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CUANDO EL DIÁLOC'O SE VOLVIO MONOLOGO: MONTE ALBAN Y/O EL VALLE DE OAXACA Bernd Fahmel BeYer ABSTRACT Throush a look at the history of archaeological researctr in Oaxa' ca, this paper tries to illustrate how traditional paradigms and ¡esea¡ch méthods have contributed to our present state of Know- ledge. On the other hand it points out how.they hav€ limited our knówledge, and what we can do to curtail the monologues within our interPretations. Introducción Los intentos por indagar y sistematizar la informaciÓn obtenida sobre cl pasa<io prehispánico del Valle de Oaxaca se inician, esencialmente, duiante el siglo xlx. Sin embargo, la incipiente estructura manejada por los viajeros no fue del todo producto de su creación Aunque ia aclministración colonial se había interesado principalmente en la situación inllediata previa a la Conquista,I y en eliminar las incon- gruencias entre el orden prehispánico y el nuevo sistema, el padre Burgoa había trazado ya un bosquejo de la historia regional 2 Etl éste, los inicios de la nación zapoteca se remontaban a la fundaciÓn de varios pueblos, uno cle los cuales, Teotitlán del Valle, aún se encontraba habitado durante el siglo XVI!.3 Ahora bien, sin querer desmentir a Burgoa, es necesario recordar la confusión que en éste produjeron las diversas tradiciones históricas que sobrevivieron a la Conquista.a Quizás en conjunto éstas le parecieran inconsistentes' Sin embargo, al desechar muchas de ellas y expresar su opinión per- t Véase, por ejemplo, Ia dcscripción de Mitla por Motolinía 1969. o las Relacíones Geo' gráfict^ de Oatuca (Pzso v Troncoso, Ir' del 1905) 2 Burgoa 1934. 3 Bursoa 1934. GeogáÍica Descripcíón' fI:119 4 Buryoa 1934, Geo{áfica Descüpción, l'.393

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Bernd Fahmel Beyer, “Cuando el diálogo se volvió monólogo: Monte Alban y/o el Valle de Oaxaca”

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CUANDO EL DIÁLOC'O SE VOLVIO MONOLOGO:MONTE ALBAN Y/O EL VALLE DE OAXACA

Bernd Fahmel BeYer

ABSTRACT

Throush a look at the history of archaeological researctr in Oaxa'

ca, this paper tries to illustrate how traditional paradigms and

¡esea¡ch méthods have contributed to our present state of Know-ledge. On the other hand it points out how.they hav€ limited our

knówledge, and what we can do to curtail the monologues withinour interPretations.

Introducción

Los intentos por indagar y sistematizar la informaciÓn obtenida sobre

cl pasa<io prehispánico del Valle de Oaxaca se inician, esencialmente,

duiante el siglo xlx. Sin embargo, la incipiente estructura manejada

por los viajeros no fue del todo producto de su creación Aunqueia aclministración colonial se había interesado principalmente en lasituación inllediata previa a la Conquista,I y en eliminar las incon-gruencias entre el orden prehispánico y el nuevo sistema, el padre

Burgoa había trazado ya un bosquejo de la historia regional 2 Etl

éste, los inicios de la nación zapoteca se remontaban a la fundaciÓn

de varios pueblos, uno cle los cuales, Teotitlán del Valle, aún se

encontraba habitado durante el siglo XVI!.3 Ahora bien, sin querer

desmentir a Burgoa, es necesario recordar la confusión que en éste

produjeron las diversas tradiciones históricas que sobrevivieron a

la Conquista.a Quizás en conjunto éstas le parecieran inconsistentes'

Sin embargo, al desechar muchas de ellas y expresar su opinión per-

t Véase, por ejemplo, Ia dcscripción de Mitla por Motolinía 1969. o las Relacíones Geo'

gráfict^ de Oatuca (Pzso v Troncoso, Ir' del 1905)2 Burgoa 1934.3 Bursoa 1934. GeogáÍica Descripcíón' fI:1194 Buryoa 1934, Geo{áfica Descüpción, l'.393

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72 ANALES DE ANTROPOLOCIA

sonal dio cabida a Io que, en un primer sentido, se puede señala¡como una transformación del diálogo en monólogo.

