Fred Hoyle - Infierno.doc

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Londres

Ediciones Martinez Roca, S.A

Coleccin Super-Ficcin N 10

Ttulo original: The Inferno, Edited by Barbara Hoyle. William Heine- mann Ltd., London

Traduccin de Eduardo Goligorsky

Fred Hoyle and Goeffrey Hoyle 1973

1976, Ediciones Martnez Roca, S. A.

Avda. Jos Antonio, 774, To, Barcelona-13

ISBN: 84-270-0195-9

Depsito legal: B. 39.365 - 1976

Impreso en Romany/Valls, Capellades, Barcelona

Impreso en Espaa-Printed in Spain

INFIERNO

Fred y Geofrey Hoyle

1.- Londres

La esposa de Cameron se inclin hacia la ventanilla, para que l pudiera darle un beso de despedida.

-Telefoname y me reunir contigo. -No vale la pena, volver pronto.

El tren empez a moverse, al principio con lentitud, luego con una velocidad progresivamente acelerada. Cameron esperaba poder regresar al da siguiente, o al otro, o... Le fastidiaba tener que quedarse en Londres, sobre todo cuando lo que le retena eran problemas oficiales. Pero debera resignarse. Consult su reloj: las siete treinta y cinco. Se pregunt por qu el Gobierno no adoptaba tambin el sistema decimal para la hora.

Decidi ir a cenar en cuanto llegase. Segn el libro de protocolo debera hacerlo con alguien influyente, pero quin era influyente? Opt por ir al Wheeler's, en Old Compton Street. Tomara el metro hasta Leicester Square, y desde all seguira a pie

Ms tarde, despus de cenar, se dirigi dando un paseo hacia Shaftesbury Avenue. Luego sigui por Picadilly Circus y Lower Regent Street, hasta desembocar en Carlton House Terrace. En el nmero seis, sede de la Royal Society, apret el timbre del portero automtico, dio su nombre, esper el zumbido del dispositivo elctrico de la cerradura y empuj la puerta.

En el campo, sobre todo a la intemperie, era capaz de dormir como un tronco, pero en las grandes ciudades nunca le haba resultado fcil. De forma que se interrog acerca de sus posibilidades de poder descansar aquella noche. Aunque aquel edificio estaba felizmente alejado de las calles ms transitadas, el sordo rumor de la ciudad segua presente. Se despert slo una vez a lo largo de la noche. El rumor casi se haba extinguido y, curiosamente, descubri que forzaba los odos para captarlo. Luego volvi a quedarse dormido hasta que el ama de llaves le sirvi el desayuno, a las ocho en punto. Unt con mermelada las tostadas y las consumi lentamente. Se pregunt qu le reservara el da. Lo ms probable era que hubiese otras demoras. Dispona de tiempo libre hasta las once. Despus de preparar la maleta, pag al ama de llaves y recorri los escasos metros que le separaban del Athenaeum Club. All cogi varios diarios y se sent a leerlos. En los Estados Unidos, alguien haba descubierto un nuevo sistema de rayos X. Decidi que pocos lectores del Times compartiran su opinin de que aqulla era la nica noticia importante de la jornada.

Poco despus de las diez y media baj la larga escalinata que llevaba al Mall, dobl hacia la izquierda en direccin a Trafalgar Square y, a travs de Whitehall, lleg al punto de destino, en Richmond Terrace. Eran casi las once. Al entrar en el Departamento de Educacin y Ciencia tuvo la sensacin de siempre. Aquella lgubre mezquindad, que slo poda ser producto de una poltica deliberada, le deprima. Pas a la oficina del primer secretario sir Henry Mallinson.

Mallinson y l haban estudiado en Pembroke, Cambridge. Aunque Mallinson iba a un curso superior, trabaron amistad al jugar juntos al rugby en el primer equipo de la Universidad. Cuando acab su poca de estudiantes no volvieron a verse durante muchos aos. Luego Mallinson fue trasladado del Ministerio de Tecnologa al Departamento de Educacin y Ciencia, y Cameron tom a su cargo el proyecto de un nuevo acelerador para el Centro Europeo de Investigacin Nuclear, con sede en Ginebra. Puesto que los fondos britnicos para el CERN se canalizaban a travs del DEC, ahora la relacin era muy estrecha.

-El caf lo tomas con crema, verdad? -pregunt Mallinson.

-S, por favor. -Qu tal el viaje?

-Bien, me ha acompaado Madeleine, aunque luego ella se ha vuelto a Escocia.

-Creo recordar que tienes all una casa, no?

Cameron hizo un gesto afirmativo mientras tomaba la taza que le tenda el primer secretario.

-Cerca de la autopista a Syke? -sigui preguntando ste.

-No, por Dios -exclam Cameron alzando las manos-. Est en la zona sur, junto al lago. Hay que coger un desvo del camino de Glenelg.

-Es un bello lugar, lo conozco -murmur Mallinson-. Eres un hombre afortunado, Cameron. Yo, por desgracia, habr de quedarme en Londres.

-No smpieza a ser hora de que haya una renovacin en el Departamento?

-Eso dice todo el mundo -Mallinson se retrep en su asiento y fij su mirada sobre la pulida superficie de la mesa-. Entre parntesis y cambiando de tema: hoy almorzaremos con el ministro.

-Vaya -dijo Cameron esbozando una sonrisa-, celebro que me lo hayas dicho.

-Fue una decisin de ltima hora. -Una crisis?

-No exactamente. Todo depende del Gabinete.

-Ha parido la montaa?

-Si lo que preguntas es si han tomado una decisin, la respuesta es afirmativa.

Cameron termin su caf con circunspecta lentitud. Lgicamente debera estar nervioso, pero desde el primer momento, en cuanto vio el rostro de Mallinson, haba comprendido que la decisin era favorable. Haca un par de meses que el mundo cientfico esperaba que el gobierno britnico se decidiera, por tin, a aprobar los planes encaminados a instalar en Ginebra el colosal acelerador de 1000 gigaelectronvoltios. Como los trabajos duraran entre cinco y diez aos, lo ms probable es que sa fuera la ltima empresa de gran envergadura en la que l participara, lo cual le haca muy feliz. Cuando despus de la guerra ingres en el equipo encargado de montar el primer acelerador de partculas britnico de 1 GeV, se sinti orgulloso de la empresa. En treinta aos haba progresado de uno a mil GeV. Lo cual era un logro respetable para el trabajo de toda una vida. Pero despus de lo de Ginebra, dejara la fsica en manos de gente ms joven. Ahora los problemas tenan ms carcter poltico y financiero que cientfico.

-Y la decisin es...? -pregunt.

-Puedes respirar tranquilo. Confidencialmente puedo decirte que tenemos luz verde, o por lo menos que vamos a tenerla.

-Lo cual significa que an no se puede publicar en Nature.

-En efecto.

-Por qu tanto misterio con la resolucin, si ya ha sido adoptada?

-Por las posibles complicaciones. Adems, hay una condicin.

-Una condicin?

-Que la decisin sea compartida por los dems pases adheridos al pacto.

Cameron empez a ponerse furioso. Al hablar de la totalidad de los pases adheridos al pacto, Mallinson se refera obviamente a todos aquellos que en aquel momento colaboraban con el CERN. Y l saba que existan serias dudas en uno o dos de los ms pequeos.

-De modo que si Dinamarca dice que no, nosotros haremos lo mismo? -inquiri.

-Esa es la actitud oficial.

-Pero es ridculo! -exclam, indignado.

-No, no lo es. Quiz sea fastidioso, pero no ridculo.

-Qu puede importarnos lo que deseen hacer los pases ms pequeos?

-No demasiado, en realidad. Pero s nos importa lo que hagan los alemanes y los franceses.

-Desde hace ms de un ao sabemos que ellos quieren seguir adelante.

-Oficiosamente.

-A nivel ministerial, si a eso lo llamas oficioso...

-Querido amigo, una cosa es lo que se dice, aunque la diga un ministro, y otra lo que se firma. Cuando los alemanes y los franceses se comprometan oficialmente, nosotros tambin lo haremos.

-Al margen de lo que diga Dinamarca?

-Al margen de cualquiera de los pequeos participantes.

-Entonces, por qu diablos no lo hacen pblico?

-Porque desde el punto de vista poltico no es correcto ponerse a fijar categoras. Naturalmente, no podemos afirmar en pblico que Francia es importante y Suiza no, pero siempre estaremos a tiempo de modificar nuestras condiciones cuando se comprometan las grandes potencias.

Aquella respuesta acab de irritar a Cameron. Se levant bruscamente, y mientras paseaba por la estancia, exclam:

-Pero eso significa otra demora! Y ya hace tres aos que el proyecto est estancado.

-A mi juicio no es tan grave. Tres aos no son mucho tiempo para algo que cuesta cincuenta millones de libras. Fielding ha tenido que esperar casi diez aos para obtener su radiotelescopio.

-No es cosa de la que debamos envanecernos. Si Fielding hubiera tenido el telescopio hace diez aos, llevara diez aos de trabajos realizados.

-Y estara pidiendo otro.

-De acuerdo -admiti Cameron-, pero lo nuestro tiene un inters internacional.

-Si no lo tuviera, t no obtendras tanto dinero. Cameron volvi a dejarse caer en la silla. -Supongo que no -murmur.

Mallinson continuaba sonriendo.

-De todos modos, te dar tiempo de ir a Escocia, no es cierto?

-No es para tomrselo a broma, Henry. Con todas estas demoras e incertidumbres se hace imposible tener preparado un equipo en el que la gente mantenga la ilusin por empezar a trabajar. Todos comprendemos que haya una larga demora al principio. Pero el no saber a qu atenerse acaba por hacer cundir el desaliento. Lo que vosotros, los funcionarios de la administracin pblica, nunca parecis entender, es que los proyectos no concluyen cuando se enciende la luz verde. Es posible que terminen para vosotros, pero para nosotros empiezan entonces. An ha de sobrarnos la energa necesaria para llevarlos a buen fin.

-Cuando uno se asocia a una iniciativa como sta, las cosas van despacio. Tienes que aceptarlo. As debe ser, para que haya estabilidad. Los funcionarios del gobierno no tenemos la culpa de que la fsica se haya desarrollado tanto. sa es sencillamente desgracia vuestra.

-Sigo creyendo que el pas progresara mucho ms si llegara a una decisin acerca de lo que quiere hacer y simplemente lo hiciera, en lugar de complicarse tanto en este incesante tira y afloja. Y ahora no me refiero a la fsica.

-Supongo que no, por lo cual, y disculpa que te lo diga, tu juicio tiene menos valor. -Mallinson se puso de pie y agreg-: Tenemos que irnos. El almuerzo est programado para las doce cuarenta y cinco.

Cameron consult su reloj: apenas pasaba un minuto de las doce.

-Almorzaremos en Kenyons -explic Mallinson-. Eso significa que habremos de atravesar la ciudad.

-Puedo pedirle a tu secretaria que haga una llamada telefnica de mi parte?

-Claro que s. Pero si no es urgente, podras esperar a nuestro regreso.

-Nuestro regreso?

-Creo que nos quedan otros temas pendientes.

