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    Ral Quesada

    Para Virginia Muschi

    Una de las dificultades de lectura de la filosofa de Heidegger aunque,sin duda, tambin uno de sus atractivos es su radicalidad. La reflexinheideggeriana es radical y fundamental en el sentido ms llano y lato deun discurrir sobre el fundamento del ser y las races de la reflexin. Hei-degger no se anda por las ramas del pensamiento occidental; le gustaponer los pies sobre la tierra boscosa, de preferencia y caminar,descubriendo, como Rousseau y los romnticos, las montaas. Otra dificultad es que Heidegger casi siempre camina solo y, porlo tanto, es difcil seguirle el paso; no est acostumbrado a detenerse,tomar aire, comentar con un acompaante o interlocutor. Es cierto quea veces anuncia que va a salir de paseo con alguien, pero siempre es lquien gua y re-traza los caminos del otro. No se deja andar por otroporque a l, Heidegger, lo anda el ser. Dada esta situacin, no puede dejar de llamar la atencin la ex-traordinaria relacin que Heidegger estableci con la figura y la obra deHlderlin. Como ha sealado Paul de Man: Hlderlin es el nico aquien Heidegger cita como un creyente cita las Sagradas Escrituras.No se trata, entonces, de afinidades ermitaas o germnicas, aunque las

    haya, sino de una muy ntima relacin entre la filosofa de Heidegger yla poesa de Hlderlin que tal vez pueda inscribirse dentro de la proble-mtica de las relaciones entre la filosofa y la literatura. Las relaciones del arte y la literatura con la filosofa tienen unahistoria larga y compleja que no se deja limitar fcilmente por la estti-ca o la filosofa del arte. Esto es as porque lo que est en juego no es untpico socrtico simple: la belleza, sino algo que est ms cerca del dis-currir filosfico mismo. As, por ejemplo, los planteamientos platnicos

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    al respecto no pueden circunscribirse a unos cuantos loci communes, nisiquiera a toda una regin (loca, dira un latinista), por ms clsica questa sea, donde Platn expulsa de una repblica inexistente, la innom-brada excepto como platnica, utpica o, simplemente, literaria a

    unos artistas que aunque figurativos carecan de realismo. Los plantea-mientos platnicos de las relaciones entre la filosofa y la literatura seextienden por todos los meandros retricos de los Dilogos. La posicinplatnica se encuentra en la escritura misma de los Dilogosy en losproblemas filosficos que esta estructura literaria genera con respecto ala verdad y a una argumentacin que se quiere calificar de propiamentefilosfica. Algo semejante sucede con la tambin muy platnica relacin en-

    tre las matemticas y la filosofa: por un lado podemos reducir el papelque ellas desempean dentro de la filosofa a los problemas ms tcni-cos de la reflexin sobre las matemticas y, en dado caso, concederle aesa esotrica rama de la filosofa cierta importancia por su relacin conla epistemologa y la ontologa, ramas de la filosofa consideradas, ellass, fundamentales. Pero, por otro lado ms platnico podramos veren la matemtica una forma de saber que no slo desempea un papelcentral en el conocimiento humano y que, como tal, siempre ha invitado

    la elucidacin filosfica, sino como una forma de conocimiento quepodemos considerar paradigmtica y ejemplar, una forma de conoci-miento que bien podra servir como modelo a la reflexin filosfica. Estos sealamientos platnicos colocan a la filosofa en una re-gin (loca) resguardada por la Escila (ninfa de seis cabezas) de la lite-ratura y la Caribdis (abismo y torbellino) de la matemtica y, ya se sabe,Incidit in Scyllam, qui vult vitare Charybdim. Cae en la Escila, quienquiere evitar a Caribdis. Pero, por otro lado, estos mismos sealamien-

    tos nos permiten evitar el error de considerar la reflexin heideggerianasobre Hlderlin como una reflexin marginal sobre la poesa que, entodo caso, podra funcionar como el punto de partida de una esttica ouna filosofa del arte. Esto no quiere decir que las consideraciones deHeidegger sobre la poesa, el arte y el lenguaje en general permeen suobra como la consciencia literaria y retrica de Platn permea los Di-logos, pero s apunta hacia la importancia de preguntar qu papel desem-pean esas consideraciones en el proyecto heideggeriano de reflexin

