Fichte Johann Gottlieb - Filosofia de La Masoneria - Cartas a Constant

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i Filosofía de la masonería Cartas  a Constant  J o h ann Gottlieb F icbte Edición de Faustino Oficina Coves ISTMO

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i Filosofía

de lamasoneríaCartas 

a Constant

 Johann Gottlieb Ficbte

Edición deFaustino Oficina Coves

ISTMO

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 JOHANN GOTTLIEB FICHTE: Filosofía de la masonería. 

Cartas a Constant

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 JO H A N N G O T T L IE B F IC H T E :

Filosofía de la masonería. 

Cartas a Constant

Edición de Faustino Oncina Coves

ISTMO

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© Ediciones ISTMO, S. A.. 1997

 José Abascal, 57, 3."

28003 Madrid

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D. L.: M. 10.946-1997

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índice

Pág.

Faustino Oncina: Introducción .............................. 7

 J. G. Fichte: Filosofía de la masonería.

Cartas a Constant.................................................. 41

Apéndice: Correspondencia entre Fichte

y Fessler ................................................   117

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Introducción*

I. FILOSOFÍA Y SECRETO:LAS BAMBALINAS DE LA ILUSTRACIÓN

La función del arcano en la historia de la filosofía continúa siendo un capítulo por escribir y glosar. Koselleckdio un impulso crucial a los estudios de las sociedadessecretas en el período que transcurre del absolutismo a laIlustración, y su testigo fue recogido por la escuela vinculada a la Begriffsgeschichte  y por la investigación sobre

Este trabajo forma parte de los proyectos de investigación PS 90-0090y PB 94-0131-C 03-03 de la D.G.I.C.Y.T. Asimismo deseo expresarmi agradecimiento al DAAD, que, merced a una beca de dos meses

en el verano de 1992, posibilitó una estancia en la Universidad de Maguncia para llevarlo a cabo. Una vez más quiero dejar constancia demi reconocimiento a los profesores de esa Universidad, Rudolf Mal-ter y Olio Saame, lamentablemente ya fallecidos, por el permanentey entusiasta apoyo que siempre me ofrecieron. Manfred Kugelstadt,un veterano y paciente interlocutor en cuantos envites hermenéuti-cos del kantismo le he propuesto, soportó con ejemplar estoicismomis dudas filológicas. El Instituto M ax-Planck d e H istoria d el D erech o E uropeo de Francfort del Meno me ha brindado frecuente anfi-

trionazgo gracias a los buenos oficios de Heinz Mohnhaupt. Mis amigos Jorge García y Kai Engel, en el tramo final del trayecto que haseguido este libro, han estado, como es habitual en ellos, a la altura de las circunstancias.

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la Revolución Francesa y el jacobinismo centroeuropeo1.Sin embargo, los filósofos y los historiadores del pensamiento no han osado aún penetrar de lleno en el esqui

vo concepto de secreto, a pesar de su protagonismo, talcomo evoca el propio Fichte en las Cartas a Constant, enla génesis, consolidación y propagación de ciertos plexosde ideas, el pitagorismo, vg. Sin duda, el propósito de integrar en un mismo destino filosofía y arcano, exoteris-mo y esoterismo, luz y tinieblas, publicidad y misterio, Ilustración y jeroglífico, provoca una inquietante zozobra

intelectual. Y, no obstante, las sombras han secundado nosólo en su origen, sino en su polarización, a las luces. Notodo es lustre en la Ilustración. La semántica histórica  seha afanado en identificar las fundones benefactoras delarcano durante ese período, reclutando aquellas útiles paraencauzar los vaivenes entre moral y política durante eltránsito del x v i i  al xvm. Tal empeño, de una inusitada ren

tabilidad para explicar los cambios de identidad social yla emergencia de nuevos fenómenos en esos siglos, ha desactivado, empero, otras funciones con menos brillo, peroigualmente presentes en esta época2. En el topos velado

1 R. Koselleck, Kritik un d Krise, Friburgo/Munich, 1959 (ed. cast.. Ríalp,Madrid, 1965); L. Hólscher, Ó ffentlichkeit u n d G eheim nis, Sruttgart,

1979; H. Reinalter, Freim attrer un d G eheim biind e im 18. Jabrh u n - dert in M itteleuropa, Francfort del Meno, 1986;  A ufktdm ng u n d Ge- beimgesetlschaften. Hrsg. v. H. Reinalter, Munich, 1989- La biblioteca de Wolffenbiittel ha contribuido igualmente a impulsar las laboresde investigación de este tema en el siglo xvm ( W ol/enbiltteler Stu- dien zur Aujkldrutig. Gebeime Gesellscbaften,  IV/1-2, Heidelberg.1979-1980). Ei lector encontrará al final de esta Introducción  los datos bibliográficos completos de la literatura citada, así como una lista más detallada (que no pretende en absoluto ser exhaustiva) de

trabajos sobre este tema. Disponemos asimismo de una fuente magnifica de información en el tomo IV de ia obra de J. A. Ferrer Be-nimeli.  M asonería, Ig lesia e Ilu stración , Fundación Universitaria Española, Madrid, 1983 (2.a ed.).

2 Koselleck ha destacado tres funciones del secreto: la protectora frente al Estado absolutista, la integradora o aglutinadora de todos los

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por el secreto o arropado con la ficción literaria se incuba un tipo distinto de ideología, la burguesa, o mejor dicho, una relación específica y crítica con el Estado abso

lutista, cuya apoteosis estalla en 1789. Pero asimismo enlos bajos fondos de la Ilustración pronto comienzan a reunirse fuerzas contrarrevolucionarias y románticas nostálgicos, que, embelesados ahora por el culto a los misterios (otra especie de arcano), se organizarán en la SantaAlianza.

El reclamo de la autonomía y su contraseña ¡sapere aude! generan también aislamiento y desmembración delhombre, y, por ende, inseguridad. El esoterismo se torna un asiduo refugio donde mitigar los efectos quejumbrosos de esa incertidumbre. Entre sus visillos se puedevislumbrar una tierra prometida allende la razón, pero un-

miembros pertenecientes a la logia, y la encubridora de una activi

dad política alternativa a la oficial. Esta última función de intriga política es fundamental para entender la eclosión de la Revolución Francesa. Para Koselleck, el secreto masónico nos guía hasta el centromismo de la dialéctica entre moral y política, clave para explicar elpaso del absolutismo a la Ilustración (op. cit.,  pp. 108 ss., 227 ss.).Los D iálogos pa ra francm asones  de Lessing le sirven de hilo conductor para tejer sus tesis. No vamos a detenemos en analizar losméritos y deméritos de este planteamiento. Es menester, no obstante, señalar grosso m odo  algunas fisuras en su razonamiento. Koselleck no distingue claramente entre la masonería y las sociedadessecretas (fundiendo acríticamente en uno ambos fenómenos), prio-riza hiperbólicamente la Orden de los iluminados para conceder crédito a su tercera función, y su uso de Lessing com o uno de los principales escultores del nuevo busto sociopolítico de la buiguesía, apesar de su sugerente exégesis, no deja de ser aporético. Además,lia soslayado otros cometidos de las sociedades secretas (P. Ch. Ludz,Oberlegungen zu ein er soziologiscben Analyse geh eim er G esellscbqften 

dessp áten 18. u n d frílben 19. Jahrbun dérts, y N. Schindler,  A u jkla- ning und Gebeimnis im Hluminatenordnen,  en: G eheim e G esells- ch aften . W olfenbñ tteler Studien,  IV/l, pp. 89-119, 203-229; F. Onci-na, El arc an o: entre la postrevolución y la contrarrevolución,  en R.R. Aramayo, J. Muguerza y A. Valdecantos (comps.), El ind ividu o y  la historia,  Paidós, Barcelona, 1995, pp. 215-249).

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cida a ésta, porque sus límites son insuficientes para saciar el ansia desbocada de conocer, la voluptuosidad delsaber, que ella misma ha alentado. El sujeto, no conten

to con haber acotado los lindes legítimos de sus dominios, se adentra en posesiones extrañas y caminos enigmáticos3. Los discursos de la razón y de la sinrazón,ilustrado e iluminista, no se ensañan ineluctablemente unocon otro, sino que una Ilustración insatisfecha, fría y abstracta, está tentada de explorar otras vías consoladoras yredentoras. Desde tiempos remotos se ha ido enhebran

do una relación de osmosis entre aritmosofía y matemática, alquimia y química, astrología y astronomía, magiay medicina. Los cánones de la nueva ciencia no bastan,así como tampoco los de la nueva política, para colmarel anhelo fáustico de una vida plena, intelectual y emocionalmente, una sed infinita y de infinito.

II. MASONERÍA HISTÓRICA Y MASONERÍAESENCIAL: INICIACIÓN DE FICHTE

R. Lauth, el responsable de la edición crítica del autordel escrito que traducimos, recordaba en un informe acerca del estado actual de la investigación fichteana que lasrelaciones del filósofo con la masonería todavía se hallaban en tierra ignota4. Más interesante que sus vínculos*

* P. Müller, U ttíersuchungen zu m Problem d er Freim au rerei b ei Her- der, Lessing u nd Ficbte.  Berna, 1965, p. 15; A. Faivre, El esoterism o en e l sig lo XVHl,  Madrid, 1976. p. 68.

4 •Übersicht der noch unbearbeiteie Probleme der Fichteschen Phi-losophie-, en: D ertranszen den tale G edanke. D iegegenw drtige D an-  tellung d er P btiosopbie Fichtes.  Hrsg. v. K. Hammacher, Hamburgo,1981, pp. 568-569. Desde entonces, tal como pone de manifiestonuestra bibliografía final, se han realizado importantes avances. Eleditor de este volumen. Hammacher, lia hecho algunas de las principales aportaciones. A este último quiero agradecerle la abundanteinformación que me ha proporcionado para llevar a cabo esta versión

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con las logias de su época resultará su contribución a loque Lessing denominó «la verdadera ontologia de la francmasonería*’. Sin embargo, fueron sus contactos con ma

sones el acicate directo para su Filosofía de la masonería,  razón por la cual es menester ubicar aquí un rellanoen el trayecto conducente a la mencionada ontologia.

La denominada teoría de la conspiración tan sólo haintroducido confusión en este tema. Su obsesión en tornar sinónimos tres conceptos en absoluto equivalentes,ilustrados, masones e iluminados, y en convertirlos en raí

ces de un mismo árbol, la Revolución Francesa, ha auspiciado la leyenda negra del jacobinismo kantiano. La revista Eudámonia  y, con animosa virulencia, Barruel pretendieron deducir el jacobinismo de las mismas entrañas delkantismo. Fichte, a causa de sus escritos religiosos y políticos de 1792 y 1793, era la diana perfecta para los dardos ponzoñosos de quienes suspiraban por la restauración y temían el contagio de la toma de la Bastilla. UnRobespierre había sucedido a Reinhold en la cátedra de

 Jena, clamaban las voces del conservadurismo fanático yresentido: «En Sajonia, p.ej. en Jen a ,  se permite que unprofesor enseñe a la juventud que los gobiern os son con trarios a las leyes d e la razón y d e la h u m an idad; y que,

castellana y la ocasión que me brindó para discutir con él algunasde las ideas que aquí expondré con motivo del simposio celebradoen Rammenau en octubre de 1992 sobre el tema *J. G. Fichte: Rea-litat und GewiKheit* (cf. F. Oncina, •Geheimnis und Óffentlichkeilbei Fichte*, en: Ficbte-Studien. 6 (1994), pp. 321-344). También tengouna deuda con el traductor al francés de este texto, Ives Radrizzani-por razones cronológicas no he podido tomar en cuenta su magnífica y documentadísima edición, insuperable desde el punto de vista filológico (J. G. Fichte, La pbilosophie de la m afon n erie e l autres 

textes, París. 1995)—. Por idénticos motivos he debido reducir al mínimo la crucial contribución de H. Schüttler, discordante con las tesis de Hammacher (-Anmerkungen zu Fichtes “Philosophie der Frei-maurerei"*, en: Q uatuor C oronal!,  31 (19941, pp. 133-143).

5 G. E. Lessing, Ernst y Fakl. D iálogos p ar a fran cm ason es,  en: Escritos filo só fico s y teológicos,  Madrid, 1982, p. 605.

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 p o r consiguiente, en veinte, cin cuenta o cien años, y a no hab rá gobiernos en el mundo»6.

Si altar y trono era la divisa de estos publicistas, anar

qu ía y ateísmo era la de sus enemigos. En 1799 Fichte sevio forzado a abandonar su cargo en la Universidad comoconsecuencia de la disputa del ateísmo, que no es sino unavenganza en diferido de la disputa d el dem ocratism o. Justo  en este año intensifica sus contactos con los masones,que le ofrecen una valiosa ayuda en su intención de instalarse en Berlín, fracasadas sus tentativas de refugiarseen las Repúblicas francesa, maguntina y helvética7. Unode ellos, Fessler, tal como explicaremos posteriormente, jugará un papel capital en la gestación, también en estasfechas, de las Cartas a Constant.  Pero el interés por lamasonería y sus vínculos con logias son muy anteriores8.

(  M ém oires p ou r serv ir á l'bisto ire d a jacobin ism e,  tomo V, Hambur-

go, 1978-99, pp. 244-250. Los pasajes más agresivos de Barruel y deEudámonia  contra Fichte los hemos traducido en Los Escritos d e Revolución de Fichte y la f iloso fía po lítica d e Je n a  (en: E ticidad y Estado en el Idealism o alem án .  Videncia, Natán, pp. 58-60) y La recepción de la C ritica deI Ju icio en el jacobin ism o kan tian o   (en:R. Rodríguez Aramayo/G. Vitar, En la cum bre d el criticism o,  Barcelona, Anthropos, 1992, pp. 169-175).

7 R. Lauth, -Über Fichtes Lehrtátigkeit in Berlin von Mitte 1799 bis An-

fang 1805 und seine Zuhórerschaft-, en: Hegel-Studien,  15 (1980),pp. 11-14.8 Para lo que sigue me he basado en dos trabajos publicados en Fich- 

te-Studien: K. Hammacher, «Fichte und die Freimaurerei-, 2 (1990),pp. 138-159; y H. H. Lawatsch, -Fichte und die hermetische Demo-kratie der Freimaurer-, 3 (1991), pp. 204-218. Hammacher se haceeco de la intervención de masones (Bóttiger, Voigt, Hufeland, Goethe) tanto en su elección para la cátedra de Jena en 1794 como ensu cese en 1799= -lásst sich z\var ein Einfluss von F reim au rern  auf

Fichtes Berufung annehmen, woraus sich aber nicbt ein spezifischm aurerísches ¡nteresse an dieser Berufung ableiten lásst. Ebenso stelitdie Mitwirkung von Freimaurern bei Fichtes Entlassung personellauch ausser Frage-. Apunta igualmente la posibilidad de que la falta de apoyo en círculos masónicos para impedir su cese obedezcaa las intrigas y rivalidades entre logias (p. 142).

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Los hitos más relevantes (únicamente de éstos nos ocuparemos) de sus encuentros y desencuentros, afectos ydesafectos, los comentaremos a continuación.

A requerimiento de Theodor von Schón, a quien enKónigsberg le habían asegurado que Fichte era masón,éste niega su afiliación, aunque le manifiesta su propósito de serlo en un futuro, y no por las ventajas personales y profesionales que le reportaría, sino porque la Orden francmasónica representa una «simiente del bien* parauna época depravada. Además, coadyuvar a encontrar yrealizar su «fin universal*9 es uno de sus sueños y empe

ños. En los primeros meses del año siguiente, en 1793,ingresa, con arreglo al programa expuesto a su amigo,en la logia Eugenia d el león coronado, en Danzig10. Unavez en Jena fue recibido en la logia G u n therdel león er guid o, en Rudolstadt, el 6 de noviembre de 1794. Pero,tal como hemos constatado, Fichte ya era masón antes de

9 Las cartas son, respectivamente, del 5 y del 30 de septiembre de1792 (J. G. Fichte, G esam tausgube d er Bayerischen A kadem ie d er  W issenschaften. Hrsg. v. R. Lauth, Stuttgart, 1962 ss., 111/1, pp. 339,348-349). Las hemos traducido en las notas a las C artas a Cons- tant.  La referencia a la edición crítica la abreviaremos mediante

GA.10 Sobre este hecho parecen despejadas todas las dudas, pues Lauth

ha hallado incluso el discurso del Venerable de la logia, Johann Ja -kob Mnioch, con ocasión del ingreso de Fichte («Fragment einerMaurerrede nach Aufnahme des Herm F*cht*). A Mnioch le enviódos ejemplares de la segunda edición de la C ritica d e toda revelación  y con él mantuvo un intercambio epistolar hasta su suicidio,en 1804 (.GA  111/1, pp. 401, 434; cf. II/3, pp. 371-373). En una carta a Theodor von Schón del 20 de septiembre de 1793 le confiesaque se ha convertido en masón -este año- y que tiene -muchos planes, contactos, expectativas y esperanzas, y a tal efecto necesita

hombres bien dispuestos- (1II/1, pp. 434-435). Sus conocimientosmasónicos (incluso de la variante mística protagonista del conventode Wilhemsbad de 1782) los evidencia nuevamente en una cartadel 2 de abril de 1794 a K. A. Bóuiger, uno de los masones másinfluyentes en Weimar y con posterioridad representante de la Gran log ia R oyal York d e ¡a A m istad  (I1I/2, pp. 89-94).

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afiliarse a esta logia11. Conservamos incluso su bellísimodiscurso iniciático con motivo de su recibimiento, en el que

 justifica el carácter secreto de la francmasonería por mor

de la optimización del desarrollo de las fuerzas y capacidades de sus miembros. En una comunidad cerrada, cobijada en el sigilo y la discreción, se fomenta mejor la formación de las facultades humanas12. Las formulaciones sonvagas, barrocas, merodean el buscado fin de la masonería,pero sin embestirlo directamente. En sintonía con Lessing,le encomienda la tarea de contrarrestar el mal que asóla el

mundo, de propulsar el perfeccionamiento del género humano, mas continúa suspendido de una retórica ampulosa e imprecisa. Define la francmasonería en términos o muygenéricos o negativos (a semejanza de la segunda epístola, presuntamente apócrifa, de las Cartas a Constanf). Dicecon rotundidad lo que no es. Su idea de la Orden no puede confundirse ni con la masonería histórica ni con las agrupaciones o alianzas (Geheimbünde) secretas al uso. Respecto a la primera, se desmarca expressis verbis del estado

11 Especialmente de su correspondencia con el Venerable, F. W. L. vonBeuhvitz, se colige que, aunque descuidó un tanto, a causa de sutrabajo filosófico, las relaciones con la logia, intentó introducir enella a sus mejores estudiantes de Jena, no siempre con éxito portemor a que se extendiera a la logia la vida licenciosa de las influ

yentes órdenes estudiantiles (Hammacher, p. 143; Lawatsch. pp. 211-216; GA. 11/3, p. 373; IH/3, pp. 42 s.t 60 s., 119 s.; cf. I1I/4, p. 119).El registro de miembros de esta logia demuestra que Fichte poseía ya por entonces el grado de Maestro, lo que desmiente la opinión de Vamhagen von Ense de que nunca logró superar el gradode Aprendiz (F icb te Un Gesprücb. Hrsg. v. E. Fuchs, Stuttgart, 1978ss., I, p. 222).

12 En vista del valor de este breve discurso (.GA  II/3, pp. 375-378) lohemos traducido casi íntegramente en una nota a las C arlas a Cons-

ta»t. Hammacher (p. 144) ha detectado una cierta afinidad entre elfondo y la forma (investida del manierismo ritual de los misterioseleusinos) de este discurso, por una parte, y, por otra, el desarrollo del sentido de la verdad que expone en So bre el concepto d e la  Doctrina de la Ciencia   (1794) como presupuesto para la correctacomprensión de las W issenscba ftslebre (GA  1/2, pp. 143, 281).

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en que se encuentra en ese tiempo y de su asimilación deelementos místicos (el martinismo triunfante en el conventode Wilhemsbad, vg.). Asimismo se distancia de las segun

das, y especialmente de la Orden de los iluminados: «Nunca he sido iluminado. Nunca he tenido por azar un amigoo conocido que me haya revelado que lo sea o lojiaya sido.(...). Quien afirme otra cosa, que comparezca públicamentey pruebe que he mentido-13.

Luego el compromiso de Fichte con la masonería yaquellas empresas destinadas a su reforma y a despojarla de todas las adulteraciones a que había sido sometidaestarían en razón directa. Además, si esa refonna se afrontara según el espíritu del criticismo, el profesor recién despedido de Jena se sumaría aún con mayor vehemencia aese proyecto. En Berlín encontró a su alma gemela, Ignacio Aurelio Fessler. A pesar de que al comienzo, y porrazones de mutuo interés, ocultaron ante el resto de hermanos sus relaciones, fue Fessler quien persuadió a Fich

te para que se afiliara a una logia y se sumara a su propósito de revisión del sistema masónico imperante14.

,J  J . G. F ichtes R ecben scba/l a n d as Publikum ilb er sein e E ntfem ung  von Je n a in dem S om m erbalbjabre 1795 {GA 11/3, p. 426). Este informe lo redactó en 1795 para desmentir el rumor de que perseguía fundar una -gran logia de iluminados-. Ya en marzo de 1790se manifiesta críticamente contra esta Orden C1II/1, p. 85). Cfr. III/l,pp. 347-349; III/2, pp. 89-94.

14 La conversión de Fessler al kantismo y los problemas que le acarreó una acusación de alta traición por sus contactos con la liga delos evergetes están perfectamente documentados en el todavía hoymejor trabajo sobre las relaciones entre este importante masón yFichte: X. Léon. -Fessler. Fichte et la Loge Royale York á Berlín-, en:Revtte d e m étapbysique et d e m úrale. XVI (1908), pp. 813*843. Sustesis las reiterará en F icbte et son temps,  II, París. 1958, pp. 12-53.

Léon cree que en el trasfondo de las protestas contra la reformapropuesta en el sistema de Fessler se halla la querella entre los llamados filósofos populares, liderados por Nicolai, y los kantianos:-Et quelle est, au fond, la raison de toutes ces polémiques? Que sig-nifie l'accusation de nou veanté, ú’ada p tab an á Vesprit du steclc porté contre la réforme de la loge Royale York? Cest, en derniére analy-

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Existe una coincidencia cronológica entre la nueva revisión de la Constitución de 1797 de la Logia Royal York yla aproximación de Fichte a Fessler, quienes fueron pre

sentados oficialmente (oficiosamente habían mantenidocontactos secretos) uno a otro por Rhode y Basset (figuras clave en el seno de la logia y en el proceso de reforma). Previa solicitud el 11 de abril de 1800, fue admitido en la logia Pitágoras en la estrella fulgu ran te  porunanimidad en la votación celebrada el 17 de ese mes.Tras ser inscrito en esa logia filial el 3 de mayo, ya el 8

formaba parte del "Oriente Interior» o «íntimo Oriente» yel 23 fue elegido Gran Orador en el -Oriente más íntimo»15. De esta manera se cumplió el requisito necesariopara que, a instancias de Fessler, dictara una serie de leccion es (Vorlesungen) dominicales para los hermanos, quetuvieron lugar el 13, el 27 de abril y, probablemente, el11 de mayo de 1800. Estas lecciones corresponden a la parte de las Cartas a Constant incluidas en la segunda entrega de la revista Eleusinas. Pero antes incluso de su afiliación a la logia berlinesa y, atendiendo a una propuesta deFessler, dio una conferencia (Vortrag) el 14 de octubre de1799 en una logia de instrucción que versó, según rezaen el protocolo de la misma, -sobre el verdadero y correcto fin de la masonería, así como sobre los jeroglíficosde la masonería»16. Esta conferencia se corresponde conel texto publicado en la primera entrega de la precitadarevista. La conferencia, que impresionó profundamente al

se, que Fessler a voulu substituer dans les loges, aux tendances deI' A ufklünm g. de la philosophie des lumiéres, l'espril de la critiquekantienne, el qu'il a mérité ainsi la haine des adeptes de Nicolaidoni les aulres loges sont peuplées- (p. 830 del primer trabajo men

cionado; cf. pp. 24-25 del segundo). Sin duda, la mejor monografía sobre este personaje se la debemos a P. F. Barton. Ignatíus Au- relius Fessler. Vom Burockkeitbolizism us zttr Enveckungsbetvegung, Viena-Colonia-Graz. 1969.

15 Ficbte im G esprüch,  II, pp. 327, 337 ss.16 GA  1II/4, p. 131.

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auditorio por su sapiencia masónica, y las lecciones quincenales constituyen la base de las Cartas a Comtant. Ahora conviene explicar la coyuntura en que se desarrolló la

tentativa reformista de Fichte y Fessler17.Fichte, tan proclive a las polémicas, dirimió, ademásde la sonada y espectacular disputa del ateísimo con lasautoridades políticas y académicas de Jena, otra disputamás discreta, pero cuya virulencia aumentó en estos años,debido a la situación confusa y desconcertante que reinaba en el seno de las logias de la época. Se trata de la disputa sobre la publicidad de escritos masónicos impresos,pareja a la que provocó la reforma de la Orden. Esta disputa encuentra un escenario magnífico en la correspondencia entre Fichte y Fessler, que hemos incorporado a nuestra traducción a guisa de apéndice. Esta controversiaacerca de la publicidad o el secretismo en relación conlos escritos sobre temas masónicos no es sino la secueladel pandemónium en que se había convertido la actividadmasónica en Alemania desde la segunda mitad del sigloxvni. En un primer período, que abarcaría entre 1760 y elconvento de Wilhelmsbad, punto de inflexión, prevalecenlos grados superiores importados de Francia, generadores de confusión. Los sistemas predominantes son el dela Estricta Observancia, el Sistema Sueco y el Sistema Clerical, cuyos principales valedores son, respectivamente, K.

G. von Hund, J.W. Kellner Zinnendorf y J. A. Stark. To

17 Para una información histórica más rigurosa acerca de la masonería,remitimos a la magna obra, ejemplar y encomiable, del profesor JoséA. Ferrer Benimelí,  M asonería, Ig lesia e Ilustración ,  quien dirige elCentro de Estudios de la Masonería Española en la Universidad deZaragoza. El interés por esta temática ha ido in crescendo en nuestro

país. Debemos aludir aquí igualmente al reciente Instituto de Investigación de Liberalismo y Masonería, promovido por el profesor E. M.Ureña, con sede en la Universidad de Comillas. Schüttler ha pintadoun mapa excelente de las múltiples sociedades secretas contemporáneas a Fichte (J.J.C. Bode. Jou rn a l von ein erR eise von W eimar nach  Frankreicb. Im Ja b r 1787, Ars Una. Neuried. 1994, pp. 37-129).

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dos eran derivaciones del Sistema Templario, nacido enFrancia en 1742 y fruto de la implantación en la masonería de los denominados grados escoceses. Esta des

cripción sinóptica de los sistemas preponderantes no agota, en cambio, el recuento de sociedades secretas de laépoca (que no son masónicas sensu strictó),  pues entreéstas cabe mencionar por su influencia (aunque en algunos casos más artificial, interesada y ficticia que real) a losIluminados, Rosacruces y Hermanos Asiáticos. Entre losrasgos principales de este período hay que subrayar los

siguientes: la introducción de los grados superiores (a menudo tendiendo un velo de misterio sobre los que ocupan el vértice de la jerarquía), deudores de las Órdenesde los Caballeros, se había realizado con menoscabo delos grados simbólicos (Aprendiz, Compañero y Maestro)provenientes de la denominada masonería operativa, estoes, de los gremios medievales de constructores; la presencia del esoterismo más burdo; y la proliferación, poruna parte, de sistemas y rituales masónicos y, por otra,de sectas no estrictamente masónicas, sembrando el caos.La masonería germana había dado la espalda a las mismas Constituciones de Anderson, carta fundacional de lamasonería especulativa. Finalmente, y es un tema recurrente en los Diálogos  de Lessing. se asimila la masonería a la extinta Orden de los Templarios y se promueveuna operación de rescate de la última como intento deregeneración de las asociaciones masónicas.

El duque Fernando de Brunschwick y el landgrave Carlos de Hesse-Cassel auspician la convocatoria del célebre convento de Wilhelmsbad en 1782. Animado por ladoble aspiración de poner freno a la multiplicación desistemas con miras a unificarlos, y de dilucidar la cues

tión de si la masonería es una prolongación de la Ordende los Templarios, fracasó en el primero, pero, al menos,solventó la segunda con una respuesta negativa, al faltaruna prueba fehaciente de esa hipótesis y no poder sercompulsada históricamente. Esto significaba un desplante a

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la Estricta Observancia, empecinada en la defensa de talhipótesis, y redundará en una merma de sus fuerzas, facilitando una revisión de estos planteamientos. Por estaespita se desliza una incipiente corriente renovadora queadquirirá pujanza a finales del siglo. Justo aquí emeige pictórica la figura de Fessler, el interlocutor de Ficltfe. Quienes enarbolan la perentoriedad de una regeneración de lashermandades son, además de Fessler y Fichte, Mossdorf,Schróder y Schneider. Más tarde tomará el relevo un autor,Krause, muy influyente en nuestro país a través del llamado krausismo, y muy influido a su vez por Fichte, delque fue alumno y admirador18. Esta vanguardia regenera-cionista tampoco es monolítica, pues también entre ellos(la correspondencia Fichte-Fessler es un excelente botónde muestra) hay desavenencias. El programa de reformaestaba trazado a grandes líneas por el panorama desolador que hemos descrito. Se fortalece la tendencia a recuperar el protagonismo de los grados simbólicos de la ma

sonería inglesa, con la consiguiente abolición de los gradossuperiores, descendientes de las Órdenes de Caballeros.Se presta una especial atención al estudio y a la investigación de la historia de la masonería, que ha descartadola hipótesis de los Templarios y apuesta por retrotraer elorigen de aquélla hasta las corporaciones de constructores de la Edad Media. Además, la publicidad para los es

critos masónicos y para las investigaciones en este terreno se convirtió, aunque con importantes disidencias ymatices, en una reivindicación frecuente.

Fessler, el jalón más importante en el itinerario masónico de Fichte, fue designado en 1798 Gran Maestre Di-

m E. M. Ureña lia publicado al unisono en alemán y en castellano unapionera y valiosísima biografía, tanto vital com o intelectual, de esteautor: Krause, edu cad or d e la H um anidad. Una biografía,  UniónEditorial, Madrid. 1991 (el título en alemán reza K. C. F. K rause: Phi- losopb, Freimaurer, Weltbürger. Fine Biograpbie. Frommann. Stutt-gart. 1991).

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putado de la Gran Logia Royal York d e la Am istad de Ber-lín. Merced a su esfuerzo, logró el reconocimiento de éstacomo Gran Logia. Muy pronto, gracias a su tesón, peri-cia en la materia y talante contemporizador, consiguió im-plantar en las logias dependientes de la Gran Logia el sis-tema que, desde entonces, lleva su nombre, y queconsiste en una versión rectificada (luego se trata de unaespecie de entente entre la voluntad de cancelar los gra-dos superiores y la férrea resistencia de los hermanos acualquier modificación) de los rituales acorde con la tra-dición antigua de la masonería, única capaz de conferir

la patente de autenticidad frente a las adulteraciones pre-cedentes. Su actividad reformadora se prodigó tanto ensu faceta de estudioso y especialista, con la publicaciónde abundante literatura, como en su calidad de promo-tor y fundador de nuevas agrupaciones que encamaransus ideas (Gran Asociación de Masones, Gran Alianza deMasones Científicos). Las propias disensiones en el seno

de ese movimiento renovador y las renuencias de la ma-yoría de los hermanos a aceptar los cambios propuestos,ahogó las expectativas creadas y el propio Fessler se vioobligado a dimitir de su cargo en mayo de 1802 e inclu-so a dejar Berlín al año siguiente.

