de conocimiento, para los que realmente han estudiado estos temas.

El mismo aire que nos rodea está cargado con tantos y tan graves conceptos equivocados acerca de la muerte que es casi imposible para nosotros escapar a su influencia, a menos que nos pongamos en guardia contra ellos. Uno de los peores es la idea que después de la muerte los hombres son recompensados o castigados de acuerdo a lo que han hecho durante su vida física. Esto no es absolutamente así, en ningún sentido; aunque es verdad que, debido a que la vida continúa, sus condiciones después de la muerte dependen de las condiciones anteriores a la muerte, de la misma manera que la vida de un adulto depende en considerable medida de la parte previa de esa misma vida, es decir de cómo se pasó la infancia y la juventud. Se podría pensar que, después de todo, los hechos son los mismos; pero no es así. Para ayudarnos a comprender, tomemos un ejemplo de la vida escolar. Si un niño trabaja bien, tal vez reciba una medalla o un premio; si lo hace mal, si actúa tontamente, recibe una cierta cantidad de malas notas o tal vez se le obligue a repetir. Ustedes observarán que éstas son recompensas o castigos pero de ninguna manera son resultados. No tienen una verdadera relación con lo que el chico ha hecho o no; expresan solamente la opinión que de él tiene su maestro. Por otra parte, el resultado del buen trabajo consiste en que el chico sabe más y por lo tanto tiene más capacidad para aprender; en cambio el

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resultado de la pereza es la ignorancia, y la falta de capacidad para comprender las futuras elecciones. El verdadero resultado no es impuesto desde fuera, sino que es inherente, natural, inevitable. Esto es exactamente lo que sucede con la vida después de la muerte. La muerte es un cambio a través del cual deben pasar todos los hombres. Están bien o mal equipados para aprovecharla, de acuerdo a cómo han vivido la etapa previa que llamamos vida física.

Nuevamente, tendemos a considerar la vida después de la muerte desde el punto de vista de quienes sobreviven, no de quien muere. Tomemos otro ejemplo de la vida de colegio. Supongamos que tenemos dos compañeros de colegio muy apegados el uno al otro, y supongamos que a su debido tiempo uno de los dos pase a una escuela superior. Podemos ver enseguida qué egoísta sería si el más joven pensara: "He perdido un amigo; debería haber seguido en esta escuela por mi." Obviamente ningún muchacho pensaría eso; es probable que pensara: "Ésta siguiendo sus estudios y desarrollo; a su tiempo haré lo mismo yo, pero ciertamente él no retornará a mi." Y si le tuviera un cariño especial y quisiera serle útil podría pensar: "¿Puedo ayudarle de alguna manera? ¿Puedo hacer algo que le sea de utilidad en su nuevo ambiente? Sí; puedo escribirle, puedo demostrarle que no lo he olvidado, puedo enviarle mi cariño y tratar de darle ánimo en todas las maneras posibles."

Estas analogías sirven; recordándolas, tratemos de comprender unos pocos hechos fundamentales acerca de nuestros muertos. Primero que todos están mucho más vivos que nosotros. No están lejos en algún desconocido e imaginario cielo o infierno; están aún muy cerca de nosotros. No se han convertido de repente en ángeles o demonios; son precisamente y exactamente lo que eran antes de salirse del vehículo de carne, esa vestidura exterior que llamamos el cuerpo físico. Son lo mismo que eran antes. Su cariño es el mismo; no, es mayor que antes, porque existe menor obstáculo a su expresión. Su conocimiento o su ignorancia es justamente lo que era previamente. Tienen grandes oportunidades de aprender mucho. Así las tenemos aquí en el plano físico, pero no siempre aprovechamos las oportunidades. Lo mismo sucede con los muertos. Nadie los obliga a estudiar, por lo tanto algunos adelantan poco, mientras que otros adquieren muchísima información. Es muy bueno para ellos saber, porque el conocimiento es poder, pero no todos los muertos son sabios, como tampoco lo son todos los vivos. Que quede claro entonces que su vida es la misma que la nuestra, con excepción del hecho que no tienen más un cuerpo físico.

Preguntémonos qué diferencia habría si no tuviéramos estos cuerpos físicos; entonces nos daríamos perfecta cuenta de lo que son las condiciones de los muertos. Podemos ver que de ninguna manera sería lo mismo para todos nosotros, pues algunos viven mucho tiempo en el cuerpo físico, algunos piensan solamente en lo tocante a tales cuerpos, como la comodidad, el placer, las sensaciones agradables, la buena comida y la buena bebida, etcétera. Otro piensan en lo que les trae el cuerpo físico, pero también hay los que son comparativamente indiferentes a tales cosas y cuyos placeres son los placeres del intelecto o de las emociones superiores. El gran artista y el gran músico

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casi siempre se olvidan de su cuerpo físico y a menudo lo descuida, justamente porque se sale de él hacia los vehículos superiores y más sutiles.

Cuando ese artista muere, no cambiará. Si su cuerpo físico fue de poca importancia para él cuando lo tenía, poco significará ahora que lo ha abandonado, y seguirá viviendo la misma vida, una vida de arte o de música. El hombre perteneciente al otro tipo, que ha vivido aquí abajo principalmente interesado en su cuerpo físico, sentirá una gran pérdida cuando lo deje. Tendrá que buscarse nuevos intereses, de otro modo la vida sin el cuerpo le parecerá aburrida y poco atractiva. Estas consideraciones operan todo el tiempo, por lo tanto cuando pensemos en alguien que se ha ido, tenemos que imaginarnos cuanto le importaría a ese hombre no tener el cuerpo físico, y tendremos una idea bastante aproximada de la condición en la cual se encuentra.

Hay otro aspecto que no debe ser olvidado. El cuerpo físico es la causa de muchos de nuestros problemas y sufrimientos; casi todo nuestro trabajo del cual somos esclavos, lo debemos hacer porque tenemos el cuerpo físico, debemos proporcionarle comida, casa y ropa (así como a los otros cuerpos físicos que nos rodean). Sin el cuerpo físico el hombre es completamente libre, y tal vez por primera vez en su vida, hace las cosas que realmente quiere hacer. La mayoría de nosotros pasamos la vida haciendo lo que no quisiéramos hacer, sino fuésemos obligados. Para los muertos no existe tal compulsión. Siendo absolutamente libre, el hombre por lo tanto es gloriosamente feliz. Por otra parte, si su vida aquí abajo ha sido puramente materialista, se puede sentir algo aburrido; puede que no encuentre nada de interesante. Supongo que muchas personas sin educación que vienen a un servicio, no saben lo más mínimo lo que se está haciendo. La música estaría sobre su cabeza, sino supieran leer no podrían seguir la liturgia, todo les resultaría cansador. Sin embargo los que comprenden y siguen el ritual, saben que hay mucho para ganar a partir de estos servicios, que los mismos nos ofrecen no solamente un medio de gracia para nosotros mismos, sino que son un medio para ayudar a los demás a través de las fuerzas que allí se vierten. Sin embargo el ignorante no sabría nada de todo esto, encontraría todo muy monótono y cansador. Lo mismo sucede con los muertos.

Entonces, siendo así, ¿cómo podemos ayudarlos? No por acciones físicas, porque ellos no tienen más el cuerpo físico. ¿Qué tienen ellos en común todavía con nosotros? Tienen el cuerpo sutil que San Pablo llamaba "el cuerpo espiritual". Como hacen los estudiosos, lo dividimos en dos partes, cuerpo astral y cuerpo mental. Los muertos tienen en común con nosotros aún esos cuerpos. Si vamos a ayudarles, no debe ser entonces por medio de nuestros actos físicos, sino por la acción de estos cuerpos superiores. ¿Y de qué manera podemos ayudarles con esos vehículos?.

Una cosa que me temo que muchos han hecho es llorar al muerto que hemos querido. Esa es la peor cosa que podemos hacer por una persona que se ha ido. No deseo ni por un momento parecer indiferente, pero si no tememos enfrentar los hechos, debemos admitir que llorar es, después de todo, egoísta. ¿Que lloramos? Aquel que amamos ha pasado a una vida superior y más plena, está más cerca de la presencia de Dios y las oportunidades que se abren ante él son mucho más grandes que antes, ¡seguramente sería muy

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extraño llorar por esto!.

Si lo pensamos bien, lloramos porque creemos haberlo perdido. Esa es una ilusión; no lo hemos perdido. Lo que hemos perdido es la posibilidad de verlo. El está aún aquí, está aún cerca nuestro, a nuestro alcance tanto como antes o más, pero no dentro del alcance de nuestros ojos físicos. Cada noche cuando nos dormimos nuestros ojos físicos no tienen más utilidad para nosotros, nos hemos alejado del mundo en el cual funcionan los sentidos; estamos usando el cuerpo astral y por lo tanto son sus sentidos los que funcionan; y para éstos sentidos astrales, el muerto es tan patente como la persona viva lo es para nuestros ojos físicos. Podemos estar bajo la ilusión, mientras estamos despiertos (que para él es dormido) de que lo hemos perdido. Cuando nos despertamos a ese mundo, cuando hemos puesto a un lado el obstáculo del cuerpo físico, estamos a su lado y le hablamos exactamente como antes. Aquí abajo podemos pensar que lo hemos perdido; pero él en ningún momento cree habernos perdido porque sigue continuamente en esa conciencia superior. El nos ve desvanecernos lejos de si cuando nos despertamos (cuando nos dormimos, diría él). Nos alejamos de él entonces, pero él sabe que volveremos a su mundo dentro de unas horas. Es como cuando vemos dormir a alguien por unas horas: no lloramos porque se ha alejado de nosotros; sabemos que en un momento se despertará descansado y estará con nosotros como antes.