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    sobre el Ser y de localizar esta pregunta en el contexto de las relacionesentre la filosofa y la literatura. La pregunta, no es difcil imaginarlo, seha hecho ms de una vez y se ha respondido de maneras muy diversasque ahora no podemos considerar. Sin embargo, me gustara hacer una

    breve referencia a una respuesta que, aunque se formul hace ms decuarenta aos y es excepcionalmente perspicaz, no ha sido reconocida losuficiente. Me refiero al artculo de Paul de Man, Les exgeses de Hl-derlin par Martin Heidegger, publicado en Critiqueen 1954 e incluidoen la segunda edicin (1983) de Blindness and Insight(1971). Sin pre-tender entrar en el anlisis de trabajo de De Man que, como es sabido,siempre es ms complicado de lo que parece, quisiera simplemente enu-merar algunos de los problemas que all se plantean.

    En primer lugar se encuentra la arbitrariedad filolgica de Heide-gger. La manera en que ste violenta ya que no podemos decir igno-ra la mayora de los preceptos filolgicos del comentario de textospuede ser bastante escandalosa para alguien que crea que estos precep-tos son el marco de referencia obligado de todo comentario. Heidegger,seala de De Man,

    comenta los poemas sin relacionarlos entre s y slo establece analogas

    en apoyo de sus propias tesis. Cuando un pasaje es inconveniente para suinterpretacin [....] simplemente lo hace a un lado. Hace caso omiso delcontexto, asla lneas o palabras para darles un valor absoluto, sin ningu-na consideracin con respecto a su funcin especfica dentro del poemadel que las extrajo. Basa un estudio entero y fundamental [dichterischwohnet der Mensch (poticamente reside el hombre)] en un texto, proba-blemente apcrifo, incluido por Beissner bajo la denominacin: de au-tenticidad dudosa. En ese mismo estudio cita sin reparos y de la mismamanera que otros trabajos un poema de la locura de Hlderlin, un poe-ma que Hlderlin firm y fech: Su muy humilde servidor, Scardanello.Mayo 24, 1748. Hace caso omiso de todos los asuntos de tcnica poti-ca que seguramente hubieran sido de gran importancia para Hlderlin;varias anomalas y obscuridades en estos poemas no se pueden explicarsin hacer referencia a ellos (De Man, 1983: 249-250).

    Sin embargo, por muy larga que sea la lista de las herejas heideg-gerianas con respecto a las reglas ms elementales del anlisis textual,hay que notar, afirma De Man, que estas herejas no son arbitrarias por

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    falta de rigor, sino porque descansan en una potica que permite, ohasta requiere, la arbitrariedad (ibid.: 250). Esto es, el mtodo exegticoheideggeriano no es un ejercicio filolgico clsico, sino que

    fluye directamente de las premisas de su filosofa; es inseparable de ella,al punto de que no se puede hablar aqu de mtodo, en el sentido for-mal de la palabra, sino, ms bien, del pensamiento mismo de Heideggeren relacin con lo potico (ibid.: 246-247).

    Una vez que hemos condimentado el mtodo heideggeriano consu muy necesario grano de sal ontolgico podemos intentar la pregunta:por qu Hlderlin?, por qu no Homero? dada la fascinacin de

    Heidegger con el mundo griego, por qu no Dante o Shakespeare oGngora?, reconocidos como los grandes poetas occidentales, por quno Goethe? si no se quera abandonar el mundo germnico. La respues-ta de Heidegger es que Hlderlin es el poeta de los poetas, ttulo quepodran reclamar Spencer o Gngora, pero que Heidegger consideraadecuado para el poeta alemn y sus propios fines porque Hlderlinafirma la esencia (Wessen) de la poesa y porque la esencia de la poesa seencuentra en afirmar laparousia, la presencia absoluta del ser. Aqu hay

    que notar que la dificultad que podramos tener para compartir o sim-plemente entender la opinin de Heidegger con respecto a que Hlder-lin sea el poeta de los poetas no radica tanto en la eleccin misma sinoen el contexto filosfico en el que se habla de la esencia de la poesa: nose trata de una esencia aristotlica o lgicamente establecida, sino deuna esencia fundada en su relacin con el ser; no se trata, en otras pala-bras, de una esencia fundada en la verdad de un juicio sino en la verdaden el sentido de desvelacin del ser. De esta manera podemos ver que la afirmacin heideggerianaacerca de que Hlderlin es el poeta de los poetas no es un juicio estticoo tcnico potico, sino que forma parte de la filosofa heideggeriana y,consecuentemente, debe ser evaluado dentro de este contexto. DiceHeidegger:

