Hacia Una Etica de La Escucha La Apuesta Del Psicoanalisis en Educacion Especial

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    ENSEANZA E INVESTIGACIN EN PSICOLOGA VOL. 12, NUM. 2: 291-299 JULIO-DICIEMBRE, 2007

    HACIA UNA TICA DE LA ESCUCHA:LA APUESTA DEL PSICOANLISIS

    EN LA EDUCACIN ESPECIAL

    Toward an ethic of listening:The psychoanalysis bet in special education

    Jess Manuel Ramrez EscobarUniversidad Veracruzana1

    RESUMEN

    El presente trabajo busca dilucidar los efectos subjetivos que traen consigo losabordajes sobre la educacin especial, haciendo nfasis en los sujetos evalua-dos con discapacidad. Los enfoques rectores de este trabajo son el psicoan-lisis y la filosofa que se desprende del concepto de la tica de la escucha, des-de donde se propone el otorgamiento de una nueva posicin discursiva del

    sujeto fuera de la taxonoma que conllevan los mtodos de evaluacin propiosde la psicometra.

    Indicadores:Psicoanlisis; Educacin especial; tica de la escucha; Discapacidad.

    ABSTRACT

    This work pretends to elucidate the subjective effects that bring about the

    frameworks on special education, underlining the subjects assessed as handi-capped. The frameworks that guide this work are psychoanalysis and phi-losophy, deduced from the concept of the ethic of listening, from where it isproposed a new discursive position about the subject, out from the taxonomythat imply the evaluating methods of psychometry.

    Keywords:Psychoanalysis; Special education; Ethic of listening; Handicapped.

    1Instituto de Investigaciones Psicolgicas de la Universidad Veracruzana, Dr. Luis Castelazo

    Ayala s/n, Col. Industrial nimas, 91190 Xalapa, Ver., Mxico, tel. (228)841-89-00, correoelectrnico: [email protected]. Artculo recibido el 13 de septiembre de 2006 y aceptado el25 de abril de 2007.

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    El presente trabajo versa sobre la insurreccin, sobre la bsqueda deun libre camino para un deseo que se ha visto obstaculizado por la co-tidianidad de la prctica. A la par de la pretensin del ensanchamien-to del estudio de la educacin especial desde la gida del psicoanlisis(disciplina que bajo el discurso cientfico-experimentalista se ha vistomarginada de las aplicaciones psicolgicas), su presencia se encuen-tra latente pues se ubica en el marco referencial del sujeto y su bs-queda de sentido en el devenir en el mundo.

    En este caso se hablar del acontecimiento de una doble margi-nacin. La primera es la de una poblacin que si bien es tomada en

    cuenta y atendida, es slo bajo un discurso de apariencia la mayorade las veces, ya que la tcnica ha logrado ir desgastando los proce-dimientos teraputicos orientados a la subjetividad en pro de una me-todologizacin del borramientoque acalla el discurso evocado por unsujeto en vas de constitucin, ya sea desde la palabra o desde el actoque despoja de un libre acceso de las subjetividades. En general, senotar un silencio que se impone ante la decisin de una postura desaber ostentada por algunos de los psiclogos que orientan su prcticaen la supuesta ayuda y beneficio para el paciente, ser que ver enca-minado sus deseos y posteriormente sus acciones al desvanecimientoen una identidad otorgada por un profesional de la salud mental bajouna operacin (como su etiqueta lo hace notar) de pasividad.

    La segunda ser puesta en escena desde la marginalidad de unateora que trata de abrirse paso ante la ideologa rectora de un sustentomedicalizante de otorgamiento de la cura por medio de la cultura, esdecir, el psicoanlisis.

    Ante estos avatares, slo queda retomar el aspecto primordial deloperar de nuestra profesin; mientras sigamos desgastndonos en loslaberintos aparentes de la tcnica y la estrategia de intervencin, slonos haremos ms resistentes a observar que dentro de cada nio, ado-

    lescente y adulto con alguna limitacin fsica, conductual o inclusouna sobredotacin de inteligencia, se constituye un sujeto que clamapor su escucha, de tal forma que para comenzar con esta insurreccines que ahora hablaremos de la tica.

