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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIII, No. 66. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2007, pp. 29-51 ENTRE EL EXILIO Y EL FUEGO REVOLUCIONARIO: LA NARRATIVA DE MARTÍN LUIS GUZMÁN DE 1925 A 1929 Adela Pineda Franco Boston University I. El escritor Federico Gamboa abrió los ojos la mañana del 15 de agosto de 1914 y se percató, desde su escondite en la legación de Guatemala, de la avanzada de los revolucionarios constitucionalistas por la avenida de la Reforma. En la columna resaltaban los yaquis, destacados combatientes en el Ejército del Noroeste al mando de Álvaro Obregón 1 . Gamboa los describe despectivamente en los si- guientes términos: Es un desfile bárbaro, al pie de la letra, pues amén de los pergeños de la oficialidad y tropa, sucios y destrozados, vienen bárbaros de verdad, indi- os cobrizos, los yaquis de Sonora, ¡a los que les sobran las ropas desga- rradas y les faltan sus plumas! [...] Y se sorprende uno de que no vengan lanzando alaridos y flechas. ¡Es el salto atrás de un siglo, la embestida a la civilización, el oprobio y la desesperanza! (162) Sin duda, Facundo (1845) del argentino Domingo Faustino Sar- miento, sentó las bases para hacer del binomio civilización-barbarie una dialéctica que explicara la historia latinoamericana del atribulado siglo XIX, pero también una imagen que fundara su particularidad cultural. De las reflexiones del pensador argentino (53-66), se dedu- ce que para llevar a cabo la evocación literaria de la barbarie, había que someterla primero a las reglas de la modernización. Una vez destruida como amenaza política, podía ingresar a la literatura a tra- vés del exotismo romántico de escritores como James Fenimore Cooper (el modelo de Sarmiento para el caso norteamericano), que muestra a los indios, paradigmáticos de la barbarie americana, con sus flechas y sus plumas.

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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXIII, No. 66. Lima-Hanover, 2º Semestre de 2007, pp. 29-51

ENTRE EL EXILIO Y EL FUEGO REVOLUCIONARIO: LA NARRATIVA DE MARTÍN LUIS GUZMÁN DE 1925 A 1929

Adela Pineda Franco Boston University

I.

El escritor Federico Gamboa abrió los ojos la mañana del 15 de agosto de 1914 y se percató, desde su escondite en la legación de Guatemala, de la avanzada de los revolucionarios constitucionalistas por la avenida de la Reforma. En la columna resaltaban los yaquis, destacados combatientes en el Ejército del Noroeste al mando de Álvaro Obregón1. Gamboa los describe despectivamente en los si-guientes términos:

Es un desfile bárbaro, al pie de la letra, pues amén de los pergeños de la oficialidad y tropa, sucios y destrozados, vienen bárbaros de verdad, indi-os cobrizos, los yaquis de Sonora, ¡a los que les sobran las ropas desga-rradas y les faltan sus plumas! [...] Y se sorprende uno de que no vengan lanzando alaridos y flechas. ¡Es el salto atrás de un siglo, la embestida a la civilización, el oprobio y la desesperanza! (162)

Sin duda, Facundo (1845) del argentino Domingo Faustino Sar-miento, sentó las bases para hacer del binomio civilización-barbarie una dialéctica que explicara la historia latinoamericana del atribulado siglo XIX, pero también una imagen que fundara su particularidad cultural. De las reflexiones del pensador argentino (53-66), se dedu-ce que para llevar a cabo la evocación literaria de la barbarie, había que someterla primero a las reglas de la modernización. Una vez destruida como amenaza política, podía ingresar a la literatura a tra-vés del exotismo romántico de escritores como James Fenimore Cooper (el modelo de Sarmiento para el caso norteamericano), que muestra a los indios, paradigmáticos de la barbarie americana, con sus flechas y sus plumas.

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La necesidad de afirmar la barbarie “al pie de la letra” por encima de la incredulidad que experimenta Gamboa frente a los yaquis, a los que describe sin plumas y sin flechas en la calzada de la Reforma, tiene que ver con la ausencia de este costado poético, y que en Fa-cundo Sarmiento juzga digno del escritor nacional ideal. Innumera-bles fotografías de la época patentizan el empleo de la flecha y el ar-co por los yaquis durante la revolución mexicana, lo que induce a pensar que no habría razón por la cuál Gamboa consignara con sor-presa la ausencia de éstas. Se deduce entonces que esta sorpresa tiene que ver sobre todo con la exégesis poética (orientalista) de las flechas, interpretación que se desmorona ante sus ojos, junto con el criterio de verdad que dictaba las certezas de la cultura porfiriana. Si hubiera indios en la ciudad, tendrían que manifestarse, o bien como caso clínico de degeneración social con la perspectiva del realismo naturalista, o bien con las plumas y las flechas del exotismo románti-co. Sin embargo, Gamboa da cuenta en su diario de otros indios, ni degenerados, ni poéticos; son indios politizados que se han trans-formado en combatientes. Lo que más alarma a Gamboa es que la imagen de éstos, ahora protagonistas de la ciudad con su mugre y su destrozo al calor de las armas y de la historia, sea verdadera. Gamboa procede entonces a invalidarla, lanzando una categórica afirmación ontológica: “amén de los pergeños de la oficialidad y tro-pa, sucios y destrozados, vienen bárbaros de verdad” (énfasis mío). ¿En qué radica ahora esta verdad de la barbarie? ¿Cómo amparar, desde la autoridad testimonial del diarista Gamboa, esta aseveración que traduce lo que ve (la oficialidad y la tropa) en un atributo aparen-cial, no digno del protagonismo histórico de los insurrectos? ¿Cómo re-establecer los límites entre civilización y barbarie en el “hoy” de la revolución? El intelectual encarnado en Gamboa no podría ya hacer-lo.

Ante la caída vertiginosa del régimen de Díaz y durante los frági-les años maderistas, muchos intelectuales huyeron del país o inten-taron buscar una nueva posición dentro del terreno político. Las elecciones de Gamboa en este terreno fueron desventuradas. Él mismo se lamenta con estas palabras: “Soy responsable ante el ob-tuso criterio de los triunfadores de [...] haber sido ministro de Huerta [...] candidato del partido Católico a la presidencia de la república y, lo que es incalificable, ¡autor de las notas de Mr. Lindt!” (160)2. Este fracaso político tiene su contraparte en la esfera de la cultura. La ciudad letrada porfiriana se quedó prácticamente sin palabras ante la emergencia de nuevos sectores populares cuya presencia quedaba constatada, como nunca antes, literal y alegóricamente, en las imá-genes de la entrada de los revolucionarios a la capital de 1914.

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II.

Tres años antes, la revolución también había tomado por asalto al joven Alfonso Reyes. Así lo refiere en la entrada de su diario del tres de septiembre de 1911:

Escribo un signo funesto. Tumulto político en la ciudad. Van llegando a casa automóviles con los vidrios rotos, gente lesionada [...] Por las escale-ras, oigo el temeroso correr de la familia y los criados. Pienso con fatiga en mi madre enferma [...] y hago ejercicios de serenidad, esforzándome para que los rasgos de mi pluma sean del todo regulares. [...] Aun las mujeres de casa tienen rifle a la cabecera. El mío está ahí, junto a mis libros [...]. Los libros ahuyentan la vista de toda esa gente estorbosa. (23-24)

El adverso desenlace del maderismo fue para Reyes un signo fu-nesto, pero por razones contrarias a la muerte de Madero que pro-pulsó la fase constitucionalista de la revolución y a la que se unieron otros miembros del Ateneo de la Juventud, como Martín Luis Guz-mán y José Vasconcelos. Reyes, atado fatídicamente al huertismo, habría de salir rumbo a Francia como segundo secretario de la lega-ción mexicana en agosto de 1913. Llevaba la herida familiar que lo marcaría, en el ámbito de lo público y lo privado, por el resto de su vida: la muerte de su padre, insurrecto anti-maderista, a golpe de metralla frente al Palacio Nacional3. La obra literaria y diplomática de Alfonso Reyes está condicionada por este suceso autobiográfico porque se impone como fractura histórica de una continuidad asu-mida, la de la tradición liberal encarnada en el porfiriano padre. La pérdida violenta del hogar (y sus privilegios) condiciona su figuración como intelectual auto-exiliado que se asume distante de la política, pero que edifica otra casa, la de la república de las letras, a ambas orillas del Atlántico. Sería desde esta otra casa que Reyes re-incursionaría en la política al negociar un lugar para el México pos-revolucionario en el concierto de la cultura occidental con las armas de la diplomacia.

