Enciclica "Mater et Magistra"

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Juan XXIII

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Juan XXIII - Mater et Magistrahttp://www.vatic an.va/holy_father/john_xxiii/enc yc lic als/doc uments/hf_j-xxiii_enc _15051961_mater_sp.html January 24, 2012 CARTA ENCCLICA MATER ET MAGISTRA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII SOBRE EL RECIENTE DESARROLLO DE LA CUESTIN SOCIAL A LA LUZ DE LA DOCTRINA CRISTIANA A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMS ORDINARIOS DE LUGAR EN PAZ Y COMUNIN CON ESTA SEDE APOSTLICA, A TODOS LOS SACERDOTES Y FIELES DEL ORBE CATLICO Venerables hermanos y queridos hijos, salud y bendicin apostlica INTRODUCCIN 1. Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia c atlic a fue fundada c omo tal por Jesuc risto para que, en el transc urso de los siglos, enc ontraran su salvac in, c on la plenitud de una vida ms exc elente, todos c uantos haban de entrar en el seno de aqulla y rec ibir su abrazo. A esta Iglesia, columna y fundamente de la verdad (1Tim 3,15), c onfi su divino fundador una doble misin, la de engendrar hijos para s, y la de educ arlos y dirigirlos, velando c on maternal solic itud por la vida de los individuos y de los pueblos, c uya superior dignidad mir siempre la Iglesia c on el mximo respeto y defendi c on la mayor vigilanc ia. 2. La doc trina de Cristo une, en efec to, la tierra c on el c ielo, ya que c onsidera al hombre c ompleto, alma y c uerpo, inteligenc ia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las c ondic iones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un da ha de gozar de felic idad y de paz imperec ederas. 3. Por tanto, la santa Iglesia, aunque tiene c omo misin princ ipal santific ar las almas y hac erlas partc ipes de los bienes sobrenaturales, se preoc upa, sin embargo, de las nec esidades que la vida diaria plantea a los hombres, no slo de las que afec tan a su dec oroso sustento, sino de las relativas a su inters y prosperidad, sin exc eptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes poc as. 4. Al realizar esta misin, la Iglesia c umple el mandato de su fundador, Cristo, quien, si bien atendi princ ipalmente a la salvac in eterna del hombre, c uando dijo en una oc asin : Yo soy el c amino, la verdad y la vida (Jn 14,6); y en otra: Yo soy la luz del mundo (Jn 8,12), al c ontemplar la multitud hambrienta, exc lam c onmovido: Siento c ompasin de esta muc hedumbre (Mc 8,2), demostrando que se preoc upaba tambin de las nec esidades materiales de los pueblos. El Redentor manifest este c uidado no slo c on palabras, sino c on hec hos, y as, para c almar el hambre de las multitudes, multiplic ms de una vez el pan milagrosamente. 5. Con este pan dado c omo alimento del c uerpo, quiso signific ar de antemano aquel alimento c elestial de las almas que haba de entregar a los hombres en la vspera de su pasin. 6. Nada, pues, tiene de extrao que la Iglesia c atlic a, siguiendo el ejemplo y c umpliendo el mandato de Cristo, haya mantenido c onstantemente en alto la antorc ha de la c aridad durante dos milenios, es dec ir, desde la instituc in del antiguo diac onado hasta nuestros das, as c on la enseanza de sus prec eptos c omo c on sus ejemplos innumerables; c aridad que, uniendo armoniosamente las enseanzas y la prc tic a del mutuo amor, realiza de modo admirable el mandato de ese doble dar que c ompendia por entero la doc trina y la ac c in soc ial de la Iglesia. 7. Ahora bien, el testimonio ms insigne de esta doc trina y ac c in soc ial, desarrolladas por la Iglesia a lo largo de los siglos, ha sido y es, sin duda, la luminosa enc c lic a Rerum novarum, promulgada hac e setenta aos por nuestro predec esor de inmortal memoria Len XIII para definir los princ ipios que haban de resolver el problema de la situac in de los trabajadores en armona c on las normas de la doc trina c ristiana (Acta Leonis XIII, XI, 1891, pp. 97-144). 8. Poc as vec es la palabra de un Pontfic e ha obtenido c omo entonc es resonanc ia tan universal por el peso y alc anc e de su argumentac in y la fuerza expresiva de sus afirmac iones. En realidad, las normas y llamamientos de Len XIII adquirieron tanta importanc ia que de ningn modo podrn olvidarse ya en los suc esivo. Se abri c on ellos un c amino ms amplio a la ac c in de la Iglesia c atlic a, c uyo Pastor supremo, sintiendo c omo propios los daos, los dolores y las aspirac iones de los humildes y de los oprimidos, se c onsagr entonc es c ompletamente a vindic ar y rehabilitar sus derec hos. 9. No obstante el largo perodo transc urrido desde la public ac in de la admirable enc c lic a Rerum novarum, su influenc ia se mantiene vigorosa aun en nuestros das. Primero,. en los doc umentos de los Sumos Pontfic es que han suc edido a Len XIII, todos los c uales, c uando abordan materias ec onmic as y soc iales, toman siempre algo de la enc c lic a leoniana para ac larar su verdadero signific ado o para aadir nuevo estmulo a la voluntad de los c atlic os. Pero, adems, la Rerum novarum mantiene su influjo en la organizac in pblic a de no poc as nac iones. Tales hec hos c onstituyen evidente prueba de que tanto los princ ipios c uidadosamente analizados c omo las normas prc tic as y las advertenc ias dadas c on paternal c ario en la gran enc c lic a de nuestro predec esor c onservan tambin en nuestros das su primitiva autoridad. Ms an, pueden proporc ionar a los hombres de nuestra poc a nuevos y saludables c riterios para c omprender realmente las proporc iones c onc retas de la c uestin soc ial, c omo hoy se presenta, y para dec idirlos a asumir las responsabilidades nec esarias. I. Enseanzas de la encclica Rerum novarum y su desarrollo posterior en el magisterio de Po XI y Po XII 10. Las enseanzas que aquel sapientsimo Pontfic e dio a la humanidad brillaron c on una luz tanto ms c lara c uanto ms espesas eran las tinieblas de aquella poc a de profundas transformac iones en lo ec onmic o y en lo poltic o y de terribles c onvulsiones en lo soc ial. Situacin econmica y social 11. Como es sabido, por aquel entonc es la c onc epc in del mundo ec onmic o que mayo difusin teric a y vigenc ia prc tic a haba alc anzado

era una c onc epc in que lo atribua absolutamente todo a las fuerzas nec esarias de la naturaleza y negaba, por tanto, la relac in entre las leyes morales y las leyes ec onmic as. Motivo nic o de la ac tividad ec onmic a, se afirmaba, es el exc lusivo provec ho individual. La nic a ley suprema reguladora de las relac iones ec onmic as entre los hombres es la libre e ilimitada c ompetenc ia. Intereses del c apital, prec ios de las merc anc as y de los servic ios, benefic ios y salarios han de determinarse nec esariamente, de modo c asi mec nic o, por virtud exc lusiva de las leyes del merc ado. El poder pblic o debe abstenerse sobre todo de c ualquier intervenc in en el c ampo ec onmic o. El tratamiento jurdic o de las asoc iac iones obreras variaba segn las nac iones: en unas estaban prohibidas, en otras se toleraban o se las rec onoc a simplemente c omo entidades de derec ho privado. 12. En el mundo ec onmic o de aquel entonc es se c onsideraba legtimo el imperio del ms fuerte y dominaba c ompletamente en el terreno de las relac iones c omerc iales. De este modo, el orden ec onmic o qued radic almente perturbado. 13. Porque mientras las riquezas se ac umulaban c on exc eso en manos de unos poc os, las masas trabajadoras quedaban sometidas a una miseria c ada da ms dura. Los salarios eran insufic ientes e inc luso de hambre; los proletarios se vean obligados a trabajar en c ondic iones tales que amenazaban su salud, su integridad moral y su fe religiosa. Inhumanas sobre todo resultaban las c ondic iones de trabajo a las que eran sometidos c on exc esiva frec uenc ia los nios y las mujeres. Siempre amenazador se c erna ante los ojos de los asalariados el espec tro del paro. la familia viva sujeta a un proc eso paulatino de desintegrac in. 14. Como c onsec uenc ia, oc urra, naturalmente, que los trabajadores, indignados de su propia suerte, pensaban rec hazar pblic amente esta injusta situac in; y c undan de igual modo entre ellos c on mayor amplitud los designios de los revoluc ionarios, quienes les proponan remedios muc hos peores qu los males que haba que remediar. La Rerum novarum , suma de la doctrina social catlica 15. Llegada la situac in a este punto, public Len XIII, c on la Rerum novarum, su mensaje soc ial fundado en las exigenc ias de la propia naturaleza humana e inspirado en los princ ipios y en el espritu del Evangelio, mensaje que, si bien susc it, c omo es frec uente, algunas disc repanc ias, obtuvo, sin embargo, universal admirac in y general aplauso. En realidad, no era la primera vez que la Sede Apostlic a, en lo relativo a intereses temporales, ac uda a la defensa de los nec esitados. Otros doc umentos de nuestro predec esor Len XIII, de feliz memoria, haban ya abierto c amino al que ac abamos de menc ionar. Fue, sin embargo, la enc c lic a Rerum novarum, la que formul, pro primera vez, una c onstruc c in sistemtic a de los princ ipios y una perspec tiva de aplic ac iones para el futuro. Por lo c ual, c on toda razn juzgamos que hay que c onsiderarla c omo verdadera suma de la doc trina c atlic a en el c ampo ec onmic o y soc ial. 16. Se ha de rec onoc er que la public ac in de esta enc c lic a demostr no poc a audac ia. Porque mientras algunos no tenan reparos en ac usar a la Iglesia c atlic a, c omo si sta, ante la c uestin soc ial, se limitase a predic ar a los pobres la resignac in y a los ric os la generosidad, Len XIII no vac il en proc lamar y defender abiertamente los sagrados derec hos de los trabajadores. Al inic iar la exposic in de los princ ipios de la doc trina c atlic a en materia soc ial, dec lar paladinamente: Confiados y c on pleno derec ho nuestro inic iamos el tratamiento de esta c uestin, ya que se trata de un problema c uya soluc in viable ser absolutamente nula si no se busc a bajo los auspic ios de la religin y de la Iglesia (c f. Acta Leonis XIII, XI, 1891, p. 107). 17. Os son perfec tamente c onoc idos, venerables hermanos, los princ ipios bsic os expuestos por aquel eximio Pontfic e c on tanta c laridad c omo autoridad, a tenor de los c uales debe rec onstruirse, por c ompleto la c onvivenc ia humana en lo que se refiere a las realidades ec onmic as y soc iales. 18. Primeramente, c on relac in al trabajo, ensea que ste de ninguna manera puede c onsiderarse c omo una merc anc a c ualquiera, porque proc ede direc tamente de la persona humana. Para la gran mayora de los hombres, el trabajo es, en efec to, la nic a fuente de su dec oroso sustento. Por esto no puede determinar su retribuc in la mera prc tic a del merc ado, sino qu han de fijarla las leyes de la justic ia y de la equidad; en c aso c ontrario, la justic ia quedara lesionada por c ompleto en los c ontratos de trabajo, aun c uando stos se hubiesen estipulado libremente por ambas partes. 19. A lo dic ho ha de aadirse que el derec ho de poseer privadamente bienes, inc luidos los de c arc ter instrumental, lo c onfiere a c ada hombre la naturaleza, y el Estado no es dueo en modo alguno de abolirlo. Y c omo la propiedad privada lleva naturalmente intrnsec a una func in soc ial, por eso quien disfruta de tal derec ho debe nec esariamente ejerc itarlo para benefic io propio y utilidad de los dems. 20. Por lo que toc a al Estado, c uyo fin es proveer al bien c omn en el orden temporal, no puede en modo alguno permanec er al margen de las ac tividades ec onmic as de los c iudadanos, sino que, por el c ontrario, la de intervenir a tiempo, primero, para que aqullos c ontribuyan a produc ir la abundanc ia de bienes materiales, c uyo uso es nec esario para el ejerc ic io de la virtud (Santo Toms de Aquino, De regimine principum, I, 15), y, segundo, para tutelar los derec hos de todos los c iudadanos, sobre todo de los ms dbiles, c uales son los trabajadores, las mujeres y los nios. Por otra parte, el Estado nunc a puede eximirse de la responsabilidad que le inc umbe de mejorar c on todo empeo las c ondic iones de vida de los trabajadores. 21. Adems, c onstituye una obligac in del Estado vigilar que los c ontratos de trabajo se regulen de ac uerdo c on la justic ia y la equidad, y que, al mismo tiempo, en los ambientes laborales no sufra mengua, ni en el c uerpo ni en el espritu, la dignidad de la persona humana. A este respec to, en la enc c lic a de Len XIII se exponen las bases fundamentales del orden justo y verdadero de la c onvivenc ia humana, que han servido para estruc tura, de una u otra manera, la legislac in soc ial de los Estados en la poc a c ontempornea, bases que, c omo ya observaba Po XI, nuestro predec esor de inmortal memoria, en la enc c lic a Quadragesimo anno, han c ontribuido no poc o al nac imiento y desarrollo de una nueva disc iplina jurdic a, el llamado derecho laboral. 22. Se afirma, por otra parte, en la misma enc c lic a que los trabajadores tienen el derec ho natural no slo de formar asoc iac iones propias o mixtas de obreros y patronos, c on la estruc tura que c onsideren ms adec uada al c arc ter de su profesin, sino, adems, para moverse sin obstc ulo alguno, libremente y por propia inic iativa, en el seno de dic has asoc iac iones, segn lo exijan sus intereses. 23. Por ltimo, trabajadores y empresarios deben regular sus relac iones mutuas inspirndose en los princ ipios de solidaridad humana y c ristiana fraternidad, ya qu tanto la libre c ompetenc ia ilimitada que el liberalismo propugna c omo la luc ha de c lases que el marxismo predic a son totalmente c ontrarias a la naturaleza humana y a la c onc epc in c ristiana de la vida.