Los dos hombres caminaron desde Richmond Terrace hasta Trafalgar Square. Mallinson luca la indumentaria habitual de Whitehall, que se distingua de la de los hombres de la city, situada a un kilmetro y medio de distancia, en que no llevaba el delator paraguas y su sombrero tena un atisbo de originalidad. Cameron, quince centmetros ms alto que su acompaante, con la tez curtida por el sol de Ginebra, especialmente por los das pasados entre las nieves alpinas, no usaba sombrero y llevaba un impermeable. Cogieron un taxi y llegaron al restaurante poco antes de las doce y media.

-El problema de esta maldita ciudad -gru Cameron-, consiste en que si uno no quiere llegar tarde tiene que llegar temprano.

Como siempre, Mallinson se resisti a admitir la crtica. -Eso no es un inconveniente -coment, satisfecho-. Podremos beber un trago con tranquilidad.

A Cameron le sorprendi descubrir que la mesa estaba preparada para aproximadamente doce personas. Hasta cierto punto haba pensado que se tratara de una reunin ntima, con tres o cuatro comensales a lo sumo.

Mallinson le toc el hombro para advertirle que haba llegado el secretario de Estado. Fueron presentados, y despus de un breve intercambio de frases convencionales, se sentaron, ocupando Cameron un lugar a la derecha del ministro.

-Henry Mallinson le habr dado la noticia -dijo ste.

-S, y estoy muy complacido.

Cameron no crea que fuese til tocar el tema de la demora. Entenda lo suficiente de poltica como para saber que es estril derrochar tiempo y energas en la defensa de causas perdidas.

-No le veo tan entusiasmado como esperaba -continu el ministro.

-Pienso en todo el trabajo que habr que realizar ahora. No es fcil gastar dinero en gran escala.

-Usted sabe que mi trabajo, o sea, hablar con el Gabinete, se simplificara mucho si pudiera entender realmente qu es lo que se proponen hacer ustedes, los fsicos. Para qu quiere ese aparato? S que apelan sin cesar a las leyes de la fsica, pero stas no tienen mucho sentido para el hombre de la calle.

-Existe una contradiccin bsica, verdad, seor ministro?

-A qu se refiere?

Ver, a todos nos arrastra el ro de la vida. Un ro que es el mismo para el Gabinete, para el hombre de la calle y para el fsico. Como poltico, usted se esfuerza por eludir las rocas del cauce. Pero el cientfico se pregunta: Qu hago en este ro? Qu es realmente? De dnde viene? A dnde va?

-Pero para qu puede servir formular semejantes preguntas si se navega irremisiblemente hacia las cataratas? -Quiz no sirva para nada. Pero tambin podra decir: Qu sentido tiene que todos traten de conducir la embarcacin? Esc es el mejor sistema para naufragar.

-Lo que usted quiere decirme es que se necesita gente de todas clases para hacer un mundo, no?

-Exactamente.,-Cuando trato de analizar las cosas desde su perspectiva, me pregunto si en realidad es tan importante llevar a cabo estos experimentos. He ledo todo lo que he podido sobre este asunto... Cmo se llama... ? El no s qu magntico...

-El momento magntico.

-Eso es, el momento magntico. Y acerca de la asimetra del tiempo. Confieso que es difcil ver la importancia de estas cosas desde mi posicin. Lo que procuro entender es por qu son tan importantes desde la suya. Cameron reflexion un instante antes de contestar.

-Cada elemento de un descubrimiento no tiene una importancia crucial por s mismo -empez-. Si usted busca algo excepcionalmente crtico en cualquier descubrimiento, por ejemplo, en el hecho de que el momento magntico del mesn mu, o muon, sea idntico al del electrn..., bien, entonces sigue un camino equivocado.

-Temo no comprenderle.

-Quiero decir que lo importante no es tanto el hecho del descubrimiento en s mismo, como el proceso que conduce a l. En el mundo hay cosas que vemos con claridad. Otras las vemos borrosas, y como a travs de un velo. Tambin hay algunas, que permanecen en la sombra, totalmente ocultas. Lo que reviste verdadera importancia para el cientfico es el proceso mediante el cual arranca el velo. La emocin, si quiere llamarla as, reside en ver algo por primera vez.

-Por ejemplo, en pisar un planeta por primera vez.

-O en escalar una montaa por primera vez. Se trata del anhelo irresistible de descubrir qu hay ms all.

-Sin embargo usted no concedera tanta importancia al hecho de pisar un nuevo planeta como al de descubrir una nueva ley fsica?

-No, no se la concedera. La razn es que una nueva ley significara un rea inmensa de nuevos campos que an permanecen inexplorados. Para emplear una analoga vulgar, la diferencia es la misma que existe entre descubrir un rico yacimiento de petrleo y descubrir otro relativamente pequeo.

Cameron se dio cuenta, sbitamente, de que de alguna manera haba conseguido ingerir su almuerzo sin pensarlo. Henry Mallinson ya estaba de pie junto a su silla.

-Ah! Henry me recuerda que tenemos que trabajar -coment el ministro-. Creo que l tiene que hablar de otros asuntos con usted.

-Otros asuntos?

-En el mundo hay otras cosas adems de los aceleradores nucleares, seor Cameron.

El fsico record que Mallinson haba dicho algo parecido. Mientras se despedan del ministro se pregunt qu estaba ocurriendo, y cul haba sido el verdadero propsito del almuerzo.

-Dejaste muy impresionado al ministro -coment Mallinson, mientras l y Cameron caminaban por Whitehall.

-Eso es bueno?

-No le har dao a nadie. Puedo preguntar de qu hablasteis? .-Supongo que de filosofa y fsica.

-Te pareci que estaba sinceramente interesado?

-S, creo que s. Pero cules son esos otros asuntos a los que se refera?

-Espera hasta a que lleguemos a la oficina.

-Puedo preguntar cul fue el propsito del almuerzo? -Me pareci conveniente que os conocierais.

-Y que me convenciera de que esos otros asuntos revisten importancia en el mbito ministerial -termin Cameron.

.-Eso tambin es cierto, al menos en parte -admiti MaIlinson,

Cuando llegaron al Departamento de Educacin y Ciencia, Cameron dio instrucciones a la secretaria de Mallinson para que enviara un tlex a Ginebra y un mensaje a Madeleine. Luego se reuni con Mallinson.

-Bien, de qu se trata, Henry? -pregunt apenas cruz el umbral del despacho.

-Tenemos un pequeo problema. Tal vez lo ignoras, pero hemos empezado las obras de un radiotelescopio enorme, de setenta metros de dimetro, para trabajos con microondas. Lo hacemos con los australianos.

-Algo he odo. De qu coste es la obra?

-Alrededor de dos millones.

-Invierten dos millones cada uno?

-No, uno cada uno. No es mucho, segn tus esquemas.

-Cmo pueden haber problemas con una obra de ese tipo?

-Empezar por darte algunos detalles. Al principio pensamos construir algo ms pequeo, de unos cincuenta metros. Pensbamos hacerlo solos. Lo esencial es que en este pas no podernos instalar equipos para radioondas muy cortas. La atmsfera tiene demasiada humedad.

-Lo s.

-Bien; hemos pensado en Espaa y en las Islas Canarias. Particularmente en Tenerife.

-Un lugar muy hermoso.

-Desde luego, pero el cielo result ser demasiado ruidoso... Creo que existe un trmino tcnico para describir esas condiciones. Aproximadamente en la misma poca en que descubramos que Tenerife no era apto, los australianos presentaron la propuesta de construir un radiotelescopio.

-En Australia?

-S. Exhibieron un montn de datos para demostrar cuntas ventajas ofreca el territorio australiano. Para concretar, te dire que sa pareci ser una buena solucin para nuestras dificultades. Y puesto que los dos pases iban a aportar fondos, pudimos aumentar las dimensiones. Ahora bien, cuando digo que tenemos problemas...

-Te refieres a problemas con los australianos -concluy Cameron, sonriendo.

Mallison arque las cejas.

-Lo sabas?

-Claro que no. Pero hay dos clases de problemas: humanos y tcnicos. Difcilmente estaras preocupado por un problema tcnico, verdad, Henry?

-Es cierto, no lo estara. Pero de alguna forma la diferencia tambin es tcnica, y all es donde t entras en escena.

-No pienso hacer de nodriza, y menos de una pandilla de astrnomos.

-Y qu tienes contra los astrnomos?

-Es archisabido que son gente quisquillosa. No me complicar en semejantes extravagancias.

-Espera! Espera!

Mallison se reclin contra el respaldo de su silla, con las manos en alto.

-A qu debo esperar? -inquiri Cameron.

-Deja que contine mi historia.

-Si no hay ms remedio...

-Puedes imaginar que todo debe ser fabricado con mucha precisin.

-Lo imagino.

-El meollo de la polmica concierne a la forma en que se puede lograr la precisin necesaria; el error no debe ser de ms de una fraccin de milmetro sobre setenta metros.

-Cmo os proponis lograrlo?

-Nuestra gente es partidaria de un tipo dc estructura bastante rgida, pero con una superficie variable, de articulaciones ajustables.

-Te refieres a un sistema de realimentacin? Un ajuste variable para obtener la configuracin correcta?

-sa es la idea general. No soy un tcnico experto, de modo que slo lo entiendo a grandes rasgos.

-No veo...

-El problema consiste en que los australianos quieren una estructura automticamente deformable. Una estructura proyectada con el fin de que mantenga su configuracin en todas las orientaciones. De esta forma se supone que el dispositivo se corrige automticamente.

-S de qu hablas. Se llaman estructuras homlogamente deformables.

--Ah! La conoces...? Excelente.

-Qu intervencin te cabe en esto, Henry? A mi juicio, es un problema estrictamente tcnico.

-Intervengo porque la controversia se plantea, por desgracia, en trminos de nacionalidades. Si hubiera algunos australianos y algunos britnicos en cada bando, a m me importara un comino... Salvo en lo relativo a la necesidad de encontrar una solucin adecuada, claro est.

-Ya veo. Se trata del aspecto poltico del problema.

-Exactamente. No queremos que se agudice.

-Por qu no me dices qu te propones hacer?

-Nosotros hemos convenido designar a dos expertos imparciales. Uno por cada parte.

-Entiendo. Un arbitraje en el que yo ser tu experto. Es as?

-As es.

-Enva a Fielding. O acaso l ya est comprometido? Supongo que ese gran telescopio de Pitlochry le tendr ms ocupado de lo que...

-Fielding es un radioastrnomo britnico. Difcilmente podra hacer otra cosa sino secundar la posicin de sus compatriotas.'-No quieres que yo la secunde?

-Me importa un comino que la secundes o no, con tal que encuentres una solucin aceptable para ambas partes.

-Oye, Henry, esto es absurdo. No tengo ninguna experiencia en radiotelescopios.

-Precisamente por eso te pido que intervengas. S que la tienes en la gestin de grandes proyectos mucho mayores que ste, y que requieren una precisin an mayor. Entiendes de trabajos bajo contrato. Eres un cientfico respetado en el plano internacional. Los australianos creen que no ests comprometido con nosotros y aceptarn tu posicin de buena fe. No hay nadie ni remotamente tan idneo como t.

-Permite que te recuerde que tengo otro trabajo.

-De acuerdo. Tienes un trabajo mucho ms importante que ste, lo s. Pero ese otro trabajo est sujeto a una demora de unos tres meses. Y no me culpes! No soy tan tortuoso.

Cameron habl de prisa, como siempre. No estaba acostumbrado a mentir.

-Tendr que pensarlo. Te dar mi respuesta..., dentro de unos das.

