Errores modernos - carlista

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FOLLETOS DE PROPAGANDA ERRORES I HORRORES CONTEMPORÁNEOS CONFERE.N-€l"A, CONTRA EL MATERIALISMO, EL A-TEISMO, EL (INDIFERENTISMO Y LA INMORALIDAD ' : DADA PÓK . EN UNA SOCIEDAD CIENTÍFICO-LITERARIA Precio: 10 céntimas. VALENCIA IMPRENTA DE MANUEL ALUFHE P ^ . „ . » ^ e > _ e «« J: 1 P >—C

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  • FOLLETOS DE PROPAGANDA

    E R R O R E S

    I HORRORES CONTEMPORNEOS CONFERE.N-l"A,

    CONTRA E L M A T E R I A L I S M O , E L A-TEISMO, E L ( I N D I F E R E N T I S M O

    Y LA INMORALIDAD ':

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    . EN UNA SOCIEDAD C I E N T F I C O - L I T E R A R I A

    Precio: 10 cntimas.

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  • E R R O R E S Y H O R R O R E S CONTEMPORNEOS

  • FOLLETOS DE PROPAGANDA

    E R R O R E S

    HORRORES C O M P R A C O N F E R E N C I A

    CONTRA E L M A T E R I A L I S M O , E L ATESMO, E L I N D I F E R E N T I S M O

    Y LA INMORALIDAD

    EN UNA SOCIEDAD C I E N T F I C O - L I T E R A R I A

    Precio: 10 cntimos.

    V A L E N C I A

    I M P R E N T A D E M A N U E L , L U F R E

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  • Es propiedad del autor.

  • MATERIALISMO, ATESMO, INDIFERENTISMO

    i .

    Exordio.

    fpEORES:

    Cuentan de Rossini, el celebrado Cisne de Psaro, que p r e -guntndole su opinin acerca de Verdi, respondi:En las obras de Verdi hay mucho bueno y mucho nuevo: slo que lo bueno no es nuevo, ni lo nuevo bueno.

    De anloga manera me propongo deciros esta noche cosas buenas y nuevas: slo qne lo bueno ser viejo, es decir, no ser mo;- y lo nuevo, por ser de mi cosecha, no ser bueno. Conste, sin embargo, que me traen aqu por una parte el deber que los catlicos todos tenemos de contribuir con nuestras muchas p o -cas fuerzas al apuntalamiento del edificio social, que se cuartea y amenaza ruina, y por otra el encargo con que me habis honrado, sin yo merecerlo.

    Teniendo, como por razn de oficio tengo, el 'hbito de hablar slo ante mis discpulos, yo sellara mi labio en presencia de tan-tos y tan elocuentes maestros que ocupan este estrado; pero como vuestros ruegos son para m mandatos, inclino la cabeza y obedezco.

    Decia que los males que la presente sociedad aquejan ponen los catlicos en el deber imperioso de dejar el punible y cmo-do retraimiento para ocupar un puesto honroso en las filas del

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    ejrcito defensor del bien, porque los partidarios del mal nos c i -tan singular combate en todos los terrenos, y envalentonados con sus fciles triunfos, lo invaden todo, toman las posiciones mejores y amenazan la sociedad de pronto y completo extermi-nio.

    Quiero significar con esto, y en frase de Jorge Manrique,

    cmo nuestro parescer cualquiera tiempo pasado fu mejor?

    De ninguna manera: hijo soy de mi poca y de mi siglo; acepto y aplaudo lo bueno de todas las edades, tanto antiguo como moderno, y rechazo y censuro lo malo, venga de donde viniere y peine muchas pocas canas. Y cmo haba de ser yo enemigo del siglo x i x que, haciendo prodigiosas aplicaciones de las cien-cias fsicas la agricultura, industria y comercio, me rodea de comodidades materiales, halaga mis sentidos con las producciones todas de la tierra y pone mi servicio toda clase de muebles tan tiles como caprichosos y ricos, y toda clase de estofas y telas tan lujosas como suaves?

    Cmo abominar de un siglo que, gracias las aplicaciones del vapor por mar y tierra, me permite cruzar los ocanos y los continentes con velocidad vertiginosa, trasladarme en cinco das desde Liverpool New-York, en veinte desde Barcelona Mani-la, dar la vuelta al mundo en menos de un ao y ponerme en tres das, cruzando toda Europa, desde Valencia en San Peters-burgo?

    Cmo abominar de un siglo que, gracias las locomotoras y los caminos de hierro, funiculares y de cremallera, nos permite volar por llanuras y sbanas sin trmino, como vuela el guila caudal por las regiones solares, cruzar sobre asombrosos puentes, lagos, ros caudalosos, torrentes y precipicios, descender los abismos, escudriar las entraas de la t ierra, vencer cordilleras inaccesibles, perforar los montes, subir los picos ms altos y movernos, en suma, sobre la corteza terrestre con agitacin febril como dueos y seores absolutos del tiempo y del espacio?

    Cmo abominar del siglo x r x que, por medio del telgrafo y de los cables trasatlnticos, nos permite mantener conversacin tirada con nuestros antpodas; que, por medio del telfono, nos regala el oido con la propia voz de nuestros parientes y amigos,

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    escuchada centenares de leguas de distancia; que, por medio del fongrafo, archiva la palabra y acento de los que amamos para tener el gusto de oirles despus de muertos; que, por medio del telescopio, pone los astros al alcance, como quien dice, de nuestra mano, curiosea los espacios interplanetarios y determin matemticamente la posicin y movimiento de esos mundos casi infinitos que giran sobre nuestras cabezas; que, por medio del microscopio, descubre y divulga las maravillas hasta hoy ignora-das de los seres infinitamente pequeos; y aplicando, en suma, otros cien aparatos ingeniossimos, descifra no pocos pasajes mis-teriosos del gran libro de la naturaleza?

    Cmo abominar del siglo de la torre Eiffel y de una poca la que se deben los progresos y aplicaciones asombrosas de la qumica, tanto inorgnica como orgnica, pues sabido es que no hay ms que una sola, d l a fsica, mecnica, micrografa, histo-loga, fisiologa, fotografa, fototipia, estampado y reproducciones todas de la palabra, dibujo y colores?

    Cuando contemplo al siglo x r x desde las hondonadas de este bajo mundo fsico-quimico-maierial, me parece un gigante que apo-ya su planta en el globo terrqueo que habitamos y esconde la frente en el Empreo; me descubro en su presencia, y le saludo.

    Pero, como no hay cuadro por glorioso que sea que no tenga su anverso y su reverso, cuando contemplo al siglo x i x desde las alturas del mundo psquico-moral, qu desencanto! El gigante se convierte en enano deforme y asqueroso, que se tambalea bajo la inmensa pesadumbre de sus enfermedades y miserias. No exa-gero , ni dicta mis palabras la pasin.

    Siempre ha habido ateos, impos y blasfemos y loshabr siem-pre; pero lo que aterra, lo que asusta es que, en nombre de las ciencias fsico-qumicas, que todo lo reducen y lo explican todo por la materia y fuerza eternas, se intente destronar al Dios de los cielos y arrancar las creencias religiosas del pecho de las mu-chedumbres.

    Siempre ha habido robos, hurtos, estafas y personas aficiona-das apoderarse de lo ajeno contra la voluntad de su dueo, por medios ms menos ingeniosos cnicos, y los habr siempre; pero lo que aterra, lo que asusta es que, en nombre de las cien-cias sociolgicas, por manera doctrinal y sistemtica se diga que la propiedad es un robo y se anatematice la propiedad individual y la herencia.

