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    Feminismo cultural versus post-estructuralismo

    Linda Alcoff

    Para numerosas tericas feministas, conceptuar a la mujerconstituye actualmente un problema. Es, de hecho, un problema decrucial trascendencia, puesto que el concepto de la mujer es elprincipal de la teora feminista, si bien concretamente a stas lesresulta imposible definirlo. A su vez, es el concepto principal paralas feministas, puesto que dicho concepto y la categora de la mujer son necesariamente el punto de partida de cualquier teora y polticafeministas, al estar stas cimentadas en la transformacin de laexperiencia histrica de las mujeres en la cultura contempornea,as como en la revisin de la teora y los hbitos sociales desde elpunto de vista de las mujeres. Con todo, precisamente en tanto queconcepto plantea problemas de raz para las feministas, puesto queest determinado por lo que le ha impuesto la supremaca delvarn, que hace de cualquier definicin el lmite, que se opone a loOtro y a cualquier reflexin renovada que sobre s misma acometauna cultura construida sobre el sometimiento de las mujeres. Sedira que, en su intento de hablar en nombre de las mujeres, elfeminismo a menudo da por sentado que sabe a ciencia cierta quson las mujeres, pero tal suposicin no deja de ser arriesgada, dadoque cualquier fuente de conocimiento sobre las mujeres estcontaminada por la misoginia y el sexismo. Sea cual fuere lo queanalicemos documentos histricos, construcciones filosficas,estadsticas proporcionadas por las ciencias sociales, laintrospeccin o los hbitos cotidianos, en las aportaciones de lossujetos femeninos a las construcciones de la mujer reina undiscurso misgino. A las feministas, que debemos ir ms all deeste discurso, nos da la impresin de que no tenemos dnde

    recurrir 1 .La dificultad con la que nos enfrentamos las tericas feministas hoyda, por lo tanto, estriba en el hecho de que incluso la definicin quehacemos de nosotras mismas se asienta en un concepto quedebemos desconstruir y alejar de todo esencialismo, en cualquierade sus aspectos. El hombre ha mantenido que la mujer puededefinirse, describirse, captarse entenderse, explicarse ydiagnosticarse hasta un grado de determinacin que nunca se haotorgado al propio hombre, que se concibe como un animal racionalautnomo que posee voluntad propia. Mientras que el

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    comportamiento del hombre apenas est determinado, por lo que sele cree capaz de construir su propio futuro conforme a suselecciones racionales, la naturaleza de la mujer determinaexcesivamente su comportamiento, los lmites de sus esfuerzos

    intelectuales, as como lo que forzosamente debe experimentar emocionalmente en su trayecto vital. Ya se la conciba comoesencialmente inmoral e irracional (a lo Schopenhauer) oesencialmente afectuosa y benvola (a lo Kant), siempre se ladefine como algo esencial, que forzosamente el varn debe poder percibir inmediatamente mediante la intuicin 2 . Si bien el varn haasignado a las caractersticas esenciales de la mujer diversasformas, sta es siempre el Objeto, un conjunto de atributos quepuede predecirse y controlarse al igual que otros fenmenosnaturales. El puesto del sujeto autnomo, con voluntad propia, quepuede rebasar los dictados de la naturaleza est reservado a losvarones en exclusiva 3 .

    Son fundamentalmente dos las reacciones que ha suscitado estasituacin en las pensadoras feministas en los ltimos diez aos. Laprimera de ellas consiste en reclamar para las feministas lacapacidad exclusiva de describir y evaluar a la mujer. As, segn elllamado feminismo cultural, el problema del imperialismo cultural delos varones se engendra en un proceso en el que las mujeres estndefinidas por los varones, un grupo que tiene un punto de vista yuna serie de intereses opuestos a los de stas, amn deposiblemente miedo y odio hacia ellas. As, se produce unadistorsin y una devaluacin de las caractersticas femeninas, queahora puede corregir el feminismo mediante una descripcin y unavaloracin ms certeras. De este modo, con la revisin queacomete el feminismo cultural, la pasividad de la mujer se interpretacomo un carcter sosegado, el carcter emocional como lainclinacin a la crianza, la subjetividad como una creciente toma de

    conciencia sobre ella misma, y as sucesivamente. El feminismocultural no se opone a definir a la mujer, sino nicamente al modoen que los varones la definen.

    La segunda de estas dos reacciones principales rechaza por completo la posibilidad de definir a la mujer como tal. Las feministasque se adhieren a esta tctica andan tratando de desconstruir todoslos posibles conceptos de la mujer, y sostienen que los intentos dedefinirla, ya provengan del feminismo ya de actitudes misginas,

    son reaccionarios desde el punto de vista poltico y errneos desdeel ontolgico. La sustitucin de la mujer-ama-de-casa por la mujer-

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    supermam (o Madre Tierra o superprofesional) no supone ningnprogreso. Basndose en las teoras post-estructuralistas francesas,estas feministas aseguran que la existencia de este tipo de erroresse debe a que, en lo fundamental, reproducimos las estrategias

    misginas al tratar de definir a las mujeres, caracterizarlas o hablar en su nombre, aun cuando permitamos un espectro de diferenciasen el gnero. Las polticas basadas en el gnero o en la diferenciasexual deben sustituirse por una concepcin plural de la diferencia,en la que el gnero pierda la trascendencia que ahora se le otorga.

    Resumiendo, pues, la respuesta del feminismo cultural a lapregunta que formulara Simone de Beauvoir, existen lasmujeres?, es afirmativa, y se plasma en la definicin de las mujeresfijndose en las actividades que desempean y los atributos queposeen en la cultura actual. La respuesta desde el post-estructuralismo es negativa, y deriva en un ataque contra lacategora y el concepto de la mujer con un tratamiento mscomplejo de la subjetividad. Ambas respuestas se topan con fuerteslimitaciones, y cada vez se hace ms evidente que resulta imposiblesuperarlas sin desechar el marco terico en el que se imbrican. Aslo creen los espritus ms audaces, que ya osan rechazar estaalternativa e intentan plantear una nueva va; una va que esquivelos problemas ms significativos de sus precedentes. En esteartculo, comentar algunas de las iniciativas, pioneras en estecampo, que se orientan al desarrollo de un nuevo concepto de lamujer. Aportar asimismo mi propia contribucin a este proyecto 4 .No obstante, debo detallar, antes de nada y con mayor claridad, losinconvenientes de los dos primeros planteamientos con los que seha tratado de solucionar el problema de la mujer, y justificar por quconsidero que tales inconvenientes les son inherentes.

    Feminismo culturalEl feminismo cultural se sustenta en la creencia de que existe una

    naturaleza o esencia femenina, de la que se apropian las mismasfeministas para tratar de revalorizar los atributos femeninosdepreciados. Para las feministas culturales, el enemigo de lasmujeres no es nicamente el sistema social, las institucioneseconmicas o una serie de convicciones desfasadas, sino lamasculinidad en s misma y, en ciertos casos, lo que es masculinodesde un punto de vista biolgico. Las iniciativas del feminismocultural se centran en la creacin y el mantenimiento de un entornosaludable libre de valores que favorezcan lo masculino y de todos

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    sus derivados, como la pornografa para el desarrollo del principiofemenino. La teora feminista, la explicacin del sexismo y la

    justificacin de las reivindicaciones feministas encuentran una basefirme y sin ambigedades en el concepto de la esencia femenina.

    Mary Daly y Adrienne Rich son dos renombradas defensoras deesta posicin 5 . Ambas rompen con la tendencia hacia laandroginia y hacia la reduccin de las diferencias entre los gnerosque tuvo tanta acogida entre las feministas a principios de los aossetenta, y abogan por volver a centrarse en la feminidad.

    Segn Daly, la infecundidad del varn le convierte en parasitariode la energa de la mujer, que emana de nuestra condicinbiolgica, generadora y garante de vida: puesto que la energa dela mujer es esencialmente bioflica, el cuerpo/alma de la mujer es elobjetivo principal de esta perpetua guerra de hostilidades desatadacontra la vida. La Gin/Ecologa pretende re-clamar la energa de lasmujeres que despide amor por la vida 6 . A pesar de lasadvertencias de Daly para no caer en el reduccionismo biolgico 7 ,en su propio anlisis del sexismo se sirve de trazos biolgicosespecficos del gnero para explicar el odio de los varones hacia lasmujeres. El estado de infertilidad de todos los varones les hacedepender de las mujeres, lo que a su vez acarrea que los varonesse identifiquen intensamente con el tejido fetal desechable' 8 . Envirtud de su estado de miedo e inseguridad, resulta prcticamentecomprensible que los varones deseen dominar y controlar lo que noes sino una necesidad vital para ellos: la energa generadora devida de las mujeres. La energa femenina, una esencia naturalsegn Daly, necesita desembarazarse de sus parsitos masculinos,liberarse para poder expresarse creativamente, y recargarse atravs de vnculos con otras mujeres. En este espacio de libertad,pueden florecer los atributos naturales de las mujeres el amor, lacreatividad y la capacidad para la crianza.

    Para Daly, la identificacin de las mujeres con lo femenino es suesencia definitoria, su haeccidad -su afirmacin dectica,invalidando as cualquier otra forma por la que se las defina o por laque puedan definirse a s mismas. As, dice Daly: las mujeres queaceptan incluirse de forma engaosa con los padres y los hijos amenudo se encuentran enfrentadas contra otras mujeres por suetnia, nacionalidad, clase, religin u otras diferencias definidas por los varones 9 . Pero estas diferencias son ms aparentes quereales, ms insustanciales que sustanciales. La nica diferencia

    verdadera, la nica que puede cambiar la posicin ontolgica deuna persona en el mapa dicotmico de Daly, es la diferencia sexual.

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    Nuestra esencia se define ah, en nuestro sexo, de donde emanantodas nuestras realidades: quines son nuestros aliadospotenciales, quin es nuestro enemigo, cules son nuestrosintereses objetivos, cul es nuestra verdadera naturaleza. Daly, por

    tanto, vuelve a definir a las mujeres, y su definicin estvigorosamente ligada a lo que es femenino desde el punto de vistabiolgico.

    Muchas de las obras de Rich revelan similitudes sorprendentescon la posicin que adopta Daly, ya expuesta; sorprendentes dadaslas diferencias que las separan en cuanto a estilo y carcter. Richdefine una conciencia femenina 10 que est en gran medidarelacionada con el cuerpo femenino.