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    EL SURGIMIENTO DE LA TICA DE LA ESCUCHA

    Para comenzar, es conveniente dejar claro cual ser nuestro punto departida al hablar de una tica de la escucha. Esta palabra, provenientedel vocablo griego thos, refiere a un carcter, a una manera de vivircifrada por la costumbre, que observar su construccin en la parteapetitiva del alma, donde se hallan las tendencias y los deseos; as esque se buscar, desde el nacimiento de este concepto, la excelenciadel carcter va el acoplamiento particular de estas dos esferas. Dichomanejo conceptual ha visto trazar su camino desde la filosofa haciala hermenutica, disciplina encargada de prestar una escucha capazde comprender el sentido a travs de la identificacin de las ilusiones dela conciencia, ms all de los intereses o motivaciones escondidas (Cor-ts y Martnez, 1996).

    Al notar lo anterior, podremos hablar claramente de una laborque buscar desentraar el sentido de nuestras tendencias y deseoscon la finalidad de alcanzar una identificacin con las caractersticasconstitutivas de un carcter forjado por la costumbre, pero que a lavez escape de ella para ubicar el sentido particular en cada uno de lossujetos. A esto lo llamaremos genricamente proceso teraputico.

    Como puede observarse, he dado una definicin de la tica estre-chamente relacionada con los procesos teraputicos; as es que a par-tir de la filosofa se ha dado entrada a una categora psicolgica expli-cando su funcin. A partir de este elemento daremos voz al psicoanlisisdesde dos de sus tericos centrales, Freud y Lacan, al rescatar suapuesta terica de un procedimiento teraputico cifrada en una ticaque recupere al sujeto. Como hiciera notar Lacan (1964), la terapia psi-coanaltica ser entendida como una accin concertada por el hom-bre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante losimblico, consistiendo justamente en hacer hablar, de modo que po-dra decirse que queda resumida la remisin del mutismo (Lacan,

    1964).A lo anterior podemos unir lo que Lacan mencionara en 1959,

    al sugerir que la clnica deber ubicarse del lado de un idealde no de-pendenciao, ms exactamente, de una suerte de profilaxis de la depen-dencia siempre subjetiva(Lacan, 1959). Tal como lo dijeran Roudinescoy Plom (2000) al hablar de una psicoterapia, nos debemos ocupar delas posibles variantes de la cura y su direccin, haciendo hincapi en lanocin de la neutralidad analtica, ubicndola en una perspectiva tica.

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    PSICOANLISIS Y EDUCACIN ESPECIAL

    En el caso de la educacin especial, y para comenzar con esta subver-sin desde el psicoanlisis, ser Freud quien en 1916 haga una brevepropuesta de la pedagoga en la teraputica: En esta labor educativa,la mejor inteleccin del mdico difcilmente desempea un papel deci-sivo; por regla general, lo nico que sabe decirle al enfermo es aquelloque puede serle dicho a este por su propio entendimiento.

    Por consiguiente, no es lo mismo saber algo dentro de s queorlo de parte de otro; as es que el papel que el psiclogo asume des-

    de este otro eficaz se sirve de la influencia que un ser humano puedeejercer sobre los otros. En tal tenor es que ser probable que en seme-jante posteducacin el psicoterapeuta no haga sino repetir el procesoque, en general, posibilit la educacin primera otorgada por la fami-lia, pues es por medio del amor a esta figura que se ver movido en elsujeto el sentimiento de quienes le son ms prximos a tener en cuen-ta dentro de los mandamientos del apremio y del ahorro de los casti-gos de su trasgresin; me estoy refiriendo a los padres, a aquellos queen semblante habr de suplantar el psicoterapeuta actuando desde laposicin de un padre-educador.