  • Siempre ha habido viciosos, libertinos, cerdos de las piaras de Epicuro que gozan revolcndose en los charcos de la sensualidad, y los habr siempre; pero loque aterra, lo que asusta es que, en nombre de los derechos del organismo, de la higiene y hasta de la teraputica, se aconseje al cristiano que conculque los manda-mientos de la ley de Dios y de su Iglesia santa.

    Siempre ha habido adlteros, hombres crapulosos y procaces, y los habr siempre; pero lo que asusta, lo que aterra es que, en nombre de las ciencias jurdicas, se proclame y defienda el divor-cio y hasta el amor libre.

    Siempre ha habido desobedientes, insubordinados, revoltosos, y los habr siempre; pero lo que aterra, lo que asusta es que, en sombre de la ciencia poltica, se santifique la revolucin y anar-qua.

    Siempre, en una palabra, ha habido y habr males en el mundo; pero lo que aterra, lo que asusta es que se respete el mal, que se le concedan libertades, que se le reconozcan derechos y que, personificndole en el pual 6 en Satans, hasta se le tribute culto.

    II

    Proposicin.

    Para contrarrestar la propaganda impa que nos ha conducido estado tan miserable, para curar males tan crnicos y tan hon-dos, no basta ahogar el mal con la abundancia del bien, sino que se necesita aplicar la segur la raiz misma del pernicioso rbol para arrancarle de cuajo, descubrir el origen y la causa primera de tan negro dao para ahogarlos en sus comienzos y evitar que se desarrollen y, en su da, den los frutos de perdicin que ya nos amargan.

    Tanto se ha extendido la incredulidad naturalstica por los pueblos todos, que es indispensable comenzar la restauracin del

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    edificio religioso y social que se cuartea, por los principios ms altos y verdades primeras. El naturalismo contemporneo es ma-terialista? Hay, pues, que refutar y triturar el materialismo, para fundamentar en las inteligencias el imperio del esplritualismo. El naturalismo contemporneo niega la existencia de Dios, la espiri-tualidad inmortalidad del alma humana, la divinidad de Jesu-cristo, y la necesidad de profesar religin alguna positiva para salvarse, mirando todas ellas con igual indiferencia? Hay pues que probar estas verdades altsimas, principio y fundamento del bien obrar, refutando y aniquilando el atesmo y el indiferentis-mo religioso. Por eso me atrevo cifrar mi pensamiento y la proposicin de esta conferencia, prescindiendo de los detalles que durante ella se me ocurran, en la refutacin de estos tres g ran -des errores: Materialismo, Atesmo indiferentismo, y en la ex-posicin y defensa de las verdades contrarias.

    III

    Causas del materialismo.

    Bajo dos puntos de vista puede considerarse el materialismo: terica y prcticamente. Como doctrina sistema filosfico espe-culativo, data de los filsofos griegos naturalistas Thales de Mi-leto, Anaximeno, Anaximandro, Herclito, Demcrito, Leucipo, etctera, y de los filsofos sensualistas Epicuro, Metrodoro, Digenes, Timcrates, etc.; pero como escuela prctica de cos-tumbres, el materialismo es casi tan antiguo como el hombre. Sabido es que por haberse materializado, encenagndose en los lupanares todos de la sensualidad, los descendientes de Adn fueron terriblemente castigados con el universal diluvio, y cono-cida es tambin la mxima de los materialistas prcticos de todos los tiempos, que puede condensarse en aquel aforismo: Coma-mos, bebamos y coronmonos de rosas, que maana mor i re -mos.

  • 10 Pero el materialismo, tanto especulativo como prctico, ha

    tomado en nuestros das tal incremento y se extiende sobre las ciencias, las letras, las artes y la sociedad entera en proporcio-nes tales, que verdaderamente ponen espanto en el pecho ms animoso y cubren de nubarrones el sonrosado horizonte de los profetas ms optimistas, A. qu se debe la invasin de.estos nue-vos brbaros, cien veces ms destructores que los que acabaron con el imperio de Occidente?

    Mltiples y complejas son las causas que debe el materialis-mo su actual desarrollo y preponderancia; de carcter general unas, como encarnadas en la naturaleza misma del hombre, y circunstanciales otras, como hijas de la presente centuria. Pode-mos reducir d o s las primeras y seis las segundas. La concu-piscencia de la carne, que despus del pecado original instinti-vamente nos mueve en pos de la materia sensible y grosera, es una de las causas permanentes del materialismo prctico; y la insuficiencia de nuestra razn para comprender y admirar por s misma y sin ayuda de fantasmas imaginativos y sensibles los es-pritus, es causa tambin permanente del materialismo especula-tivo. Imaginationetn trascender non valentes antiqui philosophi, ponebant animam ese aliquod corpus, sola corpora res esse dicen-tes, et quod non est corpus, nihil esse, escribi el Doctor Ang-lico, y este motivo que impulsaba los antiguos negar la exis-tencia de todo lo que no sea material y corpreo, mueve todava las plumas de muchos cientficos modernos. Viniendo ahora las causas histricas, podemos atenernos para enumerarlas al pare-cer del eximio Cardenal Gonzlez, claramente expuesto en su Historia de la Filosofa, a! tratar del materialismo contempor-neo. Los progresos de las doctrinas y prcticas materialistas se deben primeramente al principio de secularizacin religiosa, adop-tado y practicado en la moderna edad por reyes y gobiernos. La religin estorba en todas partes: con la Providencia y el orden sobrenatural no se cuenta en caso alguno. Todo se constituye y organiza sobre la base del naturalismo ms exagerado, y las so-ciedades, lo mismo que los individuos, se habitan materiali -zarlo todo, pasndolo perfectamente sin levantar nunca los ojos al cielo. La estrecha alianza establecida entre el materialismo y los partidos polticos avanzados, es la segunda de las causas que se debe la preponderancia de aqul. Si bien se mira, no existe una relacin lgica y necesaria entre la doctrina materia-

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    lista y la poltica radical, pero arrancando la segunda del filoso-fismo francs del siglo pasado y del anticlericalismo que inspir los mal llamados derechos del hombre, nada de extrao tiene que los polticos radicales se consideren obligados profesar tambin ideas filosficas avanzadas. En tercer lugar, las exageraciones del pantesmo idealista germnico y el abuso de esas famosas cons-trucciones filosficas priori, que debemos Fichte, Schelling y Hegel, como era consiguiente, provocaron la natural reaccin, preparando e terreno para que fuesen admirablemente recibidos el positivismo, darwinismo y monismo que hoy imperan.

    La facilidad relativa de goces sensuales que debe el mundo la cultura moderna, la afeminacin de los caracteres y la sensua-lidad que tan gran nmero de gentes seduce y enerva en nues -tros das, puede considerarse tambin, en cuarto lugar, como causa del hecho, cuya explicacin perseguimos. Los progresos y descubrimientos continuos de las ciencias fsico-qumicas y las aplicaciones constantes que de dichas verdades cientficas novsi-mas se hacen diariamente al aumento de los goces y comodida-des de la vida, predisponen, en quinto lugar, los animosa favor del materialismo. Por otra parte, la esterilidad relativa del espl-ritualismo eclctico y eista, con que muchos modernos pretenden contrarrestar la influencia materialista, explica en sexto y ltimo lugar, el predominio de esta doctrina.

    IV

    Doctrina materialista.