24. He aqu, venerables hermanos, los princ ipios fundamentales que deben servir de base a un sano orden ec onmic o y soc ial. 25. No ha de extraarnos, por tanto, que los c atlic os ms c ualific ados, sensibles al llamamiento de la enc c lic a, hayan dado vida a mltiples obras para c onvertir en realidad prc tic as el c ontenido de aquellos princ ipios. En la misma lnea se han movido tambin, impulsados por exigenc ias objetivas de la naturaleza, hombres eminentes de todos los pases del mundo. 26. Con toda razn, pues, ha sido y es rec onoc ida hasta hoy la enc c lic a Rerum novarum c omo la Carta Magna de la instaurac in del nuevo orden ec onmic o y soc ial. La encclica Quadragesimo anno 27. Po XI, nuestro predec esor de feliz memoria, al c umplirse los c uarenta aos de la public ac in de aquel insigne c digo, c onmemor esta solemnidad c on la enc c lic a Quadragesimo anno. 28. En este doc umento, el Sumo Pontfic e c onfirma, ante todo, el derec ho y el deber de la Iglesia c atlic a de c ontribuir primordialmente a la adec uada soluc in de los gravsimos problemas soc iales que tanto angustian a la humanidad; c orrobora despus los princ ipios y c riterios prc tic os de la enc c lic a de Len XIII, inc ulc ando normas ajustadas a los nuevos tiempos; y aprovec ha, en fin, la oc asin para ac larar c iertos puntos doc trinales sobre los qu dudaban inc luso algunos c atlic os y para ensear c mo haba de aplic arse la doc trina c atlic a en el c ampo soc ial, en c onsonanc ia c on los c ambios de la poc a. 29. Dudaban algunos entonc es sobre el c riterio que deban sostener realmente los c atlic os ac erc a de la propiedad privada, la retribuc in obligatoria de la mano de obra y, finalmente, la tendenc ia moderada del soc ialismo. 30. En lo que toc a al primer punto, nuestro predec esor reitera el origen natural del derec ho de propiedad privada, analizando y ac larando, adems, el fundamento de su func in soc ial. 31. En c uanto al rgimen del salariado, rec haza primero el augusto Pontfic e la tesis de los que lo c onsideran esenc ialmente injusto; reprueba a c ontinuac in las formas inhumanas o injustas c on que no poc as vec es se ha llevado a la prc tic a, y expone, por ultimo, los c riterios y c ondic iones que han de observarse para que dic ho rgimen no se aparte de la justic ia y de la equidad. 32. Ensea de forma c lara, en esta materia, nuestro predec esor que en las presentes c irc unstanc ias c onviene suavizar el c ontrato de trabajo c on algunos elementos tomados del c ontrato de soc iedad, de tal manera que los obreros y los empleados compartan el dominio y la administracin o participen en cierta medida de los beneficios obtenidos (c f. Acta Apostolicae Sedis 23 (1931) p. 199). 33. Es asimismo de suma importanc ia doc trinal y prc tic a la afirmac in de Po XI de que el trabajo no se puede valorar justamente ni retribuir con equidad si no se tiene en cuanto su doble naturaleza, social e individual (Ibd., p. 200). Por c onsiguiente, al determinar la remunerac in del trabajo, la justic ia exige que se c onsideren las nec esidades de los propios trabajadores y de sus respec tivas familias, pero tambin la situac in real de la empresa en que trabajan y las exigenc ias del bien c omn ec onmic o (Ibd., p.201). 34. El Sumo Pontfic e manifiesta adems que la oposic in entre el c omunismo y el c ristianismo es radic al. Y aade qu los c atlic os no pueden aprobar en modo alguno la doc trina del soc ialismo moderado. En primer lugar, porque la c onc epc in soc ialista del mundo limita la vida soc ial del hombre dentro del marc o temporal, y c onsidera, pro tanto, c omo supremo objetivo de la soc iedad c ivil el bienestar puramente material; y en segundo trmino, porque, al proponer c omo meta exc lusiva de la organizac in soc ial de la c onvivenc ia humana la produc c in de bienes materiales, limita extraordinariamente la libertad, olvidando la genuina noc in de autoridad soc ial. Cambio histrico 35. No olvid, sin embargo, Po XI que, a lo largo de los c uarenta aos transc urridos desde la public ac in de la enc c lic a de Len XIII, la realidad de la poc a haba experimentado profundo c ambio. Varios hec hos lo probaba, entre ellos la libre c ompetenc ia, la c ual, arrastrada por su dinamismo intrnsec o, haba terminado por c asi destruirse y por ac umular enorme masa de riquezas y el c onsiguiente poder ec onmic o en manos de unos poc os, los c uales, la mayora de las vec es, nos son dueos, sino slo depositarios y administradores de bienes, que manejan al arbitrio de su voluntad (Ibd., p.201ss). 36. Por tanto, c omo advierte c on ac ierto el Sumo Pontfic e, la dic tadura ec onmic a ha suplantado al merc ado libre; al deseo de luc ro ha suc edido la desenfrenada ambic in del poder; la ec onoma toda se ha hec ho horriblemente dura, inexorable, c ruel (Ibd., p.211). De aqu se segua lgic amente que hasta las func iones pblic as se pusieran al servic io de los ec onmic amente poderosos; y de esta manera las riquezas ac umuladas tiranizaban en c ierto modo a todas las nac iones. 37. Para remediar de modo efic az esta dec adenc ia de la vida pblic a, el Sumo Pontfic e seala c omo c riterios prc tic os fundamentales la reinserc in del mundo ec onmic o en el orden moral y la subordinac in plena de los intereses individuales y de grupo a los generales del bien c omn. Esto exige, en primer lugar, segn las enseanzas de nuestro predec esor, la rec onstruc c in del orden soc ial mediante la c reac in de organismos intermedios de c arc ter ec onmic o y profesional, no impuestos por el poder del Estado, sino autnomos; exige, adems, que las autoridades, restablec iendo su func in, atiendan c uidadosamente al bien c omn de todos, y exige, por ltimo, en el plano mundial, la c olaborac in mutua y el interc ambio frec uente entre las diversas c omunidades poltic as para garantizar el bienestar de los pueblos en el c ampo ec onmic o. 38. Mas los princ ipios fundamentales que c arac terizan la enc c lic a de Po XI pueden reduc irse a dos. Primer princ ipio: prohibic in absoluta de que en materia ec onmic a se establezc a c omo ley suprema el inters individual o de grupo, o la libre c ompetenc ia ilimitada, o el predominio abusivo de los ec onmic amente poderosos, o el prestigio de la nac in, o el afn de dominio, u otros c riterios similares. 39. Por el c ontrario, en materia ec onmic a es indispensable que toda ac tividad sea regida por la justic ia y la c aridad c omo leyes supremas del orden soc ial. 40. El segundo princ ipio de la enc c lic a de Po XI manda que se establezc a un orden jurdic o, tanto nac ional c omo internac ional, qu, bajo en influjo rec tor de la justic ia soc ial y por medio de un c uadro de instituc iones pblic as y privadas, permita a los hombres dedic ados a las tareas ec onmic as armonizar adec uadamente su propio inters partic ular c on el bien c omn. El radiomensaje "La Solennit" 41. Tambin ha c ontribuido no poc o nuestro predec esor de inmortal memoria Po XI a esta labor de definir los derec hos y obligac iones de la vida soc ial. El 1 de junio de 1941, en la fiesta de Pentec osts, dirigi un radiomensaje al orbe entero para llamar la atenc in del mundo c atlic o sobre un ac ontec imiento digno de ser esc ulpido c on c arac teres de oro en los fastos de la Iglesia; el quinc uagsimo aniversario de la public ac in de la trasc endental enc c lic a "Rerum novarum", de Len XIII (c f Acta Apostolicae Sedis 33 (1941) p. 196); y para rendir humildes grac ias a Dios omnipotente por el don que, hac e c inc uenta aos, ofrend a la Iglesia c on aquella enc c lic a de su Vic ario en la tierra, y para alabarle por el aliento del Espritu renovador que por ella, desde entonc es en manera siempre c rec iente, derram sobre todo el gnero humano (Ibd., p. 197).