-Es razonable -asinti Mallinson-. Aqu -continu, levantando una carpeta repleta de hojas- estn los detalles tcnicos. Los necesitars. Yo no los entiendo, pero a ti no creo que te cueste demasiado.

-Tengo una semana de vacaciones.

-Esto te servir para distraerte por la noche -respondi Mallinson, impasible, mientras entregaba los papeles-. Cmo viajars? -pregunt, con aire de habrsele ocurrido una pregunta satisfactoria para dar por terminada la conversacin.

-En tren.

-Tren nocturno?

-S, es ms cmodo que el avin. Sobre todo a estas horas del da.

Mallinson entendi la irona.

-Disculpa que te haya demorado, pero es un asunto muy importante, aunque haya poco dinero en juego. Y no olvides que vamos a poner a tu disposicin cincuenta millones dc libras.

2.- Escocia: octubre

Cameron termin su desayuno cuando el Highland Flier ascenda trabajosamente por la prolongada cuesta que va desde Tyndrum hasta Gorton Siding. Decidi permanecer en el vagncomedor hasta que el tren llegara a Loch Treig. Mientras contemplaba los eriales de Rannoch Moor se pregunt si algn da la tcnica podra desarrollar aquella comarca. En su fuero interno deseaba que eso no sucediera. Tambin se pregunt cmo se sentira si volviera a los Highlands para quedarse all definitivamente.

En algunos lugares dispersos se formaban lonas de niebla matutina. A pesar de ello, Cameron sospechaba que sera un da hermoso. Despus de pasar Corrour, el tren tom velocidad en la pendiente que llevaba a Spean Bridge. Cameron pag la comida y volvi a su departamento para preparar la maleta. An dispona de mucho tiempo, pero no tena objeto dejar todo para el final.

Madeleine le esperaba con el coche en Spean Bridge. Eran las nueve de la maana, de modo que ella debi salir de Kintail no mucho despus de las siete. Haba previsto que estara all, porque a ella siempre le gustaba ser puntual. Tambin esperaba ver a Pancho, el enorme pastor blanco de los Pirineos, tumbado sobre el asiento posterior del coche. Pero no haba rastros de Pancho.

-Dnde est Pancho? -pregunt.

El rostro de Madeleine se frunci como lo haca siempre que estaba al borde del llanto.

-Ser mejor que me dejes conducir -agreg l.

Como no haba dormido bien durante el viaje, al principio haba pensado dejar el volante a Madeleine, pero en ese momento resolvi que sera mejor despejarse en la carretera y no all, en la estacin de ferrocarril.

Las normas de cuarentena para perros eran tan severas, que el ao anterior haban decidido no llevarse a Pancho a Ginebra. Una vez fuera del pas habra sido prcticamente imposible que lo dejasen volver a entrar. El perro qued bajo la custodia de Duncan Fraser, un vecino de Kintail.

Cuando llegaron a la carretera principal, que llevaba a Invergarry, y mientras suban la cuesta en direccin al monumento a los cados de la guerra, Cameron pregunt:

-Qu ha pasado?

-Se ha escapado -murmur Madeleine a travs del pauelo.

-Se ha escapado?

-Duncan dice que salt la valla; una valla que mide ms de dos metros cuarenta; probablemente al amanecer.

-Cunto tiempo hace?

-Unos tres meses.

-Pero tienen que haberlo encontrado.

-Eso esperaban ellos, pero no ha sido as.

Cameron saba que el perrazo poda optar fcilmente por la vida en los montes. Tena muy desarrollados los instintos salvajes. En realidad, lo nico que lo mantena domesticado era el vnculo que le una a ellos dos. No era extrao que, habiendo estado tanto tiempo sin verles, el perro hubiera huido en busca de la libertad.

-Pronto lo encontraremos -afirm.

Madeleine haba empezado a sollozar.

-Ya no podr ser -balbuci-. La semana pasada lo mataron.

-Quin lo mat?

-Un granjero, en Strathfarrar. Dijo que atacaba a las ovejas. Cameron sigui conduciendo. Slo varios kilmetros ms adelante descubri la magnitud de su ira. Su primer impulso fue ir a tomar el rifle de aquel bastardo para romprselo en la cabeza. Tal impulso provena de doscientos aos atrs, de los tiempos en que no era posible matar impunemente un perro cuando ste perteneca a un jefe de clan (Cameron tena espritu analtico suficiente para entender los orgenes de su furia). Pero ahora bastaba que el granjero dijera que el perro haba atacado a sus ovejas, para que las autoridades dieran crdito a tu palabra. Adems, era bien posible que Pancho hubiese atacado a las ovejas, despus de vivir tres meses como cimarrn. Cameron pens que le convendra dejar pasar uno o dos das y serenarse, antes de visitar al que haba matado a Pancho. Abandon el camino de Inverness a la altura de Invergarry. Mientras pasaba frente al desvo hacia Tomdoun, rompi sus reflexiones.

-Parece que tendr que ir a Australia.

Madeleine dej de gemir y le mir sorprendida.

-Crea que el regreso a Ginebra era urgente.

-Habr otra demora. Probablemente de tres meses.

Cuando termin de explicarle la situacin, ya estaban en Shiel. Tomaron la ruta de Glenelg y despus giraron a la derecha, hasta el camino de Letterfearn, siguiendo la ribera meridional del lago Duich. A las once llegaron a su casa. La construccin era de tipo canadiense y estaba pegada a la ladera de la montaa.

Haban tenido que optar entre remodelar una cabaa tradicional o importar una casa nueva. La decisin exigi un cuidadoso estudio previo. En aquella poca Cameron trabajaba en Inglaterra y podan viajar a los Highlands con ms frecuencia que desde que estaban en Ginebra. l quera una casa en donde pudiera descansar y trabajar con relativa comodidad, lo que implicaba contar con instalaciones modernas. De modo que optaron por la casa canadiense.

-Deberas meterte en la cama un par de horas. No creo que durmieras mucho anoche -dijo Madeleine, mientras serva dos grandes tazas de caf.

-Tal vez ms tarde. Antes quiero hablar con Duncan Fraser. Bebieron caf en silencio, contemplando el lago a travs del ventanal. Cuando suba la marea, el agua llegaba casi hasta el csped del extremo del jardn, donde estaba amarrado un bote de cuatro metros.

-Nunca habra imaginado que sera capaz de saltarlo -dijo Duncan Fraser por dcima vez. l y Cameron estaban frente a una valla de tela metlica.

-Usted no tuvo la culpa, Duncan.

-Hubiera podido evitarlo.

En verdad, Duncan no era culpable. Ni siquiera Cameron, que conocia la fuerza colosal del perro, crea posible que ste saltara semejante altura. Slo un anhelo desesperado y furioso de escapar pudo impulsarlo a realizar semejante proeza.

-Sucedi muy temprano?

-S, ya estaba en el monte cuando nos levantamos -respondi Duncan.

-Bien. Tendrn que orme en Strathfarrar.

-Esa gente no le dar ninguna satisfaccin.

-No, cuando alguien muere nunca se puede dar una satisfaccin, Duncan. Pero expresar mi opinin -concluy Cameron en galico.

-Es una pena que las opiniones slo se den con la voz.

-Es una pena, realmente.

Cameron se balanceaba sobre los tobillos, con la mirada perdida a lo lejos, hacia el lago. Era un hombre de complexin robusta, con el pelo oscuro ya plateado en las sienes. Aspir el aire entre los dientes y maldijo para sus adentros las conquistas de la era democrtica.

-Es muy posible que regrese para Navidad, y necesitar dos cargas de lea. Ser mejor almacenarla con tiempo.

-Yo puedo hacerlo, seor Cameron. No har falta que se moleste.

-Pero se molestar usted.

-De ninguna manera. Con el tractor tardar aproximadametrte una hora.

-Es usted muy amable, Duncan.

-No se preocupe.

Duncan segua sintindose culpable de lo que le haba sucedido al perro. Cameron saba que transportando la madera para l recobrara la paz interior, y es que las emociones humanas son extraamente complejas.

Cuando volvi a la cabaa, Cameron trat de decidir si pasara la tarde en el lago, pescando, o si se dedicara a hojear los papeles que le haba entregado Mallinson. Por fin se qued dormido. Cuando despert, una hora antes de la cena, empez a reprocharse el haber perdido tantas horas, pero Madeleine le hizo callar.

-Hace ms de seis meses que trabajas sin cesar. Necesitas un descanso, una temporada sin hacer absolutamente nada. Cameron replic que la inactividad total no era su idea del descanso, sino la imagen que l tena del purgatorio. Sin embargo, despus de la cena volvi a sentirse sooliento y se acost temprano.

A la maana siguiente se hall de nuevo en posesin dc sus energas. Se levant a primera hora, prepar unos huevos con tocino, le llev a Madeleine un par de tostadas y una jarra de t y sali despus de la casa. Haba helado, pero el da iba a ser despejado y soleado. Lo nico que le faltaba decidir era si echara el bote al agua o si se calzara las botas y saldra a caminar por las montaas. El aire fro le hizo optar por la segunda solucin. Era un da en el que convena mantenerse en movimiento.

Le dijo a Madeleine que probablemente regresara entre las cuatro y las cinco de la tarde y parti en el automvil. Despus de viajar dos o tres kilmetros por el Glen Shiel se detuvo decidido a escalar el Forcan Ridge. Era empinado y espectacular, pero no resultara imposible una ascensin en lnea recta. Cameron se intern por un sendero zigzagueante. La muerte de Pancho le haba afectado, pero no porque el perro le inspirara un afecto especial. Era cierto que l y Madeleine, al no tener hijos, estaban tal vez ms encariados con el perro de lo que habra podido estarlo una familia numerosa. Aunque tampoco se trataba de eso. Lo que ocurra era que haba tomado conciencia, sbitamente, de la transitoriedad de la vida. Nacer, crecer, luchar -ya sea para sobrevivir o para destacar- y despus morir. Siempre lo mismo. Desde la perspectiva del individuo, la historia era inevitablemente trgica; pero desde el punto de vista de la vida en general, todo se reduca a combinar los mismos materiales bajo una portentosa diversidad de formas, ya fuese como una brizna de hierba, un rbol, un perro, una oveja, o un ser humano. La misma materia giraba y giraba eternamente.

Unos gritos que provenan de su izquierda cortaron el hilo de sus pensamientos. Bruscamente devuelto a la conciencia de su entorno, se dio cuenta de que haba subido hasta un lugar situado a casi doscientos metros del camino. Algo ms arriba haba un grupo de cinco o seis hombres. Y el reflejo del sol sobre los caones de los rifles no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones: se proponan reducir el margen de ventaja de la vida sobre la muerte. Dos miembros del grupo -un hombre maduro, mayor que Cameron, y otro como veinte aos ms joven- avanzaron decididos hacia l.

-A dnde cree que va? -pregunt el mayor, con brusquedad.

-Creo que voy exactamente a donde me da la gana.

-Tendr que ser de regreso al camino.

El da anterior, Cameron estaba furioso por la muerte violenta de su perro. Ahora, la misma clera se volva contra aquellos dos hombres, aquellos buscadores de carroa que se proponan cazar venados. Sin duda, en el curso de una discusin terica se podra argumentar la necesidad de impedir la proliferacin de venados, de reducir su nmero en beneficio del hombre. El hombre que crea lcito superpoblar la Tierra con sus absurdos miles de millones. Lo que haba que impedir era la proliferacin del hombre, no de los venados, ni de las ovejas, ni de las aves ni de su perro Pancho. Era esa criatura espantosa llamada hombre, que se crea revestida de un derecho sagrado a sobrevir a cualquier precio, quien luego proceda a exterminar despiadamente por deporte a los dems animales.