    Dado el hecho que es innegable, y prescindiendo de las cau-sas que lo han producido y sostienen, bueno es advertir que e n -tre los positivistas y monistas modernos, tales como Comte, Tai-ne , Spencer, Bain, Moleschott, Vogt, Buchner, Tyndall, Haeckel, y sus naturales predecesores Lametrie, Gabanis, Broussais, e tc . , no hay ms diferencia que la del aparato cientfico con que los

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    primeros revisten sus lucubraciones pseudo-metalsicas y la abun-dancia de datos experimentales qu amontonan para esconder debajo la inanidad de su sistema filosfico.

    Unos y otros, lo mismo que todos los filsofos materialistas antiguos y modernos, convienen en la negacin fundamental del sistema, saber: no existen sustancias espirituales y sim-ples, de donde la lgica negacin de la existencia de un Dios eterno espiritual y personal y del alma espiritual inmortal. Ca-banis resume as todo su sistema filosfico: El cerebro es el r-gano particularmente destinado producir el pensamiento, como el estmago y los intestinos hacer la digestin. Los alimentos caen en el estmago con sus cualidades propias, y salen de all con cualidades nuevas. El estmago digiere. De la misma mane-ra, por el intermedio de los nervios, llegan las impresiones al cerebro; esta viscera entra en accin, obra sobre las impresiones y las devuelve enseguida convertidas en ideas. De donde pode-mos inferir con la misma certidumbre, que el cerebro digiere en cierto sentido las impresiones y hace orgnicamente la secrecin del pensamiento (1) . De la misma opinin es Broussais, cuando dice: Despus de haberme enseado la ciruga que el pus acu-mulado en la superficie del cerebro destruye nuestras facultades y que la evacuacin de ste, pus, permite que reaparezcan, ya no me es posible concebirlas ms que como actos del cerebro vi-vo (2 ) .

    Entre estas opiniones y las de los positivistas y monistas mo-dernos, que con todos los indudables adelantos fisiolgicos moder-nos no han sabido hacer otra cosa ms que localizar algunas fa-cultades psquicas, no existe diferencia esencial. El pensamien-to, dice Littr, es inherente a l a sustancia cerebral, mientras s -ta se nutre , como la contractilidad los msculos y la elasticidad los cartlagos y ligamentos amarillos (3) . Las ideas, sensa-ciones y resoluciones, aade Taine, son ramas porciones corta-das y distintas de ese todo continuo, que llamamos nosotros mis-mos ( 4 ) . Renn afirma, por ltimo: Todas las facultades que el desmo vulgar atribuye Dios, no han existido nunca sin un ce-rebro. Jams hubo previsin, conocimiento de objetos exteriores

    (1) Rappost du phy&ique et du moral, tom. 1, !2) De !' irritatin de la folie. (3) Dict. des Sciences medie, art. 7, dec. (4) Les ph. du XIX sicle, pg. 245.

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    ni conciencia sin un sistema nervioso (1 ) . Prescindiendo, pues, de su prosopopeya cientfica y orgullo injustificado, el materialis-mo moderno no descansa sobre bases ms slidas que el antiguo.

    Podemos, pues, reducir los dogmas capitales de la doctrina materialista los s i g u i e n t e s : ! . 0 nicamente existen sustancias materiales, y por lo tanto, Dios y el alma son quimeras vanas de inteligencias atrasadas enfermizas, sin realidad alguna objetiva. 2. La materia es infinita en su magnitud y eterna en su dura-cin. 3. Todo se explica perfectamente por medio de la evolu-cin de la materia y de la fuerza, que son consustanciales in-creadas.

    V

    Existen sustancias espirituales.

    l . Fcilmente se demuestra, contra el dogma primero del materialismo, la existencia de sustancias espirituales. Desde lue-go, los materialistas no tienen concepto exacto de la sustancia. Ens per se subsistens, vel stans, ente que por s subsiste est. Verdaderamente puede un ser subsistir estar por s de dos maneras: absoluta y relativamente. El ser que absolutamente existe por s, porque lleva en s mismo la razn de su propia exis-tencia, porque de ningn otro depende ni nadie debe su asei-dad, pues en esto precisamente consiste dicha prerogativa, es ni-co, necesario, absoluto, infinito, perfectsimo, Dios, en una pala-bra; pero adems de este Ser de tos seres, el nico que ha podido decir de s mismo, Ego sum qui sum, existen otros seres que s u b -sisten relativamente, puesto que han sido creados por Dios y no son absolutamente independientes, sino que despus de haber sa-lido de manos de su Hacedor llevan en s mismos condiciones de propia subsistencia, puesto que no necesitan adherirse otro

    (1) Lettre {' Opinin nationale, 4 Septembre 1862.

  • 14 ser como su propio sujeto para exist ir , , y tales sustancias son las criaturas. Cuando los materialistas, pues, consideran la materia como infinita, eterna, necesaria, etc. , etc. , confunden lo absoluto con lo relativo, !o necesario con lo contingente, lo eter-no con lo temporal y lo infinito con lo finito, demostrando la vez que no tienen concepto claro de la sustancia. Bien compren-dida la idea de sustancia, nada ms sencillo que demostrar la existencia de sustancias espirituales, fundndose en las conside-raciones siguientes:

    o) Todo ser contingente supone un ser necesario. Es as que los seres materiales todos que conocemos son contingentes, po r -que ninguno lleva en s mismo la razn de su propia existencia, porque aparecen, cambian y desaparecen. Luego existe un ser necesario, que no puede ser material.

    b) En la serie de causas y efectos que descubrimos en la na-turaleza, encadnanse perfectamente unos hechos con otros, de manera que el cuarto, por ejemplo, se explica por el tercero, el tercero por el segundo, el segundo por el primero y as sucesiva-mente; pero una de dos, renunciamos toda explicacin con-cluyente y satisfactoria, encerrndonos en la serie indefinida, que nada aclara, tenemos que admitir una primera causa, que por ser inmaterial y absoluta, no dependa de ninguna otra, antes bien, sea el primer anillo de la cadena que todo lo sostenga y expli-que.

    c) Si no admitimos sustancias inmateriales, el hombre, y hasta el animal, son verdaderos misterios incomprensibles inex-plicables. Efectivamente, la conciencia nos dice que existen en nuestra mente actos simples, cuya unidad, identidad y simulta-neidad, an tratndose de. los ms opuestos y hasta contradicto-rios, excluyen toda clase de composicin: tal sucede continua-mente con nuestras ideas y voliciones. Tenemos percepcin com-pleta y clara de todas ellas, y todo el mundo se reira del que aplicase estos actos inorgnicos las propiedades de los actos f-sicos y orgnicos, diciendo, por ejemplo, media idea, un cuarto de pensamiento, conceptos voluminosos, recuerdos amarillos, re -soluciones redondas, etc. , etc., porque les repugna toda compo-sicin fsica, toda extensin, toda divisibilidad, la materialidad, en una palabra. Es as que el acto no puede ser de superior na-turaleza, ms excelente que el principio sujeto que lo produce; luego los actos intelectuales y volitivos, que son inmateriales y

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    (1) Disserl, sur la spirt, de V ame, pg, 83.

    simples, suponen la existencia en nosotros de un sujeto inmate-rial y simple tambin, que es el alma, y sin el cual la inteligencia y voluntad humanas son incomprensibles inexplicables.