La colaboración entre Fichte y Fessler acabó pronto,apenas duró unos meses. Es cierto que existía un enfren-

tamiento teórico relativo a la metodología histórica y a laherméutica de la tradición simbólica. En su intercambioepistolar el primero reprueba el diletantismo científico delsegundo y la frivolidad con que encara los hechos preté-ritos. Por contra, Fichte, fiel al contenido de sus lecciones,exige, por mor de un conocimiento riguroso, un constructodel entramado histórico arraigado en la experiencia sensi-

ble, anclado en datos del pasado, que el trabajo intelec-tual debe elaborar. La pugna entre ambos titanes, pertina-ces, celosos y renuentes a cualquier palinodia (en contrade sus propias palabras), prosiguió en el ámbito organiza-tivo. Fichte era partidario, a diferencia de su interlocutor, de

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otorgar al «Oriente más íntimo-, la cúpula de la logia, másatribuciones, mayor influencia en ésta y una especie de

 jurisdicción, a semejanza de los tribunales secretos me

dievales y de la Orden de los evergetes. La confrontacióndesembocó en ruptura, cuando Fichte se sintió aludido enuna conferencia del su hasta entonces aliado, dictada el15 de junio de 1800, sobre «prudencia y justicia, los pilares básicos de una logia*, donde arremetía, sin citarlo, contra un antiguo compañero suyo evergete, llamado Held,que había denunciado ante el rey Federico Guillermo III

el propósito de Fessler de transformar la logia «Royal York*según el modelo de esa sospechosa Orden. El 24 de junio, con ocasión de la celebración del día de San Juan,fiesta mayor para los masones, replicó Fichte en términosmuy duros, con la desaprobación de la asamblea reunida.Este cúmulo de malentendidos culminaron en su abandono de la logia el 7 de julio19. Su disconformidad con la ti

bieza de las reformas de Fessler-en realidad, se limitarona verter los rituales del francés al alemán, y a una depuración de los grados superiores de elementos exógenos-y estos incidentes lo alejaron de la masonería histórica. El16 de agosto se lo manifiesta a Friedrich Schlegel: «La francmasonería me ha importunado y, finalmente, indignadotanto, que le he dado mi adiós definitivo»20.

19 Un relato minucioso de los pormenores de esta ruptura puede encontrarse en las contribuciones citadas de Léon y Hammacher. Lacorrespondencia entre Fichte y Fessler ilustra su diferente metodología para elaborar una historia secreta (cf. Fichte im Gesprách   II,pp. 342 s., 350 s.; GA  111/4, pp. 245-256, 262-270). En el escrito derenuncia a sus cargos y de abandono de la logia afirma: «No puedo ser por más tiempo miembro de una sociedad en la que variosde sus miembros han desatendido y malinterpretado mis conferencias públicas y han extraído de ellas veneno, en la que se cuentan, y se les da crédito, anécdotas de mi persona completamenteinventadas, y en la que se ha tolerado durante una de mis conferencias una conducta impropia de una sociedad civilizada- (Fichte im Gesprách  II, pp. 363 s.).

20 GA  III/4, p. 282.

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No disponemos de otros testimonios significativos devínculos posteriores con el mundo de las logias. Sin embargo, sí detectamos en su talante y en su obra tardía ecos

tanto de su concepción de la masonería esencial como delas ceremonias rituales. Para concluir este epígrafe, evocaremos una última toma de posición de Fichte acerca dela francmasonería, comunicada en el curso de una conversación que mantuvo con Varnhagen von Ense en 1811en Teplitz, y que éste ha anotado en sus memorias: «Ensalzó la masonería por haber sido una escuela de noblehumanidad para muchos hombres que, sin ella, no habríanpodido acceder a una cultura general (...). Insinuó que enla historia del desarrollo del espíritu, junto al encadenamiento exotérico de la ciencia (“nunca he negado -d ijo-que fui estimulado por Kant, como éste lo fue por Hume,y así sucesivamente”), era concebible también un encadenamiento esotérico, cuya transmisión y conservaciónpodía ser la misión de una sociedad secreta»21.

III. PUBLICIDAD VERSUS SECRETO:¿UNA ANTINOMIA KANTIANA?

El lema más pregnante de la Ilustración lo ha proporcionado Kant, incluso antes de formularlo explícitamen

te en un célebre artículo a modo de respuesta a la pre

21  fic h te im G esprácb,  IV, p. 337. Sobre la huella del ritual masónico en la temprana y postrera obra fichteana, primordialmente enlas Lecciones sobre e l destino d el sabio  (1794) y en la R epública de  los alem an es (1807), cf. Hammacher, op. clt., pp. 157-159; Id., -Welt-hürgertum und Deutschtum (Freimaurerisches und Nationales Den-

kenl in Fichtes Hepublik der Deutschen», en: Q uatuor C oronati, 28 (1991), pp. 41-53; J. L. Vieillard-Uaron, •Introduction historique-a J . G. Fichte. C onféren ces su r la d es tin a d o * du savant,  Vrin, París, 1980, pp. 16-18; I. Radrizzani, -La Doctrine de la Science et laFranc-Mafonnerle-, en: Fichte. le s C abiers d e Philosopbie. 1995, pp.237-252.

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Pero el desconcierto ante los propios desafueros, bienaleccionados por Kant, es un ingrediente de una crítica dela razón. Es cierto que la razón se redime erigiéndose en

tribunal de sí misma, pero esta catarsis adopta la forma deuna historia, mejor dicho, de una filosofía de la historia.La razón ha de dar rienda suelta a sus excesos y extravíos, medirse cuerpo a cuerpo con su desmesura, familiarizarse con sus antinomias, aprender todos los ardides dialécticos del Dios delusorio cartesiano. Una vez ha hechoacopio de estos aperos, se reconcilia consigo misma y atisba la clausura, aunque sea asintóticamente, de la historiade su plena autonomía, capaz de desembarazarse ya definitivamente de sus enajenaciones. El estado definitivo dela razón se alza sobre los sedimentos del estado provisional de la misma. Los engaños de ese genio maligno no persiguen desorientamos en el trecho conducente a la verdad,sino que coadyuvan a aprender, y a aprehenderlos, de cadauno de los pasos dados en falso. La dialéctica es también

una lógica, si bien de la apariencia, pero que integrada anuestra cartografía, nos asegura una travesía provechosaa la isla de la verdad, no arrostrando más peligros de losestrictamente necesarios25.

Henchido en 1793 de su devoción por el kantismo,Fichte hace caminar de consuno a la verdad y al error ypondera los efectos políticos de ese trueque entre am-

-¿Debe la autoridad, para conservar su poder, reposar sobre un cierto misterio, sobre un fundamento irracional? (...) todo orden quedesee perdurar sólo podrá lograrlo si se rodea de cierta oscuridad,si corre un velo sobre sus móviles y sus actos, sólo lo conseguirámediante ese algo de ‘ sagrado* que lo hace impenetrable para lasmasas- (.Ejercicios d e ad m iración .  Barcelona. 1992. p. 33).

** Critica d e ia razón pura, A57-63. B82-88; A235-236. B294-295; A852,B880 ss.; cf. H. Blumembeig, La in qu ietud qu e atrav iesa el río. Un ensayo sobre la m etáfora,  Barcelona, 1992. pp. 175 ss.; F. Oncina,•Cultura pública y cultura secreta, sociedad pública y sociedad secreta: una antinomia en el idealismo-, en: J. Apalategui y X. Palacios(eds.), N acionalidad y cultura,  II, Vitoria, 1995, pp. 133-154.

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bos extremos. En los Discursos sobre el a m o ra la verdad, incluidas las Contribuciones destinadas a rectificar el ju i-cio d el pú blico sobre la Revolución Francesa,  proclama

que el error debe ser discutido y problematizado, no reprimido o decretado como tal por la autoridad. Aboga porun concepto de verdad más aporético y dialéctico quedogmático, más dinámico y procesual que estático; ellaes un asunto público y precisa publicidad. Su rechazo dela distinción entre verdades esotéricas y exotéricas significa un descrédito de cualquier tentativa de los poderes

de usurpar el derecho y el deber de participación en eldebate que conduce a la verdad:•Se introduce hoy en las libres investigaciones políti

cas la práctica en otro tiempo en uso en las investigaciones religiosas de trazar una línea divisoria entre las verdades exotéricas y las verdades esotéricas..., esto es, entrelas verdades que cada uno puede saber, porque de ellono resulta nada consolador, y otras verdades que, desgraciadamente, son igual de verdaderas, pero nadie debesaber que lo son. (...). La verdad no es patrimonio exclusivo de la escuela; es el bien común de la humanidad,concedida por nuestro Padre común como la dote máspreciosa, como el más íntimo medio de unión de los espíritus con los espíritus. Todos tienen igual derecho a buscarla, disfrutarla y usarla en la medida de su capacidad.(...). La difusión universal de la verdad eleva y ennoblece nuestro espíritu, nos instruye sobre nuestros derechosy deberes, nos enseña a encontrar los mejores mediospara afirmar los primeros y cumplir con los segundos dela manera más fecunda para el género humano. ¿Podríatener esta difusión consecuencias nocivas? Quizá paraaquellos que querrían retenernos para siempre en la con

dición de la animalidad, a fin de imponernos para siempre su yugo y poder degollarnos en su momento»26.

M GA  1/1, pp. 233-234.

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En cuanto el error se sustrae fraudulentamente al diálogo público, pierde su ímpetu propulsor de la verdad yde la autonomía. Las reglas de juego del paternalismoson

denunciadas mediante su clave más mostrenca: «Verdadero es... lo que vosotros queréis que sea verdadero; falso, lo que vosotros queréis que sea falso... Vuestra voluntad como tal es el único criterio de la verdad. Así comonuestro oro y plata sólo adquieren valor con vuestro sello, otro tanto ocurre con nuestros conceptos*27. Pero esterapto de la autonomía, bajo el pretexto de la minoría de

edad del pueblo, esta usurpación caprichosa del compromiso por la publicidad, repugna a un kantiano: «La libre investigación de todo objeto posible de la reflexión,llevada en cualquier dirección posible y hasta el infinito,es, sin duda, un derecho del hombre. (...). Es una determinación de su razón no reconocer ningún límite absoluto, y sólo así la razón se hace razón y el hombre unser racional, libre y autónomo. Por eso, la investigaciónhasta el infinito es un derecho inalienable del hombre-28.

Las restricciones impuestas verticalmente al debate enalta voz pertenecen a una estructura monológica del poder. Los errores, las contradicciones, los titubeos, son momentos de la búsqueda de la verdad, los traspiés necesarios (a semejanza de la ilusión trascendental), en la rutaque desemboca en una razón soberana. Para la Ilustración

critica el juicio del público (Publikum)  articula la madurez política, y el pensamiento autónomo se ejercita y acredita en el uso público (óffentlichen) y activo de las facultades humanas. La dignidad del individuo se confirma enla discusión y en el diálogo con los demás acerca de susintereses y en la participación responsable en el diseño delas instituciones. Este doble resorte sincronizado de la pu

blicidad en Kant, ya como principio de ordenación jurídica y de organización del Estado, ya como método de ilus

27 GA  l/l, p. 181.28 GA  1/1. pp. 182-183-

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tración (la emergencia de abrir espacios públicos de participación que generen decisiones vinculantes), ha sido unaconstante en sus epígonos. Lo decisivo es percatarse de laíndole dialéctica del arcano como praxis emancipadora. Históricamente el público se forja en una geografía subterránea, extraestatal, recubriéndose del secreto para«sustraer-se al monopolio del poder absolutista. La razón bisoña, cuyohábitat natural se halla entre ese público (Publikum) quese forma en recíproca comunicación, necesita inicialmente defenderse de la publicidad (Óffentlichkeit) para sacudirse su forzada somnolencia y madurar, ya despierta, merced a su uso público. La publicidad es entonces anticipadapor la exclusión de la publicidad. Pero confundir un momento del despliegue con el despliegue mismo y con su consumación preludia el desplome de un proyecto ilustrado yliberador, como es el kantiano29. El propio Kant, a diferencia de la mayoría de sus coetáneos y de íntimos amigos,no estuvo afiliado, según los datos que conocemos, a nin

guna logia. En un breve artículo de poca repercusión aparentemente,  A cerca del tono aristocrático que viene utili-zán dose últim amente en la filoso fía   (1796), encontramosindicios de una postura inequívoca respecto a este fenómeno. Aquí presenta una doble objeción contra la filosofía p er initiationem  profesada por -logias de tiempos antiguos y modernos-. En primer lugar, porque se basa en un

modo esotérico de conocimiento no susceptible de compulsa y de examen. En segundo lugar, porque la clasificación de los ciudadanos conforme a grados de iniciación,aun en lo que se refiere al acceso y posesión del saber,ofende «en lo que atañe a la mera razón, el inalienable derecho a la libertad y la igualdad-30.

w J. Habermas, H istoria y crítica d e la opinión p ú blica. La transfor-m ación estructural d e la vida pú blica,  Barcelona, 1981, pp. 69-80,136-149.

30  AK  VIH, pp. 389. 394-395, 398. Hay una traducción castellana, queno hemos seguido literalmente, por contener errores tanto filoló-

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Esta confrontación con el kantismo, reclamada tantopor las intenciones de Fessler y Fichte de afrontar la reforma de la masonería bajo la égida del espíritu del cri

ticismo como por la declaración del último, con especialénfasis en sus primeros trabajos y con lealtad menguante después, de completar tal doctrina, plantea algunos interrogantes: ¿Significa la teoría de la verdad enunciada anteriormente una apuesta definitiva de Fichte por elsufragio universal en la participación política, o más bien

gicos como exegéticos (.Agora,  9 [19901, pp. 137-151; cfr. pp. 139,143-145). Efectivamente, hay ciertas afinidades entre este artículo ySueños d e un vision ario   (1766). Los referentes son, empero, diferentes. En esta última obra arremete contra I. Schwedenbotg; en elprimero contra la rehabilitación mística de los antiguos que promueve J. G. Schlosser (luego contra éste se dirigen los ataques másbien que contra Jacobi, Fichte y Schelling, como aseguran los traductores al castellano del artículo), eminente representante del tonoaristocrático en filosofía, pero también contra la transmisión de conocimiento en el seno de una sociedad cerrada. Fichte no ignoraestos dilemas, que plantea ya en su discurso de ingreso a la logiaG u n tberdel león erguido. Su solución es a la sazón distinta a la kantiana, pues piensa que en una comunidad clausurada y secreta sefacilitan el desarrollo de las capacidades y la maduración de nuevasideas. Otra antinomia que podríamos descubrir en Fichte al trasluzde Kant residiría en el conflicto entre el cosmopolitismo francmasón

y el pangermanismo. Ureña, evocando la idea, frecuente en la época, de la masonería como un frente de oposición al mal, sugiereque la asociación en pro del bien moral, aludida en La religión den -tro d e los lím ites d e la m era razón , podría estar inspirada en la Orden: -Es posible que Kant estuviese también influido aquí por su conocimiento de la Hermandad masónica, dada su estrecha amistad conlos más relevantes masones de Kónigsbeig, com o fueron Tt. Gottl.von Hippel, Joh. Gottl. Fiey. su editor Jo h. Jak. Kanter y su testamentario el pastor Wasianski- (-Ilustración y conflicto en la Filoso

fía de la Historia de Kant-, en: K ant después d e Kant, Madrid, '.989,p. 232). Esta sugerencia debe tener en cuenta las matizaciones quehemos indicado. A quienes repudia sin paliativos Kant en varios desus escritos será a los iluminados y al iluminLsmo (cf. La religión , 

 AK  VI, pp. 53, 83, 102, 139; La disputa d e las facu ltad es.  Vil, pp.69-75; Sobre el tópico com ún. VIII, p. 305; XV, pp. 669, 673).

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se decanta por un modelo esotérico con derecho reservado de admisión, por un sufragio censitario, o mejor dicho, por una democracia hermética? ¿Cómo conciliar el

elitismo inherente a toda organización secreta y jerárquicacon una modernidad abierta y democrática, o acaso resulta imposible conjurar todo peligro de aristocsatismo?

IV. ONTOLOGÍA FICHTEANADE LA MASONERÍA Y MODERNIDAD

Nos resistimos a reducir el único interés de Fichte y delfichteanismo por la masonería a su intención de convertirla en instrumento de propaganda de su filosofía. Sinembargo, la propia índole de la D octrina d e ¡a C iencia, concebida como una hiedra que envuelve a todos los saberes, suscita la pregunta legítima por su emplazamiento en el edificio fichteano. ¿Cómo encajar la F ilosofía d e  la masonería   en el mosaico de la Doctrina de la Ciencia! ¿Es un sucedáneo de otras disciplinas con vocaciónteórico-práctica, esto es, del corpus jurídico y de la religión, y de sus respectivas instituciones, el Estado y la Iglesia? ¿O más bien posee un protagonismo secundario encalidad de apéndice o suplemento a un saber nuclear, talcual es el caso de la política respecto al derecho o la as

cética respecto a la ética? Tanto en Sobre el concepto d e  un a D octrina de la C iencia (1794) como en la Nova Met- hodo  (1795-1797) ofrece un inventario de los saberes derivados de la Wissenschaftslehre , un hipotético árbol genealógico que su futuro trabajo debe apuntalar31. No sehace allí ninguna mención a nuestro tema. La filosofía delos postulados (integrada por la filosofía del derecho y

de la religión) se sitúa en el quicio entre la filosofía teórica y la práctica, entre el mundo sensible y el inteligi

31 GA  1/2, pp. 150-152, 161; 1V/2, pp. 262-265.

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ble. La disputa del ateísmo (1798-1799) sirvió de coartada para cercenar del sistema la síntesis promovida por lareligión. El derecho indaga las condiciones de posibili

dad para que la libertad misma se manifieste en la naturaleza a través de la sinergia de las libertades particulares. En el Fun dam ento d el D erecho N atural (1796-1797)procura sortear la infatuación del individuo de sus escritos de 1793, y para ello cambia de estrategia, haciendode la relación jurídica la columna vertebral de la intersubjetividad y condición trascendental de la autocon-

ciencia. La aplicación   del derecho exige un Estado. Ensu búsqueda de la mejor fo rm a regim inis, distingue unademocracia benéfica  (-democracia en el sentido más estricto-) y una democracia m aléfica  (-democracia en sentido propio-, que equivale a la directa o asamblearia). Lapiedra de toque es el Eforato. De la determinación precisa del concepto de Eforato depende la estabilidad del

constructo entero. Las funciones de ese contrapoder sonlas siguientes: En primer lugar, ha de vigilar y controlarla labor del ejecutivo e informar a la comunidad de unaeventual desviación de la realización del derecho. En segundo lugar, a través del interdicto, fórmula legal mediante la que se expresa el poder prohibitivo de los éfo-ros, queda suspendido el poder positivo de los

gobernantes, y ambas partes son remitidas entonces a laúnica fuente de legitimidad, al pueblo reunido. Luego elEforato asume la tarea de convocar al pueblo. Por último, y dado que han citado a la comunidad para que ejerza como tribunal, se tornan acusadores del ejecutivo. Esta

 fo rm a regim inis ben éfica  se genera y regenera merced aun intercambio de prestaciones, el contrato social, entreel Estado y los ciudadanos:

•Cada uno da al cuerpo protector su contribución-, dasu voto para la nominación de los magistrados, para laseguridad y la garantía de la constitución; entrega su contribución determinada en fuerzas, en servicios, en productos naturales o en forma de dinero, símbolo univer

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sal del valor de las cosas. Pero no se da enteramente, niél mismo ni lo que le pertenece, pues en esas condiciones, ¿qué le quedaría para que el Estado, por su lado, le

prometiese protección? (...). Exclusivamente con el actomediante el cual cada uno efectúa esta contribución forma parte del soberano. En un Estado libre, es cj^cir, enun Estado que tiene un Eforato, incluso los impuestos sonejercicios de la soberanía-52.

Mediante esa contribución el contrato social o de ciudadanía asegura la permanente optimización de la vo

luntad general. Nos erigimos en cinceladores soberanosdel Estado merced al voto y a los impuestos. La deshi-dratación de la sustancia política de semejante Estado seevidencia de manera flagrante en el letargo en el que secobija el pueblo, sólo interrumpido por la decisión discrecional de los éforos de convocar a la comunidad. ElEforato rememora el ensayo platónico de aliar poder y sa

ber, rey y filófoso (de esa tentativa no está ausente su afánde expiación por el democratismo de sus panfletos revolucionarios de 1793), y representa un órgano benefactoren el que la sociedad ha sublimado, e incluso enajenado,su protagonismo. Cedida al Eforato la custodia de la rectitud del ejecutivo, no se garantiza la inmunidad del republicanismo frente a los peligros que le acechan53. Rein-

hold comparte con Hegel sus dudas sobre la madurez deuna comunidad que debe ser convocada por los éforos yse disuelve en una masa habituada a ser controlada férreamente por una inexorable maquinaria policial y burocrática, y que, paradójicamente, puede expresar la vo-

« CA 1/4, pp. 15-16; cf. 1/3, pp. 224-226,325.328. 432,438 -442 . 448-449. 453. 459; 1/4. pp. 17-18. 80-81,1/6, p. 172,111/3, pp. 72-80,356.

* En nuestro artículo -La criteriología fichteana del derecho: Corporeidad y Eforato- (en: Estudios Filosóficos, XLI/118119921, pp. 475-522) hemos hecho un examen pormenorizado de las grietas del organigrama jurídico diseñado por Fichte.

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luntad general y pensar conforme a la óptica universal delEstado. En última instancia, casus necessitatis, cifra en lademocracia asamblearia -rehabilitada por el levantamientodel pueblo espoleado por una opresión, posible pero improbable, del ejecutivo y del Eforato (poder y contrapoder)- la esperanza de la purificación de la democracia republicana. La denostada democracia en sentido propio setorna la tabla de salvación de la celebrada democracia ensentido estricto. Precisamente la revolución, contingenciaque pretendía excluir el sistema de derecho fichteano, acaba convirtiéndose en su alfa y omega. Pero ni siquiera la

insurrección se libra de una cierta dosis de aristocratismo,moral (Weisen) y estamental (Gelehrten), pues es siempre incoada por una vanguardia de éforos naturales. Endefinitiva, aquí asistimos a una inversión del planteamientokantiano, pues la regulación del progreso, el advenimientodel reino de la justicia, la realización sensible de la libertad, depende del juicio último de una élite, tentada a usur

par la publicidad como catalizador del mismo e investidacon los atributos del carisma34.

El concepto de propiedad (lo que el ciudadano se reserva a cambio de su voto y sus tributos, a condición deque el Estado la proteja) tiende un puente entre derechoy economía. La política se transfigura en planificación, ingeniería económica. Pero la propiedad no es para Fich-

te una posesión de objetos, sino de actividad, de traba jo, de una profesión. El derecho se propone delimitaresferas de acción (propiedades), y, por ende, estableceruna estricta división del trabajo. La democracia tuteladase complementa con un economía centralizada y dirigidapor la misma élite. El Fundamento del D erecho Natural  y

 M GA  1/3, pp. 308, 456-458; 1/4, pp. 87 ss., 92-93; G. W. F. Hegel, Ge- sam m elte Werke, Hamburgo, 1968, IV, pp. 53 ss., 444 ss.¡ System d er  Sittlíchkeit, Hamburgo, 1967, pp. 74 ss. Remitimos a un brillante artículo de J. L. Villacañas, -Fichte und die charismatische Verklarungder Vernunft-, en: Ftcbte-Studien, 5 0 993), pp. 117-148,

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El Estado com ercial cetrad o  (1800) son ramas del mismotronco. Es precisamente en las Cartas a Constant dondeencontramos, al tiempo que una autocrítica de su filoso

fía social, un veredicto del presente (del suyo y del nuestro) devastador y afín al que Schiller emitirá tanto en susCartas sobre la ed u cación estética d el hom bre como enlas menos conocidas Cartas a l d uqu e d e Augustenbutgc?5.La masonería en el primero, el arte en el segundo persiguen enmendar los déficit de comunicación -o ra entregobierno y gobernados, ora entre las distintas formas devida, parciales y menesterosas, condicionadas por la es-pecialización- y restaurar la totalidad del hombre. La sociedad burguesa surgida de la Revolución está compuestade hombres nuevamente escindidos, y, por lo tanto, enestado de descomposición: •La gran so cieda d h a separa-do en partes e l todo de la form ación hum ana, la h a d i-vidido en diversas ram as y ocupaciones, y b a asign ado a  ca d a estam ento su pa rticu lar cam po d e cooperación. Así

como en una fábrica se ahorran tiempo y costes si un trabajador, a lo largo de toda su vida, hace sólo un tipo demuelle, clavija, rueda o envase, aplica sólo una pintura,maneja y conduce sólo una máquina, y otro realiza asimismo durante su vida entera un tipo distinto de traba

 jo, a fin de que, por último, un capataz desconocido paraellos se encargue de reunir en un todo lo que han he

cho, de igual manera funcionan las cosas en el gran tallerde la formación humana» (p. 60 de nuestra edición).

La capacidad funcional del mundo moderno es rehénde la progresiva división de labores. El proceso de producción escinde y aleja entre sí la libertad del trabajo, elocio del negocio, la vocación de la profesión. El aparatodel Estado, opaco y anónimo, aliena a los ciudadanos, los

n  Concordantes en el diagnóstico de la enfermedad, pero discordantes en el tratamiento a seguir, como testimonia la polémica entre ambos a propósito del papel encomendado a la estética (cf. Sob re el espíritu y la letra, GA  1/6, pp. 333-360.

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clasifica como servidores de la administración, como portadores de pasaporte al alcance del control técnico de unapolicía implacable. En conexión con esta censura del tra

bajo y de la burocracia castrantes de la versatilidad y espontaneidad humanas, Fichte se rebela también contra elparoxismo autocomplaciente de una ciencia superespecia-lizada: •P e r o a s í a c u s a n to d o s in e v ita b le m e n t e u n a c i e r t a  

in c o m p l e tu d y u n ila te ra lid a d , q u e . a u n q u e n o n e c e s a r ia -

m en te , h a b i tu a lm e n t e s e tr a n s fo r m a e n p e d a n t e r ía .   La pedantería... prevalece en todos lo estamentos y su princi

pio fundamental es el mismo en todas partes: considerar laformación propia de su estamento particular como la formación común de la humanidad y esforzarse por ponerlaen práctica. (...). Así impera por doquier una gran unilateralidad, útil aquí y perjudicial allá...; y así, por culpa dela máxima especialización de la formación estamental, sefrena por todas partes la máxima formación posible de lahumanidad (el fin supremo de la existencia humana); aúnmás, esa máxima formación posible de la humanidad h a  

d e s e r   frenada n e c es a r ia m e n t e , ya que cada individuo tiene el deber inexcusable de formarse lo más perfectamenteposible con vistas a su ocupación particular, lo cual es casiimposible de lograr sin arrostrar el peligro de la unilateralidad- (pp. 61-62).

¿Se alía entonces Fichte, como una maniobra paradomeñar el mal, con la filosofía de la historia? ¿Se torna la masonería una articulación más de esa mano invisible (p. 60) que endereza  p r o v id e n c ia lm e n t e  el destino de la humanidad?36

36 E. M. Ureña señala una doble resonancia de Adam Smith en las formulaciones de Fichte: -la descripción de la división del trabajo en

La R iqueza d e las Naciones, así como la imagen de la “mano invisible"* (-Orígenes del Krausofróbelismo y Masonería-, en: Historia d é la E du cación. Revista interun iversitaria,  9 U9901, p. 47, n. 27).Hammacher sostiene la tesis de que con sus lecciones sobre la masonería accede a la idea del plan universal que ordena teleológica-mente la historia. Aunque cifrar justo en el momento de la disputa

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La masonería pretende aliviar las mutilaciones de la es-pecialización merced a una educación polifacética, es lachimenea que sirve de vía de escape al humo que generael fuego de la sociedad burguesa37. Las C a r la s a C o n sta n t 

no son una isla alejada del continente de la D o c tr in a d e  la C ie n c ia  y sus vástagos; más bien es parte de su geografía,un istmo enlazado directamente con la literatura filosófica de esos años y con la época. A despecho de incurriren una consabida retórica, conviene constatar que, al menos en lo que atañe al diagnóstico del todavía hoy nuestro tiempo, el presente confirma el tino de los augurios fich-

teanos: el frenesí de un despliegue sin bridas de la fo r m a c ió n ín te g r a e in t e g r a l (B ild u n g )   ha quedado obturado a causa de una educación destinada únicamente aoptimizar el consumo y la producción; el esfuerzo por elmáximo desarrollo de todas las capacidades humanasmengua progresivamente y en razón directa al imparablefomento de la especialización. Ésta atrofia la pluralidad de

del ateísmo el primer acceso de Fichte a la historia es muy discutible, lo cierto es que tanto en el escrito que estamos comentandocomo en El destino d el hom bre (1800) trata los estadios del procesohistórico: el dominio de la naturaleza, la supremacía del derechoy, finalmente, la transfiguración de la humanidad en una comunidad creyente y puramente moral. No es competencia del filósofola identificación efectiva de estas etapas. Cede al historiador la ta

rea de señalar cómo se manifiestan en la realidad, puesto que lateleología moral no determina el contenido del despliegue de la historia, sino que sólo considera los aspectos formales de dicho despliegue, la vertebración de sus condiciones (-Comment Fichte accé-de á l'histoire-, en: A rchives d ep h ilosop bie , XXV (1962], pp. 418-419;Dio etb iscbe Teleologic in E tcbtes System a is G rundtage sein er Ges-cbicbtspbilosophie. Colonia, 1958). En su correspondencia con Fess-ler, vuelve a abordar con frecuencia la relación melódica del filósofo con el dato histórico, tema monográfico de la novenaconferencia de los C aracteres d e la ed ad contem poránea  (1806). Entre ésta y la correspondencia aprecia Hammacher un paralelismocasi literal (pp. 420-421. n. 89).

37 Es una metáfora lessinguiana en sus D iálogos p ara francm asones (op. cit., p. 616).

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virtualidades personales y las deja sucumbir en beneficiode las facultades rentables para el sistema económico y deunos patrones culturales sin rostro humano, impuestos poruna burocracia impersonal, blindada, y, sin embargo, ubicua de un Estado armado y desalmado. La reivindicaciónfáustica de una vida plena (erfüllte Zeit)  es funestamente acallada por la feroz avidez de éxitos profesionales, decarreras triunfales. La solidaridad social no avanza al compás de la protección legal, sino que el individualismo posesivo arenga en favor de una relación competitiva entrelos hombres. Ceder a minorías el escrutinio de nuestrosideales comporta aumentar su altivez y su certeza de estar en el bando de los elegidos, y, por tanto, convencidos de su derecho, de su privilegio inalienable, a administrar su quiliasmo. Nos hemos empeñado en subrayar iaperentoriedad de leer a Fichte desde nuestro tiempo. Su problema es el nuestro, y su solución no es una renuncia frente a los obstáculos, sino siempre una voluntad y un es

fuerzo de encararlos. Las páginas que siguen lo ratifican.

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NOTA SOBRE NUESTRA EDICIÓN

Para nuestra traducción hemos cotejado las ediciones

alemanas enumeradas en nuestra bibliografía. Por supuesto, hemos primado la que incluye la J . G. F icbte. Ge- samtausgabe  1/8 (199D, que reproduce íntegramente eltexto aparecido en las Eleusinien  de 1802-1803. No obstante, hemos preferido omitir la segunda carta,  apócrifasegún la mayor parte de las fuentes consultadas, si bien(a diferencia de un buen número de ellas y gracias fundamentalmente a la aportación de Schüttler) hemos insertado sus pasajes más significativos en una nota, juntoa otro interesante documento, el discurso de ingreso deFichte en la logia de Rudolstadt G untber d el león erguido. No hemos creído oportuno, como, por contra, ha sidohabitual, purgar las restantes cartas de los fragmentos presumiblemente añadidos por el editor de Eleusinien , J . K.A. Ch. Fischer o el propio Fessler. En primer lugar, porqueen este caso no hay unanimidad; en segundo, porque esaopción habría inundado el escrito de copiosos anacolutos.Atendiendo asimismo a las investigaciones más recientes(especialmente, de K. Hammacher), hemos introducido alfinal, a modo de apéndice o suplemento, la correspondencia entre Fichte y Fessler acerca de sus respectivas posiciones masónicas. Por último, hemos acompañado nues

tra versión con un aparato crítico compuesto tanto denotas filológicas como histórico-filosófícas, útiles para lacomprensión de las Cartas a Constant y la correspondenciaentre los autores precitados. Para distinguir entre las notas del propio Fichte -o de Fessler—y las del traductor,las primeras serán indicadas mediante un asterisco y lassegundas con guarismos.