Llorar por un amigo muerto es la cosa peor que podemos hacer por él porque cuando permitimos que nos sobrevengan sentimientos de angustia, nos rodeamos de una nube de depresión. Un clarividente nos vería rodeados de una oscura niebla. Para nuestro amigo muerto esa nube es algo que no solamente él ve, sino que siente de una manera aguda. Siente esa depresión que reacciona sobre él y le hace daño, porque lo retiene en su progreso. Debemos olvidarnos de nosotros mismos; se que muy difícil pero no debemos pensar en nosotros; debemos ser inegoísta y olvidarnos de nuestra presunta pérdida y pensar solamente en nuestro amigo y en su gran ganancia. Por lo tanto, cuando pensamos en él, no lloraremos. ¿Qué podemos hacer sino llorar? Podemos hacer algo más noble, podemos amar. Vertamos sobre él nuestro amor toda vez que pensemos en él, pensemos como si aún estuviera vivo, pensemos en cuanto le queríamos en el pasado, y como lo queremos ahora cada vez más a medida que el tiempo pasa. Eso también sentirá y responderá a ese sentimiento. Entonces estaremos ayudando a nuestro hermano, lo estaremos rodeando de luz que evocará todo lo mejor que hay en él, lo cual ayudará en su evolución y hará más ligero su progreso hacia delante. Eso es lo que tenemos que hacer.

¿Debemos orar por los muertos? Sí, si ustedes quieren, pero no comprendan mal. Aunque muchos hayan pensado que es tonto rogar por los muertos, no es así en lo más mínimo; pero si tomamos las palabras en su sentido ordinario, tal vez se muestre un poco de desconocimiento. Si por plegaria entendemos que vamos a pedir a Dios que los ayude y bendiga, o se acuerde de ellos, entonces podemos muy bien ahorrarnos ese trabajo, porque Dios sabe mucho más que nosotros lo que ellos necesitan y a cada instante vigila la evolución de cada una de Sus criaturas. Estamos dentro de Su

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Conciencia, adondequiera que estemos, y Él que es el Señor tanto de los vivos como de los muertos, no pierde de vista al que se acerca a Él. Por eso es que librarse del cuerpo físico significa llevar la conciencia un poco más cerca de Dios, no más lejos. Por lo tanto Él no necesita nuestras plegarias para recordar.

¿Qué es entonces una plegaria? La plegaria es un intenso y fuerte deseo; y eso es un poder. Tal pensamiento es una gran realidad; envía una corriente de fuerzas como bien saben los que han investigado el asunto. Hay toda una ciencia de estas cosas, así como hay una ciencia de la química o geología, y estos temas pueden investigarse y probarse. Todo eso se ha hecho, no una vez, sino cientos de veces. No hay razón para que la gente ignore los resultados de esa investigación. Se suele creer que la gente desea llorar, sentirse desgraciados, y son tan obstinados que se niegan a aceptar la verdad cuando se les presenta. Algunos no pueden creer que esa sea la verdad. Nos gustaría decirles: "Si vuestra intuición no está aún lo suficientemente desarrollada como para guiarles en tales asuntos, dejen por lo menos que los guíe su intelecto. Haycientos de libros que tratan este tema, léanlos. Si ustedes quieren, y si deben hacerlo, investiguen ustedes mismos." Yo lo hice, 40 o 50 años dediqué muchísimo tiempo a investigar por mí mismo este asunto de la vida después de la muerte, y debido a eso, puedo hablar de una manera casi terminante acerca de estas cosas ahora. Sé que esto es así. El que encuentre difícil aceptar este testimonio, debería estudiar el asunto él mismo, y por último llegará a la misma convicción. Un hombre tiene todo el derecho a desear una base firme para creer en un asunto tan importante porque, cualquier cosa sea lo que nos puede suceder, esto cuando menos es seguro, que todos debemos morir. Seguramente deberíamos conocerlo todo acerca de la condición después de la muerte, aún si fuese únicamente por nuestra propia tranquilidad y felicidad, y aún más porque debido a que los que queremos se van detrás de éste velo cuanto más sabemos más podemos ayudarles.

Podemos estar absolutamente seguros que todos nuestros pensamientos llegan a los que llamamos muertos, y que si les enviamos un sincero y cariñoso deseo, ese deseo cariñoso es un definido poder que les alcanzará y les afectará. No es necesario que evoquemos el poder de Dios. En el poder de Dios, nos movemos y vivimos y tenemos nuestro ser. No hay nada que esté fuera de Él. Él hizo las leyes para el mundo y bajo esas leyes, toda causa produce su efecto. Nuestro fuerte pensamiento amoroso es una causa y seguramente producirá su efecto. Debe producirlo. Puede que lo veamos o no, eso no importa, pero tiene que producir un efecto, de otro modo todo el universo ha perdido su carácter de observador de la ley.

En realidad los muertos nos ven, pero (con excepción durante nuestro sueño) no es exactamente como solían hacerlo, no observan nuestras acciones físicas, sino que conocen a fondo nuestros sentimientos y todas las clases de pensamientos que de alguna manera están relacionados con el yo inferior. Esa es la razón por la cual es de suprema importancia no permitir que nos invada la depresión o la desesperación, porque si hemos cometido ese error, inevitablemente los contaminaremos con los mismos sentimientos antes descritos, que es la última cosa que deberíamos desear hacer en el caso de

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aquéllos que queremos.

¿Qué les podemos ofrecer entonces? ¿Qué debemos desear por ellos? La antigua plegaria de la Iglesia Católica nos muestra esto de una manera hermosa y efectiva. La antífona para los muertos dice así: "Concédeles el descanso eterno, oh Señor, y que la luz perpetua brille sobre ellos." No se debe creer que esto significa que la vida en el mundo astral sea necesariamente indolente, todo lo contrario; esto significa que les deseamos un perfecto descanso de las penas y problemas de este mundo físico de manera que puedan abrirse más plena y completamente a esa divina luz que siempre brilla sobre todos sus criaturas. Porque su amor se vierte como la luz del sol, es asunto nuestro y de ellos ver de abrir nuestros corazones a su benéfica influencia.

La mayor ayuda que todos ustedes pueden dar a vuestros muertos es recordarlos ante el altar de Dios, enviar sus nombres para que sean presentados ante Él en la celebración de la Santa Eucaristía. En "La Ciencia de los Sacramentos" he mencionado que a cada nombre mencionado en el altar, el Ángel Dirigente asigna una cierta parte de la poderosa efusión de fuerzas divina que desciende a la Consagración. ¿Que hará esa fuerza para la persona muerta? Eso está a discreción del Ángel mensajero que la lleva. El sabe mejor que nosotros lo que se necesita, pero sin ninguna duda lo usará para calmar, fortalecer y elevar a la persona. Algunos muertos pueden estar aún en estado de inconsciencia. Entonces si esa inconsciencia es de alguna manera perjudicial, si sería mejor para el hombre que se despertara, el Ángel usará ese poder para despertarlo. Si el Ángel ve que el descanso le hace bien, las fuerzas se guardarán dentro de su aura, para que se viertan sobre él de la mejor manera tan pronto como se levante de ese estado de inconsciencia y se despierte a su nueva vida.

Cualquiera sea la condición del muerto, la fuerza que enviamos le llegara y será empleada en su beneficio. Nadie tiene por qué dudar, porque hemos visto miles de casos y sabemos de lo que hablamos. Cualquiera puede estudiar el asunto, y verificar nuestras declaraciones. A menudo nuestros muertos están muy cerca de nosotros, pero en una ocasión como es el Día de las Ánimas, el velo entre nosotros es tenue al máximo, porque el mismo hecho que tantísima gente este pensando simultáneamente a lo largo de la misma línea hace que se abran aún más los canales y llama la atención de un gran número de muertos que de otro modo estarían siguiendo sus menesteres.

Una sola familia formamos en Él,una Iglesia, arriba, abajo,

aunque separados ahora por el ríoel angosto río, de la muerte.

Todos somos hermanos, todos no podemos ayudar el uno al otro; nosotros podemos ayudarlos a ellos, como ellos pueden ayudarnos a nosotros, por medio de afectuosos pensamientos y amorosos recuerdos. No pasemos

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por alto entonces la oportunidad que nos ofrece la Iglesia el Día de todas las Ánimas para estrechar los lazos entre lo visible y lo invisible.

ALGUNOS DIAS DE INTENCIÓN ESPECIAL

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Capitulo XIX

La Fe de Nuestros Padres

La Iglesia Católica Liberal no pide profesión de fe a sus miembros. Nosotros que somos sus clérigos nos consideramos a nosotros mismos como administradores de los misterios de Cristo, como distribuidores de Sus dones a Su gente; y consideramos nuestro deber administrárselos a todos los que reverentemente los desean, sin exigir alguna forma particular de creencia como calificación. Pensamos que lo que un hombre cree es asunto de él, no nuestro. Cuando vamos al médico por un remedio, él no nos pregunta a qué partido político o denominación religiosa pertenecemos; vamos a él con un objetivo definido, y el médico pone inmediatamente su conocimiento especial y habilidades a nuestra disposición. Cristo ha ordenado ciertos sacramentos como ayuda a aquellos de sus seguidores que sienten que necesitan ayuda para hollar el sendero ascendente; nosotros que hemos abrazado el trabajo de obispos y sacerdotes somos simplemente Sus oficiales-parte de su maquinaria de distribución.

Pero el hecho de que no tenemos ningún deseo en absoluto de interferir con la fe de nadie no implica que nosotros mismos no tengamos una creencia. Dejamos a los hombres absolutamente libres de dar la interpretación que sea que elijan respecto a credos, rituales o escrituras, porque pensamos que cada hombre debe usar su propia inteligencia al decidir sobre estas cosas; pero estamos perfectamente dispuestos a contar a nuestras congregaciones aquellas interpretaciones que nosotros mismos aceptamos, y compartir con ellos la información que poseemos. No nos interesa discutir o polemizar, porque las discusiones en materia religiosa son a menudo tanto inútiles como destructivas, y tienden a degenerar en una mera disputa amarga; pero estamos dispuestos a exponer nuestros puntos de vista a cualquiera que desee conocerlos.