    d) Las mismas potencias orgnico-sensitivas prueban la exis-tencia de sustancias simples y espirituales. En prueba de ello, lase lo que este propsito dice el Cardenal de la Luzerna (1) : No solamente conocemos nuestras sensaciones, no solamente reflexionamos acerca de los datos que nos presentan, sino que comparamos las unas con las otras. Yo experimento la vez diversas sensaciones: algunas veces me las produce un mismo objeto. Veo, gusto y toco la vez un manjar; oigo y toco un ins-trumento. Otras veces son diferentes objetos los que impresionan mis diversos sentidos. Oigo la msica la vez que las voces de los que cantan, mientras siento el calor del fuego, percibo un olor y como una fruta. Discierno perfectamente estas sensaciones diversas, las comparo, juzgo cul me afecta ms vivamente, y cul de manera ms agradable; prefiero aqulla sta y la escojo. Ahora bien; este yo, que compara las distintas sensaciones, es indudablemente un sujeto simple; porque si fuese compuesto reci-bira en diferentes puntos las variadas sensaciones que le trasmite cada sentido. Los nervios visuales llevaran auna parte las impre-siones de la vista, los auditivos otra parte las impresiones del oido, y as los dems. Pero si fuesen las diversas partes del r-gano fsico, el cerebro por ejemplo, las que reciben cada una por su lado la sensacin, cmo aproximarlos? quin hace la com-paracin? La comparacin exige un comparador, el juicio un suje-to nico que juzgue. Luego tales actos no pueden realizarse sin que las sensaciones se concentren en un ser simple. Este princi-pio activo, nico, idntico, simple, inmaterial inteligente, es el alma, y tales sustancias damos el nombre de espritus; luego el materialismo que niega su existencia, es doctrina errnea y absurda.

  • 1 6

    VI

    La materia no es infinita ni eterna.

    2 . 6 Con relacin al segundo de los dogmas materialistas, la filosofa demuestra la necesidad racional de admitir el principio de la creacin ex nihilo, y la verdadera ciencia positiva, aceptan-do la teora de la nebulosa primitiva, llega al lmite de sus in-vestigaciones posibles en el conocimiento de las causas segundas, vislumbra la primera causa, esto es, la inteligencia suprema y voluntad creadora, y se detiene. La filosofa y la ciencia aceptan pues de consuno la creacin, no solamente como principio racio-nal, sino tambin como postulado cientfico. En cambio, el pan-tesmo extendindole, y el materialismo suprimindole, prescinden de Dios de una plumada, niegan la creacin, y como fundamento nico de sus teoras cosmognicas, admiten el postulado de la eternidad de la materia y de la energa molecular, deifican el tomo y suponen un torbellino infinito de mundos, que se suce -den eternamente en una serie sin principio ni fin de ciclos csmi-cos. Semejante hiptesis arbitraria, que se apoya en el postulado de la materia eterna, viene al suelo como castillo de naipes ante las consideraciones siguientes:

    a) Todos los fsicos modernos admiten que la inercia es propiedad esencial de la materia, y la ms clara expresin de esta propiedad podemos formularla as: un cuerpo en reposo no puede por s mismo ponerse en movimiento, y un cuerpo en movimiento no puede por s mismo acelerar, ni retardar dicho movimiento, ni cambiar su direccin, ni suspenderla, ni ponerse s mismo en reposo. Adems, la fsica tiende cada vez ms convertirse en matemtica, y como un acto espontneo de la materia inerte invalidara todo clculo cientfico, la inercia es una ley matemti-camente demostrada.Ahora bien; suponed como queris esa vuestra materia eterna. La suponis en reposo? Eternamente permanecer en reposo, inmvil, muerta, pues por s misma no puede ponerse en movimiento, y claramente demuestra la expe-

  • 17 riencia que dicho reposo eterno no existe. La suponis en movi-miento? Pues entonces se mueve hacia un fin trmino, y como por confesin vuestra, este movimiento es tambin eterno, un trmino hacia el cual se tiende, un fin que se busca desde toda la eternidad, ya han debido encontrarse y alcanzarse, y por con-siguiente los movimientos de la materia actual son inconcebibles.

    b) De las dos hiptesis anteriores, nicamente es admisible la del movimiento eterno, pues no concebimos la materia, ni est en eterno reposo. Ahora bien; admitir un movimiento eterno, infinito, sin motor, sin haber recibido impulsin exterior alguna, es rechazar el principio de casualidad, y sin este principio el pensamiento no puede dar un paso, y hay que resignarse no comprender cosa alguna.

    c) El gran matemtico Gauchy sostiene la imposibilidad ma-temtica de un nmero actualmente infinito, es decir, la vez determinado infinito. Y en efecto, todo nmero determinado se mide por la unidad; lo que se mide no es infinito; luego es impo-sible un nmero actualmente infinito. Ahora bien; la materia eterna, sin principio ni fin, no sera por su actualidad determi-nada y por su eternidad infinita? Si pues es imposible un n m e -ro determinado infinito la vez, es decir, actualmente infinito, la eternidad de la materia es un absurdo.

    d) Los fsicos ms eminentes, despus de largos y penosos estudios sobre la molcula y el tomo material, convienen en que en medio de todas las catstrofes y sucesiones de los sistemas solares y planetarios, las molculas, que son la base de todas las cosas y en cierto modo el fundamento del universo, conservan sus atributos indestructibles y naturaleza de productos fabricados; lo cual excluye la idea de una existencia eterna y de una entidad que existe por s misma. El mismo argumento presentan los metafsicos, diciendo: la materia es contingente, mudable, imper -fecta; todos estos caracteres repugnan al ser absolutamente e t e r -no, que por naturaleza tiene que ser necesario, inmutable, p e r -fectsimo, etc.; luego la materia no es eterna.

    e) Por ltimo, demuestra concluyentcmente la termo-din-mica, que aunque la materia y la energa son constantes en el universo, la energa actual se va convirtiendo poco poco en energa trmica vibratoria. Por consiguiente, cuando toda la energa actual se haya convertido en vibratoria, ser tan grande la distensin de los tomos, que el mundo tornar al estado ca-

    2

  • 18

    VII

    La teora evolucionista y el materialismo.

    3. Pero supongamos por un momento que no existen sus-tancias espirituales, contra lo que demostrado concluyente mente queda; supongamos que todo cuanto existe es material, y admitamos tambin que es eterna la materia de que se componen todas las cosas, como an despus de todo lo supuesto, para ex-plicar los misterios del cosmos y del micro-cosmos, refgianse los materialistas en la incesante evolucin y transformaciones suce-sivas de la materia y de la fuerza habilidosamente combinadas, entiendo que la manera ms eficaz de combatir al materialismo contemporneo, consiste en sacar de la misma evolucin argumen-tos poderosos en pro de las causas finales y de la existencia de lo inmaterial, por lo tanto.

    El gran fisilogo moderno Claudio Bernard, se ve precisado estampar continuamente en sus obras nada sospechosas de par-cialidad respecto al asuntp, los conceptos de idea creadora, po-tencia directriz, fin, plan ideal, direccin jireconcebida, e tc . , y en su Fisiologa general dice textualmente: Cuando se trata de una evolucin orgnica futura, nosotros no comprendemos que una propiedad de la materia tenga este alcance.. . . el huevo, la clula embrionaria es una cosa que ha de llegar ser. Y cmo conce-bir que la materia tenga por propiedad el contener propiedades y juego de mecanismo que no existen an? . . . . Yo no concebira que la clula formada espontneamente y sin padres tuviese evo-lucin, pues carecera de la direccin original, de esa especie de

    tico y habr, por consiguiente, muerto. El processus evolutivo no podra empezar otra vez, puesto que careciendo ya entonces la materia de energa potencial, se necesitara cierta impulsin nueva del Omnipotente para ponerla en movimiento. Luego la eterna evolucin de la materia eterna es un absurdo.