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Filosofía de la masoneríaCartas a Constant

(J. G. Fichte)

PRIMERA CARTA1

Admito tu pregunta, Constant, y quiero responderte contodo el rigor de que sea capaz a lo que sólo puedes pre

guntar. O bien me obligarás, mediante una completa clarificación de la cosa en cuestión [la Orden masónica), aabandonar mi predilección por ella, o bien te obligarás a

1 En el Prólogo al primer volumen de las Eleitsinas d el siglo XIX (Elett- sinien des tteunzehtuen Jahrbund erts) (Berlin, 1802, pp. 1V-V) el editor, Fischer, precisa las características de esta publicación: -Éste es elcontenido del primer volumen: N.° 1. F ilosofía de la m asonería. C artas a Constant. Son las ideas de un Filósofo de primer rango, de unpensador respetado universalmente. Las ha propuesto hace algúntiempo bajo la forma de conferencias orales, en las cuales ha establecido los fundamentos filosóficos de la masonería, incluso para losno masones. Las ha cedido sin condiciones al editor de las Eleitsinas (Eleusínien). Éste no ha puesto de su cosecha más que algunas ampliaciones, p. ej. la segunda carta [el primer fascículo (1802) conte

nía las cartas l-V; el n." 1 del segundo fascículo (1803), las cartas VI-XVI], algunos suplementos aclaratorios, y lo que exigía elrevestimiento literario adoptado [el género epistolar!; pero no es a éla quien le corresponde ni la agudeza de la deducción ni la novedady la fecundidad de las ideas, que sorprenderán especialmente en lascartas que siguen a todo lector que piense. Ciertamente, no queda-

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ti mismo a tributarle tu estima. Afrontemos ambos siempre este riesgo. Ganaremos en verdad cuanto acaso deberíamos perder en opiniones preconcebidas. No olvidaré, en el curso de este examen, que eres un no iniciado y,por consiguiente, perderé todas las pequeñas ventajas que

rán sin efectos benéficos; y es también un fenómeno asombroso que,en lo esencial, los resultados de una investigación histórica y criticacoincidan casi punto por punto con los de una deducción puramentefilosófica.- Fichte. tras pronunciar una conferencia (Vortrag) -sobre elverdadero y correcto fin de la masonería, así como sobre los jero

glíficos de la masonería-, el 14 de octubre de 1799 en la logia de instrucción de la G ran Log ia Royal York,  fue invitado a afiliarse en lalogia PU ágoras d e la estrella fu lgu ran te, vinculada a esa Gran Logia,y a dictar una conferencia a modo de lección (Vorlesung) en ella cadacatorce días. Tales lecciones tuvieron lugar el 13 y 27 de abril y muyprobablemente el 11 de mayo de 1800 -ante una asamblea muy numerosa de hermanos de los tres sistemas- representadosen Berlín, luego también ante hermanos de la G ran Logia M adre Na-cio n a l d e los Tres G lobos y de la G ran Logia N acion al en A lem ania. 

A las conferencias le precedía una comida común de los hermanos. J. K. A. Ch. Fischer mantuvo contactos muy cordiales con Fichte

desde la disputa del ateísmo, llegando incluso a ofrecerle refugio enSilesia en caso de que el filósofo fuera perseguido. Colaboró muy estrechamente con su amigo Fessler en el proyecto de reformar los estatutos de la Logia Royal York Teniendo en cuenta esos vínculos, nosorprendió la acusación de H. H. L. Held, un antiguo evergete, dequelas Cartas no eran sino una exposición del Sistem a d e Fessler (GA 1/8,pp. 401-405). En el segundo volumen de las Klensinas, Fischer salióal paso de esas sospechas con un nuevo prólogo; -He aquí la continuación de las interesantísimas cartas sobre la masonería, tal comolas lia construido un intelecto que piensa con gran coherencia, Loslectores apreciarán la importancia y el alcance de estas ideas, así comosu relación con la historia de la Orden, y estarán de acuerdo conmigo en que son la joya más valiosa de las Eleusinas, pero saben, además, que el hermano Fessler, a quien en algún lugar se le ha atribuido la autoría de las mismas, no es su autor ni ha colaborado en su

redacción; y, en consecuencia, carece de fundamento todo lo que seha dicho acerca de que a partir de ellas quiere deducirse el sistema deeste hermana. Los añadidos necesarios para su adaptación a la formaepistolar son en esta ocasión completamente irrelevantes; los hermanos reciben aquí las ideas de aquel gran hombre [Fichte] casi por entero con sus propias palabras. ¡Ojalá le plazca, dado su profundo co-

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podría obtener mi deducción apoyándose en tu sentimiento. Olvida también tu erudición masónica y tus libros, yrenuncia así a las presuntas ventajas que crees tener so

bre el masón meramente filosofante merced a un eventualconocimiento histórico.

No es justo que exijas que yo te conceda otro conocimiento de la Orden salvo el d e que existe.  Lo que pretendes saber con la consulta de tus libros sobre el modode su existencia, ya no puedo reconocerlo, puesto quetodas estas lecturas no te han proporcionado ningún sa

ber y te han envuelto únicamente en contradicciones ydudas. ¿En cuál de tus autores debes confiar si no posees ningún criterio para valorarlos y ningún medio parareunirlos? Y por muchas cosas que puedas también cre-er, o, como tú dices, encontrar m ás o m enos prob ab les o  verosímiles según la crítica histórica, yo apelo, no obstante,a tu propio sentimiento, cuando afirmo que tu verdade

ro conocimiento de la cuestión, tomado estrictamente, nova más allá del hecho de su existencia2.Pero esto es para mí también completamente suficiente

y te invito sólo a añadir a este conocimiento seguro conclusiones igualmente seguras. ¿Queremos averiguar, sinembargo, qué es la Orden francmasónica en sí y por símisma? No, no es esto precisamente lo que nos interesa.

La pregunta que más bien ha de hacerse es aquella acerca de lo que la Orden puede, o, si prefieres, debe ser ensí y por sí misma.

Esta pregunta te sorprenderá, porque nunca la has hecho, pero es, según lo anterior, la única que puedes hacer.Lo que la Orden es, por lo que a mí me concierne, puedes,

nocimiento de la historia de la Orden,  culminar también su deducción filosófica de la sociedad cerrada que flota sobre la sociedad humana universal- (.Elensinien,  II. 1803, PP- IX-X).

2 Cfr. Cartas de Ficltte del 28 de mayo y 10 de junio de 1800 a Fess-ler. así como las respuestas de éste, incluidas en nuestro  A pén -d ic e (.GA  II1/-1. pp. 245-256, 262-270).

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si te basta con ello, aprenderlo de los -Francm asones destrozados^.  Estás capacitado para obtener la respuesta ala cuestión de qué pu ede  ser de una fuente mejor que la

literatura masónica: de tu razón. Pero si lo sabes, no creerás, en caso de que procedas con alguna coherencia, quees realmente en sí y por sí misma tal como pu ede ser,  según la convicción a la que has llegado siguiendo la lógica de tu razonamiento. Al menos no podrás afirmarlo (perotampoco negarlo), porque entonces deberías ser un iniciado. Te resultaría incluso más fácil ser un legislador ma

sónico de pleno derecho que aventurar esta afirmacióncon algún fundamento.Busquemos en este terreno movedizo, donde todo va

cila, un punto firme sobre el que poder apoyar con seguridad nuestro pie y partamos de hechos indiscutibles.

Sabes que en los primeros decenios del siglo xvm, enLondres, sale a la luz pública una sociedad que proba

blemente había surgido ya antes34, pero de la cual nadiesabe decir de dónde viene, qué es y qué quiere. Se propaga, no obstante, con increíble rapidez y se difunde através de Francia y Alemania a todos los Estados de laEuropa cristiana e incluso a América. Hombres de todoslos estamentos, regentes, príncipes, nobles, sabios5 (Ge-

3 D ie zerschm etterten Freym dttrer,  Francfort y Leipzig. 1746. Cfr. Samuel Prichard, M asonry dissected: bein g a universa l a n d gen u ln e des- cription o f a ll tts branches, fro m Ibe origin al io ibis presen ! tim e..., Londres, 1730. En este escrito se publicaron por primera vez fragmentos de la historia de la alianza de los francmasones, de los rituales y contenidos de los tres grados inferiores. Sin embargo, noinforma sobre los grados superiores franceses y alemanes, así comodel -Real Arco- inglés. Cfr. también L esfran c-m afon s ecrasés. Suite dti liv re intitulé l'ordre d es fra n c-m afo n s trahi,  Amsterdam, 1747.

Su autor es el Abbé larudan.4 En 1717 se integraron varias logias existentes en Londres en una

Gran Logia, que recibió su constitución en 1723.3 En estas Cartas diferencia entre Gelebrte y Weise, aunque Fichte sue

le considerarlos sinónimos. Aquí el primer término se refiere a unestamento o profesión; mientras que el segundo es una calificación

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lehrte), artistas y comerciantes ingresan en ella; católicos,luteranos y calvinistas se hacen iniciar y se llaman mutuamente «hermanos».

Esta sociedad, que, no se sabe por qué razón, o, al menos, te ruego lo creas, muy accidentalmente, se denominaSociedad de Masones Libres6, atrae sobre sí Inatenciónde los gobiernos; es perseguida en la mayoría de los reinos,por ejemplo en Francia, Italia, Países Bajos, Polonia, España, Portugal, Austria, Baviera y Nápoles, amenazada deexcomunión por dos pontífices7, colmada por todas par

tes de las acusaciones más contradictorias, y sobre ella se

moral (va normalmente acompañado de -virtuoso- -Tugende-). Mientras que todos los miembros de la masonería deben ser -sabios (Wei-se) y virtuosos-, no todos deben ser miembros del estamento de los-sabios- (Gelehrte). Para indicar esta distinción, siempre que traduzcamos -Gelehrte- por -sabio-, añadiremos entre paréntesis el términoalemán. En caso contrario, se sobrentiende que el equivalente alemán

es -Weise-. Asimismo, hemos vertido en ocasiones -Gelehrte- por sinónimos (erudito, intelectual, docto), no adosando entonces el término alemán al no haber lugar a equívocos. No hemos hecho estoúltimo sistemáticamente, porque, dentro de la terminología fichteanaacuñada ya en castellano, este vocablo, clave en la filosofía del autor,se traduce por -sabio-. En el conjunto de su obra, además, Gelehrte yWeise son  conceptos intercambiables. En sus C onferencias sobre e l destino de l sabio (Voríesungen ü berd ie Bestimm ung des G elebrten) (1794),

afirma que el destino del estamento de los sabios (Gelehrtenstand)reside en -vigilar desde arriba el progreso efectivo del género humano y en favorecer continuamente este progreso- ( GA 1/3, p. 54). Másadelante dice de él que es -el maestro-, -el educador del género humano-, -el mejor hombre moral de su época- (pp. 56, 57, 58).

6 El término -Free-mason-, en oposición a -Rough-mason- (trabajadortosco, comúnmente aplicado a los canteros ingleses), designa en realidad el obrero libre que trabaja la piedra de adomo, el picapedrero (Steinmetz), no el albañil (Maurer). La traducción alemana -Frei-

maurer- no es, por consiguiente, correcta.7 El papa Clemente XII, con la bula In em inenti apostolatus del 28 de

abril de 1738, y el papa Benedicto XIV, con la bula Próvidas del 18de mayo de 1751, condenaron a penas de excomunión a los masones y prohibieron la masonería. Sin embargo, ninguna de las dos bulas fue publicada en la mayor parte del imperio romano.

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arroja cualquier sospecha que sea odiosa a la gran masa yconcite en su contra el odio de ésta. Pero ella resiste a to-das estas tempestades, se propaga en otros reinos y se tras-

planta de las capitales a las ciudades de provincia, dondeantes apenas se la conocía de nombre. Inesperadamente,encuentra protección y apoyo en un lugar, mientras que enotro está en peligro de extinción. Allá es desacreditadacomo enemiga del trono e instigadora de revoluciones, yaquí se gana la confianza de los mejores gobernantes.

Así ha seguido hasta nuestros días. Ves cómo en nues-

tra época los miembros de esta sociedad se preguntan porfin seriamente: ¿Pero de dónde venimos? ¿Qué somos yqué queremos? Ves cómo de todas partes se reúnen pararesponder a estas mismas preguntas89; cómo se miran unosa otros con rostros severos, esperando cada uno la respues-ta de su vecino, y finalmente todos acaban confesando,en voz alta o en silencio, que ninguno de ellos, ninguno

de los allí reunidos, la sabe. ¿Qué hacen entonces? ¿Re-gresan a sus casas, explican a sus hermanos la ignoran-cia general, se exoneran recíprocamente de sus obliga-ciones y se dispersan algo avergonzados? ¡Nada de eso!La Orden perdura y se extiende como antes.

Esta sociedad padece todavía peores vicisitudes. La in-vestigación de su secreto se hace más apremiante, se poneen conocimiento de todos, mediante escritos públicos, porejemplo en el S e cr eto d e l o s fr a n c m a s o n e s r ev e la d o ,   en laF r a n c m a s o n e r ía d e r r ib a d a y t r a ic io n a d a * .  El designio de

8 La más importante asamblea de este género fue el convento deWilhelmsbad, que duró del 16 de julio hasta el 1 de septiembrede 1782.

9  Cfr. Abbé Gabriel Louis Catabre Pérau, L'ordre des fran cs-m afons  

trabi, Amsterdam, 1745; Les Fran c-M afons écrasés.  1746; L'ordre des  fr an c-m afo n s trabi, et lettr secret révélé  (sin datos de fecha y lugarde publicación); L'ordre des fra n c-m afo n s trabi, et le secret des Mop- ses revelé,  Amsterdam. 1752; D er verratene O rden d er Freymüurer, un d d as offenb arte Gebetm niJS d er M opsgesellscbajl,  Leipzig, 1745;D ie zerscbm etterten Frevm dttrer,  Francfort y Leipzig, 1746.

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algunas sectas masónicas es elevado al grado de la certeza perfecta, el de otras al de la probabilidad; se descubre que aquí y allá la masonería ha servido sólo para tender un velo sobre fines ominosos y se arroja sobre estosfines una luz fatal para ella10. ¿Qué ocurrirá ahora? ¿Abjurarán los francmasones de los secretos traicionados y, paraliberarse de toda sospecha de fines deshonestos, clausurarán las logias y guardarán en su biblioteca el -Francmasón destrozado•?  ¡No! Esta sociedad continúa existiendo, como si nunca hubiera sido dicha una sola palabra niimpresa una sola letra en tomo a ella, y se hubiera man

tenido inviolable en su seno, sin romperlo jamás, un silencio absoluto.

Finalmente, esta misma sociedad se escinde en su interior, cesa toda unidad. Sus miembros se dividen en sectas que llaman "Sistemas*, se tachan mutuamente de herejes, se proscriben unos a otros, y repiten el juego deuna iglesia fuera de la cual no hay beatitud posible. El

honorable Servad11 pregunta: -Y si, por ventura, quisiera

10 Presumiblemente se trata de una alusión a la sociedad de los iluminados, fundada en 1776 porj. A. Weishaupt. El gobierno bávaropublicó, tras su prohibición en 1785,  A lgunos escritos orig in ales d e  la O rden d e los ilum inad os (Munich, 1787); Suplem ento d e otros escritos orig ina les (Munich, 1787), y A pén dice a los escrito s orig in ales d e la O rden d e los ilum inados   (Francfort y Leipzig. 1787). Una le

yenda negra propagada por la teoría de la conspiración le atribuyela responsabilidad de las grandes convulsiones revolucionarias defines del siglo xvm. Aunque no resulta sencillo esclarecer sus metas, parece que se cifran en un ideal anarquista que niega el trono,el altar y la propiedad.

11 Erich Servad (seudónimo de Heinrich Sautier, 1746-1810), sacerdotecatólico y antiguo jesuíta en Friburgo, publicó ¿Por qu é debo convenirme en un masón7 (W arum solí icb ein Freim áurer werden?) 

(1786) y D efensa d e dos bu las p ap ales con tra el masón M. (V en- beidigung zw oerpüp stlicherBu llen w iderd en FreymattrerM .) (Augs-burgo, 1783). Ambos escritos están dirigidos contra la masonería;el último en particular contra el profesor de derecho en InsbruckKarl Josef Michaeler (1735-1804), que defendió la masonería fren

te a las bulas pontificias.

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convertirme en un francmasón, ¿dónde están los auténticos maestros?-. En su voluminoso y denso libro12 no sabequé respuesta dar, mientras que los masones de todos loscolores y signos responden unánimemente: -En ningunaparte, en ninguna parte salvo en nosotros.»

¿Qué sucede entonces? El no iniciado, que antes todavíasentía respeto al menos por el nom bre de herm ano,  encuentra ahora ridículo que los masones se persigan y acusen mutuamente de herejía, y se abate sobre la masonería algo peor que cualquier persecución: la fría mofa y elescarnio del mundo refinado13. ¿No se seguirá entonces,sin duda, la disolución de la maravillosa sociedad? ¡No,tampoco esta vez! Se conserva y propaga como siempre,y algunos hermanos cobardes que se ruborizarían si sedijera de ellos en los círculos distinguidos que son masones, acuden a la logia tan fielmente como antes.

Ésa es, Constant, la situación de la Orden cuyo secretoquieres penetrar, y contra la cual nada pueden la perse

cución y el escarnio, la ignorancia y la traición. Así comose ha dicho a veces en tono de broma que el mayor secreto de los francmasones es que no tienen ninguno, sepuede afirmar con pleno derecho que el secreto más evidente y, sin embargo, más oculto de los francmasones esque existen y se perpetúan.  ¿Qué es y qué puede ser loque vincula a todos estos hombres de tan diversos modos

de pensar, estilo de vida y formación, y los mantiene unidos entre mil dificultades en esta época de esclarecimientoy frialdad, de luces y oscurantismo?

12 Fragm entos sob re ¡a h is tor ia d e la m asoner ía a l em an a, reun i-dos p o r Ericb Servad p ar a su am igo en   W"** (Bru chst iicke zu r  G eschichte d er deu tscben F reym du rerei, gesam m eit von E. Ser-

vad, an se inen Freund in W'”)   (Basilea, 1787).13 Cfr. la declaración de Fichte a su esposa en una carta del 28 deoctubre de 1799'- -Vería con mucho desagrado que en los círculos del gran público a j en o a e lla , donde se desprecia la francmasonería porque no se la conoce, se supusiera que estoy detrás de los masones- (.GA,  1II/4, p. 131).

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Avancemos un paso más y examinemos de cerca a estos mismos hombres. Quizá no son sino mentecatos, fanáticos visionarios, hipócritas, intrigantes o ambiciosos,que se han aliado entre sí. Cabe pensar que el sujeto as

tuto y deshonesto pueda asociarse con locos para guiarlos con miras a sus propios fines o, al menos, divertirsea expensas de su necedad; es concebible que el ambicioso pueda cautivar al fanático aprovechándose de suavidez de secretos y, para satisfacer su propio orgullo,tomar bajo sus órdenes al hombre que, en otra situación,está por encima de él por rango y autoridad. Cabe pen

sar que el intrigante se pueda unir con mentecatos parahacerles decir y pagar lo que le plazca. ¡Pero no es el caso!En todas las épocas se encuentran en la Orden a los hombres más sabios, más honestos y más respetables por sutalento, saber y carácter. Entre ios hermanos hay varios-hay uno con certeza-, en cuyos brazos te echarías conabsoluta confianza como director y guía de tu vida.

Sin embargo -no soslayo ninguna posible objeción-, estehombre sabio y honesto puede haber ingresado, por azaro por un capricho de juventud, en una Orden que le fuera desconocida en su esencia interna. Se va familiarizandocon ella y descubre que no vale nada y que se reduce aun juego infantil. Pero no puede volverse atrás, porque unacierta vanidad le impide confesarse víctima de un engaño.

Su propio pudor le disuade de consagrarse a tal frivolidady se retira sin escándalo y con mucho sigilo. Si ésta es laverdadera historia de todos los hombres honestos y sabiosde la Orden, detengámonos entonces aquí, dando por terminadas nuestras investigaciones; avergoncémonos tambiénde haber honrado la Orden con nuestra atención y abandonémosla con una sonrisa de conmiseración para los fanáticos de buen corazón y los intrigantes egoístas.

Pero que esto no es así lo testimonian tus experienciasy las mías. Los hombres verdaderamente sabios y honestos que conocemos se han abierto camino en la Orden, sehan ocupado de ella seriamente, han trabajado en su fa

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vor hasta la extenuación e incluso han sacrificado otros fines importantes.

Y aquí llego al punto que considero firme y seguro parati, que no eres masón, y para toda razón consecuente: Es 

tan verdadero qu e sólo un h om bre indiscutiblem ente sa bio y virtuoso se ocupa seriam ente de la Orden fran cm asónica, tan verdadero qu e no se trata d e un juego, com o cierto qu e tiene un fin serio y sublime.

Así habríamos encontrado la posición desde la que poder otear todo el resto y dar un paso cauto hacia adelante.

Pero antes de hacerlo, te oigo decir: -Es verdad que

hombres sabios y virtuosos se ocupan seriamente de laOrden. Es un hecho. Mas ¿de qu é  se ocupan? ¿De la Orden tal cual es o de cómo y qué puede llegar a ser,  precisamente por obra suya? ¿Trabajan quizá sólo para haceralgo de ella y escribir, sobre la tabula rasa  de la francmasonería, una página digna de ellos? Si es así, has probado con tu deducción sólo lo que ya era conocido, que

el sabio y virtuoso no pierde el tiempo en juegos, peronada has ganado para la causa de la francmasonería»14.

14 Cfr. la caria de H. T. von Schón a Fichte del 5 de septiembre de 1792:•No sé si sois masón. Me lo han asegurado en Kónigsberg. Yo estoya punto de serlo; dentro de seis semanas seré recibido en la tisiric- ta Obsen/ancia de las tres coronas-  ( GA  III/l, p. 339). La respuesta

del 30 de septiembre reza asi: -Estoy -disculpad si ya estáis iniciado- tan firmemente convencido como pudiera estarlo un no iniciado de que los masones no tienen un fin universal, que todo su trabajo consiste en buscar este fin, que esperan descubrirlo en lossímbolos transmitidos desde la antigüedad, y que alguna otra sociedad se ha ocultado tras ella para conseguir bajo su máscara sus fines particulares. Temo, además, que, uniéndome estrechamente a unaclase de masones -y con una hay que simpatizar- me enemiste conlas otras. De la diferencia entre la astricta y la Lata O bservancia sépoco más que los primeros se han protegido mejor, mediante su constitución interna, de influencias extrañas, y, por consiguiente, son másrecomendables. Es un medio excelente para hacer amistades y contactos provechosos. No tengo reparos en deciros, para que os convenzáis de que este consejo nace del corazón, que yo mismo pienso

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He ganado, Constant, todo lo que contigo puedo ganarpara su causa. Y puesto que no puedo responderte deotro modo, aun cuando es enteramente suficiente para

mi fin final, concibo así mi tesis principal:Es tan cierto que hombres sabios y virtuosos se han ocu

pado seriamente alguna vez de la Orden de losrfrancma.-sones, como que ella pu ede  tener un fin racional, bueno,sublime.

Este fin, posible o real, pretendemos descubrirlo ahora prosiguiendo por esta vía. Podemos saber lo que el hom

bre sabio y virtuoso puede o debe necesariamente querer, en cuanto es cierto que la sabiduría y la virtud es sólouna y está determinada por leyes eternas de la razón. Porconsiguiente, nos basta con investigar lo qu e el hom bre sabio y bueno pu ede proponerse com o fin en sem ejante aso-ciación, y así habremos encontrado con certeza demostrativa el único fin posible de la Orden francmasónica.

Pondera esto, querido amigo, y dime si quieres embarcarte conmigo en este viaje de descubrimiento. Contribuirás a velar por que nuestro periplo llegue a su término por la ruta correcta, sin rodeos ni extravíos. Adiósy buena suerte.

en ser masón, y que quizá lo seré pronto. Puesto que no pienso ju

gar un papel en el mundo, sino que probablemente durante toda mivida me mantendré en el ámbito privado, no lo hago en virtud de loprimero, sino de un propósito más elevado. En una época como lanuestra, que por culpa del lujo nos ha llevado a la esclavitud, y porculpa de ésta a la total perdición, una sociedad que para ella fuerauna simiente del bien, algo más o menos similar a lo que para nuestros antepasados corruptos fueron los tribunales secretos y la caballería, me parece muy necesaria. La francmasonería podría estar cualificada para ese cometido, no en su actual constitución, pero al menos

le autoriza a ello el fin que envuelven sus misterios [esto es, bajo suforma ya reconocida]. ¡Cómo me gustaría contribuir a algo así! Os hablo de lo que hasta ahora son sólo sueños, y únicamente a un amigo como vos me permito darle algún indicio de mLs sueños. Luego¡convertios en francmasón y quiera Dios que un día se encuentrennuestros caminos!- CGA III/l, pp. 348-349).

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TERCERA CARTA15

Sabemos lo que el hombre sabio y virtuoso puede que-

rer en general y lo que debe querer necesariamente; aho-ra bien, si queremos saber también el fin de la Orden

15 Parece existir unanimidad acerca del carácter apócrifo de la segun-da carta, razón por la cual no la hemos traducido como parte deltexto central. No obstante, contiene ideas interesantes sobre la con-cepción de la masonería en la época. Además, el estudio de los dia-rios de Fessler puede deparar resultados novedosos respecto a la

autoría de este documento. Por tales motivos, creemos que puedeser útil presentar sus pasajes más significativos:

•Inventar la Orden no es precisamente lo que queremos, sino sóloencontrar bajo qué condiciones se fundamenta suficientemente suexistencia para los sabios y virtuosos; y si, de cuando en cuando,debiera ignorarlo un francmasón, o un Sistema en tero, queremos des-cubrirlo para ellos. En este caso no podrías dejar de tener toda larazón si dijeras que habríamos inventado la Orden francmasónicapara estos francmasones.

Has visto que estoy inclinado a reconocer como fin de la Orden loque el sabio y virtuoso puede reconocer como tal. No obstante, pro-curemos elucidar en primer lugar lo que, según este presupuesto,no pu ede ser   el fin de la Orden francmasónica. No temas que estosea una digresión inútil. Esta investigación nos apartará no sólo detodo aquello hacia lo que nuestra mirada no debe dirigirse, sino que,además, nos señalará todo lo que en ciertas épocas se le ha atri-buido a la Orden como fin, o también se ha conjeturado o indicado

como tal. (...). Según mi hipótesis, la Orden francmasónica no pue-de ser una institución que se proponga desarrollar ciertas facultadesanímicas particulares del hombre, p. ej., su memoria, su facultad de

 juzgar, su entendimiento o su gusto. Sería superjluo  emprender algosemejante, puesto que de esto ya se ocupan suficientemente escuelas,universidades, escritos c instituciones públicas; sería ridiculo  que-rer enseñar a hombres adultos, a razón de algunas horas por mes,lo que cada uno debe procurarse durante el tiempo que dura su edu-cación o por su propia actividad espiritual; sería aventurado  sepa-

rarse de la sociedad pública por mor de este fin e ingresar en unaasociación secreta. Y nuestro sabio no quiere nada superfluo, ridí-culo o aventurado. Asimismo tampoco se propone Ctal como se dice)difundir la Ilustración  (según se afirma de los iluminados), porquetodo lo que vale para este cometido puede y debe hacerse públi-camente, conforme a la situación de las cosas y de la época.

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francmasónica, hemos de indagar lo que aquél puede proponerse en una asociación tal (separada de la gran sociedad pública); así lo declaré al final de mi primera carta

y estuviste de acuerdo conmigo sobre la coherencia deesta conclusión. Examinemos a continuación este asunto más de cerca.

La francmasonería tampoco puede ser una escuela d ea n es raras y  cien cias ocultas, en la que se enseñan y comunican secretos sobrenaturales y sobrehumanos. No simplemente porque es imposible hacer de cosas de cuya existencia no sabemos nada el objeto de la en

señanza y de la tradición, sino también porque es deshonesto alimentarmediante supercherías la pereza del espíritu, la avidez de bienes yde milagros, y otras pasiones perniciosas, ofuscar el entendimientoy corromper la moralidad en su fundamento. Por consiguiente, nuestro hombre sabio y bueno nunca puede admitir que la Orden a laque se entrega se ocupe de la preparación de pócim as m ilagrosas, bálsamos de la vida y tinturas universales, y ello porque estima másuna muerte honrosa que una vida vergonzosa que él pudiera alargar durante siglos por tales técnicas. Tampoco puede admitir que busque mediante operaciones secretas que se sustraen al ojo de los químicos la p iedra filo sofa l, no simplemente porque sabe que este Mesías

 jamás aparecerá y se resistirá eternamente a todas las fórmulas mágicas, sino porque desprecia todos los artificios de la avidez perezosa de poseer, porque ha encontrado en la fuerza de su espíritu,mientras la sienta, la verdadera piedra filosofal, y para él tiene másvalor una disposición verdaderamente buena que el poder transformar en oro todo el metal de la tierra. Finalmente, no se consagrará

a una sociedad que investiga el triste arte de pon erse en contacto con  los llam ados espíritus, y merced a su ayuda aproximarse a lo eterno,o de someter a su dominio las fuerzas de la naturaleza, porque nosabe nada en absoluto de estos espíritus, porque desprecia su ayuda en todas  las circunstancias, y porque concede más valor a unaverdad ganada, a un error corregido por él mismo, que a poder invocar a todos los ángeles y arcángeles y conversar con ellos, Si esverdad que algún sabio y virtuoso se ha ocupado en alguna épocade la francmasonería, lo a n terior  no puede ser masonería. [Estas ar

tes ocultas] son propias tanto del rosacrucismo como del iluminis-mo, pero no pertenecen a la francmasonería.

Ni siquiera es una secta eclesiástica o m ística oculta. Lo que la Iglesia debe realizar y lo que las sectas eclesiásticas quieren realizar,es conocido, y el hombre racional no se inmiscuirá en este asunto. Estas instituciones públicas -p or perfectas o imperfectas que sean

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El hombre sabio y virtuoso quiere y tiene como fin loque constituye el fin final de la humanidad. El único finde la existencia humana sobre la tierra no es el cielo ni

el infierno, sino sólo la humanidad  que llevamos sobrenuestros hombros, y su m áxim o d esarrollo posible.  Otra

ahora- no pueden ser prom ovidas por una sociedad secreta, y sería, cuando menos, una estupidez querer contrariarlas. La Ilustración que se ocupa de refutar estos o aquellos dogmas de una secta eclesiástica o de demostrar la falsedad de todo un partidoreligioso, es oscurantismo. El hombre sabio y virtuoso no tomará

de ninguna manera partido en pro o en contra de alguna secta, jamás elegirá los objetos litúrgicos (si no tiene el magisterio especialpara ello) como objetos de sus esfuerzos y obras, y mucho menosse sumergirá en los abismos de un misticismo carente de sentido eirreligioso. Luego si oyes que alguna secta masónica ha hecho alguna vez. o incluso todavía hoy hace, de la propagación de la Iglesia}' de la jera rq u ía católico-rom an a  su fin (esta tesis fue defendida por los iluminados J. J. Ch. Bode, Ch. F. Nicolai y J .  E. Biester

en las revistas B iblioteca alem an a un iversal y R elista m ensual berlinesa), creo entonces con absoluta confianza que esto no es masonería. (...).

La p o lític a  no puede ser tampoco en ningún respecto su objeto,ya se trate de oponerse al orden existente y al poder del Estado,ya de venir en su auxilio con medios secretos, ya de cambiar laconstitución o el regente, o de intervenir con mano invisible en elengranaje de la administración. Nadie como nuestro sabio está másalejado de la petulancia de querer hacer algo en favor de la hu

manidad mediante la injerencia en la constitución. Sabe que es undelito, desde la posición del hombre privado, contrarrestarla de alguna forma y debilitar su autoridad suprema, o de prestarle ayudade otro modo que no sea mediante el estricto cumplimiento del deber, la aplicación de la justicia y la protección de la propiedad yde los demás derechos de los ciudadanos. Ha aprendido del pasado que un cambio de nombre no significa un cambio de fortu na, y que las grandes transformaciones han sido producidas únicamentepor causas grandiosas y universales. Sabe lo que es bueno,  pero

no lo que h a c e feliz-, y está libre de la petulancia de querer educary hacer felices a miles de personas. La política se halla fuera de suscírculos. Quiere ser, en lugar del dirigente de la res pu blica, simplemente un buen ciudadano y un buen hombre: se siente no yapreocupado por el bienestar general, sino sólo por el cumplimiento de su deber y por el bienestar de los suyos. (...).