No intentamos en absoluto esquivar ninguno de los temas involucrados, ni estamos refugiándonos en vagas generalidades; tenemos una fe clara y coherente, que creemos esta en consonancia con la razón y el sentido común, y que representa la enseñanza original de Cristo. Sostenemos que es la verdadera Fe de nuestros Padres - de aquéllos de nuestros padres que fueron capaces de vislumbrar la magnificente simplicidad de esa enseñanza; y pensamos que sería bueno para los cristianos volver a eso, en vez de sobreponer sobre ella toda clase de complicaciones innecesarias y de laboriosa invención que no tienen base en los hechos. Esta fe no es obligatoria para los sacerdotes o para la congregación de la Iglesia Católica Liberal; es la que individualmente sostengo, y pienso que es compartida en una gran medida por mis colegas.

¿Qué es entonces esta gran verdad que pongo ante vosotros? Es por un lado tan vasta, tan ilimitada, que el más sabio de los filósofos podría dedicar su completa vida en su estudio, y por otro lado tan simple que un niño puede

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comprenderla.

Su primer principio es que existe un Dios, y que Él es bueno. Dios es Luz, y en Él no hay oscuridad en absoluto. Él es Amor, Sabiduría, Fortaleza, Belleza y Justicia. Él es lo más elevado que podemos concebir, e infinitamente más que eso. Esa es la raíz y fundamento de nuestro sistema, y aquel que quiera comprenderlo no debe nunca ni por un momento olvidarlo, o permitir que su fe sea sacudida.

En segundo lugar, el hombre es en sí mismo divino en esencia -una chispa del propio Fuego de Dios. Por lo tanto él es inmortal, y su eventual retorno a la divinidad de la cual proviene es en todos los casos una certeza absoluta, no importa lo mucho que se haya alejado del sendero ascendente de evolución. Este sendero de evolución es largo, y lo que comúnmente llamamos una vida humana es en realidad sólo un día en su verdadera vida como un alma. Su crecimiento gradual se lleva a cabo bajo una ley de justicia absoluta -quizás mejor definida como una inmutable ley de causa y efecto; por lo tanto todo lo que le sobreviene al hombre es porque lo merece, y todo lo que le sucede a un hombre (ya sea pena o alegría) es por un lado el resultado directo de sus propias acciones en el pasado, y por otro lado una oportunidad por medio de la cual él puede deliberadamente moldear su futuro.

No existe tal cosa como el infierno; no hay que temer ninguna ira de Dios; todo eso es una pesadilla tonta y blasfema, engendrada por la imaginación enferma de fanáticos ignorantes y crueles. Por lo tanto la salvación en el sentido ordinario de la palabra es innecesaria, porque no hay nada de lo cual el hombre debe ser salvado excepto de su propio error y de su propia ignorancia. No hay muerte; hay una vida infinita y firmemente progresiva para todo, y aquellos que llamamos los rectos y los malvados son almas en diferentes etapas de esa escala de vida. Los salvajes y las personas egoístas son sólo almas jóvenes -niños traviesos que, bajo la disciplina de la vida, aprenderán mejor a medida que vayan creciendo. Ese saber más y crecer más es el objeto de todo el esquema, y el tiempo que toma este crecimiento puede ser largo o corto de acuerdo a la diligencia con la cual nos aplicamos nosotros mismos a aprender las lecciones necesarias y desarrollar las cualidades requeridas.

El objetivo puesto ante nosotros es uno elevado: ser perfectos, como nuestro Padre en los Cielos es perfecto. Estamos a una distancia incalculable de ese objetivo todavía; pero nuestros pies están definitivamente sobre el sendero que nos conduce a él, y vemos hombres tanto arriba como debajo nuestro en todas las etapas de ese sendero, así que nuestro futuro camino se tiende claro ante nosotros, sin importar cuánto puede tomarnos hollarlo. A aquellos que están sobre nosotros, aquellos grandes Santos y Maestros de Sabiduría, que nos parecen como dioses en el esplendor de su conocimiento y poder y amor, todos nos dicen que, no hace mucho tiempo atrás, ellos estaban donde nosotros estamos ahora, y que si perseveramos como ellos perseveraron, brillaremos a su debido tiempo como ellos.

Cristo es nuestro salvador, no en el sentido que su muerte física nos

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libera de un infierno inexistente, sino que la enseñanza que él nos ha dejado ilumina nuestra oscuridad y nos salva de nuestro error. Él es nuestro piloto, guiándonos hacia arriba, nuestro líder y ejemplo, ante el cual debemos modelar nuestras vidas. Debemos pensar en Él, no como una leyenda de 2000 años atrás, sino como un poderoso rey viviente que esta cerca de todos nosotros, inundando a su Iglesia de vida y fortaleza a través de los canales que Él ha provisto. Su sacramentos son los medios de ayuda que Él ha arbitrado para nosotros; pero nunca debemos olvidar que Él tiene otras ovejas, que no son de este rebaño, y que dijo hace mucho tiempo atrás en otra Manifestación: "Por cualquier camino que los hombres se acerquen a Mi, Yo los recibiré, porque los caminos por los cuales los hombres vienen a Mi son Míos."

A veces los hombres nos dicen: "Esto que ustedes dicen es hermoso, ¿pero cómo lo saben?" Nuestra fe está basada en sentido común, en observación y en razón. Es la verdad que subyace detrás de todas las religiones por igual, la verdad que el gran Instructor Mundial, el Cristo, ha enseñado siempre toda vez que Él vino a ayudar al mundo. Es la única teoría que considera racionalmente los hechos observados de la vida, que resuelve los muchos problemas de nuestra existencia, y nos permite contestar las varias preguntas que todo hombre pensante se hace tarde o temprano. Aquellos que han trepado más alto que nosotros la vasta escala de evolución, los grandes Santos y Sabios de quienes he hablado, afirman su verdad y nos ofrecen instruirnos; pero aún a Su testimonio no lo hemos aceptado ciegamente. El esquema es un todo coherente, y aunque partes de él pertenecen a mundos superiores mucho más allá de lo que nosotros podemos alcanzar actualmente, otras partes están dentro de nuestros poderes de observación.

El hombre posee un cuerpo espiritual así como un cuerpo físico, como San Pablo nos ha dicho; y es bastante posible para el hombre cultivar los poderes de ese cuerpo espiritual, y por lo tanto extender enormemente el campo de su observación. Hay algunos de nosotros que lo han hecho, han dedicado muchos años de sus vidas a ese desarrollo y a ese estudio; y en cada punto, a medida que ellos desenvolvían nuevas facultades, han encontrado una confirmación más y más firme de la gloriosa enseñanza que les había sido dada. Por lo tanto ellos tienen buenas razones para aceptar el esquema total, porque la parte inferior que ellos pueden ver implica y requiere esa superior parte que está aún más allá de ellos. Sus experiencias no son pruebas para ustedes, aunque sus declaraciones son evidencias que sería tonto ignorar pero está siempre abierto a ustedes hacer como ellos han hecho, y tratar de desarrollar sus propias facultades espirituales, para que puedan conocer las verdades por ustedes mismos de primera mano. Mientras tanto sería sabio examinar está fe, y ver sino se presenta ante ustedes al menos como la más probable hipótesis.

Además puede preguntarse cómo podemos reconciliar nuestra fe con los credos y escrituras antiguas. Creemos que ofrecemos la única explicación inteligible del Credo, tomándolo, como hacemos, como una declaración simbólica de la existencia y obra de las Tres Personas de la Santa Trinidad. Este es un tema demasiado amplio para ser tratado en éste capítulo, pero hay libros que se han escrito sobre este tema que aquellos que desean mayor

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información pueden ser consultados. (Ver El Credo de la Cristiandad, de la Dra. A. Kingsford, Cristianismo Esotérico, de Annie Besant, y El Credo Cristiano, de C.W. Leadbeater).

En las escrituras también encontramos muchos pasajes de los cuales podemos sugerir interpretaciones mucho más hermosas y racionales que aquellas ordinariamente adoptadas; pero estoy listo para admitir que, de mi propia parte, estoy completamente en desacuerdo con la actitud del promedio de los cristianos hacia la Biblia. La describen como la Palabra de Dios, porque se les ha dicho que es así, pero son incapaces de producir la más leve evidencia para una afirmación tan osada; ellos fundan su fe en sus creencias religiosas sobre ciertos textos que seleccionan de la Biblia, ignorando completamente otros pasajes que enseñan una doctrina bastante opuesta. Muchos cristianos están mentalmente tan curiosamente constituidos que no pueden escuchar la verdad en estos asuntos sin volverse furiosos; pero nosotros desde la Iglesia Católica liberal no debemos temer a enfrentar los hechos.

El Antiguo Testamento es claramente una escritura judía y no cristiana, y la deidad tribal que presenta no tiene ninguna afinidad con el amoroso Padre que predicó Cristo. Ha sido concluyentemente probado que la mayoría de los libros no fueron en realidad escritos por los autores a quienes se les atribuye; y verdaderamente, lo mismo puede decirse de la mayoría de los libros del Nuevo Testamento también. Nadie que haya estudiado profundamente estos libros puede exitosamente mantener su historicidad; aquellos que conocen sobre mitología comparada rápidamente verán que tenemos en los cuatro evangelios, no la historia de una vida, sino una alegoría, un Drama Misterio de un tipo no poco común en la antigüedad. Cuando esto es comprendido, todos los incidentes se ubican en su orden, y mucho de lo que era previamente increíble o inexplicable pasa a ser algo perfectamente natural. Si estas cosas son de esta manera (y no hay dudas al respecto) ¿porque debemos tener miedo de conocerlas?