Tomando en cuenta que el empleo de metodologías más estrictasha tendido a eliminar este tipo de distanciamientos, la informaciónacumulada ha caído, salvo escasas excepciones, bajo el yugo de otrarestricción: esta vez de carácter paradigmático. En este sentido, lateorla antropológica normativa ha pretendido definir etnias y cultu-ras, adjudicándoles ciertos rasgos etnográficos y arqueológicos"característicos". Estos, sin embargo, han ido variando de acuerdocon el estado de desarrollo de la disciplina. Así, por ejemplo, si loque definía a la nación zapoteca durante el siglo XIX era la organi-zación de sus gobernantes, y a partir de los años treinta de este sig¡ofue su cultura (en el sentido más amplio), desde los años setenta lohan sido los rasgos propensos a se¡ medidos.5 En forma paralela,desde principios de este siglo se ha ido popularizando la concepciónceremonialista del mundo, transformando al indígena prehispánicoen un medio de producción que, a falta de televisor, en su tiempode ocio se volvfa espectador del quehacer de Ia élite. ó

Esta, como unidad monolítica opuesta al pueblo, ofrecla a aquélun monólogo que giraba alrededor de la administración y su legi-timización. 7

Ahora bien, si en cierto momento el enfoque normativo permitióestudia¡ los problemas antropológicos de cada región con el fin de¡esolver cuestiones de identidad nacional, también es cierto que hatendido a opacar la riqueza de los datos como fuente de informaciónsobre el pasado.r ¿Cómo se ha de entender la historia antigua, empe-ro, si no es a través de un diálogo que vislumbre la interacción degn¡pos con diversos patrones de comportamiento, derivados de digtintas formas de adaptarse al medio?

Ante la pregunta sobre la posible deshumanización de las cienciasdel hombre, Blantoneta/. responden que "lo fundamental es la evolu-ción de la organización social, pues es ésta, precis¿mente, la que vacambiando con el tiempo"l Flannery y Marcus señalan que "para re-cuperar a los antiguos zapotecas buscaron gente interesada en excavarsu cosmología, etnociencia, ritual, religión, escritura y metaflsica" .ro

5 Por ejemplo, el volumen de est¡uctu¡a3, la localización y extensión dc asentamientos,o el valo¡ de los objetos de come¡cio.

ó Fah¡¡el. en p¡ensa.? D¡enn¡n 1976b, Webste¡ l9?ó. Blanton. l9?8. Blaíton e, ¿r. 1982.a Véase, por ejemplo, cómo al esquivü mate¡iales que "contradicen" el esquema gen6-

ral. C¿so y Rubín de la Borbolla 1936, Caso 1939:183 y Paddock 1966br212. emDobrecqns¡¡s ¡r¡terpf etaciones.

' Blanton er¿¿ 1982:13.1o Flannery y Marcus (eds.) 1983:XX.

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CUANDO EL DIÁLOGO SE VOLVIó MONóLOGO 73

La realidad, sin embargo, parece ser distinta: como dijera IgnacioBernal en st Historid de la Arqueología en México,los tepalcates lehan ganado a la historia.1r

Y en este sentido, el monólogo del investigador normativo hatriunfado sobre el diálogo entre éste y la sociedad estudiada, dentrode ella misma.

Por otra parte, y a la par con estos desarrollos, la metodologla tra-dicional no sólo ha dado cabida a una gama de interpretaciones (porno decir opiniones) personales, sino que, al legitimarlas mediante eluso di¡ecto o indiscriminado de datos etnohistóricos y analoglasetnográficas, ha refotzado el concepto de etnias y culturas inmuta-bles, que promueven los monólogos.r? ¿A qué grado, entonces, se hainvestigado el pasado?

Perspectiva histórtca

A continuación señala¡emos cómo se fue armando el esquema dedesarrollo cultural prehispánico de la región zapoteca, y cómo -apesar del cúmulo de información- el concepto de cultura de Tylorl3se ha interpuesto al diálogo entre y dentro de "culturas".