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    frmula orgnica que rene las condiciones evolutivas del ser determinado.))

    De igual manera, Hartmann, el clebre filsofo de lo incons-ciente, admite la teora de la descendencia como parte integrante de la concepcin del universo, pero rechaza la explicacin meea-nicista, y ha compuesto un libro importante para demostrar que el progreso en la organizacin no ha podido existir sin un pan determinado, sin una ley de evolucin interna, sin impulsin for-madora; no se puede comprender sin la accin permanente de una inteligencia que haya concebido el orden, de una voluntad que lo haya querido y de una potencia que lo haya realizado.

    Los campeones del materialismo Strauss, Vogt y Haeckel, para prescindir de esa inteligencia, voluntad y poder, que son palabras vacas de sentido, significan los principales atributos de Dios, autor de la naturaleza, se refugian en la seleccin na tu -ral y dicen: Hoy, gracias al danvinismo, ha cesado el tormento de la inteligencia meditando sobre el mundo y obligada admitir la finalidad, y han quedado satis-fechas las aspiraciones hacia las causas primeras. Este cambio lo ha producido la seleccin na tu -ral, que permite concebir un fin inconscientemente determinado y alcanzado infaliblemente, y que reemplazar Dios para una posteridad ms feliz.

    Donosa ocurrencia! Dios, convertido en una seleccin ciega, fatal, impotente para obrar ms que por grados, y que ni sabe de dnde viene, qu es lo que hace, ni dnde va, es una concepcin metafsica digna de los filsofos naturalistas que hoy se estilan. Aunque se admita el transformismo darwinista, perfeccionado por Haeckel, y convengamos en que todos los vivientes fueron desde el principio plastculas, imperceptibles tomos de hidrocarburo de zoe, que combinndose al azar han dado origen idntico las diferentes molculas vegetales y animales, y admitisemos la existencia de la mnera, imperceptible hasta para el microscopio, y supusisemos que se convierte primero en mata de hierba gigantesco rbol, en infusorio y vertebrado despus, y en un hombre, sabio hroe, por ltimo, siempre nos veramos obliga-dos confesar que en esa plastcula inicial, en ese tomo primiti-vo que da origen todos los vegetales, animales y hombres, que-da al descubierto la omnipotencia creadora, y el ateo evolucionista tropieza sin pensarlo con el Dios que se propona aniquilar.

    Los verdaderos pensadores, los hombres de mente sana y co-

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    razn sano, no han sido nunca ni pueden ser ahora verdaderos materialistas. Los cielos cantan las gloras del Hacedor y no hay rincn, por oscuro que sea en la t ierra, que el naturalista estudie, que no demuestre de la manera ms evidente la existencia de una inteligencia soberana y de un ordenador supremo. Como deca el transformista Lamarck, se ha identificado la naturaleza con Dios, se ha confundido al reloj con el relojero, la obra con el operario, y semejante manera de discurrir es la infraccin ms terminante de las leyes lgicas. El materialismo tendr siempre partidarios en el mundo, porque del lodazal de las pasiones, en el cual gustan revolcarse los cerdos todos de las piaras de Epicuro, se levantan negros vapores que nublan las inteligencias y ponen en consonancia las mentes con los corazones. El materialismo prctico es, pues, consecuencia necesaria de la concupiscencia de la carne; y el materialismo filosfico, refugio ineludible de todos aquellos que anhelan poner en consonancia sus ideas con sus cos-tumbres. La ms concluyente refutacin terica y prctica del ma-terialismo la debemos por lo tanto Cristo nuestro bien, y palpi-tando est en la ciencia y creencias cristianas.

    VIII

    Existencia de Dios.

    El hombre, dicen los naturalistas clsicos, es un animal eminentemente religioso, y el alma, deca Tertuliano, es natural-mente cristiana; lo cual no empece para que el necio diga all en el fondo de su corazn que no hay Dios y hasta lo proclame en sus reuniones, con fingida conviccin, cuando lo sumo podemos concederle que quisiera que Dios no existiese, por lo menos que, si existe, que no sea castigador de malos. Y aqu tenis la verdadera clave de la cuestin. Todos esos hombres que seduci-dos por los falsos profetas de la incredulidad han roto todo freno y pisotean toda ley, como no tienen la conciencia tranquila y les

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    asusta el juicio futuro, prefieren aturdirse vociferando que no existe el Juez de vivos y muertos, dando con esto pi, como no h mucho hicieron cuatrocientos anarquistas en Valencia, que personas de ideas sospechosas y avanzadsimas se viesen precisa-das demostrarles la existencia de Dios. S, Dios existe y nada dir yo para probarlo de aquellos conocidos argumentos que se 'laman en las escuelas metafisico, fsico-teolgico y moral; pero os bastar levantar conmigo los ojos al cielo y mirar las criaturas que pululan en torno. Coeli enarrant gloriam Dei: cantan los cielos las glorias del Seor y toda criatura entona himnos de r e -conocimiento su Criador.

    La idea de Dios surge espontneamente en nuestro entendi-miento con la de causa primera; La idea de Dios en esa serie in-definida de efectos y de causas, que su vez son efectos de cau-sas superiores, y sin cuya serie no hay fenmeno natural en sus comienzos comprensible; la idea de Dios brota clarsima de la contingencia y limitacin de las criaturas todas y resplandece en la verdad, bondad y belleza relativas, que nos rodean en el mun-do y que suponen una verdad trascendente, una bondad suma y una belleza infinita; la idea de Dios se agita en nuestros corazo-nes que aspiran instintivamente felicidad inamisible, sin encon-trarla en la tierra, y un bien perdurable que aqu no logran; la idea de Dios palpita en las mitologas teognicas de los pueblos ms antiguos y salvajes, lo mismo que en los libros sagrados, instituciones, leyes, idiomas, usos y costumbres de las naciones modernas ms cultas; la idea de Dios, en fin, se recibe con la existencia, se respira con la vida y se convierte en invocacin sal-vadora y palabra que naturalmente acude los labios en los gran-des peligros y sobre todo en la suprema hora de la muerte. No, de ninguna manera, por ms que vociferen y blasfemen, no creo en la existencia de verdaderos ateos: preciso es para ello despo-jarse de la naturaleza humana. Fingen lo que no sienten, blasfe-man de lo que ignoran, y con esta comedia impa pierden sus a l -mas y las de sus prjimos.

    Por el contrario, la tendencia natural instintiva del hombre consiste en buscar Dios por todas partes y en las criaturas todas para creeerle y amarle. Pero qu es lo que yo amo cuando os amo?pregunta San Agustn ( 1 ) . No es hermosura corprea,

    (1) Confesiones, lito. X, oap. VI.