    Lo general, es decir, lo que vale para muchos, slo podemos alcanzarlopor medio de una reflexin comparativa. Para esto es necesario la mues-tra del mayor nmero posible de la multiplicidad de poesas y gneros

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    poticos. La poesa de Hlderlin es slo una entre muchas. De ningunamanera basta ella sola como modelo para la determinacin de la esenciade la poesa. Por eso nuestro propsito ha fracasado en principio, si en-tendemos por esencia de la poesa lo que se contrae en el concepto ge-

    neral y que vale igualmente para toda poesa. Pero esto general que valeigualmente para todo particular es siempre lo indiferente, aquella esen-cia que nunca puede ser esencial (Hlderlin y la esencia de la poesa,en Heidegger, 1958: 127).

    Sin embargo, podemos reformular la pregunta por qu Hlder-lin?, preguntando por qu no otro pensador ya que ellos, los pensadores,se encuentran dentro del mbito de laparousia. La respuesta radica enuna diferencia fundamental entre Hlderlin y los filsofos; Hlderlin

    afirma la presencia del ser, mientras que los filsofos slo pueden afir-mar su deseo de presencia del ser; no pueden nombrarlo. Dice DeMan:

    Hlderlin afirma la presencia del ser, su palabra es el ser presente y sabeque esto es as; los metafsicos, por otro lado, afirman su deseo de presen-cia del ser, pero, puesto que la esencia del Ser es manifestarse a s mismoescondindose en lo que no es, nunca pueden nombrarlo. Los metafsi-cos son las vctimas inocentes de los subterfugios del ser; son ingenuosaunque se digan hiperconscientes, ya que lo que nombran como lo esen-cial no es ms que el ser disfrazado, y lo que rechazan como la negacinde lo esencial es, de hecho, la cara autntica del ser mismo (De Man,1983: 250).

    Esta imposibilidad de nombrar y la cuestin general de la rela-cin de los filsofos con el ser no es slo parte importante de la filosofaheideggeriana sino que nos permite entender mejor la relacin entre

    Heidegger y los filsofos preheideggerianos, la relacin ocultamiento/desvelacin y el papel del poeta y la poesa en el pensar. Por qu po-dramos preguntar el ser se ha escondido, por qu la penetrantemirada filosfica se confunde casi sistemticamente y por qu es unprivilegio potico el poder nombrar? Por qu podemos seguir insis-tiendo Hlderlin? Porque, responde Heidegger, la poesa de Hl-derlin nace de la vocacin potica de expresar la esencia de la poesa.Dice Heidegger:

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    Hlderlin no se ha escogido porque su obra, como una entre otras, reali-ce la esencia general de la poesa, sino nicamente porque est cargadacon la determinacin potica de poetizar la propia esencia de la poesa(Heidegger, 1958: 128).

    Ahora bien, si lo que hace Hlderlin es poetizar la esencia de lapoesa, tendramos que preguntarnos cmo se lleva a cabo esta activi-dad de poetizar y cul es la esencia que es as transformada, sin olvidar,claro est, que al anlisis heideggeriano le tienen sin cuidado las reglastcnico-poticas que tanto preocupaban a Hlderlin. Para Heideggertanto la actividad potica como la esencia de la poesa tienen que vercon la capacidad de nombrar y la importancia de este nombrar puede

    verse en su anlisis de uno de los ms famosos poemas de Hlderlin, elhimno inconcluso que empieza diciendo Como en un da de fiesta...Este poema invita, de ms de una manera, el anlisis heideggeriano, yaque adems de ser un poema muy apreciado por otros poetas StefanGeorge y Rilke entre ellos elabora sobre el acto mismo de poetizar. Para Heidegger el poeta del himno se encuentra en presencia delser, en presencia de lo que Hlderlin llama Naturaleza. Esta naturale-za, obviamente, no tiene que ver con la naturaleza natural objeto de

    la ciencia, pero tampoco es una naturaleza potico-pastoral objetode glogas ni filosfica: no estamos ante una physispresocrtica. Es-tamos ante aquello que, seala De Man,

    en la terminologa del propio Heidegger generalmente se llama la pre-sencia de los presentes, la Wessencomn de todos los presentes indivi-duales que da cuenta de la presencia total de las cosas. Es lo dado inme-diato del Ser que, para Hegel, es slo ser (nur sein) siempre y cuandono haya sido re-presentado a la consciencia. Desde una perspectiva he-

    geliana insiste De Man es legtimo referirse a esto como slo serporque, de por s, no tiene ni la posibilidad ni la necesidad de constituir-se en logos (De Man, 1983: 256).