Aunque Mitla fue uno de los primeros asentamientos mencionadosen los escritos de la Colonia,la para 1580 la irnportancia atribuida a

Zaachlla y Cuilapan como sede de los sefiores zapoteca y mixteca delvalle habla reemplazado la notoriedad de aquélla- r5

Ninguna de estas cabeceras, sin embargo, contaba con monumen-tos equiparables a los de Mitla. Quizá por esta razón, un siglo mástarde Burgoa ¡eivindica a Mitla, al indicar que a ralz de la Conquistalos sace¡dotes huyeron de este sitio para alojarse en el palacio delseñor zapoteca en Tehuantepec;r ó señala que Mitla era una poblaciónreciente y, si se puede creer, sede del pontífice y panteón de losreyes de Teozapotlán. r ? Por otro lado, propone a las ruinas sobreel peñasco (que a{¡n no recibfan el nombre de Monte Albán) comodomicilio del rey. rr

Ahora bien, para el siglo XD( la nuwa nación requería de una

¡l Ber¡al 1979, Flánnery y Ma¡cus (eds,) 1983, Santley y Ar¡old 1984.¡? Binfo¡d l98la, l98lb, Bi¡fo¡d y Sabloff 1982, Santley y Amold 1984, Fa¡ñel, en

p¡ens¡¡.13 Kroeber y Kluckhohn t963.¡4 Motolinía 1969.15 Asensio 1905, Canseco 1905.L6 Butgo 1934, Geo?óficd Descripción, U:35G351.11 Buryoa 1934, Geográftcd Descripción,lI: l2Gl25.rE Bi'Jrgoa 1934, eeoglifica Desñpción, f:415.

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74 ANALES DE ANTROPOLOGíA

historia que integrara a sus diversas regiones -una tarea difícil si seconsidera que no todas ellas contaban con la riqueza documental dela Cuenca de México-. Afortunadamente, en dos ocasiones las fuen-tes del centro incluían en su historia a los valles de Oaxaca: primero,cuando los a.ztecas arrasaron con Mitla;te segundo, en época deQuetzalcóatl, de quien se decía que cuando visitó Mitla mandóconstrufu ahí unos famosos palacios.2o Por ot¡a parte, las observa-ciones que sobre la arquitectura antigua se iban efectuando enMitla y Monte Albán servían para resaltar importantes diferenciasentre ambos sitios en materia de techumbre y modo de construc-ción.2r El estilo de las pintu¡as y de las grecas que adornan los murosde los edificios de Mitla señalaban posibles migraciones e invasiones.22A fin de cuentas, dentro de la llistoria de México, Monte Albán fuesituado en una remota antigüedad, ligada a las ciudades de Guatemalay Yucatán, mientras que a Mitla y sus pinturas se vincularon a los tol-tecas y gente reciente del altiplano.23

¿Cuiíl era, sin embargo, el origen de los zapotecas? Para algunose¡an autóctonos.2a Para otros habían llegado de fuera; tras de fundarTeotitlán del Valle habían cruzado a Zaachila, donde los encontróel español.'zs Pero . . . ¿y Monte Albán? Otros aún sugerían que alfundirse el tolteca con el antiguo habitante de Oaxaca había surgidoel zapoteca.2ó

Mediante el estudio de 1os códices oaxaqueños, atribuidos t¡adi-cionalmente a los zapotecos, y su comparación con las pinturasy grecas de Mitla y las lápidas inscritas de Monte Albán, para prin-cipios de este siglo hace su aparición en la prehistofia de Mesoamé-rica un nuevo pueblo: los mixtecas, "pueblo dibujante de códicesy constructor de edificios con grecas".21

Como consecuencia, se rechaza la hipótesis que sostenía que la

re Véase León 1901,2o Gay 18 81:3G31, Ba¡delier 1900: 102-103, Doutrelaine 1900, Charn?y 1973:50?.2r Charnay y Viollel-le-Duc 1863:252-253. Chave¡o 1883: 1?6-177. Alvarez 1900-263-

264.t2 Charnay y Viollet-le-Duc 1863:262, Seler 1888:13?-139, 1904-305, Saville 1899:362,

1900:21?-220. Bat¡es 1901: 7-8. 1902: 37.23 Fossey 1856:564-566, Charnay y Viollet-l€-Duc 1863:252-253, Orozco yBer¡a 1864:

117-118, Gomrilez ObÉgón, s.f., Banc¡oft 1883-38+417, 1887:125, Saville 1899:350,362,Irón 1901:9, Batres 1902-9-3?, Seler 1904:24?-305, Rickards 1922:49-50, Spinden 1928:156-157, Secreta¡ía de Educación Pública 193 3, Vailant 1934a:119, 1934b:398, 1934c:266.