    He llegado a creer... que la biologa femenina la sensualidadintensa y difusa que irradia del cltoris, de los senos, del tero, de lavagina; los ciclos lunares de la menstruacin; la gestacin y lafruicin de la vida que pueden darse en el cuerpo de una mujertiene implicaciones mucho ms radicales de lo que hasta ahorahemos podido apreciar. El pensamiento patriarcal ha limitado labiologa femenina a sus propias y estrechas especificaciones. Lavisin feminista se ha apartado de la biologa femenina por estasrazones; pero creo que debemos considerar nuestro fsico unrecurso, en lugar de un destino... [D]ebemos captar la unidad yresonancia de nuestro cuerpo, nuestro vnculo con el orden natural,el fundamento fsico de nuestra inteligencia. 11

    Rich sugiere, por tanto, que no debera refutarse la importancia dela biologa femenina simplemente porque el patriarcado la hayautilizado para sojuzgarnos. Rich est convencida de que nuestrofundamento biolgico[,] el milagro o la paradoja del cuerpo femeninoy sus significados poltico y espiritual son la clave pararejuvenecernos y volver a vincularnos con nuestros atributosfemeninos especficos, que enumera de este modo: nuestras

    capacidades mentales, apenas utilizadas; nuestro sentido del tacto,tan desarrollado; nuestro talento para la observacin aguda; nuestroorganismo complicado y doloroso, y su placer mutilado 12 .

    Ms adelante, Rich vuelve a evocar a Daly en la explicacin queofrece sobre la misoginia: la antigua y constante envidia, temor yhasta terror del hombre por la capacidad que tiene la mujer de crear vida, ha tomado repetidamente forma de odio hacia cualquiera delos otros aspectos creativos de la mujer 13 . Por lo tanto, Rich,como Daly, vislumbra una esencia femenina, define el patriarcado

    como el sometimiento y la colonizacin de esta esencia, queencuentran su origen en la envidia y necesidad de los varones, y a

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    continuacin plantea una solucin que gira en torno alredescubrimiento de nuestra esencia y al establecimiento devnculos con otras mujeres. Ni Rich ni Daly se comprometen con elreduccionismo biolgico, pero porque rechazan la oposicin

    dicotmica entre cuerpo y alma que se presupone en talreduccionismo. Para Daly y para Rich, la esencia femenina no esnicamente espiritual o biolgica es ambas cosas. Con todo, loprincipal sigue siendo que nuestra anatoma especficamentefemenina es el componente fundamental de nuestra identidad y elorigen de nuestra esencia femenina. Rich augura que larecuperacin de nuestros cuerpos por las mujeres posibilitarcambios ms esenciales en la sociedad humana que la toma por losobreros de los medios de produccin En un mundo semejante, lasmujeres crearn de verdad la nueva vida, dando a luz no slo nios(segn nuestra eleccin), sino visiones y pensamientosimprescindibles para apoyar, consolar y transformar la existenciahumana: en suma, una nueva relacin con el universo. Lasexualidad, la poltica, la inteligencia, el poder, el trabajo, lacomunidad y la intimidad cobrarn significados nuevos, y elpensamiento mismo se transformar 14 .

    Como expone detalladamente Alice Echols, puede interpretarseque las opiniones de Rich y Daly forman parte de una inclinacinhacia el esencialismo cada vez ms acusada en el feminismo 15 .Echols utiliza preferentemente el nombre de feminismo culturalpara referirse a esta tendencia, porque iguala la liberacin de lamujer con el desarrollo y el mantenimiento de una contraculturafemenina16. En este sentido, Echols determina qu documentos seadscriben al feminismo cultural por la censura que realizan de lamasculinidad, y no de los roles y hbitos de los varones, por suvaloracin de los rasgos femeninos, as como por el compromiso alque se adhieren de mantener, en lugar de reducir, las diferencias

    entre los gneros. Adems de a Daly y Rich, Echols incluye aSusan Griffin, Kathleen Barry, Janice Raymond, Florence Rush,Susan Brownmiller y Robin Morgan en la nmina de autorasadscritas al feminismo cultural, y para justificarlo seala fragmentosclave de sus obras de manera convincente. A pesar de que, paraEchols, el arquetipo de esta tendencia se encuentra en los primerosescritos de Valerie Solanas y Joreen vinculados al feminismoradical, tiene la precaucin de discriminar entre el feminismo culturaly el feminismo radical en su conjunto. Los rasgos que diferencian

    uno de otro se cifran en la diferente posicin que adopta cada cualfrente a la posibilidad de que los varones reformen su actitud

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    sexista, en la diversa conexin que uno y otro establecen entre lobiolgico y la misoginia, as como en la importancia desigual queconceden a los atributos femeninos valorados. Como ha apuntadoHester Eisenstein, en numerosas obras del feminismo radical se

    tiende a establecer un concepto esencialista y ahistrico de lanaturaleza femenina, pero esta tendencia prospera y se acenta enel caso de las feministas culturales, lo cual separasignificativamente sus obras de las del feminismo radical.

    No obstante, si bien las feministas culturales hacen una distincintajante entre los rasgos femeninos y masculinos, no siempre seencuentran, por el contrario, definiciones abiertamente esencialistasde lo que significa ser mujer. Parecera, pues, que la lectura queEchols realiza del feminismo cultural proporciona una imagendemasiado homognea, y que su acusacin de esencialismo carecede base slida. Sobre la cuestin del esencialismo, dice Echols:

    esta preocupacin por definir la sensibilidad femenina tiene el efecto de que las feministas no slo se permitan lanzar generalizaciones que resultan peligrosamente errneas, sino queadems deduzcan que su identidad es innata, en lugar desocialmente construida. En el mejor de los casos, se ha desdeadosin ms miramientos si el origen de estas diferencias es biolgico ocultural. En este sentido, dice Janice Raymond: sin embargo, hay diferencias, y algunas feministas han cado en la cuenta de que sonimportantes, nazcan de la socializacin, lo biolgico o el historial total de lo que significa ser mujer en una cultura patriarcal 17 .

    Echols seala que la importancia que se concede a las diferenciasvara enormemente dependiendo de dnde se originen. Si soninnatas, la construccin de una cultura feminista alternativa en laque se centra el feminismo cultural resulta acertada desde el puntode vista poltico. Si las diferencias no son innatas, debera

    modificarse considerablemente las prioridades de nuestro activismo.Avalada por la ausencia de una posicin claramente definida sobrecul es en ltima instancia el origen de la diferencia entre losgneros, Echols deduce que las feministas culturales, por su nfasisen la construccin de un espacio de libertad feminista y una culturacentrada en la mujer, muestran un cierto esencialismo. Estoy deacuerdo con la sospecha de Echols. En realidad, resulta difcilinterpretar de forma coherente los postulados de Rich y Daly sinrestablecer la premisa que se echa en falta de que existe una

    esencia femenina innata.

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    Puede sorprender que no haya incluido en la categora delfeminismo cultural ninguna obra feminista escrita por mujeres denacionalidades y razas oprimidas, como tampoco lo hace Echols.

    S que hay quien argumenta que la importancia que algunasescritoras como Cherre Moraga y Audre Lorde conceden a laidentidad cultural es muestra de una tendencia hacia elesencialismo. No obstante, en mi opinin, su obra rechaza de formaconstante las concepciones esencialistas del gnero, como daprueba de ello el siguiente fragmento de Moraga: cuando seempieza a hablar de sexismo, el mundo se hace mucho mscomplejo. El poder ya no se fragmenta en pequeas categoras

    jerrquicas bien definidas, sino que se convierte en una serie desalidas y desvos. Puesto que no es fcil determinar las categoras,tampoco resulta sencillo dar un nombre al enemigo. Qu difcil estodo de desentraar! 18 . A continuacin, Moraga afirma quealgunos varones sojuzgan a las mujeres a las que aman, de locual se desprende que necesitamos crear categoras y conceptosnuevos que puedan describir unas relaciones de opresin tancomplejas y contradictorias como sas. Precisamente porque suinterpretacin del sexismo es compleja, creo que Moraga se sita aaos luz de la ontologa maniquea de Daly o de la concepcinidealizada de la mujer que plantea Rich. El hecho de que algunasmujeres como Moraga sufran simultneamente mltiples tipos deopresin pone obstculos a que se extraigan conclusiones detendencia esencialista. Resulta difcil imaginar que surjanconcepciones universalistas de las experiencias y atributosmasculinos y femeninos en un contexto donde se fragua una tramatan compleja de relaciones. De hecho, a no ser que se tenga unacapacidad especial para universalizar, es complicado, por no decir imposible, sostener tesis esencialistas. Resulta impensable que lasmujeres blancas sean ya absolutamente buenas, ya absolutamentemalas; como tampoco pueden serlo los varones que pertenecen agrupos oprimidos. En definitiva, no he dado con ninguna obraescrita por feministas oprimidas por su raza y/o clase en la que lomasculino se identifique plenamente con lo Otro. Como se reflejaasimismo en su comprensin en absoluto simplista de lamasculinidad, su concepcin de la mujer es con diferencia muchoms elaborada y compleja 19 .

    De todos modos, como apunta la propia Echols, el feminismo

    cultural no es homogneo, a pesar de que procede de las feministasblancas. Rush o Dworkin, por ejemplo, no ratifican las explicaciones

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    biolgicas sobre el sexismo que proporcionan Daly y Brownmiller.Pero el principal nexo de unin entre estas feministas se encuentraen el esencialismo que exhiben en la formulacin universalista decmo conciben a la mujer y a la madre. Por esta razn, aun cuando

    no exista una homogeneidad total en la categora, resulta razonabley conveniente distinguir (y criticar) en estas obras, por otra partedispares entre s, una tendencia comn a la adopcin de unaconcepcin ahistrica, sin matices, homognea de la mujer.