42. En este radiomensaje, aquel gran Pontfic e reivindic a para la Iglesia la indisc utible c ompetenc ia de juzgar si las bases de un orden soc ial existente estn de ac uerdo c on el orden inmutable que Dios, Creador y Redentor, ha promulgado por medio del derec ho natural y de la revelac in ((Ibd., p. 196); c onfirma la vitalidad perenne y fec undidad inagotable de las enseanzas de la enc c lic a de Len XIII, y aprovec ha la oc asin para explic ar ms profundamente las enseanzas de la Iglesia c atlic a sobre tres c uestiones fundamentales de la vida soc ial y de la realidad ec onmic a, a saber: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia, c uestiones todas que, por estar mutuamente entrelazadas y unidas, se apoyan unas a otras (Ibd., p. 198s.). 43. Por lo que se refiere a la primera c uestin, nuestro predec esor ensea que el derec ho de todo hombre a usar de los bienes materiales para su dec oroso sustento tiene que ser estimado c omo superior a c ualquier otro derec ho de c ontenido ec onmic o y, por c onsiguiente, superior tambin al derec ho de propiedad privada. Es c ierto, c omo advierte nuestro predec esor, que el derec ho de propiedad privada sobre los bienes se basa en el propio derec ho natural; pero, segn el orden establec ido por Dios, el derec ho de propiedad privada no puede en modo alguno c onstituir un obstc ulo para que sea satisfec ha la indestruc tible exigenc ia de que los bienes c reados por Dios para provec ho de todos los hombres lleguen c on equidad a todos, de ac uerdo c on los princ ipios de la justic ia y de la c aridad (Ibd., p. 199). 44. En orden al trabajo, Po XII, reiterando un princ ipio que se enc uentra en la enc c lic a de Len XIII, ensea que ha de ser c onsiderado c omo un deber y un derec ho de todos y c ada uno de los hombres. En c onsec uenc ia, c orresponde a ellos, en primer trmino, regular sus mutuas relac iones de trabajo: Slo en el c aso de que los interesados no quieran o no puedan c umplir esta func in, es deber del Estado intervenir en la divisin y distribuc in del trabajo, segn la forma y medida que requiera el bien c omn, rec tamente entendido (c f Acta Apostolicae Sedis 33 (1941) p. 201). 45. Por lo que toc a a la familia, el Sumo Pontfic e afirma c laramente que la propiedad privada de los bienes materiales c ontribuye en sumo grado a garantizar y fomentar la vida familiar, ya que asegura oportunamente al padre la genuina libertad qu nec esita para poder c umplir los deberes qu le ha impuesto Dios en lo relativo al bienestar fsic o, espiritual y religioso de la familia (Ibd., p. 202). De aqu nac e prec isamente el derec ho de la familia a emigrar, punto sobre el c ual nuestro predec esor advierte a los gobernantes, lo mismo a los de los pases que permiten la emigrac in que a los que ac eptan la inmigrac in, que rec hac en c uanto disminuya o menosc abe la mutua y sinc era c onfianza entre sus nac iones (Ibd., p. 203). Si unos y otros ponen en prc tic a esta poltic a, se seguirn nec esariamente grandes benefic ios para todos, c on el aumento de los bienes temporales y el progreso de la c ultura humana. Ulteriores cambios 46. El Estado de c osas, que, al tiempo de la c onmemorac in de Po XII, haba ya c ambiado muc ho c on relac in a la poc a inmediatamente anterior, en estos ltimos veinte aos ha sufrido profundas transformac iones en el interior de los pases y en la esfera de sus relac iones mutuas. 47 En el c ampo c ientfic o, tc nic o y ec onmic o se registran en nuestros das las siguientes innovac iones: el desc ubrimiento de la energa atmic a y sus progresivas aplic ac iones, primero en la esfera militar y despus en el c ampo c ivil; las c asi ilimitadas posibilidades desc ubiertas por la qumic a en el rea de las produc c iones sinttic as; la extensin de la automatizac in, sobre todo en los sec tores de la industria y de los servic ios; la modernizac in progresiva de la agric ultura; la c asi desaparic in de las distanc ias entre los pueblos, sobre todo por obra de la radio y de la televisin; la veloc idad c rec iente de los transportes de toda c lase y, por ltimo, la c onquista ya inic iada de los espac ios interplanetarios. 48 En el c ampo soc ial, ha aqu los avanc es de ltima hora: se han desarrollado los seguros soc iales; en algunas nac iones ec onmic amente ms ric as, la previsin soc ial ha c ubierto todos los riesgos posibles de los c iudadanos; en los movimientos sindic ales se ha ac entuado la c onc ienc ia de responsabilidad del obrero ante los problemas ec onmic os y soc iales mas importantes. Asimismo se registran la elevac in de la instruc c in bsic a de la inmensa mayora de los c iudadanos; el auge, c ada vez ms extendido, del nivel de vida; la c rec iente frec uenc ia c on que ac tualmente pasan los hombres de un sec tor de la industria a otro y la c onsiguiente reduc c in de separac iones entre las distintas c lases soc iales; el mayor inters del hombre de c ultura media por c onoc er los hec hos de ac tualidad mundial. Pero, simultneamente, c ualquiera puede advertir que el gran inc remento ec onmic o y soc ial experimentado por un c rec iente nmero de nac iones ha ac entuado c ada da ms los evidentes desequilibrios que existe, primero entre la agric ultura y la industria y los servic io generales; luego, entre zonas de diferente prosperidad ec onmic a en el interior de c ada pas, y, por ltimo, en el plano mundial, entre los pases de distinto desarrollo ec onmic o. 49 En el c ampo poltic o son igualmente numerosas las innovac iones rec ientes: en muc hos pases todas las c lases soc iales tienen ac c eso en la ac tualidad a los c argos pblic os; la intervenc in de los gobernantes en el c ampo ec onmic o y soc ial es c ada da ms amplia; los pueblos afroasitic os, despus de rec hazar el rgimen administrativo propio del c olonialismo, han obtenido su independenc ia poltic a; las relac iones internac ionales han experimentado un notable inc remento, y la interdependenc ia de los pueblos se est ac entuando c ada das ms; han surgido c on mayor amplitud organismos de dimensiones mundiales que, superando un c riterioestric tamente nac ional, atienden a la utilidad c olec tiva de todos los pueblos en el c ampo ec onmic o, soc ial, c ultural, c ientfic o o poltic o. Motivos de esta nueva encclica 50 Nos, por tanto, a la vista de lo anteriormente expuesto, sentimos el deber de mantener enc endida la antorc ha levantada por nuestros grandes predec esores y de exhortar a todos a que ac epten c omo luz y estmulo las enseanzas de sus enc c lic as, si quieren resolver la c uestin soc ial por los c aminos ms ajustados a las c irc unstanc ias de nuestro tiempo. Juzgamos, por tanto, nec esaria la public ac in de esta nuestra enc c lic a, no ya slo para c onmemorar justamente la Rerum novarum, sino tambin para que, de ac uerdo c on los c ambios de la poc a, subrayemos y ac laremos c on mayor detalle, por una parte, las enseanzas de nuestros predec esores, y por otra, expongamos c on c laridad el pensamiento de la Iglesia sobre los nuevos y ms importantes problemas del momento. II. Puntualizacin y desarrollo de las enseanzas sociales de los Pontfices anteriores Iniciativa privada e intervencin de los poderes pblicos en el campo econmico 51. Como tesis inic ial, hay que establec er que la ec onoma debe ser obra, ante todo, de la inic iativa privada de los individuos, ya ac ten stos por s solos, ya se asoc ien entre s de mltiples maneras para proc urar sus intereses c omunes. 52. Sin embargo, por las razones que ya adujeron nuestros predec esores, es nec esaria tambin la presenc ia ac tiva del poder c ivil en esta materia, a fin de garantizar, c omo es debido, una produc c in c rec iente que promueva el progreso soc ial y redunde en benefic io de todos los c iudadanos. 53. Esta ac c in del Estado, que fomenta, estimula, ordena, suple y c ompleta, est fundamentada en el principio de la funcin subsidiaria (c f. Acta Apostolicae Sedis 23 (1931) p. 203), formulado por Po XI en la enc c lic a Quadragesimo anno: Sigue en pie en la filosofa soc ial un gravsimo princ ipio, inamovible e inmutable: as c omo no es lc ito quitar a los individuos y traspasar a la c omunidad lo que ellos pueden realizar

c on su propio esfuerzo e inic iativa, as tampoc o es justo, porque daa y perturba gravemente el rec to orden soc ial, quitar a las c omunidades menores e inferiores lo que ellas pueden realizar y ofrec er por s mismas, y atribuirlo a una c omunidad mayor y ms elevada, ya que toda ac c in de la soc iedad, en virtud de su propia naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del c uerpo soc ial, pero nunc a destruirlos ni absorberlos (Ibd., p. 203). 54. Fc il es c omprobar, c iertamente, hasta qu punto los ac tuales progresos c ientfic os y los avanc es de las tc nic as de produc c in ofrec en hoy da al poder pblic o mayores posibilidades c onc retas para reduc ir el desnivel entre los diversos sec tores de la produc c in, entre las distintas zonas de un mismo pas y entre las diferentes nac iones en el plano mundial; para frenar, dentro de c iertos lmites, las perturbac iones que suelen surgir en el inc ierto c urso de la ec onoma y para remediar, en fin, c on efic ac ia los fenmenos del paro masivo. Por todo lo c ual, a los gobernantes, c uya misin es garantizar el bien c omn, se les pide c on insistenc ia que ejerzan en el c ampo ec onmic o una ac c in multiforme muc ho ms amplia y ms ordenada que antes y ajusten de modo adec uado a este propsito las instituc iones, los c argos pblic os, los medios y los mtodos de ac tuac in. 55. Pero mantngase siempre a salvo el princ ipio de que la intervenc in de las autoridades pblic as en el c ampo ec onmic o, por dilatada y profunda que sea, no slo no debe c oartar la libre inic iativa de los partic ulares, sino que, por el c ontrario, ha de garantizar la expansin de esa libre inic iativa, salvaguardando, sin embargo, inc lumes los derec hos esenc iales de la persona humana. Entre stos hay que inc luir el derec ho y la obligac in que a c ada persona c orresponde de ser normalmente el primer responsable de su propia manutenc in y de la de su familia, lo c ual implic a que los sistemas ec onmic os permitan y fac iliten a c ada c iudadano el libre y provec hoso ejerc ic io de las ac tividades de produc c in. 56. Por lo dems, la misma evoluc in histric a pone de relieve, c ada vez c on mayor c laridad, que es imposible una c onvivenc ia fec unda y bien ordenada sin la c olaborac in, en el c ampo ec onmic o, de los partic ulares y de los poderes pblic os, c olaborac in que debe prestarse c on un esfuerzo c omn y c onc orde, y en la c ual ambas partes han de ajustar ese esfuerzo a las exigenc ias del bien c omn en armona c on los c ambios que el tiempo y las c ostumbres imponen. 57. La experienc ia diaria, prueba, en efec to, que c uando falta la ac tividad de la inic iativa partic ular surge la tirana poltic a. No slo esto. Se produc e, adems, un estanc amiento general en determinados c ampos de la ec onoma, ec hndose de menos, en c onsec uenc ia, muc hos bienes de c onsumo y mltiples servic ios que se refieren no slo a las nec esidades materiales, sino tambin, y princ ipalmente, a las exigenc ias del espritu; bienes y servic ios c uya obtenc in ejerc ita y estimula de modo extraordinario la c apac idad c readora del individuo. 58. Pero c uando en la ec onoma falta totalmente, o es defec tuosa, la debida intervenc in del Estado, los pueblos c aen inmediatamente en desrdenes irreparables y surgen al punto los abusos del dbil por parte del fuerte moralmente despreoc upado. Raza esta de hombres que, por desgrac ia, arraiga en todas las tierras y en todos los tiempos, c omo la c izaa entre el trigo. La socializacin Definicin, naturaleza y causas 59. Una de las notas ms c arac terstic as de nuestra poc a es el inc remento de las relac iones soc iales, o se la progresiva multiplic ac in de las relac iones de c onvivenc ia, c on la formac in c onsiguiente de muc has formas de vida y de ac tividad asoc iada, que han sido rec ogidas, la mayora de las vec es, por el derec ho pblic o o por el derec ho privado. Entre los numerosos fac tores que han c ontribuido ac tualmente a la existenc ia de este hec ho deben enumerarse el progreso c ientfic o y tc nic o, el aumento de la produc tividad ec onmic a y el auge del nivel de vida del c iudadano. 