2a Chatnay 1884:472.25 Gay 1881:29-33.26 Cha¡nay y Viollet-le-Duc 1863, Marquina 1928.27 Seler 1888, Batres 1901, 1902, l€hmann 1905, 1922, Galindo y Vila 1905, León

1905, Caso 1921,1928, Merquina 1928, Spinden 1928, Secreta¡ía de Educación Pública1933. Vaillant 1934b.

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CUANDO EL DIALOCO SE VOLVIO MONOLOGO

fusión entre la raza autóctona y la tolteca habla dado origen a loszapotecas.

Ahora bien, si era cie¡to que las pinturas pertenecían a los mix-tecos, también era cierto que muchos de los elementos de la arquitec-tura de Mitla recordaban a Monte Albán.2E Surge, entonces, unanueva pregunta: ¿las construcciones en sí son producto mixteca ozapoteca?ze Esta cuestión aún no ha sido resuelta. Debe mencionar-se, empero, que en 1884 Bandelier cuestionó el carácter de sede pon-tificial zapoteca de Mitla al apuntar hacia la escasez de montículos deadoración, y la falta de indicios de entierros reales. En su visión,los edificios hablan sido construidos con propósitos comunales, porlo que Mitla no debía de haber sido más que otro sitio común de laregión.30 Por otra parte, Batres señaló que si bien en 1533 el sitioera conocido como Lyobaa por su población zapoleca,la populari-dad y la sobrevivencia del nombre Mitla indicaban que en su origenhabía sido un asentamiento nahua.31

Mediante las excavaciones de Caso y sus colegas en Monte Albány Mitla, para 1942 se estructura una secuencia argueológica regio-nal que a través de cinco periodos presenta el desarrollo de la cul-tura zapoteca y la intrusión a los valles de la cultura mixteca.32Dichos periodos son los siguientes:

I. Representado por las lápidas del montículo de "los Darzantes",correspondla a los zapotecas arcaicos, ligados con el Golfo y conChiapas-Guatemala.33

II. Relacionado con el área maya por sus semejanzas con el Com-plejo Q, para Caso era una continuación de la época anterior. No4sí para Acosta y Lomelí, quienes velan en la cerámica su¡eña ela¡ribo de gente nueva.3a

III. Desaparece de la cerámica de Monte Albán el Complejo Q,sin que por ello se pierda la continuidad cultural con Monte AlbánII.3s Monte Albán se había vuelto la metrópoli zapoleca, relacionadaal principio con Teotihuacan (Monte Albán IIIa), y posteriormentecon el área maya (Monte Albán IIIb).3ó

IV, Comprende la degeneración del sitio de Monte Albán. Aunque

28 Ma¡quina 1928, Caso 1939, 1942, C¿so y Rubín de la Borbo a 1936.

' véase Álva¡ez 190().263-264.30 Bandelier 1900:150-151, véase también Pijoáú 1946:20G213.3r Batres 1901, 1902.32 Caso 1942.33 caso 1932a:12. 1935:29-30. 1939:174.r Caso 1935:29-30, 1938:7.32, Acosta y Lomelí 1939:140-142.35 Acosta y Lomelí 1939.140-142.36 Secreta¡ía de Educación Pública 193 3, Caso 1 93 5 16-7, 29-3 0, 1939.1'7 7,Liñe 1938.

18, Acosta y Lomeli 1939:140-t42, Noguera 1940:309.

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1A ANALES DE ANTROPOLOGIA

arqueológicamente no estaba bien caracterizado, junto con la siguien-te época representaba el momento z^poteca histórico, distinto deIo mixteco.3? Por otra parte, ya que las tumbas de Monte Albánson similares a las de Mitla (en cuya sección sur se encontrarontumbas con cerámica de tipo Monte Albán III y IV), Mitla debfade ser zapoteca, pero posterior a b{onte Albán. Inclusive, se podladecir que Mitla habfa recibido todos sus elementos de Monte A1-Dan. '-