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cosa no conocemos, y lo que llamamos «divino*, «diabólico» o «bestial», no es sino humano. Lo que no está con-tenido en el fin del máximo desarrollo posible [de la humanidad], lo que no se refiere o no guarda relación conél, ni como parte  ni como medio, no puede constituir el

¿Acaso podría ser el fin de la Orden el fo m en to d e ta fe lic id a d ex -terna, materiaP Quizá quieran los hermanos recomendarse mutuamente para cargos, quizá se establezcan tontinas (rentas vitalicias], o quizá reciban los mayores y los superiores pensiones deltesoro, a las que aspiran los más jóvenes. (. ..). Seria insensato ima

ginarse lo primero como fin de la asociación; lo otro está ensayadoy olvidado; lo tercero, si bien debe ser habitual en cierto sistema,en otros lugares impera la perfecta igualdad de las prestaciones...¿Será así a la postre el fin de la Orden el fomento de la fe lic id a d  interna, espiritual? (...). ¿Puede facilitarse la virtud o reducirse lacarga de un sufrimiento o una desgracia mediante la participaciónen una sociedad secreta o, al menos, cerrada? (...). Ciertamente, enuna sociedad moral-ascética que establece como único y último fintornar virtuosos y mejores a sus miembros, nuestro hombre sabio

y bueno se dejaría iniciar tan poco como Sócrates se hizo iniciaren los misterios eleusinos.

¡Nada  resta entonces como fin de esta maravillosa Orden y sóloaccesoriamente tiene las ventajas de una sociedad buena y jovial!Es tan verdad -responde nuestro sabio y virtuoso- que me ocupode esta Orden, por lo demás completamente natural,  y me entrego a ella, como que su fin y su meta es algo (Etwas) y la sociedadbuena es y permanece un acc eso rio (N ebenher).

Nada nos resta ahora, Constan!, salvo buscar este algo y todos los

demás accesorios, desde la alquimia y la teurgia hasta las logias deágape, dejarlos allí a donde pertenecen. [...).

Ahora querria todavía aludir, como post-scriptum a esta carta, aun prejuicio masónico universalmente difundido y que ha extraviadocruelmente en particular a mis hermanos en Alemania. Quien nopuede liberarse de este prejuicio, está probablemente perdido parael fin de la Orden. [Consiste enl creer que el secreto de la Ordenestaña guardado en cierto lugar o custodiado por determinadas per

sonas, y que sólo a condición de buscarlo con suficiente celo o(como enseña San Nicasio) de tener mucha suerte, nuestros ojos seabrirían y el sublime secreto sería descubierto. Se lo ha buscado alternativamente en Londres, en la Gran Logia madre, en Escocia, enFrancia, por ejemplo en los Padres de Clermont, en Auvemia, en lamontaña Heredom, etc., en Italia (como el señor Von Wachter), en

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fin de ningún hombre, y el sabio y virtuoso no puede proponérselo como fin ni en el caso más general ni en elmás particular. Cuanto se halla por encima o por debajo

de la humanidad está fuera del círculo de sus pensamientos, de sus esfuerzos y de sus obras16.

Suecia, o incluso en doce o trece Elegidos que viven dispersos endiversos países, no se conocen sino entre ellos y se nombran porcooptación. Lo que se lia encontrado son acaso algunas contribuciones a la historia o a los mitos de la Orden; pero los Maestros delarte [masónico] aún van en vano en pos de su secreto.

Q tioei qu aeris, b le est [A quí está Io qu e an d as buscandoI, cerca de ti, bien resguardado, desafiando todos los artificios de laastucia y de la violencia. Es allí donde lo buscaremos* ( GA  1/8. pp.415-421).

Luego, tras delimitar la masonería respecto de iluminados, rosa-cruces, alquimistas y visionarios, criptocatólicos y criptojesuitas, enel último pasaje que acabamos de traducir se recogen todas las leyendas sobre el origen de la Orden (se hace eco sucesivamente delas tesis del barón Kart Gotthelf von Hund und Altengrottkau, de

 J. J. Christoph Bode, de Johann August Starck y su obra Saint Ni- calse de 1786, de la -Mother Lodge o Mother Lodge of the World-,de la -Lodge Mother KiKvinning*, del conde de Clermont y del posterior capítulo con el mismo nombre tan ligada a la herencia de lostemplarios; alude al viaje de los príncipes de Hesse-Darmstad a Au-vemia guiados por el barón de Gugomos en busca de los superiores desconocidos, al periplo italiana del barón Von Wachter tras elpríncipe Carlos-Eduardo, al sistema sueco de Zinnendorf inspirado

en el de Eckleff, y, por fin, a la tesis de los Elegidos tan importante para el barón de Gugomos. los martinistas franceses y el deri-cado de Starck). Es una sinopsis de la historia de la masonería. Enel artículo de Schiittler (-Anmerkungen...*, pp. 138-140) y en la edición de Hadrizzani (pp. 72-75), citados en la bibliografía, se desentrañan las referencias de este último pasaje. Schiittler defiendevehementemente la autoría fichteana de esta segunda carta.

En la serie de escritos póstumos que ha publicado la 6V1 se incluye un breve manuscrito Ato p a ra in stm iros (N icbt um Sie zu be- 

lehren), que tiene las trazas de un discurso redactado con motivode su ingreso en la logia de Rudolstadt C un ther d el león erguido. A continuación reproducimos las ideas principales, pues persigueesclarecer el sentido del secreto en la masonería;

•No para instruiros, sino para daros la oportunidad de instruirmea mí; para abriros la parte más íntima de mi corazón y no mante-

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En cierta medida, aquel fin sale a la luz en todos loshombres simplemente por su nacimiento, sin que piensenen él claramente o lo promuevan a propósito, y es alcan-

zado mediante su vida en sociedad. Es como si no fuerasu propio fin, sino un fin unido  a ellos del que son meros

ner oculto ante vosotros ningún pensamiento que no hubiera so-metido a vuestra aprobación o a vuestras enmiendas, os comunicomis ideas acerca del Tin de nuestra venerable Orden. El fin del hom-bre no reside en ningún lugar salvo en el propio hombre. No pue-de introducir en su interior nada extraño, cuyo germen no se ha-

llara ya antes en él mismo.Todos los hombres son completamente iguales respecto a sus

disposiciones espirituales; lo que se halla en uno. se halla entodos; y lo que uno puede desarrollar por sí mismo, pueden de-sarrollarlo todos.

Hay, por consiguiente, sólo un único fin universal del hombre engeneral, al que deberían llegar todos lo que se conocen a si mis-mos y han desarrollado las disposiciones de su naturaleza hasta suúltimo fundamento, en la Orden o fuera de ella, en todas las reli-

giones. institutos y constituciones, en todas las regiones y en todaslas épocas. Creo poder determinar este único fin de la siguiente ma-nera:

La meta última pero inalcanzable del hombre es la  p er fe c c ió n  (V ollkom m enbeW h su meta alcanzable es el  p er fecc io n a m ien to  (V ervollkom m nu ng) permanente y continuo. Su meta última inal-canzable es la plena libertad (Freiheit) frente a la fuerza ciega dela naturaleza en  él, esto e s, en sus pasiones, y fuera de él, estoes, en la influencia de las cosas sobre él; su meta alcanzable esla l ibe ra ción (B efreiu n g)  permanente y continua.

No todo individuo particular debe proponerse necesaria y entera-mente este fin global supremo de la humanidad. Esto depende delgrado de su formación espiritual y moral; y sólo para poder plante-arse este fin también como tarea se requiere ya un alto grado de estaformación. Pero todo fin lícito que cualquier hombre pueda propo-nerse, debe encontrarse en el camino que conduce a aquel fin últi-mo supremo, y, en caso contrario, es un fin reprobable y punible.

Una asociación como la nuestra, que acoge en su seno a los hom-bres honorables, y que desde siempre los ha acogido, no puede te-ner ningún Tin punible; luego su fin se llalla ciertamente en el ca-mino hacia aquella única meta última suprema. Pero una asociacióntal tampoco puede proponerse una meta inferior a la que un hom-bre noble, completamente solo, se propondría. No puede proponerse

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instrumentos. Pero el individuo reflexivo piensa en él claramente, es su fin, y se lo propone deliberadamente comometa de todo su obrar.

¿Cómo se promueve el susodicho fin en la gran sociedad humana? ¿Opera todo en favor suyo directamente y sin rodeos, con fuerzas aglutinadas? No parece así.

una superior, esto está en sí claro, puesto que lo que en general nose halla en el hombre, tampoco puede hallarse en ia Orden. Por tanto, el fin final de nuestra Orden es necesariamente el p erfe ccio n a-m iento de todo el gén ero hum ano. Éste debe y tiene que ser su finfinal, y ningún hombre honesto, esto es, ningún masón verdaderoy auténtico puede, ni tampoco le está permitido, buscar en ella otrofin final.

Pero si la Orden no puede proponernos ningún fin que no encontramos también fuera de la Orden y que debemos proponernosnecesariamente, ¿para qué necesitamos una Orden, asociaciones secretas con miras a la consecución de lo que es un fin universal dela humanidad entera, un fin de conocimiento general? Cualquiera

podría plantearse legítimamente esta pregunta..., que yo contestaría como sigue: Siempre ha habido sociedades secretas, las ha habido hasta donde alcanza la historia humana, y esto es una prueba segura de que debe existir en la humanidad un impulso haciatales asociaciones. Luego mientras haya tales sociedades, es deberdel hombre de bien, que tiene cabeza, corazón y ocasión para ello,formar parte de dichas asociaciones, y no sólo con miras a no per

 judicarlas, sino para dirigirlas hacia el verdadero y último fin final.Pero no quiero eludir simplemente la pregunta, sino que quiero

contestarla. Por eso añado algo más. Afirmo que si no hubiera tales asociaciones, un hombre de bien debería proponerse su creación. Hay más mal en el mundo que bien. La fuerza del hombrebueno aislado y solo es pequeña, y es fácilmente vencida. Pero sise reúnen varias fuerzas y les imprimimos, con arreglo a un plancomún, una dirección que las encamine a un único y mismo fin final, surge entonces una potencia terrible contra el mal. Luego si laOrden no puede dar por sí misma el fin, puede y debe dar, sin em

bargo, los medios. Con derecho cuenta con la fuerza de cada hombre honesto, que se entrega a ella en pro de su plan común; y cadamasón honesto, por su pane, espera con derecho de la Orden quele indique un objeto digno al que aplicar su fuerza.

Pero ¿por qué os encerráis y propagáis vuestras asociaciones ensecreto? ¿Por qué teméis la luz del día? -podría continuar preguntando el profano-.

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La sociedad no piensa ni trabaja con la claridad y reflexión propias del sabio tomado individualmente. Sobre ellapesan las culpas del pasado, y atareada como está en suexpiación, apenas tiene tiempo para trabajar en pro de

una posteridad que, a su vez, habrá de afanarse por unaulterior. Ella debe sostener la gran lucha contra la naturaleza refractaria y el tiempo indolente; quiere obtener ventajas sobre ambos y ha sometido su actividad a una condición desventajosa, pero inevitable:

¿Por qué teméis realmente la luz? ¿Acaso no deben entrar las consecuencias de nuestra asociación en el mundo? ¿No deben al menos brillar nuestras obras a la clara luz del día?

Echamos el grano de trigo en la tierra, que lo cubre y sepulta, desapareciendo de los ojos de los mortales. De su sepultura brota untallo, y de él granos maduros, nutritivos y fuertes. ¿De dónde brota este tallo, de dónde estos granos nutritivos? Sabes que se desarrollan en la secreta oscuridad a partir de aquel grano sepultado.Sabes que, a través de miles de vasos minúsculos, la raíz que no

ves lleva energía y alimento al tallo cuya contextura artística admiras y a los granos que conservan tu vida. Guárdate de dejar al descubierto imprudentemente la raíz. Para ella son beneficiosas sólola oscuridad oculta y la fría humedad de las entrañas de la tierra;el sol la abrasaría, el aire exterior la secaría. ¡Si quieres el tallo, cuida la raíz!

Nuestras obras, hermanos, deben madurar a la luz del sol; debenformarse aquí para aprender a soportarla.

Nosotros las contemplaremos algún día, ora aquende, ora allen

de nuestra tumba; las contemplaremos a la luz más clara. Bravo pornosotros si de nuestra envoltura surge una multitud capaz de soportar el fulgor del sol. Con esta esperanza me he iniciado hoy.Aceptad por ello mi más emocionado y sincero agradecimiento- (GA 11/3, pp. 375-377).

16 Según los editores de la GA  (1/8, p. 422), esta opinión contradicela concepción de Fichte en ¿7 destino d el hom bre (1800) (GA   1/6,p. 300): *EI hombre no es un engendro (Erzeugniss) del mundo sensible, y (el fin final (Endzweck) de su existencia no puede ser al

canzado en el mismo). Su destino está por encima del tiempo, delespacio y de todo lo (sensible)- (ed. cast. de Eduardo Ovejero yMaury, Madrid, Espasa-Calpe, 1976, p. l6 l ; hemos indicado con corchetes las modificaciones de nuestra traducción respecto a la mencionada).

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La gran socied ad h a separad o en partes el todo de la  fo rm ació n hum ana, la h a div idido en diversas ram as y  ocupaciones, y ha asignado a ca d a estamento su particular  campo de cooperación.  Así como en una fábrica se aho-rran tiempo y costes si un trabajador, a lo largo de todasu vida, hace sólo un tipo de muelle, clavija, rueda o en-vase, aplica sólo una pintura, maneja y conduce sólo unamáquina, y otro realiza asimismo durante su vida enteraun tipo distinto de trabajo, a fin de que, por último, uncapataz desconocido para ellos se encargue de reunir enun todo lo que han hecho, de igual manera funcionan lascosas en el gran taller de la formación humana. Cada es-tamento trabaja y produce para todos los demás algo que,de otro modo, cada uno debería hacer por su parte y parasu propia persona; y éstos le procuran a su vez en con-trapartida aquello para cuya producción, ocupado en otrosmenesteres necesarios para su propio bienestar, no dis-pone ni de tiempo ni de aptitud.

La mano invisible de la Providencia guía todos los tra-bajos de los individuos hacia la preservación y la forma-ción del todo. Así desciende el sabio (Gelehrte) a las pro-fundidades del espíritu y de la ciencia, para sacar a la luzlo que, tras algún tiempo, será familiar y útil para todos,mientras el campesino y el artesano lo alimentan y lo vis-ten; el funcionario del Estado administra el derecho, que

sin él la comunidad misma debería administrar, y el sol-dado protege de agresiones extranjeras al indefenso quelo alimenta.

C ada individuo se form a preferentem ente sólo p ara el estam ento que h a elegido. Desde su juventud, por propiaelección o por circunstancias fortuitas, es destinado ex-clusivamente a un modo de vida, y es considerada como

la mejor aquella educación  que prepara al joven para sufutura profesión de la manera más idónea. Se deja de ladotodo lo que no está en estrechísima relación con ese ofi-cio, o lo que en él no puede, como suele decirse, ser uti-lizado o puesto a su servicio. El joven destinado a sabio

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(Gelehrter) emplea todo su tiempo en el aprendizaje delas lenguas y las ciencias, primordialmente de las nece-sarias para ganarse el pan en el futuro, excluyendo inclusocon rigor aquéllas que requiere la formación general del

sabio (Gelehrter). Todas las restantes formas de vida yocupaciones le son extrañas, como son extrañas ̂ ntre síunas a otras. El médico ha dirigido toda su atención a lamedicina, el jurista a la legislación de su país, el comer-ciante a un determinado ramo de su negocio, el fabrican-te a la producción de sus artículos. En su campo sabe muyclara y minuciosamente lo que necesita saber. Este saber

le es, por consiguiente, especialmente querido, y lo con-sidera como su propiedad adquirida; en él vive como ensu propio hogar, su oficio es su nueva patria. Y todo elloestá bien, cada uno cumple así con su deber; lo contra-rio no sólo suprimiría todas las ventajas de la sociedad,sino que sería nocivo tanto para el individuo como parael conjunto.

Pero así acusan todos inevitablemente una cierta in- com pletud y un ilateralidad, que, au nqu e no necesariamente, habitualm ente se transform a en pedantería. La pe-dantería, que de ordinario se atribuye sólo al estamentode los sabios (gelehrten) (quizá porque aquí es más visi-ble, quizá porque se manifiesta aquí con mayor intole-rancia), prevalece en todos los estamentos y su principio

fundamental es el mismo en todas partes: considerar laformación propia de su estamento particular como la for-mación común de la humanidad y esforzarse por poner-la en práctica. Así el sabio (Gelehrte) pedante estima sólola ciencia y desdeña todo otro valor; sus conferencias ycoloquios ante un público mixto pretenden inculcar a susoyentes algunas parcelas de su erudición y hacerles en-vidiar la precisión que posee al pensar. El comerciante pe-dante desprecia, por contra, al sabio (Gelehrter) y pro-clama: ¡Sólo cálculo de facturas y dinero! Ganar dinero esla consigna de la vida racional y feliz. El soldado los des-precia a ambos; celebra únicamente la fuerza física y la

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destreza, el coraje belicoso y la defensa del honor tal comoél la entiende, y no le faltan ganas de enrolar a todo elque sabe ser comedido. Especialmente los teólogos (porhaber obtenido su estamento de entre todos la mayor influencia, en virtud de su amor al cielo o de su temor alinfierno) se afanan, desde que existen, en educar a todoslos hombres, incluso a los niños aldeanos, para que lleguen a ser teólogos profundos y dogmáticos de tacto seguro: «¡Aspirad a alcanzar por encima de todo el Reino deDios, el resto es una fruslería!»17, dicen los teólogos y conellos todos los demás estamentos, y ¡bien sabemos lo queentienden por el Reino de Dios!

Así impera por doquier una gran unilateralidad, útilaquí y perjudicial allá; así cada individuo es no sólo unsabio (Gelehrter), sino un teólogo, un jurista o un médico, no sólo un espíritu religioso, sino un católico, un luterano, un judío o un musulmán. No es sólo un hombre,sino un político, un comerciante o un soldado; y así, por

culpa de la máxima especialización de la formación estamental, se frena por todas partes la máxima formación posible de la humanidad (el fin supremo de la existencia humana). Aún más, esa máxima formación posible de lahumanidad ba de ser fren ad a necesariam ente, ya que cadaindividuo tiene el deber inexcusable de formarse lo másperfectamente posible con vistas a su ocupación particu

lar, lo cual es casi imposible de lograr sin arrostrar el peligro de la unilateralidad.

Retornamos ahora, siguiendo estas premisas, a la francmasonería, para no separarnos ya de ella y construir sobre lo antedicho algunas consecuencias importantes. Loque te expuse en mi segunda carta18 con ejemplos para unfin distinto, te resultará ahora más claro como una con

clusión coherente de lo afirmado.

17 Modificación de Mateo VI,33: «Buscad primero el Reino de Diosy su Justicia y todo lo demás se os dará por añadidura-,

’8 Cf. nuestra nota 1?.

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La m asonería, en efecto, no pu ed e propon erse ninguno d e los fin es d e los que y a se ocupa notoria y abiertam ente cualqu iera d e los estam entos, instituciones y órd e

nes existentes en la soc iedad hu m an a;  no puede quererinterponerse en el camino de ninguna otra asociación, nidespejárselo avanzando solapada a ésta, puesto que en-tonces sería superfina,  en tanto querría hacer lo que yasucede sin su intervención. No podría alegar en su des-cargo que la institución pública, al socaire de la cual que-rría progresar, haciéndole la competencia, y adoptar su fin,

es imperfecta y defectuosa. Es una vana pretensión que-rer hacer mejor como tarea secundaria lo que otros no pue-den realizar cumplidamente como su tarea principal. Esuna estulticia pronunciar sentencia de condena contra ins-tituciones que se conocen sólo por su aspecto exterior, yde las que se ignoran las dificultades ineludibles, inhe-rentes a la naturaleza de su actividad. Cada una de estasinstituciones en el seno del Estado alberga en sí misma elgermen de lo que es mejor y tiende a la perfección. Para lamasonería sólo puede plantearse el problema de si existeuna institución con miras a un cierto fin, y no si lo cum ple bien-, pues otros han de velar por eso. Si quisiera inmis-cuirse activamente en el plan de acción de otra institu-ción, no lograría más que difundir el desorden al entorpe-cer y perturbar su realización. Sería sum am ente nociva, en

la medida en que, además, debería hacerlo en secreto, pues-to que, públicamente, no se conoce ninguna rama particu-lar de la formación humana que fuera capaz de asumir.

El sabio y virtuoso no podría apoyar semejante socie-dad, ya se ocupe de asuntos eclesiásticos o políticos, yade filosóficos, eruditos o mercantiles; debería más bien,una vez conocida su existencia perturbadora, coadyuvar

a su ruina. Y ello no acarrearía mayor molestia que d enunciarla; porque es el supremo interés de la sociedad hu-mana entera y de cada uno de sus ramos, del Estado, dela Iglesia, del mundo de la ciencia y de los negocios, ani-quilar tal asociación tan pronto tenga noticia de ella.

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De esta manera quedaría completa e incondicionalmenteexcluido de la masonería todo fin del que ya se ocupe unestamento cualquiera en la sociedad; y sería igualmente

necio y ridículo que sus miembros quisieran ocuparse ensecreto de fabricar buenos zapatos, o de reformar el Es-tado en su conjunto o en alguna de sus partes. Todo ma-són que quiera negar esto infundiría sospechas no sólosobre su buena voluntad y su inteligencia masónica, sinoincluso sobre su sano juicio.

Pero algún  fin debe tener, pues de lo contrario seríaun pasatiempo vano e inútil, y el sabio y virtuoso no po-dría dedicarle más de lo que dedicaría al fin nocivo arri-ba descrito. La Orden masónica únicamente puede pro-ponerse un fin tal p a ra el que la gran socied ad hum ana no sólo no tenga ninguna institución particular, sino p ara  el que, adem ás, sea inca paz d e tenerla p o r su prop ia n a-turaleza (por la naturaleza d el fin y d e la sociedad).

Puesto que si la sociedad pudiera tener semejante ins-titución, el deber del sabio y virtuoso consistiría más bienen disponer su ubicación en el seno de la gran sociedady hacerla surgir de ella, y no querer promover su fin me-diante una separación  de la sociedad. La naturaleza de lagran sociedad y del fin inherente a ésta exigiría incondi-cionalmente de él que reclamase la atención del Estadosobre este ámbito de su actividad, olvidado hasta ahora

de una manera casi incomprensible. Después, y de nue-vo incondicionalmente, debería ceder al Estado la deci-sión de si quiere o no preparar y organizar las institucio-nes necesarias a tal efecto. En ningún caso le estaríapermitido segregarse o aislarse con una sociedad particu-lar para perseguir activamente este fin, porque no le co-rresponde en absoluto esta forma de actividad.

Ahora se trata de plantear la cuestión de si puede haberun fin tal, racional y bueno, para el cual la gran socie-dad no puede, según su naturaleza, tener ninguna insti-tución particular, cualquiera que sea este fin. Si la resol-viéramos, habríamos encontrado el único fin posible de

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expresa uno de nuestros más sagrados deberes. Es posi-ble,  en cuanto lo es todo lo que debemos hacer. Alcan-zarlo en la gran sociedad es, sin embargo, casi imposible,o al menos extremadamente difícil, ya que el estamento,la forma de vida, las relaciones sociales tejen alrededordel hombre una red de vínculos y lazos, sutiles pero fir-mes, que, lejos de hacerlo avanzar, como debiera, haciaadelante, lo atraen, sin que lo advierta, hacia un círculoinfranqueable, en cuyo interior gira errante. Luego este fines alcanzable sólo mediante una separación de la socie-dad; pero no mediante una separación perpetua, porquesurgiría entonces una nueva unilateralidad, se perderíanpara la sociedad las ventajas de la formación puramentehumana adquirida por azar, y porque a la postre signifi-caría una renuncia a fu n d ir  ambos tipos de formación ya elevar así el nivel de la necesaria formación estamen-tal. No mediante el retiro a la soledad individual, puestoque más que suprimir de esta manera nuestra unilaterali-

dad, la refuerza recubriendo nuestro corazón con un ca-parazón de egoísmo. Por consiguiente, alcanzamos esa fi-nalidad mediante nuestra adhesión a una sociedad  separada de la gran sociedad, que no daña ninguna denuestras relaciones dentro de la última, y que está organi-zada para poner de vez en cuando ante nuestros ojos y ennuestro corazón el fin de la humanidad, haciéndolo así nues-

tro fin pensado, deliberado, y que trabaja, empleando milmedios, para despojarnos de los malos hábitos contraídosen el seno de nuestro estamento y de la gran sociedad, ypara elevar nuestra formación a una formación puramentehumana.

Éste, y ningún otro, es el fin de la sociedad francma-sónica, si es cierto que hombres sabios y virtuosos se ocu-

pan de ella. El masón, que nació como hombre y pasópor la formación propia de su estamento, que fue confi-gurado por el Estado y por el resto de sus relaciones so-ciales, debe ser formado de nuevo y por entero en el te-rreno de la masonería para llegar a ser hombre. Pero esto

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sólo puede ser el fin de una sociedad separada y respondea la cuestión que habíamos planteado: ¿Qué es la Ordenfrancmasónica en sí y por sí misma?, o si lo prefieres, ¿qué

 p u ed e  ser?-Pero, dices, este fin es, por una parte, demasiado am

plio; por otra, demasiado limitado. Demasiadp amplio,porque puede ser alcanzado por otras vías: la meditación,los viajes, el trato frecuente con los hombres y la vida social. Demasiado limitado, porque ninguna sociedad, delgénero que sea, puede, según su naturaleza, contribuir asu perfecta realización.» En cuanto a lo primero, su am

plitud excesiva, punto sobre el cual sólo a continuación searrojará la necesaria luz, respondo por ahora brevemente: el hombre puede pulirse por los caminos descritos yadoptar una galantería desorbitada para su condición; puede aprender a borrar de su personalidad exterior la pedantería y a elevar su modo de pensar a una mayor universalidad que antes. Pero su interior permanece intacto;

continúa por sus viejos caminos, sólo que lo hace detrásde setos y elegantes paredes. Mediante la mera reflexiónpuede quizás eliminar dentro de sí el espíritu de estamento, pero al precio de inculcar en su carácter individual,todavía muy distante del carácter de la pura humanidad,mucha más terquedad. Lo que aquí debemos conseguir,con toda seriedad, mediante nuestras obras, sólo puede

realizarse en una sociedad separada tal como la hemosdeducido nosotros y tú mismo pronto la concebirás conmi ayuda en toda su eficacia.

La segunda objeción que has apuntado es más importante, e inmediatamente añado a mi anterior definición del fin masónico esta significativa restricción: En ¡a m edida en qu e u na form ación tal es posible m ediante una  

sociedad erigida expresam ente p ara la consecución d e este  fin .Hay, en efecto, un tipo de formación común a la huma

nidad, según la cual cada uno se toma sólo a sí mismo,su conciencia y Dios por testigo y juez: es la form ación

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 p a ra ía libertad ética. Conoces mi convicción al respecto: -Quienquiera que se crea honesto consigo mismo -escribí en otro lugar19 hace algunos años- debe observarse

continuamente y trabajar por su ennoblecimiento. Estodebe volverse para él, mediante la práctica, algo natural.Pero esta ocupación no parece ser, según su naturaleza,susceptible de comunicación. Fui a visitar a un pintor, aquien deseaba ver trabajar; me mostró todas sus pinturas,incluso las inacabadas; pero por más que le rogué, no quiso trabajar en mi presencia. Aseguró que las obras del genio se crean únicamente en la soledad. Esto me condujoa considerar la obra del genio moral en nosotros y presentíque era verdad que también en este caso se necesita estarsolo. Encontré cada vez más confirmada la sospecha de queel verdadero esfuerzo por ennoblecerse es muy delicadoy pudoroso, que se refugia en si mismo y no puede ser comunicado en absoluto a otros. Jamás supe hallar palabraspara expresarme a m í mismo mis progresos, jamás formu

lé verbalmente mi mejora ante m í mismo; ¡cómo pude, sinembargo, pretender revestirla con palabras an te otros parahacerles partícipes de esta mejora! Bastó que yo modificara mi m odo de obrar,  y mis amigos, como yo mismo, reconocimos el crecimiento de la planta sólo por sus frutos.Por consiguiente, nunca se debe hacer ostentación [verbaljde la propia mejora, ni rebajarse a una mera confesión de

las propias faltas, sino enmendarlas. Éstas nos deben inspirar repugnancia, y entonces no las cerneremos, en un sentido o en otro, en orden a expresarlas con precisión y elegancia. Si alguien quisiera, por un sentimiento del debermal entendido, o por un cierto espíritu heroico de amistad(o en favor de un fin social), verse obligado también a esto,lograría tan sólo familiarizarse con ellas, granjearse su sim

patía, tomarles gusto, o al menos ya no temería la existencia de faltas que han sido tan clamorosamente conde

19 El pasaje citado no se encuentra por ninguna parte en Fichte.

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todo lo masónico, en caso de que debiéramos formularsemejante crítica.

Otra cosa es, para aludir brevemente también a esteasunto, la formación del espíritu y de los impulsos ten-

dentes a desarrollar la receptividad  para la moralidad, laformación de las costumbres exteriores y de la observanciaexterna de la ley [la legalidad]. Todo ello compete, sinduda, a la masonería.

La imagen de la masonería, tal como ella es en sí ypor sí misma, o tal como puede y debe ser únicamente,gobernará ahora tu alma. Añadiré algunos trazos más a

este bosquejo. Aquí se reúnen libremente hombres de to-das las condiciones y aportan al acervo común la for-mación que cada uno ha podido adquirir, según su pro-pia individualidad, en su estamento. Cada uno aporta yda aquello que posee: el pensador conceptos claros y pre-cisos, el hombre de acción destreza y agilidad en el artede vivir, el religioso su religiosidad, el artista su entu-

siasmo artístico. Pero nadie lo da de la misma manera  en que lo ha recibido en su estamento y lo habría trans-mitido en su estamento. Cada uno deja a un lado, por asídecirlo, el elemento particular y específico, y muestra loque ha logrado en su interior como un resultado de sutrabajo. Se esfuerza por dar su contribución de tal modoque pueda llegar a cada miembro de la sociedad; y la so-

ciedad entera procura apoyar este esfuerzo suyo y con-ferir, precisamente así, utilidad general y carácter polifa-cético a su formación, hasta ahora unilateral. En estareunión de personas diversas recibe cada uno en la mis-ma medida que da; justamente en virtud de lo que da lees dada la capacidad de poder dar.

¡Aférrate a esta imagen en tu alma, Constant, y se

te abrirán perspectivas maravillosas sobre la actividadde semejante sociedad! Adiós y buena suerte.

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QUINTA CARTA

Sólo ahora respondo a tu pregunta: «¿No podemos con-siderar la francmasonería como un fin en sí misma?» Enefecto, aunque tú ya la habías retirado, ella me ofrece laocasión para algunas definiciones complementarias.

Has llegado a esta idea, como tú mismo admites, alcomparar la masonería con la religión. Puede preguntar-se ¿cuál es el fin de la Iglesia: el de promover la religión?¿Cuál es el fin de la religión? Sin duda, ella misma, pues-to que es simplemente el resultado, la exigencia de armo-

nía entre el espíritu y el corazón, el producto de nuestrareflexión, la flor suprema de nuestra razón, la coronaciónsuprema de la dignidad de nuestra naturaleza21. ¿Para quédebe ser todavía buena o servir como medio? ¿Cuál pue-de ser su fin final? La Orden de los francmasones existeasí para mantener, conservar y cultivar la masonería.  Lamasonería no es buena para algo, sino buena en y por sí

misma, no como medio para un fin cualquiera. ¿Qué debeproponerse todavía? El verdadero masón debe saber lo queella hace y puede hacer, lo que ha producido en él y debeproducir en otros, y esto es la francmasonería.