Está abierto a cualquiera de nuestros miembros aferrarse a una interpretación más física si lo prefiere, porque importa poco lo que creemos, pero muy mucho lo que hacemos. Pero pienso que a la mayoría de nosotros el significado más elevado y espiritual nos atraerá, porque al considerarlo encontraremos la gloriosa antigua Fe de nuestros Padres, recibiéndonos y explicándonos los últimos desarrollos científicos, y presentándonos un esquema de progreso infinito coherente, racional, y de lo más hermoso. Una vez que lo veamos, y comprendamos lo más que podamos a nuestro nivel, ¡qué entusiasmo hace surgir, qué devoción y amor evoca! Bien podemos cantar: "¡Fe de nuestros Padres, Santísima Fe! Creceremos fieles a Tí hasta la muerte." Sí, y más allá de la muerte a la vida nuevamente, a través de muchas vidas y muertes; porque nuestra fe es la fe en un Dios de amor y lo que sea que Su Voluntad pueda enviarnos, nunca puede estar fuera de los límites de ese poderoso amor que llena la eternidad.

Capítulo XX

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Nuestra actitud hacia la vida

Rotundamente opino que una correcta actitud hacia la vida es por mucho de mayor importancia que cualquier matiz particular de creencia religiosa; aunque es verdad que sin alguna creencia razonable esta actitud no puede ser sostenida. Una actitud correcta es verdaderamente la primera cosa que el estudiante necesita, aunque usualmente es la última cosa que obtiene; porque no se consigue con leer sobre ella, no se aprende como una lección; es algo que se va desarrollando lentamente en el hombre como resultado de su estudio, y, aún más, de sus esfuerzos para poner ese estudio en práctica.

Lo que él necesita poner ante sí mismo no es tanto alguna forma de religión, sino más bien la filosofía que subyace en todas las religiones, la verdad fundamental de Dios y el hombre y la relación entre ellos. Esta verdad es en realidad una filosofía, una religión y una ciencia; una filosofía porque nos brinda una teoría inteligible y satisfactoria de la constitución y razón del universo; una religión porque nos habla de Dios, de Su relación con el hombre, y de Su voluntad respecto a nuestro progreso; una ciencia porque plantea sus enseñanzas no como meras teorías abstractas, sino deducciones obtenidas de hechos que han sido repetidamente observados.

Nosotros los de la Iglesia Católica Liberal miramos a través de la redacción exotérica de nuestro Credo su significado esotérico, y encontramos que el significado interno es idéntico a la verdad de la cual he escrito. Por lo tanto si realmente comprendemos y apreciamos nuestra religión, pienso que debería afectar a sus partidarios muy diferentemente de otras creencias. La mayoría de las personas de occidente están acostumbradas a una religión que está absolutamente divorciada de la práctica, que no tiene conexión con la vida diaria; con la excepción, quizás, de un pequeño número de personas que pertenecen a las órdenes monásticas, nadie hace algún intento realmente de llevar a cabo las enseñanzas de Cristo. Es la costumbre considerar que cualquiera que asista a la iglesia regularmente, que de algo de dinero para la caridad, y viva en general una vida amable y útil, es impulsada por motivos religiosos, y está haciendo todo lo que se puede esperar de un seguidor del Instructor de Palestina.

Si enfrentamos los hechos en vez de escondernos detrás de convencionalismos, se observará que la gente que hace estas cosas lo hace principalmente debido a su propia disposición bondadosa y no con especial referencia a algún mandato religioso; y además, ellos no están bajo ningún punto de vista preparados para seguir las verdaderas instrucciones atribuidas al Cristo. Se cree que Él dijo:

No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. No os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. No juzguéis, sino queréis ser juzgados. A cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quisiere ponerte a pleito y tomar tu ropa, déjale también la

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capa. Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; y ven y sígueme. Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser mi discípulo.

Los cristianos dirán que tales instrucciones no son adecuadas al espíritu de los días presentes, y que no es la intención que sean observadas literalmente; hasta se ha dicho que si fueran observadas literalmente ocasionarían más daño que bien. Quizás en nuestras presentes condiciones sociales altamente artificiales esto pueda ser verdad; pero eso no altera el hecho que es inútil para los hombres pretender ser seguidores de Cristo, si no están preparados para poner en práctica las instrucciones que se dice Él ha dado. Ni siquiera aquéllos que manifiestan seguirlas más estrechamente hacen algún tipo de esfuerzo de traer estas instrucciones a la vida diaria; sería obviamente extremadamente inconveniente para ellos hacerlo así.

No garantizo que estas instrucciones fueran realmente dadas por Cristo. Si fuera así, nuestro sentido común nos mostraría que ellas eran dirigidas no al mundo en general sino únicamente a aquellos discípulos inmediatos que deseaban abandonar el mundo y dedicar sus vidas enteras a la difusión de las enseñanzas de Cristo de la manera en que era entonces (y es ahora) la costumbre en tierras orientales, de que la religión debía ser predicada por hombres comprometidos a una vida de pobreza y castidad.

Existen siempre amplias diferencias entre las indicaciones dadas a tales instructores itinerantes (quienes fueron distinguidos como "los discípulos" o "los 12") y la enseñanza dirigida para el público general. Un mundo en la cual todos vivan como monjes mendicantes es obviamente impracticable, y ni por un momento estoy sugiriendo esto. Mi argumento es sólo que si el ortodoxo pretende aceptar esas palabras como inspiradas divinamente, si realmente las considera como un mandato de sus Líderes, un cierto sentido de irrealidad se produce por el hecho que no hace el más mínimo esfuerzo de ponerlas en práctica.

La misma cosa es verdad, aunque en número mucho menor, respecto a las otras religiones. Todas las grandes creencias del mundo brindan la misma enseñanza ética a sus devotos; y si cada hombre realmente siguiera las enseñanzas de su religión, no importa cuál religión pueda ser, viviríamos una época sin demasiados problemas. Afortunadamente hay mucha buena gente en el mundo, muchas personas de bondad normal, pero sólo muy pocas que realmente obedezcan completamente las enseñanzas de sus propias religiones. Podemos preguntar por qué esto es así. La razón parece ser que ninguna de estas personas realmente cree lo que ellos dicen creer. Ellos consideran estas afirmaciones religiosas como algo a lo cual se espera que le den un asentimiento formal los domingos, pero en absoluto como reglas de vida actuales que se han de poner en práctica cada día a lo largo de todo el día.

Considerando esto se vera que las creencias religiosas se posicionan en una categoría absolutamente diferente de lo que puede llamarse creencia

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científica, o creencia que esta basada en un conocimiento real. Un hombre que tiene un hecho científico ante él sabe que puede basarse en ese hecho, y por lo tanto actúa en correspondencia; si él se ha ocupado de una cosa experimentalmente sabe exactamente qué hacer con ella, y nadie lo puede persuadir de actuar en contra de la experiencia que ha ganado. Un hombre sabe que el fuego lo quemará; está siempre atento a recordar ese hecho. Él sabe que el agua correrá bajando; por lo tanto nunca actúa como si esperara que corra hacia arriba. Pero un hombre puede sostener los más exaltados sentimientos religiosos, y aún así actuar en la vida diaria en directa contradicción con ellos. Obviamente esto puede suceder sólo porque los sentimientos son meramente superficiales, y él realmente no cree en ellos para nada.

Debería haber una gran diferencia entre la manera en que un estudiante Católico Liberal honesto considera su sistema de filosofía y la manera en que el religioso ordinario considera su religión, que el estudiante acepte las enseñanzas dadas a él sólo en la medida en que él realmente crea en ellas, y por consiguiente actúe de acuerdo. Si se halla que él no actúa en concordancia, entonces la misma implacable lógica se aplica, él no cree verdaderamente en ellas en absoluto. Este es entonces el secreto de nuestra actitud hacia la vida; es (o debería ser) la actitud de aquellos que realmente creen lo que muchos otros sólo dicen creer, de aquellos que creen en las enseñanzas a conciencia, que en la vida diaria actúan como si fueran verdad.

Uno puede tomar una serie de reglas, vivir de acuerdo a ellas por un tiempo, y luego cansarse de ellas y decidir abandonarlas; pero eso es posible únicamente cuando ellas no son leyes de la naturaleza, sino sólo reglas arbitrarias aceptadas voluntariamente. Por lo tanto un hombre puede aceptar una religión, y al poco tiempo abandonarla nuevamente, pero aceptar la sabiduría divina realmente y completamente es abrir los propios ojos a una serie de nuevas verdades, adquirir una cantidad de información adicional que es imposible después ignorar. Un hombre que haya conocido y comprendido estas verdades nunca puede olvidarlas, nunca puede volver atrás a la oposición de uno que no las conoce; es tan imposible como sería para el hombre volverse niño nuevamente. Por consiguiente una vez que alguien ha obtenido esta gozosa actitud nunca puede perderla; él puede frecuentemente fallar en vivir de acuerdo a sus estándares, pero siempre se esforzará en conseguir una actuación más perfecta. Una vez que hemos visto el sol nunca más podemos negar que él exista, aún durante el tiempo en que pueda estar velado para nosotros; de la misma manera un hombre que ha comprendido la verdad de Dios, y toda su vida se ha amplificado y coloreado por ella, nunca más puede retroceder hacia la ortodoxia o el materialismo.

¿Cuál es esta actitud que hay que tener? No hay otra manera que hacer de nuestra filosofía algo real en nuestras vidas, impregnarnos del sentimiento y la manera filosófica de considerar todas. Tomen las ideas expresadas en nuestra Liturgia en la página 292, en el Acto de Fe, el cual recitamos en el oficio de Prima:

Creemos que Dios es Amor, y Poder y Verdad y Luz; que una

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justicia perfecta gobierna el mundo; que todos Sus hijos algún día alcanzarán Sus pies, por alejados que anduvieren. Creemos en la Paternidad de Dios y la Fraternidad del hombre; sabemos que Le servimos a El mejor cuando mejor servimos a nuestro hermano el hombre, así Su bendición descansará sobre nosotros y paz por siempre.