V. Corresponde a la ocupación más reciente y superficial de MonteAlbán los restos de gente venida de la Mixteca, puesto que la cerámicapolicroma de esta época era similar a la que se vefa representada enlos códices mixtecos. Por semejanzas estilísticas también, el contenidode la tumba 7 de Monte Albán pertenecía a estas fechas (la tumbaen sl, empero, había sido construida en la época zapoteca).3e En Mi-tla, el grupo de las columnas era la construcción más reciente. Laocupación o influencia mixteca, sin embargo, se restringía a laspinturas y esculturas.ao

Con trabajos posteriores en Monte Albán, y en sitios menores delvalle, paulatinamente se fue refinando y fechando esta secuencia.alLas épocas I-II y IV-V, sin embargo, recibieron mayor atención quela época III, ya que lo que interesaba acla¡ar era el origen y la deca-dencia de los rasgos caractedsticos de la cultura zapoteca. En su

nueva versión, éstas quedaron definidas de la siguiente manera:I. La aparición srlbita de una cultura ya hecha en Monte Albán

hizo pensar a Caso en la posibilidad de que ésta hubiera llegado deotra parte.a2 Dos de las tres sugerencias que propuso recibieronespecial atención (no asl la que señalaba el arribo de gente arcaicadel Centro de México). Una de ellas proponla a alcfin marginadooaxaqueño, posiblemente de la región mixteca, que habrla sidoechado de Monte Albán por los zapotecas en época posterior.a3 Laotra abogaba por un origen olmeca.

3? caso 1935:29-30, 1938:96, Acosta y Lomelí 1939:14G142.38 Caso 1933:643, 1935:28.31, 1939:179, Cáso y Rubín de l4 Borboll¡ 1936:6, Li¡mé

1938:95.39 Caso 1932b:12G121 , t"935121-24, 1938 | 95-96, Acosta v Lomeli 1939:14S142.o Caso y Rubin de lq Bo¡bola 1936:+7, Linré 1938142.4t Caso 1928, 1,939, 1942, Caso y Bo¡n¡l 1952, Caso, Bernal v Acosta 1967' Bemal

1949, 1950a, 1963, 1965a, 1965b, 1968, Paddock s,f. 1966b, 1967, Paddoc.k (ed.) 1955'Paddock et at 1968, Flafirery et 41, 1967, Flamety 1968, We¿ve¡ 19? 2, Schoenwetter 1974,W}laler 19?4, Winter 19?4, 3,f., DÉnran 19764, Flánnery v M¡¡cus 1976, Flatrnery v Ma¡-cw (eds,) 1983, Blarton 1978, Scott 19?8, Blsttlorl et al. 19?9, 1982, Blarton v Kow¡lewrki 1981, Ots¡ie¡ ¿t¿1, 1982, Santley y Arnold 1984.

.2 caú L942.2U23-a? Caso 1942:2G23. Esta ide¡ poúbléñent€ se odgi¡ó eü Seter, quien e¡ 1888 p¡opr¡ro

a Morte Albá¡ como fort¡leza mixteca. Véas€ t¡¡nbiéa Paddock (e¿) 1955:84'87; Ch¡d-r.ick 1966:253.

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CUANDO EL DIALOGO SE VOLVIO MONOLOGO

Mucho se ha escrito desde entonces soble esta influencia, cone-

xión, liga o interrelación por y con lo olmeca'aa Algunos han pro-puesto una relación de origen directa con la "cultura madre" de

Mesoamérica,as mientras que otros han sugerido la existencia de unmundo arcaico que, contribuyendo a las semejanzas, brindó a su vez

independencia a cada estilo.aó Ahora bien, si las discusiones de

corté estilístico no lograron aún defini¡ lo zapoteco en relación a loolmeca, los recorridos de Bernal recobraron indicios de una ampliaocupación de los mismos durante épocas de Monte Albán I,a? ycon ello la posibilidad de un origen autóctono. Recientemente losrecorridos y las excavaciones en los valles de Etla y Central' efectua-dos por Flannery, Blanton y su personal, han confirmado esto,

añadiendo además cinco fases o periodos de desarrollo a la secuenciaregional de culturas arqueológicas: desde que aparecieron las prime-ras aldeas, cuando Oaxaca recibió cerámica olmeca de San LorenzoTenochtitlán, y se manufacturaron espejos de magnetita para lagente del Golfo, hasta que se abandona La Venta, y la cerrimica de

