Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para...

21

Click here to load reader

Transcript of Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para...

Page 1: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

1

La Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina

Dr. Enrique Daniel Silva

(Director)

Ing. Leonel Pereyra

Mg. Carlos Ríos

Esp. Patricia Tilli

(Equipo de investigación de la Universidad

Tecnológica Nacional – Facultad Regional Haedo)

3. Las ciencias aplicadas y la tecnología

Resumen:

El período que contemplaremos para nuestro presente estudio, estará delimitado entre 1800 a 1825, con la intencionalidad de relevar como se trataban de solucionar los problemas de raíz tecnológica, que aquejaban a la sociedad de la época, principalmente localizados en Buenos Aires. Que como particularidad del período atendido, resulta controvertido al respecto, ya que se carecía de una formación de Ingenieros en forma autóctona. Así entonces, trataremos de corporizar quienes y con qué formación contaban, los que encauzaron estas demandas técnicas – tecnológicas. Para lo cual, materializaremos las especificidades que ofrecían las problemáticas de esos años, para luego presentar como resultaron satisfechas. Recorrido histórico que abarcara puntualmente dos fechas significativas para nuestro incipiente país, dadas en el 25 de mayo de 1810 y, el 9 de julio de 1816.

Palabras Claves: Ingeniería – Matemática – Problemas – Sociedad

Page 2: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

2

Introducción:

Aunque nuestro período en estudio, comprenderá el lapso de tiempo entre 1800 a 1825, no podemos soslayar las siguientes cuestiones que aunque siendo previas cronológicamente al espacio temporal delimitado, nos permitirán contextualizar el escenario que desembocara en los comienzos del siglo XIX. Nos referimos puntualmente a la expulsión de la Compañía de Jesús, acaecida en 1767; la cual favoreció el desarrollo de las ideas iluministas, que los jesuitas cuestionaban severamente. Y a la creación del Virreinato del Río de la Plata, dada en 1776. Sobre esta última cuestión, los historiadores Raúl Fradkin y Juan C. Garavaglia, expresaban: “la decisión de organizar el Virreinato fue tomada en el contexto de una aguda confrontación con la corona portuguesa por el control de los territorios de la cuenca del Plata. Con ella, la pequeña aldea consolidaba institucionalmente un proceso de crecimiento mercantil que se había iniciado décadas antes y que sustentaba en su creciente capacidad…” (2016, p.185). Con estos prolegómenos arribamos a 1800, a partir del cual los acontecimientos se dinamizan, ya que nos encontramos con las fallidas Invasiones Inglesas, de 1806 y 1807, con la intencionalidad de ocupar nuestro territorio. Resistencia local que visibilizaron alternativas que se agudizaban ya que ante la movilización napoleónica en Europa, principalmente en España, sobrevenía un futuro incierto para los dominios coloniales. Llegando así a la Revolución de Mayo de 1810, y a los movimientos independistas que desembocan en el 9 de julio de 1816. En este notable contexto de cambio, con profundas connotaciones socioculturales, económicas, y políticas, nos dedicaremos a profundizar lo acontecido en pos de analizar cómo se solucionaron las problemáticas sociales que demandaban una respuesta tecnológica, para los primeros veinticinco años del siglo XIX, en nuestro país, ante la faltante de profesionales locales en quehaceres específicos.

A MODO DE RECREACIÓN DE LA PROBLEMÁTICA DE LA EPOCA

A efectos de puntualizar las improntas planteadas como demandas tecnológicas, que se presentaban para las primeras décadas del siglo XIX, en nuestro territorio, principalmente en Buenos Aires, tomaremos referencia de historiadores que se dedicaron a la cuestión, a los cuales agregaremos nuestras inferencias y comentarios.

En este sentido, podemos mencionar a Carlos Prelat, que llevaba a cabo un interesante trabajo, sobre el “Semanario de Vieytes”. Sobre el cual a modo de presentación de dicha publicación, podemos expresar que se dedicaba a la Agricultura, Industria y Comercio, que se inició el 1º de septiembre de 1802, y finalizó en febrero de 1807; editado en la Real Imprenta de Niños Expósitos. Así extraemos de dicho Seminario: “varias notas que se atribuyen en el mismo a D. Cipriano Orden Vetoño (en algún caso figura Betoño). Esas cartas tratan diversos temas de interés general casi siempre ajenos al objetivo que nos hemos propuesto. Pero en una de ellas se ocupa el autor de las dificultades que ya habían aparecido por esa época, derivadas de errores cometidos en las mensuras de terrenos asignados a diversos propietarios. Aboga por que se haga lo que hoy llamaríamos un plano catastral correcto, utilizando a tal efecto personas que sepan agrimensura y las ciencias que les sirven de base y hasta llega a exigir la Geodesia (p.22 T2)” (1960, p.77). Al respecto se debe tener en cuenta que Prelat, deja a entrever, que el tal D. Cipriano Orden Vetoño, autor del artículo mencionado, resultaría ser el Ing. Militar Pedro Antonio Cerviño (1757 - 1816), al cual encontraremos como protagonista directo de la Escuela de Náutica, sobre la que nos dedicaremos seguidamente.

Esclarecido que el tal Cipriano Orden Vetoño, resultaría en verdad el Ing. Pedro Cerviño, quien será el inicial profesor y director de la Escuela de Náutica, que impulsara Manuel Belgrano (1770 -

Page 3: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

3

1820), desde su cargo de Secretario del Consulado, en 1799. Del artículo publicado en el Semanario de Vieytes, podemos encontrar claramente expuestos los problemas de medición y/o mensura de los terrenos, de la ciudad que comenzaba incipientemente a crecer. Es así, como las primeras dificultades se generaron en base a la delimitación urbana, y por tanto surgía necesariamente del quehacer que hoy en día resulta reconocido como Ing. Agrónomo, o en su defecto del Ing. Civil. Profesiones que llevan a cabo este tipo particular de tareas. Aquí, entonces ubicamos una puntual necesidad social, que demandaba de soluciones que emanaban de la ingeniería.