    No hay que estar bajo el influjo del post-estructuralismo francspara detractarse del esencialismo. Se ha demostrado sobradamenteque a estas alturas resulta objetiva y filosficamente insosteniblepostular que las diferencias entre los gneros en la personalidad yen el carcter son innatas 20 . Las divisiones por razn del gnerotoman muy variadas formas en las diferentes sociedades, y lasdiferencias que puedan parecer universales encuentran explicacinsin recurrir al esencialismo. No obstante, desde el siglo diecinueve,las feministas han mantenido por lo general la conviccin de que ala mujer le es inherente una naturaleza sosegada y una capacidadpara la crianza; conviccin que ha experimentado un nuevo auge enla ltima dcada, especialmente entre las feministas vinculadas alpacifismo activista. He conocido a muchsimas jvenes feministasque se han comprometido con iniciativas como la del Campamentode las mujeres para la paz (Women's Peace Encampment) y congrupos como el de las Mujeres en pro de un futuro antinuclear (Women for a Non-Nuclear Future) por creer que el amor maternalque las mujeres sienten hacia sus hijos puede desbaratar loscimientos de la opresin imperialista. Me merece un profundorespeto el orgullo con el que estas mujeres logran afirmarse. Noobstante, no puedo sino refrendar el temor de Echols de que, a finde cuentas, reflejan y reproducen las ideas preconcebidas queimperan en la cultura sobre las mujeres, que no slo no logranrepresentar la diversidad que se distingue en las vidas de lasmujeres sino que, adems, fomentan que se forjen expectativasfalaces sobre qu constituye un comportamiento femenino normal,que la mayora de nosotras no puede cumplir 21 . Las categoras degnero que adoptamos son, sin lugar a dudas, constitutivas, y nomeras descripciones retrospectivas de las actividades que hemosdesempeado en el pasado. Se crea una circularidad de la que esimposible escapar entre la definicin por la que la mujer es por naturaleza sosegada y capacitada para la crianza, lasobservaciones y juicios que emitamos sobre las mujeres, y las

    actividades en las que, en tanto que mujeres, nos embarquemos enel futuro. No estarn pidiendo las feministas otro boleto para que

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    las mujeres del mundo nos distraigamos en la noria de larepresentacin abstracta de lo femenino? No sera mejor que nosbajramos de la noria y echramos a correr?

    De todos modos, con esto no pretende sugerirse que todos losresultados que ha conseguido el feminismo cultural en el planopoltico hayan sido negativos 22 . La revisin insistente de lascaractersiticas femeninas tradicionales desde un punto de vistadiferente o el recurso a una mirada a travs de un espejo conobjeto de originar un cambio de gestalt basado en la informacinque actualmente poseemos sobre las mujeres han surtido efectospositivos. Tras haber odo durante toda una dcada cmo nosaconsejaban las feministas liberales que nos pusiramos el traje deoficina y nos lanzramos a conquistar el mundo masculino, vienebien la rectificacin de las feministas culturales, que proclaman, alcontrario, que el mundo de las mujeres est colmado de valores yvirtudes superiores. Asimismo, es positivo pasar de que se nosdesprecie a que se nos valore e imite. De aqu manan losprincipales aciertos del feminismo cultural. No en vano se acepta degrado gran parte de sus argumentos, a saber, que a nuestrasmadres se debe la supervivencia de la familia, que los trabajosartesanales que realizan las mujeres tienen verdadero valor artsticoo que la afectividad de las mujeres es superior a la competitividadpropia de los varones.

    Con todo, la redefinicin de la feminidad fomentada desde elfeminismo cultural no sirve a la larga como base de un programapara el movimiento feminista, e incluso obstaculiza su desarrollo.Las mujeres, como otros grupos oprimidos que se han vistosojuzgados y limitados en su libertad de movimientos, handesarrollado habilidades y atributos que deberan recibir laestimacin, el valor y la promocin que les corresponde. No

    obstante, deberamos cuidarnos de fomentar las situaciones deopresin que propiciaron la consolidacin de tales atributos: laobligacin de cuidar de los hijos, la falta de autonoma fsica o elcondicionamiento de la supervivencia a la capacidad de actuar como intermediarias, entre otras. Qu tipo de condicionesqueremos fomentar para las mujeres? Una libertad demovimientos que nos permita competir con los varones en eluniverso capitalista? O queremos seguir limitndonos a lasactividades relacionadas con la crianza de los hijos? Por cuanto el

    feminismo cultural nicamente valora los atributos genuinamentepositivos que hemos desarrollado en condiciones de opresin, es

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    incapaz de plantear nuestro futuro a largo plazo. Por cuantorefrenda las explicaciones esencialistas que se ofrecen sobredichos atributos, corre el peligro de consolidar un baluarte cardinalen el que se ampara el sexismo: la creencia de que existe una

    feminidad innata que todas debemos acatar so pena de que se juzgue que somos mujeres inferiores o que no somos autnticasmujeres.

    Post-estructuralismo

    Para numerosas feministas, el problema que se plantea en lareaccin del feminismo cultural frente al sexismo yace en el hecho

    de que se abstiene de criticar el mecanismo fundamental del que sesirve el poder opresivo para perpetuar dicho sexismo, e inclusovuelve a recurrir a dicho mecanismo en la solucin quesupuestamente ofrece. El mecanismo del poder al que nosreferimos es aqul en el que el sujeto se construye a travs de undiscurso en el que poder y saber entretejen una estructuracoercitiva que hace que el individuo se retraiga sobre s mismo yque forzosamente se aferre a su propia identidad 23 . Desde estaperspectiva, las definiciones esencialistas de la feminidad, incluso

    cuando provienen de las feministas, aferran al individuo femeninoa su identidad en tanto que mujer, por lo que no puedenconsiderarse una solucin al sexismo.

    Las feministas han tomado este plantemiento del problema de unaserie de pensadores franceses muy influyentes en los ltimostiempos que en ocasiones reciben la denominacin de post-estructuralistas, pero que tambin responden al apelativo de post-humanistas o post-esencialistas. Lacan, Derrida y Foucault son losmiembros ms sobresalientes de este grupo. Cierto es que estosescritores difieren en gran manera entre s, pero comn a todos es(entre otras) la tesis de que el sujeto autnomo y autntico que,segn los postulados del humanismo, puede descubrirse bajo unafachada construida con material cultural e ideolgico no es enrealidad sino un constructo de ese mismo discurso humanista. Elsujeto no es un locus desde el que se originen intencionescreadoras, ni posee atributos naturales, ni siquiera una concienciaindividual, privilegiada. Lacan recurre al psicoanlisis, Derrida a lagramtica y Foucault a la historia de los discursos, pero todosatacan y desconstruyen 24 el concepto imperante de sujeto: el quepresupone que en l existe una identidad esencial y una especie de

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    mnada autntica reprimida por la sociedad. No obstante, no haysustancia esencial connatural a nosotros, por lo que tampocopuede hablarse de represin en el sentido humanista.

    Este punto de vista encubre un curioso tipo de neo-determinismo.

    El sujeto o el yo nunca se encuentra determinado por lo biolgicohasta tal punto que la historia humana pueda predecirse oexplicarse, como tampoco existe un vector determinista que apuntedesde ciertos fenmenos naturales y estticos, y con unaorientacin unvoca, a la experiencia humana. Por otro lado, elrechazo de este determinismo biolgico no se basa en la creenciade que los seres humanos apenas estn determinados sino, msbien, en la idea de que estn excesivamente determinados (esdecir, construidos) por un discurso social y/o unos hbitosculturales. En definitiva, se piensa que, en realidad, los individuosgozamos de poca capacidad de decidir quines somos, puesto que,como tienen a bien recordarnos Derrida y Foucault, lasmotivaciones y las intenciones individuales no cuentan en absoluto,o casi, en el esquema de la realidad social. Somos constructos esdecir, la experiencia de nuestra propia subjetividad es un constructobien transformado por un discurso social bien asentado sobre l; undiscurso, en todo caso, que escapa (y con mucho) al control delindividuo. Por decirlo con Foucault, somos seres totalmentemarcados por la impronta de la historia 25 , de forma que lasexperiencias subjetivas estn en cierto modo determinadas por unaserie de macro-fuerzas. Con todo, aparentemente, dichas macro-fuerzas, que incluyen los discursos y hbitos sociales, no estntotalmente determinadas, al ser el resultado de una trama complejae impredecible de elementos que se solapan y se entrecruzan de talmodo que resulta imposible determinar una orientacin unvoca o,en ltima instancia, una causa final u operativa. S puedenobservarse, y de hecho Foucault en un momento dado quisodesentraarlos 26 , ciertos procesos de cambio que operan en lared social, pero, ms all de las pautas regulares elementales, ni laforma ni el contenido del discurso se ajustan a una estructura fija yuniforme, ni pueden predecirse ni plantearse a travs de un mbitosupremo objetivizado. En cierto modo, esta idea guarda similitudescon el individualismo metodolgico contemporneo, cuyosdefensores admiten por lo general que el conjunto de lasintenciones humanas produce una realidad social que no seasemeja al compendio de las categoras de las intenciones sino quedifiere totalmente de cualquiera de las partes o de cualquier suma

    de las partes que pudiera concebirse o pretenderse. Sin embargo,la diferencia estriba en el hecho de que, mientras los individualistas

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    metodolgicos convienen en que las intenciones humanas resultaninfructuosas, los post-estructuralistas niegan no slo que lo seansino tambin la autonoma ontolgica e incluso la existencia de laintencionalidad.

    Los post-estructuralistas se alan con Marx al descubrir ladimensin social de la que se imbuyen las peculiaridades eintenciones individuales. En este sentido, afirman que no puedepensarse en la sociedad como un conjunto de intencionesindividuales sino que, ms bien, debemos entender que talesintenciones individuales se construyen en una realidad socialdeterminada. Por cuanto insisten en dar explicaciones sociales a loshbitos y experiencias individuales, sus obras me pareceniluminadoras y convincentes. No obstante, no puedo sino discrepar en tanto en cuanto no parece que dejen margen de maniobraalguno para el individuo en ese discurso social o entramadoinstitucional. Reniego precisamente de esa totalizacin de laimpronta de la historia. Los post-estructuralistas, al defender que lasociedad construye por completo al sujeto, le privan totalmente dela capacidad de reflexionar sobre el discurso social, y de oponerse asus determinaciones.