60. Este progreso de la vida soc ial es indic io y c ausa, al mismo tiempo, de la c rec iente intervenc in de los poderes pblic os, aun en materias que, por pertenec er a la esfera ms ntima de la persona humana, son de indudable importanc ia y no c arec en de peligros. Tales son, por ejemplo, el c uidado de la salud, la instruc c in, y educ ac in de las nuevas generac iones, la orientac in profesional, los mtodos para la reeduc ac in y readaptac in de los sujetos inhabilitados fsic a o mentalmente. Pero es tambin fruto y expresin de una tendenc ia natural, c asi inc oerc ible, de los hombres, que los lleva a asoc iarse espontneamente para la c onsec uc in de los objetivos que c ada c ual se propone y superan la c apac idad y los medios de que puede disponer el individuo aislado. Esta tendenc ia ha susc itado por doquiera, sobre todo en los ltimos aos, una serie numerosa de grupos, de asoc iac iones y de instituc iones para fines ec onmic os, soc iales, c ulturales, rec reativos, deportivos, profesionales y poltic os, tanto dentro de c ada una de las nac iones c omo en el plano mundial. Valoracin 61. Es indudable que este progreso de las realc iones soc iales ac arrea numerosas ventajas y benefic ios. En efec to, permite que se satisfagan mejor muc hos derec hos de la persona humana, sobre todo los llamados ec onmic o-soc iales, los c uales atienden fundamentalmente a las exigenc ias de la vida humana: el c uidado de la salud, una instruc c in bsic a ms profunda y extensa, una formac in profesional ms c ompleta, la vivienda, el trabajo, el desc anso c onveniente y una honesta rec reac in. Adems, grac ias a los inc esantes avanc es de los modernos medios de c omunic ac in p rensa, c ine, radio, televisin, el hombre de hoy puede en todas partes, a pesar de las distanc ias, estar c asi presente en c ualquier ac ontec imiento. 62. Pero, simultneamente c on la multiplic ac in y el desarrollo c asi diario de estas nuevas formas de asoc iac in, suc ede que, en muc hos sec tores de la ac tividad humana, se detallan c ada vez ms la regulac in y la definic in jurdic as de las diversas relac iones soc iales. Consiguientemente, queda reduc ido el radio de ac c in de la libertad individual. Se utilizan, en efec to, tc nic as, se siguen mtodos y se c rean situac iones que hac en extremadamente difc il pensar por s mismo, c on independenc ia de los influjos externos, obrar por inic iativa propia, asumir c onvenientemente las responsabilidades personales y afirmar y c onsolidar c on plenitud la riqueza espiritual humana. Habr que deduc ir de esto que el c ontinuo aumento de las realc iones soc iales har nec esariamente de los hombres meros autmatas sin libertad propia? He aqu una pregunta a la que hay que dar respuesta negativa. 63. El ac tual inc remento de la vida soc ial no es, en realidad, produc to de un impulso c iego de la naturaleza, sino, c omo ya hemos dic ho, obra del hombre, se libre, dinmic o y naturalmente responsable de su ac c in, que est obligado, sin embargo, a rec onoc er y respetar las leyes del progreso de la c ivilizac in y del desarrollo ec onmic o, y no puede eludir del todo la presin del ambiente. 64. Por lo c ual, el progreso de las relac iones soc iales puede y, por lo mismo, debe verific arse de forma que proporc ione a los c iudadanos el mayor nmero de ventajas y evite, o a lo menos aminore, los inc onvenientes. 65. Para dar c ima a esta tarea c on mayor fac ilidad, se requiere, sin embargo, que los gobernantes profesen un sano c onc epto del bien c omn. Este c onc epto abarc a todo un c onjunto de c ondic iones soc iales que permitan a los c iudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia

perfec c in. Juzgamos adems nec esario que los organismos o c uerpos y las mltiples asoc iac iones privadas, que integran princ ipalmente este inc remento de las relac iones soc iales, sean en realidad autnomos y tiendan a sus fines espec fic os c on relac iones de leal c olaborac in mutua y de subordinac in a las exigenc ias del bien c omn. Es igualmente nec esario que dic hos organismos tengan la forma externa y la sustanc ia interna de autntic as c omunidades, lo c ual slo podr lograrse c uando sus respec tivos miembros sean c onsiderados en ellos c omo personas y llamados a partic ipar ac tivamente en las tareas c omunes. 66. En el progreso c rec iente que las relac iones soc iales presentan en nuestros das, el rec to orden del Estado se c onseguir c on tanta mayor fac ilidad c uanto mayor sea el equilibrio que se observe entre estos dos elementos: de una parte, el poder de que estn dotados as los c iudadanos c omo los grupos privados para regirse c on autonoma, salvando la c olaborac in mutua de todos en las obras; y de otra parte, la ac c in del Estado que c oordine y fomente a tiempo la inic iativa privada. 67. Si las relac iones soc iales se mueven en el mbito del orden moral y de ac uerdo c on los c riterios sealados, no implic arn, por su propia naturaleza, peligros graves o exc esivas c argas sobre los c iudadanos: todo lo c ontrario, c ontribuirn no slo a fomentar en stos la afirmac in y el desarrollo de la personalidad humana, sino tambin a realizar satisfac toriamente aquella deseable trabazn de la c onvivenc ia entre los hombres, que, c omo advierte nuestro predec esor Po XI, de grata memoria, en la enc c lic a Quadragesimo anno, es absolutamente nec esaria para satisfac er los derec hos y las obligac iones de la vida soc ial. La remuneracin del trabajo Situacin actual 68. Una profunda amargura embarga nuestro espritu ante el espec tc ulo inmensamente doloroso de innumerables trabajadores de muc has nac iones y de c ontinentes enteros a los que se remunera c on salario tan bajo, que quedan sometidos ellos y sus familias a c ondic iones de vida totalmente infrahumana. Hay que atribuir esta lamentable situac in al hec ho de que, en aquellas nac iones y en aquellos c ontinentes, el proc eso de la industrializac in est en sus c omienzos o se halla todava en fase no sufic ientemente desarrollada. 69. En algunas de estas nac iones, sin embargo, frente a la extrema pobreza de la mayora, la abundanc ia y el lujo desenfrenado de unos poc os c ontrastan de manera abierta e insolente c on la situac in de los nec esitados; en otras se grava a la ac tual generac in c on c argas exc esivas para aumentar la produc tividad de la ec onoma nac ional, de ac uerdo c on ritmos ac elerados que sobrepasan por entero los lmites que la justic ia y la equidad imponen; finalmente, en otras nac iones un elevado tanto por c iento de la renta nac ional se gasta en robustec er ms de lo justo el prestigio nac ional o se destinan presupuestos enormes a la c arrera de armamentos. 70. Hay que aadir a esto que en las nac iones ec onmic as ms desarrolladas no raras vec es se observa el c ontraste de que mientras se fijan retribuc iones altas, e inc luso altsimas, por prestac iones de poc a importanc ia o de valor disc utible, al trabajo, en c ambio, asiduo y provec hoso de c ategoras enteras de c iudadanos honrados y diligentes se le retribuye c on salarios demasiado bajos, insufic ientes para las nec esidades de la vida, o, en todo c aso, inferiores a lo que la justic ia exige, si se tienen en la debida c uenta su c ontribuc in al bien de la c omunidad, a las gananc ias de la empresa en que trabajan y a la renta total del pas. 71. En esta materia, juzgamos deber nuestro advertir una vez ms que, as c omo no es lc ito abandonar c ompletamente la determinac in del salario a la libre c ompetenc ia del merc ado, as tampoc o es lc ito que su fijac in quede al arbitrio de los poderosos, sino que en esta materia deben guardarse a toda c osta las normas de la justic ia y de la equidad. Esto exige que los trabajadores c obren un salario c uyo importe les permita mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hac er frente c on dignidad a sus obligac iones familiares. Pero es nec esario, adems, que al determinar la remunerac in justa del trabajo se tengan en c uenta los siguientes puntos: primero, la efec tiva aportac in de c ada trabajador a la produc c in ec onmic a; segundo, la situac in financ iera de la empresa en que se trabaja; terc ero, las exigenc ias del bien c omn de la respec tiva c omunidad poltic a, princ ipalmente en orden a obtener el mximo empleo de la mano de obra en toda la nac in; y, por ltimo, las exigenc ias del bien c omn universal, o sea de las c omunidades internac ionales, diferentes entre s en c uanto a su extensin y a los rec ursos naturales de que disponen. 72. Es evidente que los c riterios expuestos tienen un valor permanente y universal; pero su grado de aplic ac in a las situac iones c onc retas no puede determinarse si no se atiende c omo es debido a la riqueza disponible; riqueza que, en c antidad y c alidad, puede variar, y de hec ho vara, de nac in a nac in y, dentro de una misma nac in, de un tiempo a otro. Necesidad de adaptacin entre el desarrollo econmico y el progreso social 73. Dado que en nuestra poc a las ec onomas nac ionales evoluc ionan rpidamente, y c on ritmo an ms ac entuado despus de la segunda guerra mundial, c onsideramos oportuno llamar la atenc in de todos sobre un prec epto gravsimo de la justic ia soc ial, a saber: que el desarrollo ec onmic o y el progreso soc ial deben ir juntos y ac omodarse mutuamente, de forma que todas las c ategoras soc iales tengan partic ipac in adec uada en el aumento de la riqueza de la nac in. En orden a lo c ual hay que vigilar y proc urar, por todos los medios posibles, que las disc repanc ias que existen entre las c lases soc iales por la desigualdad de la riqueza no aumenten, sino que, por el c ontrario, se atenen lo ms posible. 74. La ec onoma nac ional c omo justamente ensea nuestro predec esor, de feliz memoria Po XII, de la misma manera que es fruto de la ac tividad de los hombres que trabajan unidos en la c omunidad del Estado, as tambin no tiene otro fin que el de asegurar, sin interrupc in, las c ondic iones externas que permitan a c ada c iudadano desarrollar plenamente su vida individual. Donde esto se c onsiga de modo estable, se dir c on verdad que el pueblo es ec onmic amente ric o, porque el bienestar general y, por c onsiguiente, el derec ho personal de todos al uso de los bienes terrenos se ajusta por c ompleto a las normas establec idas por Dios Creador (c f. Acta Apostolicae Sedis 33 (1941) p. 200). De aqu se sigue que la prosperidad ec onmic a de un pueblo c onsiste, ms que en el nmero total de los bienes disponibles, en la justa distribuc in de los mismos, de forma que quede garantizado el perfec c ionamiento de los c iudadanos, fin al c ual se ordena por su propia naturaleza todo el sistema de la ec onoma nac ional. 75 En este punto hay que hac er una advertenc ia: hoy en muc hos Estados las estruc turas ec onmic as nac ionales permiten realizar no poc as vec es a las empresas de grandes o medianas proporc iones rpidos e ingentes aumentos produc tivos, a travs del autofinanc iamiento, que renueva y c ompleta su equipo industrial. Cuando esto oc urra, juzgamos puede establec erse que las empresas rec onozc an por la misma razn, a sus trabajadores un ttulo de c rdito, espec ialmente si les pagan una remunerac in que no exc eda la c ifra del salario mnimo vital. 76 En tales c asos c onviene rec ordar el princ ipio propuesto por nuestro predec esor, de feliz memoria, Po XI en la enc c lic a Quadragesimo anno: Es c ompletamente falso atribuir slo al c apital, o slo al trabajo, lo que es resultado c onjunto de la efic az c ooperac in de ambos; y es totalmente injusto que el c apital o el trabajo, negando todo derec ho a la otra parte, se apropie la totalidad del benefic io ec onmic o. 77. Este deber de justic ia puede c umplirse de diversas maneras, c omo la experienc ia demuestra. Una de ellas, y de las ms deseables en la ac tualidad, c onsiste en hac er que los trabajadores, en la forma y el grado que parezc an ms oportunos, puedan llegar a partic ipar poc o a poc o