Meramente sostener estas ideas como una creencia pía significaría poco; pero el hombre que está realmente seguro de ellas, que siente profundamente dentro de sí que ellas son verdad, sabe que por medio de ellas él tiene un fundamento absolutamente seguro, que a través de ellas él puede obtener todas cosas buenas y sólo obra firmemente para incorporarlas.

Veamos cuántos otros hechos al momento siguen a partir de esta certeza. Si Dios es bueno, entonces todas las cosas tienden hacia un final que es bueno para todos; por lo tanto cualquier persona que se permita a sí misma estar angustiado por cualquier situación que le suceda no ha comprendido aún la realidad de esta verdad. Un hombre que se permite deprimirse o angustiarse realmente no cree que Dios es bueno; la evanescente pena o sufrimiento es más real para el que la gran verdad que subyace detrás. Se muy bien que no siempre es fácil ver que todas las cosas están trabajando juntas para el bien, pero eso es porque las vemos sólo parcialmente, y no entendemos cómo ellas encajan dentro del gran Plan. No negamos la existencia del mal; pero afirmamos que todo lo que es realmente malo es hechura del hombre, y surge directamente como resultado de quebrantar la ley divina. Por consiguiente la actitud Católica Liberal incluye perfecta calma; porque un hombre que sabe que todo debe ir bien no puede preocuparse.

Aunque todo está tendiendo hacia un final glorioso, aún no se ha alcanzado en absoluto; y por lo tanto, cuando vemos muchas equivocaciones y sufrimientos alrededor nuestro, debemos hacer todo lo que podamos para hacer las cosas bien, permitir que el bien subyacente se manifieste; pero sí, a pesar de todos nuestros esfuerzos, las cosas no pueden ser llevadas hacia el bien, no es nuestra falta por lo menos. Dios deja una cierta cantidad de libre albedrío al hombre, y el hombre entonces puede usarlo mal; y una cierta proporción de hombres siempre hace esto. Si las cosas no van tan bien como deberían, es seguro que debe haber una buena razón por lo cual al momento ocurre eso, porque sabemos con absoluta certeza que ellas deben finalmente ir bien. ¿Por qué entonces deberíamos preocuparnos por eso? El que se preocupa no es un verdadero filósofo, porque este hábito hace surgir malas vibraciones que hacen mucho daño a otros, y ningún estudiante de la Sabiduría dañará voluntariamente a cualquier cosa viviente. También él pensará que el hombre que se preocupa no confía en Dios, mostrando una falta de fe en Su Poder y en Su Amor. Su actitud debe ser una de máxima confianza.

Nuevamente se deduce que si Dios es bueno y es el amante Padre de la humanidad, los hombres deben ser también hermanos. Pero si sostenemos esta verdad de la fraternidad del hombre es imposible para nosotros continuar actuando egoístamente, porque si un hombre se da cuenta que él no es ya más un ser separado, no puede continuar siendo egoísta. Algunos de nuestros miembros dicen respecto a estos asuntos:

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"Creemos todo esto que es así intelectualmente, porque la enseñanza de la Sabiduría Divina nos parece que es por lejos la más satisfactoria para explicar todo lo que vemos en el mundo; pero no tenemos la absoluta certeza en estos asuntos, la cual puede sólo venir del conocimiento directo; por eso a veces nuestros sentimientos nos dominan, y parecemos por un momento perder el asidero en las verdades fundamentales."

Entiendo perfectamente a aquellos que tienen estos sentimientos; he aprendido que algunos de nosotros tienen una gran ventaja, aquellos que han tenido experiencia directa, que por el uso de las facultades superiores han visto sobrecogidos la verdad de estas grandes declaraciones. Sé muy bien cuán grande es la diferencia entre nuestra absoluta certeza y la más fuerte convicción arribada por medio de la razón. Pero si un hombre comienza con esta teoría como una hipótesis, encontrará que todo lo que sucede encaja dentro de ella y es explicado por ella, y encontrará muchas circunstancias que corroboran; cada una es quizás pequeña en sí misma, pero acumulativamente son de una gran fuerza, hasta que su convicción gradualmente se expande y profundice hacia la certeza.

Un hombre que rechaza aceptar estas teorías, constantemente encontrará hechos que para él son inexplicables, hechos que no encajarán dentro de su esquema. Si, por ejemplo, un hombre mira la existencia del mundo astral y de la vida después de la muerte, se encontrara él mismo sin ninguna explicación racional respecto a un gran número de fenómenos auténticos y de toda clase de pequeños sucesos en la vida diaria. Él tiene que ignorar estas cosas o atribuirlas (contra toda razón y sentido común) a la alucinación; mientras que un hombre que entiende los hechos del caso podrá ajustarlos en forma bastante fácil dentro del bosquejo en su mente. Él puede no comprender con todo detalle cómo los resultados se producen, pero él verá inmediatamente que están en un todo de acuerdo con lo que él ya sabe, y no son de ninguna manera sobrenaturales para él.

Por lo tanto, sin ser él clarividente, puede acumular una gran cantidad de evidencia de la existencia de los planos superiores. Realmente, su posición en comparación con aquella del escéptico es como la de los primeros creyentes en la teoría heliocéntrica en oposición a aquellos que creían que la tierra era chata y estacionaria. Aquellos que sostenían la última idea se confundieron más y más, y a medida que adquirían información adicional, que aprendían de los movimientos de los distintos planetas y estrellas, la confusión se volvía más desesperanzadora; hasta que una vez que los hechos fundamentales de los movimientos de la tierra fueron comprendidos, todo ocupo su lugar y se comprendió que era parte de un todo coherente y comprensible. Cada fragmento adicional de evidencia no es simplemente una adición a la fortaleza de la prueba como un todo, sino más bien una multiplicación de esta.

Todas las teorías del hombre respecto a la deidad pueden ser clasificada bajo tres cabeceras: o Él es indiferente a nosotros; o es activamente hostil a nosotros, y necesita ser propiciado; o está lleno de amor y buena voluntad hacia nosotros. Si Dios es indiferente a nosotros, si nos ha traído a la

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existencia por mero capricho, o si hemos evolucionado fortuitamente como resultado del accionar ciego de las leyes de la naturaleza, es para nosotros bajo todo intento y propósito como si no hubiera Dios en absoluto.

Este creencia no tiene obviamente ninguna teoría coherente del universo para ofrecernos, ningún plan y consecuentemente ninguna esperanza de algún final que justifique o explique nuestra existencia. Hubo muchos en el pasado que han sostenido este creencia incómoda, y es aún posible que haya algunos que la sostienen actualmente. Parece inconcebible que alguien pueda desear sostener esto, pero algunos pueden imaginar que están forzados a hacerlo así debido a lo que ellos consideran la falta de evidencia suficiente. El estudiante filosófico sabe que dicha evidencia existe, y en abrumadora cantidad; pero como mucha de ella depende de la investigación clarividente, el hombre que desea examinarla debe sentirse satisfecho con la posibilidad de la clarividencia.

La segunda teoría, que Dios es caprichoso u hostil al hombre, ha sido sostenida muy ampliamente. El hombre se imagina a Dios como lo más elevado que él puede concebir; pero lo más elevado que él puede concebir es a menudo sólo una edición glorificada e intensificada de sí mismo. Consecuentemente cuando las naciones están en la etapa violenta, tempestuosa y conflictiva que acompaña los primeros pasos de su desenvolvimiento, ellos generalmente se proveen de un Dios que es un hombre de guerra y peleará por ellos en contra de sus enemigos. Un Dios de tales características es comúnmente considerado como capaz de enojo y de gran crueldad, y por lo tanto él necesita propiciación para prevenir que no descargue sus pasiones violentas sobre sus desafortunados devotos.

Todas las religiones que ofrecen cualquier tipo de sacrificio a Dios pertenecen a esta categoría, porque en todos los casos la idea que subyace en el sacrificio es que por este ofrecimiento la deidad puede ser agradada e inducida a hacer en cambio algún favor que no hubiera hecho de otra manera, o también que por este ofrecimiento el es sobornado para hacer algo malo que de otra manera no haría. El Jehová judío fue obviamente una deidad de este tipo, y la perniciosa influencia de esta idea de propiciación se ha permitido que se extienda en la cristiandad, y es responsable de la increíble y realmente blasfema distorsión de la bella e inspiradora historia del descenso de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad dentro de la materia.

Por lo tanto aquellos que no comprenden el real significado de su Credo son llevados a la insostenible posición de que Dios en una forma se sacrifica a Si Mismo para propiciar a Dios en otra forma, para que no perpetre atroces crueldades sobre Sus criaturas; y aún este tremendo e increíble sacrificio se representa que es tan poco efectivo que sólo una insignificante fracción de la humanidad es después de todo salvada por ese sacrificio. La completa imposibilidad de tan monstruosa teoría escapa a la atención de aquellos que piensan que creen en ello; pero eso es sólo porque ellos nunca se han aventurado realmente a pensar en ello, sino que dan por sentado sus afirmaciones como parte de un sistema teológico que se supone descansa absolutamente fuera de la región de la razón ordinaria y el sentido común. Esta segunda forma de creencia generalmente implica una teoría del universo en el

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que este existe para un cierto fin, pero que esta diseñado de una manera tan defectuosa que falla casi completamente en su intención original, y asegura la felicidad perdurable de sólo una pequeña proporción de sus habitantes, y aún eso en la extraordinaria suposición de que ellos están de alguna manera facultados a olvidar el espantoso destino que espera a la gran masa de la humanidad.

La tercer teoría, que Dios es amor, en el que todo su poderoso universo se mueve firmemente hacia el fin señalado de unidad de conciencia con Él, es el único que puede ser aceptado por el estudiante filosófico. El amor ilimitado de la Deidad es el verdadero cimiento de la creencia católica liberal. Ningún sacrificio, ningún ofrecimiento, ninguna oración, pueden ser necesaria a Dios, que es el amante Padre de todo Su pueblo, y que ya está haciendo por él mucho más de lo que ellos puedan pedir, mucho más de lo que ellos pueden concebir. Todo lo que podemos ofrecerle en respuesta es nuestro amor y nuestro servicio; y nuestro amor es la misma manifestación de Dios dentro nuestro, por lo tanto la única acción de nuestra parte que puede considerarse que es del agrado de Él es permitir cada vez más que el Dios morador se manifieste a Si Mismo a través nuestro. Esto me parece la más grande de todas las verdades, la verdad sobre la cual todos los demás depende.