    Cuando se aplica al concepto de la mujer, la perspectiva post-estructuralista incurre en lo que llamar nominalismo: la idea de quela categora de la mujer es una ficcin, y de que el feminismo debeorientar sus esfuerzos a desmantelarla. La mujer' quiz no seanada, la identidad determinable de una figura que se anuncia adistancia, a distancia de otra cosa... Quiz sea, como no-identidad,no-figura, simulacro, el abismo de la distancia, el distanciamiento dela distancia, el corte del espaciamiento, la distancia misma siadems pudiera decirse, lo que es imposible, la distancia ellamisma 27 . El inters de Derrida por el feminismo proviene de lacreencia, como se comprueba en el pasaje anterior, de que la mujer

    puede representar la ruptura con el discurso funcional de lo quedenomina logocentrismo, un discurso esencialista que llevaaparejadas una jerarquizacin de la diferencia y una ontologakantiana. Puesto que a la mujer, en cierto modo, se la ha excluidode este discurso, puede esperarse que de ella mane la resistencia.No obstante, esta resistencia no surtir efecto de no abandonar, a lahora de redefinir a la mujer, el mecanismo del logocentrismo. Suresistencia slo ser eficaz si vaga a la deriva y esquiva todo intentode aprehenderla. Slo entonces, confa Derrida, se har realidad la

    siguiente escena futurista: engulle, vela por el fondo, sin fin, sinfondo, toda esencialidad, toda identidad, toda propiedad. Al llegar a

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    este punto el discurso filosfico, ciego, zozobra se deja arrastrar asu perdicin 28 . Segn Derrida, a las mujeres siempre se las hadefinido como una diferencia sojuzgada por medio de una oposicinbinaria: varn/mujer, cultura/naturaleza, positivo/negativo,

    raciocinio/intuicin. Al respaldar, como las feministas culturales, laexistencia de una diferencia esencial de gnero, vuelve a conjurarseesta estructura antittica. El nico modo de hurtarse a estaestructura, y de subvertirla, consiste en apoyar la diferencia total, enser lo que no puede concretarse o sojuzgarse mediante unadicotoma jerarquizada. Paradjicamente, se trata de ser lo que nose es. Las feministas, por tanto, no pueden deslindar definitivamente la categora de la mujer o, de otro modo, seeliminara toda posibilidad de superar el logocentrismo y su poder represivo.

    Del mismo modo, Foucault rehsa todo sujeto construido por oposicin sea el proletariado, la mujer, o los oprimidos entanto que imgenes especulares que nicamente recrean yapuntalan el discurso del poder. Como apunta Biddy Martin,Foucault desconstruye desde una posicin des-centrada, que sesale de la lnea, aparentemente desalineada. No imagina unaposicin de otredad absoluta, sino una alteridad' que se concibe as misma como una exclusin interna 29 .

    Segn los postulados de Foucault y Derrida, nicamente se pruebaacertado un feminismo completamente negativo, que desconstruyatodo sin construir nada. sta es la opcin por la que apuesta JuliaKristeva, otra renombrada autora ligada al post-estructuralismofrancs. En este sentido, afirma: una mujer no puede ser; es algoque ni siquiera pertenece al orden del ser. De ah que el feminismoslo pueda proceder de forma negativa, en desavenencia con loque existe para poder decir no es esto' y despus ni tampoco esto'30 . No obstante, la ndole compleja de la subjetividad no anula la

    posibilidad de la lucha poltica, como quizs pudiera desprendersedel hecho de que, a la par que desconstruye los fundamentos de loreaccionario, el post-estructuralismo desconstruye tambin los de lorevolucionario. Con todo, la lucha poltica slo podr asumir unafuncin negativa, que impugne todo lo finito, lo definido, loestructurado, lo que est cargado de significado en la situacinactual de la sociedad 31 .

    La crtica que el post-estructuralismo hace de la subjetividad resulta

    de inters para las feministas por dos motivos. En primer lugar,parece mantener viva la esperanza de conseguir una libertad mayor

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    para las mujeres, de forma que se d rienda suelta a una pluralidadde diferencias, que circulen libres, sin que exista, al contrario de loque sucede en el patriarcado o en el feminismo cultural, ningunaidentidad de gnero predeterminada que les ponga trabas. En

    segundo lugar, da un paso decisivo ms all del feminismo culturaly del feminismo liberal, al avanzar en la teorizacin de lo que stosno abordan: la construccin de la subjetividad. En este sentido,podemos aprender mucho sobre el funcionamiento de losmecanismos opresivos del sexismo o sobre la construccin decategoras especficas de gnero al relacionarlos con el discursosocial y al concebir el sujeto como un producto de la cultura.Naturalmente, este anlisis nos resultar asimismo provechoso paracomprender a las mujeres de derechas, los modos de reproduccinde la ideologa o los mecanismos que frenan el progreso en lasociedad. No obstante, la adhesin al nominalismo plantea seriasdificultades al feminismo. Cmo podemos aplicar con rigor elplanteamiento de Kristeva en el que la lucha nicamente puede ser negativa? Como seguramente no ignora la izquierda a estas alturas,no se puede llamar al activismo a un movimiento que se planteasiempre y solamente como oposicin: es necesaria una alternativapositiva, una proyeccin de un futuro mejor para incitar a losindividuos a que dediquen tiempo y ganas a que tal proyecto sematerialice. Por otra parte, la adhesin del feminismo alnominalismo tropieza con el mismo obstculo con el que se topanlas teoras de la ideologa, a saber, por qu construye el discursosocial la conciencia de una mujer de derechas, pero no la de unafeminista? Las crticas post-estructuralistas de la subjetividadataen a la construccin bien de todos los sujetos bien de ninguno.Y de ah en concreto surge la dificultad que acucia al feminismo:cul es el fundamento de una poltica feminista que desconstruyeal sujeto femenino? El nominalismo amenaza con aniquilar el propiofeminismo.

    Algunas de las feministas que quieren aplicar las teoras del post-estructuralismo en absoluto ignoran este peligro. Biddy Martin, por ejemplo, indica que no podemos permitirnos el lujo de desdear adoptar una postura poltica que nos ate a nuestro sexo' por elmero hecho de querer mantener un abstracto rigor terico . . . Si sedevana la lgica de la oposicin foucaultiana a las categorastradicionales, en ltimo extremo se corre el peligro de que lacuestin de la opresin de las mujeres resulte caduca 32 . Puestoque Martin analiza los problemas que plantean las teoras de

    Foucault, nos cabe la esperanza de que aporte una solucin quesupere el nominalismo. Sin embargo, en su interpretacin de la obra

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    de Lou Andreas-Salom, Martin valora lo indeterminado, lo ambiguoy lo escurridizo, y da a entender que, precisamente porquemantiene su identidad en la indeterminacin, la vida de Andreas-Salom constituye un texto del cual las feministas pueden aprender

    mucho 33 .No obstante, la idea de que ningn texto puede determinarse no

    resulta productiva para las feministas. Como aval de su tesis de queno puede fijarse un significado ltimo y determinado en los textos,Derrida nos proporciona en Espolones tres interpretacionesdiscordantes pero justificables todas ellas del modo en que seconstruye y se asigna una posicin a la mujer en los textos deNietzsche. En una de ellas, Derrida sostiene que podemosencontrar ideas que pueden considerarse feministas 34 . Derridapretende as demostrar que puede rebatirse incluso la interpretacinaparentemente irrefutable por la que las obras de Nietzscherezuman misoginia con otra tesis igualmente convincente quepostula lo contrario. De todos modos, de qu les sirve a lasfeministas, a quienes les conviene ms corroborar las acusacionesde misoginia que aceptar su indeterminacin? No se trata de tildar al propio Derrida de anti-feminista, ni sugerir que no hay nada en suobra que pueda resultar de provecho para el feminismo. Noobstante, la tesis de la indeterminacin, de la forma en la que seesgrime en el caso de Nietzsche, recuerda demasiado el argumentoanti-feminista que dice que nuestra interpretacin del sexismo estbasada en una perspectiva limitada y prejuiciada, y que lo queconsideramos misgino en realidad ayuda, en lugar de perjudicar, alas mujeres. La afirmacin de la indeterminacin obligatoriamentenos sita de nuevo en la posicin que sugera Kristeva, en la quenicamente caben respuestas negativas a la pregunta qu es unamujer? Si la categora de la mujer es esencialmenteindeterminada, negamos la posibilidad de concebirla de un modo

    positivo para protegerla contra la desconstruccin, lo cual nosaboca irremediablemente a un feminismo que slo puede ser desconstructivista y que, por tanto, vuelve a caer en el nominalismo35 .

    Con una actitud nominalista en lo referente a la subjetividad, seproduce el nocivo efecto de privar nuestro anlisis de la perspectivade gnero; en definitiva, de volver a sumir el gnero en lainvisibilidad. La ontologa de Foucault se centra nicamente en los

    cuerpos y en los placeres, y, como es sabido, este autor no incluyeel gnero en las categoras para el anlisis. Si se admite que el

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    gnero es simplemente un constructo social, la necesidad e inclusola posibilidad de una poltica feminista quedan en entredicho arengln seguido. Qu podemos solicitar en nombre de las mujeressi las mujeres no existen y todo lo que se pide en su nombre

    nicamente consolida el mito de que s? Cmo podemosatrevernos a censurar el sexismo y a proclamar que perjudica losintereses de las mujeres, si tal categora es una ficcin? Cmopodemos reivindicar la legalizacin del aborto, las ayudasnecesarias para el cuidado de los hijos o una remuneracin acordecon el esfuerzo realizado sin recurrir al concepto de la mujer?

    El post-estructuralismo socava nuestras posibilidades de combatir la tendencia dominante (y, podra decirse, el peligro dominante) enel pensamiento que prima en la intelectualidad occidental, a saber,la obcecacin en una tica, una metafsica y una epistemologauniversales, neutrales e imparciales. Desoyendo los rumoresdiscrepantes que circulan por la Europa continental, el pensamientoanglo-americano an est vinculado a su idea(l) de que existen unametodologa y una serie de verdades esenciales trans-histricas,apolticas y de aplicacin universal, sin que se vean acotadas por ninguna asociacin con gneros, razas, clases o culturas concretas.El rechazo de la subjetividad, aun involuntariamente, se confabulacon la tesis del humano genrico del pensamiento liberal clsico,en la que las particularidades de los individuos contaminan sinnecesidad alguna el conocimiento. Al interpretar ciertasparticularidades individuales, como la experiencia subjetiva, comoconstructos sociales, el post-estructuralismo, en su negacin de laautoridad del sujeto, se aviene perfectamente con la tesis delliberalismo clsico de que las particularides individuales soninsignificantes. (Para el liberalismo, en ltimo extremo, la raza, laclase y el gnero carecen de importancia en relacin con cuestionescomo la justicia y la verdad, porque, en el fondo, todos somosiguales. Segn el post-estructuralismo, la raza, la clase y el gneroson constructos y, por tanto, no pueden ratificar ninguna concepcinsobre la justicia y la verdad, puesto que no existe una sustanciaesencial subyacente que liberar, realzar o sobre la que construir.Por tanto, vuelve a confirmarse aqu que, en el fondo, todos somosiguales.) En realidad, este deseo de vapulear la idea de que existeuna posibilidad de basar una forma de concebir el mundo que sepresenta de hecho como la mejor de todas las posibles en humanogenrico es el que informa en gran medida a las feministasculturales en su glorificacin de la feminidad, que entienden como

    una especifidad vlida sobre la que se fundamenta con todalegitimidad la teora feminista 36 .