en la propiedad de la empresa donde trabajan, puesto que hoy, ms an, que en los tiempos de nuestro predec esor, c on todo el empeo posible se ha de proc urar que, al manos para el futuro, se modere equitativamente la ac umulac in de las riquezas en manos de los ric os, y se repartan tambin c on la sufic iente profusin entre los trabajadores (Ibd., p.198). Exigencias del bien comn nacional e internacional 78. Pero hay que advertir, adems, que la proporc in entre la retribuc in del trabajo y los benefic ios de la empresa debe fijarse de ac uerdo c on las exigenc ias del bien c omn, tanto de la propia c omunidad poltic a c omo de la entera familia humana. 79. Por lo que c onc ierne al primer aspec to, han de c onsiderarse c omo exigenc ias del bien c omn nac ional: fac ilitar trabajo al mayor nmero posible de obreros; evitar que se c onstituyan, dentro de la nac in e inc luso entre los propios trabajadores, c ategoras soc iales privilegiadas; mantener una adec uada proporc in entre salario y prec ios; hac er ac c esibles al mayor nmero de c iudadanos los bienes materiales y los benefic ios de la c ultura; suprimir o limitar al menos las desigualdades entre los distintos sec tores de la ec onoma a gric ultura, industria y servic ios; equilibrar adec uadamente el inc remento ec onmic o c on el aumento de los servic ios generales nec esarios, princ ipalmente por obra de la autoridad pblic a; ajustar, dentro de lo posible, las estruc turas de la produc c in a los progresos de las c ienc ias y de la tc nic a; lograr, en fin, que el mejoramiento en el nivel de vida no slo sirva a la generac in presente, sino que prepare tambin un mejor porvenir a las futuras generac iones. 80. Son, por otra parte, exigenc ias del bien c omn internac ional: evitar toda forma de c ompetenc ia desleal entre los diversos pases en materia de expansin ec onmic a; favorec er la c onc ordia y la c olaborac in amistosa y efic az entre las distintas ec onomas nac ionales, y, por ltimo, c ooperar efic azmente al desarrollo ec onmic o de las c omunidades poltic as ms pobres. 81. Estas exigenc ias del bien c omn, tanto en el plano nac ional c omo en el mundial, han de tenerse en c uanta tambin c uando se trata de determinar la parte de benefic ios que c orresponde asignar, en forma de retribuc in, a los dirigentes de empresas, y en forma de intereses o dividendos, a los que aportan el c apital. Estructuras econmicas Deben ajustarse a la dignidad del hombre 82. Los deberes de la justic ia han de respetarse no solamente en la distribuc in de los bienes que el trabajo produc e, sino tambin en c uanto afec ta a las c ondic iones generales en que se desenvuelve la ac tividad laboral. Porque en la naturaleza humana est arraigada la exigenc ia de que, en el ejerc ic io de la ac tividad ec onmic a, le sea posible al hombre sumir la responsabilidad de lo que hac e y perfec c ionarse a s mismo. 83. De donde se sigue que si el func ionamiento y las estruc turas ec onmic as de un sistema produc tivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresin de su inic iativa propia, hay que afirmar que este orden ec onmic o es injusto, aun en el c aso de que, por hiptesis, la riqueza produc ida en l alc anc e un alto nivel y se distribuya segn c riterios de justic ia y equidad. 84. No es posible definir de manera genric a en materia ec onmic a las estruc turas ms ac ordes c on la dignidad del hombre y ms idneas para estimular en el trabajador el sentido de su responsabilidad. Esto no obstante, nuestro predec esor, de feliz memoria, Po XII traz c on ac ierto tales normas prc tic as: La pequea y la mediana propiedad en la agric ultura, en el artesanado, en el c omerc io y en la industria deben protegerse y fomentarse; las uniones c ooperativas han de asegurar a estas formas de propiedad las ventajas de la gran empresa; y por lo que a las grandes empresas se refiere, ha de lograrse que el c ontrato de trabajo se suavic e c on algunos elementos del c ontrato de soc iedad (Radiomensaje del 1 de sept. de 1944; c f Acta Apostolicae Sedis 36 81944) p. 254). La empresa artesana y la empresa cooperativa 85. Deben, pues, asegurarse y promoverse, de ac uerdo c on las exigenc ias del bien c omn y las posibilidades del progreso tc nic o, las empresas artesanas, y las agrc olas de dimensin familiar, y las c ooperativas, las c uales pueden servir tambin para c ompletar y perfec c ionar las anteriores. 86. Ms adelante hablaremos de la empresa agrc ola. Aqu c reemos oportuno hac er algunas indic ac iones sobre la empresa artesana y la empresa c ooperativa. 87. Ante todo, hay que advertir que ambas empresas, si quieren alc anzar una situac in ec onmic a prspera, han de ajustarse inc esantemente, en su estruc tura, func ionamiento y mtodos de produc c in, a las nuevas situac iones que el progreso de las c ienc ias y de la tc nic a y las mudables nec esidades y preferenc ias de los c onsumidores plantean c onjuntamente: ac c in de ajuste que princ ipalmente han de realizar los propios artesanos y los miembros de las c ooperativas. 88. De aqu la gran c onvenienc ia de dar a unos y otros formac in idnea, tanto en el aspec to puramente tc nic o c omo en el c ultural, y de que ellos mismos se agrupen en organizac in de tipo profesional. Es asimismo indispensable que por parte del Estado se lleve a c abo una adec uada poltic a ec onmic a en los c aptulos referentes a la enseanza, la imposic in fisc al, el c rdito, la seguridad y los seguros soc iales. 89. Por lo dems, esta ac c in del Estado en favor del artesanado y del movimiento c ooperativo halla tambin su justific ac in en el hec ho de que estas c ategoras laborales son c readoras de autntic os bienes y c ontribuyen efic azmente al progreso de la c ultura. 90. Invitamos, por ello, c on paternal amor a nuestros queridsimos hijos del artesanado y del c ooperativismo, esparc idos por todo el mundo, a que sientan c laramente la nobilsima func in soc ial que se les ha c onfiado en la soc iedad, ya que c on su trabajo pueden despertar c ada da ms en todas las c lases soc iales el sentido de la responsabilidad y el espritu de ac tiva c olaborac in y enc ender en todos el entusiasmo por la originalidad, la eleganc ia y la perfec c in del trabajo. Presencia activa de los trabajadores en las empresas grandes y medianas 91. Adems, siguiendo en esto la direc c in trazada por nuestros predec esores, Nos estamos c onvenc ido de la razn que asiste a los trabajadores en la vida de las empresas donde trabajan. No es posible fijar c on normas c iertas y definidas las c arac terstic as de esta partic ipac in, dado que han de establec erse, ms bien, teniendo en c uanta la situac in de c ada empresa; situac in que vara de unas a otras y que, aun dentro de c ada una, est sujeta muc has vec es a c ambios radic ales y rapidsimos. No dudamos, sin embargo, en afirmar que a los trabajadores hay que darles una partic ipac in ac tiva en los asuntos de la empresa donde trabajan, tanto en las privadas c omo en las pblic as; partic ipac in que, en todo c aso, debe tender a que la empresa sea una autntic a c omunidad humana, c uya influenc ia bienhec hora se deje sentir en las relac iones de todos sus miembros y en la variada gama de sus func iones y obligac iones. 92. Esto exige que las relac iones mutuas entre empresarios y dirigentes, por una parte, y los trabajadores por otra, lleven el sello del respeto mutuo, de la estima, de la c omprensin y, adems, de la leal y ac tiva c olaborac in e inters de todos en la obra c omn; y que el trabajo,

adems de ser c onc ebido c omo fuente de ingresos personales, lo realic en tambin todos los miembros de la empresa c omo c umplimiento de un deber y prestac in de un servic io para la utilidad general. Todo ello implic a la c onvenienc ia de que los obreros puedan hac er or su voz y aporten su c olaborac in para el efic iente func ionamiento y desarrollo de la empresa. Observaba nuestro predec esor, de feliz memoria, Po XII que la func in ec onmic a y soc ial que todo hombre aspira a c umplir exige que no est sometido totalmente a una voluntad ajena el despliegue de la inic iativa individual (Alocucin del 8 de oct. de 1956; c f Acta Apostolicae Sedis 48 (1956) p. 799-800). Una c onc epc in de la empresa que quiere salvaguardar la dignidad humana debe, sin duda alguna, garantizar la nec esaria unidad de una direc c in efic iente; pero de aqu no se sigue que pueda reduc ir a sus c olaboradores diarios a la c ondic in de meros ejec utores silenc iosos, sin posibilidad alguna de hac er valer su experienc ia, y enteramente pasivos en c uanto afec ta a las dec isiones que c ontratan y regulan su trabajo. 93. Hay que hac er notar, por ltimo, que el ejerc ic io de esta responsabilidad c rec iente por parte de los trabajadores en las empresas no solamente responde a las legtimas exigenc ias propias de la naturaleza humana, sino que est de perfec to ac uerdo c on el desarrollo ec onmic o, soc ial y poltic o de la poc a c ontempornea. 94. Aunque son grandes los desequilibrios ec onmic os y soc iales que en la poc a moderna c ontradic en a la justic ia y a la humanidad, y profundos errores se deslizan en toda la ec onoma, perturbando gravemente sus ac tividades, fines, estruc tura y func ionamiento, es innegable, sin embargo, que los modernos sistemas de produc c in, impulsados por el progreso c ientfic o y tc nic o han avanzado extraordinariamente y su ritmo de c rec imiento es muc ho ms rpido que en poc as anteriores. Esto exige de los trabajadores una aptitud y unas c ualidades profesionales ms elevadas. Como c onsec uenc ia, es nec esario poner a su disposic in mayores medios y ms amplios mrgenes de tiempo para que puedan alc anzar una instruc c in ms perfec ta y una c ultura religiosa, moral y profana ms adec uada. 95. Se hac e as tambin posible un aumento de los aos destinados a la instruc c in bsic a y a la formac in profesional de las nuevas generac iones. 96. Con la implantac in de estas medidas se ir c reando un ambiente que permitir a los trabajadores tomar sobre s las mayores responsabilidades aun dentro de sus empresas. Por lo que al Estado toc a, es de sumo inters que los c iudadanos, en todos los sec tores de la c onvivenc ia, se sientan responsables de la defensa del bien c omn. Presencia activa de los trabajadores en todos los niveles 97. Es una realidad evidente que, en nuestra poc a, las asoc iac iones de trabajadores han adquirido un amplio desarrollo, y, generalmente han sido rec onoc idas c omo instituc iones jurdic as en los diversos pases e inc luso en el plano internac ional. Su finalidad no es ya la de movilizar al trabajador para la luc ha de c lases, sino la de estimular ms bien la c olaborac in, lo c ual se verific a princ ipalmente por medio de ac uerdos establec idos entre las asoc iac iones de trabajadores y de empresarios. Hay que advertir, adems, que es nec esario, o al manos muy c onveniente, que a los trabajadores se les d la posibilidad de expresar su parec er e interponer su influenc ia fuera del mbito de su empresa, y c onc retamente en todos los rdenes de la c omunidad poltic a. 98. La razn de esta presenc ia obedec e a que las empresas partic ulares, aunque sobresalgan en el pas por sus dimensiones, efic ienc ia e importanc ia, estn, sin embargo, estrec hamente vinc uladas a la situac in general ec onmic a y soc ial de c ada nac in, ya que de esta situac in depende su propia prosperidad. 