Durante su primera estancia importante en Europa (1913-24) Re-yes se insertó en un campo cultural transnacional4 y sentó las bases del anhelado diálogo con Europa. La autoridad de este campo habría de permitirle cumplir más adelante, durante su segunda estancia en París (1924-27), ya como Ministro de la legación mexicana, una labor diplomática de suma importancia: el re-establecimiento de los lazos culturales y financieros con Francia en el contexto de la política anti-clerical, y de los intereses extranjeros sobre el México callista (Patou 373-447). Como escritor y promotor de cultura, Reyes afirmaba la concomitancia intelectual de México y Europa, como funcionario del gobierno mexicano (pero con la autoridad de su persona intelectual),

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exteriorizaba una interpretación de la revolución mexicana favorable al régimen en turno. En sus escritos literarios, la revolución aparece siempre bajo el fantasma de su hogar trascendental, el padre asesi-nado5. No obstante, en sus artículos periodísticos Reyes sustentaba la hipótesis de que la revolución había sido un mal necesario una vez superadas las fases anárquicas del carrancismo, y que los pasos hacia un estado democrático que se proponía re-establecer el orden, salvaguardar la soberanía y restaurar la estabilidad financiera, se ve-nían dando ya con los gobiernos de Obregón y Calles6. Sus cofrades ateneístas, José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán, que se habían visto afectados políticamente en esos años, objetaron su postura di-plomática; Vasconcelos, no sin un dejo de humor en sus memorias7, Guzmán, con sarcasmo más pronunciado en la dedicatoria de su novela La sombra del Caudillo: “Para mi querido Alfonso Reyes, cuyo nombre –de claros destellos– no merece figurar en el escalafón del bandidaje político que encabeza el traidor y asesino Plutarco Elías Calles” (Curiel, Medias 134).

Reyes respondió a la afrenta de Guzmán justificando la diploma-cia como una forma ética y distante de hacer política. En una carta fechada 17 de mayo de 1930 dirigida pero nunca enviada a Guzmán (Curiel, Medias 134), el diplomático sostenía:

1˚ que me hubiera agradado mucho más ser capaz de intervenir íntima-mente en la cosa pública [...] y yo también dejar mi nombre en la historia, correspondiendo así a los compromisos de mi apellido; 2˚ que no lo hago, quiero decir: no lo intento, por sentirme completamente incapaz de ello, en virtud de los motivos sentimentales que le vengo explicando [Se refiere a la muerte de su padre] [...] 3˚que al ver que servía yo de algo en la diplo-macia, he llegado a concebir mi situación como una relación abstracta y pura entre mi buena intención y mis esfuerzos por una parte, y por la otra, la Idea Mexicana, platónicamente emancipada de todo accidente presi-dencial o político. (Curiel, Medias 138)

En los albores de la revolución las generaciones letradas enmar-cadas por el liberalismo se sucedían de manera continua; la afrenta idealista de los ateneístas frente al pragmatismo positivista no cons-tituyó ninguna ruptura radical a esta continuidad. En el fondo, la sombra del padre asesinado (experiencia concreta en el caso de Re-yes pero también de Guzmán8) perduró en estos descendientes de la cultura porfiriana. Inclusive sus manifestaciones públicas previas al estallido de la revolución y que la crítica ha interpretado como ges-tos políticos precursores del movimiento armado, fueron ejercidas dentro de las libertades que el régimen permitía y con la venia de don Porfirio9. Por ello la incursión de los ateneístas en la política pos-revolucionaria fue sin duda accidentada. La decisión de Reyes de no

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intervenir directamente en la “cosa pública” es evidencia de esa desorientación ideológica experimentada por los intelectuales que vivieron el parte-aguas de la revolución. Por ello el único significado que intelectuales como Gamboa, pero también como el joven Reyes, pudieron darle inicialmente fue el de “signo funesto” (palabras de Reyes, allá en 1911). Sin embargo, a pesar de esta negación inicial, no fue otra sino la revolución la que les abrió las puertas de la histo-ria. Frente a Guzmán, Reyes rescata la diplomacia como recurso efi-caz para historiarse. En este sentido, la diplomacia deviene simbóli-ca de un proceso más afín a la vocación del escritor: el de relacionar la experiencia personal con una realidad nacional entendida como utopía platónica; una “Idea” en la que “el accidente” de la revolución se transmutara en verdad nacional.

III.

La posibilidad histórica de esta Idea Mexicana es la meta que fi-nalmente hizo confluir el pensamiento de los ateneístas pese a su discrepancia política y que, en cierta medida, los ligaba también al legado intelectual del siglo XIX que había pugnado por salvar la hete-rogeneidad de la realidad nacional con un discurso positivista, tam-bién cimentado en la cultura occidental. Para los ateneístas, la racio-nalidad liberal del siglo XIX (su positivismo) no fue suficiente para expresar la identidad de una nación diversa y conflictiva; de ahí su reacción idealista, afrenta ideológica al porfirismo bajo los presuntos de una nueva ética.

A nivel discursivo, la convergencia positivismo-idealismo implica-ba una problemática: cómo establecer una relación coherente entre el ámbito de lo concreto, reino de los sentidos, y el de lo trascenden-tal, sentido ulterior y originario de las cosas. Jorge Aguilar Mora lo-caliza el contexto estético-filosófico de esta problemática en el ám-bito global de las prácticas del simbolismo e identifica en el razona-miento de uno de los filósofos de la generación, Antonio Caso, una solución meramente parcial para los ateneístas: “Sabemos en suma cómo funciona la razón y por qué funciona así, pero nunca sabremos qué es. Docta ignorancia” (Aguilar Mora 48). El análisis de La sombra del Caudillo de Aguilar Mora gira en torno a la manera en que Martín Luis Guzmán enfrentó esta problemática. Con la aplicación de un método positivista a los postulados platónicos Guzmán dedujo, se-gún Aguilar Mora, que a la Idea Mexicana (al sentido ulterior de la realidad patria) se llegaba con una revelación interior, pero que ésta era platónica únicamente en el sentido metafórico, porque finalmente se revelaba desde la experiencia propia y sólo a través de los senti-dos.

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Desde otro ángulo, Horacio Legrás ha analizado la correspon-dencia entre la expresión de esa revelación interior y una posible in-terpretación de la revolución (ese saber ajeno que tenía apariencia de “signo funesto” y que se constituía en la docta ignorancia del in-telectual) en el marco del emergente criollismo latinoamericano. Se-gún Legrás este proceso de correspondencia alcanza su culmina-ción en el momento en que el intelectual se apropia de lleno del es-pacio utópico abierto por la insurgencia revolucionaria (al darle voz) y convoca el establecimiento del moderno estado revolucionario (453-54).

El problema de lógica que se le presentaba al ateneísmo al hacer frente a la revolución también tuvo que ver con la necesidad de re-ajustar la definición misma de “el intelectual”. El caso de Martín Luis Guzmán es paradigmático, porque, si a una posible interpretación de la revolución (su transformación en Idea Mexicana) solamente se lle-gaba a través de los sentidos, entonces era imprescindible narrar la experiencia propia, y así convocar el nuevo estado revolucionario. En palabras sucintas: era necesario dejar atrás el mero ejercicio con-templativo del intelectual ateneísta e incursionar de lleno en la políti-ca. No se trataba únicamente de dar voz al “otro subalterno”, el campesinado, sino de darse voz como un personaje activo en el ta-blero de la política en que nacía el nuevo siglo. En 1914, año de sus andanzas revolucionarias, Guzmán le envió a Reyes una carta desde Nogales en que le señalaba la importancia de esta vitalidad de la ex-periencia revolucionaria, percibida en franca tensión con la vida até-lica del intelectual paradigmático, y que Guzmán asociaba con el propio Reyes:

Si mi dialéctica de la vida fuese tan poderosa como la suya, acaso gozara también de esa existencia eleática de usted: increada y eterna, una e indi-visible, estática, perfecta y limitada, según atribuía Parménides al Ser. Mas, por mi desgracia, soy el preconizador de la vida atélica, desinteresa-da y espectacular,10 y creo con Heráclito en el παντα χορει en el desenfre-nado huir de la existente, en el simbolismo del fuego, en el cual todo se transforma para convertirse en nada: mi horror a la finalidad me hace in-congruente e imprevisor; mi amor a lo espectacular me ha vuelto holga-zán. (Curiel, Medias 81-82)

Habría que precisar que no se trataba únicamente de mostrar la contradicción entre Parménides y Heráclito, sino de testar la atribu-lada incursión del “incongruente” y “holgazán” Parménides en el fuego revolucionario. El águila y la serpiente, el primer libro “revela-dor” de Guzmán, narra esta incursión no sin decepción. Aclaro que no se trata únicamente de la decepción ante una revolución fracasa-da, como tanto se ha dicho sobre el mensaje de la novelística de la

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Revolución Mexicana, sino de la que produce el protagonismo del intelectual mismo en la revolución. No habría mejor condición que la del exilio para contar este desengaño.

IV

Ahora el tren corría veloz entre las sombras de la noche. ¡Qué grande es México! Para llegar a la frontera faltaban mil cuatrocientos kilómetros... (506).