Como también, podemos dar cuenta del trabajo de Luis Alberto Romero, quien llevaba a cabo una relevante recopilación de descripciones que realizaban los distintos “viajeros”, sobre la ciudad de Buenos Aires, comprendido entre 1820 a 1850. Así rescatamos de los escritos de un tal J.A.B. Beaumount, quien en cuanto a las calles de la ciudad, señalaba: “Las calles principales tienen buen pavimento desde hace tres años y se ven generalmente limpias. La piedra se trae de la orilla opuesta al río, donde puede encontrarse granito en gran cantidad, pero por el momento el bloqueo ha interrumpido la provisión de ese material. Las calles no pavimentadas se ponen, a veces, casi intransitables por los grandes lodazales que se forman en tiempos de lluvias frecuentes”. (extraído de Romero, 1983, p.22).

La descripción que enunciaba Beaumount, radicaba en el estado paupérrimo de las calles no pavimentadas, en la época de lluvia, dejando a entender la precariedad que presentaba la urbanización de la ciudad de Buenos Aires. Dando a conocer que el adoquinamiento, se habría llevado a cabo aproximadamente entre las décadas de 1830 al 40, tomando como referencia el mencionado bloqueo anglofrancés, conocido también como la Guerra del Paraná, acaecida entre 1845 a 1850; ya que las piedras necesarias eran traídas desde la vecina isla Martín García. Así nos encontramos nuevamente con demandas sociales, focalizadas en el pésimo estado de las calles, que necesitará evidentemente de soluciones técnicas. Que al respecto podemos dar cuenta de lo que expresaban Mario Rapoport y María Seoane, cuando decían: “la población porteña supera los 60.000 habitantes y comenzaron a proliferar las casas de dos y tres pisos, aunque las calles del centro seguían sin empedrar…” (2007, p.45). Panorama que ofrecían los historiadores para comienzos de la época rosista en 1829, donde puntualizaban una vez más, el problema de las calles.

Al respecto debemos señalar que en 1821, Bernardino Rivadavia reglamentaba el tejido urbano de la época, implementando la construcción de las ochavas en las esquinas, y la diagramación de la avenida circunvalación, junto con avenidas de este a oeste y de norte a sur (el ensanche promovido fue pasar de las 11 varas a las 30 varas, trabajo que fue diseñado por Felipe Senillosa); así nacieron las actuales avenidas Callao - Entre Ríos (antes denominada de las Tunas), Santa Fe (antes San Gregorio), Corrientes (antes Santo Nicolás), Belgrano (antes Santo Domingo), Independencia (antes Concepción), Rivadavia (antes las Torres), Córdoba (antes Santa Rosa) y San Juan (antes Santa Bárbara). Es decir, se estaban llevando a cabo gestiones para organizar urbanísticamente a la ciudad de Buenos Aires, que además ideológicamente se denota que el cambio que se pretendía realizar apuntaba a modificar el damero colonial español (donde cada manzana medía de lado 140 varas), que nos habían sabido imponer. Línea de acción que supiera pregonar el Ing. francés Jacobo Boudier, quien para 1817, planteaba entre otros conceptos: “Cuando las instituciones del país, tienen tendencia a borrar los últimos rastros del vasallaje español, los edificios públicos deben manifestar otro estilo, que el de los godos…” (1983, p.391). Apreciaciones que nos ilustran las intencionalidades promovidas, en relación a las transformaciones del aspecto de la infraestructura y urbano promovido

Page 4: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

4

Como también podemos reseñar, a un tal Caldaleugh A., que sobre la vida cultural mencionaba: “(en tiempos de B. Rivadavia) la única Universidad del país había sido la de Córdoba, fundada y llevada a la perfección por los jesuitas. Pero al establecerse el virreinato del Río de la Plata, se ordenó la fundación de una Universidad en Buenos Aires, obra del mismo plan que la de Lima. Esta disposición fue dejada a un lado y nada se hizo para darle cumplimiento. El proyecto quedo abandonado desde 1778, hasta el año 1819, en el que se habló otra vez del asunto” (extraído de Romero, 1983,p.84). De las expresiones del viajero considerado, podemos constatar que para la época, los jesuitas resultaban expertos en la creación de instituciones educativas, como dan muestra de lo realizado por esta congregación en Europa. Sin embargo, encontramos que desde la creación de la Universidad de Córdoba, Buenos Aires había recibido una herida a su narcisismo, la cual se había sabido engendrar por resultar la principal entrada y salida, vía marítima con el viejo continente, convirtiendo entonces a esta ciudad su hegemonía e importancia. Por tanto, la idea de contar con una Universidad en la ciudad de Buenos Aires, se constituyó en un anhelo constante, el cual fue concretado finalmente en 1821.

Asimismo podemos recurrir a los relatos de Aníbal Latino, que resultara el seudónimo que empleaba José Ceppi, quien fuera un italiano que recalo en nuestro territorio, en 1884.

Recreación que aunque resulta alejada cronológicamente de nuestro período en estudio, daba cuenta de cuestiones que ilustraban claramente el estado de situación. Yendo entonces a la descripción: “Con todo, es preciso confesarlo: la primera impresión que reciben todos los que llegan de Europa, no diré ya solo en Buenos Aires, sino en la mayoría de las ciudades americanas, sin excluir a Río de Janeiro y Montevideo, que se enorgullecen por su ubicación, suele ser desagradable, impresión que tarda en borrarse lo bastante para que no le queden deseos de volver a los que solo pasan en ellas una corta temporada. No es muy fácil precisar las causas de ese desagrado; hay algo indefinible, inexplicable, que sólo puede contestarse con el qué sé yo, esa razón de la sinrazón que damos, cuando no podemos explicar nuestros sentimientos de una manera mejor; pero es indudable que entra por mucho en esa desfavorable impresión…” (1985, p.14).