99. Ahora bien, ordenar las disposic iones que ms favorezc an la situac in general de la ec onoma no es asunto de las empresas partic ulares, sino func in propia de los gobernantes del Estado y de aquellas instituc iones que, operando en un plano nac ional o supranac ional, ac tan en los diversos sec tores de la ec onoma. De aqu se sigue la c onvenienc ia o la nec esidad de que en tales autoridades e instituc iones, adems de los empresarios o de quienes les representan, se hallen presentes tambin los trabajadores o quienes por virtud de su c argo defienden los derec hos, las nec esidades y las aspirac iones de los mismos. 100. Es natural, por tanto, que nuestro pensamiento y nuestro paterno afec to se dirijan de modo princ ipal a las asoc iac iones que abarc an profesiones diversas y a los movimientos sindic ales que, de ac uerdo c on los princ ipios de la doc trina c ristiana, estn trabajando en c asi todos los c ontinentes del mundo. Conoc emos las muc has y graves dific ultades en medio de las c uales estos queridos hijos nuestros han proc urado c on efic ac ia y siguen proc urando c on energa la reivindic ac in de los derec ho del trabajador, as c omo su elevac in material y moral, tanto en el mbito nac ional c omo en el plano mundial. 101. Pero, adems, queremos tributar a la labor de estos hijos nuestros la alabanza que merec e, porque no se limita a los resultados inmediatos y visibles que obtiene, sino que reperc ute tambin en todo el inmenso mundo del trabajo humano, c on la propagac in general de un rec to modo de obrar y de pensar y c on el aliento vivific ador de la religin c ristiana. 102. Idntic a alabanza paternal queremos rendir asimismo a aquellos de nuestros amados hijos que, imbuidos en las enseanzas c ristianas, prestan un admirable c onc urso en otras asoc iac iones profesionales y movimientos sindic ales que siguen las leyes de la naturaleza y respetan la libertad personal en materia de religin y moral. 103. No podemos dejar de felic itar aqu y de manifestar nuestro c ordial aprec io por la Organizac in Internac ional del Trabajo c onoc ida c omnmente c on las siglas O.L.L., I.L.O u O.I.T., la c ual, desde hac e ya muc hos aos, viene prestando efic az y valiosa c ontribuc in para instaurar en todo el mundo un orden ec onmic o y soc ial inspirado en los princ ipios de justic ia y de humanidad, dentro del c ualenc uentran rec onoc imiento y garanta los legtimos derec hos de los trabajadores. La propiedad Nuevos aspectos de la economa moderna 104. En estos ltimos aos, c omo es sabido, en las empresas ec onmic as de mayor importanc ia se ha ido ac entuando c ada vez ms la separac in entre la func in que c orresponde a los propietarios de los bienes de produc c in y la responsabilidad que inc umbe a los direc tores de la empresa. Esta situac in c rea grandes dific ultades a las autoridades del Estado, las c uales han de vigilar c uidadosamente para que los objetivos que pretenden los dirigentes de las grandes organizac iones, sobre todo de aquellas de mayor influenc ia ejerc en en la vida ec onmic a de todo el pas, no se desven en modo alguno de las exigenc ias del bien c omn. Son dific ultades que, c omo la experienc ia demuestra, se plantean igualmente tanto si los c apitales nec esarios para las grandes empresas son la propiedad privada c omo si pertenec en a entidades pblic as.

105. Es c osa tambin sabida que, en la ac tualidad, son c ada da ms lo que ponen en los modernos seguros soc iales y en los mltiples sistemas de la seguridad soc ial la razn de mirar tranquilamente el futuro, la c ual en otros tiempos se basaba en la propiedad de un patrimonio, aunque fuera modesto. 106. Por ltimo, es igualmente un hec ho de nuestro das que el hombre prefiere el dominio de una profesin determinada a la propiedad de los bienes y antepone el ingreso c uya fuente es el trabajo, o derec hos derivados de ste, al ingreso que proviene del c apital o de derec hos derivados del mismo. 107. Esta nueva ac titud c oinc ide plenamente c on el c arc ter natural del trabajo, el c ual, por su proc edenc ia inmediata de la persona humana, debe anteponerse a la posesin de los bienes exteriores, que por su misma naturaleza son de c arc ter instrumental; y ha de ser c onsiderada, por tanto, c omo una prueba del progreso de la humanidad. 108. Tales nuevos aspec tos de la ec onoma moderna han c ontribuido a divulgar, la duda sobre si, en la ac tualidad, ha dejado de ser vlido, o ha perdido, al menos, importanc ia, un princ ipio de orden ec onmic o y soc ial enseado y propugnado firmemente por nuestros predec esores; esto es, el princ ipio que establec e que los hombres tienen un derec ho natural a la propiedad privada de bienes, inc luidos los de produc c in. Reafirmacin del carcter natural del derecho de propiedad 109. Esta duda c arec e en absoluto de fundamento. Porque el derec ho de propiedad privada, an en lo toc ante a bienes de produc c in, tiene un valor permanente, ya que es un derec ho c ontenido en la misma naturaleza, la c ual nos ensea la prioridad del hombre individual sobre la soc iedad c ivil, y , por c onsiguiente, la nec esaria subordinac in teolgic a de la soc iedad c ivil al hombre. Por otra parte, en vano se rec onoc era al c iudadano el derec ho de ac tuar c on libertad en el c ampo ec onmic o si no le fuese dada al mismo tiempo la fac ultad de elegir y emplear libremente las c osas indispensables para el ejerc ic io de dic ho derec ho. Adems, la historia y la experienc ia demuestran que en los regmenes poltic os que no rec onoc en a los partic ulares la propiedad, inc luida la de los bienes de produc c in, se viola o suprime totalmente el ejerc ic io de la libertad humana en las c osas ms fundamentales, lo c ual demuestra c on evidenc ia que el ejerc ic io de la libertad tiene su garanta y al mismo tiempo su estmulo en el derec ho de propiedad. 110. Esto es lo que explic a el hec ho de que c iertos movimientos poltic os y soc iales que quieren c onc iliar la libertad c on la justic ia, y que eran, hasta ahora, c ontrarios al derec ho de propiedad privada de los bienes de produc c in, hoy, alec c ionados ms ampliamente por la evoluc in soc ial, han rec tific ado algo sus propias opiniones y mantienen respec to de aquel derec ho una ac titud positiva. 111. Nos es grato, por tanto, repetir las observac iones que en esta materia hizo nuestro predec esor, de feliz memoria, Po XII: Al defender la Iglesia el princ ipio de la propiedad privada, persigue un alto fin tic o-soc ial. No pretende sostener pura y simplemente el ac tual estado de c osas, c omo si viera en l la expresin de la voluntad divina; ni proteger por princ ipio al ric o y al plutc rata c ontra el pobre e indigente. Todo lo c ontrario: La Iglesia mira sobre todo a lograr que la instituc in de la propiedad privada sea lo que debe ser, de ac uerdo c on los designios de la divina Sabidura y c on lo dispuesto por la naturaleza (Radiomensaje del 1 de sept. de 1944; c f Acta Apostolicae Sedis 36 (1944) p. 253). Es dec ir, la propiedad privada debe asegurar los derec hos que la libertad c onc ede a la persona humana y, al mismo tiempo, prestar su nec esaria c olaborac in para restablec er elrec to orden de la soc iedad. 112. Como ya hemos dic ho, en no poc as nac iones los sistemas ec onmic os ms rec ientes progresan c on rapidez y c onsiguen una produc c in de bienes c ada da ms efic az. En tal situac in, la justic ia y la equidad exigen que, manteniendo a salvo el bien c omn, se inc remente tambin la retribuc in del trabajo, lo c ual permitir a los trabajadores ahorrar c on mayor fac ilidad y formarse as un patrimonio. Resulta, por tanto, extraa la negac in que algunos hac en del c arc ter natural del derec ho de propiedad, que halla en la fec undidad del trabajo la fuente perpetua de la efic ac ia; c onstituye, adems, un medio efic iente para garantizar la dignidad de la persona humana y el ejerc ic io libre de la propia misin en todos los c ampos de la ac tividad ec onmic a; y es, finalmente, un elemento de tranquilidad y de c onsolidac in para la vida familiar, c on el c onsiguiente aumento de paz y prosperidad en el Estado. La difusin de la propiedad privada es necesaria 113. No basta, sin embargo, afirmar que el hombre tiene un derec ho natural a la propiedad privada, de los bienes, inc luidos los de produc c in, si, al mismo tiempo, no se proc ura, c on toda energa, que se extienda a todas las c lases soc iales el ejerc ic io de este derec ho. 114. Como ac ertadamente afirma nuestro predec esor, de feliz memoria, Po XII, por una parte, la dignidad de la persona humana exige nec esariamente, c omo fundamento natural para vivir, el derec ho al uso de los bienes de la tierra, al c ual c orresponde la obligac in fundamental de otorgar una propiedad privada, en c uanto sea posible, a todos (Radiomensaje de Navidad, 24 de dic iembre de 1942; c f. Acta Apostolicae Sedis 34 (1942) p. 17), y, por otra parte, la nobleza intrnsec a del trabajo exige, adems de otras cosas, la conservacin y el perfeccionamiento de un orden social que haga posible una propiedad segura, aunque sea modesta, a todas las clases del pueblo (Ibd., p.20). 115. Hoy, ms que nunc a, hay que defender la nec esidad de difundir la propiedad privada, porque, en nuestros tiempos, c omo ya hemos rec ordado, los sistemas ec onmic os de un c rec iente nmero de pases estn experimentando un rpido desarrollo. Por lo c ual, c on el uso prudente de los rec ursos tc nic os, que la experienc ia ac onseje, no resultar difc il realizar una poltic a ec onmic a y soc ial, que fac ilite y ample lo ms posible el ac c eso a la propiedad privada de los siguientes bienes: bienes de c onsumo duradero; vivienda; pequea propiedad agraria; utillaje nec esario para la empresa artesana y para la empresa agrc ola familiar; ac c iones de empresas grandes o medianas; todo lo c ual se est ya prac tic ando c on pleno xito en algunas nac iones, ec onmic amente desarrolladas y soc ialmente avanzadas. Propiedad pblica 116. Lo que hasta aqu hemos expuesto no exc luye, c omo es obvio, que tambin el Estado y las dems instituc iones pblic as posean legtimamente bienes de produc c in, de modo espec ial c uanto stos llevan c onsigo tal poder ec onmic o, que no es posible dejarlo en manos de personas privadas sin peligro del bien c omn (Quadragesimo anno). 117. Nuestra poc a registra una progresiva ampliac in de la propiedad del Estado y de las dems instituc iones pblic as. La c ausa de esta ampliac in hay que busc arla en que el bien c omn exige hoy de la autoridad pblic a el c umplimiento de una serie c rec iente de func iones. Sin embargo, tambin en esta materia ha de observarse ntegramente el princ ipio de la func in subsidiaria, ya antes menc ionado, segn el c ual la ampliac in de la propiedad del Estado y de las dems instituc iones pblic as slo es lc ita c uando la exige una manifiesta y objetiva nec esidad del bien c omn y se exc luye el peligro de que la propiedad privada se reduzc a en exc eso, o, lo que sera an peor, se la suprima c ompletamente. 118. Hay que afirmar, por ltimo, que las empresas ec onmic as del Estado o de las instituc iones pblic as deben ser c onfiadas a aquellos c iudadanos que sobresalgan por su c ompetenc ia tc nic a y su probada honradez y que c umplan c on suma fidelidad sus deberes c on el pas. Ms an, la labor de estos hombres debe quedar sometida a un c iudadano y asiduo c ontrol, a fin de evitar que, en el seno de la administrac in del propio Estado, el poder ec onmic o quede en manos de unos poc os, lo c ual sera totalmente c ontrario al bien supremo de la nac in.