Las últimas palabras de El águila y la serpiente evocan la proyec-

ción a futuro que inaugura el exilio y que posibilita la escritura de las remembranzas que el lector acaba de leer. En el sentido histórico, este proceso de escritura no se realizó durante el primer exilio de Guzmán; los episodios de la novela empezaron a aparecer en la prensa a partir de 1926, año inicial de su segundo exilio (1925-1936) después de su desventurada experiencia política en el periodo elec-toral delahuertista11. Este periodo fue sobrellevado principalmente en España, y comprenden un interludio parisino entre agosto de 1926 y octubre de 1927. Sin embargo, es el sentido metafórico del exilio el que tiene relevancia para la caracterización del intelectual como pensador excluido del poder que, descentrado y desprovisto de pri-vilegios políticos sociales y culturales, puede ejercer una crítica legí-tima de la sociedad; a este sentido metafórico, Edward Said lo ha llamado exílico12. Desde una condición exílica, la ética del narrador-protagonista en la novela queda garantizada, y con ello se define el criterio de valor de su escritura, valor que, sin embargo, está condi-cionado por otra faceta del intelectual que también se desprende de las últimas frases de la novela y a la que aludiré más adelante. Antes de ello es necesario definir los criterios de valoración de esta ética exílica en el pensamiento del escritor Martín Luis Guzmán durante los años de su estancia europea. Estos criterios fundamentan la ló-gica narrativa de la novela porque le dan sentido a las acciones y a las decisiones del personaje. Las crónicas que Guzmán publicó des-de Europa a partir de 1925 en La Prensa (San Antonio, Texas), La Opinión (Los Ángeles, California)13 y, en algunos casos, también en El Universal (México) 14, proporcionan el marco referencial para re-flexionar sobre el sentido que Guzmán le da al intelectual ateneísta a quien el escritor deja suspendido, rumbo a la frontera norteamerica-na, al final de El águila y la serpiente (1928) y cuyos episodios tam-bién aparecieron en estos periódicos entre febrero de 1926 y mayo de 192815. Por razones de delimitación metodológica, me enfocaré únicamente en el diario La Prensa. Con un tiraje de diez mil ejempla-res, se constituyó en el periódico de la diáspora mexicana producida

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por la revolución a partir de 1913, año de su fundación, de ahí que sea un vehículo paradigmático para testar la figuración del intelectual exílico de la hora revolucionaria.

En tanto consecuencia directa de la represión del Estado, el se-gundo exilio de Guzmán justifica y da sentido a su labor intelectual como polémico oposicionista de los gobiernos de Obregón y Calles. Esta postura encuadraba muy bien en La Prensa, diario que, hacien-do alarde de su tolerancia hacia la diversidad de opiniones por con-siderarse foro discursivo de la diáspora mexicana desde 1913, sus-tentaba un espíritu crítico frente al gobierno mexicano. En sus co-lumnas editoriales de 1926 y 1927 se argumentaba el “fracaso revo-lucionario” a partir de la presentación de un panorama de inestabili-dad: suspensión de cultos, sublevaciones indígenas (los yaqui), des-tierro o muerte de opositores (caso de Francisco Serrano y Arnulfo Gómez) y amenaza del rompimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos a causa del conflicto agrario y petrolero. Sin em-bargo, esta crítica se argumentaba muy frecuentemente con un dis-curso residual del “orden y progreso” porfirianos o de su resaca huertista. A fin de cuentas, los columnistas más frecuentes del pe-riódico eran José Juan Tablada, Victoriano Salado Álvarez y Neme-sio García Naranjo.

Guzmán deslinda su querella contra la situación política mexica-na de esta retórica relegada al esgrimir una crítica al Porfiriato desde una postura que se asume ya revolucionaria, la de la no re-elección maderista. Con un diagnóstico del porfirismo extrapolado a los regí-menes de Calles y Obregón, condena el caudillismo, el caciquismo, la supresión de toda actividad política no identificada con el gobier-no, la administración de justicia con criterio político y una paz sin democracia. (“Reeleccionismo es porfirismo” 8).

El diálogo de Guzmán con Europa se basa en la necesidad de definir el territorio de la política mexicana dentro de la geopolítica mundial. Frente a los riesgos del socialismo en Francia e Inglaterra, los males del comunismo en Rusia, los aires dictatoriales del directo-rio español, el fascismo italiano, el imperialismo norteamericano y el discurso pan-hispanista de España sobre Hispanoamérica, Guzmán ejerce su crítica de la política mexicana con una postura ideológica que finalmente no es tan revolucionaria16. Su aversión por la lucha de clases y su visión idílica del pan-hispanismo, brújula que lo remonta nostálgicamente al origen colonial de México, son prueba de ello17.

Su propósito de invalidar la venia de la prensa europea frente al callismo tiene visos de lo que hoy se identificaría con un pensamien-to poscolonial18. No obstante, su argumento fundamental parte de principios éticos que Guzmán localiza “más allá” de la ideología,

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aunque, en realidad, haga del liberalismo la cuna de estos principios éticos. Según el autor, la praxis política del callismo no puede ser indultada por sus metas “revolucionarias”, sino que debe ser repu-diada por sus estrategias políticas cuestionables. Su mensaje a la prensa liberal europea es el siguiente: “[...] el liberal [...] cae en la fla-queza de practicar la tiranía en nombre de la libertad, de hacerse an-tiliberal por razones de táctica [...] de faltar a sus más íntimas con-vicciones para no ver disminuido el aparato ostensible de su causa” (“Violencia y liberalismo” 3). Su mensaje al mundo es entonces la alarmante corrupción del liberalismo, base de la democracia, según el autor: “[...] En España –como en el resto del mundo– el espíritu li-beral está pereciendo en el más desastroso de los naufragios” (3)19.

La balsa salvadora de este naufragio político es entonces la cul-tura occidental y su legado greco-latino. Para Guzmán la cultura de-be tener una función ética que consiste en posibilitar el nacimiento de la realidad nacional, entendida como utopía en términos cercanos a los de Reyes respecto a la Idea Mexicana. De ahí que Guzmán es-tablezca una distinción entre el mal gobierno, contingencia del mo-mento, y una utópica realidad nacional. Sus objeciones a la veta primitivista de la experimentación vanguardista para el caso mexica-no encuentran su fundamento en esta visión ética del arte y la cultu-ra. La adopción de lo oriental, lo africano, lo primitivo, es decir de un “elemento extraño”, es permisible en el arte europeo precisamente por la existencia de una tradición fuerte que ha cimentado la civiliza-ción occidental, pero en el caso mexicano, tal adopción (particular-mente el elemento “indianista” que para Guzmán era un elemento extraño a la cultura criolla, sinécdoque de la mexicana) sería impen-sable ante el problema fundamental de la cultura mexicana. Según Guzmán “la falta de vida nacional orgánica nos viene de la falta de espíritu europeo” (“Aztequismo canibalesco” 15).

Este racismo, presente desde su primer libro20, se explica en re-lación a su postura oposicionista frente a las políticas culturales del periodo (particularmente el indianismo). En las crónicas de La Prensa Guzmán caracteriza a México como “un barco sin brújula” (“Orden y Armonía” 11) porque carece de una clase política con “conciencia activa de la patria en el tiempo y en el espacio” (“Una renovación nacional” 3). Es papel de los intelectuales crear esta clase política enseñándole a administrar el patrimonio universal de la democracia y la alta cultura. Un intelectual prototípico en este sentido es para Guzmán el historiador exiliado en España Carlos Pereyra, a quien elogia en dos sentidos: primero, argumentando la necesidad de ins-tigar en México la acción concreta del intelectual como promotor de la hasta entonces inexistente clase política y, segundo, a partir del

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énfasis en la marginalidad actual de Pereyra: el exilio lo ha converti-do en propulsor de una patria en potencia (“Un experto de la histo-ria” 3). Exilio y autoridad intelectual van así de la mano. Metáfora pa-radigmática de la relación entre patria y exilio es para Guzmán el mismo espacio periodístico de La Prensa, al cual define como “reso-nador” donde confluyen “ondas dispersas”, esas que fueron expeli-das de México pero después reintegradas en la etérea visión interior de la Idea platónica nacional. El periódico reproduce en tinta y papel esa comunión del “alma” mexicana que solamente el exilio puede brindar (“Un aniversario fecundo” 5).