Oaxaca adopta formas semejantes a las de Monte Albán I (fases

Espiridión, Íierras Largas, San Jcsé, Guadalupe y Rosario).aE

II. En cuanto a esta época, el hallazgo de una maqueta figurandoun "templo" con un ave en su interior condujo a C¿so a revivir latradición apuntada por Burgoa: si el origen de los zapotecas se

encontraba en Teotitlán del Valle, la presencia de la maqueta en

Monte Albán señalaba su anibo a este sitio.aeEsta reconst¡ucción no se oponla a la hipótesis sobre el influjo

de gente su¡eña sobre Monte Albán, En conjunto, dichos movimien-tos habrlan aportado elementos de 1o que serla la cultura zapoteca deMonte Albán III. so

En algunos autores, sin embargo, aún quedaba la duda sobre si loshabitantes de Monte Albán I-II hablan sido meramente prezapotec¿s,

o si ya eran zapotecas.sr A la larga, la cultura de Monte Albán II

{ Noguera 1946a.24o,1965, Covarubias 1954:182-183, Bernal 1958:3-4, 1965ai799,Paddock i958b:3, 1966b:91-95, J. Morero 1959r1038, Marquina 1964-347, Acosta 1965:

814,INAH 1965:4, AYala 1910:106.4s Brown (ed.) 1963:xtl, Acost¿ 1967:4, Pñ4Chan 1961t94' Avala 1970:106.46 Be¡rial 1950a, 1965^t't99, Caso, 1965, P¿ddock 1966a:125, Fuente, de la 1967:3'

FlanÍery , et at. 1967 t452.4t Bemat 1958:2. 1965a179'1.4s Paddock 1966b, Fl¿¡nery et al. l9ó1, FtaÍíety 1968' Betnal 1968, Schoe¡welte¡

19?4, Whalen 1974, Winte¡ 1974, Drennan 1976a, Fl¿nne¡v v Marcus 1976, Fla¡¡erv y

Marcus (ods,) 1983, Blarton 19?8, Scott 19?8, Blantor,et al. 1919, 1982, Blanto¡ y Kowa'lewski 1981, O'Brie¡ e, ¿r. 1982.

4e C,.so l912tlz-14, Avala 1970:106s0 Betnal 1949, Acosta 1965:81?, P¡ddock 1966b:112-119.5r Caso l94?:5-9, l9'20, Be¡nal 1950b:92-93, Paddock 1958b:7 citando ¡ l-eigh 1966a:

118.

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78 ANALES DE ANTROPOLOGIA

quedó definida como una continuación de la anterior, pero conaportaciones que modificaron los estilos cerámicos y arquitecto-nicos en Monte Albán y en los sitios del valle ocupados por lasélites. Sitios menores, en donde no se enconfraba el material de laépoca II, debían de haber pasado en forma directa a la época III.52Empero, ¿qué significaban las lápidas del montículo J de Monte A1-bán, interpretadas por Caso como escenas de conquista? Sin considerar que por estar incluidas en la construcción pudieran correspondera Monte AIbán I, en los últimos años se les ha tomado como eviden-cia de la expansión de Monte Albán a otras regiones. Sin embargo,fuera de los valles tales evidencias no son concretas.s3

III. Poca atención ha recibido Monte Albán III, una culturafrecuentemente definida como ensimismada. 5a

¿No serán, sin embargo, la teorla antropológica y/o la ausenciade materiales espectaculares de otras culturas de Mesoamérica lo queoriginó el desinterés del investigador y tal conceptualización? Lasexcavaciones de Caso sacaron a la luz la plaza principal y algunospalacios de la ciudad zapoteca; empero, esto no significa que ya poreso se entienda a Monte Albán o al valle en su totalidad.ss Simple-mente, el problema de zu abandono -y si éste se fecha antes o después del abandono de las ciudades mayas clásicas- es un puntoimportante en la arqueologfa mesoamericana, y no algo que sepueda reducir a marcador del inicio de la época IV. 56

IV. En este sentido, la cuarta época de Monte Albán mismo harecibido aún menos atención. No así algunos de los cuantiosos sitios que, supuestamente, florecieron en el valle a su caída.s? Elcuadro elaborado para estos sitios ha sido el de un estado de deca-dencia generalizado, debido, segltn algunos, a las primeras influen-cias mixtecas y según otros, al ensimismamiento y cafda de MonteAlbán.5E Ahora bien, muchos de los que apoyan la sobrevivencia dela cultura zapoteca hasta la Conquistase han formulado un nuevo