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    ni bondad transitoria, ni !uz material agradable a estos ojos; no suaves melodas de cualesquiera canciones; no la gustosa fragancia de las flores, ungentos aromas; no la dulzura del man la miel, ni finalmente deleite alguno que pertenezca al tacto otros sentidos del cuerpo. Nada de eso es lo que amo cuando amo mi Dios; y no obstante eso, amo una cierta luz, una cierta a r -mona, una cierta fragancia, un cierto manjar y un cierto deleite cuando amo mi Dios, que es luz, meloda, fragancia, alimento y deleite de mi alma. Resplandece entonces en mi alma una luz que no ocupa lugar; se percibe un sonido que no lo arrebata el tiempo; se siente una fragancia que no la esparce el aire; se reci-be gusto de un manjar que no se consume comindose; y se posee estrechamente un bien tan deleitoso, que por ms que se goce y se sacie el deseo, nunca puede dejarse por fastidio.Y como esto lo sentimos todos, con ms menos delicadeza y envuelto en cendales ms menos transparentes, de aqu que sea preciso ha-cer violencia grandsima nuestra razn y nuestro sentimiento para negar la existencia de Dios.

    IX

    Divinidad de Jesucristo,

    Pero Dios adems se hizo carne en las entraas pursimas de una Virgen inmaculada, y no basta creer en la existencia de Dios criador, justiciero y providente: necesario es, adems, con-vencerse de que Jesucristo es Dios, y que fuera de la Iglesia ca-tlica, por Cristo Nuestro Seor fundada, no hay salvacin posi-ble. Sabido es que el enemigo se pertrecha, en materia tan im-portante, detrs de las obras de Renn, que admite la humanidad pero niega la divinidad de Cristo; de Straus, que niega ambas cosas, afirmando que el Evangelio, en sus hechos milagrosos, es un conjunto de mitos, Jesucristo un ente de razn sin realidad alguna, y su doctrina la sabidura acumulada por los siglos en su

  • 23

    desenvolvimiento humanitario. A semejantes herejas que comien-zan divulgarse entre el pobre pueblo, en forma ms menos cientfica, hay que oponer el natural contraveneno, afirmando, probando y defendiendo la doctrina ortodoxa y verdadera. Y efec-tivamente, aunque se prescinda de la Sagrada Biblia, la existen-cia personal de Nuestro Seor Jesucristo es un hecho histrico probado hasta la evidencia por los escritos, monumentos y tradi-ciones de los judos y romanos, sus enemigos. Ahora la divinidad de Jesucristo se prueba fcilmente:

    a) por las profecas del Antiguo Testamento, todas las cua-les se cumplieron en la persona augusta de nuestro divino Reden-tor;

    b) por los milagros estupendos realizados al solo eco de su palabra omnipotente;

    c) por los vaticinios y profecas que salieron de sus labios soberanos, sin que la cosa ms pequea haya dejado de cum-plirse;

    d) por la misma resurreccin del divino Maestro; e) por la sabidura y santidad de la doctrina evanglica, infi-

    nitamente superior todo cuanto basta entonces haban ideado los sabios;

    f) por la milagrosa propagacin y conservacin de la fe cris-tiana contra todas las probabilidades y todos los obstculos;

    g) y por el testimonio mismo de millones de mrtires que derramaron su sangre en defensa de la fe y divinidad de Cristo.

    No quiero llamaros la atencin ms que sobre la profeca de la destruccin del templo y dispersin de los judos, condenados en justo castigo de su deicidio horrible no congregarse jams en torno de su altar y trono. Mirad lo que ese pueblo maldito le sucede. Es el ms rico y poderoso, puesto que dispone de las principales casa-bancas, lneas frreas y telegrficas, peridicos y empresas martimas del mundo, y no hay, sin embargo, ningn otro tan perseguido y despreciado, estrellndose toda su riqueza y poder contra una sola palabra de Cristo, que profetiz la ruina del templo y dispersin del pueblo deicida. Todos los viernes, las tres de la tarde, los judos de Jerusaln renense llorar so-bre los escombros de su templo famossimo (yo los he visto) y es un espectculo que llega al alma y parte aquellas mismas enor-mes piedras del templo de Salomn.

  • X

    Inmortalidad del alma.

    La inmortalidad del alma, tan combatida por el materialismo pseudo-cientfico contemporneo, es otro de los dogmas que deben ser objeto especialsimo de nuestra propaganda, porque de nada nos servira afirmar por una parte la existencia de Dios, y confe-sar por otra la divinidad de Cristo, si no creysemos en la vida futura y en la necesidad de cumplir los preceptos divinos y ecle-sisticos para salvarnos.

    Qudese para las ctedras de Psicologa la demostracin tc-nica de la inmortalidad del alma, fundndose en su simplicidad, inteligencia y aspiraciones, en el testimonio universal de todos los pueblos .en todos los tiempos, y en los mismos atributos divi-nos: yo apelo vuestra propia conciencia y sentimientos, y me li-mito la induccin analgica que sigue:

    Distinguid conmigo tres pocas diferentes en la vida del hom-bre : vida uterina, desde la generacin hasta el nacimiento; vida mundana, desde el nacimiento hasta el sepulcro, y vida eterna. la que empieza al otro lado de la tumba. Pues bien, de la vida uterina inferimos la existencia de la vida mundana; como de la vida mundana podemos inferir la existencia de la vida eterna. En efecto, supongamos que no sabemos si el feto ha de salir no del claustro materno para hacer vida ordinaria en el mundo. Exa-minndole con atencin, discurriramos de la manera siguiente: este hombre en miniatura tiene ojos indudablemente para ver, oidos para oir, olfato para oler, boca para comer, lengua para hablar, manos para agitarse, pies para andar, etc. Es as que ninguna de estas operaciones puede practicar en el tero mater-no; luego el feto humano ha sido hecho para salir de l y vivir fuera de all en otro mundo, donde haya objetos iluminados que ver, cosas sonoras que oir, olorosas que oler, alimentos que co-mer, personas con quienes hablar, espacio en el cual moverse,

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    etctera, etc. Todo esto se puede efectuar en el mundo; luego la vida uterina prueba la existencia de la extra-uterina mundana.

    De anloga manera, el hombre, durante la vida presente y mundana, tiene multitud de aspiraciones y deseos, tales como sus aspiraciones la perfeccin y bien absolutos, la verdad -suprema y belleza soberana, los deseos de felicidad, de gloria, de poder, etctera, etc. Ninguno de ellos tiene ni puede tener satisfaccin cumplida en este mundo, donde todo es relativo, imperfecto y ca-duco; luego, suponemos que el Criador se est burlando de las criaturas, lo cual es absurdo y blasfemo, admitimos que le tiene aparejada al hombre otra vida, en donde sus aspiraciones y deseos queden plenamente satisfechos. Por consiguiente, del estudio aten-to de la vida mundana inferimos la existencia de la vida eterna, la cual supone su vez la inmortalidad del alma.

    S, amigos mos, esta vida no es la vida, ni la muerte es otra cosa ms que la aurora de la vida eterna. Como escribe el filsofo de Vich:

    . . . .Si el alma muere con el cuerpo, entonces no hay ninguna explicacin plausible; deseamos con vehemencia, y no podemos llenar los deseos; aunque los moderemos, ajustndolos la razn, tampoco se cumplen; las privaciones que sufrimos no tienen com-pensacin en ninguna parte; nuestra vida es una ilusin perma-nente, nuestra existencia una contradiccin. El no ser nos horro-riza, la inmortalidad nos encanta: deseamos vivir y vivir en todo: antes de abandonar esta tierra queremos dejar recuerdos de nues-tra existencia. El poderoso construye grandes palacios, que l no habitar; el labrador planta bosques que no ver crecidos; el via-jero escribe su nombre en una roca solitaria que leern las gene-raciones venideras; el sabio se complace en la inmortalidad de sus obras; el conquistador en la fama de sus victorias; el fundador de una casa ilustre en la perpetuidad de su nombre, y hasta el humilde padre de familias se lisonjea'con el pensamiento de que vivir en sus descendientes y en la memoria de sus vecinos: el deseo de la inmortalidad se manifiesta en todos de mil maneras, bajo diversas formas. Pero no es posible arrancarlo del corazn, y este deseo inmenso, que vuela al travs de los siglos, que se di-lata por las profundidades de la eternidad, que nos consuela en el infortunio y nos alienta en el abatimiento; este deseo que levanta nuestros ojos hacia un nuevo mundo, y nos inspira desdn por lo perecedero, slo senos habra dado como una bella ilusin, como

  • 28

    XI

    Indiferentismo religioso.