-Qu clase de alimaas sois vosotros, para convertiros criados de los hombres del sur? -pregunt Cameron a los batidores.

El empleo del galico les tom por sorpresa. Miraron a Cameron con desconfianza, y cuando lo reconocieron, retrocedieron varios pasos. Lo haban reconocido, pero no como un fsico de fama internacional, sino como un descendiente de los Cameron.

-Es nuestra faena, seor. En esta poca hay poco trabajo en los valles -explic el mayor.

-Qu quiere que les digamos, seor? -pregunt el ms joven, sealando con un movimiento de cabeza al resto grupo.

-Decidles que estn pisando los huesos de mis antepasados.

Uno de los tres hombres que seguan a la expectativa - CCAmeron ignoraba si era un arrendatario, a largo o corto plazo uno de los autotitulados propietarios- se separ de los ms y empez a caminar por la ladera con el evidente propsito de poner fin a la discusin. Cameron decidi que le expulsara de los cerros, a l y a sus acompaantes, hacindole bajar camino y echndoles del valle..., fuera o no un autotitulado terrateniente. Saba a quin obedeceran los batidores cuando llegara el momento de optar. Pero los dos hombres con los que haba hablado leyeron la expresin de su rostro, y decidido evitar un conflicto, le saludaron llevndose la mano al sombrero. Luego se volvieron a toda prisa para interceptar a su compaero. Cameron observ a los tres hombres, que discutieron durante casi diez minutos. Despus giraron en redondo y le dejaron seguir en paz el ascenso por la abrupta ladera.

El remordimiento no tard en apoderarse de l. La lealtad al pasado estaba bien, pero la realidad actual era que sus compatriotas forzosamente deban buscar empleo para poder seguir viviendo en los hogares de sus antepasados. Con su actitud, l habra favorecido a quienes destruan el estilo de vida tradicional. Cameron comprendi que durante sus poco frecuentes visitas a los Highlands empezaba a comportarse cada vez ms como un cacique. Eso era algo que haba arraigado en l durante los ltimos aos. Tendra que mantenerse definitivamente alejado de los Highlands -aunque slo fuera para rendir justicia a la poblacin- o tendra que volver all para siempre. Su actual postura perjudicaba a todos.

Las preocupaciones desaparecieron de su mente cuando el terreno se empin. Siempre suceda lo mismo. Daba vueltas a los problemas en su cabeza hasta cierto punto, pero pronto los pensamientos se disipaban y consagraba toda su atencin a decidir hacia dnde se encaminara y dnde deba apoyar el pie. Realmente, en aquel terreno era imposible pensar en algo ajeno a las dificultades de los quince metros siguientes.

Cuando lleg a la cumbre ya haba completado el anlisis inconsciente del problema. Se dej caer al pie del mojn que marcaba el fin del ascenso del Saddle, sac un trozo de pan y un filete de carne, y ratific con firmeza su decisin de construir el nuevo acelerador en Ginebra. Ah terminara todo. Despus volvera a su terruo, a la tierra de los Highlands. Con la espalda apoyada contra una roca mir hacia el sur, en direccin a Sgurrna Ciche. Se pregunt si habra algo nuevo y distinto que hacer en aquella comarca. Record que un granjero que viva cerca de Quoich Bridge haba renunciado a las ovejas para volver al ganado tradicional. Un retorno al pasado. Pero, y el futuro?

Una rfaga sbita de viento fro le indujo a concluir rpidamente el resto del almuerzo. Despus baj hacia el Bealach. Su primera intencin haba sido regresar en seguida al camino. Pero entonces experiment una sbita necesidad de continuar hasta el otro extremo del desfiladero. Pens que nunca haba estado en Faochag, la montaa rectangular que destacaba a la vista desde el valle Shiel. Le sorprendi descubrir que la cima era casi llana en una extensin de unos setecientos cincuenta metros. Mientras en la cumbre del Saddle el suelo resultaba duro y rocoso, all era mullido y estaba cubierto por una espesa capa de csped. No tard en ver desde arriba el Glen Shiel. Cuando inici el descenso, comprob que, aunque empinado, el suelo segua estando abierto por aquella gran alfombra verde. Tard menos de una hora en llegar desde lo alto del Faochag hasta el automvil, lo cual le dej complacido porque haba marcado un buen promedio de marcha. Slo despus de dar la vuelta al coche, y cuando ya viajaba rumbo a Shiel Bridge, record la partida de caza. Tom nota, mentalmente, de que deba averiguar quines eran aquellos hombres.

3.- Hacia el sur va Strathfarrar

Al da siguiente el tiempo empeor. Madeleine decidi ir en el automvil hasta Inverness, diciendo que si iban a pasar la Navidad en la casa convena empezar a almacenar vveres. Duncan Fraser entreg las prometidas cargas de lea. Cameron recibi una llamada de Londres. La secretaria de Mallinson quera saber cundo regresara. La urgencia de esta llamada le hizo pensar que quizs hubiera nuevas noticias acerca del acelerador, por lo que intent comunicarse con Mallinson personalmente, pero le dijeron que estara ocupado durante todo el da. Maldiciendo la incertidumbre, Cameron trat de leer los documentos relativos al radiotelescopio. Se sent frente al ventanal que daba al lago. Un viento feroz agitaba la superficie. Le result difcil concentrarse porque la caminata del da anterior le haba fatigado. Se bebi dos jarras de caf.

El problema de la documentacin de Mallinson era que, en vez de suministrar una descripcin objetiva de los dos mtodos de construccin, defenda sin ningn disimulo el punto de vista britnico. Los argumentos en favor de la estructura rgida parecan abrumadores, mientras la posibilidad del sistema deformable era enfocada como una extravagancia. De forma que Cameron se sinti automticamente predispuesto a favor del proyecto australiano, aunque slo fuera por compensacin.

Todava estaba ocupado en estas elucubraciones cuando apareci Madeleine en la habitacin.

-Me telefonearon desde Londres -la salud Cameron.

-No pueden dejarte en paz, ni siquiera por un par de das?

-Por lo visto, no.

-Qu queran?

-No lo dijeron. Slo preguntaron cundo volveramos. Madeleine hizo una mueca de desagrado.

-En realidad, me gustara irme pronto. Para visitar Pitlochry -prosigui Cameron.

-Por qu Pitlochry?

-Porque all hay un gran radiotelescopio. Me gustara verlo y conversar con el personal que lo maneja.

-Cundo quieres que nos vayamos?

-Veremos cmo se porta el tiempo. Si sigue siendo malo, podramos salir maana en el coche. Despus yo seguira hasta Londres en tren.

-Dejndome a m con el coche, para que lo vuelva a traer?

Cameron hizo un gesto afirmativo mientras trataba de dibujar una sonrisa amable.

-Muchas gracias -replic ella con sequedad.

-Bien, no quieres ir a Australia, verdad?

-Todo depende del tiempo que hayas de quedarte all.

-Supongo que sern unos diez das.

Madeleine reflexion un rato. Luego mene la cabeza.

-Entonces ser mejor que no vaya. Quiero decir que dispondrs del tiempo justo para adaptarte y ya tendrs que regresar.

-No creo que pueda estar muchos das ms fuera de Ginebra.

-As pues, se supone que he de quedarme aqu...

-O volver a Ginebra -concluy Cameron.

-Es probable que haga esto ltimo.

Cameron tena la sensacin, casi la certeza, de que Madeleine no aceptara de buen grado su decisin del da anterior. La idea de retirarse a los Highlands no le gustara. Como Madeleine era inglesa, su instinto la llevaba a desplazarse hacia el sur y no hacia el norte. Su caso era distinto. l haba pasado su juventud en el norte, pero despus estudi en Inglaterra. Hablaba el ingls sin acento, aunque conservaba el dominio del galico, lengua que haba aprendido en su infancia mientras jugaba con los nios de las fincas situadas al sur de Glenelg. Durante muchos aos pas sus vacaciones en el lejano noroeste, aferrndose con vehemencia al antiguo idioma porque ste era el nico medio que tena para vincularse con la tradicin de los pobladores de los Highlands.

Al da siguiente, el tiempo no mejor. Inmediatamente despus de desayunar, Cameron telefone al Observatorio Nacional de Radioastronoma, prximo a Pitlochry. Logr concertar una cita para visitar al doctor Fielding a primera hora de la tarde.

El y Madeleine partieron a las nueve de la maana. Al viajar de nuevo a lo largo del Glen Shiel, Cameron levant la vista en direccin al Saddle. Alrededor de la cima se arremolinaban nubes espesas. Tambin vio algo de nieve en las zonas ms altas de la ladera del Faochag. Pocos kilmetros despus de Cluanie, les sorprendi un temporal. La lluvia trepidaba con furia contra el parabrisas, y el automvil se zarandeaba cuando las poderosas rfagas de viento lo azotaban desde el oeste. Era mal da para andar por carreteras de montaa.

Despus de cruzar Cluanie tomaron el camino de Invermoriston. Madeleine habra preferido ir hacia el sur, en direccin a Invergarry. Esperaba que la llamada de Londres hubiera disuadido a su marido de visitar Strathfarrar. l dijo que slo quera hacer averiguaciones acerca de Pancho, pero Madeleine sospechaba que las presuntas averiguaciones u iban a degenerar pronto en una violenta disputa.

En Drumnadrochit abandonaron el camino de Inverness, desvindose hacia la izquierda. Media hora ms tarde haban pasado por Cannich. En Strury tomaron un camino angosto pero bien asfaltado. Trescientos metros ms adelante, el paso estaba cortado por un pesado portn de madera. Cameron se ape con un gruido e, inclinando la cabeza para marchar contra el viento, se acerc a una cabaa de piedra blanqueada. Madeleine lo vio hablar, haciendo grandes ademanes, con una anciana. Despus volvi y estudi el portn de madera. Estaba cerrado con cadenas y haba ms de diez candados diferentes a lo largo de stas. Tambin observ las bisagras y despus subi al automvil. Dio marcha atrs, volvi al camino principal y dobl a la izquierda rumbo a Inverness.

-Tena orden de no dejar pasar a nadie -explic.

-Por qu?

-Estn cazando.

-Pero nosotros no pensbamos internarnos en los cerros.

-S, pero ella no poda saberlo y no quise presionarla demasiado. Pobre infeliz, tiene que hacer lo que le mandan.

-Por qu vamos por aqu?

-Tratar de conseguir una llave en la oficina de Lovatt, en Beauly.

-Llegaremos tarde. Ya son las diez y media.

-Al sur tomaremos la carretera A nueve. Por all tardaremos menos que por el Great Glen.

-Supongo que s. Lo que no entiendo es la cantidad de candados que haba en el portn.

-Cada terrateniente coloca el suyo. Por lo visto no se fan unos de otros. Averig el nombre del sujeto que mat a Pancho. Pronto le encontraremos.

En Beauly se detuvieron frente a una construccin de piedra.

-Creo recordar que sta es la casa de Lovatt -murmur Cameron y se ape del coche.

Entr y en seguida encontr a una joven que tecleaba en una mquina de escribir.

-sta es la oficina de Lovatt?

-S.

-Solicito una llave para el camino que conduce a Strathfarrar.