Por tanto, resultaría vano inquirir su fin, al igual queresponder a esta cuestión y plantear el concepto de di-cho fin (tal como hemos hecho); ella existiría por mor

de sí misma, debería ser incondicionalmente y sería unaparte constitutiva del Absoluto.

Hay un cierto sentido en el que se puede concebir muybien esta afirmación y en el cual es verdadera e impor-tante; pero no parece estar expresada de forma suficien-temente rigurosa. Se habla con frecuencia, no determinaréaquí si con precisión filosófica, de un sentido amplio y

más extenso, estricto y más restringido de los términos yproposiciones en la filosofía. Así cualquiera podría en-

21 Según los editores de la GA  (1/8, p. 430), esta caracterizaciónde la religión no es fichteana.

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tonces decir: «Si declaro la masonería fin en sí misma, merefiero a la masonería en su sign ificad o m ás restringido. Pero éste es para mí justamente aquella formación común,puramente humana, que has establecido como el f in  dela masonería. Por consiguiente, para mí su fin es ellamisma.-

Esto es sustancialmente correcto, pero las palabras dificultan algo su comprensión. El hombre es fin en sí mismo y aquella formación puramente humana es una m a-nera d e ser del hom bre  exigida incondicionalmente; porconsiguiente, una parte constitutiva de lo que es fin ensí mismo, o sea, del Absoluto22. Pero ¿no se deberían reconocer como expresiones equivalentes masonería  y fo r -m ación um versalm ente hum ana? La disposición d e án i-mo masónica (de acuerdo con la explicación precisa deesta expresión ofrecida al comienzo) puede ser llamadafin en sí misma, pero ¿significa entonces masonería u Orden de los francmasones lo mismo que disposición deánimo masónica? La masonería no es una formación o disposición de ánimo, sino una sociedad o asociación. No puedo decir: el hermano NN. ha realizado, según su concepción de la francmasonería, esta loable acción, sino queesta acción es una prueba de su buena disposición deánimo masónica; o bien: el señor NN. tiene en sí la francmasonería sin estar afiliado a la Orden, aunque puede po

seer la verdadera disposición de ánimo (masónica) en favor de una formación universalmente humana. Peropuesto que ahora la palabra -masonería- indica la asociación, no puede ser calificada de fin en sí misma, sinosólo de medio, porque la asociación para el fin señalado es sólo un medio y no debe existir en sentido absoluto, sino sólo bajo la condición de un cierto estado del

mundo, a saber, de su estado actual.

“ Según los editores de la GA  (1/8, p. 43D, también esta caracterización contradice los argumentos de Fichte en Et dest ino d el  h o m b r e  ( GA  1/6, pp. 277 ss.; ed. cast., pp. 132 ss.).

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Sólo porque el fin que se propone la sociedad separada no puede ser alcanzado en la gran sociedad, tal comoexiste en el presente, se funda la sociedad separada. Pero

lo que la gran sociedad es actualmente no lo es en vir-tud de un a necesidad.  Puede ser pensada en el ámbitode la razón de un modo completamente diferente, por lomenos sin la condición arriba enunciada (de la unilatera-lidad] en la formación del individuo; debe más bien progresar continuamente hacia lo mejor, y un componenteesencial de lo mejor consiste precisamente en la igualdady la armonía del desarrollo de todos los individuos. Si haceesto, en la misma medida en que progresa y se aproximaa ese fin, la sociedad separada se torna menos necesaria;y una vez alcanzada su meta, es superflua e incluso ilícita. ¿Podemos decir de una institución tan relativa que esuna parte constitutiva del Absoluto?

Cabría sostener que el fin de toda la humanidad es elde configurar una única gran asociación, como debería ser

lo en la actualidad la asociación masónica*2}. Pero la meraexistencia de la masonería demuestra que todavía no seha alcanzado lo que hemos llamado fin en sí mismo.

El ejemplo al que se recurre para corroborar esa afirmación debe arrojar más luz sobre la afirmación contraria. Se dice que no es posible preguntar por un fin de lareligión (o más precisamente: de la religiosidad, de la dis

posición de ánimo religiosa), sino por un fin de la Iglesia. ¡Correcto! Sólo que al concepto de la religiosidad nole corresponde exactamente el concepto de la masonería,sino más bien el de la formación puramente humana. Alconcepto de la Iglesia, sin embargo, le corresponde justamente el de la masonería o, lo que es lo mismo, de la

También ciertos símbolos masónicos parecen apuntar en esa dirección.

25 Se refiere aquí sobre todo a la costumbre en algunas logias alemanas y francesas de cerrar la cadena de hermanos, formando uncirculo y manteniendo unidas sus manos.

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¿Qué in flu encia ejerce en el m undo? Seré conciso y mecontentaré con dar algunas fructíferas indicaciones.

Si la asociación no es enteramente vana e inoperante,

aquél que se encuentre en su seno, no hay duda de quecualquiera que sea su grado de cultura, necesariamentedehe aproxim arse a la m adurez bastante tn á fd e lo que  lo habría hecho el mismo individuo fu era d e ella. Esto valepara toda nueva relación en la que entre un hombre deespíritu atento. Tomo aquí, y con razón, madurez  y fo r m ación hu m ana universal como sinónimos. La formación

unilateral implica siempre inmadurez; si bien en un aspecto comportaría madurez excesiva, sin embargo, porculpa de ello, redunda en otros aspectos en ruda y acerba inmadurez.

El principal signo distintivo de la madurez es la fu er z a m itigada, atem perada p o r la graciaM. Todos aquellosviolentos arrebatos de furia, aquellos enormes ímpetus y

arremetidas son los primeros y también necesarios espasmos y sacudidas de la fuerza naciente; pero cesan, unavez completado el desarrollo y redondeada en sí mismala bella forma espiritual. O para decirlo con la retórica dela escuela: Alcanzada la madurez, la graciosa poesía sedesposa con la claridad de la mente y la rectitud del corazón, y se celebra la alianza de la belleza  con la sabiduría y   la fu erza .

Esta es la imagen del hombre maduro y formado, talcomo yo lo concibo: Cabeza completamente clara y librede prejuicios de toda índole. Se erige en señor del reinode los conceptos y el horizonte de la verdad humana seextiende ante sus ojos tan lejos como es posible. Pero la

14 -Krafi durch Anmut gemildert-, Cfr. F. Schiller, Sobre ta g rac ia y  la d ig n id ad (Ober Anm ut un d Würde, en: Scbifters Werke. Na- t ionalausgabe . 20. Bd.t Weimar, 1962, pp. 251-308; ed. cast. Icaria, Barcelona, 1985, pp. 9-47). Esta versión castellana del pasaje de Schiller reza así: -Si el fuerte quiere ser amado, deberásuavizar con la gracia su superioridad- (p. 57).

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verdad es para él sólo una , un todo único e indivisible;no prefiere uno de sus aspectos a otro. Incluso la misma

 fo rm ación d el espíritu  es, según él, sólo una p an e de la  

 form ación entera,  y así como no se le ocurre darla porconcluida exclusivamente con ella, tanto menos se le ocu-rrirá prescindir de ella. Ve muy bien, y no se recata enadmitirlo, que muchos otros le van en esto a la zaga; perono le inquieta, porque sabe cuánto depende aquí tam-bién de la fortuna. No impone a nadie su luz, y menosaún el mero brillo de su luz; si bien está siempre dispuesto

a dar a cualquiera que lo desee tanta como pueda so-brellevar, y a dársela en la forma que le sea más grata. Sinembargo, también se muestra contento, aunque nadiehaya menester de su luz. Es de una rectitud extrema, es-crupuloso, severo consigo mismo en su intimidad, sin ha-cer públicamente el más mínimo alarde de su virtud, niimponer a los otros su punto de vista, bien mediante rei-

teradas aseveraciones acerca de su propia honorabilidad,bien mediante conspicuos sacrificios y afectación de unaalta seriedad. Su virtud es tan falta de artificio y, me atre-vería a decir, tan púdica como su sabiduría. El sentimientodominante en él frente a las debilidades ajenas es de be-névola compasión, en absoluto de una airada indignación.Vive ya aquí abajo en la fe en un mundo mejor, y sólo

esta fe, a sus ojos, confiere valor, sentido y belleza a suvida sobre la tierra; pero él no impone esta fe a nadie, sinoque la lleva dentro de sí como un tesoro escondido.

Ésta es la imagen del hombre completo, el ideal delmasón. Él no pretenderá, ni se jactará de una perfecciónmayor de la que el hombre pueda alcanzar en cualquierparte. Su perfección no puede ser más que una perfecciónhumana, la  perfección humana. Cada hombre, así hemosde concebirlo, debe coadyuvar continuamente a la apro-ximación a esta meta. Si la Orden  tiene alguna eficacia,cada miembro debe, visible y conscientemente, compro-meterse él mismo en lograr esta aproximación. Esta ima-gen debe ondear ante él como un ideal propuesto y caro

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a su corazón. Debe aparecerle en todo aquello hacia don-de su ojo apunta. Debe ser, por decirlo así, la naturalezaen la que vive y el aire que respira.

Es muy posible que no todos, quizás ni uno sólo deaquéllos que se llaman a sí mismos masones, alcancen estacompletud. Pero ¿quién ha medido alguna vezja bondadde un ideal o simplemente de una institución por lo que,de hecho, consiguen los individuos? Lo importante radi-ca en lo que ellos  pu eden   conseguir bajo las condicio-nes dadas, en lo que la institución quiere y manifiesta con

todos los medios a su disposición que sus miembros d e-ben  conseguir.No afirmo que los masones sean necesariamente me-

 jores que los otros hombres, ni tampoco que no se pue-da alcanzar la misma perfección también fuera de la Or-den. Es muy posible que un hombre que nunca hubieraingresado en la sociedad de los francmasones, se pare-

ciera a la imagen arriba delineada; y, en efecto, en este justo instante ondea ante los ojos de mi espíritu la figu-ra de un hombre en el que la encuentro realizada exce-lentemente, y que conoce la Orden a lo sumo de nom-bre. Pero este mismo hombre, si hubiera alcanzado, enla Orden y por medio de ella, lo que ha alcanzado porsí mismo en la gran sociedad humana, sería más capazde elevar también a otros  a su mismo rango, y toda suformación tendría un carácter más social, sería más co-municable y, por consiguiente, también estaría estructu-rada de manera radicalmente diferente en su interior. Loque surge dentro de la sociedad posee mayor vida y fuer-za para la praxis que cuanto es producido en soledad.

Éstas son las señas que quería darte en torno a la in-fluencia de la actividad de la sociedad de los francma-

sones sobre sus miembros. O bien debe operar la felizaproximación al ideal expuesto arriba, o bien nada en ab-soluto. Cuanto se halla por encima de este fin, no  pue-de ser realizado en ningún lugar; cuanto se halla por de-bajo, puede ser realizado p o r doquier. Pero se entiende de

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suyo que los miembros deben ser receptivos a su influenciabenéfica; e igualmente que las instituciones deben ser detal naturaleza que tanto el más como el menos receptivo

se beneficien y progresen en ella, cada uno en su justaproporción.La próxima cuestión será si esta asociación también

opera algún efecto sobre e l m undo.

SÉPTIMA CARTA

¿Podría plantearse esta cuestión de tal suerte que sus-citara serias dudas? ¿Podría aún preguntarse si la Ordenopera algún efecto también sobre el mundo, sobre la gransociedad humana?

Este hombre así formado en el santuario interior dela Orden, ¿no permanece como antes en el mundo y con-

serva en él su lugar? ¿No continúa siendo como antes es-poso, padre de familia, conciudadano y miembro del es-tamento al que pertenece en el mundo? ¿Puede acasoocurrir que no logre manifestarse en todas estas relacio-nes la formación adquirida en la Orden, pero convertidaahora enteramente en ia suya propia, hasta el punto deconstituir una parte esencial de su personalidad y a la que

no puede renunciar voluntariamente cuando abandona lalogia? ¿Y no opera así la Orden, a través de sus miembros,un efecto sumamente benéfico sobre el mundo?

Reclamo tu atención sobre algo que servirá para apo-yar tus propias reflexiones.

N adie desem peña m ejor su cargo o fun ción en la gran  sociedad q ue aq u él que es ca p az d e ver más allá de los 

lím ites de su prop io puesto, que no ve sólo éste, sino quetambién descubre y vislumbra la fina línea divisoria, que,trascendiendo los límites de su posición, traspasa y pe-netra en la gran sociedad. El sabio (Gelehrter) más ilus-tre y lúcido, a título de ejemplo, es el que dirige la mi-rada no sólo a su disciplina, sino también a las limítrofes

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e incluso al campo entero del conocimiento. Únicamen-te quien desempeña así su puesto, obra para el mundocon clarividencia y con plena conciencia de sí. El otro es

un instrumento ciego, que quizá realiza correctamente sutrabajo desde la posición que ocupa, pero cuya actividades conducida hacia la verdadera meta sólo poj obra deltodo. El primero sabe relajar en el momento oportuno lasexigencias y las reglas propias de su estamento; sabe oraatenerse estrictamente a ellas, ora aguzarlas. Nada de estoentiende el último, sino que, como una máquina, recorre

día a día el camino fijado por la costumbre. Ahora bien,la masonería eleva a todos los hombres sobre su propioestamento; por consiguiente, en la medida en que formahombres, está formando a la vez m iem bros m ás titiles p ara  log ran sociedad: eruditos (Gelehrte) y sabios (Weise) ama-bles y populares, hombres de negocios no sólo hábiles,sino también juiciosos, soldados humanos, buenos padresde familia y sabios (Weise) educadores de sus hijos. Lainfluencia de la masonería, de esta manera, es sumamentebeneficiosa en cualquier relación humana imaginable.

La socieda d hu m ana d ebe, adem ás, ser con cebida en un continuo progreso; todas sus relacion es deben volverse cad a vez m ás pu ras y perfeccion arse constantem ente.  Enparticular, un Estado bien gobernado progresa en la legis-lación, en la administración, en las instituciones educativas,

y mantiene siempre un oído atento a todas las propues-tas y mejoras que puedan plantearse. Un Estado semejan-te, en progreso hacia la perfección, nada puede emprendercon encargados de negocios incapaces de ver más allá dela estrecha esfera de su profesión y de su especialidad yque sólo pudieron avanzar siguiendo las vías de rutina.Se tornan inútiles tan pronto como se produce una me-

 jora; y dado que no quieren ser inútiles, se resisten a laintroducción de las mejoras, y emplean toda su influen-cia en impedirlas, o incluso propician su fracaso a pesarde su buena voluntad de promoverlas. Donde así estáconstituida la mayoría de los caigos de un Estado, allí per-

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manecerá todo sempiternamente como antes. Bien es cierto que un estudio profundo de las ciencias eleva ya sobre este estrecho círculo de la rutina profesional y de la

tradición. La ciencia muestra la interdependencia de todas las relaciones humanas y señala los puntos desde loscuales se debe continuar avanzando. ¿Pero ejerce de verdad la ciencia esta influencia en el mundo? Aun cuandola mayoría de la gente se dedicara a estudiar más a fondode lo que lo hace, aun cuando no se hubiera acostumbrado a olvidar sin más, después de transcurridos algunosaños, esta media erudición que se arrastra desde la universidad, aun cuando todo esto no fuera el caso, ¿para qu é sirve el m ero sa ber sin p ráctica? Aquí, donde ninguna otra cosa puede prestarnos ayuda, surge la masoneríacom o u na institución p a ra el ejercicio d e la versatilidad, y llena una laguna que la gran sociedad civil debe necesariamente dejar abierta.

Te recuerdo aquí, de paso, el Estado en el que ambosvivimos25, al cual no se le podría negar, sin cometer una soberbia injusticia, la fama que se ha ganado merced a su esfuerzo en pos de la perfección. No quiero pronunciarmeacerca de si esta tendencia surge a la par que la masoneríaque ha florecido en él desde hace mucho tiempo, o de cómoha sido sostenida hasta aquí por la masonería misma; peropuedo afirmar rotundamente que esta tendencia debe encontrar en la Orden un buen apoyo para el futuro.

Pondera, además, la siguiente observación. Hay un notable escrito26 en el que los hombres son divididos en dosclases; a la primera clase se adscriben aquéllos que seocupan de la formación del espíritu y del corazón de losotros, así como de su gobierno; y a la segunda aquéllosque velan por las necesidades de la vida terrenal. Pues bien,

25 Prusia.26  A lgunas lecciones s obre e l destin o d e l sabio , Jena y Leipzig, 1794.

Cfr. especialmente la tercera lección, Sobre l a d ivers idad de l os es tamentos en la soc i ed ad   (GA 1/3, pp. 42-50).

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ignorante e insensato, con el cual nada podría discutirserazonablemente o del cual nada se podría aprender, tratará con estima a tales hombres también fuera de la Or

den, y difundirá su descubrimiento en conversaciones yescritos. Y así la Orden masónica sería una de las más importantes instituciones en pro del mundo, el cual, sin ella,adolecería de deficiencias esenciales.

Por último-esto, sin embargo, sólo puedo indicarlo conun rápido esbozo-, la Orden podría operar efectos ver-daderam ente ben eficiosos p ara el Estado, p ara la Iglesia 

y p ara el pú blico culto (gelehrten), y ser utilizada por todas estas sociedades con miras a preparar e introducirpoco a poco aquellas mejoras allí donde cabe prever la resistencia por parte de los defensores de la unilateralidad.

Cuentas ahora con datos suficientes sobre la idoneidadpara cumplir su fin, sobre la utilidad, e incluso la indispensabilidad de la Orden francmasónica en la gran so

ciedad civil y humana. Está claro lo que ella puede lograrmerced a las consecuencias naturales y correctas derivadas del establecimiento de su fin. Su actividad debe   llevarse a cabo bajo la condición de que el fin resida en quesus miembros procuren adquirir en esta asociación unaformación universal, puramente humana, en oposición ala formación particular de un estamento. Pero es tan cierto que debe perseguir este fin racional e irreprochable,como verdadero que quienes se ocupan continuamentede él son hombres serios, sabios y virtuosos.

Me propongo considerar todavía una objeción que tehe oído hacer en otro respecto (sobre el pretendido amorfraterno universal) y que no dejarás de aplicar y repetiraquí: -Si, dirás, las consecuencias perjudiciales fruto de launilateralidad deben ser anuladas por obra de la Orden,ninguna unilateralidad del género que sea debe ser promovida por la Orden misma; pero esto, sin embargo, ocurre en ella al estar desgarrada entre diversos sistemas, netamente separados, que se contradicen, excluyen ypersiguen recíprocamente*. Tienes perfecto derecho, Cons-

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meterla. Pero a fin de que estos principios se muestrenrealmente suficientes, deben formularse ahora por sepa-rado con todo detalle y aplicarse más ampliamente. Con

este objetivo debemos, sin embargo, retroceder de nue-vo a los primeros principios y ponernos de acuerdo acer-ca de ellos.

Primer principio.  El fin final de la existencia humanano se encuentra en absoluto en este mundo presente. Esta 

 prim era vida es sólo preparació n y germ en d e una exis-tencia superior, cuya certeza sentimos en lo más íntimo,

aunque nada podamos pensar sobre la naturaleza, espe-cie y modo de esta existencia.Segundo principio. Los fines que se nos proponen para

la vida presente, así como esta misma vida, cobran paranosotros valor y significado sólo porque los primeros nosson ordenados, impuestos, y porque únicamente en la úl-tima estos fines pueden ser alcanzados. Toda nuestra po-

sible conducta se nos manifiesta, y se nos puede manifes-tar, sólo como una promoción de aquellos fines supremosde la vida presente. No hay un trabajo y preparación in -mediatos para la eternidad, sino que uno se prepara a símismo para ella y la aprehende ya aquí abajo simplementea l prom over con la voluntad m ás sin cera los fin es de la  vida presente qu e nos han sido ordenados.

Luego hemos de ocuparnos, primordial e inmediata-mente, de la vida presente. Su fin, que ha sido indicado,es el ún ico fin concebible; debe ser promovido con cla-ra consciencia por el hombre bueno y sabio. Queremosreducirlo a los tres puntos principales siguientes, y así des-cribirlo y exponerlo con mayor precisión:

En prim er lugar: Toda la hu m an idad d ebe form ar tina ún ica com u n idad puram ente m oral y creyente.  Éste es

el fin de la Iglesia; por supuesto, de la Iglesia en la idea,que no existe aún como Iglesia visible. En relación a estefin, toda form ación d el espíritu  es un medio.

En segundo lugar: Toda la hu m an idad dehe form ar un único Estado d e derecho, esto es, completam ente jurídico ;

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la interrelación de los individuos en los Estados y la interrelación de estos Estados sobre la tierra deben estar enteramente organizadas según la ley eterna del derecho que

prescribe la razón. Éste es el fin de toda legislación   enlos distintos Estados particulares, de todas las alianzas ytratados entre los pueblos. Una buena parte de*ias cien-> d a s  se relacionan con lo antedicho -cuando no se considera pura y simplemente la formación del espíritu que seadquiere de esta manera (como ocurrió arriba en otro respecto), sino su contenido  real y efectivo- como el medio

en vista del fin.En tercer lugar,  por último: La naturaleza racional d ebe prev alecer absolutam ente sobre la naturaleza privad a d e razón, y el m ecanism o inerte ser som etido a l m andato de una voluntad.  Cualquiera que sea el fin que unser racional, guiado por su propia naturaleza, pueda proponerse, debe ser realizable fuera de él en la naturaleza

inanimada, y la naturaleza debe conformarse a la voluntad racional. Respecto a este objetivo, el arte m ecánico yuna buena parte de las ciencias, según su contenido, sonmedios.

Apliquemos ahora más estrictamente estas ideas fundamentales a nuestro propósito.

La consecución de estos fines, o mejor, de este único

fin común de la humanidad está repartida, en la gran sociedad humana, entre varios estam entos particulares,  desuerte que los miembros de cada uno de ellos se forman,exclusiva o al menos eminentemente, sólo p a ra  su estamento y, más tarde, a través de   él. Ves que una consecuencia necesaria de esta disposición de las cosas es quelos miembros de un estamento adquieren, por regla general, sólo un a parte d e la form ación hum ana, pero de ningún modo esta formación en su integridad, y que una mayor o menor unilateralidad del espíritu y de la formaciónconstituye el sino de los individuos. Según esta necesariadisposición de las cosas, y bajo estas circunstancias, difícilmente se encontrará en algún lugar a un hom bre com

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 p leto e integro; sería menester componerlo reuniendo varias personas de estamentos diversos y opuestos; a duraspenas podríamos encontrarlo personificado siquiera en un

único individuo en el vasto campo de la sociedad humana universal y de sus habituales instituciones pedagógicas.

Lo importante estriba ahora en restituir esta formaciónunilateral específica de cada estamento al lugar que le corresponde, y en refundirla en una cultura universal y puramente humana, o (para atenerme a la imagen que acabo de introducir) en realizar efectivamente, y no 

m eram ente en el pensam iento, la m encionada composición d e un hom bre com pleto e integro a partir d e varias 

 personas, cada una de las cuales posee alguna faceta distinta perteneciente a este hombre completo; y realizar esaoperación de tal guisa que, una vez efectuada la mezcla,ca d a individuo p o r si mism o sea d e hecho, en la m edida d e lo posible, aq u el hom bre com pleto e integro.  Esta tarea

 jamás se ha culminado en la gran sociedad. Tal como temostré, su solución constituye el único fin posible y admisible de una sociedad más pequeña, surgida por separación de la gran sociedad y compuesta por todos los estamentos y pueblos civilizados, y que se llama,precisamente, -francmasonería».

De lo anterior obtenemos, además, la importante y muy

esdarecedora consecuencia de que todo objeto d e la fo r m ación hum ana,  susceptible de ser alcanzado en sociedad, si bien de otra manera que en la gran sociedad, es a l m ismo tiem po objeto d e ¡a form ac ión m asónica. Y esbueno y necesario que el masón se haya apropiado de lamayor parte posible de la cultura, mediante las ciencias, elarte, los negocios o la experiencia. Únicamente todo lo

unilateral-es  decir, lo que en la gran sociedad, por la separación de una rama del conjunto total de la cultura, caedentro de esta rama particular y depende de ella-, aménde todo lo accidental, que, por las condiciones de tiempoy de lugar, se ha radicado de algún modo en un sectorde esta cultura, todo esto lo aparta la masonería del res

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to, y, tras la fusión operada, queda relegado como capul mortuum. Así la formación religiosa, sólo a título de ejemplo, es, sin duda, una parte de la educación masónica;

pero la religión del masón es algo completamente diferente de la de las Iglesias existentes o de cualquier sectaparticular, o incluso de la de los deístas e iluminadoresde la Biblia [partidarios de una lectura racionalista] (Bi- belaufklárerj,  que filosofan con frivolidad e interpretandeshonestamente.

NOVENA CARTA

Antes de proseguir, debo abordar una importante verdad y rebatir un prejuicio común, cuya presencia en tu almaperturbaría poderosamente la impresión de lo que todavía tengo que decirte. Si te parece que esta verdad no halugar aquí y más bien es discordante con la serie estable

cida hasta ahora, aguarda al siguiente principio y verás concuánta exactitud lo prepara y lo introduce esta verdad.

Expongo mi principio en términos claros: Toda fo r m ación d epen diente d e la voluntad, en la sociedad, p ro cede d e la form ac ión del entendim iento.

Ciertamente (me anticipo así a la posible objeción),conocer  la verdad no es ni mucho menos suficiente. Hay

que tener también la firme voluntad de obedecerla; y estadecisión de la voluntad no brota en ningún caso del meroconocimiento, y nadie puede demostrarla por medio deprincipios, ni a sí mismo ni a los otros. Es algo diferente, com pletam ente independ iente d e la sim ple com prensión, y no hay ninguna relación de consecuencia lógica entrelas proposiciones -debe comprender esto» y «también debe

quererlo».Pero incluso la mejor voluntad, si ella fuera posibleen medio de una gran ofuscación del entendimiento, nosería de ninguna utilidad ni de valor alguno, en caso de que uno no fu era cap az d e concebir lo qu e debe qu erer  

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con su prop ia voluntad buena.  Luego aquéllos que replican al maestro importuno que les ofrece instrucción:■¡Nada de ciencia! ¡La teoría  puede ser buena para la es

cuela! ¡Obrar, obrar es lo que importa!-, sin duda no saben, para juzgarlos con la máxima indulgencia, de quéhablan.

¡En efecto, obrar es lo que cuenta, ahí culmina la cosa!Pero ¿cómo queréis obrar sin indagar en profundidad yconocer qu é  hacéis? ¿Queréis obrar ciegamente, como elanimal? ¡Esta no es la verdadera cuestión! Quien así se

manifestara y rechazara todo conocer por mor del hacerse asemejaría a un ciego que, airado por las promesas deun médico de devolverle la vista, le replicaría: >¡De quéme sirve el simple ver, esta mirada, que es lo único quetú podrías darme! Con ello no aumenta mi conocimiento lo más mínimo. Fijar la mirada en un objeto, dejar quese pose sobre él, contemplarlo, penetrarlo y observarlo

persistentemente, ¡esto es lo importante, ésta es la cuestión!* ¡Estúpido! Por supuesto que eso es lo importante.¿Lanzarás, así pues, como un toro, tu recobrada visión,turbia y opaca, sobre los objetos, y dejarás flotar ante ellalas figuras en un flujo recíproco? Así, ciertamente, no descubrirás nada con tu mirada. Ya sólo esperas en vanoque un médico o un colirio enderece, fije y detenga

tu mirada sobre un objeto. Esto debes hacerlo por timismo, obtenerlo de tus propias fuerzas. Pero no puedes enderezar y fijar ninguna mirada, a menos que yatengas antes una mirada, que te daré provisionalmente. El uso correcto d e la m isma será asun to tuyo.

Ves que el querer no es por mor del conocer, sinoel conocer por mor del querer.

Qué se debe decir, por consiguiente, a aquéllos que,cuando observan el esfuerzo de alguien, dondequiera quesea, por alcanzar el conocimiento claro, proclaman: ¡Peroel hombre no es puro y simple intelecto! ¡Cierto que noes sólo esto! Él es para sí mismo -p a ra s i mismo,  digo-también voluntad; pero nadie debe influir inmediatamente

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sobre la voluntad del otro, ni puede, por así decirlo, que-rer proyectarse y pen etrar en ella,  estimularla y moverla.La voluntad brota siempre y únicamente de una fuente interior, nunca del exterior.

En cuanto a mi persona, conozco sólo dos maneras deinfluir sobre los hombres. La primera, y con muchp la másimportante, tiene lugar por medio de la instrucción. Perosaber no es todavía obrar. A esto cada uno debe decidir-se p o r s í m ismo. Para empujarlo también a ello, nada nosresta excepto -el segundo medio- el buen ejemplo, mediante el cual se le muestra bien la viabilidad del precepto,

bien la amenidad de su cumplimiento.Por mi parte, repito, no conozco sino estas dos ma

neras. Sin embargo, recuerdo que tú todavía conoces ydefiendes una tercera. Quieres también mejorar a los hombres sirviéndote de reacciones afectivas, de la conmocióny la turbación, de aquello que llamas corazón, y de la fantasía, opinión por la que se han inclinado todos los ora

dores públicos. ¡Créeme, Constant! Es tan cierto que únicamente el mejoramiento duradero de la voluntad  merece ser llamado mejora, como que nada se puede conseguir con los medios indicados y su uso frecuente es incluso perjudicial. Conmoviendo a un individuo y haciéndole derramar un torrente de lágrimas, o embriagándolocon sentimientos sublimes, puedes inducirlo a hacer una

buena acción de modo efímero, apartándole de cometeruna fechoría; pero una vez superada la embriaguez del espíritu, es otra vez el mismo hombre de antes y no hemosganado nada salvo la a cc ión exterior, la cual, si nos proponemos el verdadero fin, nos debe traer sin cuidado.Pero puede muy bien ocurrir que alguien de llanto frecuente y fácil se crea, por eso, un hombre bueno, y se

dispense del examen de conciencia y del trabajo personal, los únicos que todavía habrían podido salvarlo.Por consiguiente, la instrucción  constituye, también en

la masonería, así como en toda institución formativa, suactividad más esencial. Según estos presupuestos, prose

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guiré en las siguientes cartas la tarea de relacionar con lainstrucción los objetos de la formación masónica estable-cidos arriba, y trataré de responder a esta cuestión:

Si las cosas son tal como acabo de exponer, ¿cuál es,en consecuencia, el objeto de la instrucción masónica, ycómo y por qué, es decir, mediante qué carácter esencial,esta instrucción se torna masónica?

DÉCIMA CARTA

Como fin global de la humanidad, te sugerí que ellaconstituya una única Iglesia, puramente moral, un Estadode derecho, plenamente jurídico, y someta la naturalezaprivada de razón al mandato de una voluntad. Me detengoahora en la primera parte de este fin, en la form ació n para  ¡a pu ra eticidad y ¡a religiosidad, y comienzo con una afir-mación completamente divergente de la habitual, esto es,que no hay ninguna edu cación y form ación m asónicas 

 p a ra Ia m oralidad.  Es más, no hay en ningun a pa rte en absoluto  una educación tal, ni puede haberla; y es, sinduda, uno de los rasgos más perniciosos de nuestra épo-ca que todavía subsista esta creencia, puesto que así semuestra abiertamente que aún no se conoce la verdade-ra eticidad y que se la confunde con la cortesía, la ob-servancia de las leyes (la legalidad] y similares, para lascuales, ciertamente, sí hay una educación.

La eticidad (a menudo se habla de eticidad pura, cuan-do se debería hablar simplemente de eticidad, puesto queno hay una eticidad impura, y lo que es impuro, precisa-mente por eso, no es ético), la eticidad,  digo, por tanto,consiste en cumplir el propio deber simplemente porquees el deber, perfectamente conocido, con absoluta liber-tad interior y sin incentivo externo alguno. Esta decisiónsólo puede tomarla el hombre por sí mismo, no le pue-de ser enseñada ni demostrada, y mucho menos ser in-ducida por ruegos, llantos o coacciones.