Funcin social de la propiedad 119. Pero neutros predec esores han enseado tambin de modo c onstante el princ ipio de que al derec ho de propiedad privada le es intrnsec amente inherente una func in soc ial. En realidad, dentro del plan de Dios Creador, todos los bienes de la tierra estn destinados, en primer lugar, al dec oroso sustento de todos los hombres, c omo sabiamente ensea nuestro predec esor de feliz memoria Len XIII en la enc c lic a Rerum novarum: Los que han rec ibido de Dios mayor abundanc ia de bienes, ya sean c orporales o externos, ya internos y espirituales, los han rec ibido para que c on ellos atiendan a su propia perfec c in y, al mismo tiempo, c omo ministros de la divina Providenc ia, al provec ho de los dems. "Por lo tanto, el que tenga aliento, c uide de no c allar; el que abunde en bienes, c uide de no ser demasiado duro en el ejerc ic io de la miseric ordia; quien posee un ofic io de qu vivir, afnese por c ompartir su uso y utilidad c on el prjimo". 120. Aunque, en nuestro tiempo, tanto el Estado c omo las instituc iones pblic as han extendido y siguen extendiendo el c ampo de su intervenc in, no se debe c onc luir en modo alguno que ha desaparec ido, c omo algunos errneamente opinan, la func in soc ial de la propiedad privada, ya que esta func in toma su fuerza del propio derec ho de propiedad. Adase a esto el hec ho c omplementario de que hay siempre una amplia gama de situac iones angustiosas, de nec esidades oc ultas y al mismo tiempo graves, a las c uales no llegan las mltiples formas de la ac c in del Estado, y para c uyo remedio se halla sta totalmente inc apac itada; por lo c ual, siempre quedar abierto un vasto c ampo para el ejerc ic io de la miseric ordia y de la c aridad c ristiana por parte de los partic ulares. Por ltimo, es evidente que para el fomento y estmulo de los valores del espritu resulta ms fec unda la inic iativa de los partic ulares o de los grupos privados que la ac c in de los poderes pblic os. 121. En sta oc asin oportuna para rec ordar, finalmente, c mo la autoridad del sagrado Evangelio sanc iona, sin duda, el derec ho de propiedad privada de los bienes, pero , al mismo tiempo, presenta, c on frec uenc ia, a Jesuc risto ordenando a los ric os que c ambien en bienes espirituales los bienes materiales que poseen y los den a los nec esitados: No alleguis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orn los c orroen y donde los ladrones horadan y roban. Atesorad tesoros en el c ielo, donde ni la polilla ni el orn c orroen y donde los ladrones no horadan ni roban (Mt 6, 19-20). Y el Divino Maestro dec lara que c onsidera c omo hec ha o negada a s mismo la c aridad hec ha o negada a los nec esitados: Cuantas vec es hic isteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a m me lo hic isteis (Mt 25, 40). III. Los aspectos recientes ms importantes de la cuestin social 122. El desarrollo histric o de la poc a ac tual demuestra, c on evidenc ia c ada vez mayor, que los prec eptos de la justic ia y de la equidad no deben regular solamente las relac iones entre los trabajadores y los empresarios, sino adems las que median entre los distintos sec tores de laec onoma, entre las zonas de diverso nivel de riqueza en el interior de c ada nac in y, dentro del plano mundial, entre los pases que se enc uentran en diferente grado de desarrollo ec onmic o y soc ial. Relaciones entre los distintos sectores de la economa La agricultura, sector deprimido 123. Comenzaremos exponiendo algunos puntos sobre la agric ultura. Advertimos, ante todo, que la poblac in rural, en c ifras absolutas, no parec e haber disminuido. Sin embargo, indudablemente son muc hos los c ampesinos que abandonan el c ampo para dirigirse a poblac iones mayores e inc luso c entros urbanos. Este xodo rural, por verific arse en c asi todos los pases y adquirir a vec es proporc iones multitudinarias, c rea problemas de difc il soluc in por lo que toc a a nivel de vida digno de los c iudadanos. 124. A la vista de todos est el hec ho de que, a medida que progresa la ec onoma, disminuye la mano de obra dedic ada a la agric ultura, mientras c rec e el porc entaje de la c onsagrada a la industria y al sec tor de los servic ios. Juzgamos, sin embargo, que el xodo de la poblac in agrc ola hac ia otros sec tores de la produc c in se debe frec uentemente a motivos derivados del propio desarrollo ec onmic o. Pero en el inmensa mayora de los c asos responde a una serie de estmulos, entre los que han de c ontarse c omo princ ipales el ansia de huir de un ambiente estrec ho sin perspec tivas de vida ms c moda; el prurito de novedades y aventuras de que tan poseda est nuestra poc a; el afn por un rpido enriquec imiento; la ilusin de vivir c on mayor libertad, gozando de los medios y fac ilidades que brindan las poblac iones ms populosas y los c entros urbanos. Pero tambin es indudable que el xodo del c ampo se debe al hec ho de que el sec tor agrc ola es, en c asi todas partes, un sec tor deprimido, tanto por lo que toc a al ndic e de produc tividad del trabajo c omo por lo que respec ta al nivel de vida de las poblac iones rurales. 125. Por ello, ante un problema de tanta importanc ia que afec ta a c asi todos los pases, es nec esario investigar, primeramente, los proc edimientos ms idneos para reduc ir las enormes diferenc ias que en materia de produc tividad se registran entre el sec tor agrc ola y los sec tores de la industrial y de los servic ios; hay que busc ar, en segundo trmino, los medios ms adec uados para que el nivel de vida de la poblac in agrc ola se distanc ie lo menos posible del nivel de vida de los c iudadanos que obtienen sus ingresos trabajando en los otros sec tores aludidos; hay que realizar, por ltimo, los esfuerzos indispensables para que los agric ultores no padezc an un c omplejo de inferioridad frente a los dems grupos soc iales, antes, pro el c ontrario, vivan persuadidos de que tambin dentro del ambiente rural pueden no solamente c onsolidar y perfec c ionar su propia personalidad mediante el trabajo del c ampo, sino adems mirar tranquilamente el provenir. 126. Nos parec e, por lo mismo, muy oportuno indic ar en esta materia algunas normas de valor permanente, a c ondic in de que se apliquen, c omo es obvio, en c onsonanc ia c on lo que las c irc unstanc ias c onc retas de tiempo y de lugar permitan, ac onsejen o absolutamente exijan. Desarrollo adecuado de los servicios pblicos ms fundamentales 127 En primer lugar, es nec esario que todos, y de modo espec ial las autoridades pblic as, proc uren c on efic ac ia que en el c ampo adquieran el c onveniente grado de desarrollo los servic ios pblic os ms fundamentales, c omo, por ejemplo, c aminos, transportes, c omunic ac iones, agua potable, vivienda, asistenc ia mdic a y farmac utic a, enseanza elemental y enseanza tc nic a y profesional, c ondic iones idneas para la vida religiosa y para un sano esparc imiento y, finalmente, todo el c onjunto de produc tos que permitan al hogar del agric ultor estar ac ondic ionado y func ionar de ac uerdo c on los progresos de la poc a moderna. Cuando en los medios agrc olas faltan estos servic ios, nec esarios hoy para alc anzar un nivel de vida digno, el desarrollo ec onmic o y el progreso soc ial vienen a ser en aqullos o totalmente nulos o exc esivamente lentos, lo que origina c omo c onsec uenc ia la imposibilidad de frenar el xodo rural y la dific ultad de c ontrolar numric amente la poblac in que huye del c ampo. Desarrollo gradual y armnico de todo el sistema econmico 128 Es indispensable, en segundo lugar, que el desarrollo ec onmic o de los Estados se verifique de manera gradual, observando la debida proporc in entre los diversos sec tores produc tivos. Hay que proc urar as c on espec ial insistenc ia que, en la medida permitida o exigida por el c onjunto de la ec onoma, tengan aplic ac in tambin en la agric ultura los adelantos ms rec ientes en lo que atae a las tc nic as de produc c in, la variedad de los c ultivos y la estruc tura de la empresa agrc ola, aplic ac in que ha de efec tuarse manteniendo en lo posible la proporc in adec uada c on los sec tores de la industria y de los servic ios. 129 La agric ultura, en c onsec uenc ia, no slo c onsumir una mayor c antidad de produc tos de la industria, sino que exigir una ms c ualific ada prestac in de servic ios generales. En justa rec iproc idad, la agric ultura ofrec er a la industria, a los servic ios y a toda la nac in una serie de produc tos que en c antidad y c alidad respondern mejor a las exigenc ias del c onsumo, c ontribuyendo as a la estabilidad del poder adquisitivo

de la moneda, la c ual es uno de los elementos ms valiosos para lograr un desarrollo ordenado de todo el c onjunto de la ec onoma. 130 Con estas medidas se obtendr, entre otras, las siguientes ventajas: la primera, la de c ontrolar c on mayor fac ilidad, tanto en la zona de salida c omo en la de llegada, el movimiento de las fuerzas laborales que abandonan el c ampo a c onsec uenc ia de la progresiva modernizac in de la agric ultura; la segunda, la de proporc ionarles una formac in profesional adec uada para su provec hosa inc orporac in a otros sec tores produc tivos, y la terc era, la de brindarles ayuda ec onmic a y asistenc ia espiritual para su mejor integrac in en los nuevos grupos soc iales. Necesidad de una adecuada poltica econmica agraria 131. Ahora bien, para c onseguir un desarrollo proporc ionado entre los distintos sec tores de la ec onoma es tambin absolutamente impresc indible una c uidadosa poltic a ec onmic a en materia agrc ola por parte de las autoridades pblic as, poltic a ec onmic a que ha de atender a los siguientes c aptulos: Imposic in fisc al, c rdito, seguros soc iales, prec ios, promoc in de industrias c omplementarias y, por ltimo, el perfec c ionamiento de la estruc tura de la empresa agrc ola. 1. Imposicin fiscal 132. Por los que se refiere a los impuestos, la exigenc ia fundamental de todo sistema tributario justo y equitativo es que las c argas se adapten a la c apac idad ec onmic a de los c iudadanos. 133. Ahora bien, en la regulac in de los tributos de los agric ultores, el bien c omn exige que las autoridades tengan muy presente el hec ho de que los ingresos ec onmic os del sec tor agrc ola se realizan c on mayor lentitud y mayores riesgos, y , por tanto, es ms difc il obtener los c apitales indispensables para el aumento de estos ingresos. 