El gesto que cruz fugazmente por el rostro de la joven, le indic a Cameron que iba a tener dificultades. La muchacha le condujo a una oficina situada en el primer piso. Abri la puerta y le dijo a un hombrecillo sentado frente a un escritorio cubierto de papeles:

-Un caballero solicita la llave para ir a Strathfarrar.

-No es posible.

-Y por qu no? -pregunt Cameron con brusquedad.

-No se entregan llaves durante la temporada de caza -exclam el hombrecillo acompaando su respuesta con un ademn, para indicar que no haba ms que decir.

-Oiga, me llamo Cameron.

-Es un placer conocerlo, seor Cameron, pero no puedo hacer nada por usted.

-En Strathfarrar mataron a mi perro y quiero hablar con uno de los granjeros; tengo que hacerle algunas preguntas.

-Ah! -el gesto del hombrecillo se crisp.

-Es absurdo que maten a mi perro y que me impidan hablar con el responsable.

-Nada le impide ir a pie.

-Nada me impide aplastarle la cabeza contra la pared -replic en galico Cameron, pero la mirada inexpresiva que correspondi a sus palabras le indic que all no le entendan, lo cual quiz vala ms, al fin y al cabo.

-Oiga, seor Cameron. Permtame que le d un consejo -dijo el hombrecillo, levantndose de la silla que ocupaba frente al escritorio-. No pise Strathfarrar. Si su perro era el que yo supongo, una enorme fiera blanca, usted descubrir que no es muy apreciado en Strathfarrar. Ni en otros muchos lugares.

La llegada de un hombre de pelo gris, vestido de Highlander con falda escocesa, cartera forrada de piel colgada del cuello y daga envainada, interrumpi el dilogo.

-Buenos das, seor Macintosh -salud, entrando en la oficina y dirigindose al hombrecillo.

-Buenos das, sir William.

-Supongo que usted tendr su propio candado -dijo Cameron en galico.

Al parecer, sir William tampoco le entenda, y Cameron se sinti dominado por la rabia. Estudi con evidente indiscrecin la indumentaria del recin llegado, yendo desde el gorro hasta los finos zapatos de color castao.

-Qu tipo de comedia es sta? -pregunt.

Pero Macintosh y sir William seguan sin entenderlo. Y aunque hubieran comprendido la lengua, difcilmente habran captado la intencin de Cameron.

Cuando volvi al coche, Madeleine ley en el semblante de su marido que haba vuelto a fracasar, lo cual no le desagrad.

-A veces, la polica es til e importante, y a veces es una molestia -mascull Cameron, mientras daba la vuelta una vez ms y enfilaba hacia el sur.

-Supongo que quieres decir que te habra complacido romperle los huesos a algn infeliz.

-Lo que quiero decir es que algunos problemas no se pueden resolver con las civilizadas costumbres modernas. Llegaron a Inverness. Poco despus, tras cruzar el puente que atravesaba el Ness, suban por el camino de la colina que pasaba frente al falso castillo de piedra roja, y llegaban a los extraos callejones suburbanos en donde comienza la carretera A9, al sur de la ciudad.

Cameron no haba previsto desviarse del camino principal. Madeleine se dio cuenta de que su marido pensaba viajar directamente hasta Pitlochry, y empez a preguntarse cmo podra persuadirlo de que se detuviera a almorzar. Pero cinco o seis kilmetros al sur de Inverness, Cameron se desvi hacia la izquierda. El cartel indicador de Culloden Moor atrajo su atencin. Obedeciendo un impulso sbito, decidi visitar el campo dc batalla jacobita.

Haba estado all dos veces. La primera, cuando apenas tena doce aos. Lo llev el viejo Hctor, que trabajaba para su padre. Hctor MacDonald haba sido gua de Lovatt en la guerra de los bers. A menudo le hablaba al joven Cameron de la antigua batalla de Culloden. El viejo Hctor conoca todos los detalles. Conoca la organizacin de los clanes. Se esforzaba en explicar por qu los MacDonald haban ocupado el ala izquierda. Saba dnde haba cado Keppoch. Cameron rememor muchas tardes, durante su juventud, aquella historia. Entonces imaginaba ser uno de sus heroicos antepasados cargando ferozmente contra el ingls invasor. Pero el tiempo haba pasado...

La segunda visita fue diez aos ms tarde. En aquella poca, Cameron, que ya se haba graduado en la universidad, acudi a Culloden en compaa de un norteamericano llamado MacGillivray. Aquella vez, la visita estuvo marcada por la tristeza. Tristeza por las penalidades innecesarias. Tristeza por la persecucin que oblig a tantos habitantes de los Highlands a abandonar sus hogares y a dispersarse por el mundo. Tristeza por la brutalidad del animal humano.

Esta tercera visita, que tena por teln de fondo un ventoso da de octubre, tambin sigui un curso diferente. Experiment una fuerte emocin al descubrir que el campo de batalla haba sido invadido por el bosque.

Detuvo el automvil a unos doscientos metros del montculo conmemorativo. Dej a Madeleine y camin solo hasta las tumbas de los clanes: por lo menos stas haban quedado en terreno despejado. Permaneci un rato frente a ellas. Despus, al mirar hacia los rboles, not que la rabia le consuma. Aquello era la infamia final. No satisfechos con la crueldad y la persecucin; no satisfechos con el despojo de la tierra, con los expolios, con la incesante erosin de energas de los Highlands, tenan que hacer desaparecer incluso el terreno mismo donde los hombres haban luchado y muerto. Y ni siquiera lo haban ocultado con rboles dignos, sino que haban utilizado rboles mezquinos, de la categora ms vil. Qu era aquello, sino parte de una deliberada degradacin de la antigua cultura perpetrada por los hombres del sur?

-Ojal la ira de Dios os castigue alguna vez -muscull Cameron en galico.

Una nia montada en una bicicleta se haba acercado por el camino. Desmont cerca de las tumbas de los clanes y avanz sobre el csped hasta una de las lpidas. Cameron no la vio hasta que ella inici el regreso al camino. Entonces descubri una rosa solitaria frente a la lpida de los Stewart de Appin.

-Has trado t esa flor? -le dijo.

Pens que la nia deba tener unos doce aos, ms o menos la misma edad que tena l cuando visit el Culloden Moor con el viejo Hctor.

-S, seor.

-Por qu?

-Mi madre me manda todas las semanas.

-Los Stewart de Appin eran antepasados tuyos?

La nia asinti con un movimiento de cabeza y luego pregunt:

-Usted es ingls, seor?

-No, por qu lo dices?

-Por la forma en que habla, seor.

Cameron sonri y seal la lnea de ataque, en el otro extremo del antiguo campo de batalla.

-Uno de mis antepasados estuvo all. A la derecha del tuyo.

-Quin era, seor?

-Lochiel.

El asombro dilat los ojos de la nia. Luego, una expresin de incredulidad cruz por su rostro juvenil.

-Ahora vete. Dile a tu madre que de vez en cuando enve una flor para los Cameron.

La nia salt sobre su bicicleta, ansiosa por irse, como si al fin se hubiera dado cuenta de que haba estado hablando con un fantasma.

-Espera hasta la primavera, y entonces trae la flor -grit Cameron mientras la vea alejarse.

Regres lentamente al automvil. Slo cuando estuvieron de nuevo en la carretera Madeleine pregunt:

-Hablaste con la nia de la bicicleta?

-S, por qu?

-Cuando pas por delante del coche lloraba.

4.- El radiotelescopio

Viajaron hacia el sur y se detuvieron a almorzar en Dalwhinnie. En aquel desapacible da de octubre haba poca circulacin, de modo que despus del almuerzo no tardaron en llegar a Pitlochry, donde tomaron una carretera secundaria que iba en direccin a Kirkmichael. Aproximadamente veintids kilmetros ms adelante se internaron por un camino an ms angosto que, despus de atravesar primero praderas y luego lomas ridas, conduca por fin al observatorio.

Cuando an faltaban casi cinco kilmetros, vieron la enorme construccin ntidamente recortada contra el cielo. No obstante su aspecto inhspito, el lugar haba sido bien escogido. Con las moles de los Grampians hacia el norte protegindolo, el observatorio estaba libre de perturbaciones elctricas de procedencia humana, y al mismo tiempo quedaba a menos de cuarenta kilmetros de la estacin ferroviaria de Pitlochry.

Fielding les esperaba. Cameron haba hablado con l una o dos veces y saba que era un hombre muy entusiasta. Despus de presentar a Madeleine, Cameron insinu, con la mxima delicadeza, que ella preferira pasar la prxima hora bebiendo pacficamente una taza de t, sentada frente al fuego y leyendo el diario de la maana. En cuanto a l, le encantara conocer las maravillas del mayor radiotelescopio del mundo, aun en medio del huracn que soplaba en aquel momento desde el sudoeste. Fielding asinti cortsmente y les condujo a su casa -una cabaa de piedra exquisitamente acondicionada-, present a Madeleine a su ama de llaves, y luego arrastr a Cameron, sin mayores ceremonias, hacia el radiotelescopio.

Fielding era corpulento. Llevaba unas gruesas gafas con arplatn de pasta que le daban un aspecto siempre sooliento, y a lo largo de toda su carrera haba sacado provecho de esta circunstancia. En realidad, no se le escapaba una mirada ni un susurro, lo que, unido a su astucia y tacto, le preparaba para una carrera poltica brillante. Sin embargo, la poltica le interesaba nicamente como medio para lograr mejoras en el campo de la astronoma.

El enorme aparato que Cameron contemplaba en ese momento, con confesada veneracin, era una categrica prueba de las artes polticas de Fielding. La nica razn por la cual no haba acosado a los funcionarios de Whitehall hasta obligarlos a suministrar fondos para un radiotelescopio de ms dimetro, era que ignoraba la forma de construirlo.

Cameron estaba acostumbrado a los instrumentos cientficos gigantescos, pero siempre los haba visto en tierra, dilatndose sobre grandes extensiones horizontales. Y aquel telescopio, con tus miles de toneladas de acero, se ergua en el aire, sobre su cabeza. Los astrnomos tenan que ser muy competentes no ya para construir semejantes aparatos, sino slo para imaginarlos.

Fielding insisti en llevarlo al interior del inmenso plato parablico. Era como estar en un mundo nuevo, un mundo abstracto de metal organizado en precisas configuraciones geomtricas. El borde del plato se alzaba sobre ellos, de modo que estaban totalmente aislados del mundo exterior. Cameron tuvo la impresin de haberse introducido en un gigantesco campo de nieve.

Cuando terminaron su visita, la luz crepuscular ya se estaba extinguiendo y las luces de posicin para los aviones se haban encendido a lo largo de la grandiosa estructura. En ese momento, Fielding estaba entusiamado con la idea de mostrarle a Cameron las complejidades del dispositivo de maniobra y de los mandos electrnicos. A su juicio, la electrnica era el alma dcl observatorio. Pero la fsica nuclear le lleva mucha ventaja a la astronoma en cuanto a la aplicacin de la electrnica, por lo que all no haba nada que pudiera sorprender a Cameron, y aquella parte de la instalacin le pareci muy sencilla.

Pero Fielding haba reservado lo mejor para el final. Sobre una mesa de su bien iluminada oficina estaban desplegados varios grficos. Tom uno de ellos y seal una lnea ondulante trazada con tinta.

-Ve algo aqu, Cameron?