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    La anterior presentacin del feminismo cultural y del feminismopost-estructuralista enojar a numerosas feministas, por suponerlosdemasiado homogneos y por encasillar alegremente teoras

    amplias y complejas. Con todo, creo que las tendencias hacia elesencialismo y hacia el nominalismo que he esbozadocorresponden a las principales respuestas de la teora feminista alreto pendiente de volver a conceptuar a la mujer. Ambasrepuestas presentan bazas significativas y deficienciasconsiderables. El feminismo cultural permite enmendar la tesis delhumano genrico que sostiene el liberalismo clsico, e igualmentefomenta la comunidad y la auto-afirmacin. No obstante, no llega acrear directrices que, a largo plazo, orienten la teora o la prcticafeminista. Adems, est cimentado en una pretensin esencialista,la cual dista an mucho de poder justificarse. La lectura que lasfeministas han hecho del post-estructuralismo destapa formassugerentes de profundizar en la construccin de la subjetividadmasculina y femenina, y amonesta de los peligros de crear unfeminismo que reproduzca los mecanismos del poder represivo. Sinembargo, circunscribe el feminismo a las tcticas negativas de laoposicin y la desconstruccin, y mina el ataque contra elliberalismo clsico, puesto que desautoriza pensar en todasubjetividad especfica y significativa desde el punto de vistaepistemolgico. Qu salida le queda entonces a una feminista?

    No podemos simplemente aceptar con resignacin la paradoja.Para poder escapar de las serias deficiencias del feminismo culturaly del post-estructuralismo, el feminismo precisa salir de la situacinen la que se encuentra con el desarrollo de una tercera va: unateora alternativa sobre el sujeto que esquive tanto el esencialismocomo el nominalismo. Esta nueva opcin podr convenir con elpost-estructuralismo que se necesita una teorizacin de la categora

    de la mujer a travs de una indagacin en la experiencia de lasubjetividad, y no la descripcin de los atributos que tieneactualmente. No obstante, no deber acatar sin ms que talindagacin derive necesariamente en la adopcin de una posicinnominalista sobre el gnero, o en su supresin. Las feministasdeben examinar la posibilidad de construir una teora del sujetosexuado que no degenere en el esencialismo. En los dos apartadossiguientes, tratar los trabajos ms recientes que contribuyen aldesarrollo de una teora de estas caractersticas, o al menos as lo

    entiendo. Finalmente, en el ltimo apartado, expondr mi propia

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    contribucin, en la que la identidad sexuada se percibe como laadopcin de posiciones concretas.

    Teresa de Lauretis

    La clebre obra de Lauretis, Alicia ya no, es una recopilacin deartculos, vertebrados en torno a la bsqueda deconceptualizaciones que resuelvan el problema de la mujer en tantoque sujeto. En su obra, este problema surge del conflicto entre lamujer entendida como una construccin ficticia y las mujeres entanto que seres histricos reales37. As, apunta de Lauretis: larelacin entre las mujeres en cuanto sujetos histricos y el conceptode mujer tal y como resulta de los discursos hegemnicos no es niuna relacin de identidad directa, una correspondencia biunvoca, niuna relacin de simple implicacin. Como muchas otras relacionesque encuentran su expresin en el lenguaje, es arbitraria ysimblica, es decir, culturalmente establecida. Lo que el libro intentaexplorar son las formas y los efectos del establecimiento de esarelacin 38 . La ventaja del enfoque de Lauretis radica en quenunca pierde de vista que la teora feminista se debe a unimperativo poltico y, por tanto, no ignora en ningn momento que

    nuestra misin no es slo describir la relacin en la que sefundamenta la subjetividad de las mujeres sino tambin cambiarla.Con todo, puesto que considera que estamos construidas por undiscurso semitico, este dictado poltico se enfrenta a un problemade raz. En sus propias palabras, paradjicamente, la nica manerade situarse fuera de ese discurso es desplazarse uno mismo dentrode l rechazar las preguntas tal y como vienen formuladas, oresponder taimadamente, o incluso citar (pero en contra del sentidoliteral). El lmite que se plantea, pero que no traspasa, este libro es,

    por tanto, la contradiccin de la propia teora feminista, a la vezexcluida del discurso pero aprisionada en l 39 . Como le ocurre ala teora feminista, tambin el sujeto femenino est a la vezexcluido del discurso pero aprisionado en l. Lauretis emprende enAlicia ya no la difcil tarea de construir una teora del sujeto que nodesdee estas verdades pero que siga manteniendo la viabilidaddel feminismo. Admitir que el sujeto est construido por el discursoimplica que el proyecto feminista no puede limitarse simplemente adescubrir cmo hacer visible lo invisible', como si la esencia delgnero estuviera ah escondida esperando a que el discursodominante la reconociese. A pesar de todo, Lauretis no renuncia a

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    la posibilidad de crear las condiciones de visibilidad para un sujetosocial diferente 40 . En su opinin, se puede evitar caer en elnominalismo en lo que respecta a la subjetividad si se la relacionacon la nocin de hbito, en el sentido de Peirce, y con una nocin

    de experiencia ms elaborada desde el punto de vista terico 41 .Me extender un poco ms en esto ltimo.

    Segn la tesis principal de Lauretis, la subjetividad, es decir, lo queuno percibe y aprehende como algo subjetivo, se construye en unproceso continuo, una renovacin constante e ininterrumpida, quese basa en una interaccin con el mundo, lo que ella denominaexperiencia: y as se produce [la subjetividad], no mediante ideas ovalores externos, causas materiales, sino con el compromisopersonal, subjetivo en las actividades, discursos e instituciones quedotan de importancia (valor, significado, y afecto) a losacontecimientos del mundo 42 . A travs de este proceso segenera la subjetividad de cada uno. Pero la descripcin de lasubjetividad resultante tampoco est exenta de problemas, entre losque destacan los siguientes: los esfuerzos feministas . . . hancado, en su mayora, en la trampa tendida por [una] paradoja. Ohan aceptado que sujeto', como hombre', es un trmino genrico ycomo tal puede designar igual y simultneamente a los sujetosfemenino y masculino, con el resultado de borrar de la subjetividadla sexualidad y la diferencia sexual. O se han visto obligadas arecurrir a una concepcin opositiva del sujeto femenino' definidopor el silencio, la negacin, una sexualidad natural o una cercana ala naturaleza no comprometida con la cultura patriarcal 43 . Surgeaqu de nuevo el dilema entre un sujeto sin gnero, como en elpost-estructuralismo, y otro esencialista, como en el feminismocultural. Como seala Lauretis, en la ltima opcin, laconceptualizacin de la subjetividad femenina est constreida por la propia distincin entre las subjetividades masculina y femenina.

    As, parece que se crea un dilema, puesto que, por un lado, siprivamos la subjetividad del gnero, abrazamos un sujeto genrico,con lo cual debilitamos el proyecto feminista; por otro, si se define elsujeto en trminos de gnero, de forma que la subjetividadfemenina se establezca en un espacio claramente diferenciado delde la subjetividad masculina, caemos en la trampa de una oposicindicotmica supeditada a un discurso misgino. Parecera quedefender una subjetividad unida a la nocin de gnero acarrearaforzosamente que volvisemos a verter las mujeres en el cuerpo y

    la sexualidad como inmediatez de lo biolgico, como naturaleza 44.De su insistencia en una nocin de subjetividad construida a travs

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    de las prcticas discursivas se deduce que Lauretis no apruebapara su propuesta precisamente esa otra concepcin de lasubjetividad. Una subjetividad moldeada en lo fundamental por elgnero parece conducir irremediablemente al esencialismo, de

    forma que la oposcin varn/mujer se propone como universal yahistrica. Al contrario, una subjetividad que no se vertebra en tornoa la nocin de gnero parece desembocar en la concepcin de unsujeto humano genrico, como si fuera posible ir despojndonos delas capas culturales que nos envuelven hasta dar con la autnticaraz de la naturaleza humana, que, por otro lado, resulta no tener gnero alguno. De veras nicamente tenemos estas opciones?

    En Alicia ya no, Lauretis esboza las pautas de una nuevaconcepcin de la subjetividad. En su opinin, la subjetividad no estni determinada en exceso por lo biolgico ni por unaintencionalidad libre y racional sino, ms bien, por la experiencia,que define (basndose en Lacan, Eco y Peirce) como un complejode hbitos resultado de la interaccin semitica del mundo exterior'y del mundo interior', engranaje continuo del yo o sujeto en larealidad social 45 . A tenor de esta definicin, evidentemente seplantea la siguiente cuestin: podemos establecer unaexperiencia femenina? Lauretis nos incita a cuestionarnos estomismo; pormenorizando, nos insta a analizar ese complejo dehbitos, disposiciones, asociaciones y percepciones, lo queengendra a uno como femenino 46 . El final del libro de Lauretisencierra una aguda observacin, que puede servirnos como puntode partida crtico:

    [y] ah es donde hay que buscar la especificidad de toda teorafeminista: no en la feminidad como cercana privilegiada a lanaturaleza, al cuerpo o al inconsciente, en una esencia inherente a

    las mujeres, pero contra la que presentan ahora una demanda loshombres; no en la tradicin femenina entendida simplemente comoalgo marginal e intacto, fuera de la historia pero que hay quedescubrir o redescubrir; tampoco en los resquicios y grietas de lamasculinidad, en las fisuras de la identidad masculina o en loreprimido por el discurso flico; sino ms bien en la actividad

    poltica, terica, auto-analizadora mediante la cual pueden ser rearticuladas las relaciones del sujeto con la realidad social a partir de la experiencia histrica de las mujeres. Mucho, muchsimo,

    queda por hacer 47.

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    Como se comprueba, Lauretis subraya que la salida a la improntatotalizadora de la historia y del discurso se sita en nuestraactividad poltica, terica, auto-analizadora. Con ello, no debeentenderse que slo los artculos eruditos en las publicaciones

    acadmicas constituyen un espacio de libertad y una base para lamaniobra sino, ms bien, que todas las mujeres pueden (y de hecholo hacen) reflexionar, criticar y alterar el discurso. Por consiguiente,la subjetividad puede reconstruirse a travs del proceso de laactividad reflexiva. El componente principal de la definicin deLauretis reside en la dinmica que inyecta en lo ms profundo de lasubjetividad: una interaccin fluida en movimiento continuo, procliveal cambio mediante una prctica de auto-anlisis.