    Dados los precedentes errores tan divulgados por el mundo, teniendo en cuenta que la sociedad contempornea vive y se des-envuelve en la atmsfera moral del Naturalismo, que todos respi -ramos y en todos influye ms menos, componiendo el fondo de todas esas doctrinas y prcticas saturadas de materialismo, ates-mo, sensualismo, incredulidad y odio sectario la Religin y sus ministros qu de particular tiene que las sociedades contem-porneas, especialmente esas muchedumbres que no pueden re -solver por s los grandes problemas, instintivamente saquen las consecuencias lgicas de tales premisas, pierdan la fe, duden de todo, nada les preocupe ni interese, y caigan en el Indiferentismo religioso ms desconsolador?

    Son indiferentes en Religin los que desdean omiten el estudio de las verdades religiosas que, no conocen, miran co-mo igualmente aceptas los ojos de Dios las diferentes religio-nes positivas de los pueblos. En Espaa el indiferentismo religio-so toma en seguida los caracteres de la irreligin, porque en esta bendita tierra el que no es catlico no es nada y el que olvi-da la Religin de sus mayores no adopta otra, ni an como fr-mula social elemento de gobierno, sino que con armas y baga-jes se pasa al campo de la incredulidad impa; pero conviene cla-mar da y noche contra esa fe tibia, medio dormida, ineficaz que

    (1) Curso de Filosofa elemental, Etica, por Balmes, 4. a edicin, pgina 149. Barcelona, 1869.

    una mentira cruel, para dormirnos en brazos de la muerte y no dispertar jams? No, esto no es posible; esto contradice la bon-dad y sabidura de Das; esto conducira negar la Providencia, y de aqu el atesmo (1).

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    apoderndose va de muchos catlicos, tal vez por la influencia de medio ambiente en que viven, porque tal estado es ms pernicio-so incurable que la impiedad franca y apasionada. Por natural reaccin el que odia puede amar, convirtindose con el auxilio de la gracia de sectario procaz en mrtir; pero el que vive sumido en las glaciales irresoluciones de la indiferencia es impotente p a -ra todo, lo mismo para el bien que para el mal; de aqu que su dolencia sea casi incurable.

    Convnzanse, pues, estos tales de que nada tan absurdo como el Indiferentismo religioso, porque siendo una la verdad, uno el verdadero Dics, una tambin la verdadera revelacin, y una, por ltimo, la Religin verdadera, para Dios no pueden ser igual-mente aceptables los cultos falsos y el verdadero culto. Cmo ha de ver Dios con los mismos ojos el sacrificio humano y la santa Misa, las supersticiones paganas y las austeridades cristianas, la prostitucin en los altares de Venus y la virginidad, el fetiquismo y el esplritualismo, los anhelos por el Bien Sumo y por los bie-nes sensuales, la virtud y el vicio en una palabra? Dios no puede premiar de igual manera al que profesa la verdad y practica el bien, que al que profesa la supersticin y el fanatismo y opera el mal. El Indiferentismo religioso es la calamidad mayor que puede caer, tanto sobre el individuo como sobre la sociedad.

    XII

    Inmoralidades y horrores.

    / Conviene no hacerse ilusiones, pues si es triste el estado del mundo en el orden religioso, no es ms risuea su situacin mo-ral. Arrancando del pueblo las creencias religiosas, como la Reli-gin es el nico fundamento verdaderamente slido de la moral, se le empuja insensiblemente hacia un neopaganismo cien veces peor que el paganismo antiguo, porque ste al menos divinizaba sus vicios, conservando en medio de sus degradaciones el forma-

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    lismo religioso, al paso que aqul es ateo, materialista y sistemti-camente enemigo de toda religin positiva.

    Doctrinalmente proclamados la libertad para todo y los de re -chos del mal, equiparndolos por lo menos los derechos del bien, lgicamente se entonan himnos al diablo, al pual y la ganza, instruyendo sociedades malficas con la misma frescura, y hasta si se quiere orgullo, con que la caridad ha fundado siem-pre las benficas.

    Para que os convenzis de ello oid lo que sigue, que corto de un peridico romano:

    Se instruye en estos momentos en Bari, ciudad principal de la Pulla (antiguo reino de Kpolesj, un proceso judicial contra una asociacin que ella misma se ha dado el nombre de Mala vida, asociacin que se ha extendido por las provincias meridionales de Italia con dicho ttulo, y en otras partes de la Pennsula con nom-bres distintos: Camorra, en aples; Mafia en Secilia; Teppa, en Miln y en Liorna, y hasta algo aqu en Roma.

    Los detenidos de la sociedad d l a Mala vida de Bari que han sido sometidos aquellos tribunales son 176 . Esta asociacin tiene jefes, jerarqua y ritos especiales para el ingreso y promo-cin los diversos grados. Su objeto es practicar el mal, el delito, el hurto, la venganza feroz contra cualquiera que dificulte su accin, los actos de opresin, la guerra la fuerza pblica de polica, especialmente cuando se trata de libertar de sus manos de la crcel los afiliados la secta, que, como se ve, no pue-de imaginarse otra ms perversa. Muchas veces se haba intenta-do procesar por los tribunales esta malvada asociacin, pero no se haba conseguido nunca porque los sectarios no tenan escrpu-lo en recurrir tedos los medios, incluso el asesinato, para inti-midar la polica, los magistrados, todos.

    Ahora se est instruyendo el proceso; pero hay que temer que no dar gran fruto, porqtre el nuevo cdigo penal italiano es demasiado benigno, casi protector de los culpables de toda especie de delitos.

    Una de estas perversas asociaciones sectariasla Mafiala han organizado en Nueva Orleans los muchsimos sicilianos all organizados. La cual Mafia se hizo intolerable los ciudadanos de aquella poblacin americana. Aun cuando no puede en manera alguna perdonarse, se comprenden, empero, y se explican los linchamientos ocurridos, por los cuales el Gobierno de los Esta-

  • 29 dos-Unidos se niega dar satisfaccin al Gobierno italiano.

    Mucho y horrible pudiera deciros acerca del culto luciferiano, es decir, del culto que se tributa Satans en ciertas logias de los Estados-Unidos, especialmente de Charleston, y alguna de Paris y Roma; pero ms vale correr un velo sobre tales horrores .

    No creis, sin embargo, que la inmoralidad neopagana mor derna se refugia exclusivamente en los antros y vive protegida slo por las sociedades secretas, nada de eso: al amparo de las libertades y gobiernos que hoy se estilan, se exhibe tambin la luz del sol, invade las calles, las plazas, los cafs cantantes, los teatros, y ostenta sus hediondeces, sobre todo, en esos altares erigidos las producciones pornogrficas, que se llaman kioscos. Ninguna persona decente se atreve levantar la vista cuando pasa por delante de esos escaparates, y los padres de familia vense precisados cambiar, veces, de rumbo para que sus hijas no tropiecen con la desnudez ms asquerosa.