Se trataba de un vulgar registro tomado con un instrumento inscriptor. La mayor parte del trazo era irregular, con la configuracin que los fsicos describen como ruido. Pero en el lugar a donde sealaba Fielding, el trazo presentaba un mximo.

-ste es un barrido a travs de una de las nubes de gas, en el plano de la galaxia.

-A lo largo de la carta?

-S.

-Qu representa la amplitud?

-La diferencia entre la seal recibida y la de comparacin.

Cameron hizo un gesto de comprensin.

-Bien, cul es su veredicto? -pregunt Fielding.

La seal le resultaba bastante obvia a Cameron, pero con los astrnomos nunca se poda estar seguro de nada. Tenan una peculiar manera de hacer las cosas.

-No s lo suficiente sobre el contexto para emitir una opinin -respondi.

-Cauteloso, eh? Bien, mire esto. -Fielding seal otro plano-. Aqu tenemos algo distinto. El plato apunta constantemente a la nube.

-Rastrendola?

-S. Y ahora practicamos un cambio de frecuencia, aumentando y disminuyendo respecto a la resonante.

-Se refiere a su emisin fundamental?

-En efecto. Longitud de onda algo superior a los cinco centmetros.

-A qu corresponde ese espectro de emisin?

-Aj! se es el problema, verdad? -sonri Fielding.

-Supongo que s.

Fielding golpe la mesa, excitado. Sus ojos brillaban. -Glicina! -rugi. Despus seal una pizarra donde estaba escrito un smbolo qumico:

O

((H2N-CH2-C-OH

Al ver el revelador grupo CO-OH, Cameron pregunt:

-Un aminocido?

-Exactamente. La primera vez que se halla un aminocido en estas condiciones.

-Esto se pone muy complicado. Hasta dnde cree que podra llegar? Me refiero a la dimensin de la molcula.

-Por lo que concierne estrictamente al gas, dudo que haya lmite.

-Hasta macromolculas?

-Probablemente. Pero encontrarlas es como buscar una aguja en un pajar. Las molculas complejas tienen una gran cantidad de frecuencias posibles. El problema consiste en descubrirlas y clasificarlas en el laboratorio sin cometer errores. Tomemos la glicina. Para empezar, incluso es difcil pasar, mediante procesos qumicos provocados, aminocidos en solucin al estado gaseoso.

-Usted lo logr.

-Pero no aqu. Se necesita un laboratorio qumico perfectamente equipado. Esta frecuencia rotacional de la glicina fue descubierta en el Imperial College.

-Y no pudo descubrirla astronmicamente hasta que supo dnde buscar, no?

-Precisamente. Aqu es donde esta espectroscopa de microondas difiere de la espectroscopa ptica. Nosotros necesitamos saber lo que buscamos, mientras los tcnicos pticos se limitan a registrar un espectro y a clasificar sus elementos.

Cameron se dio cuenta de que Fielding estaba tan contento como un perro con dos rabos. Y en trminos generales -con criterio de lego en Astronoma- comprenda que lo estuviera. Los aminocidos son los elementos constitutivos de las protenas. Estas, correctamente organizadas, son la base de vida. Haba vida en todos los rincones de los infinitos espacios estelares? Ciertamente, eso empezaba a parecer. Formul la pregunta mientras iban desde el telescopio hacia la casa de piedra.

-Bien, se trata de una idea muy ambiciosa -respondi Fielding-. Va mucho ms all de todo lo que sabemos hasta el momento.

Aquella fue la primera vez que Cameron oy a un astrnomo pronunciar un juicio cauteloso.

Cameron se propona partir al anochecer, pero Fielding no quiso ni or hablar de ello. Insisti en que deba pasar la noche all, porque deseaba hablar con detenimiento acerca de aquel proyecto en Australia. De modo que despus de una excelente cena preparada por el ama de llaves, condujo a Cameron a su estudio para beber un vaso de oporto, mientras Madeleine se quedaba a leer, o a conversar con la otra mujer..., abandono al que ya estaba acostumbrada como buena esposa de la ciencia. Cameron consigui trocar el oporto por whisky. A diferencia de su anfitrin, no era partidario de las bebidas dulces.

-En mi opinin, se ha metido en un avispero -dijo Fielding en tono jovial. Sorbi su oporto y dej que sus pies calzados en pantuflas se calentaran frente al fuego de la chimenea.

-Por qu dice eso?

-Descubrir que los britnicos tienen abundantes y slidos argumentos para demostrar que las ideas de los australianos son errneas, y que stos tienen abundantes y slidos argumentos para demostrar que la propuesta de aqullos es desatinada. Eso es lo que descubrir, como Fielding me llamo.

-Ya lo he descubierto.

-Bien. Entonces le bastar saber que ambos tienen razn y que ambos estn equivocados. Tienen razn en lo que objetan a sus adversarios. Y estn equivocados cuando formulan sus propias sugerencias.

-Quiere decir que no es posible construirlo con ninguno de los dos sistemas?

-No para longitudes de onda de tres centmetros a ocho dcimas de milmetro. Las superficies sintonizables son demasiado inestables y las deformables demasiado inseguras. Claro que esto facilita su misin. Limtese a decir que todos estn equivocados.

Fielding meti un voluminoso leo en el fuego, tom otro sorbo y continu:

-Adems, la gama de longitudes de onda no es correcta. Cuanto ms cortas, mejor. Si este proyecto fuese mo, las reducira a dos dcimas de milmetro, por lo menos.

-Eso no empeorara las cosas?

-No, porque me conformara con una antena ms pequea, de aproximadamente diecisiete metros. Usted sabe que en ondas ms cortas hay muchas ms investigaciones en las que se puede trabajar. Es un campo mucho ms rico.

-Pero el que me ha mostrado esta tarde era de onda larga.

-Exacto, estaba por encima de los cinco centmetros. La explicacin es que en ondas largas no hay muchas posibilidades, pero dentro de lo que hay... bien, pueden ser estudiadas con un telescopio grande. As es posible detectar los casos muy sensibles, como el de la glicina. En ondas cortas sucede lo contrario. Existen muchas posibilidades, pero no se puede contar con la sensibilidad de un plato realmente grande.

Cameron tom un trago de whisky. Mientras el lquido bajaba por su garganta, asinti, y luego dijo:

-As pues, en el caso que tengo entre manos, lo que pretenden es ganar en ambos campos.

-No podra haberlo resumido mejor. Reducir la longitud de onda sin perder las ventajas de la antena grande. No servir; Terminarn por quedarse a mitad de camino. Ya se lo dije, pero mis opiniones no despertaron simpata.

-Cre que la opinin de usted tena mucho peso.

-No, porque se supone que soy parte interesada. Mucha gente dice que mientras no se construya el nuevo telescopio, nosotros, aqu, seguiremos siendo los privilegiados. Creen que cuando...

-... se construya el nuevo telescopio ustedes perdern -los privilegios -termin Cameron.

-Exacto. Por lo menos en ese tipo de trabajo, aunque podremos seguir realizando otros en ondas ms largas.

-Es usted realmente parte interesada?

-Quiz s. Siempre es difcil juzgar los propios sentimientos. Y tambin es difcil juzgar objetivamente hasta qu punto las nuevas tcnicas de construccin podran hacer posible el rnyecto. Eso tendr que decidirlo usted..., y no yo, gracias a Dios.

-Usted acaba de sugerir una antena de menos dimetro con longitudes de onda an ms cortas.

-Ah, s! Eso tambin me interesara, si no tuviera tanto dinero invertido en mi instrumento.

-En ese caso, qu hara?

-Recurrira a las empresas ms potentes de la industria. Vickers en este pas, Krupp en Alemania, Japan Steel o Mitsubishi, varias empresas en Estados Unidos. Averiguara cul de ellas cuenta con el torno de mayores dimensiones y le hara pulir piezas de precisin del mayor tamao realizable. Exigira lo mejor. ste es un campo totalmente nuevo y nadie est en condiciones de superarnos. Lo importante sera darse prisa. Inyectar un poco de entusiasmo y terminar con las discusiones y las monsergas polticas.

-Por qu no hacemos precisamente eso?

-Porque los receptores son poco fiables en estas longitudes dc onda muy corta, y la gente se resiste a emplear una electrnica poco conocida. Pero con el respaldo que tiene usted en el CERN, esto no debe intimidarle.

-No, pero tampoco quiero comprometerme.

-Le entiendo, suponiendo que el proyecto del acelerador de mil GeV, est en marcha. Entre parntesis, est en marcha?

-Todava anda por la etapa de las negociaciones. Tenemos la esperanza de conseguirlo, y si es as, no tendr tiempo para telescopios milimtricos.

Fielding asinti, volvi a asentir, y repiti la inclinacin de cabeza por tercera vez, casi imperceptiblemente. Cameron esper un momento pero no obtuvo respuesta. Mir a su interlocutor y descubri que se haba dormido, como si alguien hubiera apretado un interruptor. Observ, incrdulo, cmo la respiracin de Fielding se haca cada vez ms profunda. Luego sali de la habitacin de puntillas y fue en busca de Madeleine, que se dispona a acostarse.

A la maana siguiente, el ama de llaves les comunic que Fielding haba permanecido levantado hasta muy tarde, trabajando, y que el doctor no desayunara con ellos. Cameron se pregunt si Fielding haba seguido durmiendo, sencillamente, delante de la chimenea, hasta despertar de madrugada rgido como una tabla. Ms tarde, mientras viajaban hacia el sur por el camino que bajaba hacia Pitlochry, decidi que probablemente nunca lo sabran.

Cameron y Madeleine se separaron en Pitlochry: l para tomar el tren de Londres y ella para regresar con el automvil a Glen Shiel. Convinieron que se encontraran tres semanas ms tarde en Ginebra.

No obstante los recientes arreglos, el escabroso camino que una Pitlochry con Blair Atholl an necesitaba cuidados, de modo que slo cuando estuvo al norte de Clachan, Madeleine pudo fijar su atencin en un problema que la preocupaba persistentemente. Ya haca bastante tiempo que se agudizaba la intranquilidad mental de su marido. A su juicio se trataba de una combinacin de tres factores. Uno, la edad. A los cincuenta aos el hombre deba empezar a descansar, y Cameron tena exceso de trabajo. Haca veinte aos, incluso diez, la tensin haba sido primordialmente de naturaleza cientfica. Era el empeo de hacer lo cientficamente correcto, de no dejarse vencer por el trabajo. Pero ltimamente su tarea era poltica, y tambin de relaciones pblicas: y asesorar proyectos, como el de Australia, conversar con polticos y cosas por el estilo. Incluso deba convencer a los cientficos para que cooperasen y evitar al mismo tiempo, que los que tuvieran mayor personalidad eclipsaran la competencia de los tmidos. Lo normal, para aliviar semejante presin, habra sido relajarse. Pero su marido no quera or hablar de un trabajo ms cmodo. Cameron insista en que entonces todo perdera sentido y ella no entenda el porqu. La mayora de los cientficos elegan tal alternativa y parecan bastante dichosos.

Madeleine sigui conduciendo, con expresin sombra. Haca tiempo que sospechaba que su marido se propona llegar hasta determinada posicin, hasta determinada meta, para luego arrojarlo todo por la borda y retirarse a los Highlands. Mir hacia los pramos de Drumochter Pass y se estremeci.