Respecto a estas ideas, valga aludir a la representación de París en varias crónicas de Guzmán. La sobriedad y melancolía de sus es-tampas parisinas no se deben únicamente a su cuidadosa elección estética entre clasicismo y vanguardia, ni a su homenaje al París la-borioso de la posguerra que rompía con el mito de la capital hedo-nista exaltada por el rastacuerismo finisecular (desmitificación bien argumentada por los mismos corresponsales del periódico La Pren-sa),21 sino al efecto de la simultánea correspondencia entre París, emblema de civilización occidental, y París, certeza de la ausencia de México. La lectura que Guzmán hace de la novela de Enrique La-rreta, Zogoibi remite a esta doble visión:

Leer en París la novela de don Enrique Larreta es lo único que puede re-sarcirnos de la contrariedad de no leerla en Buenos Aires. Aquí también, a poco de abrir el libro, se vislumbra la posibilidad de situarse para sentir mejor las peripecias del conflicto, en el corazón de una de las fuerzas an-tagónicas que lo producen. (“Zogoibi” 11)

Lo que a Guzmán más le interesa de Zogoibi, novela sintomática del emergente criollismo literario, es la idea de que la revelación del paisaje americano (de su sentido profundo) se manifieste con mayor intensidad en el preciso momento de su pérdida. Desde esta pers-pectiva, Guzmán encuentra una afinidad entre la Pampa de Larreta y el París de su propio exilio. Al paisaje francés de Guzmán se super-ponen constantemente las remembranzas del exilio22. Cuando se tra-ta de rememorar la patria, la monumentalidad de París se desvanece para dar lugar a una retórica de la interioridad. El ejemplo más con-creto de este adelgazamiento de la corporalidad de París está en la crónica “París, 16 de septiembre”. Aquí la legación mexicana se apropia platónicamente de la arquitectura parisina:

[...] más allá de las simples exterioridades, ¡qué grandeza trascendental la que anima en este día el breve recinto mexicano, marcado apenas en la perspectiva, en el espacio anchísimo del Boulevard Haussman! Es una grandeza sin reclamo, sin discursos, casi sin palabras; grandeza que nace

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del ritmo tenue de unos cuantos corazones. (“París 16 de Septiembre” 3)

En esta crónica la utopía de la patria es pensada a futuro, cuando las diferencias de los mexicanos confluyan en un mismo destino (verdadera definición de raza en el pensamiento de Guzmán). El efí-mero encuentro en que los opositores políticos se estrechan las ma-nos el 16 de septiembre (y aquí podríamos pensar en el mismo Guzmán frente al Ministro de la legación, su amigo Alfonso Reyes) es un acontecimiento trascendente pero también un mero instante di-choso de la vida. Instante y eternidad de la patria convergen así para transformar el “aplastante techo de yeso” de la legación en “el cielo más transparente y altanero que la Tierra conoce” (3), el de México. La experiencia del exilio es necesaria entonces para que el intelec-tual desarrolle una retórica de la interioridad y la autenticidad que lo lleva a situarse fuera de la fastuosidad del obregonismo y del callis-mo.

El último episodio de El águila y la serpiente augura el destino que tendrá el intelectual en el exilio: ausente de México y excluido de los beneficios del poder, será capaz de acoger la revelación interior (el sentido profundo de México) que solo el exilio puede ofrecer. A la espera del momento en que su labor se manifieste dentro de la vida nacional en un futuro incierto, el intelectual ejercerá, desde lejos, una crítica exílica y por ende legítima de la sociedad; la autoridad de su discurso encontrará fundamento en la cultura que está más allá de la política.

V.

Por otro lado Guzmán no se cansa de destacar la importancia del principio vital de la experiencia como ingrediente fundamental de la obra intelectual. En su reseña sobre La vida de Dostoievski23, así lo da a entender:

Es innegable que el simulacro del fusilamiento y los primeros años de pri-sión en Siberia constituyen una etapa terrible en la vida de Dostoievski pe-ro aún esto mismo como que se compensa con las consecuencias fecun-das que dicha etapa tuvo en la obra y la gloria del novelista. Si Dostoievski no hubiese pasado por la casa de la muerte, ¿su obra habría sido lo que es? (3)

Para Guzmán “la casa de la muerte” había sido su propia incur-sión en la revolución mexicana en 1914 y, luego, su participación en el turbio proceso electoral de los años 1922 y 1923, temas novela-dos en El águila y la serpiente y La sombra del Caudillo respectiva-mente. Así, las frases finales de El águila y la serpiente no sólo pro-

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nostican la futura labor crítica (y contemplativa) de escritor exiliado, sino también testan su protagonismo revolucionario (el que, de hecho, ocasionó el exilio). A lo largo de la novela, el narrador insiste en que el fracaso de su incursión en la revolución radica en la revo-lución misma, es decir, en los medios políticos que corrompieron los sanos principios de la lucha que él creía seguir. Sin embargo, el des-enlace abierto (su estampida hacia el norte a costillas de su engaño a Francisco Villa) no deja de sugerir la ausencia de gloria para el propio narrador-protagonista. La exclamación del narrador “¡Qué grande es México!” no es ningún elogio a la magnitud del territorio mexicano, sino angustia del combatiente en retirada que se apresura a recorrer los “mil cuatrocientos kilómetros” restantes para alcanzar la frontera y ponerse a salvo.

En esta imagen de deserción se perfila otra faceta del intelectual que puede comentarse a partir de otro sobreviviente de la tormenta política en la obra de Guzmán: Axkaná González, personaje de La sombra del Caudillo, a quien el autor le otorga un lugar especial. Di-ce Guzmán sobre su personaje: “Axkaná representa en la novela la conciencia revolucionaria. Ejerce en ella la función reservada en la tragedia griega al coro: procura que el mundo ideal cure las heridas del mundo real” (Carballo 74). Si en esta novela el general Aguirre muere con el reconocimiento aristotélico del héroe trágico, el intelec-tual Axkaná sobrevive como conciencia ética del desastre nacional. Sin embargo, el frenético recorrido de Axkaná hacia la luz de su sal-vación, tiene una nota ambigua que se evidencia en estas líneas: “Brincó con tal furia que no parecía querer salvarse, sino suicidarse, acabar de una vez” (656). ¿Qué habría de motivar a Axkaná a elegir el suicidio y no la vida que, en su caso, sería también la del libro en tanto transfiguración de los acontecimientos sangrientos en verdad trágica y esencial? De los varios episodios que Guzmán desechó de la versión final de esta novela pero que publicó en La Prensa entre julio y agosto de 192824, son relevantes los que después aparecieron bajo el título de Axkaná González en las elecciones en sus Obras completas. Estos episodios tienen registro de sátira y no de tragedia, y el blanco de la misma es un proceso electoral caracterizado por la indiferencia ciudadana y la violencia pandilleril de los candidatos, siendo Axkaná uno de ellos. Se trata de una puesta en escena de las ideas que Guzmán había argumentado en el ya citado artículo “Vio-lencia y liberalismo”, publicado a raíz de la muerte violenta del gene-ral Francisco Serrano y sus acompañantes en Huitzilac, y reportado en La Prensa el 5 de octubre de 192725. En este artículo, Guzmán ad-judica la corrupción del liberalismo a la lógica de alcanzar metas no-bles, como la democracia, a través de acciones impugnables, como

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las ejecuciones sumarísimas. En el recuento satírico, Guzmán pone en boca de Teódulo Herrera, el oponente de Axkaná en la contienda electoral, esta lógica corrupta: “Si el pueblo soberano hubiese vota-do, me habría elegido a mí; es así que no hubo votos, luego yo debo declararme vencedor” (1073). Tal raciocinio destruye finalmente el criterio de verdad que legitima los fines de la democracia, algo que Axkaná, conciencia moral de la historia, puede presentir fugazmente pero es incapaz de cuestionar porque ha dejado de ser espectador (intelectual contemplativo) al incursionar políticamente en la revolu-ción y unirse al grito de ¡En la guerra, como en la guerra!” (1071). Valga la siguiente cita al respecto:

El primero de aquellos asaltos cívicos turbó y avergonzó a Axkaná: se sin-tió protagonista, se sintió responsable; tuvo un asco fugaz que desde el fondo del alma lo impulsaba a desistir. Pero, casi a la vez, se hizo cargo de lo absurdo de tal sentimiento si se le conjugaba con la propia realidad que lo producía, pues así se demostraba cómo, pese a su forma, las llamadas elecciones no carecían de objeto y sentido en aquella hora de México. (1070)

Muchas pueden ser las razones por las que Guzmán no incluyó estos episodios en la versión final de la novela; la crítica ha adjudi-cado acertadamente esta exclusión a la integridad literaria y a la co-herencia narrativa de la obra26. Habría que precisar que la sátira de Axkaná habría imposibilitado el giro trascendente que la tragedia podría otorgar a la memoria política del intelectual.

VI

El orden en que se publicaron las entregas de El águila y la ser-piente parece sugerir que, tal vez, Guzmán haya inicialmente conce-bido estos episodios como unidades independientes, porque están escritos en géneros diversos como el cuento, el relato o la crónica de viaje27. El propio autor sugirió este sincretismo de las unidades que componen la estructura novelística cuando le dijo a Carballo que: “Sería fácil, dada su técnica, escribir cinco o seis tomos con ese tono y estilo” (77). Por otra parte, habría que evaluar en qué momento el ritmo y el orden en que se publicaron los episodios se constituyó en el de una novela. Es curioso que, a raíz del caso Se-rrano, el ritmo de publicación se haya intensificado y que, hacia el final, el orden de publicación de los episodios coincida ya con la cronología novelística. Dados los temas de sus artículos en estos años, no es atrevido especular que el autor haya evaluado su aven-tura de 1914 con la experiencia política electoral de 1922 y 192328. Más allá de estos interrogantes aún por resolver, es claro que desde

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los primeros cuatro episodios aparecidos espaciadamente entre el 13 de febrero y el 22 de abril de 1925 en La Prensa29, ya se manifies-ta la preocupación fundamental de lo que llegaría a ser El águila y la serpiente, una preocupación concomitante al dilema de Axkaná: el problema ético que la revolución le planteaba al intelectual ateneísta. En estos cuatro episodios, la acción del intelectual es incómoda-mente contemplativa.