52 Be¡nal 1949:47, 1958:4, 18-19, 1965a:799-800, Caso y Bernal 1965:8?6, Nogue¡a1965, Caso, Bemal y Acosta 1967i213.

53 Paddock 1966a. Blanton 19?8, Blantoo et al' \919,1982, Bla¡ton y Kowalewski1981, Spercer 1982, Flannery y Marcus (eds.) 1983, Redmond 1983.

s4 véase, por ejemplo, Paddo¡k. s f.:6-9.5s Be¡n¿l 1949, 1958:7-8, 1965a:802, Bl¿nto¡ 1978.56 Paddock 1966b, 1961177 , Caso, Bern¿l y Acosta 19ó?, Millon 1967:42, Paddock el

¿1, 1968, Santley y Amold 1984.s7 Gallegos 1963, 1967, Paddock 1966b:142-149, citando a Berrial, Paddock ef¿l' 1968,

Bernal y Gamio 1974.s8 Po¡ ejemplo caso 1942, Nocuera 1946b, P¿ddock er 4r. 1968.se C¡so 1942, 194?:5, caso y Be¡nal 1952, Paddock (ed.) 1955:1, Be¡nal 1958:9,

1965b:837, Paddock 1962:?, Brown (ed.) 19ó3:XIIL Marquina 1964:335, C¿so, Bernal vAcost¿ 1967, Bemal y Gamio 1974:85.

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CUANDO EL DIÁLOGO SE VOLVIó MONóLOCO

apogeo en Zaachila y Mitla durante la época posterior (V) de domina-ción mixteca.óo Empero, volviendo a temas de discusión anteriores,

¿qué tan zapotecos y/o qué tan mixtecos son eslos sitios? ¿Quémateriales nos indican que la cultura de la época IV convivió con lacultura mixteca?

V. Se ha dicho que Monte Albán V corresponde a la ocupación"mixteca", lograda a través de conquistas y/o matrimonios reales.6¡A su vez, aunque muchos de los elementos que se atribuyen a losmixtecos se desconocen en la Mixteca,ó2 se ha señalado al gruponorte de Mitla, a diversas secciones de Yagul, e incluso a ciertoselementos de Zaachlla como producto de esta ocupación.63 Indu-dablemente las pinturas de los edificios de Mitla corresponden a

gente afiliada a los grupos que pintaron los códices nahua-mixtecos;asimismo las tumbas en cruz de Tamazulapa y Chila (en la Mixteca)recuerdan las de Mitla, la construcción de ciertas paredes y la posi-ción en ángulo de algunas tumbas de Yagul son similares a las de

Coixtlahuaca, y ciertas costumbres funerarias de Yagul se asemejana las de la Mixteca Alta. ói Pero también se ha indicado que muchosde los elementos elaborados de Mitla, Yagul y Zaachila ya estabanpresentes en Monte Albán.65 Para colmo, el policromo de Yagul noes realmente mixteco, mientras que los edificios de Mitla, Yagul yMatatlán más bien recuerdan estructuras de la Cañada y de SantoDomingo en la Chinantla.6ó ¿Debemos concluir por ello que dichossitios no son ni mixtecos ni zapotecos, o que son sitios mestizos conalgún pariente aún desconocido?ó7 ¿Podemos, de hecho, incluir a

Mitla, Yagul, Matatlán, e incluso a Zaachlla, en las épocas IV-Vdefinidas para Monte Albán? ¿Han de situarse todos los sitios del va-lle con señas de una ocupación tardia dentro de una misma catego-ría "mixteca"? ¿Qué tanto esquivamos el diálogo para incorporara los mate¡iales dentro de nuestro monólogo?6r

60 Caso 1942:23-24, Nog)er^ 1946a:219-241, Bernal 1958:8-9.6r Caso lg42'.42, Noguera 1946a:241, Caso v Bernal 1952:9, Bernal 1958:9, Paddock

1958b: 13-14, 1962:4, lturribatría 1960:3.62 Be¡nal 1965a:809, Bernal v Gamio 1974:95.ó3 Mason 1943:43; Bernal 1950ar47-48, 1958:&9, 1963:231"232, 19654:811, i967:

18; Paddock (ed,), 1955:81-83; Paddock 1958a:17; B¡own (ed'), 1963:XIII; Galegos1963, 196?;Lindi& 1963t't7g-TEOiBetn ly Gañio, l9'l4t9l-92; INAE s.f :26.