Cuando un hombre está plenamente impregnado con la certeza completa del eterno amor y la absoluta justicia, a partir de allí, como eje fundamental, hallará que todos los hechos de la naturaleza gradualmente van ocupando su lugar apropiado. A todos los hombre les llegan problemas de algún tipo; y debido a esto, el hombre a veces está tentado a creer que no todo puede ser bueno, que debe haber de alguna manera y en algún lugar una falla en la obra del Esquema Divino. Un error de este tipo es natural; pero de todas maneras es un error, y el hombre que lo comete esta en la posición de un jefe africano que se negó a creer que el agua pudiera alguna vez volverse sólida, porque él nunca había visto una evidencia de ese fenómeno.

Para el estudiante común esta certeza viene solamente como el resultado de la convicción intelectual que así debe ser, que la evidencia a su favor es más fuerte que la que se ofrece en contra. El clarividente tiene la enorme ventaja de ser capaz de ver en los planos más elevados mucho más definida evidencia de la tendencia de las grandes fuerzas que están actuando a través y alrededor de la humanidad. El ver únicamente el aspecto físico, produce una visión distorsionada, y si el hombre es por naturaleza hipocondríaco, puede ser llevado a tener y mantener una visión pesimista de la vida; pero alguien que pueda ver más allá del plano físico es por lo tanto capaz de estimar las cosas más cerca de su verdadero valor, tomarlas en su real perspectiva, y verlas en sus proporciones relativas. Por eso en la fortaleza de ese conocimiento superior él es capaz de decir con certeza que él sabe que las grandes fuerzas que nos rodean están tendiendo finalmente hacia el bien. Mucho que es temporalmente malo surge, y debe necesariamente surgir, por el don concedido al hombre de aunque sea una pequeña cantidad de libre albedrío. Pero todo mal es sólo parcial y temporal, y sus efectos son todos barridos en la poderosa corriente de la evolución, así como los pequeños

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remolinos en la superficie de un rugiente torrente son no obstante arrastrados al interior de su curso hacia el mar.

Cuando un hombre está plenamente convencido que ésta es la ley universal, es capaz de estimar en su verdadero valor las pequeñas aparentes divergencias con las que se encuentra en su vida diaria. Sus propios problemas y dificultades se ciernen sobre él, pero su conocimiento de la Sabiduría Divina le permite superarlas y mirarlas desde un punto de vista superior, de tal manera que pueda verlas en su verdadera proporción. De ninguna manera él falla en simpatizar con un individuo que está temporalmente sufriendo; aunque él no pueda ser abrumado por la tristeza, porque ve más allá del sufrimiento su meta, más allá de la pena al objetivo de la eterna alegría. Todos los problemas son para él necesariamente evanescentes, como las molestias de un viaje. Sin duda son reales y molestas mientras duran, pero el hombre las soporta precisamente porque desea alcanzar el fin del viaje. Para el verdadero filósofo por lo tanto la depresión es una imposibilidad; la considera no sólo como una debilidad, sino como un crimen, porque (como dije antes) él sabe que infecta a aquellos alrededor de él, y los retrasa en su progreso en el sendero ascendente.

Él sabe que es tanto inútil como tonto quejarse de lo que le sucede, aunque sea incómodo. No puede sucederle nada que no merezca, y consecuentemente lo considera como el pago de una deuda que debe ser cancelada antes de que pueda realizarse mayor progreso. Él no se queja de las deficiencias y debilidades que allá dentro de si mismo, porque sabe que es él y nadie más que él, el responsable de que sea así, y nadie más que él puede cambiarse a si mismo. Cree que tiene toda la eternidad por delante para conquistar sus dificultades y por lo tanto sabe con absoluta certeza que esas dificultades serán conquistadas, no obstante lo difícil de superar que puedan parecerle desde su punto de vista actual.

Sabe que cualquier mal que él haya hecho en el pasado debe después de todo ser finito en sus alcances, y consecuentemente sus resultados deben ser finitos también; considerando que él mismo es una fuerza viviente de infinitas posibilidades, capaz de educir sin límites de la Divinidad de la cual él es una expresión. Su actitud es entonces de perfecta confianza y de perfecta filosofía, y el objetivo de su vida es volverse un colaborador de Dios. El no puede ser más que un hombre feliz al desempeñar su parte, porque se siente uno con la Deidad, que es felicidad. Si él puede darse cuenta que toda la naturaleza es el ropaje de Dios, será capaz de ver en ella Su belleza y gloria escondida.

Todo esto puede ser suyo, pero sólo bajo la condición de que él realmente viva su creencia, que él permita que ella lo impregne y lo inspire. Se nos ha dicho en las escrituras antiguas que el que desee hollar el Sendero debe convertirse en el Sendero mismo, lo que significa que transitarlo debe volverse tan absolutamente natural para él que no pueda hacer otra cosa. Un hombre puede estar intelectualmente convencido de la verdad de nuestras enseñanzas aunque sepa que de muchas maneras no alcanza a su total realización; pero el hombre que es capaz de vivirlas obtiene mucho más que a

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partir de la convicción intelectual; por medio de su experiencia crecerá dentro de él una certeza y conocimiento vital de su verdad que nunca podrá ser sacudida. Aquellos que hacen la voluntad del Padre que está en los Cielos sabrán si la doctrina es verdadera; solamente viviendo la vida como hijos de Dios la verdadera Sabiduría de Dios se obtiene, y sólo a través de esa Sabiduría podemos alcanzar y mantener la verdadera actitud divina de amor ilimitado a todos los seres.

Capítulo XXI191

El más Grande de Estos

Cristo es el Señor de Amor, y si en serio deseamos seguirlo, debemos distinguirnos de los hombres del mundo externo por esta característica por sobre todas las demás. Se decía de los primeros miembros de la Iglesia: “Vean como los cristianos se aman los unos a los otros”; ¿podemos hoy día decir esto de nosotros? Pienso que debemos tratar de comprender lo que el amor realmente es; todos hablamos de él con bastante liviandad, pero son pocos fuera del Circulo Interno de aquellos que están cerca de nuestros Maestros, que se puede decir que realmente saben lo que es. Lo que se considera con ese nombre en el mundo externo es generalmente sólo un pálido y mancillado reflejo del amor. Es a menudo codicioso y egoísta; esta entremezclado con toda clase de deseos y otras emociones, tales como los celos y el orgullo; no es el sentimiento genuino en absoluto; nosotros que sabemos que Dios es Amor deberíamos ser capaces de algo más elevado que eso.

No debemos cometer el error, como los principiantes frecuentemente hacen, de pensar que aquellos que tratan de seguir el Sendero de la Santidad no deberían tener ninguna emoción; con seguridad que debemos tener emociones, pero debemos ser cuidadosos de que ellas sean sólo aquellas que elegimos definidamente tener. No debemos permitir que nuestros cuerpos astrales formulen emociones para nosotros mismos y entonces nos dominen y nos arrastren con ellas; esto es algo equivocado. Pero decir que no deberíamos tener emociones nos haría monstruos en vez de hombres, quizás, gigantes intelectuales, pero seres totalmente incapaces de simpatía, y por lo tanto inútiles para la obra del Maestro.

Si observamos las ilustraciones de un libro que publiqué muchos años atrás, El Hombre Visible e Invisible, veremos que el cuerpo astral de un salvaje, y aún aquel de una persona ordinaria, son ejemplos de lo que el cuerpo astral no debe ser; lo muestran produciendo sus propias emociones (algunas de ellas definitivamente malas), arrastrando al ego fuera de su camino, y actuando enteramente sin su control. Si examinamos el dibujo del cuerpo astral del hombre desarrollado vemos que es un reflejo exacto de su cuerpo mental, lo que quiere decir que él tiene emociones, profundas y hermosas emociones, pero tiene aquellas que él se permite a sí mismo tener, y no otras. El cuerpo astral se ha vuelto un reflejo del mental; es un sirviente en vez del amo; y el cuerpo astral, como el fuego y algunas otras cosas, es un muy buen sirviente pero un muy mal amo.

En el momento en que permitimos que tome el control arruina todo; pero es un vehículo absolutamente necesario para nuestro trabajo, y cuando está bajo perfecto control, puede hacernos capaz de alcanzar muchas cosas que de otra manera no podríamos. El cuerpo astral se corresponde y es un reflejo del vehículo búdico; y como el vehículo búdico no está aún desarrollado en la mayoría de nosotros, es sólo a través del cuerpo astral que podemos entrar en contacto con el plano búdico, no a través de la mente. A través de la mente podemos conocer un poco del ego, el alma; por meditación la mente inferior

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puede entrar en contracto con la mente superior; pero es a través de las emociones más nobles solamente que podemos tocar ese vehículo aún más elevado. Por consiguiente necesitamos sentir emociones, pero debemos estrictamente dominar esas emociones; debemos ver que sean del tipo correcto, y que sólo aquellas que sean útiles se les permita manifestarse a través nuestro.