“El sueño del compadre Urbina”, primer episodio publicado por Guzmán en La Prensa, retoma el gran interrogante narrativo (y ético) del letrado decimonónico, particularmente el de Sarmiento frente a su Facundo: ¿cómo escribir en el lugar del otro y cómo apropiarse de su universo reconociendo a la vez la fuerza mágica de ese univer-so que es paralelo al de la escritura? La fabulación de la biografía del bárbaro por el bárbaro fue algo que obsesionó a Guzmán toda la vi-da y que lo llevó, años más tarde, a emprender la tarea de transcribir las memorias del general Villa30. Sin duda, la astucia de Guzmán ra-dica en fundar el mito de Villa a partir del propio discurso villista que es el de la historia social y popular. La escena proyecta la anécdota de Villa contada por él mismo como relato fundacional de su leyen-da; el intelectual protagonista, en papel de escucha, pareciera ser parte del villismo al comulgar con la verdad política y cultural de la red comunicativa de la oralidad.31 No obstante, en realidad se trata de una estrategia para encubrir la propia escritura de Guzmán que recién comienza y que no deja de insistir en su distancia frente al discurso de Villa: “La duda y la desconfianza –yo no me libré nunca de recelos respecto de Francisco Villa– [...] fueron motivo de que en-tonces observara al general con detenimiento [...] le estudié los ges-tos, los vocablos” (438).

El problema de la distancia “crítica’ que el intelectual anuncia en este episodio y que tratará de mantener a lo largo de numerosas en-tregas, se rompe ya desde el siguiente episodio publicado en La Prensa, cuando involuntaria e incómodamente se convierte en el confesor de los inverosímiles cargos de conciencia de Rodolfo Fie-rro, el menos escrupuloso de los personajes de la saga villista. “La muerte de David Berlanga” prefigura el cargo de conciencia del pro-pio intelectual quien, después de “desarmar” a Villa con la astucia de su saber letrado (“La pistola de Pancho Villa”), se ve “involuntaria-mente” convertido en cómplice de “un juicio sumarísimo”. Al leer las elucubraciones del narrador derivadas de su impotencia frente a las estrategias políticas de la revolución (su barbarie) en “Un juicio su-marísimo”, es fácil recordar las palabras que Guzmán le escribía a Reyes en la carta de 1914: “mi horror a la finalidad me hace incon-

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gruente e imprevisor; mi amor a lo espectacular me ha vuelto holga-zán” (Curiel, Medias 81-82).

A estos episodios discontinuos Guzmán les dio una estructura particular en la edición novelística de 1928. El águila y la serpiente tiene dos partes fundamentales: la primera, narra la llegada del inte-lectual al norte del país en busca de la revolución donde pondera y confronta a sus caudillos; la segunda, se aboca a la incursión política del intelectual en la revolución como jefe de policía carrancista y como representante de Villa, entre otras máscaras políticas. Entre la primera y la segunda parte, Guzmán insertó “La vuelta de un rebel-de” (349-53), episodio central que recrea el reingreso de Guzmán a la ciudad de México después de haber partido de ella hacia el norte. En términos espaciales es una alegoría: se trata del re-encuentro del intelectual con la polis, modelo ideal de ciudad (no hay vestigios de la insurgencia revolucionaria), imagen de luz que, platónicamente, descubre las formas reales en el paisaje del valle mexicano. Sin duda constituye el escenario paradigmático de una revelación interior en que se conjuga la esperanza de la redención ética, la satisfacción del goce de lo estético y la certeza de la misión del intelectual ateneísta como futuro conductor espiritual. No obstante, este episodio de luz es paradójicamente el principio de la incursión descarnadamente po-lítica de Guzmán en la revolución, incursión narrada con cruda honestidad en la segunda parte del libro.

Si a lo largo de su recorrido revolucionario (y narrativo), este inte-lectual ha perdido la distancia entre el ejercicio crítico y la praxis po-lítica, ¿cómo es posible otorgar credibilidad a su memoria? Tal vez esta credibilidad se asiente en la imagen final de la retirada hacia el exilio, que, como hemos visto es también ambigua. No cabe duda que con estas ironías de la estructura, Guzmán planteó las inconse-cuencias políticas del intelectual ateneísta en la hora revolucionaria.

Anexo:

Cuadro comparativo entre la edición novelística de El águila y la ser-piente32 y su publicación por entregas en La Prensa

Libro Primero: Hacia la Revolución Índice Obras completas

Fecha de publicación La Prensa

Variación en el título La Prensa

1. La bella espía 20 marzo 1927 Un complot en el mar 2. Un complot en el mar 10 abril 1927 Un complot en el mar 3. Los recursos del doctor 23 septiembre 1927 A bordo del “Morro

Castle”

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Libro Segundo: Camino de Sonora 1. La segunda salida 27 de septiembre 1927 Camino de Sonora 2. En San Antonio Texas 1 octubre 1927 3. Primer vislumbre de

Pancho Villa 5 octubre 1927 Una visión de Pancho

Villa Libro Tercero: Umbrales Revolucionarios 1. En el cuartel general 10 abril 1927 El umbral revoluciona-

rio 2. La mesa del primer jefe 29 mayo 1927 3. Las cinco novias de

Garmendia 19 junio 1927

4. Orígenes de Caudillo 10 octubre 1927 Libro Cuarto: Andanzas de un rebelde 1. De Hermosillo a Guay-

mas 12 junio 1927 En el camino del sur

2. De Guaymas a Culiacán 26 junio 1927 De Guaymas a Culia-cán

3. Ramón F. Iturbide 17 julio 1927 En tierra sinaloense (forma una única entre-ga con el siguiente ca-pítulo)

Libro Quinto: Tierra Sinaloense 1. Primeras impresiones 17 julio 1927 En tierra sinaloense 2. Una noche de Culiacán 24 febrero 1927 3. La religiosidad de Iturbide 1 agosto 1927 4. Después de una batalla 10 agosto 1927 5. Un baile revolucionario 20 febrero 1927 6. La araña homicida 27 febrero 1927 7. En el Hospital Militar 22 agosto 1927 Libro Sexto: Viajes revolucionarios 1. En el tren 31 agosto 1927 Un viaje revolucionario 2. Sombras y bacanora 7 septiembre 1927 3. La carrera en las som-

bras 14 febrero 1927

4. Los rebeldes de Yanqui-landia

21 octubre 1927

5. En la raya fronteriza 4 diciembre 1927 Libro Séptimo: Iniciación Villista 1. La fuga de Pancho Villa 9 mayo 1926 2. La fiesta de las balas 13 noviembre 1927 El corral de la muerte 3 diciembre 1927 La fiesta de las balas

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SEGUNDA PARTE Libro primero: Camino de México 1. Villismo y carrancismo33 2. Noche de Coatzacoalcos 1 mayo 1927 3. Una visión de Veracruz 23 Julio 1926 4. La vuelta de un rebelde 11 diciembre 1927 Libro Segundo: Justicia Revolucionaria 1. Un inspector de policía 25 diciembre 1927 En la hora del triunfo 2. En la sexta comisaría 1 enero 1928 3. La pistola de Pancho

Villa 14 abril 1926

4. Un préstamo forzoso 3 julio 1927 5. El nudo de ahorcar 4 julio 1927 El nudo de ahorcarse Libro tercero: Prisión de políticos 1. Barruntos de aprehen-

sión 3 8 diciembre 1926 Nuevos barruntos de

aprehensión. (También inicia: La perfidia de Breceda

2. Las casas incautadas 9 enero 1927 3. Una celada en el Palacio 5 enero 1927 Sigue: La perfidia de

Breceda 4.En la penitenciaria 24 abril 1927 5. Cuerda de presos 15 enero 1928 6. Al amparo de la conven-

ción 22 enero 1928

Libro Cuarto: La cuna del convencionismo 1. Ilusiones deliberantes 29 enero 1928 La cuna del conven-

cionismo 2. Horas de la convención 5 febrero 1928 3. La muerte de Gaucho

Mujica 12 febrero 1928

4. El arte de la pistola 19 febrero 1928 5. La película de la Revo-

lución 4 marzo 1928

6. Pancho Villa en la cruz 18 marzo 1928 Villa en la cruz 7. El sueño del compadre

Urbina 13 febrero 1926

Libro Quinto: Eulalio Gutiérrez 1. Un presidente de la Re-

pública 11 marzo 1928 Un gobierno en la cuna

2. Un ministro de Guerra 25 marzo 1928 3. Un juicio sumarísimo 22 abril 1926

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4. Los zapatistas en Palacio 23 junio 1926 5. Un ministro de fomento 1 abril 1928 Libro Sexto: Villa en el poder 1. Una forma de gobierno 8 abril 1928 Una manera de go-

bernar 2. La muerte de David Ber-

langa 17 marzo 1926

3. Pos “malgré tout”, licen-ciado

15 abril 1928

4. ¿Lo cree usted señor presidente?