    Difcil, por no decir imposible, es conservar inclume la juventud, que se ve precisada vivir en medio de tanta podre-dumbre, respirando tan viciada atmsfera. De aqu esa precoci-dad para el mal en nios que ni siquiera han comenzado ser naturalmente hombres, y esos frecuentes suicidios de criaturas que no han tenido tiempo material para aproximar los labios la copa de la amargura. Tan grande es la falta de educacin moral y religiosa que en la familia la moderna se siente!

    Con su elocuencia, matemtica, la estadstica comprueba dicho rebajamiento moral y criminoso; y Espaa, la en otros tiempos catlica y morigerada Espaa, poco tiene que envidiar las d e -ms naciones en tan negro asunto. Durante el finado ao de 1892 han incoado nuestros tribunales de justicia 62 .994 procedimien-tos criminales; y se han cometido en Espaa 455 suicidios, 111 asesinatos, 2 3 parricidios, 689 homicidios, 26 infanticidios, y 1132 robos conocidos descubiertos, Ventajas del progreso sin Dios!

    Preciso es, pues, ahogar tanto mal con la abundancia del bien, y, como la caridad bien ordenada empieza por uno mismo, en los Crculos catlicos encontraris el mejor preservativo para vuestras costumbres y las de vuestros hijos. No ignoro que medida que baja la casa, es decir, pierde la familia y disminuye el calor del hogar, sube el casino y ganan el despilfarro y la li-cencia de costumbres; pero qu remedio! So pena de ser a r r a s -

  • 30

    (1) Palabras de Su Santidad el Papa Len XIII los peregrinos espaoles.

    irado, no es posible oponerse desbordada corriente. De aqu la necesidad de oponer al nial crculo casino, otro casino crculo bueno. En aqul se os permite envenenaros diariamente con la lectura de peridicos inmorales y disolventes, y hasta se os esti-mula para ello: en ste, por el contrario, estn prohibidos los pe-ridicos perversos y hasta los sospechosos, y se os facilitan nica-mente revistas y hojas morales, religiosas y de honesto esparci-miento. Toda clase de juegos, incluso los prohibidos por la misma ley civil, invitan al pobre socio del primero que gaste lo que no puede ni debe y, tal vez se arruine, liquidando sobre el tapete verde su fortuna propia, la de su mujer, la de sus hijos y hasta la de algn amigo incauto que incurra en la mal entendida cari-dad de compadecerse del jugador: los socios del segundo encon-trarn distracciones tan baratas como lcitas y honestas, sin que tengan que avergonzarse nunca de haber puesto los pies en estos Crculos, que reemplazan hasta donde es posible el santuario del hogar domstico, y difunden la sana doctrina cientfica, literaria, moral y religiosa.

    Para concluir; basta ya de errores y horrores usanza mo-derna! Recordemos que la grandeza de Espaa anduvo siempre unida con lazo estrecho su acatamiento la fe sacrosanta de sus mayores; es ms, de este acatamiento principalmente naci. Para realzarla pues y preservarla de una destruccin total, no hay medio ms seguro ni ms eficaz que el de volver sin reservas los principios que la Religin ensea y las prcticas que pres-cribe. (1) He concluido.

  • N D I C E

    Pginas,

    I Exordio 5 II P ropos ic in v- 8 III Causas del ma te r i a l i smo 9 IV Doctr ina ma te r i a l i s t a 11 V Ex i s t en s u s t a n c i a s e sp i r i t ua l e s 13 VI La ma te r i a no e s infinita ni e t e rna 16 VII La teor a evolucionis ta y el m a t e r i a l i s m o . . . . 18 VIII Ex i s t enc i a d e Dios 20 IX Divinidad de Jesucr i s to 22 X Inmor ta l idad del a lma 24 XI Ind i fe ren t i smo re l ig ioso 26 XII Inmora l idades y ho r ro re s 27

  • L I B R O S DE D. M A N U E L POLO Y P E Y R O L N Catedrtico del Instituto de Valencia.

    P t a s .

    SEIS NOVELAS CORTAS , saber : Los Mayos, Desventu-ras de Mari-Pepa, La Seora de Verrugo, La novela de un colegial, Aventuras de un triciclista y Tres en uno. 2

    COSTUMBRES POPULARES DE LA SIERRA DE ALBARRACN, sea: Los Mellizos, El si de una serrana, La Ha Le-vttco y Lo que puede una mujer ( 3 . A ed ic in) . . . 2

    QIFN MAL ANDA CMO ACABA? (novela) . . . . . 2 SALSAMENTO Y CONCUBINATO (novela , 2 . A ed ic in) . . . 2 SLITA amores archiplatnicos (novela) 2 5 0 BOCETOS DE BROCHA GORDA (cuentos y art culos) . . . 1 PGINAS EDIFICANTES (cuentos y art culos) 2 PEPINILLOS EN VINAGRE (artculos satricos) 2 HOJAS DE MI CARTERA DJF. VIAJERO (viajes, u n o de ellos

    Por Pars Su\a) 2 APOLOGA CIENTFICA DE LA F CRISTIANA, por Duilhe de

    Saint-Projet ( 2 . A edic in) 3 GUA DE TIERRA SANTA (viaje) 2 5 0 V I D A DE LEN XIII (obra premiada) 3 DISCURSOS ACADMICOS 2 ELEMENTOS DE PSICOLOGA ( 3 . A edicin) 4 ELEMENTOS DE LGICA ( 3 . A edicin) 3 5 ELEMENTOS DE TICA ( 3 . A edicin. 3 5 0 COMPENDIO DE PSICOLOGA, LGICA Y. TICA. . . . 5 Estos l t imos cuatro vo lmenes , encuadernados en

    tela con plancha dorada, adems de su prec io , po r t o m o 1

    PROGRAMA Y CUADROS SINPTICOS DE PSICOLOGA, LGI-CAY T I C A . . . . -.'r* 1

    Se venden en casa del au tor , y en todas las libreras ca t-l icas .

  • FOLLETOS DE PROPAGANDA . p o r

    E>. M A N U E L P O L O Y P E Y R O L N

    Catedrtico del Instituto de Valencia

    B u r g u e s e s y P r o l e t a r i o s . P a n y C a t e c i s m o . L a s malafc l e c t u r a s . H a y a c a s o P r o v i d e n c i a ? C r e d o e a t c o - t r a d i c i o n a l i s t a . E l A n a r q u i s m o . E l t r a b a j o y eS s a l a r i o . E r r o r e s y h o r r a r e s c o n t e m p o r n e o s . P i c a r o s f r a i l e s !

    N o o b s t a n t e s u s . m u c h a s p g i n a s y cop iosa l ec tu ra , s e v e a d e n t o d o s e l l o s , . ; ' ^a sa de l a u t o r (p laza del Colegio d j - P a t r i a r c a , 4) ai p r e c i o nf imo d e diez cntimos d e p e -s e t e a s e a b o n a los l i b r e r o s el 2 5 p o r 100 . y sin el m e n o r r e c a r g o s e r e m i t e n c o r r e o v u e l t o .

    Cubierta.Portada.I Exordio.II Proposicin.III Causas del materialismo.IV Doctrina materialista.V Existen sustancias espirituales.VI La materia no es infinita ni eterna.VII La teora evolucionista y el materialismo.VIII Existencia de Dios.IX Divinidad de Jesucristo.X Inmortalidad del alma.XI Indiferentismo religioso.XII Inmoralidades y horrores.ndice.