Entonces la nota clave es el amor, con la cual Cristo insistió absolutamente, que debemos olvidarnos de nosotros mismos ante aquellos que amamos. Eso no debería ser difícil, pero aparentemente lo es. Hay muchos que parecen incapaces de hacerlo; y aún así, si el sentimiento fuera lo suficientemente fuerte, el resultado debería seguirle. Esta cuestión es una de aquellas que todos nosotros enfrentaremos en el futuro. Cuando el Señor venga, Su evangelio será un evangelio de amor. El Mismo es conocido como el Señor del Amor, de Compasión, de Bondad; que el amor es una de las características que debe ser la más prominente en Su enseñanza lo afirmo el Sr. Jinarajadasa en su hermoso pequeño libro, Lo que Enseñaremos; allí lo encontramos expresado muy claramente; y debemos recordar que el Sr. Jinarajadasa es uno de aquellos que está en la línea especial del Instructor Mundial, y por lo tanto está íntimamente unido a Él. Él dijo:

Hay un poder que contribuye a la fortaleza, y es el amor; en muchas formas crece en el corazón de los hombres, pero con cada aparición este amor brinda fortaleza, para transmutar crueldad en sacrificio, codicia en oración, orgullo en devoción. Esta es la primera verdad que tú y yo enseñaremos, en Su nombre.

Hay un poder que renueva todas las cosas, y es la Belleza que es Alegría. Ama, y verás la Belleza; ora, y serás uno con El; sirve, y serás Su Elegido para la salvación de tus hermanos. Esta es la segunda verdad que tú y yo enseñaremos en Su nombre.

Hay un poder que unifica todo, y es el sacrificio. A través de la acción que es sacrificio viene la vida, el amor que es fortaleza y la belleza que es alegría. Este es el sendero para que todos transiten, el sendero que el Amante Uno ha hecho para Sus amados. Esta es la tercera verdad que tú y yo enseñaremos, en Su nombre.

Estas palabras no sólo son bellas sino que son profundamente ciertas; esto es precisamente lo que debemos hacer, si queremos tomar parte en el futuro que se abre ante nosotros. Todas las modalidades de pensamiento, todos los métodos, y todas las ideas que vienen naturalmente a nosotros, son del pasado; debemos aprender a vivir en y por el futuro. No es una enseñanza nueva; Él la dio cuando estuvo en la tierra antes; Él la dio como Shri Krishna; Él la dio como Cristo; y Su discípulo San Juan, siguiendo Sus pasos, predico esto también.

San Pablo ha dado lo que es quizás una de las mejores definiciones del Amor en el capitulo treinta de la Primera Epístola a los Corintios. No podemos hacer algo mejor que tomar ese capitulo y leerlo, y ver cuanto nuestra

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concepción del amor esta de acuerdo con la de ese gran Apóstol e Iniciado. “Amor,” él dijo, “es sufrido y gentil.” Es decir, soporta todo por el bien de aquel a quien ama; nunca piensa de algo que pueda hacerse por el amado como un problema o una molestia o una dificultad. “Es sufrido.” En otro lugar él dice: “lo soporta todo, lo cree todo, lo espera todo.” Por lo tanto por el amado, lo soporta todo, sea lo que pueda allegar. De él cree lo más noble y lo mejor siempre, y espera lo más grande y más magnificente. Por lo tanto se dedica él mismo completa y únicamente al objeto de su amor; nunca piensa en sí mismo. “El amor no busca su propio bien”; ni siquiera pide por lo que bien podría esperarse; porque no piensa en si mismo, sino sólo en el amado.

Ese es un bello concepto, todos lo pueden ver; pero supongo que muchas personas en el mundo externo pensarían que es una imposibilidad. Quizás es un ideal imposible, una utopía; el mundo externo dirá que no existe nadie que sienta de esa manera. Pero esperen, ustedes que están esforzándose hacia arriba, esperen a entrar en el Arcano Interior, y hallarán que existen aquellos que sienten de esa manera. El amor de nuestros Maestros es un amor así; y cuando en el futuro lejano seamos capaces de ver la conciencia Misma del gran Señor de Amor, hallaremos que Él ama a Su mundo exactamente de esa manera, no interesándole en absoluto lo que el mundo piense de Él, pensando sólo en lo que puede ser hecho por el mundo. Es maravilloso, glorioso, y aún así es verdad; esta actitud pueden alcanzarla los hombres, y tiene que ser alcanzada por lo hombres; por lo tanto nosotros podemos alcanzarla, cada uno de nosotros. No estoy diciendo que podamos lograrlo de inmediato, que podemos dejar de lado todos nuestros viejos hábitos al instante; podemos deshacernos de ellos, pero volverán una y otra vez, porque hemos establecido una clase de impulso equivocado; hemos creado surcos en los cuales nuestros pensamientos circulan, y no es fácil quitarlos en un instante. No es fácil cambiarnos a nosotros mismos, porque nuestros hábitos en estas cuestiones no son de esta vida únicamente; han existido por miles de años, y un hábito que hemos estado formando por veinte mil años toma algo de tiempo y esfuerzo cambiarlo; pero debe ser hecho, y por lo tanto es lo mejor empezar de inmediato; mientras antes mejor.

Cuando el Amor es lo suficientemente fuerte, podemos ver esa actitud aún ahora. Todos hemos oído de las maravillosas acciones de auto sacrificio realizadas por aquellos que verdaderamente aman, de una madre por su hijo, de un marido por su esposa, o una esposa por su marido. Hay momentos increíbles de un heroísmo espléndido que parece súper humano; pero, después de todo, aquellos que hacen estas cosas son hombres como nosotros, y si ellos pueden hacerlo, seguramente nosotros también. Es sólo una cuestión de liberarse uno mismo de los antiguos grilletes y tratar de comprender, y eso no es tan difícil después de todo. Todo lo que San Pablo dice, bello como es, glorioso como es, de lectura útil como es, cada palabra está en el corazón de cada persona que realmente ama profundamente. Él se olvida de sí mismo, debe olvidarse; él sólo puede pensar en el objeto de su amor; y haciendo esto todo los demás sigue naturalmente. Todas esas otras calificaciones que San Pablo menciona llegan, si el amor es verdadero y puro. No es útil decir que en nuestro presente nivel no podemos tener una cosa así, podemos y debemos.

De todas las calificaciones para la Iniciación esta es la más importante,

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porque incluye a todas las demás. San Pablo termina su capítulo: “Y ahora permanezcan en la Fe, la Confianza y el Amor, pero de estas tres, la más grande es el Amor,” y este es el nuevo evangelio. El evangelio anterior – quiero decir aquel del anterior Instructor Mundial – fue el de la Sabiduría; si la ignorancia pudiera ser disipada, Él dijo, si el hombre tan solo pudiera conocer y comprender, entonces el mal desaparecería. Eso es perfectamente y absolutamente verdadero; pero esta presentación también es verdadera, y esta es la proclama de esta época – que cuando los hombres vivan como hermanos, cuando dejen de lado su falta de amor, su sospecha y su falta de comprensión, su rigidez y estupidez, todo el mundo sería diferente. Cuando el hombre haya aprendido a confiar el uno en el otro, a vivir en comunidad en común acuerdo, en vez de que todos deban ser restringidos por la ley para que no hagan esto o aquello, la gran ley del Amor será suficiente restricción para todo hombre.

Falta mucho tiempo antes que el mundo pueda alcanzar esa etapa; pero faltará aún más si alguien no comienza, y nosotros somos justamente las personas cuyo asunto es dar ese ejemplo, porque estamos esperando la venida del Señor de Amor. Si hemos de ser Sus ayudantes, Sus discípulos, quizás hasta Sus apóstoles cuando venga, debemos estar ya estudiando Sus métodos – lo que conocemos de ellos – y este al menos lo conocemos, que el Amor será su característica central. Podemos acostumbrarnos a ese aspecto fundamental, podemos comenzar a vivir la vida que El espera que vivamos, y mientras más la vivamos hoy, más preparados estaremos para ser Sus colaboradores cuando El venga. Si podemos impregnarnos con Su espíritu con antelación, esa será una enorme ventaja para nosotros al actuar como los canales de Su gracia y Su poder cuando venga. Hasta entonces lo más que podemos hacer es practicar todas estas virtudes, y tratar de esa manera de estar preparados.

Debemos dejar de lado todas las ideas indignas; es un insulto al glorioso nombre de Amor usarlo para la clase de emoción con la cual muchos de nosotros estamos familiarizados; no es la palabra correcta en absoluto. El amor real es espiritual, verdaderamente, más allá de la comprensión de muchos, pero glorioso más allá de todas las palabras que podemos decir. Alcancemos, si podemos, la conciencia búdica; tratemos de tocarla aunque sea por un momento; tendremos que experimentarla cuando alcancemos el período de Iniciación. Felices de nosotros si la podemos alcanzar antes, y así evitarle algún problema en esa tremenda ocasión a aquellos que están a cargo.

Entremos, si podemos, dentro de esa etapa de esta conciencia más elevada; será una revelación para nosotros, algo que nunca podremos olvidar. El mundo nunca volverá a ser igual para nosotros una vez que hayamos visto eso. Esa experiencia no es para todos nosotros todavía, porque significa un increíble esfuerzo – un esfuerzo para el cual pocos están ya listos. Algunos han hecho el esfuerzo, pero sólo bajo un riesgo y tensión considerables. He visto a un hombre fuerte desfallecer al hacer un esfuerzo infructuoso para lograr esa unión; mientras que hay otros a quienes les llego natural y fácilmente. Llegará a todos nosotros en una etapa u otra, lo más probable en algún momento en nuestra meditación. Puede ser por un esfuerzo definido, puede ser

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simplemente en el curso de la evolución de nuestro poder de meditación que llegará a nosotros, pero llegará, y entonces sabremos.

Hasta entonces debemos simplemente imaginarnos este más elevado amor; pero aproximémonos lo más cerca que podamos, determinémonos, al menos, que ni la más leve mancha de egoísmo quede en nuestras emociones, que vivamos sólo para el objeto de nuestro amor. Pongamos a los pies de nuestros Maestros nuestro amor, porque realmente no podrá haber egoísmo, porque no podemos saber lo que Ellos sienten por nosotros, o lo que Ellos pueden hacer por nosotros; eso lo sabemos de antemano. Sabemos que cuando el discípulo está listo el Maestro también, y que su amor es tan amplio como el mar. Las únicas limitaciones y dificultades son aquellas que establecemos nosotros mismos; no hay dificultad de Su lado, ninguna limitación en Su poder de afecto.