Cameron lleg a Londres a ltima hora de la tarde. Nuevamente fue a la Royal Society, desde donde puso una conferencia a Ginebra. Despus telefone a Henry Mallinson, quien Iltmediatamentle sugiri que cenaran juntos en el Athenaeum Club. Cameron habra preferido un lugar ms corriente, pero acept porque siempre resultara ms fcil conversar discretamente all que en un restaurante demasiado concurrido.

Mallinson apareci puntual a las siete menos cuarto. Tomaron una copa y pasaron al comedor. Estaba casi vaco, a diferencia de lo que suceda a la hora del almuerzo, cuando se llenaba de funcionarios de las oficinas de Whitehall. Cameron rocord que alguien haba dicho que nada podra contribuir tanto a la recuperacin de Gran Bretaa como una catstrofe que ocurriese en el Athenaeum a las dos menos cuarto. Trat de recordar de quin era la frase y pens que tal vez fuera de J. B. Priestley. Sinti la tentacin de preguntrselo a MaIlinson, pero por prudencia no lo hizo.

Una camarera les sirvi una sopa floja. Mientras Cameron estudiaba el plato con mirada hostil, Mallinson anunci:

-Los australianos ya han designado a su rbitro.

-Mi antagonista?

-Bueno, yo no dira tanto.

- No?

-No, de ninguna manera. Ya ha habido suficientes discrepancias en torno a este proyecto.

-Y quin ser mi antagonista?

-Muy bien, si se es tu estado de nimo, o uno de tus humores clticos... Tu colega es Nygaard.

-Un dans? -pregunt Cameron, algo sorprendido.

-No, no. Bob Nygaard. Del Observatorio Nacional de Radioastronoma de Charlottesville. Es norteamericano.

-Aj! Ya veo.

-Qu ves?

-Por qu ests tan contento, Henry?

-Que yo sepa...

-Ah, s! Lo ests. Terriblemente feliz. Al fin y al cabo, puesto que yo soy britnico y Nygaard es norteamericano, y en consecuencia neutral, la victoria ser fcil para nuestro bando, no es eso?

-Si no te molesta que lo diga, sa es la peor forma de considerar el asunto.

-Pero no es as como te gustara que resultase?

-No sera humano si no deseara que al final se compruebe que los nuestros tienen razn. Pero lo que importa de verdad es que t convenzas a ambas partes. Y esto debe quedar muy claro: cualquiera sea tu decisin, habrs fracasado si no consigues la colaboracin de ambas partes.

-De modo que la clave es la armona. La dulce armona. eh, Henry?

-No dejes que ese humor te haga incurrir en exageraciones -murmur.

Mallinson verti en su plato una cucharada de repollo que haba llegado a las ltimas etapas de su desintegracin acuosa. A Cameron le maravill el deleite con que lo haca.

-Henry, no se te ha ocurrido pensar que lo ms correcto de nuestra parte habra sido solicitar tambin una opinin neutral? Alguien del Instituto alemn, por ejemplo?

-Yo te considero neutral, mi estimado Cameron. Al fin y al cabo, has pasado muchos aos fuera del pas. Por cierto, cundo recomendaris los del CERN que se instale un organismo internacional en Gran Bretaa?

-En primer lugar, cuando Hacienda apruebe disposiciones fiscales razonables. Y en segundo lugar, cuando los britnicos dejen de guisar as el repollo.

-Cameron seal el plato de su compaero.

Mallinson hizo una mueca.

-Entiendo perfectamente lo que quieres decir. Para m, comerlo es una forma de autodisciplina. Como el yoga.

-Tu esposa lo sigue practicando?

-A qu te refieres, al repollo o al yoga?

-Al yoga.

-Tiene recadas patolgicas ltimamente, gracias a Dios, lo ha olvidado.

-Debe ser muy desconcertante eso de quedarse con la mirada perdida en el vaco.

-Sobre todo despus de pasar una larga jornada en la oficina.

-Pero hablando en serio, no sera mejor consultar a alguien de Bonn? Para empezar, sera una prueba de discrecin, y adems ellos saben mucho ms que yo acerca de estas cuestiones.

-Lo s -suspir Mallinson-. Pero nuestros radioastrnomos se oponen terminantemente. Slo te aceptarn a ti.

-Pues los australianos han aceptado a Nygaard.

-Lo cual es asunto suyo, o no?

Cameron mordisque un trozo de tarta Bakewell.

-De tollos modos, esto me pone en una situacin embarazosa.

-T ests acostumbrado a cosas peores.

-Al menos es una ventaja el no tener que ir a Australia. Estados Unidos me atrae ms.

-S, pero tendrs que ir a Australia de todos modos.

-Por qu?

-Para hablar con los australianos. As se darn cuenta que estn recibiendo un trato imparcial.

-Mira, Henry, usemos un poco el sentido comn. Yo tengo Muchas ocupaciones...

-Disclpame, pero el otro da, en mi oficina, te quejaste de la demora.

-Lo cual no significa que no tenga...

-En esto ser inflexible, mi estimado amigo. Debes ir a Australia. Tanto t como Nygaard iris a Australia.

Una vez concluida la cena, los dos hombres fueron hasta el mostrador cercano a la puerta, donde pagaron sus respectivas cenas. Despus subieron por una ancha escalera hasta el saln del primer piso. Cameron sirvi el caf.

-Negro, verdad?

-Gracias. Sin azcar.

Mientras descansaban en mullidos sillones, Mallinson encendi un cigarro, sorbi su caf y dijo:

-Mis espas me han dicho que visitaste a Fielding.

-Quera conocerlo mejor.

-Te pareci interesante?

-S. Y su observatorio tambin lo es.

-Tal vez debera formularte una advertencia -murmur Mallinson, mientras asenta con un movimiento de cabeza.

-Acerca de qu?

-Acerca de Fielding.

-No me lo digas, Henry. Ya lo s.

-Qu?

-Por la noche se queda dormido frente a la chimenea.

-No me refera a sus hbitos. Lo que quiero decirte es que sospechamos que Fielding est planeando un nuevo instrumento.

-Vaya!

-S, para la gama de longitudes de onda que abarca desde los tres centmetros hasta ocho dcimas de milmetro. Cameron sorbi el resto de su caf, mir a Mallinson, reflexion algunos segundos y sonri a dos hombres que ocupaban una mesa vecina. Ambos iban vestidos de negro, ambos eran clrigos. Uno pareca un obispo; el estilo del otro resultaba ms difcil de identificar

5.- Viaje a Australia

Al da siguiente, Cameron tom el avin de las doce que una Londres con Washington. Descubri con alivio que se trataba de uno de los aparatos ms antiguos, y no de un Jumbo. Aterriz en Dulles, lo que signific tener que tomar un taxi y recorrer los casi cincuenta kilmetros que le separaban del aeropuerto metropolitano, donde lleg con el tiempo justo para embarcar rumbo a Charlottesville. El pequeo avin se movi bastante cuando lleg a las Blue Mountains, lo que no resultaba muy cmodo despus de una travesa de ocho horas sobre el Atlntico. Nygaard le esperaba junto al portn de salida.

-El doctor Cameron? Soy Bob Nygaard.

-Mucho gusto. Parece que tenemos un problema entre manos.

-Claro que s. Ha tenido buen viaje?, por decirlo con las palabras del juez Warren.

-Cmo dice?

-Esas fueron las primeras palabras que pronunci la Comisin Warren: Ha tenido buen viaje hasta aqu, seora Oswald?. Eso dio el tono de toda la investigacin. Lleva maletas?

-Dos.

-Okey. El despacho de equipajes est aqu, a la izquierda. Como el avin era pequeo, las maletas aparecieron pronto. Cda uno de ellos tom una y no tardaron en partir en el automvil de Nygaard.

-No he organizado nada para esta noche. Pens que usted no estara de humor para compromisos sociales. Pero ser un honor para m el recibirle en mi casa, para beber algo y cenar.

-Le ser franco: quiero cenar poco e irme en seguida a la cama -respondi Cameron.

-Ya lo supona. He reservado habitacin en el Country Inn. No est muy cerca del Observatorio, pero es cmodo.

-Me parece bien.

-Ir a la oficina a primera hora y estar a su disposicin durante todo el da.

-Eso me recuerda el Japn -dijo Cameron sonriendo.

-El Japn?

-Ver. Encargamos unos aparatos all. Los ingenieros de la empresa me recibieron en el aeropuerto. Yo vena de.Suiza en vuelo sin escala. Me llevaron directamente a la oficina para una conferencia de negocios. Son muy astutos.

-No se preocupe; aqu no le haremos trabajar tanto. Cameron no tard en acostarse, pero aun estando cansado no le result fcil conciliar el sueo. Decidi que su pulso estaba demasiado alterado. La vibracin del avin le perturbaba de alguna manera el metabolismo. Despus durmi con sobresaltos durante un par dc horas, tom dos aspirinas y volvi a dormir hasta las tres dc la maana. Encendi la lmpara de la cabecera y ley varios papeles. Aproximadamente una hora ms tarde apag la luz, gruendo y maldiciendo, y consigui dormir hasta las seis y media. Entonces se ase y se visti parsimoniosamente. A aquella hora la cafetera ya deba estar abierta para el desayuno. Y cosa rara: se encontraba muy bien. Baj a la cafetera y pidi un zumo de naranja, unas pastas y caf. En su opinin una de las cosas que mejor- se hacan en los Estados Unidos eran las pastas.

Cameron pas la hora siguiente telefoneando a Ginebra, por si haba alguna novedad en el asunto del acelerador de 1000 GeV. No la haba. Se pregunt si en aquel caso la falta de noticias no sera ms bien positiva. Despus pidi un taxi. El viaje hasta el Observatorio dur media hora. Nygaard se haba atenido a lo prometido. Estaba all trabajando, a pesar de que el reloj del corredor apenas marcaba las ocho y media. Cuando le vio llegar, sali a su encuentro con una sonrisa.

-Buenos das, doctor. Espero que haya dormido bien.

-Tan bien como se poda esperar.

-Entiendo. Me tendr que permitir que empiece con una especie de disculpa.

-Usted dir.

-Naturalmente, yo pensaba acompaarle a Australia, pero esta es una mala semana para m. Nuestro Patronato celebrar junta aqu, el viernes.

-No podr venir?

-Hasta despus del viernes, no. Me gustara acompaarle...

-Obviamente, no puede. De todos modos, usted se ha prestado para asesorar en esta materia por mera gentileza.

-Celebro que lo entienda as. Podra fijar la partida para el sbado, pero incluso esa fecha no es muy conveniente. Ver, siempre hay que hacer tantas cosas...

-Cundo podr partir? El lunes?

-S, podra arreglarlo para el lunes.

-Entonces, prefiero retrasar unos das mi viaje. No creo que tenga mucho sentido presentarme solo.

-Bien, qu le parece si vamos al grano? - Nygaard le mostr un montn de papeles-. Qu opina usted de este problema?

-Ya he tomado ciertas medidas. He pedido a mis colaboradures de Ginebra que verificaran y ampliaran algunos clculos.

-Interviene el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares en este asunto?

-No, no interviene. Fue el Ministerio de Ciencia quien me consult.

-Ya veo. Se lo pregunto por la relacin que tiene con el Observatorio Meridional de Europa. Est adscrito al CERN, verdad?

-No es mi seccin -dijo Cameron-, pero tiene bastante experiencia en materia de obras. Por eso les ped que pasaran algunos programas por el ordenador. Lo primero que llama la atencin cuando uno estudia el proyecto de estructura deformable que proponen los australianos, es que si bien calcularon los mdulos normales de la antena, no existe absolutamente ninguna garanta de que todos los mdulos sean realmente estables.