    Como se ve, la regla para el psiclogo se puede formular desdeFreud de la siguiente manera: Se debe tratar al analizante desde unapostura de libre escucha, desde una figura de libertad expresiva va laatencin flotante. De esta forma, en el psicoanlisis los protocolosexactos en un historial clnico rinden menos de lo que se esperara deellos, pues en rigor se alinean con esa pseudoexactitud de la que tantosejemplos llamativos ofrece la psiquiatra moderna, que busca clarificarhasta el cansancio la situacin sintomtica de un paciente para orien-tarlo en una clasificacin, pues tambin Freud (1927) advierte en El

    provenir de una ilusin que la cultura procura una homogenizacin delos sujetos, en este caso dentro las clasificaciones psiquitricas, siendo

    digno de notarse, por aadidura, que la mayora de las corrientes psi-colgicas basadas en el esquema cientfico obran en esto a la par de lacultura. A su vez, tales clasificaciones son destinadas ms bien a des-cribir un desarrollo mental tipo para explicar la insuficiencia de quienesno alcanzaban en los tests la media requerida, prestando especial aten-cin al factor inteligencia, al que consideraban como una cantidadhomognea. La nocin de capacidad prevalece para decidir la orienta-cin de un sujeto.

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    Ante lo expuesto, no queda ms que una distincin dentro de lasegunda marginacin: la del psicoanlisis frente a los modelos terapu-ticos imperantes en algunas de las psicologas que recurren a la con-sideracin de las condiciones de una disciplina que no podra ser ladel empirismo que, en palabras de Lacan (1960), desde el psicoanli-sis se recusa, precisamente porque su criterio es la unidad del sujetoque debe tratarse desde diversas concepciones, como la conducta, lapersonalidad y, sobre todo, la aparente conciencia que otorga el Yo.

    Llegados a este punto, es ahora apropiado comenzar a hablarde la relacin del psicoanlisis y la educacin especial desde la tica

    de la escucha.Para Pernicone (2001), notable analista infantil, es fundamental

    saber escuchar al nio con alguna discapacidad, pues tiene la necesi-dad y el derecho a decir, como sujeto, su sufrimiento, y no como unmero objeto-cuerpo a ser atendido. Por eso es que deber existir un psi-coanlisis especial para la discapacidad que adapte sus tcnicas y plan-teamientos a las exigencias de un lenguaje particular emitido por elanalizante que grita por ser atendido.

    Zelis y Salinas (2002) apuestan por el entendimiento simblicode la discapacidad para evitar la confusin con lo imaginario de la mi-nusvala. La cada en esta confusin redobla el lugar de la excepcin enla que generalmente el sujeto discapacitado ha tenido que vrselas paraarmarse un lugar en el mundo. Esclarecer estas dimensiones puedeaportar mayor eficacia a nuestra intervencin clnica y abrir un espa-cio de reflexin compartida para aquellas posiciones clnicas dentro yfuera del psicoanlisis que entienden al discapacitado como un ser quepadece un plus, como un ser diferente que debe recibir un tratamientodiferente, pero siempre a la espera de prestar una escucha.

    Dos tendencias ubican al discapacitado como vctima del destinoo como un individuo con alguna deficiencia natural; dos tendencias que

    anticipan una posicin de fijeza donde no hay espacio para que advengaun sujeto frente a un desconocimiento cultural normalizante o bajo unalimitacin terica llevada a cabo por la educacin.

    Siguiendo a Ranieri (2000), notaremos que cuando de lo que setrata en la clnica de nios es de aquellos que portan algn tipo de dis-capacidad o problema de desarrollo, es habitual que sea ms de un pro-fesional quienes se ocupen de los desvalimientos que padece. As, psi-copedagogos, psicomotricistas, fonoaudilogos, mdicos, docentes yotros pueden ser parte de lo que se podra denominar un entrecru-

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    zamiento de transferencias, importante cuestin a dilucidar terica-mente en lo que hace a la intervencin de un psicoanalista en la clni-ca interdisciplinaria. Lugar del psicoanlisis en una clnica interdisci-plinaria, lugar del psicoanalista en un equipo interdisciplinario, sue-len ser lugares de encuentro y desencuentro, lugares de obstculos altrabajar.