San Pablo dice: “El amor no envidia.” Es raro encontrar esa clase de amor, el que no envidia, que no hace alarde de sí mismo, que no es engreído. Por más espléndido que puedan ser los éxitos de aquel a quien amamos, sentimos únicamente el más puro placer en ello, nunca el más leve toque de envidia; y si de alguna manera podemos hacer algo que el amado no puede, no presumimos de ello, no nos engreímos por eso; sólo pensamos en sus sentimientos, y nunca en los nuestros. Es tan sencillo si siempre tenemos en mente la nota clave del inegoísmo; pero si falla esa nota clave todo va mal; eso es inevitable.

“No se le provoca fácilmente,” él dice, “y no piensa mal.” Y esto es todo un tema. No se le provoca fácilmente; sabemos qué difícil es vivir a través de todas las pequeñas tensiones de la vida ordinaria, y no irritarse; es casi imposible para el hombre común. Aún para los más desarrollados es muy difícil, y eso por muchas razones. Primero, como he dicho, tenemos un hábito de irritabilidad que hemos estado cultivando diligentemente por muchos miles de años; eso tiene que conquistarse. Segundo, estamos viviendo en una época de gran estrés nervioso, como el mundo nunca ha conocido antes hasta ahora; consecuentemente nuestros nervios están todos desajustados, más especialmente aquellos de nosotros que tienen que vivir en grandes ciudades, y por lo tanto es sumamente difícil conservar un equilibrio todo el tiempo; pero, debemos tratar. Es, admito, una cosa casi sobrehumana lograrlo, pero al menos debemos tratar. Estamos intentando aquello que nadie más ha intentado; todos lo que se han esforzado en vivir la vida espiritual, como deseamos hacer nosotros, han comenzado por retirarse del mundo – viviendo en los bosques, convirtiéndose en ermitaños, o viviendo en un monasterio entre monjes, de tal manera que podían liberarse de toda otra vibración, o rodearse de vibraciones que serían enteramente armoniosas. Somos, en la medida de mi conocimiento, las primeras personas que han hecho un intento de llevar esta vida más elevada sin retirarse en absoluto del mundo; viviendo en el medio de él – en el medio de lo que podemos llamar una forma muy exasperante de él.

Es verdad que también ha habido grandes ciudades en tiempos antiguos; Roma fue grande y gloriosa; Babilonia fue una ciudad enorme; la Ciudad de las Puertas Doradas en Atlantis fue grande también; pero al menos

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no existía la presión que hay actualmente. He mirado hacia atrás, en el curso de investigaciones clarividentes de varias clases, a una gran cantidad de civilizaciones antiguas; algunas estaban lejos de ser buenas, algunas de ellas eran definitivamente malas, porque había mucha magia desagradable: otras por otro lado fueron magnificentes, y estábamos iguales en muchas cosas; pero de todas formas nunca hubo en alguna de ellas (las que he visto) el nivel de tanta prisa y presión como tenemos actualmente. Todo proviene de nuestros nuevos métodos de comunicación, desde nuestros trenes y barcos, nuestros telégrafos eléctricos y periódicos diarios; todas estas cosas tienden a la prisa.

Todo eso tiene su lado positivo; nos enseña a amontonar en poco tiempo una vasta cantidad de trabajo concentrado, y a lidiar con muchas cosas diferentes al mismo tiempo; no deja de tener beneficio; pero al mismo tiempo arruina la salud y la constitución de muchas personas; y hace que el progreso espiritual indudablemente sea mucho más difícil. Desarrolla la mentalidad y el poder intelectual, pero hace a la meditación o la unión con Dios mucho más difícil, porque la misma esencia de esas cosas es que uno debe estar tranquilo, que uno debería ser capaz de abstraerse del mundo y concentrarse en las cosas más elevadas. La meditación puede hacerse; en cierto grado lo están haciendo muchos – aunque se que sin mucho éxito en muchos casos. No necesitamos asombrarnos por nuestra falta de éxito en meditación – por el hecho que otros pensamientos se meten, y que nos parece casi imposible llevar a cabo nuestra meditación perfectamente. Recordemos que si tuviéramos éxito bajo estas condiciones, habríamos dado un gran paso – porque nos haríamos resistentes contra muchas dificultades que vendrán en nuestro sendero. Un hombre que ha tenido éxito con la meditación bajo circunstancias convenientes, alejado en una cueva o en el bosque, puede muy bien desequilibrarse si tuviera que vivir en una gran ciudad; por lo tanto si podemos hacer nuestro trabajo perfectamente bajo tales condiciones, habremos asegurado nuestro pie en ese sendero de progreso.

Lo que estamos intentando es una cosa difícil; pero con toda seguridad puede llevarse a cabo, y si se logra, nos da a ganar mucho más que lo que el sendero más fácil nos daría. Una de nuestras dificultades es que nuestros nervios están hechos un manojo por todo este inmenso aceleramiento y actividad a nuestro alrededor. Algunos de nosotros podemos pensar que no toman parte del mundo; desafortunadamente no podemos ayudar hasta cierto punto aislándonos; si vamos a vivir en el medio de él, debemos sentirlo. Las vibraciones de un millón de hombres están a nuestro alrededor; son un factor poderoso, y nosotros, como individuos, oponiéndonos a corrientes como esas, tendremos una tarea pesada para mantenernos firmes. Puede hacerse, porque ha sido hecho; pero alcanzar este estado del que habla el apóstol – la condición de ser incapaz de provocación – es siempre difícil; y es dos, tres veces más difícil bajo estas circunstancias actuales. Sin embargo tenemos que lograrlo. A medida que progresamos a lo largo del Sendero tenemos que ir ganando algo mucho más elevado que si siguiéramos transitando la misma línea; uno de los grilletes que los Arhats se han de desprender antes de alcanzar el Adeptado es la posibilidad de no ser perturbado por nada. ¡Debo decir que siempre he mirado a esa condición con algo de envidia! Pero cuando

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se logra solo hay un grillete más para liberarse – el de la ignorancia. Estar perfectamente libre de la irritabilidad nos acerca a lo más elevado, y por supuesto que está aún lejos en el futuro, pero mientras tanto debemos tratar de hacer lo que podamos para seguir el consejo de San Pablo, y aspirar al amor que no es provocado fácilmente y no piensa mal.

Por supuesto que no piensa mal: ¿cómo alguien pensaría mal del ser amado? “No se regocija en el mal, sino en la verdad.” Se dice popularmente que el amor es ciego: Supongo que existe un amor de esa naturaleza; pero se que hay un estadio posterior el cual es preternaturalmente intenso, que espera mucho más que lo ordinario en cuanto a los logros y al comportamiento del objeto del amor, que fija un estándar alto justamente debido al amor que sostiene, un amor que es ciertamente el reverso del ciego. Quizás esta es una reacción del otro. El amor perfecto no será ninguno de estos; habrá pasado más allá de ambos, y juzgara a cada cosa por lo que es, sin miedo y sin favoritismo, sabiendo bien que nada de lo que haga el amado cambiará u ofenderá al amor.

Este sentimiento de amor no depende del carácter de la persona amada en absoluto; si amamos a una persona, cualquier cosa que pueda hacer no afectará a nuestro amor. Nos puede causar dolor si el amado actúa mal, porque lo amamos; puede causarnos penas y sufrimientos; pero no puede afectar nuestro amor. Eso es algo que la gente no parece comprender. “¿Cómo puedo amar a una persona que me ha tratado en tal y tal forma?” dicen. ¿No ven que su forma de tratar no tiene nada que ver con el amor? El verdadero amor no es entre personalidad y personalidad; es entre ego y ego, quizás entre Mónada y Mónada, ¿cómo lo sabemos? Sabemos tan poco aún de estas estupendas alturas; pero al menos vemos que es absolutamente independiente de lo que hace el ser amado.

Un amor así puede ser sentido por el hombre; lo sé por mi propia experiencia, porque lo he visto, porque lo vemos en los Grandes Seres y en Sus discípulos. Es una cosa hermosa y maravillosa de ver. Este tipo de amor, se dice, “nunca se debilita.” Esta es la ultima caracterización del amor que hace San Pablo; nunca se debilita, sea lo que sea que suceda, lo que haga, permanece el mismo, la misma cosa no cambiante en este mundo cambiante. Inmutable, porque Dios es amor. “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.” Es por esto, dice un apóstol nuevamente, que “sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos.” No sólo es un factor de lo más importante en la vida – es la vida misma. Es la vida Dios en el hombre, porque Dios es amor.

Quizás no reflexionamos en todo lo que eso significa; si amamos, Dios mora en nosotros y Su amor se perfecciona en nosotros. Esa es una idea que quisiera estuviera siempre en nosotros, y nunca olvidarse – que si estamos lo suficientemente contentos de sentir el verdadero, el glorioso amor, no somos nosotros los que amamos, sino Dios que ama en nosotros. Es la vida del mismo Logos; y en la proporción en la que esa vida pulsa a través nuestro, en esa proporción podemos verterla como amor a nuestros hermanos. Nuevamente, se dice en las escrituras: “El que no ama a su hermano a quién él

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ve, ¿cómo puede amar a Dios a quién no ha visto?” Si queremos expresar el poder de Dios, lo podemos hacer únicamente absorbiendo en nosotros mismos el amor de Dios, y vertiéndolo de nuevo sobre todos los demás. Debemos ser Sus limosneros en esta, la mayor de todas las caridades, el verter Su amor; darse cuenta que, al hacerlo, es el nacimiento de Cristo dentro nuestro; no podemos tener un mejor propósito que llevar ese pensamiento con nosotros dondequiera que vayamos, y mostrar que debido a que amamos a Dios, y debido a que estamos agradecidos a Él, derramamos en nuestras vidas diarias ese amor para nuestros hermanos que es la marca de nuestra unidad con Él.

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