-Cuando exista una fuente de energa exterior?

-Efectivamente. Y esta fuente puede ser desde motores a simplemente el viento.

-De modo que tiene dudas acerca de ese sistema?

Cameron asinti, y Nygaard prosigui:

-Me parece justo. Pero est verdaderamente de acuerdo con la propuesta britnica? Su gente quiere montar una antena con ms de cien piezas independientes. Usted cree en la posibilidad de sintonizarlas todas con una precisin superior al milmetro?

-No. -Cameron mene la cabeza.

-Entonces en qu quedamos?

-Quedamos bien, porque no seremos nosotros los constructores de ese maldito telescopio. A mi juicio, y confieso que es slo una primera impresin, ambas propuestas son errneas.

-Conoce el ltimo informe sobre astronoma de la Academia Nacional? -pregunt Nygaard tras unos instantes de silencio.

-No.

-Bien, hace unos dos aos la Academia Nacional nombr una comisin para establecer las prioridades de la astronoma norteamericana. Su finalidad era evitar que los proyectos competitivos siguieran anulndose entre s.

-Cuando se trataba de conseguir fondos, supongo.

-En efecto. Bien, la primera idea de la comisin fue recomendar una antena de esta dimensin para estas longitudes de onda, aproximadamente. Y convinieron en asignarle prioridad absoluta. -Nygaard volvi a blandir los papeles-. Despus se pusieron a pensar cmo podran construirla, y entonces fue cuando surgieron los problemas. Lo s porque yo formaba parte de la comisin. Al fin decidimos que la empresa era demasiado difcil, por lo que fue eliminada de la lista de prioridades. Entonces dimos preferencia a otros proyectos. As pues, supongo que estoy de acuerdo con usted. Excepto el detalle de que no estoy tan seguro de que sea imposible construir un plato deformable. Puede ser difcil, pero no imposible.

En aquel momento entr una secretaria.

-Quieren caf? -pregunt en tono profesional.

-Ah, Nona! Le presento al doctor Cameron. Cameron estrech la mano de la joven.

-Cmo le gusta, doctor Cameron?

-Con un poco de crema y sin azcar.

El caf lleg en seguida y Cameron empez a sorberlo mientras Nygaard reanudaba el hilo de la conversacin:

-Tal vez se logre. Tal vez.

-No sera preferible recomendar algo mucho ms pequeo, pero de ms alta frecuencia? Digamos un plato de trece metros aplicable a longitudes de onda de hasta dos milmetros?

Nygaard apret los labios, dio unos golpecitos sobre el escritorio y durante un momento dej vagar la mirada por la sala. Luego observ a Cameron fijamente.

-Debo advertirle que personalmente tengo inters en todo esto. Un telescopio de trece metros, operando desde Australia sobre ondas de dos milmetros, inutilizara el instrumento de doce metros que tenemos montado en Kitt Peak.

-Lo cual le plantea una situacin incmoda, claro.

-No tanto. Me pidieron una opinin acerca de los mritos dc las dos propuestas. -Nygaard dej caer la mano sobre los papeles-. No es lo mismo que dar un consejo que puede ser interpretado de muy distintas maneras.

Cameron termin su caf. Le pareci que empezaba a darse cuenta del camino que deba seguir. En realidad, la mitad de su mente ya estaba ocupada en resolver la forma en que pasara la semana prxima. Sera en Berkeley? En Hawai o Tahit? O en el Blue Ridge?

-Qu colores tiene el otoo en este momento? -pregunt.

Los ojos de Nygaard se dilataron. El sbito cambio de tema le haba cogido por sorpresa.

-Bien, por supuesto, ahora estn en su apogeo. Pero...

-Se me ocurri la idea de escalar el Blue Ridge.

-Podemos prestarle uno de nuestros automviles.

-Preferira ir a pie. Hay algn camino?

-Hay ciento cincuenta kilmetros de camino. Hace tres aos lo recorr por entero. Vaya en coche hasta uno de los mejores paisajes y empiece a caminar desde all. Cuando se canse, llmenos y nosotros le recogeremos.

La ductilidad de los norteamericanos nunca dejaba de maravillar a Cameron. Nygaard haba aceptado el cambio de tema sin la menor contrariedad. Y solucion el asunto con la misma soltura.

-Pero, cmo...? -empez a preguntar.

-Cmo vamos a redactar nuestro informe? -le interrumpi Cameron-. Es muy sencillo. En funcin de nuestros clculos, y quizs en funcin de lo que descubramos sobre el terreno, en Australia, diremos que ambas propuestas nos parecen impracticables. Usted lo dejar en ese punto, porque agregar otra cosa podra resultarle comprometedor. Entonces yo podra sugerir que valdra la pena pensar en algo mucho ms pequeo y de ms alta frecuencia.

Nuevamente, Nygaard empez a dar golpecitos sobre el escritorio.

-Tal vez yo cambiara de opinin si se nos presentara la posibilidad de participar en la construccin de la antena para ondas de dos milmetros, ltimamente el Congreso ve con muy buenos ojos los proyectos internacionales. Le molestara que echase una sonda en esa direccin?

Cameron se ri.

-En el proyecto que administro en el CERN intervienen diez pases. De modo que no soy el hombre ms indicado para poner reparos a las actividades multinacionales. Sea como fuere, mi misin consiste en formular la mejor recomendacin posible. Ah termina todo.

-Nosotros tenemos bastante experiencia en situaciones de conflicto -agreg Nygaard, con tono reflexivo.

Cameron estuvo en un tris de pedir informacin sobre las situaciones de conflicto, pero en seguida desisti. Descubri que estaba pensando si podra comprar en Charlottesville un par de buenas botas para su excursin.

A Cameron siempre le gustaba creer que haba tomado la decisin correcta. Y aquella maana, mientras marchaba por el Blue Ridge, pens, complacido, que as haba sido aquella vez. Saba que haba procedido bien porque la noche anterior durmi diez horas seguidas, lo cual era una novedad para l.

Haba pasado dos das en Charlottesville, comprando todo lo que necesitaba, charlando con los cientficos del lugar y haciendo vida social. Despus recorri en coche ciento cincuenta kilmetros y se intern en los bosques. Nygaard estaba en lo cierto al decir que los colores del otoo eran magnficos. Los fulgurantes rojos del bosque, en el colmo de su intensidad, brindaban un espectculo que los europeos difcilmente podran imaginar.

Ya haca tres das que Cameron haba abandonado el automvil. El camino que segua era de tierra, excepto cuando pasaba frente a un albergue o un motel aislado. Caminaba entre los rboles, atravesando claros que permitan ver el paisaje hacia el este y el oeste. Cameron conjetur que aquello haba pertenecido a los indgenas, porque todo tena un toque de delicadeza: rodeaba los obstculos en lugar de abrirse paso entre ellos.

Le result fcil imaginar que no estaba en el siglo xx, sino en el tiempo de los primeros colonos. Virginia es, probablemente, el estado de la Unin donde resulta ms fcil invertir la mar del tiempo. La mente de Cameron evoc el campo de batalla de Culloden, en 1746. Los mismos necios brutales que haban oprimido y profanado los Highlands escoceses, perdieron las colonias americanas slo treinta aos ms tarde. Al pasar revisa a todo lo que Gran Bretaa haba conseguido dilapidar en dos siglos de estupidez y desgobierno, se convenci de que realmente era una nacin con instintos suicidas.

Qu poda importarle el tonto problema del radiotelescopio? Una ardilla se cruz en su camino. Pate una piedra en direccin al animalito, y ste trep vertiginosamente a las ramas superiores de un rbol cercano. S, qu le importaba, en el fondo? Al menos haba tenido la satisfaccin de ver que el consejo de Fielding le pareca sensato a Nygaard; quiz demasiado sensato para su tranquilidad. Cameron consideraba a Fielding como un cientfico honesto, y por consiguiente tenda a desechar la advertencia de Mallinson. Le alegr comprobar que Nygaard comparta su opinin. Cameron conoca bien a los cientficos constructores de imperios. Haba visto cmo esa clase de gente arruinaba incontables programas nacionales de investigacin. Por ese motivo prefera trabajar en un laboratorio internacional. Cuando intervenan muchos pases, quedaba menos margen para los tipos genialoides, dotados por la naturaleza de una coraza paquidrmica, que se pasaba toda la vida promoviendo sus propias ambiciones en comisiones nacionales xenfobas. Cameron se preguntaba cunto tiempo durara aquella relativa pureza de la investigacin a escala internacional. Empez a sentir hambre. Consult el mapa y vio que haba un mirador a seis kilmetros de all. Aceler el paso.

Despus de pasar dos das en el Blue Ridge, Cameron telefone sin demasiadas ganas a Charlottesville. Lo hizo el domingo por la noche, un da antes de que Nygaard estuviera listo para partir rumbo a Australia, para que le enviaran un automvil a la maana siguiente.

Lleg a Charlottesville el lunes a medioda, dos horas antes de que partiera el avin que les llevara a l y a Nygaard a New Orleans. Desde all haba un vuelo directo, por la tarde, a San Francisco. El avin de la lnea australiana QANTAS, que iba de San Francisco a Sydney, parta a las nueve de la noche.

Con escalas en Hawai y Fiji, llegaron a Sydney aproximadamente a las siete y media de la maana siguiente. Calculando que en California an rega el horario de verano, y tambin que haba seis horas de diferencia, el vuelo a travs del Pacfico haba durado casi dieciocho horas. Haca ms de veinticuatro que viajaban, desde su salida de Charlottesville, y Cameron se senta totalmente exhausto. Incluso Nygaard, que era quince aos ms joven que l, anhelaba con desesperacin una ducha y algunas horas de sueo.

A su llegada a Sydney les esperaba un comit de recepcin bastante numeroso, que inclua personal de la televisin. Cameron vet al instante la idea de someterse a una rueda de prensa; en vista de lo cual un radiostrnomo, a quien Nygaard conoca y salud, les explic que tendran que abordar otro avin en direccin a Wombat Springs a las diez y media. Por ese motivo, los informadores de la televisin no tendran oportunidad de entrevistarlos ms tarde ni al da siguiente. Cameron le dijo que entenda la situacin, pero que la respuesta segua siendo negativa.

Cuando al fin el avin de Wombat Springs estuvo listo para despegar, Cameron se sent al lado de Nygaard, con gesto enrgico.

-Por qu vamos a ese lugar? -pregunt.

-Quieren empezar por mostrarnos el lugar del emplazamiento.

-Y si no hay emplazamiento?

-No han previsto esa posibilidad. Lo nico que les preocupa es el tipo de telescopio que se construir.

-Eso modificara el lugar del emplazamiento?

-Que yo sepa, no.

Cameron tuvo la impresin de que algo fallaba. Si el lugar del emplazamiento no tena importancia, a qu molestarse en ir all? Pero cuando el avin se pos una hora ms tarde sobre una meseta cubierta de csped, la belleza del lugar le levant inopinadamente el nimo.

Hombres y equipajes subieron a tres grandes vehculos, que partieron al cabo de pocos minutos. Un breve recorrido les condujo a Wombat Springs. Cameron esperaba que la pequea ciudad fuera el punto de destino, pero el viaje an no haba terminado. Se desviaron hacia la izquierda, dejando atrs la calle principal, y pronto salieron otra vez a campo a