Relato de Aníbal Latino, que recreaba la sensaciones que recibían los extranjeros debido principalmente a la no existencia del Puerto de la ciudad de Buenos Aires; produciendo una serie de inconvenientes, que evidentemente traían consigo desagradables impresiones, dadas las peripecias que debían experimentar los recién llegados. Instancias que al ser fechadas en 1884, podríamos plantear sin temor a equivocarnos, que para las primeras décadas del siglo XIX, la cuestión guardaría las mismas o peores características. Las peripecias señaladas, radicaban en las siguientes cuestiones, en cuanto a las implicancias de desembarcar en Buenos Aires. Ya que en una primera instancia los barcos debían echar anclas a una cierta distancia de la costa, dado el peligro de quedar encallado. Por tanto, se procedía al traslado de pasajeros y su equipaje a barcazas, hasta que éstas por la escasa profundidad del agua, no podían continuar; y entonces sucedía otro traslado, ahora a carretones de enormes ruedas, que realizaban el recorrido final. En esta última parte, debían luchar entonces con el barro y los deshechos que la ciudad arrojaba al río, en medio de una pestilencia extendida y generalizada. En estas circunstancias se llegaba a tierra, resultando evidentemente una experiencia no agradable. Es decir la cuestión del Puerto, resulto una alternativa a solucionar, que por ejemplo encontraremos en los esfuerzos de B. Rivadavia, por contratar profesionales a efectos de atender esta faltante. Aunque recién llegara su construcción, luego de la disputa protagonizada entre Eduardo Madero (1833 - 1894) y el Ing. Luis A. Huergo (1837 - 1913), donde estuvieron presentes favoritismos familiares y económicos, teñidos por las preferencias por traer profesionales foráneos, aflorando también la corrupción que estigmatizará a gran parte de la dirigencia local de la

Page 5: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

5

época. En cuanto al Puerto de Buenos Aires, se finalizó en 1888, al triple del costo inicial presupuestado, y fue inaugurado en 1889. Sobre el Puerto, vale decir que tal como se había anunciado al poco tiempo resultó colapsado, dado el abundante tráfico marítimo existente, y por tanto demando la construcción de otro alternativo, pero esa ya es otra parte de nuestra contradictoria historia.

Para completar este encuadre, nos valdremos de los citados Rapoport y Seoane, quienes tomaban de otro viajero como Alcides Dessalines D`Orbigny, que recorriera nuestro país entre 1826 a 1833, extrayendo la siguiente impresión: (un viajero francés describía un día de la ciudad, en los años 20, del siglo XIX) “Si uno se levanta muy temprano en Buenos Aires, donde nadie es madrugador, ni siquiera los obreros, se ve al principio completamente solo en las calles, que están todavía bajo el dominio de numerosas ratas (…) Pronto sin embargo la ciudad despierta: se ven en primer lugar las carretas de los pescadores que regresan de la playa, cargadas de pescados (…) Vienen después los aguateros (…) luego llegan toda suerte de vendedores a caballo (…) los lecheros, adolecentes en cuclillas en medio de los tarros de lata llenos de leche, o los distribuidores de pan (…) los vendedores de aves y de frutas recorren también las calles, así como los obreros de toda clase que se dirigen a sus talleres. Las lavanderas negras o mulatas más o menos oscuras (…) se dirigen al río fumando gravemente su pipa conduciendo la pava destinada a calentar agua para el mate, por que ellas nada hacen, lo mismo que otros trabajadores del país, antes de haber sorbido, a menudo sin azúcar, su bebida favorita. A las ocho comienza el día para los comerciantes; abren sus negocios, se ubican frente al mostrador o se dedican a desempacar las mercaderías. La ciudad presenta entonces el aspecto de todos los puertos importantes; se ven las carretas cargadas de mercadería, a hombres de negocios de todas las naciones; se oye hablar todas las lenguas a la vez por los paseantes, a quienes el carretero o el obrero del país trata de gringos o de carcamán (…)” (2007, pp. 44-45). Recreación que refleja muy claramente las improntas que ofrecía la vida desarrollada en una aldea, como resultaba para las primeras décadas del siglo XIX, en Buenos Aires. Las cuales recreaba, con la siguiente descripción que Felipe Pigna, expresaba al decir: “Juan José Vertiz (Virrey del período 1778 – 1784), advirtió que Buenos Aires, era una ciudad muy descuidada, mal iluminada, y aburrida, y decidió transformarla.” (extraído de www.elhistoriador.com.ar)

EN RELACIÓN A LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA PARA 1800 A 1825

Como antecedente muy cercano al período en estudio, lo encontramos en 1799, que a instancias del Secretario del Consulado, Manuel Belgrano, propiciaba la creación de la Academia de Náutica y la Escuela de Dibujo. En cuanto a la Academia de Náutica, se desarrollaron las siguientes temáticas: Aritmética, Geometría Práctica, Trigonometría Rectilínea y Esférica, Cosmografía, Geografía, uso de globos o esferas artificiales, Hidrografía, Navegación, Astronomía Náutica, Algebra y su aplicación a la Aritmética y Geografía y Curvas Étnicas (sic), Cálculo Diferencial e Integral y Mecánica. (extraído de Edgardo Fernández Stacco, 2011, p.2). En la cual se desempeñó como director y primer profesor el Ing. Militar Pedro A. Cerviño, contando con el asesoramiento técnico de su colega Félix de Azara. Dicha Academia cerraba en 1806. En cuanto a la Escuela de Dibujo, su denominación era Academia de Geometría y Dibujo; su primer Director fue Juan Antonio Gaspar Hernández, e inicialmente contó con 62 alumnos. Su funcionamiento estaba sujeto a la aprobación por parte de la Corona, la cual pese a las peticiones realizadas por M. Belgrano, en 1800 se denegó su funcionamiento.