    Hablaremos desde la construccin de la escena del juego de la in-tervencin de un psicoanalista dentro de la constitucin del sujeto, jue-go que no slo acompaa y entretiene, sino que fundamentalmenteconstituye un modelo de expresin, en algunos de los casos el nico, ya

    que no podemos dejar de plantearnos la universalidad del mismo a lapar de la fantasa; as podremos hablar de un lenguaje que se expresade forma tan cotidiana que muchas veces es desatendido.

    Pero volvamos a la posicin del psicoterapeuta desde dentro deljuego, o como parte del juego, o dentro del juguete, o dentro de las re-glas del juego, etctera. Como lo revelan las experiencias teraputicasescritas, es comn observar profesionales que se dedican a la atencinde nios efectuar una intervencin clnica especfica, quienes sostie-nen la importancia del juego dentro de la sesin o consulta ya que lespermite un mejor rapporto vnculo con el nio; es decir, emplean el

    juego como un recurso auxiliar para facilitar un hacer especfico, algoas como inclinarse para coincidir en la estatura y entrar en el cam-po visual del nio, consiguiendo esa empata de la que nos hablanlos psiclogos comprensivos. Por supuesto, es considerable que estascondiciones puedan ser posibilitadoras del sostenimiento de la trans-ferencia, y en este sentido poseen un importante valor. Pero no es aeste juego usado como recurso auxiliar al que me refiero, sino a aquelque constituye una operacin clnica en s misma. El analista, desdedentro del juego, ayuda a reconstruir (o a veces a construir) la escenade juego en la que el sujeto se va constituyendo. Aclaro que esta posi-cin no es privativa de la intervencin de un psicoanalista; tambin a

    otros terapeutas que ejercen distintas especialidades dentro de unequipo interdisciplinario les compete dicha operacin clnica.

    En lo institucional, plantear una clnica con la discapacidad men-tal desde el psicoanlisis implica que pueda producirse tanto en el pla-no de la institucin como en el nivel del discurso familiar algo del ordende un sntoma, de una queja, de un malestar, que motorice la posibi-lidad de construir un lazo social. El descubrimiento de que esa falla esttambin en los otros (otras familias, otros discapacitados) puede cola-borar en el atravesamiento de la propia y permitir una alternativa a la

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    condena a muerte (subjetiva) que supone el lugar de la vctima impo-sibilitada o del monstruo vergonzante. Como decamos, ciertas posicio-nes clnicas se alan a la versin del destino y a la de deficiencia natu-ral como soportes de diagnstico de la patologa del discapacitado,considerndolo un ser carente por su diferencia a los dems. Apos-tar a la produccin subjetiva (y no desde una posicin victimizante)produce efectos aadidos que posibilitan la construccin, restableci-miento o reubicacin de una relacin con los objetos y con los otros.

    CONCLUSIONES Y PROPUESTAS

    Entrando en el terreno de las propuestas de abordajes clnicos concre-tos, surge tambin la necesidad de establecer algunos parmetros ydirecciones para la teraputica de un amplio abanico de perturbacio-nes. Para hablar de un caso en particular especficamente del trata-miento de la debilidad o retardo mental, surge la pregunta acerca decmo pensar los diversos fenmenos que se manifiestan en su clnica.

    Bajo este tenor, sostenemos que en los textos de Maud Mannoni(1997) podemos encontrar la fuerza an viva de la clnica con el que

    ella se enfrent. Su abordaje tuvo el suficiente rigor como para man-tener abierto un ncleo de interrogantes y problemas clnicos, auncuando su teorizacin no haya dado una respuesta acabada a esosinterrogantes.