    Ms recientemente, Lauretis, partiendo de este punto, ha llevadoms lejos su concepcin de la subjetividad. En la introduccin a sultimo libro, Feminist Studies/Critical Studies, Lauretis sostiene quela identidad de un individuo se constituye en un proceso histrico detoma de conciencia; un proceso en el que cada uno interpreta oreconstruye la historia personal dentro del horizonte designificados y conocimiento que podemos tomar de nuestra culturaen un momento histrico dado; un horizonte que tambin abarcadiferentes modos polticos de compromiso y lucha La conciencia,por tanto, nunca est fija, nunca se alcanza de una vez por todas,porque las barreras discursivas cambian dependiendo de lassituaciones histricas 48 . As nos ilumina Lauretis para salir deldilema que nos expona en Alicia ya no. A travs de este procesode interpretacin poltica se permite la agencia del sujeto. Y de ahsurge algo mltiple y cambiante, ni predeterminado... en un ordensimblico inamovible ni tampoco fragmentado, o intermitente49.Lauretis presenta una subjetividad que dota a la mujer de unacapacidad de agencia, a la vez que la sita en unasconfiguraciones discursivas concretas y, lo que es ms, concibe el

    proceso de toma de conciencia como una estrategia. Lasubjetividad puede as imbricarse con la raza, la clase y el gnerosin verse determinada de tal modo que se imposibilite la agencia.

    Denise Riley

    El libro de Denise Riley, War in the Nursery: Theories of the Childand Mother, es un intento de conceptuar a la mujer de forma que sesoslaye lo que ella denomina el dilema biologismo/culturalismo, por

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    el que las mujeres bien estn determinadas por completo por lobiolgico bien son constructos culturales. Como estima Riley, estosdos enfoques resultan insuficientes en lo terico y en lo empricopara explicar la diferencia sexual. Las tesis sobre el determinismo

    biolgico no logran sacar partido de toda la complejidad de losconceptos que utilizan, por ejemplo, biologa, naturaleza osexo, y tratan de reducirlo todo a la mecnica de una biologainalterable 50 . Por otra parte, el remedio habitual que sustituye albiologismo51 la tesis de la construccin de las feministas que sedenominan culturales ignora que s hay cuestiones biolgicas, locual debe estudiarse con ms detalle y, lo que es ms,nicamente ofrece como sustituto de tal determinacin biolgicauna esfera ilimitada de determinacin social 52 .

    Para intentar no caer en las carencias de estos enfoques, Rileyafirma: el problema tctico surge al nombrar y especificar ladiferencia sexual en los casos en los que se ha ignorado omalinterpretado, pero sin que se le garantice una vida eternaautnoma, una trayectoria solitaria por el infinito que se esparzasobre el conjunto de los seres y el conjunto de la sociedad como sila casualidad de su concepcin sexuada le garantizase a uno,implacablemente y en todos los momentos, todas las facetassiguientes de su existencia 53 . Precisamente por esto consideroque el proyecto de Riley es un intento de conceptuar la subjetividadde la mujer como la de un sujeto sexuado sin incurrir en elesencialismo a la hora de definir el gnero, de forma que pudieraemprender una vida eterna autnoma. Igualmente, pienso queelude tanto la negacin de la diferencia sexual (nominalismo) comoel recurso al esencialismo para definir dicha diferencia sexual.

    Aun cuando ste constituya su proyecto principal, el anlisis queRiley realiza en su libro est centrado fundamentalmente en lasrelaciones que pueden observarse entre las polticas sociales, las

    psicologas ms generalizadas, el estado y los hbitos individuales,y no llega a plantear el problema terico de las concepciones de lamujer. S profundiza, no obstante, en el anlisis histrico ysociolgico, sin olvidar en ningn momento la necesidad de tratar en toda su complejidad los conceptos clave para su estudio, por ejemplo, mujer y madre. En este sentido, su actuacin es modlicay su trascendencia no debera menospreciarse. Adems, en elltimo captulo, Riley trata de un modo muy interesante la tensinpoltica que puede crearse entre la necesidad de manejar conceptos

    complejos, por un lado, y justificar el activismo poltico, por otro.

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    Al analizar los argumentos a favor y en contra de ciertas polticassociales, Riley intenta adherirse a un punto de vista feminista. Noobstante, cualquier debate de este tipo presupone necesariamente,aun cuando no se admita abiertamente, que puede determinarse

    cules son las necesidades y que, por lo tanto, stas puedentomarse como criterio con el que evaluar dichas polticas sociales.Por el contrario, en realidad, resulta inmensamente difcil determinar las necesidades, ya que la mayora de las teoras sobre lanecesidad, si no todas, se basa en una concepcin naturalista delagente humano, ya pueda l/ella por s mismo/a determinar yexponer racionalmente cules son sus necesidades, ya seestablezcan sus necesidades reales mediante un proceso externode anlisis. Cualquiera de los dos mtodos plantea una serie deproblemas: parece poco problable que nicamente existannecesidades cuando el agente pueda determinarlas y plantearlasespecficamente, como tampoco puede negarse lo arriesgado dedejar en manos de expertos o de personas ajenas la deteminacinde las necesidades de un individuo. Adems, es conflictivo pensar que el agente humano tiene una serie de necesidades de la mismaforma que una mesa tiene propiedades, puesto que aqul es unaentidad que cambia constantemente, al contrario de lo que le ocurrea sta, que no est supeditada a unas fuerzas de construccinsocial que tengan un efecto en su subjetividad y, por consiguiente,en sus necesidades. A los tericos utilitaristas, especialmente a losque estudian el deseo y el bienestar, les afecta de un modoparticular este problema, puesto que cifran los criterios deevaluacin moral que proponen precisamente en las necesidades (oen los deseos, que plantean los mismos inconvenientes) 54 . Lasevaluaciones que las feministas hagan de las polticas socialesapoyndose en el concepto de las necesidades de las mujeres seexponen irremediablemente a tropezar con el mismo escollo. Rileylo soluciona de este modo: sostengo que obviamente no se puedenrevelar las necesidades de las personas a travs de un procesosimple de descubrimiento histrico, si bien en otro lugar yo mismahablo de las necesidades reales' de las madres. Creo que espreciso subrayar que la necesidad no es evidente por naturaleza yque los elementos que la condicionan son intrincados, y a la vezactuar en lo poltico como si las necesidades pudieran satisfacerse,o al menos a medias 55 . Riley recalca, por tanto, que es posible ynecesario incluso formular firmemente solicitudes polticas, y almismo tiempo ser conscientes de los riesgos de que stas caigan

    en el esencialismo. Cmo puede llevarse esto a cabo sin que seresienta nuestra lucha poltica?

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    Por otro lado, como apunta Riley, la lgica de las solicitudesconcretas no tiene por qu llevar aparejada una defensa delesencialismo. En sus palabras, si bien es cierto que solicitar

    ayudas adecuadas para el cuidado de los hijos como una de lasformas ms evidentes de satisfacer las necesidades de las madresse fundamenta en una divisin convencional de la mano de obra, enla que la responsabilidad de los hijos atae a las mujeres y no a losvarones, por lo general sta es la divisin que resulta. Admitirlo noimplica necesariamente que se crea que el cuidado de los hijos estvinculado para siempre a lo femenino 56 . No hay que acogerse auna retrica que idealice la maternidad para reclamar que lasmujeres, en este momento y en esta situacin concreta, necesitanayudas para el cuidado de los hijos. Asimismo, el grueso del trabajode Riley sobre las polticas sociales se propone poner de relieve lospeligros que acompaan a ese tipo de solicitudes. As lo expone:puesto que para arrojar luz sobre las necesidades de las madres'debe tomarse como punto de partida inevitable y ms significativo elgnero la capacidad biolgica de dar a luz, acucia el peligro devolver a caer en una afirmacin y una corroboracin de la diferenciasocial-sexual como si tambin fuera permanente. Con ello, lasnecesidades de las madres se convertiran en propiedades fijas dela maternidad' en tanto que funcin social. En mi opinin, esto es loque ocurri en Gran Bretaa en el perodo de la posguerra 57 . Deesto se deduce que apelar a las necesidades de las mujeres quetienen hijos significa apelar al mismo tiempo a la concepcinesencialista de la maternidad que impera en nuestra cultura.

    Para sortear este obstculo, Riley desaconseja activar cualquierade las versiones de la maternidad como tal. Supongo que lo queRiley quiere dar a entender en este punto es que podemos hablar de las necesidades de las mujeres que tienen hijos y, por supuesto,referirnos a estas mujeres en su papel de madres, si biendeberamos evitar cualquier referencia a la institucin idealizada dela maternidad en la que sta se identifique con la vocacinpreeminente de las mujeres o con el culmen de las actividadesautntica o genuinamente femeninas.

    Riley resulta iluminadora para el problema que se nos planteasobre la subjetividad de la mujer principalmente en tres sentidos. Enprimer lugar, y quizs el ms evidente de todos, expone claramenteel problema y lo aborda de cara, sin rodeos. En segundo lugar, nos

    desvela un modo de tratar el tema de las ayudas al cuidado de loshijos que elude adoptar una visin esencialista de la feminidad, lo

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    cual se traduce en dejar claro que tales solicitudes correspondennicamente a las necesidades actuales, no universales, de lasmujeres, as como en un rechazo total a cualquier apelacin a lamaternidad. En tercer lugar, nos insta a explorar toda la complejidad

    de conceptos como el de las necesidades de las mujeres y, almismo tiempo, a presentar un programa poltico de solicitudes querepresente a las mujeres, sin que una cosa invalide la otra. De estemodo no se acepta con resignacin la paradoja sino que ms biense aboga por una nueva forma de concebir la subjetividad demanera que puedan conciliarse nuestros presupuestos tericos connuestros proyectos polticos.

    La manera en la que Denise Riley aborda la dimensin poltica delproblema que plantea conceptuar la mujer resulta valiosa, puestoque analiza ciertos modos de escapar del esencialismo al presentar solicitudes polticas. Asimismo, nos recuerda que no deberamosrenunciar al activismo poltico porque flaqueemos en la formulacinterica de nuestros conceptos bsicos.