    Esta presencia total es, para Hlderlin, maravillosa (wunderbar),pero genera la cuestin potica y angustiante que constituye el ncleodel poema: cmo decir el ser y no slo hablar de l? En este momentocrtico y fundamental el poeta y el filsofo, podramos decir, coinciden,

    ya que en sentido estricto se trata de un momento prepotico y prefilo-

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    sfico. El problema empieza cuando se intenta caracterizar al poetacomo aquel que es capaz de nombrar la presencia. Heidegger acude aestos pasajes:

    as os veo, en clima favorable,a vosotros, que no fuisteis educadospor un solo maestro, sino por maravillosay potente presencia de la Naturaleza.

    Pero ahora despunta el da! Lo esperaba, lo vi venirY lo que vi, que lo sagrado sea mi palabra.1

    Para Heidegger, el clima favorable est relacionado con la presen-

    cia del ser y, de all, de alguna manera infiere que los poetas pertenecenal ser. En una lectura ms textual podramos leer que la Naturaleza, elser, educa al poeta, lo pone en el camino de una Bildungromntica quedebe culminar en la unidad con lo inmediato. Los poetas no pueden sereducados por ningn maestro que no sea la Naturaleza, porque en cual-quier otra enseanza se separa al hombre del ser. Esta lectura, nota De Man, se encuentra peligrosamente cerca delpantesmo:

    Uno puede pensar en Rousseau dice de Man tratando de evitar unainterpretacin pantesta: aceptar a alguien como maestro, lejos de quererdecir que uno se identifica con l y que le pertenece, quiere decir que hay,y sigue habiendo, una distancia infranqueable. En todo caso el pasaje deHlderlin no dice que el poeta viva en la parousia, sino slo que es elprincipio de su devenir, de la misma manera que el absoluto es el princi-pio de movimiento del devenir de la consciencia en la FenomenologadeHegel (De Man, 1983: 258).

    Esta posicin se confirma si atendemos al segundo texto citadopor Heidegger:

    Pero ahora despunta el da! Lo esperaba, lo vi venirY lo que vi, que lo sagrado sea mi palabra.

    1 Como en un da de fiesta, en Hlderlin (1995: 329). Traduccin modificada.

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    Jetzt aber tagts! Ich harrt und sah es kommenUnd was ich sah, das Heilige sei mein Wort.

    Aun suponiendo que lo que vio el poeta puede ser identificado

    con el ser heideggeriano, hay que notar que el tema poetizado por Hl-derlin es la dificultad que sobreviene a este momento privilegiado: ladificultad de nombrar lo visto. De Man seala que Hlderlin no dicedas Heilige sei mein Wort, lo sagrado es mi palabra y concluye: No esporque haya visto el ser que el poeta, por tanto, sea capaz de nombrarlo;su palabra ruega por laparousia, no la establece (ibid.: 258). La dificultad que entonces se empieza a perfilar, y que tendremosque dejar para mejor ocasin, es la marcada por el subjuntivo que, creo,

    es el modo del deseo y el presente del indicativo que es el modo de lapresencia. Cules sean las relaciones entre estos dos modos es un tematan complejo como lo es el de las relaciones entre la filosofa de Heide-gger y la presencia de Hlderlin en su obra.

    B

    De Man, Paul (1983), Blindness and Insight: Essays in the Rhetoric ofContemporary Criticism, 2a. ed. revisada y aumentada, Minneapolis,University of Minnesota Press.

    Heidegger, Martin (1958),Arte y poesa, tr. de Samuel Ramos, Mxico,Fondo de Cultura Econmica.

    Hlderlin, Friedrich (1995), Hlderlin: poesa completa, tr. de FedericoGorbea, Barcelona, Ediciones 29.