2. Capitales a conveniente inters 134. De lo dic ho se deriva una c onsec uenc ia: la de que los propietarios del c apital prefieren c oloc arlo en otros negoc ios antes que en la agric ultura. Por esta razn., los agric ultores no pueden pagar intereses elevados. Ms an, ni siquiera pueden pagar, por lo regular, los intereses normales del merc ado para proc urarse los c apitales que nec esitan el desarrollo y func ionamiento normal de sus empresas. Se prec isa, por tanto, por razones de bien c omn, establec er una partic ular poltic a, c reditic ia para la agric ultura y c rear adems instituc iones de c rdito que aseguren a los agric ultores los c apitales a un tipo de inters asequible. 3. Seguros sociales y seguridad social 135. Es nec esario tambin que en la agric ultura se implanten dos sistemas de seguros: el primero, relativo a los produc tos agrc olas, y el segundo, referente a los propios agric ultores y a sus respec tivas familias. Porque, c omo es sabido, la renta per capita del sec tor agrc ola es generalmente inferior a la renta per capita de los sec tores de la industria y de los servic ios, y, por esto, no parec e ajustado plenamente a las normas de la justic ia soc ial y de la equidad implantar sistemas de seguros soc iales o de seguridad soc ial en los que el trato dado a los agric ultores sea substanc ialmente inferior al que se garantiza a los trabajadores de la industria y de los servic ios. Las garantas aseguradoras que la poltic a soc ial establec e en general, no deben presentar diferenc ias notables entre s, sea el que sea el sec tor ec onmic o donde el c iudadano trabaja o de c uyos ingresos vive. 136. Por otra parte, c omo los sistemas de los seguros soc iales y de seguridad soc ial, pueden c ontribuir efic azmente a una justa y equitativa redistribuc in de la renta total de la c omunidad poltic a, deben, por ello mismo, c onsiderarse c omo va adec uada para reduc ir las diferenc ias entre las distintas c ategoras de los c iudadanos. 4. Tutela de los precios 137. Dada la pec uliar naturaleza de los produc tos agrc olas, resulta indispensable garantizar la seguridad de sus prec ios, utilizando para ello los mltiples rec ursos que tienen hoy a su alc anc e los ec onomistas. En este punto, aunque es sumamente efic az que los propios interesados ejerzan esta tutela, imponindose a s mismos las normas oportunas,no debe, sin embargo, faltar la ac c in moderadora de los poderes pblic os. 138. No ha de olvidarse tampoc o que el prec io de los produc tos agrc olas c onstituye generalmente una retribuc in del trabajo, ms bien que una remunerac in del c apital empleado. 139. Por esto observa c on razn nuestro predec esor de feliz memoria Po XI, en la enc c lic a Quadragesimo anno, que a la realizac in del bien de la c omunidad c ontribuye en gran manera la justa proporc in entre los salarios; pero aade a rengln seguido: Con ello se relac iona a su vez estrec hamente la justa proporc in de los prec ios de venta de los produc tos obtenidos por los distintos sec tores de la ec onoma, c uales son la agric ultura, la industria y otros semejantes. 140. Y c omo los produc tos del c ampo estn ordenados princ ipalmente a satisfac er las nec esidades humanas ms fundamentales, es nec esario que sus prec ios se determinen de tal forma que se hagan asequibles a la totalidad de los c onsumidores. De lo c ual, sin embargo, se deduc e evidentemente que sera sin duda injusto forzar a toda una c ategora de c iudadanos, la de los agric ultores, aun estado permanente de inferioridad ec onmic a y soc ial, privndoles de un poder de c ompra impresc indible para mantener un dec oroso nivel de vida, lo c ual evidentemente est en abierta c ontradic c in c on el bien c omn. 5. Completar los ingresos de la familia agrcola 141. Es oportuno tambin promover, en las zonas c ampesinas, las industrias y los servic ios relac ionados c on la c onservac in, transformac in y transporte de los produc tos agrc olas. A lo c ual hay que aadir nec esariamente en dic has zonas la c reac in de ac tividades relac ionadas c on otros sec tores de la ec onoma y de las profesiones. Con la implantac in de estas medidas se da a la familia agrc ola la posibilidad de c ompletar sus ingresos en los mismos ambientes en que vive y trabaja. 6. Reforma de la empresa agrcola 142. Por ltimo, nadie puede establec er en trminos genric os las lneas fundamentales a que debe ajustarse la empresa agrc ola, dada la extremada variedad que en este sec tor de la ec onoma presentan las distintas zonas agrarias de una misma nac in y, sobre todo, los diversos pases del mundo. Esto no obstante, quienes tienen una c onc epc in natural y, sobre todo, c ristiana de la dignidad del hombre y de la familia, c onsideran a la empresa agrc ola, y princ ipalmente a la familiar, c omo una c omunidad de personas en la c ual las relac iones internas de los diferentes miembros y la estruc tura func ional de la misma han de ajustarse a los c riterios de la justic ia y al espritu c ristiano, y proc uran, por todos los medios, que esta c onc epc in de la empresa agrc ola llegue a ser pronto una realidad, segn las c irc unstanc ias c onc retas de lugar y de tiempo. 143. La firmeza y la estabilidad de la empresa familiar dependen, sin embargo, de que puedan obtenerse de ella ingresos sufic ientes para mantener un dec oroso nivel de vida en la respec tiva familiar. Para lo c ual es de todo punto prec iso que los agric ultores estn perfec tamente instruidos en c uanto c onc ierne a sus trabajos, puedan c onoc er los nuevos inventos y se hallen asistidos tc nic amente en el ejerc ic io de su profesin. Es indispensable, adems, que los hombres del c ampo establezc an una extensa red de empresas c ooperativas, c onstituyan asoc iac iones profesionales e intervengan c on efic ac ia en la vida pblic a, tanto en los organismos de naturaleza administrativa c omo en las ac tividades de c arc ter poltic o..

Los agricultores deben ser los protagonistas de su elevacin econmica y social 144. Estamos persuadidos, sin embargo, de que los autores princ ipales del desarrollo ec onmic o, de la elevac in c ultural y del progreso soc ial del c ampo deben ser los mismo interesados, es dec ir, los propios agric ultores. Estos deben poseer una c onc ienc ia c lara y profunda de la nobleza de su profesin. Trabajan, en efec to, en el templo majestuoso de la Creac in, y realizan su labor, generalmente, entre rboles y animales, c uya vida, inagotable en su c apac idad expresiva e inflexible en sus leyes, es ric a en rec uerdos del Dios c reador y providente. Adems, la agric ultura no slo produc e la ric a gama de alimentos c on que se nutre la familia humana, sino proporc iona tambin un nmero c ada vez mayor de materias primas a la industria. 145. Ms an, el trabajo del c ampo est dotado de una espec fic a dignidad, ya que utiliza y pone a su servic io una serie de produc tos elaborados por la mec nic a, la qumic a y la biologa, produc tos que han de ponerse al da, sin interrupc in alguna, de ac uerdo c on las nec esidades de la poc a, dada la reperc usin que en la agric ultura alc anzan los progresos c ientfic os y tc nic os. Y no es esto todo. Es un trabajo que se c arac teriza tambin por una intrnsec a nobleza, ya que exige del agric ultor c onoc imiento c ertero del c urso del tiempo, c apac idad de fc il adaptac in al mismo, pac iente espera del futuro, sentido de la responsabilidad y espritu perseverante y emprendedor. Solidaridad y colaboracin 146. Hay que advertir tambin que en el sec tor agrc ola, c omo en los dems sec tores de la produc c in, es muy c onveniente que los agric ultores se asoc ien, sobre todo si se trata de empresas agrc olas de c arc ter familiar. Los c ultivadores del c ampo deben sentirse solidarios los unos de los otros y c olaborar todos a una en la c reac in de empresas c ooperativas y asoc iac iones profesionales, de todo punto nec esarias, porque fac ilitan al agric ultor las ventajas de los progresos c ientfic os y tc nic os y c ontribuyen de modo dec isivo a la defensa de los prec ios de los produc tos del c ampo. Con la adopc in de estas medidas, los agric ultores quedarn situados en un plano de igualdad respec to a las c ategoras ec onmic as profesionales, generalmente organizadas, de los otros sec tores produc tivos, y podrn hac er sentir todo el peso de su importanc ia ec onmic a en la vida poltic a y en la gestin administrativa. Porque, c omo c on razn se ha dic ho, en nuestra poc a las voc es aisladas son c omo voc es dadas al viento. Subordinacin a las exigencias del bien comn 147. Con todo, los trabajadores agrc olas, de la misma manera que los de los restantes sec tores de la produc c in, al hac er sentir todo el peso de su importanc ia ec onmic a deben proc eder nec esariamente sin quebranto alguno del orden moral y del derec ho establec ido, proc urando armonizar sus derec hos y sus intereses c on los derec hos y los intereses de las dems c ategoras ec onmic as profesionales, y subordinar los unos y los otros a las exigenc ias del bien c omn. Ms an, los agric ultores que viven c onsagrados a elevar la riqueza del c ampo, pueden pedir c on todo derec ho que los gobernantes ayuden y c ompleten sus esfuerzos, c on tal que ellos, por su parte, se muestren sensibles a las exigenc ias del bien c omn y c ontribuyan a su realizac in efec tiva. 148. Por esta razn, nos es grato expresar nuestra c omplac enc ia a aquellos hijos nuestros que, en diversas partes del mundo, se esfuerzan por c rear y c onsolidar empresas c ooperativas y asoc iac iones profesionales para que todos los que c ultivan la tierra, al igual que los dems c iudadanos, disfruten del debido nivel de vida ec onmic o y de una justa dignidad soc ial. Nobleza del trabajo agrcola 149. En el trabajo del c ampo enc uentra el hombre todo c uanto c ontribuye al perfec c ionamiento dec oroso de su propia dignidad. Por eso, el agric ultor debe c onc ebir su trabajo c omo un mandato de Dios y una misin exc elsa. Es prec iso, adems, que c onsagre esta tarea a Dios providente, que dirige la historia hac ia la salvac in eterna del hombre. Finalmente, ha de tomar sobre s la tarea de c ontribuir c on su personal esfuerzo a la elevac in de s mismo y de los dems, c omo una aportac in a la c ivilizac in humana. Relaciones entre las zonas de desigual desarrollo de un pas Servicios pblicos fundamentales y poltica econmica adecuada 150. Con muc ha frec uenc ia, en el seno de una misma nac in se observan diferenc ias ec onmic as y soc iales entre las distintas c lases de c iudadanos, debidas, princ ipalmente, al hec ho de que unos y otros viven y trabajan en zonas de desigual desarrollo ec onmic o. En situac iones c omo sta, la justic ia y la equidad piden que los gobernantes proc uren suprimir del todo, o a lo menos dism