27 mayo 1926

Libro séptimo: En boca del lobo 1. Un asalto revolucionario 22 abril 1928 2. González Garza presidente 29 abril 1928 3. El telegrama de Irapuato 6 Mayo 1928 4. A merced de Pancho Villa 13 Mayo 1928

NOTAS:

1. La destitución de tierras y la deportación de yaquis a Yucatán durante el Por-firiato en favor de los intereses financieros de la Richardson Construction Company se recrudecieron en 1908. Después de su valerosa participación en la revolución, las políticas de Obregón y Calles fueron nuevamente de opre-sión, por lo que los yaquis volvieron a sublevarse en 1927 (Susan Deeds 76-77).

2. En 1913 Gamboa funge de ministro en Bélgica y Holanda (Madero lo mantuvo en el puesto) y termina su última novela, La llaga. Más tarde, Huerta lo nom-bra secretario de Relaciones. Se opone a la política intervencionista del pre-sidente norteamericano Woodrow Wilson, quien intenta derrocar a Huerta en-viando un representante personal, John Lindt. Renuncia entonces a su canci-llería y acepta la candidatura a la presidencia por parte del Partido Católico. Para una lectura del diario y de este periodo en la vida política y literaria de Gamboa, consultar, Pacheco, “Mi diario”.

3. Siendo gobernador de Nuevo León, Bernardo Reyes empezó a destacar co-mo opositor de Díaz, inclusive a pesar de si mismo y de su alegada fidelidad al dictador. No obstante el reyismo tuvo gran importancia en la movilización social en los albores de la revolución. Reyes, sublevado frente a Madero junto con Félix Díaz, fue acribillado frente al Palacio Nacional el 9 de febrero de 1913. Sobre la relación de Alfonso Reyes y su padre, ver Curiel, Medias (15-19) y Patou (32-36); también Parentalia de Alfonso Reyes (65-167).

4. Con “campo”, Pierre Bourdieu alude al espacio donde se definen las posicio-nes, estrategias y trayectorias de los productores de bienes culturales, y se dan las instancias de su consagración (Field of Cultural Production). Reyes se insertó en el campo europeo a través de diversos círculos de intelectuales como los hermanos García Calderón, Foulché –Delbose, Valery Larbaud,

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Ernst Martinenche, Jean Cassou, Jules Romains, Adrienne Monnier, Eugenio d’Ors y Enrique Diez Canedo, y de revistas como la Revue Hispanique, Nou-velle Revue Française, Revue d’Amérique Latine e Hispania (Patou 73-230).

5. La obra más representativa es Ifigenia Cruel (1924). Reyes la considera: “una íntima confesión, aunque revestida en símbolos helénicos, para poder ser más sincera, siendo todavía pudorosa” (Anecdotario 22).

6. Las declaraciones de Reyes aparecieron en Paris-Times (31 de enero 1925) y en Revue de l’Amérique Latine (mayo 1925). Paul Dermée resume la postura de Reyes en “Le Mexique en 1924” (France-Amérique en noviembre 1925). Patou cita in extenso estos artículos (254-56).

7. Vasconcelos narra que Reyes decidió incluir su nombre, sin consultarle, en una lista de intelectuales que felicitaban a Calles por su posición frente a Washington. “Pobre, pensé, quiere consolidar su encargo parisiense. Bien enterado estaba yo de que su filosofía era la de Enrique Cuarto, que París bien vale una misa. Contribuiría con mi silencio a que no perdiera Alfonsito su rincón en París” (1536).

8. El padre de Guzmán, también de cuño liberal y general del ejército mexicano, se destacó en las campañas del siglo XIX en contra de los yaquis y mayas. En 1910 se unió a la campaña contra los rebeldes de Orozco en Chihuahua, año en que murió en el Cañón de Malpaso (27-29). Guzmán resume el legado de su padre con dos frases: “Ser un gran liberal” y “tener un Norte como las brú-julas” (Márquez Terrazas 27-29).

9. En 1907, la protesta contra la apócrifa Revista Azul; en 1908, la marcha en desagravio a Gabino Barreda, y la marcha no oficial del día de la independen-cia (Márquez Terrazas 35-42 y Curiel, Querella 78-85). Esta última marcha se hizo con la venia de Díaz, como sugiere el propio Guzmán: “Después de oír-nos con escrutadora atención, … don Porfirio consintió en lo que le pedía-mos, pero se expresó en tales términos –no los he olvidado jamás– que de-muestran de plano cómo era él un espíritu profético e inteligente: ‘Muy bien hagan su desfile; pero tengan cuidado... porque hay en este pueblo atavis-mos dormidos que si alguna vez despiertan, no surgirá ya nadie que los pue-da contener’” (Márquez Terrazas 42).

10. En la revista Nosotros (septiembre 1913) publicó Guzmán un artículo con el título “La vida atélica” Curiel (Querella 96).

11. En 1922 Guzmán es elegido diputado por el Partido Cooperativista; en 1923 se ve involucrado en la contienda electoral entre Calles y Adolfo de la Huerta (candidato del partido de Guzmán a la presidencia). Se dice que Guzmán, al publicar extraoficialmente la renuncia de De la Huerta a la secretaría de Hacienda en el gobierno de Obregón, en su periódico El Mundo, precipitó el rompimiento De la Huerta-Obregón (Curiel, Querella 153-57). La versión de Guzmán en “Cómo y por qué renunció Adolfo de la Huerta” (Obras completas II, 1008-31).

12. Independientemente de si el exilio es literal o simbólico, el intelectual exílico es, para Said, el que siempre labora negativamente desde la no pertenencia (375-77). Insisto en el sentido “metafórico” para el caso de Guzmán porque su re-ingreso a México en 1936 inaugura su etapa muy positiva de intelectual hegemónico en el Estado posrevolucionario. Asimismo, los años de su exilio europeo no estuvieron desprovistos de pragmatismo político. Tal vocación se

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manifestó en su papel de consejero de Manuel Azaña. Al respecto, consultar, Curiel (Querella 161-62) y Gómez Aparicio (286-92).

13. Ambos periódicos fueron fundados por Ignacio E. Lozano que emigró a Esta-dos Unidos en 1908. La Prensa, fundada en 1913, precedió a La Opinión de 1926.

14. Al iniciar el cotejamiento de La Prensa y El Universal, me he percatado que muchos de los artículos francamente políticos no aparecieron en el diario mexicano.

15. La mayoría de estas crónicas fueron compiladas como Crónicas de mi destie-rro en las Obras completas. He decidido citar las versiones periodísticas de La Prensa para brindar al lector un marco temporal de esta producción. En el caso de la novela, cito las Obras completas porque se incluye un cuadro comparativo de la versión periodística al final de este ensayo. Las citas a La sombra del Caudillo (1929), también aparecida en La Prensa entre mayo de 1928 y noviembre de 1929, provienen también de las Obras Completas y refiero al cuadro comparativo de la versión periodística que realizó Rafael Olea Franco en la edición de Archivos.

16. Sobre el diagnóstico de Guzmán de la situación mundial, véanse “Los socia-listas en Francia”, “Socialismo en Inglaterra”, “El horror del Soviet a los li-bros”, “La censura en las escuelas”, “El fascismo”, “Contra el dólar, solo el dólar” y “Entrevista con Maetzu”.

17. Véanse “El marxismo en México” y sus respuestas a Rafael Nieto en cuanto al marxismo: “Al margen: la enseñanza del odio.” y “Otra vez odio”. Sobre el fundamento hispanista de la identidad mexicana: “Sahagún y el aztequismo” y “Aztecas y Aztequizantes” entre otros.

18. Las tensiones entre México y Estados Unidos derivadas de las decisiones del gobierno mexicano en materia petrolera y agraria fueron leídas por la prensa europea liberal como una amenaza a la integridad nacional de México por parte de la doctrina Monroe. Guzmán cuestiona el imperialismo norteameri-cano pero también induce la reflexión sobre el imperialismo de la misma Eu-ropa, en particular la del filibusterismo francés, precursor de la empresa na-poleónica en el México decimonónico (“El conde de Rousset-Boulbon”). Guzmán invita a otorgar credibilidad a la prensa norteamericana a partir de su propio testimonio de exiliado político (“No se nos calumnia” y “La propagan-da oficial”).

19. En el contexto español, Guzmán diagnostica el problema del liberalismo (la relación entre principios y estrategias políticas) con una serie de encuestas aparecidas bajo el rubro “España bajo el dictador”, hecha a intelectuales es-pañoles como Ramiro de Maetzu y Miguel Villanueva, con una pregunta fun-damental: si el golpe de estado había tenido justificación dada la violencia sindicalista y la guerra de Marruecos.

20. La querella de México (1915), en particular los capítulos “La inconsistencia moral del indígena y La inmoralidad del criollo” (Obras completas I, 12-17).