Page 6: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

6

Vale tener en cuenta, que la Universidad de Córdoba creada en julio de 1621, por el Papa Gregorio XV, autorizaba a todos los Colegios de la Compañía de Jesús, a conferir grado académico. Al respecto el historiador Pablo Buchbinder, planteaba: “Finalmente, una real cedula, emitida en diciembre del año 1800, ordeno fundar una nueva Universidad en Córdoba. Esta debía tomar la denominación Real Universidad de San Carlos y de Nuestra Señora de Montserrat” (2005, p.22). Aunque paso el tiempo, y más adelante Buchbinder expresaba: “Pero la real cédula tardo ocho años en ser puesta en práctica. El 2 de enero de 1808 el claustro se reunió con la presencia del Gobernador Intendente. Y dos días después, los miembros de aquel nombraron Rector a Gregorio Funes. Se abrió entonces una nueva etapa en la historia de la Universidad” (2005, pp.22,23). Aunque el encuadre ideológico impreso fundacionalmente, continuo bastante tiempo, en esta pionera Casa de Altos Estudios, reconocido como la escolástica.

Para llegar al 19 de agosto de 1810, cuando se creaba la Escuela Militar de Matemáticas, bajo la dirección de Felipe Sentenach. La formación abarcaba las siguientes temáticas: Aritmética, Geometría Plana, Trigonometría Rectilínea y Geometría Práctica; donde a los oficiales aspirantes a la ingeniería militar, se les agregaba: Algebra Inferior y Superior, con aplicaciones a la Aritmética y la Geometría Mecánica, y en particular, Estática; Secciones Cónicas. Esta Escuela, tuvo un final abrupto, ya que participo Sentenach en una conspiración contra el Gobierno Patrio de Alzaga, en 1812. En cuanto al tipo de formación que otorgaba dicha Escuela, la observamos dedicada en la promoción de oficiales para el ejercicio militar, orientado a la logística útil para la guerra. Que para los agitados tiempos experimentados en nuestro territorio, el clima reinante resultaba en extremo beligerante, dando por tanto una real justificación a la existencia de la formación promovida. Vale aclarar que se encontraba en coincidencia con otras creaciones realizadas en Europa, como la Academia Real y Militar de los Países Bajos, en 1675; o la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificaciones, en España, en 1720. Las que impulsaban la formación de los denominados Ingenieros Militares, dando lugar a que también surgieran otros profesionales tecnológicos, que para diferenciarse fueron reconocidos como Ingenieros Civiles, quienes aportaban soluciones técnicas, para los tiempos de paz.

Retornando a nuestro país, nos encontramos con una Disposición del 4 de septiembre de 1813, que por gestión del Primer Triunvirato, se creaba una Comisión Especial, a cargo de Pedro Andrés García, para llevar a cabo, un plano del territorio de la Provincia de Buenos Aires. La finalidad de este proyecto, se orientaba a ordenar el reparto nacional de las tierras públicas, a efectos de poder arrendar las mismas y así obtener un beneficio económico para el Estado. En este aspecto no podemos eludir la denominada Ley de Enfiteusis, la cual inicialmente promovía tratar de eludir el embargo ocasionado por el empréstito de la banca de Baring Brothers, debido al préstamo otorgado de un millón de libras esterlinas. De las cuales llegaron a nuestro país, prácticamente la mitad, ya que el resto resultó absorbido por efecto de comisiones y otras cuestiones rayanas con la corrupción. Sin embargo, la ley mencionada fue recibiendo otras modificaciones, llegando a la funesta instancia, que aproximadamente 8,5 millones de hectáreas, quedaron en poder de 540 familias.

Este mismo año, se proyectaba una Academia que reemplazará a la recientemente clausurada, donde debían tratarse temáticas sobre: Matemática, Arquitectura Civil y Naval; y que contaría con la dirección del ya mencionado Pedro A. Cerviño. Esta iniciativa, la define Miguel de Asúa, como “fantasma” ya que recién se materializaba en marzo de 1816, con la dirección de Manuel Herrera; la cual resultó casi superpuesta con la fundación de la Escuela Oficial de Ciencias Exactas, bajo la dirección inicial de José Lanz en febrero de 1816, al año siguiente es reemplazado por Felipe Senillosa. Dicha escuela estaba ubicada en el actual barrio de San Telmo (denominación debida a la

Page 7: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

7

Iglesia de San Pedro González Telmo). En cuanto al surgimiento de las Academias de Matemática, debemos dar cuenta, que tanto los investigadores de la temática, Alejandro García Venturini y Miguel de Asúa, lo planteaban en base a tres líneas, reconocidas como: la Primera Escuela, en sintonía con Sentenach; una segunda dependiendo del Consulado; y una tercera bajo las directivas del Estado. De acuerdo con estas líneas rectoras desarrollaremos las siguientes descripciones. Que al respecto, Miguel de Asúa, reseñaba diciendo: “La situación, por lo menos bastante curiosa, de la existencia de dos academias de matemática en Buenos Aires, fue comentada por Senillosa en los Amigos de la Patria y de la Juventud (núm. 5 de abril de 1816, pp.45-46) Recordemos que Senillosa era Director de la Academia del Gobierno y ayudante en la del Consulado.” (2010, p.42). De dicha curiosidad señalada, para la época, también nos permite inferir que los profesionales, en este caso encarnado en Senillosa, quien actuaba simultáneamente en ambos emprendimientos de enseñanza de la matemática, que cómo respuesta se originaba posiblemente ante la falta de especialistas de la temática en la época considerada.