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Esta eticidad que mora en el interior del hombre es pordoquier sólo una:  la voluntad buena que acabamos demencionar, algo positivo, no susceptible de aumento nide disminución, ni de cambio ni de modificación según

las circunstancias. Luego no puede haber, como a vecesse piensa, ninguna eticida d m asónica particular. La única eticidad verdadera es aquélla a la que me referfcuandoescribí, en una de las cartas precedentes, que hay materias que, al no ser en absoluto objeto de la formación social, tampoco podían serlo de la formación masónica; materias en las que nadie puede erigirse en juez salvo

nosotros mismos o Dios, y respecto a las cuales inclusola masonería sería una profanación. Hay, ciertamente, deberes especiales que la masonería impone a sus miembrosy que ellos no tendrían si no fueran miembros de esta sociedad; pero si estos deberes se observan por puro amoral deber o por otros motivos, es algo que dirime el hombre consigo mismo según su conciencia y no el masón.

Por consiguiente, aunque no existe una eticidad masónica especial, sí existe, empero, una religión masónica especial, o -e n aras a evitar cualquier malentendido-un especial punto de vista masónico de la religión, y,precisamente por esto, también una form ación m asóni-ca p ara la religión, evidentemente para la religión moral,no para la eclesiástica, con la cual la masonería no tiene

nada que ver. Consideremos esto más de cerca.La masonería, conforme a la misión que le hemos asignado, debe eliminar de cada rama particular de la formación humana lo accidental, suspendido de la misma contingentemente por las condiciones de tiempo y lugar, asícomo lo unilateral y lo excesivo -resultado necesario de laseparación de esta rama del tronco entero de la formación-, y restituir todo lo humano en su pureza y en su conexión con el todo. Éste es para nosotros su carácter, queella debe confirmar también en el caso propuesto.

Ahora bien, la formación religiosa en la gran sociedadha absorbido, sin duda, multitud de elementos acciden

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tales y unilaterales, y si es necesario suprimir de nuevolas influencias de este tipo de formación, ello debe hacerse por la vía masónica. Las opiniones religiosas de lospueblos -no podía ser, en efecto, de otro modo- se han

añadido y amoldado a sus costumbres y usos, a sus visiones de la vida humana, a sus ciencias y artes; y al respecto todas tienen razón, una es tan lícita como la otra.Sin ninguna duda, la divinidad se les ha aparecido a todos y se ha revelado poderosamente entre ellos: al judío,con motivo de su milagrosa liberación de la esclavitud deEgipto; al romano, en la fundación de su eterno Capito

lio; a los árabes, cuando uno de los suyos reunió las hordas dispersas y llamó a crear un colosal imperio, casi apartir de la nada28. Sólo cuando combaten entre sí, y unoniega la historia del otro y pretende imponerle la suya propia, como si fuera la única verdadera, comienzan a cometer desatinos.

Todo hombre que nazca en la sociedad, nace necesa

riamente en alguna parte de ella, dentro de los límites deuna nación, y recibe, junto con el resto de los productosde esta nación, también esta forma exterior, nacional, delo religioso. Los teólogos de todas las naciones siemprese han esforzado por elevar el espíritu de su estamento alrango del espíritu universalmente humano, y lo han conseguido, sólo que en demasía. El hombre perfectamente

cultivado debe despojarse paulatinamente de esta formapor completo accidental, que no es puramente humana,sino un signo distintivo de la humanidad; no debe ser niun judío, ni un acólito incircunciso de los judíos, ni unromano, ni un árabe, que profesa, en cuanto tal, su religión, sino que deb e ser, sim plemente, un hom bre qu e tie-ne tam bién su religión.

La visión religiosa en la gran sociedad, a causa de estar separada del resto de la formación humana y de ser

28 Mahoma, 570-632.

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confiada a una asociación particular, a la iglesia visible,ha conservado una unilateralidad manifiesta. Para el hombre que ninguna otra cosa tiene que hacer y cuyo cometido no debe ser otro salvo el de conducir a los demás a

la religiosidad, la religión qu e d ebe procurarles  es, sinduda, un fin, el fin único de su vida. La reconoce comotal y tiene plena razón en ello. Sin el sentido puramentehumano, caerá fácilmente en la tentación de querer moldear todo lo que le rodea a su imagen y semejanza y deimponer a todos la religión -aquí no significa para él aquélla qu e procu ran a otros,  sino más bien aquélla que de

ben ten er p o r sí m ism os-,  de imponer a todos esta  religión también como el fin y la única ocupación de la vida.En consecuencia, se le induce fácilmente a exhortar a quienes le han sido confiados a recogerse, a frecuentar la Iglesia, a ser verdaderamente piadosos y a aspirar libremente a lo eterno. Algunos le creerán y obedecerán y -es lomás indulgente que puedo decir- adquirirán una religio

sidad muy unilateral.El verdadero masón no procede así. A él esta lucha en

pos de una beatitud existente por sí misma le parece deltodo similar al esfuerzo de un hombre que aspira a nadar, e incluso a nadar con elegancia, sin entrar en el agua.No conoce ninguna aspiración a lo eterno, salvo la d e la 

 prom oción con cien zu da d e lo tem poral p o r puro a m o ra l 

deber; no le invade el deseo de dirigir la mirada hacia lagema celeste que no puede divisar; apunta sólo a l fin te- iren a l qu e le es im partido, con la firm e con fian za en qu e detrás se h alla oculto lo celestial y qu e vendrá a él sin su ulterior intervención, p or p oco qu e haya alca n za do el fin  terreno.

Para él la religiosidad no es en absoluto algo aislado  y existente p o r si mismo,  de tal modo que se podría sermuy piadoso, pero, por lo demás, muy débil y atrasado,e incluso un mal hombre. No es religioso, pero  p ien sa y  obra   religiosamente; la religión es p ara é l no un objeto, sino sólo el éter en el que le aparecen todos los objetos.

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 Aplica todas susfu erzas sin excepción en cada trabajo quese le presenta en este mundo, y el observador podría pensar que no tiene otra cosa de qué ocuparse salvo de laconsecución de este fin, y que éste colma plenamente todosu ser y todos sus afanes. Pero de hecho a él no le preocupa la mera existencia de este fin, y a sus ojos no tiene el más mínimo valor en, para y por sí mismo. Sólo se esfuerza p or lo eterno, p a ra é l invisible e ininteligible, qu e está oculto bajo e l velo terrenal; y sólo a causa de este bienoculto tiene para el masón un significado aquello que elobservador ve. Su sentido, su espíritu, está siem pre en la  eternidad, sus fu erzas están siem pre con vosotros. Pero nose le ocurre vivir sólo con este sentido en el cielo de unamanera imaginaria y dejar entre tanto reposar sus fuerzassobre la tierra, puesto que no hay sentido alguno sin fuerza activa que proporcione algo que sentir.

UNDÉCIMA CARTA

Habría preferido que no se te hubieran escapado las expresiones: «eficacia» y «utilidad de la religión» o «religiosidad», aunque en tu caso fueran formuladas como una cuestión dudosa. Ni para la conservación del orden civil, nipara la paz y el consuelo del espíritu, puede usarse la religión, porque ella no tiene ningún uso en absoluto.

El estamento al que se le encomienda la educación religiosa de la gran sociedad -que no ve, ni puede ver laeficacia del ministerio de su oficio, porque de hecho, cuando persigue el verdadero fin, debe permanecer invisible-puede caer fácilmente en la tentación de buscar la utilidad, y de hacer de su ministerio una actividad dotada de

una eficacia más visible y tangible, y de conferir a su ocupación una influencia social y civil. Quien, de entre losmiembros de este estamento, piense de tal modo y llamea esto religión, recurre al consabido expediente de intentarconducir a los hombres a la moralidad mediante el temor

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a los castigos ultramundanos y la esperanza de una eterna recompensa. ¡Pobre infeliz! No sabe que cuanto obtienepor medio del temor y la avidez de recompensa no es moralidad en absoluto, sino sólo respetabilidad y legalidadexternas, y que él, en la medida de sus fuerzas, contribuye a ahogar para siempre tanto la moralidad carpo la religión de aquéllos sobre los que ejerce su influencia.

No procede así el masón, pues sabe que en la gran sociedad, allí donde ni siquiera hay eticidad, ha de exigirse mediante la coacción al menos la observancia exteriorde las leyes. Sabe que es una pretensión falsa y, además,

sumamente peligrosa considerar esta legalidad como unapreparación a la eticidad y que ella sólo debe existir y serdenodadamente conservada por todos los medios con m i-ras a que la sociedad hum ana pu eda perdurar.  Pero él

 jamás se prestará a este fin, porque sabe que el Estadoha creado ya a tal efecto prisiones, correccionales y otrasconocidas instituciones; y está muy lejos de desear qu e la  

religión, lo m ás sagrado qu e posee el hom bre, se degradehasta paliar la carencia de esbirros que aseguren el mantenimiento del orden.

Por lo que concierne al masón mismo y a la sociedadmasónica, se sobrentiende que quien todavía necesita disciplina por medio de recompensas y castigos para continuar siendo un hombre honrado, no puede pertenecer a

esta sociedad, puesto que, lejos de necesitar una mejorade la formación recibida para la sociedad, carece casi porcompleto de esta misma formación. No se puede confiaren absoluto en semejante individuo para las organizaciones masónicas.

El masón tiene que hacer el bien y evitar el vicio porel puro sentimiento del deber, o al menos por el senti

miento del honor, aun cuando no sepa nada de Dios nide la religión, ni crea lo más mínimo en ellos (algo imposible); y esto debe hacerlo no en cuanto masón, sinoen cuanto hombre simplemente capaz de pertenecer también a la masonería, tal como la concebimos. Por consi-

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guíente, el masón no puede querer considerar ni usar lareligión como estímulo para la virtud, aunque no fuera másque por (a razón arriba aducida, a saber, que la religión

no puede confundirse con lo que es contrario a la virtud,con todo lo que se funda sobre un móvil externo.La religión (según tu expresión) podría ser usada sin

daño alguno para ap ac igu are l espíritu y el corazón, paracalmarlos frente al espectáculo de la contradicción apa-rente entre la ley del deber y el curso del mundo, pero tam-poco será usada con ese propósito por el masón perfecto,puesto que no tiene necesidad de recibir tal consuelo.

En efecto, cada uno es conducido primeramente a la  religión por la contemplación de esta contradicción. Des-de lo más íntimo de mi ser surge un fin, el último fin te-rreno de la humanidad. Obras, trabajos y sacrificios mehan sido encomendados con miras al cumplimiento deeste fin. No puedo negarme a obedecer esta voz que ha-bla en mi corazón. Pero cuando reparo en el curso de los

acontecimientos y de los destinos del mundo, todo mi tra-bajo en favor de este fin parece perdido, incluso se meantoja a veces un impedimento para él. Todo parece di-rigido por una fuerza invisible y ciega, siguiendo el cur-so propicio o funesto que es precisamente el suyo, ha-ciendo caso omiso de mi empeño. Esta consideración,Constant, que se impone enseguida al hombre concien-

zudo, pero frío observador, es la que conduce al hombrea la religión, y que le propon e, en lugar del fín terrenal, de l c ual desespera (pese a qu e no cesa de tra ba jar p or él), un fin invisible y eterno.

Luego es quizá la necesidad  la que lo conduce a la re-ligión; pero el hombre perfectamente formado, pues asíes como quiero representarme al masón, no se detiene

en este estadio.  A hora que tiene religión,  que ella se havuelto parte constitutiva de él mismo, ya no la necesita, justamente porque la posee. La ley del deber y el cursodel mundo ya no se contradicen, puesto que ahora co-noce un mundo superior, del cual el mundo presente, el

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de aquí ahajo, le ofrece sólo una apariencia, la manifestación que le brinda la ocasión para adiestrarse. La dudaque le impulsó a la fe es disipada ahora para siempre. De

este modo adquiere precisamente ahora su religión el carácter que le atribuí arriba: ser para él ya no objeto d e su acción, sino, si se me permite expresarlo así, órgsyio e ins-trumento d e toda su actividad . La religión no es algo que él mismo se forje y se propon ga com o fin , qu e le evoque re-cuerdos y adm oniciones, sino aqu ello p or m edio de lo cu al hace, inconscientemente, todo lo demás. Es el ojo de su  

vida, q u e él no ve  -donde quiera que, abandonado a símismo, este ojo no le sea reflejado por el espejo de la reflexión artificial-, p ero a través d el cu al ve todo lo qu e ve.

Y ahora creo haber agotado todo lo concerniente, desde el punto de vista masónico, a la primera parte del finglobal de la humanidad en su conjunto. Me he referido aeste asunto ampliamente, porque sirve para explicar cuan

to sigue y porque quería darte, a propósito de este importante apartado, un ejemplo detallado de la enseñanzay doctrina masónicas. Seré ahora más breve en mis próximas cartas.

DUODÉCIMA CARTA

El segundo punto clave en el fin global de la humanidad apunta, según mi octava carta, a la producción deuna constitución com pletam ente ju ríd ica   entre los hombres, o sea, de los ciudadanos en el Estado y de los Estados entre sí, con miras a que la humanidad entera forme,finalmente, un único Estado, regido y ordenado sólo según la eterna ley del derecho derivado de la razón. Ahorainteresa sólo determinar la disposición de ánimo y la manera de pensar del auténtico masón, mediante las cualescoopera en la realización de este fin fundamental de la humanidad. Esto lo puedo hacer, breve y rigurosamente, delsiguiente modo:

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con las benévolas intenciones que aseguras abrigar respecto a él? ¿Acaso quieres hacerle bien o serle útil en general y, por así decirlo, en bloque? ¿Es entonces el todo

algo distinto de las partes singulares, unidas en el pensamiento? ¿Puede de algún modo propiciarse alguna me jora en el todo, si esta mejora no comienza a mapifestar-se en cualquiera de sus partes singulares? Por tanto, enprimer lugar, mejora tú mismo y después procura hacermejores también a tus dos vecinos, a diestra y siniestra.Pienso que entonces el todo,  ciertamente, ha mejorado,puesto que tiene uno o dos o tres individuos que en suseno han mejorado.

Esto el masón lo reconoce, y por eso su cosmopolitismo se manifiesta por medio de la más intensa actividadposible en pro del determinado lugar en el que se encuentra. Por muy imperfecta que pueda ser y parecerle lanaturaleza de las leyes civiles a las que está sometido, lasobedece como si fueran sentencias de la razón pura, pues

sabe que unas leyes y una constitución, aun defectuosas,son mejores que nada; sabe que leyes defectuosas sirvende preparación para otras mejores, y que a ningún individuo le está permitido cambiarlas o suprimirlas sin el consentimiento de todos. A nadie absolutamente, ni siquierapor la simple desobediencia tácita, le está permitido revocarlas. Sólo cuando las misiones que le confía su Esta

do son directa e indiscutiblemente contrarias a derecho,se entiende entonces que no asuma su cumplimiento, aunal precio de su vida, y no hará esto como masón, sinosencillamente como hombre íntegro. Salvo este único caso,cualesquiera que sean las misiones y los fines del Estadoy por muy lejos que puedan estar de la manera en quedebieran suceder las cosas y de las soluciones infinita

mente mejores a las que, a su juicio, habría que recurrir,él las cumple con tal esmero y tal derroche de fuerzas quese podría creer que no tiene otra tarea que hacer. En efecto, ahora no ha de prescribir nada, sino sólo obedecer, ysabe que en el curso que ha seguido el todo se ha con

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tado con su obediencia. Se diferencia de quienes obedecen por temor, por sacar provecho o por costumbre sóloen esto: en que hace todo por el bien del universo y por

amor al mundo entero.En lo concerniente a la tercera parte del fin global de

la humanidad -a saber, que la naturaleza privad a d e ra-zón sea com pletam ente som etida a la voluntad racion al y que el ser racional prevalezca sobre el mecanismo muerto-, pertenece esencialmente al modo de pensar masónico que sepa esto, que lo reconozca como el fin de la

humanidad, y que, por tanto, respete y estime, desde estaperspectiva, toda ocupación humana, por mínima e insignificante que sea. La familiaridad con este fin y el respeto por él le sirve para valorar a los hombres no según laimportancia, grande o pequeña, del puesto que eventualmente ocupan, sino según la lealtad con la que lo desempeñan. Desde este punto de vista, el más mísero tra

bajo mecánico posee igual dignidad que la actividadespiritual suprema, ya que tanto el primero como la última hacen avanzar el dominio de la razón y amplían loslímites de su reino conquistado. Un campesino o un artesano que, en virtud de su deber y por mor del todo,realiza su trabajo con un celo y una atención verdaderos,y lo culmina con éxito, a los ojos de la razón posee unrango superior al del sabio (Gelehrten) incapaz y del filósofo inepto. Quien hace suya esta visión de las cosas,no sólo valorará con justicia el mundo y sus relaciones,sino que también enaltecerá su propio valor mediante laposición sublime que ha alcanzado.

Producir, consolidar, vivificar esta manera de pensares la meta hacia la que debe encaminarse, amigo mío,toda la instrucción que llamo masónica. Podrás ahora con

siderar cómo debe ser impartida y recibida esta instrucción, e igualmente cómo no puede adquirirse nada sinella.

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DECIMOTERCERA CARTA29

Antes de añadir, Constant, lo que todavía quiero de

cirte en esta serie de cartas, echemos rápidamente unaojeada a todo el camino que hemos dejado atrás.La francmasonería es, según nuestras investigaciones,

una institución destinada a abolir la unilateralidad de laformación recibida por el hombre en la gran sociedad ya elevar a la universalidad y a la pura humanidad esa formación a medias. Nos preguntábamos: ¿Cuáles son las par

tes y los objetos de la formación humana que deben conservarse en la sociedad masónica? Y contestábamos:formación para la religión, como ciudadano de un mundoinvisible, form ación p ara el Estado,  como ciudadano deuna parte del mundo visible y, finalmente, formación técnica y habilidad, como ser racional, para dom in arla n a -turaleza privada d e razón.  Planteábamos aún esta pre

gunta: ¿Cuáles son los medios de la sociedad masónica paracomunicar esta formación a sus miembros? Y respondíamos: instrucción y ejemplo. Y luego restaba por responderla pregunta: ¿Cuál puede ser realmente el fin final de lainstrucción y del ejemplo masónicos?

Hemos respondido: en la religión,  la eliminación detodo lo accidental, introducido por las condiciones de tiempo y de lugar en la visión religiosa de la sociedad y responsable de que la religión se conciba unilateralmente obien como el único fin particular de todo nuestro obrar, obien como medio para algún fin sensible. Respecto a laformación para la ley y el derecho:  la íntima unión entreel sentido de ciudadano del mundo y el sentido de ciudadano de un Estado, entre el cosmopolitismo y el patriotismo, unión según la cual el masón observa las leyesde su país y las disposiciones de la autoridad soberanacon la más escrupulosa exactitud, pero no como si exis-

19 Aquí comienza probablemente la última lección.

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tiera sólo su país (tal como el patriotismo devastador delos romanos, vg.), sino porque es una parte de la humanidad entera. Por último, respecto al fin de som eterla n a-

turaleza a la razón , la familiaridad con este fin le sirve,por un lado, para despertar y estimular en él la fidelidada su profesión y alumbrarle un significado superior de sutrabajo aparentemente subalterno, y, por otro lado, paraponerle al alcance de la mano la verdadera medida delrespeto que merecen los sinceros promotores de los fines de la humanidad, cualquiera que sea el puesto queocupen. Toda la instrucción masónica, según se desprendede mi deducción, debe apuntar a producir las convicciones conducentes a este modo de pensar.

¿Sobre qué descansa el ejemplo masónico en cuanto tal?¿Cómo se manifiesta entre los miembros de la sociedaduna manera de obrar, en la que no se puede ignorar el po-lifacetismo de su disposición de ánimo, y la pureza de sumodo de pensar, según el cual cada uno aspira a coope

rar en aras del bienestar de los otros, sin arrogancia ni vanidad, con sacrificio de las pretensiones que le corresponden como ciudadano, hombre de ciencia o artista, yconsiderando exclusivamente lo que resulta útil y fructífero para la vida y para el fomento de la formación puramente humana? Todo esto, Constant, lo podrás obtenery exponer por ti mismo a partir de lo dicho. Ahora que

remos ocuparnos sólo de la instrucción masónica, y unavez considerada su materia, investigar cóm o pu ed e surgir, 

 propagarse e in crem entarse sem ejante instrucción.También en esta investigación, como en todo lo que

precede, seguiremos adoptando la posición del no iniciado, que no sabe nada de la historia de los misterios y dela Orden, salvo lo que es de conocimiento general, pero

a partir del cual continúa sacando conclusiones guiado porsu amor a la verdad y la coherencia. De nuevo te exhorto, Constant, a no creer, por el mero hecho de que te hable un iniciado, que vas a adquirir alguna experiencia positiva; me pongo a la par que tú y confío a la palabra

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únicamente lo que podrías pensar por ti mismo sobre lamateria en cuestión.

Mientras los hombres en el estado de naturaleza -pro

seguimos, así pues, nuestra argumentación- no se formenrealmente a sí mismos, esto es, con conciencia, a sabiendas y según una regla, sino que sean formacjps por lascircunstancias a las que pasivamente se entregan, no cabehablar de la formación a la que aquí nos referimos, ni deuna que sea pública en la gran sociedad civil, ni de unasecreta en una asociación más reducida y separada. En

este estado de naturaleza, la humanidad madura sólo hasta ser capaz  de una formación meditada y calculada.Si se alcanza esta madurez, surgen entonces estamen

tos particulares, instituciones religiosas o al menos un clero, leyes, constitución y autoridad; en una palabra, surgeplenamente aquella condición del género humano que hedescrito en una de las primeras cartas.

Ya que, de acuerdo con mi hipótesis, todos provienendel mismo punto, del estado d e n aturaleza, las diferenciasen su formación no pueden ser en principio muy notables, ni serán muy grandes la unilateralidad y la parcialidad de esta formación.

Pero el proceso de separación continúa; las nuevas generaciones humanas nacen de ahora en adelante en un cierto estamento y para un cierto estamento. Con cada nueva época se encuentran los diversos estamentos más nítidamente incomunicados entre sí. Poco a poco aparecen, junto a las ventajas de la formación social, las desventa- ja s  descritas arriba, y con éstas también la necesidad deacudir en su ayuda para remediarlas por la única vía posible, mediante una asociación separada.

No ignoro que en varios Estados y constituciones políticas, especialmente del mundo antiguo, existieron diversas organizaciones e instituciones enteramente públicas, opuestas a esa drástica separación de los estamentosque observamos en el mundo moderno, y procuraron uncierto equilibrio en la formación de todos. Pero al mismo

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tiempo sé que estas instituciones existieron sólo en poquísimos Estados del mundo antiguo, y que incluso en estos casos estuvieron muy lejos de producir una plena igual

dad en la formación del espíritu.F.n una palabra: las deficiencias en la educación humana, que, según nuestras conclusiones, sólo puedensubsanarse mediante una asociación similar a la masónica, tal como existe en la actualidad, deben ser tan antiguas como la propia organización social,  puesto que son una con secuencia necesaria d e la m isma. Pero si esas de

ficiencias han existido, tampoco cabe la menor duda deque siempre ha habido hombres excelentes que han re- p arad o en ellas. Una vez observadas, los mismos que lasobservaron recurrieron entonces al ún ico m edio posible para ponerles remedio, es decir, a la  fu n d ación de so-ciedades separadas y cerradas,  consagradas al cultivo dela formación puramente humana, y se habrán unido conotros de un sentir semejante para realizar sus ideas. Porconsiguiente, lo más probable es que, junto a la formacióno cultura pública, haya habido siempre en la sociedad unaformación o cultura secreta, que ha acompañado a la primera, a su lado ha ascendido y decaído, y ha ejercidosobre ella una influencia inadvertida, padeciendo o beneficiándose a su vez de la influencia de aquélla, como,por ejemplo, Pitágoras30 y su famosa Liga en los Estadosde la Magna Grecia. Luego establecemos como primerprincipio digno de nuestra atención el siguiente: Puede 

 perfectam en te ocurrir que. p o r muy lejos que se rem onte la h istoria, siem pre hay a h abid o instituciones form ativas  secretas, esto es, separad as y qu e deban separarse nece-sariam ente d e las públicas.

30 Pitágoras de Samos (570-500 a. C.). Es conocida la estructura sectaria y secreta de las cofradías pitagóricas en la Magna Grecia, donde desarrollaron, junto a sus investigaciones en el campo de la-matemática, una intensa actividad política en pro del establecimientoy consolidación de regímenes aristocráticos.

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Más adelante veremos lo que dehemos deducir de esteprincipio.

DECIMOCUARTA CARTA

Sólo allí donde no hay instituciones formativas públicas por obra del ordenamiento que instaura la gran sociedad, tampoco existen instituciones secretas. Entre rudossalvajes o en medio de pueblos de pastores nómadas, nohay necesidad de ninguna institución para eliminar la uni-lateralidad del clero o de la legislación, puesto que ni siquiera han madurado lo suficiente para tener un clero yuna legislación. Entre ellos n o cabe , p o r tanto, bu scar mis-terios,  fuera de insulsas supersticiones. No hay misteriosque corrijan y ensalcen la verdad autorizada de su nación, porque ni siquiera poseen una verdad nacional.

Pero sabemos medianamente bien, merced a la histo

ria oficial, qué curso ha tomado la formación pública. Esverdad que el origen y la fuente primera de esta formación se esconden en una secreta oscuridad, o se envuelven en la poesía mítica. Posteriormente, hemos encontrado incluso pueblos con un alto grado de cultura (piensopor de pronto en los hindúes y en los chinos), cuya historia cultural no se engarza en absoluto a la cadena que

abarcamos con la mirada, ni constituye un eslabón suyo,y que únicamente conducirían a una fuente de la culturade nuestro género superior a la que nuestra historia conoce.

Sin embargo, y prescindiendo de estas consideraciones,descubrimos también en nuestra historia un progreso y una cadena ininterrumpida de la cultura,  que va avanzando

desde los egipcios a los griegos, desde éstos a los pueblosdel Asia Menor, desde Asia Menor de nuevo a los griegos,desde éstos a los romanos y desde éstos últimos, tras laadopción del cristianismo surgido mientras tanto en Oriente, hasta los modernos pueblos de Europa.

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En todo este proceso fu eron necesarias  institucionesformativas secretas. Es probable , de acuerdo con nuestroprimer principio enunciado arriba, que efectivamente las

haya habido.Toda la cultura pública, en la serie descrita de épocas yde pueblos, es siempre un a y precisam ente la misma cul-tura, un hilo coherente y continuo, que acusa únicamentela impronta del carácter nacional de cada uno de los pueblos a los que llega, y que mejora y se perfecciona a través de los progresos del espíritu humano en cada pueblo.

Es, por consiguiente, altam ente p roba ble -he aquí lasegunda conclusión natural que alcanzamos desde la posición del no iniciado- qu e un a cad en a sim ilar, coherente y continua, d e la cultura secreta se bay a entrelazad o con  aq u el hilo d e la cultura pú blica y se hay a desarrollado a  través de las mismas épocas y pueblos, y que, precisam ente com o la pú blica, ha ya llegado hasta nuestros días. Es posible que, al igual que se unió a la cultura pública el cris

tianismo proveniente de otra fuente, en la misma épocatambién la cultura secreta existente se hubiera anexionado a la cultura secreta de los mismos pueblos orientales,de cuya cultura pública surgió el cristianismo31.

31 El sistema sueco de Zinnendorf afirmaba la existencia de una cadena ininterrumpida de una asociación secreta desde la creación

hasta la actual configuración de la Orden francmasónica. Esta doctrina, defendida ya en las llamadas Actas de Eckleff (-EkleffschenAktenO surgidas alrededor de 1740, fue expuesta en 1825 por Chris-tian Karl Friedrich Wilhelm von Nettelbladt (1779-1843) en una forma que sirvió como fundamento del sistema de la Gran Logia Nacional: Dios mismo, tras la creación del mundo y de los primeroshombres, ha comunicado a algunos una doctrina secreta que ha llegado a los esenios a través de Sem y los egipcios. Jesús fue iniciado en esta alianza y ha acogido por su parte a Pedro, Jaco bo y Juan.Siete años después de la muerte de Cristo, Juan ha fundado unaalianza secreta, cuya doctrina -como la verdadera doctrina de Cristo- llegó a la Orden de los Caballeros del Temple a través de siete cristianos sirios salvados por los templarios. Molay comunicó pocoantes de su muerte estos secretos a Beaulieu, y a través de Robert

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En estas ideas tienes abundante material para tus reflexiones, y será muy importante cómo hayas captado todami deducción, a fin de descubrir el rigor y la fecundidad

de esta conclusión. Para conclusiones ulteriores, me veoobligado a profundizar algo más en la esencia de la instrucción que solemos denominar -masónica*. Ror razonesde tiempo y espacio, me reservo este examen para la próxima carta.

DECIMOQUINTA CARTA

Emprendo sin tardanza la siguiente investigación32.En lo que concierne a la cultura  pública,  convendría

sin duda -a fin de que cada uno, en la medida de sus capacidades, accediera a ella del modo más fácil posible-que fuera preservada en monumentos imperecederos, des

pués de inventado el arte de tornar duraderos y visiblesal ojo los pensamientos efímeros y la palabra fugaz33. Perono todo el mundo debe tener acceso a la cultura secreta, en razón de su naturaleza, sino sólo aquél que ya ha pasado a través de la cultura pública, la ha asimilado y ha

d'Heredon llegaron después a Escocia, donde 70 años después del

ocaso de la Orden de los templarios fue fundada la Orden de losfrancmasones. El rey Jacobo I se convirtió en el Gran Maestro dela Orden y desde entonces esta dignidad ha correspondido por herencia a los Esluardos. De Escocia esta doctrina se extendió a Suecia y de allí a Alemania.

32 Cfr. las diferentes posiciones de Fichte y Fessler en su correspondencia de 1800 -traducida en nuestro A péndice- ( GA III/4. pp. 246-248, 251-256).

a   La primera logia sobre territorio alemán, la logia  A bsalom .  fundada en 1737, ha transmitido sus rituales hasta la introducción del sistema Clermont-Kosa, en el año 1762, sólo por vía oral. Como fundamento de los trabajas de la logia, sim ó, paradójicamente, el escritode Prichard sobre los -traidores- citado en una nota anterior, siendo especialmente útiles sus indicaciones acerca de la configuraciónde los tres primeros grados (llamados -azules-).

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alcanzado ya la máxima perfección que ella permite. Lacultura secreta, como queda claro por todo lo dicho, no puede precederá, la pública, sino más bien la presupone;

tanto menos puede ir a su lado  y desarrollarse paralelamente a ésta, sin contribuir con ello al fracaso de los fines de ambas; nada puede hacer salvo seguirla.

Pero ahora -permíteme explicar cuidadosamente estepunto- se puede alcanzar por dos vías la verdadera metade toda cultura secreta, esto es, la formación puramentehumana (que mi sexta carta puso ante tus ojos en un apre

surado esbozo). Uno puede alcanzarla bien p or s i solo, contalento, con reflexión e investigación profundas, con la formación de su espíritu y de su corazón según los resultados de esa reflexión; o bien p o r m ed io d e la sociedad, queentonces no puede ser la gran sociedad civil (puesto queprecisamente aquí está emplazado aquel estado de aislamiento, donde impera el cada uno por sí solo), sino únicamente una sociedad restringida y separada.

En el prim er caso, nuestra concepción, al haber surgido por la vía de la reflexión, asume la form a d e ésta:  seargumenta, se discute dialécticamente, se demuestra; se refutan y fundamentan conclusiones. Nada impide que, bajo esta form a, se la predique desde los tejados o, si se quiere, se la transcriba, se la haga imprimir, etc.

Así es muy posible, para tomar un ejemplo ilustrativo,que, en estas cartas dirigidas a ti, el profano, yo haya procurado exponer, según mi mejor saber y en la medida demis fuerzas, el íntimo espíritu de todos los misterios posibles, y ni me he cerrado ni reservado lo más mínimopara mí solo, sirviéndome siempre de la forma del razonamiento y del lenguaje ordinario. Pero al mismo tiempo,estoy completamente seguro de no haberte revelado, a ti

o a cualquier otro que por azar pudiera leer estas cartas,ni siquiera la más exigua parte de lo que no le está permitido saber ni yo puedo desvelar. Y así encontramos ala venta pública en todas las librerías libros que, si bientratan de la masonería, sin embargo, no revelan de ella

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ni una sola sílaba. Pero, a la inversa -pon suma atenciónen esto-, en todas las librerías hay también libros de masones y de no masones, que no mencionan una palabra

de la masonería, y cuyos autores quizá nada saben de masonería y, sin em bargo, son entera y genu inam ente m a-sónicos.