    Dicha autora nos habla del afrontamiento de la debilidad men-tal de la siguiente manera:

    () o bien el consultor sabe, y con toda conciencia orienta alnio hacia un servicio de reeducacin competente, o bien trata de com-prender y el tiempo poco le importa. En cuanto a m, he optado por nosaber; me he tomado siempre tiempo para reflexionar, llevando para

    el nio el tiempo del dilogo lo ms all posible.A su vez, esta autora saca a la luz la prctica que observ en

    varias clnicas de la discapacidad notando cmo los psiclogos influi-dos, pese a ellos mismos, por las tesis organicistas han establecidodiversas formas de reeducacin empleadas con toda conciencia, resul-tando malgastadas cuando el nio no est preparado para beneficiar-se con ellas como sujeto autnomo y responsable.

    He aqu entonces otra propuesta: retomar los interrogantes abier-tos que dicha teorizacin nos dej, y, por supuesto, a los otros autores

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    e investigadores que han trabajado extensamente el tema del retardomental, la discapacidad, la psicosis infantil y otros trastornos en rela-cin con la estructuracin subjetiva.

    Finalmente, est la intencin e invitacin a considerar y formu-lar alguna palabrasobre la interseccin formada por el tro poltica-salud mental-discapacidad. Ello posibilitara la injerencia en las discu-siones sobre planes, polticas y leyes sobre el tema. El rea de la sa-lud pblica est cada vez ms amenazado por distintos discursos y po-deres que anulan forcluyen el nivel subjetivo de la personahumana.

    En esta confusin conceptual, la subjetividad parece no tenerun lugar claro ni prioritario en el discurso y la prctica de los entesque regulan los problemas de la discapacidad. Es por esto que nues-tro discurso se manej desde la insurreccin, desde la pujanza del re-conocimiento de que detrs de cada atencin especial brindada a unapersona con discapacidad, puede operarse una dinmica particular deescucha que capte cada uno de las demandas y deseos que se lanzancotidianamente con voz desesperada, con la nica finalidad de poneral descubierto en cada persona su propio camino dentro de la vida,porque para el transitar en este mundo no es necesario hablar de dis-

    capacidad. Formulada la apuesta, no queda ms que el dilogo liber-tador, siempre y cuando logremos otorgar una labor de escucha.

    REFERENCIAS

    Corts, J. y Martnez, A. (1996). Diccionario de filosofa. Barcelona: Herder.

    Freud, S. (1912/1976).Consejosal mdico en el tratamiento psicoanaltico. En S.Freud: Obras completas(t. XII). Buenos Aires: Amorrortu.

    Freud, S.(1916/1976).Varios tipos de caracteres descubiertos en la labor analtica:Las excepciones. En S. Freud: Obras completas(t. XIV). Buenos Aires: Amorror-tu.

    Freud, S. (1927).El porvenir de una ilusin.En S. Freud:Obras completas(t. XXI).Buenos Aires: Amorrortu.

    Lacan, J. (1959). Seminario VII: La tica del psicoanlisis. Mxico: Paids.

    Lacan, J. (1960). Subversin del Sujeto y dialctica del deseo en el inconscientefreudiano. En J. Lacan: Escritos II. Mxico: Siglo XXIEditores.

    Lacan, J. (1964). Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales. Mxico: Paids.

    Mannoni, M. (1997). El nio retardado y su madre. Buenos Aires: Paids.

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    Pernicone, A. (2001). El nio discapacitado, su cuerpo y las marcas que interroganal analista. Fort Da, Revista de Psicoanlisis de Nios, 3, abril. Disponible enred: http://www.fort-da.org/fort-da3.htm.

    Ranieri, L. (2000). El que-hacer del psicoanalista en la clnica de la discapacidadinfantil. Fort Da, Revista de Psicoanlisis de Nios, 2, octubre. Disponible enred: http://www.fort-da.org/fort-da2.htm.

    Roudinesco, E. y Plom, M. (2000). Diccionario de psicoanlisis. Mxico: Paids.

    Zelis, O. y Salinas, L. (2002). Es el psicoanlisis una legtima herramienta clnicaen el tratamiento de personas con discapacidad? Psicomundo. Disponible enred: http://www.psiconet.com/foros/investigacion/discapacidad2.htm.

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