21. Columnas como “La prensa de París”, “Cartas de París” y “Crónicas de Pa-rís”, cubiertas por Bentarnay e Ignacio Villagimena, presentaban una visión de la capital francesa consecuente con los desencantos económicos de la épo-ca pero reivindicaban la idea de Francia como sinécdoque de civilización en el ámbito de la cultura. París ya no era visualizada como capital decadente

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sino como el emblema de laboriosidad. Tal imagen se complementaba con una visión tendiente a recelar del arte vanguardista.

22. En el caso de Guzmán, el exilio paradigmático había sido el compartido con Reyes en el Madrid de 1915: “Mirando las cubiertas del libro... he viajado con la imaginación y vuelto a Madrid por unos instantes. Me he visto en el barrio de Torrijos –lleno para mí de evocaciones sentimentales– y precisamente en la casa que linda, por el fondo, con aquella otra en cuyo piso último rimába-mos hace once años nuestras vidas Jesús Acevedo, Alfonso Reyes y yo” (“Un experto en Historia” 3).

23. Biografía escrita por la hija del escritor ruso. 24. Consultar cuadro comparativo de Olea Franco (XXXVI-XXXVII). 25. Serrano (y más tarde Gómez) fueron ejecutados tras una sublevación golpista

fallida. Sobre la crónica de los acontecimientos, consultar, Pacheco (“Cróni-ca” 761-70).

26. Guzmán declaró que en la novela se funden dos periodos, el del caso De la Huerta de 1923 y el del caso Serrano, aludiendo al personaje Aguirre, síntesis de De la Huerta y Serrano (Carballo 74). Sobre los capítulos omitidos y la coherencia narrativa, véase John Bruce-Novoa.

27. Incluso el encuadre de los mismos varía; algunos aparecen con el encabeza-do: De mis días revolucionarios; otros, bajo el más genérico de Vida mexicana y otros solamente con el título del episodio.

28. Véase, por ejemplo, la semblanza periodística que Guzmán hace con gran sarcasmo del general callista Roberto Cruz (“Galería de Callistas”) y la que confecciona literariamente de Rodolfo Fierro en las dos entregas “El corral de la muerte” (13 noviembre 1927) y “La fiesta de las balas” (3 diciembre 1927) que conformarían el capítulo La fiesta de las balas de la novela. Estos textos fueron publicados en un lapso de tiempo relativamente cercano. En “Galería de Callistas”, Guzmán establece los paralelismos Calles-Villa y Cruz-Fierro sarcásticamente (3).

29. “El sueño del compadre Urbina” (13 de febrero 1926), “La muerte de David Berlanga” (17 marzo 1926), “La pistola de Pancho Villa” (14 abril 1926), “Un juicio sumarísimo” (22 abril 1926).

30. El primer volumen, El hombre y sus armas, aparece en 1938. 31. Paco Ignacio Taibo II ha explicado esta red en los siguientes términos: “Villa

contó sus historias centenares de veces en torno de esas fogatas, en las horas muertas durante los viajes en tren, en interminables cabalgatas. Y otros contaron a otros lo que él les había contado. Y éstos a otros. Y así lo seguimos contando” (11).

32. Se citan las Obras completas del Fondo de Cultura Económica. Ver bibliogra-fía.

33. No he encontrado aún este episodio en mi pesquisa hemerográfica

OBRAS CITADAS:

Aguilar Mora, Jorge. "El fantasma de Martín Luis Guzmán". Fractal 20. 5 (2001): 47-76.

Bourdieu, Pierre. The Field of Cultural Production: Essays on Art and Literature. Ed. Randal Johnson. New York: Columbia University Press, 1993.

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Bruce-Novoa, John. Estudio introductorio. La sombra del Caudillo, versión perio-dística. Por Martín Luis Guzmán. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1987. VII-LXX.

Carballo, Emmanuel. Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana del siglo XX. México: Empresas editoriales, 1965.

Curiel, Fernando. La querella de Martín Luis Guzmán. México: Ediciones Coyoa-cán, 1993.

---. Ed. Guzmán/Reyes. Medias palabras. Correspondencia 1913-1959. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.

Deeds, Susan. “Legacies of Resistance, Adaptation, and Tenacity: History of the Native

Peoples of the Northwest Mexico”. The Cambridge History of the Native Peoples of the Americas. Ed. Bruce G. Trigger, Wilcomb E. Washburn. Cambridge: Cam-bridge UP, 1993. 44-89.

Gamboa, Federico. Mi diario VI. (1912-1919). México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995.

Gómez Aparicio, Pedro. Historia del periodismo español. De la dictadura a la Gue-rra Civil. Tomo IV. Madrid: Editorial Nacional, 1981.

Guzmán, Martín Luis. Obras completas I. México: Fondo de Cultura Económica, 1995.

---. Obras completas II. México: Fondo de Cultura Económica, 1995. ---. Axkaná González en las elecciones. Obras completas I. 1067-1103. ---. El águila y la serpiente. Obras completas I. 201-506. ---. La sombra del Caudillo. Obras completas I. 509-659. ---. Crónicas de mi destierro. Obras completas II. 1035-1165. ---. “Al margen: la enseñanza del odio”. La Prensa 23 julio 1925: 3. ---. “Aspectos de España: Entrevista con Maetzu”. La Prensa 10 marzo 1926: 3, 5. ---. “Aspectos de España: La censura en las escuelas”. La Prensa 7 noviembre

1925: 3 ---. “Aztecas y Aztequizantes”. La Prensa 17 octubre 1926: 3. ---. “Contra el dólar, solo el dólar”. La Prensa 1 noviembre 1926: 3. ---. “Galería de Callistas: el general Roberto Cruz”. La Prensa 11 enero 1928: 3. ---. “El aztequismo canibalesco”. La Prensa 12 diciembre 1926: 15, 19. ---. “El conde de Rousset-Boulbon.” La Prensa 24 septiembre 1926: 3, 7. ---. “El fascismo”. La Prensa 13 julio 1925: 3, 7. ---. “El horror del Soviet a los libros”. La Prensa 7 diciembre 1925: 3. ---. “El marxismo en México”. La Prensa (4 agosto 1925): 3. ---. “España bajo el dictador: La opinión de don Miguel Villanueva”. La Prensa 15

de dic 1927: 3. ---. “España bajo el dictador: La opinión de Ramiro de Maetzu”. La Prensa 2 enero

1928: 3. ---. “España bajo el dictador. Prólogo de una encuesta”. La Prensa 17 noviembre

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ENTRE EL EXILIO Y EL FUEGO REVOLUCIONARIO 51

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ADELA PINEDA FRANCO 52

1 La destitución de tierras y la deportación de yaquis a Yucatán durante el Porfiriato en favor de los intereses financieros de la Richardson Construction Company se recrudecieron en 1908. Después de su valerosa participación en la revolución, las políticas de Obregón

y Calles fueron nuevamente de opresión, por lo que los yaquis volvieron a sublevarse en 1927 (Susan Deeds 76-77). 2 En 1913 Gamboa funge de ministro en Bélgica y Holanda (Madero lo mantuvo en el puesto) y termina su última novela, La llaga. Más tarde, Huerta lo nombra secretario de Relaciones. Se opone a la política intervencionista del presidente norteamericano Woodrow

Wilson, quien intenta derrocar a Huerta enviando un representante personal, John Lindt. Renuncia entonces a su cancillería y acepta la candidatura a la presidencia por parte del Partido Católico. Para una lectura del diario y de este periodo en la vida política y literaria de Gamboa, consultar, Pacheco, “Mi diario”.

3 Siendo gobernador de Nuevo León, Bernardo Reyes empezó a destacar como opositor de Díaz, inclusive a pesar de si mismo y de su alegada fidelidad al dictador. No obstante el reyismo tuvo gran importancia en la movilización social en los albores de la revolución. Reyes, sublevado frente a Madero junto con Félix Díaz, fue acribillado frente al Palacio Nacional el 9 de febrero de 1913. Sobre la relación de Alfonso Reyes y su padre, ver Curiel , Medias (15-19) y Patou (32-36); también Parentalia de Alfonso Reyes (65-167).

4 Con “campo”, Pierre Bourdieu alude al espacio donde se definen las posiciones, estrategias y trayectorias de los productores de bienes culturales, y se dan las instancias de su consagración (Field of Cultural Production ). Reyes se insertó en el campo europeo a través de diversos círculos de intelectuales como los hermanos García Calderón, Foulché –Delbose, Valery Larbaud, Ernst Martinenche, Jean Cassou, Jules Romains, Adrienne Monnier, Eugenio d’Ors y Enrique Diez Canedo, y de revistas como la Revue Hispanique, Nouvelle Revue Française, Revue d’Amérique Latine e Hispania (Patou 73-230).