Estos emprendimientos con límites tan cercanos de temáticas a desarrollar, provocaron que rápidamente se fusionaran; hecho que se producía el 25 de febrero de 1817, con la dirección de Felipe Senillosa. Así entonces conformaron la Academia Nacional de Matemática. Sobre la cual García Venturini, decía: “Esta Academia, a la que se conoció con los nombres de Academia de Matemática y Arte Militar; Academia de Matemática por cuenta del Estado, y Academia Nacional de Matemáticas.” (2011, p.54). Dando lugar al desconcierto establecido al realizar el rastreo histórico en base a las distintas denominaciones adoptadas.

El historiador Juan Carlos Nicolau, daba cuenta de un discurso del mencionado director, cuando en enero de 1819, decía: “Unos jóvenes que apenas llevan el tiempo preciso para haber aprendido lo más elemental de la ciencia no tienen pretensiones ni hacen alarde de su habilidad. Cuanto puede esperarse de la instrucción teórica que se les ha suministrado es que hayan cultivado la razón más que la memoria; que sin haberles distraído en dilatadas y confusas explicaciones, que en caso conveniente puede resolver cada uno de por sí, hayan concebido el verdadero espíritu del estudio a que se contraen y no saliendo unos serviles copistas de los autores que han leído, sean capaces de irse formando en lo sucesivo, entendiendo las más interesantes obras de la facultad” (Gutiérrez, 1915) - (2005,p.26).

Sobre las características que presentaba dicho estudio, Miguel de Asúa, planteaba: “Los cursos de dos años, estaban orientados a formar ingenieros de tierra y los alumnos serían civiles y militares, pero ambos estarían uniformados.” (2010, p.44).

Los cursos eran gratuitos y el plan de estudios, constaba de las siguientes asignaturas: 1º año, Aritmética, cuatro reglas de Álgebra y propiedades de la línea recta. 2º año, Aplicaciones del Álgebra a la Aritmética, Trigonometría Rectilínea y Esférica, aplicaciones del Álgebra a la Geometría, Secciones Cónicas y principios de Geometría descriptiva.

Como bibliografía de estudio, se empleaban la siguiente: Trigonometría, de Legendre Adrien; Principios Mecánicos, de Poisson Simeón; Geometría descriptiva, de Monge Gaspard, Cosmografía principios de Astronomía, de Ciscar Gabriel; aplicación de Algebra, de Bezout Etienne.

Esta Academia de Matemáticas, desarrollo sus actividades académicas durante cuatro años, y dado que su plan de estudios se diagramaba en dos años de duración; se puede entonces contabilizar a dos promociones egresadas. Es decir, para 1820, nuestro naciente país, contaba con varios jóvenes matemáticos. En este sentido podemos mencionar al reconocido Avelino Díaz y Salgado. Sobre este matemático oriundo de nuestras tierras, teniendo en cuenta, que había sido alumno de Herrera, Lanz

Page 8: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

8

y Senillosa. Obteniendo por concurso, a los 21 años, la catédra de Ciencias Fisicomatemática (ejercida entre 1821 a 1830), en la UBA, en el Dpto. de Estudios Preparatorios. Fue autor de las siguientes obras tituladas: “Sus lecciones elementales de Aritmética” (1823); “Lecciones Elementales de Álgebra” (1823); “Lecciones Elementales de Geometría, en que se consideran las rectas, planos y poliedros con independencia de las propiedades de la línea circular” (1830). Que resultaron bibliografía de consulta, durante varios años, en la UBA. Falleciendo el 1º de junio de 1831.

También debemos señalar, que el 28 de mayo de 1818, se solicitaba al Consulado, una nueva apertura de la Escuela de Náutica, la cual sería no gratuita. El 2 de octubre se aprobaba dicho pedido y la concesión estaría a cargo de Antonio Castellini; resultando inaugurada el 1º de febrero de 1819. El lugar destinado fue la Casa del Consulado, predio compartido con la Academia Nacional de Matemática. Al respecto García Venturini, reseñaba: “Ambas Academias hacen amigable vida común, en la ya histórica Mansión del Consulado – que ha albergado a la Asamblea del Año XIII – y sus directores intervienen conjuntamente en los exámenes promocionales de ambas.” (2011, p.56).

El historiador Miguel de Asúa, a modo de conclusión en cuanto al período de mayo, formulaba algunas conceptualizaciones que debemos tener en cuenta, al decir: “…la formación matemática fue propia de la enseñanza profesional, vinculada a la navegación primero y después de la Revolución de Mayo, a la Ingeniería Militar y a la formación de artilleros y oficiales en general.” (2010, p.47). Es decir, las urgencias no se centraban en mejorar la precaria infraestructura de nuestra naciente ciudad, que habíamos señalado en la visión de los “viajeros”, sino que la prioridad pasaba por las urgencias de un clima beligerante, y por tanto el aspecto militar resultaba gravitatorio.

Así llegamos al 9 de agosto de 1821, fecha en que firmaban el edicto ereccional de la Universidad de Buenos Aires (UBA) el Gobernador de la Prov. De Bs. As. Martín Rodríguez y su Ministro Bernardino Rivadavia, siendo su primer Rector el presbítero el Dr. Antonio Saenz. La creación de la UBA, conllevo a un ordenamiento en el plano educativo, que exponía Horacio Camacho, al decir: “Esta erección derivo en la unificación de la enseñanza impartida en Buenos Aires, y que hasta ese momento se hallaba distribuida en tres partes: Consulado (Matemáticas, Náutica, Idiomas, Dibujo, Historia Natural), Cabildo Eclesiástico (Ciencias Sagradas), y Gobierno (Colegio de la Unión del Sur). De esta manera, todos los estudios quedaron asimilados por la Universidad, la que también se hizo cargo de la instrucción primaria”. (1971, p.15). Al respecto García Venturini, reseñaba: “(La UBA) se inauguró solemnemente en el Templo de San Ignacio. La Universidad se instaló en la actual calle Perú (antes San José) 222, 272 y 294, esquina Alsina, pared por medio con el Templo de San Ignacio. En esta pared lindera había una puertita que comunicaba la Universidad con el Templo.” (2011, p.68). Esta última conexión edilicia dada en la Universidad y la Iglesia, es un claro ejemplo de la vinculación que existía en esos años entre el clero y el conocimiento superior; que también podemos constatar, ya que los primeros Rectores de la UBA, resultaron sacerdotes.