    El concepto de posiciones

    Debo advertir antes de nada que, en mi anlisis, la subjetividad seplantea como una cuestin ms metafsica que emprica. Enconsideracin con los lectores que provienen de una tradicin post-estructuralista, debo matizar inmediatamente tal declaracin. Losfilsofos europeos, desde Nietzsche a Derrida, han repudiado ladisciplina de la metafsica en su totalidad, puesto que afirman quepresupone una ingenua conexin ontolgica entre el conocimiento yuna realidad que se concibe como un objeto-en-s-mismo, sinrelacin alguna con los hbitos y la metodologa humanos.Aseguran estos filsofos, con ciertas reminiscencias del positivismolgico en este punto, que la metafsica no es sino un ejercicio demistificacin, que osa realizar proposiciones de conocimiento sobreobjetos como las almas y las verdades necesarias a todas lucesinjustificables para nosotros. Quizs lo que ms se critica de lametafsica es que define la verdad de modo que resultainalcanzable, para despus asegurar que la ha alcanzado. Estoy deacuerdo en que debemos rechazar la metafsica trascendente delos objetos-en-s-mismos y renunciar al atrevimiento defundamentar cualquier proposicin en los nomenos, pero estosignifica rechazar una ontologa especfica de la verdad y unatradicin particular de la historia de la metafsica, no toda la

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    metafsica. Si no se concibe la metafsica como la defensa de unaontologa determinada, sino como el intento de argumentar racionalmente sobre cuestiones ontolgicas que no puedenaprehenderse empricamente, se colige que la metafsica pervive

    hoy en el anlisis sobre el lenguaje que hace Derrida, en elconcepto de poder que postula Foucault y en todas las crticas post-estructuralistas de las teoras humanistas sobre el sujeto. Desdeeste punto de vista, por lo tanto, decir que alguien est haciendometafsica no tiene connotaciones peyorativas. La ciencia por ssola no puede responder a cuestiones de crucial importancia paralos seres humanos (incluida la de qu es la ciencia y cmofunciona), pero podemos abordar con acierto estas preguntas siamalgamamos los datos cientficos con otras consideracioneslgicas, polticas, morales, pragmticas y de coherencia. Sedeshace as la barrera que separa lo normativo de lo descriptivo.Los problemas metafsicos ataen a proposiciones de factualidadsobre el mundo (y no simplemente a declaraciones expresivas,morales o estticas, por ejemplo), pero ciertas cuestiones nopueden resolverse nicamente con medios empricos 58 .

    En mi opinin, el problema del sujeto y, en concreto, el deconceptuar a la mujer son de corte metafsico. Por lo tanto,discrepo de los tericos de la fenomenologa y del psicoanlisis queaseguran que la naturaleza de la subjetividad puede descubrirse atravs de una cierta metodolgica y de una estructura conceptual,ya corresponda a la poca ya a la teora del inconsciente 59 . Elreduccionismo neurofisiolgico afirma igualmente que puedeproporcionar explicaciones empricas de la subjetividad, pero por logeneral admite que las explicaciones que se centran en el planofsico apenas pueden explicar lo que la subjetividad tiene deexperiencia 60 . Yo ira ms lejos para postular que explicacionesde ese tipo apenas pueden explicar cmo interpretar el concepto dela subjetividad, puesto que dicho concepto lleva aparejadasnecesariamente consideraciones no slo sobre los datos empricos,sino tambin sobre sus implicaciones polticas y ticas. Comoocurre a la hora de determinar cundo comienza la vida humana en el momento de la concepcin, con el desarrollo completo delcerebro o en el nacimiento, slo a travs de la ciencia no podemosresponder esta cuestin, que a fin de cuentas parece plantear (encierto modo) cmo decidir la definicin de conceptos como ser humano o la mujer. No podemos descubrir el significadoverdadero de estos conceptos, sino que debemos definirlos

    basndonos en todos los datos empricos, en los argumentosticos, en las implicaciones polticas y en las constricciones que

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    impone la coherencia que sean relevantes en ese momento.El psicoanlisis merece tratarse por separado, puesto que, para

    rechazar el sujeto, el post-estructuralismo se remonta precisamenteal tratamiento complejo que le dio Freud. La concepcin

    psicoanaltica del inconsciente es la que socava cualquier posicinde certidumbre que pueda tomar el sujeto y de hecho asegurarevelar que el sujeto es una ficcin 61 . Las feministas, por tanto, sesirven del psicoanlisis para tratar en toda su complejidad el sujetosexuado y descubrir la naturaleza ficticia de la categora sexualque, a pesar de ello, se asigna a todo sujeto 62 . De todos modos,aun cuando la teorizacin del inconsciente constituye un mediofundamental para la teorizacin del sujeto, el psicoanlisis por ssolo, evidentemente, es incapaz de proporcionar todas lasrespuestas que necesitamos para elaborar una teora del sujetosexuado 63 .

    Como ya he anunciado, creo que es importante utilizar la nocinde experiencia formulada por Teresa de Lauretis como punto departida para describir las caractersticas de la subjetividad humana.Lauretis no se basa en particularidades biolgicas o psicolgicasdadas, con lo cual logra caracterizar la subjetividad de un modo noesencialista. Tampoco cae en el idealismo que suele acompaar alrechazo de anlisis materialistas, ya que basa la nocin que nosocupa en los acontecimientos y los hbitos reales. En esta crucialapuesta por los hbitos radica, en parte, el apartamiento de Lauretisde la defensa de la totalizacin del lenguaje o de la textualidad, a laque an se aferra la mayora de los discursos anti-esencialistas.Lauretis pretende demostrar que el lenguaje no es el nico origen ysede del significado, sino que las costumbres y los hbitosdesempean un papel fundamental en su construccin, y que atravs de la auto-reflexin podemos re-modelar la subjetividadfemenina. El gnero no es un punto de partida en el sentido de queno es algo dado, sino una premisa o un constructo, que puedeconcretarse de un modo en absoluto arbitrario en torno a los ejes delas costumbres, los hbitos y los discursos. Ms an, es unainterpretacin de nuestra historia en una constelacin discursivaparticular; una historia en la que somos sujetos, y estamos sujetos ala construccin de la sociedad.

    Este anlisis permite establecer un concepto de la subjetividadsexuada sin fijarla eternamente de un modo u otro. Por esto, y por

    el riesgo que entraan para las mujeres en concreto las visionesesencialistas del sujeto, parece que es posible y conveniente

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    relacionar la subjetividad marcada por el gnero con costumbres,hbitos y discursos concretos, y a la vez aceptar su carcter mudable.

    Como nos recuerdan tanto Lacan como Riley, debemos insistir

    perentoriamente en la dimensin histrica en cualquier anlisis de lasubjetividad 64 . As se sale al paso de tendencias generalizadoras,universalistas o esencialistas con conclusiones que habremos deconsiderar contingentes y revisables en todos los casos. De estemodo, si concebimos la subjetividad humana como una propiedadque emerge de una experiencia determinada por un contextohistrico, podemos decir que la subjetividad femenina se interpretaen este momento y en este lugar de esta forma determinada sinque ello arrastre una mxima con pretensiones universalistas sobrequ consituye lo femenino.

    Creo que es igualmente necesario combinar este enfoque conpolticas de identidad, un concepto desarrollado a partir de Unadeclaracin de las feministas de color (A Black FeministStatement) del grupo Combahee River Collective 65 . Aqu se tratade tomar (y definir) la propia identidad como un punto de partidapoltico, como un estmulo para el activismo y como directriz de lapoltica personal. Lauretis y las autoras de Yours in Strugglecertifican la naturaleza compleja de la identidad, de lasu(b)je(tiviza)cin, y aun as sostienen la utilidad de la filosofa delas polticas de identidad, porque la identidad es un principio deimportancia primordial en la escena poltica. Proponen que siemprese reconozca que la identidad es una construccin y, con todo, unpunto de partida necesario.

    Creo que quienes sean una mezcla de razas y culturas y en ciertomodo hayan tenido que decidir su identidad de forma selectivaentendern inmediatamente este razonamiento 66 . Por ejemplo, los

    judos aceptados en la comunidad que han determinadoidentificarse como judos como tctica poltica para combatir elantiseminitismo aplican una poltica de identidad. Se podra aducir que los miembros de otros grupos que sufran una opresin msevidente no pueden permitirse este lujo, pero soy de la opinin deque, al igual que los judos tienen en su mano decidir su judaismo,los negros, las mujeres de todas las razas y otros miembros degrupos desfavorecidos reconocidos tambin pueden aplicar polticasde identidad al determinar su identidad por la pertenencia a uno o

    varios de estos grupos como punto de partida poltico. En realidad,esto es lo que ocurre cuando las mujeres que no son feministas

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    simplifican su identidad en tanto que mujeres para, desde suadhesin al feminismo, conceder importancia a su feminidad. Alpresentar su identidad como mujeres como punto de partidapoltico, les es posible, por ejemplo, distinguir una tendencia sexista

    en el lenguaje que otras mujeres que carecen de dicho punto departida no suelen percibir.

    Es cierto que las mujeres anti-feministas pueden y de hechosuelen identificarse como mujeres e identificarse con las mujerescomo grupo, lo cual explican generalmente recurriendo a una teoraesencialista de la feminidad. Al postular que la poltica personal secimienta en una identidad esencial, se priva de cualquier complejidad tanto la identidad como la relacin existente entre stay la poltica, y con ello, a su vez, se impide la agencia implcita enlas acciones poco determinadas. La diferencia que establece elfeminismo frente a la opcin anti-feminista es, en mi opinin, lasiguiente: la afirmacin o negacin de nuestro derecho y de nuestracapacidad para construir nuestra identidad sexuada, nuestra polticay nuestras decisiones, y para asumir sus responsabilidades 67 .

    Las polticas de identidad proporcionan una rplica significativa a latesis del humano genrico y a la metodologa dominante en la teorapoltica occidental. Segn sta, uno debe acercarse a la teorapoltica cubierto con un velo de ignorancia que supuestamentedeja de lado los intereses y necesidades personales del terico. Elobjetivo es descubrir una teora de alcance universal con la queestaran de acuerdo todos los agentes, en teora racionales ydesinteresados, si dispusiesen de la informacin necesaria. Se creeque puede convencerse a todos estos agentes racionales por igual,una vez despojados de sus particularidades. Las polticas deidentidad replican desde un punto de vista materialista, con lo cual

    se alan con el anlisis marxista de clase. La mejor teora poltica noser aqulla a la que se llegue con un velo de ignorancia; un veloque resulta imposible de construir. Ms bien, la teora polticadeber basarse en la premisa inicial de que todas las personas,incluyendo a los tericos, tienen una identidad material, carnal, queinformar y dejar su influjo en cualquier propuesta poltica. Dehecho, la mejor teora poltica para la propia terica ser que seaconsciente de ello. En mi opinin, las polticas de identidad noparten de una serie preestablecida de necesidades objetivas o de

    implicaciones polticas, sino que estudian en toda su complejidad la

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    conexin entre la identidad y la poltica, e introducen la identidadcomo variable en cualquier anlisis poltico.