(4 Paddock 1958b: l1-12:Be¡nal 1966b:356, 1969:12.ó6 l¡ieb 1958:10; Brou'n (ed"), 1963:98; Marquina 1964:380, 389; Bernal 1965b:

84?; INAH 1965:7;PiñaChan 1967i100; sha¡p l9?0.6 Bemal 1966a:12, 196?:19-23; Bemal y Gamio l9?4:95.ó7 ltu¡¡iba¡ía 1960; Paddock 1960:95, 1966b:238; Ber al 196!231'232, 1965 ¡:809,

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80 ANAL[5 DÉ],ANTROPOLOCIA

Disct¿sión

Si se considera que por más de medio siglo se ha discutido el origen y la interacción de los grupos que habitaban el Valle de Oaxacaal momento de la Conquista española, y que el avance en esta materiaha sido mínimo, es indispensable echar un ojo crítico a los conceptosteóricos y metodológicos que fomentaron y mantuvieron dichasituación.

Como se diio en un principio, entre los factores primordiales queintervienen en la interpretación de un dato se encuentran la visiónpersonal del mundo y el paradigma de la asociación-disciplina-cienciaque lo enfoca. Respetando la va¡iabilidad que deriva de las primeras,la calidad del resultado es producto, básicamente, del análisis, redise-ño y aplicación que el intérprete hace de los segundos. En este sen-tido, dentro de las disciplinas antropológicas corresponde al estu-diante obsewar que el concepto de cultura sea operativo dent¡o deuna situación real.

Estupendos trabajos arqueológicos y etnohistóricos han fbrmadoun cúmulo de datos sobre la prehistoria de Oaxaca. Con pocas ex-cepciones, sin embargo, la interpretación de esta prehistoria se havisto detenida por la falta de desarrollo paradigmático. Asf, siguesiendo común el acomodo de materiales dentro de esquemas norma-tivos, y el ¡echazo de materiales incongruentes o patrones diversosa los preestablecidos. A lo más, en época reciente se puede obseruaruna sofisticación en el uso de antiguos conceptos.

Por otra parte, las observaciones se han visto matizadas por in-numerables conceptos derivados de formas especiales de ve¡ al mun-do. Ya que con frecuencia dichos conceptos han sido validados a

través del uso poco riguroso de datos etnohistóricos y analogíasetnográficas, estos recursos -más que brindar información indepen-diente* han tendido a ser instrumento para reforzar los monólogosEn este sentido vale preguntarse si realmente se han comprendido lasreferencias al ar¡ibo de los zapotecas a Teotitlán, o a la ocupaciónmixteca del valle.

¿Cómo salir de este atollade¡o y volver al diálogo? Una posiblesolución se vislumbra, primero, ligando patrones de conducta espe-cíficos al mundo material. teniendo en mente 1¿ va¡iabilidad dentrode los aspectos de comportamiento especlficos (también nombradossubsistemas). Segundo, desarrollando teorías de rango medio con

69 Vóase, por ejemplo, la nota 8, o las posiiioncs normativas contrapuestas al enfoquede I. Ilemal sobre la vadabilidad dentro de lo mixteco.

a Vóasc, por ejernplo, la apticación de modelos y estadísticas a Ios ¡asgos p¡opensos ar¡¡ modidos en los trab¡jos de Flannery o Blxnton.

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CUANDO EL DIÁLOCO SE VOLVIó MONóLOCO 8I

base en los estudios etnoarqueológicos desarrollados como primerpunto, de tal manera que justifiquen determinadas interpretaciones.Tercero, actualizando los conceptos y paradigmas que norman elquehacer antropológico.

En este sentido no se requieren más los grandes proyectos y cúmu-los de información indescifrable: el registro arqueológico es escaso ydebe, por tanto, ser manejado con cuidado. El provecho que le saque-mos al dato arqueológico deriva, en gran medida, del diálogo que po-damos entablar con él; requerimos de una teoría y una metodologíaque se dirijan al dato, y no una que de antemano lo adecúe al mo-nólogo.

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