En cuanto a inicial composición de esta Casa de Altos Estudios, el historiador Tulio Halperin Dongui, expresaba: “…la organización departamental dada su creación por Saenz no hace sino agrupar instituciones ya establecidas. Seis son esos departamentos, según el proyecto elevado por el Rector en noviembre de 1821: el de primeras letras, el de estudios Preparatorios, el de ciencias exactas (cuyo prefecto fue Senillosa), el de medicina, el de jurisprudencia, y el de ciencias sagradas. (2002, p.30). Donde el Departamento de Exactas, absorbió a la Academia de Matemáticas. Aunque desde el Departamento de Estudios Preparatorios y luego en el Departamento de Exactas, se comenzó a separar de la Filosofía a la Física, la cual esta última adquirió la connotación de

Page 9: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

9

Experimental. Al respecto debemos mencionar el accionar de Juan Crisostomo Lafinur, como profesor de Filosofía, en el Colegio de la Unión del Sur, entre 1819 a 1820; levantando muchas críticas por su particular y renovador enfoque. Con esta relevante diferenciación, encontramos entonces a la Física Experimental, a docentes como el citado Avelino Díaz, y a los de origen italiano, contratados a instancias de Rivadavia con la ayuda de Juan Carlos Larrea, que enunciaba Enrique Daniel Silva, al delimitar su desempeño en la UBA, mencionando a: Pedro Carta Molino, quien supiera desempeñarse entre 1826 a 1827; Octavio Mossoti, entre 1828 a 1835; y Carlos Giuseppe Ferraris, entre 1826 a 1835” (1995, p.126). A los que podemos agregar a Pietro De Angelis, que llegaba en 1827, y fallecía en el país en 1859; y a Carlo Enrico Pellegrini, que arribaba en 1828, y también fallecía en nuestras tierras en 1875. Sobre este último, se debe aclarar que había sido contratado para la construcción del puerto de Bs. As. (el cual no se realizó). Ya instalado en nuestras tierras, se casaría con María Brevans (hija del ingeniero inglés, radicado en el país tiempo atrás), quienes resultaron los padres del Dr. Carlos Enrique José Pellegrini; que posteriormente fuera elegido como Presidente de la Nación, para el período 1890 a 1892. Como también, nos encontraremos, con el proyecto (frustado) del Ing. Carlos Enrique Pellegrini y del Dr. Juan Gutiérrez, de 1855, para promover desde la UBA, la formación de ingenieros.

En cuanto al Departamento de Exactas, José Babini expresaba: “…que debía comprender cátedras de dibujo, de química general, de geometría descriptiva con sus aplicaciones, de cálculo y mecánica, de física experimental, y de astronomía, pero se redujo a las cátedras de dibujo y de geometría”. (1971, p.24). En este sentido García Venturini, expresaba: “En 1822, en el Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, se estableció la Cátedra de Geometría Descriptiva, que surgió al incorporarse la Escuela de Náutica. Fue una transformación de la Academia de Senillosa (Academia Nacional de Matemática), quien quedo a cargo de la misma, hasta 1826 en que renuncio para dedicarse a la Topografía.” (2011, p.70). En función a las cátedras, José Babini expresaba: “En cuanto a la química, su primer profesor e iniciador de estos estudios en la Argentina, es Manuel Romero, que abre el curso en 1823 y renuncia en 1828.” (1986, p.93). Más adelante, Babini mencionaba: “…Al francés Román Chauvet, que parece haber dictado un solo curso en 1827, sobre Cálculo Infinitesimal y sus Aplicaciones a la Mecánica…” (1986, p.93). Sobre Chauvet, el historiador Gregorio Weinberg, daba cuenta de parte del discurso inaugural de apertura a sus clases, el 6 de marzo de 1822 (fecha que no coincidiría con la mencionaba por Babini), cuando expresaba: “Y si no somos todavía capaces de hacer progresar las ciencias, aprovechémonos de los desvelos de los europeos, enriquezcámonos con los esfuerzos que hace su genio para elevar la ciencia al apogeo, y para derramar toda suerte de goces nuevos sobre todas las clases de la sociedad; apliquemos sus descubrimientos a esta interesante parte de la América, saquemos los tesoros que el suelo nos ofrece tan generosamente aquí; trabajemos, en fin, en el progreso de la industria y América mudará de semblante.”(1996,pp.25-26). Conceptos que reflejan cual debería resultar como derrotero a seguir – al menos en cuanto al conocimiento tecnológico – que provenía de Europa, y que América debería equipararse. Aseveraciones, que cobraran un posicionamiento de relevancia, con lo ejecutado posteriormente por la Generación del 80, para fines del siglo XIX.

Sobre el funcionamiento de la Universidad de Buenos Aires, Jorge Ramallo, expresaba: “Los departamentos iniciaron sus actividades en marzo de 1822, pero recién en 1823 se reglamentaron las condiciones de ingreso en las facultades mayores”. (1992, p.78).

También en octubre de 1821, se creaba el Departamento de Ingenieros. Cuya finalidad, Juan C. Nicoleau, la exponía al decir: “Regularán el estado de los caminos, calles, puentes, aguas corrientes o estancadas, formas de aseo y comodidades de los pueblos y de las habitaciones, mercados,

Page 10: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

10

tiendas, como así también de los materiales de construcción”. (2005, p.223). Cuya dirección estaría a cargo del arquitecto francés Próspero Catelin, quien estaba secundado por un segundo ingeniero, dos inspectores, dos dibujantes, un oficial escribiente y, cuatro alumnos (provenientes de la Academia de Matemática, que había sido asimilada a la UBA).