    Si amalgamamos la filosofa de las polticas de identidad con la

    nocin de posiciones aplicada al sujeto, daremos con un sujeto quese zafa del esencialismo y que emerge de una experiencia histrica,adems de seguir posibilitando que el gnero sea un punto departida fundamental para la poltica. As, podremos mantener que elgnero no es algo natural, biolgico, universal, ahistrico ni esencialy seguir reivindicando su importancia, puesto que es la posicin dela que parte el activismo poltico. Qu significa en este contextoposicin?

    Cuando el concepto de la mujer no se define a travs de unaserie determinada de atributos sino a travs de una posicinconcreta, las caractersticas personales de la persona que seidentifica de este modo no son tan representativas como el contextoexterno a ella en el que se inscribe. La situacin exterior determinala posicin relativa de la persona, al igual que se considera que unpen de ajedrez est a salvo o en peligro, en una posicin defortaleza o debilidad dependiendo de la relacin que mantiene conel resto de las piezas del tablero. La definicin esencialista de lamujer postula que su identidad es independiente de la situacinexterior: puesto que la capacidad para la crianza y el sosiego sonrasgos innatos, mantienen su autonoma ontolgica sin verseafectados por su posicin con respecto a los dems o, de un modoms general, a la situacin histrica y social. La definicin con elconcepto de posiciones, por otro lado, pone su identidad en relacincon un contexto perennemente cambiante, con una situacin en laque unos elementos se entrelazan con otros como en una red: lasituacin econmica objetiva, las instituciones y las ideologas tantopolticas como culturales, etc. Si se puede definir a las mujeres atravs de su posicin en este entramado de relaciones, es posible

    consolidar para ellas una argumentacin feminista que no se baseen la queja de que se estn truncando sus capacidades innatas,sino en la constatacin de que su posicin en esa trama carece depoder y de movilidad, y precisa un cambio radical. La posicin delas mujeres es relativa y no innata, y, con todo, no esindeterminada. A travs de un anlisis y una crtica socialespodemos establecer la identidad de las mujeres por la posicin quemantengan en una red social y cultural determinada.

    Quizs no se descubra nada nuevo al afirmar que la opresin de

    las mujeres est imbricada con su posicin en la sociedad, pero miargumento va ms all. Creo que la propia subjetividad (o la

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    experiencia subjetiva de ser una mujer) y la propia identidad de lasmujeres se constituyen segn la posicin que ocupen. No obstante,con ello no quiero dar a entender que el concepto de la mujer estdeterminado nicamente por los elementos externos, ni que la

    mujer sea nicamente el recipiente pasivo de una identidad creadapor estas fuerzas. Ms bien ella misma forma parte del movimientode una historia fluctuante, y por tanto contribuye activamente acrear el contexto en el que puede delinearse su posicin. Y aquencajo la tesis de Lauretis que afirma que la identidad de una mujer es producto de su propia interpretacin y de la reconstruccin quehaga de su historia, permeada por el contexto cultural discursivo alque tiene acceso 68 . Por lo tanto, el concepto de posiciones tieneuna doble vertiente: en primer lugar, como ya he anunciado, elconcepto de la mujer es un trmino relativo, que slo puededeterminarse en un contexto (en movimiento constante); sinembargo, y en segundo lugar, la posicin en la que se encuentrenlas mujeres puede utilizarse (ms que trascenderse) activamentecomo un emplazamiento para la construccin de significado, comoun lugar desde donde ste puede construirse, y no un lugar dondeun significado (el de la feminidad) pueda descubrirse. El conceptode mujer como la adopcin de posiciones demuestra que lasmujeres utilizan la perspectiva personal como el punto desde el queinterpretar y construir los valores, y no ya como la sede de una seriepreestablecida de dichos valores. El cambio fundamental que seproduce cuando las mujeres se convierten en feministas no radicaen que hayan aprendido ms sobre la realidad del mundo, sino quepasan a verlo desde una posicin diferente, desde su propiaposicin como sujetos. Cuando los sujetos coloniales comienzan acensurar la actitud con la que pretendan imitar a los colonizadores,en realidad comienzan a identificarse no ya con los colonizadoressino con los colonizados 69 . Para tener una perspectiva diferenteen lo que se refiere a las posiciones, no se requiere un cambio en loque se toma como hechos, aunque tambin puede suceder quedesde la nueva posicin se pueda llegar a observar nuevos hechos.S se requiere un cambio en la perspectiva poltica, puesto que elpunto de partida, aqul desde el que se evalan todas las cosas,cambia.

    En este anlisis, por lo tanto, el concepto de posiciones permiteestablecer una identidad de la mujer determinada y mudable a lavez, que elude caer en el esencialismo: la mujer es una posicin

    desde la que puede surgir una poltica feminista, y no una serie deatributos que pueden identificarse objetivamente. Desde este

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    punto de vista, ser mujer significa adoptar una posicin en uncontexto histrico cambiante y ser capaz de decidir en quconvertimos dicha posicin y de qu manera alteramos esecontexto. Desde esa posicin relativamente determinada, aun

    variable y cambiante, pueden expresar las mujeres sus intereses yfundamentar una poltica feminista.El concepto y la posicin de las mujeres no resulta ser ni

    indeterminado ni arbitrario. Simplemente no se puede hacer unainterpretacin de nuestra sociedad de forma que el poder de lasmujeres sea superior o igual al de los varones. La concepcin de lasmujeres que aqu esbozo limita las construcciones que podamosofrecer de la mujer, al definir la subjetividad como la adopcin deposiciones en un determinado contexto.

    As, logramos eludir el nominalismo, y del mismo modoconseguimos los medios para rebatir opiniones del tipo de laopresin slo existe en tu imaginacin u otras que mantienen quelas mujeres antifeministas no sufren opresin.

    Al mismo tiempo, al recalcar el carcter dinmico de la historia y lacapacidad que tiene el sujeto femenino para alterar el contexto en elque se inscribe, el concepto de posiciones se descarta delesencialismo. Logra incluso evitar que nos atemos a una estructurade polticas de gnero que carezca de lmites histricos, si bienpermite defender en todo momento las polticas de gnerobasndose en la adopcin de posiciones. Podemos imaginarnosun futuro en el que las categoras de gnero antagnicas noresulten fundamentales para auto-conceptuarse? Incluso en el casonegativo, nuestra teora sobre la subjetividad no deberaobstaculizar, ni por supuesto suprimir, tal posibilidad. Por tanto, elconcepto que planteamos de la mujer como una categora debemantener abierta la posiblidad de alterarse radicalmente en el

    futuro, o de lo contrario frustraremos de antemano algunas posiblesformas que pueda adoptar en fases venideras la transformacinfeminista.

    Evidentemente, esta exposicin deja abiertas mltiples cuestionessobre el concepto de posiciones.

    No obstante, quisiera subrayar que la cuestin del sujeto femeninoes un problema real que se plantea al feminismo, y no meramentealgo que slo afecte al nivel elevado de la teora. El hecho de quemillones de mujeres soliciten ayudas para el cuidado de los hijos,medios de control de la natalidad o proteccin contra el acoso

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    sexual puede traer a colacin la opinin generalizada de que stascuestiones ataen nicamente a las mujeres, y as reforzar lacosificacin que la derecha hace de las diferencias de gnero, amenos que o hasta que formulemos un programa poltico que

    pueda exponer estas solicitudes para poder desafiar, y no emplear,el discurso sexista.

    Hace poco o una crtica contra el uso de la expresin mujer decolor precisamente en boca de una mujer de piel oscura, quealegaba que tal expresin simplemente refuerza la importancia de loque no debera ser importante el color de la piel. En gran medida,estoy de acuerdo con la idea que defenda esta mujer: debemosdesarrollar los medios con los que solucionar los agravios que sehan cometido contra nosotras sin volver a apelar al fundamento detales agravios. Del mismo modo, las mujeres, hasta ahorainterpretadas por otros, deben buscar un medio de elaborar unfeminismo que no siga interpretndonos de ningn mododeterminado. Al mismo tiempo, creo que debemos evitar abonarnosa la tesis del humano genrico, universal y neutro que nos tapa losojos ante el racismo y el androcentrismo existentes en Occidente.No podemos encontrar soluciones a esta difcil situacin ignorandola mitad o intentando abarcar todo. La solucin se encuentra, msbien, en la formulacin de una nueva teora a la par quereinterpretamos nuestra posicin, y en la reconstruccin de nuestraidentidad poltica, como mujeres y como feministas frente al mundoy frente a nosotras mismas.

    Signs: Journal of Women in Culture and Society 1988, vol. 13, n.3, The University of Chicago. Linda Alcoff Traduccin: M. Rosario Martn Ruano

    NOTAS

    * Mi participacin en el Semininario sobre la construccin cultural del gneroorganizado en el Centro Pembroke de la Universidad de Brown (1984-1985) haresultado inmensamente provechosa para la redaccin de este artculo.Asimismo, debo expresar mi gratitud a Lynne Joyrich, Richard Schmitt, DeniseRiley, Sandra Bartky, Naomi Scheman y a cuatro revisores annimos, por losvaliosos comentarios que me proporcionaron sobre una primera versin de esteescrito.

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    1.- Podra pensarse que podemos dar con la solucin a este problema de formamuy sencilla, simplemente definiendo a la mujer como alguien que tieneanatoma femenina. No obstante, queda por determinar qu trascendenciatiene si es que tiene alguna dicha anatoma, y, an ms, cul es la relacinentre la anatoma femenina y el concepto de la mujer. No hay que olvidar que

    el discurso imperante no incluye en la categora de la mujer a cualquiera queposea anatoma femenina: a menudo se oye que las mujeres emprendedoras,que piensan en s mismas o que tienen una posicin social de poder no sonmujeres autnticas o verdaderas. Por otra parte, no puede zanjarse elproblema simplemente rechazando el concepto de la mujer y manteniendo lacategora de las mujeres. Si las mujeres existen, debe haber una base paratal categora y un criterio que determine la inclusin en ella. Este criterio notiene necesariamente que establecer como premisa una esencia universal yhomognea, pero debe existir en todo caso.

    2.- Para profundizar en cmo conciben a la mujer Schopenhauer, Kant yprcticamente todos los grandes filsofos occidentales, as como paradescubrir las contradicciones e incoherencias que encierran, vase la excelenteantologa de Linda Bell, Visions of Women (Clifton, N.J.: Humana Press, 1983).

    3.- Puede encontrarse un interesante debate sobre si las feministas deberansiquiera intentar tal rebasamiento en Genieve Lloyd, The Man of Reaso