5 La obra más representativa es Ifigenia Cruel (1924). Reyes la considera: “una íntima confesión, aunque revestida en símbolos helénicos, para poder ser más sincera, siendo todavía pudorosa” (Anecdotario 22). 6 Las declaraciones de Reyes aparecieron en Paris-Times (31 de enero 1925) y en Revue de l’Amérique Latine (mayo 1925). Paul Dermée resume la postura de Reyes en “Le Mexique en 1924” (France-Amérique en noviembre 1925). Patou cita in extenso estos artículos

(254-56). 7 Vasconcelos narra que Reyes decidió incluir su nombre, sin consultarle, en una lista de intelectuales que felicitaban a Calles por su posición frente a Washington. “Pobre, pensé, quiere consolidar su encargo parisiense. Bien enterado estaba yo de que su filosofía era

la de Enrique Cuarto, que París bien vale una misa. Contribuiría con mi silencio a que no perdiera Alfonsito su rincón en París” (1536). 8 El padre de Guzmán, también de cuño liberal y general del ejército mexicano, se destacó en las campañas del siglo XIX en contra de los yaquis y mayas. En 1910 se unió a la campaña contra los rebeldes de Orozco en Chihuahua, año en que murió en el Cañón de

Malpaso (27-29). Guzmán resume el legado de su padre con dos frases: “Ser un gran liberal” y “tener un Norte como las brújulas” (Márquez Terrazas 27-29). 9 En 1907, la protesta contra la apócrifa Revista Azul ; en 1908, la marcha en desagravio a Gabino Barreda, y la marcha no oficial del día de la independencia (Márquez Terrazas 35-42 y Curiel, Querella 78-85). Esta última marcha se hizo con la venia de Díaz, como

sugiere el propio Guzmán: “Después de oírnos con escrutadora atención, … don Porfirio consintió en lo que le pedíamos, pero se expresó en tales términos –no los he olvidado jamás– que demuestran de plano cómo era él un espíritu profético e inteligente: ‘Muy bien hagan su desfile; pero tengan cuidado... porque hay en este pueblo atavismos dormidos que si alguna vez despiertan, no surgirá ya nadie que los pueda contener’” (Márquez Terrazas 42).

10 En la revista Nosotros (septiembre 1913) publicó Guzmán un artículo con el título “La vida atélica” Curiel (Querella 96). 11 En 1922 Guzmán es elegido diputado por el Partido Cooperativista; en 1923 se ve involucrado en la contienda electoral entre Calles y Adolfo de la Huerta (candidato del partido de Guzmán a la presidencia). Se dice que Guzmán, al publicar extraoficialmente la

renuncia de De la Huerta a la secretaría de Hacienda en el gobierno de Obregón, en su periódico El Mundo, precipitó el rompimiento De la Huerta-Obregón (Curiel , Querella 153-57). La versión de Guzmán en “Cómo y por qué renunció Adolfo de la Huerta” (Obras completas II, 1008-31).

12 Independientemente de si el exilio es literal o simbólico, el intelectual exílico es, para Said, el que siempre labora negativamente desde la no pertenencia (375-77). Insisto en el sentido “metafórico” para el caso de Guzmán porque su re-ingreso a México en 1936 inaugura su etapa muy positiva de intelectual hegemónico en el Estado posrevolucionario. Asimismo, los años de su exilio europeo no estuvieron desprovistos de pragmatismo político. Tal vocación se manifestó en su papel de consejero de Manuel Azaña. Al respec-to, consultar, Curiel (Querella 161-62) y Gómez Aparicio (286-92).

13 Ambos periódicos fueron fundados por Ignacio E. Lozano que emigró a Estados Unidos en 1908. La Prensa, fundada en 1913, precedió a La Opinión de 1926. 14 Al iniciar el cotejamiento de La Prensa y El Universal , me he percatado que muchos de los artículos francamente políticos no aparecieron en el diario mexicano. 15 La mayoría de estas crónicas fueron compiladas como Crónicas de mi destierro en las Obras completas. He decidido citar las versiones periodísticas de La Prensa para brindar al lector un marco temporal de esta producción. En el caso de la novela, cito las Obras

completas porque se incluye un cuadro comparativo de la versión periodística al final de este ensayo. Las citas a La sombra del Caudillo (1929), también aparecida en La Prensa entre mayo de 1928 y noviembre de 1929, provienen también de las Obras Completas y refiero al cuadro comparativo de la versión periodística que realizó Rafael Olea Franco en la edición de Archivos.

16 Sobre el diagnóstico de Guzmán de la situación mundial, véanse “Los socialistas en Francia”, “Socialismo en Inglaterra”, “El horror del Soviet a los libros”, “La censura en las escuelas”, “El fascismo”, “Contra el dólar, solo el dólar” y “Entrevista con Maetzu”. 17 Véanse “El marxismo en México” y sus respuestas a Rafael Nieto en cuanto al marxismo: “Al margen: la enseñanza del odio.” y “Otra vez odio”. Sobre el fundamento hispanista de la identidad mexicana: “Sahagún y el aztequismo” y “Aztecas y Aztequizantes” entre

otros. 18 Las tensiones entre México y Estados Unidos derivadas de las decisiones del gobierno mexicano en materia petrolera y agraria fueron leídas por la prensa europea liberal como una amenaza a la integridad nacional de México por parte de la doctrina Monroe .

Guzmán cuestiona el imperialismo norteamericano pero también induce la reflexión sobre el imperialismo de la misma Europa, en particular la del filibusterismo francés, precursor de la empresa napoleónica en el México decimonónico (“El conde de Rousset-Boulbon”). Guzmán invita a otorgar credibilidad a la prensa norteamericana a partir de su propio testimonio de exiliado político (“No se nos calumnia” y “La propaganda oficial”).

19 En el contexto español, Guzmán diagnostica el problema del liberalismo (la relación entre principios y estrategias políticas) con una serie de encuestas aparecidas bajo el rubro “España bajo el dictador”, hecha a intelectuales españoles como Ramiro de Maetzu y Miguel Villanueva, con una pregunta fundamental : si el golpe de estado había tenido justificación dada la violencia sindicalista y la guerra de Marruecos.

20 La querella de México (1915), en particular los capítulos “La inconsistencia moral del indígena y La inmoralidad del criollo” (Obras completas I, 12-17). 21 Columnas como “La prensa de París”, “Cartas de París” y “Crónicas de París”, cubiertas por Bentarnay e Ignacio Villagimena, presentaban una visión de la capital francesa consecuente con los desencantos económicos de la época pero reivindicaban la idea de

Francia como sinécdoque de civilización en el ámbito de la cultura. París ya no era visualizada como capital decadente sino como el emblema de laboriosidad. Tal imagen se complementaba con una visión tendiente a recelar del arte vanguardista. 22 En el caso de Guzmán, el exilio paradigmático había sido el compartido con Reyes en el Madrid de 1915: “Mirando las cubiertas del libro... he viajado con la imaginación y vuelto a Madrid por unos instantes. Me he visto en el barrio de Torrijos –lleno para mí d e

evocaciones sentimentales– y precisamente en la casa que linda, por el fondo, con aquella otra en cuyo piso último rimábamos hace once años nuestras vidas Jesús Acevedo, Alfonso Reyes y yo” (“Un experto en Historia” 3 ). 23 Biografía escrita por la hija del escritor ruso. 24 Consultar cuadro comparativo de Olea Franco (XXXVI-XXXVII). 25 Serrano (y más tarde Gómez) fueron ejecutados tras una sublevación golpista fallida. Sobre la crónica de los acontecimientos, consultar, Pacheco (“Crónica” 761-70). 26 Guzmán declaró que en la novela se funden dos periodos, el del caso De la Huerta de 1923 y el del caso Serrano, aludiendo al personaje Aguirre, síntesis de De la Huerta y Serrano (Carballo 74). Sobre los capítulos omitidos y la coherencia narrativa, véase John

Bruce-Novoa. 27 Incluso el encuadre de los mismos varía; algunos aparecen con el encabezado: De mis días revolucionarios ; otros, bajo el más genérico de Vida mexicana y otros solamente con el título del episodio. 28 Véase, por ejemplo, la semblanza periodística que Guzmán hace con gran sarcasmo del general callista Roberto Cruz (“Galería de Callistas”) y la que confecciona literariamente de Rodolfo Fierro en las dos entregas “El corral de la muerte” (13 noviembre 1927) y “La

fiesta de las balas” (3 diciembre 1927) que conformarían el capítulo La fiesta de las balas de la novela. Estos textos fueron publicados en un lapso de tiempo relativamente cercano. En “Galería de Callistas”, Guzmán establece los paralelismos Calles-Villa y Cruz-Fierro sarcásticamente (3).

29 “El sueño del compadre Urbina” (13 de febrero 1926), “La muerte de David Berlanga” (17 marzo 1926), “La pistola de Pancho Villa” (14 abril 1926), “Un juicio sumarísimo” (22 abril 1926). 30 El primer volumen, El hombre y sus armas, aparece en 1938. 31 Paco Ignacio Taibo II ha explicado esta red en los siguientes términos: “Villa contó sus historias centenares de veces en torno de esas fogatas, en las horas muertas durante los viajes en tren, en interminables cabalgatas. Y otros contaron a otros lo que él les había

contado. Y éstos a otros. Y así lo seguimos contando” (11). 32 Se citan las Obras completas del Fondo de Cultura Económica. Ver bibliografía. 33 No he encontrado aún este episodio en mi pesquisa hemerográfica