En 1822, se constituía el Departamento de Ingenieros Hidráulicos, siendo su responsable el ingeniero inglés James Bevans, y como Oficial Auxiliar a Juan C. Ramn, posteriormente se incorporaron Juan María Gutiérrez (a quien encontraremos más adelante impulsando la carrera de Ingeniería, como Rector de la UBA, en 1865), y Diego Wellesley Wilde. La tarea encarada, estuvo centrada en proyectos para un puerto en Bs. As. (que no se llevaron a cabo), los servicios de agua potable, dragado y defensas del Río de la Plata. Es decir, nos encontrábamos con dos organismos, para inicios de la década del veinte, en pos de atender los problemas tecnológicos, conformados por profesionales extranjeros, y aquellos locales que podían aportar sus saberes.

El 7 de abril de 1822, se constituía la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, con el impulso dado por Felipe Senillosa. El reglamento de esta Sociedad de Ciencias, el historiador Juan C. Nicoleau, lo reproducía cuando expresaba: “Artículo 1º, Sección 2º, relativo a su organización y a los trabajos a realizar, especificaba que ésta tendría por finalidad ocuparse de las matemáticas especiales (aritmética, álgebra, geometría y aplicación del análisis a la geometría), matemáticas trascendentales (análisis y geometría infinitesimal, mecánica racional, geometría descriptiva, perspectiva y teoría de sombras), ciencias físicas y naturales (física, química, geografía física, zoología, botánica, mineralogía, geología, astronomía, geodesia y topografía), ciencias aplicadas a las artes y los trabajos públicos (construcción de máquinas, puentes y calzadas, fortificación y artillería, construcción naval y navegación) y, finalmente, ciencias aplicadas a las bellas artes (dibujo y arquitectura).” (2005, p.138). Del listado de tópicos enunciados que se pretendían desarrollar, se denota como continuaba latente el aspecto militar, como también sobresalen las temáticas referidas a la mensura. Asimismo, se debe señalar, la voluminosa cantidad de cuestiones que se proponían abordar, preguntándonos, sí para esos años existían profesionales acordes para la profundización de tales saberes, y simultáneamente sí contábamos con bibliografía a nuestro alcance, o sí había equipamiento y material, para llevar a cabo las experimentaciones pertinentes. Interrogantes, que nos inducen a catalogar al enunciado anterior, como una relevante intencionalidad, pero que en los hechos seguramente no logro consolidarse. Al respecto, podemos enunciar que por ejemplo, el laboratorio de física – química, que podemos rotular de modelo y moderno, había sido gestionado por Rivadavia en Londres, a la casa Hullet Hnos. y Cía; el cual fue custodiado su viaje por Pedro Carta Molino (extraído de Alma Novella Mariani, 1987, pp.16-28). El cual, de acuerdo con el listado provisto, sólo resultaba con elementos e instrumental indispensable, para llevar a cabo prácticas de laboratorio de tipo académico básico, y que se implementara en la naciente Universidad de Buenos Aires.

El 27 de mayo de 1822, a instancias de B. Rivadavia, se proponía la creación del Museo de Historia Natural. El cual iniciaba sus actividades el 31 de diciembre de 1823, ubicado en las galerías altas del Convento de Santo Domingo, cuyo primer Director fuera designado Carlos Ferraris.

El 25 de septiembre de 1824, se formaba la Comisión Topográfica, (la cual es suprimida en 1826, para crearse ese mismo año el Departamento General de Topográfica y Estadística) la que estaba conformada por Felipe Senillosa, Próspero Catelín, y Juan José Marc. Que al respecto Juan C. Nicoleau, exponía en cuanto a sus objetivos, al decir: “a) Efectuar las mensuras de las tierras de acuerdo a un método uniforme y permanente. b) Colocar mojones y su conservación, como límite de las propiedades. c) Preparar un proyecto de ley, que permitiera construir caminos directos o de

Page 11: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

11

vecinidad.” (2005, p.202). Es decir las típicas tareas que requerían la incipiente ordenación y urbanización. De un trabajo realizado entre F. Senillosa y O. Mossotti, dado que se desempeñaron juntos en el citado Departamento, establecieron experimentalmente la equivalencia de la vara con el metro, estableciéndose que 1 vara – 866 mm. Dichas experiencias las publicaba Senillosa, en 1835, bajo el título “Memorias sobre pesas y medidas”. Vale aclarar, que Mossotti, a pedido del Ministro Juan R. Balcarce, elevaba el 7 de diciembre de 1827, la incorporación del científico italiano al Departamento de Topografía, resultando satisfecha el 12 de diciembre de ese año, por nota refrendada por la Comisión presidida por Vicente López, y los integrantes de dicho organismo, conformado por: Felipe Senillosa y Avelino Díaz.

También debemos tener en cuenta, las gestiones realizadas por B. Rivadavia, para mejorar la ciudad, recurriendo a Enrique Daniel Silva, damos cuenta cuando expresaba: “…se obtiene un empréstito de la Banca de Baring, en 1824, con la finalidad de llevar a cabo obras de infraestructura, que no se ejecutaron, y cuyos fondos fueron dilapidados” (2009, pp.26-27). Las obras de infraestructura referidas se focalizarían al tratamiento del agua, y debemos señalar que este empréstito resulto otorgado (sobre el cual nos referimos anteriormente) pero evidentemente fueron derivados a los bolsillos de la dirigencia de la época, constituyéndose en el comienzo de nuestra deuda externa. Temática también planteada, al referirnos a la citada Ley de Enfiteusis.