Por eso, repito, nada impide que se popularicen, bajo esta form a   [la forma de la reflexión], los misterios, puesto que sólo se divulga el discurso o e l escrito, pero no losmisterios. Quien no sienta esto, qu ien no lo tenga y a den -

tro de sí, jam ás lo aprehen derá. Para él, el discurso se reduce a una serie de sonidos ininteligibles, el escrito a suvez a una hoja en blanco; si por ventura llega a desentrañar un sentido, será uno muy secundario y parcial, nunca el integro y plen o   que se proponía la exposición. Esobjeto entonces de disputas, concertando, por expresarlo de algún modo, un tratado de partición consistente enestablecer hasta qué punto se quiere en todo caso hacervaler la tesis enunciada y hasta qué punto no. Algo se ganasiempre con ello; por lo menos se prepara el camino a laverdad. Pero la incomprensión o el malentendido comporta un daño muy pequeño, prácticamente nulo. Pues¿qué es en última instancia lo que se malinterpreta sino  un filosofem a?   ¿A qué le causa así perjuicio sino, comomucho, a la gloria del autor de este filosofema, el cual,

con que tenga sólo un ápice de verdadero espíritu, no leconcede ningún valor?

Pero en lo que atañe al segun do caso, dado que cadauno recibe la cultura puramente humana por medio deuna sociedad secreta (es decir, simplemente separada), lainstrucción destinada a esta sociedad cerrada podría fácilmente haber adoptado un a form a completam ente diversa: 

no la forma del razonamiento, que invita a la disputa enla medida en que proporciona fundamentos, que incita aexaminarlos y no quiere considerar como válido cuantoestá fuera del alcance de tales principios, sino la formade la simple narración: «Una vez las cosas son así, lo sa-

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hemos, y lo sabrá quienquiera que sea nuestro igual y seponga a nuestro nivel.» Esta instrucción debería dirigirse,no ya, como la primera, exclusivamente al entendimien

to, sino más bien al hombre en su integridad, y, en consecuencia, no habría lugar para la disputa propiamente dicha. Debería, finalmente, puesto que desciende, segúnnuestra hipótesis, de la más remota antigüedad, estar revestida con expresiones e imágenes metafóricas.

Si semejante instrucción llega, tal cual se entiende sinla menor dificultad, a quienes todavía no son receptivos

a ella, será tan poco comprendida como su primera forma filosofante y raciocinante. Pero no es objeto de disputas, ni de tratados (pues ella misma no ofrece ninguno yquiere ser tomada indivisa), sino que la rechazan comoradicalmente falsa y fanática, o, si se topan con estas imágenes, la ven llena de contrasentidos y absurda; se burlande ella y la abandonan al escarnio general. Sólo que aho

ra el objeto de censura ya no es, como en el primer caso,un individuo, sino que queda truncado para siempre elfin global de una sociedad absolutamente necesaria.

Esta instrucción de la sociedad separada -y a este asunto deseaba referirme- no podía, por consiguiente, exponerse en monumentos imperecederos, destinados a quienel azar pudiera conducir hasta ellos. Sólo puede comuni

carse a aquél cuya disposición a recibirla estaba cuidadosamente probada e investigada. En quien, sin embargo,no la entiende, perece antes de nacer; mientras que quienrealmente la entiende y respeta, como es su deber, sigueseguramente impartiéndola, y no sin circunspección. Puesto que, no obstante, se podría errar en aquel examen delas personas, se debería hacer uso de medios exteriores,como son los juramentos solemnes, para asegurarse la discreción, incluso respecto a las formas externas.

Y ahora llego a mi tercera conclusión significativa: ¡o m ás probab le, a s í concluyo, es que la doctrina secreta pu -diera ser propagad a sólo p or m edio d e la transm isión oral, sin recurrir en absoluto a la escrita. La comunicación es

l í o

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crita debería estar incluso rigurosamente prohibida. Si, porlo tanto, nuestra suposición, arriba enunciada -a saber,que una cadena ininterrumpida de la cultura secreta hayaacompañado, desde la antigüedad hasta nuestros días, ala cultura pública-, debe tener fundamento, habría entonces que buscar la doctrina secreta, no ya en lq^ libros,sino sólo en una tradición oral que todavía perdura. Talsuposición parece confirmada también por la circunstancia de que en el momento del origen de los misteriosmás antiguos, aún no era posible transmitir las ideas porescrito, y que, en los asuntos secretos y sagrados, los

hombres continuaron con las prácticas de costumbre, fieles al viejo método.

Conozco muy bien todas las desventajas de la transmisión oral y todas las dificultades que comporta elevaralgo, a través de la serie de los eslabones de semejantetradición, al rango de una verdad demostrable; pero sétambién que la simple reflexión, sin erudición histórica,

ofrece remedios para combatir esas desventajas y para mitigar esas dificultades. En una palabra, existe ciertamente una prueba de la autenticidad de una transmisión oraltal, aunque darla me llevaría demasiado lejos.

No puedo evitar aquí una observación más que se meimpone y estimo importante. Es la siguiente: no podríadejar de ser cierto que una cultura secreta, realmente exis

tente, influya sobre la cultura pública; que muchos eventos de la histórica pública, que están en ella como dislocados e inconexos, puedan comprenderse plenamentea partir de la historia de la cultura secreta; y que algunaspersonas que han servido de eslabones en la tradición secreta, han sido al mismo tiempo personalidades notablesen la historia pública. Luego es perfectamente pensablequ e la historia pú blica pu eda ser explicada a pa rtir de la historia secreta.

Pero, a la inversa, en virtud de los principios fundamentales que acabamos de establecer, fue necesario quelos depositarios de la doctrina secreta hicieran desapa

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recer de inmediato todo lo que por su culpa llegó a conocimiento público, que renunciaran a ello y no continuaran construyendo con esos materiales; fue, por con

siguiente, necesario que la h istoria d e la cu ltura secreta  no pu d iera ser convenientem ente dem ostrada p o r m edio de la pú blica , y que ningún dato de la última pudiera pertenecer al mismo tiempo a la primera. Aquello que, porpoco que fuera, ha llegado a ser de dominio público, cesaba ya por esta razón de ser una parte del conocimiento secreto, de suerte que las tentativas de recomponer una

historia secreta a partir de la pública deben realizarse conprudencia suma.

DECIMOSEXTA CARTA

De la manera expuesta podría, efectivamente, habersurgido y llegado hasta nuestros días una instrucción secreta, ahora custodiada en el seno de una sociedad separada. ¿Pero qué valory qu é sign ificado pod ría tener esta instm cción g estada y transm itida a lo largo d e los tiem -

 pos?  Planteo esta pregunta tanto en mi nombre como enel tuyo. ¿Debe ella acaso ponerle trabas a la libertad y alprogreso de la razón, reprimir por medio de la autoridadel libre impulso a la investigación e imponer una fe ciega? Con audacia, tan alto como me sea posible y desafiando todo riesgo, proclamo: ¡Lejos, manténgase lejos delmasón, que cree haberse liberado de todas las cadenasde la autoridad, la idea de dejarse poner aquí nuevas cadenas secretas! ¡Aléjese de él, que por doquier se esfuerzapor alcanzar una formación puramente humana y por vivir sólo en el espíritu,  la idea de dejarse aquí someter a

una nueva letra! ¡Aléjese de la sociedad que desprecia todoespíritu corporativo la idea de transformarse ella mismaen una corporación! ¿Qué fue entonces de aquéllos queecharon la primera semilla de esta instrucción existentequizás hoy? ¿Qué fue de aquéllos que más tarde la culti-

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varón, la perfeccionaron, la acrecentaron? ¿Qué cosa fue-ron que no fueran también sus descendientes y suceso-res? ¿Qué cosa llevaban dentro de sí que éstos últimosno llevaran igualmente? ¿Con qué derecho, que éstos notuvieran, hicieron aquéllos lo que hicieron?

La cultura pública ha hecho avances en el curso delos tiempos, y probablemente los haya hecho tamf>ién lacultura secreta. La cultura pública continuará aún avan-zando, y la secreta no puede detenerse y quedar a la zagade la primera. Pero la instrucción tradicional [transmiti-da en secreto), si existe realmente, no puede tener otra

autoridad que la que le confiere su venerable edad, queaquélla sola que le está permitido a todo hombre y a todaobra humana desear ejercer sobre otros hombres: con-siste en  presuponer d e buen grado qu e en esta instruc-ción pu eda h ab er escondida una sabidu ría, en realizar  serios esfuerzos p or en con trar esta sabidu ría y en acog erla  

 gozosam ente, después d e h aberla encon trado y con fir-

m ado en su propio entendim iento y en su prop io corazón.Esta instrucción tradicional (secretamente transmitida]

no podía ni debía significar para los iniciados nada dis-tinto de lo que significan para nosotros, como partícipesde la cultura pública, Homero, Sófocles y Platón. Es jus-to que se preserven fielmente aquellas reliquias, que nose las adultere o, si están adulteradas, que sean restitui-

das en su pureza originaria, pues lo exige el legítimo res-peto a la antigüedad. Que en toda instrucción se partade ellas y sirvan, por así decirlo, de texto y trama de susreflexiones, sería un recurso apropiado en orden, a con-servar la unidad de la cadena transmitida por la tradición,que convendría confiarla siempre tal cual a la posteridad.Es absolutamente necesario interpretarlas y usarlas segúnel único fin posible de todos los misterios, a saber, parapropulsar una formación pura y universalmente humana,y sería incorrecta cualquier otra interpretación.

Esta restauración de lo antiguo, así como esta inter-pretación añadida conforme a la cultura de la época, re-

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presentan la aportación propia de cada época y el medio con que se acrecien ta y extiend e  el conjunto de lainstrucción, lo que constituía la segunda parte de mi afir

mación.Así pues, cada cual construye con lo que tiene sobrela base de esta tradición; uno utiliza materiales sólidos deconstrucción, otro (empleo aquí una imagen usada por unautor en las Sagradas Escrituras) paja y rastrojos34. Ambasconstrucciones, sin embargo, deben superar la prueba deltiempo y ser preservadas para la época siguiente, que po

drá entonces decidir si estos materiales deben ser incorporados al antiguo tesoro para algún uso, o rechazadoscomo carentes de valor.

Pero, me preguntas desde hace ya tiempo, ¿cómo puede un masón cualquiera, si el fin de la masonería está plenamente definido según lo establecido y expuesto en estas cartas, desconocerlo hasta el punto de proporcionar

(bien lo saben incluso los profanos) contribuciones enteramente inservibles y completamente extrañas a él? Estoestá estrechamente unido a otra queja que a menudo heoído formular, y no sólo a ti, de tal manera que se puededar a ambas la misma respuesta. Me refiero a la queja sobre el terrible contraste entre el idea l fijad o p or la m aso-nería y la realidad común. Respondo: ciertamente, mucholes falta para ser masones a todos aquéllos que llevan esenombre; pero todos deben llegar a serlo y no se debe abandonar a nadie que lleve este nombre. Mientras ocurra esto,mientras se aspire sólo a ese ideal, esta sociedad será unasociedad masónica, aun en el caso de que ni siquiera unosolo de sus miembros haya alcanzado este fin, incluso también en el caso de que hasta el día de hoy el fin real de lamasonería existente haya consistido en buscar su fin .

Tienes ahora ante ti, Constant, un concepto de la masonería nítidamente determinado, en sí claro y universal-*

* Pablo (3-67), 1 Corintios. 111,12.

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Apéndice

CORRESPONDENCIAENTRE FICHTE Y FESSLER

FICHTE A FESSLER (28 de mayo de 1800)

Amado hermano:Os ruego que meditéis a fondo, seria y sistemática

mente, acerca de las prometidas observaciones que os en

vío, suplicándoos se las comuniquéis también a Fischer1,hasta que o bien estéis convencido de su verdad o bienpodáis refutarlas y destruirlas por completo, ante vos y

1 J. K. A. Ch. Fischer (1765-1816), que entre tanto había llegado a Berlín y el 23 de mayo de 1800 fue elegido Gran Maestro del íntimo

Oriente de la Gran Logia Royal York de la Amistad.  Además, es eleditor de las Eleusinas, donde se publicaron las C artas a Constan!. Los números entre corchetes se corresponden entre sí y no indicansino mutuas interpelaciones, cuestiones planteadas por uno u otrode los protagonistas de este intercambio epistolar, y sus respectivasrespuestas. Aunque estas cartas las incluyó Flitner en su edición (pp.63-83) con el título Ztvei S endschreibeti un d G egenschreiben Fich- tes un d Fesslers ü ber den B eg riff ein er G eschtchte des F reim au reror- dens  (quien a su vez reprodujo la primera impresión en la -Ency-clopádic der Freimaurerei.  Von C. Lenning, durchgesehen und mitZusátzen vermehrt, herausgegeben von einem Sachkundigen. ErsterBand, Leipzig, 1822-, pp. 218-240), hemos seguido la versión de laGA  (1/8 pp. 245-256, 262-270).

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ante mí mismo. Pero no deseo que os apresuréis a tomaruna decisión sobre este asunto.

A mi ardiente anhelo por colaborar con vos en pro

del perfeccionamiento de nuestro género, le disculparéis quizá si añado el ruego y el juramento, muy probablemente superfluos, de que jamás se interpondránentre nosotros ni la pertinacia, ni la envidia intelectual, ni la reluctancia a retractarse de alguna afirmación. He hecho de nuevo un profundo examen de conciencia, y me creo animado del más puro amor a la

verdad, deseoso, en caso de que tengáis razón y yoesté en un error, de reconocerlo tan pronto como lovea, y resuelto a sumarme con ahínco a vuestros planes. Me arrancaría del pecho mi falso corazón, si meengañase sobre este punto.

Os abraza cordialmenteVuestro Fichte

Escrito en mi casa, 28 de mayo de 1800.

OBSERVACIONES

I

¿Con qué propósito quiere el masón una historia de suOrden, que le sirva, además, como explicación última deesta misma Orden? ¿Quizá para aprender, como lo haría undocto historiador, un capitulo de la historia hum ana -e l capítulo relativo a las asociaciones secretas-, que, por añadidura, no es particularmente interesante? No lo creo, sinomás bien para comprender cómo han surgido estos deter-minados usos y fórmulas que le han sido transmitidos enla Orden, y entenderlos así al fin por entero. La historia dela Orden debe ser una deducción genética del ceremonialde los misterios existentes; de modo análogo, por ejemplo,una historia de los Estados debe ser una deducción gené-tica de las constituciones políticas existentes [1].

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El planteamiento del problema reza así. Me han sidotransmitidos ciertos usos y fórmulas: he aquí el hecho in-mediato del que parto. ¿Cómo han alcanzado su actual 

configuración? 12] ¿Cómo se ha formado el siguiente es-tadio a partir del anterior? ¿Y cuál es el precedente de éste, y de nuevo su  precedente y así sucesivamente* hasta re-montarse a la antigüedad? Surge entonces una cadena inin-terrumpida desde el estado presente hasta la más remotaantigüedad, en la que cada eslabón posterior resulta delinmediatamente precedente, y queda de esta manera ex-

 p lic ad o  por él. Así se tendría una historia fu n d ad a , qu e iría hasta el fon d o d e las cosas. Ningún uso, ninguna ex-presión debería permanecer aquí inexplicada; la historiasería completa  y satisfactoria [3].

Pregunto al hermano Fessler si se atreve a satisfaceresta exigencia con su proceder, recurriendo, como lo hace,a la historia pública y oficial [4].

II

¿Es razonable hacerse admitir en una Orden secre-ta para no recibir a fin de cuentas sino lo que cual-quiera puede procurarse igualmente fu e ra d e la Orden, mediante el estudio? 15]

¿Os atrevéis a) a declararlo públicamente y b) a es-perar que algún hombre racional desee todavía la ad-misión en vuestro Sistema? [6]

Si no hay alguna cosa en la Orden que pueda en-contrase sólo  en su interior y en absoluto fu e ra d e ella , no existen motivos racionales para ingresar. Esto meparece un principio irrefutable [7].

Es cierto que el hermano Fessler puede objetar: Enefecto, doy algo que actualmente sólo yo puedo dar: lacom posición y com binación  de hechos, los cuales estándepositados en monumentos públicos lo consignados endocumentos oficiales] 18]. En este sentido, el hermano

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Fessler es profesor de historia, quienes reciben sus explicaciones últimas estudiantes, y la masonería un colegio de historia. ¿Puede ella realmente ser esto? (9) ¿No pue

de, mientras nosotros hablamos y escribimos sobre eltema, asumir cualquier investigador de la historia la misma tarea que se ha encomendado el hermano Fessler? [10]¿Acaso no puede resolverla aproximadamente de la misma manera y p u b licar   su obra? ¿De qué sirve mantenerel secreto sobre un asunto que mañana puede ser impreso? [11]

III

El hermano Fessler no parece admitir, si nos atenemosa sus declaraciones verbales, ningún género de verdadhistórica, Esto obedece a la razón subjetiva de que diri

ge una gran parte de sus investigaciones a un campo enel cual, en efecto, muy poco de esta verdad cabe encontrar. Al respecto soy de la opinión contraria. Éste esun punto sobre el que algo puede obtenerse por mediodel filosofar y el disputar; y de una primera discusión provisional debería asimismo inferirse que también en la historia tiene voz el filósofo y puede hablar también sobre

hechos [12]. Prescindiendo, sin embargo, de lo anterior,querría rogar al hermano Fessler que preguntara a su conciencia si no hay otros hechos en los cuales cree más fir memente  que en los expuestos en su  A polytrosis2; si él

[Nota de Fessler! La  Apolytrosis designa aquel libro en el que se reconstruye la historia de todas las sociedades secretas, desde los misterios de los antiguos hasta la Orden francmasónica, y donde se muestra la semejanza remota o próxima entre aquéllas y la francmasonería.

1 Probablemente se refiere al Ensayo d e u na historia critica d e la fra n cm asonería y de la herm an dad d e los fran cm ason es desde sus com ienzos m ás antiguos ha sta e l añ o 1802 (Versuch ein er kritiscben  G eschichte d er Freym aurerey u nd de r Freym au rer-B riiderscbaft von den áltesten A nfángen bis a u f d a sfa h r 1802), obra en la que Fess-

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mismo cree verdaderamente en ellos; si, en caso de quesobre estos objetos se pueda lograr alguna certeza, estaría dispuesto a apostar -ser ía un a apuesta d e algun a con

sideración- que las cosas han transcurrido como indica[14]; si él, siempre que las circunstancias lo permitan, seatrevería a presentar abiertamente al mundo svwdeduc-ción histórica por medios impresos, sin albergar ningúntemor por su reputación intelectual [15]. Cuando se aborda la historia -teniendo ante los ojos ya previamente alinicio de la investigación lo qu e se quiere demostrar, admitiendo todo cuanto juega en fav or   de nuestra tesis yrelegando todo cuanto es contrarío  a ella-, se puede demostrar absolutamente todo lo que se quiera; y apostaría cualquier cosa a que de este modo soy capaz de demostrar rigurosa y concluyentemente que desciendo deAlejandro Magno3 [16].

IV

Desearía que el hermano Fessler tuviera la bondad demeditar seriamente, además de sobre estas observaciones, también sobre aquella  parte de mi última lección4,donde confronto la historia secreta con la pública, y deinvestigar si de este modo no elude felizmente la histo

ria pública [17]. Ficción por ficción, decidiría siempre enfavor de aquélla enteramente coherente e irrefutable porla vía de la historia (18). Dispondría esta ficción de talsuerte que sirviese al mismo tiempo de alegoría  para las

ler todavía trabajaba en 1800. En 1802 circularon algunas copias, enforma manuscrita y con especiales medidas de precaución, entre las

logias y agrupaciones de francmasones de confianza. Es dudosa laexistencia hoy de ejemplares de este escrito.

3 Alejandro Magno, 356-323 a. C.4  Véase la decimoquinta cana de la F ilosofía d e la m asonería. C arias 

a Conslant.

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mentes sutiles; y confesaría francamente, a quien adivinara el subterfugio, el verdadero secreto y cómo todoshemos llegado a nuestros conocimientos. Estimo que,

desde que existe una francmasonería, no hay absolutamente nada ilícito o jesuítico, ni ningún fraude piadoso(pia frau s)  en este modo de proceder. Haciendo esto, meconsidero el hombre recto, justo y abierto que siemprefui y seré durante toda la vida; pero sólo en tanto y m ien-tras esté dispuesto a com unicar la verdadera na turaleza  d e lo que se trata a quien sea ca p az d e soportarla y ac o -

 gerla  [191-

FESSLER A FICHTE(Final de mayo/Comienzos de junio de 1800)

Amado hermano:

Os adjunto el resultado de mi madura reflexión sobre vuestras observaciones. Por mi parte, ciertamente, nose interpondrán jamás entre nosotros ni la p ertin acia ,  nila envidia intelectual, ni la reluctancia a retractarse de  algo.

No la pertinacia, puesto que no exigiré nunca que vos,o algún otro hermano, debáis hacer vuestras mis opiniones sobre la masonería o sobre los hombres que sededican a ella. Continuaré haciendo lo que he hecho hasta ahora; expondré mis puntos de vista en mis planes,proyectos y trabajos, sin preocuparme de lo que con elloquieran hacer mis hermanos. Ningún hermano puede presentarse y afirmar que en alguna ocasión haya defendido yo los rituales o la Constitución propuestos en mi proyecto, o que me haya enzarzado en una disputa a este

respecto. Aquí, incluso el modesto R h o d é   ha ido, con suConstitución, más lejos que yo.5

5 J. G. Rhode (1762-1827). profesor y librero en Berlín, segundo vigilante de la logia Fed erico G uillerm o de la Ju sticia C oronad a, una lo-

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y la época, y mejor que cualquier otro bien, para el cualla comunidad sería o demasiado madura o demasiado inmadura. Por eso, si la mayoría de los hermanos acepta

vuestro Sistema, queda probado que es mejor que el míode momento para el estado actual de la logia. Sobre elhecho de que yo piense y obre así realmente, podéis recoger el más sincero testimonio de los hermanos que hancolaborado conmigo durante cuatro años.

Libradme sólo por un año de la mezquindad y la miseria que me han atribuido otros; y veréis que con po

cos hombres es más fácil entenderse que conmigo. Perosobre este punto tampoco quiero ocultaros que el dicho  de Séneca:

-incorruptus vir sit externis, et insuperabilis; fidens ani-mi. Fiducia eius non sine scientia sit, scientia non sineconstantia. Maneant illi semel placita, nec ulla in de-cretis eius litura sit. Hoc modo una efficietur vis ac po-

testas, concors sibi; et ratio illa certa nascetur, nondissidens, nec haesitans in opinionibus comprehen-sionibusque, nec in sua persuasione»*6 (De vita beata,cap. VIII)

[Nota de Fessler:] Esto es demasiado alemán: iQue el hombre no sedeje corromper ni dominar por nada exterior! ¡Que confíe en sí mis

mo, pero que a su confianza no le falte nunca ciencia, ni nunca asu ciencia constancia! ¡Que sea constante en sus decisiones y los decretos de su voluntad no tengan ninguna enmienda! De este modoresultará una unidad de fuerza y de potencia, de acuerdo consigomisma, y nacerá esa razón segura, que ni errátil ni confusa en la maraña de ideas, ni vacilante en las opiniones y representaciones, permanecerá firme en su convicción.

fi Séneca, De vita bea ta,  8, 3-5- Hemos traducido la versión alemanade Fessler. En la edición castellana se lee lo siguiente: -Que el hombre no se deje corromper ni dominar por las cosas exteriores y sólose admire a sí mismo, que confíe en su ánimo y esté preparado acualquier fortuna, que sea artífice de su vida. Que su confianza nocarezca de ciencia, ni su ciencia de constancia; que sus decisionessean para siempre y sus decretos no tengan ninguna enmienda. (...).De este modo resultará una unidad de fuerza y de potencia, de acuer-

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ha impregnado profundamente el conjunto de mi persona, y me siento ligado a él en todas las relaciones quemantengo. Sin embargo, de un hombre de vuestras opi

niones, tan plurales y liberales, no tengo-ciertamente quetemer que considere este aspecto de mí como pertinacia,envidia intelectual y reluctancia a retractarse de afirmación alguna.

Con sincero y cordial afectoVuestro Fessler

RÉPLICA A LAS OBSERVACIONES

[1] Ad I

Los hermanos de ia Logia Royal York quieren  estahistoria [de su Orden]:

1) Para satisfacer el interés de su entendimiento.Además, les parece instructivo y ameno el conocimiento de los errores del espíritu humano en las asociaciones secretas.

2) La quieren, porque se la he prometido.3) La quieren, no a título de explicación absoluta

mente última, sino como la explicación última que yopuedo y he prometido darles.

Por lo demás, todavía nunca se me ha ocurrido deciro sostener que con la h istoria d e la Orden,  en el sentido en que parece tomarla el hermano Fichte, esto es, conlo que constituye la m ás pequ eñ a d e sus partes, deba estar cerrada y agotada la Gnosis que puedo comunicar. Másbien la historia de la génesis de los diversos Sistemas masónicos, la revelación y la valoración de sus grados su

periores, el establecimiento de una precisa conexión en

do consigo misma, y nacerá esa razón segura, sin discrepancia nivacilación en sus opiniones y comprensiones, ni en su convicción-(Sobre la felicid ad ,  Madrid, 1980, pp. 58-59).

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en conocimientos que el estudio no permite adquirir fuera del Sistema de la (Logia! Royal York].

[6] Al punto a) ¡Sí!

El b) no me concierne en absoluto; puesto que no tengo ni la misión ni el deber de atraer a los hombres paraque ingresen en nuestro Sistema, sino que mudeber esdecir francamente, a quien me pregunte, lo que puedeesperar y dejarle que decida si la perspectiva le conviene o no.

[7] [Si esta cosa (Etwas) qu e pu ede encontrarse es sim-

 plem ente un saber, no puede haber entonces cosa alguna (Etwas) que pueda conseguirse fuera de la Orden salvo aquello precisamente en que consiste la mayor partede la Gnosis y que acabo de indicar arriba; o bien unaficción, la cual difícilmente podría justificar ante la razónel ingreso en la Orden.]

Si esta cosa   es una fo rm a particu lar, p rop ia   del Sistema, del saber   accesible también fuera de la Orden, entonces el ingreso en la Orden, así como la salida, en casode que tal forma del saber   no resulte satisfactoria, está justificado ante la razón.

Si esta cosa estriba en fac ilita r  el saber o  el hacer, nuestro buen sentido no nos maldecirá por ingresar en la Orden a causa de estas fac ilid ad es,  sea para procurárnoslas nosotros mismos, sea para concedérselas a otros.

¿Cree entonces el hermano Fichte, o piensa poder hacer creer a cualquier observador bien enterado de lo queocurre en el mundo real que, fu era d e la Orden, no hay  m edio de pa sa r d e la form ación estam ental un ilateral a  una form ación puram ente humana?'  Por contra, todohombre de pensamiento franco creerá, aun sin demostración, que ello puede lograrse más fácilmente en la Or

den. Muchos hermanos han escuchado a menudo este ar-

[Nota de Fessler:) Esto declaró el hermano Fichte en sus leccionescomo el último fin final de la francmasonería, el cual, según su opinión, no es alcanzahle en absoluto fuera de la Orden.

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gumento desde hace tres años y probablemente lo cono-cían ya desde mucho tiempo atrás.

[81 [La historia de la génesis de los diversos Sistemas

masónicos, sus fines, sus medios, sus grados superiores,la revelación y la valoración de estos grados, no están de-positados en absoluto en monumentos públicos ni con-signados en documentos oficiales.)

[91 Yo doy lo que se reclama, lo que he prometido, loque me ha sido comunicado; y en aras a no violentar elentendimiento de los hermanos, presento para los hechos

que me han sido comunicados testimonios extraídos delas fuentes por mí conocidas, así como apoyo con docu-mentos la historia de la génesis de los diversos Sistemasmasónicos, etc. [En suma, doy la posibilidad como posi-bilidad, la probabilidad como probabilidad, y dejo abier-tas las lagunas que no se pueden colmar sin faltar a laverdad o sin recurrir a la ficción.)

Yfinalmente, el hermano Fichte, cuando pronuncia undiscurso durante una ceremonia de celebración de los mis-

terios masónicos, cuando expone y demuestra sus principios,¿acaso es menos profesor de filosofía o de moral? ¿Son aca-so sus oyentes menos estudiantes? ¿Y es acaso la masone-ría menos un colegio de filosofía o de moral? ¿Puede serlo?

[10] [Yo no me he encomendado esta tarea, sino que

he acogido su solución, en cuanto afecta a la más pequeñaparte de la Gnosis.] Ella me ha complacido por la fami-liaridad que tenía con las fuentes de las que resulta la so-lución. Para compartir fraternalmente mi complacencia conlos Elegidos, fundamento la credibilidad de la solución ci-tando las fuentes.

[11] Precisamente por la misma razón por la que laGran Logia N acional mantiene en secreto sus actas, a pe-sar de que la Logia  de Praga le haya jugado la mala pa-sada de hacerlas imprimir8. Sin embargo, estoy demasiado

8 Cfr. Sistema d e la Logia F rancm asón ica Verdad y U nidad d e las Tres Columnas Coronadas en P'" (System der Freymaurer-Loge Wahrbeít

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seguro para temer que mi Gnosis, que debe mantenerseen secreto, pueda ser impresa mañana.

(12] Ad III

Podría conceder validez a este pasaje sólo en el casode que el hermano Fichte tuviera pleno conocimiento demi proceso de formación literaria, histórica y filosófica, yle hubiera sido encomendada la piedra de toque de misfacultades espirituales y de mi aplicación.

(13) (Creo más firmemente en la batalla de Temístocles en Salamina9 que en la legislación de Numa10,  y más firmemente en la rectitud de Sócrates  que en la batalla salamina de Temístocles,  y más firmemente en la reformade Jesús que en la rectitud de Sócrates, y más firmemente en la muerte de Husu  en la hoguera que en la muer-

und Einigkeit zu drev gekrónten Sdulen itt P‘”),  Filadelfia (Praga], 1594 [17941.

9  Delante de la isla Salamina, la flota ateniense destruyó a la persa,dirigida por Jerjes, durante la segunda guerra médica (480 a.C.). Enel cabo Artemisio, Temístocles (525*459 a. C.) aceptó que el mando de la flota fuese entregado al espartano Eurihiades, quien, después de la derrota de las Termópilas, había ordenado la retirada ala base de Salamina y no se decidía a hacer frente a los persas. Te-

místodes le forzó a combatir provocando el ataque de la Ilota persa, engañada con la falsa noticia de la desmoralización de los griegos, desempeñando así un papel crucial en esta victoria.

14 Numa Pompilio fue, según la tradición, rey de Roma del 715 al 672a. C. Se le atribuye la organización religiosa de Roma con la creación de colegios religiosos, del calendario sagrado y la introducción de los dioses sabinos. Cabe suponer que su nombre (ley engriego) simbolizaba el período de organización de la ciudad.

11 Juan Hus (1369-1415) compartía muchas de las ideas del reformador inglés Wyclif (1320-1384) (rechazó toda supremacía pontificiasobre el poder real, condenó el uso de las indulgencias y los beneficios del clero, y sostuvo la suprema autoridad y primacía de lasEscrituras). Los sermones de este religioso checo se convirtieron enrequisitorias contra los escándalos de la jerarquía eclesiástica y en

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te o la resurrección de Jesús, y más firmemente en la decapitación de Carlos12 que en la muerte de Hus en la hoguera, y tengo una fe inquebrantable en la muerte de Fe-

derico Guillermo  /713, sin por esto desdeñar mi fe en lalegislación de Numa, en la batalla de Temístocles en Sa-

lamina, en la rectitud de Sócrates, en la reforma, muerte

reivindicaciones de una Bohemia libre. Rehusó aceptar la condenación de las tesis de Wydif y fue excomulgado en 1411. Con lassimpatías del pueblo checo y amparándose en la libertad que le ha

bía concedido el rey Wenceslao, se opuso al antipapa Juan XXIII,el cual prometía indulgencias a quienes le apoyasen en su cruzada contra Ladislao de Nápoles, protector de Gregorio XU. Citadoante el concilio de Constanza (.1414), acudió protegido por el emperador Segismundo, pero éste, cediendo a las presiones de numerosos prelados y príncipes, que temían un desorden social provocado por las doctrinas husitas, permitió que le sometieran a juicio.Condenado por herejía, se negó a retractarse y fue quemado vivoel 16 de julio de 1415. La oposición de sus partidarios a la Iglesiaromana y al emperador germánico tomó el cariz de una guerra nacional checa, él mismo fue considerado en Bohemia a la vez comoun patriota y como mártir de fe.

w Carlos I (1600-1649), rey de Gran Bretaña e Irlanda desde 1625, continuó la guerra con España. Las operaciones militares revelaron elgrado de descomposición del poderío inglés y los gastos de guerra exigieron enormes contribuciones. La opinión pública reclamaba el respeto a las libertades tradicionales y textos legales que pre

cisasen los límites de las prerrogativas reales. Carlos 1 rehusóescuchar las reclamaciones de sus súbditos y en 1628 el parlamentole remitió una petición de derechos que limitaba las atribucionesdel monarca. El rey simuló aceptarla, pero pronto dejó de respetarla y disolvió el parlamento en 1629. Mal aconsejado y embarcado en un gobierno absolutista, impuso una observancia rígida delculto anglicano y extendió a Escocia la liturgia inglesa. Escocia seunió para defender sus libertades. En 1641 estalló en Irlanda unasublevación campesina y nacional, alentada, presumiblemente, por

el propio Carlos debido a su simpatía hacia los católicos. El reyse separó del parlamento. Comenzó la primera guerra civil. Elejército real fue aplastado y Carlos i se rindió a los escoceses. Entregado al parlamento inglés, se evadió en 1646 y empezó una segunda guerra civil que terminó rápidamente con la victoria del ejército remozado con los ironsides de Cromwell. El nuevo parlamento

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y resurrección de Jesús, en la muerte de Hus en la hoguera y en la decapitación de Carlos.]

[14] Si no creyera verdaderamente en la  Apolytro- 

sis,  me avergonzaría de exponerla a otros.[15] ¡Sí![16] En eso tiene razón el hermano Fichte* pero ¿de

dónde sabe que yo seguiré este camino? ¿Que no tomaré otro? ¿Que debo seguir necesariamente sólo éste? ¿Queen los diecisiete años de mi vida masónica*4 no he indagado lo que me ha sido transmitido y no he hecho sinoescuchar y dejarme llevar? ¿Que sólo ahora, y, por consiguiente, antes de cualquier investigación, he acordadoconmigo mismo lo que quiero demostrar, y que, al no tener a la vista más que esta cosa que debo probar, asaltaría todas las bibliotecas con el único fin de descubrir loque pretendo probar?

[17] Ad IV

El hermano Fichte dice en la lección citada: «La doctrina secreta adoptaría la forma de la simple narración: unavez las cosas son así, lo sabemos; y lo sabrá quienquiera

ordenó juzgar al rey, que fue condenado a muerte y ejecutado

en 1649.•* Federico Guillermo II (1744-1797), rey de Prusia entre 1786 y 1797.

Luchó contra el racionalismo promulgando los edictos de religióny de censura (1788), que restringían la libertad de pensamiento. Sibien Fichte defendió inicialmente los efectos benéficos de tales edictos. pronto se convirtió en uno de sus más audaces enemigos. Unacrítica aguda y sin paliativos de los mismos la expuso en Reivindicación d e la libertad d e pensam iento   (1793) (ed. cast. Madrid,1986). Federico Guillermo II se distinguió igualmente por sus aficiones místicas y esotéricas, y parece que tuvo contactos estrechoscon el rosacrucismo.

M Fessler fue recibido el 1 de mayo de 1784 como Aprendiz en la logia Fénix d e la Tabla R edonda  en Lemberg. Por consiguiente, eramasón desde hacia 16  años.

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que sea nuestro igual y se ponga a nuestro nivel. Se debebuscar la doctrina secreta sólo en una tradición oral quetodavía perdura»15. Todo lo que el hermano Fichte puede

comunicar al Oriente Más íntimo, no debe tener necesidad de ninguna demostración, a causa de su evidente certeza, o debería demostrarlo; de lo contrario, los Elegidoslo escucharán, callarán, se mirarán mutuamente y esbozarán una sonrisa. ¿Pero qué ocurre entonces si él demuestra y no convence? ¡Bravo! Ha cumplido su parte: hademostrado. Convencer no puede ni él ni hombre algu

no; convencerse debe cada cual por sí mismo. Él calla ydeja al no convencido el cuidado de buscar motivos deconvicción. Tal ha sido siempre y por doquier mi modo deproceder, y continuará siéndolo también en la redaccióny comunicación de la Gnosis; sobre el terreno que deborecorrer es el único método seguro y el más idóneo paramis acompañantes. Los conozco desde hace cuatro años16;no se dejan imponer por ningún ¡Ipse clixit!; pero estimanal hombre que les da razones de lo que afirma, inclusocuando no pueden hacer propia su verdad ni convencersepor sí mismos. Sólo allí donde las pruebas ofrecidas paraun hecho de la Gnosis no satisfacen a los hermanos y todavía las reclaman en mayor número, (confesaré que noconozco otras, pero que, sí quieren captar y aprehenderel hilo que les es puesto entre las manos y seguirlo, saldrán ciertamente del laberinto de la incertidumbre y llegarán a la convicción!. Que después ellos, los hermanos,quieran o pu edan  hacer esto, ya no me concierne.

(181 Refutable es todo o nada. No necesito explicar mása un dialéctico de la talla del hermano Fichte. Admito incondicionalmente que, por otro lado, no es refutable unaficción por la historia, pero sobre el terreno que ambos

pisamos, y con los hombres con quienes tratamos en el

15 Filosofía de la m asonería. C artas a Constant, GA  1/8 pp. 458-459(pp. 109-110 de nuestra edición).

14 Desde su afiliación a la Logia Royal York, el 2 de junio de 1796.

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íntimo Oriente, la ficción no sirve para nada. El terrenoes demasiado claro y los hombres demasiado sanos, demasiado prosaicos, demasiado serios; carecen de toda ge

nialidad y sensibilidad poética.[191 Cómo he adquirido yo  mis conocimientos, en parte ya comunicados y en parte aún por comqnicar mediante la Gnosis, no precisa ser envuelto en ninguna f i c -ción alegórica. [Esto lo saben muchos hermanos y todospodrían saberlo, puesto que está impreso en los «Anuarios de la Gran Logia Royal York«, p. 23117.

¡Ninguna ficción ! ¡Ninguna autoridad! \N'mgunz f e cie- ga!  Se puede conducir, y esto es humano,  la voluntad de los hombres hacia un buen fin, sin que ellos lo adviertan; pero no puedo jugar con su entendimiento, porque es un juego tan peligroso como degradante.

17 Cfr. N oticias d e la ind a d el p rofeso r y d oc tor d e teología l. A. Fessler, actu al D. Gr. d e la G ran Logia R oyal York d e la A m istad en Berlín, 

 p o r e l herm an o R bode (N acbricbten von dem beben des Professors  u n d Doctors d er T beolog ie I. A. Fesslers jetz igen D. Gr. d er Gr. R. Y. zu r Freu nd scbaft in B erlín, vom Br. R bode), en: A nuarios d e la Gran  Logia R oyal York d e la A m istad en B erlín. O m em orias piara fra n c -m asones (fab rbü cb er dergrossenL oge R oyale York zu r Freun dscbaft in B erlin. O der D enkw ílrdigkeiten fü r Freim aurer), Año I®, 1798/9,pp. 23-24, donde se lee: -En 1783 el hermano Fessler fue recibidocomo francmasón en la muy venerable Log ia Fénix, de Constituciónvienesa, y pronto fue elevado al grado de Maestro. Entró así en estrecho contacto con el consejero gubernativo de K..., célebre en elmundo masónico, hombre excelente, al cual le debe una gran parte de sus conocimientos de la Orden.» «En el año 1787..., en Offen,se encontró con su primer benefactor y amigo, el señor von P. ... icomo Venerable. Éste, mientras tanto, había hecho un viaje por Italia y acumulado una gran cantidad de importantes experiencias masónicas. Comunicó entonces sin reservas a su amigo Fessler todoslos conocimientos que había hallado en los más importantes archi

vos masónicos de Hungría e Italia. Con motivo de su Ide Fessler)viaje de regreso, Fessler permaneció algunos meses en Viena. A través de sus relaciones masónicas, entró aquí en estrecho contacto conlos consejeros áulicos Born. Schosulan y Mattolay, quienes tambiéndisponían de completísimos archivos masónicos, y pudo así incrementar los conocimientos recogidos en la Orden.»

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CARTA DE FICHTE A FESSLER(10 de junio de 1800)

Amado hermano:Siguiendo el ruego expresado en vuestra última car-

ta, quiero hacer por un año la suposición que deseabaisde concederos el beneficio de la duda, e incluso contary fechar este año a partir del sábado pasado18.

En la misma carta habéis descrito por de pronto ya consuficiente fuerza vuestro carácter, habéis determinado larelación que debo mantener frente a vos, y eliminado mu-chos malentendidos, por culpa de los cuales he sido in- justo con vuestra persona. Declaráis que el dicho de Sé-neca *incorruptos vir sit-m an ean t illi sem el p lacita, nec ulla itt decretis eius litura sit etc.*   ha impregnado pro-fundamente el conjunto de vuestra persona. En este casodebo, ciertamente, considerar como una parte de vues-tra personalidad que no se os puede sustraer lo que encualquier otro habría yo tomado por una falta que de-bería enmendar, actitud que yo había adoptado respec-to a vos hasta el momento presente. Por la misma de-claración estarían también enteramente resueltos todos losrestantes puntos de la carta. Con vos nunca se deberíaentrar en polémica, pues no puede conducir, en un hom-bre de vuestros principios, más que a irritarlo, lo que yo

no querría hacer con nadie, y mucho menos con vos*.Permitidme expresar en versos mi principio funda-

mental, completamente opuesto al vuestro:Nada puede el hombre figurarse suyo; la posesión es

una limitación para él;

7 de junio.(Nota de Fessier:] O bien Fichte presupone que no entiendo el pasa-

 je citado de Séneca o bien me hace introducir en el mismo lo que élquiere y necesita, a fin de convertirme en lo que debo ser para supropio uso. Hombres como Fichte no deberían, en efecto, entrar nun-ca en polémicas conmigo, porque no me dejo convertir ni aniquilar.

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la paz, la muerte; una eterna lucha, la esencia de lalibertad.

Nunca le preocupa lo hundido tras él.Con movimiento alterno aniquila y crea el pensa

miento.Elegido sea lo más puro para la tumba llameante,donde lo alcance, rejuvenecedor, el fulgor divino”.Y, según este principio, no digo: así soy yo, Fichte, esta

es mi individualidad, lo cual no significa nada; sino: a s í  debe ser, absolutam ente, el hom bre, aun cuando yo u otrono seamos así; si hace suyo el principio -ut maneant illi

semel placita-, entonces no es tal como debería ser”".Sois muy bondadoso al atribuirme opiniones plurales y

liberales. Fiel a mis propias opiniones, puedo concebir perfectamente cómo sería un hombre tal cual os habéis descrito a vos mismo, y podría vivir muy contento manteniendo múltiples relaciones con un hombre semejante, pero meencontraría en la desagradable situación de tener que reti

rar una parte de la estima que empezaba a tributaros, si -precisamente por ser capaz de reconocer esta faceta de vuestra personalidad y de no presentarla, según el contexto devuestra carta, como la más recomendable- no mostraseisque podéis elevaros por encima de ella, y, por consiguiente,también deponerla, y que así lo haréis. Y esta franqueza en

[Nota de Fessler:! Se trata, en efecto, de un principio sublime, iguala una bella pieza de colección, que sirve sólo para conservarla yexhibirla, pero no se presta en absoluto a ser puesta en circulaciónen nuestro país. Si este principio debiera aplicarse universalmente,los hombres a duras penas podrían reservarse un puestecito sobrela tierra de Dios para cavar ahí su tumba, frente a la multitud deconquistadores del mundo.

" INota de Fessler:) No es un modo de proceder honesto el de Fichte, que saca fuera de su contexto una frase aislada de mi cita deSéneca para darme bofetadas a sus anchas a diestro y siniestro. Elpasa)e en su integridad reza: -Que por nada exterior [...I fírme ensus convicciones.- Pero si Fichte lo hubiera tomado dentro de sucontexto, no habría podido servirse de él para atribuirme falsamenteuna absurdidad.

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el juicio que emitís sobre vos mismo os asegura de nuevotoda mi estima.

Debería resultaros grato que yo, con ningún hombre

antes que con vos, debatiera un objeto masónico tan importante como del que hemos llegado a hablar. En cuanto a lo que haré,  si acaso hago algo, eso dependerá mucho de las circunstancias, de las exigencias y de la buenadisposición de los hermanos. Nada he decidido todavíasobre este punto, ni jamás planteé seriamente la propuestade construir una ficción. Sólo la hice para mostraros adonde se debería llegar, según mi parecer, si uno no quiereapoyarse totalmente en la pura verdad*.

Confío firmemente en que el conocimiento de nuestrasdiferencias, y de su naturaleza, quede exclusivamente en-tre nosotros dos  (a excepción de Darbes'9 y Fischer). Porlo que a mí concierne, no dejaré entrever nada a nadie enla logia; pero saldría valientemente en mi defensa, si nose observara por la otra parte la misma discreción.

Estoy dispuesto a proseguir los debates sobre este ob jeto, mientras lo deseéis, o a interrumpirlos tan pronto comoqueráis; incluso por escrito, si os es más grato, no obstante que yo preferiría, para ahorrar tiempo, las discusionesverbales.

Puesto que es deseable que las discusiones que hemosmantenido hasta ahora por escrito estén reunidas, y conserváis ya grandes colecciones de papeles de otra naturaleza, y yo, en cambio, poseo espacio suficiente, desearía que me devolvierais tanto lo que ahora os adjunto,

(Nota de Fessler:] Aquí el hermano Fichte quiere volverse atrás.Los términos usados en sus observaciones no son hipotéticos,

sino absolutos y categóricos. Concuerdan perfectamente con loque dice, de manera igualmente absoluta y categórica, en su tercera lección en torno a la historia secreta y la historia pública.

u> J. F. A. Darbes (1747-1810) , retratista, profesor y miembro de laAcademia Real prusiana de las Artes, y Primer Gran Vigilante dela Gran Logia Royal York de la Amistad.

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que algo ha sido  o no h a sido; y no hay aquí estado intermedio, ni ninguna oscilación entre el ser y el no ser;y el hombre que piensa con seriedad se resigna, con fir

meza y sangre fría, a no saber nad a  ni qu erer saber  nadaacerca de lo que él bien sabe que nada se puede saber.Un hecho   es sólo lo que cae bajo uno u otro de los

sentidos humanos. La historia  es la transmisión de talesimpresiones sensibles a otros hombres, cuyos sentidos nohan sido afectados por este hecho. Para mí, está demos-trado  históricamente aquel hecho sin el cual otro hecho

que cae bajo mis sentidos, no pod ría ser en absoluto tal como es.  Todo hecho que no cumpla esta última condición es, para mí, indemostrable, y sobre él no afirmaré nunca nada, ni en p ro  ni en contra. Todo hecho, supuesto elcual no podría ser lo que en realidad es algo que cae bajomis sentidos, para mí está demostrado com o falso.

A la impresión sensible se reduce, por tanto, en última instancia, toda verdad histórica; y esta impresión noes un compuesto o agregado d e partes,  sino algo p ositi-vo, indivisible,  que es o no es.

Por consiguiente, para mí, por ejemplo, la dignidad deGran Maestro del hermano Fessler no es ni un pelo másverdadera y más cierta que el consulado de Cicerón20, la

20 Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.). En el año 63 pasó a ser primercónsul, apoyado por el senado frente a su colega Marco Amonio, favorito de la plebe. En las elecciones consulares del año 62, Catilinafue derrotado por segunda vez. Entonces se dedicó a conspirar. Craso y César se asustaron y el senado confirió a Cicerón poderes ilimitados para acabar con los conjurados, decididos a asesinarle en lamadrugada del 8 de noviembre. Antes de que tuviera lugar la con

 juración, convocó al senado con la esperanza de que Catilina se viera obligado a abandonar Roma. Consiguió este propósito con la pri

mera catilinaria. El 9 de noviembre pronunció la segunda, pero losconjurados perseveraban en sus intenciones subversivas, y el 3 dediciembre Cicerón informó al pueblo en su tercera catilinaria. El 5planteó a los patres qué hacer con los prisioneros. César propuso laprisión perpetua, pero en su cuarta catilinaria Cicerón se indinó porla pena capital, que fue votada por el senado.

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conjuración de Catilina21, etc., puesto que tengo ante misojos los discursos pronunciados por Cicerón durante esteconsulado, discursos que sólo ese hombre en tal época

ha podido redactar. Pero en lo tocante a la legislación deNuma, no debo rechazar ninguna creencia, porque, desde que poseo algún concepto de verdad histórica, no hetenido nunca tal creencia. Sé con certeza  que sobre estepunto no se puede saber ni que es positivamente ni quenegativamente no es, y que no se sabrá nunca nada al respecto, a m enos qu e se descubran nuevos docum entos.

Los únicos hechos que caen bajo los sentidos de todosnosotros son los usos, las fórmulas y los rituales masónicos. Si la historia de la masonería es una historia verda-dera  y no una simple opinión  o una ensoñación, en suma,una ficción ,  cuyo autor no haría desde el principio sinoengañarse a sí mismo, antes incluso de intentar engañar alos otros, esta historia debe establecer forzosamente los hechos igualmente caídos [una vez) bajo los sentidos de los

hombres realmente vivientes. Estos hechos solos pueden justificar la existencia de esos usos, fórmulas y rituales. Esnecesario que ambos -no creo que al hermano Fessler leresulte una exposición superfiua del problema-, el estado  actual y el origen  de este estado al cual trata de remontarse por vía histórica, concuerden tan exactamente que

21 Lucio Sergio Catilina (108-62 a. C.). Gobernador en África, fue procesado por corrupción, y no prosperó su candidatura para cónsulen el año 65, lo que le llevó a preparar su primera conspiraciónpara asesinar a los cónsules, aunque no llegó a realizarse. Volvió apresentar su candidatura en el 63, y fue derrotado. Sus partidarioshabían preparado una insurrección que debería estallar en caso desu derrota. Así el 25 de octubre se levantó en armas Cayo Manlio.Sus cómplices fueron condenados a muerte. Cicerón difundió la noticia de que los conjurados se proponían incendiar la ciudad paraevitar el apoyo de los romanos. Catilina trató de escapar, pero murió en un sangriento combate. La conjuración d e C atilina  fue unabreve obra de Salustio que narra la historia de ese hecho. Para Sa-lustio, sus causas residían en la corrupción moral suigida de un exceso de prosperidad (cf. nota 20).

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ningún hombre sano de espíritu pueda concebir este estado sino como surgido de este origen, e inversamente,pueda deducir  y concluir  de este origen este estado, sin

la intervención de ninguna percepción inmediata.Ahora bien, que ni siquiera os habéis  propuesto  considerar esta tarea, ni pod áis  ni tengáis la intención  de hacerlo, lo confesáis tan abiertamente, en los pasajes señalados con corchetes {1 de vuestra réplica2223*, que sobre estepunto ya no cabe discusión alguna entre nosotros.

No sobre la aplicación de los principios, sino sobre los

principios mismos estamos en desacuerdo. El sentido común, con el cual tendréis que tratar en la masonería, estáaquí del lado del filósofo, sin formularlo exactamente enlos mismos términos: quiere certeza, no simples conjetu-ras. Experimentaréis vuestra incapacidad para satisfacerlo[1], Debo prestar fe al hermano Fessler, cuando aseguraque él mismo cree en su deducción de los misterios masónicos y que quiere hacerlos imprimir sin temor algunopor su reputación intelectual. Pero esto prueba sólo su fidelidad, y en absoluto su profundidad y su buen juicio [2].Que, al elaborar su deducción, el hermano Fessler «no pueda seguir otro camino que el indicado por mí», lo sé porla naturaleza del objeto. Desearía que el hermano Fesslerno olvidara con tanta frecuencia, ni negara en mi presencialo que previamente me ha confesado. En su última conversación25 sobre este objeto, en presencia de los hermanos Fischer y Darbes, ha declarado no haber encontrado todavía ningún tránsito desde los templarios a lafrancmasonería de hoy, pero que pronto podrá descubrirse(31. ¿Acaso no tiene a la vista ya de antemano, al menosen lo tocante a este eslabón de la cadena, lo que quiere

22 Cf. R éplica a las observaciones (GA 1/8 pp. 251 ss.) -pp. 125 ss. denuestra edición-.

23 La última conversación tuvo lugar el viernes 6 de junio. Cfr. la anotación siguiente del diario de Fessler: «Por la mañana examinamos,yo, P 'r , F**e y D*'s, la Constitución revisada y modificada.-

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demostrar? ¿Y no debe tenerlo, si no quiere perder para lahistoria de nuestra masonería todo el encadenamiento es-tablecido entre los esenios, los gnósticos, los maniqueos y

los templarios? En cuanto a saber si las cosas han seguidoun curso diferente en el encadenamiento ya establecido delos eslabones que acabamos de mencionar, podrá apreciarsemejor una vez dispongamos de todo el conjunto [4].

Respecto al punto Ad II, el hermano Fessler, en lospasajes señalados con corchetes l ], admite, sin advertir-lo, lo que afirmé. Él ha acogido, recibido, lo que da. Bus-

ca sólo las p ru ebas de eso en las fuentes históricas exis-tentes. Por consiguiente, da algo que sólo en la Ordenpuede encontrarse, y la única cosa que no puede en-contrarse sino en la Orden es la tradición.

Surge entonces esta cuestión: ¿de dónde y por qué víahan recibido esto quienes a su vez lo transmitieron al her-mano Fessler? ¿Es mediante el estudio de m onumentos o docum entos dependientes de la historia pú blica, o es tam-bién por una tradición qu e nunca ha brotado, aun rem on-tándonos a sus orígenes, de monumentos históricos públi-co s  En el segundo caso, cumplís, en efecto, lo que de unaOrden secreta exijo y, según mi opinión, debe exigir el ini-ciado. Sólo debéis meditar con seriedad, cuando tengáistiempo, sobre cómo pensáis p robar  la caden a ininterrum-

 pida, así como la fid elid ad y pureza  de la transmisión.

En el primer caso, no lográis satisfacer a nadie, pues-to que viene a ser lo mismo que hayáis sido vos, o el es-labón qu e os preced ía,  o su predecesor, etc., quienes ha-yáis consultado los documentos de la historia pública, yque ocultéis y rodeéis ahora de secreto un resultado quecualquier no iniciado habría podido igualmente obtener.No nos satisfacéis, y como todavía no queréis admitirlo

abiertamente (5), paso a desarrollar aquí la demostracióncon un poco más de claridad:a) Tenemos realmente un bien esencial y exclusiva-

mente nuestro, qu e sólo m ediante la tradición or al es p ro - pag ado: nuestros usos y rituales.

l 4 l

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Y digo, únicam ente m ediante la tradición oral. Prohibimos toda comunicación impresa o escrita. Desautorizamos las publicaciones habidas, y no reconocemos como

masón a nadie que se haya procurado conocimientos sólopor esta vía.b) Queremos, por una parte, convencernos de la

autenticidad   de estos usos y rituales, transmitidos oralmente, y, por otra, instruimos sobre su origen  y su verdadero significado.

c) Esto puede lograrse sólo por medio de una histo

ria de la tradición que nos los ha transmitido.d) Esta historia de una mera tradición no puede, evidentemente. ser, ella también, m ás qu e sim plemente transmitida.

No sé si los Elegidos de nuestro Oriente Más íntimollegan a esa conclusión tan claramente, pero creo haberobservado en ellos que sus expectativas se fundan, deforma oscura, en este razonamiento.

Luego si no estamos en posesión de tal tradición, nadaresta, a mi parecer, salvo declararles, sin ambages, la puraverdad, esto es, que nosotros, en general, nada sabemos,nada tenemos, y que sólo con nuestro propio trabajo queremos penetrar un poco en lo que nos es, en cuanto asu origen, desconocido (6J.

Todavía una última obervación. Remitís, en lo relativoal modo como habéis adquirido vuestros conocimientos,al Anuario de la Logia Royal York, p. 23, cuyas noticias fueron redactadas por Rhode, según vuestros propios irform es. Otro tanto habéis hecho verbalmente conmigo, citándomelos nombres de Born24 y Mattolay25. Sería mi mayor deseo

24 I. H. von Born (1742-1791). Mineralogista y metalúrgico, finalmente consejero de la corte en la cámara de la moneda y minas en Vie-na. Fundador de la Logia de la V erdadera Con cordia en Viena. GranMaestre nacional de las logias austríacas.

15 B. S. Matolay de Zsolna. Consejero de la corte imperial en Viena.secretario de la logia provincial de Austria y Gran Maestro de la Lo-

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que, al menos conmigo y algunos otros, procedierais conmayor franqueza y creyerais que aún no he olvidado loque os fue dicho el 19 de mayo, durante nuestro paseo a

orillas del Spree, en torno al verdadero origen de vuestros conocimientos masónicos (7), lo que no contradijisteis,y que no he olvidado lo que vos mismo afirmasteis de Borny Bode26, quienes, en tanto que muertos, no pod rían desmentirlo  [8J; que, además, presuponíais que yo bien pudiera saber, por medio de Bottiger27*, la procedencia de lomejor de cuanto podéis ofrecer a los Elegidos [91.

FESSLER PARA F1CHTE EN BERLÍN(Después del 10 de junio de 1800)

CONTRARRÉPLICAS

[1] Poco importa que yo logre o no satisfacer a alguien.Nunca he prometido contentar a los demás, sino comunicar cuanto sé. A los hermanos siempre me he limitado

 g ia d e la E speranza C oronada. Matolay transmitió a Fessler conocimientos masónicos durante su última estancia en Viena en los años1785 y 1787.

24 J . J. Ch. Bode (1730-1793)- Editor y escritor, importante masón alemán de la Estricta O bservancia, iluminado. Sus esfuerzos reformadores lo convirtieron posteriormente en enemigo de la Estricta Observancia.

27 Según el l ib ro d e bo ls illo p ar a francm asones d e l añ o 1799 (Tas- cbenb ucb f i i r Freim aurer a u f das Ja b r 1799),  Bóuiger pertenecíaa las instancias superiores de la G ran lo g ia RoyaI York, en su calidad de delegado plenipotenciario de la G ran Logia en todas las logias de Alemania.(Nota del editor]: -El consejero áulico B. en Dresden, que había re

cibido del difunto hermano Bode preciosos manuscritos. Había venido el verano de 1797 de Weimar. donde ocupaba el cargo de Consejero superior del Consistorio y de director del Instituto (o Liceol,de visita a Berlín, y, por iniciativa de Fessler, había sido solemnemente introducido, el 19 de agosto, en la asamblea de los Elegidos d e la N ueva Jeru salén

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a proponerles, nunca a imponerles, los resultados de mitrabajo. En todos los rituales les he dejado introducir modificaciones o correcciones, tal como querían, sin defender

nada obstinadamente; y lo mismo haré en lo que conciernea la Gnosis.[2] Los hombres y sus fuerzas no son lo que Fichte quie

re hacer de ellos ni como los interpreta, sino lo que son.[31 Desearía que el hermano Fichte evitara tergiversar

mis palabras, que desde hace algún tiempo no puedo dirigirle sin medirlas cuidadosamente. No es verdad que yo

haya dicho: «No he encontrado todavía ningún tránsitodesde los templarios a los francmasones de hoy, pero pronto podrá descubrirse», sino que dije lo que a menudo hedicho a varios hermanos: «el punto más difícil en la Gnosis es hallar ese paso. Hay distintas hipótesis, pero ninguna satisface de momento enteramente mi exigencia deprobabilidad o verosimilitud; sin embargo, espero al me

nos encontrar fundamentos satisfactorios para una de ellas,revisando una vez más las fuentes-.[4] El hermano Fichte, en tanto que hombre sin pre

 juicios, circunspecto y amante de la verdad, habría debido aguardar a disponer de este conjunto. Hace falta unadosis enorme de presunción para querer negar a priori a un hombre la capacidad para descubrir algo que está

dentro del ámbito de los descubrimientos posibles y delas fuerzas humanas.[51 He admitido abiertamente, admito y admitiré, que

no puedo preocuparme por satisfacer, sino que debo de jar esto al buen juicio de cada hermano. Nada puedo decir salvo: «Hermanos, esto sé, esto creo, esto lo considero probable; es menester dejar a vuestro entendimientola decisión de prestarle crédito y de si quiere y puedeaceptarlo como probable. Más no puedo daros.»

[6] Pero esto es precisamente lo que he dicho hastaahora, libremente y sin ambages, a todos los hermanosque me preguntaron sobre la organización y el contenido de mis últimas explicaciones.

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[7] Esto no lo he olvidado. El hermano Fichte queríaaniquilar a priori  la manera como he alcanzado mis conocimientos masónicos; y yo no le contradije, sino que

callé con desprecio.[8] Pero yo no dije nada, sino que fue el propio hermano Fichte quien hizo la observación: -¡En efecto, Born  y Bode están muertos, y los muertos no desmienten!» Jamás he apelado a Bode, porque no llegué a conocerlo.Lo que poseo de él, me lo ha comunicado Bóttiger. Estolo sabían varios miembros del íntimo Oriente, por ejemplo, B assefH, Darbes, NatorjF*, Róver®,  incluso antes deque Fichte tuviera noticias de nosotros.

[91 Que Bóttiger  me ha comunicado algunas cosas dellegado de Bode, es, como acabo de observar, conocidopor varios, y, por tanto, no es, como cree Fichte, mi secreto. Pero si Fichte dice que esto es lo mejor de cuantopuedo ofrecer a los Elegidos, su afán destructivo, una vezmás, se ha adelantado a su entendimiento algunos milla

res de pasos; pues para poder juzgar si las contribucionesde Bóttiger y de Bode constituyen la mejor aportación, debería haberle presentado todas las propuestas que tengo.Pero para esto no ha habido ocasión ni nunca la habrá28293031.

28 P. Basset. Comerciante en Berlín, Segundo Gran Vigilante de la Gran Logia RoyaI York, Segundo Vigilante de la Logia de la Verdad Triun-

 fan te.

29  A. L. Natorp. Administrador principal de la sociedad de comerciomarítimo en Berlín; gran secretario, archivero y bibliotecario de la

Gran Logia Royal York.30 Ch. K. Rüver. Comerciante en Berlín; Gran Maestro de Ceremoniasde la Gran Logia Royal York; Primer Vigilante de la Logia Federico Guillermo de laju sticia Coronada.

31 Es posible que estas Contrarréplicas  fueran escritas con posterioridad, sin que Fichte tuviera noticias de ellas.

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LaF i losof ía de la maso ner ía . Car tas a Co nstan t nace en un momento en quetodas las fueras hostiles a Fichte se aglutinany propician ladisputa del ateísmo

 

y el fin de su brillante carrera académica en Jena. Este escrito interesa tanto por eltestimonio que ofrece de las expectativas regeneradoras que la república de lasletras depositó en las sociedades secretas como por la leyenda jacobina queacompañó a su autor, avivada por sus vínculos con las logias. La dialéctica entre elarcano y la publicidad constituye un hilo conductor fecundo para investigar lagénesis y la decadencia de la modernidad. Pesde su ontología de la masoneríaformula un diagnóstico crítico de la sociedady del hombre burgués surgidos de laRevolución Francesa. Denuncia los peligres del trabajo alienado, de la burocracia

sin rostro humano y de la ciencia pedante, y preconiza un sentido comunitarioopaco a las interferencias comunicativas introducidas por los males contemporá-neos mencionados. Completan nuestra edición de este texto inédito en castellanoun abundante aparato de notas con fragmentos afines a esta temáticay descono-cidos hasta su reciente inclusión en laGesamtausgabe, así como la correspon-dencia con Fessler, que revela su compromiso en el proceso de reformas de lamasonería de su tiempo.

Faustino Oncina Coves  profesor en el Departamento de Filosofía de la Universidad de

Valencia, ha publicado en castellano diversos textos: J. G. Fichte. Reivindicación de la 

libertad de pensamiento y otros escritos políticos (1986); S Maimón Informe critico