Así entonces, pasamos revista de las acciones implementadas de índole académico y tecnológico, desarrolladas para el período 1800 a 1825, en pos de atender las demandas que reseñamos bajo el subtítulo: “A modo de recreación de la problemática de la época”. Las cuales se originaban dadas las exigencias de una ciudad, como Buenos Aires, que se estaba conformando, por tanto se necesitaban improntas propias e intrínsecas al momento epocal contemplado. Sin perder de vista como el estigma de la corrupción dirigencial, que se materializaba a favor de un determinado sector social, retrasando obras que lógicamente hubieran resultado muy favorables para la sociedad.

CONCLUSION

Nuestra consigna de trabajo, en el presente material se había planteado, en cómo para el período acotado entre 1800 a 1825, los problemas sociales, que demandaban soluciones técnico – tecnológicas, se fueron atendiendo, aún con la ausencia de profesionales adecuados en forma autóctona. En cuanto a la delimitación de los problemas que aquejaban en esa época, sobre los cuales realizamos una recreación, los encontramos focalizados en cuestiones derivadas de la construcción, en base a una incipiente urbanización que trataba de ordenar a nuestra ciudad de Bs. As, sin dejar de lado la imperiosa cuestión de la defensa militar. Alternativas que resultaron atendidas, desde el ejercicio profesional de Ingenieros y/o Arquitectos foráneos. Al respecto, debemos tener en cuenta que la formación sistemática de Ingenieros inicialmente resultaba de origen militar, surgiendo en Europa en 1747, y por tanto algunos de sus egresados, los encontraremos involucrados con brindarnos soluciones. En este sentido podemos mencionar a: los españoles Azara Félix, Cerviño Pedro, Sentenach Felipe, García Pedro A; Senillosa Felipe; el francés Catelin Próspero; el inglés Santiago Bevans; y al mexicano Lanz José. Sobre los cuales, podemos mencionar parte de sus obras. Por ejemplo a Felipe Senillosa, fue el constructor de la Iglesia de San José de Flores, en 1831. Al año siguiente llevaba a cabo la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en Chascomús; y la residencia de J.M de Rosas, en Palermo, que concluía en 1838.

También podemos citar a Próspero Catelín, que construyo la Sala de Representantes, en 1821, la cual contaba con dos entradas, una por la actual calle Moreno (antes San Francisco), para ser

Page 12: Web viewLa Atención de los problemas sociales de índole tecnológica, para comienzos del siglo XIX, en Argentina. Dr. Enrique Daniel Silva (Director) Ing

12

utilizada por el pueblo, y la otra por la actual calle Perú (antes San José), para los representantes del gobierno, ubicada en la denominada Manzana de las Luces. Otra de sus obras, fue el Pórtico de la Catedral Metropolítana, iniciado en 1822; y también diseño el Cementerio del Norte (hoy conocido como de la Recoleta), en 1822.

Como también merecen una mención los profesionales de origen italiano, que en una primera instancia, se vincularon con la UBA, aunque luego se insertaron en trabajos de su especialidad en el ámbito privado o en organismos dependiendo del Estado.

Asimismo se deben tener en cuenta, el aporte realizado por los primeros matemáticos locales, egresados de las Escuelas/Académicas, que surgieron luego de la Revolución de Mayo, un claro ejemplo, lo encontramos en la figura de Avelino Díaz. Los cuales supieron aplicar sus saberes, a las demandas originadas en las mensuras de terrenos, entre otros problemas; temáticas que según los planes estudio planteados, desarrollaban estas cuestiones. Aplicaciones que nos retrotraen a los orígenes de la matemática, que podemos reseñar cuando Leonardo Moledo y Nicolás Olszevicki, expresaban: “…hay que decir que las civilizaciones babilónicas, aquellas que ocupaban la Mesopotamia inferior o baja Mesopotamia, tuvieron una herramienta crucial en el manejo de los números, porque desarrollaron un sistema de numeración con dos rasgos originales, respecto de todos los sistemas antiguos.” (2014, p.22). Por tanto, resulta totalmente permeable que si dejamos de lado a la denominada “matemática pura”, observamos como entonces las soluciones técnicas, encuentran su factible respuesta, en la matemática aplicada. Lo acontecido, en el lapso de tiempo analizado en nuestras tierras lo permite corroborar. Asimismo, se denota como a partir de 1820, comienzan a crearse organismos, en pos de pretender establecer pautas para organizar la infraestructura que se estaba generando, que denotaba el énfasis del gobierno, para ordenar estas cuestiones.

Ahora bien, resulta bastante significativo, que en las distintas acciones impulsadas, en función de paliar, las necesidades tecnológicas; se presenta conformado, por un grupo pequeño de profesionales ya que nos encontramos con los mismos apellidos, figurando en distintas acciones tanto participando en los organismos creados, como en tareas educativas. Instancia que nos llevará a plantear, que los especialistas abocados a resolver los problemas que aquejaban la sociedad, de índole tecnológico, resultaban escasos. Aunque vale anunciar, que cuando contábamos con egresados de Ingeniería, en nuestro país, a partir de 1869, los mismos no encontraron una inmediata inserción laboral, ya que la dirigencia y las familias pudientes de la época, estaban encandiladas por el espíritu progresista, que devenía del positivista hegemónico, para fines del siglo XIX; por tanto se continúo contratando profesionales tecnológicos provenientes de Europa. Paradoja relevante, ya que cuando no habían ingenieros locales, resultaba obvio que se trajeran de afuera, pero cuando comenzaron a egresar del Dpto. de Ciencias Exactas de la UBA, para fines de 1800, supo prevalecer la tendencia, que se había instalado desde los albores de nuestro naciente país. Circunstancia que nos trae aparejado otro inconveniente de índole cultural, el cual se encarama en el imaginario del colectivo social; que para este caso resultó de larga trayectoria y permanencia en el tiempo.